Jimeno, Myriam, Naciocentrismo

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JIMENO, MYRIAM NACIOCENTRISMO: tensiones y configuracin de estilos en la antropologa sociocultural colombiana Revista Colombiana de Antropologa, vol. 43, enero-diciembre, 2007, pp. 9-32 Instituto Colombiano de Antropologa e Historia Bogot, ColombiaDisponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=105015277001

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NACIOCENTRISMO:tensiones y configuracin de estilos en la antropologa sociocultural colombianaMYRIAM JIMENODEPARTAMENTO DE ANTROPOLOGA / CENTRO DE ESTUDIOS SOCIALES (CES), UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA [email protected]/ [email protected]

ResumenSTE ARTCULO MUESTRA ALGUNOS DE LOS DEBATES Y POSTURAS QUE HAN CONFIGURADO LA ANTROpologa sociocultural en Colombia desde mediados de los aos 1940. Se examina la tensin entre las orientaciones globales de la disciplina y su puesta en prctica en el contexto colombiano. En la prctica hay un malestar permanente entre asumir los conceptos y las orientaciones dominantes y modificarlas, ajustarlas o an rechazarlas, y proponer alternativas. Esto surge de una condicin social especfica de hacer antropologa en pases perifricos: tener la doble condicin de investigadores y compartir la ciudadana de los sujetos de estudio. El naciocentrismo es una marca de estilo en la cual es borroso el lmite entre prctica disciplinaria y accin ciudadana. PALABRAS CLAVE: antropologa social, Colombia, ciudadana, estilos en antropologa.

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NACIOCENTRISM: TENSIONS AND STYLES IN COLOMBIANSOCIOCULTURAL ANTHROPOLOGY

Abstract

I

N THIS ARTICLE SOME OF THE DEBATES AND POSITIONS THAT HAVE CONFIGURED COLOMBIAN SOCIOCULTURAL

anthropology since the mid 1940s are presented. The tensions between the disciplinary global orientations and their practice in the Colombian context are examined. In practice there is a permanent conflict with assuming dominant concepts and trends in anthropology, modifying, adjusting or rejecting them, and proposing alternatives. This emerges from the specific social condition of those practicing anthropology in peripheral countries: being both researchers and sharing citizenship with the subjects of study. Naciocentrism is a mark of style with blurry limits between disciplinary practice and citizen action. KEY WORDS: Social anthropology, Colombia, citizenship, styles in anthropology.

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INTRODUCCIN

Colombia se puede comprender a la luz de la tensin entre las orientaciones y los conceptos hegemnicos en la disciplina y la necesidad de modificarlos, rechazarlos o proponer alternativas. Esta necesidad de reflexin y ajuste surge de una condicin social especfica de los antroplogos de los pases perifricos: nuestra doble condicin de investigadores y de compartir la ciudadana con los sujetos de estudio, lo que nos lleva a la interpelacin permanente entre nuestro quehacer como conocedores y nuestro papel como ciudadanos. Considero que esta prctica de la antropologa tiene un acento particular en relacin con la que se realiza con sujetos de fuera de casa, no por una esencia propia de una u otra, sino por cuanto las condiciones sociales de la produccin intelectual son distintas y eso lleva a establecer vnculos diferenciales con los sujetos de estudio. Buena parte de las preguntas que inquietan a los antroplogos de los pases metropolitanos sobre los vnculos de poder entre investigador e investigado y sus repercusiones sobre el conocimiento, la forma de conocer, las implicaciones prcticas y los usos no acadmicos del conocimiento han sido muy debatidas en Colombia y en otros pases del rea desde hace varias dcadas, es decir, desde las primeras generaciones de antroplogos (vase Jimeno, 2005). Este sello particular es visible en la produccin intelectual y en el ejercicio de la antropologa como profesin. En este sentido, la prctica de la antropologa en Colombia, tal como en otros pases de Amrica latina (vase Cardoso de Oliveira, 1998, 1995) ha sido naciocntrica tomo el concepto de Elias, 1989, es decir, se ha centrado alrededor de la nacin. Nuestra produccin cultural est atravesada por propuestas dispares, polmicas y confrontadas sobre la conformacin del estado y sobre lo que significa para ciertos sectores de la poblacin la construccin de nacin, democracia y ciudadana, y sobre el papel de los intelectuales all. No se trata aqu de un debate conceptual sobre caractersticas genricas de la nacin; ms bien, la antropologa en Colombia ha sido naciocntrica en el sentido de privilegiar en su prctica la lucha por la valoracin, la visibilidad y la participacin en la nacin colombiana de sectores sociales tales como los indgenas, los negros y la poblacin de menores recursos. Esto ha implicado

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N ESTE ARTCULO PROPONGO QUE EL DEVENIR DE LA ANTROPOLOGA EN

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trabajar en la redefinicin y la obtencin de derechos para sectores especficos de la sociedad y en la produccin de nuevos marcadores simblicos de autoreconocimiento. Tal vez el ejemplo ms ntido es la larga persistencia de un sector significativo de los antroplogos colombianos en apoyar los movimientos sociales tnicos que lucharon por una identidad positiva y trabajaron para redefinir los marcadores simblicos de la nacin. En 1991 esto se plasm en la frmula constitucional que define a Colombia como una nacin multitnica y pluricultural. Lo hicieron no slo mediante debates conceptuales acadmicos, sino en el terreno mismo, al vincular e, incluso muchas veces diluir, su prctica como antroplogos con la prctica poltica de las organizaciones indgenas y negras. Por eso formulamos y respondemos de manera diferente la pregunta de Kevin Dwyer (1982: 21) cul es la relacin que construimos entre un faquir, un aldeano marroqu y yo, un neoyorquino?. La prctica antropolgica en Colombia, como la de otros pases de Amrica latina, ha estado enzarzada permanentemente en discusiones sobre el lugar de la diferencia cultural en la jerarqua de poder de nuestra sociedad; sobre las relaciones de sujecin y exclusin que pesan sobre sectores tnicos, de clase o de gnero; o sobre los dilemas del llamado desarrollo. Es decir, la condicin social de sujetos de estudio que nos son tan prximos ha llevado a tener muy presentes las mediaciones de poder y clase en la prctica antropolgica, incluso a veces con una conciencia culposa de ser antroplogos. Con frecuencia los interrogantes se han originado por fuera de la disciplina misma, provenientes de organizaciones y movimientos sociales o de las condiciones de violencia y conflicto interno. Esto implica que las seguridades de una prctica orientada estrictamente al conocimiento acadmico se han visto sacudidas por preguntas y cuestionamientos sobre las repercusiones sociales de nuestras interpretaciones e imgenes sobre las poblaciones estudiadas. An ms: estamos atravesados por una polmica interminable sobre el sentido social y poltico de los intelectuales en nuestras sociedades, que adopt la forma de ruptura entre la generacin que se suele llamar de los pioneros y aquella que irrumpi en el sistema universitario a comienzos de la dcada de 1970 (Arocha y Friedemann, 1984; Jimeno, 1984, 1999; Barragn, 2001, 2006; Caviedes, 2004). Pero como planta que no muere, reverdece, hoy da en un nuevo lenguaje que enfrenta nuevos sujetos y preocupaciones.

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Mediante un esbozo rpido y global sobre el transcurso de la antropologa social, que no tiene la intencin de pormenorizar o de hacer un balance de la disciplina, busco desarrollar este argumento: propongo que la prctica de la antropologa en Colombia, lejos de ser la repeticin acrtica de modelos importados debe hacer un esfuerzo permanente para dar cuenta del cruce de diversas perspectivas internacionales y los acentos e intereses sociales locales. Para esto considero que seis dcadas de antropologa en el pas se pueden resumir de acuerdo con nfasis dominantes, con algunos quiebres significativos. Entre una etnografa con pretensiones totalizantes y una antropologa militante se abre una gama de posiciones y discusiones cuya marca principal es el lmite borroso entre la prctica de la antropologa como disciplina y la accin como ciudadanos. Existe un asiduo y continuo trnsito de la una a la otra, entre la aplicacin y la investigacin bsica, lo que establece, al mismo tiempo, lmites, y es fuente de apertura intelectual. En breve, la antropologa hecha en Colombia ha tenido que abordar, desde su propio inicio y con no pocas ambigedades y contradicciones, una larga y perdurable preocupacin social que hace parte de la doble condicin de los antroplogos como intelectuales y como ciudadanos; por ellos se vuelve con insistencia hacia los problemas nacionales. Se instala as un dilogo, a veces una gritera sin interlocucin, entre ellos(as) mismos(as) y con distintos sectores sociales en torno a proyectos de construccin nacional. Esto se refleja en ciertos acentos de la antropologa, que varan a travs del tiempo e incluso entrechocan, pero que comparten el estar anclados en un interrogarse, una y otra vez, sobre las condiciones de la democracia, sobre el lugar que ocupamos quienes estudiamos la diversidad y sobre nuestro papel en la sociedad. Tentativamente, me parece que la antropologa social o sociocultural en Colombia puede agruparse en tres grandes tendencias, no sucesivas sino que ms bien conviven y se sobreponen desde sus inicios como disciplina acadmica. Pero, simultneamente, operan tambin como cortes temporales, pues cada una le da el tinte principal a una poca. La primera vertiente tiene que ver con el predominio de una aproximacin descriptiva, de vocacin totalizadora y con pretensin de objetividad. Su inters inicial fue hacer un inventario detallado de las sociedades amerindias existentes en el marco delimitado por el territorio nacional, desde el poblamiento y el desarrollo de sociedades prehispnicas hasta

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los aspectos de antropologa fsica, lingstica y organizacin social. Esta aproximacin se ha ampliado, se ha hecho ms flexible y ha multiplicado los sujetos de inters, pero conserva su forma bsica de abordaje hacia el conocimiento antropolgico. La segunda se preocupa especialmente por la desigualdad social y la diferencia cultural dentro del estado nacional, por las representaciones que las alimentan y por las relaciones de sometimiento en el entorno local y nacional. Esta tendencia asumi dos posiciones contrapuestas: una integracionista a la sociedad nacional, vigente especialmente entre las dcadas de 1950 y 1970, pero que an est presente en posiciones desarrollistas. Su gran preocupacin es disolver las diferencias para alcanzar la unidad o el desarrollo nacional. Su contrario se erigi en esos mismos aos 1970 como su opuesto ideolgico, pues enfrent la presuncin de la integracin nacional en trminos de homogeneidad cultural y supremaca racial. Recibi el impulso de la emergencia de los movimientos sociales de reivindicacin tnica y campesina, y la influencia ideolgica del marxismo, muy vigorosos en aquellos aos (Jimeno, 1985, 1996). El acento estuvo en una antropologa militante y en buena medida apcrifa, como la llama Mauricio Caviedes (2004), por su hbito de debatir, criticar y participar mucho, pero escribir poco. En su momento de mayor fuerza, en las dcadas de 1970 y 1980, esta tendencia pretendi transformar los marcadores simblicos de la identidad nacional y rebatir la orientacin basada en la ideologa de una lengua, una religin, una nacin. Su meta fue acompaar a los nuevos movimientos tnicos en su proceso organizativo y en la creacin de una contranarrativa con la cual desafiar la hegemona cultural que relegaba a los indios y a otros sectores sociales como fuentes del atraso. Mediante su insercin en variadas instituciones del estado de reforma agraria, educacin, salud y justicia busc tambin, explcita y persistentemente, una nueva normativa que permitiera el ejercicio de ciudadana sustentado en el reconocimiento de la pluralidad, el respeto por la diversidad cultural y la afirmacin de derechos poltico-culturales para las minoras tnicas. La tercera tendencia, en pleno vigor en la actualidad, corresponde a la consolidacin de la antropologa en las universidades, con programas de estudio de posgrado, y en centros de investigacin como el Instituto Colombiano de Antropologa e Historia (Icanh). Pese a que carecemos de estudios empricos con guarismos actualizados, sabemos que esto ha implicado un

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creciente nmero de antroplogos: tan solo la sede de Bogot de la Universidad Nacional de Colombia cuenta con mil egresados. Pero, ante todo, ha trado el desdoblamiento entre una comunidad acadmica con intereses y enfoques muy diversificados sobre los ms variados sujetos sociales y un elevado nmero de profesionales, muchas veces mayor que el de los acadmicos. Los profesionales estn por todo el pas, se adentran hasta lo ms remoto del territorio o se encuentran en los barrios y las comunas urbanas, trabajando para organismos no gubernamentales, algunos de las propias comunidades, mientras otros lo hacen en instituciones oficiales. Sin embargo, sabemos tambin que existe un trnsito continuo entre la aplicacin de conocimientos y la vida acadmica, pues la separacin entre unos y otros siempre es relativa y a menudo temporal. Muchos antroplogos en Colombia, as como socilogos y otros acadmicos, conservan un inters por las implicaciones prcticas y polticas de sus estudios, de manera que suelen participar en debates y se involucran en propuestas sobre legislacin o polticas pblicas. Un ejemplo comn es la participacin en el proceso de reforma y desarrollo constitucional de 1991, que avanz en el reconocimiento de derechos poltico-culturales de indgenas y afrocolombianos, o la afirmacin posterior de derechos de gnero, proteccin del medio ambiente, salud, educacin y participacin poltica, entre otros. Veamos ahora, brevemente, algunos acentos del quehacer antropolgico entre nosotros.

LOS

PRIMEROS DEBATES

L

A ANTROPOLOGA SE ORGANIZ EN COLOMBIA COMO CARRERA PROFESIONAL

a comienzos de los aos 1940, a impulsos de Gregorio Hernndez de Alba y del etnlogo francs Paul Rivet, quien encontr en el pas refugio de la guerra europea. El primer puado de jvenes profesionales que formaron combinaba el inters en la etnografa total con la preocupacin de Rivet por el origen del poblamiento americano y la difusin de rasgos culturales. Esto implicaba investigar en arqueologa, lingstica, etnohistoria y antropologa fsica hasta llegar a secuencias socioculturales de larga duracin (Barragn, 2001, 2006). Esa primera generacin fue central para la formacin de etnlogos en la dcada de 1950 y en la organizacin

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de carreras universitarias durante los aos 1960, que adoptaron el enfoque de formacin en los cuatro campos antropolgicos. Este primer puado de antroplogos, cuyo nmero no sobrepas los cincuenta en las dos dcadas siguientes, ejercit la profesin en instituciones pblicas de educacin e investigacin. Qu preocupaba a esa generacin? La Revista Colombiana de Antropologa rgano del Instituto Colombiano de Antropologa, hoy de Antropologa e Historia edit su primer nmero en junio de 1953. El director del Instituto era Antonio Andrade Crispino y el ministro de Educacin, Manuel Mosquera Garcs, un poltico conservador de admirada oratoria y el nico chocoano, negro, que ha sido Ministro de Educacin. El presidente era el general Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957). Sera necesario agregar que Colombia estaba en plena confrontacin bipartidista y viva bajo el resplandor de la guerra fra y el temor al comunismo. Esto se reflej en que, segn las afiliaciones partidistas, quienes trabajaban en el Instituto contaban o carecan de apoyo para sus trabajos, y en algunos casos stas determinaron su salida del Instituto. En esa primera Revista escribieron muchos de los que fueron profesores de los antroplogos de mi generacin en las universidades de los Andes y Nacional de Colombia. Gerardo Reichel-Dolmatoff escribi sobre Contactos y cambios culturales en la Sierra Nevada de Santa Marta; Milcades Chaves sobre La Guajira, una regin, una cultura de Colombia; el artculo de Ernesto Guhl fue El aspecto econmico social del cultivo del caf en Antioquia; y Alicia Dussn de Reichel acerca de La reparticin de alimentos en una sociedad en transicin (estudios sobre la poblacin de Atanquez, en el Magdalena). Tambin escribieron Segundo Bernal sobre mitologa y cuentos de la parcialidad de Calderas en Tierradentro; Federico Medem, bilogo, sobre la taxonoma del yacar; los lingistas Nils Holmer sobre lenguas de la Sierra Nevada de Santa Marta y Jean Caudmont sobre Los fonemas del inga; y, finalmente, Marcos Fulop sobre Travestismo y shamanismo en Siberia. Ni una palabra, podra decirse, sobre la confrontacin violenta en una parte extensa del campo colombiano. Otros podrn anotar, como el comentario del joven egresado de antropologa Marco Martnez, que se proponen describir rasgos culturales con detalle, que hacen listados de costumbres, que no consignan el lugar desde el cual se habla sino que el lector debe deducirlo, que se extraa la ausencia de una discusin terica o la referencia explcita a la metodologa empleada en el trabajo.

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Parece como si supusieran que la realidad est delante de sus ojos bien dispuesta para ser desvelada por el conocedor. En efecto, en las dos primeras revistas los artculos se detienen en describir con detalle grupos culturales del pas mediante el inventario detallado y sistemtico, por ejemplo, de la fonologa o de la cultura material. En arqueologa el inters radicaba en establecer reas culturales a travs del territorio colombiano y en elaborar las secuencias cronolgicas correspondientes. Parece, entonces, que hacen referencia a lo que hoy da se denomina como mundos locales y a la descripcin objetiva de culturas cerradas. Pero verlo as sera pasar por alto que entre sus temas estuvieron las llamadas culturas mestizas, criollas y campesinas, y, sobre todo, que manifestaron preocupacin por las implicaciones de los cambios sociales y las condiciones de vida de las poblaciones estudiadas. As, el nfasis descriptivo del realismo etnogrfico se matizaba por la preocupacin, en casi todos los textos, por el contacto y el cambio cultural, por los efectos de la llamada aculturacin. Esto fue especialmente ntido en quienes la miraban como una prdida cultural, y por el inters de varios de los autores en programas aplicados de antropologa, como en la insistencia de Alicia Dussn de Reichel y Gerardo Reichel-Dolmatoff en la necesidad de entender el contacto, el cambio cultural y los conflictos que implicaban. Es decir que no ignoraron o hicieron abstraccin de que estos mundos locales estaban en relacin con un entorno regional y nacional que les impona su estilo de vida y los miraba con desdn. Tampoco ignoraron que sus conocimientos sobre un cierto pueblo o regin tenan repercusiones, puesto que cuestionaban lo sabido sobre l o rebatan e insinuaban polticas de estado. Milcades Chaves, por ejemplo, comienza su escrito sobre La Guajira con el subttulo Colombia, pas tropical, y despus de examinar la influencia del clima sobre el hombre aprovecha para decir que detrs de muchas teoras sobre la influencia geogrfica se esconden teoras racistas que ignoran la adaptacin del hombre del trpico a su medio. Ms adelante sita a La Guajira como una cultura de Colombia, y resalta de nuevo la adaptacin asombrosa del indio guajiro. Si bien hoy puede parecernos ingenua la exaltacin de la adaptacin cultural de una poblacin a un cierto medio, tampoco cabe duda de lo inslitas que deban sonar estas palabras de Chaves en una sociedad con un marcado racismo hacia indios y negros, vistos como fuentes de atraso.

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Las apreciaciones del presente no deben hacernos perder de vista la ruptura que estas posiciones significaban, ni podemos juzgarlas como meras entelequias intelectuales que ahora podemos desbaratar fcilmente. El primer nmero de la Revista se anuncia como el reemplazo de forma moderna y ms cientfica de la Revista del Instituto Etnolgico Nacional y del Boletn de Arqueologa, los rganos del Instituto Etnolgico Nacional, convertido, en septiembre de 1952, en Instituto Colombiano de Antropologa. En su editorial la direccin anuncia que ahora el Instituto tiene secciones de arqueologa, antropologa fsica, etnografa, antropologa social, lingstica y estudios folclricos. Pero destaca que aspira muy pronto a crear tambin unaseccin muy especial de Proteccin al indio en la cual se estudien los problemas especficos de cada comunidad para sugerir al gobierno las medidas que hayan de redimir al indgena de sus condiciones precarias de vida, incorporndolo as a la nacionalidad, pues Colombia con su 10% de indios puros, su 40% de mestizos caucasoides y su 30% de negroides, no puede prescindir de las soluciones que a este respecto le ofrezca la Antropologa (p. 13).

El lenguaje puede ser chocante a odos habituados a la crtica de la idea de pureza cultural o de las clasificaciones socioraciales, en fin, al anti esencialismo. Puede parecernos inclusive una posicin equivocada por su pretensin de relacin entre el estado y la antropologa. Pero ms all de constatar cunto hemos redefinido la relacin con las polticas estatales es evidente que esos antroplogos no vean una dicotoma entre objetividad acadmica y preocupacin social por las poblaciones que estudiaban. Es claro su afn por participar en la funcin constitutiva de la nacionalidad, similar al papel de las cartografas, los museos y los censos de que nos habla Benedict Anderson (1983). Pensaban, como lo dice la presentacin del primer nmero, que la antropologa no poda escapar a interrogantes nacionales ni a la pregunta de cmo podemos contribuir a la respuesta de qu es el ser americano. Con todo, en esa primera generacin no hubo unanimidad sobre cmo resolver la relacin entre conocimiento y posicin poltica, cmo abordar los dilemas entre conocer y comprometerse, o hasta dnde llegar en propuestas concretas sobre el problema social. Mientras unos privilegiaban el conocimiento

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objetivo de sociedades in vitro en peligro de extincin, otros, los denominados indigenistas, asuman la reivindicacin poltica y cultural del indio. Entre 1940 y 1952 las tendencias contrapuestas haban coexistido en tensin dentro del Instituto Etnolgico Nacional, hasta el punto en que decidieron separar sus productos, pues mientras los textos puramente etnogrficos se publicaban en la Revista del Instituto Etnolgico, los trabajos sobre la situacin social de los indgenas salan en el Boletn de Arqueologa (Pineda Giraldo, 1999; Barragn, 2001, 2006). Los antroplogos de la vertiente indigenista, como Blanca Ochoa, adoptaron posiciones radicales inspiradas, entre otras, en las propuestas del peruano Jos Carlos Maritegui. En esta vertiente el problema del indio, el agrario y el nacional fueron uno solo (Maritegui y Snchez, [1927 y 1928] 1987). Hubo tambin quienes tuvieron una posicin intermedia. En el volumen 4 de la Revista, en 1955, Virginia Gutirrez de Pineda cuenta que hizo una expedicin a La Guajira junto con su esposo, Roberto Pineda Giraldo, y con Milcades Chaves. Dice que le llam mucho la atencin el alto ndice de mortalidad infantil entre esos indgenas. De ese hecho local ella pasa a la pregunta por la alta mortalidad infantil en Colombia, y de all a proponer que si se tomaran en cuenta los patrones culturales de crianza y alimentacin ese alto ndice podra disminuirse. Gutirrez de Pineda comenzaba por entonces su carrera. Y el asunto de cmo traducir los conocimientos antropolgicos en polticas pblicas sobre salud y familia segn las particularidades culturales de cada regin colombiana fue el de toda su vida, en especial como profesora de antropologa en la facultad de medicina de la Universidad Nacional de Colombia. En las dcadas de 1960 y 1970 las diferencias adoptaron otro carcter, pues algunos antroplogos conservaron un marcado recelo crtico ante las polticas oficiales y sostuvieron una posicin de denuncia sobre la situacin indgena por ejemplo, Blanca Ochoa en la Universidad Nacional, y apoyaron abiertamente a los movimientos y las organizaciones indgenas cuando se conformaron. En contraste, otros, como Guillermo Hernndez de Alba, hicieron toldo comn con una corriente desarrollista dentro del aparato estatal colombiano y participaron en la formulacin de planes institucionales orientados a asimilar a los indgenas al resto de la poblacin. Desde la divisin de asuntos indgenas, parte del entonces llamado Ministerio de Gobierno, sentaron las bases de una poltica oficial que dur varias dcadas y cuyo

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fin era integrar a los indgenas al torrente de la nacionalidad colombiana, influenciados en buena medida por el indigenismo mexicano. Durante esas dcadas el discurso del desarrollo perme al estado colombiano, que se sirvi de un nuevo estrato de cientficos y tcnicos, como partcipes de la administracin pblica, para planificar la intervencin social (Jimeno, 1984). Por entonces se consolidaron los dos grandes mecanismos de los cuales se ha servido el campo del desarrollo, analizados por Arturo Escobar: la profesionalizacin y la institucionalizacin (Escobar, 1996). A comienzos de los aos 1970 los egresados, que tal vez ramos un par de centenas, fuimos contratados rpidamente por las distintas agencias oficiales. Pero muy rpido tambin irrumpi en esas instituciones, as como en las universidades, especialmente en las pblicas, un movimiento crtico alentado por la revolucin cubana de 1959, por los movimientos sociales de reivindicacin anticolonial y del llamado tercer mundo, y por los propios movimientos estudiantiles de finales de esa dcada en las universidades del primer mundo. Se pensaba por entonces que Amrica latina podra albergar una utopa de igualdad social. Los jvenes profesionales y los estudiantes de antropologa de fines de los aos 1960 entraron de lleno al movimiento e involucraron en su cuestionamiento del orden social el de la antropologa como producto colonial. Los estudiantes vean a sus profesores como dciles seguidores de esas orientaciones (Arocha, 1984; Jimeno, 1999; Barragn, 2001; Caviedes, 2004). En efecto, pertenezco al grupo de estudiantes de la Universidad de los Andes que plante su inconformidad con la orientacin del currculo de antropologa entre 1968 y 1970, justamente por su falta de compromiso con los movimientos sociales. Muchos de los que escribieron en la primera Revista que he comentado fueron afectados, incluso muy profundamente, por nuestras crticas. Por ello resulta curioso, o ser justamente por los aos que ya pasaron, que ahora sea una de nosotras quien resalte no tanto las rupturas y discontinuidades con esa primera generacin, como las lneas comunes sobre un mismo interrogante. Pero en ese momento el cuestionamiento desemboc en confrontacin generacional y provoc la desvinculacin temprana de varios de los primeros antroplogos de las aulas universitarias, entre otros, Gerardo Reichel-Dolmatoff y Alicia Dussn de la Universidad de los Andes, y de Roberto Pineda, Virginia Gutirrez de Pineda

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y Nina de Friedemann de la Nacional. Fueron sustituidos por jvenes radicales, con amplia influencia del marxismo y de las teoras crticas de la dependencia, quienes tratamos de reorientar as los programas de formacin. El segundo mecanismo de la ideologa del desarrollo fue la institucionalizacin. Ya qued dicho que algunos de los pioneros de la antropologa apoyaron activamente nuevos organismos estatales de desarrollo, entre ellos los de reforma agraria e indigenismo. Algunos sostenan que el papel de los antroplogos sera planificar los cambios culturales para que el desarrollo y la tecnificacin agrcola dieran lugar a la integracin de campesinos e indgenas a la estructura social nacional (Jimeno y Triana, 1985). Esta directriz supona acciones muy concretas sobre las poblaciones indgenas, en particular sobre sus tierras. Las sociedades indgenas estaban, tal como en la actualidad, diseminadas por regiones perifricas de Colombia, en grupos de baja densidad demogrfica, con marcadas diferencias culturales entre s. La poltica desarrollista conceba los derechos territoriales colectivos como formas en transicin hacia la propiedad individual, en forma similar a como lo hizo la ideologa liberal del siglo diecinueve. As, el nuevo Instituto Colombiano de la Reforma Agraria (Incora) recibi en 1962 la funcin de desintegrar las tierras comunales; no obstante, tambin abri la posibilidad de asignar tierras para indgenas en reas fuera de la frontera econmica, denominadas reservas. Por esa pequea rendija se introdujo el movimiento indgena de defensa y ampliacin de las tierras, que obtuvo logros importantes en la siguiente dcada, con la participacin de un apreciable nmero de antroplogos y otros profesionales. Adems de que el territorio asignado fue bastante grande, como veremos, a las llamadas reservas se les dio el mismo estatuto jurdico de las tierras comunales indgenas (resguardos). Estos cambios fueron alentados por el malestar social entre campesinos en busca de tierras que cobij a los indgenas a comienzos de la dcada de 1970. stos, no slo se negaron a dividir sus tierras comunitarias, sino que reclamaron tierras invadidas de tiempo atrs por terratenientes o pidieron garantizar sus derechos en regiones de frontera. Para sorpresa del ala paternal del movimiento campesino, los indgenas consolidaron sus propias reivindicaciones alrededor de organizaciones tnicas de nuevo cuo, tales como el Cric (Consejo Regional Indgena del Cauca), en las que participaron muy activamente docenas de jvenes

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antroplogos y otros intelectuales (Jimeno, 1996; Caviedes, 2004). Esto abre el campo al nfasis militante o comprometido, tan caro a la antropologa en Colombia.

UNA

ANTROPOLOGA MILITANTE

(2002), AROCHA Y FRIEDEMANN (1984) Y BARRAGN (2001) plantean que en los aos 1970 hubo una ruptura en la prctica de la antropologa que adopt, en su forma ms radical, la modalidad del antroplogo como activista de movimientos sociales campesinos e indgenas. Para Caviedes no fue slo un movimiento interno de la antropologa por la influencia crtica del marxismo y por la cercana al movimiento indgena, en especial al Cric, como lo hemos propuesto algunos (Jimeno, 1999). La razn de esa ruptura se encontrara en el intento de replanteamiento general de la relacin de poder entre la sociedad nacional y los indgenas y en el seno de toda la sociedad nacional ocurrida durante esa dcada. As, el radicalismo de buena parte de los antroplogos sera resultado de las luchas por transformar esa relacin. Es probable que Caviedes tenga ms razn que quienes estuvimos demasiado involucrados en el proceso durante esos aos. Muchos de quienes por entonces ramos profesores recin vinculados a los departamentos de antropologa en la universidades pblicas Nacional (sede Bogot), del Cauca (en Popayn) y de Antioquia (en Medelln), abrazamos con entusiasmo el apoyo a la causa indgena. Veamos all la posibilidad de alcanzar el tan anhelado compromiso entre la ciencia y la poltica. Una forma de colaboracin fue la produccin de pequeos textos redactados en el lenguaje ardiente de los activistas; en ellos se denunciaban atropellos, en especial de terratenientes, de la iglesia catlica o de las fuerzas de polica locales, se atacaba la poltica oficial hacia los indgenas, que se calificaba de etnocida. Promovimos tambin innumerables encuentros para que los dirigentes indgenas presentaran sus puntos de vista en las ciudades, acudimos a sus reuniones y congresos o aprovechamos los viajes de trabajo en el pas para servir como puente de conexin entre los grupos indgenas aislados entre s. Colaboradores era nuestra categora. Uno de los muchos ejemplos de esta literatura militante fue el peridico Yav, creado por un pequeo grupo de antroplogos,AVIEDES

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abogados y socilogos, que circulamos entre intelectuales y organizaciones indgenas de forma muy artesanal y cautelosa entre 1978 y 1983. El asesinato de lderes indgenas en esos aos, o el encarcelamiento de otros, fue uno de los motores del peridico, que examinaba adems situaciones locales de confrontacin y exaltaba la variedad y la riqueza de las creencias y prcticas indgenas. Por su parte, los investigadores del Instituto Colombiano de Antropologa crearon sitios de trabajo en comunidades indgenas denominados estaciones antropolgicas, cuyo propsito era aunar sus investigaciones con trabajo para la comunidad en etnoeducacin, salud y organizacin. Otros colegas dedicaron aos de esfuerzos en paralelo con sus trabajos de investigacin de campo para ayudar, junto con las comunidades, a delimitar tierras indgenas. Tal fue el caso de Horacio Calle en el Putumayo; de Elas Sevilla Casas en Tumbichucue (Cauca), primer resguardo creado en la repblica, en 1978; deb Ann Osborn con los tunebo, hoy llamados uwa; y aos despus de Martn von Hildebrand en la amazonia. Les hicieron eco antroplogos que trabajan como funcionarios en el Incora, quienes entre finales de 1970 y 1990, junto con un grupo de abogados y socilogos, contribuyeron a titular 583 nuevos resguardos indgenas sobre varios miles de hectreas de tierras (vase Arango y Snchez, 2004; hasta 1978 slo existan cincuenta y cinco resguardos de origen colonial). El concepto central que guiaba la accin de los antroplogos militantes era el de compromiso, entendido como el deber moral de enfrentar lo que crean lesionaba a las comunidades. Muchos lo ejercitaron a fondo, como Antonio Cardona en el caso de Urr desde el final de los aos 1970 (vase Caviedes, 2004), y algunos continan con este enfoque, como lo sustenta Luis Guillermo Vasco. En contraste, otros optaron con el paso del tiempo por buscar alternativas y las encontraron en su propio conocimiento de expertos, que convirtieron en herramienta de asesora para estudios especializados y conceptos tcnicos. As, por ejemplo, en calidad de consultores de peritazgos antropolgicos para la Corte Constitucional como Esther Snchez y ms tarde Herinaldy Gmez. Otro ejemplo entre muchos es el concepto que sustent la necesidad de reparar a la comunidad embera por el dao causado por la represa de Urr, construida pese a la oposicin de los embera, los antroplogos solidarios y los expertos. Con base

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en el concepto antropolgico del que participaron de distintas formas Roberto Pineda Camacho, Piedad Gmez y Esther Snchez, en 1998 la Corte Constitucional emiti una sentencia en la que admiti que la represa haba impuesto cambios importantes que amenazaban la supervivencia embera y orden indemnizar a las comunidades. En esta nueva fase del conflicto de Urr han surgido retos para mantener la unidad de los indgenas frente al manejo de recursos relativamente cuantiosos, y para sobrevivir al acoso de la guerra entre las facciones de la guerrilla, que los considera complacientes con el enemigo, y los paramilitares, que los cercan y vigilan (vase Caviedes, 2004). Veamos ahora la historia actual.

ENTRE

LA NUEVA

CONSTITUCIN

POLTICA

Y EL CONFLICTO ARMADO

A

PARTIR DE LA SEGUNDA MITAD DE LA DCADA DE 1980 SE ENTRECRUZARON dos situaciones distintas: por un lado, la antropologa recogi los frutos de su consolidacin como disciplina acadmica, con un nmero apreciable de profesionales que suman tal vez cerca de tres mil en la actualidad. Los antroplogos se desempean en una gama muy variada de escenarios laborales, en su mayora dedicados al ejercicio aplicado de la antropologa en organizaciones no gubernamentales y en instituciones estatales. Por otro, el compromiso entendido como trabajo militante con las comunidades fue sustituido por un inters mayor en la produccin misma de conocimiento y por una mayor sectorizacin de la orientacin segn la adscripcin social, regional e institucional del investigador. Sin embargo, el compromiso no desapareci en el sentido de la preocupacin del antroplogo en relacin con las implicaciones de su trabajo sobre el entorno social y en el sentido de una sensibilidad particular hacia los problemas nacionales. Ms bien en la mayora de los profesionales se enfri el calor de la versin radical del compromiso, aun cuando el rescoldo se conserve en estudiantes de las universidades pblicas. Para algunos investigadores, Caviedes (2004) entre ellos, el cambio en el sentido del compromiso significa el alejamiento del grueso de la antropologa de los movimientos sociales. Pero creo que puede entenderse como una reorientacin general de la disciplina, que adopta la forma

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de inters en gran variedad de asuntos y enfoques y pierde el tono contestatario, lo que va de la mano con la consolidacin de las organizaciones sociales. Por ejemplo, en la actualidad las sociedades indgenas son materia de unos pocos especialistas, a la par que sus organizaciones y voceros cobraron cada da mayor visibilidad poltica nacional y hablan por s mismos, sin la presencia tan destacada de los intelectuales, como ocurri en las primeras fases de la organizacin. Por otro lado, la influencia de las discusiones de las ciencias sociales en Estados Unidos, y en menor medida en Francia, sustituy el contacto con una teora crtica latinoamericana y con el marxismo. El escenario del compromiso se desplaz tambin, pues en vez de entenderlo como un lazo poltico y moral con comunidades locales se busca privilegiar discusiones en el plano poltico nacional y sobre las polticas pblicas generales. Un buen ejemplo es la participacin de antroplogos, al lado de otros intelectuales, en el proceso de reforma constitucional al inicio de la dcada de 1990. Durante esos aos, numerosos antroplogos trabajaron al lado de representantes de las organizaciones indgenas y de las comunidades negras, de abogados y otros especialistas, hasta obtener el reconocimiento de la diversidad cultural y de una autonoma relativa para los grupos tnicos. Su principal logro fue la inclusin en la Constitucin poltica de 1991 de un conjunto de derechos especiales para los pueblos indgenas en lo que se conoce hoy como fuero indgena. Su ncleo es la aceptacin de derechos colectivos para los indgenas, dada su particularidad histrica cultural. Sin duda fue definitivo el que estos obtuvieran dos representantes entre los setenta y dos constituyentes: Lorenzo Muelas y Francisco Rojas Birry llevaron la vocera indgena directamente. Pero durante el proceso pre constituyente y en las sesiones constituyentes contaron con el apoyo y la asesora de antroplogos cercanos al movimiento indgena, mientras muchos otros los apoyaron en la divulgacin amplia de sus propuestas y sus candidaturas a la constituyente. Otro tanto sucedi con las comunidades negras. Pese a que vieron reducidas sus aspiraciones al artculo 55 transitorio de la Constitucin, pudieron aprovechar ese modesto artculo en buena medida por el soporte y el cabildeo de antroplogos especialistas en el asunto. ste dio lugar a una comisin especial que sesion durante un ao, entre 1993 y 1994, cuya la secretara tcnica tuvo su sede en el Instituto Colombiano de Antropologa. La comisin

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estuvo conformada por representantes de las comunidades, de las instituciones estatales, polticos regionales y de los antroplogos, por medio de la direccin del Instituto a cargo entonces de la autora de este artculo, de investigadores del mismo y del antroplogo Jaime Arocha. Fue un ao de trabajo tenso e intenso, cuyo resultado es la ley 70 de 1994 o ley de comunidades negras, expedida gracias a quienes consideraron que su trabajo de investigacin se prolongaba en el compromiso de poner su conocimiento al servicio de mejores condiciones para sectores excluidos de la sociedad. Gracias a esa conviccin lograron vencer los obstculos y las prevenciones, y aprovechar la oportunidad ofrecida por la reforma constitucional para garantizar derechos territoriales a las comunidades de la costa pacfica y luchar contra el racismo. Este ejemplo ilustra tanto la continuidad como los cambios en el estilo de la antropologa hecha en Colombia en cuanto a su inters en contribuir a solucionar los problemas sociales de la nacin, es decir, su naciocentrismo. Por un lado, desde la dcada de 1990 hasta el presente contina una relacin con los sujetos de estudio que sobrepasa la de sujetos de conocimiento y abarca compromisos como conciudadanos que comparten preocupaciones por el orden social y poltico. Por otro se ampla, y, al mismo tiempo, se especializa y particulariza el espectro de actores sociales y temas por estudiar y trabajar, sean mujeres que sufren violencia, migrantes internacionales, desplazados por el conflicto interno, medio ambiente afectado, historia cultural de enfermedades, estragos del sistema de salud pblica, del turismo o del amor. Pero la proliferacin de sujetos y aproximaciones y el inters en el escenario pblico nacional ocurren en el contexto del incremento del conflicto interno colombiano. Lo peculiar de este conflicto, como es sabido, es el entrecruce complejo entre situaciones locales y luchas por el control del estado entre fuerzas de insurgentes de distinto espectro poltico. El dinero y los intereses del poderoso trfico de drogas ilcitas atraviesan esta confrontacin y hacen an ms confuso el panorama de alianzas, negociaciones y conflicto, lo cual supone una tensin especial no slo para quienes viven los efectos directos de los actos de violencia, sino para el resto de colombianos que teme verse involucrado de manera inadvertida. Desde 1985, parte importante de la escalada de confrontacin ocurre en regiones rurales que pagan el mayor precio de la violencia, mientras en la vida urbana existe

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una relativa proteccin. Pero la atmsfera de inquietud y temor es, en cierta forma, ineludible. En ese sentido, los antroplogos que trabajan en Colombia lo hacen bajo el fuego, para usar la expresin del libro de Nordstrm y Robben (1995). Qu implicaciones ha tenido hacer antropologa en medio del conflicto sobre el trabajo de investigacin, sobre la relacin entre el investigador y los sujetos de investigacin y el campo mismo o la teora? Los acontecimientos son como capas sobrepuestas que sacuden la conciencia y la sensibilidad personal de manera que todos estamos envueltos en la conciencia de fragmentacin de las seguridades del entorno. Cmo se traduce esto en el trabajo del antroplogo? La capa de antroplogos estrictamente profesionales que trabaja en numerosas instituciones sociales en reas de conflicto debe hacer un esfuerzo permanente, sostenido casi a diario, para que la cobertura institucional sea el marco general de referencia para sus actos. Como muchos otros civiles, se mueven en un esfuerzo de cautela permanente que significa, entre otros, mostrar neutralidad ante los sectores y negociar permanentemente lo que podemos llamar neutralidad civil. De esa neutralidad hay que dar muestra en las conversaciones diarias, en la escogencia de las relaciones, en no indagar sobre personas, lugares o acciones crticas. Pero la lucha por la neutralidad que los ampara a ellos y a la poblacin con quienes trabajan puede desestabilizarse con facilidad y llevar a que el antroplogo deba abandonar una zona para asegurar su supervivencia. Para quienes trabajan en zonas de conflicto o en asuntos de violencia resulta de utilidad el concepto de complicidad propuesto por George Marcus (1999) y que Sara Shneiderman (Shneiderman et al,. 2004) emplea para mostrar los ajustes en la relacin entre el cientfico social y sus informantes en Nepal. Segn este concepto, ni el antroplogo ni el sujeto de investigacin pueden limitar su proyecto a lo local; ambos deben trabajar conjuntamente para situarse en un panorama ms amplio, acordando una complicidad en sus propsitos y un compromiso constante con un tercero externo. Para el trabajo de Shneiderman esto signific nuevas formas de complicidad con los colegas locales en la medida en que la meta comn fue mantener la seguridad de todos y comprender la situacin cambiante. En efecto, quienes trabajan en Colombia destacan la necesidad de mantener la seguridad de todos y cmo esto crea lazos peculiares con los sujetos de estudio. Juntos entran a participar de un conjunto de pequeas estrategias

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vitales, tales como eludir determinados sitios, personas y horas, mantener cierta movilidad en el terreno y escuchar con atencin el rumor. Sin embargo, para nuestro caso, los lmites de este concepto tienen que ver con el hecho de que el conflicto interno lleva a que los cientficos sociales no puedan ver con indiferencia las partes enfrentadas y asumen, por lo general, una posicin definida de simpata o no frente a ellas. De esta manera no les es posible tejer un lazo de complicidad con algunos sujetos de estudio: por ejemplo, cuando estudian los grupos paramilitares o la guerrilla. Los investigadores y los funcionarios deben moverse en la lnea delgada entre contar con la anuencia de un grupo en armas para moverse en terreno y, al mismo tiempo, reclamar neutralidad civil. La complicidad entre nosotros enfrenta dificultades para escapar a la red de sospechas que puede despertar entre unos y otros, pese a su cautela. Se dice que las ms protegidas en esta situacin son las investigadoras, pues su condicin femenina las protege de una asimilacin inmediata a los combatientes. Pero, quin est protegido si convive en medio de una confrontacin entre fuerzas de irregulares? El punto principal es que el investigador nacional permanece en su pas, participa de su vida social, hace parte del entramado de relaciones sociales, es pariente, amigo, vecino, conciudadano, de manera que lo que haga y diga repercute en ese conjunto al cual pertenece. La complicidad aqu no es un mero asunto de estrategia coyuntural, mientras dura el campo. Un ejemplo dramtico con el cual cerrar esta reflexin se encuentra en el caso del colega Hernn Henao, profesor de la Universidad de Antioquia, cuya materia de investigacin durante varios aos fue la relacin entre regin, territorialidad y cultura. En 1999 termin una investigacin sobre conflictos territoriales en una regin del noroccidente de Colombia, conocida por el predominio de grupos de paramilitares. En mayo de ese ao un comando armado lo asesin en su propia oficina en la Universidad de Antioquia. Como en la mayora de las muertes violentas, de inmediato se tejieron versiones contrarias sobre las razones del ataque: segn alguna, lo que lo coloc como enemigo de un grupo paramilitar fue que una organizacin no gubernamental emple su estudio en el extranjero para afianzar una denuncia sobre usurpacin territorial en la regin de Urab. Este caso, especialmente doloroso, deja ver las dificultades de moverse en un terreno cambiante dominado por el uso de la fuerza y en el cual la afirmacin mediante actos de ciudadana tales como denunciar el robo de tierras puede poner la vida en peligro.

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CONCLUSIN

desarrollo de la antropologa y es el gran teln frente al cual dialogan los antroplogos y los Otros. Por ello considero til la nocin del naciocentrismo de los conceptos sociales que propuso Norbert Elias (1989). Quisiera extender este concepto para destacar la polivalencia de sentidos e intereses que se ponen en juego cuando los antroplogos se preguntan por la relacin que tienen sus trabajos con respuestas a las preguntas sobre qu nacin, qu estado, quines, cmo y en qu condiciones participan de l. Las respuestas a estos interrogantes no son un captulo cerrado, sino que hasta el presente atraviesan la produccin terica y el conjunto del quehacer de los intelectuales colombianos. Con la nocin de naciocentrismo Elias desea subrayar la relacin entre los conceptos y las condiciones sociales en que se forjan y ejercen (Elias, 1989). Especficamente, hace referencia a la orientacin intelectual centrada en la nacin. Demuestra cmo este naciocentrismo est presente en buena parte de la produccin de las ciencias sociales, y lo ejemplifica con los conceptos de civilizacin y cultura, en los cuales el naciocentrismo se origina y transforma a medida en que se transforman las sociedades y las capas sociales nacionales en las cuales se originaron (Elias, 1989). Se dio as un proceso de nacionalizacin y, al mismo tiempo, de estatizacin de los conceptos. Otros conceptos que sugieren unidades sociales, como el de sociedad, adquirieron tambin ese contenido estatizante, en el sentido de amoldarse al proyecto de construccin estatal mediante ideas de equilibrio, unidad, homogeneidad y de presentar al mundo como pacificado y dividido en unidades bien delimitadas (Elias, 1989; Neiburg, 1998; Fletcher, 1997). Las anotaciones de Elias, como lo han resaltado numerosos autores (Fletcher, 1997) son crticas al naciocentrismo como corriente intelectual ligada al ascenso del estado nacional europeo. Pero su propuesta puede explorarse para las condiciones histricas nuestras, subrayando que no se encuentra una homogeneidad conceptual sobre la constitucin de la nacin, la nacionalidad y el estado nacional. Ms bien al revs, algunos analistas han propuesto que la confrontacin violenta que vive Colombia desde hace un par de dcadas, as como la del medio siglo pasado,

L

A CONFORMACIN DEL ESTADO NACIONAL IMPREGNA EL SURGIMIENTO Y EL

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puede entenderse como una lucha entre exigencias de estado enfrentadas, donde la competencia cumple un papel el desarrollo de la violencia (Roldn, 2003). Para Daniel Pcaut (1987) durante el medio siglo pasado la intensificacin de la competencia partidista por el control estatal contribuy a una mayor dispersin del uso de la violencia, sobre la cual el estado colombiano nunca ha tenido monopolio completo. En la confrontacin reciente, que ha tenido su mayor intensidad entre la mitad de los aos 1980 y 2000, se enfrentan de nuevo fuerzas muy heterogneas en torno al carcter de la formacin estatal; pero ms all de los agentes armados, los puntos de vista y las perspectivas contrapuestas se proyectan en un campo discursivo en el cual participan los intelectuales colombianos. He propuesto en este texto que la prctica de la antropologa en Colombia, con todas sus variedades y variaciones, est atravesada por la tensin entre las orientaciones globales de la disciplina y su puesta en prctica en el contexto colombiano. Existe la necesidad, dira mejor, el apremio, por ajustar la prctica a la condicin social de los antroplogos que comparten la ciudadana con los sujetos de estudio. En ese sentido, la prctica de la antropologa ha sido naciocntrica puesto que, como qued dicho, nuestra produccin cultural est atravesada por propuestas dispares y polmicas sobre la conformacin del estado y sobre lo que significa la construccin de nacin, democracia y ciudadana para todos los individuos y grupos sociales. Por ello los distintos enfoques y conceptos que varan con las generaciones y tambin dentro de ellas pretenden capturar no la lejana, sino la inquietante proximidad sociopoltica del Otro.

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Recibido: 6 de diciembre de 2006. Aprobado: 22 de junio de 2007.