Kermode. Frank - El Canon Literario

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Et CANON LITERARIO H. Bloom,J. Culler, H. L. GatesJt, H.U' Gumbrecht, W. V. Harris, F. Kermode,J.-C. Mainer, W. Mignolo, J. Ma Pozuelo, L. S. Robinson coMprI-ACIóN DE TExros vsBrrocRAFÍA Enric Sullá ARCO/LIBROS.S.L,

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Et CANON LITERARIO

H. Bloom,J. Culler, H. L. GatesJt, H.U' Gumbrecht,W. V. Harris, F. Kermode,J.-C. Mainer, W. Mignolo,

J. Ma Pozuelo, L. S. Robinson

coMprI-ACIóN DE TExros vsBrrocRAFÍAEnric Sullá

ARCO/LIBROS.S.L,

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guntarse si no podría ser cierto que hoy la función y la expe-riencia que todavía asociamos con el fenómeno "literatu-ra» se encuentran en áreas y soportes que, Por una u otraraz6rr, todaúa no podemos llamar "literatura"?

Las reflexiones anteriores son, naturalmente, la expresiónde una plegaria emocional por un cambio, largamente espe-rado, en la dirección y una apertura de los estudios litera-rios hacia formas de comunigación "no literarias". IJnaarqueología de la comunicación literaria es tan legítima e

interesante como, por ejemplo, las excavaciones de las pirá-mides que, después de todo, probablemente no* incitaron anadie a rogar por la restitución del culto a los muertos enEgipto. Pero esta arqueología de la comunicación literariano incluiría un "cultivo de los clásicos" académico y profe-sional, ni la exigencia pedagógica de una «educación lite-raria" perpetuada mediante los .clásicos".

EL CONTROL INSTITUCIONALDE I-A INTERPRETACIÓN-

FneNr Krnuo¡rUniu rsid.a d, dt C am bri d,ge

IJn número muy amplio de personas, de las que formoparte, se consideran a sí mismas intérpretes de textos. Todoaquel que comenta un texto (no importa a qué nivel) ytodo aquel que le pone notas críticas es un intéiprete. ytalpersona no puede abordar el trabajo de interpretación sintener cierta conciencia de las fuerzas que limitan, o tratande limitar, tanto lo que él pueda deciriomo los modos enque pueda decirlo. Estas fuerzas pueden provenir del pasa-do, mas por lo general serán consideradas.orno rurrci,orr.,ejercidas por los propios contemporáneos (y esto será cier-to tanto si uno se opone a ellasylas padece como si no).Fxiste una organización de la opinión que puede tanto faci-litar como inhibir el modo personal de hacer la interpre-tación, que prescribirá qué puede ser legítima-.rrt. obSe-to de un escrutinio interpretativo intensivo y determinárási un acto particular de interpretación debe ser considera-do un éxito o un fracaso, si deberá ser tenido en cuenta ono en futuras interpretaciones lícitas. El medio de estas pre-siones e intervenciones es la institución.

En la práctica, la institución con que tenemos que habér-noslas es la comunidad profesional que interpréta la lite-ratura secular y enseña a otros a hacer lo mismo. Hay ins-tituciones mejor definidas y más despóticas, pero su

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- Tí-tulo original: .Instinrtional control of interpretatio n,, en Salmagm.d.i,

43 (1979) , y reimpreso en The art of telting. Eisays on ficti.or¿. Loridres,Routledge and Kegan Paul, 1983, págs. l6&184. Fue en su origen una con-f'erencia dictada en Skidmore College en 1g79, por lo que ions..va .as-¡¡os de oralidad. La presente traducción es obra de la revista Saber, quelapublicó en su na 6, 1985, págs. 5-13, con cuya autorización, y la del áutor,se reproduce,

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existencia no invalida el sentido que damos aquí a la expre-sión. Para describir su actual existencia social tendúamos queinternarnos en una compleja relación de sus manifestacio-nes concretas en universidades, institutos y sociedades aca-démicos; y para definir su autoridad tendríamos que con-siderar no sólo su derecho estatutario a otorgar títulos ysimilares, sino también las más sutiles formas de autoridadadquiridas y ejercidas por sus miembros más activos y másdotados. Pero en esta ocasión no necesitamos molestarnospor tales detalles. Puede afirmarse con seguridad que esta-mos hablando de algo fácilmente identificable: una comu-nidad profesional dotada de autoridad (no indiscutible)para definir (o indicar los límites de) un tema, imponervaloraciones y dar validez a interpretaciones. Tales son suscaracterísticas. Tiene complejas relaciones con otras insti-tuciones. En la medida en que tiene, de modo innegable, unaspecto político, penetra en el mundo del poder; pero porsí misma, añadiremos, es poco el poder que tiene, si enten-demos por tal el poder para atar y desatar, para imponerla conformidad y arrater\izar la dewiación. La instituciónde que estamos hablando es, comparada con otras, bastan-te débil. Mas no por ello disminuye su parecido familiarrespecto de las demás.

Semejante comunidad puede describirse como una cor-poración que se perpetúa a sí misma, sempiterna. Es, aun-que modestamente y sin énfasis, jerárquica en su estructu-ra, pues su continuidad depende del derecho de los viejosa instruir a los jóvenes; y los jóvenes se someten porque nohay otra modalidad de sucesión. Los miembros viejos, oveteranos, hacen ciertas comprobaciones, siguiendo su pro-pio arbitrio, sobre la competencia de quienes pretendenunirse a ellos y, en un momento dado, reemplazarlos. Suderecho a hacer semejante cosa viene acompañado por Iasuposición de que están en posesión de un nivel de com-petencia en parte tácito y en parte dependiente de técni.cas que pueden ser estudiadas y aprendidas; la afirmaciónde que estas últimas ya han sido adquiridas puede com-probarse con toda sencillez, pero la posesión del poderinterpretativo, el poder adivinatorio, sólo se compruebapor referencia al conocimiento tácito de los miembros máS

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antiguos, que no obstante afirman, tácitamente por norma,que pueden seleccionar a los candidatos capaces de adqui-rir tales pericias y que tienen derecho a certificar que lashan alcanzado. Estoy describiendo el mundo tal como es otal como nosotros lo conocemos, y lo hago así solamenteporque nuestra familiaridad con él puede haber llesado aocultarnos su modo de operar.

Los textos en que los miembros de esta institución seejercitan no son secretos y en principio el lego tiene plenoacceso a ellos. Pero aunque el lego, sin ayuda o ayudadosolamente por la enseñanza secundaria o sub-institucional(charlas radiofónicas, periódicos dominicales, grupos delectura o clubs literarios), adquiera lo que en ciertas cir-cunstancias pueda pasar por competencia, ltay una dife-rencia necesaria entre ellos y las personas que podemosconsiderar practicantes titulados. Es como si estos últimosestuvieran «en regla». Su derecho ala práctica üene seña-lado por signos arbitrarios; no sólo por certificados, togas ytítulos, sino también por jergas profesionales. T.as activida-des de tales personas, estén dedicadas al diagnóstico o a laexégesis, son privilegiadas: tienen acceso a significados queno se revelan por sí mismos al lego. Por otra parte, en cues-tiones profesionales no están sometidos a otra censura quea la de otros practicantes titulados que actúen como cor-poración y, por lo tanto, la opinión del lego carece de con-secuencias. Esto es algo que no sucedía antes de que la ins-titución aquí considerada se estableciera con firmeza, comocualquiera puede comprobar considerando con ojos delego la prosa que habitualmente escriben sus miembros ycomparándola con lá prosa de críticos que todavía creenescribir para un público general con formación, para lacour et la aille.

En cualquier caso, lo que me interesa aquí es explorar unpoco más los medios con que la institución controla las acti-vidades exegéticas de sus miembros. Aunque en parte lohace por medios del todo eüdentes, por ejemplo, controlala formaciór,y la subsiguiente carrera de sus miembros(¿quién decide si alguien debe recibir el título de licencia-do o doctor?), tiene recursos más sutiles, como las restric-ciones canóni,cas y hermenéuticas, que son más interesantes.

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Con la primera de estas expresiones me refiero a la deter_minación de lo que puede ó debe ser interpretado, y con lasegunda a la decisión de si es permisible un modo particu_lar de hacerlo. Desde_ luego, los cánones cambiair, espe_cialmente en una institución "débil,; y también lo hacenlos estilos interpretativos. cómo tienen rígar dichos cambios:s una parte del tema que me ocupa, y la cuestión de laherejía es una subdivisión de dicha pu.í..

En el capítulo siete planteo la cúestión de cómo saberque una interpretación está equivocada*. Desde luego, recla_mamos para nosotros este conocimiento; si un estudiante al

11.L"-f,Jove,is fairl As any she beHei with false .o-pu-re,, analiza el "she" como pronombre personal y no comosustantivo, no tendremos escrúpulos en decir qué está equi"vocado; aunque Willian Empson diga que el sántido ".qri-vocado" estaba presente como ejem[lo de cierto tipo (criar_to o séptimo) de ambigüedad (un "matiz verbal.]. que dalugar a reacciones alternativas ante un mismo ,"g-.irto d"lenguaje"), la-mayoríade nosotros no estaríamo"s tan segu_ros a la hora de escribir. I. A. Richards, que tanto ha heJhopara estimular la libertad de interpreáción, siempre hasabido distinguir el momento en que esta libertad se con_vierle, en libertinaje; lamenta que haya gente carente delsentido ode lo que es admisible y to qr. ,r-o lo ., en la inter_pretación», y ve en alguna obra de RomanJakobson losmedios de defender la poesía frente a tales i.omniposiUi_listas". Con todo, parecé chro que pocas veces se trá ttega_do metódicamente, si es que se ira liegado alguna u.r, uLmdecisiones necesarias. Lo que sucede e"s más blen que fu i""titución requiere interpretaciones que satisfagan su cono_cimiento tácito del área de sentido iolerado; Ér,. ..q,r.rl_miento actúa con gran simplicidad cuando la interpreációndiscutida es obra de un novicio y puede ,", -á, duro, e

* Se refiere al artículo-oCan we say absolutely anything we like?,, enKermode (1983), págs. lb6-167. lNota d,el compilador.l'" Se trata de los w. 13-14 del soneto 130 de W. SHAxESrEARI, que en

su- contexto inmediato y en traducción de L. As:rxaNe MerÍN dicen así: "miadorada es tan sobresaliente, quejunto a ella, todas las comparaciones:9: 3.T" (Ohras comptetas. Madrid, Aguilar, t967, pág.2792a). lñota det com_pilad,or.l

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incluso alalargaimposible, apricarro si er autor es conoci_do por su competencia. Una ,árOn puÁque cambie el con_senso insrirucional. pero hay un sántidá *"y.1.r" ;;i;que una corporación profesional sabe,y el modo de hacer_lo era una de las preocupaciones ae uiáhael polanyi. ffi;una competencia institucionalizada, y lo que ésta conside_ra inaceptable, es incompetente. Esto no supone, como:i1T,", tener que presrar mucha arención u lo..uro, irái_vrouales,.puesto q":-19 hay garantía de que este conoci_mienro tácito sea infalible; ,é b"uru., .t .or¡rrro a" ,rrpr.*tos de uso común: el paradigma o, si lo pr.d....r, t^ rp¡íur*;y "?: revolución puede cambiarlo todo. pero fu pri"r"uiiización inmediata es, simplemente, que aceptamos o recha_zamos. una interpretación sobre la^base de un .";p;;;;conocimiento fácito, compartido _no importa con qué cua_lificaciones- por los .s.uiufo.re, má, uritigr", d; i;j";;;-qura.

, _ *ud,u hay de sorprendente en esta conclusión, que inclu-so puede ser considerada triüal por miembros de otras ins_tituciones no menos beligerantes' u,rrq.r" poriblemente másconscientes de sí mismoi que los de ü nuestra. Según noshan contado, en la comunidad psicoanalítica,..la dp;;i;;:cia de la.comprensión provie.r. ¿" tu .á.rrt.r.ción de laperspectiva más satisfactoria para la presente iniciativacomúnrl. Dicho de otro modo, r"

"r.rrát u el tipo d.e cosasque hemos acordado buscar. De hecho, tu uer¿aa..a inter_pretación es lo queJürgen Haber-u, ílurnu «un consensoentre.las p_arres»2. ¿De.qué otro modo poáríamosj"r*;;::-T:lgrdi En cualquier caso, no omitiremos mencionarque la rnsütuclon también valora la originalidad; si se u.rr"-da que alguna aporración tiene fuer?;;r;;;;;r#;incluso transformar lo que pr.uiu_"rrtetse había acorda_

I D.Blmcu, "Thelogic.of interpretation» ,enGmre,10, lgl1,pág. Bg4.' Knoukdge and human intaesr.(tSOa¡, *á. á.J"..*yJ. Shapiro, 1972,pág.193. Esra observación no es ajenaalaopi.riáil. Habermas (op. cit.,pág.175) de que osl arte hermenáuti." p".;;;;; iigado at .ürtuosismopersonal" en mayor medida que el doáinio á. U. op".uciones de men_suración".

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do, entonces tal aportación es respetada y puede llegar aser la base de un nuevo modelo de consenso. Con todo,tan raras y revolucionarias desüaciones dependen del con-sentimiento de la jerarquía.

La Iglesia es la más ejemplar de las instituciones dota-das de la obligación primordial de interpretar rextos y dedecidir que cierto corpus de textos merece o requiere exé-gesis repetidas (de hecho, exégesis interminables). Convoluntad de perpetuidad, jerárquica, autoritaria, muy pre-ocupada por cuestiones canónicas y deseosa, como noso-tros, de distinguir tajantemente entre lecturas iniciadas yno iniciadas, es un modelo que haríamos bien en conside-rar si pretendemos comprender nuestros propios usos.

De hecho, es dificil establecer generalizaciones tan sim-ples, y la Iglesia ha sido propensa a la escisión precisamen-te por los temas que estoy considerando: la autoridad,"lajerarquía, el canon, la iniciación y las lecturas diferentes.Pero si algo tiene que enseñarnos, hemos de hacer lo posi-ble por superar tales dificultades. Consideremos en primerlugar el canon. La palabra significa propiamente «vara» o<<norma» o "medida" y todos conocemos más o menos cómose aplica al Viejo y al Nuevo Testamento o a Shakespeare:Hamlet pertenece al canon; The Yorhshi.re traged,y es un apó-crifo y Two noble kinsrnen es también de estos últimos, aun-que muchos piensan que debería pertenecer a la primeracategoría. Apócrifos quería decir "escondidos", pero llegóa significar «espúreos» y en estos momentos significa "nocanónicos". El canon posee una autenticidad de la que care-cen los Apócrifos. Pero decir en qué residía o reside dichaautenticidad es cosa muy complicada.

Al parecer el canon empezó a cristalizar como reaccióncontra un intento herético de imponer una lista rigurosa-mente restringida de libros sagrados en la Iglesia de mitaddel siglo u. Marción rechazó la totalidad del AntiguoTestamento, aceptó un evangelio (el de Lucas, muy redu-cido) y añadió diez versiones expurgadas de las cartas de sanPablo para completar el canon. El canon de Marción prleá.

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recordarnos de inmediato algún intento riguroso de expur-gar el nuestro. Desde luego, sabía lo que quería. Al abolirel Antiguo Testamento actuaba bajo la creencia de que suspersonajes y profecías eran falsos. Era un modo audaz desolventar un problema de la Iglesia primitiva. El estableci-miento de un canon estricto eliminaba, entre otras moles-tias, el problema del estatuto del Antiguo Testamento. Losprimeros cristianos no tenían más escrituras que el AntiguoTestamento, pero cuando la Ley dejó de ser de prirneraimportanciapara ellos, su relación con las escriturás empe-z6 a ser problemática; desestimando el rechazo gnóstico, instituyeron un nuevo modo de leerlo, como un repertoriode personajes que prefigurase la Cristiandad. yafhacerlodestruían prácticamente su valor como historia o comoley; se convirtió en un puñado de reseñas de aconteci-mientos aislados y no en un relato por sí mismo. pero lascorrespondencias entre lo que había de ser el NuevoTestamento y el Antiguo eran muy importantes, desde elmomento en que tenían que dar validez a la versión cris-tiana. Marción creía que el Antiguo Testamento estabaequivocado y pervertido y aceptó la conclusión de quehasta aquel momentoJa Cristiandad había estado en elerror por estar adulteradas las verdaderas palabras del fun-dador'.

Marción estaba seguro de conocer la tradición originalen toda su pureza; es el primero de una larga serie de réfor-madores protestantes que gozó de dicha seguridad. La mag-nitud de la crisis que desencadenó en la Iglesia ha sido biendescrita por Von Campenhausen. Ydurante cierto tiempotuvo gran éxito. El suyo fue el primer eanon. La contráo-fensiva tenía que proporcionar un canon más aceptable alconsenso de la iglesia. Se ha discutido mucho sobre los cri-terios utilizados. Se defendió el Antiguo Testamento y, dese-chando una masa de evangelios, se escogieron cuatro como"auténticos" (entre los rechazados se incluía, naturalmen_te, el de Marción). Todo esto llevó cierto tiempo; la ideade cerrar el canon llevó más tiempo todavía y sé vio acele-

3 Véase HANS vAN CeuprNnausrN, The formation of the christian Bible(1972). Trad. deJ. A. Baker, págs. 147 y ss.

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rada por la al:;.enaza de otra herejía, el montanismo, quese servía de innumerables libros apocalípticos. De este modose fo¡mó el canon; y fue creciendo la costumbre de pensaren él como si estuüera compuesto por dos libros o por dospartes de un libro total.

Posteriormente llegaron nuevos beneficios. En variosmomentos la institución, para proteger su texto, le confi-rió las virtudes de la apostolicidad, la infalibilidad, la ina-gotabilidad y la inspiración. Claro que costó siglos de investigación y disputas eruditas definir los puntos en que secreía que el texto poseía todas estas cualidades; el áanonno se cerró por fin, incluso para los católicos romanos, hastael Concilio de Trento, en7546, cuando se les concedió igualautoridad a todas sus partes. La tradición luterana todávíase opone a esta doctrina. Entre los teólogos protestantes seobserva actualmente una tendencia a ábrir de nuevo elcanon y quizá a admitir el Evangelio de santo Tomás, des-cubierto en Nag Hammadi en lg4ba.

Esta breve alusión a la historia del canon sólo pretendedemostrar la nalu;raleza de las operaciones efectuadas porla institución que lo formuló y lo proregió y la estrecha réh-ción existente entre el carácter de una institución y las nece-sidades que satisface al dar validez a textos y a interpreta-ciones de los mismos. El deseo de disponer de un áurronmás o menos invariable y de protegerlo de las acusacionesde-inautenticidad o poco valor (pues la Iglesia protegía a losjudí65, por ejemplo, fiente a Lutero) es un aspécto dál nece-sario conservadurismo de una institución erudita. Un ejem-plo interesante de este conservadurismo es la historia áe hedición de Erasmo del Nuevo Testamento griego, que fuedu¡ante tres siglos el textus receptus. Erasmo .-p.ió .o.,dificultades el trabajo editorial, incluso desde el punto deüsta de los manuscritos y las técnicas de edición éntoncesdisponibles; de ciertas partes del libro ni siquiera tenía eltexto griego, de modo que lo tradujo él mismo del latín.

a Véanse DavIo. L. DUNGAN, .The New Testament canon in recentstudy", en Interpretation,29,1974, págs. 339-B5l; y Anrnr C. SuNornnc,"The Bible canon and the christian doctrine of inspiration,, en Intetpretatbtt,29, 1975. págs. 352-371.

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Sus errores fueron bastante eüdentes, pero sus sucesoresno se atrevieron a alterar su texto y reimprimieron los erro_res incluyendo las lecturas preferibles en las notas. Así per_manecieron las cosas hasta Lachmann; y el enorme esfuer_zo editorial por él empezado todavía sigue adelante. Lainstitución tenía sus propias fuentes de veráad y se considerómejor serüda por las afirmaciones de inerrancia, inclusoen un texto (como la traducción vernácula) que no podíaseducir a los inexpertos, como tampoco podía áejar su'inter_pretación libre del control de la Tradición, a la que se con_cedía más autoridad que al mismo texto.

Es claro que el control de la interpretación está Íntima_mente relacionado con las valoraciones asignadas a los tex_tos. La decisión en cuanto a la canonicidád depende delconsenso sobre si un libro tiene las cualidades réqueridas,cuya determinación es en parte un trabajo de inierpreta_ción. Yuna vez que una obra llega a ser can"ónica, la obia delintérprete empieza de nuevo. por ejemplo, en la medidaen que la institución, considerándose infáhble, desea mini_mizar las contradicciones y redundancias de los evangelios,será objeto- principal de la interpreración el logro"de laarmonía, "la concordancia de las escrituru, auñó.riaurr,como proclama Agustín en La ciud,ad, d,e Dios. Hay un lar_guísimo Iapso.temporal entre la primera .armoníaí y la pri_

T:.u «sipnosis" conocidas, realizada ésta en el siglo xrxdebido al nuevo impulso de explicar, más quejustifi"caq lasdiscrepancias. Estas habían sidb observadás dlqde los pri_meros tiempos, siendo silenciadas (caso del Dia,tessaroi deTaciano) o descartadas (caso de Orígenes y Agustín). Elexamen.de los evangelios nunca dejó de ser'inténso; perola atención. de que eran objeto estaba controlad.a pár eldeseo de la institución de justificarlos tal como eran y'hallar_los armoniosos, hasta que, con el transcurso del tilmpo ybajo la influencia de cambios en la cultura general, pi"áleció una forma de atención más secular.

La institución tardó mucho, y todavía de manera incom_pleta, en aceptar la postura según la cual no hay discipli_nas independientes de la hermenéutica sagrada. pe.o huyuna cosa cierta, sea cual fuere el nivel de secularizacióÁalcanzado: en todos los niveles, la interpretación de las escri_

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turas es ante todo labor de profesionales. Desde el principio(Marcos, 4.11) se mantuvo la postura, que no ha perdidovigencia, de que esán abiertamente al alcance de todos loshombres, aunque estén en cierto sentido cerradas a todosexcepto a los intérpretes institucionales aprobados. La laborde los primeros intérpretes tendía no sólo a establecer armo-nía entre los textos canónicos, sino también a extraer sen-tidos no asequibles a personas de alcances ordinarios. Serequería que la interpretación del Antiguo Testamentotuviera que ver con su peculiar relación con la nueva fe fun-dada para que formara p_arte, como dijo Clemente, de la

"sinfonía de los sentidos»5. Todo aquello que pareciera noseguir las exigencias de la institución tenía que aclararsehasta la conformidad. Los vacíos abiertos entre el sentidoliteral aparente y el sentido aceptable parala doctrina o lascostumbres de reciente establecimiento tenían que ser col-mados por interpretaciones por lo general tipológicas o ale-góricas. Ysiempre quedaban los sentidos secretos, protegi-dos por la propia institución. Al principio eran orales, partede una tradición de la que era responsable la institución;luego debió haber dos textos, uno acesible a todo el mundoy otro reservado para los iniciados. E incluso debió haberinterpretaciones privadas del texto público. La iglesia católica romana defendió en Trento (y supongo que en teoríala sigue defendiendo, aunque las restricciones impuestas alos exégetas católicos se han reducido mucho) la posturade que sólo ella tiene derecho, a la luz de la tradición, adeterminar la interpretación. Fue en Trento -como vio-lenta reacción contra el bibliocentrismo enemigo- donde sepropuso seriamente la inutilidad de la escritura, pues desdeel momento en que la escritura estaba siempre srljeta alsuperior conocimiento tradicional de la Iglesia, podía serconsiderada redundante y, en manos de intrusos ignoran-tes, fuente de error.

A pesar del éxito de los protestantes en su enfrenta-miento a esta postura institucionaly a pesar de estar los tex-tos al alcance de legos de capacidad cultural en aumento,la interpretación de las obras canónicas siguió siendo deber

5 Citado por VoN Ca¡¿pruneusrN , ob. cit., pág. 304.

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del clero. Entre el lego que lee la Biblia y el exégera moder-no que desmonta las epístolas de san pablo o eféctúa sobrelos textos operaciones hermenéuticas de reciente validez-crítica de la forma, crítica de la redacción, crítica estruc-turalista-, hay una distancia tan grande como siempre. Esadistancia puede comprobarla cualquiera que compare uncomentario evangélico moderno escrito por profeiionalescon uno escrito por laicos, por ejemplo, los comentariosde Cambridge sobre el Nuevo Testamento griego y loscomentarios de Cambridge sobre la Nueva Biblia inglesa.La diferencia es sorprendente y no puede explicarse por larelativa inaccesibilidad del texto griego: la naturaleia deldebate cambia por completo.

Así pues, está claro que en los textos canónicos hay unareserva de sentidos priülegiados sólo accesibles a personasque en alguna medida tienen la formación propia de ladocta institución a la que pertenecen, y el apoyo dé su auto-ridad. E incluso en las formas de interpretáción más desin-teresadas -las que dependen de la investigación históricao de las técnicas editoriales- prácticamente siempre existela influencia de un compromiso doctrinal anterioi. Es decir,quienes la practican creen en la religión cuyos doctores leshan instruido en el campo del saber. En el peor de los casosesto no es sorprendente, pero su obviedad no debe impedirque lo tengamos en cuenta. Es un aspecto muy imporiantede la sociología de la interpretación. Tras el sentido literal,hay otros sentidos; mas para adivinarlos es preciso saberdónde se hallan, cómo se relacionan con la hoctrina másllanamente definida y cómo es admisible llegar a ellos.Desde luego que se dan cambios; un cambio muy radicalse inició en el siglo xuII y todavía no hemos üsto sus últimosefectos. Pues aunque tengan luga¡ son lentos y complicad.os,y les corresponden cambios similares en la propiá institu-ción, algunos de ellos señalados por medio de manifesta-ciones y anuncios públicos, como el Varicano II [lg62-lg6b],mientras que otros son menos evidentes. He aquí un ejem-plo claro de la relación entre los deseos de la institución ylos tipos de interpretación emprendidos: después d.e queLeón xrrr propusiera la filosofía de santo Tomás de Aquinocomo tema cuya importancia habia sido descuidada, hubo

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un renacimiento neoescolástico. Después del Vaticano II,los estudiosos católicos lograron una nueva libertad exe-gética; las amenazas disciplinares desaparecieron o dism!nuyeron y se üeron capacitados para practicar el tipo deinvestigación y comentario especulativos que durante largotiempo les había sido prohibido, hasta el punro de quelamoderna erudición bíblica había sido fundamentalmente nocatólica. Hemos de recordar, por supuesto, que en dife-rentes sectores de la institución los cambios acaecen a muydistintas velocidades; una cosa es la nueva libertad d.e losestudiosos católicos: y otra es el hecho de que en el mundomoderno haya muchos fundamentalismos, unos de tipomeramente popular pero otros pertenecen a institucionesmuy organizadasy con control sobre la interpretación.

Volvamos, para no abandonar el tema, a la instituciónliteraria y su canon. Los puntos de comparación rad.icanen que el antiguo canon, aunque de modo mucho menosefectivo, controla la elección de los textos canónicos, res-tringe su interpretación y se ocupa de la formación de losque heredaránla presunción de competencia institucionalen virtud de la cual se aplican dichas sanciones.

¿Puede realmente hablarse de un canon de estudios aca-démico-literarios? Quizá se haya hecho un poco más difí-cil contestar a esto, pero creo que la respuesta sigue siendoafirmativa. El único intento serio de describir su formaciónes, por lo que yo sé, el ensayo de dieciséis páginas incluidopor E. R. Curtius en su L,itcratura Europea y Edad, Med,ia Latina(1948: 367-383). Curtius muesrra que la importancia delcanon eclesiástico fue creciendo en importancia, en pro-porción no sólo a las sagradas escrituras, sino también á lasactiüdades jurídica y litúrgica de la institución. Había, pues,un canon de los Padres, un canon de los Doctores, de dondesurgió la idea de que había un esquema fijo para todo. Lasescuelas medievales elaboraron una mezcla de autores cris-tianos y paganos que también llegó a ser canónica. Estocambió entre la Edad Media y el Renacimiento y ha vueltoa cambiar desde entonces. El Renacimiento conoció ade-más el primer canon vernáculo, que fue el italiano; otroscánones vernáculos siguieron a éste, el fiancés en el siglo xrzny el inglés en el x\ru. Ysupongo que podemos decir que el

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canon americano es una formación del presente siglo.Curtius siente cierta impaciencia ante estás formacioinescanónicas nacionalistas y desea un canon de ra literaturamuldial que ponga fin a estas concepciones locales.

De todos modos, la formación de un canon mundialsecular cae fuera del alcance de las instituciones existen_tes; el éxito de la "literatura comparada, en el mundo aca_démico ha sido real pero limitado, en parte porque no enca_ja fácilmente en los sistemas burocrático, qr. áu, fiterza alas decisiones institucionales. El interés dei varioso v erudi-to, aunque no definitivo, ensayo de Curtius, radica en sucomprensión del hecho de que la relación entre un canony la situación histórica de ra institución que lo estabrece esestrecha y^compleja; concede un cierto interés a la opiniónde que la formación y el control del canon secular qr.

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mos considerando están históricamente relacionadls con y:"" { mismo ti9-p?,u"ilogos respecro de las fuerzas quáhan formado y dirigido las éánoná eclesiásticos.

^ Claro está que en una institución que carece d.e cred.osformales I gr. no tiene ningún derécho a castigar a loslegos, no debemos buscar nadá parecido al rigor

"j.rierti.orepresentado por Trento. El canon que ahóra discutimosserá necesariamente un asunto más áscuro e incluso mássujeto a discusiones que el eclesiástico. Los candidatos a serincluidos en el canon, así como los apócrifos, serán másnumerosos, y a nosotros nos resulta imposible resolver elproblema quemando tanto los libros como las personas queapoyan su pretensión de ser incluidos.

Nuestra institución-es relativamente joven y no ha pasa_do mucho tiempo desde que la cuesdó;del canon..u.orusencilla. Fue definida, de un modo que nos resulta familiaren virtud de la historia eclesiásticá, por los ataques quepadeció, que por lo general incluyen operacione, pu.u Jr*tituir a algún miembro del canon por otro de fuera.¿Cuándo fue canónico Donne? ¿Con la.di.iO, de Grierson?

I: *gd9^il-S"1"; probablemenre sólo con el ensayo deEliot de 1921, o incluso más tarde, cuando este ensayo (quea su vez es una operación muy tardía en una campaña puesta en marcha de modo intermitente durante .uii todo ,r,siglo) tuvo eco académico. Eliot era en gran medida un

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canonista; el tema de "Tradition and the individual talent,presupone un canon, aqunque se trata de un canon al quese pueden añadir obras en una mezcla intemporal, en elque lo nuevo afecte al sentido de lo antiguo, del mismomodo que el Nuevo Testamento alteraba el sentido delAntiguo.

Como todo el mundo sabe, el ingreso de Donne fuemotivo de grandes alteraciones en el canon o, en cualquiercaso, de intentos de cambiarlo radicalmente. Por ejemplo,los cambios doctrinales que permitieron tal ingreso impli-caban además una nueva valoración e incluso la expulsiónde Milton, y esto sin hablar de la re-escritura de la historiade la poesía de acuerdo con la ley de la Disociación de laSensibilidad*. Yo mismo estudié con entusiastas que creíanque Milton había sido "desalojado", por utilizar la cele-brada expresión del doctor Leaüs**. La muralla china habíasido desbordada. Este moümiento empezó fuera del mundouniversitario pero éste lo asimiló. A la larga Milton se habíamantenido; pero se hicieron necesarios grandes cambios énel método de interpretar sus textos, como puede observarcualquiera que compare a los estudiosos de Milton de laprimera parte del presente siglo con los que dominan hoy:por ejemplo, M. Y. Hugues con Stanley Fish o WalterRaleigh con Christopher Ricks, cuyo libro sobre Milton esun ejemplo espléndido del modo en que la necesidad dedefender a un autor canónico puede reclamar nuevosrecursos críticos y exegéticos. Por otra parte, las razonesde los antimiltonianos fueron cuidadosa y hostilmente estu-diadas.

* La Disociación de la Sensibilidad es un concepto propuesto por T. S.

Etrol en su ensayo sobre "The metaphysical poets» (1g21), en el que afir-ma que los poetas ingleses de primeros del siglo xlu poseían una sensibi-lidad que les permitía una "aprehensión sensual directa del pensamiento,,es decir, que no establecían distancia alguna entre lo sensual y lo mental,1o que sí se produjo después de los poetas meta.fisicos y que el sentimen-talismo del siglo xr,ru contribuyó aagrayar. lNota del compilador.l**

Se refiere a F. R. L¡avrs, cuyai obras New bearings i.n english poetry(1932) y Rnaluation (1936) hicieron mucho per establecer el canon de lapoesía inglesa al que se refiere Kermode. fNota del comsitad,or.l

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Los sociólogos de la religión sugieren que las institu-ciones reaccionan básicamente de dos maneras frente a lasamenazas exteriores. O "legitiman" la nueva doctrina otexto (la recepción de Donne) o la "aniquilan" (el fracasodel intento de desalojar a Milton). En nuestra institución,el procedimiento más habitual es el primero, en parte debi-do a la relativa ausencia de poder, en parte debido a la poro-sidad de la organización y en parte debido a que la tradiciónen que trabajamos es de predominio protestante. En todolo que hacemos hay cierto nivel de tolerancia. Lo que másvaloramos en los trabajos que nos someten los que quierenunirse a nosotros es una originalidad que permanezca cer-canaa las normas consensuadas. Más aún, por lo general nosinclinamos hacia el pluralismo y a no ser demasiado siste-máticos, como gustan de señalarnos los estudiosos que setoman el método en serio. Y a pesar de todo no deja dehaber algún rigor en la institución.

Si obserr,an ustedes cualquier programa naüdeño recien-te de la Modern Language Association*, verán lo que pare-ce ser una total libertad respecto del canon o, por decirlode modo más generoso, una apertura a la innovación, unavoluntad de replicar a las legítimas presiones del mund.o(político) exterior. Hay sesiones sobre literatura de la negri-tud, sobre mujeres escritoras olvidadas y temas parecidos;también hay debates sobre crítica relativamente vanguar-dista y sobre moümientos teóricos que desde luego no hanlogrado atraer el consenso de los más veteranos. Por otraparte, la bibliografia de la Modern Language Associationmuestra una densa concentración de esfuerzo interpreta-tivo sobre las figuras canónicaso. Se llega a la conclusibn deque en este campo, como en las variaciones nacionales yregionales del canon que todo el mundo conoce, tenemospruebas de la capacidad de la institución para controlar lasinnovaciones e inquietudes marginales. Hace unos años laModern Language Association padeció algo que por un

* La Modern Language Association de EUA celebra sus congresos anua-

les en distintas ciudades norteamericanas en fechas cercanas a la Navidad.lNota d,el compilador.l

6 Debo esta observación a una conversación con E. D. HInscn.

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momento parecía una revolución; pero no era más que uninterludio saturnino (adecuado a la estación en que se reu-nía), un episodio de desgobierno tolerado porque a fin decuentas reforzaba la estabilidad de la institución. Los «reyespor un día, disfrutaron de su momento y las figuras realesmás auténticas y habituales recuperaron sus puestos.Podemos tolerar incluso a los que creen que la institucióndebería ser desmantelada. Como observaba Thoreau,"hablan de una sociedad en movimiento pero sin ésta no tie-nen un lugar de descanso".

Me he desviado de la cuestión de nuestro canon parahablar de las fuerzas internas de la institución que actúan,por lo general lentamente, paÍa cambiarlo. Durante ciertoperíodo pueden verse diferencias señaladas. Cuando yo eraestudiante nadie enseñaba a Dickens; podemos seguir elproceso de su aceptación (en Inglaterra, desde luego) porlas etapas del lento cambio de opinión del doctor Leavis(que es el Marción del canon, a no ser que este papel estéreservado a Yvor Winters). Algunos de mis profesores nollegaron a mencionar a George Eliot. Blake flotaba en losmárgenes de lo canónico yJoyce era todavía exterior almismo, aunque lo leíamos. En Oxford todos estos problemaseran en cierto modo simplificados por el decreto en virtuddel cual la literatura que se podía estudiar y juzgar acababaen 1830; después de esta fecha nada podía ser objeto deexégesis.

¿Cómo ocurren los cambios en el canon? Generalmentedependen del ingreso en la academia de moümientos entu-siastas del exterior. No siempre es así; por ejemplo, en laactualidad parece progresar una revalorización académicade la literatura americana temprana; repentinamente,Cotton Mather es del mayor interés y se puede leer e inclu-so interpretar a Charles Brockden Brown. Pero de cualquiermodo que se originen los cambios, todavía hay una normaque establece que la institución debe conferir validez a lostextos antes de autorizar su exégesis profesional. A partirde aquí parece no haber límites, el avance exesético esinterminable. A este respecto el Uli,ses es un buen ejemplo;hay otro más notable, que es el de Melville, ignorado duran-te sesenta o más años y hoy día explicado completa, canó-

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nica e interminablemente. George Eliot es otro caso inte-resante. Probablemente los legos la leían, como sucediócon Dickens; pero sólo recientemente, en mi propia época,se ha convertido en objeto de una serie en apariencia infi-nita de interpretaciones, que son totalmente diferentes delas que durante años sirvieron de norma, por ejemplo, lasde Leslie Stephen y HenryJames.

Autorizado parala exégesis: tal es el sello que ponemosal frente de nuestros trabajos canónicos. ¿Cómo autorizamosla propia exégesis? La intrusión de una nueva obra en elcanon comporta normalmente algún cambio en el saberusual de la institución en lo que se refiere a los procedi-mientos hermenéuticos permisibles. De este modo, la admi-sión en las facultades americanas del new criticism proce-dente del exterior de la universidad fue un complejofenómeno que comportó una üctoria casi política sobre losfilólogos más viejos, un cambio del canon (aceptación deDonne, Eliot, etc.) y una nueva hermenéutica popularizadapor Brooks y Warren y formalizada por Wimsatt. El éxitomás evangélico de Leavis dio como resultado la penetra-ción de sus seguidores en el sistema inglés de la enseñanzaliteraria; a nivel pastoral siguen siendo, probablemente, losprofesores de lectura más influyentes del país y su conte-nido moralista para los no creyentes -las certidumbres cie-gas de capilla, el fácil desprecio de los epígonos- sigue ofie-ciendo su lamentable contribución al tono del debateliterario inglés. Defienden un canon riguroso (la línea delingenio, la gran tradición) en el que de vez en cuando hayingresos furtivos (Dickens, Tolstoi), candidaturas incómodas(Emily Bronté) y apéndices apócrifos (L. H. Myers, RonaldBottrall, Hawthorne).

Desde el punto de vista institucional, el new criticism yScrut'iny* fueron (y siguen siendo) here.jías de éxito.Reüsaron el canon y cambiaron los métodos. Las personas

. Smttiry es la revista que fundó y dirigió F. R. Lrevrs en Cambridge

entre 1932 y 7953. lNota d.el compilador.)

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iniciadas en la lectura por la institución empezaron a leerde otro modo. Otros intentos de alterar el canon y la doc-trina -los de Winters, Pound, James, Reeves- han tenidomucho menos éxito. Pero ahora observamos el avance de loque puede ser una herejía más radical. A diferencia de losteólogos, no somos hábiles para poner nombres distintivosa las modas hermenéuticas; se trata de ofra neu criticism onouaelle critique, aunque ya ha avanzado mucho desde lasinnovaciones francesas de los años sesenta. La reaparicióndel formalismo ruso, el desarrollo de una nueva semiología,de un nuevo marxismo, de un nuevo psicoanálisis, de unanueva anti-metafisica post-heideggeriana, con nuevas for-mas de historia cultural -todos los progresos que asocia-mos a nombres como Barthes, Lacan, Derrida, Foucault-han tenido cierto éxito en el interior de la institución ytodavía pueden tener más. Acompaña a estas manifesta-ciones cierto fervor ideológico e indudablemente alteranla configuración de los intereses interpretativos institucio-nales. Es más, confiesan ser subversivas. Alteran los límitesdel objeto de estudio, proponen nuevas visiones de la his-toria, las instituciones y el sentido. Este no es el lugar ade-cuado para entablar una discusión sobre la validez de talnueva doctrina; para mantenerme en las fronteras de mitema, me limitaré a preguntar cómo cabe esperar que lainstitución la contenga o la controle.

El hecho de que bajo estos nuevos auspicios la inter-pretación tenga una sociología diferente a fin de cuentases en modo alguno subversivo; probablemente era necesa-rio avanzar desde la modalidad estética o icónica a la que seha dedicado una generación y ver los textos literarios comotextos entre otros textos, quizá todo requiera una inter-pretación "deconstrucfiy¿» para darle otro período de vida.Ciertos tipos de literatura, lo que los alemanes llamanKleinkteraturo "literatura trivial", así como el cine, se hanacomodado en una especie de sentido deuterocanónico.Por consenso jerárquico la institución intentará protegersede la barbarie, pero lohará controlando los nombramien-tos y las promociones más que trabajando sobre el canon.Por eso existe el riesgo de que los nuevos procedimientoshermenéuticos puedan ser considerados por las personas

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interesadas solamente como nuevos procedimientos, mími-ca metodológica cuya gesticulaciór, parezca vacua y total-mente despreocupada de canon alguno. Tendrán que sercontrolados de alguna otra manera. Los nuevos modos deinterpretar, practicados con seriedad, son un problema demenor entidad que los practicantes "salvajes,, pues siem-pre hay una continuidad subyacente entre ellos y los modostradicionales.

No sería acertado llevar demasiado lejos la analogía entrela institución del saber literario y crítico y las institucioneseclesiástica y científica. Como hemos visto, puede que loscientíficos ni se molesten en examinar nociones que sean ins-titucionalmente contra-intuitivas; una demostración de queel período medio de gestación de los mamíferos sea múlti-plo exacto del número ru será ignorada o considerada unmero chiste. Y sin embargo este ejemplo proviene de losanales de una institución mucho más segura de sí mismaque nosotros; mucho más incluso que la Iglesia, que en susactuales incertidumbres permite que se le cuelen todo tipode cosas que hace una generación hubieran sido firme-mente rechazadas. El control de la interpretación varía envirtud de la estabilidad social de la institución. Por otraparte, hay miles de hallazgos más o menos triviales, hechosdentro de los confines de lo que lláma Kuhn .ciencia nor-¡¡¿l», eue han sido comprobados y aprobados, aunque nomuy aplaudidos. Entremedio están las obras, muy raras,que, en palabras de Polanyi, "modifican radicalmente pun-tos de vista aceptados" aun siendo ellas mismas aceptadas;a tales obras ofrecen las autoridades «su más alta conside-ración»7. Sus autores -Einstein, Dirac, Gódel- tienen lafama asegurada más allá de los críticos, sean estos bíblicoso seculares.

Esto implica que la institución científica, aunque admi-re el cambio más que cualquier otra cosa, lo dirige conmecanismos de elevada complejidad; los juicios de valorsobre los cambios propuestos deben depender de una acu-mulación de conocimiento y experiencia cuyo aprendiza-

7 MtcHer,L PoraNrr, Tá¿ tacit d,imension,1967, pág. 68. El ejemplo sobrelos periodos de gestación es también de Polanyi, pág.64.

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je haya sido tan profundo que su aplicación sea casi auto-mática. Nuestras pácticas son menos decisivas; y así debe seqpues el arte de la interpretación no es una ciencia natural.Yadem'ás dependen también de pericias y supuestos adqui-ridos. Es cosa aceptada que los miembros veteranos dé lainstitución imparten a sus menores no solamente forma-ción, sino el poder y la autoridad de hacer valoraciones, d.edecir que una cosa es basura o que otra es solvente y, frnal-mente, de que un importante cambio de perspectiva pro-puesto es aceptable. Es verdad que este supuesto es temade discusión; por ejemplo, Northrop Fryé, por planrearcuestiones esenciales a este respecto llegó a su teoiía nega-tiva del valor, a su opinión de que lo que puede enseñañees taxonomía literaria. Pero la rnayoría de nosotros supo-nemos que hacemos algo más que esto (si a fin de cueniashacemos algo). Y en la práctica sí que lo hacemos.Arrancamos a los candidatos del hábito d.e la lectura lite-ral. Como aquellos maestros que se reservaban sentidossecretos en el siglo II, nos dedicamos a guiar a los lectoresfuera de la esfera de lo manifiesto. Nuestras lecturas insti-tucionales no son las de los marginales, esto es evidente;aunque cuando vemos a algún no profesional inteligenteenfrentarse a un ensayo crítico de los nuestros, sólo enton-ces vemos cuán esotéricos somos. Ya este respecto tenemosque pensar en nosotros mismos como exponentes de losdistintos tipos de interpretación secundaria: comprensio-nes espirituales, por llamarlas de alguna manera, en com-paración con las carnales, y sólo alcanzables por los que,en palabras del siglo II, han circuncidado sus orejas, éstoes, han sido formados por nosotros.

Yen este sentido hemos de reflexionar sobre las simili-tudes en tre nue stra pr áctica y la práctica psicoanalítica. Loque nos preocupa, cuando partimos de lo meramente des-criptivo, es el sentido oculto. Nosotros aprendemos, y ense-ñamos a otros, a estar atentos a la condensación y el des-plazamiento en el texto; desarrollamos un gusto acentuadoy un poder para adivinar lo que está demasiado definido. poreso mi lectura de una novela de Conrad, por poner un ejem-plo, es diferente de la de un estudiante, aunque la suya áadavez se hará más parecidaalarnía;y todavía más d.iferente de

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la de.un lego. Nos gusta pensar que el lego ve sin percibir,oye_sin comprender. El que tengá oreja, furu oír, que oiga.

La continuidad de esta novísima críticirespecto de ani.e-riores formas de interpretación autorizadas poi ru instituciónGstifica la perpetuidad de tales supuestos. Los poetas pue_den tener un tercer ojo, los analistás una terceri oreja y losexégetasuna oreja circuncisa. Estos órganos adicionales opurificados son figuraciones de la deitreza adivinatoriaadquirida en las instituciones. La deconstrucción de untexto es una figura audaz de lo que los exégetas d.e métiersiempre han afirmado tener dereiho a hacei En el primermomento de entusiasmo las técnicas empleadas puedenparecer muy audaces y atraer la censura de la jeiarquía;esto es ]o que le sucedió a Empson y al elemená anti'_nis_tórico del nan criticism. pero a fin de cuentas, el destino tantemido por los novísimos críticos, que son bastante conscientes de la historia y de las fuerzas iulturales de la inercia,sobrepasará a los entusiastas, que serán .recuperados, y, sino lo son, serán reducidos a lá nada. No doy una opirriár,sobre si esjusto o correcto, me limito a obseivar q..é .rlur_do lo carismático se conüerte en institucional es á" t"-.,que se dé cierta "rutinización», y si no se vuelve institucio_nal cae en el olvido. Pero como ha sido institucional d.esdeel principio, en un sentid.o nada caprichoso, y como nadieexterno a la institución tiene muchai posibilidádes de enten_derlo, no creo que haya muchas duáas sobre el resultado.Es imposible adiünar cómo alterará la experiencia el futu_ro «s¿[s¡ tácito" de la institución.

pregunto si alguno de mis oyentes, quizá entre losjóvenes, encontrará mis palabras un tanto iírri.u, y pesi_mistas. Creo que las instituciones confieren valor y p.iuit._gio a los textos y autorizarr maneras de interpretar; y quela cualificación precisa para ser un miembroveterano'detales instrtuciones supone la aceptación, no completa, desdeluego, de tal estado de cosas. y srrporrgo que debe consi_derarse que ésta es una situación imperlecta. Institucionescomo las nuestras son reflejo de uná sociedad más ampliaa la que sirven, sociedad que puede ser injusta. pero,

¿de quéotro modo podríamos proteger el sentido ocultoisegúnClemente, los misterios no fueron proclamad.os abieita_

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mente, .de modo que cualquiera que los oyera pudieracomprenderlos"; fueron expresados por medio de parábo-las y enigmas que requieren exégesis5. Y la exégesis tienesus normas, base sobre la cual se ha edificado toda la estruc-tura de la hermenéutica moderna. Al reconocer la autori-dad tácitz de la institución conocemos la medida de la liber-tad que tenemos para interpretar. Es un precio que hay quepagar, pero el beneficio logrado es incalculable. Yen lo quea mí se refiere, no puedo decir que mis conclusiones sobreel poder de la institución para validar textos y controlar lainterpretación sean tristes. Incluso pueden ser motivo deun moderado regocijo.

8 VoN CeupBNHAUsEN, ob. cit., pág.303.

IIEL CANON LITERARIO

A DEBAIE