Jardines Comunitarios Le Monde

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E n el verano por distintas poblacio- nes de Santiago corría en silencio un sencillo volante invitando a in- volucrarse en una asamblea para iniciar el trabajo de organización de un es- pacio educativo en infancia. Es la iniciati- va impulsada por el Movimiento de Pobla- dores y Pobladores en Lucha (MPL) desde el 2012 en Peñalolén y que hoy en alianza con otras organizaciones y comunidades se expande a otros territorios. Consiste en recuperar recursos de la línea comunitaria de la Junta Nacional de Jardines Infantiles a través del programa Centros Educativos Culturales de Infan- cia (CECI) que permite habilitar sedes sociales para el funcionamiento de cen- tros de infantes gratuitos para niños y ni- ñas de 2 años a 5 años 11 meses, con hora- rio de funcionamiento entre 8:30 y 14.00 de la tarde, cubriendo alimentación y ma- teriales de trabajo. El recorrido Iniciando el primer punto en la zona oriente en la comuna de Peñalolén al inte- rior de la comunidad las Araucarias está el Jardín Epuwen que ya cumple dos años de funcionamiento. Lautaro Guanca, uno de los apoderados del jardín comparte “la in- fancia se piensa como sin voz, lo que esta- mos haciendo es resignificar un concepto que reproduce la dominación por un sen- tido emancipatorio que traduce el termi- no infancia en los y las que tienen otra voz. Esta voz, no habla de razones o lógicas oc- cidentales, patriarcales ni coloniales, sino encuentra en la población su inspiración original creadora. Este es el camino que decidimos recorrer en Epuwen MPL. An- dar la historia al paso mágico de los niños y niñas de la población”. Bajando por avenida Grecia y girando al sur llegamos a Barrio Franklin, por la calle Placer, donde se ubica el Jardín 4 de Mayo (fecha de ocupación del primer inmueble recuperado por autogestión del MPL en el año 2011). Conversando con Claudia Pacheco, quien fuera de las primeras ocupantes y hoy educadora del jardín comenta “en nuestra asam- blea de vivienda levantamos un jardín comunitario porque no solo queremos viviendas dignas también apuntamos a la salud, el trabajo y educación. Para nosotras las pobladoras, la educación es nuestra mejor arma para poder enfren- tar a un país desigual y queremos empe- zar por los más pequeños, formándolos y haciendo de ellos seres libres pensan- tes y críticos lo que hoy no ocurre en la educación tradicional”. Viviana Bernales, educadora del mo- vimiento dice que “la apuesta del jardín es la construcción de un proyecto políti- co-pedagógico entre todos y todas quie- nes somos parte de la comunidad edu- cativa. Lo hacemos desde las relaciones, abandonando el adulto-centrismo y las jerarquías, desde la teoría, consideran- do propuestas educativas alternativas a la educación formal, y las prácticas, utilizando herramientas como la auto- gestión, la ayuda mutua y la construc- ción comunitaria. Cada jardín es parte de una red de trabajo sustentada en una organización mayor, el MPL, lo que per- mite no sólo pertenecer a un jardín, sino también a una gran comunidad de po- bladoras, de espacios de salud y vivien- da autogestionadas”. Siguiendo por Santa Rosa hacia el sur llegamos a La Pintana al Jardín Jugando Aprendo en la población Pablo de Rhoka. Dentro de la sede social nos encontra- mos Sandra Cona, vecina y educadora del espacio quien dice “esto ha sido una experiencia enriquecedora. El comien- zo fue difícil, pintar, clavar, organizar la obra. Pero se logró y ahora está fun- cionando gracias a la colaboración de to- das y todos, los pequeños hoy ya pueden asistir a nuestro jardín y la satisfacción es indescriptible”. Pablo Molina, uno de los responsa- bles de la Escuelita Jugando-Aprendo del MPL, experiencia de donde nace el jardín, argumenta “estamos en esta por- que vemos como la desigualdad se ve re- flejada en la educación, desde el jardín a la universidad donde el que paga tiene op- ciones desde chico a incentivos artísticos y no solo a aprender las vocales así a secas, es por eso que intentamos que el apren- dizaje salga desde las comunidades por medio del arte y que sea coherente con un proyecto de cambio social y a la vez una herramienta para el cotidiano y el futuro” Yendo más al sur y virando a la cos- ta vamos a San Bernardo. En su entra- da está el Jardín Inti Wasi levantado por el movimiento junto a trabajadoras de la educación y el Centro de Estudios Andi- nos Pucará. Una de sus educadoras Noe- mi Huenchuman reflexiona acerca de sus impactos: “Las potencialidades son mu- chas, en especial cuando el trabajo de ver- dad es comunitario, nosotras tratamos no hacerle la pega al Estado, no trabajar con los niños como el gobierno quiere, sino ha- cerlo bien, de calidad, en el sentido de lo que le importe a la gente, lo que necesitan, que no sea descontextualizada. Que la co- munidad se haga consciente de esto, que es de ellos. Y ahí yo también estoy auto- educándome, son los padres los educado- res, nosotras más bien los acompañamos.” Siguiendo hacia el sector de Nos lle- gamos a la población Los Areneros. En una sede que estuvo abandonada duran- te años se levantó entre el Centro de Ope- raciones Poblacionales Los Areneros y el movimiento el Jardín El Fondo del Río. Opina Gonzalo Vargas, único educador hombre de la red, “los grupos económi- cos, la iglesia y el Estado han hecho de la educación su herramienta, domestican- do a nuestros hijos e hijas desde la prime- ra infancia, mal enseñándolos a obedecer a quienes nos oprimen. Hoy poseemos las condiciones de administrar y controlar la educación en el territorio. Hacernos cargo de nuestra memoria histórica, re- validando la sabiduría popular de nues- tras comunidades, la historia de lucha y resistencia de nuestros abuelas, abuelos, padres y madres”. En este proceso se ha involucrado el barrio, como también edu- cadores populares y militantes del mun- do popular. Para Hansel Cáceres uno de los referentes del territorio “el jardín es una herramienta de cambio y de autono- mías, para generar lazos y fortalecer las redes dentro de la población” y para José Muñoz con los jardines autogestionados “la comunidad recupera su amor propio al saber que puede recuperar los recursos que le roba el Estado (sin tener que irnos presos), además se hace cargo de su pro- blema directamente sin buscar la solu- ción en los “profesionales”, sino en ellos mismos”. Un modelo que se prefigura Los jardines junto a otros espacios edu- cativos autogestionados que se han crea- dos en los últimos años, enseñan una transición similar al del movimiento obrero, del paro y la toma, a la autoges- tión educativa (1). Como señala Henry Renna, uno de los articuladores de esta iniciativa, “los jar- dines comunitarios y autogestionados van más allá de la reivindicación del acce- so y se perfilan hacia proyectos de mayor alcance: la construcción de un área que no está en manos de la iglesia, el mercado o el Estado docente, sino su centralidad es la comunidad educativa como fuerza so- cio-pedagógica transformadora. Vienen a constituir el campo de aquellas activi- dades que desarrolla la clase trabajado- ra organizada de modo autónomo en sus territorios para dar respuesta a sus nece- sidades más urgentes y negadas por las clases dominantes. Una serie de acciones educativas cuyos resultados son indivisi- bles de sus originadores-productores; la totalidad, idealmente, de los ámbitos de la organización del espacio educativo son controlados directamente por quienes le dan vida, la comunidad y el movimiento social”. Sería como analiza Baronet en su te- sis sobre la otra educación zapatista “una apropiación social del espacio y del tiempo escolar, así como del papel político y cultu- ral del docente” y la recuperación del “po- der de creación, ejecución y evaluación, no solamente de los planes y programas, sino de la gestión de la organización esco- lar en su conjunto” (2). Estas prácticas en desarrollo repre- sentan una superación de la dicotomía público-privada, van más allá del bino- mio Estado-mercado, y abren paso a un nuevo lugar de producción educativo, que no es estatal ni mercantil, sino social. Un nuevo campo de organización de la socie- dad cuyas mediaciones son dadas por los propios espacios de sociabilidad popu- lar y no por el mal gobierno. Las reglas, las formas, los contenidos, las relaciones, en definitiva la cotidianidad pedagógica, son definidos de forma soberana por la población organizada, y no por un tercero externo a ellos. Viene a ser una reapropia- ción del rol de la comunidad en la defini- ción de lo que necesita y quiere aprender para caminar hacia un estadio de digni- dad colectiva (3). g 1. De la ocupación de las escuelas a la autogestión de la educación”. Fanzine Crónica Negra. Agosto 2011. Disponible en línea en: http://metiendoruido. com/2012/04/de-la-ocupacion-de-las-escuelas-a-la- autogestion-de-la-educacion-video/ 2. Baronet, Bruno, 2012, Autonomías y educación indígena. Las escuelas zapatistas de la Selva Lacandona de Chiapas, México. Quito: Ediciones Abya Yala 3. Ver: Renna, Henry, Educación autogestionaria: lo que silencia la reforma, lo que callan las demandas, 2014 y Educación autogestionaria: lo que gritan los territorios, 2015. Ambos en Rebelión.org. Un recorrido por los jardines infantiles comunitarios Por Unx de nosotrxs, MPL Educación autogestionaria 6 | LE MONDE diplomatique | abril 2015 En marzo iniciaron funcionamiento de forma simultánea cinco jardines comunitarios. Ubicados en cuatros comunas de la Región Metropolitana estos abren una alternativa real y concreta de educación autogestionaria. Se dibuja desde allí lentamente una opción pedagógica, administrativa y política ante el Estado y el mercado, centros educativos en manos del pueblo organizándose por conquistar su dignidad. EXPERIENCIAS ALTERNATIVAS - OTRO CHILE ES POSIBLE

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En el verano por distintas poblacio-nes de Santiago corría en silencio un sencillo volante invitando a in-volucrarse en una asamblea para

iniciar el trabajo de organización de un es-pacio educativo en infancia. Es la iniciati-va impulsada por el Movimiento de Pobla-dores y Pobladores en Lucha (MPL) desde el 2012 en Peñalolén y que hoy en alianza con otras organizaciones y comunidades se expande a otros territorios.

Consiste en recuperar recursos de la línea comunitaria de la Junta Nacional de Jardines Infantiles a través del programa Centros Educativos Culturales de Infan-cia (CECI) que permite habilitar sedes sociales para el funcionamiento de cen-tros de infantes gratuitos para niños y ni-ñas de 2 años a 5 años 11 meses, con hora-rio de funcionamiento entre 8:30 y 14.00 de la tarde, cubriendo alimentación y ma-teriales de trabajo.

El recorridoIniciando el primer punto en la zona oriente en la comuna de Peñalolén al inte-rior de la comunidad las Araucarias está el Jardín Epuwen que ya cumple dos años de funcionamiento. Lautaro Guanca, uno de los apoderados del jardín comparte “la in-fancia se piensa como sin voz, lo que esta-mos haciendo es resignificar un concepto que reproduce la dominación por un sen-tido emancipatorio que traduce el termi-no infancia en los y las que tienen otra voz. Esta voz, no habla de razones o lógicas oc-cidentales, patriarcales ni coloniales, sino encuentra en la población su inspiración original creadora. Este es el camino que decidimos recorrer en Epuwen MPL. An-dar la historia al paso mágico de los niños y niñas de la población”.

Bajando por avenida Grecia y girando al sur llegamos a Barrio Franklin, por la calle Placer, donde se ubica el Jardín 4 de Mayo (fecha de ocupación del primer inmueble recuperado por autogestión del MPL en el año 2011). Conversando con Claudia Pacheco, quien fuera de las primeras ocupantes y hoy educadora del jardín comenta “en nuestra asam-blea de vivienda levantamos un jardín comunitario porque no solo queremos

viviendas dignas también apuntamos a la salud, el trabajo y educación. Para nosotras las pobladoras, la educación es nuestra mejor arma para poder enfren-tar a un país desigual y queremos empe-zar por los más pequeños, formándolos y haciendo de ellos seres libres pensan-tes y críticos lo que hoy no ocurre en la educación tradicional”.

Viviana Bernales, educadora del mo-vimiento dice que “la apuesta del jardín es la construcción de un proyecto políti-co-pedagógico entre todos y todas quie-nes somos parte de la comunidad edu-cativa. Lo hacemos desde las relaciones, abandonando el adulto-centrismo y las jerarquías, desde la teoría, consideran-do propuestas educativas alternativas a la educación formal, y las prácticas, utilizando herramientas como la auto-gestión, la ayuda mutua y la construc-ción comunitaria. Cada jardín es parte de una red de trabajo sustentada en una organización mayor, el MPL, lo que per-mite no sólo pertenecer a un jardín, sino también a una gran comunidad de po-bladoras, de espacios de salud y vivien-da autogestionadas”.

Siguiendo por Santa Rosa hacia el sur llegamos a La Pintana al Jardín Jugando Aprendo en la población Pablo de Rhoka. Dentro de la sede social nos encontra-mos Sandra Cona, vecina y educadora del espacio quien dice “esto ha sido una experiencia enriquecedora. El comien-zo fue difícil, pintar, clavar, organizar la obra. Pero se logró y ahora está fun-cionando gracias a la colaboración de to-das y todos, los pequeños hoy ya pueden asistir a nuestro jardín y la satisfacción es indescriptible”.

Pablo Molina, uno de los responsa-bles de la Escuelita Jugando-Aprendo del MPL, experiencia de donde nace el jardín, argumenta “estamos en esta por-que vemos como la desigualdad se ve re-flejada en la educación, desde el jardín a la universidad donde el que paga tiene op-ciones desde chico a incentivos artísticos y no solo a aprender las vocales así a secas, es por eso que intentamos que el apren-dizaje salga desde las comunidades por medio del arte y que sea coherente con un

proyecto de cambio social y a la vez una herramienta para el cotidiano y el futuro”

Yendo más al sur y virando a la cos-ta vamos a San Bernardo. En su entra-da está el Jardín Inti Wasi levantado por el movimiento junto a trabajadoras de la educación y el Centro de Estudios Andi-nos Pucará. Una de sus educadoras Noe-mi Huenchuman reflexiona acerca de sus impactos: “Las potencialidades son mu-chas, en especial cuando el trabajo de ver-dad es comunitario, nosotras tratamos no hacerle la pega al Estado, no trabajar con los niños como el gobierno quiere, sino ha-cerlo bien, de calidad, en el sentido de lo que le importe a la gente, lo que necesitan, que no sea descontextualizada. Que la co-munidad se haga consciente de esto, que es de ellos. Y ahí yo también estoy auto-educándome, son los padres los educado-res, nosotras más bien los acompañamos.”

Siguiendo hacia el sector de Nos lle-gamos a la población Los Areneros. En una sede que estuvo abandonada duran-te años se levantó entre el Centro de Ope-raciones Poblacionales Los Areneros y el movimiento el Jardín El Fondo del Río. Opina Gonzalo Vargas, único educador hombre de la red, “los grupos económi-cos, la iglesia y el Estado han hecho de la educación su herramienta, domestican-do a nuestros hijos e hijas desde la prime-ra infancia, mal enseñándolos a obedecer a quienes nos oprimen. Hoy poseemos las condiciones de administrar y controlar la educación en el territorio. Hacernos cargo de nuestra memoria histórica, re-validando la sabiduría popular de nues-tras comunidades, la historia de lucha y resistencia de nuestros abuelas, abuelos, padres y madres”. En este proceso se ha involucrado el barrio, como también edu-cadores populares y militantes del mun-do popular. Para Hansel Cáceres uno de los referentes del territorio “el jardín es una herramienta de cambio y de autono-mías, para generar lazos y fortalecer las redes dentro de la población” y para José Muñoz con los jardines autogestionados “la comunidad recupera su amor propio al saber que puede recuperar los recursos que le roba el Estado (sin tener que irnos presos), además se hace cargo de su pro-

blema directamente sin buscar la solu-ción en los “profesionales”, sino en ellos mismos”.

Un modelo que se prefiguraLos jardines junto a otros espacios edu-cativos autogestionados que se han crea-dos en los últimos años, enseñan una transición similar al del movimiento obrero, del paro y la toma, a la autoges-tión educativa (1).

Como señala Henry Renna, uno de los articuladores de esta iniciativa, “los jar-dines comunitarios y autogestionados van más allá de la reivindicación del acce-so y se perfilan hacia proyectos de mayor alcance: la construcción de un área que no está en manos de la iglesia, el mercado o el Estado docente, sino su centralidad es la comunidad educativa como fuerza so-cio-pedagógica transformadora. Vienen a constituir el campo de aquellas activi-dades que desarrolla la clase trabajado-ra organizada de modo autónomo en sus territorios para dar respuesta a sus nece-sidades más urgentes y negadas por las clases dominantes. Una serie de acciones educativas cuyos resultados son indivisi-bles de sus originadores-productores; la totalidad, idealmente, de los ámbitos de la organización del espacio educativo son controlados directamente por quienes le dan vida, la comunidad y el movimiento social”.

Sería como analiza Baronet en su te-sis sobre la otra educación zapatista “una apropiación social del espacio y del tiempo escolar, así como del papel político y cultu-ral del docente” y la recuperación del “po-der de creación, ejecución y evaluación, no solamente de los planes y programas, sino de la gestión de la organización esco-lar en su conjunto” (2).

Estas prácticas en desarrollo repre-sentan una superación de la dicotomía público-privada, van más allá del bino-mio Estado-mercado, y abren paso a un nuevo lugar de producción educativo, que no es estatal ni mercantil, sino social. Un nuevo campo de organización de la socie-dad cuyas mediaciones son dadas por los propios espacios de sociabilidad popu-lar y no por el mal gobierno. Las reglas, las formas, los contenidos, las relaciones, en definitiva la cotidianidad pedagógica, son definidos de forma soberana por la población organizada, y no por un tercero externo a ellos. Viene a ser una reapropia-ción del rol de la comunidad en la defini-ción de lo que necesita y quiere aprender para caminar hacia un estadio de digni-dad colectiva (3). g

1. “De la ocupación de las escuelas a la autogestión de la educación”. Fanzine Crónica Negra. Agosto 2011. Disponible en línea en: http://metiendoruido.com/2012/04/de-la-ocupacion-de-las-escuelas-a-la-autogestion-de-la-educacion-video/2. Baronet, Bruno, 2012, Autonomías y educación indígena. Las escuelas zapatistas de la Selva Lacandona de Chiapas, México. Quito: Ediciones Abya Yala3. Ver: Renna, Henry, Educación autogestionaria: lo que silencia la reforma, lo que callan las demandas, 2014 y Educación autogestionaria: lo que gritan los territorios, 2015. Ambos en Rebelión.org.

Un recorrido por los jardines infantiles comunitariosPor Unx de nosotrxs, MPL

Educación autogestionaria

6 | LE MONDE diplomatique | abril 2015

En marzo iniciaron funcionamiento de forma simultánea cinco jardines comunitarios. Ubicados en cuatros comunas de la Región Metropolitana estos abren una alternativa real y concreta de educación autogestionaria. Se dibuja desde allí lentamente una opción pedagógica, administrativa y política ante el Estado y el mercado, centros educativos en manos del pueblo organizándose por conquistar su dignidad.

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