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    ANALlSIS DE POLlTICAS PUBLICAS

    y EFICACIA DE LA ADMINISTRACION

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    loan Subirats

    ANALISISDE POLITICAS PUBLICAS

    y EFICACIA

    DE LA ADMINISTRACION

    MINISTERIO PARA LAS ADMINISTRACIONES PUBLICAS

    MADRID

    1992

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    Coleccin: ESTUDIOS

    fl f"\ '"'- '--'1" ; Ir........... .. .; ~ . , .

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    Primera edicin: Julio 1989

    Primera reimpresin: Marzo 1992

    Edita:

    MINISTERIO PARA LAS ADMINISTRACIONES PUBLICAS

    Secretara General Tcnica

    Instituto Nacional de Administracin Pblica

    NIPO: 329-92-003-7

    ISBN: 84-7088-611-8

    Depsito Legal: M 9109/1992

    Grficas Ancora, S. A.

    Sebastin Gmez, S - 6? e - 28026 Madrid

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    SUMARIO

    Pginas

    A MODO DE INTRODUCCiN ................................... 9

    ESTRUCTURA DEL TRABAJO ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

    CONCLUSIONES? . . . . . . . . . . . .. .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

    1. RAZONES PARA UN CAMBIO DE PERSPECTIVA EN EL ESTUDIO DE LA

    ADMINISTRACiN PUBLICA. EL ANLISIS DE LAS POLiTICAS PBLI-

    CAS:

    1. Transformaciones del Estado. El dficit descriptivo 19

    2. Cambios en el funciorrarniento de la AdministracinPblica........................................... 223. Constitucin y polticas. . . . . . . . . . . . .. .. . . . .. . . . . . . 274. Las vas de adaptacin al cambio . . . . . . . . . . 325. Un nuevo punto de partida. . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . 39

    11. DEFINICiN DEL PROBLEMA. RELEVANCIA PBLICA Y FORMACiN DE

    LA AGENDA DE ACTUACiN DE LOS PODERES PBLICOS:

    1. Supuesta objetividad de los problemas y dificultadesen su definicin 47

    2. Vinculacin del problema con la solucin del mismo.. 503. Relevancia pblica de los problemas. . . . . . . . . . . . . . 524. Formacin de la agenda de actuacin de los poderes

    pblicos ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 545. Anlisis del problema previo a la toma de decisiones. 60

    111. ALTERNATIVAS DE ACTUACiN Y ANLISIS DE PROSPECTlVA. TOMADE DECISIONES Y FIJACiN DE OBJETIVOS:

    1. Estudio de alternativas. Anlisis de prospectiva 67

    2. Formas de realizar el anlisis de prospectiva 71

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    Pginas3. Decisin pblica y poder poltico. Enfoques sobre la

    toma de decisiones y su relacin con las polticas aaplicar............................................ 75

    4. Estudio de las decisiones . . . . . . . . . . . . . . 865. Diferentes aproximaciones a la fijacin de objetivos.. 906. Otros elementos presentes en la toma de decisiones .. 97

    IV. LA PUESTA EN PRACTICA DE LAS POlTICAS PBLICAS:

    1. Antecedentes tericos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1012. Modelos analticos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1083. Otros problemas de la fase implementadora. El

    concepto de policv network y las relaciones inter-gubernamentales. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 118

    V. EL PAPEL DE LA BUROCRACIA EN EL PROCESO DE DETERMINACiN EIMPLEMENTACiN DE LAS POlTICAS PBLICAS:

    1. Las burocracias maquinales y el concepto de discre-cionalidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125

    2. El control de la burocracia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1283. Los recursos de la burocracia y las polticas pblicas. 1304. Burocracia e implementacin 1325. La influencia de la burocracia. . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . 135

    VI. EVALUACIN DE POlTICAS PBLICAS:1. Perspectivas de anlisis. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1392. Objetivos de la evaluacin. Tipos y mtodos de

    evaluacin. . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1443. Intereses presentes en el proceso evaluador... .. .. 14 94. Utilidad de la evaluacin . . . . . . . . . . . 1545. Protagonistas de la evaluacin. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 159

    VII. SUCESiN y TERMINACiN DE POlTICAS:

    1. Supuestos generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1632. Problemas que se plantean . . . . . . . . . . . . . 1673. Vas y factores de resolucin 168

    REFERENCIAS BIBLIOGRFICAS:

    Parte I 175Parte" . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178Parte 111 . . . . . . . 178Parte IV 180Parte V 182

    Parte VI 183Parte VII 184

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    A MODO DE INTRODUCCION

    Se ha n escrito pginas y m s pginas sobre los efectos que la

    llamada crisis de los setenta y sus flecos han tenido en todo

    el mundo y, en especial, en los pases occidentales avanzados.

    No quisiramos aadir ms lea al fuego, Quisiramos slo

    constatar como, con tantas otras cosas qu e se han llevado los

    nuevos vientos, nos hemos quedado sin buena parte de las

    legitimidades y recetas qu e las democracias occidentales lucan

    orgullosas en aquellos ya lejanos aos 60. En los agnicos 80 se

    postula adaptabilidad al cambio, imaginacin y capacidad de

    innovacin de los poderes pblicos ante una sociedad que ha

    aprendido, con fuertes prdidas y dificultades evidentes, amoverse en los nuevos parmetros.

    La democracia es un tipo de rgimen poltico que, dejando al

    margen explicaciones institucionalistas, permite el perfecciona-

    miento constante del sistema gracias a los recursos plurales de

    que dispone y gracias tambin a los mecanismos correctores que

    incorpora. A medida que la democracia se ha ido consolidando,

    se ha hecho ms complejo su funcionamiento, apareciendo ms

    actores, grupos y colectivos que reclaman su parte en los

    mecanismos de decisin y en los resultados de la accin de los

    poderes pblicos. y ha variado as el norte de esa imprescindible

    y constante necesidad de perfeccionamiento.

    Se ha r oto la unidad formal del sistema, basada en'

    un a

    legitimidad que haca aparecer como correspondiente a la

    salvaguardia del inters pblico general las acciones puntuales de

    un o u otro servicio de la Administracin. Las racionalidades de

    cada uno de los sujetos qu e participan en la accin pblica,

    incluidos los mismo polticos o funcionarios, son distintas, como

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    distintos son los recursos de que disponen y distintos los

    resultados de su iniciativa.

    La legitimidad de la accin de los poderes pblicos se basa

    hoy ms en su capacidad de dar respuesta a las demandas de lossectores implicados en sus mbitos de actuacin que en su

    terica legitimidad ideolgica o constitucional.

    Si ello es as, quiere decir que el centro de atencin se ha ido

    desplazando de la legitimidad formal de la actuacin de los

    poderes pblicos, que es importante pero que bsicamente slo

    garantiza su posterior control judicial, a la capacidad de saciar

    las demandas que de manera creciente se le dirigen desde todos

    los sectores y esferas de la sociedad. El acento deber situarse,pues, en la mejora de esa capacidad, que, en ltima instancia,

    garantizar, dar legitimidad a la accin de gobierno.

    A ese panorama le debemos yuxtaponer la difuminacin cre-

    ciente entre aquello que es privado de lo qu e es pblico, provoca-

    da por factores tan diversos como la prdida de valor del concepto

    de servicio pblico, o por la imposibilidad de continuar asumiendo

    el crecimiento del sector pblico en momentos de restricciones

    financieras. Tendremos as otra de las razones que obligan a lospoderes pblicos a interesarse por todas aquellas tcnicas que le

    permitan mantener un control sobre los resultados de las

    acciones concertadas con el sector privado, cuando ya no basta

    el asegurar la legalidad formal de su proceso de contratacin.

    Si lo hasta aqu esquemticamente expuesto resulta plausible,

    deberemos preguntarnos con qu instrumentos, con qu tcnicas

    podemos abordar el estudio de la accin de los poderes pblicos

    para averiguar por qu se ha escogido tal problema comoprioritario, cules son los objetivos que se persiguen, cul es el

    camino de puesta en prctica y su efectividad, y finalmente,

    cules son los resultados de esa accin administrativa, para

    acabar preguntndonos si vala la pena el esfuerzo desarrollado.

    y todo ello con un afn que supere la preocupacin por la

    legalidad contable o procedimental. La variable independiente

    qu e nos deber interesar conocer y analizar ser la poltica

    pblica diseada, puesta en prctica y juzgada en sus resultados

    por propios y extraos, mientras qu e tendrn consideracin de

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    variables dependientes el resto de variables sociales o institucio

    nales.

    El anlisis de las polticas pblicas ha surgido co n fuerza para

    responder a esas preocupaciones, y despus de su primer desarrollo en Estados Unidos ha ido ampliando su campo de

    influencia y su operatividad en el continente europeo. En nuestro

    pas, el tema no resulta nuevo entre aquellos que se dedican

    precisamente a la elaboracin e implementacin de los programas

    de actuacin de los poderes pblicos. Pero s debe reconocerse

    que ha faltado hasta ahora un enfoque de este t ipo entre los

    sectores dedicados a la reflexin e investigacin sobre la

    Administracin Pblica y sus productos. Ha existido y existe una

    mayor preocupacin por consideraciones estrictamente jurdicas

    (de gran desarrollo en los momentos fundacionales de nuestro

    nuevo estado democrtico) o poltico-institucionales (tambin

    explicables por la novedad de nuestras instituciones polticas y

    de nuestro sistema representativo). Mientras, otros aspectos se

    desdeaban o ignoraban, hasta hace poco tiempo, considerndo

    los, a veces, peligrosamente tecnocrticos.

    Las pginas que siguen surgen, pues, co n la preocupacin de

    favorecer un cierto cambio de cultura administrativa en nuestropas, sintonizando co n lo qu e parecen preocupaciones sociales

    sobre los productos de la administracin, sobre la necesidad de

    ofrecer un mejor servicio al cliente de esa administracin y

    co n el estricto objetivo de ofrecer una descripcin de lo qu e en

    otros pases es ya prctica habitual en el seno de la Administracin

    Pblica y objeto de debate cientfico.

    El trabajo tiene, pues, pretensiones de novedad, al menos en

    la perspectiva de enfocar los problemas de la AdministracinPblica y sus actividades. Y, como tal novedad, presenta los

    lgicos desequilibrios de tratamiento y de poco enraizamiento o

    territorialidad en relacin. co n nuestra realidad. A pesar de ello,

    los temas que destapa y las pistas que proporciona pueden

    contrapesar los defectos mencionados y la falta de un a reflexin

    m s espaola que esperemos en poco tiempo pueda darse.

    En ~ s t e sentido, las aportaciones de autores espaoles delos que se hace mencin en la bibliografa de nuestro trabajo

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    demuestran que la preocupacin por el tema existe desde hace

    tiempo. Esperemos que contribuyamos entre todos a qu e se

    extienda el campo de reflexin y anlisis sobre la realidad

    administrativa de nuestro pas, contribuyendo a la mejora de su

    funcionamiento y prestaciones.

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    ESTRUCTURA DEL TRABAJO

    - \En primer lugar se abordan, en forma discursiva, las razones i

    que impulsan a cambiar el enfoque de los estudios sobre la

    Administracin Pblica, desde una perspectiva ms centrada en

    la legitimidad y legalidad de su actuacin a un a perspectiva ms

    centrada en los resultados de esa actuacin y de las tcnicas o

    anlisis que permitan mejorarla. Se hace, en ese apartado, un,

    amplio repaso de la literatura ms importante aparecida en los

    ltimos aos sobre el tema, y se postula la necesidad de abrirse

    a la nueva perspectiva de anlisis que bajo el rtulo de public

    policy viene desarrollndose desde hace tiempo y de formafructfera en otros pases.

    El nuevo enfoque que se propone podra hacer ms real" el

    trabajo descriptivo de nuestra realidad poltico-administrativa,

    facilitando el seguimiento de los procesos de elaboracin y

    desarrollo de los programas de actuacin pblica, y el entramado

    de actores que intentan influir en los mismos. Pero tambin en el

    terreno prescriptivo las aportaciones pueden ser tiles utilizando

    el aparato instrumental que se describe. No resulta difcil

    constatar en medios pblicos y privados una autntica obsesin

    por hacer ms eficaz y eficiente la gestin de las administraciones

    pblicas. Pero el nico campo en el que, hasta ahora, aparecen

    recursos humanos y tcnicos para asesorar y contribuir a ese

    esfuerzo de mejora es el de las escuelas de negocios y las

    compaas dedicadas al consulting del sector privado.

    Ahora bien, como resulta notorio, la realidad de la Adminis

    tracin Pblica, su tradicin, su organizacin burocrtico-legal,

    sus dependencias polticas o la falta de indicadores fiables de

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    gestin comparables a los de la cuenta de resultados en el sector

    privado hacen muy difcil la aplicacin generalizada de tcnicas

    procedentes del rnanaqernent privado al mundo de la Adminis-

    tracin Pblica. En este sentido, la perspectiva de trabajo que

    abre la escuela del anlisis de las polticas pblicas puede

    resultar prometedor al combinar una mentalidad de mejora de la

    gestin, con una pl ena conciencia de las particularidades

    propias del sector pblico.

    Con la parte 11 se abre el qu e podramos considerar proceso de

    anlisis de las polticas (ver Cuadro Introductorio). El primer paso

    sera la definicin del problema qu e puede desencadenar la

    puesta en marcha de una poltica pblica. Se intenta dejar de

    lado una consideracin meramente objetivista del proceso dedeteccin de los problemas y se postula una visin de los

    mismos ms ligada a las soluciones que generan. Se hace

    alusin al complicado proceso que puede transformar una

    determinada situacin problemtica en un tema de relevancia

    pblica y se enumeran los factores qu e influyen en la posible

    inclusin del mismo en la agenda o programa general de

    actuacin de los poderes pblicos.

    Finalmente, po r lo que hace a este apartado, se proponen

    diferentes cuestiones qu e pueden ser relevantes en el momento

    de plantearse la consideracin por parte de los poderes pblicos

    de un cierto tema y de la solucin a tomar, en una perspectiva de

    soporte a los decisores pblicos.

    La tercera parte del trabajo se dedica al estudio de la s

    alternativas de accin posibles, la fijacin de objetivos y la toma

    de decisiones. En primer lugar se revisan las tcnicas de anlisis

    de prospectiva que se pueden utilizar al e f e c ~ o de prever las

    posibles consecuencias de cada alternativa.Posteriormente se dedica un a especial atencin a la proble-

    mtica de la toma de decisiones, analizando las diferentes

    perspectivas posibles y la relacin entre decisiones y polticas a,seguir. Se propone, asimismo, una cierta aproximacin al

    estudio de las decisiones, con efectos no meramente descriptivos

    sino tambin prescriptivos. Finalmente se sealan determinadas

    tcnicas que pueden permitir una mejor determinacin de

    objetivos, apuntando el instrumental tcnico que se viene

    utilizando al respecto.

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    CUADRO,INTRODUCTORIO

    Decisin

    I

    Esquema de anlisis de polticas pblicas.

    Fuente: DUNN, W., 1981, Publie policv analysis.

    Englewood Cliffs (N.J.). Prentice Hall.

    En el apartado cuarto, la atencin se concentra en el estudio

    de la puesta en prctica (o implementacin) de las polticaspblicas y los problemas qu e presenta.

    Despus de presentar los estudios tericos qu e iniciaron ese

    campo de estudio, se plantean los modelos tericos con qu e se

    puede abordar el complejo mundo de la implementacin, se

    procede a sealar las ltimas aportaciones o preocupaciones en

    este campo, con referencias a conceptos como policy netwok o

    el tema de las relaciones intergubernamentales. Siguen despus

    unas breves notas sobre el papel de la burocracia en la

    determinacin e implementacin de las polticas pblicas.

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    El apartado sexto se dedica a un tema qu e est despertando

    una creciente atencin en todo el mundo y cuyos ecos se

    empiezan a dejar sentir entre nosostros. Cules han sido los

    resultados de la actuacin administrativa?, qu relacin tienen

    esos resultados con los objetivos qu e se haban planteado al

    disear esa poltica?, con qu estndares se pueden valorar

    esos resultados? Este tipo de preguntas son a las qu e intenta

    responder la perspectiva evaluadora de la accin de los poderes

    pblicos que se describe someramente en este apartado.

    Se enumeran los diferentes tipos de evaluacin en relacin a

    la preocupacin qu e la origina y se estudian los intereses pre-

    sentes en el proceso evaluador y su influencia en el mismo.

    Es importante destacar tambin cul puede ser la utilidad delos anlisis de evaluacin, dada la tendencia a ignorar o a utilizar

    en sentido partidista el tipo de informacin que generan sus

    conclusiones. Finalmente se dedica un cierto espacio a analizar

    quines pueden ser los mejores protagonistas de la evaluacin,

    distinguiendo entre evaluaciones conducidas desde dentro de

    la organizacin de aquellas confiadas a expertos externos.

    La ltima parte del estudio se concentra en un campo al que

    no se ha n dedicado muchos estudios, pero qu e parece de

    indudable inters. Si cada vez se valora ms la capacidad deinnovacin de los poderes pblicos para enfrentarse a las nuevas

    realidades, ello obliga, si no quiere caerse en el ms puro

    incrementalismo administrativo, a plantearse la necesidad de

    terminar o reestructurar las polticas y programas de actuacin

    qu e se vienen desarrollando.

    La sucesin o terminacin de polticas resulta, desde este

    punto de vista, un tema clave, en momentos de restricciones y

    recortes financieros, y un tema de especial impacto en la

    estructura administrativa, dada la tendencia al continuismo y la

    resistencia al cambio de toda organizacin burocrtica.

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    CONCLUSIONES?

    No existe, en el trabajo qu e aqu presentamos, un apartado

    dedicado a las conclusiones. Difcilmente podra existir ta lapartado eh un estudio que pretende ser meramente introductorio

    de un campo en que las publicaciones se cuentan por centenares

    y donde cada un o de sus mismos apartados abre, en otros pases

    con mayor tradicin en el tema, un campo de especializacin

    propio.

    No podemos, a pesar de ello, dejar de sealar algunos ele-

    mentos que pueden ser relevantes:

    El anlisis de polticas pblicas parece constituir un buencamino para plantearse la mejora en el funcionamiento y

    en las prestaciones de la Administracin Pblica. A pesar

    de ello no puede pensarse que esta nueva perspectiva

    genere un recetario o manual de soluciones que pueda

    aplicarse con xito de manera generalizada.

    La mayor fuerza de esa perspectiva de anlisis reside en

    su necesaria contextualizacin, de tal manera que difcil

    mente podrn asumirse como soluciones de validez

    general aquellos elementos que se hallan detectado como

    positivos en un particular proceso de intervencin de los

    poderes pblicos.

    La utilizacin de ta l intrumental puede resultar mu y

    conveniente en el seguimiento de ciertas polticas pblicas

    especialmente gravosas desde el punto de vista del gasto

    pblico, y sobre las que se quiere tener ms informacin

    sobre los resultados que se consiguen para valorar su

    continuidad o reestructuracin.

    17.NALlSIS DE POLlTlCAS PUBLlCAS .. .-2

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    - A medida que exista una mayor prctica en la utilizacin

    de tales tcnicas en nuestro pas, podr pensarse en sus

    capacidades prescriptivas, de gran utilidad en anlisis de

    impacto que. quieran no slo detectar los posibles efectos

    de talo cual decisin en el entorno, o sus posibles costes,

    sino tambin los efectos polticos que puden producir y

    los apoyos u obstculos que puede encontrar su imple-

    mentacin.

    Falta an demostrar cmo las tcnicas que tanta utilidad

    parecen haber demostrado en pases como Estados

    Unidos o los del rea escandinava puedan tener en

    contextos ms latinos, con tradiciones de mayor secre-

    tismo en el proceso decisional, y con una presencia mscamuflada de los intereses sociales. No obstante, la gran

    fuerza que estn asumiendo este tipo de anlisis en

    pases como Italia o Francia permite suponer que, si se

    procede por caminos no mimticos, su fuerza puede ser

    comparable a la adquirida en otros contextos.

    No podemos tampoco imaginar que la introduccin de

    estas tcnicas pueda suponer la suplantacin de la

    capacidad decisional de quines estn constitucionalmente

    legitimados para tomar decisiones. No se trata de ver a

    polticos y analistas como elementos excluyentes. sino

    como complementarios, entendiendo que de hecho el

    analista slo puede intentar demostrar, segn sus capaci-

    dades, cules pueden ser o cules han sido los efectos de

    talo cual poltica.

    Pero para hacer realidad muchos de los elementos hasta

    aqu expuestos se debera potenciar e impulsar la realiza

    cin de estudios concretos sobre ciertas polticas oprogramas de actuacin de los poderes pblicos en

    Espaa, para as acercar ese "mundo ideal" que muchas

    veces los estudiosos tendemos a imaginar con ese

    "mundo real" que, precisamente, con tcnicas como las

    aqu someramente presentadas se pretende analizar.

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    1. RAZONES PARA UN CAMBIO DE PERSPECTIVA EN EL

    ESTUDIO DE LA ADMINISTRACION PUBLICA. EL ANALlSIS DE

    LAS POLlTICAS PUBLICAS

    1. Transformaciones de l Estado. El dficit descriptivo

    A pesar de las continuas referencias a las transformaciones

    del Estado contemporneo, y a l a superacin de la dicotoma

    Estado-Sociedad, a n mantenemos en pie buena parte del

    paradigma estructural-funcional surgido del Estado liberal y

    modificado por su posterior democratizacin. Se parta de la

    hiptesis de que la sociedad era un conjunto de individuos

    aislados, que se consideraban iguales ante la ley y cuyas

    relaciones se basaban en reglas internas propias, no violables

    po r la actividad de los poderes pblicos. El orden econmico se

    estableca automticamente por el mecanismo de la libre

    concurrencia y siempre al margen de la actividad estatal,

    entendida como meramente subsidiaria y garantizadora de unos

    derechos naturales que la Constitucin se haba limitado a

    reconocer. Esa radical separacin entre Estado y Sociedad ha

    sido superada desde hace muchos aos por la misma crisis delautomatismo regulador de la economa del sistema liberal, por la

    democratizacin de las instituciones representativas y la exigencia

    de que la igualdad genrica ante la le y tuviera una plena

    efectividad social y econmica.

    El nuevo Estado, el Estado Social, se orienta, desde un punto

    de vista axiolgico, hacia una sntesis de los valores de la

    personalidad individual, tpicos del liberalismo, y de los valores

    sociales en el sentido histrico concreto que el vocablo social

    adquiere desde el segundo tercio del siglo XIX; y desde el punto

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    \

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    De un a manera u otra cabra decir que no slo ha entrado en

    crisis la democracia en su doble componente econmica (Estado

    del Bienestar) y poltico-constitucional (Estado Social), sino

    tambin la manera tradicional de describir ese Estado. La fuerte

    tendencia hacia una estructura poltica pluralista. o incluso

    parcalizada (OL50N, 1965) ha surgido tanto de las aspiraciones

    de la sociedad como del mismo desarrollo del Estado Social, lo

    qu e ha llevado a la negacin de algunos principios estructurales

    de l sistema poltico-institucional de referencia. El vaciamiento

    de los mecanismos tradicionales de responsabilidad poltica y

    ju r dica en el p ro ce so de toma de decisiones, la crisis del

    principio de legalidad, la subversin en su efectivo funcionamiento

    del principio jerrquico de la Administracin Pblica o el cadavez ms frecuente recurso a utilizar parmetros valorativos (y

    absolutamente discrecionales) en la actuacin administrativa y

    ju dic ia l son algunas de las consecuencias de esa tendencia que

    ha llevado a hablar de ingobernabilidad del Estado Social (LOWI,

    1969; HIR5H, 1976; OFFE, 1984; LUHMANN, 1983). El desarrollo

    pluralista del Estado Social ha dado lugar a un orden poltico en

    el cual las estructuras pblicas slo consiguen funcionar si

    asumen un carcter extrovertido (BALDASSARRE. 1982), o sea, si

    se mantienen estructuralmente abiertas a los intereses sociales,superando la mentalidad introvertida qu e piensa en un Estado

    que funciona a travs de reglas formales de coherencia interna.

    Por tanto, puede resultar inadecuada o estril un a actitud que

    se limite a soar con el pasado, o a calificar como degeneracin,

    o crisis todo lo qu e renueva, aunque por ahora de modo confuso,

    las viejas reglas y equilibrios. Se trata de reconstruir las lgicas

    qu e presiden las nuevas formas de decisin poltica y la s

    interrelaciones que van establecindose entre organismos pblicos

    y grupos socialestl Estado se ha ido convirtiendo en un actorsocial ms, si bien dotado de una dimensin especfica y con

    unos medios y tcnicas de accin muy especiales, que le

    relacionan con el resto de protagonistas sociales en la arena de

    toma de decisionesJ Ello conlleva un cambio profundo en la

    ptica a travs de la cual se han de observar los problemas de l

    Estado, los mismos fundamentos de lo poltico, las concepciones

    del poder y sus mismos principios justificativos o legitimadores

    (vase figura 1).

    21

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    FIGURA 1

    Actores relevantes en el proceso de formacin de las Polticas Pblicas.

    Fuente: FREDERICK S. LANE, 1986, Curren! issues in Public Administretion,

    Nueva York, S. Martn Press.

    En definitiva, el cambio de la estructura subjetiva del poder

    pblico , la dispersin de la autoridad poltica en entes e

    instituciones descentralizadas, la fragmentacin de la decisin

    general en estructuras particulares slo relacionadas funcional-

    mente y la creciente conversin del Estado en una instancia

    paritaria (no superior) polticamente activa en la dinmica social

    son algunas de las consecuencias de esa progresiva pluralizacin

    o fragmentacin del Estado Social, con un poder mucho menos

    soberano y racional, y mucho ms relacional o limitado

    (LUHMANN, 1975).

    2. Cambios en el funcionamiento de la Administracin

    Pblica

    La naturaleza de la Administracin moderna tiende a identi-

    ficarse con la burocracia. La burocracia, afirmaba solemnemente

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    Hegel, es el espritu del Estado. Marx afirmaba por el contrario

    que la burocracia simbolizaba la falta de espritu de ese Estado.

    Pero si hablamos de burocracia, el modelo al cual hemos de

    referirnos no es el de Hegel o el de Marx, sino el construido po r

    Max Weber a principios del siglo xx En el modelo weberiano elnacimiento de la burocracia moderna representa uno de los tresaspectos esenciales del proceso de racionalizacin moderna,

    junto con el sistema jurdico y la organizacin capitalista de la

    actividad empresarial. En ese poder legal, distinto de los otros

    tipospuro, el poder tradicionaly el podercarismtico, encontramos

    las caractersticas ideal-tpicas del sujeto (la burocracia) y del

    ordenamiento (la administracin). El sujeto est constituido por

    los funcionarios especializados, qu e trabajan a tiempo completo,

    remunerados por el erario pblico, profesionalizados y sometidos

    al poder de direccin de los polticos. El ordenamiento contendra

    tres caractersticas estructurales tpicas: la rgida divisin del

    trabajo por competencias, establecida a travs de normas

    objetivas, qu e constituira la dimensin horizontal del modelo; la

    continuidad de los rganos administrativos, qu e vendra a ser su

    dimensin temporal; y la estructura jerrquica, que completara

    el modelo en su dimensin vertical (WEBER, 1944, pp. 225 Y ss.).

    Si hoy burocracia es sinnimo de rigidez, de conservadurismo,de complicacin, para Weber constitua, junto con su hermana

    gemela la empresa capitalista, una gran innovacin dinmica.

    Era el vestido administrativo del mercado moderno (RUFFOLO,

    1986, p. 274). Una especie de respuesta eficaz a la exigencia

    generada por la revolucin industrial de decisiones rpidas,

    previsibles y eficientes. Para Weber la burocraca reduca la

    complicacin, el desorden, la arbitrariedad y discrecionalidad

    tortuosas de la s antiguas administraciones seoriales o patrimo-

    niales, sustituyndolas por una red geomtrica de estructuras yde procesos claros y diferenciados, en cuyo seno las relaciones

    mercantiles podan desarrollarse libremente. Ese esquema era

    para Weber smbolo autntico de racionalidad.

    El modelo weberiano refleja, con los evidentes matices y

    diferencias sobre todo entre las realidades anglosajona y

    continental, las caractersticas estructurales fundamentales que

    la Administracin Pblica ha incorporado en los pases capitalistas

    occidentales, en la fase de formacin y desarrollo del Estado

    23

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    liberal. Y ese modelo se ha concretado en elementos como la

    delimitacin competencial por rgano, la centralizacin de

    decisiones, lo s controles previos a la ejecucin, y sobre todo a

    travs de la rgida predeterminacin de los procedimientos.

    En la problemtica del Estado de Derecho la formalizacin de

    los procedimientos decisorios tiene sobre todo el sentido de dar

    garantas a los ciudadanos sobre un posible uso arbitrario del

    poder. La previsin de los diferentes trmites, la fijacin de

    trminos perentorios y escalonados, el proveerse de los informes

    establecidos procedentes de otros rganos administrativos, son

    elementos que se encuadran en el intento de constreir a la

    Administracin Pb lica a un comportamiento previsible. La

    misma conversin de la actividad en rutina no es un elementode estandarizacin de la produccin, surgida de necesidades o

    preocupaciones de eficiencia. La preocupacin de fondo es la

    regularidad, en su doble acepcin, de la actividad administrativa.

    Una buena prueba de ello es el inters que existe en muchos

    pases europeos en disponer de una le y general sobre el

    procedimiento administrativo, que dicte de manera uniforme y

    tipificada algunos principios generales aplicables por igual a

    todos los posibles procedimientos (MORTARA. 1982; DENTE, 1986).El balance de todo ello es la preocupacin po r el procedimiento

    ms qu e la preocupacin por el resultado de la accin adminis-

    trativa. La tensin no se produce en la determinacin o el control

    sobre los resultados de la actividad administrativa, sino sobre la

    legalidad de la actuacin, el proceder a travs de las reglas

    establecidas. La legitimacin social del poder constituido se

    fundamenta en la legalidad, entendida aqu no como positividad

    formalmente correcta sino como racionalidad procedimental.

    Las decisiones se justifican, no a travs de los resultados queconsiguen, sino a travs de la reestructuracin de las expectativas

    mediante un proceso de comunicacin (LUHMANN, 1969, citado

    por BALDASSARRE, 1982, p. 64), centrado en la participacin en un

    determinado procedimiento (elecciones, legislacin, procesos

    judici ales, procedimientos administrativos). '

    Pero esa situacin compatible con el bajo nivel de prestaciones

    que el Estado de l XIX y principios de l xx deba asumir va

    resultando menos adecuada a medida qu e aumenta el nivel de

    intervencionismo estatal. Los procesos polticos y econmicos

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    del siglo xx ha n provocado un cambio cualitativo y cuantitativo de

    los sistemas administrativos estatales. Por un lado nuevas

    tareas son asumidas por las administraciones pblicas y po r

    otra parte nuevos rganos o entes se crean para llevarlas a cabo.

    La fortsima expansin del gasto pblico viene acompaada de

    una distinta composicin del mismo. De un gasto pblico

    centrado preferentemente en las tareas de defensa militar y de

    mantenimiento del orden interno a un tipo de gasto en el cual

    resultan dominantes las partidas relacionadas con el welfare y

    las inversiones en la actividad econmica directamente controlada

    por el Estado (ROSE, 1976). Pero a esta expansin del gasto

    pblico le corresponde un incremento correlativo de personal de

    las administraciones pblicas, incremento que sufre una aceleracin notable a finales de la segunda gran guerra. En 1976 el

    empleo pblico era el 14,2 por 100 del total del empleo en

    Alemania Occidental, el 21 J po r 100 en Gran Bretaa, el 12,3por 100 en Italia o el 19,4 por 100 en Estados Unidos (CASSESE.

    1983, p. 304).

    Ello ha provocado transformaciones evidentes en las relaciones

    entre Administracin Pblica y Sociedad, tanto por lo qu e hace a

    su nivel de interrelacin como a la lgica que preside la

    legitimidad de la actuacin pblica. La intervencin masiva delEstado en los procesos socio-econmicos, en la organizacin

    cultural, ha favorecido un fortsimo incremento del asociacionismo

    privado con finalidades de presin sobre el Estado. Las adminis

    traciones pblicas se han abierto a ese entramado de grupos

    clientelas externo, creando una red de influencias e intereses

    (estudiadas con profundidad por los tericos del neocorporati

    vismo) que han erosionado y erosionan cada da ms los

    tradicionales confines entre esfera pblica y esfera privada.Por otra parte, hemos visto anteriormente cmo las formas de

    legitimidad surgidas con el ideal racional-weberiano partan del

    ejercicio de un poder rigurosamente impersonal. La trama

    pluralista del poder poltico ha hecho que el poder impersonal

    (cuya expresin paradigmtica sera la mxima gobierno de las

    leyes y no de los hornbres) ( B O B ~ I O , 1984, pp. 148 y ss.) fueseadquiriendo caractersticas cada da ms personalizadas

    (BAlDASSARRE, 1982, p. 73). La introduccin de intereses y de

    grupos antagonistas en el circuito institucional del poder ha

    25

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    modificado no slo el proceso de po/icy-making, sino tambin la

    base de legitimacin, qu e si antes se fundamentaba en la

    superioridad del poder impersonal (legal, racional), ahora se

    empieza a fundamentar en la confianza de la relacin personal(de persona, grupo, clan o asociacin), basndose en ia conviccin

    de una mayor capacidad de resolucin de los problemas sociales

    planteados. Empieza a contar ms el resultado qu e la legalidad

    o la conformidad a los procedimientos establecidos (MAYNTZ,

    1985). Transformndose, paralelamente, la legislacin, pasando

    de un tipo de normativa de aplicacin y contenido generalsticos

    como gua de la actividad administrativa a un tipo de reglamen-

    tacin adhoc, de alcance limitado y particularizado (PANEBIANCO.

    409).Todo ello no quiere decir qu e se sustituyan un tipo de reglas

    por otras, o se elimine el control procedimental basado en

    criterios de racionalidad, sino que se solapan, se suman unos

    criterios y unas normas con otras, provocando una creciente

    complejidad y fragmentacin de las tareas y organizacin de la

    Administracin Pblica contempornea. Y esa confusin organi-

    zativa, esa dinmica cada vez ms compleja de relaciones

    intergubernamentales se va convirtiendo en la r egl a, y no la

    excepcin, dentro de los mecanismos institucionales. De la

    misma manera que la jungla normativa permite todo tipo de

    adecuacin al caso de la normativa, aplicando la ms conve-

    niente, ignorando la qu e no interesa, o supliendo una determinada

    laguna co n u na interpretacin ad hoc. En un proceso qu e

    Luhmann califica de ilegalidad til (citado po r MAYNTZ, 1985, p.

    126).

    El gobierno, entendido como la actividad de direccin hacia

    la consecucin de objetivos generales, va contigurndose cadada m s como gobierno de la fragmentacin y para la fragmenta-

    cin (DENTE. 1985, p. 269). Por tanto, sera mejor que todo

    debate institucional' partiera de esa realidad. Podramos, pues,

    empezar a dudar de la i de a de un gobierno global, capaz de

    afrontar con coherencia y racionalidad la totalidad de las tareas

    de una moderna administracin. Precisaramos un enfoque

    distinto al que, directamente heredado de los esquemas webe-

    rianos, se ha venido aplicando a los problemas de la Administra-

    cin Pblica contempornea.

    26

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    3. Constitucin y polticas

    La evolucin del Estado ha alterado tambin profundamente

    la significacin del principio de legalidad, una de las columnas

    vertebrales de legitimacin del Estado contemporneo. Varioselementos podran ilustrar esa afirmacin. Por un lado, la gran e

    inusual libertad de que gozan los poderes sub-legislativos para

    realizar las tareas que tiene encomendadas el Estado. Por otro,

    los grandes espacios no-legislativos que se crean, bien por

    falta de decisin al respecto, bien porque la resolucin de los

    conflictos se realiza al margen de la arena legislativa. La prctica

    de leyes-medida, cada vez ms particularizadas, o bien de leyes

    manifiesto de total inaplicacin, pero de utilidad poltica; la

    creciente personalizacin y politizacin de la Administracin

    Pblicaa la qu e ya hemos aludido. Todo ello ha ido socavando el

    principio de legalidad, dejndolo casi en un a reminiscencia

    ochocentesca (BALDASSARRE, 1982, p. 67), como podra ser la dela supremaca parlamentaria en materia legislativa.

    Pero si ese Estado basa su legitimidad fundamentalmente en

    esa legalidad, y por su misma naturaleza convierte a ese mismo

    fundamento en un medio de combate poltico (SCHMITT, 1932),

    entonces debe desplazar esa frmula legitimadora a lo nico queparece quedar fuera de esa confrontacin constante: la Constitu

    cin. La Constitucin, o la legalidad constitucional, se convierte

    as en la justificacin, muchas veces nica, del ejercicio del

    poder. En los Estados Unidos la Constitucin y las interpretaciones

    que sobre la misma da el Tribunal Supremo juegan un papel

    decisivo en el mantenimiento de las creencias sobre la bondad

    de la actuacin del Estado (politv (CARTER, 1985, p. XIII).

    Para algunos autores, a pesar de las transformaciones del

    Estado contemporneo, resulta inaceptable ei calificativo desurvivance (BURDEAU) aplicado a la Constitucin. Por el contrario,

    afirman, en una situacin de crisis como la actual, sin la

    Constitucin, el orden jurdico carecera de principios firmes y

    ciertos; la organizacin del Estado de sustentacin slida; la

    accin poltica de disciplina; y la gestin administrativa de

    verdadero control (HESSE, 1983; DOGLlANI, 1982).

    Lo que parece evidente es qu e la misma evolucin del Estado,

    el incremento de su s funciones, la estatalizacin de muchos

    27

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    mbitos de la actividad social, la superacin, en fin, del mitoliberal que postulaba la radical separacin entre la sociedad y el

    Estado ha venido acompaada de una progresiva constituciona-

    Iizacin de las relaciones polticas. As, el sistema constitucional,

    transformndose parcialmente, se ha ido regenerando de algunamanera, para poder as garantizar su propia validez.

    Como es bien sabido, la primera regulacin liberal era

    escueta y dbilmente normativa, y en general se reduca a la

    estructura y funciones de los principales rganos estatales y a la

    proclamacin de algunos derechos civiles. Las Constituciones de

    la postguerra, y en mayor medida las ms recientes del sur de

    Europa, han ampliado grandemente los mbitos y materias

    regulados constitucionalmente, haciendo considerar conceptoscomo el de Constitucin Econmica, que expresa el inters

    constitucional por regular las relaciones econmicas de los

    actores pblicos y privados (GARCA PELAYO. 1979).

    El constitucionalismo del siglo xx. marcado por los desastres

    provocados por las dos guerras, ha tendido a instaurar un orden

    institucional y social diferente del qu e fue destruido, y tambin

    diferente del que existira si realmente las relaciones polticas y

    sociales se desarrollasen espontneamente, tal como postulaba

    la dogmtica liberal. La Constitucin no poda continuar siendo

    un simple texto en el que se incorporase, reflejase y garantizase

    un sistema de relaciones preexistente en la sociedad. Y ello no

    poda ser ya as porque la Constitucin no responda a los ideales

    je ffersoni ano s qu e la entendan como expresin de los principios

    del Derecho Natural, cuya realizacin se dejaba al libre operar de

    la s leyes naturales inmanentes en la sociedad. Ni tampoco

    responda al ideal rousseauniano que entenda la Constitucin

    como conjunto de principios de un ordenamiento jurdico globalque comprendiera Estado y Sociedad Civil, y en el qu e las leyes

    naturales deban sancionarse jurdicamente e imponerse ante la

    corrupcin de la naturaleza humana.

    El constitucionalismo de nuestro siglo, qu e se presenta como

    si tratase de crear ex novo un orden que comprenda Estado y

    Sociedad, parece un constitucionalismo distinto, pesimista ante

    la virtualidad de la ley formal y general, incrdulo con respecto al

    automatismo del equilibrio liberal y, por tanto, que no acepta un

    concepto de Constitucin qu e entienda la misma como la

    28

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    proclamacin sinttica de principios que reflejan verdaderamente

    las necesidades y las caractersticas sociales (HABERMAS, 1979).

    El orden jurdico que pretenden instaurar las-Constituciones de l

    siglo xx no parte de una realidad que simplemente se ha de

    recoger jurdicamente, porque parecen conscientes de que slopodrn existir aquellos derechos y libertades que se confieran a

    partir del texto constitucional. En ese sentido, las Constituciones

    de este siglo son exponentes de un proceso de hiperpositivacin,

    ya qu e se presentan no slo como autosuficientes sino incluso

    como autogarantizadoras. Los textos constitucionales contempo

    rneos aparecen as como replegados en s mismos, preocupados

    por la bsqueda de instrumentos que protejan el modelo de l

    orden normativo que formulan. Prueba de ello seran las normas

    racionalizadoras de l mismo proceso poltico (la Constitucin

    como Instrument of Government) qu e no quieren dejarse

    indefinidas (HESSE, 1983).

    Asimismo, la introduccin de la Justicia Constitucional, las

    garantas de rigidez constitucional y, sobre todo, el reconocimiento

    de la inmediata val idez de las disposiciones relativas a los

    derechos fundamentales expresan tambin una profunda des

    confianza en la ley.

    Ese proceso no puede simplemente definirse como muestrade un nuevo iusnaturalismo. No tiene nada de natural la forma

    del Estado Social que las Constituciones contemporneas han

    consagrado. La forma de Estado Social ha s id o elegida e

    impuesta por un conjunto de fuerzas que en un momento dado

    han logrado ejercer su predominio. Ese Estado Social existe en

    virtud de un acto de voluntad, de un acto constituyente, y slo

    tiene garantas de permanencia en virtud del mantenimiento de

    esa voluntad. Las Constituciones de la segunda postguerra y las

    ms recientes de la Europa mediterrnea consagran un orden

    que no se pretende reconstruir sino fundar ex novo, y surgen de

    un a conviccin, dramticamente aprendida, de que ese orden

    debe protegerse ya que la s experiencias de nuestro siglo no

    ofrecen base suficiente para pensar que la civilizacin de l

    hombre sea una de sus ms consolidadas tradiciones (HABERMAS,

    1973).

    Pero el problema que se nos plantea aqu es averiguar o

    plantearnos cul sera la operatividad real de esa normatividad

    29

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    constitucional. Cul sera su real fuerza prescriptiva. Hasta qu

    punto los textos constitucionales podran servir de norte en esasituacin de creciente irracionalidad (segn los parmetros

    weberianos) y fragmentacin de la actuacin pblica y de las

    relaciones sociales que ha provocado la nueva situacin econ-

    mica y social, con los evidentes dficits descriptivos ya mencio

    nados.

    En ese sentido se ha planteado repetidamente la relacin

    Constitucin-realidad. Se ha n dado muchas interpretaciones al'respecto (vase GOMES CANOTILHO, 1980, pp. 87 Y ss.). pero

    podramos plantear Ias do s siguientes como emblemticas. La

    primera entiende a la Constitucin a partir de su rigidez (que no

    de su inamovilidad), como inmediatamente eficaz, superando laconcepcin de la ley como intermediacin necesaria entre texto

    constitucional y realidad. En esa concepcin la inaccin del

    poder, la inactividad del legislador ante problemas acuciantes de

    la realidad podr se r superada por la existencia de rganos y

    sujetos difusos que podrn recurrir directamente al Tribunal

    Constitucional o a los mecanismos de la iniciativa popular.

    En la otra concepcin la Constitucin se entiende como

    norma de hecho flexible y, por tanto, que cede ante la actividaddel cuerpo legislador, actividad que, por otra parte, se considera

    insustituible. En ese sentido, la validez de la Constitucin se

    entiende siempre en entredicho po r se r incapaz de controlar

    efectlvarnente el poder poltico. Su grado de validez depender

    de su grado de aceptacin por parte de los sujetos polticos.

    La actual situacin poltica, econmica y social rene todas

    las condiciones para convertirse en un 'autntico momento de

    prueba para una Constitucin normativa. Es, en ese contexto,

    cuando la fuerza de la Constitucin como garanta formal de laspautas de funcionamiento del sistema y tambin de garanta de

    valores como el de la igualdad, puede resultar significativa. Yes

    ahora cuando se est demostrando una creciente politizacir

    de ese formalmente supremo instrumento garantizador.

    Weber ya sealaba que el proceso legitimador del Estado

    moderno descansa en que la disposicin a obedecer al poder

    constituido depende de un a doble creencia o consideracin de

    racionalidad-respecto-al-valor (Wert-Rationalitiit) o, ms fre

    cuentemente, de una racionalidad-respecto-al-objetivo (Zweck-

    30

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    Retionetitt). Si n duda entre la s motivaciones que pueden influir

    en convertir en legtimo un poder poltico en un ordenamiento

    determinado encontraramos ambas racionalidades weberianas.

    Ahora bien, si la s ms basadas en los valores fueron particular

    mente fuertes e influyentes en las situaciones de postguerra (y a

    ello hemos aludido al hablar del proceso constitucional de

    entonces), debido a la idea de restauracin de valores sustan

    ciales ligados a una dignidad humana maltrecha por sistemas

    polticos que basaban el culto al poder en elementos irracionales;

    las otras, en cambio, han avanzado cuando la fidelidad a un

    Estado, que se funda sobre todo en su capacidad de expandir el

    bienestar, se ha vinculado estrechamente a las expectativas

    colectivas acerca de la capacidad de l poder de satisfacer eficaz yeficientemente la s prestaciones sociales necesarias.

    Todo ello nos lleva a la consideracin de que tambin la

    Constitucin, enmarcada en esa va de legitimidad basada en la

    racionalidad-a-travs-del-valor, ha sufrido es e mismo desgaste o

    retroceso legitimante. Agravado adems por su politizacin.

    que la ha convertido en arma arrojadiza entre opciones polticas

    distintas, hasta el punto de institucionalizar y generalizar ese

    conflicto a travs de los Tribunales Constitucionales (SALDASSARRE,

    1978, pp. 121 y ss.).Esos Tribunales Constitucionales, pensados originalmente

    para resolver conflictos de compatibilidad legislativa formal, han

    entrado en una dinmica, po r la misma lgica de la s transforma

    ciones de l Estado, de gran intervencin en las polticas pblicas

    planteadas, con pocos instrumentos tcnicos para ello, pero con

    una indudable fuerza sobre los actores legislativos que condicio

    nan sus trabajos a las pautas de interpretacin constitucional de

    esas Altas Cortes, y con sentencias de fuertes repercusiones

    financieras. Lo que provoca u na r el ac i n de popularidad

    impopularidad basada ms en la concreta forma de resolver la s

    issues que se le s plantean que en su condicin de guardianes

    supremos de la Constitucin (CARTER. 1985; LANDFRIED, 1985;

    CALDEIRA, 1986; SORACE-ToRRICELLI, 1984).

    Estos elementos no s llevan a poner en duda la capacidad

    prescriptiva de la Constitucin, al menos como remedio

    legitimador, de suprema normatividad, en la actual fragmentacin

    y falta de un a racionalidad generalmente aceptada. Dogliani

    31

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    planteaba en un excelente trabajo (DOGLlANI, 1982) la siguiente

    cuestin: Son insuficientes las prestaciones sociales porque

    son escasas, o son insuficientes porque estn distribuidas sin un

    criterio "legtimo" (p. 109).

    Si la respuesta viene dada por la primera de las hiptesis

    entonces, afirma Dogliani, la relacin entre premisa constitucional-

    realidad constitucional ser su funcionalidad. Pero de hecho esa

    es ho y la forma m s generalizada de valoracin de las funciones

    pblicas. Como dice Offe (OFFE, 1984, p. 138), hay una nica va

    de establecer un equilibrio general entre legitimidad, eficacia y

    eficiencia: que la legitimidad constitucional venga reforzada po r

    la capacidad del sistema de satisfacer las demandas y necesidades

    sociales.

    4. las vas de adaptacin al cambio

    Desde otro ngulo, tambin ha n ido surgiendo aportaciones

    prescriptivas encaminadas a racionalizar, mejorar o simple

    mente reformar la Administracin Pblica, con el fi n de superar

    o reducir ese gap existente entre paradigma descriptivo y

    realidad. Alejandro Nieto ha calificado esa constante voluntad

    reformadora de una manera radical: la reforma burocrtica seno s aparece como un Babel ininteligible (NIETO, 1986, p. 345). Y

    conclusiones similares encontraramos en los anlisis realizados

    en la mayora de pases occidentales (DENTE, 1984; CROZIER,

    1984: LA PALOMBARA, 1963).

    En efecto, en los aos 60 y 70 se desarroll un intenso

    movimiento reformista en el qu e mezclaban trminos como

    democratizacin, descentralizacin o planificacin como

    antitticos a los considerados defectos del sistema burocrtico:tecnocracia, centralismo o sectorialisrno. Son, como vemos,

    principios genricos e incluso equvocos, pero ello demuestra la

    dificultad de hablar de. reforma de la Administracin Pblica

    aplicndolo a un contexto administrativo tan variado y diverso

    (

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    Empecemos por la denominada democratizacin de la

    Administracin Pblica. Se tratara de adecuar los aparatos

    administrativos a los principios constitucionales o de hacer ms

    representativa la burocracia pblica, partiendo del diagnstico

    de que la ineficacia de las actuaciones pblicas procede de la

    excesiva separacin entre los aparatos administrativos y la

    sociedad civil. Sera una manera de romper la excesiva

    impersonalidad del poder legal burocrtico ideado por Weber.

    En este sentido, la tcnica ms utilizada es la de la participacin,

    es decir, la intervencin en el proceso de administracin

    burocrtica de los intereses tanto individuales como colectivos.

    Ello contrarrestara las tendencias tecnocrticas y autoritarias

    que estn presentes en la evolucin del Estado contemporneo,a pesar de los riesgos qu e ese proceso de apertura de la

    Administracin Pblica puede provocar al facilitar la presin de

    los grupos con intereses particulares.

    Otra va posible era la de expandir la capacidad operativa de

    los rganos ms directamente representativos, restableciendo

    el papel central del Parlamento en la direccin y control de la

    actividad general o exigiendo un a mayor intervencin de la s

    asambleas representativas de menor nivel (regional o local)(vase la abundante literatura sobre la centralita del Parlamento

    en Italia. Por todos QuadernidiDemocraziaeDiritto. 11 Parlamento,

    Roma, 1978).

    Tambin era posible centrarse en la manera de organizar los

    aparatos administrativos. El razonamiento era el siguiente: no es

    posible construir una organizacin democrtica y responsable

    ante la sociedad (a travs de la participacin) y ante el sistemapoltico (a travs de la centralidad de las asambleas represen-

    tativas) si las estructuras internas mantienen criterios antidemo-

    crticos. Se pona en cuestin el principio jerrquico, proponiendo

    grupos de actuacin ms flexibles, con coordinadores como

    alternativa m s profesional al jefe jerrquico.

    Es evidente que la s posibilidades de participacin de los

    individuos y de los colectivos en los procesos de toma de

    decisiones de diverso tipo han aumentado sensiblemente en lo s

    ltimos aos. Sobre todo en el mundo de la enseanza yen el de l

    trabajo. Algunos avances se han producido tambin en la

    33\NALlSlS DE POLlTICAS PUBLlCAS ... -3

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    manera de trabajar de las asambleas representativas, y la

    difusin del concepto italiano de centralita ha influido en la

    generalizacin de mecanismos de hearings o de otros instru

    mentos de impulso parlamentario de la accin poltica y de

    gobierno.

    A pesar de ello, no parece que se pueda hablar de democra

    tizacin de la Administracin Pblica. Hay quien, de hecho,

    califica esa pretensin de contreddizione in termini (DENTE,

    1984, p. 406). En muchos casos el problema deriva de compo

    nentes estructurales qu e parecen muy difciles de modificar.

    Pero podemos sealar incluso cmo en los ltimos tiempos la

    tendencia parece ir en sentido opuesto, es decir, en el sentido de

    reforzar la centralizacin de las decisiones y las vinculacionespoltico-burocrticas. Vanse las reformas impulsadas en diversos

    pases en su estructura ministerial (BLONDEL, 1986), o en el casode Espaa con el peso decisivo del conglomerado de asesores de

    la Presidencia, o la reorganizacin de las funciones de la reunin

    de Subsecretarios, qu e parecen reforzar la centralizacin deci

    sional existente (LPEZ GARRIDO, 1985; BAR, 1986). Tampoco

    deberamos olvidar el proceso de integracin europea y sus

    repercusiones en este campo. Podemos tambin sealar como

    un factor ms de dificultad el cambio en el ambiente social

    producido en los ltimos aos. La cada de los movimientos

    sociales de los 60 y 70 parece incontestable, y ello ha provocado

    en algunos casos la crisis de los mecanismos participativos.

    Tampoco es ajeno a ello las desviaciones que en algunos casos

    se han producido al pasar de la participacin al -clientelisrno-.

    ya que, de hecho, las organizaciones participantes no pretenden

    representar unos hipotticos intereses generales, sino sus

    intereses especficos. En definitiva, se ha provocado un ciertoreflujo de la tendencia a la democratizacin de la Administracin

    Pblica y una recuperacin, ahora en positivo, de la eficiencia;

    considerada hace aos como fantasma de la tecnocracia.

    Muy ligada a la exigencia de la democratizacin se plante la

    necesidad de reforzar la periferia, descentralizando decisiones,

    propiciando lo qu e se vino a calificar c om o u na autntica

    reforma del Estado. En un cierto momento s.e afirm en toda

    Europa que el mantenimiento de la cen'trali'zacin' polticaimplicaba altos costes de eficacia y eficiencia. No se podan

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    mantener polticas centralizadas dada la diversidad de situaciones

    a las qu e se haba de hacer frente y dada una Administracin

    central de dimensiones excesivas. Las decisiones no se hicieron

    esperar, afectando tanto al nivel regional como al local. As, en

    Italia, Canad, Blgica, Gran Bretaa, etc., o incluso en la

    jacobina Francia, se plantearon en diversos momentos y con

    diversa fortuna respuestas a esa problemtica.

    Esta corriente descentralizadora ha provocado intensas pol

    micas (PORTER-OLSEN, 1976; MAYNTZ, 1985) y no menores

    resistencias. Los partidarios de mantener un cierto grado de

    centralizacin aluden a que desde el plano central adquieren

    ms relevancia los intereses generales y se puede actuar m s

    rpida y unitariamente. Pero, aducen sus contrincantes, ladescentralizacin permite, mucho mejor qu e cualquier solucin

    central, la adaptacin de la actuacin administrativa a las

    condiciones respectivas del lugar o situacin o a las necesidades

    concretas de sus ciudadanos.

    Por todo ello las relaciones Estado-entes regionales o locales

    se han caracterizado siempre por el conflicto y la reivindicacin.

    Las resistencias del aparato administrativo central a perder

    competencias han sido y son evidentes. Lo qu e comportaba, de

    alguna manera, la transformacin de esa reforma del Estadoanimada por fuertes Ideales (democratizacin, autonoma), en

    un a constante cadena de conflictos, resueltos po r la va jurisdic

    cional o por la va de la negociacin poltica.

    No tiene nada de extrao ese fenmeno, si pensamos que en

    todo proceso de dislocacin, de fractura de poder, surgen

    conflictos y tensiones. Pero lo que s podemos destacar es la falta

    de cultura administrativa de los centros de decisin poltica para

    prevenir tales conflictos o preparar estrategias adecuadas paramitigarlos. Ello ha provocado tentaciones, de los de arriba, de

    transferir competencias de manera parsimoniosa; de los de

    abajo, de recoger todo lo qu e se daba si n pensar en su posterior

    utilizacin, o la tendencia evidente de aumentar el poder por

    parte de los entes intermedios recuperando competencias de los

    de ms abajo (los entes locales), dadas las resistencias congnitas

    del aparato central a ceder poder.

    En definitiva se ha transformado realmente la situacin, pero

    cambiando muchas de la s posiciones de partida. Los ayunta-

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    mientos pueden observar preocupados el nacimiento de un neo

    centralismo regional, y pueden revalorizar su relacin directa

    con los Ministerios centrales e incluso buscar relaciones supra

    nacionales. Mientras, las regiones pretenden crecer competencialmente por arriba y por abajo, multiplicando la tensin. Es

    evidente qu e hoy la "periferia del Estado tiene ms poder que

    antes, pero existen fenmenos preocupantes de fragmentacin

    del sistema poltico-administrativo, con el resultado de mayor

    conflictividad entre intereses contrapuestos, de proliferacin de

    vetos o acusaciones mutuas y, por tanto, de una mayor dificultad

    para la accin de los poderes pblicos. En definitiva, ms

    complejidad a cambio de una posible mayor afinacin de las

    polticas.

    Tambin la planificacin lleg a ser sinnimo de respuesta

    general a los males endmicos de la Administracin Pblica. y

    ello se debe probablemente a la identificacin que se produce

    normalmente entre planificacin y racionalidad. Un proceso

    planificado sera aquel qu e realizara una ptima distribucin de

    recursos con respecto a los objetivos previamente establecidos.

    Se trataba, por tanto, de encontrar en la planificacin el

    "mtodo general de respuesta racionalizadora de la actuacinadministrativa.

    De entrada. planificar implica una capacidad de fijar los

    objetivos de la accin de los poderes pblicos por parte del ente

    de nivel superior y al mismo tiempo la posibilidad de intervencin

    en el proceso de decisin y de puesta en prctica de los entes

    administrativos inferiores. Pero, generalmente, la intervencin

    en la definicin de objetivos apenas si se produce, y en el mejor

    de los casos se escucha o se conecta con lo dems entes para

    asegurar su complicidad o colaboracin. Pero, a pesar de ello, se

    usa mu y frecuentemente la terminologa propia de la planificacin

    o de la programacin. Planes energticos, de obras, de carreteras,

    programas especiales, etc., se suceden continuamente, sin qu e

    la manera de abordar esos problemas o la formulacin de los

    objetivos haya variado sobremanera. En muchos casos seesconde una simple distribucin de recursos, un catlogo de

    necesidades sociales o un elenco de prioridades de intervencin.

    En el mismo campo y dentro de la misma racionalidad, perocon una problemtica de aplicacin distinta, nos encontramos

    36

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    con todos los Intentos de presupuestacin po r programas o de

    organizacin por objetivos. que tan de actualidad estn en

    Espaa a partir del proceso de reforma administrativa iniciado en1982. El esquema general que est en la base de esas

    propuestas de racionalizacin es el siguiente: fijacin de objetivos,

    examen de los recursos disponibles, diseo de estrategias para

    alcanzar los objetivos. seleccin de alternativas posibles, eleccin

    de indicadores de gestin y creacin de mecanismos de cuanti

    ficacin como medida de xito o de consecucin del objetivo. La

    finalidad Implcita de tales tcnicas es la de disponer de un a

    visin global e integrada no slo de lo qu e se prev que sern la s

    necesidades a medio plazo, sino tambin de la capacidad de

    responder a los mismos por parte de la Administracin.El problema que existe en la aplicacin de este tipo de tcnica

    presupuestaria y de gestin en la Administracin Pblica es la

    gran resistencia de la tradicin Jurdica y burocrtica que

    impregna la Administracin Pblica contempornea y a la que ya

    hemos aludido El esquema que acostumbra a utilizarse es el de

    ley-competencia acto-control, en el cual es absolutamente irrelevante el hecho de qu e se consiga o no finalmente el objetivobuscado. Con ello la reforma que introduca en muchos pases la

    tcnica del PPBS como solucin racionahzadora y optimizadora

    de la actuacin administrativa ha conducido a un mero nomina

    lismo, qu e ha cambiado formalmente el presupuesto clsico o

    funcional con el simple aadido de la etiqueta de "programa. En

    muchas administraciones ello ha llevado a la creacin, parad

    jicam en te , de unas oficinas de programacin encargadas de la

    preparacin de tales objetivos y transformaciones, pero que

    deban respetar la tipificacin procedimental, lo s procedimientos

    de contratacin o los controles de legitimidad. En la prctica, ellosignifica separar totalmente la actividad programadora de la

    actividad ordinaria, tergiversando los objetivos tericos y lafilosofa de la programacin. Y lo mismo podra decirse, en este

    anlisis necesariamente superficial, de la actividad o la iniciativa

    planificadora en el conjunto de la Administracin Pblica

    (WILDAVSKY, 1970; SCHICK, 1966; ZAPICO, 1988).

    Resumiendo, podemos decir que los intentos y la s iniciativas

    reformadoras de la Administracin Pblica se han id o sucediendo

    en estos aos. Qu e en muchos casos esas iniciativas ha n

    37

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    provocado importantes transformaciones de la realidad qu e

    pretendan mejorar. Pero tambin cabra asegurar qu e esas

    mismas iniciativas reformistas han generado problemas nuevos

    y quiz inconvenientes ms graves. Ante esta situacin de cierto

    fracaso o poca rentabilidad prescriptiva caben diversas posicio-

    nes. En primer lugar, de aquellos qu e consideran qu e la

    Administracin Pblica es irreformable y que sera necesario

    proceder a su reduccin, a la privatizacin de determinados

    servicios o a un proceso general de derequletion, etc. La

    experiencia hasta ahora generada por este npo de posiciones no

    resulta especialmente satisfactoria, aunque cabe reconocer un

    notable xito de difusin en la cultura administrativa de las

    preocupaciones qu e introducan.Desde otra perspectiva, otra lnea de respuesta, sera la de

    centrar la responsabilidad de la falta de resultados satisfactorios

    de ta les poi ticas reformadoras en la falta de adecuacin de otros

    sectores tambin precisados de tales impulsos reformistas. No

    parece qu e esa sea un a va qu e pueda solucionar los entuertos

    generados por operaciones que no pueden calificarse de pequeas

    en el campo de actuacin de los poderes pblicos.

    En realidad cabra afirmar co n Hirschman qu e dada la

    propensin de la imaginacin moderna a evocar cambios radicales

    y su incapacidad para ve r las salidas y la s etapas intermedias, las

    consecuencias de la accin de los poderes pblicos no corresponde

    casi nunca a las expectativas... Es la pobreza de nuestra

    imaginacin la que produce visiones de cambio total. .. Hasta que

    prevalezcan este tipo de cosas, la insatisfaccin con respecto al

    resultado ser un a constante en la accin de los poderes

    pblicos (HIRSCHMAN, 1983, p. 103).

    En el fondo, el problema es continuar imayinndose unmodelo de Administracin Pblica totalmente coherente e

    integrado, como el objetivo de la accin reformadora.

    Las grandes transformaciones del Estado y de su Administra-

    cin ocurridos en lo s ltimos decenios han modificado radical-

    mente el objeto a reformar y han roto definitivamente su

    unitariedad. No slo no existe ho y una nica 'Administracin

    Pblica, sino qu e las lgicas qu e presiden la actuacin de su s

    diversos componentes es a menudo diferente e incluso incompa-tible.

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    El problema, pues, deriva probablemente de la pretensin dereformar globalmente" la Administracin Pblica, ya que la

    diversa y plural cantidad de elementos que enmarcaran una

    reforma tal, actan con lgicas y con respuestas diferentes aunos mismos estmulos,

    Ello obliga a abandonar esquemas de comprensin y descrip

    cin global, como el ya mencionado paradigma estructural-fun

    cional, y plantearse otro tipo de aproximacin a ese campo

    actualmente decisivo de actuacin de los poderes pblicos.

    Conviene asumir un a manera m s laica (DENTE, 1983, p. 365) y

    probabilstica de afrontar la cuestin administrativa, dndose

    cuenta quiz de que la solucin no se encontrar tanto en la s

    posibles buenas ideas" sino en una nueva manera de abordar oacercarse aI objeto,

    5. Un nuevo punto de partida

    Debe encontrarse un nuevo punto de partida, un nuevo

    enfoque capaz de reconstruir el anlisis de los productos de laaccin estatal y relacionarlos co n el cada vez ms complejo

    mundo de acciones e interacciones entre actores sociales e

    instituciones pblicas, al mismo tiempo que permita un controlcientfico de las investigaciones empricas emprendidas,

    Un a va que parece fecunda es la emprendida co n la s

    aportaciones de la escuela francesa de los Crozier o Thoenig (con

    conceptos como el de actuacin estratgica, el estudio de la s

    estructuras informales, la aplicacin de la metfora del Juego al

    comportamiento administrativo, etc.), con la s aportaciones de

    especialistas britnicos como Hogwood, Gunn, Harn. Hill, Rhodes,

    Richardson, etc. (con sus anlisis tericos sobre la s polticas

    pblicas, los poliey stvles, o sus estudios del gobierno local),alemanes como Scharpf o Mayntz (con sus trabajos sobre,relaciones intergubernamentales, ooticvnetworks, o su conside-

    racin de la Administracin como macrosistema organizativo), o

    lo s primeros trabajos en Italia de la mano de Bruno Dente o

    Gloria Regonini (trabajos centrados en la s esferas local y

    regional, o en la s polticas sanitarias), escuelas y lneas deinvestigacin deudoras todas ellas de trabajos pioneros como lo s

    de Lasswell, de l policyapproach, o en investigaciones empricas

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    qu e abren fecundos campos de investigacin, como en el caso

    del famoso /mp/ementation.

    En ese conjunto de aportaciones destaca una misma preocu

    pacin por la actuacin (o no actuacin) de los poderes pblicos.

    Una preocupacin por los productos, por los contenidos de esa

    actuacin pblica pero tambin por el proceso, estudiado todo

    ello desde la ptica propia de la Ciencia Poltica, aunque

    combinada con una visin interdisciplin ar producto de la necesidad

    de enfrentarse a problemas reales, difcilmente abordables

    desde una nica perspectiva. Y una voluntad de servir al

    mejoramiento del conjunto de factores que se enmarcan dentro

    del anlisis de una poltica pblica concreta y determinada

    (HOGWOOD-GUNN, 1984, pp. 29-30).Esbozando de manera muy superficial algunos de los elemen

    tos ms relevantes de esa aproximacin diramos que el punto de

    partida podra centrarse en la definicin de policv, traducible por

    el an ms equvoco trmino de poltica, de notorio carcter

    polismico. Podemos referirnos a poltica como etiqueta de un

    campo de actividad (poltica social, poltica exterior, etc.). Podemos

    hacerlo para describir una propuesta general o una perspectiva

    deseada (la poltica progresista, el conjunto de propuestas de un

    partido, etc.). Poltica como medio para alcanzar fines (la poltica

    seguida por los sindicatos en tal conflicto). Poltica como

    sinnimo de las decisiones del gobierno (centrndose en aquellas

    decisiones consideradas cruciales, recordemos los estudios

    sobre la crisis de Suez o la de los misiles cubanos; o exami

    nando de manera ms completa no slo el momento de la

    opcin, sino su posterior puesta en prctica). Podemos referirnos

    tambin a la poltica del gobierno sobre un tema como sinnimo

    de la norma o conjunto de normas que existen sobre determinadaproblemtica (la poltica energtica del gobierno estara contenida

    en el Plan Energtico Nacional aprobado por el Parlamento).

    Pero tambin como conjunto de programas u objetivos qu e tiene

    el gobierno en tal campo (la poltica energtica en los prximos

    aos estar regida por determinadas pautas). Poltica tambin

    como resultado final, como output, como producto (el subsidio de

    paro como poltica para paliar el desempleo, la poltica impositiva

    como medida redistribuidora, etc.). O incluso poltica como

    outcome, como impacto real sobre la realidad (la construccin de

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    300 viviendas en tal poblacin como poltica social efectiva).

    Poltica como modelo terico aplicable, como explicacin causal

    de la evolucin de los hechos (tericamente si reducimos la

    Inflacin aumentar la inversin). Poltica, en fin, como proceso,

    como secuencia de hechos y decisiones que implican un ciertoavance o modificacin de la realidad (la poltica seguida en

    mater la sanitaria en los ltimos cinco aos ha dado buenos

    resultados) (HECLO, 1972; HOGWOOD-GUNN, 1984).

    Se ha dado una definicin de "policy (EuLAUPREWITI, 1973,

    citado por JONES, 1984, p. 26) como una "decisin formal

    caracterizada por una conducta o actuacin consistente yrepetida por parte de aquellos que la llevan a cabo y por parte de

    aquellos que resultan afectados por la misma. Pero deberamos

    completar esa perspectiva entendiendo que toda poltica pblica

    es algo ms que una decisin. Normalmente implica una serie de

    decisiones. Decidir que existe un problema. Decidir que se debe

    intentar resolver. Decidir la mejor manera de proceder. Decidir

    legislar sobre el tema, etc. Y aunque en la mayora de ocasiones

    el proceso no sea tan racional, toda poltica pblica comportar

    u na serie de decisiones ms o menos relacionadas.

    Por otro lado, no nos encontramos ante la lqica de "una

    decisin-un decisor. El proceso de elaboracin de toda polticapblica Implica decisiones e interacciones entre individuos,

    grupos e instituciones, decisiones e interacciones influenciadas

    sin duda por las conductas, las disposiciones del conjunto de

    individuos, grupos y organizaciones afectadas. Por tanto, no

    deberamos estudiar slo intenciones sino tambin conductas.

    No podemos tampoco encerrarnos en un concepto exclusiva

    mente positivo de las polticas pblicas. "Una poltica puede

    consistir en no hacer nada (HECLO, 1972). Este tipo de no-

    decisin resulta extremadamente relevante en la formacin de

    las agendas o programas de actuacin pblicos. Deberamos

    tambin incluir en nuestro anlisis los impactos o resultados no

    esperados, pero originados por la actividad desencadenada por la

    puesta en prctica de la poltica. Por otro lado no debemos

    engaarnos por el uso del trmino polticas pblicas. De hecho

    nos interesan aquellas polticas en cuya accin desempean

    organismos pblicos papeles o roles clave, pero no obligadamente

    exclusivos.

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    Se tratara, por tanto, de reconstruir el proceso, es decir, la

    serie de acciones u operaciones que conducen a la definicin deun problema y al intento de resolverlo. Un problema entendido

    como la insatisfaccin relativa a un a demanda, un a necesidad o

    una oportunidad de intervencin pblica (DUNN, 1981; DENTE,

    1986). Ello implica sin duda que tal definicin depender de la

    subjetividad propia del analista, de sus lentes conceptuales

    (ALLlSON, 1971). Pero, en definitiva, ello probablemente acaece

    en la mayora de supuestos y aproximaciones investigadoras de

    las ciencias sociales.

    Por tanto, diremos qu e toda poltica pblica es definida subje

    tivamente por el observador, comprendiendo normalmente unconjunto de decisiones relacionadas con una variedad de

    circunstancias, personas, grupos y organizaciones. El proceso de

    formulacin y puesta en prctica de esa poltica se desarrolla en

    un cierto perodo de tiempo y puede comportar la existencia de

    diversos sub-procesos.

    Los objetivos de la poltica pblica acostumbran a estar

    definidos desde su s primeros pasos, aunque su posterior

    desarrollo puede ir modificando esos mismos objetivos originales.Los resultados finales debern ser contrapuestos a las primeras

    intenciones, considerando tambin las posibles inactividades

    producidas. No pueden marginarse tampoco del anlisis las

    disposiciones o conductas de los formuladores e implementadores

    de la misma.

    A partir de esos supuestos podramos decir que el esquema

    de anlisis contendra los siguientes pasos: percepcin y definicin

    del problema; intereses afectados; grado de organizacin; accesoa los canales representativos; consecucin de l estatuto propio de

    tema a incluir en el programa o agenda de actuacin de los

    poderes pblicos; formulacin de una solucin o de una accin

    de respuesta; establecimiento de objetivos y prioridades; soportes

    polticos, presupuestarios y administrativos de la solucin pro

    puesta; implementacin o puesta en prctica de esa poltica;

    evaluacin y control de los efectos producidos; mantenimiento,

    revisin o terminacin de esa poltica (HOGWOOD-GUNN, 1984;THOENIG, 1985; HAM-HILL, 1984; JONES, 1984) (vase figura 2).

    42

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    ~e.v

    ACClN

    Identificacin Formulacin ~ e c l s l n ] Implementacin Evaluacinproblemas poltica, I , ..-. ~

    Diagnosis Cmo formular Factores Influencias DefiniCin

    Cul es el el plan polticos en el proceso de xito?problema? de accin? presentes? de puesta Estndares

    Qu suceder Qu objetivos? en prctica? de evaluacin?

    si no actuamos? Opciones? Informacin? Consecuencias?Efectos? I

    ANALlSIS

    FIGURA 2

    Relac.ones entre el proceso de torrnac.n e .rnplernentacrn de las polticas pblicas y su arilists

    Fuente: STARUNG, G, 1988, P 10

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    Partimos, pues, de la red o entramado de actores que se crean

    alrededor del problema y de la funcionalidad o disfuncionalidad

    de la s diversas acciones emprendidas por los mismos en relacin

    con lo s objetivos que persiguen. A partir de ah podemos llegar a

    unas ciertas conclusiones sobre la influencia de esas interacciones

    en los resultados obtenidos, relacionndolos con los previstos o

    prescritos por parte de los mecanismos de decisin legitimados,

    va representacin poltica.

    Es en este punto donde el giro con respecto a la tradicin

    estructural-funcional es importante. Ya no se parte de la

    hiptesis de que la Administracin, en su conjunto de organismos,

    es la estructura encargada de poner en prctica las leyes o

    normas emanadas de los rganos legitimados para ello. Sino quese trata de entender qu actores (polticos, burcratas, actores

    privados) ha n intervenido en la formulacin y actuacin de la

    poltica concreta planteada, qu distintas racionalidades de

    accin y de intereses utilizaban, y contrastar lo s resultados co n

    los objetivos finalmente alcanzados.Las consecuencias y ventajas de este giro so n importantes.

    Es posible llegar al problema planteado desde un a perspectiva

    interdisciplinar. Se concede una necesaria centralidad a losactores de todo tipo implicados. Y se abre un enorme campo de

    aportaciones prescriptivas y empricas.

    Como afirma Blondel, en el clima ms realista de los 80, los

    politloqos han comenzado a darse cuenta de la falta de

    hechos en sus anlisis. Se detecta una cierta saturacin de la

    modelstica- imperante aos atrs. La combinacin de los

    anlisis empricos y normativos est en la base de la disciplina

    de Ciencia Poltica. Y en ese sentido lo s estudios de po/icies no

    pretenden slo mejorar los procesos de toma de decisiones y

    de puesta en prctica de las polticas, sino que estn tambin

    preocupados por lo s objetivos que se pretenden alcanzar. Y ellos

    los vincula con los estudios de teora poltica en el sentido

    normativo convencional. La investigacin orientada en torno a

    las polticas pblicas es una necesidad no slo para detectar la s

    ineficiencias de la actuacin pblica y reducirlas en el futuro,

    sino para conseguir una mejor inyeccin de principios normativos

    en el desarrollo diario de tales polticas (BLNDEL, 1981, pp. 195-207).

    44

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    Como dira el profesor Murillo: se da po r supuesto un abismo

    infranqueable entre teora y prctica, entre pensamiento y

    accin que, a mi modo de ver, es el error gravsimo que lastra la

    ciencia poltica (MURILLO, 1954). Y ello es, adems, importanteporque, encerrar a la Ciencia Poltica en un marco meramente

    cognoscitivo deja el campo prescriptivo y de asesoramiento

    abierto a disciplinas como el derecho o la economa, ms

    capaces de controlar su s propias variables, pero cuyas limita-

    ciones para dar cumplida cuenta de la complejidad del Estado

    contemporneo so n claras.

    Ahora bien, afirmar las ventajas del appraaeh de polticas

    pblicas no puede, obviamente, hacer pensar en la resolucin de

    todos los problemas. Pasquino recoge en su recientemanual

    dos

    posibles riesgos de este tipo de estudios. Por un lado el de una

    posible interpretacin reductiva de la poltica como un conjunto

    de Interacciones entre individuos, expertos, grupos y asociaciones,concediendo escasa atencin a los aspectos estructurales y a las

    motivaciones ideolgicas. No creemos qu e esa crtica tenga

    fundamentos serios, sobre todo si repasamos los trabajos que en

    este campo se han producido en Europa.

    Ms fundamentada nos parece la segunda de las acotaciones

    crticas sugeridas por el politlogo italiano, al mencionar elriesgo de los paliey studies de estar excesivamente dominados

    por lo contingente, y no saber producir generalizaciones aplicables

    en otros contextos, o ambientes, con el consiguiente peligro de

    falta de teorizacin (PASQUINO, 1986, p. 25). Como se ha

    reconocido por parte de los cultivadores de este tipo de estudios

    (DENTE, 1986, p. 17, THOENIG, 1985, pp. XVI-XVII), esta es un a

    dificultad importante. Se considera qu e ello puede derivar de la

    falta suficiente de estudios empricos o de la misma particularidad

    derivada de la seleccin po r parte del investigador de la paliey

    a estudiar. Pero ello es una consecuencia asimismo de la

    atomizacin, heterogeneidad y complejidad crecientes del Estado

    contemporneo y sus mltiples actividades. Si como ya hemos

    mencionado resulta extremadamente difcil hablar de Adminis-

    tracin Pblica de una manera unitaria en cualquier pas de

    Europa, co n su s millones de funcionarios, mucho ms complejo

    ser referirnos a polticas pblicas que implican y afectan a

    actores e intereses de caractersticas y racionalidades muy

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    diversas. Deberemos hablar de verdades parciales, localizadas:

    tal autoridad pblica, ta l medida concreta, tal poblacin afectada.

    Si la disolucin del Estado unitario y autnomo es una realidad

    contempornea, ciertamente debe constituir un a hiptesis de

    partida para el observador (THOENIG, 1985, p. XVII).

    Ha habido intentos para introducir ese tipo de appraaeh en

    trabajos ms generales y comprensivos. As los trabajos de

    Richardson sobre los paliey styles (RICHARDSON, 1982) en un a

    perspectiva comparada, o los trabajos de Rhodes (RHODES, 1986)

    para aplicar ese tipo de enfoque al anlisis global de l gobierno

    local en el Reino Unido. Pero nos falta, en conjunto, avanzar ms

    en esa lnea para demostrar su posible eficacia, que parece

    suficientemente contrastada, en cambio, en lo s estudios msparticularizados.

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    11. DEFINICION DEL PROBLEMA. RELEVANCIA PUBLICA

    Y FORMACION DE LA AGENDA DE ACTUACIONDE LOS PODERES PUBLICaS

    1. Supuesta objetividad de los problemas y dificultades en su

    definicin

    A menudo, refirindose al mundo de la AdministracinPblica, se nos advierte sobre la falta de definicin de los deseos

    de los qu e tienen capacidad de decidir. En este sentido, se

    afirmara, no ha y la suficiente claridad en la determinacin de

    objetivos qu e permita introducir mecanismos de medida y

    control de eficacia y eficiencia que, en cambio, parecen operativosen el mundo de lo privado. Sin negar lo anterior, deberamos, no

    obstante, retroceder un poco ms y plantearnos el momento

    previo a la toma de la decisin: la definicin del problema a

    resolver.

    En opinin de algunos, esta es una cuestin casi irrelevante.

    El problema a resolver nos vendra dado por las condiciones

    objetivas externas, por los hechos tal como se nos aparecen. Si

    recordamos las distintas versiones qu e merecen los incrementos

    estadsticos de factores como la Inflacin, el paro o la criminalidadpor parte de los distintos actores y analistas pcllticos podramoscaracterizar como naff esta manera de abordar la definicin de

    los problemas con los que se enfrenta la Administracin Pblica.

    y ello no s lo ocurre porque muchas veces los factores

    considerados son inconsistentes entre s, sino sobre todo porque

    son muy distintas las maneras de ver elementos como la

    conducta humana, la accin de gobierno o ras oportunidades o

    prioridades en la intervencin de los poderes pblicos.

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    I

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    Nos enfrentamos, pues, con uno de los aspectos ms

    cruciales y menos estudiado del proceso de actuacin de la

    Administracin Pblica. Cuando, en cambio, hay quien opina que

    se producen muchos ms errores como consecuencia de la

    errnea definicin de un problema qu e al ofrecer malas soluciones

    a problemas bien planteados (DUNN, 1981, p. 98). Intentaremos

    en este apartado introducir algunas reflexiones sobre las vas de

    estructuracin de los problemas, as como acercarnos a algunas

    tcnicas que faciliten esa tarea.

    Como ya hemos avanzado, la primera reflexin a hacerse es

    la siguiente: los problemas no estn all fuera. No existen los

    problemas objetivos. Deberemos construir, estructurar nuestra

    propia (la del analista) definicin del problema a plantear yresolver. Refirmonos al tema, por ejemplo, de los accidentes en

    carretera. Hace unos aos, la cuestin se planteaba como un

    problema de conducta del automovilista. Los esfuerzos se

    encaminaban a conseguir que el conductor cumpliera las

    normas. En la actualidad el tema se considera ms como un

    problema de seguridad en carretera: seguridad del vehculo

    (normas tcnicas de proteccin, sistema ami-bloqueo de frenos,

    etctera), y de seguridad del conductor y dems ocupantes (cinturones, etc.). En el fondo, lo que ha cambiado es la percepcin

    de una misma realidad. Una realidad que se nos presenta poli

    drica e interdependiente. Cada nueva cara o faceta del problema,

    cada nuevo factor que descubrimos nos hace ms compleja su

    estructurac