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1025 Revista de Estudios Extremeños, 2012, Tomo LXVIII, N.º III I.S.S.N.: 0210-2854 Revista de Estudios Extremeños, 2012, Tomo LXVIII, Número III, pp. 1025-1046 La Desamortización de Mendizábal y los primeros tiempos del Museo Arqueológico de Mérida JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ MARTÍNEZ TRINIDAD NOGALES BASARRATE RESUMEN Tras una serie de loables iniciativas, públicas y privadas, que se contem- plaron a lo largo de la Centuria Ilustrada, una Real Orden de 26 de Marzo de 1838 determinaba la creación del Museo de Mérida en el que se debían conser- var todos los documentos arqueológicos que proporcionaba con prodigalidad el subsuelo emeritense. Otra Orden posterior cedía para la nueva institución museológica, una de las más antiguas de España, la iglesia de Santa Clara que, con el Convento de las Clarisas, habían quedado extinguidas en el proceso de la Desamortización de los bienes eclesiásticos. Con ello comenzó la ya larga andadura de un Museo referente de la arqueología española. PALABRAS CLAVE: Iglesia de Santa Clara, conjunto arqueológico emeritense, Pedro María Plano, Maximiliano Macías, José Ramón Mélida, instalación museológica de 1929. ABSTRACT After a series of commendable initiatives, public and private, that were considered in course of The Age of Enlightenment, The National Museum of Roman Art of Mérida had been created by Order in Council on March 26, 1838, to preserve all archaeological pieces that numerous excavations from Mérida have provided. As a result of another Order later, the Church of Santa Clara was donated for use as a new museum, one of the oldest in Spain, with the Convent of The Clarisas, which were disappearded in the process of the Disentitlement of Church property. So the Museum began a long journey as a referent of the Spanish Archaeology. KEYWORDS: Church of Santa Clara, archaeological site of Mérida, Pedro María Plano, Maximiliano Macías, José Ramón Mélida, museological installation, 1929.

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La Desamortización de Mendizábaly los primeros tiempos del

Museo Arqueológico de Mérida

JOSÉ MARÍA ÁLVAREZ MARTÍNEZ

TRINIDAD NOGALES BASARRATE

RESUMEN

Tras una serie de loables iniciativas, públicas y privadas, que se contem-plaron a lo largo de la Centuria Ilustrada, una Real Orden de 26 de Marzo de1838 determinaba la creación del Museo de Mérida en el que se debían conser-var todos los documentos arqueológicos que proporcionaba con prodigalidadel subsuelo emeritense. Otra Orden posterior cedía para la nueva instituciónmuseológica, una de las más antiguas de España, la iglesia de Santa Clara que,con el Convento de las Clarisas, habían quedado extinguidas en el proceso dela Desamortización de los bienes eclesiásticos. Con ello comenzó la ya largaandadura de un Museo referente de la arqueología española.

PALABRAS CLAVE: Iglesia de Santa Clara, conjunto arqueológico emeritense, PedroMaría Plano, Maximiliano Macías, José Ramón Mélida, instalación museológicade 1929.

ABSTRACT

After a series of commendable initiatives, public and private, that wereconsidered in course of The Age of Enlightenment, The National Museum ofRoman Art of Mérida had been created by Order in Council on March 26, 1838,to preserve all archaeological pieces that numerous excavations from Méridahave provided. As a result of another Order later, the Church of Santa Clarawas donated for use as a new museum, one of the oldest in Spain, with theConvent of The Clarisas, which were disappearded in the process of theDisentitlement of Church property. So the Museum began a long journey as areferent of the Spanish Archaeology.

KEYWORDS: Church of Santa Clara, archaeological site of Mérida, Pedro MaríaPlano, Maximiliano Macías, José Ramón Mélida, museological installation,1929.

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Los precedentes1 conocidos de los fondos que iban a constituir el Mu-seo emeritense se fijan en el siglo XVI, centuria en la que de acuerdo con elespíritu que anima la época se forman diversas colecciones por parte de lasfamilias más notables de la ciudad, auque en el siglo anterior existió un ciertointerés por el estudio y la valoración del conjunto arqueológico como atesti-guan ciertos documentos y escritos, entre ellos la conocida obra de Elio Anto-nio de Nebrija2 .

Una de las más importantes colecciones fue la de D. Fernando de Vera yVargas, señor de Don Tello y Sierrabrava. Se componía, esencialmente, de fon-dos de carácter epigráfico al ser el citado prócer muy aficionado a la FilologíaLatina. Su hijo, el conde de la Roca, fue el continuador de las inquietudes de supadre y logró reunir un importante conjunto de piezas entre las que destaca-ban, además de las referidas inscripciones, fragmentos de arquitectura decora-tiva, canceles visigodos y algunas esculturas, parte de las cuales se utilizaroncomo ornato de la fachada de su palacio y, tras su derribo, pasaron a formarparte de los fondos del Museo (Lám. 1).

Diversos eruditos, como el portugués Gaspar Barreiros o Ambrosio deMorales, al paso por la ciudad se detuvieron en dar cumplida cuenta de lariqueza arqueológica que observaban por doquier.

Pero será a Moreno de Vargas (Lám. 2), el celebrado cronista emeritense,a quien debamos las noticias más completas sobre el conjunto arqueológicoaugustano correspondientes a los siglos XVI y primer tercio del XVII, no sóloya sobre los monumentos y su estado, sino también sobre las diversas colec-ciones que tanto él como otros ciudadanos atesoraban en sus casas3, entreellos Gabriel Morales, quien llegó a disponer de una notable serie de antigüeda-des, entre ellas diversos elementos arquitectónicos que pertenecieron al Tem-

1 Sobre estos precedentes que constituyen la etapa nobiliar de las colecciones emeritenses:ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M. y NOGALES BASARRATE, T.: 150 Años en la vida de unMuseo. Museo de Mérida 1838-1988. Mérida, 1988, pp. 13-16.

2 ÁLVAREZ SÁENZ DE BURUAGA, J.: “Las ruinas de Emerita e Itálica a través de Nebrijay Rodrigo Caro”. R.E.E., 1950, pp. 564-570.

3 MORENO DE VARGAS, B.: Historia de la ciudad de Mérida. Madrid, 1633, passim.Existen varias reediciones.

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plo de Marte y que vendió al Ayuntamiento para que pudieran ser empleadasen la remodelación del Hornito de Santa Eulalia4.

Otros objetos aparecidos en la población se transportaron a diversoslugares como continuación de una costumbre puesta en práctica siglos antespor los árabes, cuando se llevaron capiteles y demás elementos de arquitecturadecorativa a Córdoba. Uno de los ejemplos más notables de este tiempo loconstituye la casa señorial de los Becerra en el vecino pueblo de Torremejía,(Lám. 3) donde, al igual que sucedió en el Palacio emeritense del Duque de laRoca, en su fachada, se dispusieron epígrafes y esculturas que hoy podemosapreciar. Otros, por fin, no salieron de Mérida pero se emplearon en realizacio-nes de la época como el Obelisco de Santa Eulalia5.

El espíritu que preside la Centuria Ilustrada propiciará el afán por la salva-guarda del conjunto arqueológico emeritense y su difusión6.Es el momento quecontempla la llegada de numerosos eruditos e historiadores, algunos de elloscomisionados por las Reales Academias, con el loable fin de inventariar o darcumplida relación de la realidad arqueológica de la ciudad7. De igual modo, es eltiempo de la creación de las primeras colecciones públicas con un criterio emi-nentemente conservador como explicaría perfectamente el conocido literatoemeritense Juan Pablo Forner, al referirse a la que estaba formando su padre, enverdad, con mucho sacrificio y poca comprensión pública8.

4 Sobre el Templo de Marte y sus elementos arquitectónicos empleados en el Hornito deSanta Eulalia: LEÓN ALONSO, P.: “Los relieves del Templo de Marte en Mérida”. HabisI, 1970, pp. 181-197

5 Sobre el Obelisco de Santa Eulalia: DE LA BARRERA ANTÓN, J. L. (ed.): El Obelisco deSanta Eulalia. Mérida, Id. “El llamado Obelisco de Santa Eulalia y sus piezas romanas”.Actas de la I Reunión sobre Escultura Romana en Hispania.Madrid, 1993, pp. 125-139; NOGALES BASARRATE, T.: “Catálogo de las piezas” en DE LA BARRERA ANTÓN(ed.): El Obelisco de Santa Eulalia. Mérida, 1992, pp. 27-37; SÁNCHEZ Y SÁNCHEZ,M. “Das Säulenmonument der Heiligen Eulalia in Mérida”. Madrider Mitteilungen, 41,2000, pp. 47-62.

6 ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M. y NOGALES BASARRATE, T.: Op. cit., pp. 17-18.7 MORA, G.: “Mérida. Colonia Augusta Emerita”. Las capitales provinciales de Hispania,

2. Roma, 2004, pp. 15-26.8 Es lo que refiere en el prólogo de la obra de su padre: FORNER Y SEGARRA, A. F.:

Antigüedades de Mérida desde su fundación en razón de colonia romana hasta elreinado de los árabes. Mérida, 1893.

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Esta colección que Forner y Segarra y el Padre Domingo de NuestraSeñora formaron se instaló en el Convento de Jesús Nazareno, hoy ParadorNacional de Turismo y se nutrió de piezas aparecidas en la Plaza de Santiago,donde estaba ubicado dicho Convento y de las recogidas por Forner por todala ciudad a lo largo de ocho años9. Se la denominó “Jardín de Antigüedades”, alestar instalados los objetos en las paredes de la huerta del edificio y fue muyvisitada como refieren diversos eruditos como Ponz, Cornide, Pérez Bayer, elMarqués de Valdeflores, Alsinet, etc. Todavía existía, como relata Fernándezy Pérez, en 1832. A iniciativa del propio Parador hace unos años se realizóun proyecto de reinstalación de los más importantes elementos del “Jardín”(Lám. 4).

Con afanes museológicos, por su parte, el Ayuntamiento, en 1724, instaló“como muestra de la grandeza de Mérida y su antigüedad” una buena serie depiezas a la entrada de la Alcazaba por el Puente.

A pesar de este celo no pocos objetos salieron de la ciudad para engrosarcolecciones públicas y privadas tanto nacionales como extranjeras. El médicoD. José Alsinet se lamentaba en más de una ocasión del abandono en que seveían sumidas las antigüedades emeritenses y sus denuncias ocuparon nopocas sesiones de la recién creada Academia de la Historia.

El siglo XIX comenzó con amargura para la suerte del patrimonio arqueo-lógico emeritense por las secuelas que dejó en la ciudad el curso de la Guerra dela Independencia. Desaparecieron entonces camino del extranjero, según refe-rencias de la época, no pocas piezas, entre ellas los togados que ornaban el“Arco de Trajano”. A todo ello, el espíritu que se reflejó en las OrdenanzasMunicipales del siglo XVII se había quebrado y la carencia de normas protec-toras motivó las quejas de no pocos eruditos como el reconocido maestro deobras emeritense, Fernando Rodríguez, quien como “celador de antigüedades

9 DE LA BARRERA ANTÓN, J. L.: “Expolios de arquitectura decorativa romana y visigodaen el “Jardín de Antigüedades”, ejemplo de coleccionismo ilustrado en la Mérida delsiglo XVIII”. Anas, 19-20, 2006-2007, pp. 87-106.

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romanas” se dirigió a la Corona sin resultado positivo alguno10. Pero esta que-ja, unida a otras que se expresaron en aquel tiempo, iban a dar pronto buenosresultados.

Así las cosas y ante las continuas apariciones de objetos y su trasiegopor la acción de ávidos coleccionistas, una Real Orden de 26 de Marzo de 1838venía a disponer la creación de un Museo en Mérida y, con posterioridad, otraReal Orden de 10 de Junio de ese mismo año determinaba la cesión “para Depó-sito de Antigüedades” de la iglesia del extinguido convento de Santa Clara trasel proceso de la Desamortización. Dicha cesión se confirmaba el 16 de Noviem-bre de 1848.

No sabemos ciertamente el papel que desempeñaría en la creación delMuseo José María Calatrava, importante hombre de estado natural de la ciu-dad, pero lo que sí está probada fue la intervención providencial de un impulsorde la arqueología española que puso en marcha importantes proyectos de estu-dio y salvaguarda del patrimonio arqueológico en diversos lugares como Itáli-ca. No fue otro que Ivo de la Cortina, al que habría que adjudicar el impulso finalpara esa creación11.

La iglesia, con su convento anejo, fue levantada por un conocido médicoemeritense, D. Lope Sánchez de Triana, para religiosas franciscanas de la Ter-cera Orden, aunque más tarde la ocuparían miembros de la Orden de SantaClara. Las obras, a cargo de uno de los maestros que se ocuparon de la repara-ción del Puente sobre el Guadiana en el primer tercio del siglo XVII, comenzaronen 1625. Su traza se inserta perfectamente dentro del barroquismo hispano deeste siglo, donde se mezclan soluciones estructurales propias de la época y secontinúa con la tradición morisca en el tipo de edilicia. Cuenta con dos facha-das (Lám. 5), con el mismo esquema, pero con patrones distintos. El interior dela iglesia ofrece una planta en cruz latina de nave única de cúpula sobre crucerocon adorno de casetones e relieve y cruces potenzadas inscritas en cuadrados

10 Sobre Fernando Rodríguez y sus dibujos del conjunto arqueológico emeritense: ARBAIZABLANCO-SOLER, S y HERAS CASAS, C.: “Fernando Rodríguez y su estudio arqueológicode las ruinas romanas de Mérida y sus alrededores (1794-1797)”. Academia. Boletín dela Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, nº 87, 1998, pp. 309-366.

11 Deseamos profundizar en el papel que De la Cortina ejerció en la creación del Museo yagradecemos al profesor Luzón Nogué sus indicaciones sobre las actuaciones que llevó acabo tan reconocido erudito.

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y óvalos. Los muros presentan un paramento liso compuesto por un zócalo desillería y estructura enfoscada en el resto. Como separación del muro y la cu-bierta se aprecia una cornisa moldurada que recorre todo el perímetro espacial.

Para la organización de los fondos del depósito y recuperar aquellos quese veían dispersos por la ciudad se constituyó, el 19 de septiembre de 1842, lallamada Diputación o Junta Arqueológica que tendrá a su cargo, además, latutela del conjunto monumental. Pero la suerte del nuevo museo no iba a estarclara al hacerse cargo de la Iglesia el Ayuntamiento, quien dispuso a su gustodel espacio con el establecimiento de dos escuelas, en el coro bajo y la sacristía.Fue un auténtico paso atrás.

Tampoco vendría a resolver el problema la creación de la Subcomisión deMonumentos Históricos y Artísticos de Mérida, dependiente de la ComisiónProvincial, que, como primera medida, ordenó realizar un inventario de lo que seencontraba dentro de la iglesia de Santa Clara o en cualquier otro punto y de loque se recogiera de los particulares.

La visita efectuada el 6 de Febrero de 1878 por el Rey Alfonso XII, acom-pañado por el Jefe del Gobierno, D. Antonio Cánovas del Castillo, a pesar de lasbuenas intenciones mostradas por tan egregios visitantes y del entusiasmocon el que se emplearían tanto D. Vicente Barrantes como D. Pedro María Plano,del Partido Conservador de Cánovas, tampoco cambió, a la larga, la suerte delMuseo, pues la decisión tomada de crear un Museo importante que fuesecapaz de conservar y exponer las magnificas piezas emeritenses quedó en nada.Incluso las dependencias de Santa Clara se acotaron definitivamente cuando,en 1881, el Ayuntamiento permitió la instalación en la nave de la antigua iglesiaun teatro, el “Salón de Teatro Emeritense”. Ni las órdenes de Cánovas pudieroncon la Sociedad Artística que gestionaba el Teatro12.

Fueron momentos difíciles para el Museo, con la aparición de la nefasta,para los intereses de la arqueología emeritense, figura del Marqués de Monsalud,quien no tuvo empacho en apoderarse de todas las piezas que pudo13 y laenemiga de los Miembros de la Comisión Provincial de Monumentos de Badajoz,quienes con el pretexto de las precarias instalaciones museológicas, intenta-ron, incluso ya con la presencia de Mélida en la ciudad, llevarse piezas a Badajoz.

12 ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M. y NOGALES BASARRATE, T.: Op. cit, pp. 22-23.

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El referido Pedro María Plano14, señera figura de la arqueología emeritense,que llegó a ocupar durante algunos años la alcaldía de la ciudad, fue un celosodefensor de la conservación y mantenimiento de las antigüedades emeritensesy gran paladín de la formación del Museo, para evitar la salida de la ciudad demultitud de objetos que fueron a parar a manos de anticuarios y particulares,tanto nacionales como extranjeros.

La propia Subcomisión, sin medios para la conservación de estos obje-tos, tuvo que disponer el envío de un buen número de hallazgos en las diferen-tes excavaciones al Museo Arqueológico Nacional15. Por ello, ante el gran cú-mulo de problemas que se habían sucedido a lo largo del siglo, Plano se referíaa su actuación como principal impulsor del Centro con estas palabras: “hevenido, pues, bastante tarde a cumplir con la misión de organizar y nutrir elMuseo”.

Él nos refiere la primera instalación que pudo abrirse al público en laiglesia de Santa Clara y que ocupó sólo dos dependencias por las circunstan-cias ya referidas. En la más pequeña, donde se encontraban el archivo y eldespacho de la Subcomisión de Monumentos, se dispuso una vitrina con ob-jetos de cerámica, vidrio, hueso y orfebrería, e igualmente, en el mismo lugar, loshallazgos escultóricos de la calle del Portillo, una cabeza de mármol y una pilade pórfido. En el coro bajo, la otra sala, (Lám. 6) se veían capiteles, cornisas,estatuas y epígrafes romanos, pilastras y canceles visigodos, la lápida de lafundación de la Alcazaba y escudos nobiliarios correspondientes a diversasfamilias emeritenses. Todo sin la ordenación temática que no permitía la esca-sez del espacio16.

13 MARÍN, T.: “El V Marqués de Monsalud y su colección de Almendralejo”. R.E.E., VII,1951, pp. 353-375; GARCÍA IGLESIAS, L.: El noble estudioso de Almendralejo. Autógrafosdel Marqués de Monsalud en el archivo del P. Fidel Fita, S.J., Badajoz, 1997.

14 ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: “En el centenario de su muerte. Pedro María Plano y suobra arqueológica en Mérida”. Anas,13, 2000, pp. 7-21.

15 Sobre las piezas emeritense en el Museo Arqueológico Nacional: ALMAGRO BASCH, M.:“Antigüedades de Mérida en el Museo Arqueológico Nacional”. Augusta Emerita. Actas delSimposio del Bimilenario de Mérida. Madrid, 1976, pp.127-139; ÁLVAREZ MARTÍNEZ,J. M. y CASTELLANO HERNÁNDEZ, M. A. (eds.): Piezas emeritenses en el MuseoArqueológico Nacional. Catálogo de la Exposición. Madrid, 2009.

16 ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M. y NOGALES BASARRATE, T: Op. cit., pp. 24-25.

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La labor de Plano fue continuada por Maximiliano Macías17 quien, conrigor y siguiendo los consejos de Mélida, procedió a realizar un Inventario(Lám. 7). El trabajo riguroso y serio se aprecia en el cuaderno apaisado encartoné que se conserva en el Museo Nacional de Arte Romano en el quefueron asentados los objetos que poseía el Centro divididos en sus correspon-dientes secciones: Antigüedades Prehistóricas, Antigüedades romanas, Épocavisigoda, Época árabe y Época cristiana. El primer recuento arrojó la cifra de 557objetos, a los que había que sumar una ampliación que abarcaba de los núme-ros 558 a 566.

Macías poco a poco todo lo iba poniendo en orden con el fin de propiciaralgunas visitas y la labor de los investigadores que iban acercándose a nuestraciudad y siempre siguiendo al punto los consejos del buen museólogo que eraMélida para la ordenación de las colecciones de acuerdo con el espacio y la luzdisponible del recinto sacro para la buena contemplación de epígrafes y esta-tuas18.

Ante lo precario de las instalaciones19, Mélida y Macías buscaron conavidez un edificio digno para la instalación de las colecciones cada vez másimportantes del Museo emeritense y así al analizar una de las Memorias de lalabor en Mérida que Macías enviaba al arqueólogo madrileño, Mélida le insta-ba a que reflejara la necesidad de ese Museo, puesto que el “local es impropioe insuficiente”, mientras él, por su parte, se preocuparía de que se encargara elproyecto al arquitecto Gómez Millán20.

17 ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: “Cien años de Arqueología en Mérida (1910-2010)”.R.E.E., LXV, 2010, pp. 627-676.

18 Sobre el proyecto de la renovación y apertura del Museo en la Iglesia de Santa Clara:CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Epistolario de lasgrandes excavaciones en Mérida. Correspondencia privada entre Maximiliano Macíasy José Ramón Mélida (1908-1934). Mérida, 2011, pp. 413-415 y 471-477.

19 En las cartas nº 193 y 196 del epistolario cruzado entre él y Macías (CABALLERORODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit., pp. 141 y 143) el ilustre cate-drático se siente interesado en contar con el documento de cesión a la Subcomisión deMonumentos de Mérida de la iglesia de Santa Clara.

20 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit. Carta nº 320,p. 228.

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La verdad es que la situación no mejoraba y el estado del Museo recibíacríticas por lo lamentable de sus instalaciones, entre ellas la de miembros de laComisión Provincial de Monumentos como D. Álvaro del Solar quien no tuvoempacho en lanzar frases despectivas que afectarían a la sensibilidad de algu-no de los miembros de la Subcomisión, Macías entre ellos21 y en una actitudcriticada con razón por Mélida que bien conocía al personaje22, pero que, porotra parte, consciente de la situación, pide mejoras como la construcción deuna cerca en la Plaza de Santa Clara para la correcta conservación de diversaspiezas allí depositadas23 y la habilitación de una casa para el guarda24, lo queconsiguió en 1924, fecha en la que avanzaron las gestiones para el estableci-miento definitivo del Museo25.

Ambos arqueólogos continuaron su particular lucha por conseguir esedefinitivo museo y así se lo hacían ver a los visitantes ilustres a la ciudad comofue el caso del Duque de Alba, persona de gran peso a la hora de tomar decisio-nes como refiere Mélida a Macías y a quien aconseja que no deje de referirle lanecesidad de contar con el Museo26.

Como siempre sucede en estas ocasiones, la consecución de un proyec-to para Museo fue muy problemática y las negativas por parte de la Administra-ción se sucedieron con la excusa de que era costoso y de que el Estado no

21 Del Solar expresaba a propósito de su estado: “el titulado pomposamente Museo” y mástarde “.la falta de cultura” de las gentes de Mérida. En estas frases, despectivas además deinjustas, quizá se escondía el oscuro y pueril deseo de trasladar al Museo ArqueológicoProvincial piezas emeritenses, como ya se hizo con anterioridad en el caso, entre otros,de la estatua de Lar aparecida en los aledaños del acueducto de “San Lázaro”. El ninguneoque sufrió la Subcomisión de Monumentos de Mérida por parte de la Comisión Provincialfue constante.

22 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit. Carta nº 321,p. 229.

23 Esta cerca durante mucho tiempo fue el cerramiento de un espacio utilizado comoalmacén y de limpieza de fondos.

24 El Museo desde los años cuarenta del pasado siglo contó con un conserje, D. AntonioSalguero, hombre forjado en los trabajos que llevaban a cabo Mélida y Macías en laciudad.

25 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit. Carta nº 327,pp. 233-234.

26 Carta nº 327.

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podía asumirlo y, además, otras personas, como el arquitecto Gómez Millán27, alno ver clara la situación, no ayudaban28.

En Madrid, con el fin de arbitrar una solución poco costosa para el pro-yecto de Museo para Mérida, se ofrece como lugar de ubicación del mismo elespacio de la “Casa-Basílica”, lo que rápidamente y con todo tipo de razones esrechazado por Mélida como inviable. Por ello sigue solicitando mejoras para elespacio de Santa Clara, reiterando la construcción de la cerca y la habilitaciónde la casa del guarda29.

Pero, gracias al tesón de los arqueólogos, a la importancia cada vez máscreciente de las antigüedades emeritenses, el panorama se iría despejando y yase producen, a partir de 1926, serias acciones para la configuración definitivadel Museo en la iglesia de Santa Clara. Por ello, Mélida mueve los trámites ypropone que el proyecto se encargue al arquitecto Gómez Millán30.

La Exposición Ibero-Americana que se preparaba en Sevilla acelera elproyecto del Museo y la opción de Santa Clara es ya la única que se contempla.Para ello, los miembros de la Subcomisión, fundamentalmente D. CasimiroGonzález, activa las gestiones para contar con la totalidad del edificio31. Lasgestiones, aunque con sus dificultades, cristalizaron en resultados positivos,

27 Ni Mélida, ni Macías, en el curso de su correspondencia, logran entender las “ausencias”de este buen arquitecto, al parecer no excesivamente comprometido con los proyectosque se llevaban a cabo, a pesar de su condición de lo que más tarde se denominaría“arquitecto de zona”.

28 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Páginas 235-236 y243-244.

29 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ., J. M.: Op. cit. Carta nº 355,p. 252.

30 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit. Carta nº 379,p. 272.

31 Es lo que, según refiere Mélida realiza, entre otros, D. Casimiro González Izquierdo, queaunaba a la sazón los cargos de presidente de la Subcomisión de Monumentos y de laSociedad Artística Emeritense, principal escollo para los propósitos de Mélida y Macías:CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit. Carta nº 453,p. 320).

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porque el 5 de junio de 1929 el desalojo del Teatro Ponce de León daría paso ala instalación del Museo32.

En un proceso lógico de organización del nuevo Museo, una de las ta-reas que se acometieron fue la de recuperar las piezas arqueológicas disemina-das por toda la ciudad, en el escenario de las excavaciones y otros lugares y enmanos de particulares. Para ello se solicitan las subvenciones correspondien-tes al Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, con la referencia almaterial que iba a ser trasladado a las dependencias de Santa Clara (esculturas,epígrafes, etc.), lo que Mélida defendería ante las instancias superiores33.

El catedrático madrileño era uno de los museólogos más importantes desu época pues no en vano había ocupado la dirección del Museo de Reproduc-ciones Artísticas, donde realizó una excelente labor al ordenar sus coleccionesy encargar vaciados y reproducciones de piezas que completaran ese singularconjunto, entre ellas, como se desprende de la lectura de la correspondencia,varias de Mérida y ahora estaba al frente del Museo Arqueológico Nacional.Por ello, los sabios consejos sobre el contenido de lo que durante décadas ibaa constituir la exposición permanente del Museo emeritense son constantes.Así anuncia una serie de normas para la instalación del Museo que irá facilitan-do en posteriores misivas34.

Los escritos 465 y 46735 resultan ser de singular importancia pues en ellosse contiene toda la filosofía del montaje del Museo que su mentor, Mélida,considera oportuna.

En cuanto a los mármoles del Teatro, algunos deben permanecer en aquelrecinto pues eran considerados por él como piezas relevantes y explicativas desu mobiliario, al igual que los epígrafes de la inauguratio del edificio y los

32 Sobre este proceso: CABALLERO RODRÍGUEZ, J.: Maximiliano Macías y su tiempo(1867-1934). Historia de las grandes excavaciones de Mérida. Mérida, 2008,pp. 383-389.

33 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit. Cartas nº 462y 463, pp. 324-325.

34 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit. Carta nº 464,p. 326.

35 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit., pp. 326-328.

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DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE MÉRIDA

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referentes a la casa imperial, a excepción del ara báquica que deja a considera-ción de Macías, al igual que otros elementos de la arquitectura que deberíanllevarse al Museo y ubicarlos encima de la presentación de las estatuas de suprograma iconográfico (Lám. 8). Sabios consejos son también los proporciona-dos a propósito del conjunto escultórico a exponer con los fundamentalesestudios de la luz que permitirá la mejor contemplación de las esculturas y suanclaje (Carta nº 465)36.

En el documento nº 467, Mélida sigue dando instrucciones valiosas obrela ordenación de los fondos y su instalación de acuerdo con la clasificaciónseguida en su Catálogo. Las piezas escultóricas y de gran formato deberíanestar algo separadas del muro, en unos pedestales de cemento a la altura de unmetro como mínimo y con sus correspondientes plintos. (Lám. 9)Los sistemasde sujeción son también explicados, sobre todo en las piezas más complicadas,entre ellas las cornisas, bien alineadas y sujetas al muro de cantería de iglesia auna altura prudencial (Carta nº 469)37.

Mélida anima a su compañero y le sugiere nombres valiosos como ayu-dantes de esta importante tarea (Nº 467).

Los resultados, tras la labor de instalación, son cada vez mejores y eso serefleja en los plácemes de Mélida, aunque el museólogo sigue recordandopormenores a su compañero emeritense Carta nº 47338.

36 En papel aparte, como él dice, se plasman sus observaciones sobre la disposición de lasesculturas:

1º grupo: Augústeo:Agripa-Togado C. Aulio-Dama envuelta en el manto (nº 1039 de mi Catálogo; 92 del deVd.) Y las demás de las mejores hoy existentes en el Museo.

2º grupo: de AdrianoTodas las estatuas del Teatro colocando juntas las deidades y lo de la C/ Constantino.

3º grupo: Serapis y MitrasLo demás decadente o inferior donde corresponda o haya menos luz. Dentro de cadagrupo deberán colocarse las pieza mejores donde tengan mejor luz. Las cabezas querepresentan una producción de estilo realista podrán distribuirse en línea aparte de lasestatuas a buena luz (Nº 465).

37 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit., p. 330.38 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit., pp. 332-333 y

fig. 35.

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El documento nº 47939 es de la mayor importancia puesto que en él seincluye una nota sobre los costes de un aspecto del montaje del Museo tanconsiderable como el del traslado de 40piezas a la sede de la iglesia de SantaClara que importó las cantidad de 10.000 pts. En él se habla también de unanueva ala para el Museo, del arreglo de techumbre, tabiques, adecuación de lasala de Epigrafía etc. Además se instaló la casa del conserje.

Toda la adecuación del edificio a Museo importó la cantidad de 26.750pts, suma de las aportaciones del Ayuntamiento, Patronato de Turismo, Dipu-tación Provincial y Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, más algúnpequeño montante fruto de la venta de lo que resultó del desalojo del Teatro.

La instalación del Museo Arqueológico en la iglesia de Santa Clara esta-ba muy avanzada a finales del año 1929 y tocó a su fin en 1930. (Lám. 10). Losresultados de esa ímproba tarea fueron muy satisfactorios con críticas positi-vas como la del reconocido especialista de la escultura romana, el arqueólogofrancés Raimond Lantier (Carta nº 485)41. Esa instalación, como referíamos, conalgunos retoques importantes como las reformas efectuadas por Álvarez Sáenzde Buruaga tanto en lo que respecta a la disposición de las colecciones visigodasy a la reorganización de la sala principal con motivo del XI Congreso Arqueoló-gico Nacional, es la que contempló el Museo hasta su cierre definitivo portraslado al nuevo edificio de Rafael Moneo.

Un motivo emblemático del nuevo Museo fue la instalación en el jardínde algunos elementos procedentes de la zona del Foro, de la calle Sagasta,entre ellos uno de los togados firmados por Gaius Aulus. Durante muchosaños la fotografía de los grupos de visitantes ilustres tenía como fondo elreferido togado, que se colocó hacia 193242.

39 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit., pp. 336-337.40 CABALLERO RODRIGUEZ, J.: Op. cit., p. 384.41 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit., pp. 340-341.42 CABALLERO RODRÍGUEZ, J. y ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M.: Op. cit. Carta nº 516,

pp. 357-358.

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DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE MÉRIDA

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Con todo, el espacio ya era insuficiente para albergar tan ricas y extensascolecciones y es lo que exclamaba una y otra vez Macías a la hora de mostrar,complacido naturalmente, el agradable y significativo montaje del Museo guia-do por Mélida y donde él cumplió un papel bien principal con la ayuda del Sr.González Izquierdo, buen paladín del montaje del Centro. Por ejemplo, las colec-ciones de numismática no se pudieron exponer por falta de espacio43 comosucedió en los años sucesivos, si exceptuamos una pequeña muestra44.

Tan ajustadas e insuficientes resultaban ser las instalaciones que el cla-rividente alcalde de la ciudad, D. Andrés Nieto Carmona, solicitó ya en 1931 lacreación de un Museo Nacional de Arte Romano45 y de un Centro de EstudiosRomanos46 para propiciar la investigación desde el Museo de nuestro pasadoromano47. Pero debían pasar varias décadas para alcanzar ese deseo48.

43 CABALLERO RODRÍGUEZ, J.: Op. cit., pp. 402-403.44 Los fondos numismáticos se conservaron en unos armarios con bateas fabricados al

efecto según directrices de Álvarez Sáenz de Buruaga. Son los que actualmente existen enla nueva sede del Museo.

45 La misma denominación que el actual, aunque en su gestación propusimos la denominaciónde Museo Nacional Romano, por ajustarse su contenido mejor a esa denominación.

46 ÁLVAREZ MARTÍNEZ, J. M. y NOGALES BASARRATE, T.: Op. cit., pp. 30-32.47 Estas fue siempre la intención del director del Museo, Álvarez Sáenz de Buruaga. Con

posterioridad, estas funciones las ejercería el Museo, pero ya con otras institucionescomo el Consorcio de la Ciudad Monumental y el Instituto de Arqueología de Mérida,organismo creado a espaldas del Museo.

48 Una visión sintética sobre el desarrollo de la arqueología emeritense en ÁLVAREZSÁENZ DE BURUAGA, J.: Panorama de la arqueología emeritense. Discurso leídoante la Real Academia de Extremadura de las Letras y las Artes en la recepción de suautor el 20 de Diciembre de 1981. Badajoz, 1981.

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Foto 1. El palacio del Duque de la Roca.

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Foto 2. Bernabé Moreno de Vargas.

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Foto 4. Nueva instalación del denominado “Jardín de Antigüedades”.Parador Nacional de Turismo.

Foto 3. Palacio de los Becerra en Torremejía.

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Foto 5. Fachada de la iglesia de Santa Clara.

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Foto 6. La colecciones emeritenses en la iglesia de Santa Clara(fines del siglo XIX).

Foto 7. Don MaximilianoMacías Liáñez.

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Foto 8. Elementos arquitectónicos expuestos en la iglesia de Santa Clara.Instalación de 1929.

Foto 9. Esculturas del Mitreo emeritense (1929).

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Foto 10. Vista general de la instalación de la iglesia de Santa Clara.

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