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La Palabra de Dios
Escrita
O
El Propósito de la Biblia
Por
Stuart Allen
Retirado de
bibleunderstanding.com
Bajo el título original
God´s Word
- Written Traducción por Juan Luis Molina
THE BEREAN PUBLISHING
TRUST
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La Palabra de Dios – Escrita
O
El Propósito de la Biblia
Cada profesión tiene sus libros de texto, y la profesión cristiana no es excepción a
la regla. Su libro de texto es la Biblia. Las distintas ramas de la Cristiandad difieren
entre sí radicalmente en muchos respectos, pero todas ellas tendrán que recurrir en
última instancia a la Biblia. Tendrán que eventualmente venir a ponerse de acuerdo, y
por una muy buena razón. Con sus bocas confiesan que creen, que practican y dan a
conocer la enseñanza de Cristo. Pues bien, el único lugar donde podrán descubrir
exactamente Quien Cristo sea y aquello que enseñó, se encuentra en la Biblia.
La religión ha producido muchos sobresalientes líderes y maestros, y casi todos
ellos han dejado algunos escritos en registros que resumen sus credenciales y
descubrimientos; por ejemplo, Mahoma, que escribió el Corán, la Biblia de los
Mahometanos. ¡Sin embargo el Más Grande de los maestros que existió alguna vez por
esta tierra no dejó tras de Sí ni una sola palabra escrita! Esto es algo realmente
significativo. La única vez que leemos de Cristo escribiendo es cuando le llevan delante
de Él a la mujer pecadora y Él se puso a escribir agachado en la tierra con Su dedo (Juan
8:6, 8).
Consecuentemente, sin la Biblia, el Libro que proclama revelar a Cristo,
prácticamente, nada sabríamos de Él. La historia bien puede decirnos que una tal
Persona ha existido en otro tiempo, puesto que nuestro calendario se marca con el Anno
Domini – el año del Señor. Pero, ¿Quién es Él? Y ¿Qué es lo que enseña? Estas
preguntas han de permanecer sin responderse a menos que vayamos procurándolas en
las Escrituras. Así, pues, a la Escritura tenemos que volvernos si queremos embarcar en
la más grande de las cuestiones, esto es, en la de poder llegar a conocer a Dios, Su
carácter y Sus caminos.
Las cuestiones que tengamos o nos surjan tendrán que ser seguramente en la
Biblia respondidas. ¿Cómo podemos saber que la Biblia sea fiable? ¿Puede considerarse
una digna revelación de Dios? ¿Podemos aceptarla como siendo la verdad?
Antes que nada, observemos el gran reclamo que hace la Biblia por sí misma. 2ª
Timoteo 3:16 declara “Toda la Escritura es dada por inspiración de Dios” (literalmente
respirada de Dios) y uno de sus títulos es La Palabra de Dios. Así, pues, aun cuando
nos haya llegado a nuestras manos por medios o agentes humanos, sigue reclamando,
afirmando que proviene del propio Dios y que es una revelación de Su mente y Sus
propósitos.
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A muchos les ha de parecer que esto es imposible y, pensarán, además, que sería
mucho pedirles que lo acepten y crean con humildad. Pero antes de repudiarlo, nos
gustaría pedirles que considerasen ciertos factores internos en ella. Estos factores son
los que ahora y sin demora os exhibimos.
(1) Numérico. - En la urdidura del Hebreo y Caldeo del Antiguo Testamento
y el Griego del Nuevo, se halla escondida una extraordinaria disposición de números
que no puede ser explicada sobre bases humanas. Para poder comprenderlo precisamos
recordar que ninguno de estos lenguajes tenía símbolos por números tal como nosotros
tenemos (1, 2, 3, 4, etc.). En vez de eso, ellos tenían la costumbre de usar las letras de su
alfabeto a-1, b-2 etc. Es fácil ver que una palabra podía considerarse en dos vías o
maneras, o bien como una palabra, o entonces como una serie de números que podían ir
sumándose hasta un total. Por ejemplo, el término griego para “palabra” es “logos”. Si
la consideramos desde un punto de vista numérico su valor sería l-30, o-70, g-3, o-70, s-
200: total 373. El valor numérico de logos por tanto es 373.
Si fuésemos a examinar el texto griego de los once primeros versículos del Nuevo
Testamento (Mateo 1:1-11), encontraríamos un elaborado esquema de sietes en la
urdidura de las palabras, un perfecto esquema imposible de haber aparecido por acaso,
ni mucho menos haber sido compuesto por habilidad particular de parte de Mateo. Estos
versículos contienen 49 palabras (7x7). De estas 49 palabras, 28 (4x7) comienzan con
una vocal, y 21 (3x7) comienzan con una consonante. Estas 49 palabras contienen 266
letras (7x2x19); este número es en sí 38 sietes, y la suma de sus factores es 28 (4x7). De
estas 266 letras, 140 (20x7) son vocales, y 126 (18x7) son consonantes. De estas 49
palabras 35 (5x7) aparecen más de una vez en el pasaje y 14 (2x7) solamente aparecen
una vez. El Siete aparece en más de una forma, y 42 (6x7) aparece solo en una forma.
Las 49 palabras están divididas así: 42 (6x7) son nombres (el nombre de algunas cosas)
y siete no son nombres. De estos nombres, 35 (5x7) son nombres de personas y siete
son nombres comunes. De estos nombres, 28 (4x7) son antepasados varones de Cristo y
siete no lo son. Así, pues, un elaborado sistema de sietes aparece en estos pocos y cortos
versículos de la Biblia. Si Mateo no hubiese sido escrito bajo la inspiración del Espíritu
Santo ¡Qué gran dolor de cabeza debió entonces padecer el pobre Mateo, intentando
hasta que pudo componer todos estos sietes!
Existe además un sistema de onces en los textos Griegos y Hebreos de las
Escrituras, y es tan maravilloso, que, la posibilidad de ocurrencia de estas figuras por
accidente y no por diseño (es decir, no por la inspiración de Dios) es de 1 en un número
seguido por 30 ceros, ¡un billón de millones tomados un millón de veces! Nadie en su
juicio cabal podría por tanto argumentar que todo esto sucedió por accidente, o por la
astucia humana. Todos los matemáticos nos dicen que es imposible. Este maravilloso
sistema de números aparece en el transcurso de las Escrituras desde Génesis hasta
Apocalipsis. Se han llevado a cabo intentos para hallar algo así en los autores humanos,
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especialmente aquellos que vivieron alrededor del mismo siglo que los escritores de la
Biblia, pero nada de ese calibre ha sido descubierto, ni nada parecido; tan solo se halla
en la Palabra de Dios. La brevedad de nuestro espacio no nos permite que sigamos
extendiendo este tema por más tiempo, no en tanto, los lectores bien pueden haber sido
estimulados a procurar más, profundando en este respecto. (Vea toda la obra disponible
de Panin, el matemático ruso)
(2) La Unidad de la Biblia. – debemos recordar que la Biblia no fue escrita
en unos pocos años. De hecho, su escrita se dispersa y distribuye por casi 2.000 años, y,
además, toda clase de personas fueron empleadas por Dios para contribuir en su obra,
altos, bajos, ricos y pobres, seleccionados entre los pastores de ganado tal como Amos,
y pescadores como Pedro y Juan, hasta reyes tales como David y Salomón. Imagínese
ahora a los propios hombres intentando todos componer la escrita de un libro como
este, diseminado en un tan inmenso periodo, y permitiendo que todo tipo (tan distinto)
de personas hicieran parte en su contribución. ¡Vaya una chapuza que debería salir! Sin
embargo la Biblia no es tan solo una colactánea de libros reunidos – es una unidad, cada
libro, de alguna manera y perspectiva, señala tanto al Señor Jesucristo como al plan
revelado de Dios a través de Él. Cada uno exhibe algún aspecto de Su maravillosa
Persona y la obra que vino a realizar en la tierra, y esto es, conseguir tu salvación y la
mía.
(3) La evidencia de la Profecía. – Una de las cosas más significativas sobre
la Biblia es la vía en la cual va dando apuntes señalados de futuros acontecimientos y
los expone con una definitiva y absoluta precisión. Una cosa es que hablemos de una
manera general acerca del futuro, dejando por dar, en esta o aquella opinión, un montón
de lagunas en los detalles del relato; pero otra cosa muy distinta es adentrarse hasta los
más pequeños detalles y aun así estar correctos en todo detalle que pronostica. Por
ejemplo, podríamos profetizar y decir que el próximo verano durante el mes de Junio,
Julio y Agosto ha de llover en varios lugares de las Islas Británicas. Esa sería una
profecía muy segura porque la consideramos de manera tan general. Pero sería algo
extraordinario, que, en Inglaterra, Gales o Escocia NO hubiese lluvia durante un tan
largo periodo de tres meses. Suponiendo que dijéramos, que, el 12 de Agosto del
próximo año, ha de caer una intensa lluvia, a las 10 y media de la mañana, tan solo en el
lugar donde vivo, y en ninguna otra parte más del país, entonces estaríamos haciendo la
predicción de manera muy definitiva, y multiplicaríamos así a gran escala la posibilidad
de equivocarnos, de tal forma, que sería igual de extraordinario si efectivamente
sucediera.
Ahora bien, las profecías de la Escritura son tan definitivas como esto, pero nunca
se equivocan, ninguna ha dejado de suceder ni dejará jamás. Veamos el nacimiento de
Cristo. Mucho antes que sucediera, un profeta del Antiguo Testamento ya lo había
predicho, pero no de manera vaga diciendo simplemente que un niño nacería en el
Oriente, sino que tendría lugar en una pequeña e insignificante villa de Palestina
llamada Belén (Miqueas 5:2). ¿Cómo podría saberlo? Era imposible obtener un tal
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conocimiento por los recursos humanos, una vez que se escribió siglos antes a su actual
ocurrencia. Pero Pedro nos asegura que la “Profecía no vino en los tiempos antiguos
por la voluntad de hombre alguno, sino que santos hombres hablaron siendo inspirados
por el Espíritu Santo” (2ª Pedro 1:21). La profecía Escritural es Dios el Espíritu Santo
escribiendo la historia en anticipación. Pasando ahora a ver la crucifixión, las
predicciones de la Palabra de Dios vienen a ser aún más y más significativas.
Las siguientes son profecías del Antiguo Testamento que damos junto con sus
cumplimientos en el Nuevo:
(1) Los discípulos del Señor llegarían a abandonarle. –
La profecía: Zacarías 3.17 – “Levántate, oh espada, contra el pastor, y contra el
hombre compañero mío, dice Jehová de los ejércitos. Hiere al pastor, y serán
dispersadas las ovejas”.
El cumplimiento: Marcos 14:27 – “…Jesús les dijo: Todos os escandalizaréis de
Mí esta noche; porque escrito está: Heriré al pastor, y las ovejas serán
dispersadas”.
(2) Enmudecería delante de sus acusadores. –
La profecía: Isaías 53:7 – “Angustiado Él, y afligido, no abrió Su boca; como
cordero fue llevado al matadero, y como oveja delante de sus trasquiladores,
enmudeció, y no abrió Su boca”.
El cumplimiento: Mateo 27:12-14 – “Y siendo acusado por los principales
sacerdotes, y por los ancianos, nada respondió. Pilatos entonces le dijo: ¿No oyes
cuántas cosas testifican contra ti? Pero Jesús no le respondió ni una palabra; de tal
manera que el gobernador se maravillaba mucho”.
(3) Vendría a ser herido y molido. –
La profecía: Isaías 53:5: “Mas Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestras rebeliones fue sobre Él, y por Su llaga
fuimos nosotros curados”.
El cumplimiento: Mateo 27:26, 30: “y habiendo (Pilato) azotado a Jesús, le
entregó para ser crucificado…y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en
la cabeza”.
(4) Sus manos y pies vendrían a ser horadados. –
La profecía: Salmo 22:16: “Me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron Mis
manos y Mis pies”.
El cumplimiento: Lucas 23:33: “Y cuando llegaron al lugar de la Calavera le
crucificaron allí”.
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(5) Sin embargo ninguno de Sus huesos sería quebrado. –
La profecía: Éxodo 12:46: “Se comerá en una casa (la Pascua) y no llevarás de
aquella carne fuera de ella, ni quebraréis hueso Suyo”.
El cumplimiento: Juan 19:31-36: “Entonces los Judíos…rogaron a Pilato que se
les quebrasen las piernas (de los malhechores), y fuesen quitados de allí. Vinieron, pues,
los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido
crucificado con él. Mas cuando llegaron a Jesús, como le vieron ya muerto, no le
quebraron las piernas.”
(6) Vendría a ser crucificado con ladrones. –
La profecía: Isaías 53:12: “…fue contado con los transgresores”.
El cumplimiento: Marcos 15:27, 28: “Y con Él crucificaron también a dos
ladrones…Y se cumplió la Escritura que dice: Y fue contado con los inicuos”
(7) Oraría por Sus perseguidores. –
La profecía: Isaías 53:12: “Habiendo llevado el pecado de muchos, y orado por
los transgresores”.
El cumplimiento: Lucas 23:34: “…y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen”.
(8) El pueblo se burlaría de Él. –
La profecía: Salmo 22:7, 8: “Todos los que me ven me escarnecen, estiran la
boca, menean la cabeza, diciendo: se encomendó a Jehová, líbrele Él, Sálvale, puesto
que en Él se complacía”.
El cumplimiento: Mateo 27:41-43: “De esta manera también los principales
sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: A
otros salvó. A Sí Mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la
cruz, y creeremos en Él. Confió en Dios, líbrele ahora si le quiere”.
(9) Sus vestidos serían repartidos y echados a suerte
La profecía: Salmo 22:18: “Repartieron entre sí Mis vestidos, y sobre Mi ropa
echaron suertes”.
El cumplimiento: Juan 19:23, 24: “Cuando los soldados hubieron crucificado a
Jesús, tomaron Sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron
también Su túnica…entonces dijeron entre sí: No la partamos, sino echemos suerte
sobre ella. Esto fue para que se cumpliese la Escritura que dice: Repartieron entre sí Mis
vestidos, y sobre Mi ropa echaron suertes”.
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(10) El Grito desde la cruz. –
La profecía: Salmo 22:1: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué Me has abandonado?
El cumplimiento: Mateo 27:46: “Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz,
Eli, Eli, lama, sabachthani? Esto es, Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué Me has abandonado?
(11) Le darían hiel y vinagre a beber. –
La profecía: Salmo 69:21: “Me pusieron además hiel por comida, y en Mi sed me
dieron a beber vinagre”.
El cumplimiento: Mateo 27:34: “Le dieron a beber vinagre mezclado con hiel,
pero después de haberlo probado, no quiso beberlo”.
(12) Su cuerpo iría a ser traspasado.-
La profecía: Zacarías 12:10: “…y mirarán a Mí (Jehová, vers.8), a Quien
traspasaron”
El cumplimiento: Juan 19:34-37: “Pero uno de los soldados le abrió el costado con
una lanza y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su
testimonio es verdadero, y él sabe que dice verdad, para que vosotros también creáis.
Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado
hueso Suyo. Y también otra Escritura dice: Mirarán al que traspasaron”.
(13) Su corazón iría a ser quebrado. –
La profecía: Salmo 22:14: “He sido derramado como aguas, y todos Mis huesos
se descoyuntaron; Mi corazón fue como cera”.
El cumplimiento: Juan 19:34: “Pero uno de los soldados le abrió el costado con
una lanza, y al instante salió sangre y agua”
(14) Sería sepultado en el sepulcro de un hombre rico. –
La profecía: Isaías 53:9: “Y se dispuso con los impíos (plural) Su sepultura, mas
con el rico (singular) fue en su muerte”
El cumplimiento: Mateo 27:57-60: “Cuando llegó la noche vino un hombre rico de
Arimatea, llamado José…Este fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús, entonces Pilato
mandó que se le diese el cuerpo. Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sábana
limpia, y lo puso en su sepulcro nuevo, que había labrado en la peña, y después de hacer
rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro…”.
Ahora tenemos que tener en cuenta que todas estas profecías fueron escritas entre
unos 1000 a 500 años antes de que estos acontecimientos ocurrieran, y que todas ellas
se cumplieron literalmente y al detalle, no de una manera figurativa, sino exactamente
como las habían declarado los escritores del Antiguo Testamento, y todas ellas, además,
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se cumplieron en el espacio de veinticuatro horas. Por encima de esto, el Salmo 22
describe con vivacidad la muerte por crucifixión. Esta forma de castigo tan solo pasó a
estar en uso siglos después por los romanos. ¿Cómo es posible, por tanto, que el escritor
del Salmo lo hubiese sabido? ¿Y cómo podremos explicar las catorce profecías
anteriores? No por acaso, ¡puesto que ninguna mente en su juicio cabal podría creerse
que estas declaraciones fuesen catorce golpes de suerte que vinieron a ser literalmente
reales en un cierto día! La conclusión es inevitable, y es que la Biblia es exactamente
aquello que reclama ser, la Palabra de Dios. No es de extrañar que Pedro dijera:
“Tenemos además la palabra profética más segura, a la cual bien hacéis en estar
atentos” (2ª Pedro 1:19).
“Estas (cosas) han sido registradas para que podáis creer que Él es el Cristo, el
Hijo de Dios, y que, a través de la creencia, podáis tener vida a través de Su Nombre”
(Juan 20:31 traducción de Weymouth)
(4) Es indestructible. – Bien puede en verdad decirse que ningún otro libro
ha permanecido enfrentando tanta enemistad, oposición, y vehemente criticismo como
la Palabra de Dios. Ha caído en manos de infieles, ateístas y los enemigos de la
Cristiandad durante más de 2000 años, y sin embargo no tan solo ha subsistido, sino que
además es el best seller mundial en todo tiempo. Ningún otro libro ha sido tantas veces
impreso como la Biblia; se distribuyen millones de copias cada año por las Sociedades
Bíblicas del mundo, y, de alguna manera, nada ha sido capaz de parar su circulación.
Puede decirse con certeza que si un libro común hubiera recibido una fracción siquiera
de la oposición que la Biblia ha sufrido, no llegaría a haber sobrevivido jamás. Voltaire,
el noble e infiel francés, que falleció en 1778, afirmó que en menos de cien años a su
día, la Biblia y la Cristiandad ya habrían desaparecido y dejarían de existir. Mal sabía él,
que, después de su muerte, la propia casa donde él viviera fue utilizada por la Sociedad
Bíblica de Ginebra, y se convirtió en un almacén para las Escrituras, cuyo vigor y
frescura continúa sin merma alguna hasta el día presente y actual. No podía ser de otra
manera, pues estamos tratando con la
“Palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1ª Pedro 1:23).
(5) Está sujeta a las traducciones. - Cuando traducimos un libro a otro
idioma estamos sujetos a perder algo del original, por la simple razón de que las
palabras de un lenguaje ni siempre tienen el exacto equivalente en otro. Nosotros nos
maravillamos pensando a qué debe parecerse Shakespeare en chino ¡solo pensarlo ya es
extraño! Sin embargo la Biblia ha sido traducida a más de 500 idiomas, sin perder nada
de su poder ni las cualidades de sus dones de vida. Tiene por supuesto que haber algo
por detrás de este Libro que los demás libros no tienen, y eso es ni más ni menos que el
poder todo poderoso del Dios el Espíritu Santo.
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(6) El testimonio de la arqueología. – Una de las más grandes evidencias de
la inspiración de las Escrituras ha sido providenciada en los últimos setenta años por la
arqueología. Lo que se ha puesto a la luz es la evidencia más positiva. Puede decirse
libremente que nada se ha descubierto refutando un solo versículo de Escritura. Antes
bien, todo lo contrario; la Palabra ha sido confirmada una y otra vez, y las teorías de los
críticos desarraigadas. Era frecuente que los opositores de la Biblia afirmaran que
Moisés no pudo haber escrito los primeros cinco libros puesto que en su tiempo la
escritura era desconocida. Pero con el descubrimiento de las tablas de Tel-el-Armana,
que ahora se hallan expuestas en el Museo Británico, se ha probado conclusivamente
que la escritura se utilizaba ya y por lo menos 100 años antes de Moisés nacer. Este es
un tema demasiado extenso que no podemos tratar apropiadamente en un estudio de este
tamaño, pero para todos los interesados les recomendamos la obra del arqueólogo Sir
Charles Marston, La Biblia es Verdad, y La Biblia está Viva. Ambas publicadas por
Messrs. Eyre & Spottiswoode.
(7) El testimonio del propio Cristo. – Aquí llegamos al punto supremo.
¿Cuál fue la actitud del Señor Jesucristo hacia las Escrituras? Vamos a citar Sus propias
palabras: “No penséis que Yo he venido a abrogar la ley, o los profetas: Yo no he
venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el
cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya
cumplido” (Mateo 5:17, 18). “La Escritura no puede ser quebrada” (Juan 10:35). Pues
si creyeseis a Moisés, a Mi me habríais creído, porque de Mí escribió él. Pero si no
creéis a sus escritos, ¿cómo iríais a creer Mis palabras? (Juan 5:46, 47). A sus
adversarios les dijo: “Erráis, no sabiendo las Escrituras” (Mateo 22:29). ¡Cuán actual al
día de hoy!
Y a seguir a Su resurrección, cuando pronunció el estupendo reclamo, “Todo el
poder Me ha sido dado en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18), Él le dijo a los once
apóstoles: “Todas las cosas que se escribieron concernientes a Mí en Moisés y los
profetas han de cumplirse. Entonces les abrió sus entendimientos, para que
comprendiesen las Escrituras” (Lucas 24:44, 45). Estas no son las palabras de Alguien
que desacredite la palabra, sino antes bien de Aquel Quien la empuña del todo. Para
derrotar a Satán en el desierto le bastó repetir tres veces “escrito está” (Mat.4:4, 7, 10).
El Señor utilizó la Espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios (Efesios 6:17), y bien
podemos creer que una espada defectuosa y desafilada no habría hecho daño alguno
contra un enemigo tan formidable.
La actitud constante del Señor hacia la Palabra escrita fue de gran reverencia y
completa aceptación. Esto se verá claramente si el lector consulta Mateo 4:4, 7, 10;
11:10; 19:4; 21:13, 42; 22:29; 26:31, 56. Las Escrituras, en Su estimación, son de
autoridad divina. Su consideración por tanto debe también ser la nuestra. No podemos
titularnos de verdaderos creyentes en Él si adoptamos una distinta actitud hacia Su
palabra, la Suya. Él dijo “Tu Palabra es Verdad” (Juan 17:17), no meramente que
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contuviera verdad, sino que es la Verdad y la fuente de toda la luz espiritual y
bendición. El Señor Jesús también dijo: “El Padre no juzga a nadie, sino que todo juicio
le ha concedido al Hijo” (Juan 5:22). “Aquel que Me repudia, y no recibe Mis palabras,
tiene quien le juzgue: la Palabra que he hablado, ella misma ha de juzgarle en el último
día” (Juan 12:48) Nos preguntamos ¿cómo reaccionará el lector de estas palabras para
con Su Verdad? Aquí tenemos una encuesta y un juicio en el futuro al cual nadie ha de
faltar de todos cuantos repudien a Cristo. En vista de esta absoluta certeza, ¿nos
sentimos tranquilos y felices? Si no es así, deberíamos meditar bien en estas palabras
del Señor: “Aquel que oye Mi Palabra, y cree en Aquel que Me envió, tiene vida eterna,
y no ha de venir a condenación; sino que ha pasado de la muerte a la vida” (Juan 5:24).
Ciertamente uno de estos puntos sería suficiente para resaltar este Libro por
encima de todos los demás, pero el testimonio de los siete así reunidos es sobrecogedor
para cualquier mente sana y razonable. Podemos aproximarnos de la Biblia por tanto
con la certeza que es aquello que reclama ser, la mismísima Palabra de Dios, y por eso
tenemos algo eternamente seguro sobre lo cual reposar y basar nuestra fe. En ella
encontramos nada más y nada menos que una revelación de la mente y voluntad de Dios
concerniente a Su creación y la raza humana.
En este punto creemos que será provechoso y sabio dar algunos principios de guía
con respecto a la interpretación de la Escritura. Ya hemos visto que toda la Biblia es
respirada de Dios y que es una revelación de Sus Pensamientos y Su Verdad para con
los hombres. Para revelárnosla, Él ha empleado el lenguaje humano, ahora bien, el
problema que tenemos, es, ¿cómo vamos a impedir lo que sea humano y falible de las
traducciones e interpretaciones que hagamos sobre este lenguaje? Y si esto no se lleva a
cabo, entonces la Palabra de Dios no puede hablar con la autoridad que Dios pretendía
que tuviera, y puede providenciarnos una base muy insegura para nuestra fe.
“Así dice el Señor” es la vía por la cual hablaron los profetas, y esta es la vía en
que la Biblia, siendo como es, la revelación de Dios, se entiende que nos hable a
nosotros. Autoridad es lo que debemos tener; algunos la ponen en el intelecto humano,
pero esto en el mejor de los casos es falible, y por tanto jamás podrá darnos las bases
ciertas que precisamos. Los tales critican las Escrituras, sin acordarse de que la Palabra
de Dios es el Crítico supremo, vivo y poderoso, más agudo que espada de dos filos: Un
formidable crítico (literalmente) de los pensamientos e intenciones del corazón
(Hebr.4:12). El juzgarnos a nosotros es incumbencia de Dios, y no nuestra incumbencia
el juzgarle a Él. Su Palabra asienta todo el juicio sobre nosotros; no es nuestra
incumbencia asentar nosotros juicio alguno sobre Su Palabra. Un subjetivismo así, en su
raíz, no deja de ser sino el pariente pecado del orgullo y rebelión, es decir, la recusa a
subyugar la mente humana y la razón ante Dios, así volviéndolas un ídolo, lo cual es en
sí mismo el propio espíritu del anticristo.
El apóstol Pablo no duda a la hora de referirse al Antiguo Testamento
denominándolo como las Santas Escrituras (2ª Timoteo 3:15), y si esto es cierto del
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Antiguo Testamento, debe ser también verdad del Nuevo Testamento, pues los dos
están indisolublemente vinculados juntos. Así vemos que el apóstol Pedro incluye las
epístolas de Pablo con las demás Escrituras (2ª Pedro 3:16). El propio Pablo asegura
que su carta a la iglesia de Corintio había sido, “los mandamientos del Señor” (1ª
Cor.14:37) y “las palabras que el Espíritu Santo enseña” (1ª Cor.2:13), y la iglesia
Tesalónica se recomienda, porque, aquello que recibieron a través de su ministerio, lo
consideraron ellos como siendo la “Palabra de Dios” y no la palabra de hombre alguno
(1ª Tesal.2:13). Los cristianos en Éfeso fueron enseñados por Cristo (Efesios 4:21). Es
extremamente improbable que cualquiera de ellos hubiese estado bajo el ministerio del
Señor en Palestina en los días de Su vida terrenal. Esto solo puede significar que
recibieron la enseñanza a través de Pablo como siendo la Palabra de Cristo. Tal como
se expresa posteriormente en 1ª Timoteo 6:3, las sanas palabras, “las sanas palabras del
Señor Jesucristo”.
Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento son escrituras de Dios; son sagradas
y deben por eso ser tratadas con la más grande reverencia y respeto, porque de otra
manera ¿cómo podríamos esperar recibir y comprender y ser bendecidos por Sus
contenidos? Nuestro deseo por tanto es tratar la Palabra de Dios cuidadosa y sabiamente
para que, en la medida de lo posible, el elemento humano que es falible se excluya en su
interpretación. Si esto no se lleva a cabo, puede hacerse con que la Biblia signifique
cualquier cosa, y la verdad es algo que no podrá llegar nunca a aprenderse. En primer
lugar, dos cosas son necesarias:
(1) La determinación queriendo indagar las Escrituras. – La Palabra de Dios
contiene sanidad espiritual sin fin, sin embargo, Sus joyas no están esparcidas a la
superficie; debemos estar listos para desenterrarlas. Dios no tiene nada que ver con los
cristianos perezosos que se contentan con recibir cualquier cosa en segunda mano, sin
ningún esfuerzo de su parte. Tal como una persona no podrá jardinear apropiadamente
sin herramientas tales como una pala y un pico, así tampoco el creyente podrá
apropiadamente desenterrar las Escrituras sin la ayuda de una buena concordancia, y
nosotros recomendamos la Concordancia Analítica de Young para este propósito.
(2) Debe envolver oración, y dependencia sobre la iluminación del Espíritu
Santo. – El intelecto del hombre, sin la intervención por Dios, no podrá entender y
asimilar la Verdad Divina. “El hombre natural no puede recibir las cosas del Espíritu de
Dios…ni puede (llegar a) conocerlas, porque se han de discernir espiritualmente” (1ª
Cor.2:14). La intelectualidad humana o su educación por sí no pueden descubrirla. Si
por un lado apreciamos a los escolares de valor cristianos, sabemos bien por otro que,
los propios escolares, como tales, no poseen el monopolio del Espíritu Santo; de hecho,
la escolaridad, a menos que se mantenga sub-sirviente al poder revelador de Dios, puede
ser un tremendo obstáculo para su aprendizaje. Muchos escolares se han vuelto ciegos
por su propia escolaridad. La Verdad de Dios se discierne espiritualmente, y Dios está
deseoso de impartir este entendimiento sobre todo aquel que sea lo suficientemente
humilde y como un niño para recibirla. Cristo dijo, “Yo te doy gracias a Ti, Oh
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Padre…porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y se las revelaste a los
niños” (Mateo 11:25). Tan solamente con un espíritu de humildad y mansedumbre
podremos venir a recibir iluminación de Dios. Debemos además estar preparados a
desaprender y al mismo tiempo aprender de nuevo. Es bastante frecuente la dificultad
que encontramos cuando enseñados por el Espíritu de revelación tenemos que echar
fuera las ideas equivocadas mantenidas en la mente, especialmente cuando han sido
engranadas ahí a través de enseñanzas fraudulentas e imposiciones de labios de
hombres. Pero este des-aprendizaje y reaprendizaje es esencial si es que la Verdad se
introduce y toma posesión de nuestros pensamientos.
Examina con cuidado los siguientes puntos:
(1) Toma la Biblia literalmente y en su simple significado, a menos que
directamente contradiga otras Escrituras o sea algo opuesto lo que dice a hechos
conocidos y probados. En este caso, muy posiblemente, se esté empleando una figura
literaria. Hablaremos algo más sobre las figuras literarias posteriormente. Así como un
escritor humano quiere resaltar con ellas lo que está poniendo por escrito, del mismo
modo Dios desea resaltar lo que dice, y tener con eso un significado claro para cada
cosa que dice, si así no fuera, jamás podría hablarle Dios con autoridad a la mente
humana.
(2) Recuerda siempre que cada texto tiene su contexto, algo hay que le
precede y algo que sigue. Sacar el texto de su contexto es muy peligroso y puede anular
su significado. Mucho error se disemina por hacer esto.
(3) Ten contigo el deseo de descubrir el significado del texto original, esto
es, el Hebreo del Antiguo Testamento y el Griego del Nuevo. Si no tenemos
conocimiento de estos dos lenguajes, entonces se pueden obtener varias y buenas
traducciones y compararlas entre sí, tales como la Versión Revisada, Rotherham,
Weymouth, etc. Por este medio se vuelven claros muchos a primera vista oscuros
significados.
(4) Intenta encontrar aquello que el pasaje en cuestión significaría para los
lectores originales. Si bien la Palabra de Dios sea una Unidad, no en tanto, cada uno de
sus libros fue enviado por Dios para una sección de Su gente en un tiempo particular,
cuando precisaban escuchar un particular aspecto de verdad, y si bien esto puede ser
amplificado en el transcurso del tiempo si es que contiene un significado profético,
nunca podrá entrar en conflicto con su original significado. Todos los libros de la
Biblia son muy parecidos a cartas; tienen sus nombres y direcciones en el sobre al
principio. El libro de Isaías fue escrito concerniente a Judá y Jerusalén (Isaías 1:1), y
por tanto su mensaje es primariamente para Judá y Jerusalén. La epístola de Santiago se
dirige: a las “doce tribus que están en la dispersión”, es decir, a los hebreos cristianos de
la Dispersión (1:1).
13
Observe cómo se emplea la palabra “enviado” en los Hechos de los Apóstoles.
Pedro nos habla de “la palabra que Dios envió a los hijos de Israel”, refiriéndose al
ministerio terrenal en este libro (Hechos 10:36). A seguir Pablo dice, “Varones y
hermanos, hijos del linaje de Abraham, y los que entre vosotros teméis a Dios, a
vosotros os es enviada la palabra de esta salvación” (Hechos 13:26). El propósito
Divino en este punto se estaba ensanchando, la salvación de Dios se estaba enviando a
los Judíos primariamente, y a seguir también a los Gentiles. Aquí tenemos a Génesis
12:3 en vista. Al final de los Hechos, Israel, por causa de su repetido repudio de la
Divina ofrenda de misericordia y perdón que se registra en Hechos 3:19-26, se introduce
en su presente y actual ceguera y tiniebla espirituales hasta el día de hoy, y en ese
momento el apóstol declara: “La salvación de Dios se envía desde ahora a los Gentiles
(es decir, sin tener ya en cuenta a Israel), y ellos oirán” (Hechos 28:28).
Haremos bien en observar a quién Dios dirige Su Palabra. Hay un tipo de
creyentes imaginándose que cada página de la Biblia está dirigida para él y le dice
respecto. Estos tales a menudo se quejan de ser robados de la verdad cuando se les
señala el error de esta idea. Hay que recordarles que, el octavo mandamiento, “No
robarás”, puede ser quebrado de varias maneras. Un egoísmo espiritual de ese tipo debe
ser abolido si es que se desea obtener iluminación y bendición. Todo está realmente
escrito para nuestro aprendizaje y provecho, pero no toda la Escritura está
específicamente dirigida a nosotros como Gentiles, o a los miembros de la Iglesia – el
Cuerpo de Cristo.
(5) La Biblia no es tan solo la Palabra de Dios. Está además hecha de las
Palabras de Dios. El apóstol Pablo no duda en referirse a las “Palabras…que el Espíritu
Santo enseña; acomodando las cosas espirituales con lo espiritual” (1ª Cor.2:13), y el
Señor Jesús no tan solo dijo, “Yo les he dado Tu Palabra” (Juan 17:14), sino además,
“Yo les he dado las Palabras que Tú Me distes” (Juan 17:8). Esto significa que
Escritura debe ser comparada con Escritura. La Biblia contiene su propio comentario, y
la dificultad en un pasaje puede ser resuelta por comparación con otros pasajes. No
precisamos salirnos de la Palabra de Dios para resolver problemas espirituales. Observe
además la vía en la cual emplea el Espíritu Santo las palabras que ha querido se
escriban. Esto es de lo más importante, y aquí se precisa una concordancia. Podemos
estar seguros que las “palabras que el Espíritu Santo enseña” son utilizadas con
exactitud y han de ser dignas de la más cercana examinación que podamos hacer sobre
ellas. Uno de los placeres de quien persigue la Verdad es descubrir la perfección de las
Palabras de Dios. Son realmente “palabras puras” (Salmo 12:6).
(6) Note cuidadosamente los periodos de tiempo de la Biblia. Algunas partes
de la revelación Divina son tan solamente verdad para un cierto periodo, por ejemplo,
los sacrificios del Antiguo Testamento ilustraron en sombras el Sacrificio Perfecto
Único sobre la Cruz del Calvario. Otros son verdad para todo tiempo, por ejemplo, el
pecado, y su solo remedio, la salvación de Dios en Cristo Jesús. Debemos aprender a
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distinguir estos dos tipos tan distintos de verdad. Uno es básico – permanentemente
verdad; el otro se limita por un cierto periodo, durante el cual, se administra lo que se
denomina una verdad dispensacional. Una dispensación en las Escrituras es la
administración de alguna verdad particular de Dios, y la palabra NO debe emplearse
como si en sí fuese tan solo un periodo de tiempo, y por tanto equivalente meramente a
una edad. El elemento tiempo tan solo se introduce en ella una vez que la tal verdad
particular tenga un comienzo y un final. El sincero estudiante de la Biblia debería
sopesar cuidadosa y piamente la porción de Escritura que esté estudiando a la luz de las
declaraciones expuestas. Mucho error y confusión se ocasiona por la inhabilidad en
distinguir entre la verdad que es básica y permanente de la verdad que es
dispensacional.
(7) Las figuras literarias o del lenguaje son palabras sacadas de su sentido
común para llamar la atención y enfatizar cualquier cosa. Son avisos y vivas maneras de
presentar hechos literales, y los hombres las empleamos en nuestros dichos y escritos de
manera inconsciente a diario. Se utilizan en la Palabra de Dios también, y cuando nos
encontramos con ellas debemos procurar descubrir el hecho literal que sobre entiende la
figura, y no tomar la figura en sí literalmente. Si decimos “la tierra está seca” hacemos
una clara afirmación del hecho. Pero si decimos que “la tierra está sedienta” estamos
usando una figura literaria, puesto que la tierra no puede actualmente sentir o
experimentar la sed. Claro que no debemos apartarnos de la simple declaración, esto es,
que la tierra está seca. Antes bien, lo único que hemos hecho es resaltar hablando de una
manera viva que la tierra está sedienta. Así, pues, si bien en la Escritura la figura
literaria se emplee, eso no altera lo que ya hemos afirmado bajo el apartado (1)
concerniente a tomar la Biblia tan literalmente cuanto posible.
(8) Los símbolos se usan con bastante frecuencia en los libros proféticos de
la Biblia, tales como son Daniel y el Libro del Apocalipsis. A menudo el propio Espíritu
Santo explica el símbolo que emplea, y cuando así sucede, seremos sabios si no
procuramos interpretar la interpretación de Dios. Si lo hacemos, el error seguro que
aparece envuelto. Por ejemplo, las estrellas que el apóstol Juan vio a la diestra del
Resucitado Señor son símbolos, y Él los explica como representando los ángeles de las
siete iglesias (Apoc.1:20). Esto debería bastarle al humilde seguidor de la verdad. En
algunos casos el verdadero significado de un símbolo tan solo puede ser alcanzado
comparando Escritura con Escritura.
(9) Las Parábolas. Concéntrate sobre el punto central y no procures encontrar
significados espirituales en cada detalle. En la parábola del hijo pródigo sería un error
intentar encontrar el equivalente espiritual del anillo puesto en el dedo del pródigo, o
qué representa el buey engordado. Cuando se hace este tipo de cosas, aparece una
imaginaria y supuesta exposición que tan solo puede guiarnos fuera de la verdad y no
hacia ella.
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(10) Tenemos que ser exactos a la hora de leer un pasaje de Escritura y ser
cuidadosos, de tal modo, que no leemos nada que no tenga escrito. ¡Cuán fácil es leer
en la Palabra de Dios aquello que deseamos encontrar en ella y pasar por alto lo que ahí
dice en todo tiempo!
(11) Distingue entre la interpretación y la aplicación de la Palabra de Dios.
La interpretación trata antes que nada con aquellos a quienes el pasaje de Escritura se
dirige, tal como ya hemos señalado bajo el punto (4). Una vez que esto se establece, y
no antes de eso, estaremos en una buena posición para aplicar el pasaje para nosotros
mismos u otros, y solamente entonces si esto es consistente con la Verdad revelada para
esta presente era de Gracia. La primaria interpretación de la profecía de Isaías desde el
inicio hasta el final es para Judá y Jerusalén, tal como el versículo inicial declara.
Cuando leemos el maravilloso capítulo treinta y tres que trata con el sufrido Salvador
cargando el pecado y la vergüenza y muerte de la Cruz, todavía es Israel la que
primariamente está en vista. Cuando llegamos a darnos cuenta de esto, entonces
podemos también decir, “Él fue herido por nuestras transgresiones, y fue molido por
nuestras iniquidades” (Isaías 53:5). Entonces estamos en una verdadera posición para
aplicar este maravilloso pasaje de Escritura para nosotros mismos.
Sobre todo evita espiritualizar. Esto no es lo mismo que hacer una legítima
aplicación de la Escritura, tal como la que acabamos de hacer. Espiritualizar evita la
primaria interpretación y anula el significado literal de un pasaje, y en vez de eso se
sobreponen unas denominadas ideas espirituales que realmente no dejan de ser sino
meras opiniones personales de la persona en cuestión, o la denominación o escuela a la
cual él o ella pertenezcan. Esta es la más segura manera de introducir humanas y falibles
ideas en la pura Palabra del Dios de Verdad, y una vez que aquellos que son indulgentes
en esta práctica raramente están de acuerdo entre sí, el resultado es la confusión y la
división entre la gente de Dios.
(12) El objetivo final del estudio de la Palabra escrita es venir a entrar en
contacto por la fe con la Palabra Viviente, el Señor Jesucristo, y este es el punto más
importante de todos. Toda la Biblia le señala a Él, y esto es por lo que, después de su
Resurrección, el Señor les expuso a Sus discípulos en el camino de Emaús, las cosas
concernientes a Sí Mismo en todas las Escrituras (Lucas 24:27, 44). Él anteriormente
había dicho:
“Escudriñad las Escrituras, porque…ellas de Mí testifican” (Juan 5:39).
“Porque si creyerais a Moisés, en Mi creeríais, porque él de Mí escribió. Pero si
no creéis a sus escritos, ¿cómo habéis de creer Mis palabras?” (Juan 5:46, 47).
A los diez discípulos (pues Tomás estaba ausente y Judas probablemente muerto)
el Resucitado Salvador declaró:
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“Estas son las palabras que os hablé mientras estaba con vosotros, que todas las
cosas tenían que cumplirse, las cuales están escritas en la ley de Moisés, y en los
profetas, y en los salmos, concerniente a Mí” (Lucas 24:44).
Ignorarle a Él, por tanto, en nuestro estudio de la Biblia, significa ignorar todo
nuestro camino completamente. Ahora bien, todo esto puede parecernos complicado,
pero realmente en la práctica no deja de ser sino un sano y reverente camino de tratar las
Santas Escrituras y reconocer que la Palabra de Dios es primariamente un Libro de
Redención, reuniendo las más profundas necesidades y revelando, en cierta medida por
lo menos, cuan en gracia esfuerzo está llevando a cabo Dios para con la creación que ha
hecho, y para con aquellos quienes se pongan debajo de Su amor redentor. En todo
nuestro Estudio de la Biblia y procura por la Divina Verdad, ojalá que podamos decir
con el Salmista, “Me regocijo en Tu Palabra, como alguien que encuentra un gran
despojo” (Salmo 119: 162), o Jeremías cuando dice, “Fueron halladas Tus palabras, y
yo las comí, y Tu Palabra fue para mí el gozo y regocijo de mi corazón” (Jer.15:16).
Pero alguno podrá decir, yo veo la importancia de todo esto, pero ¿dónde debo
comenzar cuando quiera leer y estudiar la Biblia? ¿Comienzo con el primer capítulo de
Génesis, o en cualquier otra parte en medio del Antiguo Testamento? Debemos decir
que simpatizamos con quien así se cuestiona. La Biblia es un libro bastante largo que
trata con una gran variedad de temas, muchos de los cuales aparecen, a primera vista,
como si no tuviese conexión. Tal vez, no en tanto, podamos encontrar entre sus páginas
algunos principios para guiarnos. Ya hemos señalado que la Palabra de Dios es como un
cartel luminoso que siempre nos dirige al Señor Jesucristo. Esto es de lo más importante
y jamás debe olvidarse. Sin embargo en y a través de Él, a Dios le ha placido revelar Su
plan y propósito para la tierra y para los cielos, siendo la Biblia un registro de este plan.
Es un Libro del propósito Divino. En Efesios 3:11 leemos, “De acuerdo al eterno
propósito que Él se propuso en Cristo Jesús nuestro Señor”. Una traducción más literal
sería: “De acuerdo al propósito de las edades que Él hizo en Cristo Jesús nuestro
Señor”. Así vemos que el tiempo (las edades) es una plataforma sobre la cual Dios está
produciendo un gran plan redentor para Su creación, y este plan se centra en la Persona
y obra del Señor Jesús. Génesis 1:1 comienza con la creación del cielo y la tierra y así
es como vemos en la Palabra de Dios que este maravilloso plan tiene una parte celestial
y además una parte terrenal.
En 2ª Timoteo 1:8, 9 leemos, “Dios, Quien nos salvó, y nos llamó con un
llamamiento santo, no de acuerdo a nuestras obras, sino según Su propio propósito y
gracia, la cual nos dio en Cristo Jesús…” Aquí el apóstol Pablo nos dice la manera en
que podemos tener una participación en este grandioso propósito, y hay tan solo una
vía, y es por la salvación. No sirve de mucha utilidad que estudiemos el plan de Dios
para el cielo y tierra si nosotros propios no estamos en él incluidos, y por eso al lector se
le pregunta clara y directamente - ¿Es esta tu salvación? ¿Has tomado este paso
necesario para estar por dentro del plan y propósito de Dios? Si sencillamente has
puesto tu confianza con sinceridad en el Señor Jesucristo y le has tomado para ser tu
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propio salvador personal, puedes realmente ser descrito por Romanos 8:28 “el
llamamiento de acuerdo a Su propósito”. Tú estás por dentro del plan y eternamente
seguro. Si nunca has dado este paso piensa seriamente por un instante. Dios está
operando lentamente para traer de vuelta en concreción la totalidad de Su creación, de
vuelta digo a la perfección y belleza original. Todo cuanto sea dañino ha de ser
erradicado cuando esto haya por fin se cumpla, no hay un solo pecado o un solo pecador
que frustre este Su objetivo.
“El Hijo del Hombre ha de enviar a Sus ángeles, y erradicarán de Su reino todas
las cosas que dañen y aquellos que hacen iniquidad” (Mateo 13:41 R.V.).
“Toda planta que no plantó Mi Padre Celestial será desarraigada” (Mat.15:13).
“No entrará en ella (en la Jerusalén Celestial) ninguna cosa engañosa, ni
cualquiera que haga abominación, o que haga mentira” (Apoc.21:27).
Estas son declaraciones extremamente serias, y describen todo cuanto está fuera
de Cristo y no es salvo. Por otro lado el conocerle como Salvador significa que Él ha de
lavar todos nuestros pecados y revestirnos con Su misma perfección, y así cuando con
Él nos encontremos un día (y con toda seguridad así será) seremos hechos criaturas
perfectas sin el más mínimo resquicio de condenación (Rom.8:1).
Ahora por tanto daremos un paso más enfrente procurando descubrir en las
Escrituras lo qué enseñan concernientes a la parte terrenal de este plan. Antes que nada
Isaías 45:18 nos dice que Dios creó la tierra para que pudiese ser habitada, así que
podemos estar seguros que el objetivo de la creación NO era la tierra en sí, NI las
miríadas de mundos a nuestro alrededor por muy maravillosos que sean, sino el
HOMBRE en sí. Lea el Salmo 8:4-8 en esta conexión. Sin embargo, en los capítulos
iniciales del Génesis, encontramos un gran obstáculo introduciéndose en el cual se hace
una directa oposición a la voluntad y propósito de Dios, y es el PECADO:
“Por un hombre se introdujo el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte”
(Rom.5:12), y una vez que la muerte es universal no hay necesidad alguna de
argumentar para probarlo:
“Todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom.3:23).
No solo eso, sino que además toda la tierra en sí pasó a estar envuelta en esta
terrible tragedia tal como Romanos 8:21, 22 nos asegura. El conflicto que vemos a
nuestro alrededor en la naturaleza no deja de ser sino una evidencia externa de este
hecho tan palpable. Consecuentemente, el propósito original en la creación del cielo y
tierra quedó parado, tal como fue, por el pecado y la muerte, y el peso de la Biblia por
tanto resalta el camino que Dios está llevando a cabo para remover estos grandes
enemigos hacia Su voluntad revelada.
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Ahora podemos comprender, en alguna medida, la razón por la obra maravillosa
de redención que se cumple por la muerte y resurrección del Señor Jesucristo, puesto
que Él vino a quitar el pecado justamente por el sacrificio de Sí Mismo sobre la Cruz
del Calvario como el Cargador del pecado y para abolir para siempre la muerte. Esta es
la base de Dios sobre la cual puede Él traer Su creación de vuelta a su original
perfección y belleza, y cómo los seres humanos que son pecadores por naturaleza
pueden ser hechos justos y absolutamente libres de la corrupción del pecado y la caída,
y consecuentemente participar gloriosamente en el nuevo cielo y tierra que vendrá a ser
sin mancha y perfecta (vea 2ª Pedro 3:13 y Apoc.21:1-4, 23-27). Esta gran salvación
puede ser nuestra si recibimos al Señor Jesús por simplemente confiar en Él para ser
nuestro Salvador, o, dicho de otra manera, si ponemos nuestra fe en Él solamente. Dios
entonces nos imputará Su justicia y pasa a ser nuestra posesión. Si este paso no se ha
dado, le pedimos al lector que vaya a las siguientes Escrituras y vea cuán verdad puede
esto ser experimental y personalmente. Estos pasajes son 2ª Corintios 5:20, 21 y Efesios
2:8, 9. Tal como hemos ya dicho anteriormente, no servirá de mucho provecho que
leamos acerca del plan Divino en la Biblia si es que no hacemos parte de él. Esto sería
una tragedia de primera magnitud.
A medida que la Palabra de Dios se estudie y se crea llega a ser evidente que el
Creador se centra antes que nada sobre la tierra, y nos muestra cómo ha de quitar de ella
los efectos del pecado y la muerte a Su creación y cómo ha de instaurar Su glorioso
reino, para que por fin pueda llegar a decirse en verdad “Los reinos de este mundo han
venido a ser los reinos de nuestro Señor y de Su Cristo, y Él reinará por los siglos de los
siglos” (Apoc.11:15).
Ahora bien, hay por lo menos dos maneras en las cuales puede Dios llevar a cabo
este cometido. La propia Todopoderosa Voz que dijo: “Sea la luz, y fue la luz”
(Gén.1:3) esto es, sin la asistencia de criatura alguna, podría haber llevado a cabo Su
obra indefinidamente en la misma vía, majestuosa y solitaria. Por otro lado pudo utilizar
medios o agentes para llevar a cabo Su voluntad si así le agrada, si bien nunca estando
dependiente de ninguna manera sobre ellos. Esto es precisamente lo que encontramos
que está realizando en su magnitud de condescendencia y gracia. Le ha placido emplear
hombres y mujeres redimidas, y gente joven que son lo suficientemente sabios para
ponerse del todo en Su todopoderosa mano y obtener por la oración cuál sea Su
voluntad para ellos (Colos.1:9; Efesios 5:17).
Cuando llegamos a la faz terrenal del plan de las edades, encontramos su primer
despliegue en el llamamiento de Abraham registrado en Génesis 12:1-3. Observe las
palabras “Y haré” en los versículos 2 y 3, acabando con “y en ti (Abram) serán benditas
todas las familias de la tierra”. Ahora bien, Abram, o Abraham tal como posteriormente
iría a ser llamado, es el padre de Israel, y eso es por lo que la nación Judía figura de
manera tan prominente en la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
Fueron redimidos por Dios y vinieron a ser los agentes para la bendición mundial. Para
hacer firme y segura Su elección, Dios le prometió a Abram una posteridad o una
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simiente que debería padecer, y esto lo encontramos en Génesis 15:5 y muchos otros
pasajes:
“Y Él (Dios) lo sacó (a Abram) para ser extranjero, y le dijo: Mira ahora al cielo,
y cuenta las estrellas, si eres capaz de contarlas; y le dijo: Así ha de ser tu simiente”. Y
no solo eso, sino que para ser práctica a la simiente debe garantizársele un hogar para
habitar, y en el versículo posterior leemos, “En el mismo día el Señor hizo un pacto con
Abram, diciendo, a tu simiente le he dado este territorio, desde el rio de Egipto (el Nilo)
hasta el gran rio, el Rio Éufrates” (Gén.15:18). Observe en un mapa y compruebe la
extensión de este don tan maravilloso. El lector observará que es considerablemente
más ancho y largo que Palestina, y tal vez ahora aprecie mejor el motivo por el cual esta
parte del globo haya figurado siempre tan prominentemente en los asuntos mundiales, y
porqué se muestra tan evidente en los gigantescos problemas relacionados con el Medio
Oriente.
Es un hecho histórico que los Judíos jamás han poseído completamente esta
porción de tierra, aunque algo reflejando en sobra de eso tuvo lugar durante el reinado
de Salomón. En 1ª Reyes 4:21 y 2 Crónicas 9:26 se nos dice que su dominio se extendía
desde el rio (Éufrates) hasta el borde de Egipto. Esta no es la extensión que se promete
en Génesis 15, pues no incluye a Egipto ni la orilla del Nilo, y si bien Salomón, por
políticas y comerciales razones, fue capaz de controlar el territorio exterior a Palestina,
no en tanto, las doce tribus nunca fueron más lejos que esta estrecha tierra como se
afirma en 1ª Reyes 4:25: “Judá e Israel moraban confiados, cada uno debajo de su viña
y bajo su higuera, desde Dan hasta Beersheva, todos los días de Salomón”. Consultando
un mapa podrá verse que esto comportaba el extremo norte y sur de Palestina
solamente, y por tanto es cierto que el Judío nunca llegó a disfrutar como herencia suya
el territorio completo prometido en Génesis 15:18. Sugerir, como hacen algunos
expositores lo hacen, que el reino de Salomón durante cuarenta años cumple esta
Escritura está obviamente equivocado y entraría en la categoría de un anticlímax, por lo
menos, según la solemne y espaciosa promesa hecha a Abraham, Isaac y Jacob. Este
periodo es tan solo una sombra, dejando el cumplimiento completo a un día futuro en el
cual Dios ha de honrar Su palabra a la letra, y no en la libre y fácil manera mencionada
anteriormente.
Observe que la Escritura conecta el territorio y la semilla conjuntamente, y una
vez que el territorio es literal, la simiente también debe serlo (confiera en Génesis 26:3,
4 y 28:13, 14). Tal como anteriormente ya hemos resaltado, la intención Divina
finalmente abarca tanto al mundo Gentil como al Judío, consecuentemente, no debe
sorprendernos encontrar en el Nuevo Testamento que el creyente Gentil, siendo
partícipe de las cosas espirituales de Israel y sus bendiciones en pacto (Rom.15:26, 27),
es contado como haciendo parte de la semilla de Abraham (Gál.3:7-9, 29). Y como
siendo bendecido con él (versículo 9). Este es un escenario del tiempo glorioso en el
cual todas las familias de la tierra serán bendecidas, y él sea entonces, en el más pleno
sentido, el heredero del mundo tal como Romanos 4:13 le describe.
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Volviendo ahora al Antiguo Testamento, encontramos que esta es una larga
historia registrada de la preparación o entrenamiento de Dios de la raza Judía para la
parte que debían ejecutar como Sus agentes para la bendición mundial ¡Qué tiempo tan
largo parece precisar!, pero este hecho tan solo enfatiza el pecado de Israel y su tardanza
en aprender los caminos de Dios. Debes estar pensando que los Judíos fueron, en la
totalidad, una mala nación. El periodo cubierto por sus reyes y profetas fue realmente
muy oscuro, casi siempre caído y apartado de Dios. ¿Por qué entonces no los repudió
Dios? Pues no lo hizo por causa de que Él no puede quebrar Sus promesas, y es un Dios
de maravillosa paciencia y longanimidad. El Nuevo Testamento además resalta esto
mismo, pues Pedro escribe en su segunda epístola (3:9), “El Señor es…longánimo para
con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que se arrepienta”. Bien puede
suceder, querido lector, que este Divino perdón haya estado aguardando durante un
largo periodo de tiempo por tu respuesta hacia el amor redentor demostrado en la cruz
del Calvario. ¿Has depositado ya tu fe tan solo en Cristo como tu Salvador y portador
del pecado? Si no lo has hecho, no menosprecies la longanimidad de Dios, pues las
Escrituras exponen claramente que esta maravillosa paciencia ha de llegar a su fin un
día, y que tal vez sea más breve de lo que juzgas:
“…ahora es el tiempo acepte; he aquí, ahora es el día de salvación” (2ª
Corint.6:2),
y la palabra “ahora” significa este mismo día en el cual estás leyendo estas líneas,
no mañana o el futuro en el cual ya no puedas saber o contar con certeza. No olvides
que el Salvador dijo, “Aquel que viene a Mí, Yo no le echo fuera” (Juan 6:37).
Él promete recibirte tal como tú eres, así, pues, ¿qué te impide acercarte a Él en la
simple fe EN ESTE MOMENTO?
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