LA JUSTIFICACIÓN, 9 Pelagio 1 Contemporáneo de San Agustín. Daba tal importancia al esfuerzo...

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Pelagio 1

Contemporáneo de San Agustín. Daba tal importancia al esfuerzoascético que pensaba que bastaba proponerse la salvación paraconseguirla sólo con las propias fuerzas.

El pecado original consistiría sólo en el malejemplo de Adán y Eva. El hombre conservaríaintactas sus fuerzas morales y podría sólo conellas, hacer el bien, evitar el mal y salvarse porsí mismo.

La gracia no sería más que el buen ejemplo deCristo que nos ayuda a obrar bien, pero que noes imprescindible.

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Pelagio 2

Primera consecuencia de esta doctrina: debi-lidad y pérdida del sentido de pecado. La no-ción de ofensa a Dios cede paso a la de erroro equivocación, y acaba por desvanecerse lanoción misma de pecado.

Otra consecuencia: el oscurecimiento de la fe y del sentido deDios. Entonces la vida cristiana consiste esencialmente en lasbuenas acciones del hombre.

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Semipelagianismo

Error más moderado: afirma la necesidad de la gracia, pero tambiénque el hombre puede dar el primer paso hacia la conversión singracia previa. El hombre podría querer convertirse por propiainiciativa, sin la gracia divina, aunque luego, para convertirsenecesite el auxilio de Dios.

Condenado por el 2º Concilio de Orange (año 529).Cualquier preparación que pueda haber en el hom-bre proviene del auxilio de Dios que mueve elalma al bien.

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En el otro extremo, para Lutero, la naturaleza humanaha quedado de tal modo dañada por el pecado original,que no puede hacer nada bueno por sí misma. El hom-bre está siempre en pecado.

El perdón de Dios consiste, para Lutero, en que Diosrecubre nuestros pecados con los méritos de Cristo ynos declara justificados, pero de ahí no sigue ningúncambio interior en el alma, ni se produce una santifi-cación interior.

Lo único que necesito, según Lutero, es tener fe en que Dios me haperdonado y me tiene por justo, aunque sepa que sigo siendo peca-dor. No tiene cabida la posibilidad de una gracia sobrenatural quemoviese al hombre a actuar bien.

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Dios y libertad humana no son como dos fuerzas que se yuxta-ponen. La justificación es toda obra de Dios, y el hombre es to-talmente responsable de su justificación. Dios y el hombre con-curren en ella, pero en planos distintos: Dios como Creador yFin del hombre; el hombre, como criatura.

CCE 1993: “La justificación establece la colabo-ración entre la gracia de Dios y la libertadhumana. Por parte del hombre se expresa en elasentimiento de la fe a la Palabra de Dios que loinvita a la conversión, y en la cooperación de lacaridad al impulso del Espíritu Santo que lopreviene y lo custodia”.

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Dios es quien, ante todo, ha sido ofendido por el pecado. Sólo Él lopuede perdonar. Nadie se puede otorgar el perdón a sí mismo, nipuede dictar las condiciones para obtenerlo.

“Dios nos espera, como el padre de la parábola,extendidos los brazos, aunque no lo merezca-mos. No importa nuestra deuda. Como en elcaso del hijo pródigo, hace falta sólo que abra-mos el corazón, que tengamos añoranza delhogar de nuestro Padre, que nos maravillemosy nos alegremos ante el don que Dios nos hacede podernos llamar y de ser, a pesar de tantafalta de correspondencia por nuestra parte, ver-daderamente hijos suyos” (San Josemaría,Es Cristo que pasa 64).

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Para los miembros de la Iglesia, el arrepentimiento,fruto del amor a Dios sobre todas las cosas, incluyeel propósito de confesar los pecados en el sacramen-to de la penitencia, y obtiene el perdón incluso de lospecados mortales. Es la contrición perfecta. No losería si faltase ese propósito de confesarse.

Cumpliendo la voluntad del Padre, Jesucristo busca al pecador, de-sea convertirle y le ofrece constantemente el perdón.

El pecado queda borrado, destruido. El hombre queda liberadode su pasado.

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Al perdón de los pecados va unida la santifica-ción y renovación del hombre interior. Sondos aspectos de una misma acción de Dios quese produce de una vez. No hay instante en queestén perdonados los pecados sin santificación,ni santificación sin perdón de los pecados.

La santificación supone un cambio en el sujeto. Recibe algo queantes no tenía: nada menos que una vida nueva. La naturaleza dela santificación, misteriosa, implica la comunión de la vida deDios en lo más hondo del alma.

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En el momento de infundirnos la gracia, Dios nos hace hijos suyos.Nos engendra a una vida nueva en la que participamos de la filia-ción divina del mismo Cristo.

1 Jn 3, 1-2: “Ved qué amor nos ha mostrado el Padre, que seamosllamados hijos de Dios, y lo seamos (...). Carísimos, ahora somoshijos de Dios”.

Por ser hijo, el hombre justificado es tam-bién heredero. Tiene derecho a sus bienes:los dones necesarios para la santificaciónen esta vida; y en la vida eterna, la parti-cipación cara a cara en la vida de DiosUno y Trino.

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La justificación es don gratuito de Dios.En este don podemos distinguir:- La actuación amorosa divina en elorigen y en el curso de la justificación(son las gracias actuales);- La participación estable de la vidadivina: gracia santificante (o habitual).

Con la justificación son difundidas ennuestro corazón las virtudes infusas ylos dones del Espíritu Santo.

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