La Leyenda de Selea y Diteron

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LA LEYENDA DE SELEA Y DITERON Noches de pasión, noche de amor sin freno hasta quedarse dormidos. Pasaban los días y solamente contaban las horas para volverse a ver. Llegaba la noche y se fundían en un abrazo eterno… En una de esas noches, después de hacer el amor, se quedaron dormidos. Diteron se despertó de golpe en mitad de la noche, le faltaba algo, sus ojos aún sin abrirse mientras que sus manos buscaban algo, a ella, a Selea. Ella no se encontraba a su lado, en ese momento se levantó buscándola, mirando hacia los lados, gritando entre lágrimas sin llegar a verla. Diteron hecho un paño de lágrimas se sentó en la orilla, sus lágrimas se confundían con las olas del mar, de pronto, levanto la vista y al fondo, en mitad del mar una pequeña isla que cada vez se iba haciendo más pequeña a medida que el sol iba saliendo por el horizonte y encima de esa isla, estaba ella. Selea se encontraba atrapada encima de esa isla. Gritaba a Diteron que la socorriera que la isla se estaba haciendo cada minuto más pequeña, que se iba a ahogar. Diteron sin dudarlo, se lanzó a contracorriente en busca de su amor, en busca de salvar a esa persona que le hacía feliz. No tenía tiempo, el sol cada vez estaba más cerca y la isla más pequeña. Cada vez el oleaje era más feroz, Diteron apenas veía, solamente escuchaba el llanto de su amada, llanto que para él era la energía que necesitaba para seguir nadando hasta llegar a ella. Le daba igual morir ahogado, si moría quería hacerlo junto a ella, y si vivía quería hacerlo con ella a su lado, sin ella, nada tenía sentido. Siguió nadando, cuanto más feroz era el oleaje más fuertes eran sus brazadas. Cada vez que estaba más cerca y cada vez la isla se hacía más pequeña. Tras varios minutos de angustia, de lucha contra la naturaleza, llegó, la agarro con el brazo justo en el instante en el que la isla desapareció, Diteron agarro con fuerza a Selea, ella se enrosco a su cuerpo y juntos llegaron a la

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LA LEYENDA DE SELEA Y DITERON

Noches de pasión, noche de amor sin freno hasta quedarse dormidos. Pasaban los días y solamente contaban las horas para volverse a ver. Llegaba la noche y se fundían en un abrazo eterno…

En una de esas noches, después de hacer el amor, se quedaron dormidos. Diteron se despertó de golpe en mitad de la noche, le faltaba algo, sus ojos aún sin abrirse mientras que sus manos buscaban algo, a ella, a Selea. Ella no se encontraba a su lado, en ese momento se levantó buscándola, mirando hacia los lados, gritando entre lágrimas sin llegar a verla.

Diteron hecho un paño de lágrimas se sentó en la orilla, sus lágrimas se confundían con las olas del mar, de pronto, levanto la vista y al fondo, en mitad del mar una pequeña isla que cada vez se iba haciendo más pequeña a medida que el sol iba saliendo por el horizonte y encima de esa isla, estaba ella. Selea se encontraba atrapada encima de esa isla. Gritaba a Diteron que la socorriera que la isla se estaba haciendo cada minuto más pequeña, que se iba a ahogar.

Diteron sin dudarlo, se lanzó a contracorriente en busca de su amor, en busca de salvar a esa persona que le hacía feliz. No tenía tiempo, el sol cada vez estaba más cerca y la isla más pequeña. Cada vez el oleaje era más feroz, Diteron apenas veía, solamente escuchaba el llanto de su amada, llanto que para él era la energía que necesitaba para seguir nadando hasta llegar a ella. Le daba igual morir ahogado, si moría quería hacerlo junto a ella, y si vivía quería hacerlo con ella a su lado, sin ella, nada tenía sentido. Siguió nadando, cuanto más feroz era el oleaje más fuertes eran sus brazadas. Cada vez que estaba más cerca y cada vez la isla se hacía más pequeña. Tras varios minutos de angustia, de lucha contra la naturaleza, llegó, la agarro con el brazo justo en el instante en el que la isla desapareció, Diteron agarro con fuerza a Selea, ella se enrosco a su cuerpo y juntos llegaron a la orilla aunque la marea iba subiendo según ellos se acercaban a ella.

-¿Estas bien?

-Cariño, tenía miedo de que no llegases a tiempo, de morir ahogada sin que tu fueras lo último que yo viera. Tenía miedo.

-No te preocupes, ya ha pasado, estoy aquí.

-¿Porque te lanzaste a rescatarme? ¿Porque arriesgaste tu vida?

-Por el mismo motivo por el que tu no querías morir sin que yo fuera lo último que vieras al morir…