La adoración eucarística nocturna

56
José María Iraburu La adoración eucarística nocturna Fundación GRATIS DATE Pamplona 2001, 2ª ed. I La adoración eucarística BIBLIOGRAFÍA. Ritual de la Sagrada Co- munión y del culto a la Eucaristía fuera de la Misa, Comisión episcopal española de Liturgia, Madrid 1979. Angot, M-B., Las casas de adoración, Herder, Barcelona 1995; Arnau, R., La oración ante el Santísimo Sacramento como comportamiento eclesial, «Teología Espiritual» 26 (1982) 85-98; Bertaud, É., Dévotion eucharistique; esquisse histori- que, DSp IV, 1621-1637; Bourbonais, G., L'adoration eucharistique aujourd'hui , «Vie Consacrée» 42 (1970) 65-88; Croce- tti, G., L'adorazione a Cristo Redentore presente nell'Eucaristia , «La Scuola Cattolica» 110 (1982) 3-28; Fortún, F. X., OSB, El Sagrario y el Evangelio, Rialp, Madrid 1990; González, C., La adoración eucarística , Paulinas, Madrid 1990; González, ven. M., Qué hace y qué dice el Corazón de Jesús en el Sagrario, EGDA, Madrid 1986 12 ; Iraburu, J. M., La adora- ción eucarística, Fund. GRATIS DATE, Pamplona 1999; Molien, O. , Adoration, DSp I, 210-222; Jungmann, J. A., El sa- crificio de la Misa, BAC 68, Madrid 1959 3 ; Longpré, É. , Eucharistie et expérience mystique, DSp IV, 1586-1621; Olivar, A., El desarrollo del culto eucarístico fuera de la Misa, «Phase» 135 (1983) 187-203; Roche, J., Le culte du Saint-Sacrement hors Messe, «Esprit et vie» 92 (1982) 273- 281; Sadoux, D.-Gervais, P., L'adoration eucharistique, «Vie consacrée» (1983) 85- 97; Sayés, J. A., La presencia real de Cris- to en la Eucaristía, BAC 386, Madrid 1976; Solano, J., Textos eucarísticos pri- mitivos, BAC 88 y 118, Madrid 1978 2 y 1979 2 ; Tena, P., La adoración eucarísti- ca. Teología y espiritualidad, «Phase» 135 (1983) 205-218; Van Doren, Dom Rom- baut, La réserve eucaristique, «Questions Liturgiques» 63 (1982) 234-242; Vassali, G. - Núñez, E. G. - R. Fortin, R., Culte de la Présence réelle et Magistère, DSp IV, 1637-1648. 1 Historia Centralidad de la Eucaristía Desde el principio del cristianismo, la Eucaristía es la fuente, el centro y el culmen de toda la vida de la Igle- sia. Como memorial de la pasión y de la resurrección de Cristo Salvador, como sacrificio de la Nueva Alianza, como cena que anticipa y prepara el banquete celestial, como signo y causa de la unidad de la Iglesia, como actua- lización perenne del Misterio pascual, como Pan de vida eterna y Cáliz de sal- vación, la celebración de la Eucaristía es el centro indudable del cristianismo.

Transcript of La adoración eucarística nocturna

1José María Iraburu

José María Iraburu

La adoracióneucarística nocturna

Fundación GRATIS DATEPamplona 2001, 2ª ed.

I

La adoración eucarística

BIBLIOGRAFÍA. Ritual de la Sagrada Co-munión y del culto a la Eucaristía fuerade la Misa, Comisión episcopal españolade Liturgia, Madrid 1979.

Angot, M-B., Las casas de adoración,Herder, Barcelona 1995; Arnau, R., Laoración ante el Santísimo Sacramentocomo comportamiento eclesial, «TeologíaEspiritual» 26 (1982) 85-98; Bertaud, É.,Dévotion eucharistique; esquisse histori-que, DSp IV, 1621-1637; Bourbonais, G.,L'adoration eucharistique aujourd'hui,«Vie Consacrée» 42 (1970) 65-88; Croce-tti, G., L'adorazione a Cristo Redentorepresente nell'Eucaristia, «La ScuolaCattolica» 110 (1982) 3-28; Fortún, F. X.,OSB, El Sagrario y el Evangelio, Rialp,Madrid 1990; González, C., La adoracióneucarística, Paulinas, Madrid 1990;González, ven. M., Qué hace y qué dice elCorazón de Jesús en el Sagrario, EGDA,Madrid 198612; Iraburu, J. M., La adora-ción eucarística, Fund. GRATIS DATE,Pamplona 1999; Molien, O., Adoration,

DSp I, 210-222; Jungmann, J. A., El sa-crificio de la Misa, BAC 68, Madrid 19593;Longpré, É., Eucharistie et expériencemystique, DSp IV, 1586-1621; Olivar, A.,El desarrollo del culto eucarístico fuerade la Misa, «Phase» 135 (1983) 187-203;Roche, J., Le culte du Saint-Sacrementhors Messe, «Esprit et vie» 92 (1982) 273-281; Sadoux, D.-Gervais, P., L'adorationeucharistique, «Vie consacrée» (1983) 85-97; Sayés, J. A., La presencia real de Cris-to en la Eucaristía, BAC 386, Madrid1976; Solano, J., Textos eucarísticos pri-mitivos, BAC 88 y 118, Madrid 19782 y19792; Tena, P., La adoración eucarísti-ca. Teología y espiritualidad, «Phase» 135(1983) 205-218; Van Doren, Dom Rom-baut, La réserve eucaristique, «QuestionsLiturgiques» 63 (1982) 234-242; Vassali,G. - Núñez, E. G. - R. Fortin, R., Culte dela Présence réelle et Magistère, DSp IV,1637-1648.

1 Historia

Centralidad de la EucaristíaDesde el principio del cristianismo,

la Eucaristía es la fuente, el centro yel culmen de toda la vida de la Igle-sia. Como memorial de la pasión y dela resurrección de Cristo Salvador,como sacrificio de la Nueva Alianza,como cena que anticipa y prepara elbanquete celestial, como signo y causade la unidad de la Iglesia, como actua-lización perenne del Misterio pascual,como Pan de vida eterna y Cáliz de sal-vación, la celebración de la Eucaristíaes el centro indudable del cristianismo.

2 La adoración eucarística nocturna

Normalmente, la Misa al principio secelebra sólo el domingo, pero ya en lossiglos III y IV se generaliza la Misa dia-ria.

La devoción antigua a la Eucaristía llevaen algunos momentos y lugares a celebrar-la en un solo día varias veces. San León III(+816) celebra con frecuencia siete y aúnnueve en un mismo día. Varios conciliosmoderan y prohiben estas prácticas exce-sivas. Alejandro II (+1073) prescribe unaMisa diaria: «muy feliz ha de considerarseel que pueda celebrar dignamente una solaMisa» cada día.

Reserva de la EucaristíaEn los siglos primeros, a causa de

las persecuciones y al no haber tem-plos, la conservación de las especieseucarísticas se hace normalmente enforma privada, y tiene por fin la comu-nión de los enfermos, presos y ausen-tes.

Esta reserva de la Eucaristía, al cesarlas persecuciones, va tomando formasexternas cada vez más solemnes.

Las Constituciones apostólicas –haciael 400– disponen ya que, después de dis-tribuir la comunión, las especies sean lle-vadas a un sacrarium. El sínodo de Verdun,del siglo VI, manda guardar la Eucaristía «enun lugar eminente y honesto, y si los re-cursos lo permiten, debe tener una lámparapermanentemente encendida». Las píxidesde la antigüedad eran cajitas preciosas paraguardar el pan eucarístico. León IV (+855)dispone que «sólamente se pongan en elaltar las reliquias, los cuatro evangelios yla píxide con el Cuerpo del Señor para elviático de los enfermos».

Estos signos expresan la veneracióncristiana antigua al cuerpo eucarísticodel Salvador y su fe en la presencia realdel Señor en la Eucaristía. Todavía, sin

embargo, la reserva eucarística tienecomo fin exclusivo la comunión de en-fermos y ausentes; pero no el culto a laPresencia real.

La adoración eucarísticadentro de la Misa

Ha de advertirse, sin embargo, queya por esos siglos el cuerpo de Cristorecibe de los fieles, dentro de la mismacelebración eucarística, signos clarosde adoración, que aparecen prescritosen las antiguas liturgias. Especialmenteantes de la comunión –Sancta santis,lo santo para los santos–, los fieles rea-lizan inclinaciones y postraciones:

«San Agustín decía: “nadie coma de estecuerpo, si primero no lo adora”, añadiendoque no sólo no pecamos adorándolo, sinoque pecamos no adorándolo» (Pío XII, Me-diator Dei 162).

Por otra parte, la elevación de la hos-tia, y más tarde del cáliz, después de laconsagración, suscita también la ado-ración interior y exterior de los fieles.Hacia el 1210 la prescribe el obispo deParís, antes de esa fecha es practicadaentre los cistercienses, y a fines del si-glo XIII es común en todo el Occiden-te. En nuestro siglo, en 1906, San PíoX, «el papa de la Eucaristía», concedeindulgencias a quien mire piadosamen-te la hostia elevada, diciendo «Señormío y Dios mío» (Jungmann II,277-291).

Primeras manifestaciones del cultoa la Eucaristía fuera de la Misa

La adoración de Cristo en la mismacelebración del Sacrificio eucarístico esvivida, como hemos dicho, desde el

3José María Iraburu

principio. Y la adoración de la Presen-cia real fuera de la Misa irá configurán-dose como devoción propia a partir delsiglo IX, con ocasión de las controver-sias eucarísticas. Por esos años, alsimbolismo de un Ratramno, se oponecon fuerza el realismo de un PascasioRadberto, que acentúa la presencia realde Cristo en la Eucaristía, no siempreen términos exactos.

Conflictos teológicos análogos seproducen en el siglo XI. La Iglesia re-acciona con prontitud y fuerza unáni-me contra el simbolismo eucarístico deBerengario de Tours (+1088). Su doc-trina es impugnada por teólogos comoAnselmo de Laón (+1117) o Guillermode Champeaux (+1121), y es inmedia-tamente condenada por un buen núme-ro de Sínodos (Roma, Vercelli, París,Tours), y sobre todo por los ConciliosRomanos de 1059 y de 1079 (Dz 690 y700).

En efecto, el pan y el vino, una vez con-sagrados, se convierten «substancialmenteen la verdadera, propia y vivificante carne ysangre de Jesucristo, nuestro Señor». Poreso en el Sacramento está presente totusChristus, en alma y cuerpo, como hombrey como Dios.

Estas enérgicas afirmaciones de la fevan acrecentando más y más en el pue-blo la devoción a la Presencia real.

Veamos algunos ejemplos. A fines delsiglo IX, la Regula solitarium estableceque los ascetas reclusos, que viven en lu-gar anexo a un templo, estén siempre porsu devoción a la Eucaristía en la presenciade Cristo. En el siglo XI, Lanfranco, arzo-bispo de Canterbury, establece una proce-sión con el Santísimo en el domingo deRamos. En ese mismo siglo, durante lascontroversias con Berengario, en los mo-

nasterios benedictinos de Bec y de Clunyexiste la costumbre de hacer genuflexiónante el Santísimo Sacramento y de incen-sarlo. En el siglo XII, la Regla de los re-clusos prescribe: «orientando vuestro pen-samiento hacia la sagrada Eucaristía, que seconserva en el altar mayor, y vueltos haciaella, adoradla diciendo de rodillas: “¡salve,origen de nuestra creación!, ¡salve, preciode nuestra redención!, ¡salve, viático denuestra peregrinación!, ¡salve, premio es-perado y deseado!”».

En todo caso, conviene recordar que«la devoción individual de ir a orar anteel sagrario tiene un precedente históri-co en el monumento del Jueves Santoa partir del siglo XI, aunque ya el Sa-cramentario Gelasiano habla de la re-serva eucarística en este día... El mo-numento del Jueves Santo está en laprehistoria de la práctica de ir a orarindividualmente ante el sagrario, devo-ción que empieza a generalizarse aprincipos del siglo XIII» (Olivar 192).

Aversión y devoción en el siglo XIIIPor esos tiempos, sin embargo, no

todos participan de la devoción euca-rística, y también se dan casos horri-bles de desafección a la Presencia real.Veamos, a modo de ejemplo, la infinitadistancia que en esto se produce entrecátaros y franciscanos. Cayetano Esser,franciscano, describe así el mundo delos primeros:

«En aquellos tiempos, el ataque más fuer-te contra el Sacramento del Altar venía departe de los cátaros [muy numerosos en lazona de Asís]. Empecinados en su dualis-mo doctrinal, rechazaban precisamente laEucaristía porque en ella está siempre eníntimo contacto el mundo de lo divino, delo espiritual, con el mundo de lo material,que, al ser tenido por ellos como materia

4 La adoración eucarística nocturna

nefanda, debía ser despreciado. Por opor-tunismo, conservaban un cierto rito de lafracción del pan, meramente conmemora-tivo. Para ellos, el sacrificio mismo deCristo no tenía ningún sentido.

«Otros herejes declaraban hasta malvadoeste sacramento católico. Y se había exten-dido un movimiento de opinión que rehu-saba la Eucaristía, juzgando impuro todo loque es material y proclamando que los “ver-daderos cristianos” deben vivir del “alimen-to celestial”.

«Teniendo en cuenta este ambiente, secomprenderá por qué, precisamente en estetiempo, la adoración de la sagrada hostia,como reconocimiento de la presencia real,venía a ser la señal distintiva más destacadade los auténticos verdaderos cristianos. Elculto de adoración de la Eucaristía, que enadelante irá tomando formas múltiples, tie-ne aquí una de sus raíces más profundas.Por el mismo motivo, el problema de lapresencia real vino a colocarse en el pri-mer plano de las discusiones teológicas, yejerció también una gran influencia en laelaboración del rito de la Misa.

«Por otra parte, las decisiones del Con-cilio de Letrán [IV: 1215] nos descubrenlos abusos de que tuvo que ocuparse enton-ces la Iglesia. El llamado Anónimo de Peru-sa es a este respecto de una claridad espan-tosa: sacerdotes que no renovaban al tiem-po debido las hostias consagradas, de for-ma que se las comían los gusanos; o quedejaban a propósito caer a tierra el cuerpoy la sangre del Señor, o metían el Sacra-mento en cualquier cuarto, y hasta lo deja-ban colgado en un árbol del jardin; al visi-tar a los enfermos, se dejaban allí la píxidey se iban a la taberna; daban la comunión alos pecadores públicos y se la negaban agentes de buena fama; celebraban la santaMisa llevando una vida de escándalo públi-co», etc. (Temi spirituali, Biblioteca Fran-cescana, Milán 1967, 281-282; +D. Elcid,Clara de Asís, BAC pop. 31, Madrid 1986,193-195).

Frente a tales degradaciones, se pro-ducen en esta época grandes avancesde la devoción eucarística. Entre otrosmuchos, podemos considerar el testi-monio impresionante de san Franciscode Asís (1182-1226). Poco antes de mo-rir, en su Testamento, pide a todos sushermanos que participen siempre de lainmensa veneración que él profesa ha-cia la Eucaristía y los sacerdotes:

«Y lo hago por este motivo: porque eneste siglo nada veo corporalmente del mis-mo altísimo Hijo de Dios, sino su santísi-mo cuerpo y su santísima sangre, que ellosreciben y sólo ellos administran a los de-más. Y quiero que estos santísimos miste-rios sean honrados y venerados por encimade todo y colocados en lugares preciosos»(10-11; +Admoniciones 1: El Cuerpo delSeñor).

Esta devoción eucarística, tan fuerteen el mundo franciscano, también mar-ca una huella muy profunda, que durahasta nuestros días, en la espiritualidadde las clarisas. En la Vida de santa Cla-ra (+1253), escrita muy pronto por elfranciscano Tomás de Celano (hacia1255), se refiere un precioso milagroeucarístico. Asediada la ciudad de Asíspor un ejército invasor de sarracenos,son éstos puestos en fuga en el con-vento de San Damián por la virgen Cla-ra:

«Ésta, impávido el corazón, manda, pesea estar enferma, que la conduzcan a la puertay la coloquen frente a los enemigos, lle-vando ante sí la cápsula de plata, encerradaen una caja de marfil, donde se guarda consuma devoción el Cuerpo del Santo de losSantos». De la misma cajita le asegura lavoz del Señor: “yo siempre os defenderé”,y los enemigos, llenos de pánico, se dis-persan» (Legenda santæ Claræ 21).

5José María Iraburu

La iconografía tradicional representaa Santa Clara de Asís con una custodiaen la mano.

Santa Juliana de Mont-Cornillony la fiesta del Corpus Christi

El profundo sentimiento cristocén-trico, tan característico de esta fase dela Edad Media, no puede menos deorientar el corazón de los fieles hacia elCristo glorioso, oculto y manifiesto enla Eucaristía, donde está realmente pre-sente. Así lo hemos comprobado en elejemplo de franciscanos y clarisas. Esahora, efectivamente, hacia el 1200,cuando, por obra del Espíritu Santo, ladevoción al Cristo de la Eucaristía va adesarrollarse en el pueblo cristiano connuevos impulsos decisivos.

A partir del año 1208, el Señor se apa-rece a santa Juliana (1193-1258), primeraabadesa agustina de Mont-Corni-llon,junto a Lieja. Esta religiosa es una ena-morada de la Eucaristía, que, inclusofísicamente, encuentra en el pan del cie-lo su único alimento. El Señor inspira asanta Juliana la institución de una fiestalitúrgica en honor del Santísimo Sacra-mento. Por ella los fieles se fortalecenen el amor a Jesucristo, expían los pe-cados y desprecios que se cometen confrecuencia contra la Eucaristía, y al mis-mo tiempo contrarrestan con esa fiestalitúrgica las agresiones sacrílegas co-metidas contra el Sacramento porcátaros, valdenses, petro-brusianos, se-guidores de Amaury de Bène, y tantosotros.

Bajo el influjo de estas visiones, elobispo de Lieja, Roberto de Thourotte,instituye en 1246 la fiesta del Corpus.

Hugo de Saint-Cher, dominico, carde-nal legado para Alemania, extiende lafiesta a todo el territorio de su legación.Y poco después, en 1264, el papa Ur-bano IV, antiguo arcediano de Lieja, quetiene en gran estima a la santa abadesaJuliana, extiende esta solemnidadlitúrgica a toda la Iglesia latina median-te la bula Transiturus. Esta carta mag-na del culto eucarístico es un himno ala presencia de Cristo en el Sacramen-to y al amor inmenso del Redentor, quese hace nuestro pan espiritual.

Es de notar que en esta Bula romana seindican ya los fines del culto eucarísticoque más adelante serán señalados porTrento, por la Mediator Dei de Pío XII opor los documentos pontificios más recien-tes: 1) reparación, «para confundir la mal-dad e insensatez de los herejes»; 2) ala-banza, «para que clero y pueblo, alegrán-dose juntos, alcen cantos de alabanza»; 3)servicio, «al servicio de Cristo»; 4) ado-ración y contemplación, «adorar, venerar,dar culto, glorificar, amar y abrazar el Sa-cramento excelentísimo»; 5) anticipacióndel cielo, «para que, pasado el curso de estavida, se les conceda como premio» (DSpIV, 1961, 1644).

La nueva devoción, sin embargo, yaen la misma Lieja, halla al principio nopocas oposiciones. El cabildo catedra-licio, por ejemplo, estima que ya bastala Misa diaria para honrar el cuerpoeucarístico de Cristo. De hecho, porun serie de factores adversos, la bulade 1264 permanece durante cincuentaaños como letra muerta.

Prevalece, sin embargo, la voluntaddel Señor, y la fiesta del Corpus va sien-do aceptada en muchos lugares:Venecia, 1295; Wurtzburgo, 1298;Amiens, 1306; la orden del Carmen,

6 La adoración eucarística nocturna

1306; etc. Los títulos que recibe en loslibros litúrgicos son significativos: dieso festivitas eucharistiæ, festivitasSacramenti, festum, dies, sollemnitascorporis o de corpore domini nostriIesu Christi, festum Corporis Christi,Corpus Christi, Corpus...

El concilio de Vienne, finalmente, en1314, renueva la bula de Urbano IV.Diócesis y órdenes religiosas aceptanla fiesta del Corpus, y ya para 1324 escelebrada en todo el mundo cristiano.

Celebración del Corpusy exposiciones del Santísimo

La celebración del Corpus implica yaen el siglo XIII una procesión solemne,en la que se realiza una «exposición am-bulante del Sacramento» (Olivar 195).Y de ella van derivando otras proce-siones con el Santísimo, por ejemplo,para bendecir los campos, para reali-zar determinadas rogativas, etc.

Por otra parte, «esta presencia pal-pable, visible, de Dios, esta inmediatezde su presencia, objeto singular de ado-ración, produjo un impacto muy nota-ble en la mentalidad cristiana occiden-tal e introdujo nuevas formas de pie-dad, exigiendo rituales nuevos y crean-do la literatura piadosa correspondien-te. En el siglo XIV se practicaba ya laexposición solemne y se bendecía conel Santísimo. Es el tiempo en que secrearon los altares y las capillas delsantísimo Sacramento» (Id. 196).

Las exposiciones mayores se van implan-tando en el siglo XV, y siempre la patria deellas «es la Europa central. Alemania, Es-candinavia y los Países Bajos fueron loscentros de difusión de las prácticas euca-rísticas, en general» (Id. 197). Al principio,

colocado sobre el altar el Sacramento, esadorado en silencio. Poco a poco va desa-rrollándose un ritual de estas adoraciones,con cantos propios, como el Ave verumCorpus natum ex Maria Virgine, muy po-pular, en el que tan bellamente se une la de-voción eucarística con la mariana.

La exposición del Santísimo recibeuna acogida popular tan entusiasta queya hacia 1500 muchas iglesias la practi-can todos los domingos, normalmentedespués del rezo de las vísperas –tra-dición que hoy perdura, por ejemplo,en los monasterios benedictinos de lacongregación de Solesmes–. La cos-tumbre, y también la mayoría de los ri-tuales, prescribe arrodillarse en la pre-sencia del Santísimo.

En los comienzos, el Santísimo semantenía velado tanto en las procesio-nes como en las exposiciones eucarís-ticas. Pero la costumbre y la disciplinade la Iglesia van disponiendo ya en elsiglo XIV la exposición del cuerpo deCristo «in cristallo» o «in pixide crista-lina».

Las Cofradías eucarísticasCon el fin de que nunca cese el culto

de fe, amor y agradecimiento a Cristo,presente en la Eucaristía, nacen las Co-fradías del Santísimo Sacramento, que«se desarrollan antes, incluso, que lafestividad del Corpus Christi. La de losPenitentes grises, en Avignon se iniciaen 1226, con el fin de reparar los sacri-legios de los albigenses; y sin duda noes la primera» (Bertaud 1632). Con unosu otros nombres y modalidades, las Co-fradías Eucarísticas se extienden ya afin del siglo XIII por la mayor parte deEuropa.

7José María Iraburu

Estas Cofradías aseguran la adoracióneucarística, la reparación por las ofensas ydesprecios contra el Sacramento, el acom-pañamiento del Santísimo cuando es lleva-do a los enfermos o en procesión, el cuida-do de los altares y capillas del Santísimo,etc.

Todas estas hermandades, centradasen la Eucaristía, son agregadas en unaarchicofradía del Santísimo Sacramen-to por Paulo III en la Bula Dominusnoster Jesus Cristus, en 1539, y tienenun influjo muy grande y benéfico en lavida espiritual del pueblo cristiano. Al-gunas, como la Compañía del Santísi-mo Sacramento, fundada en París en1630, llegaron a formar escuelas com-pletas de vida espiritual para los laicos.

Su fundador fue el Duque de Ventadour,casado con María Luisa de Luxemburgo. En1629, ella ingresa en el Carmelo y él tomael camino del sacerdocio (E. Levesque, DSpII, 1301-1305).

Las Asociaciones y Obras eucarísti-cas se multiplican en los últimos siglos:la Guardia de Honor, la Hora Santa,los Jueves sacerdotales, la Cruzada eu-carística, etc.

Atención especial merece hoy, por sudifusión casi universal en la Iglesia Ca-tólica, la Adoración Nocturna. Aunquetiene varios precedentes, como más tar-de veremos, en su forma actual proce-de de la asociación iniciada en Paríspor Hermann Cohen el 6 de diciembrede 1848, hace, pues, ciento cincuentaaños.

La piedad eucarísticaen el pueblo católico

Los últimos ocho siglos de la historiade la Iglesia suponen en los fieles cató-licos un crescendo notable en la devo-

ción a Cristo, presente en la Eucaristía.En efecto, a partir del siglo XIII, como

hemos visto, la devoción al Sacramen-to se va difundiendo más y más en elpueblo cristiano, haciéndose una parteintegrante de la piedad católica común.Los predicadores, los párrocos en suscomunidades, las Cofradías del Santí-simo Sacramento, impulsan con fuerzaese desarrollo devocional.

En el crecimiento de la piedad euca-rística tiene también una gran impor-tancia la doctrina del concilio de Trentosobre la veneración debida al Sacra-mento (Dz 882. 878. 888/1649. 1643-1644. 1656). Por ella se renuevan de-vociones antiguas y se impulsan otrasnuevas.

La adoración eucarística de las Cuaren-ta horas, por ejemplo, tiene su origen enRoma, en el siglo XIII. Esta costumbre, mar-cada desde su inicio por un sentido de expia-ción por el pecado –cuarenta horas perma-nece Cristo en el sepulcro–, recibe enMilán durante el siglo XVI un gran impul-so a través de San Antonio María Zaccaria(+1539) y de San Carlos Borromeo des-pués (+1584). Clemente VIII, en 1592, fijalas normas para su realización. Y UrbanoVIII (+1644) extiende esta práctica a todala Iglesia.

La procesión eucarística de «la Miner-va», que solía realizarse en las parroquiaslos terceros domingos de cada mes, pro-cede de la iglesia romana de Santa Mariasopra Minerva.

Las devociones eucarísticas, que he-mos visto nacer en centro Europa, arrai-gan de modo muy especial en España,donde adquieren expresiones de granriqueza estética y popular, como los sei-ses de Sevilla o el Corpus famoso deToledo. Y de España pasan a Hispano-américa, donde reciben formas extre-

8 La adoración eucarística nocturna

madamente variadas y originales, tantoen el arte como en el folclore religioso:capillas barrocas del Santísimo, pro-cesiones festivas, exposiciones monu-mentales, bailes y cantos, poesías yobras de teatro en honor de la Eucaris-tía.

El culto a la Eucaristía fuera de la Misallega, en fin, a integrar la piedad comúndel pueblo cristiano. Muchos fielespractican diariamente la visita al San-tísimo. En las parroquias, con el rosa-rio, viene a ser común la Hora santa,la exposición del Santísimo diaria osemanal, por ejemplo, en los Jueveseucarísticos.

El arraigo devocional de las visitas al San-tísimo puede comprobarse por la abundan-tísima literatura piadosa que ocasiona. Porejemplo, entre los primeros escritos de sanAlfonso María de Ligorio (+1787) está Vi-site al SS. Sacramento e a Maria SS.ma,de 1745. En vida del santo este librito al-canza 80 ediciones y es traducido a casi to-das las lenguas europeas. Posteriormenteha tenido más de 2.000 ediciones y reim-presiones.

En los siglos modernos, hasta hoy, lapiedad eucarística cumple una funciónprovidencial de la máxima importancia:confirmando diariamente la fe de los ca-tólicos en la amorosa presencia real deJesús resucitado, les sirve de ayuda de-cisiva para vencer la frialdad del janse-nismo, las tentaciones deistas de un ilu-minismo desencarnado o la actual hori-zontalidad inmanentista de un secula-rismo generalizado.

Congregaciones religiosasInstitutos especialmente centrados en

la veneración de la Eucaristía hay muyantiguos, como los monjes blancos o

hermanos del Santo Sacramento, fun-dados en 1328 por el cisterciense An-drés de Paolo. Pero estas fundacionesse producen sobre todo a partir del si-glo XVII, y llegan a su mayor númeroen el siglo XIX.

«No es exagerado decir que el con-junto de las congregaciones fundadasen el siglo XIX –adoratrices, educado-ras o misioneras– profesa un culto es-pecial a la Eucaristía: adoración perpe-tua, largas horas de adoración comúno individual, ejercicios de devoción anteel Santísimo Sacramento expuesto,etc.» (Bertaud 1633).

Recordaremos aquí únicamente, amodo de ejemplo, a los Sacerdotes y alas Siervas del Santísimo Sacramento,fundados por san Pedro-Julián Eymard(+1868) en 1856 y 1858, dedicados alapostolado eucarístico y a la adoraciónperpetua. Y a las Adoratrices, siervasdel Santísimo Sacramento y de la ca-ridad, fundadas en 1859 por santaMicaela María del Santísimo Sacra-mento (+1865), que escribe en una oca-sión:

«Estando en la guardia del Santísimo... mehizo ver el Señor las grandes y especialesgracias que desde los Sagrarios derramasobre la tierra, y además sobre cada indivi-duo, según la disposición de cada uno... ycomo que las despide de Sí en favor de losque las buscan» (Autobiografía 36,9).

Es en estos años, en 1848, como ya vi-mos, cuando Hermann Cohen inicia en Pa-rís la Adoración Nocturna.

En el siglo XX son también muchoslos institutos que nacen con una acen-tuada devoción eucarística. En Espa-ña, por ejemplo, podemos recordar losfundados por el venerable Manuel

9José María Iraburu

González, obispo (1887-1940): lasMarías de los Sagrarios, las Misione-ras eucarísticas de Nazaret, etc. EnFrancia, los Hermanitos y Hermanitasde Jesús, derivados de Charles de Fou-cauld (1858-1916) y de René Voillaume.También las Misioneras de la Caridad,fundadas por la madre Teresa de Calcu-ta, se caracterizan por la profundidadde su piedad eucarística. En éstos y enotros muchos institutos, la Misa y laadoración del Santísimo forman el cen-tro vivificante de cada día.

Congresos eucarísticosÉmile Tamisier (1843-1910), siendo

novicia, deja las Siervas del SantísimoSacramento para promover en el siglola devoción eucarística. Lo intenta pri-mero en forma de peregrinaciones, ymás tarde en la de congresos. Éstosserán diocesanos, regionales o interna-cionales. El primer congreso eucarísti-co internacional se celebra en Lille en1881, y desde entonces se han seguidocelebrando ininterrumpidamente hastanuestros días.

La piedad eucarísticaen otras confesiones cristianas

Ya hemos aludido a algunas posicio-nes antieucarísticas producidas entrelos siglos IX y XIII. Pues bien, en laprimera mitad del siglo XVI resurge lacuestión con los protestantes y por esoel concilio de Trento, en 1551, se veobligado a reafirmar la fe católica fren-te a ellos, que la niegan:

«Si alguno dijere que, acabada la consa-gración de la Eucaristía, no se debe adorarcon culto de latría, aun externo, a Cristo,unigénito Hijo de Dios, y que por tanto no

se le debe venerar con peculiar celebraciónde fiesta, ni llevándosele solemnemente enprocesión, según laudable y universal ritoy costumbre de la santa Iglesia, o que nodebe ser públicamente expuesto para seradorado, y que sus adoradores son idóla-tras, sea anatema» (Dz 888/1656).

El anglicanismo, sin embargo, reco-noce en sus comienzos la presencia realde Cristo en la Eucaristía. Y aunquepronto sufre en este tema influjos lute-ranos y calvinistas, conserva siempremás o menos, especialmente en su ten-dencia tradicional, un cierto culto deadoración (Bertaud 1635). El acuerdoanglicano-católico sobre la teologíaeucarística, de septiembre de 1971, esun testimonio de esta proximidad doc-trinal («Phase» 12, 1972, 310-315). Entodo caso, el mundo protestante actual,en su conjunto, sigue rechazando el cul-to eucarístico.

En nuestro tiempo, estas posicionesprotestantes han afectado a una buenaparte de los llamados católicos progre-sistas, haciendo necesaria la encíclicaMysterium fidei (1965) de Pablo VI:

En referencia a la Eucaristía, no se pue-de «insistir tanto en la naturaleza del signosacramental como si el simbolismo, queciertamente todos admiten en la sagradaEucaristía, expresase exhaustivamente elmodo de la presencia de Cristo en este sa-cramento. Ni se puede tampoco discutirsobre el misterio de la transustanciación sinreferirse a la admirable conversión de todala sustancia del pan en el cuerpo de Cristoy de toda la sustancia del vino en su sangre,conversión de la que habla el concilio deTrento, de modo que se limitan ellos tansólo a lo que llaman transignificación ytransfinalización. Como tampoco se pue-de proponer y aceptar la opinión de que enlas hostias consagradas, que quedan después

10 La adoración eucarística nocturna

de celebrado el santo sacrificio, ya no sehalla presente nuestro Señor Jesucristo»(4).

Las Iglesias de Oriente, en fin, to-das ellas, promueven en sus liturgias unsentido muy profundo de adoración deCristo en la misma celebración del Mis-terio sagrado. Pero fuera de la Misa, elculto eucarístico no ha sido asumidopor las Iglesias orientales separadas deRoma, que permanecen fijas en lo quefueron usos universales durante el pri-mer milenio cristiano. Sí en cambio porlas Iglesias orientales que viven la co-munión católica (+Mysterium fidei 41).En ellas, incluso, hay también institu-tos religiosos especialmente destinadosa esta devoción, como las Hermanaseucarísticas de Salónica (Bertaud 1634-1635).

2

Doctrina espiritual

Maestros espirituales dela devoción a la Eucaristía

El más grande teólogo de la devo-ción a la Eucaristía es santo Tomás deAquino (1224-1274). Según datos his-tóricos exactos, sabemos que santo To-más era en su comunidad dominica «elprimero en levantarse por la noche, eiba a postrarse ante el Santísimo Sa-cramento. Y cuando tocaban a maiti-

nes, antes de que formasen fila los reli-giosos para ir a coro, se volvía sigilo-samente a su celda para que nadie lonotase. El Santísimo Sacramento erasu devoción predilecta. Celebraba to-dos los días, a primera hora de la ma-ñana, y luego oía otra misa o dos, a lasque servía con frecuencia» (S. Ramírez,Suma Teológica, BAC 29, 1957,57*).

Él compuso, por encargo del Papa, el ma-ravilloso texto litúrgico del Oficio del Cor-pus: Pange lingua, Sacris solemniis, Lau-da Sion, etc (+Sisto Terán, Santo Tomás,poeta del Santísimo Sacramento, Univ.Católica, Tucumán 1979). La tradicióniconográfica suele representarle con el solde la Eucaristía en el pecho. Un cuadro deRubens, en el Prado, «la procesión del San-tísimo Sacramento», presenta, entre variossantos, a santa Clara con la custodia, y jun-to a ella a santo Tomás, explicándole elMisterio. Sobre la tumba de éste, en Tou-louse, en la iglesia de san Fermín, una esta-tua le representa teniendo en la mano dere-cha el Santísimo Sacramento.

Desde el siglo XIII, los grandes maes-tros espirituales han enseñado siemprela relación profunda que existe entre laEucaristía –celebrada y adorada– y laconfiguración progresiva a Jesucristo.Recordaremos sólo a algunos.

Guiard de Laon, el doctor eucarístico, re-lacionado con Juliana de Mont-Cornillony el movimiento eucarístico de Lieja, pu-blica hacia 1222 De XII fructibus vene-rabilis sacramenti. San Buenaventura(+1274) expresa su franciscana devocióneucarística en De sanctissimo corporeChristi, partiendo de los seis grandes sím-bolos eucarísticos anticipados en el Anti-guo Testamento. El franciscano Roger Ba-con (+1294), la terciaria franciscana santaÁngela de Foligno (+1309), los dominicosJean Taulero (+1361) y Enrique Suso(+1365), el canciller de la universidad de

11José María Iraburu

París, Jean Gerson (+1429), Dionisio elcartujano, el doctor extático (+1471), sedistinguen también por la centralidad de ladevoción eucarística en su espiritualidad.La Devotio moderna, tan importante en laespiritualidad de los siglos XIV y XV, estambién netamente eucarística. Podemoscomprobarlo, por ejemplo, en el libro IVde la Imitación de Cristo, De SacramentoCorporis Christi.

Esta relación de maestros espiritua-les acentuadamente eucarísticos podríaalargarse hasta nuestro tiempo. Peroaquí sólamente haremos mención es-pecial de algunos santos de los últimossiglos.

En el XVI, pocos hacen tanto por di-fundir entre el pueblo cristiano el amoral Sacramento como san Ignacio deLoyola (1491-1556). En seguida de suconversión, estando en Manresa (1522-1523), en la Misa, «alzándose el Cor-pus Domini, vio con los ojos interio-res... vio con el entendimiento claramen-te cómo estaba en aquel Santísimo Sa-cramento Jesucristo nuestro Señor»(Autobiografía, 29).

Recordemos también las visiones que tie-ne de la divina Trinidad, con tantas lágrimas,en la celebración de la Misa, y «acabandola Misa», al «hacer oración al CorpusDomini», estando en el «lugar del Santísi-mo Sacramento» (Diario espiritual 34: 6-III-1544).

No es extraño, pues, que san Ignacio fo-mentara tanto en el pueblo la devoción a laEucaristía. Así lo hizo, concretamente, consus paisanos de Azpeitia. En efecto, cuan-do Paulo III, en 1539, aprueba con Bula laCofradía del Santísimo Sacramento funda-da por el dominico Tomás de Stella en laiglesia dominicana de la Minerva, San Ig-nacio se apresura a comunicar esta gracia alos de Azpeitia, y en 1540 les escribe:«ofreciéndose una gran obra, que Dios N.

S. ha hecho por un fraile dominico, nues-tro muy grande amigo y conocido de mu-chos años, es a saber, en honor y favor delsantísimo Sacramento, determiné de con-solar y visitar vuestras ánimas in SpirituSancto con esa Bula que el señor bachiller[Antonio Araoz] lleva» (VIII/IX-1540). Losjesuitas, fieles a este carisma original, se-rán después unos de los mayores difusoresde la piedad eucarística, por las Congre-gaciones Marianas y por muchos otrosmedios, como el Apostolado de la Ora-ción.

Santa Teresa de Jesús (1515-1582),en el mismo siglo, tiene también una vidaespiritual muy centrada en el SantísimoSacramento. Ella, que tenía especial de-voción a la fiesta del Corpus (Vida30,11), refiere que en medio de sus ten-taciones, cansancios y angustias, «al-gunas veces, y casi de ordinario, almenos lo más continuo, en acabandode comulgar descansaba; y aun algu-nas, en llegando a el Sacramento, lue-go a la hora quedaba tan buena, alma ycuerpo, que yo me espanto» (30,14).

Confiesa con frecuencia su asombroenamorado ante la Majestad infinita deDios, hecha presente en la humildad in-decible de una hostia pequeña: «y mu-chas veces quiere el Señor que le veaen la Hostia» (38,19). «Harta misericor-dia nos hace a todos, que quiere en-tienda [el alma] que es Él el que está enel Santísimo Sacramento» (CaminoEsc. 61,10).

La Eucaristía, para el alma y para elcuerpo, es el pan y la medicina de Te-resa: «¿pensáis que no es mantenimien-to aun para estos cuerpos este santísi-mo Manjar, y gran medicina aun paralos males corporales? Yo sé que lo es»(Camino Vall. 34,7; +el pan nuestro de

12 La adoración eucarística nocturna

cada día: 33-34).Ella se conmueve ante la palabra in-

efable del Cantar de los Cantares, «bé-same con beso de tu boca» (1,1): «¡OhSeñor mío y Dios mío, y qué palabraésta, para que la diga un gusano de suCriador!». Pero la ve cumplida asom-brosamente en la Eucaristía: «¿Qué nosespanta? ¿No es de admirar más la obra?¿No nos llegamos al Santísimo Sacra-mento?» (Conceptos del Amor de Dios1,10). La comunión eucarística es unabrazo inmenso que nos da el Señor.

Para santa Teresa, fundar un Carmeloes ante todo encender la llama de unnuevo Sagrario. Y esto es lo que más leconforta en sus abrumadores trabajosde fundadora:

«para mí es grandísimo consuelo ver unaiglesia más adonde haya Santísimo Sacra-mento» (Fundaciones 3,10). «Nunca dejéfundación por miedo de trabajo, conside-rando que en aquella casa se había de alabaral Señor y haber Santísimo Sacramento...No lo advertimos estar Jesucristo, verda-dero Dios y verdadero hombre, como está,en el Santísimo Sacramento en muchas par-tes, grande consuelo nos había de ser»(18,5). Hecha la fundación, la inauguracióndel Sagrario es su máximo premio y gozo:«fue para mí como estar en una gloria verponer el Santísimo Sacramento» (36,6).

Por otra parte, Teresa sufre y se an-gustia a causa de las ofensas inferidasal Sacramento. Nada le duele tanto.

Mucho hemos de rezar y ofrecer para que«no vaya adelante tan grandísimo mal y des-acatos como se hacen en los lugares adon-de estaba este Santísimo Sacramento entreestos luteranos, deshechas las iglesias, per-didos tantos sacerdotes, quitados los sacra-mentos» (Camino Perf. Vall. 35,3)... «pa-rece que le quieren ya tornar a echar delmundo» (ib. Esc. 62,63; +58,2).

Pero aún le horrorizan más a Teresa lasofensas a la Eucaristía que proceden de losmalos cristianos: «Tengo por cierto habrámuchas personas que se llegan al Santísi-mo Sacramento –y plega al Señor yo mien-ta– con pecados mortales graves» (Concep-tos Amor de Dios 1,11).

En la España de ese tiempo, la devo-ción eucarística está ya plenamentearraigada en el pueblo cristiano. SanJuan de Ribera (1532-1611), obispode Valencia, en una carta a los sacer-dotes les escribe:

«Oímos con mucho consuelo lo que mu-chos de vosotros me han escrito, afirmán-dome que está muy introducida la costum-bre de saludarse unas personas a otras di-ciendo: Alabado sea el Santísimo Sacra-mento. Esto mismo deseo que se observeen todo nuestro arzobispado» (28-II-1609).

En Francia, en el siglo XVII, las másaltas revelaciones privadas que recibiósanta Margarita María de Alacoque(1647-1690), religiosa de la Visitación,acerca del Sagrado Corazón se produ-jeron estando ella en adoración del San-tísimo expuesto.

Y como ella misma refiere, esa devocióninmensa a la Eucaristía la tenía ya de joven,antes de entrar religiosa, cuando todavíavivía al servicio de personas que le eranhostiles: «ante el Santísimo Sacramento meencontraba tan absorta que jamás sentía can-sancio. Hubiera pasado allí los días ente-ros con sus noches sin beber, ni comer ysin saber lo que hacía, si no era consumir-me en su presencia, como un cirio ardien-te, para devolverle amor por amor. No mepodía quedar en el fondo de la iglesia, y porconfusión que sintiese de mí misma, no de-jaba de acercarme cuanto pudiera al Santí-simo Sacramento» (Autobiografía 13).

De hecho, la devoción al Corazónde Jesús, desde sus mismos inicios, ha

13José María Iraburu

sido siempre acentuadamente eucarís-tica, y por causas muy profundas, comosubraya el Magisterio (+Pío XII, 1946,Haurietis aquas, 20, 35; Pablo VI, cta.apost. Investigabiles divitias 6-II-1965).

En el siglo siguiente, en el XVIII, pode-mos recordar la gran devoción eucarísti-ca de san Pablo de la Cruz (+1775), elfundador de los Pasionistas. Él, comodeclara en su Diario espiritual, «de-seaba morir mártir, yendo allí donde seniega el adorabilísimo misterio del San-tísimo Sacramento» (26-XII-1720).Captaba en la Eucaristía de tal modo lamajestad y santidad de Cristo, que ape-nas le era posible a veces mantenerseen la iglesia:

«decía yo a los ángeles que asisten aladorabilísimo Misterio que me arrojasenfuera de la iglesia, pues yo soy peor que undemonio. Sin embargo, la confianza en miEsposo sacramentado no se me quita: ledecía que se acuerde de lo que me ha deja-do en el santo Evangelio, esto es, que no havenido a llamar a los justos, sino a los pe-cadores» (Diario 5-XII-1720).

En cuanto al siglo XIX, recordemosal santo Cura de Ars (1786-1859). JuanXXIII, en la encíclica Sacerdotii Nostriprimordia, de 1959, en el centenario delsanto, hace un extenso elogio de esadevoción:

«La oración del Cura de Ars que pasó, di-gámoslo así, los últimos treinta años de suvida en su iglesia, donde le retenían sus in-numerables penitentes, era sobre todo unaoración eucarística. Su devoción a nuestroSeñor, presente en el Santísimo Sacramen-to, era verdaderamente extraordinaria: Allíestá, solía decir» (16).

Otro gran modelo de piedad eucarís-tica en ese mismo siglo es san Antonio

María Claret (1807-1870), fundador delos Misioneros del Inmaculado Cora-zón de María, los claretianos. En suAutobiografía refiere: cuando era niño,«las funciones que más me gustabaneran las del Santísimo Sacramento»(37). Su iconografía propia le representaa veces con una Hostia en el pecho,como si él fuera una custodia viviente.

Esto es a causa de un prodigio que él mis-mo refiere en su Autobiografía: el 26 deagosto de 1861, «a las 7 de la tarde, el Se-ñor me concedió la gracia grande de la con-servación de las especies sacramentales, ytener siempre, día y noche, el Santísimo Sa-cramento en el pecho» (694). Graciasingularísima, de la que él mismo no esta-ba seguro, hasta que el mismo Cristo se laconfirma el 16 de mayo de 1862, de ma-drugada: «en la Misa, me ha dicho Jesucris-to que me había concedido esta gracia depermanecer en mi interior sacramental-mente» (700). El Señor, por otra parte, lehace ver que una de las devociones funda-mentales para atajar los males que amena-zan a España es la devoción al SantísimoSacramento (695).

Frutos de la piedad eucarísticaEl desarrollo de la piedad eucarística

ha producido en la Iglesia inmensos fru-tos espirituales. Los ha producido enla vida interior y mística de todos lossantos; por citar algunos: Juan de Ávila,Teresa, Ignacio, Pascual Bailón, Maríade la Encarnación, Margarita María,Pablo de la Cruz, Eymard, Micaela,Antonio María Claret, Foucauld, Tere-sa de Calcuta, etc. Ellos, con todo elpueblo cristiano, contemplando a Je-sús en la Eucaristía, han experimenta-do qué verdad es lo que dice la Escri-tura: «contemplad al Señor y quedaréisradiantes» (Sal 33,6).

14 La adoración eucarística nocturna

Pero la devoción eucarística ha pro-ducido también otros maravillosos fru-tos, que se dan en la suscitación de vo-caciones sacerdotales y religiosas, enla educación cristiana de los niños, enla piedad de los laicos y de las familias,en la promoción de obras apostólicaso asistenciales, y en todos los otroscampos de la vida cristiana. Es, pues,una espiritualidad de inmensa fecundi-dad. «Por sus frutos los conoceréis»(Mt 7,20).

Hoy, por ejemplo, en Francia, los mo-vimientos laicales con más vitalidad, yaquellos que más vocaciones sacerdo-tales y religiosas suscitan, como Em-manuel, se caracterizan por su profun-da piedad eucarística.

En las Comunidades de las Bienaven-turanzas, concretamente, compuestas ensu mayor parte por laicos, se practica la ado-ración continua todo el día. Iniciadas hacia1975, reunen hoy unos 1.200 miembros enunas 70 comunidades, que están distribui-das por todo el mundo. Y recordemos tam-bién la Orden de los laicos consagrados(Angot, Las casas de adoración).

¿Deficienciasen la piedad eucarística?

La sagrada Eucaristía es en la Iglesiael misterio más grandioso, es el miste-rio por excelencia: mysterium fidei. Ex-cede absolutamente la capacidad inte-lectual de los teólogos, que balbuceancuando intentan explicaciones concep-tuales. Y también es inefable para losmás altos místicos, que se abisman ensu luz transformante.

No es, pues, extraño que, al paso delos siglos, las devociones eucarísticashayan incurrido a veces en acentua-

ciones o visiones parciales, que no al-canzan a abarcar armoniosamente todala plenitud del misterio. No se trata enesto de errores doctrinales, pero sí decostumbres piadosas que expresan yque inducen acentuaciones excesiva-mente parciales del misterio inmenso dela Eucaristía. Escribe acerca de estoPere Tena:

«“El Espíritu de verdad os guiará hasta laverdad completa” (Jn 16,13)... Desde la pri-mitiva comunidad de Jerusalén, que partíael pan por las casas y tomaba alimento conalegría y simplicidad de corazón (Hch2,46), hasta la solemne misa conclusiva deun Congreso Eucarístico internacional, pa-sando por las asambleas dominicales de lasparroquias y por las prolongadas adoracio-nes eucarísticas de las comunidades reli-giosas especialmente dedicadas a ello, larealidad de la Eucaristía se ha visto cons-tantemente profundizada, y continúa sien-do fuente renovada de vigor cristiano.

«Esto no significa que en todo momentohaya habido, o haya en la actualidad inclu-so, una armonía perfecta de los diversosaspectos (...) Un aspecto legítimo de laEucaristía puede, en determinadas circuns-tancias espirituales, adquirir tal intensidady tal valoración unilateral, que llegue casi arelegar a un segundo plano los aspectos másfundamentales y fontales del misterio. Peroestas desviaciones de atención no nieganel valor de acentuación que tal aspecto con-creto representa para la comprensión de laEucaristía, ni pueden ser relegados al olvi-do tales aspectos en la práctica históricade la comunidad eclesial, una vez han en-trado a formar parte del patrimonio de lasexpresiones de la fe cristiana» (205-206).

Es una trampa dialéctica, en la queciertamente no pensamos caer, decir:«cuanto más se centren los fieles en elSacramento, menos valorarán el Sacri-ficio»; «cuanto más capten la presen-

15José María Iraburu

cia de Cristo en la Eucaristía, menos loverán en la Palabra divina o en los po-bres»; etc. Un san Luis María Grignionde Montfort, por ejemplo, ya conocióampliamente este tipo de falsas contra-posiciones –«a mayor devoción a Ma-ría, menos devoción a Jesús»–, y lasrefutó con gran fuerza.

No. En la teoría y también en la prác-tica, es decir, de suyo y en la inmensamayoría de los casos, «a más amor ala Virgen, más amor a Cristo», «dondehay mayor devoción al Sacramento, haymás y mejor participación en el Sacrifi-cio», «a más captación de la presenciade Cristo en la Eucaristía, mayor facili-dad para reconocerlo en la Palabra di-vina o en los pobres».

¿Cómo puede contraponerse en se-rio, concretamente, devoción a Cristoen la Eucaristía y devoción servicial alos pobres? ¿Qué dirían de tal aberra-ción Micaela del Santísimo Sacramen-to, Charles de Foucauld o Teresa deCalcuta?... Son trampas dialécticas sinfundamento alguno doctrinal o prácti-co. Pablo VI, por el contrario, afirmaque «el culto de la divina Eucaristíamueve muy fuertemente el ánimo a cul-tivar el amor social», y explica cómo ypor qué (Mysterium fidei 38).

Siempre se ha entendido así. El artículo 15de los Estatutos de la Compañía del Santí-simo Sacramento, fundada en Francia el1630, dispone que «el objeto de la caridadde los hermanos serán los hospitales, pri-siones, enfermos, pobres vergonzantes, to-dos aquellos que están necesitados de ayu-da», etc. (DSp II/2, 1302).

El venerable Alberto Capellán (1888-1965), labrador, padre de ocho hijos, miem-bro de la Adoración Nocturna, en la que pasa660 noches ante el Santísimo, escribe:

«Dios me encomendó la misión de reco-ger a los pobres por la noche». Hace un refu-gio, y desde 1928 hasta su muerte acoge apobres y les atiende personalmente (G. Ca-pellán, La lucha que hace grande al hom-bre. El venerable Alberto Capellán Zuazo,c/ Ob. Fidel 1, 26004 Logroño, 1998).

La madre Teresa de Calcuta refiere en unaocasión: «En el Capítulo General que tuvi-mos en 1973, las hermanas [Misioneras dela Caridad] pidieron que la Adoración alSantísimo, que teníamos una vez por sema-na, pasáramos a tenerla cada día, a pesardel enorme trabajo que pesaba sobre ellas.Esta intensidad de oración ante el Santísi-mo ha aportado un gran cambio en nuestraCongregación. Hemos experimentado quenuestro amor por Jesús es más grande,nuestro amor de unas por otras es más com-prensivo, nuestro amor por los pobres esmás compasivo y nosotras tenemos el do-ble de vocaciones» («Reino de Cristo» I-1987).

Ahora bien, ¿significa todo eso quela devoción eucarística, al paso de lossiglos, de hecho, no ha sufrido defi-ciencias o desviaciones? Por supuestoque las ha sufrido, y muchas, como to-das las instituciones de la Iglesia. Pero¿el monacato, la educación católica, lasmisiones, la misma celebración de laMisa, el clero diocesano, la familia cris-tiana, no han sufrido deficiencias y des-viaciones muy graves en el curso delos siglos? «El que de vosotros estésin pecado, arroje la piedra el primero»contra la piedad eucarística (Jn 8,7).

El monacato, por ejemplo, ha conocidoen su historia desviaciones o deficienciasmuy considerables. En la historia del mo-nacato ha habido ascetismos asilvestrados,vagancias ignorantes, erudiciones sin vir-tud, semipelagianismos furibundos, conde-naciones maniqueas de la vida seglar, ro-manticismos del claustro y del desierto,etc. Pero no por eso dejamos de conside-

16 La adoración eucarística nocturna

rar la vida monástica como una forma ma-ravillosa de realizar el Evangelio. Nada noscuesta admitir que en esa forma de vida ad-mirable han florecido santos de entre losmás grandes de la Iglesia. Y no se nos ocu-rre decir de la vida monástica lo que algu-no ha dicho de la piedad eucarística: que«aunque legítima, está fundada en una vi-sión parcial del misterio» cristiano, por loque «está expuesta a tambalearse por sí sola,si se pone en contraste con formas de vidacristiana más plenas», sobre todo cuando«se funda más en el sentimiento que en larazón». Por el contrario, nosotros decimossimplemente y con toda sinceridad que lavida monástica –aunque no ignoramos susdiversas deficiencias históricas– es una delas maneras más bellas y santificantes devivir el Evangelio.

Hubo deficienciasPues bien, es evidente que en la his-

toria de la devoción eucarística, segúntiempos y lugares, se han dado desvia-ciones, acentuaciones excesivamenteunilaterales, incluso errores y abusos,unas veces en las exposiciones doctri-nales, otras en las costumbres prácti-cas. Y por eso ahora, al tratar aquí dela espiritualidad eucarística, es necesa-rio que señalemos esas deficiencias, almenos las que estimamos más impor-tantes.

En efecto, una acentuación parcial dela Presencia real eucarística ha llevadoen ocasiones a devaluar otras modali-dades de la presencia de Cristo en laIglesia: en la Palabra, por ejemplo, o enlos pobres o en la misma inhabitación.

Otras veces la devoción centrada enla Presencia real ha dejado en segundoplano aspectos fundamentales de la Eu-caristía, entendida ésta, por ejemplo,como memorial de la pasión y de la re-

surrección de Cristo, como actualiza-ción del sacrificio de la redención,como signo y causa de la unidad de laIglesia, etc.

Los fieles, entonces, más o menos cons-cientemente, consideran que la Misa se ce-lebra ante todo y principalmente para con-seguir esa presencia real de Jesucristo.Olvidando en buena medida que la Misa esante todo el memorial del Sacrificio de laredención, «la Eucaristía se ha transforma-do en una epifanía, la venida del Señor, queaparece entre los hombres y les distribuyesus gracias. Y los hombres se han reunidoen torno al altar para participar de estas gra-cias» (Jungmann I,157).

En esta perspectiva, no se relacionaadecuadamente la presencia real deCristo y la celebración del sacrificioeucarístico, de donde tal presencia sederiva.

No siempre se ha entendido tampo-co, como se entendía en la antigüedad,que la reserva de la Eucaristía se reali-za principalmente para hacer posiblefuera de la Misa la comunión de enfer-mos y ausentes.

Esto ha dado lugar, en ocasiones, a unamultiplicación inconveniente de sagrariosen una misma casa, orientando así la reser-va casi exclusivamente a la devoción.

En algunos tiempos y lugares la ve-neración a la Presencia real se ha esti-mado en forma tan prevalente que lasMisas más solemnes se celebran anteel Santísimo expuesto (+JungmannI,164).

Con relativa frecuencia, por otra par-te, la solemnización sensible de la pre-sencia real de Cristo en el Sacramento–cantos, órgano, número de cirios en-cendidos, uso del incienso– ha sido no-tablemente superior a la empleada en la

17José María Iraburu

celebración misma del Sacrificio.Y a veces, en lugar de exponer la sa-

grada Hostia sobre el altar, según la tra-dición primera, que expresa bien la uni-dad entre Sacrificio y Sacramento, seha expuesto el Santísimo en ostensoriosmonumentales, muy distantes del altary mucho más altos que éste.

Deficiencias del lenguaje piadosoOtra cuestión, especialmente delica-

da, es la del lenguaje de la devoción ala Eucaristía. También aquí ha habidodeficiencias considerables, sobre todoen la época barroca.

«¡Oh, Jesús Sacramentado, divino prisio-nero del Sagrario! Acudimos a Vos, que enel trono del sagrario te dignas recibir el ren-dimiento de nuestra pleitesía», etc.

No debemos ironizar, sin embargo,sobre estas efusiones eucarísticas pia-dosas, tan frecuentes en los libros deVisitas al Santísimo y de Horas san-tas. Son perfectamente legítimas, des-de el punto de vista teológico. Mere-cen nuestro respeto y nuestro afecto.Han sido empleadas por muchos san-tos. Han servido para alimentar en in-numerables cristianos un amor verda-deramente profundo a Jesucristo en laEucaristía. Y más que expresiones in-exactas, son simplemente obsoletas.

Por lo demás, los cristianos de hoy, en loreferente a la devoción eucarística, no es-tamos en condiciones de mirar por encimadel hombro a nuestros antepasados. Al atar-decer de nuestra vida, vamos a ser juzga-dos en el amor, más bien que por la calidadestética y teológica de nuestras fórmulasverbales o de nuestros signos expresivos.

Pero tampoco debemos ignorar que,no pocas veces hoy, la sensibilidad de

los cristianos, por grande que sea suamor a la Eucaristía, suele encontrarsemuy distante de esas expresiones depiedad. Hoy, quizá, el sentimiento reli-gioso, al menos en ciertas cuestiones,está bastante más próximo a la Anti-güedad patrística y a la Edad Media oal Renacimiento, que al Barroco o alRomanticismo. También en las devo-ciones eucarísticas.

Recordemos, por ejemplo, la ternura tanelegante de la devoción franciscana haciael Misterio eucarístico. Recordemos eltemple bíblico y litúrgico, así como la pro-fundidad teológica y la altura mística de lasoraciones eucarísticas de santo Tomás o desanta Catalina de Siena... Por eso, entre losautores del siglo XX, las expresiones devo-cionales de mayor calidad teológica y es-tética hacia la Eucaristía las hallamos jus-tamente en aquellos autores, como los be-nedictinos Dom Marmion o Dom Vonier,que están más vinculados a la inspiraciónbíblica y litúrgica, y a la tradición teológicay mística de la Edad Media.

Deficiencias históricasPero, volviendo a la cuestión central,

todas éstas son deficiencias históricas –que en seguida veremos corregidas porla renovación litúrgica moderna–, y enmodo alguno nos llevan a pensar quela piedad eucarística es en sí mismadeficiente. Alguno, sin embargo, arro-gándose la representación del movi-miento litúrgico, se expresa como si lofuera:

«El movimiento litúrgico ha reconocidoque [la piedad eucarística] se trata de unapiedad legítima, fundada empero en unavisión parcial del misterio de la eucaris-tía; por esto mismo dicha piedad está ex-puesta por sí sola a tambalearse cuandose la contrasta con cualquier forma de es-

18 La adoración eucarística nocturna

piritualidad que ofrezca una visión completadel misterio de Cristo, del mismo modo queestán expuestas a perder actualidad otrasdevociones que tengan una visión parcialde la historia de la salvación, sobre todolas que se fundan más en el sentimientoque en la razón [sic; querrá decir que enla fe]» (subrayados nuestros).

¿Cómo se puede decir que la devo-ción eucarística, la devoción predilec-ta de Francisco y Clara, de Tomás eIgnacio, de Margarita María, de Anto-nio María, de Foucauld o de Teresa deCalcuta, la mil veces aprobada y reco-mendada por el Magisterio apostólico,la piedad tan hondamente vivida por elpueblo cristiano en los últimos ochosiglos, está fundada en una visión par-cial del misterio de la fe, se apoya másen el sentimiento que en la fe, y en símisma se tambalea? Y por otra parte,¿qué fin cauteloso se pretende al de-clarar legítima una devoción que se juz-ga de tan mala calidad?

Renovación actualde la piedad eucarística

El movimiento litúrgico y el Magiste-rio apostólico, por obra como siempredel Espíritu Santo, al profundizar másy más en la realidad misteriosa de laEucaristía, han renovado maravillosa-mente la doctrina y la disciplina del cul-to eucarístico.

Por lo que al Magisterio se refiere, losdocumentos más importantes sobre el temahan sido la encíclica de Pío XII MediatorDei (1947), la constitución conciliar Sa-crosanctum Concilium (1963), la encícli-ca de Pablo VI Mysterium fidei (1965),muy especialmente la instrucción Eucha-risticum mysterium (1967) y el Ritual parala sagrada comunión y el culto a la Eu-

caristía fuera de la Misa, publicado en cas-tellano en 1974. Y la exhortación apostóli-ca de Juan Pablo II, Dominicæ Cenæ(1980). La devoción y el culto a la Euca-ristía, en fin, es recomendada a todos losfieles en el Catecismo de la Iglesia Cató-lica (1992: 1378-1381).

Diversas modalidades dela presencia de Cristo en su Iglesia

El concilio Vaticano II, en su consti-tución sobre la liturgia, SacrosanctumConcilium, da una enseñanza de sumaimportancia para la espiritualidad cris-tiana:

«Cristo está siempre presente a su Igle-sia, sobre todo en la acción litúrgica. Estápresente en el sacrificio de la Misa, sea enla persona del ministro, “ofreciéndose aho-ra por ministerio de los sacerdotes el mis-mo que entonces se ofreció en la cruz”[Trento], sea sobre todo bajo las especieseucarísticas. Está presente con su virtud enlos sacramentos, de modo que cuando al-guien bautiza, es Cristo quien bautiza [S.Agustín]. Está presente en su palabra, puescuando se lee en la Iglesia la Sagrada Es-critura, es Él quien habla. Está presente, porúltimo, cuando la Iglesia suplica y cantasalmos, el mismo que prometió: “donde es-tán dos o tres congregados en mi nombre,allí estoy yo en medio de ellos” (Mt18,20)» (7).

Pablo VI, en su encíclica Mysteriumfidei, hace una enumeración semejantede los modos de la presencia de Cris-to, añadiendo: está presente a suIglesia«que ejerce las obras de miseri-cordia», a su Iglesia «que predica»,«que rige y gobierna al pueblo de Dios»(19-20). Y finalmente dice:

«Pero es muy distinto el modo, ver-daderamente sublime, con el que Cris-to está presente a su Iglesia en el sacra-

19José María Iraburu

mento de la Eucaristía... Tal presenciase llama real no por exclusión, comosi las otras no fueran reales, sino porantonomasia, porque es también cor-poral y sustancial, ya que por ella cier-tamente se hace presente Cristo, Diosy hombre, entero e íntegro» (21-22;+Ritual 6).

Y aún se podría hablar de otros mo-dos reales de la presencia. La inha-bitación de Cristo en el justo que le amaes real, según Él mismo lo dice: «si al-guno me ama... vendremos a él, y en élharemos morada» (Jn 14,23).

En cuanto a la presencia de Cristo en lospobres, fácilmente se aprecia que es de otroorden. Tanto les ama, que nos dice: «lo queles hagáis, a mí me lo hacéis» (+Mt 25,34-46). En un pobre, sin embargo, que no amaa Cristo, no se da, sin duda, esa presenciareal de inhabitación.

Pues bien, la configuración de una es-piritualidad cristiana concreta se derivaprincipalmente de su modo de captarlas diversas maneras de la presencia deCristo. Desde luego, toda espiritualidadcristiana ha de creer y ha de vivir converdadera devoción todos los modos dela presencia de Cristo. Pero es eviden-te que cada espiritualidad concreta tie-ne su estilo propio en la captación deesas presencias. Hay espiritualidadesmás o menos sensibles a la presenciade Cristo en la Escritura, en la Eucaris-tía, en la inhabitación, en los sacramen-tos, en los pobres, etc. Ahora bien, sila presencia de Cristo por antonoma-sia está en la Eucaristía, toda espiritua-lidad cristiana, con uno u otro acento,deberá poner en ella el centro de su de-voción.

El fundamento primerode la adoración

La Iglesia cree y confiesa que «en elaugusto sacramento de la Eucaristía,después de la consagración del pan ydel vino, se contiene verdadera, real ysubstancialmente nuestro Señor Jesu-cristo, verdadero Dios y hombre, bajola apariencia de aquellas cosas sensi-bles» (Trento 1551: Dz 874/1636).

La divina Presencia real del Señor,éste es el fundamento primero de la de-voción y del culto al Santísimo Sacra-mento. Ahí está Cristo, el Señor, Diosy hombre verdadero, mereciendo ab-solutamente nuestra adoración ysuscitándola por la acción del EspírituSanto. No está, pues, fundada la pie-dad eucarística en un puro sentimien-to, sino precisamente en la fe. Otrasdevociones, quizá, suelen llevar en suejercicio una mayor estimulación de lossentidos –por ejemplo, el servicio decaridad a los pobres–; pero la devo-ción eucarística, precisamente ella, sefundamenta muy exclusivamente en lafe, en la pura fe sobre el Mysterium fidei(«præstet fides supplementum sensuumdefectui»: que la fe conforte la debili-dad del sentido; Pange lingua).

Por tanto, «este culto de adoración seapoya en una razón seria y sólida, ya que laEucaristía es a la vez sacrificio y sacramen-to, y se distingue de los demás en que nosólo comunica la gracia, sino que encierrade un modo estable al mismo Autor de ella.

«Cuando la Iglesia nos manda adorar aCristo, escondido bajo los velos eucarísti-cos, y pedirle los dones espirituales y tem-porales que en todo tiempo necesitamos,manifiesta la viva fe con que cree que sudivino Esposo está bajo dichos velos, le

20 La adoración eucarística nocturna

expresa su gratitud y goza de su íntima fa-miliaridad» (Mediator Dei 164).

El culto eucarístico, ordenado a loscuatro fines del santo Sacrificio, es cultodirigido al glorioso Hijo encarnado, quevive y reina con el Padre, en la unidaddel Espíritu Santo, por los siglos delos siglos. Es, pues, un culto que pres-ta a la santísima Trinidad la adoraciónque se le debe (+Dominicæ Cenæ 3).

Sacrificio y SacramentoPuede decirse que «para ordenar y

promover rectamente la piedad hacia elsantísimo sacramento de la Eucaristía[lo más importante] es considerar elmisterio eucarístico en toda su ampli-tud, tanto en la celebración de la Misa,como en el culto a las sagradas espe-cies» (Ritual 4).

Juan Pablo II insiste en este aspecto:«No es lícito ni en el pensamiento, nien la vida, ni en la acción quitar a esteSacramento, verdaderamente santísimo,su dimensión plena y su significadoesencial. Es al mismo tiempo Sacra-mento-Sacrificio, Sacramento-Comu-nión, Sacramento-Presencia» (Re-demptor hominis 20).

Ya Pío XII orienta en esta misma direc-ción su doctrina sobre la devoción euca-rística (cf. Discurso al Congreso inter-nacional de pastoral litúrgica, de Asís(A.A.S. 48, 1956, 771-725).

Esta doctrina ha sido central, concre-tamente, en la disciplina renovada delculto a la Eucaristía.

«Los fieles, cuando veneran a Cristo pre-sente en el Sacramento, recuerden que estapresencia proviene del Sacrificio y se or-dena al mismo tiempo a la comunión sa-cramental y espiritual» (Ritual 80).

Lógicamente, pues, «se prohibe la cele-bración de la Misa durante el tiempo en queestá expuesto el santísimo Sacramento enla misma nave de la iglesia» (ib. 83).

Esa íntima unión entre Sacrificio y Sa-cramento se expresa, por ejemplo, en elhecho de que, al final de la exposición, elministro «tomando la custodia o el copón,hace en silencio la señal de la Cruz sobreel pueblo» (ib. 99). El Corpus Christi dela custodia es el mismo cuerpo ofrecidopor nosotros en el sacrificio de la reden-ción: el mismo cuerpo que ahora está re-sucitado y glorioso.

Devoción eucarística y comuniónLa presencia eucarística de Cristo

siempre «se ordena a la comunión sa-cramental y espiritual» (Ritual 80). Enefecto, la Eucaristía como sacramentoestá intrínsecamente orientada hacia lacomunión. Las mismas palabras deCristo lo hacen entender así: «tomad,comed, esto es mi cuerpo, entregadopor vosotros». Consiguientemente, lafinalidad primera de la reserva es hacerposible, principalmente a los enfermos,la comunión fuera de la Misa. En el sa-grario. como en la Misa, Cristo siguesiendo «el Pan vivo bajado del cielo».

En efecto, «el fin primero y primordialde la reserva de las sagradas especies fuerade la misa es la administración del Viático;los fines secundarios son la distribuciónde la comunión y la adoración de NuestroSeñor Jesucristo, presente en el Sacramen-to. Pues la reserva de las especies sagradaspara los enfermos ha introducido la lauda-ble costumbre de adorar este manjar delcielo conservado en las iglesias» (Ritual5).

Según eso, en la Eucaristía, Cristoestá dándose, está entregándose comopan vivo que el Padre celestial da a los

21José María Iraburu

hombres. Y sólo podemos recibirlo enla fe y en el amor. Así es como, ante elsagrario, nos unimos a Él en comuniónespiritual. En la adoración eucarísticaÉl se entrega a nosotros y nosotros nosentregamos a Él. Y en la medida en quenos damos a Él, nos damos también alos hermanos.

«En la sagrada Eucaristía –dice el Vatica-no II– se contiene todo el tesoro espiritualde la Iglesia, es decir, el mismo Cristo,nuestra Pascua y Pan vivo, que, mediantesu carne vivificada y vivificante por el Es-píritu Santo, da vida a los hombres, invitán-dolos así y estimulándolos a ofrecer sus tra-bajos, la creación entera y a sí mismos enunión con él» (Presbiterorum ordinis 5).

La adoración eucarística, por tanto,ha de tener siempre forma de comu-nión espiritual. Y según eso, «acuérden-se [los fieles] de prolongar por mediode la oración ante Cristo, el Señor, pre-sente en el Sacramento, la unión con élconseguida en la Comunión, y renovarla alianza que les impulsa a mantener ensus costumbres y en su vida la que hanrecibido en la celebración eucarísticapor la fe y el Sacramento» (Ritual 81).

Adoración eucarísticay vida espiritual

La piedad eucarística ha de marcar yconfigurar todas las dimensiones de lavida espiritual cristiana. Y esto ha devivirse tanto en la devoción más inte-rior como en la misma vida exterior.

En lo interior. «La piedad que im-pulsa a los fieles a adorar a la santa Eu-caristía los lleva a participar más plena-mente en el Misterio pascual y a res-ponder con agradecimiento al don deaquel que, por medio de su humanidad,

infunde continuamente la vida en losmiembros de su Cuerpo. Permanecien-do ante Cristo, el Señor, disfrutan desu trato íntimo, le abren su corazón porsí mismos y por todos los suyos, yruegan por la paz y la salvación del mun-do. Ofreciendo con Cristo toda su vidaal Padre en el Espíritu Santo, sacan deeste trato admirable un aumento de sufe, su esperanza y su caridad. Así fo-mentan las disposiciones debidas queles permiten celebrar con la devociónconveniente el Memorial del Señor yrecibir frecuentemente el pan que nosha dado el Padre» (Ritual 80).

Disfrutan del trato íntimo del Señor.Efectivamente, éste es uno de los aspectosmás preciosos de la devoción eucarística,uno de los más acentuados por los santos ylos maestros espirituales, que a veces ci-tan al respecto aquello del Apocalipsis:«mira que estoy a la puerta y llamo –diceel Señor–; si alguno escucha mi voz y abrela puerta, yo entraré a él, cenaré con él y élconmigo» (Ap 3,20).

En lo exterior, igualmente, toda la vidaordinaria de los adoradores debe estarsellada por el espíritu de la Eucaristía.«Procurarán, pues, que su vida discu-rra con alegría en la fortaleza de estealimento del cielo, participando en lamuerte y resurrección del Señor. Asícada uno procure hacer buenas obras,agradar a Dios, trabajando por impreg-nar al mundo del espíritu cristiano, ytambién proponiéndose llegar a ser tes-tigo de Cristo en todo momento enmedio de la sociedad humana» (Ritual81; +Dominicæ Coenæ 7).

Adoración y ofrenda personalAdorando a Cristo en la Eucaristía,

hagamos de nuestra vida «una ofrenda

22 La adoración eucarística nocturna

permanente». Los fines del Sacrificioeucarístico, como es sabido, son prin-cipalmente cuatro: adoración de Dios,acción de gracias, expiación e impetra-ción (Trento: Dz 940. 950/1743. 1753;+Mediator Dei 90-93). Pues bien, esosmismos fines de la Misa han de ser pre-tendidos igualmente en el culto euca-rístico. Por él, como antes nos ha di-cho el Ritual, los adoradores han de«ofrecer con Cristo toda su vida al Pa-dre en el Espíritu Santo» (80). Pío XIIlo explica bien:

«Aquello del Apóstol, “habéis de tener losmismos sentimientos que tuvo Cristo Je-sús” (Flp 2,5), exige a todos los cristianosque reproduzcan en sí mismos, en cuantoal hombre es posible, aquel sentimientoque tenía el divino Redentor cuando se ofre-cía en sacrificio; es decir, que imiten su hu-mildad y eleven a la suma Majestad divinala adoración, el honor, la alabanza y la ac-ción de gracias. Exige, además, que de al-guna manera adopten la condición de vícti-ma, abnegándose a sí mismos según los pre-ceptos del Evangelio, entregándose volun-taria y gustosamente a la penitencia, detes-tando y expiando cada uno sus propios pe-cados. Exige, en fin, que nos ofrezcamos ala muerte mística en la cruz, juntamente conJesucristo, de modo que podamos decircomo san Pablo: “estoy clavado en la cruzjuntamente con Cristo” (Gál 2,19)» (Me-diator Dei 101).

Adoración y súplicaEn el Evangelio vemos muchas ve-

ces que quienes se acercan a Cristo,reconociendo en él al Salvador de loshombres, se postran primero en ado-ración, y con la más humilde actitud,piden gracias para sí mismos o paraotros.

La mujer cananea, por ejemplo, «acercán-

dose [a Jesús], se postró ante él, diciendo:¡Señor, ayúdame!» (Mt 15,25). Y obtuvo lagracia pedida.

Los adoradores cristianos, con ab-soluta fe y confianza, piden al Salva-dor, presente en la Eucaristía, por símismos, por el mundo, por la Iglesia.En la presencia real del Señor de la glo-ria, le confían sus peticiones, sabiendocon certeza que «tenemos un aboga-do ante el Padre, Jesucristo, el Justo.Él es la víctima propiciatoria por nues-tros pecados, y no sólo por los nues-tros, sino también por los del mundoentero» (1Jn 2,1-2).

En efecto, Jesús-Hostia es Jesús-Media-dor. «Hay un solo Dios, y también un soloMediador entre Dios y los hombres, Cris-to Jesús, hombre también, que se entregó aSí mismo como rescate por todos» (1Tim2,5-6). Su Sacerdocio es eterno, y por eso«es perfecto su poder de salvar a los quepor Él se acercan a Dios, y vive siemprepara interceder por ellos» (Heb 7,24-25).

Adoremos a Cristo,presente en la Eucaristía

Al finalizar su estudio sobre La pre-sencia real de Cristo en la Eucaristía,José Antonio Sayés escribe:

«La adoración, la alabanza y la acción degracias están presentes sin duda en la tra-ma misma de la “acción de gracias” que esla celebración eucarística y que en ella di-rigimos al Padre por la mediación del sa-crificio de su Hijo.

«Pero la adoración, que es el sentimien-to profundo y desinteresado de reconoci-miento y acción de gracias de toda criaturarespecto de su Creador, quiere expresarsecomo tal y alabar y honrar a Dios no sóloporque en la celebración eucarística parti-cipamos y hacemos nuestro el sacrificio deCristo como culmen de toda la historia de

23José María Iraburu

salvación, sino por el simple hecho de queDios está presente en el sacramento...

«Por otra parte, hemos de pensar que laEncarnación merece por sí sola ser reco-nocida con la contemplación de la gloriadel Unigénito que procede del Padre (Jn1,14)... La conciencia viva de la presenciareal de Cristo en la Eucaristía, prolonga-ción sacramental de la Encarnación, ha per-mitido a la Iglesia seguir siendo fiel al mis-terio de la Encarnación en todas susimplicaciones y al misterio de la mediaciónsalvífica del cuerpo de Cristo, por el quese asegura el realismo de nuestra partici-pación sacramental en su sacrificio, se con-suma la unidad de la Iglesia y se participaya desde ahora en la gloria futura» (312-313).

Adoremos, pues, al mismo Cristo enel misterio de su máximo Sacramento.Adorémosle de todo corazón, en ora-ción solitaria o en reuniones comunita-rias, privada o públicamente, en formassimples o con toda solemnidad.

–Adoremos a Cristo en el Sacrificioy en el Sacramento. La adoración eu-carística fuera de la Misa ha de ser, enefecto, preparación y prolongación dela adoración de Cristo en la misma ce-lebración de la Eucaristía. Con razónhace notar Pere Tena:

«La adoración eucarística ha nacido enla celebración, aunque se haya desarrolla-do fuera de ella. Si se pierde el sentido deadoración en el interior de la celebración,difícilmente se encontrará justificaciónpara pomoverla fuera de ella... Quizá estaconsideración pueda ser interesante pararevisar las celebraciones en las que los sig-nos de referencia a una realidad transcen-dente casi se esfuman» (212).

–Adoremos a Cristo, presente en laEucaristía: exaltemos al humillado. Esun deber glorioso e indiscutible, que los

fieles cristianos –cumpliendo la profe-cía del mismo Cristo– realizamos bajola acción del Espíritu Santo: «él [el Es-píritu Santo] me glorificará» (Jn 16,14).

En ocasión muy solemne, en el Credo delPueblo de Dios, declara Pablo VI: «la úni-ca e indivisible existencia de Cristo, Señorglorioso en los cielos, no se multiplica,pero por el Sacramento se hace presenteen los varios lugares del orbe de la tierra,donde se realiza el sacrificio eucarístico.La misma existencia, después de celebra-do el sacrificio, permanece presente en elSantísimo Sacramento, el cual, en el taber-náculo del altar, es como el corazón vivode nuestros templos. Por lo cual estamosobligados, por obligación ciertamente gra-tísima, a honrar y adorar en la Hostia Santaque nuestros ojos ven, al mismo Verbo en-carnado que ellos no pueden ver, y que, sinembargo, se ha hecho presente delante denosotros sin haber dejado los cielos» (n.26).

–Adorando a Cristo en la Eucaris-tía, bendigamos a la Santísima Trini-dad, como lo hacía el venerable Ma-nuel González:

«Padre eterno, bendita sea la hora en quelos labios de vuestro Hijo Unigénito seabrieron en la tierra para dejar salir estaspalabras: “sabed que yo estoy con vosotrostodos los días hasta el fin del mundo”. Pa-dre, Hijo y Espíritu Santo, benditos seáispor cada uno de los segundos que está connosotros el Corazón de Jesús en cada unode los Sagrarios de la tierra. Bendito, ben-dito Emmanuel» (Qué hace y qué dice elCorazón de Jesús en el Sagrario, 37).

–Adoremos a Cristo en exposicionesbreves o prolongadas. Respecto a lasexposiciones más prolongadas, porejemplo, las de Cuarenta Horas, el Ri-tual litúrgico de la Eucaristía dispone:

«en las iglesias en que se reserva habi-

24 La adoración eucarística nocturna

tualmente la Eucaristía, se recomienda cadaaño una exposición solemne del santísimoSacramento, prolongada durante algúntiempo, aunque no sea estrictamente con-tinuado, a fin de que la comunidad localpueda meditar y orar más intensamente estemisterio. Pero esta exposición, con el con-sentimiento del Ordinario del lugar, se harásólamente si se prevé una asistencia con-veniente de fieles» (86).

«Póngase el copón o la custodia sobre lamesa del altar. Pero si la exposición se alar-ga durante un tiempo prolongado, y se hacecon la custodia, se puede utilizar el trono oexpositorio, situado en un lugar más eleva-do; pero evítese que esté demasiado alto ydistante» (93).

Ante el Santísimo expuesto, el ministroy el acólito permanecen arrodillados, con-cretamente durante la incensión (97). Y lomismo, se entiende, el pueblo. Es el mis-mo arrodillamiento que, siguiendo muy lar-ga tradición, viene prescrito por la Orde-nación general del Misal Romano «duran-te la consagración» de la Eucaristía (21). Yrecuérdese en esto que «la postura unifor-me es un signo de comunidad y unidad dela asamblea, ya que expresa y fomenta almismo tiempo la unanimidad de todos losparticipantes» (20).

–Adoremos a Cristo con cantos y lec-turas, con preces y silencio. «Durantela exposición, las preces, cantos y lec-turas deben organizarse de manera quelos fieles atentos a la oración se dedi-quen a Cristo, el Señor».

«Para alimentar la oración íntima, hágan-se lecturas de la sagrada Escritura con ho-milía o breves exhortaciones, que lleven auna mayor estima del misterio eucarístico.Conviene también que los fieles respondancon cantos a la palabra de Dios. En momen-tos oportunos, debe guardarse un silenciosagrado» (Ritual 95; +89).

–Adoremos a Cristo, rezando la Li-turgia de las Horas. «Ante el santísi-

mo Sacramento, expuesto durante untiempo prolongado, puede celebrarsetambién alguna parte de la Liturgia delas horas, especialmente las Horas prin-cipales [laudes y vísperas].

«Por su medio, las alabanzas y accionesde gracias que se tributan a Dios en la cele-bración de la Eucaristía, se amplían a lasdiferentes horas del día, y las súplicas de laIglesia se dirigen a Cristo y por él al Padreen nombre de todo el mundo» (Ritual 96).Las Horas litúrgicas, en efecto, están dis-puestas precisamente para «extender a losdistintos momentos del día la alabanza y laacción de gracias, así como el recuerdo delos misterios de la salvación, las súplicas yel gusto anticipado de la gloria celeste, quese nos ofrecen en el misterio eucarístico,“centro y cumbre de toda la vida de la co-munidad cristiana” (CD 30)» (Ordenacióngeneral de la Liturgia de las Horas 12).

–Adoremos a Cristo, haciendo «vi-sitas al Santísimo». En efecto, comodice Pío XII, «las piadosas y aún coti-dianas visitas a los divinos sagrarios»,con otros modos de piedad eucarísti-ca,

«han contribuido de modo admirable a lafe y a la vida sobrenatural de la Iglesia mi-litante en la tierra, que de esta manera sehace eco, en cierto modo, de la triunfante,que perpetuamente entona el himno de ala-banza a Dios y al Cordero “que ha sido sa-crificado” (Ap 5,12; +7,10). Por eso la Igle-sia no sólo ha aprobado esos piadosos ejer-cicios, propagados por toda la tierra en eltranscurso de los siglos, sino que los harecomendado con su autoridad. Ellos pro-ceden de la sagrada liturgia, y son tales que,si se practican con el debido decoro, fe ypiedad, en gran manera ayudan, sin duda al-guna, a vivir la vida litúrgica» (Mediator Dei165-166).

Sagrarios dignos

25José María Iraburu

en iglesias abiertasProcuremos tener sagrarios dignos en

iglesias abiertas, para que pueda llevar-se a la práctica esa adoración eucarísti-ca de los fieles. Así pues, «cuiden lospastores de que las iglesias y oratoriospúblicos en que se guarda la santísimaEucaristía estén abiertas diariamente du-rante varias horas en el tiempo másoportuno del día, para que los fielespuedan fácilmente orar ante el santísi-mo Sacramento» (Ritual 8; +Código937). «El lugar en que se guarda la san-tísima Eucaristía sea verdaderamentedestacado. Conviene que sea igualmenteapto para la adoración y oración priva-da» (Ritual 9).

«Según la costumbre tradicional, ardacontinuamente junto al sagrario una lámpa-ra de aceite o de cera, como signo de honoral Señor» (Ritual 11; puede ser eléctrica,pero no común: Código 940).

En cada iglesia u oratorio haya «un solosagrario» (Código 938,1). Y en los conven-tos o casas de espiritualidad el sagrario esté«sólo en la iglesia o en el oratorio princi-pal anejo a la casa; pero el Ordinario, porcausa justa, puede permitir que se reservetambién en otro oratorio de la misma casa»(ib. 937).

Devoción eucarísticay esperanza escatológica

Adoremos a Cristo en la Eucaristía,como prenda y anticipo de la vida ce-leste. La celebración eucarística es«fuente de la vida de la Iglesia y prendade la gloria futura» (Vat.II: UR 15a).Por eso el culto eucarístico tiene comogracia propia mantener al cristiano enuna continua tensión escatológica.

Ante el sagrario o la custodia, en la

más preciosa esperanza teologal, el dis-cípulo de Cristo permanece día a díaante Aquél que es la puerta del cielo:«yo soy la puerta; el que por mí entrare,se salvará» (Jn 10,9).

Ante el sagrario, ante la custodia, eldiscípulo persevera un día y otro anteAquél «que es, que era, que vendrá»(Ap 1,4.8). El Cristo que vino en la en-carnación; que viene en la Eucaristía,en la inhabitación, en la gracia; que ven-drá glorioso al final de los tiempos.

No olvidemos, en efecto, que en laEucaristía el que vino –«quédate connosotros» (Lc 24,29)– viene a noso-tros en la fe, «mientras esperamos lavenida gloriosa de nuestro Salvador Je-sucristo». Así lo confesamos diaria-mente en la Misa. Como hace notarTena, «la presencia del Señor entre no-sotros no puede ser más que en la pers-pectiva del futuræ gloriæ pignus [pren-da de la futura gloria]» (217).

En los últimos siglos, ha prevalecidoentre los cristianos la captación de Cris-to en la Eucaristía como Emmanuel,como el Señor con nosotros; y éste esun aspecto del Misterio que es verda-dero y muy laudable. Pero los Padresde la Iglesia primitiva, al tratar de la Eu-caristía, insistían mucho más que no-sotros en su dimensión escatológica.En ella, más que el Emmanuel, veían elacceso al Cristo glorioso que ha de ve-nir. Y en sus homilías y catequesis se-ñalaban con frecuencia la relación exis-tente entre la Eucaristía y la vida futura,esto es, la resurrección de los muertos:«el que come mi carne y bebe mi san-gre tiene la vida eterna y yo le resucita-ré el último día» (Jn 6,54).

26 La adoración eucarística nocturna

Esta perspectiva escatológica de laEucaristía no es exclusiva de los Pa-dres primeros, pues se manifiesta tam-bién muy acentuada en la Edad Media,es decir, en las primeras formulacionesde la adoración eucarística. Bastará,por ejemplo, que recordemos algunasestrofas de los himnos eucarísticoscompuestos por santo Tomás:

«O salutaris hostia, quæ cæli pandisostium» (Hostia de salvación, que abres laspuertas del cielo: Verbum supernum, Lau-des, Oficio del Corpus).

«Tu qui cuncta scis et vales, qui nos pascishic mortales, tuos ibi comensales, cohe-redes et sodales fac sanctorum civium» (Tú,que conoces y puedes todo, que nos alimen-tas aquí, siendo mortales, haznos allí co-mensales, coherederos y compañeros detus santos: Lauda Sion, secuencia Misa delCorpus).

«Iesu, quem velatum nunc aspicio, orofiat illud quod tam sitio; ut te revelata cer-nens facie, visu sim beatus tuæ gloriæ» (Je-sús, a quien ahora miro oculto, cumple loque tanto ansío: que contemplando tu ros-tro descubierto, sea yo feliz con la visiónde tu gloria. Adoro te devote, himno atri-buido a Santo Tomás, para después de la ele-vación).

«O amantissime Pater, concede mihi di-lectum Filium tuum, quem nunc velatum invia suscipere propono, revelata tandem facieperpetuo contemplari» (Padre amadísimo,concédeme al fin contemplar eternamenteel rostro descubierto de tu Hijo predilec-to, al que ahora, de camino, voy a recibirvelado: Omnipotens sempiterne Deus, ora-ción preparatoria a la Eucaristía, atribuidaa Santo Tomás).

La secularización de la vida presente,es decir, la disminución o la pérdida dela esperanza en la vida eterna, es hoysin duda la tentación principal del mun-do, y también de los cristianos. Por eso

precisamente «la Iglesia y el mundo tie-nen una gran necesidad del culto euca-rístico» (Dominicæ Cenæ 3), porqueésa es, sin duda, la devoción que conmás fuerza levanta el corazón de losfieles hacia la vida celestial definitiva.

Y «he aquí –escribe Tena– cómo a travésde esta dimensión escatológica de la ado-ración eucarística, reencontramos la moti-vación fundamental de la misma reserva:para el Viático, para que los enfermos pue-dan comulgar... Este pan de vida que estáencima del altar, así como procede del ban-quete celestial, continúa ofrecido como ali-mento de tránsito: es un viático, sobre todo.Cada uno de los adoradores puede pensar,en el instante de adoración silenciosa, eneste momento en que recibirá por últimavez la Eucaristía: “¡quien come de este panvivirá para siempre!” (Jn 6,58). La prendadel futuro absoluto está ahí: es la presen-cia del Señor de la gloria, que aparece enla Eucaristía» (217).

Los sacerdotes yla adoración eucarística

Si todos los fieles han de venerar aCristo en el Sacramento, «los pastoresen este punto vayan delante con suejemplo y exhórtenles con sus pala-bras» (Ritual 80). En efecto, los sa-cerdotes deben suscitar en los fieles ladevoción eucarística tanto por el ejem-plo como por la predicación. Es un de-ber pastoral grave.

La piedad eucarística de los fielesdepende en buena medida de que sussacerdotes la vivan y, consiguientemen-te, la prediquen –«de la abundancia delcorazón habla la boca» (Mt 12,34)–.Por eso la Congregación para la Edu-cación Católica, en su instrucción de1980 Sobre la vida espiritual en losSeminarios, muestra tanto interés en

27José María Iraburu

que los candidatos al sacerdocio seanformados en el convencimiento de que«el continuo desarrollo del culto deadoración eucarística es una de las másmaravillosas experiencias de la Iglesia».

«Un sacerdote que no participe de estefervor, que no haya adquirido el gusto deesta adoración, no sólo será incapaz detransmitirlo y traicionará la Eucaristía mis-ma, sino que cerrará a los fieles el acceso aun tesoro incomparable».

Y por eso la Congregación para elClero, en el Directorio para el ministe-rio y la vida de los presbíteros, de 1994,toca también con insistencia el mismopunto:

«La centralidad de la Eucaristía se debeindicar no sólo por la digna y piadosa cele-bración del Sacrificio, sino aún más por laadoración habitual del Sacramento. El pres-bítero debe mostrarse modelo de la grey[1Pe 5,3] también en el devoto cuidado delSeñor en el sagrario y en la meditación asi-dua que hace –siempre que sea posible–ante Jesús Sacramentado. Es convenienteque los sacerdotes encargados de la direc-ción de una comunidad dediquen espacioslargos de tiempo para la adoración en co-munidad, y tributen atenciones y honores,mayores que a cualquier otro rito, al Santí-simo Sacramento del altar, también fuerade la Santa Misa. “La fe y el amor por laEucaristía hacen imposible que la presen-cia de Cristo en el sagrario permanezcasolitaria” (Juan Pablo II, 9-VI-1993). La li-turgia de las horas puede ser un momentoprivilegiado para la adoración eucarística»(50).

De todo esto, ya hace años, dijo hermo-sas cosas el gran liturgista dominico A.-M.Roguet (L'adoration eucharistique dansla piété sacerdotale, «Vie Spirituelle» 91,1954, 11-12).

La devoción eucarísticadespués del Vaticano II

La piedad eucarística es en el sigloXX una parte integrante de la espiritua-lidad cristiana común. Por eso San PíoX no hace sino afirmar una conviccióngeneral cuando dice:

«Todas bellas, todas santas son las devo-ciones de la Iglesia Católica, pero la devo-ción al Santísimo Sacramento es, entre to-das, la más sublime, la más tierna, la másfructuosa» (A la Adoración Nocturna Es-pañola 6-VII-1908).

¿Y después del Vaticano II? La granrenovación litúrgica impulsada por elConcilio también se ha ocupado de lapiedad eucarística.

Concretamente, el Ritual de la sa-grada comunión y del culto a la Eu-caristía fuera de la Misa es una reali-zación de la Iglesia postconciliar. An-tes no había un Ritual, y la devocióneucarística discurría por los simplescauces de la piadosa costumbre. Aho-ra se ha ordenado por rito litúrgico estadevoción.

Por otra parte, en el Ritual de la de-dicación de iglesias y de altares, de1977, después de la comunión, se in-cluye un rito para la «inauguración dela capilla del Santísimo Sacramento».Antes tampoco existía ese rito. Es nue-vo.

Son éstos, sin duda, gestos impor-tantes de la renovación litúrgica post-conciliar. Y los recientes documentosmagistrales sobre la adoración euca-rística que hemos recordado, más ex-plícitamente todavía, nos muestran elgran aprecio que la Iglesia actual tienepor esta devoción y este culto. Por eso,si la doctrina y la disciplina de la Iglesiaha querido en nuestro tiempo podar el

28 La adoración eucarística nocturna

árbol de la piedad eucarística, lo ha he-cho ciertamente a fin de que crezca másfuerte y dé aún mejores y más abun-dantes frutos.

Y por eso aquéllos que, en vez depodar el árbol de la devoción al Sacra-mento, lo cortan de raíz se están ale-jando de la tradición católica y, sin sa-berlo normalmente, se oponen al im-pulso renovador de la Iglesia actual.

Ya en 1983 observaba Pere Tena: «sabe-mos y constatamos cómo en muchos luga-res se ha silenciado absolutamente el sen-tido espiritual de la oración personal anteel santísimo sacramento, y cómo esto, jun-tamente con la supresión de las procesio-nes eucarísticas y de las exposiciones pro-longadas, se considera como un progreso»(209). En esta línea, podemos añadir, hayparroquias hoy que no tienen custodia, y enlas que el sagrario, si existe, no está ase-quible a la devoción de los fieles.

La supresión de la piedad eucarísticano es un progreso, evidentemente, sinomás bien una decadencia en la fe, en lafuerza teologal de la esperanza y en elamor a Jesucristo. Y no parece aventu-rado estimar que entre la eliminación dela devoción eucarística y la disminu-ción de las vocaciones sacerdotales yreligiosas existe una relación cierta, aun-que no exclusiva.

Juan Pablo II, en su exhortación apos-tólica Dominicæ Coenæ, no sólamentemanifiesta con fuerza su voluntad deestimular todas las formas tradiciona-les de la devoción eucarística, «oracio-nes personales ante el Santísimo, ho-ras de adoración, exposiciones breves,prolongadas, anuales –las cuarenta ho-ras–, bendiciones y procesiones euca-rísticas, congresos eucarísticos», sino

que afirma incluso que «la animacióny el fortalecimiento del culto eucarísticoson una prueba de esa auténtica reno-vación que el Concilio se ha propuestoy de la que es el punto central».

Y es que «la Iglesia y el mundo tienen unagran necesidad del culto eucarístico. Jesúsnos espera en este sacramento del amor.No escatimemos tiempo para ir a encon-trarlo en la adoración, en la contempla-ción llena de fe y abierta a reparar las gra-ves faltas y delitos del mundo. No cese nun-ca nuestra adoración» (3).

Secularización o sacralidadHoy se hace necesario en el cristia-

nismo elegir entre secularización y sa-cralidad.

–El cristianismo secularizado, declaras raíces nestorianas y pelagianas,deja en la duda la divinidad de Jesús yla virginidad de María, busca la salva-ción en el hombre mismo, ignorando lanecesidad de la fe y de la gracia para lasalvación, olvida la vida eterna, y alejaal pueblo cristiano de la Misa y de lossacramentos, especialmente del sacra-mento de la penitencia.

Este «cristianismo», por supuesto,suprime la adoración eucarística, va-cía los templos, y consigue así tener-los cerrados. De este modo evita quelos cristianos se pierdan en pietismosalienan-tes, y fomenta que vayan entrelos hombres, que es donde deben es-tar.

Hoy es bien conocido este falso cristia-nismo (+Iraburu, Sacralidad y seculariza-ción, Fundación GRATIS DATE, Pamplona1996): falsifica la acción misionera, niegala necesidad de la Iglesia, elimina la finali-dad sobrenatural de las obras misioneras y

29José María Iraburu

educativas, caritativas y asistenciales, y se-cularizando todo en un horizontalismo in-manentista, acaba, claro está, con las voca-ciones sacerdotales y religiosas.

–El cristianismo sagrado, por el con-trario, el bíblico y tradicional, el pro-pugnado por el Magisterio apostólico,confiesa firmemente a Cristo como ver-dadero Dios y verdadero hombre, afir-ma que su gracia es en absoluto nece-saria para el hombre, y que su presen-cia en la Eucaristía, real y verdadera,debe ser adorada.

Los cristianos, en este verdadero cris-tianismo, permanecen en el mismo Se-ñor Jesucristo, como sarmientos en la

Vid santa, y se unen a él por el amorservicial y la oración, por la penitenciasacramental, y muy especialmente porla celebración y la adoración de la Eu-caristía. Ésta es la Iglesia que, centradaen el Mysterium fidei, florece en voca-ciones, en familias cristianas y en innu-merables obras misioneras y educati-vas, sociales, culturales y asistenciales.

Escuchemos, pues, de nuevo a JuanPablo II (Dominicæ Coenæ 3): «Laanimación y el fortalecimiento del cultoeucarístico son una prueba de esa au-téntica renovación que el Concilio seha propuesto, y de la que es el puntocentral. La Iglesia y el mundo tienen unagran necesidad del culto eucarístico».

30 La adoración eucarística nocturna

II

La Adoración Nocturna

FUNDADOR: Charles Sylvain, El apóstolde la Eucaristía. Vida del P. Hermann,Edit. Litúrgica Española, Barcelona 1935.Este capítulo está formado por extractosde esta obra, publicada en francés en 1880.Id., Hermann Cohen, apóstol de la Euca-ristía. Es la misma obra anterior, en edi-ción abreviada por mí, que ha sido publica-da por la Adoración Nocturna Española ypor la Fundación GRATIS DATE 1998.Jean-Marie Beauring, o.s.b., Flèche defeu. Hermann Cohen (1820-1871), juifconverti devenu prêtre, Cerf, París 1998.El mismo autor había publicado anterior-mente la obra titulada Le Père AugustinMarie du Très-Saint-Sacrement, HermannCohen (1821-1871), París 1981.

ADORACIÓN NOCTURNA (AN): Leclercq,H., Vigiles, «Dictionnaire d'archéologiechrétienne et de liturgie», París 1953,3108-3113. Discursos pronunciados en elI Cincuentenario de la Adoración Nocturna(cf. C. Sylvain, 416-427 y 428-444): Car-denal Perraud, En el cincuenta aniver-sario de la Adoración Nocturna, sermón7-XII-1898; Mr. Cazeaux, La primera vi-gilia de la Adoración Nocturna, memorialeída 5-II-1899.

ADORACIÓN NOCTURNA ESPAÑOLA (ANE):Reglamento de la ANE, Madrid 1967; Es-tatutos y Reglamento de la ANE, ib. 1976;

Bases doctrinales para un ideario de laAN, ib. 1980; Reglamento de la Rama Mas-culina de la ANE, 1993; Proyecto de Es-tatutos de la ANE, 1995; Manual de laANE, ib. 1996. Juan Pablo II, Alocucióna la Adoración Nocturna de España, Ma-drid 31-X-1982. J. M. Blanco-Ons, Luisde Trelles, abogado, periodista, político,fundador de la A.N.E., ANE, Santiago deCompostela 1991.

1 Hermann Cohen,

fundador

Hermann CohenNacido en una poderosa familia ju-

día de Hamburgo, Hermann Cohen(1820-1871) es educado en la religiosi-dad de un judaísmo ilustrado, y en eldesprecio de todo lo cristiano: sacer-dotes, cruz, sacramentos, etc.

A los cuatro años inicia Hermann suformación musical, y a los once da yaconciertos al piano. Un año después,como discípulo predilecto de FranzLiszt (1811-1886), inicia en París y de-sarrolla después por toda Europa unacarrera muy brillante como pianista,profesor de piano y compositor.

Los personajes más brillantes y anti-católicos de su tiempo fueron los másíntimos amigos de Hermann en su ado-lescencia y juventud. Felicité de La-mennais (1782-1854), sacerdote queacabó en la apostasía, fue su maestro.George Sand (1804-1876), escritora

31José María Iraburu

casada, que abandonó a su familia, yvivió sucesivamente con Mérimée,Musset, Chopin y con algún otro, te-nía en Hermann, su Puzzi, su pajecitoinseparable, que a veces incluso leacompañaba en los viajes. Admiradorde Voltaire y de Rousseau, lo mismose relacionaba con el anarquista Baku-nine (1814-1876), que brillaba en los sa-lones de la aristocracia europea.

Hermann Cohen es un triunfador fa-moso, viaja por toda Europa, conocebien varias lenguas –alemán y francés,italiano y español–, gana mucho dinerocon sus conciertos, lo pierde tambiéncuantiosamente en el juego, y llega aconocer todos los vicios. Así vive, asímalvive hasta los veintiséis años, hasta1847.

Una conversión eucarísticaEl propio Hermann relata su conver-

sión al sacerdote Alfonso María deRatisbona (1814-1884), otro judío con-verso, como antes lo fue el hermanode éste, Teodoro, también sacerdote.

Un viernes de mayo de 1847, en Pa-rís, el príncipe de Moscú le pide a suamigo Hermann que le reemplace en ladirección de un coro de aficionados enla iglesia de Santa Valeria. Hermann, quevive en la vecindad, va allí con gusto.Y en el acto final de la bendición con elSantísimo, experimenta

«una extraña emoción, como remordi-mientos de tomar parte en la bendición, enla cual carecía absolutamente de derechospara estar comprendido». Sin embargo, laemoción es grata y fuerte, y siente «un ali-vio desconocido».

Vuelve Hermann a la misma iglesia los

viernes siguientes, y siempre en el actoen que el sacerdote bendice con la cus-todia a los fieles arrodillados, experi-menta la misma conmoción espiritual.Pasa el mes de mayo, y con él las solem-nidades musicales en honor de María.Pero él cada domingo vuelve a SantaValeria para asistir a Misa.

En la casa de Adalberto de Beaumont,donde vive entonces, toma un viejo de-vocionario de la biblioteca, y con él ini-cia su instrucción en el cristianismo. Enseguida, recibe la ayuda del padre Le-grand, de la curia arzobispal de París.También el vicario general, Mons. de laBouillerie, muy interesado en las obraseucarísticas, se interesa por él. Peropronto Hermann tiene que partir a Ems,en Alemania, donde ha de dar un con-cierto.

«Apenas hube llegado a dicha ciudad, vi-sité al párroco de la pequeña iglesia católi-ca, para quien el sacerdote Legrand me ha-bía dado una carta de recomendación. El se-gundo día después de mi llegada, era un do-mingo, el 8 de agosto, y, sin respeto huma-no, a pesar de la presencia de mis amigos,fui a oír Misa.

«Allí, poco a poco, los cánticos, las ora-ciones, la presencia –invisible, y sin em-bargo sentida por mí– de un poder sobre-humano, empezaron a agitarme, a turbarme,a hacerme temblar. En una palabra, la gra-cia divina se complacía en derramarse so-bre mí con toda su fuerza. En el acto de laelevación, a través de mis párpados, sentíde pronto brotar un diluvio de lágrimas queno cesaban de correr a lo largo de mis me-jillas... ¡Oh momento por siempre jamásmemorable para la salud de mi alma! Te ten-go ahí, presente en la mente, con todas lassensaciones celestiales que me trajiste delo Alto... Invoco con ardor al Dios todopo-deroso y misericordiosísimo, a fin de que

32 La adoración eucarística nocturna

el dulce recuerdo de tu belleza quedeeternamente grabado en mi corazón, con losestigmas imborrables de una fe a toda prue-ba y de un agradecimiento a la medida delinmenso favor de que se ha dignado col-marme...

«Al salir de esta iglesia de Ems, era yacristiano. Sí, tan cristiano como es posibleserlo cuando no se ha recibido aún el santobautismo...»

Vuelto a París, se dedica Hermannapasionadamente a la oración y a su ins-trucción religiosa. Pero todavía se veobligado durante unos meses a dar cla-ses y conciertos, pues ha de pagar con-siderables deudas de juego a sus acree-dores.

Llega por fin el día de su bautismo:el 28 de agosto de 1847. «Estaba tanemocionado, escribe, que aun hoy norecuerdo, sino muy imperfectamente,las ceremonias que se hicieron». Ingre-sa en las Conferencias de San Vicentede Paúl. Pero donde mejor se hallasiempre es en la iglesia, en oración anteel Santísimo. El 10 de noviembre hacevoto, ante el altar de la Virgen, de orde-narse sacerdote y de prepararse a elloen cuanto se vea libre de sus acreedo-res. Cambia su vida totalmente, y susantiguos compañeros de bohemia y defiesta no lo entienden. Piensan que, qui-zá por sus excesos, anda trastornado.Algunos, como Adalberto de Beau-mont, le vuelven la espalda, y él ha debuscarse nuevo domicilio.

Proyecto de Hermann aprobadopor Mons. de la Bouillerie

Hermann alquila un modesto cuartoen la calle de la Universidad, número102 –casa que ya no existe–, y que se

puede considerar como la cuna de laAdoración Nocturna. Un amigo suyo,el señor Dupont, uno de sus primerosseguidores, refiere los datos de estafundación:

«Habiendo entrado un día por la tarde enla capilla de las Carmelitas, [Hermann] quese complacía en visitar las iglesias en quese hallaba expuesto el Santísimo Sacramen-to, se puso a adorar a Nuestro Señor mani-fiesto en la custodia, sin contar las horas ysin advertir que la noche se acercaba. Eraen noviembre. Una Hermana tornera llegay da la señal de salir. Fue necesario un se-gundo aviso. Entonces Hermann dijo a lareligiosa: “Ya saldré cuando lo hagan esaspersonas que se hallan al fondo de la capi-lla”. Y ella: “Pues no saldrán en toda la no-che”.

«Semejante respuesta de la Hermana eramás que suficiente, y dejaba una preciosasemilla en un corazón bien dispuesto. Her-mann sale del oratorio y se dirige precipi-tadamente a casa de Monseñor de la Boui-llerie: “Acaban de hacerme salir de una ca-pilla, exclama, en la que unas mujeres esta-rán toda la noche ante el Santísimo Sacra-mento”... Monseñor de la Bouillerie res-ponde: “Bien, encuéntreme hombres y lesautorizo a imitar a esas buenas mujeres,cuya suerte ante Nuestro Señor envidia us-ted”. Pues bien, ya desde el día siguiente,con el favor de los ángeles buenos, Her-mann hallaba la necesaria ayuda en variasalmas».

Monseñor de la Bouillerie había esta-blecido ya anteriormente en París, en1844, una pequeña asociación para laAdoración nocturna en casa, cuyosmiembros, hombres o mujeres, se le-vantaban por turnos durante la nocheuna vez al mes, a hora fijada de ante-mano, para adorar a Nuestro Señor.También había contribuído a fundar laAdoración nocturna del Santísimo Sa-

33José María Iraburu

cramento, asociación femenina esta-blecida por la señorita Debouché, queiba a ser el núcleo de las religiosas Re-paradoras.

Nace la Adoración NocturnaHermann, muy contento con la auto-

rización de Monseñor de la Bouillerie,se puso inmediatamente en busca dehombres de fe, ávidos como él de agra-decer al Jesús de la Eucaristía todossus beneficios, entregándole sacrificiopor sacrificio.

Los primeros inscritos en la lista fue-ron el caballero Aznarez, antiguo diplo-mático español, que había enseñado elcastellano a Hermann en los tiemposde su vida artística, y el conde Raimun-do de Cuers, capitán de fragata, muyamigo.

Pronto se presentaron otros, y el 22de noviembre de 1848, Hermann losreunía a todos en su cuartito de la callede la Universidad. Sólo diecinuevemiembros se hallaban presentes; cua-tro inscritos no habían podido acudir.Monseñor de la Bouillerie presidía lapequeña reunión, cuyos miembros sehabían juntado

«con la intención, dice el acta de esta pri-mera sesión, de fundar una asociación quetendrá por objeto la Exposición y Adora-ción Nocturna del Santísimo Sacramen-to, la reparación de los ultrajes de que esobjeto, y para atraer sobre Francia las ben-diciones de Dios y apartar de ella los ma-les que la amenazan».

¡Un programa inmenso para tan pe-queño número de hombres, casi todosde la más humilde condición! Apartedel promotor de la reunión, pianista fa-moso, además de Mons. de la Bouillerie

y de dos oficiales de marina, los aso-ciados no eran casi más que empleadososcuros, obreros y criados.

Éstos fueron los instrumentos de queel Señor se sirvió para establecer la aso-ciación de la Adoración Nocturna, quepronto había de extenderse por casi to-dos los países católicos.

Obra providencialpara tiempos duros de la Iglesia

Al saber que la revolución había triun-fado en Roma, y que el papa Pío IXhabía tenido que refugiarse en Gaeta,puerto al sur de Roma, animó a aque-llos primeros asociados a poner enpráctica inmediatamente su proyecto.Y así la primera vigilia nocturna deAdoración se celebró el 6 de diciem-bre de 1848.

La segunda y tercera noches se verifica-ron los días 20 y 21 del mismo mes, conocasión de las rogativas de Cuarenta Ho-ras ordenadas con esa ocasión, en favor delPapa, por el arzobispo de París.

En Francia, pues, esta fundación serelaciona con una de las fases más do-lorosas del Papado. Y coincide en ellocon la obra de Adoración fundada enRoma, en 1809, cuando Napoleón hacecautivo a Pío VII.

Primeras vigilias dela Adoración Nocturna

Las primeras vigilias se efectuaron enel famoso santuario de Nuestra Señorade las Victorias. Más tarde, los sociosde la Adoración Nocturna y de las Con-ferencias de San Vicente de Paúl perpe-tuaron el hecho con una lápida de már-mol, en testimonio de agradecimiento:

34 La adoración eucarística nocturna

A NUESTRA SEÑORA DE LAS VICTORIAS,NUESTRA PROTECTORA,

EN HOMENAJE DE GRATITUD Y DE AMORDE LAS CONFERENCIAS

DE SAN VICENTE DE PAÚLY DE LA ASOCIACIÓN

DE LA ADORACIÓN NOCTURNA DE PARÍS.31 DE MAYO DE 1871

La asociación de la Exposición yAdoración Nocturna del Santísimo

Sacramento, en París,ha tenido su origen en esta iglesia,

el 6 de diciembre de 1848,debido al celo del Rdo. padre Hermanny de Mons. Francisco de la Bouillerie,

obispo de Carcasona,entonces vicario general de la diócesis

de París.Las vigilias no pudieron continuarse

en Nuestra Señora de las Victorias, yse escogió para lugar de reunión el ora-torio de los Padres Maristas.

El padre Hermann, carmelitaEn 1849 Hermann ingresa en el Car-

melo, que en esos años, tras las perse-cuciones de la Revolución Francesa, es-taba siendo refundado en Francia bajola dirección del carmelita español Do-mingo de San José. Una vez ordenadopresbítero, el padre Hermann, con mu-chos viajes y trabajos, fue la fuerza máseficaz tanto para la extensión delCarmelo como para la difusión de laAdoración Nocturna en Francia y fue-ra de ella.

El padre Hermann era un religiosoejemplar, tan contemplativo y orantecomo activo y apostólico. Tuvo rela-ción amistosa con muchas de las gran-des figuras católicas de su tiempo: elsanto Cura de Ars, santa Bernardita, san

Pedro-Julián Eymard, el cardenalWiseman, etc. Tuvo, por otra parte, laalegría de bautizar a diez miembros desu familia judía.

Al fin, agotado por el trabajo y con-tagiado de viruela, muere en 1871, a loscincuenta años de edad, estando enSpandau, Alemania, al servicio de losprisioneros franceses de la guerra fran-co-prusiana.

El apóstol de la EucaristíaEl padre Hermann, famoso predica-

dor, hace voto de mencionar la Euca-ristía en todos sus sermones. Y no lecuesta nada cumplirlo, pues como sutesoro es la Eucaristía, allí está, pues,su corazón; y de la abundancia del co-razón habla su boca (+Mt 6,21; 12,34).

Aunque al entrar en el Carmelo dejódel todo la composición de música,siendo estudiante de teología, le auto-rizaron en una ocasión sus superioresesa actividad como descanso. Y comono podía ser menos, compuso una co-lección de Cánticos al Santísimo Sa-cramento, la más perfecta de todas susobras. En la introducción, escribe emo-cionado:

«Jesús, adorado por mí, que me has con-ducido a la soledad para hablarme al cora-zón; por mí, cuyos días y noches se desli-zan felizmente en medio de las celestialesconversaciones de tu Presencia adorable,entre los recuerdos de la comunión de hoyy las esperanzas de la comunión de maña-na... Yo beso con entusiasmo las paredes demi celda querida, en la que nada me distraede mi único pensamiento, en la que no respi-ro sino para amar tu divino Sacramento...

«¡Que vengan, que vengan los que me hanconocido en otro tiempo, y que me-

35José María Iraburu

nosprecian a un Dios muerto de amor porellos!... Que vengan, Jesús mío, y sabrán sitú puedes cambiar los corazones. Sí, mun-danos, yo os lo digo, de rodillas ante esteamor despreciado: si ya no me veis esfor-zarme sobre vuestras mullidas alfombraspara mendigar aplausos y solicitar vanoshonores, es porque he hallado la gloria enel humilde tabernáculo de Jesús-Hostia, deJesús-Dios.

«Si ya no me veis jugar a una carta el pa-trimonio de una familia entera, o correr sinaliento para adquirir oro, es porque he ha-llado la riqueza, el tesoro inagotable en elcáliz de amor que guarda a Jesús-Hostia.

«Si ya no me veis tomar asiento en vues-tras mesas suntuosas y aturdirme en lasfiestas frívolas que dais, es porque hay unfestín de gozo en el que me alimento parala inmortalidad y me regocijo con los án-geles del cielo. Es porque he hallado la fe-licidad suprema. Sí, he hallado el bien queamo, él es mío, lo poseo, y que venga quienpretenda despojarme de él.

«Pobres riquezas, tristes placeres, humi-llantes honores eran los que perseguía convosotros... Pero ahora que mis ojos han vis-to, que mis manos han tocado, que sobremi corazón ha palpitado el corazón de unDios, ¡oh, cómo os compadezco, en vues-tra ceguera, por perseguir y lograr place-res incapaces de llenar el corazón!

«Venid, pues, al banquete celestial queha sido preparado por la Sabiduría eter-na; ¡venid, acercaos!... Dejad ahí vuestrosjuguetes vanos, las quimeras que traéis,arrojad a lo lejos los harapos engañadoresque os cubren. Pedid a Jesús el vestido blan-co del perdón, y, con un corazón nuevo, conun corazón puro, bebed en el manantial lím-pido de su amor... “¡Venid y ved qué buenoes el Señor!” [Sal 33,9].

«¡Oh Jesús, amor mío, cómo quisiera de-mostrarles la felicidad que me das! Me atre-vo a decir que, si la fe no me enseñase quecontemplarte en el cielo es mayor gozo aún,no creería jamás posible que existiera ma-

yor felicidad que la que experimento alamarte en la Eucaristía y al recibirte en mipobre corazón, que tan rico es gracias ati!»...

No fueron éstos unos pasajeros fer-vores de novicio. Por el contrario, du-rante toda su vida –como se comprue-ba en su diario, en sus cartas y predi-caciones– el Espíritu Santo mantuvo sucorazón encendido en la llama de unamor inmenso al Jesús de la Eucaristía.

Jesucristo es hoy la EucaristíaEl amor abrasador del padre Hermann

a la Eucaristía, es decir, a Jesucristo,hacía que no pudiera comulgar o llevarel Sacramento sin experimentar unaemoción tan viva y fuerte que se pare-cía a la embriaguez. De esta vivenciapersonal tan profunda reciben sus es-critos eucarísticos una vibración tansingular.

«¡Oh, Jesús! ¡oh, Eucaristía, que en el de-sierto de esta vida me apareciste un día, queme revelaste la luz, la belleza y grandezaque posees! Cambiaste enteramente mi ser,supiste vencer en un instante a todos misenemigos... Luego, atrayéndome con irre-sistible encanto, has despertado en mi almaun hambre devoradora por el Pan de vida yen mi corazón has encendido una sed abra-sadora por tu Sangre divina...

«Y ahora que te poseo y que me has heri-do en el corazón, ¡ah!, deja que les diga loque para mi alma eres...

«¡Jesucristo, hoy, es la sagrada Eucaris-tía! Jesus Christus hodie [+Heb 13,8]. ¿Esposible pronunciar esta palabra sin sentiren los labios una dulzura como de miel?¿como un fuego ardiente en las venas? ¡Lasagrada Eucaristía! El habla enmudece, ysólo el corazón posee el lenguaje secretopara expresarlo.

36 La adoración eucarística nocturna

«¡Jesucristo en el día de hoy!...«Hoy me siento débil... Necesito una

fuerza que venga de arriba para sostener-me, y Jesús bajado del cielo se hace Euca-ristía, es el pan de los fuertes.

«¡Hoy me hallo pobre!... Necesito un co-bertizo para guarecerme, y Jesús se hacecasa... Es la casa de Dios, es el pórtico delcielo, ¡es la Eucaristía!...

«Hoy tengo hambre y sed. Necesito ali-mento para saciar el espíritu y el corazón,y bebida para apagar el ardor de mi sed, yJesús se hace trigo candeal, se hace vino dela Eucaristía: Frumentum electorum etvinum germinans virgines [trigo que ali-menta a los jóvenes y vino que anima a lasvírgenes: Zac 9,17].

«Hoy me siento enfermo... Necesito unamedicina benéfica para curarme las llagasdel alma, y Jesús se extiende como ungüen-to precioso sobre mi alma al entregársemeen la Eucaristía: impinguasti in oleo caputmeum; oleum effusum... oleo lætitiæ unxieum... fundens oleum desuper [Sal 22,5;44,8; 88,21].

«Hoy necesito ofrecer a Dios un holo-causto que le sea agradable, y Jesús se hacevíctima, se hace Eucaristía.

«Hoy en fin me hallo perseguido, y Jesússe hace coraza para defenderme: scutummeum et cornu salutis meæ [mi escudo yla fuerza de mi salvación: 2Re 22,3 Vul-gata]. Me hace temible al demonio.

«Hoy estoy extraviado, se me hace estre-lla; estoy desanimado, me alienta; estoytriste, me alegra; estoy solo, viene a morarconmigo hasta la consumación de los si-glos; estoy en la ignorancia, me instruye yme ilumina; tengo frío, me calienta con unfuego penetrante.

«Pero, más que todo lo dicho, necesitoamor, y ningún amor de la tierra había podi-do contentar mi corazón, y es entonces so-bre todo cuando se hace Eucaristía, y meama, y su amor me satisface, me sacia, me

llena por entero, me absorbe y me sumergeen un océano de caridad y de embriaguez.

«Sí, ¡amo a Jesús, amo a la Eucaristía!¡Oídlo, ecos; repetidlo a coro, montañas yvalles! Decidlo otra vez conmigo: ¡Amo ala Eucaristía! Jesús hoy es Jesús conmi-go»...

2 La Adoración Nocturna

Las vigilias de la antigüedad,primer precedente de la AN

Las vigilias mensuales de la Adora-ción Nocturna (=AN) continúan la tra-dición de aquellas vigilias nocturnas delos primeros cristianos, si bien éstos,como sabemos, no prestaban todavíauna especial atención devocional a laEucaristía reservada.

En efecto, los primeros cristianos, mo-vidos por la enseñanza y el ejemplo deCristo –«vigilad y orad»–, no sóla-mente procuraban rezar varias veces aldía, en costumbre que dio lugar a laLiturgia de las Horas, sino que –tam-bién por imitar a Jesús, que solía orarpor la noche (+Lc 6,12; Mt 26,38-41)–,se reunían a celebrar vigilias noctur-nas de oración.

Estas vigilias tenían lugar en el aniversa-rio de los mártires, en la víspera de gran-des fiestas litúrgicas, y sobre todo en lasnoches precedentes a los domingos. La másimportante y solemne de todas ellas era, porsupuesto, la Vigilia Pascual, llamada porSan Agustín «madre de todas las santas vi-gilias» (ML 38,1088).

37José María Iraburu

En las vigilias los cristianos se man-tenían vigiles, esto es, despiertos, al-ternando oraciones, salmos, cantos ylecturas de la Sagrada Escritura. Así escomo esperaban en la noche la hora dela Resurrección, y llegada ésta al ama-necer, terminaban la vigilia con la cele-bración de la Eucaristía. Tenemos deesto un ejemplo muy antiguo en la vigi-lia celebrada por San Pablo con los fie-les de Tróade (Hch 20, 7-12).

Con el nacimiento del monacato enel siglo IV, se van organizando en lascomunidades monásticas vigilias dia-rias, a las que a veces, como en Jerusa-lén, se unen también algunos grupos defieles laicos. Así lo refiere en el Diariode viaje la peregrina española Egeria,del siglo V. En todo caso, entre los lai-cos, las vigilias más acostumbradaseran las que semanalmente precedíanal domingo.

La costumbre de las vigilias noctur-nas se hizo pronto bastante común. SanBasilio (+379), por ejemplo, respon-diendo a ciertas reticencias de algunosclérigos de Neocesarea, habla con gransatisfacción de tantos «hombres y mu-jeres que perseveran día y noche en lasoraciones asistiendo al Señor», ya queen este punto «las costumbres actual-mente vigentes en todas las Iglesias deDios son acordes y unánimes»:

«El pueblo [para celebrar las vigilias] selevanta durante la noche y va a la casa deoración, y en el dolor y aflicción, con lá-grimas, confiesan a Dios [sus pecados], yfinalmente, terminadas las oraciones, selevantan y pasan a la salmodia. Entonces,divididos en dos coros, se alternan en elcanto de los salmos, al tiempo que se dancon más fuerza a la meditación de las Es-

crituras y centran así la atención del cora-zón. Después, se encomienda a uno comen-zar el canto y los otros le responden. Y asípasan la noche en la variedad de la salmo-dia mientras oran. Y al amanecer, todos jun-tos, como con una sola voz y un solo cora-zón, elevan hacia el Señor el salmo de laconfesión [Sal 50], y cada uno hace suyaslas palabras del arrepentimiento.

«Pues bien, si por esto os apartáis de no-sotros [con vuestras críticas], os apartaréisde los egipcios, os apartaréis de las dosLibias, de los tebanos, los palestinos, losárabes, los fenicios, los sirios y los quehabitan junto al Éufrates y, en una palabra,de todos aquellos que estiman grandemen-te las vigilias, las oraciones y las salmodiasen común» (MG 32,764).

Las vigilias mensuales de la AN –tam-bién con oraciones e himnos, salmos ylecturas de la Escritura– prolongan,pues, una antiquísima tradición piado-sa del pueblo cristiano, que nunca seperdió del todo, y que hoy sigue sien-do recomendada por la Iglesia. Así enla Ordenación general de la Liturgiade las Horas, de 1971:

«A semejanza de la Vigilia Pascual, enmuchas Iglesias hubo la costumbre de ini-ciar la celebración de algunas solemnida-des con una vigilia: sobresalen entre ellasla de Navidad y la de Pentecostés. Tal cos-tumbre debe conservarse y fomentarse deacuerdo con el uso de cada una de las Igle-sias (71).

«Los Padres y autores espirituales, conmuchísima frecuencia, exhortan a los fie-les, sobre todo a los que se dedican a la vidacontemplativa, a la oración en la noche, conla que se expresa y se aviva la espera delSeñor que ha de volver: “A medianoche seoyó una voz: `¡que llega el esposo, salid arecibirlo´ (Mt 25,6)!; “Velad, pues no sa-béis cuándo vendrá el dueño de la casa, sial atardecer o a medianoche, o al canto del

38 La adoración eucarística nocturna

gallo o al amanecer: no sea que venga ines-peradamente y os encuentre dormidos” (Mc13,35-36). Son, por tanto, dignos de ala-banza los que mantienen el carácter noc-turno del Oficio de lectura» (72).

En este mismo documento se dan las nor-mas para el modo de proceder de «quienesdeseen, de acuerdo con la tradición, unacelebraciòn más extensa de la vigilia del do-mingo, de las solemnidades y de las fies-tas» (73).

Otros precedentesLas vigilias de los antiguos cristianos,

como sabemos, no tenían, sin embar-go, una referencia devocional hacia lapresencia real de Cristo en la Eucaris-tía. En este aspecto, los antecedentesde la devoción eucarística de la AN hande buscarse más bien en las Cofradíasdel Santísimo Sacramento, de las queya hemos hablado, nacidas con el Cor-pus Christi (1264), y acogidas despuésnormalmente a la Bula de 1539.

Son también antecedente de la AN lasCuarenta horas. Éstas tienen su origen enRoma, en el siglo XIII; reciben en el XVIun gran impulso en Milán, y Clemente VIII,con la Bula de 1592, las extiende a toda laIglesia. Como las Cuarenta Horas de ado-ración en un templo eran continuadas su-cesiva e ininterrumpidamente en otros, vie-ne a producirse así una adoración perpetua.

Pero si buscamos antecedentes máspróximos de la Adoración actual, loshallamos en la Adoración Nocturna na-cida en Roma en 1810, con ocasión delcautiverio de Pío VII, por iniciativa delsacerdote Santiago Sinibaldi. Y en laAdoración Nocturna desde casa, fun-dada por Mons. de la Bouillerie en 1844,en París.

Pues bien, en su forma actual, la AN

es iniciada, según vimos, en Francia porHermann Cohen y dieciocho hombresel 6 de diciembre de 1848, con el fin deadorar en una iglesia, con turnos suce-sivos, al Santísimo Sacramento en unavigilia nocturna.

La Adoración Nocturna en EspañaEspaña conoce también en su histo-

ria cristiana muchas Cofradías del San-tísimo Sacramento, agregadas normal-mente a Santa Maria sopra Minerva,iglesia de los dominicos en Roma, yque durante el XIX se integran en elCentro Eucarístico. Pero la AN, comotal, se inicia en Madrid, el 3 de noviem-bre de 1877, en la iglesia de los Capu-chinos.

Allí se reúnen siete fieles: Luis Trelles yNoguerol –está en curso su proceso de bea-tificación–, Pedro Izquierdo, Juan de Mon-talvo, Manuel Silva, Miguel Bosch, ManuelManeiro y Rafael González. Queda la Ado-ración integrada al principio en el CentroEucarístico.

En cuanto Adoración Nocturna Es-pañola (ANE) se constituye de formaautónoma en 1893. A los comienzosreúne en sus grupos sólamente a hom-bres, pero más tarde, sobre todo en losturnos surgidos en parroquias, formagrupos de hombres y mujeres. En 1977celebra en Madrid, con participacióninternacional, su primer centenario.

En 1925 nace en Valencia la Adora-ción Nocturna Femenina (ANFE), quedesde 1953, cuando se unifican expe-riencias de varias diócesis, es de ámbi-to nacional.

ANE –ver apéndice (pág. 56)– yANFE están hoy presentes en casi to-das las Diócesis españolas.

39José María Iraburu

La Adoración Nocturnaen el mundo

La AN, iniciada en París en 1848 yen Madrid en 1877, llega a implantarseen un gran número de países, especial-mente en aquellos que, cultural y reli-giosamente, están más vinculados conFrancia y con España.

Alemania, Argentina, Bélgica, Benin, Bra-sil, Camerún, Canadá, Colombia, Costa deMarfil, Cuba, Congo, Chile, Ecuador, Egip-to, España, Estados Unidos, Filipinas, Fran-cia, Guinea Ecuatorial, Honduras, India, In-glaterra, Irlanda, Italia, Isla Mauricio,Luxemburgo, México, Panamá, Polonia,Portugal, Santo Domingo, Senegal, Suiza,Vaticano y Zaire.

Todas estas asociaciones de adora-ción nocturna, desde 1962, están uni-das en la Federación Mundial de lasObras de la Adoración Nocturna deJesús Sacramentado.

Naturaleza dela Adoración Nocturna

Al describir en lo que sigue la AN,nos referimos concretamente al mode-lo de la AN Española. Pero lo que de-cimos vale también más o menos paraANFE y para otros países, especial-mente para los de Hispanoamérica, yaque usan normalmente el mismo Ma-nual.

La AN es una asociación de fieles que,reunidos en grupos una vez al mes, seturnan para adorar en la noche al Se-ñor, realmente presente en la Eucaris-tía, en representación de la humanidady en el nombre de la Iglesia.

Los adoradores, una vez celebrado

el Sacrificio eucarístico, permanecendurante la noche por turnos ante el Sa-cramento, rezando la Liturgia de las Ho-ras y haciendo oración silenciosa.

Fines principalesLos fines de la AN son los mismos

de la Eucaristía. Son aquellos fines dela adoración eucarística ya señaladospor la Bula Transiturus de 1264, por elconcilio de Trento, por la Mediator Deio en la Eucharisticum mysterium: ado-rar con amor al mismo Cristo; adorarcon Cristo al Padre «en espíritu y enverdad»; ofrecerse con Él, como vícti-mas penitenciales, para la salvación delmundo y para la expiación del pecado;orar, permanecer amorosamente en lapresencia de Aquel que nos ama...

Éstos fines son los que una y otravez han subrayado los Papas al dirigir-se a la AN:

«El alma que ha conocido el amor de sudivino Maestro tiene necesidad de perma-necer largamente ante la Hostia consagra-da y de adoptar, en la presencia de la humil-dad de Dios, una actitud muy humilde y pro-fundamente respetuosa» (Pío XII, Alocu-ción a la AN, Roma, AAS 45, 1953, 417).

«La presencia sacramental de Cristo esfuente de amor. Amor, en primer lugar almismo Cristo. El encuentro eucarístico esun encuentro de amor... Y amor a nuestroshermanos. Porque la autenticidad de nues-tra unión con Jesús sacramentado ha detraducirse en nuestro amor verdadero a to-dos los hombres, empezando por quienesestán más próximos» (Juan Pablo II, Alo-cución a la AN, Madrid 31-X-1982).

En la adoración eucarística y noctur-na, los fieles se unen profundamente alSacrificio de la redención –centro ab-soluto de la vigilia–, acompañan a Je-

40 La adoración eucarística nocturna

sús en su oración nocturna y dolorosade Getsemaní:

«Quedáos aquí y velad conmigo... Velady orad, para que no caigáis en tentación...En medio de la angustia, él oraba más in-tensamente, y su sudor era como gotas desangre que corrían sobre la tierra» (Mt26,38.41; Lc 22,44).

Los adoradores alaban al Señor y ledan gracias largamente. Le piden por elmundo y por la Iglesia, por tantas y tangravísimas necesidades.

«En esas horas junto al Señor, os encar-go que pidáis especialmente por los sacer-dotes y religiosos, por las vocacionessacerdotales y a la vida consagrada» (JuanPablo II, ib.).

Los adoradores, en las vigilias noc-turnas, permanecen atentos al Señor dela gloria, el que vino, el que viene, elque vendrá.

«¡Felices los servidores a quienes el se-ñor encuentra velando a su llegada!. Yo osaseguro que él mismo recogerá su túnica,les hará sentarse a la mesa y se pondrá aservirles. ¡Felices ellos, si el señor llega amedianoche o antes del alba y los encuen-tra así!» (Lc 12,37-38).

Los adoradores, perseverando en lanoche a la luz gloriosa de la Eucaristía,esperan en realidad el amanecer de lavida eterna, de la que precisamente laEucaristía es prenda anticipada y cier-tísima:

«La sagrada Eucaristía, en efecto, ademásde ser testimonio sacramental de la prime-ra venida de Cristo, es al mismo tiempoun anuncio constante de su segunda veni-da gloriosa, al final de los tiempos.

«Prenda de la esperanza futura y aliento,también esperanzado, para nuestra marchahacia la vida eterna. Ante la sagrada Hostiavolvemos a escuchar aquellas dulces pala-

bras: “venid a mí todos los que estáis fati-gados y cargados, que yo os aliviaré” (Mt11,28)» (Juan Pablo II, ib.).

Fines complementariosLa AN no agota su finalidad con la

pura celebración de las vigilias mensua-les. A ella le corresponde también, porEstatutos, promover otras formas dedevoción y culto a la sagrada Euca-ristía, siempre dentro de la comuniónde la Iglesia y la obediencia a la Jerar-quía apostólica.

Los adoradores, pues, cada uno ensu familia, en su parroquia o allí dondepuedan actuar –colegios, asociacioneslaicales y movimientos, etc.–, han depromover la devoción a la Eucaristía yel culto a la misma. Ésta es la proyec-ción apostólica específica de la AN.Otras actividades apostólicas podránser cumplidas por los adoradores encuanto feligreses de una comunidadparroquial o miembros de determina-dos movimientos laicales. Pero encuanto adoradores han de comprome-terse en el apostolado eucarístico. Se-ñalaremos, a modo de ejemplo, algu-nos de los objetivos que los adorado-res deben pretender con todo empeño,con oración insistente y esperanzada,y con trabajo humilde y paciente:

–Practicar con frecuencia las visitas alSantísimo y difundir esta preciosa formade oración. Esto ha de ir por delante detodo. El adorador nocturno ha de ser tam-bién un adorador diurno.

–Conseguir que, según lo que dispone laIglesia (Ritual 8; Código 937), haya igle-sias que permanezcan abiertas durante al-gunas horas al día, de modo que no se abransólo para la Misa o los sacramentos. Al me-nos en la ciudad y también en los pueblos

41José María Iraburu

más o menos grandes, en principio, es po-sible conseguirlo. Éste es un asunto muygrave. La vida espiritual del pueblo católi-co se configura de un modo u otro segúnque los fieles dispongan o no de templos,de lugares idóneos no sólo para la celebra-ción del culto, sino para la oración. El Ri-tual de la dedicación de iglesias manifies-ta muy claramente que las iglesias católi-cas han de ser «casas de oración».

–Procurar la dignidad de los sagrarios ycapillas del Santísimo.

–Fomentar en la parroquia, de acuerdocon el párroco y en unión si es posible conotros adoradores, algún modo habitual deculto a la Eucaristía fuera de la Misa: ex-posiciones del Santísimo diarias, semana-les o mensuales, celebración anual de lasCuarenta Horas, o en fin, lo que se estimemás viable y conveniente.

–Promover en alguna iglesia de la ciudadalguna forma de adoración perpetua du-rante el día. Los adoradores activos, y tam-bién los veteranos, han de ofrecerse losprimeros para hacer posible la continuidadde los turnos de vela.

–Cultivar grupos de tarsicios, es decir,de adoradores niños o adolescentes: ani-marles, formarles, guiarles en sus reunio-nes de adoración eucarística. San Tarsicio,en los siglos III-IV, fue un niño romano,mártir de la Eucaristía.

–Difundir la devoción eucarística en co-legios católicos, reuniones de movimien-tos apostólicos, Seminario, ejercicios es-pirituales, catequesis, retiros y conviven-cias.

–Procurar que el Corpus Christi sea ce-lebrado con todo esplendor, y guarde suidentidad genuina, la que es querida porDios, de tal modo que esta solemnidadlitúrgica no venga a desvanecerse, ocultadapor otras significaciones –por ejemplo, elDía de la Caridad–. Por muy valiosas quesean estas otras significaciones, son diver-sas.

Insistamos en lo primero. Si un ado-rador tiene de verdad amor a Cristo enla Eucaristía, si quiere ser de verdadfiel a su propia vocación, la que Diosle ha dado, ¿cómo podrá limitar su de-voción y acción a una vigilia mensual?

Vigilias mensualesLas vigilias mensuales se celebran nor-

malmente en una iglesia fija, que puedeser una parroquia, un convento o a ve-ces, donde existe, el oratorio propio dela AN. Y tienen «una duración mínimade cinco horas de permanencia, inclui-da la santa Misa». En ocasiones, esetiempo se verá reducido, cuando, porejemplo, es el grupo muy pequeño yno es posible establecer varios turnossucesivos de vela.

En la vigilia un sacerdote celebra la Eu-caristía y, si le es posible, administra antesel sacramento de la penitencia a los adora-dores que lo desean, les acompaña en la vi-gilia, y da la bendición final con el Santísi-mo. Está prevista, sin embargo, la manera decelebrar vigilias sin sacerdote, allí donde poruna u otra razón no hay uno disponible.

Notas esenciales de la AN son tantola nocturnidad como la adoración pro-longada, que para poder serlo se reali-za normalmente en turnos sucesivos. Esla modalidad tradicional que el mismoRitual de la Iglesia recomienda, en re-ferencia a comunidades religiosas:

«Se ha de conservar también aquella for-ma de adoración, muy digna de alabanza, enla que los miembros de la comunidad se vanturnando de uno en uno o de dos en dos,porque también de esta forma, según lasnormas del instituto aprobado por la Igle-sia, ellos adoran y ruegan a Cristo el Señoren el Sacramento, en nombre de toda lacomunidad y de la Iglesia» (90).

42 La adoración eucarística nocturna

Las vigilias de la AN se desarrollansiguiendo un Manual propio que esbastante amplio y variado –la ediciónespañola tiene 670 páginas–, en el quese incluyen un buen número de mode-los de vigilias, siguiendo los tiemposlitúrgicos, en las diversas Horas. Re-coge también otras oraciones y cantos.

EspírituLa AN, tras siglo y medio de existen-

cia, tiene un espíritu propio, que estáexpresado no sólamente en sus Esta-tutos, aprobados en cada país por laConferencia Episcopal, sino también enuna tradición viva, que trataremos deplasmar a través de varias palabras cla-ve.

–Vocación. En la Iglesia todos tienenque amar y ayudar a los pobres, perono todos tienen que trabajar en Caritaso en instituciones análogas; eso requie-re una vocación especial. En la Iglesiatodos tienen que rezar y ayudar a lasmisiones, pero no todos tienen que irsemisioneros; sólo aquellos que son lla-mados por Dios. Etc.

En la Iglesia todos tienen que adorara Cristo en la Eucaristía. Evidente. Noserían cristianos si no lo hicieran; y enlas Misas se hace siempre. Pero no to-dos están llamados a venerar especial-mente la presencia de Cristo en laEucaristía, y menos en una larga per-manencia comunitaria, nocturna, oran-te, litúrgica, penitencial. Para eso hacefalta una gracia especial, que recibencuantos fieles cristianos se integran enla AN –o en otras obras análogas cen-tradas en la devoción eucarística–.

–Fidelidad personal a la vocación.

No se ingresa en la Adoración por unatemporada. Al menos en la intención,el cristiano ha de integrarse en la ANpara siempre. Entiende que Dios le hallamado a ella con una vocación espe-cial; y que, por tanto, es un don gratui-to que el Señor no piensa retirarle, puesquiere dárselo para siempre. En efecto,«los dones y la vocación de Dios sonirrevocables» (Rom 11,29).

Los Estatutos prescriben la obligaciónde asistir a las 12 vigilias mensuales, más alas 3 extraordinarias de Jueves Santo, elCorpus Christi y Difuntos. Pero aún másfuertemente los adoradores se ven sujetosa la perseverancia por un amor que quiereser fiel a sí mismo, y también por una tra-dición de fidelidad muy frecuente. Ha ha-bido adoradores que en cincuenta años nohan faltado a una sola vigilia. Si por viaje,enfermedad o por lo que sea no pudieronasistir a su turno, acudieron otro día a otro,como está mandado. En cualquier turno te-nemos veteranos cuya fidelidad conmove-dora está diciendo a los novatos: “si no pien-sas perseverar fielmente en la Adoración,no ingreses en ella. Acompáñanos en lasvigilias siempre que quieras, pero no te afi-lies a la Adoración Nocturna si no piensasperseverar en ella”.

–Fidelidad comunitaria al carismaoriginal. De la Cartuja se dice nun-quam reformata, quia nunquam defor-mata. Algo semejante podría decirsede la AN: no ha sido reformada desdesu origen, porque nunca se ha defor-mado. Su misma sencillez –de la queen seguida hablaremos– hace posiblesu perduración secular.

En 1980, en la introducción a las Basesdoctrinales para un ideario de la AN, Sal-vador Muñoz Iglesias, consiliario nacionalde ANE, escribe: «La Adoración Nocturnaen España cumplió cien años [en 1977] sinperder su identidad. Mejor diríamos: cum-

43José María Iraburu

plió cien años porque no perdió su identi-dad, porque supo ser fiel al ideario que lediera origen». Observación muy exacta..

Cuando el concilio Vaticano II trata de larenovación de los institutos religiosos se-ñala como uno de los criterios decisivos lafidelidad al carisma original: «manténgasefielmente el espíritu y propósitos propiosde los fundadores, así como las sanas tra-diciones» (PC 2). Una Obra de Iglesia,como lo es la AN, ha de crecer y crecersiempre como un árbol: en una fidelidadpermanente a sus propias raíces.

–Penitencia. Espíritu de expiación yreparación por los pecados propios ylos del mundo. La Eucaristía es un sa-crificio de expiación por el pecado delmundo, y no se puede participar ver-daderamente de ella sin un espíritu pe-nitencial. En la Eucaristía –tanto en elSacrificio como en el culto al Sacra-mento– nos ofrecemos con Cristo alPadre como víctimas expiatorias.

Ya vimos que muchas de las Cofradías delSantísimo más antiguas, como las del sigloXIII, se llamaban Cofradías de Penitentes.También vimos que, concretamente, la Ado-ración Nocturna ha iniciado su vida coinci-diendo con episodios muy duros del Papa-do. Así fue como se formaron aquellas co-fradías y así nace también la AN.

Hay muchos pecados en el mundo yen la Iglesia por los que expiar. Losadoradores, precisamente por su espi-ritualidad eucarística –sacrificial, portanto, victimal–, se sienten muy llama-dos a expiar por los pecados propiosy ajenos, sobre todo por los pecadoscontra la Eucaristía. En los puebloscristianos, concretamente, muchas blas-femias se dirigen contra ella; muchísi-mos bautizados viven habitualmente ale-jados de la Misa, de la comunión, de

toda forma de devoción a la Eucaris-tía... como si pudiera haber vida cris-tiana que no sea vida eucarística.

En América, el párroco admirable de unaenorme parroquia, comentando unos malossucesos, nos decía: «Las cosas están mal.Hay muchos males y mucho pecado. Voy ahacer todo lo posible para establecer en miparroquia la Adoración Nocturna». Es unhombre de fe. Se ve que entiende el mundoy la misión que en él debe cumplir.

Sin un espíritu penitencial firme nose puede perseverar en la AN un mes yotro, año tras año, con frío o calor, conindisposiciones corporales o cansan-cios, con disgustos y preocupaciones,con viajes, espectáculos y fiestas. Sinespíritu penitencial, no puede haber fi-delidad perseverante al compromiso dela Adoración, libremente asumido poramor a Cristo, a la Iglesia y al mundo.Se participará en sus vigilias unas ve-ces sí, otras no, subordinando la asis-tencia a cualquier eventualidad. Y se aca-bará en la deserción. Es el amor, el amorcapaz de cruz penitencial, el único quetiene fuerza para perseverar fielmente.

–Diversidad de miembros. En unaMisa parroquial se reúnen feligreses detoda edad y condición, pues la Euca-ristía –así se entendió desde el princi-pio– es precisamente el sacramento dela unidad de la Iglesia: «siendo muchos,somos un solo cuerpo, porque todosparticipamos de un solo pan» (1Cor10,17). Pues bien, es también caracte-rístico de la Adoración Nocturna, des-de sus inicios, que en sus turnos se re-únan en grata fraternidad jóvenes y an-cianos, personas cultas y otras igno-rantes, médicos, zapateros, funciona-rios, campesinos, todos unidos en la

44 La adoración eucarística nocturna

celebración, primero, y en la adoracióndespués de la Eucaristía, el sacramen-to de la unidad.

En un Discurso al Congreso de Malinas,en 1864, el padre Hermann hacía notar quela AN, que obtuvo un rápido desarrollo enInglaterra, hubo de superar en primer lugarun clasismo cerrado, muy arraigado en aque-llas gentes: «La Adoración Nocturna en-cuentra serios obstáculos en el carácter,costumbres e ideas de este pueblo esencial-mente dado a las comodidades materiales,y en el que el respeto por las desigualdadessociales hace muy difícil la fusión de lasdiferentes clases de la sociedad. Si un in-glés de alta alcurnia necesita tener una vir-tud casi heroica para pasar parte de una no-che descansando sobre un colchón duro enexceso, junto a un obrero o al lado de unpequeño comerciante, a éstos no les cues-ta menos hallarse en un mismo pie de igual-dad tan completa con el gran señor» (Sylvain246).

–Gente sencilla. Por supuesto, hayen la Adoración cristianos muy cultos,económicamente fuertes, políticamen-te importantes, etc. Pero, ya desde suscomienzos, es evidente que la mayoríade sus miembros son personas social-mente modestas.

Los primeros adoradores de Jesús,el Emmanuel, Dios-con-nosotros, sonMaría y José: personas modestas. Y enseguida, avisados por los ángeles, acu-den a adorarle unos pastores: gente hu-milde. Más tarde, conducidos por laestrella, llegaron los «magos», grandespersonajes... Y así viene a ser siempre.

En el Cincuentenario de la AN en Fran-cia, Mr. Cazeaux, en la Memoria, hacía re-cuerdo de aquel primer grupo de diecinue-ve adoradores, en su mayoría gente muymodesta. «¿A quién se dirige [nuestro Se-ñor] para realizar sus designios, especial-

mente para la realización de las obras quemás caras le son, que más le interesan? Alos pequeños, a los humildes, a los menos-preciados por el mundo. Claro está que ve-remos también [en la AN] a personas nota-bles y distinguidas, pero el grueso de la tro-pa se compone de simples empleados y deobreros ignorados por el mundo.

«Y todavía continúa siendo lo mismo.Entre todas las parroquias de París, las másfervientes y las que dan el mayor númerode adoradores son las parroquias de losarrabales. En ellas los obreros, que todo eldía se han afanado en el trabajo, no rega-tean la noche a Nuestro Señor, y se ve a al-gunos que dejan la adoración de madruga-da, antes de la primera Misa, que ni siquie-ra pueden oír, porque deben hallarse tem-prano en la reanudación del trabajo» (Syl-vain 432-433).

–Sencillez. En la AN todo es muy sen-cillo. Ésa es una de las razones por laque se manifiesta válida para personas,para espiritualidades y para nacionesmuy diversas.

Es muy sencilla –sustancial y univer-sal– la doctrina espiritual que la susten-ta. De hecho, es asumida por personasde filiaciones espirituales muy diversas.Es sencilla su organización interna: unConsejo Nacional, un Consejo Dioce-sano, presidentes de sección, jefes deturno.

Es sencilla la estructura de sus vigi-lias nocturnas: breve reunión, rosario yconfesiones, santa Misa, turnos de velaen los que se alterna el rezo de las Ho-ras y la oración en silencio, más unaBendición final.

Antes hemos citado al Vaticano II, queexige a los institutos religiosos un retornoconstante «a la primitiva inspiración». Peroel concilio también les exige para su ade-cuada renovación «una adaptación a las cam-

45José María Iraburu

biadas condiciones de los tiempos» (PC 2).Pues bien, por lo que se refiere a los mo-dos de celebrar las vigilias nocturnas de laAdoración, se comprende que unas celebra-ciones tan perfectas en su sencillez hayanperdurado en su forma durante tantos años.

Al menos en lo substancial, ¿qué habríaque añadir, quitar o cambiar en un orden tanarmonioso, tan simple y perfecto, y tan pro-bado además por la experiencia?... Cristia-nos ajenos a la AN sienten, a veces, la ne-cesidad de introducir en ella grandes cam-bios. Pero, curiosamente, quienes sonmiembros de ella y la viven, normalmente,no sienten la necesidad de tales cambios,sino que se sienten muy bien en ella, talcomo es.

Algunos cambios, sin embargo, se hanhecho al paso de los años, y se han cumpli-do, sin duda, en buena hora: paso del latín ala lengua vernácula, abandono progresivo dealgunos símbolos militares o cortesanosperfectamente legítimos, pero que han idoquedando alejados de la sensibilidad denuestro tiempo.

Si la AN acentuase ciertos aspectosde la espiritualidad cristiana –lo que, porotra parte, sería perfectamente legítimo:en tantas obras católicas se dan, por lagracia de Dios, esas acentuaciones–,vendría a ser un camino idóneo paraciertas espiritualidades, pero no paraotras; para ciertos tiempos o lugares,pero no para otros.

Por el contrario, la noble sencillez dela AN, en sus líneas esenciales, es idó-nea para acoger –y de hecho acoge– apersonas, grupos o naciones de muydiversos talantes y espiritualidades.Concretamente, el orden fundamentalde sus vigilias, tanto por la calidad ab-soluta de sus ingredientes –Misa, ado-ración del Santísimo, rezo de las Ho-ras, oración silenciosa, permanencia noc-

turna–, como por el orden armonioso quelos une, goza de una perfecta sencillez,que le permite perdurar pacíficamente alpaso de los años y de las generacionesen muchas naciones.

En 1848,hace ciento cincuenta años

–En 1848 se publica el Manifiesto co-munista. Es elaborado por el judío KarlHeinrich Marx (1818-1883) y por Frie-drich Engels (1820-1895). Marx naceen Tréveris, al noroeste de Alemania,cerca de Luxemburgo. Estudia dere-cho, pero pronto, bajo el influjo de He-gel (1770-1831), se dedica a la filoso-fía, y más tarde a la economía y la po-lítica. El marxismo, que de él deriva, seextendió desde entonces por gran par-te del mundo, y tuvo su mayor fuerzaen la Unión Soviética.

Según un informe de la KGB, de 1994,cuarenta y dos millones de rusos fueronasesinados por los comunistas entre 1928y 1952. El número de muertos por el co-munismo se amplía enormemente si semira el conjunto de las naciones en que es-tuvo vigente: «el total se acerca a la cifrade cien millones de muertos» (AA.VV., Ellibro negro del Comunismo, Planeta-Espa-sa 1998, 18). En 1989, con la caída delmuro de Berlín, decayó en gran medida elpoderío del comunismo.

–En 1848, asimismo, se inicia la Ado-ración Nocturna. Es fundada por el ju-dío converso Hermann Cohen (1810-1870), nacido en Hamburgo, al nortede Alemania, a unos 500 kilómetros deTréveris.

La AN, que la gracia de Dios inició ymantiene, ha dado excelentes frutos en-tre los laicos, ha suscitado un gran nú-

46 La adoración eucarística nocturna

mero de vocaciones sacerdotales y reli-giosas, y está hoy presente, y con buenasalud, en treinta y cinco naciones.

Sólamente en España, la AN tiene ya diezBeatos que fueron adoradores, el último elgitano Ceferino Giménez Malla, «El Pele»;en tanto que otros doce están en procesode beatificación. Uno de ellos, Alberto Ca-pellán Zuazo, ha sido declarado reciente-mente «venerable».

Dios lo quiereActualmente la AN en unos lugares

crece y florece, y en otros languidece ydisminuye. Esta alternativa puede ex-plicarse sin duda por condicionamien-tos externos, por situaciones de Igle-sia, como los que hemos consideradoantes al hablar de la sacralidad y la se-cularización. Pero aún más se debe acausas internas, es decir, al espíritu delos mismos adoradores. En éstas cen-tramos ahora nuestra atención.

La AN decae y disminuye allí dondeel amor a la Eucaristía se va enfriandoen sus adoradores; donde una adora-ción de una hora resulta insoportable;donde los adoradores, entre una y otravigilia, no visitan al Señor en los díasordinarios; donde la oración es muyescasa, y no se pide suficientemente aDios nuevas vocaciones de adorado-res, ni se procuran éstas con el empe-ño necesario; donde se acepta con re-signación que las iglesias estén siem-pre cerradas, aún allí donde podríanestar abiertas...

Los adoradores que están en este espíri-tu aceptan ya, sin excesiva pena, la próximadesaparición de la AN en su parroquia o ensu diócesis, atribuyendo principalmente esapérdida a causas externas, sobre todo a la

falta de colaboración de ciertos sacerdo-tes. Y no se dan cuenta de que son ellosmismos, los adoradores con muy poco es-píritu de adoración, los que amenazan dis-minuir la AN hasta acabar con ella.

La AN, por el contrario, crece y flo-rece allí donde los adoradores mantie-nen encendida la llama del amor a Je-sús en la Eucaristía, y viven con todafidelidad las vigilias tal como el Ma-nual y la tradición las establecen; allídonde los adoradores adoran al Señorno sólo de noche, una vez al mes, sinotambién de día, siempre que pueden;allí donde piden al Señor nuevos ado-radores con fe y perseverancia; allí don-de difunden la devoción eucarística yprocuran con todo empeño que las igle-sias permanezcan abiertas...

Donde más se necesita actualmente laAN –o cualquier otra obra eucarística–es precisamente allí donde la devocióna la Eucaristía está más apagada. Allíes donde más quiere Dios que se en-cienda poderosa la llama de la AN. Silos adoradores, fieles al Espíritu San-to, con oración y trabajo, procuran elcrecimiento de la Adoración, empezan-do por vivirla ellos mismos con todafidelidad, la AN crece: ellos plantan yriegan, y «es Dios quien da el creci-miento» (1Cor 3,6).

Dios ha concedido por su gracia a laAdoración Nocturna ciento cincuentaaños de vida en la Iglesia. Que Él mis-mo, por su gracia, le siga dando vidapor los siglos de los siglos. Amén.

47José María Iraburu

3 Las vigilias mensuales

Importancia delManual de la Adoración Nocturna

La AN concentra su identidad en lacelebración mensual de las vigilias noc-turnas. El adorador se compromete aasistir durante el año a doce vigilias men-suales y a tres extraordinarias: JuevesSanto, Corpus y Difuntos.

Las vigilias, en principio, podrían ce-lebrarse de modos muy diversos: po-drían ser más largas, con más lecturaso con silencios mayormente prolonga-dos, o más breves, como una Hora san-ta, más didácticas o con menos ele-mentos de formación, con más o me-nos rezos comunitarios, con mayor omenor solemnidad en las formas, etc.Pues bien, las vigilias de la AdoraciónNocturnas han de celebrarse siguien-do con fidelidad lo que prescribe supropio Manual, de uso en todos losgrupos, aunque ciertas acomodacionesvendrán a veces exigidas por las cir-cunstancias internas del grupo o porcondicionamientos externos.

No es raro hoy, con tantos viajes ycon calendarios de actividades a vecestan apretados, que los adoradores nopuedan asistir una noche a su turno, sinoque ese mes deban hacer su vigilia enotro. Es hermoso que en diversos tur-

nos, ciudades e incluso países, hallenuna forma común de celebrar las vigi-lias nocturnas de adoración.

Y esta uniformidad aún tiene otra ra-zón más profunda: la vigilia se ordenacon un rito propio, en todas partes elmismo,

y siempre el rito «implica por sí mismorepetición tradicional, serenamente pre-visible. Así es como el rito sagrado se hacecauce por donde discurre de modo suave yunánime el espíritu de cuantos en él parti-cipan. Así se favorece en el corazón de losfieles la concentración y la elevación, sinlas distracciones ocasionadas por la aten-ción a lo no acostumbrado» (J. Rivera-J.M.Iraburu, Síntesis de espiritualidad católi-ca, Fund. GRATIS DATE, Pamplona 19944,96).

Por eso, quienes en sus vigilias, sinrazón suficiente, alteran un poco el Ma-nual, alteran un poco la AN. Sin em-bargo, en algunos casos, ciertas varia-ciones, vienen obligadas por las cir-cunstancias: muy reducido número deadoradores, carencia de una sala de re-unión, frío en la iglesia, etc. Y como secomprende, están justificadas. Hay,pues, que cumplir lo establecido en laAN lo mejor que se pueda. No más.

Pero quienes arbitrariamente configu-ran sus vigilias en modos diversos a los delManual, aunque realicen provechosas ybellas celebraciones –sugeridas quizá porun sacerdote bienintencionado, pero queapenas conoce la AN, o propuestas por al-gún adorador–, abandonan la AN. Ésta esuna asociación de fieles, con su propiaforma y tradición, a la que los cristianos seafilian libremente, y que se rige por Esta-tutos aprobados por la Iglesia y por normasconcretas de acción y celebración.

48 La adoración eucarística nocturna

La Liturgia de las HorasLa Liturgia de las Horas es la oración

de la Iglesia, la oración más sagrada ysantificante de todo el pueblo de Dios;es, como dice el Vaticano II, «la vozde la misma Esposa que habla al Espo-so; más aún, es la oración de Cristo,con su Cuerpo, al Padre» (SC 84).

Como es sabido, durante muchos siglosfue la oración habitual de las comunidadescristianas. De suyo, pues, las Horas litúr-gicas son de los laicos tanto como lo es laMisa. Pero más tarde, por una serie de cir-cunstancias, fue quedando su rezo relega-do, en la práctica, a sacerdotes y religio-sos.

Por tanto, cuando el concilio Vatica-no II recomienda «que los laicos recenel Oficio divino o con los sacerdotes oreunidos entre sí, e incluso en particu-lar» (SC 100), toma una decisión deextraordinaria importancia para la espi-ritualidad cristiana laical. Así lo han en-tendido muchas asociaciones seglaresy muchos laicos en particular, que enlos últimos años han ido asumiendo elrezo de las Horas, sobre todo de Lau-des y Vísperas, que son «las Horasprincipales» (SC 89).

Pues bien, eso es lo que hace muchotiempo venían haciendo en todas par-tes los laicos de la Adoración Noctur-na. Por eso los adoradores hoy han deseguir recitando o cantando las Horas–Vísperas, el Oficio de lecturas, Lau-des– con un fervor renovado, es decir,con una acrecentada conciencia de lamaravilla que supone rezar la Liturgiade las Horas en unión con Cristo, suprotagonista celestial, y en el nombrede la Iglesia.

Las Horas, en todo caso, han de ser

rezadas con pausa, sin prisa, con aten-ción, con toda devoción:

«Por eso se exhorta en el Señor a los sa-cerdotes y a cuantos participan en dichoOficio [divino] que, al rezarlo, la menteconcuerde con la voz y, para conseguirlomejor, adquieran una instrucción litúrgi-ca y bíblica más rica, principalmenteacerca de los salmos» (SC 90).

Esquema de una vigiliaPero expongamos ya el orden que el

Manual de la Adoración Nocturna deEspaña, en la edición de 1996, esta-blece para la celebración de una vigilia.Señalamos entre paréntesis los tiemposque a cada acto se calculan, aunque sonbastante variables, según se hagan pau-sas más o menos largas, se canten al-gunas partes, etc.

–(30') Reunión previa, en una sala,normalmente.

–(20') Rosario, en la misma sala o yaen la iglesia.

–(20') Vísperas, en la iglesia.–(45') Eucaristía, que termina con la

exposición del Santísimo.–(60'+60'+...) Turnos de vela. El nú-

mero de turnos dependerá del númerode adoradores. En cada turno: Oficiode lectura (25') y oración personal (35').

La Eucaristía y los turnos de vela formanel corazón mismo de la vigilia, y deben portanto celebrarse con la mayor plenitud po-sible. Es importante tener presente estocuando la necesidad obligue a suprimir oabreviar alguna otra parte de la vigilia. Du-rante el turno de vela, unos lo cumplen enla iglesia, mientras los demás están en unasala aparte.

–(30') Laudes y Bendición eucarísti-ca, todos reunidos de nuevo.

49José María Iraburu

Se termina con un canto y oración a laVirgen.

Comento brevemente cada parte, ate-niéndome a lo que dispone el Manual.

Reunión previaNo es, por supuesto, el centro de la

vigilia de la AN, y por eso ha de tener-se cuidado para que no se alargue in-debidamente, restando tiempo a las par-tes más importantes.

Se inicia la reunión previa con la co-locación de las insignias y la oración:Señor, tu yugo...

En ella, en seguida, se preparan losdetalles de la vigilia; se distribuyen lasfunciones, según el número de asisten-tes, procurando que en lo posible ac-túen varios: salmista, lector, cantor,acólito, etc; se comunican y comentanavisos y noticias, con la ayuda quizáde la hoja o boletín de la AN en la dió-cesis; se repasa la lista de los asisten-tes, anotando presencias y ausencias;se distribuye la composición de los tur-nos; se expone el tema de meditacióno formación.

El tema puede ser leído o expuesto porel director espiritual, por uno de los res-ponsables del turno o por alguno de los ado-radores. Puede emplearse como base tex-tos ofrecidos por el Consejo Nacional dela AN, por el Consejo Diocesano, elegidospor el director espiritual o por el mismogrupo: números, por ejemplo, del Catecis-mo de la Iglesia Católica, comentarioslitúrgicos a la fiesta del día, una o dos pági-nas de un libro de espiritualidad eucarísti-ca, etc. Un diálogo posterior, aunque no ne-cesario, puede ser sin duda muchas vecesprovechoso.

El responsable del grupo –jefe de tur-no, secretario, etc.– debe moderar y

conducir la reunión adecuadamente. Noconviene, al menos normalmente, quela reunión previa sobrepase la mediahora. Ello iría normalmente en detrimen-to de las partes principales de la vigilia.

Rosario y confesionesAunque el Manual no prescribe el

rezo en común del Rosario, sí lo reco-mienda, y de hecho suele rezarse en lagran mayoría de los grupos. La AN esmuy mariana: no olvida nunca que elCorpus Christi que adora es el nacidode la Virgen María –«corpus datum,corpus natum ex Maria Virgine»–; y queElla, con san José y los pastores, fue laprimera y la mejor adoradora de Jesús.Es normal, pues, que ya desde el prin-cipio los adoradores invoquen para lavigilia la asistencia espiritual de su glo-riosa Madre.

El Rosario puede ser rezado al principio,en la sala de reunión, o cuando los adora-dores van a la iglesia –suele ser lo más co-mún–; o más tarde en la sala, mientras otrosestán haciendo en la iglesia el turno de vela.Lo importante es que se rece.

La confesión, durante el Rosario oen otro momento conveniente, es tam-bién una parte no obligada, pero muypreciosa. Para muchos adoradores esla manera mejor para asegurar una vezal mes el sacramento de la penitencia.Así lo decía Juan Pablo II a la AN deEspaña:

La piedad eucarística «os acercará cadavez más al Señor. Y os pedirá el oportunorecurso a la confesión sacramental, que lle-va a la Eucaristía, como la Eucaristía llevaa la confesión. ¡Cuántas veces la noche deadoración silenciosa podrá ser también elmomento propicio del encuentro con el per-dón sacramental de Cristo!» (31-X-1982).

50 La adoración eucarística nocturna

Vísperas En la Liturgia de las Horas la ora-

ción de las Vísperas se celebra al ter-minar el día, «en acción de gracias porcuanto se nos ha concedido en la jor-nada y por cuanto hemos logrado rea-lizar con acierto» (Ordenación gral.LH 39a).

Tal como suelen celebrarse actual-mente las vigilias de la AN, las Víspe-ras llegan un poco tardías, es cierto; entanto que, por el contrario, el rezo deLaudes, llega normalmente demasiadotemprano. Pero esto no tiene mayor im-portancia. En efecto, rezar en comuni-dad litúrgica la oración de la Iglesia, aun-que no sea en su momento exacto deldía, vale mucho más que hacer otrosrezos no litúrgicos, por dignos que és-tos puedan ser.

Por lo demás, la Iglesia no manda, sinoaconseja «que en lo posible las Horas res-pondan de verdad al momento del día... Ayu-da mucho, tanto para santificar realmenteel día como para recitar con fruto espiri-tual las Horas, que la recitación se tenga enel tiempo más aproximado al verdaderotiempo natural de cada Hora canónica»(Ordenación gral. LH 11).

A ciertos objetantes del tiempo de lasHoras en la AN actual convendría recordar-les aquello de Cristo: «coláis un mosquitoy os tragáis un camello» (Mt 23,24).

Celebración de la EucaristíaLa celebración del Sacrificio eucarís-

tico es, indudablemente, el centro ab-soluto de toda vigilia de la AN, comoes el centro y el culmen de toda exis-tencia cristiana, personal o comunitaria(Vat. II: LG 11a; CD 30F; PO 5bc, 6e;UR 6e). La reunión previa, el Rosario,

la confesión penitencial, la acción degracias de las Vísperas, todo ha de seruna preparación cuidadosa para laMisa; y del mismo modo, la adoraciónposterior del Sacramento y el rezo finalde los Laudes han de ser la prolonga-ción más perfecta de la misma Misa.

El momento ideal de la Misa es, comohemos dicho, al principio de la vigilia, detal modo que la adoración eucarística de-rive, incluso sensiblemente, del Sacrificio.Sin embargo, la escasez de sacerdotes uotras circunstancias pueden obligar a cele-brar la Misa al final de la vigilia. O quizáincluso antes de la vigilia –por ejemplo,una Misa parroquial de fin de tarde–, parainiciar después, pero partiendo de esa Misa,la celebración de la vigilia. Hágase en cadacaso lo que mejor convenga. Pero eso sí,entendiendo bien el sentido y el valor decada parte de la vigilia y del conjunto totalde la misma.

En la celebración misma de la Euca-ristía participamos del Sacrificio deCristo, ofreciéndonos con él al Padre,para la salvación del mundo; adoramossu Presencia real; comulgamos su Cuer-po santísimo, pan vivo bajado del cie-lo.

Es posible, y a veces será conveniente,celebrar en la vigilia de forma unida lasVísperas y la Eucaristía. Pero otras vecesconvendrá celebrarlas en forma separada.Así cada una conserva toda su plenitud yarmonía. Y por lo demás, la noche es lar-ga... No hay prisa. La prisa es totalmenteajena al espíritu de la AN.

Oración depresentación de adoradores

Para las diversas semanas o los tiem-pos litúrgicos cambiantes, el Manualofrece varios modelos de «oración depresentación de adoradores», todos

51José María Iraburu

los cuales tienen algo en común: su pro-fundidad teológica y su notable bellezaespiritual.

Si alguien quiere enterarse bien de lo quesignifica y hace la AN, lea y medite conatención estas oraciones en sus diversosmodelos. En ellas se confiesan, de maravi-llosa forma orante, todos los fines de la ado-ración eucarística, y concretamente de laAN.

Turnos de velaCon la Oración de presentación y el

Invitatorio se inician los turnos de vela.Cuando un cierto grupo de la AN secompone, por ejemplo, de veintiúnmiembros, lo normal es que se repar-tan en tres turnos de vela, siete en cadauno. O que se establezcan al menos dosturnos, de diez y once adoradores. Noolvidemos que la AN asume como finvelar en la noche prolongadamenteante el Santísimo.

«Cada turno de vela es de una hora».De esa hora, más o menos, una mitadse ocupa en el rezo del Oficio de lectu-ras, y la otra mitad en la oración perso-nal silenciosa.

–El Oficio de lectura, lo mismo queLaudes y Vísperas, es una parte de laLiturgia de las Horas. En las vigilias dela AN es, en concreto, la parte más di-rectamente heredera de las antiguas vi-gilias de oración en la noche. De he-cho, en la renovada Liturgia de las Ho-ras, el Oficio de lectura conserva su pri-mitivo acento de «alabanza nocturna»,aunque está dispuesto de tal modo quepueda rezarse a cualquier hora del día(Ordenación gral. LH 57-59).

La AN –esta vez sí– celebra el Ofi-cio de lectura en la hora nocturna que

le es más propia y tradicional. Es éstauna Hora litúrgica bellísima, meditativa,contemplativa, alimentada por los sal-mos, la Sagrada Escritura y la lecturade «las mejores páginas de los autoresespirituales» (ib. 55). En las vigilias,esta Hora, más aún, está alimentada porla presencia real del mismo Cristo, quees Luz y Verdad, Camino y Vida.

El Manual ofrece un buen elenco de ele-gidas lecturas. Pero puede ser muy conve-niente, para aumentar la variación, la rique-za y la adecuación exacta al momento delaño litúrgico, hacer aquellas lecturas exac-tas de la Biblia y de los autores eclesiásti-cos que la Liturgia de las Horas disponeprecisamente para el día en que se celebrala vigilia. Bastará para ello el breviario delsacerdote; o que el turno disponga de unejemplar de las Horas oficiales; o ayudar-se de otros libros, como Sentir con los Pa-dres, que traen esas lecturas oficiales delas Horas (Regina, Barcelona 1998).

–La oración personal silenciosa, unavez rezado el Oficio de lectura, mantie-ne al adorador en oración callada y pro-longada ante la presencia real de Jesu-cristo, sobre el altar, en la custodia. Paramuchos adoradores es éste el momen-to más precioso de toda la vigilia. Sí,la Misa y el rezo de las Horas son aúnmás preciosos, de suyo, por supuesto;pero eso quizá ya el adorador lo tienetodos los días a su alcance. Por el con-trario, ese tiempo largo, nocturno y si-lencioso en la presencia real de Cristo,el Amado, oculto y manifiesto en la Eu-caristía, es un tiempo sagrado, que hade ser gozado y guardado celosamen-te, no permitiendo que en modo algu-no sea abreviado sin razón suficiente.De lo contrario, se acabaría matandola AN.

52 La adoración eucarística nocturna

Ya hemos dicho lo que dispone elManual: «cada turno de vela es de unahora». Si el Señor nos da 24 horas cadadía, y unos 30 días todos los meses,¿será mucho que una vez al mes le en-treguemos a Él, inmediata y exclusiva-mente, una hora, una hora de sesentaminutos? Tanto si en ella estamos go-zosos o aburridos, como si estamosdespiertos o adormilados, el caso esque, ante la custodia, nos entreguemosal Señor fielmente y con todo amor unahora al mes.

Es cierto que, en determinadas con-diciones, quizá convenga reducir esetiempo. Y esa reducción será buena yconveniente cuando se realiza por ra-zones válidas. Pero no si se hace porfalta de amor o de espíritu de sacrifi-cio. Cristo, como hizo con sus más ín-timos, Pedro, Santiago y Juan, nos hallevado consigo en la noche a orar en elHuerto. Que no tenga que reprochar-nos como a ellos: «no habéis podidovelar conmigo una hora?» (Mt 26,40).

En el turno de vela los adoradores,orando con la Liturgia o en silencio anteel Santísimo, cobran en la noche unaespecial conciencia de estar represen-tando a la santa Iglesia y a todos loshombres de buena voluntad. Una vezal mes, es un tiempo prolongado paraalabar al Señor y darle gracias por tan-tos beneficios materiales y espiritualesrecibidos por nosotros y por los de-más hombres. Es un tiempo para pedirpor la familia, por la parroquia, por ladiócesis, por las personas conocidasmás necesitadas, por las vocacionessacerdotales y religiosas, por las misio-nes, etc. Y también un tiempo para ex-

piar el pecado del mundo, como clara-mente se indica en el rezo de las Precesexpiatorias.

LaudesConcluídos los turnos sucesivos, los

adoradores que estaban descansandoen la sala se unen a quienes terminan sutiempo de vela, y todos juntos, asu-miendo de nuevo la oración litúrgica dela Iglesia, rezan los Laudes.

Esta Hora, cuyo tiempo más apro-piado es el amanecer, celebra especial-mente «la resurrección del Señor Jesús,que es la luz verdadera que ilumina atodos los hombres, y el sol de justicia,que nace de lo alto (Jn 1,9; Mal 4,2; Lc1,78)» (Ordenación gral. LH 38). Enlos Laudes suele predominar –y de ahíel nombre– el impulso de la alabanza,especialmente en los salmos.

El Manual ofrece la posibilidad de queen lugar de los Laudes, donde así se estimeconveniente, se recen Completas, otra delas Horas litúrgicas.

Bendición finalSi la vigilia ha sido presidida por un

sacerdote o un diácono, termina, comola Misa, con una bendición. Cristo mis-mo, en el signo de la cruz sacrificial,por mano de su ministro, bendice a losadoradores que le han acompañado esanoche con amor.

«Al acabar la adoración, el sacerdote odiácono se acerca al altar, hace genuflexiónsencilla, se arrodilla a continuación, y secanta un himno u otro canto eucarístico.Mientras tanto, el ministro arrodilladoinciensa el Santísimo Sacramento, cuandola exposición tenga lugar con la custodia»(Ritual 97).

53José María Iraburu

Si no hay sacerdote o diácono, no seda la bendición, y uno de los adorado-res recoge sencillamente el Santísimoen el sagrario. La Iglesia le autoriza ahacerlo (Ritual 91).

La vigilia termina con un canto y ora-ción a la Virgen María, de la que nacióel Corpus Christi adorado esa noche.Y con el lema propio de la AN:

–Adorado sea el Santísimo Sacra-mento. Sea por siempre bendito y ala-do

–Ave María Purísima. Sin pecadoconcebida.

Apéndice

La Adoración Nocturna Española

La ANE está presente en casi todaslas diócesis de España, como puedeapreciarse en la siguiente relación deConsejos Diocesanos.

Albacete 02080, Julio Rodríguez Her-nández, ANE, Aptdo. 978. Tfn. 967-224339.

Alcalá 28807, Rafael Pinilla Cobos, Par-que San Fernando 9, 2º. Tfn. 91-8807150.

Almería 04003, Rafael Romero Castro,Arco 1. Tfn. 950-238779.

Astorga 24700, Secundino FernándezFernández, El Peso 15, 3º, D. Tfn. 987-615753.

Avila 05080, Mariano García Pindado,Apt. 91. Tfn. 920-222422.

Badajoz 06005, Daniel Fernández Gó-mez, Av. Colón 11. Tfn. 924-237970.

Balaguer 25600, Fray Alfredo Guar,Urgel 1. Tfn. 973-445050.

Barbastro 22300, Enrique ArtasonaCastillón, Fonz 7. Tfn. 974-310997 /310864.

Barcelona 08010, Enrique Blesa Can-teura, Lauria 7. Tfn. 93-3015444 /2293466.

Bilbao 48001, Benjamín Cuesta Jimeno,Colón de Larreategui 17. Tfn. 94-4240775/ 4532481.

Burgos 09003, Antonino RomeroAlonso, Almirante Bonifaz 17. Tfn. 947-205959.

Cáceres 10004, Isidro Martín Masa, Av.Virgen de la Monaña 1, 5º A. Tfn. 927-226441.

Cádiz 11005, Antonio Llaves Villanueva,Plaza Candelaria 3, 3º B. Tfn. 956-287676.

Ciudad Real 13001, Eduardo MorenoGómez, Postas 2. Tfn. 926-224043 /224142.

Ciudad Rodrigo 37500, Leandro San-tos Muñoz, Wetones 25, 2º A. Tfn. 923-461565.

Córdoba 14080, Consejo DiocesanoA.N.E. (Rafael de Miguel Lubián), Apt. 374.Tfn. 957-472760.

Cuenca 16003, Manuel Calzada Canales,Av. Castilla-La Mancha 3, 3º dcha. Tfn. 969-212801.

El Ferrol 15402, Guillermo Leira Evia,Tierra 48. Tfn. 981-313918.

Gerona 17005, Pedro Plana Pujol,Canonge Rovira 8. Tfn. 972-204986 /205304.

Getafe 28901, Héctor Palencia Roldán,Jardines 3. Tfn. 91-6953425.

Granada 18002, Luis Alcalá-GalianoPérez, Misericordia 1. Tfn. 958-279052 /818621.

54 La adoración eucarística nocturna

Guadalajara 19001, Angel SimónMuñoz, Mayor 23. Tfn. 949-212488.

Guadix 18500, José Luis CampoyGómez, Ancha 43, 1º. Apt. 45. Tfn. 958-

Huelva 21001, José Antonio FuentesOrtega, Rascón 23, 4º, A. Tfn. 959-246830.

Huesca 22005, José Luis EstalloLacasta, Av. Los Monegros 16. Tfn. 974-243761 / 244853.

Ibiza 07800, Mariano Guasch Cañas,Madrid 62, 1º, 1. Tfn. 971-315466.

Jaca 22700, Fernando Puig Nuez, Av.Juan XXIII, 34, 4º D. Tfn. 974-361546 /362350.

Jaén 23007, Ernesto Aguilar Azañón,Maestre Bartolomé 5. Tfn. 953-251970.

Jerez, Pedro Holgado Retes, Nueva 10,11650 Villamartín, Cádiz. Tfn. 956-73108/ 95-4641038.

La Laguna 38201, Rafael González Bo-hórquez, Nuñez de la Peña 3, 3º Dcha. Tfn.922-255133.

Las Palmas 35001, Clemente ReyesLinares, Dr. Chil 17. Tfn. 928-332280.

León 24080, Feliciano Rodríguez Mar-tínez, A.N.E., Apt. 385. Tfn. 987-251634.

Lérida 25006, Salvador Sanou Morell,Cristóbal Bolera 4. Tfn. 973-272601.

Logroño 26003, Fernando Barcina Ma-teo, Jorge Vigón 22 B, 6º N. Tfn. 941-233470.

Lugo 27080, José María Iglesias Fouce,Apt. 348. Tfn. 982-241893.

Madrid 28004, Francisco Garrido Ga-rrido, Barco 29. Tfn. 91-5226938.

Mahón 07002, Francisco J. JansaMartos, Casa de la Iglesia, Plaza Reial 10.Tfn. 971-

Málaga 29080, Bartolomé OrdóñezGuerrero, A.N.E., Apt. 35. Tfn. 95-2222265 / 2273013.

Manresa 08240, Joaquín Riera Bardia,Bernat Oller 12. Tfn. 93-8728220.

Murcia 30080, Andrés J. CampilloVeguillas, A.N.E., Apt. 4458. Tfn. 968-213054.

Orihuela 03300, Fernando García Ca-brera, Apt. 76. Tfn. 96-5301404.

Orense 32080, Hipólito Alonso Souto,Apt. 223. Tfn. 988-244859.

Oviedo 33006, José Manuel GarcíaMéndez, Guillermo Estrada 9, 10º B. Tfn.985-255450.

Palencia 34080, Fernando Suazo Here-dia, Apt. 232. Tfn. 979-722119.

Plasencia 10600, Juan Roco Fernández,Av. del Ejército 20. Tfn. 927-410834.

Palma de Mallorca 07012, SantiagoAmer Pol, Concepción 7. Tfn. 971-725751.

Pamplona 31192, Jesús Echavarren,Concejo de Ardanaz 16, 1º dcha., Men-dillorri. Tfn. 948-161717.

Salamanca 37001, Juan Manuel AlonsoMontero, Paseo de Canalejas 21-25. Tfn.923-269015.

San Sebastián 20080, Ricardo FurrielVázquez, Apt. 61. Tfn. 943-461963.

Santander 39080, Ceferino GutiérrezFernández, A.N.E., Apt. 450. Tfn. 942-232708.

Santiago de Compostela 15701, Agus-tín Vázquez Peña, A.N.E., Plaza de la Quin-tana s/n, Of. Archicofradía Apóstol Santia-go. Tfn. 981-582093.

Segorbe 12400, Lorenzo Pérez Soriano,Colón 7. Ramón y Cajal 1, puerta 2, 1A.Tfn. 964-110131.964-110131.

Segovia 40002, Miguel Angel del Fru-tos Solana, Ramón y Cajal 1, puerta 2, 1A.Tfn. 921-437271.

Sevilla, Rafael Aguilar García, Carreras2, 2º, 41400 Ecija. Ramón y Cajal 1, puer-ta 2, 1A. Tfn. 964-110131.95-4832974.

Soria 42003, Arturo Valverde Jurjo,A.N.E., Casa Diocesana, San Juan 5. Ramóny Cajal 1, puerta 2, 1A. Tfn. 964-110131 /

55José María Iraburu

975-211848.Tarazona 50500, Mariano Martínez Zu-

beldía, Canuela 4, 2º izd. Ramón y Cajal 1,puerta 2, 1A. Tfn. 964-110131.976-641529.

Tarragona 43201, Antonio Bosque An-glés, Rambla Nova 122,2º. Tfn. 977-211196.

Tárrega 44001, Sebastián Farré Marbá,Maestro Martí 9. Tfn. 973-311053.

Teruel 44001, José Rafael Baguena Gó-rriz, San Martín 9, 1º B. Tfn. 978-600958.

Toledo 45001, Pedro García-AsenjoSánchez-Largo, Sierpe 12. Tfn. 925-222145.

Tortosa 43500, Buenaventura VicientCiurana, Sabina 14, 5. Tfn. 977-441897.

Tudela 31500, Julio Vicente Zubiría, Ga-yarre 14, esc. 1, 2º A. Tfn. 948-821789.

Valencia 46003, Angel Orduña Alberola,Trinquete Caballero 6. Tfn. 96-39188723852217.

Valladolid 47006, José María MartínCarpintero, P. Francisco Suárez 2, C, 13ºdcha. Tfn. 983-339562.

Vigo 36280, Eugenio Gonzalo DávilaDávila, A.N.E., Apt. 484. Tfn. 986-438805.

Vitoria 01080, Saturnino Lezáun Vélaz,A.N.E., Apt. 81. Tfn. 945-289576.

Zamora 49080, Jesús Manuel Felipe Fi-gueroa, A.N.E., Apt. 242. Tfn. 980-522088.

Zaragoza 50004, Jesús García Ortigosa,Av. de Madrid 33, 7º B. Tfn. 976-438026.

Un buen número de estas direcciones vancambiando al renovarse en los Consejosdiocesanos los cargos. Son, sin embargo,útiles datos de referencia. En todo caso, lasdirecciones diocesanas pueden encontrar-se siempre actualizadas en el

Consejo Nacional de la A. N. E. ,Carranza 3, 2º dcha. - 28004 Madrid. Tfns.91-5932445 y 91-4465726; fax 91-4465726.

Indice

La adoración eucarística

BIBLIOGRAFÍA, 3.

1. HistoriaCentralidad de la Eucaristía, 1. –Re-

serva de la Eucaristía, 2. –La adora-ción eucarística dentro de la Misa, 2. –Primeras manifestaciones del culto a laEucaristía fuera de la Misa, 2. –Aver-sión y devoción en el siglo XIII, 3. –Santa Juliana de Mont- Cornillon y lafiesta del Corpus Christi, 5. –Celebra-ción del Corpus y exposiciones del San-tísimo, 6. Las Cofradías eucarísticas,7. –La piedad eucarística en el pueblocatólico, 7. –Congregaciones religiosas,8. –Congresos eucarísticos, 9. –La pie-dad eucarística en otras confesionescristianas, 9.

2. Doctrina espiritual–Maestros espirituales de la devoción

a la Eucaristía, 10.–Frutos de la piedadeucarística, 13. –¿Deficiencias en la de-voción eucarística?, 14. –Hubo defi-ciencias, 16. –Deficiencias del lenguajepiadoso, 17. –Deficiencias históricas,17. –Renovación actual de la piedad eu-carística, 18. –Diversas modalidades dela presencia de Cristo en su Iglesia, 18.–El fundamento primero de la adora-ción, 19. –Sacrificio y Sacramento, 20.

56 La adoración eucarística nocturna

–Devoción euca-rística y comunión, 20.–Adoración eucarística y vida espiri-tual, 21. –Adoración y ofrenda perso-nal, 21. –Adoración y súplica, 22. –Adoremos a Cristo, presente en la Eu-caristía, 22. –Sagrarios dignos en igle-sias abiertas, 24. –Devoción eucarísticay esperanza escatológica, 25. –Los sa-cerdotes y la adoración eucarística, 26.–La devoción eucarística después delVaticano II, 27. –Secularización osacralidad, 28.

II.–La Adoración Nocturna

BIBLIOGRAFÍA, 30.

1. Hermann Cohen, fundadorHermann Cohen, 30. –Una conver-

sión eucarística, 31. –Proyecto deHermann aprobado por Mons. de laBouillerie, 32. –Nace la Adoración Noc-turna, 33. –Obra providencial para tiem-pos duros de la Iglesia, 33. –Primerasvigilias de la Adoración Nocturna, 33.–El padre Hermann, carmelita, 34. –Elapóstol de la Eucaristía, 34. –Jesucris-to es hoy la Eucaristía, 35.

2. La Adoración NocturnaLas vigilias de la antigüedad, primer

precedente de la AN, 36. –Otros pre-cedentes, 38. –La Adoración Nocturnaen España, 38. –La Adoración Noctur-na en el mundo, 39. –Naturaleza de laAdoración Nocturna, 39. –Fines prin-cipales, 39. –Fines complementarios,40. –Vigilias mensuales, 41. –Espíritu,

42. –En 1848, hace ciento cincuentaaños, 45. –Dios lo quiere, 46.

3. Las vigilias mensualesImportancia del Manual de la Ado-

ración Nocturna, 47. –La Liturgia delas Horas, 48. –Esquema de una vigi-lia, 48. –Reunión previa, 49. –Rosarioy confesiones, 49. –Vísperas, 50. –Ce-lebración de la Eucaristía, 50. –Oraciónde presentación de adoradores, 50. –Turnos de vela, 51. –Laudes, 52. –Ben-dición final, 52.

ApéndiceLa Adoración Nocturna Española,53

Indice, 55.