Krakauer Jon - Mal de Altura (Trad Ofic)

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    MAL DE ALTURAINTRODUCCINDRAMATIS PERSONAECUMBRE DEL EVERESTDEHRA DUN, INDIASOBREVOLANDO INDIAPHAKDINGLOBUJECAMPAMENTO BASECAMPAMENTO ICAMPAMENTO ICAMPAMENTO II

    CARA DEL LHOTSECAMPAMENTO BASECAMPAMENTO III

    ARISTA SURESTELA CIMALA CIMACOLLADO SURLA CIMA

    ARISTA NORESTECOLLADO SURESPOLN DE LOS GINEBRINOSCAMPAMENTO BASESEATTLENOTA DEL AUTORBIBLIOGRAFA SELECCIONADAPOST SCRIPTUMnotes

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    L DE ALTURA

    Ttulo Original: Into thin air

    Traductor: Murillo Fort, Luis

    Autor: Krakauer, Jon

    2008, Desnivel

    ISBN: 9788498291452

    Generado con: QualityEbook v0.35

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    RODUCCIN

    En marzo de 1996 viaj a Nepal por encargo de la revista Outside con la misin de escribir un artculo sobre una ascensin g

    rest. Yo era uno de los ocho clientes de la expedicin comercial dirigida por el famoso gua neozelands Rob Hall. El 10 de mayo co

    o del mundo, pero el precio que pagu por ello fue terrible.

    De mis cinco compaeros que conquistaron la cima, cuatro, incluido Hall, perecieron en un temporal que se desat de improviso cua

    ban en la cumbre. Para cuando volv al campamento base, nueve alpinistas de cuatro expediciones distintas haban muerto ya, y an

    s tres vctimas antes de que terminara el mes.

    Qued tan afectado por aquella expedicin, que el artculo se me resista. No obstante, cinco semanas despus de mi vuelta d

    egu el manuscrito a Outside, que lo public en su nmero de septiembre. Intent borrar de mi mente el episodio del Everest y vo

    malidad, pero me result imposible. Agobiado por emociones dispares, segua tratando de entender qu haba sucedido all

    xionaba obsesivamente sobre las circunstancias en que haban muerto mis compaeros.

    Mi artculo para Outside fue todo lo preciso que la situacin permita, pero la fecha tope de entrega era inexorable, y la secue

    ntecimientos, de una complejidad frustrante; adems, los recuerdos de los supervivientes estaban muy distorsionados por el cansa

    ma de oxgeno y el shock sufrido. En un momento dado de mi trabajo ped a tres personas que explicaran un incidente que los

    amos presenciado, y no pudimos ponernos de acuerdo acerca de hechos cruciales, como la hora, quin haba estado presente y

    a dicho. Pocos das despus de que el artculo entrara en prensa, descubr que ciertos detalles de mi narracin eran errneos. En s

    e se trataba de inexactitudes sin importancia, como las que suelen colarse inevitablemente cuando median las prisas, pero tuve una m

    ata monumental, con un efecto devastador sobre los amigos y familiares de una de las vctimas.

    Por si eso fuera poco, la falta de espacio haba dejado mucho material fuera del artculo. Mark Bryant, redactor jefe de Outside, y Larr

    ditor, me haban dado espacio ms que de sobra para contar la historia: tena un margen de 17.000 palabras, cuatro o cinco v

    nsin de un artculo normal de revista. Con todo, consideraba demasiado abreviado para hacer justicia a la tragedia. La escalada al

    a removido los cimientos de mi vida, de pronto me resultaba desesperadamente importante narrar los acontecimientos con todo de

    rme restringido por un determinado nmero de columnas. Este libro es el fruto de aquel impulso.

    La documentacin result problemtica debido a la poca fiabilidad de la mente humana a partir de cierta altura. Para no tener que ab

    propias impresiones, entrevist a la mayora de los protagonistas en varias ocasiones y sin lmite de tiempo. En lo posible, corrobor

    atos con las grabaciones de radio realizadas por el campamento base, donde la escasez de mentes claras no era endmica. Los

    conozcan el artculo de Outside descubrirn discrepancias entre ciertos detalles tal como aparecieron en la revista y como ahora se p

    ste libro; las revisiones son fruto de nuevos datos que han visto la luz con posterioridad al artculo.

    Escritores y editores a quienes respeto me aconsejaron que no escribiese el libro tan rpido como lo he hecho, y me instaron a esp

    s aos y poner cierta distancia respecto a la expedicin al objeto de ganar en perspectiva. El consejo era muy sensato, pero al final l

    uena medida porque lo ocurrido en la montaa estaba royndome las entraas. Pens que escribiendo el libro lograra desembaraza

    rest.

    Por supuesto, no ha sido as. Ms an, estoy de acuerdo en que un autor que concibe su obra como un acto de catarsis y este ca

    mplo de ello hace un flaco favor a los lectores. Pero confiaba en que algo poda ganar escribiendo sobre ello a la zaga de la ca

    esitaba que mi relato tuviera una suerte de cruda y despiadada sinceridad que yo supona en peligro de perderse con el paso del tiem

    acin de la angustia.

    Algunas de las mismas personas que me aconsejaban no escribir con prisas me haban advertido anteriormente que no fuera al a muchas y buenas razones para rechazar el encargo, pero subir al Everest es un acto intrnsecamente irracional, un triunfo del dese

    rdura. Cualquier persona que se lo plantee en serio es, casi por definicin, ajena a la influencia de lo razonable.

    La pura verdad es que, aun sabiendo que no me convena, decid ir al Everest. Y de este modo me vi involucrado en la muerte

    onas, lo cual pesar sin duda en mi conciencia durante mucho tiempo.

    JON KRA

    Seattle, noviembre d

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    AMATIS PERSONAE

    Monte Everest, primavera de 19961

    Expedicin de Adventure Consultants

    Hall Nueva Zelanda, jefe y gua

    e Groom Australia, gua

    y Harold Harris Nueva Zelanda, gua

    en Wilton Nueva Zelanda, responsable del campamento base

    Caroline Mackenzie Nueva Zelanda, doctora del campamento base

    Tshering Nepal, sirdar del campamento base

    Dorje Nepal, sirdar de escaladakpa Chhiri Nepal, sherpa escalador

    mi dem

    zing dem

    a dem

    wang Norbu dem

    ldum dem

    ongba Nepal, cocinero del campamento base

    mba Nepal, sherpa del campamento base

    di Nepal, pinche de cocina

    g Hansen EE.UU., cliente

    Seaborn Beck Weathers demuko Namba Japn, cliente

    Stuart Hutchison Canad, cliente

    nk Fischbeck Hong Kong, cliente

    Kasischke EE.UU., cliente

    John Taske Australia, cliente

    Krakauer EE.UU., cliente y periodista

    an Allen Australia, senderista

    cy Hutchison Canad, senderistaExpedicin de Mountain Madness

    tt Fischer EE.UU., jefe y gua

    toli Boukreev Rusia, gual Beidleman EE.UU., gua

    Ingrid Hunt EE.UU., responsable del campamento base y mdico del equipo

    sang Jangbu Nepal, sirdar de escalada

    nia Kale Nepal, sirdar del campamento

    wang Topche Nepal, sherpa escalador

    hi Tshering Nepal, sherpa escalador

    wang Dorje dem

    wang Sya Kya dem

    wang Tendi dem

    di Nepal, sherpa escalador

    Pemba demNepal, sherpa del campamento base

    mba Nepal, pinche de cocina

    dy Hill Pittman EE.UU., cliente y periodista

    Madsen dem

    e Schoening dem

    v Schoening dem

    e Gammelgaard Dinamarca, cliente

    tin Adams EE.UU., cliente

    Dale Kruse dem

    e Bromet EE.UU., periodista

    Expedicin de IMAX/TWERKS Mac Gillivray Freeman

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    id Breashears EE.UU., jefe y director de cine

    ling Norgay India, subjefe y actor

    Viesturs EE.UU., escalador y actor

    celi Segarra Espaa, escaladora y actriz

    miyo Tsuzuki Japn, escaladora y actriz

    ert Schauer Austria, escalador y cineasta

    la Barton Viersturs EE.UU., responsable del campamento base

    rey Salkeld Reino Unido, periodista

    Cohen EE.UU., jefe de produccin

    l Clark EE.UU., productor y guionistaExpedicin nacional taiwanesa

    alu Gau Ming-Ho Taiwan, jefe

    n Yu-Nan Taiwan, escalador

    mi Dorje Nepal, sirdar de escalada

    ma Gombu Nepal, sherpa escalador

    gma Tshering demExpedicin del Sunday Times de Johannesburgo

    Woodall Reino Unido, jefe

    ce Herrod Reino Unido, subjefe y fotgrafo

    hy O'Dowd Surfrica, escaladora

    hun Deysel dem

    mund February Surfrica, escalador

    y de Klerk dem

    y Hackland dem

    Woodall dem

    ry Renard Francia, escalador

    Owen Surfrica, promotor y senderista

    p Woodall Reino Unido, responsable del campamento base

    xandrine Gaudin Francia, auxiliar administrativa

    Charlotte Noble Surfrica, mdico del equipo

    Vernon Australia, periodista

    hard Shorey Surfrica, fotgrafo

    ick Convoy Surfrica, radiotelegrafista

    Dorje Nepal, sirdar de escalada

    mba Tendi Nepal, sherpa escalador

    gbu Sherpa dem

    Babu dem

    wa demExpedicin Alpine Ascents Inter a Tonal

    d Burleson EE.UU., jefe y gua

    e Athans EE.UU., gua

    Williams dem

    Ken Kamler EE.UU., cliente y mdico del equipo

    rles Corfield EE.UU., cliente

    ky Johnston EE.UU., senderista y guionistaExpedicin comercial internacional

    Duff Reino Unido, jefe

    e Trueman Hong Kong, subjefe

    hael Burns Reino Unido, responsable del campamento base

    Henrik Jessen Hansen Dinamarca, mdico de la expedicin

    kka Gustafsson Finlandia, escalador

    Sejberg Dinamarca, escalador

    ge Fullen Reino Unido, escalador

    kko Kurvinen Finlandia, escalador

    n Duncan Reino Unido, escalador Expedicin comercial de Himalayan Guides

    ry Todd Reino Unido, jefe

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    k Pfetzer EEUU, escalador

    Door demExpedicin sueca en solitario

    an Kropp Suecia, escalador

    deric Bloomquist Suecia, realizador

    Rita Nepal, sherpa y miembro del equipo de filmacinExpedicin noruega en solitario

    er Neby Noruega, escaladorExpedicin malayo-neozelandesa al Pumori

    Cotter Nueva Zelanda, jefe y gua

    e Hiddleston Nueva Zelanda, gua

    s Jillet demExpedicin comercial estadounidense al Pumori/Lhotse

    Mazur EE.UU., jefe

    athan Pratt Reino Unido, jefe

    ut Darnssey EE.UU., escalador y fotgrafo

    ntal Mauduit Francia, escaladora

    phen Koch EE.UU., escalador y snowboardista

    nt Bishop EE.UU., escalador

    ne Taliaferro EE.UU., escaladora

    e Sharman EE.UU., escalador

    Horvath dem

    a Lynge demtha Lynge EE.UU., escaladoraExpedicin nepal de limpieza al Everest

    am Gyalchhen Nepal, jefeClnica de la Himalayan Rescue Association (en Pheriche)

    Jim Litch EE.UU., medico

    Larry Silver dem

    Cecile Bouvray Francia, doctora

    ra Ziemer EE.UU., enfermeraExpedicin de la Polica Fronteriza Indotibetana (ascensin por la vertiente tibetana del Everest)

    hindor Singh India, jefe

    bhajan Singh India, subjefe y escaladorwang Smanla India, escalador

    wang Paljor dem

    e Morup dem

    Ram dem

    hi Ram dem

    ge India, sherpa escalador

    ra dem

    hing demExpedicin Fukuoka(ascensin desde la vertiente tibetana del Everest)

    Yada Japn, jefeshi Hanada Japn, escalador

    uke Shigekawa dem

    ang Tshering Nepal, sherpa escalador

    ang Karni dem

    Gyalzen dem

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    MBRE DEL EVEREST

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    e mayo de 1996 8.848 metros

    casi como si hubiera un cordn alrededor de estos grandes picos, ms all del cual nadie puede ir. La verdad, por supuesto, radic

    echo de que a partir de los 7.500 metros los efectos de la baja presin atmosfrica sobre el cuerpo humano son tan graves que reposible superar los tramos realmente difciles, y las consecuencias de una tormenta, incluso benigna, pueden ser letales; que nadams perfectas condiciones climatolgicas brinda la menor posibilidad de xito, y que en el ltimo trecho de la escalada ningn gru

    situacin de escoger da... No, no es extraordinario que el Everest se resistiera a los primeros intentos de conquista; en efecto, lo cora sido sorprendente y no poco triste, pues no es se el estilo de las grandes montaas. Quizs; en esta era de conquistas mecni

    habamos vuelto un poco arrogantes con la flamante tecnologa de ganchos para hielo y zapatillas de goma. Habamos olvidado quntaa sigue reservndose la carta definitiva, y que slo concede el xito cuando as le conviene. Por qu, si no, sigue siendo fasc

    el montaismo?

    Eric Shipton, eUpon that M

    Encaramado a la cima del mundo, con un pie en China y el otro en Nepal, limpi de hielo mi mscara de oxgeno, encorv la es

    to y contempl, abstrado, la enorme extensin de Tbet. De un modo difuso, con cierto distanciamiento, comprend que el paisaje

    nda debajo de m presentaba una vista espectacular. Haba fantaseado mucho sobre ese momento y la oleada de emociones

    mpaara. Pero ahora que por fin estaba all, literalmente de pie en la cima del Everest, no tena fuerzas para pensar en ello.

    Era el 10 de mayo de 1996, a primera hora de la tarde. Haca cincuenta y siete horas que no dorma. La nica comida que haba sid

    agar en los tres das precedentes era un bol de sopa de ramen y un puado de cacahuetes. Semanas tosiendo con violencia me

    do dos costillas separadas que convertan en un tormento el mero hecho de respirar. A 8.848 metros, en la troposfera, me llegaba ta

    eno al cerebro que mi capacidad mental era como la de un nio retrasado. En aquellas circunstancias, poca cosa poda sentir a exce

    y cansancio.

    Haba coronado pocos minutos despus de Anatoli Bukreev, un gua de montaa ruso que trabajaba para una expedicin codounidense, y justo antes de Andy Harris, un gua neozelands del equipo al que yo perteneca. Aunque apenas conoca a Boukreev,

    aba tenido oportunidad de tratarlo en las seis semanas anteriores. Saqu cuatro instantneas de Harris y Bukreev haciendo pose

    bre, di media vuelta y empec a bajar. Mi reloj marcaba las 13:17. En total, haba estado menos de cinco minutos en la cima del mund

    Pocos momentos despus me detuve a hacer otra fotografa, esta vez mirando hacia la arista Sureste, la ruta por la que ha

    endido. Mientras enfocaba a dos escaladores que se aproximaban a la cima, advert algo que hasta entonces me haba pasado

    a el sur, all donde una hora antes el cielo haba estado absolutamente despejado, un manto de nubes ocultaba ahora el Pumori,

    am y los otros picos menores que rodean el Everest.

    Tiempo despus despus de haber localizado seis cuerpos, despus de que los cirujanos amputaran la mano derecha gangrenad

    paero Beck Weathers la gente se preguntaba por qu, si el tiempo haba empezado a empeorar, los alpinistas no haban hecho e

    o. Por qu unos guas avezados siguieron ascendiendo, empujando a una manada de deportistas relativamente inexpertos (cada un

    es haba pagado hasta 65.000 dlares para que lo llevaran sano y salvo hasta el Everest) hacia una trampa mortal?

    Nadie puede hablar por los dos jefes de las expediciones implicadas en el episodio, porque ambos estn muertos, pero e

    diciones de asegurar que en la tarde del 10 de mayo nada sugera que se avecinara una brutal tempestad. Mi mente, escasa de o

    str las nubes que sobrevolaban el gran valle de hielo del Cwm Occidental2 como inocuas, tenues, insustanciales. Bajo el brillante

    ioda, se asemejaban a los inofensivos vapores de condensacin por conveccin que casi cada tarde se formaban en el valle.

    Inici el descenso muy nervioso, pero mi preocupacin poco tena que ver con el tiempo, sino con el hecho de que al mirar el indicad

    lla de oxgeno haba descubierto que estaba casi vaca. Era preciso bajar, y rpido.

    El tramo superior de la arista Sureste forma una estrecha aleta de roca y nieve azotada por el viento que serpentea durante medio k

    e la cumbre y un pico secundario conocido como Antecima o cima Sur. Salvar ese picacho en forma de arista no presenta

    culos tcnicos, pero la ruta es terriblemente peligrosa. Tras abandonar la cumbre, tard quince minutos de cautelosa andadura al b

    mo hasta llegar al famoso escaln Hillary, una lisa pared de roca de unos doce metros que requiere cierto dominio tcnico. Mien

    taba a la cuerda fija y me dispona a rapelar sobre el borde del escaln, me percat de un alarmante espectculo. Nueve metros m

    a base del escaln, haba una cola de ms de una docena de personas. Tres escaladores haban empezado ya a subir por la cuerda

    dispona a utilizar para el descenso. Slo me quedaba una opcin: desengancharme de la va de seguridad y hacerme a un lado.

    El atasco lo formaban alpinistas de tres expediciones: el equipo al que perteneca yo, clientes de pago dirigidos por el consagra

    zelands Rob Hall; otro grupo, encabezado por el gua estadounidense Scott Fischer y un equipo taiwans no comercial. Al paso dees de rigor por encima de los 7.900 metros la comitiva fue ascendiendo en fila por el escaln, un alpinista detrs de otro, mientra

    ustiaba, viendo pasar el tiempo.

    Harris, que haba dejado la cima poco despus de hacerlo yo, lleg enseguida a mi altura. Como mi intencin era conservar el poco

    me quedaba en la botella, le ped que metiese la mano en la mochila y cerrara la vlvula de mi regulador. As lo hizo. En los diez minu

    eron me encontr sorprendentemente bien, con la cabeza despejada y la sensacin de estar menos cansado que con la vlvula

    nces, sin previo aviso, not que me asfixiaba. Empec a ver borroso, la cabeza me daba vueltas. Estaba a un paso de pe

    ocimiento.

    En lugar de cerrar el oxgeno, Harris, afectado por la hipoxia, haba abierto la vlvula al mximo, agotando as el contenido de la bot

    erme del sitio, haba consumido el oxgeno que me quedaba. En la cima Sur, setenta y cinco metros ms abajo, me esperaba otra

    para llegar all tendra que descender por el terreno ms expuesto de toda la ruta sin el beneficio del oxgeno adicional.

    Y primero debera esperar a que pasase aquella turba. Me quit la ya inservible mscara, clav el piolet en el helado pellejo de la mo

    agach a la espera. Mientras cambiaba triviales felicitaciones con los que iban pasando, por dentro pensaba, exasperado: Daor, daos prisa! Mi cerebro est perdiendo millones de clulas!.

    El grueso de los montaeros perteneca al grupo de Fischer, pero hacia el final de la cola vi llegar a dos compaeros mos, Rob Hall y

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    ba. Recatada y tmida, Namba estaba a cuarenta minutos de convertirse, a sus cuarenta y siete aos, en la mujer de ms edad en co

    verest y la segunda japonesa en escalar el pico ms alto de cada continente, las llamadas Siete Cimas. Aunque slo pesaba cuaren

    gura de gorrin disimulaba una firmeza formidable; en gran medida, lo que impulsaba a Yasuko montaa arriba era la inquebr

    nsidad de su afn.

    Ms rezagado, apareci Hansen. Miembro tambin de nuestra expedicin, Doug Hansen era un empleado de Correos de Seattle co

    a establecido una gran amistad durante la ascensin. Est chupado!, grit al viento procurando darle unos nimos que yo no ten

    mur detrs de su mscara de oxgeno algo que no llegu a entender, me estrech dbilmente la mano y continu su penosa ascensi

    Cerraba la fila Scott Fischer, a quien yo conoca casualmente de Seattle, ciudad en la que ambos residamos. La fortaleza y el em

    her eran legendarios (en 1994 haba subido al Everest sin oxgeno), as que me extra verlo avanzar tan despacio y su aspecto tan

    do por un instante se quit la mscara para saludar. Bruuce!, jade con forzada alegra, empleando su tpico saludo fraterno juv

    unt cmo estaba y Fischer fingi que bien: Parece que hoy me cuesta arrastrar el culo, no s por qu; pero no es nada. Despejad

    caln Hillary, me enganch a la cuerda anaranjada, dej a Fischer agachado sobre su piolet y baj repelando por el paso.

    Eran ms de las tres cuando llegu a la Antecima. Unos girones de niebla se desplazaban ya sobre la cumbre del Lhotse, a 8.501

    endo la pirmide final del Everest. El tiempo haba dejado de ser benigno. Consegu una nueva botella de oxgeno, la conect a mi regec a bajar por entre las nubes. Poco despus de abandonar la cima Sur empez a nevar y la visibilidad se redujo a cero.

    Ciento veinte metros ms arriba, donde la cumbre segua baada por el sol bajo un impoluto cielo azul cobalto, mis colegas perdan e

    ando para la posteridad en el pice del planeta, desplegando banderas, sacando fotos, demorndose. Ninguno de ellos imaginaba la

    eriencia que estaban a punto de vivir. Nadie sospechaba que hacia el fin de aquel largo da, cada minuto iba a ser decisivo.

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    HRA DUN, INDIA

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    2 680 metros

    jos de las montaas, en invierno, descubr la borrosa fotografa del Everest en el Libro de las maravillas, de Richard Hall iburton. E

    eproduccin malsima donde los serrados picos emergan blancos contra un cielo grotescamente renegrido. El Everest, al fondo dprimeros picos, ni siquiera pareca ms alto, pero daba igual. Lo era: as lo deca la leyenda. Los sueos eran la clave que permitchacho acceder a la fotografa, pisar la ventosa cresta, subir hacia la cumbre, cada vez ms cercana... Se trataba de uno de esos s

    nhibidos que se emancipan al llegar a la madurez. Estaba seguro de que el mo era un sueo compartido; el punto ms alto de la inalcanzable Everest, ajeno a toda experiencia, estaba all para que chicos y grandes codiciaran escalarlo.

    Thomas E. H

    Everest: The Wes

    El acrecentamiento del mito ha oscurecido los pormenores del evento. Pero corra el ao 1852 y el escenario fueron las oficinas del

    opografa Trigonomtrica de la India colonial en la estacin de Dehra Dun. Segn la versin ms verosmil, un empleado entr corri

    dependencias de sir Andrew Waugh, topgrafo general de India, exclamando que un agrimensor bengal llamado Radhanath Sijd

    ajaba en el gabinete topogrfico de Calcuta, haba descubierto la montaa ms alta del mundo. Designada tres aos atrs con el

    ico XV por los primeros topgrafos que haban medido sobre el terreno su ngulo de elevacin con un teodolito de 24 pulgadas, la m

    uestin se destacaba del espinazo himalayo en pleno reino prohibido de Nepal.

    Hasta que Sijdar compil las mediciones e hizo los clculos trigonomtricos, nadie haba sospechado que el Pico XV tuviera n

    ecial. Los seis emplazamientos desde los que se haba triangulado la cumbre se hallaban en el norte de India, a ms de ciento cin

    metros de la montaa. Para los topgrafos que realizaron los primeros clculos, el Pico XV a excepcin de su cspide propiament

    daba velado en primer plano por varias montaas que daban la impresin de ser mucho ms altas. Pero conforme a los meticulosos

    nomtricos de Sijdar (que tuvo en cuenta factores como la curvatura de la Tierra, la refraccin atmosfrica y la desviacin de la plom

    XV meda 8.840 metros sobre el nivel del mar3, el punto ms elevado de todo el globo.

    En 1865, nueve aos despus de que los clculos de Sijdar fueran confirmados, Waugh puso el nombre de monte Everest al Picoor de sir George Everest, su predecesor como topgrafo general. De hecho, los tibetanos que vivan al norte de la gran montaa ya l

    o un nombre bastante ms melifluo, Yomolungma, que significa diosa-madre del mundo, y los nepaleses que vivan al sur lo lla

    armatha, o diosa del cielo. Pero Waugh decidi hacer caso omiso de esos apelativos indgenas (as como de la poltica oficial ten

    entar la conservacin de nombres locales o antiguos) y en Everest se qued.

    Refrendado el Everest como cima ms alta de la Tierra, slo era cuestin de tiempo el que alguien decidiese que era preciso esc

    Despus de que el explorador estadounidense Robert Peary afirmara haber alcanzado el Polo Norte en 1909 y que Roald Am

    se una expedicin noruega al Polo Sur en 1911, el Everest el llamado Tercer Polo se convirti en el ms codiciado objet

    oracin terrestre. Coronar su cima, proclamaba Gunther O. Dyrenfurth, un influyente alpinista y pionero del montaismo himalayo,

    eo de carcter universal, una causa que no contempla volverse atrs por ms prdidas que pueda exigir.

    Prdidas, dicho sea de paso, que no seran insignificantes. A partir del descubrimiento de Sijdar en 1852, haran falta las v

    ticuatro hombres, los esfuerzos de quince expediciones y el paso de 101 aos para que el ser humano pusiera el pie en la cum

    rest.

    Entre montaeros y otros conocedores de las formas geolgicas, el Everest no est considerado un pico particularmente bonito. Deoncho, demasiado ancho de manga. Pero lo que le falta en gracia arquitectnica, lo compensa con su grandiosidad.

    Frontera natural entre Nepal y Tbet, erguido a ms de tres mil seiscientos metros sobre los valles, el Everest es una pirmide trian

    resplandeciente y roca estriada y oscura.

    Las primeras ocho expediciones al Everest fueron britnicas, y todas ellas atacaron la cima desde la cara norte, la tibetana, no tanto

    a el camino menos abrupto cuanto porque, en 1921, el gobierno tibetano decidi abrir sus fronteras a los extranjeros, mientras qu

    ua siendo territorio prohibido.

    Los primeros expedicionarios se vean obligados a caminar seiscientos cincuenta duros kilmetros de meseta tibetana desde Da

    llegar a las estribaciones de la montaa. Su conocimiento de los efectos letales del exceso de altura era escaso, y su equipo, penos

    ecuado comparado con el actual. Pero en 1924 un miembro de la tercera expedicin britnica, Edward Felix Norton, lleg a una a

    0 metros slo 288 por debajo de la cima antes de que la fatiga y el deslumbramiento debido a la nieve lo vencieran. Fue una

    mbrosa que probablemente nadie super en veintinueve aos.

    Digo probablemente por lo que se supo cuatro das despus del intento de Norton. Al amanecer del da 8 de junio, otros dos miem

    po britnico de 1924, Gordon Leigh Mallory y Andrew lrvine, partieron del campamento alto camino de la cumbre.Mallory, cuyo nombre est estrechamente ligado al Everest, fue el motor de las tres primeras expediciones al pico. Durant

    erencias que dio en Estados Unidos, acu la clebre frase Porque est ah cuando un periodista fastidioso quiso saber la raz

    ulsaba a subir al Everest. En 1924 Mallory contaba con treinta y ocho aos, era maestro de escuela, estaba casado y tena tr

    ueos. Tpico producto de la alta sociedad inglesa, era tambin un esteta idealista con una sensibilidad positivamente romntica. Su

    co, su trato mundano y su extraordinaria apostura lo haban convertido en favorito de Lytton Strachey y el grupo de Bloomsbury. Aca

    Everest, Mallory y sus compaeros lean en voz alta fragmentos de Hamlet y El rey Lear.El 8 de junio de 1924, cuando Mallory e Irvine ascendan afanosamente hacia la cima del Everest, la niebla empez a arremolinarse

    cspide piramidal, impidiendo a los compaeros que estaban ms abajo verificar el avance de los dos alpinistas. A las 12:50, las nu

    eron momentneamente, lo cual permiti a Noel Odell, un miembro del equipo, divisar breve pero claramente a Mallory e Irvine en lo

    con cinco horas de retraso con respecto al tiempo previsto pero avanzando con rapidez hacia la cumbre.

    Aquella noche, sin embargo, los dos alpinistas no regresaron a su tienda, y ya nadie volvi a verlos. Desde entonces se ha discutid

    e si uno de los dos, o ambos, hicieron cima antes de que la montaa los tragase y se convirtieran en leyenda. La evidencia sugiere

    ualquier caso, la falta de pruebas tangibles ha hecho que no hayan pasado a la historia como los primeros en conquistar la montaa.En 1949, tras siglos de inaccesibilidad, Nepal abri sus fronteras al mundo exterior, y un ao despus el nuevo rgimen comunis

    Tbet a los extranjeros. Ello oblig a intentar las aproximaciones al pico por su vertiente sur. En la primavera de 1953 un numeroso

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    nico, organizado con el celo y los recursos propios de una campaa militar, se convirti en la tercera expedicin que atacaba el

    de Nepal. El 28 de mayo, tras dos meses y medio de prodigiosos esfuerzos, lograron establecer un precario campamento en l

    ste, a 8.500 metros de altitud. A primera hora del da siguiente Edmund Hillary, un neozelands larguirucho, y Tenzing Norgay, un mon

    pa muy experimentado, partieron rumbo a la cima respirando oxgeno embotellado.

    Hacia las nueve haban ganado ya la Antecima y tenan ante s la cresta increblemente angosta que conduca a la cima propiament

    hora ms de camino los llev a lo que Hillary describira como el obstculo ms formidable de la ascensin, un escaln de roca

    e metros de alto [...] La roca en s, lisa y sin apenas agarres, habra sido un interesante pasatiempo dominical para unos alpinistas exp

    o Lake District, pero aqu arriba era una barrera imposible de vencer con nuestras menguadas fuerzas.

    Mientras Tenzing iba dando cuerda desde abajo, Hillary se afianz en una oquedad entre la pared de roca y un saliente de nieve

    go empez a trepar por lo que ms tarde sera bautizado con el nombre de escaln Hillary. La ascensin fue extenuante e imperfecta

    zelands persisti. Como escribira despus:

    Finalmente consegu llegar arriba y arrastrarme fuera de la grieta hasta salir a un amplio resalte. Me tumb unos instantes para r

    suello y, por primera vez, experiment la clara sensacin de que ya nada poda impedirnos conquistar la cima. Me afianc en el diqu a Tenzing que subiera. Mientras yo tiraba con fuerza de la cuerda, Tenzing fue trepando por la grieta hasta dejarse caer ex

    a, como el pez gigante que acaba de ser izado del mar tras una noche terrible.

    A pesar de la fatiga, los alpinistas escalaron la ondulante cresta. Hillary se preguntaba

    si nos quedaran fuerzas para llegar arriba. Al rodear otro escollo, vi que la ladera caa a pico, lo que nos permita divisar Tbet. Ay justo encima de nosotros haba un cono de nieve redondeado. Unos cuantos golpes de piolet, unos cuantos pasos dados con c

    sing [sic] y yo estuvimos en la cima.

    As, poco antes del medioda del 29 de mayo de 1953, Hillary y Tenzing se convirtieron en los primeros hombres en pisar la cum

    rest.

    Tres das ms tarde, la noticia de la ascensin llegaba a odos de la reina Isabel en vsperas de su coronacin, y el londinense The Ta eco de la gesta en la primera edicin del 2 de junio. El despacho haba sido enviado desde el Everest como mensaje radiofnico e

    a que los posibles competidores no le pisaran la exclusiva a The Times) por un joven corresponsal llamado James Morris, que, veinpus y en posesin de una cierta fama como escritor, cambiara de sexo y de nombre de pila, hacindose llamar Jan. Tal como

    ba cuatro dcadas despus de la escalada en Coronation Everest: The First Ascent and the Scoop that Crowned the Queen.

    Resulta difcil imaginar ahora el casi mstico gozo con que fue recibida en Gran Bretaa la coincidencia de los dos hechos [la corona

    ensin al Everest]. Saliendo por fin de la austeridad que los haba asediado a partir de la Segunda Guerra Mundial, y debiendo afron

    a prdida de su vasto imperio y el inevitable declinar de su poder en el mundo, los britnicos casi se haban convencido de que la s

    o de la joven reina presagiaba un renacer, o una "nueva era isabelina", como la prensa gustaba de llamarlo. El da de la coronacin, 2

    953, deba ser una jornada de simblica esperanza en la que el patriotismo britnico haba de hallar un momento de expresin suprem

    avilla, ese mismo da llegaban noticias procedentes de distintos lugares (de las fronteras del viejo imperio, nada menos) acerca de

    po de alpinistas britnicos que haba conquistado el ltimo objetivo de la exploracin y la aventura, la cima del mundo. [...]

    El hecho dio pie a un verdadero aluvin de magnas emociones: orgullo, patriotismo, nostalgia por los aos perdidos de la guer

    ones osadas, esperanza en un futuro rejuvenecido [...] Todava hay personas que recuerdan como si fuera hoy el momento en que, m

    eraban bajo la llovizna londinense el cortejo de la coronacin, oyeron la mgica noticia de que la cima del mundo era, por as decir, s

    britnicos.

    Tenzing se convirti en hroe nacional de India, Nepal y Tbet, dado que los tres pases lo reclamaban como ciudadano. Edmund

    brado caballero por la reina, vio su imagen reproducida en sellos de correos, tiras cmicas, libros, pelculas, portadas de revista

    e a la maana, aquel enjuto apicultor natural de Auckland se haba vuelto uno de los hombres ms famosos del mundo.

    Hillary y Tenzing escalaron el Everest un mes antes de que yo fuera concebido, as que no pude compartir la sensacin colectiva de o

    mbro que embarg al mundo. Un amigo mo, mayor que yo, dice que el acontecimiento tuvo un impacto comparable a la llegada del h

    na. Pero fue otra ascensin al Everest, una dcada ms tarde, lo que en cierto modo marc la trayectoria de mi vida.

    El 22 de mayo de 1963, Tom Hornbein, un mdico de treinta y dos aos natural de Misuri, y Willi Unsoeld, de treinta y seis, prof

    oga nacido en Oregn, coronaron la cima del Everest por la pavorosa arista Oeste, que nadie haba utilizado hasta entonces. Once h

    uatro ocasiones distintas, haban repetido ya la gesta de Hillary, pero la arista Oeste era bastante ms difcil que las dos rutas estab

    iamente: el collado Sur y la arista Sureste o el collado Norte y la arista Noreste. La ascensin de Hornbein y Unsoeld fue y sigue s

    siderada con merecimiento una de las grandes proezas del montaismo.

    El da en que atacaron la cumbre, los dos estadounidenses tuvieron que escalar una veta de roca escarpada que se desmenuzdad, las tristemente clebres Bandas Amarillas. Superar ese escollo exiga una fuerza y una destreza tremendas; nadie haba esca

    o tcnicamente tan difcil a esa altitud. Una vez salvadas las Bandas Amarillas, Hornbein y Unsoeld llegaron a la conclusin de que no

    r por all, y que la nica salida para culminar la empresa sanos y salvos era llegar a la cima y descender por la ruta ya establecida de

    ste, un plan realmente audaz, dado que era tarde, desconocan el terreno y sus reservas de oxgeno disminuan rpidamente.

    Hornbein y Unsoeld llegaron a la cima a las 18:15, justo cuando se pona el sol, y tuvieron que pasar la noche a la intemperie a ms d

    os de altitud en su momento, el vivac ms alto de la historia. Aunque la noche era fra, por suerte no soplaba el viento. A Unsoe

    gelaron los dedos de los pies (ms tarde hubieron de amputrselos), pero los dos alpinistas lograron sobrevivir.

    A la sazn, yo tena nueve aos y viva en Corvallis (Oregn), donde tambin resida Unsoeld. El montaero era buen amigo de mi pa

    es yo jugaba con el primognito de Unsoeld, Regon, que era un ao mayor que yo, y con Devi, un ao ms pequeo. Pocos meses a

    Willi Unsoeld partiera hacia Nepal, conquist mi primera cumbre un nada espectacular volcn de 2.750 metros en la Cascade R

    ahora sube un telesilla en compaa de mi padre, Willi y Regon. Como no es de extraar, mi imaginacin preadolescente se alim

    medida de aquella pica ascensin al Everest de 1963. Mientras que mis amigos idolatraban a John Glenn, Sandy Koufax y Johnny

    hroes eran Hornbein y Unsoeld.

    Yo tambin soaba con subir algn da a la cima del Everest; durante toda una dcada fue una idea casi obsesiva para m. A los vein

    s, la escalada se haba convertido en el centro de mi existencia, excluyendo casi todo lo dems. Alcanzarla cima de una montaa e

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    ible, inmutable, concreto. Los peligros intrnsecos del alpinismo daban a esa actividad un rigor de propsito, del que careca el rest

    Me emocionaba ante la mera perspectiva que supona forzar constantemente una existencia por lo dems vulgar.

    Escalar daba asimismo un sentido de clan. Ser escalador significaba formar parte de una sociedad rabiosamente idealista e indepe

    pasaba inadvertida y era del todo ajena a la corrupcin del mundo en general.

    La cultura montaera se caracterizaba por una competencia feroz y un machismo sin ambages, pero la mayora de los escalado

    an impresionarse los unos a los otros. Llegar a la cima de una montaa se consideraba mucho menos importante que la ma

    seguirlo: para ganar prestigio haba que ser muy temerario, atacar las rutas ms brutales con el mnimo equipo posible. Nadie

    irado como el visionario que ascenda absolutamente solo, sin cuerda ni pertrechos.

    En aquella poca yo no viva ms que para escalar. Subsista con cinco o seis mil dlares al ao, trabajando de carpintero y pesc

    ones hasta que reuna lo suficiente para la siguiente excursin a los Bugaboos, los Tetons o el Alaska Range.

    Pero mediada la veintena, abandon aquella fantasa juvenil de escalar el Everest. Para entonces se haba puesto de moda e

    istas entendidos tachar al Everest de montn de escoria, un pico sin suficientes desafos tcnicos ni atractivo esttico como para

    alador serio, que era lo que yo aspiraba a ser, se propusiera conquistarlo. El caso es que empec a mirar la montaa ms alta del mu

    ma del hombro.Semejante esnobismo tena su raz en el hecho de que a principios de los aos ochenta la va ms fcil para ascender al Everest

    do Sur y la arista Sureste haba sido escalada ms de un centenar de veces. Mis colegas y yo llambamos a la arista Sureste la

    . Nuestro desprecio no hizo sino afianzarse cuando en 1985 Dick Bass un rico texano de cincuenta y cinco aos y escasa exp

    o escalador fue conducido a lo alto del Everest por un extraordinario alpinista joven llamado David Breashears, proeza que despe

    cin y ninguna crtica por parte de los medios informativos.

    Previamente, el Everest haba sido, por lo general, terreno exclusivo de los escaladores de lite. En palabras del director de la

    mbing, Michael Kennedy, ser invitado a una expedicin al Everest era un honor que slo reciba aquel que hubiera hecho un largo apreicos menores, y el que llegaba a la cima entraba en el firmamento selecto de las estrellas del alpinismo. La ascensin de Dick

    bi todo.

    Al lograr el Everest, se convirti en la primera persona que conquistaba las Siete Cimas5, gesta que, adems de valerle re

    nacional, dispar las visitas de escaladores domingueros ansiosos de seguir el rastro de sus botas y forz la entrada del Evere

    modernidad.

    Para un tipo granadito como yo, Dick Bass fue toda una inspiracin, explicaba Seaborn Beck Weathers con su marcado acentonte el trayecto hasta el campamento base del Everest en abril de 1996. Patlogo de cuarenta y nueve aos y natural de Dallas, Beck

    os ocho clientes de la expedicin que Rob Hall gui en 1996. Bass demostr que el Everest estaba al alcance de la gente de a pie. E

    culo, dando por sentado que ests ms o menos en forma y dispones de ingresos suficientes, es dejar temporalmente el t

    ndonar a la familia durante dos meses.

    Segn demuestran las estadsticas, para muchos escaladores no ha sido un obstculo infranqueable robarle tiempo a la rutina diaria

    ran desembolso de dinero. En los ltimos cinco o seis aos, el trfico de escaladores en las Siete Cimas, pero sobre todo en el Eve

    entado de manera vertiginosa. Haciendo frente a la demanda, el nmero de empresas que ofrecen ascensiones guiadas a las Siete C

    ecialmente al Everest, tambin se ha multiplicado. En la primavera de 1996 haba una treintena de expediciones en las faldas del Eve

    os diez eran aventuras con afn de lucro.

    El gobierno nepals advirti que la masiva afluencia de montaeros al Himalaya originaba serios problemas de seguridad, de estt

    acto sobre el medio ambiente.

    Finalmente, los ministros nepaleses dieron con una solucin que pareca garantizar la no masificacin al tiempo que incrementaba e

    as fuertes a las exiguas arcas de la nacin: aumentar la tarifa de los permisos de escalada. En 1991 el Ministerio de Turismo cobrrescientos dlares por un permiso para subir el Everest sin lmite de personas; en 1992 la tarifa aument a diez mil dlares por eq

    a nueve escaladores, y un plus de mil doscientos dlares por cada miembro ms.

    A pesar de la subida de tarifas, el Everest segua atrayendo verdaderos enjambres de alpinistas. En la primavera de 1993, con mo

    dragsimo aniversario de la primera ascensin, quince expediciones, con un total de 294 escaladores, intentaron atacar el pico

    ente de Nepal. Aquel otoo el ministerio subi una vez ms la tarifa: la escandalosa cifra de cincuenta mil dlares por un mximo d

    aladores, ms diez mil por cada montaero adicional hasta un mximo de siete. El Gobierno decret asimismo que no se autorizaran

    ro expediciones por temporada desde las laderas de Nepal.

    Lo que el gobierno nepals no tuvo en cuenta fue que China slo cobraba quince mil dlares por dejar que un equipo sin limita

    mbros escalara la montaa desde Tbet, y que no limitaba el nmero de expediciones por temporada. La riada de alpinistas camb

    Tbet, dejando a centenares de sherpas sin trabajo. Las protestas subsiguientes lograron que en la primavera de 1996 Nepal r

    ntinamente el lmite de cuatro expediciones. Y ya que estaban en ello, el Gobierno volvi a subir las tarifas, que pasaron a ser de set

    res por un mximo de siete escaladores, ms otros diez mil por cada escalador extra. A juzgar por el hecho de que diecisis de las

    ediciones al Everest de aquella primavera atacaron la vertiente nepalesa de la montaa, no parece que el elevado precio del permiso

    impedimento.Antes incluso de lo que acaeci en la temporada premonznica de 1996, la proliferacin de expediciones comerciales durante la

    ada era ya un tema peliagudo.

    Los tradicionalistas se echaban las manos a la cabeza. Al comprobar que el techo del mundo estaba siendo vendido a unos adve

    dinero, gente que, sin la ayuda de los guas, habra tenido problemas incluso para escalar un pico tan modesto como el Monte Rainie

    uristas, el Everest haba sido profanado.

    Las crticas sealaban tambin que, gracias a la comercializacin del Everest, un pico antao sagrado haba sido arrastrado

    anoso terreno de la jurisprudencia estadounidense. Despus de pagar cuantiosas sumas para que los acompaasen debidamente

    , ciertos escaladores haban demandado a sus guas por no conseguir su objetivo. De vez en cuando te sale un cliente que cre

    prado un billete a la cima se lamentaba Peter Athans, reputado gua que ha participado en once viajes al Everest, alcanzando su

    ro ocasiones. Hay gente que no entiende que una expedicin al Everest no puede funcionar como los trenes suizos.

    Por desgracia, algunos de estos pleitos estn justificados. Agencias ineptas o desacreditadas han fracasado en ms de una ocas

    de aportar el soporte logstico crucial prometido (por ejemplo, botellas de oxgeno). En algunas expediciones los guas han subido a

    us clientes, por lo que stos han llegado a la conclusin de que slo haban sido utilizados para pagar la factura. En 1995, el jefe edicin comercial se fug con varios millares de dlares de sus clientes antes de iniciarse el viaje.

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    En marzo de 1995 un redactor de la revista Outside me telefone para proponerme participar en una expedicin guiada al Everest qur en el plazo de cinco das, y escribir un artculo sobre la drstica comercializacin de la montaa y los conflictos intrnsecos. La re

    enda que yo escalara el pico; sus directores slo queran que me quedara en el campamento base e hiciera mi crnica desde el gla

    gbuk, en las estribaciones de la vertiente tibetana. Sopes la oferta cuidadosamente llegu incluso a reservar un vuelo y vacunarme

    ecesario, pero en el ltimo momento me ech atrs.

    Dado el desdn que yo haba mostrado por el Everest durante aos, se podra pensar que declin la oferta por una cuestin de princ

    ad es que la llamada de Outside haba despertado en m un poderoso y bien sepultado deseo. Si dije "no" al encargo fue slo porsera muy frustrante pasar dos meses a la sombra del Everest sin subir ms all del campamento base. Si deba viajar a la otra p

    o y estar ocho semanas lejos de mi esposa y mi casa, quera tener la oportunidad de hacer cumbre.

    Pregunt a Mark Bryant, el director de Outside, siera posible aplazar un ao el encargo (en ese tiempo podra prepararme fsicamexpedicin). Pregunt asimismo si la revista podra apuntarme a una de las agencias de guas ms famosas (y correr con el gasto de

    res) facilitndome as la posibilidad de llegar a la cima. Yo no esperaba que Bryant aceptase mi plan. En los quince aos precedente

    to para Outside ms de sesenta artculos, y el presupuesto para viajes rara vez haba superado los dos mil o tres mil dlares.Bryant me telefone al da siguiente, tras haber hablado con el editor de Outside. Me dijo que la revista no estaba dispuesta a aflojarco mil dlares, pero que l y el resto del consejo de redaccin pensaban que la comercializacin del Everest era una historia que

    a. Si yo tena intencin de escalar la montaa, insisti, la revista encontrara el modo de facilitarme las cosas.

    Durante los treinta y tres aos en que me consider a m mismo escalador, emprend algunos proyectos difciles. En Alaska haba abi

    l ruta de acceso a la Moose Tooth y superado un ascenso en solitario al Devils Thumb (tres semanas a solas en un remoto casq

    ). Haba realizado en Canad y Colorado unas cuantas escaladas sobre hielo realmente difciles. Cerca del extremo merid

    amrica, donde el viento barre la tierra como la escoba de Dios, como dicen los lugareos, haba escalado el cerro Torre, una ate

    a de granito vertical; vapuleada por vientos de cien nudos y cubierta por una capa frangible de escarcha atmosfrica, antao (que ya

    sider la montaa ms invencible del mundo.

    Pero estas aventuras haban ocurrido aos y hasta dcadas atrs, cuando tena entre veinte y cuarenta aos. Ahora, a los cuarenta y

    me encontraba en mi mejor forma, tena canas en la barba, las encas en mal estado y siete kilos de ms adornando mi cintura. Estaba

    una mujer a la que quera con pasin, y que me corresponda. Tras dar con una profesin ms o menos tolerable, por primera vez en

    ba por encima del umbral de la pobreza. Resumiendo, mi avidez por escalar haba quedado menguada por una serie de pe

    facciones que, en conjunto, sumaban algo parecido a la felicidad.Ninguna de mis ascensiones, por lo dems, me haba llevado a alturas realmente grandes. A decir verdad, no haba subido a ms d

    os, altitud inferior a la del campamento base en el Everest.

    Como voraz estudioso de la historia del alpinismo, saba que el Everest se haba cobrado ms de ciento treinta vidas humanas d

    era visita britnica, en 1921 aproximadamente un muerto por cada cuatro escaladores que haban coronado la cima, y que mu

    que all haban perecido eran ms fuertes y posean mucha ms experiencia que yo. Pero descubr que los sueos infantiles se re

    r. A finales de febrero de 1996, Bryant me llam para decir que me haba conseguido una plaza en la prxima expedicin de Rob

    rest. Cuando me pregunt si estaba seguro de querer seguir adelante, le dije que s sin pararme a meditar mi respuesta.

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    BREVOLANDO INDIA

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    e marzo de 1996 9.000 metros

    que hice fue explicarles una parbola. Es como si os hablara del planeta Neptuno, les dije, del Neptuno corriente, no del Paraso,

    lta que yo no s nada del Paraso. As que esto va para vosotros y nada ms que para vosotros. Pues bien, resulta que hay una groca all arriba, y debo advertiros de que en Neptuno la gente es muy estpida, sobre todo porque cada cual vive atado a su propia

    algunos, de ellos quiero hablaros en particular, estaban muy obsesionados con esa montaa. Aunque parezca increble, a vida o msas personas haban adquirido un hbito e invertan todo su tiempo libre y todas sus energas en perseguir las nubes de su propia arriba y abajo de las paredes ms abruptas de la regin. Y hasta el ltimo de ellos volva exaltado. Y no les faltaba razn, dije, pues

    racioso que incluso en Neptuno se las ingeniaran para perseguirse montaa arriba por las paredes ms fciles. Pero en cualquier estaban

    ltados, y ello era apreciable tanto en la firmeza de su expresin como en la gratitud que brillaba en sus ojos. Y como ya he sealaocurri en Neptuno, no en el Paraso, donde es posible que no haya otra cosa que hacer.

    John Menlove ELetter from

    A las dos horas del vuelo 311 de Thai Air entre Bangkok y Katmand, me levant de mi asiento y fui hasta la cola del avin. Cerca

    bos, en el lado de estribor, me agach para atisbar por una ventanilla baja con la esperanza de ver alguna montaa.

    No qued decepcionado: a lo lejos, araando el horizonte, se vean los afilados incisivos del Himalaya. Permanec embelesado ju

    ana el resto del trayecto, en cuclillas sobre una bolsa llena de latas vacas y restos de comida, con la cara pegada al fro plexigls.

    Inmediatamente reconoc la enorme y desparramada masa del Kanchenjunga, la tercera montaa ms alta de la Tierra, con sus 8.598

    e el nivel del mar. Quince minutos despus apareci el Makalu, el quinto pico ms alto del mundo, y por ltimo, el inconfundible p

    rest.

    La negra cua de su cima piramidal destacaba claramente por encima de los montes circundantes. El pico abra una brecha visib

    daval de ciento veinte nudos, produciendo un penacho de cristales de hielo que ondeaba hacia el este cual largusimo pauelo dntras observaba aquella estela de vapor, se me ocurri pensar que la cumbre del Everest estaba exactamente a la misma altura que

    accin que me transportaba por los cielos. Que me propusiera subir a la altitud de crucero de un Airbus 300 me pareci, en ese insta

    cuando menos absurda. Tena las manos fras y hmedas.

    Cuarenta minutos despus pisaba Katmand. Al entrar en el vestbulo del aeropuerto despus de pasar por la aduana, un joven fornid

    ado repar en mis dos enormes bolsas de lona y se me acerc. Usted debe de ser Jon, no? inquiri con su melodioso

    zelands mientras consultaba una hoja con las fotos de pasaporte de todos los clientes de Rob Hall. Me estrech la mano, se presen

    y Harris, uno de los guas de Hall, y dijo que haba venido para acompaarme al hotel.

    Harris, que tena treinta y un aos, me explic que en el mismo vuelo de Bangkok deba llegar otro cliente, un abogado de Bloomf

    higan) llamado Lou Kasischke. Entre una cosa y otra, Kasischke tard una hora de reloj en localizar su equipaje, as que, m

    erbamos, Andy y yo estuvimos charlando sobre algunos picos difciles que ambos habamos escalado en el oeste de Canad y com

    squ con el snowboard. Las ansias evidentes de Andy por escalar y su incombustible entusiasmo por las montaas me hicieron a

    ca de mi vida en que el alpinismo era lo ms importante del mundo y yo trazaba la ruta de mi existencia en funcin de las cumbres qu

    nado y las que un da esperaba conquistar.

    Justo antes de que Kasischke un hombre alto y atltico de sienes plateadas y circunspeccin patriciasaliera de la cola de a

    unt a Andy cuntas veces haba estado en el Everest. En realidad confes animadamente, sta ser la primera, lo mismo

    ultar interesante ver cmo se me da la cosa.

    Hall nos haba reservado habitaciones en el hotel Garuda, un acogedor y bullicioso establecimiento en el corazn de Thamel, el f

    o turstico de Katmand, situado en una estrecha avenida atestada de rickshaws y vendedores ambulantes. Muy popular entre

    cipan en expediciones al Himalaya, el Garuda tena sus paredes cubiertas de fotografas autografiadas de alpinistas famosos que

    do all a lo largo de los aos: Reinhold Messner, Peter Habeler, Kitty Calhoun, John Roskelley, Jeff Lowe... Al subir a mi habitacin v

    lera un pster a todo color en el cual, bajo el ttulo Triloga del Himalaya, se vean el Everest, el K2 y el Lhotse respectivam

    era, la segunda y la cuarta montaa ms alta del planeta. Ante las siluetas de estos picos, apareca un hombre barbudo y so

    ado con toda la parafernalia alpina. En el pie de foto se lea el nombre de Rob Hall. El pster, que era un reclamo de la agencia

    enture Consultants, conmemoraba su gesta de 1994, cuando escal los tres picos en el espacio de dos meses.

    Una hora despus conoc personalmente a Hall. Meda cerca de un metro noventa y era flaco como una estaca. A pesar de su ro

    ubn, aparentaba ms aos de los treinta y cinco que tena; no s si se deba a las marcadas arrugas en el rabillo de los ojos o al

    ridad que transmita. Llevaba una camisa hawaiana y unos Levis descoloridos con un parche con el smbolo del yin-yang en unaas. Una mata rebelde de pelo castao le asomaba a la frente. Su barba necesitaba un buen corte.

    Gregario por naturaleza, Hall resulto ser un experto narrador dotado de un custico humor tpicamente neozelands. Al final de un lar

    e sobre un turista francs, un monje budista y un yak particularmente lanudo, Hall pronunci la frase clave con un guio travieso, h

    sa teatral y luego prorrumpi en sonoras y contagiosas carcajadas, de tanta gracia que le haca la historia. Me cay bien de inmediato

    Hall naci en el seno de una familia catlica de clase obrera en Christchurch, Nueva Zelanda. Era el menor de nueve hermanos y

    a una mente despierta y cientfica, al cumplir los quince dej los estudios debido a un conflicto con un profesor especialmente dsp

    6 entr a trabajar en Alp Sports, un fabricante local de equipo para escalada. Empez haciendo un poco de todo, como coser a mq

    erda Bill Atkinson, consumado escalador y gua, que, a la sazn, tambin trabajaba en Alp Sports. Pero debido a su innata ca

    nizadora, algo que ya se le notaba a sus diecisis o diecisiete aos, pronto llev l solo la parte de produccin de la empresa.

    Hall haba sido durante aos un vido montaero; por la misma poca en que entr en Alp Sports, empez tambin a escalar. Apren

    do, dice Atkinson, que se convirti en su habitual compaero de escalada. Tena la habilidad de asimilar las tcnicas de todo el mund

    En 1980, con diecinueve aos, Hall particip en una expedicin que atac la difcil arista Norte del Ama Dablam, un pico de 6.799 m

    mparable belleza, veinticuatro kilmetros al sur del Everest. En ese viaje, el primero que haca al Himalaya, Hall visit tambin el campe del Everest y decidi que algn da subira al techo del mundo. Le cost diez aos y tres intentos, pero en mayo de 1990 coron p

    del Everest como jefe de una expedicin en la que estaba Peter Hillary, el hijo de sir Edmund. Desde la cumbre, Hall y Hillary hicie

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    smisin por radio que fue seguida en directo por toda Nueva Zelanda, y a 8.848 metros de altitud recibieron la enhorabuena de

    stro, Geoffrey Palmer.

    Para entonces Rob Hall era ya un escalador profesional. Como la mayora de sus colegas, echaba mano de patrocinadores par

    nciar las costosas expediciones al Himalaya, y era lo bastante listo para comprender que cuanto ms hablaran de l los medios inform

    fcil le sera engatusar a las empresas para que soltaran el dinero. A decir verdad, Hall result ser muy hbil a la hora de hacer

    bre apareciese en la prensa y su cara en la tele. S concede Atkinson, Rob tuvo siempre un cierto instinto para la publicidad.

    En 1988 un gua de Auckland llamado Gary Ball se convirti en el principal compaero de escalada de Hall y en su mejor amigo. Ball

    rest con Hall en 1990, y a poco de regresar a Nueva Zelanda ambos pergearon un plan para escalar las cumbres ms altas d

    nente, un poco a lo Dick Bass, pero elevando el listn a siete escaladas en otros tantos meses7.

    Superado el Everest, la ms difcil de las siete, Hall y Ball consiguieron el apoyo financiero de una gran empresa elctrica, Power

    eron manos a la obra. El 12 de diciembre de 1990, apenas unas horas antes de que expirara su plazo de siete meses, conquistaron

    a sptima cima el monte Vinson, en la Antrtida con el subsiguiente revuelo en su pas de origen.

    A pesar del xito conseguido, Hall y Ball estaban preocupados por las perspectivas a largo plazo del alpinismo profesional. Si un es

    re seguir teniendo patrocinadores explica Atkinson, ha de adoptar la poltica del ms difcil todava. La prxima escalada ha de

    ectacular que la anterior. La cosa se va complicando, hasta que al final ya no ests para esos trotes. Rob y Gary comprendieron que

    pus no estaran en condiciones para rizar el rizo, o que tendran algn accidente y ah acabara todo.

    De modo que decidieron cambiar de enfoque y convertirse en guas especializados en alta montaa. Cuando trabajas de gua no

    escaladas que ms te gustan; el reto consiste en hacer subir y bajar a los clientes sanos y salvos, lo que constituye un tipo de sati

    ente. Pero es una profesin ms estable que el estar siempre detrs de los patrocinadores. Si sabes ofrecer un buen producto, la res

    tes es ilimitada.

    Durante su caprichosa hazaa, Hall y Ball concretaron un plan para iniciar juntos un negocio que consista en guiar escaladas a la

    as.

    Convencidos de que exista un mercado virgen de soadores con mucho dinero pero insuficiente experiencia para subir solos a las g

    taas del mundo, Hall y Ball fundaron una empresa a la que bautizaron con el nombre de Adventure Consultants (Asesores de Aventur

    Muy pronto consiguieron un impresionante rcord. En mayo de 1992 condujeron a seis clientes hasta la curnbre del Everest. Un a

    e guiaron a otro grupo de siete hasta la cumbre, la misma tarde en que cuarenta personas coronaban la cima. De regreso a Nueva Zembargo, toparon con las inesperadas crticas de sir Edmund Hillary, quien censur el papel de Hall en la creciente comercializa

    rest. Las masas de novatos que pagaban para ser conducidos a la cumbre, deca sir Edmund, estaban engendrando una falta de

    a montaa.

    Hillary es una de las figuras ms reverenciadas de Nueva Zelanda; sus marcadas facciones todava asoman en los billetes de cinco

    se avergonz de ser reprendido pblicamente por aquel semidis, el superescalador, que haba sido uno de sus hroes infantiles.

    En Nueva Zelanda, Hillary es una especie de tesoro nacional seala Atkinson. Lo que l diga pesa mucho, y a Rob debi de

    lo criticara. Incluso quiso hacer una declaracin pblica para defenderse, pero comprendi que oponerse en los medios de comunic

    venerado personaje era tener la derrota asegurada.

    Cinco meses despus de las invectivas de Hillary, Hall recibi un golpe an ms tremendo: en octubre de 1993, Gary Ball falleci

    ma cerebral hinchazn del cerebro debida al exceso de altura durante una escalada al Dhaulagiri, con sus 8.172 metros, el se

    alto del mundo. Comatoso dentro de una pequea tienda de campaa en lo alto del pico, Ball expir en brazos de su amigo Rob Ha

    a siguiente lo enterr en una grieta del glaciar.

    En entrevista concedida despus de la expedicin a la televisin neozelandesa, Hall describi con tintes ttricos cmo tom la

    rita de ambos y descolg el cuerpo de Ball a las profundidades del glaciar. Una cuerda de escalada se supone que sirve para un

    paero, y uno nunca la suelta declar. Pero yo tuve que dejar que me resbalara entre las manos.

    La muerte de Gary dej anonadado a Rob explica Helen Wilton, que trabaj como responsable del campamento base en el Ev

    3, 1995 y 1996; pero supo llevarlo con mucha reserva. As era Rob. Hall decidi seguir adelante en solitario con Adventure Cons

    a su estilo concienzudo y sistemtico, fue puliendo la infraestructura y los servicios de la agencia... sin dejar de acompaar con

    tes aficionados hasta las cumbres de montaas remotas.

    Entre 1990 y 1995, Hall fue responsable de llevar a treinta y nueve escaladores a la cspide del Everest, tres ascensiones ms

    zadas en los veinte aos que siguieron a la conquista de sir Edmund Hillary. Justificadamente, Hall anunciaba Adventure Consultan

    agencia lder en escalada al Everest, con ms ascensiones que cualquier otra organizacin. El folleto que enviaba a posibles

    ba:

    Est usted sediento de aventura? (Bien! Tal vez suea con visitar siete continentes o subir a la cima de una gran montaa. En ga gente se atreve a vivir sus sueos, y raramente se arriesga a compartirlos o confiesa albergar grandes anhelos.

    Nuestra agencia se dedica a organizar y guiar aventuras de escalada. Conocedores de los aspectos prcticos que conllevdad un sueo, le ayudamos a alcanzar su meta. No le arrastraremos pendiente arriba (tendr usted que esforzarse mucho),

    uridad y el xito de su aventura estn garantizados.Para quienes se atreven a encarar sus sueos, la experiencia ofrece algo especial que las palabras no pueden describir. Le invi

    alar su montaa con nosotros.

    En 1996, Hall estaba cobrando 65.000 dlares por cabeza a quienes guiaba hasta el techo del mundo. Esto es mucho dinero vien

    poteca de mi casa de Seattle, y el precio no inclua el viaje hasta Nepal ni equipo alguno. Ninguna empresa tena tarifas tan e

    nos competidores incluso cobraban una tercera parte de lo que peda Adventure Consultants. Pero gracias a su increble historial de

    no tuvo problemas para completar la lista de su octava expedicin al Everest. Si uno estaba empeado en escalar el pico y se las ing

    conseguir el dinero, Adventure Consultants era la opcin ms clara.

    La maana del 31 de marzo, dos das despus de llegar a Katmand, los miembros de la expedicin de Adventure Consultants al Ev

    6 cruzarnos el asfalto del aeropuerto internacional de Tribhuvan y subimos a bordo de un helicptero Mi-17 de fabricacin rusa al ser

    n Airlines. Reliquia de la guerra de Afganistn, el helicptero era del tamao de un autobs escolar, tena capacidad para veajeros sentados y pareca haber sido montado por alguien en el patio de su casa. Despus de atrancar la puerta, el piloto reparti alg

    los odos, y el monstruoso aparato despeg con un estrpito capaz de reventarle a uno la cabeza.

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    El suelo estaba cubierto de bolsas, mochilas y cajas de cartn. El pasaje iba sentado en asientos plegables, mirando hacia el inte

    ato y con las rodillas contra el pecho. El ruido ensordecedor de las turbinas imposibilitaba toda conversacin. No fue un viaje agradab

    e se quej.

    En 1963, la expedicin de Tom Hornbein inici el largo camino hacia el Everest en Banepa, a unos veinte kilmetros de Katmand, e

    as en llegar al campamento base. Como la mayora de los modernos escaladores del Everest, nosotros habamos preferido saltarno

    e de tan arduo y polvoriento trayecto; el helicptero deba dejarnos en la remota aldea himalaya de Lukla, a 2.800 metros de

    oniendo que no nos cayramos antes, el vuelo reducira en unas tres semanas la tremenda caminata de Hornbein.

    Mientras echaba un vistazo al amplio interior del helicptero, trat de grabar en mi memoria los nombres de mis compaeros de

    ms de los guas Rob Hall y Andy Harris estaba Helen Wilton, de treinta y nueve aos y madre de cuatro hijos, que volva al Evere

    era temporada como responsable del campamento base. Caroline Mackenzie, consumada escaladora que an no haba cumplido lo

    ambin el mdico de la expedicin y, al igual que Helen, no se movera del campamento base. Lou Kasischke, el corts abogado

    ociera en el aeropuerto, haba escalado seis de las Siete Cimas, lo mismo que Yasuko Namba, de cuarenta y siete aos, taciturna

    onal en la sucursal de Tokio de Federal Express. Beck Weathers, de cuarenta y nueve aos, era un parlanchn patlogo de Dallas

    hison, de treinta y cuatro y ataviado con una camiseta estampada de Ren & Stimpy, era un cardilogo canadiense, cerebral y uguro, que haba pedido una excedencia en su beca de investigacin. John Taske, el miembro ms viejo del grupo con cincuenta y se

    un anestesista de Brisbane, Australia, que se haba aficionado a la escalada una vez retirado del ejrcito. Frank Fischbeck, de cinc

    un pulcro y apacible editor de Hong Kong, haba intentado escalar el Everest en tres ocasiones con un competidor de Hall; en 199

    seguido llegar a la cima Sur, a slo cien metros por debajo de la cumbre. Doug Hansen, de cuarenta y seis aos, era un emple

    eos estadounidense que haba ido al Everest con Hall en 1995 y que, al igual que Fischbeck, haba tenido que contentarse con la Ante

    No saba qu pensar de mis compaeros de aventura. En actitud y experiencia poco o nada tenan que ver con los alpinistas de ln

    haba conocido en mis escaladas; pero parecan gente simptica y no haba ningn gilipollas integral (al menos, ninguno que lo

    trado a esas alturas de la expedicin). Con todo, yo no tena casi nada en comn con ninguno de ellos a excepcin de Doug. Era

    udo cuya cara prematuramente curtida haca pensar en una pelota de ftbol vieja. Haba sido empleado de Correos durante

    isiete aos y me cont que se haba pagado el viaje trabajando en el turno de noche y haciendo de albail durante el da. Como yo m

    ado la vida como carpintero antes de dedicarme a escribir y puesto que por nuestros ingresos formbamos una categora aparte

    s clientes, enseguida me sent a gusto con l, y de un modo distinto de como me senta con los dems.

    En general, atribua mi creciente inquietud al hecho de que nunca haba escalado formando parte de un grupo tan numeroso y compueconocidos. Sin contar el viaje a Alaska que haba hecho veintin aos atrs, todas mis expediciones haban sido en solitario o

    paa de uno o dos amigos de confianza.

    En la escalada es muy importante que uno pueda fiarse de sus compaeros. Lo que haga un alpinista puede afectar a la totalidad de

    consecuencias de un nudo mal hecho, un tropezn, una roca que se desprende o cualquier otro descuido afectan tanto a quien lo

    o a sus colegas de cordada. No es de extraar, pues, que los escaladores sean reacios a embarcarse con aquellos cuya autenticida

    do demostrada.

    Pero la confianza en el compaero es un lujo que les est vedado a quienes se apuntan a una ascensin guiada; por el contrario,

    ar nicamente en el gua. Mientras el helicptero volaba hacia Lukla, sospech que todos y cada uno de mis compaeros esperaba

    mo fervor que yo que Hall hubiera descartado a los clientes de dudosa habilidad, y que tuviera los medios para protegernos a todo

    ezas de unos y de otros.

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    AKDING

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    e marzo de 1996 2.801 metros

    a los que no nos entretenamos, nuestras caminatas diarias terminaban a primera hora de la tarde, pero casi nunca antes de que e

    el dolor de pies nos obligaran a preguntar a cada sherpa que pasaba: Cunto, falta para el campamento? La respuesta, comordamos en averiguar, era siempre la misma: Slo tres kilmetros ms, sabib... El resto de la tarde pasaba apaciblemente, mienhumo se posaba en el aire atenuando el crepsculo, unas luces titilaban en la cresta donde acamparamos al da siguiente y las nu

    difuminaban el perfil del camino a seguir. Una excitacin creciente diriga mis pensamientos una y otra vez hacia la arista Oeste [Tambin haba soledad, cuando el sol se pona, pero las dudas slo regresaban en contadas ocasiones. Luego senta una especie

    batimiento, como si toda mi vida quedara atrs. Una vez en la montaa saba que eso dara paso a la concentracin absoluta en lams inmediata, o al menos confiaba en que as fuese. Pero a veces me preguntaba si no haba hecho un viaje muy largo para aca

    descubriendo que lo que en realidad buscaba era algo que haba quedado atrs.

    Thomas E HEverest: The Wes

    Desde Lukla, el camino al Everest iba hacia el norte a travs del can del Dudh Kosi, un ro repleto de cantos rodados cuyas aguas

    n glaciar. Pasamos la primera noche en la aldea de Phakding, un grupo de seis o siete casas y refugios apiados sobre una re

    no llano en una ladera que domina el ro. El aire se volvi invernal al caer la noche y, a la maana siguiente, mientras marchbamos s

    a, una capa de escarcha cubra las hojas de los rododendros. Pero la regin del Everest se encuentra a 28 grados latitud norte

    ma de los trpicos y en cuanto el sol ascendi lo suficiente para calentar las profundidades del can, la temperatura subi notab

    edioda, despus de cruzar una tambaleante pasarela suspendida a gran altura sobre el ro era la cuarta vez que lo atravesbamos

    sudor me goteaba de la barbilla y tuve que quedarme en camiseta y pantaln corto.

    Pasado el puente, el camino de tierra abandonaba las mrgenes del Dudh Kosi y zigzagueaba por la escarpada pared del

    endiendo entre aromticos grupitos de pinos. Las cspides de hielo espectacularmente estriadas del Thamserku y el Kusum

    daban el cielo a ms de tres ki lmetros de altitud respecto a nuestra posicin. El paisaje era majestuoso y su topografa tan imponene ms, pero no era un yermo ni lo haba sido durante bastantes siglos.

    En cada palmo de tierra cultivable podan verse bancales plantados de cebada, trigo sarraceno o patatas. Banderines con ofrendas

    ecan colgados de parte a parte de la ladera, y antiguos chorten8 budistas y muros de piedra mani9 exquisitamente labrada m

    dia incluso en los desfiladeros ms altos. A medida que se alejaba del ro, el camino se fue llenando de senderistas, caravanas de

    jes budistas y sherpas descalzos que se afanaban bajo increbles fardos de lea y latas de queroseno o de refrescos.

    Una hora y media despus de dejar el ro, coron una amplia cresta, pas junto a un laberinto de corrales abiertos en la roca y, de pro

    el centro de Namche Bazar, el eje social y comercial de la sociedad sherpa. Situado a 3.445 metros sobre el nivel del mar, Namche

    gran depresin inclinada que recuerda una gigantesca pantalla parablica. Ms de un centenar de edificios se apian en la

    diente, unidos entre s por un laberinto de trochas y pasarelas. Cerca de la parte baja del pueblo localic el refugio Khumbu, apart l

    haca las veces de puerta y encontr a mis compaeros bebiendo t con limn en torno a una mesa.

    Al acercarme, Rob Hall me present a Mike Groom, el tercer gua de la expedicin. Australiano de treinta y tres aos, con el pe

    ahoria y la complexin enjuta de un corredor de fondo, Groom era un fontanero de Brisbane que trabajaba como gua slo de vez en

    987, forzado a hacer un duro vivac mientras descenda de la cima del Kanchenjunga, se le helaron los pies y tuvieron que amputarle toos. Pero este contratiempo no haba frenado su carrera en el Himalaya, pues posteriormente escal el K2, el Lhotse, el Cho Oyu,

    am y, en 1993, el Everest sin oxgeno adicional. Hombre circunspecto y absolutamente tranquilo, Groom era un compaero ag

    que raramente hablaba a menos que le dirigiesen la palabra y siempre responda lacnicamente, con voz apenas audible.

    Mientras l continuaba hablando en su cenagoso tonillo texano sobre las absurdidades del Estado del bienestar, yo me levant y ab

    esa para no ponerme en evidencia. Cuando volv al comedor, me acerqu a la propietaria y le ped una cerveza. La menuda y g

    pa estaba tomando el pedido a un grupo de senderistas estadounidenses.

    Nosotros tener hambre le gritaba en pidgin un tipo rubicundo, parodiando el acto de comer. Querer pa-ta-tas. Ham-bur-gue-sa

    ca Co-la. Haber?

    Desean ver el men? pregunt la sherpa en un ingls difano con ligero acento canadiense. Tenernos una gran variedad de p

    que an queda un poco de pastel de manzana recin salido del horno, si les apetece de postre.

    El estadounidense, incapaz de comprender que aquella montaesa de piel morena estaba hablndole en perfecto ingls, sigui e

    o de su cmico argot:

    Men. Estupendo. S, s, nosotros querer ver men.

    Los sherpas siguen siendo un enigma para el comn de los extranjeros, quienes tienden a verlos bajo un prisma romntico. La gente

    familiarizada con la demografa del Himalaya suele suponer que todos los nepaleses son sherpas, cuando de hecho no hay ms de

    stos en todo Nepal, una nacin que supera los veinte millones de habitantes y cuenta con unos cincuenta grupos tnicos distin

    pas son gente de las montaas, budistas devotos cuyos antepasados emigraron al sur desde Tbet hace cuatro o cinco siglos. Hay

    pas diseminadas por todo el Himalaya al este de Nepal, y aunque pueden encontrarse comunidades de sherpas en Sikkim y Darjee

    , el corazn del pas sherpa es el Khumbu, un puado de valles que desaguan la falda meridional del Everest. Se trata de una regin p

    ombrosamente accidentada, en la que no se encuentran carreteras ni coches ni vehculos de ruedas.

    Cultivar la tierra es difcil en los elevados, fros y angostos valles, de modo que la economa tradicional sherpa siempre estuvo ligada

    omercio entre Tbet e India. Luego, en 1921, los britnicos pusieron en marcha la primera expedicin al Everest, y su decisin de c

    vos como ayudantes transform de forma radical la cultura sherpa.

    Dado que el reino de Nepal mantuvo cerradas sus fronteras hasta 1949, el primer reconocimiento del Everest y las ocho exped

    entes tuvieron que hacer su aproximacin desde el norte, cruzando Tbet, de modo que no tocaron la regin del Khumbu. Pero esaeras incursiones procedan de Darjeeling, adonde muchos sherpas haban emigrado y donde se haban ganado entre los colonos

    afables, inteligentes y muy trabajadores. Por otro lado, como haban vivido durante generaciones en aldeas situadas entre los 2.0

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    0 metros de altitud, los sherpas estaban fisiolgicamente adaptados a los rigores de las grandes alturas. Por recomendacin d

    as, un mdico escocs que haba escalado y viajado en compaa de sherpas, la expedicin al Everest de 1921 contrat a u

    ngente de stos como porteadores y ayudantes de campamento, prctica que desde entonces ha venido siguiendo la gran mayor

    ediciones posteriores.

    Para bien o para mal, durante las dos ltimas dcadas la economa y la cultura del Khumbu se han visto vinculadas irrevocableme

    ente afluencia de senderistas y escaladores, de los que unos quince mil visitan anualmente la regin. Los sherpas que han ap

    cas de escalada y han subido hasta lo ms alto de los picos sobre todo los que han coronado el Everest gozan de gran estima

    unidades, pero los que alcanzan el estrellato corren tambin el riesgo de perder la vida: desde el ao 1922, cuando siete sherpas re

    rtos en un alud de nieve durante la segunda expedicin britnica, un nmero desproporcionado de ellos ha perdido la vida en el Eve

    cincuenta y tres, lo que significa un tercio de todas las vctimas que se ha cobrado el Everest.

    Pese a los riesgos, existe una dura competencia entre los sherpas por los doce a dieciocho puestos de trabajo de una tpica expedic

    leos ms buscados son la media docena de vacantes para escaladores experimentados, que pueden esperar unas ganancias d

    0 y 2.500 dlares por dos meses de duro trabajo, un sueldo apetecible en una nacin sumida en la pobreza y con una renta anual pe

    60 dlares.El creciente trfico de alpinistas y senderistas occidentales ha hecho surgir nuevos lodges y casas de t por toda la regin del Khum

    de el auge de la construccin resulta ms evidente es en Namche Bazar. Camino de ste me cruc con un sinfn de porteadores que

    os bosques con vigas de madera recin cortada, que deban de pesar ms de 45 kilos; por ese trabajo abrumador cobraban un

    res diarios.

    Quienes han visitado a menudo el Khumbu lamentan el auge del turismo y el cambio que ste ha producido en lo que los p

    aladores occidentales consideraban un paraso terrenal, un Shangri-La. Valles enteros han sido deforestados para hacer frente a la

    anda de lea. Los adolescentes que rondan por el centro de Namche es ms probable que vistan tejanos y camisetas de los Chica

    as prendas tradicionales. En las casas, la gente pasa el rato viendo la ltima de Schwarzenegger en vdeo.

    La transformacin de la cultura en el Khumbu no ha trado consigo una mejora general, pero no o que muchos sherpas se quejaran

    bios. Las divisas que aportan el deporte de la escalada, as como las subvenciones de organizaciones internacionales de beneficen

    do para crear escuelas y hospitales, reducir la mortalidad infantil, construir puentes y llevar la energa hidroelctrica a Namche

    blos. Resulta un tanto paternalista por parte de los occidentales lamentar la prdida de aquellos buenos viejos tiempos en que todo er

    simple y pintoresco en el Khumbu. La mayora de la gente que habita esta accidentada regin no parece tener deseos de que la excdo moderno o del aluvin del progreso humano. Los sherpas no quieren, por nada del mundo, que los conserven como especmene

    eo antropolgico.

    Un caminante curtido y debidamente aclimatado a la altitud podra cubrir la distancia entre el aerdromo de Lukla y el campamento b

    rest en dos o tres das. Sin embargo, como casi todos nosotros venamos del nivel del mar, Hall tuvo cuidado de hacernos andar a

    lento para que nuestros cuerpos tuvieran tiempo de adaptarse al aire cada vez ms enrarecido. Normalmente no andbamos ms d

    ro horas diarias. Algunos das, si el i tinerario marcado por Hall precisaba de una mayor aclimatacin, no nos movamos de donde est

    El 3 de abril, despus de una jornada de aclimatacin en Namche, reanudamos la marcha hacia el campamento base. A veinte min

    blo dobl un recodo y divis un panorama espectacular. Seiscientos metros ms abajo, abriendo una profunda grieta en el lecho de

    h Kosi pareca un retorcido hilo de plata que surga de entre las sombras. Tres mil metros ms arriba, la enorme aguja del Ama Dab

    a sobre la cabecera del valle como una aparicin. Y dos mil cien metros an ms arriba, empequeeciendo al Ama Dablam, se a

    bre helada del Everest, casi oculta por el Nuptse. Como pareca ser norma, un penacho horizontal de condensacin surga de la cim

    o congelado, delatando la presencia de fuertes corrientes atmosfricas.

    Me qued mirando el pico durante una media hora, tratando de asimilar qu se sentira en aquel pice barrido por el viento. Aunqu

    do cientos de montaas, el Everest era tan diferente de cuanto haba escalado hasta entonces que mi imaginacin no pudo ponea de las circunstancias. Aquella cima pareca tan fra, remota e inexpugnable que sent como si participara en una expedicin a l

    ntras reanudaba la ascensin, mis emociones oscilaron entre la impaciencia y una casi insuperable sensacin de terror.

    Aquella tarde llegu a Tengboche11, el mayor y ms importante monasterio budista del Khumbu. El sherpa Chhongba, un hombre i

    sativo que se haba sumado a la expedicin como cocinero, se brind a concertar una entrevista con el rimpoche, el jefe de todos loepal nos explic Chhongba, un hombre muy santo. Justo ayer ha terminado un largo perodo de meditacin. En los ltimos tres m

    ablado una sola palabra. Nosotros seremos los primeros en visitarlo. Es un buen augurio. Doug, Lou y yo entregamos cada uno cie

    oximadamente dos dlares) a Chhongba para que comprase unos katas pauelos ceremoniales de seda blanca. Luego nos q

    otas y Chhongba nos condujo a una pequea estancia situada detrs del templo.

    Cruzado de piernas sobre un cojn de brocado y envuelto en un hbito color vino tinto, haba un hombre pequeo y orondo con un

    ciente. Pareca muy viejo y cansado. Chhongba hizo una reverencia, habl unos momentos con l en sherpa y nos indic q

    cramos. El rimpoche nos bendijo a los tres, por turnos, y nos ci al cuello los pauelos que habamos comprado.

    Despus sonri beatficamente y nos ofreci t. Este kata has de llevarlo hasta la cumbre del Everest

    12

    me dijo Chhongba en tomne. Eso agradar a Dios y ahuyentar los peligros.

    Como no saba de qu modo actuar delante de tan divina presencia, reencarnacin viviente de un antiguo e ilustre lama, me daba

    derlo o dar involuntariamente un irremediable paso en falso. Mientras yo sorba t dulce, su santidad se puso a buscar en un armario,

    grande y profusamente decorado y me lo entreg. Me limpi las manos en el pantaln y lo abr con cierto nerviosismo. Era un lbum d

    ult que el rimpoche haba viajado recientemente a Estados Unidos, y el lbum mostraba varias instantneas de su periplo: su sanhington delante del Lincoln Memorial y el Museo del Aire y el Espacio; su santidad en California, en el muelle de Santa Mnica. Ms c

    unas pascuas, el hombre me seal dos de sus fotografas favoritas: su santidad posando junto a Richard Gere, y otra en comp

    en Seagal.

    Los seis primeros das transcurrieron en un mar de ambrosa. El camino nos llevaba por claros de enebro y abedules enanos, pinos

    dendros, atronadoras cascadas, seductores jardines de cantos rodados, arroyos cantarines... El cielo valquiriano estaba erizado d

    yo conoca de pequeo por los libros. Como la mayor parte del equipaje viajaba a lomos de yaks o de porteadores, mi mochila conte

    que una chaqueta, algunas barritas energticas y mi cmara fotogrfica. Sin peso y sin prisas, gozaba sencillamente de caminar po

    co, lo cual me produca una especie de trance, pero la euforia no me duraba mucho. Tarde o temprano recordaba hacia dn

    amos, y la sombra del Everest me devolva rpidamente a la realidad.Cada cual marchaba a su ritmo, parbamos para refrescarnos en las casas de t y a charlar con quienes nos cruzbamos.

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    Enseguida frecuent la compaa de Doug Hansen, el empleado de Correos, y de Andy Harris, el gua ms joven de Rob Hall. A

    old, como lo llamaban Hall y todos sus amigos neozelandeses era un hombre alto y robusto con la complexin de un jugador d

    ricano y esa especie de tosca gallarda de los tipos que salen en los anuncios de cigarrillos. En invierno tena mucho trabajo como

    u y piloto de helicptero. Los veranos trabajaba para cientficos que hacan investigaciones geolgicas en la Antrtida, o acom

    aladores a los Alpes neozelandeses.

    De camino, Andy habl largo y tendido de la mujer con la que viva, una doctora llamada Fiona McPherson. Mientras descansbamo

    roca, me ense una foto que llevaba en la mochila. La chica era alta, rubia y atltica. Andy me dijo que l y Fiona estaban construy

    casa en las montaas de Queenstown. Comentando con pasin los sencillos placeres de serrar cabrios y clavar clavos, Andy recono

    ndo Rob le haba ofrecido aquel empleo, l se mostr un tanto ambiguo: La verdad es que me cost lo mo dejar a Fiona y la casa

    bbamos de colocar el techo, sabes? Pero quin desaprovecha la ocasin de subir al Everest? Sobre todo cuando se tiene la opo

    abajar con alguien como Rob Hall.

    Aunque Andy nunca haba estado en el Everest, ya conoca la cordillera del Himalaya. En 1985 haba escalado un difcil pico d

    os, el Chobutse, unos cincuenta kilmetros al oeste del Everest. Y en el otoo de 1994 haba estado cuatro meses ayudando a Fiona

    ospital de Pheriche, un sombro y desapacible villorrio a 4.200 metros sobre el nivel del mar, donde pernoctamos el 4 y el 5 de abril.

    La clnica haba sido fundada por la Himalayan Rescue Association, principalmente para tratar afecciones relativas al mal de altura

    bin ofreca tratamiento gratuito a los sherpas de la localidad) y educar a los senderistas sobre los insidiosos peligros de querer s

    asiada rapidez. Haba sido creada en 1973 despus de que cuatro miembros de un grupo de senderismo japons murieran en las ce

    ueblo por culpa de la altitud. Antes de que existiera la clnica, uno o dos de cada quinientos montaeros que pasaban por Pheriche fa

    sa de enfermedades graves producidas por la altura. Laura Ziemer una impetuosa abogada estadounidense que a la sazn traba

    el minihospital con su marido, Jim Litch, y otro mdico joven llamado Larry Silver subrayaba que ese alarmante ndice de mortalida

    a a los accidentes de alta montaa; las vctimas eran senderistas corrientes que jams se salan de los caminos ya establecidos.

    Ahora, gracias a los seminarios y a los cuidados mdicos de urgencia que proporcionaba el personal voluntario de la clnica, el n

    alidad se ha reducido a menos de una muerte por cada treinta mil senderistas. Aunque hay occidentales idealistas como Laura Zie

    erciben remuneracin por trabajar en Pheriche e incluso pagan el viaje de ida y vuelta a Nepal de su propio bolsillo, el suyo es un p

    tigio que atrae a gente muy cualificada de todas partes del mundo. La doctora de la expedicin de Hall, Caroline Mackenzie, haba tra clnica de la HRA con Fiona McPherson y Andy en el otoo de 1994.

    En 1990, el ao en que Hall coron por vez primera el Everest, diriga la clnica una esforzada especialista neozelandesa llamada Jan

    la conoci al pasar por Pheriche e inmediatamente qued prendado de ella. Le ped a Jan que saliera conmigo tan pronto como

    rest recordaba Hall durante nuestra primera noche en la aldea. En nuestra primera cita le propuse ir a Alaska y escalar juntos el M

    a acept. Se casaron dos aos ms tarde. En 1993 Arnold subi al Everest con Hall; en 1994 y 1995 viaj al campamento bas

    ajar como mdico. Arnold hubiera vuelto a la montaa para la expedicin en que yo participaba, pero result que estaba embarazada

    es. El puesto fue para la doctora Mackenzie. El jueves, despus de cenar en Pheriche, Laura Ziemer y Jim Litch invitaron a Hall,

    n Wilton, responsable de nuestro campamento, a tomar un trago en la clnica y ponerse un poco al da. Durante la velada, la conv

    v hacia los riesgos inherentes a escalar el Everest. Jim Litch recuerda la discusin con gran claridad: Hall, Harris y Litch co

    amente en que era inevitable que tarde o temprano se produjera una catstrofe con gran nmero de vctimas, pero segn Litch

    avera anterior haba atacado el Everest desde Tbet, Rob no crea que pudiera pasarle a l; lo nico que le preocupaba era "te

    lverle la papeleta a otro equipo", y estaba "convencido" de que esa ineludible calamidad "se producira en la cara norte" del pico, es

    ana.El sbado 6 de abril abandonamos Pheriche y al cabo de unas horas llegamos al extremo inferior del glaciar de Khumbu, una lengua

    asi veinte kilmetros que baja del flanco sur del Everest y que deba servirnos de autopista hasta la cima. A 4.800 metros de altitud, h

    do atrs todo rastro de vegetacin. Veinte monumentos de piedra se levantaban en ttrica hilera a lo largo de la morrena frontal,

    a el valle cubierto de niebla, en recuerdo de escaladores que haban muerto en el Everest, la mayora de ellos sherpas. De all en a

    tro mundo sera una rida extensin monocromtica de rocas y hielo batido por el viento. Yo, a pesar de nuestro ritmo de marcha co

    ezaba a sentir los efectos de la altitud: iba un poco mareado y me costaba horrores respirar.

    En muchos sitios, el camino quedaba ahora sepultado bajo una capa de nieve de ms de un metro de altura. Cuando el sol de prime

    a tarde reblandeca la nieve, nuestros yaks perforaban la costra helada y se hundan hasta el vientre. Los sherpas los fustigab

    arlos a andar, y a punto estuvieron de dar media vuelta. Ms tarde llegamos a una aldea llamada Lobuje, donde nos guarecimos de

    n refugio pequeo que daba asco.

    Lobuje, un grupo de destartalados edificios bajos que aguantaba el envite de los elementos al borde del glaciar, era un sitio ttrico re

    pas y escaladores de una docena de expediciones distintas, senderistas alemanes, rebaos de yaks macilentos, todos con de

    pamento base del Everest, que an quedaba a un da de camino valle arriba. El embotellamiento, nos explic Rob, se deba a las t

    nsas nevadas, que hasta un da antes haban impedido a los yaks alcanzar el campame