La Ilustración británica

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1. INTRODUCCIÓN La mayor parte de los estudios sobre la Ilustración suelen acotar su desarrollo histórico entre las últimas décadas del siglo XVII y las últi- mas del XVIII, esto es, entre la revolución inglesa y la francesa. Las dos revoluciones tuvieron orígenes, desarrollo y objetivos diferentes, como es bien sabido. Mientras que la primera abrió un proceso de cambio político y económico que puso a Inglaterra por delante de los países europeos de su tiempo —lo que fue posible gracias a que los ilustrados percibieron estos cambios y trataron de alcanzar los mismos resultados mediante un programa de reformas compatible con el or- den social vigente— la revolución francesa no pudo alcanzar un pro- greso semejante al británico; su carácter radical exigía proyectos más ambiciosos que los planteados por la Ilustración, y dadas las diferen- cias con la sociedad británica de la época sus objetivos y logros fueron diferentes. Como ha señalado J.Fontana 1 , la revolución inglesa produ- jo como resultado una sociedad dinámica y un poder político disloca- do, frente a la rígida estratificación de órdenes feudales de la monar- quía absoluta de Luis XIV. Por ello, la ilustración inglesa tuvo unas características peculiares que no pueden extenderse a la francesa, y mucho menos, a la alemana. El siglo XVII se halla tan repleto de acon- tecimientos en las Islas Británicas que tendrán una repercusión directa en las teorías políticas de los filósofos de la Ilustración. La “gloriosa re- volución” de 1688, final negociado de la revolución iniciada en 1640, supuso una situación de estabilidad política entre 1688 y 1725. Si en los 1 FONTANA, J. Historia. Análisis del pasado y proyecto social, Crítica, Barcelona, 1982, p. 60.

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Ensayo sobre los orígenes y el desarrollo de la Ilustración en Gran Bretaña.

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1. INTRODUCCIÓN

La mayor parte de los estudios sobre la Ilustración suelen acotar sudesarrollo histórico entre las últimas décadas del siglo XVII y las últi-mas del XVIII, esto es, entre la revolución inglesa y la francesa. Las dosrevoluciones tuvieron orígenes, desarrollo y objetivos diferentes,como es bien sabido. Mientras que la primera abrió un proceso decambio político y económico que puso a Inglaterra por delante de lospaíses europeos de su tiempo —lo que fue posible gracias a que losilustrados percibieron estos cambios y trataron de alcanzar los mismosresultados mediante un programa de reformas compatible con el or-den social vigente— la revolución francesa no pudo alcanzar un pro-greso semejante al británico; su carácter radical exigía proyectos másambiciosos que los planteados por la Ilustración, y dadas las diferen-cias con la sociedad británica de la época sus objetivos y logros fuerondiferentes. Como ha señalado J.Fontana

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, la revolución inglesa produ-jo como resultado una sociedad dinámica y un poder político disloca-do, frente a la rígida estratificación de órdenes feudales de la monar-quía absoluta de Luis XIV. Por ello, la ilustración inglesa tuvo unascaracterísticas peculiares que no pueden extenderse a la francesa, ymucho menos, a la alemana. El siglo XVII se halla tan repleto de acon-tecimientos en las Islas Británicas que tendrán una repercusión directaen las teorías políticas de los filósofos de la Ilustración. La “gloriosa re-volución” de 1688, final negociado de la revolución iniciada en 1640,supuso una situación de estabilidad política entre 1688 y 1725. Si en los

1 FONTANA, J. Historia. Análisis del pasado y proyecto social, Crítica, Barcelona, 1982,p. 60.

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comienzos del siglo XVI nos encontramos con una Inglaterra insegurade sí misma, la Inglaterra del siglo XVIII es una potencia mundial conuna importante colonia en Norteamérica y con capacidad para influiren los asuntos de Europa. De estar en permanente conflicto con susvecinos de Escocia e Irlanda, pasa a integrar con Escocia la Gran Breta-ña (1707), constituyendo ambas un siglo más tarde el Reino Unido jun-to con Irlanda. Todo ello influye poderosamente en la mentalidad ilus-trada y en la transición del absolutismo al liberalismo. El procesorevolucionario inglés del siglo XVII había transformado a la sociedaddesde el punto de vista político al suprimir la monarquía absoluta y laconcepción teocrática de la realeza, estableciendo por primera vez elpredominio del parlamento en un sistema político. También se produ-jo una profunda transformación económica: con la abolición de las te-nencias feudales se abrió el camino para el desarrollo de una etapa deincipiente desarrollo capitalista en la agricultura que, unida a una im-portante expansión comercial, sentó las bases que harían posible, unsiglo más tarde, la revolución industrial. Todo ello contribuyó a modi-ficar las viejas barreras de una organización social jerarquizada e in-movilista.

No obstante, la historia política y social de Inglaterra hasta el sigloXIX no fue un simple camino de progreso y libertad. En la época pos-terior a 1688, y durante todo el siglo XVIII, la corrupción política se ma-nifestaba en los procesos electorales y en la propia administración delas ciudades. Además, a pesar de que la autonomía administrativa delas ciudades estaba dominada por la nobleza y por el alto patriciadoburgués —hostiles a toda forma de progreso— la gran vitalidad y pu-janza económica de las clases burguesas no pudo ser impedida. Sinembargo, la burguesía seguía careciendo del poder político, y la granmayoría de la población, a pesar del enriquecimiento de la nobleza, vi-vía en una situación de miseria. Precisamente, el patriciado gobernan-te de las ciudades era el instrumento corrompido de la nobleza. Lacomposición del Parlamento era la resultante de tales prácticas. El me-dio más seguro de dominación consistía en conceder el derecho de su-fragio a numerosas aldeas y poblados en decadencia desde tiempoatrás —los llamados “rotten boroughs” (burgos podridos)— mientrasque las grandes ciudades poseían el derecho a nombrar a escasos dele-gados. Hasta finales del siglo XVIII este sistema de representación oli-gárquica y caciquil se mantuvo intacto, y en ningún caso el Parlamen-to puso fin a este engaño. Si a esto añadimos el régimen clasista de losjueces de paz —bajo el reinado de Jorge II (1727-1760) se impone por

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ley que sólo los terratenientes pueden ser jueces de paz y se declaraque es indispensable acreditar una renta anual de por lo menos cien li-bras para ocupar ese cargo— y una ficticia división ideológica entrewhigs y tories, el panorama no puede justificar la calificación de liberal atal período

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.Es verdad que los whigs representan, objetivamente, las creencias

más progresistas. Los tories ven en el rey una fuente de tranquilidad yconservadurismo, mientras que los whigs defendían la soberanía delparlamento en la definición de los objetivos de la política interior y ex-terior. Quizá el elemento diferenciador gira en torno a un puro anta-gonismo de intereses entre las viejas pretensiones anglicanas orgullo-sas de las hazañas de sus antepasados y congregadas alrededor del reysegún el modelo medieval, y la burguesía financiera y comerciante,dueña de empresas que aprecia menos la tradición y es más individua-lista, pero que, al igual que la nobleza, no quiere cambiar nada. En ge-neral, los intereses de los tories y los de los whigs discurren de modoparalelo sin estorbarse, identificados por el campo y la ciudad, por lasrentas de la tierra y las ganancias capitalistas, tan sólo entrecruzadasalgunas veces.

Esta introducción no sería tal sin una referencia al sistema del Com-mon Law. Durante el siglo de los Tudor se produjeron cambios decisi-vos en la sociedad inglesa. El Common Law se había desarrollado enuna sociedad agraria, y parecía que no iba a poder resolver los conflic-tos derivados del proceso de expansión comercial. Sobre el carácterobsoleto y ambiguo de las leyes y la necesidad de remodelarlas existíaun consenso unánime. El excesivo formalismo de las leyes inglesaspermitía numerosas formas de corrupción. El desorden y la confusiónlegal daba lugar a innumerables y largos pleitos, lo que favorecía a loslitigiosos, otorgaba demasiado poder a los jueces y creaba una situa-ción de incertidumbre para la propiedad. Ante todo, inseguridad parala propiedad. En los parlamentos de 1593 y 1597 se propuso una refor-ma jurídica que introdujera mayor concisión y seguridad. El jovenFrancis Bacon (1561-1627) redactó 300 principios jurídicos, generaliza-ciones de leyes y casos existentes en diferentes campos jurídicos. Losprincipios de Bacon pretendían enunciar los dictados generales de larazón que rigen las diferentes materias jurídicas y actúan como contra-peso, de manera que, aplicadas de manera crítica a las leyes existentes,

2 Tal caracterización crítica puede verse en KOFLER, L. Contribución a la historia de lasociedad burguesa, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1974, pp. 372 y ss.

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servirían para darles coherencia interna. Así se contribuiría a paliar lainseguridad jurídica, calificada por Bacon como la más justa acusaciónque se puede formular contra un sistema jurídico. Bacon quería partirde la experiencia de los abogados, pero dándole coherencia y rigor asu práctica elaborando una teoría general. En este sentido, los princi-pios de Bacon son precedentes de sus “axiomas intermedios” en filoso-fía, situados entre los axiomas menores, derivados de los datos capta-dos por los sentidos, y las proposiciones generales racionales. Es ciertoque los principios eran corrientes en el pensamiento jurídico anterior aBacon, especialmente en el ámbito del Derecho civil, pero Bacon soste-nía una concepción que se ceñía más a la práctica que sus predeceso-res. Bacon, Hobbes y Locke contribuirán a poner los cimientos de laconstrucción de la ilustración jurídica británica.

Sir Edward Coke (1522-1634) suele presentarse como rival de Ba-con, y, sin embargo, coincidía en la necesidad de sistematizar la ley.Durante el reinado de Isabel desplegó una brillante carrera como juris-ta, dejando muy atrás a su gran rival, y llegando a ocupar los cargos depresidente de la Cámara de los Comunes y fiscal de la Corona. Sus fa-mosos Law Reports empezaron a aparecer en 1600 y sus concepcionesjurídicas aportaron mucho a los orígenes de la revolución inglesa. Suingente tarea sistematizadora, mucho más elaborada y completa quela de Bacon, produjo la redacción de series completas de casos junto aconjuntos de principios generales. La incapacidad de Bacon para lle-gar a una adecuada modernización jurídica constituyó la oportunidadde Coke. Coke se anticipó en cuatro importantes aspectos a las refor-mas jurídicas que se llevarían a cabo posteriormente, aunque dos deellas no se verían cumplidas hasta el siglo XIX. En primer lugar se opu-so a la venta de cargos jurídicos, costumbre habitual de la época, en laque se llegaba a decir que el precio de un alguacil era tan conocido comoel de un ternero. En segundo lugar sostenía que los honorarios de losjueces se sustituyeran por salarios fijos y suficientes. En tercer lugar seopuso a la tortura, que declaró no justificada por el Common Law. Por úl-timo, se opuso a la práctica tradicional de que el gobierno pidiera opi-niones extrajudiciales a los jueces o les ordenara la suspensión del juiciohasta que se conociera la voluntad real. Su nuevo principio se introdujohacia finales del siglo XVII. El hundimiento del Antiguo Régimen y lavictoria de las tesis de Coke condujo a una permanente separación entrelas funciones jurídicas y administrativas, así como a la eliminación de latortura de los procedimientos judiciales ingleses. Aunque podemos en-contrar numerosas contradicciones en su obra, su importancia en la

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historia del Common Law fue capital. Sistematizó el derecho inglés, y, almismo tiempo, lo liberalizó, adaptándolo a las necesidades de una so-ciedad comercial. Para conseguir tal objetivo tuvo que enfrentarse atodo lo que impedía el desarrollo de un mundo en el que los propieta-rios fueran soberanos de sus posesiones: monopolios y privilegios gre-miales, impuestos y detenciones arbitrarias, controles paternalistas enla economía, etc. Esto hizo entrar en conflicto al Common Law con laprerrogativa real y sus tribunales, buscando apoyo en la Cámara de losComunes. Quería que la propiedad y la libertad personal estuvieranprotegidas por principios jurídicos, estatutarios y de Common law, cla-ros y conocidos. La segunda aportación de Coke fue más directamentepolítica: dar a los ingleses un mito histórico de la constitución inglesasimilar al mito de su propia religión. En tiempos primitivos, los ingle-ses habían tenido buenas leyes, del mismo modo que habían tenidouna Iglesia pura: el disfrute de aquellas leyes habría sido interrumpidopor Guillermo el Conquistador, con la ayuda del Papa, y por muchos desus sucesores. No obstante, el contraataque había tenido éxito. La CartaMagna y las leyes parlamentarias que Coke defendía con rigor eran mo-numentos de la eterna vigilancia con la que los ingleses habían defendi-do sus libertades.

De la misma manera que la defensa de Lutero de la conciencia indi-vidual se pudo utilizar contra el propio Lutero, los contradictoriosprincipios a los que se había remitido Coke para modernizar el Dere-cho —razón, justicia, necesidad, etc.— se utilizaron contra el propioCoke. Si Lutero había enseñado a los seglares a criticar el esoterismodel clero, extendiéndose las críticas a los ministros luteranos, Coke ha-bía enseñado a los legos a interpretar la ley, utilizando, los radicales,las nuevas enseñanzas contra el esoterismo de los juristas. Muchosopinaban que los corruptos intereses de los juristas y el clero eran losprincipales obstáculos para la reforma del Common Law. Desde lejanostiempos había quien consideraba el Common Law como una conspira-ción entre los ricos para mantener sojuzgados a los pobres. En las con-troversias de fines del siglo XVII sobre si los jurados eran jueces de iu-re, y no sólo de facto, se debatía en realidad el derecho de las clases máshumildes de la sociedad a participar en la administración de justicia,del mismo modo que tenían las propuestas de los levellers en el sentidode que se ampliaran las competencias de los tribunales locales y losasesores jurídicos. Desde planteamientos radicales se discutía el mo-nopolio interpretativo de los jueces, y se sostenía que unas leyes debi-damente divulgadas entre el pueblo bastarían para guiar a la gente por

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los rectos caminos de la justicia3

. Como la guerra civil y el nuevo ejérci-to habían hecho posible una creciente participación del pueblo en lastareas políticas, la reivindicación de la reforma jurídica se había con-vertido en la defensa de una reforma social que protegiera las clasesmedias y bajas.

Una visión demasiado conservadora del Common Law puede hacer-nos creer que su progresiva adaptabilidad hizo posible los cuatro gran-des documentos de los derechos y las libertades inglesas: la Carta Mag-na de 1215, la Petition of Rights de 1628, el Habeas Corpus Act de 1679 y elBill of Rights de 1689. Pero no se puede decir con fundamento que elCommon Law fuese capaz de garantizar por sí mismo libertad alguna.Para pactar la Carta Magna se necesitaron dos revoluciones, la Petitionof rights de 1628 tuvo su origen en un agudo conflicto entre Bucking-ham y el rey, por un lado, y el Parlamento, por otro; el Bill of rights de1689, que suprimió al rey el derecho de dictar leyes por sí mismo o dis-pensar de su cumplimiento, fue el resultado del movimiento de 1688.El propio Habeas Corpus que consagra el principio de seguridad frentea los arrestos arbitrarios, fue concedido por el rey a los grupos domi-nantes cuya fuerza había impedido desde siempre a la monarquía in-glesa implantar un absolutismo ilimitado; es cierto que después tuvoefectos no intencionados —como la mayor parte de los hechos históri-cos—, pero fueron excepcionales.

Debido a los cambios experimentados por las revoluciones técni-cas, el estrato medio de la burguesía estaba dispuesto a recoger lasideas que propiciaron la Revolución Francesa. De hecho, la incipienterevolución industrial y el nuevo despertar del radicalismo burgués co-incidieron aproximadamente en el tiempo. Ya en 1738 se había logra-do perfeccionar el trabajo del algodón mediante la filatura por rodi-llos. Éxitos semejantes fueron la invención de la spinning jenny porHargreave en 1767, y del telar mecánico por Arkwright al año siguien-te. Tales inventos no fueron más que las manifestaciones técnicas deun ascenso económico iniciado mucho tiempo atrás, tendente hacia laracionalización científica y técnica. En 1779 Crompton mejora el telarmecánico, y en 1785 Watt inventa la máquina de vapor, lo que hace

3 Una excelente caracterización de este período, puede verse en HILL, Ch. Los oríge-nes intelectuales de la revolución inglesa, Crítica, Barcelona, 1980. Es especialmente interesan-te para seguir la evolución del Common Law el capítulo 5 dedicado a sir Edward Coke, textoque he seguido con fidelidad y en el que se pueden encontrar numerosas citas que corro-boran las tesis mantenidas.

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que la industria textil se independice de la energía hidraúlica. Mien-tras tanto, en la primera mitad del siglo XVIII, el radicalismo burguéssólo se había expresado en la literatura, y lo había hecho en la forma deun ingenuo optimismo que confiaba en la glorificación de la libertadde los pueblos en estado de naturaleza.

2. CARACTERES GENERALES

La Ilustración británica —término más adecuado que el de ilustra-ción inglesa, dada la importancia de la ilustración y la filosofía moral es-cocesa —tiene unos rasgos de identidad que no siempre coinciden conlos rasgos predominantes del pensamiento ilustrado francés y alemán

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.Josep M.Colomer ha señalado tres

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, que derivan de la peculiar historiabritánica: laicismo, empirismo y utilitarismo. Tales características favo-recen un individualismo metodológico capaz de analizar racionalmentela conducta humana lejos de organicismos metafísicos más propios delpensamiento francés y alemán. Como ha sostenido Colomer, “la imagendel individuo en el pensamiento británico liberal se distingue visible-mente tanto de la idea del súbdito devoto del absolutismo como delmito del ciudadano obediente a una voluntad general abstracta propiode la teoría francesa de la democracia y se aproxima más a la del tendero—como sugirió autoirónicamente Adam Smith—, es decir, a una perso-na más o menos moralmente mediocre en tanto que motivada por la au-topreferencia, pero intelectualmente capacitada, ya que se supone quees capaz de tratar sus intereses según un cálculo racional”

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. Esto influirápoderosamente en la teoría política y en la concepción de la democracia.

El carácter laico del pensamiento moral y político británico tienesus orígenes en la reforma protestante y en su concepción secular del

4 Hay estudios clásicos de este período que merecen citarse: STEPHEN, L. History ofEnglish Thought in the Eighteenth Century, 2 vol., Londres, Smith, Elder & Co., 1876 y The En-glish Utilitarians,3 vols.,Londres, Duckworth,1900. HALÉVY, E. La formation du radicalismephilosophique, Paris, Alcan,1901-1904(hay edición inglesa de 1928, The growth of philosophicradicalism, Faber and Faber, Londres). Hay dos estudios creativos de especial interés: LAS-KI,H. Political Thought in England. From Locke to Bentham,Nueva York, H.Holt,1920 y HIRS-CHMAN, A.O. Las pasiones y los intereses. Argumentos políticos a favor del capitalismo antes desu triunfo, Méjico, Fondo de Cultura Económica,1978. Para la economía política de la ilus-tración escocesa, HONT/ IGNATIEFF(eds.). Wealth & Virtue: The Shaping of Political Eco-nomy in the Scottish Enlightenment, Cambridge University Press, 1983.

5 COLOMER, Josep M. Ilustración y liberalismo en Gran Bretaña, en Historia de la TeoríaPolítica,tomo III, Fernando Vallespín (ed.) Alianza editorial, Madrid,1991, pp. 11-96.

6 COLOMER, Ref.5, pp. 89 y 90.

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poder político como actividad autónoma respecto de las confesionesreligiosas. La noción moderna del laicismo contiene en sí no sólo ladistinción entre Estado e Iglesia, sino también la concepción de la Igle-sia como asociación voluntaria, dos elementos que aparecen en el pen-samiento de los puritanos ingleses del siglo XVII, en los escritos deJohn Milton sobre la libertad religiosa y de John Locke sobre la toleran-cia. El principio de que el Estado no puede hacer nada en las materiasmeramente espirituales, y la Iglesia en las materias temporales, es sos-tenido con firmeza por Locke: mientras que el poder político no debeexpresar juicios sobre la religión, ya que no es competente para dar de-finiciones en materia de fe, la iglesia debe mantener su propia autono-mía dentro de la esfera espiritual que le es propia, por lo que no debereferirse a los bienes terrenales ni recurrir a la fuerza, que le pertenecesólo al magistrado civil

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.Como es sabido, la cuestión religiosa juega un papel absolutamen-

te central en la historia inglesa del siglo XVII. Con independencia de laminoría conflictiva de los católicos, estaban, por un lado, los anglica-nos o altos miembros de la Iglesia, partidarios de la monarquía de losEstuardo y defensores en materia doctrinal de la Biblia, el Credo y laIglesia. Los anglicanos sostienen una concepción autoritaria de la in-terpretación religiosa, considerando toda interpretación individual dela Escritura como disidente y potencialmente peligrosa. Por otro lado,los puritanos, que desconfiaban de la monarquía de los Estuardo porsu absolutismo y por su tolerancia respecto de los católicos, represen-taban supuestamente a la iglesia del pueblo frente a las jerarquías de laiglesia institucional; doctrinalmente muy próximos a los calvinistas,creían firmemente en la predestinación y en el pecado original. Mien-tras que a finales del siglo XVI las disensiones entre los dos bandoseran puramente doctrinales, durante el siglo XVII las diferencias sefueron cargando de contenido político y económico, incluso con re-vanchas personales. Las posturas se fueron radicalizando hasta su en-frentamiento total durante la guerra civil: cuando triunfó la rebeliónde Cromwell y fue ejecutado Carlos I, la iglesia de Inglaterra fue desar-ticulada y en esos años reinó el puritanismo. En medio de estas dos

7 Sobre la idea de tolerancia en Locke, véase LOCKE, J. Escritos sobre tolerancia, ed. dePrieto/Betegón, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 1999, especial-mente su estudio preliminar. Véase también “La filosofía de la tolerancia”, en el primer vo-lumen de esta Historia de los derechos fundamentales, Tránsito a la modernidad, siglos XVI yXVII, Universidad Carlos III, Dykinson, Madrid, 1998 y SOLAR CAYON, J.I. La teoría de latolerancia en J.Locke, Universidad Carlos III, Dykinson, 1996.

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facciones también surgieron los latitudinarios, partidarios de un deba-te racional de las disputas religiosas, cuyo grupo más representativo loconstituyeron los platónicos de Cambridge. Lo que fue claro es quedespués de la revolución de 1688, y con la instauración de Guillermode Orange, va a imponerse un clima de reconciliación política y reli-giosa, y, por tanto, de mayor paz social.

Frente al idealismo y racionalismo continental, el enfoque empiris-ta de la tradición británica marca una línea de pensamiento peculiar.Es obvio que el pensamiento británico hasta la ilustración no se puedeexplicar exclusivamente en términos empiristas. Se suele sostener queel racionalismo se sitúa en Francia, extendido a Holanda y Prusia, yestá caracterizado por la defensa del innatismo de las ideas, de la ma-temática como modelo de conocimiento y método y por la demostrabi-lidad racional de la existencia de Dios. Por el contrario, el empirismo,situado exclusivamente en Gran Bretaña, niega la existencia de ideasinnatas al sostener que todo conocimiento procede la experiencia —laepistemología empirista viene al menos desde Ockam—, contraponeel ámbito de las matemáticas al ámbito de las realidades empíricas y re-chaza la demostración de la existencia de Dios. Pero el empirismo esmuy plural, y sería absurdo alistar en un mismo grupo a pensadorescomo Hobbes, Locke o Berkeley. Lo que se debe subrayar es el distintotipo de racionalidad británica, más analítica que justificativa, más pro-picia a coordinar convenciones que a imponer convicciones, más flexi-ble y pragmática en la justificación de la autoridad política que las clá-sicas concepciones racionalistas de la obligación política. Hay querecordar el importante papel que jugó el desarrollo de la ciencia expe-rimental durante el siglo XVII en Inglaterra

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, progreso que afectó a lasformas de entender y analizar la realidad social y política.En particu-lar, Newton resumió en unas simples ecuaciones matemáticas las leyesque gobiernan los movimientos de los planetas, lo que produjo ungran impulso a la confianza de los hombres en sus capacidades intelec-tuales. La idea de un universo como un mecanismo gobernado porunas leyes sencillas, tuvo un efecto subversivo sobre los conceptos deun Dios personal y de la salvación individual que eran centrales de laCristiandad. Además, y de manera inevitable, el efecto que produjouna aplicación de la metodología empirista y racional a la religión fuela aparición del deísmo, que, aunque nunca fue un movimiento organi-zado, se enfrentó con el cristianismo durante más de dos siglos. Para

8 Véase HILL, Ch., Ref. 3.

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los deístas tan sólo son suficientes unas escasas verdades religiosas, lascuales se manifiestan como tales a todos los seres racionales: la existen-cia de un Dios a menudo concebido como un arquitecto, la existenciade un sistema de premios y castigos administrados por ese Dios, y laobligación moral de los hombres hacia la virtud y la piedad.

Se puede sostener que los Philosophiae Naturalis Principia Mathematica(1687) de Newton compiten con el Discurso del Método de Descartes enautoridad e importancia durante el siglo XVII. Probablemente haya sidoéste uno de los libros de ciencia más importantes e influyentes que sehayan publicado nunca, que estableció las leyes básicas del movimientoy construyó un sistema de mecánica celeste que modificó los descubri-mientos de Copérnico y Kepler en un modelo que habría de sustituir elsistema de Ptolomeo dominante del pensamiento astronómico desde elsiglo II. La concepción de Newton no rompe completamente con Des-cartes y permanece fiel a la idea fundamental de concebir al universocomo una máquina. Pero la máquina de Newton responde a una seriede leyes, principalmente el principio de gravitación universal, cuya in-fluencia posterior en el progreso de la ciencia fue extraordinaria. Su con-cepción científica del universo ofrecía certidumbres en un mundo dedudas, lo que fue rentabilizado por el mundo ilustrado: el hombre, guia-do por la luz de la razón, podía explicar todos los fenómenos naturalesde un mundo que ya no era inescrutable. Robert Boyle estableció laciencia moderna de la química, distanciándose claramente de la notableinfluencia de alquimistas y milagreros. El libro de W. Harvey, Sobre el mo-vimiento del corazón y de la sangre en los animales (1628), no sólo explicó lacirculación de la sangre en el cuerpo animal —con el precedente deM.Servet—, sino que, al analizar el cuerpo como un mecanismo, pusolos cimientos de las ciencias de la fisiología y anatomía. Descartes habíasostenido la concepción mecánica del mundo como un principio filosó-fico fundamental de la ciencia, anunciando también la invención de lageometría analítica: esto condujo a la creación de un instrumento analí-tico poderoso, el cálculo, por Newton y Leibniz a finales de siglo. El No-vum Organum de F.Bacon se propuso elaborar principios de razona-miento inductivo que sirvieran a las necesidades de la ciencia empírica yle permitiera liberarse de las concepciones aristotélicas. En definitiva, lacreación en 1662 en Inglaterra de la Royal Society otorgó reconocimientooficial a la importancia de la ciencia. En realidad, la aparición de las lucesen Gran Bretaña no fue el resultado de un asalto dirigido por algún gru-po de reformistas radicales contra un grupo de conservadores dogmáti-cos, sino la consecuencia de la penetración gradual en el mundo científi-

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co de la cosmología de Newton, en pleno desarrollo, y de las cienciasnaturales experimentales. Si John Locke es considerado con razón unintérprete del empirismo filosófico y de la concepción corpuscular de lamateria, era también un miembro de la iglesia de Inglaterra que se inte-resaba —como lo hizo Newton— por las profecías bíblicas y por las epís-tolas de San Pablo. Sir Robert Boyle, cuyas teorías sobre la luz fueronaceptadas y divulgadas por Locke, defendía con firmeza el cristianismoy fue miembro activo de diferentes sociedades para la propagación delevangelio en el extranjero. Boyle legó cierta suma de dinero para una se-rie de conferencias consagradas a la defensa del cristianismo, siendo pu-blicadas en 1705 por el clérigo, Samuel Clark. Este último, partidario deuna teoría ética racionalista, se opuso al convencionalismo de Hobbes,defendiendo más tarde la teoría del espacio de Newton contra las críti-cas de Leibniz. Newton fue alumno y amigo de Henry More, cuya teoríasobre la omnipresencia de Dios en el espacio y el tiempo absolutos fueintroducida por Newton en la segunda edición de sus Principia, en losque declaraba que Dios estaba dotado de una extensión y de una dura-ción infinitas, y que al existir siempre y en todo lugar era él mismo eltiempo y el espacio. Esto es, hombres de la iglesia, laicos anglicanos ydeístas mantuvieron frecuentemente relaciones amistosas en el senomismo de la Iglesia anglicana, en la que había una gran variedad de teo-ría relativas a la revelación, la teología natural y la metafísica. Tampocoexistía una correlación rigurosa entre la política, por un lado, y la orto-doxia religiosa y la metafísica, por otro. Lord Bolingbroke, Henry St. Jo-hn, era a la vez un tory,un deísta y un adversario de la especulación me-tafísica. Richard Price, moralista, consejero financiero y experto enseguros del primer ministro tory William Pitt, así como Joseph Priestley,químico y materialista, eran ambos clérigos inconformistas que presta-ron su apoyo a las revoluciones americana y francesa, aunque mante-nían posturas muy diferentes acerca del libre albedrío y la metafísica delalma y del cuerpo. Por consiguiente, no había una fragmentación socialni lucha abierta entre los defensores de la ortodoxia religiosa y del con-formismo político, por una parte, y los materialistas, empiristas y refor-mistas políticos, por otra. Si prácticamente todos los escritores reconocíay admiraban los descubrimientos de Boyle y de Newton, también habíaentre ellos deístas tories y cristianos radicales, incapaces de constituir en-tre ellos un grupo homogéneo.

A pesar de esta amalgama pragmática de tendencias opuestas, laobra de Newton demostró la insuficiencia de las explicaciones tantoescolásticas como cartesianas de la naturaleza, y puso en evidencia la

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metodología impregnada de consideraciones religiosas. Pero el patrio-tismo británico en torno a Newton le consideró un hombre integradoen el sistema. Unicamente al final del siglo, después de la RevoluciónFrancesa y de que Bentham comenzara a enseñar y escribir, empeza-ron a aparecer divisiones fundamentales e irreconciliables.

Por consiguiente, y a pesar del interés de los ilustrados por las cien-cias de la naturaleza, y en especial por la física de Newton —lo que lesmueve a importar los planteamientos de estas disciplinas al campo delas ciencias sociales tratando de establecer una especie de física de lasociedad— no es del todo cierta la relación existente entre la concep-ción científica y experimental de la realidad natural y la concepción dela sociedad y de los sistemas políticos. Algunas veces parece obvia talrelación, como por ejemplo la estrecha relación entre los planteamien-tos religiosos de los latitudinarios y el universo de Newton: si la con-cepción de Newton reflejaba la imagen de una comunidad jerarquiza-da, regida por el interés individual de los hombres, los latitudinarioscontribuyeron a fundir ciencia, religión natural y concepción de la so-ciedad, hasta hacer aparecer la economía de mercado como algo natu-ral, que traducía en la esfera humana el funcionamiento de las leyesdel cosmos

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. Del mismo Locke se ha dicho que su evolución políticafue el producto de su formación en las ciencias experimentales y en lamedicina; los presupuestos epistemológicos de las ciencias experimen-tales practicadas en su juventud le habrían conducido, según esta in-terpretación, al naturalismo y liberalismo como si se tratara de unsubproducto. Pero, como ha sostenido Colomer, “...en realidad noexiste una relación clara entre el espíritu científico y la creencia en unmundo armónico, ni tan sólo entre el cientifismo naturalista y el libera-lismo político, como lo muestra el que muchos científicos experimen-tales de la época fueran tradicionalistas en política y religión. De he-cho, Locke empezó a tratar el tema de la tolerancia religiosa algunosaños antes que la epistemología científica y parece que, más que elcientificismo naturalista, fue su práctica política el elemento decisivode su evolución”

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. No obstante, el hecho de que durante el siglo XVIIse asentara el enfoque moderno del conocimiento permitió cribar

9 Hay que recordar que VOLTAIRE fue autor de algunas obras de divulgación cientí-fica, como sus Eléments de la philosophie de Newton (1741), o que Montesquieu escribió dis-cursos sobre las causas del eco, las glándulas suprarrenales o la transparencia de los cuer-pos. También Quesnay y La Mettrie fueron médicos, y sus conocimientos científicostuvieron una clara influencia en sus planteamientos políticos y sociales.

10 COLOMER, Ref. 5, p.15.

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planteamientos que influían de algún modo en el pensamiento políti-co y social.

El componente utilitarista marca las diferencias de la ilustraciónbritánica con respecto a otras tradiciones. El análisis utilitarista entien-de a la sociedad como el resultado de elecciones individuales motiva-das por intereses egoístas.

11

Nada parece en principio más opuesto conrespecto a la idea de los derechos que sostener esta versión utilitaristade la sociedad. Y sin embargo, la compatibilidad entre el principio deutilidad y los derechos no sólo es posible —como fue demostrado porStuart Mill— sino que expresa una simbiosis muy saludable frente aconcepciones metafísicas y organicistas de la sociedad. La defensa delos intereses personales no es incompatible con la cooperación y el in-tercambio de posiciones, y con la búsqueda de una armonía social ca-paz de encontrar soluciones colectivas a los conflictos planteados, asícomo de la defensa de unos derechos entendidos como exigencias mo-rales fuertes. Los ilustrados ingleses contemplaron tal armonía, biencomo algo natural, proveniente de los designios divinos manifestadosen la naturaleza o de una mano invisible secularizada, bien como algoartificial, gracias a la adopción de comportamientos cooperativos delos individuos o a la intervención administrativa de las institucionesdel Estado.

Precisamente, desde el punto de vista de la metodología de las cien-cias sociales, uno de los mayores avances lo constituyó la idea de lasconsecuencias inintencionadas, según la cual los resultados de las accio-nes humanas son independientes de sus motivaciones y de los planesdeliberados previamente trazados. Frente a la imagen de un mundoque cambia a merced de la voluntad de un legislador soberano, se opo-ne la imagen de un mundo en el que las decisiones voluntarias se su-mergen en un ámbito de interacciones del que no se sabe a dónde nosllevará. Mientras que unos subrayarán la obtención de efectos social-mente benéficos de conductas individuales egoístas —como expondráparadójicamente Mandeville en su fábula de las abejas— , otros presta-rán mayor atención a la irracionalidad colectiva ocasionada por la inte-racción de comportamientos individuales guiados por la prudencia o elcálculo racional. Tal concepción descarta la idea de un interés general ode una voluntad soberana que trascienda la suma de intereses indivi-duales, más propia de las tradiciones francesa y alemana.

11 Un excelente resumen de sus concepciones teóricas puede verse en COLOMER,J.M. El utilitarismo. Una teoría de la elección racional, Montesinos, Barcelona, 1987.

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Los rasgos individualistas, laicos, empiristas y utilitaristas de la ilus-tración británica tienen una importante consecuencia en la concepciónmoral de la sociedad y su desarrollo dice Colomer : “Frente a los valoresde austeridad y abnegación compartidos por la tradición cristiana y porla moral cívica del republicanismo clásico, en la literatura política del si-glo XVIII británico triunfa el elogio de las pasiones y los intereses, es de-cir, de los deseos humanos de dinero y riqueza, de poder, sexual,etc.,que aparecen como motivaciones empíricamente observables con nota-ble fuerza explicativa de las relaciones sociales”

12

. Esto es, frente a míti-cos ciudadanos obedientes a una voluntad general abstracta, los ilustra-dos británicos ofrecen —como irónicamente expresó A.Smith— laimagen del tendero, una persona moralmente mediocre motivada porla autopreferencia, pero intelectualmente capacitada para defender susintereses mediante cálculos racionales. Hirschman ha narrado de mane-ra brillante el trasfondo intelectual dieciochesco que alumbró el concep-to moderno de racionalidad. Su objetivo inmediato consistió en explicarcómo los ilustrados escoceses (Hume, Mandeville y Adam Smith) con-fiaban en que los intereses económicos eran capaces de domesticar y ra-cionalizar las pasiones políticas del barroco

13

. Gil Calvo lo ha expresadomuy bien recurriendo a la metáfora contemporánea de la Ilustración dela cigarra y la hormiga

14

. La cuestión se puede entender como un com-bate desigual entre la ética de las hormigas (movidas por el espíritu eco-nómico del capitalismo, basado en el ahorro presente y la inversión pro-ductiva a largo plazo) y la ética de las cigarras (movidas por el espíritulúdico del hedonismo, basada en la gratificación inmediata y el consu-mo improductivo). Mientras que la hormiga representa el cálculo racio-nal del propio interés, la cigarra busca el placer como objeto de todas laspasiones. Hirschman propone interpretar a Hume y a la Ilustracióncomo el intento de conjugar ambos principios contrapuestos, en una su-cesión continua y articulada: pasiones e intereses, cigarras y hormigas,no supondrían principios contradictorios y excluyentes, sino más biendos modalidades distintas —pero compatibles— de la misma racionali-

12 COLOMER, Ref. 5, p.15.13 HIRSCHMAN, Ref. 4. Más allá de este objetivo, la preocupación central de Hirsch-

man se centra en la tensión dinámica que se produce por el desajuste entre dos fuerzasque recíprocamente se desequilibran: la razón instrumental, individualmente orientada—el propio interés racional descubierto por la Ilustración— y la razón expresiva, entrega-da a la participación en la arena pública, identificada con las heroicas e imprevisibles pa-siones barrocas.

14 GIL CALVO, E. ”Homo Faustus”, en Los placeres, Tusquets edits., 1992, p.38.

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dad humana. Si la cigarra se identifica con el Barroco de las pasiones he-roicas —lujo, fama, gloria, honor, valor— la hormiga se identifica con lamodernidad: previsibilidad, certidumbre, control, orden y programa-ción productiva. La fábula representa la necesidad de que las pasioneshedonistas, movidas por la búsqueda de la gratificación no diferida, sesometan al control del cálculo racional del propio interés

15

. En el mismosentido Montesquieu habla del “doux commerce”: el comercio corrom-pe las costumbres puras con que soñaba Platón, pero modera, dulcifica eintroduce alguna dosis de virtud en las costumbres bárbaras

16

.

Pues bien, lo que vendría a proponer la Ilustración británica —comen-zando por Hume— no sería tanto el dominio absoluto de las pasiones porel control racional, sino más bien el equilibrio de poderes mediante unaarticulación capaz de contrapesar y equilibrar sus respectivos desarrollos.De la misma manera que se estaba proponiendo un equilibrio político depoderes —ejecutivo, legislativo y judicial— para solucionar la gobernabi-lidad de la incipiente democracia liberal, Hume viene a proponer un equi-valente equilibrio moral de poderes racionales, capaz de solucionar la go-bernabilidad ética de la voluntad humana.

Ahora bien, la conducta de los individuos también tiene compo-nentes morales como la imparcialidad, benevolencia, simpatía o co-operación, capaces de mejorar la capacidad racional de elegir y hacercompatibles los intereses individuales y colectivos. Aquí jugará un pa-pel relevante el cumplimiento de los pactos y el respeto de los dere-chos individuales, componentes de una moralidad en la que la utili-dad recíproca promueva el interés común.

En todo caso, existen unos presupuestos generales que se despren-den del análisis del pensamiento británico ilustrado. Si el punto de vistadel análisis social parte de un claro individualismo metodológico, estono es incompatible con una visión social y cooperativa de los individuosque justifican, en última instancia, una decidida intervención pública enlos asuntos de la comunidad. Pero la concepción individualista, que ale-ja toda pretensión organicista y holista de la sociedad basada en defini-ciones abstractas del interés general y de la voluntad general soberana,entiende que la propia existencia de la sociedad y la política es el resulta-do de elecciones individuales motivadas por intereses egoístas. Esta

15 Esta es, en definitiva, la tesis de Max Weber sobre la ética puritana del espíritu delcapitalismo.

16 Véase HIRSCHMAN, Ref. 4, pp. 78 y ss.

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flexible teoría de la psicología humana prevé situaciones de armonía ode conflicto según el grado de sociabilidad que se atribuye a los indivi-duos, lo que coincide generalmente con las situaciones de estabilidadpolítica (propensión a la armonía desde el final del siglo XVII hasta me-diados del XVIII) o inestabilidad (propensión a una visión conflictualistade la sociedad a finales del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX).

Del mismo modo, y determinada por los presupuestos individua-listas, existe una concepción utilitarista del concepto de justicia, basa-da en la conveniencia de los pactos para lograr la protección y supervi-vencia de la sociedad. Ahora bien, si en unos casos se prevé unaarmonía natural de intereses —la astucia de la razón divina de Locke,la mano invisible de A.Smith, la idea de progreso en J.S.Mill— en otrosse contempla sólo su armonización artificial, bien por medio de estí-mulos morales o educativos para la cooperación (Hume), bien por lalegislación y la intervención pública de las instituciones del Estado(Bentham), recurriendo, en todo caso, al concepto de las consecuen-cias no intencionadas. Además, a los individuos se les supone ciertasvirtudes morales —imparcialidad, benevolencia, simpatía— que, sibien son ajenas a toda moral cristiana del sacrificio y austeridad, pro-mueven la observancia de los pactos y el respeto de los derechos, loque produce utilidad recíproca y bienestar general. La propia existen-cia del Estado es un mecanismo que está legitimado por la utilidad, loque le diferencia de las doctrinas del derecho divino y del contrato so-cial. Este tipo de justificación exige la designación electiva de los go-bernantes, la neutralidad de los poderes públicos, su intervención enfunción de la utilidad social, la división de poderes y el control de losgobernantes. Por último, como ha sostenido Colomer, “...la tradición delpensamiento británico que hemos expuesto parece eludir en mayor me-dida que otras tradiciones la confusión entre teoría analítica y teoría nor-mativa. Ya en el mismo Locke la selección de motivaciones humanas nopretende ser una descripción de las conductas, sino la adopción de unossupuestos explicativos que permitan una evaluación de la política real.Ello nos ha permitido leer algunas formulaciones especulativas de mo-delos ideales como una explicitación de las condiciones hipotéticas parala consecución de ciertos objetivos predeterminados, aunque la distin-ción entre análisis y justificación se hace más rigurosa con la ruptura es-tablecida por Hume entre el ser y el deber ser”

17

. La crítica conceptual y

17 COLOMER, Ref. 5, p.93.

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la prueba empírica de la aplicación de las opciones teóricas marcaránpara siempre este modo peculiar de enfocar los problemas filosóficos.

3. LOCKE Y LOS DERECHOS NATURALES

John Locke nació en 1632 en Somerset, cerca de Bristol, en una fami-lia acomodada, lo que le permitiría dedicarse al estudio sin apuros eco-nómicos. Durante la guerra civil mostró simpatía hacia los parlamenta-rios, acudiendo en primer lugar a la escuela de Westminster y,posteriormente, en 1652, al Christ Church de Oxford. Tras graduarse en1656, estuvo ligado a la universidad hasta que en 1684 fue expulsado desu puesto en el Christ Church a instancias de Carlos II. Estudió medicina,fue profesor de griego y retórica y censor de filosofía moral. Duranteesta época mantiene posiciones netamente conservadoras, hasta quetraba amistad en 1667 con el primer conde de Shaftesbury, figura impor-tante del partido whigh, convirtiéndose en su asiduo colaborador. Laoposición del conde al reinado de Carlos II le forzó su huída a Francia en1675, pasando gran parte del tiempo en Montpellier y París, donde co-noció a la mayor parte de los intelectuales de la época. Aquí comienza suborrador del Ensayo sobre el entendimiento humano y escribe el Ensayo sobrela tolerancia. A su vuelta a Inglaterra, comenzó a redactar sus Dos tratadossobre el gobierno, apoyado por Shaftesbury

18

. En 1683 vuelve a exiliarse aHolanda, tradicional refugio de perseguidos políticos. En ese mismoaño muere su protector. Tras la gloriosa revolución de 1688 regresó a In-glaterra, publicando en latín y de forma anónima su Epístola sobre la tole-rancia. Un año más tarde aparece su Ensayo sobre el entendimiento humanoy de forma anónima sus Dos tratados sobre el gobierno

19

. Precursor de la

18 Su vinculación a Shaftesbury se reforzó gracias a los conocimientos médicos deLocke: una intervención suya le salvó la vida. El trabajo de Locke a su lado, escribiendoinformes, discursos y leyes sometidas a deliberación parlamentaria bajo los principiosde la defensa de la tolerancia religiosa, las libertades civiles individuales y el poder legis-lativo del parlamento, le hizo confirmar definitivamente la evolución de su pensamien-to. Su concepción liberal y naturalista de la sociedad no se debe tanto a su sólida forma-ción científico experimental —como algunas veces se ha dicho— sino a su experienciapolítica.

19 Las obras completas de LOCKE están en curso de reedición en Clarendon Press,Oxford. Hay traducciones de su Ensayo sobre el entendimiento humano, F.C.E., Méjico, 1986,Dos ensayos sobre el gobierno civil, Espasa Calpe, Madrid, 1991, Segundo Tratado sobre el Go-bierno Civil,Alianza, Madrid, 1990. Sus numerosos escritos sobre la tolerancia tienen distin-tas versiones en castellano. Véase Escritos sobre la tolerancia, Centro de Estudios Políticos yConstitucionales, Madrid, 1999.

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Revolución de 1688, Locke es continuador del iusnaturalismo de baseracionalista —aunque asociado todavía a la idea de un Dios creador—junto a la defensa de hipótesis claramente precedentes del utilitaris-mo, como es su análisis de las conductas individuales basadas en elpropio interés y su idea del poder como relación entre individuos a ca-ballo entre la cooperación y el conflicto. Hay una conexión entre su de-fensa de unos derechos innatos absolutos dotados de una racionalidadsustantiva y la motivación del propio interés para construir un pactosocial que articulase de manera consensuada la integración social y po-lítica.

Los temas fundamentales de la teoría política de Locke son los pro-pios de la época en Inglaterra: los derechos del rey y del parlamento, lacrítica de la persecución religiosa, las bases de la obligación política ylos límites de la obediencia al Derecho. El Primer Tratado es un mani-fiesto ideológico contra el absolutismo de los tories, centrado en la obrade su contemporáneo, sir Robert Filmer, titulada Patriarcha.

20

. El pro-pósito de la obra es múltiple: criticar la concepción absolutista y pa-triarcal del poder en Filmer, proporcionar a los whigs una fundamenta-ción teórica de sus concepciones políticas —equivalente a las delPatriarca para los tories— y, ante todo, justificar la desobediencia civilen casos extremos y el derecho del pueblo a la rebelión. En realidad, laobra de Filmer es una defensa de la idea patriarcal del poder, funda-mento teórico de la monarquía de los Estuardo y del conservadurismotory que empezaba a consolidarse como grupo enfrentado al liberalis-mo de los whigs. El sistema de Filmer, según la interpretación de Loc-ke, descansa en dos premisas: la justificación de la monarquía absolutay la negación de la libertad originaria del hombre. Locke dedica mu-chas páginas a refutar las tesis de Filmer, reinterpretando el Génesis ylas Sagradas Escrituras, textos utilizados por Filmer para defender suposición. Una vez que Locke ha rechazado la interpretación de Filmer,se plantea el problema de la autoridad política y su justificación: a dife-rencia de Filmer, sostiene que no es el privilegio y la herencia la justifi-cación legítima de la autoridad, sino el consentimiento y el pacto. Lausurpación arbitraria del poder —y Locke no sólo está pensando en lateoría de Filmer sino en ejemplos históricos concretos, como el caso deCromwell— debe rechazarse en nombre de la libertad y la igualdad,conferidas por la ley natural, de todos y cada uno de los ciudadanos.

20 FILMER, R. Patriarca o el poder natural de los reyes, ed. bilingüe, Instituto de EstudiosPolíticos, Madrid, 1966 (incluye el Primer libro sobre el gobierno de Locke).

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En el Segundo Tratado Locke expone sus ideas: concuerda con Hob-bes en que hay un estado de naturaleza previo al estado de sociedad yen que en ese estado los hombres son libres e iguales. Pero Locke nocomparte el pesimismo antropológico de Hobbes; el estado de natura-leza no es un estado de guerra, ni en él rige la ley del más fuerte. Dadoque la voluntad de Dios se plasma en la naturaleza y sus designiospueden ser conocidos por medio de la razón, existen derechos natura-les básicos que rigen y obligan en toda situación, con independenciade la constitución de un pacto social:

“Pero, aunque ese estado natural sea un estado de libertad, no lo esde licencia; aunque el hombre tenga en semejante estado una libertadsin límites para disponer de su propia persona y de sus propiedades,esa libertad no le confiere derecho a destruirse a sí mismo, ni siquiera aalguna de las criaturas que posee, sino que se trata de consagrarla conello a un uso más noble que el requerido por su simple conservación.El estado natural tiene una ley natural por la que se gobierna, y esa leyobliga a todos. La razón, que coincide con esa ley, enseña a cuantos se-res humanos quieren consultarla que, siendo iguales e independien-tes, nadie debe dañar a otro en su vida, salud, libertad o posesiones;porque siendo los hombres todos la obra de un Hacedor omnipotentee infinitamente sabio(...)son propiedad de ese Hacedor y Señor(...) Ycomo están dotados de idénticas facultades y todos participan de unacomunidad de Naturaleza, no puede suponerse que exista entra noso-tros una subordinación tal que nos autorice a destruirnos mutuamen-te, como si los unos hubiésemos sido hechos para utilidad de los otros,tal y como fueron hechas las criaturas de rango inferior, para que nossirvamos de ellas”

21

.

El concepto del estado de naturaleza en Locke tiene elementosprescriptivos, descriptivos y analíticos. Los derechos naturales no sóloconstituyen una regla de razón dada por Dios a los hombres, esto es,un componente de la condición moral de los individuos, sino que tam-bién son una condición de la paz y la seguridad entre los hombres. Sonanteriores a su reconocimiento jurídico, pero sólo si están vigentes enla sociedad habrá paz y seguridad. Del mismo modo los hombres sonlibres y racionales, no sólo como depositarios de la voluntad divinapara que puedan reconocer sus designios en las leyes de la naturaleza,sino como un presupuesto de su propia racionalidad instrumental ca-

21 LOCKE, J. Ensayo sobre el gobierno civil, Editorial Aguilar, 1988, para.6.

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paz de defender sus intereses personales. La libertad y racionalidad delos seres humanos tiene como resultado su capacidad de convivenciapara preservar sus derechos naturales. Ahora bien, dado que en el es-tado de naturaleza cada vez que hay una transgresión de derechos, esdecir, un atentado contra la propiedad de alguien —ya sean sus bie-nes, su libertad, su salud o su vida— es uno mismo el encargado decastigar y hacer restituir lo dañado, y puesto que no todos se avienen areconocer las leyes naturales, uno no puede ser juez imparcial de suspropios asuntos y no tiene la fuerza necesaria para poner en prácticasus pretensiones racionales, los hombres deciden, mediante un pacto,renunciar a su derecho natural a juzgar y castigar las ofensas. De estemodo se constituye una institución imparcial encargada de legislar,juzgar y castigar: una sociedad política basada en el consentimiento.En este proceso se suelen señalar dos momentos diferenciados: en elprimero, los hombres, mediante un pacto, renuncian a su derecho adefenderse, constituyendo así una comunidad. En el segundo, que yano es de carácter contractual, delegan ese poder en una institución,constituyendo así el Estado. Si el primer momento es irreversible —sopena de volver al estado de naturaleza—, el segundo lo es, pues la de-legación del poder es temporal y se basa en la confianza. Si el primeroconstituye la sociedad civil, el segundo legitima la existencia de un Es-tado o sociedad política.

Por tanto, ni el Estado ni ninguna de sus instituciones puede con-vertirse en un poder absoluto e inalienable frente a los ciudadanos.Para evitar la concentración absoluta del poder, Locke defiende su di-visión. Porque no es sólo el origen consensual y su ejercicio imparciallo que legitima el poder del Estado, esto es, lo que le hace útil y benefi-cioso para la preservación de los derechos de los individuos, sino tam-bién el modo en que está organizado y funcionan sus instituciones. Ladivisión de poderes y la limitación general del poder son herramientasimprescindibles de las sociedades modernas e instrumentos adecua-dos para asegurar las libertades y la propiedad. Si quienes ostentan elpoder, tanto el Parlamento como el monarca, actúan contra esos fineshan de ser depuestos y reemplazados por otros. La protección de losderechos traza los límites de la actividad estatal.

El derecho de propiedad en Locke es un derecho natural, un pos-tulado moral y algo que se desprende de la observación empírica delas sociedades prepolíticas. Locke lo sitúa de manera ingenua en laAmérica primitiva, con referencias bíblicas que toma como eviden-cia.La potencia individual se manifiesta, básicamente, como capacidad

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de poseer. Su defensa es semejante a considerar el derecho de propie-dad como inalienable y primario:

“Aunque y todas las criaturas inferiores sirvan en común a todoslos hombres, no es menos cierto que cada hombre tiene la propiedadde su propia persona. Nadie, fuera de él mismo, tiene derecho algunosobre ella. Podemos también afirmar que el esfuerzo de su cuerpo y laobra de sus manos son también auténticamente suyos. Por eso, siem-pre que alguien saca alguna cosa del estado en que la Naturaleza laprodujo y la dejó, ha puesto en esa cosa algo de su esfuerzo, le ha agre-gado algo que es propio suyo; y por ello, la ha convertido en propie-dad suya. Habiendo sido él quien la ha apartado de la condición co-mún en que la Naturaleza colocó esa cosa, ha agregado a ésta,mediante su esfuerzo, algo que excluye de ella el derecho común delos demás. Siendo, pues, el trabajo o esfuerzo propiedad indiscutibledel trabajador, nadie puede tener derecho a lo que resulta después deesa agregación, por lo menos cuando existe la cosa en suficiente canti-dad para que la usen los demás”

22

.

Si en el estado de naturaleza todo es común, el trabajo de cada unoañade el valor que sirve de base a su apropiación. Es la industria hu-mana lo que determina el valor de cada cosa. Por ello son necesariaslas reglas para gobernar ese derecho, para regular lo que cada hombrepueda utilizar y necesitar para proteger el producto del trabajo indivi-dual. Garantizar el ejercicio de ese derecho es la función primordialdel Estado.

Ahora bien, algunos productos pueden dar lugar al intercambio,en la medida que no satisfacen necesidades básicas ni son de consumoinmediato. Con el intercambio aparece el dinero, lo que transforma alestado de naturaleza en un mercado abierto al intercambio capitalistade bienes y servicios. Como sostiene Lassalle, “vinculada estrecha-mente al dinero, la teoría del valor añadido sanciona la presencia deun nuevo marco apropiativo regido por un predominio capitalista dela utilidad y el bienestar productivo. Un marco que al hacer más eficazla atención colectiva del deber de supervivencia introduce un discursoeconómico que traduce literalmente los diferentes niveles de conoci-miento alcanzados por los hombres, pues el triunfo o el fracaso en laapropiación de los recursos del mundo pasa a depender exclusiva-mente del grado de ingenio y esfuerzo que los hombres son capaces de

22 LOCKE, J. Ensayo sobre el gobierno civil, Ref. 21, para.26.

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desplegar en su conducta adquisitiva. De este modo, Locke tiene laosadía de hacer que la relevancia de lo material adquiera también unatrascendencia moral que irá proyectando sus efectos más allá de lo pu-ramente económico”

23

. De manera que es la propiedad, como condi-ción de la libertad, lo que vendrá a proteger la sociedad civil o política.La propiedad se convierte en la clave de acceso a la esfera de lo públi-co.

Es cierto que para Locke la sociedad civil o política nace con la obli-gación de la ley que une, en una misma comunidad, a los ciudadanossometidas a ella. El imperativo de la ley significa que cada individuorenuncia a parte de su poder natural y lo deja en manos del Estadoquien, a su vez, le ofrece protección jurídica amparada por el monopo-lio del uso de la violencia. Además, para que la sociedad política estélegitimada debe ser consentida por todos los que se integran en ella:sólo por consentimiento propio es lícita la sumisión a las constriccio-nes impuestas por la sociedad civil. Lo que exige que un gobierno nopuede identificarse con una monarquía absoluta que acumula todoslos poderes en manos de un solo hombre, sino en la división de pode-res, esencial para el mantenimiento de la imparcialidad y, por tanto,para la defensa de la igualdad de derechos. Por ello el pueblo tiene de-recho a la resistencia contra el tirano que, olvidando la función que le-gitima su actuación, degrada mediante la tiranía, la usurpación, la con-quista o su simple incapacidad los fines lícitos de la sociedad política.Pero también es cierto que la teoría política de Locke se halla inmersaen un conjunto de contradicciones, sobre todo en la formulación de suteoría de la propiedad. MacPherson, con su teoría del individualismoposesivo, sólo ve contradicciones al contrastar la explicación del esta-do de naturaleza con la del derecho de propiedad. En su opinión, Loc-ke es un individualista incongruente: la individualidad de unos seconsigue a costa de la negación de la individualidad de otros. En suformulación de la teoría de la propiedad se pasa de la afirmación deunos derechos naturales iguales a la de unos derechos naturales dife-rentes. Si en el estado de naturaleza los individuos fueran igualmenteracionales no se explicaría la necesidad de contrato en la sociedad civil:pero para Locke hay una diferencia esencial en el estado de naturalezaque separa inevitablemente a los propietarios de los pobres asalaria-

23 LASSALLE RUIZ, J.M. John Locke y los fundamentos modernos de la propiedad, tesis doc-toral presentada en la Universidad de Cantabria, julio, 1999, p.522. (Esta obra ha sido pu-blicada, con algunas correcciones, por Dykinson, Madrid, 2001).

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dos o desempleados, cuya condición de penuria es una manifestaciónde su degradación moral.Tal imagen, en la interpretación de MacPher-son, representa a la sociedad burguesa, diferenciada en clases en vir-tud de su individualismo propietario. Desde tal supuesto, el igualita-rismo del estado de naturaleza se vuelve contradictorio. Su estado denaturaleza es la sociedad burguesa con todas sus contradicciones, esdecir, las contradicciones inherentes al derecho natural de propiedadilimitada

24

. Esta idea la ha expresado muy bien Lassalle como conclu-sión del trabajo anteriormente citado: “Constituído el gobierno comoun apoderado al que la comunidad confía la tarea de ejercer los poderesque salvaguardan el bien público propietario, la participación directa enel mismo queda reducida a una minoría de propietarios cualificados.Utilizando una retórica populista que busca atraer hacia la causa revo-lucionaria whig a todos los sectores descontentos con la política de losEstuardo, sin embargo, el lenguaje económico de la propiedad y sus raícesepistemológicas hacen posible que Locke mantenga a la vez ciertas distanciascon respecto a un discurso estrictamente democrático (...) Es al proyectar so-bre el gobierno el poder de exclusión que maneja la propiedad como categoríajurídica que apela al uso y disfrute de los poseído, cuando la propuestade Locke acaba mostrando finalmente su fisonomía más inquietante:el de una aristocracia que envuelve bajo una retórica superficialmente demo-crática el gobierno de una minoría de propietarios que justifica su primacíaeconómica alegando una superioridad moral que funda en el conoci-miento”

25

.

4. LA ESCUELA ESCOCESA Y LA ECONOMÍA POLÍTICA

Francia se había convertido durante el siglo XVIII en la vanguardiaintelectual de Occidente. Su espectacular desarrollo en las ciencias na-turales y sociales sólo pudo tener un rival serio: Escocia, un país conmillón y medio de habitantes frente a los veinticinco millones de Fran-cia, el doble de la población total del Reino Unido. Escocia, sin consti-tuir ningún centro social y político comparable con la poderosa cortede Versalles, se convirtió en el semillero de la ciencia social moderna.Se trata de un fenómeno no suficientemente explicado por los histo-riadores, pero lo que es cierto es que Escocia destacó en todos los cam-

24 MACPHERSON, C.B. La teoría política del individualismo posesivo, Fontanella, Barce-lona, 1970.

25 LASSALLE, Ref. 23, p. 523.

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pos, desde la filosofía del entendimiento humano y la reinterpretaciónde la historia hasta la constitución de una elaborada economía política.En la filosofía, las artes y las ciencias naturales, Escocia llegó a ser lavanguardia del pensamiento europeo. A pesar del conservadurismode la Iglesia presbiteriana escocesa, Escocia pasó de ser uno de los paí-ses más atrasados de Europa a uno de los más civilizados

26

. Dice Gor-don: “La escuela de medicina de la Universidad de Edimburgo era tanfamosa que afluían a ella en tropel los estudiantes de todas partes, in-cluidos los Estados Unidos. Joseph Black, médico y químico de la Uni-versidad de Glasgow y más tarde de la de Edimburgo, contribuyó mu-cho al progreso de la química elaborando sus teorías del calor latente yel calor específico. Gracias a su descubrimiento del dióxido de carbo-no, los científicos llegaron a la conclusión de que había más de un tipode gas... Black fue amigo de James Watt, al que alentó en sus trabajospara crear el motor de vapor, cuyas consecuencias prácticas fuerontranscendentales... En las artes, la principal aportación escocesa fue enla arquitectura: los hermanos Adam y otros escoceses dominaron la ar-quitectura innovadora en todo el Reino Unido durante este período. Ylos escoceses merecen también mención especial como editores, puesiniciaron en 1771 la Encyclopaedia Britannica, que siguió siendo durantemás de un siglo la publicación más importante de su género en inglés.Y la Edinburgh Review, fundada en 1802, fue la primera publicación pe-riódica de alta calidad que consiguió convertirse en característica de lavida intelectual moderna”

27

.

Pero los pensadores escoceses que más nos interesan son los queaportan importantes innovaciones en el ámbito de las ciencias sociales.Las figuras principales fueron Hutchenson, Ferguson, Reid, StewartMillar y, por supuesto, Hume y Adam Smith. También hay dos autoresno escoceses, un irlandés y un holandés afincado en Inglaterra, que tu-vieron gran influencia social, y aunque el valor de su literatura es su-perior a sus aportaciones teóricas, no dejan de ser relevantes sus recur-sos argumentales para comprender el pensamiento ilustrado de la

26 Las explicaciones históricas de tal cambio no han sido muy convincentes hasta elmomento, aunque se han aducido causas como su unión con Inglaterra en 1707 y el desa-rrollo de la industria escocesa en la segunda mitad del siglo XVIII. La marginación políticaescocesa debido a su unión con Inglaterra y su dinamismo mercantil e industrial propicióla renovación intelectual desde presupuestos laicos y reformistas, predominando una vi-sión economicista, cultural y moral muy activa.

27 GORDON, S. Historia y filosofía de las ciencias sociales, Ariel, Barcelona, 1995, pp. 130-131.

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época: hablo de Swift y Mandeville y sus reflexiones sobre los viciosprivados y las virtudes públicas.

4.1. La filosofía moral escocesa

Una de las fuentes principales de inspiración de la filosofía moraldel siglo XVIII fueron los éxitos de las ciencias naturales. Como he sos-tenido anteriormente, se tenía especial consideración al modelo cientí-fico de Newton. El propio Newton había defendido después de publi-car su Óptica (1704) que, si se perfeccionase la filosofía natural por eluso de la metodología científica, también la filosofía moral alcanzaríaresultados muy beneficiosos. David Hume subtituló su obra Tratado so-bre la naturaleza humana (1739-1740) como una “tentativa de introducirel método experimental de razonamiento en cuestiones morales”.Realmente el método experimental era entendido en sentido ampliocomo el enfoque general de las ciencias contrario a la filosofía escolás-tica, y aunque el problema del conocimiento ocupaba una posicióncentral en la tradición del pensamiento británico desde el comienzodel siglo XVII hasta la Ilustración, la preocupación por la moral y susfundamentos constituía también una cuestión fundamental. Todas lascorrientes relevantes —platónicos, deístas, racionalistas, empiristas ylos miembros de la escuela escocesa —tenían a la filosofía moral comometa de sus reflexiones.

Hasta el siglo XVI el pensamiento escolástico había constituido unsistema filosófico cerrado y coherente. El primer ataque serio a la epis-temología y metafísica tomista lo llevó a cabo Guillermo de Ockhamen el siglo XIV, y, posteriormente, después de la revolucionaria obrade Copérnico, las concepciones astronómicas geocéntricas y sus impli-caciones teológicas quedaron disueltas. Poco después, Bacon, Descar-tes y Hobbes completarían la crítica destruyendo la metodología, lametafísica y la política de dicho sistema.

Con respecto a la ética, el paradigma escolástico la hacía derivar dela concepción teológica y metafísica del mundo. Aunque el voluntaris-mo de Ockham —anticipado por el oxoniense Duns Scoto— ya habíaempezado a socavar el universo escolástico, no es hasta Hobbes, cuyainfluencia fue enorme en Inglaterra, cuando se puede afirmar que yaexiste una concepción secularizada de la ética: se presenta al hombrecomo un ser puramente natural, físico, sometido a las mismas leyesmecánicas que cualquier otro cuerpo. Para Hobbes el hombre —como

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cualquier otro animal, pero de una forma mucho más compleja— noes sino una máquina de generar y satisfacer deseos, frente a lo cual sededuce la futilidad de las distinciones morales: si la acción humana esel producto ciego de los instintos naturales, si toda motivación es nece-sariamente egoísta, las distinciones morales carecen de significado,salvo que describan lo que está prohibido o permitido para coordinarla interacción de los deseos, pasiones y demás impulsos de los ciuda-danos.

La discusión sobre los fundamentos de la moral y su relación conla política marca un eje fundamental en el pensamiento británico delsiglo XVIII, especialmente acerca de la disociación entre los valoresmorales cristianos y su fundamentalismo moral y las motivaciones uti-litaristas de la conducta. A pesar de la posible influencia que pudierontener los “platónicos de Cambridge” —un grupo de filósofos anglica-nos que, frente a la corriente general del empirismo dominante, defen-dían posturas racionalistas emparentadas con las que poco despuéspropagaría Leibniz—

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, el verdadero debate se centra en los nuevoscriterios de evaluación de las conductas morales y políticas sobre fun-damentos empíricos y utilitarios.

Tal objetivo lo llevarán a cabo durante más de cincuenta años los fi-lósofos de la Ilustración escocesa, quienes, basándose en las motivacio-nes egoístas de las conductas humanas, pretenden coordinarlas enuna especie de armonía social de base utilitaria. Los filósofos moralesescoceses insistieron en la uniformidad de la naturaleza humana. Lasnarraciones sobre tierras exóticas, tan frecuentes en la época, las consi-deraban como prueba de la diversidad de la conducta humana, perono de diferencias en las bases de la naturaleza humana. Mientras quealgunos advertían contra la tendencia de contemplar con fascinaciónlas prácticas de otras culturas —el propio Hutchenson— otros se esfor-zaron por cribar tales notas exóticas para obtener los rasgos comunesde la humanidad. Para el propio Hume la utilidad de la historia consis-tía únicamente en descubrir los principios constantes y universales de

28 El máximo representante fue Ralph Cudworth (1617-1688), teólogo de la Universi-dad de Cambridge. Su ataque al materialismo se basaba en el reconocimiento de un ordenmoral y religioso global del cosmos, con un componente teológico de la naturaleza que ne-gaban los mecanicistas. Según tal concepción, si reconocemos inmediatamente determina-das acciones como buenas o malas, ello se debe a que llevamos dentro un criterio de mora-lidad, una idea innata de lo correcto y lo incorrecto. Tales ideas ideas fueron sometidas auna dura crítica por LOCKE en el libro I de su Ensayo sobre el entendimiento humano, Ref. 19.

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la naturaleza humana. Precisamente, la adopción de este punto de vis-ta por Adam Smith se convirtió en el fundamento de su teoría econó-mica.

A los filósofos morales escoceses les interesaba sobre todo la con-ducta social del hombre. Pero lo que diferencia al hombre del resto delos animales —que también son sociales— es que su vida social se de-sarrolla por medio de una estructura de instituciones sociales que esmuy compleja, cuya calidad de organización influye directamente enla propia calidad de vida. Si bien los filósofos escoceses prestaron aten-ción a la tesis de Rousseau de que las instituciones son perjudiciales ypervierten el carácter primario del hombre, también consideraban in-evitable la vida en sociedad. Precisamente, el carácter dual del hombreplanteaba un problema que se relaciona directamente con el núcleobásico de la ciencia social. Si como individuos somos egocéntricos,pero como miembros de la sociedad albergamos sentimientos de bene-volencia hacia otros, ¿cómo se combinan tales características, el egoís-mo y el altruismo, aparentemente opuestas?

Mandeville ya había observado las consecuencias beneficiosas delegoísmo juzgado desde un punto de vista utilitario, provocando una reac-ción de hostilidad hacia la moral tradicional cristiana

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. La fábula de Man-deville describe un imaginario panal en el que reina la deshonestidad y elegoísmo de comerciantes, abogados, médicos, sacerdotes, jueces y políti-cos, cuyos vicios son fuente de lujo y comodidad, progreso científico y pro-ductividad. Si cada parcela está llena de vicios, el conjunto —sostieneMandeville— es un verdadero paraíso. Pero las voces que reclaman lavuelta de las virtudes provocan la intervención de los dioses, los cuales seponen inmediatamente a trabajar en la ruda tarea de establecer la sobrie-dad, austeridad y caridad entre las derrochadoras y fraudulentas abejas,con el resultado de provocar un estado de honradez, pero también de mi-seria. Vistos los efectos perniciosos de tan buenas intenciones, Mandevillellega a la siguiente moraleja final: “Dejad, pues, de quejaros; sólo los tontos seesfuerzan por hacer de un gran panal un panal honrado”. Esto es, Mandeville su-braya la paradoja de las consecuencias no intencionadas debido a que, si

29 Bernard MANDEVILLE (1670-1733) fue autor de la célebre “Fábula de las abejas: o viciosprivados, beneficios públicos”, publicado como un breve poema en 1705 y ampliado en edicio-nes sucesivas hasta 1729.Hay traducción en F.C.E., Méjico,1982, con el título La fábula de lasabejas o los vicios privados hacen la felicidad pública. Véase también, GOLDSMITH, M.M. PrivateVices, Public Benefits. Bernard Mandeville´s Social and Political Thought,Cambridge UniversityPress, 1985. Seguiré la exposición que hace COLOMER, Ref. 5, pp. 41 y ss.

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bien los vicios —entendidos como gratificación de los propios deseos—pueden dar lugar a beneficios colectivos, las buenas intenciones virtuosaspueden también dar lugar a desastres colectivos. Si el vicio y la virtud sonjuzgados desde posiciones absolutistas, las conductas lo son desde posicio-nes consecuencialistas. Puede haber, por consiguiente, virtudes malas,como la benevolencia, la modestia, el ahorro y la frugalidad, que perjudi-can la prosperidad general, y vicios buenos, como el orgullo, la avaricia, ellujo y el derroche, que, con una dirección política inteligente, pueden pro-ducir beneficios públicos. Es decir, si bien ridiculiza la pretensión de quelas intenciones de los individuos puedan ser los criterios que definan labondad de sus actos —ya que contempla la sociedad como un escenarioen el que se entrecruzan y se enfrentan deseos e intereses contradictoriossin posibilidad de alcanzar una armonía natural o providencial— por otrolado exige una cierta intervención de los poderes públicos con fines bene-factores: “el vicio es benéfico cuando la justicia lo poda y limita”. Y dadoque las conductas de los políticos también están motivadas por el egoísmoy la vanidad, el poder debe ser ejercido mediante mecanismos jurídicos yconstitucionales capaces de articular los intereses en conflicto. En realidad,sostiene Mandeville, las reglas morales han sido impuestas por los gober-nantes y los poderosos con el fin de reprimir las pasiones de los oprimidosy aprovecharse de ellos: “las virtudes morales son la prole política que laadulación engendra en el orgullo”. Lo que normalmente se denomina vir-tud es sólo disimulo y afectación, cuando no mojigatería, de la cual sacabuen partido la habilidad de los políticos. Algo después, en uno de losapéndices sucesivos a su Fábula, Mandeville se refirió a Shaftesbury comoun optimista ingenuo al que refuta la experiencia: no existe la virtud real, yla moral es tan incierta como la moda. Este desenmascaramiento de la hi-pocresía moral sólo puede conducir al escepticismo, del que tan sólo sepuede salir si existe cierta esperanza naturalista en la armonía social.

Frente a tal tesis, el punto de partida de Hutchenson30

es que la ex-periencia nos muestra inequívocamente que determinadas acciones

30 Francis HUTCHESON (1649-1747), nacido en el norte de Irlanda, ocupó la cátedrade filosofía moral en Glasgow desde 1729 hasta su muerte. Sus principales obras fueron In-dagación sobre el modelo de nuestras ideas de la belleza y la virtud (1725) y Ensayo sobre la natura-leza y la conducta de las pasiones y los afectos (1728). Hay una edición actualizada de su primerensayo con el título An Inquiry concerning the Original of our Ideas of Virtue or Moral Good enL.A. Selby-Bigge,(1965). Después de su muerte, su hijo publica su System of Moral Philoso-phy (1747), obra póstuma que alcanza notable difusión y en la que hay una parte dedicadaa la teoría penal, precedente ilustrado de Bentham al sostener la justificación de la pena noen el resentimiento retributivo, sino en la búsqueda del interés general.

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provocan de manera espontánea un sentimiento de rechazo o aproba-ción moral, de igual forma que los estímulos provocan sensaciones ydeterminadas formas de placer o aversión estéticos. Dichos sentimien-tos morales no son susceptibles de control voluntario, al igual que ocu-rre con las percepciones del mundo físico y del arte. Por ello, se opusoa cualquier explicación racionalista y a priori de los juicios de valor.Pero como los hombres poseen un sentido moral innato de benevolen-cia, derivado en última instancia de la voluntad divina, la utilidad delos actos pueden ser los índices de su correspondencia con la armoníanatural. Esto es, se pueden buscar en la naturaleza humana tendenciasque proporcionen un criterio de distinción moral que conduzcan a laarmonía social. Fue Hutchenson quien acuñó el lema “la mayor felici-dad para el mayor número”, frase que Bentham y sus discípulos utili-zaron como credo utilitarista.

En su tiempo Hutchenson fue considerado como uno de los mayo-res defensores de la moral y la virtud de la piadosa Escocia presbiteria-na frente a los desvíos procedentes de la Inglaterra anglicana. Precisa-mente, este prestigioso profesor de filosofía moral de la universidadde Glasgow recibió en 1739 un manuscrito de un joven escocés intere-sado en defender la causa de la moral y ávido de reconocimiento y ad-miración. El manuscrito era el Tratado de la naturaleza humana (1739-1740), y su autor, un tal David Hume.

4.2. David Hume (1711-1776)

D. Hume nació en Edimburgo y nunca fue lo que ahora llamaría-mos, un filósofo profesional. Nunca ocupó ningún puesto académi-co

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, pero su obra se puede considerar como uno de los análisis mora-les y políticos relativistas y antimetafísicos —tanto la providencialistade la tradición como la progresista del racionalismo— más importan-

31 Hutchenson nunca vio en él un claro defensor de la moral, mientras que autorida-des influyentes en Escocia le consideraron, sin más, un librepensador. Cuando en 1744optó a la cátedra de ética y pneumatología de la Universidad de Edimburgo, el rector de laUniversidad, el reverendo William Wishart, le acusó, entre otras cosas, de escepticismouniversal, ateísmo patente y, sobre todo, de “socavar los fundamentos de la moral al negarla diferencia natural y esencial entre lo correcto y lo incorrecto, lo bueno y lo malo, la justi-cia y la injusticia, convirtiendo la diferencia en algo solamente artificial y que surge de lasconvenciones y los pactos humanos”. La cita ha sido tomada de ROMERALES, E. Del empi-rismo soberano al parlamento de las ideas. El pensamiento británico hasta la ilustración, Akal, Ma-drid, 1997, p.80.

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tes del siglo XVIII, y, por extensión, de todo el pensamiento europeo32

.Sería pretencioso por mi parte tratar de resumir el complejo sistema deHume, pero sí señalaré los elementos que me parecen más interesan-tes desde el punto de vista de la fundamentación de la moral y la polí-tica desde presupuestos experimentales y antimetafísicos, piezas in-dispensables para comprender la distinta evolución que la idea de losderechos fundamentales pudo tener en Gran Bretaña con respecto aliusnaturalismo racionalista del continente europeo.

A comienzos del siglo XVIII la discusión epistemológica y la filoso-fía moral todavía se encontraban conceptualmente unidas a la teolo-gía. A partir de la década de 1690 se asistió a un intenso debate sobrelos límites de la certeza religiosa, en el cual la filosofía de Locke desem-peñó un papel importante. Además de discutir las limitaciones laicasdel conocimiento, estos debates abrieron la discusión sobre la posibili-dad de una fundamentación laica de la moral. Este tipo de intentos si-guieron, al menos, tres caminos. Hubo quienes, siguiendo a Shaftes-bury y Hutcheson, daban cuenta de la moralidad como una especie desentido moral intuido o innato, casi una facultad natural accesible paratodos. Hubo también quienes, siguiendo a Hobbes, intentaban esta-blecer la moralidad en los fundamentos de una dudosa autoridad delegoísmo psicológico. En tercer lugar había quienes intentaban demos-trar que la moral era una cuestión de puro raciocinio, y la inmoralidaduna suerte de contradicción. Este fue el contexto en el que Hume co-menzó sus investigaciones, con el objetivo de establecer una teoríaplenamente laica y naturalista del entendimiento humano, la morali-dad y la política. Al hacerlo, reconocía la influencia de dos figuras quedominaron la vida intelectual del siglo XVIII, Newton, en las cienciasnaturales, y Locke, en la epistemología y las ciencias humanas.

En el ámbito de la epistemología su objetivo fue desmontar la teo-ría de las ideas innatas. Tal concepción coexistía en Locke de manera

32 Puede consultarse HUME, D. The Philosophical Works of David Hume (ed. de T.HillGreen-T.Hodge Grose), reed. Aalen, 1964. En castellano, Tratado de la naturaleza humana,Madrid, Tecnos, 1988; Investigación sobre el conocimiento humano, Madrid, Alianza, 1980; Dela moral y otros escritos —contiene “Una investigación sobre los principios de la moral”—,Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982; Ensayos políticos, selección de TiernoGalván, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1982; Ensayos políticos, selección deJ.M.Colomer, Madrid, Tecnos, 1987. Sobre Hume, AYER, A.J. Hume, Madrid, Alianza, 1988;MACKIE, J.L. Hume´s Moral Theory, Routledge & Kegan Paul, Londres, 1980; FORBES, D.Hume´s Philosophical Politics, Cambridge Univ. Press, 1975; MILLER, D. Philosophy andIdeology in Hume´s Political Thought, Oxford Univ. Press, 1981.

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problemática con el empirismo en la defensa de los derechos natura-les. El enfoque de Hume sostenía el origen sensitivo de las ideas, y, almismo tiempo, interpretaba el proceso de formación de ideas comple-jas como asociación de ideas simples —con el precedente de Berke-ley— comparándolo con el principio de Newton de la atracción uni-versal de los cuerpos. Hume pensaba que las explicaciones acerca decómo se podían elaborar juicios complejos —como, por ejemplo, losmorales— debían construirse a partir de las propiedades más simplese intuitivamente más evidentes de la conciencia, tal y como las experi-mentamos. Pero, del mismo modo como habían señalado anterior-mente Hobbes y Locke y la filosofía del siglo XVIII, la mente parece re-lacionar o asociar entre sí impresiones bastantes diferentes, de talmodo que la aparición de una idea conduce, casi involuntariamente, aotra

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. Pero lo que interesa destacar es su doble negación de, por un la-do, la verdad revelada de la teología, y, por otro, de la verdad absolutade la razón abstracta. Esto es, su escepticismo y relativismo epistemo-lógico le hace rechazar toda aspiración por alcanzar verdades inmuta-bles, tanto de las que supuestamente se derivan de la revelación divinacomo de la razón humana.

El escepticismo limitado de Hume descarta los entusiasmos reli-giosos o metafísicos más dogmáticos. Su Tratado de la naturaleza huma-na pretende introducir el método experimental en el análisis racionalde los asuntos morales. Dice Colomer, interpretando a Hume: “Así,el ascetismo cristiano es considerado como un obstáculo para el des-pliegue de las facultades humanas y, por tanto, supuestas virtudescomo el celibato, el ayuno, la mortificación, la abnegación, la humil-dad, son calificadas como vicios. Por otro lado, preceptos como nomatar, no mentir, etc., tampoco pueden sustituir su fundamentaciónen los mandamientos divinos por hipotéticas verdades intuitivas oevidentes por sí mismas que darían a los hombres su sentido moral.Del ser no puede derivarse ningún deber ser, según la conocidamáxima de Hume. Y, así, la definición de una acción como virtuosa oviciosa no podrá ser más que el resultado de la expresión de un senti-miento de aprobación o censura: una convención basada en la esti-mación humana, empíricamente observable, de mayor o menor utili-dad y agradabilidad de la acción”

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.

33 La asociación de ideas constituyó la base de la genial novela Tristram Shandy (publicadaentre 1760 y 1767) de L. STERN. Hay traducción de Javier Marías, Círculo de lectores, 1998.

34 COLOMER, J. Ref. 11, p.18.

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Hume atribuye a los seres humanos la capacidad de la simpatía35

.Es un simple hecho observable, explicable mediante la poderosapropiedad mental de la asociación de ideas. En el caso de las virtu-des naturales, nuestra simpatía natural, nuestra capacidad paraidentificarnos y sufrir por los demás, nuestra compasión, benevo-lencia o solidaridad, proporciona el motivo original para la clase deacciones que luego son regularizadas, reforzadas y sancionadas me-diante aprobación social. Sin embargo, la capacidad de operar de lasimpatía es muy limitada. Al estar tan estrechamente vinculada a losmecanismos asociativos y a las experiencias que las originan, la sim-patía no se puede extender a aquellos con los que no se mantienenvínculos personales. La simpatía es inadecuada como motivo quefundamente esas reglas morales y prácticas que van más allá de laasociación personal. Para una sociedad amplia, impersonal, es decir,comercial, son necesarias diferentes reglas. Y puesto que la justicia—que es el término general por medio del cual Hume denominaesas reglas— nos exige a menudo que hagamos cosas que no condu-cen a nuestro beneficio inmediato, no se puede, en sentido amplio,derivar a partir de ello otra disposición natural o interés propio. Sonnecesarias, pues, las virtudes artificiales, aquellas que surgen artifi-cial y necesariamente a partir de la educación y de las convencioneshumanas. La justicia es concebida como una virtud artificial para ar-monizar los intereses en conflicto de los miembros de la sociedad.De ella se desprenden algunas normas más concretas, como la de-fensa de la propiedad —siempre sometida a un criterio de utilidadsocial—, la seguridad en las transacciones comerciales y la obliga-ción de mantener las promesas, orientadas, claro está, a la incipientesociedad precapitalista británica.

Tal punto de vista se extiende al análisis de la teoría política: tanespeculativa y metafísica le parece la tradicional doctrina del dere-cho divino de los reyes, utilizada por el absolutismo, como la doctri-na racionalista del contrato social como forma de legitimación delpoder político. Nos interesa más su crítica del contractualismo, te-niendo siempre presente el modelo de Locke, ya que tal doctrina hasido uno de los pilares fundamentales de la teoría de los derechos na-turales.

35 La virtud natural de la simpatía es un sentimiento humanitario común a todos losmiembros de la especie que se manifiesta en el instinto humano de sociabilidad. Está clara-mente influído por la idea de benevolencia de Hutchenson.

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La crítica del contractualismo racionalista es empírica, analítica ynormativa

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. Desde un punto de vista empírico, Hume critica como fal-sa la existencia del estado de naturaleza y el contrato social. El estadode naturaleza y los derechos subjetivos morales son ficciones filosófi-cas, y el contrato social tampoco es un hecho histórico observable ca-paz de explicar el origen de los Estados. Además, sobre este criterionunca se podría justificar la obediencia política de las futuras genera-ciones que no hubieran intervenido en su génesis y aprobación. Tam-poco sirven como construcciones analíticas que pretenden proporcio-nar una explicación hipotética y condicional de la eficacia de losEstados y de su evaluación. El derecho de rebelión defendido por Loc-ke es absurdo y contradictorio y la legitimidad de un Estado por su ori-gen es a la vez insuficiente y superflua. La legitimidad del poder sólose adquiere por su ejercicio, que no puede provenir más que de la pro-pia opinión de los ciudadanos. La obediencia dura sólo en la medidaen la que el gobierno proporcione protección y seguridad.

Los gobiernos son dispositivos convencionales; no existen paracambiar nuestras naturalezas, sino para que nuestros cálculos se veanlimitados. No existen para hacer de nosotros ciudadanos altruistas,sino para garantizar que nuestro propio interés inmediato coincidacon el que tenemos a largo plazo. Dice Hume:

“La única dificultad está, por consiguiente, en encontrar ese expedien-te por el que los hombres curan su flaqueza natural, y que les somete a lanecesidad de observar las leyes de la justicia y la equidad, a pesar de su vio-lenta inclinación a preferir lo contiguo a lo remoto. Es evidente que nuncapodrá ser efectivo tal remedio, a menos que corrija tal inclinación; y comoes imposible cambiar o corregir ninguna cosa importante en nuestra natu-raleza, lo más que podremos hacer será cambiar nuestras circunstancias ysituación, haciendo de la observancia de las leyes de justicia nuestro inte-rés más cercano, y de la violación, el más remoto. Pero como esto es im-practicable con respecto a toda la humanidad, sólo podrá tener lugar por loque respecta a unos pocos, a quienes interesamos inmediatamente de este

36 También Adam Ferguson (1723-1816), que sucedió a Hume como conservador de la bi-blioteca de los abogados y fue profesor de filosofía moral en la universidad de Edimburgo, desa-rrolló la crítica de Hume al contrato social. En 1767 publicó su Ensayo sobre la historia de la sociedadcivil, donde el paso de la barbarie a la civilización se presenta condicionado por el proceso de ladivisión social del trabajo, y donde la propiedad privada y las instituciones de gobierno civil apa-recen relacionadas con los estadios del crecimiento económico. FERGUSON, A. Un ensayo sobre lahistoria de la sociedad civil, Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1974.

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modo en la ejecución de la justicia. Estas son las personas a quienes llama-mos magistrados civiles, reyes, ministros, gobernantes y legisladores, que,siendo personas sin intereses específicos en relación con la mayor parte delEstado, tampoco están interesadas —o este interés es mínimo— en come-ter acto alguno de injusticia y que, al estar satisfechas de su condición pre-sente y de su puesto en la sociedad, tendrán un interés inmediato en elcontinuo cumplimiento de la justicia, tan necesario para el mantenimientode la sociedad. Este es, pues, el origen del gobierno civil y la sociedad”

37

.Decía antes que uno de los problemas esenciales del pensamiento po-

lítico y moral del siglo XVIII —y no sólo del siglo XVIII sino también de lasciencias sociales— lo expresa la reflexión sobre la dualidad de la naturale-za humana, entre el egoísmo y la benevolencia

38

. Hume sostuvo, siguien-do a otros filósofos escoceses, que el hombre es egoísta en el sentido deque valora su propio bienestar por encima del de los demás, lo que noquiere decir que no valora el bienestar general. La explicación de la exis-tencia de los gobiernos se debe, precisamente, a esa combinación de argu-mentos individuales y sociales. Las obligaciones políticas libres sólo pue-den ser resultado de una convención entre individuos, interesados enproteger el orden social por su propia seguridad y por la propia supervi-vencia de la sociedad. Aquí no existen fundamentaciones morales absolu-tas, fidelidades en el mantenimiento de nuestra palabra, obligaciones pa-sivas y ciegas a contratos originarios. Aquí sólo hay un cálculo de utilidadde las consecuencias que se derivan del ejercicio del poder.

37 HUME. Tratado de la naturaleza humana, Ref. 23, libro tercero, parte II. Esta exposi-ción sobre la utilidad de la constitución de un gobierno es una anticipación de los moder-nos argumentos de la lógica de la acción colectiva de Olson. Si existen pequeños gruposinteresados en bienes indivisibles, no es necesaria coacción alguna para alcanzar su bien alargo plazo, porque cada uno sabe que si el otro deja de actuar, el conjunto se desmorona.Pero donde se hallan involucrados un gran número de personas, este tipo de factores nofuncionan, la ausencia de alguno no es esencial, y aparecen los free riders, personas quedescargan el peso total de la carga en las espaldas de los demás. Por ello es necesaria lacoacción de los gobiernos para procurar las contribuciones al bien público. OLSON, M.The logic of collective action, Harvard University Press, 1965.

38 J. ELSTER, en su conocida obra El cemento de la sociedad, Gedisa, Barcelona,1991, ha-bla de dos conceptos de orden social: el de configuraciones de conductas estables, regula-res, predecibles y el de la conducta cooperativa. Si del primero se deriva una concepcióndel desorden entendido como imposibilidad de predecir —expresado en la visión de lavida que tiene Macbeth, esto es, la vida concebida como “ruido y furia, cuento contado porun idiota que nada significa”— del segundo concepto se deriva una concepción del desor-den como ausencia de cooperación, expresado en la visión de la vida que tiene Hobbes enel estado de naturaleza. Este segundo problema pone de manifiesto la tensión entre egoís-mo y altruismo como uno de los dos temas centrales de la filosofía política y social.

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La discusión sobre la legitimidad y la obligación política en estaépoca no era una simple cuestión académica. El temor ante una posi-ble restauración de los Estuardo era una idea persistente en Escocia, yno sin razón. Seis años después de la publicación del Tratado de la natu-raleza humana, en 1745, Carlos Estuardo, el joven pretendiente al trono,nieto del depuesto Jacobo II, desembarcó en Escocia, fue declarado reyy marchó hacia el sur, provocando el pánico en Londres

39

. El propio

39 A la muerte de la reina Ana en 1714, y a pesar de los intentos de algunos tories por res-taurar la dinastía Estuardo en la persona del hijo de Jacobo II, el destronado rey por la Glo-riosa Revolución, accedió al trono de Gran Bretaña el hijo de la electora Sofía: Jorge Hanno-ver, instaurando así una nueva dinastía. A partir de entonces se va a ir constituyendo elmoderno sistema de partidos, se van a organizar los límites entre los distintos poderes, elParlamento va a ir aumentando su poder y el gobierno va a depender cada vez menos delmonarca. El rey conservará algunos poderes, como el de elegir a los ministros; pero la figurade un primer ministro surgió de la costumbre de los reyes de no asistir a las sesiones del ga-binete. No obstante, el primer ministro no tenía la potestad de formar gobierno, ni tenía queser necesariamente el jefe de su partido, ni tampoco era necesaria la mayoría parlamentaria.A su vez, el voto procedía de distintas comunidades y distritos: los intermediarios podía in-fluir, mediante todo tipo de prebendas, el sentido de las votaciones. En 1727 accedió al tronoJorge II, quien se mantendría en el poder hasta 1760. La riqueza y el desarrollo económicodurante esta época produjo cierta estabilidad social, liderada por una nobleza terratenienteque había alcanzado una gran prosperidad económica y un notable desarrollo cultural.Gran parte de los beneficios, se invirtieron en técnicas innovadoras —mejora de razas de ga-nado, técnicas de cultivo, herramientas para la agricultura,etc.— y en el cultivo de las artes.A esta poderosa clase se fueron uniendo banqueros, comerciantes y mercaderes, sobre todoen las ciudades. La clase trabajadora campesina siguió padeciendo condiciones de vida mi-serables que no mejoraron de manera significativa durante todo el siglo. El siglo XVIII vio elnacimiento de la industria y el comienzo de la construcción de una red de carreteras. La pro-ducción de carbón se multiplicó por cuatro desde principios del siglo XVIII, y hacia 1770 lamáquina de vapor empezó a ser rentable, aunque su uso generalizado no se produjo hasta elsiglo siguiente. El poderío industrial dio como resultado la primera flota militar y comercialde Europa. Las actividades industriales se desarrollaron primero en el marco de una pro-ducción a domicilio por cuenta de un fabricante comerciante, luego en el de la revolución in-dustrial. El punto de partida de esta revolución se halla en los descubrimientos realizados enInglaterra a partir de los años 1730 aproximadamente: máquinas textiles (lanzadera volantede John Kay, máquinas de hilar), fundición del mineral de hierro al coque,y, sobre todo,como antes he apuntado, la máquina de vapor puesta a punto por John Watt en 1769. Estepaso de la producción manual al maquinismo —revolución técnica sin precedentes en Euro-pa desde el Neolítico— permite la aparición de la factory,definida como la concentración enun mismo lugar de un número importante de medios de producción y de los trabajos nece-sarios. Este paso del domestic system al factory system se caracteriza además por la separaciónentre el capital representado por los propietarios de la fábrica, únicos perceptores del benefi-cio, y el trabajo, es decir, los obreros que venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario.La industria algodonera fue la primera afectada, después la metalúrgica. Hacia 1780, la granindustria inglesa basada en el algodón, el carbón, el hierro y la máquina de vapor se habíaadelantado medio siglo al continente europeo.

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Hume no consideró que la amenaza de la familia real jacobita estuvie-ra descartada. Considera que el paso del tiempo ha legitimado a la di-nastía de los Hannover, y aunque entiende que su origen se debió a uncambio de dinastía con intervención minoritaria de la población civil—con alguna dosis de violencia, como es el origen de la mayor partede los Estados— con el tiempo se ha convertido en legítima. Porque elinterés de Hume no consiste en discutir la legitimidad del título de ori-gen del poder, sino las consecuencias ventajosas que derivan de suejercicio. Durante la mayor parte de su vida Hume temió los entusias-mos y fervores incontrolables, las adhesiones sectarias y partidistasque podían dar lugar a conflictos destructivos. Partidario más de lasconvenciones que de las convicciones, fue enemigo de todo tipo dedogmatismos.

Hume no escribió ninguna obra general de economía, pero algu-nos de sus escritos breves tienen cierto interés para la filosofía econó-mica que posteriormente desarrollaría A.Smith. La economía políticade Hume está contenida principalmente en ensayos publicados entre1741 y 1752, así como en pasajes de su conocida History of England. Hayclaros precedentes de La riqueza de las naciones, como cuando Hume ar-gumenta en contra de las tarifas aduaneras y de otras intervencionesdel Estado en el comercio internacional. La cuestión del comercio in-ternacional y la política económica era uno de los asuntos dominantesde la polémica sobre el papel del Estado que tuvo lugar durante el si-glo XVIII. Hacía mucho tiempo que las relaciones internacionalesconstituían un objetivo primordial del análisis político y del interésacadémico, pero con anterioridad al siglo XVII el interés se centrabasobre todo en cuestiones como las sucesiones dinásticas, los tratados ylas alianzas por matrimonio y la guerra. Durante el siglo XVII la expan-sión del comercio provocó un desplazamiento del interés de los aspec-tos políticos de las relaciones internacionales a los aspectos económi-cos. Este nuevo interés por el comercio internacional como un asuntode Estado formaba parte de una tendencia más general de la políticaeconómica a la que los historiadores dieron el nombre de mercantilis-mo. La regulación del comercio internacional mediante tarifas, embar-gos y otros instrumentos era una parte de este complicado complejode regulación económica, cuyo objetivo consistía en mantener un su-peravit de la balanza comercial, esto es, que las exportaciones excedie-sen a las importaciones. Se defendía esto con distintos argumentos,uno de los cuales era que esa balanza comercial favorable significaríaun flujo de oro y plata que se consideraba deseable. Hume se pregunta

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por los efectos de un aumento brusco de la oferta monetaria del país:se produciría inmediatamente un aumento de los precios, lo que mo-vería a los ingleses a consumir más productos extranjeros. El efecto se-ría que Inglaterra importaría más y exportaría menos, y el metal mone-tario se enviaría a otros países en pago, y estos países importaríanmenos y exportarían más. Los precios empezarían entonces a caer enInglaterra y a aumentar en otros países. Este proceso continuaría hastaque hubiese salido de Inglaterra metal suficiente para que en otros paí-ses subieran los precios hasta volver a la relación anterior. Del análisisde Hume se deduce que éste consideraba que el mismo análisis de-mostraba por qué una política de restricción del comercio internacio-nal mediante tarifas aduaneras y prohibiciones tendría efectos contra-producentes similares.

4.3. Adam Smith (1723-1790)

Adam Smith nació en Kiirkcaldy, cerca de Edimburgo. Estudió enla universidad de Glasgow, donde fue influido por F. Hutcheson, laprimera personalidad sobresaliente de la ilustración escocesa. Des-pués de licenciarse en Glasgow, estudió en el Balliol College deOxford durante seis años. En 1748 volvió a Escocia (Edimburgo) don-de dio conferencias y trabó estrecha amistad con Hume. En 1751 ingre-só en el cuerpo docente de la Universidad de Glasgow, primero comoprofesor de lógica, y después de filosofía moral, momento en el quecomenzó a reflexionar sobre las ideas que le llevaron a publicar su pri-mera obra en 1759, Teoría de los sentimientos morales. Le siguieron susLecciones de jurisprudencia (1762-1766) y, su obra más conocida, Ensayosobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones (1776)

40

.

La persona más influyente sobre Adam Smith desde un punto devista intelectual fue, sin duda, su gran amigo David Hume. Smith re-conoció la importancia de un enfoque laico del conocimiento en el ám-

40 SMITH, A. Teoría de los sentimientos morales, Alianza, Madrid, 1997. Investigación sobrela naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones, Méjico, 1982. Lecciones de jurisprudencia,B.O.E., Madrid, 1996. Poco antes de su muerte en 1790, A.Smith dio orden de destruir to-dos sus manuscritos, excepto unos cuantos trabajos cuya publicación encomendó a sus al-baceas. No obstante, en 1896, el profesor Cannan descubrió y editó un conjunto importan-te de apuntes estudiantiles de las conferencias de Smith sobre “Justicia, policía, renta yarmas”, que no era otra cosa que las conferencias sobre jurisprudencia. Después de algúndescubrimiento complementario posterior, la versión de las Lectures on Jurisprudence fuepublicada en Oxford en 1978, editada por los profesores Meek, Stein y Raphael.

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bito de la filosofía moral y su método empírico. Sin embargo, Smith lle-vó a cabo una síntesis de elementos teóricos de la economía políticabritánica del siglo XVIII, desarrollados previamente por Mandeville,Hutcheson y Hume, junto a una creencia deísta y iusnaturalista de unmundo ordenado armónicamente —con el precedente de Locke— yalgunos conceptos de la fisiocracia de Quesnay sobre las ventajas de lariqueza y la libertad de comercio

41

.

Durante su juventud se interesó mucho por las matemáticas y lasciencias naturales, no sólo por sus aportaciones sustantivas al conoci-miento de las leyes de la naturaleza, sino por la metodología que apor-taban como enfoque apropiado para alcanzar el conocimiento en to-dos los campos. Partiendo su conocimiento de las ciencias naturales,formuló su método científico como una combinación de análisis teóricoy contrastación empírica. Rechazó a los cartesianos, que querían deducircómo era la naturaleza, y a los baconianos, que sólo querían describir susapariencias. Siguió a Galileo y a Newton, que habían demostrado cómose podía teorizar con las matemáticas y cómo se podía comprobar em-píricamente mediante la observación.

El equivalente del principio de la atracción gravitatoria de Newtones, en el ámbito de las ciencias de los fenómenos sociales, lo que Smithllama simpatía en su Teoría de los sentimientos morales: la capacidad delhombre para manifestar sentimientos solidarios hacia otras personas yla disposición para llevarlo a cabo. Sin embargo, en La riqueza de las na-ciones es el propio interés individual el que promueve relaciones de so-ciabilidad e intercambio, lo cual sería imposible construir a gran escalasólo por motivaciones de benevolencia o simpatía:

“No es la benevolencia del carnicero, del cervecero o del panaderola que nos procura el alimento, sino la consideración de su propio inte-rés. No invocamos sus sentimientos humanitarios, sino su egoísmo; nile hablamos de nuestras necesidades, sino de sus ventajas”

42

.

La combinación de ambos factores, por un lado, la motivación delpropio interés —entendido en sentido amplio, que abarca no sólo elafán de lucro, sino también la autoestima, la vanidad, el deseo de ho-nor— y la búsqueda del reconocimiento por los demás promueve el in-

41 No hay que olvidar que la doctrina del laisser-faire es una doctrina francesa impreg-nada de iusnaturalismo.

42 SMITH, A. Ref. 40, libro 1, cap. 2.

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tercambio con mutuo beneficio. Dada la expansión de tales relacionesde intercambio con mutuo beneficio, se conseguirán efectos beneficio-sos si el ámbito de intervención del Estado se limita de tal manera quedeje un amplio margen al campo de los intereses individuales

43

. El análi-sis económico de A.Smith parte del supuesto del libre mercado, en elque se dan cita todas las virtudes propias de una situación ideal de pro-ductividad: soberanía del consumidor, ocupación plena de recursos, di-namismo y rentabilidad de la actividad productiva, competencia perfec-ta, equilibrio, óptima asignación de los recursos, etc. La producción decada bien se iguala con su demanda efectiva y el precio con el coste deproducción. Sin necesidad de intervención estatal, el propio interés delos particulares les hace emplear su capital y trabajo en aquellos sectoresde la producción que les proporcionan mayores beneficios o salarios,produciéndose una distribución del capital de la sociedad entre los dife-rentes empleos de la manera más conforme a los intereses colectivos.

La mano invisible aparece una sola vez en la Teoría de los sentimientos mo-rales y otra en La riqueza de las naciones. Smith expone en la Teoría de los senti-mientos morales una especie de deísmo moral. La función de la “simpatía” ydel “observador imparcial” en la psicología de los sujetos individuales for-ma un todo social armónico porque una deidad sabia y benéfica lo diseñóde este modo

44

. Pero no existe razón alguna para atribuir esta concepciónteísta a La riqueza de las naciones. En esta obra el concepto de una mano invi-sible no es más que la idea de que hay leyes rectoras que controlan los pro-cesos económicos, al igual que hay leyes que rigen los fenómenos naturales.La compra y venta que se produce en la economía de mercado es un siste-ma ordenado: aunque cada participante en el mercado persigue su propiointerés, al hacerlo se ve conducido por una mano invisible para promover

43 La tesis del egoísmo racional como fundamento de la economía liberal —un indivi-duo es egoísta cuando persigue su propio interés y se rige por sus preferencias reveladas,esto es, la persona elige y decide buscando su propio provecho— no responde con exacti-tud a la idea que Smith tenía del egoísmo. En su Teoría de los sentimientos morales, Smith ha-bla de prudencia, y este término no se puede identificar con el egoísmo. La prudencia es launión de dos cualidades, la razón y el entendimiento, por un lado, y el dominio de unomismo, por el otro. Esta idea, que Smith toma de los estoicos, no es idéntica al egoísmo, o alo que Smith denominó narcisismo. Véase sobre este punto SEN, A. Sobre ética y economía,Alianza, Madrid,1987, pp.39 y ss.

44 La idea de que el mundo es un orden armonioso, pese a la presencia manifiesta delconflicto, la confusión y el azar tiene una larga historia que se remonta hasta los grandespensadores griegos de la época clásica. No obstante, es la idea leibniziana de la armonía laque predomina en el pensamiento moderno. Tal idea influirá poderosamente en la fisio-cracia y en la economía política ilustrada.

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un fin que no formaba parte de su intención. La idea de que la principal ta-rea de la teoría social es estudiar las consecuencias no queridas de las accio-nes individuales ocupó, como sabemos, un lugar destacado entre los filóso-fos escoceses del siglo XVIII, pero fue A. Smith quien lo utilizó con eficaciaen el análisis del mecanismo de organización del mercado, que crea ordensin autoridad coercitiva y sin exigir que los seres humanos muestren senti-mientos benévolos y un comportamiento altruista superior a sus propiascapacidades

45

. El providencialismo de tal concepción puede remitirse aldeísmo de los teóricos del derecho natural. Smith entiende la doctrina delos derechos naturales como si se derivasen de las leyes de la naturaleza, co-metiendo la falacia naturalista denunciada por Hume.

Smith combinó una teoría de los derechos naturales con una teoríasobre el desarrollo social de las leyes e instituciones legales

46

. La expli-

45 La idea de las consecuencias inintencionadas juega un papel fundamental en la cons-trucción teórica de Smith : como ya se ha señalado, según esta idea los resultados de las accio-nes humanas son independientes de sus motivaciones y de los planes deliberados previamen-te trazados. El pensamiento conservador siempre ha partido del supuesto de que la historia, aligual que sucede con las instituciones que son su resultado, no puede reconstruirse artificial-mente, sino que es el subproducto natural —en el sentido de no artificial, esto es, espontá-neo— de las imprevisibles interacciones humanas. Según esta concepción, los procesos histó-ricos son radicalmente espontáneos, y todos los intentos por corregirlos o reconstruirlosartificialmente estarían condenados a fracasar: bien porque resultarían inútiles y superfluos obien porque generarían incalculables efectos contraproducentes y perversos.

Tal tesis de la perversidad —como la ha llamado HIRSCHMAN en Retóricas de la intransigen-cia, Méjico, F.C.E., 1991— no sólo invalida las pretensiones de cambio social de toda revolución,sino que además invalida las virtualidades de la teoría de la modernización y el progreso: no esposible llevar a cabo políticas de cooperación para el desarrollo de países no modernizados ni de-sarrollados. La cuestión que se plantea es el problema teórico de los subproductos colaterales,efectos secundarios o consecuencias no queridas de los actos. Como sostenía Ferguson, la histo-ria es el resultado de las acciones humanas, y no de las intenciones humanas, o como decía Marx,los hombres hacen la historia, pero no saben que la hacen. Si bien la humanidad es el sujeto de lahistoria, su protagonismo es de naturaleza no intencional: un subproducto necesariamente im-previsto. Las consecuencias imprevistas determinan, lo que se ha llamado, la heterogonía de losfines (STARK, W. “Max Weber y la heterogonía de los fines”, en PARSONS y otros, Presencia deMax Weber, Buenos Aires, Nueva Visión, 1971.) cuya primera versión optimista se dio en la escue-la de los ilustrados escoceses presididos por Hume. Precisamente los dos ejemplos más conoci-dos serían la mano invisible de A. Smith —que ordena automáticamente el agregado social de laserráticas conductas individuales— y la fábula de Mandeville sobre los vicios privados y las públi-cas virtudes: persiguiendo su propio interés egoísta, los individuos pueden producir sin saberloorden social y desarrollo económico. El extremo opuesto pesimista sería el de Max Weber, quiensólo advierte la acción histórica de las consecuencias imprevistas negativas.

46 Sobre el pensamiento político y moral de Smith puede verse el trabajo MACCOR-MICK, N. “Derecho y Economía: el análisis de Adam Smith”, ahora en Derecho legal y social-democracia, Tecnos, 1990, cap. 6, y la bibliografía allí citada.

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cación general que Smith ofrece sobre nuestras percepciones moralesse basa en la idea del espectador imparcial expuesto en su Teoría de lossentimientos morales. Entre las acciones que los seres humanos puedenllevar a cabo en sus relaciones con los demás, algunas producen dolory daño. Dado que entre ofensor y ofendido sólo se pueden dar relacio-nes teñidas por sentimientos personales, y dado que la moralidad sebasa en un sentido común de corrección e incorrección entre los sereshumanos, sólo es posible determinar la postura general mediante lareferencia al punto de vista de un espectador imparcial, esto es, al-guien que no tiene ninguna predisposición por alguna de las dos par-tes.

Adam Smith sostiene que existen derechos naturales del mismomodo que existen daños naturales, con independencia del contextocultural donde se produzcan. Pero también existen derechos que, aun-que tienen un fundamento natural, su protección y observancia forzo-sa son reguladas por el derecho positivo. El Derecho positivo los regu-la de diferentes modos según las circunstancias, y la variabilidad desus regulaciones depende del tipo de economía de la sociedad de quese trate. Con respecto al Derecho positivo, Smith tiene una concepciónvoluntarista, propia del positivismo jurídico benthamita y austiniano,identificando el derecho positivo de un Estado con la orden del sobe-rano. Si bien el derecho positivo emana de las instituciones del gobier-no, su función es garantizar la justicia, en el sentido de prevención yrepresión de los daños. No sustituye a lo moralmente correcto, sinoque lo garantiza y refuerza. Además, la propiedad y el gobierno, estoes, la economía y el derecho, están íntimamente entrelazados. Las for-mas de gobierno y las relaciones de producción son interdependien-tes. El Derecho positivo está determinado por el tipo de economía deuna sociedad.

Smith confiaba en el mecanismo de mercado, pero no creía que fun-cionara perfectamente. A pesar de su optimismo sobre las consecuenciasno queridas de las acciones humanas, Adam Smith no defiende una con-cepción absoluta de la doctrina francesa del laissez-faire. Su investigaciónsobre los mecanismos del mercado le llevó a la conclusión de que no ge-nera siempre un orden espontáneo. Las actividades individuales no se co-ordinan espontáneamente, sólo puede haber coordinación cuando existeun marco general normativo que establece normas de justicia. Por eso esnecesario el Estado, y sus funciones no se deben limitar al mantenimientode la defensa nacional y a la administración de justicia. Las normas de jus-ticia son necesarias para la consecución de las relaciones de equilibrio que

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corresponden al modelo teórico de la competencia perfecta. Además, loscomportamientos que están guiados por el propio interés tienen tambiénconsecuencias perjudiciales, como por ejemplo la parcelación de sus inte-reses individuales con el consiguiente resultado en detrimento de los in-tereses colectivos. Por ello es conveniente que el Estado intervenga paragarantizar a todos los ciudadanos una educación básica a favor de con-ductas que promuevan el interés colectivo. Claro está que el Estado seríauna especie de mano invisible subsidiaria que actúa con el objetivo debuscar la máxima prosperidad de los ciudadanos. No obstante, su tarea esprioritaria en el ámbito de la defensa —Smith es partidario de la existenciade ejércitos permanentes y profesionales— , la administración judicial —que garantiza las normas de equidad y legalidad que permiten la convi-vencia— y un conjunto de actividades que llenan el vacío de la iniciativaprivada y que repercuten en el interés público. Dice Smith:

“...mantener ciertas obras y establecimientos públicos cuya erección ysostenimiento no pueden interesar a un individuo o pequeño número deindividuos, porque los beneficios no compensan los gastos que pudierahaber hecho un individuo o un pequeño número de individuos, auncuando sean muy frecuentemente remuneradoras para una gran socie-dad...la renta general de la sociedad, además de sostener los gastos que re-quiere la defensa y la dignidad del (Estado) Soberano, debe suplir defi-ciencias de muchas ramas particulares de ingresos”

47

.

Es obvio que Smith critica duramente las intervenciones económicasinnecesarias; además tenía una opinión muy negativa de ese “animal in-sidioso y astuto, al que vulgarmente se denomina estadista o político”,pero también tenía una opinión pobre de los hombres de negocios, queandaban siempre conspirando contra el interés público al restringir lacompetencia y presionar a las autoridades para obtener privilegios es-peciales. Gran parte de La riqueza de las naciones es una crítica del mer-cantilismo por sus objetivos erróneos y su deficiente fundamento cientí-fico. El objetivo principal de Smith fue mejorar la política económica delEstado proporcionando una base sólida para el análisis económico. Suconclusión fue que podría lograrse una gran mejora si se desmantelabagran parte del aparato de intervención pública que había crecido en In-glaterra desde la época de los Tudor. La legislación económica del sigloXVIII contenía normas muy amplias irracionales e incoherentes, aplica-das por una burocracia estatal ineficaz y corrupta. Esto explica en gran

47 SMITH, Ref. 40, libro 4, cap. 9 y libro 5, cap. 1, parte 3.

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parte la crítica de Smith, cuya teoría se basaba más en la observación y elanálisis que en los principios dogmáticos del laisser-faire.

5. RADICALISMO FILOSÓFICO Y LOS ORÍGENES DEL LIBERALISMO. LA ILUSTRACIÓN JURÍDICA

Si bien la corriente de pensamiento jurídico dominante en Europa du-rante el siglo XVIII, denominada ilustración jurídica, posee ciertas caracte-rísticas comunes —como son su concepción racionalista y subjetiva delderecho natural, su concepción voluntarista del derecho positivo, la pri-macía de la ley como fuente del Derecho, la defensa de la codificación,etc.— la ilustración jurídica en Inglaterra presenta unas notas peculiares

48

.Tal doctrina tuvo sus precursores entre los filósofos del empirismo inglés(Bacon, Hobbes, Locke). La idea de que la tarea de los jueces consiste eninterpretar la ley mediante su aplicación, reservando la tarea de su crea-ción en otras instituciones, y la defensa del valor de la certidumbre delDerecho ya se estaban configurando en el siglo XVII, especialmente,como pionero, en la obra de Bacon

49

. Pero el precursor más importante dela ilustración jurídica fue Hobbes, defensor de la unificación del poder po-lítico y de las fuentes del Derecho, de la primacía de la legislación sobre lacostumbre y el poder judicial —en polémica con Coke—, de la certeza delDerecho: Hobbes dediende el Estado absoluto, pero no el Estado arbitra-rio. Y si Hobbes es el filósofo del absolutismo ilustrado, Locke lo es de lailustración liberal. Es decir, es el propio empirismo inglés quien siembralas bases teóricas de la ilustración en el ámbito jurídico, y, sin embargo, nofue Inglaterra un lugar adecuado para que cristalizase su resultado final,la codificación. Tan sólo tuvo un defensor excepcional, Bentham, pero ais-lado en un contexto hostil a tal pretensión. En realidad, la ilustración jurí-dica inglesa se centra en torno a su personalidad y a su extensa obra, lacual abarcó numerosas disciplinas jurídicas y filosóficas

50

.

Uno de los ejes centrales del liberalismo político inglés lo constituye-ron las sectas religiosas no conformistas, quienes trataban de proteger y

48 Véase CATTANEO, M. Iluminismo e legislazione, ed. di Comunità, Milán, 1966, pp. 60 y ss.49 “Judges ought to remember that their office is ius dicere y no ius dare; to interpret law,

and not to make law, or give law”, BACON, F. “Of Judicature”, en Essays, ed. Everyman´sLibrary, Londres, 1958, p. 162. O en otro pasaje: “legis tantum interest ut certa sit, ut absquehoc nec justa esse posset”, en De Dignititate et Augmentis Scientiarum, libro VIII, título I.

50 Aquí tan sólo se presentarán algunos aspectos de la obra de Bentham, ya que sucontribución al liberalismo y la teoría política democrática serán estudiados en un volu-men posterior.

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extender sus libertades religiosas y su participación en los derechos polí-ticos

51

. Los primeros liberales, en su mayor parte de ideas provincianas ydoctrinarias, también estaban interesados en los bienes públicos y enuna incipiente filosofía social que superaba la filosofía individualista dela era revolucionaria. De este modo se pudo trazar un puente entre elprimer liberalismo, defensor de las libertades civiles, y su adaptación alos cambios exigidos por el primer industrialismo, promotor de exigen-cias sociales más comprometidas. La línea divisoria se puede dibujarcerca de J.Stuart Mill, cuya obra abarca ambas concepciones

52

.

No obstante, la versión clásica del liberalismo, la de los radicales fi-losóficos, sostenía un programa de reformas legales, económicas y po-líticas sustentadas en presupuestos utilitaristas basadas en el principiode la mayor felicidad del mayor número. Sostenían que este principioera la única guía racional de la moral privada y de las políticas públi-cas. Precisamente, el utilitarismo dieciochesco es una de las tendenciasempiristas que conformaron la ilustración, como lo demuestra la obrade Helvétius en el ámbito francés y Beccaria en el italiano —del queBentham había tomado la fórmula de la mayor felicidad del mayor nú-mero—. La filosofía jurídica de Bentham se basaba en una concepciónobjetiva de la ética sustentada sobre un principio absoluto, lo que leiba a permitir establecer leyes racionales y válidas para todos los hom-bres y proyectos de códigos para distintos países, con independenciade sus características peculiares. Bentham forma parte de la ilustraciónracionalista y pretende elaborar una teoría descriptivo-explicativa queproporcione una base de contrastación empírica de su concepciónnormativa. Partiendo de una idea sensualista de la utilidad como pla-cer y dolor, propone un cálculo del placer o bienestar colectivo basadoen una agregación de placeres y dolores individuales que proporcioneuna fórmula general de bienestar social, destinada a ser aplicada porun gobierno neutral. En una segunda etapa Bentham entiende el prin-cipio de utilidad de una manera más amplia y abierta, basada en un in-dividualismo normativo corregido por la intervención pública.

53

51 Sobre la importancia del no conformismo y del radicalismo filosófico en la vida política deInglaterra a comienzos de siglo, véase HALÉVY, E. Histoire du peuple anglais au XIX e siècle, vol I.“L´Anglaterre en 1815”, Editorial Hachette, Paris, 1973 y The growth of philosophic radicalism, Ref. 4.

52 SABINE, G.H. Historia de la teoría política, F.C.E., 1972, p. 492.53 En Bentham no cabe hablar de una armonía natural de intereses individuales, sino

de una armonización artificial mediante la intervención política y legislativa. Benthamdistingue entre motivaciones y consecuencias de la conducta humana, y establece el prin-cipio de la mayor felicidad para el mayor número como criterio normativo público.

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En la primera obra de Bentham, el “Fragment on Government”,publicada en 1776, se anuncia su proyecto filosófico y político

54

: laobra es una crítica de los “Commentaries” de Blackstone y de las profe-siones jurídicas y las concepciones whig del gobierno inglés. Frente alobjetivo expositor del sistema jurídico inglés de Blackstone —que en-mascaraba una apología del status quo— Bentham reivindica la fun-ción censoria y crítica de la jurisprudencia, basada en el principio deutilidad. Bentham fundamenta tal pretensión en Hume, cuya crítica sedirigía contra el aparato conceptual de la irrevocabilidad de los dere-chos y las limitaciones contractuales al poder del gobierno, demos-trando que carecían de sentido o que eran referencias confusas al prin-cipio de utilidad. La base del gobierno no es el contrato, sino lasatisfacción de las necesidades humanas. En este sentido Benthamaparece como un adversario de la doctrina de los derechos naturales,propia de la ilustración europea; Bentham no sólo fue un enemigo deliusnaturalismo conservador inglés —representado por Blackstone—sino también del iusnaturalismo revolucionario continental, ya en suforma de la defensa de una ley natural objetiva, como en la idea de losderechos naturales subjetivos, a los que llega a califica de “nonsense,nonsense upon stilts”

55

. Para Bentham los derechos no pueden existirantes del Estado, sólo pueden ser creados por las leyes: el concepto dederecho subjetivo es un concepto jurídico-positivo, alejado de cual-quier concepción metafísica. De acuerdo con la tradición empirista ymaterialista, Bentham trata de rechazar desde sus primeros escritos loserrores y falsedades basados en especulaciones metafísicas a los quedenomina ficciones y sofismas, que no son otra cosa que enmascara-mientos teóricos de intereses particulares. Tales entidades misteriosasy ficticias, como los conceptos de obligación, deber, derechos y justicia,son metáforas engañosas que ocultan la realidad y hacen confuso elrazonamiento jurídico y político. En particular, es especialmente críti-co con la doctrina de los derechos naturales —en la que, además de

54 Fragmento sobre el gobierno,trad. de J.Larios, Madrid, Aguilar,1973. Las obras comple-tas de BENTHAM están en curso de edición , The Collected Works of Jeremy Bentham, Claren-don Press, Oxford. De la bibliografía sobre Bentham, imposible de reseñar aquí, señalarédos obras imprescindibles: la recopilación de HART, Essay on Bentham. Studies in Jurispru-dence and Political Theory, Oxford University Press,1983 y ROSEN, F. Jeremy Bentham and Re-presentative Democracy, Oxford University Press, 1983. En castellano ha de consultarse MO-RESO, J.J. La teoría del Derecho de Bentham, P.P.U., Barcelona, 1992.

55 BENTHAM, J. “Anarchical Fallacies”, en Nonsense upon Stilts, edited by J. Waldron,Methuen, Londres y Nueva York, p. 53. La cita completa es : “Natural rights is simple non-sense: natural and imprescriptible rights, rethorical nonsense,-nonsense upon stilts”.

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Blackstone, incluye a Grocio, Puffendorf y Burlamaqui— y del contra-to social, siguiendo el precedente de Hume. Tal crítica la resume muybien el profesor Colomer:

“Por un lado, realiza una crítica epistemológica. Refuta así la vera-cidad de los supuestos iusnaturalistas, ya que los hombre no nacen li-bres e iguales —observa— , sino dependientes y desiguales, y niega laexistencia de tales entidades jurídicas. Las especulaciones sobre el de-recho natural son, para Bentham, “sonidos sin significado”, “una for-midable no-entidad” y un “oscuro fantasma”, en las que se confundeun programa normativo con una imaginaria realidad positiva o, entérminos de Hume, el deber- ser con el ser.

Por otro lado, Bentham hace una evaluación consecuencialista, yconsidera entonces que, políticamente, la doctrina iusnaturalista es in-útil y perjudicial. Así, muestra las contradicciones internas de las de-claraciones revolucionarias de derechos. En ellas se afirman unos de-rechos subjetivos absolutos, incluído el de propiedad, y al mismotiempo se establecen unas leyes para su regulación; se defiende el de-recho de resistencia y al mismo tiempo se establece la obligación deobedecer al gobierno y a la ley cuando, como Bentham reitera, un ius-naturalismo consecuente debería llevar al anarquismo. Siendo, pues,los derechos naturales, “cuerpos incorpóreos”, no cabe sino optar poruna concepción positivista y realista del derecho en la que las leyessean concebidas como instrumentos para la consecución de unos finesconvenidos por la sociedad”

56

.

Del mismo modo, y siendo coherente con sus presupuestos empi-ristas y utilitarios, critica la doctrina del contrato social, no sólo la ex-puesta por Blackstone, sino también a Hobbes, Locke y Rousseau.Además de considerar la idea del contrato como una mera ficción ima-ginaria, tan poco cree en su fuerza como hipótesis condicional, en lamedida en que no tiene fuerza vinculante para lograr conformidad yadhesión, lo que sí tiene el principio de utilidad vinculado a la legitimi-dad de ejercicio de los poderes públicos.

En el pensamiento de Bentham fueron siempre constantes sus objeti-vos reformadores, la idea de la unificación de las fuentes del Derecho en lalegislación y de la consiguiente preeminencia de ésta sobre la jurisdicción.El mejor instrumento de la reforma del Derecho es la legislación, no sólo

56 COLOMER, J.M. Ref. 5, pp.68 y 69.

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por la unificación de criterios sobre los demás poderes, sino también —yesto se advierte en la fase más madura del pensamiento de Bentham— porel principio de la mayor representatividad del poder legislativo sobre elresto de los demás poderes. Bentham critica las tesis conservadoras deCoke y Blackstone cuando sostienen que los jueces tienen la facultad deanular las leyes emanadas del Parlamento cuando son contrarias a las le-yes naturales. La idea que subyace a tal crítica es la defensa a ultranza de lacerteza y seguridad jurídica contra el modelo del common law, esto es, el de-recho de producción judicial dominante en Inglaterra, el cual, a pesar delas tareas de recopilación y unificación de la documentación llevadas acabo por Blackstone, presentaba una confusión e incertidumbre alarman-tes. Bentham sostiene que la certeza constituye la mayor utilidad de las le-yes, así como parte de su justificación. La incontrolada producción judicialbritánica es, en realidad, sostiene Bentham, una legislación retroactiva:

“Do you know how they make it? Just as a man makes laws for hisdog. When your dog does anything you want to break him of, you waituntil he does it and then beat him. This is the way you makes laws foryour dog, and this is the way judges make laws for you and me”

57

.

El medio principal para evitar los defectos del common law es la de-fensa de la codificación, técnica imprescindible para obtener un ordena-miento jurídico determinado, coherente y completo. En su opinión lacodificación debía ser una obra eminentemente filosófica, racional, ale-jada de tecnicismos jurídicos —que sólo servirían para mantener situa-ciones de privilegio— y basada en el principio de utilidad. Se trata de lamisma pretensión racionalista de los revolucionarios franceses, con ladiferencia de la defensa del principio de utilidad frente a las concepcio-nes de los derechos naturales. Los códigos no deben ser una simple co-lección de leyes, sino un conjunto coherente de normas coordinadas entorno a unos principios simples y claros: debe ser un conjunto completo,claro y preciso de disposiciones coherentes, susceptible de ser conocidopor todos los ciudadanos y blindado frente a la posible manipulación delos juristas. Para ello las leyes deberán estar acompañadas de una moti-vación que explica su finalidad y alcance. Tales objetivos exigían unaprofunda renovación del Derecho en Inglaterra, no sólo desde el puntode vista formal, sino también sustantivo. Precisamente, una gran partede la obra de Bentham está destinada a establecer normas técnicas que

57 BENTHAM. Works, edición Bowring, Edimburgo, 1843, vol.V, p. 231. Se trata de laanterior edición de las obras completas de Bentham, ahora en proceso de una nueva edi-ción muy ampliada, Ref. 92.

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derivan del principio de utilidad para su aplicación en los distintos ám-bitos del derecho civil, penal, procesal e internacional, así como en la or-ganización de la administración de justicia y la política económica. Losobjetivos generales de la legislación se articulan en torno a la prioridaddel principio de seguridad: sólo las normas jurídico-positivas puedenofrecer garantías para la libertad de cada uno frente a las posibles inter-ferencias de los demás, sean sujetos privados o poderes públicos, lo quepermite crear las condiciones del ejercicio de la libertad.

En el ámbito del derecho civil, el proyecto ilustrado de Benthamexigía un análisis de los derechos y obligaciones legales en función dela ayuda o interferencia que su aplicación producía en el cambio debienes y servicios del que depende la utilidad. Todas las obligacionesjurídicas debían imponer una limitación a la libertad de estos cambios.Sabine describe muy bien esta idea:

“Un derecho supone, para una persona, que su libertad de acción estágarantizada por una sanción que impide que otra persona la invada y estopuede justificarse sólo por la relativa utilidad de esa limitación en compa-ración con lo que sucedería si los actos de ambas personas se dejaran a suelección voluntaria. En todos los casos, la utilidad de la legislación debemedirse en términos de su efectividad, el precio de su aplicación y, en ge-neral, sus consecuencias para producir un sistema de cambios que en ge-neral sea ventajoso para la mayoría de los miembros de la comunidad. Lautilidad es la única base razonable para hacer obligatoria la acción”

58

.

Para Bentham la seguridad de la propiedad es una condición nece-saria para realizar la mayor felicidad, si bien puede verse sometida acriterios de redistribución mediante el logro de un equilibrio funcionalentre seguridad e igualdad. Del mismo modo, la santidad de los con-tratos se justifica realmente sólo porque contribuye al mantenimientoy a la confianza en las transacciones comerciales.

En el ámbito del derecho penal el principio de utilidad aportaba unelemento esencial para el cálculo racional de las sanciones

59

. Frente a

58 SABINE, G.H. Ref. 51, p. 497.59 Los orígenes de la ilustración penal inglesa se deben rastrear en la obra de Hobbes. Se

caracteriza por la reflexión sobre la retribución penal, la organización y administración de larepresión penal —en particular, la administración penitenciaria— y las relaciones entre lasacciones delictivas y la marginación social. En los comienzos de estas reflexiones se puede en-contrar la doctrina de algunos moralistas como Joseph Butler, Francis Hutchenson y H. Fiel-ding. Sobre el desarrollo de estas ideas véase TARELLO, G. Storia della cultura giuridica moder-na. vol. I: “Assolutismo e codificazione del diritto”, Il Mulino, Bolonia, 1976, pp. 393-415.

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las tesis retribucionistas que fundamentan la justificación del castigoen la teoría del merecimiento, la concepción utilitarista parte del princi-pio de que el castigo es siempre un mal, por lo que sólo se justifica entanto que evita un mal mayor futuro o repara un mal ya provocado

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.Por tanto es obligado construir una clasificación de los delitos en tér-minos del daño que producen. La regla es que el daño ocasionado porun castigo debe exceder del beneficio obtenido al cometer el delito,pero debe exceder lo menos posible del mal provocado por la ofensa.De ello se deriva la necesaria proporción entre los delitos y las penas, yel establecimiento de la pena privativa de libertad como sanción máxi-ma del ordenamiento jurídico. Como es sabido, Bentham dedicó granparte de su tiempo al diseño de un modelo de prisión, conocido comoel Panóptico, que debía reunir las condiciones de economía, seguridady humanitarismo: un edificio con forma de anillo controlado por unavigilancia central, en el que no caben los castigos corporales, donde sevigilan a los vigilantes y donde se promueven la educación y la rein-serción de los presos

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. Tales ideas deben mucho a Beccaria, aunqueBentham estaba más motivado por el orden y la eficacia que por moti-vos humanitarios, si bien es cierto que su obra contribuyó para fomen-tar el mejoramiento de las prisiones

62

. También contribuyó a ello suteoría del proceso y de la organización judicial, donde pudo plasmarsus ideas ilustradas: el formalismo, la oscuridad y los tecnicismos lega-les tienen como resultado un máximo de gastos, demoras y molestiaspara los litigantes, priva de la justicia a un gran número de personas yhace caprichoso e incierto el resultado de los procesos. Para remediartales defectos Bentham propugna la sustitución de los alegatos forma-les por procedimientos informales ante árbitros capaces de favorecerla conciliación entre las partes, la sustitución de honorarios por suel-dos estables para los jueces y una organización más racional y cohe-rente de los tribunales de justicia. Su descripción de los abogados de laépoca no tiene desperdicio:

“Una pasiva y enervada raza, dispuesta a aceptar sin protesta y acontentarse con cualquier cosa, incapaz de distinguir lo justo de lo in-

60 Véase BETEGÓN, J. La justificación moral del castigo, Centro de Estudios Constitucio-nales, 1992.

61 Los proyectos de reformas legislativas de Bentham, y en especial su Panóptico, nofueron atendidos por los gobernantes ilustrados de la época.

62 Sobre los orígenes del humanitarismo penal y procesal véase el cap. IV del primervolumen de esta Historia de los derechos fundamentales, Ref. 7, pp. 455-505.

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justo, y sin indicación definida por uno u otro, insensible, miope, obs-tinada, abúlica y, sin embargo, predispuesta a sumirse en convulsio-nes por infundados terrores, sorda a la voz de la razón y de la utilidadpública, obsequiosa únicamente para el susurro del interés y para loscaprichos del poder”

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. La obra de Bentham no sólo contribuyó a modernizar la adminis-

tración de justicia en Inglaterra durante el siglo XIX, sino que tambiénpromovió la discusión social sobre la política económica y su capaci-dad de redistribución igualitaria de la riqueza y la renta como factoresimprescindibles en la búsqueda de la felicidad general. En sus escritoseconómicos se analiza el concepto de utilidad marginal, esto es, la utili-dad proporcionada por la última unidad de dinero recibida o la últimaunidad consumida de un bien, y el de utilidad marginal decreciente, se-gún el cual una misma unidad de dinero o de bienes proporciona me-nor satisfacción cuanto mayor cantidad de dinero o de bienes posee elindividuo que la recibe. Sobre tales conceptos adelanta muchos de lostemas desarrollados por la teoría económica del bienestar en el sigloXX, como la mensurabilidad comparativa de la utilidad o bienestar in-dividual, la posibilidad de establecer una función general de bienestarsocial, la compatibilidad entre los criterios de eficiencia y justicia distri-butiva, etc. Es decir, que a pesar de la defensa individualista de la con-secución de un interés común —mostrando a los individuos que susintereses egoístas se verán mejor satisfechos en un marco social deprosperidad general— Bentham no confía en ninguna armonía natu-ral de los intereses contradictorios de la sociedad, sino en una armoníaartificial capaz de corregir las descompensaciones producidas por unadistribución desigualitaria de la riqueza, para lo cual es imprescindiblela intervención normativa del Estado.

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