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Revista del CESLA
ISSN: 1641-4713
Uniwersytet Warszawski
Polonia
Rodríguez Sancho, Javier
Un reconfigurado orden mundial interpretado desde América Latina y el Caribe en la segunda mitad
del siglo XX. La cuestión social centroamericana
Revista del CESLA, núm. 12, 2009, pp. 153-174
Uniwersytet Warszawski
Varsovia, Polonia
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Javier Rodríguez Sancho
Un reconfigurado orden mundial interpretado
desde América Latina y el Caribe
en la segunda mitad del siglo XX.
La cuestión social centroamericana
Después de la devastadora Segunda Guerra Mundial: un escenario complejo
El cese de la guerra mundial en 1945, posibilitó a los países industrializados
ampliar las ventajas que se suscitaron, gracias al desarrollo de la ciencia y la tecno-
logía. No obstante, la brecha entre sociedades ricas y pobres estuvo dilatándose. En-
tre tanto, la producción agrícola, brindaría la posibilidad de alimentar en mejores
condiciones a millones de personas, que apenas sobrevivían con una nutrición
mínima. La evolución específica de las ciencias médicas, ensanchó la esperanza de
vida de los infantes, que en otras condiciones, hubieran muerto a temprana edad. Los
transportes y las telecomunicaciones, trajeron innovaciones no imaginadas antes, es
decir, las sociedades tecnificadas sufrieron una aceleración vertiginosa, que superó
las expectativas de los más osados futuristas en Norteamérica o Europa1.
Pero, más allá del desarrollo tecnológico y económico señalado, en los mis-
mos albores de la década del cincuenta –propiamente en 1952- había florecido una
categoría que deslucía desde la retórica misma al anhelado brillo capitalista. Nos re-
ferimos al término "Tercer Mundo" y su aureola revolucionaria que avizoraba con-
flictos sociales en virtud de colectividades donde morían de hambre, sed o enferme-
dades, millones de seres humanos en países descolonizados e independientes del
África negra, Asia y, por supuesto de la América no anglosajona.
No obstante, al interior de América Latina y el Caribe se generaron condi-
ciones sociales para que se plasmara una especie de laboratorio –aunque de forma
diferenciada-según el estilo de administrar las "calamidades" sociales por medio del
Estado. El carácter asistencialista en un primer momento, devino en benefactor lue-
go y con ello, procuraban desde la institucionalidad misma contrarrestar los focos de
"infección" social a partir de la perspectiva de los sectores dominantes, que busca-
ron atenuar el conflicto social2. Además, no se debe soslayar que con el triunfo de la
revolución cubana de 1959, y su proclamación como socialista en 1962, se estable-
ció un punto de inflexión político-militar, que obligaría a reorientar la política exte-
rior de los Estados Unidos. El presidente John F. Kennedy –asesinado en 1963- y su
sucesor, Lyndon Johnson (1963-1965/1965-1969), comprendieron los peligros que
se les avecinaban desde distintos escenarios geoestratégicos. La guerra de Corea
(1950-1953), había dejado experiencias útiles para las potencias militarizadas, aun-
que dividiera la península. La crisis de los misiles, instalados en la isla de Cuba en
1962, encendió alarmas ante una eventual guerra atómica. Sin embargo, Vietnam
1 Eric Hobsbawm, (1996), Historia del siglo XX: 1914-1991, Barcelona, Editorial Crítica,
Grijalbo, Mondadori, pp. 267-270. 2 Javier Rodríguez, (2009), Las políticas neoliberales y el desmembramiento del bienestar en
Centroamérica: 1979-2009, Conferencia, Archivo y Biblioteca Chile-Suecia, Librería Lati-
noamericana, Estocolmo, agosto.
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que desde los cincuenta era un polvorín político, no daba tregua y terminó fragmen-
tado en norte-sur por el paralelo diecisiete, situación que estimulaba la inestabilidad
de la Guerra fría y en abril de 1975, las tropas estadounidenses salieron para no vol-
ver.
En este marco, los movimientos hippies, evidenciarían una cara de la otra
América, la del peace and love, las drogas o el rock and roll del irreverente concier-
to de Woodstock (Nueva York) en 1969. Se cuestionaba desde singulares visiones,
las estructuras de dominación sociocultural y política; en última instancia, sería un
repudio al sistema económico que excluía a millones. La consigna: make love no
war, era sarcástica para las cúpulas moralizadoras de las costumbres; los jóvenes re-
beldes no aceptaban autoridades con un visión de mundo maniquea, la cual, combat-
ían con tesón desde su enfoque.
En aquel momento, la diversificación del agro que representaba la vocación
agrícola de la región, enlazada con las bondades de la Revolución verde, promovidas
por el científico norteamericano Norman Borlaug –a nivel internacional- junto con
la modernización de la producción, fueron palpables. Sin embargo, este aspecto debe
asumirse con reserva ya que las exportaciones agrícolas continentales descontaron
peso según el sensible Producto Interno Bruto (PIB), reduciéndolo en una especie de
caída libre, confrontada por el historiador costarricense Ronny Viales al asegurar
que: América Latina que antes de la Segunda Guerra Mundial proveía el 24% de las ex-
portaciones agrícolas mundiales, aportó el 13% entre 1971 y 1974 y la tendencia hacia la ba-
ja continúo en la década de 1980 con un 10% aproximadamente3.
Se interpreta que un estilo de política social en los Estados Unidos, estuvo
diseñada estratégicamente desde los Great Society Programs de los años sesenta pa-
ra el combate de la pobreza4; una década de lucha sobre los derechos civiles con la
fuerza moral de Martin Luther King. Si se consienten los datos y el criterio de la re-
vista estadounidense Newsweek, a mediados de los años setenta la pobreza bajó a un
11%, cuando a comienzos de los sesenta rondaba por el 21%5. En aquel momento se
tenía que librar una batalla contra poblaciones tangibles, pero ¿quiénes eran éstas?;
¿serían los pobres o los partidarios comunistas? Pareciera que ambos, pues confor-
maban una dupla contra la que se tenía que lidiar desde una serie de estrategias ad
hoc. En el resto del continente americano, el populismo hizo su faena contra un sta-
tus quo, que pretendieron subvertir con métodos diversos frente a los grupos de po-
der político y económico.
En razón de la expansión del comunismo, se propiciaron políticas públicas
con carácter paliativo frente a las necesidades más apremiantes de los individuos y
3 Ronny Viales, (1999), "Desarrollo rural y pobreza en Centroamérica en la década de 1990.
Las políticas y algunos límites del modelo neoliberal", Anuario de Estudios Centroame-
ricanos, 25 (2), p. 140. 4 Carlos Barba, (2005), "Paradigmas y regímenes de bienestar", Cuadernos de Ciencias Socia-
les, San José, N° 137, FLACSO- Costa Rica, p. 23. 5 Jonathan Alter, (2005), "Pobreza: la otra cara", Newsweek 10 (38), p. 32.
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las familias. De una u otra forma, las "malas" condiciones de vida eran caldo de cul-
tivo para los movimientos insurgentes, percibidos con optimismo y halago por el
Kremlin en Moscú. En Asia o África se tomarían medidas análogas con sus diferen-
cias regionales, donde millones de personas sobrevivían sin esperanzas de ninguna
especie entre hambre, sed, mortalidad infantil, desempleo, analfabetismo, represión
política u otras situaciones importantes. Sirviéndose de la coyuntura internacional de
Guerra Fría, no se olvide que los medios de comunicación masiva obtuvieron jugo-
sas ganancias, apoyados por las novedosas imágenes de la televisión con impactos
ideológicos en dispares porciones de las sociedades donde tocaba su onda desde los
años cincuenta y sesenta.
La jerarquía de la Iglesia católica romana y la llamada cuestión social Para complementar lo aseverado y, dentro de este compendio histórico, se
podría dejar un vacío substancial si se pasara por alto, lo propuesto por el episcopa-
do latinoamericano reunido en México al final de los setenta. Éste hizo pública una
posición social amparado en las reflexiones suscitadas en el Concilio Vaticano II
(1962-1965) y la conferencia de Medellín en 19686. En la ciudad de Puebla hubo un
importante debate social en 1979. Los obispos del continente analizaron algunas de
las causas y consecuencias en las nefastas condiciones que presentaban el campo y
las ciudades donde los gobiernos de turno, no habían avanzado con el ritmo deseado
ni con los resultados esperados7. Algunas soluciones vinieron encubiertas entre can-
tos de sirenas de ideologías como el marxismo o la economía de libre mercado8. A
nivel discursivo, la jerarquía eclesial, no vaciló en denunciar la injusta distribución
de la riqueza en el continente de la esperanza como lo refirió el mismo Juan Pablo
II, presente en el evento citado.
El encuentro se realizó con la presencia del Papa en enero de ese año; el texto
que resultó del mismo, principia con una pequeña sinopsis titulada Visión histórica
de la realidad latinoamericana, pero sería en el segundo subtítulo Visión socio-
cultural de la realidad de América Latina, en calidad de capítulo II, donde se expu-
sieron elementos de la realidad social. En esta coyuntura no se debe perder de vista
el papel que jugaba la Teología de la liberación y las grietas que ocasionó a las je-
rarquías de las iglesias locales como en El Salvador, Guatemala y Brasil. En Puebla
se aseguraba que:
La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy
concretos (...) rostros de niños, golpeados por la pobreza desde antes de nacer (…) rostros de
jóvenes desorientados (…) de indígenas y con frecuencia de afroamericanos que viviendo
marginados y en situaciones inhumanas, pueden ser considerados los más pobres entre los
pobres (…) rostros de campesinos que como grupo social viven relegados en casi todo nues-
6 Enrique Dussel, (1995), Resistencia y esperanza. Historia del pueblo cristiano en América
Latina y el Caribe. San José. DEI. 7 Javier Rodríguez, (2005), "Centroamérica: los rostros de la pobreza. Una perspectiva histó-
rica", Vegueta 9, pp. 107-125. 8 CELAM, (1979), La evangelización en el presente y en el futuro de América Latina, III
Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla, CELAM, marzo, pp. 59-66.
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tro continente, a veces privados de tierras (…) obreros frecuentemente mal retribuidos (…)
subempleados y desempleados despedidos por las duras exigencias de crisis económica (…)
marginados y hacinados urbanos (…) ancianos cada día más numerosos9.
El enmarañado problema del poder político se discutió entre los prelados en
una América Latina que no gozaba de buena reputación. Se reconoció que, en la re-
gión había sido desmedido con violaciones de los derechos humanos fundamentales,
desapariciones forzosas a la sombra de dictaduras en Argentina10, Brasil, Uruguay,
Chile, Nicaragua, Guatemala o El Salvador. El papel de la guerrilla izquierdista, el
sindicalismo que luchaba por obtener cuotas de poder real u otros mecanismos que
convirtieron al continente en una bomba de tiempo sobre lo que la Conferencia
Episcopal, debía pronunciarse una vez más. Llama la atención una de las observa-
ciones del citado capítulo II que lanzó una crítica directa al modelo capitalista en su
expresión de mercado libre, profundizando la brecha social de forma galopante:
en su expresión más rígida, aún vigente como sistema en nuestro continente y legiti-
mada por ciertas ideologías liberales, ha acrecentado las distancias entre ricos y pobres por
anteponer el capital al trabajo, lo económico a lo social11.
La inestable Centroamérica: contrastes sociales de una región Con sus respectivas limitaciones intrínsecas, la región centroamericana, en-
cauzó una serie de beneficios del esplendor capitalista que le socorrieron al elevar
las condiciones de existencia. En Costa Rica, como una muestra concreta de ello
hacia las décadas del cincuenta y el sesenta, una significativa porción de la pobla-
ción experimentaría mejoras sociales que le confirieron un carácter identitario dentro
del contexto regional. Eso fue resaltado por el Banco Interamericano de Desarrollo
(BID)12 entre otros entes como la Comisión Económica para América Latina (CE-
PAL) y el mismo Banco Mundial. Desde una perspectiva macroeconómica, hubo
una coyuntura de bonanza que ayudó a ampliar el nivel de vida si se compara con
décadas anteriores.
Posiblemente, la incidencia de las reformas del cuarenta seguía emanando sus
dividendos bajo la diligente participación del Estado13. Se procuraba atender con
personal mejor calificado, infraestructura extendida por distintas regiones del país y,
9 Idem., pp. 61 y 62. 10 Javier Rodríguez, (2004), "El poemario La junta luz de Juan Gelman: El exilio y la violen-
cia durante la dictadura militar en Argentina", Espéculo 28, pp. 1-22. 11 CELAM, (1979), op. cit., p. 63. 12 BID, 1973. Progreso económico y social en América Latina, Washington DC. Informe
anual, pp. 190-192. De aquí en adelante se citarán distintos años que guardan el mismo título
de la publicación. 13 Javier Rodríguez, (2007b), "La internacionalizada cuestión social. La experiencia de Costa
Rica: Monseñor Sanabria en la década de los años cuarenta del siglo XX", Persona y sociedad
(s.p.); David Díaz, (2003), Reforma sin alianza, discursos transformados, interés electoral,
triunfos dudosos. La nueva interpretación histórica de la década de 1940, San José, Serie
Cuadernos de Historia de las Instituciones de Costa Rica.
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presupuestos considerables, las carencias vitales de los sectores desprotegidos desde
la difícil infancia hasta la incierta vejez. El esfuerzo estuvo amparado en una coordi-
nación interinstitucional que cimentaba la base del éxito nacional con la contribu-
ción del sector privado que aportó su grano de arena en algunas situaciones.
Aunque, no todo era "color de rosa" en las sociedades centroamericanas del
momento. Si se recurre a estadísticas particulares, se podría apreciar cómo en el
campo de las finanzas públicas comenzaron a entreverse reveses que contrajeron las
economías poco a poco. A partir de datos oficiales se podría apreciar que, Costa Ri-
ca, mantuvo un ritmo precipitado en los montos totales de la deuda externa que pasó
de $274.700.000 en 1970 a $3.055.000.000 en 1981, empeorándose después de 1979
cuando superaba los dos mil millones pero, desde 1976 ya sobrepasaba los mil mi-
llones de dólares. La deuda privada externa mantuvo un comportamiento hacia el al-
za que, en los mismos años destacados, aproximó a la deuda pública; en 1980 se
agrandó a más de mil millones. Préstamos provenientes de organismos multilaterales
y bilaterales se comportaron a un ritmo ascendente tocando casi los mil millones de
dólares en su conjunto para 198014.
Las anteriores cifras no se deben desunir en este marco de las guerras civiles
en El Salvador, Nicaragua y Guatemala que preocupó con creces a las directivas de
los organismos internacionales. El descalabro del comercio interno junto a las finan-
zas públicas, los peligros para los intereses transnacionales estadounidenses y el
agonizante intercambio de productos intrarregionales fueron evidentes por su gra-
dual desmejora hasta rozar con niveles descarnados. Con una característica adicio-
nal, la angosta franja de tierra estaba—y está—contigua al estratégico Canal de Pa-
namá e influida por el Caribe cubano. Por tanto, el Pentágono como el Departamen-
to de Estado, debieron repeler con asistencia económica, técnica y ayuda militar a
los soviéticos dado que eran palpables las arremetidas en apoyo a los movimientos
revolucionarios del Farabundo Martí y el Frente Sandinista que amenazaban al resto
de vecinos ístmicos.
Sin embargo, las avalanchas de petrodólares que alcanzaron, sin mayores
problemas al continente en los años setenta, originaron un fuerte endeudamiento que
entrabó a las economías locales desde México hasta el Cono Sur. En Centroamérica
debido a su monto:
creció a razón del 23% en promedio anual [sin embargo] en El Salvador y Honduras
aumentó a razón del 32% (…) superaba en un 21% el valor de las exportaciones, con índices
aún mayores en el caso de Costa Rica (204%, Nicaragua 157% y Honduras 145%)15.
En este sentido, no se debe contrariar que América Latina y el Caribe plasmó
la complejidad del problema a partir de mega deudores como Brasil, México o Ar-
gentina. Sin dejar pasar por alto lo que afirmaba el economista costarricense Luís
Paulino Vargas quien confirmaba que:
14 OFIPLAN, (1982), Departamento financiero. San José. Gobierno de Costa Rica. 15 Alfredo Guerra Borges, (1993), "El desarrollo económico", Héctor Pérez (ed.), Historia ge-
neral de Centroamérica. De la posguerra a la crisis. Tomo V, Madrid, Ediciones Siruela S.A,
CE, Quinto Centenario y FLACSO, pp. 75 y 76.
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Ese ambiente especulativo a nivel internacional—del que, evidentemente, la banca
privada transnacional era parte principal en su afán de sacar provecho de los "petrodóla-
res"—propiciaba el endeudamiento (...) era una tendencia que provenía de varios decenios
atrás (...) lo cual no niega la responsabilidad de los grupos dirigentes (...) que imprudente-
mente se embarcaron en esa peligrosa aventura financiera (...) [y] bajo el gobierno de dicta-
duras militares que nunca se caracterizaron por su rectitud y probidad puesto que ni siquiera
respetaron los más elementales derechos humanos16.
De conformidad con lo apuntado en páginas precedentes, en la administra-
ción del presidente estadounidense Lyndon Johnson de los años sesenta fue cuando
se favoreció hacia un tipo de política social. Una de las finalidades era atender situa-
ciones perniciosas de los grupos menos favorecidos de la ―edad de oro” como se le
bautizaría al período hasta los inicios de los años setenta—hacia 1973—por el histo-
riador Eric Hobsbawm. Se concibe así que los "buenos" momentos terminaron, en
asocio directo con la crisis de los hidrocarburos en razón de la guerra árabe-israelí y
como sentenciaba el intelectual citado, con ello: La edad de oro perdió su brillo17
.
Por si fuera poco, el denominado "patrón oro" había sido abolido en 1971, uno de
los mecanismos estratégicos de Bretton Woods de los años cuarenta.
No se desea aseverar que los gobiernos latinoamericanos o caribeños si-
guieron al pie de la letra, los lineamientos en calidad de dogmas que ofrecían los
Great Society Programs. Lo que quedó en evidencia fue que acumularon experien-
cias para implementarlas en el mundo subdesarrollado con saldos positivos. Las ano-
taciones utilizadas por el mexicano Carlos Barba y la uruguaya Juliana Martínez18
son sugerentes para entender la realidad del continente, el cual, estuvo comprometi-
do con otras necesidades e intereses internos a la sombra de significativos índices de
pobreza. La académica chilena Marcia Pardo había estudiado distintos países del
hemisferio, donde comparó asuntos estratégicos de las políticas sociales. En la uni-
dad que refiere a Costa Rica, expone el papel del Estado por medio del Instituto
Mixto de Ayuda Social (IMAS) en coordinación con otras instituciones de orden so-
cial que trataron –y tratan- de compensar los desequilibrios provocados por las crisis
económicas desde los años setenta a la actualidad19
. El IMAS nació en 1971, de esta
forma los grupos de poder trataron de institucionalizar el conflicto social20
.
16 Luis Paulino Vargas, (2003), "Modelo desarrollista y de industrialización sustitutiva". San
José. Cuadernos de Historia de las Instituciones de Costa Rica, Universidad de Costa Rica, p.
49. 17 Eric Hobsbawm, (1996), op cit., p. 289. 18 Carlos Barba, (2005), op cit., pp. 23 y 24 / Juliana Martínez, (2007), Regímenes del bienes-
tar en América Latina, Madrid, Fundación Carolina-CEALCI y (2008), ¿Arañando bienes-
tar? Trabajo remunerado, protección social y familias en América Central, Buenos Aires,
CLACSO. 19 Marcia Pardo, (2003), Reseña de programas sociales para la superación de la pobreza,
CEPAL 20, octubre, pp. 70-74. 20 Javier Rodríguez, (2008 a), Aspectos históricos sobre la pobreza en Costa Rica. El nacimiento
del IMAS en 1971, IX Congreso Centroamericano de Historia, San José, Universidad de Costa
Rica, Escuela de Historia, CIHAC, Historia económica, del consumo y la pobreza. julio.
También en la Revista Diálogos Digital (número especial 2008) en: www.novenocongre-
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Cabe recordar que, desde los estrenos de la segunda mitad del siglo XX, era
palpable la pobreza en algunas de las ciudades latinoamericanas. Éstas se llenaron
de marejadas humanas de la noche a la mañana y tributarias de las migraciones del
desolado campo con sus dosis de hacinamiento, adquiriendo calificativos simbólicos
como: "villas miseria" en la ciudad de Buenos Aires, "favelas" en Río y Sao Pablo,
"chabolas" en Montevideo, "ranchos" en Caracas, "asentamientos" en ciudad de
Guatemala o "tugurios" en San José. Mostrando a la opinión pública un espacio físi-
co de desigualdades que se agrietó hasta desembocar en severas crisis humanitarias
con delincuencia e insalubridad, dejadas de la mano del Estado. En las "favelas" bra-
sileñas, las bandas organizadas controlaban –y controlan- la vida de miles de mora-
dores proporcionándoles beneficios selectivos que, la administración del gobierno
municipal no brindaba en verdaderas áreas de exclusión policial. En Argentina que,
no estaría por demás comentar era proveedora mundial de granos, la Primera Dama,
Eva "Evita" Duarte de Perón, abogaba por los "descamisados", acariciando una po-
pularidad a nivel de culto, en una coyuntura social que le posibilitó hacerse con el
"mito de la madre" de los pobres21. Su esposo, el general Juan Domingo Perón, ma-
niobró desde la Casa Rosada entre 1946 y 1952 –en su primera legislatura- echando
mano de la retórica del justicialismo, amarrando componentes de la justicia social al
sistema económico. La política de redistribución a favor de los asalariados, salva-
guardó un canal estratégico que le dejaría sus dividendos22.
El universo de las estadísticas ante la cruda realidad social
A partir de una serie de indicadores registrados oficialmente a lo largo de
veinte años y publicados por CEPAL23 se intenta presentar una de las modalidades
cuantificables, la situación social costarricense para los quinquenios: 1960-65; 1965-
70, 1970-75 y 1975-80. Con fundamento en el Cuadro N° 1, se busca aproximar una
vertiente en los argumentos expuestos mediante los datos recogidos que pueden di-
ferir de otras estadísticas como las presentadas por el historiador Marc Edelman24.
Una serie de beneficios fueron evidentes en la inversión social entre 1960 y 1980
que generó condiciones benévolas en poblaciones sin recursos económicos, educati-
vos o laborales. En este escenario, un importante acopio de familias podían ver cre-
cer a sus vástagos sanos en razón de la atención médica u hospitalaria que brindaba
el Estado en provincias como Guanacaste, Puntarenas y Limón –a modo de ejemplo-
comprimiendo las tasas de mortalidad infantil, ampliando el consumo de calorías per
so.fcs.ucr.ac.cr; (2008b), La pobreza como objeto de estudio. Un caso contemporáneo en
Centroamérica desde la experiencia costarricense, Congreso Internacional de AHILA,
Universidad de Leiden, Departamento de Estudios Latinoamericanos, Países Bajos, agosto. 21 Daniel Lvovich y Juan Suriano (ed.), (2006), Las políticas sociales en perspectiva histórica,
Buenos Aires, Universidad Nacional de General Sarmiento. 22 Mauricio Rojas, 2004. Historia de la crisis argentina. Buenos Aires. Distal SRL, pp. 58-69. 23 CEPAL, (1981), Anuario estadístico de América Latina, Washington DC, CEPAL, pp. 55-
731. 24 Marc Edelman, (2005), Campesinos contra la globalización: movimientos rurales en Costa
Rica, San José, Universidad de Costa Rica - EUCR, p. 109.
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cápita o distribuyendo el agua potabilizada que iría a favorecer la esperanza de vida
de forma indiscutible. Estas acciones interinstitucionales dieron pie a una forma de
existencia saludable que abarcó a más costarricenses en el decurso de los años repre-
sentados en el cuadro.
Antes de continuar, cabe exponer someramente una estrategia particular de
una zona semi-rural costarricense dado que sería justo recordar cómo en la sección
noroccidental del Valle Central, propiamente en el cantón de San Ramón en la pro-
vincia de Alajuela, arrancó un programa de salud comunitaria conocido como "Hos-
pital sin paredes". Este nació en 1971, dirigido a personas de escasos recursos, brin-
dando asistencia a familias con un patrón numeroso de miembros como era típico en
la época. Paulatinamente, el programa se extendió a cantones vecinos entre estos:
Zarcero, Naranjo y Palmares, conformando la primera área de salud del país que tu-
vo eco en el informe anual del BID de 197425. De acuerdo con el Censo Nacional de
Población de 1973, los cuatro cantones albergaron 73.713 habitantes26 de una pobla-
ción nacional con cerca del millón novecientos que brindaría elementos de juicio pa-
ra entender las dimensiones de la acotación antepuesta.
En este contexto y contrario a los lineamientos de entes financieros interna-
cionales que pedían una política unificadora en materia de salud en 1973, se emitió
la Ley N° 534927 que traspasó los centros médicos del país de la Junta de Protección
Social a la Caja del Seguro Social. El Hospital Carlos Luis Valverde Vega no lo
hizo, más bien mejoró el servicio de salud preventiva sobre la curativa en manos del
Ministerio de Salud Pública28. El proyecto se agotó en 1985 pese, a los saldos positi-
vos que heredó a la región, sin dejar de mencionar el papel del médico Juan Gui-
llermo Ortiz y su equipo de trabajo quienes, resistieron infructuosamente los emba-
tes del gobierno neoliberal de Luis Alberto Monge Álvarez (1982-1986). Éste puso
en cintura los esfuerzos al occidente del Valle Central, reducido a la tutela del Esta-
do y, dando pie a otra etapa institucional que sobrepasa el arco temporal propuesto
en este artículo.
En el dictamen del economista Juan Diego Trejos, lo arriba mencionado,
alejó al país de otro patrón regional: "el de los severos diferenciales socioeconómi-
cos de la mortalidad" A la vez anotaba que, en 1975, los costarricenses superaban las
expectativas de organismos como Naciones Unidas en materia de salud pública so-
bre aspectos como la mortalidad en menores de cinco años29. Ésta cayó de 80 a 45
25 BID, (1974), op. cit., pp. 260 y 261. 26 Hermógenes Hernández, (1985), Costa Rica: evolución territorial y principales censos de
población: 1502-1984, San José, EUNED, pp. 145 y 146. 27 Colección de leyes, decretos, acuerdos y resoluciones, (1973), N° 5349, tomo II, José Mar-
ía García (compilador). San José, Imprenta Nacional, segundo semestre, pp. 723 y 724. El in-
forme del BID de 1974 aludió la ley de marras. 28 ARSCSR, (1986), Nuestra historia sin paredes. El programa Hospital sin paredes: un pro-
yecto de salud no agotado, San Ramón - San José, Coprosa - Alforja. Servicios Litográficos
Comarfil SA, pp. 5 y 6 / BID, (1974), op. cit., p. 261. 29 Juan Diego Trejos, (1998), "La política social y la valorización de los recursos humanos",
en: Jorge Corni (compilador). Costa Rica entre la ilusión y la desesperanza: una alternativa
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niños en poco menos de dos décadas como se desprende del cuadro aludido aunque
un dato del BID para el año 1978, la situaba mejor: 22.330. En otras naciones, las ta-
sas mantuvieron un ritmo nada alentador como en Nicaragua que pasó –entre los
mismos años señalados- de 137 a 96 y Honduras de 137 a 96. El más patético de los
casos continentales fue el registrado por Bolivia que osciló de 225 a 142 en los años
tomados como referentes en las estadísticas de la CEPAL. Sin embargo, Panamá
mantuvo un promedio de 67 en los inicios de los sesenta reduciéndolo a 38 niños
hacia finales de los setenta31. Frente a esta transformación de la salud pública, el
BID se sumó a los entes internacionales que elogiaban programas como los de Asig-
naciones familiares al decir que:
El gobierno otorga prioridad en su política social a mejorar las condiciones de vida
de los estratos más bajos de la población (…) Entre los principales servicios prestados (…)
los destinados a elevar el nivel de nutrición (…) el cual casi se ha cuadriplicado entre 1975 y
1977; el incremento de los puestos de salud en zonas rurales de 140 a 220 y la población
atendida por los mismos que se ha elevado de 360.000 a 660.00032.
Se deduce con fundamento en lo anterior que, los "chiquillos" costarricenses
pudieron acceder a la escuela, sin mayores problemas de personal calificado en las
aulas, completando la primaria en seis años y, por ende, ensanchando la escolaridad.
Estas oportunidades educativas conducían hacia la secundaria y, subsecuentemente a
los estudios superiores de cara a un mercado laboral cada vez más implacable; una
de los exigencias más notorias para la movilidad social que tuvo la llamada clase
media. En concordancia con el Cuadro N° 1, el número de maestros de primer grado
aumentó entre 1960 cuando eran 7623 pasando a 12.278 en 1980. También se puede
derivar que a mayor escolaridad personal, menor tasa de fecundidad, disminuida en
casi la mitad entre ambos extremos temporales. Dichas condiciones fundamentales,
en el largo plazo, concretaron un cómodo nivel de vida que no siempre estuvo a dis-
posición del espacio rural, colmado de mayores privaciones en los países del Tercer
Mundo. Amén de lo antepuesto, el Plan Nacional: 1979-1982, sostenía que al final
de los años setenta:
las zonas rurales son más pobres que las urbanas, cualquiera sea la metodología uti-
lizada. En el área rural se asientan cerca del 75% de las familias pobres del país, sobresa-
liendo las familias pobres no finqueras33.
En este contexto histórico-social, varios Estados de la región fueron un fraca-
so en la lucha contra las causas que generaban la pobreza. Como sería de suponer,
no hubo una política social que lograra enlazar una serie de instituciones públicas
para el desarrollo, 2° Edición, San José, Editorial Guayacán, p. 88. 30 BID, (1980-1981), op. cit., p. 223. 31 CEPAL, (1981), op. cit., p. 92. 32 BID, (1977), op. cit., p. 219. 33 OFIPLAN, (1980), Plan Nacional de Desarrollo: 1979-1982,"Gregorio José Ramírez". San
José, Presidencia de la República y OFIPLAN, p. 71.
REVISTA DEL CESLA No 12 162
junto al sector privado y la cooperación internacional hacia un mismo fin. Solamente
se desarrollaron medidas paliativas como se dio en Guatemala, Honduras o El Sal-
vador y en países andinos al nivel del Perú, Ecuador y Bolivia quienes, encabezarían
listas ignominiosas sobre privaciones elementales, disputando puestos con algunos
países sub-saharianos o del sudeste asiático que las agencias internacionales critica-
ban.
Cuadro N° 1. Costa Rica: aspectos generales de las condiciones de vida:
1960-1980
1960-1965 1965-1970 1970-1975 1975-1980
Natalidad* 45.3 38.3 31.0 29.1
Mortalidad* 9.1 7.2 5.8 5.3
Mortalidad infantil
(menores de 5 años) 80 63 50 45
Fecundidad
(número de hijos) 7.0 5.8 4.3 3.6
Esperanza
de vida al nacer 63.0 65.6 68.1 69.7
Expectativa
de vida al nacer 68.1 n.d 68.6 71.8
Camas de hospital
(en miles)
1960/ 5610
1965/ 6246 n.d
1970/ 7008
1975/ 7549 n.d
Médicos 1960/ 458 1973/ 1323 1975/ 1293 n.d
Habitantes por
médico (en miles) 1960/ 2699 n.d 1975/ 1519 1976/ 1557
Maestros: primer
grado
1960/ 7623
1965/ 10336 n.d
1970/ 11720
1975/ 12429 1980/ 12278
Viviendas con
electricidad
1963/ urbano
93.5%
rural 31.6%
n.d 1973/ 68.8% n.d
Disponibilidad
de agua potable
1961/ urbano
97.9%
rural 36.4%
1969/ urbano
100%
rural 53.6%
1973/ urbano
100%
rural 66.0%
1977/ urbano
100%
rural 62.7%
Consumo de calorías
por habitante 2296 2415 2417 2480/ 2630
Tomado de la CEPAL, (1981), "Anuario estadístico de América Latina". Washington DC.
CEPAL, pp. 66-701.
* En tasas anuales medidas por 1000 habitantes.
Se debe reiterar que, el mencionado combate a la pobreza fue una de las es-
trategias que llegó de la mano de una política férrea que proyectaba salvaguardar a
la región de la expansión del comunismo soviético-cubano. Las raíces tendidas en la
isla más grande del Caribe eran temidas desde las costas de la Florida, también, una
eventual expansión político-militar hacia vecinos de la cuenca del Caribe con pro-
Javier Rodríguez Sancho Un reconfigurado orden... 163
yección a Centroamérica se podía intuir. Por ende, la mencionada lucha fue trazada
como parte de una estrategia internacional con diversas aristas. Exclusivamente no
buscaba repeler al comunismo insular dado que, quedaría como una interpretación
monocausal que omite otros componentes de análisis Así una mixtura de estrategias
geopolíticas y proyectos económicos eran su colofón de fondo que benefició, de di-
versa forma, a las multinacionales estadounidenses y, reorganizaba en el proceso, un
estadio superior de lo que otrora se entendía por división internacional del trabajo en
beneficio de los "americanos".
Además, las dictaduras continentales y sus alcances contrastados fueron parte
de este rompecabezas de Guerra fría. Las acciones de corrupción de los militares la-
tinoamericanos dejaron al descubierto, una parte de las precarias condiciones de vida
de sociedades que empujaban a los sectores populares urbanos y a miles de campe-
sinos hacia conductas heterogéneas. La guerra de guerrillas propuesta por el ideólo-
go y combatiente argentino Ernesto "Che" Guevara con discípulos en Guatemala o
Bolivia, seduciendo a sectores descontentos de la sociedad. Hasta posturas conser-
vadoras como las de los gobiernos colaboracionistas de Guatemala o Paraguay,
complacientes con el Departamento de Estado norteamericano. Los altos mandos
militares controlaban la vida ciudadana de diversas formas, encubriendo los proble-
mas domésticos que, posteriormente se hicieron de dominio público. El papel mani-
pulador del Pentágono, no se debe desestimar al estar confabulado con algunos de
sus aliados –aparatos ideológicos- como un sector de la prensa escrita, radial y tele-
visiva quienes, mostraban los encantos del "desarrollo" cuando las mismas estadísti-
cas oficiales revelaban otros rostros del entramado nacional como la tortura, el frau-
de electoral, la corrupción o el exilio político de miles de ciudadanos.
Como era de esperar, un grupo de países del continente fueron mal califica-
dos a nivel mundial por sus dolorosos indicadores en materia de escolaridad infantil,
salud pública, vivienda popular, desempleo u otros rubros vitales; es decir, ni siquie-
ra cumplieron con los estándares mínimos para la época. Se configuró poco a poco,
una especie de cultura de la caridad pública que, estuvo más pendiente de las "ayu-
das" que provenían de las naciones industrializadas, mitigando parte del hambre co-
tidiana en el microplazo. Programas como los de Alianza para el Progreso del go-
bierno de los Estados Unidos o Caritas de la Iglesia Católica con la participación de
filántropos del mundo desarrollado. Estos alivios coyunturales tuvieron un techo que
obligó a replantear las agendas de los gobiernos, ávidos de ayudas sin soluciones de
fondo a problemas estructurales que urgían de soluciones específicas.
Como medio de apoyo en torno a lo referido hasta ahora, ciertos elementos
perniciosos condujeron hacia más miseria local y regional. Así se nota, interpretando
los porcentajes que arroja el Cuadro N° 2 que son oportunos en esta discusión. Se
obtiene puntualizar una vertiente en el comportamiento histórico de la pobreza desde
una visión oficial en América Latina y el Caribe. Los años 1960 a 1980 son vistos
con determinados cambios de la misma tanto rural como urbana. Debe aclararse que,
hubo décadas de repliegue social con tenues momentos de desahogo, dando respiros
a las personas con condiciones de mayor riesgo social como los niños, los ancianos
o las madres cabezas de hogar. Lo que se ha dado en llamar como pobreza étnica
debería ser considerada dado que las poblaciones indígenas o afrodescendientes han
REVISTA DEL CESLA No 12 164
sido avasalladas por las políticas excluyentes de algunos Estados regionales. El alti-
plano andino o la costa Caribe centroamericana serían dos casos ilustrativos por sus
componentes étnicos que existen en condiciones de extrema pobreza y exclusión so-
cial. La falta de oportunidades salta a la vista cuando ni siquiera se dispuso de una
infraestructura mínima.
Cuadro N° 2 América Latina y el Caribe. Evolución de la pobreza: 1960-1980
Tomado de Tokman, V., (1991), "Pobreza y homogenización social. Tareas para los 90" En:
Pensamiento Iberoamericano 19, p. 82 [Cuadro N° 1].
De los porcentajes del cuadro se desglosa que entre 1960 y 1980 hubo una
disminución de la pobreza en hogares de un 16%; ello no sorteó que las condiciones
de vida fueran amargas durante la crisis del ochenta. Escaso fue el porcentaje de
disminución de la pobreza en personas para 1970 en comparación con 1980 de un
6%; acá la rural estuvo en un escandaloso 60% con un 19% de indigencia en 1980.
La pobreza en personas siempre estuvo por encima de la señalada para hogares en
los años 1970 y 1980. En la región ístmica fue típico que, la pobreza rural, superara
1960 1970 1980
I. Hogares
Pobreza 51% 40% 35%
Urbana n.d 26% 25%
Rural n.d 62% 54%
Indigencia 26% 19% 15%
Urbana n.d 10% 9%
Rural n.d 34% 28%
II. Personas
Pobreza n.d 47% 41%
número (en millones) 110.0 129.8 143.8
Urbana n.d n.d 30%
Rural n.d n.d 60%
Indigencia n.d n.d 19%
Urbana n.d n.d 11%
Rural n.d n.d 33%
Javier Rodríguez Sancho Un reconfigurado orden... 165
a la urbana y, en algunos años, se elevó al doble. Este patrón ha cambiado en los al-
bores del siglo XX y comienzos del XXI según lo demuestra la socióloga brasileña
Lavinia Rangel Pessanha34 de un cúmulo más dilatado de estudiosos del fenómeno.
Dentro del panorama social descrito, no se debe dejar pasar por alto que el
otrora Mercado Común Centroamericano (MCCA), puesto en marcha a comienzos
de los sesenta, buscó "integrar" a las tradicionales cinco repúblicas. Su funciona-
miento operativo demostró lo contradictorio del proyecto y el intento integrador fue
tirado por el suelo en un decenio. Los inversionistas estadounidenses junto con in-
equívocos grupos empresariales criollos involucrados en el asunto, definieron un
perfil disparejo bajo el libre comercio que resucitó parte de la amedrentada econo-
mía "tropical". Al amparo de estadísticas de la CEPAL, recogidas por Alfredo Gue-
rra Borges se sostenía que: "en 1950-60 la economía regional creció en términos re-
ales a razón del 4,6% anual, mientras en 1960-70 la tasa de incremento fue del
5,7%"35 un crecimiento del 1.1% anual no era lo óptimo pero ilusionó momentánea-
mente a las cámaras empresariales. A lo interno de la experiencia descrita, prevale-
ció que ninguno de los Estados signatarios, concedió poderes especiales a órganos
con carácter supranacional; así lo consideran algunos entendidos en la materia como
Héctor Pérez Brignoli y Yolanda Baires Martínez36.
Más allá de las controversias regionales ambos investigadores afirmaban que,
en el área, se dieron dos vías de crecimiento económico con sus respectivas particu-
laridades. Uno encabezado por Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua: "de
crecimiento para unos pocos opuesto al caso costarricense (…) de crecimiento con
participación social más amplia"37 jalonado por un tipo de "estado de corte empresa-
rial" que topó con sus propias demarcaciones internas. Cabe incorporar otro elemen-
to didáctico que, dejaría al descubierto, las variadas limitaciones sociales de la re-
gión hacia el decenio de los setenta dado que, en 1975, el 65% de la población esta-
ba ubicada en el espacio rural. Esta realidad histórica fue menos agresiva en Costa
Rica que, en los sesenta amparaba un 15.6% de analfabetos, reduciéndolo al 11.6%
en la década siguiente con base en datos del BID38. En sentido contrario, Guatemala
tuvo un 62% que apenas vio reducido al 53.8% en el mismo período39 entre otros in-
convenientes retardatarios en las pretensiones del libre comercio bosquejado por los
Estados Unidos. El istmo vivía atado a un cúmulo de problemas sociales que colap-
saron la supervivencia de miles de seres humanos en condiciones lamentables como
se deduce del Cuadro N° 2, vinculado a los dos siguientes desde distintos ángulos
interpretativos como se puede desprender.
34 Lavinia D. Rangel Pessanha, (2000), "A pobreza rural na América Latina", Perspectivas
Rurales, 4 (1), pp. 7-23. 35 CEPAL, (1981), Anuario estadístico de América Latina, Washington DC. 36 Héctor Pérez y Yolanda Baires, (1987), "Crecimiento y crisis de las economías centroame-
ricanas: 1950-1980", Anuario de Estudios Centroamericanos 13 (2), pp. 70-81. 37 Idem, p. 84. 38 BID, (1978), op. cit. 39 Idem, p. 91.
REVISTA DEL CESLA No 12 166
El Cuadro N° 3, permite evaluar de forma parcial, tres aspectos que se ligan
entre sí en cualquier sociedad del planeta. Estos fueron y, lo siguen siendo, frecuen-
tados en las mediciones tradicionales que pretenden conocer las condiciones de vida
en salud, educación y comunicación, aglutinados como: índice de calidad de vida
que varía entre cero—con ninguna diferencia alcanzada por Estados Unidos—hasta
cien, visto como el nivel más desfavorable que evidenciaría un deterioro absoluto40.
Entre los países de América Latina y el Caribe, Costa Rica sostuvo cifras saludables
en los años del muestreo en cuestión: 1940, 1950, 1960 y 1970. Mientras que, Gua-
temala y Honduras soportaron uno de los más indecorosos índices, floreciendo como
el peor de los casos el guatemalteco. Nicaragua logró reducirlo de forma encomiable
si se observa que, en el año cuarenta, se asemejaba a los dos anteriores: 80.3, consi-
guiendo rebajarlo a un 68.9 en los años setenta.
Conforme a los datos del Cuadro N° 4 que refuerzan la explicación de con-
junto en torno a la proporción de la inversión en materia de seguridad social. El Es-
tado costarricense frente al guatemalteco, hondureño y nicaragüense juntos, dis-
pensó más recursos que sumó un porcentaje similar entre el primero con los tres res-
tantes. Esto dejaba al descubierto procesos de planificación local e inversión en la
región centroamericana donde se generó un ambiente de desigualdad social, a pesar
de los significativos recursos tanto humanos como naturales que se poseen en la an-
gosta faja de tierra con cerca de medio millón de kilómetros cuadrados. En seguri-
dad social, la situación de Costa Rica era satisfactoria rebasando a Guatemala y
Honduras de forma simultánea, mientras que, Nicaragua erogó un porcentaje impor-
tante previo a la insurrección del Frente Sandinista contra de la dictadura del general
Somoza Debayle depuesto en julio de 1979.
En el rubro salud, se aprecia una escasa inversión costarricense en relación
con Honduras que alcanzó un 14.69% en 1976. Quizás, este último país no lo había
hecho con la profusión del caso en años preliminares y, de acuerdo con el cuadro—
en ese momento—lo estaba ejecutando de forma loable, con lo que sumaría casi lo
invertido por los tres vecinos juntos. Costa Rica registró el porcentaje más bajo con
un 3.62% en 1978, recalcando que, los indicadores para ese momento eran los ade-
cuados en dicho campo o, en el peor de los casos, destinaba sumas cada vez menos
significativas en un componente que usualmente fue un bastión del Estado costarri-
cense en la opinión de entidades como la misma Organización Mundial de la Salud o
la Organización Panamericana de la Salud.
Otros aspectos que contribuyeron a polarizar la situación interna de la región
y, determinado por estudios de la agencia internacional FAO en colaboración con
SIECA fue el mal reparto de la tierra. En la América no anglosajona había sido un
verdadero dolor de cabeza, estimulando la gastada fragmentación social desde el
mismo período colonial hasta el siglo XX. Las conflictivas reformas agrarias no
40 Son doce indicadores: esperanza de vida al nacer, mortalidad infantil, camas de hospital por
habitante, médicos por habitante, dentistas por habitante, analfabetismo en la población de 15
años o más, porcentaje de individuos de 7-14 años matriculados en la primaria, porcentaje de
los jóvenes de 13-18 años matriculados en la educación media, número de periódicos y telé-
fonos por cada mil habitantes, número de personas por vehículo automotor en circulación.
Fuente: Statistical Abstract of Latin America, (s.a,) 21, Cuadros 100, 101 y 2201.
Javier Rodríguez Sancho Un reconfigurado orden... 167
habían cosechado los dividendos deseados como en el espacio guatemalteco en la
denominada "Década revolucionaria": 1944-1954. Las transformaciones "chapinas"
procuraron repartir propiedades con fundamento en códigos agrarios; uno en 1949 y
el otro en 1952, dirigidos contra los latifundios en manos de cafetaleros, ganaderos y
la UFCO. Dos décadas después, los vetustos problemas continuaban en detrimento
de un grueso de la población indígena a la que Severo Martínez Peláez consagró su
texto La patria del criollo41.
Cuadro N° 3. Centroamérica entre 1940 y 1970.
Índice de calidad de vida: salud, educación y comunicación
1940 1950 1960 1970
Costa Rica 69.3 65.8 60.9 57.2
El Salvador 79.9 78.8 74.1 69.7
Guatemala 83.8 81.2 79.1 77.0
Honduras 82.9 81.0 77.2 71.7
Nicaragua 80.3 76.9 73.3 68.9
América Latina 73.9 73.8 68.6 63.7
Tomado de Héctor Pérez Brignoli y Yolanda Baires Martínez. (1987), "Crecimiento y crisis
de las economías centroamericanas: 1950-1980", Anuario de Estudios Centroamericanos 13
(2), p. 84 [Cuadro N° 11a].
Cuadro N° 4. Centroamérica: gastos del gobierno central en 1976 y 1978
(porcentaje del presupuesto nacional)
Costa Rica
(1978)
Guatemala
(1978)
Honduras
(1976)
Nicaragua
(1976)
Educación 24.4% 13.0% 20.69% 16.91%
Salud 3.62% 7.05% 14.69% 4.11%
Seguridad social 28.25% 4.11% 4.73% 19.90%
Total 56.27% 24.16% 40.11% 40.92%
Tomado de John A. Booth, (1987), "Igualdad socioeconómica en Centroamérica: tendencias
recientes y futuras", Anuario de Estudios Centroamericanos 13 (2), p. 106 [Cuadro N° 7].
Algunos informes internacionales con sustento en datos gubernamentales
aseguraban que, los denominados minifundios en Centroamérica, apenas representa-
41 Severo Martínez, (1970), La patria del criollo: ensayo de interpretación de la realidad co-
lonial guatemalteca, Ciudad de Guatemala, Universidad de San Carlos.
REVISTA DEL CESLA No 12 168
ban un 48% de la población rural en 1970 con un sistema de producción de subsis-
tencia donde un 28% de trabajadores asalariados estaban empelados en fincas me-
dianas y grandes, por ello expresaban que: "en 1970 más de tres cuartas partes de la
población rural básicamente no producía alimentos para el mercado interno"42 lo que
representaba una dependencia externa y visiblemente problemática en la producción
local y de otras regiones aledañas que encogía la blandengue estructura productiva
nacional con escasos encadenamientos al mercado.
Por consiguiente, miles de moradores de las zonas rurales se vieron forzados
a emigrar hacia centros urbanos que, lastimosamente, no les proporcionaron las con-
diciones mínimas. Este engañoso imaginario colectivo, caprichoso a todas luces
temía ciertos modos de vida del campo con porcentajes de pobreza alarmantes que
oscilaban en más de la mitad en personas y hogares, observados en el Cuadro N° 2
ya comentado. El hacinamiento, los problemas del empleo formal, las carencias ali-
mentarias, la escasez de servicios médicos y sus consecuencias negativas se mantu-
vieron como una cercana compañía para quienes arribaron a las urbes latinoameri-
canas. Una de las formas menos riesgosas de subsistir, rehuyendo de los apuros so-
ciales que imperaban por doquier con su inherente exclusión social era reubicarse a
algún suburbio o trasladarse a un país vecino con condiciones menos deplorables en
cuanto al empleo informal o el subempleo. En este escenario, una acotación del BID
(1978), haría pensar negativamente sobre la realidad costarricense al concebir el
subempleo como: un serio problema social43.
Las cifras que brinda el Cuadro N° 2, ilustran sobre el número de pobres y su
crecimiento en América Latina y el Caribe cuando pasó de 110.000.000 en 1960 a
más de 175.000.000 en 1986; es decir, en dos décadas y media se incrementó en se-
senta y cinco millones. Hacia 1970 la pobreza rural superaba en más del doble a la
urbana en hogares a partir de los antecedentes señalados donde casi la mitad de las
personas, un 47%, estaban en franca condición de pobreza. El cuadro dista de lo
planteado sobre pobreza para los años ochenta; acá se aprecia una rebaja entre 1970
y 1980 en cuanto a personas y hogares. Sin embargo, las cifras que aproximó Leo-
nardo Garnier, evidenciaban la violenta realidad centroamericana en sociedades co-
mo Guatemala con un 82.6% y El Salvador – 86.9%. Después de la crisis, un 64%
de los primeros y más de la mitad de los segundos, estaban en la miseria extrema44,
aspectos que no serán analizados en este ensayo, sólo se citan en calidad de elemen-
to suplementario.
Los encontrados rostros de esta dramática situación humana, cargada de sim-
bolismos entre estos, los frenesíes populistas, solidarios discursivamente con los in-
quilinos de las casas "de cartón" que entonaban músicos anticapitalistas de la Nueva
trova. Todo ello obligaría a los científicos sociales a servirse de metodologías e ins-
42 SIECA-FAO, (1974), Perspectivas para el desarrollo y la integración de la agricultura
centroamericana, Ciudad de Guatemala, FAO. 43 BID, (1978), op. cit., p. 242. 44 MIDEPLAN, (1990), Evolución socioeconómica de Costa Rica: 1975-1990. San José. Go-
bierno de Costa Rica, abril/ FLACSO-IICA. 1991. Centroamérica en cifras. San José, FLAC-
SO-IICA, p. 121.
Javier Rodríguez Sancho Un reconfigurado orden... 169
trumentos eficaces para reconocer el nuevo orden social que destapaban las crisis
económicas y políticas. Sin embargo, un dilema político no necesariamente se tradu-
ce en un descalabro económico como el caso chileno donde un golpe de Estado, tiró
por el suelo un proyecto socialista que intentó distribuir mejor la riqueza que gene-
raba el cobre u otros productos de exportación. Los "Chicago boys" redefinieron el
rumbo y dieron cabida práctica a las teorías de Milton Friedman. El erario público
acrecentó sus rentas con Augusto Pinochet (1973-1990) a pesar de los miles de
muertos y, desde luego, los exiliados políticos que deambularon por los continentes.
En los primeros años del general, las privatizaciones hicieron crecer la economía na-
cional, publicitada bajo el vocablo religioso de un "milagro".
Por otro lado, el historiador estadounidense de la North State University en
Texas, John A. Booth aludiendo a Torres Rivas, manifestaba elementos contrastan-
tes que desnudaban el período desde la perspectiva del ingreso como usualmente se
emplea en los estudios macroeconómicos. Este era—y lo sigue siendo—un reflejo
de la injusta distribución de la riqueza, un talón de Aquiles que se ha cuestionado
hasta la saciedad, al menos de forma retórica, en círculos políticos, eclesiásticos,
cámaras empresariales, entre otros sectores con cuotas de poder, sin ofrecer una sa-
lida concreta al problema y expresado someramente en los siguientes porcentajes:
a mediados de los setenta, la proporción del ingreso de la mitad más pobre de cen-
troamericanos era sólo el 13% del ingreso total de la región (…) el ingreso per cápita anual
de este grupo era de tan sólo $7445.
Los trastornos del decenio del setenta no acabaron con la crisis de los precios
de los hidrocarburos del primer lustro como se comentó en razón de la guerra árabe-
israelí. El bienio 1978-1979 fue depositario de una lógica histórica que se podía pre-
sagiar en el horizonte donde las condiciones seguían siendo adversas para millones
de individuos. A pesar de las dificultades sociales en 1978, el gobierno de Costa Ri-
ca, destinó en educación, salud y seguridad social de forma conjunta un 56.27% del
presupuesto nacional en contraste con Guatemala que giró poco menos de la mitad
del presupuesto costarricense: 24.16%, siendo el más bajo del área46. Honduras y
Nicaragua lo hicieron en porcentajes superiores al 40%, desglosados en el Cuadro
N° 3. Al respecto, Patricia Alvarenga afirmaba que hacia 1978, el 86% de la pobla-
ción costarricense estuvo cubierta por los beneficios del seguro social47.
Además del acaparamiento de la tierra y la escasa inversión social en algunos
países, se dio un tipo de gasto gubernamental que asiste a reconocer las virulentas
condiciones imperantes. El efectuado en armamento que succionaría a los Estados
de la región, al nivel de una enfermedad terminal que carcomió los fondos públicos.
45 John A. Booth, (1987), op. cit., p. 93 citado de Edelberto Torres, (1982), Cambio social y
crisis en la década de los años ochenta, Heredia, EUNA, pp. 97-106. 46 John A. Booth, (1987), op. cit., p. 106. 47 Patricia Alvarenga, (2005), De vecinos a ciudadanos: movimientos comunales y luchas
cívicas en la historia contemporánea de Costa Rica. San José- Heredia. EUCR-EUNA, p. 9.
En los informes del BID se sostiene que, el gobierno central, destinó un 4.0% de los egresos
totales en salubridad para 1978 y un 5.0% en 1979.
REVISTA DEL CESLA No 12 170
Entre 1975 y 1979, en cuatro países de Centroamérica, típicas adquisiciones milita-
res disminuyeron en el acto, las posibilidades de utilizarlos en facturas de enverga-
dura social. Si a la crisis del bienio señalado, se le añade los millones de dólares
orientados en gastos no redituables, la situación se polariza al interior de la sociedad.
De los presupuestos nacionales de cada país, se dieron casos que dejaron manifiesto
políticas internas contradictorias en razón de sus fines como lo apuntó el economista
Leonardo Garnier. Este iría gradualmente: "absorbiendo un 14% del presupuesto na-
cional nicaragüense, un 12% del guatemalteco, un 11% del hondureño y un 7% del
salvadoreño. En Costa Rica, los gastos de defensa absorbían apenas un 3% del pre-
supuesto nacional"48.
Adicionalmente se trae a colación, a efectos de reforzar los planteamientos
anteriores, el poco fiable informe de la Comisión Kissinger que advertía, sin mayor
argumentación sobre "una mayor penetración soviética en el área por lo que reco-
mendaba al gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica a destinar más recursos
de carácter bélico"49. El académico Carlos Granados Chaverri abonaba que, el in-
forme, adoleció de una clara visión de los problemas o naturaleza interna de la crisis
regional, considerando elementos reveladores como: "la desigual distribución de la
riqueza, la represión sistemática (...) la falta de oportunidades de educación, salud,
vivienda"50 de base histórica. La Casa Blanca no se interesó por ello cuando se trata-
ba de ganar terreno al Kremlin a cualquier precio y, las cúpulas militares locales lo
consintieron con regocijo en El Salvador y Guatemala con guerrillas sistemáticas
que no pudieron desmantelar desde décadas precedentes.
Con base en estadísticas del Stockholm Internacional Peace Research Institu-
te (SIPRI) de Suecia, el profesor Granados Chaverri compiló ciertas ayudas de los
Estados Unidos a El Salvador, Guatemala, Honduras y Costa Rica entre 1979 y
1986. En el primero de los mencionados pasó de más de once millones de dórales en
1979 a cuatrocientos ochenta y tres en 1986 según el rubro denominado como: asis-
tencia; Honduras recibió 246.2 y Costa Rica 190.1 millones de dólares por el mismo
rubro. En casi cuatro décadas, es decir, desde 1946 a 1980 la asistencia militar ape-
nas llegó a $137.000.00051. Entre tanto, Nicaragua aparecería en un documento de la
SIPRI Yearbook como uno de los países con mayor gasto militar del mundo en 1980
con un 6.7% del Producto Nacional Bruto por encima de países como Corea del Sur:
6.1%; Singapur 6.0% o el Reino Unido – 5.1%52.
Para terminar con esta sección, aclaramos que estos datos son ilustrativos y
tienen la finalidad de aproximarnos mejor a parte del escenario político-militar, so-
cioeconómico e ideológico que acompañó a los países del istmo entre problemas de
48 Leonardo Garnier, (1993), op. cit., p. 94 citado de World Bank, (1983), World Tables.
Washington DC. 49 Informe Kissinger, (1984), "Informe de la Comisión Kissinger para Centroamérica", La
Nación, 13 de enero, p. 6a. 50 Carlos Granados, (1987), "La confrontación Este-Oeste y su relación con el conflicto cen-
troamericano", Geoistmo 1 (2), p. 62. 51 Idem. p. 83. 52 SIPRI, (1983), SIPRI Yearbook, Stockholm (s.p.).
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índole nacional e internacional. Esto generó, como sería de suponer, entrabamientos
sociales, entre otras razones que se resaltan para acercarnos a los fenómenos descri-
tos con sus impactos específicos en una región con desiguales condiciones de vida
que retrataba la injusta distribución de la riqueza con "repartición" de pobreza.
Algunas consideraciones finales
Se considera que los cambios científicos y tecnológicos operados después de
la segunda Guerra Mundial, transformaron la vida de millones de seres humanos a lo
largo y ancho del planeta. No significa esto que, la ciencia y la tecnología, beneficia-
ra por igual a los cinco continentes. Como se anotó, la situación social centroameri-
cana donde amplios sectores de la sociedad quedaron excluidos de los beneficios
macroeconómicos de la "edad de oro" fue cada vez más precaria. Hubo algunos
avances como los protagonizados en Costa Rica que desde sus posibilidades, logró
atenuar la pobreza a pesar de poseer una estructura productiva débil.
El capital transnacional estadounidense obtuvo beneficios directos del auge
capitalista de la mano de una política exterior del gobierno de los Estados Unidos
que así lo favoreció. Éste logró amarrar algunos de los hilos del entramado político-
militar y económico en su provecho con un "eco" en Centroamérica. Las elites loca-
les brindaron condiciones favorables para ello, provocando en el acto una despro-
porción social con injusta distribución de la riqueza que no se subsanó al final de la
década de los setenta y atándose con la siguiente de forma perversa.
No obstante, un elemento válido estuvo en visualizar al Estado quien jugó un
papel medular bajo funciones claves dentro del desarrollo económico aunque, en al-
gunas sociedades, su participación se desdibujó, dejando al garete a millones de per-
sonas que lo demandaban. Ello generó, a la postre, una de las causas del descontento
político que desembocó en crisis sociales de gran envergadura como en Centroamé-
rica, ciertos países andinos y caribeños que se hicieron más notorios en la década de
los ochenta. Los movimientos insurgentes y la pobreza generalizada, así lo dejaba
ver con el paso del tiempo.
La política social que desarrollaron determinados Estados como el costarri-
cense, logró aliviar los problemas internos más apremiantes, conteniendo la confron-
tación político-militar pero en otras sociedades, no lo consiguió como en El Salva-
dor, Nicaragua y Guatemala. Quizás, en Costa Rica las condiciones de vida fueron
menos retorcidas que en el resto de sus vecinos donde, los grupos de poder econó-
mico y político, no atenuaron el conflicto social con estrategias a mediano y, menos
aún, a largo plazo. La redistribución de la riqueza fue mediocre con violación a los
derechos fundamentales.
Por último, la década de los ochenta fue testigo del descalabro económico
que se engarzó al político y, desde luego, al social. La llamada "década perdida" era
en verdad una expresión más del subdesarrollo tecnológico y científico, sin soslayar
el mental de nuestras cúpulas políticas que pendieron ampliamente de las disposi-
ciones gerenciales de los organismos financieros, las multinacionales estadouniden-
ses, la falta de oportunidades educativas o laborales de los sectores populares y,
aunque parezca irónico, de los embates de la naturaleza que, en cuestión de minutos,
horas o días dejaba devastadas comarcas de un mismo país o conjunto de ellos, entre
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otros razones que, explicarían la realidad social centroamericana en la segunda mi-
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