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LauraGallegoLahijadelanoche
ARGUMENTO:
FranciadelsigloXIX.EneltranquilopueblecitodeBeaufortempiezanasucedercosasextrañas.Todoellocoincideconel regresoaBeaufortde Isabelle,una lavanderaquesemarchó tiempo
atrásenposdesuamor,unjovennoble.Ahoraellaestámuycambiada;apesardequeparecequehahechofortuna,vistedelutoyapenassaledesucasa.ParecequesuúnicaventanaalmundoesMijaíl,unenormeyextrañocriadomudoquelasirvecongranfidelidad.
Queriendo resolver el misterio de Isabelle, Max, el joven gendarme del pueblo, empieza ainvestigar.Peroélesunhombretranquiloypacífico,ypuedequenoestépreparadoparaafrontarlaverdad…
Elamornosdafuerzasparatareasimposibles.
PAULOCOELHO,
AorillasdelríoPiedramesentéylloré
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Índice
Capítulouno……………………………………………….…..9Capítulodos………………………………………………..…..21Capítulotres…………………………………………………….33Capítulocuatro…………………………………………………44Capítulocinco……………………………………………….…56Capítuloseis……………………………………………………66Capítulosiete…………………………………………………..78Capítuloocho……………………………………………….….87Capítulonueve…………………………………………………100Capítulodiez……………………………………………………113Capítuloonce…………………………………………………..126Capítulodoce…………………………………………………….142Capítulotrece…………………………………………………..161Capítulocatorce………………………………………………..179Epílogo………………………………………………………….193
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Capítulouno
LaseñoraBonnardsedetuvounmomentopararecuperarelaliento.Veníacorriendodesdelaplazay su cuerpo rechoncho no estaba acostumbrado a semejante ritmo. Se disponía a reanudar suapresuradacarreracuandooyóunavoztrasella:
—¡Régine!¡Régine!LaseñoraBonnard,algocontrariada,esperóaquelaseñoraLavoinellegaraasualtura.—¿Dóndevastandeprisa,Régine?¿Novieneshoyalmercado?—Cómo,Marie… ¿Aún no lo sabes?—la señoraBonnard fingió sorpresa—. ¿No has oído la
noticia?LaseñoraLavoinenegótímidamente.Sabía,comolaquemás,quelaseñoraBonnardsiempreerala
primeraenenterarsede todos loschismes.Pero lapequeñaysumisaseñoraLavoineerademasiadoingenuacomoparadarsecuentadeque,además,suamigadisfrutabadejandopatentelaignoranciadesusvecinasenmateriadenovedades,yqueleencantabaserlafuentede informaciónde todas lascomadres deBeaufort.Poresoaceptósupapelenel juegodelaseñoraBonnard,poresoyporquetambién ella queríasaber qué era aquello tan importante que hacía correr y resoplar a su obesacompañera.
—No,¿dequésetrata?—Noloadivinarías…LaseñoraBonnardmiróalaseñoraLavoine,saboreandoelmomento.—Cuenta,cuenta…—¿Tedoyunapista?—¡Oh,Regine,noseasmala!¡Sabesquenosemedanbienlosacertijos!Porfavor,memuerode
curiosidad…LaseñoraBonnardpareciódarseporsatisfecha.SellevababienconlaseñoraLavoineporqueésta
no solía cuestionar su autoridad. En su lugar, la señoritaDubois, e incluso la señora Buquet, lehabríanrespondidoconundesplante.PerolaseñoraLavoineeralaconfidenteperfecta:sabíaescucharsininterrumpir,yporlogeneral,creíatodoloquelecontaban.
La señoraBonnard sonrió.Reanudó lamarcha callearriba, aun ritmomáscalmado,y la señoraLavoinese apresuró a colocarse a su lado. La señora Bonnardapoyó la mano en el brazo de sucompañera,enseñaldeconfianza.
—Marie,novasacreerlo—comenzó,enuntonoaltamenteapropiadoparacompartirchismes;hizounapausamuyteatralylaseñoraLavoinelamiró,expectante,perofinalmentelosoltó—:¡IsabellehavueltoaBeaufort!
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Lanoticianocausóel efectoque la señoraBonnardhabía esperado.Su amiga semantuvo con elsemblanteinexpresivo.
—¿Isabelle?—repitió.—Marie,porDios,nomedigasquenorecuerdasaIsabelle,lalavandera…¡Sifueunescándalo!
—l aseñora Bonnard pronunció esta última palabra con fruición, como quien saborea un deliciosomanjar.
ComenzóahacerselaluzenlamentedelaseñoraLavoine.—Isabelle…¿Lahuerfanita?—AquelladesvergonzadaquesefuedelpueblopersiguiendoalseñorLatour.—¡Ah,yarecuerdo!Éllaabandonó…—¿Quéesperaba?—dijolaseñoraBonnarddesdeñosamente—.¡Unjovendetanbuenafamiliano
ibaacomprometerseconunahijadenadiecomoella!—Eramuyjoven,pobrecriatura.Sehizoilusiones…—Era lo bastante mayor como para saber lo que esla decencia —zanjó la señora Bonnard,
dispuesta a arrancar de raíz cualquier sentimiento de conmiseración que la recién llegada pudieseinspirarensucompañera—.Yenlugardereconocerhumildementesuerrorytratardeenmendarse…¡Lamuygolfasefuetrasél,comounabusconacualquiera!¿Habríashechotúalgoasí,Marie?
—Bueno…,no.Tienesrazón,Regine—reconociólaseñoraLavoine.—Yahora,ellahavuelto.Jean-Michellahavistoenlaoficinadecorreoshaceunmomento…—¿Deveras?¿Ycómoestá?—Oh,Jean-Michelnomehadadomásdetalles.Yasabesqueloshombresnuncasefijanenlascosas
importantes. Pero imagino que vendrá vestida como unaandrajosa, igual que cuando semarchó, yandaráporahísuplicandoasilo—dijolaseñoraBonnard.
—Isabelle…Quiénlodiría.Hanpasado…—.. .Cinco años, amiga mía. Ella tendría dieciséiso diecisiete cuando se fue.No sé dónde va a
encontrartrabajo,laverdad.Despuésdeloquehizo,ydeldisgustoqueledioalpobrepadreRougier,ydelasuntodelamedalladeNicole…
—Perodijeronquenohabíasidoella…—¡Bah,bah, lagentehablamuchoynosabe loquedice!UnabribonacomoIsabelle,quedeja la
casade suprotectorparaperseguir aun jovennoble, esmuycapazde robarunamedalla…,ydostambién.Esloqueyodigo—prosiguió,recogiéndoselasfaldasparasubirafanosamenteunacuesta—,nadiequerráemplearladespuésdetodo.Yonolaadmitiríacomolavandera,nimuchomenoscomocriada.Esagolfa…¿YsiintentaseduciramiJerome?
—PerosiJeromeesunchiquillo.—TambiénIsabelleeraunachiquillacuandoengatusóalseñorLatour.¿Cómosehabráatrevidoa
volveraBeaufort?Nomeimagino…
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Nollegóaterminarlafrase,porqueentonces,súbitamente,lapuertadeunacasaparticularseabriójuntoa lasdos comadres,yde ella salióuna figuramenuday delgada, vestida de negro.Las dos sevolvieronalavezyretrocedieronunpoco,instintivamente.
Era unamujer joven, pero parecía un fantasma. Su severo traje negro, complementado con unsombreroyunveloquelecubríalapartesuperiordelrostro,ledabalaaparienciadeunamujerdemayoredad.Otalveznofueraeso,sinolaextremapalidezqueseadivinabaensusemblante.
—¿I…Isabelle?—preguntólaseñoraLavoine,vacilante.Ellaapenassonrió.—SeñoraLavoine.SeñoraBonnard.Mealegrodevolveraverlas—dijodelicadamente.Pero nohabía alegría en su voz.Tampoco ironía.Era, simplemente, unavozneutra, demasiado
indiferenteparalaorgullosaseñoraBonnard,quenoestabaacostumbradaaquelaignorasen.—Isabelle, querida. Qué maravilloso que te hallesde nuevo entre nosotros. Ha pasado mucho
tiempo,¿cómotehaido?¿Encontrasteloquehabíasidoabuscar?—dijocontonoempalagoso.Isabelle palideció aúnmás, si es que ello era posible.Cuando respondió, sin embargo, lo hizo
suavemente,sinalzarlavoz:—Esoescosadelpasado,señoraBonnard,yyohevueltoaBeaufortconlaintencióndeiniciaruna
nuevavida.—Porsupuesto,porsupuesto—seapresuróadecirlaseñoraBonnard;echóunvistazoalacasade
dondeacababadesalirIsabelle—.Y…¿vasatrabajarparaelseñorChancel,elnotario?IsabelleesbozóunamediasonrisaindulgentequenogustóalaseñoraBonnard.Aquellacriatura
parecíadulcey frágil,pero traselvelonegrosedistinguíaclaramente la llamadedeterminaciónycarácterqueardíaensusojos.
—Losasuntosqueme traenacasadel señorChancelsonmásburocráticos,metemo.Acabodeadquirirunapequeñapropiedadalasafuerasdelpueblo,yserequierenmuchosdocumentos…Yahora,simedisculpan…,hasidounplacervolveraverlas,perotengotodavíamuchoporhacer.
Seseparódelasdosconsternadascomadresconunelegantemovimiento.Ningunadelasdospudodecirnada. La señora Lavoine tenía los ojos abiertos como platos, y la señora Bonnard habíaolvidado cerrarla boca hacía rato. Isabelle se volvió unmomento hacia ellas y comentó, como deformacasual:
—¡Ah,loolvidaba!SeñoraBonnard,delerecuerdosaJeromedemiparte,¿lohará?Lasdosmujeressequedaronplantadasunbuenratojuntoalacasadelnotario,inclusodespuésde
quelanegrafiguradeIsabellehubiesedesaparecidotrasunaesquina.Sólolassacódesuestuporelchasquidodeunapuertaalabrirse,lamismaquemomentosanteshabíadejadosaliralajovenIsabelle.
—¡Régine,Marie!—susurróunavozapremiante—.¿Lahabéisvisto?Ambas reaccionaron y se volvieron hacia la puerta, donde se asomaba unamujer demediana
edad,altayhuesuda,cuyosojosbrillabandesdedetrásdeunaslentesredondas,queledabanunacierta
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aparienciadebúho.SetratabadeElaineChancel,laesposadelnotario.—EraIsabelle,¿verdad?—pudodecirlaseñoraLavoine—.Lahuerfanita, lalavandera.Lahija
deChristineyno-se-sabe-quién.—Lamisma—confirmólaseñoraChancel,conunenérgicoasentimiento—.Sóloquenocreoque
vuelvaalavaruntrapoensuvida.—No—reconociólaseñoraBonnard,algoconfusa—.¿Habéisvistoquétrajellevaba?¡Erasoso,
perodeterciopelopuro!¡Debedehaberlecostadounafortuna!LaseñoraChancelnegóconlacabeza.—Noparaella—dijo—.Puedepermitirseesoymuchomás,yloextrañoesquenovayavestidaa
laúltimamodadeParís.LasdoscomadressevolvieronhaciaElaine,interesadas.—¿Porquédiceseso?—Puesporqueacabadecomprar,comosinada,lamansiónGrisard.EstaúltimarevelaciónfuedemasiadoparalaseñoraBonnard.Abrióycerrólabocavariasvecesy
ensusmejillasaparecierondosbrillantesrosetones.—¿Yparaquéquerráeseviejocaserón?—sepreguntólaseñoraLavoineenvozalta.—¡Perosi…!—pudodecirlaseñoraBonnard—.¡Peronoesposible!—Esomismopenséyo.Peromiesposodicequeestántodoslospapelesenregla.Hubounbreveytensosilencio.—¿Creéisqueella…?—empezólaseñoraLavoine.—¿…LogrócazaralfinaljovenLatour?—completólaseñoraBonnard.—Porloquesé, laseñoritaIsabellesiguesoltera—informólaseñoraChancel—.Nosesabede
dóndeprocedesucuantiosafortuna.Talvezunaherencia…—¡Peroellanoteníaanadie!¡Sumadremurióaldarlealuz!LaseñoraChancelseencogiódehombros.—Nosabemosmás,Régine.—Pero, ¿por qué querría comprar la mansiónGrisard? —insistió la señora Lavoine—. Es
elegante, sí, y fue lujosa en su día, pero lleva décadas deshabitada. Y está tan lejos del pueblo, tanaislada…
—Siemprefueunamozarara—gruñólaseñoraBonnard.—Encualquiercaso,Régine,ahorayanoesuna«moza»,sino«laseñoritaIsabelle».Diossabe
cómohabráhechofortuna…—dijolaseñoraChancel.—NiDiosquerrá saberlo, te logarantizo.Noeramásqueunamujerzuela,y siempre seráuna
mujerzuela,pormuyseñoritaqueseconsidereymuchostraposfinosquegaste—rezongósuamiga.—¿Por qué vestirá de luto?—se preguntó la señora Lavoine,más interesada en elmisterio que
envolvíaelretornodeIsabellequeenunirsealasmurmuracionesdesuamiga.
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Denuevo,laseñoraChancelseencogiódehombros.Mucho tiempo después de que la señorita Isabellese hubiese retirado a su nuevo hogar en la
mansiónGrisard,lascomadresseguíanhablandodeella,preguntándoseporquélaantigualavanderahabíavuelto del pasado, comoun oscuro pájaro demal agüero,paraalterar la tranquilayaburridarutinadeBeaufort.
Efectivamente,durantelossiguientesdíashubonovedadesenelpueblo.Isabellehizorehabilitar lamansiónGrisard,peronocontratóparaellooperariosdelazona,sinoque,porloquesedecía,loshabía traídode París. Cuando se instaló en su nueva casa, lo hizo sola, a excepción de un enormecriadoquenuncahablaba.Susbruscosmodos, sugestoadustoy suextraño aspecto (su cabello eracompletamenteblanco,apesardesujuventud)inspiraronalprincipionopocassuspicaciasentreloshabitantesdeBeaufort,peroterminaronporacostumbrarseaél,porqueloveíantodoslosdíasenelpueblo, haciendo la compra para la señorita Isabelle. Todos los tenderos y comerciantesdel lugaracabaron por conocerle y por entenderle cuando gesticulaba y señalaba el género para pedir lo quequería comprar.Tampoco sabía escribir. Lo único queera capaz de trazar en un papel eran las seisletras desunombre:Mijaíl,nombrequelasgentesdeBeaufortnohabíanoídonunca,yportanto,nosabían pronunciar. De todos modos, al enorme criado no parecía molestarle oír su nombrechapurreadoalafrancesa,yenseguidasehabituóaello.
Así,mientrasenBeaufortcomenzabanaconoceryapreciaraMijaíl,suama,laseñoritaIsabelle,permanecía en la sombra.Desde el día de su llegada nadie más la había visto.Y como resultabainútilpreguntarporellaaMijaíl,fueinevitablequevolviesenacorrerrumores.
—¿Quéclasedeseñoritanotienenisiquieraunadoncellaencasa?—comentólaseñoraChancelunatardequetomabaneltéconlaseñoraLavoine.
—Esunanuevarica—sentenciólaseñoraBonnard,sinlograrocultarsuenvidia—.Lafortunalevienegrande.
—Perolosnuevosricossiemprealardeandesufortuna.Ellossonlosprimerosenbuscarsenouna,sinocuatroocincodoncellas,unejércitodecriadosyhastacarruajeparticular.
—Pues a mí me parece que comprar la mansiónGrisard es un buen alarde de nuevo rico—intervinolaseñoraBuquet,quien,apesardeserlaesposadelalcalde,nopodíapermitirsetenermásqueunacocinerayunadoncella.
—Pero,¿noospareceraroquenosalganuncadeesaviejamansión?Yeseextrañocriadoquenohabla…—añadiótímidamentelaseñoraLavoine.
—¿Quéquieresdecir,Marie?—Veréis.Yo creo que está enferma—la señora Lavoine bajó la voz—. Por eso se pasa el día
encerrada.Seguroquehacontraídotuberculosiso…—Tonterías—cortóautoritariamentelaseñoraBonnard—.Siestuviesetísica,sehabríabuscado
unhotelenlacosta.Esloquehacentodos.Oenlamontaña.HaybuenossanatoriosenSuiza.
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Hubounbrevesilencio,duranteelcualsóloseescuchóeltintineodelascucharillasremoviendoelté.Lascuatrocomadressehabíandadocuentadequelaquintamujerasistentealareunióntodavíanohabíadichonada,cosaquenoerahabitualenella.EstaquintamujereralaseñoritaDubois,unaancianadefuertecarácterque,aunquenosehabíacasadonunca,gozabadeunagranautoridadenBeaufort.
—Escuchad,ospropongounacosa:¿porquénovamosahacerleunavisita?—dijoentonceslaseñoritaDubois,rompiendosusilencio.
Cuatroparesdeojoslamiraronconestupor.—¿Aquién?¿AIsabelle?—bufólaseñoraBonnard.—Claro,Régine,¿aquiénsino?—replicólaseñoritaDubois,cáusticamente—.Setratadedarle
labienvenidaalpueblo.Podemosllevarleobsequios.Yohepensadoenregalarleunacestademanzanasdemihuerto.Mariepuedehacerunodeesospastelessuyostandeliciosos.Elaine,lasrosasdetujardínestán…
—Pero,¿paraquévamosahacerleregalosaesafulana?—¡Ah,Régine,sémásperspicaz!—lariñólaseñoraChancel,laesposadelnotario—.Setratade
unaexcusaparairaverlacasa,¿entiendes?Pero miró a la señorita Dubois de reojo, para ver sihabía acertado con la intención de su
propuesta.—Evidentemente—asintióella,paraaliviodelaseñoraChancel—.Isabellenoserátandescortés
comoparadejarnosenlapuerta.Asíveremoscómoviveypodremoscomprobarsi,enefecto,estáenfermaoessólounajovencitaextravagante.
—LomaloesquelamansiónGrisardestámuylejos—sequejólaseñoraLavoine,queerapequeñayfrágil—.Seráunalargacaminata…
—Sin embargo, Sophie tiene razón, deberíamos ir—dijo la señora Buquet, llena deremordimientos;setomabamuyenseriosupapeldeesposadelalcalde,yseconsiderabaresponsabledelasrelacionessocialesdelaalcaldíacontodosloshabitantesdeBeaufort,oalmenos,conlosmásinfluyentes—.Deberíamoshaberledadolabienvenidahacetiempo…
LaseñoritaDuboisasintióenérgicamente:—EntoncesMartineyyoiremosaveraIsabelle.Amínomeasustacaminar.—Tampocoamí,Sophie—serebelólaseñoraBonnard—.Osacompañaré.LosojosdelaseñoraChancelbrillarontrassuslentes.—¡Ah,nopenséisquevaisadivertirossinmí!Nomeperderíapornadadelmundolaoportunidadde
averiguarquéescondelapequeñaIsabelle.LascuatrosevolvieronentonceshacialaseñoraLavoine.—¿Quédices,Marie?Ellasuspiró.—Deacuerdo,iréconvosotras.Ypodéiscontarconesepastel.
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Capítulodos
Días después, las cincomujeres enfilaron por el camino que conducía a la mansión Grisard,hablandoanimadamente.LaseñoraLavoineteníarazón:eraunlargorecorrido.LaincansableseñoritaDuboisibaencabeza,apesardesuavanzadaedad,ylaseñoraLavoinecerrabalamarcha.Caminabaensilencio,sujetándoseelchal,queleresbalabasobreloshombros,porquehabíaolvidadoponerseunbrocheantesdesalirdecasa.JuntoaellaavanzabalaseñoraBonnard,sudandoyresoplandocomouna locomotora; sin embargo, todavía le quedaba aliento para contar con todo lujo de detalles a laseñora Lavoine, la única que parecía dispuesta a escucharla, que habíadescubierto que la hija delcarniceroseveíaaescondidasconelchicodelaherrería.
DelantedeellascaminabanlaseñoraChancelylaseñoraBuquet.Laprimeraportabaunacestaconu nramo de rosas recién cortadas de variados colores; la segunda llevaba un juego de pañuelosbordadosprimorosamenteconmotivosfloralesyla«I»deIsabelle.
LaseñoritaDuboisnosedetuvohastaquelamansiónGrisardaparecióantesusojosaldoblaru nrecodo. Entonces hizo un alto en el camino para contemplarla, con gran alivio de la señoraBonnard.Lascincocontemplaronelviejocaserón.
—Noparecequehayanhechomuchasmejoras,¿verdad?—comentólaseñoraBuquet,expresandoenvozaltalospensamientosdetodas—.Almenospodríanhaberpintadolafachada…
—Talveznoseatanricadespuésdetodo—rezongólaseñoraBonnard.—Oquizásehayaquedadosindinerodespuésdecomprarlacasa—apuntólaseñoraBuquet.—Puesamíesacasamedamalaespina—comentólaseñoraLavoineenvozbaja.—Tonterías —zanjó la señorita Dubois—. Si a mí me dieran miedo las cosas viejas, saldría
huyendocadamañanaalmirarmealespejo.¡Andando,señoras!YlascincoreemprendieronlamarchahacialamansiónGrisard.No tardaronen llegarasudestino,peroelpanoramaconqueseencontraronnoresultabamuy
alentador. Descubr ieron que el jardín parecía tanabandonado como el resto de la casa, y laseñoraChancel,cuyasrosaseranenvidiadasportodoBeaufort,contemplóapenadaelmagníficoramoquelellevabaaaquellajovenque,aparentemente,noapreciabalomásmínimolajardinería.
Elterrenoquerodeabalacasaestabainvadidopormatojosymalashierbas,ylaesposadelnotariodescubrió con desagrado algunasmatas de plantas tan poco ornamentales como cicuta,matalobos,ajenjo y especies peores. Se paró a examinar los raquíticos rosales silvestres que crecían junto a lapuertaybajolasventanas,ymoviólacabezatristemente.Aqueljardínparecíaunaselvasalvaje.
FuelaseñoraBonnardquien,conautoridad,descargólaaldabasobrelapuerta.Esperaronunbuenrato.
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—Mejorvámonos—susurrólaseñoraLavoine,temerosa.—Tienequeestarencasa—murmurólaseñoraBuquet.LaseñoraBonnardllamódenuevo.En esta ocasión oyeron pasos; sólo la señoraLavoine advirtió que se trataba de pasos
demasiado pesados para pertenecer a Isabelle, pero no se atrevió a hablar. Las otras cuatroprepararonsussonrisasymostraronsuscestasmientraslapuertaseabría…
Laluzbañóunafiguraenorme,imponenteysombría.LaseñoraLavoinenopudoevitarloygritó.Enseguidasediocuentadesuerror.SetratabadeMijaíl,elcriadomudodelaseñoritaIsabelle.Y
aunquetodasellaslohabíanvistoalgunavezenelpueblo,elgigantónpresentabaunaspectobastantemástétricoalalánguidaluzdelatarde.
La señora Buquet consideró que ella, como esposa del alcalde, era la representante de aquellacomitiva,demodoquesearmódevalorydijo:
—Buenastardes,Mijaíl,¿estálaseñoritaIsabelleencasa?Hemosvenidodevisita.
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Elmayordomo,quenoibavestidocomotal,observóalaseñoraBuquetyselaquedómirandounmomento.Después emitió un sonido que podría interpretarse como un gruñido de asentimiento ycerrólapuertadegolpe.
Cuandolascincosehubieronrecuperadodelasorpresa,laseñoraBuquetexclamó,disgustadísima:—¡Pero…pero…quégrosero!LaseñoritaDubois,muypálida,asentíasolemnemente,y laseñoraChancelsehabíaquedadosin
habla.—Vámonos—sugiriólaseñoraLavoine.—Desdeluego—convinolaseñoraBuquet—.¡Cuandoselocuenteamimarido…!Las cinco dieron la espalda a la casa y se recogieron las faldas para bajar las escaleras; pero
entoncesoyerontrasellaselchasquidodelapuertaalabrirse,yunavozfemenina,suaveyeducada,
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lespreguntó:—¿Puedoayudarlesenalgo?Se volvieron las cinco a una, y vieron a Isabellecontemplándolas desde la entrada. La joven
llevabaunsencillovestidooscuro;enestaocasiónpudieronverleelrostro,hermoso,comoellaslorecordaban, pero marcado por la huella de muchas penalidades. La piel de Isabelle estabaextremadamentepálida,y suslabiosparecíanresecosyagrietados.Profundasojerasenmarcabansusojos,iluminadosporunextrañobrillofebril.
LaseñoraBonnardnosedejóconmover.—¡SeñoritaIsabelle!¡Su…su…brutocriadonoshacerradolapuertaenlasnarices!—Lespidodisculpas—dijoellasuavemente—.Mijaílnosabetodavíacómotrataralasvisitas,
peronopretendíaecharlas.Simplemente,subióaavisarme.Lesruegoperdonensusrudosmodales.Lesaseguroquehablaréconélalrespecto.
Ya más calmada, la señora Bonnard fue a añadir algo más; pero la señora Buquet no estabadispuestaaquesuamigalerobaseelprotagonismoqueellamerecíaporserlaesposadelalcalde,demodoqueseapresuróahablar:
—Señorita Isabelle, hace tiempo que deseábamosdarle labienvenidaalpuebloque lavionacer,peronohemostenidolaoportunidad,yaquenuncaselaveporelmercado,nitampocoporlaiglesia—dijoestoentonomásbajo,comosinoseatrevieraapensarlosiquiera—.Nospreguntábamossinoestaríaustedenferma,ynoshemostomadolalibertaddeveniravisitarla,puestoquesu…Mijaíl…nopodíacontarnosnadaacercadeusted.
—Seloagradezco,señoraBuquet,peromeencuentroperfectamente—suaspectodesmentíasuspalabras,y laseñoraLavoiney laseñoritaDuboiscruzaronunamiradasignificativa—.Ylamentoquehayanhechoustedeselviajeenvano;enestosmomentos,nopuedorecibirlas.
—¡Pero,señoritaIsabelle,hemoshechounalargacaminatadesdeelpueblo!—Lo sé, y no saben ustedes cuánto lo lamento; pero la casa apenas tienemuebles, y no podría
ofrecerlesasientoatodas.Compréndanlo:nuncavienenadieavisitarme.—Le hemos traído regalos de bienvenida—dijo laseñora Lavoine con timidez,mostrándole la
cestaenlaquetraíaelpastel,cubiertoporunpaño.UndestellodecaloriluminóbrevementelosojoscansadosdeIsabelle.—¡Oh, qué amables! Pero no puedo aceptarlos, nodespués de lo mal que me he portado con
ustedes… Si no puedo ofrecerles ni una silla, ¿cómo voy a quedarme con sus regalos? ¡No losmerezco!
—Ande,niña,noseaustedridícula—zanjólaseñoritaDubois—.Sinoquiererecibirnos,dígaloclaramente,peronopongaexcusastontas,quenonacíprecisamenteayer.
—No es una excusa, señoritaDubois, es la verdad.Soy unamujer sencilla, como todas ustedessaben,ypocodadaalavidasocial.Lacasaapenasestáamuebladaporquenoloconsiderénecesario,ya
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queyomearregloconpocacosa.Además,nolacompréparaalardeardeella,sinoporquesetratabadeunlugartranquiloyaislado,dondepodríadisfrutardelasoledadquenecesito.Perosinomecreen,adelante,pasen—sehizoaunladoparafranquearleslaentrada—.Ysiencuentranentodalacasaunlugarapropiadoparacelebrarunareuniónsocial,estaréencantadadeatenderlas.
Como una solemne procesión, las cinco señoras recorrieron la mansión Grisard, guiadas porIsabelle.Descubrieronqueel interiorde lacasahabíasidoempapelado recientemente,quenohabíaunasolamotadepolvo,quelasventanaserannuevasyquehabíancambiadolamaderadelsuelo.Porlo demás, todo eracomo Isabeíle les había dicho: las habitaciones estaban vacías y las paredesdesnudas,ytodopresentabatalaspectodedesolaciónyabandonoquelaseñoritaDuboissedijoque,paraunamujerjovencomoIsabelle,vivirallíeracomoencerrarseenunatumbaprematuramente.
Tansólohallarondoshabitacionesamuebladas,perotanespartanasqueparecíanlasceldasdeunmonasterio.Una de ellas era la de Isabelle; la otra, la deMijaíl.Ambas estaban lo suficientementealejadaslaunadelaotracomoparaquelaseñoraBonnardnoconcibieseideasmaliciosasalrespecto,peronisiquieraellapodríahaberadivinadocuáldelasdoseraladelhombreycuálladelajoven.
El salón también estaba completamente desnudo, a excepción de un pequeño sofá, viejo ydeslucido,frentealachimenea.Tansólohabíaunamesitaydostaburetesenlacocina,quesíestabaconvenientementeequipada.
—¿Comenlosdosenlacocina?—seespantólaseñoraBuquet.—Sí, pero por separado, ya que nunca coincidimos.Verán, yo padezco de insomnio, y si logro
conciliarelsueñosueleserduranteeldía.Mijaíl,encambio,duermeporlanoche—sonriódébilmente—.Sinolotuvieseconmigo,metemoquenotendríaquécomer,puestoquetodoslosdíasllegaríaalmercadodemasiadotardeparahacerlacompra.Metemoquesoyunacriaturauntantonoctámbula.
Ninguna de las comadres correspondió a su sonrisa.Apesadumbradas, se dirigieron de nuevohacialapuerta.
—Lolamento—sedisculpóotravezIsabelle—.Creoquenosoyunavecinaaluso.—No se preocupe —decidió la señora Buquet, resueltamente—. Le damos la bienvenida
igualmente,conregalosincluidos.La señora Bonnard gruñó por lo bajo, pero dejó sucesto demagdalenas junto con los demás
obsequios(enelsuelo,porquenohallaronotrolugar),sinhacercomentarios.—Sonustedesmuyamables—dijoIsabelle—.Mijaíllollevarátodoalacocina.Silodesean,él
puedeacompañarlasenelcaminodevuelta.—Noesnecesario—replicólaseñoritaDubois—.Sabremosregresarsolas.Unatrasotra,lascomadressalierondelacasa.LaseñoritaDuboisfuelaúltima.Antesdebajarlas
escalerasdelaentrada,sinembargo,sevolviódenuevohaciaIsabelleylamiróalosojos.—Esustedunamujerextraña,¿losabía?Isabellenodijonada,perosostuvosumiradasinpestañear,ylaancianasepreguntócómopodían
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irradiartantafuerzalosojosdeunamujerdecuerpotanfrágilydelicado.—Cuídese—concluyólaseñoritaDubois—,ynohagatonterías.TampocoestavezrespondióIsabelle,peroasintió.LaseñoritaDuboisseunióasuscompañeras,y
lascincoabandonaronel jardínde lamansiónGrisardpresasdeunextrañoabatimiento.Ningunadeellasvolvióahablarhastaquetorcieronporelrecodoylacasayanofuevisibleasusespaldas.
—Estáloca—dijoporfinlaseñoraBonnard,rompiendoelsilencio.—Puesyocreoqueestáenferma,digaloquediga—lacontradijolaseñoritaDubois—.Puedeque
incluso haya venido aBeaufort amorir. Entonces todotendría sentido.Si no espera vivirmás queunas semanas, o unos meses… ¿para qué molestarse en amueblar la casa? ¡Mejor ahorrar para elentierro!
—Pues,siyoestuvieseensulugarytuviesemuchodinero—opinólaseñoraChancel—,viviríaalograndemisúltimosdías.Nomeencerraríaenuncaserónvacío…
—Cuando uno está muy enfermo no tiene ganas dediversiones. Puede que sufra horriblesdolores…
—¡Yporesonopuededormir!—comprendiólaseñoraLavoine,conmovida—.¡Pobrecilla!—¡Bah,bah!—resoplólaseñoraBonnard—.¡Yosigopensandoqueestácompletamenteloca!Unabrisaheladarecorrióelcamino.LaseñoraLavoineseestremeció,yfueentoncescuandose
diocuentadequehabíaperdidoelchal.Lascincomujeressemiraronunasaotras,indecisas.—Vosotras seguid hacia el pueblo —dijo la señorita Dubois, enérgicamente—. Marie y yo
volveremosabuscarelchal.—Pero,Sophie…—quisoprotestarlaseñoraBuquet—.Seosharádenoche…—Todavíanoestamosmuylejos.Sivolvemosmañana,talvezyanoloencontremos.Caminaremos
deprisa.DemodoquelaseñoraLavoineylaseñoritaDuboisregresaronsobresuspasoshasta lamansión
Grisard.Hallaronelchalenredadoenlosmatorralesdelsalvajejardín.MientraslaseñoraLavoinelosacudía
paravolveracolocárselosobreloshombros,suamigasegiróparacontemplarlasombradelacasaquesealzabaanteellas.Nohabíalucesenlasventanas,perounresplandorparpadeantesefiltrabaporunventanucoarasdesuelo.«Debedeserladespensa»,sedijolaseñoritaDubois,sincaerenlacuentadequeIsabellenoleshabíaenseñadoaquellapartedelacasa.
La señora Lavoine ya estaba lista para marcharse.Las dos dieron, de nuevo, la espalda a lamansiónGrisard.
Yentoncesungrito rasgóel silenciodel crepúsculo, un aullido inhumanoque les heló hasta eltuétano de los huesos, un alarido que parecía haber sido lanzado por un condenado al tormentoperpetuo en el infierno.Aquel escalofriante sonido, que no se parecíaa nada que las dosmujeres
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hubiesenescuchadoantes,seexpandióhaciaelpáramo,buscandoquizáluzenlastinieblas,otalvezunalmahumana en la que instalarse para poblar sus peores pesadillas por toda la eternidad, y quedóflotandoenelaireduranteunlargoyestremecedorsegundoantesdeextinguirseporcompleto.
LaseñoritaDuboissevolvióhacialacasacomomovidaporunresorte,perosuamigasehabíaquedado clavada en el sitio, aterrorizada y tan pálida que, por unmomento, su rostro rivalizó enblancuraconeldeladueñadelamansiónGrisard.
—¿Quéhasidoeso?—murmurólaseñoritaDubois,estremeciéndose.—Por el amor deDios, Sophie, ¡vámonos de aquí!—lavozde la señoraLavoine sonó extraña,
comoelchillidodeunratón.Apesardesuavanzadaedad,laseñoritaDuboiseravaliente,enérgicaydecidida.—Pero,¿ysialguienhaentradoenlacasadeIsabelle?LaseñoraLavoinepalidecióaúnmás,siesqueesoeraposible.Searrebujóensuchalyfueadecir
algo,peronolesalieronlaspalabras.Inspiróprofundamente,diomediavueltayechóacorrer.—¡Marie,espera,notevayassola!LaseñoritaDuboisnotuvomásremedioqueseguirasuamiga.NingunadelasdosvioelrostroquelasespiabadesdeunadelasventanasdelcaseróndeIsabelle.La sombra de lamansiónGrisard las persiguió durante un buen trecho, pero aquel espeluznante
gritonovolvióarepetirse.
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Capítulotres
MaximilienGrilletobservóatentamentealasdosmujeresquesehabíansentadofrenteaélensudespacho.Lasconocíadesdequeeraniño.LaseñoraLavoineeratímida,pequeñayasustadiza.Másdeuna vez,Max había tenido que acudir a su casa en plena noche, porque ella creía haber oído a unladróneneljardín,cuandoenrealidadsetratabadeungato,odelvientosacudiendolasramasdelosárboles.Y no ayudaba el hecho de que sumarido, que era comerciante, hiciese frecuentes viajes aParís,dejándolasolaencasaconunacriadaqueeracasitanmiedosacomoella.AlaseñoraLavoineraramenteselaveíasinsugranamiga,laseñoraBonnard.Maxdudabaquefueranrealmenteamigas,pero la señoraBonnarderamuyautoritaria,y talvezeso inspirabaseguridadalaseñoraLavoine,quien,porsuparte,constituíaunaoyentepacienteyabnegadaparatodosloschismesquelamaliciosaseñoraBonnardteníaparacontar.
PeroaqueldíalaseñoraLavoineveníaacompañadaporotramujerenérgica,laseñoritaDubois.MaxhabíaoídodecirquelaseñoritaDuboishabíarechazadoacuantoshombreslahabíanpretendidodesde que tenía quince años. Su fuerte carácter nunca había sentido la necesidad de compañíamasculina,oalmenosesoparecía.LaseñoritaDuboisseguíasolteraasusmásdesesentaycincoaños,perosemovíaconlaenergíadeunajovencita,hablabaconlaautoridaddeunamatronaygobernabasucasaconlaincuestionablepotestaddeunaviuda,yaquehabíasobrevividoatodossusfamiliaresynoteníamaridonihijosquepudiesendisputarleelmando.
AMaxnolehabríasorprendidooírde labiosdelaseñoraLavoineunahistoriacomolaqueleacababandecontar,peronoerapropiadelasensataseñoritaDubois.
—¿Esquenonoscree,señorgendarme?—preguntólaseñoraLavoine,abriendoalmáximosusojosazules.
LociertoeraqueMaxdudaba.—Mira,Max—la señoritaDubois no se andaba con rodeos, y no veía por qué debía tratar de
usted aun jovenalque,pormuygendarmeque fuera,habíavistocrecerdesdelacuna—.Tengomisaños,peroaúnnoestoysorda,graciasaDios.Ytedigoqueoímosungritoenesacasa.Bueno,másqueungrito…,unaullido,oalgoasí.¡Jesús!,mepusolospelosdepunta.Noséquiénpodríasercapazdechillarasí.Ylooímos…
—…Cuando fueron a recoger el chal —completó Max—. Sí, ya me lo han contado. Perocomprendanustedes que se hallaban en una situación extraña. Habían ido caminando hasta esatétricamansión,yelcomportamientodeIsabellenofueelqueesperaban.Enesascircunstancias,noesextrañoquecreyeranoír…
—¡Yono«creíoír»nada,Max!¡Yooí!
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—Nolediscuto,señoritaDubois,queustedoyóalgo.Peroesahistoriadelaullidoquenoparecíadeestemundo…Comprendaqueustedesdosestabanalteradasy…
—Nomedigascómoestaba,jovencito.Loséperfectamente,ytengolacabezamejorquetú.—De acuerdo, de acuerdo. Resumiendo: ustedestemen que haya podido ocurrirle algo a la
señoritaIsabelle, ¿no es así? Pero esta misma mañana he visto a Mijaíl en la plaza, y estaba tantranquilocomoenotrasocasiones.
—¡Tal vez ese grandullón haya atacado a la señorita Isabelle para quedarse con su dinero!—exclamólaseñoraLavoine.
PeroMaxnegóconlacabeza.—No,señora.Mijaílseráextraño,peroesunbuenhombre.Recordócómolohabíavistounatardejugandoconlosniños,permitiendopacientementequeellos
trepasenporsuenormecuerpocomosiescalaranunamontaña.—Puedequeseaalgorudo,peroyocreoquesedebeaquees extranjeroy, además,unhombre
sencillo.¿Sehanfijadoensusmanos?Sonmanosgrandes,morenasycallosas,manosacostumbradasatrabajarduro.
LaseñoritaDuboisesbozóunamediasonrisa.Noignorabaque,desdeniño,Maxhabíatenidofijaciónconlasmanosdelagente.Nuncalehabíapreguntadoquéopinabadesusmanos,peroMaxyalashabíacatalogado tiempo atrás. Las manos de la señorita Dubois eranpequeñas y de ademanes suaves. Secerrabanconfirmezaenpocasocasiones;sinembargo,cuandolohacían,raravezsoltabanloquehabíanatrapado. En cambio,las manos regordetas de la señora Lavoine se abrían ycerraban a menudo,buscandoalgoaloqueaferrarse.
—Tienesrazón.NocreoqueMijaílseauncriminal—dijofinalmentelaseñoritaDubois.Selevantódesuasiento,ylaseñoraLavoinelaimitó,algodesilusionada.Maxlasacompañóhastalapuertadelagendarmería.—DetodosmodosharíasbienenpasarteporlamansiónGrisard.Esamuchachaestágravemente
enferma,yqueyosepanolavisitaningúnmédico—añadiólaseñoritaDubois,ajustándoseelsombreroantesdesalir.
—¿Quién,Isabelle?—Muy agudo, señor gendarme —replicó la señorita Dubois ácidamente—. Y ahora, si nos
disculpa,llegamostardeaunareunióndelajuntaparroquial.Lasdosmujeressalierondelagendarmería,yMaxsequedósolodenuevo.Sepusoarevisarel
trabajopendiente,peroprontotuvoquereconocerquenoeramucho.EnBeaufortnuncapasabanada,ysólolasfalsasalarmasdelaseñoraLavoineledabanalgoquehacerdevezencuando.
En realidad, la última vez que había sucedido un hecho destacable en el pueblo había sido,también,acausadeIsabelle.
EntoncesMaxno estaba todavía a cargode la gendarmería, sino que era el ayudante del viejo
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señorGallois,elantiguogendarme.ÉlhabíasidoelencargadodeinvestigarlahuidadeIsabelle.Max teníasólounpardeañosmásque Isabelley,como todos los jóvenesdelpueblo, sehabía
fijadoenellaalgunavez.Perolamuchachaeradescaradayaltiva,yaquelloeraescandaloso,sobretodotratándosedeunahijadenadiecomoella.MujerescomolaseñoraBonnard,oinclusolamismaseñoritaDubois,habíancriticadoduramentesumododeactuar,peroIsabelleparecióserinsensibleasusobservaciones.
Para evitar que se descarriara, el párroco de Beaufort, el anciano señor Rougier, la habíaempleadoensucasacomoasistentadelamadellaves.Lehabíaenseñadoaleeryaescribirylahabíainiciadoenlalecturadeobraspiadosas.
FueentoncescuandoellaconocióaljovenPhilippedeLatour.Max no sabía dónde ni cómo habían entrado en contacto, puesto que procedían de clases muy
distintas.PhilippeerahijodeunnoblequeveraneabaenBeaufort,quehastanohacíamuchohabíasidolalocalidadelegidaporunpardefamiliasilustresparapasarlaépocaestival.
Cuando el idilio salió a la luz, el marqués de Latourenvió a su hijo a estudiar lejos, e Isabelle,simplemente,abandonó aquellamismanoche la casa del párroco,sin decir nada a nadie. Junto conIsabelle desapareciólamedalladeplatadelamadellaves,yporesemotivo,MaxyelseñorGalloishabíantenidoqueintervenir.
Isabellehabíasidounamuchachainsolenteytemeraria,peronuncaunaladrona.Sinembargo,loshabitantes de Beaufort la habrían tachado de cosas peoresporque les parecía que no era unamujerdecente.
Finalmente, lamedallaapareció.Sehabíadesprendidodelcuellodelamadellavesyhabíaidoacaerenunahendiduraentredosdelastablasdelsuelo.ProbablementesehabríaperdidomuchoantesdequeIsabellesemarchara,peroelseñorGalloisseabstuvodecomentarestoúltimoconnadiemásqueconsuayudante.
No,Isabellenoeraunaladrona,peronopudoevitarsequesunombrequedaraempañadoporunsucesoconelque,enelfondo,ellanohabíatenidonadaquever.LaseñoraBonnardhabríadichoalrespectoqueseloteníabienmerecidoyque,siellanohabíarobadolamedalla,eraporquenohabíatenidolaoportunidad.¿Quémuchachadecente,queviviesedelacaridaddeunprotector,huiríadesucasaparairtraselhijodeunnoble?
Maxsuspiróysepreguntó,porprimeravez,siIsabellehabríacambiadomucho.HacíayavariassemanasqueellasehabíainstaladoenlamansiónGrisard,peroélnolahabíavistoaún.
Sediocuentadequeenrealidadnoteníanadaquehaceraquellatarde.Seencogiódehombrosysaliódelagendarmería.
Loqueparalascincocomadreshabíasidounalargacaminataeldíaanterior,fueparaMaxGrilletunagradablepaseo.Contodo,entendióenseguidalaconsternaciónde lasmujeresalver lamansiónGrisardenelestadoenquesehallaba.RecordólospeonesvenidosdeParísysepreguntóquétrabajo
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habíanhechoallí.Cuando llamó a la puerta, fueMijaíl quien abrió.Max esperaba que le cerrase la puerta, pero
Isabelledebíadehaberhabladoconél,porqueelhombretónloinvitóapasaraunahabitaciónenlaquesólohabíaunasilla,viejaydesvencijada.
Maxsesentóconprecaución.Mientrasesperaba, lellegóundeliciosoaromaacaféreciénhecho.Apenasunosmomentosdespués,Isabelleaparecióenlapuerta.
MaxcomprendiódeinmediatolapreocupacióndelaseñoritaDubois.Lajovenestabamuyblanca,yparecíatanfrágilcomounamuñecadeporcelana.Maxreprimióelimpulsodecorrerhastaellaparasostenerla,porqueparecíaapuntodecaeralsuelo.
PeroIsabellenocayó.Avanzóhaciaél,seguraysonriente,yensusojostodavíalatíaaquelfuegointeriorque,cincoañosatrás,habíadesafiadoatodoBeaufort.
—MaxGrillet—dijoella;yélsesorprendiódequerecordarasunombre—.¿Odeberíadecir«señorgendarme»?
Maxsintióqueenrojecía,asupesar.—Max,sinolemolesta—farfulló—.Encantadodeverladenuevo,señoritaIsabelle.Ella sonrió con cierta amargura, y Max comprendio perfectamente a qué se debía. Hasta su
llegada,respaldadaporsunuevafortuna,IsabellehabíasidotenidaenBeaufortporpocomásqueunafurcia.
—Tambiényomealegrodeverle,Max.¿Aquédebosuvisita?—Bien,la…señoritaDuboisycompañíaestuvieronayeraquí.—Sí,esoescierto.—Nosellevaronmuybuenaimpresión.—Tampocolopretendía.Séexactamenteloquehabíanvenidoahaceramicasa.Lajovensevolvióhaciaél,conlosojosllenosdeunnuevobrillo:—¿Leapeteceuncafé?—Sí,gracias—aceptóMax,conscientedequeaquelloeramásdeloquelascincoseñorashabían
obtenidodeIsabelleeldíaanterior.La siguió hasta la cocina y ocupó una de las sillas. Observó a Isabelle en silencio mientras
preparabaelcafé.Demanerainconsciente,sefijóensusmanos;perollevabaunvestidodemangasmuylargasquesólodejabanverlosdedos,unosdedoslargosyfinos,perodegrandesnudillos,frutosindudadelosañosenlosquelajovenhabíatrabajadocomolavandera.
—¿Porquénocontrataaunadoncellaparaquelehagaestetipodetrabajo?—Porqueyo,adiferenciadeotras,séhacerlascosassola—fuelarespuesta;Isabelleleofrecióuna
tazadecaféydespuéssesentóasulado—.Y,dígame,¿laseñoritaDuboisycompañíahanvistoalgosospechoso enmi casa?Porquedebodecirle que, si no tengomuebles, es porque no los quiero.Yfíjese, si hubiese dispuesto de un salón como Dios manda, habríatenido que aguantar a esas cinco
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chismosastodalatarde,ynoesalgoquemeseduzcaespecialmente,¿sabe?Maxnopudoreprimirunasonrisa.—No,nocreoquehayanada sospechosoen sucasa, señorita Isabelle.Supongoque les llamaría
muchola atención la… eh… sencilla decoración de su nuevohogar, pero aún no han llegado alextremodellamaralgendarmeporeso.
—Oh,nosepreocupe;tratándosedeellas,todoseandará,nolodude.Asípues,¿ustedhavenidosóloparahacerunavisitadecortesía?
—Tampoco—confesóMax,avergonzado—.La señoraLavoine perdió el chal en el jardín de sucasa, yella y la señorita Dubois volvieron atrás para recuperarlo—miró a Isabelle, pero ella loobservabaimpasible,conlatazadecaféentrelasmanos—.Dicenqueoyeronungrito.
—¿Un…grito?—repitióIsabelleenvozbaja.—Ounaullido.Laverdadesquenoseponíandeacuerdoenesacuestión.Nohansabidodecirmesi
erahumanoopertenecíaaalgúntipodeanimal.Loquesíhanafirmadoesqueera:«escalofriante»,«espeluznante»,«estremecedor»…Yselodigoliteralmente.
MaxnotóquelasmanosdeIsabelletemblaban.Lajovendejólatazasobrelamesaylomiró.—Nomeasuste,Max.Nohayanimalessalvajesporlosalrededores.¿Quésesuponeque…?—Dicenqueveníadesucasa.—¿Deestacasa?La joven fruncióel ceño;entonces (¿fue la imaginacióndeMax, o se tratabadeungestopoco
natural,casicomoensayado?),ellasonrióampliamenteysedioungolpecitoenlafrente.—¡Oh,yarecuerdo!FueMijaíl.Alpobre,selecayóunmartilloenelpie.—¿Deverdad?Lohevistoestamañanayhaceunmomento,ynocojeaba.—Porque esunhombreduro,Max—replicóIsabelle, impertérrita—.Si llegaasaberqueesas
dosseñorasestabaneneljardín,seguroquenisiquierahabríagritado.Asíque,yave.Todoesdistintoalaluzdeldía.
—Sí, claro—murmuró Max; apuró su taza de café y se levantó—. Siento haberla molestado,Isabelle.
—Nolohahecho.Perolajovensemovióágilmentehacialapuerta,yelgendarmeadvirtióque,peseasuspalabras,
ellaestabadeseandoquedarseasolasotravez.Yaenlaentrada,Maxsevolvióhaciaella.—LaseñoritaDuboistambiénmepidióquemeinteresaseporsusalud.—¿Pormi…salud?—Ellaopinaqueestáustedenferma.Yamímedalasensacióndequetienerazón.Dígame,¿haido
ustedalmédico?—Noestoyenferma,sólocansada.Yaseloexpliquéa laseñoritaDubois.Noduermobienpor
lasnoches.
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Maxledirigióunamiradapenetrante.—Ysicontinúaustedtomandocaféalanochecer,seguirásinlograrconciliarelsueño.—¡Oh!—dijosolamenteIsabelle,comounaniñacogidaenfalta—.Lorecordaré.Max se alejó de lamansiónGrisard, no del todo convencido de las explicaciones de Isabelle.
Aunqueseguíaadivinándoseenellaaquellaenergíaque lahabíacaracterizadoensuadolescencia,elpálidofantasmaqueloobservabadesdelaentradadelacasapocoteníaqueverconlachiquillaresueltayvivazquehabíaabandonadoBeaufortenposdesuamado,cincoañosatrás.
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Capítulocuatro
MaxesperabaveraIsabelleaqueldomingoenlaiglesia,sufrióunadecepción.AunqueellahabíafaltadoalamisalostresdomingosquehabíantranscurridodesdesullegadaaBeaufort,aquéllaeralaprimeravezqueeljovengendarmenotabasuausencia.
Alterminarlosoficios,Maxsequedóunratomásenlaiglesia.LaseñoraBonnardpasójuntoaél,comentándolealaseñoraLavoine:
—¿Quétedije?Hoytampocohavenido.¡Ynosdijoquenoestabaenferma,luegonotieneningunaexcusaparadejardeasistiramisa!
AMaxnolecupolamenordudadequeambashablabandeIsabelle.Esperóunpocomáshastaquejuzgóqueerabuenmomento,yentoncessedirigióalasacristía.—PadreRougier…—dijodesdelapuerta,carraspeando.Elpárrocosevolvióhaciaél,todavíaconlacasullaentrelasmanos.—Buenosdías,Max…Pasa.Hablaron de asuntos intrascendentes durante unosminutos, hasta que un largo silencio obligó a
cambiardetema.—Padre Rougier…—dijo entonces Max, algo incómodo—. En realidad lo que yo quería era
preguntarleacercadealguien.Elviejovicariorióporlobajo.—¿Te ha llamado la atención alguna jovencita?Bien, me alegro de que hayas venido a
consultarme—añadióalverqueMaxparecía azorado—,porqueesosignificaquevaenserio.A tuedad,yadeberíasirpensandoensentarlacabeza…
—Miinterésessimplecuriosidad,padre.Sientodecepcionarle,perolociertoesquevengoahablarconustedporquelamujerquemeintriganoleesprecisamentedesconocida.
Elpárrocofijóenélunosojillosinquisitivos.—Ahoraerestúelquemedejaintrigado…¿Dequiénestamoshablandoexactamente?—De Isabelle… —de pronto, Max se dio cuenta deque no conocía su apellido, y trató de
subsanarlofacilitandootrosdatos—.Yasabe,lamuchachahuérfanaqueusted…—NoconozcoaningunaIsabelle—cortóelpadreRougierbruscamente.Max lo miró, perplejo. Iba a dar más detalles al párroco para refrescarle la memoria, pero
entoncessediocuentadeque,enrealidad,elpadreRougiernoqueríavolverasabernadadelajovenquehabíahuidodesucasacincoañosatrásyalaque,contodaseguridad,recordabamuybien.
No pudo evitar sentirse indignado. Sabía que el padre Rougier era un hombre muy estricto, ycomprendíaqueIsabellehabíaidodemasiadolejosfugándosetraseljovenLatour.Pero,¿porquédebíaalguienquedarmarcadoparasiempreporunerrordejuventud?
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Había captado perfectamente que el párroco no quería seguir hablando del tema, pero aun asíinsistió:
—¿SabíaustedquehavueltoaBeaufort,yqueahoraresideenlamansiónGrisard?ElpadreRougieralzólacabezaparamirarloalosojos.—No conozco a esa joven —repitió, despacio—.Y ahora, si me disculpas, tengo asuntos que
atender.Maxhizounaúltimatentativa:—Tengorazonesparapensarqueestáenfermay…Un carraspeo nervioso lo interrumpió. Los doshombres se volvieron hacia la puerta y
descubrieronallí a un tercero. Vestía una camisa vieja y unos pantalones que habían perdido suauténtico color muchotiempo atrás. Tenía la vista clavada en el suelo y sus manos jugueteabannerviosamenteconsugorra.
—Noqueríainterrumpir…—Nolohaces,Henri—leaseguróelpárroco—.ElseñorGrilletyaseiba.¿Hasvenidoadisculparte
pornohaberpodidoasistiraloficio?Comprendoque…—Noesporeso,señorcura,perodispenseusted.Esquehetenidounproblemaenlagranjay…
—susojossealzaronparaclavarseenMax—.Enrealidad,veníabuscándoleausted,señorgendarme.Momentosdespués,ambossalíandelaiglesiaendirecciónalasafuerasdeBeaufort,montadosen
el carro del granjero.HenriMorillon era un hombre de pocas palabras, peroMax había captado lofundamental,yestuvodándolevueltasmientraslosdoshombressedirigíanensilenciohacialagranja.
HenriMorillonnoeraelgranjeromásriconielmásviejodelacomarca,perosíelmásrespetado.Ningúnotroseaplicabacontantapasiónasutrabajoniconocíalasresestanbiencomoél.Poreso,Henrierasolicitadoamenudoporotroshacendadoscuandosusanimalescaíanenfermos.Yaunqueélapenassabíaleerniescribir,losotrosgranjerosconfiabanmásensucriterioqueenlasapreciacionesdecualquierveterinariodelaciudad.
ComotodosloshabitantesdeBeaufort,Maxsabíatodoesto.YporellonodejabadepreguntarsequéhabríasucedidoparaqueHenricorrieseabuscarlocontantaprisa,acausade,segúnhabíaentendido,unavacamuerta.
Elcarrosedesvióporuncaminoparticularhastallegaralagranja,ysedetuvojuntoalestablo.Henribajódeunsalto,yMaxloimitó.
—Anoche oímos ruidos —explicó el granjero—.Los animales estaban muy asustados, y elperro…,bueno,enlugardecorreraverquépasaba,sevolviócomolocoyqueríaentrarenlacasa,comosiestuviesemuertodemiedo,¿meentiende?Yosabíaquehabíaalgoenelestablo…
—¿Algo?¿Elqué?—Nolosé—surostroseendureció—.Mimujerestabamuyasustadaynoquisoqueabrierala
puerta.
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Noañadiónadamás.Entraronenelestablo.Habíacuatrovacasyuncaballopercheeron,quesegiróparaolisquearlo
concuriosidad.CuandolosojosdeMaxseacostumbraronalapenumbra,viodosfigurasalfondodelestablo,juntoaunaventanaqueparecíahabersidoarrancadadecuajodesumarco.
Eran la res muerta y un muchacho de unos once odoce años, que contemplaba el cadáver,acuclilladoenelsuciosuelodelestablo.SetratabadeFabrice,unodeloshijosdeHenri.
Elgranjerogruñó,yelchicoseapresuróasalirdeallí.—Entróporaquí—dijoHenri,señalandolaventanadestrozada.No hizo más comentarios, pero Max apreció que,fuera lo que fuese, poseía una fuerza
sobrehumana,porquenitreshombresrobustoshabríanpodidocausaraquellosdaños.EntoncesHenriseapartóparaqueMaxpudieseverelcuerpodelavaca,yélavanzó,algoinseguro,
paraecharunvistazo.Deseóenseguidanohaberlohecho.Muchosañosdespués,elcadáverdeaquellavacatodavíaseguiríapoblandosuspeorespesadillas.Aquellatarde,aúnalteradoporloquehabíavistoenlagranjadeHenriMorillon,acudióavisitar
alseñorChancel,elnotario,queeraaficionadoalacienciayalahistorianatural.Porelmomento,quería serdiscreto con respecto al caso, para que no cundiese el pánico entre los granjeros y los
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ganaderos de la zona; por ello no diomuchos detalles al notario, aunque erainevitable que éste semostraseintrigado.
—Demaneraqueusted, señorGrillet—dijo,mirándoloconel ceño fruncido—,desea saber siexistealgúntipodeanimalcapazdemataraunavacasindejarhuellas.
Maxnopudoreprimirunestremecimiento.Denuevoacudióasumenteelextrañoaspectodelaresmuerta,quenomostrabaseñalesdeviolencia,peroestabaanormalmentedelgadayconlapieltirante,yrecordabavagamenteaunanimaldisecado.
—Noexactamente:dejandodosmarcaspequeñas,rojasyredondas,comodecolmillos.Morillonlehabíamostradolasmarcasenelcuellodelavaca.AMaxlehabíacostadocreerqueuna
heridatanpequeñapudiesehaberresultadotanletal.—¿Colmillos?—repitió el notario, alzando una ceja—. Entonces no es tan difícil. Me está usted
hablandodealgúntipodevíbora.Maxhizounapausaantesderesponder,lentamente:—Podríaser.Pero,señorChancel,¿podríaunavíboradejarsinsangrealavacaencuestión?—¿Quieredecir,hacerquesedesangrase?—No.Hacerdesaparecersusangre.Como…siselahubiesebebido.MaxhabríadadoloquefueraporpoderolvidarelmomentoenqueMorillonlehabíarebanadoel
cuelloalcadáverparamostrarlequepordentroestabaseco,completamenteseco;ynohabíaunasolagotadesangreenelsuelo.
ElseñorChancelparpadeó,perplejo.—¿Comolosmosquitos,quieredecir?Maxapartólamirada.Peroaúnveíaantesí losojossinvidade lavacamuerta,ojosquetodavía
mostrabanunaexpresión tanhumanadeabsoluto terrorqueproducíaescalofríos.Ningúnmosquitohabríapodidohaceraquello.Niaunquetuvieseeltamañodeunhalcón.
—Supongoquesí.Elnotariomiróunmomentoalgendarme,yluegoseechóareír.—PorelamordeDios,señorGrillet,¿aquévienetodoesto?—Simple interés científico —replicó Max, encogiéndose de hombros; esperaba que el señor
Chancelnosediesecuentadequeestabamásalteradodelohabitual—.CuentanqueenunaocasiónsucedióalgoasícercadeNimes—mintió—.Supongoquesetratadeunasimplepatraña,perosentíacuriosidad.Leestaríamuyagradecidosiloaveriguasepormí.
Elnotariotardóunpocoencontestar.—Bien—dijofinalmente—,personalmentecreoqueesunapatraña,peroloinvestigarédetodos
modos.TengounprimoenChartresqueestudiaenlauniversidad,yseestáespecializandoenCienciaNatural.Leescribiré.
—Seloagradezco,señorChancel.
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Aquellaconversaciónhabíasidoprivada,pero,naturalmente,laseñoraChancelseenteró,yaquehabía estado espiando desde el otro lado de la puertacerrada, habilidad ésta en la que ella erasingularmentediestra.Lefaltótiempopararelatarlotodoenlareuniónqueaquellatardetuvolugarencasa de la señoritaDubois, donde el grupo de amigas había acudido,como era su costumbre, paratomarelté.
—¿Yqué tiene eso de particular,Elaine?—preguntó la señoritaDubois, frunciendo el ceño—.¿Porquéhabríandeinteresarnosanosotraslasvacas?
—Olosmosquitos—colaborólaseñoraLavoine.—Porqueleinteresanalgendarme,Sophie—replicólaseñoraChancel,conlosojosbrillantestras
suslentes—.Havenidoexpresamenteamicasaparapreguntar amimaridoporunanimal capazdebeberselasangredeunavaca.¿Sabesloqueesosignifica?
—¿Quealgoasíhasucedidoporaquícerca?—Peroesonopuedeser—intervinolaseñoraBuquet—.Unanoticiaasínotardaríaensaberseen
elpueblo.Además, daba por hecho que si algomedianamente grave sucedía, el alcalde debía enterarse en
primerlugar,yellotambiénincluía,naturalmente,alamujerdelalcalde.—Tal vez nosotras seamos las primeras en saberlo, querida—respondió la señora Chancel—.
Esperaunpardedíasyverás.Algoasínopuedemantenerseensecretomuchotiempo.—Pero…siese…animal…existedeverdad—dijolaseñoraLavoine,temblorosa—,¿noestamos
nosotrastambiénenpeligro?—Nolocreo,querida;anoser,claroestá,quecreasquetienesalgúnparentescoconlasvacas
—replicólaseñoritaDubois,ácidamente.La señora Lavoine enrojeció y bajó la vista; pero la señoraBeaufort se sentía especialmente
generosaaquellatarde,yacudióensuayuda.—¿Yporquécreerqueese…servaaconformarsesiempreconvacas?Hubounbrevesilencio.EntonceslaseñoritaDuboispreguntó:—¿Quéhasqueridodecircon…«eseser»?—¿Ysinoesunanimal?¿Ysies…undemonio,oalgoparecido?Lasseñoraslanzaronexclamacionesdeconsternación,yalgunassesantiguaron.—¡PorDios,Régine,quécosasdices!—protestólaseñoraBuquet—.¡Sinisiquierasabemoscon
seguridadqueexistaese…bebedordesangre,oloquesea!Algunasasintieron,aliviadas.PerolaseñoraChancelmoviólacabeza,pensativa.—Esperadunpardedías—pronosticó—,yentoncessaldremosdedudas.Alfinal,todosesabe.Eltiempoevidencióquelaesposadelnotarioteníarazón.TantoMaxGrilletcomoHenriMorillon
eranpersonasdiscretas, peroFabrice, el hijomenordelgranjero,nopudoresistir la tentacióndedescribir asus amigos la horriblemuerte de su vaca con todolujo de detalles.Además, el joven
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Fabrice era elmenor del grupo de muchachos liderado por JeromeBonnard, y estaba deseandollamarsuatenciónydejardeserelquemenoscontabaenlapandilla.Adornósurelatoconelementosescabrosos y se inventó horribles aullidos en la noche y huellas monstruosas sobre el barro (enrealidad,élsabíatanbiencomosupadreycomoelgendarmequenosehabíanhalladohuellasenlosalrededoresdelcobertizo,peroalaterceravezquecontólahistoriayaestabaconvencidodequesílashabía,yademásnopertenecíananadaconocidoporelhombre).
JeromeBonnard se burló del chico sin piedad, convencido de quementía. Pero su historia fuerepetidapor unos y por otros, como un chiste o un chascarrilloy, por supuesto, llegó a oídos delgrupodeseñoras,queestabaaguardandounaconfirmacióndeloescuchadoencasadelseñornotario.NolescostómuchoaveriguarquelafuentedelrumoreraelhijomenordeHenriMorillon.
YmuyprontotodoBeaufortsupo,agrandesrasgos,losucedidoenlagranjadelpadredeFabrice.Maxsepercatódeellocuando,enunasolamañana,recibiócuatrovisitasdegranjerosqueacudían,
recelosos,ainteresarseporlaseguridaddeloscampos.Todoselloseranhombressensatos,quetemíanhacerseecodeunrumorquepodíaserfalso.
Sóloelcuartohablóclaramente:—SéloqueocurrióenlagranjadeHenri.Sélodelavacamuerta.LollamabanRouquin,yeracorpulento,enérgico,impulsivo,obstinadoybravucón.Suespesabarba
pelirrojadestacabaensucara,ypocosseatrevíanallevarlelacontraria.Maxlomiróconciertacautela.—¿Lavaca…?—Lavacaalaquechuparonlasangre.—¿Cómo…cómotehasenterado?—Todoelmundolosabe.—Oh.—¿Porquéqueríamantenerloensecreto?—Paraquenocundieseelpánico,Rouquin.Todavíanosabemosquélepasóaesavaca.Quierodecir,
queesinusualy…—Escuche,señorgendarme—interrumpióelgranjero,apoyandosusmanazassobrelamesa—,hay
quedarcazaaeseanimal.Organicemosunabatida.—Peronoha habidomás incidentes.Ninguna resmás ha resultadoherida.Podría ser unhecho
aislado.—¿Quieredecirquecreequenovolveráapasar?—Rouquinmoviólacabezaydejóescaparuna
carcajadadespectiva—.Oiga,hehabladoconHenri,¿sabe?Ningúnanimalhaceloquelehizoasuvacaporcasualidad.Volveráapasar,seloaseguro.Ylopróximopodríanoserunavaca.Podríaserunniño.Podríaserunhombre.Podríaserusted.
Rouquin abandonó la gendarmería, yMax se quedó solo de nuevo. Sabía que el granjero tenía
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razón,perotemíaquecundieselaalarmaenelpueblo.Porotrolado,sipeinasenelmonteenbuscadelbebedordesangre,comosugeríaHenri,¿cómosabríanquéeraloquedebíanbuscar?
Max frunció el ceño y se preguntó hasta qué punto el incidente de la granja Morillon iba aperturbarlatranquilavidadeBeaufort.
Noibaatardarenaveriguarlo.
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Capítulocinco
Los rumores se convirtieron en un clamor. Tardeo temprano todos los granjeros de la zonaacudieronalapropiedadMorillonparahablarconHenrieinterrogarleacercadesuvaca.Aunqueélyasehabíadeshechodelcuerpodelanimal,ysiemprequerelataba lo sucedido lohacíademaneraescuetaysinentrarendetalles,suscompañerossealarmaronigualmente.Apartirdeentonces,ningunocaminabasoloporloscamposalcaerlatarde.Seacostumbraronairporparejasybienarmados;yporlasnoches,reforzabantodoslosaccesosalasgranjasydejabanlosperrossueltosenelexterior.
Susprecauciones resultaroncontagiosas.EnBeaufort,lasmadresprohibieronasushijossalirdecasaapartirdeciertahora,yellasmismasevitabanloslugaressolitariosyoscuros.
El granjeroRouquin seguía exigiendo incansablemente que se organizase una batida, y prontocontóconelapoyodeunbuennúmerodecampesinosyhombresdelpueblo.
Max sabía que la batida se llevaría a cabo tarde o temprano.Yaunque tenía susdudas sobre sueficacia,sabíatambiénquedebíaorganizaríaélmismo,desdelagendarmería;porque,delocontrario,Rouquinseencargaríadeella,conosinél.YMaxtemíaloquepodíahacerungrupodecampesinosarmados,descontroladosylideradosporRouquin.
—Nodigoqueseaunamala idea—leconfióaHenriMorillonunatardequeéstepasópor lagendarmería—,peroantesdesalirdecazaquerríasaberquéestamosbuscandoexactamente.
Enrealidad,élestabaaguardandonoticiasdelprimodelseñorChancel,queestudiabaenChartres.Aaquellasalturas,elnotarioyahabíacomprendidomuybienelinterésdelgendarmeporlosanimalesbebedoresdesangre,yesperabalarespuestadesuprimocontantaimpacienciacomoél.
—Nohahabidomásresesmuertas—opinóelgranjeroprudentemente—.Siseorganizaunabatida,nosabríamospordóndeempezarabuscar.Peroyomeuniríaaelladetodasmaneras.
Maxcabeceóenérgicamente;comprendíasupostura.Hubounbrevesilencio,yentoncesMaxdijo:—Perobueno,Henri,ustedhabíavenidoavermeporalgúnmotivoenconcreto,¿noesasí?Elgranjeroasintió.Bajólavista.Susmanosjugueteabanconsugorraconnerviosismo.—Vamos,hable,hombre—loanimóMax—.¿Hahabidoalgúnproblema?HenriMorillonalzólamiradaysesacódelbolsillounpapelcuidadosamentedoblado.—Ayerrecibíesto.Jean-Michel,delaoficinadeCorreos,medijoqueveníadeParís.Maxfruncióelentrecejo,desdoblólanotayestudióatentamentesucontenido.Setratabadeuna
únicafrase,garrapateadaconletraeleganteperoapresurada.Decíasolamente:«Porlaresperdida»,ynollevabafirma.
Maxmiróalgranjero,interrogante.—Séloquepone—dijoMorillon—,porqueJean-Michelmelohaleído.Veníaconungiropostal.
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Dinero,¿sabe?Noloheentendidomuybien,perocreoqueesparacompensarmeporlamuertedemivaca.
Maxparpadeó,perplejo.—¿Pero…peroquién…?—Jean-Michelnolosabía,señor.Maxtratódeponerenordensusideas.—Peroesoesabsurdo,Henri.¿Quiénseconsideraríaresponsabledelamuertedeunavacaatacada
porunanimalsalvaje?Elgranjeroseencogiódehombros.—Cuandounperroatacaaunanimaldeotragranja,supropietariodebepagar—dijo—.Perousted
sabequeningúnperromatóamivaca.—Ydígame…¿Eldinerodelgirocubrelapérdidadelavaca?Henritragósaliva.—Ampliamente,señor.Podríacomprartresvacascomolaquemurió.Maxestabacadavezmásintrigadoanteaquelmisterio.—Yo creo que debe de tratarse de un error, señor gendarme. Por eso no sabía si aceptar el
dinero…Max no contestó enseguida. Se quedó callado un momento, meditando la respuesta que debía
darle.—Mire,Henri—dijofinalmente—,elgiroibaasunombre.Lapersonaquelehaenviadoeldinero
sabía lo de su vaca. Son demasiadas coincidencias como para tratarse de un error. Considéreseafortunadodetenerunanónimobenefactorenalgunaparte,ynopequeporexcesodehonradez.
Elrostrocurtidodelgranjeroseiluminóconunaampliasonrisa.—Gracias,señorgendarme.Muchasgracias.—Sólolepido,Henri,quenocomenteestoconnadie.Esloúnicoquenosfaltaba,¿sabe?Cuando Max se quedó solo, sus pensamientos siguieron girando en torno a los misteriosos
sucesosacontecidos en la granja de Henri Morillon. Aquel anónimo benefactor parisino, que tangenerosamentehabíarecompensadoaHenri…,¿quésabíaexactamente?
Interrumpiósuspensamientoslavisitadeunadelegacióndegranjerosycampesinos, lideradosporRouquin.
—Oiga, señor gendarme—dijo éste sin rodeos—.Nosotros estamos dispuestos a buscar a esabestia,yloharemos,conosinusted.Estatardesaldremosdecaza.Usteddecide.
Maxcontemplóunmomentolosrostrosseriosygravesdeaquelloshombres.Entoncesselevantódeunsalto.
—Voyconustedes—decidió.Alcaerlatarde,unnumerosogrupodehombressereunióenlapropiedadMorillon.Lamayoríaera
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gentedelcampo,perotambiénhabíaallíhombresdelpueblo,yvariosjóvenesquenoqueríanperderselaacción.EntreellossehallabaJerome,elhijodelaseñoraBonnard.
Maxpasórevistaalgrupoconlamirada.Muypocosllevabanarmasdefuego;tansólolosmásacomodadosyalgunosaficionadosalacaza,comoRouquin.Elrestodelosgranjerosibanarmadosconrastrillos,guadañas,picas,hachasycuchillosdetodaclase.
Perotodos,sinexcepción,lomirabanaél,aguardandosusinstrucciones.—Bien,iremosporparejas.Cadaparejacubriráunasección—dijoMax.Lesmostróelplanoquehabíatraído,yaparceladoenlascorrespondientesáreasdeexploración,y
procedieronarepartírselas.EstabanenellocuandoMaxsefijóenJerome.Elchicoeraelmásjovendelgrupo.—¿Sabentuspadresqueestásaquí?Jeromeseencogiódehombros,peronodijonada.Maxestabaconvencidodequesumadreno
estabaenteradade laparticipacióndesuhijoen labatida.Encuantoasupadre,eraconstructor,ysehallabatrabajandoenunaciudadcercana.PoresemotivonoseencontrabaallíconJerome.
Maxsuspiró.—Tú,Jerome,vendrásconmigo—decidió.Másvalíatenerunojopuestoenél,porsiacaso.Elgruposedispersó,ycadaparejasedirigióasuzonamientraselsoldeclinabalentamente.Habían
elegidoaquellahoraporquelabestiahabíaatacadopor lanoche,ysospechabanquese tratabadeunanimaldecostumbresnocturnas.Elmejormomentoparacazarloseríaelcrepúsculo.Sinembargo,aúnfaltabanvariashorasparaquelanochesecerrasesobreloscampos.
Pronto, Max se arrepintió de haber elegido a Jeromepor compañero. El muchacho estaba tannerviosoyentusiasmadoquenohacíaotracosaquehablarporloscodos.
—¿Cómoseráesechupasangre,señorGrillet?—decía—.Seguroquedebedesermuygrande,porqueparadejarsecaaunavaca…Ustedviolavaca,¿noescierto?Ytambiénlashuellasquedejóenelbarro,¿verdad?
—Nohabíahuellas.—¡Oh,seguroquesílashabía!FabriceMorillonnoslohacontadotodo.Dicequeeraunmonstruo
peludodegrandescolmillos.—PerosiFabricenolovio…—¡Sí,desdelaventanadesuhabitación!Dijoqueelmonstruoteníacuernos,yeratangrandecomo
treshombres,y…—Jerome,bastaya,¿quieres?Maxhabíasospechadoqueel jovenMorillonhabíasidoelresponsabledequelosucedidoensu
granjafuesededominiopúblicoenBeaufort.Allíteníalaconfirmación.ConsiguióqueJeromesemantuviesecalladoduranteunrato,mientrastrepabanporlafaldadeuna
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colina,examinandoelsueloenbuscadealgúntipoderastro.Nohubosuerte.Seencontraronconunaparejadegranjeros,peroellostampocotraíannoticias.OscurecíayacuandoJeromedijo:—Mire,señorGrillet…,¿noesaquéllalacasadelaseñoritaIsabelle?Maxsedetuvoysevolvióparacontemplarlasombrade lamansiónGrisard.A la tenue luzdel
crepúsculo,lacasasemostrabatétricayamenazadora.MaxsediocuentaentoncesdequelamoradadeIsabelleestabaincluidaenlazonaqueélhabíaescogidoparapeinar.Sepreguntóhastaquépuntosuelecciónhabíasidocasual.
—¿Vamosaver?—preguntóJerome.—Nocreoquequieraquelamolestemos—respondióMax.—¡Perodebemosinvestigar!Talvezellahayavistoalgo…LociertofuequeMaxnosehizomuchoderogar.Apenasunosminutosmástarde,élyJeromese
hallabanantelapuertadelamansiónGrisard.Isabellesealzabaanteellos,pálidayespectral.—Señor gendarme, Jerome—dijo ella suavemente—. Qué agradable sorpresa. ¿A qué debo el
honordesuvisita?Jeromelamirabacondesconfianza.Habíaoídohablarmuchodeella,peroapenaslarecordaba.Él
eraunniñoenlaépocadelapartidadeIsabelle,ynolahabíavistodesdeentonces.Y,sinembargo,ellasíseacordabadeél.
—Venimosacazaraunmonstruochupasangre—dijoelchico.Isabelle palideció todavía más y pareció que le fallaban las piernas. Max se adelantó para
sostenerla,peroellalogrómantenersefirmeylelanzóunamiradadeadvertencia.Maxnoseatrevióatocarla.
Entonces,lajovenserió.—Esunabroma,¿verdad?Seburlanustedesdemí.—¿NosabeustedlodelavacadeMorillon?—Jerome,calla—loatajóMax—.Lepidodisculpas,señoritaIsabelle.Verá,nohacemuchoalgún
animal desconocido acabó con una res en la propiedad deMorillon. Como medida de precaución,hemosorganizadounabatida;estamosrastreandoelsuelo,registrandocadarecovecoypreguntandoencadacasa.Díganos,¿ustednohavistonioídonadafueradelocorriente?
Ellaledirigióunamiradainquisitiva.—¿Pretende usted asustarme, Max? ¡Ya es la segunda vez que viene a mi casa con historias
increíbles!¿Noseráqueustedessondemasiadopropensosafantasear?Jeromeestabaprestandomuchaatención.Casihabíaolvidadolahistoriadelaullidoescalofriante
quehabían escuchado la señorita Dubois y la señoraLavoine (historia que, para entonces,medioBeaufortconocía,incluyendolasencillaexplicaciónquehabíadadoIsabelle),ynolecuponingunadudadequeIsabellesereferíaaella.
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—Mire,yosóloséquelavacaestámuerta,ylosgranjerosestánasustados—repusoMax,concalma—. Si usted los tiene por unos palurdos ignorantesy supersticiosos, adelante, dígaselo a ellos.Estaránencantadosdeescucharla.
Sobrevinountensosilencio.Finalmente,Isabellesonriódébilmente.—Lo siento. Estoy nerviosa. No me acostumbro del todo a este lugar. Me trae demasiados
recuerdos.—Locomprendo.Nosepreocupe.—Nohevistonioídonadaextraño—añadióella,tratandodeayudar—.Perosiencuentranalgo,por
favor,háganmelosaber.Nodormiríatranquilasabiendoquehayunanimalpeligrososueltoporlosalrededores.
—ConMijaílparaprotegerla,nodebeustedtemernada.Esunverdaderogigante.Isabellesonrió,ycambióelpesodeunapiernaaotra.—Tieneustedrazón.Notengonadaquetemer—dijo.Echóunamiradaporencimadesuhombroylosvisitantesvierontrasella,alfondodelaestancia,
laenormefiguradeMijaíl.—Detodasformas—concluyó—,mealegrarásaberquehandadocazaaese…animalsalvaje.—No dude que lo haremos, señorita Isabelle. A propósito, ¿sigue usted con aquel problema de
insomnio?—preguntóMax,aldarsecuentadequeel rostrodela jovenaúnseguíamostrandounasprofundasojeras.
Ellaledirigióunalargamirada,yMaxcreyópercibirensusojosundestellodeadvertencia.—Lamentablemente,sí.Metemoquesoyunahijadelanoche,señorgendarme.Seestáponiendo
elsol;lajornadaparamínohahechomásqueempezar.LosojosdeIsabelleseperdieronenlalejanía;laúltimauñadesolseocultabaenelhorizonte,y
lajovencontemplósudébilresplandorconprofundamelancolía.Incómodo,Maxcarraspeó:—Enfin,señoritaIsabelle,nolamolestaremosmás.Ellavolvióalarealidadylesdedicóunasuavesonrisa.—Oh,nomemolestan.Peromásvalequesedenprisa,oselesharánochecerrada,yhaytodavía
unbuentrechohastaBeaufort.MaxyJeromesedespidierondeella.Isabellecerróentonceslapuerta,yMaxcreyóentreverfugazmenteunamarcarojaensumuñeca,
entre los encajes de la manga de su vestido. Quiso preguntarle por ella, pero la puerta de lamansiónGrisardvolvíaaestarcerradaparaél.
—Vámonos,chico—dijoaJerome.Losdossealejarondelacasaensilencio.InclusoJeromeestabacallado.Maxañadióalcabodeunrato:—Serámejorquenosdemosprisa.Tumadreestarápreocupadaporti.
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Elmuchacho no hizo ningún comentario.Antes dedoblar el recodo donde días atrás la señoraLavoinehabíanotado lapérdidadesuchal, Jeromesegiróparamirar lamansiónGrisardunavezmás.
Leparecióverluzenunodelosventanucosdelsótano,laluzdébilytemblorosadeunaúnicavela.
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Capítuloseis
La batida había sido un fracaso. Los hombres nohabíanencontradonadamásqueunoscuantoszorros y un viejo lobo despistado.Ni siquieraRouquin,quehabíadisparadocon rabia contra ellos,podíacreerseriamentequealgunodeaquellosanimalespudieraserelcausantedelamuertedelavacadeMorillon.
Los hombres no hablaronmuchodel asunto en losdías siguientes,pero lascomadres sí, a todashoras. Laseñora Bonnard seguía contando a quien quería escucharla que los granjeros nuncaencontraríanalabestia,puestoqueeraundemonio,ylosseresdeaquellacalañaposeíanlafacultaddetomarlaformadeotroanimal,oinclusoladehacerseinvisiblesalosojoshumanos.
—¿Ysabescuándoempezótodo?—ledecíaalaseñoraLavoine,quelaescuchabapacientemente—.¡Cuandoesamujervinoainstalarseentrenosotros!¡Ellatrajoconsigoaldiablo!
Curiosamente,suhijopensabademanerasimilar,aunqueporrazonesbiendistintas.Por suparte, tambiénMaxseacordabaamenudode Isabelle. Perono se produjeronnuevos
incidentes,yelpuebloparecióvolverasusoporhabitual.Sin embargo, varios días despuésdeque los hombres volvieran de su búsqueda con lasmanos
vacías,otranovedadvinoasernoticia.Unamañana, un hombre se acercó a la hostería deBeaufort para pedir una habitación. Su traje
elegante,susimpecablesmodalesysunegromaletínnopasarondesapercibidos.Porotrolado,pocosforasteros visitaban la localidad. Por tal motivo, cuando algunolo hacía, su presencia erainmediatamenteconocidaportodoelmundo.
—Esunmédico—leconfiólaseñoraBonnardalaseñoritaDubois—.CreoquevienedeParís.—¿Deveras?¿Yquéhavenidoahaceraquí?LaseñoraBonnardseencogiódehombros.—Esmuydiscreto—dijo,decepcionada—.Brigittenohapodidosonsacarlenada.Brigitte era la hostelera. Era demasiado joven como para integrarse en el grupo de la señora
Bonnardycompañía,peroestabahaciendoméritos,puestoqueleapasionabanloschismestantocomoaellas,ynodudabaenhacerlespartícipesdetodocuantoaveriguaba.
—Talvezelgendarmesepaalgo—dijolaseñoritaDubois,alveraMaxcaminandocalleabajo,endirecciónalagendarmería—.¡Oye,Max!Venasaludaraunapobrevieja.
Eljovensedetuvoalverlayseacercóaella.—Buenosdías,señoritaDubois.Hermosamañana,¿verdad?—Sí,sí—laseñoritaDuboishizoungestodeimpacienciayseapoyóenelbrazodeMax—.Túno
sabrásnadadeldoctorquehavenidoaBeaufort,¿verdad?—¿Doctor? ¿Hay un nuevo médico? Tenía entendido que el doctor Leblanc no tenía pensado
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retirarsehasta…—No,no—cortólaseñoritaDubois—.Parecequevienedevisita.Ynoesprecisamenteunmédico
depueblo,noseñor.PreguntaaBrigitte.—¿ABrigitte?—Yluegonoslocuentas,¿eh?Noloolvides.Quepasesunbuendía,Max.El gendarme se quedómirando, perplejo, cómo laseñoritaDubois proseguía su camino calle
arriba,acompañadadelaseñoraBonnard.Finalmente,seencogiódehombrosysepusoenmarchadenuevo.
Setopóconelmédicoenlaplazamayor.Supusoqueeraél,nosóloporelmaletínyporeltrajeoscuro,sinotambiénporsuporte,revestidodegravedadydignidad.
Contodo,elhombreparecíaalgoperdido.Maxsedirigióhaciaél.—Disculpe,¿necesitaayuda?No pudo evitar fijarse en susmanos, pequeñas y huidizas, que contrastaban con el resto de su
aspectogeneral.Elmédicoparecióaliviadoalversuuniforme.—¡Ah,señorgendarme!Leestaríamuyagradecido.
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Veráusted,acabodellegardeParísy…,peropermítamequemepresente:soyeldoctorAmédée
Delvaux.—MaximilienGrillet—sepresentóMax,estrechandosumano—.¿Yquéletraeporaquí,doctor
Delvaux?¿HavenidoparasustituiraldoctorLeblanc?—¡Oh,no,nadamáslejosdemisintenciones!Hevenidoparavisitaraunpaciente…Perometemo
queignorabaquesupropiedadestuviesetanalejadadelalocalidad.Ahoramismobuscabaaalguienquetuvieselaamabilidaddeindicarmeelcamino.
—Yomismoestaréencantadodehacerlo.Ydígame,¿adondesedirigeexactamente?—AlacasadeunajovenseñoritallamadaIsabelle.—¡Ah!—Maxsesobresaltó.—¿Ocurrealgo,señorgendarme?—Nada, doctor.Simplementeque la señoritaIsabellellevaunavidamuyretirada.Noselavea
menudoporelpueblo.EldoctorDelvauxasintió,peronohizoningúncomentario.Maxlomiródereojo.—Estáenferma,¿noescierto?—Notengoporcostumbredivulgarinformaciónsobreelestadodesaluddemispacientessinsu
expresoconsentimiento,caballero—replicóelmédico,muydigno.—Disculpe usted. Para serle sincero, me tranquiliza saber que la está tratando un médico
competente.Notienebuenaspecto.—Ydígame,¿quedamuylejoslaresidenciadelaseñoritaIsabelle?—preguntóeldoctorDelvaux,
cambiandodetema.—Sepuedeirapie,peroesunlargotrayecto.Sinembargo,enunahermosamañanacomoésta,
puederesultarunagradablepaseo.Eldoctornoocultósucontrariedad.—Llevoalgodeprisa,¿sabeusted?Micocheronoregresaráhastalanoche,ynopuedoesperartanto
tiempo.Hellegadocondosdíasderetraso.—Entalcaso,verésialguienpuedeacompañarlohastaallí.Unratodespués,Maxhabíalocalizadoaungranjeroquevolvíaasupropiedadencarro.Nopasaría
porlamansiónGrisard,perolodejaríacerca.—Leestoymuyagradecido—ledijoelmédicoaMaxdesdeelpescante—.Encantadodehaberlo
conocido.—Lomismodigo,doctor.Maxsequedóunmomentomásen laplaza,observandocómoelcarrosealejaba.Despuésdio
mediavueltayregresólentamentealagendarmería.Aquellamañananotuvomuchotrabajo,demaneraquesededicóaredactaruninformesobrela
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batidaenbuscadelanimalquebebíasangre.Dadoquenohabíanencontradonada,seleantojabauntrabajoinnecesario,peroquisohacerlodetodosmodos.
Por la tarde acabó el informe y atendió diversosasuntos sin importancia. Cuando terminó sujornada, se acordó del doctor Delvaux. Supuso que ya habríaregresado de su visita a la mansiónGrisard,ydecidiópasarseporlahosteríaparaversiestabadeuntalantemásconversadorqueporlamañana.
—Elseñordoctornohavueltotodavía—leinformóBrigitte.Maxparpadeó,algoperplejo.—¿Todavíano?—Siquiere,puedodejarleunanota…Max reflexionó sobre ello. En realidad, no teníamotivos oficiales para entrevistarse con el
doctorDelvaux,ynoloconocíatantocomoparatomarselalibertaddecitarlodemanerainformal.—No,Brigitte,déjelocorrer.Volvióunpardehorasmástarde,cuandoyacasieradenoche,peroelmédicoseguíasinaparecer.
AlverqueBrigittelomirabaconcuriosidad,decidiónovolverporlapensiónaqueldía.Sabíaquelaposaderaeraamigade laseñoraBonnard,ynoqueríadarpieanuevosrumores,niquelagentedelpuebloacabasecreyendoquelapolicíabuscabaaldoctorDelvauxporunmotivocriminal.
Pospusoportantosuvisitaaldíasiguiente.Aprimerahoradelamañana,antesdeabrirlagendarmería,sepresentóenlahostería.Antesdeque
pudiesepronunciarpalabra,Brigitteexclamó:—¡Llegatarde,señorgendarme!Eldoctorsemarchóanoche,demadrugada.—¿Qué?—Ayernovinoacenar,ydebodecirquetampocoadormir.Regresómuytarde,alteradísimo,y
medespertóparapagarmelahabitación.Entoncesrecogiósuscosasysefue.—¿Cómoquesefue?¿Demadrugada?—Sí; y en un coche de caballos, como un señor, e incluso con cochero. ¿No le parece muy
misterioso?—leconfiólaposaderaenvozbaja.—Seráunmédicodeprestigio—seleocurriócomentaraMax.—¿Novaaarrestarlo?—No,¿porqué?—¡Sihubiesevistoustedquécaratraía!Comoquienhavistounfantasma.Ocomoquienhacometido
uncrimen—añadióconojosbrillantes.«Melotemía»,pensóMax.—EldoctorDelvauxnohacometidoningúncrimen—replicóconfirmeza—,oyolosabría,¿nole
parece?Brigitteparecíadecepcionada.
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—Perosecomportabadeformatanextraña…-—Niunapalabramás,Brigitte.Lamujercalló,contrariada.EramayorqueMax,peroeluniformequeéstelucíaleconferíauna
autoridadquenadieenBeaufortponíaenduda.Excepto,quizá,laseñoritaDubois;ydealgunamanera,Isabelle.
SedespidiódeBrigittey regresóa lagendarmería,pensando todavíaen laprecipitadapartidadeldoctorDelvaux.LaposaderadesconocíaundatoimportantequeMaxsehabíaguardadoparasí:queelmédico parisino había ido a Beaufort para visitar a Isabelle. Sieste detalle llegaba a ser deconocimiento público, la joven volvería a ser, una vezmás, el centro de todoslos rumores. Por elmomento,queMaxsupiera,sóloélyelcampesinoquehabíaacercadoalmédicoensucarroconocíanquesudestinoeralamansiónGrisard.
PeroMaxdebíadarlelarazónaBrigitteenunaspecto:elcomportamientodeldoctorDelvauxhabíasidoextraño,muyextraño.YsilamisteriosaIsabelleestabadetrásdeello…,bueno,esoloconvertíaendoblementeextraño.
—¿Meditandosobrelasmusarañas,Max?—losobresaltóunavozconocidadesdelapuerta.Maxseenderezóensuasiento.—Buenosdías,señoritaDubois.Estabadistraído.—Sí,saltabaalavista.Laancianasesentódesenvueltamentefrenteaél:—Bueno,iréalgrano:túyasabesaquéhevenido,¿no?—¿Perdón?—dijoMax,algodesorientado.LaseñoritaDuboispusolosojosenblanco.—¡Elmédico,Max, elmédico!Te dije que queríaenterarmede todo loqueaveriguases.Aunque
Brigitteyamehacontadomuchascosas.Max logró por fin ponerse en situación. Carraspeóy dijo, intentando recuperar parte de la
dignidadquelaseñoritaDuboishabíaarrastradoporlossuelos:—Entoncesyasabetodoloquehadesaber,señoritaDubois.—Venga,Max,noseasasí.YaséqueesemédicoveníaaveraIsabelle.Laancianalogrósobresaltaralgendarmeporsegundavezencincominutos.—¿Cómo…cómosehaenteradousteddeeso?—Bueno;nolosabía,sólolosospechaba.Peroahorayalosé.Maxenterróelrostroentrelasmanosconunsuspirodecansancio.—Nopuedoconusted,señoritaDubois.¿Porquénomerelevaalcargodelagendarmería?—Porque no me atrae lo más mínimo, créeme. Perono te desvíes del tema. Sé que intentas
protegeraIsabelle…—¿Protegerla…?
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—…Ymeparecemuybien.Hayalgoextrañoenesacasa…,ytedigoestoatiporqueséquenolovasatomarporundesvaríodeviejaloca:puedequeIsabelleestéenpeligro.
—¿Enpeligro?—Dejaderepetirtodoloquedigo,Max,ypiensaunpoco.Estánsucediendocosasmuyextrañas
desde que Isabelle volvió aBeaufort. Ella no se da cuenta, pero hay algo en esa casa que la estámatandolentamente.
Maxaprovechólapausaparaponerenordensusideas.Eraunhombresensatoyracional,perorespetabamuchoalaseñoritaDubois,quesiempresabíavermásalládeloevidente.
—¿Ustedcree?—murmuróreflexivamente—.Peroyateníaeseaspectoenfermocuandovinoaquí.—Yonodigoqueese«algo»estuvieseenlacasaantesdequeellallegara,Max.Peroalgunacosa
haasustadoaesemédicohastaelpuntodehacerlosalirhuyendoenplenanoche.—Puedeque Isabelle lo echara con cajas destempladas—bromeóMax—.Esa jovendebede ser
terriblecuandoseenfada.—Sí,tienecarácter—asintiólaseñoritaDubois.Maxsepercatódequenoeraunacrítica.Lesorprendiódarsecuentadequelaancianahablabade
Isabelleconciertaadmiración,ysepreguntósinohabríasidoparecidaaellacuandoerajoven.—MesorprendegratamentecomprobarquehayalguienenBeaufortquenodetestaaIsabelle.—¿Detestarla,yo?Notengomotivos,yaves.Además,¿quéhahechodemaloesachiquilla?Tener
la lenguamuy largay enamorarsede lapersonaequivocada, esoes todo.Enmi religión, esonoespecado.
Unavezmás,aMaxleextrañóqueunamujercomolaseñoritaDuboisfrecuentaraapersonascomolaseñoraBonnardycompañía.
—Mira,Max,estoypreocupadaporIsabelle,ydespuésdelaestampidadeesemédico,conmayormotivoaún.ComociudadanadeBeaufortycomoamigatepidoqueaverigüesquéleestápasandoaesamuchacha.
—Yahetratadodepreguntarley…LaseñoritaDuboisnolodejóacabar.Chasqueólalenguacondisgustoyexclamó:—¡Oh,loshombres,quépocosutiles!¡Siempreestampándosecontraelmuroenlugarderodearlo!
¡Séunpocomásingenioso,porelamordeDios!Conestaspalabras,laseñoritaDuboisselevantóysevolvióacalarelsombrero.—Hastamañana,Max.Quepasesunbuendía.Yrecuerda:¡sutileza!LaancianasaliódeldespachodeMax,yéstesequedósolodenuevo,meditandosuspalabras.Aquellanochenopegóojo.NocompartíalaopinióndelaseñoritaDuboisdeque«algo»estaba
matandoaIsabelle,perosílepreocupabaelestadodesaluddelajovenyelhechodequeelmédicoquelatratabahubiesepartidotanprecipitadamente.Sinembargo,allínohabíahabidocrimenalguno,yélnoteníaporquéintervenir.MeterseenasuntosajenoseralaespecialidaddelaseñoritaDubois,no
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lasuya.Peroqueríasabermás.QueríasabersiIsabelleseencontrababien.Conlaslucesdelalbatomóporfinsudecisión.IríaaParísybuscaríaaDelvaux.
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Capítulosiete
El despacho de Jules Bronac era viejo, pequeño y oscuro. Los libros y los papeles seamontonabanen lasestanterías, lamesay losrincones,sinningúntipodeorden.Lahumedadhabíacomenzadoainvadirlasparedes,laventananocerrababienylassillasestabancojas.
Adecirverdad,Maxhabíaesperadoalgodiferente.Poresemotivoseguíaperplejo,mirandoasualrededor,sinestarmuysegurodehallarseenellugarcorrecto.Y,sinembargo,elhombrequesesentabafrenteaél,traselescritorio,eraexactamentelapersonaalaquehabíavenidoabuscar.
JulesBronacerapequeñoyrechoncho,perodemanossorprendentementerápidas,loquesugeríaunagranagilidadmental.ObservabaaMaxconcautela,comoevaluándolo.Finalmente,parecióestardeacuerdo,porqueasintióyserecostócontrasusilla.
—AmigoGrillet—dijo—.Hacíatiempoquenosabíadeusted.¿Cómolevapor…?—Beaufort—loayudóMax—.Bien,gracias.Bronacasintiódenuevo,conungruñido,yechóunvistazoporlaventana.Unbosquedetejadosy
callesestrechasylaberínticaseratodocuantosedivisabadesdeallí.—Confranqueza,creoqueyomemoriríadeaburrimientosivivieseenunlugarasí.—Encambio,amílaciudadmeabruma—replicóMax—.Soyunhombretranquilo,¿sabeusted?—Y eso me lleva de nuevo a preguntarme qué havenido usted a hacer en la capital, y
concretamente, qué le ha traído hastami despacho.Oí decir que su jefe, el señorGallois, se habíaretirado,dejándoleaustedencargadodelagendarmería.
—Oyóustedbien.ElseñorGalloisviveahoraenunapaciblepueblecitodelaCostaAzul.—Aja.Nohevueltoaverlodesdeaquelcursilloenelquenosconocimosustedyyo.Maxsonriólevemente.Lorecordaba.Cuatroañosatrás,elseñorGalloishabíaasistidoenParísa
un seminario sobre conducta criminal, impartido por un prestigioso inspector inglés, y se habíallevado a su ayudante consigo. Entre los participantes se hallabaMes Bronac. Ambos habíancolaboradoconjuntamenteenuncaso,cuandoGalloistrabajabaenParís.
AMax no le gustaba el aire prepotente deBronac,pero había acudido a él por dosmotivos.Enprimerlugar,porqueelseñorGalloisloconsiderabaunbuenprofesional.Yensegundolugar,porqueeraelúnicodetectivequeMaxconocía.
Había pasado dos días en París, buscando al doctorAmédée Delvaux, pero no había logradolocalizarlo.Habíapreguntadoacuatromédicosdiferentes,yningunohabíaoídohablardeél.MaxnopodíapermitirseellujodedejartantotiempodesatendidalagendarmeríadeBeaufort,ymenosconlosextrañosacontecimientosquehabíansucedidoenlasúltimassemanas.
—¿Yquiereustedtratarasuntosoficialesopersonales?—tanteóBronac.Maxlopensó.LaseñoritaDuboislehabíapedidoqueinvestigaraaldoctorDelvauxysurelación
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conIsabelle,peronohabíanada,aniveloficial,quejustificaratalpetición,puestoqueningunodelosdos,quesesupiera,habíacometidodelitoalguno.
—Deboconfesarquesetratamásbiendeunasuntopersonal.Hayunapersonaenelpuebloquesecomporta demanera ciertamente extraña, y aunque no haymotivos oficiales para investigarla, debodecirquemeintrigasobremanera.
—Hum.Yaveo.Ydígame,¿esbellalajoven?Asupesar,Maxsintióqueenrojecía.—Yonohedichoquesetrataradeunajoven.—Pero,evidentemente,asíes,amigomío.¿Meequivoco?—No.Maxsesentíaalgoestúpido.EldetectiveaveriguabadatosdelamismamaneraquelaseñoritaDubois.
«Esodebería tranquilizarme», se dijo. «Si utiliza los mismos métodos que esa anciana chismosa,seguroquedescubremuchomásqueyo.»
—¿Quierequelainvestigue?¿Setratadeeso?—Enciertosentido,sí.MaxprocedióacontarleloqueélsabíadelahistoriadeIsabelle:suorigenhumilde,suinfanciay
adolescenciaenBeaufort,surelaciónconeljovenhijodelmarquésdeLatour(Bronacsilbóporlobajo)ysumarchadelpueblo,envueltaenelescándalo.Pasódespuésarelatarlesuretorno,semanasantes,sumisteriosanuevafortuna,suenfermizoaspectoysuextrañomododecomportarse.
ConcluyóconlavisitadeldoctorDelvaux,tanbruscamentefinalizada.—Interesante—comentóeldetective.Maxadvirtióquenisiquierahabíatomadonotas,perosospechabaquenolehacíafalta,yqueno
olvidaríanadadecuantolehabíacontado.—¿CreeustedqueextorsionaalmarquésdeLatour?—Lo ignoro, señor Bronac. Sólo sé que esa jovenno está bien de salud, y sospecho que algo
terriblelesucede.Yséqueellanomelovaacontar.—Austedno,peropuedequeamísí.—Deesoqueríahablarle:Beaufortesunpueblopequeñodondetodosesabe.Siustedapareciesepor
allí,daría mucho de qué hablar, y ello no beneficiaría en absoluto a Isabelle, ni tampoco a lainvestigación.
—¿Pretendeusteddecirmequedeboinvestigaraesajovensinhaberlavistosiquiera?—Si hay algo que investigar en Beaufort, yo meencargaré de ello—«y también la señorita
Dubois»,añadió para sí mismo—. Pero necesito a alguien en París que busque a ese tal doctorDelvauxylesonsaqueacercadelestadodesaluddeIsabelle.Ysiesonoesbastanteparausted,podríatratardeaveriguarquéhizoellalosañosqueestuvoenParís,ysillegóareencontrarseconPhilippedeLatour.Silesigueustedlapista,talvezseenterededóndeprocedesunuevafortuna…
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Eldetectiveseechóhaciaatrásyseacaricióelbigote,pensativo.—Hum—dijo—.Bien.Sí,noestámalparaempezar.—Entonces,¿aceptaustedelcaso?—Ciertamente,señorGrillet.Mepondréatrabajarenello.Esperopoderenviarlenoticiaslasemana
próxima.Enmicartaleadjuntarétambiénuncálculoaproximadodemishonorarios.Bronacselevantóágilmente,cogiendoaMaxporsorpresa.Éstesepusotambiénenpie,perotardó
unossegundos en darse cuenta de que ello significaba queel detective había decidido dar porconcluidalaentrevista.Sedejóconducirhastalapuertasinunsolocomentario.Cuandoyabajabaporlasescaleras,Bronacllamósuatención.
—Unaúltimaobservación,señorGrillet.Headvertidoquesehafijadoustedenmidespacho—sonrióconciertaindulgencia—.Nosedejeengañarporlasapariencias.Lociertoesquesonmalostiemposparalosdetectivesprivados.
—¿Enserio?Teníaentendidoqueestabandemoda.—Poresoprecisamente—suspiróBronac—.Somosdemasiadoseneloficio.Maxnosupoquédecir.Eldetectivesonriódenuevo.—Perodalacasualidaddequehaidoustedatoparconunodelosbuenos—leaseguró—.Siesa
jovencitaocultaalgo,nodudequeyolosacaréalaluz.Maxdejóeledificio,todavíaconfuso.Noestabasegurodehaberobradobien,yaquenoleparecía
éticorebuscarenelpasadodeunapersonasinsuconsentimiento,ysinningunarazónaparente.Pero,po rotro lado, estaba sinceramente preocupado por Isabelle. Sospechaba que la señorita Dubois teníarazónconrespectoaella.
Finalmente,MaxmontóenladiligenciaquepasabaporBeaufort,resignándosealaideadequetendríaquepermanecerinactivo,aguardandonoticiasdeJulesBronac.
LadiligenciallegóaBeaufortalanochecer.Alaentradadelpueblosecruzóconunmuchachoquecaminabaendireccióncontraria.Elchicosedetuvoparamirarelcarruajequepasóasulado,peroenaquelmomentoMaxestabamediodormidoynolovio.Sihubieseechadounvistazoporlaventanilla,habríareconocidoaJeromeBonnard,quesedirigíaa lamansiónGrisardconlasúltimas lucesdeldía.
Nohabíansidoloscomentariosdesumadre,sinosuvisitaconMaxdurantelabatida,loquehabíallamadolaatencióndelmuchachosobrelamansiónysumisteriosadueña.Nohabíacontadoanadiequepensabaacercarsealacasa.Sospechabaquehabíaalgoextrañoenella,peroqueríaestarseguroantes de hablar sobre el tema con sus amigos. No temía acercarse solo. Jerome Bonnard estabaacostumbradoahacerloquelevinieraenganaenBeaufortysusalrededores,ynoleentrabaenlacabezaquepudieraocultarseensusdominiosalgoquepudieseamenazarle.
YacasieranochecerradacuandollegóalasproximidadesdelamansiónGrisard.Sequedóocultotraseltroncodeunárbolsolitario,lobastantegruesocomoparaescondersucuerpoporcompleto,y
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seasomóconprecaución.Lamansiónsemostróanteél,silenciosaysombría,adormecidasobresulechoentrecolinas.Nose
escuchabaun solo ruido, y estaba todo a oscuras, a excepcióndeun leve resplandor que surgía delventanucoarasdesueloqueJeromeyahabíavistolavezanterior.Inspiróhondoysearriesgóasalirdesuescondite,protegidoporlaoscuridad.Deslizándosedesombraensombra,llegóhastalospiesdelamansiónGrisardysepegóalapared.
Noseatrevióaasomarsealaventana,demomento,peroaguzóeloído.Escuchóunavozapagadaquehablabaensusurros,yreconocióaIsabelle.Peronologróentender
unapalabradeloquedecía,porquehablabaenvozmuybaja.Oyódespuésunaespeciedegruñidodeasentimiento,ysupoqueeraMijaíl.
Searriesgóaasomarseunpoco.El ventanuco daba, como había imaginado, al sótano. Era un sótano pequeño, y estaba
prácticamentevacíodemuebles.Tansólohabíaunamesa,unasillayunbancojuntoalapared,yuncandilquealumbraba los rostrosdeIsabelleyMijaíl, sentadoselunofrentealotro.Isabelleparecíaestar más pálida que decostumbre. Se había hecho un ovillo, sentada en elbanco, con la espaldaapoyadaenlaparedylacabezagacha,temblabacomounahojayparecíaquerespirabacondificultad.JeromeviocómoMijaílleechabaunamantasobreloshombros,ycómolajovenenvolvíaenellatodosucuerpo,dejandoversólosurostromarfileño.
Ningunodelosdosdijonadaduranteunbuenrato.Jeromesesentíacadavezmásintrigado.Sepreguntabaquéharíanaquellosdosenelsótano.Forzó
lavistaparaver sidistinguíaalgomás, enbuscadealgunapista.Apreciósobre lamesauncuencovacíoyotroobjetoquebrillaba.Estiróunpocoelcuelloparavermejor,peroelenormecorpachóndeMijaflseinterponíaensucampodevisión.
Jeromesemovióconprudencia.Suspiesavanzaronatientasenlasemioscuridad.Elmuchachoseagachólevementeparavolveramirarporlaventanilla,perotropezóconalgoyelpequeñosonidoqueprodujoseoyócomountruenoenmediodelsilencio.
Isabelle no reaccionó, pero Mijaíl se volvió haciaél, como movido por un resorte. Jeromeretrocedió unpaso; justo entonces vio con claridad el objeto que había sobre lamesa, y lanzó unaexclamación.Mijaflselevantódesuasiento,presumiblementeparasaliraperseguirlo,yJeromediomediavueltayechóacorrerenlaoscuridad.
Corrióycorrió sindetenerse,hastaquenopudomás.Sedetuvoentonces, jadeante,ysedio lavuelta.La mansión Grisard parecía muy lejana, pero su sombra amenazadora todavía se veía conclaridad,recortadacontraelcielonocturno.
Jerometratóderecuperarelaliento.Nadieloperseguía.Dejóqueloslatidosdesucorazónvolvieranasuritmonormal,yreflexionósobreloquehabía
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visto,preguntándosesobresusignificado.Cerró losojosyvolvióavisualizarlaescenadelsótano.QueIsabelleestabaenfermaeraevidente.Yparecíaque,dealgunamanera,Mijaíllacuidaba.Pero,¿quéestabanhaciendoenaquelsótano?
EvocódenuevoelmomentoenqueMijaíllohabíamirado.Nohabíaodioniiraensusojos,sino…miedo.
Jeromelohabíacaptadoinmediatamente,yporello,loquelehabíahechosalircorriendonohabíasidolamiradadeMijaíl,sinolaimpresióndehabervistosobrelamesaunpuñalensangrentado.
Elcorazónseleaceleró.¿Habríanmatadoaalguienaquellosdos?¿Mantendríansucadáverocultoenelsótano?
JeromecontemplódenuevolamansiónGrisardysintióque,dealgunamanera,ellaledevolvíalamirada,desafiándoloadescifrarsusmásrecónditossecretos.
Jeromeaceptóelreto.—Loaveriguarétodosobreti—juró,yniélmismohabríapodidodecirsisereferíaalacasa,a
IsabelleoalserqueloshombresdeBeauforthabíansalidoacazardíasatrás,siesqueteníarelaciónconlamisteriosajovenysuinhóspitacasa—.Mecontarástodosycadaunodetussecretos.
Lamansiónenterapareciósonreír.
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Capítuloocho
En los días siguientes, Jerome anduvo silencioso y pensativo. Los que lo conocían biensospechabanquetramabaalgunadelassuyasy,enciertosentido,asíera.Reflexionómuchosobreloque había visto enel sótanode lamansiónGrisard, intentando encontrarleunsentidoy tratandodedecidircuálseríasupróximomovimiento.Todavía no había contado suaventuraasusamigos, talvezporquelegustabasentirseporencimadeellos,teniendoinformaciónquenadiemássabíaacercadeIsabelley lamansiónGrisard.Peronopasómuchotiempoantesdequetodoaquelloleresultaseinsuficiente. Mientras planeaba su próxima expedición a la casa de Isabeile, empezóa pensar quenecesitabatestigosdesuhazaña,unoodos,quepudiesendarfedeloquesucedíaenaquellugar.Delocontrario,cuandoquisieserevelarloquesabía,nadieibaacreerlo.
MientrasJeromeseplanteabaquéibaahaceracontinuación,lavidadeMaxhabíacaídodenuevoenlarutinade siempre.Laúnicanovedadhabía sido lavisita del notario que unamañana, cinco díasdespuésdelregresodeMaxdeParís,pasóporlagendarmería.
—SeñorChancel,quéagradablesorpresa.¿Quéletraeporaquí?—saludóMax.—Ustedme traepor aquí, señorGrillet.Ustedy sus…curiosidadescientíficas—noocultóuna
sonrisa—.HoyherecibidonoticiasdeChartres.—¡Ah!—Maxcasisehabíaolvidadodeltema—.Paseytomeasiento,porfavor.Soytodooídos.ElseñorChancelsesentófrenteaél.—Comoledecía,hoyhallegadounacartademiprimo,enlaquerespondeamispreguntassobre
animaleshematófagos,esdecir,quesealimentandesangre.Endichacartamecomunicaqueexistenmuypocosespecímenesdeanimalesquetengantaleshábitosalimentarios.Todosconocemosaesosdesagradablesinsectosquesonlosmosquitos,alassanguijuelasdelospantanos…
—Ciertamente.Prosigausted,porfavor.—Puesbien,porloqueparece,algunasespeciesdemurciélagossontambiénhematófagas.Maxseinclinóhaciaadelante,interesado.—¿Hadichousted«murciélagos»?—Sí, murciélagos. Esos roedores con alas que comen insectos. Pero por lo visto, un tipo de
murciélagotropicaldegrantamaño,elDesmodusRotundas,necesitaalgomásparasusustento.Estosanimalesestánprovistosdeunosafiladoscolmillosqueclavanasuspresas,comolasserpientes.Pero,enlugardeinocularveneno,chupanlasangredesusvíctimas.Pareceserquetampocoesextrañoqueataquenalganado.
—Interesante—murmuróMax,pensativo—.¿Yesos…murciélagosatacanalossereshumanos?—Podrían llegarahacerlo.Noestamoshablandodemurciélagoscorrientes.Estosbebedoresde
sangresondegranenvergaduracomparadosconlasotrasespeciesconocidas.Inclusohayrumoresde
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laexistenciadeotra especiedemurciélago,muchomásgrandeque elRotundas,quepuedeproducirestragos aún mayores. Pero sólo tenemos conocimiento de él a travésde leyendas y relatos decampesinosy,aunquesehanrecogidodiversostestimoniosalrespecto,nosehademostradoqueexistaenrealidad.
Hubounbrevesilencio,mientrasMaxreflexionabasobrelanuevainformación.—Losdatosparecencoincidir—dijoelgendarmefinalmente,pensativo—.LavacadeMorillon
presentabamarcasdecolmillosenelcuello.¿Sedaustedcuentadeloqueellosignifica?—Medoycuenta,señorGrillet.¿Perodequémanerapuedehaberllegadohastaaquíunmurciélago
detalescaracterísticas?—Loignoro,señorChance!¿Diceustedquesetratadeunaespecietropical?—OriundadeAméricadelSur,concretamente.—Mmmm… Bien, ya tenemos un nuevo interrogante que resolver. Pero estos nuevos datos
aclaranotrascuestiones.Porejemplo:silacriaturaqueatacóaesapobrevacaestabaprovistadealas,no es de extrañar que no encontráramos sus huellas en parte alguna. Por otro lado, ¿dónde podríaocultarse?
—Nuestropaisajecarecedemontañasquepuedanpresentarcuevasogrutasoscuras.Peropodríahaberalgunagrietaenlascolinas.O,ensudefecto,talveznuestroaladoamigohayahalladorefugioenalgúnsótanooscuro,enelinteriordealgunacasaabandonada…
Max no contestó. Su mente estaba concentrada enaquellas nuevas piezas del rompecabezas.Finalmentesevolvióhaciaelnotarioyledijo:
—Bien; entonces, ahora que sabemos lo que andamos buscando, tal vez debería alertar a losvecinos.Hablaréconelseñoralcaldeparaconvocarunareunión.
ElseñorChancelsemostródeacuerdo.Momentosdespués,Maxseencaminóalaalcaldía.—¿Murciélagos?—repitióelseñorBuquetalzandounaceja.—Esunaposibilidad,señoralcalde.Esimportantequetodoslosvecinossepanquéaspectopuede
teneresemonstruochupasangre—MaxempleóinconscientementelaexpresiónquehabíautilizadoJeromeeldíadelabatida—.Creoqueunmurciélagonosecorrespondeexactamenteconlaimagenqueteníamosdeél.
—Hum—elalcaldeseacariciólabarbilla,pensativo—.¿Ynocreequeestamossacandolascosasdequicio?Entiéndame,unavacaessólounavaca.
—¿Quéquiereusteddecir?—Verá usted, ahora que las cosas se están calmando un poco, encuentro innecesario volver a
alarmaralapoblación.Esemonstruo,murciélagooloquesea,nohavueltoaatacar.Selehabuscadoporlosalrededores,sinresultado.Nadaindicaquesigaporaquí,¿meentiende?Sicayeseotrares,bueno,esoseríayaotrocantar…
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—Comprendo.Max no añadió mucho más. Se despidió del alcalde y salió de la estancia donde éste lo había
recibido.Alhacerlo,tropezóconlaseñoraBuquet,quelomiróconcuriosidad.Maxtuvolasospechadequelamujerhabíaescuchadofurtivamentegranpartedelaconversación.
Aquella tarde, después de comer,Max volvió a sacar del archivo el informe sobre la batida yañadióalfinallasobservacionesdelnotario.Dejóeltrabajoprecipitadamenteporquetuvoqueacudiratoda prisa a casa de la señora Lavoine, que estaba segura de haberoído ruidos sospechosos en susótano,ynoseatrevíaabajar.
—¿Usted creeque seráunmurciélagogigante,señorgendarme?—lepreguntó,con losojosmuyabiertos.
Maxseadmiró,unavezmás,delodeprisaquecorríanlasnoticiasenBeaufort,especialmentesielgrupodelaseñoraBonnardestabadepormedio.
—Sinceramente,señoraLavoine,lodudomucho.Peroellaseguíaaterrorizada,yMaxno tuvomásremedioque inspeccionarelsótano,palmoa
palmo,y desalojar a una gata preñada que andaba buscando un lugar tranquilo para parir.Cuandohubocomprobadoquenohabíamurciélagosbebedoresdesangreensusótano,laseñoraLavoinesesintiótanaliviadayagradecidaqueinvitóaMaxatomarelté.
En contra de lo que él temía, en los días siguientesno se desató el pánico, y nadie sugirió quevolviesenasaliralcampoalacazadelbebedordesangre.Maxconcluyósuinformeconlasopinionesdelalcaldeacercadelainconvenienciadeconvocarunareuniónparatratareltema,ydespuésvolvióasepultarloenelarchivo,convencidodequesetratabadeuncasocerrado.
Unatardesetopóporlacalleconunafigurafamiliar.Setratabadeunasiluetafemenina,frágilydelgada,yvestidadenegro.EstabadeespaldasaMax, intentandoponerse losguantesa lavezquesujetabavariospaquetes.
—¡SeñoritaIsabelle!—saludóMax,sorprendidodeverlaallí.Laapariciónsesobresaltóydejócaerunguante.—Ah…,esusted—dijosuavemente.Seagachóconprestezapara recogerelguante,antesdequeMax tuvieseocasióndehacerlopor
ella.Eljovenloconsideróunamalaseñal:eraunamanerasutildedecirlequenolonecesitaba.Probablemente,quenonecesitabaaningúnhombreensuvida.«¿QuéfuedeljovenLatour?»,quisopreguntarle.Peroenlugardeellodijo:—Quéagradablesorpresa,Isabelle.Esextrañoverla…alaluzdeldía,precisamenteausted,quese
definecomouna…hijadelanoche,¿eraasí?—Isabelleasintióconunasonrisa—.¿Quélatraeporaquí?Sinorecuerdomal,sóloselahavistoenotraocasiónporelpueblo,yfueeldíadesullegada.
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—Recuerdaustedmuybien—replicóella,mordaz,yañadió,conmayorsuavidad—.Enfin,austed
puedocontárselo,supongo.HeenviadoaMijaílalaciudadahacerunasgestionesenminombre.Noqueríaquenadie supieraque estoy sola en lamansión, ¿comprende usted?Perome temo que se haretrasadounpardedías,yyoyanopodíapasarsinunaseriedealimentos.Porsupuesto,mipresenciaaquíhasuscitadocomentarios,perohedichoatodosqueMijaflestáenfermo,congripe—sonrió.
Max le devolvió la sonrisa. Sumirada se detuvo porcasualidad en los abultados paquetes quellevaba.Rebosabancomida.
—Tieneustedbuenapetito—comentó—.Esraroquesigaestandotandelgadaypálida.Lamiradadeellavolvíaasercauta.—¿Quéinsinúa?—Losiento,nopretendíaserindiscreto,essóloquemehallamadolaatención.¿Mepermitequela
ayude?Isabellelomiródetenidamente,comoevaluándolo.Alfinal,seencogiódehombros.—Siasílodesea…Lepasóvariosdesuspaquetes,yMaxcomprobóquepesabanmásdeloquehabíaimaginado.De
nuevosepreguntócómopodíacontenertantaenergíauncuerpotanmenudoyfrágil.
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—Ydígame,¿encontraronalanimalsalvaje?—No,señorita.Lamuertedeaquellavacasiguesiendoungranmisterio.Esperabaqueellalepreguntaseporqué,peroIsabellepermaneciócallada.—¿Havenidoustedapie?—preguntóentoncesMax,cambiandodetema.—Sí,peroalavueltaregresaréenelcarrodelgranjeroBoutel.Yahehabladoconél.Maxdisimulósudecepción.DuranteellargocaminoalamansiónGrisardpodríanhaberhablado
demuchascosas…—Ah,allíestáBoutel—dijoIsabelle,señalandoelcarroqueyalaesperabaenlaplaza—.Hasido
ustedmuyamable,Max.Permítame…Alargó lasmanosparacogerle lospaquetes,yMaxobservóquenohabía llegadoaponerse los
guantes.YvioqueIsabelleteníaambasmuñecasvendadas.—¿Quélehapasado?—preguntó—.¿Sehahechodaño?Isabelleretirólasmanosrápidamenteyledisparóunamiradafuriosayamenazadora.—Losiento—replicóconvozgélida—,perometemoquenoesasuntosuyo.Max abrió la boca para responder, pero no dijo nada. Miró cómo se enfundaba los guantes
enérgicamente, en actitud molesta, y pensó que no podía dejarlamarchar así. Pero tampoco podíaobligarlaacontarlenadaqueellanoquisieracontar.
Isabellecogiólospaquetes,congestoadusto.—Seloagradezco—dijo,cortante.—Noqueríamolestarla—respondióMax.Losojosdeambosseencontraron,ylamiradadeIsabellepareciósuavizarseuntanto.—Noesculpasuya—dijo.Y, tras estas palabras, Isabelle dio media vuelta y echó a correr hacia el carro del granjero
Boutel.Cargadacomoiba,avanzabacongranligereza.Max se quedó plantado en la plaza un buen rato, hasta mucho después de que el carro y sus
ocupanteshubiesendesaparecidocalleabajo.Nosediocuentadequealguienlosestabaobservandodesdelejos.Sentado con sus amigos al otro extremo de la plaza, Jerome Bonnard también contemplaba,
pensativo,la negra figura de Isabelle en el pescante del carro deBoutel,yhabía sacado suspropiasconclusionesalrespecto.Losotroschicosconversabanentreellos,riendoestrepitosamentecuandoalgunodecíaalgoespecialmenteocurrente.SóloJeromeparecíaajenoatodo.
—Eh,Jerome,¿quétepasa?—Seguroqueestápensandoenalguien…—¿Ah,sí?¡Vaya,vaya!—Cuéntanoslo,hombre…—¿Quiénesella?
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—Venga,di,¿quiénes?Jeromevolvióalarealidadyviolosojosdesusamigosclavadosenél,expectantes.—Estabapensandoenlabatidadelotrodía.Enlosrostrosdetodossepintóunamuecadedecepción.—¿Otravezconeso?¡Perosinohabíaningúnmonstruoenelcampo!—Enelcampo,no.Peroyosédóndeestá.Seoyeronalgunascarcajadasybufidosdeescepticismo.Jeromeseencaróconellos.—¡Aver!¿Elmonstruoexisteono?—¡Claroquesí!—respondióinmediatamenteFabriceMorillon—.Nuestravaca…—Nosotros—lointerrumpióJerome—registramoslazonapalmoapalmoynovimosnada.Pero
hubounsitiodondenobuscamos.Calló.Losotroslomiraban.Ahorasíhabíacaptadotodasuatención.—¿Dónde,dónde?—EnlacasadelaseñoritaIsabelle.Nuevascarcajadas.Jeromeaguardópacientementehastaquesusamigosestuvieronendisposición
deseguirescuchándolo.—Esamujer esmuy rara—insistió—.Nuncaviene por el pueblo.Tampoco va a la iglesia.Mi
madredicequeesunabruja,yyocreoquetienerazón.—¡Vengaya,Jerome!¡Quenohemosnacidoayer!—Puesyohevistocosasmuyextrañasenesacasa,osloaseguro.Pasóacontarlesentonces,porfin,laextrañareaccióndeIsabellecuandoMaxyéllehablarondel
monstruochupasangre;suexpediciónensolitarioa lamansiónGrisardytodoloquehabíavistoatravés del ventanuco del sótano; y por si acaso alguien no conociese la historia todavía, les hablótambiéndelaullidoque laseñoritaDuboisy laseñoraLavoinehabíanescuchadoen lacasa, tiempoatrás.
—¿Nopensáisque todoesoesmuyraro?—concluyóJerome—.Además,vosotrosno lahabéisvistodecerca…Pareceunfantasmaysiemprevistedenegro,igualqueuncuervo.
—Estarádeluto…—¿Ycómoexplicaselcuchilloensangrentadoquevi,eh?Hubounbrevesilencio.Entoncesunodeloschicosañadió:—Perosifuesetansospechosa,elseñorGrilletlahabríadetenidoya.—¿Ése?—Jeromebufó condesprecio—. ¡Si bebelosvientospor ella!Oesmuy tonto,o esque
Isabellelotieneembrujado…Nadiedijonada.TodosapreciabanaMax,peroningunodeellosseatrevíaacontradecirenserioa
Jerome.—Voyademostrarosqueesverdadloquedigo,comomellamoJeromeBonnard.
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Loschicossemiraronunosaotros.—¿Yquévasahacer?—Voyavolveralacasayvoyaentrarenesesótano,aversiencuentromáspistasinteresantes.Si
vuelvoconpruebas,elseñorGrilletmeescuchará.—ComotepilleMijaíl…—Mijaílsehaido,¿esquenotenéisojosenlacara?¡AcabadepasarporaquíIsabellecargadade
paquetes!¿Cuándolahabéisvistovosotroshaciendolacompra,eh?—Bueno,peronopuedesestarseguro.Chasqueandolalenguaconimpaciencia,Jeromesepusoenpiedeunsalto.—YoséqueMijaílnoestá.Ahoraonunca.PiensoirestanochealamansiónGrisard.¿Quiénme
acompaña?Sólocosechódosvoluntarios,yunode ellos era elpequeñoFabriceMorillon, pero Jerome no
necesitabamás.—Está bien—dijo a sus dos compañeros—.Estanochenos acercaremos a lamansiónGrisard.
Estadpreparados.
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Capítulonueve
Asuregresoalagendarmería,MaxseencontróconlaseñoritaDubois.—¿Lahasvisto,Max?—preguntóellaconojosbrillantes.—SiserefiereaIsabelle,sí,lahevisto,yhehabladoconella.Procedióacontarlesubreveconversaciónconladesconcertantejoven.LaseñoritaDuboismovió
lacabezaconpreocupación.—Esachiquilla…Noséquéserádeellasinopermitequenadie laayude.Hoy lehedichoque
deberíavestirropamásalegre,másacordeconsuedad.«Parecesunaviuda,Isabelle»,lehedicho.¿Ysabes loquemehacontestado?«Talvezguarde lutopormímisma,señoritaDubois.»«¡Talvezguardelutopormímisma!»¿Peroquéclasederespuestaesésa?
—Mehaparecidoverqueestáherida—añadióMax.—¿Enserio?—Sí,llevabalasmuñecasvendadas.EldatoparecióimpresionarmuchoalaseñoritaDubois,quediounpasoatrásymirófijamentea
Maxconlosojosmuyabiertos.—¿Ocurrealgo?Laanciananorespondió.Sesantiguóunpardevecesymurmuró:—¡Queelcieloseapiadedeella!Y,sinunapalabramás,diomediavueltayechóaandarapasoligerocalleabajo.Maxdecidióquealdíasiguiente,cuandoestuviesemáscalmada,lepreguntaríaquéhabíaquerido
decir.Entróenlagendarmería,todavíacavilandosobreelmisteriodeIsabelle,yabriódistraídamenteelbuzón,enungestoautomático.Casinadieleescribíanunca,yporellolesorprendióhallarunacarta.Laabrió,intrigado,yleextrañóverquehabíasidoescritadesdeFrankfurt.
YestabafirmadaporJulesBronac.Maxnohabíaolvidadoaldetective,peronoesperaba recibirnoticias suyas tanpronto,ymucho
menosdesdetanlejos.Lacartadecíaasí:ApreciadoseñorGrillet:Le escribo para comunicarle que me encuentroen Frankfurt, cumpliendo con lo que usted me
encargó.MisinvestigacionescomenzaronenParís:busquéprimeroaldoctorDelvaux,peromeencontréconquenoexisteenlaciudadningúnmédicoconesenombre.Aunasí,melasarregléparaencontraralcochero quelo llevóhastaBeauforty lo trajodevuelta,ycuálnoseríamisorpresaaldescubrirquetrabajabanadamenosqueparaelmarquésdeLatour.Peseaello,no logré sacarmuchoenclaro.Elcocherosólocumplíaórdenes,ysumisiónconsistíaenconduciraldoctorDelvauxhastasupoblacióny
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traerlodenuevoaParís,cuandoélasílodecidiera.Siguiendoestapista,tratédeentrevistarmeconelmarquésdeLatour,peronologréqueaceptara
recibirme. Parece ser que se trata de un hombre ancianoy enfermo, que todavía no ha superado lamuertedesuúnicohijo,eljovenPhilippe.
Sí, amigomío.Por lo visto, el enamoradode suIsabellefallecióharácosadetresaños,lejosdeParís.Yo mismo he visitado su tumba en el panteón familiarde los Latour, aunque nadie ha sabidodecirmetodavíacómosucedió,dónde,nienquécircunstancias.
Comomeintrigabanlosmotivosquepudiesetenerelmarquésparaenviarunmédicoalamujerquesedujo a su hijo, decidí tratar de averiguar cómo fue surelacióndespuésdeque IsabelleabandonaseBeaufort.Por lo que sé, Philippe no sabía que ella lo seguiríahasta París. Su padre lo envió aFrankfurtparacontinuarconsusestudios,demodoque,cuandoIsabellellegóalaciudad,seencontróconqueélyasehabíamarchado.Ellatardóvariosmesesenreunireldineronecesarioparaemprenderelviaje.Trabajócomolavandera,comocamareraycomocriada,yfinalmente,sepusoencaminohaciaFrankfurt.Hehabladoconunaseriedepersonasquelaconocieronentonces,yningunadeellasvolvióa verla después desupartida.Tengoevidenciasdeque,cuandoregresóaFrancia, tresañosdespués,estuvoviviendoenParís;pero,porlovisto,fuesumamentediscreta,yaquesólodospersonasrecuerdanhaberlavisto.Unadeellas,significativamente,esuncriadodelacasadelmarquésdeLatour.Esdecir:queasuregresodeFrankfurt,Isabellefueahablarconelpadredesudifuntoenamorado.Nadiesabedequétratóesaconversación,salvolosdosimplicados,ycomoyalehecomentado,elmarquésnorecibeanadie.
Añadiréquepareceserque,cuandoregresódesuviaje,Isabelleyatraíaconsigoalcriadodelqueusted me habló, y estaba anormalmente pálida, pero no mostraba señales de haber incrementadosustancialmente su fortuna. Con esto quiero decir que consiguió el dinero a su regreso a París.Posiblemente,despuésdeentrevistarseconelmarquésdeLatour.
Siquierequeledémiopinión,lomásprobableesqueellaregresaradeFrankfurtembarazadadeljovenLatour, obligando así al marqués a mantenerla generosamente. Pero, como no he podidocomprobarlo,decidíacudirpersonalmenteaFrankfurtparatratardeaveriguarquésucediódurantelos tres años queIsabelleestuvo fueradeFrancia,ycuál fue lacausadel fallecimientodelhijodelmarqués.Acabodellegaralaciudadyestamismatardeiniciarémisinvestigaciones.
Cordialmente,,JulesBroncaP.S.:Leadjuntounpresupuestoaproximadodemishonorarios.IncluyenelviajeaFrankfurt.
Maxdejó la carta, perplejo y algomolesto.Nohabía contado con que JulesBronac tuviese que
desplazarse fueradeParíspara seguir lapistade Isabelle.Elpresupuestoera exorbitante,yMaxnoestabasegurodequesupagacomogendarmeruralpudiesealcanzaracubrirtodoslosgastos.
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Debíareconocer,sinembargo,queaqueldetectiveeracondenadamentebueno.¿CómoselashabíaarregladoparaencontraraaquelcocheroenunaciudadtangrandecomoParís?
Volvió a examinar la carta. Bronac tenía razón:quedaba aún una serie de interrogantes porresolver,perolosresultadosdelaprimerafasedelainvestigaciónarrojabanunanuevaluzsobrelahistoriadeIsabelle.
Asípues,eljovenaquienellahabíaseguidopormediaEuropaestabaahoramuerto.ElloexplicabaqueIsabellevistiesedeluto,einclusoquesumentehubieseresultadoafectadadespuésdelatragedia.
¿Pero qué relaciónmantenía Isabelle con el padre del difunto, un hombre que había tratado deapartarlaportodoslosmediosdeljovenPhilippe?LamuchachanohabíallegadoaBeaufortconunbebé enbrazos. Si le había dado almarqués un heredero, aunque fuese ilegítimo, ¿dónde estaba elniño?
Max sacudió la cabeza. Su conciencia le repetía insistentemente que aquello no era de suincumbencia,yquenodebíafisgarenlasvidasdelosdemás,comounaseñoraBonnardcualquiera.
Conunsuspiro,Maxtomólaplumayescribióunacartadecontestaciónenlaqueleconfesabaaldetectivequesushonorariossuperaban loqueélhabíaprevistoyque,por tanto, seveíaobligadoapedirlequeabandonaraelcaso.Porsupuesto,leabonaríalosgastosdelviajeylasmolestias,peronopodíapermitirsecontinuarvaliéndosedesusservicios.
Firmólacartaydejólaplumaaunlado.Pensóque,seguramente,quedaríacomounestúpido.Peroeramejorhablarconsinceridadydejarlascosasclaras.
AnochecíayacuandoMaxregresóasucasa.Pasóporlaplazaysaludóalostresmuchachosquesehabían reunido junto a la fuente, sin saber que en aquellos momentos planeaban una expediciónnocturnaalamansiónGrisard.
Jeromeesperóaqueelgendarmeseperdieradevista para subirse sobre el borde de la fuente.Estudióatentamentea susdoscompañeros.FabriceMorillonsacabapecho, tratandodeparecermásalto,perohabíatraídoelfarol,comoselehabíapedido.ElotrochicosellamabaArmandyerahijodelpanadero.Llevabaunacuerdaenrolladaalhombro.
Jeromeasintió,satisfecho.Lostreshabíansalidoahurtadillasdesuscasasylesesperabaunabuenareprimendacuandoregresaran,peroestabandispuestosacorrerelriesgo.
—¡Adelante!—dijosimplementeJerome.Saltóalsueloyechóaandar,ylosotrosdoslosiguieron.Llegaronalamansiónmediahoradespués,conlalunabrillandoenloalto.Apagaronelfarol,se
ocultarontraselárbolquehabíaservidodeesconditeaJeromelaprimeravezyobservaron.Nohabíaluzenlaventanadelsótano,perosíenunadelashabitacionesdelpisosuperior.—Muchomejor—murmuróJerome—.Podremosexplorarelsótanocontranquilidad.—No,Jerome,¡mira!—dijodeprontoArmand.Vieron que la luz se movía de ventana en ventana.La perdieron de vista y luego volvieron a
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descubrirlaenlaplantabaja.ParecíaevidentequeIsabelleestababajandoconunavelaenlamano.«Quenovayaal sótano, que no vaya al sótano…», rogó Jerome para susadentros; pero no hubo suerte.Enseguida,laluziluminóelventanucodelaestanciaquepretendíanregistrar.
—Bueno—lesdijoalosdemásenvozbaja—,veamosquésetraeentremanos.Los tres se acercaron a la ventana y se asomaron cautelosamente, pero se llevaron una
decepción.Isabelle estaba sentada junto a la mesa y leía atentamente un libro. No había nadasospechosooamenazadorensuactitud.Jeromebuscóconlamiradaelcuchilloensangrentado,peronolovio.
Sinembargo,elmuchachonoestabadispuestoarendirse.—Armand—ledijoenunsusurroasucompañero—,yasabesloquetienesquehacer.El chico asintió, sin una palabra, y desapareció enla oscuridad. Sus dos amigos esperaron
pacientemente.EntoncesIsabellecerródegolpeellibro,conademándecidido,yJeromesesobresaltóligeramente,
convencido de que los había descubierto. Pero la mujerparecía estar sumida en sus propiospensamientos.Selevantódesuasientoyseaproximóalotroextremodelahabitación,quedandofueradelcampodevisióndeloschicos.
—Vamos,Armand,deprisa…—murmuróJeromeparasímismo.Seoyerongolpesenlapuertadeentrada.Isabellevolvióaaparecerenelcentrode laestancia,
tensa.JeromeyFabricecruzaronunamirada.Ambosseestabanpreguntandolomismo:¿seatreveríaunamujerqueestabasolaenaquellacasa tanapartadaaabrirlapuertaaundesconocidoaaquellashorasdelanoche?
Isabelle se atrevió. Tomó el candil con unamano,se recogió la falda con la otra y subió losescalonesquellevabanalaplantabaja.
Loschicossabíanquenotendríanmuchotiempo.Jeromeabrióelventanuco,nosindificultades,ymiróabajo;comprobó, satisfecho,quenonecesitarían lacuerdaparaentrarporquenohabíamuchaaltura,ysedejócaerenelinteriordelsótano.Fabricelosiguió.
Jeromemiróasualrededor,perolaluzdelalunanobastabaparadistinguirnada.—Fabrice,enciendeelfarol.—¿Elfarol?—Sí,elfarol…,¿nolollevabastú?—Melohedejadodetrásdelárbol…Jerome soltó un juramento por lo bajo, pero trató de ver algo a través de la tenue luz que se
filtrabaporelventanuco.Mientras,Armandpermanecíaocultoeneljardín,espiandolasreaccionesdeIsabelle,queacababa
deabrirlapuertadeentrada.Lajovenlevantóenaltoelcandilparailuminarlassombras.—Mijaíl,¿erestú?—preguntóalaoscuridad.
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Nadiecontestó.Desde su escondite,Armand sopesó un guijarro queacababa de recoger del suelo, apuntó a una
ventana ylo lanzó.Nopretendía romperelcristal, sinosólodistraera Isabelle,perocalculómal lapotenciadellanzamiento…
Entretanto, sus compañeros seguían con su exploración. Jerome estaba examinando la parte delsótanoquenosedivisabadesdefuera,perosóloviounapareddesnuda.FabricehabíacogidoellibroqueIsabellesehabíadejadosobrelamesa;lediounpardevueltas,perocomonosabíaleer,volvióacolocarlodondeestaba.
—Jerome…—¡Sshhhhh!…¿Oyeseso?Fabricecallóyaguzóeloído.—No,¿elqué?Jerome estuvo a punto de decirle que se acercara hasta donde él se encontraba, pero estaba
demasiadoasustado.Habríajuradoquealguienrespirabaenalgunapartedeaquelsótano.Alguienmás,apartedeellosdos.Fueentoncescuandounsonoro¡crash!leshizodarunsaltoygritaralunísono.—¡Noshandescubierto!—dijoJerome—.¡Vamonosdeaquí!Acercaronunasillaa laparedpara trepardenuevohastaelventanuco.No tardaronensalirdel
sótanocomoalmaquellevaeldiablo,sinmolestarsesiquieraencerrarlaventanadenuevo.Jeromeechóacorrercaminoabajo,yFabricelosiguió.AmbosfueronvagamenteconscientesdequeArmandlosseguíaaunaciertadistancia.
—¡Vamos,corred!—gritóJerome;queríaevitaratodacostaqueIsabellereconocieseaalgunodelostres,ypreferíanodetenersehastaquelacasadejasedeservisibledesdeelcamino.
—¡Jerome,vienealguien!—loavisóFabrice.Jeromevioentoncesalolejosunafiguracorpulentaqueseacercabaporelcamino,ysedesvió
bruscamentehacialacuneta;peroelsuelocedióbajosuspies,yelchicocayóporunterraplén.Aterrizóvariosmetrosmásabajo,magulladoydolorido.Sediocuentaenseguidadequesupierna
izquierdasehabíallevadolapeorparte.Fabricenotardóencaerasuladoconunquejido.—¿Porquéhashechoeso,Jerome?¡Menudogolpenoshemosdado!—¡Calla!Todavíapuedenoírnos.¿DóndesehametidoArmand?Losdosmiraronhaciaarriba,haciaellugardondehabíanabandonadoelcamino,peronovieron
nada.Jerometratódeponerseenpie.Eldolorlehizogemir.Volvióadejarsecaerenelsuelo,yechóunvistazodesalentadoasupiernahinchada.
—¡Loquefaltaba!—murmuró.
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Mientras,Armandsehabíadetenidoenmediodelcamino.LamansiónGrisardhabíaquedadoocultatrasun recodo.Armand se sentía más seguro, pero habíaperdido de vista a sus compañeros y noentendíaporqué.Tambiénélhabíavistolasiluetaqueseacercaba,peronoloconsideróunaamenaza:se limitó a esconderse detrás de un árbol que crecía al borde delcamino, convencido de que elcaminantenoloveríacuandopasara.
Demomento,Armandestabamáspreocupadoporelcristalqueacababaderomper.SepreguntósiIsabellelodenunciaríaalgendarme.Enrealidad,ellanopodíasaberconseguridadquehabíasidoél.Nohabíallegadoaverlelacaracuandosehabíaalejadocorriendoenlaoscuridad.
Algoalicaído,apoyólaespaldacontraeltroncodelárbolpararecuperarelaliento.Deprontopercibióunmovimientoporelrabillodelojoysegiró,conelcorazónlatiéndolecon
fuerza.Escudriñólassombras,peronovionada.Sinembargo,esonolotranquilizó.Sinohubiesesidoporqueparecía demasiado descabellado, Armand habría jurado que la misma oscuridad se habíamovido.
Sevolvióhaciatodosloslados,conaprensión.Todoestabademasiadotranquilo.Noseoíanada.Lanocheparecíaestarconteniendoelaliento.
Armandtampocoseatrevíaarespirar.Elpesodeaquelsilencioleoprimíalasentrañas.Sediocuentadequelafiguradelcaminantehabíadesaparecido,yunmiedooscuroeirracionalseapoderódeél,envolviéndoloensumantodepesadilla.Unextrañoinstintoledecíaquealgoinvisibleacechaba
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enlaoscuridadyteníasusojosclavadosenél.Armandquisohuir,quisogritar,peroloúnicoquepudohacer fue quedarse clavado en el sitio, como petrificado, escuchando los alocados latidos de sucorazónconlahorriblesensacióndequecadaunodeellospodíaserelúltimo.
Armandcerrólosojos,rindiéndosealterror.Yentonces,súbitamente,algolesaltósobrelaespaldayloderribóenelsuelo.Armandtratóderespirar,horrorizado.Girólacabezaysólopudoverunosojosrojosybrillantesquerelucíanenlaoscuridad,yunoscolmillosquesecerníansobreél.
Armandgritó,antesdesumirseenlastinieblas.Abajo,enelfondodelterraplén,susamigoslooyeron.Inmediatamentedespués,oyeronotrogrito,unchillidoinhumano,escalofriante,queparecíahaber
sidocreadoenlasentrañasmismasdelterror.
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Capítulodiez
Max fue sacado de la cama a unas horas realmenteintempestivas por alguien que golpeabadesesperadamenteasupuerta.Parpadeó,perplejo,ytratódedespejarse.Lasllamadasseguíansonandoconinsistencia.Maxtanteóelsueloenbuscadesuszapatillas.
—¡Señorgendarme!—oyóquelollamabandesdefuera.Eraunavozmasculina,yesolodesconcertótodavíamás.Habíadadoporsupuestoquesetrataba
denuevodelacriadadelaasustadizaseñoraLavoine,aquiensuamahabíaenviadomásdeunavezdemadrugadaparabuscaralgendarmeporquehabíaoídoalgúnruidosupuestamentesospechoso.
—¡Señorgendarme!—insistiólavoz.—¡Yava,yava!Maxseapresuróacorrerhasta laentrada.Lapersonaqueloesperabafueraseguía llamando,y
cuandolapuertaseabrió,supuñocasigolpeóelrostrodelgendarme.Maxdiounpasoatrás.—¡Caramba,Michelet!¡Nohacefaltaquemeagredausted!Elhombrequehabíavenidoabuscarloerademedianaedad,pocaestaturayfaccionesrubicundas.
Surostro,habitualmentecolorado,sehallabaahoramortalmentepálido.—SeñorGrillet.Setratademihijo…MicheleteraelpanaderodeBeaufort.Yestabaaterrado.Momentosdespués, losdoshombresentrabanenlacasadondeyacíaeljovenArmand.Sumadre
lanzóunaexclamaciónaloírlosllegar.—¡GraciasaDios!—suspiró,llorosa,retorciéndoselasmanosdepurohisterismo.Maxseacercóalacamadelmuchachoyseinclinójuntoaél.Armandestabainconsciente,perosurostronomostrabasignosdeviolencia.Maxretiróunpocola
manta. Tampoco halló ninguna lesión en su cuerpo, almenos a simple vista. Movido por unpresentimiento,le volvió con cuidado la cabeza para examinar su cuello, pero no encontró las dosmarcasdecolmillosquehabíavistoenelcuerpodelavacadeMorillon.
—¿Quélehapasado?Micheletnegóconlacabeza.—Nolosabemos,señorGrillet.EstábamospreocupadosporquesehacíatardeyArmandnohabía
vueltoacasa,demaneraquedecidísalirabuscarlo.Recorrítodoelpueblo,peronadie lohabíavisto.Entoncesregreséacasaparaversimihijohabíavueltomientrasyolobuscaba.Yloencontrétendidoanteelumbral,inconsciente.
—¡Quéextraño!¿Quieredecirustedqueelchicosedesmayóenlapuertadesucasa?
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—¡Lohanatacado!—chillósumadre.—Pero,señora,elmuchachonopresentaseñalesdeviolencia.Porotrolado—añadió—,yonosoy
médico,ynosabríadecirlecuálhasidolacausadesudesvanecimiento.—PaséporcasadeldoctorLeblancantesdeiraavisarleausted.Debedeestarapuntodellegar—
dijoMichelet.Nohabíaterminadodepronunciarestaspalabrascuandosonóunaseriedegolpesenlapuerta.La
panaderacorrióaabrir,yreaparecióminutosmástardeacompañadaporelmédicoydoschicos.Unodeelloscojeaba.
—Disculpenelretraso—dijoeldoctorLeblanc—.Meencontréconestosdosmuchachosmientrasvenía.MehandichoqueestabanconArmand,ymehaparecidobuenaideatraerlos.
—¡Jerome!¡Fabrice!—exclamóMaxalreconocerlos—.¿Quéoshapasado?—Todoasutiempo—dijoelmédico—.PrimerovamosaverquélehaocurridoaArmand.Seinclinójuntoalmuchacho,letomóelpulsoyleexaminólaspupilas.Armandgemíadevezen
cuando, y se agitaba en un sueño intranquilo. Sus padres contemplaban la escena nerviosos, peromirandoaldoctor conunaconfianzaciegaen sushabilidades.MaxsabíaqueBeauforthabíatenidomuchasuerteconeldoctorLeblanc,quehabíatrabajadoenLondresyParísantesdeinstalarseenelpueblo. A diferenciade otrosmédicos rurales, el doctor Leblanc había visto mundo, y conocía eloficio.
Finalmente,elmédicoselevantó,dandoporconcluidosuexamen.—¿Quélehanhecho,doctor?—preguntóenseguidalapanadera,ansiosa.—Nomuestra señales de haber sido atacado,Blanche—respondió elmédico—, tranquilícese
usted.Lasúnicasheridasquepresentasonrasguñosenlasrodillasylaspalmasdelasmanos,comosisehubiesecaídoalsuelo.Pudohabertropezadootalvezloempujaron.Peroahoramismo,esoeslodemenos.Verán,estechicoparecehabersufridounshock.
—¿Unqué?—preguntólapanadera.—Unshock.Esunapalabrainglesaqueseusaparadesignarungolpeemocionalparticularmente
fuerte.Algolohaasustadooimpresionadotantoquelehahechoperderlaconsciencia.—Pero…despertará,¿noescierto?—Oh,no lequepaduda.Peronosabríadecirlecuándo.Puedetardardíasosemanas.Mientras
tanto,permaneceráasí,delirando.Puedequetengaalgunosmomentosdelucidez.Entalesocasiones,debendarlealgodecomerparaquenosedebilite,preferiblemente líquido: caldos, sopas, lecheyagua,muchaagua.Sumentetardaráuntiempoenreponersedelaimpresión.
—Pero,¿quéhavistoexactamente?—quisosaberMichelet,frunciendoelceño.EldoctorLeblancmoviólacabeza.—Tendremosqueesperaraqueélmismonoslocuentecuandodespierte.Anoser,claro—añadió,
volviéndosehacialosotroschicos—,queestosmuchachospuedandecirnosalgoalrespecto.
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JeromeyFabricecruzaronunamirada.Losdosestabanllenosderasguñosymagulladuras.Jeromeestabapálidoyrecostabalaespaldacontralapared.Parecíaquenopodíaapoyarelpie izquierdoenelsuelo.
Lapanaderaparecióentoncesrepararenellosporvezprimera.Loshizosentarseyfueaprepararalgocaliente.MientraselmédicoexaminabalapiernadeJerome,Fabriceempezó,vacilante:
—Fuimosalbosquey…bueno,senoshizotarde.—¿Cuándosalisteis?—interrumpióMax—.Porqueyoosvienlaplazaalanochecer.Fabriceenrojeció,peroJerometomólapalabra.—Salimosmuy tarde.Pensábamoscogerunpardenidosyvolverenseguida,perosenoshizode
noche…MaxsospechabaqueJeromementía,perolodejóhablar.—Echamos a correr de vuelta al pueblo, peroFabrice y yo resbalamos y nos caímos por un
terraplén.Armandibadetrás.Looímosgritar,yluegoescuchamosotrogrito…,comounaullidoderabia.Bueno…,algoparecido.
Habíabajadoel tonodevoz,comosinoseatrevieseaseguirhablando.Losdoschicoshabíanpalidecidonuevamenteyparecíantemblardepuroterror.
—Subimosotravezhastaelcamino—prosiguióJerome—.Noscostómucho,porquemedolíalapierna,yFabriceteníaquecargarconmigo…Pero,cuandollegamos,novimosanadie.TampocoseveíaaArmandporningunaparte,ynosasustamosmucho.Cuandologramosllegarhastaelpueblo,noscruzamosconeldoctor,yélnosdijoquehabíanencontradoaArmandenlapuertadesucasa.
Jeromecalló.Max intuíaque loschicos lehabíancontadounaverdadamedias,peronoestabasegurodequeaquél fueseelmejormomentopara interrogarlosalrespecto.Además,lapartedelahistoriaqueleparecíafalsaera,justamente,lamáscreíble,esdecir,laprimera.¿Porquéhabíanidoalbosquealanochecer?¿Quéleestabanocultando?Y,porotrolado,¿quéganabancontandolahistoriadelaullido?¿YporquéteníaMaxlaespantosasensacióndequeellossícreíanenloqueleestabancontando,almenosenloreferentealosúltimosdetallesdesurelato?
—Bueno, Jerome, tienes la pierna fracturada —intervino entonces el doctor Leblanc—. Te laentablillaré.No es grave, pero debes guardar reposo. Sifuerzas lapierna, elhuesono se soldarábien,ypuedesarrastrarunacojeraelrestodetuvida.
Jeromeasintió.Maxibaadeciralgo,cuandoalguienmásllamóalapuerta.EranHenriMorillonyBenoitBonnard,lospadresdelosotrosdoschicos,quehabíansidoavisadosporelayudantedeldoctorLeblanc.AMorillon lohabíaencontradovagandoporelpueblo,buscandoa suhijoperdido.Porsuparte,BonnardsehallabaaporreandolapuertadelacasadeMaxcuandoeljovenleavisódequeJeromeestabaencasadeMichelet.
Losmomentossiguientesfueronconfusos.Todoelmundohablabaalavez,yelmédicotuvoqueecharlos a todos de la habitación deArmand, para que elmuchacho pudiera descansar. Cuando el
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doctorLeblancterminódeentablillarlapiernadeJerome,Maxordenóquetodosvolviesenasuscasas.Aldíasiguientehablaríandelasuntoconmáscalma.
ÉlmismoregresójuntoconeldoctorLeblanc.—Entrenosotros,señorGrillet—dijoelmédico,unavezestuvieronlejosdeoídosindiscretos—,
loquelehapasadoaArmandnoesnormal.—Peronoesgrave,¿verdad?—Élesunchicofuerteysaldrádeésta.Mire,nolohedichoantesparanoalarmarasuspadres,pero
nuncahe visto nada parecido. Conozco de oídas el caso de una muchacha que quedó catalépticadespuésdepresenciarelasesinatodesuspadres.EnDijon,unniñoperdióelhablatrasserrescatadodeunedificioenllamas.LareaccióndeArmandnosealejadeestoscasos.
—Comprendo—asintióMax,inquieto.—Comove,enamboscasoselfactordesencadenantefueunsucesodecididamentetraumático.ElmédicosedetuvoparamirarfijamenteaMax:—Lapreguntaes:¿quélehapasadoaArmand?—¿CreeustedlahistoriadeJeromeyFabrice?—dijoMax.—¿Lacreeusted?—Noséquépensar.Parecíansincerosencuantoalodelacaídaporelterraplén,inclusocuando
hablabandeese…extrañogrito.Peroalmismotiempotengolasensacióndequeocultanalgo.Elmédicoasintió.—¿Sabeloquecreoyo?Creoqueesoschicossalierondenocheahaceralgoquenodebían,yse
toparon con lahormade su zapato.Noquieren contar adonde fueronparaquenadiedescubraqueellosnodebíanestarallí.
—Esomismopensabayo—convinoMax—.ElproblemaesqueArmandvioalgoterriblequelohallevadoalestadoenelqueseencuentra,ynosseríademuchautilidadqueellosdijeranexactamentedóndeseencontrabancuandoesosucedió.MañanamismoiréahablarconJerome.
—Serálomejor.Max asintió, pero nodijo nada.Los dos hombressiguieron caminando calle abajo en silencio.
Finalmente,llegaronantelapuertadelacasadelmédico.—Cambiandode tema,doctor—dijoMaxentonces—,megustaríahacerleunaconsulta.Dígame,
¿quépensaríausteddeunamujerquellevalasmuñecasvendadas?—Muysencillo:quehatratadodequitarselavida.—¿Cómo?—Esunodelosmétodosmásempleadosalahoradesuicidarse,¿nolosabíausted?Elotroesel
tiroenlasien,perosonloshombresquienesmásrecurrenaél.Lasmujerestomansomníferosobiensecortanlasvenas.Dostajosenlasmuñecasylavíctimasedesangrasinremedio.Lamuertenotardaenllegar.
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Max abrió la boca para añadir algo, pero se lo pensómejor. Se despidió del doctor Leblanc ysiguiósucaminocalleabajo.
Lecostóvolveradormirseaquellanoche.AsimplevistanohabíanadaquerelacionaseaArmandconlaseñoritaIsabelle.Elchicohabíavistoalgoquelohabíaaterrorizadohastaelpuntodeperderelsentido.Isabellesecomportabademaneraextrañayhabíatratadodesuicidarse,probablementeacausadelamuertedePhilippedeLatour.
Tampoco parecía haber conexión entre ambos hechos y la insólita muerte de la vaca de losMorillon.
Peroerantresacontecimientosextraordinariosocurridosenunlapsomuybrevedetiempo,enunapoblaciónenlaquenuncaocurríanadafueradelocorriente.Parecíainevitableestablecerrelaciones,aunquefuesenmásintuitivasquelógicas.
YMaxsabíaque,tardeotemprano,lasgentesdeBeaufortbuscaríanuncabezadeturco.«YnolosculparíasiseñalasenaIsabelle»,pensó.«YomismopedíaBronacquelainvestigara.»
Todavíaseresistíaareconocerquesuinterésporellaibamásalládelasimplecuriosidad,perodebíaadmitirqueloqueeldoctorLeblanclehabíacontadohabíahechoaumentarsupreocupaciónporel estadode saludde la joven.Con todo, Isabelle seguía siendounenigmaparaMax.Vestíade luto,vivía de noche,estaba enferma y había tratado de quitarse la vida, pero ardía en sus ojos un fuegointerior,unadeterminaciónyunafuerzaquenoeranpropiosdeunajovendelicadadesalud.
Maxsiguiódandovueltasenlacamahastaquelosgalloscantaronalquebrarelalba.Entonces,selevantóe hizo tiempo hasta que le pareció que era una hora prudente para visitar a Michelet ypreguntarcómoseencontrabaArmand.
IsabelleysusparadojastendríanqueaguardaraquelascosasvolvieranasucauceenBeaufort.Nopasómuchotiempoencasadelpanadero,porquenosehabíanproducidocambiosenelestado
deArmand.Max tranquilizó una vezmás a la preocupadamadre y se dirigió entonces a casa de losBonnard.Lecostóunpocoquelepermitiesenhablarconelchicoasolas,porquelaseñoraBonnardnoqueríasepararsedeél,perofinalmenteestuvieronlosdosfrenteafrente.
—Yaséporquéhavenido—dijoJerome,aladefensiva—.Nonoscree,¿verdad?—Síyno,Jerome.Puedequeseaverdadquecaísteisporunterraplén,queoísteisungritoextrañoy
queluegonoencontrasteisaArmandporningunaparte,pero,confranqueza,meparecealgoestúpidosaliracogernidosdespuésdecenar.¿Meentiendes?
Jeromelelanzóunamiradadesoslayo.—Ah.Comprendo.Ellahahabladoconusted,¿verdad?Max cazó aquella información al vuelo y reaccionó a tiempo, ocultando el interés que había
producidoenélaquellanuevainformación.—Bueno—dijoconciertacautela—,aestasalturastodoelmundosabeloqueospasóanoche,y
ellaestabapreocupada…
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—Sí,claro—replicóJeromeconciertosarcasmo—.Nometomeelpelo.Maxsequedócallado,esperandoqueelchicosiguiesehablando.Jeromeseremovió,incómodo.—Mire,tampocoestangrave.Sóloerauncristal,¿entiende?Además—vacilóunmomento,yluego
añadió—,loquelehapasadoaArmandesculpasuya.Estoysegurodequeellaescondealmonstruoensusótano.Yolooírespirar,¿sabe?
Estavez,Maxnopudoevitarpareceralgoperplejo;peroJeromeestabademasiadoagitadoparadarsecuenta.
—¡Escuche!Tienenque atraparlo.Sale por las noches, ¿entiende?Nospersiguiódesde la casa.SiFabriceyyononoshubiésemoscaídoporelterraplén,tambiénnoshabríacogidoanosotros.
—Enesecaso—dijoMax—,seríadegranayudaquemedijesesdóndecaísteisexactamente…parabuscarhuellas,¿comprendes?
Jeromemiróalgendarmecondesconfianza.Empezabaasospecharquehabíahabladomásdelacuenta.
—Yalosabe,¿no?Cercadelacasadeella.Max no las tenía todas consigo, pero la única manera de averiguar si estaba en lo cierto era
lanzandoundardoalazar.—PeroelcaminoquevadesdeBeauforthasta lacasadeIsabelleesbastantelargo.¿Dóndefue,
exactamente?Porlaexpresióndelmuchacho,supoinmediatamentequehabíaacertado,ybendijointeriormente
alaseñoritaDuboisporhaberleenseñadolosmétodossutiles.—Mire,señorGrillet,yolellevaréhastaallíencuantoestébiendelapierna,peronoselodigaa
mispadres,porfavor.Nosotrosnoqueríamoscausardaños.Yosólopretendíaentrarenelsótano,yArmandteníaquedistraera laseñorita Isabelle,perosupongoquenofuesu intención romperesecristal…
Max empezó a ver más clara la historia. Jeromele contó todo cuanto sabía, y el gendarme leprometióqueinvestigaríaesesótano.Trasconfesarlealmuchachoqueenrealidadnohabíahabladocon Isabelle,ledijoque, si ellanopresentabaunaqueja, lospadresde loschicosno teníanporquéenterarse.Perointeriormentedudabadequelahistoriasemantuvieraensecretomuchotiempomás.
Dejó a Jerome y se encaminó a la granjaMorillon.La historia que le contó Fabrice no diferíamucho dela de Jerome, salvo en algunos de los detalles fantásticos. Él no había visto el cuchilloensangrentadonioídoaquellarespiraciónenelsótano,perosíhabíaescuchadoelgrito,aligualqueJerome.
—Nosésieraelmonstruo,señorGrillet—dijo—.Yasabeusted,elmonstruoquematóanuestravaca.Perosonabahorrible.Aunqueyonovinadararoenaquelsótano.Erapequeño,yelmonstruoesmuygrande.Nohabríacabidoallí.
—Entiendo—asintióMax.
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Sinembargonoestabamuysegurodeentenderlo,yestabaempezandoapreocuparseseriamente.Sihubiese sido un incidente aislado, Max no le habría concedido mayor importancia, atr ibuyendoaquelladescabellada historia a la desbordante imaginación dedosmuchachos. Pero el caso era quehabíaunavacamuerta,unchicoenestadodeshockycuatropersonasquedecíanhaberescuchadounextrañogritocercadelacasadeIsabelle.
Cuandosaliódelahabitación,Henriseacercóaélparahablarleasolas.Porunaveznoparecíatímidoyazorado,yaunquehablóenvozbaja,sutonoerafirme,decididoyseguro.
—Mire,señorgendarme—empezó—,cuandomuriólavaca,Rouquindijoqueelpróximopodíaserunhijomío.DiossabequenoledeseoningúnmalalhijodeMichelet,peromealegrédequemiFabricevolvieraacasasanoysalvo.Sinembargo,mire,noséquévieronallí,peropudohabersidopeor,muchopeor.Tenemosquehaceralgunacosa,señorgendarme.Porelbiendenuestroshijos.
Max volvió a la gendarmería con una espantosasensación de desaliento. No sabía a qué seenfrentaban,siesqueestabanenfrentándoseaalgo,perosísospechabaqueMorillonteníarazón,yquelostresjóvenesdeBeauforthabíansentidoenlanucaelheladoalientodelamuerte.
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Capítuloonce
Enlosdíassiguientes,Maxtrabajóadestajo.VolvióaentrevistarseconJeromeyFabricey tomónotasdetodocuantoledijoelmédicoacercadelestadodeArmand,que seguía inconsciente.Fueco nFabrice y su padre a examinar la zona donde, supuestamente, algo había atacado a Armand.Encontraronellugarporqueeltaludtodavíamostrabaelrastroquehabíanproducidoloscuerposdeloschicosalcaerporallí,peronohallaronnadamás.Porotrolado,latierradelcaminoestabaresecaynohabíahuellas.
Después,Morillonordenóa suhijoquevolviera acasa,y élyMax sedirigierona lamansiónGrisard.Cuandollegaron,Maxsefijóporprimeravezeneljardínquetantatristezahabíacausadoalaesposadelnotario.¿PorquéIsabellenohabíahechonadaporarreglaraquellugartandesolado?¿Quéhacíaencerradaencasatodoeldía?
Maxsacudiólacabezaytratódeconcentrarseensutrabajo.Llamóalapuerta.Losdoshombresesperaronunrato,yfinalmentelapuertaseabrió.
—SeñoritaIsabelle—dijoMax.Henrisequitólagorraysaludóconunainclinacióndecabeza.—SeñorGrillet.Señor…¿Morillon?—sonriócuandoHenriasintiósinunapalabra—.Mealegrode
volveraverle.Hapasadomuchotiempo.Max cayó en la cuenta de que, efectivamente,Isabelle y Henri no se habían visto en todo el
tiempoqueellallevabaenBeaufortdespuésdesuregreso,locualeraunindicativodehastaquépuntovivíaretiradalajoven,puestoquesusrespectivaspropiedadesestabanrelativamentecerca.
Henrihabíabajadolacabezay jugueteabanerviosamenteconsugorra.Nadie lo llamabanunca«señor».
Maxseaclarólagarganta.—Señorita Isabelle, lamentomolestarla denuevo,perosehaproducidoun incidentegraveenel
pueblo,ymetemoquesucediócercadeaquí.Ellasellevóunamanoaloslabios,reprimiendounaexclamación.Maxadvirtióque,denuevo,las
largasmangasdesuvestidoocultabansusmuñecas.—¡No!Dígame,¿quéhapasado?—¿Nolosabía?EljovenArmandMicheletestáinconsciente.Susamigosdicenquealgoloatacó.—¿Ydice…quehaocurridoporaquícerca?—Cuandoregresabandesucasa,paraserexactos.—¿Demi casa…? ¡Oh, ya recuerdo! ¡Los chicos de la otra noche! Intentaron asustarme, ¿sabe
usted?Merompieronuncristal…—Losabemos,señoritaIsabelle—respondióMax.
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EntoncesechóunvistazoaHenriy sediocuenta,porsuexpresión,dequeélnoconocíaaqueldetalledelaexpediciónnocturnadesuhijo.
—Porsuerteeslaventanadeunahabitaciónquenouso—prosiguióIsabelle—.Peromedieronunsustodemuerte.Penséeniraquejarme,peroMijaílharegresadoestamañana,ynocreoqueseatrevanavolver.
—Tampocoyocreoqueseatrevanavolver,señorita,conMijaílosinél—replicóMax,conciertasequedad—.Huyendodesucasa,JeromesefracturóunapiernayArmandquedóenestadodeshock.
Esperabaqueellalepreguntasequésignificaba«estadodeshock»,peronolohizo.—¿Quéintentadecirme?Unosgamberrosvienenporlanocheaasustarmeyacausardesperfectos
enmicasa,quedanheridosenlahuida…,¿yustedinsinúaqueesculpamía?—No he dicho eso, señorita Isabelle, pero le agradecería que tratase el asunto con menos
frivolidad.AlgohaaterrorizadoaArmandhastahacerleperderelsentido,yJeromeBonnardjurayperjuraqueesealgosaliódesusótano.
Isabellepalideció.—¿Demisótano?Peroesoesabsurdo,Max.Nohaynadaenmisótano,exceptomuchopolvo.MaxyHenricruzaronunamirada.—¿Nospermitiríaentraracomprobarlo?—dijoMax.Encontradeloqueesperaba,Isabellesehizoaunladoconsorprendentepresteza.—Adelante—dijo, muy digna—. Espero que, cuando se haya convencido de lo ridículo de sus
acusaciones,dejarándemolestarmeconsospechasinfundadas.Maxhizooídossordosyentróenlacasa,seguidodeMorillon.—¿DóndeestáMijaíl?—Supongoquepreparandoelté.Lediréquehagaunpocomás.—Nosemoleste,Isabelle.Nosiremosenseguida.Ellalosguiócorredorabajo,conlaligerezadeunagacela.Pasaronfrentealacocinayvieronque,
efectivamente,elenormecriadodeIsabelleestabacolocandounateteraenelfuego.Depronto,ellasedetuvoysehizoaunladoparamostrarlesalgo.—Estasescalerasllevanalsótano—dijo—.Abajosóloguardamosalgunasherramientas.Debodecir
queestábastantevacío,comparadoconotrossótanos.En cuanto pusieron los pies en él, se dieron cuentade que Isabelle tenía razón. El sótano era
sorprendentemente pequeño y estaba sorprendentemente vacío.Max miró a su alrededor,preguntándosequédiabloshabíallamadolaatencióndeJeromecomoparaquehubieseidodosvecesaexaminarlo.
—¿Sabíaqueloschicosentraronensusótanoanoche,señoritaIsabelle?—Adecirverdad,no.Nosuelobajaraquí,¿sabeusted?—Jeromeafirmalocontrario.
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Isabelleriódesdeñosamente.—MepareceamíqueJerometienemuchaimaginación.Maxdescubrióentoncesundetalleinteresante.—La ventana está cerrada. Fabrice dice que se la dejaron abierta.Y dejaron también una silla
apoyadacontralapared.—Mijaíl lo habrá vuelto a colocar todo en su sitio.Él guarda aquí sus herramientas, ¿no lo he
dicho?Henriasintió;enaquelmomentoestabaexaminandoelarmariodondesehallabanlospertrechosque
habíamencionadoIsabelle.Maxestabaechandounvistazoaunaestanteríaviejaquecolgabadeunapared.Enellasólohabía
unoscuantos cuadernos viejos y un libro.Max leyó eltítulodel lomo:«Hijosde lanoche,porMar tinDagenham». Iba a sacar el libro para hojearlo cuandorecordó la conversación que habíasostenidoconelnotario,ymiróaltecho,porsiunmurciélagogiganteseocultabaentrelasvigas.Perohabía demasiadas sombras como para comprobarlo desde allí. Max pidió entonces un candil y unaescaleraysubióconprecaución.
—¿Quéestábuscandoallí?—preguntóIsabelle,aprensiva.—HayquiendicequeelmonstruoqueaterrorizaaBeauforttienealasygustadeesconderseenlos
sitiososcuros.—¿Metomaustedelpelo?—Enabsoluto,señoritaIsabeíle.Pero,concluidosuexamen,tuvoquereconocerquenohabíaningúnmurciélagotropicalocultoen
elsótanodelamansiónGrisard.Examinarondespuéselrestodelavivienda,yenseguidadescubrieronquenohabíamuchoquever.
LoqueMaxhallóencasadeIsabeílenofuemuydiferentealoquehabíanvistolascomadresensuprimerayúnicavisitaalamansión:escasomobiliario,pocosefectospersonalesyunadesesperanzadorasensacióndesoledadyabandono.
Cuando bajaron de nuevo, les llegó el aroma del térecién hecho, y Max supo que no podríaresistirseaunataza.Porfortuna,Mijaílhabíahechotésuficienteparatodos.Sólohabíadossillasenlacocina, yMaxrogó a Isabelle que se sentara, pero ella permanecióde pie, demodoque las sillasquedaronlibres.
Bebieroneltéensilencio,hastaqueMaxdijo:—No puedo evitar sentir curiosidad, señoritaIsabeíle. Lleva usted ya tiempo viviendo entre
nosotrosy,sinembargo,sucasasiguesiendotan…—¿Precaria?—loayudóIsabelleyclavóenélunamiradapenetrante—.Tieneustedrazón.Sucede
queno consideroquevalga la pena arreglar nada, porqueesperopoder abandonarBeaufort el añopróximo.
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—¿Deveras?Isabelleasintió.—MideseoesbuscarunabellafincaenItalia,juntoalmar—suspirólevemente;sumiradaseperdía
enelsuelodeunlugarlejano,unlugarmejor—.Conmuchosol.Muchosol—repitió.Dejó la taza sobre lamesa ymiró aMax a los ojos.La nostalgia había desaparecido de ellos,
siendoreemplazadaporunaciertadureza.—Nopiensoquedarmeaquíelrestodemivida—concluyó.Max asintió, pero no dijo nadamás, aunque Isabeílleparecía desafiarlo a que siguiera hablando.
Tambiénéldejósutazasobrelamesa.—Bien,señoritaIsabelle.Lamentohaberlamolestado.Yanosvamos.—Nosepreocupen.Esperoqueencuentrena…eseanimal.—Hayquienjuraqueesundemonio.Lagenteyanosabequépensar.Isabellepalidecióunpocomás.Losacompañóhastalapuerta.—Graciasporelté—dijoMax.Lajovenseapoyócontralapared.Parecíaexhausta,perosuvozsonófirmeyseguracuandodijo:—Lesdeseomuchasuerte.EsperoqueArmandserecupere.Iríaavisitarlo,¿sabeusted?,perome
temoquenoseríamuybienrecibida.Maxnohizocomentarios.Sedespidiódeellay,seguidodeHenri,abandonólacasa.Unpardedíasmástarde,recibióunacartadeJulesBronac.DesdePolonia.Parpadeó,perplejo.¿QuédiabloshacíaBronacenPolonia?¿Esquenolehabíallegadolacarta
en laque lepedíaqueabandonase la investigación? IbaaabrirelsobrecuandoMicheletasomólacabezaporlapuerta.
—¡SeñorGrillet!Tienequeveniracasa.—¿Quéhapasado?—Mihijoharecuperadolaconsciencia.Maxseguardólacartaenelbolsilloycorrió,presuroso,trasMichelet.Cuando llegaron a la casa, el médico les explicóque el muchacho se encontraba confuso y
desorientado,ynorecordabanadadelosucedidolanochedesuexpediciónnocturna.—¿Quenorecuerdanada?—repitióMax,desconcertado—.¿Cómo?¿Haperdidolamemoria?—Sóloenloreferenteaaquellanocheenconcreto.Noesextrañoquesumentehayaolvidadolo
quelecausótantoterror.Recuerdaunpardedetalles,sinembargo.Creoquedeberíaustedhablarconél,porsilesirvedeayuda.Peronolocansenileobligueatocartemasdelosquenoquierahablar.Estátodavíamuydébil.
MaxentróenlahabitacióndeArmand,perosumadresenegóadejarlosasolas.Elgendarmesesentójuntoalacama.
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—Armand—dijoconsuavidad—.¿Meoyes?—¿Mmmm?—Elchicoabriólosojosylomirócongestocansado—.Ah,señorGrillet.Eldoctor
medijoquevendría.—Sí.Mepreguntabasiqueríascontarmealgunacosa.Elmuchachofruncióelentrecejo,tratandodepensar.—Selohecontadoamimadre,yaldoctor.Recuerdoquesalídemicasaaquellatardeyanduvepor
uncamino.Ydespués…,nosé.Hizounapausa,parecíaquevacilaba.—Ojos—dijofinalmente.—¿Ojos?—repitióMax,desorientado.Armandasintió.—Ojosrojosquebrillabanenlaoscuridad.Parecíanhumanos,peronoloeran—cerrólosojosy
sacudiólacabeza,comosiquisieraolvidarlo—.Luegotodosevolvióoscuro.Yelsuelosemovía.—Elsuelosemovía—reiteróMax,perplejo.—Nosésipasódeverdadosólolosoñé,señorGrillet.Peroyo…—Estábien,estábien—lointerrumpióalverquecomenzabaaalterarse—.Notepreocupespor
eso,Armand.Tratadedormirunpoco.—Noquierodormirmás.Hedormidomucho,señorGrillet.Noquierodormirmás.A pesar de sus palabras, parecía muy cansado, y Max no quiso fatigarlo más. Se levantó, se
despidiódeélysaliódelahabitación.FueraloesperabaeldoctorLeblanc.—¿Ybien?¿Lehacontadoaustedlodelosojosrojos?—¿Creequelohasoñadomientrasestabainconsciente,doctor?—Pudieraser.Lamentehumanaesunmisterio.Peroloquemepreocupaesquevayacontandoesa
historiaporahí,¿meentiende?—Perfectamente.—Me temo que nos aguardan tiempos extraños, señor Grillet.Verá, podemos enfrentarnos a un
animalsalvaje,inclusoaunmonstruooundemonio.Peroesmuchomásdifícilenfrentarsealmiedo.—¿Almiedoalodesconocido?—Almiedo,sinmás.Armandlosabe.Poresohaolvidadotodoloquevio.Maxnoestabamuysegurodehabercomprendidosuspalabras.Aquellatardeseencerróenlagendarmeríaparaponerenordensusnotas.Loestabahaciendocuando
sepresentólaseñoritaDubois.—Meheenteradodequehaybuenasnoticias.—Sí,Armand se ha despertado, gracias aDios. Perono recuerda casi nada de lo que sucedió
aquellanoche.
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Max le contó la conversación que había mantenido con el muchacho, y las valoraciones deldoctorLeblanc.
—EsunalástimaqueArmandnohayapodidocontarnadamás—comentólaanciana—.Apropósito,heoídoporahíqueIsabelletienealgoqueverconloquelehapasadoalchico.¿Quésabestúdeeso?
—Verá,señoritaDubois,porloquehepodidoaveriguar,lostreschicosfueronaquellanochealamansiónGrisardconlaintenciónderegistrarelsótanodeIsabelle.
—¿Yesoporqué?—Jeromeestabaconvencidodequehabíaalgoextrañoenél.Porloquesé,yaestuvoespiandoen
otraocasiónatravésdelaventana,yvioaIsabelleyaMijaílconuncuchilloensangrentado.Noséquépensó,niporquécreequeesesótanoguardarelaciónconlamuertedelatristementecélebrevacadeMorillon…
—ElgritoqueoímosMarieyyo—dedujolaseñoritaDubois.—Sí,JeromeyFabricedicenquetambiénlooyeron.—¿Enelsótano?—No,enelcamino.Peroveráusted,acaboderegistrarlacasadeIsabellepalmoapalmoynohe
encontradohuellasdeesesupuestomonstruo.MaxlecontóalaseñoritaDuboistodocuantohabíaaveriguado.Laancianafruncióelceño.—Hastaelmomento—concluyóMax—, loshechossonlossiguientes:enprimer lugar, Isabelle
vuelveaBeaufortdespuésdellorarenFrankfurt lamuertedesuamado,yvivedemanerasolitariayexcéntrica,con la única compañía de un criado extranjero, y queno habla, para más datos.Sospechamosquepuedeestarenferma,nosólodecuerpo,sinotambiéndemente,yaquehaintentadoquitarselavida.TalvezahíencajeelcuchilloensangrentadoquevioJerome,siesqueviotalcuchillodeverdad.Ensegundolugar,ustedesoyenungritoextrañocercadesucasa.Díasdespués,lavacadeMorillon es hallada muerta, atacadapor algún insólito animal, posiblemente un murciélago deltrópico, que la ha desangrado por completo.Nosotrosbuscamosalanimalen losalrededoresynohallamosnada,peroJeromepareceserdedistintaopinión,puestoqueespíaaIsabelle,nouna,sinodosveces.Lasegundavez,diceoíraalguienoalgorespirandoenesesótano,yestáconvencidodequeesealgoatacóaArmand,aunqueélnollegóaverlo.PeroelcasoesquealgoasustóaArmandaunquenolecausó daños físicos. Por otro lado, ¿cómo sucedió todo? ¿PerdióArmand el conocimiento en elcamino?Y, si es así, ¿cómo llegó luego hasta su casa? Si fue allí por su propio pie, ¿por qué sedesmayóalaentrada?Todoestoesmuyextraño.YsucediócercadelacasadeIsabelle,unacasaqueheregistradominuciosamente.
—Teolvidasdelmédico,esetalDelvaux.—Cierto.Otro que se acerca a lamansiónGrisardyhuyedespavorido.Pero Isabelle sigue allí,
diciendoquenosonmásque imaginacionesdechiquillos…Yhablandodelmédico,¿lehecontadoquefueenviadoporelmarquésdeLatour,elpadredeldifuntoPhilippedeLatour?
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—Sí,melocomentasteensudía,ydebodecirquemedejastebastanteperpleja.Losdoscallaronunmomento.LaseñoritaDuboisteníaelceñofruncidoenseñaldeconcentración.
Finalmenteexhalóunsuspiroyserecostósobresuasiento.—Merindo,Max.Senosescapaalgo,peronologroadivinarelqué.Metemoquelasituaciónse
noshaidodelasmanos.Todoelmundohabladeello.Maxhabíaestado todoeldía trabajandoynohabía tenido tiempodeprestaratencióna loque se
decíaporahí,peropodíaimaginarlo.—La gente está asustada—prosiguió la señorita Dubois—. Dicen que hay algo maligno que
acechaBeaufort.Nosé,Max,noestoyseguradequeseconformencontuteoríadelosmurciélagostropicales.
—No,esometemo.¿SospechandeIsabelle?—Algunossí,otrosno.Peroesoesporquenotodoelmundosabequeelataqueseprodujocerca
delamansiónGrisard.—Notardaránenenterarse.Tengoqueactuarinmediatamente.—¿Yquévasahacer?—Organizar otra batida. Si encontramos algo, mejor que mejor; si no lo hacemos, al menos
mantendrécalladosahombrescomoRouquinyBonnard.ParecióquelaseñoritaDuboisibaareplicar,perofinalmentenodijonada.Los hombres semostraron enseguida dispuestos a cooperar, yRouquin expresó su satisfacción
ruidosamente.—Estavez—decía—,loharemosbien.Registraremoscasaporcasa.Buscaremosencadasótano,
encadagranero,encadaescondrijo,encadaagujero,debajodecadapiedra.Yloencontraremos.Pero,porsegundavez,nohallaronnada.Enestaocasión,nofueMaxelencargadodeacudirala
mansión Grisard, que fue registrada nuevamente, pero supo que el grupo formado por el señorChancel, Boutely un receloso Bonnard examinó hasta el último rincónsin encontrar al hipotéticomonstruo,nielmásmínimorastrodeél.
Rouquinestabafurioso.—¿Dóndeteescondes,condenado?—rugió,cuandoloshombressereunierondenuevo,despuésdel
rastreo—.¿Dónde?MicheletsevolvióhaciaMax,yéstesupoloqueibaadecirantesdequehablara.—¿Quéhacemosahora,señorgendarme?—¿CómoseencuentraArmand?—Muchomejor,apesardequesiguesinrecordarnada.—Lapreguntacontinúaenpie—intervinoRouquin—.¿Cómocazamosaesemalditobastardo?—Hay varios problemas al respecto—dijoMax—.Primero, no tenemos idea de lo que andamos
buscando.Segundo,tampocoestamossegurosdequeelchicoylavacafueranatacadosporlamisma
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criatura,yporelamordeDios,nisiquierasabemossiArmandhasidoatacado.Micheletabriólabocaparaprotestar,peroMaxlodetuvoconungesto.—Tercero—prosiguió—, ya hemos registrado todo Beaufort y no hemos encontrado nada. Es
decir:¿quémáspodemoshacer?Sialguientienealgunaidea,estaréencantadodeescucharla.Maxcallóyesperó,pero,comoimaginaba,nadiedijonada.—Bien—concluyóelgendarme—,creoque sólonosquedavolver a casayestar alerta.Sihay
algoahífuera,lapróximavezqueseacerqueestaremosesperándole.Ynoescapará.Esteargumentoparecióconvenceralamayoría.InclusoRouquinasintióconungruñido.Unotrasotro,loshombresvolvieronasusquehaceres,denuevoconlasmanosvacías.Jeromelosviodesdelaventanadesuhabitación.Pasabalosdíasobservandolacalle,pensando.Y
aunquedisponíadeunasmuletasparapoderdesplazarsedeun ladoaotro,no solía salirdecasaamenudo.
Generalmente,pensabaenArmand.Sesentíaculpableporhaberarrastradoasusamigosaunaaventuraquehabíaresultadosermás
peligrosadequelohabíasupuestoenunprincipio,yqueríaarreglarlodealgunaforma.Porque,dijesenloquedijesenlosadultos,JeromesabíaquealgomorabaenelsótanodelamansiónGrisard.
Jerome echó unamirada a su pierna entablillada.«Vapor ti,Armand», pensó. «Cuandopuedavolveraandar,mataréaesemonstruoconmispropiasmanos.Teloprometo.»
Las primeras estrellas que adornaban el crepúsculo fueron los únicos testigos del juramento deJeromeBonnard.
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Capítulodoce
En los días siguientes, los granjeros llevaron a cabo más expediciones por los campos, losmontes y las casas, connulos resultados.Pese a ello, nadiese atrevía a salir de su casadespuésdelanochecer,ylasmadressufríanataquesdehisteriasiunodesushijosseretrasabademasiado.Losquenoposeíanarmasfuerona laciudadparacomprarlas,yderepente, todoelmundoquería tenerunperro fiero a la puertade su casa. No había noche en queMax no fuese despertado por una falsaalarma,ymenosdelamitaderancausadasporlaseñoraLavoine.
TodoBeaufortvivíapresodeunaespeciedehisterismocolectivo.«¿Ytodoporqué?»,sepreguntabaMaxaveces.«Porunavacamuerta,unchicoinconscientey
otroconunapiernafracturada.EldoctorLeblancteníarazón:eselmiedoloquenoscausaterror.»Armandnotardóenlevantarsedelacama,ynadaensuactitud,alegreyoptimista,hacíapensarque
habíapasadoporuntranceaterrador.Sólocuandoalguienlerecordabalossucesosdeaquellanoche,unasombrademiedocruzabasusojos,peseaqueseguíasinrecordarabsolutamentenada.Inclusoeldetalledelosojosrojosparecíahaberseborradodesumemoria.
Curiosamente,JeromeBonnardestabamásafectadoqueél.Yacaminaba,aunqueconayudadeunamuleta, y volvía a reunirse con sus amigos en la plaza. Sin embargo, se había vuelto silencioso yreservado.SuactitudcontrastabaconelbuenhumordequehacíagalaArmand.
TodoestointrigabaaMax,peroteníasiempremuchotrabajoquehacer,ynoencontrabaocasionesparacharlarconloschicos.
Una tardequevolvíaacasaatravesandolasdesiertascallesdeBeaufortlellamólaatenciónunafornidafiguraqueestabadepiejuntoalafuentedelaplaza.
—Hola,Mijaíl—saludó—.¿Quéhacesaquítantarde?Elhombretóngruñóyechóunvistazopreocupadoalcielo,queempezabaaoscurecerse.Después
señalóellugardondesedeteníaladiligenciaqueveníadeParístodoslosmartesylosviernes.Aqueldíaeraviernes.
—¿Estásesperandoladiligencia?Mijaílasintió,yvolvióaseñalarelcielo.—Aja. Se retrasa. ¿Estás esperando a alguien?—Mijaíl volvió a asentir—. Pero ya es tarde,
¿no?NopuedesdejarsolaaIsabelledespuésdequeoscurezca.Mijaílgimió,yMaxcomprendiósudilema.—Siquieres,esperaréaquíporti—seofreció—.Nocreoqueseaprudenteacompañaratuinvitado
hasta lamansión en plena noche, pero, en el caso de quelleguemuy tarde, puedo guiarle hasta laposada.
Mijaíl pareció aliviado.Asintió enérgicamente y sonrió a Max, mostrando una hilera de dientes
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amarillos.Sedespidióconungestoyechóaandarcallearriba.Maxsesentóenelbordedelafuente.Ladiligenciapasabaportodaslaspoblacionesimportantesde
lacomarca,y lamayorpartede lasvecesnosedeteníaenBeaufort,porquepocaspersonasviajabanhastaallí.SepreguntóaquiénestaríaesperandoMijaíl.¿VolveríaaBeauforteldoctorDelvaux?
Eranochecerradacuandooyóelruidodeloscascosdeloscaballos.Ladiligenciasedetuvo,ydeellasalióunhombrederopasgastadas,rostrocurtidoymiradapenetrante.Maxseacercóaél.
—Buenasnoches.Elhombrelomiró,comoevaluándolo.—Buenas noches —respondió, con un marcadoacento extranjero, que Max identificó como
inglés—.Llegoconretraso.BuscoaMijaíl.—Haestadoaquíesperándolo,perohatenidoquemarcharse.Viveenunacasaaciertadistancia
deBeaufort,yenestosdías,noessegurorecorrerelcaminodespuésdelanochecer.Elreciénllegadoasintió,comosiesperaraaquellarespuesta.—Mijaíl me ha pedido que lo acompañe a la posada. Mañana, si lo desea, lo llevaré hasta la
mansiónGrisard,señor.—Dagenham.—Dagenham —repitió Max y frunció el entrecejo: aquel nombre le resultaba familiar—. Mi
nombreesMaximilienGrillet.ElextranjeroestrechólamanoqueMaxletendía.Supropiamanoeraduraymorena,ysemovía
confirmezayseguridad.—Bien—dijoDagenhamfinalmente, atravesándolo con lamirada—, si ellos estánde acuerdo,
acudiréavisitarlosporlamañana.Max asintió y lo acompañóhasta la posada, dondeunamuy interesadaBrigitte lehizo todauna
sartadepreguntasqueelextranjerodeclinóresponder.Maxsevolvióhaciaélparadespedirse.—Pasaréabuscarloporlamañana,señor,yloguiaréhastasudestino.—Seloagradeceré,señorGrillet,porquemedijeronqueeraurgente.Mañana…ElseñorDagenhamnollegóaterminarlafrase.LaseñoraBonnardirrumpiócomounaexhalación
enelrecibidordelaposada,sevolvióhaciaMaxyexclamó,dramáticamente:—¡SeñorGrillet,mihijohadesaparecido!MaxsevolvióhaciaelseñorDagenham,quehabíafruncidoelceño,yhaciaBrigitte,quemirabaa
laseñoraBonnardconlosojosmuyabiertos.—¿Jerome?—dijo—.¿Jeromesehaido?—¡SeñorGrillet,élsabequedebeestarencasaalanochecer,ynohaaparecidoaún!—Cálmese,señoraBonnard.Sehabráentretenido…Peroentoncesrecordóalgoconespantosaclaridad.Mijaílhabíaestadotodalatardeenlaplaza,unaplazaqueJeromepodíaverdesdesuventana.El
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muchachosabía,portanto,queelcriadodeIsabellenoestabaenlamansiónGrisard.—Maldita sea—murmuró—.Ha vuelto allí. Discúlpenme—les dijo al señor Dagenham y a la
asombradaBrigitte—,hedemarcharme.Saliócorriendodelaposada,seguidodelaseñoraBonnard.—Voyabuscarmiarma,señora.Dígaleasumaridoquesereúnaconmigoenmidespacho.Poco después, él y el señor Bonnard recorrían en silencio las calles de Beaufort. El padre de
JeromenodijonadacuandoMaxloguió,sindudar,porelcaminoquellevabaalamansiónGrisard.MaxnocreíaquehubiesenadapeligrosoenelsótanodeIsabelle,peroArmandhabíavistoalgodecaminoasucasa,yeraesecaminoelqueMaxsospechabaquehabíaemprendidoelmuchacho,solo,denocheyconmuletas.
Llevabanunbuenratocaminandobajolasestrellascuando,depronto,Bonnardlosujetódelbrazo.—¡Mire,Grillet!—susurró—.¿Quéeseso?Max alzó el farol y preparó su pistola.Una formaoscura, robusta y encorvada avanzabahacia
ellos.—¿Quiénva?—preguntóBonnard.Nohuborespuesta.Lafiguraseretiróalassombras.—¡Seescapa,señorGrillet!¡Corra!Maxechóacorrertraslasombraquesearrastrabaporelcamino.Estuvoapuntodetropezar
conBonnard,quesehabíadetenidoyalzabaelfarol,desconcertado.
—¿Dóndesehametido?Maxmiróasualrededor.Elcorazónlelatíaconfuerza.Nopodíaevitarpreguntarsesisehallaban
anteelmonstruoquehabíaaterrorizadoBeaufortenlosúltimostiempos,ylepreocupabaelhechodeque se tratara de una figura que parecía humana. Por un lado, eso explicaría que no hubiesen
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encontradohuellas,yaqueentodomomentohabíandadoporhechoquesetratabadeunanimal,ynohabían prestado atencióna las pisadas humanas. Pero, por otro lado, recordaba las palabras deArmandsobrelosojosquelohabíanmiradodesdelasentrañasdelterror:«Parecíanhumanos,peronoloeran».
Bonnardsehabíaaproximadoalbordedelcaminoyexaminabaelterrenoconelfarolenalto.Maxsepreguntó, inquieto,sidoshombresarmadospodríanreduciraaquelloque losacechabadesde laoscuridad,fueraloquefuese.
Sevolvióparaescudriñar lassombrasdelotroladodelcamino.Elsilencioylaoscuridaderanmaloscompañeros.Maxsesentíacadavezmásinquieto.
—¡Seaquiensea,salgaalaluz!—exclamó,sobresaltandoaBonnard.—¡Jerome!—llamóéste—.¡Jerome!¿Estásahí?Depronto,Maxoyóuncrujidoasuespalda,ysevolvióalzandoelfarolenalto.Bonnardhizolo
propio,comomovidoporunresorte.Los dos haces de luz iluminaron una escena aterradora: los enormes brazos de Mijaíl,
sorprendido mientras trataba de deslizarse tras ellos sin ser visto,sostenían a un muchacho,espantosamentepálidoeinerte.Lacabezadelchicocolgabahaciaunlado,mostrandoensucuellodosmarcasredondas,gemelas,ensangrentadas.
—¡¡Jerome!!—aullóBonnard,locoderabiaydolor.AlzólaescopetayapuntóaMijaíl.Éste,sinembargo,noparecióasustarse.Gruñóporlobajoy
susojosdestellaronalaluzdelaslámparas,ylosdoshombresretrocedieronunpaso,instintivamente.EntoncesMijaíl,aunllevandoenbrazoselcuerpodeJerome,seprecipitóhaciaellos,cogiéndolosporsorpresa.MaxyBonnardperdieronelequilibrioycayeronalsuelo.ElpadredeJeromeselevantódeunsaltoydisparócontralafigurafugitivadeMijaíl,quehabíaabandonadoelcaminoyseperdíaentrelosárboles.Maxdetuvosumano.
—¡Espere!—¿Quéhace?—aullóBonnard,locodedolor—.¡Esebastardohamatadoamihijo!—Jerome estaba vivo, señorBonnard, he visto cómo respiraba. Si dispara contraMijaíl, puede
herirloaéltambién.Bonnardvaciló,perobajólaescopeta.—Maldito…bastardo—jadeó,todavíaconlágrimasenlosojos—.Mihijoteníarazón.Denoche
seescondíaenlamansiónGrisard.Dedíasepaseabapornuestropueblo,antenuestrosojos.Pero,¿sabeloqueledigo,señorGrillet?Estaveznoescapará.
Diomediavueltayechóacorrercaminoabajo,haciaBeaufort.—¡Bonnard!¿Adondevausted?—¡Alpueblo!—lellególavozdeBonnard—.¡VoyadespertaratodoBeaufort,ysaldremosacazar
aesemalditodepravado!
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Maxsequedóquietoenelcamino,algodesconcertado.Sentíaquehabíaalgoqueseleescapaba,algoquenoencajabaen todaaquellahistoria.Unapartedeélgritabaquedebíacorrer trasBonnard,pero otraledecíaquedebíapararseapensary tratardededuciradonde llevabaMijaílelcuerpodeljoven Jerome. Ibaendirecciónalpueblocuandosehabíancruzadoconél.¿Adondelollevaba?¿Almédico,talvez?Denoserasí…¿QuéandababuscandoenBeaufort?
RecordódeprontoalhombrequeMijaílhabíaestadoesperandoporlatarde.Habíadichoquelonecesitabanconurgencia.Ysunombre…
Súbitamente,levinoalamemoriadequélesonabaaquelnombre.Dagenham.MartinDagenham.LohabíavistoescritoenlacubiertadellibroqueestabasobrelamesadelsótanodeIsabelle.Yel
librosetitulabaHijosdelanoche.Depronto,Maxtuvounarepentinainspiración,ysupoexactamenteadondeteníaqueir.Noerauna
idearacional, sino más bien un presentimiento, pero se dejó llevar por ella, y echó a correr endirecciónaBeaufort,rogandoquenofuerademasiadotardeparaJeromeBonnard.
LlegóalaposadasinalientoysacóaBrigittedelacamatirandoinsistentementedelacampanilla.—¡SeñorGrillet!—dijoella—.¿Sepuedesaberqué…?—¿DóndeestáelseñorDagenham?—preguntóél,impaciente.—¿Elinglés?¡Pero,señorGrillet,sisefueconustedes!—¿Con…?—ConustedyconelseñorBonnard.LaseñoraBonnardyyovimoscómosalíadeaquítrasusted.
¡Nomedigaquenollegóaalcanzarlos!Maxabriólabocaparadeciralgo,peronolesalieronlaspalabras.Nolocomprendía.Bonnardy
él no habían caminado tan rápido como para queDagenham no lograse alcanzarlos. Deberíanhabersetopadoconél.
—¿HavenidoaquíMijaíl,Brigitte?—No,señorGrillet.Pero,porDios,dígamequéestásucediendo.Max lamiró,perono fuecapazdedecirnada.EsperabaqueDagenhampudieradarlealgunas
respuestas,perosehabíamarchado,yMaxnosabíaquésesuponíaquedebíahacerél.DecidióentoncesqueseuniríaaBonnardylosdemás,ynoimportabasiteníanrazónono.Había
quesalvaraJeromeatodacosta.SedespidiódeBrigitteysealejódelaposadaapresuradamente.Mientrascorríaporlascalles,una
vozlodetuvo:—¡Max!¿Quéestásucediendo?¡Hapasadogentearmadahaciendomuchoruido!Maxsedetuvoyalzó lamiradahaciaelbalcóndeunade lascasas.Asomadaaél, sehallaba la
señoritaDubois, con un chal sobre los hombros, una redecilla en el pelo y una cierta expresión
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perplejaquenoerahabitualenella.—VanalamansiónGrisard.JeromehasidoatacadoyMijaílestabaconél.LaseñoritaDuboisahogóunaexclamación.—¡Mijafl!¡Pero…nopuedeser!—Yomismolovisosteniendoelcuerpodelmuchacho,señoritaDubois.—¿Ytúquévasahacer?—Voyconellos.Laancianalomirócongravedad.—Deesonada,Max—dijo,conuntonoquenoadmitíaréplica—.Pasayhablaremos.Maxquisonegarse,peronodijonada.Comounautómata,obedeció.MomentosdespuéssehallabasentadofrentealaseñoritaDubois,quehabíapreparadodostazas
d eté, y sentía que su mundo estaba derrumbándose. Sabíaque, en aquellosmismos instantes, BenoitBonnardestabaponiendoenpieatodosloshombresfuertesdeBeaufort.SabíaquenotardaríanencercarlacasadeIsabelle,ysabíaquerodaríancabezas.
YnopodíaevitarpreguntarsesiconellosalvaríanlavidadeJerome.Aquellasituaciónleparecíaabsurda.Todoelpuebloseestabalevantandoenarmasyélestabaallí,
tomandoeltéconunaanciana.Seodióasímismoporello.NopodíaculparaBonnard.Alfinyalcabo, élno se había quedado lamentándose ante una taza de té mientras la vida de Jerome corríapeligro.Maxnosabíaquéhacer.Yeltiempocorríaensucontra.
—Semehaidodelasmanos,señoritaDubois.Notardaránenreunirsetodos,yentoncesiránalamansiónGrisardy laarrasarán,yesmuyprobablequealguien salgaherido,o algopeor. Isabelle,Mijaíl,eseseñorDagenham…SobretodoMijaíl.Lomatarán.Eslajusticiacampesina.CreenqueélhaatacadoaJerome,ysielmuchachomuere…
—¿Ytúquécrees,Max?—Yo no sé qué pensar. Creía que conocía aMijaíl,pero yomismo lo he visto esta noche con
Jerome,ynofueagradable.Siustedlohubiesevisto,señoritaDubois…,parecíaunanimal.—Max…—Mire,noséquiéntienelaculpa,peroyoqueríaevitarquehubieseunbañodesangre.Ymetemo
queno lo he logrado. He pecado de excesiva pasividad. Ojalá fuese un hombre de acción, comoBronac.Él…—secallóderepente,recordandoalgo—.¡Cómohepodidosertanestúpido!—exclamó,sobresaltandoalaseñoritaDubois.
Elladiounrespingo,peroserehizoinmediatamente.—¡Max,compórtate!—loriñó—.¿Aquévieneesodegritarenmicasaaestashoras?Elgendarmerebuscabafrenéticamenteensusbolsillos.Finalmentesacódeunodeellosunsobre
arrugado.—¡LacartadeBronac!—anunció—.Llegóhaceunosdías,peronolaleíporque…
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—Ahórratelasexplicaciones—cortólaseñoritaDuboissecamente—.¿CómovasasalvarlavidadeJeromeconeso?
Maxnolaescuchaba.Abriólacartacondedostemblorosos,rogandoquehubiesealgoenellaqueleaportasealgunapista.
Eldetectivedecía:
EstimadoseñorGrillet:Leescribodesdeunpequeñopueblopolaco,adondehellegadoenmicaminohaciaSanPetersburgo.
«¡San Petersburgo!»,Max se permitió unmomento de alarma al pensar en la enorme suma que
deberíapagaraBronacsihabíallegadohastaallítraslapistadeIsabelle.Siguióleyendo:
NoestuvemuchotiempoenFrankfurt,porqueresultóquePhilippedeLatournohabíafallecidoallí.PareceserquelaseñoritaIsabellesereunióconéltiempodespuésdesupartidadeFrancia,locualfue una agradable sorpresa para el desventurado joven,que ignoraba que ella hubiese abandonadoBeaufortpara ir en subusca.Por lo visto, lapareja vivió enFrankfurtun felizyapasionadoidilio,lejosdelaoposicióndelafamiliadeél.Perollegóaoídosdelmarquéslanoticiadequesuhijoseguíaviéndose con lalavandera, y leordenópartirhacia la cortedeSanPetersburgo,puesconocíaaunprimo del zar que seencargaría de situarlo allí. El marqués envió a un hombre de confianza paraasegurarsedequeeljovenpartíasolo,pero,porloqueheaveriguado,Philippee Isabelleacordaronque ella se reuniría con él más tarde. Él debía de confiar mucho en ella, puesto que ledejó unaimportantesumadedineroparaquepudieseemprenderelviajesinsobresaltos.
Heseguidolarutaquetomaron,primerounoyluegoelotro,ensucaminohacialacortedelzar.Estepueblonoeramásqueunaescalaenmiviaje,ynoteníaprevistoenviarlenoticiashastallegaraSanPetersburgo,peroheencontradoaquíalgoquehaalteradomisplanes.
EnestelugarolvidadodelmundofallecióPhilippedeLatour.Eljovenhijodelmarqués,portanto,nuncallegóaSanPetersburgo.
La historia que cuentan los lugareños (y creo quehe encontrado un intérprete fiable) esmanifiestamenteabsurda,perose lareferiréde todosmodos.Dicenqueporaquíhabitaundemonioquesealimentadelasangredeloshombres,yquefueélquienmatóaPhilippedeLatour.Cuentanque,díasmástarde, llegóuna señoritaque seatrevióa enfrentarseaaqueldemonio.Regresóviva,peromuycambiada,yemprendióelviajedevueltaaParís,llevándoseconsigoelcuerpodesuamadoparasepultarlo en elpanteón familiar. La acompañaba un campesino dela región. Los lugareños seapartabanasupasoporquedecíanquehabíanregresadodelamuerteyestabanmalditos.
Lamento decir que esto es todo cuanto he podido averiguar: estúpidas leyendas y burdassupersticiones que sólo la gente ignorante podría creer. Si le interesa mi opinión, yo diría que fue
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IsabellequienmatóaLatourporqueellosdossehabíancasadoensecreto, yde estamanera suhijoheredaríalafortunadelúnicohijodelmarquésdeLatour,juntoconsutítuloysusposesiones.Nodejodepreguntarme si elmarquéshabrá creído toda esaneciahistoriadedemonios ymaldiciones, y siIsabelle no se aprovecharíade su ancianidad y creciente deterioro mental para lograr que él laincluyeseensutestamento.
Por mi parte, nada más me queda por hacer aquí.Regreso a París; a mi vuelta, espero poderentrevistarmeconustedparasacarconclusionesyhablardemishonorarios,cuyocálculoaproximadoestádetalladoenlahojaadjunta.
Atentamente,JulesBroncaP.S.:Eltiempoaquíesespantoso.MaxnollegóaleerlahojadeloshonorariosdeBronac.Selevantódeunsalto,presadeungran
nerviosismo.—¡Aquíestá,señoritaDubois,larelaciónentreIsabelleyelmonstruochupasangre!Laanciananocomentónada.Terminódeleerlacarta,yluegodijo,consternada:—Ese condenado detective. «…Estúpidas leyendas y burdas supersticiones que sólo la gente
ignorantepodría creer», dice. ¿Por qué no será más explícito? Toda esa historia del demoniomeparecemuy confusa.Quiero decir que ningúndemonio semolestaría en seguir a unamuchacha pormedia Europa hasta un pequeño pueblo francés, ¿verdad? Creo que el señorBronac hamalinterpretadoalgunoshechos.
Max la escuchaba a medias. Estaba releyendo la carta de Bronac. Había en su mente unpresentimientoquepugnabaportomarformaysaliralexterior.
—Por ejemplo —estaba diciendo la señoritaDubois—, esa tontería del niño. Está claro queIsabellenotieneningúnhijo.¿Dóndeibaaesconderlo,eh?¿Ensupequeñosótano?
Maxalzólacabeza,tocadoporunasúbitarevelación.—No, no puede ser —murmuró, muy pálido—.Claro que… todo coincide…, aunque sea
descabellado…—Max,¿quédices?Meestásasustando.—Es…absurdo…pero…¡malditasea,podríaserverdad!Eldemonioquesealimentadesangre
humana…y losmalditos…yLatour…yel autordeHijos de la noche…¡yel sótano…pequeño!—añadió,triunfalmente.
Selevantódeunsalto.—Señorita Dubois —le dijo muy serio—, debo irinmediatamente a la mansión Grisard. Debo
llegarantesdequelohaganellos.—Pero,Max…—Lavidadeesaspersonasdependedeello,señoritaDubois.
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Ellalomiróunmomento.Despuésasintióconseriedad.—Enelestablotengouncaballo.Lousaelmozoparaelcarrocuandovaalaciudad,peroesun
buenanimal, fuertey rápido.Si atajaspor el caminodelEste, llegarásantesqueellos.¿Losoyes?Todavíaestánenlaplaza,esperandoalosúltimosrezagados.
—Gracias,señoritaDubois…,Sophie.Nuncaolvidaréloquehahechopormí.Leestampóunbesoenlafrenteysalióatodaprisadelacasa,haciaelestablo.LaseñoritaDubois
abriólaboca,peronollegóadecirnada.Porprimeravezensuvida,unhombrehabíalogradodejarlasinpalabras.
Momentosmás tarde,Maxsalíade lacallecomounaexhalación,montadoenelcaballoque lehabíaprestadolaseñoritaDubois.NollevabaningunaluzynoconocíabienelcaminodelEste,quenoeramásqueunasendadepastores,peroesperabapoderorientarsealaluzdelasestrellas,yllegarasudestinoantesdequefuesedemasiadotarde.Emprendióunalocacarreraatravésdeloscampos,ysólosedetuvounavezcuando vio a lo lejos una hilera de antorchas que salía delpueblo y enfilaba por elcaminoprincipal.«Yasehanpuestoenmarcha.Notengomuchotiempo»,pensó.
Sabíaquenolograríadeteneraunahordadecampesinosfuriosos,peroesperabapoderllegaratiempodeponerasalvoaloshabitantesdelamansiónGrisard.Lasospechaquelatíaensuinterioribacreciendoconcadaminutoquepasaba,yelloacentuabaparalelamentesuadmiraciónporIsabelle.Si era cierto lo que pensaba acerca de lo que había sucedido enPolonia, aquella joven habíademostradomuchovaloryungranespíritudesacrificio.Sieracierto…
Maxclavólostalonesenlosflancosdelcaballoyambosseperdieronenlaoscuridad.LlegóporfinalamansiónGrisardynolesorprendióverquehabíavariaslucesencendidas.
Desmontórápidamenteyllamóalapuerta.Nadiecontestó.—¡Isabelle,abra!¡Séqueestáustedahí!Nohuborespuesta.—¡Isabelle!¡Vienenaporusted!¡Abralapuertaoserádemasiadotarde!Oyóunruidoalotrolado,ysupoqueellaestabaallí,escuchandotraslapuerta.—Isabelle,quieroayudarla. ¡Déjemehablarconusted, déjemehablar conDagenham!—hizouna
pausayañadió,conotrotonodevoz—:¡Déjemeverle!Finalmente,lapuertaseabrió,yelrostroasustadodeIsabelleapareciótrasella.—Max,vayase—susurróIsabelle—.Jeromeestáenbuenasmanos.—Pordesgracia,haymuchaspersonasenBeaufortquenoopinanlomismo,Isabelle.Vienenhacia
aquí.Estándispuestosahacérselopagar.—Yalosé,Max,peroesoahoranoesimportante.DebemosocuparnosdeJerome,él…—¿Dónde está? —cortó Max bruscamente, cogiendo a Isabelle por los hombros con cierta
rudeza;ellalanzóunaexclamaciónahogada—.Dígamedóndeestá,Isabelle.
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—En…enmihabitación.ElseñorDagenhamestáconély…PeroMaxnegóconlacabeza.—NoestoyhablandodeJerome,Isabelle.LeestoypreguntandoporPhilippedeLatour.Séqueestá
aquí.Isabellelomiróunmomento,confusa,ydespuéssedesmayó.
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Capítulotrece
Lacriaturaestabainquietayalerta.Sentíaqueestabasucediendoalgofueradelocorriente,yesoleponíanervioso.Oíavoces,muchasvoces,ysentíaoloresnuevosydesconocidosqueavivabansused.Caminóhacialapareddedondeproveníanlasvoces,moviéndosecontotalsolturaatravésdelacompletaoscuridaddesusótano.Lasvocesseaproximaban,yconellas,elolor;perolacriaturahabíabebidoyaaquellanoche,ydemomentohabíaaplacadosused.Porellolaprudenciaseantepusoalanecesidad,yretrocedióhastaunrincónoscuro.Sabíaquealguienentraríayconélllegaríalaluz.Yaquellacriaturadelanocheodiabaytemíalaluz.
Esperó.Laparedenterasedesplazóhaciaunlado,peroesonolosorprendió,porquenoeralaprimeravezquesucedía.
Entraron personas, personas que traían luz.El ser que se escondía en las sombras percibió suolor, unolor nuevo, y pese a haber bebido recientemente, la sed volvió, insaciable, urgente yapremiante.
Conunchillido,lacriaturaselanzócontralapersonaqueestabamáscercadeél,perodeprontooyóunavozqueconocía,unavozque,dealgunamanera,ejercíaunaextrañainfluenciasobreél.
Era lavozdeella.Lacriaturavacilóysevolvióparamirarla,yentoncesotrapersona,grandeyfuerte,aquientambiénconocía,losujetóyloapartódesupresa.Elserdelsótanochillóderabia.Sucaptorlepusoalgohúmedoenlacara,ylacriaturasintióunolorfuerte,pegajosoydulzón,quenoleeradesconocido.Poresosabíaloquesucederíadespués,yvolviólacabeza,paramirarelrostrodeella,unrostroqueletraíaalamenterecuerdosdedíaspasadosylehacíaolvidarlasedquesentía.
Sinapartarlamiradadelosojosdeella,lacriaturasesumióenlaoscuridad.—Virgensantísima—dijoMax,todavíaconelcorazóndesbocado—.¿Es…PhilippedeLatour?Isabellesehabíaarrodilladojuntoa lafiguraqueyacía,desmadejadaeinconsciente,enelsuelo
delsótano,lohabíaabrazadoyloacunabaconinfinitocariño.AquelserqueunavezhabíasidoelhijodelmarquésdeLatoureraahoraunaextrañamezclaentrebestia,demonioyserhumano.Surostroestaba pálido como elmármol, y sus incisivos eran anormalmentelargos y brillaban bajo la luz delcandil.Sucuerpo,encogidosobresímismo,estabacubiertoporropasquenohacíamuchohabíansidonuevas, pero que, probablemente, él mismo había destrozado a base de mordiscos y arañazos. Susmanosparecíangarrasmásqueextremidadeshumanas.
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PeroIsabelleleacariciabaelcabellolargo,sucioylacio,contantaternuraqueelhorrordejópaso
alacompasiónenelcorazóndeMaxGrillet.—Esunvampiro—dijoDagenhamenvozbaja—.Sealimentade lasangredeotrosseresvivos,
preferentementehumanos.Maxseestremeció.—NomurióenPolonia,¿verdad?—murmuró—.Lotrajeronenaquelataúd,drogado.—Otrovampirolomordió.Asísetransmitelaenfermedad.Ahoraesunodeellos:necesitabeber
sangre,elajolorepele,laluzdelsolesmortalparaél…Peroellalohamantenidoconvidatodoestetiempo.
—Yonoqueríaquehiciesedañoanadie—murmuróIsabelle—.¡Loestabacurando!Cuandoseescapólaprimeraveznoatacóaningúnserhumano…
—No,matóaunares—reconocióMax—.YfueelmarquésdeLatourquienenvióaMorilloneldineroporgiropostalparacompensarlapérdidadelavaca,¿noesasí?
Isabelleasintió.—YotrajeaPhilippedevueltaaParíscuandotodoslodabanpormuerto.Cuandosupadrelovio…
dijoquemejorqueestuviesemuerto.—Perofueélquienfinanciólacompradelamansión,¿verdad?—Ledijequepodríacurarlo,yquenecesitabaunlugartranquiloyapartado.Hiceprogresos,¿sabe,
Max?Logrécalmarsused.Logréinclusoquehablaseotravezcomounserhumano.Yelmarquésmedijoquemedaríatodoloquepidiesesilograbadevolverleasuhijo.
—Usted ha dicho que necesitaba un lugar tranquilo y apartado, ¿no? Pero, ¿por qué eligió
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Beaufort?—Porque aquí ya teníamala fama, y supuse que lagente no querría acercarse pormi casa.De
cualquiermodo,meconveníatenerlosalejados.—Y construyó usted este falso sótano…—añadióMax,mirando a su alrededor—. Jerome lo
sospechaba,peroyohe tardadoendarmecuentadequeel sótanoquenosenseñabaerademasiadopequeñoparaperteneceraunacasatangrande.LapartedelsótanodondeescondíaaPhilippequedabaocultatrasestaparedcorredera…,muy ingenioso.Fue. esto loquehicieron los trabajadoresquesetrajo deParís, ¿verdad?Cuandoveníamos a ver la casa, usted nos entreteníaen lapuertael tiemposuficiente para que Mijaíldrogase a Philippe y asegurase la pared corredera. Deese modo nadiesospechabaquehabíaalguienmásaquí.
Isabelle suspiró.Philippe seagitóen sueños.La joven acarició el rostro del vampiro, cubrió sucuerpoconunamantayselevantó.
—SubamosavercómoestáJerome—dijocondecisión.Hallaronalmuchacho tendidoen lacamadeIsabelle.Estabainconsciente,peroparecíasumido
enunsueñotranquilo.Lasheridasdesucuelloestabanocultasbajounpulcrovendaje,enelcual,sinembargo,eranclaramentevisiblesdospequeñasmanchasdesangre.Dagenhamsesentójuntoaélyletomóelpulso.
—Elremediopareceestarhaciendoefecto—dijoalcabodeunosmomentos—.Conunpocodesuerte,lamordeduranoledejarásecuelas.
—Lo detuvimos a tiempo —susurró Isabelle—.¡Qué loco! Abrió la puerta de la cámara dePhilippe,yélllevabadíassinbeber.Porfortuna,elseñorDagenhamyaestabaenBeaufort.
—CuandonosencontramosconMijaílenelcamino,ibaabuscarlo,¿verdad?LlevabaaJeromealapensión,paraquelovieseDagenham.
—Peroyoloencontréantesaél—dijoDagenham—.Aloírenlaposadaqueaquelmuchachosehabíaperdido,temílopeor,ylosseguíaustedesaciertadistancia.Oídisparosymeacerqué.MeencontréconMijaíl,quellevabaenbrazosalchico,yentendíloquehabíapasadosinnecesidaddepalabras.
—El señor Dagenham es un aventurero —explicóIsabelle—. Ha explorado los rincones másoscuroseignotosdelplaneta.Yhaencontradootrosvampiros.
—¿Otrosvampiros…comoPhilippe?Dagemhamnorespondióenseguida.Rebuscabaensusbolsillosenbuscadetabacoparasupipa.
Finalmentelogróencenderla,ydiounascuantaschupadas.—Loshaydemuchasclases,amigo—respondióporfin—.Losmáscomunessonlosqueyollamo
«salvajes», que viven en espacios rurales porque temen alserhumano,quea suvez es su alimento,¿comprende? Después de ser mordidos, se comportan como animales y matan por necesidad. Soncompletamenteincapacesderazonarcomounserhumano.Lasedlosvuelvelocos.
—¿La…sed?
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—Ellosnecesitanbebersangreparaseguirvivos.Esloúnicoqueentienden.Eselúnicoimpulsoquelosguía.LaconcienciaracionaldelseñorLatourfueahogadaporlasedhaceyatiempo…
—¡No!—exclamóIsabelle,alzandolacabezaymirándolosdesafiante—.YoséquePhilippepuedevolverconnosotros.Séquemeescucha.Yustedlosabetambién,señorDagenham.Loleíensulibro.Ustedafirmaqueelvampirismopuedesercurado.
Dagenhamlamiróunmomentoyluegosuspiró.—En las estribaciones delHimalaya hallé una planta cuyas raíces son utilizadas por losmonjes
tibetanosparacuraralasvíctimasdelosvampiros.HeempleadoconJeromeunasgotasdeextractodedichasraíces,ytengolaesperanzadequeserecuperarásinconsecuencias.PeroelseñorLatourllevayamucho tiempoalimentándosede sangre…Nopuedomalgastarmipreciososueroconcriaturascomoél,cuandohayotrosquepuedensersalvados.
—¡Pero no es un asesino, señor Dagenham! —lodefendió Isabelle, desesperada—. Yo hemantenidodespiertasupartehumana.
—Señorita,ensucartadecíaquehaceyatresañosqueelseñorLatoursehallaentanlamentableestado.HaatacadoalseñorGrilletenelsótano.¿Cómopretendequecreaquesiguesiendohumano?
—Sinolocree,¿porquéhavenido?—intervinoMax.—Paracumplirconmideber:parasalvarasusvíctimasyacabarconelvampiro.Isabelleahogóunaexclamación.—¡Yseatreveustedaentrarenmicasaconsemejantesintenciones?¡Usted…mehaengañado!
¡EsotroDelvaux!—¡Delvaux!—repitióMax—.Elnovinoaverlaausted,¡vinoaveraPhilippe!—Convenció al señor Latour de que podría curarlo pero tenía de médico tanto como yo de
duquesa.DecíaquePhilippeestabaposeídoporeldemonio,ypretendíaexorcizarle.—¿Quieredecirustedqueeraunsacerdote?—Esodijo.Sehizopasarpormédicoparaqueyolodejaseentrarenmicasa,perolodejéasolas
conPhlippeysalióhuyendo.—Puesnoandabamuydesencaminado,señorita—dijoDagenham—.Algunosvampirossonsin
dudademonios,ohijosdeldemonio.Otrosregresandesustumbasysonunaespeciedenomuertosquesealimentandevidasajenas.Algunossoninmortales.Algunosotrosposeenunainteligenciayunacrueldadmásalládelarazónhumana.
Hizounapausayluegoañadió,conunarisaseca:—RecuérdemealgúndíaquelecuenteloqueencontréenTransilvania.—PeroPhilippenoesasí—dijoellaenvozbaja.—No.Afortunadamentepara todosnosotros, esunvampirosalvajequeactúapor instintoypor
necesidad,ynoporodioycrueldad.Perohaatacadoagente,¿noesverdad?—Cuandoesos chicosvinieronami casa—rememoró Isabelle—,yoestaba sola conPhilippe,
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señorDagenham.HabíaenviadoaMijaílaverasucontactoenParísparaentregarleunacartamía,enlaquelepedíaquevinieseaveraPhilippe.
Dagenhamasintió.—Ellos querían entrar en el sótano —prosiguióIsabelle—, y llamaron a la puerta para
distraerme.Pensé que eraMijaíl. Salí del sótano, pero no cerrébien la falsa pared.Cuando elloshuyerondemicasa,PhilippefuetrasellosyalcanzóaArmandenelcamino.GraciasaDios,Mijaíltambiénestabaallí.RegresabaacasaenesemismomomentoypudoimpedirquePhilippeatacaraaArmand,queestabaparalizadodepuroterror.
—Ydespués,Mijaíl llevó al chico a cuestashastalapuertadesucasay lodejóallí…—dedujoMax,recordandolaspalabrasdeArmandacercadel«sueloquesemovía»—.Supongoquenoqueríaquelovieranadie.Habríanpensado…,exactamenteloquepensamosBonnardyyocuandolovimosconJeromeenbrazos.
—¿Love?—dijoDagenham—.Loquehahechoustedesloable,señoritaIsabelle,peroeseserespeligrosoparatodos.PorDios,míresealespejo.Todoestolaestádestrozando.Estáviviendocomounacriaturanocturna,igualqueél.
Isabellereprimióunsuavesuspiro.—Y seguiré haciéndolo el tiempo que haga falta,señorDagenham.Si esnecesario…, seréuna
hijadelanoche,comoPhilippe,elrestodemivida.Dagenhamnegóconlacabeza,preocupado.—Ustednosabeloquedice,muchacha.Ustednoesunadeellos,eshumana,comoyo,comoel
señorGrillet,comoestemuchachoalquesuamado,unverdaderovampiro,acabademorder.Yloqueustednecesitaesalejarsedeaquí,empezarunanuevavida,salirdecasa,tomarelsol,encontrarunhombre que pueda cuidarla… ¿De verdad está dispuesta a vivir de noche el resto de sus días…,atendiendolassangrientasnecesidadesdeunvampiro?
ParecióqueIsabelleibaaderrumbarse,yMaxintuyólosterriblessacrificiosquehabíatenidoquehacerparamantenerconvidaaPhilippedeLatour.UnaterriblesospechanacióensuinteriorcuandorecordólasmuñecasvendadasdeIsabelle.«Nopuedeser.¿Tanlejoshallegado?»,pensó.
—Isabelle—dijo,temblando—,¿dequésealimentaexactamentePhilippe?Ellalomiró,sonriendoamargamente.—¿Nolohaadivinadotodavía?Sealimentademisangre,señorGrillet.—Peronolahamordido,¿verdad?—dijoDagenham,mirándolafijamente.Ellasostuvosumiradasinpestañear,alzóunamanoyseremangóelvestidoparaqueDagenham
viesesumuñecavendada.Nisiquieraelduroaventureropudoreprimirunestremecimiento.—¿Porqué…porquéusted?—pudodecirMax—.Mijaílesunhombrefuerte.Él…—No. Estoy tratando de enseñar a Philippe que nodebe tomar nada que no le den. Se está
acostumbrando a ello, Max. Es la única manera de que no mate anadie. Además…—vaciló un
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momento—.Nomepareceríajusto.PhilippefuelacausadequeMijaílperdieseelhabla.Éleramiguíacuando decidí exploraraquel bosque polaco en busca de Philippe, a pesar deque los aldeanosmedijeron que eso sería nuestra perdición. No quise escucharlos. Philippe saltó sobre nosotros y nossorprendió;porfortuna,reconociómivozcuandoleordenéquesedetuviese.PeroMijaílhabíaestadotan cerca de la muerte que dejó de hablar desde ese mismo instante, y su cabello se volviócompletamente blanco. Cuando volvimos al pueblo, todoscreyeron que Mijaíl estaba maldito. Loecharondesuscasasydesusvidas.VinoconnosotrosaFrancia,ymehaayudadodesdeentoncesacontrolaraPhilippe,queahoraesmuchomásfuerte…
MaxmiródereojoaMijaíl,queestabadepiejuntoaIsabelle,conelrostroimpasible.—¿Yporquélesirvetanfielmente?Quierodecir,Philippeintentómatarlo…—Déjemeadivinarlo—dijoDagenham,chupandoelextremodesupipa—.Ustedlesalvólavida
haciendoalgomásqueordenaralvampiroquesedetuviera,¿noescierto?Isabellevaciló.—YocomprendíenseguidaloquePhilippenecesitaba.Yotraíaunpuñalconmigoyledejébeber
demisangre.Deesamaneralocalmé.CreoqueMijaílnuncahaolvidadoloquehiceentoncesporél…
—NopermitióquePhilippelamordiera,porsuerte—comentóDagenham—.¿Cómolosupo?—Porloquedecíanloscampesinos.Lamordeduradeldiablo.Elbesodelamuerte.Nosupemás
detallesacercadelosvampiroshastamástarde,peroellosmedijerontodoloquenecesitabasaberenesemomento:Philippesealimentabadesangre,ylaluzdelsoleraletalparaél.Fueentoncescuandosupeque,siéldebíaocultarsedelsol,tambiényoviviríadenochehastaquelograracurarelmalqueloaquejaba.Desdeentoncesintentocalmarsusedparaquenosevuelvaloco.Nopuedohacerlotodaslasnoches,porsupuesto,porqueesomemataría,ynecesitomantenermeconvidaparacuidardeél.
Dagenhamlamirófijamente.—Noestáustedbiendelacabeza,niña.Seestásacrificandodemasiadoporalgoquenisiquieraes
humano.¿Hamiradobienalacriaturaqueescondeensusótano?LaindomablejovenalzólacabezayclavóunamiradacentelleanteenDagenham.—¿Quiereustedpruebasdeloquedigo?Lastendrá.Acompáñenmeabajo.Volvieronabajar,eIsabellecorriólafalsapared.Alfondovieronlasombradeloquehabíasido
PhilippedeLatour.Parecíaqueyaestabadespertando.CuandoMaxalzóelcandil,elvampirogruñó,enseñandoloscolmillosytapándoselosojosconlamano.
—Philippe,soyyo—dijoIsabelle.Lacriaturaseguíamirandoaloshombrescondesconfianza.Isabellesuspiró.—Haprobado la sangrede Jerome,y eso lohavueltomás salvaje. Por suerte para elmuchacho,
llegamosatiempodeimpedirquebebierademasiada.Perosigueteniendosed.Tendió lamanohaciaMijaü y éste depositó en ellaun cuenco y un cuchillo.Max intuía lo que
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Isabellequeríahacer.—¡Isabelle,no!Seprecipitóhaciaella,peroMijaílleimpidióacercarse.—Déjela—dijoDagenham—.Llevaañoshaciéndolo,yyoquieroversiesciertoquesusangrees
capazdehacermáshumanoaestevampiro.Siesasí,conunpocodesuerte,ellanotendráquehacerestonuncamás.
La joven se había retirado las vendas de las muñecas, marcadas por profundas y horriblescicatrices.Max apretó los puños, pero Isabelle no vaciló. Aplicóla hoja del puñal a la muñecaizquierda, y la deslizó suavemente, casi conmimo. El corte fue rápido; enseguida, un torrente desangremanósobrelapieldelajoven,cayendoenelcuenco.
—PorDios bendito—susurróDagenham—. Si nolo veo, no lo creo.O este vampiro estámuydrogado,ocomprendeperfectamenteelsacrificiodeella.
—¿Porqué…diceeso?—pudopreguntarMax.—Cualquierotrovampirosalvajesehabríavueltolocoysehabríaabalanzadosobre laherida
sangrante.MaxmiróaPhilippe.Elvampiroestabaacurrucadocontralapared,ysuaspectoeratansiniestro
quedabaescalofríos.Peronosemovía.MirabaaIsabellefijamente,esperando.Lajovensesentóenelsuelo,exhausta.Mijaílsearrodillójuntoaella,yconextremadelicadeza,se
aplicóalatareadedetenerlahemorragia,algoque,adivinóMax,noeralaprimeravezquehacía.Pronto,elolorayodoseextendióportodalahabitación.
Mientrasduró laoperación, el cuencoque contenía elpreciado líquido seguía reposandoenelsuelo,juntoaIsabelle.PeroPhilippecontinuabaquietoyensilencio.
—No ha bebido bastante —murmuró Dagenham—.Jerome apenas ha perdido sangre.Ahora elvampirodeberíaestarcomolocoysinembargo…
MijaílterminódecuraraIsabelle,yellasequedótodavíaquietaunosminutosmás,recuperandofuerzas.Entoncesseincorporó,tomóelcuencoentrelasmanos,seacercóaPhilippeylomiróalosojos.Elvampirocaptólaintensidaddesumiradayquedóatrapadoenella,ignorandoelcuencoqueellaletendíayquesuinstintopedíaagritos.
—I…Isabelle—dijoél.—Bebe—respondióella.Philippetomóelcuencocondelicadezaybebió.Inmediatamentemostróotroaspecto.Susmejillasadquirieronalgodecolor,susojosbrillabany
supielpresentabaunanuevatersura.Perotambiénsuexpresióneradiferente.—I…Isabelle—repitió.Suvozeragrave,gutural,primitivaysalvaje.Perohablabaconpalabrashumanas.Isabellenopudoevitarqueunpardelágrimasrodasenporsusmejillas.Temblabacomounahoja,
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estabaextremadamentepálidayrespirabacondificultad.—¿Estáustedbien?—preguntóMax,inseguro.Peseatodo,nuncalahabíavistollorar.—Merecuperaré—respondióella,secándoselaslágrimasconeldorsodelamano—.Sólonecesito
descansar,dormirycomermucho.—Perosucuerponoaguantaráestassangríasconstantes, Isabelle—dijoDagenhammuyserio—.
Lasheridas pueden infectarse. Además, si insiste en abrírselas una y otra vez, un día dejarán decicatrizar.
IgnorandoaDagenham,IsabellesevolvióhaciaPhilippe.—Tenemosquemarcharnos,Philippe—ledijo—.Nonosquierenaquí.Vendránabuscarnos.Élsequedócalladounmomento.Despuésasintió.—El…chico—dijo,condificultad—.¿Está…bien?—Estarábien—respondióella—.Milagrosamenteestávivo.—Yo… lo… siento —pudo decir Philippe; parecíaque su garganta encontraba extrañas las
palabras,perolaspronunciaba,nocabíadudadequelaspronunciaba—.Tenía…sed.Sacudiólacabezayenterróelrostroentrelasmanos,desesperado.—Nopuedocreerlo—musitóDagenham—. ¡Unvampiroque siente remordimientospor serun
vampiro!PhilippehabíatomadolamanodeIsabelleconincreíbledelicadeza,ycontemplabadesconsolado
susmuñecasvendadas.—Nunca…más,I…Isabelle.Me…mataré.—Noloharás—losojosdeIsabellebrillabandenuevo—.Nolopermitiré.Hetraídoaunhombre
quepuedecurarte.Élpuedehacerquevuelvasaverlaluzdelsol.PhilippepareciórepararporprimeravezenMaxyDagenham.—La luz… del sol—musitó, y sacudió la cabeza,como si aquello fuera un sueño imposible;
entoncesmiró aDagenhama los ojos y suplicó—:Sálvela.Por…favor.Elladice…quees…unahijadelanoche…como…yo.Pero…noes…verdad…Debeviviralaluz…deldía…
DagenhamapartólamiradadelvampiroparaclavarlaenIsabelle.—¿Porquéhaceesto?—¿Porquémehaceesapreguntasiyalosabe?—Dígamelousted,Isabelle.¿Porquélohace?Ellanovacilócuandorespondió:—Poramor.—Ydígame,¿fueelamorloquelallevóacortarselasvenasenunbosquepolacoparaalimentar
aunvampiro?Amímeparecemásbienunagranlocura.Ellanegóconlacabeza.
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—No lo sé.Lohabía dejado todopor seguirle, porquemi corazón había decidido que él era elhombreaquienyoamaba.Nopodíaconformarmeconmenos.Habríasidotraicionarmeamímisma,¿comprende?Cuandovihastadóndehabía llegadoporélcomprendíqueel infierno sóloestabaunpasomásallá.Sóloteníaquedaresepasoyretroceder,ytraeraPhilippedevuelta.
Dagenhamlamiróconsusojosdehalcónviejo.—Digaloquediga,ustedvaaseguirprotegiéndolo,¿noescierto?Isabellelerespondióconunamiradadesafiante.—Entalcaso—concluyóelaventurero—,másvaleintentarquesuamigovuelvaaverlaluzdeldía,
porelbiendetodos.El semblante pálido de Isabelle se iluminó con un nuevo resplandor. Trató de levantarse para
acercarseaDagenham,peroestabademasiadodébil.—Quieta, chiquilla. No se precipite. Necesitarétiempo para tratar al señor Latour. Y a ser
posible,unlugartranquilodondelosaldeanosnotratendelincharnosatodos.—ElseñorDagenhamtienerazón—intervinoMax—.Tienenquemarcharseahoramismo.—¡Pero no podemos irnos ahora! —exclamóIsabelle, angustiada—. Nos alcanzarán. Y no
estaremosacubiertoantesdelamanecer.SilosrayosdelsoltocanaPhilippe…Maxlamiró.Losojosdeellaseclavaronenlossuyos.Maxsupoenesemismomomentoque la
amaba,aligualquesupotambiénqueella,poralgunamisteriosarazón,jamásamaríaaotrohombrequenofuesePhilippedeLatour.MaxsepreguntósieljoveneradignodeIsabelle,ysihabríaestadodispuestoasacrificarseporellade lamismamanera.Comprendióqueno.Perotambiénsupoqueélmismotampocohabríatenidovalorparahacerloqueellaestabahaciendo.SiemprehabíaintuidoqueIsabelleeraunamujerextraordinaria.Ahoralosabía.
Y pensó que ellamerecía ser feliz junto al elegido de su corazón, y que ambosmerecían unasegundaoportunidad.
Maxseirguiódeunsalto.—Noloharánsiyopuedoimpedirlo.Hemosdeescapardeaquí.Tengounaidea.
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Capítulocatorce
UnacoléricacomitivaavanzabaporelcaminoquellevabaalamansiónGrisard.Enelgruponosólohabíahombres,sinotambiénmujeresyancianos.Rouquin,Morillon,Boutel,Bonnard,Michelet…Todosestabanallí,incluidoelpadreRougier,queexhortabaatodosaexpulsaraldemoniodeBeaufort;ademássehallabanenelgrupoelalcaldeysumujer,queavanzabanunpardepasosdetrásdelaseñoraBonnard, lacualllorabadesconsoladaygritabaenfurecidaapartesiguales,llevandoenunamanoungrancuchillodedegollaryclamandojusticiaparasuhijo.Bajolaluzdelasantorchas,lossemblantesde las gentes deBeaufort parecían diferentes, casi grotescos, deformados por una furia salvaje.Costabatrabajo,porejemplo,relacionaralatímidaseñoraLavoineconlamujerque,arropadapor lamultitud,gritabaenardecidacontraIsabelleysucriado,empuñandounapesadasarténqueagitabaenelaire,completamentedecididaadescargarlasobreelcráneodesuenemigo,fueracualfueseéste.SuvozsemezclabaconladelosdemáshombresymujeresdeBeaufort,quecoreabaninsultosyamenazascontralosasesinosdeniños.
Los rostros de aquellas personas eran máscaras desfiguradas por la ira y el odio, máscaras demuertequeocultaban,sinquefueranconscientesdeello,unaemociónaúnmásprimitivaeirracional,unsentimientoqueloshabíavueltolocos,violentosysalvajes:elmiedo.
Rouquin,queibaencabeza,sedetuvodeprontoycogióaBonnardporunbrazo.—¡Mira,Benoit!¿Veslomismoqueyo?El constructor asintió, ceñudo. Una sombra habíasalido de la mansión Grisard. Parecía un
enormejinete.—Larataabandonaelbarco—gruñóBonnard—.¡Vamos!Seseparódelgrupoysaliódelcamino,seguidoporcincohombresmás.Esperaban interceptaral
jineteunpocomásallá.Maxestabadepiefrentealacasa,conlosojosclavadosenlaoscuridad.Habíapuestoadisposición
d eIsabelle el caballo de la señorita Dubois. Ella lo habíamirado con la emoción pintada en suscansadosojososcuros.
—Graciasportodo,Max—habíadicho—.Nuncaolvidaréloquehahechoustedpormí.Habíamontadosobrelagrupadelcaballo,juntoconMijaílyPhilippe.Dagenhamhabíaexpresado
susdudas acerca de si resistiría el animal tanto peso, peroMax había señalado que ni Philippe niIsabellepesabandemasiadoyque,porotrolado,noteníanalternativa.
Después,Isabellesehabíaido.Maxsabíaquejamásvolveríaaverla,yalgoparecidoaunamanogélidaleoprimióelcorazón.—Cuesta ver cómo la mujer de tu vida escapa conel hombre de su vida, ¿eh? —comentó
Dagenham.
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Maxignoróelcomentario.—EsperoquelogrenllegaraSoissonsantesdelamanecer.Dagenhammiróporencimadesuhombroydijo:—YoesperoquelogrenllegaraSoissonsypunto.Maxmiró,yloquevionolotranquilizóenabsoluto.Elgrupoqueveníaporelcaminosehabía
dividido.AlgunoshombressehabíanpercatadodelahuidadeIsabelle,ysemovíanhaciaelNorte,conlaintencióndeinterceptarla.
—Hanpartidodemasiadotarde.¡Loshandescubierto!—Elcaballonopuedecorrermásdeprisacontantopeso—murmuróMax—.Losalcanzarán.—Ahoradebemospreocuparnosporotrascosas,señorGrillet.¡Tenemoscompañía!ElrestodeloshabitantesdeBeaufortfranqueabalapuertadeljardíndelamansiónenarbolando
armasyvociferandoamenazas.MaxyDagenhamcruzaronunamiradayasintieron.—¿Dóndeestálabruja?—gritóalguien.—¡Labruja!—exigieronlosdemás—.¿Dóndesehaescondido?—¡ElseñorDagenhamlahaderrotadoyhasalvadoaJerome!—gritóMax.Hubomurmullosdedescontento.—¡Escierto!—gritóDagenham—.¡Crucifijos,dientesdeajo,aguabendita!¡Nadadeesoagrada
a los demonios! ¡He expulsado a demonios de mediomundo, desdeMongolia a Jamaica, de losCárpatos alNilo, y sé cómohayque tratar a esas criaturasmalditas ! ¡ElseñorGrilletyyohemosrescatadoaJeromedelasgarrasdelamuerte!
Seoyóungemido.LaseñoraBonnardavanzóunospasos,llorosa.—¡Mihijo!¿Mihijoestávivo?PeroelpadreRougierseadelantóymiróaDagenhamcondesconfianza.—¿Conquéautoridadpuedeustedexpulsaralosdemonios?¿Acasoessacerdote?Dagenhamabriólabocaparacontestar,peroalguienvociferó:—¡Miente!¡Estáprotegiendoalosasesinosdeniños!Ylamultitudvolvióarugir.Mientrastanto,Mijaílclavabalostalonesenlosflancosdelcaballo,obligándoloacorreramás
velocidad.Protegidapor suenormecorpachón,y rodeando a su vez con sus brazos la cintura dePhilippe,Isabelle temblaba. Se sentía muy débil y le costabarespirar, pero no era eso lo que lapreocupaba, sinoel interrogante de si el caballo aguantaría aquel ritmohasta llegaraSoissons.Silograbanalcanzarlaciudadantesdelamanecer,nolescostaríatrabajoencontraruncobijomientrasbrillase el sol. El objetivoera viajar hastaCalais, siempre de noche, y tomar allí un barco que losllevaseaInglaterra.SereuniríanconDagenhamenLondres…
Depronto,algocayósobreellosdesdelosárboles,sombrasquegritabanfuriosasenlaoscuridad.ElcaballoseencabritóeIsabellesintióunfuriosodolorenelhombro,allídondeunadagalahabía
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golpeado.Mijafllogrócontrolaralcaballo,perocuatrohombreslesbloqueabanelpaso.EranRouquin,Bonnard,Boutel yMichelet.Boutelsosteníaunaantorcha.RouquinyBonnard los
apuntabanconsusarmas.InclusoMichelet,elpacíficopanadero,empuñabaladagaquehabíaheridoaIsabelle.
—Niunpasomás,bruja—gruñóRouquin—.Dileatubrutoquenohagaunmovimientoenfalso,odispararé.Yahora,bajaddelcaballo.
Obedecieron.Isabelleinspiróprofundamente.—Porfavor—suplicó—.Nopodemosdetenernos.Debemos…—¡Silencio!—cortóBonnard—.¿Quéhashechoconmihijo,maldita?Isabellenopudoresponder.Micheletlanzóungritodeespanto,ytodosretrocedieron.Philippehabíadadounpasoalfrente,ylaluzdelaantorchailuminabaahorasurostro.—¡Monstruo!—gritóBonnard.Rouquindisparó.—¡¡NO!!—chillóIsabelle.
Dagenhamretrocedióunospasos.La turbaavanzabahaciaélprofiriendo insultosyamenazas.En
aquellosmomentos loshabitantesdeBeaufort leparecíanmás inquietantesque lacoloniadecruelesvampirosinteligentesquelohabíaapresadoenAnatolia.
—Sondurosdepelar,Grillet—murmuróelaventureroentredientes—.¿Grillet?Noobtuvorespuesta.Maxsehabíaesfumado.Soltandounamaldiciónporlobajo,Dagenhamdiomediavueltaysedispusoasalirhuyendo.
MijaílseprecipitóhaciaadelanteparaprotegeraIsabelle,peroelcuerpodePhilippeseinterpuso
entre ellayRouquin.Labala logolpeóenel estómago,pero el vampironodiomuestras de sentirdolor.Gruñócomounloboenfurecidoysaltósobresuagresor.
Rouquineraunhombrefuerte,peroPhilippeloderribósindificultad.Volvió lacabezahacia loshorrorizadoscompañerosdesuvíctimaylanzóunchillidodeadvertencia.Suaspectoeraaterrador.Laluz de laantorcha iluminabasu rostro,pálidocomoeldeunespectroyenmarcadopor loscabellosnegrosyrevueltos,que ledabanunaaparienciaprimitivay salvaje;sus largosyblancoscolmilloseranclaramentevisiblesporqueestabagruñendo,y susojos relucíanconunsiniestrobrillorojizo.Habíaadoptadounaposturamásfelinaquehumana,ytodoensuactitudparecíademostrarqueestabaapuntodesaltarsobreellostambién.
Perolopeorhabíasidoaquelchillidoinhumano,muysemejantealquehabíaasustadoalasensataseñoritaDubois,parecidotambiénalquehabíanescuchadoJeromeyFabricedíasatrás.Micheletquisogritar.Bouteldejócaerlaantorcha,querodóporelsueloyseapagó.
Los ojos del vampiro seguían brillando en la oscuridad. Sus colmillos también relucieron un
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momentosobreelcuellodelcaídoRouquin.—¡Philippe,nolohagas!—gritóIsabelle.Philippevaciló.LajovenhabíavueltoasubiralcaballojuntoconMijaíl.Elvampirosedispusoa
saltarhaciaella,peroalgologolpeóenlacabezaylolanzóaunlado.—¡Maldito… engendro! —jadeó Rouquin, tratando de ponerse en pie—. ¡Pagarás por tus
crímenes!Philipperetrocedióychillódenuevo,enseñandolosdientes.Rouquinalzósuarma.Elvampiro
tensólosmúsculosparasaltarsobreél.—¡¡Philippe!!Rouquindisparóporsegundavez.Peroelvampiroyanoestabaallí.EstabajuntoaIsabelle,sobrelagrupadelcaballoquesealejabaagalopetendido.Rouquinbajóelarma.—Undemonio—murmuró—. ¡Unmalditodemonio!—sevolvióhacia sus compañeros—. ¡Hay
queacabarconél!Esecaballonoaguantarámucho…¡Vamos!Losotrostreshombresobedecieron,comoautómatas,ysiguieronaRouquin,queyacorríaenpos
deIsabelle.
Mientras Dagenham trataba de razonar con los habitantes de Beaufort en el lenguaje que ellosqueríanescuchar,MaxhabíasubidoabuscaraJerome.Seinclinójuntoaélytratódedespertarlo,peroelmuchachonoreaccionó.
—Vamos,Jerome,tenecesito—murmuróMax,preocupado—.Despierta,porfavor…Optópormojarleunpocolassienesylafrenteconagua,ylogróhacerloreaccionar.—¿Señor…Grillet?—murmuró.—Sí,Jerome.¿Puedesoírme?—¿SeñorGrillet?Estoyvivo,¿verdad?—Sí,chico.Estásvivo.Yvasadecírseloatuspadres,¿deacuerdo?Jeromeasintiódébilmente.Maxlocogióenbrazosyvolvióabajarlasescaleras.
—¿Mijaíl?¿Quésucede?Elhombretónechóunamiradahaciaatrásygruñó,preocupado.Unaluzlosseguíaenladistancia.—¡No!¿Todavíanospersiguen?Mijaíl la miró preocupado, e Isabelle supo que losalcanzarían. El caballo había hecho un
tremendoesfuerzoparahuirdesusperseguidoresyacusabaelcansancio.—Nopuedeser—murmuróella,desesperada—.No,ahoraqueestábamostancerca.Entonces Mijaíl tiró de las riendas e hizo que el caballo se detuviese. Isabelle lo miró sin
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comprender.ElhombretóndesmontódeunsaltoyentrególasriendasaIsabelle.—No…nopodréllegaryosola—protestóella—.Estoymuydébil.—No…estás…sola—susurróPhilippe.MijaíllamiróalosojosycerrólamanodeIsabellesobrelasriendas.—Corra—dijoconvozronca—.Nomireatrás.Isabelleabriólaboca,sorprendida,peronollegóadecirnada.LaenormemanazadeMijaílcayó
sobrelagrupadelcaballo,yésterelinchóysaliógalopandoatodavelocidad.IsabelleseaferróaPhilippe,quemontabafrenteaella.Volviólamiradahaciaatrásyviolafigura
deMijaílsobrelacampiña,cadavezmáspequeña…
CuandoMaxsalióaljardín,descubrióaDagenhamenunamuypocoairosasituación.Elaventurerohabía trepado por la pared de lamansión y se esforzabapor guardar el equilibrio sobre el tejado,mientrasalgunoshombresenfurecidostratabandealcanzarlo.
Maxsupoquenoteníademasiadotiempo.AlzóaJeromeygritó:—¡Jeromeestávivo!Nadieparecióescucharlo,porloqueMaxvolvióagritar:—¡Jeromevive!Se oyóun grito.La señoraBonnard se abrió pasoentre lagentey seabalanzósobreMaxpara
comprobarqueloquedecíaeracierto.Lamultitudcallódepronto,vacilante.Dagenhamsesentósobreeltejado,sacólapipayhurgóensusbolsillosenbuscadetabaco.—Caramba,Max,—comentó—.Unpocomásynolocuento.
PhilippeeIsabellecabalgabanagalopetendidoatravésdecampiñasdesiertasysolitarias.Hacía
ratoquehabíandejadoatrásasusperseguidores;noobstante,Isabelletemíaaotroenemigotodavíamás implacable que acechaba tras el horizonte, aguardando aque llegaseelmomentodemostrar surostro.Lajoveneramuyconscientedequeelgalopedelcaballoeracadavezmásirregularyque,deseguirasí,nollegaríanaSoissonsantesdelamanecer.
Isabellesuspiró,preocupada.LaaterrabalaideadeseralcanzadosporlaslucesdelaaurorayvercómoPhilippesemarchitabaentresusbrazosigualqueunhelechoenplenodesierto.
—¿Esnecesariotodoesto?—susurróMax.—Enestascircunstancias, ladestruccióndeunaviejamansiónesunmalmenor—respondióel
aventurero—.Hanvenidoconganasdemataraalguien.Hayquedarlesalgoquehacer,opuedequelomatenausted.
Maxcontempló,impotente,cómolasgentesdeBeaufortentrabanenlacasaydestrozabantodolo
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quehallabanasupaso.Cuandoyanoencontraronnadaqueromper,leprendieronfuego,ylasllamasenvolvieronloquehabíasidolamoradadeIsabelleydelmásterribleyocultodesussecretos.
Maxcontemplólalíneaclaraqueemergíatraslasmontañas.—Corre,Isabelle—murmuró.
Nohabríasabidodecircuántotiempoestuvieroncabalgandoatravésdepáramosdespoblados,ni
cómosabíaPhilippequellevabaladireccióncorrecta.Isabellehabíacaídoenunextrañosopor,ysólosalióde él cuando oyó gruñir a su compañero y vio que a su espalda el horizonte comenzaba aclarear.
—Oh,no—suspiró—.¡Oh,no!Espolearontodavíamásasuagotadocaballo,enundesesperadointentoporllegaraunrefugio
antesdequeelsollosalcanzase.VieronlostejadosdeSoissonsalolejos,cuandoelalbacomenzabaacubrirlascampiñasconsumanto.Isabelle,quenuncahabíasidocreyente,cerrólosojosyrezó,rezócontodasualma,rogandoquePhilippetuvieseunasegundaoportunidad,queelsolnoseloarrebatasecuandoacababadeaparecerunaposibilidaddequevolvieseacaminaralaluzdeldía.
Isabelle rezó, mientras el caballo galopaba exhausto,y Soissons parecía un sueño lejano bajo laclaridaddelalba.
CuandolosrayosdelamanecertocaronlosdespojosennegrecidosdelamansiónGrisard,Maxsedejócaer sobre el borde del camino. Todos habían regresado ya a Beaufort, después de aquellaespantosanochedeodioyfuego.DagenhamestabaencasadelosBonnard,cuidandodeJerome,peroelgendarmehabíasidoincapazdesepararsedelaviejamansiónquehabíasidoelhogardeIsabelle,deMijaílydePhilippe.
Ahoraquetodossehabíanido,sesentíasoloymuyvacío.SabíaquelavidaenBeaufortvolveríaasupulsohabitual,sinsorpresasnisobresaltos,yél,queseteníaporunhombretranquilo,sehabíadadocuentadequeecharíademenosaquellosdías,lassonrisasfugacesdeIsabelleylasconversacionesconlaseñoritaDuboissobreelmisteriodelamansiónGrisard.
—Demodoquesehanido,¿eh?Max sonrió. Junto a él estaba la anciana que, sin duda, se había apresurado a recorrer
afanosamenteellargocaminodesdeBeaufortconlasprimeraslucesdelamañana.—Quémadrugadoraesusted…—Sentíacuriosidad.Contemplólosrestosdeloque,tiempoatrás,habíasidounedificiomagnífico,ysuspiró:—¿Porquéhanhechoesto?Maxllevabaunbuenratopreguntándoselo,peroporfinhallóunarespuesta.—Porquelonecesitaban.Paraconjurarelmiedo,¿sabe?Porqueelodionacedelmiedo.LaseñoritaDuboisladeólacabezaymiróaMax,pensativa.
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—¿Sabes,Max?, puede que tengas razón.Me alegro de que no te dejases llevar por toda estalocura.Mealegrodequefuesesvaliente.
—¿Valiente,yo?—Maxsonrió—.No.Simplemente…,nopodía tenermiedode Isabelle.Deella,no.Ella…
—Losé—dijolaanciana—.Sécómotesientes.Séexactamentecómotesientes.Sumirada estaba preñada de una profundamelancolía, yMax comprendió, de pronto, que ella
tambiénhabíadejadoescaparasuhombre,muchotiempoatrás.PensóenIsabelle.Descubrióquenoleguardabarencor.Nisiquierasesentíaceloso.—Ojalálohayanconseguido—murmuró.—Yotambiénlodeseo.Hubounbrevesilencio.EntonceslaseñoritaDuboisseestremeció.—Empiezoatenerfrío,Max.Volvamosacasa.Tienesmuchasnovedadesquecontarme.Maxleofrecióelbrazoalaancianaylosdos,lentamente,dieronlaespaldaalosdespojosdela
mansiónGrisardyseinternaronporelcaminoquellevabaaBeaufort,devueltaalatranquilidadyalosdíasapacibles,perosintiendoque,traslapartidadeIsabelle,nadavolveríaaserigual.
Trasellos,sólounmontóndenegras ruinasquedabacomorecuerdode lacasaquealbergóunamorimposible,másalládelavidaydelamuerte.
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Epílogo
Perkinssalióacubiertapocoantesdelalba.Acababadedespertarseyestabaaúnmedioadormilado,perodisponíadeunosminutoslibresparadespejarseantesdequelollamaseeloficial.Seacodósobrelabordaycontemplóelmarsombríoyencalma.ElPhoebushabíasalidodeDoverunosdíasantes,ynotardaríaenhacerescalaenMarsella,paraseguirdespuéshastaNápoles.
Perkinsbostezó.LlevabavariosmesestrabajandoabordodelPhoebusymuchosañoscruzandolosmaresenotrosbuques,peroesperabaqueaquélfuesesuúltimoviaje.DespuésregresaríaaDoveryseharíapescador,ypodríavermásamenudoasumujeryasuhija.Aquelpensamientoloanimaba.
Oyóun ruido a su espalda y vio una figura sentadacercade él.Lo reconoció comounode lospasajeros.
—Esustedmadrugador,¿eh?—Megustaaprovechareldía.El hombre hablaba con un perfecto acento londinense, y fumaba en pipa. Sus ojos escrutaban a
Perkinsdesdeunrostroásperoymoreno.—Seráunhermosodía—dijoelmarinero—.Mire,haytodavíaalgunasbrumas,peronotardaránen
deshacerse.—Tantomejor—asintióelpasajero.Otrasdosfigurasaparecieronenlacubierta.Unadeellaseraunajovendeserenabelleza.Elotro
eraunhercúleoextranjerodecabellocompletamenteblanco,quecontrastabaconsurostrojuvenildegestoserioyreconcentrado.
—SeñoritaIsabelle—dijoelhombrequeestabasentado—.Venga,desdeaquísedivisaunavistamaravillosa.
Ellasonrióyseacercóaél.Elhombregrande lasiguió.Sólocuandoambosestuvieronsentados,Perkinssediocuentadequehabíauncuartoindividuoconellos,untipodelgadoypálidoquevestíadenegroyescondíasurostrobajoelaladesusombrero.
Habíaalgoextrañoenaquellaspersonas,yPerkinssesintióinquieto.—Buenosdías,señores—saludó,inseguro.—Apártese,Perkins—gruñóeldelapipa.Elmarinerosesobresaltó,nosóloporsusbruscosmodos,sinoporelhechodequeélconociesesu
nombre.—¿Cómodice?—Apártese.Nostapalavista.Perkinsobedeció.Enaquelmomentoelsolcomenzóaemergerporelhorizontecomoundisco
dorado,bañandolosrostrosdeloscuatropasajeros.
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Perkins los contempló.Elhombrede lapipaparecíamuysatisfechode símismo,y sonreía.Elgigantónsemostrabaemocionado.Lamujerllorabasilenciosamente.
Yencuantoalcuartopasajero…ElcuartopasajeroeraelhombremáspálidoquePerkinshabíavistoensuvida,yestabasegurode
nohaberse topadoconélabordodesdequezarparondeDover.Aunquenoeradeextrañar,yaqueparecíaestarrealmenteenfermo.
Sin embargo, sus ojos brillaban con una intensidadimpropia de un convaleciente, y su manoestrechabaconfuerzaladelamujer.HabíaalgoenlaexpresióndesurostroquePerkinsnolograbacomprender.
Volvióaobservardenuevoaloscuatroextrañosviajerosysediocuentaentoncesdequeloquecontemplabancontantosentimientoeraelamanecer.Sefijóenelhombrepálido,ydescubrióquesurostroeralaexpresióndelafelicidadmáspurayexultante.
Perkins oyó la voz del oficial llamándolo, y se alejó de aquella extraña escena, moviendo lacabeza.
—¡Porfavor!—gruñó—.¡Sisóloesunamanecer!A sus espaldas, los cuatro viajeros seguían contemplando el sol naciente, y el hombre pálido
sentíaque,porprimeravezenmucho tiempo, los rayosdelaauroracalentabansupielfríacomolamuerteyblancacomolalunaquehabíagobernadosuexistenciahastaentonces.
A su lado, la mujer que lo había devuelto a la vida lloraba de felicidad, porque sabía que lapesadilla había terminado y ella ya no tendría que vivir como una hija de la noche nuncamás.Ysonreía,y soñabacon lanuevavidaque losaguardabaal finalde la travesía, enunabella finca enItalia,juntoalmar,conmuchosol.Muchosol.
FIN