La dignidad de la persona

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Para la filosofía espiritualista, no resulta difícil proclamar a la realidad humana portadora de derechos y valores inalienables.

El hombre tendría una primicia respecto al resto de los seres vivos y materiales.

Dispone de una especial “dignidad”.En esta perspectiva el “personalismo” ha

subrayado que el hombre tiene un “carácter personal”.

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El ser humano no se distinguiría del resto de los seres vivos tanto por su inteligencia o por su anatomía, sino fundamentalmente por ser persona.

El carácter personal del hombre provendría de su espíritu.

Frente a los demás seres naturales, compuestos de pura materia, el hombre tendría una sustancia especial llamada “alma”.

Por su alma el hombre sería persona.

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Y por ser persona el hombre tendría que ser respetado en sus derechos, especialmente protegido por la ley.

Las filosofías personalistas han tendido a la defensa y promoción de los “Derechos Humanos”.

La dificultad de esta concepción es que la apelación a un espíritu supone una concepción dualista del hombre.

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El ser humano esta compuesto de dos sustancias solo temporalmente unidas: el alma y el cuerpo.

En esta perspectiva el alma es la fuente de dignidad, mientras que el cuerpo, en cuanto materia, es algo que puede ser despreciado, o al menos subordinado a la mayor dignidad del espíritu.

La mayor parte de las defensas de la dignidad del hombre han sido, en realidad, defensa de la dignidad de su alma.

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El mismo concepto de persona ha estado unido a esta concepción dualista. El hombre es persona por su espiritualidad, y es en su alma donde reposa su carácter personal.

El cuerpo, en esta perspectiva, es algo que el hombre comparte con el resto de los seres vivos, y por eso mismo, no tienen estrictamente un carácter personal. Si al cuerpo orgánico del hombre se le concede en algún caso alguna dignidad, es solo por ser el soporte de un alma personal, y nada mas.

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Para el materialismo vulgar, una vez que se niega

la existencia de un espíritu es muy difícil probarle al hombre una especial dignidad o un carácter personal que lo distinga de los demás seres vivos.

Si el hombre no es mas que materia ¿Por qué habría de ser respetado mas que a un pato o una piedra?, ¿Dónde reside su dignidad?

En este sentido, no es de extrañar que con frecuencia se acuse a todo materialismo de rebajar y empobrecer la dignidad del hombre:

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El hombre queda situado al mismo nivel que el resto del mundo material, y el hecho de que sea explotado, maltratado, destruido no es nada que se distinga de la explotación y maltrato al que se someten a otros seres vivos.

Sin embargo, esta concepción del hombre del materialismo vulgar es inaceptable, pues maneja una idea enormemente negativa y sustancialista de la materia.

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Una concepción estructural y no metafísica de la materia puede conducir a una consideración de la persona y de su dignidad que evitando los errores del espiritualismo, se salve también del reduccionismo de los materialistas vulgares.

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¿Qué es entonces ser persona? Toda realidad, por ser realidad, esta

constituida por un sistema de notas. La realidad en este sentido, tiene una cierta autonomía, una cierta sustantividad: ser real es ser algo “de suyo”, algo “en propio”.

Esto que sucede en general en toda realidad, cobra un carácter específico en el mundo de los seres vivos.

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Los seres vivos, al menos los animales y sobre todo los animales superiores, tienen la capacidad de sentirse a sí mismos, al menos rudimentariamente, como objetos dotados de una cierta independencia y control específico sobre su medio. En este sentido se puede decir que la autonomía propia de toda forma de realidad cobra en los animales el carácter de una cierta “auto-posesión”.

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El animal, sobre todo en los grados superiores de la escala biológica, pueden sentirse a sí mismo, disponer de sí mismo, aunque sea rudimentariamente. Lo que sucede es que, en el animal, todo sentir tiene siempre un carácter puramente estimúlico. El animal se siente a sí mismo y se posee en el ámbito y se posee en el ámbito de su circuito estructural de estímulos y respuestas.

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En el hombre, esta posesión cobra un carácter especial. El ser humano esta abierto a la aprehensión de las cosas, no como estímulos, sino como “realidades”.

Esta apertura a la realidad no se dirige solamente a las cosas distintas del hombre mismo, sino que éste también puede aprehenderse “a sí mismo como real”. El hombre se pertenece de un modo muy especial.

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No se trata de la autonomía y autoposesión propia de un ser que se mueve entre estímulos, sino que se trata de la pertenencia “de su propia realidad”.

Su cuerpo, sus problemas, sus decisiones, le pertenecen no solo como notas de su sistema psico-orgánico sino como “realidades” propias.

Por eso el hombre es mas suyo que cualquier otro animal. El hombre se pertenece a sí mismo como realidad. Pues bien, esto y solo esto es lo que llamamos “persona”.

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La raíz del carácter personal del hombre no está en un alma o espíritu que él tendría además del cuerpo. El hombre es persona sola y simplemente en virtud de la apertura de su actividad sentiente a la realidad.

Y esto es algo que acontece no al margen del cuerpo, no con independencia de la materia orgánica, sino en un sistema psico-orgánico unitario que esta abierto a la realidad. Por estar abierto a la realidad, a toda realidad, incluye la propia, el hombre es persona.

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Por ello, para hablar del carácter personal del hombre y de su dignidad, no es necesario recurrir a una filosofía dualista que sitúa en el hombre un principio distinto del cuerpo.

En el hombre la apertura concierne no solo a su psique, sino a todo su sistema. Igualmente la auto-posesión no es posesión del cuerpo por el alma, sino pertenencia de un sistema psico-orgánico a sí mismo.

Consiguientemente la especial dignidad del hombre no puede ser, en ningún caso, algo que acontece al margen del cuerpo.

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El hombre es persona no por su carácter especial de su espíritu, sino por constituir una unidad psico-orgánica que puede pertenecerse a sí misma como realidad.

Ello es importante, porque elimina muchas ingenuidades adheridas a las concepciones espiritualistas de la persona.

Si la personalidad fuera algo que dependiese de una sustancia espiritual independientemente del cuerpo, el hombre sería persona con independencia de todos los condicionamientos y determinaciones que el mundo exterior le impone.

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La persona sería algo independiente del mundo social e histórico concreto en el cual cada hombre vive, y con ello lo mas radical y profundo del hombre, se convertiría en una cualidad abstracta, situada fuera de la vida real.

Pero eso no así. El hombre es persona en virtud de su pertenencia a sí mismo como realidad.

Y esto no elimina para nada todos los condicionamientos psicológicos, sociales e históricos de la personalidad.

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La realidad propia que el hombre posee es una realidad condicionada por múltiples factores concretos.

La pertenencia de la realidad humana a sí misma no es una pertenencia ideal, sino que es la pertenencia al hombre de todos sus condicionamientos reales.

Justamente en virtud de esta apertura a la propia realidad, el hombre puede descubrir sus propios condicionamientos, reflexionar sobre ellos, criticarlos e incluso tratar de superarlos.

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Esto dicho en otros términos, significa que el carácter personal del hombre no niega su posible enajenación.

El hombre, en lugar de pertenecerse efectivamente a sí mismo, puede estar en realidad determinado por otros.

En las sociedades capitalistas no es el hombre, sino su capacidad de trabajo, lo que puede pertenecer a otro, lo que puede ser enajenado.

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El trabajo humano es objeto de compra-venta, de tal manera que, una vez vendido, ya no pertenece al trabajador, sino al capitalista.

Ahora bien, el que el hombre sea persona no niega esto, sino que lo denuncia.

El hombre esta abierto a su propia realidad, pudiendo pertenecerse a sí mismo, se encuentra con que su actividad pertenece a otro. La enajenación del hombre o de su actividad son, si consideramos al hombre como un ser personal que puede pertenecerse a sí mismo, un atentado contra su persona y contra su dignidad

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El carácter personal no solo denuncia toda enajenación, sino que, además, es el principio mismo de su superación.

El hombre por estar abierto a la realidad, por estar abierto a su propia realidad, puede conocer cualquier enajenación y puede revelarse contra ella.

La propia pertenencia a otro es sentida por el hombre como algo real, como un poder real que limita y destruye la propia capacidad de autoposeerse como realidad.

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Entonces el hombre puede reflexionar sobre su propia enajenación y “tomar conciencia” de ella. Un animal nunca podría hacerse cargo de su pertenencia a otro como una pertenencia real, pues permanece encerrado en su circuito de estímulos y respuestas dentro del cual se ha insertado su amo real. Por eso mismo nunca podrá tomar conciencia ni revelarse contra su esclavitud.

La enajenación es solo un fenómeno humano.

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El hombre mismo, puede superar mediante su actividad emancipadora.

Si el hombre es un ser capaz de hacer su propia liberación, ello radica últimamente en su carácter personal, en su apertura a la realidad.

El carácter personal del hombre, correctamente considerado, lejos de ser una abstracción espiritualista, se convierte en una clave para entender las posibilidades humanas de autoposeerse y de liberarse efectivamente en la historia.