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INTERVENCION DEL SEROR MINISTRO .DE GOBIERNO DOCTOR. CARLOS .LEMOS SIMMONDS EN LA INAUGURACION DE LA CASA>@EOE DE LA FUNDACION PARA LA EDUCACION .. SUPERIOR -FES- y CONMEMORACION DE LOS 25 ARos DE LA ENTIDAD - . Cali. 21 de febrero de 1990 Doctores SABAS PRETB.T DE LA VEGA. presidente: AlfONSO OCAMPO LONOOAo. vicepresiden- te; HUGO LORA CAMACHO. director general de la Fuooación para la Educación Superior -FES· Senoras y senores: Estamos reunidos aquf esta noche para inaugurar la casa sede de la Fundación para la Educación Superior. ado con el que la entidad. conmemora sus bodas de plata. Es aPE'nas natu- ral que la celebración se lleve a cabo en la capital del VaDe. pues aquf surgió la Idea de efear una fundación que propiciara el desarrollo del pals dando apoyo a programas de carécter educacional. clentfflco y cultural en beneficio especialmente de los grupos menos favoreci- dos. Por sus gentes emprendedoras y por su so potencial económico. ha sido el Vaqe del Cauca. sobre todo en los últimos aftoso origen de audaces proyectos con tos cuales el sector privado viene contribuyendo decisivamente a la solución de-los problemas nacionales. Es para ml altamente honroso tener voz en este foro que. me permite exponer ante ustedes algunas opI- niones sobre la situación del pels. tema que es motivo de constante preocupación de la FES. de sus directivos. encabeZados por su eficiente dl- rector. el dador HUGO LORA CAMACHO, y desde luego de todos los aquf presentes. Muchas veces se ha hablado, y con razón. de las dos Colombias -distanciadas. incomunicadas. en ocasiones hostiles- para expficar algunos. cuando menos. de los crónicos males del pals. Habrla asl una Colombia rural enfrentada a una Colombia urbana. Una Colombia pobre explotada por una Colombia rica. Un pals buro- crético que madrarla a expensas del pals a secas y un pals nacional sisteméticamente burlado por los ardides del pals poUtico. que re-. velalfen por qué la nación crece tan desigual- mente. por qué. aunque se lo propone, no se en- mienda, y Por qué los afanes de todos los dlas no encuentran expresión adecuada en nuestro .copioso repertorio de normas y reglamentos ins- titucionales. Todo esto parece lógico. Yhasta podrla decirse que la explicación es més acertada que novedo- sa. Colombia no es. en cuestiones como estas,. una excepción. De muy parecida manera Se comportan sociedades más viejas o más desa- rrolladas que la nuestra. Es más: como obser- vaba alguien. debernos damos por bien servi- dos de que el pals no tenga que sumar a sus muchas trlbulaCIolle$ un conflicto racial, la con- fusión de lenguas o un prOblema de nacionali- dades irredentas. como ocurre en tantos otros Estados del mundo hoy áfectados por crisis que amenzan su pr()pia integridad. ji: ____ ·, ...

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INTERVENCION DEL SERORMINISTRO .DE GOBIERNO DOCTOR.

CARLOS .LEMOS SIMMONDSEN LA INAUGURACION DE LA CASA>@EOEDE LA FUNDACION PARA LA EDUCACION ..SUPERIOR -FES- y CONMEMORACION

DE LOS 25 ARos DE LA ENTIDAD- .

Cali. 21 de febrero de 1990

DoctoresSABAS PRETB.T DE LA VEGA. presidente:AlfONSO OCAMPO LONOOAo. vicepresiden-te;HUGO LORA CAMACHO. directorgeneral de laFuooación para la Educación Superior -FES·

Senoras y senores:

Estamos reunidos aquf esta noche parainaugurar la casa sede de la Fundación para laEducación Superior. ado con el que la entidad.conmemora sus bodasdeplata. Es aPE'nas natu­ral que la celebración se lleve a cabo en lacapital del VaDe. pues aquf surgió la Idea deefear una fundación que propiciara el desarrollodel pals dando apoyo a programas de caréctereducacional. clentfflco y cultural en beneficioespecialmente de los grupos menos favoreci­dos.

Por sus gentes emprendedoras y por su inmen~

so potencial económico. ha sido el Vaqe delCauca. sobre todo en los últimos aftosoorigen deaudaces proyectos con tos cuales el sectorprivado viene contribuyendo decisivamente a lasolución de-los problemas nacionales. Es paraml altamente honroso tener voz en este foro que.me permite exponer ante ustedes algunas opI­niones sobre la situación del pels. tema que esmotivo deconstante preocupación de la FES. desus directivos. encabeZados por su eficiente dl-

rector. el dador HUGO LORA CAMACHO, ydesde luego de todos los aquf presentes.

Muchas veces se ha hablado,ycon razón. de lasdos Colombias -distanciadas. incomunicadas.en ocasiones hostiles- para expficar algunos.cuando menos. de los crónicos males del pals.Habrla asl una Colombia rural enfrentada a unaColombia urbana. Una Colombia pobreexplotada por una Colombia rica. Un pals buro­crético que madrarla a expensas del pals asecas y un pals nacional sisteméticamenteburlado por los ardides del pals poUtico. que re-.velalfen por qué la nación crece tan desigual­mente. por qué. aunque se lo propone, no se en­mienda, y Por qué los afanes de todos losdlas noencuentran expresión adecuada en nuestro

.copioso repertorio de normasy reglamentos ins­titucionales.

Todo esto parece lógico. Yhasta podrla decirseque la explicación es més acertada quenovedo­sa. Colombia no es. en cuestiones como estas,.una excepción. De muy parecida manera Secomportan sociedades más viejas o más desa­rrolladas que la nuestra. Es más: como obser­vaba alguien. debernos damos por bien servi­dos de que el pals no tenga que sumar a susmuchas trlbulaCIolle$ un conflicto racial, la con­fusión de lenguas o un prOblema de nacionali­dades irredentas. como ocurre en tantos otrosEstados del mundo hoy áfectados por crisis queamenzan su pr()pia integridad.

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Pero si bien es cierto que no estamos enfrenta­dos a esa clase de riesgos y que sobre las otrasbrechas se han ido tendiendo puentes que sólonuestro egoismo, nuestra ignorancia o nuestraindolencia nos impiden transitar, es precisoadmitir que sobre el alma de Colombia se haabierto y se ensancha una herida tremenda porla que se escapan a torrentes, y a cada nuevapulsación de su corazón vigoroso, los jugos vita­les del país. Esa grieta,lacerante y profundísima,esclarece, sin justificarlo, el insólito comporta­miento de la nación. En efecto, quien en el exte­rior, y sin conocernos, lea sólo las noticias eco­nómicas que produce Colombia, tiene que llegara la conclusión de que el nuestro es un país quevive y prospera en paz. De otra manera, ¿cómoexplicar índices tan favorables como el de laproducción agrícola, el empleo, las reservas endivisas o la disminución de los niveles depobreza absoluta? O si se comparan con los detantas otras naciones de caracteristicas simila­res a Colombia, ¿cómo interpretar aquellos quetienen que ver con la inflación, el desarrollo, elpoder adquisitivo de los salarios, el ingreso percápita o el crecimiento de las exportaciones, apesar de los atentados contra los oleoductos y elderrumbe del Acuerdo Mundial del Café? Y porel contrario, quien sepa sólo de las noticias quegenera el orden público (la actividad criminal yya sin justificación política ninguna de las guerri­llas, la más abominable aun del narcotráfico, laubicua y despiadada de la delincuencia común)tiene que suponer que el nuestro es un país enruinas, destruido por las bombas, paralizado porlas descargas de fusilería y de pronósticoeconómico tan desesperado, que se supone quea nadie se le pasa por la cabeza la idea deinvertir en él.

Naturalmente quienes vivimos en Colombia oquienes viviendo afuera la conocen bien,sabemos que la realidad es otra, y que dentro deunas mismas fronteras coexisten, y enocasiones hasta conviven, en lucrativo perodañoso ayuntamiento, los que trabajan y los queasesinan: los que edifican y los que destruyen;los que ilustran y los que corrompen; losvictimarios y sus víctimas, en una extraña y tur­bulenta confusión.

Un examen superficial de este fenómeno, tal vezsin parecido en el mundo, haría pensar en dosColombias, la laboriosa y la violenta, que se danla espalda y que responden a dos patrones decomportamiento antagónicos, separados porese muro de hechiza insensibilidad que sueleconvertirse en coartada para la inacción. Sinembargo, creo que limitarse a condenar a unade esas Colombias y apresurarse a exonerar a laotra seria una actitud sospechosamente simple.Porque no cabe duda de que la coexistencia deesos dos países, el de signo adverso y el de hori-

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zontes promisorios, el floreciente y el sangrientono es otra cosa que la desoladora manitestaciónde una inmensa, generalizada y ciertamentenada nueva crisis moral.

Durante muchos años el país se preparó paraadministrar inteligentemente sus recursos. Unaclase dirigente esclarecida, la que llegó a la vidapublica al comienzo de la década de los treinta,sacó al país de la apatía en que había caídodespues del abrupto final del experimento desa·rrollista del general Reyes, pero le enseñó quelaaudacia, cuando no está regulada por la tem­planza, se puede convertir en estímulo para ladescomposición. Si el país progresó arreglada­mente, sin desbocarse, ni moverse a bandazosentre la áurea ¡Iusión de la extrema opulencia ylas pesadumbres de la insolvencia total, fueporque se lo educó para la sobriedad. Y dentrode la idea de que la riqueza debe ser ganada conesfuerzo, gastada con continencia y administra­da con honradez.

Infortunadamente, la convicción de que esanorma de conducta, por obvia, no tenia que serenseñada y exigida como la unica socialmenteaceptable a las nuevas generaciones que em­pezaban a moverse en un mundoeconómicamente más fluido, más laxo y desdeluego más atrevido, condujo a una lenta ahera­ción de las costumbres que acabó por resultardevastadora. Las escuelas, los colegios, lasuniversidades, empezaron a formar buenosproductores pero no buenos ciudadanos. seadiestró a la gente joven para obtener de sutrabajo el máximo beneficio personal, sinpercibir que ese propósito demandaba un altogrado de indiferencia social. Mientras más pro­videntes nos volvíamos los colombianos enla administración de nuestros recursoseconómicos, menos exigentes nos hacíamos enla satisfacción de nuestras responsabilidadesmorales. Aumentaban halagadoramente los ni­veles productivos, pero crecían también, alar­mantemente, los niveles delictivos. Los colom­bianos nos hacíamos más eficientes. perotambién más complacientes Entramos en unperíodo de desarrollo creciente pero también enun ciclo de profunda depresión moral. Cuidamoscelosamente la sanidad de la moneda. perodescuidamos la sanidad de las costumbres. Nosrevaluamos económicamente pero nos deva­luamos moralmente. Y sin darnos cuenta termi·namos por establecer una bolsa de valoreséticos, en donde jugar a la baja se convirtió en laoperación más lucrativa.

Contra semejante estado de cosas hay quereaccionar pronta y vigorosamente. Hoy nuestroproblema no es económico sino moral. Al revésde lo que ocurre en el resto de los países deAmérica Latina. nuestra lucha no es contra la

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inflación desbocada sino contra la inmoralidadgalopante. La causa de nuestros padecimientosno es la deuda contraída en el exterior sino lainmensa que está por saldarse dentro denuestras propias conciencias. El país está endéficit, pero de probidad.

Por eso, Colombia, más que una bonanza petro­lera u otra bonanza cafetera necesita una granbonanza moral. A la empresa de devolverle sumás alta cotización a la honestidad, al decoro y ala vergüenza, debemos aplicarnos sin tardanza,y con perseverante fervor, todos loscolombianos.

Frente a la aterradora evidencia de nuestrabancarrota ética, es preciso que nos declare­mos en estado de concordato moral. No puedehaber empeño más apremiante, ni con plazosmás perentorios, que el de devolverle a lanación, a sus gentes, a sus usos y costumbres,al lenguaje y a los gestos, al trato de todos losdías, a los negocios y a la politlca, al serVICIOpúblico y hasta a la misma vida intima, esa de­cencia Que arrasó el huracán utilitarista

Para lograr ese objetivo es esencial reeducar alpaís. Crear una nueva pedagogía que sustituyala ética de la rapacidad por esa clara y diáfanade sólidos valores honorables de que hablabahace pocos días el doctor Lora Camacho. Yesatarea la tiene que cumplir nuestra generación enbrevísimo tiempo, no tanto porque tenga unamayor responsabilidad que las demás en eldesastre, como porque si no es ella la quesacude al país, ahora, y lo saca del abatimientomoral a que lo llevó la creencia de que todo debeser conseguido a prisa, sin miramientos, osten­losamente y por el camino fácil, las que vengandespués tendrán suerte SI logran sobreviVIr en laatmósfera ponzoñosa que genera un organismoen ya franco e irreversible estado de descompo­sición

Pero también hay que educar al país para elvalor. La nación no puede seguir acorralada porel miedo y en la lastimosa actitud de pedir untratamiento benévolo y hasta obsequioso paraquienes la han avergonzado, injuriado, atrope­llado y herido más allá de toda medida, y de lamanera más calculadamente ruin. Colombia nopuede dejarse "estocolmizar" y perdonar aquienes han cometido las peores fechorías,simplemente por el hecho de declarar ellos, alsentirse acorralados por la enérgica acción delEstado, que no las volverán a cometer. Hay quehacerles pagar por lo que hicieron. Y nosotros,tenemos que reaccionar contra lo que se podríadenominar el "sindrome de la carrera décima",que es el fenómeno caracteristico de esa arteriade Bogotá, conforme al cual, cuando unraponero le arranca salvajemente un arete a una

pobre señora y corre, todos empiezan a gritarque lo cojan; pero si llega a ocurrir que un policíacaptura al rufián, y lo obliga a entregar el botin,de inmediato todos lo empiezan a insultar y aexigir que lo suelte.

En este país no podemos seguir en la actitud ab­surda de salir a las calles a pedir justicia a gritoscuando se asesina, entre tantos buenos com­patriotas más, y por los más viles motivos, a unhombre de las calidades excelsas de Luis Car­Ias Galán y a los seis meses de su muerte vio­lenta, recomendar que se entre en tratos con susasesinos, tan sólo porque devuelven a gentes debien secuestradas por ellos con la mayor avilan­tez, precisamente para demostrar toda sucapacidad criminosa.

Si Colombia no aprende a actuar con decisióncontra los delincuentes; si no los persigue y nolos castiga; si sus lideres no le enseñan con elejemplo y los maestros con su autoridad a en­frentar a los criminales valerosamente y cuales­quiera que sean los riesgos, todos terminaremossecuestrados material o anímicamente por ellos.Entonces, esta ya no será una orgullosa naciónde ciudadanos sino una acobardada muche­dumbre de rehenes.

Ninguna circunstancia más propicia paraproponer esa pedagogía nueva que ésta en quela Fundación para la Educación Superior con­memora los veinticinco años de su admirableexistencia con la apertura de una sede abierta,amplia y aireada que refleja lo que ha sido sutarea a lo largo de todos estos años. La FES seha propuesto entre sus metas la formación delideres expertos en las diversas disciplinas pro­fesionales, con amplia capacidad administrati­va y 'Un profundo conocimiento de los problemasnacionales. Pero también es esencial, como loseñalara el doctor Lora Camacho, que esoslíderes sean plenamente respetados por la co­munidad por su ascendiente ético. En el estadoactual de crisis, no de orden económico sinomoral, la FES está llamada a colocarse a la van­guardia de la tarea educativa que me hepermitido sugerir, tarea que habrá de revaluar ala Colombia laboriosa y valiente por sobre la Co­lombia violenta y utilitarista.

Sólo me resta reiterar mis agradecimientos a losdirectivos de la FES por esta grata oportunidadpara exponer unas cuantas ideas sobre los pro­blemas del país, y lo que pienso debe hacersepara solucionarlos, ante un auditorio tan sobre­saliente como tolerante. Asimismo, deseo felici­tar a quienes han contribuido, en estos veinticin­co años de labor constante, a hacer de la Funda­ción una institución ejemplar en el campo socialy educativo y un espléndido símbolo de lapujanza del Valle del Cauca.

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