Kalpa Imperial, Metáfora de La Historia
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María Rosa Lojo. “Kalpa Imperial, metáfora de la Historia”. Arancibia, Juana Alcira y Tezanos-Pinto, Rosa (eds.) La mujer en la literatura del mundo hispánico, Colección “La mujer en la literatura hispánica”, Vol. VIII. Westminster:
Instituto Literario y Cultural Hispánico de California, 2009: 203-215. 541 pp. ISBN 978-987-25084-3-2.
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KALPA IMPERIAL, METÁFORA DE LA HISTORIA1.
Por María Rosa Lojo (CONICET, UBA, USAL∗, Argentina)
Kalpa imperial, obra clave en el corpus de la narradora argentina Angélica
Gorodischer, es, desde su mismo título, una ficción centrada en torno a un eje: el
tiempo. Un tiempo humano, porque se trata de la historia de los hombres, aunque tan
vasto que el trabajo de toda una vida no lograría aprehenderlo, narrarlo, recordarlo. Y
también un tiempo sobrehumano. Según el antiguo budismo de la India, el tiempo
cósmico se mueve en ciclos de inimaginable duración para la medida mortal, que
significan, sin embargo, apenas un día y una noche para Brahma. Se trata de los kalpas,
con un período de estabilidad, uno de renovación, uno de duración, y por fin, uno de
destrucción, al fin del cual el ciclo se repite y continúa2. Kalpa, el Imperio que por
momentos se identifica en el relato con el Universo mismo, se rige por esos ciclos. El
libro es su relato fragmentario, en fulgurantes destellos.
Hay aquí, desde luego, una primera ruptura de la concepción del tiempo
sustentada por el Occidente judeo cristiano, que lo concibe como una línea irreversible y
progresiva, coronada por una apoteosis que se asocia con un mito de salvación y
redención, sea en un plano sobrenatural y ultramundano, o, bien en el reino de este
mundo, como lo propuso la utopía marxista, con una sociedad sin clases regida por la
justicia. Nada de eso ocurre en el Imperio Más Vasto Que Jamás Existió, que vive
épocas de exaltación y oprobio, de florecimiento y aniquilamiento, de moderada
∗ Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Universidad de Buenos Aires, Universidad del Salvador.
María Rosa Lojo. “Kalpa Imperial, metáfora de la Historia”. Arancibia, Juana Alcira y Tezanos-Pinto, Rosa (eds.) La mujer en la literatura del mundo hispánico, Colección “La mujer en la literatura hispánica”, Vol. VIII. Westminster:
Instituto Literario y Cultural Hispánico de California, 2009: 203-215. 541 pp. ISBN 978-987-25084-3-2.
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ecuanimidad y de cruel despotismo. La historia que se va a contar es mucho más
splengleriana que marxista, y mucho más poética que spengleriana.
Hecha esta salvedad, podemos preguntarnos cómo la cuenta Kalpa Imperial. La
crítica anglosajona ha clasificado esta novela3 como fantasy: un término por cierto muy
elástico4, asociado a la creación de otros mundos que, en principio, no responden a las
leyes que gobiernan éste, aunque sin embargo detenten algún tipo de función simbólica
de realidad (Fredericks 1978, 9) que posee un valor cognitivo interpretativo (ibidem,
13). Hacer posible en su ámbito todo lo concebible por la imaginación, sería la marca
distintiva del fantasy (ibidem 11)5 Lo mítico y legendario, los seres mágicos, suelen
habitar esos territorios. Sin embargo, en el mundo de Kalpa Imperial hay escasísimos
elementos de los que pueblan y superpueblan la narrativa maravillosa. Es cierto que,
como en Tolkien (a menudo citado como paradigma del fantasy), se inventa
parcialmente un lenguaje, manifiesto sobre todo en los nombres propios, y que se
introducen neologismos para designar especies de plantas y de animales, u objetos
desconocidos en nuestro universo aunque no se deja entrever que los seres designados
por estos nombres tengan propiedades mágicas o extraordinarias. Es cierto también, que
aparece alguna criatura ya tipificada en los cuentos de hadas, pero surge muy
secundariamente y apenas como un rasgo de humor. Así en el cuento “Primeras armas”,
cuando Dronlann, el comerciante en fenómenos y monstruos, se lleva un chasco con una
de sus adquisiciones: un dragón de seis patas que muere por falta de la alimentación
adecuada, porque su comprador “había supuesto que comería lo mismo que uno de
cuatro patas” (184)6.
Todos los protagonistas de Kalpa Imperial pertenecen, por otra parte,
inequívocamente, a la especie humana, demasiado humana. En sentido (no en cuanto a
María Rosa Lojo. “Kalpa Imperial, metáfora de la Historia”. Arancibia, Juana Alcira y Tezanos-Pinto, Rosa (eds.) La mujer en la literatura del mundo hispánico, Colección “La mujer en la literatura hispánica”, Vol. VIII. Westminster:
Instituto Literario y Cultural Hispánico de California, 2009: 203-215. 541 pp. ISBN 978-987-25084-3-2.
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la permanente seducción de lo legendario y lo extraordinario), Kalpa….se diferencia
claramente del mito y de lo maravilloso porque no cuenta los hechos de los dioses, o de
seres fabulosos, sino los hechos deleznables o magníficos de las mujeres y de los
hombres. Ni Dios ni el Diablo, ni elfos o señores oscuros intervienen en un mundo que
es sólo lo que sus humanos habitantes han hecho con él. Con relación al tiempo este
mundo se sitúa en una edad que podríamos llamar “pre-moderna”, anterior a la
maquinización, a la industria en gran escala, a la tecnología: los viajes a caballo, las
monedas de oro, los puñales, las túnicas, las diademas, los encantadores de serpientes,
los cántaros, los laúdes, las caravanas de mercaderes, los carruajes, llenan un escenario
diverso y colorido, mucho más relacionado con un entorno medieval, y no enteramente
occidental, que con nuestro presente. Aunque el libro haya sido calificado incluso como
de “ciencia ficción” –consecuentemente con el desconcierto provocado por la ruptura de
moldes genéricos tan frecuente en Gorodischer-- nada permite vincularlo con el
impacto futuro que el avance de las ciencias podría tener sobre la vida humana7.
Por otro lado, como en el llamado fantasy anglosajón, el aliento épico traspasa
las narraciones de Kalpa Imperial, pero no se relaciona específicamente con lo militar.
Antes bien, como en muchas nuevas novelas históricas, es una desconstrucción de la
saga heroica con que los imperios encubren las ocupaciones sanguinarias y los
genocidios. En el cuento “Sitio, victoria y batalla de Selimmagud” ese tipo de glorias
militares se cuestiona con ferocidad a través del humor negro, y en general, así sucede
en todo el libro. La épica que sí existe en Kalpa imperial se relaciona en cambio con
otras dos operaciones: la construcción creativa, y la resistencia al opresor, y no se trata
de una épica masculina: cualquiera de los dos géneros (sexuales) es capaz de ejercerla.
María Rosa Lojo. “Kalpa Imperial, metáfora de la Historia”. Arancibia, Juana Alcira y Tezanos-Pinto, Rosa (eds.) La mujer en la literatura del mundo hispánico, Colección “La mujer en la literatura hispánica”, Vol. VIII. Westminster:
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En el libro se plantean, por lo demás, las preguntas que debe afrontar toda
narrativa histórica de alguna envergadura: qué es el poder, cómo se adquiere, quién lo
tiene y con qué derecho, quién o quiénes deben ejercerlo, para qué sirve, cómo se
conserva, cómo se acrecienta, cómo y por qué se pierde, cuál es su grandeza y su
miseria, cuál su legitimidad y su dignidad. Una teoría del poder, estrechamente ligada a
una teoría del saber, se va desgranando así en las páginas de Kalpa Imperial, a través de
la persona aparentemente menos adecuada para tratar de tan graves asuntos. Es un
narrador popular, callejero, mucho más afín a los narradores de cuentos folklóricos que
a los historiadores profesionales, escogido sin embargo por la Gran Emperatriz como el
más idóneo para instruirla en la Historia del Imperio, aunque no faltaran en la corte los
consabidos historiadores académicos. Este personaje innominado es el único que se
mantiene, constantemente, en todos los relatos. Y es también la única justificación para
que se haya juzgado a este libro como “novela”, aunque está compuesto por unidades
independientes que ni siquiera responden al concepto de cuentos encadenados. El
personaje que los une a todos es el narrador, que encarna desde su práctica toda una
teoría sobre el arte de contar, y especialmente sobre el arte de contar la “verdad”
histórica. Las historias que emanan del poder de turno sirven a sus intereses y por eso
son falsas. Falsas como las que se van tejiendo en torno al origen de la ciudad que se
destruye y se reconstruye en el cuento: “Acerca de ciudades que crecen
descontroladamente”: “Y esas invenciones, desgraciadamente, se asentaron en crónicas
que se escribieron en libros a los que todo el mundo respetó y creyó, solamente porque
eran gruesos, difíciles de manejar, aburridos y viejos” (84-85).
El afán, que tan claramente manifiesta el narrador, de problematizar las supuestas
verdades transmitidas, de encontrar verdades alternativas, caracteriza también en buena
María Rosa Lojo. “Kalpa Imperial, metáfora de la Historia”. Arancibia, Juana Alcira y Tezanos-Pinto, Rosa (eds.) La mujer en la literatura del mundo hispánico, Colección “La mujer en la literatura hispánica”, Vol. VIII. Westminster:
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parte a la narrativa histórica, en particular a la llamada “nueva narrativa histórica” de
Latinoamérica en el siglo XX. El conocimiento distinto del narrador de Kalpa proviene,
no de una historia oficial depositada en los libros, sino de un móvil juego horizontal de
perspectivas, que presumimos adquiridas, sobre todo, a partir de la escucha, del
nomadismo y de la oralidad. Y su oficio aparece ligado a un arte y una ética del vivir
cuyo valor supremo es la libertad, la independencia de toda servidumbre con respecto al
poder: “un contador de cuentos no es nada más que un hombre libre y ser un hombre
libre es muy peligroso” (124).
Referentes aludidos y elididos. El contexto histórico argentino y latinoamericano.
Kalpa imperial y la narrativa histórica tienen otro rasgo común. Los dos relatos
“huyen” o parecen huir, de alguna manera, del presente. “El siglo XX me enferma”,
dice un personaje de Gorodischer, Trafalgar Medrano, en el epígrafe de Kalpa imperial.
Por su parte el crítico Seymour Menton (1993, 51), se pregunta si no es el deseo de
evasión del abrumador presente socio-político de las sociedades latinoamericanas, lo
que ha llevado en ellas al auge del género. Más que en la evasión, preferiría detenerme
en la “enfermedad” a la que se refiere Trafalgar y pensar en su opuesto, la salud, y en el
medio para alcanzarla: la curación. Narrar la historia de otros tiempos (con
padecimientos distintos pero también similares a los nuestros), narrar la historia de un
mundo de fantasía, pero inquietantemente parecido, en tantas cosas, al que habitamos,
¿no sería acaso un modo de “curar” esa enfermedad del presente, un modo de encontrar
cierta sabiduría, amasada en la Historia, --pero a la vez intemporal, porque trasciende a
una época dada-- que nos permita tolerar y también modificar la realidad que vivimos?
No sé si me atrevería a decir lo mismo de todas las obras calificadas como “fantasy”
María Rosa Lojo. “Kalpa Imperial, metáfora de la Historia”. Arancibia, Juana Alcira y Tezanos-Pinto, Rosa (eds.) La mujer en la literatura del mundo hispánico, Colección “La mujer en la literatura hispánica”, Vol. VIII. Westminster:
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pero entiendo que no es injusto presumir esta función en Kalpa imperial. La primera
edición de la obra (que apareció en dos volúmenes, un año después del otro) se hizo en
1983. Año clave, año de elecciones para la Argentina, año en que la Dictadura militar
vivió sus estertores (esto se avizoraba ya claramente en 1982 con el fracaso de la Guerra
de Malvinas) y en el que hubo un clima de esperanza y festejo social inusitados8. Es
imposible no relacionar este contexto con las palabras iniciales de Kalpa en el cuento
“Retrato del Emperador” (que habla, por cierto, de la reconstrucción gozosa del Imperio
a partir de sus restos y sus ruinas, venciendo al miedo):
Ahora que soplan buenos vientos, ahora que se han terminado los días de incertidumbre y las noches de terror, ahora que no hay delaciones ni persecuciones ni ejecuciones secretas, ahora que el capricho y la locura han desaparecido del corazón del Imperio, ahora que no vivimos nosotros y nuestros hijos sujetos a la ceguera del poder; ahora que un hombre justo se sienta en el trono de oro y las gentes se asoman tranquilamente a las puertas de sus casas para ver si hace buen tiempo…. (15) También el cuento “Las dos manos” que relata la usurpación del trono por parte
de un intruso violento con una temible capacidad para transformar todo bien en mal (37)
puede leerse en correlación con los años de la Dictadura: “Nunca hubo tantas delaciones
ni tantas torturas ni tanta tristeza” (37). El Emperador cuyo trono arrebata el intruso se
hacía llamar Orbad el Grande, el Poderoso, el Misterioso. No le interesaba su pueblo,
pero recibía “a cuanto adivino, augur, sacerdote, mago, alquimista, inventor, charlatán,
quisiera acercarse” (34). No se puede descartar la asociación posible con el gobierno
que antecedió a la Dictadura de 1976, digitado por un siniestro personaje que ojalá
hubiera sido ficticio: el ex cabo José López Rega, conocido como “el Brujo”, precursor
de la Dictadura en los secuestros y desapariciones, que pretendía gobernar a la
Argentina desde sus presuntos saberes esotéricos.
María Rosa Lojo. “Kalpa Imperial, metáfora de la Historia”. Arancibia, Juana Alcira y Tezanos-Pinto, Rosa (eds.) La mujer en la literatura del mundo hispánico, Colección “La mujer en la literatura hispánica”, Vol. VIII. Westminster:
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Más allá de lo específico argentino, Kalpa Imperial nos remite también a un
contexto latinoamericano y planetario. La división entre un poderoso norte de ricas
ciudades, donde la gente es de piel blanca, y un sur pobre y caótico pero fascinante,
poblado por razas oscuras, siempre rebelde, que se niega a reconocerse como vasallo del
Imperio, nos habla de la división entre las dos Américas, y entre el Primer Mundo y el
Tercero. La antinomia está latente en todos los cuentos pero se expande,
magníficamente, en uno de ellos: “Así es el sur”: “lleno de ira y de modorra”, y, para los
“bien pensantes” del norte, “el paraíso de los monstruos, el reino de los asesinos, el
reino de la barbarie” (194).
La vieja dicotomía sarmientina “civilización/barbarie” se discute, con alto vuelo
poético, en esta historia. En el sur no hay contadores de cuentos que narren las gestas
del Imperio. Pero se escucha en cambio la voz poderosa de la Naturaleza: “las voces de
la tierra mojada y caliente, los gritos del viento, el canto de los ríos y lo que dicen los
animales, las hojas y el aire” (194). Dialogando con esas voces, el prófugo Liel
Andranassder (un noble del norte, arruinado y corrupto, convicto de asesinato)
encuentra en la fuga hacia lo despreciado y desconocido, su lugar en el mundo, su
verdadera identidad, aprende el control y el conocimiento de sí mismo, el amor hacia la
tierra y hacia los otros seres. Un momento del relato recuerda en especial el intertexto
sarmientino: cuando Andranassder, que ya es un viajero avezado, lee los signos de los
elementos con la sabiduría del rastreador (214).
No se trata de una simple inversión de los polos positivo y negativo de la
antinomia, sino de una matización compleja. Si en la ciudad hay venalidad, soberbia,
lujos superfluos, crímenes e indiferencia, también se despliega la deslumbrante aventura
humana de la construcción y la belleza. Por otra parte, en las selvas y las llanuras, donde
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no existen libros ni ciudades monumentales, no por eso los hombres son salvajes
despiadados. Creen en la justicia, a pesar de los malos jueces (215), conocen otros
lenguajes, y dominan magníficos instrumentos de expresión y de creación: su propio
cuerpo, con el que bailan las danzas sagradas, y su propia voz, con la que cantan y
recitan poemas en los que se condensa la experiencia vital de generaciones.
En el relato “Acerca de ciudades que crecen descontroladamente”, se evocan las
transformaciones en la ciudad de los montes, que fue y volvió a ser la capital del
Imperio. En uno de estos avatares, la ciudad, olvidada por los poderosos, es invadida
por la selva y adquiere una ambigua belleza: “Se confundía con los montes y con lo que
crecía en los montes; fue parte de la tierra en la que había nacido desde adentro, desde
lo hondo de las cavernas. Quizás –se pregunta el narrador—hubiera sido justo que
siguiera así, y hoy sería una ciudad vegetal habitada por hombres sauces y mujeres
palmeras, una ciudad que se inclina bajo el viento y canta y crece bajo el sol” (113). Sin
embargo en la condición humana está también, y quizá sobre todo, el deseo de
modificar el entorno natural y modelarlo. Un deseo que puede actuar para el mal y para
el bien: en esa inquietud está la base de lo que se llama “progreso”. “Es una opinión que
hay que tener en cuenta, aunque no sea del todo respetable” (113), acota, cauteloso, el
narrador.
No sólo Sarmiento, sino las reflexiones de Ezequiel Martínez Estrada y de
Rodolfo Kusch, resuenan en la construcción de la imagen del sur. La de Kusch (Lojo
1992 y 1994), en cuanto a la revaloración de la visión cosmológica precolombina, que
considera al hombre criatura de la tierra, cuya vida consiste en un “estar” que se
acomoda al orden cósmico, y no en el furioso “hacer” que define al occidental. La de
Martínez Estrada (Lojo 1998) –dentro de las notorias diferencias— se recupera en la
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voz de la Gran Emperatriz, cuando opina que el sur no puede ser dominado ni
transformado por el norte a sangre y fuego: “Comprendió que la transformación del sur
vendría, si venía alguna vez, de los pantanos, de las tribus cerradas, de las aldeas
arbóreas, de las ciudades lacustres y no desde el trono” (144). Radiografía de la pampa
se cierra, por su parte, recordemos, con estas palabras: “Lo interior, que es lo que no
queremos ser, prosigue su vida torácica, pausada, imperceptible. Y sin duda la libertad
verdadera, si ha de venir, llegará desde el fondo de los campos, bárbara y ciega, como la
vez anterior, para barrer con la esclavitud, la servidumbre intelectual y la mentira
opulenta de las ciudades vendidas” (Martínez Estrada 1957, 107).
“Así es el sur” no propone la aniquilación de uno de los términos, sino una
síntesis. La libertad y la transformación vienen, en efecto, del sur, pero gracias a un
hombre del norte que supera las pruebas necesarias para convertirse en héroe: no el de
las grandes batallas sino el héroe del camino, que siempre llega y se va, y antes que ser
él mismo un guía, es guiado por la sabiduría colectiva. Así vence al norte y gana la
corona del Imperio. Esa corona no es de metales preciosos sino de hojas verdes, y por
única vez –dice el narrador-- el trono imperial se asienta en la tierra y no en el mármol.
Las mujeres en la Historia. La historia de las mujeres.
Kalpa Imperial imagina una historia donde las mujeres son, por fin, sujetos, ni
mejores ni peores que los hombres, tan humanas como ellos, también capaces de terrible
crueldad, y capaces de amor y de misericordia. Pero actúan y construyen, con los
varones, el tejido de la sociedad y los acontecimientos. Reponer a las mujeres en el
mapa de una Historia cuyo relato solía excluirlas, darles un lugar sólo concedido a los
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héroes por la épica tradicional, es uno de los rasgos reconocibles en la reciente
novelística histórica y en particular, en la argentina (Lojo 2001).
En Kalpa hay emperatrices pero también hay mujeres del común, sin jerarquía
regia, respetadas e influyentes. Es el caso de Rammsa, la mujer que cuida y cura a Liel
Andranassder y la que le coloca la corona de hojas verdes luego de la victoria. Pero
Rammsa no desea, ella misma, reinar, lo que la distingue de otras mujeres de Kalpa.
“Yo puedo” es el nuevo pensamiento que descubre, muy joven, la Gran Emperatriz, y
que unido a otro muy viejo, sobre la básica identidad de la naturaleza humana (“Todos
estamos hechos del mismo barro”) cambiará fundamentalmente el curso de su vida. Lo
mismo cree Seisdimilla, una muchacha de familia burguesa que se siente destinada al
mando real desde muy niña, porque ha nacido con los ojos abiertos. Accede a la corona
mediante una trampa y no vacila en luchar para conservarla, cuando corresponde,
vestida con ropas y con armas de guerrero, aunque también sabe parir, muy
femeninamente, hijos para que la sucedan, y hasta es capaz de ser feliz con el líder de la
oposición, al que vence y luego desposa. O la heredera de Louwantes, camuflada como
un adolescente pobre en una caravana, que defiende con valor “masculino” el derecho al
trono que otra mujer (su tía) quiere arrebatarle9. La Gran Emperatriz, por su parte,
comienza a familiarizarse con la idea de reinar a partir de su inmenso aburrimiento.
Feliz primero por haber salido de la marginalidad y de la infamia, y haber logrado
transformarse en burguesa respetable, descubre que sus energías no canalizadas
necesitan de un escenario más vasto en el que desplegarse.
La capacidad de desear el poder, de amar el gobierno como “una vocación y una
aventura” (139) es quizá la que más consistentemente les ha sido negada a las mujeres,
por filósofos y escritores de todas las culturas. La que se ve como radicalmente
María Rosa Lojo. “Kalpa Imperial, metáfora de la Historia”. Arancibia, Juana Alcira y Tezanos-Pinto, Rosa (eds.) La mujer en la literatura del mundo hispánico, Colección “La mujer en la literatura hispánica”, Vol. VIII. Westminster:
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contraria a la “naturaleza” femenina, hecha para el reducido espacio del amor doméstico
(Fraser 1995, Guerra 1994, Lagarde 1997). “Lo que se considera como antinatural en
una mujer es que represente el papel dominante en la escena”, señala Antonia Fraser
(1995, 314), y así lo corroboran los estudios antropológicos de Françoise Héritier (1996
y 2003) y de Pierre Bourdieu (2000). Las situaciones de dominio y de prestigio social
están ancestral y normalmente asociadas al estatuto varonil. De ahí que las mujeres
poderosas de la Historia, apunta Fraser, a menudo apelaron al recurso de presentarse no
como emergentes “normales” del sexo femenino, sino como la excepción a la regla,
como “varones honorarios”. No es éste el caso en el concepto histórico de Kalpa
imperial. Lo que hace a un gobernante digno del gobierno no tiene que ver con su
género, sino con sus capacidades. Tampoco con su clase social. Tanto la Gran
Emperatriz como el Borénide, provienen de la más baja extracción plebeya, y aportan
sangre nueva y una mirada nueva a las dinastías decadentes. En lo que hace a la
Emperatriz, hay una figura de la historia nacional que resuena, en sordina, detrás de este
personaje: la plebeya y bastarda Eva Duarte, acusada de haber sido prostituta por la
oposición (aunque en realidad sólo era una actriz de radioteatro con una vida sexual más
libre que la de un ama de casa), también caracterizada por la escasa instrucción formal,
los modales desenfadados y el permanente contacto directo con las clases pobres. Hasta
aquí las similitudes, porque –hasta el momento de la publicación de Kalpa Imperial-- no
había habido en la historia del país una mujer que gobernase por y desde ella misma, en
su propio nombre. Las que más se acercaron al poder: Encarnación Ezcurra, su hija
Manuelita Rosas, Eva Duarte de Perón, fueron, en definitiva, mediadoras de hombres
poderosos.
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La Historia por metáfora y metonimia.
Kalpa Imperial no es, por supuesto, una novela histórica. Sin embargo diversos
vasos comunicantes la vinculan con este modo narrativo. Se trata por cierto, en los dos
casos, de textualidades expuestas a la tentación del exotismo como aventura y como
evasión: el placer de lo lejano, lo desusado, lo antiguo, lo remoto, y a veces, lo
prodigioso, lo que se aleja de la cotidianeidad a menudo sórdida. Kalpa Imperial
proporciona ese tipo de placer, pero por otro lado se vincula fuertemente con el discurso
crítico propio de la “nueva novela histórica” en Latinoamérica. Este discurso se destaca
por el otorgamiento de una voz diferente a pueblos y culturas marginadas, a personajes
anónimos (el sujeto colectivo que no figura en los ilustres anales), por la reinvención de
la voz de las mujeres y el rastreo de sus huellas en la construcción de las sociedades, por
el despliegue de versiones alternativas a las historiográficas hegemónicas, por el
cuestionamiento del imperialismo y el colonialismo, por la introducción incluso –desde
una estética que se concuerda en denominar postmoderna— de elementos paródicos y
maravillosos, de fracturas y saltos en el tiempo lineal, por la fuerte presencia, en fin, de
lo metaficcional que coloca en primer plano la multiperspectiva, la problematización del
conocimiento del pasado.
Ninguno de estos elementos falta, con personales matices, en Kalpa Imperial.
Pero, entre otras diferencias, hay una inexcusable: no existen los denominados
referentes empíricos del relato histórico. Falta, por tanto, ese terreno inestable y
resbaladizo en el que se ha movido y se mueve la narración histórica (Fernández Prieto
1998), tironeada entre los reclamos de “fidelidad” a tales referentes, y las exigencias del
mundo ficcional autónomo que erige. Kalpa, eximida de esa tensión, se autopropone
María Rosa Lojo. “Kalpa Imperial, metáfora de la Historia”. Arancibia, Juana Alcira y Tezanos-Pinto, Rosa (eds.) La mujer en la literatura del mundo hispánico, Colección “La mujer en la literatura hispánica”, Vol. VIII. Westminster:
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como mundo cerrado tanto respecto a los referentes externos no textuales como a los
relatos historiográficos.
Hemos visto que esa referencia se plantea, de todos modos, podríamos decir que
metafóricamente, a partir del término irreal o imaginario de la ecuación, que es el
mundo de Kalpa. Ese mundo vale por sí mismo, no pretende representar un segmento de
la Historia, se sitúa deliberadamente en el exterior, y sin embargo a ella se remite en
forma oblicua, y también, por analogía y por parodia, a los relatos de esa Historia. No
otra cosa es lo que hacen –pero diríamos que por metonimia, o más precisamente por
sinécdoque--, las novelas históricas, que recortan un tramo reconocible en el flujo
colectivo del tiempo humano, esto es, en el flujo de las narraciones sobre ese tiempo
humano, y lo subsumen y entretejen --críticamente, polémicamente, poéticamente-- con
su propio relato. Ambas clases de narración nos hablan de un pasado (el ficticio de
Kalpa o el histórico de la Argentina y de Latinoamérica). Ambas nos hablan también de
las relaciones de ese pasado con este presente, de la trama entre naturaleza y cultura. En
los dos casos sus creaciones son polisémicos, complejos, ambivalentes símbolos de la
condición humana que va construyéndose en la Historia, de lo que en ella cambia y de
lo que permanece, del tiempo que nos toca y nos constituye.
NOTAS 1 Leído en la jornada “Littérature et Féminisme: le parcours d’Angélica Gorodischer”, Universidad de Toulouse-Le-Mirail, 10 de marzo de 2006. 2 “The Buddha and Budhism”. The New Encyclopaedia Britannica. 13th edition. Vol. 15. Macropaedia, Chicago: Encyclopaedia Britannica Inc., 1995: 280 b. 3 Traducida por Úrsula Le Guinn y publicada por Small Beer Press en 2003. Ver, por ejemplo Garrison (2004), Horton (2003), Anderson (2003). 4 Para una buena discusión de los problemas del término ver Fredricks (1978). Entiendo que no debe identificarse al fantasy con lo fantástico. Siguiendo a Irène Bessière (1974) considero a lo fantástico como el desplome de la verosimilitud en el contexto de los saberes de una época (y de las convenciones aceptadas de un género), la suspensión de la “inteligibilidad” ante lo inexplicable que irrumpe; en el relato maravilloso, en cambio, el elemento sobrenatural y mágico forma parte del pacto de lectura y no provoca conmoción o extrañamiento. Por su parte Rosemary Jackson (1981) sostiene acertadamente que
María Rosa Lojo. “Kalpa Imperial, metáfora de la Historia”. Arancibia, Juana Alcira y Tezanos-Pinto, Rosa (eds.) La mujer en la literatura del mundo hispánico, Colección “La mujer en la literatura hispánica”, Vol. VIII. Westminster:
Instituto Literario y Cultural Hispánico de California, 2009: 203-215. 541 pp. ISBN 978-987-25084-3-2.
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lo fantástico no es un género sino un “modo” ficcional, situado entre lo mimético realista y lo maravilloso, y le adjudica la función subversiva de expresar lo negado por la cultura, pero lo vincula a diversas tematizaciones de lo terrorífico que no siempre tienen los efectos totalmente desestabilizadores de lo fantástico. Para un planteo de diferentes posiciones sobre el tema cfr. David Roas ed. (2001). El texto de Gorodischer no tiene que ver con lo fantástico entendido como ruptura de lo verosímil. En su “otro mundo”, con su otra geografía e historia, todo lo que sucede –si bien no es nada aburrido ni previsible— no rompe el verosímil ni provoca vacíos en las redes interpretativas. 5 La ciencia ficción –analiza Fredericks— podría considerarse como un fantasy limitado, ya que trabaja sólo con lo que es concebible si se proyecta hacia un futuro la evolución actual de las ciencias. Habría un relato de science-fantasy, mezcla de ambos, que explota los temas típicos de la ciencia ficción, pero explorando dimensiones puramente imaginativas, sin base científica, o construyendo mundos cuyas leyes “naturales” tienen efectos que dentro del nuestro calificaríamos como mágicos. (Fredericks 14) 6 Angélica Gorodischer. 2001. Kalpa Imperial. (1ª ed. 1983). Buenos Aires: Emecé. 7 Cfr. Elsa Drucaroff. “Pasos nuevos en espacios diferentes”. Historia crítica de la literatura argentina. Dire. Noé Jitrik. Buenos Aires: Emecé, 2000. Tomo 11. La narración gana la partida. Elsa Drucaroff dir. : 472. 8 Apuntaron vínculos con el contexto político Sandra Gasparini (2000, 136) y Miriam Balboa Echeverría (1995). 9 El modelo de la amazona, de la “reina guerrera” recurre con bastante frecuencia en la narrativa de Gorodischer, sin que esto anule la vida heterosexual femenina de sus heroínas. Por cierto, la Historia proporciona múltiples paradigmas de este tipo de mujer (Fraser 1995). OBRAS CITADAS Anderson, L. J. “Kalpa Imperial by Angelica Gorodischer”. Science Fiction Magazine Scfidimensions. 2003. 21 de febrero de 2006. <http:// www.scifidimensions.com> Aínsa, Fernando. 1991. “La reescritura de la historia en la nueva narrativa latinoamericana”, Cuadernos Americanos, 4 (28): 13-31, (jul/ago). Balboa Echeverría, Miriam. 1995. “El contador y la emperatriz: la furiosa seducción del imperio”. En Boca de dama: la narrativa de Angélica Gorodischer. Eds. Miriam Balboa Echeverría y Ester Gimbernat González. Buenos Aires: Feminaria. 143-150. Balderston, Daniel (comp.). 1986. The Historical Novel in Latin America. Gaithersburg: Hyspamérica. Bessière, Irène. 1974. Le récit fantastique. Une poétique de l’incertain. París: P.U.F. Bourdieu, Pierre. 2000. La dominación masculina. Barcelona: Anagrama. Drucaroff, Elsa. 2000. “Pasos nuevos en espacios diferentes”. En Historia crítica de la literatura argentina. Dir. Noé Jitrik. Buenos Aires: Emecé. Tomo 11. La narración gana la partida. Elsa Drucaroff dir. 461-488. Fernández Prieto, Celia. 1998. Historia y novela. Poética de la novela histórica. Pamplona: Eunsa. Ediciones Universidad de Navarra. Fraser, Antonia. 1995. Reinas guerreras. Buenos Aires: Vergara.
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