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HORA MÁGICA EN SANTO DOMINGO Quienes se dedican a la fotografía lo saben; el día tiene una hora mágica que en realidad se reduce a unos segundos y en los que la vida se tiñe de un color distinto. Es ese momento cercano a lo que en Eivissa llamamos solpost, cuando las farolas se encienden pero aún queda una atenuada luz del día. Hemos querido atrapar las formas de Santo Domingo en la hora mágica, y la noche se nos ha echado encima. El estilo barroco de la iglesia y sus cúpulas de tejas coronan- do las capillas de Sant Antoni, la Purísima y el Roser hacen de Santo Domingo una de las construcciones más curiosas y emblemáticas de Dalt Vila y de la isla entera. La iglesia forma parte del antiguo conjunto del convento dominico construido entre los siglos XVI y XVII y obra de un equipo de maestros lle- gados de Génova –al parecer, en aquellos tiempos todos los ingenieros y maestros procedí- an de Italia, como Giovan Bat- tista Calvi, el de las murallas– que configuraron el edificio en torno a dos claustros. Hoy, lo que era el convento es el Ayuntamiento, el viejo, por- que también hay uno más nue- vo, y hay que reconocer que ha sido una construcción que los ibicencos han aprovechado bien a lo largo de los años, desde que los monjes fueron exclaus- trados en 1835, porque esos muros han acogido también un hospital, una prisión –bueno, no era más que un depósito de de- tenidos al que se conocía, con cierta sorna, como ‘Hotel Na- ranjo’– y un colegio. La cárcel y la escuela, por cierto, coincidie- ron en el tiempo. Hoy queda la iglesia, una única nave de 31 metros con cinco capillas laterales, con su pecu- liar estampa. Ha sufrido algu- nos incendios que han acabado con buena parte de sus pintu- ras murales e imaginería –aun- que conserva un retablo barro- co de San Vicente Ferrer en el altar mayor–, y la explosión del polvorín en 1730 la dejó tocada y hubo que reformarla; fue en- tonces cuando se levantaron sus características cúpulas de estilo valenciano. Al anochecer, con la luz de las farolas y el cie- lo azul profundo que queda tras un día tormentoso, las cúpulas de teja rojiza sobre los muros blancos recuerdan, con sus di- ferencias, a las cúpulas azules de Altea. La luna creciente le confiere además el aspecto de una construcción que, en realidad, no parece guardar similitudes con la ciudad, como el colegio de sa Bodega entre el Mercado Nuevo y los edificios que dan a Isidoro Macabich. La hora mági- ca pasa en segundos y los múl- tiples tonos azules se desvane- cen en uno, pero Santo Domin- go sigue pareciendo un castillo de seres fantásticos en un cuento de dragones y mazmo- rras. Demasiada imaginación. C. A. T. EIVISSA ALBERGA LA PARROQUIA DE SANT PERE Y SE VENERA LA IMAGEN DEL CRISTO DEL CEMENTERIO VARIOS INCENDIOS Y UNA EXPLOSIÓN ACABARON CON PARTE DE SUS VALORES ARTÍSTICOS LA CATEDRAL, TRAS LAS CÚPULAS DE SANTO DOMINGO ASPECTO MÁS GENERAL DEL CONJUNTO ARQUITECTÓNICO A LA LUZ DE LA FAROLA LA LUNA CRECIENTE SOBRE LAS CÚPULAS FOTOS: C. A. T. LA CIFRA Las desamortizaciones del siglo XIX dejaron el con- vento en manos del Estado y en 1835 los monjes domi- nicos fueron exclaustrados. 1835 LA CONTRA

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HORA MÁGICAEN SANTO DOMINGO

Quienes se dedican a la fotografía lo saben; el día tiene una hora mágica que en realidad se reduce a unos segundos y en los que la vida setiñe de un color distinto. Es ese momento cercano a lo que en Eivissa llamamos solpost, cuando las farolas se encienden pero aún quedauna atenuada luz del día. Hemos querido atrapar las formas de Santo Domingo en la hora mágica, y la noche se nos ha echado encima.

El estilo barroco de la iglesiay sus cúpulas de tejas coronan-do las capillas de Sant Antoni,la Purísima y el Roser hacen deSanto Domingo una de lasconstrucciones más curiosas yemblemáticas de Dalt Vila y dela isla entera. La iglesia formaparte del antiguo conjunto delconvento dominico construidoentre los siglos XVI y XVII y obrade un equipo de maestros lle-gados de Génova –al parecer,en aquellos tiempos todos losingenieros y maestros procedí-an de Italia, como Giovan Bat-tista Calvi, el de las murallas–que configuraron el edificio entorno a dos claustros. Hoy, lo que era el convento esel Ayuntamiento, el viejo, por-que también hay uno más nue-vo, y hay que reconocer que hasido una construcción que losibicencos han aprovechado biena lo largo de los años, desdeque los monjes fueron exclaus-trados en 1835, porque esosmuros han acogido también unhospital, una prisión –bueno, noera más que un depósito de de-tenidos al que se conocía, concierta sorna, como ‘Hotel Na-ranjo’– y un colegio. La cárcel yla escuela, por cierto, coincidie-ron en el tiempo. Hoy queda la iglesia, una únicanave de 31 metros con cincocapillas laterales, con su pecu-liar estampa. Ha sufrido algu-nos incendios que han acabadocon buena parte de sus pintu-ras murales e imaginería –aun-que conserva un retablo barro-co de San Vicente Ferrer en elaltar mayor–, y la explosión delpolvorín en 1730 la dejó tocaday hubo que reformarla; fue en-tonces cuando se levantaronsus características cúpulas deestilo valenciano. Al anochecer,con la luz de las farolas y el cie-

lo azul profundo que queda trasun día tormentoso, las cúpulasde teja rojiza sobre los murosblancos recuerdan, con sus di-ferencias, a las cúpulas azulesde Altea. La luna creciente le confiereademás el aspecto de unaconstrucción que, en realidad,no parece guardar similitudescon la ciudad, como el colegiode sa Bodega entre el MercadoNuevo y los edificios que dan aIsidoro Macabich. La hora mági-ca pasa en segundos y los múl-tiples tonos azules se desvane-cen en uno, pero Santo Domin-go sigue pareciendo un castillode seres fantásticos en uncuento de dragones y mazmo-rras. Demasiada imaginación.

C. A. T.

EIVISSA

ALBERGA LAPARROQUIA DESANT PERE Y SEVENERA LAIMAGEN DELCRISTO DELCEMENTERIO

VARIOSINCENDIOS YUNA EXPLOSIÓNACABARON CONPARTE DE SUSVALORESARTÍSTICOS

LA CATEDRAL, TRAS LAS CÚPULAS DE SANTO DOMINGO ASPECTO MÁS GENERAL DEL CONJUNTO ARQUITECTÓNICOA LA LUZ DE LA FAROLA

LA LUNA CRECIENTE SOBRE LAS CÚPULAS FOTOS: C. A. T.

LA CIFRA

Las desamortizacionesdel siglo XIX dejaron el con-vento en manos del Estadoy en 1835 los monjes domi-nicos fueron exclaustrados.

1835

LA CONTRA