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LA LUZ INDIRECTA
Paul Virilio
A ún recuerdo mi sorpresa, hace unos diez años, al ver las pantallas de vídeo substituir los espejos en los andenes del metro.
A decir verdad, poco después del 68, habían aparecido cámaras de vigilancia a la entrada de las escuelas superiores, de las universidades; los bulevares y las glorietas de la capital estaban controlados, también, por medio de ese nuevo material (1).
Vuelvo a sorprenderme hoy al ver surgir, encima del teclado del portero automático de los edificios, el objetivo de una microcámara, pues evidentemente el interfono ya no basta para reemplazar a los porteros ...
Material de sustitución electroóptico, la videoscopia me parece encontrar aquí su función principal: la de iluminar; iluminación indirecta de un entorno doméstico que ya no se conforma con la simple luz eléctrica, luz directa análoga a la luz del día. Además, la miniaturización acelerada de este tipo de equipos se asemeja cada vez más a la videocámara, y su monitor de control a un piloto que se enciende e ilumina para que se pueda ver lo que hay alrededor.
Hasta la cámara de grabación cinematográfica de 35 mm, cuyo visor antiguo, el ocular óptico, está ya ventajosamente sustituido por un monitor de visualización de las imágenes grabadas ...
lCómo no ver aquí que el carácter esencial de la vídeo ya no es la «representación» más o menos actualizada de un hecho, sino la presentación en directo de un lugar, de un medio electroóptico, que es el resultado aparente de una puesta en onda de lo real, cuya posibilidad se ofrecía con la física electromagnética?
Por lo tanto, resulta lógico no encontrar aquí ningún espacio de representación, «ninguna sala de proyección»: únicamente un control.
La videografía, que da lugar a la imagen de un lugar, finalmente no precisa ningún otro «espacio» más que el de su soporte, de una cámara y de un monitor ellos mismos integrados, o por así decirlo, disueltos en otros aparatos, en otros equipos sin ninguna relación con la representación artística televisual o cinematográfica. Como tampoco nos importan los indicadores y los pilotos de un salpicadero o la iluminación de un escaparate. No nos importa verdaderamente el «lugar de difusión» de la vídeo. Este lugar es únicamente lo que está iluminando, expuesto a la luz. Y a no es este «teatro» o este lugar de una representación cinematográfica proyectada a distancia.
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Tan importante es la diferencia que existe entre la videoscopia, la cinematografía y la televisión que el receptor TV mismo ya está superado por la incorporación de monitores a los aparatos domésticos más corrientes, como puede ser ese «portero electrónico» que permite ver, igual que el interfono solamente permitía oir.
Toda la polémica acerca de la reciente crisis de las salas de cine, de la miniaturización de las salas de proyección públicas volverá a surgir dentro de poco, no lo dudemos, a propósito de la vivienda privada, de este «cuarto de estar» donde aún se encuentra el televisor; el futuro de la pantalla se halla a la vez en su emancipación, su repentina dilatación en pantalla gigante a la luz del día (JUMBOTRON o pantalla de los estadios olímpicos ... ), y en su retención, su dispersión en objetos usuales, sin ninguna relación con el espectáculo o con las informaciones televisadas.
lA quién le importan todavía los hilos eléctricos en los electrodomésticos? lA quién le importarán mañana las fibras ópticas incorporadas a los materiales, a los objetos de uso corriente?
Efectivamente, además de la retransmisión de sucesos de actualidad, de hechos políticos o de acontecimientos artísticos, vídeo nos «ilustra» sobre unos fenómenos de mera transmisión, transmisión intantánea de mayor o menor proximidad que se convierte, a su vez, en un nuevo tipo de «lugar», de localización «telepográfica». lNo se habla de televisión local?
Al igual que la bombilla eléctrica inventada por Edison había suscitado la aparición de lugares diurnos en medios nocturnos, la inovación de la lámpara electroóptica determina la emergencia de lugares perceptibles en medios generalmente imperceptibles. Lugar del «no-lugar» de la transmisión instantánea (a mayor o menor distancia), conmutación de las apariencias sensibles, semejante a la percepción paróptica (2), sin ninguna relación con la comunicación «massmediática» habitual.
De esta forma, junto a los conocidos efectos de la «telescopia» y de la «microscopia» que han trastornado, desde el siglo XVII, la percepción del mundo, están los efectos inducidos de esta «videoscopia», cuyas repercusiones en materia de visión no se harán esperar, ya que la vídeo participa activamente en la constitución de una localización instantánea e interactiva, de un nuevo «espacio-tiempo» que no tiene nada que ver con la topografía, el espacio de las distancias geográficas o simplemente geométricas.
Si el problema de la «puesta en escena» de las representaciones teatrales o cinematográficas desemboca en la organización especial y temporal de un acto, o de una narración fílmica en una sala, un espacio de representación pública, y si,
en un menor grado, la escenografía televisual implica a su vez una escena y un lugar de difusión privado ( el cuarto de estar de una vivienda), con la videotransmisión ya no se trata de lo mismo, pues su «cinevideografía» consiste únicamente en conmutar U11as apariencias más o menos lejanas, «disyuntas» y también conmutar unos actores interactivos más o menos distantes. La conmutación de la emisión y de la recepción de la señal vídeo refleja, en la pantalla de la terminal, la mutación conmutación de las distancias (topología) en potencia (teletopología), es decir, en energía luminosa: unión de la cinemática relativista y de la óptica ondulatoria.
Por lo tanto, la crisis actual de las salas de espectáculo cinematográfico no es únicamente el resultado de la difusión a domicilio de las películas televisadas, revela más bien una crisis de la noción de representación ligada al auge del «directo». Un directo en «tiempo real», fruto del desarrollo de la videoscopia, ya no solamente a domicilio, sino en cualquier sitio, indiferentemente, en el cuerpo mismo de aparatos, de equipos diversos donde ha sido integrada desde hace unos veinte años -el ejemplo más relevante puede ser el de la tejedura en los materiales compuestos de fibra óptica- una crisis de la retransmisión en diferido que, gracias a las técnicas de la imagen electroóptica, llega a imponer hoy en día la idea, o mejor dicho, la «ideografía» de una verdadera presentación de los lugares, de los distintos ambientes, una «presentación» que sería, esta vez a escala humana, lo que fue en su día la representación de la óptica telescópica a escala astronómica o también la representación microscópica a escala de las propiedades íntimas de los materiales.
Por consiguiente el vídeo no será el octavo arte, como tampoco el cine fue el séptimo. La crisis del espectáculo cinematográfico, de las cadenas de televisión rivales, y también lo que ya se denomina «videoarte», es el resultado de esta equivocación, y de la importancia que, desde los orígenes de la «fotocinematografía», así como de la radiotelevisión, ha tomado el espectáculo de los hechos o el de actividades de entretenimiento, en perjuicio de la iluminación de los lugares de los acontecimientos.
A pesar de Edison, Marey, los hermanos Lumiere, Vertov y otros más, los festejos casi siempre prevalecieron ( como siguen prevaleciendo en televisión) sobre la iluminación, aunque la aparición repentina de una óptica activa sin embargo las proezas de la óptica pasiva ( del vidrio y de los diversos materiales transparentes de las lentes) en la organización de la realidad sensible. Aparición de una «telerrealidad presente», cambiando totalmente la naturaleza tanto del objeto como del sujeto de la representación tradicional, la imagen de los lugares sucede ahora a los «lugares de imágenes»: salas de es-
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pectáculo o de proyección -el teatro es el único, gracias a su unidad de tiempo y de lugar, que todavía se libra de las transmutaciones de una iluminación electroóptica cuyo carácter inmediato siempre excluye la «unidad de lugar» en beneficio de la «unidad de tiempo» exclusivamente, pero de un tiempo real que afecta gravemente al espacio de las cosas reales.
En realidad, al lado de los efectos de la radioactividad de la emisión y de la recepción radiofónica, con su «alta fidelidad electroacústica», existe lo que ahora se podría denominar la optoactividad de la conmutación videoscópica, con los problemas de «alta definición electroóptica» que esto supone.
Hoy, cuando hablamos, en Toulouse y en otras partes, de la próxima instalación de una televisión de proximidad, de una tele local, no nos damos cuenta que utilizamos una palabra que pertenece a la videoscopia o, si se refiere, en el caso de una ciudad cableada, a una «videografía» que permite a la ciudad verse y hacerse ver, o dicho de otro modo, convertirse en su propio «control», su propia película ...
En este sentido va el proyecto estudiado por el municipio de Rennes: realizar una «iluminación pública electrónica» para favorecer la existencia política y económica de la ciudad; de ahí la necesidad de un «telecartel» municipal, de la inevitable televenta a domicilio, realización de un gigantesco escaparate catódico capaz de suplantar la prensa local.
Pero lno ocurre lo mismo, ya, con la proximidad restringida de los objetos y de los lugares de nuestro entorno cotidiano, como pueden ser el terminal vídeo del metro, el circuito cerrado de las empresas, o de esas tiendas donde aparecen en pantalla los que contemplan el escaparate? Y esto no es nada todavía, en comparación con la diseminación de esas cámaras «enchufes» y de esos monitores «bombillas» incorporados a los objetos usuales, como lo fueron antes que ellos el micrófono y el altavoz en el radiodespertador, el magnetófono, los «Walkman» o también las esferas de visualización numérica de los relojes de cuarzo en el capuchón de los bolígrafos, los mecheros y otros objetos heteróclitos ...
En cuanto a la visualización videoscópica, sin embargo, la conmutación es diferente: la televisión de «proximidad geográfica» y la vídeo de «proximidad geométrica» parasitan la clara percepción del «aquí» y «ahora», interpenetran e intercambian telepológicamente los lugares gracias a la repentina revelación del «directo», es decir, de un «espacio-velocidad» que suplanta ·(momentáneamente) el espacio tiempo de nuestrasactividades corrientes. De esta forma, confundiéndose con una luz paraóptica, la velocidad límitede la transmisión del directo aparece como laluz indirecta de la velocidad de la señal vídeo.
La miniaturización o el gigantismo de las pan- .
tallas no son, por lo tanto, como a menudo se suele decir en el Occidente, un «gadget» japonés. Lo que ocurre aquí, en el seno de la física de la imagen, ocurre también en astrofísica con la próxima puesta en funcionamiento del telescopio espacial Edwin Hubble de óptica adaptativa, una óptica activa donde el efecto de enderezamiento de la imagen depende de la capacidad del ordenador y ya no de las propiedades del vidrio de las lentes exclusivamente.
Por consiguiente, la escala de la pantalla, de la imagen, no influye para nada.
El dimensionamiento de los objetivos ya no representa lo esencial: lo que aparece en la sala catódica, es el espacio de una distancia que se transmuta, ante nuestros ojos, en energía luminosa, en potencia de iluminación.
El intervalo del género «luz» (signo nulo) de la nueva física (3) sustituyendo repentinamente los intervalos habituales de tiempo (signo positivo) y de espacio (signo negativo), toda superficie, toda extensión, cualquiera que sea su tamaño, su amplitud, ya no tiene existencia objetiva más que dentro y por medio de la interfase de una observación que ya no es el resultado visible de la mera luz directa del sol o de la electricidad sino, ahora, da la luz indirecta del campo radioeléctrico de una red hertziniana o de un cable de fibra óptica.
Lo que observamos para la supe,ficie máxima del globo terrestre sometida a examen, la inspección permanente de los satélites de observación (militares, meteológicos), vale también para las supe,ficies mínimas de los objetos y lugares sometidos a la luz intensa de la videoscopia. Efectivamente, se establece un misterio telepuente entre un número siempre creciente de superficies, desde las más extensas hasta las más ínfimas, un «jeed-back de la imagen y del sonido» que desencadena, para nosotros, los observadores, una telepresencia, una «telerrealidad» (videográfica o videogeométrica) cuya expresión esencial es la noción de tiempo real.
Lo que la «teoría del punto de vista» de Albert Einstein nos enseñaba, en 1905, acerca de la relatividad de la extensión y de la duración, la existencia de un frente a frente, de un cara a cara inseparable de las superficies observadas y del observador (interfase relativista sin la cual la extensión no posee ninguna dimensión objetiva), el feed-back instantáneo de la vídeo lo confirma visiblemente: el entorno electroóptico supera desde ahora el entorno ecológico clásico, una «meteorología electrónica» se impone así, sin la cual la de la atmósfera terrestre pronto se volvería incomprensible.
Ahora que las grandes cadenas de televisión americanas, ABC, CBS, NBC (hay que señalar que se trata de televisiones unilaterales), van cada vez peor, CNN, la cadena de información en directo de Ted Turner, piensa poner en marcha
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NEWS HOUND, recurriendo al millón de telespectadores abonados que tengan un equipo de grabación vídeo. «Se trata de un millón de oportunidades para nosotros, manifestó recientemente Earl Casey, responsable de este futuro dispositivo interactivo, un millón de testigos que podrán proporcionarnos imágenes, y a nosotros, sólo nos quedará hacer una selección».
Lo mismo ocurre, esta vez a nivel militar, con la busca eminentemente estratégica de lafurtividad de los aviones de combate. En el momento en que se establece un campo de detección electromagnética compleja a escala del globo terrestre, se buscan activamente los medios de escapar a las «vistas radioelectrónicas», utilizando nuevos materiales especiales como puede ser el superpolímetro PBZ capaz, según parece, de evitar la detección de las ondas radar. .. Sin embargo al mismo tiempo, se propone a los fabricantes de material aeronáutico integrar dentro de esos mismos materiales unas fibras ópticas que puedan «auscultar», iluminar continuamente el espesor de las células y de los órganos motores del aparato de combate ...
Si para el filósofo Schopenhauer el mundo era su representación, para el videasta, el técnico en electrónica, la materia se convierte en su presentación, una «presentación» externa directa y, simultáneamente, una presentación interna e indirecta, al volverse el objeto, el instrumento, no meramente presente a simple vista, sino telepresente.
Otro ejemplo de esta no-separabilidad física del exterior y del interior, de lo cercano y de lo lejano, nos lo proporciona a la vez la industria de los transportes y el desarrollo de la publicidad sideral.
La sociedad americana Geostar (y dentro de poco su homólogo europeo Locstar) iba a poner en órbita, en el mes de diciembre de 1987, el primer elemento del sistema «Radio-Determinación Satélite-Servicio» (RDSS). Gracias a este dispositivo de vigilancia, la sede central de una empresa de transportes podrá observar, en cualquier momento, la posición geográfica de cada uno de sus vehículos ... al encargarse del control de los desplazamientos un satélite geoestacionario de navegación. Por eso se puede entender mejor que la revista Match acabe de poner su logotipo en el chott el-Djerid (tan apreciado por Bill Viola): el desierto surtunecino transformándose de repente en una superficie de inscripción en una pantalla, como ya se han convertido ahora todas las superficies continentales y marítimas expuestas a las miradas escudriñadoras del ojo orbital de los satélites.
Pero este incesante frente a frente de la parte superior y de la parte inferior no estará completo si omitiésemos, después del nadir, el cenit y las proezas de los anuncios en órbita alta, con el proyecto de la firma Coca-Cola de dejar su huella indeleble en el firmamento de nuestras noches ( 4).
Una vez más, notamos el ocaso de los lugares de representación y de proyección; la sala, la escena o la pantalla se convierten meramente en el cielo y el suelo, el conjunto de las superficies, desde las más ínfimas hasta las más amplias expuestas, iqué digo!, sobreexpuestas a las miradas inquisidoras de los aparatos de toma de vistas automáticos y de transmisión instantáneas ... » «Superficies», o mejor dicho «interfaces», que ahora ya sólo tienen una existencia objetiva gracias al examen videoscópico, la observación por materiales de grabación y de difusión en directo, telerrealidad presente en «tiempo real», que suplanta la realidad de la presencia del espacio real, de los objetos y de los lugares, al estar superados por los proyectos electromagnéticos.
Según Albert Einstein, lo que diferenciaba una teoría justa de una teoría errónea, era únicamente la duración de su validez: unos años, unas décadas para la primera, unos instantes, unos días para la segunda ...
¿No ocurrirá lo mismo con las imágenes, con este interrogante acerca de la duración de la va-
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lidez de la imagen, esa diferencia de naturaleza entre la imagen en «tiempo real» y en «tiempo diferido»?
Finalmente, todo el problema de la «telerrealidad» ( o si se prefiere, de la telepresencia) radica en este mismo interrogante sobre la validez de la corta duración, el valor real del objeto o del sujeto presentes instantáneamente a una distancia que sólo depende del trayecto, es decir de la velocidad de su imagen, velocidad de la luz de la electroóptica contemporánea. Lo mismo sucede con la «teleacción», gracias a la capacidad de interacción instantánea de la telemetría, al resultar similar la optoactividad de la imagen en tiempo real a los efectos de la radioactividad del telemando manipulador de objetos más o menos lejanos: vehículos teleguiados, máquina transfer, instrumentos diversos (5).
Esta aparición del trayecto real en detrimento tanto del objeto como del sujeto reales, tan reveladora de la primacía de la imagen sobre el objeto concreto, fruto ella misma de la reciente supremacía del tiempo sobre el espacio real, es significativa del carácter ondulatorio de la realidad. La repentina conmutación de las apariencias sensibles no es más, al final, que el signo precursor de una desrealización generalizada, consecuencia de la nueva iluminación de la realidad sensible. De una realidad ya no únicamente «aparente» como hace poco, sino transparente o, para ser más preciso, trans-aparente.
Fusión/confusión de las apariencias transmitidas y de las apariencias inmediatas, luz indirecta capaz dentro de poco de suplantar la luz directa, luz artificial de la electricidad desde luego, pero primero y sobre todo luz natural, con los cambios radicales que esto supone ...
Con la aparición del trayecto instantáneo y ubicuo, asistimos pues a la aparición de la luz del tiempo, de ese tiempo intensivo de la electroóptica que suplanta definitivamente la óptica pasiva tradicional.
No obstante, podemos estar seguros de que el estatuto de la realidad presente no resistirá por mucho tiempo a esta repentina iluminación de los lugares, de los hechos y de los acontecimientos. Efectivamente, si la mejora de la definición espacial de las lentes ópticas de los objetivos de las cámaras favorece la visión de los contrastes y aumenta la luminosidad de la imagen habitual, la reciente mejora en la definición temporal de los procesos de toma de vistas y de transmisión electrónica aumenta la nitidez, la resolución de las imágenes videoscópicas. De este modo, la velocidad audiovisual sirve primero para ver, para oir; por decirlo de otra forma, para avanzar en la luz del tiempo real, al igual que la velocidad automóvil de los vehículos servía para avanzar en la extensión del espacio real de un territorio.
Por consiguiente, a la mayor «transparencia» de los medios de comunicación de gran veloci-
dad (TAV, av1on supersomco, etc ... ) hay que añadir esta repentina trans-apariencia ( electroóptica y acústica) de los medios de información y de telecomunicación. Alta fidelidad del sonido y alta definición de la imagen contribuyen a modificar en gran parte la naturaleza del relieve (sonoro, visual); este «relieve» que al final no es más que la mayor o menor realidad de las cosas percibidas, relieve espacio-temporalque condiciona nuestra aprensión frente al mundo y al tiempo presente. Efectivamente, todo cambio de intensidad de la luminosiddad es interpretado por el ojo como un cambio de forma, por eso la luz ( directa o indirecta, normal o artificial) no genera únicamente la coloración de los objetos y de los lugares, sino también su relieve. De ahí la importancia de las investigaciones sobre la alta definición de la imagen, definición a la vez espacial y temporal de una señal vídeo capaz de realizar, esta vez para el espacio visual, lo que la alta fidelidad del sonido había realizado ya para la estereofonía del volumen sonoro: una verdadera estereoóptica integrada alentorno doméstico.
De esta forma, lo mismo que la técnica de toma de vistas sideral mejora continuamente la resolución de las imágenes de los satélites de teledetección, también se mejora constantemente la definición de las imágenes de televisión con el fin de aumentar ya no la transparencia eléctricadel entorno local, como se daba el caso a principios de este siglo con la electrificación general de las ciudades y del campo, sino ahora la transapariencia electroóptica del entorno global.Emergencia de una nueva clase de «relieve», de volumen audiovisual aplicado a la totalidad de las apariencias transmitidas; «estereovideoscopia» similar, a escala macroscópica, a lo que fue ayer el auge de la microscopia electrónica de exploración en la revelación volumétrica de lo infinitamente pequeño.
Ahora, ya no nos conformamos para ver con disipar las tinieblas, la oscuridad ambiente, también disipamos, por la conmutación de las apariencias, el obstáculo de la extensión, la opacidad de las distancias demasiado largas, gracias a la implacable perspicacia de un material videoscópico similar al más potente de los proyectores de luz ... Aurora del «falso día» de la luz electroóptica, de una luz pública indirecta, fruto del desarrollo de la puesta en ondas tanto de lo real como de lo figurado, luz artificial que completa ya la luz eléctrica al igual que ésta en su época se había substituido a la luz del día.
A las 13 horas y 32 minutos, hora local, el día 26 de octubre de 1988, en la base de Vandenberg en California, un cohete TITAN-34D lanzaba un satélite KHl 1. Puesto en una órbita polar que permite visualizar el planeta en su conjunto, este satélite puede, en cualquier momento, a lo largo de su incesante exploración geográfica,
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filmar con «zoom», girar sobre sí mismo y transmitir unas imágenes convertidas en impulsiones electrónicas. ..a...La vida media de este aparato militar �es de treinta y seis meses... �
NOTAS
(1) El control de este dispositivo de vigilancia electrónica se encuentra, simbólicamente, en los sótanos del ayuntamiento de París.
(2) Sobre este tema, consultar «la Visión extrarétinienne et le Sens paroptique» de Jules Romains, ed. Gallimard, 1964.
(3) «La Matiere espace-temps» de Gille CohenTannoudji y Michel Spiro, ed. Fayard, 1986.
(4) Una primera prefiguración de esta situación excéntrica aparece en los años 1930, con el auge de la publicidad aérea. Escribir en el cielo se convierte entonces en una práctica corriente.
(5) El día 19 de octubre de 1987, el Krach informatizado de Wa/1 Street daba una primera visión de los efectos negativos de esa interconexión instantánea entre los mercados financieros, llamada vulgarmente «BIG-BANG».