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La hora del Juicio Mansilla, Quiroga, Arlt, Di Benedetto ante la prensa de su época Ciencias Sociales 2 SERIE DIGITAL Angel Del Ré Banesa Estigarribia Patricia Felipe Luciano Manolio Carina Alejandra Morbelli Margarita Pierini Coordinadora

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La hora del JuicioMansilla, Quiroga, Arlt, Di Benedetto

ante la prensa de su época

Ciencias Sociales

2SERIE DIGITAL

Angel Del Ré � Banesa Estigarribia � Patricia Felipe

Luciano Manolio � Carina Alejandra Morbelli

Margarita PieriniCoordinadora

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UNQ Editorial SERIE DIGITAL Ciencias Sociales

Universidad Nacional de Quilmes

RectorDaniel Gomez

VicerrectorJorge Flores

EditorialSerie Digital

Coordinación académicaMariano Belaich, Departamento de Ciencia y TecnologíaMargarita Pierini, Departamento de Ciencias Sociales

EdiciónRafael Centeno

ISBN 978-987-558-226-2 libro electrónico

2005

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Índice

Presentación, por Margarita Pierini . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

1. La muerte de Lucio V. Mansilla en la prensa argentina. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Luciano Manolio (Licenciatura en Composición con Medios Electroacústicos)

2. La muerte de Horacio Quiroga en la prensa argentina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19

Patricia Felipe y Banesa Estigarribia (Diplomado en Ciencias Sociales)

Cronología de Horacio Quiroga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25

Decálogo del perfecto cuentista, de Horacio Quiroga . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32

3. La muerte de Roberto Arlt en la prensa argentina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33

Ángel Del Ré (Licenciatura en Comunicación Social)

4. La muerte de Antonio Di Benedetto en la prensa argentina . . . . . . . . . . . . . . . . . 43

Carina Alejandra Morbelli (Diplomado en Ciencias Sociales)

Álbum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 53

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Presentación

Con este número continuamos con la Serie Digital de la Editorial de la UNQ, comenzada

en octubre de 2004 con los trabajos que obtuvieron el Premio Banco Río 2003, bajo la

coordinación del Dr. Alberto Díaz. El objetivo de esta publicación electrónica es ofrecer a

los integrantes de la comunidad académica textos producidos por alumnos de la

Universidad Nacional de Quilmes sobre diversos temas trabajados en los cursos de grado

o de posgrado y cuyos resultados pueden ofrecer interés para los estudiosos de diversas

disciplinas.

En esta ocasión los trabajos presentados corresponden a una serie de investigacio-

nes realizadas en el II Semestre 2002 por alumnos del Curso de Literatura Argentina

(Diplomatura en Ciencias Sociales), sobre la repercusión que tuvieron en la prensa de

nuestro país las noticias referidas a la muerte de cuatro escritores relevantes para la cul-

tura nacional: Lucio V. Mansilla (1913), Horacio Quiroga (1937), Roberto Arlt (1942) y

Antonio Di Benedetto (1986) .

Todo investigador conoce y valora el trabajo minucioso y paciente que representa la

consulta y recopilación de materiales en archivos y hemerotecas. Por lo general, de ese

exhaustivo relevamiento sólo una parte se da a conocer en la publicación que resulta de

la investigación. En este sentido, la tarea realizada por los alumnos en el curso (de la cual

aquí, por razones de espacio y de unidad temática, sólo ofrecemos estos cuatro casos)

será apreciada en su justa medida por los estudiosos que podrán tener a su alcance estos

materiales originales, y utilizarlos como referencia en sus trabajos.

La muerte de una persona famosa –por los motivos que sean– suele ser el momento en

que se realiza un balance sobre su vida y su trayectoria. Si los antiguos egipcios repre-

sentaban el instante del paso a la otra vida con la imagen de una balanza donde el dios

de los muertos pesaba méritos y deméritos, cabría utilizar el mito como metáfora de lo

realizado por quienes toman a su cargo, en la sociedad de la comunicación, el retrato final

de quien alguna vez fue célebre, alguna vez convocó amigos y detractores, alguna vez

representó una presencia significativa para los hombres de su tiempo.

Los homenajes póstumos –parece obvio– hablan del escritor desaparecido, rese-

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ñan su obra, sus tendencias estéticas, su biografía. Pero sobre todo –y es el interés que

se desprende estas investigaciones– hablan de su tiempo, de la recepción de su obra, de

los valores que se le asignan, y, por oposición, de los valores que la sociedad le reclama.

El homenaje luctuoso no es siempre un elogio. Es también el momento en que se recuer-

dan –según la perspectiva de la publicación– los errores cometidos, las filiaciones partida-

rias que el presente aún no perdona (como ocurre con el que hasta su muerte fue

señalado como “el sobrino del Tirano”), las presuntas desviaciones estéticas (el “decaden-

tismo” inicial de Quiroga), los rasgos de carácter que lo hicieron famoso en su medio.

Estas cuatro investigaciones resultan elocuentes también para registrar, en el curso

del siglo xx, el entramado de relaciones que se tejen en torno a determinadas figuras. En

este sentido, el acompañamiento final, los encargados de pronunciar el discurso fúnebre

y la mayor o menor relevancia de los homenajes oficiales iluminan los lazos intelectuales

y afectivos de una generación, las tendencias ideológicas, los valores que se proclaman

y con los que se busca investir al ausente.

Alguna vez, el duelo trasciende el episodio individual para convertirse en el signo de

la culpa de una sociedad que, por indiferencia y por descuido, deja morir a los sobrevivien-

tes de una masacre. El caso de Di Benedetto constituye un ejemplo paradigmático, y así

se leyó en los inicios de la recién recuperada democracia.

Cada uno de estos escritores –tan diversos en su obra, y en el lugar que ocupan

hoy en la valoración de los lectores actuales– es objeto de un tratamiento especial por

quienes rastrearon estos materiales hemerográficos en las bibliotecas nacionales. Las

notas relevadas van acompañadas por comentarios y conclusiones personales, que dan

cuenta de la recepción de hoy a través de la mirada de estos jóvenes lectores. En algún

caso, el investigador introduce su trabajo con una reseña costumbrista sobre los vericue-

tos burocráticos que deben sortearse para lograr acceder al objetivo buscado, y que resul-

tará familiar a la mayoría de los que frecuentan esos espacios que preservan –aunque no

siempre con la necesaria eficacia– la memoria de nuestra cultura.

MARGARITA PIERINI

Departamento de

Ciencias Sociales

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La muerte de Lucio V. Mansilla en la prensa argentina.Investigación hemerográfica

Luciano Manolio

INTRODUCCIÓN

La investigación hemerográfica llevada a cabo tiene por finalidad relevar la forma en que

la noticia del fallecimiento de Lucio V. Mansilla llegó a sus lectores contemporáneos a

través de las publicaciones de la época. Esto permite, desde el presente, observar y

analizar cómo se ha elaborado, recreado y modificado esa visión primera.

LUCIO V. MANSILLA, BREVE RESEÑA

Nació en Buenos Aires en diciembre de 1831 y falleció en París, en octubre de 1913. Hijo

de Lucio Norberto Mansilla y Agustina Rozas, se destacan entre sus actividades su

desempeño como militar y su actividad como escritor, siendo hoy considerado un expo-

nente característico de la Generación del 80.

Ocupó el cargo de diputado durante varios períodos, colaboró con la Confederación

Argentina y participó de la Guerra del Paraguay. Apoyó la candidatura de Sarmiento y,

durante su presidencia, fue comandante de la frontera sur de Córdoba; en 1878 fue gober-

nador de Chaco. En los últimos años de su vida representó al país en Europa desempe-

ñándose como diplomático.

De su obra literaria, Una excursión a los indios ranqueles es, sin duda alguna, una

de las más recordadas dentro de su producción. Aparecida en forma de cartas en el dia-

rio La Tribuna en 1870, refiere las experiencias del autor en su viaje para ratificar un trato

con los indios, en las fronteras entre Córdoba, San Luis y La Pampa.

Característica indispensable de su estilo narrativo fue su sobresaliente condición de

causeur (conversador), tan propia de la actividad central en las reuniones de los círculos

que conformaran su ámbito, en que la conversación “parece haber sido una dimensión

muy característica de los hombres del 80, favorecida por la vida de club, por la importan-

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cia del Parlamento (el conversatorio más trascendente), por la vida rumbosa y evidente

que era la regla” (N. Jitrik, El mundo del ochenta, p. 83). Ejemplo que pone de relieve esta

condición son las “Causeries”, publicadas semanalmente en el periódico Sud América,

que a diferencia de las ofrecidas por Charles Auguste Sainte-Beuve en Le Constitutionnel

–ensayos breves de crítica literaria– eran “charlas” dirigidas a aquellos pares que perte-

neciendo a su mismo círculo social, comprendían determinados guiños o códigos, y eran

frecuentemente destinatarios de las más numerosas dedicatorias y alusiones. El título

Entre Nos, de un libro de Mansilla, es claro referente del ámbito a quienes se dirigían las

causeries, que hacían de la digresión su elemento principal.

Otras obras que pueden mencionarse son Retratos y recuerdos (1894), Ensayo his-

tórico-psicológico (1898), En vísperas (1903), Mis memorias. Infancia-adolescencia (1904)

y Un país sin ciudadanos (1908).

INVESTIGACIÓN HEMEROGRÁFICA

Consideración general

Existen determinados datos respecto a Lucio V. Mansilla, además de los correspondien-

tes a la noticia del fallecimiento, referidos en la mayoría de los artículos consultados. Éstos

son: la preocupación permanente del escritor por su patria –aun cuando permaneciera

viviendo en el exterior– y el total conocimiento de los temas que la incumben; la originali-

dad y singularidad de su porte, vestimenta y gracia; la gallardía de su figura, su especta-

cular barba blanca y su garbo, en general.

Dado que esta información se presenta más bien de manera objetiva, quisiera ocu-

parme a continuación de lo que considero más relevante de cada artículo, en cuanto a

maneras de referirse a su persona y su actividad como escritor, señalando algunos pasa-

jes que me permitan establecer relaciones de cruce entre los artículos.

EL DIARIO, edición de la noche, jueves 9 de octubre de 1913, portada.

El General Lucio V. Mansilla

Su fallecimiento hoy, en París. Una gran figura nacional que desaparece.

El Diario es la publicación que más espacio dedica en sus páginas a Lucio V. Mansilla en

el día mismo de su fallecimiento, así como reiteradamente en los días posteriores. Es tam-

bién de algún modo la publicación que más se explaya en lo relativo a Mansilla como per-

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sona, y que luego de presentar valoraciones a su respecto se dedica, en ediciones suce-

sivas a la del día 9 de octubre, a revisarlas y reflexionar sobre las mismas. Mientras que

en la edición de este día parece no tener una postura muy clara y definitiva respecto al

fallecido, presentando dentro del mismo artículo ciertas contradicciones que aún siendo

menores parecen revelar junto al tono general del artículo lo apurado o inmediato de esta

primera redacción. Aun así, es la fuente que más riqueza propone para establecer relacio-

nes con el resto de los artículos consultados.

Gran parte de la nota está dedicada a describir de especial manera –detalles e imá-

genes elocuentes– el sufrimiento vivido por Mansilla durante el largo período de enferme-

dad anterior al deceso; y existe cierta crueldad en remarcar que era la facultad de tener

conciencia de este sufrimiento lo que lo hacía aún mayor: “Toda la fuerza del organismo,

se había concentrado en su cerebro, para aumentar el martirio de verse morir, poco a poco

[…] Esa inteligencia, sobreviviendo al desastre de la naturaleza física, era su tortura […]

el terrible mal, por una cruel ironía, mientras destruía todo su sistema nervioso, le engro-

saba el cuerpo con hinchazones, que remedaban el buen porte de un hombre servido de

una salud excelente.”

Mansilla permaneció alrededor de dieciocho meses en su casa en París debido a su

enfermedad. Esto explica que: “No (fu)era posible que aquel duelo entre el mal terrible y

lo que quedaba de aquel ejemplar excepcional de fuerza y belleza humana, pudiera pro-

longarse mucho tiempo.”

Y permite que sorprenda al lector el párrafo siguiente: “Los que últimamente pudie-

ron verlo de cerca, en la intimidad de sus males y en la desesperación de su impotencia

de inválido […] no creyeron posible que el mal intenso y terrible, concluyera en tan poco

tiempo con los restos que aún quedaban de aquella naturaleza tan rica y excepcional.”

En algún grado de relación con la manera de referirse a la “porteñidad” de Mansilla

–en Caras y Caretas del 18 de octubre– y a su modo de “vivir la vida” –en La Nación del

10 de octubre–, puede señalarse el modo en que El Diario del jueves 9 emplea para anun-

ciarlo como “el más conspicuo representante de la vida argentina”. Y preciso es destacar

que, sin lugar a dudas, es en este último artículo –entre los consultados para esta inves-

tigación– en el que se utiliza la forma más comprometida y directa de aludir al mismo: “El

más original de los argentinos contemporáneos, […] cerebro superior y ejemplar incompa-

rable de energía y belleza física […], el más bondadoso de los hombres, el más durable

de los amigos y jamás provocó en su accidentada vida el odio de sus adversarios ni lo sin-

tió jamás contra nadie.”

Por otra parte, creo sustancialmente interesante considerar un fragmento de esta

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nota en relación con la aparecida en La Nación del 10 de octubre, en lo que tiene que ver

con la más clara valoración que se hace en esta última sobre la aparente dificultad de

Mansilla por hacerse “a las evoluciones naturales de la vida”, y lograr realizar obra tras-

cendental “a fuerza de múltiple y esparcida”: “Ha disipado su existencia y su talento, pero

ha vivido! Ha compuesto su vida como un poema romántico, en lugar de desempeñar,

como nosotros, el modesto papel asignado por el destino.”

Pero porque todo en este diario parece estar presentado ya en su máxima expre-

sión –los pormenores y características de los padecimientos del enfermo; sus aptitudes y

bondades–, no es particularmente extraño que luego de elevarlo a las alturas en que se

encuentran las más preciosas formas de describirlo, se encargue el mismo artículo de tra-

erlo súbitamente a tierra donde cualquier presencia de fervor que se advierta en su escri-

tura pueda ser equilibrada y de alguna manera su naturaleza compensada: “Y con todo

–extraña contradicción–, este batallador y enemigo de nuestras preocupaciones burgue-

sas no se ha defendido contra el ‘snobismo’ […] De la máxima sabia: ‘Oculta tu vida y

muestra tu espíritu’ –sólo ha aceptado la segunda parte. Es que este refinado es también

un apasionado –es decir un ingenuo.”

LA NACIÓN, viernes 10 de octubre de 1913, p. 11 (sección: “Telegramas”).

El General Mansilla

Su fallecimiento

El pequeño artículo refiere la noticia del fallecimiento en pocas líneas: “La agonía del

general Mansilla fue lenta, pero tranquila y sin dolor”.

Señala la fecha en que se realizarán las exequias y agrega que en el diario Le

Temps de París se alude al fallecido como una figura que llamaba la atención por su

aspecto.

LA NACIÓN, viernes 10 de octubre de 1913, p. 14.

General Lucio V. Mansilla

† Ayer en París

Mansilla es presentado como un personaje cuyas actividades no estuvieron alineadas en

función de un orden en particular, y sobre esta premisa se basa –según se trasluce a lo

largo del artículo– su fracaso como escritor serio. Su multiplicidad, originalidad y singula-

ridad agrupadas bajo la idea de hombre que “hacía todas las vidas dentro de la vida”, son,

a grandes rasgos, las características que toma el artículo para señalar como responsables

de que Mansilla no encontrara un lugar preciso desde donde articular su obra y su vida.

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Era indudable que le faltaba experiencia, que su obra no adquiría, a fuerza de múltiple y

esparcida, el carácter trascendental a que él aspiraba.

Se señala que la naturaleza de sus conversaciones era responsable de que no se

esperara de él más que “el cuento o la gracia”.

Fue enemigo de sí mismo por el ejercicio constante de sus aptitudes y condiciones

de causeur, que lucía a todas horas en todos los círculos y dejaba la impresión de que tal

deporte no le permitiría pensar hondo y realizar obra seria y fundamental.

De una manera más manifiesta, de acuerdo con la frase más directa del artículo,

Mansilla queda al margen de poder elegir lo que, según el diario, corresponde a una per-

sonalidad hecha y derecha; es alguien que para lograr serlo –visto desde la época en que

éste fallece– no parece haber podido esclarecerse en cuanto a determinar qué es lo que

le hace falta (las cursivas son mías).

“¡Pobre Mansilla! Porque no fue grave y adusto; porque no logró deslindar dentro de

su inteligencia una conducta uniforme; porque no supo dominar sus tendencias, darles

una aplicación preferente; […] porque no se hizo de las evoluciones naturales de la vida

y se dio a las del artificio y la desorientación.”

Por último se refiere a la pérdida de Mansilla como a la de una personalidad excéntrica.

LA PRENSA, viernes 10 de octubre de 1913, p. 11.

El General Lucio V. Mansilla

† Ayer en París

“Hombre de armas y de letras”, Mansilla es señalado en este artículo más por lo primero

que por lo segundo. Se destaca, ante todo, la importancia otorgada a la información rela-

cionada con su carrera como militar, y se abunda en datos biográficos que se relacionan

principalmente con este aspecto y el de sus funciones políticas. De algún modo, el tono

del artículo parece sugerir –mediante el espacio que dedica a estos temas– que es éste

el perfil de Mansilla que más importancia tiene, e incluso permite entrever que el valor que

tienen sus otras actividades se aliña preferentemente en función de éste.

Al mencionar su obra escrita, lo hará –muy brevemente– señalando que es ésta una

que se destaca entre el resto, y considerándola favorablemente (sobre todo en relación con

lo presentado por los artículos anteriores) se detendrá en un tipo de trabajo en particular:

“Recordaremos en este orden de sus actividades ciertamente brillantes, su colección de

‘causeries’, ‘Entre Nos’, ‘Rosas’ y otros trabajos de historia aparentemente ligeros, pero

llenos de esa savia especial y utilísima de las memorias, de los recuerdos, de lo que uno

ha vivido y observado.”

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Respecto a Una excursión a los indios ranqueles, no deja de sorprender cierta alu-

sión que de algún modo aviva la condición de militar de su autor, en cuanto subraya la

subordinación impuesta por él mismo: “El relato de aquella temeraria y feliz empresa, lo

publicó el general Mansilla en dos tomos de pintoresca literatura en la que el lector vive

las curiosas escenas del desierto, donde la sigilosa y subrepticia diplomacia del salvaje

cae siempre vencida por la penetrante y sutil perspicacia del adversario.”

Por último, y en el mismo tono, se hace especial mención en lo relativo a las for-

malidades a llevarse a cabo: “Se expidió un decreto ordenando los honores militares

correspondientes […]. Según los términos del decreto, la bandera nacional permanece-

rá hoy a media asta en todos los establecimientos públicos, y cuando sean trasladados

los restos al país, se le rendirán los honores reglamentarios correspondientes a general

de división.”

LA VANGUARDIA, diario del Partido Socialista, viernes 10 de octubre de 1913, p. 2.

El General Lucio V. Mansilla

Su fallecimiento

Es el de esta publicación indudablemente el artículo que menos espacio dedica en sus

páginas a la noticia del fallecimiento de Lucio V. Mansilla, así como el más objetivo en

cuanto a la información que presenta. Refiere muy brevemente algunos pocos datos bio-

gráficos, cuáles fueron sus actividades principales y lo relativo al proceder del ministro

argentino en París y del Ministerio de Guerra, en relación con la noticia del fallecimiento.

EL TIEMPO, edición de la tarde, viernes 10 de octubre de 1913.

Lucio V. Mansilla

De los artículos consultados, éste es probablemente el que se expresa de manera más

directa en cuanto a las valoraciones que se hacen sobre Mansilla, tanto en lo referente a

su personalidad, como a su obra literaria. Y es interesante aclarar que según aparece

aquí, el relieve que presenta su figura se debe en primer término a “sus apellidos [y a] las

calidades y defectos de sus progenitores”, conformando éstos al mismo tiempo –como es

posible advertir por el tono de la nota– aquellas características que no son precisamente

para destacar.

El espectáculo del hogar paterno, vacilante a veces; la libertad que, por esto, sin

duda, gozó desde muy temprano, y el mismo gobierno de su tío carnal, don Juan Manuel

de Rosas, no han debido contribuir poco para conformarlo de la manera que lo estaba.

En cuanto a su obra como escritor, no será en este caso la multiplicidad de sus

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temas o el derroche de ingenio lo que se le reproche, sino que se tratará directamente su

calidad para expresarse:

“Su estilo fácil, gracioso muchas veces y de cuando en cuando bello y su lenguaje

claro y preciso, pero que cuando aspiraba a expresar pensamientos trascendentales solía

ser abstruso y podía ser tildado de rebuscado.”

Y luego de referirse a Una excursión a los indios ranqueles como una obra verda-

deramente original, se manifestará en cambio la postura del diario en lo referente a las

aptitudes y condiciones de Mansilla como conversador, en términos menos alentadores y

francamente más directos: “En cuanto a su conversación, no obstante el interés que su

palabra tenía en los salones y en la calle, desde nuestro punto de vista, no era tal. Era, en

esos casos, un simple monólogo. Se lo hablaba todo.”

Más aún, el diario declara inmediatamente después lo que considera debe formar

parte de una conversación y en qué proporción, para por último “conceder” que: “Aunque

el general don Lucio V. Mansilla no pueda ser señalado como un ejemplo de ética, ni de

liberalismo políticos, ni deja ideas ni sentimiento-fuerzas públicas que pueda recoger la

sociedad, como propulsores, su amor por las cosas del espíritu, por la cultura general, su

país y la humanidad, a los que sirvió, constantemente, según su modalidad; su incesante

labor y su amabilidad, lo hacen acreedor al pensamiento de su tiempo el día en que muere.”

EL DIARIO, sábado 11 de octubre de 1913, pp. 10 y 11.

El General Lucio V. Mansilla

Su familia... Su iconografia

Dos días después de que saliera en El Diario la primera noticia sobre la muerte de Lucio

V. Mansilla, este medio dedica dos páginas enteras a brindar nueva y más extensa infor-

mación sobre el mismo, ya sea en lo biográfico, iconográfico y anecdótico, como en lo que

concierne a las valoraciones o apreciaciones sobre su persona. Rápidamente se advierte

en una mirada inmediata sobre estas páginas, que existe una dedicación y un cuidado

mayores respecto a la edición del día 9, al menos en lo referente a la diagramación de una

importante cantidad de grabados de todo tamaño, e información ordenada mediante

pequeños subtítulos que intentan facilitar la lectura. El tono del artículo es especialmente

considerado y atento a las bondades que entiende son propias de la persona, tratándolo

benévolamente y hasta con cierta calidez que resulta de poner el acento en aquellos

aspectos más destacados de su humanidad:

“Era en el trato íntimo y frecuente un espíritu adorable, un hombre llano, franco, sen-

sible a todas las necesidades y conflictos ajenos. Se preocupaba de la suerte de sus ami-

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gos tanto o más que de la suya. Y no conocían jerarquías sus afectos. Jamás una aristo-

cracia de la tradición y del propio instinto, se ejerció con sentido más democrático […] Las

letras y el periodismo que es una forma de ellas, tienen derecho a considerar la pérdida

de Mansilla como a una pérdida de familia.”

Y en relación con la naturaleza algo pronta de las apreciaciones vertidas en la publi-

cación del mismo diario el día 9 de octubre, puede colocarse la siguiente frase: “Llegará

el momento de hacer un estudio completo de la personalidad de Mansilla. Su estatura inte-

lectual y moral merecen algo más que estos esbozos rápidos fabricados de cabos sueltos

y de recuerdos apresurados.”

Bajo el subtítulo “Iconografía del general Lucio V. Mansilla” se presenta, en tono

favorable, la información relacionada con sus diversas actividades, su condición de con-

versador –“quizás el primer ‘causeur’ del país”– y su “vida agitada”; mencionándose a Una

excursión a los indios ranqueles como una “célebre obra” que ha sido “premiada en el con-

greso internacional de geografía de París, y traducida al francés y el alemán”. Y manifes-

tándose sobre su calidad literaria –en clara contraposición con el artículo publicado en El

Tiempo del día viernes 10 de octubre–, dice que “como escritor era brillante, erudito, espi-

ritual y de una fecundidad extraordinaria”.

Luego se dedican, en un apartado titulado “Mansilla epistolar”, varias columnas que

destacan la manera en que esta práctica formaba parte de su rutina diaria, señalándose

la importancia que tenía en su vida y se mencionan un par de anécdotas en que la corres-

pondencia juega un papel central.

Y como en ninguno de los otros documentos consultados, aparece en éste, bajo el

título “Bibliografia de Mansilla”, la más completa referencia a su obra escrita, figurando

junto al título de cada una, las fechas de publicación, y destacándose hacia el final de la

extensa enumeración, una valoración acerca de las causeries, a la que considera “una de

las obras más interesantes y amenas”, en discrepancia fundamentalmente con lo apare-

cido –por ejemplo y entre otros– en El Tiempo el 10 de octubre.

Por último, se transcribe un fragmento del artículo por considerarlo especialmente

interesante para cruzar con las apreciaciones que se hacen de Mansilla en los anteriormen-

te presentados. De algún modo, creo, es la reflexión que con más complejidad se expresa

–bastante entreveradamente– sobre el fallecido, pero de las que se puede obtener un juicio

más amplio que el propuesto por el resto de los documentos de la misma época:

“Hombre de mundo antes que soldado, y viajero, temperamento de una actividad

incesante y solicitado hacia asuntos diversos por causas más diversas aún, el general

Mansilla puede ser, por la exposición de su vida, en esa amena forma de las ‘causeries’,

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el modelo de una clase de hombre que no se repetirá, en nuestras generaciones actua-

les, más definidos en cuanto a su radicación en el medio de la civilización actual, pero,

indudablemente monótonos, en que la existencia de un individuo es copia casi fotográfica

de la existencia de otro, sin diversidad en la especie, a fuerza de comprimir todos los tem-

peramentos para embutirlos en un molde común.

“Con los hombres de ese tiempo, entre los cuales Mansilla es uno de los más origi-

nales, se acaba la media edad argentina, que tantos puntos de semejanza conserva, con

la diferencia del medio y de la escena, con aquella otra época histórica italiana, en que el

artista, el escritor y el soldado solían fundirse en una misma personalidad, quebrando la

unidad de la líneas del carácter, tomando de cada uno la faceta más brillante, y formando

un conjunto de extraordinaria variedad y a los cuales no puede juzgárselos con el criterio

convenido y uniforme adoptado para las demás personalidades.”

EL DIARIO, edición de la noche, lunes 13 de octubre de 1913, portada (sección

“Telegramas (de nuestra agencia) – desde Francia”)

El General Lucio V. Mansilla

Funerales solemnes. Manifestación de duelo

Este artículo presenta información acerca de la naturaleza del acto fúnebre, remarcando

que “la manifestación del duelo fue imponente por el número y la calidad de las personas

que asistieron al acto”. Y precisamente sobre esto último se dedica la mayor parte de la

nota, para poner el acento en los nombres distinguidos de quienes mediante su presencia

otorgaran cierto nivel al evento, destacándose la importancia que tuvo el mismo.

LA NACIÓN, martes 14 de octubre de 1913, p. 11 (sección “Telegramas (desde Francia)”)

Las exequias del General Mansilla

Afluencia de público

Brevemente presenta este artículo la información relativa al lugar en que se llevaron a

cabo las exequias del difunto, la cantidad y calidad de la concurrencia y las personalida-

des que presidieran el duelo. Por último se aclara quién fue el obispo y se dice que el cuer-

po permanecerá en “los sótanos de la iglesia” hasta su traslación a Buenos Aires.

LA PRENSA, martes 14 de octubre de 1913, p. 10 (sección “Boletín telegráfico del exte-

rior, de las provincias y territorios nacionales”)

El fallecimiento del General Mansilla

Sus exequias en París

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Prácticamente idéntico al aparecido el mismo día en La Nación, este artículo presenta la

misma información, organizada de igual modo, siendo apenas más explícito en cuanto a

las personalidades políticas que concurrieran a la iglesia. En último término se hace la

misma aclaración con respecto a la permanencia de cuerpo en Francia.

CARAS Y CARETAS, sábado 18 de octubre de 1913.

El General Mansilla

En estrecha similitud con el artículo publicado por La Nación el día 10 de octubre en la pági-

na 14, el de Caras y Caretas empieza con una frase que también denota distancia con el

fallecido por el paso del tiempo. Pienso que esto es significativo en tanto puede ser leído

como una forma de colocarlo en otro plano, lejano al de la actualidad, desde donde se

esgrimen los argumentos que conforman las valoraciones que se hacen sobre el fallecido.

Reconocido como “uno de los últimos y más genuinos representantes del clásico

espíritu porteño, ya casi totalmente desvanecido” (las cursivas son mías), el artículo pron-

to se ocupa en aclarar que tenía talento e ingenio, al propio tiempo, y que si en sus obras

es más fácil descubrir el segundo que el primero, es porque le faltó método y medida. Era

demasiado expansivo para someter su producción literaria a método y medida.

Y luego de referirse a sus aptitudes de conversador, condensa en una frase –que

puede vincularse directamente a la idea presentada por el artículo mencionado de La

Nación– una apreciación particularmente decisiva en cuanto al juicio que se tiene de su

trayectoria: “Y en su abundante obra […] derramó sin tasa su talento y su ingenio, sin

pararse a construir el edificio definitivo de su gloria literaria.”

El artículo no hace mención de ninguna de las obras publicadas por Mansilla a lo

largo de su vida.

TRASCRIPCIÓN DE TRES NOTAS PERIODÍSTICAS

LA PRENSA, viernes 10 de octubre de 1913, p. 11.

El General Lucio V. Mansilla

† Ayer en París

Alcanzado por grandes postraciones vivía en París, desde hace muchos años, el general

Lucio V. Mansilla, hombre de armas y de letras, guerrero en las grandes guerras que man-

tuvo en la república, y hombre de vastas y variadísimas iniciativas durante las épocas de

paz. Después de la campaña de la Triple Alianza contra el tirano del Paraguay, donde con-

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quistó sus palmas en acciones memorables, fue jefe de frontera y tuvo cargos de respon-

sabilidad en el ejército. Mezclado en las luchas políticas figuró en el periodismo desde la

época de la presidencia de Sarmiento hasta la de Juárez Celman: escribió libros, en esti-

lo fácil, fresco, lleno de color. Recordaremos en este orden de sus actividades ciertamen-

te brillantes, su colección de “causeries”, “Entre Nos”, “Rosas” y otros trabajos de historia

aparentemente ligeros, pero llenos de esa savia tan especial y utilísima de las memorias,

de los recuerdos, de lo que uno ha vivido y observado.

Fue diputado nacional durante varios períodos y ahí también reveló como orador de

improvisaciones, un ingenio extraordinario al servicio de un verbo fácil y a menudo levan-

tado y vibrante.

Fue diplomático en los años de su alta vida, en Berlín, Viena y Rusia, y muere ale-

jado por completo de todas las materias que formaron su predilección intelectual. Hacía

años que veía venir su fin, y trataba de mantener su espíritu por arriba de dolores y triste-

zas, lográndolo a menudo con su filosofía amable de mundano.

El general Lucio V. Mansilla era hijo del militar del mismo nombre que tuvo una

actuación tan activa en la independencia y en las guerras con los caudillos del litoral, y de

doña Agustina, hermana de don Juan Manuel de Rosas. Muy joven aún hizo un viaje a

Francia regresando para ingresar al ejército, al que sirvió algunos años en las milicias de

Entre Ríos, pasando luego a incorporarse a las fuerzas que hacían el servicio de frontera

en el Norte de Buenos Aires. Ascendido a capitán después de la batalla de Pavón, en la

que formó parte, el gobierno lo envió a Chile, en desempeño de una comisión militar.

Declarada la guerra con el Paraguay, organizó el batallón 12 de línea, y con el grado

de sargento mayor concurrió al ataque de Humaitá, y a las trincheras de Corupaity. En el

combate del Boquerón se distinguió especialmente y con las fuerzas de su mando llevó

un ataque decisivo que sirvió a definir la jornada.

Nombrado jefe de frontera de Río Cuarto, emprendió en marzo de 1870 su atrevida

excursión a las tolderías de los indios ranqueles con objeto de asegurar la paz que termi-

nara las tropelías de aquellas tribus, capitaneadas por los caciques Baigorrita, Ramón y

Mariano Rosas. El relato de aquella temeraria y feliz empresa, lo publicó el general

Mansilla en dos tomos de pintoresca literatura en la que el lector vive las curiosas esce-

nas del desierto, donde la sigilosa y subrepticia diplomacia del salvaje cae siempre venci-

da por la penetrante y sutil perspicacia del adversario.

En 1878 fue nombrado gobernador del Chaco y ascendió a general de brigada,

encomendándosele en diversas ocasiones comisiones militares de importancia en el país

y en Europa.

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Conocido el fallecimiento del general de división y guerrero de Paraguay, Lucio V.

Mansilla, por el Ministerio de Guerra se expidió un decreto ordenando los honores milita-

res correspondientes.

Según los términos del decreto, la bandera nacional permanecerá hoy a media asta

en todos los establecimientos públicos, y cuando sean trasladados los restos al país, se

le rendirán los honores reglamentarios correspondientes a general de división.

La cancillería tuvo conocimiento del fallecimiento del general Mansilla por un tele-

grama de la delegación argentina en París.

Comunicada la noticia al Vicepresidente de la República por el doctor Bosch, se

resolvió encargar al plenipotenciario en dicha capital, doctor Enrique Rodríguez Larreta,

que concurra al sepelio de los restos del extinto en representación del gobierno nacional

y deposite una corona en la tumba.

El doctor Bosch transmitió sus condolencias a la familia del extinto.

LA VANGUARDIA. Diario socialista, viernes 10 de octubre de 1913, p. 2.

El General Lucio V. Mansilla

Su fallecimiento

Después de diez y ocho meses de enfermedad, falleció ayer en París el general Lucio V.

Mansilla. Nació el Buenos Aires el 23 de diciembre de 1831; era hijo del general don Lucio

Mansilla y de doña Agustina Rosas.

Tomó parte en la guerra del Paraguay, fue gobernador del Chaco en 1878.

Además de militar, el general Mansilla fue periodista, escritor, presidente de la

Cámara Nacional de Diputados.

Ayer después de una conferencia que celebró el ministro de relaciones exteriores

con el vicepresidente de la república, se convino mandar un telegrama al ministro argen-

tino en París para que haga presente a la familia del extinto el pésame del gobierno.

Además, por el ministerio de la guerra se dictó un decreto disponiendo que se ice hoy a

media asta la bandera nacional en señal de duelo.

LA PRENSA, martes 14 de octubre de 1913, p. 10 (sección “Boletín telegráfico del exte-

rior, de las provincias y territorios nacionales”)

El fallecimiento del General Mansilla

Sus exequias en París

París, octubre 13 – Fueron celebradas esta mañana en la iglesia de Saint Honoré d’Eylau

las exequias del general Lucio V. Mansilla.

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El ataúd había sido colocado sobre un catafalco y sobre él se veía el uniforme y las

condecoraciones del extinto. Estaba rodeado de coronas enviadas por numerosos miem-

bros de la colectividad argentina.

La ceremonia religiosa fue presidida por el obispo de Meaux, monseñor Marbeau, y

presidía el duelo el ministro argentino señor Larreta y los deudos del extinto.

Asistieron numerosas personalidades francesas, extranjeras y mucho miembros de

la colectividad argentina.

Se hallaban presentes el doctor Federico Puga Borne, el ministro de Costa Rica,

Marqué de Peralta, y representantes de los demás ministro sudamericanos.

Los restos fueron depositados en los subterráneos de la iglesia, en donde perma-

necerán hasta su traslado a Buenos Aires.

Fuentes

Caras y Caretas, 18 de octubre de 1913.

El Diario, 9 y 13 de octubre de 1913, edición de la noche, y 11 de octubre de 1913.

El Tiempo, 10 de octubre de 1913, Edición de la tarde.

La Nación, 10 y 14 de octubre de 1913; 9 de octubre de 1963.

La Prensa, 10 y 14 de octubre de 1913.

La Vanguardia, 10 de octubre de 1913.

Noviembre de 2002

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La muerte de Horacio Quiroga en la prensa argentina

Patricia Felipe y Banesa Estigarribia

INTRODUCCIÓN

El escritor Horacio Quiroga falleció en la ciudad de Buenos Aires el 19 de febrero de

1937. En este trabajo se presenta un relevamiento de noticias periodísticas publicadas

los días 20, 21 y 22 de febrero de 1937 en algunos diarios argentinos que dan cuenta de

este hecho. El material periodístico se tomó del fondo hemerográfico de dos importantes

bibliotecas.

Se realiza un análisis comparativo entre las noticias y su biografía, focalizando en

cómo fue presentada la información en la época, destacando los aspectos más importan-

tes que, creemos, podrían interesar al lector de hoy. Presentamos, además, una cronolo-

gía del escritor y su texto “Decálogo del perfecto cuentista”.

NOTAS PERIODÍSTICAS

Sábado 20 de febrero de 1978

LA PRENSA, Buenos Aires, p. 10.

Falleció ayer en esta Capital el escritor Horacio Quiroga

En razón del tiempo en que le tocó iniciarse en las letras Horacio Quiroga hubo de pagar

tributo al decadentismo, tesitura en que los franceses de las últimas décadas del siglo

pasado tuvieron posición de vanguardia. Todo hombre joven adopta una actitud revolucio-

naria, que es en realidad exaltación de idealismo, el equilibrio viene después, como resul-

tado de reflexiones maduras. Esto precisamente, ocurrió en el caso del escritor que

desaparece, espíritu inquieto que en temprana edad definió su vocación literaria.

Las generaciones rioplatenses del noventa y del novecientos experimentaron ardo-

rosamente el influjo de la escuela modernista. Por eso, nada extraño que Horacio Quiroga

se hallase colocado, con Arrecifes de coral, en la escuela renovadora. Este su primer libro

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en verso, publicado en Montevideo en 1902, suscitó pareceres contradictorios: cada uno

juzgó desde su punto de vista, como que la lucha entre dos modalidades llegaba a los lími-

tes de la violencia.

Su segundo libro, El crimen del otro, reveló al cuentista. Según Quiroga compren-

dió, la novela, en cuanto y que hizo las delicias de nuestros padres y abuelos, debía ser

sustituida por el cuento, que es síntesis. Un cuento que tenga un asunto de esos que por

su interés vital prenden en el espíritu del lector, adquiere el significado de una real expre-

sión del arte y se conforma mejor con la vida actual, complicada por mil exigencias.

Los datos cronológicos no interesaban en la vida de Quiroga sino en cuanto seña-

laban la natural evolución de su espíritu. Nacido el 31 de diciembre de 1878 en Salto,

Uruguay, se trasladó a Montevideo cuando contaba 12 años de edad. En 1904 vino a

Buenos Aires en busca de mejor horizonte, dos años estuvo en el Chaco como cultivador

de algodón. En 1909 volvió a Buenos Aires y ocho años después se trasladó a Misiones

donde adquirió un fundo, en San Ignacio, para su residencia ya definitiva. Ello no le impe-

día pasar algunas temporadas en nuestra Capital.

Horacio Quiroga desempeñó por algún tiempo la cátedra, en la Escuela Normal Nº

3 de esta Capital. El presidente de Uruguay, Dr. Brum, teniendo en cuenta la condición del

publicista, lo nombró cónsul adscripto del país hermano en Buenos Aires. Y en la actuali-

dad era cónsul uruguayo con carácter de honorario en San Ignacio.

Su permanencia en Misiones fue útil, allí comprendió lo majestuoso de la naturale-

za y extrajo de la misma materiales de primer orden.

En sus escritos pintó el paisaje y los tipos de la región. La fauna le interesó en gran

manera, de ahí que se hiciera zoólogo, coleccionista. Trasladó con fidelidad al papel el

rumor de los grandes ríos y las pasiones primitivas de los pobladores.

Pero la obra literaria de Quiroga tiene sobre el vigor pictórico, el elemento psíquico.

La fantasía ardiente del autor se encuadra en el marco de la vida.

Sus restos son velados en la Casa del Teatro, y el sepelio se efectuará hoy a las 15,

en el cementerio del oeste. En dicha ceremonia harán uso de la palabra, para despedirlo,

en nombre la Sociedad Argentina de Escritores, el Sr. Alberto Gerchunoff, y por los ami-

gos, el Sr. Ezequiel Martínez Estrada.

[La nota aparece en la segunda columna del costado izquierdo, ocupa la mitad de

la columna, rodeada de titulares referidos a “Los comicios en Santa Fe”, “Hechos de la

guerra civil española” y otras de carácter nacional.]

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EL DÍA, La Plata, p. 7.

Dejó de existir el escritor Horacio Quiroga

Su deceso ha producido intenso pesar en los círculos intelectuales

Buenos Aires 19 (U.P). Después de haberse sometido a varias operaciones sin éxito, ha

muerto esta mañana el escritor uruguayo, Horacio Quiroga.

La noticia se difunde rápidamente en todos los círculos culturales e intelectual, con

sentimiento de gran pesar.

Con Quiroga desaparece uno de los más sólidos valores de la literatura americana.

Cuentista de singular envergadura, dotado de extraordinaria aptitud de observación,

sus relatos dieron siempre la sensación de trazos palpitantes de vida.

Psicólogo sutil, distinguió a Horacio Quiroga un apasionado amor por la naturaleza.

No le fue en zaga por cierto el amor a los humildes.

Se apegó a la vida silenciosa y libre, significó para la literatura argentina el aporte

de cuentos y relatos norteños que enriquecieron notablemente su folklore.

Hizo incursiones felices en la novela, donde al par de un estilo claro y galano reve-

ló facultad para emocionarse y comprender las pasiones que agitan al género humano.

Eso patentiza su novela Historia de un amor turbio. Además, es conocida su colaboración

en diarios y revistas, concretada en cuentos, ensayos, relatos, novelas cortas, etcétera.

[Finaliza con la mención de los títulos de las obras realizadas por Quiroga.La nota

aparece publicada en la primera columna del margen izquierdo, ocupa sólo una cuarta

parte de la columna y se encuentra rodeada de titulares locales policiales, acciones de la

Guerra de España, inauguraciones, etcétera.]

EL ARGENTINO, La Plata, p. 4.

Falleció en Buenos Aires el escritor Horacio Quiroga

Ayer falleció, en el Hospital de Clínicas. Fue un vigoroso narrador. Nadie podrá cubrir las

letras con dignidad en la actualidad. Desde sus primeros cuentos fue un maestro en tan

difícil género. Se impuso a la crítica. Fue consagrado por los que cultivaban el género. Su

obra es sólida y personalísima en Argentina.

Se lo considera maestro, como a Florencio Sánchez, aunque entre ambos hay una

distancia enorme de cultura y disparidad de género.

Impuso directivas a los que se iniciaban en especulaciones literarias.

De gran capacidad creadora, se compara sus obras con el escritor uruguayo,

Fernán Silva Valdés (primer poeta gaucho de Sud América.)

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Quiroga estuvo radicado en Misiones. La selva norteña fue escenario de sus cuen-

tos, también la explotación de los obreros en los yerbales. Captó el misterio del bosque

subtropical, su fascinación respecto de su grandeza influyó en él de forma decisiva. “Fue

analista profundo de la vida de los animales y del dolor de los hombres humillados, troca-

dos en animales por los tratantes de blancas.”

Intentó el teatro, donde su obra fue criticada injustamente; se le hicieron reparos en

nombre de los cánones consagrados de la técnica escénica.

Horacio Quiroga fue de esos hombres que se daban a la amistad. No era “el hom-

bre a la defensiva”, de que habló Ortega y Gasset. Tuvo influencia por eso en los nuevos,

sobre todo en los jóvenes escritores de izquierda; quienes siempre hallaron su palabra de

aliento capaz de una orientación. Fue para ellos como Roberto Payró, un maestro, tal vez

más, un gran camarada.

Por ello, su ausencia pesa y su ida más allá de la selva, conmueve profundamente.

[La nota aparece en dos columnas centrales –una de la mitad–, acompañados por

titulares nacionales y locales, en la sección de “Notas y comentarios”, hay una foto al ini-

cio de la nota.]

LA VANGUARDIA, p. 3.

Con la muerte de Horacio Quiroga, las letras rioplatenses pierden su más recio y talento-

so narrador. Fallece el 19 de febrero, en el Hospital de Clínicas. Hay gran sorpresa en su

muerte.

Nació en Uruguay el 31 de diciembre de 1879. De espíritu aventurero, luchador,

vigoroso, solitario del temple de Robinson Crousoe. Conoció la Selva Misionera. Incorporó

esa zona a la geografía literaria desde sus cuentos.

La nota cuestiona la asociación de los autores a los modelos. Aconsejan estudiar la

singularidad de cada uno.

Compararan a Quiroga con Rudyard Kipling y con Edgar A. Poe.

Publicó muchos libros que han sido reconocidos en Europa como lo más importan-

te que produjo la América de hoy.

Excelsa calidad del arte de Quiroga porque rendía culto a la pureza de su vocación

y escribía solamente para crear algo perfecto, novedoso, que lo solicitaba imperiosamen-

te. La suya es una literatura sentida, vivida y sincera.

En la nota se hace mención de sus más importantes obras.

Su obra tiene dos vertientes: pintura de la naturaleza selvática, de su fauna, se su

humanidad en permanente lucha y sufrimiento. Es la revelación de un mundo psicológico

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estremecido de terror, de neurastenia, de alusiones. La originalidad de Horacio Quiroga

está en este feliz concierto de dos notas esenciales: una del paisaje; otra de lo íntimo.

[La nota en media columna del costado izquierdo, aparece rodeada de noticias del

exterior, respecto a la guerra en España].

LA NACIÓN, p. 7 (sección “Necrología”)

Horacio Quiroga falleció ayer en esta capital

Ha muerto el último hechicero de Misiones [...] Nos deja la fórmula exacta de sus conju-

ros y el relato de su alucinado vagar por bosques y por breñas en la tierra roja que halla-

ron los Jesuitas.

Hay en todo lo que sobre ella ha escrito, una fuerza desgarradora de pasión...

Humanidad y naturaleza confundían su pujanza en la selva milenaria, con la energía pri-

mitiva con que los árboles enredaban sus ramas y sus troncos a las inmensas piedras [...]

En sus cuentos, el bosque, el río, el pantano, el yerbal, eran, en realidad, el perso-

naje céntrico. Pero Quiroga supo descubrirlos y describirlos en el hombre. Otro hubiera

aprovechado la lujuria del paisaje para bocetar anchos frescos de colores rabiosos. Él,

poco a poco a medida que se adentraba en el paisaje, huía de él, para percibir su reflejo

angustiado en las almas [...]

“Los arrecifes de coral” (1902). “El crimen del otro” (1904) e “Historia de un amor tur-

bio” (1908). En este último su personalidad verdadera comienza a palpitar. Pronto crece-

rá la chispa, para ser alta llama crepitante. [...]

Nació en el Salto, en la República Oriental del Uruguay en el año 1878. Su padre

era, a la sazón, cónsul argentino en aquella localidad [...] Hasta los 22 años quedó en

Montevideo. Cursó allí sus estudios universitarios, que abandonó. Luego pasó a Buenos

Aires En 1903 se trasladó a Misiones con el propósito de dedicarse al cultivo de algodón.

No prosperó.

Volvió a la capital, desalentado. Corría el año 1903. En 1909, retomó al territorio.

Permaneció allí por espacio de siete años.

Horacio Quiroga observaba los caminos de tierra sangrienta, las florestas de cedro

y de inciensos, las mujeres indígenas o placas que recorrían las carreteras con paso

tardo. Se detenía a conversar con esas gentes, pobres, sencillas, deslumbradas todas por

el verde espejismo del trópico [...]

En 1917 fue, con sus “Cuentos de amor, de locura y de muerte”, el primer gran éxito.

En 1919 vieron la luz sus admirables “Cuentos de la selva” para niños, relatos de fieras

con que adormecía a sus niños [...]

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Después, “El salvaje”, “Anaconda” –acaso el más completo y el más alucinante- “El

desierto”, “Los desterrados”, “Más allá”. Muchas de esas narraciones fueron publicadas en

La Nación.

Habíase quebrado el encanto de Misiones. La tierra hosca abría sus puertas de roca y

de troncos al hechicero. Desde el siglo XVIII, un prestigio fabuloso rodeó al que Lugones llamó

“Imperio de la Compañía de Jesús”. Expulsados sus fecundos organizadores, solo ruinas

enormes, que la selva arrollaba tozudamente atestiguaban el esplendor perdido.

Quedaban en Misiones grandes fuerzas salvajes, siempre vivas, anteriores al arri-

bo de los sacerdotes y, aún más, anteriores al arribo de todo hombre. Hombres y mujeres,

lucharon, en medio del bosque.Quiroga vio todo eso y lo contó, sin metáforas, sin artificio

retórico, comprendiendo que allí donde el paisaje se retorcía y jadeaba y las gentes habi-

taban y rugían, el simple retrato era más eficaz que la tela efectista [...]

Quiroga era un hombre raro. En su casa llegó a poseer un pequeño zoológico.

Modelaba pajarracos. Ebanista concienzudo, tallaba sus muebles y esculpía canoas lige-

ras. Prefería la soledad, sin ser huraño.

Ayer ha muerto. Ha desaparecido un gran escritor. Los hombres, los árboles y los

animales pierden a un amigo solícito, porque no se observa como él profundizó sin que

un amor generoso guíe y aconseje.

La ceremonia fúnebre

Los restos del escritor fallecido fueron velados en la Casa del Teatro, por donde desfila-

ron anoche gran número de hombres de letras y representantes de las distintas manifes-

taciones intelectuales de nuestra ciudad.

La ceremonia fúnebre se efectuará esta tarde de 15 a 16 horas, y en el acto harán

uso de la palabra los señores Alberto Gerchunoff en el nombre de la Sociedad de

Escritores y Ezequiel Martínez Estrada en el de los amigos del extinto.

Pasado mañana los restos de Horacio Quiroga serán cremados, por disposición de

la última voluntad y las cenizas enviadas a la propiedad que poseía en el territorio de

Misiones donde serán depositadas.

[La nota está ubicada en la columna central con una foto en la parte superior de la

misma. Abarca toda la columna incluyendo dos párrafos de la columna derecha. Dentro

de la misma página se encuentran notas de orden nacional.]

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EL MUNDO (“Diario que interesa a la mujer, el hogar y el niño”), p.12.

Horacio Quiroga

Hace tiempo ya la figura de Horacio Quiroga se había poco menos que perdido en el

ambiente de las letras. Sus largas estadas en Misiones, su alejamiento de los círculos que

congregaban a los escritores cuando permanecía en Buenos Aires, habían logrado que su

nombre adquiriera una especie de pátina de celebridad, integrada por su prestigio de

escritor y por su evasiva presencia, siempre de paso, siempre silencioso, siempre miran-

do al suelo, como si no quisiera que el espectáculo circundante invadiera la abstracción

de su pensamiento. Así se habían acostumbrado a verle sus colegas –los escasos cole-

gas– que se acercaron a su amistad, reservada, pero profunda y así se ha ido, visitado

por pocos durante su enfermedad, con el rostro agudo, cetrino y la mirada apagada.

Horacio Quiroga en su última época, era un deshumanizado casi [...]

Horacio Quiroga tenía la bondad inexpresiva de los hombres que han vivido mucho

y que no creen en cosas que son objeto de preocupación en otras personas.

Se inició con “Los arrecifes de coral”, verso y prosa, en el año 1902. Poco le bastó

a Horacio Quiroga para rechazar sin acritud la paternidad de ese libro, que recogen las

últimas luces del decadentismo. Al libro primigenio le siguió “El crimen del otro”, que lo

definió como a un realista dramático del cuento.

Con “El salvaje”, con “Anaconda”, con “El desierto” aparece otro Horacio Quiroga.

Su estilo es el mismo, acerado, conciso, con fases que parecen rictus de lacerante ironía,

pero el ambiente y los temas son otros. Misiones, la selva, los obrajes, los isleños, los ani-

males se incorporan a la literatura americana [...] Detrás de su temperamento huraño

podría advertirse el temple de una ternura contenida. Su muerte fue precedida de un largo

silencio, que nunca fue balance en la memoria o en la admiración de muchos.

Expresó una vez a un periodista: “Si bien nací en Salto los uruguayos dicen que yo

soy un escritor argentino”. Es difícil, cuando un autor alcanza su nombradía, olvidar que

ya es genérico aquello de letras rioplatenses.

El sepelio se efectuará hoy a las 16 horas en el cementerio del Oeste.

[El artículo está ubicado dentro de las noticias nacionales en la columna central,

en su parte inferior.]

LA FRONDA, p. 3.

Horacio Quiroga era argentino, había nacido en el Uruguay pero su alma tenía esos atri-

butos de nacionalidad que son más fuertes y más expresivos que los documentos. Y luego

de su alma, los libros le dieron una limpia ciudadanía americana.

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Pero quien conoce la historia del cuento breve superada día a día por talentos nue-

vos y originados en genios que despreciaron la novela para dedicarse a él como una

genuina fuente de belleza, puede afirmar que Horacio Quiroga resultó entre nosotros un

precursor y que no deja, por desgracia, continuadores eficaces de su obra.

Muere con Horacio Quiroga el alentador de los calenturientos sueños infantiles y de

las maduras pesadillas de los mayores de edad.

Por otro lado su tendencia a lo sobrenatural sobrecogía en sus relatos. Toda la gran-

deza de la selva y toda la pequeñez de sus seres ínfimos, cabrían en sus trazos a los que

animaba en soplo natural y a la vez extraordinario.

De él, que murió solo, añorando su selva... Porque es privilegio de hombre de

excepción, como lo fue Quiroga, hacer que lo alto descienda a la altura de la media y que

lo pequeño alcance una jerarquía. Es lo que hizo, dando a nuestra selva un significado

incomparable.

[Está ubicado en la columna central y sobre la parte superior se encuentra una foto-

grafía del escritor. Las notas que lo rodean son de interés general.]

Domingo 21 de febrero de 1937

LA NACIÓN, p. 9 (sección “Obituarios”)

“Don Horacio Quiroga”

(Ayer se realizó la cremación de sus restos)

[...] El embajador Dr. Martínez Thedy encabezó el cortejo, en representación del gobierno

uruguayo. En el cementerio del Oeste esperaba la llegada de los restos un público nume-

roso, que llenó el recinto del crematorio... En nombre de la Sociedad de Escritores pro-

nunció su discurso D. Alberto Gerchunoff, y en seguida ocupó la tribuna el Doctor Martínez

Thedy, quien expresó el sentimiento del pueblo uruguayo por la muerte de Horacio

Quiroga, y anunció que el gobierno del país hermano dictó un decreto que dispone la repa-

triación de sus restos, y ordena que al abrirse las clases del próximo curso en los institu-

tos de segunda enseñanza, los profesores expliquen a la juventud la significación y

trascendencia de la obra del novelista. Después de la terminación de la elocuente impro-

visación del embajador uruguayo, habló el D. Ezequiel Martínez Estrada, en nombre de

los amigos del extinto, leyendo una página profundamente conmovida, en que reflejó con

honda belleza los rasgos espirituales del escritor desaparecido.

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Impresión en Asunción

Asunción 20 (Esp.). El fallecimiento de Horacio Quiroga ha repercutido dolorosamente en

los círculos literarios. Los periódicos le dedican sentidas necrologías destacando su fecun-

da y meritoria obra y señalándolo como uno de los mejores cuentistas argentinos.

BANDERA ARGENTINA (lema: “Nada hay dentro de la Nación superior a la Nación

misma”, Avellaneda), p. 10 (sección “Necrológicas”)

Ha muerto un gran escritor argentino

En el hospital de Clínicas, donde fuera internado para ser sometido a una intervención qui-

rúrgica, ha fallecido Horacio Quiroga, el indiscutido maestro del cuento corto.

Inició su primera incursión en el campo de las letras con un libro de versos “Los arre-

cifes de coral”, en aquellos años de oro de la literatura con Julio Herrera en el Uruguay,

Leopoldo Lugones en la Argentina y Rubén Darío en todos los países de América.

Pero Quiroga, no obstante con el aplauso con que se recibieron sus versos, no esta-

ba llamado para perpetuar su nombre en el lírico bronce de la poesía. La narración que

es el trasiego del hombre en la naturaleza, atrajo de inmediato la atención de este espíri-

tu potente, que había de encontrarse a sí mismo en esa prosa suya tan íntima y tan comu-

nicativa al mismo tiempo que marca una brillante etapa en las letras americanas.

Puede seguirse a través de su obra el proceso de la firme personalidad del autor.

Todos los paisajes, hasta los más inéditos para el hombre de la ciudad, todos los tipos

humanos hasta los que parecen moverse en ámbitos de pesadilla, fueron tratados por él

con sorprendente exactitud y hasta con cierto deleite de investigación psicológica, pero

manteniéndose siempre en el plano de una irreprochable realidad artística.

Sus viajes a Misiones le despertaron el amor a la selva... De ahí que fuera compa-

rada su labor con la de Rudyard Kipling, considerado el más grande poeta y narrador de

la selva para todos los países de habla inglesa.

Personalmente, era hombre melancólico, pero bondadoso. Sus actos siempre

nobles y sus juicios claros y honrados le granjearon la admiración y el respeto de toda la

juventud intelectual, pero su intimidad fue sólo accesible para un reducido núcleo de ami-

gos, a quienes deja el ejemplo de su invariable lealtad.

No obstante haber nacido en el Uruguay, su producción fue realizada siempre en la

Argentina. Horacio Quiroga, el más valiente, el más probo, el más recio, el más honrado

de los cuentistas del Río de la Plata deja en nuestro país el incalculable tesoro de su obra

literaria, que pasa a la posteridad como exponente más genuino de una época dorada

para las letras americanas.

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LA FRONDA, p. 3.

Don Horacio Quiroga el sepelio de sus restos

En el cementerio del Oeste se efectuó ayer el sepelio de los restos del señor Horacio

Quiroga, figura prestigiosa de las letras.

En esta oportunidad hicieron uso de la palabra los señores Alberto Gerchunoff en el

nombre de la Sociedad de Escritores y Ezequiel Martínez Estrada en el nombre de los

amigos del extinto.

Mañana los restos del señor Quiroga serán cremados, por disposición de la última

voluntad y las cenizas enviadas a la propiedad que poseía en el territorio de Misiones

donde serán depositados.

[Ocupa un pequeño espacio en la columna derecha.]

CONCLUSIONES

Considerando los artículos periodísticos relevados podemos concluir afirmando que era una

figura muy respetada por todo el ámbito literario y periodístico, aun por los que no coincidían con

su línea de pensamiento; esto se observa en las distintas publicaciones de los diarios consulta-

dos (de derecha, como Bandera Argentina, y de izquierda, como La Vanguardia).

Cada uno de los artículos resalta en su necrología un aspecto particular de su vida,

ya sea la relación de sus obras con la fatalidad de su vida personal; la dualidad de su

carácter; las desavenencias con el gobierno militar uruguayo; y el hecho de considerarlo

un precursor en el género del cuento corto.

Además, es justo destacar la discreción de los medios gráficos ya que ninguna de

las fuentes consultadas menciona el trágico suicidio de su mujer, la accidental muerte de

su amigo en el vecino país de Uruguay, como tampoco se menciona su suicidio. Según

nuestra hipótesis, a este último factor se podría atribuir el hecho de que el diario El Pueblo

(católico) no publique ninguna noticia sobre su fallecimiento.

También se destaca su soledad y el apego que tenía hacia sus pocos amigos, que

lo acompañaron en los últimos momentos como Ezequiel Martínez Estrada, con quien

mantuvo permanentes y profundas cartas, compartiendo su soledad tras sus fatalidades y

su sentida enfermedad.

Quiroga escribe a Martínez Estrada: “Sabe usted qué importancia tienen para mí su

persona y sus cartas. Voy quedando tan cortito de afectos e ilusiones que cada una de

éstas que me abandona se lleva verdaderamente pedazos de vida” (marzo 29, 1936).

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En otra carta agrega: “Yo soy bastante fuerte, y el amor a la naturaleza me sostie-

ne más todavía, pero soy también muy sentimental y tengo más necesidad de cariño –ínti-

mo–, que de comida” (abril 11, 1936).

Dentro de su corto círculo de amigos también estaba Julio E. Payró, hijo de su gran

compañero Roberto J. Payró, y su compatriota salteño Asdrúbal Delgado. Le escribe a

Payró: “Como el número de los amigos se va reduciendo considerablemente conforme se

les pasa por la hilera, los contadísimos que quedan los son de verdad. Tal usted; y me

aprecio de haberlo admirado cuando usted era un bambino, o casi” (junio 21, 1936).

Y a Asdrúbal: “No dejes de escribirme de vez en cuando, pues si en próspero esta-

do los pocos amigos a la caída de mi vida son indispensables, en mal estado de salud for-

man parte de la propia misma vida” (septiembre 21, 1936).

FUENTES CONSULTADAS

Hemerotecas del Congreso de la Nación y de la Universidad Nacional de La Plata.

La Vanguardia, 20 de febrero de 1937.

El Día, 20 de febrero de 1937.

La Fronda, 20 y 21 de febrero de 1937.

La Prensa, 20 de febrero de 1937.

La Nación, 20 y 21 de febrero de 1937.

El Mundo, 20 de febrero de 1937.

Bandera Argentina, 20 de febrero de 1937.

El Argentino, 20 de febrero de 1937.

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CRONOLOGÍA DE HORACIO QUIROGA

1878. 31 de diciembre. Nace en Salto, Uruguay, Horacio Silvestre Quiroga. Es el menor

de cuatro hijos del matrimonio de Prudencio Quiroga (vicecónsul argentino en el

Uruguay), y Pastora Forteza.

1879. Muere su padre al dispararse accidentalmente su propia escopeta. La familia se

traslada a Córdoba, en la Argentina, para atender la salud de una de las hermanas

de Horacio. Cuatro años más tarde volverán a Salto, donde Quiroga cursará sus

estudios primarios y secundarios, estos últimos con orientación técnica.

1891. Pastora Forteza contrae nuevo matrimonio. Trasladados a Montevideo, Horacio

continúa sus estudios en el Colegio Nacional. Creciente interés por la lectura, tanto

de novelas como de filosofía y material científico. Muestra pasión por oficios tan

diversos como la fotografía, el ciclismo, la química, la carpintería y la mecánica.

1896. Primeras composiciones, prosas y poemas, veleidades compartidas, amigos, autode-

nominados Mosqueteros. Víctima de una hemorragia cerebral, su padrastro se suicida.

1898. Colabora en el semanario salteño La Revista y también en La Reforma y en Gil Blas,

con el seudónimo de Guillermo Eynhardt. Conoce a Lugones y a María Esther

Jurkowski, su primer gran amor, cuyo desdichado desenlace reflejará en Las sacri-

ficadas y en “Una estación de amor”.

1899. Funda la Revista de Salto. Publica “Para una noche de insomnio”, “Fantasía nervio-

sa”, un artículo exaltando la figura de Lugones, y otros trabajos, algunos sobre teo-

ría del cuento.

1900. Se cierra la revista, viaja a Europa, de donde vuelve luego de tres desventurados

meses, y funda en Montevideo, el Consistorio del Gay Saber, una extensión de los

Mosqueteros. Experimentos literarios, paraísos artificiales, irreverencias y más

publicaciones. Su cuento “Sin razón pero cansado”, firmado como Aquilino Delagoa,

obtiene un segundo premio en el concurso del semanario La Alborada.

1901. Mueren dos de sus hermanos por fiebre tifoidea en el Chaco argentino. Publica en

noviembre Los arrecifes de coral, poesías y poemas modernistas en prosa.

1902. Mata accidentalmente a su amigo Federico Ferrando. Viaja a Buenos Aires donde

comenzará la docencia como profesor de Literatura en el Colegio Británico de

Buenos Aires.

1903. Colabora para el periodismo porteño. Es aceptado como fotógrafo, gracias a su

amistad con Lugones, en la expedición de estudios a San Ignacio, Misiones, encar-

gada a este último por el Ministerio de Instrucción Pública.

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1904. Publica El crimen del otro. Viaja al Chaco, donde se instalará para probar suerte cul-

tivando algodón.

1905. Regresa fracasado a Buenos Aires Frecuenta tertulias literarias. Publica “Los per-

seguidos” y aumenta sus colaboraciones.

1906. Adquiere 185 hectáreas en Misiones y comienza una provisoria instalación.

1908. Aparece su primera novela, Historia de un amor turbio.

1909. Contrae enlace con una de sus alumnas de la Escuela Normal, Ana María Cirés. Se

establecen en Misiones.

1911. Nace su hija Eglé, es nombrado Juez de Paz y Oficial de Registro Civil de San

Ignacio.

1912. Nace su hijo Darío. Se ocupará personalmente de la educación de sus dos hijos.

Emprende múltiples actividades de corte industrial la mayor parte descabelladas y

rotundos fracasos. Escribe y publica: A la deriva, El alambre de púa, Los inmigran-

tes, Yaguaí (1913), Los mensú (1914).

1915. Ana María muere –se suicida– tras ocho días de agonía. Para sobrevivir, Quiroga

entierra este hecho en lo más hondo de sí mismo, no habla con nadie del asunto,

continúa viviendo y escribiendo, pero emparedado en lo más íntimo registrando

implacablemente el trabajo de la fatalidad sobre los otros, los mensú, los explota-

dos o los aventureros que pueblan Misiones, los ex –hombres, alcoholizados, locos.

Publica Una bofetada (1916), La gama ciega.

1917. De regreso a Buenos Aires es nombrado secretario general del consulado urugua-

yo. Se publican sus Cuentos de amor, de locura y de muerte.

1918. Aparecen los Cuentos de la selva para niños. Publica “Un peón”; en este y en otros

cuentos se ve y se siente la naturaleza de Misiones, sus hombres, sus destinos.

Cuenta exactamente lo que quiere y como quiere, su objetividad en la creación es

limitada. Porque el hombre está ausente de ella, es un testigo, a veces hasta un per-

sonaje secundario del relato, pero no está él, entero, con sus angustias personales

y su horrible sentido de la fatalidad. Reconoce y muestra el destino que se desplo-

ma sobre los otros, pero cuando el implicado es él, la historia adquiere un leve tono

humorístico.

1920. Se publican “El salvaje” y “Las sacrificadas”.

1921. Estreno teatral de “Las sacrificadas”. Se edita Anaconda.

1924. Aparece El desierto.

1925. Sufridos amores por otra Ana María, una joven misionera de 17 años. Llega inclu-

so a cavar un túnel con el propósito de raptarla; pero todo termina con la oposición

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de los padres de la joven. Este episodio dará lugar a Pasado amor. Vuelve a

Misiones.

1926. Nuevamente en Buenos Aires, publica “Los desterrados”. Vida social, críticas de

cine, publicaciones. Ya es reconocido y hasta homenajeado por cierto sector de la

vida literaria del momento.

1927. Se casa con una amiga de su hija Eglé, María Elena Bravo, 29 años menor que él.

1928. Nace su hija María Elena (Pitoca).

1929. Aparece Pasado amor, segunda y última novela.

1931. Escribe “Ante el tribunal”, defensa y autorreferencia ante la contemporaneidad y la

posteridad. Es trasladado a San Ignacio como funcionario del Consulado.

1934. Su esposa regresa a Buenos Aires, con Pitoca, tras acentuadas desavenencias con-

yugales. Cesan sus servicios consulares por decisión superior. Se siente solo, con

problemas económicos y de salud.

1935. Se edita Más allá, cerrando su obra. Es nombrado cónsul honorario, con una pre-

caria pensión.

1936. Se jubila como cónsul y comienza a tratarse de dolencias físicas.

1937. El 18 de febrero se suicida ingiriendo cianuro, tras corroborar que su enfermedad

es cáncer. Muere en la madrugada del 19 en el Hospital de Clínicas de Buenos

Aires.

Quiroga estaba solo desde la década de 1930 en que había empezado un eclipse

de su obra narrativa, el descenso de sus acciones en la “Bolsa literaria” a que él se

había referido con humor negro en algún artículo, el ser declarado cesante en su

cargo del consulado uruguayo como consecuencia del golpe de Estado de Terra

(marzo 31, 1933), el fracaso de su vida familiar. Por eso, el cáncer llega cuando

Quiroga ya se ha estado despidiendo de la literatura y de la vida.

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DECÁLOGO DEL PERFECTO CUENTISTA

1 Cree en un maestro –Poe, Maupassant, Kipling, Chéjov– como en Dios mismo.

2 Cree que su arte es una cima inaccesible. No sueñes en dominarla. Cuando pue-das hacerlo, lo conseguirás sin saberlo tú mismo.

3 Resiste cuanto puedas a la imitación, pero imita si el influjo es demasiado fuerte.Más que ninguna otra cosa, el desarrollo de la personalidad es una larga paciencia.

4 Ten fe ciega, no en tu capacidad para el triunfo, sino en el ardor con que lo deseas.Ama a tu arte como a tu novia, dándole todo tu corazón.

5 No empieces a escribir sin saber desde la primera palabra hacia dónde vas. En uncuento bien logrado, las tres primeras líneas tienen casi la importancia de las tresúltimas.

6 Si quieres expresar con exactitud esta circunstancia: “Desde el río sopla un vientofrío”, no hay en lengua humana más palabras que las apuntadas para expresarla.Una vez dueño de tus palabras, no te preocupes en observar si son entre sí conso-nantes o asonantes.

7 No adjetives sin necesidad. Inútiles serán cuantas colas de color adhieras a un sus-tantivo débil. Si hallas el que es preciso, él solo tendrá un color incomparable. Perohay que hallarlo.

8 Toma a tus personajes de la mano y llévalos hasta el final, sin ver otra cosa que elcamino que trazaste. No te distraigas viendo tú lo que ellos no pueden o no lesimporta ver. No abuses del lector. Un cuento es una novela depurada de ripios, tenesto por una verdad absoluta aunque no lo sea.

9 No escribas bajo el imperio de la emoción. Déjala morir, y evócala luego. Si erescapaz entonces de revivirla tal cual fue, has llegado en arte a la mitad del camino.

10 No pienses en tus amigos al escribir, ni en la impresión que hará tu historia. Cuentacomo si tu relato no tuviera interés más que para el pequeño ambiente de tus per-sonajes, de los que pudiste haber sido uno.

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La muerte de Roberto Arlt en la prensa argentina

Angel Del Ré

A MANERA DE INTRODUCCIÓN: LAS TRIBULACIONES DE UN ESTUDIANTE

QUE QUIERE INVESTIGAR EN LAS BIBLIOTECAS NACIONALES

Realizar una investigación rastreando noticias aparecidas en viejos periódicos, es hoy en

día una ardua tarea para cualquier estudiante. No me cabe ninguna duda, los argentinos

hemos inventado la Impericia Burocrática.

Para realizar este trabajo he recorrido los pasillos de varias bibliotecas, han requi-

sado mi mochila, mis carpetas, he completado formularios, he recibido un sello cada vez

que traspasaba una puerta y han verificado mi documento recomendándome renovarlo

por lo precario de su estado. Hasta, en el colmo de los colmos, me ha tocado enfrentar a

agotados empleados estatales de dudosos conocimientos en cuanto al material que

manejaban, como el caso de una empleada de la biblioteca del Congreso de la Nación,

de unos cuarenta años, que dijo conocer a Roberto Arlt –muerto hace cincuenta y siete–

y asegurarme que era un actor. (Esta falta de especialización la he percibido también en

librerías, disquerías y hasta cadenas de videoclubs).

En una primera instancia el tema que pensaba desarrollar era la repercusión perio-

dística de la muerte de Leopoldo Lugones, ocurrida en febrero de 1938; pero el material

conseguido se redujo a un solo periódico: El Diario, el resto de los periódicos de 1938 se

han perdido entre olvidos de microfilms en la aduana y caños conductores de agua

corriente rotos en los subsuelos de la Biblioteca Nacional.

Esta pesadilla kafkiana de pasillos interminables, controles exhaustivos y periódicos

inexistentes derivó en una modificación de mi trabajo. Ahora sería Arlt (la repercusión de

su muerte en los medios) el que habría de rastrear.

Aunque me fue imposible hacerme con la totalidad de los diarios de la época, los

cuatro en los que he basado esta investigación, creo, responden a diferentes enfoques

que me han permitido tener una visión menos parcial del suceso.

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CUATRO ENFOQUES

En un extremo, el socialista La Vanguardia, plagado de reivindicaciones del movimiento

obrero, cuasi panfletario, de sólo seis páginas. En el otro La Nación, diario ultraconserva-

dor de formato sábana, el diario de las clases altas argentinas. Navegando entre estas dos

aguas, el híbrido El Mundo, donde Arlt trabajaba, que se definía como moderno, cómodo

y sintético, con secciones diarias para la mujer y el hogar, y La Prensa, más cercano a La

Nación, con insulsas secciones suplementarias los domingos, donde aparecían fotos, a

modo de álbum familiar, de la aristocracia porteña retratando su particular modo de vida.

Los cuatro diarios tratan la noticia de la muerte de Roberto Arlt ignorando la trascen-

dencia del suceso. El espacio dedicado a la noticia es la mejor prueba de ello.

¿Por qué los periodistas (y valdría aclarar, la mayoría del mundo intelectual de la

época) desconocían en ese tiempo lo que para nosotros hoy es evidente: la importancia

de Arlt para las letras y la cultura argentina? Esta es la incógnita que se me presenta y

que trataré de resolver.

Empezaré analizando una por una las notas referidas a su muerte, aparecidas al día

siguiente.

En la mañana del lunes 27 de julio de 1942 los porteños se desayunaron con la noti-

cia del fallecimiento del escritor que día a día reflejaba de manera satírica y burlona la vida

cotidiana de Buenos Aires. Ninguno de los cuatro periódicos (ni siquiera El Mundo) lo tra-

dujo en su primera página.

Eran tiempos bélicos, los alemanes invadían Francia y combatían a Rusia ante los

esfuerzos aliados por derrotar a Hitler. Argentina sufría una aguda crisis de combustible y

era intervenido el radicalismo porteño. La importancia de estas noticias eliminó de prime-

ra plana la muerte de Arlt, pero no el empate entre Racing y River en un tanto.

El diario socialista La Vanguardia tituló, al lado una noticia sobre la prueba de un

nuevo avión en el aeródromo de General Pacheco, “Dejó de existir Roberto Arlt”. En la

nota se destaca la importancia de las Aguafuertes porteñas y se califica de destacada su

trayectoria literaria, mencionando sus obras. Hay una inevitable –en un diario de izquier-

da– referencia a su participación en el Teatro del Pueblo y su producción teatral, además

de destacar la influencia recibida de los escritores rusos y en especial de Dostoievski.

Rescatan sus valores personales y finalizan la nota informando sobre la realización

del sepelio en el Círculo de Prensa ese mismo lunes y la partida del cortejo fúnebre a las 11

horas. Todo muy escueto, sintético, en mitad de página; unas cuarenta líneas que le bastan

al redactor para cambiar el título de su libro de cuentos, El jorobadito, por el de El jorobado.

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En La Prensa la noticia fue tratada en forma aún más breve y en un tono excesiva-

mente formal. Esto se evidencia desde la sequedad del título: “Fallecimiento del señor

Roberto Arlt”. El texto tiene la estructura de las biografías de los diccionarios enciclopédi-

cos, lleno de frases tales como: “periodista y escritor de conocida actuación”.

Hacen una referencia a su obra, tanto las novelas y los cuentos, como sus incursio-

nes teatrales y sus exitosas Aguafuertes, informan sobre su sepelio y las disposiciones

tomadas por el Círculo de Prensa de organizar una comisión destinada a concurrir al vela-

torio, en representación de la entidad. Al igual que en La Vanguardia la nota se halla en

mitad de página, al lado de otra sobre la entrega de un hidroavión al Yacht Club Argentino.

En La Nación, una foto de un Arlt joven ilustra una nota que a primera vista parece

una necrológica común. La titulan “Don Roberto Arlt” y debajo en letras más pequeñas:

“Falleció ayer en esta capital”. Sin embargo, y a pesar de ser también breve, es un tanto

más interesante que las dos anteriores ya que el encargado de la nota remarca los nue-

vos aires que acompañaron la edición en 1927 de su primer novela El juguete rabioso.

Aunque se equivoca en el año de edición (fue en 1926), es el primero en remarcar la

característica de la literatura arlteana como novedosa para su época. Sigue alabando sus

condiciones de novelista y cuentista y lo caracteriza como un “dramaturgo de rara calidad

en nuestro ambiente”. Recuerda también su calidad como periodista y, otra vez, lo exito-

so de sus Aguafuertes porteñas.

Por último, lamenta el hecho de su desaparición, informa sobre su sepelio y nom-

bra a los integrantes de la comisión del Círculo de Prensa: Quillano Anta Paz, Eduardo

Mallea, Nicolás Olivari, Horacio Rega Molina y Santiago Ganduglia.

Por tercera vez la noticia sobre la muerte de Arlt aparece curiosamente junto a una

nota referente a aviones, esta vez sobre un concurso de aeromodelismo en Quilmes.

Llegamos así a El Mundo, diario que, como ya he mencionado, contaba a Arlt entre

sus colaboradores. Había ingresado en 1928 y a partir del 14 de agosto publicó diariamen-

te, en la página seis, hasta el día de su muerte, las populares “Aguafuertes”.

El tono de la nota de El Mundo es más emotivo, ya que es redactada por uno de sus

compañeros, pero a pesar de ser la más larga de las cuatro, el tratamiento del suceso es

reducido, lo cual no deja de sorprender debido al hecho de que Arlt pertenecía a este

periódico.

“Falleció ayer nuestro compañero Roberto Arlt”, así titulan el informe. El sentimien-

to de pertenencia recorre el texto: “es algo nuestro lo que perdemos”, dice la nota y remar-

ca “este duelo pertenece también de alguna manera a la calle”, esa calle que esperaba

para leer y enojarse ante el cinismo de sus “Aguafuertes”.

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Se hace mención a la capacidad de trabajador infatigable de Arlt (sabemos que

escribió Los siete locos en sus ratos libres en la redacción del diario).

La nota continúa haciendo un recorrido sobre su vida profesional y su obra literaria,

la edición de El juguete rabioso (otra vez con fecha errónea: esta vez 1925), su amistad

con Güiraldes, a quien dedica su primera novela, y el apoyo que éste le brindo. Se desta-

ca Los siete locos como una novela que abandona los recursos trillados del género, donde

Arlt introduce a sus personajes en las “zonas profundas de la conciencia”.

Se expone la bibliografía completa de Arlt, sus restantes novelas, sus volúmenes de

cuentos, sus Aguafuertes, tanto las porteñas como las españolas, su incursión como dra-

maturgo determinada por la tentación de ver y sentir “la presencia viva de los personajes

en el escenario” y en el plano del periodismo, sus viajes como corresponsal a España y

África. Para el autor de la nota Arlt “buscaba en su obra las formas que expresaran la

nueva conciencia moral del mundo”.

En la misma edición se publica su última Aguafuerte, “El paisaje en las nubes”, con

la advertencia de que “debe leerse con una emoción particular, pues representa la última

expresión de un espíritu excepcional, en quien todos veíamos un hermano evidente”. Es

la historia de un escritor neoyorquino autor del best-seller del año, un hijo de inmigrantes

(como Arlt) que conduce un taxi y escribe cuando puede (también como Arlt) y sufre el

escarnio de los críticos (una vez más como Arlt).

En ninguna de las cuatro notas hay alusiones a sobre su vida personal. Ni sus dos

mujeres, ni su hija son mencionadas, no hay Arlt más allá de su obra y su profesión.

El martes 27, los cuatro diarios reflejaron el sepelio y la posterior cremación de los

restos físicos de Arlt. La Prensa y La Vanguardia fueron muy escuetos y sólo agregaron

que Horacio Rega Molina habló en representación de sus compañeros de trabajo y

Nicolás Olivari por sus amigos personales. Por su parte, tanto La Nación como El Mundo

comentaron la crecida concurrencia al Cementerio del Oeste y citaron los discursos reali-

zados. Horacio Rega Molina cerró el suyo con un soneto y Nicolás Olivari esbozó el

supuesto de que al intuir Arlt su muerte temprana, hizo lo imposible por gestar una obra

de gran envergadura en poco tiempo de vida. También hizo uso de la palabra el presiden-

te de la SADE, Eduardo Mallea.

ARLT, EL EXCLUIDO

Tal fue la repercusión de la muerte de Arlt en los periódicos de la época, escueta, pobre,

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hasta con errores de información. Ningún periódico trató de requerir la opinión de otros

escritores con respecto de su obra, como se hiciera ante la muerte de Lugones.

La revista Sur, una de las más importantes de la época, donde publicaban escritores

como Borges, Bioy, Sabato, etc., que pertenecían al círculo creado en torno a la figura de la

señora Victoria Ocampo, hizo caso omiso de la muerte de Arlt en sus ediciones de agosto y

septiembre. Si uno de los órganos culturales más importantes de la época ignoraba de esta

manera la importancia de la muerte de quien se convertiría en uno de los escritores más des-

tacados del siglo, qué podríamos esperar de los periódicos, más preocupados en la noticia

del día que en una proyección de los hechos trascendentes de un futuro próximo.

Pero lo que a estos diarios dejó ciegos a la hora de percibir la importancia de la

muerte de uno de los pilares de la literatura argentina, y por ende de su imprescindible

obra, fue el hecho de ser contemporáneos de Arlt.

Sabemos del carácter profundamente egocéntrico y cínico de Arlt, quien no dudó en

calificar a Lugones de escritor de temas ñoños, a través de diversos reportajes. Sabemos

también de su autoexclusión de la élite intelectual de la época, como queda manifestado

en el prólogo de Los lanzallamas (cabe aclarar que él es un excluido también, pero lo

excluyen de un lugar a donde él no quiere pertenecer), lo que explicaría la omisión de la

revista Sur. Estas características de su personalidad, además de convertirlo en un solita-

rio (cosa que considero necesaria para la creación de su obra), lo transforman en un gran

hacedor de enemigos y generador de polémicas. Es difícil reconocer el talento de una per-

sona que no es de la simpatía de uno.

El hecho de ser Arlt periodista dificulta la perspectiva de sus colegas, les imposibi-

lita ver el genio literario en uno de sus pares. Le conocen, viven con él y son incapaces

de ver la importancia del escritor. Para ellos Arlt es el exitoso creador de las costumbris-

tas Aguafuertes, que el lector del diario disfruta, y no el muy diferente creador de Remo

Erdosain y su sórdido mundo.

Arlt era una especie de visionario, sus temas hoy en día no han perdido vigencia,

nos pertenecen aún, los vivimos en nuestro día a día.

Arlt parece haber sido un incomprendido para su época. Su fuerte personalidad

ocultaba, a los que sólo se quedaban en la anécdota de la polémica, lo excepcional de su

obra. A medida que el tiempo avanza y su imagen burlona y soberbia desaparece, su

escritura se muestra en primer plano exaltando toda su fuerza y vigor, que las nuevas

generaciones de lectores abrazan con singular pasión. Esto es claro para Ricardo Piglia,

quien en su prólogo a los Cuentos completos de Arlt señala que éste está lejos de ser

canonizado, de ingresar al museo. Arlt hoy en día se encuentra más actual que nunca.

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LAS NOTICIAS DE SU MUERTE

Domingo 26 de julio de 1942

CRÍTICA, p. 5.

“Ha fallecido Roberto Arlt”

Este diario presenta una nota de tamaño no muy grande, pero con la crítica más favora-

ble de las fuentes consultadas. Dice que Roberto Arlt ha muerto imprevistamente, que era

una persona vigorosa, optimista y con fe en el destino de un mundo mejor. Hace una crí-

tica positiva con respecto a la trayectoria de este escritor y lo pone a la altura de los nove-

listas de mayor jerarquía de nuestro país. Asegura su supervivencia en el mundo de la

literatura argentina y resalta que buscaba las raíces de su arte en nuestra realidad y no

evadía los problemas torturantes de su tiempo.

“Roberto Arlt había aportado a la novela argentina obras que lo colocaban entre

nuestros novelistas de mayor jerarquía y que le aseguraban, desde ya, una pervivencia

definitiva en la historia de la literatura nacional”.

Halagan a Arlt no sólo en sus valores literarios: “[...] quedan sobre todo sus valores

humanos: esa cordialidad sin fronteras, ese sentimiento de amistad que desparramaba a

manos llenas”.

[Crítica era un diario de la tarde, por eso, de las fuentes consultadas, fue el único

que dio la noticia el mismo día de su muerte.]

Lunes 27 de julio de 1942

CRÍTICA, p. 3.

“Roberto Arlt era escritor vigoroso y gran periodista”

Este artículo muestra la dolorosa repercusión de su muerte y lo señala como un ejemplo

de evolución y superación. Vuelve a destacar su mirada hacia la realidad y aclara que no

es un estilista, sino un escritor que aprendió el lenguaje verídico ante lo que es fundamen-

tal de la vida: el pueblo.

“[....] en su necesidad de ser fiel a su especie de hombre y de escritor, odiaba la

máscara de lo solemne, el disfraz con que tantos consiguen la simulación de sus distintas

profesiones”.

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LA VANGUARDIA, p. 5.

“Dejó de existir Roberto Arlt”

Este diario presenta una crítica positiva hacia la figura de Arlt. Destaca sus “Aguafuertes

porteñas” en las que captaba los más diversos aspectos de la vida de nuestra ciudad.

Aunque marca en el escritor ciertas influencias de Dostoiesvky, le adjudica una concep-

ción personal producto de “un espíritu inquieto y de su grande angustia por los torturantes

problemas de la época”.

Martes 28 de julio de 1942

LA VANGUARDIA, p. 3.

“Incineraron ayer los restos de Roberto Arlt”

En este pequeño artículo se informa sobre quiénes hicieron uso de la palabra en su sepe-

lio, destacando su aporte a la novela, el teatro y el periodismo nacional.

EL MUNDO, p. 4.

“Falleció ayer nuestro compañero Roberto Arlt”

Este es el artículo más extenso que se publicara sobre su muerte (casi media página); la

ubicación del artículo es en una página con noticias de la segunda guerra. Se realiza una

descripción de su obra, lamentando su pérdida: “[...] es un dolor nuestro, un duelo que nos

pertenece íntimamente como nos pertenecía el camarada que tuvimos a nuestro lado

durante largos años”.

Describe a Arlt como una figura que apareció en momentos en que la producción

nacional sufrió el colapso moral de la guerra de 1914 y que se lanzó a “una búsqueda

desesperada de formas que expresara la nueva conciencia del mundo”.

EL MUNDO, pp. 5 y 11.

“Fueron inhumados ayer los restos de Roberto Arlt”

Al igual que el artículo anterior, éste está ubicado en una sección importante del diario

(junto a notas políticas). Da a conocer los detalles del sepelio. Sus restos fueron velados

en la sede social del círculo de la prensa, en donde representantes de la Sociedad

Argentina de Escritores dieron su discurso para la ocasión. Horacio Rega Molina dio un

discurso en nombre de la dirección y personal del diario El Mundo, y Nicolás Olivari en

nombre de sus amigos. Le dedican un soneto.

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LA NACIÓN, lunes 27 de julio de 1942, p. 5.

“Don Roberto Arlt (falleció ayer en esta capital)”

Es una nota muy breve ubicada en la sección de comentarios sociales. Impone más dis-

tancia que el diario El Mundo y presenta opiniones diversas. A la vez que dice que “será

un ejemplo perenne en riqueza moral de la estirpe”, también dice que es un “dramaturgo

de rara calidad en nuestro ambiente o cuentista de recia sustancia realista”.

LA NACIÓN, martes28 de julio de 1942, p. 6.

“Don Roberto Arlt”

Este artículo da un detalle muy breve del sepelio. Informa que Eduardo Mallea, presiden-

te de la Sociedad Argentina de Escritores, habló sobre Arlt.

LA PRENSA, lunes 27 de julio de 1942, p. 8.

“Fallecimiento del señor Roberto Arlt”

Es un artículo muy pequeño ubicado en una sección no muy importante del diario, artícu-

los meteorológicos y propaganda de ropa. “El señor Arlt –dice la nota– acreditó siempre

estimable condiciones de compañerismo que le granjearon múltiples y justificadas simpa-

tías”. Elogia sus condiciones de compañerismo pero no da opinión alguna sobre su valor

literario. Además, enumera sus obras y da a conocer el lugar en el que se realizará el

sepelio.

LA PRENSA, martes 28 de julio de 1942, p. 8.

“Efectuáronse las exequias del escritor Roberto Arlt”

Al igual que la nota del día anterior, ésta es de tamaño muy pequeño y sin foto. Vuelve a

destacar el afecto que generó en sus compañeros pero no habla ni expresa opinión de su

obra literaria.

LA RAZÓN, lunes 27 de julio de 1942, p. 3.

“Sepultáronse esta mañana los restos de Roberto Arlt”

Al igual que en otros diarios, esta nota es muy pequeña y no contiene foto. El artículo apa-

rece en una sección no muy importante del diario, rodeada de propagandas y notas sobre

agricultura. Comenta quiénes hicieron uso de la palabra en su entierro y la única opinión

que da es la de Arlt como escritor y periodista serio: “[...] fueron inhumados esta mañana

los restos del escritor y periodista serio Roberto Arlt, que anoche fueron velados en el local

del círculo de la prensa”.

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EL PUEBLO

Esta fue la última fuente consultada, pero no se encontró ninguna nota sobre la muerte

del escritor en los diarios del 26 al 29. El diario tiene una orientación hacia temas relacio-

nados con la Iglesia católica.

CONCLUSIÓN

Como ya expusimos, Roberto Arlt fue un personaje muy particular en la literatura nacio-

nal, inquietó a muchos ya sea desde una óptica positiva o negativa, yendo en contra de

ciertas “reglas” formales de la literatura y tomando una postura comprometida con lo social

y los sucesos de su época. No fue amante de la superficialidad literaria, ni de la estética

por la estética misma. Tal vez uno de sus más grandes aportes como escritor fue su sin-

ceridad y la capacidad de decir muchas cosas que otros quizás no se atrevían.

En conclusión, Roberto Arlt fue amado y odiado por muchos y esto lo demuestran

las fuentes consultadas en donde tenemos desde una nota extensa en una sección impor-

tante hasta la absoluta indiferencia de su muerte.

Más allá de toda opinión podemos ver que Arlt fue un escritor muy importante para

la literatura nacional y más aún en su tiempo. Se atrevió a enfrentar a las vanguardias lite-

rarias dejando de lado estructuras gramaticales y estéticas, demostrando un interés muy

especial por la situación social y la felicidad del hombre. Quien leía sus obras podía sen-

tirse reflejado en ella y ver que Roberto Arlt decía muchas cosas que el hombre común

tenía ganas de expresar y no podía hacerlo.

FUENTES

Diarios

Crítica, julio de 1942.

El Mundo, julio de 1942.

La Nación, julio de 1942.

La Prensa, julio de 1942.

La Razón, julio de 1942.

La Vanguardia, julio de 1942.

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Una versión previa de este trabajo puede consultarse en:

<http://www.argiropolis.com.ar/universidades/nacionales/unq/sociales/Literatura/

arlt-del%20re.htm>

<http://sololiteratura.com/arltlamuertedearlt.htm>

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La muerte de Antonio Di Benedetto en la prensa argentina

Carina Alejandra Morbelli

PRESENTACIÓN

El escritor Antonio Di Benedetto falleció el 10 de octubre de 1986 en la ciudad de Buenos

Aires; en las páginas siguientes se podrá observar el tratamiento que los periódicos del

mes de octubre de 1986 le dieron a su muerte. Para este trabajo se relevaron los diarios:

Clarín, Crónica, La Nación, La Prensa, La Razón, La Voz del Interior, Los Andes y Popular.

SEMBLANZA DEL ESCRITOR

Antonio Di Benedetto nació en Mendoza el 2 de noviembre de 1922. Luego de cursar algu-

nos años de abogacía, se dedicó al periodismo. El gobierno de Francia lo becó para rea-

lizar estudios superiores en esa especialidad. Como periodista fue subdirector del diario

Los Andes y corresponsal del diario La Prensa.

En 1953 publicó su primer libro, Mundo animal, con el que inició su brillante carrera

de escritor cuya cima fue la novela Zama, acaso una de las más grandes novelas de la

literatura argentina.

Antonio Di Benedetto recibió numerosos premios y distinciones por su labor: el

gobierno italiano lo condecoró como Caballero de la Orden de Mérito en 1969; en 1971 la

medalla de oro de la Alliance Française; en 1973 fue designado miembro fundador del

Club de los XIII, y un año después recibió la Beca Guggenheim.

Di Benedetto ocupa un destacado lugar en la narrativa contemporánea argentina.

Para ello lo acreditan su personalismo estilo, su capacidad de crear personajes vivos, su

facultad inventiva, su aguda captación sensorial y su activa intencionalidad poética de

remodelador del mundo.

En Zama alcanzó su culminación el realismo profundo de Di Benedetto; fuerte,

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cruel, incisivo, supera las apariencias de las cosas y acoge en su seno los productos de

la más pura fantasía creadora.

En 1976, pocas horas después del golpe militar del 24 de marzo, Di Benedetto fue

secuestrado por el ejército. “Creo que nunca estaré seguro que fui encarcelado por algo

que publiqué. Mi sufrimiento hubiese sido menor si alguna vez me hubieran dicho qué

exactamente. Pero no lo supe. Esta incertidumbre es la más horrorosas de las torturas”,

diría años más tarde. Humillado, golpeado y destrozado anímicamente, fue excarcelado el

4 de septiembre de 1977 y se exilió en Estados Unidos, Francia y España. Regresó defi-

nitivamente a la Argentina en 1984.

A su regreso a la Argentina ocupó un cargo en el gobierno, del que lo separaron poco

tiempo después. Di Benedetto, quien era un hombre tímido e introvertido, luego de su des-

pido “por razones presupuestarias” del cargo en la Secretaria de Cultura de la Nación, se

refugió en su obstinada soledad, en su, casi maníaco, orgullo, optando por el silencio.

En 1986, había sido internado en el Hospital Italiano el 17 de agosto y desde enton-

ces tras una intervención quirúrgica, se encontraba en estado delicado; murió víctima de

un derrame cerebral el 10 de octubre en Buenos Aires y fue sepultado el 13 de octubre en

el panteón de los escritores en la Necrópolis de Mendoza.

Entre sus obras más famosas se encuentran: a) cuentos: Mundo animal (1953), El

pentágono (1955), Cuentos claros o grot (1957), Declinación y ángel (1958), El cariño de

los tontos (1961), Two stories (1965), Los suicidas (1969), El juicio de Dios (1975) antolo-

gía de cuentos, Absurdos (1978) y Cuentos del exilio (1983); b) novelas: Caballo en el sali-

tral El Silenciero (1964), Zama (1956) y Sombras, nada más (1985).

LA NOTICIA DE SU MUERTE EN LOS DIARIOS

CLARÍN

El 10 de octubre de 1986 la literatura argentina se vestía de luto, ya que moría, de un

derrame cerebral, el laureado escritor Antonio Di Benedetto. La noticia recorrió el país el

12 del mismo mes. Todos los periódicos recibieron muchísimos obituarios en su honor; el

diario que más recibió fue Clarín, que publicó alrededor de una docena de avisos.

En la página 13 de la sección segunda, en la parte de información general, publicó

una nota de casi una página completa, que sólo estaba acompañada de publicidades, en

homenaje al escritor mendocino. La nota, que tituló “Murió Antonio Di Benedetto”, presen-

taba una volanta que expresaba: “escritor mendocino de trascendencia internacional”.

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Mientras que el copete comentaba: “El escritor y periodista Antonio Di Benedetto falleció

cerca de la medianoche del viernes, a los 64 años, en el Hospital Italiano de esta Capital,

víctima de un derrame cerebral. El autor de Zama y Cuentos del exilio había sido interna-

do en ese nosocomio el 17 de agosto y desde entonces, tras una intervención quirúrgica,

se encontraba en estado delicado. Sus restos son velados hasta las 15 de hoy en la sede

de la SADE, Uruguay 1371, para luego ser trasladados a Mendoza, para ser inhumados en

su tierra natal, a las 13:30”.

El cuerpo central de la nota se inicia con una cita del difunto escritor, “desde que

volví a la Argentina no duermo”, y la completa con el comentario que Di Benedetto le hizo

a Jorge Halperin, un periodista de Clarín, durante una entrevista, en la que expresó: “Para

morir quisiera un lugar donde nadie me reconozca. Vivir es un desafío. Morir es un acto

de soledad, íntimo, del que ojalá nadie –en mi caso– se sienta partícipe...”.

Luego comenta acerca de su secuestro y posterior encarcelamiento el 24 de marzo

de 1976 por el régimen castrense que derrocó el gobierno de Isabel Perón. Para su libe-

ración se organizó una campaña nacional e internacional, donde se juntaron firmas de los

más importantes literatos del momento. Posteriormente recuerda que el 23 de mayo de

1984 regresó del exilio, y habla de los premios que recibió a lo largo de su carrera.

A continuación enumera una serie de problemas que sufrió el escritor desde 1985,

entre los que resalta: los de la filmación de la película Zama, que se tuvo que suspender;

los problemas de vivienda, de dinero y de identidad; este último se le generó a raíz de

que el 25 de noviembre de 1984, cuando fue a votar no estaba en los padrones electo-

rales.

La nota termina con una cita sacada de una entrevista hecha a Di Benedetto, ocho

meses después de su vuelta del exilio en la que él dijo: “Siento una gran frustración.

Lentamente estoy volviendo al exilio porque no me han ido bien las cosas [...]. Salvo por

mi modesto trabajo en la Casa de Mendoza me resulta difícil sobrevivir. Y yo no sé qué

hacer porque no tengo habilidades para otra cosa que no sea la cultura”.

LA VOZ DEL INTERIOR

En la página ocho de la tercera sección, del 12 de octubre de 1986, el diario cordobés

publicó una nota en la que, al comienzo, aparece en dos párrafos una breve biografía; sólo

se cuenta dónde nació, que fue encarcelado por el gobierno de facto y que luego partió

durante cinco años al exilio.

Enseguida, bajo el subtítulo “El talento y la condena”, el periodista hace una mezcla

de biografía y protesta, de homenaje y reclamo. Esto último se ve en el primer párrafo, en

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el que escribe acerca de que el nuestro es un país de reconocimientos tardíos, al recor-

dar que el autor de Zama murió en la “pobreza”.

Luego comenta que fue uno de los más premiados autores de la Argentina y hace

una enumeración de sus días, completando otra parte biográfica. Luego retoma la protes-

ta cuando comenta un nombramiento de Doctor Honoris Causa que recibió Di Benedetto,

diciendo que la parte material del nombramiento tardó demasiado, y agrega una frase iró-

nica: “¡como si los creadores se alimentaran de la musa inspiradora!”. La noticia termina

con una extensa cita de Di Benedetto, en la que hace una crítica a los diarios que “man-

tuvieron una actitud cuidadosa de su mercantilismo y de su seguridad” cuando a él lo habí-

an detenido durante la última dictadura militar.

Lo particular de esta nota es que en ningún momento comenta dónde será velado

y enterrado, esto puede ser porque los cordobeses no podrían ir al velatorio a Buenos

Aires, ni al entierro en Mendoza al día siguiente.

LOS ANDES

Como se puede leer en su biografía, Antonio Di Benedetto fue el subdirector del diario Los

Andes de Mendoza, y éste fue una de las pocas publicaciones que hicieron una seguidi-

lla de artículos, basados en este tema.

La primera fue publicada el 12 de octubre de 1986 y se inicia con un cable de la agen-

cia de noticias DyN del 11 del mismo mes. Esta agencia dio a conocer mal la noticia, ya

que afirmó que Antonio Di Benedetto había muerto esa mañana, cuando en realidad el

escritor falleció la noche del 10 de octubre. Además de ese error, producido aparentemen-

te por la falta de corroboración de la noticia, hay que sumarle otro error más al autor de la

nota, ya que posteriormente afirma que Di Benedetto murió la mañana del doce de octu-

bre.

Luego el periodista hace un llamado al recuerdo de su secuestro en 1976 (hecho

que como se puede verificar a lo largo del presente trabajo es destacado en todos los

periódicos) y de sus reconocimientos y premios internacionales.

Posteriormente cita a alguien del gobierno de Mendoza, lo interesante es que esta

cita no tiene una voz, ya que por lo visto el autor no consideró relevante poner el nombre

de quien elogia al novelista.

Bajo el subtítulo “El hombre y su obra” el cronista habla de sus libros, para luego

comentar el éxito de Zama y de los intentos fallidos de filmar la película basada en esta

novela.

Para concluir la evocación de la vida del laureado escritor, el periodista eligió una

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muy acertada frase del fallecido, también reproducida por Clarín, que dice: “Vivir es un

desafío. Morir es un acto de soledad, íntimo, del que ojalá nadie –en mi caso– se sienta

participe. Cuando eso ocurra, si algo provoco que no sea llanto, sino reflexión...”.

El 13 de octubre esta publicación presentó una breve noticia que comentaba que

ese día llegarían los restos de Antonio Di Benedetto a esa provincia, con el encabezado:

“Llegarán hoy, a las 12, por la vía terrestre, los restos del escritor argentino Antonio Di

Benedetto, fallecido en la Capital Federal”. En el cuerpo principal de la noticia se expre-

saba:

“Llegarán hoy, a las 12, por vía terrestre los restos del escritor argentino Antonio Di

Benedetto, fallecido en la Capital Federal.

“Inhumación

“Los mismos se llevaran directamente a la metrópolis local, donde le darán la des-

pedida distintos oradores. Por la SADE lo hará Ana Villalba, el Dr. Hugo Duch, ministro de

Cultura y Educación, por el gobierno de la provincia, y Rafael Morán por sus amigos.

Asimismo el licenciado Luis Treviño, rector de la Universidad Nacional de Cuyo, hará

entrega del título ‘Doctor Honoris Causa’ concedido por la casa de altos estudios.

“Del gobierno

“Cabe destacar que estará presente en la ceremonia el vicegobernador de la pro-

vincia, Doctor José Genoud, en representación del poder ejecutivo, por ausencia de su

titular, el doctor Santiago Felipe Lever”.

En rasgos generales no había mucho más para decir, porque no había habido nada

de particular entre el día 10 y el 13.

La tercera nota es del 14 de octubre del mismo año; comenta lo que sucedió mien-

tras se llevaban los restos de Antonio Di Benedetto a su última morada.

Como si Di Benedetto necesitara ser reivindicado, el autor del artículo hizo una lista

con los nombres y cargos de los asistentes (conocidos) a las exequias. Posteriormente

transcribe una parte del discurso del periodista Rafael Morán; de la presidenta de la SADE

Ana Villalba; del licenciado Treviño, quien como había prometido, entregó el título de

“Doctor Honoris Causa” a los familiares del extinto. Luego comenta sobre el discurso del

escritor Luis Ricardo Casnati. Concluyendo la información con una parte del discurso del

ministro de Cultura y Educación, Hugo Duch, en la que éste dijo: “Esta despedida debe

servir para el homenaje y para retemplar el compromiso con la defensa de las libertades

de la vida y del pensamiento”.

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LA NACIÓN

Como la mayoría de los diarios, La Nación publicó el 12 de octubre de 1986 un artículo

que es una mezcla de informativo y de conmemorativo. La pieza se titula “Falleció el escri-

tor Antonio Di Benedetto”. La parte informativa expresa, primero, que su vida se extinguió

a los 63 años; luego, que estaba internado desde hace un mes en el hospital Italiano raíz

de un derrame cerebral; comenta que la obra de Di Benedetto conoció la injusticia y el

reconocimiento tardío y parcial; además cuenta que se lo calificó como el más grande

escritor de habla hispana por su novela Zama, la cual fue traducida a varios idiomas y que

recibió más de veinte premios; informa que se velarán sus restos en la SADE hasta las 15

horas; la nota hace referencia que fue secuestrado en 1976 y liberado en 1977; que estu-

vo exiliado hasta 1984; que trabajó en la Secretaría de Cultura y que luego fue despedi-

do por razones presupuestarias. La sección conmemorativa se presenta bajo el subtítulo

“La obra”, donde describe las principales obras de este laureado escritor, y describe en

muy breve espacio el contenido de la obra Zama, el abandono y la pasividad.

Para concluir la nota incluye el subtítulo “El Velatorio”, donde informa sobre quiénes

estuvieron en el velatorio y comenta dónde será el último descanso del escritor.

LA PRENSA

No muy lejos de esta nota La Prensa publicó un breve artículo denominado “Antonio Di

Benedetto” y la bajada decía: “Su fallecimiento”. La nota hace primero una biografía del

fallecido, contando de su arresto en 1976 y de la recolección de firmas entre los más pres-

tigiosos intelectuales del mundo, entre ellos Sartre. Posteriormente hace una sinapsis de

sus obras más importantes, premios, becas, y de los lugares donde trabajó. Para terminar

informa dónde será velado y que Antonio Pagés Larraye fue designado como orador por

la Academia Argentina de Letras.

CRÓNICA

La sexta edición del diario Crónica del día 11 de octubre de 1986 publicó una nota acerca

de esta muerte: “Las letras de duelo por Di Benedetto”, acompañada por una bajada

(copete) que decía: “El laureado escritor murió luego de una larga enfermedad”.

La verdad que esta nota no dice nada diferente. Repite el esquema de la nota biográ-

fica, como las de Clarín o La Voz del Interior. En el primer párrafo refiere cuándo y dónde

murió Antonio Di Benedetto. En el segundo, que fue secuestrado a pocas horas de iniciarse

el gobierno de facto de 1976, que había estado exiliado en España hasta 1984 y que hacía

treinta días había sido internado en el Hospital Italiano debido a un derrame cerebral.

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El tercer párrafo comenta dónde será velado y enterrado. El cuarto señala que fue

uno de los escritores más premiados en el exterior. El quinto dice que su ultimo galardón

fue el “Premio de Honor” de la SADE (este fue él ultimo premio que él recibió en vida). El

sexto párrafo comenta dónde desarrollo su ultimo empleo, asesor de cultura del goberna-

dor de su provincia natal, y de letras en la Dirección Nacional del Libro de la Secretaría de

Cultura. El séptimo habla de su novela Zama, que fue traducida a más de quince lenguas

y dice que su prosa se destacó en El juicio a Dios, El silenciero y Caballo en el salitral. En

el octavo párrafo comenta que su ultima producción literaria, Sombra nada más y Cuentos

del exilio, la escribió en España donde vivió, exiliado, entre 1976 y 1984.

El noveno y el décimo párrafo cuentan de su secuestro por el golpe militar en 1976.

El último párrafo habla de la distinción que le otorgó la Universidad de Cuyo, “Doctor

Honoris Causa”, el cual nunca llegó a recibir, porque había sido nombrado sólo cuarenta

y cinco días antes de su muerte.

La edición matutina de Crónica del 12 de octubre de 1986, repitió la nota descripta

con antelación, con un cambio, que consistió en agregar tres subtítulos: “Últimos premios”,

antes del párrafo 5; “Forzado exilio”, antes del párrafo 8; y “Complicaciones personales”,

antes del párrafo 11.

DIARIO POPULAR

Las notas de Crónica no marcarían ninguna novedad porque en las dos ediciones se repi-

tieron varias notas; lo curioso es que el Diario Popular del 12 de octubre del mismo año

en la página 13 del cuerpo central del diario, junto a comentarios de cine presentó una

nota titulada “Pesar por Di Benedetto”; en la bajada estaba escrito: “Los restos del escri-

tor descansarán en su provincia nata”, y el cuerpo principal de la nota es exactamente

igual a la publicada por Crónica un día antes. La única variante que la nota de Diario

Popular presenta es que al finalizar la misma posee 29 líneas más, en las cuales se

comenta, ampliando lo antes mencionado, del secuestro de Di Benedetto en 1976 y de las

torturas que padeció en el período en el que permaneció privado de su libertad; conclu-

yendo la información con un comentario que Di Benedetto hizo, en el que dijo que se ini-

ció en la novela fantástica a través de Borges.

Las coincidencias entre estos dos diarios no terminan allí. El 14 de octubre de 1986

ambos diarios publicaron sendas notas cuyo contenido era idéntico. Pero nuevamente

Diario Popular cambió el final de la nota. Crónica la tituló “Adiós a Di Benedetto”, mientras

que el Diario Popular, encabezó: “Sepultaron a Di Benedetto”. La nota de Crónica inicia

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así: “Mendoza 13 (nuestro corresponsal)...”, mientras que la de Diario Popular comienza:

“Mendoza 13 minutos antes de las 12 horas...”, esta frase de inicio, me lleva a pensar que

Diario Popular copió la nota a Crónica.

El cuerpo principal de ambas notas dice primero que los restos de Di Benedetto lle-

garon minutos antes de las 12:30 del 13 de octubre a Mendoza, que la ceremonia fue muy

sencilla y que sus restos se depositaron en el panteón del circulo de periodistas de

Mendoza. Luego comenta quiénes estuvieron presentes en la inhumación de los restos

del escritor: Genoud, vicegobernador de Mendoza; León Víctor Chade, ministro del

Gobierno, y Hugo Duch, ministro de Cultura y Educación. Después comenta del secues-

tro del 1976 y del exilio de 1977.

Hasta aquí ambas notas son idénticas, luego Diario Popular agregó que Di

Benedetto, en los últimos tiempos, estaba atravesando problemas económicos. Después

comenta que el 17 de agosto Di Benedetto fue internado de urgencia en el Hospital

Italiano de la Capital Federal, que fue operado y que se quedó allí hasta su muerte.

La nota termina completando la lista de los asistentes, mencionando a los principa-

les oradores: Ana Villalba, presidenta de la SADE filial Mendoza; Luis Treviño, rector de la

Universidad Nacional de Cuyo, quien además entregó a los familiares, que lo sobrevivie-

ron, el titulo Doctor Honoris Causa, y el periodista Raúl Morán, quien habló en nombre de

los amigos y de las familia del difunto.

LA RAZÓN

Siguiendo la línea de las notas particulares La Razón no se quedó atrás. El 12 de octu-

bre, en la página 6 publicó la nota titulada “Antonio Di Benedetto había pergeñado una de

las obras más perfectas y coherentes”.

La nota es particular porque no cuenta en ningún lado que Di Benedetto falleció,

esto es curioso porque es la única nota que presentó acerca de este tema. Es una nota

homenaje, pero del tipo de homenaje que se le hace a un escritor que aún vive. Repite

algunos tópicos publicados por los otros medios, por ejemplo de su secuestro, de su exi-

lio en España, de las promesas que le hicieron los funcionarios, y de su posterior incum-

plimiento, etcétera.

Pero además comenta de su manera de ser “liberal, antiperonista, pero por sobre

todo individualista a ultranza”, como él mismo se definió en un cuestionario que La Razón

le enviara por correo a fines de la década del 1950.

El autor de la nota consideró importante en este homenaje incluir un breve comen-

tario acerca de sus obras más famosas; Zama, “es la historia de un ser solitario, aislado,

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patéticamente incómodo e inferior”, comenta el cronista, y luego cuenta de qué trata la

novela. Con respecto a Los suicidas dice que “es una historia casi periodística, un infor-

me despojado de frases cortas que un cronista desliza con fría objetividad”, el texto “está

recorrido por una cruel melancolía”.

Los Cuentos del exilio y Sombra nada más reflejan un mundo más apegado a los

sueños, al fantástico, explica el cronista de La Razón. El artículo termina diciendo: “Ahora

se volverá a hablar de este escritor que había optado por el silencio... de este novelista

genial que pergeñó una de las obras más perfectas y coherentes. Una de las más bellas,

también. Frase que por cierto es el título de la obra.”

CONCLUSIÓN

Antonio Di Benedetto fue uno de los más galardonados escritores de su tiempo; su muer-

te ocupó un espacio privilegiado en los diarios (comparándolo con el tratamiento que los

mismos periódicos le dieron a la muerte de escritores como Roberto Arlt, Horacio Quiroga,

etc.), ya que algunas publicaciones le dedicaron más de una nota a las exequias de este

escritor, y pese a que su muerte ocurrió en la semana que el periodismo argentino tenía

los ojos en otros tres lugares: en la cumbre en la que se reunían el presidente de los

Estados Unidos y el dirigente de la URSS; en el huracán que azotaba a El Salvador, y en

la entrega de los premios Nobel, ya que estaba nominado para el Nobel de la Paz el

entonces presidente Raúl Alfonsín.

Parece que Di Benedetto tuvo tanta “mala suerte” en su vida que sólo el día en que

falleció logró obtener el mismo reconocimiento en su país, que el que, con tanto esfuerzo,

había conseguido en el exterior (recordemos que el gobierno italiano lo condecoró como

caballero de la Orden de mérito en 1969; en 1971 se le otorgo la medalla de oro de

Alliance Française, etc.); se le otorgó postmortem el título de Doctor Honris Causa de la

Universidad de Cuyo, como si a partir del 13 de octubre de 1986 (fecha en que se le dio

el titulo) a él le sirviera de algo.

Uno de los periodistas dijo que el nuestro es un país de reconocimientos tardíos, y

cuánta razón tuvo, ya que a nuestros mayores literatos se los reconoce primero en el exte-

rior y luego aquí, parece que todavía (en 1986 y hoy también) los dirigentes, de todo tipo,

necesitan que nuestros “cerebros” sean reconocidos en el extranjero para tener algún tipo

de mención en el país que los vio nacer.

En cuanto a los artículos, la mayoría de los periódicos trataron el tema con un res-

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peto digno de Di Benedetto, todos los escritores fueron condescendiente con el pensador

mendocino, ningún diario publicó una nota crítica, en contra o despectiva acerca del autor

de Zama.

Lo que más llama la atención fue la coincidencia entre Crónica y Diario Popular, qui-

zás que el motivo de tal similitud sea que ambos diarios transcribieron la noticia tal cual

fue anunciada por la cadena de noticias DyN. Pero luego, el 14 de octubre, ambos vuel-

ven a repetir las notas, la cual no provenía de ninguna cadena de noticias. Esto tendría

una explicación, hipotética, ya que puede ser que el autor de la nota haya vendido la

misma nota a los dos diarios.

Algunos periodistas en sus notas se dejaron llevar por la influencia literaria de Di

Benedetto, incorporando algunas frases “poéticas” a sus notas, por ejemplo el del diario

La Voz del Interior que inició la nota con una prosa, muy lejana al cometido de la nota, y

haciendo a la vez un reclamo por el reconocimiento económico a los escritores argenti-

nos, o La Razón que trató la muerte del escritor, sin decir que había fallecido. Mientras

que otros, pretendieron ser más “objetivistas”, como se decía que escribía Antonio Di

Benedetto, esto es el ejemplo de Crónica y Diario Popular que hicieron del deceso una

crónica acerca de la vida del escritor.

Cuán equivocado estaba el periodista del diario La Razón que afirmó: “Ahora se vol-

verá a hablar de este escritor que había optado por el silencio. Antonio Di Benedetto cono-

ció la gloria, la tortura y la soledad del exilio en el extranjero y en la propia nación, tenía

un deseo, un anhelo, que lo plasmó en una entrevista al diario Los Andes: ‘Vivir es un

desafío. Morir es un acto de soledad, intimo, del que nadie se [debe] sentir partícipe...

Cuando eso me ocurra si algo provoco, que no sea llanto, sino reflexión...’; y qué tristeza

lo invadiría si supiera que para algunos su muerte no provocó ni llanto, ni reflexión, solo

fue un comentario, una fugas de conmemoración, una noticia, como tantas otras, pasaron

a formar parte del universo de los recuerdos de todas aquellas personas que no lo cono-

cieron en vida, y a los que su muerte no les ha causado ningún sentimiento particular.”

FUENTES

Clarín, octubre 1986.

Crónica, octubre 1986.

La Nación, octubre 1986.

La Prensa, octubre 1986.

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La Razón, octubre 1986.

La Voz del Interior, octubre 1986.

Los Andes, octubre 1986.

Diario Popular, octubre 1986.

<www.elbroli8k.com/biografias/DiBenedetto>.

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Álbum

Lucio V. Mansilla

“Mitre me voy, donde os probaré tan solo, que si usted es Don Bartolo, sobrino de

Rosas, soy.”

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Horacio Quiroga

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Roberto Artl

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Antonio Di Benedetto

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE QUILMESEDITORIAL

Serie Digital

1. Promoviendo la transferencia de conocimientos a la sociedad. Premio Río

Universitario/UNQ-2003, coordinado por Alberto Díaz

–Agua limpia para todos, de María Pilar Ballio (profesora a cargo: Graciela Pose)

–Inclusión estratégica de las NTIC aplicadas a la educación media, de Bruno Nizzoli,

(profesora a cargo: Laura Manolakis)

–Proyecto “InSyTU”, de Paula Abregu, Soledad Pitáis y Luciana Malavolta (profesora a

cargo: María Esther Fernández).

2. La hora del Juicio. Mansilla, Quiroga, Arlt, Di Benedetto ante la prensa de su época,

coordinado por Margarita Pierini

–La muerte de Lucio V. Mansilla en la prensa argentina, de Luciano Manolio

–La muerte de Horacio Quiroga en la prensa argentina, de Patricia Felipe y Banesa

Estigarribia

–La muerte de Roberto Arlt en la prensa argentina, de Ángel Del Ré

–La muerte de Antonio Di Benedetto en la prensa argentina, de Carina Alejandra Morbelli

3. Programa de Becas para Jóvenes Destacados del Polimodal. Universidad Nacional de

Quilmes/ Fundación Antorchas, coordinadora Florencia Mabel Rembado

–Organismos genéticamente modificados, de Noelia Fuente (tutora: Sandra Goñi)

–Bases moleculares del cáncer: nuevas estrategias antitumorales, de Georgina Emmanuelli

(tutora: Giselle Ripoll)

–Stevia rebaudiana bertoni, Kaá-heé, de Marcos Gabriel Daciw (tutor: Jorge Wagner)

–Hidroponia y promoción del crecimiento de las plántulas de tomate inoculadas con

bacterias PGPT, de María Emilia dos Santos (tutor: Luciano Gabbarini)

–Obtención de colorantes y su aplicación en el arte, de Joaquín Gabriel Wall (tutora: María

Alejandra Zinni)