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La crisis sanitaria y la relación económico-social-ambiental
Daniel Giovanni Rodríguez Galindo
Resumen
En el presente documento se trata la relación del crecimiento económico, el desarrollo
social y el cambio climático y como las crisis económicas o sanitarias afectan a la misma,
haciendo una reflexión sobre la actual crisis sanitaria presentada por la afectación del COVID-19
a nivel mundial, y como puede reaccionar la sociedad ante las diferentes preocupaciones que se
generan principalmente a nivel económico y ambiental, generando cambio de hábitos tanto
productivos como de consumo.
Palabras clave: Hábitos de consumo-cambio climático-sustentabilidad-crecimiento
económico
Introducción
Comenzar este ensayo hablando de la crisis causada por el COVID-19 es indispensable,
pues el mundo se encuentra en una situación controversial que pone en cuestionamiento lo que
pasará una vez que se supere la emergencia sanitaria y se pueda volver a la “normalidad” de la
vida. Es importante pensar qué efectos causará esta realidad en la economía y el ambiente, pues
históricamente después de sucesos extremos que se han vivido como han sido las guerras y crisis
económicas, siempre ha primado el beneficio económico sobre el ambiental y en este momento
no es que el ambiente tenga la ganga de soportar una oleada de producción masiva y
consumismo.
Especialista en formulación y evaluación social y económica de proyectos y estudiante de la Especialización de administración financiera de la Universidad Católica de Colombia.
Es por ello que para entrar en contexto, se hace un recuento del crecimiento económico y
el desarrollo social a lo largo de la historia entendiendo el impacto que los mismos han generado
en el medio ambiente, se hace una descripción de como la economía ha llevado a la sociedad a
una dependencia de necesidades creadas y a una división social. Así mismo, se estudia la
evolución en términos ambientales que se han dado gracias a los acuerdos internacionales y a la
presión de actores sociales.
Finalmente se hace una reflexión acerca de la crisis sanitaria vivida por el COVID-19 y
como la forma de vida que se lleva ahora está afectando a la sociedad, así mismo, se hace un
cuestionamiento acerca del origen de esta crisis y de las oportunidades de mejora que nos puede
brindar, especialmente si nos preguntamos si las actuales necesidades que tenemos son realmente
vitales.
Crecimiento económico
El desarrollo de la sociedad siempre ha ido ligado de acontecimientos sociales, políticos o
ambientales, como la evolución de formas de producción y asentamiento; los conflictos armados
(guerras mundiales y locales); colonizaciones y conquistas de territorios, que poco a poco han
llevado a cambios que tal vez han mejorado la calidad de vida o han desequilibrado el estado
natural de las cosas en medio de una falsa evolución (Reynosa, 2015). Un ejemplo de esto puede
ser la industrialización, que creó el desplazamiento de poblaciones a los ejes centrales donde se
desarrollaba la industria, generando así sobrepoblación y expansión de dichos territorios que con
el tiempo han generado la degradación del medio ambiente.
Así mismo, se han presentado guerras, como la I y II guerra mundial, que han generado
no solo crisis sociales y ambientales sino económicas, claro está que estas últimas crisis también
se presentan en años posteriores por diversos factores y son mencionadas porque a partir de ellas
se ha visto la evolución económica de las grandes potencias. Una evolución no muy satisfactoria
para el medio ambiente ya que como lo menciona Damián (2015): “la principal herramienta para
intentar contrarrestar las constantes crisis en la era moderna, ha consistido en la expansión de la
demanda de bienes de consumo mediante el endeudamiento de las familias” (p.167), lo que
involucra un alto consumo de bienes, incluso innecesarios, pero que es el modelo político que se
imparte para que los ingresos de la oligarquía sigan creciendo después de la crisis.
Es así como se han manejado las grandes crisis económicas, dando prioridad al rescate de
la economía y perdiendo la perspectiva del cuidado ambiental, que entre otras también es el
cuidado de la sociedad, generándose esto por la idea que le envía el estado a los ciudadanos que
es primordial recuperar la economía y en segundo plano lo ambiental, ya que sin dinero no hay
bienestar. Sin embargo, cabe resaltar que en la década de 1990, no diciendo que es algo
extremadamente bueno, se introdujo el concepto de sustentabilidad por medio del neoliberalismo,
claro está como se mencionó, fue algo un poco superficial e imaginario que solo buscaba mayor
capitalización por medio de la idea ambientalista (Flores, Aguilar, Reyes y Guzmán, 2018).
No obstante si se incluye el ambiente en el entorno económico de manera consciente se
puede llegar a tener un escenario con bajos niveles de mitigación y adaptación como lo exponen
Escoto, Sánchez y Gachuz (2017): “Trayectoria Socioeconómica Compartida (…) con la
narrativa de “sustentabilidad” ya que asumen: bajo crecimiento de la población, alto crecimiento
económico, altos niveles de educación, gobernabilidad, una sociedad globalizada, cooperación
internacional, desarrollo tecnológico y conciencia ambiental”(p.676). Esto nos lleva a pensar que
las crisis económicas pueden ser tanto positivas como negativas para el ambiente, eso depende en
gran medida de las acciones gubernamentales.
Teniendo en cuenta esta última argumentación, las crisis económicas pueden llevar, desde
la perspectiva que se afronte política y socialmente, tanto a un aumento de los riesgos
ambientales como a una disminución, tal es el caso de las acciones emprendidas en Europa tras la
crisis de la Recesión:
La Comisión Europea en junio de 2009 ya se pronunció al respecto: «la crisis brinda la
oportunidad única para «ecologizar» nuestra economía y sentar las bases para un
crecimiento con bajas emisiones de carbono y con poco consumo de recursos. Puesto que
la recesión afecta a nuestras políticas, una política de medio ambiente más fuerte puede
contribuir a la recuperación económica y a una competitividad duradera de la Unión
Europea. (Sarasíbar, 2013, p.295)
Es así como se deben renovar las actividades productivas y los hábitos de consumo, hacer
un giro en los modelos económicos buscando que se integre el componente ambiental y se tenga
en cuenta que se deben cuantificar y establecer bases para garantizar su renovación y
preservación en el tiempo. De esta manera, en Europa en 2011, se lanzaron planes de ahorro de
energía que pretendían igualmente ahorro económico y disminución de gases de efecto
invernadero, parte de estos planes son el plan de movilidad urbano, el fenómeno del coche
compartido, plan de eficiencia en el transporte ferroviario, rebaja en tarifas de los trenes, fomento
de transporte público, del coche eléctrico, eficiencia energética de edificios públicos hasta
campañas de sensibilización ciudadana. Todo esto acompañado de líneas de crédito verde para la
sociedad fomentando el cambio de electrodomésticos, vehículos y reformas en hogares para
mejorar la eficiencia energética. Esto último también dirigido a empresas que cambiaran sus
formas de producción a unas más sustentables (Sarasibar, 2013).
Desarrollo social
Después de haber puesto en contexto el crecimiento económico a partir de las crisis
económicas, se expone la relación de este con el desarrollo social ya que van de la mano y
evidencian que es el actuar de la sociedad misma la que ha generado desigualdades sociales y
daños ambientales.
El capitalismo ha generado una dependencia total del ser humano hacia unos bienes y
servicios que la mayoría de las veces no son necesarios, es decir, esta noción de desarrollo
económico absurdo no satisface necesidades sino que las crea en pro de su crecimiento
exponencial, que en últimas se resume en condiciones de trabajo y sociales muy bajas
(ejemplo China), agotamiento de recursos naturales por altos niveles de producción que no
permiten su regeneración de acuerdo a procesos naturales (no desarrollo sostenible) y cada
vez una brecha más extensa entre “ricos y pobres”(Rodríguez, Cabalé y Deroy, 2019), debido
a una distribución de la riqueza bastante desproporcionada, de acuerdo con el último informe
de publicado por Oxfam GB para Oxfam Internacional, el 1% más rico del mundo tiene más
del doble de la riqueza que 6900 millones de personas (Coffey, et al., 2020, p.10).
De ahí, que cuando hay una crisis las inversiones disminuyen, el ahorro aumenta y los
salarios tienden a disminuir, así como a aumentar el desempleo, lo que de igual manera
disminuye el consumo y por ende la contratación de mano de obra, esto genera que las
personas empiecen a cambiar sus hábitos de vida y de consumo, a tener pérdidas de sus
bienes por endeudamientos con sistemas bancarios, que son salvados de las crisis gracias al
recurso público que no es más que el dinero recaudado por impuestos y rubros pagados por el
mismo pueblo, es así como se evidencia el fuerte apoyo al sistema económico por encima de
la sociedad, que entra a jugar un papel importante en la contaminación pues a costa de
solucionar sus problemas hace uso de elementos contaminantes o se presta a seguir en el
circulo vicioso de la producción sin responsabilidad social ni ambiental.
Es por todas estas posturas que nace la necesidad de actuar como un todo, puesto que
solo si actuamos como un colectivo podremos salvar todo aquello que nos permite estar
vivos, claro está a menos que sigamos teniendo la idea de poder crear vida sin vida. Para ello
se hace importante que en el ámbito económico social se haga una incorporación de más
actores “más allá de la comunidad académica. Por un lado, se exige una mayor comunicación
entre los estudiosos del cambio climático y los tomadores de decisiones, sobre todo en
términos del diseño y la evaluación de políticas climáticas” (Escoto et al., 2017, p.685).
Por ello, es necesario que el crecimiento en las ciudades vaya de la mano con la
sustentabilidad, ya que a mayor cantidad de personas en un mismo lugar mayor
contaminación se genera por los hábitos de consumo de los mismos. Miguel, López, Moreno
y Pérez (2017), exponen que la industrialización obliga a un mayor flujo de vehículos lo que
genera mayores emisiones en espacios con poca vegetación y que van degradando o
eliminando la poca que queda a medida que se expanden.
Por otro lado, se puede decir que el crecimiento económico ha llevado a la generación
del problema socio ambiental, ya que la idea de generar y acumular riqueza ha imperado en la
sociedad desde la implantación del capitalismo, y es algo que expone Brand and Wissen
(como se citó en Roa, 2020),
Los problemas socio‐ ambientales a todas las escalas tienen raíces profundas en
procesos sociales de explotación, particularmente en relaciones de propiedad,
estructuras de clase y poder, y en procesos de subjetivación. Por eso los conflictos
socio‐ ambientales son una parte integral de intereses y conflictos sociales y también
por eso los procesos de reestructuración social implican la transformación de las
relaciones sociedad‐ naturaleza. (p. 13)
Es por ello que se hace necesario que la sociedad se imponga sobre intereses capitalistas
defendidos por entes gubernamentales y busquen desde su actuar el mejoramiento del ambiente.
Un ejemplo de esto puede verse en el territorio Colombiano, donde es evidente que los
gobiernos han optado más por promover la inversión extranjera principalmente para la
explotación minera con la idea de salir del subdesarrollo y mejorar la calidad de vida de los
habitantes, eso sí sin tener en cuenta la cantidad de territorio que se degrada y el daño ambiental
que causan en ecosistemas importantes como los páramos, ¿acaso respirar aire limpio y contar
con fuentes hídricas sin contaminantes, no hace parte de una buena Calidad de Vida?, debido a
ello, la sociedad consiente del daño se ha unido para hacer frente a estas situaciones haciendo uso
de sus formas de participación ciudadana.
Estas situaciones se dan cuando el estado no está pendiente de cada parte de su territorio,
ahí pueden llegar grupos subversivos y apoderarse de los mismos intimidando a los habitantes y
sacando provecho de la falta de interés del estado, o por el contrario pueden llegar inversionistas
extranjeros que con poca inversión venden un falso bienestar a la comunidad a cambio de
adueñarse de los territorios con el fin de beneficiarse financieramente con los recursos de los
ecosistemas (Bacca, García y pinto, 2018). Es en estos momentos, que la constante lucha de
ambientalista y sociedad en general pueden frenar el uso desproporcionado y con ánimo de lucro
de muchos, aunque el estado parece apoyar por debajo de cuerda siempre la inversión extrajera a
costa del bienestar de la nación, si se mantiene la lucha se pueden frenar proyectos que
descaradamente quieren obtener ganancias a costa del deterioro de la población y los
ecosistemas.
De hecho, el crecimiento de la vida imperial y su expansión hacia las periferias pone en
peligro la existencia de comunidades indígenas y campesinas que se ven obligadas a desalojar sus
territorios en pro del “desarrollo capitalista” arraigado desde hace siglos y que no entiende la
relación (Roa, 2016), que debería ser inquebrantable entre sociedad y naturaleza, y son
precisamente estas comunidades que ven reducido cada vez más su territorio quienes de la mano
de ambientalistas luchan por la defensa de los territorios.
Cambio climático
Ahora bien, se hace necesario entrelazar todo lo expuesto anteriormente con el daño
ambiental que se ha generado y que ha llevado al cambio climático, esto en parte debido a que
hay discordancia entre los economistas y otros profesionales como los ambientalistas; los
primeros exponen que los recursos naturales no tienen incidencia en lo económico porque son
ilimitados e inagotables o en caso de agotarse se podrán sustituir, los segundos argumentan que
los recursos son limitados, se agotan y es por ello que se ha visto un acelerado crecimiento de la
degradación del medio ambiente por las formas de producción y consumo poco sostenibles y la
falta de políticas gubernamentales que favorezcan el desarrollo sustentable de la sociedad.
No obstante, cabe resaltar que el concepto ambiental ha evolucionado desde el siglo XX
hasta nuestros días, empezando en uno donde el hombre era el centro de todo, pasando por un eje
donde se dio más importancia a la ecología hasta llegar al ambientalismo que pretende integrar en
un todo el ambiente y el hombre. Con todo esto como lo expresa Faccendini (2019):
Es muy difícil hablar de ambientalismo, sino se dan cambios de mentalidad referidos a
tomar distancia de la lógica del cálculo, contrato y utilidad. Leopold, supo exponer este
gran obstáculo. El otro obstáculo, insistimos, es el de trasladar las relaciones de propiedad
privada del hombre sobre la Tierra. (p.36)
El problema del cambio climático puede ser resuelto solo si hay una conciencia social
global hacia el daño que le causamos al medio ambiente, ese daño causado por el uso a gran
escala de los recursos, la extinción de especies y el aumento de poblaciones de toda especie que
ha desequilibrado los procesos naturales.
En cualquier caso, el hecho de hablar de ambientalismo en este siglo no garantiza que se
esté dando el cambio de mentalidad y ejemplo de esto son las reuniones sobre cambio climático
que se han llevado a cabo desde 1972, como se evidencia en el cuadro 1, han sido 11 encuentros
con el fin de establecer planes y programas ambientales en que todos los países se comprometan
a disminuir su carga de contaminación, sin embargo, no todos los países participan y las grandes
potencias apenas empiezan a preocuparse y a buscar alternativas, eso si buscando la manera de no
perder su estatus y poder, esto se evidencia en la puesta en marcha del protocolo de Kioto el cual
se vio retrasado por la falta de cumplimiento de los compromisos adquiridos por EEUU que en
2001 se retiró del acuerdo, por ello solo se activó el plan cuando una de las grandes potencias se
unió, Rusia que ratifico en 2004, sin embargo para los expertos es claro que esto llegó tarde ya
que los estudios demuestran que el momento ha pasado y no se puede pretender frenar los
impactos ambientales sino solo mitigarlos (Estenssoro, 2010).
Cuadro 1.
Cumbres de las naciones unidas
Año Nombre de la reunión
1972 Primera conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio humano
(Conferencia de Estocolmo)
1979 Primera conferencia mundial sobre el clima en Ginebra
1992 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio ambiente el
desarrollo (cumbre de la tierra) Rio de Janeiro, Brasil.
1995 Primera conferencia de las partes en Berlín
1997 Protocolo de Kioto
2002 Cumbre mundial sobre el desarrollo sostenible, Johannesburgo
2007 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, Balí,
segundo periodo de cumplimiento del protocolo de Kioto
2009 XV conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en
Copenhague
2010 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en
Cancún. Compromisos políticos para enfrentar el cambio climático
2011 XVII conferencia anual de Naciones Unidas sobre el cambio climático
en Durban. Futuro del protocolo de Kioto, reducción de emisiones de
países industrializados.
Año Nombre de la reunión
2012 Conferencia de desarrollo sostenible de Naciones Unidas, Rio+20.
Compromiso político renovado hacia el desarrollo sostenible, evaluar
progresos y vacíos en acuerdos y atender nuevos retos.
Tomando en cuenta la última cumbre realizada, Rio+20 en 2012, se hace evidente que el
cumplimiento de estos acuerdos no es inmediato y menos comprometido por todos los
participantes, muchos de estos llevaron propuestas de reducción de GEI, cambio a infraestructura
sostenible, energías renovables, freno a la deforestación, y en la cumbre se ratificó que los
objetivos a cumplir seguirían siendo los objetivos de desarrollo del milenio, dentro de los cuales
se encuentra garantizar la sostenibilidad del medio ambiente (Aponte, Godio y Strada, 2012).
¿Será suficiente esto para mejorar el medio ambiente y ralentizar el calentamiento global?
La crisis sanitaria
Ahora que se ha establecido una relación crecimiento económico-desarrollo social y
cambio climático, se llega a pensar como después de esta crisis sanitaria causada por el COVID-
19 que se está presentando se va a responder desde el ámbito gubernamental y social para no
incrementar los efectos nocivos en el medio ambiente al reactivar las economías. Se puede pensar
que todo aquello que habla de teorías conspiratorias es real, una vez que los países desarrollados
siempre persiguen el capitalismo y que saben que frente a crisis sanitarias los países en
crecimiento tienen mayores desventajas por sus precarios sistemas de salud. O bien puede tratarse
de una guerra oculta por el poder entre dos potencias, o el plan de todas para implantar una nueva
forma de vida más digital, todos estos supuestos quedan como incógnitas, pues solo el tiempo
mostrará el trasfondo de la situación, a lo mejor es como lo han informado los medios, efecto de
los hábitos de consumo de ciertos países que cruzan los límites, ¿se puede seguir explotando el
mundo a nuestra merced sin esperar consecuencias?
Es evidente que la situación del COVID-19 ha llevado a vivir días difíciles, donde el
estilo de vida que se tenía cambió drásticamente, dejar de trabajar y hacer vida social, recibir
ingresos y pensar que tal vez después de esto no se tendrá ya un empleo o algún ser querido ya no
esté presente (Tizón, 2020), pero igualmente debe ser un momento de reflexión para evaluar las
prioridades y pensar en los hábitos de vida y en cómo afrontar las crisis venideras, no solo
económicas, sino sociales y ambientales. Es momento de reflexionar sobre las necesidades
infundadas por el capitalismo y definir qué camino se debe seguir.
Como lo expresa Martínez (2008), “La crisis económica da una oportunidad para que la
economía de los países ricos adopte una trayectoria distinta con respecto a los flujos de energía y
materiales” (p.32). Es momento de pensar no en recuperar la economía capitalista, sino hacer un
cambio a la economía ecológica, que cuantifique los recursos y busque alternativas renovables
para mitigar el cambio ambiental. Aunque teniendo en cuenta la forma en que se han afrontado
otras crisis se puede pensar en un panorama devastador, ya que algunos gobiernos están
desatendiendo, durante esta emergencia, asuntos de seguridad social y puede que al restablecerse
el orden hayan pérdidas de poder en determinados territorios, específicamente aquellos de
extrema pobreza que en medio de la crisis sanitaria, se ven abandonados por los gobiernos y
empiezan a formar sus propias legislaciones para sobrevivir. ¿Se justifica perder espacios
ambientales y sociales importantes a causa de esta situación?
Por otro lado, cabe la esperanza de las nuevas generaciones que tienen la oportunidad de
cambiar el mundo, pues ya se ha evidenciado que en crisis anteriores las generaciones presentes
se han levantado y avanzado, eso si en pro de sus intereses e ideales, pero han logrado avanzar
después de la caída. Ahora hay una nueva generación que está viviendo esta crisis y para bien del
ambiente es una generación que tiene claro el problema del cambio climático y la necesidad de
proteger el ambiente del que somos parte, se espera que ellos den la pauta para el cambio después
de la crisis con mejores hábitos de consumo y economías ecológicas, con la gran apuesta a favor
que están en la era digital y pueden interconectarse mundialmente más fácil para llegar a formar
colectivos internacionales que trabajen conjuntamente por el mejoramiento.
Finalmente es importante en este tiempo de cuarentena, reflexionar acerca de esta
relación, ¿es más importante el crecimiento económico que el cuidado ambiental?, ¿acaso sin
agua y sin aire limpio se podría vivir y disfrutar de cosas como televisores y celulares?, si se
acaban las tierras fértiles no se tendrá comida y por más dinero que se posea será imposible
disfrutar de alimentos sanos y nutritivos, es el momento de replantear las verdaderas necesidades
y entender que las existentes y nuevas empresas tienen la oportunidad de reiniciar sus actividades
ofreciendo bienes y servicios que brinden una verdadera calidad de vida, que garanticen la salud
y el cuidado, no solo de esta generación sino de las venideras. ¿Se podrá realmente hacer un
cambio drástico en las empresas y el ambiente después de la crisis sanitaria?
Conclusiones
Es innegable que las crisis por las que ha pasado la sociedad la han llevado al sistema
económico y estilo de vida que se vive en el siglo XXI, un mundo de consumismo, depredación,
desigualdad y deterioro del medio ambiente, y si se mira a través de la historia, sí y solo sí, puede
haber un equilibrio económico y social a nivel mundial siempre y cuando las grandes potencias
dejen el poder a un lado, busquen la igualdad y generen políticas de desarrollo sostenible.
Siendo esta problemática causada por el hombre, se concluye que la principal acción que
puede empezar a cambiar el rumbo de todo lo que acontece, en términos ambientales, sociales,
económicos y sanitarios, es la decisión de cada ser humano de cambiar los hábitos de consumo,
es decir, dejar de comprar lo que no es indispensable, sino vivir sobre las necesidades básicas que
requiere un ser humano para llevar una vida tranquila, consumir de manera responsable.
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