La Boveda Del Fin Del Mundo

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La Bóveda Global de Semillas de Svalbard (en inglés Svalbard Global Seed Vault y en noruego Svalbard globale frøkvelv ) está situada cerca de Longyearbyen en el archipiélago noruego de Svalbard. Es el almacén de semillas más grande del mundo, creado para salvaguardar la biodiversidad de las especies de cultivos que sirven como alimento. Se conoce popularmente como "Bóveda del fin del mundo" (en inglés Doomsday Vault). La denominación "vault" es una mala traducción del inglés. En arquitectura, "vault" significa "bóveda", pero en este contexto significa "cámara acorazada", "reserva" o, lo más apropiado en este caso, "banco".

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México aporta una de cada seis seMillas alMacenadas

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desde que la vida apareció en la Tierra han ocurrido cinco extinciones masivas. Si una nueva catástrofe natural o provocada por el hombre destruyera la cubierta vegetal del mundo, los so-brevivientes tendrían una última oportunidad para reverdecer la superficie devastada gracias a un esfuerzo multinacional: como si se tratara de la mítica Arca de noé, el proyecto científico llamado Bóveda Global de Semillas —una bodega de concreto subterránea construida muy cerca del Polo norte— comenzó a guardar muestras de cada semilla del planeta desde hace 25 meses. Al día de hoy, Méxi-co es el país que más especies ha enviado al búnker, localizado en noruega. Una de cada seis semillas almacenadas en este reservorio partió de Texcoco, estado de México, donde laboran científicos del Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo, fundado en 1943 por el gobierno mexicano y la Fundación rockefeller.

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Por Antimio Cruz [email protected] Fotografías: cortesía Doomsday Vault

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Algunos la identifican como el Arca Ver-de de Noé, otros se refieren a ella como la Bóveda del Fin del Mundo o, en inglés, Doomsday Vault. Pero más allá del nom-bre, en los cinco continentes esta bodega de alta tecnología construida en Noruega, muy cerca del Polo Norte, ya es reconoci-da como la última garantía de que los se-res humanos contarán con semillas para la agricultura durante muchos años.

Es un proyecto científico con pro-fundas implicaciones sociales en el que contribuyen con dinero o semillas más de 100 países de todo el mundo.

Si por un error humano o por una ca-tástrofe natural la cubierta vegetal de la Tierra fuera destruida, quedaría en el ar-chipiélago noruego de Svalbard un último refugio bajo el hielo donde ya se conser-van semillas de 500 mil especies diferen-tes, según el inventario del 31 de marzo de 2010. Casi 80 mil de ellas llegaron desde los bancos de germoplasma mexicanos.

¿Es exagerada tanta prevención? Téc-nicamente no. Aunque Estados Unidos y Rusia firmaron el pasado jueves 8 de abril, en Praga, un acuerdo para reducir en 30 por ciento su arsenal nuclear, quedan to-davía cerca de 7 mil ojivas nucleares listas para ser disparadas y liberar energía sufi-ciente como para destruir grandes regio-nes de la superficie terrestre.

Por otro lado, la Tierra no está exenta de recibir nuevamente el impacto de un as-teroide gigante. En 2029 pasará muy cerca de nuestro planeta Apofis, una roca de 250 metros de largo que, si fuera desviada por el choque con otro asteroide, podría im-pactarnos y liberar energía equivalente a centenares de bombas atómicas.

Los efectos del cambio climático y la contaminación, sobre los que también se pueden dar muchos ejemplos, son otra de las amenazas consideradas por este pro-yecto.

Hay hechos concretos de la pérdida de riqueza agrícola en la Tierra. Por ejemplo, en 1949 los agricultores chinos usaban más de 10 mil tipos de trigo. Veinte años después, ese número de variedades del cereal se redujo a sólo mil.

Otro ejemplo del riesgo de pobreza en la variedad de semillas se ubica en Esta-dos Unidos: de cerca de 8 mil variedades de manzana que se cultivaban a inicios del siglo XX, más de 95 por ciento ya no existen.

Por eso, cuando se trata de resguar-dar la vida y la información genética que se ha tejido lentamente durante millones

de años, ninguna precaución es excesiva, como piensan los miembros del Tratado Internacional sobre Recursos Fitogenéti-cos para la Alimentación y la Agricultura, firmado en 2004 bajo el auspicio de Na-ciones Unidas.

Aunque todo el dinero para construir el Arca Verde de Noé fue aportado por el gobierno de Noruega, el convenio que le dio origen aclara que las colecciones de semilla se mantendrán “en custodia”, es decir, almacenadas a largo plazo en be-neficio de la humanidad y libres de cual-quier restricción en materia de propiedad intelectual.

* * *En los mismos años en que en el actual territorio de México comenzaba el ocaso de la esplendorosa ciudad maya de Chi-chen Itzá, muy cerca del Polo Norte los primeros vikingos llegaron al archipiéla-go de Svalbard, que es parte de la actual Noruega. Estaba por terminar el siglo XII y ningún ser humano había habitado en una latitud tan alta.

En esas islas, donde el sol brilla a la media noche entre los meses de abril y agosto, y donde la oscuridad gobierna las 24 horas entre octubre y febrero, los vi-kingos establecieron sus primeros cam-pamentos. El lugar fue primero refugio de guerreros y pescadores y después sirvió como puerto de abasto para balleneros de Holanda, Inglaterra y el País Vasco.

Quizá nadie se interesaría en este con-junto de cuatro islas, donde viven zorros, ratones, renos y osos polares, además de mil 600 personas, si no fuera porque en 2007 el gobierno de Noruega decidió que sería en este lugar remoto donde se cons-truiría la Bóveda Global de Semillas.

Svalbard significa en noruego “orilla fría” y la isla mayor de este archipiélago, que es el sitio donde se construyó la bó-veda, se llama Spitsbergen, que significa “picos dentados”. Este dato es importan-te porque fue en uno de los picos denta-dos de estas islas donde se ubica el búnker protector del reino vegetal.

La obra se construyó a 130 metros de profundidad en una montaña de piedra arenisca, con un conjunto de materiales que la hacen invulnerable a la actividad volcánica, los terremotos, la radiación y las crecidas del mar. En caso de que la electricidad fallara, la bóveda se man-tendrá refrigerada de manera natural a

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menos 3 grados centígrados gracias a la capa de hielo permanente o permafrost, pues en el archipiélago de Svalbard 80 por ciento de la superficie está cubierta de glaciares.

La obra se inició en marzo de 2007 y se inauguró el 26 de febrero de 2008 con semillas de 200 mil especies de plantas procedentes de un centenar de países de todo el mundo.

Si tuviéramos capacidad para mirar a través de las rocas de la montaña, ob-servaríamos una estructura similar a la de un tenedor, en cuyas puntas hay tres almacenes con capacidad para guardar 2 mil millones de semillas, que sólo serán extraídas en caso de que se hayan agotado o destruido; mientras tanto, se conservarán a 18 grados bajo cero en cajas de aluminio cerradas herméticamente, lo que garantiza una baja actividad metabólica y un perfec-

en tres almacenes, con capacidad para guardar 2 mil millones de semillas, se conservan las muestras a -18o en cajas de aluminio cerradas herméticamente, lo que garantiza una baja actividad metabólica y un perfecto estado de conservación durante siglos

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to estado de conservación durante siglos.La construcción de la bóveda costó

cerca de 45 millones de kroners o coronas noruegas, equivalentes a cerca de 120 mi-llones de pesos, aportados totalmente por el gobierno y pueblo de Noriega.

Una vez inaugurada y entregada, la operación de la Bóveda del Fin del Mun-do quedó a cargo de la Fundación Global para la Diversidad de Cultivos (Global Crop Diversity Trust), que se financia con fondos públicos y privados.

Los principales patrocinadores de la iniciativa son diversas fundaciones y países, como la Fundación Bill y Melin-da Gates, que ya entregó 20 millones de dólares; el Reino Unido aportó otros 19.5 millones; Australia, 11 millones de dóla-res, más una larga lista de fundaciones y gobiernos.

Pero lo más importante en esta em-

presa multinacional es la aportación de semillas, donde países ricos y pobres tienen la misma responsabilidad de con-tribuir. Al igual que México, han colabo-rado con una amplia variedad de semillas de miles de especies países en vías de de-sarrollo como Brasil, Colombia, Etiopía e India.

Por su parte, Noruega se encargará de los costos de mantenimiento de la es-tructura.

* * *Durante muchos siglos, la tierra fértil que rodeaba Texcoco, Estado de México, fue causa de admiración. Ahí tenía jardines botánicos el rey poeta, Nezahualcóyotl, y ahí se asentó la antigua Escuela Nacio-nal de Agricultura, hoy conocida como la Universidad de Chapingo.

La bóveda se construyó a 130 metros de profundidad

y es resistente a la actividad volcánica, los terremotos, la

radiación y las crecidas del mar.

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En esa tierra, que normalmente esta-ba cubierta de alfalfares, milpas y árboles de durazno, manzana, capulín y granada, trabajó en las décadas de los cuarenta y cincuenta el ingeniero agrónomo esta-dunidense y ganador del Premio Nobel de la Paz en 1970, Norman Borlaug. En esas tierras se mejoraron muchas semillas y se considera que ahí nació la agricultura moderna.

Muy cerca de la cabecera municipal de Texcoco, aproximadamente a 25 kilóme-tros, está la antigua hacienda de El Batán, una productiva área agrícola que se con-virtió en instituto científico hace más de 60 años, en 1943. Ahora es el Centro In-ternacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (CIMMYT).

Financiado en su nacimiento por la Fundación Rockefeller y el gobierno mexi-cano, el Centro es actualmente guardián de uno de los bancos de germoplasma de

maíz y trigo más importantes del mundo. Este rico patrimonio biológico le permitió colaborar con una de cada seis semillas que hoy son resguardadas debajo del hielo en la Bóveda Global de Semillas.

México es el país que más semillas ha mandado al archipiélago noruego de Svalbard. Desde nuestro país han parti-do rumbo al Polo Norte semillas de casi 80 mil especies diferentes de maíz, trigo, arroz, frijol y otros vegetales comestibles.

No todas las semillas son de plantas originarias de México, pero todas han sido resguardadas durante muchos años en bancos de germoplasma en este país.

Hasta el 7 de abril de 2010, el sitio ofi-cial de la Bóveda del Fin del Mundo indi-caba que México es el país desde el cual se

han enviado más especies, con 79 mil 802 muestras. Los otros líderes en aportación de semillas son India (37 mil 671), Estados Unidos (18 mil 394), Corea del Sur (15 mil 368) y Etiopía, con 14 mil 926 especies.

El CIMMYT, un organismo que tiene su sede en México, es patrimonio mun-dial, fundado originalmente aquí y pos-teriormente financiado por gobiernos y fundaciones de más de 40 países, entre ellos el Banco Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates.

Actualmente, el centro tiene el mayor banco de germoplasma de maíz y trigo en todo el planeta y colabora con el Banco Mundial de Semillas gracias a un acuerdo con el Fondo Mundial para la Diversidad de Cultivos.

Del banco de germoplasma han salido muestras para revitalizar terrenos férti-les dañados por cuestiones climáticas o guerras civiles en África, Asia y América Latina.

Michael Listman, responsable de Co-municaciones Corporativas del CIMMYT, explica a emeequis que desde el inicio del proyecto de la Bóveda Global de Semillas, en Svalbard, las autoridades del Ministerio de Agricultura de Noruega estuvieron en contacto con ellos y con otros 14 centros que integran el Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional.

El CIMMYT ha enviado muestras de semilla de alrededor de 80 mil colecciones específicas de su banco de germoplasma. Esto representa aproximadamente la mi-tad del total de sus colecciones.

“De las muestras de maíz enviadas, casi todas son de criollos –variedades que emergieron mediante la selección de pe-queños productores a través de siglos– y gran parte será de México. Continúan enviándose muestras, poco a poco, hasta que todas nuestras colecciones de maíz y trigo queden respaldadas ahí”, indica Listman.

En el banco de germoplasma del CI-MMYT se conservan 150 mil colecciones únicas de semilla de trigo y sus parientes, provenientes de más de 100 países y es la colección unificada más grande del mun-do de un solo cultivo.

“El banco de germoplasma de maíz alberga 24 mil muestras de semilla, in-cluida la colección más grande del mundo de razas criollas de maíz y muestras de parientes silvestres del maíz y de varie-dades mejoradas. Las colecciones de maíz representan casi 90 por ciento de la di-

México es el país que ha enviado más semillas a la Bóveda del Fin del

Mundo: 79 mil 802 especies. le siguen India (37 mil 671),

estados Unidos (18 mil 394), Corea del Sur (15 mil 368) y etiopía,

con 14 mil 926 especies

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versidad del maíz en las Américas, el he-misferio donde se originó este cultivo”.

* * *Ciencia y literatura se tocan por muchos lados, uno de ellos es la antropología, una de las más robustas ciencias sociales. Es gracias a esta disciplina que sabemos que el mito del diluvio universal está presente en por lo menos 20 culturas antiguas que no se conocieron entre sí. Desde los ju-díos hasta los mayas; desde las montañas tibetanas hasta el sur de África.

El antropólogo escocés James Geor-ge Frazer publicó en 1890 el primer libro donde se señalan las coincidencias en las leyendas de diferentes culturas sobre el gran diluvio. El libro se llama La rama dorada: un estudio sobre magia y religión. Ahí se agrupan muchas historias sobre el fin del mundo, como lo conocían sus au-tores, y el surgimiento de una nueva civi-

lización acompañada de frutos de la tierra para alimentarse y sobrevivir.

El proyecto científico de la Bóveda Global de Semillas comparte algunos ecos de aquellas historias de pueblos an-cestrales, como el temor a la extinción y la esperanza de que las semillas fértiles vuelvan a alimentar a los sobrevivientes.

Las colecciones mundiales de semi-llas son vulnerables a una amplia gama de amenazas –conflictos civiles, guerras, catástrofes naturales– y, más habitual-mente pero no menos perjudicial, la mala gestión, la falta de financiación adecua-da, y el equipamiento insuficiente.

Cada vez que ocurren catástrofes se pierden variedades únicas de nuestros cultivos más importantes; obtener dupli-cados de todas las colecciones ofrece una póliza de seguro para el suministro mun-dial de alimentos.

Ese es el propósito de la Bóveda del Fin del Mundo: dar esperanzas para quie-nes sobrevivan si llega la ocasión. ¶

Tener copias de todas las colecciones de semillas ofrece una póliza de seguro para el suministro mundial de alimentos.

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