La Iluminación en La Negrura de Los Perros
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La iluminación en la negrura de Los Perros.
Scotto, Victoria
2014
“Trató de encontrar en su interior el espacio para la presencia de Dios y pensó que
discernía una palidísima silueta, un significativo vacío que nunca había notado, en la parte
posterior de su cráneo. Parecía elevarse y fluir hacia arriba y hacia afuera, formando de
repente una penumbra ovalada de varios metros, una envoltura de ondulante energía o,
según trató de explicarlo más tarde, de ‘luz coloreada e invisible’ que la rodeaba y la
contenía.” (181)
“Durante ese tiempo yo estaba deseoso de que Bernard reconociese la identidad de su
salvadora. Le pregunté su nombre –Grete- y se lo repetí a él. Bernard estaba
concentrándose en su dolor, inclinado sobre él, y puede que incluso estuviese ligeramente
conmocionado; pero yo insistí con interés de ¿qué exactamente? ¿Perturbar al
racionalista? ¿En mí? ¿En él? Finalmente Bernard levantó una mano en dirección a la chica
para que ella se la cogiese y dijo
-Grete, gracias querida. Me has salvado el pellejo.
Pero no la miraba mientras se lo decía.” (121)
“El negro más profundo e informe del armario del interruptor estaba a unos seis metros de
distancia y yo me iba guiando hacia él siguiendo con la mano el borde de la mesa de la
cocina. Desde la infancia no me había sentido tan intimidado por la oscuridad. (…) Me
obligué a continuar hasta dejar atrás la mesa de la cocina. La mancha en la pared era tan
negra que palpitaba. Tenía un centro, pero no tenía bordes. Levanté la mano hacia ella y
fue entonces cuando me falló el valor. No me atreví a tocarlo. Di un paso atrás y me quedé
allí, paralizado por la indecisión. Estaba atrapado entre mi razón, que me urgía a moverme
rápidamente, dar paso a la corriente y ver a la luz artificial que la normalidad simplemente
continuaba como siempre, y mi miedo supersticioso, cuya simplicidad es aún mayor que la
cotidianeidad.” (140)
Mc Ewan, Ian. Los perros negros.
Oscuridad
La potencia de la oscuridad: la experiencia no resuelta del terror a la muerte, al dolor y a
lo desconocido.
La oscuridad, sin embargo, no es otra cosa que la falta de luz.
En Los perros negros, los tres personajes centrales experimentan momentos de densa
oscuridad: June la vive psíquicamente, Bernard espacial e internamente y Jeremy física y
concretamente.
June se enfrenta a los perros negros y experimenta el terror en su expresión más clara: el
miedo a ser devorada le nubla el sentido y recurre a una experiencia no racional para
hallar claridad: en este proceso, solo encuentra una masa oscura que le inunda el cerebro.
Cuando se apaga en ella la esperanza de que sus temores sean infundados y comprende
que en verdad los perros van a dañarla, quizás a matarla, recurre a su propia psiquis
buscando “en su interior el espacio para la presencia de Dios”. En su lugar apenas
distingue una silueta pálida (un objeto luminoso) en medio de una gran penumbra. Se
entrega a esa masa oscura cuando toda su mente se ha quedado vacía: se deja ir en esa
“noche del sentido” (tal y como la describe San Juan de la Cruz) sintiendo la penumbra
como una masa física que la invade.
La noche de Bernard en Berlín es doble: la espacial, la noche sobre la ciudad, y la interna
de la oscuridad del dolor en la que queda sumido después de la agresión física que le
infringen los niños a los que él se enfrenta cuando éstos le propinan un golpe en la
espinilla. La oscuridad incluso puede llegar a volverse total: está explícito en la experiencia
como la narra Jeremy que los niños podían matarlo a patadas, conduciéndolo hacia la
ceguera del sueño eterno. El dolor de su cuerpo se suma además a su dolor emocional: la
soledad por la pérdida de June, el derrumbamiento de su ideología política simbolizado en
la caída del muro de Berlín y la caducidad de su figura moral y física frente a unos simples
niños que lo atacan se conjugan para potenciar la ceguera de Bernard, quien no es capaz
de ver nada al punto de solo inclinarse sobre su propio dolor, de cegarse con lágrimas al
conmocionarse y dejarse llevar por él.
Jeremy se encuentra, muchos años después, solo en la casa que June compró
inmediatamente después del episodio en que la invade la oscuridad. Y cuando llega se
encuentra, de noche, sumido es su propia negrura: la física que lo rodea, la carencia de luz
dentro y fuera de la casa. Y el temor lo invade como a un niño.
Este temor está asociado a la voz (a la presencia vacía, al “espíritu”) de June en esa misma
casa, a las múltiples invocaciones que ella hizo a espíritus supraterrenos en esa casa. En el
caso de Jeremy, ese “temor supersticioso” está relacionado, según él mismo logra atisbar,
a los bordes desconocidos de esa oscuridad. Jeremy, adulto, teme como un niño a que en
la oscuridad se escondan fuerzas que lleven hacia lo desconocido, y por esto mismo teme
a no poder definir los límites de esa penumbra. Incluso, el momento en que el temor se
apodera de él es porque tiene que acercarse a la “mancha informe” y “sin bordes” que es
el punto del que puede emerger la luz. Esa oscuridad “sin bordes”, sin límites, lo
atemoriza porque no tiene idea de a dónde puede conducirlo, ni qué puede contener. Al
igual que la penumbra de June, es la oscuridad del espacio exterior, de lo infinito.
Luz
La potencia de la luz: el deseo de ser encandilado, el temor a ver y la elección que
balancea estas dos reacciones.
Las teorías físicas de la luz indican que solo puede observarse una luz cegadora si media
un objeto opaco que se interponga entre la luz y el sujeto que la recibe. De modo tal que,
de alguna manera, solo puede observarse la luz si existe oscuridad que posibilite sus
límites para que pueda ser resistida por el ojo humano.
June explica el paso de la oscuridad a la luz claramente cuando lo refiere: la penumbra la
define, a posteriori, también como una “luz coloreada e invisible”. Pasada la instancia del
punto máximo del terror, comienza a iluminarse su consciencia a partir de la experiencia
de abandono dentro de la oscuridad.
Es decir: solo cuando June niega su razón y decide “buscar a Dios” dentro de ella,
encuentra una gran penumbra. June no la rechaza, sino que se deja invadir. Y allí
encuentra luz para iluminar su razón y atreverse a atacar a los perros. Solo cuando June
decide mirar la oscuridad logra ver la luz, que de otro modo la hubiese cegado.
Bernard, en cambio, deja pasar el momento de luz sin verdaderamente comprenderlo. La
aparición de Grete cuando él está tumbado en el suelo y el hecho de que impida la muerte
de Bernard no pasa para él con más significación que un “salvataje de pellejo”. Pero Grete
no es cualquier muchacha que camina por Berlín: es aquella que el propio Bernard
reconoció como parecida a June. En esto radica el instante de luz de Bernard: él mismo
señala en Grete a la mujer que él quisiera que lo salve, y luego la chica señalada, sin
conocimiento de ningún tipo de la elección de Bernard, lo salva. Pero él es incapaz,
sumido en su oscuridad, de verlo. Cuando le agradece el rescate, Bernard no la mira, y por
esto no puede ver realmente todo lo que hay de June en esa chica. Jeremy sí reconoce
esto y lo incita a responder ante esta suerte de “milagro”, para que lo sacuda tanto como
lo sacude a él. Pero Bernard es incapaz de tomar este hecho como cualquier otra cosa que
una parte más de la oscuridad indiscernible de la que se siente parte en su dolor (físico y
emocional). La golpiza es solo un avatar más de su noche oscura en el mundo concreto, de
la que no puede despertar ni siquiera ante el sacudón en el que su yerno insiste.
Jeremy, sumido en la penumbra de la casa de June en Francia, tiembla ante la posibilidad
de la luz eléctrica y vacila, aunque la desea. Esta vacilación le permite decidir evitar la
oscuridad informe del interruptor de la luz y buscar una vela. Comienza de a poco a ver a
su alrededor y a reinsertarse al mundo cotidiano disminuyendo los temores de la
superstición. En medio de su terrible temor y oscuridad, Jeremy considera las
posibilidades y decide.
Iluminación
¿Qué ocurre cuando los ojos deben acostumbrarse a la luz? ¿Qué experimenta el sujeto
que tiene que decidir qué hacer con esa luz que ha visto?
Una vez que es posible acostumbrarse a la luz, y si está mediada por algo oscuro que
permite aprehenderla, esta ilumina. Posibilita una iluminación.
En cada una de sus experiencias, los personajes de la novela reciben los momentos de luz
en medio de la oscuridad reaccionado de formas distintas.
June, es claro por el proceder hacia su final en la novela, sublima la experiencia. Al no
poder comprender con su razón el origen de este momento de claridad, lo atribuye a otro
ser: a Dios, a lo divino que hay en ella misma. La dificultad que encuentra después, es que
esta sublimación (centrada en Dios y en su propia divinidad posible) la aleja
definitivamente de su entorno concreto (Bernard). June se niega a aceptar lo que ocurrió
como una contingencia, y esto le cierra la posibilidad de continuar viviendo su vida con
normalidad.
Bernard no va más allá del momento concreto de la experiencia. La posibilidad de su
iluminación queda trunca por su propia negación a la luz, por el fuerte “racionalista en él”.
Jeremy, en cambio, se decide por distanciarse de este episodio y tomar una decisión que
le permita continuar con su vida. Ante el temor por prender la luz eléctrica, opta por la
vela. Ni escapa, cancelando la posibilidad de la iluminación, ni niega sus miedos
abandonándose en la oscuridad y lanzándose hacia el interruptor como June hacia los
perros. Prende una luz cercana: alienta su propia iluminación.
Es el único que verdaderamente la genera: a partir del enfrentamiento con sus miedos,
comprende una verdad: las voces de June y Bernard lo acompañan pero no lo dominan; el
supersticioso y creyente, y el racionalista que hay en él son solo dos partes de su esencia
que no lo determinan más allá de unos cortos impulsos.
June y Bernard pierden su iluminación: se vuelven presos de los momentos de luz y
oscuridad respectivamente. June no puede dejar atrás el episodio de los perros y queda
fascinada por la luz que la cegó. Bernard no puede aceptar la convivencia obligada con los
misterios del universo porque elige no verlos.
Jeremy, en cambio, elige dominar la luz para que esta ilumine. Comprende que su
individualidad está potenciada por sus “padres”, quienes le ofrecieron dos modelos de
vida polarizados que lo invitan al final de la novela a conciliar sus voces en simples
murmullos: su vida es distinta, única, iluminada en su camino desde Inglaterra a Francia
con Jenny, eligiendo su propio camino, balanceando a cada paso las instancias de luz y
oscuridad.