La Panza Del Tepozteco

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Transcript of La Panza Del Tepozteco

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    La panza del Tepozteco

    Jos Agustn

    EN ESTA EDICIN ELECTRNICA (ENERO 2009) EL TEXTO INTEGRO CON SUS ILUSTRACIONES CONSTA DE 98 PGINAS TAMAO CARTA, LA VERSIN EN LIBRO IMPRESO ES DE 118 PGINAS.

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    Mira noms, esto est llensimo! exclam Yanira, con un mohn, les dije que comprramos los boletos desde ayer!

    S, qu barbaridad dijo el gordo Tor, bufando.

    Los seis muchachos acababan de llegar a la

    Terminal de Autobuses del Sur, que se hallaba infestada de paseantes.

    Es por el puente explic rika, con aire serio. Los das estn muy bonitos, y todos dicen vmonos de la ciudad!

    Hjole desliz Alan, habr boletos?

    Los seis se miraron y caminaron con prisa, cargando sus maletines, entre la muchedumbre que haca largas colas en cada mostrador. Homero iba hasta atrs, oyendo su walkman. Llegaron a un extremo de la terminal, donde se vendan los boletos de los omnibuses Cristbal Coln.

    Chin! exclam Yanira, mira qu cola.

    S, est largusima dijo rika, hay que formarse mientras preguntamos a qu horas estn saliendo los camiones. Selene, t frmate indic a la nia ms pequea del grupo, de ocho aos de edad.

    Yo? Solita? pregunt Selene, viendo los gentos.

    Yo me quedo con ella avis Tor, yo la cuido. Yo te cuido, manita.

    Selene asinti, satisfecha, y procedi a desenvolver un chicle.

    Quieres? le dijo al gordo.

    Claro.

    Yo voy a preguntar a qu horas salen los camiones dijo Alan.

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    No, yo voy asent rika.

    Vamos los dos concluy Alan.

    Ambos avanzaron entre la gente que haca cola y lograron llegar al mostrador.

    A qu horas...

    . . .salen los autobuses a Tepoztln? termin de decir Erika, quitndole la palabra a Alan.

    A las doce y media respondi, hosco, el dependiente, sin verlos.

    A las doce y media? repitieron a coro rika y Alan, asombrados.

    O ms tarde, si no se forman ahorita repiti el empleado. Frmense, chamacos, porque luego se suspenden las corridas y ya no van a poder salir.

    Pero si apenas son las ocho de la maana, faltan tres horas para las doce y media se quej Erika.

    Cuatro horas corrigi Alan.

    Frmense si quieren, escuincles.

    rika y Alan regresaron, con paso lento, a la cola, donde se hallaban los dems.

    Qu creen? empez a decir Alan.

    Hay boletos hasta las doce y media concluy Erika.

    Hasta las doce y media? Repiti Tor, incrdulo, no se hagan los chistosos.

    No es chiste...

    Qu hacemos? intervino rika, si esperamos aqu cuatro horas vamos a llegar a Tpoz quin sabe cundo.

    A las dos de la tarde precis Alan.

    Cuatro horas? repiti Tor.

    Qu hacemos? insisti rika, desazonada.

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    Vamos a hablarle a mi pap propuso Tor, me dijo que le hablramos si tenamos problemas.

    Ay, el beb dijo rika, no puede hacer nada sin su papito.

    Bueno, pues, a ver t di entonces, qu hacemos?

    Y Homero?

    Ah est atrs, clavado con los audfonos.

    No quieres un bubble yum, rika? le invit Selene, quien logr avanzar cinco centmetros de la cola largusima.

    A ver acept rika.

    Oigan! Prense! casi grit Yanira, quien apareci entre la gente.

    Y t, dnde andabas? le pregunt Alan.

    Te puedes perder... agreg rika.

    Esta siempre se desaparece dijo Tor.

    Es la Yanira Solitaria aadi Homero.

    Cllense, n? Djenme hablar!

    S, pero no grites.

    Miren, en lo que ustedes estaban paradotes yo ya fui y averig lo que vamos a hacer.

    Todos se le quedaron mirando unos, instantes, y Yanira se hinch de satisfaccin al verlos muy atentos.

    Cmo, pues? pregunt rika, impaciente.

    Qu me dan si les digo?

    Ay cmo la haces de emocin...

    Bueno. Nos vamos a ir en combi.

    En combi? Cul combi? Ests loca!dijo Alan.

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    Salen all afuera, abajo de las escaleras de entrada al metro. Van a Tepoztln, a Oaxtepec y a Cuautla. Salen nada ms que se llenan. Y cuestan veinte pesos por cabeza, eh? inform Yanira con una sonrisa radiante.

    Todos se quedaron pasmados.

    Ah, y no son combis-combis, son microbuses, como los que ahora hay por todas partes.

    Ests segura de todo eso? pregunt Erika.

    Claro.

    Cmo te enteraste? intervino Alan.

    Porque o que unos seores estaban platicndolo en la cola. Luego les pregunt y me explicaron todo. Ellos ya se fueron a las combis. Vamos, no?

    Vamos dijo Tor, enftico.

    Momento aadi Alan. Qu tal si son puros cuentos? Que alguien se quede aqu en la cola, para no perder el lugar.

    Pa qu protest Yanira, en las combis s hay lugar, y salen orita mismo.

    Que se queden Selene, Homero, Indra, el gordo y Yanira y t indic rika, sin hacerle caso a Yanira. Yo voy a ver.

    No, yo voy dijo Alan.

    Vamos los dos.

    Yo quiero ir pidi Selene, ya me cans.

    No, Selene, t ests muy chiquita, t qudate aqu dijo Erika.

    Que no. Yo quiero ir.

    Que venga decidi Alan, total, yo la cuido.

    Erika suspir, resignada. Alan tom a la niita de la mano y los tres se deslizaron entre la muchedumbre en direccin de la calle.

    Siguen llegando, te fijas? coment Alan.

    Por qu hay tanta gente, Alas? le pregunt Selene.

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    Es por el puente explic Alan.

    Por qu?

    Ay Selene, no te explicaron en la escuela? pregunt Erika, impaciente. Ya estaban afuera, entre los numerosos autos y autobuses que pasaban, muy despacio, frente a la terminal, y se dirigan a las bases de combis que llenaban los alrededores del metro Taxquea.

    Porque el quince y el diecisis de septiembre son los das de la Independencia, que caen en jueves y viernes explic Alan, y luego viene el sbado y el domingo, as es que no hay clases en cuatro das y por eso todos se van a pachanguear a donde pueden.

    Igual que nosotros, mensa dijo rika.

    Ya estaban frente a un grupo de microbuses estacionados, en torno de muchos otros y de las incontables camionetas que llevaban al pasaje hacia numerosos puntos de la ciudad de Mxico. Ros de gente suban y bajaban las escaleras que llevaban al metro. Efectivamente, esos micros salan tan pronto se llenaban e iban a Cuautla y a Oaxtepec; no entraban en Tepoztln, pero los podan dejar en la caseta.

    S, all siempre hay coches o combis que llevan al pueblo! exclam rika. Nos vamos. Somos siete agreg, mientras sacaba dinero de su bolsa y contaba los billetes con cuidado antes de entregrselos al conductor del microbs. T jlate por los dems, Alan. T te quedas conmigo, Selene.

    Alan dud unas fracciones de segundo, le fastidiaba seguir rdenes, y ms las de rika, pero despus sali corriendo entre la gente, los autos y los autobuses que llenaban de humo la maana.

    rika y Selene subieron al microbs, en el que ya haba alguna gente. Un matrimonio que pareca tener un puesto en un mercado, otro como de maestros pobres, imagin rika, y varios seores de distinto tipo, ms bien viejos; uno de ellos hablaba y hablaba y otro lo escuchaba. Erika y Selene se acomodaron en dos bancas, y estn ocupadas, decan a los que seguan subindose al camin y queran ocuparlas; s, esas nias pagaron siete lugares, deca el chofer que cobraba los pasajes en la puerta.

    rika mir al joven conductor con aire desafiante. Le fastidiaba que le dijeran nia, simplemente, se deca, porque ya no lo era, ya tena trece aos, ya estaba en segundo de secundaria, ya estaba en sus teens, como deca su mam, y si se

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    pintaba y se pona los taconzotes de su hermana Myriam la dejaban entrar en donde fuera.

    El microbs se haba llenado, a excepcin, claro, de las dos bancas apartadas por Erika y Selene, pero no apareca ni Alan, ni Tor, Indra, Homero, ni Yanira. Ya vmonos, decan algunos de los pasajeros, impacientes. Se est haciendo muy tarde.S, vmonos, ya vmonos, chofer.

    No! Esprense! clam rika, angustiada.

    Voy a buscarlos, rika? le dijo Selene.

    T? Ests chiflada? Te pierdes! Mejor voy yo.

    Vmonos!

    T? Y si no regresas?

    Cmo que no regreso? Claro que regreso. Ay malditos, los odio, qu les habr pasado, t? Por qu no llegan?

    Ya vmonos, insistan otros pasajeros, pero el chofer, ya instalado al volante, no les haca caso y miraba impasiblemente al intenso movimiento de gente y combis en el metro y la terminal.

    Selenita, voy a ir a buscarlos, t esprame aqu, prtate de lo ms tranquila y no pasa nada, los seores te cuidan, y yo voy como rayo a ver qu pasa...

    rika se interrumpi porque en ese momento se oy un gran alboroto, y Alan subi en el microbs.

    Ya llegamos! exclam Alan.

    Qu relajo! dijo Homero.

    Fue por culpa de Indra! acus Tor.

    Yo no tuve la culpa, qu!

    Shhhhh!

    Les dije que para qu nos quedbamos a hacer cola! Era de lo ms idiota, bamos a irnos en la combi de cualquier manera!

    Ya cllense!

    Escuincles tardados!

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    Vmonos!

    Sintense, ya no hagan tanto ruido dijo el chofer.

    Todos gritaron uuuuuh!, entre risas, pero el chofer no les hizo caso, arranc el motor del microbs y se meti como pudo entre la hilera de vehculos que avanzaba a vuelta de rueda frente a la terminal del sur. Cada vez llegaba ms y ms gente.

    Ay Dios! exclam Indra, yo cre que ah nos bamos a quedar...

    Pero ya ves que no dijo Alan.

    Les dije que nos viniramos todos juntos a la combi recrimin Yanira, no tena caso quedarnos all.

    No es combi, es micro corrigi Alan.

    Oye Hmer, presta el walkman pidi Tor.

    Ni te oye le record Indra, adems t tienes el tuyo.

    S, pero est guardado...

    Bueno, y por qu se tardaron tanto, se puede saber? pregunt Erika.

    . . .y adems el suyo est ms picudo.

    Es que la mensa de Indra se fue a hablar por telfono explic YaniraYo le dije que no se fuera, pero siempre hace lo que se le pega la gana.

    Es que tena que hablar... musit Indra, con una sonrisa apacible.

    Y no podas apurarte, carajo? protest Tor.

    Grasa, bolero! se oy atrs.

    Shhh, no digas groseras dijo Yanira. A quin le hablaste, Indra?

    A Rubn. Le promet que le hablara todas las veces que pudiera.

    Oye! Yo cre que era una llamada importante!

    S era importante...

    Ya oste, Homero?

    Qu? dijo ste quitndose los audfonos.

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    Sabes por qu se tard tanto Indra? Porque le fue a hablar a su novio dijo Tor.

    Es una estpida calific Homero y volvi a ponerse los audfonos.

    Pero por qu te tardaste tanto, Indra? pregunt Selene, te esperamos siglos, aqu los seores nos queran matar.

    Ya cllense! se oy de atrs.

    Parecen pericos!

    Es que todos los telfonos de la terminal no sirven o haba colas interminables...

    Y qu hiciste entonces?

    Me fui a los telfonos del metro.

    Con razn no te encontrbamos! exclam Tor.

    Uuuuuuuuuh! gritaron todos.

    A callar!

    Shhhh!

    No les hagas caso dijo rika a Yanira, ellos tambin se la pasan gin-gin.

    S replic Yanira, ya viste a ese viejo? Habla y habla bien enojado, ya tiene la cara toda roja.

    A que estn hablando de poltica...

    Ay s, qu aburrido... Oye, estn padres tus pantalones, son del otro lado?

    Fjate que s, Yani, y qu crees? El viejo horrible libidinoso del director me rega porque los llev a la escuela, dijo que me quedan muy pegados. Ya hasta quera hablarle a mi mam, y ella fue la que me los trajo de Houston!

    Las dos soltaron a rer,

    Es un idiota concluy Yanira.

    De qu hablan, eh? intervino Indra.

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    Del drec.

    Hjole, qu les pasa, hablen de cosas positivas.

    T eres la que no tiene perdn de Dios, Indra, estos viejos nos queran linchar porqu no llegaban.

    Ay rika, pareces mi mam.

    Quieres un chicle, Indra? invit Selene.

    S, dame.

    Ya haban salido de la ciudad, pero el flujo del trnsito no decreca; en la caseta de cobro de la carretera las colas de automviles, combis, micros y autobuses eran largusimas. Atrs quedaba la gran mancha de contaminacin de la ciudad, ms visible que nunca porque frente a ellos el cielo era completamente azul.

    Oye qu gento coment Tor, mientras las muchachas estallaban en carcajadas que ameritaron los inmediatos shhhh, cotorras, ya cllense del resto del pasaje.

    A m ya me anda por llegar a Tpoz dijo Alan. Mi pap se va a cagar al ver que llego con todos ustedes.

    Yaaa! A poco no le avisaste?

    Bueno, le dije que si poda llevar a unos amigos respondi Alan con una sonrisita, pero no cuntos. De cualquier manera l me dijo:

    trae a quien quieras.

    Ah, bueno...

    Yo noms te iba a invitar a ti y al Homero, pero nos oy rika cuando lo estbamos cotorreando en el patio grande, te acuerdas?

    S, hombre, luego luego se apunt.

    Y yo dije bueno pues est bien, que venga, no?, y a Homero como que le gust la idea, pero a m se me hace que ms bien le gusta la condenada flaca.

    Guaj! Est horrible la maldita, ms ahora que le pusieron los frenos...

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    Y luego rika sali con que no le daban permiso de ir a Tepoztln con puros hombres, y le dije pues traite a una cuatita, pero, caray, nunca me imagin que invitara a Yanira y a Indra y hasta a la enaita Selene.

    Es bien buena onda esa chavita, Alas. Pero, tons qu, no se enojar tu pap?

    Pues chance, depende del humor que traiga, si est de buenas, perfecto, pero, si no, de cualquier manera no hay problema porque se encierra en su estudio y no lo ve ni mi mam.

    Y tu mam?

    Ella se fue ayer. No quera que nos viniramos solos, porque dice que estamos muy chicos todava, ya sabes toda esa payasada. Pero yo le dije que no pasaba nada, que era facilsimo tomar el autobs para ir a Tpoz. Total, no se qued muy contenta, pero tena que irse desde ayer porque tena que ver a una seora que hace limpias.

    Una qu?

    Una bruja. A poco no has visto ni una?

    Una bruja? Ests loco o qu, cuate? T s has visto brujas?

    En Tpoz hay un chorro. Pero, bueno, no son como las de las caricaturas, no?, con escoba y toda la cosa, son ms bien unas seoras indias que te pasan ramas y huevos y cosas por todo el cuerpo y mientras estn rece y rece.

    De veras?

    S, palabra. A mi mam le da por esas ondas, y cuando yo era chiquito me llev varias veces para que dizque me limpiaran.

    Y qu se siente, t?

    De qu hablan? pregunt Homero, que se haba quitado los audfonos.

    Vaya, hasta que ste solt el walkmancoment Tor viendo codiciosamente el pequeo aparato que Homero llevaba prendido del cinturn.

    De qu hablan, pues?

    De brujas.

    Ay s, no mamen dijo Homero y volvi a ponerse los audfonos.

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    Tor se los quit unos momentos. Luego me los prestas, eh?

    Homero asinti.

    A mi mam la pierde la astrologa y que le lean las cartas dijo Tor.

    S, a la ma tambin, pero a ella adems la matan las brujas de Tepoztln, a cada rato dicen que le estn haciendo trabajos y le dan sus limpias y yerbas y talismanes, y un chorro de cosas. Luego se va al Tepozteco, dice que hay que pagarle tributo al Tepozteco siquiera una vez al ao. Es sensacional el monte como de Indiana Jones. S has subido, no?

    Claro, buey. Contigo.

    Al rato nos lo echamos, no?

    Juega. Pero antes jugamos con el nintendo, prestaron unos juegos sensacionales.

    Oye pinche gordo, todo el tiempo te la pasas con los juegos y ahora que sales al campo te la vas a querer pasar encerrado, ests mal de la cabeza, Hctor.

    Me llamo Tor.

    S, pues.

    Est bien, subimos primero al Tepozteco y luego te enseo Los inconcebibles laberintos de Borges, es la pura buensima onda. Homero tambin trae otros juegos, pero son los de siempre.

    Suave.

    Mi mam no me quera dejar venir, por las calificaciones que han estado que olvdate. Y que no le gusta que ande solo, y menos si es con otros chavos, y todava menos si hay nias. Ech pestes de tu mam y de tu pap porque nos dejaban solos.

    Uh, qu tiene de malo? Yo tomo autobuses desde que estaba ms chico, como de once. Y mi hermana, cuando vivimos un ao en Tpoz, tena diez aos y agarraba los camiones y se iba a todos lados, sola, sin avisar, se iba a Cuautla, a Yautepec, a Cuernavaca, una vez hasta a Taxco se fue, te imaginas?

    S, tu hermana es tremenda. Y tu mam tambin est bien loca, verdad?

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    Qu te pasa, cuate. No te metas con mi jefa.

    Y tu pap?

    Qu con mi pap?

    Digo, qu onda con l?

    Buena onda en general, ya lo conoces. Ahora est haciendo un proyecto y se pas toda la semana en la casa de Tepoztln; mi mam lo alcanz ayer y mi hermana se fue a Guadalajara con sus cuatitas.

    S, ya me habas contado...

    Las muchachitas volvieron a rer a carcajadas, ante las incesantes protestas de los dems pasajeros. Alan y Tor se volvieron a ellas. Homero se quit los audfonos. Cantaban piezas de moda intercalando por delante y por detrs.

    Yo tengo ganas de ti... cant rika.

    . . .por delante.

    Y no puedo luchar...

    ...por detrs.

    Porque todo es igual...

    . . .por delante.

    De ganas de ti...

    . . .por detrs.

    . ..Quiero sentir tu amor...

    por delante.

    Y sentir el calor...

    ...por detrs.

    De estas ganas de ti...

    . . .por delante.

    Cuando ests junto a m...

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    ...por detrs.

    Esa est muy mandada, no? protest Yanira, canten algo ms tranquilo, no?

    El Himno! propuso Homero, entre risas.

    Todas son iguales sentenci Indra.

    Ah pa letritas... dijo Tor.

    Ah pa cancioncitas coment Homero, quien volvi a ponerse los audfonos.

    Nuevas risas de los muchachos, seguidas por nuevas cargas de ya cllense, sangrones, etctera.

    Uuuuuuuuuh! gritaron todos nuevamente.

    Ya basta! Si no se callan los vamos a llevar con la polica! grit un pasajero, furioso.

    Uuuuuuuuuuuuuhhh! repitieron todos, riendo.

    Cllense ya! insisti, y se levant; se movi con trabajos y lleg al estrechsimo pasillo del microbs, o se callan o les doy de cinturonazos!

    bram.

    Sintese o se va a caer le dijo Homero.

    Por favor! Sintese! dijo el chofer.

    Uuuuuuuuh! exclamaron los muchachos, cuando el furibundo pasajero dificultosamente volvi a su lugar, refunfuando, pero despus bajaron la voz. -

    Falta mucho, rika? pregunt Selene.

    No tanto, ya pasamos Tres Maras respondi Alan.

    Cmete una manzana.

    S, quin se qued con los sndwiches? pregunt Indra.

    Yo los tengo avis Erika.

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    Ay oye, t siempre acaparas todo se quej Indra.

    Es que t te acabas todo...

    No es cierto, oye...

    No haba huevos cocidos?

    Ah viene la Pera! avis Tor, y cuando entraron en la pronunciadsima curva aprovech para recargarse sobre Indra, que iba a su lado, curva a mi favor! grit.

    Ya qutate, chistoso! Pesas mucho!

    Y huele peor desliz Yanira, con una risita.

    Ya cllense!

    Salieron de la Pera y el microbs aprovech la pendiente para acelerar y rebasar a varios automviles timoratos que haban bajado la velocidad al entrar en la curva. Pronto vieron los letreros que indicaban la desviacin a TEPOZTLN, OAXTEPEC, CUAUTLA. El microbs no baj la velocidad a pesar de que la carretera se hallaba muy transitada. A esas horas de la maana el bosque de pinos brillaba, alegre, por la nitidez del aire y el brillo del sol, que se perfilaba ya hacia lo alto. Ni cuenta se dieron cuando el microbs se detuvo en la caseta de Tepoztln.

    Los pasajeros respiraron, aliviados, ya era hora, hasta que vamos a descansar un poco, malditos nios, ya no los aguantaba, decan, a excepcin, observ Erika, del hombre que discuta de poltica y que no haba parado de hablar desde que salieron de la terminal en la ciudad de Mxico. Ahora est ms enojado, pens al bajar de un brinco del microbs. Observ tambin que el chofer le sonrea clidamente. Era bien buena onda ese chavo, se dijo.

    Los muchachos llegaron sin problemas a la casa de Alan. En la caseta tomaron el taxi de un joven moreno, que veinte aos antes habra andado a caballo, y pronto dejaron atrs las pronunciadsimas curvas y entraron de lleno en la calle principal, que tena como inmenso teln de fondo la cordillera del Tepozteco. A Alan siempre le gust llegar y enfrentarse con esa muralla verde, de cortes tajantes, que le avivaba la imaginacin y lo llenaba de una sensacin de misterio. Pero en ese momento Alan quera ensearles el pueblo, los montes y la gente en cinco minutos.

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    Miren, se es el zcalo! inform Alan.

    Est re feo dijo Yanira.

    Y sa es la presidencia municipal. All abajo est el mercado. El fin de semana se pone de buensima onda, van a ver.

    Indra.

    Yanira.

    Yo nunca haba venido aqu musit

    Yo s afirm rika.

    Est chiquito el pueblo, no? coment Tor.

    No tanto. Bueno, es un pueblo, no?

    Lo que es precioso son los montes prosigui Indra.

    Dejaron la calle principal y se metieron en el barrio de Santo Domingo por la calle Jardineras, que, como siempre, estaba espantosa, llena de hoyos charquientos o de piedras enormes a la mitad del arroyo. Pero la callejuela era bonita, especialmente por las yerbas verdsimas que brotaban de todos los resquicios de las paredes de adobe, los tecorrales y el empedrado.

    Ah va Maciel! exclam Alan, sealando a un hombre slido y alto que conversaba animadamente con una mujer de falda larga y el cabello con raya en medio y pegado al crneo.

    Quin? pregunt Yanira.

    Es un pintor que vive aqu en Tepoztln inform Alan. Pinta unos cuadros gigantes con negras en hamacas.

    Yo nunca he conocido a un pintor dijo

    Yo s avis rika.

    Y ella?

    Pues es Beatriz, la mam de Marin y de Sergio. Hace unos vestidos bien padres.

    Las muchachas no dejaban de ver el monte, y el pueblo, ya que a excepcin de Erika, las dems no conocan Tepoztln. La casa de Alan les gust mucho

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    porque era grande pero rarsima, como viejo chalet suizo construido en un terreno muy desigual, lo que haca que los cuartos fueran muy pequeos, oscuros y triangulados, o gigantescos, de techos altos y llenos de luz. El jardn tambin era muy irregular, con varios niveles, mucha vegetacin y una alberca ms bien pequea. Desde all la vista del Tepozteco era impresionante.

    El pap de Alan estaba de buen humor y recibi a todos ellos muy contento. Por qu no se trajeron de una vez a algunos maestros? brome. A la mam tambin le dio gusto ver a los visitantes, especialmente porque haba cuatro mujeres... Siempre hay puros hombres en esta casa, y a veces ya chole explic

    Muchachas, yo me llamo Coral. As quiero que me digan y que nos hablemos de t.

    Esto le gust mucho a ellas, pero no le dieron gran importancia porque vieron salir de la casa a un muchacho ms grande, quien obviamente las entusiasm, pues ellas lo miraban derritindose. El joven salud a todos y se despidi. Luego me hablas le dijo a Alan antes de irse.

    Quin es, quin es? pregunt Erika a Alan inmediatamente despus, lo cual motiv que Homero y Tor huyeran de all.

    Es un sueo! deca Yanira.

    Es Gonzalo, tiene una casa a la vuelta y viene los fines de semana, como nosotros. En Mxico vive atrs de Perisur. Es mi amigo, aunque es mucho ms grande que yo. Nos conocimos desde que yo estaba bien chiquito.

    Cuntos aos tiene? pregunt Yanira, que era la ms fascinada.

    Diecisiete, o dieciocho, no s. Est terminando la prepa.

    En qu escuela va?

    Es guapsimo! deca ahora Yanira.

    S, pero olvdate, te lleva cinco aos, nunca te va a pelar replic Erika.

    Bueno, al menos no se aburren dijo Coral, la mam de Alan, quien traa una charola con vasos de agua de papaya. Vengan agreg, a las mujeres, les voy a decir cmo se van a acomodar. Los nios se quedan en tu cuarto le indic a su hijo.

    Las muchachas se fueron tras Coral, bebiendo traguitos del agua de papaya.

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    Y dnde estn estos cuates? se dijo Alan, viendo en todo su derredor. Ah, claro, pens despus.

    Se fue directo a su cuarto, y all, en efecto, encontr a Homero y a Tor metidsimos con los juegos electrnicos, cuya calidad visual era endiablada.

    Pero claro, carajo, me imagin que aqu me los encontrara.

    T retas dijo Tor sin despegar la vista de la pantalla.

    A s-te ya me-ro me lo fu-mi-go... can-turre, sin despegar la vista de la pantalla.

    Fuera tan fcil... coment Homero. Es un baboso este gordinflas. Pobrecito...

    Alan se dio cuenta de que Tor y Homero estaban metidsimos en el juego de Los contras y que ni caso le hacan. Sonriendo, se acomod en la cama transversal a las literas y vio, ms all de las espaldas de sus amigos, la pantalla encendida, y pronto se hallaba bien contento vindolos jugar, hasta que les avisaron que ya estaba la comida y que se lavaran.

    Despus de comer, y de lavar sus platos, los muchachos decidieron subir al Tepozteco.

    Esprense dijo Alan, voy a llamar a Pancho, l es de aqu y se conoce el monte como nadie, es el Amo de la Montaa! exclam con autntica admiracin, deveras agreg despus, al ver que todos lo miraban sorprendidos.

    Vamos nosotros solos dijo rika, para qu queremos guas, t ya conoces el monte, no?

    Bueno, s, pero no como Pancho...

    Adems, es bien fcil insisti rika, yo ya he ido y hay un caminito perfectamente claro. Hasta arriba tienes que subir por una escalera de metal.

    Y quin es Pancho? pregunt Yanira.

    Ha de ser el hijo de una lavandera o algo as dijo rika.

    Mira, Erika, si te gust mi amigo Gonzaloreplic Alan de lo ms pcaro cuando veas a Pancho se te van a caer los chanes. Los dos son

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    amigusimos y cuando andan juntos, los fines de semana, acaban con el cuadro.

    De veras?

    S, yo lo conozco dijo Tor, es un sueo agreg, imitando a Yanira.

    Nadie discuti ms ante la contundencia del argumento (Tor y Alan se hicieron gestos burlones entre ellos) y caminaron por la estrecha callejuela hasta que llegaron a un puente que cruzaba un arroyo, en ese momento abundante; grandes rboles se alzaban all. Lo cruzaron y llegaron a un tecorral, con caballos y vacas, en cuyo fondo, entre rboles, se alzaba una casita de adobe.

    Aqu vive? pregunt Yanira.

    Pancho! Panchoooo! gritaba Alan.

    Es el hijo de la lavandera dijo rika.

    No, es hijo de la seora que hace las limpias corrigi Alan, de lo ms sonriente.

    Ay maldito... desliz Yanira.

    A poco esa seora es la bruja? pregunt Tor.

    Una bruja?

    No les hagas caso, Selene.

    De la casa sali un muchacho de trece aos, moreno y de facciones indgenas, de tenis y pantaln vaquero.

    Alas! exclam al ver a Alan, acabas de llegar?

    Vamos a subir al Tepozteco, vienes?

    Ora!

    Mira, te presento a mis cuates de Mxico: Yanira, Selene, Indra, Homero, a Torr ya lo conoces, y a rika.

    Qu chistoso replic Pancho, seco.

  • 21

    Pues yo s lo veo guapo coment Indra, plcida, con miradas apreciativas.

    Vmonos! exclam Alan, y se ech a

    Todos corrieron tras l, incluyendo a rika tambin grit: Vmonos!

    Subieron casi corriendo las empinadas escaleras de piedra construidas por los toltecas muchos siglos antes, entre el agua que caa por todas partes y la vegetacin de un verdor que se les echaba encima. Llegaron jadeando a la cumbre, desde donde se desplegaba la gran vista de los valles de Tepoztln, de Cuautla y de Cuernavaca. Los misteriosos montes de Chalcatzingo eran visibles muy a lo lejos y la curvatura de la tierra era bien notoria. Los muchachos estaban de lo ms contentos.

    Todos subieron a la pirmide tolteca y vieron que, a sus espaldas, el Ajusco no pareca tan alto desde all. Tomaron refrescos en la caseta del cuidador, y Pancho les cont que todos los das el cuidador de la zona arqueolgica suba y bajaba, a paso veloz si no es que corriendo, y cargando dos o tres cajas de refrescos en la cabeza. Para no quedar atrs, ellos volaron de regreso y bajaron tan rpido que de milagro no se desplomaron como alud, ni se resbalaron con la humedad o se dieron de golpes contra los pedruscos. Abajo, todos sentan que las pantorrillas les temblaban por el esfuerzo.

    Qu brbaro deca Tor, tengo las patitas como de chicle.

    Despus, Pancho los llev a los Corredores, de donde la vista era igualmente esplndida, y luego se metieron en una cueva pequea de la que salieron muchos murcilagos.

    Ay mam!grit Selene al ver a los oscuros animales.

    Drcula! exclam Tor.

    Oye, vmonos, no? deca Yanira.

    Tranquilas, chaparras dijo Alan, si Pancho dice que no hay peligro es que no hay.

    Claro que no hay explic Pancho, los murcilagos ya se fueron, y sta es una cueva enana, haban de ver la que descubr hace unos das!

    Dnde, cmo? pregunt Alan.

    Est padre? pregunt Tor.

  • 22

    Est padrsima! Gigantesca! Hay que llevar lmparas porque se pone oscursimo, deveras est gigante la caverna, casi como en Cacahuamilpa.

    Ay s, bjale de volumen dijo Erika.

    Pero dnde est esa cueva? inquiri Homero.

    Ms arriba. Se sube por aqu pero luego te desvas por un lugar que yo creo que nadie conoce porque he preguntado y nadie saba nada de ese grutononn.

    Bueno, y qu hay ah? pregunt Selene, no da miedo?

    Bueno, pus un poco s, no? Pero vamos varios, y yo puedo llevar un machete.

    Chin! exclam Tor, cmo no me traje el rifle de mi pap! Es tipo termineitor, con mira de lser y toda la cosa, est queridsimo.

    Clmala, cuate, ste luego luego se cree Rambo.

    S, es Tor el Brbaro.

    Es puro buey.

    Pero, no es peligroso? insisti Yanira.

    No hombre, por qu? Noms est oscuro, pero llevamos lmparas o hacemos unas teas.

    Mi pap tiene una lamparota sensacional. Que nos la preste dijo Alan.

    Bueno, pues, vamos dijo Homero.

    No, hoy no replic Pancho, ya se va oscurecer al rato. Mejor vamos maana, temprano, despus de desayunar, y la exploramos a todo dar hasta la hora de la comida.

    Llevarnos cosas de comer y hacemos picnic! propuso rika, entusiasmada.

    S, hacemos unos sndwiches accedi Yanira.

    S, vamos!

    Quieres ir enanita? dijo Tor.

    Pus s, aunque me da miedn.

  • 23

    Yo te cuido, chaparra agreg Tor.

    No se diga ms dijo Alan...

    ...maana vamos concluy rika.

    Regresaron a gran velocidad por la callejuela Aniceto Villamar y al llegar a la casa se toparon con la noticia de que la mam de Alan tena que ir con la mam de Pancho porque la noche anterior no se pudo terminar la limpia. Todos los muchachos se interesaron al instante y Alan, muy ufano, les cont un poco de las limpias y las brujas y brujos de Tepoztln. Erika se entusiasm ms que nadie y pidi que a ella tambin la limpiaran.

    Y t para qu, muchacha? coment Coral, si t ests bien chiquita. T ests limpia, o no?

    No s, pero yo quiero, ndele, seora, llveme, le juro que no doy nada de lata.

    No necesita una limpia, necesita baarse se rio Homero.

    Qu chistoso...

    Yo tambin quiero ir dijo Yanira.

    Y yo dijeron todos a su vez, incluyendo a la pequea Selene.

    No s si pueda llevarlos a todos.

    S puede, seora intervino Pancho, noms que se estn quietas.

    Ah, yo s me estoy quietecita, como muerta!, pero yo quiero ver a la bruja.

    Mira, linda, no creas que vas a ver a la bruja de Blancanieves. Al contrario, es una seora muy buena. Ms bien es una curandera, como una doctora pero con otros mtodos. Bueno, las voy a llevar, pero si la seora Guillermina dice que se vayan, se van. Al fin est muy cerquita de aqu.

    S claro especific Homero.

    Pues vamos dijo Erika. Ay qu emocin.

    De veras quieres que te hagan eso?

    S, qu tiene.

  • 24

    Yo tambin quiero dijo Homero, a ver si se me aparece la Turbollorona en camisn.

    Cenamos antes? pregunt Selene. Despus de todo ya eran las ocho y media de la noche y todos haban carburado a alta compresin toda la tarde.

    No, despus dijo Coral, a la vez que iniciaba la salida.

    Todos la siguieron.

    Recorrieron nuevamente la callejuelita de Aniceto Villamar hasta que llegaron al puente, escasamente iluminado y silencioso. Slo a lo lejos se entrevea a un grupo de indios ensombrerados al pie de un tendajn, bebiendo cervezas en silencio.

    Esta vez dieron la vuelta hasta encontrar la entrada de la casa, que no tena ventanas a la calle y slo una puerta comunicaba con el patio interior, que se extenda en la oscuridad del establo y los gallineros.

    Alan les cont en voz baja, quiz por lo dbil de la luz, que a un lado de la casa estaba el temazcal, s, no saban?, el sauna de los aztecas, donde la familia de Pancho se baaba con el fuego que se haca con lea de muy buen olor. Pero ya estaban dentro, con la mam de Pancho, quien se hallaba acompaada de otras dos mujeres indias.

    La mam de Pancho, la seora Guillermina, tena cuarenta aos de edad y se hallaba bien conservada; era muy morena, de facciones finas, y llevaba un rebozo en la cabeza; se encontraba junto a un pequeo altar con la Virgen de Guadalupe, Jess con corona de espinas, estampas de santos, signos y smbolos religiosos y esotricos, y seis cirios medianos entre flores. Al fondo, en la penumbra, se silueteaban unas camas.

    A qu huele? pregunt Selene, con los ojos muy abiertos; tras ella, la mam de Alan hablaba, en voz baja, con la seora Guillermina junto al altar.

    Es copal, incienso mexicano respondi Alan, te gusta?

    S..., creo que s.

    Yo lo prefiero al que venden en paquetes, que son ms perfumados agreg Alan.

    Buenas noches, muchachos los salud la seora Guillermina, sin moverse de su lugar.

  • 25

    Buenas noches dijeron varios de ellos en voz muy baja.

    Por qu hablamos en voz muy baja?, se preguntaba Erika, muy interesada en todo lo que ocurra. El olorcito, las velas y el foco que apenas alumbraba la haca sentir como en un sueo lleno de encanto.

    Coral se haba colocado sobre un crculo en el suelo que tena dibujada una figura india. Pareca una mujer. La seora Guillermina dej de rezar frente al altar, tom unas varas verdes, an con hojas menudas, las moj en el lquido de una vasija de barro y despus con ellas recorri y dio ocasionales golpecitos en la cara, el cuello, el torso, la espalda, el vientre, los brazos, las piernas y los pies de Coral.

    La seora Guillermina se hallaba totalmente concentrada.

    Ahora pasaba un huevo por todo el cuerpo de Coral en medio de tenues encantaciones; y repiti el procedimiento con dos huevos ms. Despus rompi los cascarones y Erika vio que la yema y la clara se haban convertido en una masa negra, con algunos cogulos y partes viscosas. Apestaban, adems, y feo; guaj, oy que exclamaba Selene. Con un gesto la seora indic a Pancho que dispusiera de los huevos corruptos.

    Pero despus Erika se qued pasmada, con el corazn latindole con fuerza, porque la seora Guillermina haba tomado una tela blanca, fina, muy delgada, y la pas por la cara de Coral; al ir a limpiarla, la tela se fue enrojeciendo hasta que pronto empezaron a caer gotas de sangre y nuevos cogulos.

    Ay buey! musit Tor.

    Pero cmo...? susurr Selene.

    Shhh le dijo Indra, boquiabierta.

    Erika era toda atencin, senta el silencio como algo denso, tenso, con vida, misterioso, peligroso, emocionante... Los dems estaban atcnIo, muy impresionados por la penumbra, el olorcio del incienso y los ritos de la curandera.

    La seora Guillermina estaba totalmente concentrada, como en trance. Respiraba con pesadez. Coral, muy seria, no pareca sufrir para nada. La curandera pas varias telas por los brazos y las piernas, y todas quedaron empapadas, goteantes, de sangre.

  • 26

    Finalmente volvi a rociar el cuerpo de Coral con el agua fragante de la vasija que recoga con las finas ramas. Rez una especie de letana al hacerlo y, por ltimo, le dio a Coral un jarro con el t que sirvi de una ollita.

    Coral lo bebi a traguitos, an instalada en el estado de nimo que le haba dejado la limpia, pero casi tir el jarrito al or: Yo quiero, por favor, yo sigo, yo primero, por lo que ms quiera! plai rika con tal intensidad que sorprendi a todos.

    Calmada, rika musit Alan, junto a ella.

    T djame... Yo quiero, seora! Yo, yo!insista rika, casi lloriqueando.

    No chilles, rika dijo Indra.

    Ay rika aadi Yanira.

    Pero es que yo quiero, oye.

    Coral mir a la seora Guillermina, quien neg con la cabeza.

    Otro da, nia, esta vez slo estaba preparada mi limpia dijo Coral a rika. Adems, quedamos en que se iban a estar quietecitas, y que si la seora Guillermina deca que no, pues no, verdad?

    Pinsalo bien, nia le dijo la seora Guillermina, no te dejes llevar por tus arranques, pero si despus lo quieres y de veras lo necesitas, maana en la noche te limpio, pero entiende primero que esto no es juego y se hace cuando Dios quiere, y cuando hace falta.

    S, s quiero!

    Maana vemos dijo Coral en tono prctico.

    Esa noche todos se hallaban muy excitados. Pancho se qued a pasar la noche con ellos, para ir al monte temprano; primero, en el jardn, junto a la alberca, platicaron, impresionados, sobre la limpia; luego jugaron a las cartas un rato hasta que se aburrieron y pasaron a las preguntas indiscretas, pero como estaban a punto de pelearse, mejor hicieron palomitas y se pusieron a ver pelculas, va parablica, slo que las entendan a medias, a excepcin de Homero y Alan, pues no tenan subttulos en espaol, adems de que todos se arrebataban el control remoto y se la pasaban cambiando de canales.

  • 27

    Finalmente ellos mejor se fueron a su cuarto, a los juegos electrnicos, y las muchachas al suyo, a platicar entre carcajadas que se oan en toda la casa. Ya cllense! tuvo que gritar el pap de Alan.

  • 28

    II

    Ests seguro de que ste es el camino? pregunt Alan, porque, en realidad, no se vea ninguno, y ellos slo podan seguir a Pancho, quien a su vez apartaba ramas y plantas para abrirse paso.

    S, claro respondi Pancho. Acabo de venir y dej bien marcado el camino.

  • 29

    Pero en temporada de lluvias todas tus marcas no sirven para nada.

    Yo dej marcas que no se borran insisti Pancho, y se detuvo. Mir con atencin hacia las inmensas paredes del Tepozteco y estableci algn tipo de relacin porque prosigui la marcha.

    Haban salido a las ocho de la maana de casa de Alan, con lmparas, comida y el machete; subieron a la sierra del Tepozteco por una falda que primero era muy rida, polvosa y empinada, pero que pronto se convirti en vegetacin profusa que cerraba los caminos. Subieron sin dificultades hasta que llegaron a los Corredores y a la pequea cueva del da anterior.

    De all tuvieron que pasar con mucho cuidado por una vereda pequesima en pleno espinazo de un inmenso acantilado. An no estaban muy arriba, pero la altura all ya era suficiente para impresionarlos a todos, especialmente a los chavos de la ciudad, que, como siempre, se movan con muchos trabajos por la selva del monte. Eran medio mensitos, pensaba Pancho. De ellos, Alan sin duda era el mejor, casi lo haca a la perfeccin, pero eso no tena mucho chiste porque l pasaba cuando menos un tercio del ao en Tepoztln desde niito... Despus de Alan, Erika! Esa condenada chamaca era buena en el monte, trepaba con facilidad los grandes peascos, se suba a los rboles, realmente s la haca; con algn tiempo podra ser una buenaza. Indra, en cambio, era la que menos poda, siempre se quedaba atrs y turbaba notablemente a Pancho, pues de pronto lo miraba como nadie lo haba hecho jams.

    Los dems la hacan con dificultades y a veces haba que ayudarlos, sobre todo al cruzar los repentinos chubascos disfrazados de arroyos que caan entre las rocas y las hacan muy resbaladizas. Pancho se rio mucho cuando, al encontrar la primera de estas cascadas, el gordo Tor tuvo que pasar a gatas entre las rocas, y acab empapado.

    No te ras le dijo Alan. Un da l se va a carcajear cuando te vea pendejendola en Perisur.

    Ya haban subido un largo trecho; cuando reencontraban el espacio abierto, Tepoztln estaba cada vez ms abajo y a la derecha. Primero los chilangos iban pltica y pltica, risa y risa, y Erika pretenda decir por dnde deban ir; despus se pusieron a cantar por delante y por detrs, pero a esas alturas todos iban en silencio, cada vez ms cansados, entre la maleza, que siempre era exuberante, y los arroyos-cascada, que surgan cada vez ms. La aparicin del paisaje, cuando llegaban a los acantilados, les levantaba el espritu, aunque el cielo empezaba a cargarse de nubes all a lo lejos, por el Popocatpetl.

  • 30

    Ya mero llegamos? preguntaba Selene con frecuencia, y fue ella quien logr que rika procediera a la primera reparticin de gansitos, papas fritas, sugus, frutas, y especialmente de la maravillosa combinacin de cacahuates, pasitas y chocolates m&m, o chocasitas, que prepar Coral, la mam de Alan, para que no les fallaran las caloras.

    Oye, si me has dicho que bamos a trepar tanto, yo no vengo declar Indra mientras engulla una dona.

    Yo tampoco afirm Yanira.

    Pues cmo son aguadas terci Erika. Ha estado duro, pero de muy buena onda.

    A m me tiemblan las patitas revel Selene.

    A m me temblaron ayer, al bajar agreg Indra.

    Recordaron entonces que a todos les haban temblado, o cuando menos vibrado, las pantorrillas y los tobillos el da anterior, despus de bajar corriendo el Tepozteco.

    Se senta bien padre coment Tor.

    Ya estamos bien cerquita les dijo Pancho. Y as fue. Casi al instante, al siguiente recodo, llegaron a lo que pareca una rendija entre las paredes del Tepozteco.

    Por aqu es! dijo Pancho.

    Mira le aadi a Alan, ah est mi marca.

    Seal hacia la pared de la montaa, arriba de la grieta, donde las lneas del acantilado formaban el diseo de una serpiente que se muerde la cola; la forma era muy borrosa, pero con un poco de atencin se poda ver, y apreciar, un posible estilo tolteca en el tallado, si es que acaso lo era y no slo una formacin natural de la piedra como hay tantas.

    Es una serpiente devorndose la cola! exclam Homero, al descubrirla.

    Y tiene plumas dijo Pancho. Vamos a entrar.

    Entraron. La grieta se fue abriendo poco a poco a lo que pareca una cueva, pero pronto se vio un poco de luz en el fondo, la grieta se angost nuevamente

  • 31

    y de pronto los dej en la entrada de un pequeo claro, tan pletrico de vegetacin como all afuera.

    Ya llegamos! exclam Pancho, excitado, la entrada est all al fondo. Esta noms es la antesala.

    Esto, ms el suspenso del paso por la grieta, y la racin de comestibles por supuesto, les levant el nimo, y cruzaron con vigor y amplio uso del machete. Pronto llegaron al otro lado, y all encontraron, en una concavidad de la pared de piedra, una entrada en la que slo se poda pasar a gatas.

    Por ah? exhal Indra.

    Pero cmo pudiste encontrar este agujero? pregunt Tor, pasmado.

    Fue de pura casualidad, o..., vaya uno a saber, el caso es que una vez que andaba paseando por aqu descubr la serpiente de all afuera. Acababa de haber un deslave, porque todava estaban all muchos piedrones tirados, y yo creo que as fue como sali la serpiente a la luz, si no, cmo no la haba visto alguien antes? Aqu en Tepoztln hay gente que se conoce la sierra del Tepozteco mucho mejor que yo. Luego entonces la serpiente esa tena que estar cubierta por el mismo monte, que as como ahora se destap alguna otra vez se tap.

    Ay buey... susurr Tor, impresionado.

    S, claro dijo Homero.

    Entonces me met por la raja y encontr este lugar, y vieran que muchas veces me daba por venir aqu, porque me senta de lo ms a gusto, pero lo hasta hace unos das encontr la entradita. Se me hizo muy raro que no la viera antes porque en realidad, si se fijan, est bastante a la vista, pero, bueno, me met por ah, y vi que estaba oscursimo, as es que a la siguiente vez llev la linterna.

    Y qu viste?

    Que luego lo platique, mejor vamos a verlo nosotros mismos dijo Alan.

    S dijo rika, menos habladera y ms accin, yo voy primero! Agreg, y sin ms se meti en la pequea entrada Una lmpara!pidi.

    Qu brbara es! exclam Pancho, mientras Alan le daba la linterna.

    Ya camnenle les apur Alan.

  • 32

    Uno a uno todos se metieron en el agujero y llegaron a lo que, como en el caso anterior, pareca una pequea cueva esta vez s lo era, y despus de recorrerla un rato que les pareci eterno, llegaron a dos aberturas que conducan a distintos caminos.

    rika se detuvo en seco. ,Por dnde? pregunt.

    Ah, verdad? dijo Alan, no que t ibas por delante?

    Y voy a seguir por delante, tan pronto como este menso me diga por dnde.

    Es que no me acuerdo... susurr Pancho.

    Que qu?

    Pero s me acuerdo que por donde agarr eran unos tneles que te llevan a una caverna gigantesca, con el techo altsimo.

    Todava la recorr un buen rato, y vi que del otro lado haba salidas a otros tneles, as es que mejor me regres.

    Ya, ya, no cuentes toda la pelcula dijo rika. As es que no sabes... Entonces yo digo por dnde. Nos vamos por aqu agreg segursima y seal el tnel de la izquierda.

    Prate, prate! exclam Alan.

    Qu te pasa a ti?

    Esta es una decisin muy importante, vamos a ver qu dicen todos.

    Ay, cunta payasada. A ver, pues.

    Por dnde nos vamos? pregunt Alan, por la izquierda o la derecha?

    Yo, por donde quieran, por la izquierda,dijo Indra, pero la verdad es que ya me est dando flojera...

    Tranquila, chaya dijo Alan, no pasa nada.

    Yo digo que por all, um derrum dijo Homero, indicando la derecha.

    S, verdad? Nada ms para llevarme la contraria dijo rika.

    No respondi Homero.

  • 33

    Entonces por qu no?

    Porque s.

    Est loco este chamaco! se rio Pancho. Yanira vot por la izquierda, y Alan por la derecha, o sea que los tres hombres eligieron la derecha y las cuatro mujeres, la izquierda. Por tanto, el empate corresponda a Pancho, pero l sin pensarlo, dijo: Por la izquierda.

    Yaa, qu gacho, te fuiste con las viejas le recrimin Homero.

    No es cierto, es que estoy seguro de que por ah es.

    Y por all se fueron. Las lmparas daban buena luz y dejaban ver las paredes de tierra ms bien hmeda, con piedras incrustadas, aunque en la mayor parte las paredes del tnel eran de roca pura y era tremendo imaginar, se deca Alan, la cadena de accidentes que lleg a formar esos tneles, o, peor an, que alguien los hubiera hecho. Los toltecas, claro. Pero una obra de alta ingeniera subterrnea de ese tipo era dificilsima para los toltecas o para cualquiera. Encontraron la boca de otro tnel y Pancho se fue por all; ms adelante entraron otro ms, y luego otro, y en otro y en otro.

    pale, a ver si no nos perdemos... dijo Alan.

    Estamos dando puras vueltas... agreg rika, preocupada. Ests seguro de que es por aqu? le pregunt a Pancho.

    Yo digo que s respondi Pancho, pero, seguro-seguro... pues no.

    Todo es igual dijo Tor.

    Dejaste marcas? pregunt Alan.

    Marcas?

    No la amueles!

    Ya nos perdimos? pregunt Selene.

    No, no respondi Pancho, dando una nueva vuelta en otro tnel que pareca idntico a los anteriores.

    Yanira.

    Ay nanita, aqu s dan aras susurr

  • 34

    Qu callado est todo coment rika.

    Al poco rato encontraron la caverna. Como deca Pancho, pareca inmensa. Los ruidos eran magnificados por un fuerte eco y una extraa reverberacin. Pancho silb, y el sonido se volvi metlico; rebot, distorsionndose, y se extingui. Hasta donde las linternas permitan ver, en la caverna haba rocas de lo ms extraas, sugerentes, estalactitas y estalagmitas que brillaban por la humedad. Y una gran sensacin de vastedad y majestuosidad.

    Aqu es donde les dije.

    S, es gigantesca... replic Alan.

    Verdad? No se le ve el fin.

    Parece un sueo... musit Selene.

    Parece Cacahuamilpa, pero a oscuras opin Tor.

    Hace como fro, no? dijo Indra.

    S. Est fresco coment Homero.

    Est sensacional precis Yanira.

    No sienten algo raro? dijo rika.

    Como qu?

    Como... dijo Erika, girando sobre s misma. Como una luz! Apaguen las lmparas!

    Alan, Pancho e Indra lo hicieron y de sbito todo se hundi en una oscuridad que los hizo juntarse. El silencio fue tal que slo escuchaban los latidos desmesurados de sus propios corazones. Pero despus de un rato alcanzaron a distinguir un resplandor mortecino en uno de los extremos de la inmensa cavidad.

    Qu es eso susurr Erika.

    Qu pregunt Tor.

    Esa como luz.

    Pus una como luz.

    No te hagas el chistoso!

  • 35

    Yo? dijo Tor, es que yo no s.

    Adems, ni siquiera te estaba hablando a ti.

    Es una luz o no es una luz? intervino Alan.

    Pero cmo puede haber luz en una caverna? pregunt Homero.

    Quin sabe... Por una grieta que va a dar hasta afuera... aventur Alan.

    O hay alguien... propuso Selene.

    Ay no musit Indra.

    Yo s veo algo... dijo Yanira.

    Yo, nada asent Tor.

    Qu hacemos?

    Caminamos hacia eso indic Pancho de pronto, y el silencio se enturbi con la incomodidad de los dems.

    Sera lo peor que pudieras hacer dijo, de pronto, una voz que no era la de ninguno de ellos.

    Quin dijo eso? exclam Pancho y encendi la linterna.

    Todos pestaearon y lo miraron, sorprendidos.

    Como quin? pregunt Tor.

    S, quin dijo es lo peor que puedes hacer?

    Sera lo peor que pudieras hacer corrigi Alan.

    Quin lo dijo? insisti Pancho.

    Yo no respondi Selene.

    Ninguno de nosotros... desliz Alan dbilmente.

    Se volvieron en todas direcciones con sus haces de luz. No vieron nada en la oscuridad silenciosa de la caverna.

    En la torre, ya estamos viendo visionesdijo Tor.

    Alucinaciones auditivas corrigi Alan.

  • 36

    Y eso con qu se come? pregunt Selene.

    Con pan y quesito. Y un popotito respondi Homero.

    Ay pobrecito agreg Selene.

    A m esto no me parece nada chistoso les reproch Indra.

    Cmo era la voz? pregunt Pancho.

    Fuerte, joven, de mando respondi rika.

    No, era de viejito y como... cantadita dijo Indra.

    S, era como de viejito pero terrorfica, de Ultra Tumba, no s cmo, arrastrada, como que sala de la garganta..., no s, sanguinaria, horrible!intervino Yanira.

    Yo tambin la o como de viejito, pero de lo ms pcara, bromista... aunque tambin un tanto siniestra, ug! cont Tor.

    Y t, Alan? pregunt Homero.

    Yo... Para m como que vena del centro de la tierra, y era sorda, apagada, pero se distingua con toda claridad... Y t, Hmer?

    Y yo? se quej Selene, siempre me dejan al final, o no me hacen caso... Noms porque soy la ms chica.

    S es cierto, chaparra, diles la apoy Tor.

    Que haga su movimiento de liberacin infantil propuso Homero, suin muvimuvi dis frideracin chapurrita.

    Yo la o muy clara, pero s, era como de un nio, como un nio jefe, como un nio-rey! cont Selene.

    Qu brbara! sta s no se midi! coment Tor.

    Yo la o suave, grave, aterciopelada... dijo Homero.

    Cmo puede ser! Todos omos algo distinto!

    Pero nadie oy voz de mujer indic rika

    Ya sali la feminista desliz Homero.

  • 37

    Ay pues el feminismo est bien, oye dijo Yanira

    T qu sabes.

    Y t, Pancho, cmo oste la voz? pregunt Indra.

    Todos comprendieron que haban olvidado a Pancho y se sintieron un tanto incmodos.

    Yo la o con todo mi cuerpo, fue como si cada uno de mis msculos reaccionara a una presencia que noms no haba cmo dejar de notar, algo muy fuerte, y tan extrao, pero tambin era algo como que ya conoca desde hace mucho, siempre...

    Chale! exclam Tor.

    Claro que me conoces muy bien, Panchito se escuch la voz nuevamente, sin que se pudiera precisar de dnde sala.

    Todos saltaron al or esto.

    Yo te conozco? alcanz a balbucear Pancho. Estaba plido, temblando apenas visiblemente.

    Todos se quedaron atentsimos y durante un buen rato slo hubo silencio, hasta que se empez a or una risita que pareca brotar de distintas partes al mismo tiempo.

    Por Dios, qu es esto! grit, de pronto,

    rika, quin est hablando?

    Ahorita ms bien se est riendo dijo, bajito, Alan, porque, en efecto, la risa segua oyndose, incluso haba aumentado el volumen.

    Quin eres? insisti Erika.

    Yo soy tu padre Tezca dijo la voz.

    Vmonos musit Yanira, presa de un temor fulminante, ya nos volvimos locos.

    No se vayan, muchachos dijo la voz, por qu mejor no jugamos a las guerritas? Todos contra todos, sin lmite de tiempo, hasta vencer o morir!

  • 38

    Homero se rio por el tono truculento de la ltima frase, pero alcanz a darse cuenta de que de pronto senta un odio caliente, ardiente, contra todos, contra esos ridculos nios que haba tenido que soportar hasta ese momento! Haba que castigarlos, duro, fuerte! Sacarles el corazn para que aprendieran! S, exacto, sacarles el corazn!

    Homero vibraba de odio y en el furor de su clera alcanz a ver que todos los dems se hallaban igual que l, oyendo apenas las risas que surgan de todas partes, mirndose con odio salvaje los unos a los otros, rezumbando de deseos de hacerse pedazos si lograban salir de esa pausa tensa y mortal, insoportable...

    La niita Selene de sbito sali corriendo y le dio a Homero una patada terrible en la espinilla. Maldito! le grit, y escupi en el suelo tres veces frente a l.

    Homero no pudo contenerse y la sujet violentamente; alz el puo para descargarlo en la nia con todas sus fuerzas.

    Pgale! Ya no la aguanto! chill Indra.

    S, pgale! grit Yanira.

    Y yo a ti, te voy a matar! grit Tor, a todos los voy a matar!

    Ya hiciste tu embuste acostumbrado, ahora djanos en paz! dijo Pancho en ese momento, con una voz estentrea, llena de autoridad, que dej a todos paralizados. Las risas cesarn en este momento agreg, haciendo un gesto extrao con las manos en lo alto. Muchachos, por el amor de Dios dijo despus, pero su voz ya era la de siempre, clmense. Clmense todos. T Homero, sultala. Sultala!

    Homero dej a Selene, y ella se solt a llorar al instante.

    rika fue con ella y la abraz.

    Qu pas, rika, qu pas? pregunt Selene.

    No s, todo fue tan rpido...

    Los ocho se miraron, y hasta entonces advirtieron que las risas haban cesado por completo. Lo que hubiese sido ya no estaba all. Todo fue como un relmpago.

  • 39

    Todos los muchachos estaban sumamente impresionados. Se miraban los unos a los otros sin entender.

    Bueno dijo Alan, Selene tena razn, qu fue lo que pas?

    Yo no s! respondi Tor, yo estaba de lo ms normal, no?, y de pronto sent algo... rarsimo, como mucho coraje... Tena ganas de vengarme...

    Vengarte? De quin?

    Yo tambin sent un corajote! exclam Selene, ay qu feo, qu feo!

    Result, claro, que todos haban experimentado el mismo odio ardiente al mismo tiempo.

    Todo fue especul rika porque la cochina voz esa dijo que jugramos a las guerritas...

    S es cierto! corrobor Alan, se acuerdan? Que todos contra todos y hasta morir.

    Y luego agreg Yanira, cmo se par todo?

    Pancho lo arregl respondi Homero.

    S es cierto... musit Erika.

    Todos miraron a Pancho, quien se hallaba muy silencioso, pensativo.

    Cmo le hiciste, Pancho? Qu fue lo que dijiste? pregunt Alan.

    Yo... No s... De pronto sent una fuerza muy muy grande, como que no caba en m, no s bien qu dije, era como si estuviera montado en una ola gigantesca, la ms poderosa, y luego me di cuenta de que ya no se oan las risas.

    Las risas, de veras... dijo Tor, pero, cmo le hiciste?

    Te digo que no s, pero todo el tiempo estoy como a punto de recordar algo... Hasta me duele la cabeza... Yo creo que entr en trance... A veces me pasa.

    Aqu hay algo muy muy raro... sentenci Alan.

  • 40

    Todos guardaron silencio porque les pareci escuchar ruidos cercanos. Los ocho aguzaron el odo al mximo durante unos instantes que se les hicieron eternos.

    De pronto, a lo lejos, proveniente de la zona donde se vislumbraba un poco de luz, pareci que una figura se acercaba.

    Qu es eso? pregunt rika.

    Ay Dios mo musit Indra.

    rika... dijo Selene, pegndose a rika.

    Es un viejito... reconoci Homero.

    Un indio viejito... precis Alan.

    En efecto, el viejito ya se hallaba ms cerca. Vena dando de tumbos hacia, ellos.

    Est borracho! grit Erika. Indra, nerviosa, orient el haz de su linterna hacia el viejito, quien pareci deslumbrarse por la luz y farfull algo en un idioma incomprensible.

    Dice que no lo alumbres dijo Pancho.

    Y t cmo sabes? le pregunt Indra.

    Porque habl en mexicano. Ya no lo alumbres, Indra.

    En mexicano? repiti Indra t hablas mexicano? agreg al desviar la luz.

    El viejito ya estaba muy cerca. Efectivamente, se trataba de un indio anciano, muy moreno, y de cabello enteramente blanco; su ropa era sucia y arrugada, del sombrero de palma a los huaraches. Llevaba consigo un botelln de barro y todo l, adems, apestaba a alcohol.

    Tengo mucho miedo susurr Selene.

    Y t por qu tienes miedo, niita? A poco estoy tan feo? Eh? A ver, dime, estoy hrrido, o qu?

    No seor dijo Selene, viendo ahora al viejo con atencin. Estaba asombrada porque de pronto ya no senta ningn miedo.

  • 41

    Qu andan haciendo ustedes aqu, chamacos?

    Andamos de paseo respondi Alan, descubrimos la entrada de esta caverna y nos metimos a explorar.

    Pero no pidieron permiso, verdad? se quej el viejito, con aparente severidad.

    Pero a quin, seor? intervino rika.

    Pos a m, ni modo que a quin!

    Pero es que ni siquiera sabamos que haba pedir permiso! argument rika.

    Pos ya lo saben! dijo el viejo y, sin ms, dio un largo trago al botelln, tras lo cual emiti un sonoro, y pestilente, ahhhhh!

    Bueno, nos da permiso de andar aqu en la caverna, seor? pregunt Alan, muy correcto.

    Slo si se dan un trago conmigo replic el viejito, alzando su garrafn. A ver, t primero escuincla dijo, dirigindose a Selene, mientras se dejaba caer en una piedra,

    Yo no, qu!

    Oiga, es una nia, cmo va a beber protest Tor.

    Ah chispiajos, por qu no, si esta bebida que yo traigo es medicinal, noms le falta un grado para ser carne, ya lo sabe todo mundo. Todo lo cura.

    Pues qu bebida es sa? pregunt Homero, interesado.

    ste s se va a dar unos pegues conmigo! exclam el viejito, riendo pcaramente

    No, Homero! grit Yanira.

    No, si yo no, yo noms preguntaba explic Homero.

    Esto? Es la pura vida! Es Un licor blanco que un amiguito mo, que tambin es mi tocayo, saca de los magueyes. Se llama tumetl.

    Tumet1? repiti Erika, pa m que es pulque.

  • 42

    Bueno qu, van a querer o no? Tienen que beber conmigo, y emborracharse bonito, o no les doy permiso de andar por mi casa!

    Oiga, seor, entienda, nosotros estamos muy chicos para beber replic Alan, si llegamos a la casa oliendo a vino nos matan a palos.

    Pero si no beben conmigo dijo el viejito entre risas, de aqu no salen!

    No es cierto, verdad, Yanira? pregunt Selene.

    No, mi linda.

    Pinsenlo chamacones, mientras yo me voy a componer un poema dijo, y, tambaleante, se perdi detrs de una gran roca.

    Los muchachos al poco rato escucharon un fuerte chorro de orina que caa y una larga exclamacin: Ahhhhhhhhh!

    Todos se miraron. No saban qu hacer, pero, por alguna razn ya nadie senta temor; varios de ellos, incluso, sonrean. Slo Pancho segua sumamente serio.

    De pronto, lo que regres de la gran roca no fue el viejito borrachn, sino un perro flaco, negro, totalmente sin pelo, que gru cuando le echaron las luces de las linternas. Todos se quedaron pasmados cuando el perro fue hacia Tor, le olisque el pantaln vaquero, los tenis de bota, y sin ms alz la pata y solt un chorro de orina que le moj los pies.

    Maldito perro desgraciado! Se hizo chis en m, gucala! protest Tor, furioso, tirando patadas.

    Es un perro azteca... alcanz a decir Alan cuando el perro se alejaba de ellos hasta que de pronto se perdi en la oscuridad.

    El viejito tampoco estaba. Los muchachos miraron unos instantes, sorprendidos.

    Esto est rarsimo dijo Alan.

    De la patada. dira yo precis Tor.

    rika, me das de los chocasitas? susurr Selene, nerviosa, con los ojos bien abiertos.

  • 43

    S, toma la bolsa dijo rika sin darse cuenta. Selene se la arrebat y en el acto engull un puado. Erika se dio cuenta de lo que haba hecho y procedi a quitarle la bolsa a la nia, quien no pudo protestar porque tena la boca llena.

    Todos haban echado a andar por donde el perro se haba ido, pero no vean nada. En todas las direcciones, las luces de las linternas mostraban formaciones de piedra hmeda o la densidad de la negrura, al parecer interminable.

    De pronto pudieron ver que detrs de unas grandes rocas casi cuadradas pareca salir una pequea luz. Casi al instante percibieron un olor a tortillas. Se apresuraron hacia all y se quedaron pasmados al ver que las piedras haban formado una especie de casa, con techo y entrada; por all vieron, de espaldas, a una seora india muy bonita y elegante que echaba tortillas; se encontraba en el centro del lugar, sentada en cuclillas sobre una gran plataforma de piedra de medio metro de altura, donde haba tambin unos pedruscos de buen tamao que hacan de brasero y, encima de ste, un comal

  • 44

    de barro que reciba la masa aplanada y redondeada que la seora echaba all. La luz era baja, rojiza, pero clida.

    Ola delicioso. De pronto los muchachos sintieron hambre, y grandes deseos de descansar. Todos se miraron entre s, temerosos de hablarle a la mujer. Sin embargo, al poco rato escucharon que ella, de espaldas, pero como si los estuviera viendo, les deca:

    Pasen, nios, sintense.

    Tor y Selene fueron los primeros en entrar. Fueron hasta la mujer y la miraron con curiosidad. Tras ellos llegaron rika, Alan, Indra, Yanira, Homero y Pancho.

    Ella tomaba las bolitas de masa que ya tena preparadas, las palmeaba suavemente, haca la tortilla casi con delicadeza, incluso con elegancia, la pona en el comal, volteaba las que ya tena, o las retiraba y las pona en una cesta de paja, sobre una servilleta bordada que deca te amo. Junto al comal haba ollas y sartenes de barro con varios guisados. Pero ella los impresion ms que nada y los llen de una rara emocin; vesta un huipil elegantsimo, oscuro y con pequeos brillos centelleantes, como estrellas en el firmamento; se cubra la cabeza con un rebozo blanco, que le caa como ladera de nieve. Era muy hermosa, morena, de facciones finas y de edad indefinida, de aire sereno y majestuoso. Estar con ella despertaba deseos de recostarse y ser apapachado; de estar calientito, tomar chocolate y or un cuento mientras afuera arrecia la tormenta.

    A ver, qu van a querer? Hay nopalitos con queso y rbanos, calabacitas con carne de armadillo, un molito con guajolote, codornices en pipin, elotes y frijolitos. Para beber, tengo agua de cha.

    Todos se miraron, pasmados. Descubrieron que se sentan muy contentos, tenan deseos de rer y slo lograban sonrer con timidez porque la presencia de la seora tambin impona.

    S, muchas gracias dijo Erika.

    De nada, nia, pero, qu van a querer?

    Yo, del mole pidi Selene.

    Yo tambin! exclam Erika.

    Yo, nopales y codorniz aadi Indra.

  • 45

    Yo quiero del guiso de calabacitas con qu? Carne de armadillo? Y sa qu tal sabe?

    pregunt Alan.

    Sabe rete bonito respondi Pancho.

    El s sabe, hganle caso dijo la seora, que pona tortillas sobre platos de barro, los llenaba con los guisados que le haban pedido, y los pasaba a los muchachos, que ya se haban arrimado al brasero.

    Yo quiero de todo, seora aclar Tor, relamindose.

    Hijos, maldito gordo, luego luego abusasdijo Homero.

    Seo, qu buena es usted dijo Selene.

    Ay s corrobor Indra.

    Y yo que tena tanto miedo musit Selene.

  • 46

    ,De qu tenas miedo, niita? pregunt la seora, que segua distribuyendo los platos.

    Pus no s. De todo... Pero ms del viejito loco que nos encontramos.

    Aqu tienes nio dijo la seora, y pregunt despus. A ver, a qu viejito se encontraron?

    A un seor que andaba borracho respondi Yanira. Usted cree, seora? Quera que nos emborrachramos!

    La seora rio mientras serva ms platos. Se oan las voces de los que ya coman y que comentaban: Qu delicia, Oye, esto est riqusimo t, No hombre, y no has probado el armadillo, est de sper buensima onda.

    Ah ya s quin es. No le hagan caso dijo la seora. T qu quieres, nia?

    Del molito, por favor replic Yanira.

    Y quin es, eh? pregunt Alan, mordiendo su taco.

    Yo quiero del armadillo con calabacitas, y un poco de nopales pidi Homero.

    Y nosotros que trajimos sndwiches! se rio Selene.

    Qu diferencia!

    S, trajeron sus sangis dijo Pancho a la

    Quin es, pues? repiti Alan, con la

    boca llena.

    T de qu quieres, mhijito? le pregunt la seora a Pancho.

    Yo? Armadillo!

    Yo tambin quiero probar el armadillo dijo Selene.

    Chiquita chiquita, pero bien tragona, no? coment Yanira.

    Yo tambin quiero probar el arma se agreg Erika.

  • 47

    Quin es, dgame, no? Plenme, caray insisti Alan.

    Quin es quin? pregunt Indra.

    El viejito borrachn.

    Ah. Es un travieso, siempre se la pasa haciendo bromas. El dice que son sus embustes explic la seora.

    Pero, cmo se llama?

    Aqu le decimos Tezca, o Titla respondi la seora, con una sonrisa dulce, mientras los vea engullir. Pobres chamaquillos, pareca pensar, se estaban muriendo de hambre.

    S, as dijo que se llamaba corrobor Homero.

    Dnde es aqu? pregunt Alan, dnde viven ustedes?

    Pues aqu respondi la seora, mirando con suavidad a Alan, quien sinti una paz enorme y un gran gusto de estar all.

    Y qu hace, eh? Digo, el borrachito.

    Supongo que pronto lo conocers mejor... Ya vers por ti mismo todo lo que es capaz de hacer.

    Seora intervino Tor, me puede dar otro poco?

    La seora asinti, tom el plato y le volvi a servir. Todos coman con gran apetito, pero en silencio. Una paz muy grande les haba llegado a todos, as es que slo coman y disfrutaban esa callada felicidad. Pronto Selene hizo a un lado el plato, y mir a la seora, quien a su vez le sonrea.

    Ay, seo dijo, muchas gracias, estaba riqusimo. Yo creo que ya me haca falta porque palabra que como que me siento ms fuerte. -

    Es que eres una tragona, qu dijo rika.

    Ya no quieres ms?

    No, ya no replic la nia y se recost un poco en el filo del huipil, al pie de Tona. Cmo te llamas? le pregunt.

    Tona.

  • 48

    Hjole exclam Erika, qu pelados somos, no le hemos dicho nada a la seora, ni siquiera cmo nos llamamos.

    Pero yo ya s quines son ustedes replic ella, con una sonrisa, t eres Erika; t, Alan; t, Yanira; t, Indra... y Homero... t te llamas Selene, y este muchacho tan bonito dice que se llama Pancho.

    No dice precis Alan, s se llama Pancho.

    Tona mir enigmticamente a Alan, quien sinti de pronto una rarsima sensacin; era como si de pronto comprendiera que haba infinidad de cosas que l no saba y eso lo llenaba de un anhelo muy grande por aprender, y de vergenza tambin, porque siempre pensaba que l se las saba de todas, todas; tambin se dio cuenta de que Pancho se haba quedado como suspendido en el aire.

    Bueno, y quines son estos escuincles? dijo una voz femenina que los sobresalt a todos.

    Ah, Chico, ya llegaste dijo Tona, dirigindose a una mujer de mayor edad, delgada y de aire enrgico; tambin era morena, vesta un bello huipil rojo, una diadema que era una verdadera corona y traa un vaso en la mano. Estos nios descubrieron la entrada.

    No puede ser.

    S puede ser y t lo sabes muy bien. Es ms, aqu estn ya. Mralos agreg Tona, porque Chico se diriga exclusivamente a ella y en ningn momento se haba vuelto hacia los muchachos.

    Los miro?

    Mralos.

    Y los dems? Ya lo saben?

    Chico, qu preguntas.

    Bueno, es que a m realmente esto no me interesa, bastantes cosas tengo que hacer para que est en todo. Ah sabrn.

    Los vas a mirar o no?

    Chico suspir y finalmente enfrent a los jovencitos, quienes haban permanecido atnitos durante el intercambio de las mujeres, que hablaban

  • 49

    como si ellos no estuvieran all; Tor incluso se haba quedado con un taco de nopales en la mano.

    Chico avanz unos pasos hacia ellos, haciendo girar el vaso que llevaba. Los mir con una sonrisa un poco dura, pero de pronto vio a Pancho y la sorpresa la hizo demudarse. El, por su parte, sinti que ya conoca a esa. mujer, a pesar de que era la primera vez que la vea en su vida. Se dio cuenta de que la miraba directo a los ojos y que al hacerlo se estableca una corriente muy fuerte entre los dos. Pancho pensaba que algo se acomodaba dentro de l y que pronto iba a saber algo muy importante! Pero era de lo ms incmodo estar a punto de recordar algo que no acababa de concretarse.

    Pues ella es Chico dijo Tona a los muchachos, sealando a la mujer que miraba fijamente a Pancho.

    Tienes un gran descaro al regresar aqu despus de todo lo que pas le dijo.

    Yo? pregunt Pancho, atnito.

    S, t, no te hagas. Espero, al menos, que cumplas lo que ofreciste.

    Pero si yo nunca la he visto en mi vida...

    Hazte... hazte...

    Chico, ya djalo pidi Tona.

    Es que todo se est cumpliendo, Tona!exclam Chico.

    As es.

    Pues yo no s replic Chico, de nuevo con aire enrgico y diligente. Yo hago lo que me corresponde y nada ms. Y ya es bastante. Tona, ya estn en el almacn las cajas de huevos, los mariscos, la carne, hay venado, iguana, rana, codorniz, faisn, chapulines, de todo, y las verduras y las especias. No falta nada. Si ves a Tema, dile que ya estn todas las yerbas y los ungentos que me pidi. No sabes qu lata da, Tona. Y t tambin aadi; ya iba de salida cuando se detuvo y fue con Pancho. Le acarici una mejilla.

    Mira, a m realmente no me importa nada, pero ya ves cmo son los dems... A ver cmo nos va esta vez...dijo, suspirando.

    Despus se fue, rapidito, por una especie de puerta entre las piedras.

  • 50

    No hay nada de luz aqu dijo, y movi una mano suavemente. Al instante se hizo una tenue luz y lo que parecan piedras era un corredor pintado de color crema con grecas y flores estilizadas.

    Ms vale que les presente a las dems dijo Tona a los muchachos. Vengan.

    Ahorita? dijo Yanira, aqu estamos tan a gusto.

    Vamos de una vez.

    Selene se durmi avis Erika.

    En efecto, la pequea se haba quedado dormida junto a la plataforma de piedras donde Tona echaba las tortillas.

    Es que trag como marrana dijo Tor.

    Mira quin lo dice desliz.

    Pobrecita... musit Tona. Mejor que descanse. Le voy a dejar mi cocuyito para que nos encuentre cuando se despierte.

    Mejor la despertamos, no? pidi Erika, se va a perder todo.

    No replic Tona. A lo mejor nos encontramos a las cigua, que son una lata con los nios ms chicos. Los huelen.

    Ay pues qu les hacen? pregunt Yanira.

    Molestan. Aqu est bien. Yo s lo que les digo.

    Quines son las ciguas...? dijo Alan, pero mejor guard silencio al ver que de un morral de manta fina Tona extrajo algo que resplandeca. Todos la rodearon, llenos de curiosidad. Qu bonito, decan, qu es, eh? Tona abri la mano y mostr una pequea lucirnaga, que destellaba en bellos tonos cambiantes.

    Guau! , comentaban ellos, est padrsima!. Est jefe!, Buensima onda!, Es otra cosa, La puedo tocar?

    Tona coloc la lucirnaga sobre la cabeza de Selene. Aqu te quedas hasta que la nia despierte orden, y luego me la llevas a donde estemos.

    La lucirnaga cintil intensamente como si dijera s.

  • 51

    Vnganse dijo Tona. se levant y ech a andar por el corredor de paredes color crema.

    No le va a pasar nada? pregunt rika.

    Nada. No tengan miedo. Vengan.

    Todos la siguieron, mirando fascinados a la pequea lucirnaga resplandeciente y fija sobre la cabeza de Selene, quien pareca dormir serenamente.

    Caminaron por el pasillo, por donde vean abrirse puertas con marcos de piedra esculpida o grandes salones en penumbra.

    De pronto escucharon un fuerte ruido de agua; primero pareca un arroyo cercano; despus, una cascada, y finalmente era un estruendo como de olas que retumbaban.

    Qu es eso? pregunt Alan.

    S, qu es repiti rika.

    Parece un ro subterrneo propuso Homero.

    Un mar subterrneo precis Alan.

    No dijo Tona, es Chalch, que le gusta ponerse a cantar.

    A cantar? pregunt Alan.

    Chalch? agreg rika.

    S dijo Tona, tiene muy buena voz.

    El estruendo era cada vez mayor, y los muchachos se miraban con ojos inquisitivos, pero, a diferencia de antes, todos sentan ms curiosidad que temor ahora que andaban con Tona.

    Llegaron pronto a un gran saln adornado con imgenes de serpientes, guilas y jaguares. En el fondo se encontraba una mujer vestida con un huipil azul claro a franjas y estampas de caracolitos. Tambin llevaba aretes de concha y un collar de joyas en el que destacaba una gran medalla de oro en el centro de los senos. No pareca ni joven ni vieja. En efecto, se hallaba cantando, y el sonido que produca semejaba los tumbos del mar.

  • 52

    Los muchachos se miraron entre s, fascinados. La mujer ahora alzaba el brazo y el sonido que sala de su boca, la estruendosa cada de las olas, era tan fuerte que ellos incluso entrecerraban los ojos y les pareca sentir las brisas del mar en la cara.

    Es Chalch. Les gusta cmo canta? pregunt Tona.

    Nadie le contest. Cada uno de ellos haba cado en una especie de ensueo.

    Tor con toda claridad senta que bajaba los rpidos de un ro entre la corriente que estallaba en las rocas. Era un vrtigo maravilloso.

    Erika, a su vez, se hallaba entre las olas que caan; las reciba con clavados, viajaba con ellas a la orilla, las desafiaba plantndose sobre la arena del suelo para que no la arrastraran.

    Indra senta que el mar rompa a los pies del acantilado altsimo donde ella contemplaba la puesta de sol.

    Yanira pescaba en la popa de un gran barco en un ro ancho y sereno. Homero poda respirar bajo el agua, como pez, y buceaba con suavidad recogiendo las joyas del fondo; despus sala a la superficie y contemplaba una enorme luna llena.

    Alan, por ltimo, haba encontrado el punto exacto donde la corriente del mar reciba a un gran ro que ah desembocaba; a su lado derecho poda ver un grupo de garzas que se refrescaban en la orilla; en el izquierdo, varios zopilotes tranquilamente devoraban el cadver de un burro a la luz incandescente del medioda.

    Pancho, por su parte, sinti que l mismo era el agua; qu bueno que regresaste, oy que deca la voz de Chalch, a ver si contigo aqu mejoran las cosas. T y yo tenemos que hablar, no te vayas a hacer el desaparecido.

    Tona contempl a los muchachos mientras ensoaban; el encanto se rompi cuando Chalch dej de cantar y se acerc a ellos.

    Chalch dijo Tona, stos son los nios que descubrieron la entrada.

    S respondi Chalch, ya me asom en ellos para ver cmo andan.

    Y cmo andamos? pregunt Erika, verdad que necesito que me hagan una limpia?

    Y dnde estamos? pregunt Alan.

  • 53

    En la panza del Tepozteco, a poco no lo sabas? replic Chalch.

    Pero no puede ser! Ni que estuviera soando!

    Chalch y Tona se echaron a rer.

    Quieres que te d un pellizco para que veas que no ests soando? dijo Chalch a la vez que pellizcaba con un solo apretn fuerte a Alan, quien se retorci dando un brinco.

    Ya ya! Me doy! Pido tain, pido tain!exclam l, retorcindose.

    Todos rieron. Chalch se iba retirando, siempre de frente a ellos; pronto se disolvi en la penumbra y ya no la vieron ms.

    Entonces qu le dijo Homero a Alan, estamos soando o no?

    Todos volvieron a rer. Sin embargo, las risas se congelaron porque vieron acercarse lo que les pareci la aparicin ms horripilante del mundo. Era una mujer inmensa, espantosa, vestida de color caf oscuro, llena de calaveras, muy alta y corpulenta, morensima, de cabellos enroscados y aire feroz.

    Escndanse! les dijo Tona, y no salgan hasta que yo los llame agreg, y seal hacia el saln que haban dejado.

    Los muchachos regresaron con rapidez, pero Alan, Tor y rika trataban de ver hacia afuera, donde la gran mujer se aproximaba con grandes pasos que resonaban en el corredor, como si una montaa pudiera caminar.

    Gloriosa seora, gran madre Coatlicue deca Tona, a dnde vas tan de prisa?

    Mira, chamaca respondi Coatlicue, a m no me engaas, aqu hay algo raro, desde hace rato estoy sintiendo presencias que ya casi haba olvidado. Algunos de los de afuera se metieron aqu, y ahora estoy segura de que t los escondes. Dmelos ahora mismo para entretenerme con ellos y despus sacrificarlos a mi hijo.

    No no replic Tona, con suavidad pero con firmeza, madre nuestra, todo eso se acab hace mucho tiempo...

    No para m. Dmelos, Tona, o lo vas a lamentar. Hace mucho que mi ira no te visita. Acurdate. A ti tambin te duele.

    A m me duele ms que a nadie respondi Tona con un suspiro.

  • 54

    Entonces haz favor de entregrmelos ahora mismo, porque si tengo que ir a buscarlos detrs de alguna puerta me voy a molestar y ser peor para ellos. Cada segundo que me impaciento aumentar la intensidad de mi venganza.

    Madre grande, con todo respeto, por qu no vas y armas un buen terremoto all afuera, para que te aligeres un poco?

    Tona, no te atrevas a faltarme el respeto!exclam Coatlicue; a continuacin hizo una sea y la tierra abri una grieta enorme a los pies de Tona, quien, sin embargo, no cay en el abismo, sino que simplemente qued suspendida, flotando, en ese mismo sitio.

    Ahora ah te quedas! dijo Coatlicue, y con nuevo ademn congel a Tona en el aire.

    Con todo respeto, madre Coatlicue, no tengo tiempo para ponerme a jugar replic Tona.

    Los muchachos, que escuchaban empavorecidos del otro lado de la puerta, de pronto se dieron cuenta de que en torno a ellos se formaba una esfera

  • 55

    transparente, y todos se sujetaron lo mejor que pudieron a las paredes invisibles porque en ese momento salieron disparados a una velocidad tremenda hacia arriba; traspasaron el techo y la montaa misma del Tepozteco, salieron a la superficie y volaron velozmente por encima del Ajusco; vieron aparecer de pronto la inmensa mancha de la ciudad de Mxico, con su terrible y viscosa nube color salmn pendiendo ominosamente encima de ella; subieron hasta lo que pareci lo ms alto, casi el borde donde el cielo se volva firmamento, y all se detuvieron. Abajo se extenda gran parte del continente, los ocanos y numerosas nubes, pero no era hora de contemplar la belleza imponente del paisaje, pues advirtieron que Tona se hallaba junto a ellos, suspendida en el aire del otro lado de la esfera. Sin embargo, a toda velocidad apareci la figura terrible de la gran Coatlicue.

    Pero qu te crees t! ruga Coatlicue, entrgame ahora mismo a esos escuincles!

    Lo siento, madre replic Tonatzin con paciencia, pero estn bajo mi proteccin.

    Ah s? Pues ahora vers!

    Los muchachos sintieron un vaco en el estmago cuando la esfera en la que se hallaban sala volando una vez ms hacia lo que pareca la negrura del espacio exterior. Todos se sujetaban como podan entre ellos mismos y a la pared invisible, porque la esfera giraba y se desplazaba a la velocidad del vrtigo. Cuando estaban a punto de salir de la luz de la atmsfera al vaco del ms all, todos alcanzaron a ver que Tona, ahora inmensa, los esperaba en el borde; Tona detuvo el vuelo de la esfera y, con un golpe del antebrazo, la proyect de nuevo hacia abajo.

    Ellos tuvieron que sujetarse nuevamente con el nuevo impulso y advirtieron que Coatlicue se desplazaba como una raya negra en la misma trayectoria, hasta que alcanzaba a devolver la esfera al aire con un nuevo golpe de sus enormes brazos. Todo volvi a girar para los pobres muchachos y ellos apenas se dieron cuenta de que se dirigan hacia una nube que formaba una circunferencia perfecta, como una letra O, y que pasaban apenas a unos cuantos metros de su centro.

    Madre! oyeron que deca Tona, en estos ltimos siglos has perdido el tino!

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    Tona ya se haba desplazado hacia donde caa la esfera transparente para recibirla con un golpe del codo que la regres hacia la nube circular, slo que esa vez s pas por el centro exacto.

    Ay nanita! grit Tor, estas rucas malditas estn jugando bsquetbol con nosotros!

    Cul bsquetbol! Precis Homero, aterrado, ste es el viejo juego de la pelota de los aztecas, slo que en las nubes!

    No se miden!. dijo rika.

    Hjole, yo estoy mareadsima! alcanz a musitar Indra.

    Yo tambin! replic Tor, pero este cotorreo es una bunsima onda!

    Ests loco! grit Yanira.

    Uuuuups! dijo rika porque Coatlicue haba dado un nuevo golpe a la esfera y all iban otra vez hacia la nube circular, slo que, de nuevo, no alcanzaron a pasar por el centro.

    Detente ya, madre! indic Tona desde lo alto, ya ests fuera de prctica!

    Los muchachos pudieron ver que el rostro de Coatlicue se ennegreca y que semejaba una oscura serpiente llena de furia. Con un movimiento de su mano ella hizo que la esfera se detuviese para despus enviarle un pequeo fuego negro que golpe las paredes transparentes y que empez a extenderse por toda la superficie. Los muchachos, aterrados, vieron que un humo oscuro y pestilente estaba a punto de entrar en el interior.

    Ay, ay! chill Yanira, nos vamos a asfixiar!

    Mira! indic Alan, y todos sintieron que un aroma fragante, de flores, los envolva y ahuyentaba el apestoso humo negro. Tona, ahora junto a ellos, soplaba suavemente hacia la esfera.

    Guau! exclam Tor, fascinado.

    Qu delicia de aroma! dijo Indra.

    Coatlicue, a lo lejos, pareca ms furiosa que nunca y su mirada haca estremecer a los muchachos. De repente, se impuls con sus brazos gigantescos y peg un salto descomunal, se perdi de vista en la negrura del

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    espacio y de pronto regres con una velocidad vertiginosa y, antes de que Tona pudiera hacer algo, cay encima de la esfera transparente.

    Los muchachos sintieron un golpe terrible sobre sus cabezas, y advirtieron que la esfera se desplomaba de nuevo hacia abajo, y que de pronto se hunda en el Tepozteco. Con toda claridad, aunque fugazmente, vieron abrirse las paredes de la montaa con un movimiento tremendo de tierra, arena, rocas y peascos. De sbito se hallaban de nuevo en la gran caverna. La esfera transparente se haba deshecho y ola a quemado por todas partes.

    Corran! Corran! oyeron la voz de Tona que pareca salir de sus cabezas, huyan! Yo los encontrar ms tarde!

    Salieron corriendo a gran velocidad ya que, por encima de sus cabezas, la montaa temblaba, trepidaba. Alcanzaron a encender sus linternas slo para meterse por un tnel hmedo y oscuro; apagaron las luces despus porque intuyeron que era mejor correr a oscuras para que Coatlicue no los alcanzara. Era evidente que la inmensa mole femenina andaba detrs de ellos. Sin embargo, mientras corran tropezando por los tneles, sintieron que el peligro ya no era inmediato.

    Ya no corran dijo Pancho con una voz extraamente firme y serena. Tonatzin est distrayendo a nuestra madre.

    El mismo se interrumpi, sorprendido por lo que haba dicho.

    Cmo sabes? pregunt Alan, cada vez ms sorprendido.

    S, cmo sabes? repiti rika.

    No s respondi Pancho, an desconcertado, pero as es.

    Alan mir profundamente a Pancho, su gran amigo indio de Tepoztln; no lo reconoca del todo. Las cosas sucedan de tal manera que ahora todo le resultaba distinto. Alan se daba cuenta de que algo muy extrao ocurra con Pancho, y crea que estaba a punto de comprender, pero nunca llegaba a hacerlo.

    Pancho ahora se haba quedado muy quieto, como si oteara algo en el ambiente.

    Vmonos dijo de pronto. Ech a andar por la oscuridad del tnel y todos, muy juntitos, lo siguieron sin chistar.

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    Hace fro... se quej Yanira.

    Y Selene? repiti rika, ms bien para s misma.

    No hay problema con ella respondi Pancho, de nuevo con esa voz firme, llena de autoridad, que ese da le sala con frecuencia y que aperplejaba tanto a Alan como a Pancho mismo.

    A dnde vamos, Pancho? pregunt Erika.

    S repiti Alan, a dnde vamos?

    Por aqu.

    No se ve nada dijo Yanira.

    Efectivamente, la oscuridad era casi total, pero no se atrevan a encender las linternas para no llamar la atencin. Pancho avanzaba por tneles serpenteantes con rapidez, como si conociera muy bien el camino, y eso daba cierta seguridad a los dems, que lo seguan en silencio.

    Pero los siete ahogaron una exclamacin y se quedaron con la boca abierta cuando, de pronto, al salir de un recodo, encontraron un pequeo jardn interior lleno de plantas y flores, baado por una bella luz tenue y sedante.

    No haba nadie all; slo se vean en las paredes pinturas coloridas que ilustraban viejas escenas de la vida azteca: un mercado lleno de gente bajo la profusa luz del sol, un hospital en el que los cirujanos hacan delicadas operaciones en el crneo, observatorios donde astrnomos de grandes penachos anotaban los movimientos de los cielos, batallas de multitudes en canoas y grandes embarcaciones, ciudadelas llenas de pirmides de distintos tamaos, jardines con quetzales, pavorreales, pjaros, serpientes y jaguares.

    Los muchachos, pasmados, miraron el jardn llenos de una fascinacin profunda, reverente y emocionada. Un leve temor envolva a todos.

    Qu buena onda! susurr Homero.

    S agreg Indra, esto es lo ms bonito que he visto en mi vida...

    Se est tan bien aqu... suspir rika, finalmente relajada.

    Miren! avis Tor, sealando los murales.

    En ellos, todo se animaba. En el mercado la gente se mova, compraba, venda, curioseaba; los huipiles y los penachos relucan bajo la luz cenital, y

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    las voces de los vendedores se confundan con el estrpito del movimiento y de los incontables animales; en las batallas el estruendo se mezclaba con las nubes de polvo, con las flechas, lanzas y proyectiles que cruzaban por el aire, los ejrcitos se enmaraaban en combates cuerpo a cuerpo, los tambores resonaban y los estandartes ondeaban en el aire revuelto...

    No, hombre, esto es otra cosa! exclam Tor, entusiasmado, es mil veces ms padre que los juegos de video!

    En el mural animado de la ciudadela, la puerta de una de las pirmides se abra con lentitud. Tras ella refulgan luces brillantes.

    Vamos! indic Pancho.

    A dnde? pregunt Alan.

    Por all replic su amigo, sealando la puerta que se abra, esa es la raja de los mundos...

    La qu? alcanz a preguntar Tor, pero Pancho y los dems ya se dirigan a los murales.

    La puerta de la gran pirmide ya se haba abierto y los siete muchachos entraron a travs de ella

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    III

    Del otro lado, los muchachos se quedaron pasmados. Ante ellos se desplegaba un gran patio de esplendores maravillosos. Los enormes bloques de piedra se hallaban cubiertos por intrincados diseos de serpientes estilizadas; haba tambin fuentes rodeadas de plantas y flores; inmensas estatuas labradas y cubiertas con piedras preciosas, y cortinajes de telas finsimas, de colores animados. En los altos, rboles, oyameles y ahuehuetes, se poda ver una gran cantidad de pjaros que cantaban, y varios quetzales soberbios, de plumas verdes y resplandecientes, no parecan temer a las guilas que reposaban en lo alto de los muros cubiertos de enredaderas. Una efervescente quietud llenaba todo el gran patio.

    Qu es esto, Dios mo susurr Indra, boquiabierta.

    Es un sueo... dijo rika.

    S, es un sueo corrobor Alan.

    No, muchachitos reson una voz, sta es la casa real del seor Huitz.

    Los muchachos se volvieron en direccin de la voz. A su lado ahora se hallaba un hombre alto, delgado y fuerte; estaba casi desnudo, a excepcin de un calzn carmes y un sombrero de plumas que pareca corona; era ms rojo que moreno, con una pequea barba; tena un arete en una oreja, y sus ojos, que en esos momentos parecan flamas tenues, miraban a los muchachos a travs del agujero que haba en la mitad de su tlaqui, un cetro de oro que sostena en la