La corte del Emperador

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Segundo volumen de la entrega EPISODA

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12LA CORTE DEL EMPERADOREPISODIA 0234Para DOMINATRIX5 6- I -Gabriel vagaba por la capital de Pennsula maldiciendo la hora en que dejCdiz para ir a buscar fortuna.Aquel era el tercer da que coma de lo que poda robar en los puestos de frutasy verdura del mercado de San Miguel. Su mano haba iniciado el acercamientoa una fruta amarilla de las que venan de la nsula Amrica. Su dedo ndice yasenta su tacto cuando una mano toc su hombro.Pensando que iba a dormir en la crcel intent zafarse el fuerte aprieto. Gabrielillo dijo una voz conocida a sus espaldas- Truhn! Qu hacesaqu?Antes de volverse ya saba con quien haba tenido la fortuna de encontrarse.Sus msculos se relajaron. DonJoseMara. Qu alegra verlo por aqu! Y qu extrao! Por qu dices eso, zagal? Es slo que se me hace raro encontrarlo aqu en Capital dijo turbadoGabriel. Pues has de saber que no es tan extrao. He sido convocado por elgobierno que se ha convencido de la utilidad de algunas de mis ideas entorno a la gestin de los recursos que vienen en las naos.DonJosMara de los Malaspina sigui dando rienda suelta a su lengua y a suimaginacin como era habitual en l.Al cabo de un rato de charla en la que mezcl ideas extravagantes con lamencin de altos dignatarios de la Corte, pregunt al chaval: Y qu es de ti desde que nos abandonaste? Pues maldita la hora en la que lo hice! Vine a Capital buscando unamejora y ya me ve... No te preocupes, rapaz. Conozco a cierta seora a la que le voy a hablarde ti y que seguro te toma a su servicio. Maana a esta misma hora vena la Plaza Mayor.7Al da siguiente, con algo ms de hambre que el anterior, Gabriel, sin muchofar de la imaginacin de donJosMara, aunque sin nada que perder, sepresent en la Plaza Mayor.Al momento lo vio rodeado de varios caballeros que escuchaban, entredivertidos y resignados, algunas de las historias que siempre llevaba consigo,cual moderno Mnchhausen.Al cabo de un rato, cuando sus oyentes haban abandonado el crculo, bien porprisa o por hasto, donJosMara llam a Gabriel. Como te dije, gracias a algunos favores que me deban gente de la queno debo mencionar su nombre, te he conseguido un puesto de asistente.Pero he de advertirte una cosa... S? Yo s que eres un chaval listo y respetuoso. As es. Pues quiero que sigas sindolo an en un entorno poco edifcante comoes el del teatro. El teatro?!Y as fue como Gabriel entr al servicio de La Gonzlez, una cmica delteatro del Prncipe.Pepita Gonzlez haba pertenecido al mundo de la farndula desde quedebut teniendo dos aos y desde ese da comenz a aprender el ofcio y pocoa poco se haba hecho un nombre compitiendo con rivales como La Tirana,La Caramba, La Prado y otras ms.Gabriel no supo qu relacin poda tener donJosMara con su nueva seorapara que sta lo admitiese a su servicio. Pero tampoco iba a indagar mucho. Elmundo del teatro era algo desconocido para l: una mezcla de cultura y pecadoque lo haca atractivo.Pronto Gabriel se dio cuenta de que las de la farndula eran fgurasadmiradas y perseguidas. Cuando paseaba junto a su seora, Gabriel notabacmo sta electrizaba a quien la miraba con el airoso meneo de su cuerpo, suhermosa voz y, sobre todo, sus negros ojos en los que estaba reconcentradatoda su belleza. Unos ojos que miraban derritiendo y que decan ms quecualquier discurso. 8La Gonzlez era una mezcla de malicia y el recato, la modestia y laprovocacin y as se lo hacan saber los numerosos mensajesque reciba ensu mquina mvil de pulsos.Gabriel tambin aprendi estando a su servicio la tirana a la que ese afn porla imagen tena sometida a su seora: horas de peluquera con el maestroRichiardini, que era el mayor experto en trenzar hilos de oramericano paraconvertir las cabezas en fuentes de luces; montaas de afeites que Gabrieldeba ir a buscar todos los das: blanco de perla, elixir de Circasia, pomadaa la Sultana, polvos a la Marechala y otros nombres de similar cariz;innmeros vestidos, telas y encajes que arreglaba una mujer de confanza deLa Gonzlez trenzando oramericano para ir a la moda de ese momento yvolviendo a destrenzar y modifcar cuando otra moda apareca tras sepultar a laantigua.A ello se aada el trabajo en los dos teatros, como los llamaba Gabriel. Porun lado la eleccin del atrezzo, el estudio y el ensayo de las obras, la puesta enescena, los aplausos...Pero tambin estaba el teatro del mundo: los paseos en la calesa de atraccinopuesta, saludando a sus seguidores, aceptando los requiebros y presentes, elpaseo por los cafs de la plaza de Santa Ana saludando a la otra gente de lafarndula buscando lo que se elogiaba y lo que se criticaba, el recado al grupode seguidores para que aplaudieran en sus obras y abuchearan en la de losotros, evitando que los grupos enemigos hiciesen lo mismo.Y a ello se aada que ese ao de 18.07 era el ao de la guerra del teatro. Dosbandos estaban enfrentados en una lucha sin cuartel: los defensores de laopereta y los de la zarzuela.9- II -Aviso a quien est pasando sus ojos por estas letras: esta entrega comenta ladisputa entre quienes defendan la opereta y aquellos que se alineaban en laapuesta por la novedad de la zarzuela. Por ello, si no tienes inters en estetema puedes dejar correr el tiempo hasta la siguiente entrega.Si te has quedado conocers hechos que, si bien sucedieron antes de lo quese contar a continuacin y no tienen infuencia en ellos, dan un entorno en elque situarlos.Al igual que Pennsula estaba librando una batalla continua con las otrasnsulas que codiciaban el oramericano y, sobre todo, la suerte de tener un climaque permita su transformacin en hilos trenzados, tambin el mundo de lafarndula libraba un combate similar. Todo se inici en el 18.06, con el estreno de una obra titulada El s de lasnias. Semanas antes, los correos de pulsos anunciaban dicho acontecimiento comoel que hara cambiar la msica. Algunos enterado tambin mencionaban que suautor, un tal LeandroFernndez, haba conseguido que sus honorariosprovinieran de las veces que se representaba o cantaba uno de sus temas enlugar del tradicional pago por la obra entera entregada. Ello signifcaba que,cada vez que alguien cantara una de sus composiciones tendra que pagarleun dinero. No obstante, este mtodo, que ms adelante dara lugar a unasociedad con los autores que queran seguirlo, no era lo fundamental.Lo importante era que las letras de la obra y los ritmos que usaba provenan delhablar de la gente de la calle. Se abandonaba el barroquismo de expresionescomo estatua viva soy de hielo, reverberante numen que del Istro al Maransublimas con tu Zurda y otras similares. Adems se haba inventado un nuevoformato musical al que llamaba cupl y que aunaba, segn decan, unamsica alegre, letras picantes y crtica a las autoridades.Todo ello se saba antes del estreno gracias a los correos de pulsos quemandaban desde los encargados de la tramoya hasta los protagonistas,pasando por los msicos. Esto hizo que la obra fuera un xito antes de subir elteln. 10A tanto ruido se opusieron los defensores de la tradicin y el arte elevado, quedejaban claro en sus correos de pulsos que la opereta era la nica forma vlidade cultura.Ambos bandos se encontraron el da del estreno en el teatro de la Zarzuela dedonde tomaron su nombre los defensores de lo nuevo.Nada ms empezar la obra, los de la opereta se hicieron notar: Qu principio! - se oy desde uno de los palcos llenos del humo quedesprendan los palos de tabaco. Era esta otra moda que se habaimpuesto haca poco: enrollar las hojas del tabaco picadas en unaespecie de canuto y, tras prenderle fuego en un extremo, aspirar por elotro soltando el humo despus. Bonito modo de empezar! - apoy otra voz- En una posada! Qupuede pasar de inters en una posada?Chillidos y siseos intentaron hacer callar a esas voces. Pero los defensores dela opereta no se amilanaban. As, cuando aparecieron en escena dos mujeresque no eran ni princesas, ni senescalesas, ni landgraviotas, sino una madre ysu hija se oy: Dos mujeres! Qu bajeza! Y qu es eso que cantan? Calla pesado! Que no me dejas or el cupl!El aplauso que acall las rplicas fue el dato que confrm que la nueva formaiba a triunfar. Las letras picantes, los ritmos que no se haban odo y el uso deun instrumento nuevo que haba aparecido en el foso y que, gracias a lasexhalaciones elctricas que dibujaba en el aire quien lo manejaba (pues esoera lo que haca) emita un sonido que pareca en unos momentos al del violn,otras al de la soprano y otras a ruidos del diablo ya haban conquistado alpblico presente y pronto lo haran en todo Pennsula.La joven que apareca en la obra y que estaba destinada por su madre acasarse con un hombre mayor, estaba cantando que en la posada haba pulgasy que una se le haba metido por todo el cuerpo. Aquello era inaudito: nuncaantes se haba visto a una mujer cantar sobre algo tan mundano y que ademsresultaba provocador.11Cuando acab, los aplausos acallaron a quienes queran protestar. La letra dela cancin (por arriba, por abajo, por delante y por atrs), ya estaba siendocoreada apenas acabar. Los gritos de los asistentes obligaron a repetir elnmero. Tal fue el estreno de El s de las nias. Aunque se opusieran algunospedantes, ministros y eclesisticos la zarzuela conquist Pennsula.12- III -18.07 fue el ao de la conspiracin de El Escorial y otoo el mes en el queGabriel conoci a Ins. Uno de los trabajos que tena que realizar Gabriel para La Gonzlez era el dellevar y recoger las ropas de teatro y de calle que arreglaba con hilos trenzadosde oramericano una costurera, excelente y honrada mujer, que, aunque joven,estaba muy desmejorada por el constante trato con las fbras de oramericano.Juana, que as se llamaba, viva en una casa modesta junto a su hija Ins yCelestino, hermano de su difunto marido.Desde el da en que entr en esa casa, Gabriel se qued prendado de lasencillez y hermosura de esa menuda nia de quince aos, hasta el punto deque se olvid de su primer amor, el que le haba hecho salir de Cdiz, y sededic al nuevo con la devocin que se tributa a un dios. Siempre que Gabriel iba a con recados de La Gonzlez se detena todo eltiempo posible, acudiendo tambin en sus ratos de ocio. Gozaba de latranquilidad de esa familia que, aunque pobre, brindaban al muchacho todocuanto tenan.Mientras las mujeres hilaban el oramericano y componan fguras y ornatos enlos trajes, Gabriel les contaba su historia, exagerando su papel en la batalla delsector TRFLGR y les haca rer dndoles a conocer los proyectos que seimaginaba para lo porvenir.Gabriel, Juana e Ins adems disfrutaban y rean discretamente y sin saa dela buena fe de Celestino.Celestino, clrigo desde su mocedad, era un hombre simple, modesto,candoroso, benvolo, gran estudioso, sin maldad y, sobre todo, confado. Apesar de sus estudios y de ser sacerdote nunca pudo conseguir colocacinalguna. Se pasaba el da entre libros y escribiendo memoriales a donManuel delos Godoy, Primer Ministro de Pennsula, de quien era paisano. Porfaba enobtener un cargo que le prometiera donManuel haca catorce aos.Todos los das sala esperanzado y todos los das volva con el sombrero en lamano y comentando:13 Ahora s que va de veras. La semana que viene entra sin falta. Me handicho que se requera el visto bueno de un ofcial de canonja. Cierto da Gabriel le dijo: Usted, Celestino, no ha conseguido ya lo que deseaba, porque no selanza. Qu es eso de lanzarse, chiquillo? - pregunt el cura. Pues pedir veinte para que den cinco. Tener desvergenza para meterseen todas partes. Arrimarse a los poderosos. Hacer lo que ha hecho todoel mundo. Ah, Gabriel! -dijo Juana-. T eres un ambiciosillo que cree que de unsalto va a llegar a la Corte. Justo y cabal -dijo el chaval sin quitar los ojos de Ins.- Yo no tengopadre ni madre que cuiden mis penas. Hurfano soy. Y lo que yo no metome, otros no me lo van a dar. Tienes disposicin, Gabriel -dijo Celestino con gravedad-; Ya mismo teveremos convertido en personaje. Y ese da no te dignars a hablarnosni vendrs por esta casa. Pero es preciso que sepas de latines y demsica. Sobre todo de lo ltimo. Que ya sabemos cmo ha llegado su paisano aser el hombre ms poderoso de Pennsula- dijo Gabriel con retintn. Calumnias! -exclam irritado el cura-. Mi paisano, amigo y mecenas, elseor donManuel de losGodoy, debe lugar a su gran mrito, su sabiduray su tacto poltico. Y no a las castauelas. Sea lo que sea, muy rpido ha subido a donde est. Lo mismo vas a hacer t, no?- dijo Ins. Cierto, mi nia. Y har que Celestino tenga, por lo menos, un obispado. No quiero yo obispado. Me conformo con una canonja. Eso, to! Dle usted alas al muchacho! No te ras de mis proyectos, Inesilla. Yo no quiero servir a cmicos todala vida. Quiero algo que me haga rico y as poder llegar a tu casa en lamejor carroza de atraccin opuesta que pueda construirse conoramericano y casarme contigo, con el permiso de tu madre. Ten cuidado con el jarro, se te vaya a derramar la leche pensando en lasvacas que vas a comprar dijo riendo Ins. Rete lo que quieras, que yo no dejar de hacerte feliz. Dme ququieres.14 Lo que quiero -dijo Ins con dulce voz-, es que, seas lo que seas,cuando te acuestes por la noche puedas decir: no he hecho mal a nadieni nadie ha sufrido por mi culpa. Qu escrupulosa eres, Inesilla! Cada uno tiene que ir a su negocio, y elmo es llegar a una posicin. Hay veces que me veo elevado a la msalta dignidad por una dama poderosa que me ha hecho su secretario, opor un joven que vea lo listo que soy... Anda que te falta abuela! - dijo la madre de Ins. No, se Juana. Yo s que un da tendr sello de hidalgua, un escudo yun don delante de mi nombre. Cmo va a ser eso posible? - dijo Ins risuea.- Quienes hemos nacidopobres moriremos pobres. Y si a una seora caprichosa o a un vejeterico se le ocurre protegerte, lo mismo que subas, caers. En el mundopasa siempre lo que debe pasar. Reinita dijo Gabriel-, en eso te equivocas, porque nosotros deberamosser ricos y no lo somos. Eso lo creern todos lo mismo y es seguro que alguno estarequivocado. Las cosas no pasan porque a ellas les de la gana, sinoporque as est dispuesto. Las aves vuelan, los gusanos se arrastran,las piedras se estn quietas, los ros corren hacia abajo y el humo haciaarriba. Porque esa es su regla. Y a qu me vienes con eso? Lo que quiero decir es que por ms que una tortuga mueva sus patas nopuede volar. Y t, sin ser hidalgo, rico o sabio, eres como una tortugaque se empeara en subir volando al pico ms alto de Pennsula. Pero yo no voy a subir solo. Voy a encontrar a quien me suba. Eso! Deja que un guila o un buitre te coja por tu caparazn y quecuando llegues a lo ms alto, te suelte porque no va a estarse toda lavida aguantando tu peso. De dnde sacas esas ideas, nia ma? Pues de mi cabeza. No he ledo otra cosa que mis devocionarios y ElQuijote. Y como a ese buen seor, a t tambin te van a moler a palos.Gabriel se qued pensando. En la habitacin slo se oa el chisporroteo del hilode oarmericano trenzndose. Lo que yo s dijo Gabriel al cabo de un rato- es que te quiero. Que eresuna diosa y que no har nada sin consultarte. Me voy. Hasta maana.15Mientras abandonaba la casa, Gabriel oa la voz de Ins hablando con sumadre. Lament tener que dejar ese lugar de reposo y de feliz humildad. Como a todas horas oa hablar de personajes nulos elevados a honrosasalturas sin mrito alguno, se le antojaba que a l le tocara esa Providenciaalgn da. Y el hecho es que una serie de coincidencias le iban a dar razn aesa creencia. Pero antes hemos de conocer a otras personas. Hablemos de lafarndula. 16 IV -La Gonzlez era la primera actriz del teatro del Prncipe sede de la compaade Isidoro Miquez.El Guapo, como era conocido, combinaba orgullo y talento. No consenta quenadie despuntara en la escena, y no comparta los secretos del arte, ni siquieracon su esposa, La Prado, que alternaba con La Gonzlez los primerospapeles. Gabriel, como ayudante de La Gonzlez, pasaba toda la tarde y noche en elteatro, asistiendo a las representaciones ms aplaudidas y rozndose conguapsimas actrices y personajes ilustres que menudeaban entre lasbambalinas. Gente de alcurnia que no desdeaban ensuciar su guardapis conel polvo de los escenarios. Dos seoras, ambas damas de la Corte, eran amigas de La Gonzlez. Ambas eran encantadoras, tenan gusto muy refnado por las artes, protegan alos pintores, aplaudan y obsequiaban a las gentes del teatro, patrocinaban lasprimeras representaciones de la obra de algn autor desvalido, coleccionabantapices y eran introductoras y propagandistas de las ms vistosas modas. Muchos das, tanto Lesbia como Amaranta iban a casa de La Gonzlez acenar, tras la salida del teatro.Una tarde en que Gabriel estaba preparando el saln para una de esas cenas,La Gonzlez le pregunt: Crees que vendr? Quin? pregunt el chaval. Isidoro. No s. No me ha dicho nada. Y de qu hablabais al acabar el ensayo? Me estaba diciendo que no estuviera enredando entre bastidores. Que lequitaba la concentracin. Pues claro! No se puede molestar a un genio. Pero creo que vendr. Leconvid pero no me contest. 17Tras esta breve conversacin La Gonzlez fue a sus aposentos paracambiarse de vestido. Al rato, an sin maquillar y sin las joyas de oramericanoque sola lucir, apareci. Crea que haban llamado. He odo un ruido en la calle. Yo no he odo nada. Entonces, no sabes si vendr? Quin? Isidoro, so tonto. No seora. Nada me ha dicho sobre ello. Como tiene ese genio tan... Y esta tarde estaba tan incmodo por miactuacin... Pero creo que vendr. Yo le he convidado. Mientras hablaba su rostro pasaba del rubor ms encendido a la palidez msextrema. Regres a sus habitaciones para terminar de acicalarse y al ratovolvi con un vestido en el que los hilos de oramericano simulaban unaenredadera que, desde sus pies, iba trepando y enroscndose hasta llegar a lacabeza cuyo peinado continuaba las volutas adornadas con cintas de hilotrenzado que emitan un suave fulgor.Sonaron pasos en la escalera. Es l -dijo La Gonzlez, levantndose de un salto y andandoatolondradamente por la habitacin. Gabriel corri a abrir. Isidoro El Guapo entr como si estuviera en escena. Era un hombre de altaestatura, pose indolente y una mirada fera que le haba hecho famoso.Susfacciones eran amplias y bien perfladas. Vesta un traje verde oscuro, conpantaln de ante y botas polonesas. Hilos de oramericano trenzadocomplementaban su atuendo haciendo que desprendiera chispas turquesacuando, con elegancia, se tocaba la pechera del chaleco. Al entrar se arroj sobre un silln sin apenas dirigir una palabra o una mirada asu anftriona. Permaneci un buen rato sin decir nada, tarareando un aria y conla vista fja en paredes y techo. No paraba de golpearse la bota con el bastn,cuyo pomo de oramericano imitaba una de esas mscaras usadas en el teatroantiguo y que se haban convertido en smbolo de los artistas de la farndula.18La Gonzlez no saba si moverse o quedarse quieta, si hablar o callar. Sumirada estaba fja en el actor y en su cara un color se le iba y otro se le vena. Qu mal has representado esta tarde, Pepilla! dijo, al fn, Isidoro. He hecho lo que suelo hacer y que... Es que de algn tiempo a esta parte ests desconocida cort Isidoro.-Te equivocas a cada instante y pareces tan distrada que hay veces queme dan ganas de pegarte con el bastn para que vuelvas de tuembobamiento. Pues no s - respondi con voz rota-. Creo que he hecho lo que suelohacer y que... Es que parece que trabajas de mala gana. Cuando salimos a escena ycantas eso de: No quieren ms las fores al roco que en los fragantesvasos el sol bebe... tu voz temblaba como la de una novata. Y cuandome diste la mano la tenas ardiendo, como si tuvieras calentura. Yparecas no hacer maldito caso de que yo estaba en la escena. No! Eso no! Lo que pasa es que tena miedo de hacerlo mal. Pues es preciso que te enmiendes si quieres seguir en mi compaa.Porque t quieres seguir? Claro! S, s! No quiero otra cosa. No estars enferma? No, no. Entonces enamorada? Oh, no, tampoco! - contest con turbacin. A ver si es que estabas pensando en un amor y por eso se te olvidaba laafnacin. No, Isidoro, te equivocas. Lo raro, Pepita, es que en las escenas que siguieron hiciste muy bien tupapel. Pero luego, en el tercer acto, cuando te toc cantar conmigo,vuelta a las andadas! Cant mal? No, al contrario, pusiste mucha emocin cuando llegaste al Dnde voysin aliento, cansada, sin amparo, sin intento, entre aquesta espesura?Llorad, ojos, llorad mi desventura.. Y tambin estuvo muy bien tuentonacin cuando exclamaste tengo esposo!. Pero desde que salyo...19 Es el temor de hacerlo mal y disgustarte... Pues me has disgustado. Te hubiera dado un pescozn cuando medijiste lo de esposo mo. Parecas una modistilla enamorada antes quela landgraviata de Trepisonda. Luego, cuando dijiste eso de pon fn a mivida pues no he de ver otro amanecer pareca que realmente querasque te matase. Si hasta te pusiste de hinojos! Cuntas veces te hedicho que no hagas tal cosa? Y cuando yo dije eso de ay, queridaesposa ma, qu dos contrarios extremos! te arrojaste en mis brazosantes de tiempo. Echaste a perder el fnal, Pepilla. Desluciste la comediay me desluciste a m. Eso nunca, Isidoro. No haces caso de mis lecciones. No te esfuerzas por complacerme. Ay, Isidoro! Yo procuro hacerlo lo mejor posible para que no te enfadesni me rias. Pero tengo tanto miedo a que me reprendas que tiemblocuando apareces. Cuando estamos juntos temo hacerlo demasiado bienporque si me aplauden mucho, puede parecer que quiero quitarte elmrito. Eso, unido a las miradas y seas que me echas cuando meequivoco, me hace balbucear y a veces no s lo que canto. Perodescuida. Me enmendar. No tendrs que echarme de tu lado. Esperemos.Callaron los dos. Isidoro, tras seguir mirando paredes y techo y jugar con elbastn, pregunt al cabo de un rato: No vienen tus invitados? Es temprano. Acaso te fastidia mi compaa? No; pero la reunin hasta ahora no tiene nada de divertida. No era mi... Calla! Escucho pasos.20- V -Gabriel abri la puerta, inclinndose cuando entraron Lesbia y Amaranta.Ambas conversaban alegremente tomadas del brazo. Tras ellas entr el to deAmaranta.Lesbia era rubia, no muy alta aunque s esbelta y ligera. Tena una hermosuradelicada y casi infantil. Pareca una de esas fores que se quiebran si un dbilviento las agita. Aunque educada con monjas, esas enseanzas apenas habancalado en su comportamiento. Todo en ella respiraba felicidad y satisfaccin des misma y gusto por la diversin. Su conversacin, siempre picante y condobles sentidos, estaba salpicada de risas y gestos desenvueltos. No eraextrao que le gustase y se le diera bien el arte del teatro. Era una cmicaconsumada. Estaba casada desde haca tres aos, cuando ella contaba condiez y nueve, con un duque con sello de hidalgua antiguo quien se pasaba eltiempo cazando en sus vastas dehesas. Amaranta era todo lo contrario a Lesbia. Si sta agradaba, Amarantaentusiasmaba. Aunque diez aos mayor que Lesbia, tena un fno corte detodas las lneas de su cara, una expresin dulce en sus ojos, y unosembriagantes cabellos negros. Su tez blanca destacaba entre el negro de suvestido, cuya basquia de un raso carmes oscuro cea su hermosa fgura. Elluto de su vestido, pues era viuda, serva para realzar su hermosura.Completaba el tro el hermano de la madre de Amaranta que pareca cosido alas faldas de su sobrina, pues la acompaaba a todas partes. Era un hombre de sesenta aos que haba ejercido varios cargos diplomticos.Destituido por donManuel de losGodoy, conservaba un gran rencor hacia lytodas sus conversaciones, que eran interminables, giraban sobre la cada delPrimer Ministro. Su grandilocuencia serva para las burlas entre sus amigos,quienes se divertan cuando proclamaba: Secundarn los de Albin eseproyecto tan secreto? Qu gran desastre nos espera cuando...! y otrasigualmente misteriosas con que se propona darse importancia, diciendosiempre las cosas a medias, dando noticias poco claras, en espera de que susoyentes, llenos de dudas, le rogasen que fuese ms explcito. A Gabriel lerecordaba la charla sin fn de donJosMara de losMalaspina. El diplomtico miraba con desdn los trajes de moda yabominaba del uso deloramericano al que no quera en ninguna de sus formas. Era 18.07 y todava no21haba usado un correo de pulsos o uno de esos artefactos que en esosmomentos estaba consultando su sobrina.Mientras tanto Lesbia, dando golpecitos con su abanico en el hombro deIsidoro, deca: Estoy muy enfadada con usted, Miquez, s seor, muy enfadada. Porque he representado mal esta tarde? Ha sido culpa de Pepilla. No es eso. Es que... Lesbia hizo un gesto para que acercara su cabeza y le habl en un susurrointentando que nadie oyera su conversacin. Por la sonrisa de El Guapo seadivinaba que la dama le deca cosas muy dulces.Esa conversacin era seguida por La Gonzlez a quien un color se le iba yotro se le vena. A veces pareca encendida en violenta ira, a veces dominadapor gran dolor. No van a acabar de confesarse? - dijo con muy mal humor LaGonzlez. Y a ti qu te importa? -dijo Miquez con aquel desptico tono suyo. La Gonzlez se qued perpleja. Tienen que contarse muchas cosas -dijo Amaranta con malicia-. Lomismo sucedi el otro da en mi casa. Pero estas cosas no duran, seorMiquez. El placer es breve y fugaz. Lesbia y Amaranta se miraron de manera que, si hubiesen sido deoramericano, hubieran saltado las ms potentes exhalaciones elctricas. No obstante el cmico y Lesbia siguieron con su conversacin ntima.Amaranta bostezaba y el diplomtico comprobando que las miradas yrequiebros que le ofreca a La Gonzlez no reciban respuesta rompi elgrave silencio y dijo: La verdad es que estamos aqu divirtindonos y a estas horas sepreparan cosas que maana nos dejarn con la boca abierta. 22Intentando dominar el despecho y la resignacin, La Gonzlez dijo con viveza: Pues qu pasa? Bueno... Si yo contara... Parece mentira que estn ustedes con tantacalma... Djenos de esos secretos, to. No es este el lugar. Cmo dices eso, sobrina? -exclam con grandes aspavientos eldiplomtico-. Yo s que Pepa desea vivamente saber lo que pasa, no? S, s! - contest La Gonzlez sin dejar de mirar a la pareja quecontinuaba con sus confdencias. - Quiero que me lo cuente todo! Pepa, usted me electriza como el oramericano trenzado -dijo eldiplomtico mirndola con amor desde sus amortiguados ojos-. Tanto esas, que, a pesar de haberme distinguido siempre durante mi carreradiplomtica por mi prudencia y reserva, ser con usted franco,revelndole hasta los ms profundos secretos de los que depende lasuerte de Pennsula. Oh, me encantan los diplomticos! -dijo con afectacin La Gonzlez-.Hbleme usted. Cunteme todo lo que sepa. Quiero estar hablando conusted toda la noche. Es usted el mejor conversador, el ms ameno ydivertido que he tratado en mi vida. No dir nada que todo el mundo no sepa ya -indic Amaranta.- Y es quea estas horas las tropas de Bonaparte deben de haber desembarcadoen los puertos de Pennsula. Oh, qu cosa ms linda! -dijo La Gonzlez-. Cunteme ms, seordiplomtico. Sobrina, qu sabrs t? -exclam el marqus. Luego hizo una largapausa para darse importancia. Al ver que nadie preguntaba, continu-No es que desembarquen o no. Se trata de su plan secreto paraapoderarse de Pennsula y as quedarse con el oramericano... Me alegro! -dijo la Gonzlez, jovialmente. - Que se lo queden. Querida Pepa, esas cosas no se pueden tomar tan a la ligera. Es cierto - aadi Amaranta.- Se habla de que Pennsula cambiar deEmperador. Tambin se dice que Bonaparte quiere ser el nico regentede todas las nsulas. Y que pondr de ttere al que le ha abierto laspuertas: donManuel de losGodoy. T no sabes lo que pasa, sobrina. Lo que voy a contar debe quedar enabsoluto secreto... Ah!, descuide usted. dijo La Gonzlez-. Estoy encantada con estaconversacin.23 Pues ya que me lo pide usted, Pepita, voy a contarle, pidindolediscrecin, que yo s que el Primer Ministro mand a un representantepara hablar con Bonaparte. Como no llegaron a un acuerdo, la rabieta lehizo mostrarse fuerte contra el de Francia y se ali con los de Albin.Eso nos llev al desastre del sector TRFLGR en el que nos quedamoscasi sin naos y naves. Y ahora, para congraciarse, ha dejado que los deFrancia desembarquen en Pennsula. Pero hoy lo que ocurre es muchoms grave, y... No, no puedo contar ciertas cosas. Callar hasta que elgran cataclismo sea pblico... Aprueba mi discrecin, querida Pepa?No cree que eso es el deber de la diplomacia? Oh, la diplomacia! - contest La Gonzlez que no haba hecho caso ala conversacin, intentando adivinar los secretos de Lesbia y ElGuapo.- Albin! Bonaparte! Me tiene usted enamorada. Confeso quehasta hoy esos temas me haban aburrido mucho. Pero esta noche rabiopor conocer todo. Su conversacin me tiene embelesada. Es verdad -dijo el diplomtico relamindose de satisfaccin-, que hoypocas personas tratan estas materias con tanta prudencia y discrecincomo yo. Cuando estuve en Rusia... Rusia! Hbleme de Rusia! Y de la guerra. Sobre todo de la guerra. No creo que tengamos que hablar de eso -terci Amaranta-. No creo quemi to siga esa opinin que supone que donManuel de losGodoy intenta,con el auxilio de Bonaparte, quedarse de Emperador y desterrar a lansula de Amrica al Emperador y su familia. Sobrina, por todos los santos, no me incites a hablar. Tambin es un absurdo suponer que Bonaparte ha desembarcado sustropas en Pennsula para hacerle el juego al Primer Ministro. Bueno, bueno, sobrina. Esos temas no pueden tratarse a la ligera. Si yome decidiera a hablar... Gabriel entr en ese momento para anunciar que la cena estaba servida. Todosse levantaron para ir al comedor. En la mesa, el diplomtico intent continuarsu conversacin. Lesbia le interrumpi: Hemos venido aqu para hablar de lo que no nos importa? De qu otra cosa quiere se hable?- dijo el diplomtico. De cosas... De bailes, de las nuevas zarzuelas, no es as como lasllaman? Qu vulgaridad! - dijo La Gonzlez con desdn-. Hablaremos de loque ms nos convenga.24 Ya s por qu est tan distrada Pepita -dijo El Guapo-. Porque se hadedicado a estudiar poltica y diplomacia. Diga que s, Isidoro dijo Lesbia. - Aqu estamos para divertirnos. Frvola juventud! -exclam el diplomtico, tras apurar una gran copa devino-. No piensa ms que en divertirse, cuando en Pennsula... Y dale con Pennsula! Pepa es la nica sigui el diplomtico-que comprende la gravedad.Ser de las pocas que no se sorprendan del cataclismo. Pues explique qu va a pasar dijo Lesbia con insolencia. Por Dios y todos los santos! Ruego que no me obliguen con susapremios a decir lo que no debo. Aunque soy prudente, temo que sisiguen hostigndome, se me escape alguna frase... Pues as haremos- dijo El Guapo- No le forzaremos a que nos cuentenada. Hubo un momento de silencio. El diplomtico, contrariado, se dedicaba a comery a trasegar vino. Slo levantaba los ojos vidriosos para mirar a La Gonzlez.Esta, sin decir una palabra, no apartaba los suyos de Lesbia y de Miquez.Amaranta, siguiendo otros pensamientos, no miraba ni a Isidoro ni a Lesbia, nia la anftriona, ni a su to, sino...25- VI -La fuente resbal de las manos temblorosas de Gabriel. Un color se le iba yotro se le vena. A veces pareca que toda su sangre corra precipitadamentehacia el semblante ponindole encendido y otras se recoga por entero,dejndole ms plido que un difunto. Era incapaz de evitar el nerviosismo quelo invadi desde el momento en que advirti que esa hermosa dama fjaba enl los ojos ms perfectos que haba visto en toda su vida. El chaval, suponiendo que tena algo en la cara, aprovechaba sus paseos a lacocina para mirarse en el espejillo roto que all haba. Por ms que miraba noencontraba nada fuera de sitio. Volva a la sala y, de nuevo, Amaranta leclavaba los ojos. En su alocada cabeza comenz a aparecer un pensamientoque desech enseguida. Cmo iba una dama tan hermosa y elevada mirar aun gusano como l? No obstante, cuando le reprendan por las muchas torpezas que ibacometiendo, Gabriel senta la dulce mirada de Amaranta. Estaba perplejo. El diplomtico, viendo que no se le preguntaba nada, sin encontrar una vctimaa la que capturar en su conversacin, dijo: Nada. No continen apremindome. No hablar. Me debo al secreto delmi ofcio. Pero si no le hemos dicho una palabra - dijo Lesbia rindose. El Guapo, sin embargo, conociendo que el diplomtico era enemigo delPrimer Ministro, dijo con sorna: Pues no se puede negar que este donManuel de losGodoy, hombre degran talento, burlar las intrigas de ese Bonaparte. Engaar a l y a losde Albin. El diplomtico, viendo el trapo echado, se limpi la boca con la servilleta, soplcon fuerza y, ocultando su satisfaccin, fj la vista en el vaso que tena delante,como buscando un punto de apoyo y dijo con mucha parsimonia: Mis enemigos, que son muchos, han hecho creer que yo era elresponsable de la correspondencia secreta entre los principales de cadansula: Francia, Albin, Rusia...26Despus de sonarse con estrpito, prosigui as: Y esa calumnia que me enlaza con Bonaparte y con el Zar de la Rusiaparti de la casa de losGodoy. Todo por desprestigiarme y hacermequedar como traidor. Cree el ladrn que... De modo continu Miquez-, que usted no es amigo secreto dedonManuel? Qu no inventar la calumnia? Y hasta cundo he de defenderme deella? Mil veces me han hecho esa acusacin y otras mil me hedefendido. Pues aqu va la mil y una. Y si, en el calor de mi defensa,hago revelaciones que no tendran que haber salido de mi boca, no seme culpe a m sino a quienes me han atacado. Gabriel aguantaba la risa, al igual que hacan los presentes, viendo el nfasiscon que el anciano diplomtico se defenda de unas imaginarias acusaciones.Ahora, de pie, continuaba: Aunque lo haya repetido, dir que no tuve parte en las negociacionescon Francia y que llevaron al desastre del sector TRFLGR. Aunque deese tratado s ciertas cosas que... Mejor es callar. No... no me pidan querevele lo que s. No pongan a prueba mi discrecin. Hay secretos queno puedo confar ni a usted, amada Pepita. Mi nico afn es defendermede las maquinaciones que Bonaparte y sus secuaces planean contra m.Pero que vengan a enfrentarse conmigo! Yo lograr evitar loscataclismos que se avecinan. Estamos convencidos de su habilidad -dijo Lesbia.- Pero no nos ha dichocules son esos cataclismos. Ni una palabra ms saldr de mi boca -dijo el diplomtico sentndose ycruzando los brazos como hara un nio enfurruado.- Cesen laspreguntas. Todo es intil, seoras mas. Soy infexible ante las arguciasde la curiosidad. Gabriel, oyendo al diplomtico,recordaba a donJosMara de los Malespina.Ambos eran portentos de vanidad: donJoseMara menta desvergonzadamentey sin atadero y el diplomtico, aunque sin alterar los sucesos reales, se creahombre de importancia y se negaba a revelar secretos que no saba. 27Lesbia y El Guapo, tras retirarse de la mesa, haban vuelto a susconfdencias. Amaranta, en contra de todas las normas del decoro, se acerc aGabriel mientras ste recoga los platos: Ests contento aqu? S, seora. Y no desearas cambiar de aires? Encontrar colocacin en otra parte? Segn con quien fuera, seora. Pareces un chico muy dispuesto.La sonrisa que le dedic hizo que el corazn de Gabriel se desbocara y su caraechara fuego. Es que quiere tomarme a su servicio? Amaranta prorrumpi en una carcajada que dej a Gabriel perplejo.28- VII -En el portal comenzaron a orse voces alegres y rasgueos de guitarra. Mientrasparecan alejarse, unos pasos rpidos suban la escalera. Al momento entrunjoven vestido con una gorra peluda de forma semejante a un pequeosombrero y con una capa de grana con forros de felpa manchada. Aunque por su pinta pareciera uno de esos mozuelo de los barrios mshumildes de la capital de Pennsula, era, sin embargouno de los principalescaballeros de la Corte, ofcial de la Guardia del Emperador. Este, como tantosotros, gustaba de buscar pasatiempo entre la gente de baja estofa,concurriendo a los salones de algunas famosas majas. Oh, donJuan! - exclam Amaranta al verle entrar. - Sea bienvenido,seor de losMaara. Llega usted a tiempo. Y eso? - contest el galn. Lesbia le echaba a usted de menos- dijo Amaranta con malicia. Lesbia la mir de un modo terrible, mientras El Guapo pareca dominado porviolenta clera. DonJuan, sintese a mi lado - dijo La Gonzlez con alegra, sealandola silla que tena a la izquierda.Tras tomar asiento, donJuan, dirigindose a Lesbia dijo: No cre encontrarla aqu. He venido impulsado por mi corazn y veo queel corazn no se equivoca.Lesbia intentaba disimular la turbacin que senta abanicndose con fuerza. Se ve que esta es noche de suerte para m - continu donJuan, sacandouna bolsita de seda-. He estado en casa de La Primorosa, y he ganadocasi dos mil reales.- Diciendo esto vaci las monedas de oramericanosobre la mesa. Haba all mucha gente? - pregunt Amaranta. Mucha. Aunque ech de menos a Lesbia. Para usted no hay diversin all donde no est ella, verdad? -dijoAmaranta con malicia aguantando, la mirada que le echaba su amiga. Por eso he venido.29 Quiere seguir probando fortuna? -dijo La Gonzlez. Claro! Pues juguemos. Gabriel, trae la baraja! Tras dos horas de envites y maldiciones, el de losMaara, cogiendo lasmonedas que haba ganado dijo, dirigindose a El Guapo: Mala suerte esta noche, Miquez.Y, luego, mirando a La Gonzlez: Y usted qu buena, Pepita! Aunque ya se sabe que afortunada en eljuego... No como usted, donJuan dijo Amaranta - que es afortunado enjuegosy amores, verdad, Lesbia? Y luego, dirigindose a El Guapo: Y para usted, Miquez, no se ha hecho el refrn porque es desgraciadoen todo, verdad, Lesbia?Aunque el rostro de sta se encendi sbitamente y sus ojos desprendanllamaradas de odio, cuando habl lo hizo con voz calmada. Seor Miquez, ya est todo preparado para la funcin del prximodomingo? Ah! Se me haba olvidado la funcin en casa de la marquesa- dijodonJuan.- Qu van a representar? Otelo. Me parece bien, amigo Isidoro. Me entusiasma como hace usted deceloso. Quiere hacer usted el de Leonardo? No. Adems de que es un papel desairado, no sirvo para el teatro. Yo le ensear. Gracias. Ya ha enseado a Lesbia su papel? Lo sabe perfectamente. Cunto deseo que llegue esa noche - dijo Amaranta-. Pero diga, Isidoro,si le ocurriera un lance como el de Otelo, si se viera engaado por lamujer que ama, sentira usted aquel terrible furor, sera capaz de matara su Edelmira?30 No. No la matara. Pero s a su amante, Leonardo - repuso Miquez confrmeza, clavando su enrgica mirada en el rostro de donJuan. Se hizo un silencio. Tras un instante, el de losMaara alz una copa y dijo: Brindo por quien ser nuevo Emperador y brindo por la cada del PrimerMinistro! Muy bien! -exclam Lesbia aplaudiendo. Qu horror! Prudencia, joven -dijo el diplomtico-. Cmo se atreve arevelar...? Creo que estoy entre amigos y creo que un fel sbdito puede manifestarsin recelo la alegra y esperanza que siente. Cuidado, seor de losMaara -dijo Lesbia con mucha viveza- estdelante una confdente de la esposa del Emperador. Quin? Amaranta. T tambin lo eres dijo sta.- Y segn dicen posees los secretos msgraves. No tanto como t -dijo Lesbia con osada.- Porque t eres la depositariade todas las confanzas de la esposa del Emperador. Esto es una granhonra para ti. Porque sigo al lado de mi bienhechora. La ingratitud es vicio muy feo yno he querido imitar el ejemplo de las que insultan a quien les hafavorecido. Antes de que Lesbia, tras un momento de vacilacin, pudiera contestar,intervino el diplomtico: Seoras, por Dios... qu es esto? No son ustedes ntimas amigas?Una diferencia de opinin va a turbar el cielo de la amistad? Dense lasmanos, y bebamos a la salud de la fraternidad. Estoy conforme -dijo Amaranta alargando la mano. Ya hablaremos de esto -aadi Lesbia estrechando con desabrimiento lamano tendida-. Por ahora seamos amigas. Bien. Ya hablaremos.Este incidente puso fn a la tertulia y fue la seal de partida. Todos selevantaron y, mientras el diplomtico y el de losMaara se despedan de LaGonzlez, Amaranta se lleg a Gabriel con disimulo y, acercando su boca alodo del muchacho, le susurr: 31 Tengo que hablarte. Pero no aqu. Ven maana a mi casa.Gabriel qued aturdido.Tras irse todos los invitados, La Gonzlez se qued paseando por la sala,cantando y hablando consigo misma, como si no tuviera el juicio muy sano. Ah!, Cun alegre estoy! Estoy satisfecha! No se acuesta la seora? - pregunt Gabriel.- Parece cansada. No, tonto. Yo no duermo esta noche. Cunto gozo en su desesperacin! No entiendo. Claro que no entiendes! Vete a acostar. Pero no, no, ven ac y escucha.El muy simple no conoce a la vbora que tiene entre sus brazos. De quin habla? Pues de Isidoro. Ya sabes que est enamorado de Lesbia. Est loco.Con todo lo orgulloso que es... Cmo se arrastra a los pies de esamujer! l, acostumbrado a dominar, es dominado ahora. Su amor servirde chacota en el teatro y fuera de l. Pero me parece que el seor Maquez es correspondido. Lo fue. Pero los favores de Lesbia pasan pronto. Lesbia es la mismainconstancia. No lo hubiera credo en una persona tan simptica y tan linda. Con esa carita angelical, su sonrisa inalterable y su aire de ingenuidad,Lesbia es un monstruo de coquetera. Tal vez ese seor de losMaara... Qu bien lo has visto, Gabriel! l es hoy el favorecido. Y si Lesbia hablacon Isidoro es para divertirse a su costa, jugando con su corazn. S,Isidoro es ahora un ovillo de algodn entre las patas de una gatatraviesa. Le est bien merecido. Por eso la seora Amaranta no cesaba de decir aquellas cosas... Ah! Lesbia y Amaranta, aunque vienen juntas, se aborrecen, sedetestan y quisieran destruirse una a otra. Y, sin embargo, antes sellevaban muy bien. Creo que algo ocurrido en la Corte del Emperador esla causa de esta inquina que ha empezado hace poco y que ser unaguerra a muerte. Bien se conoce que no se llevan bien. En la Corte, segn me han dicho, arden pasiones encarnizadas eimplacables. Amaranta es muy amiga del Emperador, mientras queLesbia parece que es de las damas que ms intrigan en el bando del32Heredero. Tan irritadas estn hoy la una contra la otra que ya no sabendisimular el odio que se profesan. Y es Amaranta mujer de tan mala condicin como su amiga? Todo lo contrario. Es una gran seora, tan discreta como hermosa y deconducta intachable. Gusta de proteger a los desvalidos y, como es tanpoderosa en la Corte, quien tenga la dicha de caerle en gracia se puedeconsiderar afortunado. Ya me lo pareca a m -dijo muy contento. Espero que Amaranta me ayude en mi venganza. Contra quin? La pregunta qued sin respuesta porque La Gonzlez tomando de loshombros a Gabriel le dijo: La funcin de la marquesa no puede hacerse sin alguien que haga elpapel de Psaro. Querrs desempearlo t, Gabriel? Yo, seora! Yo no sirvo. Tonteras! Yo te ensear. Ahora vete a dormir. Maana ser otro da.33- VIII -Al despertar Gabriel acudieron en tropel a su pensamiento todas las ideas y lasimgenes que le haban agitado la noche anterior. No vea la hora de presentarse en casa de Amaranta. Estaba seguro de que lehaba cado en gracia. Ya se vea, al cabo de media docena de aos,convertido en hidalgo y con un escudo en su palacio. La Gonzlez haba dicho que Amaranta era la mujer ms poderosa de toda laCorte. Ya se imaginaba desempeando elevados cargos yjuraba por Dios quehaba de ser el hombre ms formal que gobernara Pennsula. Tambin pensabaen Ins a la que amara siempre... Pero tambin pensaba en Amaranta... Eraincapaz de dejar de amar a Ins... Pero vea preciso adorar a Amaranta... Pero Ins es tan sencilla, tan buena, -se deca hablndose a s mismo.-Pero Amaranta me subyuga, me fascina, me vuelve loco... Pero Ins...Pero Amaranta...Esos eran los pensamientos que iba rumiando mientras iba a hacer la compraque le haban encargado. En el mercado de San Miguel le tema era otro. Grandes nuevas! deca con alegra el dueo de una tienda deproductos de Amrica.- Los gabachos han desembarcado en Pennsula. Y por eso est usted tan contento? Claro, se Francisca. Nos van a ayudar contra Albin. No es paravolverse loco de alegra? Bonaparte es un hombre que me gusta. Quieremucho a Pennsula y se desvive por hacernos felices. Y no ser que nos quiere por nuestro oramericano? Nos quiere porque s. Ya se le va a acabar el chollo al seor delosGodoy. Qu es lo que habr hecho el Primer Ministro para que todos le quierantan mal? Pues ser un embustero, atrevido, lascivo, tramposo y enredador. Todossaben a qu debe su fortuna.Gabriel vio cmo todos los clientes asentan. Pero la culpa no la tiene l continu el dependiente - sino quien loconsiente. Y, mordiendo la mano que le da de comer, ahora trata de que34el Emperador se vaya a la nsula de Amrica y as poder quedarse lmandando. Pero no ha echado muy bien las cuentas. Aqu estBonaparte para desbaratar sus planes. Pues yo creo que Bonaparte, como amigo y admirador del Heredero,nos lo va a poner en el trono, s seor. No le quepa duda, se Ambrosia. De esta nos libramosdel choricero. Eso es que alguien ha ido a la nsula de a contarle a Bonaparte lo queaqu hace el de losGodoy y ha mandado un ejrcito entero para quitarlede en medio. Pues yo creo- dijo un cura que esperaba su turno-, que las intencionesdel gabacho son distintas. Que se trae sus tropas para apoyar al delosGodoy. La verdad pura y neta dijo el tendero-es que Bonaparte viene aayudarnos contra los de Albin.Antes de volver a casa Gabriel tropez con Pacorro Chinitas. Este personaje,conocido como Pacorro el recuperador, tena establecida su industria porttilen la esquina donde viva La Gonzlez. Mediante un artilugio mecnico deruedas y correas pasaba las piezas que le hacan llegar y mediante veloceschispas de unas placas de atraccin opuesta lanzaba gotas de oramericano decualquier elemento que hubiera tenido contacto con ese material. As la genterecuperaba apenas una mota de polvo que, al juntarse, poda dar media ua deoramericano.Pacorro Chinitas era un hombre que aparentaba ms edad de la que realmentetena gracias a los disgustos que le daba su mujer, a quien todo el mundoconoca como se Primorosa. La pareja eran como dos planchas deoramericano: no podan estar cerca sin que se produjesen exhalacioneselctricas. Si Pacorro era manso y discreto, su mujer era pendenciera y batalladora. Msde una vez haba partido de un bofetn alguna quijada. Siempre que estabanjuntos estaban de pelea. Pero cuando se separaban se echaban de menos.Como deca un cupl, que empezaba a ser famoso: ni contigo ni sin ti tienenalivio mis penas.Aunque no tena estudios, a Gabriel le pareca el hombre de ms talento quehaba conocido.35 Hola, Chinitas! Cmo vas?- le dijo Gabriel con alegra-Qu es esoque cuentan de que tenemos a los de Francia en Pennsula? Eso dicen contest. Pues la gente est contenta. Mira, Gabrielillo - dijo abandonando su tarea-, t y yo somos unos brutosque no entendemos de cosas mayores. Pero ven ac. Yo estoy en quetodos los que se alegran porque han entrado los de Francia no saben loque pescan y pronto vas a ver cmo les sale la criada respondona. Nopiensas t lo mismo? No s, Chinitas. Como el de losGodoy es tan malo, ctate ah queBonaparte no venga a quitarlo de en medio y poner en el trono alHeredero, de quien dicen que es un genio para el gobierno.Chinitas volvi a poner el plato que tena en la mano entre las ruedas y,mientras las exhalaciones elctricas volvan a salir, aadi con un mohn muyexpresivo: Yo digo y repito que todos estos seores parece que estn bobos.Nosotros, que no sabemos leer ni escribir, acertamos a veces mejor queellos. Y eso por qu? Pues porque estn tan cerca del poder que les ciega como el sol.Quienes estamos abajo vemos mejor. T te crees que Bonaparte va adecir lo que va a hacer? Dicen que viene a poner al Heredero y a quitaral choricero. Me ro de eso. Lo que menos le importa a Bonaparte esque reine uno u otro. Pues entonces? Lo que quiere es quedarse Pennsula para l. Me enfado cuando veo aesos bobalicones que andan por ah alegrndose de que vieneBonaparte y diciendo que va a ayudarnos contra Albin y a quitarnos alde losGodoy. Pero el choricero se lo merece, no? Mira, chiquillo. No me cabe duda de que es un hombre ambicioso que nova ms que a enriquecerse. Pero si ha llegado a donde est de quines la culpa sino de quien le ha dado todo eso sin merecerlo? Si vienen yte dicen a ti: Gabriel, maana vas a gobernar Pennsula. Porque me dala gana y porque quiero qu dirs t? Pues venga! dijo Gabriel, pensando en Amaranta. Pues eso. Y adems, aunque ese hombre haya hecho muchasmaldades, la mitad de lo que dicen seguro que es mentira. Y, a poco que36te fjes, vers que quien hoy le escupe ayer le adulaba. La gente sabeque va a caer y la sombra del rbol carcomido no gusta.Tras un momento de pausa, aadi: Me parece que aqu vamos a ver grandes cosas. S seor. Grandescosas. Y, acurdate de lo que te digo, muchos de quienes se restrieganlas manos de contento, llorarn maana a moco y baba. Pues yo quiero - dijo Gabriel- que venga quien lo arregle todo a pedir deboca. No cree usted, lo mismo? Mira, chiquillo, yo me tengo tragado que el Heredero no vale. Y esto nose puede decir sino ac para entre los dos, porque si nos oyeran,lloveran almendradas. Antes, todo el mundo era enemigo de losgabachos y de Bonaparte, porque ayudaba al de losGodoy y ahora,resulta que los de Francia son la mejor gente del mundo y Bonaparte tanbueno como pan bendito. Eso no es normal. Lo que veo es que elHeredero tiene muchas ganas de ser Emperador antes de que muera supadre. La gente de arriba es muy ambiciosa y, con la boca llenahablando del mucho bien que quieren para Pennsula, lo que buscan esmandar. Tenlo presente. S conocer a los hombres y, aunque a vecesparece que somos bobos y nos tragamos todo lo que nos dicen,columbramos la verdad mejor que otros muy sabiondos y vemos claritolo que ha de venir. Por eso te digo que veremos cosas gordas.Acurdate de lo que te digo.Gabriel se despidi de Pacorro y corri hacia la casa de La Gonzlez paradejar la compra. La conversacin con el recuperador le haba avivado lacuriosidad por ver qu le esperaba en casa de Amaranta.37- IX -Cuando Gabriel termin las obligaciones de la casa se arregl con esmero.Quera parecer el dechado de todas las gracias. El pedazo de espejo que habaen el cuarto del servicio adul su amor propio.Lleg a la residencia de la seora marquesa, ta de Amaranta, que es dondeviva sta cuando estaba en la capital de Pennsula. Tras decir al criado que leesperaban y, despus de esperar en la puerta un buen rato, fue conducido porlargos y oscuros pasadizos, hasta que al fn le dijeron que esperase en uncamarn lujosamente adornado. Se oan voces en la habitacin de al lado: risasde seoras y la desentonada voz del diplomtico. Gabriel sinti la puertaabrirse y vio entrar a Amaranta sonrindole. Tembl de emocin. Has sido puntual dijo la dama-. Ests dispuesto a entrar en miservicio? Seora - contest Gabriel sudando-, estoy encantado de ponerme a susrdenes para cuanto se digne mandarme. No me equivoqu cuando te vi - dijo Amaranta sentndose y sealandouna banqueta que estaba junto a ella. - T eres un chico bien nacido, hijode alguna familia hidalga y que te hallas en una posicin ms baja de loque te corresponde. Mi padre era pescador en Cdiz y mi madre trenzaba oramericano. Qu lstima! Pero no importa. Pepa me ha dicho que cumples lo que sete encarga con mucha puntualidad y, sobre todo, con gran reserva. Meha dichoque eres formal y que tienes imaginacin. La seora me hace demasiado favor -dijo Gabriel disimulando su orgullo. Bueno. Me parece que tienes disposicin para ms altos empleos quelos que haces para Pepita. Quin sabe lo que puede depararte elfuturo? Quin sabe? -dijo Gabriel. Por de pronto no te exijo sino una gran fdelidad. Recompenso bien a losque bien me sirven. Seora, cmo puedo pagar su favor? Sindome fel y haciendo puntualmente lo que te mande. Ser fel hasta la muerte, seora. No te pido tanto. Si haces con discrecin lo que te mande yo har por tilo que no has llegado a soar. Otros con menos mritos que t se hanelevado a alturas inconcebibles. No se te ha ocurrido que te podrapasar a ti lo mismo si encontraras una mano que te impulsara?38 S, seora! Se me haba ocurrido Y ese pensamiento me ha vuelto loco.Y viendo que se dignaba fjar sus ojos en m, llegu a creer que todo loque hasta ahora me ha faltado en el mundo, iba a recibirlo de una solavez. Has pensado bien -dijo Amaranta jugando con un grueso medalln quellevaba al cuello y cuyos diamantes desprendan mil refejos-. Tuadhesin a mi persona y tu obediencia a mis rdenes te harnmerecedor de lo que deseas. Ahora escucha. Pasado maana voy a ElEscorial. Vendrs conmigo. No debes decir nada a Pepita. Yo meencargo de arreglarlo todo de manera que consienta en el cambio. Nodigas a nadie que hemos hablado, entiendes? S, seora. Pasado maana vendrs aqu y montars en uno de los carruajes deatraccin opuesta que saldrn al medioda. Estaremos en El Escorialpocos das porque hemos de venir a preparar la representacin queorganiza Isidoro. Entonces, quizs vuelvas por unos das al servicio dePepita. Volver otra vez? S. Ya sabrs ms adelante todo lo que tienes que hacer. Ahora retrate yno faltes pasado maana. Aqu estar sin falta. Siempre a su servicio.Una vez en la calle se senta como si volase. Al punto se acord de Ins. Fuecorriendo hacia su casa y subi de tres en tres las escalerillas. Qu te pasa, Inesilla? pregunt al verla con semblante triste. Mi madre lleva varios das mala. Hoy no ha podido levantarse de lacama. No ser nada. Pronto se pondr buena. Y a ti qu te pasa? pregunt la muchacha - A qu viene esa sonrisabobalicona? Ins, Inesilla! Ya no te reirs de m. Y eso? Que me ha sonredo la fortuna. Pasado maana voy a la Corte. Y qu pintas t en la Corte? Voy al servicio de una dama Qu digo, de un ngel! Una seora quese ha fjado en m y quiere favorecerme. Y as como otros han llegado alo ms alto slo porque a alguna gran persona se le antoj protegerles, am me ha pasado lo mismo.39 Bueno, bueno. Seor Gabriel de losAraceli. Qu callado lo tena! Yse puede saber quin es la dama que se ha enamorado de usted? Tanto como enamorarse, no, tonta - respondi Gabriel sintiendo cmo leardan las mejillas.- Pero, ya ves Como uno no es desagradableQu quieres? Todo el mundo, aunque no valga nada, encuentra unapersona a quien le gusta... Bien, excelentsimo seor -dijo Ins haciendo una grave cortesa- yasabemos a qu atenernos. La cosa no es para enfadarse. Lo que hay es que si una persona mequiere proteger no he de hacerle ascos. Si la conocieras, Inesilla Sivieras qu mujer, qu seora Todo lo que te diga es poco. Y esa seora se ha enamorado de ti? Y dale con el enamoramiento! No es eso, nia. Es que entro a suservicio.Aunque quin sabe lo que podr pasar... Si vieras cmo metrata... Como de igual a igual. Y se interesa mucho por m... Y es muyrica... Y vive en un palacio muy grande cerca de aqu... Y tiene muchaspersonas a su servicio... Y lleva en el cuello un medalln con undiamante como un huevo... Y cuando me miraY es muy guapa... Ytiene tanto poder como el Emperador... Y se llama...Recordando que Amaranta le haba prohibido revelar su entrevista con ella dijo: No puedo decirte su nombre. Con que misterios. Bueno pues me alegro por ti. Pronto te tendremoscon cargos, dando que hablar a la gente y teniendo el gusto de que tenombren ladrn, enredador y tramposo. De dnde sacas t que todos los hombres clebres y poderosos seanladrones? No seora. Tambin pueden ser buenos. Y lo que es yo...Supn, chiquilla, que por arte del demonio llegara yo a ser... No te ras.Como sigas rindote me voy. Si no me ro - dijo Ins, conteniendo la hilaridad que la acometa-. Loque dices est muy bien dicho. Qu cuesta ser ministro o gobernante?Nada. Para qu aprender todas las cosas que se deben saber paragobernar? No s por qu no van los mozos de cuadra a la Corte,sabiendo que con slo guiarle el ojo a una dama, sern hidalgos al dasiguiente. Y si no se consigue de una dama basta con tocarle el codoauna cocinera de las que sirven al Emperador. T es que no entiendes de estas cosas, Inesilla. Verdad es que antes senecesitaba ser hombre de ciencia para medrar. Pero hoy, chiquilla, yaves lo que pasa. Y no es slo el Primer Ministro sino cientos de miles los40que ocupan altos puestos sin valer maldita cosa. Con un poco deadulacin basta. Mira, Gabriel -dijo Ins dejando la hilatura de oramericano con la queestaba trabajando-. Las cosas del mundo pasan como deben pasar.Quienes mandan a los dems estn en ese puesto por nacimientoporque as est arreglado. Cuando alguno que no ha nacido tal llega agobernar debe ser porque Dios le ha dado un talento, un don celestialque no tienen los dems. Mira a ese Bonaparte del que hablan. l se loha ganado porque desde chiquito aprenda cuanto hay que saber.Quienes suben sin tener mrito lo hacen por las picardas y malas artesque usan. Y cuando llegan arriba qu hacen? Seguir engaando a lagente y estrujar al pobre para enriquecerse y seguir haciendo trampas.No s cmo no entiendes esto que est tan claro como el agua. Mira, Ins dijo Gabriel con enfado. - T no comprendes ciertas cosasporque eres muy buena. Por eso te quiero tanto. Y de aqu en adelantehar en bien tuyo cuanto me sea posible. Eres muy buena pero tienespocos alcances. Al fn eres mujer y las mujeres de nada entienden. Estenegocio que tratamos no es para tu pobre cabecita. Esto es para loshombres que somos quienes entendemos bien porque tenemos unmodo de ver las cosas ms por lo alto, porque, en fn, tenemos mstalento. Lo que me has dicho es porque no sabes. Y porque eres muybuena. Y por eso te quiero mucho y puedes estar segura de que jamsme olvidar de ti.Ins no dijo una palabra ms. Se dedic a su tarea de trenzado sin levantar lacabeza. Al rato entr Celestino, diciendo: Ins, ve a ver a tu madre.La nia se levant y se fue dejndolos solos. Cmo van esos asuntos, seor mo? - pregunt Gabriel al cura. Divinamente! -contest con el optimismo de siempre-. Al fn se me harjusticia. Esta maana me ha dicho el ofcial de la secretara que no pasade la semana que viene. A lo mejor se adelanta... Y qu sabes t? Tal vez exista alguna persona que se lo pueda conseguir antes. Quin, hijo mo? A no ser mi paisano y gran amigo, el seor delosGodoy?41 En donde menos se piensa salta la liebre... Ya veremos, ya veremos-dijo Gabriel haciendo todo lo posible por poner una expresinmisteriosa.Gabriel se despidi del pobre cura dejndolo aturdido con esas palabras.Al da siguiente La Gonzlez le dijo que haba convenido con Amaranta enque pasara a servirla a ella. El joven lleno de contento arregl su pequeo ajuary fue a la casa de la marquesa. All le pusieron una librea con el escudo de lafamilia del difunto marido de Amaranta. Ayud a cargar los bales y bolsas deviaje en un coche de atraccin opuesta en el que se mont junto con otros trescriados vestidos igual que l. Siguiendo al coche ocupado por Amaranta y suto el diplomtico, emprendieron el camino de El Escorial, a donde llegaron porla noche.42- X -Durante el camino a El Escorial, el mayordomo de la marquesa, un hombre deunos cuarenta aos y con unos mostachos inmensos que ocultaban casi todasu cara, le fue dando la noticia de que gravsimos acontecimientos losesperaban. Me parece que en El Escorial ha pasado algo sonado. Esta maana sedeca en Capital... Pero pronto lo sabremos. Qu se deca? Pues, ya se sabe que todo el mundo quiere al Heredero y aborrece alEmperador y los favores que le ha dado al Primer Ministro. Y dicen queel Emperador se ha propuesto apartar a su hijo de su lado. Eso es porque est metido en conspiraciones dijo un ayuda de cmarade la edad de Gabriel y con la cara llena de espinillas. Pudiera ser- continu el mayordomo.- Segn o, desde la semanapasada no habla con nadie, est como quien ve visiones y se pasa lasnoches en vela. La Corte estaba muy alarmada y parece que acordaronvigilarle para averiguar lo que traa entre manos. Como es tan literato dijo el ayuda de cmara con sorna. Hay quien asegura que lo que se trae entre manos es cosa gorda continu el mayordomo, echando una mirada de reprobacin al chaval.-Se dice que el ejrcito de Bonaparte que ha desembarcado enPennsula parece que viene a apoyar al Heredero. A lo mejor lo nico que quiere el gabacho es traducir sus libros... Pues parece que el que estaba escribiendo no gust porque hablaba deno s qu revoluciones.En estas conversaciones llegaron a El Escorial. Gabriel, que nunca habaestado en la Corte, vea a gente que iba y vena sin un rumbo concreto.Tambin not numerosos grupos con unas pocas personas que cesaban suscuchicheos cuando se acercaba Amaranta y su squito. Gabriel, bajo la supervisin del mayordomo, se dedic a acomodar losequipajes. Se demor en la habitacin de Amaranta admirando sus joyascuando oy que se abra la puerta. Con una sensacin culpable se esconditras una cortina. Amaranta entr seguida por el diplomtico. Pareca agitada. Ay, qu desastre! - deca Amaranta mientras se daba aire con suabanico.-43 Qu pasa sobrina? Por qu ests as? Una conjura, un crimen! No s cmo has podido enterarte de eso. Porque slo pocas personas... Calle, to! Esto es serio. Parece que han descubierto que queranasesinar al Emperador. Qu horror! - dijo el diplomtico santigundose-. Bien deca yo queentre los servidores del Emperador se escondan muchos jacobinos. Ni jacobinos, ni gaitas. Parece que el alma de la conjuracin es el propioHeredero. No puede ser. Yo s que el Heredero es incapaz de tales infamias.Seguro que sus enemigos han ideado perderle por la calumnia, ya queno lo han conseguido por otros medios. Pues la revolucin se ha fraguado en las estancias del Heredero. Le hanencontrado unos correos de pulsos que ya... Creo que t, sobrina, te dejas arrastrar por tu impresionable imaginacin.Tal vez lo que ocurre no tenga importancia alguna y pueda yoesclarecerlo con datos y noticias de ndole muy reservada que se mehan trasmitido de cierta parte que debo callar. Yo se lo contar, to. Desde algn tiempo llamaba la atencin que elHeredero pasase las noches encerrado en su cuarto sin compaa, Yayer le lleg al Emperador un correo de pulsos que, por lo visto, habaenviado por error el Heredero. En l se hablaba de revolucin. Jess, Mara y Jos! -exclam el diplomtico. Figrense cmo se quedara el Emperador. Orden que le requisasensus correos. Pero nadie se atreva a cumplir esa orden. Al fn, elEmperador en persona fue al cuarto de su hijo con un grupo de laGuardia Real. Descubri los correos y los cogi todos. Parece que sedijeron algunas cosas un poco fuertes. Al poco sali el Emperadordejando a la Guardia en la puerta con la orden de que nadie entrara nisaliera.Despus se dijo que los correos contenan la clave de terriblesproyectos que podran llevar a una condena a muerte al Heredero. A muerte! -exclam el diplomtico-. Pero, esa gente est loca!Condenar a muerte a todo un Heredero! S. De eso se habl. Bueno, no hay que apurarse -dijo el diplomtico con su acostumbradasufciencia-. Tal vez, cuando me consulten para analizar esos correosveremos que no son tan graves. Dejemos de anticipar juicios. Yoaveriguar todo y sabr si es un complot de los enemigos del Heredero ouna verdadera conjura. Pero cuando lo averige, cudate depreguntarme porque...44 Pues deben darse prisa en consultarle, to, porque ahora el Herederoest declarando en la Cmara Regia. Seguramente ahora andan buscndome y... Calle! Qu es ese ruido?En efecto, se oa un rumor creciente de gente que pareca agolparse. Gabrielesper un rato tras la salida de Amaranta y del diplomtico y, con sigilo, fue trasellos. Baj una escalera y recorri varios pasillos adornados con tapices de hilo deoramericano que mostraban cambiantes escenas de caza. Tras otros cuantosgiros lleg a un largo corredor dbilmente iluminado. All los tapices mostrabancambiantes fguras mitolgicas cuyas desnudeces provocativas enervaron elnimo del chaval. Mientras consagraba su atencin a contemplar los tapicesoy un ruido de pisadas tras l. Vio una comitiva precedida por un seor con un gran candelabro en la manocon velas de exhalaciones elctricas que alumbraba el camino. La luz hacabrillar los bordados de su casacn. Le seguan varios guardias reales queescoltaban a un joven a quien, al instante, reconoci como elHeredero. Era unmozo robusto con una expresin desagradable, pues la espesura de susnegras cejas, su boca hendida y su gran nariz no conjugaban entre s. Iba conla vista fja en el suelo y su semblante alterado y hosco indicaba el rencor quesenta. A su lado iba un hombre de unos sesenta aos. Al principio, Gabriel noreconoci al Emperador, cuya imagen estaba por doquier. Se lo haba fguradocomo un gigante y no como un viejo de mediana estatura, grueso, de rostropequeo y colorado. No vea las diferencias que la Naturaleza debera haberestablecido entre un Emperador y un dueo de ultramarinos.Tras el paso de otro cuerpo de guardia que cerraba el cortejo, un sepulcralsilencio rein en todo el pasillo. Slo se oan las pisadas que iban alejndose.Poco a poco, subiendo lentamente de volumen se reanud la chchara. Gabriel vio que Amaranta estaba hablando con un caballero vestido deuniforme y, aprovechando las sombras del pasillo, se acerc a una distancia enla que pudiera escuchar sin ser visto.45 Creo que al declarar ha estado un poco irreverente con el Emperador -deca el caballero. De modo que est preso? -dijo Amaranta. S, seora. Ahora quedar preso en su cuarto con centinelas. Vea. Yasalen.La comitiva volvi a pasar sin el Heredero. Cuando el Emperador y su squitose alejaron, los corros fueron desapareciendo, volviendo cada persona a susaposentos.Tambin Gabriel subi a su cuarto. Asomndose por una de las ventanas quecaan hacia el interior, slo vio una masa negra e informe de la cual sedestacaban altos tejados, cpulas, torres, chimeneas, paredones, aleros,arbotantes y veletas que desafaban el oscuro frmamento como los topes de ungran navo. Un sutilsimo ruido de faldas le hizo volver la cabeza cuando su puerta se abri.Frente a l estaba Amaranta y su celestial sonrisa. Haba cambiado su traje decamino por una vestidura blanca y suelta que aumentaba su hermosura.Cerrando la puerta le hizo seas a Gabriel para que se acercase.46- XI - No olvides lo que me has jurado. Espero que no defraudes la confanzaque he depositado en ti. Mientras viva cumplir con mi palabra dijo Gabriel ponindose derodillas y tomando la mano de Amaranta.Ella le hizo levantar. Ten seguro que haciendo lo que te mando te ir bien en el mundo. Yquin sabe si llegars a ser persona de fortuna. Tienes disposicin paraello. Otros con menos ingenio que t se han convertido de la maana ala noche en personajes importantes. Pero yo he nacido en humilde cuna, no tengo padres, no he aprendidoms que a leer mal y apenas escribo ms que mi nombre. Pues es preciso pensar en tu educacin. El hombre debe ilustrarse. Yome encargar de eso. Pero ser a condicin de que me sirvas felmente.Es lo nico que pido: lealtad. En cuanto a eso no debe tener dudas. Slo espero que me d una ordenpara cumplirla al instante. Pues vas a volver a casa de Pepita.Gabriel se qued perplejo ante esa orden. No llevaba ni un da al servicio deAmaranta y ya quera despedirlo? No te preocupes dijo Amaranta adivinando las dudas del chaval.- Noes que no te quiera a mi lado. Es que necesito que ests en casa dePepita. Y cules sern mis obligaciones all? En principio, hacer lo que estabas haciendo. Ms adelante te ir diciendolo que quiero. Es cosa difcil y delicada pero confo en tu buen ingenio. Pues ya anhelo prestar esos servicios tan difciles y delicados. No serun criado. Ser un esclavo dispuesto a obedecerla, aunque me vaya lavida en ello. No se necesita perder la vida -dijo Amaranta sonriendo-. Basta con unpoco de vigilancia. Pero, sobre todo, te pido completa adhesin a mipersona. La tiene! Estoy impaciente por probarle mi devocin. Pues vas a empezar a cumplir ahora mismo lo que espero de ti,respondiendo a varias preguntas. Tengo que escribir unos correos de47pulsos y necesito saber algunas cosas para poder contestarlos. Dime,Lesbia sola ir a casa de Pepita sin que yo la acompaara? Algunas veces, aunque no muchas- contest Gabriel perplejo, sin sabera qu vena esa pregunta. Y la viste alguna vez entre las bambalinas del teatro del Prncipe? Eso no puedo decirlo. Como aquello era una barahnda de gente, nopuedo decir si estaba o no. No tiene nada de particular que la hayas podido ver porque a Lesbia nole importa ir a semejantes sitios contest con desdn Amaranta.Despus de una pausa en que pareci muy preocupada, continu as: Ella no guarda las conveniencias, fada en las simpatas que encuentraen todas partes por su gracia, su dulzura y su belleza... aunque laverdad es que su belleza no tiene nada de particular.Absolutamente nada de particular. Pues bien, ya me irs enterando de esta y otras cosas que necesitosaber. Y te recuerdo que necesito la ms absoluta reserva. Espero queestars contento de m y yo de ti, no es verdad? Cmo podr pagar tantos benefcios? -exclam Gabriel convehemencia-. No puedo menos de desahogar mi corazn mostrando lossentimientos que lo llenan desde que fj sus ojos en m. Y cuando meha dicho que va a hacer de m un hombre de provecho y a ponerme enun puesto de honor, creo que aunque viva mil aos adorndola, no lepodr pagar tantos favores. Yo quiero ser un hombre como los que veopor ah. Cuando uno ha nacido pobre y sin parientes ricos, cuando se hacriado en la miseria, no puede subir a otro puesto mejor sino por laproteccin de algn alma caritativa. Cree, seora, que podr llegar a unpuesto de honor instruyndome con su ayuda? Porque hay gentes muypoderosas y muy grandes que deben su fortuna y su carrera a algunailustrsima mujer que les dio la mano. Vaya! -dijo Amaranta tras la parrafada del joven.- Veo que eresambicioso, Gabrielillo. Eso que has dicho es cierto: hay hombres aquienes ha elevado a una gran altura la proteccin de una seora. Esposible que t te encuentres en igual caso. Es muy posible Usted lo cree? Para que no pierdas la esperanza, escucha un ejemplo. Hace mucho,mucho tiempo, en una nsula muy, muy lejana haba un Vaderdar, queas es como llamaban all al gobernante, que mandaba sin tener talento.Pero era tan bondadoso que sus vasallos se crean felices y le amaban48mucho. La Varderdara, su esposa, era una mujer de naturalezaapasionada y viva imaginacin, cualidades contrarias a las de su marido,por lo que aquel matrimonio no era feliz. Adems ella era veinte aosms joven que l. Acert entonces a entrar en la guardia jedizar un jovenque se hallaba casi en el mismo caso que t: aunque no era de origentan humilde y tena instruccin, era bastante pobre y no poda esperargran carrera de sus propios recursos. Pronto surgi en la nsula el rumorde que el joven jedizar haba agradado a la Vaderdara y esta sospechase vio confrmada al ver cmo iba subiendo en su posicin, hasta elpunto de que a los veinticinco aos haba alcanzado honores que otrosno alcanzan hasta los sesenta. El Vaderdar, lejos de poner reparos aljoven, le haba mostrado cario y le entreg las riendas del gobierno. Lehizo Gran Ministro y le dio por esposa a una dama de su propia familia.Esto hizo que las gentes de aquella lejana nsula comenzaran a odiar aljedizar y a la Vaderdara. El jedizar, durante su gobierno, hizo algunascosas buenas, que el pueblo olvidaba enseguida. Pero tambin hizomuchas cosas malas que trajeron grandes calamidades a la nsula. ElVaderdar, ignorante y desinformado, no comprenda el malestar de supueblo. La Vaderdara, aunque lo comprenda, no poda remediarloporque las intrigas en el Palacio se lo impedan. Todo el mundo odiaba aljoven jedizar. Pero lo ms extrao fue que el hombre a quien una manotan dbil como generosa haba elevado sin que tuviese merecimientos,se mostr ingrato con su protectora y, lejos de amarla con constante fe ymantenerle lealtad, am a otras mujeres y hasta lleg a maltratar a quientodo le deba. Qu ingratitud! -exclam Gabriel sin poder contener su indignacin-. Yno fue castigado ese hombre? Eso no lo s. Ahora mismo estoyleyendo la historia que te he contadoen un libro muy viejo y no he llegado al desenlace. Qu hombres tan malos hay en el mundo! Espero que t no seas as -dijo Amaranta sonriendo.- Y si algn da, nolejano, te vieras elevado a tales alturas, confo en que no olvides elorigen de tu encumbramiento. Eso nunca pasar. Yo no soy como ese jedizar. A m me sobran alma ycorazn para gobernar sin dejar de ser un hombre bueno, decente ygeneroso.Amaranta ri.49 Voy a escribir unos correos de pulsos que tengo que mandar. Descansa.Ya recibirs mis rdenes.Aunque era noche cerrada, Gabriel pareca haber quedado encandilado por elsol.50- XII -Al da siguiente, Amaranta haba ordenado a Gabriel que preparase una de lassalas para la comida que iba a ofrecer a su ta la marquesa, hermana deldiplomtico, en cuya casa se alojaba y donde iba a celebrarse la obra de teatroque estaban preparando. La marquesa era una dama de avanzada edad, mujerorgullosa, de modestas costumbres, carcter franco y muy natural. Eracaritativa, enemiga de aventuras y muy cariosa. Aunque modesta en su tratoprivado, gustaba de dar grandes festas, prefriendo las representacionesteatrales privadas. Era por ella por la que se haba organizado larepresentacin de Otelo. Su lado faco consista en creer que su hermano, eldiplomtico, tena mucho talento.A la comida, adems de Amaranta, su to y su ta, estaba invitada Lesbia quientambin haba llegado a El Escorial. Gabriel supuso que se trataba de untratado de paz y de reconciliacin tras la pelea que tuvieron en casa de LaGonzlez. Pronto comprob lo equivocado que estaba. Ya s lo que contenan los correos del Heredero, amiga Lesbia. Dnoslo - dijo la marquesa. Yo creo que no debe seguir -objet el diplomtico, incomodado porquealguien iba a revelar secretos que l no conoca. Entre ellos -dijo Amaranta-, hay uno que habla de las malas costumbresdel Primer Ministro, pintndole con las palabras ms soeces que puedanexistir. Habla de sus dos mujeres, de los destinos que concede a cambiode... Y tan cierto! -dijo la marquesa-. Yo s de un seor a quien ofreci...La buena seora mir alrededor y call. En otro pone a la mujer del Emperador de vuelta y media y habla deencerrarla en un castillo. A su propia madre! Tambin dice que se debeenviar a una nsula lejana al de losGodoy y que el Emperador deje elpoder en manos del Heredero. Pues eso est muy bien puesto en razn -dijo la marquesa.- Aunque meguardar de decirlo fuera de aqu. Otro de los papeles es graciossimo. Es un remedo de conversacin dela Emperatriz donde abundan las frases soeces y aparece una tonadaque dice algo as como. El del losGodoy me quiere gobernar...51 Cmo se atreven ustedes a juzgar cosas tan graves? -dijo condisplicencia el diplomtico-. Y, me extraa, sobrina, que una persona tandiscreta d publicidad a documentos tan secretos. De modo que t lo sabas todo? -le pregunt su hermana-. Bien decayo que t no podas menos de estar al tanto de estas cosas. La verdades que no se te escapa nada y bien puedes afrmar que eres de los queven los mosquitos en el horizonte. Desgraciadamente as es -contest el diplomtico hinchado de orgullo-.Todo llega a mis odos, a pesar de mis repetidos propsitos de nointervenir en nada y huir de los negocios. Hermano, t debes saber algo ms, y te lo callas -dijo la marquesa-.Vamos a ver. Bonaparte tiene alguna parte en este teatro? Ya comienzan las preguntillas? -repuso el diplomtico con sonrisaretozona.- Djense de preguntas porque les juro que no me han desacar una slaba. Ya conocen la rigidez de mi carcter en estas materias.Lesbia no deca una palabra. Pues voy a seguir con la historia - dijo Amaranta mirando con saa aLesbia-. An me falta por mencionar lo ms grave que se le encontr alHeredero. Ms valdra que lo callaras, querida sobrina -dijo el diplomtico. No, no. Que lo diga, que lo diga! - aplaudi la marquesa. Pues se ha encontrado un cuaderno con la cifra y clave que usaba en lacorrespondencia con alguno de sus seguidores dijo mirando a Lesbiaque segua sin hablar.- Y, ms grave an, es que... S, lo ms grave -dijo el diplomtico.- Y por eso debe callarse. No, hermano. Por lo mismo debe decirse. Pues se encontr un papel en el que, tras descifrar con el cdigo queapareca en el cuaderno, manifestaba estar dispuesto a pelear por lajusticia. Esto es hablar de revolucin. Pide despus a los conjurados dijo volviendo los ojos a Lesbia,- que le sostengan con frmeza, quepreparen las proclamas, y que... Ah, las mujeres!, Las mujeres! No aprendern nunca a tenerdiscrecin? -interrumpi el diplomtico-. Me admiro de ver con cuntafrivolidad te ocupas de asuntos tan peligrosos. Y eso es todo? -pregunt la marquesa.- Pues no veo yo la gravedad. Est bien claro, ta -indic Amaranta con ira.- Se trata de destronar alEmperador! No lo veo yo as.52 Pues yo s -repuso Amaranta.- Quiere acabar con su padre y con sumadre. Pues lo que yo digo es que si algo les pasa, bien merecido se lo tienen-fue la contestacin de la marquesa. Y yo sostengo -aadi Amaranta alterndose ms-, que el Herederopoda haber intentado cuantas conjuraciones quisiera para que el delosGodoy dejase de ser Primer Ministro. Pero escribir exposiciones alEmperador poniendo en duda el honor de su madre y hablando deatentar contra la vida de la Emperatriz, me parece conducta muyindigna. Al fn es su madre. Cualesquiera que hayan sido sus faltas. yestoy segura de que no son tantas ni tan grandes como las de quien laspublica, no es propio de un hijo el reconocerlas o mencionarlas. Ymenos fundarse en ellas para perseguir a un enemigo. Qu melindrosa ests, sobrina! -dijo la marquesa.- Yo creo que elHeredero hace muy requetebin. Y si a alguien le pesa, ms le valierano haber dado motivos. Y si no, hermano, t que lo sabes todo, dinos tuopinin. Mi opinin! Crees que es fcil dar opinin sobre asunto tan espinoso?Y lo que yo pueda pensar, conforme a mi experiencia, puedo acasodecirlo en conferencia de mujeres que al punto van diciendo porcmaras a todo el que las quiera or...? No hay quien te saque una palabra! Hermano, si yo supiera la mitad delo que t sabes... Pero bueno, se sabe la opinin de la Emperatrizsobre estas cosas? Cuando en el Consejo se ley el texto que ya he dicho se habl de queel Heredero mereca la pena de muerte por traidor. La Emperatriz,indignada, grit: Pero no reparis que es mi hijo? Yo destruir laspruebas. Le han engaado. Le han perdido. Y se arroj llorando en unsilln. Vean qu generosidad! Nunca me ha sido simptica la causa delHeredero y, desde que s sus proyectos contra el Emperador, me pareceun joven digno de lstima, si no de otro sentimiento peor. Qu tontera! -dijo la marquesa-. Ahora vienen los lloriqueos despus dehaber sido causa de tantos males. Porque no hubieranpasado estascosas si no se hubieran cometido ciertas faltas...Lesbia, abandonando el silencio en el que haba permanecido, dijo: Eso est muy bien dicho, seora marquesa. Y ms cierto que el quemaana saldr un nuevo sol, si Dios quiere.53Amaranta, que llevaba buscando el enfrentamiento desde que se iniciase laconversacin, se volvi hacia ella y, con desdn, le dijo: Cunto hablar de faltas ajenas! Pues esa persona no esperaba serinjuriada pblicamente. Y menos por quien tantos favores recibi de ella. Ah!, Est muy bien el sermoncito -dijo Lesbia con esa forzada jovialidad,que a veces es la ms terrible expresin de la ira-. Ya lo esperaba.Desde que me negu a ciertas condescendencias. Desde que cansadade un papel que admit con ligereza y que no era propio de m, lo ced aotras que lo desempean con perfeccin. Esas que me censuransuponindome divulgadora de lo que todo el mundo sabe. Ciertaspersonas no pueden hacerse pasar por vctimas de la calumnia aunquelloren y giman, porque sus vicios, en fuerza de ser tantos y tan grandes,han llegado a todos lados. Es verdad -repuso Amaranta.- No falta quien sea prueba viva de ello.Pero el vicio ms feo es el de la ingratitud. S. Pero ese es el vicio que menos puede ser sentenciado. Oh, no! Tambin tiene su castigo. Y pronto lo veremos. Precisamente lacausa del Heredero es obra consumada por la ingratitud. Ya vers cmosta se castiga. Supongo - dijo Lesbia con malicia-, que no querrs meter en la crcel atodos los que han cometido el crimen de desear el triunfo del Heredero. Yo no pongo a nadie en la crcel. Pero quizs no est muy segura otrapersona muy amada de quien me escucha. Ah! - dijo imprudentemente el diplomtico-, me han dicho que tambin elseor de losMaara est complicado en la causa. Creo que s - aadi Amaranta cruelmente.- Pero se fa mucho en elarrimo de elevadas personas. Y como resulten complicadas las que sesospecha es de esperar que no les valga ninguna clase de apoyo. Eso es! -dijo Lesbia-. Duro en ello! Aunque falta todava conocer el giroque tomar este negocio. Falta saber si algn suceso inesperadocambiar de improviso los trminos, convirtiendo a los acusadores enacusados. Ya... Confan en Bonaparte - afrm Amaranta con despecho. Alto, all! - exclam el diplomtico.- Entran ustedes, seoras mas, enun terreno peligroso. Se har justicia -dijo Amaranta.- Aunque no como se desea porque noser posible descubrirlo. Por ejemplo, hay gran empeo en averiguarqu medio usaban los conjurados para transmitir los mensajes. Sesospecha de alguna de las muchas damas intrigantes y coquetuelas que54hay en la Corte. Hasta se han fjado en alguna. Pero an no haysufcientes pruebas. Lesbia no dijo una palabra pero sonrea como quien est libre de todo temor. Y,con picarda, intentando mortifcar a su enemiga dijo: Quizs por lo mismo que es intrigante y coquetuela pueda burlar a susperseguidores. Tal vez las circunstancias le hayan proporcionado mediospara desafar y provocar a sus enemigos. Yo tambin tengo deseos desaber quin es esa buena pieza, nos lo podras decir? Ahora no -dijo Amaranta con odio en su mirada.- Pero maana, tal vezs.Lesbia ri a carcajadas. La marquesa, diciendo que estaba cansada y que deba retirarse, se levant ydio por concluida la comida.55- XIII -El siguiente da amaneci con grandes y conmovedoras novedades. El primerespectculo fue la salida del Emperador para ir de caza. Esto no dej decausar extraeza, pues parecera que atribulado y pesaroso por lo que estabapasando, no tendra humor para aquel alegre ejercicio. Pero tena tan vivaafcin que, ni en los das ms terribles de su existencia, dejaba de satisfaceraquella su pasin dominante, mejor dicho, su nica pasin.Sali por la puerta del Norte, acompaado de tres personas. Entr en su calesade atraccin opuesta y parti hacia la Sierra. La gente del pueblo, reunida entorno al edifcio, no mostraba ningn afecto, y hasta se oan en algunos gruposmurmullos y frases mal sonantes.Gabriel, recorriendo despus las galeras bajas del palacio y las antecmarasaltas, vio a otros individuos de la regia familia, maravillado alobservar en todosla misma forma de narices colgantes.Algo despus de que partiera el Emperador y su escaso squito, lleg uncarruaje de atraccin opuesta con los colores morados de la Iglesia. De l bajel Cardenal Luis de losBorbn, un mozo coloradillo, rubicundo, de miradainexpresiva, nariz abultada y colgante y con tan insignifcante aspecto que lonico que llamaba la atencin era el vestido cardenalicio. Subi con gran prisaa las habitaciones regias y ya no se le vio ms.Cerca de la biblioteca, Gabriel se cruz con el infante DonCarlos, segundo hijodel Emperador. Era un joven que no aparentaba veinte aos. Tena unapresencia ms agradable que la su hermano mayor. Gabriel se le quedmirando ms tiempo del educado, buscando en su semblante algo que indicasela superioridad, que segn l, deban tener personas tan elevadas. Lo nicoque le llam la atencin fueron sus ojos vivarachos y su cara menuda yblancuzca.Al bajar a los jardines, vio al infante DonFranciscodePaula, nio de pocos aosque jugaba acompaado de Amaranta y de otras damas.Pasados los jardines, unos recios golpes de martillo llamaron la atencin deGabriel. Provenan de unas dependencias inferiores. A los golpes lessucedieron unos sonidos producidos por lo que supuso era el nuevo56instrumento que se haba puesto de moda tras el estreno de El s de lasnias.Gabriel pregunt a un paje que pasaba por all por el origen de esos sonidos. Es el infante DonAntonioPascual. Acostumbra a matar los ratos de ociode la vida en la Corte alternando los ofcios de carpintero o deencuadernador con los de msico. Cmo? Que un prncipe trabaja? Pues no es de extraar en el caso de DonAntonioPascual. El hermanomenor de nuestro Emperador es el ms laborioso de quienes estn en laCorte.Los sonidos cesaron y se oyeron unos pasos que ascendan por las escaleras.El infante DonAntonioPascual sali acompaado por unos curas. Salud consolemnidad y cortesa a los muchachos al pasar junto a ellos. La miradabondadosa y el movimiento de cabeza que le dedic a Gabriel le llenaron deorgullo. Su fsonoma bonachona y su cara de anciano le hacan parecer labondad en persona. Gabriel hubiera jurado que DonAntonioPascual era elhombre ms bueno del mundo. Ms tarde se dara cuenta de su error.A eso de la una, Gabriel not mucha agitacin en la Corte. Numerosos corrillosnacan y se deshacan comentando algn suceso extrao. Pues la ha llamado... Y ha ido? Creo que s. Qu querr de su madre? Los habitantes de El Escorial saban que algo haba pasado pero no tenanclaro el qu. Gabriel fue a las dependencias de Amaranta. Esta le orden que preparase unrefrigerio para sus invitados: el diplomtico y su hermana la marquesa. Todas las personas reales estn azoradas estaba diciendo Amaranta. Con que es cierto que el Heredero ha llamado a su madre despus deque el Emperador se fuera de caza? - pregunt la marquesa. As es. Pero la Emperatriz se neg a sus splicas. Y qu quera?57 Le suplicaba que fuese para revelarle cosas muy importantes. Cosas que no se deben publicar... - comenz el diplomtico. Y entonces? - pregunt la marquesa interrumpiendo a su hermano. La Emperatriz mand a su confesor, quien recogi las palabras delHeredero. Seguro que estaran buscndome por la Corte y al no encontrarme... dijo el diplomtico. Segn las declaraciones del Heredero continu Amaranta ya sesaba con certeza que los conjurados tenan de su lado a Bonaparte.Sus tropas se acercaban con cautela a Capital para apoyar elmovimiento. El Heredero ha denunciado a sus cmplices llamndolesprfdos y malvados. Segn ha dicho, los rumores sobre el proyecto paraatentar contra la Emperatriz eran ciertos. Y tambin pensaban hacer lomismo con el Emperador. Dios Santo! - exclam la marquesa.- Atentar contra el Emperador!Cmo es que no me has dicho nada, hermano? T que lo sabes todo. La discrecin necesaria para ayudar a la investigacin eraimprescindible. Qu bajeza! - dijo Amaranta.- Tramar una conjura con los gabachos...Qu falta de caballerosidad! Y denunciar a sus amigos!Las exclamaciones y las crticas de la damas siguieron duraron algn tiempo.Antes de oscurecer, el Emperador volvi de cazar. Dos horas despus, un granruido en la parte baja del alczar anunci la llegada de otro importantepersonaje. Gabriel corri hacia el patio grande. Cuando lleg ya haba descendidorpidamente del vehculo de atraccin opuesta ricamente adornado. Se acercal grupo de criados que se haba juntado. Viendo a un pinche de cocina con elque haba trabado amistad, le pregunt: Quin era? El choricero.58- XIV -Se acercaba la hora de cenar y todo el cuerpo de cocineros y ayudantes que sehaban unido para ver la llegada del Primer Ministro se dispers, volvindosecada uno a su puesto. Gabriel acompa a su amigo hasta las cocinas.All pudo comprobar que todas las miradas evitaban las del aguador, PedroCollado, quien, gracias a su burdo y rampln ingenio, haba conquistado unpuesto de confanza del Heredero. Desempeaba, adems de sus funciones deAguador Real, las de espa en todas las regiones bajas de la Corte. Vigilaba laservidumbre, la cual poco a poco empez a temerle y a someterse dcilmentea sus mandatos. De este modo se haba convertidoen un verdadero caciquede cocineros y pinches. Pero pronto iba a cambiar su suerte.La cocina era ms parecida a una batalla que a otra cosa: prisas, voces, platos,bandejas... Una voz deca: cena del seor infante DonAntonioPascual y alpunto la ms rica menestra pasaba a manos de los criados que le servan.Laorden el chocolate del seor infante DonFranciscodePaula iba acompaadode un pasar de bandejas. Una pregunta gritada se elevaba del estruendo:est ya asada la pularda de su eminencia el seor cardenal?. Por ltimo, unseor muy obeso y vestido con galones se par en la puerta y exclam: lacena del Emperador. Era cosa de ver la multitud de platos que se destinaron aaliviar el apetito imperial. Descuida, que ya probaremos algo de aquellos platos. Al Emperador legusta ver su mesa llena pero de cada bandeja no come ms que unpoquito. Algunos vuelven como han ido. Voy a preparar el agua helada. Y eso para quin es? Es el postre del Emperador. Una vez que tiene el buche lleno, toma unvaso de agua fra como la misma nieve, coge un panecillo, le quita lacorteza, empapa la miga en el agua, y se la come.En ese momento entraron en la cocina un alguacil seguido de algunossoldados de la guardia. Un cierto terror y un silencio sepulcral tomaron lacocina. Todas las miradas confuyeron en el aguador a quien el alguacil leestaba comunicando que quedaba preso por traicin. Sin oponer resistencia,con la frente erguida y provocativo ademn, sigui a sus guardianes.Apenas haban salido por la puerta cuando volvi la actividad frentica. Ahoraera el turno de la cena de la Emperatriz.59 Por qu no comen juntos? - pregunt Gabriel. Pues porque no puede ser- dijo el pinche.- Aqu desayunan, almuerzan,meriendan y cenan cada uno por su cuenta, no como en las casas detodo el mundo. Y aunque la Emperatriz es la nica persona que podracomer con el Emperador, porque as lo permite la etiqueta, no lo haceporque... Me callo. No, hombre! No me dejes as. Pues porque no quiere que la vean comer. Por qu? Lo que te voy a decir es un secreto. As que chitn. T le has visto losdientes tan bonitos que ensea cuando se re? S. En los cuadros aparece siempre con una sonrisa muy hermosa. Pues estn hechos del mejor oramericano forrado con marfl. Pero nosabe controlar los hilos trenzados para manejarlos. Eso s que est bueno. Ya ves t si tienen razn los que critican a la Emperatriz porque engaaal pueblo haciendo creer lo que no es. Cmo va a hacerse querer unasoberana que gasta dientes ajenos?Gabriel, sin salir de su asombro, se despidi de su amigo al ser la hora deservir a Amaranta. Esperaba el dulce momento de verla, de hablarle, escucharsus mandatos, pasar junto a ella rozndole el vestido, embelesarse con susonrisa y con su mirada. Pero Gabriel tuvo que esperar todo un da para queeso pasase.60- XV -La noche siguiente a la de la llegada del Primer Mi