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La libertad en
Charles Péguy
Juan Carlos Vila Alonso
1
Introducción
Las palabras de un autor son siempre difíciles de desentrañar, máxime
cuando éste habla un idioma diferente del de uno, le separan 100 años y utiliza una
técnica muy particular para expresar sus ideas; una repetición casi mántrica de
conceptos mediante sinónimos y vueltas de tuerca que llevan en algunos casos a dar 5 o
6 formas a un mismo pensamiento.
Charles Péguy se encuentra entre mis lecturas desde hace 20 años, de una
forma esporádica al principio y finalmente cada vez más continua. Mi primer contacto
fue a través de la traducción de la primera obra de Emmanuel Mounier, “El pensamiento
de Charles Péguy”, compuesta inicialmente para formar parte, junto con otros dos
escritos, de una obra que recuperara la figura de este pensador a los 15 años de su
muerte. A raíz de aquella traducción tuve acceso a textos sueltos y retazos de su vida,
pero era una época en la que Mounier y Esprit centraban mis intereses.
Diez años después retomé el contacto con su obra a raíz del encargo de
hacer una breve biografía. Desde entonces no he podido abandonar las lecturas de y
sobre este “petit homme”.
Tras esta introducción y una biografía sobre el autor, se podrá encontrar
la traducción del texto que es motivo del presente trabajo, seguida de un comentario
sobre el mismo. Estas conferencias que llevó a cabo nuestro autor no tienen título
específico, aunque he preferido mantener el que aparecía sobre el texto introductorio
que preparó y no concluyó; “Del Anarquismo político. Ensayo de un método para
comenzar a trabajar en estudios sociales”.
En 1987, Editions Gallimard realizó una reedición de las Obras
Completas de Charles Péguy(,. C. (. Péguy, 1987), esta vez presentada, preparada y
anotada por Robert Burac, uno de los mejores conocedores de la obra de Péguy. En el
tomo de las Obras en Prosa que abarca desde sus primeros escritos hasta 1905, se
encuentra el texto que es novedad en castellano. Se trata de una transcripción de tres
conferencias que Péguy dio en la Escuela de Altos Estudios Sociales, previas al curso
que Joseph Bédier dedicaba a Gaston Paris.
Quizás se trate de uno de los textos más importantes de Péguy por al
menos dos razones. La primera, porque en él clarifica qué entiende por “libertad”,
“anarquismo”, “autoridad”, e incluso “persona”, conceptos que nos ayudarán a entender
2
otros textos del autor, situado en una época trascendental de su obra y su vida, y que
como en el caso de “persona” será una de las pocas veces en utilizarlo como tal,
tomando más relevancia dada su influencia sobre el personalismo. La segunda, porque
se trata de una transcripción de sus palabras llevada a cabo por sus colaboradores, y por
lo tanto es un documento de gran valor al no tratarse de textos revisados sino lo que
vendría a ser una reproducción de sus palabras directas, cuestión extraordinaria esta, ya
que no llevó a cabo demasiadas presentaciones públicas, centrándose en la palabra
escrita.
Aclaración previa
La traducción se realiza incluyendo las anotaciones y comentarios de
Burac, sin los comentarios y preguntas finales que se realizaron con el público asistente,
ya que las respuestas de Péguy son cortas y poco relevantes para el tema, como las
preguntas que se le hicieron. Comenzaremos en la página 1793, concluyendo en la
1823. En texto normal se incluye lo escrito por Péguy, y en cursiva el resto del texto,
siguiendo el mismo criterio en la notas a pie de página. Hay que tener en cuenta que este
texto forma parte de sus OOCC que incluyen los escritos que Péguy redactaba para los
números de sus Cahiers, como es el caso del que aparece como encabezado de esta
traducción, y vamos a comenzar con lo que en él aparece escrito por Péguy para iniciar
dicho número, ya que lo considero de cierta relevancia por su relación con el texto de la
transcripción y con las razones para llevar a cabo este mismo trabajo que nos ocupa.
3
Apunte biográfico
Su vida transcurrió en un único escenario, que aunque sobrado de
decorados que podrían hacernos pensar en cambios drásticos, en realidad mantenía unas
constantes que permiten delimitar suficientemente una vida, dotarla de constancia, de
perseverancia, y de un objetivo evidente. Fue como en la vida de Juana de Arco, de aquí
para allá por las tierras de Francia, pero siempre en un mismo escenario; la historia de
las personas que no cuentan para nadie. Claro está que ha habido y habrá quien piense
que se trataba de un saltimbanqui desequilibrado, o un místico ermitaño, o incluso un
lunático. Pero la consistencia de este hombre pequeño, deportista, artista, trabajador
incansable, socialista, cristiano, irascible, francés,... en fin, la consistencia de esta
persona en toda su integridad, es modelo de camino hacia la virtud. Una virtud buscada
en los valores básicos que nos mueven como personas: justicia, paz, fraternidad,
belleza, y una preocupación inusitada por la libertad y la propiedad.
Ese único escenario, que él tanto manejó en esa mezcla de teatro y poesía
que son los Misterios, se situaba siempre en Francia, en la Francia medieval, entre
santos y héroes, ambos de andar por casa, pequeños, pero de una intensidad que sólo se
encuentra en lo pequeño. Ese escenario que brillaba con las ideas contra el mundo
burgués, que nos traía las glorias pasadas para despertar esos valores adormecidos por la
libreta de ahorros o por la idea del retiro placentero, por el anhelo de seguridad, en
definitiva. Ese mismo escenario que vamos a ver repetido en sus ensayos, como
recordatorio de que no desfallece en la idea de contarnos lo mismo siete veces, o setenta
veces siete, si con ello va a despertar las conciencias dormidas a las que se dirige. Con
ese ritmo repetitivo de su prosa y su poesía, que a algunos resulta cansino, pero que
busca el constante y pequeño, una vez más, pero imborrable efecto de la lluvia sobre el
granito. Y que podemos ver también presente en su discurso hablado ante un auditorio
nunca suficientemente atento a los conceptos que flotan alrededor del fluir de sus
palabras.
Estamos delante de una persona que ve al mundo en un punto crucial de
la historia, que se siente llevado en la cresta de la ola hacia el momento en que todo
cambie. Pero es una persona consciente de que “la revolución será moral” o no será, que
se aterra pensando en la reacción que vendrá después de la revolución en Rusia (¡y esto
lo piensa tras los acontecimientos de 1905!), y por tanto estamos delante de un profeta
4
al más puro estilo de los profetas bíblicos. Y como delante de tal, hay que escucharlo
atentamente. No juzgar con mentes estrechas, temporales, medidas, seguras, quietas;
hay que dejar que nos hable, comprender los momentos que vivía, y permitir la
permeabilidad de su voz en nuestras almas, que a ellas se dirigía al escribir, y no a oídos
encerados y aturdidos por los ruidos exteriores.
Su juego preferido en la niñez del extrarradio de Orléans era barrer;
barrer la paja que llenaba el suelo de su casa, pues su madre y su abuela eran
reparadoras de sillas. Siempre recordará ese detalle en sus escritos, pues le quedará
grabada la “terquedad” del artesano, que desea hacer su “pequeño” trabajo con la mayor
perfección. Así actuará cuando componga él mismo los ejemplares de sus Cahiers, la
obra de su vida, eligiendo uno a uno los tipos de letra que debían usarse, el papel, la
estructura y los autores. Pero así también hará cuando vaya escribiendo sus notas, que
como grandes o pequeños tapices, se vayan conformando línea a línea, hilo a hilo,
realizando composiciones en algunos casos de gran complejidad, como si se tratara de
los hilos de paja que han de sostener el pesado cuerpo de un obrero a la vuelta del
trabajo, y se sienta en su silla para comer y descansar tras un día completo en la fábrica.
Y de esa misma manera compone el discurso que hemos leído más arriba, con mucha
paciencia, y en tres capas (una por cada una de las sesiones), encargadas cada una de
ellas de entregar una imagen de lo que busca fijar en la mente de quienes le escuchan.
**
Pero también será de importancia la catequesis. Para llegar a Saint-Agnan
no hay que caminar mucho, con sus pequeños pasos, apenas 15 minutos, internándose
en el centro de Orleáns por la rue de Bourgogne, donde luego vivirá unos años. Pero
merecía la pena llegar a esa plaza llena de altos árboles que escondían la pequeña
parroquia, ya en malas condiciones, pero que recibía el suave murmullo del río,
mezclado con el de las hojas. Péguy aceptará las enseñanzas recibidas por el párroco, a
pesar de no recibir una educación excesivamente creyente en su casa, y las asumirá
como parte de sí. Quizás por eso no sea fácil hablar de un Péguy converso en 1905, sino
de una forma diferente de afrontar los mismos problemas, una forma quizás
adormecida, quizás silenciada por el ambiente.
5
El último detalle de Orleáns es la familia Bondois. De clase media y de
ideas socialistas, Péguy trabará una amistad, la amistad de su vida, con Louis, un año
menor que él. Es ese periodo de los estudios gracias a las becas de medio-pensionista
del ayuntamiento que le permiten asistir a clase y obtener con 18 años el bachillerato en
letras. Poco antes es cuando despierta el afán por la política. Con 17 años asiste a su
primera manifestación de 1º de mayo, y con ello comienza un periodo de actividad que
durará 10 años.
Ha sido una infancia de escucha más que de juegos. Las oportunidades
de jugar han sido pocas, y la gravedad se va a convertir en una seña de identidad durante
toda su vida. Pero saber escuchar es magnífico, sobre todo le permite estar atento a todo
lo que ocurre a su alrededor, tanto en su comunidad, como con las personas que le
rodean; habrá despertado el Péguy atento y siempre dispuesto. Habrá recibido una
educación con unos maestros marcadamente republicanos, que han sido relegados a
provincias durante el imperio, y que aún son portadores de esa “mística republicana”
impregnada por una autoridad que Péguy reconoce en ellos. Es una autoridad de vida,
de dignidad, de competencia. Y son estas las enseñanzas que recordará de su paso por la
escuela, unas amistades profundas, y una admiración sin límites hacia sus maestros.
El socialismo y el caso Dreyfus
Estamos en los últimos años del siglo XIX, y Francia va a pasar por uno
de sus momentos más críticos; aún se remueven las aguas de una guerra perdida hace
veinte años, cuando un caso de espionaje salpica al ejército francés. Se acusa a un
capitán de haber pasado información valiosa al ejército alemán. Y ese capitán se
apellida Dreyfus. Claro que no es cosa baladí su apellido, porque es judío.
Péguy ha hecho un primer intento de progresar en los estudios superiores
en el Lycée Lakanal, en Scéaux (un pueblo cercano al que 40 años más tarde la familia
Mounier y otras dos más formaran la comunidad de “Les murs blancs”). Como no
obtuvo buenas calificaciones, y dependía de una beca, decidió ir al servicio militar, que
debido a su condición de hijo de viuda fue de sólo un año. Al regreso consigue otra beca
administrativa y entra interno en el Colegio Saint-Barbe donde conocerá a gente muy
importante en su vida; Jérôme Tharaud, Marcel Baudouin, Charles L. De Peslöuan,
6
Louis Baillet y Joseph Lotte. Hace un segundo intento y vuelve a fracasar lo que le
devuelve a Orleáns donde se encuentra cuando los acontecimientos del caso Dreyfus,
preparando ya su primera Juana de Arco.
Ante los acontecimientos decide congelar un año la continuación de sus
estudios superiores de Filosofía. En ese año anterior ha creado un grupo socialista en
Orleáns y está en plena actividad política. Estamos en 1895 y la vida francesa va
escindirse entre antisemitas, que ven en Dreyfus el peligro judío cernirse sobre la gloria
de Francia, y entre los que ven un atropello de las libertades de una parte de la
población por la religión que se profese. Péguy acaba de abandonar el catolicismo, y sus
amistades se diversifican por la pluralidad religiosa del Midi francés: protestantes,
católicos, judíos y, agnósticos y ateos de orígenes variados. Pero su militancia socialista
va a chocar ya con el problema del caso Dreyfus pues salvo excepciones sus camaradas
caen en el antidreyfusismo. Escuchemos al propio Péguy hablar del socialismo, respecto
del caso Dreyfus, en su libro “Nuestra juventud”1:
“ Nuestro socialismo era un socialismo místico y un socialismo
profundo, profundamente emparentado con el cristianismo, un tronco de la vieja cepa,
literalmente, al fin (o todavía) una religión de la pobreza.” “... intentaré dar no una idea,
sino una representación de lo que fue en realidad este inmortal caso Dreyfus. Fue, como
todo hecho fundamental que se precie, un caso místico. Vivía de su mística. Murió por
su política.”
Ese socialismo integrado en la vida, parte de una mística que era
republicana, y que medularmente se encontraba compartiendo una misma cepa (el
mismo souche que utilizara Mounier para basar su tronco común de los
existencialismos) con el cristianismo. Porque hemos dicho que Péguy abandonó la
práctica del catolicismo, pero no su raigambre cristiana. El mismo von Baltasar dice
hablando de Péguy2:
“En consecuencia, el joven Péguy abandona con pronta decisión la
iglesia para comprometerse con el partido socialista... Una religión que se resigna a
admitir la perdición eterna de los hermanos y a no llorarlos eternamente es radicalmente
egoísta en el problema de la salvación y, por tanto, burguesa y capitalista en su misma
entraña”.
1 “Notre jeunesse” OO.CC. T III pág. (T. A.) 2 von Baltasar, Hans Urs “Gloria” Vol III Estilos Laicales. Ed. Encuentro 1987
7
Este joven de provincias que se maravilla ante las obras del Louvre, que
siente una piedad inmensa ante las obras de arte sacras, como la que sintió de pequeño
cada vez que entraba por el pórtico de Saint-Agnan, es el mismo que se siente solidario,
con una solidaridad que él asocia constantemente con caridad, con sus hermanos que
son explotados en las fábricas del desarrollismo industrial, pero con una proximidad
mística y física. Son sus mismos vecinos del faubourg los que van ser sus compañeros
de grupo político, es con ellos con los que va realizar su apostolado, como él mismo
dice, puesto que ésta es su verdadera conversión. Más adelante comentaré esa otra
conversión, que considero no existió nunca; es ésta, con la que deviene socialista la que
es una conversión para él: “Lo que significa para mí esta conversión, puede ser el
acontecimiento más grande de mi vida moral”3.
Su grupo pronto se adherirá al Partido Obrero de Guesde, y tomará
contacto con el que es bibliotecario de la École Normale, Lucien Herr, verdadero
catalizador del socialismo francés, de clase acomodada. Pero como ya he dicho, las
diferencias comenzarán pronto, con el caso Dreyfus. Péguy reparte su tiempo entre el
apoyo a las huelgas, el apoyo a los judíos perseguidos y el apoyo internacional a las
masacres en Armenia.
Y mientras estudia incansablemente sobre Juana de Arco, redactando la
que será su primera obra sobre ella. Ya desde entonces, y en los escritos periodísticos,
se vislumbra un estilo absolutamente propio, al que ninguno de los estudios sabe
colocar antecedentes: polemista, repetitivo (como ya dije), que hace exclamar a uno de
ellos:
“¡No sé dónde ha encontrado Péguy entre sus maestros el modelo para
esta escritura apasionada que dará a toda su obra una sinceridad excepcional, a costa de
la impaciencia en su lectura! No se le puede resumir, acortarle; ni hacer una lectura
rápida, en diagonal.”4
Durante esta época estudia Tipografía en Orleáns donde hay una larga
tradición en este arte. Un año descubriendo sus reglas, sus tipos, no sólo le servirá para
ser su propio editor y compositor, sino que adoptará en su propio lenguaje el de este
arte; en el hablado, utilizará mucho la palabra “tipo”, con una propiedad y variedad de
3 Feuillets de l’Amitié Charles Péguy nº56 1957 Orleans. Se trata de unos cuadernos que desde hace más de 50 años editan los Amigos de Charles Péguy, que tienen su sede en el Centre Charles Péguy, centro de documentación y museo, situado en el centro de la ciudad, en un precioso inmueble renacentista. (T.A.)4 Leplay, Michel “Charles Péguy” Desclée de Brower Paris 1998
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matices difíciles muchas veces de entender; en el escrito, su escritura a mano ha
encontrado una forma clara y definida tras los problemas de la infancia, con grandes
espacios, letras claras y sencillas, utilizando siempre cuartillas pequeñas para escribir, lo
que hace que en cada una apenas se encuentren a veces cuatro o cinco líneas. Se
aficiona además a las cartas, que en realidad son postales, poco más que telegramas, y
será una de las últimas cosas que haga en su vida; escribir una nota y un poema.
Escribe siempre bajo seudónimos, apenas en alguna ocasión utiliza sus
iniciales; Pierre o Jacques Deloire (del Loira, de su tierra), C.P., Pierre Baudouin
(usando el apellido de su amigo y su propio segundo nombre). Entre las obras firmadas
con seudónimo están “La ciudad socialista” y su primera “Juana de Arco”. No tiene un
gran interés en que se aclare su autoría, lo que le interesa es profundizar en sus lecturas
y estudios, y en presentar batalla, en polémica constante con el desorden establecido.
Así las lecturas que más huella dejaron fueron La República de Platón, Pensamientos de
Pascal, Materia y Memoria de Bergson y la primera defensa de Dreyfus que debe
publicarse en Bruselas por la expresa prohibición en Francia; La verdad sobre el caso
Dreyfus de Bernard Lazare, futuro amigo y colaborador de Péguy.
Pero esta efervescencia se va a teñir de dolor ante la repentina muerte de
su amigo Marcel Baudouin. La sorpresa y espanto no le permiten concentrarse y no sabe
qué hacer. Dadas las circunstancias en principio extrañas de su muerte, planea incluso ir
a matar al sargento del regimiento donde servía Marcel, pero afortunadamente le
informan antes, de que simplemente se trató de una fiebre tifoidea que se añadió a su
debilidad. Frecuenta a la familia, donde ha pasado muchos fines de semana, viajando de
Orleáns a Paris de continuo. Allí termina de trabar la relación que concluirá en
matrimonio civil con Charlotte, la hermana de Marcel. El ambiente de la familia es de
un gran anticlericalismo y muy próximo al socialismo, lo cual alienta la unión civil.
Será un matrimonio en el que la motivación no será el amor, sino el recuerdo de Marcel,
la comunidad de ideales y la amistad. Estamos en 1897 y la pareja se instala en París.
Un mes más tarde abandona sus estudios; la Academia lo desespera, no entiende las
eternas disputas de cátedras, la vetusta inmovilidad de los sillones de los grandes
(Durkheim está en boga en la Sorbona).
Comienza un viaje sin retorno al verdadero compromiso de Péguy que en
la gran urbe se va a ver más comprometido con el socialismo y con los acontecimientos
del caso Dreyfus. Los diversos partidos socialistas, fundamentalmente las dos
9
tendencias principales, lideradas por Guesde y por Jaurés, van a comenzar un proceso
de unificación en el cual el papel de Péguy va a ser fundamental por diversas razones.
Pero además, el caso Dreyfus va a dar un vuelco con la condena de éste a prisión en la
Guayana francesa, y la subsiguiente condena del verdadero culpable, Esterhazy, que
traerá la publicación del conocido alegato dreyfusista “Yo acuso” de Zola.
Péguy ha ido descubriendo que el verdadero mal está en la falta de
educación, de conocimiento, de información. Ha visto en las masas proletarias voluntad,
pasión, pero un desconocimiento que les priva de poder romper los lazos con la visión
burguesa del mundo. Por ello escribe y escribirá para ellos; les hablará de lo que hay de
bueno en la tradición, y de lo que hay de malo en la revolución. Se está fraguando el
Péguy editor militante que lo será hasta la muerte.
En París ha asistido al Edipo Rey y a Antígona y se ha maravillado con
ellos; ha ido a conciertos a escuchar Berilos y Wagner, pero la música le aburre un poco
y de tanto en tanto se duerme en ellos (¡con Wagner!), aunque las Walkirias
conseguirán mantenerlo atento. Entre tanto, su madre, ha pasado de las dudas a la
desesperación viendo como su hijo se alejaba de conseguir el puesto de agregado en
filosofía (profesor de instituto) entre las actividades políticas y el matrimonio. Además
un matrimonio civil; el punto álgido de la crisis madre-hijo vendrá a fines del 98 con el
nacimiento de Marcel Péguy, su primer nieto, y la determinación, por parte del joven
matrimonio, de no bautizarlo.
Del fin de la militancia socialista al comienzo de los Cahiers
Escuchemos por boca de otro de sus grandes conocedores, Robert Burac,
como era Péguy físicamente en este momento:
“Tiene veinticinco años, este Péguy robusto, de tez rojiza y pinta
seductora, este joven un poquito arrogante que cuida hasta el último pliegue del
pantalón, y que derrocha buena presencia. La mirada lanzada de abajo a arriba, por
encima del binóculo prendido a su nariz. Una lupa colgando. Las piernas demasiado
cortas para su cuerpo, que parece como sus palabras, equilibrado. Siempre está
ocupado. Y por ráfagas, como recuerda Romain Rolland, que acaba de conocerlo por
estas fechas, la cólera sube por su frente enrojecida, pero raramente la expresa; prefiere
10
salir en estampida, furioso, con su capa flotando a sus espaldas (por entonces lleva la
capa de Marcel Baudouin).”5
Este es el pequeño Péguy que nos ocupa, aunque para completar la foto
habría que decir que ya lleva perilla (que con el tiempo será bastante larga, a la moda de
esos años) y que mantiene la mirada firme como la del “Hombre con un vaso de vino”,
el cuadro que una y otra vez observa en el Louvre. Es un cuadro pequeño, anónimo,
atribuido a la escuela francesa de principios del XVII, con una clara influencia
flamenca, que representa el busto de un hombre de buena posición, que sostiene en su
mano derecha un vaso de vino, con los restos de la comida junto a él (dos trozos de pan
y un cuchillo de mango metálico).
Ya hemos ido dando las claves para entender cuales fueron las razones
de Péguy para una ruptura con el socialismo de militancia partidista, ya que la verdadera
militancia socialista no la abandonó nunca. Pero fueron mucho más dolorosos que unas
simples discrepancias de partido, estratégicas o de fondo. Durante el periodo 1898-1900
se convirtió en blanco de todas las críticas, fue utilizado, expulsado de su propio
proyecto y ninguneado en el proceso final de la unificación en lo que sería el Partido
Socialista de Francia. Y vamos a ir viendo cómo estos acontecimientos de su vida van a
estar absolutamente relacionados con la vida del momento, y que van a desembocar en
la apertura de “la tienda de los Cahiers”.
A Péguy se le puede localizar en primera línea en las manifestaciones y
en los periódicos de la época que recogían los escritos de los dreyfusistas6. Se pone en
peligro su libertad, su beca, la posibilidad de la agregaduría: todas estas cosas irán
poniendo a Péguy en la tesitura de decidirse a poner en práctica sus ideas de difusión y
educación. Además su nueva situación de casado le ha dado una especie de libertad de
acción inesperada, apoyado por su esposa Charlotte. Económicamente, debido a los
gastos que lleva a cabo en la defensa de Dreyfus, ha llegado al límite de la pobreza,
5 Burac, Robert. “Charles Péguy; la revolución y la gracia” Ed. Robert Laffont Paris 1994 (T.A.)6 Antes de continuar una aclaración al respecto del caso Dreyfus. Los “partidarios de Dreyfus” no defendían su honor de militar, sino el derecho que tenía como persona a tener un juicio justo, y que no se utilizara su ascendencia judía para considerarle culpable, así como defendían el derecho de la comunidad judía a no ser perseguida; los “anti-dreyfusistas” eran antisemitas acérrimos, y representaban a los grupos de poder que se sentían amenazados por los progresos de la comunidad judía en su posicionamiento social. Al capitán Dreyfus se tardó más de diez años en traerlo de vuelta de la peor cárcel de confinamiento que tenía el estado francés en la Guayana, y que inspiró la conocida novela “Papillón”, a pesar de haberse juzgado y condenado al verdadero culpable de espionaje. Es por esta flagrante injusticia que el caso Dreyfus marcará la vida política y social francesa hasta la Gran Guerra, que servirá de “bálsamo”.
11
punto en el que se ha comprometido a permanecer, y cosa que conseguirá sin mucho
esfuerzo. La miseria será para Péguy enseñanza; y no se trata de la miseria humana, sino
la económica, la austeridad propia del militante socialista que cree firmemente en sus
ideales.
Con el dinero que reciben por la dote de su mujer (cuarenta mil francos
oro) va a hacer realidad Péguy el sueño que viene fraguando en los últimos años, con el
acuerdo de la familia Baudouin y la incomprensión de su madre. En el 17 de la Rue de
Cujas, en el centro de París, junto a los jardines de Luxemburgo, se abre la Librería
socialista George Bellais. Su socialismo le ha llevado lejos del marxista, en la línea de
Fourier y de Proudhon; antiestatista, antipolítico, comunitario, en fin, anarquista o
libertario. Ha comprado el local con los libros que contenía de la librería que estaba
antes; a todos sus amigos les pide le donen los ejemplares que tengan de los libros
escritos por él, y si pueden de sus propios libros; por ejemplo, George Bellais cede
todos sus libros a la librería. Péguy incluye las ediciones recientes del “Pierre”, y
enseguida los que están ya en imprenta del “Marcel”, dos diálogos sobre el presente y el
futuro socialista. Entre las cartas de la época leemos las intenciones de Péguy al abrir la
“tienda”, como le gusta referirse a ella:
“Tomo por mi cuenta las pérdidas si llega el caso. Los beneficios de la
librería serán, si los hay, para las masas.”
La librería se inaugura el 1º de mayo de 1898, fecha expresamente
elegida para esta ocasión. En ella no sólo pretende vender libros; va a ser sede de una
editorial y lugar de encuentro, debate y educación, en el espacio de la trastienda.
Contrata a un gerente para llevar las cuentas, y él espera arrancar una hora diaria para
preparar su examen de agregaduría. Mientras, sus compañeros de partido y los de la
École Normale piensan en casarse o preparar sus exámenes para ser profesores; y otros
se lanzan al terreno político de las luchas por conseguir cuotas de poder.
Simultáneamente, él entra en esa inseguridad que considera lo más alejado del espíritu
burgués. Pero también será el momento de las traiciones, y de los incondicionales.
Provee de libros a todas las instituciones educativas importantes de Paris
(Sorbona, Politécnica, Instituto Pasteur,...). Va a albergar a otros movimientos y revistas
que nacen en la efervescencia del momento, como Pro Armenia y El movimiento
socialista, así como del Jouneaux pour tous de Herr. Un amigo de Péguy, Emile Boivin
12
va a convertirse en un elemento fundamental en el esquema de la tienda, pues será el
encargado de conectar a quienes han comprado la revista o son suscriptores, con quienes
no pueden pagarla para que se las pasen una vez leídas, y así cuantas veces sea posible
para hacerlas llegar al mayor número de gente. Este sistema lo repetirá después, como
tantas cosas aprendidas en estos primeros días, con su Cahiers. Se dice de la tienda que
era un verdadero enjambre de ideas y personas en esas fechas; se daban cita socialistas y
anarquistas, estudiantes y obreros. Este sistema era en realidad un P2P (peer to peer,
como el del famoso emule) a base de fichas y comunicación vía correo postal, pero el
criterio de intercambio, voluntad de compartir, estaban en la base de la idea.
La primera debacle vino de una edición de diez mil ejemplares de los
primeros discursos de Jaurés (más de 500 páginas) de los que sólo se vendieron dos mil,
ya que ni el mismo Jaurés estuvo de acuerdo en su publicación al recoger textos que
provenían de otros momentos históricos. Esto coloca al año de su nacimiento en la
banca rota a la librería. Péguy recurre entonces a Lucien Herr; este reúne el dinero entre
su pecunio y gente como León Blum, futuro presidente de la República. Pero esto lleva
a que se cree una sociedad anónima de la que los socios son quienes han puesto el
dinero; Péguy queda como delegado para la edición. Su sueldo es algo más bajo que el
de profesor, pero se le conceden 250 acciones de 100 francos en el reparto inicial,
aunque no tendrían valor hasta 18 meses después.
Pronto se da cuenta Péguy que la empresa ya no es socialista
revolucionaria, sino del más puro talante capitalista. Son importantes sus palabras de
entonces, ante este patrón “colectivo”:
“Me imagino por el contrario que la revolución social consistirá sin
duda, en suprimir a los patronos; así que me nombro desde ahora anarquista.”
Así tras una crisis con el gerente que él ha nombrado (desapareció con la
calderilla de la caja), Péguy le presenta su dimisión como editor y como accionista a
Herr, pero este le hace desistir, aunque para Péguy ya no es el “padre espiritual” que
creyó durante algunos años. Y aún ha de venir la otra gran decepción.
Péguy vuelve al entusiasmo, pues se ha aclarado el caso Dreyfus (aunque
luego vendrán los coletazos, que serán peores) y se han convocado para los primeros
días de diciembre de 1899 lo que definió como “los estados generales y el comienzo de
la revolución” (en alusión a los comienzos de la Revolución Francesa) del socialismo
13
francés; el congreso de unificación de las cinco facciones existentes. Él se plantea
inmediatamente la cuestión de la representación del pueblo, pero los líderes de los
grupos no; sólo los militantes tendrán derecho a estar presentes y votar, con un mandato
de grupo. Péguy lo deja pasar presa de la emoción y continúa trabajando para que el
congreso sea un éxito.
Pero el grupo que ayudó a crear en Orleáns, controlado por los
partidarios de Guesde, que se mantuvo al margen del caso Dreyfus, rehúsan otorgarle la
credencial representativa para el congreso. No se arredra, y como también tiene un
grupo que trabaja en París en los barrios obreros, presenta la solicitud de adhesión a
través de este grupo; entonces empiezan por ponerle problemas con el nombre, luego
con la validez del grupo. Finalmente acude al comienzo del congreso sin la credencial
en mano. Es finalmente allí, donde varios camaradas se la consiguen.
Las luchas intestinas entre Guesde y Jaurés sobre si entrar o no en los
gabinetes burgueses son parte de la historia. El 7 de diciembre Guesde consigue que se
vote a favor una moción para que la prensa socialista sea controlada por un comité que
velará por sus contenidos. Péguy se marcha cabizbajo y no volverá al congreso. En las
dos semanas siguientes fragua su idea de realizar unos cuadernos (los Cahiers) que
recojan la totalidad del trabajo que se realiza por la revolución, venga de donde venga,
agrupando toda la producción cultural de esa “nueva ciudad armoniosa”
Así se lo propone, ingenuamente, al comité que dirige la librería y
editorial. Lucien Herr le dice que su propuesta no tiene cabida, y lo que es demoledor;
cualquier proyecto que dirija Péguy será perseguido por contrarrevolucionario y por
anarquista. Péguy no acusa el golpe, y el 26 de diciembre de 1899 le avisa a su antiguo
mentor que renuncia al puesto de editor, pero que sólo se aleja momentáneamente. Aún
cree que cuando lean sus primeros números se darán cuenta de su lealtad. Sin duda se
equivocaba, pero lo que nos interesa aquí es la decisión sin lugar para el desánimo de
este hombre fraguado de amistades y de abandonos, que le lleva a la plena seguridad de
que sus Cahiers de la quinzaine estarán pronto en las manos de sus lectores.
Prácticamente arruinado, con cuatro personas a su cargo (su mujer, su
hijo, su madre y su cuñado) pero con las esperanzas casi intactas, va a ser capaz de sacar
adelante este monumental proyecto, que se va a mantener durante 15 años en
funcionamiento, en un tiempo record; el 5 de enero de 1900, diez días después de su
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dimisión en la Societé Nouvelle, ve la luz el cahier número 1. Charlotte cumple veintiún
años. Se lanzan trescientos ejemplares de ciento cuarenta y cuatro páginas.
Curiosamente ese será el número promedio de abonados que tendrá la revista hasta su
fin; alcanzará en algunos momentos los mil cuatrocientos, pero nunca se mantendrán los
quinientos que hubieran permitido vivir sin problemas a Péguy como gerente. En
cualquier caso lo hará, y vivirá de ello, con la humildad y la inseguridad que siempre
consideró como muestra de dignidad, frente a los que reclamaban la revolución “desde
su seguridad de funcionarios”.
La formación de un verdadero revolucionario
Los primeros tiempos de los Cahiers son de un trabajo de tal envergadura
que uno se pregunta cuando podía comer o dormir, ya no digamos ver a su familia.
Péguy se encarga de todo lo que rodea a la producción y venta de los Cahiers. Él busca
los escritores y los textos, los revisa, compone, y monta tipo a tipo sobre la plancha que
será enviada a la imprenta, que se encuentra en Suresnes, bastante alejada de París, pero
es en la que Péguy confía desde los tiempos de la Bellais. Además compone las
portadas, índices y tablas, y recordemos que eso por aquel entonces era una labor de
paciencia artesana. Además se encarga de buscar los suscriptores y los benefactores que
en más de una ocasión tendrán que apoyar el proyecto con inyecciones monetarias, y las
personas que se encarguen de distribuirlos.
Por otra parte Péguy escribe incansablemente, pues está convencido que
la educación es imprescindible para la revolución, y los materiales que salen de su mano
son en los que más confía. También tuvo que ocuparse del espacio físico, que si en un
principio fue en casa de los Tharaud, en noviembre de 1900 abren la tienda del 16 de la
rue de la Sorbone, donde estarán a pesar del poco espacio hasta el traslado definitivo 11
meses más tarde al 8 de la misma calle, lugar de donde no se moverán ya. Esta tienda
tendrá unas características calcadas a las de la Bellais, y se convertirá pronto en un
hervidero de gente que va y viene, piensa y debate.
Mientras, Péguy sigue intentando restablecer sus relaciones con Lucien
Herr, que una vez tras otra le despide cada vez con más rudeza. A fines de 1900,
Georges Bellais y él salen definitivamente del accionariado de la Societé Nouvelle y
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rompen definitivamente con el entorno del partido socialista, aunque no será hasta 1905
que Péguy “sancione” su separación total del socialismo con su adiós a Jaurés en el
artículo titulado “Correo de Rusia”, publicado en el Cahier 5 de la serie 7ª. Son los años
en los que escriben en los Cahiers Anatole France, George Sorel, o André Suarés. Se
reciben elogios por la profesionalidad de las composiciones, como por los contenidos,
que cada vez más se acomodan a reflejar la actualidad del momento, acoplado a su
periodicidad quincenal. Pero también mejoran poco a poco los Cahiers porque ha
entrado André Bourgeois a llevar la administración de la cooperativa creada para
gestionarlos. La seriedad de ambos personajes, Péguy y Bourgeois, hacen que las cosas
marchen sin grandes preocupaciones (salvo el rondar siempre el descalabro), para un
Péguy más preocupado en que la periodicidad y los contenidos estén a la altura de las
circunstancias que en las cuestiones del día a día económico.
Circunstancias francesas y mundiales que requieren de un constante estar
al día convierten en una obligación para Péguy comprar y leer cuatro periódicos por la
mañana, tres al mediodía y dos por la tarde. Maneja una cantidad de información que le
permite prever acontecimientos y estar siempre escribiendo sobre lo que sucede con una
diferencia mínima respecto a cuando se desarrollan los hechos. El mundo se debate
entre los eternos problemas de Francia con Alemania, las tensiones en Rusia, y los
conflictos internos franceses, cada vez más radicalizados contra la Iglesia católica.
Péguy fuerza a sus “escritores” a estar también muy informados, y a sus mejores
amigos, en algunos momentos, los increpa de forma muy ruda.
A mediados de 1901 la familia Péguy se traslada a Orsay, a las afueras
de Paris, hacia el sur. Esto significa que Péguy se aloja tres noches por semana en casa
de diferentes amigos hasta que finalmente alquila un apartamento a medias con Jules
Riby en el otoño de 1902. Para ese entonces Germaine, su segunda hija, tiene un año y
seis meses después nacerá Pierre. Los viajes en tren de un lado para otro son frecuentes,
complicados con las idas y venidas a Suresnes. Pero el tiempo brota de alguna parte
ignota. Las lecturas de Pascal han sustituido a Platón y Descartes. Y pronto tendrá la
oportunidad de asistir a los cursos de Bergson. A ellos asistirá con varios amigos y ex
compañeros. De entre ellos quiero mencionar a dos, una pareja con la que Péguy
mantendrá una estrecha relación durante esos años (hasta 1910 de manera muy
estrecha): se trata de Jacques Maritain y Raisa Oumançoff (después Raisa Maritain). A
Jacques Maritain lo conoce desde hace tiempo. Es nueve años más joven que él, y la
16
relación proviene de que Péguy es muy amigo de Genevieve Favre, la madre de
Maritain, socialista activa de origen protestante. Raisa es una joven de 17 años,
emigrada de Rusia, de padres judíos, que está estudiando botánica.
Estos detalles vienen al caso para situar la relevancia del matrimonio y
conversión al catolicismo de la joven pareja Maritain, y su relación estrecha con Péguy,
muy poco estudiada y valorada. Debido a la diferencia de edad Péguy se siente protector
del joven Jacques, y este siente una profunda admiración por Péguy. Milita en grupos
socialistas y demuestra un claro interés por todo lo social.
Bergson va a dejar una huella profunda en toda la generación de Péguy.
Va a significar para nuestro editor, que ronda los treinta, el momento de más estrecha
relación con la filosofía académica, pese a que nunca mantendrá una buena relación con
esta institución (como con ninguna). La filosofía entendida desde la vida misma, será el
nexo que permitirá captar a Péguy conceptos que luego se verterán digeridos y
reelaborados en todas sus obras de aquí en adelante. Péguy encuentra tan interesantes
los cursos de Bergson que publicará sin permiso un resumen bajo el título de
“Introducción a la Metafísica” en los Cahiers, lo que traerá la protesta del director del
prestigioso College de France.
Son estas cosas las que alejan a Péguy de la academia y de la docencia
reglada. Este tipo de maestros que quieren guardarse sus cosas para ellos o para unos
pocos elegidos no están dentro de la órbita de un Péguy que piensa que a la gente hay
que facilitarle el acceso a los conocimientos, que debe leer de todo, que la cultura debe
ser parte intrínseca de la vida de cualquiera. Son estos maestros los que alejarán a
nuestro “petit homme”, como le llamaban muchos, de cualquier tipo de contacto con la
Universidad, y con la Escuela en sentido amplio. Será por esto mismo que decidirá no
enviar a sus hijos a la escuela y asumir la totalidad de su educación entre Charlotte y él.
Es cierto que sus ausencias son notorias, pero el tiempo que está con su familia se
dedica cada vez más a los niños y su formación, sobretodo a medida que van creciendo,
como veremos más adelante. Sobre la escuela podemos leer a Péguy que nos dice:
“La Escuela por su propia naturaleza es una amenaza para la libertad. (...)
La institución escolar es una amenaza para la paz (paz entre los ciudadanos, paz en el
alma de cada miembro de la ciudad), pues reposa como sistema sobre los exámenes y
las oposiciones”7
7 “La cité harmonieuse”
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Este paysan de la Francia más francesa, serio, conspicuo, casi
machadiano, diría yo, ha alcanzado a los 30 su madurez en muchos sentidos. Y es a
partir de aquí cuando su vida da un salto cualitativo. Hasta ahora la Historia y sus
revueltas lo han absorbido como sólo la realidad de lo que se puede tocar y ver puede
hacerlo. Hasta ahora hemos visto al Péguy comprometido con una causa, que no cesa y
que es terco, como la Juana de Arco antes de la revelación. Ese salto cualitativo no lo
provoca ningún hecho, ni revelación particular en el caso de nuestro gerente editor.
Simplemente va a comenzar un viaje hacia el interior, sin abandonar los compromisos
de la realidad, pero un viaje que va a ser mística en estado puro.
Se va a enamorar, pero de todo lo que es imprescindible para él. Es ese
enamoramiento del que hablan Juan de la Cruz, Teresa de Ávila, y el Cantar de los
Cantares. Los compromisos de su vida se van a volver parte de sí mismo, y los va a
volcar en una incesante productividad de miles de páginas escritas a mano, dándole
vueltas siempre a los mismos personajes y a las mismas preguntas. Y van a ser los
personajes femeninos los que van a jugar el papel clave en este peregrinaje que
comienza hacia 1905 y que tendrá su punto más álgido en el peregrinaje real, a pie, a
Chartres poco antes de su muerte, como si entreviera que de su viaje a primera línea no
iba a regresar.
Y por eso mismo voy a abandonar con él un camino que seguía una línea
de acompañamiento cronológico, para cambiar junto a él al tiempo de lo interior, donde
las líneas de lo real se vuelven menos rígidas, y se nos muestra lo real de nosotros
mismos; nuestros fantasmas, nuestros temores y nuestros anhelos más profundos.
El mundo de Juana, la doncella
Si uno visita Orleáns es imposible que no sienta la presencia de Juana
por todas partes, en las plazas, en los edificios, en las murallas. Para alguien sensible a
este tipo de personajes, que además impregnan todos los textos de historia de Francia,
no queda más remedio que prestarles atención. Pero en el caso de Péguy va a ser amor
desde los primeros momentos. Y siendo tan importante, es comprensible que sea posible
descubrir a través de ella el cambio en el autor.
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Hay dos obras dedicadas a Juana de Arco en Péguy. Una de juventud, y
otra de madurez. La primera es fruto del desenfreno que le produce descubrir que al
baluarte de la Francia católica se le puede mirar desde la óptica revolucionaria, ya no sin
que pierda ni ápice de sus contenidos, sino dándole más valores y una lectura que nadie
había imaginado antes. Ya hemos dicho que esta primera Juana, drama en tres piezas, lo
publicó Péguy a fines de 1897, y que como homenaje a su amigo perdido, firma como
Pierre (él) y Marcel Baudouin.
Estamos ante una Juana de la simpleza, del campo, es una Juana que
recuerda en algunas cosas a Francisco de Asís. Sus relaciones son humanas; sus
reacciones y fortalezas son humanas. Es una Juana que cree que puede con sus propias
fuerzas convencer al Delfín de que tiene que defender al pueblo que sufre. Hay un
convencimiento total de que la razón es suficiente, y que los sucesos sobrenaturales,
vienen a completar aquello para lo que muchos no parecen estar dispuestos a admitir
por la simple razón. Péguy va a recalcar constantemente su pequeñez, su ser mujer, su
sentimiento de profunda solidaridad con el pueblo sufriente. Así los escenarios serán
Domremy, las batallas y Rouen; digamos que los acontecimientos históricos.
Y es que Péguy está convencido de que la revolución va a venir ya. Por
que las condiciones se están dando, por que el pueblo sufre y la razón va a ser suficiente
para que todo vibre con otros tonos; los de la razón, libertad, igualdad y fraternidad. El
semblante de la República toma la cara de Juana, y Péguy siente a Juana dentro de sí
mismo.
Pero con los años Juana y las mujeres que la rodean, comenzando por la
hermana de la heroína, sin ir más lejos, han vuelto sus ojos a otra parte. Trece años
después de la primera Juana, en 1910, y dentro de uno de sus Cahiers, se va a publicar
“El misterio de la caridad de Juana de Arco”. El título es significativo porque se ha dado
el paso hacia el misterio, y además hacia el misterio que suponen las tres virtudes
fundamentales: Fe, Esperanza y Caridad.
Como vemos el comienzo del camino hacia el misterio para Péguy
comienza por la tercera. Después tendremos el “Pórtico al misterio de la segunda
virtud”, publicado en 1911, y “El misterio de los santos inocentes”, publicado en 1912,
año de crisis personal y de centenario (el 5º, de la liberación de Orleáns por Juana de
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Arco). Péguy representará su propio viaje hacia la fe por medio de sus obras. Así, esta
última comienza con Madame Gervaise rezando:
“Yo digo, dice Dios, Maestro de las Tres Virtudes.
La Fe es una esposa fiel.
La Caridad es una madre ardiente
Pero la Esperanza es una niña pequeña aún.”8
Juana va a dar largos discursos que intentan comunicar lo que se le
revelaba. Pasa de la brevedad intensa e impaciente, a la extensión que planea sin
preocupación de las llamas del martirio. Péguy siente a Juana en su interior; quiere ser
pequeño, quiere ser merecedor de la gracia de la segunda virtud, ante la que se
encuentra en el pórtico del misterio, mientras que de las otras dos reconoce al menos
este. Camina hacia la desesperación y nada ni nadie pueden frenarlo. Eso sí, es una
desesperanza interior, su tristeza “va por dentro” y sólo con sus amigos y amigas más
próximos va a revelar esta situación.
A Genevieve Favre le dice en una carta de septiembre de 1910:
“La verdadera resignación cristiana no es en absoluto una resignación
adormecida. Es una resignación generalmente desgarrante.”9
Y en cambio a Louis Baillet, ya consagrado sacerdote y exiliado en
Bruselas, le dice en julio de 1902:
“Con motivo de estas persecuciones estúpidas, injustas, te quiero renovar
la seguridad de una amistad que permanece íntegra. Vosotros los católicos, alegraos; las
persecuciones de los radicales preparan incontestablemente el renacimiento de la fe
católica en Francia.
Sólo los amigos de la razón se deben apenar.”
Entre estas dos cartas hay no sólo ocho años de vida, sino un cambio de
posicionamiento en Péguy. En 1902 se sitúa desde fuera del catolicismo, disconforme
con la nueva ley de educación que incluye la prohibición de la enseñanza de tipo
religioso, y la persecución de todas las instituciones de enseñanza católicas en Francia,
8 “Le mystere des saints innocents” Ouvres Poethiques Completes Gallimard Paris 1957 pág.6759 Como la mayor parte de las cartas se encuentran en el Centro Charles Péguy de Orleáns, estando recogidas en una edición realizada por el hijo mayor de Péguy, Marcel, en 1927.(T.A.)
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bajo pena de cárcel en caso de que un sacerdote o monje ejerza de maestro. Eso
motivara el exilio de muchos, entre ellos varios amigos de Péguy. Él se opondrá desde
los Cahiers a esta ley, a pesar de estar totalmente de acuerdo conque la enseñanza sea
laica. En 1910, habla desde su fe cristiana, renovada siente él, un poco al estilo de
Unamuno, retomando la fe perdida de la infancia.
De la primera Juana a esta de los tres misterios hay un ubicarse de nuevo
en el mundo, encontrarse a sí mismo, sin que lo anterior fuera malo, no una conversión.
De esta se ha escrito mucho, y sobre todo por parte de aquellos que han querido hacer
de Péguy un traidor al socialismo, ya sea desde la derecha que quería ver la
“recuperación del sentido común” por parte de este hombre reconocidamente honesto,
ya desde la izquierda que quería verle como un converso más que abandona “la causa”
por la comodidad de los claustros. Ambos comparten la incomprensión de la libertad
personal más allá de la obediencia al grupo; son los de espíritu simple quienes han
hablado de conversión en Péguy.
Cuando Péguy retoma el tema de Juana de Arco, y se plantea reescribir
su primera obra, está en un momento vital de gran confusión. Ha sido literalmente
expulsado por sus camaradas socialistas que rechazan la posibilidad de vivir sin
instituciones y que ven la revolución como algo que debe destruir para volver a
construir encima de las cenizas. Y es que poco a poco ha ido comprendiendo nuestro
hombre que si una silla puede ser reparada con dedicación, hebra a hebra de paja, desde
dentro a fuera, la persona puede y debe hacerse de la misma manera. Hemos llegado
pues al momento crucial en el que toma conciencia de la importancia y prioridad que
tiene la reconstrucción de la persona desde dentro, con pasión y dedicación, pero sin
pausas, de manera que sufra una revolución interior, condición para esa otra necesaria
(consecuencia necesaria además) revolución estructural, económica y política.
Los acontecimientos de Rusia durante 1905, con la destrucción de la
flota del pacífico por los japoneses y la consiguiente derrota en la guerra, y con las
revueltas en las principales ciudades, y de varias unidades del ejército y la marina,
solicitando simplemente pan (el artículo se titulará “Los suplicantes paralelos”), ponen
al editor de los Cahiers delante de la cruda realidad de las revoluciones que promueven
los grupos de la izquierda marxista y anarquista. Habla con dolor de las barbaries que
van a cometerse en nombre de los ideales de la Revolución (la francesa); es un gasto
humano sin sentido, respuesta de la desesperación. Por eso vive con angustia cualquier
21
retraso en las ediciones de los Cahiers, por que cree que cada día perdido, es un día que
se retrasa el proceso educativo de las masas, y por tanto es un día que acerca más una
revuelta sangrienta.
Simultáneamente se produce en Péguy una visión tan incomprendida
como particular de la situación en el mundo. 1905 es el año de “Nuestra patria” y de
“Por esta mañana de nubes y claros”. Gran parte de sus enemigos ven como
consecuencia directa de su pasión por Juana (abanderada durante siglos de la más
recalcitrante derecha clerical católica), este nuevo lenguaje que incorpora a la patria y
los valores de lo francés frente a los valores imperantes en el sistema. Se ha escrito
mucho también sobre un nacionalismo exacerbado, al igual que su militarismo. Pero
como con la conversión se trata del no querer escuchar de oídos sucios.
Péguy utiliza como equivalentes imperialismo, capitalismo y
germanismo. Para él la Alemania del Kaiser Guillermo, así como la de Bismarck,
encarna al monstruo del capitalismo que quiere absorber todo lo que encuentra a su
paso, digiriéndolo, aplastándolo, devorándolo. En ningún caso se refiere a los alemanes
como nación, sino al sistema. De hecho son varios los alemanes o miembros del imperio
alemán que escriben en los Cahiers por invitación expresa de Péguy. Frente a ello va a
considerar que se debe reforzar la mística republicana que tuvo su auge con la
Revolución Francesa y que se reflejan en los valores de la Francia de “Liberté, Egalité
et Franternité”.
En cuanto al militarismo son constantes las alusiones a la consideración
de lo militar como negativo, como expresión de la obediencia ciega que no lleva a
ninguna parte, como instrumento del sistema para acabar con la mística republicana en
la política. El ejemplo más utilizado por Péguy es el de MacMahon, que dirigió el
bombardeo de la comuna de París. Pero este personaje que será arrastrado tras su muerte
a las hornacinas de los monumentos de la Acción Francesa, sigue un proceso de
profundización interior y de angustia, que recuerdan al Kierkegaard de “Temor y
temblor”.
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Sus amistades y su familia
Su soledad revolucionaria termina fraguando un círculo de amistades tan
variopinta como marginal. Judíos, protestantes, anarquistas y socialistas expulsados,
mujeres que no encuentran eco en un mundo de hombres, conversos de todo tipo. En
una época de “grandes revoluciones” que parece exigir “grandes tomas de partido” por
las “grandes causas”, Péguy opta por los marginados de esos grandes momentos que no
son realmente acontecimientos notables.
Su toma de partido por Dreyfus sostenida hasta que en 1906 se le
reintegra a éste a Francia y al ejército, es mal entendida por todos. A esas alturas ya
nadie quiere remover pasadas deudas y dudas; se pretende zanjar con mucha pompa
para arrinconarlo en la esquina de la historia de Francia. Y nuestro editor vuelve a la
carga una y otra vez recordando que no se restaura el honor, ni se restaura la dignidad
que se quiso mancillar, con la devolución de un sable y unas charreteras. Que a los
judíos se les sigue mirando con desprecio, y siempre se encuentran motivos para
relegarlos a un segundo plano.
Pero cosa similar sucede con los protestantes, ante los que la sociedad
vive de espaldas, y se les obliga a encerrarse en pequeños grupos repartidos por todo el
país. Varios de sus colaboradores y amigos son protestantes, y esto, unido al proceso de
acercamiento al cristianismo que comienza en 1906, van a hacer pensar a muchos que
Péguy en realidad es más protestante que católico: Las dudas ante la asistencia a misa,
que nunca llega a ser efectiva, aunque pasa largas horas en los templos desde 1907 hasta
su muerte (dos horas antes de morir estaba rezando en una capilla próxima a la zona de
trincheras que le correspondía defender en el frente); la incontestable desobediencia
ante las órdenes que provienen de la jerarquía católica en relación con aceptar su
“conversión”; el empecinamiento en buscar consejo en sus amigos y amigas sin fijar un
confesor o guía espiritual católico.
En fin, que se empeñaron entonces, como muchos aún hoy en considerar
dudas lo que eran claras evidencias de que no estaba dispuesto a dar su alma a unos u
otros. Sus amistades lo fueron hasta la muerte; bien porque se fueron antes que él, como
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el caso de Romain Rolland, Marcel Baudouin y Eddie Marix; bien por su propia muerte.
Incluso las traiciones de sus amigos, siempre las consideró como no definitivas, y a
Lucien Herr lo esperará hasta el final.
Quizás uno de los problemas más graves que pasó Péguy en estos años
fue de índole personal, lo que le llevó a una crisis profunda en su fe naciente.
Su vida familiar como habíamos visto estaba condicionada a su vida
militante, salvo la educación de Marcel, y posteriormente de Germaine y Pierre, a
medida que iban alcanzando la edad de recibir conocimientos específicos que Charlotte,
su esposa, no podía darles. En una recopilación de testimonios de personas que le
conocieron en vida, están los recuerdos de Germaine, su hija, de los que voy a
transcribir varios textos que nos permitan valorar como era la vida familiar de los
Péguy.
De la segunda casa, en Lozère, recuerda:
“La casa cuadrada que aún existe, con su largo salón un poco oscuro,
donde mi padre trabajaba, y el gran jardín donde jugábamos largos partidos de `balón
prisionero´; después la pequeña sala, más alta que larga, donde recibimos Pierre y yo
nuestras primeras lecciones de latín.”
Y la impresión dominante de esos años:
“Recuerdo esa especie de reverencia, de respeto profundo, de total
devoción por su trabajo, que mi padre había transmitido a toda la familia; todo estaba
previsto, organizado por él para evitar toda pérdida de tiempo, cualquier contrariedad”.
De su padre recuerda que en agosto del 14, entre las cosas que les dedicó
de despedida, ante la posibilidad de la muerte, fue que nunca le habían impedido
escribir una línea, o que por ejemplo le gustaba vanagloriarse de movilizar a su mujer
en 5 minutos para salir toda la mañana de casa.
“Durante horas le escuchábamos a través de la puerta, con voz monótona
releer las pruebas de los Cahiers, aclarando todas las indicaciones tipográficas, mientras
que nuestra madre, sentada junto a él, seguía el texto sin perder el hilo; enseguida que
terminaba, le pedía a ella que pusiera el dedo para sujetar el nudo con el que cerraba el
paquete para la imprenta. Todo debía estar perfecto. Lo veo haciéndome notar la poca
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claridad en una dirección de una carta, que yo encontraba perfectamente legible... pero
no, había que romperlo y volverlo a hacer.”
“Sólo nuestra madre podía entrar para limpiar en la sala de trabajo, con
el cuidado de no mover un solo papel, mientras que nosotros apenas osábamos echar
una miradita desde la puerta. Debíamos jugar sin hacer demasiado ruido, y estar siempre
listos para acompañar a nuestro padre en sus largos paseos; nuestro hermano pequeño
hasta la meseta, nosotros dos podíamos ir con él hasta el bosque, donde estaban nuestro
valle encantado, y el mar de gemistas donde una vez encontramos una ballena.
Estábamos además a su disposición como alumnos; a Marcel le enseñaba latín y griego,
a los demás empezó con el latín entre octubre de 1913 y junio de 1914.”
Sobre la posible austeridad de su infancia debido a la severidad de su
padre, Germaine dice:
“Exactamente lo contrario; su forma de querernos era exigente, y diría yo
que celosa. Nunca quiso dejarnos ir a clase al colegio. Marcel no entró en Saint-Barbe
hasta primero (con 15 años), Pierre y yo en octubre del 14, tras su muerte. Quizás por
miedo a influencias ajenas, sin duda, pero también por deseo de nuestra presencia junto
a él. En invierno, en la habitación contigua a donde él trabajaba; en verano, en el jardín,
bajo su ventana. Un día que estábamos portándonos especialmente bien, llamó a nuestra
madre; `¿Dónde están los niños?´ Ahí al lado, le contestó ella. `Ah, es que no los oía´.
Era de naturaleza alegre; jugaba con las mismas ganas que nosotros, corría a cuatro
patas, saltaba a la comba, con el riesgo de que se le cayeran y rompieran las gafas o
romperse algo. De vez en cuando veíamos sus ojos brillar con malicia detrás de sus
gafas; y entonces le preguntaba a nuestro jardinero: `¿Porqué las manzanas están
agusanadas?´, provocando siempre la respuesta de éste:`¡Esos malditos!, no sé que voy
a ....´, cuando a las manzanas no les pasaba nada.”
“Para divertirnos, se tomaba con buen humor esos pequeños incidentes
domésticos desagradables; el cristal de una lámpara que se rompía (eran los tiempos de
las lámparas a petróleo, ya que la electricidad se rechazaba por fatigar la vista), un lazo
que se suelta o rompe. Entonces proclamaba con una falsa gravedad;`´¡sobre todo
mantengamos la calma!´ o `¡así se pierden las batallas!´.”
Le gustaba tanto la naturaleza como el deporte, y así recuerda Germaine
que una mañana de primavera perfumada de jacintos salvajes habían corrido por el
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campo como locos, “y en sus ojos se adivinaba una felicidad como la nuestra”. Con los
animales también era cariñoso, recuerda. Más con los gatos y la cabra que con el perro
que una vez la mordió, o con el asno que los tiró una vez al suelo. De los pájaros no
sabía gran cosa, pero le gustaba que Pierre le contara lo que sabía de ellos, pues le
encantaban.
Y van terminando sus recuerdos de apenas 13 años:
“Como a nosotros, le encantaba el jardín; después de caminar, cavar era
su segunda entretención. Mi penúltimo recuerdo de él es de la primavera del 14;
encargada de avisarle para ir a cenar, le vi ahí, con el pie sobre la pala, vestido de
blanco, con sombrero blanco también, en el crepúsculo. Me pareció luminoso; me quedé
parada, contemplándolo.”
“De algunos meses más tarde proviene mi último recuerdo de él. Vestido
de militar, apoyado en la puerta del vagón del tren que lo llevaba a París, nos miraba
sonriente, por última vez.... eso me recuerda que el primero que conservo de él, es de
una noche de mis cinco o seis años, que me quedé dormida apoyada en el plato de la
cena. Él me cogió en brazos y me llevó a la cama; él creía que seguía dormida, pero yo
estaba feliz de estar en sus brazos.”
Estos recuerdos nos traen la humanidad de este hombre que a veces
parecía inhumano en sus esfuerzos y sus labores. Pero las cosas en casa no funcionaban
bien, desde la instalación de la familia en Lozere, probablemente porque ya le ha
comunicado a Charlotte que ha reencontrado la fe católica como le confesó a Maritain
en marzo de 1907. La familia Baudouin es anticlerical como ya dijimos, militantemente
anticlerical, lo que implica una separación de caminos en la visión del mundo en la
pareja. Péguy comienza a sentir las presiones que por un lado y otro vienen con respecto
a su fe; la familia de su mujer se niega a aceptar cualquier relación con la iglesia
católica, y ésta última le exige constantemente que formalice su matrimonio por la vía
eclesiástica, así como que bautice a sus hijos.
Pero el mayor problema para Péguy viene de sus muchas relaciones y la
cantidad de tiempo que está fuera de casa. Se desconoce si su esposa ponía problemas
ante los continuos viajes a París, pero entre sus amigos se corrían rumores, como suele
suceder en estas ocasiones, y contra la apariencia de gravedad sempiterna de Péguy, de
que había algo más que amistad con la hermana de Jules Isaac, Laura. Pero realmente
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sólo había una persona a quien Péguy confesó lo que le sucedía y atormentaba por
aquellas fechas de 1906. André Bourgeois, el fiel administrador de los Cahiers se
convirtió por casualidad en confidente de Péguy. Confidencia que guardó hasta el
fallecimiento de la esposa de este.
Varios conocedores de la vida del editor de los Cahiers, como el ya
citado Burac y Jean Bastaire han buscado relacionar la información que contenían las
cartas que escribió durante aquellos años, y parece saltar a la vista un hecho singular. En
agosto de 1914 escribió dos cartas de despedida; una a su mujer Charlotte, otra a
Blanche Raphaël.
A Blanche la conocerá Péguy en casa de Tharaud, en 1899, cuando
también era en parte su casa. Su hermano Gaston Raphaël colabora con Péguy desde
hace tiempo y han sido compañeros con Boivin en Lakanal. En realidad la amistad
durará siempre con Gaston pues llegará a ser su experto en Alemania, y traductor de y a
este idioma de varios artículos de los Cahiers. La familia Raphaël es judía no-
practicante, emigrada de Alsacia en 1870, cuando este territorio pasa a manos alemanas.
Nunca tendrán una posición muy desahogada, y Péguy les ayudará en varias ocasiones,
mano que le será devuelta en otras tantas en apoyo de los Cahiers y de su propia
economía personal.
Blanche era una especie de antítesis de Charlotte. Va a ser de las
primeras en conseguir una agregaduría en Francia y también de las primeras mujeres
que se corten el pelo a lo “garçon”. Cinco años más joven que Péguy va a quedar
impresionada por este hombre menudo y grave; y la sensación será recíproca. Durante
seis años va mantenerse una relación en algunos casos equívoca, en la que entran a
tomar parte personajes tan inesperados como la propia Cecile Péguy, madre del editor
de los Cahiers, y Genevieve Favre, madre de Maritain. Ambas, que poseen un gran
ascendiente sobre hijo y amigo, sienten una gran simpatía por Blanche; y ambas, hay
que decirlo, mantienen una distancia más que prudente con Charlotte.
Péguy tiene dos mundos; uno en su casa, otro en París. Y de esa tensión
va a surgir un profundo dolor tras su acercamiento a la fe católica. Oigamos lo que dice
Burac sobre este tema en el libro ya mencionado:
“¿Es Blanche Raphaël de la que Péguy habla a Pesloüan en su entrevista
de 1906, tras escribirle una nota diciendo que tiene un caso de conciencia imprevisto, y
27
extremadamente grave? Parece en todo caso, que después de varios años de relación
amistosa, el amor le hubiera cogido por sorpresa. Un violento amor carnal, trágico y
profundo. Tentado por el adulterio, por el divorcio, él que está ya `lleno de
remordimientos´, cara a cara con su familia, va a cuestionarse profundamente, a luchar
con determinación brutal durante años, `atormentado por los escrúpulos, atacado,
invadido y absorbido por los remordimientos, por crímenes no cometidos, que no
cometerá jamás. Es uno de los más bellos casos que he encontrado de culpabilidad sin
falta´. El “Diálogo de la historia y del alma carnal, redactado durante las vacaciones de
1909 y la primavera de 1910, está lleno de alusiones a su situación doméstica.”
Blanche tomará la determinación en 1908 de casarse con Marcel
Bernard. A partir de ahí la relación se torna formal, y sólo se ven cuando Péguy lleva a
Germaine y Marcel a recibir clases de inglés a casa de Blanche. Él la mantendrá siempre
entre sus más allegados y será receptora de cartas suyas hasta el final, como ya hemos
visto.
Son muchos los amigos y amigas que completarían una lista llena de
detalles y anécdotas, apoyos y confidencias. Muchos le han abandonado; otros le
recordarán siempre. La mayoría guardará como un tesoro el paso por sus vidas de este
poeta, lleno de fe y dudas. De su fe en la transformación del mundo y de la claridad
como veía a sus antiguos camaradas socialistas hablaré a continuación.
Péguy; un libertario contra el socialismo acomodado
Como ya he insistido en varios momentos se ha pretendido arrancar a
Péguy de algo que consideraba parte intrínseca de su persona; el socialismo. Pero el de
Péguy es un socialismo utópico, libertario. Sobretodo si se examinan las dos últimas
parejas de obras escritas en prosa por él: “El dinero” y “El dinero, continuación”, que
son de febrero y abril de 1913, y la “Nota sobre Bergson” y la “Nota conjunta sobre
Descartes”, que son de abril y de agosto de 1914.
En 1913, Péguy es sin ninguna duda el adversario resuelto del socialismo
de su época: socialismo marxista, socialismo de lucha de clases. Es preciso sin embargo
ver por qué lo rechaza. ¿Porque es un socialismo excesivamente revolucionario? Al
contrario, porque no lo es bastante:
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“Todo ese mundo es jaurésista, es decir, que en el fondo todo ese mundo
es radical. Es decir, burgués”.
De Jaurés dirá que no ha sido nunca más que un radical, e incluso un
radical oportunista, un radical de centro izquierda y que el socialismo ha pasado a ser,
bajo el nombre del jaurésismo, un sistema de desorganización del trabajo social y
además
“..., una excitación de los instintos burgueses dentro del mundo obrero,
un arrastrar a los obreros para que se vuelvan a su vez cochinos burgueses.”
Burgués el socialismo parlamentario y burgués el socialismo sindicalista.
Péguy no da la razón ni a los intelectuales de la SF1O ni a los obreristas de la CGT. Al
adoptar la Carta de Amiens, que garantiza la independencia del sindicalismo, estos
últimos
“..pudieron creer más o menos sinceramente que se habían
desembarazado del viejo personal político socialista. Pero no se liberaron del viejo
espíritu político socialista”.
Son “obreros aburguesados”, “intelectuales a disgusto”. Es la burguesía
quien, al convertirles en burgueses, les ha enseñado a mendigar, como ella misma hace.
“Hoy, en esa misma insolencia y brutalidad, en esa especie de
incoherencia que añaden a sus reivindicaciones, es muy fácil sentir esa vergüenza sorda
de verse obligados a mendigar”
Dirá Péguy que todo mal proviene de la burguesía, volviendo a la crítica
que expresara ya en “Nuestra juventud”.
“Toda la aberración..., todo el crimen. Es la burguesía capitalista quien
ha infectado al pueblo (...) Digo expresamente la burguesía capitalista y la gran
burguesía. Por el contrario, la burguesía trabajadora, la pequeña burguesía, ha pasado a
ser la clase más desgraciada de todas las clases sociales, la única que hoy trabaja
realmente, la única además que ha conservado intactas las virtudes obreras.”
Dígase otro tanto de esa idea de sabotaje que se extiende por los medios
obreros. Los sindicalistas no hacen más que tomarla de la gran burguesía. ¿Cuál era,
según Péguy, la vocación de esta última? La de ser
29
“..el árbitro económico del valor que se vende, mientras la clase obrera
no pedía más que seguir siendo lo que siempre fue: La fuente económica del valor que
se vende”.
¿Qué ha pasado en realidad? Como la burguesía se había dedicado a
tratar como un valor de bolsa el trabajo del hombre, también el trabajador se dedicó a
tratar como un valor de bolsa su propio trabajo.
“Como la burguesía se dedicó a ejercer un chantaje perpetuo sobre el
trabajo del hombre, vivimos ahora bajo ese régimen de golpes de bolsa y de chantaje
perpetuo que son especialmente las huelgas. Desapareció así esa noción del justo precio,
de la que se ríen hoy nuestros intelectuales burgueses, pero que no dejó de ser
fundamento estable de todo un mundo”.
De ese mundo caduco, donde los obreros no dejaban de ser pueblo para
convertirse en burgueses, el autor de “El Dinero” dibuja un cuadro del que no se ha
visto bien, dado su carácter nostálgico, cuan inclinado está tanto hacia el futuro como
hacia el pasado.
«Aunque no nos crean, nosotros hemos conocido obreros que tenían
ganas de trabajar (...) Trabajar era incluso su placer, y la raíz profunda de su existir. Y la
razón de su ser. Había un honor increíble en el trabajo, el más bello de todos los
honores, y el más cristiano, tal vez el único que se mantiene en pie. Por eso digo yo, por
ejemplo, que un librepensador de entonces era más cristiano que un devoto de hoy.
Porque un devoto de ahora es necesariamente un burgués”
Estas palabras duelen, y duelen hoy, pero son la verdad de Péguy, algo
que ya venimos escuchándole desde su primera juventud, ¿verdad?. El honor de
aquellos obreros era “absoluto”, según es lo propio del honor. Un palo de silla tenía que
estar bien hecho. No tenía que hacerse bien ni por el salario ni mediante el salario.
“Ellos decían riéndose, y por fastidiar a los curas, que trabajar es orar, y
no imaginaban cuánta razón tenían. Tan oración era su trabajo. Y el taller era una
capilla.”
Desde el trabajo, el respeto se extendía al hogar.
30
“Por otra parte, el hogar se confundía muy a menudo con el taller y el
honor del hogar y el honor del taller eran el mismo honor. Era el honor del mismo lugar.
Era el honor del mismo fuego”.
De ahí provenían
“..todos los bellos sentimientos adjuntos o conectados, todos los bellos
sentimientos derivados y filiales. Un respeto a los ancianos; a los padres, a la familia.
Un admirable respeto por los hijos. Naturalmente, un respeto por la mujer. (Y, hay que
decirlo, pues eso falta tanto hoy, un respeto de la mujer por la mujer misma)”.
¿Cómo no reconocer en esa piedad de la obra bien hecha, en ese culto de
la familia por el hogar, la “moral de los productores” querida por G. Sorel? No se trata
de la celebración de una impostura útil para sobornar a los chiquillos, ni del maquillaje
de una miseria envilecedora mediante las declaraciones suavizantes de los “curas”. Sino
de la exaltación de un orgullo del trabajo y del trabajador, de una cualidad de la vida y
del viviente, que fueron destruidas por la burguesía capitalista y que los auténticos
revolucionarios deben ambicionar reconstruir.
El mal procede del dinero, o más bien de su imperio sin control.
“El dinero no es deshonroso —subraya Péguy— cuando es el salario, la
remuneración, la paga (...), cuando es ganado pobremente. Solamente deshonra cuando
se trata del dinero de las gentes del mundo”.
Y cuando se termina en esa situación monstruosa
“..de un París como el París moderno, donde la población se divide en
dos clases tan perfectamente separadas que nunca se había visto tanto dinero corriendo
por placer, ni negársele el dinero al trabajo hasta ese punto”.
¿Acaso podemos sustraernos a la actualidad de estas palabras, al dolor de
que se hayan repetido una y otra vez, por activa y por pasiva, por unos y otros, y en
cambio no encontremos todavía las fuerzas para superar la barrera que nos impide
cambiar esta situación de injusticia flagrante?
Hasta la llegada de los tiempos modernos,
“la aceptación de la pobreza otorgaba una especie de título, instituía una
especie de contrato. Quien deseaba salir de la pobreza por arriba corría el riesgo de salir,
de precipitarse por abajo. No tenía nada que decir. Había denunciado el pacto. Pero la
31
pobreza era sagrada. Quien no arriesgaba, quien no quería evadirse de ella por arriba no
corría ningún riesgo de precipitarse por abajo. Entendiendo que nosotros, establecemos
entre la pobreza y la miseria esa separación mediante las definiciones, esa
discriminación tan profunda expresada en el De Jean Coste.”
El gerente de los Cahiers es entre otras cosas testigo.
“Hemos conocido una época, hemos rozado un tiempo en que esto era
realidad. Ese punto de vista sobre el mundo, esa perspectiva del mundo tenía todos los
sacramentos científicos. Era la que estaba de moda, de experiencia, práctica, empírica,
experimental, realizada de hecho constantemente. Era la que sabía. La que había visto.
Y esa es tal vez la diferencia más profunda, el abismo existente entre todo ese gran
mundo antiguo, pagano, cristiano, francés, y nuestro mundo moderno».
En julio de 1914, en la “Nota conjunta”, Péguy fustiga lo que él llama “la
inmensa prostitución del mundo moderno”, y aclara:
“El mundo moderno no es prostitucional universalmente a causa de la
lujuria. Es incapaz de eso. Es universalmente prostitucional a causa de que es
universalmente canjeable por dinero. No es que se haya procurado bajeza y deshonra
con su dinero. Sino que como lo había reducido todo a dinero, se encontró con que todo
era bajeza y deshonra”.
No sólo el trabajo; cualquier cosa se ha convertido en un simple asunto
de bolsa (como hoy).
“No sabemos por qué terrible aventura, por no sabemos qué aberración
de mecanismos, por un desfase, por un desarreglo, por una monstruosa locura de la
mecánica, lo que solamente debía servir para el intercambio invadió completamente el
valor. En consecuencia, no sólo hay que decir que en el mundo la escala de los valores
se ha subvertido. Hay que decir que ha sido aniquilada, pues el instrumento de
medición, de intercambio y de evaluación, invadió el valor que debería servir para
medir, intercambiar y evaluar”.
El símbolo de esa corrupción, la Biblia de ese nuevo poder supremo, es
la cartilla de la Caja de Ahorros.
“Ella es la única lo bastante fuerte como para enfrentarse a los
Evangelios, pues es el libro del dinero, que es el anticristo. ¿No es lo contrario del
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derroche y aparentemente del pecado? (...) ¿No es el símbolo y el manual del perfecto
virtuoso? (...) No, se trata de la primera punta hundida en la cepa, el símbolo, el manual
y el primer instrumento de la rigidez, de la amortización, de la sequedad de la familia y
de la raza (...), de la desecación y endurecimiento del presente.”
Y junto a ella uno de los grandes éxitos de esta conducción del presente
hacia el pasado fue el triunfo del “sistema de retiro”. El ideal del hombre moderno,
ironiza Péguy,
“es un ideal de Estado, un ideal de hospital de Estado, una inmensa casa
última y mortuoria, sin preocupación, sin pensamiento, sin raza. Un inmenso asilo de
viejos.(...) Por tener paz en los días últimos, no se es libre hoy”.
Esta última frase es suficientemente lapidaria. Cuantos de nosotros
consideramos un logro la pensión de la jubilación, y nos preocupamos de tener la vejez
asegurada. Pero claro, si ya hemos asegurado nuestro presente, tenemos que hacerlo con
el futuro, para alcanzar el máximo estado de despreocupación. Y es esa situación la que
Péguy considera como pecaminosa. Por otra parte, sería un error creer que el reino del
dinero, no engendra más que esa prudencia y esa parsimonia. Genera también derroche.
Ahorro y dilapidación son los dos pechos de los que mama la sociedad moderna.
“Cuando ciertos puntos de grandeza de valor, cuando ciertos puntos de
dignidad (social, moral, económica, cívica, psicológica, metafísica), cuando ciertos
puntos de presencia, de flexibles se convierten en rígidos, de presentes se hacen
pasados, cuando se transforman en muertos, cuando vienen a ser puntos y objetos de
medida, la avaricia y la venalidad pueden comenzar conjuntamente (...) Una puede
atesorar y la otra dilapidar: a una. Una puede amontonar y la otra derramar. Es siempre
la misma operación.”
Tanto en un caso como en otro, ya no hay ser, ni vida, ni sustancia. La
sociedad de consumo del neoliberalismo actual no vale más que la sociedad de penuria
del capitalismo de ayer.
“Toda la cuestión consiste en saber qué es negociable en un cierto
mundo y qué no lo es. Todo el envilecimiento del mundo moderno (...) procede de que
el mundo moderno consideró negociables unos valores que el mundo antiguo y el
mundo cristiano consideraban como no negociables. Esa universal negociación es lo
que ha producido este universal envilecimiento.”
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Con tales palabras, estamos lejos de los programas electorales y de los
partidos políticos, lejos de la ortodoxia de la lucha de clases. ¿Pero no estamos en el
corazón de lo real y de la cuestión social? El Péguy libertario y utópico está convencido
de que debe apostar por su papel de profeta que clama en el desierto. Es un desierto
lleno de espejismos, que envuelven a la persona en una selva de ofertas tentadoras.
Mounier va a retomar casi todo de esta visión del mundo, más de lo que aparenta.
Seguimos sobreponiendo fechas y acontecimientos, pero todo se
encamina hacia el que va a ser el último capítulo de su vida.
Chartres
Si uno viaja a Chartres desde Orleáns no recibe la misma impresión que
si lo hace desde París. Este pensamiento parece que no tuviera ninguna relevancia, pero
sólo para el que no lo ha hecho. Chartres es una pequeña ciudad a 80 Km de París, que
posee una de las catedrales más impresionantes de la cristiandad. Aunque no es la más
alta, tiene una majestuosidad que se percibe ya desde lejos.
Viajando desde Orleáns, apenas a dos kilómetros de la ciudad,
comienzan a vislumbrarse sobre los campos de trigo (pocos ya a esa distancia, pero aún
quedan) unas agujas que penetran el cielo, y que poco a poco van permitiendo ver como
surge del suelo un enorme edificio con pesados contrafuertes. Durante apenas unos
instantes (otra desventaja moderna, si se aproxima uno en coche) parece flotar sobre los
campos, majestuosa. Al poco aparece el resto de la ciudad a sus pies y derredor.
Si uno llega de París, la catedral se visualiza ya a varios kilómetros de
distancia, agrandándose poco a poco, hasta convertirse en el punto central del paisaje.
Diferente impresión, que Péguy va a recibir acrecentada por que él lo hizo a pie, aunque
entró desde París, perdiéndose la otra vista.
Aún así nada puede compararse con el momento en que uno penetra en la
catedral desde la entrada principal. No importa la cantidad de gente, en realidad no
importa ni siquiera la tienda de souvenir que se encuentra a la izquierda ahora (que a
uno le recuerda invariablemente a Jesús látigo en mano en el templo de Jerusalem). Sólo
importa la pequeñez que se siente ante la inmensidad de la nave central de ese edificio.
El infinito se hace presente en un espacio de dimensiones impresionantes, casi desnudo
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de imágenes, piedra desnuda que transporta a esos momentos de recogimiento y silencio
del siglo XIV.
Para colmo el laberinto le espera a uno si se atreve a adentrarse en el
espacio abierto que le dirige hacia el centro de la nave. Un laberinto que la gente recorre
en silencio, dando vueltas como sin ton ni son, pero que cuando uno finaliza
invariablemente de frente al altar, ha llegado a un estado de concentración, y oración
para los creyentes, que parece estar absolutamente sólo ante esa inmensidad.
Y es entonces cuando se abre la puerta al misterio y la oración. Al
“peregrino de Chartres”, como también se conoce a Péguy.
Este peregrino, está preparando el “tejido” que va a dar consistencia a su
obra. Está redactando ya comenzado el segundo decenio del siglo, las Tapisseries. Va a
ser una verdadera tapicería, donde las hebras de paja, se transforman en hilos para tejer
un tapiz, con múltiples dimensiones, denso de cruces, redes, formas y colores. Junto a
las Tapisseries, están rondando ya las dos obras monumentales; Eva y Clío. Como
vemos más personajes femeninos para este escritor que busca relacionar a la madre de la
humanidad en lo temporal, Eva, con el transcurso del tiempo humano, Clío, y con la
Madre de la humanidad para los cristianos, María (y una María muy particular, la
Verónica). Sufrimiento que es convertido en virtud en todos los casos; sufrimiento que
alcanza su apogeo en la Verónica sufriente, plena de amor.
Péguy tiene la intención de hacer un peregrinaje a Chartres por primera
vez a raíz de la enfermedad de Eddie Marix, con el fin de pedir por su restablecimiento;
estamos en 1910. Pero curiosamente es persuadido de ello por Maritain, que le indica
que si no tiene intención de comulgar no va a servir de nada. Es sorprendente por una
parte la insistencia del converso Maritain (que Bastaire califica de “celo indiscreto”),
que es el encargado de transmitir una y otra vez los mensajes de Baillet y del
arzobispado, de que sin bautismo de los hijos y boda eclesiástica, amen de aceptar el
sacramento de la comunión y de renunciar a algunas otras actitudes de Péguy, más
próximas al protestantismo. Por otra, sorprende este arranque de fervor mariano en el
futuro peregrino, que hasta ese momento había demostrado al parecer poco interés en
estas cuestiones “piadosas”.
Será en 1912, en primavera, cuando en compañía de Alian-Fournier (que
regresará sin llegar a Chartres), comience el peregrinaje a pie desde su casa en Lozere.
35
Los momentos negros de la oscuridad de las dudas de fe no terminan de pasar; tampoco
el dolor por la boda de Blanche, la muerte de Marix,.... Y en febrero unas fiebres
tifoideas atacan al pequeño Pierre, el más pequeño de sus hijos. El padre va a rezar a la
virgen pidiendo su mejoría, y es cuando llega esta a mediados de marzo que está
decidido a salir para Chartres, no para pedir, sino para dar. Dar las gracias por la
mejoría de su hijo, y por esa fe que parece reencontrar caminos inesperados en una
persona poco proclive aún a rezar.
Pero tiene que tomarse un respiro para recuperar fuerzas ante la prueba;
se propone hacer 144 Km a pie (ida y vuelta) en 4 días (36 Km diarios). Y llega junio
sin que estas lleguen a su cuerpo, que sin más fuerzas que antes, se encuentra más
sobrecargado en un espíritu atormentado por la recaída de Pierre, Blanche que también
entra en un estado de depresión del que ya no saldrá, y las noticias de la Iglesia, que
insisten en el bautismo de los niños, aunque sea a escondidas de la madre. Péguy no
aguanta más y se decide a salir entre el 13 y el 20 de junio; sólo la fuerza de la fe le
guiará. Y le guiará de forma excepcional, pues tal como le informa a su amigo Fournier,
que se ha devuelto sin terminar, de regreso, ha cumplido una de las etapas de 8
kilómetros en 65 minutos, lo que significa paso ligero, como el de la infantería a la que
pertenece en la reserva con el grado de teniente. Dos meses más tarde le cuenta a Lotte:
“Creí que me moría. ¡Hacía un calor! Había rebasado los cuarenta
kilómetros. ¡Sería bello morir en el camino e ir al cielo todo de un golpe!”
Aunque la exultación es el resultado inicial del regreso, dura poco, y
pronto se encuentra otra vez inmerso en el diario quehacer de los Cahiers que lo
absorbe, y los domingos, que comienza a hacerse invitar por sus amigos para no estar en
su casa, donde nada, salvo los niños, hace que desee permanecer allí; su madre, su
mujer y su cuñada viven allí también y forman un grupo de presión insostenible en
muchos momentos para este hombre de alma atormentada a estas alturas. Alturas de los
cuarenta, que en más de una ocasión se cuestiona ante Genevieve Favre y algún otro
amigo, si tendrá sentido su vida en ese estado y con esa edad (¿la crisis de los cuarenta?
¿O una confluencia de acontecimientos?).
En cualquier caso, la fiebre productora de líneas y más líneas de versos
(¡hasta 700 en un día!) sigue siendo la tónica en Péguy. Está escribiendo las Tapisseries,
“Eva” y “El dinero”, simultáneamente, además del trabajo de los Cahiers. Pero otro
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nuevo golpe le espera en noviembre; Charles Loucas de Pesloüan y él rompen su
amistad de veinte años en un rapto de furia del editor de los Cahiers. La angustia se
apodera de él. Su amistad se dirige entonces a sus discípulos Alain-Fournier y Bichet.
Con el primero va a intercambiar amistad y confidencias.
Entre tanto, no hay que olvidar, sobre el mundo se cierne un peligro que
huele a muerte. Los imperios empiezan a resquebrajarse, los intereses económicos son
fuertes y hay naciones emergentes en el panorama mundial, al igual que otras que han
llegado al final de su carrera. Se presagian revoluciones y grandes cambios, que vendrán
acompañados de mucho dolor y mucha sangre derramada por unos metros de terreno.
Péguy sigue lanzando avisos contra el desorden del mundo en el que vive, la falta de
unos valores verdaderamente republicanos, falta de virtudes.
Otra conversión va a traer más problemas a este hombre embarcado en
tareas monumentales. La hermana de Maritain e hija de Genevieve Favre conoció a su
marido, pastor anglicano en la tienda de Péguy en 1902. Ambos son habituales
colaboradores suyos, y están entre sus mejores amigos. Tienen una hija pequeña; a pesar
de ello, en 1913 el matrimonio se quiebra ante la abrupta conversión de Jeanne. Péguy
ve su propio caso pero a la inversa; esta vez la presencia de una hija no impide la
ruptura. El apoyo de Genevieve, como en su caso es muy importante; a pesar de ser una
“libre pensadora” alejada de su protestantismo de cuna, su postura es muy abierta, hasta
el punto de que la tercera peregrinación a Chartres de Péguy será acompañado de
abuela, madre e hija.
Después de la primera, Péguy se compromete a peregrinar anualmente.
El segundo será un peregrinaje que apenas si ha pasado a la historia. Pero en el
momento de este tercero Péguy está convencido de que
“acabaremos, Charlotte y yo, por ser una vieja y buena pareja”
le confiesa a Genevieve. Está convencido de que algún día se casarán por
la iglesia, y quizás por ello, en medio de la tormenta, en abril del 14, momento de la
tercera peregrinación, Charlotte está esperando su cuarto hijo, que se llamará Charles-
Pierre como el padre al que nunca conocerá, ya que su nacimiento será en febrero del
15. La historia se repite, como en tantos otros lugares de esta Europa convulsa y
fratricida.
37
Ese verano ya no podrá hacer su peregrinaje particular andando a
Chartres. Estará de maniobras. Pero el 15 de agosto tiene la oportunidad, en plenas
marchas forzadas, de asistir a la misa de la Asunción de la Virgen en una pequeña
parroquia de Lorraine; Loupmont. El día después le escribe una de las últimas cartas a
Blanche:
“Si no regresara, irás una vez por año a Chartres por mí. Desde hoy
unirás a las dos oraciones que ya te copié en latín esta tercera que te adjunto”
Y le transcribe el Salve Regina, refiriéndose al Pater Noster y al Ave
Maria, cuando habla de esas otras dos oraciones. Sorprende la petición. Blanche es
judía, y no creyente.
Pero la motivación de las peregrinaciones ha sido muy discutida. La
apariencia inicial de acción de gracias que le lleva hasta allí, se convierte pronto en otra
cosa, tal como lo contó con motivo de los actos por el centenario en 1973, en Orleáns, el
canónigo Marcel Bergonier, arcipreste honorario de la catedral de Chartres:
“Péguy vino en estado de desesperación; pesaban sobre él los fracasos
económicos, el aislamiento, la impresión de ser un extraño en su mismo hogar, su
conciencia de católico sin sacramentos, la imposibilidad moral en la que se encontraba
para dar bautismo a sus hijos. Se hundía bajo el peso de su amor apasionado por
Blanche Raphaël, historia de la que tuvo la grandeza de salir puro, incluso en los peores
momentos. Al mismo tiempo que completaba la caminata en acción de gracias por la
curación de su hijo Pierre (y no para pedir su curación) están ante todo sus angustias y
sus tristezas, sus luchas, este vaciamiento que ha venido a confesarle a Nuestra Señora.
Es a través de estos hechos como se pueden comprender las dos obras producto de sus
peregrinaciones; “Presentación de la Belleza” y “Oraciones en la catedral”.
Desgraciadamente se desconoce si Blanche y Jeanne cumplieron el deseo
expreso de Péguy de peregrinar cada año a Chartres; no sorprendería que la primera
faltara dado su agnosticismo. La tercera persona a la que se confió este deseo expreso
fue a Charlotte, ella sólo faltó una vez en 1915, cuando se encontraba al borde de la
muerte tras el parto de Charles-Pierre, a partir de 1916 y durante el medio siglo que se
pudo valer por sí misma realizó puntualmente la petición de su marido. No bautizará a
sus hijos; lo harán ellos por decisión propia en 1925. La diferencia es que Marcel, quien
será el albacea intelectual de su padre (y que escribirá junto a Mounier y Georges Izard
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el libro “El pensamiento de Charles Péguy” que vendrá a recuperar a principios de los
años 30 el Péguy revolucionario frente al que se había convertido en el “santón” de la
reaccionaria Acción Francesa) se bautizará pero en la fe protestante, animado por el
pastor Roberty, próximo a Péguy y convencido de que su verdadera fe era el
protestantismo.
Lo que no cabe duda es que Péguy fue un cristiano en toda regla. Que
cada uno haya querido llevarlo a su propio redil es cosa de la historia y sus avatares.
Fue un cristiano como Juana; y recordemos que a ella la quemaron en un auto de fe.
El resto es historia; el 5 de septiembre de 1914, una bala en la frente al
salir al frente de su compañía desde una trinchera en el Marne acabó con su vida.
39
Cahiers. Serie V, nº VIII : Dr. Karl Brunnemann. “Maximilien
Robespierre” (19 de enero de 1904)
Simultáneamente a la aparición de este Cahier amarillo de 160 páginas
(aparecido el 19 de enero de 1904 con una tirada de 2.000 ejemplares) aparecía en la
Editorial Schleicher, con 700 ejemplares editados, el primero de los dos volúmenes de
una traducción francesa realizada por Louise Lévi de una obra alemana aparecida en
1879 (con una segunda edición en 1884) titulada “Maximilien Robespierre” del Dr.
Karl Brunnemann(Karl Brunnemann, 1904).
Autorizada por su hijo, nuestra colaboradora, la señorita Louise Lévi
comenzó la traducción después de bastante tiempo, de un libro cuya publicación
esperábamos impacientemente. Pero la traductora, embarcada desde hace tiempo en sus
estudios sobre la Revolución Francesa, y en particular sobre la figura de Robespierre, no
se contentaba con hacer una traducción literal. Ha querido dárnosla anotada de manera
cuidada y concienzuda, pasando estas notas, a ser una parte no menos importante de la
obra.
Las investigaciones han exigido un largo tiempo a la traductora para
llevar a cabo este trabajo. La competencia necesaria en las historias vitales y
acontecimientos, la riqueza de los actos mezclados, complejos, difíciles y desconocidos,
no se adquiere en un corto plazo de tiempo
La traducción francesa saldrá en dos volúmenes in-1610; el primero
aparece hoy […]
Eligiendo al azar de entre las páginas del volumen, he elegido para hacer
este cahier los comienzos de Robespierre hasta la Convención. Nada es tan apasionante
como la historia de estos grandes hombres en el momento en que no eran aún grandes
hombres, cuando eran como todo el mundo , cuando ejercían profesiones corrientes,
cuando se ocupaban de cosas ordinarias, y nada es tan apasionante como los comienzos
de su grandeza, su primer contacto con la realidad de una gran historia.
El libro publicado por Louise Lévi , escribió también Péguy, es una
narración bibliográfica con fuerza y también un libro, una narración de historia
general11.
10Formato tradicional de la época11Catalogue analytique sommaire de nos cinq premières séries. Oct 1904, Pág 309
40
En la tercera página de este octavo Cahier se anuncia la lección
inaugural en el College de France, del curso que Joseph Bédier consagra a su
predecesor y maestro, Gaston Paris, el 3 de febrero de 1904.
En la cuarta página:
Aquellos de nuestros abonados que hayan tenido a bien asistir a la
lección que impartí el martes pasado en la Escuela de Altos Estudios Sociales, se habrán
dado cuenta rápidamente, después de unos pocos minutos (y yo me he dado cuenta antes
que ellos), que no estaba en absoluto puesto en mi lección. Habiendo perdido, tras tanto
tiempo de gerente y escritor, toda experiencia de la palabra, había preparado un plan que
contaba con seguir al pie de la letra. Pero, siguiéndolo al pie de la letra (y lo he notado
enseguida), me embarcaba en una lección que duraría cinco o seis largas horas. Me vi,
pues, transitando por caminos por los que me había prometido avanzar con prudencia, y
por ello tuve que detenerme a la hora de estar hablando.
Encontramos disponible la misma hora del martes siguiente, para esta
serie de lecciones, por lo que el martes 2 de febrero a las cinco y media, podremos
reencontrarnos para desarrollar la mayor parte de los contenidos, que primitivamente
deberían haber tenido lugar el martes próximo, 26 de enero.
Podré pues ese día (el 26 de enero), a las cinco y media, concluir con esta
lección preliminar al comienzo de la sesión, en la medida que sea posible, y así poder
comenzar la discusión cuanto antes.
Espero más impacientemente dicha sesión de lo que lo hacía ya la
víspera; las objeciones y las respuestas a estas, permiten, favorecen llegar antes a una
conclusión que un enunciado cualquiera.
Del plan original de 46 hojas (conservadas en el Centro Charles Péguy
de Orleáns12) que Péguy tenía ante sus ojos desde la primera sesión, daremos una idea
con los siguientes extractos:
12 El Centro Charles Péguy de Orleáns es el mayor fondo documental de los manuscritos del autor, así como de las obras publicadas por él y sobre él al rededor del mundo. Sólo la BNF (Biblioteca Nacional de Francia) le sigue en importancia en lo que se refiere a fondo documental sobre Péguy. En el centro de Orleáns también se encuentra un museo que conserva material gráfico y efectos personales. El fondo puede ser consultado previa solicitud por parte de la persona investigadora, pudiendo fotocopiarse la documentación. Se solicita por parte del centro que se divulgue su existencia y se indique en los trabajos llevados a cabo que se contó con su colaboración, cosa que cumplo con esta nota, ya que estuve una semana dedicado a la lectura de textos en dicho centro.
41
…
tenemos dos raíces arquía arquismo
cracia cratismo
arquía cracia
arquismo cratismo
un monarquía
algunos oligarquía aristocracia
muchos
todo democracia
todos
primer vistazo de esta tabla clasificatoria por la extensión de aquellos que
ejercen el gobierno; lógica formal de clasificación numérica
gobierno individual
gobierno plural colectivo o fraccionario*
gobierno total sintetizando unidad y pluralidad
segundo vistazo; advertimos que no hay simetría simple y no hay dos columnas
iguales y paralelas, sino dos conos invertidos
por esta disimetría, o por esta simetría particular, advertimos que las dos raíces
de la composición no son homogéneas, sinónimas, y que las dos vías de
formación presentan algunas fisuras.
*Nota del t. partitif en el original. Evidentemente en castellano no tenemos una palabra adecuada, he elegido fraccionario como podría haber mantenido el literal partitivo. Frente a plural colectivo, el plural partitivo señalaría en francés a unos pocos del total de esa pluralidad.
42
[…]
todo estudio social debe comenzar por un estudio serio de la comunicación,
como le debe suceder a cualquier estudio serio del comunismo
no es por una comparación fortuita que estas dos palabras
comunicación
comunismo
tienen la misma, comparten una
común
etimología original
todo estudio social debe emanar de la comunicación
todo estudio social tiende al comunismo
siendo el comunismo como un máximo
un óptimo
de comunicación social
[…]
Y el fin de estas notas:
el radicalismo es un asociacionismo en política
y es por esto que titubea sin cesar entre individualismo y estatismo
según su atención se fije
alternativamente
sobre individuos fragmentarios
o sobre relaciones arbitrarias
porque se mueve sólo en el plano de la política
vano debate conceptual
no análogo comunismo
anarquismo
Habiendo tenido la intención de introducir sus lecciones, refundidas, en
los cahiers posteriores a los de la quinta serie, Péguy había comenzado a reescribir su
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introducción, bajo el título "Del anarquismo político. Ensayo de un método para
comenzar a trabajar en los estudios sociales":
Nos proponemos hablar del anarquismo político, con un programa
determinado, y tendremos que comenzar por intentar obtener alguna definición de estas
palabras. Sería imposible comenzar a tratar este objeto de estudio antes de estar lo
suficientemente versado sobre el sentido de las palabras. Una definición de las palabras
es indispensable para comenzar, e incluso antes de comenzar, para llevar a cabo
cualquier tipo de estudio; es el umbral de toda ciencia. Sabemos por la historia general
de las ciencias y lo sabemos también por la historia de las ciencias particulares, que en
la constitución de estas, la intervención del espíritu científico en la historia de la
humanidad, no ha dejado de exigir, preliminarmente, alguna definición de las palabras.
Y no solamente el espíritu científico ha exigido esto, sino que en las refundaciones
bruscas, continuas, de ciencias o de la Ciencia, revolucionarias, fecundas, que son
literalmente reconstituciones y vueltas a empezar, implican siempre, en sus comienzos,
una reconstitución y una vuelta a las palabras mismas, una reactualización de las
definiciones de las palabras. Incluso las ciencias que más avanzan, y que hoy en día
reconocemos que son realmente ciencias cualificadas, no tienen un crecimiento
verdaderamente útil si no es después de que sus sabios correspondientes hayan
reinterpretado las definiciones de esas palabras, sobre todo de las palabras básicas, lo
reconozcan públicamente o lo disimulen por una timidez conservadora.
No pondré más que un ejemplo: lo buscaré en una ciencia en formación,
y por así decir naciente, en una ciencia totalmente contemporánea.
Como no se encuentra nada más en esta redacción, daremos a
continuación, en su integridad, el texto dactilografiado a partir de la estenografía de
estas tres sesiones por sus habituales estenógrafos, los hermanos Corcos. Péguy nunca
corrigió este texto. Nos permitimos aportar, apoyándonos eventualmente en el plan que
el autor tenía ante sus ojos, los retoques indispensables para su comprensión: hemos
sustituido por ejemplo, sistemáticamente, " acracia" allí donde los estenógrafos
entendieron "atracia". En los casos más complicados, incluiremos el texto de los
hermanos Corcos en una nota.
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Del Anarquismo político. Ensayo de un método para comenzar a trabajar en estudios
sociales
Primera sesión
Señoras, Señores:
Nos proponemos tratar del anarquismo político. Haremos todo lo posible
por comenzar tratando de obtener algunas definiciones de estas palabras. Una definición
de palabras es indispensable al comienzo de todo estudio, incluso en las ciencias que
están más avanzadas, que son realmente ciencias cualificadas. Veremos en la historia
general de estas ciencias y en particular en la de los ocho, diez o doce últimos años, que
algunos científicos han obtenido resultados insospechados buceando en las primeras
definiciones de estas ciencias, obteniendo una renovación, un rejuvenecimiento, y por
así decir, un renacimiento. Insistiendo aún más, una definición de palabras es
indispensable al comienzo de un estudio que indudablemente toca a la humanidad, a la
sociedad de los hombres, aquellos de los que puede tratar la sociología. Una definición
es indispensable para una buena relación con el lenguaje mismo. Sin duda, las palabras
no son todo el lenguaje, pero son parte constitutiva de él y no se conoce idioma que se
hable hoy, que no haya comenzado por definir las palabras fundamentales de las que se
sirve.
Me es imposible hablar de lenguaje, de tocarlo, sin referirme a las teorías
bergsonianas y a su crítica del lenguaje. Y ya que continúo esta conferencia haciendo
crítica y teoría bergsoniana quiero resaltar que nuestra situación con respecto a la
filosofía de Bergson es particularmente delicada13: oficial, abierta y públicamente
conocemos su filosofía a través de dos brevísimos tratados. Pero nos basta asistir
regularmente al curso del College de France para tener de esta filosofía, tanto una
continuación como una anticipación suficientes. En realidad lo que sucede hoy en la
filosofía de Bergson, recuerda a lo que pasaba en el siglo XVII en diferentes sistemas
filosóficos. En aquel siglo, los filósofos escribían (por ejemplo Descartes) tratados
13Aquí Péguy está haciendo referencia a que su relación con Bergson no pasaba por sus mejores momentos, cuestión que derivó en una reclamación por parte de este contra los CQ por incluirse textos suyos sin su permiso. CP se defendió aclarando que desde su punto de vista toda producción intelectual pertenece a toda la comunidad, reconociendo que la autoría era de Bergson y no suya. Nuestro autor mantuvo una constante posición beligerante con lo que hoy entendemos como derechos de autor (copyright) , siendo claramente proclive al copyleft de hoy en día.
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bastante breves, como el “Discurso del método”. Pero más allá de estos tratados había
una República de las letras fuertemente constituida y alrededor de estos tratados se abría
todo un horizonte de cartas, memorias, defensas, objeciones y respuestas a las
objeciones, que daban una idea de la filosofía más dinámica y más en formación que los
propios tratados plasmados en papel. Hoy, las costumbres y métodos de trabajo se han
modificado, pero podemos encontrar algunas similitudes entre ciertos elementos de la
vida intelectual contemporánea y de la antigua. En nuestros días, como antes, los
filósofos escriben tratados; tenemos el caso de la filosofía que mencionaba en la que los
tratados son también bastante breves. No sería extraño pues, considerar un curso como
el del College de France como una especie de anticipación al movimiento, una especie
de avanzadilla de la misma filosofía, de igual manera que el cartesianismo no esperó
para comenzar a vivir y a propagarse en ondas intelectuales por Europa, a que las obras
completas de Descartes hubiesen sido editadas en ediciones comentadas. De la misma
manera tenemos el derecho, creo, de utilizar para nuestra argumentación, la filosofía de
Bergson presente en sus cursos. Dejando bien claro que daremos a esos cursos, la
importancia que les corresponde en el pensamiento de su autor, haciendo todo lo posible
por no comprometer el pensamiento de Bergson, remitiéndonos a los textos escritos en
lo que corresponda a las cuestiones más importantes.
Me refiero pues a las teorías bergsonianas del lenguaje, expuestas ya en
los tratados a los que nos hemos referido. Se entiende que el lenguaje es un símbolo y
nada más que un símbolo. Es decir, una representación hablada de la realidad. Nada más
que un símbolo, en el sentido de que no es toda la realidad.
Si esto es cierto del lenguaje, es decir, de la utilización de las palabras y
de las palabras puestas en movimiento en las frases, de manera más clara, será cierto
con respecto a las palabras que comenzamos por definir al comienzo de este estudio.
¿Quiere esto decir que hay que renunciar a la definición de las palabras?
No lo creo.
Existe una queja que se le hace a esta filosofía, a esta teoría del lenguaje,
que no sé si le habrá llegado a su autor o no, y contra la cual no creo que se haya
defendido. Aunque puede ser que un autor de una filosofía tal, se defienda simplemente
continuándola y elaborándola. Existe una queja, decía, contra esta teoría del lenguaje, y
en consecuencia a toda definición de una palabra, que es la de ralentizar, sino detener,
todo el trabajo intelectual.
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Si realmente las palabras y el lenguaje son solamente un sistema de
símbolos, si no agotan toda la realidad, si no contienen toda la realidad, ¿sería preferible
no continuar unos estudios que sólo pueden manifestarse por símbolos?, ¿sería
preferible detenerse y no continuar trabajando? Este reproche, que parece un poco basto,
se le ha hecho a esta teoría y me veo forzado a detenerme antes de seguir más allá; si el
trabajo no puede manifestarse de forma que agote toda la realidad es inútil comenzar a
trabajar. No creo que compliquemos el pensamiento humano si hacemos una crítica al
lenguaje que es, a la vez, la única forma de expresión de este pensamiento. Sabemos de
sobra que el pensamiento sólo se manifiesta mediante el lenguaje y esto no es una
invención de esta filosofía, es la constatación de un hecho; no podemos expresarnos
más que mediante el lenguaje. Cuando digo esto no hablo solamente del lenguaje de las
palabras, sino también del teórico, artístico, musical, plástico. Si sólo podemos
expresarnos mediante el lenguaje, tendremos la necesidad entonces, de conocer bien las
condiciones que nos impone el lenguaje con el cual nos vemos forzados a expresarnos.
Estamos en presencia de un instrumento del que estamos obligados a servirnos. En lugar
de revolvernos arbitrariamente contra este instrumento y el sometimiento en el que nos
encontramos, tenemos todas las ventajas para conocer exactamente las condiciones que
nos impone este instrumento. La única manera que tenemos de liberarnos es conocer las
necesidades instrumentales, del mismo modo que un escultor se libera cuando conoce
bien las leyes de su plástica; del mismo modo que un músico se libera cuando conoce
bien las leyes de su música. Y lo mismo respecto del científico: se libera cuando conoce
bien las leyes instrumentales del lenguaje de su ciencia. Será lo mismo para nosotros.
Me veo obligado por otra razón, a referirme a las teorías bergsonianas,
antes de comenzar este estudio. Es inevitable que una sociología bien hecha se refiera a
las ciencias psicológicas. Los sociólogos han intentado referirse a las ciencias más
alejadas al objeto de su propia ciencia, la ciencia que ellos querían constituir, las
ciencias psicológicas. Se han remitido en demasiadas ocasiones a las ciencias
matemáticas, mecánicas, físicas o químicas, siendo más que probable (y esto es sólo mi
punto de vista) que de todas las ciencias, la psicología sería la que podría prestar la
mayor ayuda a la sociología; no una ayuda paternal, en el sentido de que la sociología
procedería por filiación de la psicología, sino una ayuda fraternal, en el sentido de que
se comportaría como una hermana más joven que la psicología. Es más que probable
también que en lo que diré de los sociólogos hoy, aquellos que asisten al curso del señor
Bergson reconocerán referencias constantes a lo que allí se dice. Era necesario advertir
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de todo esto al comienzo de esta lección para volver a la crítica de detener y entorpecer
el trabajo intelectual. Al mismo tiempo, para aplicar sobre un primer ejemplo este
paralelismo que he indicado entre psicología y sociología, no puedo resistirme a
comparar la situación de la crítica bergsoniana del lenguaje sobre la psicología, a la
situación de la critica socialista del trabajo o de los bienes contra la sociología. El
socialismo no es nada en la historia del pensamiento humano si no es el ser el
introductor en las preocupaciones históricas del hecho económico. El socialismo no
sería un sistema que aportara algo al mundo sin explicar de donde viene, ni a donde va.
Es mucho menos lo que se pretende reformar y transformar que lo que significa de
renovador en la forma de ver el mundo, sobre el conjunto del mundo. Se piensa o no
como socialista, se actúa o no como socialista. Es la introducción de una nueva forma
de actuar sobre el conjunto del mundo, es la introducción de una forma diferente de
mirar el mundo.
Creo pues que la situación de la critica bergsoniana del lenguaje frente a
la psicología es comparable a la situación de la crítica socialista del trabajo frente a la
economía. Siempre que los socialistas constatan que hay servidumbres económicas, sus
deshonestos adversarios (y hay unos cuantos) hacen creer que son ellos quienes
inventan estas servidumbres y se les reprocha hacer la vida más dura, más tiránica aún,
hablando sin cesar de las servidumbres económicas e introduciendo por todas partes la
preocupación por estas cuestiones. Pero es que siendo un hecho el que hay
servidumbres económicas, es indispensable que el estudio de éstas sea puesto de relieve
para liberarse de ellas por la única vía del conocimiento, cada vez más profundo y
exacto, de esta servidumbres.
Así pues, el socialista que reconoce las servidumbres económicas y las
critica, que reconoce las servidumbres intelectuales, lejos de aportar nuevas
servidumbres en el trabajo económico o en el intelectual, es el que nos permite
desembarazarnos de estas servidumbres. No hay pues mejor antecedente de la liberación
económica que un profundo estudio de las condiciones de dichas servidumbres, y no
hay mejor y más indispensable antecedente al estudio del trabajo intelectual y social,
que un estudio profundo de las servidumbres y condiciones intelectuales del lenguaje.
Una definición de las palabras es indispensable en el origen de toda
ciencia. Hace muy poco, hemos visto a las ciencias físicas, químicas y naturales obtener
efectos prodigiosos e imprevistos porque unos cuantos sabios, en lugar de continuar por
el camino de sus predecesores y maestros, en lugar de ser únicamente buenos alumnos,
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continuando en la vía que se les había marcado, se han planteado cuestiones extrañas, y
algunas veces escandalosas, sobre los elementos de su ciencia, y es más que probable
que un estudio general de las ciencias mostrara que es por tales preguntas, que se han
conseguido los mayores rejuvenecimientos y renovaciones de las ciencias.
Con mayor razón, es indispensable cuando se trata de ciencias que tocan
de alguna manera a la humanidad. El sabio está a salvo en parte, contra el abuso de las
palabras por un cierto aire, diría yo, poco atractivo de las palabras mismas. Las
matemáticas, sobre todo la física y la química, se defienden de la mundanidad, de la
popularidad (que es una forma obrera de la mundanidad), mediante una especie concreta
de palabras. De todas formas, algunos abusos cometidos por periodistas hablando de
notables y gloriosos sabios, han logrado introducir palabras sabias en el dominio
común, de la misma manera que lo sucedido con el lenguaje de la política. En todo
caso, los sabios han quedado a salvo de buena parte de las necedades que se dicen
diariamente utilizando el lenguaje político, porque es natural que este sea más fácil de
pronunciar y que atraiga más fácilmente la necedad mundana y popular.
Sea cuales sean las entrevistas sobre el polonio, el actinio, o el radio, se
puede estar seguro, que se dicen menos sandeces en un periódico de París sobre estos
temas, que sobre el sufragio universal, sobre la representación nacional, sobre los
patrones, sobre las huelgas, los obreros o el movimiento social: por definición los sabios
están a salvo contra el abuso de las palabras porque estas son extrañas, estrafalarias e
impopulares, al menos a primera vista. Por el contrario, por definición, todo estudio
social está condenado a servirse de palabras que, no sólo son las más comúnmente
deformadas sino que son las que una mayor cantidad de gente está interesada en
deformar. Si usted quiere estudiar el sufragio tiene que luchar no solamente contra la
necedad natural y, en muchos casos, excusable de aquellos que no saben lo que es el
sufragio aunque sean ciudadanos, sino que tiene que luchar contra todas las
deformaciones organizadas por gente que tiene un interés político enorme en que el
pueblo no sepa lo que es el sufragio...
¿Cómo actuar ante palabras de este tipo, que se está forzado a utilizar
cuando se quiere hacer un estudio social? ¿se deben fabricar palabras poco atractivas y
difíciles a fin de que no sean popularizadas y materializadas fácilmente? Un buen
número de sociólogos no han podido resistirse a esta tentación. Y hay que decir, que la
tentación era doble. De una parte, fabricando un buen numero de palabras en “ismo”,
con raíces griegas o latinas, intentan mantenerse a salvo de esta vulgarización, y esto
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puede resultar loable; desgraciadamente hay que temer la creación de un número tan
grande de palabras tales, que obedezca a un sentimiento no confesado: creerse, que
puesto que tienen palabras que se parecen a las de los matemáticos, físicos, químicos o
naturalistas, su ciencia estará tan autorizada como pueden serlo hoy las de estos.
Evitaremos a lo largo de este trabajo caer en este defecto. Evitaremos todo lo posible las
palabras nuevas justamente porque no somos lo suficientemente fuertes. Una vez que
hubiéramos admitido palabras nuevas para asegurarnos su empleo, su salida, querríamos
asegurar que sigue existiendo una realidad encerrada, contenida en esas palabras. De
una parte, evitaremos formar palabras nuevas a la manera de los sabios, porque atraen la
tentación permanente de creer que se ha hecho llegar a su ciencia, a un nivel más
avanzado en cuanto se encuentra una de estas palabras. De otra parte, para mantener los
nombres comunes, creo tenemos muchas razones, de las que algunas son estéticas (pues
es notorio que los más grandes artistas son aquellos que se han expresado por medios
simples) y otras por aquellos quienes las han utilizado antes, los poetas, los prosistas, de
los que los mejores son aquellos que se han expresado con palabras simples... (todo el
mundo sabe que Racine ha compuesto los más bellos versos con el lenguaje más
simple...). No hay razón para no intentar imitarlos, en tanto que podamos, por esta vía
de la simplicidad. Ellos también han debido tener alguna razón para evitar palabras
complejas, palabras extrañas, contorneadas o pretenciosas. Debemos creer que han
tenido sus buenas razones (podríamos encontrarlas si le dedicáramos el suficiente
tiempo): hay una especie de instinto que debe hacernos preferir la expresión más
simple.
Deberíamos pues, en tanto que podamos, mantener palabras de uso
común: deberemos hablar a los diputados, senadores, representantes del gobierno,
ministros, sujetos, ciudadanos, pero sin embargo, para mantenernos a salvo del peligro
contrario, deberemos dar la definición de las palabras de las que he hablado al comienzo
de esta lección, y una vez hecha la definición, deberemos procurar, a lo largo de la
lección, no movernos de esa definición y si lo hacemos advertirlo puntualmente.
La palabra anarquía está compuesta, como ustedes saben, de una “a”
privativa y de “arjé”, gobierno, autoridad; el sentido exacto de anarquía debido a esta
“a” que tiene delante, y que sirve para la composición de esta palabra, toma todo su
valor si nos referimos a una clasificación de las formas de gobierno donde se utilice la
misma composición radical.
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Como ustedes saben, se distinguen tres formas de gobierno y nos
atendremos a la clasificación más al uso. Hay aquí también ese mismo instinto de
simplicidad. Es muy interesante, de todas formas, aunque no tengo tiempo para
detenerme en él, lo que toca al trabajo expreso de verificación, de contraste con la
realidad. Es el uso constante en los pueblos civilizados donde representa alguna
realidad, y si el tiempo me lo permitiera, trataría de profundizar en esta realidad, en la
medida de nuestras fuerzas y del interés que hubiera.
Hay pues como decía tres tipos de gobierno; está el gobierno de uno sólo
o monarquía, el gobierno de unos pocos que se llama oligarquía o aristocracia, y el
gobierno del pueblo que denominamos democracia.
Dos raíces aparecen en la formación de estas palabras provenientes del
griego. Si buscamos la base de clasificación, se percibe que están clasificadas por el
numero de aquellos que ejercen el gobierno. Es una clasificación bastante superficial,
puede ser, pero bastante fácil, y se puede comprobar inmediatamente que ésta tiene la
forma del espíritu general que ha establecido la clasificación en la lógica formal. En esta
también se clasifican los juicios, en cierto modo por el número de los sujetos,
colocándose en una u otra de las categorías según el sujeto es de tal o cual número. Se
distingue así el juicio singular cuando hay un único sujeto; el juicio plural, cuando el
sujeto es plural; y el juicio total cuando el sujeto es una unidad colectiva. Y se nos
explica en los libros de los que nos servimos en nuestras clases, que el juicio total tiene
la característica de corresponder a la vez al juicio singular y al juicio plural, según la
cual, el todo tiene las características de la unidad y de la pluralidad (el todo es muchos
en uno o uno en todos). Hay que hacer notar, y retener para más tarde, que la
clasificación habitual de los juicios es también la de los gobiernos: hay gobierno
singular, gobierno plural y gobierno total; gobierno singular o de uno solo (monarquía),
gobierno plural (oligarquía o aristocracia), gobierno total (democracia). Y siempre
siguiendo las leyes de la lógica, la democracia no sería solamente el tercero de este
orden sobre una escala, en la que habría otros dos correspondientes al mismo orden; no
es un tercer nivel en una serie homogénea, no es porque haya más gobernantes en la
democracia que en la aristocracia, que forma un tercer nivel. Sería una síntesis, en el
sentido de que uniría los caracteres del primero y del segundo nivel: la monarquía,
siendo el gobierno de uno solo, la oligarquía o la aristocracia de muchos o de los
mejores, la democracia siendo el gobierno del pueblo, ejercería a la vez el gobierno uno
sólo que es el pueblo y muchos que son los diferentes ciudadanos de un pueblo.
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Si nos atenemos pues a la clasificación usual e intentamos mirarla con
detenimiento, nos daremos cuenta rápidamente de que no es homogénea. No hay uno,
dos y tres; hay un tres que no es de la misma serie numérica que uno y dos, es a la vez
del uno y del dos. La democracia será pues, si nos atenemos a este primer análisis, que
profundizaremos más tarde; uno como la monarquía, el pueblo rey, que no es una
formula literaria sino filosófica y de análisis bastante profunda; el gobierno democrático
es uno, lo que no es gobierno aristocrático u oligárquico en la teoría, según entiendo la
clasificación teórica en la clasificación de las palabras; y el gobierno democrático es
muchos, lo que no es gobierno monárquico.
Una segunda heterogeneidad aparece rápidamente, más interesante aún,
creo, y que no se percibe si no se escriben de una cierta manera los tres nombres de
gobierno de los que hemos hablado. Se obtiene este resultado más preciso, colocando en
una primera columna el modo de clasificación de los gobiernos por el número de los
gobernantes (uno , muchos, todos o el pueblo), y justo al lado, se les clasifica en la
segunda columna según su radical “arquía” o “cracia”. Se puede ver claramente que
sólo hay para el gobierno de uno solo un compuesto en “arquía”; monarquía . Hay
vacilación y duda (y esto es particularmente interesante) para el gobierno de muchos,
formándose a la vez dos compuestos, habiendo sobrevivido los dos. La historia de las
palabras, si bien no da una completa explicación de la historia de las ciencias, al menos
es una parta bastante importante; es interesante que los dos compuestos hayan
sobrevivido para el gobierno de muchos; oligarquía, que se clasifica bajo monarquía, y
aristocracia que se coloca como el primero de los compuestos en “cracia”. Es muy
interesante que haya habido vacilación en este momento, y no para monarquía sino para
monocracia que no ha tenido existo, que no se formó, de hecho, no recibiendo su
consagración en el uso general. Por el contrario oligarquía y aristocracia han triunfado
ambos con fortuna similar. Y para el tercer término, el compuesto en “arquía”
desaparece siendo la palabra en “cracia” la que ha sobrevivido. Hemos conseguido pues
la siguiente tabla: uno, algunos, o muchos todos, o el pueblo. Si ponemos los
compuestos en “arquía” y en “cracia” en la segunda obtenemos monarquía y oligarquía,
aristocracia y democracia respectivamente. Hay pues una disimetría que puede ser
significativa en la clasificación de estos compuestos, o si se prefiere una simetría
disimétrica. Se encuentra una cierta simetría en el sentido de que justamente es en el
centro de los compuestos donde ha habido más éxito siendo el primer término de la
segunda columna y el último de la primera los que no. La historia de las palabras no
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contiene toda la historia de las ciencias. Sin embargo, por la misma razón que era
cómodo y prudente partir de la clasificación usual de las palabras, para, partiendo de
ella, conseguir unos descubrimientos, habría que desconfiar de las consideraciones que
nosotros podríamos encontrar, ya que estamos ante un fenómeno de la historia de las
palabras bastante importante. Necesitamos preguntarnos por la razón de esa resistencia
al uso.
La razón de ser es muy simple. En realidad estas dos formaciones no son
estrictamente homónimas. No es en absoluto por azar, que algunos compuestos en
“arquía” hayan triunfado y otros hayan caído, que uno haya triunfado, representando el
50%, y el otro haya caído. Y que siguiendo la marcha inversa entre los compuestos en
“cracia” uno haya triunfado, y el otro haya caído. En efecto, estos dos compuestos no
tienen el mismo sentido; se trata siempre de autoridad, sin duda, pero no es la misma
autoridad de la que se trata en los compuestos en “arquía”, y en los compuestos en
“cracia”. Y si la anarquía está formada por “a” y “arquía”, todo hace creer que los pocos
descubrimientos que hemos hecho en el sentido de las palabras, en su composición,
resonará en la definición que deberemos dar de anarquía. Y deberán comprender que
estaremos obligados a servirnos de las palabras anarquía y anarquismo solamente
cuando las opongamos a los compuestos en “arquía”. Y que estaremos obligados a
servirnos de una palabra en “cracia”, cuando estemos obligados a oponerla a la
democracia o a la aristocracia.
No es necesaria mucha erudición, y basta referirse al más simple de los
diccionarios griegos14, para darnos cuenta inmediatamente de que, en efecto, en la
etimología original de estas palabras hay diferencias profundas. Voy a pedirles permiso
para leer delante de ustedes, casi todo un artículo del diccionario:
“ “Arje” lo que está antes; comienzo, principio, origen, punto de
partida, ...”
Por consecuencia, el primer sentido de la palabra sería el de comienzo,
origen, punto de partida. Y el sentido de guía, de mandato, sería un segundo sentido. La
confusión que aparecería, la extensión del sentido para pasar de comienzo a mandato
parecería provenir de una confusión militar que conocen aquellos que han pasado por el
servicio militar, donde el guía termina por tomar el mando de la sección porque es el
primero y es al que hay que seguir. Y esto es lo que se produce con “arjé”, lo que
comienza, lo que sigue, en segundo lugar, lo que manda.
14Para la ocasión Péguy va a utilizar el diccionario de Bailly (Hachette 1894)
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“Mandato, poder, autoridad; lo que está sometido a una autoridad.
Imperio, reino, ...”
Por el contrario, nos da como sentido de “cratos”, fuerza, vigor, solidez
hablando de los metales del hierro; dominación, potencia, hablando de Dios y de los
hombres.
“Particularmente poder real. Potencia soberana, dominación, ...”
Esta simple búsqueda etimológica tan corriente, nos advierte que en
efecto, como nos lo hacía prever la heterogeneidad de las clasificaciones que hemos
incluido en la tabla, hay en la raíz misma de las palabras una diferencia de sentido
profunda, que basta para explicar su fortuna tan dispar. No es pues por azar que algunas
hayan sobrevivido de alguna manera y otras lo hayan hecho de otras.
En los extremos de la clasificación y encabezando la columna de la
derecha, y en la base de la columna izquierda, suceden dos problemas bien distintos. El
primero, saber porqué monocracia no sobrevivió, habiéndolo hecho autocracia, y porqué
al otro extremo demarquía no se ha materializado.
¿Es que el gobierno, la forma de autoridad que denominamos
familiarmente “cratos”, puede ser tan diferente de las que hemos compuesto con el
termino “arquía”? Dejaremos para más tarde estos problemas a los extremos de la tabla.
Generalizando, hoy distinguimos dos autoridades; la autoridad de la
fuerza, de la potencia, que es originariamente la del “cratos”, que se puede denominar
autoridad de mandato, o por ley, y que deriva en política como autoridad de gobierno (la
autoridad de gobierno es un caso particular de la autoridad de mandato). Y la autoridad
que yo denominaré si les parece, autoridad de competencia, o por capacidad, que deriva
en economía, en autoridad de administración, la autoridad que viene del requerimiento,
autoridad que le corresponde al que se sigue, quien guía, quien muestra.
Hay por tanto también dos libertades. Pues sí, la libertad es, bien la
ausencia de autoridad, bien el rechazo de la autoridad o la rebelión contra la autoridad, e
incluso la limitación de la autoridad, cosa que veremos más tarde. Es evidente que
desde el momento en que hay bajo este mismo nombre de autoridad varias autoridades
que distinguir, como la de competencia y mandato, hay frente a ellas y oponiéndose a
ellas, dos libertades. De la misma manera que el nombre común de autoridad, el nombre
común de libertad tomará dos formas de existencia, de movimiento social, que habrá
que distinguir. No digo que no tengan elementos comunes, pero es indispensable en este
54
punto del análisis en el que estamos, distinguir claramente la autoridad de mandato de la
de competencia y por tanto, distinguir ambas libertades.
Habrá pues una libertad contra la autoridad de mandato, que en política
conllevará una libertad contra la autoridad de gobierno. Habrá una libertad contra la
autoridad de competencia que en economía derivará en una libertad contra la autoridad
de administración. Veremos más tarde que estas distinciones son necesarias y que no las
incluimos simplemente por simetría con la tabla anteriormente mencionada, por una
cuestión de clasificación. Llamaremos pues si les parece a “acracia” la primera de estas
libertades y al sistema de estas “acratismo”, mientras que reservaremos anarquía para la
autoridad de administración.
No es solamente por el vano placer de cambiar el uso de las palabras.
Hay diferencias suficientemente apreciables para que sea necesario servirse de estas
nuevas palabras y reservar las antiguas, si se quiere, para distinguir problemas
diferentes. La desobediencia a la autoridad de mandato no tiene la misma importancia
que la desobediencia a la autoridad de competencia. No es por hacer una palabra nueva,
es porque es indispensable y precisa de un nuevo análisis. No pretendo por esto el
haberla descubierto. Si las palabras acratismo y acracia no están hoy representadas, si
no han sido aún introducidas, si no tienen o no han obtenido la misma preocupación de
la humanidad, en el mismo grado que la desobediencia a las formas más viejas de
autoridad en “arquía”, basta mirar la tabla para ver que en efecto las formas de
autoridad, de mandato, en “arquía” son más viejas cronológicamente que las formas de
autoridad en “cracia”. Por esta razón la desobediencia a la monarquía y la desobediencia
a la oligarquía son antiguas en la humanidad. Por el contrario, la desobediencia a la
democracia no ha podido presentarse aún más que en los pueblos suficientemente
avanzados culturalmente, por haber hecho la experiencia de tener una autoridad de
mandato en democracia. Si la palabra es nueva pues, inusual, no es porque no le
corresponda una realidad, sino porque la realidad que le corresponde apenas está
naciendo.
Aquellos de entre ustedes que sigan el movimiento de las ideas en
materia social, saben que la obediencia o la desobediencia a los poderes democráticos
constituidos, la cuestión de saber si de hecho o por derecho no están limitadas... es una
de las más grandes inquietudes que podemos tener para un futuro próximo. Pero esta
cuestión no puede plantearse más que en los países que han hecho una experiencia
incompleta pero suficientemente avanzada, de lo que es una democracia. Por que la
55
democracia ha tenido en común con un gran número de sistemas, el que estando
presente en las teorías de los filósofos del siglo XVIII, tenía grandes cualidades y
ningún inconveniente; una vez puesta en funcionamiento, es cuando se han visto los
inconvenientes, y el análisis va a ir naturalmente sobre este punto. En consecuencia, el
retraso de la formación de las palabras acratismo y acracia, corresponde a un retraso
histórico inevitable en la preocupación por la desobediencia contra la democracia y
contra los poderes del mandato de la democracia, en la preocupación por la resistencia,
la rebelión contra las tiranías, y no solamente las tiranías monárquicas puras, sino
también las tiranías derivadas, la nobleza, etc... La palabra autoridad recubre dos
realidades distintas con elementos comunes, pero es indispensable discernir la una de la
otra si queremos movernos tranquilamente entre estas dificultades. Contra la autoridad
de mandato nos oponemos, reconocemos la oposición, de una libertad contra el
mandato, y ya que obedecer es un término que naturalmente se corresponde con
mandar, nos sera cómodo y conveniente, nombrar esta libertad como libertad de
desobediencia, que oponemos a la autoridad de mandato o de gobierno. Una libertad
contra el gobierno, que será propiamente la libertad política pues es ésta la libertad
contra el gobierno. Para la autoridad de competencia, ya que esta es una noción más
diversa, más libre que la autoridad de mandato, hay un mayor número de palabras, para
una libertad que se nos presenta de modo natural como palabras más usuales, más de
uso corriente: será la libertad de conciencia, la libertad de examen, que son en realidad
como veremos, libertad de recusación o de desempeño, porque la autoridad de
competencia tiene esta característica propia, que mientras uno se rebela contra la
autoridad de gobierno por un movimiento directo, por el contrario no se puede rebelar
convenientemente contra la autoridad de competencia, más que declinando la
competencia, por un acto de declinación. Sólo por esto vemos cuan heterogénea es la
clasificación usual establecida entre las autoridades. Una vez que se penetra en el
análisis, se descubren a cada paso diferencias cada vez más grandes entre las dos series
que eran paralelas. La libertad contra la competencia, es una libertad de retirada, una
libertad de huida; más que una libertad de oposición, a la autoridad de administración se
opondrá la libertad contra la administración que es propiamente también libertad
económica.
Volvamos sobre la autoridad. De las dos formas de autoridad, y siempre
para definir la libertad, volvamos sobre la expresión más general de autoridad, pues por
lo mismo que no hemos podido definir anarquismo y acratismo intentando definir las
56
formas de autoridad a las que se oponen, quizás podamos definir la libertad en general
habiendo definido la autoridad en general a la que se oponen. Si intentamos buscar por
análisis el carácter común de estas dos formas de autoridad, para saber lo que es la
autoridad nos hará falta recurrir antes a una búsqueda etimológica. El sentido actual de
las palabras no está enteramente determinado por el sentido original de las mismas, por
su etimología original; sin embargo es siempre positivo saber de donde han partido y a
donde han llegado. Las etimologías griegas tienen una importancia considerable en las
especulaciones filosóficas, sociales y políticas; no olvidemos que los griegos son
nuestros viejos maestros y sería arriesgado abandonar una investigación sobre los
antecedentes históricos del proceso de llenarse de sentido, que se ha hecho poco a poco,
partiendo de los antiguos griegos. Ignorarlos es, literalmente hablando, no querer hablar
francés. En materia política, filosófica, o social no se llega a encontrar el sentido actual
de las palabras de una forma horizontal sino adquiriendo la memoria de la palabra y del
enriquecimiento del sentido partiendo desde su sentido primero.
Para todas estas palabras el uso que hacen Aristoteles o Platón permanece
aún en el uso que nosotros hacemos de ellas. Y no es que sea necesario entenderlas
como ellos, puesto que después hay una experiencia de varios siglos de humanidad, sino
que privarse de la experiencia anterior es no querer reconocer el sentido mismo de estas
palabras. Es necesario conocer la filiación de una palabra... con más razón para la
palabra “auctoritas”, que es claro que tenemos autoridad en el terreno jurídico y la
autoridad en sociología corresponde socialmente a lo que hay de jurídico, en materia de
derecho de propiedad, de limitación del derecho de propiedad en referencia a “de lo
tuyo y de lo mio”.
“Auctoritas, propiamente creación, invención; ordinalmente. Iniciativa,
consejo, responsabilidad (hablamos todavía de la autoridad de un autor) garantía,
caución, voluntad expresa”
“Segundo sentido, orden, mandato, potencia, consideración, autoridad.
Hablando de una cosa, valor. En derecho: … titulo de posesión, posesión legitima,
derecho de propiedad...”
“Auctoritas” viene de auctor, que no significa sólo autor en el sentido de
la palabra francesa, sino que crea. Verán, por tanto, que en autoridad y autor el sentido
primero no es única y puramente el sentido de posesión, es el de posesión por creación
es decir, que implícitamente esta palabra encierra aquellas teorías de la propiedad que
hacen recaer ésta sobre el trabajo, la producción y la creación. Esto es interesante; aquel
57
que aumenta, que crea, autor creador y, como auctoritas, la fuente, el fiador, el garante.
Creo que por esto podemos acercarnos a una definición de autoridad que puede
satisfacernos provisionalmente, al menos. El sentido primero de autor es el sentido de
un acrecentador, de un crecimiento.
Si consideramos la vía social en general, y si para ir de lo más común a lo
más universal de los datos sociales, nos preguntamos por la expresión que conviene
mejor, nos referimos sin dudar a la expresión de comunicación. La expresión más
general, aquella donde pueden entrar los diferentes medios de relación social, una
guerra y una invasión más que un intercambio comercial entre pequeños comerciantes,
pues es necesario que la expresión pueda contener los dos extremos, será la palabra
comunicación. Entonces, si nos colocamos en el plano de la comunicación social, y si
por esta entendemos en su sentido más vasto, más grande, y en consecuencia el más
vago posible, no excluyendo ni a los más grandes movimientos de personas ni los más
pequeños de fondos comerciales, sean cuales sean las personas sociales en esta
comunicación, nos dirigiremos a dar un primer paso hacia lo particular como es propio
del progreso científico, a examinar cual es el sentido del movimiento. Igual que en
mecánica el sentido de un movimiento se presenta inmediatamente al pensamiento, si
intentamos considerar de la forma más vaga y laxa posible las comunicaciones sociales,
necesitaremos inmediatamente un segundo paso para ver en qué sentido se hace la
comunicación social, sea una comunicación de guerra, de negocio intelectual o de
propaganda, nos preguntaremos antes que nada en qué sentido se hace. Y diremos que
hay ejercicio de autoridad de una primera persona social sobre una segunda, si el
sentido de la comunicación social se dirige de la primer hacia la segunda y que
recíprocamente hay ejercicio de autoridad de la segunda sobre la primera, si el sentido
de la comunicación es en la dirección contraria.
Así pues es necesario poder definir, en tanto sea posible, el ejercicio de la
autoridad para llegar a la definición de autoridad, y habiendo definido así el ejercicio de
autoridad diremos que hay autoridad de una primera persona social sobre una segunda,
si consideramos que en caso de que haya comunicación social este movimiento se hace
de la primera a la segunda persona social. Y diremos recíprocamente que hay autoridad
de la segunda persona social sobre la primera, si habiendo movimiento social,
comunicación social, consideramos que este movimiento partiendo de la segunda
persona se dirige sobre la primera.
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Les pido permiso para detener aquí esta primera lección, ya que mi
inexperiencia ha hecho que la preparara demasiado larga.
Segunda sesión
Señoras, Señores:
El comienzo de esta primera lección podía dar lugar a dos tipos de
criticas y sin querer comprometer desde ya la discusión que seguro se producirá, debo
hacer notar, antes de concluir esta lección, estas dos criticas opuestas.
La primera, que será sin duda la más fundamentada, será la de haber sido
demasiado insistente en las etimologías, cosa que he creído debía hacer al comienzo de
la lección. La segunda sería la de haberme alargado demasiado tiempo, esta me parece
menos fundada.
Además de ser lo más honesto como ya he dicho, y un buen método,
comenzar por aclarar un poco el uso de las palabras tal como se utilizan en el lenguaje
de las ciencias, si queremos tomar en consideración cosas más practicas, es en realidad,
una ganancia de tiempo. Las palabras y el lenguaje son vías de comunicación
intelectual, calles mentales por así decir. Cuando se quiere ir de alguna parte a otra, si se
está sólo y no es simplemente un viaje, puede parecer fácil ir a pie incluso sobre tierras
labradas, pero si se trata de muchas personas, de mucho trabajo, de mucho transporte y
mucha gente, podemos ver claramente cuales son las ventajas de hacerlo por un camino,
se hace mucho más fácil por él. Si se quiere ir de la estación de Orleans a L'etolile
puede parecer fácil ir a pie porque el uso de un tranvía resulta caro, pero no es menos
cierto que si se trata de muchos viajes de mucha gente, sea cual sea el tiempo, la
complicación y el precio para utilizar un tranvía le hace preferible, y es lo que hemos
hecho.
Por darles un ejemplo y a fin de que no tengamos la impresión de perder
el tiempo o de detenernos demasiado sobre estas definiciones, y para mostrar la utilidad
que podemos sacar rápidamente de estas distinciones que parecerían un poco ingratas a
primera vista, demasiado lógicas, demasiado escolásticas quizás, voy a tomar la
distinción que hemos intentado encontrar entre la autoridad de mandato y la autoridad
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de competencia. Para darles alguna idea del uso que más tarde se puede hacer de esta
distinción, tomemos los grandes debates políticos, los grandes debates sociales que se
han producido estos últimos años. Tomemos los debates por y contra la libertad del
personal de enseñanza, por ejemplo el affaire Hervé o el affaire Guigné*. Tomemos esta
gran cuestión del monopolio de la enseñanza y de las congregaciones, compremos el
diario oficial y releamos los discursos pronunciados de una parte y de otra por los que
están a favor y los adversarios, de diferentes autoridades y libertades, y hagan el
siguiente ejercicio: cada vez que en un discurso vean la palabra autoridad o la palabra
libertad, antes pregúntense si cada una de ellas está en su sitio, pues sucederá que se
pone libertad allí donde correspondería autoridad y recíprocamente. Después cada vez
que estemos seguros de la que corresponde introduzcan ustedes a continuación de la
palabra la naturaleza de esa libertad o de esa autoridad. Siempre que aparezca la palabra
autoridad introduzcan ustedes a continuación, y si es necesario arranquen la hoja, de
mandato o de competencia, y siempre que aparezca la palabra libertad introduzcan
libertad política o de competencia.
Se sorprenderán al ver la eficacia de este procedimiento. Es tan efectivo
que recuerda a los procesos químicos automáticos, como por ejemplo la precipitación de
los sólidos, es un método de una seguridad increíble para desarticular los sofismas, para
desarticular un discurso, para obtener la realidad del pensamiento que puede haber bajo
un discurso.
Y para darles un segundo ejemplo, un espécimen del uso que se puede
hacer de la distinción que acabamos de realizar, de una manera estática de considerar las
cuestiones sociales y una manera más dinámica de considerarlas, como hemos dicho
que se debe comenzar por situarse en la comunicación social misma, fíjense que la
mayor parte de las instituciones están hechas sobre el papel; la mayor parte de los
programas, la mayoría de los estatutos de las sociedades, en particular de las sociedades
cooperativas de consumo y producción, la mayor parte de las constituciones de los
estados también, pues el ejemplo es válido tanto para grandes organismos sociales como
para pequeños. La mayor parte de las constituciones de estados o sociedades están
hechas en realidad por gente que las hace sobre el papel, como los geógrafos hacen los
mapas viendo si las partes están bien equilibradas entre ellas, pero estáticamente ya que
no representan el funcionamiento de estos programas.
*Otro caso en el que se vio involucrado un director.
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¿Cual es en realidad la diferencia que puede haber entre lo que
denominamos comúnmente una constitución a la “Sieyés”* y una constitución que no
sea de este tipo? ¿Es que una constitución a la “Sieyés” no funciona y una que no lo es
puede hacerlo? Y nosotros debemos creer que estas expresiones populares de funcionar
o no funcionar que han resistido el uso tienen algún sentido de la realidad, es probable
que esta distinción popular entre las constituciones que funcionan y las que no, es
extremadamente importante para quien quiera continuar el análisis.
Aquellos de entre ustedes que hayan asistido a los congresos socialistas
nacionales e internacional de 1900 y que recuerden como tantas promesas se
convirtieron en resultados tan pequeños y miserables, se preguntaran por qué. Las
razones son evidentemente múltiples; se impresionarán de que las constituciones
previstas por el partido socialista francés, que no tardaron en llegar a ser muchas, eran
estáticas, gráficas, estaban hechas por gente que yuxtapone los parágrafos cuando la
cosa no funciona, y lo que iba bien deja de hacerlo; desde que se la quiso hacer
funcionar, ya no fue más.
Recordarán sin duda, estas constituciones del partido que ocupaban
demasiado sitio, que se votaban en la última sesión tras haber discutido enormemente en
las sesiones precedentes. Cuando todo el mundo estaba de acuerdo se votaban aquellas
constituciones que tenían un número interminable de artículos.
De todas las razones por las cuales no funcionaron, una de las más
importantes fue esta. Eran constituciones estáticas hechas para el plan, para lo fijado, no
para el movimiento, la vida y el trabajo.
Voy más allá, la mayor parte de las leyes se hacen así. Están hechas por
hombres que habiendo recibido unos enseñanzas demasiado intelectuales, y otros, faltos
de experiencia incluso de la realidad social, son demasiado juristas y demasiado poco
economistas. Planifican, alinean parágrafos y palabras, y después en el uso la cosa no
marcha. Desde el punto de vista del estado de ánimo, la gente se representa casi siempre
la cuestión bajo una forma inmóvil y no en movimiento, como el trabajo y la vida. Y la
gente que parece enemiga las unas de las otras, que lo son en realidad, sin embargo,
coinciden en esto; que en vez de situarse en el curso del movimiento social y siempre
que pudieran, en la realidad de la comunicación social, hacen incursiones horizontales a
este movimiento y se quedan en un examen de esas incursiones.
*Emmanuel Joseph Sieyés, fue redactor de varias de las constituciones de la etapa revolucionaria y napoleónica, y se le recuerda por su escrito ¿Qué es el tercer estado?, previo a la reunión de los Estados Generales de 1788.
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Nada puede parecer, por ejemplo, tan contrario a las ideas de Jaurés que
las de Guesdes, y en efecto son dos formas del espíritu y los valores socialistas,
contrarias las unas a las otras. Y por tanto, cuando se intenta representar lo que son las
unas y las otras, nos damos cuenta rápidamente que ambas actúan según el mismo modo
de trabajo intelectual, la misma mentalidad. Jaurés no se sitúa dentro del movimiento
socialista, es una especie de movimiento socialista y a Guesdes le sucede igual. La gran
diferencia que hay entre ambos es que el primero, y esto es necesario desarrollarlo (aquí
es solamente una breve idea para justificar lo que acabamos de decir) no tiene lugar
como corriente socialista, es un hecho puntual, una estación en el socialismo. Ambos
son enemigos pero no porque procedan de maneras de pensar diferentes o contrarias,
sino porque teniendo la misma mentalidad y el mismo modo de pensar se oponen entre
ellos por esta misma razón. Podríamos definirlos, al uno como un hecho puntual pasado
de moda y al otro como ilusorio, se oponen porque están en momentos temporales
diferentes y no están en el mismo movimiento socialista, pero no tienen mentalidades
diferentes o contarías.
Nos situaremos pues en estas comunicaciones sociales de las que hemos
visto algunos detalles como el elemento primero sobre el que poder llevar un estudio
social.
Me topo aquí con una dificultad. Hay dos maneras de constituir una
ciencia, o más allá, hay dos caminos en el trabajo que se puede hacer para constituir
poco a poco una ciencia. Se puede partir de primeros principios, de cualquier elemento
primero y por la vía de la deducción sacar poco a poco las consecuencias, una serie
indefinida de ellas. Se puede, por el contrario, situarse en un momento de esta
deducción, de esta progresión y dando marcha atrás, completando una regresión,
intentar acceder a estos primeros principios.
En realidad no hemos practicado del todo ni el uno ni el otro en la lección
precedente, pero es que no hay que equivocarse con esto, no se trata de constituir una
ciencia sino de hacer lo que se pueda para conseguir constituir un lenguaje de las
ciencias que llegarán posteriormente.
Esta operación de constitución de un lenguaje es muy importante. Se la
obvia en general al comienzo de toda ciencia porque no se le dedica el tiempo
suficiente. Presentaría en efecto, grandes dificultades, pues por ejemplo, se nos dirá que
pretendemos indicar solamente el uso de las palabras, el sentido de las mismas y en
realidad, ustedes tienen su idea ya definida por la elección misma de esas palabras y a
62
través de la búsqueda de estas, comprometer a las ideas y a la ciencia misma por
constituir.
Es cierto, como ya he dicho en profundidad antes, que no se puede
constituir una ciencia antes de tener un lenguaje para esa ciencia, y es cierto que la
elección misma de las palabras, la elección del lenguaje, implica una idea que se tiene
previamente de la ciencia que se va a constituir; y aquí tenemos un circulo vicioso, es
uno de esos círculos viciosos a la manera escolástica, que nos podría entretener
eternamente pero ante él, la vida y, por consecuencia, el trabajo, no se puede detener.
Me perdonarán ustedes esta comparación; para construir una casa en un
clima como el nuestro, hace falta comenzar por hacer andamiajes, y evidentemente, si
bien no se puede hacer sin ellos tampoco, puede elegirse al azar, aunque los planos
incluyan los andamiajes. Hay una especie de necesidad mutua entre ambos, para el
lenguaje y a ciencia que se trata de construir sucede lo mismo. No se puede trabajar en
una ciencia antes de haber constituido, en tanto que se pueda, el lenguaje de esta
ciencia, y de otra parte, es evidente que no se puede establecer un lenguaje sin una idea
previa; la idea que se tenga de la ciencia influye en la elección de las palabras, en la
constitución del lenguaje de esa ciencia; esto es un circulo vicioso.
Todo lo que se puede decir es que hay dos niveles por así decirlo, y uno
de ellos es de denominación. Lo que se puede haber acordado bastante fácilmente al
constituir el lenguaje, porque no se trataba más que de lenguaje, ahora habrá que pedir
razones más científicas, más basadas, totalmente ciertas, si se pretende pasar de la
propia constitución del lenguaje a lo que hemos acordado en llamar constitución de la
ciencia. Es pues, por anticipación, por anticiparme, que he comenzado por situarme en
lo que hemos llamado comunicación social. La comunicación es el primer elemento de
todo trabajo social, y por consecuencia, es sobre él que debemos fijar el primer esfuerzo
de atención. Hay un gran peligro a la hora de definir las personas sociales, antes de
haber definido las comunicaciones sociales que hay entre esas personas. La tentación
está en efecto, en tomar las personas sociales, sean estos, cantones, comunas,
corporaciones, compañías de ferrocarriles, y estudiar seguidamente las comunicaciones
que hay o que puede haber entre estas personas; daré un ejemplo enseguida. Es por ello
que va a ser mejor situarse en el curso de la comunicación misma y definir a las
personas sociales como punto de partida o punto de llegada, o de paso.
¿Donde comienza el estudio social? Pues también es necesario entender
esto. Ustedes saben que muchos problemas del trabajo intelectual vienen porque los
63
sociólogos se ocupan de psicología y los psicólogos de sociología. Ha habido debates
incesantes debidos a la mala delimitación del campo de investigación. El estudio social
comienza cuando comienza la comunicación, así, si no hay comunicación social entre
las personas sociales no hay estudio social. Esto no significa que no haya casos en los
que no haya comunicación social, no significa que haya vías individuales, por muy
difíciles que sean, que no haya alguna penetración de otras personas sociales. Lo que
quiero decir es que el estudio social comienza cuando se comienza a estudiar la
comunicación social y que hasta ese momento ésta se trata de otro tipo de estudio. El
resto es moral, lógica, psicología o historia individual.
Esta distinción que pido se establezca entre lo que va antes del comienzo
del estudio social, y el estudio social mismo, no se corresponde de ninguna manera en
mi pensamiento con una separación de los seres que estarían o no en comunicación
social. Hay comunicación social por doquier, pero en tanto no se estudie no habrá un
estudio social. Y a partir del momento en que se estudia, habrá estudio social. El resto
es moral, lógica, psicología o historia individual.
Existiendo pues comunicaciones sociales como punto de partida, de paso
o de llegada, las personas sociales, sean cuales sean estas, hemos dicho que habría
ejercicio de autoridad cuando la comunicación social se ejerce en el sentido de una
hacia la otra. Habrá pues ejercicio de autoridad de una persona social sobre otra cuando
la comunicación social vaya de la primera hacia la segunda e inversamente de la
segunda a la primera. Así pues la primera consideración es la comunicación social y
después el sentido de esta, es decir, hacia donde va tras su constitución, pero sólo entre
personas sociales. Y entonces, sean cuales sean dichas personas, verán que desde ese
momento se abre un gran campo de estudio. Dichas personas sociales pueden ser
ciudadanos, individuos o bien personas sociales colectivas, comunas, cantones, barrios,
departamentos, provincias, estados, naciones; o en el orden económico, corporaciones
obreras, patronales, sindicatos, cooperativas de producción o de consumo, talleres,
compañías, sociedades; o en el orden político, grupos políticos; o en el orden comercial,
sociedades comerciales. Sea en nombre propio o colectivo, limitadas o anónimas, de
capital fijo o variable, de grandes compañías con accionistas o no, de compañías de
ferrocarriles, alianzas de grandes compañías o de grandes patronales (los llamados
trust), alianzas de pueblos, o la humanidad misma.
Si se prosigue el estudio de esta comunicación social, se podrá percibir
que habría que distinguir, analizando los elementos que la componen, que habría alguna
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analogía con el juego que se produce entre algunos elementos de otras ciencias. No
quiero demorarme hoy sobre este análisis, pero se puede ver bastante rápidamente que
en las comunicaciones sociales hay dos elementos a considerar, uno un elemento de
volumen, de cantidad... es por eso que hablamos de grandes compañías y de pequeño
comercio; y habría otro, que sería un elemento de velocidad, o del nivel en que se
pueden dar, o dicho de otra manera de potencialidad.
Cuando dos pueblos se encuentran, por ejemplo y es un ejemplo para este
análisis, tienen comunicación militar bajo forma de guerra o de conquista, o
comunicación comercial produciéndose la penetración de uno de los dos pueblos en el
otro, y que esta sea llevada a cabo sin que haya una relación matemática demasiado
clara entre el volumen de los pueblos. La penetración militar o comercial podría ser por
ósmosis, dirigida por el volumen por una parte, y por otro por el nivel de civilización,
por la intensidad de la actividad.
Siguiendo este método, nosotros definiríamos pues la autoridad después
de haber definido el ejercicio de la autoridad y no antes. La autoridad seria la parte
estática de la situación de las diferentes personas sociales y no lo seria de su acción; y el
ejercicio de su autoridad sería parte de su acción. Definiríamos la autoridad después de
haber definido el ejercicio de la autoridad por este método general que quiere que
definamos las estaciones, las paradas y los descansos después de haber definido los
movimientos y las comunicaciones. Una persona social tiene autoridad sobre otra
cuando el sentido de la comunicación va de la primera a la segunda.
Siendo en estos términos la autoridad, ¿qué es lo que sería la libertad?
Libertad es cuando no hay autoridad. Es muy simple esta definición, pero en realidad
encubre dos sentidos diferentes. como vamos a ver.
La autoridad, el ejercicio de la autoridad es el ejercicio moral que va de
una persona moral a otra persona moral, de una persona social otra persona social. Para
que haya libertad, es necesario que no hubiera autoridad. Pero se presentan dos
cuestiones inmediatamente para que no haya autoridad. La primera es que haya vida
social, es que haya comunicación social y que sin embargo esta comunicación social, en
tanto que posible, se haga sin que haya autoridad. La otra manera sería, y es una gran
tentación, suprimir la comunicación social para que así acabe al mismo tiempo la
autoridad que provoca esta comunicación. No se si me he hecho comprender. Estamos
de acuerdo sobre esto, sobre que hay ejercicio de la autoridad cuando una de las
personas sociales, a través de esta comunicación social, penetra en la otra, siendo dado
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que para que haya autoridad es necesario que no haya libertad, que la libertad disminuya
cuando la autoridad crece y viceversa. La gran tentación es suprimir la comunicación
social, la vía social y el trabajo social. Para así evitar lo que comporta esta
comunicación, la autoridad. Y el gran problema es mantener la vía social y organizar la
comunicación social de tal manera que, ya que sin ella no hay vida, no se entre en el
ejercicio de la autoridad. En otros términos, la autoridad social, siendo lo que hemos
dicho, hay dos maneras de desarrollarla. La primera, es traspasar las condiciones
subyacentes de manera que alcancemos la libertad social por la incomunicación, por la
muerte social; la otra, por el contrario, la manera viva, es intentar organizar de algún
modo basado en las artes o las ciencias , el trabajo y la comunicación social de manera
que comenzando la comunicación, la autoridad caiga.
La historia de los dos últimos siglos nos muestra que no es por un juego
de la lógica, por una clasificación arbitraria, que se haya terminado por considerar estas
dos formas tan diferentes, tan contrarias, incluso, de la libertad. Estas dos concepciones
de la libertad no se presentan la una después de la otra, yo las denominaré, para facilitar
la discusión, libertad imaginaria a la que pretende suprimir la sociedad misma, la
comunicación social, bajo pretexto de que es esta la que despierta la autoridad; y
nombraré libertad real a la que tiende a organizar la comunicación social de manera que
caiga la autoridad sin que lo haga la vida social.
He aquí como proceden los teóricos de la libertad que hemos
denominado imaginaria. Se dicen inocentes, primitivos. Vemos que la gente tiene
comunicación entre ellos y que sea porque la naturaleza humana es mala o sea porque
los acontecimientos son malos, la gente que tiene comunicación entre ellos, pesan unos
sobre otros a través de guerras, guerras militares y guerras económicas, no menos
terribles, que finalmente preparan guerras militares. Se inclinan poco a poco a desear, a
preparar un estado social en el que gradualmente sería suprimida la comunicación social
y es así, como los estados y los individuos son formados poco a poco como unidades
fragmentarias, esporádicas, diseminadas, sin comunicación entre ellas. Se puede decir
que todo el gran movimiento filosófico del siglo XVIII francés ha estado dominado por
esta idea o mejor ha sido dirigido de este modo. Lo han hecho hombres
extremadamente enemigos entre si, Voltaire y Rousseau por ejemplo (pero ustedes
saben que para ser enemigos es indispensable tener un gran número de puntos de
contacto y que se convierta en una ventaja el serlo). Es un hecho frecuente en la
historia, que los hombres que pertenecen a mismas épocas, a mismas naciones y a
66
mismas culturas, hayan sido los más atroz y violentamente enemigos los unos de los
otros. Vistos a distancia, parecen enemigos sin duda, pero como los hermanos
enemigos, pues hay entre ellos un gran número de estrechos lazos. Si se estudia a los
mayores enemigos entre sí del siglo XVIII nos daremos cuenta que todos sus
pensamientos siguen esta linea; tienden en realidad a suprimir la comunicación social a
fin de suprimir la autoridad de mandato; que todas sus revueltas contra la autoridad real,
tradicional, monárquica de ese tiempo apuntan a que cuando hay puntos de
comunicación, es doloroso para unos y otros, y haremos bien en suprimir los puntos de
comunicación.
Este método aparece eminentemente en la declaración de los derechos
del hombre y del ciudadano. Tomemos un texto de la declaración, uno de los que más
han calado, que oficialmente más ha sobrevivido, que es el que trata de las escuelas y
los liceos... podremos sentir el constante esfuerzo por fabricar hombres separados,
individuos esporádicos sin comunicación los unos con los otros; los derechos del
hombre y el ciudadano son eminentemente los derechos del individuo, pero sin
embargo, mientras se fabrica a estos individuos tan individualistas, la vida continúa su
marcha y es necesario considerar un poco estas relaciones sociales arbitrariamente
suprimidas por la comodidad del Congreso. Y puedo decir Congreso puesto que esta
palabra ha venido a sustituir a la de Asamblea Nacional Constituyente, ¿como hacemos
entonces? Una vez que se ha opuesto a estos individuos sin comunicación los unos con
los otros, estos individuos objeto, incomunicables, se restablece la comunicación entre
ellos, pero como el esfuerzo hecho para constituirse en individuos separados ha
triunfado, el esfuerzo que se hace para devolver la comunicación no triunfa. O
recíprocamente, si el esfuerzo que se hace para ponerlos en comunicación triunfa es que
el esfuerzo que se hizo para cortar toda comunicación habría fracasado. En realidad,
históricamente, es el primer esfuerzo el que ha triunfado, el de cortar toda comunicación
entre los individuos. Si tomamos el texto de la declaración, estarán de acuerdo en esto,
la mitad de los párrafos va contra la otra mitad. Sería interesante recomponer una
declaración de derechos del hombre y del ciudadano poniendo por un lado lo que afirma
al individuo y en “itálica” todo lo que une a los individuos, tipográficamente sería
sorprendente ver como las dos mitades van una contra la otra. El hombre es libre pero
no es libre, el hombre es igual pero hay distinciones, el hombre es hermano pero se
pelea y así continuamente.
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Así, esta manera de proceder que consiste en oponer las personas
sociales, los individuos sociales sin comunicación ninguna, está condenada porque
cuando se quiere restablecer la comunicación, no se puede.
Y es entonces cuando se produce un fenómeno característico en la
historia del pensamiento que me van a permitir denominar como radical, porque
transforma a las teorías radicales, en presencia de las que nos encontramos ahora. Una
vez que se han constituido los individuos perfectamente separados unos de otros, se
intenta restablecer pero sin éxito, las relaciones entre estos, y no contentos con ello, se
cree que es un fallo de la realidad, como cuando se trata de un fallo en el análisis; se
determina la necesidad de reforzar la relación entre los diferentes individuos y no se
encuentra nada más ingenioso que hacer un nuevo individuo, el Estado, que no es más
que la reunificación en un individuo ficticio e imaginario de todos los lazos entre
individuos que se quieren restablecer y que no son lo suficientemente fuertes. Pero
como estos son así porque los individuos se oponen, se ha concluido por convertir al
Estado en un individuo, que representa por una arbitrariedad las relaciones que se
quieren restablecer entre los individuos separados previamente. Tiene todos los vicios y
deficiencias de los individuos así como sus cualidades aunque predominan los defectos;
es caprichoso, arbitrario, no ve muy lejos, y es pesado.
Esta manera de proceder me parece característica, comenzar por
constituir individuos netamente separados por la forma de pensar, porque situarse entre
los párrafos de la Declaración es más cómodo que situarse en un movimiento variable.
Comenzar por formar individuos paragráficos, insulares, aislados. Darse cuenta de que
esto no marcha y que hay relaciones de guerra, comercio, negocio y finalmente
reencontrar la necesidad de restablecer las relaciones. Y todo esto, en lugar de
plantearse que posiblemente se haya seguido un método falso. Porque es contra esto
contra lo que no se puede nada, contra el carácter individualista y se ha hecho un
individuo estado especialmente encargado de hacer funcionar a los individuos
arbitrariamente constituidos.
Sobra decir que esta teoría de la libertad no conviene. Hace falta ver lo
que sería la otra forma de la libertad y eso sería objeto de estudios mucho más largos.
Pero es fácil resumir una teoría viciosa … como es fácil resumir una teoría simplista y
es difícil presentar una teoría mucho más compleja que se pretenda modelar bajo la
realidad del trabajo. Es más necesario exponer el problema que aportar una solución.
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¿Qué es lo que tenemos? Que no se suprime la comunicación, la vida
social, el trabajo social. Si se suprimieran los negocios, el trabajo, las relaciones de los
talleres y las tiendas, la humanidad no existiría más mañana. El problema que se
presenta entonces ( y todo lo que nosotros podemos hacer hoy es presentar los datos de
este problema) es este. Siendo que hay de una parte comunicación social, que
entendemos como sacrificar lo menos posible y de otra parte una libertad que
entendemos como no sacrificar nada, ¿cómo hacemos para que esto marche?.
Es probable que no se consiga por alguna maravillosa constitución sino
por una organización paciente del trabajo, de la economía, de los talleres, de la
producción, del consumo, y simultanea e incluso previamente, por una educación moral
y económica de los trabajadores de todo tipo, sobre todo de los ociosos que es necesario
convertir en trabajadores.
No nos queda más; el problema está expuesto y no podemos pretender
resolverlo sino continuar nuestras definiciones. Nos resta distinguir entre la autoridad de
mandato y la autoridad de competencia, no con ejemplos, sino como hemos hecho con
la autoridad misma, penetrando en el origen de las cosas.
Creo que estaremos todos de acuerdo en que la distinción capital entre la
autoridad de mandato y la autoridad de competencia, es que la primera no está
fundamentada en la razón y que la de competencia sí. Naturalmente quedaría por definir
lo que hay de sentidos acumulados en una palabra tan rica como es “razón”, pero
sumariamente y por el uso que vamos a hacer aquí de esta palabra, por ejemplo, para lo
que les decía del discurso y la desarticulación, de la precipitación del discurso, la
autoridad de mandato es una autoridad en la que la razón no está. Y la autoridad de
competencia es una autoridad que se ejerce en nombre de la razón, que tiene razón. Esta
distinción se mantiene sea cual sea la forma bajo la que aparece la razón, una autoridad
es de mandato sea cual sea la forma de la fuerza irracional, a-racional, como lo es la
autoridad de la guerra, la autoridad de uno solo o la autoridad de muchos o la autoridad
de todos a través de la voz de las mayorías. Por las sorpresas de las mayorías o por las
incompetencias de las mayorías, no hay ninguna diferencia en absoluto entre estas
autoridades a la vista de la razón y a la vista de la libertad.
Quiero resaltar un punto en particular; no solamente las autoridades de
mandato que se apoyan en la fuerza de las armas, sino las que se apoyan en las fuerzas
económicas, por ejemplo el hacer pasar hambre de manera consciente, en un boicot o en
sanciones de aparatos jurídicos, o en leyes de las mayorías, no solamente a la vista de la
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razón no valen más las unas que las otras, sino todas las veces que se intenta mezclar la
autoridad de competencia y la de mandato. Todas las veces que se intenta mezclar el uso
de la razón con el de la fuerza. Y en estos casos, nunca la fuerza se ennoblece por su
comunicación con la razón, sino al contrario la razón se envilece por su promiscuidad
con la fuerza.
Tomo un ejemplo que se aplica a la mayor parte de las pedagogías. Se
enseña a los niños, se les quiere hacer creer lo que es difícil y falso, y esto no es lo más
fuerte, sino que se apela a la razón, se les trata como personas puras, hasta el momento
en el que ya no funciona, en ese momento la sanción reaparece. Sea por los deberes o …
Siempre que se intenta mezclar el uso de la razón con el uso de la fuerza,
hay contaminación de la razón por la fuerza y ninguna depuración de la fuerza por la
razón. La razón pretende exponerse completa, ser pura o no exponerse. En realidad y
voy más allá, puede ser que los usos comunes de la fuerza y de la razón, incluso cuando
se trata de la verdadera razón, son mucho más peligrosos para la razón y para la libertad
que las autoridades de mandato que se presentan claramente como autoridades de
mandato. Si leen en los periódicos todo lo que se dice de la sociedad moderna, no
podrán ignorar que hay una religión muy clara en ella; olvidando que estas sociedades
burguesas están fundadas sobre la injusticia económica muchos las presentan como
virtudes primeras e indiscutibles. La mayor parte de los razonamientos que se dan son
aquellos en los que la razón que se enseña en las lecciones está contaminada por la
razón económica que se enseña en los talleres.
Sobre la política seremos muy breves ¿que pasa con la política? Hace
tiempo que dejó de ser el arte de administrar las ciudades. Para definir la política nos
vemos forzados a empelar lenguaje kantiano. De los grandes sistemas de la filosofía que
han jalonado la historia de la humanidad, han quedado sólo en las escuelas donde se
puede preguntar si se es kantiano o si no se es. Los grandes sistemas como el platónico,
el kantiano o el cartesiano se han convertido en lenguajes que se emplean según que
parte de la realidad se quiere trabajar. Es cómodo el lenguaje platónico si se trata de las
ideas y las apariencias, es como el cartesiano si se trata de lo extenso o inextenso. Es
cómodo utilizar un buen método kantiano si se trata del deber y la moral, por ejemplo si
se trata de definir de manera rápida qué es la política. Y la más breve es esta; se dice
que hay moral siempre que se ciña a no considerar a los individuos como medio, sino
como fines. Es decir, todas las veces que queriendo el bienestar de los individuos o las
naciones no se sirva artificiosamente de otros individuos para conseguir esos fines. Y yo
70
creo que nadie se opondrá a esta definición. Y por el contrario, la política es tal que no
solamente permite, sino que favorece, considerar a las personas morales como medios,
la política es el nombre que se le da a una serie de operaciones en las que sin cesar la
gente no es el fin para el que se pretende el bienestar o el bien, sino el medio por el cual
conseguirlo. Donde la moral reprueba la mentira, la política la admite o incluso la
fuerza.
Tercera sesión:
Señoras, señores:
No es por absorber el tiempo de la discusión sino para comenzarla
inmediatamente que les pido decir unas palabras más. Fuera de esta Escuela, tras las
lecciones precedentes, se han planteado una serie de objeciones, un cierto número de
dificultades, con motivo de conversaciones particulares que han ido preparando el
terreno a la discusión a la que debemos enfrentarnos hoy. Sobre la distinción que he
creído reconocer entre autoridad de mandato y autoridad de competencia, he dicho que
un medio material para distinguir la mayor parte de los sofismas que podemos leer en
los discursos políticos era que, ante un discurso, en presencia de la palabra “libertad” o
de la palabra “autoridad” antes de examinar si se trata en realidad de “libertad” o de
“autoridad”, y si no hay interferencia de los dos términos, siempre que se encuentre uno
en presencia de la palabra “autoridad” distinguir y sustituir si se trata de autoridad de
mandato o de autoridad de competencia, y siempre que nos encontremos en presencia de
la palabra libertad sustituirla por libertad económica o política, o libertad de conciencia.
Habría un medio más para percibir materialmente lo que hay de
verdadera o falsa libertad, y de qué genero de autoridad se trata. Consistiría en trocear la
frase; por basto, no es menos radical y cómodo para ver que cantidad de palabras han
sido pronunciadas en favor de la libertad o en favor de la falsa libertad, y en favor de
esta o aquella autoridad. Este medio es muy conveniente y muy cómodo para seguir los
sofismas a medida que se producen. Se puede comprobar que la mayor parte de estos
sofismas consisten en comenzar, por ejemplo, un razonamiento sobre la autoridad de
mandato y poco a poco ir cambiando, sin advertir al oyente o al lector, a uno sobre la
autoridad de competencia, de suerte que este razonamiento que era admisible cuando se
trataba de la autoridad de mandato deviene inadmisible sobre la autoridad de
71
competencia, pero como en ningún momento se ha advertido que se producía el cambio,
por un deslizamiento imperceptible, el sofisma pasa inadvertido (el sofisma que acabo
de indicar es el menos frecuente porque no interesa incluir en la autoridad de
competencia lo que se dice de la autoridad de mandato; el más frecuente será a la
inversa, trasponiendo proposiciones sobre la autoridad de competencia y convertirlas
lentamente en autoridad de mandato y reclamando así para esta las ventajas que
legítimamente le pertenecen a la otra).
Sobre la utilidad de esta distinción y el uso que se puede hacer de ella en
la vida no puedo evitar dar un ejemplo particularmente probatorio, mostrando su
utilidad inmediata, mecánica y automática.
Se trata particularmente de las relaciones entre el Estado y sus diferentes
funcionarios, y entre estos y el país. Leemos todas las mañanas en nuestros periódicos,
en los periódicos socialistas burgueses y en nuestros periódicos anarquistas de linea
dura, que tal o cual de nuestros amigos ha sido nombrado por ejemplo... director general
de bibliotecas, inspector general de museos o de mataderos, y que nos debemos felicitar
de estos nombramientos, porque el titular es un excelente republicano, porque ha
defendido magníficamente la República, es decir la política del gobierno en un tiempo
reciente. Cuando nos encontramos en presencia de tales sofismas, basta introducir un
momento la distinción entre ambos tipos de autoridad para que desaparezca la discusión
ya que salta a la vista que no vale la pena hablar más de ello.
Sobre el monopolio, sobre esta gran cuestión del monopolio de la
enseñanza, si tratamos de analizar un poco lo que pasa y cuales son las pretensiones de
uno y otro partidos, ¿qué descubrimos? Pues que la mayor parte de las familias
francesas, los unos por razones económicas, los otros morales, no han tenido ni el
tiempo ni los medios de enseñar ellas mismas a sus hijos el aprendizaje técnico de la
vida y del trabajo, por ejemplo la escritura, la lectura y el cálculo, y se ven forzados a
encargárselo a otras personas; estamos aquí en la autoridad de competencia, hay gente
que tiene el tiempo y los medios para enseñar a leer, escribir, contar; hay padres de
familia que no tienen el tiempo de enseñar a sus hijos a leer, escribir o contar,
entregando a los niños al profesor para que se lo enseñe. Estamos en lo económico, lo
técnico y la competencia.
¿Qué es lo que pasa aquí? El maestro, siendo en general autoritario,
intenta aprovecharse de que enseña a leer para hacer leer preferentemente ciertas
lecturas y no otras; se aprovecha de que enseña a escribir para que se practique
72
escribiendo determinadas cosas y no otras; donde se le pide al maestro que enseñe a
leer y a escribir, no solamente lo enseña sino que enseña más unas cosas que otras.
He aquí el sofisma del monopolio. Se comete (¿tendré que decirlo
todavía?) por todos los partidos reaccionarios. Lo hemos visto cometer por los
reaccionarios de derecha cuando estos eran los más fuertes; lo hemos visto en nombre
de la Iglesia, en nombre del Catolicismo; lo hemos visto cometer todos los días en
nombre de los partidos reaccionarios de izquierda, en nombre del Estado. Si ustedes
quieren convencerse, no tienen más que abrir uno de esos libros que se les da a los niños
en las escuelas primarias. Cuando hay una reacción de derechas, podrán verificar desde
las primeras paginas, que no hay otro tema que el de Dios y la religión, a una edad en la
que los niños no pueden comprenderlo. Todo esto viene a decir que cuando el maestro
es un reaccionario de derechas aprovecha que las familias le confían a los niños para
enseñarles a leer, haciéndoles leer cosas sobre la religión y la divinidad. Y si ustedes
quieren convencerse de que el mismo trabajo se hace en nombre del estado, cuando hay
una reacción de izquierdas, no tienen más que leer alguno de esos libros que se les da a
los niños en las escuelas laicas, donde sin cesar se habla del Estado desde las primeras
páginas, en el mismo tono y del mismo modo que los católicos hablan de Dios.
Así, todo el sofisma del monopolio reside aquí. Por causas económicas y
sociales, las funciones de enseñanza se han especializado en la sociedad. Dado que no
todo el mundo puede enseñar a sus hijos directamente, un cierto número de ciudadanos
son encargados de impartir la enseñanza. Pero ¿qué es dar enseñanza? Primitivamente
se trataba de preparar a los niños para el trabajo intelectual, y no de aprovechar lo que se
le enseñaba para orientar su trabajo. El sofisma consiste en esto: que a estos niños que
se confían al maestro para enseñarles los instrumentos del trabajo intelectual, el maestro
aprovecha no sólo para esto, sino para obtener resultados inmediatos, no esperando a
que el alumno los obtenga. Que estos resultados sean legítimos es otra cuestión, y todas
las opiniones libres son respetables. Lo que digo es que estos resultados le son dados a
los niños antes del trabajo de elaboración personal que sería precisamente lo que les
hiciera respetables; se sirven una vez más, y no puedo encontrar una formula más
sobrecogedora, se sirven de que están encargados de enseñar a leer para hacer leer tal
obra más que tal otra.
Otra dificultad que se me ha planteado es esta: cuando hemos dicho que
había comunicación social entre dos personas sociales definíamos como ejercicio de
autoridad la comunicación mantenida en un cierto sentido, por ejemplo de la primera
73
persona social a la segunda. Si hay autoridad siempre que hay comunicación social, y si,
como ya hemos dicho, la comunicación social constituye la vida social misma, no
habría pues en ningún caso libertad.
Entendámonos; he dicho, pues ya preveía esta dificultad, que la libertad
no está nunca primero en la vida en sociedad, que es una basta ilusión la de creer que la
libertad es anterior a la autoridad ya que es al contrario. Para que haya vida social es
necesario que haya continuamente comunicación social, intercambio social. Siempre
que hay comunicación social necesita que sea de una cierta persona a otra persona
social, para que exista intercambio de autoridad, para que se derive autoridad de la
primera a la segunda.
Hay libertad cuando (y es aquí donde interviene la distinción que hemos
visto entre la autoridad de mandato y la autoridad de competencia) no haya en la
intervención social ninguna autoridad de mandato, y además cuando las autoridades de
competencia se encuentren equilibradas. En otras palabras, se puede decir que una
comunicación social es libre cuando; primero, no se ejerce ningún autoridad de
mandato, y segundo, cuando las autoridades de competencia que se ejercen, lo hacen en
equilibrio, osea que hay igualdad, equivalencia, siendo esta la igualdad de cantidad.
Aquí también podemos ver cuan profunda es la diferencia original que
hemos señalado entre ambos tipos de autoridad, puesto que ambas se comportan de una
manera tan diferente, tan opuesta, tan contraria a la libertad, que para que haya libertad
en una comunicación social, para que una comunicación social sea libre, es necesario
que la autoridad de mandato tienda a 0, y por el contrario que sea hacia la igualdad o la
equivalencia hacia donde tienda la autoridad de competencia.
Se me ha dicho también, que pudiera ser que el esfuerzo que hemos
dicho había que realizar si se querían hacer estudios sociales, para situarse en la vía de
los movimientos sociales, para comprender el movimiento social en su movilidad
misma y no para constituir en este movimiento paradas ficticias, es posiblemente un
esfuerzo de palabras que en realidad en lugar de situarse al comienzo o al fin del
movimiento se sitúe en un momento determinado pero fuera del movimiento mismo.
Puede ser cierto, que cuando se intenta hacer la operación de regreso por
la cual hemos dicho, que en lugar de situarse en el momento de detención del
movimiento social, en lugar de considerar personas sociales, se deba intentar situarse en
el corazón mismo del movimiento social y en el sentido de este movimiento, se arriesga,
en efecto, si no se presta atención, no hacer más que crear paradas intermedias entre las
74
paradas terminales. Pero puede ser también, que prestando alguna atención se pueda
uno situar en el corazón del movimiento social. Quiero dar un solo ejemplo concreto
que apasionó mucho a los espíritus de su tiempo y que no es tan lejano como para
haberlo olvidado; es el ejemplo del caso Hervé.
Aquellos de ustedes que han seguido de cerca la historia del Sr. Hervé,
profesor de historia en Sens, se habrán sorprendido de las diversas interpretaciones a las
que ha dado lugar, y en general, es una verdad de derecho común que siempre que se
producen casos análogos uno se sorprende de la variedad de interpretaciones dadas por
hombres igualmente sinceros e igualmente enterados . Para situarnos en el caso Hervé,
pues no tenemos tiempo para examinarlo completo, podemos tomar la actitud del
director del Sr. Hervé, el Sr. Germain que ha sido largamente interpretada e incluso
representada. Los defensores de Hervé acusan al director de ejercer la tiranía sobre su
profesor mientras que excelentes personas que han conocido al Sr. Germain, dicen que
no comprenden como ha podido ser tiránico siendo el director más liberal.
¿Cómo puede ser que hombres igualmente sinceros e interesados den
sobre la conducta de un tercero apreciaciones tan opuestas, pretendiendo ser verazmente
históricos? Es bastante simple. En realidad, sucede muy a menudo cuando hay este tipo
de contraposiciones, que unos y otros sean sinceros y se vean con igual razón. Aquellos
que piensen habiendo conocido al Sr. Germain en otros liceos, en el ejercicio de las
funciones que ejercía en otras ciudades y que le declaran liberal, tienen sin duda razón
porque en efecto conocen esos casos y puede suceder al contrario en el caso Hervé.
¿A qué se debe esto? Ciertamente, a que en estos estudios sociales, pues
se trata en suma de una evaluación social, de un estudio social, unos y otros no han
intentado situarse en el movimiento mismo; ni los unos ni los otros han considerado el
punto de llegada de este movimiento. En uno se encuentra al director liberal porque no
considera la presión ejercida por este director sobre sus profesores en otros liceos,
encontrándola poco considerable o nula, mientras que los otros la encuentran tiránica
porque han considerado sólo la presión ejercida por este director en un caso particular.
Pero no es así como debemos proceder. Un director no tiene un reino en
la república, no es totalmente dueño de su liceo. Además están las presiones
innombrables (no elijo esta palabra por su sentido físico, no entiendo cuestiones ocultas,
tomo las palabras en sentido científico mientras puedo) oficiales, gubernamentales y
políticas que puede sufrir desde los diferentes poderes políticos o de sus superiores
jerárquicos. El director (lo que es mucho más grave para nosotros socialistas) sufre una
75
presión económica muy considerable de los padres de los alumnos, que son pequeños
burgueses de provincia en su mayor parte.
Lo que me interesa pues, no es saber cual es la presión ejercida por un
director sobre sus profesores. Esa no es la cuestión. Es que, conociendo la presión social
sufrida por el director mismo, ¿cuanta de esta presión pasa al profesor? Un director
liberal no es aquel que no ejerce ninguna presión sobre sus profesores; está claro que no
es un director tiránico aquel que ejerce una presión considerable sobre sus profesores.
No; existiendo la presión inicial sufrida por el director, director liberal es aquel que
absorbe lo más posible de esta presión, de manera que recaiga la mínima posible sobre
su profesor; y el director tiránico es aquel que no absorbe esta presión o incluso la
acrecienta por gusto a la autoridad o simplemente por capricho.
Lo que mide a un hombre en este caso, por consecuencia, no es en
absoluto la presión sufrida en el punto de contacto entre un hombre y su inferior
jerárquico, es la cantidad de presión económica, social y política absorbida en el
proceso por este hombre, o por el contrario, incrementada por él mismo. En otros
términos, los problemas de libertad no son propiamente problemas de libertad, son
esencialmente problemas de liberación. No se trata de saber la cantidad de autoridad
retenida en el punto de contacto sino de qué cantidad de liberación dispone un superior
hacia su inferior (digo superiores e inferiores sociales de todos ordenes), y los
problemas de autoridad no son problemas de servidumbre sino esencialmente de
avasallamiento. No se trata pues, solamente de saber estrictamente qué grado o cantidad
de servidumbre es ejercida en el punto de contacto por el superior sobre el inferior sino
cuanto es responsable en esta autoridad total, cuanta le es propia.
En consecuencia, no es por una mutación de las palabras que se pueda
decir que estamos en el corazón del movimiento social, es porque hagamos un giro de
180ª en el sentido de nuestras investigaciones. Puedo dar dos ejemplos impresionantes.
Digo que se ha intentado considerar sólo el punto de contacto de la
autoridad, y que se arremete de una manera literaria y sentimental contra los órganos
sociales que se encuentran en este punto de contacto, pero que no son totalmente
responsables. Cuantas frases se han hecho, frases románticas contra el verdugo y la pena
de muerte sin querer considerar que en realidad, es todo el cuerpo social quien es
responsable. La pena de muerte no es más que el desenlace de todo un sistema penal, y
si se quiere introducir cualquier mejora es todo el sistema penal sobre el que hay que
76
trabajar, es sobre todo el movimiento de este sistema penal y no sobre el punto de
contacto con ciertas víctimas particulares.
¡Y con el ejercito! Cuantos libertarios no han hecho críticas sobre el
ejercito, que en realidad deberían repercutir sobre todo el cuerpo social, del que el
ejercito no es más que un instrumento. No quiero discutir estos casos concretos, pero es
muy significativo ver que la mayor parte de los libertarios adoptan modos de pensar
burgueses en este tema; haciendo contraburguesismo, antiburguesismo, devuelven ideas
burguesas. Y de la misma manera que los burgueses hacen responsables a algunos
grupos sociales del proletariado de abusos, o de errores, o de inconvenientes, o de
errores sociales de los que no son responsables porque lo es todo el cuerpo social,
igualmente encontramos que los libertarios hacen criticas al ejercito que deben
repercutir en todo el cuerpo social.
Si se introduce esta consideración del movimiento social, sustituyéndolo
por los momentos sociales concretos, se descubre que de todas partes hay una presión
social transmitida de unos a otros, y que la mayor parte de las responsabilidades sociales
están mal atribuidas.
En las huelgas, no ignoro que un gran número de patrones especulan
sobre falsas miserias industriales para mantener a sus obreros en la servidumbre, pero
de la misma manera en las huelgas es sorprendente ver que la mayor parte de las criticas
descuidan la consideración general del mercado. Se representa todo el organismo
patronal como expresamente encargado de pesar sobre los obreros, sin tener en cuenta la
presión soportada por este organismo de todas partes, sobretodo de los consumidores. Si
se introduce esta consideración en la economía, se verá sin duda, rápidamente, que
sobre la industria hay una espantosa presión de todos los consumidores. En realidad hay
en el orden económico una multitud de consumidores que por su mala administración,
por su ignorancia de lo que es comprar y vender, por su mal gusto, por su demagogia,
ejerce una influencia económica tan deplorable e incluso temible, porque lo económico
tiene consecuencias mucho más temibles que lo político, que aquella que ejerce la masa
mal enseñada del sufragio universal en el orden político. Todo hace creer que si las
mejoras que nosotros pedimos para los obreros se realizaran mañana por la mañana, los
precios de los productos se modificarían en tal proporción que deberíamos todos
cambiar nuestra organización doméstica, lo que sería excelente. Pero, es también en este
sentido y por una relación profunda, que se puede decir que es necesario que la
revolución social sea una revolución moral; y es también por esto, que toda reforma
77
profunda introducida en la fabricación industrial repercutirá sobre el consumo de tal
forma y en tales proporciones que nos veríamos forzados a comprar de otra manera.
Debemos pues, considerar una industria, un conjunto de organizaciones
patronales y obreras, no como reinos aislados exentos de recibir presiones, y fabricando
presiones por el placer de embestir sobre los otros, sino como organismos vivos
sometidos a presiones que reparten, que acrecientan o disminuyen, lo que es el objeto de
este caso particular. Esta será mi ultima observación; no se considera esto
suficientemente, no se hace lo suficiente esta reflexión, cuando se organizan
instituciones comunistas del trabajo. Pues si esto es así, si la fuerza de liberación de un
organismo cualquiera mide su valor social, y si esta liberación se mide en la diferencia
que se puede evaluar entre las presiones sufridas por todas partes y la presión ejercida
sobre los inferiores, resulta evidente que una empresa comunista, que por la mala
administración, por la introducción de hábitos políticos, de demagogia, de la basura
política parlamentaria, elevara considerablemente el precio de venta, hará mucho menos
comunismo que una empresa no comunista que por la buena administración, por una
buena gerencia disminuyera el precio de venta. No digo por esto que las empresas
capitalistas sean mejores que las comunistas, sino que la revolución social en la
economía, si tiene algún sentido, debe consistir no en remplazar empresas capitalistas
que marchen bien por empresas comunistas que marchen mal, sino por empresas
comunistas que marchen mejor.
78
Comentario
El texto que antecede es un conciso resumen de las ideas de Charles
Péguy (CP en adelante) en una amplia gama de temas, que van desde la política a la
economía, de la educación a la sociología, de la ética a la filosofía del lenguaje, y del
concepto y finalidad del conocimiento. Esta es una tónica en los textos que preparaba
para los Cahiers (CQ en adelante), pero en este texto transcrito se aprecian algunos
matices que no son fáciles de reconocer en los publicados; el humor o el sarcasmo, por
ejemplo aparecen con una claridad difícil de apreciar en otros lugares.
“Del Anarquismo político” comienza poniendo de relevancia la
importancia del lenguaje, de la palabra y del significado de la misma, para poder
encaminarse por la ruta de un estudio sociológico, estudio que permitiría descubrir
cuales son las formas de autoridad y cuales las formas de libertad asociadas, de manera
que se pueda analizar cual respondería a las expectativas del autor con respecto al
mundo que le rodea, y poder así dar explicación de como funcionan las cosas, de como
funcionan la educación o el ejercicio de la función pública por ejemplo, utilizando
situaciones de actualidad en la época de la conferencia transcrita.
Vamos a poder conocer qué significa “libertad” para CP en un contexto
real, como él prefería presentar sus pensamientos, absolutamente reales, presentes,
actuales, de una manera que difícilmente puede escapar a la atención del lector u oyente.
Por que para comenzar, el estilo de Péguy es el de la reiteración constante. Ya Bruno
Latour se hizo eco de la importancia del estilo repetitivo de CP15, y se refirió a su
“ilegibilidad”, una cuestión que lejos de ser un problema es una característica
fundamental que también podemos encontrar en el estilo de los pensamientos de Pascal.
La repetición, la complejidad de las frases, con eternas subordinadas que desbordan
muchas veces la lectura habitual de una frase, y obligan a detenerse, recapitular y
revisar lo que se ha dicho, descubriendo que por activa y por pasiva (muchas veces
literalmente) se nos dicen las mismas cosas de varias maneras y con diferentes caminos,
de forma que se nos lleva a reforzar la comprensión de lo dicho una y otra vez. Es un
equivalente a la repetición que se da en los personajes o en las características de los
mismos en sus poemas interminables sobre mujeres que de una u otra forma se
15Peguy ecrivain: Colloque du centenaire, Orleans, septembre 1973 (Collection Actes et colloques ; no 21) Pag 78-102
79
relacionan con Dios y con la Humanidad entera; Juana de Arco, Clio, Eva, María, son
parte de la particular tapicería que se nos presenta cuando leemos cualquier obra de CP.
Y ese mismo realismo le hace caer en un “actualismo” que nos obliga a
tener un conocimiento importante de la “actualidad” francesa de fines del XIX y
principios del XX, para comprender ejemplos y problemas que CP presenta como
demostrativos de lo que está explicando. Imprescindible para comprender a nuestro
autor, es tener una idea clara de lo que significó el “affaire Dreyfus” en la Francia de
entre siglos. Eso le situó entre los filo-judíos, cuestión que en aquella época en toda
Europa significaba estar en entredicho, dado el pronunciado antisemitismo que
arraigaba en Francia, Inglaterra y Centro-Europa por aquellos días.
Abordemos pues los temas que aparecen en el texto, que considero de
relevancia para una buena comprensión del pensamiento de CP; lenguaje, educación,
política, economía y revolución. Para ello he utilizado una bibliografía que trasciende a
la referenciada en las notas y que me permito incluir al final de este trabajo(Mounier,
1973)(Viñas & Universidad Autónoma de Madrid., 2004)(Perche, 1957)(Hommage à
Alain-Fournier : textes inédits d'Alain-Fournier et de Charles Péguy, 1930)(Pablo Luis
Landsberg, 1925)(Rawls, Sen, & Valverde Gefaell, 1994)(Díaz, 1978)(Peguy ecrivain,
1977)(Laichter & A. C. Péguy, 1985)(Paul-Louis Landsberg, 1952).
Lenguaje
Para comenzar CP habla de la importancia del lenguaje, herramienta viva
que es un medio para la liberación. Pero para que lo sea debe ser preciso, lo suficiente
como para poder servir al objetivo del comunicante y en cambio, nunca agota a la
realidad misma, que siempre le desborda. Por eso, el lenguaje requiere de un constante
oleaje en torno a lo que se pretende comunicar, un proceso de idas y venidas, de
consecutivas pasadas que van limando las asperezas que dificultan la comunicación.
Todo estudio, análisis o proceso educativo precisa de la palabra para
llevarse a cabo, y debe tomar en cuenta las servidumbres que se generan en el propio
lenguaje, servidumbres que provienen de los intereses de quienes utilizan las palabras,
quienes embaucan con ellas, quienes las deforman para que resulte algo diferente a lo
original. Palabras que han sido tomadas de forma interesada en su significado, o que se
han malversado en lo que originalmente pretendía designar.
80
Como personas, en nuestro proceso de personalización, afrontamos todo
proceso comunicativo con las herramientas a nuestro alcance, pero debemos depurar el
bagaje de palabras que arrastramos para poder iniciar un estudio serio y por tanto
liberador, que necesariamente se convierte en educativo.
Educación
Y CP aborda el problema de la educación como proceso liberador, y
como herramienta de control. Es un doble filo de la misma hoja, que puede cortar en un
sentido u otro según se maneje. Nos habla de la relación docente/discente, en la que el
alumno aventajado es aquel que es capaz de escandalizar a su maestro, que puede
proponerse metas más allá de las que se propuso quien fue su mentor. Es una relación
en la que no cabe la repetición si se trata de un proceso liberador. La educación es algo
que no se delega, que sólo la modernidad ha establecido como algo delegable, y que en
consecuencia ha alejado de la realidad circundante al proceso educativo, encerrándolo
en lugares concretos, anulando la posibilidad de educar en todo momento y con cada
uno de nuestros actos.
Así, la educación se ha alejado de la preparación al trabajo intelectual
para convertirse en un proceso repetitivo, fuera de contexto, absorto en lo ya enunciado
y por tanto conservador. La especialización en la educación es un error para nuestro
autor, ha conseguido institucionalizar un proceso que debe ser abierto y que considera
debe llevarse a cabo preferentemente en el hogar hasta una edad avanzada (él mismo
educó a su hijo mayor hasta los 12-13 años), de forma que la personalización se
produzca también de forma personalizada, aunque abierta a la experiencia.
El aleccionamiento, el adoctrinamiento son los peligros que ve CP en la
especialización de la educación. Sea cual sea la institución que controla el proceso
educativo busca perpetuarse a través de él, transmitiendo, aleccionando, eliminando el
análisis crítico y la profundización en los orígenes, en el “dar razón de” lo que acontece
o ha acontecido, y por tanto de la posibilidad de lo que después Mounier llamará
acontecimiento.
Péguy habla de una transformación que sólo mediante la educación
puede conseguirse. Una educación que hable a la razón, pero no a la del número, en la
que Péguy desconfía, como su maestro Pascal, sino a la de la palabra, el diálogo.
81
Educación como crecimiento personal, crecimiento interior, crecimiento espiritual que
culmine en una transformación tal que sea capaz (que sea competente diríamos hoy) en
la ciudad armoniosa.
Allí, la cultura, lo propio de cada pueblo, de cada nación en términos de
Péguy, no está contra otras, no es resta, es suma. Suma integradora de personas en la
gestión política de la ciudad; hablamos de educar ciudadanos para la república.
Política
El núcleo central del trabajo está en la distinción de los dos tipos que
considera existen de autoridad, con el fin de poder determinar lo que es libertad, y de
esa manera establecer lo que es y lo que no es el anarquismo político, motivo principal
de su exposición.
Primero va a llevar a cabo la concreción de qué autoridad está hablando,
y para ello va a partir del análisis de los términos que se han acuñado para distinguir los
diferentes modelos de ejercicio de la autoridad entendida como poder. Para ello
desarrolla un cuadro analítico de los derivados de arjé y cratos, partiendo a su vez de
una aclaración de los diferentes sentidos de dichos términos en griego. Se resalta la
diferencia que existe entre el sentido dominador del segundo, frente al originador del
primero. Resalta la ausencia de derivados en algunos casos, como son el de
“monocracia” y el de “demarquía”, y por otro la dificultad en la distinción entre
anarquía y acracia, que le resultan particularmente llamativas pues denotan para él, una
clara intencionalidad.
Y para aclararlo va a explicar que entiende que existen dos formas de
autoridad; una que es de mandato, por ley, la del gobierno, la del ejercicio del poder, a
la que se le opone una libertad de mandato o acracia. Otra de competencia, una
autoridad de capacidad, de administración, de la autoridad del que es guía, a la que se
opone una libertad de competencia o anarquía. La primera autoridad se impone, la
segunda es recibida, pero en cualquier caso, sólo por la ausencia de autoridad se llega a
la libertad sea cual sea el caso.
Así, la democracia, que él considera aún incompleta en la mayor parte
del mundo, e incluso en occidente la ve muy poco desarrollada, cree que es una forma
de ejercicio del poder que no permite la libertad, y que precisa de un movimiento de
82
liberación, ya que es un poder de muchos sobre otros; considera que es una tiranía de las
mayorías, sobre las minorías.
El presente de Péguy es la modernidad; con matices, la misma
modernidad que es nuestro presente. Una modernidad que cuenta con tres siglos
entonces, y ya se anuda como soga corrediza estrangulando toda opción de
transformación. Se impone reconstruir desde un paradigma distinto, y es lo que plantea
Péguy que debemos realizar partiendo de las bases del fin de la Edad Media.
Reconstruir ese periodo de tiempo que llamamos el Renacimiento, recomenzar donde se
torcieron los caminos emprendidos para traer una razón diferente, una razón dialogante,
valga la redundancia.
Péguy va a cargar con Pascal como acompañante de bolsillo, y con el va
a saltar por encima de Descartes. Reconstruir la modernidad va a ser lo opuesto a lo que
luego se convierta en su deconstrucción o en la posmodernidad. Superar a Descartes
desde antes de Descartes. Y el presente se reconstruye con voluntad de futuro, de
horizonte que va más allá de lo que somos hoy; con una revolución. Ese concepto de
reconstrucción del presente, es la revolución para Péguy, un renacer para el mañana, en
una ciudad nueva y armónica que contemple la ciudadanía y la individualidad; es una
reconstrucción histórica, económica, política.
Economía y Revolución
Y el poder es fundamentalmente económico. Las relaciones de
producción y consumo están mediatizadas por el ejercicio de la autoridad de mandato.
Se establece una relación directa entre el control económico y el ejercicio del poder
político, siendo el primero el que toma las riendas del segundo. Mediante el control
económico se han gestado una serie de necesidades que nos han llevado a un
sentimiento de inseguridad que nos atenaza y dificulta cualquier proceso liberador.
Dicho proceso se dará en el ámbito del movimiento social y en el de la
existencia personal, pero sólo en este último tendrá lugar el origen de cualquier proceso
realmente revolucionario, ya que esta será moral o no será de ninguna otra forma, o lo
que es lo mismo, será personal o no llegará a serlo realmente nunca. Es la metanoia
transformadora la que nos llevará por un proceso de liberación, por tanto revolucionario
realmente. Transformar las instituciones pasa por que se transformen quienes las
componen.
83
Cuando en 1905 la Rusia de los zares se debatía en una de sus crisis más
agudas, con la pérdida de la guerra con el imperio nipón y las primeras grandes
manifestaciones obreras, Péguy advertía que una situación como esta sólo traería
sangre, pero que la revolución que el veía ya como inevitable, tampoco traería otra cosa
que más sangre.
Los cambios estructurales profundos, como se intuía sería una revolución
como se demandaba por parte de los movimientos obreros de fines del XIX y principios
del XX, se llevarían a cabo por personas que no han cambiado por dentro, que
continúan pensando en las mismas claves que el “antiguo régimen”. El cambio
verdaderamente profundo, la verdadera revolución habría de ser personal. De la
necesidad de las transformaciones sociales no dudaba, y por ello era un socialista de
convicción clara. Pero de la misma manera, creía en la necesidad de que hubiera una
revolución interior que hiciera posible la “ciudad armoniosa”.
Esa ciudad situada en un lugar fuera del tiempo, en la utopía generadora
de esperanza, horizonte que la historia nunca alcanza, pero al que siempre tiende, esa es
la morada en la que mística y política se encuentran de forma natural, en una sola y
harmoniosa trenza de los hilos del tapiz con el que Péguy veía que se tejían los
acontecimientos.
El proceso comunicativo, el sentido de la comunicación indica qué tipo
de autoridad y como se ejerce, y por tanto nos indica como debe ser el proceso de
liberación. Ya que la libertad no es algo que exista como tal para Péguy, sino que se
entiende más como proceso, como liberación, como una acción ejercida con la autoridad
correspondiente anulándola. Aquí aprovecha para introducir la que fue su crítica a la
Modernidad, a la Ilustración.
En el intento de eliminar la autoridad se elimina la posibilidad de
comunicación, que es indispensable para el proceso de personalización, ¡oh paradoja!
Así la ilustración comienza a hablar de individuos, aislados, inconexos, que precisan de
un contrato, de una fórmula de “reinserción” en el proceso vital de las relaciones
humanas, y para ello inventa un elemento supraindividual, el Estado, que se convierte
en garante, pero también en el ejecutor de la autoridad correspondiente.
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El presente moderno se caracteriza para Péguy, por la comodidad, por la
seguridad. Eso significa ser burgués. No es algo que tenga que ver con la clase social, y
eso significa un cambio importante de interpretación en un socialista con una buena
formación marxista. Burgués y dinero van asociados, pero no por la cuantía que se
posee, sino por como se atesora. Y las virtudes republicanas, esas que hacían de la
política una cosa pública, se han desmoronado dentro del espíritu burgués, diluidas
entre las hojas de la libreta de ahorros y la comodidad de una vida cada vez más resuelta
por la técnica.
La seguridad ha hecho de la persona un elemento más controlable, más
apegado al tener que al ser, más sujeto a sus propias necesidades que atento a las de los
demás. Una seguridad expresada para Péguy en ese librito de pocas hojas que atesora
las seguridades de los ahorros del burgués. Unos ahorros que convierten al dinero, de
moneda de cambio, en un pequeño dios con altares en cada casa y cada bolsillo. La
técnica ha venido a traer el confort, concreción material de la seguridad; la comodidad.
Ancla que nos arrastra hacia la inactividad y la pereza. Una técnica vacía que sólo
pretende adentrarse en el terreno de cubrir el tiempo sobrante del burgués; el ocio. Esa
combinación de seguridad y comodidad conforman el espíritu burgués que criticó Péguy
tanto desde el socialismo, como desde el cristianismo.
Péguy concluye que sólo existe libertad cuando desaparece cualquier
atisbo de autoridad de mandato, y las necesarias autoridades de competencia se
encuentran en equilibrio, no ejerciéndose en mayor grado en una dirección que en otra
de la comunicación social. Así toda la sociedad, el conjunto de los humanos, de las
personas, esa persona social, es la responsable del proceso liberador, de que las personas
se reconozcan libres y responsables, y que ninguna ejerza sobre otra u otras poder
ninguno.
Creo que son sumamente interesantes las aportaciones que hace en lo
referente a la responsabilidad en la producción y el consumo, en el equilibrio que ambas
cuestiones deben guardar, para un buen funcionamiento de la economía, que conlleve la
desaparición de las desigualdades. Así mismo, es destacable la concreción de la libertad
como un proceso, como una acción, que es además constituyente de la persona, y no
como un elemento ontológicamente categorizado.
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Péguy y el personalismo comunitario
Quizás es una presunción por mi parte finalizar realizando aquí esta
interpretación, pero creo necesario reivindicar a CP en la tradición del personalismo
comunitario. Mounier lo colocó en esa genealogía arbórea que nos dejó en su
“Introducción a los existencialismos”16, en una de las bifurcaciones finales,
compartiendo rama con Bergson y Claudel.
Su conocimiento de Péguy comienza en Maritain, por tanto es una visión
de Péguy mediatizada por su relación con la Iglesia Católica. En las tertulias de la casa
de los Maritain, en su primera juventud, Mounier oye hablar de este poeta, y escucha
cosas parecidas a que “quiso conciliar cristianismo y socialismo”. Y esta es una primera
clave para establecer esta relación con el personalismo comunitario. Otra sería su
reivindicación de Pascal, extrayéndolo de las profundidades, y resaltando la importancia
de los “Pensamientos”. Una tercera sería su visión de la Edad Media17, no como un
tiempo de oscurantismo y falto de ciencia, sino como el lugar donde se fragua nuestro
autoconocimiento y que casa con la idea mouneriana de “rehacer el renacimiento”. La
cuarta, que vislumbró y practicó, la importancia de la cultura en la promoción de las
personas; una cultura integral, donde todas las artes son posibles para descubrir a la
persona, o para despertarla del letargo. Que la cultura de un país es parte fundamental
de su acción; que todo idioma tiene potencialidades creadoras (francés, vasco, catalán,
aymará o shawili), insustituibles pero integradoras, pues todos somos personas, al igual
que las expresiones de dichas culturas en la música, la pintura, etc...
Incluso nos dejó a las generaciones futuras la necesidad de lanzarse a la
aventura de crear; los Cahiers fueron sin duda el ejemplo para Esprit, como éste lo ha
sido para otros. Donde la voluntad, el empeño, la creatividad, el hacer bien las cosas y
el reunir como en un arco iris, las diferentes formas de promover y mimar a la persona
eran la prioridad absoluta, por encima de los individualismos o de los intereses
académicos o políticos.
16 (Mounier, 1990) pág 8917Principalmente en su recuperación de Juana de Arco.
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Mounier, dice de CP cosas muy interesantes en su primera obra, “El
pensamiento de Charles Péguy”(Mounier, 1974)(Mounier, 1992). Mounier introduce la
obra común, diciendo:
“No hay que leer estos tres ensayos18 en la atmósfera de polémica en que
se ha debatido, a pesar suyo, el pensamiento de Péguy. Nosotros no nos hemos erigido
en abogados de su causa: Hubiera sido comprender muy mal el mensaje de sus últimos
años. Él había renunciado a la estima, al éxito, y a la sutil tentación de ver consagrar en
su persona las ideas que sostenía. `Me abandono. Ya no me intereso por nada. Me burlo
de la gloria por la que me interesaba. Me abandono´. Tampoco esperaba ningún recurso
de la desfalleciente y falseada memoria de la historia. En el mundo nuevo, invisible, en
que vivía, había renunciado a sí mismo. Por otra parte conocía sus flaquezas: `Yo no
soy un santo. La santidad se reconoce inmediatamente. Yo no soy un santo. Soy un
pecador, un buen pecador´. Porque eran suyas, no encontraba en ellas ningún sabor de
rareza: como si el mal se transfigurase al hacerse propio. Sin embargo empleaba su
tiempo en superarlas, no en enumerarlas.”
Y el intento de actualización se vuelve labor difícil, pues las diferencias
entre quienes han valorado a Péguy, son de carácter excluyente en muchos casos. Entre
aquellos miembros de la resistencia que escucharon en sus palabras el aliento para
luchar por una Francia libre, desde el anarquismo, hasta los que han prestado oídos más
a la teología de Péguy, como Hans Urs von Baltasar, abren un abanico de amplitud
inabarcable en algunos momentos.
“De igual modo que no hemos querido defender una causa, así tampoco
hemos pensado resucitar a un muerto. Son precarios los renacimientos que no sirven de
soporte a una llamada y a una complicidad de las almas. Péguy no está muerto, está
inacabado. Los que le han acompañado en su tarea guardan de él, como de un amigo
bruscamente arrebatado a lo lejos sin que hayamos seguido sus últimas palideces y
recogido su último secreto, una memoria demasiado viva para aceptar el enterramiento
del pasado. Nosotros mismos, llegados demasiado tarde, nos asomamos al borde de esa
vida tan cercana para adivinar en ella las promesas que maduran en nosotros.”
“Sobre todo, de Péguy nos queda una obra, para nosotros más actual
quizás que para cualquier otro, porque para nosotros está desligada de los lazos que para
18 Mounier se refiere a los ensayos que componían la obra; el suyo, el de Georges Izard y el de Marcel Péguy. La parte de Mounier se encuentra reproducida al comienzo del Tomo I de las OOCC citadas.
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nuestros mayores la atan a su pasado. Pronto todos nos habrán dado esa irreemplazable
iniciación que es el recuerdo de las horas vividas en común, en el contacto de los
pensamientos y de los corazones. Cada uno ha recogido de ella lo que él les pedía, y
más profundamente aún lo que él merecía. Pero aunque hubieran podido decirlo todo
aunando sus amistades, nada se habría dicho aún.”
Quizás lo que enamora (esto es, que excita admiración apasionada)
por este hombre, más allá de su inteligencia, su visión global, su capacidad de análisis o
su hercúlea capacidad de trabajo, es la valiente sencillez que le permite ser y vivir sin
divorciarse de sí mismo, sin traicionarse, ni acomodarse, nunca.
“Pues la obra cuenta aquí por encima de todo. Péguy no creía que la
perfección estuviese para un autor en no comprometerse él mismo ni en comprometer
nada en su obra, desligarse de ella como de un oficio, de un estorbo, de una distracción
o de un juego. Péguy no establece diferencias entre su obra y él mismo: `Yo digo lo que
escribo. Escribo lo que digo´. Ahí es a donde hemos ido a reconocerlo.”
Y para concluir, lo voy a hacer con el mismo Mounier, en compañía de
Péguy, con el último párrafo de “El pensamiento de Charles Péguy”, que creo resume lo
que yo también he querido decir:
“El secreto de este revolucionario que cantaba poemas y plegarias hay
que recogerlo en esa mirada cargada de dulzura lejana que no nos permite ignorar de
qué fuentes tomaba sus destellos:
Una mirada inventada para otra luz (Eva)”
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