LA DISPUTA DE LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA · 2 la Venezuela republicana. Por consiguiente, me...
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Diplomado de Historia contemporánea de Venezuela.UPEL.FRB
7 de diciembre de 2013.
3ª Conferencia; versión provisional, sujeta a revisión.
LA DISPUTA DE LA INDEPENDENCIA DE VENEZUELA
Germán Carrera Damas
Escuela de Historia
Facultad de Humanidades
y Educación. U. C. V.
Advertencia metódica:
Guardando la vigencia de lo propuesto en otras de mis conferencias acerca del
necesario enfoque de los histórico, ubicándolo en el largo período; como condición,
además, para la correcta percepción de la vigencia de la dialéctica de continuidad y
ruptura, la presente conferencia versará, de manera preferente, sobre la primera
etapa del proceso de la evolución histórica de la sociedad venezolana, -el denominado
Independencia-, que consistió en la ruptura del genésico nexo colonial, con el
propósito de emprender la conformación de un Estado independiente.
Mas el enfoque histórico así definido no puede sustraerse al hecho de que en el
lapso transcurrido desde la culminación de esa etapa inicial, en el campo de
Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, hasta el presente, tanto el concepto mismo de
independencia nacional, como las circunstancias históricas correlativas, han
experimentado cambios nada circunstanciales; y, lo que resulta especialmente
relevante, la secuencia de estos cambios ha desembocado en la necesidad de ver el de
la independencia nacional como un proceso todavía abierto, si entendemos tal
independencia como el pleno ejercicio de la Soberanía nacional; ejercicio compatible
con la naturaleza de la inserción-participación de la sociedad venezolana en los
esquemas de dominación, predominio y cooperación internacional que caracterizan
el mundo actual; escenario en cuya fase pionera participamos los venezolanos con la
fundación consensuada de la República de Colombia, la anexión a ésta de Quito y la
promoción de la denominada liga anfictiónica, instalada en Panamá el 22 de junio de
1826.
Vista la cuestión propuesta para esta conferencia, con arreglo al hecho de que
el concepto mismo de independencia nacional, como las circunstancias históricas
correlativas, han experimentado cambios nada circunstanciales, no luce excesivo,
menos aún desatinado, concebir la disputa de la independencia como una constante de
la evolución de nuestra área de estudio, entendida la Venezuela contemporánea como
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la Venezuela republicana. Por consiguiente, me permitiré cerrar este tratamiento del
tema con una sumaria presentación de los rasgos básicos de tal evolución.
Introducción:
En La disputa de la Independencia se reflejó la naturaleza compleja del
fundamento histórico-político del nexo colonial. Con ello se puso de evidencia la
incorrecta interpretación historiográfica del nexo colonial como un vínculo
unidireccional de dominación-subordinación, establecido entre una metrópoli
dominante y una colonia subordinada. Este enfoque ha generado confusiones
extremas, como denominar la monarquía española al Poder político metropolitano; y
subestimar, si no omitirlo, el decisivo papel desempeñado por la creación de la
República de Colombia, como cuestión central de esa disputa, en la culminación de su
primera etapa.
Una aproximación crítica a la cuestión revela que en el marco de La disputa de
la Independencia se entrecruzaron variantes de la misma; si bien cabe reconocer que
ese manojo de variantes corrió al amparo de una expresión sintética, -por lo mismo
de alcance global-, y de profundo y arraigado fundamento en los ámbitos social y
político. Tal fue la confrontación entre el Poder Político metropolitano, de origen
divino, representado por la Corona y personificado en el Rey; y el derecho de
conquista, representado por el Poder social criollo, como resultante socio histórico
del proceso de implantación de la sociedad monárquica colonial.
En esa confrontación se desenvolvieron las disputas políticas, como lo fueron
las interprovinciales, rebrotadas como reacción ante la concentración del poder
pretendida por la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII; y las
que desde muy temprano brotaron entre los nacientes poder civil y poder militar,
dirimiendo la naturaleza del régimen postcolonial; como las suscitadas por la
canalización de las disputas sociales, ya en curso, representadas por la lucha de los
esclavos por su libertad y la de pardos y criollos por la igualdad; y como la más
enconada, y no menos global que la primera de carácter político, que lo fue de
naturaleza ideológica y de carácter espiritual, que podría expresarse como la pugna
entre la ancestral y predominante conciencia monárquica cristiana católica y la
surgente y novedosa conciencia republicana, para el caso calificada de impía por
cuanto desacataba la Voluntad divina.
A partir de la crisis política del nexo colonial, así estructurado, en los inicios del
siglo XIX, el dominante condicionamiento religioso de la sociedad rigió los nuevos y
más violentos términos de la prolongada y generalizada confrontación ocasionada. El
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tratamiento historiográfico de esta compleja cuestión sociopolítica, muestra dos
caras: la visible, política, está representada por la valoración heroica y patriótica del
conflicto; la oculta, social, está representada por la actitud de los actores ante le
preservación de la estructura de poder interna de la sociedad implantada monárquica
colonial; y, en ella, sobresalientes, la cuestión de la esclavitud, como institución, y la
de sus arraigadas manifestaciones económicas y sociales.
La visión de esta fundamental confrontación ha padecido los rigores de dos
actitudes historiográficas, no necesariamente contradictorias y, quizás, más
complementarias de lo que ellas mismas parecerían admitir. Las historiografías patria
y nacional, confluyentes en la historia oficial, -por ende, aun cultivadas-, no solamente
centran su atención en los hechos sociopolíticos, sino que subestiman o desestiman
las otras áreas de lo histórico; o, eventualmente, las usan como telón de fondo de lo
heroico, dando el predominio en éste a lo militar. Por su parte, la que denomino
historiografía materialista primaria intentó dar de lo histórico una versión
determinada por lo socioeconómico; si bien llegó hasta el punto de subestimar el
papel del hombre como actor de lo histórico y la intrínseca condición plural de lo
histórico como hecho social.
A su vez, el estudio histórico practicante de un enfoque integral del hecho
social, y regido por la vigencia de la dialéctica de continuidad y ruptura, induciría a
formular planteamientos que requerirían un tratamiento que desbordaría los límites
de una conferencia; razón por la cual me limitaré a suscitar sumariamente algunas
cuestiones. Al mismo tiempo, someteré a la consideración de Uds. la evolución de mi
tratamiento de esta fase de nuestra acontecer histórico. Para este fin me referiré,
puntualmente, a cinco de mis obras, que cito en orden cronológico de aparición.(1)
Parte I.- En el nexo colonial, como área global de realización del Poder
colonial, se conjugaban y confrontaban El Poder político metropolitano y El Poder
social criollo, según se desprende del análisis directo del proceso; cuyos resultados se
compaginan, en buena parte, con el de carácter historicista-jurídico ofrecido por
Simón Bolívar en su Contestación de un americano meridional a un caballero de esta
isla, llamada Carta de Jamaica; fechada en Kingston, en el 6 de septiembre de 1815.
El eslabón entre los términos de esta complementación de poderes lo representaba el
criollo, en su papel de dominador cautivo, vale decir de soberano en el marco del
ejercicio del Poder social criollo y de vasallo de la Corona, en el marco del Poder
político metropolitano. (2)
A.- Una vez superada la primera fase del proceso simultáneo de
descubrimiento-exploración-conquista-colonización, representada por la formación y
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consolidación de los iniciales núcleos primeros y primarios de implantación de la
nueva sociedad, los fundamentos del Poder político metropolitano resultaban de la
concentración del monopolio de la fuerza, de la facultad exclusiva de impartir justicia,
y de la conjunción de la investidura divina de la monarquía colonial con la
determinante fuerza de la conciencia religiosa. Juan Germán Roscio ofreció una visión
crítica de tal fusión de factores de poder, sintetizándola en la formula: “Dios y el Rey,
el Trono y el Altar envolvían unas mismas nociones en el catecismo religioso-político
del Gobierno español. (3)
B.- Los fundamentos del Poder social criollo consistían en la propiedad
excluyente de la tierra económicamente rentable; en la condición de esclavócratas,
entendiendo por tales también la condición de usufructuarios y guardianes del
régimen discriminatorio social y racial concomitante. Estas eran las bases del
privilegio del desempeño de la función municipal, según las actas del Cabildo de fines
del siglo XVIII, en función de lo cual se tejieron, entre criollos y peninsulares
residentes, rivalidades nada des desdeñables, por cuanto concernían al minucioso e
inmediato gobierno de la vida social en la jurisdicción correspondiente.(4) La
acentuación de estas rivalidades aumentó de nivel en razón del debate sobre la
legitimidad del planteamiento independentista; de lo que dio testimonio sistemático
el testigo de excepción, Simón Bolívar, en un muy mencionado pasaje de su su
llamada Carta de Jamaica:
“El emperador Carlos V formó un pacto con los descubridores, conquistadores y
pobladores de América, que, como dice Guerra, es nuestro contrato social. Los reyes
de España [¿por qué lo eran solamente de España?] convinieron solemnemente con
ellos que lo ejecutasen por su cuenta y riesgo, prohibiéndoseles que lo hicieran a
costa de la real hacienda, y por esta razón se les concedía que fuesen señores de la
tierra, que organizasen la administración y ejerciesen la judicatura en apelación, con
otras muchas exenciones y privilegios que sería prolijo detallar”….
Por ello firmó que fuese ….”una especie de propiedad feudal la que allí tenían
los conquistadores para sí y sus descendientes”…. De allí que consideró un
contrasentido el que existan ….”leyes expresas que favorecen casi exclusivamente a
los naturales de España en cuanto a los empleos civiles, eclesiástico y de rentas”….
Por consiguiente, ….”con una violación manifiesta de las leyes y de los pactos
subsistentes, se han visto despojar aquellos naturales [los criollos] de la autoridad
constitucional que les daba su código.” (5)
C.- La conducta del criollo, como dominador cautivo, expresaba la legitimación
de su papel como contralor de la conflictiva sociedad sobre la cual ejercía su papel
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hegemónico. Cumplía el papel de principal eslabón en la cadena representada por el
nexo colonial, por cuanto derivaba de su devota sujeción al Monarca la autoridad que
ejercía sobre el todo social, actuando como curador y guardián de la estructura de
poder interna de la sociedad monárquica colonial. Lo que se puso reiteradamente de
manifiesto contrarrestando las repercusiones de la lucha de los pardos por la
igualdad y de la lucha de los esclavos por su libertad; y rechazando las posturas
abolicionistas de la esclavitud e igualitarias en lo social: desde la de Simón Rodríguez
recomendando la educación de los pardos; la proposición abolicionista e igualitaria
adelantada por los conjurados de La Guaira, en 1797, sobre abolición de la esclavitud
y de la servidumbre de los indios; la de Francisco de Miranda al proclamar, en 1806,
la reivindicación y defensa de los indios; y la del Fiscal de Su Majestad, Andrés Level
de Goda, cuando intentó exaltar la modesta liberalización de la sociedad, -en el
sentido de la formación del Poder público y de la ciudadanía de los pardos-, pautada
en la Constitución política de la Monarquía Española, con motivo de su juramentación,
en Caracas, en junio de 1820.
Parte II.- Una difícil y urgente decisión básica quedó planteada como
consecuencia del desenlace de la ruptura del nexo colonial: ¿Instaurar una monarquía
independiente o constituir una república? La decisión estaba condicionada por la
naturaleza monárquica de la sociedad colonial; y regida por la capacidad de preservar
la estructura de poder interna de esa sociedad; en el entramado de cuya estructura de
poder interna prevalecían la discriminación socio-racial y la preservación de la
esclavitud. Atendiendo a estas vitales necesidades, era poco menos que
incuestionable la probada eficacia del ordenamiento monárquico colonial; como si
parecía serlo el azar republicano, visto y padecido lo ocurrido en Francia. Ante esta
situación se desplegaba una gama de posibles soluciones, cuyos polos estaban
representados: uno, por una monarquía independiente, siguiendo el curso que
tomaron los portugueses brasileños y que intentaron tomar los mexicanos bajo
Agustín I; el otro, por una República liberal esclavista, como la instaurada en las
emancipadas colonias británicas de América del Norte y en las venezolanas de 1811 y
1819. ¿O por una república que contemplase la abolición de la esclavitud mediante su
extinción progresiva, a la colombiana? La primera opción, monárquica, ya debatida en
1815 por Simón Bolívar, en la llamada Carta de Jamaica, no dejó de estar presente,
como se puso de evidencia en la discusión estimulada por su Proyecto de Constitución
para Bolivia, fechado en Lima, en el 25 de mayo de 1827; y la previsión de un régimen,
representado por La República liberal autocrática, en la cual se conjugaron las
atribuciones de la monarquía absoluta con el formato constitucional republicano.
Laureano Vallenilla Lanz se destacó como teórico de este engendro del Poder
republicano minado por el despotismo.
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A.- Nada de artificial ni de circunstancial se advierte en el escenario en el cual
se planteaba la cuestión de la forma jurídico política que habría de adquirir la
sociedad una vez roto el nexo colonial. Tal se desprende de la comprobación de una
realidad básica: la sociedad colonial venezolana era genuina y gozosamente
monárquica. Parece posible apoyar esta afirmación en comprobaciones demostrables
como las siguientes: en las denominadas Ordenanzas de Gual y España, formadas en
función de la conjuración de 1797, se pauta la convocatoria a un acto en el cual
habrían de concurrir ….“Diputados con amplios poderes para la declaración de la
Yndependencia, establecimiento del Gobierno Gral. interino del Estado, y particular
de cada Pueblo y Provincia”…. Ya en curso la reivindicación autonomista que llevó a la
formación de la Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, se
planteó la posibilidad de seguir el ejemplo brasileño y ofrecer refugio a la familia real;
y una vez restaurado el nexo colonial por los venezolanos comandados por el Coronel
José Tomás Boves, en 1814, y consolidado por el Gral. Pablo Morillo, en 1815, se vivió
en la sociedad monárquica colonial así rescatada, sin que se conozcan intentos de
rebelión, hasta junio de 1821. En suma, una situación reconocida y estigmatizada por
Simón Bolívar en el mencionado Manifiesto de Carúpano, fechado en el 7 de setiembre
de 1814, en el cual la cuestión de la condición monárquica de la sociedad fue expuesta
en términos de insuperable dramatismo: ….”No, no son los hombres vulgares los que
pueden calcular el eminente valor del reino de la libertad, para que lo prefieran a la
ciega ambición y a la vil codicia. De la decisión de esta importante cuestión ha
dependido nuestra suerte: ella estaba en manos de nuestros compatriotas que
pervertidos han fallado contra nosotros”….
B.- El desalentador balance de la campaña emprendida como enviados del
Congreso de Nueva Granada ….”a destruir a los españoles, a proteger a los
americanos, ya restablecer los gobiernos republicanos que formaban la
Confederación de Venezuela”…., según reza el denominado incorrectamente Decreto
de Guerra a Muerte, dictado en Trujillo el 15 de junio de 1813, marcó un decisivo giro
en la disputa de la Independencia. Puso de manifiesto que el enemigo a vencer no lo
era tanto el peninsular español por destruir como el americano-venezolano por
proteger. El Simón Bolívar que apenas iniciaba su aprendizaje de la dinámica del
régimen sociopolítico colonial, no había estimado debidamente la correlación entre la
lucha por la libertad y el disfrute de la libertad, en función de la incorporación de los
esclavos y los pardos a la crisis política del nexo colonial, y por lo mismo a la lucha
por la Independencia. Es más, vio esa participación como una intrusión maléfica de la
cual dio la explicación, exculpatoria de sí mismo, contenida en el citado Manifiesto de
Carúpano. Topó con un precedente colonial cuyo poder se reveló superior a sus
empeños libertadores: la lucha de los pardos por la igualdad y la de los esclavos por
su libertad estaban enfrentadas, en primer lugar, con las aspiraciones del todavía
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pequeño grupo representativo, genéricamente, de quienes monopolizaban el Poder
social criollo y aspiraban a completar el control de dicho Poder, substrayéndolo a la
rectoría del Poder político metropolitano; que como tal cosa lucía para ellos la lucha
por “destruir a los españoles”, amén de lo impío de tal empeño, según la prédica de
los frailes.
C.- Cabe colegir, de la frustrante experiencia de 1813-1814, que aun no estaba
del todo clara en la visión político estratégica de Simón Bolívar la circunstancia de
que tras aquel trágico telón se tomaba cuerpo la gestación de la más grave disputa
que habría de enfrentar él mismo hasta su último día. Tal fue la confrontación entre el
todavía embrionario Poder civil y el surgente Poder militar, llamada a regir el curso de
la disputa de la independencia en el seno de los independentistas. Esto, no obstante
que fue su comprensible reacción ante el fracaso del primer conato republicano,
ocurrido en el brevísimo lapso de 1811-1812. (Me valgo de las fechas para subrayar
el señalamiento de que estamos enfocando acontecimientos ocurridos en un período
ya no breve sino muy breves). En rigor de los hechos, él había formalizado esta
contienda mediante el denominado Manifiesto de Cartagena, fechado en Cartagena de
Indias en el 15 de diciembre de 1812. En ese documento, el ardoroso joven en cuyo
debe figuraban la pérdida de Puerto Cabello, el haber participado en la conjura para
entregar a su Comandante Gral. Francisco de Miranda al Poder metropolitano
restablecido, y la obtención de un pasaporte, que le permitió evadir la represión para
iniciar, realmente, su heroica lucha, descargó en el Poder civil toda la responsabilidad
por el desastre. ¿Pudo valorar, apropiadamente, la integridad intelectual e ideológico-
política de los pensadores que animaron la formación de la República mediante la
declaración de Independencia, acontecimientos en los cuales su participación fue
marginal? Se abrió, de esta manera, un frente que aumentó en encono mediante la
conversión del mandato del Congreso de Nueva Granada en una dictadura comisoria
de cuestionable legalidad.
C.- En el escenario de la disputa de la Independencia así conformado, en el cual
tomó fuerza la heroica y enconada confrontación perceptible como la pugna por el
mando supremo en el seno del Poder militar, no dejó de tener importancia, a veces
relevante, la confrontación con los escasos sobrevivientes de los causahabientes del
inicial Poder civil. Aunque de brevísima vigencia, motivó la Asamblea de la Villa del
Norte, Isla de Margarita, reunida en el 7 de mayo de 1816. Electo en ella Jefe supremo
del Ejército y de la República. Simón Bolívar proclamó: “El Congreso de Venezuela
será nuevamente instalado, donde y cuando sea vuestra voluntad. Como los pueblos
independientes me han hecho el honor de encargarme de la autoridad suprema, yo os
autorizo para que nombréis vuestros diputados en Congreso, sin otra convocatoria
que la presente, confiándoles las mismas facultades soberanas que en la primera
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época de la República”…. Mas cuando, siguiéndose por lo proclamado, se reunió en
Cariaco, en el 8 de mayo de 1817, el Congreso de esa manera autorizado, y se declaró
restablecido el régimen federal, quedó puesto de evidencia que no era tal el Congreso
entrevisto y convocado por Simón Bolívar. La disolución de este efímero cuerpo
legislativo pareció cerrar la confrontación con el Poder civil, cediendo el escenario a
la lucha por el control del Poder militar, episodio que culminó con el juicio y ejecución
del Gral. Manuel Piar. Una vez resuelta esta disputa por el control del Poder militar fue
posible y necesario restaurar la República, para lo cual era requisito transar con los
representantes sobrevivientes del Poder civil, ahora subordinados, lo que quedó
consagrado en el Congreso reunido en Angostura, al amparo del magistral discurso de
instalación pronunciado por Simón Bolívar el 15 de febrero de 1819. Se estableció así
una especie de tregua en la disputa entre el Poder militar y el Poder civil, que perduró
hasta la definitiva victoria de los independentistas, en la batalla librada en la llanura
de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824, por el ejército de la República de Colombia
comandado por el general colombiano, nacido cumanés, Antonio José de Sucre.
PARTE III.- Las repercusiones de la consiguiente la demolición, y el
desmembramiento, del Virreinato del Perú, para entonces la potencia militar del
Imperio, fueron de creciente profundidad e intensidad en el seno de la República de
Colombia. Cabe diferenciarlas entre las de efecto inmediato y las de más lento
desarrollo. En el primer caso, vale destacar dos. En primer lugar, se desvaneció el
temor de una posible reconquista colonial mediante la concomitancia de rebeliones
internas alentadas por la esperanza del respaldo virreinal; sobre todo en
coordinación con un intento de reconquista a partir de los manejos, -reales y aun más
supuestos-, de la Santa Alianza. Esto, a la par de las consecuencias sociales del
licenciamiento de las tropas vencedoras y de la disminución del contingente regular,
acentuadas esas consecuencias por la precariedad del Erario, lo que contribuyó a
agudizar la perturbación del orden público. En segundo lugar, pero sin mucho tardar,
quedó puesta de manifiesto, especialmente para los representantes, en Venezuela, del
Poder social criollo en proceso de restablecimiento, la pérdida de valor estratégico de
la República de Colombia como medio para alcanzar y consolidar la Independencia.
A.- Es posible considerar que la espléndida victoria de Ayacucho significó, a un
tiempo, la consagración política y estratégica de la República de Colombia y el inicio
de su declinación, por obra de la reanudación política de la disputa de la
Independencia. Reaparecieron los mismos actores, si bien desempeñando papeles en
parte renovados. En el marco de una estructura de poder interna de la sociedad sólo
parcialmente restablecida, se hicieron presentes, con renovados bríos, las demandas
del Poder militar, incómodo por la relegación de que era objeto en razón de la
instauración de una república moderna y liberal, sobre determinada por una
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renaciente y renovada vocación civil. Ya no se trató solamente del justo reclamo de
los haberes militares, sino de la aspiración de una participación activa en el mundo
político, y por consiguiente en la función pública; ¿inspirado todo, también, en una
suerte de versión del derecho de conquista? Pero expresado como renuencia ante el
control del Poder por civiles que, se alegaba, no habían contribuido con su sangre al
logro de la Independencia; civiles que habían llegado a disminuir el aporte a ella de
los militares, al consagrar la fórmula de una República de Colombia que, como
veremos, situaba la significación de la libertad, proporcionada por sus leyes, por
encima de la independencia alcanzada por medio de las armas. El memorial de
agravios y de reivindicaciones dirigido por la División del Magdalena del Ejército de
Colombia a la Gran Convención de Ocaña, firmado en el 25 de febrero de 1828, se
inicia con un comedida suplica dirigida a los “Señores de la Gran Convención”:
“Los jefes y oficiales de los Cuerpos situados en el departamento de
Magdalena, por sí y por los soldados que componen estos mismos Cuerpos,
humildemente suplican con la deferencia y respeto debidos, se les permita manifestar
libremente á los Representantes de la nación la triste situación á la que están
reducidos después de 18 años de sacrificios sin ejemplo en la historia de los pueblos
más guerreros.” (6)
Apoyado en circunstanciados e ilustrativos planteamientos, este documento
ofrece una suerte de versión militar de la lucha por la Independencia, que merece
detenido estudio crítico, partiendo del reconocimiento de que se propuso dar cuerpo
a los requerimientos del Ejército libertador de Colombia, y por los mismo, igualmente
del entonces Departamento de Venezuela.
B.- La disputa de la independencia, reanudada políticamente, que marcó el
inicio de la declinación de la República de Colombia, en lo concerniente a la disputa
de la Independencia que cursó en Venezuela hasta la tregua lograda en Angostura en
1819, incorporó a los primarios motivos de esa disputa, en lo concerniente a la
confrontación entre el Poder civil y el Poder militar, un factor que representó la
continuidad respecto del escenario sociopolítico en el cual se produjo el acto inicial de
la aspiración de autonomía, en 1810. Envuelto, como entonces, en el temor a la
repercusión de las posturas liberales en el régimen sociopolítico, ocupó su espacio el
destino de la esclavitud, si bien encubierto en una especiosa argumentación sobre el
independentismo venezolano desvirtuado por la no participación directa de la alta
representación social criolla en las decisiones pro Colombia tomadas en Angostura,
en 1819, y en la Villa del Rosario de Cúcuta, en 1821. En el fondo de la disputa así
reanudada estaba la gran diferencia respecto de la significación económica de la
esclavitud entre Nueva Granada y Venezuela, tanto en lo económico como en la
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significación de esa institución en la conformación del Poder social criollo, que fuera
partícipe del Poder colonial, en correlación con el Poder político metropolitano,
convertido, por efectos de la ruptura del nexo colonial, en clave única del
restablecimiento de la estructura de poder interna da la sociedad comprometida a
hacerse republicana.
C.- Dos nuevos factores determinaban la agudización de la situación así creada,
además de la derivada de la consagración constitucional de la extinción de la
esclavitud como objetivo a no demasiado largo plazo. Uno era la evolución
experimentada en la postura de Simón Bolívar respecto de la esclavitud, desde 1813-
14 hasta 1825. Había partido de la solicitud de que “las tropas de S.M.B. cooperen
también con las nuestras a destruir los bandidos y reducir los esclavos a su deber.”(7)
Culminaba con la vehemente requisitoria contra la esclavitud formulada en 1826, que
fue incorporada al texto constitucional sintetizada como la abolición de la esclavitud a
partir de la promulgación de la Constitución propuesta para la República Bolívar.
¿Postura personal o conciencia de cambio social? Las respuestas podrían hacer valer
lo dicho al Gral. Francisco de Paula Santander en carta fechada en Chuquisaca en el 27
de diciembre de 1825: …..”estoy haciendo una constitución muy fuerte y muy bien
combinada para este país, sin violar ninguna de las tres unidades [¿poderes?] y
revocando, desde la esclavitud abajo, todos los privilegios”.
Parece sostenible la gran importancia que tuvo la cuestión de la abolición de la
esclavitud como motivo para la reanudación política de la disputa de la
Independencia, entablada entre los fundadores de la República de Colombia y, según
el dicho de un colega historiador colombiano, los venezolanos que no se fueron con
Bolívar. ¿Fue ésta la principal causa de la ruptura de la República de Colombia, si bien
oculta tras el argumento emponzoñado de la no participación directa en su creación y
del fabricado temor al Bolívar-Rey?
D.- Estimo que merece un atento estudio crítico el Capítulo V, titulado
“Venezuela en la Unión Colombiana” [¿Por qué no en la República de Colombia?], del
Vol. I de la clásica gran historia del Poder Civil en Venezuela, -titulada Historia
Constitucional de Venezuela-, que nos legó José Gil Fortoul. Este denso capítulo se
desenvuelve, de hecho, entre polos conclusivos. El primero, revelador de la visión de
la naciente Historia nacional, orgánicamente vinculada con la Historia patria,
sentencia, refiriéndose a la breve estancia de Simón Bolívar en Venezuela, en 1827:
“Bolívar se dedicó a mejorar en lo posible todos los ramos de administración. Apenas
había ley de la República [de Colombia] que se cumpliese eficazmente en Venezuela; y
puede afirmarse que a este respecto, su unión con Nueva Granada fue más bien
motivo de atraso que de progreso.” El otro polo, referido a la crisis política separatista
y a sus promotores, es reveladora del juego de intereses sociopolíticos que la animó:
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“Aliáronse, pues, en 1826, las dos fuerzas políticas que venían determinando
desde los últimos años de la Colonia, la evolución constitucional de Venezuela, a
saber: la aspiración de la oligarquía civil e intelectual a dictar leyes para una sociedad
en formación [¿Alude a la colonial, en el sentido ya dicho, o a la republicana naciente?]
y la voluntad de un guerrero prestigioso [Parecía referirse a José Antonio Páez; como
pareció hacerlo Simón Bolívar en la carta, antes mencionada, que desde Chuquisaca,
fechada en el 27 de diciembre de 1825, dirigió a S.E el General F. De P. Santander: “Yo
creo que Escalona [Gral. Juan Manuel] no sirve para mandar en Venezuela, porque no
tiene bastante capacidad, y Venezuela necesita de un hombre muy superior, o, por lo
menos, que tenga una inmensa popularidad.”?] que representó, según las
circunstancias, o el mando de hecho entre dos revoluciones, o la dictadura, o la
autocracia. Ambos factores, armonizados unas veces, y otras en pugna, empujaron a la
masa popular, en todo el siglo XIX, por rumbos no bien definidos todavía [¿entonces o
también en el momento cuando sentencia el historiador?]”. (8)
Cabe subrayar que esta breve carta revela detenida consideración de sus
términos, de parte de su autor; -y detenido enfoque crítico de parte del historiador-,
quien añadió importantes consideraciones y un vaticinio: …..”Es muy lamentable que
Páez se haya metido a candidato para un destino {¿electoral?] que no puede ejercer,
pues yo mismo le tengo miedo, con tener más práctica en los negocios y más
conocimiento”….”Todo esto es muy sensible, pues de una división a una destrucción
no hay en Colombia más que un paso.”
Si bien el enfoque de la cuestión de la disputa de la independencia por José Gil
Fortoul podría suscitar, a estas alturas, algunos reparos, relativos a las respectivas
motivaciones de los sectores sociales enfrentados, contribuye a dar sentido a la
invocación del programa del 19 de Abril de 1810, enfrentándolo a la fundamentación
político constitucional de la República de Colombia. Arroja luz sobre la motivación
subyacente en la aspiración autonomista que marcó el brote de la crisis política del
nexo colonial. La interpretación, por la historiografía nacional, de la formación de la
Junta Suprema Conservadora de los Derechos de Fernando VII, -es decir los de La
Corona-, como un disimulado propósito independentista, no advierte (¿o desdeña?) el
propósito de conservar de la estructura de poder interna de la sociedad monárquica
colonial, como el objetivo determinante de la crisis política. Basta una aproximación
sumaria a esta conflictiva situación para percibir el grado de encono alcanzado por la
controversia, luego de Ayacucho; tal se desprende de los siguientes fragmentos de la
obra del prócer Francisco Javier Yanes titulada Apuntamientos sobre la legislación de
Colombia, fechada en 1823:
“La legislación de Colombia engendrada en Angostura en 15 de agosto y 17 de
diciembre de 1819, dada a luz en Cúcuta en 12 de julio y 30 de agosto de 1821, y
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procreada en Bogotá en los años subsecuentes, merece una historia escrita por un
filósofo y un historiador imparcial, que manifiesten al mundo su origen exiguo, sus
progresos gigantescos, las grandezas y primores que ella encierra, la sabiduría y
finura de sus autores, y en fin las ventajas que ellos hacen al añejo secretario de
Florencia [Maquiavelo]”…. (p. 23). “Se conoce a primera vista que los autores de esta
grande obra, que unos llaman ley política, otros fundamental, otros sagrado código, y
no falta (sic) quienes con más propiedad la denominan carta, se propusieron por
modelo la constitución promulgada en Cádiz el 19 de marzo de 1812, que tomó
bastante de la francesa del año 5º, y de la de los Estados Unidos sólo aquello que era
indispensable para dar un viso de republicano al sistema que concedían a Colombia.
Pero se nota esta diferencia, que todo lo que tiende la constitución española a la
forma republicana, se encamina la colombiana a la monárquica. En aquella todo
deriva y termina en las cortes, en esta todo empieza, se remite y encarga al ejecutivo.
No nos detendremos en analizar los vicios de organización, estructura y equilibrio de
los poderes que ella ha creado, porque nuestro principal objeto se dirige a manifestar
que esta constitución no establece ningunas garantías políticas; y que respecto de la
libertad civil, e individual, se han hecho varias e ilusorias por las leyes secundarias
algunos principios que en varios lugares ella (sic) se han sembrado estudiosamente, o
del todo ineficaces por defecto de leyes que los segunden.” (p. 30). (9)
Reivindicar de esa manera la denominada constitución de Cádiz, marcaba un
significativo contraste con la actitud asumida por los representantes del Poder social
criollo, fuesen o no independentistas, respecto de ese mismo código cuando fue
promulgado, por ser considerado, dados sus contenidos sociales liberalizadores,
contraproducente respecto del propósito de salvaguardar la estructura de poder
interna de la sociedad monárquica colonial.
Parte IV.- En síntesis: la disputa de la Independencia guarda una correlación
estrecha, y hasta orgánica, con la confrontación entre el Poder militar y el Poder civil,
antes, durante y después del auge de la fase bélica primaria de la contienda
independentista.
Antes: El sometimiento de la insurrección de Valencia, en 1812, reveló que la
suerte de la recién instaurada República habría de depender más de la fuerza que de
la ley. De allí la primera dictadura comisoria, confiada a Francisco de Miranda. Las
fracasadas operaciones militares para reducir a la obediencia a Coro y Guayana,
anunciaron la virtualidad de una guerra civil; que se hizo internacional cuando la ya
constituida República de Colombia intervino militarmente en el Virreinato del Perú.
Pero lo sucedido en Valencia anunció las brumadoras potencias cuyo poder Simón
Bolívar se vio obligado a reconocerlo en el tantas veces mencionado Manifiesto de
Carúpano, fechado en el 7 de septiembre de 1814.
13
Durante: En el denominado Manifiesto de Cartagena, fechado en Cartagena de
Indias, en el 15 de diciembre de 1812, fueron sentadas las bases conceptuales del que
ha sido perdurable desprestigio del Poder civil; el cual alcanzó su clímax con el
denominado Decreto de Guerra a Muerte, fechado en el Cuartel General de Trujillo, en
el 15 de junio de 1813; y con la instauración de un gobierno fuerte en 1813-1814; de
lo cual me he ocupado en mi estudio titulado Algunos problemas relativos a la
formación del Estado en la Segunda República venezolana-. Ganó atenuantes esta
posición política en la denominada Carta de Jamaica, fechada en Kingston, en el 6 de
septiembre de 1815, luego del tremendo impacto adverso reflejado en el mencionado
Manifiesto de Carúpano, sobre el cual dijo su autor, Simón Bolívar, en carta a
Francisco Javier Yanes, fechada en Bogotá, en el 27 de octubre de 1827: “Mando a Vd.
mi manifiesto de Carúpano para que vaya a los documentos: este es muy
importante”…. Pero el fracaso de la república fuerte que habría debido convalidar lo
manifestado en Cartagena, dejó abonado el terreno de la disputa de la independencia
para que persistiese, y recobrase fuerzas de seguidas, una tensa situación que, luego
del episodio del denominado despectivamente Congresillo de Cariaco, y del juicio y
ejecución del Gral. Manuel Piar, halló, en el Congreso instalado en Angostura, la
ponderación requerida, entre el Poder militar consolidado y el Poder civil sometido,
para el establecimiento de una suerte de tregua en la disputa de la Independencia.
Después: La victoria de Ayacucho, y el despeje del horizonte estratégico-
político, al disiparse el temor de una reconquista colonial por obra de las fuerzas
mancomunadas del Virreinato del Perú y de la Santa Alianza, como atmósfera que
envolvió las consecuencias del licenciamiento de los ejércitos, despertaron las
aspiraciones de los militares a usufructuar, política y administrativamente, la
Independencia, sobrepasando el reclamo del pago de sus haberes como recurso para
contrarrestar la precariedad resultante del licenciamiento de los ejércitos y la
reducción de las fuerzas regulares.
Mas, de manera general puede afirmarse que durante esta porción de la
evolución de la disputa de la Independencia. ésta estuvo determinada, esencialmente,
por las manifestaciones de la cruenta y prolongada ruptura del nexo colonial. De allí
su enfoque historiográfico como una Independencia por conquistar, propicio a que
haya sido considerada, al menos preferentemente, asunto de militares.
A.- Creo que vale subrayar la comprobación de que la transformación del
inicial intento reformista del nexo colonial, realizado en 1810-1811, en una abierta
confrontación bélica civil, estuvo impregnada de los conflictos socio-raciales
subyacentes en la sociedad monárquica colonial, que he intentado caracterizar en mi
estudio sobre La crisis de la sociedad colonial venezolana (10) Conflictos sintetizados
en las fórmulas lucha por la libertad y lucha por la igualdad, vistas de acuerdo con la
especificidad de los sectores sociales comprometidos en ellas. Por su libertad
14
luchaban, como correspondía, los esclavos, tomando la salida natural de la fuga; si
bien eran frecuentemente acusados de promover rebeliones que desembocaban en
represión ejemplarizante. Por la igualdad luchaban los pardos, enfrentados a la
discriminación socio racial de que eran objeto, en todos las áreas; pero también los
criollos y los peninsulares pugnaban entre ellos por cargos, dignidades y privilegios,
reclamando todos igualdad. La subestimación de la potencial peligrosidad de estas
confrontaciones propias de la sociedad colonial, ha llevado a la errónea
interpretación de las denominadas influencias de la revolución francesa; que, al menos
en los albores de la crisis política, parecen haber operado más por su rechazo que por
su imitación.
B.- Una vez ventiladas, en la lucha armada, las pugnas y los enfrentamientos
generados en el ámbito de la sociedad monárquica colonial, el precepto colombiano
respecto de la Independencia y la Libertad, sintetizó la que así llego a ser proclamada
como la cuestión fundamental en la instauración de una República moderna liberal.
Consistía en que ella debía ser edificada atendiendo a la norma sobre esos principios
enunciada en el Considerando del Decreto legislativo de 23 de junio de 1823,
Haciendo extensivo a los Estados Unidos de América, el beneficio del artículo 12 de la ley
de 25 de setiembre del año 11º [de 25 de setiembre de 1821, Sobre los derechos de
importación en todos los puertos de la República]: “Que la Nación colombiana, libre por
sus leyes, é independiente por medio de sus armas, se ha impuesto el deber de
respetar el derecho sagrado de igualdad de las demás naciones civilizadas del
mundo”….
Esta declaración de principios conducía a que fuese replanteada, en el curso de
la instauración de la República moderna liberal, la red de conflictos sociopolíticos que
rigió el brote de la crisis política del nexo colonial. Lo que debía ser procurado, -como
corresponde a la naturaleza de determinaciones constitucionales- , ciñéndose al Art.
3º de la Sección I del Título I, de la Constitución de la República de Colombia,
promulgada el 6 de octubre de 1821, por los ya colombianos nacidos venezolanos
Simón Bolívar, Presidente; Pedro Briceño Méndez ministro de marina y guerra;
Pedro Gual, ministro de hacienda y relaciones exteriores; y Diego B. Urbaneja,
ministro del interior y de justicia. El artículo reza: “Es un deber de la Nacion proteger
por leyes sábias y equitativas la libertad, la seguridad, la propiedad y la igualdad de
todos los colombianos.” A su vez, la Independencia fue proclamada de manera
terminante en el “Art. 1º La Nación Colombiana es para siempre, é irrevocablemente,
libre e independiente de la monarquía española, y de cualquier otra potencia ó
dominación extranjera: y no es ni será nunca el patrimonio de ninguna familia ni
persona.”
15
C.- La necesidad de restablecer, en esas complejas condiciones, la estructura de
poder interna de la sociedad, llevada por las armas a ser independiente, como
requisito para la implantación del régimen sociopolítico republicano moderno liberal,
-ineludiblemente trastornada esa estructura a lo largo de la disputa de la
Independencia-, estimuló la ruptura de la República de Colombia; y generó las
condiciones para que la disputa de la Independencia se resolviera en favor del Poder
militar, bajo los auspicios de los reivindicadores de los principios del 19 de abril de
1810. Promovieron pronunciamientos populares, en las cuales se trató de patriotismo
y de lealtad a principios populares. (11). La valoración crítica de estos actos de
resistencia a la República de Colombia requiere una cuidadosa apreciación del
significado de los conceptos clave de pueblo y patriotismo. A estos efectos estimo
pertinente el atento estudio del Capítulo II de la obra de Guillermo Durand G., titulada
Visión y reflexión en torno al pasado colonial (Época colonial). Caracas, Fondo Editorial
de la Facultad de Humanidades y Educación. Universidad Central de Venezuela. 2011,
pp. 135-143. (12).
Parte V.- La proyección republicana de la disputa de la Independencia,
resultante de la ruptura de la República de Colombia, se extendió en Venezuela, desde
1830 hasta 1945-1946. En ese transcurso evolucionó notablemente tanto en su
naturaleza como en los procedimientos sociopolíticos concomitantes. Pasó desde ser
asumida y librada como un conflicto, a ser concebida y puesta en práctica como
expresión de la necesaria construcción de una nueva sociedad. Parece posible
distinguir, en esta evolución, las siguientes instancias del proceso de cambio social,
tanto en lo político como en lo económico; todos concernientes a la instauración del
régimen sociopolítico republicano liberal:
A.- La originaria disputa de la independencia, suscitada por la necesidad de
preservar la estructura de poder interna de la sociedad colonial, que llevó a la ruptura
del nexo colonial, tomó un curso diplomático, en lo concerniente al relacionamiento
con la metrópoli originaria; y de cambio social, en lo concerniente a la estructura de
poder interna de la sociedad, comprometida a edificar una república moderna liberal,
como secuela de su integración en la República de Colombia, que comenzó a portar el
alias Gran Colombia.
En una primera instancia, caracterizada por la conversión oportunista de los
anti bolivarianos en bolivarianos, se fraguó la conformación del culto a Bolívar. En la
generación de este proceso político-ideológico se advierte la necesidad política de
justificar su fracaso, por quienes se hicieron comisionar, en 1830, para restablecer la
estructura de poder interna de la sociedad; con el fin de hacer con ello posible el
advenimiento de la satisfacción de las aspiraciones fomentadas al calor del discurso
independentista. La creciente insatisfacción social había llevado a que fuese puesta en
16
duda la oportunidad, si no la necesidad misma, de la sangrienta y destructiva lucha
independentista. La coartada de los separatistas consistió en una doble operación
ideológica, mediante la cual se combinó la consagración de la Independencia como
resultado suficiente de la lucha, con el endosado de la responsabilidad por ese
resultado a Simón Bolívar, El Libertador.
Las consecuencias de esta habilidosa operación ideológica lucieron
incontrovertibles: se consagró la Independencia como el legado incuestionable de los
militares, representados por su máximo e incuestionable representante, usado como
sombra legitimadora. Pero ocurría que los hechos revelaban que tan glorioso legado
había sido mal servido por los legatarios, los pueblos; y ha debido ser rescatado por
quienes lo han pretendido inconcluso y expuesto a perderse, de no ser por el probado
celo de sus autoproclamados curadores y tutores, los eternos militares que
conquistaron la Independencia, sobreponiéndose a la “pacatería” de los civiles de
siempre.
B.- La disputa por la independencia, expresa en los términos de la
confrontación entre el Poder civil y el Poder militar, evolucionó desde la condición de
haber sido resuelta, a favor del Poder militar, atendiendo a un objetivo procurado en
condiciones conflictivas, a la de ser un propósito vuelto conducta sociopolítica con
pretensiones de ser genérica. La consecuencia de este extravío de la razón histórica
ha sido convertir la inicial satisfacción de una necesidad objetiva de orden
sociopolítico, en un obstáculo para el desarrollo del carácter social del orden,
substituyéndolo por la regimentación, generadora del desorden inherente a la
centralización absoluta del Poder público y al ejercicio discrecional del mismo.
Parece haberse cumplido el dictamen de Simón Bolívar en la ya mencionada carta al
Gral. Francisco de Paula Santander: ….“Venezuela necesita de un hombre muy
superior, o, por lo menos, que tenga una inmensa popularidad.” ¿Valdría decir José
Antonio Páez y sus imitadores de todos los tiempos? En este curso se han producido
meandros, generadores de confusión, entre la Independencia como valor histórico
logrado y las actitudes sociopolíticas requeridas para lograr su consolidación
jurídico-político y su desarrollo socio-jurídico.
C.- La disputa de la independencia surgida como consecuencia del
establecimiento de una articulación plena con el Sistema capitalista mundial en
expansión, procurada esta articulación desde los Congresos de la República de
Colombia, desembocó en el enfrentamiento con las manifestaciones colonialistas de la
evolución de tal Sistema, desde el estatus del colonialismo tradicional al imperialismo
moderno.
La Venezuela república independiente en el seno de la República de Colombia,
al separarse de ésta como Estado, de inmediato tuvo que enfrentar sola la tarea de
17
encaminarse hacia la superación de la sobrevivencia, social, económica, cultural y
hasta espiritual, del régimen socio-político colonial. Se inició de esta manera la toma
de conciencia de una realidad cuya persistencia hacía que resultasen frustrantes
quimeras las esperanzas de superación del atraso social generalizado, mediante el
concurso, en forma de capital y brazos (tecnología) de las economías más
desarrolladas. Tuvo inicio de esta manera una nueva modalidad de la disputa de la
Independencia, -¿La simbolizada, en la transición de los siglos XIX a XX, como la
contienda multifacética entre civilización y barbarie, al modo del Gral. Civilizador
Antonio Guzmán Blanco, o al de Doña Bárbara?-, consecuencia de la creciente
articulación de la sociedad venezolana con el Sistema capitalista mundial en
expansión.
D.- La disputa de la Independencia, planteada en los términos del cambio de
naturaleza en la articulación con el Sistema capitalista mundial en expansión, vivió,
desde 1930, los efectos del surgimiento, en el curso de la guerra mundial librada en el
lapso 1914-1918, de la primera revolución expresamente destinada a combatir el
Sistema capitalista mundial y su vocación imperialista; combate planteada como un
enfrentamiento a escala también mundial, en el cual se intentó involucrar a la
sociedad venezolana, planteándose con ello, de nuevo, la disputa de la independencia
en términos sociopolíticos internos conflictivos.
E.- En el curso de este último enfrentamiento, la disputa de la Independencia
generó dos alternativas. Ha sido posible presentarlas, la una, como la Independencia
procurada como enfrentamiento con fuerzas adversas, tanto internas como externas,
bajo la genérica fórmula de lucha contra el imperialismo y su aliado el latifundismo; y
la otra, como construcción de la independencia mediante el cambio social
democrático y el desarrollo socioeconómico, resumidos en la doctrina de la revolución
democrática, formulada por Rómulo Betancourt.
Se creó de esa manera una situación de dependencia que tocó el extremo de la
supervivencia alimentaria durante la II Guerra mundial; y de vulnerabilidad de la
independencia nacional, durante la denominada Guerra fría. Rómulo Betancourt dejó
luminosos y reiterados testimonios de esta situación, como lo he expuesto en mi obra
Rómulo histórico. (13) También en términos de Ramón J. Velásquez, en su ensayo
“Aspectos de la evolución política de Venezuela en el último medio siglo”. (14)
“La segunda guerra mundial va a constituir un factor de primera importancia
en la transformación de los hábitos políticos en Venezuela. Desde los días de la guerra
civil española, las mayorías del país habían tomado posición de abierto partidarismo
por la causa de la democracia. El fascismo nunca tuvo en Venezuela simpatías, no
obstante las afirmaciones de los sociólogos del positivismo gomecista acerca de la
18
índole del pueblo y de la larga tradición de gobierno de fuerza que había padecido el
país”…. (pp. 43-44)….”La segunda guerra mundial y el triunfo final del frente
antifascista, señalan el comienzo de una nueva etapa en le vida política y social de
América Latina”…. (p. 57).
Rómulo Betancourt no se detuvo en la denuncia de las graves consecuencias
que el conflicto crecientemente mundial pudo representar para la indefensa
Venezuela, vinculada con el escenario mundial como importante proveedora de
petróleo, sino que proyectando tal situación pudo formular una creativa concepción
de la independencia nacional:
“En otro nivel, la vigencia del principio de la autodeterminación de los pueblos
informó el ejercicio de la Soberanía nacional en materia petrolera; y en el reclamo de
ajuste de los términos del intercambio comercial. Con el concepto de
autodeterminación de los pueblos guarda relación el criterio, formulado por Rómulo
Betancourt, de que la independencia económica, -a lograrse gracias a la formación de
la que él concebía como una auténtica economía nacional diversificada-, sería la
culminación de la secuencia compuesta por la independencia nacional, -lograda
mediante la ruptura del nexo colonial-; y de la independencia política, -lograda
mediante el derrocamiento de La Dictadura liberal regionalista-. En síntesis, que la
genuina independencia nacional era procurada mediante el establecimiento del
régimen sociopolítico liberal democrático, representado por La República liberal
democrática-. El resultado de esta secuencia habría de ser el perfeccionamiento de la
condición de Venezuela como una nación libre e independiente. “ (Rómulo histórico, p.
137).
Esta innovadora visión de la disputa de la independencia, requirió la
superación de dos enfoques, uno tradicional y el otro propuesto entonces como el
único promisorio. El tradicional consistía en la creencia de que la manera de erradicar
la dictadura era luchar por la libertad. El promisorio se basaba en la teoría leninista
del Poder, centrado en la lucha contra el imperialismo, demoliendo sus bases sociales
en los países afectados, representadas en primer lugar por los terratenientes
latifundistas. Por unos años ambos enfoques coincidieron sobre este último aspecto,
propuesto también por el agrarismo revolucionario mexicano, como requisito
suficiente para hacer realidad la pretendida independencia nacional de sociedades
calificadas, para el caso, de semicoloniales. Fraguó así la creencia de que de esa lucha
derivaría, necesariamente, la plena independencia nacional.
Compenetrado, crítica y creativamente, con estos enfoques, Rómulo
Betancourt advirtió que era otra la cuestión de fondo. Estaba representada por la
conjunción de la formación democrática del Poder público y por la incorporación de
19
la sociedad, como un todo, a la promoción de la independencia nacional y a su
consolidación. La contraposición entre la Dictadura y la Libertad fue reemplazada por
la que fundaba la libertad en la erradicación del despotismo dictatorial mediante la
instauración de la Democracia; como tal basada en el rescate y el pleno y libre
ejercicio de la Soberanía popular.
Pero, así abierto el camino hacia la genuina independencia nacional, transitarlo
sólo sería posible mediante la transformación del régimen socioeconómico que
posibilitaba el dominio ejercido por los imperios y su clientela criolla. Por
consiguiente, la plena y genuina independencia advendría con el cambio de la
estructura de poder interna de la sociedad, basado ese cambio en medidas como el
sufragio directo, universal y secreto; la participación social y política de la sociedad
por medio de los partidos políticos y los organismo sindicales; el rescate de la
predominante población rural mediante una reforma agraria que la estimulase para
ponerse en marcha hacia la plena ciudadanía y la modernidad; la definición de nuevos
y justos términos con las economía dominantes, que propiciaran la superación del
atraso general de la sociedad mediante el desarrollo social y económico; etc. En suma,
se cambió el enfoque de la disputa de la independencia: en ella se enfrentan quienes
siguieron y pretender seguir viendo la derrota del imperialismo y sus agentes locales
como el inicio de la la Independencia, y quienes veían y ven esta último como la
culminación de un profundo y amplio proceso de construcción nacional, basado en el
ejercicio de la liberta y el disfrute del bienestar.
Consideración final: El predicamento actual de la Independencia, y las
implicaciones de la históricamente atrasada versión de la disputa de la Independencia
que lo genera, admite controversiales enfoques, que abarcan desde lo político hasta lo
económico, pasando por lo ideológico y lo cultural. No parece razonable entrar, en
esta conferencia, en extensas consideraciones al respecto. Pero no creo posible eludir
la que parece una conclusión obvia de lo que vengo planteando: en la lucha por la
independencia, iniciada en 1811, aunque poblada de interrupciones y hasta de serias
rupturas, ha prevalecido la continuidad de una aspiración colectiva que se ha
manifestado lúcida, creativa y tenaz.
Caracas, noviembre de 2013.
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NOTAS Y TEXTOS DE APOYO
1.- Boves, aspectos socioeconómicos de la guerra de independencia, 1968.
El culto a Bolívar. Esbozo para un estudio de la historia de las ideas en Venezuela,
1970. La crisis de la sociedad colonial, 1976. El dominador cautivo. Ensayo sobre
la formación cultural del criollo venezolano, 1988. La dificultad de ser criollo, 1993.
Colombia: 1821-1827. Aprender a edificar una república moderna liberal, 2010.
Rómulo histórico. La personalidad histórica de Rómulo Betancourt visto en la
instauración de la República popular representativa y en la génesis de la democracia
moderna en Venezuela. 2013. Quizás merecería particular atención: Germán Carrera
Damas, “La guerra, y la independencia misma, fueron expresiones de una disputa
prolongada y compleja”. La disputa de la Independencia y otras peripecias del método
crítico en historia de ayer y de hoy. Caracas, Ediciones ge, 1995, pp. 9-65.
2.- El dominador cautivo. Ensayos sobre la formación cultural del criollo
venezolano. Caracas, Editorial Grijalbo, 1988.
3.- “Extracto de una noticia de la revolución que sirve de introducción a la
historia de los padecimientos del Doctor Roscio, escrita por él mismo.” Testimonios
de la época emancipadora. Caracas, Asociación académica para la conmemoración del
bicentenario de la Independencia, 2011, p. 170.
4.- “Dan motivo para ocurrir a la piedad de V.M. las continuas vejaciones y
desaires que padece nuestra estimación por el Cavildo, o Ayuntamiento de esta
Ciudad, y algunos naturales sus secuaces. Quienes sin deparar en los derechos que
nos asisten, como a legítimos Españoles, y a los que cada uno de nosotros tiene por
su nacimiento y sangre, quieren atropellarnos quitándonos las distinciones, que da el
País, de que debemos gozar, cuando no con más derechos a lo menos con igual al de
ellos. Y no sólo en esta Provincia sino en quantos Países dominan las rectas piadosas
Leyes de V.M., pues que somos sus Basallos.
“Así es (Señor) que nosotros no podemos ser Alcaldes, Regidores. Oficiales de
Milicias, ni (en una palabra) obtener en esta Ciudad empleo alguno honorífico, sin
embargo de Nuestra aptitud y capacidad conocida para cualquiera destos empleos.
Para los de Alcalde, porque estando la elección en la pluralidad de botos en los
Regidores como estos son Criollos recaen en sus compatriotas las elecciones. Para
Regidores porque no permiten que nuestras posturas en el remate de estos oficios se
efectúen, pues se nos oponen de palabra y por escrito suponiendo en los Criollos
mejor derecho para su goce. Y para los empleos de Milicias, porque no creiéndonos
(sic) dignos de gozar de los Títulos y Gracias, que V.M. dispensa a estos Cuerpos;
sobre suponer a los Naturales de mejor calidad y condición que la nuestra. Tienen a
menos alternar con nosotros, bien, que sin otro fundamento que el de quererlo todo
para sí a Título de Patricios solamente.” (C-8. Carta enviada al Rey por un grupo de
españoles peninsulares avecindados en la Ciudad de Caracas, suplicando el derecho
de acceso a cargos públicos en iguales condiciones que los criollos. Caracas, 18 de
21
junio de 1769). Lila Mago de Chópite, El Cabildo de Caracas durante el período de los
Borbones. Cartas del Cabildo de Caracas 1741-1821. Caracas, (Biblioteca de la
Academia Nacional de la Historia, No. 271). Fuentes para la Historia colonial de
Venezuela, 2012.
5.- Es evidente el contraste entre el testimonio recogido en la nota inmediata
precedente y la afirmación hecha en la denominada Carta de Jamaica. Quizás valga
tomar en consideración cuánto pesaron las circunstancias en el ánimo del autor de
esta última, induciéndolo a formular tan rotunda afirmación. Quizás lo condicionaban
el fracaso de su república fuerte; y quizás, también, fue una repercusión de su alegato,
al respecto, contenido en el Manifiesto de Carúpano. De otra manera resultaría difícil
comprender, también, que llegase al extremo de sostener lo que corre en el párrafo
de la Carta… que se abre con la siguiente aseveración: “La posición de los moradores
del hemisferio americano ha sido, por siglos puramente pasiva: su existencia política
era nula. Nosotros estábamos en un grado todavía más bajo de la servidumbre y por
lo mismo con más dificultad para elevarnos al goce de la libertad”…. No obstante, ha
de prestarse atención a la posibilidad de que en la carta de los peninsulares al Rey se
trasluciese la presunción de quienes representaban en su presente la dominación
política tradicional en vías de debilitamiento, mientras que en la carta de Simón
Bolívar se expresaría la reivindicación de la maduración del Poder social criollo.
6.- ¡OJO: Entra el documento No. 299 del Volumen I de Materiales para el
estudio de la Cuestión agraria en Venezuela, (1800-1830), pp. 499-511,
7.- “Instrucciones para el Comisionado de Venezuela cerca de S.E. el
Comandante en Jefe de las fuerzas de tierra de S.M.B. y el Almirante de la Estación de
Barbados.” Cuartel General de Caracas, junio 19 de 1814.
8.- José Gil Fortoul, Historia Constitucional de Venezuela. Caracas, MCMXLII,
Vol. I.
9.- Francisco Javier Yanes, Manual político del venezolano y Apuntamientos
sobre la legislación de Colombia. Estudio preliminar de Rogelio Pérez Perdomo e Inés
Quintero. Caracas, Asociación Académica para la conmemoración del Bicentenario de
la Independencia, 2009.
10.- La crisis de la sociedad colonial venezolana. (Cuadernos de Difusión
No. 5). Caracas, Dirección de Cultura de la Gobernación del Distrito Federal, 1976.
Segunda Edición: Caracas, Monte Ávila Editores, 1983.
11.- (Véanse: El acta de San Francisco, en “Pronunciamiento de la Ciudad de
Caracas [1829]”. Documentos que hicieron historia. 1810-1989. Vida Republicana de
Venezuela. Caracas, Ediciones Presidencia de la República, 1989, pp. 354-366.
12.-
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28
29
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31
13.- Rómulo histórico. Caracas, Editorial Alfa, 1ª edición, 2013, 2ª
edición, 2013.
14.- Venezuela Moderna. Medio siglo de historia, 1926-1976. Caracas,
Fundación Eugenio Mendoza, 1976.