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LA MAMA TOYA

Sentados en un mirador del Camposanto Monteolivo Gonzalito, mi hijo y yo, admirbamos la Cordillera Oriental Que majestuosidad! Desde el Cotopaxi hasta el Imbabura. Al mismo tiempo tratbamos de localizar las distintas poblaciones que remendaban de blanco y rojo el Valle de los Chillos, el volcn Ilal y tras de l: Alangas y Pintag.

-Yo, siempre he querido tener un pedazo de tierra por Pintag. - Me deca Gonzalito sealando el posible lugar.- Que curioso! Le deca yo El dicho popular de: La cabra siempre tira al monte. Sabas t que esas tierras, precisamente, fueron de nuestros ancestros?- T siempre me hablas de tus ancestros; pero, nunca me has contado formalmente de ellos; me hablas de la mamita Toya y tampoco lo has hecho formalmente.- Sabes? Es un poco difcil hablar de ellos cuando la nica fuente han sido precisamente los que ya no estn.- Parece que yo he sido el ms interesado en atar los relatos de cada uno de ellos.- Te voy a contar lo que el bisabuelo Pedro le cont a mi abuelo Prudencio y ste a mi padre Jorge. Adems los recuerdos de lo que pap me contaba, lo que me refera mi madre, la mamita Toya, el Danielito, la Blanquita, la Miche Nieto y otros parientes.-Decan que:

Jacinto el viejo huasicama de mi abuelo Prudencio, sentado en un tronco de eucalipto al pie de su choza; entrecerrando sus viejos ojos como en una ensoacin, miraba como la tarde se iba despidiendo mientras el sol pintaba de rojo las nieves del Antisana, el viento peinaba suavemente la cabellera dorada del pajonal, una trtola zuriaba cerca de su nido en la enramada del guabo.

Esa era su tierra, all haba nacido, all haba nacido su taita y tambin su abuelo y, quin sabe cuntos antepasados que desafiaban la memoria. Soles y ms soles, inviernos y ms inviernos, fros y ms fros. Y, ms arriba el pramo con ese viento filudo que se mete hasta las costillas. Y, esa soledad inmensa que hasta ensordece y uno se encoge como cuzo y se siente pequeito, pequeito, como la nada. Pero era su tierra, y la quera como si fuera su mam. No conoca nada ms. Solo el pueblo; all abajo: unas pocas casas, una media iglesia y una grande pobreza.

Hasta para bajar al pueblo haba que meterse en ese camino del diablo que hasta las bestias corran el peligro de romperse una pata.

Pero era su tierra y la amaba por sobre todas las cosas. Por eso, no haba querido irse cuando el patrn Prudencio quiso llevarle para que cuidara alguna de las tierras que tena en Sangolqu. Pero el patrn haba comprendido; porque l tambin amaba esas tierras y, le dej aqu en Pintag. Eran tierras que el patrn haba heredado de su padre el Amo Pedro.

Apenas se acordaba de l; pero, el recuerdo que tena de l era de veneracin, de miedo y admiracin. Recordaba que saba venir el rato menos pensado, montado en un caballo grandote que no se estaba quieto ni un ratico; con unos cascos grandotes que, cuando se enred con la batea de la comida de las gallinas, de una patada la hizo aicos y le mand por los aires. Era un caballo de cuartel, y es que Amo Pedro era militar. Tena un uniforme requete lindo: colorado, con unos bordados negros que hacan juego con los botones dorados.

Era bien serio, nunca se rea, tena el pelo y el bigote grandote color candela. Cuando a uno le quedaba viendo con esos ojos azules que le salan chispas: daba miedo.

El mismo patrn Prudencio siendo su hijo y nico varn y por tanto el mayorazgo de la familia, se vea que se pona nervioso cuando le tocaba acercarse para saludarlo. Luego se entraban a la casa a conversar y seguramente a dar cuenta de cmo andaban las tierras.

Casi siempre se quedaba un da o dos antes de regresar a la ciudad, al cuartel y a su familia que ahora vivan en la ciudad. Otras veces, slo se quedaba unas horitas. Taita deca que se iba a rodear las tierras que tena en San Pedro de Taboada, Capelo, Jatunpungo, Curipungo y no s qu ms. Amo Pedro era bien rico. Tena las tierras entregadas a mayordomos, al partir, con papel como se deca a compadres o parientes pobres.

En un principio la vida de la familia fue rural; pues, la profesin de militar y sus exigencias haca sumamente difcil que l mismo se encargara de administrar las propiedades y entonces, la nica alternativa fue que mi bisabuela Agueda quedara con ayuda de los mayordomos, a administrar las propiedades y cuidar a la familia.

Doa Agueda Ortega gobernaba su casa con celo y disciplina. El aire del campo, la libertad, el ejercicio iba modelando el carcter, el fsico de sus hijas que crecan donosas; con el Temor de Dios y el qu dirn, mientras el hijo varn creca arisco y voluntarioso.

La bisabuela pronto se dio cuenta que las hijas iban creciendo y era hora de buscarles destino.

Los padres decidieron que era impostergable el trasladarse a la ciudad. Prudencio ya podra encargarse de la administracin de la propiedad y quedara en Pintag.

Pronto aquellas criaturas conquistaron a una sociedad y entonces: amistades, paseos, bailes, comenzaron a ser frecuentes; como frecuentes fueron los jovencitos que buscaban familias honorables, de medios y buenas para sentar cabeza como se deca entonces.

Fue as como Dominga, la primera hija se cas con Ignacio Benalczar; ya un artista imaginero de gran prestigio cuyas obras era solicitadas no solo en el pas, sino tambin en el exterior, principalmente en Espaa e Italia.

Dolores tambin formaba familia: primero con un seor de apellido Larco y despus con otro de apellido Garzn. Yo conoc a Segundo Garzn que tena un aserradero, y mi padre me contaba que la hermana, doa Elvira la de los quindes tena en su casa de San Pedro de Taboada, en el patio, como si fueran gallinas, los quindes y los pjaros que la seguan y ella les daba de comer en su mano.

Mientras tanto Domitila se haba casado con un extranjero de apellido Klinger, que viajaron al extranjero y nunca ms se supo nada de ellos.

Prudencio mi abuelo mientras tanto, se haba quedado en Pintag; pero, cada vez con ms frecuencia frecuentaba las propiedades de Sangolqu. l nada quera saber de seguir la tradicin de hacerse militar como el padre y ms bien aprenda oficio le encantaba la herrera y tambin encontr con quien casarse: doa Mercedes Carrera de las mejores familias de Sangolqu con quien form familia y de paso cumplir su sueo de tener un taller de herrera; su fragua, su yunque y su mandil. Pronto hizo amistad con los terratenientes de las haciendas del contorno hasta que, se cuenta, que el mismo presidente de la Repblica le encargara dirigir todo lo que de hierro estaba hacindose en la ciudad.

Una sociedad sumamente pequea, estrecha, con normas morales rgidas, con principios y valores extremadamente sobredimensionados; unidos a un carcter intransigente, un concepto de la responsabilidad y la prepotencia paterna como norma llevadas a extremos inimaginables iban creando una suerte de desaliento, descontento y angustia en aquel hogar que trataba de enrumbar al abuelo Prudencio.

En esos tiempos los hijos tenan que seguir lo que el padre sealaba como lo mejor y, el abuelo crea que las hijas tenan como mxima aspiracin el matrimonio y los hijos, un oficio, que mejor que seguir lo del padre. El hijo no poda opinar y en algunos casos solo era un criado sin sueldo que no tena derecho a buscar su camino.

La disciplina del hogar tena que ser rgida, inquebrantable aunque para imponerla se llegue al castigo material y a veces hasta la brutalidad. De tal manera que no slo los sermones, los consejos sino hasta los castigos fsicos eran la regla, hasta la ms pequea falta era castigada severamente.

Y, el abuelo que crea que slo el castigo fsico podra formar el carcter de sus hijos; llegaba hasta el extremo de amarrarlos al poste del patio en la casa paterna y, all flagelarlos hasta verter sangre de la espalda del hijo o, que cayera desmayado. De nada valan los ruegos de la abuela ante tanta brutalidad y a veces cuando intervena reciba indirectamente el flagelo.

Se dice que mi abuela era felizmente el otro lado de la medalla, era: apacible, suave, cariosa, generosa y buena. Consolaba a sus hijos y aconsejaba para que no vuelvan a ser castigados. Pero en los varones se fermentaba ideas de rebelin y huda.

Fue as como un da Ulpiano, el primero de los hijos anocheci y no amaneci en la casa paterna.

El llanto diario, continuo y callado de la abuela Mercedes, oblig al padre a buscar al hijo que, l crea se refugiara en cualquiera de las propiedades; pero, nada! Entonces comenz el peregrinaje donde las familias; pero nada! Tal vez en Quito; nada! Ulpiano no apareci por ningn lado.

La abuela crea incluso lo peor! y su llanto mudo era el reproche de todas las horas de todos los das.

Ulpiano haba optado por refugiarse donde un maestro carpintero del lado de la Colmena. El nico que saba fue Carlos, el segundo hermano; pero pronto supo doa Mercedes su madre y sus hermanas.

En un principio Ulpiano comenz a ayudar al maestro para pagar el refugio. Sala los fines de semana por los barrios cercanos para buscar algo mejor.

Con una instruccin menos que mediana era imposible. Quera ser joyero, pero, era un oficio muy hermtico que, se pasaba de padres a hijos. Podra aprender a linotipista; pero, pareca de lite y adems se necesitaba la ortografa y algo ms.

Al fin, acab resignndose a aprender la carpintera y all se qued. Muy pronto hallara quien le consuele y se cas. Form una familia con doa Aurora Jimnez que le dio hijos e hijas. Tuve la suerte de conocer a algunos de ellos como el ingeniero Miguel Arias que casi era fsicamente igual a mi padre y casi de la misma edad; a Manuel que era exactamente Jorge Arias pero recortado las piernas; a Romelia y Mercedes que para variar tambin eran profesoras. Las conoc porque frecuentaban a la mamita Toya.

Ms temprano que tarde por el taller de Ulpiano asom Carlos, el segundo hijo que tambin haba huido ante la severidad del padre. Ulpiano fue su refugio y tambin su primer maestro; pues, ante la situacin se haba resignado a seguir el mismo oficio y el mismo camino de su hermano mayor. Tambin l habra de encontrar consuelo muy pronto y se cas con doa Delfina Salazar que le dio una prole muy numerosa. Tambin conoc a algunos de sus hijos, precisamente que visitaban a la mamita Toya, el presbtero Luis, a Blanca y Esther.

Parece que esta situacin influenci decididamente ms tarde y quin lo creyera a que hasta los actuales das, no conozcamos o conozcamos muy poco de estas familias que se han aislado voluntariamente.

La suerte de las mujercitas hijas del abuelo Prudencio y la abuela Mercedes; sigui un derrotero muy diferente.

En esos tiempos, la vida en el medio rural era muy dura. Un cdigo de tica social muy estrecho haca que las familias llevaran una vida muy aislada. La norma moral era muy rgida; la mujer era la depositaria de la honra familiar y, sta misma era muy frgil por lo severo de las costumbres, de tal manera que cualquier quebranto de ellas era castigado muy severamente; por ello, era que se limitaba al mximo las relaciones sociales y, cuando las haba, a ms de la vigilancia materna, de ayas o parientes, las nias tenan como terribles vigilantes de su comportamiento: el temor a Dios y, al qu dirn.

Todo ello se reflejaban hasta en las costumbres, en el vestir, el hablar, andar, etc. Se usaban los vestidos largos hasta cubrir los tobillos, el cuello, los brazos; se tena que hablar despacio y no muy alto; el andar tena que ser a pasos cortos y modulados; las mmicas pausadas y escogidas.

Por las noches despus de la cena, obligacin de toda la familia reunirse para rezar el rosario; para agradecer a Dios por el pan y el cobijo dispensados, a pedir por la salud de la familia y sobre todo por el padre de la casa.

Terminado el rito y a la luz mortecina de un candil o de las velas, la chiquillada y los criados sentados en el suelo se aprestaban a escuchar los cuentos de los mayores y cuando el cuento era de miedo, sobre todo los chicos, imperceptiblemente iban estrechndose unos a otros con los ojos muy abiertos y a veces temblndoles las rodillas.

Ya en sus camas, sobre todo las mujercitas, entre sbanas empezaban a pasarse los secretos de cada cual.

Los das domingos, eran esperados toda la semana: da de ir a or la Santa Misa, da de ir emperifollados. Las mujercitas tenan la oportunidad de ir emperejiladas: con su vestido nuevo, un peinado especial, o una cara nueva si haba que deslumbrar a algn incauto. Si tenan alguna cita, siempre con el permiso materno y acompaada de alguien poda asistir pero siempre guardando las distancias.

Las primeras letras, que a veces eran las nicas, las daba taita curita; sobre todo a aquellos nios cuyos padres no podan pagarse un profesor. Claro est, junto con el catecismo y la doctrina.

Ms tarde, los varoncitos seguan el oficio del padre o el negocio de la familia. Sin embargo, en el pueblo, los mestizos y los indgenas casi nunca terminaban el ao escolar, pues abandonaban las clases para ayudar a los padres en las siembras o las cosechas.

En la sierra, sobre todo estos pueblos sumamente pobres vivan de las pocas oportunidades que daban las haciendas de los contornos y, en Sangolqu, de las oportunidades de las fbricas como del Progreso que haca cigarrillos y escobas o de Chillo Jijn que haca tejidos y donde se empleaban a los jvenes de las familias ms o menos. Estas actividades daban vida al pueblo; aunque, una vida precaria y miserable que haca que existiera un artesano familiar e insignificante.

Haba familias que de una u otra forma haban heredado tierras que explotaban; pero desgraciadamente sin mayor sentido comercial; para el consumo familiar y tal vez para un pequeo consumo local. Mi abuela Mercedes dicen que tena la costumbre cuando regresaban de las cosechas de las propiedades de la familia, haciendo arriar una pequea recua de mulas, ir repartiendo a las personas muy pobres del pueblo: maz, papas, arvejas, frjol y cuantas cosas ms se daban por all. Cuentan que, era tan buena que a la hora del almuerzo, se vea a varios de sus criados que, llevando portaviandas de comida, cruzaban el pueblo hacia las casas de personas que no podan valerse de por s, a enfermos que no tenan familiares, a ancianos que no podan salir a recibir lo que se reparta. Ya eran conocidos el Pedro, el Pablo, el Antonio, la Bethsab, la Umbelina. No era raro que las familias de alguna comodidad tuviesen varios criados; as parece que se aliviaba en algo la pobreza del pueblo a la vez que tenan ayuda para criar los hijos y tambin para el menaje de la casa.

Deca: que la suerte de las hijas mujeres haba sido distinta y mejor que la de sus hermanos varones. Contra la creencia general y la costumbre inveterada de que: el destino mejor para las mujercitas era el matrimonio; mi abuelo rompiendo costumbres y mitos antiguos decidi darles educacin. As fue que las intern en el Colegio de los Sagrados Corazones. Para que aprendan estas costumbres con el nuevo roce social, para que aprendan otras actitudes; para crear en ellas nuevas ambiciones, aspiraciones; sobre todo, viendo la gran diferencia del vivir en el pueblo y en la ciudad.

Susana, Victoria y Ventura tuvieron que vivir la experiencia con dolores y quebrantos que significaban las nuevas situaciones; pero sembr en ellas la confianza de que podan valerse por s mismas, la ambicin de ser alguien y mejorar y sobre todo la independencia de la casa paterna.

Fue as como entraron en el Instituto Normal para ser maestras de escuela.

No les import la polvareda que levantaron en el pueblo donde: es un paso inaudito deca el seor curita , el seor Prudencio no le ha importado el botar la plata decan las beatas y las personas envidiosas ; qu valientes comentaban los ms sensatos . Y comienzan unos a aislarlas, mientras otros las saludan con gran respeto y consideracin.

Para ellas no debi ser tiempo fcil el que tuvieron que pasar viviendo en el hogar de doa Dominga mientras estudiaban en el Instituto para graduarse de profesoras. Si bien la condicin econmica del to Ignacio Benalczar era de buena holgura, era tambin cierto que ese hogar se haba constituido en la llegada y permanencia de cuanto pariente que no viva en la ciudad tena que trabajar y estudiar y claro est, ms an los que enfermos de algo tenan que permanecer cerca de hospitales o casas de salud que no haba en el campo.

Pero era tanta la gente que llegaba y permaneca en su casa, a veces por tiempo indefinido que, doa Dominga que de naturaleza era econmica, tena que extremar el gasto de la casa. Resultado que, la gente, principalmente de escuela, tena que pasar necesidades, incluso las sobrinas mujercitas ya que no haba preferencia para nadie. Por eso, contaba mi padre que con sus sobrinos Miguel y Manuel incursionaban con alguna frecuencia en la despensa de ta Dominga y hasta en el stano donde to Ignacio tena guardado su tesoro.

As pas el tiempo hasta cuando Susana primero y Victoria despus, sacaron sendos ttulos que les habilitaban como profesoras de escuela.

Por dificultades en su anhelo de independencia paterna seguan; pues, en esa poca era muy difcil encontrar una plaza de profesora ya que, casi el nico que las empleaba era el Estado, los establecimientos particulares eran muy contados, por consiguiente las vacantes eran casi nulas. Ni en el pueblo, ni en la ciudad haba colocacin. Alguien les sugiri buscar en provincias. Aunque ello significaba una serie de problemas y no muy fciles; su voluntad de auto-valerse hizo que ta Victoria optase por una plaza en Salcedo, y Susana tena la oportunidad de casarse.

Susana era una muchacha muy bonita: rubia, de ojos claros, alta, delgada, de talle muy hermoso. De carcter voluntarioso pero suave y dulce; pronto haba hallado con quien casarse. ste era un caballero acomodado, especie de banquero que adems comerciaba en cueros y suelas con Panam. Se llamaba Segundo Nieto.

Ventura, la menor de las mujeres, era quiz la ms bonita: blanca, de cabello castao claro ondeado, de ojos claros. Era un tanto caprichosa.

Tendra quiz quince o diecisis aos cuando en el pueblo, desoyendo las advertencias del peligro de subirse como los varones a un rbol de guabas; se subi, con tan mala suerte que se cay y se fractur la columna vertebral. Esto marc toda su vida de dolores y amarguras que acab viviendo pegada al hogar de Bertha Arias, nieta de su hermano Carlos.

Victoria: la intermedia, de tez triguea clara, pelo negro, ojos negros y profundos, de mirar visionario, la menos bonita de las tres; de un carcter voluntarioso, fuerte, inquebrantable. El destino le seal como el eje sobre el cual girara parte de la familia Arias.

Su carcter independiente y orgulloso no slo imprimira su huella en sus hijos sino tambin en las personas de su entorno.

Quera vivir su vida, comenzar de cero; no importaba que sus padres tuvieran comodidades; ella se labrara su propio destino.

Fue as como acept una plaza de profesora en Salcedo. Una poblacin un poco distinta a Sangolqu; pero, igual de pobre y miserable. Para remate la escuela estaba lejos de la poblacin y a donde haba que llegar por un camino de tierra bastante descuidado que, en invierno formaba un lodazal intransitable; donde cada paso que se daba haba que regresar a rescatar los zapatos que quedaban atrapados en el barro.

El gobierno exiga en aquel entonces que el profesor se involucre en la comunidad; por tanto, el profesor tena que vivir all; pues, con el seor cura, el teniente poltico, el telegrafista y a veces alguna persona notoria del pueblo, formaban una junta que se encargaba de la marcha del pueblo, hacer reclamos, organizar desfiles, etc.

La vida de una profesora en aquellos parajes era bastante dura: ocupaba una pieza en la misma escuela y en ella haca de dormitorio, cocina, lugar para sus libros, sus cuadernos, guardarropa y oficina.

Su quehacer no se limitaba slo a ensear a los alumnos; tena que cocinar su comida, lavar su ropa, arreglar su pieza y tener el aula limpia y presentable. Ms an, siendo un medio lleno de tantas necesidades, tena que hacer de mdico, enfermera, consultora sentimental y matrimonial.

Su vida, tena que ser transparente y ejemplar, cualquiera de sus actos que no estuvieran con las costumbres del lugar era criticado, no slo por las gentes sino a veces hasta por el seor cura. En sus tiempos se crea que los profesores eran ateos, propagandistas del liberalismo; por eso eran miradas con mucho recelo por la poblacin. Esto limitaba ciertamente y mucho, cualquier intento de vida social.

Casi todos los pueblos de la sierra carecan de carreteras y medios de transporte.

La mayora de la gente usaba acmilas; de all que los viajes de una poblacin a otra se hacan sumamente largos y peligrosos; ms an, para aquellas personas sin dinero, tenan que movilizarse a pie.El erario nacional era tan pobre que, los cuarenta pesos que ganaba una profesora, se le pagaba con bonos del estado para fechas futuras y los pobres maestros para sobrevivir tenan que negociar dichos bonos donde los chulqueros, quienes, segn el tiempo o fecha de pago compraban hasta con el cincuenta por ciento de descuento.

Esta situacin, me contaba mi padre, de enorme estrechez, sacrificio y trabajo desmedido haba quebrantado enormemente la salud de su hermana. Padeca al parecer de una afeccin heptica complicada con una congestin pulmonar. Desesperada le haba llamado a su hermano menor pidindole ayuda. l acudi y al ver semejante cuadro, haban concluido que necesitaba urgente atencin mdica de la cual el pueblo careca en absoluto.

Desesperados decidieron trasladarse a la ciudad. Carentes de dinero se pusieron en camino a pie. Era tanto el quebranto de ella que, el camino lo hicieron tramos a pie y tramos cargndole l; deca hasta ahora no entiendo como pudimos hacer semejante barbaridad tan larga y tan difcil. Llegaron donde Carlos, un hijo natural del to Carlos hermano de mi padre que era un enfermero de un cuartel. l le cur y as pudo regresar a su trabajo.

Al poco tiempo se casaba con Daniel Salazar: telegrafista que result muy aficionado al licor, el juego, los gallos y algo ms; pero, es bueno, callado y al parecer un tanto dbil de carcter.

Vinieron los hijos: primero Blanquita y luego Gonzalo. Con ello, nuevas exigencias, aumento de necesidades; pero Daniel descuid casi totalmente el hogar. Entonces, ta Victoria ve que el hogar se resquebraja. Alarmada se despierta en ella un espritu de lucha. Logra que le trasladen a trabajar en Sangolqu: primero ella y luego tambin a Daniel. Ella ambiciona mucho ms: quiere trasladarse a la ciudad.

El seor Nicols Espinoza, una persona muy amiga de la familia que trabaj y ha sido el empleado de entera confianza del seor Jacinto Jijn, dueo de la fbrica de tejidos de Chillo ha emprendido en el negocio de buses para pasajeros de Sangolqu a la Capital.

Daniel no puede sostenerse en el empleo por su mucha dedicacin a la bebida. As, se crea una situacin desesperante en la familia. Victoria ruega al seor Nicols Espinoza que le ayude. l, le nombra administrador de su flota de buses que viaja a Quito. Pronto se hace necesario un administrador en la Capital y pide a Daniel trasladarse a vivir en Quito. Victoria logr su traslado a Quito y ya los vemos viviendo en un departamento de la casa de la familia Escalante en el barrio de la Tola.

Todo es nuevo para la familia Salazar Arias: el aire que respiran tiene perfume, s, perfume de progreso, de frentes levantadas y de pasos firmes. Tambin tienen rostros de preocupacin, de seriedad. Victoria embebida del espritu de sus profesores alemanes, sabe que los compromisos hay que cumplirlos, que la palabra empeada vale ms que cualquier documento.

El arriendo del departamento es con mucho ms costoso que el del pueblo. Ahora percibe que aquella generosidad de los padres de familia que all en el pueblo no le faltaban con obsequios de huevos, aves, cereales, hortalizas que sin ser continuos constituan una buena ayuda a la despensa. Ahora desde el vestido de sus hijos tendr que ser el que ordenen en la escuela; ellos mismos tendrn que andar siempre enternados.

Pero, hay una cosa maravillosa: ha logrado arrancar a Daniel de aquel medio pueblerino, del crculo de amigos que indirectamente le tenan secuestrado, le inducan al juego y la bebida. Hoy est entusiasmado con su nuevo empleo que lo tiene prcticamente ocupado todo el da. Incluso hoy se preocupa de la escuela de los chicos, de su presentacin personal; ms an hoy colabora en el sostenimiento del hogar.

La preocupacin econmica pasa a segundo grado: Dios proveer. Sabe que Dios ayuda a los que se ayudan; y, vaya que ella se ayudar. No sabe cmo; pero se siente fuerte, se siente que est en el camino del triunfo. Para ella, se ha cumplido una etapa de su sueo: ya est en la capital, ya tiene a su marido enrumbado; pero por sobre todo corre como nunca por sus venas tumultuosa la sangre de sus ancestros que le gritan, que le recuerdan que le dieron generosamente su sangre, que todos antes que ella la respetaron y muchos la dieron brillo y nombrada, que es una Arias Carrera.

Y, en una oracin muda, con una uncin mgica, se ve en medio de sus antepasados y, es su abuelo Pedro que, con una solemnidad de soles, de truenos y de vientos acepta su juramento: Sers la grmpola sagrada que envuelva nuestro apellido con los valores: honradez, trabajo y valenta y con aquella divisa siempre adelante.

No tiene miedo, se sabe mujer; pero sabe tambin que no est sola, que tiene siglos de historia tras ella y que aun as: el apellido no ha muerto.

Ella triunfar! Y los suyos triunfarn y, los dedos de los aos contarn otros y otros siglos.

No tiene miedo. Hoy, hay que seguir adelante. Con un coraje de leona parida ve a sus hijos: son lindos, merecen lo mejor, no importa cmo, les inscribe en los mejores colegios: los Sagrados Corazones y el San Gabriel. Se siente capaz de afrontar dicha situacin ahora que tiene a su Daniel a su lado. Ella aspira a que esos colegios les permitan a sus hijos aprender nuevas costumbres: que asimilen hasta el dialecto de otra esfera social, que hagan nuevas amistades. Que los nuevos profesores rectos y exigentes inculquen en los hijos los verdaderos valores morales: disciplina, responsabilidad, el amor a la verdad, la perseverancia, el estoicismo que buena falta est haciendo.

As comenz el nuevo peregrinaje en la ciudad. Felizmente los dueos de casa son personas muy amables que les han incorporado a su crculo y han extendido sus amistades.

Daniel tambin haca progresos; pues, el negocio iba muy bien conforme la gente iba acostumbrndose a utilizar buses.

Va aprendiendo el negocio y se percata que cierto crculo de familias utilizan poco a poco los automviles. Hace amistad con un seor de apellido vila medio emparentado con una familia Prez de Sangolqu, que ya tiene un automvil de alquiler en la Plaza Grande. All, se da cuenta que an empezando es un buen negocio y quiere tener l tambin la oportunidad.

El seor Nicols Espinoza ya le conoce por muy honrado y muy cabal y se ofrece ayudarle a don Danielito como lo llama.

Es as como de la noche a la maana aparece un nuevo inquilino en el portal municipal de la Plaza Grande: hombre alto, delgado, serio y cabal que refleja en su semblante honradez y pulcritud. Aparece tambin un nuevo taxi: nuevecito, de color negro y de marca Nash; y dentro se ve un nuevo chofer: el Meneses. Este es pequeo, trigueo y tan serio como su patrn.

Este sera el do, la semilla que empez a dar los frutos.

Don Danielito est siempre desde las ocho de la maana. Una silla apegada a la columna del arco del portal, un telfono milagrosamente sujeto a la misma columna son toda su oficina. Apenas se da tiempo para irse a almorzar. La tarde a veces con un sol candela le tiene fatigado, se sienta en su silla, casi no se da cuenta que ha entrado la noche y arrimado a su columna, solo, envuelto en su abrigo azul, slo el brillo de su anillo permite saber que est all. Los inviernos son crudos y crueles; pero ah hay ms trabajo; y l est contento con su negocio y su nueva vida.

El seor vila, su vecino del portal poco a poco le va enseando los secretos del negocio; cmo y cunto hay que cobrar por una carrera segn la distancia y el tiempo empleado; como tiene que ir formando una clientela; pues, sus usuarios son generalmente gente escogida, de medios, muy respetuosos y afectuosos. Algunos de ellos ocupan el carro todos los das, otros hacen viajes a Latacunga, Ambato, Riobamba, Ibarra y hay que saber poner tarifas. Aunque la competencia no es mucha, hay que saber mantener al cliente.

Como Don Danielito es una persona inmejorable, juntos con el cliente viene el amigo. De ah una clientela selecta y una amistad entraable.

Tiene que aprender que con un galn de gasolina se recorre ms o menos tantos kilmetros y que tantos kilmetros deben dar tanto dinero. Que el precio de una carrera en invierno o por la noche cuesta ms; que el tiempo aunque el carro no est andando, cuesta. En fin, todos aquellos pormenores tiene que ir aprendiendo poco a poco.

Otro captulo a saber es: el chofer. Tienen miles de argucias para justificar gastos extras, muchas veces en contubernio con el mecnico muestran piezas viejas de repuesto que dizque han tenido que cambiar. Todo ello debe tratarse con un tino muy especial; porque, si ms se cuestiona o exige, ah le botan el carro y tendr que perder tiempo y dinero mientras buscan reemplazo.

Pero Don Danielito es una plata: es una persona de toda estimacin y el negocio sube, sube. Adems Don Danielito es una persona muy, pero muy econmica y ha logrado guardar algn dinerito que, aparece asimismo, de la noche a la maana un nuevo automvil; ahora, de color vino y dentro de l aparece un seor alto, colorado que se llama Garca.

El negocio sube y sube y Don Danielito guarda y guarda y, como por arte de magia aparece un nuevo automvil, ahora de color caf y de marca Dodge y lgicamente dentro aparece un seor blanco, alto que slo le conocer como: el Farol; por la forma peculiar de su cara.

Mientras pasan los meses y los aos, la vida ha ido sembrando tragedias y dolores; como que se cobrara por los beneficios otorgados.

Los hijos han crecido; pero, Victoria ha estado all para ensearles el camino: ese que dice adelante.

Blanca, de carcter apacible y callada ha seguido tambin la Escuela Normal y Gonzalo que parece ha heredado el carcter de la madre, ha entrado al Colegio Militar. Talvez siguiendo una tradicin familiar pues, su abuelo paterno es el general Salazar y su bisabuelo materno fue el mayor Pedro Arias Maldonado.

Esto que parece tan simple fue en cambio desde un principio toda una aventura que marc profundamente el hogar Salazar Arias.

En ese entonces el Colegio Militar era una institucin para la lite. All se formaba una casta social de un valor e influencia nacional enormes. Por ello, fcil es imaginar cmo sera de riguroso el escogimiento dentro de la misma lite sopesando antecedentes morales y sociales notables. Por otro lado aquel machismo tan asendrado en los hombres, era centuplicado en los militares; y ms an en aquellos jvenes estudiantes futuros oficiales que, tenan que demostrar coraje a raudales, resistencia fsica de atletas, una disciplina que casi rayaba en desprecio a la vida.

All, los oficiales instructores queran sacar hroes de cada uno de los cadetes ms valientes que los griegos en las Termpilas; ms fuertes y resistentes que un Sansn. Y, para ello crean que usando los castigos extremos era la solucin. Entonces, los cadetes sufran castigos que a veces rayaban en la brutalidad. Les metan un teque que as se llamaba al trotar alrededor de la pista durante horas de horas hasta que la pista quedaba sembrada de cadetes desmayados en el suelo. O le dejaban de plantn en una columna de cemento no mayor que el grueso de un poste para luz, que, estaba en medio de una piscina sin agua llena de toda clase de vidrios rotos. A veces caan desmayados a esa cama de vidrios con las consiguientes consecuencias que casi siempre necesitaban hospitalizacin. O los metan a la piscina hasta el da siguiente. O ms frecuente an eran los castigos en argollas, barras o trabajos forzados inhumanos. Pero, lo ms temido por los cadetes era: un domingo sin salida, o varios domingos.

Cuando no salan a casa un domingo, las pobres madres como golondrinas en alambre esperaban formaditas para que el Director o el oficial de turno les d alguna razn, generalmente era est castigado. Cuando por algn resorte descubran que estaba enfermo la angustia era inmensa.

Para entrar mismo ya admitido despus de haber superado las pruebas fsicas y de aptitud, era necesario llevar todo el equipo, que as se llamaba el menaje y dems cosas que necesitaban: desde aguja, hilo hasta candados; fuera del equipo propiamente como: uniformes, zapatos, toallas, interiores, etc.

No es muy difcil pensar que en aquella poca en que la familia casi careca de todo; era materialmente imposible reunir un capital semejante.

Victoria puesta entre su realidad y sus necesidades; no quera en su orgullo acudir a su familia que poda haber solventado esas exigencias; porque haba odo que murmuraban que: hay que extender las sbanas solo hasta donde se puede y ms bien prefera humillarse donde el seor Leopoldo Mercado que le entendera de sus sueos y congojas. Todo con tal de que el hijo corone su ilusin y llegue a lo ms alto Y, por qu no?

Tras sufrimiento sin nombre y angustias infinitas, al fin, el hijo coronaba la carrera como el Alfrez Gonzalo Salazar Arias.

Y bien? Las otras familias? Qu otras familias?

Para Victoria, desde la muerte de sus abuelos se haba dado cuenta que la vida ensea dolorosamente muchas cosas: la familia se haba dispersado, cada cual por su lado; pero, antes procurando llevar cada uno lo que ms poda o apeteca sin miramientos ni sentimentalismos, que en asuntos de dinero y econmicos no hay parientes, ni amigos, sino el mayor inters. As, sus tas Dominga, Dolores y Domitila junto con sus cnyuges cogieron lo que ms pudieron sin mirar ni familia, ni apellido.

Felizmente Prudencio, su padre, pudo preservar lo que directamente estaba administrando. Pero, la unidad familiar se haba roto y el nombre de los Arias quedaba solo en manos de Prudencio Arias Ortega, su padre.

Fue as, como cada uno de ellos y sus descendientes fueron formando grupos o clanes llevados ya por intereses afines, relaciones sociales, comunes o amistad.

Pero esto, al parecer contagi a Ulpiano Arias y su ncleo de Jimnez, al igual que al ncleo de Carlos Arias y Delfina Salazar. An ms las familias de ambos hermanos se entendieron de maravilla y formaban un solo clan.

Aun ms en las familias Arias Carrera, despus de la muerte de los abuelos Prudencio y Mercedes se ve como Susana y su esposo Segundo Nieto se aprovecharon de la circunstancia y se beneficiaron con lo que ms podan coger. Victoria, cuyo carcter orgulloso y desinteresado, apenas qued con una muy pequea heredad. Los verdaderos desheredados fueron Jorge mi padre que era menor de edad y Ventura que por su invalidez qued completamente desamparada; tanto que acab refugindose en el hogar de Bertha Arias Hernndez hija natural del hijo de Carlos.

Entonces Victoria, mi ta, prcticamente se hace cargo del ltimo de los hermanos y acta como una verdadera madre; primero de soltero y luego de casado, siempre andara a su rededor. Labor que lleg a extender hasta nosotros.

El traslado de la familia Salazar Arias a Quito, los vientos de buena fortuna hizo que algunas de las familias se acordaran que tenan algn parentesco con mi ta Victoria y comenzaron a visitarla; cada vez con ms frecuencia y cada vez en mayor nmero.

Pero quien haba quedado en el pueblo era su hermano menor; el que fue perjudicado al mximo de la herencia familiar. No tena sino su oficio como respaldo econmico y, en un pueblo semi-muerto, eso no significaba nada. Adems el carcter explosivo y su naturaleza despreocupada que, a mi ta le pareca irresponsabilidad, le haba llevado al mximo de pobreza que ella vea que rayaba en la indigencia. Arrastrando a su mujer y a sus hijos a una situacin sin nombre.

La ta Victoria con sus obligaciones y su familia no le permitan cuidar del hermano como ella hubiese querido, pero hallaba tiempo aunque de tarde en tarde y vena a Sangolqu.

Ella haba sufrido tragedias sin nombre como la muerte de su hijo. S su hijo! No slo que haba muerto sino que haba muerto lejos, lejos de sus ojos y sus brazos, donde su voz y su llanto no pudieron amortajar aquella parte, parte de sus entraas, aquel que significaba el todo de su vida.

En un da del mes de Julio en 1927, all en Porto Rosas en Italia; cay al mar con el avin que piloteaba. Era un alumno destacado de la Escuela de Aviacin de Camer. Haba recorrido con honores todo el proceso de aprendizaje y entrenamiento; ahora volaba solo, sin instructor. Aquel aciago da segua haciendo pruebas acrobticas dentro del programa de acrobacia area sobre el mar y, el rato menos pensado se precipit fatalmente al mar.

Pasaran algunos das de bsqueda y rastreo hasta que lograran encontrarlo y rescatarlo. Aqu, la terrible noticia haba sumido a la familia en el ms amargo duelo. Se iba el paladn; no slo de la familia sino tambin del pueblo que lo idolatraba, no slo porque se haba superado en forma increble sobre la pobreza, el medio social, la brutalidad de una instruccin militar; sino por su carcter alegre, sano, bondadoso, sin egosmos; su personalidad franca, leal, honrado y compasivo; por su espritu que haba heredado de su madre lo emprendedor y luchador que siempre miraba hacia adelante.

Seguramente estas mismas cualidades personales y otras de carcter profesional veran sus superiores que, le valieron para formar parte de la delegacin ecuatoriana que ira a perfeccionarse en Italia para la incipiente aviacin ecuatoriana que la formaban con otros oficiales de ms alto rango como Borja, Vlez, Valdez, Izquierdo.

Esta tragedia quebr, hiri, desesper y sembr de eterno duelo la vida de ta Victoria; pero, su carcter poderosamente fuerte y su responsabilidad como madre y esposa, hizo que con el tiempo fuera superando su tragedia. Incluso sigui pensando y preocupndose de su hermano menor que prcticamente qued en la orfandad. Ms an el carcter discipado, dira casi irresponsable de l; le haban llevado a una situacin sin nombre. Basta decir que, con el fin de hacer un matrimonio de campanillas, haba vendido una casa y terrenos que le haban dado como herencia quedando en la inopia ms absoluta. Dizque criaba gallos de pelea y en las peleas de sus gallos apostaba hasta lo que no tena. Arrastrando a mujer e hijos en su miseria.

La ta Victoria con el fin de ayudarle, comenz trayendo a su casa a los hijos ms grandes; para educarles y alimentarlos sin importarle que esa carga ms enflaqueca el presupuesto familiar en s mismo ya estrecho; pues, haban hecho un esfuerzo muy grande para comprarse una grande casa que de ocasin venda un cura Ortega en el barrio de la Loma Grande que, para esa poca figuraba como el barrio de ms campanillas de Quito. Ciertamente ah vivan profesionales, militares, diplomticos, hacendados y hasta una pequea colonia de turcos y europeos.

A tanto haba llegado su desesperacin por el hermano que, an recuerdo la maana en que llegamos con nuestros cuatro tereques a la plaza de Santo Domingo. Yo, qued anonadado, no saba que nos pasaba, por qu estbamos all; pero vea a mis padres tranquilos y eso me tranquiliz tambin. En el mismo camin del seor Pinto que diariamente traa la leche a la lechera de la seora Carmelita Acosta y que la ta Toya haba fletado fuimos inmediatamente por unas calles que al comparar con las del pueblo, me parecan de gente millonaria, hasta una casa pequea, muy bonita del barrio obrero y de un seor medio gordo, pequeo, colorado, con el chaleco abierto que se llamaba Serrano y que yo enseguida me figur que era sastre; donde tenamos unas piezas lindas, luminosas, entabladas y hasta tenamos una cocina aparte.

La ta Victoria saba por experiencia propia que, la nica forma de hacerle cambiar a mi padre era: arrancndolo de raz de amigos, vicios y costumbres que le tenan en la miseria. Y, de un tirn le puso a su lado. Seguramente ella saba la enorme responsabilidad que se pona a sus espaldas; pero ella saba que poda triunfar, que tena que triunfar porque ella estaba acostumbrada a mirar siempre adelante.

Poco tiempo estuvimos donde el seor Serrano; pues creo que su plan era tenernos ms cerca y nos arrend un departamento a la entrada de la casa de al lado; ms tarde pasamos definitivamente a un lindo departamento del segundo piso.

Este fue el comienzo de una relacin que cambi nuestras vidas profundamente. Para comenzar, yo caa con sarampin y dizque me aislaron hacindome dormir en una banca, donde la luz del foco me daba en los ojos y me haca doler la cabeza una barbaridad. Mi ta Toya al enterarse me regal una linda pantalla de cartn prensado y de color dorado con unos motivos egipcios que yo qued encantado y muy agradecido de la preocupacin por m de la ta. As se atenuaron los dolores y poda seguir jugando con mi hermano Mario de pocos meses.

Pero a poco mi ta se llev a su casa a mi hermanito diciendo que poda contraer el sarampin, mas, yo creo que la preocupacin de la ta era el aliviar an ms a su hermano del gasto que significaba un beb ms en la familia. Total que cada da bamos dependiendo ms de su generosidad; pues, ahora tena que atender hasta a los hijos que estudiaban.

Mi padre avergonzado seguramente de su hermana y ms an creo de la familia, puso un taller en la casa de ta Victoria. Taller que an no contaba con clientela y eso desesperaba seguramente su carcter; por no poder atender su familia, aunque sea en lo ms elemental.

Pero la ta Victoria no s cmo se las arreglaba para hacer las cosas; lo cierto es que mi pap un da amaneci de comisario cuarto de polica. l deca que la cosa no era tan difcil porque si bien l no saba donde estaba parado, haba un seor de apellido Tilleras que haca de secretario; saba y haca de todo.

Poco tiempo haba de disfrutar del empleo; pues, en la primera reunin de comisarios con el intendente, se disgust con l y como poco le importaba el empleo, all mismo le mand a no s qu parte no ms y que se quede con su empleo y que bueno para seguir contando; la familia volvi a la misma situacin de antes.

En casa se comentaba las preocupaciones que ta Victoria pasaba por nuestra familia y mi pap deca: Toya es como una madre para nosotros. All creo que naci lo de la Mamita Toya que pronto se hizo su identidad para nosotros y creo para el resto de las familias.

As, poco a poco, al paso que bamos dependiendo ms de ella; las dos familias iban integrndose hasta ser una sola familia que viva en dos casas separadas.

Nosotros, nios al fin, acabamos aduendonos de la casa de la Mamita Toya y creo que tambin del corazn de la familia.

Poco a poco los vestidos, los estudios, el mdico dependan de su preocupacin. Incluso el futuro creo yo, ella lo tena planeado; pero pasaban los meses, los aos y con ello venan mayores necesidades y preocupaciones.

Pero, con el tiempo tambin vena su influencia que con escuelas y colegios venan formndonos a su imagen: ramos los heraldos orgullosos de su apellido; al tiempo que nos obligbamos a ser mejores, de ella aprendamos el orgullo de valernos por nosotros mismos, mirar siempre adelante. Los pequeos triunfos que logrbamos para ella eran condecoraciones porque ella nos haba inculcado el trabajo, la honradez y aquel estribillo T eres Arias, tienes derecho, puedes alcanzar lo que quieras iba hacindose carne en nosotros que; ms tarde, nos llevara a algunos de nosotros a alcanzar metas que nunca soamos y que por este lado haba dado brillo y orgullo al apellido al que Gonzalo Salazar Arias haba empezado a dar: hijo de una familia de escasos recursos pero con gran orgullo de raza haba alcanzado en una poca en que los triunfos y las situaciones brillantes solo era patrimonio de las grandes familias de lite. As, se formaron abogados, mdicos, arquitectos, ingenieros, profesoras, diplomticos, etc. Que formaron una diadema de orgullo de la Mamita Toya.

Tena una manera muy suya de mandar sin ordenar que, uno nunca senta como una imposicin; sino como una alegra de darle gusto a la Mamita Toya.

Haba hecho tantos bienes, tantos favores a tantas personas y en los momentos ms apremiantes que, todos calladamente adoraban a la Mamita Toya.

Mamita Toya y su familia hicieron de Mario, mi hermano menor, su hijo predilecto; sembraron en l tantos atributos, que muy joven ya era un arquitecto de renombre, concejal y candidato a alcalde de la capital. Merecidamente haba recorrido Europa, Norte Amrica, Sudamrica invitado por los gobiernos de algunos pases.

Como deca anteriormente: ella era capaz de ordenar sin ordenar y, por encumbrado que fuera el solicitado; siempre se apresuraba a complacerla.

As me haba pasado cuando cursaba el tercer ao de odontologa: ejerca el magisterio en la mejor escuela del pas, cuando vea la necesidad de iniciarme como estudiante en cualquier institucin donde pudiera adquirir una prctica aceptable. Yo haba comentado esto con la Mamita Toya y ella inmediatamente coga el telfono y deca:

-Arturo! El Ren est en tercer ao de odontologa y quiero que le des un empleo.

Al otro lado de la lnea telefnica.

-Bueno Mamita Toya! Dgale que venga maana a que hable conmigo.

Arturo Surez Nieto: hijo de Celina Nieto, mi prima, hija de ta Susana y Segundo Nieto. A la muerte de Celina, la familia se vio en la bancarrota y cada cual se fue a refugiar donde un pariente. Arturo que entonces cursaba los ltimos aos del Colegio Militar fue a vivir donde la Mamita Toya, hermana de su abuela Susana.

Como siempre, con toda la voluntad y cario la Mamita Toya le abri los brazos; y all vivi incluso los primeros meses cuando se cas con Paquita Albuja, estando de subteniente.

Arturo era un hombre con una inteligencia emocional muy especial: as lleg a ser cnsul en Seattle, embajador en Londres y Buenos Aires y tambin fue Comandante General de Polica.

As como Arturo, yo creo que cada uno de los que tuvimos la suerte de conocerla, tratarla y ms an siendo casi sus hijos, hemos de tener una serie de recuerdos, ancdotas que recordar, revivir y agradecer.

Pues, yo recuerdo cuando tena unos tres aos que mi mam tena una tienda pequeita donde doa Facunda Corredores y, casi al frente quedaba la herrera del seor Meja. El tena un hijo de mi misma edad. En unas navidades l me mostraba una trompeta que le haban regalado ese da. Yo le contaba alborozado a la Mamita Toya que haba llegado ese da seguramente trayendo regalos para mis hermanos. Ah me dio un sapito verde de lata que meta una bulla infernal. Para m fue algo tan significativo y oportuno que hasta ahora lo recuerdo con ternura. Eso, me haca acordar lo que mi hermano Jorge me contaba sobre la Mamita Toya: que cuando l tena unos cinco aos, una tarde que se mora de fro porque solo tena una camisita sobre el cuerpo y tiritaba, ella, ah se haba sacado la falda y le hizo ese rato un ponchito. Fue para l el regalo ms hermoso y que ms recuerda en su vida.

l, como el primer hijo de nuestra familia haba tenido que experimentar todo el mal carcter de mi padre; su rigor y su intemperancia o incluso aquella poca de pobreza extrema que minaron su salud de forma muy profunda, capaz de que cuando l contaba unos diez y seis o diez y siete aos sus pulmones sufrieron un quebranto que le mantuvo en cama una buena temporada. La Mamita Toya desde all y toda su vida de soltero, le mandaba todos los das un almuerzo especial.

Quin no recuerda las hambres de la escuela. Todas las tardes bamos a su casa despus de clases porque all nos esperaba el entreda como llambamos a nuestras raciones de tostado, pinol, o harina de cebada con panela.

Cuando estaba en el colegio, los compaeros compraban colaciones, melcochas en la tienda de la esquina y me brindaban. Pues, a m me daba vergenza nunca poder tambin brindarles. Pues una tarde, hora de almuerzo, fui donde la Mamita Toya a pedirle veinte centavos con el cuento de que tena que comprar un cuaderno. Ella, me mir con una cara que me dio vergenza y calladamente me dio los veinte centavos.

Ella quera que Danielito, su esposo, se involucrara en su intento de integracin de la familia y, nos enseaba a preparar unos ramos de ilusiones que l sola poner en el saln de sus taxis para alegra de sus clientes y que, nosotros los llevbamos el da domingo a la Plaza Grande. Estos gestos y muchos ms que la Mamita Toya haca visionariamente, acab hacindonos hijos del Danielito y l, un padre para nosotros.

Recuerdo que, salieron a la venta unas casas que el I. Municipio haba construido en el Barrio Obrero que quedaba al final del barrio de la Loma Grande. La Mamita Toya quera comprarnos una de ellas; pero, mi padre se opuso tenazmente a la compra. Nosotros creamos que era una locura oponerse pero l debi tener sus razones y perdimos esa oportunidad. l reciba muchas atenciones de su hermana que le adoraba: desayunaba todos los das all, estaba pendiente de cuando le faltaba una camisa, un terno para comprarlo; aunque l se resista y hasta peleaba para impedirlo; pero, ella seguramente conoca bien a su hermano y le compraba.

Un da una carrosa de la aviacin llegaba a la casa. Era el ao de 1938 y gobernaba el pas el General Alberto Enrquez Gallo Almeida, pariente del Danielito y de mi madre por parte de mi abuela doa Nicolasa Almeida. El general haba hecho las gestiones de gobierno a gobierno para la repatriacin del cadver de mi primo Gonzalo Salazar Arias desde Italia.

La cpula de la aviacin haba querido velar el cadver del Teniente Gonzalo Salazar en el casino de oficiales de la institucin; pero Danielito consigui para hacerlo en la intimidad de la familia. As, se dio oportunidad a que decenas de compatriotas, parientes, amigos de la familia, e incluso compaeros de arma vinieran a casa.

Se revivi aquel terrible dolor; pero ahora el hijo volva a casa y en medio del cario familiar se le despeda.

El da del entierro el barrio entero se vio invadido: una columna entera de soldados en uniforme de parada, los cadetes de la Escuela de Aviacin con sus cascos de ceremonia, los oficiales en sus caballos con las espadas desenvainadas, con sus cascos con sus penachos de duelo, delante de una carrosa negra y dorada tirada por ocho caballos que llevaban el atad con el cadver momificado de mi primo.

La banda de la institucin con sus acordes marcando el paso de duelo y el corneta tocando aquellos acordes tan impactantes de El Silencio .

Fue tan impresionante, tan conmovedor como tal vez hubiera sido aquel nefasto da. Era el homenaje al hroe que le despedan dentro de la patria.

No puedo imaginarme siquiera cmo se sentira Mamita Toya once aos despus de haberlo perdido.

Cuando yo tena once aos y haba terminado la escuela con honores y distinciones como el mejor alumno; nadie se interes para que yo siguiera la secundaria, solo mi hermano Julio se interes en hacerme concursar en por si acaso resulte el ingreso al Juan Montalvo donde l ya estudiaba. Al ser aceptado entre los primeros, fui donde mi padre a pedirle para la matrcula.

-Te presentaras pues?- S, me han aceptado y la matrcula vale seis sucres cincuenta.- Ah! Pedile a la Toya pues

As! A esa edad pude razonar Cunto dependamos de la Mamita Toya!

-Mamita: me han aceptado en el colegio Juan Montalvo y se necesita seis cincuenta para la matrcula.- Oh, que bueno! Pero ahora no tengo. Maana te matriculamos.

Aunque hoy parezca increble, hasta ya grandecitos creamos cierto que Pap Noel nos traa en Navidad los regalos y era donde la Mamita Toya donde nos dejaban. Pero, unas vsperas de Navidad, por la tarde Julio y yo nos habamos escondido en el patio de la casa para ver al Pap Noel que, como costumbre dejaba en la azotea. Para nuestro asombro veamos que Blanquita nuestra prima - y la Mamita Toya eran las que acomodaban los regalos. Una pelota cay al patio y Julio subi a devolverla.

De all para adelante cambiara la modalidad y, en nosotros muri un sueo que era muy pero muy bonito. Se dejaron de los juguetes y para nuestro gusto, cambiaron a comprarnos zapatos.

Si bien en el barrio y en la escuela haban nios que usaban zapatos todos los das, la generalidad de los guambras andbamos descalzos; pero, la verdad es que estbamos grandecitos y pasbamos pequeas vergenzas; como la que pasamos con Daysi Blanco Arias: una seorita requete linda que pareca estrella de cine: rubia, ojos verdes, alta, delgadita, con un andar de princesa y que nosotros, como de costumbre, entrbamos a la sala de sopetn, sin cuidarnos de nada; nos topamos manos a boca con ella. En seguida nos cay a besos y, nosotros despus de colorear un poco no sabamos donde poner los pies descalzos.

Daysi era una espaolita, seguramente la querida del seor Pitarqui: un seor pequeo, panzn, con terno de fantasa y leontina de oro; decan que era banquero. Mis tos haban hecho amistad con Daysi en Salinas donde estaban pasando vacaciones y, la espaolita se les peg como lapa y les vino siguiendo a Quito.

Bueno; volviendo a los zapatos, nos compraban en la Plaza del Teatro, en un local que le llamaban Las cuatro esquinas. No s si por ser baratos, cuando llova y se mojaban se desbarataban; por ello, cuando llova ms bien nos sacbamos los zapatos: primero, porque deban durarnos hasta las prximas navidades y segundo porque en verdad los queramos, tanto que la noche del da que nos compraban dormamos con ellos debajo de la almohada. Y, bueno, claro que los queramos porque a ms de darnos un orgullo chiquito; nos protegan.

En ese tiempo la calle de la Loma Grande era empedrada y, tropezar con pie desnudo en una piedra salida S que dola! Capaz de que uno cogido de su piecito lo soplaba hasta que calme el dolor. O, peor an era cuando recin pavimentaban la plaza de Santo Domingo; a las doce del da que salamos de la escuela, la brea estaba hirviendo y cuando se pegaba en los pies haca ampollas. Nosotros ya sabamos que, donde brilla la brea hay peligro y cruzbamos la plaza saltando.

Entre estas y las otras el seor Carlos Ruiz venda una casa recin terminada en la calle Madrid. Y, la Mamita Toya ni corta ni perezosa le deca:

-Ve Daniel: el seor Ruiz est vendiendo una casa aqu en la esquina. Si queremos asegurar la plata ha de ser de comprarle.

Ante aquella semi orden, el Danielito compr la casa. Entonces, lo ms lgico era que nos pasemos a vivir all.

Aqu entrenos, yo creo que el Danielito ni se ha de haber imaginado la maniobra de la Mamita Toya.

Para la tranquilidad de la Mamita Toya nos pasamos a vivir en la casa nueva, y propia y, todo cambi.

Cumpla los trece aos. A esa edad los nios pasaban a ser jvenes y haba la costumbre ceremoniosa que, dejbamos el calzn corto y nos ponamos pantaln largo. Se bajaba el pantaln se deca .

Se entraba en la pubertad. Un paso hacia la seriedad, la mayor responsabilidad, nada de juegos callejeros, nuevas amistades, uno buscaba los amigos de mayor edad, conversaciones distintas, intereses distintos y, cosa curiosa, recin nos dbamos cuenta que en el barrio haba unas chicas que, caray! han sido lindas y, bueno, a buscar consejos para el nuevo inters.

-Ren! (En la familia me llamaba. Ren.) Llvale este terno del Gonzalito al seor Ynez el sastre de la esquina para que te achique para pantaln largo.

All supe que esa caja grandota forrada de cuero verde que haba venido de Italia, guardaba las pertenencias de mi primo Gonzalo. All tambin comenz para mi un nuevo filn que heredar. Haba camisas, corbatas, ternos, capotes, abrigos y ms; todo muy fino y muy escogido.

La Mamita Toya no descansaba buscando salidas que le ayudaran econmicamente en la tarea de sostenernos. Julio era un excelente estudiante y apoyada en eso consigui una beca para Julio. Ahora l ya poda atender los pequeos gastos, de cuadernos, materiales, tiquets para los exmenes, incluso ya poda comprarse zapatos, camisas; es decir, ya era una grande ayuda para la Mamita Toya.

Cuando l se gradu, nosotros pensamos que se pondra a trabajar y as ayudara a Jorgito mi hermano mayor a sostener la casa. Lo primero que hizo la Mamita Toya fue lograr que la beca de Julio me pasaran a m. Y, eso era justo; pues, era buen alumno y no me quejaba y vaya! si todo heredaba de l aunque casi casi ya no servan: ropas principalmente, no as las que heredaba de mi hermano Jorge que aunque me quedaban grandes, grandes eran buenas, finas y bonitas. As, yo tambin estrenaba zapatos, camisas, interiores; de mi talla y nuevos.

El trabajo de mi padre nunca fue seguro, por eso mi hermano Jorge cargaba ahora con el peso del mantenimiento; adems en esos tiempos no se vea bien que las seoritas trabajen en locales pblicos: almacenes, tiendas o negocios; por eso los hermanos pensaban que ellos deban trabajar para solventar los gastos que originaban las hermanas. Por ello nuestras hermanas no queramos que trabajen pues no tenan profesiones apropiadas.

Pero, la sorpresa que nos dio Julio, nos dej turulatos. l, junto con Salomn Hernndez haban estado tramitando; ms bien diremos que intentando ingresar al Colegio Militar Le aceptaron! Y, all fue Troya De dnde bamos a sacar el dinero que se necesitaba para comprar el equipo?

Puso a nadar en dos aguas a la familia: por un lado una alegra al saber que entrara en una institucin de lite como era el ejrcito; por otro lado nuestra pobreza.

Se tena que comprar desde candados; en total costaba como cinco mil sucres.

Se movi toda la familia: hasta un corte de casimir que me haba dado Mamita Toya para mandar a hacerme un terno para mi prxima graduacin, le pusieron alas y vol. Mi hermano Jorge fue el fuerte con sus ahorritos. Y, lgicamente la Mamita Toya que, seguramente pensaba cmo se repite la historia de Gonzalo, su hijo.

Enorme orgullo familiar: Julio ya era cadete y nosotros a ajustarnos las correas.

Yo tena la costumbre de despus de merendar pasaba a visitar a la familia: Mamita Toya, el Danielito, la Blanquita y los criados que se reunan en el dormitorio grande. Los mayores en sus camas, nosotros en las sillas y los criados se sentaban en el suelo. Esta era una costumbre que haba adquirido desde siempre que iba a jugar con mi hermano Mario; adems me gustaba porque all se contaban historias de la familia, cuentos antiguos; se discutan la actuacin del gobierno, de la caresta de la vida, problemas del trabajo o cosas personales; all tambin meta cuchara y contaba mis sueos, mis aspiraciones, algn problema colegial; en fin, era muy ameno, muy familiar y muy aleccionador para m.

Al fin me haba graduado de profesor. Mi hermano Jorge se casaba.

Se casaba con una de las viejas solteronas que vivan ms abajo de nuestra casa. En una casa al frente de ellas viva el Zambo Ayala un amigo muy entraable de mi hermano Jorge All pasaban tocando guitarra, leyendo literatura. Yo pienso que el Zambo Ayala se entenda con alguna de estas seoritas y mi hermano por compaerismo le haca el do.

Yo no entiendo an como mi hermano que era tan escogido, tan elegante, tan relacionado y con amistades tan especiales se hubo fijado en una de aquellas seoritas que, cualquiera se daba cuenta que estaban ms que pasaditas, y para colmar cualquier paciencia: eran requete feas y encima: se crean la gran cosa. Eran de una familia a la cual el barrio las tildaba de arribista: procuraban por todos los medios entrar en tratos con la buena gente del barrio aunque, notoriamente les vean mal.

Esto nos trajo ms de una situacin desagradable que, incluso nos arrastr a los varones a llegar a las manos con los hermanos de ella.

Esta familia pretenda mirarnos como si fusemos inferiores a ellos; tanto que acab con un encuentro de familia a familia. Ah, la Mamita Toya bajada de su pedestal de los Arias y delante de todo el barrio que era testigo de la gresca, les deca:

- Qu? Qu quieren ningunear a mis sobrinos? Ustedes, que yo les conozco quienes son y de donde vienen; Ustedes que andaban vendiendo caldillos detrs de las puertas de calle? Sepan que mis sobrinos son mi propia sangre y ni siquiera pueden igualarse a ellos.

Lo deca tan airada que todos con el rabo entre las piernas optaron por irse a su casa.

Cuando mi hermano Jorge se casaba; en una ceremonia relmpago como si temieran que la novia envejezca an ms; ceremonia a la que casi no asisti la familia, peor la Mamita Toya.

Mi hermano me deca en un aparte:

- Ve hermano! Yo, ya me caso, t te has graduado; ahora te toca a ti el cuidar de la familia, de la casa.

Semejante balde de agua fra, me dej perplejo. Me haba graduado, s, pero apenas tena diez y siete aos y, ms an no tena empleo.

Esta circunstancia comentaba en la familia en mis diarias visitas y reuniones nocturnas.

Estoy ms all de seguro que la Mamita Toya le sugiri a Blanquita que me consiguiera un puesto de profesor. Ella era directora de la escuela Juan Len Mera y entre sus profesoras tena nada menos que a una hija del seor director provincial de educacin. Con semejante palanca me consiguieron un puesto de profesor en la escuela Pacfico Proao de la Antesala de la luna o sea Tabacundo. All fui y por lo que vi y sufr creo que ms bien me haban castigado por querer trabajar. As me inauguraba como maestro de escuela y semi mantenedor de mi casa. El sueldo que ganaba apenas cubra mis gastos y una pequea ayuda a casa. Felizmente mis hermanas haban conseguido situarse en un empleo propicio como era el de ayudantes de radiologa en LEA. As, al tiempo que se solventaban ellas mismas sus necesidades ms elementales y aliviaban con ello el gasto de casa.

Ahora al fin habamos logrado aliviar la preocupacin econmica a la Mamita Toya; pero para ella segua preocupndole mi situacin en Tabacundo y hall un tanto la solucin logrando mi pase a la escuela Juan Montalvo de Sangolqu.

En las vacaciones grandes o de verano me andaban llevando de aqu para all, a donde iban. Ahora pasaban vacaciones en Sangolqu de tal suerte que la gente me asociaba con mis tos que, de paso, eran muy queridos, respetados y considerados por los pobladores y la sociedad sangolquilea: circunstancia que ms tarde me servira muy positivamente.

Mis continuas lamentaciones sobre mi situacin y mis sueos futuros al ver que mis hermanos iban alcanzando sus sueos y yo me iba relegando; debi doler a mis tos que, Danielito que tena amistad con el seor alcalde de Quito, de quien era muy considerado, logr conseguirme un puesto de profesor en la Escuela Municipal Espejo; a esa hora la mejor escuela del pas.

All comenz una nueva etapa de mi vida y de mis sueos.

Indirectamente mis tos me haban puesto en la senda que yo ambicionaba: la universidad. Para ello tena que comenzar sacando un nuevo bachillerato; esta vez en Humanidades Modernas para poder ingresar a la universidad. All culminara mi sueo de ser mdico.

Pero No poda ser! El horario de estudios copaba todas las horas maana y tarde.

Antes de verme frustrado totalmente; pues, mi obligacin con el sostenimiento de mi casa no poda soslayar, prefer seguir Odontologa que si me permita trabajar.

Quiz igual que sus preocupaciones materiales eran sus preocupaciones morales; pues, nunca se cans de dar lecciones con el buen ejemplo. Diariamente en la calle, en el colegio, en cualquier parte se vean actos y acciones buenas y malas, incluso en la misma familia era posible observar de lo uno y de lo otro. Jvenes como ramos estbamos en la edad de sacar conclusiones; pero, sin la experiencia necesaria podamos equivocarnos. Veamos como personas, familias desconocidas la visitaban frecuentemente y, all estaba ella para resaltar lo positivo de cada cual.

Que le visitaba un cura gordo, colorado y barrign, pues, era el Presbtero Luis Arias hijo de Ulpiano, sobrino de ella. Leccin positiva: se haba labrado solito: todo es posible.

Que vena un seor alto, delgado, parecido a mi padre; pues, era el ingeniero Miguel Arias hijo de Ulpiano, sobrino de la Mamita Toya. Tambin se haba hecho solito: primero fue profesor y luego ingeniero. Leccin: nada es imposible si hay voluntad, sueos y trabajo.

Que venan un par de seoras que la trataban familiarmente: eran sus sobrinas Romelia y Mercedes hijas de Ulpiano, maestras de escuela. Leccin: hay que trabajar y tener una profesin para ser alguien.

Que la visita una seora pequea, envuelta en una manta negra, que de entrada toma conversacin y con manos y pies conversa solo ella. Es mam Luz Benalczar hija de ta Dominga. Leccin: no hay que ser fastidioso y respetar a los dems.

Que la visita una seora pequeita pero que se parece a Mama Toya y viene acompaada de dos hijas muy guapas y elegantsimas que casi no saludan y hacen fieros. Leccin: en la parentela hay de todo; pero, el dinero no da derecho a dejar de ser lo que uno es.

Estas visitas y muchas ms nos hacan caer en la cuenta de lo importante que era la Mamita Toya en el clan de los Arias.

Incluso las hermanas del Danielito la visitaban con frecuencia. No recuerdo que la Mamita Toya haya ido a visitar a algn pariente. Ella los trataba a todos por igual y al tiempo que visitaban nos iba haciendo conocer a parientes que no conocamos ni nos conocan. Nos daba as una leccin callada de que hay que hacerse respetar dando ejemplo en todo momento.

El mismo hecho de ir conociendo a parientes que no conocamos hasta entonces por nuestra condicin de pobreza iba sembrando en nosotros un orgullo de nuestro apellido y una exigencia de tambin ser alguien. Y, por qu no! Si eres Arias?

Cuando alguna vez le contbamos de alguien que trataba de hacernos menos, montaba en una santa rabia que hasta le salan los Ajos! No tienen por qu bajar la cabeza nos deca .

Cuando mirbamos a alguien como inalcanzable nos deca: Si l ha podido por qu no pueden ustedes tambin alcanzar?

De tal manera que para nosotros todo era posible. Solo hay que fijarse la meta y Adelante!

Yo, que no haba tenido una persona a quien contar mis sueos, mis experiencias, mis tragedias y mis dolores; hall en ella la persona a quien poda confiar plenamente y, all recib consejos tan valiosos que dirigieron mi vida an siendo un adulto, un profesional, casado y con hijos.

As aprend a cuidar mi nombre y el de mi familia; que el accionar de uno influye en los dems, que el mejor amigo de uno es uno mismo, que el nico en quien uno puede confiar plenamente es en uno mismo.

Al orla contar la historia o las experiencias familiares iba sacando experiencias que difcilmente podra adquirirlas personalmente.

Me contaba como a la muerte de sus abuelos, cada una de sus tas hizo cuanto pudo para tomar la mayor parte de la herencia.

Como a la muerte de sus padres quedaron perjudicados Ulpiano, Carlos, Ventura y mi padre; sobretodo mi padre que confi casi todo el capital heredado al esposo de ta Susana, Segundo Nieto, que le perjudicaron infamemente y nunca le devolvieron.

Que, el ejemplo del to Daniel que levant una fortuna a base de sacrificio y trabajo honrado; nos enseaba que todo se puede alcanzar trabajando y superndose.

Que, el mismo to Daniel nos demostraba cuanto mal pueden hacer los malos amigos como haban hecho de l en la juventud.

Que, siempre hay que ser uno mismo y no envanecerse por el dinero o la posicin social como parece les suceda a las hijas de mi prima Miche Nieto.

Que, no hay que retroceder ante los obstculos por grandes y difciles que sean cuando uno va tras de sus sueos; como fue el caso de mi primo Gonzalo.

Y, as, por este estilo fue edificando en cada uno de nosotros una personalidad que, yo pienso que ella ya haba visto florecer en sus sueos visionarios: Haba visto a Berthita y Gloria, mis hermanas, viajar y radicarse en los Estados Unidos; en una poca en que slo viajaban all los dueos de buenas fortunas. Haba visto a Arturo Surez y mi hermano coronar sus carreras tras grandes sacrificios y esfuerzos. Haba visto coronar y hacer una carrera brillante a Mario, su segundo hijo, siendo muy joven an. Era testiga directa de mi lucha por ser alguien y me vea coronar la carrera de Odontologa.

Pero an le quedaba ms para cumplir lo que el destino le regalaba como la Gran Matriarca del clan de los Arias.

Venan nuevas generaciones y de todo lado: de los Nieto Arias, de los Surez Albuja, de los Arias Lpez, de los Baumgartner Arias, de los Arias Quiroz, de los Arias Romero, de los McGeary Arias; cada cual con sus dolores y alegras.

Recuerdo como en mi caso cuando le contaba lo peligroso que resultaba para un profesional joven, el asedio de todas las chicas que buscaban interesadamente al profesional antes que a la persona.

- Cuidado! - me deca vas a hacerte el enamorado de una cualquiera, resultas casado y te arrepentirs toda la vida.

Cuando le contaba mis dudas por tratar de entender a las mujeres; me deca:

- A las mujeres no hay que tratar de entenderlas; slo hay que quererlas.

Cuando verdaderamente quise casarme y me haba enamorado como nunca, le contaba a ella mis intenciones; pues me deca:

- Lo mejor para un matrimonio feliz y que recin empieza es: confiar plenamente en ella, no guardar secretos que ms tarde le perjudiquen. Hazle conocer tu situacin, tu familia.

Fue as que decid hacerle conocer a Libia: primero mi familia ms pobre y, viajamos a Sangolqu a conocer a mi ta Lola hermana de mi madre, a Manuel Hidalgo su marido y a mi prima Mara Salazar y su familia.

Quera que ella sepa quin soy, de donde vengo y como soy. Si as me sigue; pues, vamos por buen camino.

Luego le llevara a conocer a la Mamita Toya. Ella, sin ninguna ceremonia nos recibi en el comedor; all, con la naturalidad ms grande conversaron un buen tiempo.

Luego me deca: Esta chica merece toda consideracin y respeto y si acepta debes casarte con ella. No la defraudes.

Y, bien: Result el milagro ms hermoso de mi vida! Fue la mujer ms inteligente y buena que bendito Dios me puso en mi camino.

Era el ao de 1954, mes de Diciembre, da del cumpleaos de la Mamita Toya. Yo, haba hecho todos los papeles y documentos necesarios para nuestro matrimonio. La Espada de Damocles que para el caso significaba la intencin siempre presente de llevarla a estudiar a Guayaquil, haba sido neutralizada. Fue en mi tierra, en Sangolqu con Glorita mi hermana , Jaime Ubidia un compaero de la universidad , Luis Ypez un amigo de la infancia como testigos que me casaba.

El mes de Diciembre siempre fue un mes de acontecimientos para m y para la familia.

Un 20 de Diciembre me graduaba en la Universidad. El 23 de Diciembre cumpla aos la Mamita Toya y el 24 estbamos en casa de mi hermano Jorge para hacer una sola fiesta con la Navidad.

Faltando unos minutos para el 25, comenz Libia con dolores de parto. Se hizo una batahola. Estbamos en la Magdalena, lejos de la clnica, todo el mundo enfiestado, sin transporte, en fin el 25 naci mi hija Tania.

El 27 de Diciembre de 1957 despus de una dolorossima enfermedad mora mi madre Zarita en la casa de la Mamita Toya donde le llevaron porque haba ms comodidad, tena telfono y mi hermana Berthita que haba venido de New York expresamente para cuidar a mam, haba criados y la familia mismo estaba pendiente da y noche. Creo que as la Mama Toya crea pagar los malos ratos que le haba hecho pasar a mam porque verdaderamente no la quera.

Yo que con mi mujer comenzbamos de cero a poner casa; pues, habamos visto que ninguno de los otros hermanos queran convivir con mis padres por no disgustar a sus esposas; nosotros lo hacamos, entonces la Mamita Toya quera ayudarnos aunque yo evitaba ello por cuanto toda la vida me haba ayudado y era hora de hacerla descansar.

Sin embargo cuando Libia cay enferma gravemente y tuvo que permanecer como quince das despus de una seria operacin; fue la Mamita Toya quien se encarg de cuidar a mi hija Tania que se quedaba sola; era el ao de 1957.

Ms tarde, en otra ocasin, con otra operacin ms grave an que se complic de una manera alarmante fue la Mamita Toya y la familia quienes cuidaron de Tania y Gonzalito.

Recuerdo con gran ternura cuando Mamita Toya enferma en cama; haciendo subir a Gonzalito al lado de ella me deca:

- Ve hijito: te voy a dar para que le compres a este guagua unos lindos zapatos de charol. - Segua ella pensando en la nueva generacin y extendiendo su bondad y preocupacin.

Yo nunca haba visto a la Mamita Toya verdaderamente enferma. Pareca la cosa ms natural del mundo que ella siempre est de pie, siempre preocupada de su hogar, su familia, su hermano, de sus segundos hijos y de sus plantas. Su mente visionaria haba dado nuevos hijos a Daniel y nuevos hermanos a Blanquita y nosotros hallamos en ellos al padre y la hermana. Ella nunca nos habl de que nosotros tuvisemos alguna responsabilidad para con ellos que entraban ya en una edad avanzada. No haba necesidad. Ella haba criado nuevos hijos responsables, generosos, solidarios y agradecidos que veran por ellos que se quedaban solos.

El da que vi a Mamita Toya que se haba quedado en cama y amarrada la cabeza con una tira de tela blanca; me pegu un susto grande.

- Qu tiene Mamita? Qu le duele?- Nada hijito; que me duele un poquito la cabeza y mejor me qued acostada.Pero no se levant ese da, ni el otro y hoy se quejaba tambin de malestar estomacal. - Hay que llamar al doctor Bejarano les deca . l era el mdico de la familia por muchos aos. Un profesional de una enorme experiencia que conoci a la familia de siempre, y acuda a cualquier hora cuando se le llamaba. Aunque esto no era muy cierto; pues, tena tanta clientela que su consultorio de la Benalczar y Olmedo ms pareca una romera, y creo que las visitas a domicilio tambin deben haber sido muchas; porque, a casa llegaba entre las 8 o 9 de la noche. Nosotros desesperados salamos a la calle a esperarle que se asomara su carrito negro; aunque, con los ruidos que haca primero le oamos y despus le veamos.

Le tenamos enorme confianza porque era muy acertado; capaz de que con una receta ya nos sentamos bien. Tena tanta experiencia que cuando entraba a la casa, solo con el olor ya deca: quin est con viruela, o sarampin, o disentera. Adems era muy humano: cobraba poquito y se saba que a los muy pobres nunca les cobraba.

Llegado el doctor Bejarano deca:

- Ahora quin est enfermo, don Danielito?- Mi mujer doctor- Doa Victoria! No puede ser.

Y examinaba a la vez que preguntaba.- Parece que vamos a necesitar una radiografa. Sera bueno que maana de maana se pase por la clnica para que le hagan una radiografa.

Prefera la clnica Central. Nosotros ya conocamos esa clnica desde que mam fue tratada all por algunos doctores amigos de Berthita que nos ayudaron y luego cuando trataron y operaron a Libia la primera vez que se enferm gravemente.

Al otro da le ayudaba a bajar las gradas de la casa hasta el automvil.

Recin haca cuenta yo que, la Mamita Toya estaba bien viejita; pues, ya no poda andar normalmente, se cansaba; me daba cuenta tambin que tena el pelo completamente blanco; tena el interior de los prpados rojos y con frecuencia se enjugaba una lgrima que le caa del ojo.

Al bajar cogida de mi brazo haca descanso y pasaba su vista por los cuartos, los corredores y sobre todo por sus queridas plantas que tanto las mimaba.

- Sabes hijo? Que hoy salgo de mi casa y no voy a volver- Mamita! No diga esas cosas si tan solo se trata de una radiografa Mientras a m me daba vuelcos el corazn.- No s!

El doctor Bejarano ya estaba all conversando con algunos doctores.

Se le tom la radiografa y el doctor exigi que se le revelara inmediatamente.

Examinaron la radiografa y me deca:

- Vamos a hacer una junta mdica y quiero que usted est presente.

En la junta; pareca que el doctor daba una clase a sus alumnos

- Yo, al examinar a doa Victoria me di cuenta de un cuadro ictrico y asoci tal vez a una vescula; pero vean colegas, lo que aqu pasa es un cuadro de cncer de la cabeza del pncreas que obstruye el paso normal de la bilis.

Yo creo que podemos liberar el paso de la bilis con una operacin para darle un poco de alivio a doa Victoria; mas su mal es irremediable.

As, se acord operarla. Los doctores Sotomayor, Vaca y Chvez se encargaron.

Mas, no result y la bilis termin quemando todo su cuerpo. A los cuatro das expiraba. Y en un diciembre 1959, un da antes de cumplir los ochenta aos nos dejaba.

Dejaba as un vaco inmenso con sensacin de soledad y fro.

El velatorio y el entierro fueron impresionantes: decenas de Arias que nunca conocimos, paisanos y personas que nunca imagin se hacan presentes y venan a despedirla.

Estoy seguro que a ella nada de eso la impresionara; seguro que desde donde estaba estara pensando todava en su hijo Mario y satisfecha se habr puesto a descansar con su caracterstico Ajuiii!

Como un rosario que se rompe; as nos dispersamos sus hijos; la casa quedara vaca porque quien la llenaba ya no est. Blanquita y Danielito eran dos sombras nada ms. Mario marchaba a Pars a llorar su pena. Nosotros! Nosotros a empezar de nuevo recordando que somos Arias no?