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JUAN MIGUEL GANUZA LA AVALANCHA de las SECTAS ESOTÉRICAS CAM DADI n

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JUAN MIGUEL GANUZA

LA AVALANCHA de las

SECTAS ESOTÉRICAS

CAM DADI n

Colección: Signos de los Tiempos

• Cartas del desierto, C. Carretto • Un camino sin fin, C. Carretto • La teología de la liberación es Latinoamericana, F. Martínez • Liberación de la vida religiosa, F. Martínez • Lo que importa es amar, C. Carretto • Padre, me pongo en tus manos, C. Carretto • Hermana muerte, C. Bazarra • ¿Qué es la teología de la liberación?, C. Bazarra • Las últimas realidades, S. Maggiolini • Los pecados capitales hoy, B. García • Vivir la misericordia, C. Bazarra • El credo una palabra de amor, S. Piovanelli • Yo creo pero aumenta mi fe, M. D. Alvarez • Los últimos tiempos: Milenio y Milenarismos, J.M. Ganuza • Caminando con San Pablo, J.M. Ganuza • El Vaticano visto por dentro, A. Napolitano • Viven una aventura llamada Jesús, J. M. Martínez • La amistad como sacramento, C. Caltagirone • De la Reencarnación a la Resurrección, B. García F.

Juan Miguel Ganuza, s.j.

LA AVALANCHA DÉLAS

SECTAS ESOTÉRICAS

<^M PAUín

© SAN PABLO, 1995 Esq. Ferrenquín a la Cruz de Candelaria Edificio Doral.Plaza, Local 1 Apartado 14.034 Caracas 1011-A - Venezuela Telfs.: (02) 573.63.46-576.76.62-573.64.75 FAX: (02) 576.93.34 Portada: Enrique Castro Composición y Montaje: Dora Paulina Nicholls Impresión SAN PABLO Impreso en Venezuela

I

PRESENTACIÓN Y PANORAMA RELIGIOSO HOY

Muy complejo es el panorama religioso hoy. Por una parte, en el mundo occidental, más en Europa que entre nosotros, aumenta escandalosamente la increencia. El Agnosticismo humanista poscristiano, construido so­bre bases cristianas, crece desmesuradamente, como lo estudiamos en el Primer Capítulo de este libro.

Pero el hombre "es un animal religioso", y este vacío de religiosidad se compensa, en gran parte, por un desbordamiento del gnosticismo, el sincretismo religio­so, por una avalancha de esoterísmo, por ía invasión, que aún continúa entre nosotros, de las sectas cristianas fundamentalistas, proselitistas y agresivas y por el "retor­no de los brujos". La Nueva Era (New Age) y la tentación de las religiones del viejo Oriente, que penetran sutil y audazmente entre nosotros, agravan nuestro problema religioso, que no puede desarrollarse sanamente en un pueblo bueno, medio cristiano y pobremente evangeliza­do, entre la maleza de supersticiones, el ocultismo y un "santerismo" pagano y perturbador...

En 1978 publicamos en San Pablo ediciones de Caracas un pequeño libro que intitulamos Las sectas nos invaden. Tuvo y sigue teniendo muy buena acogida entre nuestros católicos, a pesar de la falta de publicidad, y debe estar ya por la séptima edición o reimpresión.

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Respetando ese libro, que tanto bien ha hecho, va­mos, mientras tanto, a afrontar en este nuevo libro, con verdad y claridad, la avalancha del esoterismo y sus ramificaciones; del gnosticismo y su numerosa familia; y, en especial, a aclarar ideas sobre este movimiento envol­vente de la "Nueva Era", que suave y pertinazmente está penetrando en nuestro medio ambiente, transportado, sobre todo, por los medios de comunicación (prensa, radio, TV, publicidad, el mundo del arte, de la canción y del cine).

Y para empezar sólidamente, como nos aconseja el Evangelio del Señor, asentemos bien la base sobre roca viva. Empecemos por ser cristianos auténticos, partici­pando activamente en auténticas comunidades cristia­nas; y al encarar el Tercer Milenio, apurémonos para preparar al Señor, para cuando venga un mundo mejor, más pacífico, más justo y solidario, más fraternal. Amén.

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II

AGNÓSTICOS Y GNÓSTICOS: EL GRAN DESAFIO DE HOY

A. El reto de la incredulidad y del agnosticismo

Siempre ha habido incrédulos y agnósticos (descono­cedores de Dios, o que se pasan de él) en la historia de la humanidad, y aun en el Antiguo Testamento; abundan los testimonios que hablan de ellos. "Piensa el necio: no hay Dios", y "El Señor observa desde el cielo a los hijos de Adán, para ver si hay algún sensato que busque a Dios" (Salmo 13). Y el libro de la Sabiduría contiene varios hermosos textos sobre aquellos que desconocen a Dios (ver capítulos 12 y 13). Y en el Salmo 73 hay una amarga queja de los creyentes y piadosos, pues ellos están en las últimas, "mientras a los impíos les va bien, siempre seguros acumulan riquezas" (73, 12).

Y la historia de la fe en el Dios único está entreverada en el pueblo de Israel con la constante apostasía y su innata inclinación a los ídolos y toda clase de magia y superstición.

Pero volvamos a los tiempos modernos. Superadas las etapas del positivismo y del materialismo burdo, primero; luego del materialismo dialéctico marxista y, posteriormente, el ateísmo militante, se presenta hoy la increencia con rasgos muy específicos en forma de ateísmo práctico de tipo materialista, y muy particular-

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mente de un agnosticismo (prescindir de Dios como si no existiera) que se extiende en forma alarmante en el mundo de hoy.

Mientras las religiones más importantes, dice la En­ciclopedia Cristiana Mundial (World Christian En­ciclopedia), han multiplicado en estos últimos años sus seguidores por cuatro, el agnosticismo y el ateísmo se han multiplicado por 400.

Este fenómeno de multiplicación sorprendente del ateísmo y del agnosticismo en los tiempos contemporá­neos ha sorprendido fuertemente a la misma Iglesia, que lo ha calificado "como el fenómeno religioso más sor­prendente y grave de nuestro tiempo, en la gran Encíclica de Pablo VI "Ecclesiam suam" sobre "los cami­nos que la Iglesia Católica debe seguir en la actualidad para cumplir su misión" (AAS. 56, 1964), establece el Papa una impresionante panorámica del mundo religioso actual en los números 92-94. Citemos algunos párrafos:

"Sabemos, sin embargo, que, en este círculo sin confines, son muchos, por desgracia, muchísimos, los que no profesan religión alguna; muchos incluso, en formas diversísimas, se profesan ateos. Y sabemos que hay algunos que hacen profesión abierta de su impiedad y la sostienen como programa de educación humana y de política, en la ingenua, pero fatal persuasión de liberar al hombre de concepciones viejas y falsas de la vida, para sustituirlas, dice, con una concepción científica y confor­me con las exigencias del moderno progreso.

Este es el fenómeno más grave de nuestro tiempo. Estamos firmemente convencidos de que la teoría sobre la que se funda la negación de Dios es fundamentalmente errónea, no responde a las exigencias últimas e indero-

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gables del pensamiento, priva al orden racional del mundo de sus bases auténticas y fecundas, introduce en la vida humana no una fórmula de solución, sino un dogma ciego que la degrada y la aflige; debilita de raíz todo sistema social que sobre ella pretende fundarse. No es una liberación, sino un drama que intenta apagar la luz del Dios vivo"...

El Concilio Vaticano II en su Constitución "Gaudium et spes" (La Iglesia en el mundo) en el número 7, sobre los cambios sicológicos, morales y religiosos en el mundo de hoy, destaca las nuevas condiciones que ejercen hoy notable influencia en la vida religiosa:

«Las nuevas condiciones, finalmente, ejercen su in­flujo sobre la vida religiosa: por una parte, el espíritu crítico, ya más agudizado, la purifica de la concepción mágica del mundo y de las pervivencias supersticiosas, y exige cada día más una adhesión verdaderamente perso­nal y activa a la fe; de ahí el resultado de que sean numerosos los que alcanzan un sentido más vivo de Dios. Pero, por otro lado, crece día a día el fenómeno de masas que, prácticamente, se desentienden de la religión: la negación de Dios o de la religión, o simplemente el prescindir de estos valores, o son ya, como en otros tiempos, un fenómeno infrecuente o individual, ya que hoy no es raro ver presentada esta actitud como exigencia del progreso científico y del nuevo humanismo. En numerosas regiones la nega­ción de Dios se encuentra no sólo expresada a niveles filosóficos, sino que inspira ampliamente la literatu­ra, las artes, la interpretación de las ciencias humanas y de la historia, ¡a legislación civil: de ahí la perpleji­dad de muchos» (Gaudium et spes, n. 7).

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Características de este nuevo ateísmo o agnosticismo

Esta increencia, o esta ola de agnosticismo, que tan diáfanamente presenta este importante documento del Concilio Vaticano II, ofrece ciertos rasgos característi­cos, que ya ha reflejado el Concilio, en muchos de los países con larga tradición católica o cristiana. Reflexio­nemos con algunos de los más notables teólogos o sociólogos religiosos del mundo de hoy.

En primer lugar, se trata de un fenómeno en creci­miento constante y masivo, que abarca a grandes masas, y que no es exclusivo de pequeñas minorías muy socializadas o intelectuales.

Pero más importante aún, sin marginar lo anterior, es el aspecto cualitativo de este fenómeno. Hoy está de moda el agnosticismo o la increencia, y se presentan como la opción en favor de una serie de valores funda­mentales de la vida, y con un afán de revalorar una autonomía y una independencia omnímoda del hombre, que coartan la fe religiosa y el concepto cristiano de la vida. Esta increencia humanística, que ya subrayó el Concilio Vaticano II, está intentando, por todos los medios, y con bastante éxito, reemplazar la fe cristiana, como matriz cultural y como inspiración fundamental de los grandes valores humanísticos de hoy. Este fenómeno de la increencia religiosa en el mundo actual es calificado por muchos analistas como un hecho poscristiano. No sólo por poner en tela de juicio la existencia del Dios confesado por la fe cristiana y por constituir un fenóme­no occidental y poscristiano, sino por presentarse como heredero de los mayores valores humanos introducidos por el cristianismo en el mundo y que vienen a ser

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prácticamente considerados como un sucedáneo de Dios. Y la misma civilización moderna, no porque ella sea así, sino porque está demasiado compenetrada con las realidades terrenas, puede hacer cada día más difícil el remontarse hacia Dios.

Lección para los incrédulos y los creyentes

Y siguiendo en esta misma línea de sabiduría eclesial, el Concilio Vaticano II nos da una excelente lección tanto a los incrédulos, como a los creyentes:

"Sin género de duda, no están libres de culpa los que voluntariamente se esfuerzan por alejar a Dios de su corazón y evitar la problemática religiosa, porque no siguen el dictamen de su conciencia; pero, los mismos creyentes, con frecuencia, tienen su parte de responsa­bilidad en este fenómeno. Porque el ateísmo, considera­do en su integridad, no es fruto espontáneo, sino que brota de diversas causas, entre las cuales se cuenta también una reacción crítica contra la religión en general y, en particular, en algunas regiones, contra la religión cristiana. Por eso, en esta proliferación del ateísmo pue­de muy bien suceder que una parte no pequeña de ¡a res­ponsabilidad cargue sobre ¡os creyentes, en cuanto, por el descuido en educar su fe o por una exposición deficiente de la doctrina, que induce al error, o también por los defectos de su vida religiosa, moral o social, en vez de revelar el rostro auténtico de Dios y de la religión, se ha de decir que más bien lo velan".

La Iglesia de hoy es dialogal y no puede cerrar el camino del diálogo fraternal y del anuncio auténtico de Cristo a esa masa de agnósticos, o incrédulos modernos,

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muchos hijos suyos por el bautismo, y aparece abriendo caminos de diálogo, sobre todo, en los últimos documen­tos de los Papas, especialmente en los documentos sociales de Pablo VI y Juan Pablo II.

Dos de esos caminos van por la línea de una nueva Evangelización, y, sobre todo, por el camino del servi­cio al mundo, la lucha por la justicia y la opción por los pobres y los desheredados del mundo.

Cerrando el tema

Quisiera cerrar este tema, tan importante y de tan gran actualidad en la Iglesia y en el mundo de hoy, con unas certeras palabras de un insigne teólogo y pastora-lista español, Juan Martín Velasco:

"El fenómeno de la increencia contemporánea, tal como se manifiesta en los países de tradición cristiana, es un hecho grave y doloroso para la Iglesia. En él des­cubrimos los cristianos el resultado de no pocos pecados y errores propios, tales como las guerras de religión, los intentos de dominio indebido de la sociedad, la resisten­cia, demasiado tiempo mantenida a reconocer la legíti­ma autonomía a los ámbitos seculares de la vida social y cultural. Pero este hecho, de suyo negativo, está com­portando no pocos beneficios al conjunto de la vida cristiana. Ha llevado a numerosas comunidades a susti­tuir una religiosidad sólo oficial por una vida religiosa más personalizada y ha producido consiguientemente gérmenes importantes de purificación de la fe. Está pro­moviendo en la Iglesia la búsqueda de formas de presen­cia en la sociedad más serviciales y más en consonancia con la vida cristiana. Está constituyendo, en definitiva,

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un hecho histórico, a través del cual los cristianos nos sentimos llamados a una conversión hacia formas más auténticas de fe y a una reforma de las estructuras para adecuarlas a lo que Dios quiere de la Iglesia. Estos elementos positivos de la presencia de la increencia que, un análisis atento de la situación actual nos permite ya descubrir, nos lleva a esperar que la fidelidad a la volun­tad de Dios, que se manifiesta también en la historia, seguramente nos deparará la posibilidad de progresar en terrenos como la de la construcción de un mundo mejor, más pacífico y más justo, en el que el diálogo con todos los hombres nos sea permitido, y en el que todos poda­mos participar fraternalmente".

B. El paraguas gnóstico: ayer y hoy

Le he dado este extraño título de "Paraguas gnósti­co" a este desarrollo sobre la gnosis y el gnosticismo. Por la gnosis es como un gigantesco paraguas, bajo el cual se cobijan una innumerable serie de movimientos, gru­pos, subgrupos, pequeños o grandes movimientos de filiación gnóstica, que son particularmente abundantes en esta segunda mitad del siglo XX. Tal vez por eso se ha hablado hoy de "contaminación gnóstica".

Específicamente no son numerosos en nuestro país los grupos gnósticos, que se declaren tales, pero sí es grande la contaminación gnóstica, como lo iremos vien­do a través de este estudio. Algún ruido meten entre nosotros la "Nueva Acrópolis", la "Iglesia Gnóstica Cris­tiana Universal" de Samael Aun Weor, etc. que tienen poco de gnósticas y más bien mucho de sincretismo hindú ocultista...

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Pero veamos en primer lugar lo que nos dice de la gnosis y del gnosticismo el Gran diccionario del saber moderno, bajo la dirección de Jean Chevalier:

"La gnosis (del griego gnosis: conocimiento) es una doctrina que floreció, desde los principios del cristianis­mo, en círculos esotéricos, y que pretendía asegurar la salvación de los hombres a través de la perfección del conocimiento. El conocimiento profundo del hombre debía llevar a éste al conocimiento mismo de Dios, porque emanando de Dios, el hombre es en realidad de naturaleza divina. Hubo numerosas escuelas gnósticas y cada una poseía una concepción diferente de este cono­cimiento de salvación. Lo que parece haber tenido en común es la convicción de que el hombre alcanza a Dios por la conciencia más íntima de sí mismo. La emanación de Dios que el hombre es, ha sido mancillada por el contacto con la materia; solamente en comunión con lo que hay de más espiritual en él, la conciencia de ser, el hombre recupera su unidad con lo divino. De esta forma se cierra el círculo de emanación-retorno. Esta doctrina se hallaba muy impregnada de neoplatonismo. Los au­tores cristianos de los primeros siglos, como un San Irineo (muerto en 202 y obispo de Lyon) combatieron vivamente las ideas gnósticas que viciaban la idea de la creación y sustituían la realidad de Cristo por mitos y alegorías, reduciendo la redención a un conocimiento ilusorio de la totalidad creada e increada".

Aclarando alguna de las afirmaciones expresadas, tenemos que afirmar que el gnosticismo es anterior al mismo cristianismo, y se infiltró en él ya en los siglos primero y segundo, y fue considerada como la superhe-rejía cristiana de la época, aunque era muy poco cristiana y destruía las bases de la fe cristiana.

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La lucha contra la gnosis fue muy dura en los pri­meros siglos de la Iglesia, pero tuvo éxito, y parece que ya para el siglo IV desaparece la gnosis dentro de la Iglesia católica, tanto en Occidente, como en Oriente. Sigue, sin embargo, trabajando activa aunque clandesti­namente y reaparece siglo tras siglo en distintos movi­mientos de protesta, o de rechazo de la autoridad ecle-sial, como los cataros de los siglos XIII y XIV, los '¡albigenses, etc. Hoy la impregnación gnóstica es muy fuerte en la masonería, los rosacruces, el espiritismo, la teosofía, la Nueva Era (New Age), y padecemos una fuerte contaminación gnóstica en los medios de comuni­cación (prensa, radio, TV) y en las expresiones culturales (canción, teatro, cine, arte...) de este final del siglo XX.

1. Enseñanza gnóstica: ideas comunes y fundamentales

Son innumerables las formas de expresión del gnos­ticismo a través de los tiempos, y su diversidad en su plasmación actual, en lo que podríamos llamar "la heren­cia" gnóstica actual que nos va penetrando sutil, pero eficazmente, sobre todo por los medios de comunicación social. Enumeremos, pues, algunas de sus ideas funda­mentales y comunes, y que, muchas de ellas, podemos ver reflejadas hoy:

1. El Dios Creador y Legislador del Antiguo Testa­mento (de la Biblia) no es el verdadero Dios. Sobre él, y a una altura infinita, existe el Dios-Padre, Principio Supremo de todos los seres.

2. El Dios de la Biblia ignora al verdadero Dios y también el mundo, juntamente-con él. lo ha ignorado,

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hasta la venida de Ntro. Señor Jesucristo, que procede no de él, sino del verdadero Dios.

3. La creación del mundo y del Cosmos, no viene del verdadero Dios, sino del demiurgo, el dios de la Biblia. Y entre el verdadero Dios y la creación se interpone una serie muy complicada de seres divinos por su origen.

En esta serie creada se produce en un momento u¡ otro, un desorden que perturba la armonía existente. Eli mundo sensible, aun el mismo Creador o demiurgo?

proceden de esta falta original. 4. Hay en la humanidad, sin embargo, partes suscep­

tibles a una redención, como chispas procedentes del mundo celeste, superior al demiurgo, y Jesucristo, supe­rior al demiurgo, ha venido a este mundo para recuperar esas chispas celestes o espirituales.

5. La Encarnación del Hijo de Dios no puede ser una unión seria entre la divinidad y la materia maldita. La historia de los Evangelios se explica por una unión moral y transitoria entre un eón divino y la persona concreta de Jesús, o también por la evolución de una simple aparien­cia de humanidad.

6. No existen ni la pasión de Cristo y su muerte en la cruz, ni su resurrección gloriosa; y el porvenir de los predestinados no lleva consigo ninguna resurrección de los cuerpos.

7. Aquella chispa divina perdida en la humanidad, es decir el alma predestinada, no es solidaria de la carne que le oprime y esclaviza. Hay, pues, que luchar por aniquilar la carne por la lucha ascética (tendencia rigorista), o, al menos, no creer que el alma es responsable de las fla­quezas de la carne (tendencia libertina).

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No podemos completar la filosofía y teología gnós-ticas, pero sí creemos que tenemos que subrayar, por su proyección en el mundo moderno, su concepción del problema del mal, haciendo del pecado una ignorancia o un error, su rechazo de la revelación, y, entre otras cosas fundamentales, su concepto de escatología. El fin último o la bienaventuranza gnóstica está percibida por ellos como un estado de reposo (anapausis), con un gran parecido con el nirvana. La introducción en e¡ pleroma (concepto gnóstico) la comparan con la intro­ducción en la cámara nupcial. En el pleroma, el hombre se abraza con su idea eterna, el alma abraza a su ángel.

"La tentación típica de la gnosis, escribe un teólogo moderno, está en abrir la puerta al conocimiento, o a la experiencia, y cerrarla a la revelación y a la fe".

Este conjunto de ideas gnósticas, que, imperfecta­mente, hemos señalado, fueron enérgicamente rechaza­das por la Iglesia católica, la de Oriente y la de Occidente. Ella se mantenía firme en la veneración de la Santa Biblia, como Palabra revelada de Dios e identificaba al Dios de Israel, Yahwéh, como al Creador y Dios de Jesucristo, el Señor, y se empeñaba por conocer el sentido de las Escrituras, y mantenerse fiel y firme a las enseñanzas de Jesús, expresadas en los Santos Evange­lios y en las cartas del Apóstol Pablo.

La contraofensiva de la Iglesia del segundo siglo, que se vio amenazada en sus estructuras fundamentales por el gnosticismo, se concentra, sobre todo, en la afirma­ción radical de la auténtica humanidad de Cristo, y, por lo tanto, de la dignidad de la carne (resurrección de la carne) y en la autoridad de las Sagradas Escrituras. Ella rechaza también con energía el dualismo de los gnósti-

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eos, y va estructurando su doctrina sobre la redención, la libertad cristiana y la gracia. La gnosis ayudó a la ela­boración teológica, a aclarar muchos conceptos cristia­nos, y dio paso a la época de oro de los grandes Padres de la Iglesia, griegos y latinos.

2. La frontera teológica

En el diccionario teológico de K. Rahner se establece con claridad la frontera entre la gnosis y la teología católica: i

"La frontera teológica con respecto a la gnosis hayj que establecerla, ante todo, por razón de las siguientes1

características: gnosis es un conocimiento que no proce­de de una automanifestación personal, gratuita de Dios, sino de la esencia del hombre por descubrir. Por tanto, en último término 'engreimiento gnóstico' y no un es­cuchar obediente la Palabra de Dios, o sea fe. 'El reden­tor de la gnosis' ayuda al hombre exclusivamente a penetrar en su esencia oculta, soterrada; no lleva a cabo ni actualiza como hombre auténtico, dentro de la historia concreta, la salvación que proporciona. El conocimiento en cuanto tal es ya, sencillamente, por sí mismo, reden­tor. La caridad y el acto moral, es, todo lo más, conse­cuencia de lo conocido; de tal manera que en la gnosis viene dado absolutamente todo, tanto objetiva como subjetivamente. La gnosis piensa con ello, que el hom­bre, a fin de cuentas, encuentra en sí mismo la unidad absoluta y envolvente de toda realidad. Así, pues, el hombre no acepta que en su pluralismo característico de criatura está remitido a la unidad permanente de Dios que le trasciende, y, que, por tanto, su existencia se opone a la concentración en el mero conocimiento.

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Conforme a la gnosis, el conocimiento llega a un sistema cerrado, que es una reproducción del curso mundano que acontece con necesidad lógica y física. Por consiguiente, no reconoce libertad real y personal algu­na, ni tampoco historicidad o irrepetibilidad alguna; tampoco cuenta con el misterio subyacente en el fondo de la existencia concreta, como incomprensibilidad per­manente de Dios, aunque 'venida a cercanía': por el contrario, la considera desvelada y conquistada".

La relación de la gnosis con Cristo lo ha estudiado certeramente el P. Antonio Orbe, eminente patrólogo y experto en estudios gnósticos, en varias de sus obras, y en concreto en "Cristología gnóstico. Introducción a ¡a soteriología de los siglos II y III", (BAC, Madrid, 1976).

Los gnósticos de ayer, de los primeros siglos de la Iglesia, y sus hijos, o más bien parientes lejanos de hoy (teósofos, espiritistas, metafísicos, "cristianos"...) con­funden muchas veces a los cristianos porque suelen usar el mismo vocabulario cristiano, de la Biblia y de los Evangelios o cartas de Pablo, pero con distinto sentido. Ante este buscado confusionismo, que perturba a la gente piadosa de buena fe hay que responder con el rechazo absoluto de sus presupuestos filosóficos y teoló­gicos. Tiene razón el gran teólogo cristiano Karl Barth, cuando escribe: "Teológicamente hablando, con la gno­sis sólo cabe la palabra Nein (No)" .

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III

UNA PALABRA SOBRE EL SINCRETISMO REUGIOSO

Ya lo hemos visto al estudiar la gnosis primitiva, y lo vamos a ir viendo en nuestro examen de los movimientos gnósticos, o pseudo-gnósticos que vamos a ir haciendo (teosofía, rosacrucismo, espiritismo, metafísica cristia­na...). Hay un elemento constante en todos ellos, una constante inmutable: el sincretismo. Sin intentar un desarrollo a lo largo y a lo profundo del sincretismo, tan visible también en nuestra religiosidad popular latinoa­mericana, vamos a dar algunas orientaciones, que vayan iluminando nuestro camino, sobre el sincretismo.

El sincretismo (de la palabra griega Sygkretismos, alianza a la manera de los cretenses) es una tendencia, o una doctrina, que consiste en amalgamar, reunir o fundir en una sola teoría varias doctrinas diferentes. El sincretismo atenúa las diferencias, exagera las semejan­zas, omite las oposiciones, reúne elementos de origen diverso en un todo confuso que pretende ser original, comprensible y coherente. En realidad, el sincretismo traiciona todas las fuentes. Así se han llegado a formar teorías con elementos hindúes, budistas, cristianos, mu­sulmanes, espiritistas..., etc. Estas aproximaciones for­zadas dan lugar a combinaciones fáciles y seductoras, pero inconciliables con una reflexión seria. Sin embargo, el sincretismo es una constante tentación en todos los tiempos, y más en los nuestros, y a través de la historia

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ha tentado a espíritus ilustres y amigos de la paz y de la síntesis, incitándoles a la búsqueda de síntesis doctrina­les, que conservaran la parte de verdad dispersa en cada uno de los sistemas.

Algunos sincretismos, como los que veremos des­pués (teosofía, espiritismo, y muchas sectas de hoy) están ejerciendo una fuerte influencia negativa en nues­tros cristianos.

A la tendencia sincretista, aun en el ecumenismo, pertenecen aquellos que minimizan las diferencias doc­trinales, o los dogmas, en pro de la primacía de la acción.

El sincretismo religioso es un fenómeno frecuente en nuestra religiosidad popular. La Iglesia ha alzado su voz de alarma varias veces: en el Concilio Vaticano II (en particu­lar en el Decreto de las Misiones, 22) y más en particular y, con singular énfasis, en lo que respecta a nuestra Iglesia latinoamericana en el Documento de Puebla (Nos. 914; 342; 453) y en el reciente documento de Santo Domingo (N2 147). Estos números (147-156) sobre "nuevos movi­mientos religiosos, o movimientos libres" son de especial importancia, y debemos leerlos, meditarlos y ponerlos en práctica. En ellos tenemos una excelente respuesta a los sincretismos que nos inundan y un buen camino para reforzar e iluminar la fe cristiana de nuestro pueblo.

Lamentablemente muchos sacerdotes y líderes reli­giosos laicos se caracterizan por su gran ignorancia en este terreno y el miedo a tocar estos temas que descono­cen o minusvaloran.

A. La teosofía: la obra de dos mujeres

La teosofía es uno de los "sincretismos" más en boga todavía, aunque ya ha perdido el brillo que tuvo en los

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comienzos de este siglo XX. En nuestro país debió de tener cierta popularidad también en los comienzos de siglo, aunque ahora su influjo directo es muy limitado. Es muy complicada para la gente que tenga poco acceso a ciertas filosofías, y tampoco la teosofía busca demasiado al pueblo, sino a sus selectos. De los movimientos fi-losóf ico-religiosos de hoy es el más emparentado con los viejos gnósticos, y se precia de ello, y con ellos tiene también parte de sus "raíces" en el Oriente del mundo, en el budismo e hinduismo. Por la extrema importancia que da a la teosofía la Nueva Era (New Age), y por su vinculación a ella, nos vemos obligados a tratar a esta materia, para entender mejor, sobre todo, las razones de la Nueva Era. También el espiritismo está muy vinculado a la teosofía, y las dos importantes mujeres, doctoras de la teosofía, Madame Blavatsky y Annie Besant, fueron espiritistas y deben mucho a ese movimiento.

Vamos a hacer una síntesis de la teosofía, para luego adentrarnos en ella.

La teosofía (del griego Teos (Dios) y sofía (sabidu­ría), es una doctrina sincretista de inspiraciónpanteísta, que combina elementos filosóficos, teológicos, espiritis­tas, ocultistas, y acumula restos de hinduismo y budismo, y pretende hacer participar al individuo, de la sabiduría humana y de la ciencia de Dios, que se extiende por todo el Universo y es accesible a la razón, a la conciencia, al margen de toda revelación sobrenatural. Profesa la trans­migración que debería perpetuarse hasta que ¡a paz universal reine sobre toda la Tierra y se realice el nir­vana. Vemos ya en estos preliminares su parentesco con los gnósticos. Esta doctrina, como lo hemos ya indicado, se extendió en el mundo occidental (también en nuestro

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continente) en los finales del siglo XIX y comienzos del XX, por obra, en particular, de sus dos fundadoras, Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891) y Annie Besant (1847-1933).

Como a la teosofía la consideran los propagadores de la Nueva Era (New Age) como su madre e iniciadora, vamos a desarrollar más detenidamente su historia y su núcleo doctrinal o filosófico. Si de tal palo tal astilla, como dice el refrán, podemos derivar la consistencia de la Nueva Era.

Abundan los estudios sobre la teosofía en el primer tercio del siglo XX, por razón de su auge en aquellos ya lejanos tiempos, y tenemos un espléndido estudio de la teosofía en el gran Diccionario de Apologética (francés) debido a la pluma excelente de aquel eminente teólogo, exégeta bíblico y gran escritor, Leoncio Granmaison, pero, en vez de seguirle, vamos a acudir al obispo Klopemburg, brasileño, y muy al corriente de las doctri­nas heterodoxas y esotéricas en América Latina hoy.

La sociedad teosófica fue fundada por Helena Pe­trovna Hahn, nacida en Ekaterinoslaw (Rusia) en 1831. A los 16 años se casó con el general ruso Nicéforo Blavatsky, del cual se separó un año después. Por eso se la conoce con el nombre de Madame Blavatsky. Desde entonces lleva una vida muy desordenada y agitada. En 1863 lucha al lado de Garibaldi, y es gravemente herida y llevada a París. En París se transforma en médium espiritista y entra en el círculo de Alian Kardec, del cual hereda las ideas reencarnacionistas. De 1870 a 1872 actúa como médium espiritista en El Cairo (Egipto), donde funda "el club de los milagros", una sociedad espiritista de tipo kardeciano. No debió tener mucho éxito en El Cairo, y ya en 1873 está en Estados Unidos.

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Poco después se encuentra allí con el espiritista y masón americano Henry Steele Olcott, y se relaciona también con el señor George H. Felt, miembro de la sociedad esotérica y secreta de "La Hermandad Hermé­tica de Luxor", y en octubre de 1875 toma parte en la fundación de una sociedad "para investigaciones espiri­tualistas" dirigida por Olcott, y de la que ella es la secretaria.

Fue en noviembre de 1875 cuando esta sociedad se comenzó a llamar "Sociedad Teosófica". En la Declara­ción de principios de dicha sociedad se formulan los objetivos de la sociedad: "buscar, conseguir un conoci­miento de la naturaleza y de los atributos del Poder Supremo y de los espíritus más elevados, mediante procesos físicos. En otras palabras esperan que, pene­trando más en las filosofías de los tiempos antiguos, serán capaces, por sí mismos y por otros investigadores, de alcanzar la prueba de la existencia de un mundo invisible, de la naturaleza de sus habitantes, si es que existen, de las leyes que les gobiernan y de sus relaciones con el género humano".

La nueva sociedad teosófica aglutinó a su alrededor una gran cantidad de gentes ocultistas, esotéricos y curiosos, y Madame Blavatsky, con gran talento y pers­picacia, reunió un sinfín de conocimientos míticos, de las antiguas religiones, del viejo gnosticismo, en un centón que llamó "Isis desvelada" (1875) y que constituyó desde el principio algo como el Evangelio de la Teosofía. En éste y otros libros que fue publicando con la ayuda de sus colaboradores (La clave de la teosofía, 1889) reunió un gran acervo de sabiduría hindú. Allí, en la India, estable­ció la sede principal de la teosofía, en Adyar, junto a

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Benarés. Una investigación llevada a cabo por la "Socie­dad de Investigaciones Psíquicas" de Londres sobre los fraudes de la teosofía y el embuste de los famosos maestros tibetanos que se relacionaban con Madame Blavatsky, entristeció profundamente a la fundadora, que murió triste y casi abandonada en Londres en 1891.

A su muerte asume el poder de la central teosófica la señora Annie Besant, quien después de una vida tormentosa, se hizo discípula adicta de la fundadora y dirige, desde la India, enérgicamente, los círculos teosó-ficos.

Dejando a un lado su labor proselitista, sus libros y las profundas divisiones que hubo en el movimiento teosó-fico mundial, vamos a reseñar la presentación del nuevo mesías hindú, Krishnamurti, que ella había encontrado en un pequeño templo de la diosa Kali. Era un jovencito enamorado ardientemente de su diosa Kali y tenía 13 años, cuando fue adoptado por Annie Besant.

Annie Besant y su íntimo colaborador Leadbeater le transformaron el nombre hindú por otro que les parecía más propagandístico, Alcyón, y fue solemnemente pre­sentado por Annie Besant a los teósofos como el Mesías y el Maestro, que ellos debían no sólo venerar, sino adorar, Leadbeater, gran ocultista y conocido farsante, redactó una especie de autobiografía del adolescente hindú y que apareció en 1912, en francés, con el título A ¡os pies del Maestro, por Alcyón, y en la que se contaban con detalle las 32 reencarnaciones sucesivas de Krishnamurti. Al ilustre joven se le impuso la conde­coración de "La Estrella de Oriente", con cuyo nombre se instituyó una Orden. Como si no bastara con todo lo anterior, la misma Madame Besant se encargó de escri-

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bir otro libro sobre la prehistoria lunar del joven Mesías. Por cierto en una de las primeras reencarnaciones lo presenta la imaginativa Annie como a un "hombre lunar" con mujer e hijos y escoltado por una guardia de honor de monos que le obedecían como fieles perros.

Para acortar la novelista del Mesías teosófico, debe­mos decir que Madame Besant lo solía presentar en asambleas y congresos como el Mesías del futuro. Kri­shnamurti, desde el año 1929, rechazó, sin embargo, toda vinculación con la teosofía, y se opuso siempre hasta su muerte a defender cualquier tipo de creencias o ideologías. Fue un excelente pensador y humanista, quien se dedicó a ayudar a la humanidad en sus proble­mas de relación y coexistencia, rechazando con energía su falso título de Maestro y Mesías y negando la existen­cia y credibilidad de aquellos personajes (entre ellos él mismo) que los teósofos llaman "autoridades espiritua­les" y que rigen el mundo. A pesar de todo, los teósofos lo siguen considerando de los suyos, y más después de su muerte y utilizan sus escritos, auténticos o no, en favor de la teosofía.

B. La teosofía y su doctrina

En lo poco que hemos escrito sobre los teósofos, ya hemos visto su gran poder de imaginación y fabulación, y podríamos señalar su terrible ambigüedad (en esto son parientes de los gnósticos antiguos) y entre ellos mismos tampoco se entienden y aun hablan lenguajes distintos. Por ejemplo, para Madame Blavatsky, la teosofía no es una religión, sino una ciencia, o una doctrina filosófica; y para Madame Besant, su.fiel discípula, la teosofía es

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una verdadera religión salvadora hasta con su Mesías y Salvador.

Si revisamos los distintos catecismos teosóficos que se divulgan todavía en América Latina, la doctrina teo-sófica, que ellos explican con todo detalle, es bastante complicada. Tal vez por eso tiene tan poco atractivo para nuestro pueblo. Vamos, por ello, a ir al grano, y ver qué nos dicen sus Maestros respecto a Dios, a Cristo, al hombre, a la libertad. . .ya establecer su incompatibilidad con todo auténtico cristianismo, y en particular con el catolicismo. Veamos, pues, los puntos claves de su doctrina:

1) No creen en un Dios personal: A propósito de Dios todos los teósofos hacen pro­

fesión de rechazar absolutamente la doctrina cristiana sobre Dios, y aun toda doctrina revelada (judaismo, mahometismo, cristianismo...) Atengámonos a los Maes­tros.

En su libro básico La clave de la teosofía, en el capítulo V, Enseñanzas fundamentales de la Teosofía, Madame Blavatsky establece un diálogo entre el neófito, o iniciado, y el Maestro:

Neófito:, -¿Creen Uds. en Dios? Maestro teósofo: -Depende de lo que entiendas por

este término. Neófito: -Nos referimos al Dios de los cristianos, al

Padre de Jesús y al Creador. Al Dios bíblico de Moisés, en una palabra.

Maestro: En semejante Dios no creemos. Rechaza­mos la idea de un Dios personal o extracósmico y antropomórfico, que sólo es la sombra gigantesca del

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hombre, y ni siquiera del mejor. Decimos y probamos que el Dios de la teología es un conjunto de contradiccio­nes y una imposibilidad lógica. Por tanto, no tenemos que ver nada con él...

Siguiendo el desarrollo dialogado, Madame Bla­vatsky define la creencia de los teósofos en Dios: "Cree­mos en un principio divino universal, del cual todo procede y en el cual todo será reabsorbido al fin del gran ciclo del Ser... Nuestra divinidad es (neutro) el misterioso poder de evolución y de involución, lo omnipresente, omnipotente y al mismo tiempo omnisciente Poder creador"...

En dos palabras, y como lo expresa Annie Besant en su libro ¿Por qué me he hecho teósofo?: "La teosofía en materia religiosa es panteísta: Dios es todo, y todo es Dios". Y este panteísmo es de tipo emanatista, como el de las fuentes hindúes, del que se deriva: "El Universo está creado por la emanación del gran soplo de la unidad".

Respecto a Cristo los teósofos niegan por de pronto, su divinidad. Muchos de ellos, como Annie Besant, niegan hasta su existencia y el valor histórico de los Evangelios. Los más acreditados teósofos aceptan a Cristo, como a una de sus "autoridades espirituales", pero inferior a Buda, a Krishna...) y aun algunos maes­tros lo hacen una reencarnación de Mitra (divinidad indo-irania), o una de tantas reencarnaciones de Vishnú.

El P. Leoncio Granmaison, en su comparación del cristianismo con la doctrina teosófica, dice claro y raspa­do: "Nos parece inútil el proseguir la comparación entre cristianismo y teosofía. Esta, en su panteísmo emanatis­ta, que es su principio fundamental, en todo lo que la

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teosofía afirma: Karma automático, reencamaciones ani­males o humanas, nirvana, cosmogonía e historia fan­tástica; en todo lo que ella niega y condena: oración, sacrificio, gracia, redención sobrenatural, divinidad per­sonal de Cristo, incapacidad del hombre de salvarse por sus propias fuerzas; en su término, en fin, que es la disolución de toda fe positiva, es manifestamente incom­patible con el cristianismo.

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IV

MAESTROS DEL ENGAÑO Y ACTITUD DE LA IGLESIA CATÓLICA

Aunque la teosofía nunca ha tenido gran influencia en nuestro medio, ha sabido, sin embargo, filtrarse en reducidos círculos de nuestros cristianos, que, engaña­dos por su ciencia "aparente" y su lenguaje sibilino, han caído en sus redes. Como escribe el obispo brasileño Klopemburg, "no son necesarios profundos conocimien­tos científicos, filosóficos o teológicos para constatar que existe una oposición total entre las arbitrarias fantasías de los teósofos y el mensaje cristiano; y que, en conse­cuencia, el teósofo dejó de ser cristiano y el cristiano no puede ser a la vez teósofo".

Veamos su actitud ambigua, y, por otra parte, con­tradictoria, a todo cristianismo en las palabras de Mada-me Blavatsky en su Introducción a la teosofía: "Noso­tros no creemos ni en sacrificio propiciatorio, ni en la posibilidad del perdón del más mínimo pecado, median­te cualquier Dios... Nosotros creemos en una justicia rigurosa e imparcial... que no puede sentir ira ni compa­sión, pero que actúa con equidad absoluta, dejando que cada cosa, grande o pequeña, produzca sus consecuen­cias inevitables..."

Ni perdón ni redención, ni gracia ni Cristo Salvador, ni sacramentos ni Iglesia... todo sobra en el sistema

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teosófico. Y, sin embargo, insiste la fundadora de la teosofía: "No estamos en contra de ninguna religión; y el católico puede continuar en su religión y ser un buen teósofo".

En julio de 1919, en plena euforia teosófica, la Santa Sede, por medio de la Congregación del Santo Oficio, a una pregunta sobre si la doctrina católica era conciliable con la teosofía, y si, en consecuencia, un católico podía dar su nombre a las sociedades teosóficas, asistir a sus reuniones y leer sus escritos, respondió clara y tajante­mente qué no. Y el Santo Padre, Benedicto XV promul­gó el decreto de prohibición absoluta el 19 de julio de 1919 (Acta Apostolicae Sedias, 1Q de agosto de 1919).

Todavía serpea en nuestros ambientes populares y de clase media esta serpiente de la teosofía, y por eso nos hemos permitido extendernos en su presentación, tomando en consideración la tremenda importancia que da la Nueva Era (New Age) a la teosofía, a la que considera como su verdadera madre ideológica.

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V

LA IGLESIA CRISTIANA GNOSTICA UNIVERSAL: UNA MALA COPIA

Son muchos los falsos gnósticos, que quieren ser una mala copia de los viejos gnósticos, y que inundan nues­tros barrios, liceos, universidades y cercanías de nuestras iglesias con una insistente propaganda y anuncios de cursos, conferencias, cursillos... Deben ser varios grupos, muy diversos, y aun fuertemente competitivos entre sí.

Y vamos a empezar por la "Iglesia Gnóstico Cristia­na Universal" fundada por el alemán Arnold Krumm-Heller, más conocido por el seudónimo iniciático "Hui-racocha", que es su supremo Comendador. El reunió sus ideas en un libro que tituló La Iglesia Gnóstico, que se ha difundido bastante en América Latina. Esta susodicha Iglesia tiene grandes vinculaciones con los grupos ro-sacruces, y se presenta como la "verdadera Iglesia de Cristo".

He aquí uno de sus reclamos publicitarios: "Vengan, pues y beban de esta fuente. La Iglesia Gnóstica no es propiamente una Iglesia, sino un nuevo ideal religioso pensado para este tiempo. Es la Iglesia de Cristo, la que él predicó, el divino Rabí de Galilea, con todos sus sagrados Misterios Iniciáticos. Es la Iglesia de la Reden­ción, la Primitiva Iglesia Cristiana, que sufrió todos los embates del Sectarismo Católico".

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Según nos revela el gurú Huiracocha ellos tienen también su libro sagrado: La Pistis-Sofía, que se encuen­tra fragmentariamente en algunos antiguos manuscri­tos, pero solamente en traducciones, no en su original griego...

Pero esa palabra misteriosa "Pistis", no es lo que podría parecer "fe", sino "fuerza mágica", "teurgia", o magia blanca. Huiracocha estudia en su libro los modelos gnósticos de la antigüedad: Simón Mago, los Valentinia-nos, Basílides, Marción del Ponto, los albigenses y los cataros, etc. y descarga en páginas enteras su odio a la Iglesia católica.

"Samael Aun Weor", nombre iniciático de Víctor Manuel Gómez (colombiano) ha sido el mayor impulsor de esta Iglesia sectaria. Figuraba como el Gran Patriarca de la Iglesia gnóstica y Director del Movimiento Cristiano Universal.

Vamos a pasar de largo por la fuerte impregnación de este falso movimiento gnóstico en Colombia, de donde se filtran en nuestro país, y vamos a reseñar El Catecis­mo gnóstico de Samael Aun Weor (quien murió en 1979).

Me proporcionó este Catecismo gnóstico un piado­so varón, colaborador mío en mi parroquia de Cumaná, y que, ingenuamente, se había inscrito en la Iglesia gnóstica. Según este Catecismo, la Iglesia gnóstica (la suya) es la Iglesia Invisible de Cristo, la de los viejos cristianos de Galilea y de las Catacumbas de Roma. Para ver esta Iglesia, y penetrar en ella, es necesario viajar en cuerpo astral. Este modo de viajar es un secreto enseña­do a los que se adhieren a la Iglesia gnóstica. Entonces pueden hablar personalmente con Cristo en el mundo

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invisible, verlo y palparlo. Y los que en esta Iglesia reci­ben el Espíritu Santo, pueden conversar con las almas de los muertos, con los ángeles y ver a Dios cara a cara sin morir. Y así conocen todos los secretos. Después de la muerte, el alma se queda en la tierra viviendo con la gente, y ve todo lo mismo que antes.

En otro de sus libros, Samael Aun Weor afirma que debemos reencarnar 108 veces. Pero, los malos después de la muerte deben pasar por una segunda muerte y luego vuelven a este mundo, evolucionando primero como elementos minerales, ascendiendo luego al estado vegetal, luego pasan a organismos animales y acaban, al final siendo humanos y sometidos a las 108 reencarna­ciones...

Y cerremos este capitulito de los "nuevos gnósticos" en nuestro país con la mención de otro movimiento que aparece frecuentemente en nuestras carteleras, junto a los cines y en los murales hippies o evangélicos: La Nueva Acrópolis. Este es un movimiento que se fundó en Argentina, en 1957, Jorge Ángel Livraga y su espo­sa, Ada Albrecht, quien luego se separó de él, fundando la Asociación Mundial Hastinapura. La Nueva Acrópolis se presenta entre nosotros como una asociación cultural y filosófica, de carácter, según su propio Manual de dirigentes, como una sociedad de tipo gnóstico teosófi-co. Se ha hablado y escrito mucho de sus objetivos militaristas, o neofascistas. Hablan mucho de la creación de una nueva raza humana, a base de una amalgama de gnosticismo, ocultismo y teosofía... En algunos países de Europa la han excluido por sus "presuntas" tendencias neonazis y racistas, pero no están claros sus objetivos.

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VI

ESPIRITISMO Y ESPIRITISMOS

Así como la teosofía no ha tenido demasiado éxito en Venezuela, y su implantación en nuestro país no ha sido muy fuerte y arraigada, el espiritismo y ¡os espiri­tismos, con sus diversos nombres y especificaciones, se han extendido ampliamente en el país, y no sólo en las clases populares, sino también entre nuestra clase me­dia, baja y alta.

En nuestro libro Las sectas nos invaden (siete ediciones desde 1978) dedicamos un largo capítulo a "los espiritismos en Venezuela", y aconsejo a los lectores que lo lean (o revisen) y anoten los datos y las enseñanzas que allí presentamos (Ediciones Paulinas). Juzgamos, sin embargo, necesario insistir en el tema, porque, en pri­mer lugar, sigue en auge su progreso numérico en nuestro país, y, en segundo lugar, por su interconexión con la teosofía y con su proyección en la Nueva Era (New Age). Las dos fundadoras de la teosofía, Madame Bla-vatsky y Madame Annie Besant, estuvieron muy vincu­ladas al espiritismo de la época, y la última supo asimilar muy bien las enseñanzas de Alian Kardec. Muchos de los primeros teósofos procedían de los medios espiritistas, europeos o norteamericanos, y había una cierta fraterni­dad entre las dos corrientes.

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Como no queremos reproducir páginas que ya he­mos escrito sobre el tema espiritista, ni confirmar nues­tras posiciones con autoridades cristianas o católicas, vamos a presentar el tema del espiritismo y la evocación de los espíritus con la autoridad de un experto en ocul­tismo y parapsicología, el Dr. Robert Amadou, quien nació en París en 1924, realizó estudios superiores en la Sorbona, y es uno de los escritores e investigadores en parapsicología y esoterismo. En 1961 publicó un exce­lente tratado de parapsicología, y en 1975 una impor­tante obra "Iniciación ai Ocultismo". En la Biblioteca Salvat de Grandes Temas, libros GT, tiene un importan­te cuaderno sobre "Misterio, Magia y Ocultismo", y vamos a escuchar sus reflexiones sobre el tema que hoy nos concierne: "El mundo de los espíritus: médiums" y "Fantasmas y regreso de los muertos".

Vamos, pues, a ir desgranando las certeras páginas de Robert Amadou sobre el mundo de los espíritus y los médiums:

-El espiritismo es una doctrina que trata de explicar los fenómenos inexplicables mágicos que se producen en la Tierra por la intervención de los espíritus. La doctrina, una especie de "toda puesta al día", se basa en que los espíritus se comunican con nosotros y no son otra cosa que las almas de quienes ya murieron, que vagan por el Universo.

-El fundador de la doctrina, al menos a él se le atribuye, fue un maestro de Lyon, un tal Alian Kardec, cuyo verdadero nombre era León Hipólito Denizart Rivail. Para explicar su doctrina, Kardec dividió al ser humano en tres partes fundamentales: a) alma o espíritu -principio inteligente en el que residen el pensamiento,

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la voluntad y la conciencia-; b) cuerpo, o envoltura ma­terial -cuya función es relacionar el espíritu con el exterior; y c) periespíritu -envoltura fluídica y ligera que amalgama y hace posible la unión de cuerpo y espíritu. Lo único que desaparece con la muerte es el cuerpo, la envoltura física. Sin embargo, el espíritu conserva con­sigo ese periespíritu, liberado de sus propiedades físicas, convertido en una especie de fluido invisible, pero mate-rializable a voluntad del médium. Hasta aquí la teoría central sobre la que se basa el espiritismo.

Lo que provocó, sin duda, su gran difusión, fue la afirmación de que los espíritus y su misterioso fluido, al carecer de materia, para comunicarse con los seres vivos se instalaban en el cuerpo de algunas personas no comunes, dotadas de poderes extraños (médiums). La ocasión no podía ser más favorable. Una legión de "profesionales del timo" se lanzó en busca de las crédulas clientelas. El negocio era seguro. Por unas monedas,

-cualquiera podía conversar, arreglar asuntos pendientes o conocer lo desconocido. El mundo de los espíritus estaba a la disposición del cliente: familiares, parientes, amigos o enemigos desaparecidos, se prestarían gusto­sos a comunicarse de nuevo con los mortales.

El único problema que había que resolver era el de comunicarse con ellos. Se pensaba, -con cierta lógica-que si los espíritus carecían de cuerpo físico, difícilmente podrían comunicarse o hablar, por carecer de órganos adecuados para emitir sonidos y articularlos. La solución la encontró "un iluminado" estadounidense llamado Post. En Hydesville, un pueblo relativamente pequeño del estado de Nueva York, habitaba el matrimonio Fox, con dos hijas, jóvenes aún. Desde 1874, año que pasaría

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a los anales de las prácticas espiritistas, no cesaban de escucharse ruidos extraños y golpes, producidos por el mobiliario de la casa, especialmente por las mesas, sin intervención humana. Tan pintoresco suceso, que se repetía a diario, llegó a oídos del caballero Post, quien solicitó estudiar el fenómeno y, después de unos días de investigación, emitió un veredicto favorable para la eco­nomía de los Fox: las dos hijas eran "médiums" y los espíritus trataban de comunicarse con ellas a través del único lenguaje de que disponían: una especie de "morse" realizado con golpecitos de mesa.

El éxito fue formidable. Muchas personas acudían todas las noches a casa de los Fox, que se había conver­tido en sesión permanente evocadora de los espíritus. A finales de siglo, unos años más tarde, el gobierno de Estados Unidos calculó que, en todo el,territorio nacio­nal, existían unos 60 mil médiums. Tal había sido el éxito de las hermanitas Fox.

Pero la época de los grandes médiums no llegaría hasta el primer cuarto del siglo XX. Nombres como el de Douglas Homes o, sobre todo, el de Eusappia Paladino, hasta tal punto llegaron a inquietar a los hombres de ciencia, que se organizaron numerosas comisiones para estudiar, bajo rigurosos controles, a estos dos médiums que tenían una capacidad asombrosa para realizar actos extraordinarios y hacer venir a los muertos de cuerpo entero. De Homes se cuenta que, estando en una sesión bajo severo control de los científicos, comenzó a levitar, salió por una ventana y entró por otra: leyendas alrede­dor de un mito. De Eusappia todo lo que se diga es poco. Durante muchos años, su pasmosa facilidad para convo­car a los muertos puso en movimiento a toda la ciencia. ¿Embaucadores profesionales o médiums auténticos?

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VII

FANTASMAS Y REGRESO DE LOS MUERTOS

A esta gran pregunta que se hacía nuestro experto Robert Amadou vamos a darle respuesta con otras de sus certeras páginas sobre "fantasmas y regreso de los muertos". Aunque tengamos también nuestras dudas sobre sus afirmaciones, por nuestro pobre conocimiento de la parapsicología, vamos a escucharle en sus reflexio­nes sobre esta ciencia de la parapsicología, todavía en los umbrales, y sus investigaciones y conclusiones.

- . . .Pero lo más singular, las recuperaciones y reivin­dicaciones más fascinantes de la parapsicología, son, sin duda, las relativas al estudio de los fantasmas, las apari­ciones, los mensajes y el retorno de los muertos. Una superstición que ha recorrido la médula de todas las culturas. ¿Existen realmente los fantasmas? ¿Regresan los muertos?

En principio, la respuesta de la parapsicología, pare­ciera afirmativa.

A lo largo de numerosas pruebas con los médiums mejor dotados, se ha llegado a la conclusión de que "los fantasmas existen". Pero no se trata de espíritus venidos del más allá; lo que la ciencia ha estado experimentando es una curiosa capacidad humana: la fantasmogéne-sis, el acto por el cual el individuo es capaz de reproducir plásticamente una idea (ideoplastia). Esta reproducción

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se logra a través de y gracias a una especie de fluido denominado ectoplasma que, por supuesto, nada tiene que ver con la biología normal ni con la fisiología. Los fenómenos de la fantasmogénesis son muy difíciles de lograr; la ciencia sólo ha conseguido la observación de fenómenos parciales. La explicación se desconoce.

Según esto, las tradicionales apariciones de fantas­mas se deberían, en gran parte, a las alucinaciones e histerismo de quien cree verlas, pero no ve nada, y sólo en pequeña parte -las que pudieran o pueden ser reales-ai miedo, a la hipersensibilidad del inconsciente que, excitado por el terror, sería capaz de provocar ese "desprendimiento del ectoplasma", que reproduciría una figura tenue, vaporosa, casi transparente y siempre incompleta.

La fantasmogénesis y la ectoplasmia son dos fenó­menos que han sido admitidos en la parapsicología, pero con muchos reparos. Las investigaciones actuales de la parapsicología se centran en el estudio de una facultad de fantasmogénesis más acusada, lo que los profanos denominaríamos "más difícil todavía". Se trata de una facultad no observada más que a través de fraudes y de trucos, llamada ectocoloplastia. El fenómeno se diferen­cia de la ectoplasmia, en que las reproducciones son totales; es decir, que se pueden formar figuras completas y detalladas de personas, animales u objetos. Ya se ha indicado que este fenómeno no ha podido ser observa­do, aunque se investiga exhaustivamente en este terre­no, sin que ningún vestigio ni la más ligera evidencia parezcan justificarlo. La opinión más extendida es que tal capacidad no existe. Los fraudes han sido muchos; las reproducciones de personas célebres, innumerables; los

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médiums han recurrido a trucos infinitos e inverosímiles, pero todos fueron descubiertos. De todos modos, aun­que la ciencia llegara a cerciorarse de que la ectocolo-plasmia es una realidad, este fenómeno sería una de esas extrañas facultades que aún no conocemos, pero que están en nuestro interior.

En idéntica situación se encuentra la ciencia respecto a las famosas apariciones de muertos. Todavía no se ha comprobado científicamente ningún caso de "regreso". Lo que sí está comprobado repetidamente, es la apari­ción o la comunicación de una persona, antes de morir, en el período agónico, a otra. De esto hay abundantes ejemplos en numerosas personas vivientes. Una vez se ha aceptado la capacidad de comunicación o telepatía del subconsciente, es lógico suponer que, en el momento de la muerte o en el período agónico, la fuerza psíquica está superexcitada. Si en este momento la fuerza del pensamiento en alguien es, realmente, muy intensa, es muy posible que ese alguien reciba el mensaje.

Así se explican todos esos innumerables casos de personas que recibieron un "mensaje" en el momento de producirse la muerte de un ser querido, hallándose cerca o lejos de donde se producía esa muerte. Incluso, y esto se ha comprobado, la persona que recibe este mensaje puede también ver el rostro, o alguna señal que identi­fique al que está muriendo. Pero estos fenómenos nunca se producen cuando el emisor del mensaje está ya muerto, sino antes o en el instante de morir.

De todos modos, los enigmas siguen rodeando esta joven ciencia que podríamos denominar "de buena vo­luntad", y aunque no tenga evidencia sobre un fenóme-

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no, lo estudia, lo observa y trata de encontrar la explica­ción lógica.

"Quien busca la verdad, decía Descartes, ante todo, debe dudar hasta donde le sea posible". "La duda del espíritu, afirmaba Aristóteles, conduce a la manifesta­ción de la verdad. Ni el escepticismo, ni la credulidad a ultranza. La duda preside con toda buena fe la actividad parapsicológica". Y con estas palabras de Robert Ama-dou cerramos esta sección sobre el espiritismo. Y su opinión de hombre neutral y experto, nos abre una gran ventana y nos orienta en nuestro caminar por este dédalo del espiritismo, que, a pesar de ser tan poco científico, está tan en boga en nuestros países llenos de gente crédula y ansiosa del misterio y de lo oculto, por más irracional que sea.

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VIII

ESPIRITISMO Y FE CRISTIANA

Al enfocar al espiritismo con la fe cristiana son tantas las incompatibilidades entre espiritismo y fe cristiana, y más, en concreto, entre espiritismo y fe católica, que la Iglesia apenas se ha interesado en denunciar concreta­mente los errores espiritistas, o sus incongruencias con el cristianismo. Hay una respuesta de la Congregación del Santo Oficio de abril de 1917 condenando absoluta­mente la asistencia y la participación en las sesiones espiritistas (AAS 9(1917), 268). Como todos los grupos espiritistas existentes en nuestro país, o son de tendencia y doctrina kardeciana, o más extremos aún, vamos a indicar, brevemente, y como lo hicimos en nuestro libro Las sectas nos invaden (Edic. Paulinas 1978, las incom­patibilidades entre el Espiritismo Kardeciano) y la fe católica:

a) Respecto a Dios: Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, después de haber estudiado bien el tema, que todas las escuelas espiritistas, en especial las karde-cianas, rechazan nuestro Dios personal, y deforman el dogma de la Stma. Trinidad. La mayoría de esas escuelas tienen un concepto panteísta de Dios, por influencia particular de León Denis (Ver su libro Cristianismo y Espiritismo). Alian Kardec defiende el monismo.

b) Respecto a Cristo: La divinidad de Cristo es claramente rechazada por todos los maestros del espiri-

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tismo kardeciano: A. Kardec, Denis, Flammarion... De-nis es sumamente violento en su rechazo y Alian Kardec tiene en Sus obras postumas un estudio para rechazar la divinidad de Cristo. A veces hablan hermosamente de Cristo, pero de un Cristo que no es de la fe cristiana. Rechazan de plano la idea de Cristo único Salvador y Redentor de los hombres, que no necesitan de tal salva­dor o de tal salvación.

c) Niegan la existencia del pecado según el concepto cristiano, y, por consiguiente (como lo hemos indicado) la redención de Cristo. "No es misión de Cristo, escribe Denis en Cristianismo y Espiritismo, rescatar a nadie... cada quien tiene que rescatarse a sí mismo" (Recordar concepción gnóstica y teosófica).

d) Respecto a la Reencarnación: Todos los espiritis­tas creen en ¡a reencarnación, como en "su dogma fundamental" (Alian Kardec). Reencarnación progresiva, que depende de sus obras anteriores. Es también para ellos fundamental la ley del Karma (Ley sin excepción que rige el Universo y según la cual toda causa es ciega, automática y no inteligente. Lo que se ha hecho queda hecho, sin posibilidad de perdón, redención e indulgencia.

Podríamos ir enumerando otra serie de errores espi­ritistas que lo oponen al cristianismo: niegan lo sobrena­tural y el misterio en sentido cristiano. El espiritismo kardeciano es racionalista, y abiertamente rechaza la revelación cristiana; rechazan la revelación bíblica, la verdadera libertad, el concepto cristiano de gracia y de perdón. Por ello podemos afirmar, sin completar la enu­meración, que el espiritismo no es un cúmulo de herejías y de errores anticristianos, sino un múltiple rechazo for­mal y abierto del entero cristianismo. Los maestros del

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espiritismo no tratan de ocultar su posición anticristiana y gran parte de sus libros los dedican a refutar los conceptos cristianos. Todos ellos coinciden también en su rechazo, más o menos virulento, de la Iglesia Católica, a la que califican como una falsificación del cristianismo, y una degeneración de Cristo y los apóstoles.

A. Espiritismos en Venezuela

El mapa del espiritismo en Venezuela lo podemos dividir en tres regiones: 1) una no muy extensa, pero muy definida, y bien delimitada: la Escuela Magnético Espiritual de Joaquín Trincado; 2) otra muy extensa y que se conforma con el mapa nacional: el espiritismo kardeciano; y, 3) una tercera, confusa y muy difícil de deslindar de la superstición y de la hechicería, en la que encontraremos desde un espiritismo nativista y folklóri­co, hasta las rebuscadas y sofisticadas, de salón elegante y refinada clientela.

1. Escuela Magnético-Espiritual de la Comuna Universal

Fundada por el español, residente en Argentina, Joaquín Trincado, el año 1911. Se caracteriza por su odio a toda religión; enconado, por cierto, hacia el catolicismo. "Nuestra Escuela es apolítica, y siendo así no le interesan las políticas, ni hace cuestión partidista. El Espiritismo "Luz y Verdad" es Ciencia y Filosofía. No es religión, sino al contrario, es antítesis de todas las religiones. No se confunda con la amalgama del esplri­tualismo y sus congéneres. Fraternizar la familia humana

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es su objetivo". Así define su órgano oficial el fin de la Institución.

Su virulenta fobia a la Iglesia y a todo lo que se relaciona con ella envenena cada línea de sus publicacio­nes y de sus emisiones radiales. Su doctrina coincide en gran parte con la kardeciana, pero es de notar el abuso que hacen de nombres sagrados para los católicos para encabezar sus cátedras: "Jesús de Nazaret", "María de Nazaret", "Francisco Javier"... y con ello pueden a primera vista embaucar a muchos católicos ingenuos. Es digno de tomarse en cuenta que uno de "sus maestros y profetas" es el anarquista catalán, Francisco Ferrer, y que tienen mucha afinidad con aquel enconado ateísmo de la primera mitad del siglo XX.

Notamos que estos últimos años, más eclécticos y abiertos, se ha suavizado su rabiosa propaganda.

2. Escuela kardeciana

Sus miembros se llaman, además de espiritistas, espiritualistas. Esta Escuela está muy extendida en nuestro país, particularmente en los barrios de las ciuda­des, y entre las clases media, baja y popular. Están explotando hábilmente los mitos folklóricos de nuestro pueblo; por ejemplo, el del negro Primero, de María Lionza, etc. Al siervo de Dios, José Gregorio Hernán­dez, lo hacen uno de sus grandes favoritos. Muchos de ellos se llaman "espiritistas cristianos", y son fanáticos de las cruces y medallas. Veamos cómo se expresan algu­nos de estos grupos: "Esta Sociedad, Centro Espiritista y Filosófico Alian Kardec", se atiene a la filosofía de Denizard H. Rivail (Alian Kardec) "católico y espiritista"

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(según ellos). Se declaran católicos e invitan a los socios a no abandonar la Iglesia Católica Apostólica Romana... También se declaran enemigos de "espíritus inferiores y obcecados", que nunca han profesado la fe cristiana, como María Lionza, el Negro Felipe...

Hay un párrafo, muy sintomático de estos grupos cristiano-espiritistas, que citamos a modo de ejemplo: "Nosotros, los fundadores de esta sociedad, hemos op­tado por no aceptar en ella a todo aquel que no sea cristiano; y, por lo tanto, todo aquel que no contemple este principio está privado de asistir a ella. A nuestros médiums, ya desarrollados, descienden Espíritus Supe­riores; y aquel espíritu que nos reproche la fe y la cruz, que es el Madero santo que Jesús de Nazaret tomó como esposa hacia la crucifixión, lo reprochamos y lo manda­mos a hacer oraciones para que consiga la luz de la eternidad divina de Dios. Los Espíritus Superiores de Dios no ingieren bebidas alcohólicas, ni participan en placeres terrenales"...

Como esta sociedad que hemos presentado como modélica, hay otras muchas, y cátedras que llaman de "filosofía", que preparan niños para la Primera Comu­nión y rezan el Rosario en familia... etc.

Hemos hecho hincapié en estos centros, que se multiplican en nuestros barrios de cierta elevación moral y de apego al catolicismo, que los hace más peligrosos a nuestros fieles sencillos, tan mal evangelizados. En ellos se profesa el más abierto kardecismo, aunque mezclados con ciertas prácticas cristianas de devoción y su cuota de superstición.

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3. Espiritismo científico

Entre el espiritismo radical de la Escuela Magnética, y el espiritismo kardeciano-cristiano, que es el que más abunda en nuestro país, hay una tercera clase de espiri­tismo, celoso de su racionalismo y de su kardecismo, un espiritismo para cierta clase media y con pujos de inte­lectual. Bastante fuerte en Maracaibo, hace ya muchos años, y de cierta influencia también en Caracas, y otras ciudades importantes de Venezuela. Publicó hace años la revista Prismas (Maracaibo) y se autoproclaman "cientí­ficos", y amantes de la sicología y más de la parapsico­logía. Constituyeron en Maracaibo la "Sociedad Cientí­fica Kardeciana" y en Caracas la "Sociedad Venezolana de Investigaciones Psíquicas".

Su posición ante otros grupos espiritistas la definen ellos mismos en una declaración de Prismas, de hace años: "No debe confundirse a las Asociaciones Espiritas de carácter científico, serias y útiles, con los grupos de charlatanes y hechiceros que dicen ser espiritistas y no lo son. Las Sociedades Espiritas Científicas no emplean ritos ni amuletos, ni imágenes ni sahumerios, ni agua bendita ni rosarios, ni rezos ni dirigentes providenciales".

El número de estos espiritistas "científicos" no debe ser muy abundante, pero su influencia pesa y debe ser importante en ciertos gremios profesionales del país, y, sobre todo, en tantos parapsicólogos que pululan entre nosotros y que se llaman más "espiritualistas", que "es­piritistas". Son, sin embargo, más abiertos que los de la Escuela Magnética, y más prestos al diálogo y a una colaboración fraternal en bien de la comunidad.

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4. Otros espiritismos

Ya no se trata de grupos o movimientos definidos, sino de un caos de grupos y de tendencias, de una selva virgen a la que es muy difícil penetrar, y a la que apenas entra la luz del sol. La montaña de Sorte en el Yaracuy, y otros lugares con menor intensidad, sirven a los grupos mágico-espiritistas de centros de peregrinación y culto. Es una gigantesca olla en la que se mezclan ingredientes disparatados desde un espiritismo kardeciano criolliza-do, un sexualismo disfrazado de naturismo y mitos, una plaga de curanderismo, brujería, hasta la más descarada explotación económica. En la revista SIC (mayo, 1966), hace ya muchos años, analizamos este fenómeno a través de un reportaje que hicimos sobre el terreno, y que, en la siguiente página, incluiremos parcialmente.

Lo que hace más peligrosa esta amalgama es la utilización indiscriminada de símbolos cristianos, la pro­fanación de sacramentos y devociones católicas y una mezcla, bien revuelta, de curanderismo, naturismo paga­no, santería y espiritismo, que hacen de todo ello una receta muy del gusto del pueblo sencillo e ignorante.

B. Una noche alucinante y un viernes santo "no tan santo"

De este largo reportaje que publicamos en la Revista SIC (mayo 1966), y que, en aquellos ya lejanos tiempos, salió como "separata" de la revista, vamos a extraer lo referente al espiritismo y María Lionza. Desde entonces, y en distintas ocasiones, hemos seguido observando el fenómeno, ahora más mezclado con la "santería" cuba-

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na, y caribeña. El vudú y el macumba, tienen ya allí su lugar de preferencia.

Escogimos para nuestra investigación -que nos en­comendó el Sr. Nuncio de su Santidad y una Comisión del Episcopado venezolano-, los días de la Semana Santa de 1966. Fechas éstas que aprovechan para su peregrinación a "La Montaña" los muchos devotos de María Lionza y numerosos grupos espiritistas de todas las regiones del país. Ya, al atardecer del Jueves Santo, nos internamos en la montaña. El plenilunio añadía misterio en la noche y resaltaba los ritos exóticos. "La Montaña" estaba sembrada de pequeños grupos, casi todos de tipo espiritista, al parecer, que se habían insta­lado en el día en torno a pequeños altares (los llaman "portales"), en los que, entre candelas prendidas, había ofrenda de alimentos, ron, perfumes y gruesos tabacos... ofrecidos a los espíritus del "portal". De estos espíritus, la mayoría de calidad inferior, pero entre los que destacaban la Reina María Lionza, el Dr. José Gregorio Hernández, el negro Felipe, D. Francisquito, el indio Yaracuy, y asoma­ban ya "las 7 potencias africanas", no faltaban imágenes de santos, del Corazón de Jesús, de la Virgen Milagrosa... Calculamos en más de un centenar los grupitos que presenciamos y vimos que pernoctaban en "La Monta­ña". Integrados por conjuntos de diez a veinte personas, con buen número de niños, y, según lo pudimos averi­guar, eran espiritistas, integrantes de centros y cátedras espiritistas. Un gran número procedía de Maracaibo, Barquisimeto y Caracas, pero no faltaban grupos de casi todas las regiones del país. Parecían asiduos al lugar y buenos conocedores de "La Montaña". Generalmente en cada grupo había "un(a) médium" y un responsable, y cada grupo tenía afinidad especial con "ciertos espíritus".

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No fue agradable aquella noche del Jueves Santo para mí. Sino de terror; fue alucinante. Gritos desgarra­dores, lamentos penetrantes, himnos religiosos, y me llamó la atención una procesión detrás de una "mé­dium", muy transportada y que daba excelentes conse­jos de parte de los espíritus, y reflejaba una mentalidad cristiana y aun devota. Al día siguiente, ya en estado normal, pudimos entrevistarla, y me confesó que era católica, y que hacía los primeros Viernes en su parro­quia. De la noche anterior no tenía ningún recuerdo, pues había estado en prolongado trance.

Yo mismo me sometí a algunas experiencias de tipo mediumnímico, pero saqué poco provecho de todo ello, y me sirvió de confirmación de la explotación de las gentes en aquel espiritismo barato y de baja estofa.

Uno de los espectáculos que más me impresionó fue el de un solemne Viacrucis que salió de uno de los portales más concurridos. Una larga fila de hombres y mujeres subían la montaña haciendo devotamente el Viacrucis, enmarcado con cantos católicos de peniten­cia. El "jefe" cargaba la cruz y uno de los hermanos seguía las estaciones con gran devoción en un viejo devocionario católico. Pregunté discretamente, y me informaron que se trataba de una antigua cofradía piado­sa de Maracay, que, creyéndose rechazados por la Igle­sia, se habían refugiado en el espiritismo...

En la noche del Jueves Santo pude presenciar varias ceremonias de iniciación, aun de bautismo con agua de los pozos de "La Montaña" y de matrimonios presencia­dos por los "shamanes" de la Reina María Lionza.

En mi afán de abreviar, tengo que recordar una última pincelada. En la tarde del Viernes Santo entré

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como curioso en una de las capillas de "La Montaña" que me parecían más concurridas y organizadas. La capilla estaba fuertemente iluminada. Una imagen de la Stma. Trinidad presidía el altar. Imágenes de Cristo, de la Milagrosa, de algunos santos... estaban cubiertas con los crespones de luto de la Semana Santa. Logré trabar conversación con el encargado. "Somos espiritistas, me dice, pero también católicos... Ellos se creen gente seria y desprecian a los brujos de "La Montaña", que, aunque son hermanos, son muy pocos serios". El es también "médium", y a este Centro de "La Divina Corte" perte­necen más de 2 mil miembros, de todas las clases sociales, políticos, militares, gente importante... Me tra­ta con consideración y me alza los velos de las imágenes. Allí están la Milagrosa, el Corazón de Jesús, el siervo de Dios, José Gregorio...

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XI

NUEVA ERA - DOSSIER

Vamos a enfocar en esta parte central de nuestro estudio el fenómeno de la Nueva Era (New Age). En el estudio de las grandes herejías modernas, o de las "religiones alternativas", no podemos soslayar, o dejar a un lado, esta realidad de la Nueva Era. La Nueva Era es como una inmensa ola que nos cubre, es como "una dulce conjura, o conspiración" (para ellos), amarga, sin embargo, bajo el punto de vista cristiano y que está en marcha hace 25 años; nació en California (E.U.) y prosigue su avance arrollador en estos años finales del siglo XX. No todo es negativo en esta "conspiración del Acuarius", y hay elementos positivos en ella que debe­mos aceptar en ella juntamente con sus seguidores, y utilizando los grandes valores de nuestra concepción cristiana de la vida, que se funda en el amor a Dios, y a nuestros hermanos los hombres, "esforzarnos en formar parte de esa conspiración en el común empeño de crear un mundo nuevo, más fraternal, más pacífico, más solidario". Esta es la línea también de las grandes Encí­clicas Sociales de los últimos Papas, Pablo VI y Juan Pablo II. No podemos tampoco enterrar nuestro sentido crítico y aceptar sin discernimiento todo el contenido, negativo y destructivo, en gran parte, de esta nueva concepción del mundo (Weltanschaung). Procuraremos

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colocarnos en el medio de la balanza, sin ser tan nega-tivistas (como muchos católicos conservadores, o evan­gélicos cerrados) que lo atribuyen todo a influencia diabólica, o tan "eirenistas", o pacificadores que lo tragan todo, sin discriminar también los antivalores de la Nueva Era.

Hemos desarrollado previamente en este nuestro libro las grandes herejías o sectas que tanto han contri­buido a la Nueva Era, y de las que se ha nutrido tan abundantemente (comiendo de ellas a dos carrillos) la Nueva Era: gnósticos, teósofos, espiritistas...

Y antes de sacar las conclusiones y desarrollar con­venientemente el tema vamos a hacer una especie de lead (resumen-guía), como decimos los periodistas. Ha­gamos, pues, esa síntesis, que luego desarrollaremos. Bajo el punto de vista cristiano, tenemos que hacer una serie de importantes advertencias:

1. La Nueva Era (New Age) se opone radicalmente al cristianismo. De hecho, rechaza las verdades funda­mentales del cristianismo: a) la trascendencia, y la índole personal de Dios; su distinción del mundo, ya que Dios no sería el Creador del mundo, sino el alma inmanente del mundo. La Nueva Era rechaza también la distinción entre espíritu y materia, la libertad y responsabilidad del hombre. También rechaza abiertamente la Encarna­ción del Hijo de Dios en ¡a persona histórica de Jesús de Nazaret y la redención que obró con su muerte y resurrección.

2. La Nueva Era (New Age) tiene la pretensión de erigirse en religión universal, y, por consiguiente, su­plantar a todas las demás religiones, en cuanto que, al asumir en ellas, o de ellas, todo lo que hay de verdadero

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y bueno, las convertiría en inútiles. Este movimiento pretende responder mejor que todas las religiones actua­les a las necesidades y expectativas del mundo de hoy...

3. Y hablando un lenguaje sibilino, que pareciera cristiano, la Nueva Era se presenta como la única receta para hacer feliz al hombre moderno, que tiene necesidad de experiencias espirituales y místicas, intensas, que necesita la inmersión en "El Todo", o en lo divino, y, superando el estrecho ámbito del yo personal, abrirse al espacio infinito de la Conciencia absoluta y universal.

Estas ideas no son nuevas, sino muy viejas y resue­nan a eco de las ideas del viejo gnosticismo, o de la menos vieja teosofía.

A. La gran alternativa: Cristo o Acuario

"El atractivo de la Nueva Era (New Age) está en que enmascara, bajo formas de actitud religiosa o mística, una oferta tentadora para el hombre: poder desentrañar el misterio por el conocimiento, sustituir la actitud de fe por la satisfacción de poseer la clave de ¡as cosas. Si el cristiano quiere establecer un diálogo con la nueva religiosidad, tiene que ser explicitando su propia expe­riencia de la realidad de Dios" (Eusebio Gil, Sal Terrae 375, 1991).

La Nueva Era, explica un teólogo moderno, es como un mar sin fondo, en el cual cada uno navega a su manera, porque combina a Teilhard de Chardin con el espiritismo, los espíritus de la Tierra con la astrología, las técnicas alternativas de meditación y de terapia con un tremendo optimismo sobre el Universo, ya que la mate­ria es una gran vibración energética espiritual que trans-

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forma todo el mundo, todo lo conecta inconscientemen­te y todo lo dirige hacia un fin más alto y sublime... Recogiendo prácticamente todas sus ideas de otros mo­vimientos religiosos viejos y nuevos y dándoles un len­guaje moderno, es, sobre todo, un clima, una atmósfe­ra, que se esfuerza con soberano optimismo en resolver todos los problemas del mundo de hoy, religiosos, eco­lógicos, personales, privados y cósmicos.

Alrededor del año 2000, la era de Piscis (el pez), crística, de luchas y oposiciones, cederá el lugar a la era de Acuario, paradisíaca, fundada en otra espiritualidad y en otra concepción del mundo. El mundo, pues, se aprestaría hoy a ingresar en la Nueva Era.

Millones de personas en un mundo sin esperanza depositan lo poquito que les queda de ella en esta ilusión (¿espejismo?) de un mundo radicalmente transformado que pretende absorber al mismo cristianismo en su tremenda aspiradora. Ante esta perspectiva, consagró el Cardenal Godofredo Danneels, arzobispo de Malinas-Bruselas, su importante Carta Pastoral de Navidad de 1990, que sigue teniendo una palpitante actualidad. Titula la Pastoral "Cristo o Acuario" y vamos a extractar algu­nos parágrafos, en especial los referentes a la Nueva Era.

"Una religión" a todos los vientos: La Nueva Era {New Age)

Después de hablar de las sectas, enfoca el Cardenal el tema de la Nueva Era. La búsqueda de muchas otras personas se orienta en otra dirección: prefieren agran­dar la escala. En efecto, dicen, el mundo viejo llega a su fin, y las religiones tradicionales no pueden arreglar nada.

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Busquemos, pues, algo más grande: busquemos lo uni­versal. Fuera la estrechez de los viejos dogmas, de una moral con olor a encierro, de las instituciones escleroti-zadas que se sobreviven a sí mismas.

¿Tú mismo, no lo has sentido nunca? Tú quieres otra cosa, un soplo nuevo, una sabiduría de vida más univer­sal y sólidamente fundada sobre la ciencia, y al servicio de un mundo unificado y fraternal. Un sistema de pen­samiento positivo, en el cual haya una nueva oportuni­dad para ti y tu pasado, si has tenido errores. No andar ya a la luz incierta de los dogmas, sino echar delante siguiendo los auténticos signos del cielo. Ser guiado, no ya por un fantasmal Espíritu Santo, sino por las ondas misteriosas del cosmos. Hacer la experiencia directa de lo divino, ¡qué digo!, volverte tú mismo Dios.

Al principio, te dice: "¿quién puede creer eso? Si parece ciencia-ficción. Ningún hombre moderno se dejaría atrapar". No te engañes, sin embargo: millones de hombres se dejan atrapar. Sobre todo bajo la forma de esta Nueva Era, de esta nueva religión, que se ha desbordado desde California como una marea que inun­da el mundo entero... También entre nosotros, millares de personas han sufrido el contagio. En las librerías, los libros de la Nueva Era (New Age) se venden como pan caliente.

¿Deque se trata, pues? ¿De una operación de encan­tamiento colectivo? Veamos.

Un folleto en el buzón

"¿Está, Ud. dispuesto a crear un mundo nuevo? Todos están de acuerdo: algo tiene que cambiar en este

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mundo. Pero ¿qué?, ¿cuándo?, ¿cómo?, y, sobre todo, ¿gracias a qué?" Sólo Ud. tiene la respuesta a estas preguntas. No espere que su vecino dé el primer paso. No espere tampoco que el gobierno o la administración lean en sus cabezas sus más íntimos deseos. A Ud. le corresponde crear y actuar. ¡Enseguida, hoy mismo! Tiene Ud. que expresar lo que lleva en lo más profundo de su interior. ¡No se quede solo! Uñase a millones de hombres que comparten el mismo fin: unirse, reflexio­nar, actuar en conjunto para crearse un nuevo porvenir. Tenga un pensamiento positivo hacia el mundo. Descri­ba, dibuje, o visualice de manera simple el mundo tal cual Ud. lo quisiera. No se detenga en la crisis y los problemas actuales. No hay que apartarlos, sino vencerlos, ensan­chando nuestra visión de las cosas y proyectándola hacia el porvenir. Concéntrese únicamente sobre su medio tal como desearía que fuera; tanto el mundo como su familia, tanto su profesión como su vida interior.

¡Dé el primer paso! Haga un gesto o un acto que haga concreta su posición sobre el porvenir. Es el co­mienzo. Esa onda de colaboración positiva que recorre todo el globo terrestre, es ella misma una contribución a su mejoramiento, porque son millones los que dan el mismo paso al mismo tiempo. Sus ideas, sus acciones cuentan: ellas crearán la dinámica, la originalidad y la dimensión universal de este proyecto: crear juntos.

Gracias a sus talentos artísticos, a su acción, o, simplemente, a su transformación interior, Ud. va a cambiar algo en alguna parte del mundo.

He aquí el texto íntegro del pequeño folleto. Provie­ne de Global Cooperaron for a better world, una de las filiales de la nueva religiosidad. Porque, de hecho, se

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trata de una nueva religión: espera de un mundo nuevo, diferente del actual, una espera formulada en un lenguaje específicamente mesiánico y profético. "Está por ocu­rrir algo, Ud. puede suscitarlo asociándose en el mismo momento con millones de otras personas, reunidas en una especie de nueva 'comunión de los santos', que, por fuerza y creatividad intrínsecas, dispone de la palanca capaz de mover el mundo hacia el lado bueno".

No es la utopía: Miren, está aquí

"Todo esto no es un sueño, te explicarán después. Mira a tu alrededor: está ya para realizarse. Tú lo estás constatando: algo está por morir en esta civilización. ¿Qué han aportado la ciencia y la técnica? Progreso y confort, sí, pero también un cúmulo de miserias: conta­minación del ambiente, materialismo e insatisfacción general. Te has convertido en un número que debe mantenerse alineado; en ninguna parte hacen caso de tus sentimientos, de tus emociones. Eres un pájaro en una jaula dorada. Además, has perdido contacto con la naturaleza y el cosmos: no eres más que un pobre huérfano en este Universo".

Felizmente, los mejores lo han comprendido. Ellos han descubierto una nueva concepción de la vida, una nueva filosofía y "una nueva religión". En este siglo de las sorpresas, se está produciendo algo inesperado y mara­villoso: nos reencontramos con nuestra alma. Ella despierta del entorpecimiento de una ciencia impersonal y de una civilización técnica: la bella durmiente se despierta por fin. Ocurre algo aun entre los grandes científicos: algunos premios Nobel presiden coloquios

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incluso sobre temas no científicos, que conciernen direc­tamente a la felicidad de todo el género humano. Gran­des hombres de negocios están en búsqueda de nuevos tipos de relaciones para las empresas, y abandonan las ciegas leyes de la rentabilidad y del provecho propio.

Jefes de religiones se reúnen y oran juntos por la paz del mundo. En todas partes la conciencia se impone sobre la materia, la emoción sobre la razón, la sabiduría sobre el saber técnico, el alma sobre las realidades exteriores.

"Si Ud. experimenta esto, tiene que ser de los nuestros"

Si sufres no pocas frustraciones..., si estás en busca de otra cosa..., si vas a películas como "E.T.", o "La sociedad de los poetas muertos"..., si comes alimentos "macrobióticos"..., si prefieres la medicina alternativa y los métodos naturales..., si has decidido aumentar tu potencial humano..., si has ido a algunas "sesiones" y confías en ellas..., si algunos libros de esoterismo y ocultismo... figuran entre tus obras de cabecera (los conoces bien, son ésos de elegantes encuademaciones negras con caracteres dorados). Si te interesas en lo secreto, en lo extraño, lo misterioso, la ciencia-ficción..., si estás persuadido de que tu "yo" está atravesado por rayos y ondas cósmicas, y que las estrellas tienen alguna influencia sobre tu destino..., si buscas seriamente, plan­teándote las cuestiones fundamentales, y no encuentras ninguna respuesta ni en los medios religiosos clásicos, ni en las ciencias ni en la técnica... Entonces tu lugar está entre nosotros, en la Nueva Era (New Age).

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Probablemente, no pocos cristianos "clásicos" duda­rán en reconocer exactamente su retrato en la enume­ración que hemos hecho. Pero muy pocos de ellos podrán decir que nada ha vibrado en ellos al leerla. En cuanto a los cristianos "no clásicos", hay millares que se reconocerán perfectamente: es su retrato. A sus ojos, no se trata totalmente de un bazar medio oriental medio yanqui. El estado carencial de aquellos de nuestros con­temporáneos que se han vuelto extraños al cristianismo es dramático, y hacen leña de cualquier árbol.

La Nueva Era (New Age)

La Nueva Era (New Age) es difícil de definir. No es una religión, pero es, por lo menos, religiosa; no es una filosofía, pero es, por lo menos, una visión del hombre y del mundo, así como una clave de interpretación; no es una ciencia, pero se apoya en leyes "científicas", aunque haya que ir a buscarlas entre las estrellas; es como una gigantesca y confusa nebulosa que contiene esoterismo, ocultismo, pensamiento mágico y mítico respecto a los secretos de la vida, y una pizca de cristia­nismo, todo revuelto con ideas que proceden de la astro­física.

El movimiento nació en California y suelen vincularlo con la aparición en 1948 del libro de Alice Ann Bailey (1880-1949), El retorno de Cristo.

Desde entonces, sus ideas se han difundido amplia­mente y se han convertido en el "bien común" de gran número de asociaciones, fraternidades y movimientos: Fraternidad Blanca Universal, Graal, Rosacruz, comuni­dad de Findhorn (Escocia), etc. Pero su influencia se hace

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sentir en muchos millones de personas, sin que ellas sean, de ordinario, conscientes de ello. De hecho, la Nueva Era no tiene fundador, ni domicilio social ni libros sagrados, ni líder ni dogmas.

Es una "espiritualidad" en sentido amplio, una espi­ritualidad sin Dios ni gracia. Pero abraza "el espíritu de los tiempos".

Es cierto que la Nueva Era hace referencia a una "serie de figuras prestigiosas": Aldous Huxley, Cari Gustavo Jung, G. Lessing, R. Sheldrake, W. James, Rudolf Steiner, y aun a L.P. Teilhard de Chardin y al Maestro Eckhart (los dos últimos totalmente ajenos al movimiento).

La Nueva Era (New Age) ha tenido, y sigue teniendo, un éxito inaudito. Se estiman en varios millones sus adeptos. Sus publicaciones sobrepasan los 18 mil títulos (las ventas más fuertes se dan en los kioskos de estacio­nes, y en espacios abiertos) y tienen más de 40 mil lugares de implantación y oficinas de consultas. "£n ¡a evolución del mundo, dice Peter Russell, se trata de un salto tan importante, como el de la energía y de la vida misma, hace tres millones y medio de años".

Los cuatro pilares de la Nueva Era (New Age)

a) El Primer Pilar: una subestructura científica El éxito de la Nueva Era se debe, en buena medida,

a su pretensión de apoyarse en bases científicas. El hombre moderno sueña, desde hace tiempo, con recon­ciliar religión y ciencia. La mejor religión sería aquella que pudiera exhibir los mejores avales de creencia. Y la Nueva Era lo puede hacer.

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En efecto, ha concluido la física clásica, tal como la conocíamos desde Newton. La física clásica consideraba al Universo como una gran máquina, cuyos componen­tes se equilibraban por interacción y de tal suerte man­tenían el Universo en movimiento. Einstein ya había establecido que la materia no consiste de partículas, sino de ondas, o, a la vez, de partículas y de ondas.

¿No es significativo que un físico atómico, Fritjof Capra, sea considerado el ideólogo de la Nueva Era? La Nueva Era ha modelado su actitud sobre la nueva física: el Universo no es una gran máquina, sino un gran cuerpo viviente único, sostenido, no por la mecánica, sino por relaciones cualitativas. Todos los seres son parientes unos de otros, y forman una misma familia. El hombre forma parte íntimamente de este tejido, como parte de un todo: participa, simplemente, de la vida orgánica del conjunto. No puede mantenerse afuera como un observador, o un sujeto independiente. Debe pertenecer a la familia.

En consecuencia, el hombre no es realmente libre ni responsable de sus actos: simplemente participa, aunque éste no sea su sentimiento. "Todo es uno (mo­nismo); aun Dios es una parte del cosmos (panteís­mo). No existe la cuestión de ¡a creación". Si todo es uno, todas las distinciones están pegadas entre sí: entre alma y cuerpo, Dios y el mundo, inteligencia y senti­miento, interior y exterior, zonas conscientes y zonas inconscientes; entre el Cielo y la Tierra.

Es imposible seguir a la Nueva Era en este terreno. La ciencia debe mantener su autonomía y sus derechos, y la tentativa de la Nueva Era, de anexársela en prove­cho propio, hace pensar en el viejo concordismo. Pero

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es innegable, que, en alguna parte, en el trasfondo del hombre, existe este sueño de unidad, de reconciliación, de fusión con Dios y con el Cosmos. Y que este sueño es particularmente seductor en una época de fragmen­tación, de mutilación, de infinitas distinciones, de desmi-gajamiento. Nos gustaría estar vinculados con el todo.

b) El Segundo Pilar: Las religiones orientales

Son "precisamente" las religiones orientales las que hacen más concreto este sueño de unidad y fusión primitivas. Así, para la antigua sabiduría china (taoísmo), la realidad entera no es más que un organismo viviente único, donde las fuerzas opuestas, el yin y el yang, se mantienen mutuamente en equilibrio. El yin es femeni­no, oscuro, pasivo, envolvente, introvertido, sintético; el yang es masculino, claro, activo, creador, extrovertido, analítico. El hombre no puede ser feliz más que realizan­do en sí mismo esta ley de la naturaleza, el equilibrio del yin y del yang; está llamado a la paz interior.

La Nueva Era tiene otra razón para mirar hacia el Oriente: esas religiones están fundadas más sobre la experiencia que sobre la razón y la autoridad. Su punto de apoyo es el sentimiento. "El cristianismo, dice la Nueva Era, como todas las grandes religiones occiden­tales, es una religión del Libro. Reposa sobre un dogma y una moral; y ambas son impuestas desde el exterior".

Quizá no sea totalmente incorrecto acusar al cristia­nismo de una carencia de experiencia vivida, de descon­fianza respecto a la mística, de excesivas exhortaciones morales y de exagerada insistencia en la ortodoxia de la doctrina. Sobre todo en los últimos años, se ha reducido

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a un sistema ético. El Credo, tanto como doctrina de vida y fuente de experiencia religiosa y mística, ha sido bastante olvidado. Muchos se han cansado de este mo-ralismo obstinado, y han ido a buscar la paz afuera: Acaso Cristo no ha dicho: "Vengan a mí todos los que están fatigados y sobrecargados, que yo les aliviaré. Tomen ustedes mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallarán descanso para sus almas, pues mi yugo es ligero y mi carga no es dura" (Mt 11, 28-30).

Hay otro motivo de oposición de la Nueva Era hacia el cristianismo. El cristianismo divide. No ha producido más que conflictos, cismas, inquisición y guerras de religión. Le da demasiado peso al yo, a la libertad y a la responsabilidad.

Oriente estima que no es "el yo" lo que hay de más profundo; más profundo que el yo es el "sí", pero no es parte de nuestra existencia terrena, histórica en este mundo. Y este "sí" más profundo coincide con "Dios". En este caso, el hombre no puede verdaderamente pecar. El hombre es sin pecado, incapaz de pecar. Toda noción de persona (tan querida para el cristianismo) se desvanece.

Es "el sí profundo" lo que el hombre debe buscar. Llegará a él por intuición y experiencia, al desprenderse de todo lo que está ligado al "yo" superficial. Ciertas técnicas (como el yoga) y ese aparataje moderno que se llama máquinas mentales "mind machines", y ciertos maestros, pueden ayudar a hacerlo. Y si uno no llega a esto en esta vida, siempre le será posible hacerlo des­pués, en la nueva vida.

Porque existe para ellos la reencarnación, y mu­chas veces reencarnaciones seguidas, hasta que el hom-

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bre llegue "al vacío", totalmente dormido y feliz. Y se puede reconstruir una existencia diluida.

Estas nociones pueden parecer extrañas. ¿Pero lo son realmente? Un 23% de los católicos en Occidente, y aun 31% de los católicos practicantes creerían en la reencarnación. ¿Y quién de nosotros no ha tenido un día un sueño de este tipo? "¿No podría recomenzar mi vida? ¿Quién me liberará de la responsabilidad de este acto? ¿Por qué tantas prohibiciones? ¿Por qué tantos mandamientos y tabúes en el cristianismo, cuando se presta tan poca atención a la experiencia, al sentimiento y a la mística? ¿Por qué todo está ya escrito en los libros y hay tan poco espacio para lo que yo siento?"

Tercer Pilar: la nueva psicología

Los argumentos sacados del repertorio psicológico son siempre recetas apetecibles para nuestros contem­poráneos. Y ese tipo de argumentos, la Nueva Era suele tenerlos. En efecto, su idea del que el yo consciente está inmerso en el océano de una conciencia suprapersonal tiene algo en común con lo que decía, a principios de siglo, el famoso sicólogo suizo C. G. Jung. Tan sólo que el pensamiento de este último es muy complejo y mati­zado. El jamás ha querido franquear las fronteras de su dominio científico. La Nueva Era ha retenido algunos elementos de su pensamiento, entendiéndolos a su manera y simplificándolos al extremo.

Según la interpretación de la Nueva Era, existiría para C.G. Jung un inconsciente colectivo, presente en todos los hombres. Es como un depósito de la experiencia de la humanidad desde sus orígenes: imágenes, representa-

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ciones, experiencias, modos de pensar. Normalmente, estos materiales no son conscientes, pero se puede acceder a ellos, por lo menos parcialmente, en ciertos sueños, cuentos de hadas y leyendas míticas. Según la Nueva Era, Jung debía pensar que uno de los datos que se encuentran en el fondo de nuestra propia alma sería el "sí mismo"; este último estaría cerca de Dios, si no es Dios mismo. Si fuera así, podríamos descender a lo más profundo de nosotros mismos y encontrar a Dios: El estaría en nosotros.

Esto puede ser comprendido de dos maneras (Jung mismo no se ha definido), la primera: Dios vive en nosotros, pero es diferente de nosotros; es nuestro Creador y Señor. Esto es perfectamente cristiano: ¿Aca­so no lo decía ya San Agustín? Pero la Nueva Edad no lo entiende así: Dios es lo más profundo de nosotros mismos. No es distinto de nosotros: nosotros somos Dios. Esto es completamente diferente, y es algo inad­misible para un cristiano.

Que estas ideas tengan éxito, no es tan sorprenden­te ¿Quién no ha tenido alguna vez la experiencia de "una cierta presencia" en lo más profundo de sí mismo? ¿No será eso Dios, o algo de él? Existen experiencias excepcionales en las cuales la conciencia se abre amplia­mente y desemboca en una plenitud y una felicidad "casi sobrenatural". Existen estados de conciencia suprasen-soriales, místicos. Algunos santos los han tenido. Quizá no sean tan excepcionales, pero quienes los experimen­tan difícilmente se atreven a hablar de ellos.

La Nueva Era (New Age) pretende que se pueden hacer "revivir" los acontecimientos del nacimiento; y también, hacer experiencias-límites "al encuentro de la

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muerte". La Nueva Era presenta sistemáticamente estos fenómenos: "rebirth", o nuevo nacimiento (para eva­cuar ciertos traumas), "viajes a las puertas de la muerte", así como el famoso "channelling", o entrada en contac­to con objetos o seres más allá del mundo visible.

Sea lo que sea, es innegable que el mundo de la psicología ejerce una inaudita atracción sobre nuestros contemporáneos.

Cuarto Pilar: la astrología

El cuarto Pilar de la Nueva Era (New Age) es el más extraño, y quizás, por eso mismo, el más seductor: es el esoterismo, y las doctrinas secretas. La humanidad ha creído siempre que en alguna parte debían existir fuen­tes ocultas del conocimiento, caminos hacia la felicidad que han sido cerrados por los dioses con el fin de que los hombres no pudiesen acceder a eiios; esos conocimien­tos no son transmitidos más que a los iniciados, pero el que los posee tiene todo el poder.

También la lectura de los astros, (astrología y predic­ciones de los horóscopos que de ellos se derivan) ha sido considerada desde los tiempos más remotos como un conocimiento secreto. Las aventuras de nuestra vida están escritas en las estrellas. La Nueva Era sabe que estamos en vísperas de acontecimientos excepcionales. En efecto, hacia el año 2000 el sol va a entrar en una nueva constelación, ¡a del Acuario. De pronto, el curso del Universo y de la historia, va a ser cambiado. Hubo un tiempo en que el hombre vivió bajo la constelación de Tauro (El toro), y existieron los imperios y las regio­nes de la Mesopotamia; después, vino la constelación

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de Aries (El carnero) con la civilización y religión mosai­co-judía y hoy estamos en la de Piscis (El pez) con la religión cristiana (El símbolo de Cristo es el pez, Ictus).

Alrededor del año 2000 entramos en la del Acuarius (El aguador), la cual llevará a un nuevo orden mundial, a una nueva Humanidad, a una nueva religión.

Pocas personas quieren admitir que creen en los astros, pero eso no les impide leer los horóscopos de su revista el fin de semana. La astrología es una creencia totalmente contraria a la ciencia, que parte de algo cierto para sacar conclusiones injustificadas. "Es eviden­te que el sol tiene una influencia sobre la vida terrestre, pero no ciertamente sobre la vida amorosa de los seres humanos; la luna juega su papel en el ciclo de las mareas, pero es incapaz de darnos un consejo útil en la elección de un billete de lotería; el planeta Marte es rojizo y lleva el nombre de un dios de la guerra que le ha sido dado por los hombres, pero eso no significa que ese planeta posea virtudes guerreras, ni que provoque con­flictos"... (A.R. Van de Walle).

Doctrina secreta y técnicas ocultas

El hombre ha estado siempre ávido de conocimien­tos misteriosos y de recetas desconocidas para la felici­dad. Aun en torno del personaje de Jesús se han desa­rrollado doctrinas secretas.

En los siglos II y III existió la gnosis. "Gnosis" es una suerte de denominación genérica que abarca todas las colecciones posibles de escritos para iniciados, donde acerca de Jesús se consignaban doctrinas secretas no relatadas por los Evangelios.

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Los iniciados de entonces se consideraban como separados, y, por encima, de los demás cristianos. Ya no tenían que preocuparse por las reglas dogmáticas, o de la moral. Estaban por encima de la verdad del hom­bre común, por encima del bien y del mal. En su primera carta, Juan se opone enérgicamente contra esa manera de ver: subraya que aquel que piensa estar sin pecado y poder amar a Dios sin amar al prójimo, y no tener en cuenta los mandamientos, cree poder disociar a Jesús-Hombre-Dios, en un dios lejano o en un simple ser humano... ése se hace ilusiones y no puede ser un verdadero discípulo de Jesús: "Ellos caminan en ¡as tinieblas, no en la luz".

En el curso de la historia, esta tendencia nunca desapareció del todo. Con cierta regularidad, vuelve a la superficie...

Actualmente encontramos un rebrote enorme de esta tendencia en la teosofía, y especialmente en la doctrina secreta y las técnicas ocultas en el libro El retorno de Cristo de Alice Bailey. Para ella el Cristo histórico no tiene ninguna importancia. El Cristo es una idea (un conjunto de vibraciones) que puede encarnarse en distintas representaciones: Buda, Hermes, Zarathus-tra, Jesús, Mani, etc. Pronto va a reencarnarse de nuevo, para manifestar a los hombres cómo pueden salvarse a sí mismos. Mientras tanto, la autora propone toda una serie de métodos de iniciación y meditación para alcanzar esa autorredención. Ella cree especial­mente en la fuerza de un "Día General de Súplica", donde todos los adeptos se unan en plegaria en el mismo momento, gracias a una concentración colectiva extrema, y así cambiar el mundo.

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El corazón inquieto del hombre moderno Debe reinar un gran sufrimiento, una enorme insa­

tisfacción, en el corazón de nuestros contemporáneos, para que busquen su satisfacción en semejante mezcla. Sin embargo, lo hacen y se van por millones a la Nueva Era. La oferta parece ser inconsciente, y hacerse sentir­se incómodo al observador imparcial; pero existe, y todos se precipitan a ella con avidez.

¿Cuál es, pues, el hambre que hace soñar con tales menús? Está claro que todo lo que ofrece la Nueva Era es a imagen del hombre moderno: en negativo, éste puede contemplar su propio retrato como en un espejo. Como Narciso que se mira en el agua, el hombre ve su propio rostro reflejado en las nuevas religiones. En plena edad tecnológica, el hombre sigue siendo "un animal metafísicp", y más que nunca aspira a un marco global de referencia dentro del cual pueda poner en orden sus ideas y emociones.

El hombre de hoy tiende a la unidad sin divisiones: sueña un mundo sin conflictos, de reconciliación y fra­ternidad universales, de esa paz mesiánica de la que ya hablaba Isaías: "La vaca pacerá con la osa, y las crías de ambas se echarán juntas... y el niño de pecho jugará junto a la cueva del áspid" (Is 11, 7). Todo debe vivir en armonía: cuerpo y alma, pasado, presente y futuro, razón y emoción, yo y tú, Dios y el hombre. El hombre moderno quiere una vida sin dificultad ni resistencia, sin estrés, sin enfermedad ni falta de dinero, una vida donde todo contratiempo u obstáculo sea apartado: una exis­tencia eufórica. Ama "ese sentimiento cósmico" que lo transportará, como el carro solar, sobre las ondas de una energía misteriosa.

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La Nueva Era preconiza un pensamiento y una acción centrados estrictamente sobre el bienestar del yo, totalmente egocéntricos. "Yo soy co-Creador con Dios". "Cristo soy Yo". La felicidad del mundo está en mis manos: está a mi alcance. El yo inflado, supertro-fiado, es, sin duda, una de las principales características del pensamiento y del actuar contemporáneos. El reino de los yuppies está aún fresco en el recuerdo.

Sincretismo: Comer en todas las mesas

El sincretismo (la mezcla) es inevitable: se come mejor probando algo en todas las mesas; a la carta. Qué importa en qué crea Ud., siempre que lo haga sentirse bien. Uno puede con total tranquilidad pertenecer a varias religiones: no hay contradicción alguna. La Nueva Era practica la hospitalidad hacia todas las religiones. Es una suerte de superreligión que planea por encima de todo dogma, autoridad, clero y libros sagrados. Es el triunfo del "Ecumenismo": ¿Qué es, pues, la verdad? Lo que es bueno para Ud., eso es la verdad. El principio será, pues: "Sírvanse tranquilamente del cajón donde encuentren ¡o que busquen".

El sentimiento se impone sobre la razón y la mística sobre la moral. La Nueva Era es una cuestión de expe­riencia. Revela una lógica del corazón, un pensamiento en "una silla mecedora", una moral de la felicidad en "un baño de espuma". Nada es realmente bueno o malo, y eventualmente se puede reparar cualquier paso en falso en una nueva encarnación. Ya se ha razonado demasiado tiempo; ha llegado el tiempo del sentimiento y de la acción: "Ama y haz lo que tu corazón te inspire".

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Toda la crispación ética de la religión cristiana ha tenido por únicos resultados la fatiga y las trampas de un sentimiento de culpa exacerbado, con regusto de des­aliento e impotencia. La edad de la ley debe, pues, terminar: la palabra la tienen el amor y la felicidad.

El reino de la conciencia comienza, el tiempo de dejar expresar todas nuestras potencialidades. Lo pode­mos todo, gracias a la colaboración intensa de todas las conciencias: ellas son las palancas que hacen mover al mundo.

La Nueva Era emplea un vocabulario que no es absolutamente propio: armonía y paz (unidad, amor, luz, paz, quietud), energía (ondas, vibraciones, radiacio­nes), individuación (realización personal, toma de con­ciencia, creatividad, aquí-y-ahora), sorpresa (renaci­miento, mutación, salto, emergencia, apocalipsis). Un vocabulario suave, enérgico y lleno de esperanza a la vez. Todo a la medida de la imagen que el hombre de hoy tiene de sí mismo.

Un desafío para los cristianos

La Nueva Era constituye un gran desafío para el cristianismo. No solamente porque se propaga con tan­ta fuerza, sino, sobre todo, porque enfrenta expresa­mente al cristianismo, y anexa fragmentos enteros de la herencia cristiana, comenzando por la Biblia. Además se erige en religión planetaria, universal, la religión que sucede a todas las religiones precedentes y las lleva a la perfección: la Nueva Era se entiende a las maravillas con ellas, porque acaricia los sueños del hombre mo­derno.

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Dicho esto, la Nueva Era propone también cosas buenas: sentido de la fraternidad universal, de la paz y la armonía, concientización, compromiso por hacer un mundo mejor, movilización general de las fuerzas para el bien, etc. Las técnicas propuestas tampoco son todas malas: el yoga y la relajación pueden tener también efectos benéficos.

Sólo es bueno aquello que es verdadero

Es preciso hacer una distinción: todo lo que hace bien no es necesariamente sano, y todo lo que es agradable no es necesariamente verdadero. En esto reside el problema, incluso para los cristianos. Estos no quieren ya trazar fronteras para distinguir y, si es nece­sario, para separar. Preferirían que todo el mundo tuvie­ra razón en algo. Si alguien subraya el carácter necesa­rio y único de la fe cristiana, pronto es tachado de espíritu de suficiencia, de orgullo, de falta de sentido ecuménico. Porque lo bueno y lo verdadero están en todas partes: se puede, pues, audazmente, entremez­clarlo todo.

Desgraciadamente esto no es exacto: ¡a suma de medias verdades no lleva sino a otra media verdad.

Otra reflexión que escuchamos a menudo: "¿Qué importa la verdad teórica, si da buenos resultados en la práctica? Además, ¿qué es la verdad? El árbol se reco­noce por sus frutos. Consideremos los frutos: si son buenos, el árbol también lo será".

Nada menos cierto. En ninguna parte está escrito que una fe desviada pueda nunca dar buenos frutos. Orígenes fue un santo hombre, pero en ciertos puntos

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de doctrina no fue ortodoxo. La perversión de la verdad es seguramente la mayor falta. Ella puede estar en el origen de las mayores aberraciones morales. Para san Pablo la doctrina es clara: "Trocaron la verdad de Dios por la mentira, y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, que es bendito por los siglos, Amén. Por lo cual los entregó Dios a las pasiones vergonzosas" (Rm 1, 25 y sgs.). Es, pues, necesario, determinar con cuidado el contenido exacto de la fe cristiana y aque­llo que se aparta de ella. No hay alternativa: hay que elegir.

Un Dios que crea libremente; un hombre libre

Dios no coincide con el mundo: no es su alma inmanente (panteísmo). El mundo no ha salido de Dios por emanación, sin libre voluntad de su parte. No, Dios ha creado el mundo libremente, por amor. También es falso decir que Dios coincide con el hombre. Ciertamen­te, habita en él, pero eso no impide que siga siendo lo que está frente al hombre, como su Creador, Señor y Salvador.

Entre Dios y el hombre hay una relación de alteri-dad. Dios es otro: Dios está frente al hombre como un "yo" ante un "tú"; libres, partícipes del amor, sin fusión ni confusión. Por otra parte, el amor no obra fusión, más bien funda la alteridad.

Una de las tesis fundamentales de la Nueva Era (New Age) es que todo está en todo, que Dios coincide con el hombre, y que, o bien el mundo entero es divino, o Dios se identifica con el Cosmos. Este mismo principio lo volvemos a encontrar en urja u otra forma en la mayoría

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de las religiones orientales. Y esto es irreconciliable con la fe cristiana.

La plegaria

La plegaria no es jamás una coincidencia con el yo profundo. La plegaria supone dualidad: es situarse libre­mente en la alteridad, en adoración, en acción de gra­cias, en súplica, fe y obediencia. La plegaria cristiana no es introspección, es entrar humildemente en la voluntad del otro: "Padre... no se haga mi voluntad sino la tuya" (Le 22, 42). Es por esto que una expresión del tipo "Dios es mi yo más profundo" es muy imprecisa. Dios habita en mí, es cierto, pero él sigue siendo el otro: más bien, yo soy habitado por él.

Además, la plegaria cristiana es siempre cristológi-ca. Ella abraza la estructura misma de la fe cristiana. La Escritura nos muestra el camino a seguir. La plegaria cristiana no es una palabra, sino, sobre todo, una res­puesta.

La Palabra de Dios precede, si no, sabríamos siquie­ra lo que tenemos que decir, o pedir. El libro de los Salmos nos enseña a ver todas las obras de Dios en la Creación y en la Redención. El Nuevo Testamento nos revela cómo el Espíritu Santo nos introduce en el Miste­rio de Cristo. En el Espíritu, somos introducidos en la comprensión de las palabras y gestos de Cristo.

La estructura de la plegaria cristiana es más trinita­ria: dirigida al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo. Por fin, ella es también eclesial: oramos en la Iglesia, y con ella, ya se trate de la liturgia oficial, o de la plegaria "en el secreto de nuestra habitación".

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La gracia gratuita e indispensable Según la Nueva Era (New Age), el hombre es bueno.

Por sí mismo es llevado a lo que es el bien. A decir verdad, no es libre y en consecuencia no se puede hablar en propiedad de bien o de mal. El hombre es autosuficiente, es self-supporting. No necesita de revela­ción ni de redención, ni de ninguna ayuda externa.

El cristianismo habla otro idioma. El hombre es profundamente bueno, sí, pero está herido. Por sí mis­mo, no está en condiciones de querer ni de hacer el bien. Necesita redención. Sin la gracia, no puede nada. "Pues Dios es el que obra en Uds. el querer y el obrar" (Flp 2, 13). El hombre no es sin pecado, ni incapaz de pecar. El es libre, pero no puede nada sin la gracia. Existen, pues, una moral y unos mandamientos necesa­rios para iluminar al hombre en la búsqueda del camino de la vida. El hombre no está por encima de la ley. Para eso, le faltan la luz y la fuerza.

Ninguna receta esotérica de salvación, ningún haz de concentración psíquica, ningún esfuerzo comunitario de millones de conciencias pueden salvar al hombre. Nuestra sola vía de salvación es nuestra fe en Cristo, que ha venido y ha entrado en nuestra historia "por nosotros y para nuestra salvación".

En nuestros días, la doctrina de la gracia es el capítulo más olvidado de la teología y de la vida práctica de los cristianos: que el hombre no puede salvarse a sí mismo, ni siquiera parcialmente, y que sea enteramente llevado por la gracia gratuita de Dios, constituye un obstáculo para la fe de muchos.

No se llega a comprender que la gracia no suprime la libertad y autonomía del hombre, sino que más bien

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es su fundamento. El sueño de un hombre autosuficiente es, aparentemente, imposible de extirpar. Pero aceptar la idea de nuestra dependencia de Dios, eso es precisa­mente creer.

Jesucristo, hijo de los hombres, Hijo de Dios

Según la Nueva Era (New Age), Cristo no sería una figura histórica, sino una idea. El Cristo-idea es un espíritu o un alma que lo penetra todo y que se ha manifestado, cada vez de un modo distinto, en grandes personajes, como Buda, Zarathustra, y otros. Una de esas manifestaciones (avatares) ha sido Jesús de Naza-ret. He aquí la principal diferencia entre la Nueva Era (New Age) y la fe cristiana. La fe cristiana se puede expresar en una sola frase: Dios ha entrado en la historia en Jesucristo, su propio Hijo, que es a la vez Dios y hombre. Jesucristo es un ser humano histórico, particular, nacido de María en Belén y bajo el empera­dor Augusto, cuando Quirino era gobernador de Siria y procedía a realizar un censo (Lucas 2). Murió bajo el poder de Poncio Pilato, en las afueras de la ciudad de Jerusalén, cuando se celebraba la Pascua de los judíos. Ese hombre era el Hijo de Dios y se levantó de entre los muertos.

He aquí un punto de desacuerdo total entre la Nueva Era (New Age) y la fe cristiana: Helo aquí: "El Verbo de Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros" (Juan 1, 14). A todo lo largo de la historia, esto fue siempre un obstáculo para ciertos "espirituales", el que Dios actúe en un hombre, que hace barro con su saliva y frota los ojos de un ciego para curarle: ¿es que Dios nos viene a ayudar de una manera terrestre y material?

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Todas las formas de gnosis y todos los movimientos espirituales en los límites del cristianismo han intentado siempre hacer a Dios más creíble preservándole del polvo de la tierra. El cuerpo de Cristo no era más que apariencia, su sufrimiento ilusión óptica. Porque Dios no puede sufrir. O, si no, Jesús no era más que un simple ser humano. Llamarlo Hijo de Dios es una simple manera de hablar. De tal suerte, la fe cristiana se hacía aceptable y plausible, y perdía todo su carácter incisivo. Pero al hacerlo así, ya no era la fe cristiana: era la gnosis, o la Nueva Era (New Age).

No hay lugar para el sufrimiento y la muerte

Es obvio que no hay lugar en la Nueva Era para el sufrimiento: sufrir es absurdo y estéril. "Frente al sufri­miento y a la muerte, dice el adepto de la Nueva Era, yo me aferró a una espiritualidad de lo sensible y de la vida".

Mucho más inverosímil es que Cristo haya salvado al mundo precisamente por el sufrimiento y la cruz. La redención viene de técnicas salvadoras de ensancha­miento de la conciencia, del renacimiento, de viajes a las puertas de la muerte, de toda clase de actitudes que ayuden a relajarse y volver operativo o acrecentar el potencial energético.

Sí, el cristiano lucha también contra el sufrimiento, pero cuando lo enfrenta, no calla ni lo declara insensato. El sufrimiento llevado en unión con la cruz de Cristo es salvador. El sufrimiento -en sí, un fenómeno bastante absurdo e incomprensible- y la cruz -un instrumento de suplicio- han sido elegidos por la sabiduría de Dios para

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revelar su amor a los hombres. Pablo tiene razón cuan­do dice que nadie hubiera podido tener una idea como ésa: "Enséñanos una sabiduría divina, misteriosa, escon­dida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria; que no conoció ninguno de los príncipes de este siglo; pues si la hubiera conocido, nunca hubie­ran crucificado al Señor de la gloria. Pero, según está escrito: ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni vino a la mente del hombre lo que Dios ha preparado para los que le aman" (ICo 2, 8 ss).

Para el cristiano, la muerte no es el acceso a una nueva reencarnación, seguida por otras hasta que el hombre llegue al bienaventurado nirvana.

La muerte es un acontecimiento único: el pasaje único a la vida definitiva. Ella es preparada por la vida terrena, donde cada acto libre del hombre tiene valor de eternidad. El hombre no gira, pues, en redondo, des­preocupado, sobre la balsa de la Medusa o en ruta hacia alguna Citerea. Es un timonel responsable que debe gobernar su embarcación hacia el puerto donde Dios le espera.

Creer es un acto libre

Es cierto que el creer tiene que ver con la experien­cia. Y también que es un fenómeno interior pertene­ciente en parte al dominio de la psicología religiosa. Sin embargo, la fe es y sigue siendo, ante todo, un acto libre -si bien hecho bajo la acción de la gracia de Dios- y un abandono libre a un Dios que se revela. Creer no es la simple aquiescencia con nuestro yo más profundo. La fe supone siempre una trascendencia que supera al hom-

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bre y lo que está delante de él, por encima y fuera de él. Creer es recibir al Otro y darse libremente a él.

Para la Nueva Era (New Age), creer es solamente una experiencia de sí. En este sentido, sean cuales sean los horizontes que se saben delante de él, el hombre sigue chocando con la pared de vidrio del propio yo, como un pájaro con los barrotes de la propia jaula. Ni siquiera una dilatación extrema del yo le permite esca­par de esa prisión.

¿Cristo o Aquario?

La respuesta cristiana a la Nueva Era, y a "las nuevas religiones" está contenida en la fiesta de la Navidad: Se trata del Hijo de Dios, nacido de la Virgen María "para salvarnos" (Recordemos que esta Pastoral es el Mensaje de Navidad de 1990 del Cardenal de Bélgica).

Es que hay dolor y pena en el corazón de nuestros contemporáneos. Y quien se siente mal, prueba todos los remedios. Esto explica la abundancia de la oferta actual en materia de conocimientos secretos y recetas de la felicidad para escapar del sufrimiento. Y la proxi­midad del año 2000 hace subir más la fiebre.

Esto tendrán por señal

La gente de hoy está en busca de signos. Miran las estrellas. Navidad ofrece un signo a la humanidad. Pero no es la estrella de los magos: ésta señala sólo de lejos, y cede el lugar cuando aparece el verdadero signo. El que no estaba destinado a los sabios, sino a los pastores: "Esto tendrán por señal: encontrarán al Niño envuelto en pañales y recostado en un pesebre... Fueron con

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prisa y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre" (Le 2, 12).

El signo no es un signo abstracto en el cielo, sino un hombre concreto e histórico: Jesús, nacido de María en Belén. Así son los signos cristianos: están encarnados, como simples acontecimientos históricos disimulados en los pliegues de la vida de todos los días. Jesús, el signo, no es una posición favorable de los astros en el cielo: es un niño pequeñito que llora en un pesebre.

Dios es tan grande que puede hacerse pequeño, tan universal que puede volverse particular, tan fuerte que puede asomarse a la historia de los hombres y entrar en ella. La Nueva Era (New Age) sueña con la próxima aparición del Maestro -Maitreya- en lo alto del cielo, donde todos podrán verlo, aplastante. Dios no es asi.

Dios se hace hombre: la verdadera mística de unión

La Nueva Era sueña con una mística de unión-, todo es uno y todo está en relación con todo. Lo mismo para Dios, que para el hombre, pero de tal manera que no haya más distinciones.

Navidad es la fiesta de la unión entre Dios y el hombre. Dios.se hace hombre, para que el hombre sea divinizado: en esto consiste precisamente la encarna­ción. El niño del pesebre, es al mismo tiempo y a la vez, Hijo de Dios y el hijo de María. Es adorado, pero se le envuelve en pañales.

Pero jamás hay fusión entre el hombre y Dios: siguen siendo distintos, como un "yo" y un "tú". Dios y el hombre son personas distintas. Si no ¿cómo podrían amarse? Dos ingredientes químicos mezclados en una

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aleación no se aman: simplemente se fusionan. Sólo las personas libres y autónomas pueden amarse. El sueño de la unidad de la Nueva Era procede más bien del mundo mineral, no del Universo del hombre, y menos aún del Universo de Dios.

¿Cristo, energía cósmica?

Los cristianos que tienen debilidad por la Nueva Era recurren a veces a Teilhard de Chardin. Este, en efecto, veía en Cristo el corazón que pone en movimiento toda la realidad material. Gracias a la energía de su encarna­ción, el Universo viene a hallarse en una suerte de campo magnético de Dios. En Jesús, Dios ha querido hacerse "corazón" de la materia para elevarla a la con­dición divina. Sólo que el pensamiento de Teilhard se queda, de manera resuelta, en una lógica de la encarna­ción: Cristo sigue siendo un personaje real e histórico, no se convierte en el alma universal del mundo. Centro del cosmos, atrae a sí toda la realidad material como un imán. Pero ese imán sigue situado en Belén y en el Calvario. Jesús conserva sus llagas. Navidad y Pascua no son jamás superadas. La energía sigue viniendo del pesebre y de la cruz.

Esperanza v

La búsqueda febril de muchos de nuestros contem­poráneos en pos de fuentes de aliento o de gozo, participa de cerca en la niebla de la melancolía que envuelve a nuestro tiempo. Somos tristes, pero con una sonrisa.

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¿Es esto laxitud, desilusión, porque nuestra Tierra tiene tan poca felicidad a pesar de la enorme abundan­cia de medios y posibilidades? ¿Se trata de inmunizarse contra los sufrimientos y el fracaso de la historia huma­na, refugiándose en "ciertas conformidades a la ley cósmica" que podrían hacernos auténticamente felices? Si, por lo menos, llegáramos a descubrir la clave de su secreto... Porque habría que poder recoger la felicidad entre las estrellas.

La Navidad nos enseña que no existen atajos secre­tos hacia la felicidad, que puedan ahorrarnos el esfuerzo de cada día. Dios mismo no conocía ningún sendero oculto para salvarnos. Se hizo hombre y tuvo una exis­tencia semejante a la nuestra, con todas las alegrías y las penas que una vida de hombre implica normalmente. Jesús ha recorrido, sin recortarla, hasta el fin, una existencia humana normal, y ¡cómo acabó!

Pero Navidad es también una esperanza: "Les ha nacido un Salvador, que es el Cristo Señor, en el pueblo de David" (Le 2, 11).

Salvados por otro...

La Nueva. Era otorga un lugar completamente cen­tral al "sí mismo" del hombre. "Eres tú mismo quien se salva, aunque para hacerlo tengas que servirte de las fuerzas cósmicas", nos dice.

Pero pese a la compañía de todas las constelacio­nes, de todas las religiones y de tedos los gurús del Oriente, de todas las recetas de felicidad, de una pano­plia infinita de técnicas psicológicas y conceptos más o menos científicos, la Nueva Era (New Age) nos deja

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absolutamente solos. Tenemos que arreglárnosla solos: ser nuestro propio salvador.

Así, después de largas peregrinaciones para escapar de él, el hombre de la Nueva Era vuelve precisamente al punto de partida: la obsesión de las hazañas personales que tanto aborrece. De nuevo, tiene que salvarse a sí mismo.

La Buena Nueva de Navidad es diferente: somos salvados gratuitamente por aquel, "que por los hombres y por nuestra salvación, descendió del cielo" (Credo). Otro ha venido a salvarnos: "Vayamos a adorarlo"...

B. Para una visión de conjunto de la Nueva Era (New Age)

Tal vez nos hemos extendido demasiado en transcri­bir esta larga pastoral del Cardenal de Malinas-Bruselas sobre la Nueva Era. Lo hemos hecho, además de, por la importancia del tema, por su claridad en las ideas, y por constituir una estupenda catcquesis sobre la Nueva Era y el cristianismo.

Creo que esas páginas densas, pero luminosas, ayu­darán a una evangelización más efectiva de nuestros adultos cristianos. Completando el tema, y basándonos en un importante editorial de la revista de los jesuítas italianos, de abril, 1991: "La Nueva Era" (New Age): "Un nuevo reto para el cristianismo", vamos a enumerar algunas de las características de la Nueva Era:

1) La primera es su pretensión científica: La Nue­va Era asume el cambio de "paradigma" (modelo expli­cativo global) acaecido en la ciencia moderna. En física

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se ha pasado del modelo "mecanicista" de la física clásica (el Universo como máquina perfecta) al modelo holístico (global) de la física moderna, según el cual la materia no está constituida de partículas, sino de ondas y de energía. Se interpreta, pues, el Universo como una totalidad, como una red de conexiones y de interseccio­nes. Se trata de un organismo unitario, viviente, en el que -cuanto más se profundiza en la raíz de la realidad-tanto más se experimenta la unidad del todo. Sujeto y objeto, el que experimenta y lo experimentado se con­funden. En el fondo del ser todo se simplifica y se reduce a la unidad del ser. El hombre participa de la vida orgánica del todo, sin poder situarse fuera, como si fuese un observador neutro, o un sujeto independiente.

Al aceptar este cambio de "paradigma", la Nueva Era afirma la unidad del todo: Dios y el mundo, espíritu y materia, inteligencia y sentimiento, lo de "dentro y lo de fuera", consciente e inconsciente... Por eso la Nueva Era es holística (del griego "holos": todo). Ve al Univer­so como un todo viviente espiritual, como un todo que está presente en todas partes, y, por el cual toda reali­dad -primero, el hombre- es un microcosmos (un Uni­verso en pequeño), o sea una imagen del "macrocos­mos", del Universo entero.

2) La segunda característica de la Nueva Era está muy ligada a la primera de que hemos hablado. Se les da lugar preferencial a las religiones orientales sobre el cristianismo. Para la Nueva Era, con la doctrina sobre la creación, el cristianismo establece un abismo infran­queable entre Dios y el hombre.

Con su doctrina de la persona (Dios es un ser personal y el hombre una persona) el cristianismo con-

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cibe la relación Dios-hombre según el modelo dialogal "yo-tú", que impide la inmersión del yo en el Todo. El cristianismo insiste en la "ortodoxia" doctrinal, y en la observancia de la ley moral: es formalista, legalista, racionalista y autoritario, y desconfía del sentimiento y de las experiencias místicas. En cambio, las religiones orientales anulan todas las divisiones y las diferencias. Para ellas la multiplicidad es una ilusión, y, en lo más profundo, la realidad es una y el "yo" se experimenta como "sí mismo", como divino...

3) La tercera característica de la Nueva Era es, pues, el recurso a la psicología, como vía para la ampliación de la conciencia y a la "experiencia mística". A esta experiencia pueden contribuir también la música, la danza y las artes marciales. Dado que, según la concepción de la Nueva Era, la realidad última del cosmos no está constituida de cuerpos sólidos sino de vibraciones y movimientos ondulatorios, la música está especialmente indicada para captar la esencia de la realidad. Las estimulaciones del cerebro y "las drogas" pueden también contribuir a esta ampliación de la con­ciencia.

4) La Nueva Era (New Age) se distingue también por el recurso al "channeling" y al esoterismo gnósti­co. "El channeling" {de channel=canal) es la forma moderna del espiritismo clásico. En el espiritismo el médium evoca los espíritus y recibe sus mensajes. En el "channeling", el médium que hace de channel, recibe las "revelaciones" de entidades superiores, cuya natura­leza no se conoce con exactitud. De todas formas "el channeling" está en perfecto acuerdo con la realidad monística de la Nueva Era. Según esta concepción todos

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los hombres son subpersonalidades de la única Mente y pueden hacer de "canales".

La Nueva Era es una puerta abierta a la gnosis. De hecho, tanto para el gnosticismo como para la Nueva Era, el hombre posee por nacimiento una centella divina que lo emparenta con la divinidad del Todo. Su come­tido consiste en trascender los límites del yo personal, que tiende a hacerle olvidar su parentesco esencial con el Todo divino, para entrar en la totalidad de la Energía Divina, en la que se basa la unidad del cosmos. Ahí está para ellos la salvación.

5) La quinta característica de la Nueva Era (New Age) es eí reencantamiento del cosmos. El cristianismo y la ciencia han "desencantado" el mundo. El cristianis­mo, porque lo ha despojado de su divinidad. Y la ciencia, porque lo ha racionalizado, lo ha descompues­to en partes, rompiendo las conexiones con el Todo y destruyendo las analogías y las correspondencias entre las partes. De ahí ha resultado un cosmos fragmentario e insignificante, puro objeto de manipulación por parte del hombre. La Nueva Era pretende "reencantar el mundo", el cosmos, resacralizarlo, reconocer que es divino y uno y que los opuestos están destinados a fundirse en el Todo...

A este reencantamiento del cosmos y del mundo está vinculada la atención especial que la Nueva Era presta a la ecología. Pero no se trata aquí de una ecología general de respeto a la casa común, que es la naturaleza, sino de una ecología profunda (deep), basa­da en un biocentrismo absoluto, o sea, en el principio de que toda la Tierra es un organismo viviente de carácter divino y que todos los seres vivientes -incluido el hom­bre- poseen el mismo valor e idéntica dignidad.

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C. Actitud cristiana ante la Nueva Era (New Age): soluciones pastorales

En nuestro desarrollo sobre la Nueva Era, hemos proporcionado abundantes materiales sobre ese movi­miento corriente mundial. El lector tiene, pues, a la mano, abundantes elementos de juicio. La Pastoral del Cardenal de Bélgica nos ha enseñado un método mara­villoso de discernimiento y de aplicación pastoral. La Nueva Era es un amasijo de gnosticismo, teosofía, reli­giones orientales; no es una organización ni tiene maes­tros concretos y autorizados que hablen por el movi­miento y es de una extraordinaria fluidez y de terrible capacidad de difusión. Responde a un mundo desquicia­do como el nuestro y que busca salvación como sea. Hay en ella muchos miles y aun millones de hermanos nuestros en la fe, que la han abandonado (la fe cristiana) tras fantásticas utopías. Nos duele este hecho, y no podemos contentarnos con lanzar anatemas y excomu­niones, y echarle la culpa al diablo. En la carta Pastoral de Monseñor Daneels, el Cardenal belga, hemos encon­trado respuestas sabias y llenas de amor cristiano.

Y para no eternizarnos en el tema, vamos a seguir ahora las líneas del estupendo editorial de la revista romana La Civilitá Cattolica, (142-1991).

Afirma la revista que, ante todo, es necesaria una actitud de alerta y de escucha. La ola de movimientos que se abate sobre el mundo de hoy podría generar pronto un movimiento de hastío, ya que esos "nuevos" movimientos no son tan nuevos, y a veces, cuando lo son, dicen con frecuencia cosas tan extrañas y absurdas, que apenas se las puede tomar en serio. Y con todo, detrás de una fachada poco atractiva, se encuentran

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personas que buscan sinceramente a Dios y que quieren dar sentido a su propia vida. Por eso, dichos movimien­tos, incluida la Nueva Era, merecen toda nuestra aten­ción.

Pero a esto hay que añadir el discernimiento críti­co, que ponga de relieve qué cosas, desde el punto de vista cristiano, son aceptables como expresión de nece­sidades espirituales, y qué aspectos no lo son. Esto requiere una discusión, con espíritu de diálogo, pero sin falsos irenismos (pacifismos), sobre su ideología. En todo caso, una cosa es cierta: los nuevos movimientos religiosos -y más en concreto, la Nueva Era (New Age)-por su difusión, y por la atracción que ejercen sobre personas de alto nivel intelectual y de profundo espíritu religioso, plantean a la Iglesia hoy dos grandes exigen­cias: una Nueva Euangelización, que muestre cómo la fe cristiana está hoy en grado de responder a los proble­mas humanos más reales y profundos; y, una renova­ción de la espiritualidad cristiana, que sitúe en la experiencia que se hace de Dios, en la plegaria y en ¡a contemplación, su punto de apoyo.

¿No hemos descuidado el elemento "místico" de una vida cristiana que, a fin de cuentas, es vida "en el Espíritu"? La Iglesia de hoy no tiene más que la verda­dera divinización del hombre: es la que Dios le otorga en Cristo, haciéndole hijo suyo y copartícipe de la natura­leza divina (2 P 1, 4).

Y, ciertamente, en ese "estar con Cristo en Dios" encuentra el hombre la plenitud de vida, la paz y el gozo profundo que en vano buscará en otras partes (Editorial de "La Civilitá Cattolica", N5 142, IV, 541-552, año 1991).

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D. Astrología, horóscopos: su verdad científica

En la Nueva Era, y en otras corrientes de tipo gnóstico, importan más las leyes escritas en las estrellas que las leyes morales y las expresadas en la Revelación divina. La astrología, y uno de sus frutos, los horósco­pos, están en un sitio muy relevante en ellos. De la Nueva Era en este aspecto, hablaremos después.

Por cierto, en una columna que aparecía más o menos regularmente en el periódico caraqueño "El Diario de Caracas" y se intitula "La verdad científica", apareció hace algún tiempo (jueves 12 de noviembre de 1992), una crónica científica con comentarios sobre la Astrología. A título de información, que puede ser orientadora, y con un estilo serio, pero agradablemente periodístico, se comenta el tema. Vamos a reproducir lo más importante de la nota.

-Hay dos tipos de astrólogos. Uno consiste de esta­fadores que han logrado una manera fácil de hacer dinero. Otro lo componen gente honesta y valiosa que cree sinceramente en la astrología y en que ella aporta un conocimiento útil para sus semejantes. Conocemos varias personas de este último tipo, a las que respetamos y apreciamos, pero cuya creencia en la astrología no compartimos... Cuando los astrólogos, sean del tipo que sean, dicen que los astros influyen en nuestro futu­ro, afectan nuestra personalidad o nuestra psiquis y que pueden guiar nuestra vida, la pregunta que se hace la ciencia es: ¿cuál es la evidencia? ¿Debemos creer en la astrología, porque tiene tres mil años y es "un conoci­miento ancestral" de la humanidad? ¿Debemos creer sin chistar en algo fabricado por otros seres humanos,

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quienes, además, creían que la Tierra era plana y las estrellas eran dioses o cosas parecidas?

Científicos competentes han dedicado tiempo, es­fuerzo y dinero en investigaciones a confirmar lo dicho por la astrología. El resultado ha sido que, a pesar de los complejos cálculos matemáticos de las cartas astrales, las afirmaciones que se derivan de ellas no tienen vali­dez. Estas conclusiones son apoyadas por la inmensa mayoría de la comunidad científica. Ahora, si los astró­logos tienen pruebas contundentes en favor de sus creencias, entonces que rebatan hechos con hechos, no con discursos elegantes.

Estamos seguros de que si están en lo cierto, la comunidad científica deberá cambiar su opinión. Pero deberán hacerlo bien, porque hasta ahora los hechos presentados por los astrólogos se basan en estudios pobremente diseñados, trampeados, o en elucubracio­nes místicas sin sentido... En las sociedades más avan­zadas, científicos de renombre mundial dedican tiempo y energía a rebatir la astrología y otras supersticiones. Consideran que ese tipo de creencias coartan nuestra libertad... Entre estos científicos están personajes como Cari Sagan, astrónomo de la universidad de Cor-nell; Comelis, de Jager, astrofísico de la universidad de Utrecht; el recientemente fallecido Isaac Asimov, bioquí­mico y escritor; Mario Bunge, filósofo de la universidad de McGill, y muchos otros que la falta de espacio nos impide mencionar.

Ninguna teoría o principio científico apoya a la astrología. Los científicos más competentes en mecáni­ca cuántica, relatividad y teoría del caos, opinan que "la supuesta validación que dan esas teorías o fenómenos

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paranormales no es sino especulación basada más en actos de fe que en la razón; u opiniones de gente que no domina la complejidad de esas ramas de la ciencia".

Robert Amadou, experto en esoterismo y ocultismo, y a quien hemos citado al hablar del Espiritismo, dice de la astrología al hablar de las artes adivinatorias: "De entre las artes mánticas, o de adivinación, hay una, la astrología, que ha conseguido un extraordinario auge en nuestros tiempos. En Estados Unidos, según una en­cuesta reciente dirigida por el Instituto Gallup, 90% de los consultados entre el público medio culto conocía su signo zodiacal y leía su horóscopo -una predicción estandarizada hecha para millones de individuos- en las páginas de las revistas y de los diarios.

Es innegable la influencia que tienen las fuerzas cósmicas y los astros sobre nuestro planeta. La ley de la gravedad, una fuerza cósmica, viene a confirmarlo. La luna, por ejemplo, influye sobre las mareas. ¿Por qué no han de influir sobre los hombres? Actualmente, y par­tiendo de esta hipótesis, son muchas las universidades y los departamentos de astronomía que estudian las fuen­tes astrológicas, pero no para "determinar el horóscopo de cada individuo", sino para buscar lo que hay de cierto o de intuición en esa ciencia antigua llamada astrolo­gía". Y después de trazar a grandes rasgos el desarrollo de la astrología y de los horóscopos, y de acentuar la tremenda vigencia en el mundo de hoy de la moda astrológica, concluye Robert Amadou: "Lo cierto es que la humanidad parece haberse puesto de acuerdo para recabar de las artes ocultas y de la magia las respuestas que la ciencia es incapaz de darle. Durante los últimos años -para ser más exactos, a partir de la II Guerra

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Mundial- lo que en el fondo de las conciencias más o menos claras y de la mente de muchos ignorantes -los de siempre- de todo, las ciencias ocultas, lo hermético, lo esotérico, ...se ha puesto de moda".

E. La astrologia en la Nueva Era (New Age): la conspiración del Acuario

La Nueva Era (New Age) nace con el signo astrológi­co. Entre los muchos que se van aglutinando a esta nueva fuerza, y con el propósito de crear un mundo nuevo, y con la idea dominante de transformarse para transformar el mundo, se destaca Marilyn Ferguson, quien con su libro "Los Hijos de Acuario. Para un nuevo paradigma", aparecido en Estados Unidos en 1980, quiere trazar un camino unificador. Resalta ella que un amplio movimien­to agita a la humanidad, a manera de "una conspiración", con miras a realizar transformaciones radicales de los individuos y, en consecuencia, de toda la humanidad. Veamos cómo en su libro describe esta "conspiración" y subraya su marca astrológica:

"A fin de aclarar la índole benévola de esta 'conspi­ración', decidí añadir la palabra Acuario'. A pesar de mi ignorancia de la astrologia, me sentía atraída por el poder simbólico de este sueño que penetraba en nuestra cultura popular, a saber, que después de una era de oscuridad y de violencia, Piscis, penetramos en un milenio de amor y de luz, 'la era del Acuario', el tiempo de la verdadera liberación del Espíritu. Entramos en una época diferente, y el aguador del antiguo zodíaco es un símbolo apropia­do de ello, que representa como una corriente que viene a calmar la sed".

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Y veamos cómo se explican Marilyn Ferguson y sus muchos comentadores. La humanidad, a pesar de todos sus esfuerzos, no ha podido liberarse de las servidum­bres que la afligen. Sin embargo, está a punto de con­seguirlo por una razón esencialmente astrológica. Cada 2160 años el sol cambia de signo zodiacal. Actual­mente terminamos la era de Piscis, confundido con el cristianismo (ICTUS: El pez, es un símbolo de Cristo, por sus iniciales). Este período ha sido de los más violentos y sombríos. Piscis sucedió a la era de Aries (el judaismo), que a su vez sucedió a Tauro (dios de la mitología griega). Después de Piscis viene Acuario, que es un signo acuático. El agua implica la vida, la fluidez, el bienestar. Inunda todos los obstáculos.

Esta era que se anuncia es tanto más prometedora, cuanto que corresponde, además, al final de un primer ciclo de la humanidad, estimado (mediante sabios cálcu­los) en 64.800 años. Durante este tiempo, la humani­dad pasa por diferentes períodos: de oro, de plata, de bronce y de hierro. Para mayor dicha nuestra, la próxi­ma entrada en Acuario corresponde al abandono de la edad del hierro, en la que vivimos actualmente. Y así volvemos a una nueva edad de oro.

Dejamos a un lado el aspecto crítico de esta estruc­tura mental, que luego someteremos a la criba de la crítica científica en el trabajo del doctor Romana, y pasemos a reseñar el puesto que tiene la astrologia en ¡a Nueva Era.

Las revistas de la Nueva Era (New Age) contienen numerosos anuncios y avisos para prácticas, conferen­cias y libros relativos a todas las disciplinas relacionadas con la astrologia. Una de estas publicidades, por ejem-

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pío, nos ofrece participar en una sesión en la que deben expresarse 11 participantes. La lista de sus especialida­des indica multiformes aplicaciones de la astrología en el mundo moderno: astrología esotérica, kármica, global, humanista, condicionalista, tradicional, hindú... Se ha­bla mucho de astro-grafología, de cosmo-sicología, de luna negra en astrología... Así motiva una revista su publicidad: "Para comprender mejor su vida presente, la astrología holística da acceso a sus vidas pasadas".

Particular importancia se da en la Nueva Era a los horóscopos. Pero a todo ello nos vamos a referir en el estudio del doctor Antonio Romana.

F. Puntualizando sobre la astrología

Como la astrología, esta ciencia mántica, o adivina­toria, como la llama el doctor Robert Amadou, tiene una tal importancia, no sólo en la Nueva Era (New Age), sino en casi todos, si no todos, los movimientos de su géne­ro, anteriores y posteriores, y como el tema es tan complejo hemos querido recurrir a un científico probado en el campo de la astronomía y de la electro-magnética, el doctor Antonio Romana. Como lo caracteriza la gran revista cultural de los jesuítas españoles, razón y fe, en la que se inserta, y de la que lo hemos transcrito: "es un estudio riguroso y definitivo sobre un tema de enorme complejidad y actualidad. El autor, un científico recono­cido internacionalmente en el campo de la astronomía y de la electro-magnética, aborda con gran compren­sión, maestría y exactitud, el sugestivo mundo de la astrología, los horóscopos, las predicciones, el influjo de los astros..."

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Aunque el trabajo es de 1957, hace treinta y cinco años, no deja de ser enormemente actual, y, aunque puede ser en alguna de sus partes un poco difícil para algunos de nuestros lectores, satisfacera ampliamente a los cultos y entendidos. No podemos quedarnos "en las nubes", y en las estrellas en este mundo del cosmos tan lejano e incomprensible y necesitamos el testimonio de la ciencia moderna y de sus mejores cultivadores.

G. El Informe de un gran científico sobre la Astrología y su verdad

LA ASTROLOGÍA

Antonio Romana

Hace cincuenta años este artículo habría sido incon­cebible. Una revista seria difícilmente lo habría admitido en sus páginas como no fuese bajo un aspecto histórico y aun de escaso interés; pero como tema de actualidad y con pujos de científico habría parecido algo desfasado y definitivamente superado. Y así era: tras una época de extraordinario auge que llega hasta bien entrado el Renacimiento, la reacción contra la astrología había conseguido desterrarla del campo de la Ciencia. Un Descartes había escrito en su Discurso del Método:

"Por lo que toca a las doctrinas erróneas creo saber ya suficientemente lo que valen para no ser engañado ni por las promesas de un alquimista, ni por las profecías de un astrólogo ni por las imposturas de un mago". Y Colbert, al fundar en 1666 la Academia de Cien­

cias de París, había prohibido expresamente su cultivo a los astrónomos que en ella fuesen admitidos.

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Un auge reciente

Y, no obstante, en la década de los 30 no sólo se vio resucitar el interés por la astrología, sino que en muchas mentes comenzó a adquirir beligerancia la opinión de que su cultivo podía ser verdaderamente científico, una revista americana de la solvencia de The Scientific Monthly escribía en su número de marzo de 1941:

"Los astrólogos han hecho hábilmente uso de esta confusión y empleando términos pseudo-científicos han conseguido ganar cierto grado de público respeto, y es significativo que se vaya convirtiendo en práctica general exponer mezcladas obras astrológicas con obras de divul­gación científica y aun de ciencia e ingeniería en los aparadores de las librerías. Y la confusión no se limita a las capas menos educadas de la sociedad; hace pocos meses una de nuestras más importantes bibliotecas públi­cas informaba en su boletín mensual de la adquisición de una serie de obras recientes de astronomía y astrología bajo el común epígrafe de Ciencia". Sólo un cuarto de siglo más tarde había en París más

de mil astrólogos profesionales; en Italia había sindica­tos de astrólogos con más de 12.000 miembros, que en 1969 llegaban incluso a declararse en huelga para "pro­testar contra la absoluta sordera del Gobierno a sus reivindicaciones"; y en 1972 los astrólogos norteameri­canos llegaban a 185.000 y en varias Universidades estadounidenses pedían los estudiantes ...cursos de as­trología. Hoy día son cada vez más numerosas las revistas ilustradas y aun los periódicos que destinan un buen espacio a predicciones astrológicas; la propaganda de no pocos productos comerciales se autoriza con influencias astrales; empresas hay que sugieren produc­tos de belleza y peinados elegidos en función del "signo"

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de sus clientes; como señal de amor se regalan joyas y medallas con signos del zodíaco; incluso de la electróni­ca se echa mano para facilitar horóscopos en pocos minutos. La compañía Astro-flash, instalada en el núme­ro 84 de los Campos Elíseos de París, producía no hace mucho más de 700 horóscopos diarios, sirviéndose de un ordenador IBM 360/60 . Codificados los datos pro­porcionados por el cliente sobre la fecha y lugar de nacimiento un programa apropiado calcula y selecciona las interpretaciones que lo caracterizan; el resultado se dirige a una máquina impresora que, en pocos minutos, proporciona el perfil psicológico en siete páginas o bien orientaciones para un futuro de seis meses en otras siete; más aún, dos astrónomos profesionales se turnan para atender a los clientes que solicitaban explicaciones e información complementaria; realmente no se puede pedir más por 25 francos que cuesta el conjunto. En cambio, la Time Pattern Research lnsütute Inc., dirigida por la astrólogo greco-inglesa Katrina Theodossiu, pe­día por el horóscopo 20 dólares u 85 francos suizos: es evidentemente más caro, pero proporciona muchos más datos. Según la propaganda se promete al cliente "indicaciones extraordinarias sobre sus posibilidades personales y materiales, su carácter, su salud, sus rela­ciones sentimentales e incluso lo que le ocurrirá en los días, semanas y aun meses venideros". En unas 15 ó 20 páginas de texto asegura al consultante una descripción "que le retratará tan fielmente como sus huellas digita­les". A partir de junio de 1969, el Time Pattern Re­search Institute Inc., viene facilitando unos diez mil horóscopos al mes. Más aún, se han montado consulto­rios para aconsejar a empresas sobre el personal que le

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conviene contratar teniendo en cuenta su "coyuntura astral": así en Alemania: Herbert Lochlein, y, en Gran Bretaña: la antes citada Katrina, que cuenta entre sus clientes regulares una cincuentena de firmas británicas y otras extranjeras, etc.

ZODIACO ZENIT

"Ciencia" antigua para generaciones jóvenes

No parece que en España se haya llegado a comer­cializar en semejante forma la profesión; pero que el estado de espíritu que ella supone existe, lo prueban, fuera de los anuncios que aparecen frecuentemente en la prensa diaria ofreciendo los servicios de tal o cual astrólogo o vidente y la verdadera plaga de páginas dedi-

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cadas a horóscopos que padecemos, el Congreso de Astrología, tan concurrido, celebrado recientemente en Barcelona, y el que, por ejemplo, más de una boda se haya llevado a cabo previa la verificación de que los horóscopos de los novios eran concordantes. Y no se trataba de gente de baja cultura, sino provista de títulos académicos universitarios. Y es ciertamente llamativo, que la clientela que recurre a los astrólogos se recluta cada vez más entre los jóvenes; una encuesta llevada a cabo en Francia ha puesto de manifiesto que 70% de los que consultan las páginas astrológicas de los diarios y revistas no llegan a los 30 años; y en Estados Unidos, el conocido astrólogo Zoltan Masón constataba que de unos años a esta parte la edad media de sus consultantes había bajado y estaba actualmente comprendida entre los 45 y los 25 años.

Cuando se considera este panorama se ve inme­diatamente que gran parte del cuadro está ocupada por la astrología que podríamos llamar de periódicos y revis­tas, que en opinión de los astrólogos que aspiran a ser científicos, ni siquiera merece el nombre y es a lo más una pseudo-astrología. Los horóscopos en ella basados, no pueden menos de ser mirados como absurdos desde el punto de vista de los astrólogos profesionales; en las páginas que siguen veremos el gran número de elemen­tos astrológicos en que se pretende basar un horóscopo digno de tal nombre; creer, pues, que basta conocer el signo del zodíaco a que se pertenece y el "influjo" por ejemplo, de los días de la semana u otro dato aislado, para tener siquiera una orientación astrológica, es un solemne disparate. Hay que ver con qué tono de despre­cio menciona tales prácticas astrológicas obras como el

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"Manual de Astrología" de Gravelaine y Aimés o "L'uniuers de l'Astrologie" de Hades. No vale, pues, la pena que nos ocupemos de ellas.

¿Es una ciencia?

El problema al que queremos dedicar nuestra aten­ción es la astrología que se llama a sí misma científica. ¿Existe realmente tal astrología y tiene algún fundamen­to? Astrólogos que creen realmente en sus métodos, y tratan lealmente, según dicen, de perfeccionarlos, más de una vez se nos han manifestado en los diversos medios de comunicación social. De su buena fe, no tenemos motivo alguno para dudar. Son tantas las cien­cias que el pasado llamaba "ocultas" y hoy día se está viendo que tienen más de un aspecto digno de conside­ración que no hay por qué descartar a priori que tam­bién la astrología pueda tenerlos. Y en esto no hacemos sino seguir el ejemplo de lo que ya en 1940 hicieron algunos miembros de la Boston and Cambridge Branch of the American Association of Scientific Workers; ayu­dados por algunos colegas de otros puntos de Estados Unidos constituyeron un Comité para la investigación del carácter científico de la astrología, cuyo presidente fue el doctor B.J. Bok, profesor de Astronomía en la Universidad de Harvard y secretaria la señora M. W. Mayall, del Observatorio de la misma Universidad. Con toda imparcialidad quisieron tomar en consideración los diversos aspectos de la llamada Ciencia Astrológica. Con todo pronto renunciaron su empeño, por conven­cerse de la casi absoluta imposibilidad de llevarlo a cabo. Cierto que tal precedente no es muy alentador; pero a

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pesar de ello también nosotros vamos a intentar estudiar el asunto; y para ello veremos en primer lugar los fundamentos en que la astrología se apoya y examina­remos luego la forma en que las influencias astrales podrían ejercerse. El actual boom astrológico parece pedirlo y el ejemplo citado nos indica, por lo menos, que ya gente solvente nos ha precedido en este camino.

Principio fundamental

La idea fundamental de la astrología es que todos los fenómenos del Universo están ligados entre sí por una estrecha relación que abarca no sólo los del mundo físico-químico, sino también los de la vida animal y vegetal y los propios de la voluntad humana, no esca­pando nada entre las mallas de esta misteriosa ley que encadena de un modo inexorable los sucesos. Es claro que esto se ve mejor en una concepción tolemaica o geocéntrica del Cosmos en la que la Tierra, situada en el centro del Universo, estaba circundada por los cielos, sometida cíclicamente al influjo de las constelaciones y los planetas, entre ellos el Sol y la Luna, sustancias incorruptibles y fuente de ocultas energías y todo ello bajo la acción del cielo empíreo, primer motor inmóvil, identificado en cierto modo con la divinidad. Si todo estaba ligado entre sí, sería sin duda posible por la observación de los cielos y sus movimientos predecir el futuro y consiguientemente se definió la Astrología "conjunto de teorías y reglas basadas en las observacio­nes de los astros, de las cuales se sacan consecuencias ya para la predicción de fenómenos de orden puramen­te natural, como los metereológicos, ya para el arte de

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curar, ya, sobre todo, para averiguar los destinos huma­nos".

Mas en concreto estuvo muy en boga entre los antiguos concebir el Universo como un inmenso orga­nismo, el macrocosmos, del cual el hombre era una reproducción en miniatura, microcosmos, de tal manera que todas las partes del primero tenían su correspon­diente en el segundo y ejercían sobre ellas una acción directa. Pasando más adelante, se concebía que cada planeta y cada grupo de estrellas, es decir, cada conste­lación, ejercía una influencia astral sobre un órgano o parte determinada del cuerpo y tales influjos se exten­dían a todos los actos de la vida, no sólo del individuo, sino también de los pueblos. Para determinar estas influencias se imaginó que los astros estaban dotados de cualidades particulares y que cada uno de ellos podía engendrar en los hombres estas cualidades o sus contra­rias según que ejerciese en ellos su influjo de modo positivo o negativo. La calidad y la intensidad de tales influjos variaría según la posición del astro en el cielo y, como no era posible considerar la acción de un astro aislado, se pasó a considerar la de todos en conjunto, que unas veces se favorecerían y otras se contradirían, esforzándose por determinar la resultante de su influen­cia global. Como advirtieron que había dos clases de astros, las estrellas fijas que contemplamos siempre en el mismo sitio y los planetas que cambian constante­mente de situación (el Sol y la Luna entre ellos), comen­zaron por dividir las primeras en doce grupos o conste­laciones, que fueron las doce casas del Sol, porque éste en su curso anual permanece un mes en cada uno de ellos, quedando así establecidos los doce signos del

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Zodíaco. Atribuido luego cada signo a una divinidad que lo dominaba, se le veía especialmente revestido con sus cualidades y de tal manera se hizo la distribución que todas las circunstancias físicas o morales que pueden afectar al hombre quedasen repartidas entre las conste­laciones. El número de influencias que podía recibir el hombre de ellas era un problema hasta cierto punto determinado; pero el asunto se complicaba muchísimo al entrar en juego los planetas, cuya posición aparente en los cielos es esencialmente variable. No hay que decir que éstos fueron también divinizados al igual que las constelaciones. Como su ubicación entre las estrellas varía de día en día y las influencias que de cada astro se esperan cambian con las circunstancias de lugar y tiem­po, las modificaciones a que todos estos elementos pueden dar lugar, crecen, como luego veremos, en forma incalculable. Por esto vamos a tratar de dar algunas indicaciones sobre la técnica comúnmente em­pleada para su combinación e interpretación por los astrólogos, añadiendo para mayor claridad algunos grá­ficos.

El horóscopo

En la técnica astrológica desempeña el primer papel el horóscopo del individuo en el instante de su nacimien­to. Veamos cómo se establece.

Si contemplamos la bóveda celeste, apreciamos fá­cilmente en ella dos clases de movimientos principales: uno, de cada día, en virtud del cual el Sol, la Luna y las estrellas salen por el Este y se ponen por el Oeste; y otro, a lo largo del año, en.virtud del cual las constela-

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ciones que vemos no son siempre las mismas ni están en la misma posición cada mes, sino que se van sucediendo periódicamente a lo largo de las distintas estaciones y sólo al cabo del año vuelven a ocupar el mismo puesto. El primero de dichos movimientos es debido a la rota­ción de la Tierra sobre su eje en un día, en tanto que el segundo es fruto de la revolución de la misma alrededor del Sol en un año. En astrología solemos expresarnos como si la Tierra estuviese inmóvil y por una parte los astros girasen a su alrededor en 24 horas y por otra el Sol se fuese corriendo en el cielo y proyectándose en doce meses sobre las distintas constelaciones, es decir, en astrología nos expresamos geocéntricamente.

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Ahora bien, la bóveda celeste la podemos suponer dividida por el horizonte en dos partes iguales y cada una de éstas en otras dos por el meridiano del lugar, es decir, por el círculo máximo que en cada punto de la Tierra pasa por el polo celeste y el zenit, quedando así, por tanto, dividido el cielo en cuatro partes iguales. Y cada una de estas cuatro partes queda a su vez dividida en otras tres por los círculos máximos que pasan por los puntos Norte y Sur del horizonte y distan 30° y 60° del meridiano. De estos doce sectores parecidos a gajos de naranja en que queda dividida la bóveda celeste, seis correspondientes a la parte que vemos de la misma y seis a la que nos oculta el horizonte, se llaman "casas" y se suponen inmóviles y de modo que en su curso diurno todos los astros las van recorriendo sucesivamen­te. El cielo queda, asimismo, dividido en dos partes iguales por el ecuador celeste, que es el círculo máximo perpendicular al eje del mundo, es decir, a la recta ideal que une los polos celestes; y, asimismo, por la eclíptica, círculo máximo correspondiente a la órbita descrita por el Sol a lo largo del año a través de las constelaciones, oblicuo éste respecto al ecuador del que se llega a apartar unos 23,5° por ambos lados. Los puntos en que se cortan se llaman nodos y los atraviesa el Sol en el instante del principio de la primavera y del comienzo del otoño, en que los días y las noches son exactamente iguales: el de primavera se llama punto vernal y se considera principio del año astronómico. También la Luna está dotada de un movimiento de traslación alre­dedor de la Tierra aproximadamente en cuatro semanas y lo mismo les ocurre a los planetas en períodos diversos para cada uno; pero todos ellos vemos que tienen una

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propiedad común y es que en sus movimientos alrede­dor de la Tierra no se apartan de la eclíptica más allá de unos 8,5° por uno y otro lado. Esta zona de la esfera celeste en que la Luna y los planetas circulan recibe el nombre de Zodíaco y como ya hemos indicado la con­sideraron los antiguos dividida en las doce partes igua­les, que llamaron "casas del Sol" y las constelaciones que las ocupan las designaron con nombres tomados de la Mitología griega y que son los doce signos del Zodía­co: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpión, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis. Si se consideran las doce partes en que cortan al Zodíaco los círculos máximos que nos han servido antes para definir las "casas del cielo" se verá que coinciden con la parte principal de las mismas casas, que es la porción que contienen los signos zodiacales. En el transcurso de un día un signo zodiacal irá recorriendo sucesivamente las doce casas.

Baile de número

Para establecer un horóscopo hay que conocer con la mayor precisión posible el lugar y tiempo del naci­miento, a ser posible con un error inferior a cuatro minutos en más o en menos. La razón es que este es el tiempo que tarda un astro en recorrer un grado de la bóveda celeste y, por tanto, es preciso conocerlo para saber qué signo estaba saliendo por el horizonte en el momento del nacimiento. Dicho signo recibe el nombre de "ascendente" y la primera casa del cielo que natural­mente ocupa tendrá importancia capital y se llamará Casa de la Vida. Las casas se suceden cada 30° en

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sentido contrario al movimiento de las agujas del reloj y se supone que tienen especial influjo en las diversas circunstancias de la vida del recién nacido. Las caracte­rísticas de cada una pueden verse en las ilustraciones adjuntas. No todas tienen la misma importancia y una misma constelación o signo, según en qué casa esté, ejerce una mayor o menor influencia; la segunda en importancia, después de la primera, es la décima, que corresponde al punto Sur, en que culmina los astros y ejerce por ello especial influjo sobre la culminación de la vida, y luego la de los otros puntos cardinales, de las que la cuarta, corresponde al punto Norte, suele ser perni­ciosa; se llama casa del fondo del cielo.

Naturalmente, dado el signo que se halla saliendo, queda fijada la posición de los restantes y se sabe en qué casa se halla cada uno de los signos sucesivos; pero además de la hora y lugar del nacimiento se ha de atender a la fecha del mismo y ésta nos dirá en qué signo del Zodíaco se halla el Sol, que como astro principal ejerce un influjo decisivo en la vida. Y como éste puede hallarse en los doce signos y en cada uno de ellos puede ocurrir que el ascendente se halle en cada una de las doce constelaciones, nos resultan ya 144 combinaciones posibles; a saber, nativo y Aries y ascendente Aries; nativo Aries y ascendente Tauro..., nativo Tauro y ascendente Aries; y así sucesivamente. Y todavía hay que tener en cuenta otro dato: Tauro, por ejemplo está saliendo durante dos horas; en todos los casos es ascen­dente Tauro, pero según esté más o menos salido, coincidirá el nacimiento con uno u otro de los 30° que abarca el signo de Tauro, y como cada grado tiene una significación diferente, quiere ello decir que las 144

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posibilidades antes mencionadas, quedan multiplicadas por 30, es decir, que se tiene ya 4.320 diferentes. Hasta aquí los astros que influyen siempre en el horóscopo de la misma manera y que podríamos llamar elementos estables del mismo. Pero además de estos hay los plane­tas, incluidos entre ellos el Sol y la Luna; en la Astrología clásica eran solamente siete: Luna, Sol, Mercurio, Ve­nus, Marte, Júpiter y Saturno; al descubrirse posterior­mente Urano, Neptuno y Plutón se los agregó a los anteriores; y aún algunas veces se utiliza alguno de los asteroides más conspicuos, como Ceres, Palas o Vesta; pero limitémonos a los diez principales.

ASPECTOS

0'CONJUNCIÓN Indiferente C 60° SEXTIL 90" CUADRO

130° TRÍGONO 180" OPOSICIÓN

Benéfico % Maligno D Benéfico A Maligno £

De la CONNAISSANCE DES TEMPS (1619-1745)

Como el movimiento aparente (siempre pensamos geocéntricamente) de cada uno de ellos es independiente del de los demás, pueden ocupar en el Zodíaco con entera independencia toda clase de posiciones y para la

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Astrología tiene capital importancia no sólo su posición absoluta, es decir, en qué signo y en qué casa se hallan, sino también y aun principalmente la relativa, es decir, lo que se llama el "aspecto", o sea el ángulo formado por las visuales a ellos dirigidas desde un punto dado de la Tierra. Los aspectos principales son los siguientes: con­junción, si los planetas distan entre sí menos de 10°: su influjo se sumará y resultará bueno o malo según la naturaleza benéfica o maléfica de los planetas en cues­tión. Oposición, si distan 180° y, naturalmente, sus influjos tenderán a contrarrestarse. Si distan 90° están en cuadratura y su influjo es maléfico; y si 120° están en tríada y su influjo se considera benéfico; por fin a distancia de 60° se dice que están en sextil y su influjo es benéfico, aunque no tanto como el de la tríada. Recientemente se han introducido los aspectos interme­dios, como el sumisextil (30°), la sesquicuadratura (135°), etc. Se les atribuyen las cualidades del aspecto entero, pero más o menos modificadas. Ya se ve que por el hecho de tomar en cuenta los aspectos, el número de combinaciones posibles aumenta extraordinariamente; como cada uno de los diez planetas (incluidos el Sol y la Luna) pueden estar en cada uno de los aspectos con cada uno de los restantes, da ello lugar a 90 posiciones diversas; si consideramos tres (la tríada, puede admitir en rigor tres planetas a la vez) las posiciones son 720; si tenemos en cuenta que cada una de éstas puede coexistir con cada una de las anteriores, llegamos a 64.800 posiciones posibles, y si consideramos que cada una de éstas puede coexistir con cada una de las 4.320 posicio­nes dadas por las casas y los signos, nos vamos a casi 280 millones de posiciones diversas. Y evidentemente

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no hemos agotado la materia. Se explica perfectamente que los modernos astrólogos recurran al empleo de computadoras. Ahora bien, en algunos casos se atribuye también influencia a ciertas estrellas: ya se ve cómo crecen entonces las posibilidades, pues aunque por el hecho de parecer "fijas" no se prestan a las combinacio­nes de los planetas, pero sí a combinaciones con los planetas.

Interpretación del horóscopo

Conocidas todas las posiciones de los astros en el momento del nacimiento, la materialidad del horóscopo queda establecida: comienza entonces el oficio del astró­logo que debe dar la interpretación conveniente. En la misma es preciso tener en cuenta no sólo todas las teorías de influjos astrales tomadas de la cabala y ciencias ocultas, que ya en cierto modo hemos indicado anterior­mente a propósito de las casas, sino también todas las propiedades de las casas y de los signos y, lo que complica aún más el asunto, el hecho de que por suponerse cada signo regido por un planeta principal el influjo de un planeta será diverso según se halle en su signo o en el de otro planeta y que además en la Tierra, aparte de influir cada signo y planeta sobre una parte del cuerpo, tiene especial influjo sobre un elemento (tierra, fuego, aire, agua), un color determinado, un metal, una piedra preciosa, un día de la semana, una hora del día, una cifra y uno o varios países; sin duda todavía sobre algo más. El número de combinaciones a que tal multitud de datos se presta es francamente inmenso y como varios de ellos son arbitrarios, incalculable. Se ve, pues,

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que la interpretación de los astrólogos no sólo se tiene que basar sobre las posiciones y movimientos celestes, sino también sobre el influjo de elementos materiales que puedan favorecerlos o contrarrestarlos, es decir, exige por decirlo así un verdadero "ojo clínico" o sentido de orientación que le permita actuar entre tan dispares y contradictorios indicios.

Juicio de valor

Pasando a examinar el valor científico de todo este conjunto de doctrinas, es difícil para un científico forma­do en el rigor de la Física y las Matemáticas, tomarse tal cúmulo de afirmaciones en serio. Sólo atendiendo al auge que han tomado en nuestros días algunas ciencias como la Parapsicología y admitiendo que son todavía muchas las fuerzas naturales que ignoramos, puede justificarse a sus ojos un examen detenido de los funda­mentos de la Astrología.

Nadie pone en duda que el Sol pueda ejercer un verdadero influjo sobre la salud y el carácter de las personas. Basta consultar para ello un tratado cualquiera de Climatología Médica para encontrar capítulos nume­rosos sobre el tema. Y aunque se fijan más en otros aspectos, es evidente que dada la influencia sobre el feto de la salud de la madre durante el tiempo de la gestación, puede el Sol ejercer un auténtico influjo sobre el hijo, si bien indirectamente. Más aún: como de hecho la esta­ción del año depende de la posición del Sol en su órbita (en rigor, de la Tierra, pero ya hemos advertido que en Astrología concebimos los movimientos celestes geocén­tricamente) y ésta podemos designarla por su situación

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respecto a los diferentes signos del Zodíaco, podemos admitir en rigor que el influjo del Sol sobre la madre y, por tanto, sobre el hijo que lleva en su seno, será distinta - o mejor, lo habrá sido- según el signo zodiacal en que se halle en el momento del nacimiento, ya que éste nos hará conocer en qué signo se ha ido encontrando y cuáles, por tanto, han sido las circunstancias climáticas, etc., durante el tiempo de la gestación. Que además pueda el Sol influir sobre otros aspectos de la salud y del carácter, etc., no es dudoso: en el voluminoso Traite de Climatologie Biologique et Medicales, publicado entre 1934 y 1940 bajo la dirección de M. Piéry, profesor de Hidrología Terapéutica y Climatología en la Facultad de Medicina de Lyon, puede verse un documentado artículo del profesor A. L. Tchijewski, de la Facultad de Medicina de Moscú, sobre los "efectos de la actividad periódica solar sobre los fenómenos sociales", etc. No es preciso multiplicar los ejemplos. En cuanto a la Luna, su posible influjo es mucho menos claro: evidentemente ejerce una acción gravífica y de marea, que se manifiesta no sólo sobre los mares y la atmósfera, sino también sobre la parte sólida del planeta. Quizá algún día pueda demos­trarse que este efecto u otro que se descubra puede actuar en alguna forma sobre los seres humanos y en particular los fetos; pero bien claro está que nada de esto tiene que ver con el pretendido influjo astrológico dedu­cido de la posición de estos astros.

En rigor la Astrología tenía cierta razón de ser en una época en que de resultas de los principios generalmente aceptados de la Física aristotélica, se creía que todos los movimientos eran regidos por un primer principio inmó­vil y los cuerpos inferiores obedecían a los superiores.

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Véase por ejemplo Santo Tomás en el libro III de su "Suma contra los Gentiles", cap. 82 "que los cuerpos inferiores son regidos por Dios mediante los superiores". Pero desde el momento en que la Física de Aristóteles fue siendo desmantelada por el movimiento científico del Renacimiento y se tuvieron nociones claras sobre la naturaleza y movimientos de los cuerpos celestes, los puntos de vista de los filósofos medievales, capaces de justificar más o menos las predicciones astrológicas, cayeron por su base y se vio la total falta de fundamento de las mismas.

¿Se cumplen las predicciones?

Por esto hoy día si se pretende revitalizarlas, es a base de la Estadística, acudiendo al cálculo de probabi­lidades. Sostiénese en efecto que las estadísticas demues­tran cada vez más el gran número de casos en que los pronósticos astrológicos se cumplen y esto patentiza la verdad de las reglas de acuerdo con las cuales tales pronósticos se han formulado. Examinemos detenida­mente el asunto. En primer lugar aducir algunos casos sueltos y, sobre todo, de horóscopos hechos a posterio-ri, como son los que, hoy día, se hacen de personajes célebres, por ejemplo, Felipe II o Napoleón, no prueba absolutamente nada. Fácil es predecir cuando ya la predicción se ha realizado. De los aspectos planetarios distintos que se hallan en un horóscopo, sabe ya el astrólogo en cuáles se tiene que fijar para que hayan resultado predecir lo que de hecho se verificó. Aun suponiendo la mayor honradez profesional, es imposible no dejarse influir, por lo menos subconscientemente,

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Marte en la casa de la Vida en Ascendente. Saturno en el fondo del cielo en cuadro con Marte. Dos planetas nefastos en aspecto nefasto. Horóscopo funesto. Grave peligro para la vida del interesado o de un pariente próximo. Pero Venus y Júpiter, planetas favorables en sextil, aspecto favorable en las casas del matrimonio y las dignidades. Por tanto, la cosa es clara. Después de la muerte de un próximo pariente, el interesado contraerá un feliz matrimonio que le elevará a un alto cargo (!!!).

por lo que conviene escoger para que resulte de acuerdo con lo sucedido. Y aun suponiendo que en algunos casos la coincidencia esté libre de toda la elección predetermi­nada, ¿cuántos horóscopos no se podrían hacer en que tal coincidencia no se daría? No es, pues, aventurado atribuirla en tales casos a una pura casualidad. Sobre

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todo que cuando se quiere estudiar estadísticamente la existencia de una correlación es preciso tomar una mues­tra suficientemente grande y homogénea y de magnitud proporcionada con el número de individuos de la multi­tud que se desea examinar. Ahora bien, en nuestro caso dado el número tan grande de posibilidades que cada horóscopo pueda contener, el problema es casi inabor­dable, pues para estudiar la frecuencia de su cumplimien­to sería preciso recurrir a tal número de casos que es materialmente imposible disponer de una muestra signi­ficativa suficiente y así siempre se hallarán algunos extremos realizados y otros sin realizar, y dado el núme­ro de opciones posibles, tal cumplimiento no podrá aspirar a otra cosa que a ser considerado como coinci­dencia al azar.

Con todo lo que resulta imposible respecto del con­junto puede ser mas asequible si se trata de clases de personas determinadas: suele haber en ellas algunas características comunes que hacen más significativas una muestra aunque no sean tan numerosas. Cierto que aún así estudios de esta índole deberían poder ser sometidos a un riguroso análisis estadístico y es casi imposible hallar el material conveniente para un test válido. Los pocos que se han realizado están basados en datos incomple­tos, v. gr., sobre la hora exacta de los nacimientos. A lo más podrían servir para ver la realidad de ciertas vastas influencias asignadas por los astrólogos a ciertos plane­tas y signos del Zodíaco. Así, Farnsworth ha estudiado los signos zodiacales del nacimiento de unos dos mil músicos y pintores. Resultó que no había ninguna corre­lación con el signo de Libra, que según los astrólogos es el que preside al sentimiento estético.

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La fecha de nacimiento

Un miembro del Comité antes citado de la Eastbay Astronomical Association llevó a cabo un estudio seme­jante con las fechas de nacimiento de los científicos citados en "American Men of Science". La investigación muestra que la distribución de frecuencias de tales fechas se parece mucho a una distribución al azar y que las variaciones estacionales de fechas de nacimiento se parecen estrechamente a las halladas por Huntington para la Humanidad en general. Este, en efecto, ha demostrado que hay un 15% más de nacimientos en enero-febrero y septiembre que en mayo-junio y noviem­bre. Y estas variaciones estacionales están reflejadas en la frecuencia de nacimientos en todas las profesiones: ingenieros, industriales, hombres de Iglesia, banqueros, físicos, químicos y escritores. Ahora bien, si en vez de meses se consideran signos del Zodíaco, la marcha general no cambia, en tanto que por lo que se refiere a influjos astrológicos se debería lógicamente esperar grandes diferencias para las distintas profesiones. Zinner cita otro caso.

"Si quisiéramos entretenernos en comprobar las pre­dicciones contenidas en los antiguos textos, las cifras de natalidad de los astrónomos nos ofrecen una oportunidad particularmente buena, pues, ¿en qué grupo de personas podría hacerse más patente la influencia astral que en los astrónomos, hombres que por su afición o por su oficio están en contacto con los fenómenos celestes? El libro de Hermes Trismegisto nos ofrece los resultados a que había llegado la sabiduría egipcia en cuanto a la distribución de los nacimientos según los doce signos del Zodíaco. Por otra parte, el Anuario de Matemáticas de Müller y la

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Galería de retratos de la Sociedad Astronómica ponen a nuestra disposición 1.672 fechas de nacimiento, cifra que parece suficiente para el cotejo. No hay la menor corres­pondencia entre las frecuencias predichas y las observa­das. Si operásemos con cifras mayores, la curva de astró­nomos y de matemáticos se convertiría prácticamente en una línea recta".

Otro dato: en el calendario astrológico de Lorch para 1930 se predecían grandes catástrofes sísmicas para 38 fechas; de hecho sólo seis fueron realmente graves y ninguna en las fechas predichas.

Insistir en casos particulares de cumplimiento o in­cumplimiento de predicciones no tiene ningún valor científico; por lo demás como tales predicciones contie­nen muchos elementos dejados deliberadamente vagos, no es raro se halle manera de interpretarlos en el sentido que interese; cuando se acude a la Estadística en serio, ya se ha visto que no hay ninguna correlación. Por vía de anécdota podemos agregar varios casos célebres: en la época de mayor auge de la Astrología se predijo el fin del mundo para septiembre de 1186; fue tal la sensación de alivio que experimentó el mundo al fallar el pronóstico que nadie pensó en descalificar a los astrólogos por su yerro. Para febrero de 1524 pronosticó Stoffer, sin la menor duda, un nuevo diluvio universal; se le creyó tan a pie juntillas que un doctor de Toulouse llamado Auriol llegó a hacerse construir un arca para su familia. El mes de febrero se distinguió por la sequía. Apremiado por la necesidad y lo poco que la Astronomía producía, el mismo Kepler tuvo que acudir a profesar la Astrología: sólo que para que resultara mejor la coincidencia entre lo pronosticado y lo acaecida no dudó en alterar treinta

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minutos la hora del nacimiento de Wallenstein. Y el horóscopo de Lutero, que pronosticaba ciertamente la aparición de un gran reformador, resultó que se había calculado tomando como fecha de nacimiento el 22 de octubre de 1484, cuando en realidad había nacido el 10 de noviembre de 1483 (!)... Parece que Hitler creyó también en la Astrología y tuvo su equipo de astrólogos a los que encargaba le calculasen las fechas favorables para desencadenar las ofensivas... Sólo que a la larga el espionaje inglés se enteró del truco y se procuró las tablas astrológicas con que se hacían los cálculos y el resultado fue que más de una operación fracasó precisa­mente por emprenderse en el día señalado por los astros... Parece, pues, claro que de la estadística no se puede sacar argumento serio alguno en favor de la Astrología. Demos un paso más y examinemos si auto­rizan tales doctrinas la naturaleza misma de los astros y la forma en que debería propagarse su influjo.

Cómo influyen los astros en nosotros

En primer lugar ¿qué son las constelaciones en general y, en particular, las que han dado nombre a los signos del Zodíaco? Al ser proyectadas las estrellas en la bóveda del firmamento forman grupos o combinaciones más o menos llamativos que han recibido el nombre de constelaciones y sirven como de marco de referencia para localizarlas con facilidad. El nombre de algunas se remonta a la más remota antigüedad y se funda en caprichos de la fantasía; la lista más antigua es la de Ptolomeo que incluye y describe cuarenta y ocho. Pero ya se las nombra en épocas mucho más remotas. Así, en

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el Antiguo Testamento se cita a Orion, las Pléyades y las Osas; Homero habla del Boyero, etc. Las más de las veces, por no decir casi siempre, las estrellas de una misma constelación no tienen en absoluto nada que ver unas con otras, por lo menos las más conspicuas que le han dado nombre se hallan separadas por distancias inmensas, tienen distinta magnitud, pertenecen a tipos espectrales diferentes, están en estadios dispares de su evolución, tienen edades muy diversas, etc. En una palabra, como vulgarmente se dice, van cada una por su lado y si se hallan agrupadas por el hombre en una misma constelación es solamente fruto de la fantasía. Y ni siquiera esta fantasía ha hecho que se las agrupara siempre de la misma manera. Cierto que en los países más o menos sometidos a la influencia de los antiguos caldeos y babilonios las constelaciones, bajo nombres a veces un tanto diferentes, son las mismas. Pero el caso es enteramente diverso si nos trasladamos, por ejemplo, a China, o, en América, a la civilización maya o inca. No sólo los nombres, sino el agrupamiento de estrellas en constelaciones, es totalmente diverso. Supuesto, por tanto, que la constelación en sí misma no es nada, es evidente que nada puede influir ni producir ninguna causalidad a ella debida. Pero hay más. De resultas de la precesión de los equinoccios el punto vernal en que la eclíptica corta el ecuador celeste sufre un desplazamien­to en sentido retrógrado de unos 50" por año, o dicho en otras palabras, este punto equinoccial se retrasa respecto del Sol casi un minuto de arco por año. En tiempo de Hiparco, hacia el año 140 a .C , el punto vernal coincidía con el comienzo de la constelación de Aries; pero desde entonces han pasado 2.117 años y

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como el punto vernal ha ido retrasándose 50" por año, se ha corrido unos 29,5° hacia atrás, por lo cual cuando el Sol en su movimiento anual vuelve a encontrarlo y entra, por tanto, en el signo de Aries, está de hecho entrando en la constelación de Piscis y naturalmente sigue recorriendo todos los signos y constelaciones con un mes de diferencia. Esta diferencia irá en aumento en el futuro y sólo volverán a coincidir signos y constelacio­nes dentro de 25.920 años. ¿Cómo sostener entonces la exactitud de una predicción astrológica? Porque en un horóscopo juegan papel principal los llamados aspectos o posición relativa de los astros y se afirma, por ejemplo, que según en la casa del cielo en que se halla, la influencia de un planeta se puede ver fuertemente au­mentada o disminuida por la del signo del Zodíaco correspondiente. Ahora bien, es claro que el influjo de un signo del Zodiaco dependerá del de los astros que componen la constelación que le da nombre; y, ¿cómo sostener la posibilidad de tal dependencia cuando de hecho no se proyecta el planeta entre tales astros, sino entre otros a los que se atribuyen cualidades quizá enteramente distintas? A no pocos astrólogos no se les ha escapado la dificultad, por ejemplo, al autor de L'univers de VAstrologie. Pero su tentativa de solución es peor que la dificultad misma. Apelando a que en rigor en el espacio no pasa dos veces la Tierra por el mismo punto (ya que la Tierra gira en un año alrededor del Sol y éste en doscientos veinticinco millones de años en torno del núcleo central de la Vía Láctea y de ésta, hoy por hoy, se desconocen los movimientos) viene a decir que en el fondo el cambio no tiene importancia alguna, que en Astrología todo sistema de referencia depende

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Pecho Corazón Estómago Ulceras Enfermedades imaginarias

Berilo Citrina Jaspe

Platino Aleaciones

Sardónica Perlas

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Plateado Blanco azulado Azul celeste

© © Miércoles de 9h a lOh media mañana

© © Lunes de 23h a 24h principio noche

USA Luxemburgo Toscana Lombardía Armenia

Holanda Este de África negra Paraguay Uruguay

Aire juvenil. Inteli­gencia ágil, curiosi­dad inmensa, con tendencia a inesta­bilidad. Aficción a viajar. Poco senti­do de la moral. Di-lettante. Olfato fi­nanciero.

Viven en sueños, sensibles, emoti­vos, necesitan ca­lor humano, pro­tección. Gran im­portancia a los la­zos de familia.

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Cálido Seco Ardiente — Fuego Sol

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Estómago Corazón y sistema sanguíneo Espalda Columna

Abdomen Intestinos Enfermedades frecuentes poco graves

Rubí Crisólito

— Oro

Topacio Jaspe

— Aleaciones

Amarillo Anaranjado Ocre Rojo vivo

Avellana Marrón Beige

© © Domingo

© © Miércoles de 16h a 17h caída de la tarde

Italia Francia Rumania Bohemia Perú Egipto

China Suiza Turquía Brasil Virginia París Toulouse

Noble, ambicioso, generoso, sincero, voluntad poderosa, vitalidad excepcio­nal, pero tiránico, despótico, autorita­rio, egoísta. Apti­tudes de mando, profesiones sus­ceptibles de darle gloria; político.

Sentido analítico, inter ior ización, a d a p t a b i l i d a d práctico, pero ten­dencia a mezquin­dad, inhibición, complejo de infe­rioridad. Sentido excesivo del deber, criticón. Adminis­trativo, vida orde­nada.

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Coral Verdemar Turquesa — Latón Níquel

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Junquillo Turquesa Azules

© © Sábado de 2h a 3h después del alba de 23h a 24h

© © Jueves de 4h a 5h comienzo de la noche

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Portugal Galicia Calabria Nubia Sahara Normandía Islas del Pacífico y del Caribe

Inclinado a la vida de las ideas, a gran­des descubrimientos, ama el progreso, li­bertad, amistad, sin prejuicios, cerebral, buen amigo, tiende a altruismo, filántro­po. Vida en dientes de sierra, altibajos. Máximo de divorcios y separaciones.

Optimista, seguro de su buena estrella, afortunado, pero so­ñador, místico, in­consistente, falto de autorrealización. Nar­cisismo, cobardía, rehuye responsabili­dades. Gran imagi­nación, gran artista, ciencias paranorma-les, parapsicología, astrología, astrono­mía. Hospitalario.

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Domingo

Lunes

Martes

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Oro Amarillo

Plata Blanco

Hierro Rojo

Mercurio Colores pronunciados

Corazón

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Cabeza

Brazo derecho

Órganos genitales

Pie derecho

Benéfico Favorable

Húmedo Melancólico

Seco Ardiente

Variable inconstante

Reyes, príncipes, gran­des personajes.

Oficios nocturnos. Vendedores de objetos de uso nocturno. Mercaderes al por me­nor. Carniceros, taberneros, usureros.

Guerreros, fundidores, cerrajeros, alquimistas, cocineros y oficios que emplean hierro y fuego.

Filósofos, astrólogos, fí­sicos, geómetras, artistas y hombres de ciencia.

La esperanza La dicha La ganancia Las herencias

Llagas Plagas Sueños Robos

Guerra Prisiones Matrimonios Odios

Enfermedades Deudas Comercio Temores

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totalmente del observador y que es preciso, por tanto, puesto que la Astrología nos dirige hacia la eternidad, adoptar un punto de referencia absoluto que esté situado fuera de toda medida y fuera de la materia. Y que es claro que no existe más que un tal punto: la Unidad.

"Lo que se bautiza con el nombre de Zodíaco astro­lógico y que se encuentra constituido por la intersección de la eclíptica con el ecuador celeste se convierte entonces en este sistema de referencia basado sobre el círculo, es decir, sobre el cambio perpetuo, sobre un retorno de los mismos fenómenos, tal como después de un viaje de un día regresamos a un punto dado, a nuestro 'domicilio', no obstante hallarse éste de hecho a unos 260.000 kilóme­tros del sitio en que se hallaba la víspera arrastrado por la Tierra en su giro alrededor del Sol".

Y algo más abajo se afirma que "los signos del Zodíaco, como hemos visto, no se basan sobre una adquisición científica, sino sobre una verdad situada fuera del observador y que no depende, por tanto, de éste. Se trata de una fuerza inmutable -la situada en el centro de todas las cosas- que engendra el cambio, pero no es modificada ni alcanzada por él. El cambio está simbolizado por el curso de los astros, es decir, por fuerzas luminosas, símbolos, por tanto, ellas mismas de una ascesis posible. Estas fuerzas están situadas sobre una trayectoria que vuelve a intervalos dados a un punto situado analógicamente de manera idéntica al punto deducido por un primer observador. Para el astrólogo los astros no tienen significación sino en relación a un observador -el hombre- y a un centro -Dios-. La Astro­logía es, por tanto, el conjunto de relaciones que permi­ten al hombre encontrar el centro ideal de todos los

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seres, es decir, a Dios", etc. Todas estas disquisiciones que nos suenan a reminiscencias de la cabala (luego se nos habla de que como doce constelaciones hay doce apóstoles, doce tribus de Israel, doce fundadores del partido comunista chino y que, como hay que mirar al centro de la Unidad, el sabio hindú debe meditar miran­do su ombligo, etc.), creemos que se reducen a decirnos que, si las constelaciones no coinciden actualmente con los signos del Zodíaco, ello no importa, es lo mismo. Pero entonces, si tanto da, ¿cómo atribuir a las estrellas de cada signo el influjo que se les atribuye sobre el devenir humano? Y si este influjo lo creen ellos real ¿cómo decir que "tanto da" cuando hay allí otras estrellas que deberían causar otras influencias?

Si pasamos ahora a los planetas no es posible expli­car por qué se les atribuyen tan diversos influjos. Cuando no se conocía su naturaleza y sólo se les "distinguía por su coloración y brillo podía libremente la imaginación atribuirles naturaleza diferentes. Pero cuando las sondas espaciales nos han probado que prácticamente no hay apenas diversidad entre la composición geológica y fisiográfica de la Luna por un lado, y Mercurio, Venus y Marte por otro, y que probablemente son también seme­jantes entre sí-los grandes planetas, ¿a qué cualidades se puede acudir para justificar influencias tan dispares?, y ¿cómo se puede sostener además que tales influjos puedan modificarse de acuerdo con circunstancias acci­dentales y enteramente extrínsecas a los mismos, como el hallarse proyectados en el cielo sobre tal o cual constelación, que es a lo que se reduce el estar en una u otra casa?

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El influjo y la distancia Pasando ahora a la consideración del modo cómo los

influjos astrales podrían transmitirse, vemos que no sólo la luz, a la que repetidamente se refieren los astrólogos como vehículo de tales influencias, sino también la mis­ma gravitación sometida a la ley del cuadrado de la distancia. Y lo mismo se diga de otras radiaciones. Según esto, si una fuente luminosa ilumina con una intensidad dada una superficie plana situada a un metro de distan­cia, iluminará 100 veces con menor intensidad otra situada a 10 metros y 10.000 veces menos la situada a 100 metros. Esto supuesto, notemos que la estrella más próxima, a del Centauro, está de nosotros a una distan­cia de unos 4,3 años de luz. A la velocidad de ésta, de unos 300.000 kilómetros por segundo, un año de luz supone, en números redondos, nueve billones y medio de kilómetros, y, por tanto, cuatro años tres décimas, unos 41 billones de kilómetros. La distancia del Sol a la Tierra es unos 150 millones de kilómetros; se sigue que a del Centauro dista de nosotros unas 273.000 veces la distancia del Sol; si el Sol lo tuviésemos a un metro, a del Centauro estaría a 273 kilómetros; y a del Centauro es la estrella más cercana. Suponiendo que su naturale­za, y, por tanto, su influjo fuese igual al del Sol, su acción sobre nosotros, en virtud de la ley del cuadrado de la distancia, seria 74.500 millones de veces menor. ¿Qué puede representar tal influjo? Y eso que es la más cercana. Muchas de las estrellas que constituyen las constelaciones del Zodíaco están a decenas y aun ciento, por no decir miles, de años de luz; así, por ejemplo, Aldebarán, la estrella a del Todo, está a 58 años de luz, lo mismo que Rágulo, oc del León; Antarés, a Scorpionis,

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a 163; Spica, a de la Virgen, a 366; Alción, TI Tauri, a 470; y del León a 825; etc. El influjo de esta estrella, supuesta igual al Sol (y teniendo en cuenta su tipo espec­tral probablemente es menor), sería unos 2.750 billones de veces menos. Pero además hay otra circunstancia: si la intensidad del influjo depende de la distancia como la distancia de los planetas a la Tierra varía continuamente (Venus, por ejemplo, dista unas veces 42 millones de kilómetros y otras 258 millones, Marte 57 y 400 millones, etcétera) la distancia es un elemento que se debería tomar en consideración. Ahora bien, en ningún tratado de Astrología hemos hallado que se haga en ella hincapié.

Pero esto no es todo: la ley del cuadrado de la distancia vale también para el área sobre la que se ejercita el influjo de una radiación, pero al revés. Quiere ello decir que si una fuente luminosa a un metro de distancia ilumina un metro cuadrado, a diez metros iluminará cien metros cuadrados y a cien metros, diez mil metros cuadrados y así sucesivamente. Sigúese de ello que, a la distancia a que se hallan las estrellas y lo mismo los planetas, todos han de iluminar por igual a todos los que están expuestos a sus rayos sin que pueda ejercer selección alguna en favor de tal o cual persona. Cierta­mente el ángulo bajo el que llegan los rayos luminosos o caloríficos ejerce un influjo real sobre la intensidad de la luz o calor recibido, pero no diferencial de uno a otro observador, tal como pretenden los astrólogos. Sigúese, pues, que aun suponiendo real el influjo que una cons­telación o planeta se afirma que puede ejercer, el medio de transmisión de tal influjo es del todo inadecuado para que se pueda percibir en cantidad apreciable y se pueda diferenciar adecuadamente entre los individuos.

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Los astrólogos acuden a medios todavía desconoci­dos de transmisión y hablan en concreto de una "vibra­ción cósmica". Hablar de medios todavía desconocidos es demasiado cómodo; cierto que pueden existir; cada día se hacen nuevos descubrimientos; pero en tanto no se conocen, la ciencia no los puede tomar en cuenta. Además dada la cantidad de horóscopos que se hacen y el número de coincidencias y aciertos que según ellos pretenden se dan, alguna idea se podría tener ya sobre este misterioso medio de transmisión. Quiere ello decir que nadie que esté medianamente educado con una formación física de mediano o alto nivel aceptará una explicación de las leyes de la astrología en que sea menester recurrir a esta misteriosa "vibración cósmica". Quizá procederían más científicamente apelando, por más inverosímil que sea, a una propagación de los influjos astrales por haces de luz coherente del tipo de los rayos láser; pero fuera de que también en estas condicio­nes la luz sufre una degradación con el recorrido y a las distancias estelares la energía recibida sería prácticamen­te nula, hoy por hoy, no se conoce ninguna fuente natural de este tipo de emisión y el cúmulo de precau­ciones que su producción exige tomar en el laboratorio, junto con las leyes de la Termodinámica, hacen del todo presumible que no puede existir. En todo caso en el conjunto de los astros que en la confección de los horóscopos se toman en consideración cabe asegurar que ciertamente no existen.

Astrología: un sucedáneo

Antes de terminar este estudio y vista la absoluta falta de base de la Astrología, cabe preguntarse, qué explica-

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ción se puede dar del desaforado auge que actualmente alcanza. Ciertamente que es muy poderoso el influjo de la propaganda: de 1.750 diarios que se publican en Estados Unidos, 1.200 dedican cotidianamente un buen espacio a temas astrológicos. Pero parece que esto no puede bastar tratándose de medios intelectuales y de clases cultivadas. En ellas por lo menos la Astrología tiene que responder a una necesidad más profunda. La opinión de numerosos astrólogos coincide en este pun­to: sus clientes se refugian en la Astrología porque tanto la religión como la ciencia y la técnica les fallan y buscan un sustitutivo para llenar el vacío que se ha producido en sus almas. "Es una brillante generación -dice Kiyo- la astrólogo, medio americana, medio japonesa, que traba­ja sobre todo entre los grupos pop y cantantes más populares de Estados Unidos. Si se interesan por la Astrología es porque las cosas materiales ya no les llenan y están esforzándose por hallarse a sí mismos, a sus sentimientos, a sus mismas almas". Y Shirley Spencer, "Constella" profesionalmente, que comenzó escribiendo sobre grafología hace veinte años en el Daily News y saltó luego hasta las estrellas como astrólogo de primer orden (ha dado cursos invitada incluso en la Universidad de Nueva York) opina que la mayoría de los que acuden a consultarle buscan un asilo a qué acogerse al fallarles la religión. Y éste, es también el parecer del más popular de los astrólogos americanos, Carrell Rights, diariamen­te escuchado como un oráculo por más de treinta millo­nes de lectores, que más que leer devoran sus horósco­pos en 306 diarios. Todos coinciden en lo mismo. "Los clientes -dice Zoltan Masón, otro de los astrólogos americanos más en boga- son hombres que buscan

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inconscientemente a Dios y lamentan el actual caos del mundo", y Danny Weiss, uno de los más fieles partida­rios de los Apostolic Studios (sic) dirigidos por Al Morri-son, Presidente de la Corporación de Astrólogos de Norteamérica: "Es un despertar de la conciencia religio­sa, escribe, el pueblo ha perdido la fe en sus antiguas creencias y busca otras". Y no hay que admirarse de ello. Los mismos sociólogos reconocen que la actual civiliza­ción técnica, al rechazar cada vez más lo religioso por medio de la secularización y la desacralización, induce "lo aleatorio"; y "lo aleatorio" es algo contra lo que el individuo no se siente protegido ni por la religión, que ha abandonado, ni por la ciencia y la técnica, y es en consecuencia un campo privilegiado para la magia y el ocultismo.

No muy diversa es la opinión de psicólogos y psiquia­tras que han estudiado el fenómeno. Ya en 1941 el Comité ejecutivo de la Sociedad para el estudio psicoló­gico de los Eventos Sociales publicó el siguiente punto de vista oficial sobre el renacer de la Astrología:

"La principal razón por la que el pueblo se da a la Astrología y a las supersticiones que están con ella empa­rentadas es porque carecen en sus propias vidas de los recursos necesarios para resolver los serios problemas que les atañen. Sintiéndose bloqueados y extraviados, les halaga la sugestión de que tienen a mano una llave de oro, una solución más sencilla, una siempre presente ayuda en tiempo de perturbación. Esta fe es más fácilmente acep­tada en tiempos de ruptura y de crisis, cuando las salva­guardias normales individuales contra la credulidad se vienen abajo. Cuando los hábitos morales están debilita­dos por la depresión o la guerra, crece el extravío, se pierde la confianza en sí mismo y aumenta la fe en el ocultismo".

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De hecho es de antiguo conocido que todas las épocas turbulentas han conocido una fuerte excrecencia de supersticiones, predicciones astrológicas, adivinación y ocultismo, fruto de la confusión, la incertidumbre y la caída de la fe religiosa. Astrólogos y brujos hicieron su agosto en Roma en las últimas épocas del Imperio y lo mismo cuando en el siglo XVI y XVII se vio Europa sumida en las guerras de religión y la amenaza del turco; y basta hojear los artículos publicados, años ha, por Lenótre en la Revue des Deux Mondes para ver las aberraciones en que cayó la sociedad francesa en la época del Terror y no solamente las víctimas, sino también los verdugos, comenzando por Robespierre, uno de los principales adeptos de la fantástica secta llamada de la "Madre de Dios". Pues bien, muchos de los modernos "contempladores de estrellas" aseguran res­ponder a un sentido semejante de desintegración y des­encanto. "El creciente interés por la Astrología -asegura el Capellán de la Universidad de Yale, William Soloane Coffin- es un magnífico ejemplo de la desintegradora pasividad que resulta de la influencia alienante de la moderna sociedad tecnológica".

Por lo demás la explosión astrológica no es algo diverso del recurso al ocultismo que por todas partes pulula: una encuesta llevada a cabo hace pocos años por la periodista Fanny Dechamps para la revista ELLE puso de manifiesto que había en Francia tres brujos por cada 20.000 habitantes en Bretaña. Cuatro en Lorena y Bearne, ocho en París, 12 en Lyon, 18 en el Macizo Central: sorprendente. Y el número de sectas de toda especie que pululan por todas partes entre la juventud indica lo mismo: sólo en Estados Unidos se contaban

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450 en 1970; sólo los adeptos de la secta japonesa Soka Gakkai, inspirada en las enseñanzas de un monje budista del siglo XII, pasaron allí de 30.000 en 1965 a 170.000 en 1968; en Gran Bretaña la "scientología", mezcolanza de psicoanálisis y de franscmasonería religiosa, lanzada en 1952 por un escritor de ciencia ficción, Lafayette Ron Hubard, ha hecho tales progresos que el Ministerio de Sanidad no dudó en calificarlo de "peligro social". Y podríamos añadir la secta de Moon y la "Misión de la luz divina" del Maharaj Jl, y la "Asociación Internacional para la conciencia de Krisna" y la "Fraternidad Blanca Universal" y la "Fe Universal Baha'ie" y la "Anthropo-sophina" y el "Movimeinto del Graal" y la "Espiritual Viviente" y "Arica o la Universalidad de la Conciencia" y "Alphea" y "Auroville", etc. ¿A qué prolongar la enumeración? El budismo, en su forma rígida o en forma zen; el fenómeno llamado "soul" (alma), en Estados Unidos cuyo slogan es "soul meens fulling" (alma signi­fica emoción), budismo, cristianismo y roussonismo que ha dado origen al fenómeno hippie, los espectáculos de inspiración religiosa o mística, que se multiplican en Occidente, no pocas veces con la idea de sacrilegio y profanación, son otras tantas manifestaciones del fenó­meno que nos ocupa. Es lo que en las inmediaciones del mayo de 1968 declaraba al Instituto Francés de la Opinión Pública una estudiante hippie interrogada:

"Cuando se disfruta de lo superfluo, queda tiempo libre para reflexionar y plantearse cuestiones. Por ejem­plo, se busca otra razón de vivir que el dinero o los electrodomésticos. No se confunde confort con felicidad. Se mira alrededor y no se encuentra nada ni nadie que nos pueda ayudar a vivir. La religión no es más que un mito, la política es un juego... Es un vacío moral total. Nuestra

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civilización occidental no ha desarrollado sino el plano material. Ha perdido el espíritu. Y en cambio, nosotros tenemos necesidad de valores verdaderos, de mucha es­piritualidad... Toda nuestra generación ha tomado con­ciencia de este vacío espantoso... Estábamos tan hundi­dos en el materialismo que el LSD ha sido necesario para romperlo todo y redescubrir el Amor con una gran A, el amor universal por todos los hombres". El LSD y mil otras aberraciones, cuanto más llama­

tivas y exóticas mejor, como la Astrología. En resumen, lo que decía el profesor Roger Bastide: "El hombre no puede vivir sin mito; el mito está en cierta manera en la raíz ontológica de su ser". El movimiento de desacraliza-ción de la Naturaleza se ha acompañado naturalmente de la búsqueda de un sagrado nuevo y el exceso de fe en la razón, la religión de la razón, ha suscitado la pérdida de la fe en la razón misma. Según la revista Time los occidentales, que se tienen a sí mismos por lo más culto de la Humanidad, se están convirtiendo en las gentes más supersticiosas del mundo. Un eminente profesor de Filosofía declaraba: "Es algo más fuerte que yo; yo, que soy racionalista hasta la paranoia, he de reconocer que soy supersticioso". Jacques Bugier, en su obra Techni-que et magie llega a escribir: "La técnica no es de ningún modo a mi parecer la aplicación práctica de la ciencia. Lo que empuja al inventor es una aspiración bien anti­gua, la aspiración del mago. El inventor no tanto busca el saber, como el poder"; lo mismo que hacían los magos y alquimistas.

Conclusión No es aquí el sitio de buscar el remedio a tanta

aberración. El objeto de estas líneas no era otro que el

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de investigar si la Astrología podía o no aspirar a llamar­se científica. Y esto queda bien claro: por más que respe­temos a los astrólogos de buena fe, hemos de reconocer que de científica no tiene nada. Si luego hemos tratado de hallar una explicación de su boga, es por el natural deseo de explicarnos la paradoja de que goce de tanto éxito. La Astrología de los siglos pasados pudo tener una justificación en la concepción que en aquella época se tenía del Universo. Y aun entonces los grandes pensa­dores se rebelaban contra ella "Heretje es -decía en pleno siglo XIII el gran Raimundo Lulio- qui a major temor de Géminis o de Cáncer que de Deu", y en la misma decadencia de Roma los Concilios de Cartago aprobaban el célebre canon: "qui dixerit astrologis esse credendum anathema sit". La de hoy día, no tiene la menos justificación.

Nada más significativo que el epifonema final con que pone fin a los capítulos sobre la Astrología moderna el gran astrónomo alemán e historiador de la ciencia, Ernst Zinner, en su obra El mundo de las estrellas-Ciencia y Superstición:

"Ninguna idea original, ninguna crítica, ninguna com­prensión de lo que es la Ciencia moderna: tales son las características de la astrología. El real arte de la astrología judiciaria ha descendido al papel de una echadora callejera de cartas".

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X

¿RESURRECCIÓN O REENCARNACIÓN?

Como casi todos los movimientos de tipo religioso que hemos estudiado y los que reseñaremos después (rosacruces, metafísica cristiana...) coinciden en la acep­tación de la reencarnación en una forma u otra, en contraste con nosotros los cristianos que creemos en la resurrección después de la muerte, vamos a tocar este tema, siguiendo las líneas del P. Joseph Thomas, en un hermoso artículo que publicó en la revista francesa Etudes 375 (1991).

—"A Dios no le conocemos, si no es por Jesucristo. Más todavía: ni a nosotros mismos nos conocemos, si no es por el mismo Jesucristo". Esta frase del gran Pascal en Sus pensamientos, no ha encontrado demasiado eco en el mundo actual. Los hombres de hoy, continuamos haciendo al revés: concebimos a Cristo en función de nuestras ideas adquiridas sobre Dios, sobre la vida y sobre la muerte. Hoy en día el malestar ante la muerte va en aumento. A pesar de que lo hemos intentado todo para camuflarla. Pero, por más que la gente quiera quitársela de encima, la muerte está ahí. Y por eso produce más angustia. Y por esto surgen creencias tranquilizadoras que pretenden despojarla de su carácter definitivo.

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Entre todas estas creencias, la reencamación, se lleva la palma. La India suele ser la fuente de la inspira­ción. De allí se saca la idea del karma, o retribución a largo plazo. En una existencia futura se pagarán las consecuencias de una vida desordenada, o se recogerá el fruto de una conducta virtuosa, aunque se haya sido desgraciado. Curiosamente se olvida que para el hin-duismo la reencarnación es un mal y la salvación consiste en la liberación de esta dinámica reencarnatoria.

Otras corrientes, ajenas a la sabiduría de la India, son influidas por distintos movimientos esotéricos europeos o americanos para iniciados. Otras, finalmente, en la línea de los doctores Stevenson (1966) y Noworocki (1980), buscan pruebas científicas de la reencarnación y creen que hay indicios fácticos positivos.

Se trata, pues, de una creencia de contornos indefi­nidos, compatible para algunos con la fe cristiana y que permitiría resolver contradicciones con la doctrina y la moral de la Iglesia. A sus ojos, "es urgente" recristianizar la transmigración de las almas.

Creen que daría una nueva coherencia al tema de las postrimerías (juicio, purgatorio, cielo e infierno), silencia­do por una teología acomplejada, que quiere hacer olvidar su pastoral de terror. Creen asimismo necesario rehabilitar el papel alma frente al materialismo imperan­te, aunque asociándola a menudo a un cuerpo sutil, astral, heredado de la tradición gnóstica, como vehículo estructural necesario entre las reencarnaciones.

¿Por qué? Pero la seducción de la reencarnación no obedece

sólo a la satisfacción de la curiosidad, sino a una protes-

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ta. En injusto que se juegue todo a una carta. Uno no puede contentarse con esta existencia mísera y despre­ciable. Tenemos derecho a una segunda oportunidad, a empezar de nuevo de otra forma, y, si se quiere, pagan­do los errores cometidos. Es la /ey del karma.

Otros creen que la vida no es tiempo suficiente para el largo aprendizaje de la libertad. Al fin y al cabo nada se decide de una vez. Para muchos de nuestros contem­poráneos la vida no es la fidelidad pacífica a un compro­miso. Nuestro tiempo está jalonado de rupturas, y la muerte sería una de esas etapas. Para los reencarnacio-nistas cristianos, la meta final sería la salvación. Para otros, se trataría de un espacio indefinido, en el "que se podría progresar siempre" (Alian Kardec). En todo caso, la muerte deja de ser el sello de la eternidad para una existencia única.

No sería bueno despreciar esta concepción tan ex­tendida en razón de su ambigüedad, su incoherencia o sus adherencias concordistas (por ej. entre los cuerpos sutiles y la física cuántica). Se trata de una idea seductora y merecedora de respeto por la esperanza que suscita en muchos y por su contribución a la investigación de experiencias que están en las fronteras de la muerte.

Incompatibilidad con la fe cristiana

Se enfrentan dos sistemas de pensamiento irreconci­liables. En cuanto a la concepción de la historia, por un lado está la ley de la provisionalidad, y, por otro, la de lo definitivo. Es la pugna de dos concepciones de la liber­tad. Los reencarnacionistas conciben la historia de un modo cíclico, corno un eco del mito del eterno retorno.

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En cambio, para los cristianos la historia es lineal, está dirigida hacia la plenitud en el Reino definitivo. Ellos hablan de nuevo comienzo, los cristianos de realización plena. Cada destino personal se inscribe en esta dinámi­ca y es acogido en un final de la historia ya presente y a la vez más allá de la misma. El más allá está más cercano que el porvenir.

Y todo ocurre por gracia y beneplácito de Dios. En este punto no caben componendas con la reencarna­ción. La resurrección se espera como manifestación del amor poderoso de Dios, sin exigencia posible de la parte humana. La vida que sigue a la muerte es un don. Y la vida nueva que se nos ofrece es exclusivamente obra del amor de Dios.

Ahí está el desacuerdo fundamental. El reencama-cionismo se concibe como un proceso natural al que el hombre tiene derecho, ya que la condición humana tiene la garantía de la inmortalidad. Hay que alejar el temor de la muerte. Habrá tiempo para corregir los errores. En el curso de estas existencias sucesivas el hombre obtiene la salvación, una salvación que sería más cuestión de tiem­po que de gracia.

La salvación no está en el conocimiento

Si la reencarnación fuera verdad, conoceríamos el secreto para salvarnos y el Salvador sería superfluo. En este sentido, se trataría de una forma de gnosticismo, combatido ya por san Pablo en Corinto, pues se nos forzaría a escoger entre conocimiento y fe. Según esto, la salvación consistiría en el conocimiento: sólo los iniciados saben, no necesitan la fe. En cambio, para el

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cristiano, la fe es mucho más que un conocimiento. Se expresa ciertamente en creencias. Ahí está el Credo, o símbolo de la fe, que es expresión de la fe primera.

Pero la fe no se reduce a mero conocimiento. Al creer, se cree en alguien: en el Padre, en el Hijo, y en el Espíritu Santo. Creer en, es una fórmula audaz, que no se refiere a un saber ni a una simple confianza en la palabra de otro, sino que expresa una adhesión que se dirige a otro y le integra en él. La fe es este acto, esta entrega de toda la persona. El cristiano cree en Jesucris­to y en Jesucristo Resucitado. Y por eso puede creer en la resurrección. Esta creencia no tiene sentido, si no es a partir de la fe.

La resurrección de Jesús: Para él y para nosotros

¿Qué significa, entonces, la resurrección de Jesús? Como decía Pascal, es a partir de Jesús que cobra sentido nuestra vida y nuestra muerte.

El misterio pascual, la muerte y la resurrección de Jesús, es, ante todo, una revelación de Dios. Jesús aparece como entregado al Padre en un intercambio de amor. Le oímos y le vemos actuar y hablar con un abandono filial en las manos del Padre. La Pasión de Cristo el culmen del amor confiado. El grito final de la cruz no es el de desesperación, sino el de la entrega total hasta la desposesión de sí mismo.

Pero el Padre no se limita a recibir en su seno al Hijo que no quiso ser más que el servidor humilde, sino que le da un nombre que está sobre todo nombre. La Trini­dad no está unida por una necesidad de la naturaleza. No es más que amor gratuito. Y el Espíritu es el vínculo de ese

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amor. La muerte y resurrección de Jesús constituyen la cumbre de la revelación de Dios mismo. El misterio de Cristo es asimismo revelación del hombre, pues se trata de una aventura humana, sin menguas ni excepciones. Jesús aceptó su condición humana y nunca aceptó un trato especial. Es fácil imaginar la tentación suprema que tuvo que soportar: si eres Hijo de Dios, ¿por qué no escapas a la muerte?

Pero él la enfrenta de cara, sin que nadie ni nada le oculten su horror. Es la fe total en el amor del Padre y no el dolor lo que la hace excepcional.

El centurión romano, experto en estertores agónicos de condenados, captó la entrega libre de Jesús y com­prendió que realmente era el Hijo de Dios.

Dios recoge a Cristo de los abismos donde reina el poder sin máscara de la muerte. No se trata de una pálida sobrevivencia, sino de una asunción en la vida de Dios mismo. Cristo ha venido para asumirnos en este mismo proceso.

La muerte es la hora del triunfo de Dios que nos acogerá definitivamente, a pesar de las resistencias de la vida.

Hay que entregarse sin miedo a este amor que libera de la fascinación de la muerte. Sin disimular su horror como límite del reino de la naturaleza, confesaremos también con ella y en ella, el pórtico triunfal del amor gratuito de Dios. Las palabras de san Pablo en respuesta a las antiguas angustias de los cristianos de Tesalónica sirven para las actuales: "¿No creemos que Jesús murió y resucitó? Pues también, a los que han muerto, Dios, por medio de Jesús, los llevará con él" (lTs 4, 14).

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¿Cómo resucitan los muertos? Esta pregunta se la hicieron a Pablo los cristianos de

Corinto (ICo 15, 35) y nos la hacemos también noso­tros: "¿Qué será la vida continuada después de la muer­te"? Así formulada, la pregunta carece de sentido. Por­que, tras la muerte, no habrá ni espacio ni tiempo. La imaginación queda fuera de juego. Lo que sí es posible preguntarnos es qué será la vida que se nos da en la misma muerte, en el acto de morir.

No hay más referencia que la condición de Jesús resucitado. Los relatos pascuales subrayan la identidad entre el crucificado y el resucitado. Jesús conserva su singularidad. Su humanidad no se diluye ni es absorbida en la vida trinitaria. Su historia no es borrada ni sus relaciones anteriores suprimidas. Lo mismo será en nosotros: con nuestra personalidad entera, marcada por una historia singular y unos lazos afectivos determina­dos, entraremos en la vida de Dios, en un reposo de perpetuo intercambio amoroso. Saquemos todo el par­tido al pensamiento de Pascal: es en función de la vida y de la muerte de Jesús Resucitado, como hemos de concebir nuestra propia muerte y nuestra vida de resuci­tados. Y no hay más que decir.

Lo que sí podemos todavía preguntarnos es: ¿de dónde le viene al hombre esa capacidad de ser resucita­dos por gracia? Para probar su tesis, los reencarnacionis-tas suelen recurrir a la oposición entre el cuerpo mortal y el alma inmortal. Hay cristianos que se escandalizan cuando se les dice que la creencia en la inmortalidad del alma no es de origen cristiano. La historia de los esfuer­zos por conciliar esta creencia, heredada del platonismo, con la idea bíblica de la resurrección de los cuerpos es

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compleja. En todo caso, la resurrección de los cuerpos niega la reducción del yo al alma. "Mi alma no es el yo", dijo santo Tomás.

La creencia en un alma corporeizada resulta cómo­da. Pero tiene un peligro: yo no moriría todo entero. De hecho, por naturaleza estaría hecho para no morir.

Desde este punto de vista, la creencia en la inmorta­lidad del alma es peligrosa. Porque nos arranca del universo de la gracia. Pero tiene un mérito: el de llamar la atención sobre la capacidad del hombre de ser llamado a la resurrección. Si el hombre es resucitable es porque, desde su creación, es llamado a la semejanza divina, a una vida más allá de lo que llamamos vida. La trayectoria creadora es continua, pero tiene sus umbrales. El hom­bre lleva en sí mismo la apertura a una llamada que le hace renacer. A veces puede pensar que le atormenta el deseo de inmortalidad. En realidad, responde a una llamada. Para Dios crear es atraer a sí. O mejor: la creación es la atracción conjunta del Padre "que hala de nosotros" (Jn 6, 44) y de Cristo Resucitado -la huma­nidad integral- que "hala" de todos (Jn 12, 32). Porque, si hemos sido creados a imagen de Dios (Gn 27), la imagen de Dios es Cristo muerto y resucitado (2Co 4 , 4 ; Col 1, 15).

Que no nos confundan las palabras. Cuando los cristianos hablamos de "alma", nos referimos al misterio interior de este deseo de Dios, que él mismo suscita en nosotros. Pero no dejemos flotar esa alma fuera de nuestra corporeidad. A este "yo mío", expresión de mi libertad, en el que está inscrita mi historia, que es el principio de todas mis relaciones y que está abocado a la muerte, la resurrección de Jesús le promete la vida. Y yo

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la puedo recibir, no como un destino determinado de antemano, sino siempre como un don gratuito.

Así se ha realizado el misterio pascual "una vez por todas". Y se actualiza en cada una de nuestras vidas "una vez por todas". "Ni la muerte, ni la vida... podrán jamás separarnos del amor de Dios manifestado en Jesucristo, nuestro Señor" (Rm 8, 38-39). Esta es la fe de los cristianos. ¿No debería inmunizarnos contra la seduc­ción de falsas seguridades? Nos cuesta entregarnos a la gracia. A fin de cuentas la reencarnación no es más que un plagio: se prefiere una eventual salvación por las obras a la salvación por la fe. No deber la salvación más que a sí mismo, aunque sea de esta manera, es una tentación permanente.

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XI

LA TENTACIÓN DE LAS RELIGIONES DEL ORIENTE

Una película, "El pequeño Buda" de Bertolucci, ha desencadenado el interés de grandes masas del Occiden­te hacia el Budismo. Pero no es sólo la película de Bertolucci la que ha provocado el fenómeno, sino que ella ha sido precedida, desde los años 60-70 por aquella pléyade de gurús, procedentes sobre todo de la India, que cayeron sobre nuestros países occidentales, y que, después del escándalo y curiosidad que provocaron (los Haré Krishna, por ejemplo) se consolidaron en nuestros países y crearon sus pequeñas comunidades estables. La Nueva Era (New Age), de la que hemos escrito prolija­mente en este estudio, ha abierto ampliamente sus puertas a estas religiones orientales, (Budismo, Hinduis-mo, Taoísmo...), dándoles preferencias sobre el cristia­nismo católico, o el protestante.

Para la Nueva Era, el cristianismo con la doctrina de la creación ha abierto un abismo entre Dios y el hombre. Y con la doctrina del cristianismo sobre la persona humana, y de Dios, un ser personal, se concibe la relación Dios-hombre y hombre-Dios en una forma de diálogo de "tú y yo", que impide la inmersión del yo en el Todo. El cristianismo insiste en la ortodoxia doctrinal y en la observancia de la ley moral: es formalista, legalis­ta, racionalista y autoritario, y desconfía, por otra parte,

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del sentimiento y de la experiencia místicas. En cambio, las religiones orientales anulan todas las divisiones y diferencias. Para ellas la multiplicidad es una ilusión y, en lo más profundo, la realidad es una y el "yo" se experi­menta como "sí mismo", como divino. Para eso hay que andar el camino de la experiencia espiritual: por la meditación se llega al "ensimismamiento" (samadhi) y a la iluminación (satori), o sea, se experimenta que el yo no es más que el "sí mismo", el absoluto impersonal. Así, pues, se llega a la paz interior, a la paz con todos los hombres, y al amor de todo lo que existe, y que, más allá de las apariencias, en su profunda realidad, es "Uno".

La Nueva Era encuentra en las religiones orientales los indicadores del camino espiritual que se propone ofrecer, pero no se contenta con el "zen", el "yoga", la "meditación trascendental", sino que se abre a otras experiencias que superan estos métodos y recurren a otras experiencias que llaman transpersonales, como el "channelling", "el nuevo nacimiento", los "viajes a la puerta de la muerte"... y que llaman experiencias-punta. Estas experiencias crean estados más perfectos de paz interior y de felicidad, que pueden también ser inducidas con la ingestión de ciertas drogas, o con una estimula­ción directa del cerebro, y suelen ser "vías permanentes de iluminación".

Pero volvamos a las mismas religiones orientales, que son un gran cebo para muchos cristianos tibios, o increyentes ingenuos. ¿Qué encuentran ellos, por ejem­plo, en el budismo moderno? Un camino de paz, de tranquilidad, de encontrarse a sí mismos. Las razones son tan subjetivas, que es difícil plasmarlas en fórmulas. Pareceque, enelfondo, existeel sentimiento de un vacío,

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que le sirve al budismo como punto de partida, para que, yendo al fondo del propio vacío, se salga al encuentro de todo lo positivo, de la plenitud de vida tal como es, sin fantasías ni ilusiones, a gustar existencialmente del mo­mento presente, como si fuera el último instante de la propia vida.

La iluminación (el satori) budista, como la meditación zen, no son más que este momento bajo la perspectiva de lo eterno, en una exaltación sin límites de lo que la vida es como signo de contradicción. Esa contradicción vivida intensamente es un desnudarse del todo, en el que el yo se encuentra sin apoyo y comprende que debe abandonar los propios pensamientos y las propias es­tructuras mentales. Es entonces cuando no se requiere ya ningún esfuerzo para comprender. Basta con hacer shikantaza: aprender a sentarse olvidando toda otra preocupación y poniendo todo en la única balanza, la de la verdad.

El éxito de esta religiosidad hay que atribuirlo, sobre todo, al deseo de meditar, de vivir en silencio, de descu­brir otra dimensión de la vida, sentirse parte del todo en un influjo vital experiencial e integrativo de la visión propia del mundo.

Jorge Luis Borges en un libro que escribió sobre el budismo, lo describe así: "Para mí el budismo es un modelo de meditación, un estadio de calma, que conclu­ye en el "no-ser", en la vacuidad y en la niebla que confunde la vigilia con el sueño".

En el hinduismo el "yoga", por ejemplo, es una forma de intensa oración que une al alma con Dios, algo importante que trata de hacer consciente la unidad del hombre con Dios. El "zen" japonés recalca la importan-

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cia de la inmediatez, del estar aquí-ahora, de vivir la percepción más allá de las palabras. Hay una abundan­tísima literatura sobre las religiones orientales, como puede verse en el Semanario ABC-Culturai del 4 de febrero de 1994, y se ve que la gente compra esos libros y los debe leer con afán. Lo mismo que sucede en Madrid, sucede en París, Londres... ¿Pero hasta dónde el hombre occidental codicioso de dinero, tremenda­mente edonista, terriblemente solo en su inútil multipli­cidad... llega apenas a la corteza de estas religiones y filosofías orientales? Tenemos alguna experiencia perso­nal, por lo menos, en lo que respecta al zen. Participé en un curso, bien presentado y bien preparado. Eramos como unos 40 participantes. El maestro era un hombre excelente, muy instruido y que vivía la disciplina. Los participantes eran gente seria y responsable, ¿pero hasta dónde llegaban a penetrar en la sabiduría del zen a pesar de que algunos eran asiduos?

Para los cristianos que podemos llamar conscientes y profundos era, o podía ser, un excelente método de entrar en sí mismo y de sí mismo elevarse al Dios, padre bueno, o de encontrar en el fondo de sí mismo la presencia del Dios creador y alentador. A mí me hizo bien el ejercicio del zen, me sentí más cerca del Señor, más, vació de mí mismo... Pero para otros pude com­probar que les proporcionaba ratos de paz, de buena concentración, pero no pasaban de ahí, y aun creían que podrían prescindir de su antigua fe, porque allí encontra­ban lo que pretendían. Con razón, y reconociendo los valores de estas técnicas de meditación, la Santa Sede, en un documento importante, resaltó el abismo que hay entre los métodos orientales de meditación y la oración

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cristiana. Y vayan estas líneas como advertencia, y, sin descartarlas, sepamos aprovecharlas para nuestra salud corporal y espiritual.

El hinduismo: Visión de conjunto

El hinduismo es la religión del casi 80% de los quinientos millones de habitantes de la India. Es, sin duda, la más antigua de las religiones del mundo, pues se remonta al segundo o tercer milenio antes de Cristo.

Las Escrituras del hinduismo han sido escritas a través de muchos centenares de siglos y comprenden una rica variedad de literatura: himnos y oraciones, meticulosas instrucciones rituales, normas para la vida en familia, profundas discusiones filosóficas, y muchos otros elementos. Prominentes entre las Escrituras son los Vedas, los Upanishads, los libros Épicos. Incluido en los cantos épicos está el Bhagavad Gita, o "El Canto del Señor". Este es el más importante y más venerado documento del hinduismo. Habiéndose formado a través de milenios, y derivado de diversos pueblos llevados a la unidad y habiéndose confeccionado para responder a los planteamientos de muchas mentes escépticas, el hin­duismo presenta una enorme variedad de creencias religiosas y prácticas, tanto como una extraña vaguedad. No tiene fundador ni un credo definido, y no conoce final ni absoluta revelación. Absorbe e incluye toda suerte de creencias y expresiones religiosas desde las animísticas de las montañas, el politeísmo de los campesinos, un extremo monismo y el frecuente agnosticismo de los intelectuales.

Dentro de las variadas escuelas de filosofía, predomi­na el Advaita (No dualístico) Vedanta. Este es un monís-

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tico punto de vista que interpreta a Dios, a la última realidad, como la base fundamental de todo ser que permea el universo y en el cual el alma humana, en su más profunda realidad, debe ser identificada. Este tipo de hinduismo está fuertemente representado por Ra-makrishana y los centros Vedanta.

El pueblo común es más atraído por las representa­ciones más concretas de la divinidad. Ellos adoran a los grandes dioses: Brahma, el creador, Vishnú, el conserva­dor, y Siva, el destructor, y por otros muchos dioses. Algunos de estos dioses, como encarnaciones humanas de Vishnú, tienen aspectos misericordiosos; mientras otros que representan la fuerza destructiva de Siva, son terriblemente fieros.

Generalmente la gente sencilla es invitada a adorar a una divinidad concreta, mientras el hindú culto sabe que el pueblo necesita este culto concreto.

A pesar de esta tremenda variedad, hay una cierta unidad. El sistema de castas, sancionado en las Escrituras desde la más remota antigüedad, organiza la sociedad en distintas categorías y órdenes. Hay cuatro castas mayo­res y una gran multitud de extra-castas o "intocables", con innumerables subdivisiones. Muchos modernos hin­dúes rechazan el sistema de castas como una remota al progreso y que aprueba la iniquidad, pero lo justifican por razones sociales y religiosas.

El gobierno actual de la India ha ilegalizado el régi­men de las castas en lo que respecta a los derechos humanos, pero no el sistema de las castas como tal.

Hay también unidad en cuanto a ciertas creencias o presupuestos generalmente aceptados entre los hindúes. Son prominentes entre ellos el karma, la ley moral de

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causa y efecto, y el samsara, la reencarnación o transmi­gración de las almas. Todo lo que uno es en el presente está determinado por su karma, lo que él ha hecho y haga sido en innumerables cadenas de vida previa. Y todo los que será en ésta o en la futura vida, depende de su karma, lo que ha sido hecho y es y lo que hace.

El problema central de la religión hindú es cómo romper la cadena kármica para que no siga viviendo sin fin su imperfecta existencia. ¿Cómo puede uno llegar a lo que uno es y liberarse de los efectos de su karma? El hinduismo establece tres caminos mayores de salvación: 1) El camino de las obras, o la acumulación de buen karma por el cumplimiento de las obligaciones religiosas, especialmente por el seguimiento de las normas de las castas; 2) El camino del conocimiento en el cual uno es conducido por un maestro por medio de las apropiadas disciplinas yógicas para experimentar la unión mística con lo último, y 3) Por el camino de la devoción, ya que por la sencilla devoción a una divinidad, este camino lo lleva a la unión con lo que simboliza o encarna esta divinidad.

Hay un fuerte acento de espiritualidad y ascetismo en el hinduismo. Aunque la vida normal en sociedad está aprobada (comercio, sexual experiencia en los debidos límites, familia, arte, profesión), el camino más alto es el valiente control de sí y la negación de sí mismo que lleva al desprendimiento de la carne y de la mente, familia, riquezas... para llegar a la unidad con lo último. El sentido de una unidad esencial con todas las criaturas lleva a un esfuerzo de Ahimsa no-injuria a ningún vivien­te. Muchos hindúes son, en consecuencia, vegetarianos. Así, según el ideal cuarto de la vida, que pocos hindúes

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practican, uno es primero un estudiante, luego un admi­nistrador de su casa, luego un eremita que busca la realidad espiritual, y, finalmente, un santo asceta, Sann-yassyn completamente absorto en la comunión con lo divino.

Desde ésta su perspectiva religiosa, el hindú configu­ra su actitud hacia el cristianismo. Algunos elementos de esta actitud pueden ser superficiales.

Por ejemplo, el hindú vegetariano se puede escanda­lizar del cristiano que come carne. Los hindúes en general creen que los cristianos son demasiado munda­nos. Pero estas reservas se aplican también a otros hindúes.

Básicamente, el hindú tiene problemas con los cris­tianos en dos o tres puntos importantes. En primer lugar el cristianismo les puede parecer demasiado simple y poco complicado

Desde sus propias perspectivas religiosas, el hin-duismo adopta su posición frente al cristianismo. Básica­mente la dificultad mayor con el cristianismo parte de dos o tres puntos mayores. En primer lugar, el cristianis­mo les parece demasiado sencillo y supersimplificado. El hinduismo abraza filosofías tan profundas que no se encuentran en otras partes. Y sus experiencias respecto a la vida interior en cuanto al misticismo no han sido superadas. El proclamar que Dios nos ha salido al en­cuentro en Jesucristo, puede parecerles una supersimpli-ficación. El hinduismo sostiene, que, excepto en muy pocos casos, Dios sólo puede ser buscado en larga y dolorosa espera, y aun la vida entera no puede bastar. De aquí que sean necesarios muchos nuevos nacimien­tos para traer la salvación a los humanos. Mahatma

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Ghandi afirmó en su autobiografía, que todos sus esfuer­zos, comida vegetariana, celibato, etc. sólo los hizo para conocer y ver a Dios. Es decir, obtener su autorrealiza-ción y liberación con ese objeto. El cristiano, por otra parte, dice que ha obtenido ese conocimiento de Dios por Cristo (2Co 4, 6), y que su vida ahora es una agradecida respuesta a Cristo; que le ha amado y se ha ofrecido por él.

En segundo lugar, la proclamación cristiana de una sola revelación de Dios en un particular evento y en una persona particular parece insoportable al hindú. Está dispuesto a aceptar a Cristo como un hijo de Dios, pero no como el Hijo de Dios; como una encarnación de Dios, pero no como la Encarnación de Dios. La exigencia de la única autoridad de Jesús y de la revelación bíblica de la que El es el centro y la cumbre, parece al hindú arrogante e intolerante.

En contraste, el hindú proclamará que todas las religiones son iguales, de modo que ninguna puede reclamar una revelación final, y ninguna debe tratar de convertir a otros. El hindú proclama que su religión, que es inclusiva y tolerante, es superior al Cristianismo y al Islam, que son para él exclusivas e intolerantes.

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XII

NUESTROS GNÓSTICOS Y SINCRETISTAS: ROSACRUCES,

ACUARIOS, METAFISICOS Y SANTEROS

Cierto gnosticismo, de baja calidad y una verdolaga de sincretismo, en diferentes cosechas, abundan en nuestro medio venezolano. No vamos a insistir demasia­do en ellos, pero sí tenemos interés en que nuestros lectores tengan cierta claridad al respecto para uso personal y para prevenir a tanto incauto de buena voluntad que tenemos con nosotros, "tienen ojos y no ven", y "oídos y no oyen".

A. Los rosacruces

¿Quiénes son los rosacruces? De ellos hablamos más extensamente en nuestro libro Las sectas nos invaden (Ediciones Paulinas, 1978). Otras invasiones, más poderosas y deslumbradoras (sobre todo la Nueva Era) han opacado la influencia de los rosacruces en nuestro país. Pero todavía ejercen bastante influencia en los medios profesionales, el mundo del arte, y aun en el mundo de los cuarteles (oficiales de las Fuerzas Arma­das). Y todavía aparecen sus avisos publicitarios en la gran prensa. Vamos a ver, pues, quiénes son los Ro­sacruces. En el libro oficial rosacruz, El dominio de la vida, se presentan así al mundo: "Los rosacruces son una Orden fraternal. Son un.grupo de hombres y íuje-

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res progresistas, interesados en agotar las posibilidades de la vida, mediante el uso sano y sensato de su herencia de conocimientos esotéricos y de las facultades que poseen como seres humanos. Estos conocimientos, que ellos fomentan y enriquecen con nuevos hallazgos, abar­can todo el campo de los esfuerzos humanos y todo fenómeno del universo conocido por el hombre" (El dominio de la vida, Pág. 16).

En el folleto oficial editado por la Gran Logia de San José (AMORC) y titulado "Qué y quiénes son los rosacru-ces" se dice que "cada miembro recibe enseñanza sobre el significado y aplicación de las Leyes cósmicas y natu­rales en el Universo en torno a sí, y en sí mismo. El agrupa en una filosofía de la vida, idealismo metafísico, y en las de ciencias como la física, la química, la biología, la fisiología y la sicología. El busca también para sus campañas pedagógicas, liberar a la Sociedad de la esclavizadora influencia de ¡a superstición".

El artículo Rossicrucianism de la Enciclopedia Britá­nica tiene un valor incalculable, pues está escrito por H.S.L., iniciales de H. Spencer Lewis, "Imperator ad vitam" del rosacruz, ya fallecido, y, tal vez, el ideólogo más acreditado de la corriente rosacruz. Extractamos algunos textos, traduciéndolos del inglés al español:

"El rosacrucismo es un sistema de filosofía mística, cuyo fin es el de guiar el desarrollo de la conciencia interna... El nombre deriva de un símbolo original, una cruz con una sencilla rosa en el centro. Aunque los primeros rosacruces se dedicaban al estudio de la alqui­mia y destinaban mucho tiempo al estudio de la transmu­tación de los metales, ¡os principios no se limitaron a la transformación de los metales en oro, sino de los más

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gruesos de naturaleza humana en más altas, espirituales cualidades...

La fraternidad es mundialmente conocida como la antigua Orden Mística de la Rosa Cruz, con frecuencia abreviada en AMORC... La Organización Rosacruz no tiene relación con ninguna otra fraternidad...

A pesar de atribuirse una remota antigüedad, la Fraternidad Rosacruz no llega más allá de 1614, cuando un teólogo luterano llamada Juan Valentín Andrea publi­có en Cassel, Alemania, el folleto titulado "Fama Frater-nitatis Rosae Crucis". El folleto tuvo un gran éxito en un mundo hambriento de misterio y esoterismo, y el mismo Juan Valentín Andrea, cuando quiso detener la avalan­cha que había desencadenado, no lo pudo lograr. Hoy el rosacruz está bastante extendido por el mundo, y la rama más fuerte, por lo menos entre nosotros, es "La antigua y Mística Orden Rosae Crucis" (AMORC) que tiene su centro en un extraño y hermoso parque Rosa-cruz de San José de California (USA).

Aunque el rosacruz en muchos de sus documentos oficiales se declara "no sectario, no religioso", tiene un fondo y unas técnicas profundamente religiosas. R. Swinburne, rosacruz no perteneciente a la Escuela de San José, afirma categóricamente: "Hay quienes decla­ran saber mucho de la Rosa Cruz, y sostienen, sin embargo, que la Fraternidad no es religiosa. La Rosa Cruz está empeñada en la revelación de los misterios divinos... Su obra es profundamente religiosa". El mis­mo Spencer Lewis debe reconocer que la Rosa Cruz incluye prácticas más allá de los principios religiosos.

Los más eminentes rosacruces sostienen abierta­mente que son "herederos de los viejos gnósticos. Los

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rosacruces son los llamados en la historia, afirma uno de sus grandes líderes, los esenios, los gnósticos, los albi-genses..."

Y, ciertamente, muchas de las ideas de los gnósticos reviven en los rosacruces. El rosacruz entra muy holga­damente en la amplia concepción filosófica y teológica de la Nueva Era, y, podemos decir de él, que es no sólo una herejía cristiana, sino una fase moderna del renaci­miento religioso de los dioses de la antigüedad que no se resignan a morir.

Y para ver la contradicción entre las ideas rosacruces y las cristianas, vamos a resumir algunas de sus afirma­ciones:

1. Respecto a Dios: Ellos no creen en nuestro Dios personal, creador del cielo y de la tierra, sino que para ellos Dios es "una Inteligencia cósmica, que, desde los extremos del cosmos sube y baja (como la marea) a través de los profundos recesos de la mente humana, creando una sabiduría humana que puede llevar a hom­bres y mujeres a las cumbres de la perfección personal". "El mundo, todas las cosas, son emanaciones de la Inteligencia cósmica". Su religión, es, pues, panteísta y monista, y cada uno de nosotros somos una chispa de la Mente divina';

2. La reencarnación: Es una de las verdades básicas del rosacruz. Y la salvación es la liberación del alma de las diversas encarnaciones.

3. La preexistencia: Es otra de las verdades del rosacruz, y sostiene que los hombres que han vivido antes son muchos mejores que los que se asoman a la vida por primera vez.

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Los rosacruces, como buenos gnósticos, rechazan a Dios creador, la divinidad de Cristo, que es puro hombre, que se libera de su existencia anterior por una nueva encarnación... Ciertamente, poco nuevo aporta el ro­sacruz a la teología de la historia.

B. ¿Qué son los acuarios?

Uno de los grupos de pseudognósticos, que hicieron mucha bulla en la Venezuela de hace treinta años y en los países del entorno bolivariano fueron los que se hacían llamar "Acuarios", o integrantes de la Gran Fraternidad Universal (G.F.U.). Se hacían notar entre nosotros sus gurús por sus túnicas blancas y sus largas barbas. En el mundo de hoy, tan lleno de gritos y confusionismo ideológico y religioso, apenas se les nota. Sólo algunos de sus escándalos les han hecho emerger temporalmen­te. No podemos extendernos mucho en la descripción de este grupo, que recoge todas las ideas más llamativas de teósofos, espiritistas y gnósticos de circunstancias. No vale la pena el hacer un análisis detallado de su concep­ción del mundo científico y religioso, que los coloca a distancias siderales del cristianismo. Con una mayor visión del mundo contemporáneo y de sus inquietudes, pudieran haber sido precursores de la Nueva Era (New Age), cuyas ideas adelantan en unos decenios.

En su libro Misticismo en el siglo XX (Quinto Mensaje), el fundador, o reorganizador de la G.F.U. y de su "Misión Acuarius", el ciudadano francés, S. Raynaud de La Ferriére, define así su movimiento: "La Misión de la Orden de Acuarius no es una de tantas sectas. Tampo­co representa una religión mejor. Es Ja síntesis. Basada

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en la Religión Eterna de origen universal, ella permanece inmutable en su fondo esotérico. Inmutable, porque en el pasado y hasta en el presente y mirando al futuro, siempre existe una Gran Fraternidad Universal, cuya expresión para el período que actualmente nos interesa (los dos mil años por venir) es la Misión Acuarius... La misión toma esta vez el nombre de Acuarius, de acuerdo con la era Acuarius... Esta Misión representa la síntesis de los principios brahmánicos, sufistas, rabinales, con las enseñanzas de los druidas, los esenios y los mayas... La Misión Acuarius es la expresión del Verbo Eternal. Es la verdad, porque representa la síntesis'.

Es irritante cómo el pretendido Gran Maestro S. Raynaud de La Ferriére deforma el cristianismo, maltra­ta la Biblia y caricaturiza al Salvador.

Por curiosidad y con el afán de prevenir a los incau­tos, asistí a algunas de sus "misas cósmicas" y se me hizo repulsiva aquella triste mezcolanza de cristianismo, bu­dismo, espiritismo y antiguos ritos que tuve que presen­ciar. La Misión de Acuarius de la Gran Fraternidad Universal es un mal ejemplo de a dónde puede llevar lo peor del sincretismo religioso.

Bajo el título Los falsos Maestros narra la triste historia de su ex esposo Serge Raynaud de La Ferriére, su despechada esposa Louisa B. de Raynaud, abandona­da por el famoso maestro y supuesto "Mesías" y avatar, por una bailarina en la ciudad de Nueva York, en 1949, dejando a la pobre mujer sin ningún recurso. La historia es triste y lamentable, pero es un duro testimonio perso­nal contra el falso Maestro y sus compañeros de secta, que emulaban al maestro en sus trapacerías. Es un libro aleccionador, pero muy útil para investigar los senderos

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de estos "falsos maestros", como los llama la señora de Raynaud de La Ferriére. Copiemos algunas líneas de la introducción del libro, a pesar de lo farragoso del estilo literario:

"Por respeto a los hombres de verdad, los Maes­tros... por compasión a mis semejantes, quienes están anhelosos de un nivel superior de vida... y quienes, en su búsqueda, caen incautos, confiados ingenuamente en la leyenda que se ha tejido en torno a la vida y muerte de quien fue mi esposo, para todos ellos y movida por un dolor punzante, me decido hoy a lo que nunca hubiese querido llegar, a lo que me había negado hace muchos años, aunque pasados éstos, más y más apremiante se hacía la necesidad de cumplir con lo que viene siendo ahora un deber ineludible, por más desagradable que para mí sea: dar a conocer lo que fue mi vida con mi esposo, Serge Raynaud... y haré comentarios relacio­nados con las razones que me asisten para asegurar que mi difunto esposo no ha sido un Maestro, ni su Funda­ción G.F.U. una obra de nivel trascendental, ni su llamada "Orden de Acuarius" una auténtica Escuela Esotérica"...

El libro Los falsos Maestros es un documento de tremenda fuerza histórica, y que no deben desconocer los investigadores religiosos. Está muy bien presentado, pero lamentablemente no tiene pie de imprenta.

C . ¿Dónde colocar la metafísica cristiana de Conny Méndez?

No valdría la pena ni mencionar esto que llaman "la Metafísica cristiana", esta insignificante sucursal de la

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Escuela de la Unidad Universal cristiana, que vino a esta­blecerse en nuestro país, y que no tiene ninguna consis­tencia ni metafísica ni cristiana, pero que, lamentable­mente, ejerce una poderosa influencia en nuestra clase media venezolana, sobre todo en el gremio femenino. La Metafísica cristiana de Conny Méndez, discípula de En-met Fox, tiene mucha cercanía con la secta "Ciencia Cristiana" de Mary Baker. Es un fragmento criollizado del movimiento mentalista; su doctrina, con ciertos influ­jos gnósticos, niega la realidad de la materia, la caída original, el pecado, la materialidad del hombre, la divini­dad de Cristo, profesa la reencarnación, y desprecia todas las iglesias cristianas, en particular la católica.

Es una clara divinización del hombre, como lo expre­sa Conny Méndez en una de sus fórmulas:

"Tu Yo Superior es perfecto. En este momento y siempre ha sido perfecto. No puede enfermarse porque es VIDA. No puede morir por la misma razón. No puede envejecer. No puede sufrir. No puede temer. No puede pecar. No tiene que luchar. No puede cambiar jamás. Es bello. Es amor, inteligencia, sabiduría, dicha. Esa es la Verdad. Es tu Verdad, la mía, la de todos los seres humanos, ahora misino.

No es que el ser humano sea Dios. Así como una gota de agua de mar no es el mar. Pero contiene todo, todo lo que forma y contiene el mar, en un grado infinitesimal.

Tú no tienes defectos sino apariencia de defectos. Lo que ves corno defectos morales o físicos con transitorios, porque al conocer ia verdad de tu Yo', tu Cristo, tu ser Superior es perfecto hijo de Dios, hecho a semejanza del Padre..."

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Veamos otra joya de Conny: "Acuérdate. Tú eres único, como tus huellas digitales. Fuiste creado por un diseño único, para un propósito especial que no puede cumplir nadie sino tú. Has tardado 14.000 años para evolucionar a tu sitio de hoy. Las expresiones de Dios son infinitas. Tú y yo somos sólo dos de esas expresiones infinitas. Tu Cristo es un ser inteligente que te ama con delirio y que tiene siglos esperando que le reconozcas. Llegó el momento. Habíale, consúltale, espera sus res­puestas. Es el guía y maestro único para ti. Cuando tú llegues a comprender, aceptar y realizar esta verdad, será el nacimiento de Cristo para ti. Es lo que está profetizado para esta era. Es el Mesías. No es que Jesús vuelva a nacer ahora. Es que cada uno va a encontrar a Cristo en su conciencia y en su corazón, tal como le ocurrió a Jesús..."

Según su principio fundamental que todo es mente, veamos una de sus fórmulas de oración frente a una enfermedad propia o ajena:

"Niego la apariencia de toda afección física. No la acepto ni para mí ni para nadie, pues la única verdad radica en el Espíritu y todo lo inferior se amolda a mi palabra, al yo reconocer la verdad. En nombre de Jesu­cristo que nos autorizó, decreto que yo y todos somos Vida. La Vida es salud, fuerza y alegría. Gracias, Padre, queme has oído".

Una torcida y muy tendenciosa interpretación de la Biblia es la explicación que da Conny Méndez de los mandamientos de Moisés. Como botón de muestra basta leer el repugnante sobre "la fornicación".

La metafísica de Conny Méndez es el rechazo más descarado de la fe cristiana, y es grave deber pastoral de

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sacerdotes, catequistas y cristianos adultos el prevenir a las gentes incautas, que no tienen reparo en comulgar, pertenecer a asociaciones piadosas y creerse fieles a Cristo y a su Iglesia y asistir y participar al mismo tiempo a las sesiones de esta falsa metafísica, destructiva de todos los valores cristianos: existencia de un Dios perso­nal, creación del mundo, redención por Cristo, realidad del perdón y, por supuesto, del pecado, existencia de la gracia, etc. Y nuestra hermana difunta Conny Méndez, tan artista, tan buena música ha tenido "la chispa" de recoger en su cubo metafísico todos los deshechos de las aberraciones y mitologías de la antigüedad y de la moder­nidad.

D. ¿Quiénes son los santeros?

En el mundo del sincretismo religioso de nuestro país, no podemos menos de referirnos a la "Santería". Esta, la santería, no es producto nacional, sino importa­do de Cuba, Santo Domingo, Haití, y ahora del Brasil. Ha encontrado, sin embargo, la santería, tierra fértil y se ha desarrollado como la verdolaga.

Cuando yo visité en 1966 la Montaña de Sorte, pude constatar que ya en los altares, o "portales" de la mon­taña de María Lionza, al lado de los fetiches criollos, de las prácticas espiritistas y de los "santos católicos" más venerados, estaba muy en boga una religión animista muy enraizada (los ríos, las quebradas, los pozos de agua y sus respectivos espíritus o don "Juanes"), se notaban ya fuertes indicios de santería caribeña, como, por ejem­plo, la presencia de "Las 7 Potencias Africanas"... Hoy, la santería está ya muy implantada en el país, y, al mismo

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tiempo que contamos con bastantes "santeros" criollos, o extranjeros radicados en el país, una nube de católicos "incautos" que nos preguntan si se puede ser santero y católico y qué tiene la Iglesia Católica "contra los sante­ros", que se confiesan católicos y "muy católicos". ¿Es la Santería algo distinto, o algo más, que la abusiva y supersticiosa devoción de nuestra gente, aún fiel, a los santos o las imágenes?

Pero para ser juez imparcial en la materia y no prejuiciar el asunto, y con el fin de que mucha gente piadosa, pero ignorante, abra los ojos, vamos a dejar hablar a los mismos santeros. Con todas sus incorrec­ciones, con todas sus tergiversaciones y equivocados conceptos, vamos a escucharles.

¿Qué es la Santería, o la religión lucumt o yoruba en América Latina? se pregunta un folleto santero de propaganda (Editorial Panapo, Caracas).

—La santería es la religión de los yorubas africanos de Nigeria, una vez que se transplanta a América Latina, y se une con el catolicismo, para formar "la magia latinoamericana". La mitología de la religión yoruba se conoce en Cuba como Iucumí y en Brasil como macum-ba. También recibe el nombre de "santería" en Venezue­la. En esta obra (dice el autor anónimo) examinaremos los aspectos particulares que adopta en Venezuela.

Para conocer la santería en Latinoamérica debemos remontarnos a la cultura yoruba, tal como existía en África, concretamente en Nigeria. Los dos aspectos principales de la cultura yoruba son su mitología y su religión. Los dioses del culto yoruba se conocen con el nombre de orishas, cuyo número pasa de 600 en África, en el Panteón, mientras que en América Latina sólo se

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conocen y se honran unos cuantos de ellos, habiéndose establecido una equivalencia con los santos de la Iglesia Católica... En el culto yoruba los sacerdotes tienen gran importancia, siendo los principales los babalaos, quie­nes conducen todas las ceremonias importantes del culto...

Cuando las diferentes familias africanas se esparcie­ron en el Nuevo Mundo, como consecuencia del tráfico de esclavos, tanto sus ritos como su lenguaje, sufrieron modificaciones al interaccionar y mezclarse con la cultu­ra latinoamericana, surgiendo, por ejemplo, el vudú en Haití. Se trata de un fenómeno que llaman los sociólogos de transculturación. Tal vez sea Cuba el país donde más se desarrolla la santería, y los yorubas, así como su religión, reciben el nombre de lucumí. Los yorubas en Cuba identificaron a sus dioses con los santos de la Iglesia Católica. El vocablo santería se deriva de santo, y significa la adoración de los santos. De manera que santería es, en resumen y en esencia la adoración de los santos, bajo la modalidad "sui géneris" de sincretis­mo, al establecer una equivalencia entre los dioses africanos y los santos católicos.

Mientras el católico percibe la estampa o la imagen de un santo como la representación de un ser espiritual que en una oportunidad moró en la tierra, "el santero, o practicante de la santería, percibe esa misma ima­gen como la personificación de un dios yoruba".

Hay más de cien millones de personas en América Latina que practican la santería, y ésta ejerce una enor­me influencia en muchos países, como los de la zona del Caribe, incluyendo a Venezuela.

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Las siete Potencias Africanas, santos católicos y dioses africanos

De todas las deidades pertenecientes al sincretismo de la santería, siete se han colocado en un grupo al que se confiere un gran poder como conjunto. Se las adora individualmente, mas en grupo adquieren más fuerza. A estas divinidades asociadas en un conjunto de siete se las conoce como las Siete Potencias Africanas. Como ya sabemos, los dioses reciben el nombre de orishas, y los que integran este grupo son: Obatalá, Elegguá, Changó, Oggún, Orúnmila, Yemayá y Oshún. Se tiende a pensar que unidos tienen un gran poder, amén del que poseen individualmente. Por lo general, suelen ser empleados por los santeros en los casos más difíciles. Actuando en grupo controlan todos los aspectos de la vida humana. Veamos algunos de los aspectos de la vida que controlan individualmente:

Obatalá produce paz y armonía entre las personas; Changó confiere poder sobre los enemigos y simbo­

liza el placer sensual; Elegguá quita todos los obstáculos de nuestro cami­

no, abriéndonos todas las puertas; Oshún se considera diosa patrona del oro, del amor

y de los matrimonios; Oggún es el dios de la guerra, y da trabajo a los

desempleados; Orúnmila confiere gran poder y abre las puertas del

pasado y del futuro; Yemayá es la diosa de la fertilidad y de la materni­

dad.

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Dioses yorubas y santos católicos

Una de las características principales de la religión yoruba, tal como se da en América Latina, conforman­do la llamada santería, es la mezcla sincretista, al identificar las deidades yorubas del África con las imáge­nes de los santos de la Iglesia Católica; haremos, como ejemplo, algunas de las equivalencias, sin agotar el tema:

Elegguá: Anima sola, San Antonio, San Pedro y San Pablo, Niño de Atocha.

Oggún: San Pedro y San Juan, San Miguel Arcán­gel;

Obatalá: Las Mercedes, Purísima Concepción... Oshún: La Virgen del Cobre. Orúnmila: San Francisco de Asís. Nana: Ntra. Señora del Carmen. Obamoro: Jesús Nazareno. hoco: La Inmaculada Concepción. Echú: San Miguel Arcángel. Olofin: Espíritu Santo. Olodumare: Dios, Jesucristo, el Santísimo Sacra­

mento... Osún: San Juan Bautista... Y copiamos de un librito santero: "A menudo se

observa un comportamiento incestuoso entre los dioses, por ejemplo, casándose hermano con hermana, hecho que no molesta a los santeros, quienes no ven mal las debilidades de sus dioses. Tampoco les molesta que algunos de los orishas cambien de sexo. La idea de la reencarnación es parte intrínseca de la santería"...

No hemos hablado por nuestra cuenta, sino citando palabras y frases de los mismos santeros. La Santería es una de las religiones que tienen el visto bueno y todos los

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elogios de la Nueva Era, y entra muy bien dentro de sus ideas y de sus ideales.

Es obvia la oposición entre Santería y Cristianismo, entre la idolatría y la fe cristiana. Y así lo han compren­dido los Obispos católicos con el Vudú, los brasileños con el Macumba, y nosotros creemos necesario que nuestros agentes pastorales (sacerdotes, religiosas, cate­quistas, líderes de movimientos de Apostolado) estén enterados y sepan proceder con firmeza, sin abandonar la misericordia, en la tarea tan importante, en un país tan plagado como el nuestro de sincretismo.

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XIII

CONCLUSIONES PASTORALES

El desafío de los nuevos movimientos religiosos: operación "discernimiento"

Al hablar de los diferentes movimientos religiosos hemos hecho ya una crítica o un juicio de valor de sus doctrinas o teorías bajo el punto de vista cristiano y católico. Es bueno que nuestros cristianos sepan escu­char serenamente y discernir convenientemente. Ya san Juan y san Pablo en los primeros documentos de la Iglesia cristiana enseñan a "los creyentes" a discernir los distintos espíritus y a descubrir los engaños y sofismas de aquellos "gnósticos" o "espirituales", que se filtraban en las comunidades cristianas y trataban de desvirtuar la enseñanza de los apóstoles.

Releyendo la leyenda de Ulises y las sirenas, debe­mos aprender también nosotros a anclarnos en la fe cristiana para, desde ella, juzgar de las falsas doctrinas que, como espejismos, nos pueden fascinar. El Credo vivido puede ser nuestro mejor punto de partida para navegar estos mares peligrosos y engañosos de las nuevas doctrinas religiosas.

Ciertamente tenemos que saber escuchar y no dejar­nos aturdir. No todo es malo en estas corrientes religio­sas de hoy, ni todo es obra de Satanás, y en ocasiones debemos unirnos con ellos en su afán de crear un mundo

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mejor, más fraternal, más solidario. Pero desde nuestras posiciones cristianas, manteniendo nuestra fe. Tenemos que caer en cuenta de que vivimos un mundo nuevo. Nuestro antiguo mundo bien instalado en nuestra "segu­ridad religiosa" está cambiando de piso. Por la música, por el radio, por la "pequeña pantalla" un mundo distin­to se nos presenta a los ojos, y casi se nos impone. Estamos oyendo tranquilamente una charla de orienta­ción oxigenante, que nos abre nuevos horizontes, opti­mista. .. y sólo después de una larga escucha caemos en cuenta de que es de un propagandista de la "Nueva Era". La Nueva Era penetra por todos lados, los grupos orientalizantes (hijos del budismo e hinduismo) atraen a mucha gente que busca la paz y ritmos más tranquilos de vida. Hay grupos sincretistas (como algunos de los que hemos hablado) que ejercen un gran influjo en nuestras gentes, porque combinan la fe (de la que tanto hablan) con la apertura de grandes horizontes universales y humanitarios, y nos presentan un nuevo mundo distinto y esperanzador.

Hay otros, que podemos llamar "religiones alternati­vas", o grupos filosóficos independientes, que no quie­ren entrar en competencia con las religiones existentes, o proponen una doble pertenencia, como "la medita­ción trascendental" que nos ofrece esta ganga ambigua: "Haz 20 minutos de meditación sobre el océano del ser, que está en lo más hondo de ti mismo, por la mañana y la por tarde, y pégate más a la religión en que crees: verás cómo cambia tu vida".

Te vienen a decir claramente: "No pierdes nada, y puedes ganar mucho"...

Y qué bien suena para mucha de nuestra gente que no acaba de ubicarse en una comunidad cristiana, o en

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un grupo religioso, la voz de las sirenas dulces y hechiza­doras que le susurran que "lo divino está en nosotros mismos", y "que somos una centellita de Dios", o "que somos Dios, o Cristo mismo" (Conny Méndez) y que "la salvación está dentro de nosotros", o "que la ciencia está con la Nueva Era"...

Respuesta eclesial al hechizo de las nuevas sectas o movimientos religiosos

Ante esta avalancha de tantas sectas, o movimientos religiosos, no podemos aguantar solos, y necesitamos el apoyo de la comunidad eclesial. Y esta misma ola religio­sa que nos cerca, no sólo no es perjudicial, sino que puede ser un reto que mejore nuestra Iglesia, que pro­mueva comunidades cristianas vivas, que avive nuestra Iglesia, que nos impulse a un mayor conocimiento de nuestra fe, a una mayor participación en la vida de la comunidad cristiana, a un impulso evangelizador más generoso, a un compromiso decidido en la lucha por la Fe y la Justicia.

En esta línea positiva y comprometida, y como la mejor respuesta de nuestras comunidades cristianas al desafío de estas sectas y movimientos religiosos, va orientado el Documento de la Santa Sede "Sectas o Nuevos Movimientos religiosos. Desafíos pastorales". Un informe que se autodenomina "Progresivo", basado en las respuestas y en la documentación recibida de las Conferencias Episcopales, Regionales y Nacionales has­ta octubre de 1985 (Folleto editado por Ediciones Trípo­de, Caracas, 1986). En la tercera parte de este Docu­mento, que aconsejamos fuertemente a nuestros lecto-

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res, se resumen los "desafíos y los enfoques pastorales", que se deducen del documento estudiado.

Se subrayan: a) el sentido de comunidad; b) la formación, y la formación permanente del creyente evangelización, catequesis, educación y educación per­manente (bíblica, teológica y ecuménica), a nivel de comunidad local y del clero y de todos aquellos que están comprometidos en la formación. El proceso debe ser informativo y formativo; c) identidad cultural, con la debida inculturación; d) oración y culto, renovados, a base de la Palabra de Dios y de una liturgia viva y participada; e) participación y liderazgo, con una mayor promoción de la diversificación de ministerios, y una formación constante de líderes laicos. Habría que poner más cuidado en el papel que pueden desempeñar los laicos en contacto con las sectas, y que tienen una experiencia personal de ellas.

Creemos importante el transcribir la conclusión del Documento: "En conclusión: ¿cuál tiene que ser nuestra actitud, nuestro acercamiento a las sectas? Evidentemen­te, no es posible dar una respuesta escueta. Son tan diversas las mismas sectas. Son tan diferentes las situa­ciones religiosa, cultural, social. Nuestra respuesta no podrá ser la misma, cuando consideramos a las sectas en relación con los creyentes, y cuando analizamos el influjo que tienen sobre los cristianos bautizados, especialmente sobre católicos y excatólicos. Es obvio que tampoco nosotros podemos ser simples conciliadores. Hemos analizado suficientemente la acción de las sectas para darnos cuenta de que las actitudes y los métodos de algunas de ellas pueden ser destructores de las persona­lidades, quebrantadores de la familia y de la sociedad, y

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de que sus principios tienen que ser removidos con la enseñanza de Cristo y de su Iglesia. En muchos países sospechamos, y en algunos casos estamos ciertos, de que una potente fuerza ideológica, así como intereses económicos y políticos están trabajando a través de las sectas, que son totalmente extraños a un genuino interés por lo humano, y se sirven de lo "humano" para fines y propósitos inhumanos.

Es necesario informar a los fieles, especialmente al joven, para que esté alerta; proporcionarle una ayuda profesional, aconsejarle, darle una asistencia y protec­ción legales. A veces tendríamos que aceptar y aun apoyar medidas que el Estado puede adoptar dentro de su propia esfera.

Sabemos también por experiencia que es general­mente débil o imposible un diálogo con las sectas, y que éstas no están únicamente cerradas al diálogo, sino que pueden constituir un serio obstáculo para la educación ecuménica, allí donde son activas.

Ahora bien, si queremos ser sinceros con nuestra fe y con nuestros principios: respeto a la persona humana, respeto a la libertad religiosa, la fe en el Espíritu Santo, que trabaja en los impenetrables designios del amor divino para toda la humanidad, para cada individuo, hombre, mujer y niño, no podemos contentarnos con condenar y combatir las sectas, o hacer que se prohiban o expulsen, o "rescatar" a determinadas contra su volun­tad. El "desafío" de los nuevos movimientos religiosos consiste en estimular nuestra renovación para una mayor eficacia pastoral.

Esto significará seguramente desarrollar dentro de nosotros mismos y dentro de nuestras comunidades,

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aquel espíritu de Cristo, que nos permita entender "quié­nes son", y, cuanto sea posible, tratar de dirigirnos a ellos con amor cristiano.

Debemos perseguir estas finalidades, permanecien­do fieles a la verdadera enseñanza de Cristo de amar a todos, hombres o mujeres. No podemos permitir que nuestra preocupación por las sectas disminuya nuestro celo por un verdadero Ecumenismo con todos los cristia­nos".

Antonio González Dorado en la revista "Teológica Proyección", 38 (1991) ofrece una serie de útiles suge­rencias para encauzar nuestro acercamiento a ciertas sectas, de tipo orientalista y de tipo esotérico y gnóstico como las que hemos presentado:

1. Algunas sectas de origen oriental, o de carácter gnóstico propician el uso de la oración contemplativa y de la meditación trascendental. En ellas la fe se hace experiencia en una oración liberadora. Ante este pano­rama, se impone revisar nuestros catecumenados, nues­tras comunidades y hasta nuestra predicación en torno a la verdadera oración.

2. Hay que crear, o mejorar, nuestra pastoral de servicio, agilizarla, descargarla de estructuras anticuadas, sin funcionalidad de servicio. Muchas de las sectas tienen estructuras ágiles, están abiertas a la participación, al diálogo y al servicio de cada persona. Los participantes son activos y comprometidos.

3. Hay que pasar del cumplimiento cultural, pasivo y por cumplir una obligación "bajo pecado", a una liturgia festiva y participada. Muchas de las sectas tienen estas celebraciones con carácter de fiesta, y la gente va a gusto a participar en la oración y en la escucha de la palabra.

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También dentro de la Iglesia hay grupos (carismáticos, comunidades de base...) que saben celebrar gratamente estos encuentros sagrados.

4. Hay que saber conjugar con equilibrio el Misterio y el compromiso temporal. Muchos cristianos quieren empalmar su fe con su compromiso social, pero cuando se subraya abusivamente el compromiso temporal y se deja a un lado la dimensión mistérica, sagrada, hay mucha gente que deserta las iglesias y se siente tentada a acudir a las sectas que saben presentar el aspecto sagrado de fe y acción.

5. Hay que saber pasar del proteccionismo pasto­ral a la audacia misionera.

Muchas de las sectas o movimientos religiosos actua­les han asimilado dos características de la cultura actual: la conciencia de adultez y de igualdad fundamental y la necesidad de afirmar la propia identidad y de comunicar la propia verdad, que han asimilado, a la sociedad. Esta sensibilidad entra en conflicto con la vieja pastoral pater­nalista de la Iglesia y con una cierta timidez en el desplie­gue de su acción misionera en los nuevos ambientes.

Y me parece muy importante esta orientación que da el autor: "El hombre moderno aspira a encontrarse, también en el ámbito religioso, con comunidades donde las personas son reconocidas como adultas y responsa­bles. Acepta la diversidad de funciones, pero dentro de un sistema de relaciones fraternales y de ayuda mutua en todas las direcciones. En el fondo redescubre el ideal de comunidad propuesto por Jesús (Mt 23, 8-12). Además es especialmente sensible a la libertad de expresión. Sumada a la experiencia religiosa, dicha libertad se hace misionera: el creyente no experimenta ningún rubor en

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ofrecer respetuosamente a los demás lo que él ha recibi­do. Este es un rasgo muy marcado de las sectas actuales, aunque a veces aparezca afeado por el proselitismo y la agresividad".

El problema está en nosotros y en nuestras iglesias

Quiero acabar este libro, que deseo sea de orienta­ción y de aclaración de ideas, con una página abreviada del teólogo Antonio González Dorado en la revista teo­lógica Proyección, y que es resumen y conclusión de los parágrafos que hemos resumido malamente.

Aunque haya desviaciones en las sectas y algunas de ellas resulten destructivas, el problema básico no reside en ellas, sino en nosotros y en nuestras iglesias histó­ricas, a veces poco sensibles a los signos de los tiempos y poco flexibles para adaptarse a unas exigencias con­cordes con el Evangelio. El fenómeno social de las sectas nos confirma que el laicismo agresivo y militante perte­nece al pasado (es una referencia particular a Europa, y en especial a España) y nos muestra que un amplio sector de humanidad tiene sed de una religiosidad auténtica.

El estudio de los polos de atracción de las sectas y la clarificación antropológico-cultural del hombre de hoy ayuda a diseñar la nueva religiosidad. Este diseño viene a ser un signo de los tiempos que cuestiona nuestro modo de ser Iglesia-hoy. El Vaticano II nos sensibiliza para este tipo de análisis. Contrajimos el compromiso de abandonar el viejo modelo de cristiandad y de abrirnos con actitud positiva a nuestra nueva cultura. Cumplir este compromiso no es fácil, porque el modelo de cristiandad no era sólo un estatuto jurídico, sino un estilo de vida,

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una mentalidad que penetraba a toda la iglesia, determi­nando su organización interna y su sistema de relaciones con la sociedad. Cuesta despojarse de él, para empren­der una renovación que ha de tener como punto de referencia el Evangelio y la nueva cultura. Porque en el Evangelio está Jesús y en la nueva cultura pueden leerse los signos de los tiempos, que son signos de Dios.

Este es el desafío que nos plantea la Nueva Evange-lización y que el fenómeno social de las sectas nos ayuda a captar.

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GLOSARIO

En este "glosario" señalamos ciertas palabras, cuya explicación sintética ayudará a entender mejor los mate­riales de este libro.

Apocalipsis: Es la transcripción de un término grie­go que significa "revelación"; todo apocalipsis supone, pues, una revelación hecha por Dios a los hombres, de cosas ocultas y sólo por él conocidas, en especial de cosas referentes al futuro. Apocalipsis se llama, en par­ticular, el último libro de la Biblia (Nuevo Testamento) y atribuido al evangelista Juan.

Avatar: Reencarnación de alguno de los dioses del panteón hinduista.

Budismo: Es una de las formas más difícilmente integrables en la comprensión de lo religioso. ¿Es ateo, es religioso? Su mensaje es uno solo: la existencia del dolor. Es su punto de partida, y su término: la supresión del dolor. El maestro Buda se apoya en estas cuatro verdades:

a) la verdad del dolor; b) el origen del dolor: Co­nexión entre el dolor y el deseo; c) supresión del dolor-, se consigue con la supresión del deseo; d) camino que conduce a la extinción del dolor: "moralidad, concentra­ción y sabiduría". Se puede decir que el budismo es una escuela de oración: "hay que orarlo" (Panikkar). La meta del budismo es el Nirvana.

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Channelling: Es una forma del espiritismo "más elevado" de la Nueva Era. El "médium" (canal) recibe las revelaciones de espíritus superiores. Para la Nueva Era, los hombres, como partes de la única Mente divina, pueden hacer de canales para el resto del todo.

Ecumenismo: Se refiere a los esfuerzos que se hacen por la unidad de las Iglesias cristianas. Hay un "consejo Ecuménico de las Iglesias cristianas", que traba­ja por la unidad, y al que pertenecen la mayoría de las Iglesias cristianas.

Espiritismo: Doctrina fundada en la creencia de los espíritus y en la convicción de que se les puede evocar por medio de unas personas sensibles que llaman "mé­diums".

Esoterismo: Doctrina según la cual no hay que vulgarizar y difundir los conocimientos secretos que deben ser conocidos tan sólo por los iniciados.

Fundamentalismo: Muy frecuente en ciertos gru­pos, o Iglesias conservadoras protestantes, y consiste en interpretar la Biblia al pie de la letra, sin mayor interés por saber qué es lo que el autor quiere decir.

Gnosis: Conocimiento oculto y supremo de los mis­terios religiosos, que rebasa lo que el pueblo sabe y debe saber. Entre otras cosas, enseña que basta el conoci­miento para la salvación.

Iluminación: Fenómeno del que hablan mucho las religiones orientales y los métodos de liberación mental, por el que, mediante la meditación y la concentración, uno se identifica con el Yo superior y se integra en la unidad cósmica.

Karma: Literalmente significa "acción". Desde el siglo VI es doctrina común del hinduismo y budismo.

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Junto con el samsara (sucesivas reencarnaciones) es la clave para comprender las doctrinas de la India y del sudeste asiático. Según esta concepción común, el Kar­ma es la energía vital producida por todos los actos voluntarios, buenos o malos, con un mayor o menor apego al "yo", que sustentan la sed de existencia indivi­dual. De ahí la necesidad del samsara, el torbellino de nacimientos y muertes, al que el hombre se ve abocado, si no consigue la liberación. Para el hinduismo, la ley del Karma es la ley de la retribución de los actos: nuestros actos producen necesariamente sus frutos, si no en esta vida, en la futura. Para el budismo, el hombre debe esforzarse por vivir el presente, pues es "en la acción presente" donde mejora su karma, preparando así las condiciones existenciales que le permitirán un día acce­der a la sabiduría perfecta, que le abrirá las puertas del Nirvana. Y el Nirvana no es sinónimo de felicidad. Para los budistas esta palabra expresa una iluminación, un estremecimiento existencial, que les sacude, hasta el punto de que sus opciones vitales sufren una transforma­ción y sus opciones éticas les comprometen a un respeto total a la vida y una compasión sin límites para todos los seres de la creación.

Magia: Conjunto de actos por los que un agente, mago, hechicero..., socialmente cualificado para la ma­nipulación ritual de lo sagrado, se relaciona con lo sagrado para atender las peticiones de sus clientes. Es una técnica que se aprende, tiene fines utilitarios y se paga. Puede ser magia blanca, si tiene por fin el bien o la protección, y magia negra, para hacer el mal.

Mantra: En el hinduismo un mantra (etimológica­mente un instrumento para pensar) es una fórmula

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sagrada que a menudo consiste en una frase de un libro sagrado, a la que se atribuye poder para estimular el espíritu. No se trata de una fórmula mágica. Representa la esencia sutil de los seres y de las cosas. En el curso de la iniciación el gurú (maestro) revela al discípulo su sentido profundo. El gurú despierta las energías latentes de su discípulo pronunciando un mantra, conjunto de sonidos, articulados, que el discípulo deberá repetir para concentrarse y adquirir un estado espiritual profundo.

Médium: Persona que, en trance, se cree capaz de evocar los espíritus y aun de ser receptáculo de ellos, que pretenden hablan por su boca. En parasicología es un individuo sensitivo a los fenómenos para-normales, o fuera de lo normal.

Metafísica: La ciencia filosófica que va en busca de las últimas razones de las cosas, de la religión, de la ciencia..., etc. En las sectas de tipo mentalista tiene mucho parecido con la Gnosis.

Müenarismo (Milenio): Derivado de mil años (mille anni) se refiere a la doctrina del reinado de Cristo por mil años con los suyos. Se basa en Apocalipsis 20, 1-10. Y se distinguen dos clases de milenarismo: el mitigado y el radical.

Pan: En la mitología griega, dios pastoril. Su culto se extendió mucho en el mundo griego. Así, de simple dios protector de los rebaños, se convirtió en el dios de la naturaleza, el Gran Pan, o el gran Todo de la doctrina neo-platónica.

Panteísmo: Frecuente en muchas sectas y movi­mientos religiosos es la doctrina según la cual Dios es idéntico al mundo y a la realidad en devenir.

Todo lo que existe no es sino un desarrollo, una prolongación de Dios. Está en abierta oposición a toda

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religión que sostenga la existencia de un Dios personal e independiente de la naturaleza. Muchas veces este pan­teísmo se convierte en simple monismo en el que Dios y el cosmos son la misma cosa, y así se llega a un radical materialismo.

Reencarnación: Doctrina común en muchos de los movimientos religiosos, desde la antigüedad (hinduismo, budismo...), según la cual nuestra existencia en esta vida no sería la única, pues hemos vivido otras vidas antes, y viviremos otras después... Hay un reencarnacionismo progresivo en muchos movimientos religiosos, y está sintetizado en el túmulo de Alian Kardec: "Nacer, morir, renacer de nuevo y progresar siempre: esta es la ley".

Sincretismo: Palabra griega, "alianza a la manera de los cretenses", es una tendencia o una doctrina, que consiste en amalgamar, reunir o fundir, en una sola teoría, varias doctrinas diferentes o aun contrarias. El sincretismo atenúa las diferencias, exagera las diferen­cias, omite las oposiciones, reúne elementos diversos en un todo confuso que pretende ser original, comprensi­ble y coherente. En realidad, el sincretismo traiciona todas ¡as fuentes.

Taoísmo: Producto de la China milenaria, es una actitud ante la vida, y puede ser al mismo tiempo, una religión, una concepción del mundo, una ética y una inspiración que se insinúa sin esfuerzo en toda actividad humana. Deriva del ideograma tao que significa la vía, el camino. La vía es lo real auténtico, existente por sí mismo, animado por un movimiento autónomo. Es un camino que anda. Y es, al mismo tiempo, la referencia de todo lo que existe. El tao nos invita a vivir siempre sencillamente el misterio que nos cierne y nos concierne;

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a que nos mantengamos siempre en un silencio roto tan sólo por nuestras exclamaciones de admiración, a que profesemos resueltamente nuestra dependencia y haga­mos el inmenso esfuerzo de vivir sin esfuerzo.

Trance: Estado de inconsciencia, más o menos pro­funda, en el que se manifiesta o se puede manifestar una actividad paranormal. Es un estado sico-fisiológico ca­racterizado por la ausencia de movimientos voluntarios y, muchas veces, por el automatismo de la actividad del pensamiento.

Yoga: De la raíz sánscrita yuj (uncir, unir) designa en el hinduismo una disciplina unitiva, que aspira a hacer concurrir las energías del hombre hacia un fin determina­do: su descondicionamiento físico, mental y espiritual; su liberación y su unión con el Absoluto. En nuestro mundo occidental Yoga designa casi siempre una disci­plina particular del cuerpo y del espíritu, que utiliza ejercicios físicos (fundamentalmente posturas y control de la respiración), y espirituales (fundamentalmente la concentración del pensamiento). Los occidentales se contentan generalmente con aprender las posturas, a menudo también el control respiratorio, y, a veces, los primeros pasos en la concentración. Pero casi siempre dejan de lado las primeras como las últimas etapas. De las ocho etapas, el Samadhi (que en sánscrito significa una total fijación del espíritu sobre el objeto), es el resultado final de todas las etapas, y es el resultado para los ascetas de todos los esfuerzos y ejercicios espirituales. Este estado, que no puede ser interrumpido por meras excitaciones externas, es análogo al que en Occidente recibe el nombre de éxtasis, palabra que subraya la salida de sí mismo, mientras que el Samadhi subraya el recogimiento en sí mismo.

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Zen: El término Zen procede del sánscrito dhyana (inmersión, meditación), y designa la práctica meditativa del budismo, que consiste preferentemente en la posi­ción del lotus (sentado e inmerso). Hay otras posibilida­des para dar el paso al satori (despertar), como son: la ceremonia del té, la caligrafía, el cuidado de las flores e incluso "las artes marciales". De ahí que el zen se convirtiera en la ideología de los samurais. Porque en el fondo, la filosofía zen, lo que pretende es olvidarse del propio ser individual y distinto de los demás. Lo que aparece a los sentidos es un mundo dual de cosas diferenciables. En cambio, con el zen, se halla la realidad última del ser, que es indistinta. Para el zen, el ser de las cosas no es alcanzable con el pensamiento discursivo, sino únicamente con la meditación.

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APÉNDICE: FORUM CONCLUSIVO

Hemos barajado muchas ideas y diferentes concep­tos en este libro, y creemos conveniente unificarlas en torno a un pequeño estudio comparativo entre el cristia­nismo y las dos grandes religiones del Asia, hinduismo y budismo, que en distintas formas están penetrando en nuestro mundo.

Para hacer este estudio comparativo, sería muy didáctico hacerlo en grupo: nos hemos fijado en un pequeño, pero sustancioso libro, publicado reciente­mente en Ediciones Paulinas de Venezuela, "Las gran­des religiones del mundo" (Caracas, 1992) en el que excelentes estudiosos y buenos pedagogos han estudia­do brevemente las grandes religiones. Fijémonos parti­cularmente en las tres religiones más difundidas en el mundo: Cristianismo, hinduismo, y budismo. Como material de apoyo insertamos: a) un sencillo estudio "El hinduismo: Visión de conjunto", y b) un reportaje de un gran periódico de Madrid, España, sobre "La tentación del budismo, una religión sin dios" ("El País", domingo, 23 de enero de 1994).

Establezcamos, pues, el forum, contando con el libro "Las grandes religiones del mundo", sobre unos cuantos temas fundamentales;

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1. Dios en el cristianismo, en el budismo, en el hinduismo: Concepto, caracteres, influencia en la vida;

2. Karma-reencarnación, resurrección. (¿Se salva uno mismo, o la salvación viene de fuera?).

3. Cristo Jesús, Krishna, Buda: Relaciones mutuas. ¿Sólo son tres maestros insignes, o Cristo es algo más?

4. ¿Qué es la meditación (oración) en el cristianis­mo y en dichas religiones?

Otros temas se nos ofrecen en agradable menú, pero reduzcámonos a éstos, y saquemos conclusiones, bajo el punto de vista cristiano.

En el estudio comparativo, verán cómo las ideas fundamentales del hinduismo y del budismo se reflejan en casi todos los movimientos religiosos y sectas que hemos examinado en nuestro libro.

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BIBLIOGRAFÍA

Obras generales:

1. DICCIONARIOS DEL SABER MODERNO. Las religiones (bajo la dirección de Jean Chevalier), Editorial El Mensajero, Bilbao, España, 1976.

2. P. POUPARD. L' Eglise devant les défis de ¡' Atheisme contemporain, Edit. Desclée International, 1982.

3. Las grandes religiones del mundo (Secretariado para los no cristianos), Ediciones Paulinas, Caracas, 1992.

4. ROBERT AMADOU. Misterio, magia y ocultismo, Biblioteca Salvat de Grandes Temas.

5. MIRCEA ELIADE. De los primitivos al Zen, Ediciones La Aurora, Buenos Aires, 1978.

6. MIRCEA ELIADE. Mitos, sueños y misterios, Compañía General Fabril Editora, Buenos Aires, 1961.

7. Las sectas en América Latina, Editorial Claretiana-Celam, Buenos Aires, 1985.

Gnosis y gnósticos:

8. ANTONIO ORBE. Cristología gnóstica, Introducción a la soteriología de los siglos II y III, Bac, Madrid, 1976.

9. H. CORNELIS Y A. LEONARD. "La Gnosis eterna", Enciclo­pedia del católico del siglo XX, N s 146, Editorial Casal i Valí, Andorra, 1961.

10. SAMAEL AUN WEOR. Introducción a la Gnosis (Folleto), Ciénaga, Magdalena, Colombia.

201

Espiritismo

11. ALLAN KARDEC. El libro de los espíritus, el libro de los médiums, El evangelio según el espiritismo....

Teosofía

12. H. P. BLAVATSKY. La clave de ¡a teosofía, Editorial Kier, Buenos Aires, 1976.

13. ALICE A. BAILEY. Iniciación humana y solar, Centro de Estudios "Sophia", Barcelona, España, 1932.

14. ALICE A. BAILEY. Cristo y el Anticristo, Centro de Estudios "Sophia", Barcelona, España, 1932.

Nueva Era (New Age)

15. M. FERGUSSON. La conspiración del Acuario, Edit. Kairós, Barcelona, 1985.

16. WILBER, K. El paradigma holográfico, Kairós, Barcelona, 1985.

17. KEHEL, M. "Nueva Era frente al cristianismo", Herder, Barcelona, 1990.

18. SUDBRACK JOSEF. La nueva religiosidad: un desafío para los cristianos, Ediciones Paulinas, Madrid, 1990.

19. ANGLARES MICHEL. "Nueva Era y Fe cristiana", Edic. San Pablo, Madrid, 1994.

20. CÉSAR VIDAL M. Diccionario de sectas y ocultismo, Edit. Verbo Divino, Estella, España, 1991.

Movimientos sincretistas y gnósticos de Venezuela

2 1 . L. FERRIÉRE DE RAYNAUD. Mi vida con Serge Raynaud de La Ferriére, Acuarios, Los falsos maestros, Editado en 1991, sin pie de imprenta.

22. CONNY MÉNDEZ. Metafísica 4 libros en 1, Editado por Bienes Lacónica, Caracas, 1993.

202

23 . LYDIA CABRERA. El Monte (Notas sobre la religión de los negros), Ediciones El Universal, Miami, Florida, 1975.

24. JULIO GARCÍA CORTEZ. El Santo (La Ocha): Secretos de la

religión Lucumí, Miami, Florida, USA, 1971. 25. La santería (sin nombre de autor), la religión Lucumí y

Yoruba en América Latina, Editorial Panapo, Cara­cas, 1990.

26. JUAN M. GANUZA. Las sectas nos invaden, Ediciones Paulinas, Caracas, 7- edición.

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ÍNDICE

I. PRESENTACIÓN Y PANORAMA REUGIOSO HOY 5

II. AGNÓSTICOS Y GNÓSTICOS: EL GRAN DESAHO

DE HOY 7

A. El reto de la incredulidad y del agnosticismo 7

B. El paraguas gnóstico: ayer y hoy 13

III. UNA PALABRA SOBRE EL SINCRETISMO REUGIOSO 21

A. La teosofía: la obra de dos mujeres 22

B. La teosofía y su doctrina 27

IV. MAESTROS DEL ENGAÑO Y ACTITUD DE LA IGLESIA CATOUCA 31

V. LA IGLESIA CRISTIANA GNOSTICA UNIVERSAL:

UNA MALA COPIA 33

VI. ESPIRITISMO Y ESPIRITISMOS 37

VIL FANTASMAS Y REGRESO DE LOS MUERTOS 41

VIII. ESPIRITISMO Y FE CRISTIANA 45 A. Espiritismos en Venezuela 47 B. Una noche alucinante y un viernes santo "no tan

santo" 51

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IX. LA NUEVA ERA (NEW AGE) 55

A. La gran alternativa: Cristo o Acuario 57

B. Para una visión de conjunto de la Nueva Era (New Age) 87

C. Actitud cristiana ante la Nueva Era: soluciones pastorales 91

D. Astrología, horóscopos: su verdad científica 93

E. La Astrología en la Nueva Era (New Age):

la conspiración del Acuario 96

F. Puntualizando sobre la Astrología 98

G. El informe de un gran científico sobre la Astrología y su verdad 99

X. ¿RESURRECCIÓN O REENCARNACIÓN? 145

XI. LA TENTACIÓN DE LAS RELIGIONES DEL ORIENTE 155

XII. NUESTROS GNÓSTICOS Y SINCRETISTAS (Rosacruces, Acuarios, Metafísicos y Santeros) 165

A. Los Rosacruces 165

B. ¿Qué son los Acuarios? 169

C. ¿Dónde colocar la Metafísica cristiana de Conny Méndez? 171

D. ¿Quiénes son los Santeros? 174

XIII. CONCLUSIONES PASTORALES: OPERACIÓN DISCERNIMIENTO 181 LA ASTROLOGÍA 183

GLOSARIO (Con palabras-Clave) 191

APÉNDICE: FORUM CONCLUSIVO 199

BIBLIOGRAFÍA 201

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