La Ciudad según la Concepción Cristiana
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LA CIUDAD EN LA CONCEPCIÓN CRISTIANA
El Cristianismo y la Formación de la Europa Medieval
Difusión del CristianismoPRIMER VIAJE: MISIÓN DE PABLO Y BERNABÉ (13,1-14,28)
SEGUNDO VIAJE: CICLO DE GRECIA (15,36-18,22)
TERCER VIAJE: CICLO DE ASIA MENOR (18,23-21,15)
CUARTO VIAJE: CICLO DE ROMA (27,1-28,28)
La Iglesia Católica y el Urbanismo Romano
Préstamo y reciclaje de edificios y conceptos
La Iglesia Católica y el Urbanismo Romano
EN ROMA EN LA IGLESIA CATÓLICA
Pontifex Maximus Basílica
Parroquia Capilla Obispo
Diócesis Curia (romana)
Prelatura Cardenal
Diócesis o arquidiócesis
La Ciudad en la Tradición JudeoCristiana
La Ciudad en la Tradición JudeoCristiana
Recuerde que el cristianismo:
Traidición Judía
Cosmovisión / contexto clásico
Cristianismo
La Ciudad en la Tradición JudeoCristiana
El espacio social y sagrado por excelencia es la ciudad,
La Crisis de la “Roma eterna”
476 d.C.: Invasión de los Godos a Roma
Roma como capital y por lo tanto centro de la civilización colapsa
Constantinopla no es opción para reemplazarla
La Ciudad en la Tradición JudeoCristiana: La Jerusalén Celestial
“Me trasladó el espíritu a un monte grande y alto y me mostró la Ciudad Santa de Jerusalén, que
bajaba del cielo, de junto a Dios, y tenía la gloria de Dios. Su resplandor era como el de una piedra muy preciosa, como jaspe cristalino. Tenía una muralla grande y alta con doce
puertas; y sobre las puertas doce Ángeles y nombres grabados que son los de las doce tribus de los hijos de Israel; al oriente, tres puertas; al norte tres puertas, al mediodía tres puertas, al occidente tres puertas. La muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce Apóstoles del Cordero”
(Apocalipsis 21, 10-14).
La Ciudad en la Tradición JudeoCristiana: La Ciudad de Dios
(San Agustín)‘‘La Ciudad celeste por tanto, en su peregrinar terreno llama a sus
ciudadanos de todas las naciones, reúne miembros de todas las lenguas; no se preocupa de las diferencias de costumbres, de las leyes, de las instituciones con las que tiene o establece una paz terrenal, no turba y no destruye ninguna de estas cosas, por el
contrario las mantiene y conserva. Estas de hecho, si bien distintas según las distintas naciones, si no impiden a la religión enseñar el culto del único, sumo y verdadero Dios, tienden a un único y común fin: la paz en la tierra. También la Ciudad celeste,
por tanto, en su peregrinar se sirve de la paz terrenal y de cuanto es útil a la naturaleza mortal de los hombres: Ella defiende y estimula la unión de las voluntades humanas hasta donde se
garantice la piedad y lo permite la religión, relacionando la paz en la tierra con la paz en el cielo, paz tan verdadera que debe
considerarse como la única paz de la criatura racional, ósea una sociedad bien ordenada y acorde en Gozar a Dios y en el gozar al
mismo tiempo en Dios” (San Agustín, La ciudad de Dios. XIX, 17).