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INTERCAMBIO DE EXPERIENCIAS DE GESTIÓN DE SITIOS Y MUSEOS DE MEMORIA DEL HOLOCAUSTO Y DEL TERRORISMO DE ESTADO EN ARGENTINA

21 y 22 de abril de 2009Buenos Aires, Argentina

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Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.Secretaría de Dere-chos Humanos Lugares para la memoria, seminario internacional : intercambio de expe-riencias de gestión de sitios y museos de memoria del holocausto y del terro-rismo de estado en Argentina / coordinado por Judith Said. - 1a ed. - Buenos Aires : Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Secretaría de Derechos Humanos, 2012. 104 p. ; 30x21 cm.

ISBN 978-987-1407-45-3

1. Memoria. 2. Derechos Humanos. I. Said , Judith, coord. II Título. CDD 323

1a edición : diciembre de 20101000 ejemplares

ISBN 978-987-1407-45-3

© Secretaría de Derechos Humanos

Esta publicación fue realizada por la Coordinación de Sitios de Memoria del Archivo Nacional de la Memo-ria y por la Dirección Nacional de Asuntos Jurídicos en Materia de Derechos Humanos de la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.

Edición y diagramación: Área de Publicaciones de la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.

25 de Mayo 544, PB. Ciudad de Buenos Aires, Argentina. www.derhuman.jus.gov.ar

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Secretario de Derechos HumanosDr. Eduardo Luis Duhalde

Subsecretaria de Promoción de Derechos HumanosProf. María Cristina Perceval

Subsecretario de Protección de Derechos HumanosDr. Luis Hipólito Alén

Directora Nacional de Asuntos Jurídicos en Materia de Derechos HumanosDra. Andrea Gualde

Presidente del Archivo Nacional de la MemoriaDr. Ramón Torres Molina

Secretario Ejecutivo del Archivo Nacional de la MemoriaSr. Carlos Lafforgue

Coordinadora Ejecutiva del Archivo Nacional de la Memoria y de la Red Federal de Sitios de MemoriaSra. Judith Said

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Presentación

Participantes

PALABRAS DE APERTURA

- Palabras del secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde

- Palabras de la subsecretaria de Equidad y Calidad del Ministerio de Educación de la Nación, María Inés Vollmer

EXPOSICIONES

- Robert Kuwalek

- Irit Abramski

- Yariv Lapid

- Teresa Swiebocka

MESAS DE DEBATE

MESA 1

Representación en los sitios: los debates en torno a las diversas perspectivas

MESA 2

Relación de los sitios con la comunidad y estrategias comunicacionales

MESA 3

La investigación sobre los sitios de memoria y su articulación con otras acciones. El rol del Estado

MESA 4

Educación en sitios de memoria

ÍNDICE

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Durante el primer semestre de 2008, el Área de Sitios de Memoria del Archivo Nacio-nal de la Memoria y el Área Internacional de la Dirección Nacional de Asuntos Jurídicos en Materia de Derechos Humanos de la Secretaría de Derechos Humanos del entonces Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, fueron dando forma a un primer proyecto de intercambio de experiencias de gestión de sitios de memoria y museos de la Shoá y del terrorismo de Estado en la Argentina, para ser presentado ante el Grupo de Trabajo para la Cooperación Internacional en Educación, Rememoración e Investigación del Holocausto (Task Force for International Cooperation on Holocaust Education, Remembrance and Research, ITF), del cual Argentina es el único miembro latinoamericano.

El proyecto fue avalado y presentado de manera conjunta por el Grupo Argentino de Trabajo de la ITF, integrado por el Ministerio de Educación, el Ministerio de Relacio-nes Exteriores, Comercio Internacional y Culto, la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), la Delegación de Asociaciones Israelitas (DAIA), la B’nai B’rith Argentina, el Mu-seo de la Shoá de Buenos Aires, la Asociación de Sobrevivientes de la Persecución Nazi en Argentina (Sherit Hapleitá), la Confraternidad Argentina Judeo Cristiana (CAJ), el Consejo Superior de Educación Católica (CONSUDEC), Nuevos Derechos del Hombre (NDH), el Centro Simón Wiesenthal, Generaciones de la Shoá - Argentina, la Junta Coor-dinadora de Asociaciones de la Enseñanza Privada (COORDIEP) y la propia Secretaría de Derechos Humanos, que estaría a cargo de la ejecución de la iniciativa.

Una vez aprobado por el Grupo de Trabajo de Museos y Memoriales de la ITF, se fueron ajustando los detalles para la composición de las mesas de debate y la partici-pación de los expertos nacionales e internacionales que culminaron con la realización en Buenos Aires del Seminario Internacional “Lugares para la memoria. Intercambio de experiencias de gestión de sitios y museos de memoria del Holocausto y del terrorismo de Estado en la Argentina”, los días 21 y 22 de abril de 2009.

Durante la primera jornada, los especialistas internacionales —Irit Abramski (Museo Yad Vashem, Israel), Yariv Lapid (Memorial de Mauthausen, Austria), Robert Kuwalek (Museo Estatal de Majdanek, Polonia) y Teresa Swiebocka (Museo Estatal Auschwitz-Birkenau, Po-lonia)— visitaron el Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Dere-chos Humanos, creado en el lugar donde funcionara entre 1976 y 1983, durante la última dictadura militar, el centro clandestino de detención y exterminio de la Escuela de Mecá-nica de la Armada (ESMA), uno de los mayores campos de concentración entre los más de quinientos sobre los que se estructuró la represión sistemática ilegal en la Argentina.

Presentación

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En compañía de sobrevivientes se reco-rrió el edificio donde permanecieron se-cuestradas unas cinco mil personas —la mayoría de ellas continúan desapare-cidas—, y las nuevas instalaciones del Archivo Nacional de la Memoria, que tiene su sede en el predio.

También visitaron el Parque de la Me-moria de la Ciudad de Buenos Aires, me-morial que recuerda a las víctimas del terrorismo de Estado en la Argentina.

Por la tarde, los expertos internacio-nales realizaron una conferencia pública en la que se presentaron las experiencias de museos y sitios de memoria de la Shoá que tienen a su cargo.

En la segunda jornada tuvo lugar el encuentro de los visitantes con los res-ponsables de los espacios de memoria de la Argentina que integran la Red Fe-deral de Sitios de Memoria, organismo interjurisdiccional que, con la coordina-ción del Archivo Nacional de la Memo-ria, articula las políticas públicas en la materia que se llevan adelante en todo el país.

Los debates de esta segunda jornada se organizaron alrededor de cuatro grandes temas: la representación en los sitios de memoria; la relación de estos espacios con la comunidad; la investigación y el rol del Estado en los procesos de justicia; y la cuestión de la educación en los lugares donde se llevaron adelante prácticas genocidas y en los que hoy se gestionan políticas públicas democráticas de memoria.

De este rico intercambio de experiencias surge el material que presentamos a con-tinuación: las ponencias de los expertos internacionales y los debates de la reunión de trabajo, y un video que sintetiza el conjunto de las actividades realizadas durante el seminario internacional.

Esperamos que este material contribuya a promover nuevos debates y acciones de investigación, memoria y educación sobre el Holocausto y otros genocidios, para que nunca más se produzcan crímenes en contra de la dignidad humana y para que el exa-men crítico y la transmisión de estos hechos nos comprometan en tiempo presente en la construcción de sociedades más justas y democráticas para todos.

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PARTICIPANTES INTERNACIONALES

Robert KuwalekMuseo Estatal de Majdanek, Polonia

Irit AbramskiMuseo del Holocausto -Yad Vashem- Jerusalem, Israel

Yariv LapidMemorial de Mauthausen, Austria

Teresa SwiebockaSubdirectora del Museo Estatal Auschwitz-Birkenau, Polonia

Karel FracapaneDirector de Relaciones Institucionales del Memorial de la Shoá, París, Francia

PARTICIPANTES NACIONALES

Andrea Gualde - Natalia LutersteinDirección Nacional de Asuntos Jurídicos en Materia de Derechos Humanos de la Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación

Judith Said - Gonzalo Vásquez - Margarita JarqueRed Federal de Sitios de Memoria del Archivo Nacional de la Memoria Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación

Eduardo JozamiCentro Cultural de la Memoria Haroldo Conti, Archivo Nacional de la Memoria, Secretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación

Juan ArcuriCentro Cultural por la Memoria, Trelew, provincia del Chubut

Clara BarrioComisión pro Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado, Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Ana Cacopardo - Claudia Bellingieri – Sandra RaggioComisión Provincial por la Memoria, provincia de Buenos Aires

Rubén ChababoMuseo de la Memoria, Rosario

Agustín Di Toffino - Laura VillaComisión Provincial de la Memoria, Córdoba

Antonela Di VrunoCasa de la Memoria y la Vida de Morón / Mansión Seré, provincia de Buenos Aires

Participantes

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Emiliano FessiaEspacio para la Memoria ex CCD “La Perla”, Córdoba

Emilio GoyaComisión Provincial por la Memoria, provincia del Chaco

Matías ManuelePrograma de Sitios de Memoria de la Secretaría de Derechos Humanos, provincia deBuenos Aires

Héctor ShalomCentro Ana Frank en Buenos Aires

MODERADORES Y COMENTARISTAS

Daniel FeiersteinDoctor en Ciencias Sociales

Héctor SchmuclerSemiólogo - profesor emérito de la Universidad Nacional de Córdoba

Daniel GoldmanRabino Comunidad Bet El

Valeria BarbutoCentro de Estudios Legales y Sociales (CELS)

OTROS ASISTENTES A LAS MESAS DE DEBATE

León GrzmotSobreviviente del Holocausto-Sherit Hapleitá

Patricia ValdezMemoria Abierta

Diana WangGeneraciones de la Shoá

Sabrina OsowskiEquipo de guías del Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos

Fabiana Rousseaux - Inti Pérez AznarSecretaría de Derechos Humanos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación

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PALABRAS DE APERTURA

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Quiero, en primer lugar, dar la bienvenida a nuestros distinguidos invitados: Irit Abramski, Teresa Swiebocka y Yariv Lapid, cuya presencia es preciso resaltar tanto por el esfuerzo personal de cada uno de ellos en venir a la Argentina, tan distante de sus lugares de trabajo, como por la significación del beneficio de la memoria sobre la memoria de la Shoá. De allí, la necesidad de construir memoria, de construir nuevos relatos.

El gran estudioso Pierre Nora marca una diferencia importante en los conceptos de historia y memoria, ya que esta última ha ido independizándose de la producción histórica; le atribuye a la memoria, con razón, un carácter más dinámico. En tanto que está asociada a los procesos de la vida, la memoria es la vida, siempre llevada por grupos vivos, y por eso en evolución permanente, abierta a la dialéctica del recuerdo pero también de la amnesia.

La memoria es un fenómeno siempre actual que se alimenta de recuerdos indefinidos, telescópicos, globales o flotantes, particulares o simbólicos. Ella es sensible a todos los modos de transferencia o proyección.

La memoria instala el recuerdo en lo sagrado, concluyéndola. Desde esta perspectiva, nunca puede ser pensada en términos individuales, porque es una construcción social. En todo caso, esa memoria social es el producto del entrecruzamiento de infinidad de memorias individuales, de datos, símbolos y referencias que van construyéndola.

La memoria ilumina ese pasado desde la dialéctica del recuerdo, deconstruyendo y reconstruyendo todos esos elementos constantemente. A diferencia de la historia, no es un mero trabajo intelectual, científico, cronológico, las más de las veces.

La memoria, felizmente, no está despojada de la emoción y de los sentimientos. Se construye con la razón y la pasión, con la mente y el corazón. Es un arma de combate que no sólo tiene por finalidad honrar a las víctimas y repudiar a quienes llevaron a cabo hechos que ofenden a la humanidad como tal. La contemporaneidad en el presente de la memoria es saber que las prácticas genocidas que fueron construyendo el gran genocidio –desde el gesto primero discriminatorio hasta la cámara de gas, con el mismo u otro discurso– anidan en la parte más cruel y oscura, más aberrante de ciertos hombres, y que hay factores económicos y políticos que lo sustentan agazapados en el presente.

Palabras del secretario de Derechos Humanos, Eduardo Luis Duhalde

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El genocidio perpetrado por el régimen nazi durante la Segunda Guerra Mundial es mucho más que un inconmensurable acontecimiento trágico en la historia de la humanidad. El Holocausto no ocurrió por accidente ni por casualidad, ni fue un momento, un instante solo donde la ferocidad total se impuso sobre la vida y la dignidad humana. Fue un largo actuar de planes racionalmente concebidos de organización del horror, fríos y sistemáticos. Ocurrió porque millones de individuos, organizaciones y gobiernos apoyaron, consintieron o nada hicieron para impedir que el odio y el racismo terminaran industrializando la producción de la muerte como una estructura global que puso en cuestión los pilares de nuestra civilización. Por ello, no nos basta con la mera recordación. Porque, pese a todo lo hecho, sentimos la impotencia y la frustración de no poder hacer más.

No alcanza lo que sabemos del Holocausto, todos y cada uno de los detalles materiales para entender lo que ocurrió. No alcanzan los testimonios de los sobrevivientes ni los dichos de los verdugos. No hay forma de representarnos en nuestra mente el genocidio perpetrado. No hay investigación histórica que pueda reflejar el dolor y el sufrimiento de más de seis millones de personas en el largo descenso a los infiernos, en el camino a la “solución final”, porque no es posible describirlo con palabras, aun las más precisas y exactas. De allí la necesidad de apelar a lo simbólico, a ese pequeño papel o las frías paredes de las casas del horror buscando hacer vibrar el espíritu de cada uno de los millones de anónimos receptores del mensaje.

Es difícil precisar el instante en que la mirada negativa del otro y la discriminación del que se supone distinto, como ocurriera con los ejes de la política en el régimen nazi, se disparó monstruosamente en lo que ocurrió después.

Un acto de discriminación puede comenzar con actitudes cotidianas aparentemente menores y ser el germen de actos que, por su dimensión, marquen un hito dolorosamente negativo en la historia universal; como sucediera con el Holocausto, donde la ética y la conciencia moral sufrieron un retroceso del que el mundo aún no se ha recuperado.

Sólo desde la memoria podemos encontrar, como decía Walter Benjamin, ese relampagueo en nuestras conciencias que nos advierte de los nuevos peligros.

La promoción y protección de los derechos humanos y la construcción y el ejercicio de la memoria colectiva son algunas de las herramientas que tenemos a nuestra disposición en el combate contra la discriminación y las violaciones masivas de los derechos fundamentales de las personas. Para ello, se necesita la presencia constante del Holocausto para encontrar nuevos abordajes en la lectura de la textualidad que nos den nuevas armas en la lucha por la preservación de la condición humana. Por ello, necesitamos de los espacios y lugares para la memoria. De las redes, museos y memoriales donde germine la historia viva con la fuerza de lo incontrovertible.

Es responsabilidad, en primer lugar, de los Estados el ejercicio colectivo de la memoria con el fin de enseñar a las presentes y futuras generaciones las consecuencias irreparables que provoca la sustitución del Estado de derecho por la violencia y las prácticas de terror, para evitar así que el olvido se convierta en la semilla de futuras repeticiones de estos terribles hechos límites.

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La República Argentina, desde sus instituciones constitucionales, tiene aun mayor obligación, si se quiere, que otras naciones, porque nuestro país fue tributario del horror del Holocausto. Instrucciones regladas similares al contenido del Decreto Noche y Niebla nazi, legalizando el terror clandestino, los campos de concentración, el proceso sistemático de destrucción de la condición humana de las víctimas como una suerte de ritual expiatorio al que la sometieron, y el asesinato final de millares de secuestrados forman parte de nuestra historia aún reciente y en carne viva. El terrorismo de Estado en la Argentina se construyó a la sombra de Auschwitz.

La ESMA, “La Perla”, Campo de Mayo, “La Escuelita” de Famaillá son, como tantos otros centros clandestinos de detención y exterminio, la culminación de un largo proceso donde las prácticas represivas e ilegales, individuales y colectivas fueron abonando durante todo el siglo XX de nuestro país el camino del horror que estalló el 24 de marzo de 1976 e inundó de dolor y muerte a los hogares argentinos.

De allí, el compromiso irrenunciable del gobierno argentino que hoy represento. Contribuir a preservar el destino de la humanidad, aun desde el limitado espacio de nuestra geografía, es una obligación ética y política desde la Verdad, la Memoria y la Justicia. Bienvenido sea este seminario.

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Es muy grato para el Ministerio de Educación de la Nación participar en este seminario sobre gestión de sitios de memoria. Se trata de una actividad que concreta el tratamiento permanente de la cuestión del Holocausto tal como lo estableció en el año 2006 una resolución del Estado Argentino a través de sus ministerios nacionales de Justicia, Educación y Relaciones Exteriores.

Ese mismo año se organizó un Consejo Consultivo Permanente que funciona como el capítulo local del Grupo de Trabajo para la Cooperación Internacional en Educación, Rememoración e Investigación del Holocausto –ITF– compuesto por los tres ministerios mencionados y por varias ONG dedicadas a esa temática.

En ese marco el Ministerio de Educación de la Nación consensuó con el capítulo local del ITF el Plan de Trabajo 2009/2011. Esta propuesta fue pensada en cumplimiento de lo expresado en la Ley de Educación Nacional para incidir en los niveles de enseñanza obligatoria y como introducción de la temática en la formación de los docentes.

Las líneas de trabajo son1:

1. Producción de materiales. Está previsto que estos reflejen dos aspectos: a) la selección de contenidos apropiados para la transferencia y b) el desarrollo didáctico pertinente a la caracterización de cada nivel de enseñanza.

2. Conformación de una red de jurisdicciones que trabajan la Shoá desde el Ministerio de Educación de la Nación, conjuntamente con otras áreas del Estado y organizaciones no gubernamentales.

3. Presentación de los materiales y la red al Consejo Federal de Educación.4. Materiales para los institutos superiores de formación docente. Acuerdos de uso y aprovechamiento de los materiales con los responsables de las jurisdicciones y

para su utilización en las carreras de formación docente de las universidades.5. Capacitación a docentes en ejercicio. Labor articulada con las jurisdicciones e

institutos.

1 En mayo de 2009 el Consejo Federal de Educación, organismo de concertación de la política educativa nacional, aprobó la resolución 80/09 y ratificó la implementación del Plan “Enseñanza del Holocausto 2009-2011”. Por dicha resolución los ministerios de educación de las veinticuatro jurisdicciones se comprometieron a incorporar contenidos curriculares específicos acerca del Holocausto, en los establecimientos educativos dependientes. A su vez el Ministerio de Educación de la Nación ha comenzado ya la producción de materiales para su distribución en las escuelas, con propuestas de enseñanza para cada nivel educativo así como también para la formación de docentes y la capacitación de docentes en ejercicio.

Palabras de la subsecretaria de Equidad y Calidad del Ministerio de Educación de la Nación, María Inés Vollmer

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Las cinco líneas son integrales en su concepción en tanto se complementan mutuamente, corresponden a un plan que se imagina dentro de un proceso de compromiso gradual de los ministerios provinciales.

Además de dar cumplimiento a lo establecido en los principios y en las orientaciones de la Ley de Educación Nacional, enfrentamos el desafío de educar democráticamente a las nuevas generaciones en aquellos valores éticos que permitan la construcción de una sociedad más justa.

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EXPOSICIONES

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Robert Kuwalek

Gracias por la invitación. Antes de em-pezar, estábamos hablando acerca de qué sitio debería presentar y hablamos sólo de Belzec. Soy del este de Polonia, don-de hay varios de estos sitios de la memo-ria, incluyendo Belzec, donde quinientas mil personas fueron asesinadas; Sobibor, donde mataron a doscientas cincuenta mil durante la ocupación nazi; y el cam-po de concentración Majdanek, el primer museo de la memoria en Europa, estable-cido cuando aún estaba la guerra, en no-viembre 1944, y donde acorde a nuestras estimaciones ochenta mil personas fueron asesinadas, entre las cuales sesenta mil eran judíos. Entonces, he decidido pre-sentar brevemente estos tres lugares por-que podemos decir que toda la región es una gran fosa común con casi un millón de muertos. Excepto para Lublin, que fue el centro de operación de Reinhardt, que era la operación de aniquilación para más de un millón de polacos judíos que vivían en el territorio del Gobierno General. ¿Qué era la operación Reinhardt? No era solo la aniquilación de personas; era, primero, la concentración de personas en guetos, la deportación a los campos de concen-tración, la aniquilación y el saqueo de las pertenencias, no solo las que llevaban consigo sino también las pertenencias que dejaron atrás en sus ciudades natales. Lu-blin era también el centro de segregación y el centro operacional logístico de planifi-cación para todo el territorio del Gobierno General, que abarcaba el centro y el este de Polonia.

Hemos hablado mucho acerca de los perpetradores, y aquí la operación Rein-hardt es también una gran cuestión para los perpetradores. Toda esta planificación logística estaba organizada por un equipo de no más de cuatrocientas cincuenta per-

sonas. Junto con miembros de las SS. Enton-ces, fue un equipo muy reducido de gente que planeó y organizó todo lo relacionado con la aniquilación de dos millones de per-sonas en los campos de exterminio.

La operación Reinhardt tenía tres cam-pos de concentración: el primero era Bel-zec, tratado como un campo experimen-tal que operó en la parte este del distrito entre marzo y diciembre de 1942. Se prac-ticaba la aniquilación ahí. Si bien habla-mos de entre marzo y diciembre, hubo re-cesos y las operaciones duraron un total de siete meses con más de quinientas mil personas asesinadas en ese período.

El segundo era Sobibor, también ubica-do en el este del distrito, pero operó más tiempo: desde abril de 1942 hasta octubre de 1943. Entre doscientas y doscientas cin-cuenta mil personas fueron asesinadas. Por supuesto que estamos hablando de estima-tivos, ya que no tenemos las cifras exactas, ni la documentación de cuántas personas exactamente fueron deportadas.

El último es Treblinka —ubicado fuera del distrito, dentro del distrito de Varso-via—, donde entre julio de 1942 y agosto de 1943 fueron asesinadas entre ocho-cientas y novecientas mil personas.

Excepto los campos de exterminio don-de la gente era asesinada en las cámaras de gas, casi cada pueblito era también sitio de ejecuciones masivas; esto ocurrió con la aniquilación de cada gueto, con la deportación. Estas acciones de aniqui-lación a baja escala eran llamadas por los alemanes “deportación en el lugar” o “reasentamiento en el lugar”. Era para todas las personas que de acuerdo a los reglamentos nazis no podían ser traslada-das (bebés sin sus padres, ancianos, en-fermos); eran ejecutados en el lugar, en el cementerio judío, en los bosques, inclusive en la calle y en sus casas.

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No todos los lugares de ejecución ma-siva son conmemorados, porque estaría-mos hablando de que casi cada pueblo debería tener un sitio de la memoria.

Aquí tenemos el ejemplo del cemente-rio judío de Izbitza, que era como un gueto temporario, de tránsito, aquí llegaban mi-les de judíos de Alemania, Austria y Che-coslovaquia, y solo para luego deportar-los a los campos de exterminio después de semanas o meses. Muchos han muerto de hambre, inanición o epidemias, y muchos también eran ejecutados.

La deportación era entonces el primer paso del proceso de aniquilación, sobre todo en el territorio del Gobierno General. Era un momento muy cruel, donde mata-ban a la gente cuando se dirigía hacia el transporte, cuando se subían, o incluso du-rante el viaje porque estaban hacinados en los camiones de carga, sin comida ni agua. Estimamos que en cada transporte aproximadamente el veinticinco por cien-to de las personas morían. A pesar de que las distancias no eran muy largas, el viaje duraba varios días, solo para matar más gente.

Estas fotografías son interesantes, por-que ninguna muestra la crueldad nazi de la deportación. Todas las fotos producidas en Polonia fueron hechas para la propa-ganda alemana. Pero elegí sobre todo estas porque muestran cómo funcionaba la propaganda nazi. Son fotos del segun-do transporte de deportación que va de Rzeszow a Belzec en julio de 1942. El primer transporte no lo fotografiaron, y fue el que llevaron al centro del pueblo, y cientos de personas que eran llevadas hacia él fueron baleadas en la calle. Fueron momentos muy crueles que han sido relatados por los habitantes polacos del pueblo que vivían allí en aquel entonces. Y, por las protestas de los administrativos civiles alemanes de que era demasiado cruel para ellos, las si-guientes deportaciones se organizaron sin ejecuciones en las calles.

Pero las ejecuciones fueron antes de su-bir al tren. Cuando se los condujo desde el centro de la ciudad hacia el tren, estaba el equipo de propaganda nazi sacando fotos y filmando esta columna para mos-trar lo humano del trato de reasentamien-to de los nazis hacia el Este.

Uso frecuentemente estas fotos para mostrar este contraste. Y esto también se utiliza para tratar el tema de los perpe-tradores, testigos y víctimas… son fotos clásicas que me gusta utilizar durante mi trabajo para los estudiantes secundarios o universitarios.

También está la foto de la deportación en Lvov (gran ciudad, que antes era el este de Polonia y ahora es el oeste de Ucrania), en noviembre de 1942, donde se ve una situación típica: se los transportaba en el tranvía hacia la estación de tren, en el me-dio de la ciudad. Podemos ver a la gente judía en los vagones, y al policía ucraniano (el perpetrador) haciendo guardia al trans-porte y después a la gente común de Lvov viajando en el transporte público, testigos de la situación. Esta es una escena típica de Europa central y Europa del Este. Todo lo que se hizo durante la ocupación fue casi todo hecho frente a los ojos de los habitan-tes locales. Y no era porque los habitantes locales fueran antisemitas, sino que la polí-tica de ocupación alemana en esta región fue tan cruel que nadie peleó ni protestó. No fue posible, porque cada protesta fue liquidada de manera muy cruel. Pero estoy hablando de Polonia, donde nadie que haya sobrevivido a la guerra puede decir “no recuerdo”.

El próximo ejemplo es acerca de los crí-menes perpetrados frente a testigos. La primera foto fue hecha en secreto. Es una deportación en Colomea, era el transporte más grande hacia Belzec, más de ocho mil personas transportadas a la vez. No sabe-mos quién sacó esta foto pero se nota que está hecha en secreto (por los encuadres y la calidad), probablemente alguien que trabajaba ahí. La segunda foto es hecha por los alemanes, también una foto acerca de las deportaciones del gueto de Craco-via, y aquí pueden ver (un poco) la cruel-dad, por la expresión en la cara del ancia-no judío. Esta foto no tenía propósitos de propaganda, era solo para la memoria de un soldado alemán.

Entonces, en Polonia, en la Polonia ocu-pada, no teníamos como testigos solo a la población polaca sino a todos los alema-nes que vivían allí en ese momento.

Belzec es un campo de exterminio muy distinto a los demás. Por ejemplo, Treblinka

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estaba fuera del pueblo, Belzec no. El campo estaba ubicado a unos quinientos metros de la estación de tren, como se ve en esta primera foto. Y el transporte seguía funcionando, o sea que los pasajeros, o los que esperaban para tomar algún trans-porte, veían el movimiento del campo. Las primeras casas del pueblo estaban ubica-das a tan solo ciento cincuenta metros de Belzec. Entonces, todo lo que ocurrió allí, ocurrió frente a los ojos de los habitantes del pueblo. Claro que está la cuestión de que si sabían exactamente qué estaba pasan-do, ya que nadie tenía permiso para entrar al campo. Sabemos que aquellas personas que querían ver o entrar fueron ejecutadas.

Pero de manera general la población local tenía mucha interacción con el campo, y algunos aprovechaban esta situación porque colaboraban con las SS o los guardias ucranianos. Hasta nuestros días, en Belzec viven las familias de las que fueron amantes o esposas de los guardias ucranianos. Belzec es especial en este sentido porque era un lugar polaco-ucra-niano, entonces las familias de ascenden-cia ucraniana, pero no solo ellos, tenían contacto cercano con los guardias. Pero claro que estos grupos no eran la mayoría de los habitantes, la mayoría de los habi-tantes tenía miedo, tanto que creían que cuando la guerra se acabara, el pueblo entero iba a ser aniquilado y ellos de-portados. Y esta memoria sigue viva en Belzec. Justo después de la guerra, en el centro del pueblo pusieron una placa que dice: “El olvido es nuestra salvación”, por-que realmente ellos pensaban que como testigos iban a ser aniquilados. Pero nunca sucedió.

La segunda fotografía es muy impor-tante. ¿Qué tanto sabía la gente acerca de los campos? Por supuesto que no sa-bían acerca de muchas cosas, inclusive los ucranianos eran obligados a guardar secreto acerca de cómo se mataba a la gente. Claro que los rumores corrían y algo se sabía. Pero esta imagen, una pin-tura hecha por un pintor amateur local, es un ejemplo del conocimiento popular de lo que les ocurrió a los judíos deportados. Esta persona probablemente no sabía acerca de las cámaras de gas, porque en una segunda pintura (no traje la foto) muestra hornos abiertos. Hoy, estas imáge-

nes están en la casa del cura de la iglesia de Belzec, y todos los interesados pueden pasar a verla.

Los procedimientos para la muerte tam-bién eran muy importantes en Belzec. La estación de tren de la que hablamos re-cién estaba dividida en dos para mejorar la capacidad de carga, y la gente llega-ba escuchando que estaban en un cam-po de concentración transitorio donde luego de la desinfección serían enviados a Ucrania a trabajar. Los procedimientos eran muy rápidos. Las mujeres y los niños por un lado y los hombres por el otro fue-ron separados y enviados a barracas dis-tintas. Todos tenían que desvestirse y dejar sus pertenencias: dinero y documentos de identidad. Luego a cada persona le fue asignado un número que tenía que me-morizar, y decían que los iban a desinfec-tar, por supuesto que eso nunca ocurrió. A las mujeres y niños se los peló y luego de los hombres eran enviados por un pasillo especial hacia las cámaras de gas. Estas eran cámaras de gas llenadas por un gas proveniente de un motor tomado de un tanque soviético. Se dice que el tiempo entre la llegada de los transportes con la gente a la estación de tren y la llegada de los cadáveres a las fosas comunes era aproximadamente de dos horas. O sea que la gente se daba cuenta de que no estaban en un tipo de proceso de desin-fección cuando ya se encontraban ence-rrados en las cámaras de gas.

En los guetos se había corrido el rumor de Belzec, entonces aquellos que intenta-ban rebelarse y organizar algo eran fusila-dos en el lugar inmediatamente, frente a todo el mundo. A aquellos que no pudie-ran caminar por sus propios medios hasta las cámaras de gas, como los bebés sin sus padres, los ancianos, inválidos, se los llevaban directamente al borde de la fosa común donde los fusilaban.

Belzec no fue liberada, sino liquidada. El lugar empezó a apestar todo el pueblo por la cantidad de muertos y la descom-posición. Entonces tuvieron que dejar de recibir gente en diciembre de 1942, y en-tre noviembre de 1942 y abril de 1943 ex-humaron y quemaron cadáveres. El cam-po era muy pequeño, tenía solo seis hec-

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táreas de las cuales efectivamente solo se usaban cuatro. Entonces se presume que no había más lugar para las próximas fo-sas comunes. Y en junio de 1943 cerraron el campo.

Hay testigos de esa época que hablan del olor de los cuerpos quemándose, se olían casi a treinta kilómetros, ya que no solo los de Belzec los olían sino en otros pueblos, todo alrededor. Y en esa época el campo de Belzec era muy conocido.

Otros prisioneros fueron deportados a Sobibor, y aquellos que se resistieron por-que se dieron cuenta de que los iban a enviar a las cámaras de gas eran fusilados en la rampa de la estación de tren, en So-bibor.

En Belzec es complicado, porque entre los quinientos mil muertos que hubo allí solo se conocen tres sobrevivientes que des-pués de la guerra dieron sus testimonios. Todo lo que sabemos acerca del campo proviene de los testigos habitantes pola-cos de Belzec, relatos de los oficiales de las SS que dieron testimonio durante los juicios en los años sesenta en Munich. Algunos fueron a juicio, pero solo a uno lo conde-naron a cuatro años, porque no había tes-tigos que testificaran contra ellos. Solo un testigo, que aún vivía en aquel momento, por su edad avanzada estaba ciego, en-tonces no pudo identificar los rostros.

Aquí tenemos un ejemplo de la foto de un sobreviviente que escapó del trasla-do de Belzec a Sobibor, Chaim Hirszman. Después de la guerra fue un policía comu-nista. Y si bien parece que los comunistas quisieron relevarlo de su cargo porque no era muy activo, el primer día del juicio en el que iba a dar su testimonio de Sobibor sus vecinos polacos lo mataron, y no por haber sido judío, sino por haber sido un policía comunista. Es una historia muy dra-mática, porque la noche en que lo mata-ron, la mujer de este hombre dio a luz a su hijo. Ella aún vive, y está en los Estados Uni-dos. En cambio su hijo no sabe que su pa-dre fue un sobreviviente de Belzec, ella le ocultó toda la historia y también prohibió a otros que le contaran. Esta foto la conse-guimos acá en Argentina, porque familia-res de ellos residen ahora aquí, y cuando vinieron a visitarnos nos la trajeron.

Y después de la guerra, ¿que pasó con Belzec? Durante mucho tiempo Belzec no fue conmemorado. Como se ve en las fo-tos de 1945, estaba todo destruido, no ha-bía nada. Hasta finales de 1950 el campo fue desacralizado por los propios vecinos del lugar, iban allí a buscar “oro judío”. Y recién en 1963 construyeron el memorial, por dos razones. Primero porque era el co-mienzo de los juicios contra agentes de la SS y las autoridades polacas temían que los defensores alemanes vinieran a Polo-nia a chequear el lugar. Y la segunda ra-zón es que durante los sesenta hubo una gran campaña antialemana en Polonia. Y entonces era una situación estúpida que si estábamos combatiendo a los neonazis no se estuviera conmemorando los lugares donde los nazis cometieron sus crímenes. Pero también estos lugares fueron sujetos a manipulación por los comunistas.

El monumento fue construido, pero sin mención acerca de los judíos. Solo una breve mención acerca de las víctimas de la ocupación nazi, eso fue todo. Solo en los ochenta se agregó más informa-ción, pero que a su vez también contenía bastantes imprecisiones. En 1989 se firmó un acuerdo entre el gobierno polaco y el Comité Judío de los Estados Unidos para la construcción de un nuevo monumento, conjuntamente con un museo. Detrás de este acuerdo había una persona, que era el presidente del Museo del Holocausto en Washington; él perdió a toda su familia en Belzec, así que fue muy importante con-memorar este lugar. Así que él comenzó a hablar no solo de la necesidad de conme-morar el lugar, sino también de obtener in-formación, o sea de construir un centro de documentación: un museo.

Para ello primero se hicieron muchas excavaciones arqueológicas (1993-2000) para estudiar el diseño del sitio y luego, a través de un concurso internacional de proyectos, se abrió al público en 2004.

Junto al memorial se construyó el mu-seo, y para nosotros fue muy difícil mon-tar la muestra dentro de él. Porque, como se dijo, la documentación original acerca del campo fue destruida, no había listas, entonces no teníamos constancia de las víctimas, todo lo que sabíamos acerca de aquellas personas era de los testimonios de los parientes de los deportados y los

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testigos, entonces pudimos utilizar esas his-torias. Claro que también contamos con el testimonio de los tres sobrevivientes y los testimonios de los alemanes y polacos que también presenciaron las deportaciones.

Los nombres también son muy impor-tantes. En el monumento se inscriben los nombres de más de doscientas cincuenta comunidades de donde procedieron las víctimas. Debo decir que para muchos vi-sitantes esto ha sido más importante que los nombres individuales de las personas, ya que tratan al nombre del lugar de ori-gen como el monumento a sus familiares.

Basados en las reuniones con los so-brevivientes empezamos a crear nuestro propio proyecto en Belzec. Claro que des-pués de sesenta años juntar la información es muy difícil. Están los familiares de los so-brevivientes, pero cada vez son menos ya que son muy ancianos, y las nuevas gene-raciones en muchos casos no conocen si alguno de sus familiares murió o fue depor-tado, salvo algunos casos en que sí.

Estamos documentando no solo los nombres sino también las historias de vida acerca de sus últimos momentos. Aquí te-nemos dos ejemplos, la historia de la fa-milia Bogler de Bosnia, aquí los vemos en la foto, que todos fueron deportados en agosto de 1942 a Belzec. Tenemos unas cuantas historias acerca de ellos previo a la guerra, pero durante la guerra no (excep-to la fecha de su deportación) y sabemos qué pasó con ellos por los testimonios de otros sobrevivientes. Y esta segunda foto la llamo “la novia de Sr. Josef Honig”, la vemos al borde de un río. El Sr. Honig es un sobreviviente, lo conozco personalmente y es mi amigo, y poco antes de su muerte me dio esta foto. Él escapó del transpor-te, pero en él iban su madre, hermana y novia. Cuando me dio esta foto y habla-mos largamente acerca del episodio, me olvidé de preguntarle acerca del nombre de su novia. Unas semanas después murió. Y llevó con él a la tumba el nombre de la chica, por lo cual es posible que nunca se-pamos el nombre de ella.

El otro campo, Sobibor, es similar a Bel-zec pero tenía un rol especial, era como el “campo de ayuda” para Treblinka y Bel-zec. Había líneas regulares de transporte entre los campos. A Sobibor también en-

viaban más bien a los judíos extranjeros (mientras que en Belzec el noventa y cin-co por ciento de los deportados eran po-lacos). En el caso de Sobibor el cincuenta por ciento de las víctimas eran extranjeras, de Eslovaquia, República Checa, Alema-nia, Austria, Holanda, Francia y la Unión Soviética. Su locación era aislada, en el medio de un bosque. Hasta la fecha, la es-tación de tren, el pueblo y el campo están distantes unos cinco kilómetros. Es por ello que la gente no tenía tanta información acerca de lo que pasaba en ese campo (salvo, claro, los trabajadores ferroviarios). También otra diferencia que distingue a Sobibor es que el 14 de octubre de 1943 los prisioneros organizaron una revuelta, y cientos de ellos pudieron escapar: sesen-ta y cinco personas sobrevivieron hasta el final de la guerra. Entonces, la evidencia acerca de este campo es mucho mejor que en Belzec. Sin embargo, también pasó que durante muchos años se olvidaron de la existencia de este campo.

Sobibor fue el último campo que se conmemoró (1965), por las mismas razones que en Belzec: porque los miembros de las SS fueron llevados a juicio en 1964, por lo cual las autoridades polacas decidieron construirlo. El monumento también fue objeto de manipulación. Porque mientras que en Belzec no se hizo mención acerca de la identidad de las víctimas, en Sobibor hubo información acerca de la nacionali-dad pero no de su identidad judía. Y no fue hasta 1993 que los sobrevivientes comen-zaron a luchar por la verdad. Y en 1993, cincuenta años después de la revuelta en Sobibor, las placas del monumento fueron cambiadas. Hoy tenemos inscripciones en hebreo, ídish y en los idiomas de los países de procedencia de las víctimas.

Este también es un buen ejemplo del de-bate que se da en torno a los museos de la memoria. Sobibor es un museo, pero no en un sentido estricto. Es un buen ejemplo para mostrar cómo se puede conmemorar a las personas, pero no por logro del museo, sino del activismo de ONG alemanas, polacas y holandesas. Ellos organizaron una Avenida de la Memoria, que es la misma que lleva a las cámaras de gas. Y al costado de dicha avenida (paseo) cada año se colocan va-rias piedras con los nombres de las víctimas,

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pero no solo para recordar a las personas, sino también a las comunidades de donde provenían estas personas. En Sobibor es po-sible hacer esto porque tenemos listas ente-ras de las personas transportadas. El proble-ma es con los judíos polacos porque habían sido deportados sin lista alguna. Aquí tene-mos un ejemplo, de una conmemoración de un judío polaco. Él era una persona rela-tivamente importante durante la guerra ya que era el presidente del centro judío de su comunidad y tenemos documentación de esta organización, su correspondencia per-sonal, pero además tenemos el telegrama que mandaron sus hijos en mayo de 1942 a Cracovia, ya que ellos sabían que sus padres habían sido deportados a Sobibor, pero no sabían que era un campo de exter-minio, y pedían ayuda a las autoridades de Cracovia para que liberen a sus padres del campo. Por lo tanto sabemos con precisión que fue deportado a Sobibor. De los nueve miembros de la familia, solo una sobrevivió. Ella sobrevivió en Rusia, y se llevó con ella la documentación.

Majdanek, en la región de Lublin, era mayormente un campo de concentra-ción, no de exterminio. El sesenta por cien-to de las muertes fueron causadas por las pésimas condiciones y el trabajo forzado; el cuarenta por ciento fueron por extermi-nio. Por supuesto que la mayor parte de las víctimas eran judías (alrededor de ochen-ta mil víctimas en Majdanek, de las cuales sesenta mil eran judíos) por lo cual pode-mos decir que para los judíos, Majdanek era un campo de exterminio. En las fotos se ven las cámaras de gas originales, ya que nunca fueron destruidas por los ale-manes, por falta de tiempo. Muchos de los judíos que llegaron a Majdanek fueron asesinados al llegar al campo, sin eviden-cia. Así que no sabemos con precisión la cantidad de personas que fueron asesina-das en las cámaras de gas.

Tenemos un monumento particular que se encuentra en el borde de las fosas co-munes, porque el 3 de noviembre de 1943 dieciocho mil personas fueron ejecutadas en un día, y se llamó la “operación Harvest Festival”.

En el campo había mucha ceniza que usaban para fertilizar, pero después de la guerra, en el campo también se encon-traron toneladas de cenizas, y se las juntó en cajas para construir una montaña de cenizas.

Otros dos monumentos fueron construi-dos tardíamente, en 1969. Pero lo impor-tante es que hasta 1969 había un museo, que al preservar las construcciones origi-nales se volvió importante para la memo-ria.

Pero no es solo un sitio para la memo-ria, es un centro de educación e investi-gación también. Porque no es cuestión de terminar una investigación y pensar que se sabe todo. En los casos de los campos de concentración y exterminio, podemos decir que aun después de tantos años de investigación no sabemos todo. Cada año encontramos nuevas historias, más docu-mentación, inclusive acerca de cómo las personas locales habían reaccionado en tiempos de guerra. Porque durante el pe-ríodo comunista hablar de estas cosas es-taba prohibido.

La educación, en estos tres lugares (Majdanek, Sobibor y Belzec), es muy im-portante. No solo para los jóvenes, los es-tudiantes. También tenemos programas especiales para los adultos. Por ejemplo, a Majdanek vienen muchos grupos de Ale-mania, que vienen a indagar no solo acer-ca de las víctimas sino también acerca de los perpetradores. Todos los años tenemos un grupo de estudiantes de la policía de Hamburgo que viene a conocer los luga-res donde la policía de Hamburgo depor-tó y/o mató a más de sesenta mil judíos. Esto forma parte de un viaje de estudio especial, es un acercamiento particular acerca de las actuaciones de los perpe-tradores, no solo para recrear la situación y entender lo que se hizo sino para mostrar cómo una fuerza policial que en nuestro imaginario está para proteger a las perso-nas puede cometer estas atrocidades.

Muchas gracias.

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Irit Abramski

Cuando hablamos de cómo organi-zar nuestras charlas, vimos la importancia de que Kuwalek hable de los hechos y yo estaré enfatizando los aspectos educa-tivos de los sitios de la memoria en Yad Vashem. Yad Vashem, en contraste con los otros tres sitios mencionados (Belzec, Sobibor y Majdanek) no es un campo de exterminio auténtico. Yad Vashem es un si-tio de la memoria establecido en 1953 por los sobrevivientes en Israel. Como saben, el Estado de Israel es el lugar de mayor concentración de sobrevivientes del Ho-locausto. El aspecto educativo en cierto sentido está contradiciendo el concepto del sitio de Yad Vashem, es un diálogo entre la conmemoración y la educación. La conmemoración es simplemente el as-pecto judío de Yad Vashem, aquellos que sobrevivieron e intentaron volver a la vida en Israel. Mientras que lo educativo tiene un aspecto más universal y no es tan sim-ple de explicar y tratar.

Yad Vashem está situado en el Monte de la Memoria y es una combinación de archivos, que hoy en día se ha convertido en el archivo más extenso de documenta-ción visual, escrita, fotografía, documenta-les, artefactos. Tomando estos elementos como base, se investiga y dicho trabajo es el que fundamenta las exposiciones y el contenido educativo de Yad Vashem. Por lo tanto lo educativo es resultado de las investigaciones basadas en los archivos, documentos, publicaciones, documenta-les, etc.

El Holocausto es un tema que presenta muchos desafíos para los educadores en la actualidad. Como habrán escuchado, el tema es complejo. Y esto no solo por la falta de documentación (porque de he-cho tenemos miles de documentos acer-ca del Holocausto). Pero el evento del Ho-locausto es muy irracional, desde su con-cepción. La ideología nazi era en principio irracional y contradictoria. A veces ellos mismos iban contra los intereses del Estado nazi. Por ejemplo, en las últimas fases de la guerra, cuando Hitler tuvo que poner todo su esfuerzo en el Este, seguía sin embargo mandando trenes a Majdanek, lo cual era contra su propio interés para ganar la guerra. Y esto desde un punto educativo es difícil de explicar.

El segundo desafío, como han visto en las exposiciones que me precedieron, son los detalles que son de la dimensión del terror. Por eso, nuestro punto de vista educativo es no mostrar primero por ejem-plo una pila de cadáveres, lo cual podría despertar resentimiento en los estudiantes, en vez de interesarlos en el entendimiento acerca de la tragedia humana. Entonces tenemos que tener mucho cuidado cuan-do hablamos de todas estas fotografías y documentales horribles que tenemos.

El tercer desafío: uno no puede enten-der el mundo contemporáneo sin enten-der la historia del Holocausto. El Holocaus-to es una clave para entender el caos de la vida moderna. Estos tres desafíos son muy importantes cuando desarrollamos nuestro sistema educativo.

Por lo tanto, la metodología en Yad Va-shem se basa en tres aspectos: humanísti-co, interdisciplinario y que sea adecuado al grupo etario.

Enfoque humanista

El primer aspecto, el acercamiento hu-manístico, significa que no estamos solo hablando de los seis millones de judíos (un tercio de la población actual), sino que también son historias individuales de seres humanos, es una tragedia humana. Esto no era tan evidente al principio. Cuando yo era joven, en la escuela en Israel, no era común discutir acerca de las trage-dias personales, familiares, historias indivi-duales. No hay nada objetivo acerca de estas historias. El acercamiento subjetivo, muy individual y humano, éste es el énfasis filosófico-educativo del sitio Yad Vashem: cada persona tiene un nombre.

Creo que esto también es muy relevan-te para la Argentina, después de nuestra visita hoy, encontrar esos nombres, encon-trar a esos sujetos, biografías individuales y subjetivas. Cuando discutimos, el Holo-causto es una tragedia humana que for-ma un triángulo: primero por supuesto es-tán las víctimas; luego los perpetradores, seguidos de los espectadores.

Primero intentamos abordar el tema comenzando por el mundo judío de la preguerra para así apreciar mejor lo que hemos perdido. Porque antes de que se transformaran en cadáveres anónimos en

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las calderas de Majdanek eran personas normales como nosotros; eran jóvenes, te-nían familias, estaban en movimientos ju-veniles, eran religiosos, comunistas, lo que sea, para entender la cultura judía que fue destruida. Por ejemplo, ayer, en una cere-monia en el Museo de la Shoá de Buenos Aires cantaron muchas canciones en ídish. Actualmente la cultura ídish es una cultura muerta, no había solo canciones sino tam-bién una cultura escrita. Inclusive en Israel es difícil y no tan evidente, entonces aún más lo es para estudiantes en el mundo entero.

También se abordan los dilemas mora-les y la “elección sin elección” de los ju-díos durante el Holocausto. Porque cuan-do hablamos desde el punto de vista de las víctimas judías, ellos también hicieron elecciones que fueron muy difíciles. E in-tentaron ser lo más morales y éticos posi-ble.

Otro aspecto importante es el “retorno a la vida”, no solo es importante el perío-do previo al Holocausto sino también post-Holocausto. Porque Israel es la creación de los sobrevivientes, y la sociedad israelí de algún modo tiene casi en todos sus aspec-tos la marca de los sobrevivientes. Inclusive la inmigración de judíos rusos en los noven-ta —que si bien de los millones que se fue-ron de Rusia un diez o quince por ciento eran sobrevivientes de una edad avanza-da y por lo tanto no son constructores de la nación como tal— ha influenciado de alguna manera las formas de conmemo-ración del Holocausto. Y la contribución de los sobrevivientes ruso-judíos es que por ejemplo, en Israel, celebramos como día feriado nacional el 9 de mayo: la victoria contra los nazis. Yo por ejemplo crecí en una Israel que no celebraba ese día, pero ahora con la influencia de los sobrevivien-tes soviéticos que no entendían cómo no se celebraba la victoria por sobre los nazis, por sobre los fachistas, que es una victoria para el mundo entero, ahora se celebra en Israel.

¿Qué quiere decir “elección sin elec-ción”? Una vivencia es relatada por la artista Irena Lusky, quien era amiga de mi madre, y oriunda de un pueblo en Litua-nia, luego Polonia, que escribió sus memo-rias En el momento de la verdad y pintó un

cuadro de la última selección de personas del último día del gueto en el que vivía en Lituania, antes de que lo desmantelaran: el 23 de septiembre. Como pueden ver por el cuadro La Selección, el gueto era para ella como un circo. Irena me contó que había sido una experiencia muy surrealista para ella, y al preguntarse acerca de lo que siente como ser humano ella escribe en su libro: “No sé cuál es la imagen del infierno. Pero en mi imaginación es como ese espacio vacío en Rossa. Nos queda-mos allí toda la noche. Un miedo indefinido nos abordó… Pero por intuición sabíamos dónde había vida y dónde había muerte (a la derecha había vida, a la izquierda muerte). Dejamos a mi madre sola y nos fuimos [Irena y su hermana Tamara]. Mu-chos se comportaron como nosotros, pero eso nos atormenta hasta ahora. Probable-mente la mayoría experimentó horrores similares…”. Y qué sentía la madre…: “Es terrible morir. Pero es más terrible aún ver a tus niños morir sin poder salvarlos…”. O sea la madre probablemente estaba conten-ta de saber que sus hijas se salvaban, iban a la derecha. “Es verdad. Sin embargo, nosotras, Tamara y yo, reprobamos nues-tro examen como hijas de nuestra ma-dre…”. Yo, que conocí muy bien a Irena, sé que toda su vida se sintió culpable por esta última selección: que si bien era una elección sin elección, en definitiva ella lo había hecho/aceptado.

El enfoque humanista para los espectadores

Este es un grupo muy heterogéneo de personas, hay muchos comportamientos distintos entre los espectadores. La ma-yoría de los espectadores eran pasivos e indiferentes, ignorando así su elección. Sin embargo algunas personas sí elegían, y podían así marcar una diferencia realizan-do su elección moral entre el bien y el mal. Aquí sugiero la imagen de la niña del saco rojo en la película La lista de Schindler. Los espectadores podían seguir en su indife-rencia, o elegir lo honrado. Recuerdo que cuando comencé a enseñar cometí un error en una clase cuando un alumno me preguntó cómo explicaba yo la generosi-dad, el heroísmo de los honrados. Y yo le contesté: “Los honrados eran como ánge-les”. Pero no, no es así. No eran ángeles,

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eran también seres humanos. Y este enfo-que humanista que pretendemos enfatiza la elección humanista de los espectadores y de los honrados que hicieron esta elec-ción. Y no lo hicieron solo una vez, sino que lo volvían a decidir cuando seguían dan-do cobijo a las familias dentro de sus ca-sas, todas las mañanas, o cuando quizás no había tanta comida, por qué deberían compartirla, etc.

Lo más desafiante desde lo educacio-nal es el enfoque humanista para los per-petradores. Es como un anatema. ¿Cómo discutir acerca del humanismo cuando discutimos acerca de los victimarios? Pero aquí se trata de verlos no como esencial-mente monstruos ni demonios; lamenta-blemente eran seres humanos. Cuando comencé a trabajar en Yad Vashem, dis-cutíamos acerca de cómo Auschwitz era un planeta distinto. Claro, era sencillo decir que era otro planeta, entonces no somos responsables. Pero la cuestión es que hay un solo planeta y es este, y nos teníamos que hacer cargo de que los perpetrado-res eran tan seres humanos como nosotros y también hicieron sus elecciones. Enton-ces lo primero que hicimos fue separar lo que es el liderazgo nazi motivado por la ideología y los alemanes comunes. Cuan-do hablamos de “alemanes comunes” e intentamos analizar sus motivaciones histórica y psicológicamente los visualiza-mos como una marioneta manejada por distintos hilos. Por supuesto que la hábil propaganda no puede ser un factor a despreciar, pero también existe todo tipo de debilidades humanas. Por ejemplo, en el libro de Christopher Browning Ordinary Men se muestra cómo la competencia también fue motivadora, ya que estaba la presión por demostrar quién era el mejor. ¿Competencia como la motivación para asesinar? Y, sí… la competencia fue uno de los motivos. De hecho, para nuestros jóvenes la competencia es todo un tema. ¿Cuáles son los límites del comportamien-to de competencia?

La obediencia a las órdenes en un ré-gimen totalitario. Está bien, uno acaba de recibir una orden, yo no soy nadie en esta maquinaria inmensa de muerte. Y desobe-decer en ese orden es ilegítimo, etc.

El segundo enfoque: enfoque interdisciplinario

Soy historiadora y por supuesto que para mí lo más importante son los documentos. Aun más, debes ver los documentos pri-mero, conocer las fechas, los hechos, so-bre todo en la actualidad porque estamos en la era de la negación del Holocausto. En Argentina, por ejemplo, la ESMA es un documento, es acá donde sucedieron los hechos. Creemos que los estudiantes de-ben ir a los sitios auténticos, a Majdanek, Auschwitz, etc., y ver por ellos mismos y leer los documentos. Porque si no, psico-lógicamente los que niegan tienen venta-ja, ya que es muy difícil psicológicamente creer que todo realmente ha sucedido.

A veces es muy difícil de explicar, dema-siado horroroso, aterrador, por eso inten-tamos acercarnos a lo emocional desde el arte, la música, la literatura, la religión, la sociología, etc.; lo que es importante es que todos los estudiantes pasarán por tres estadíos en su aprendizaje: 1) aprender acerca de los hechos vs. su interpretación, información objetiva vs. racionalización, verdad histórica vs. valores morales invo-lucrados; 2) y como tarea para la casa, la idea es que el estudiante tenga un diálo-go con los archivos: utilización de los do-cumentos originales y testimonios, el diario de Ana Frank, fotografías, etc.; 3) arribar a las conclusiones e implicancias de valores morales, relevancias para la vida cotidia-na del estudiante y el mundo moderno.

El método interdisciplinario llama la atención a la nueva generación de estu-diantes y estimula el pensamiento crítico, trae a la luz los dilemas y las elecciones así como aborda la complejidad del Ho-locausto.

Muchas veces es útil también utilizar la poesía o ciertas películas ficcionales. En Israel hay muchas controversias acerca de algunas películas como por ejemplo La vida es bella de Benigni. Recuerdo que yo, por ejemplo, cuando fui a verla con mi hijo me había encantado, me pareció que estaba muy bien hecha, la actuación fue maravillosa. Pero mi madre, una sobre-viviente, se ofendió por la película, y me dijo: “Están haciendo de Auschwitz un Dis-neyworld”. Así que eso me hizo reconside-

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rar si mostramos la película a nuestros estu-diantes, pero quizás solo la primera parte, o discutimos acerca de los límites del uso del arte como herramienta de enseñan-za del Holocausto. No todo es apropiado, debemos tener cuidado.

Otros ejemplos son estos dos dibujos hechos por los sobrevivientes, estos son de estilo naif. Paul Fux intenta enfatizar el anonimato de las víctimas, todos con los personajes se los ve con la estrella amarilla con una “J”. Mientras que Ladislav Szilasi, de Hungría, pintó un campo de extermi-nio sin personas pintadas, solo se ven las valijas, porque el alma y la individualidad de las personas las vemos en el humo que sale por las chimeneas. De mane-ra abstracta los sobrevivientes intentaron plasmar la tragedia. Y les digo a mis estu-diantes, miren qué colorido, y cómo esto no se corresponde con la tragedia (no es negro y blanco). Pero claro, el Holocausto no sucedió solo en invierno, sino también durante la primavera, cuando las flores florecían, y durante el verano cuando los colores eran bien vívidos. Y esto era lo más doloroso.

Como muchos de ustedes conocerán también está el poema famoso de Dan Pagis, un sobreviviente, escrito en lápiz en una postal de ferrocarril, que dice:

Aquí en este vagón Soy EvaCon mi hijo Abel.Si puedes ver a mi otro hijo,Caín hijo de hombre,Dile que yo…

Y repite varias veces el poema:que yo en este vagón…

Y lo interesante de este poema es la impresión que les causó a mis estudiantes árabes, porque ellos también van a Yad Vashem. Porque Eva, como madre de la humanidad, es madre tanto de las víctimas como de los perpetradores, y la pregunta es qué es lo que ella le diría… que yo… Ella diría que “paren el tren, que estamos a tiempo de cambiar”. Probablemente no, porque Dan Pagis era un sobreviviente y sabía que a los trenes no se los paró y

fueron directamente a Treblinka, Sobibor, etc. Tal vez diría que lo lamenta… pero ¿a quién? A Caín o primero a Abel, o para ambos. O como madre de Caín puede que esté sin habla, que solo quiero que nos conozcas y nos recuerdes… quién sabe. Pero los estudiantes árabes conocen esta historia por el Corán, porque no está sólo en la Biblia, y esto es muy relevante para la relación Israel-Palestina. Porque en el Corán, justo después de la historia de Abel y Caín, dice que una persona que salve a otra es como si salvara al mundo entero. Estas son palabras del Corán.

El retorno a la vida

Nuevamente analizamos dos pinturas de Irena Lusky. Una hace referencia a su infancia, se ve la pista de patinaje del ve-cindario y esta imagen que debiera ser alegre es más bien triste y nos recuerda un campo de concentración. Y la segunda pintura es ella, descansando en Israel en un jardín hermoso, pero se ve que el techo de su casa está en llamas. De hecho toda la imagen está enmarcada en negro, es la memoria del dolor. El trauma del Holo-causto está en toda su vida.

Y cuando discutimos con los sobrevi-vientes hoy, cómo manejan la memoria, con el vacío, con los dilemas no resueltos, con las elecciones sin elección, debemos considerar que el trauma continúa hasta el último momento de sus vidas. Citando una parte del libro En el momento de la ver-dad, de Irena Lusky: “Mis padres estaban demasiado preocupados con sus proble-mas para responder a los míos…”. Cuen-ta que un día le pregunta a sus padres si debería o no besar a su novio, y ellos le contestan que no saben, que es una pre-gunta muy trivial… Luego, hablando de la posguerra: “Sólo ahora me doy cuenta de lo difícil que habrá sido ser padre por esos tiempos. Como habrá sido durante la gue-rra en el gueto, mientras que yo hoy en día no logro hacer la vida más fácil para mis hijos. Noche y día pienso acerca de esto, derramo muchas lágrimas pensando qué terrible fue para mis padres mirarnos a mí y a mi hermanita Tamara, crecer y pensar en nuestro futuro”.

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Acercamiento apropiado según edades

Esto lo escribí para los niños, de primero a tercer grado. Y está todo escrito en base a documentos, son muñecas de verdad, ya que me parece importante que sean documentos y no fantasías, y son tres his-torias en donde las muñecas cuentan la historia de sus dueños. Como son historias para niños, me pareció importante que tengan un final feliz y es por ello que ade-más son historias en donde los dueños de las muñecas sobrevivieron. Cada muñeca fue en cierto modo como un talismán, un símbolo de rescate para cada uno de los dueños de las muñecas.

Contamos tres historias individuales. Una es de Francia, Collette es la muñeca de Claudine. Gerta es la muñeca de Eva, que es de Hungría. Zuzha no tiene una his-toria previa a la guerra ya que nació en el gueto de Varsovia, y su dueña cuenta la vida cotidiana del gueto. Y entonces, un ejercicio es ver qué diferencias hay entre las muñecas. Y vemos que Collette está vestida, en cambio la historia más difícil es la de Zuzha, y eso se refleja en la muñeca: o tiene cuerpo y la cabeza está rota. Ger-ta estaría entre las dos. O sea, la aparien-cia de las muñecas refleja las historias vivi-das. Para hacer esta historia también más atractiva para los niños elegí “tres muñe-cas” como en el cuento de los “tres osos” o “los tres príncipes”.

También cada muñeca lleva un secre-to. Por ejemplo Collette guardada dentro las alhajas de la familia. Gerta era la única amiga de su dueña en la prisión en Hun-gría. El secreto de la tercera es bastante aterrador: su dueña se llama Zochia, es un nombre polaco, y el de la muñeca es

Zuzha, o sea que de cierto modo era una traspolación psicológica de ella misma hacia la muñeca.

Estas tres historias individuales son una herramienta para enseñar el Holocausto para los más jóvenes. Antes pensábamos que había que enseñar esto ya de más grandes, pero en Yad Vashem nos dimos cuenta de que era demasiado tarde, cuando los jóvenes ya se vuelven cínicos y piensan que saben más que nosotros ya es demasiado tarde para hacerles sen-tir empatía, lo que es correcto de lo que está mal. Debemos trabajar cuando aún son tiernos y abiertos a las emociones, para que realmente desprecien el mal y sientan simpatía por el bien. Por lo tanto creo que es importante que comencemos desde temprano, desde el momento que comienzan a entender el sufrimiento.

Entonces cuando crecen van leyendo Ana Frank y luego pueden aprender acer-ca de la comunidad, y así vamos constru-yendo el sistema educativo.

Como conclusión hay dos preguntas que todo estudiante debe hacerse: 1) por qué estudio el Holocausto; 2) qué implica para mí el Holocausto. El Holocausto debe tratarse como sin precedentes, como una historia judía única, como una totalidad a escala global. Pero también es una cues-tión universal porque puede ocurrir nueva-mente y tiene implicancias morales.

Y finalmente quiero mostrarles un breve cortometraje que hicimos desde Yad Va-shem acerca de la primera conferencia internacional de jóvenes donde se mues-tra la participación y discusión con jóve-nes de distintos países. Gracias.

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Yariv Lapid

Creo que lo que voy a hablar enca-ja bastante bien con lo que se presentó hasta ahora. Intitulé mi presentación: “La ambivalencia del éxito en los sitios de la memoria”.

Hace un año y medio me fui a Austria a montar lo que sería la infraestructura pe-dagógica en lo que había sido el campo de concentración de Mauthausen. Espero que esta presentación no les resulte de-masiado extraña para ustedes. Los pen-samientos que intentaré compartir surgen de conversaciones profundas con perso-nas que han estado trabajando en este tópico quizás durante demasiado tiempo.

Y después de que ya han oído acerca de los hechos históricos, y acerca de las bases educativas que se han desarrolla-do mucho en Yad Vashem —pero que es también la corriente principal en pedago-gía en los sitios de la memoria— yo aporta-ré bastante escepticismo en la labor que llevamos a cabo. Y luego de todo lo que vimos hoy en la ESMA y en el Parque de la Memoria, creo que estos pensamientos van a aportar a la discusión.

Un término que escuchamos mucho y también en el documental acerca de Yad Vashem, y que se instaló como “El térmi-no principal”, y que siempre se pronunció desde el final de la guerra y que aún hoy se utiliza como si nada hubiera sucedido desde entonces, es el “nunca más”. La verdad es que yo no puedo sino sentirme cínico cuando escucho estos términos, “nunca más”. Porque tanto ha sucedido desde entonces que me parece una burla casi. Sucedió en Yugoslavia, Rwanda, hay genocidios aún, y también lo que sucedió en Argentina desde entonces. Y mientras esto sucedía, muchos políticos se paraban frente a las multitudes proclamando “nun-ca más”. Pero ¿nunca más qué? Como mensaje universal es muy problemático y sobre todo decirlo cuando las cosas si-guen sucediendo.

Este es uno de los problemas mayores porque dificulta la comprensión básica del para qué de nuestro trabajo. Porque si nuestro objetivo es que estas cosas no sucedan más, cómo es que podemos se-guir hablando de ello cuando en realidad siguen sucediendo. Y debo admitir que los

tonos de voz que vengo escuchando, in-clusive en el documental de Yad Vashem, no han cambiado desde los últimos cin-cuenta años. No escuché ningún cambio, entonces nada ha cambiado. Les comen-to que he trabajado durante nueve años en Yad Vashem, o sea que hablo como colega.

Si medimos el éxito de nuestra labor desde el impacto en la prevención —por-que de eso se trata nuestro trabajo: preve-nir— hemos fracasado con éxito, porque no hemos podido prevenir que genocidios ocurran de nuevo.

Otra pregunta que propongo es: ¿los sitios de la memoria pueden ser nocivos? Podríamos argumentar que conmemorar el genocidio no necesariamente aporta a la inhibición de actos genocidas, y que por el contrario podría contener el poten-cial de invocarlos. El caso de Yugoslavia podría ilustrar esto. Aunque yo no sea un experto en la materia, conversaciones con profesionales expertos croatas y ser-bios han sugerido que la conmemoración del genocidio en la ex Yugoslavia, en el sitio Jasenovac que hoy queda en Cro-acia, acentuó la memoria de atrocidades cometidas en el pasado y agravó aun más actos genocidas en vez de prevenir-los. Recuerdo el relato de que la primera agresión serbia contra una comunidad croata comenzó a partir de un destaca-mento militar ubicado en territorio croata (el mecanismo en Yugoslavia era que ha-bía militares serbios en Croacia, croatas en otro lugar, y así). Como muchos sitios de la memoria, Jasenovac había creado una exhibición itinerante acerca de las atro-cidades de los croatas contra serbios du-rante la Segunda Guerra Mundial y esta se había mostrado en el destacamento mili-tar. Por supuesto que ya había tensión en la atmósfera, pero al ver ese material esto desencadenó una de las primeras agre-siones entre serbios y croatas que desen-cadenó la guerra civil de los noventa.

Los sitios de la memoria contienen rela-tos nacionales. Por ejemplo, Yad Vashem es para la sociedad judía e israelí, y hemos escuchado muy poquito acerca de lo que Yad Vashem hace para comunicarse con la sociedad árabe, pero básicamente es

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un sitio judío e israelí. Por lo tanto es un es-pejo de la identidad nacional del país en el que el sitio de la memoria está situado. En Mauthausen hay una cruz que dice “Osterreich 11 march 1938”. La interpreta-ción austríaca de lo que sucedió ese día, y que fue formalmente aceptada por el mundo en 1955, es que cuando el ejército alemán marchó en Austria se lo llamó “Der Anschluss” [la anexión/conexión]. Y según la memoria nacional, este fue un acto que dejó a Austria anulada como Estado, y de ahí en más Austria dejó de existir como tal. Y a través de esto, los austríacos no tienen ninguna responsabilidad por lo que acon-teció de ahí en más. Y esta es la memoria que se transmite a las distintas generacio-nes de austríacos. En el sitio de la memoria mismo la interpretación que encontramos es que los austríacos no son culpables, que todo fue hecho por los alemanes, estos prusianos venidos del norte, que in-vadieron y tomaron el Estado. La primera declaración del parlamento provisional se articuló alrededor de cómo ningún austríaco nunca quiso la guerra y que no tenían nada que ver con lo que los hitle-rianos (así los llamaban) les hicieron a los austríacos. Claro, como hemos visto en la primera presentación, Milo Lavochnik era un buen austríaco, como también lo era Cunter Brunhe o una persona insignificante como Adolf Hitler también. Entonces estas formas complejas de cómo presentamos nuestro pasado pueden ser llevadas al ex-tremo en los mismos sitios de la memoria. La idea es que Austria es la víctima y por eso se la pone en la cruz.

Entonces lo que se logra es afirmar la identidad nacional al mismo tiempo que se define quiénes son los malos, porque siempre tiene que haber malos que nun-ca soy yo.

La crucifixión es la marca iniciática y mí-tica de la Segunda República de Austria (la actual). El objetivo es reclutar los sitios de la memoria para la creación de una narrativa nacional y de integración. Esto es especialmente interesante, porque es uno de los objetivos por los cuales los sitios de la memoria se instrumentan —sé muy poco acerca de lo que ocurrió aquí en Argenti-na, pero creo que es lo que sucedió hasta cierto punto con Menem y la amnistía, el perdón—. Lo mismo ocurrió en Alemania,

en Austria después de la guerra. Después de la guerra más de ciento treinta mil per-sonas fueron declaradas culpables por la justicia austríaca. Pero el nuevo gobierno de 1957 les otorga el perdón y todos salen de las cárceles. Y este comportamiento se repite en las historias de varios países. Todo esto se hace en el nombre de una sociedad integrada, esa es siempre la motivación. Y el lado positivo de eso es lo que nosotros, en los sitios de la memoria, ofrecemos generalmente a una parte de la sociedad: ellos lo hicieron, y debemos nombrarlos. Y eso no es algo sencillo y sin complicaciones. Por eso el deseo de inte-grar la sociedad tiene lados que conside-ro positivos. Pero al mismo tiempo es cierto que muchas veces va de la mano de una merma en información histórica y doloro-sa. Por lo tanto, los sitios de la memoria son reclutados para ofrecer a la sociedad una imagen positiva de sí misma, delegando lo malvado por fuera de ella. Hablaré bas-tante de esta delegación, ya que muchas veces lo que hacemos al revisar el pasa-do es depositar lo malo en otro lugar, por fuera.

En este sentido, los sitios de la memoria han contribuido a la distorsión de la histo-ria (en este caso, la de los campos de con-centración) y restringieron el pensamiento crítico de la comunidad nacional.

Éxito profesional

Los sitios de la memoria actúan e inter-actúan dentro de las normas de nuestras sociedades capitalistas. Por ejemplo, me pregunto quién paga por todo esto, por-que es caro armar estos sitios. En general los fondos provienen del Estado y todos los años debemos pelear para que nos den presupuesto. Los sitios de la memoria de-ben rendir cuentas a las instituciones que los financian y deben justificar sus accio-nes. Por lo tanto su éxito es medido por números y estadísticas, como por ejemplo cuántos visitantes entraron o cuántos es-tudiantes participaron de sus actividades educativas. En este sentido, los sitios de la memoria se asemejan a cualquier depar-tamento dentro de un ministerio o a una fábrica de autos ya que miden su éxito con números anónimos. Es decir que los sitios de la memoria hasta compiten entre ellos

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para atraer consumidores de los servicios ofrecidos. La evaluación de la calidad, y no la cantidad, y la influencia de la visita como una categoría de éxito es extrema-damente escasa. De hecho es muy difícil evaluar nuestro trabajo a la luz de lo que sucede después de la visita. ¿Hacemos de la persona un mejor ser humano sólo por el hecho de visitar nuestras instituciones? Hay muy pocas investigaciones que digan algo acerca del grado de nuestro éxito. La falta de este tipo de evaluaciones es muy frecuente en la educación en gene-ral, pero también en este caso con los si-tios de la memoria. El éxito no está medido en términos de cuán bien logran transmitir su mensaje sino por cuántos visitantes han tenido. O sea que seguimos las mismas lógicas como todo el mundo con la dife-rencia de que abordamos asuntos muy problemáticos. Y esto quizás no se adapta tan bien a esta lógica normativa del siste-ma en el cual nos desenvolvemos.

Quisiera proponer que muchas de las cuestiones básicas de los sitios de la me-moria sobre el nacionalsocialismo siguen siendo muy ambiguas y controversiales; que las categorías utilizadas para eva-luar nuestro éxito, que no sean números, son problemáticas. Se puede argumentar que el conocimiento básico acerca de hechos históricos es evaluable a través de cuestionarios sencillos, ya que si el es-tudiante por ejemplo responde bien, sig-nifica que entendió lo que sucedió. De hecho, la primera responsabilidad de los sitios de la memoria es enseñar acerca de hechos históricos y datos básicos concer-nientes al lugar. Pero si fuera para desem-peñar sólo esa tarea, es probable que los sitios de la memoria no serían construidos. Los estudiantes pueden aprender los nú-meros en la escuela. Tener un sitio de la memoria tiene una dimensión absoluta-mente distinta. No es solo saber qué pasó en ese cuarto, cuántas personas había, es más bien acerca de una experiencia que un estudiante debe vivenciar. Y evaluar el impacto/éxito de esa experiencia en un estudiante es muy complicado y no sé bien cómo se aborda. La reflexión e intros-pección son más comunes entre el per-sonal pedagógico de los sitios de la me-moria. Solemos preguntar: “¿cómo es po-sible que una sociedad civilizada pueda

producir tales atrocidades?”, pero suelen apuntar a cuestiones de ética. Pero tam-bién debería indagar acerca de la dispo-sición humana. Y eso es lo que tratamos de hacer: qué era ser un ser humano bajo esas condiciones.

Esto usualmente se divide en tres pers-pectivas (de esto ya nos habló Irit), las cuales por supuesto presentan dificulta-des, pero creo que la más compleja es la de los perpetradores. Hay mucho trabajo acerca de las víctimas en el contexto del nacionalsocialismo, hay mucha literatura, pero cuando uno investiga acerca de los perpetradores, hay muy poco.

Solemos identificarnos con lo bueno, no con lo maligno. Cuando nos miramos en el espejo, no queremos ver a una mala per-sona. Por eso nos gusta vernos como bue-nas personas. Lo que nos lleva a creer que todos nosotros cuando pensamos acerca de las atrocidades (como las que abor-damos en los sitios de la memoria), siem-pre las asociamos con los otros. Entonces, cuando el equipo pedagógico sugiere que los victimarios eran personas comunes y corrientes, como ustedes y yo, es proba-ble que se genere un conflicto interno en nuestros estudiantes: alguien está sugirien-do que yo también soy capaz de come-ter atrocidades como estas. Y esto claro que no es una sugerencia que me plazca, y menos en público (y las visitas a los sitios de la memoria son casi siempre públicas y/o grupales). Pero por eso creo que si el visitante admite su maldad potencial es una visita exitosa. De cierto modo es simi-lar a admitir fracaso, ya que nos regocija pensarnos como maravillosos y buenos. Y es por ello que los sitios de la memoria son ambiguos, ya que su éxito está relaciona-do con la aceptación del fracaso por par-te del visitante.

La perpetración por lo general está abordada desde el delegar: pertenece a cierto grupo de personas en un lugar y tiempo determinado. Al especificar lu-gar, tiempo y nombres aíslo el fenómeno a ciertas personas y lo desasocio de mi persona. Esto se ve reflejado en la investi-gación realizada por Harald Welzer, un psi-cólogo social alemán, cuyo reciente libro se llama Grandpa wasn’t a nazi. Esta obra es resultado de casi trescientas entrevis-tas realizadas a unas cuarenta familias en

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Alemania, en torno a lo que sus abuelos habían hecho. Y, como comenta el autor en su introducción, a pesar de la eviden-cia de que los abuelos habían admitido su participación en los crímenes del nazismo, sus descendientes no “los escuchaban” o reinterpretaban sus historias de vida para convertirlos en héroes. Este proceso de cumulative heroization refleja la tenden-cia natural de asociar elementos positivos y bloquear los negativos de las personas que amamos.

Esto también puede verse en una muy buena película de Malte Ludin que se lla-ma Dos o tres cosas que sé de él. Malte nació en 1943, era hijo de Hans Ludin, un nazi que fue enviado a Checoslovaquia. Cuando él y sus tres o cuatro hermanos eran aún pequeños, su padre fue enjuicia-do y ahorcado en 1947 en Checoslova-quia, por sus responsabilidades cometidas durante la guerra. Y lo que nos dice él es lo mismo que nos comenta Welzer, que lo que se habla en la familia es que su padre era bueno y que de hecho todo lo que había hecho era combatir a Hitler. Pero a raíz de una novia checa de Malte, que es-taba muy incómoda con esa versión de la historia, Malte como documentalista comienza una investigación. Por ejemplo, encuentra en los archivos una lista con los nombres de los judíos deportados de Checoslovaquia a Auschwitz con la firma de su padre. Su familia no solo no quiere “escucharlo” sino que, me contó —ya que esto no aparece en la película—, que fue desterrado de su familia por esto. Y no es que él proponga que hay que cortarse las venas por ser hijos de un asesino, sino que introduce una visión crítica sobre su padre, pero esto es absolutamente imposible de aceptar para la familia.

En ambos casos, los autores muestran cómo los familiares de personas involucra-das en atrocidades están limitados a histo-rias contadas por los propios miembros de la familia. Por lo tanto, el ambiente familiar es resguardado de contaminación y de la contaminación potencial de la maldad (me tengo que mantener limpio de toda asociación con lo que es visto como ho-rrorífico, como nazi).

Entonces, un rol incómodo de los sitios de la memoria es cómo garantizar una hu-

manización/humanidad de los victimarios, y por lo tanto ofrecer una propiedad más colectiva del potencial de maldad.

¿Poseemos un potencial de maldad? ¿Podemos tomar cosas malas? ¿Es real-mente una habilidad humana comportar-se así? Al identificar los lugares específicos donde se cometieron atrocidades, ¿no se libera el ambiente de su propia maldad al localizarla en un lugar específico?

El campo de Mauthausen tenía cuaren-ta subcampos, algunos de los cuales es-taban ubicados en lugares prominentes, tal como era el caso de Linz o Melk. Cual-quier guía turística señala a Melk como una gran y bella ciudad pero casi nunca encontrarás escrito que hubo campos de concentración en esos lugares. Pero había cuarenta subcampos ubicados en Austria, incluyendo uno en Viena. Y sin em-bargo, la memoria colectiva no registra a Viena con ninguno de esos centros de coordinación asociados a Mauthausen. A Mauthausen sí se lo asocia con ciertos crímenes pero ¿qué imagen se asocia a Viena cuando pensamos en ella? Proba-blemente, la primera asociación de ideas no sea con los campos de concentración. A veces, los índices de muertes eran más altos en estos subcampos que en el cam-po principal de Mauthausen. Estos lugares también ofrecían muchas más interac-ciones cotidianas con la población civil local. Tenían un carácter más provisorio y estaban generalmente ubicados en las zonas industriales, fabricando armamento para Alemania y por lo tanto existía una interacción directa y diaria entre los civiles que trabajaban allí y los trabajadores for-zados y las condiciones de vida a las cua-les estaban sometidos. Y un dato impor-tante es que la población local también estaba expuesta a la realidad de los altos índices de mortalidad. Si bien no se sabe con exactitud, si uno se guía por los nazis, Mauthausen era el peor de los campos de concentración, porque si bien no era un campo de exterminio, el índice sigue sien-do enorme ya que estamos hablando de cincuenta mil muertes en tres meses.

Otro ejemplo de este proceso de dele-gar la responsabilidad es una de mis inves-tigaciones recientes. He entrevistado cer-

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ca de veinticuatro jóvenes de localidades cercanas a Mauthausen, de entre veinte y veinticinco años, que han venido a traba-jar conmigo por un período de ocho me-ses. El ochenta por ciento de estos jóvenes provienen de localidades que albergaban campos de concentración. Entonces in-dagué acerca de sus conocimientos sobre sus familias así como sobre sus localidades e historias del nazismo. Resulta que ningu-no sabía acerca de la historia de sus luga-res de origen, no sabían que había habido campos de concentración y que tal vez sus familiares o que casi el cincuenta por ciento de la población local podría haber estado involucrada. En cambio sí sabían de Mauthausen, que queda a quince kiló-metros de sus localidades. O sea que toda la vecindad delega en Mauthausen el ho-rror. Por lo tanto podría decirse que el éxi-to de los sitios de la memoria, como el de Mauthausen, en instalarse como símbolos de la memoria colectiva, es quizás tam-bién el exitoso olvido colectivo de todos los distintos centros de asesinato organiza-do, masivo y sistemático. Es más, los actos malditos están siendo delegados en otros al nombrar los lugares específicos, dando los nombres, mostrando sus caras.

Y para finalizar, porque el propósito es enriquecer el trabajo, quisiera sugerir algu-nas recomendaciones.

- Primero, se debe aceptar que exponer a los visitantes a las atrocidades cometi-das en ese lugar no necesariamente impli-ca una sensibilización acerca de los dere-chos humanos. La mayoría de los servicios que se ofrecen en los sitios de la memoria son recorridos a través de las instalacio-nes, con explicaciones y fotografías. Y se supone que al verlas un cambio milagroso debería ocurrir en la gente que recorre el sitio.

- No tenemos soluciones prácticas para abordar la cuestión de cómo transformar la información básica (los datos) de lo que ocu-rrió en el sitio en estructuras pedagógicas que conducirán a las conclusiones correctas. No entendemos totalmente cómo representar de manera apropiada la tortura y los asesi-natos masivos que ocurrieron en dichos sitios, porque con mostrar fotografías no alcanza.

- Los sitios de la memoria forman parte de la cultura popular, y como tal significa que habilita la banalización de los hechos. Una de las ideas principales de los sitios de la memoria es trabajar contra la ba-

nalización, ya que toman como supues-to que la gente entiende mejor, va a ser más sensibilizada cuanto menos banal y simplificada sea la propuesta. Y también, seamos sinceros, hay un lado “voyeurís-tico” en todo esto, ya que nos pasa mu-chas veces que cinco minutos antes del cierre hay personas que preguntan dón-de están las cámaras de gas para ver. O sea, cuando llegan así es que les importa muy poco todo lo demás, solo quieren te-ner la experiencia intensa de estar en el lugar donde asesinaron. La banalización es inevitable cuando hablamos de visitas de doscientas mil personas, en Auschwitz son un millón doscientas mil y en Yad Va-shem casi dos millones de visitantes al año. Es por eso que me resulta muy interesante la propuesta de la ESMA, donde uno sólo puede entrar si es con un guía —creo que solo el museo de Washington es así—. Por lo general, los sitios de la memoria son lu-gares abiertos, donde la gente hace el re-corrido que quiere y hasta podrían usarlo para distintos fines.

- Los sitios de la memoria también es-tán sometidos a distintos objetivos que a veces son muy difíciles de congeniar. Lo sagrado del sitio de entierro conviviendo con una atmósfera de aprendizaje crítico. Y en Mauthausen, donde sea que estés hay restos humanos, porque si bien hay cementerios oficialmente reconocidos, los huesos y las cenizas fueron distribuidos en todo el campo a lo largo de sus años de operaciones. Y generalmente tratamos a estos lugares con mucha delicadeza, so-mos cuidadosos con lo que decimos y por lo tanto no haríamos lo que hace cual-quier chico o joven cuando está en una salida de la escuela. La cuestión es cómo uno puede ser un educador efectivo y res-petar al mismo tiempo los sentimientos de los demás. Empatía con la víctima pero también comprensión y entendimiento de los perpetradores como seres humanos. Muchos de los sobrevivientes nos dirían de no abordar a los victimarios, sino solo sa-ber lo que hicieron. Pero cuando uno in-tenta entender qué pasó, uno tiene que comprender cómo un ser humano puede hacer esas cosas. Y creo que hacer am-bas cosas en los sitios de la memoria no es sencillo.

- Finalmente, crear convicciones y ac-ciones políticas por un lado y simultánea-mente tratar la unicidad de los hechos y evitar la simplificación y generalización de la experiencia individual no es sencillo.

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Teresa Swiebocka

El Museo de Auschwitz-Birkenau es una institución muy específica, porque de he-cho no es un museo, pero sí lo es, y es un cementerio, pero es un cementerio sin tumbas, es un instituto histórico con vas-tos archivos y biblioteca y una gran co-lección con objetos originales que fueron encontrados en el campo luego de su li-beración, y también hay dibujos y pinturas hechos por los prisioneros (de manera ile-gal, cuando estaban en el campo) o justo después de la guerra. También tenemos una profusa colección de testimonios, do-cumentos, relatos de los distintos juicios a los ex miembros de las SS, por ejemplo el del primer comandante del campo de Auschwitz. Dicho juicio tuvo lugar en Po-lonia, en 1946-1947, y fue sentenciado a muerte y ejecutado en Auschwitz. Luego hubo otro juicio, para el segundo coman-dante y tres ex miembros de las SS, y tam-bién fueron sentenciados con la pena de muerte. Estoy hablando de juicios, y nóte-se que fueron sentenciados con la pena de muerte, y acerca de esto tenemos mu-chos relatos, tanto desde los perpetrado-res como desde los testigos.

Entonces, ¿cuál es nuestra función? Te-nemos que unir todo, tenemos que ser al mismo tiempo un cementerio, un lugar de la memoria, un lugar educativo y una ins-titución histórica. Esto es muy complicado a su vez porque somos uno de los cam-pos más grandes de Europa. En estas foto-grafías, tomadas por los Aliados en 1944, pueden ver solo una parte del área de-signada como campo. Arriba se ve el lla-mado Auschwitz II Birkenau. Este campo, al principio no estaba organizado. Porque a comienzos de 1940, los nazis utilizaban un pequeño campo con veintiocho edi-ficaciones que pueden ver abajo, que fueron adaptadas para el uso del campo, y fue donde pusieron a los primeros prisio-neros. Pero la mayoría de las víctimas de Auschwitz fueron asesinadas en Auschwitz II Birkenau. Principalmente judíos. Los nazis enviaron a Auschwitz a más de un millón de judíos: 1.100.000 judíos. Y aproximada-mente un millón fueron asesinados en Aus-chwitz, la mayor parte en Birkenau. Pero nada es tan simple. A veces la gente dice que Auschwitz I fue designado como el lu-

gar para los prisioneros políticos polacos, porque las condiciones de vida eran me-jores. Los judíos fueron enviados a Birkenau por las primitivas condiciones de vida, por las cámaras de gas. Pero no es totalmente cierto, ya que el primer asesinato masivo de judíos se llevó a cabo en Auschwitz I.

En la actualidad, en el museo moderno se reconocen muy bien los dos campos, Auschwitz II Birkenau y Auschwitz I, pero no es suficiente. Porque los alemanes también organizaron subcampos, una gran red de cincuenta subcampos en las proximida-des de las fábricas de acero y municiones. Estaban localizados principalmente en Po-lonia, pero también en la República Che-ca. La mayor parte de estos subcampos fueron destruidos durante la liberación o antes, pero algunas fábricas sobrevivieron, y en muchos de estos lugares también uno puede encontrar placas conmemorativas del evento.

Auschwitz I y II cubren un área de cien-to noventa hectáreas. Y aledañas a estos dos campos se situaban las fábricas.

Los nazis construyeron en Auschwitz las fábricas de químicos más grandes de Eu-ropa. Querían producir materiales y com-bustibles y por eso organizaron estos sub-campos que luego se transformaron en Auschwitz III.

Fotografía de Auschwitz I. Muchos de estos edificios que antes de la guerra eran barracas de militares han sobrevivido, pero también fueron lugares de muerte. Como les he dicho, el primer crematorio y cáma-ras de gas estuvieron aquí. Y por ejemplo también hay un hall de ejecución, don-de mataban a la gente; entre aquellos a quienes mataban estaban los prisioneros políticos polacos, pero también judíos.

Bloque 11 era un lugar especial de muerte bajo tierra, era una prisión para todo el complejo, y allí había oficiales po-lacos y miembros de la resistencia. En el Bloque 11 se hallaba el cura católico pa-dre Maximilian Calne, quien decidió morir-se de hambre para salvar la vida de otro prisionero. Pero aquí también había judíos. Por ejemplo, después de la única gran revuelta organizada en 1944 por judíos y un comando, uno de los crematorios fue destruido, tres SS murieron, así como más de cuatrocientos judíos. Los líderes de esta

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sublevación fueron llevados a Auschwitz I, a esta prisión, y durante las investigacio-nes previas a la sentencia de muerte eran puestos allí, en Bloque 11. Esta revuelta fue posible gracias a la colaboración de tra-bajadoras judías que en ese momento es-taban trabajando en fábricas no lejos de allí, en la fábrica de Union Velker. Introdu-jeron dinamita pero fueron arrestadas por la Gestapo y puestas en el Bloque 11 y por supuesto que solo podía haber una sen-tencia: muerte por estrangulamiento. Eran públicamente ahorcados en el campo.

Como se puede apreciar, en cada rin-cón uno se encuentra con diferentes ca-sos vinculados a distintas clases de prisio-neros. En Birkenau había judíos, pero no solamente. Porque Birkenau era el campo de concentración más grande. En Birke-nau había más de trescientas construccio-nes de madera. La mayor parte de estas construcciones fueron desmanteladas por los alemanes, algunas destruidas durante la liberación, y a veces desarmadas tam-bién por la población local que regresó después de la guerra. Sus casas habían sido completamente destruidas por los ale-manes, así que construían con eso chozas para sobrevivir el invierno de 1945. Pero en Birkenau sobrevivieron casi intactas mu-chas evidencias de crímenes importantes cometidos por los nazis. En el medio están las plataformas de carga y descarga, el lu-gar de la selección de la gente que venía en los trenes, llevada a cabo por doctores de las SS. Deben recordar que los otros lu-gares de asesinatos masivos de judíos eran lugares aislados, organizados por separa-do. En Birkenau convivían con el campo de concentración. Por lo cual, durante sus más de tres años de existencia, Auschwitz cumplió dos funciones: desde principios de enero de 1942 hasta enero de 1945 fue el campo de concentración más grande para judíos y no judíos; y desde 1943 len-tamente Auschwitz se fue convirtiendo en el más grande centro de exterminio de judíos europeos. En Birkenau, los alema-nes desmantelaron las cámaras de gas y el crematorio, porque querían destruir las pruebas de sus crímenes. En Birkenau des-truyeron los crematorios, pero aun en rui-nas uno puede reconocer las cámaras de gas subterráneas, las escaleras que con-ducen a los vestíbulos subterráneos, y se

pueden ver los agujeros que los nazis de-jaron al desmantelar las calderas y destruir los hornos. Por ejemplo, en Birkenau había un edificio más grande que el crematorio o que las cámaras de gas, lo llamaban “el Sauna”. Era un edificio especial para los recién llegados, construido en 1943, y este no lo destruyeron porque no había nada que esconder. Pero las cámaras de gas y el crematorio sí fueron destruidos, lo cual es una nueva prueba de que los nazis te-mían que de sobrevivir tales edificaciones podrían constituirse como pruebas duran-te juicios contra miembros de las SS.

Y este es el problema más grande con la conservación de estas ruinas. Hubo mu-chas discusiones acerca de la preservación de estos sitios y organizamos conferencias sobre ellos, y nos encontramos con opinio-nes muy dispares. Por ejemplo, hay gente que cree que debiéramos reconstruir el crematorio, las cámaras de gas, los hornos, con gran detalle, y eso sería bueno para la educación. Pero generalmente estamos contra la reconstrucción. Pensamos que el sitio en condición original, aun en ruinas, es más importante que cualquier recons-trucción. Al principio, en 1945, los primeros directores del museo hicieron algunas re-construcciones. Pero allí fue reconstruido en el lugar, como en el caso del muro de ejecución. No queremos introducir ninguna reconstrucción, pero hay un grave proble-ma, porque qué hacemos con las paredes que colapsan, cae demasiada agua y las paredes de las cámaras de gas se están rompiendo. Estamos trabajando en ello, pero no sabemos cuál es la mejor solución. En los últimos años hemos secado el lugar, trajimos especialistas en minas para que revisen los cielorrasos subterráneos. Y allí es cuando también descubrimos más elemen-tos originales, como una ducha falsa utiliza-da originalmente en las cámaras de gas. Seguimos encontrando cosas. También lle-vamos a cabo excavaciones en Birkenau, pero de manera muy cuidadosa ya que no queremos tocar las cenizas humanas, es un cementerio. Antes, los visitantes podían ca-minar sobre las cenizas; ahora ya no.

Me gustaría también hablar de las ba-rracas de madera. Muchas veces eran construidas con madera muy blanda, por lo que tenemos que estar manteniéndolas

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seguido. Pero no queremos montar dentro de estas edificaciones comunes ninguna exhibición. En este momento no me gus-ta mucho la banalización. Y no se puede poner todo amontonado en un solo lugar. Sé que tenemos demasiados visitantes, pero tenemos lugar, especialmente en Bir-kenau. Porque en Birkenau tenemos varios grupos al mismo tiempo, y no interactúan, porque tiene ciento setenta hectáreas. Y si la gente caminara todo el campo se da-ría cuenta del espacio. Después de estar cuatro horas en Birkenau, me ha pasado que la gente me diga: “Sé que esto había sucedido, leí documentos, pero no podía entender cómo fue posible, físicamente posible. Pero después de visitar aquí, te-niendo tantas hectáreas, habiendo tantas huellas, ahora entiendo que fue físicamen-te posible, no ideológicamente”.

Como pueden ver, la entrada de made-ra a las barracas ha sido preservada, el se-gundo tipo de edificaciones de ladrillo, los baños, y dentro de estos edificios a veces puedes ver los dibujos y pinturas hechos por los prisioneros. Y la cerca. También ha-bía otro problema para nosotros: ¿cómo resolver el problema de la cerca? Hubo también discusiones acerca de cómo con-servarla, y algunos expertos nos recomen-daron no mantener Birkenau, que no de-bíamos hacer ninguna conservación en Bir-kenau, todos los restos del campo debían morir dignamente, pero que debíamos solo preservar los cercos. No estamos de acuer-do con esta opinión, aunque entendemos también que a veces el silencio y la quietud son más importantes que una reconstruc-ción falsa o algo similar. Pero hay un gran problema con la conservación de la cer-ca: hay treinta kilómetros de cerca, tres mil quinientos postes de cemento, y hace cin-co años nadie sabía acerca de la conser-vación de este tipo de lugares. Hubo una conferencia, invitamos especialistas de Alemania y Polonia, y algunos hasta quisie-ron llevarse algunos postes para conservar en Alemania. Pero dijimos no, no se puede sacar nada del sitio. Así que la conserva-ción se hizo in situ. Así que sin cambiar ni sacar nada arreglamos y preservamos es-tos postes para los próximos veinte o vein-ticinco años. Hay un componente de la arquitectura, de la atmósfera que es muy importante para nosotros.

Entre nuestra colección tenemos mu-chos objetos que fueron encontrados des-pués de la liberación, como las valijas. A veces, las encontramos con los nombres y las direcciones escritas en ellas. Y no son valijas vacías, a veces contienen sus pro-pias historias. Generalmente, en las exhibi-ciones, en Yad Vashem o en Washington DC, se ven algunas valijas como ejemplos, pero aquí hay dos mil valijas, pueden ver ochenta mil zapatos, dos toneladas de pelo humano. Son muestras masivas. Tam-bién intentamos unirlas con fotografías originales, mostrando la conexión para mostrar que por ejemplo no son objetos artificiales, de un negocio, sino que fueron traídas acá por las víctimas.

En Birkenau utilizamos un cierto sistema de explicaciones y a su vez de conmemo-ración. Porque, a veces, un espacio vacío, sin ninguna otra ayuda, puede decir cual-quier cosa. Por ejemplo, esto puede ser simplemente una calle. Pero es una calle llena de historia, porque fue en esta calle, entre la rampa de descarga y el lugar de la selección de mujeres y niños que eran enviados a las cámaras de gas y crema-torio.

Estas son fotografías únicas de Birke-nau, tomadas por un judío del Sonder Command (probablemente un judío grie-go), y a través de estas fotografías se ven las mujeres yendo a las cámaras de gas, estaban quemando cuerpos afuera del campo. Estas fotografías únicas fueron dadas a trabajadores fuera del campo, quienes las llevaron escondidas hasta la resistencia polaca en Cracovia. Y sobre-vivieron, es por eso que las tenemos origi-nales. Nos gustaría también poner, cerca del crematorio, unas fotografías tomadas por pilotos británicos en la misma estación del año, pero lleno de humo. Porque los neonazis frecuentemente nos critican di-ciendo que esas fotografías siempre tie-nen humo, y es cierto que estas fotos eran tomadas de vez en cuando. Pero en nues-tra colección hay fotografías que no se habían visto antes, con ese humo. Hasta que recientemente, en los archivos britá-nicos encontraron fotografías mostrando el mismo humo en la misma sección del campo, en la proximidad del crematorio

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5, con este mismo gran humo. Y es nuestra idea mostrarlas en el mismo lugar, porque aunque solo queden ruinas, las bases por ejemplo, éstas te pueden enseñar la histo-ria. La explicación desde ya que es muy breve, pero no quisimos dar una clase ma-gistral, solo breves informaciones. Pero es un lugar para unir pequeñas historias a los testimonios y relatos de los sobrevivientes.

En la vecindad del crematorio 2 pue-de verse el funcionamiento de los distintos cuartos. Y también por las fotografías to-madas por los alemanes se ven los hornos, y también la chimenea.

Esta otra fotografía son las ruinas del cre-matorio 4, donde incluimos también una placa, pero esta es una de conmemora-ción, no de información. Conmemora la re-vuelta de la que les hablé anteriormente.

En Birkenau hay muchos lugares con cenizas humanas. En 1995, a este lugar llegó un grupo de estudiantes y scouts de Varsovia y quisieron ayudarnos. Querían hacer algo. Así que limpiaron un área de la llamada “casa blanca”. Fue una de las cámaras de gas temporales. Pusieron cruces y estrellas porque pensaban en la conmemoración de las víctimas. Pero no sabían de la sensibilidad de los judíos, por ejemplo. Y lo hicieron porque querían lo mejor. Pero el resultado fue una verdadera crisis en las relaciones polacas y judías, y la relación entre el cristianismo y el judaísmo. Nos criticaron con que queríamos cristia-nizar el sitio, pero por suerte las estrellas y las cruces fueron sacadas por el Ministerio de Cultura. Las cruces fueron donadas a la iglesia cercana a Birkenau, y las estrellas fueron donadas al Instituto Judío de Varso-via. Después de este episodio decidimos poner placas vinculadas a las cenizas (hay nueve placas en Birkenau). Ahora hemos agregado un idioma más, pero en Birke-nau toda la información está en polaco, inglés y hebreo, y a aquellas vinculadas a las cenizas les agregamos ídish, ya que era la lengua principal de las víctimas.

El primer monumento en Birkenau fue hecho en 1948, estaba escrito en polaco, hebreo e ídish y era en la memoria de los millones de judíos que sufrieron y murieron, eran luchadores. En ese momento no era

importante que hubiera niños enviados a Auschwitz, lo importante era que toda víc-tima era un luchador. Tal terminología fue muy popular al final de los ochenta.

En 1955 hubo un segundo monumento construido en Birkenau, con la forma de una urna de cenizas humanas. Luego, el Comité Internacional de Auschwitz deci-dió organizar un concurso internacional para diseñar un nuevo monumento. Este concurso duró unos años, y fue muy difícil. En 1967 se inauguró. Pero no tenía informa-ción acerca de quiénes eran las víctimas. Tampoco los prisioneros polacos, italianos, judíos, soviéticos fueron mencionados. El texto era muy simple: “Cuatro millones de personas”. Era una descripción muy popu-lar de las personas yendo a las cámaras de gas. Dos placas en ídish, dos placas en hebreo, polaco y otras doce lenguas; este tipo de clasificación era muy popu-lar durante el comunismo. Era muy común también poner a los judíos en orden alfa-bético, así primero colocaban a los ame-ricanos y los polacos últimos. Pero es ab-surdo, porque los judíos fueron enviados a las cámaras de gas por diferentes razones y debieran tratarse por separado, y tam-bién fueron enviados a los campos de concentración desde 1942. Y los nazis en-viaron a Auschwitz los primeros transportes con prisioneros políticos polacos, setecien-tas veintiocho personas entre las cuales había algunos judíos. Pero en aquel en-tonces, los judíos eran enviados a guetos, pero algunos judíos que eran miembros de la resistencia también fueron enviados sin sus familias a Auschwitz.

Luego del colapso del comunismo, el gobierno polaco organizó el Consejo In-ternacional del Museo de Auschwitz. Para ello invitamos a expertos de todo el mun-do, sobrevivientes, pero no solo de Ausch-witz, también expertos de Yad Vashem.

Y hubo una larga discusión, porque has-ta el consejo tuvo que discutir acerca de esta placa durante dos años. Y finalmente pusieron la placa.

Pero siempre tenemos problemas, por-que después empezamos a recibir cartas de la ex Yugoslavia y de diferentes repú-blicas a las que les gustaría que las placas estén también en sus idiomas, en croata,

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en eslovaco. También recibimos reco-mendaciones para que esté en ladino, y lo hicimos. Pero como saben, la República Checa y Eslovaquia se dividieron, así que también los tenemos en esloveno y checo. No es un sitio maduro. Es un lugar muy sim-bólico por supuesto. Primero es el símbolo de Shoá, Holocausto, y también es un sím-bolo de la aniquilación. Y ha sido un tema dejado de lado durante muchos años, ba-sándose en las mismas razones racistas por las que fueron enviados a Auschwitz, no es una escala que podemos comparar con judíos, si bien es cierto que más de vein-te mil familias gitanas fueron enviadas a Auschwitz, y hasta tuvieron sectores especí-ficos dentro del campo. Pero es una larga historia y no podemos contar todo.

Durante el último año también conme-moramos que no formaban parte de los si-tios del museo. Porque como les comenté, el museo tiene unas ciento noventa hectá-reas, pero la discusión a comienzos de 1947 era que quizás el museo debiera cubrir dos mil hectáreas. Habría sido imposible de mantener porque hubiera sido tan grande, así que muchos sitios están aún por fuera y siguen sin protección y trabajo.

Gracias a la cooperación de judíos en Francia pudimos conmemorar la rampa, porque para muchos era muy importan-te recordar esta rampa de descarga. La de Birkenau se volvió como un ícono. Pero en realidad el mismo número de personas fueron subidas y bajadas en esta rampa. Estaba ubicada exactamente entre Ausch-witz I y Auschwitz II. Pero lamentablemen-te no tenemos fotografías mostrando es-tas rampas en ese momento; pero tene-mos los dibujos hechos ilegalmente en el campo, que fueron encontrados después de la liberación. Hay unos veinte dibujos mostrando la llegada y la selección de los judíos. También pudimos comprar un área donde estaban ubicadas las primeras cá-maras de gas; ahora nada queda de todo eso. Pero la tierra sigue siendo la misma.

Fotografías del monumento Roma/gita-no, de la ceremonia en un subcampo y también una placa que la población local incluyó. Aquí hay otro subcampo. Esto qui-

zás les resulte interesante aquí en Argenti-na porque aquí preservamos el edificio en su estado original. No lo pintamos, el piso es original. Pusimos placas transparentes especiales para evitar que el visitante ca-mine sobre él. Solo el cielorraso no es ori-ginal ya que se cayó y tuvimos que hacer un techo nuevo. No cambiamos la desig-nación alemana de este o aquel sector, y al final pusimos una colección de dos mil quinientas fotografías mostrando la vida de la gente antes de ser deportados. El di-seño está muy bien concebido. Y al frente de estas fotografías pusimos aquellas que pudimos identificar y asociar con sus per-tenencias personales.

Sólo hay un texto.Al final pusimos un objeto original en-

contrado en la laguna de Birkenau. Este carro era utilizado para transportar ceni-zas humanas.

Estas fotografías son acerca de distintas ceremonias…

Pueden ver Auschwitz desde afuera, a través de películas, o por realidad virtual a través de la computadora, pero estar en el lugar original crea una atmósfera diferente. Puedes sentir, tienes recuerdos personales acerca del sitio, puedes rezar, encender velas, poner poemas. Es cier-to que tenemos muchos visitantes, pero también crece el número de gente que se quiere quedar todo el día, entonces es muy bueno, porque en ese momento es bueno para abordar el tema del com-portamiento humano. Es una percepción distinta. También estamos muy contentos porque podemos ver los resultados de nuestra educación. Hace unos años orga-nizamos un curso para maestros polacos, posgraduados en estudios sobre polacos judíos, donde todas las discusiones son aquí. Y nuestros guías (tenemos doscientos cincuenta guías, ya que todo grupo de vi-sitantes debe tener un guía) nos comen-tan que siempre reconocen quién estudió aquí por su comportamiento dentro del grupo, y los maestros son absolutamente distintos en comparación con los que no y que están mal preparados.

Creo que no he dicho todo, pero es suficiente.

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MESAS DE DEBATE

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MESA 1

Representación en los sitios: los debates en torno a las diversas perspectivas

Dilemas ante las diferentes opciones de representación: preservar y/o con-servar el lugar en su estado, reempla-zo de objetos, reconstrucción parcial, expresiones artísticas. ¿Qué se busca cuando se reconstruye? ¿La recons-trucción como vuelta “artificial” al pa-sado? Los límites de la reconstrucción. Las visitas y los relatos en los sitios de memoria: qué se relata, quién relata, cómo se construye el relato. El espacio para la interpelación del visitante.

Moderadora: Judith SaidComentarista: Daniel Feierstein

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Antonela Di Vruno

La Casa por la Memoria y la Vida tie-ne nueve años de existencia, en los que hemos atravesado debates, contradic-ciones, aciertos y dificultades. Hay ciertos aspectos para desarrollar en lo que fue la reconstrucción, lo que está siendo la re-construcción de este espacio.

Frente a nuestros invitados es importan-te recalcar la presencia del Estado en esta temática, y el rol que cumplió el Estado en estos treinta años, parte del pedido de los organismos de derechos humanos de es-pecíficamente ahondar las investigacio-nes sobre lo ocurrido en el terrorismo de Estado durante la última dictadura militar, y lo que eran los ex centros clandestinos de detención, como una prueba, una evi-dencia judicial, como la expresión mate-rial de los horrores.

Así, los Estados locales, que a partir de 2003 tuvimos un contexto nacional propi-cio para desarrollar estas experiencias, nos sentamos en una misma mesa de discu-sión: organismos, Estado y profesionales.

Cuando nosotros, en Mansión Seré, nos sentamos con el Estado local, el Municipio de Morón tenía la decisión política de de-sarrollar investigaciones acerca de lo que había sucedido en la zona oeste del Gran Buenos Aires. Este circuito represivo estaba a cargo de la Fuerza Aérea y el Municipio tenía la decisión y la convicción de la in-tervención del espacio. Nosotros llegamos con un lugar arrasado, a diferencia de otros espacios que contaban con los edifi-cios. Nosotros teníamos, por donde había estado el centro de detención, una can-cha de fútbol. Por lo tanto, el lugar a sim-ple vista no existía. Entonces también esto fue una decisión: ¿qué hacemos con ese lugar? ¿Cómo lo rescatamos?

Y en el “cómo lo rescatamos” se nos presentó el desafío de rescatar el lugar y

lograr recuperar toda evidencia material que fuera aportada a la investigación, y a su vez cómo empezábamos a pensar el uso público del espacio.

Y esto es muy importante porque hay contradicciones, si no se tienen en cuenta las perspectivas diferentes, desde ciertas profesiones. Acuerdo con la importancia de la arqueología pero es más importante aún la multidisciplinariedad, y específica-mente, que distintos actores estén presen-tes para lograr este consenso.

En estos sitios hay una base que no pue-de ser discutida, que es la preservación del sitio. En esto nos tenemos que poner los profesionales un poco más firmes, por-que en muchos lugares —uno puede dar ejemplos— se han perdido fragmentos, evidencia material de sitios, por discusio-nes, por el paso del tiempo, o por malas decisiones.

Específicamente en la experiencia de Mansión Seré no es sólo que el puntapié inicial del trabajo en este sitio de memo-ria fue la arqueología, porque a través de la arqueología empezamos a visualizar los primeros rasgos de lo que había queda-do, sino también la particularidad de este espacio que estaba siendo utilizado por la comunidad. El predio que ocupó la quinta Seré, desde que se destruyó en 1985 has-ta que nosotros empezamos a trabajar en el año 2000, era un polideportivo con una amplia aceptación, con una presencia de niños y de gente mayor, con canchas de bochas y de fútbol.

Y esto nos hizo plantear: ¿qué hace-mos? ¿El sitio de memoria, un lugar —lo digo directamente— que debe ser de contemplación, de respeto, implica que no exista otra actividad en el lugar? Hoy, hablar de que estos lugares sean utiliza-dos es común, y discutimos desde otro piso. En el 2000 empezábamos a discutir estos sitios, su uso. La discusión era la no

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aceptación del uso de este sitio por la comunidad.

Nosotros, más allá de un trabajo con los organismos, pensamos que el lugar tenía que seguir siendo de la comunidad, te-nían que seguir conviviendo las distintas actividades. Porque hoy ese sitio es eso. Y ahí tenemos que tener en cuenta la im-portancia de mostrar una continuidad. La continuidad no sólo se da en el proceso de reconstrucción material de un sitio, sino también en la concepción acerca de la elaboración de los preceptos que va a lle-var esta reconstrucción.

Esto se tiene que visualizar no sólo en el concepto, sino en la acción.

Y nosotros también entendimos desde el primer momento que este lugar era de todos. Un poco Mansión Seré es conocida porque siempre introdujo en el seno de la discusión y en el protagonismo del sitio al vecino, a la comunidad, como un actor importante que tenía también mucho por decir.

Una reconstrucción debe ser discutida, con conceptos, sin temor a discutir algu-nas cuestiones.

Además decidimos no reconstruir ma-terialmente la casona desde el primer mo-mento. Tener hoy expuestos los cimientos, fragmentos de piso, parte de un sótano, es también contar la historia de este lu-gar, y representar la historia de un país, que tuvo estos sitios. Cómo se construyó, cómo llegó a ser un centro clandestino de detención, cómo se lo destruyó, cómo se intentó ocultarlo. Y esto también tiene que ver con políticas de Estado.

Para nosotros la materialidad de un sitio también cuenta, y sirve de disparador.

Nos seguimos planteando y discutimos con muchos museólogos y con distintas profesiones relacionadas qué tenemos que contar, y si tenemos que contar todo. Para nosotros, los sitios en sí mismos ya cuentan. Y son disparadores también, y para trabajar en cuanto a lo pedagógico, de toda esta historia.

Robert Kuwalek

Fue muy interesante escuchar esta ex-posición porque he tenido experiencias similares con Belzec, donde los viejos edi-ficios fueron liquidados y destruidos en

1943, así como el campo de concentra-ción. Cuando la decisión fue tomada para construir un nuevo monumento de la memoria en Belzec, una cuestión muy importante fue organizar las excavacio-nes arqueológicas para encontrar todo lo que estaba atrapado debajo de la tierra. Poco después del final de la guerra no fue sólo cuestión de destrucción por parte de los alemanes, sino también por parte de la población local que entró al territorio bus-cando oro. Entonces todo fue mezclado.

Y hasta los noventa no se hizo nada debajo de la tierra. Entonces las prime-ras excavaciones no sólo encontraron los cimientos de las barracas (fue una gran sorpresa que estuvieran aún allí); también se encontraron treinta y tres fosas comu-nes. Por supuesto que los procedimientos se hicieron acorde a las tradiciones judías, y no fueron abiertas. Simplemente se ve-rificó cuán profundas eran, y cuán gran-des. Recuerdo que cuando visité este lu-gar antes de la construcción del nuevo monumento, y se vieron los cimientos de las barracas, para mí, como historiador, fue muy importante. Es original, y sobrevi-vió bajo la tierra. Lo primero que supuse es que estaría abierto para los visitantes, cuando se inaugure el nuevo sitio de me-moria. Cuando la decisión fue tomada acerca del nuevo monumento, el comité que decidió acerca del diseño del mo-numento decidió cubrir las bases del sitio histórico por dos razones. La primera razón fue muy práctica: no había suficiente di-nero para preservar los cimientos que no estaban en muy buenas condiciones, allí no conmemoramos cámaras de gas, es-tamos conmemorando a las víctimas. Este monumento es para las víctimas, no para las cámaras de gas. El problema de dón-de estaban ubicadas las cámaras de gas es un problema académico para los histo-riadores, no para los visitantes.

Por supuesto que al principio tuve mu-chas dudas sobre eso, pero después fun-cionó cuando empecé a guiar a los visi-tantes y explicarles el simbolismo de la memoria. La memoria es creada como un inmenso cementerio judío y las fosas co-munes, por encima de lugares históricos, están mostradas en su memoria como un símbolo, rampas simbólicas, trenes simbó-licos… Hay un edificio con la forma de

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un tren que está parado en una rampa, en una rampa simbólica. O sea, todo es simbó-lico, y la gente lo está aceptando, salvo los historiadores que dicen que “es necesario mostrar el sitio original”. Pero fue cambiado tantas veces desde el final de la guerra que ahora es una gran incógnita qué mostrarle a la gente como sitio original.

Pero también hay otra situación, en Be-lzec el monumento está afuera y no tene-mos la propiedad de los edificios origina-les que están, de algún modo, conecta-dos con el campo de concentración. Por ejemplo, hay dos casas donde vivían los oficiales de las SS junto con el comandan-te, y había un depósito para sus alhajas y dinero. Y también en estas casas, prisio-neros judíos y mujeres prisioneras trabaja-ban como secretarios, cocineros y demás. Hay otro edificio, al lado de la estación de tren, con un inmenso cobertizo para la lo-comotora, que era utilizado —durante la existencia del campo— como el depósi-to para las pertenencias. En este lugar, los prisioneros judíos trabajaban clasificando estas pertenencias. También recuerdo pa-sarme un día mirando los ladrillos con las inscripciones escritas por los prisioneros, las iniciales de los nombres, las fechas, que son muy importantes para la historia. Este edificio que está arruinado pero es propie-dad privada y no podemos hacer nada con él. Intentamos negociar con el dueño, y el dueño nos dijo: “Ok, pero tienen que pagar”. No tiene ninguna sensibilidad para donarlo al museo. Y antes de la construc-ción del monumento hubo rumores; gente del pueblo dijo que él destruyó a propósi-to con fuego parte de este edificio.

Estos dos edificios, el de los soldados y el del comandante, son propiedad del Estado, del ferrocarril polaco. Desde el ferrocarril, desde el principio nos sugirie-ron comprarlo a buen precio, y cuando comenzamos a negociar y descubrieron que el museo estaba muy interesado en comprar el edificio, empezaron a poner trabas financieras, y para nosotros fue fi-nancieramente imposible hacerlo. Y esos apartamentos fueron utilizados después de la guerra como apartamentos priva-dos, entonces la deformación después de sesenta años de uso es muy grande.

Finalmente quiero agregar la situación

de Sobibor. La situación es que el campo de concentración no está ubicado en el pueblo, sino cerca de la estación de tren y dentro del bosque, entonces no había edificios originales salvo las casas de los soldados.

Actualmente es una gran discusión, después de muchos años, que quizás la buena solución para Sobibor sería com-prar estas casas. En Sobibor también rea-lizamos excavaciones arqueológicas, y se encontraron los cimientos de las barracas, algunos elementos de edificios acerca de los cuales no podemos decir nada porque el campo estaba dividido en tres partes. Y esta parte es donde había cámaras de gas, estaba totalmente separada del res-to, entonces no hay siquiera testimonios, porque no hay sobrevivientes. Para los historiados es un gran problema cómo ex-plicar qué es lo que los arqueólogos en-contraron en este terreno. Decidieron que el viejo aljibe estaba cerca de las posibles barracas para aquellos prisioneros que trabajaban cerca de las cámaras de gas y las fosas comunes, y reconstruyeron el aljibe. Pero la reconstrucción es bastante pobre. Ahora, cuando llegamos con los visitantes es muy difícil. Porque se les dice que uno está exactamente donde la gen-te era asesinada, donde había cámaras de gas, que hay fosas comunes. Y la gen-te pregunta: ¿por qué sólo el aljibe fue re-construido?, ¿cuál es el simbolismo, que la gente estuvo ahí? Todos saben que hubo gente allí. ¿Qué es más importante: el al-jibe que estaba dentro del campo o las fosas comunes?

Por supuesto que el director del museo ya decidió que las fosas comunes son más importantes, quiere cambiar la forma del viejo monumento y exponer la totalidad de las nueve fosas comunes.

Otro problema, como dije, es que el vie-jo monumento es el símbolo de la gente que ama a sus parientes, y sin embargo es una suerte de colina de cenizas. Pero de hecho durante las excavaciones arqueo-lógicas no se encontraron cenizas en esta colina, sólo piedras y escombros. Es en las fosas comunes donde está la ceniza. Pero ahora es un gran problema, porque la gente de afuera, principalmente la de Holanda (más de treinta mil judíos de Ho-

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landa fueron deportados a Sobibor), está en contra de la destrucción de esta coli-na simbólica de cenizas y de exponer las fosas comunes. Porque para ellos después de tantos años de visitar este lugar, la co-lina de cenizas es su símbolo. Y para ellos es más importante aunque no sea original. Podemos presentarles argumentos, hasta el Jefe Rabino de Polonia argumentó con ellos que las fosas comunes son más im-portantes que algo simbólico. No están de acuerdo, y como participan financiera-mente en el nuevo diseño pueden decidir acerca de qué se preserva y qué se des-truye. Entonces estoy seguro que tenemos los mismos dilemas, qué hacer con el terri-torio original cuando no hay elementos o edificios originales.

Judith Said

A propósito me interesa destacar una cuestión para así incorporar otras expe-riencias. Se nos suma un elemento en nues-tro país cuando debatimos sobre la pre-servación de los lugares, en nuestro caso son prueba para los juicios que se están llevando adelante. Por lo tanto, esto hoy

es prioritario, desde el Estado, y también para quienes cumplen funciones en estos lugares. Para el futuro, veremos. Pero hoy por hoy éstos son elementos fundamenta-les, pruebas, para constatar cómo fue el accionar represivo en el país.

Matías Manuele

Quería señalar lo mismo que Judith, que es pensar que la preservación no sólo está guiada por estas cuestiones que tienen que ver con las ciencias, con la arqueo-logía, con la antropología, con la historia, con la sociología. Lo digo porque la pre-servación, como decía Antonela, es de lo físico y también de lo inmaterial.

Cuando se plantea esta cuestión de la reconstrucción, uno puede decir “no quiero reconstruir el espacio físico”, o re-construir una parte. Pero sin duda estamos reconstruyendo los sentidos, respecto del uso, del funcionamiento, con la preserva-ción y con la investigación. Entonces, en estos criterios, entra la voluntad política respecto de la preservación de estos lu-gares. Hay una cuestión social que toca lo moral, como lo vienen señalando los in-vitados extranjeros, tiene que ver con las discusiones acerca del uso. Tiene que ver con un uso más social de estos lugares, que se plantea como demanda. No se demanda sólo un museo, como preserva-ción, un museo como transmisión y de uso pedagógico, sino que muchas veces son actores sociales implicados políticamente en la demanda por el uso de estos lugares, reclaman un uso social de estos lugares. Por ejemplo, un vecino que reclama que la comisaría no se vaya. Está haciendo un reclamo respecto del uso de ese espacio, podemos coincidir o no.

En la provincia de Buenos Aires tenemos un dilema ya que la represión no constru-yó —excepto “Olimpo” y otros lugares que conocemos— lugares especiales para la aplicación del terrorismo de Estado, sino que duplicó la propia estructura del Esta-do. Entonces, si nosotros quisiéramos re-cuperar todos los lugares que fueron uti-lizados, deberíamos desalojar el Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. Y si lo hiciésemos, si estuviéramos de acuerdo con eso, ¿cómo nos hacemos cargo de todas las comisarías?

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Tenemos que preservar los lugares por-que son prueba judicial, y la dimensión ju-rídica es un actor más al momento de este conflicto de criterios. Hay que preservar los elementos originales del 76 al 83. Los organismos de derechos humanos agre-gan la necesidad de preservar todo el uso posterior que tuvo este lugar, porque esa comisaría que siguió funcionando y trans-formando el lugar es parte del proceso de impunidad, y por lo tanto del proceso histórico de ese lugar. La Justicia que nos dice que nada se toque, “todo es prueba judicial”. Pero además, la Justicia no es un actor más, porque la Justicia es un campo donde se dirimen todos estos conflictos. O sea, estos conflictos se dirimen en las mesas de acuerdo político —como decía Antonela y como señalaba Judith al co-mienzo—, pero también se dirimen en la Justicia. A nosotros nos está pasando que los no consensos políticos en los espacios donde el Estado interactúa con organis-mos, con los vecinos y con otros actores para la decisión de estos criterios de pre-servación, esos no consensos se terminan dirimiendo en la Justicia.

Ana Cacopardo

Gracias por el espacio, poder compartir experiencias con muchos compañeros de ruta de todo el país, con quienes nos veni-mos encontrando en el marco de la red, y ahora con la posibilidad de intercambiar con el aporte de expertos como los que están aquí.

Represento a la Comisión por la Memo-ria de la Provincia de Buenos Aires.

En nuestro caso, quizá de un modo bas-tante similar a lo que refería Antonela, la comisión se hace cargo de un sitio de me-moria, que es la ex Dirección de Inteligen-cia de la Policía Bonaerense en la ciudad de La Plata en el año 2000, en un contexto nacional poco propicio. Afortunadamen-te, a partir de 2003 pudimos, al menos, empezar a compartir las preguntas que en soledad nos empezábamos a hacer al momento de hacernos cargo de ese edifi-cio. Fue un 24 de marzo.

En realidad, la bandera “Verdad, Me-moria y Justicia” anticipaba los usos que imaginábamos para esa dependencia.

La Dirección de Inteligencia de la Poli-cía Bonaerense funcionó allí hasta el año

1998, y en ese edificio estaba su archivo, que no sólo contenía información muy significativa respecto del período de la dictadura, sino que sus legajos, sistemáti-camente, empezaban a dar cuenta de la persecución política e ideológica en Ar-gentina desde 1956. Había también algu-nos documentos de los años treinta.

De manera que la primera decisión de la comisión fue la de intervenir. Una inter-vención que partía también de una con-signa muy clara: intervenir para resignificar el espacio, pero intervenir construyendo un relato que hiciera eje en marcas que claramente —marcas en el espacio físico estoy diciendo— nos permitían articular un relato de lo que había sido ese lugar y de lo que pretendíamos que fuera a partir del momento en que se convertía en sede de la Comisión por la Memoria. Un espacio abierto al público. Además, se consagra-ba a la tarea de desclasificación de los ar-chivos de la Dirección de Inteligencia de la Policía Bonaerense.

En aquel momento definimos que ha-bía tres marcas centrales para construir el relato de lo que había sido ese edificio. Una, la garita. Para los visitantes y extran-jeros: el lugar en el cual había una guardia armada en el edificio. La garita avanzaba sobre el espacio público, y para todos los habitantes de la ciudad de La Plata fue un símbolo, particularmente en los años de la dictadura, muy tenebroso. Ese espacio había que marcarlo, había que preservar-lo tal cual.

El segundo espacio fue el que encon-tramos en el primer piso. Es una casa que tiene tres plantas. En la primera planta ha-bía boxes donde se procesaba informa-ción. Prácticamente eran oficinas adminis-trativas y boxes donde se hacía procesa-miento de información. De manera que la segunda marca fue esa. Hay un segmento de la primera planta donde hay hoy una instalación donde se preservan aquellos boxes, tal cual los encontramos.

Y la tercera marca, el acceso al archi-vo, que tenía unas puertas de hierro. Un in-greso bastante tenebroso. Lo preservamos tal cual.

Los tres lugares tienen una marca es-pecífica y una leyenda que da cuenta de por qué la comisión definió preservar tal cual esos tres espacios como eviden-cia material. Porque no podíamos, en el

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marco de un proceso de resignificación, generar el borramiento de las marcas que daban cuenta de la historia de ese lugar.

Entonces: las marcas, las evidencias materiales; la decisión de intervenir; y un relato, el que construimos alrededor de la casa, fuertemente signado por la herra-mienta del archivo.

El archivo nos permite no sólo dar cuenta de la persecución sistemática en Argentina en los años del terrorismo de Estado, sino reflexionar sobre las condi-ciones que lo hicieron posible, y mucho más allá de eso, nos permite dar cuenta de la tradición, las matrices autoritarias, la tradición política que en este país inevita-blemente debemos repasar para llegar al 76, no como un quiebre producto de un terremoto que le sucedió a esta sociedad, sino como el producto de un proceso. Y lo que es muy interesante del archivo —y a partir de eso nosotros elaboramos tam-bién nuestro relato—, cómo a lo largo de la historia política reciente en Argentina se construye un enemigo. Ese otro al que ha-bía que vigilar, espiar, aniquilar. Desde los anarquistas y los comunistas, los peronistas resistentes, los delincuentes subversivos. Esa categoría, ese otro, podemos rastrear-lo en el archivo, y a partir de eso nosotros hemos construido un relato que trabaja-mos en nuestras visitas guiadas.

Pero ese archivo, aparte de ser memo-ria, es justicia. Ese archivo hoy aporta un cúmulo de documentación muy valiosa. Lo hizo primero para los Juicios por la Ver-dad. Lo hace actualmente para las causas penales. De manera que esa dimensión, la de justicia, también atraviesa el relato de la casa y se corporiza en esos archivos.

Y la tercera dimensión que nos impor-taba enormemente es la reparación. Por eso en el relato hay un pequeño corto que nosotros hemos grabado con víctimas que llegan al archivo. En cumplimiento de la ley de habeas data, todos los ciudadanos tienen el derecho de demandar copia de la información que hay en nuestro archi-vo. Y realmente eso, el momento en que la víctima se encuentra con esos docu-mentos, es un momento fuerte, muy signifi-cativo. Convierte a la casa en un espacio permanente, y al archivo en particular, y hay retazos de memoria que se recupe-ran, paradojalmente, a partir de archivos

de la represión. Pero hay allí diarios per-sonales, no hay sólo partes de inteligen-cia. La documentación es muy compleja, de muy distinto origen. De manera que el momento en que la víctima se encuentra con sus documentos es muy fuerte, que nosotros hemos grabado, con la anuen-cia —por supuesto— de varios de ellos. Esa es la tercera dimensión.

El tercer eje, también vinculado con la resignificación del espacio, es la interpela-ción del presente, cómo este pasado nos interpela en términos de la agenda del presente. Cómo ese pasado nos impone el deber de intervenir en la agenda del tiempo que nos toca transitar.

Como la casa es además sede de la Comisión por la Memoria, sede institucio-nal de la comisión, y hay un comité contra la tortura, que trabaja centralmente la si-tuación de los privados de libertad, esa es la otra dimensión que naturalmente está presente en el uso actual de la casa.

Una última cuestión que quiero mencio-nar, quizás entrando más en la instancia que es la que todos nos proponemos, las dificultades, no hay relatos lisos. Qué pasa con la apropiación de ese relato, qué pasa con los ciudadanos. Centralmente muchos alumnos de la escuela secunda-ria, también algunos grupos de la univer-sidad, y también nos ha sucedido que los vecinos empiezan a volver a ingresar a la casa, hay particulares.

La otra dimensión que quería sumar aquí, y que tiene que ver con la mesa de hoy, la idea de representación, y hemos elegido un camino de representar a través del arte.

La comisión, además del ámbito mis-mo, del edificio de la ex Dirección de Inte-ligencia, tiene un museo de arte y memo-ria donde se hacen trabajos de memoria, el aporte que nos puede hacer el arte, la fotografía, las artes visuales en general, para pensar estos temas. Poder reflexionar sobre el valor de la memoria y del pensa-miento. Es decir, hay una producción con una búsqueda de reflexión desde los insu-mos propios que tenemos. Pero luego tam-bién hay otras muestras que dan cuenta de la agenda de la exclusión social, de los privados de libertad. De los “otros”. Qui-zá, diríamos, de esos otros —en esto de la construcción del enemigo, de la cons-

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trucción de ese sujeto peligroso—, de esa continuidad histórica que también vemos en nuestro presente, que se traduce en la búsqueda de expresiones artísticas que nos permitan pensar sobre ello.

Y no es fácil pensar qué imágenes y el valor que tienen para la memoria, sino cómo trabajamos la apropiación significa-tiva de esas imágenes.

Si vamos a una muestra que refiera el ho-rror, “Manos anónimas”, de Carlos Alonso, es una representación artística, pero que ancla fuertemente en la experiencia del terrorismo de Estado. Y me parece que ese es un tópico para dar una vuelta de rosca más a lo que aquí tenemos que reflexionar. No sólo qué imágenes. Porque yo creo, o tengo la sensación, de que es aún más va-lioso, más importante, o al menos igual de importante, pensar no sólo qué mostramos y cómo lo mostramos, sino cómo trabaja-mos sobre la apropiación significativa de aquello que decidimos mostrar.

Héctor Shalom

Muchas gracias a la Secretaría de De-rechos Humanos por invitarme a ser parte de esta experiencia tan rica.

Primero, una pequeña digresión casi psicoanalítica. Cuando yo leí “Lugares de la memoria”, mi primera asociación fue: está bueno investigar dónde se radica la memoria. Si es una experiencia del cono-cimiento, si es una experiencia de la emo-ción, o si es una experiencia de la acción. Entonces, creo que es para nosotros un gran desafío saber en qué lugar del sujeto se instala la memoria.

En ese sentido, quiero hacer algunos co-mentarios desde una perspectiva, que es la perspectiva de la pedagogía. La gran preocupación de la Casa de Ana Frank en Holanda, en el mundo, y que ahora vamos a desarrollar aquí, tiene que ver con cómo se aprende la memoria; qué podemos ha-cer para que los sujetos aprendan de lo sucedido. Y entonces, si bien hay aquí di-ferentes perspectivas, por supuesto todas y cada una de ellas remiten a diferentes objetivos. Documentar para juicios, pre-servar como documentación o investiga-ción, son perspectivas estrictamente legíti-mas, yo quiero hacer algunos comentarios

vinculados respecto a estos dilemas que se están planteando, vinculados estricta-mente con la dimensión pedagógica.

La Casa de Ana Frank en Holanda, por lo menos ha asumido algunas respuestas a estos interrogantes. En principio, ha de-cidido preservar la casa tal cual fue en-contrada después de la destrucción en manos de los nazis en el año 1945. En ese sentido, se preservan sus espacios, exac-tamente como fueron encontrados, va-cíos. Y hay entonces una comprensión de esos espacios, que permiten al visitante tener dimensión de lo que fue la vida de encierro durante esos dos años. Junto a eso, que preserva el espacio tal cual, hay espacios contiguos que desarrollan infor-mación complementaria y otros recursos de comunicación.

En ese sentido, la respuesta ante este interrogante ha sido sumar las dos alterna-tivas: preservar el espacio tal cual fue en-contrado, y a su vez desarrollar espacios que convoquen a la reflexión y al conoci-miento.

Estamos nosotros en este momento creando un Centro Ana Frank en Argenti-na, en una enorme casona en el barrio de Belgrano, que durante la dictadura escon-dió a algunas personas, y fue pasaje para algunas personas antes de facilitar su exi-lio. Cuando nos preguntamos qué hacer, qué es un Centro Ana Frank en Argentina, esto abrió algunos interrogantes.

En primer lugar, decidimos no llamarlo “casa”. En ese sentido, desde el interro-gante, no generar ninguna confusión. Hay una sola casa, y la casa está en Amster-dam. Lo llamamos “centro”. Pero hay una decisión en el sentido de la dimensión pe-dagógica, de producir un espacio de la emoción, que es la recreación de la casa. En ese sentido, utilizamos la palabra “re-creación” y no “reproducción”.

Esto significa que en el centro que es-tamos desarrollando va a haber una re-creación de espacios, con objetos y en dimensiones reales, de lo que es la casa en Amsterdam. Y esto, desde el punto de vista pedagógico, está orientado a gene-rar sensaciones, emociones, de lo que sig-nificó el encierro, y comprender entonces algunas de las perspectivas de lo que Ana Frank escribe en su diario.

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Pero en este centro, que es para noso-tros un centro de pedagogía de la memo-ria, también vamos a tener un espacio de muestra permanente, donde partiendo de la historia de vida personal de Ana Frank, desde su nacimiento hasta su deportación y muerte en Bergen Belsen, se desarrolla qué es lo que ha sido la evolución del na-zismo desde su nacimiento hasta su muer-te. Es decir, el concepto es: desde una his-toria de vida, desde una niña judía, una de un millón y medio de niños asesinados, tratar de salir al desarrollo del contexto y de los procesos históricos.

Pero a su vez a nosotros nos embarga otro dilema, cuando ese es el lugar de un espacio para la memoria que parte del nazismo, frente a la realidad y la historia reciente de nuestro país. Y en ese sentido, la concepción de este centro, y la Casa de Ana Frank en Holanda, es que el nazis-mo ha sido una suerte de escuela sobre la cual diferentes dictadores han compren-dido sus mecanismos y los han reproduci-do con más o con menos diferencias.

Esto nos instala frente a un dilema com-plejo, que es un espacio de la memoria del nazismo en una Argentina sumergida, y más allá de las historias personales, como militante de derechos humanos que atra-viesa la dictadura, cómo transitar este ca-mino entre la Shoá como experiencia úni-ca, y el riesgo de que sea una experiencia aislada.

Es así que el desafío de este centro de pedagogía de la memoria es hacer un tránsito acerca de qué mecanismos del nazismo han sido también mecanismos utilizados por la dictadura.

Y también tomando esta experiencia de Ana Frank, desde qué historias perso-nales es posible desarrollar orígenes, con-textos, consecuencias, de lo que ha sido el terrorismo de Estado en Argentina.

Nosotros hemos producido un libro que refleja, que intenta transitar, asumir res-ponsabilidad sobre estos dilemas. Es un li-bro que tiene tres partes. La primera parte es la historia de Ana Frank y el desarrollo del nazismo. La segunda parte son histo-rias de víctimas de la dictadura y el de-sarrollo de la dictadura en Argentina. Y la tercera parte son doce jóvenes hoy que reflejan diversidad, y cómo estas historias interpelan a los jóvenes en nuestro tiempo.

Es un libro que tiene tres partes que son to-talmente independientes pero cada una de las partes tiene líneas que conectan, la primera con la segunda, y la segunda con la tercera.

En ese sentido, el centro que nosotros vamos a desarrollar aquí intenta recrear espacios para producir emociones. Inten-ta crear espacios para el aprendizaje, el conocimiento, la reflexión. Y en tercer lu-gar, desarrolla básicamente en jóvenes capacidades para la acción.

De la misma manera, en la Feria del Li-bro estamos en un espacio con muestras sobre Ana Frank y el nazismo, sobre la dic-tadura en Argentina y sobre aspectos que convocan a los jóvenes, a sus discrimina-ciones, a sus vivencias de violaciones de derechos en la actualidad.

Este tránsito de estos tres momentos es un tránsito complejo, es un tránsito difícil, pero el desafío de la educación no es tan-to cómo nosotros enseñamos, sino cómo nuestros educandos aprenden. Y el gran desafío —y sobre esto los interrogantes son muy grandes—, de qué manera la organi-zación de los espacios, o la selección de los espacios, sobre lo cual nosotros esta-mos debatiendo, favorece el aprendizaje.

Teresa Swiebocka

Creo que es esencial también que la conmemoración de las víctimas se hace a nivel estatal. Recuerdo el Parque de la Memoria de ustedes, es un monumento muy interesante, con los nombres de los desaparecidos y asesinados pero qué hay de las conmemoraciones individuales. Si alguien se les acerca con una placa, en la memoria de sus abuelos, de las madres de los desaparecidos, ¿qué hacen ustedes en situaciones así? En el Museo de Auschwitz, te-nemos grandes dificultades. Por ejemplo, las placas individuales puestas por fami-liares, diferentes estilos, diferentes colores, diferentes letras/tipografías… y, ¿qué se puede hacer en casos así? También he-mos recibido muchas placas así y están en los depósitos pero estamos considerando diferentes tipos de lapidariums. No esta-mos de acuerdo en poner estas placas en el área del campo porque pensamos que todo debiera tener un estilo, no queremos crear desorden en el campo, hay luga-

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res donde ni siquiera aceptamos que las mejores placas puedan ser puestas. Pero creemos que es un problema que debié-ramos saber antes. Si aceptamos tales ideas quizás sea bueno desde el punto de vista psicológico y desde el punto de vista de la conmemoración. Pero es una deci-sión que hay que tomar antes.

Judith Said

En referencia a la inquietud de las pla-cas personales que se plantea, trabajamos con referencias colectivas. Es decir, en los distintos sitios se van actualizando los datos de quiénes pasaron por ese lugar. Pero sí tenemos en varios sitios del país, y en la Ciu-dad de Buenos Aires inclusive, lugares en los cuales los familiares homenajean a sus desaparecidos: en sus lugares de trabajo, en las escuelas, las baldosas que se colo-can en distintos espacios de la ciudad, en donde desarrollaron sus estudios, o en don-de fueron secuestrados; en estos lugares es donde se los recuerda y homenajea.

No hemos tenido una demanda, por parte de los organismos y familiares, de poner placas individuales en los espacios de memoria, hasta ahora siempre la de-manda fue del conjunto, incluir los nom-bres y las fotos de todos los desaparecidos en ese lugar, y siempre haciendo exten-sión a la proyección de los treinta mil de-saparecidos.

Karel Fracapane

Sólo quería agregar a lo que se dijo, como visitante a los auténticos sitios de la memoria, como en Polonia, Terezin o Li-tuania, que son importantes no sólo para obtener información y para la educación, sino también para la conmemoración de las víctimas.

Hay un lugar donde los judíos fueron asesinados, donde hay un monumento pero sólo hay un cuarto dedicado a lo que les sucedió a los judíos, y hay una in-mensa área dedicada a la lucha de los lituanos nacionalistas contra el comunis-mo. Entonces no hay un enfoque preciso. Es algo realmente central; el Estado que esté interesado en decisiones políticas debe hacer una elección sobre lo que va a enfatizar en cada lugar. Sólo para visi-

tar un sitio de la memoria hay que tomar la decisión de qué enfatizar. Hasta en la ESMA, por ejemplo, ustedes enfatizan los centros de detención, la tortura, el aspec-to legal y algún otro aspecto. Pero para cada sitio es muy importante tener un tó-pico para enfatizar, porque entonces se vuelve transparente para ambos, las víc-timas para llorar a sus muertos, y para los visitantes que vienen. En Terezin, por ejem-plo, es imposible preservar la ciudad en-tera. Entonces eligieron dos o tres edificios en donde dedicaron un lugar para la sina-goga, pequeña, chiquita. Pero cuando se llega a esta pequeña sinagoga se siente que esta era la sinagoga, o que estas eran las barracas… donde restauraron una ha-bitación de los guetos, sólo una; de ese modo se entiende de qué se trata todo. Financieramente es imposible convertir toda la ciudad en museo, por supuesto que sería hermoso restaurarla toda, pero es suficiente con algunos lugares colocar placas informativas para informar. Pero un monumento es una gran decisión y el consenso es muy importante. Debes de-cidir qué enfatizar, dónde poner el enfo-que, y cada sitio de la memoria debería estar dedicado a un aspecto específico de esta tragedia.

En lo que respecta a la conmemora-ción individual y al lugar de las familias de las víctimas y de todos aquellos que vie-nen a estos lugares a llorar a sus muertos, tiene que ser tomado como prioridad. En la experiencia del monumento a la Shoá en París, el cual no es un auténtico sitio, la creación de una pared de nombres, que tomó sesenta años construir para juntar toda la información acerca de las setenta y seis mil personas deportadas de Francia, se ha tornado en el corazón del sitio. El sitio contiene muchas otras cosas, pero ésta es la parte importante en el sitio. Cuando se lo construyó en los años cincuenta, la idea era simplemente decir “la gente fue de-portada” lejos de sus países, sus cuerpos desaparecieron, familias enteras fueron exterminadas y no hay lugar alguno don-de los sobrevivientes puedan ir a llorar/lamentarse/apesadumbrarse. Entonces construyamos ese lugar donde puedan ir, en el corazón de París. Eso es lo que lla-man con las palabras de aquel entonces “el monumento al mártir judío descono-

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cido-anónimo”, basado en la idea del soldado desconocido, algo que ya está “pasado de moda”. En aquel entonces gracias al trabajo de los investigadores, de los historiadores, descubrieron cada vez más información individual, y pudieron responder a esta fuerte demanda de las familias. Este mártir judío desconocido no era suficiente, necesitaban un lugar don-de ir y ver el nombre de las personas que están llorando. Y pensaba en ello, porque hace unos días estaba viendo una entre-vista de una mujer en nuestro centro, en la entrevista estaba mostrando la exhibi-ción permanente y en un momento dado, ella cuenta su historia terrible (es la única sobreviviente de su familia) y dice al entre-vistador: “Sabés, en el 2005 van a abrir un nuevo centro aquí, y va a haber un muro de nombres, y van a estar todos los nom-bres de la gente de mi familia”. Y lo dice con una gran sonrisa. Y te das cuenta de que lo ha estado esperando durante me-dio siglo. De hecho, cuando uno mira ese lugar, que se parece a un cementerio por-que lo único que queda de estas personas son sus nombres... Entonces es importante enfatizar la memoria individual y la de la familia. Diría que no es suficiente el muro de nombres, pero hay que ofrecer la po-sibilidad también, si tenés la información por supuesto, de buscar más documenta-ción acerca de estas personas. Entonces, en París, cuando se concurre al muro, hay acceso a unas computadoras que permi-ten ver archivos personales: la lista de de-portación, existen fotos, y, cuando se pue-de, la historia entera de las personas.

Yariv Lapid

Gusen era un subcampo de Mauthau-sen, es un caso único el de Gusen porque se construyó antes que otros grandes edifi-cios en subcampos de concentración; en 1940 ya existía y por su tamaño era más grande que Mauthausen, el campo ma-dre. Un campo gigante, y en algún mo-mento también tuvo más prisioneros que Mauthausen. O sea que no estamos ha-blando de un sub-campo usual, sino de un caso extraordinario.

Cuando lidiamos con nuestra propia historia, con la posguerra, la historia post 45, la necesidad de la memoria que se

mencionó tanto aquí… Gusen había de-saparecido totalmente de la memoria de la posguerra. Y esto es exactamente de lo que trata una parte del proyecto “Gusen audio-caminata”, del cual se exhibe una pequeña parte en material audiovisual, para intentar abordar “la desaparición de la memoria”, que es algo de lo que ustedes se ocupan mucho. Mientras que Mauthau-sen, en marzo 1947, tenía treinta y ocho barracas intactas en el lugar, en Gusen no había ni una sola en pie, debido a una decisión de las fuerzas de liberación inme-diatamente después de la guerra; por el temor a las epidemias, destruyeron lo que había ahí. En Mauthausen la decisión fue dejar y no destruir, exactamente siguiendo las líneas de lo que ustedes decían: ¿qué debe ser recordado? Entonces las deci-siones que se tomaron hoy hubieran sido muy distintas a las de aquellos tiempos. La decisión tomada había sido la de destruir la mayoría de los restos históricos. Como dije, en 1947, dos años después de la gue-rra, treinta y ocho barracas estaban en pie; hoy hay tres en pie en Mauthausen. Entonces ha sido una decisión conscien-te en 1947 hasta 1949 de destruir la mayor parte de la evidencia histórica en vistas de una narrativa que intentaron crear; enton-ces, como dije, Gusen desapareció de la memoria. Para darles un pequeño ejem-plo, un joven colega del museo que vive en Gusen me contó que hace poco tiem-po atrás hubo una reunión de las perso-nas que viven allí. Y la gente que compró casas en esos terrenos no tenía ni la más mínima idea de que habían comprado en un sitio donde habían ocurrido masacres. Hubo ambivalencia por parte de esta gente, algunos sí sabían muy bien lo que había ocurrido, pero el hecho de que los recién llegados no supieran significa que no se estaba hablando de ello. Estamos hablando de esto hoy, 2009, en los últimos años la gente no hablaba de eso. La am-bivalencia de esta memoria es parte de este proyecto. Y esta “audio-caminata” que Christophe Mayer creó —es un artis-ta que vive en Berlín actualmente— es su intento para lidiar con el pasado del lugar en el cual él creció. De manera muy única, permite caminar a través de un tipo de su-burbio normal, un pueblo moderno hoy en Austria y luego, en algún momento, se sale

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de la zona construida y se camina a tra-vés de los campos aledaños a éste y otros pueblos través de lo que fue un lugar de asesinatos masivos y genocidio. Se cuenta la historia del lugar que ya no se puede ver, y lo hace de manera única y exitosa. Esto, como podrán imaginarse, ha suscita-do muchas discusiones en el pueblo, así que ahora estamos elaborando un nuevo taller basado en esto, en el cual hacemos juego de roles actuando una discusión de gente viviendo hoy en Gusen, después de tanto tiempo, y en el juego de roles se supone que deben actuar diferentes posi-ciones que toma la gente que vive actual-mente acerca de esta “audio-caminata”.

Ha creado una nueva realidad, en el pueblo. Porque la gente está sentada, ha-ciendo un asado en su jardín y alguien que pasa por allí los mira con muy malos ojos culpándolos por lo que allí en ese lugar su-cedió hace tanto tiempo atrás. Esto hace un punto de contacto con la cuestión con la que ustedes están lidiando: ¿cómo in-tegramos esto con lo que la gente está viviendo hoy? ¿Cuáles son exactamente vuestros objetivos en esto? Es una historia muy complicada, que después de tanto tiempo está aún irresuelta.

Daniel Feierstein

Aparecieron muchos elementos muy enriquecedores, muy discutibles, tanto en la jornada de ayer como en la de hoy.

Rescaté algunas cosas más como pro-blemas abiertos. Es más sencillo, pero siempre es un buen paso pensar qué se-ría poco útil realizar, más que qué sería útil realizar, como modo de ir descartando al-gunas cuestiones.

Un elemento que aparecía como cru-cial, y que lo sintetizaba, a mi modo de ver, Ana Cacopardo en su intervención, es esta cuestión de cómo producir una apro-piación significativa, o cómo interrogar la problemática de los sitios de memoria des-de la capacidad de producir apropiacio-nes o ajenizaciones. A quién interpela, a quién va dirigido. Cómo cada modalidad de pensar los sitios implica a distintos sujetos que son interpelados, y hacerse responsa-ble, en el sentido de qué interpelaciones uno produce, qué tipo de apropiaciones o ajenizaciones produce con cada una de

las decisiones que circularon aquí en la dis-cusión, durante la mesa.

Yariv planteaba ayer la posibilidad de que uno de los modos de interpelación fuera la capacidad del reconocimiento de la potencialidad genocida. Esto de no quedar fuera del análisis, sino verlo en su propia capacidad. Yo pensaba quizás en un paso más a esto, recuperando el apor-te de un filósofo alemán que pensó la ex-periencia del nazismo sin mucho éxito en cuanto a su capacidad de influencia, que fue Karl Jaspers. Es decir, pensando no sólo en la potencialidad genocida sino en la responsabilidad, en los distintos niveles de la responsabilidad de cada uno de los sujetos que atravesaron una experiencia, como aquellas experiencias de las que estamos hablando aquí, en sus diversos roles potenciales, en sus diversos roles rea-les. Creo que sería una cuestión a pensar cómo lograr modalidades de construc-ción, de elaboración, de la experiencia en los sitios de memoria que pudieran in-terpelar —decíamos— ya no sólo desde la capacidad de apropiación, sino desde la capacidad de preguntarse por los niveles de responsabilidad.

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Y en ese sentido decía no sólo la respon-sabilidad que implica la potencialidad ge-nocida, sino la potencialidad o la realidad de la insolidaridad, de la potencialidad o la realidad de la complicidad, la poten-cialidad o la realidad del error político. Es decir, de distintas variables que circulaban en la experiencia, y que creo que podrían colaborar en esta idea de pensar los mo-dos de apropiación significativa.

Una segunda dimensión —que me pa-rece que circuló tanto ayer como hoy— es esta cuestión de la banalización o natura-lización del horror. Es decir, cómo enfren-tarse, o cómo no caer en una lógica de la banalización. Y ahí, decía ayer, no se trata de mostrar y que el mostrar logre efectos automáticos. Planteaba un concepto que me parece interesante: el de la memoria dañosa. Es decir: no cualquier modo de memoria es una memoria que necesaria-mente colabora con la prevención, con la confrontación de los efectos de una prác-tica genocida.

Y en ese sentido, una pregunta que también me parece pertinente, y articu-lada con la anterior, es quién, para qué y cómo debe visitar un sitio de memoria. Esto de poder abandonar la lógica del marketing que se mencionaba ayer. Si el sitio de memoria debía lograr que todo el mundo pase y cuanta más gente pase mejor. La pregunta es: ¿todo el mundo debe pasar por un sitio de memoria? ¿To-das las edades, en todo momento? ¿Para qué alguien debiera circular por un sitio de memoria? La cuestión es qué interrogan.

¿Estudiantes de nivel primario, de nue-ve o diez años, deben pasar por un sitio de memoria? O quizá las discusiones o las in-terpelaciones a la responsabilidad se vin-culan a una etapa evolutiva donde esto pueda ser procesado. Entonces involucra también lo pedagógico. ¿Es necesario construir una pedagogía para los niños?, ¿o quizás esto logra un contraefecto, esto de mostrar un horror respecto del cual no se está preparado para poder procesar, para poder apropiarse significativamente de estos elementos del horror?

Quizás a mí me impactó un documental israelí muy provocativo, pero muy intere-sante, Difamation, planteando la cuestión del antisemitismo más que nada. Pero el protagonista acompaña a estudiantes is-

raelíes que van a hacer una visita a Auschwitz, y es muy interesante en las entrevistas que hace después, cierta construcción de un discurso sobre lo que ha ocurrido en la Shoá, qué produce en esos estudiantes is-raelíes de diecisiete, dieciocho años, y en muchos casos, cómo refuerza tremenda-mente sus prejuicios antiárabes, su lógica de “si yo soy heredero de este sufrimiento, no quiero más este sufrimiento”, pero no “no quiero más este sufrimiento en el mun-do”, sino “no quiero más este sufrimiento para mí, entonces a todo aquel que me haga sufrir le haré todo lo que sea nece-sario para no volver a sufrir”. Esta es una interrogación necesaria respecto a qué produce cada discurso, cómo interpela, cómo apropiarse, a quién va dirigido.

Es una discusión que ha circulado en Argentina también. En Argentina y en las experiencias que nos han ilustrado aquí, ¿un sitio de memoria es para que lo visiten juristas? ¿Un sitio de memoria es para la so-ciedad que lo vive? ¿Cómo se construye esta lógica? ¿Es un espacio turístico, un es-pacio para la reflexión? ¿Un espacio para la reflexión de quién?

Otra cuestión que circulaba es qué se hace en esta lógica con la conmemora-ción. ¿Es un espacio de conmemoración, un espacio de reflexión? ¿Cómo se vincula la conmemoración con la interpelación?

Estas cuestiones me parece que han circulado.

Y un tercer nivel, que quería señalar, es cómo este nivel de la apropiación o de la interpelación varía con las distintas gene-raciones. Esto es: la apropiación significa-tiva, o la interpelación de la generación que vivió una práctica de horror, no es equivalente a la generación de los hijos, ni es equivalente a la generación de los nie-tos. Esto es, cada una tiene su nivel de es-pecificidad, y entonces habría que pensar que quizás un sitio de memoria también podría ir transformándose con el tiempo.

No es lo mismo la responsabilidad de aquel que vivió desde algún lugar esos hechos, como sobreviviente, como per-petrador, como ciudadano, como vecino insolidario, como miembro de una organi-zación política, que aquel que es hijo de alguien atravesado por el terror, partícipe del terror, y que sí vivió algo, pero lo que vivió fue su relación con esos padres atra-

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vesados por el terror, que genera otra se-rie de interrogaciones.

O se mencionaba —que es la expe-riencia europea, aquí todavía nos falta, pero estamos llegando— qué ocurre con la tercera generación, qué ocurre con la reconstrucción de un relato familiar. Esto que mencionaba Yariv de “¿fue o no fue mi abuelo un nazi?”. Cómo se pueden in-terpelar desde un sitio de memoria las re-construcciones de la identidad familiar y de la saga familiar.

Hay algunas cosas más puntuales, que me parecen también importantes.

Una, la especificidad clara, en el caso argentino, de la evidencia material en relación a los juicios abiertos. Y los juicios abiertos que van a continuar. No es un hecho que se vaya a acabar inmediata-mente, hay muchos juicios abiertos, existe la posibilidad de que nuevos juicios se va-yan abriendo. En ese sentido, una particu-laridad no menor. La mayoría de los luga-res que funcionan como sitios de memoria son sitios de prueba, y ese elemento debe jugar un papel en las discusiones. Esto apa-recía en las distintas intervenciones.

Y lo que señalaba en su última interven-ción Irit, me parecía interesante también para tomarlo en cuenta en las discusiones que se están dando en los distintos sitios, esta cuestión que ella marcaba como “énfasis” de los distintos posibles discursos. Y sobre todo me parece que más que en-contrar una respuesta, que creo que no la vamos a encontrar, cuál sería el énfasis apropiado, creo que un modo de abor-

daje por lo menos problematizador podría ser hacerse cargo, hacerse responsable de las consecuencias de cada énfasis elegido. Esto es: no podemos estar segu-ros de que el énfasis que le demos a un sitio sea el mejor modo de interpelar a la población que transite por ese sitio. Pero lo que no podemos ser es irresponsables de no saber que ese tipo de énfasis gene-ra ciertos tipos de efectos, y que cuando menos debemos hacernos cargo de que en algún sentido eso era lo que queríamos con sus pros y sus contras.

Me quedaba un elemento de la inter-vención de Matías, cuando planteaba la multiplicidad, y que es efectivamente una problemática, pero que también en algún lugar debiera ser recuperado. Vos decías: “no es posible a todos los edificios del Minis-terio de Seguridad de la provincia transfor-marlos en sitios de memoria”. La cuestión de la viabilidad lógica. Ahora, en algún lugar debiera poder transmitirse la idea de que toda la estructura de seguridad de la provincia de Buenos Aires funcionó como centro clandestino de detención. Aquí tenemos un desafío. Que no se puede resolver claramente en la transformación de todos los lugares en sitios de memoria, pero a su vez eso tiene que tener alguna modalidad de poder interpelar a la pobla-ción argentina pensando que cada uno de los habitantes de la provincia de Bue-nos Aires tenía a varias cuadras de su casa un lugar que era parte de la estructura de seguridad estatal y que funcionaba como centro clandestino de detención.

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MESA 2

Relación de los sitios con la comunidad y estrategias comunicacionales

El futuro de los lugares de memoria. Es-trategias de integración de la sociedad en su conjunto y de la comunidad in-mediata (el barrio, la escuela, etc.). Los sobrevivientes: los actores del tiempo pasado en relación con las generacio-nes posteriores. El dilema de la “me-moria congelada”. Hacia las memorias “de vecindad”: el espacio para las vo-ces y la acción de la comunidad.

Moderador: Gonzalo VásquezComentarista: Daniel Goldman

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Juan Arcuri

De esta subsecretaría depende el Cen-tro Cultural por la Memoria, en el viejo ae-ropuerto recuperado para la ciudad de Trelew, que ha quedado marcada en la historia por la masacre sucedida en agos-to de 1972. La recuperación de este espa-cio —que forma parte de la Red de Sitios de Memoria— ha sido un avance funda-mental, particularmente en ir despejando lo que fue un enclave, junto con la Base Naval Almirante Zar, del terrorismo de Es-tado previo al golpe del 76 y la influencia que ha generado la Base Aeronaval Al-mirante Zar en la comunidad y en la re-gión. A tal punto que no se desprendió en ningún momento del poder político, que siguió influyendo luego del advenimiento de la democracia. Hecho que se eviden-ció hace pocos años, a través de la de-nuncia de uno de los integrantes del Servi-cio de Inteligencia, sobre el espionaje que seguía realizando el área de inteligencia de la Armada Argentina.

Por lo tanto, la relación de los hechos del 72 ha estado influida por siempre a ni-vel político y a nivel social, en la proyec-ción que siguió manteniendo el terrorismo de Estado en esa zona.

En la recuperación del aeropuerto vie-jo, el espacio donde nos congregamos los miembros de diferentes organizaciones, reivindicamos la vigencia de los derechos humanos y la recuperación de la demo-cracia. Y el valor que tenía ese lugar total-mente abandonado, ubicado en la zona norte de la ciudad. Ese aeropuerto que funcionó desde finales de la década del veinte hasta fines del año 78, que era de alguna manera un centro neurálgico so-cial de comunicación, hasta quedar total-mente abandonado luego de construirse

el aeropuerto actual. Era el espacio don-de cada 22 de agosto nos juntábamos las organizaciones y se lo reivindicaba como un espacio vivo.

Bastó que a partir de 2003 se pusiera nuevamente en el tapete político la pro-blemática de los derechos humanos y el rol que debía cumplir el Estado en esto, para que se pensara en la recuperación de ese espacio. Ese espacio que por con-senso con las organizaciones, y en trabajo conjunto con la Subsecretaría de Derechos Humanos de la provincia, se lo denominó Centro Cultural por la Memoria, aunque el término siempre le cuesta apropiarlo a la comunidad y así aparece el “museo de la memoria”.

El centro, desde su inauguración el 22 de agosto de 2007, inauguración que tuvo una fuerte impronta política en todo senti-do, que venía ya llevándose adelante con diferentes hechos, porque la visita de los familiares de los masacrados, la presencia en el lugar de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación para la colocación de una placa en 2006 dentro de la Base Aeronaval Almirante Zar —en el mismo lugar donde se produjo la masacre—, ya iban marcando pautas de la significación que tenía ese hecho en la búsqueda de memoria, verdad y justicia.

El Estado de Chubut, a través de la Subsecretaría de Derechos Humanos, fue acompañando este proceso. Y el espacio, de alguna manera, es un espacio abierto a otras expresiones. Hay una muestra per-manente sobre lo sucedido en agosto del 72 pero a través de colaboraciones y de trabajos conjuntos con la Comisión Provin-cial por la Memoria, con el Museo de Arte y Memoria de La Plata, con el Museo de la Memoria de Rosario y con otras organi-zaciones, hay muestras permanentes, que

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van rotando por toda la provincia. Todo aquello que se muestra en el aeropuerto viejo de Trelew también se comparte con Comodoro Rivadavia, con Esquel, con Puerto Madryn.

Y en ese espacio abierto a la comuni-dad, con la visita de estudiantes y vecinos de la ciudad, esta relación se da, paradó-jicamente, de a poco. Vecinos de toda la vida que no habían vuelto al aeropuerto, vuelven con sus hijos adolescentes, estu-diantes que están en La Plata, en Córdo-ba, en Buenos Aires, y tiene otra significa-ción. Quedó un terror velado en toda la comunidad de lo que significaba recordar el 22 de agosto. Un terror que quedó evi-denciado con el allanamiento a la Base Aeronaval en 2007, donde se comprobó que el espionaje y la persecución se se-guían haciendo sobre cada uno de los actos de recordación del 22 de agosto, que es una fecha particularmente sensi-ble para la Armada.

Las medidas que ha tomado el Estado a través del Ministerio de Defensa, defi-niendo que el área donde se produjo la masacre también sea un espacio para la recuperación y la promoción de los dere-chos humanos, han sensibilizado notable-mente a toda la comunidad. Antes había todo tipo de medidas para la visita de la base y ahora simplemente con un trámite administrativo podemos acceder en cual-quier momento a ella.

No quiero dejar pasar por alto, porque es parte de nuestra historia en ese lugar, que frente al terror que se dio en los he-chos de agosto del 72, está también la demostración de coraje cívico que signifi-có la asamblea popular que se desarrolló en octubre del 72, como reacción ante la detención de diecinueve vecinos de la ciudad, que habían formado parte de la Comisión de Solidaridad con los Presos Políticos de Rawson, que fue un hecho de nobleza ciudadana y de coraje. Y que asimismo, desde la subsecretaría venimos trabajando con la Sociedad Española de Trelew, propietaria del Teatro Español don-de se desarrollaron esos acontecimientos, para su señalización. Porque fue parte de una historia muy fuerte de la ciudad.

En este año y medio de trabajo dentro del Centro Cultural por la Memoria del ae-ropuerto viejo de Trelew, luego de la im-

pactante visita que significó el 21 de agos-to de 2007 —previo a la inauguración— de los ex presos políticos de los setenta a la cárcel de Rawson, ha sido notable la afluencia de gente vinculada a esa histo-ria por diferentes motivos. Militantes o pa-rientes que pasan por Madryn o que van de viaje a la cordillera y necesitan estar en ese lugar, necesitan vivir esa comuni-cación íntima que se da en cualquiera de los lugares que visitamos: la ESMA, el Par-que de la Memoria. Y sucede allí: en plena meseta patagónica y con el rostro de los diecinueve compañeros, contemplando desde el fondo de la historia.

Gonzalo Vásquez

Quería precisar un poco más la pro-puesta, en relación a pensar si hay una estrategia desde estos lugares. En el caso argentino, todos estos proyectos surgen de un reclamo histórico de los organismos de derechos humanos, que se plasma en estos últimos años con una fuerte interven-ción del Estado para llevarlos adelante de manera conjunta con las organizaciones. En muchos casos mediante la creación de órganos de gestión estatal con diferentes niveles de autonomía y autarquía, con participación de las organizaciones socia-les en el Estado y en los espacios de deci-sión y debate. La pregunta está orientada a pensar cómo se trabaja con los sectores que concurren a los sitios o habitan o cir-culan por su entorno.

Rubén Chababo

El sitio al que voy a referirme está ubica-do en el centro de la ciudad de Rosario y es un edificio muy importante, donde fun-cionó el Segundo Cuerpo de Ejército du-rante los años de la última dictadura.

Lo interesante de este sitio es que hasta el día de la fecha está ocupado, porque pertenecía a un particular, y desde que fi-nalizó la dictadura tuvo otros usos. Desde hace algunos años funciona allí un café Hard Rock, con un peso de atracción para el público joven y no tan joven de la ciudad.

Entonces, estos años, a pesar de que el inmueble pertenece al municipio de Rosa-rio y de que nosotros estamos proyectando

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nuestro traslado e instalación allí próxima-mente, ha generado no pocas polémicas. Creo que uno de los territorios de memoria más interesantes de los últimos años en la ciudad de Rosario pasa por las polémicas más que por el lugar físico concreto. Por las polémicas que ha generado el hecho de que se tenga que quitar este Hard Rock para que allí comience a funcionar el Mu-seo de la Memoria.

Quiero aclarar que este lugar no fue un centro clandestino de detención, sino la sede del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército. A pesar de que en el imagina-rio popular la gente diga o crea que allí se torturó.

Hace poco, estábamos con una com-pañera haciendo las visitas a este sitio para poder desarrollar el proyecto —ya tenemos definido el proyecto técnico y el museo viene funcionando hace tiempo en otra sede—, y ella me pregunta: “¿A vos te parece que a alguien, de toda la gente que está por aquí, le interesa lo que estamos por hacer nosotros acá?”. Y la verdad es que la pregunta me shockeó, me perturbó. Yo miraba el entorno donde estaba ubicado el Comando del Segun-do Cuerpo de Ejército, que podía ser cual-quier otro (o no tanto) y no le pude res-ponder inmediatamente. Tal vez militan-temente le digo: “Sí, porque a la gente le interesa que aquí funcione un museo de la memoria”. Pero no pude responderle con tanto énfasis que a la comunidad (no digo “el barrio”, porque está en el centro y es múltiple la gente que pasa por ese lugar) le interese que ahí funcione un museo de la memoria.

Por otra parte, si uno recorre la prensa de los últimos años y los debates en Face-book y en blogs, lo que se dice en buena parte de quienes impulsamos los trabajos por la memoria, son cosas bastantes duras de leer y fuertes de soportar. En realidad, tenemos que reconocer que hay una par-te importantísima de la sociedad que pre-senta un margen de resistencia a, primero, quedar sin este lugar de diversión. Y por otra parte, creo que lo que también está por atrás es que tal vez no les interese el tema. Quizá el tema del terrorismo de Es-tado y los derechos humanos no sea una cuestión que participe en su primer nivel de agenda.

Todo esto lo relaciono porque también tiene que ver con los vecinos.

Hace poco acompañé, junto a orga-nismos de derechos humanos, una reco-rrida por los centros clandestinos de de-tención de Rosario, donde se iba a realizar un señalamiento. Era una caravana que se hacía el 23 de marzo. Me interesó la di-ferente percepción. Yo no había estado en la organización, solamente acompa-ñaba. Y es interesante: la gente que la había organizado sentía que cada vez que pasábamos frente a esos lugares, los vecinos de esos lugares estaban esperán-dolos gozosos para memorizar ese sitio donde en el pasado había acontecido un hecho de barbarie. Yo no veía eso. Yo veía que la gente miraba como si fueran personas absolutamente extrañas, con un mensaje que a ellos les parecía totalmen-te extraño en una gran cantidad de ca-sos. Y entonces me dije: ¿Qué es lo que realmente estamos viendo de esto? ¿Qué estamos haciendo? Y pensaba en las di-ferentes percepciones que tenemos res-pecto de nuestra tarea. Porque a veces, cuando uno está muy adentro, ve una cosa o quiere verla para poder justificar el trabajo que está haciendo. Con esto no quiero decir que el Museo de la Memoria o los señalamientos no se deban hacer. Yo creo que se debe seguir trabajando, no cabe la menor duda de todo esto. Pero hay una dimensión de lo imaginario y hay una dimensión de lo real respecto a la im-portancia que tienen estos lugares y estas acciones en las tramas urbanas y en las sociedades en las que vivimos.

Mi experiencia da cuenta, en gran par-te, de eso. Me refiero, por ejemplo, a los públicos. Más de una vez debemos asumir que las caras son muy parecidas, en bue-na parte de los trabajos que hacemos, a las de las reuniones de trabajo, conferen-cias y muestras. También me pasa en el Museo de Bellas Artes, de Arte Contempo-ráneo: veo siempre las mismas caras. Pero que se encarguen ellos de ese tema. En el tema nuestro, yo veo generalmente las mismas caras. Y creo que sobre eso debié-ramos trabajar enfáticamente.

Con respecto a las estrategias, para ver cómo se llega pienso que todavía falta hacer estudios serios, sociológicos, sobre las comunidades en las cuales estamos,

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para ver realmente los grados de interés y de aceptación. Y creo que todavía no están hechos. A veces pasan por el mu-seo jóvenes de las carreras de Sociología o de Ciencias Políticas y tienen como ta-rea investigar el museo y traen algunos datos que relevan que no son favorables en general. Sobre esto creo que habría que trabajar y poner en discusión. Quiero describir las características de un territorio —o de un horizonte— bastante complejo, que nos impulsa, nos obliga a desarrollar un gran desafío.

Concretamente, en el caso del Museo de la Memoria de Rosario, en poco tiem-po más vamos a estar ocupando una de las esquinas más bellas y centrales de la ciudad. Y vamos a tener que “competir” con lo que se está yendo de allí, que es un polo de atracción, un lugar absolutamen-te luminoso, un lugar del que la gente se resiste a ser despojada.

Quiero decir algo que es anecdótico. Son interesantes todas las disputas simbó-licas que dispara el Museo de la Memoria y el Rock & Feller’s, como se llama el bar en cuestión. Pero ahí estamos, con la me-moria del terrorismo del Estado. El dueño del inmueble es armenio y los capitales del Rock & Feller’s son judíos. Lezama Lima di-ría “las causalidades concurrentes”, pero estamos todos los herederos del genoci-dio ahí, disputando como en Jerusalén, por un pequeñísimo lugar.

Emiliano Fessia

Antes de aportar a la polémica, quiero contarles un poco sobre el Espacio para Memoria y Promoción de los Derechos Humanos en el ex centro clandestino de detención, tortura y exterminio “La Perla”, que es el nombre oficial que elegimos po-nerle. Como decía Daniel, nos hacemos cargo de los nombres que elegimos, pero luego tiene otro nombre: el “Museo de La Perla”.

Ahí hay un conflicto con la comunidad, de estrategias comunicacionales o de in-terpelación o como queramos llamarlo.

Uno construye un sentido político en la nominación de estos lugares, una in-tencionalidad. Y hay otras nominaciones diferentes con las cuales uno empieza a negociar.

“La Perla” está situada a doce kilómetros de la ciudad de Córdoba y allí tenemos el “Espacio para la Memoria”. Son tres hec-táreas y media, rodeadas de terrenos mili-tares. Es decir, el vecino más próximo que tenemos como espacio de memoria y con el cual nos relacionamos de alguna mane-ra, son las Fuerzas Armadas argentinas.

Entonces eso ya genera toda una con-flictividad, que estamos resolviendo, por la tenencia de la tierra. Si bien hay un gesto político de cesión y de paso del Es-tado nacional argentino desde el Ministe-rio de Defensa a la Comisión Provincial de la Memoria de Córdoba, una disputa que tenemos con el vecino inmediato —las Fuerzas Armadas— es si esas tierras se tie-nen que pagar y cuál es su valor. Y si hay que pagarlas, a quién le correspondería hacerlo. ¿Se paga por un centro clan-destino de exterminio? Una pregunta. Y la expreso como uno de los ejes conflictivos que tenemos.

Otro aspecto es cómo trabajamos con la comunidad cercana más inmediata, que es Malagueño, que está enfrente, a unos tres kilómetros, separada por una ruta nacional. Es decir, hay una separa-ción material y simbólica muy grande ahí, pero es un lugar plagado de memorias sobre “La Perla”. Por nuestro trabajo co-tidiano, tenemos que ir ahí a comprar la comida, las bombitas de la luz, etc. En un pueblo chico. “¿Usted quién es, de dónde viene?” son las preguntas de rigor. “Estoy trabajando enfrente”. “Ah, en el Museo de La Perla”. Y empiezan los relatos: “Yo no sé nada pero me contaron que…”.

Entonces, una primera estrategia —re-cién estamos empezando este trabajo de relación con la comunidad— podría ser la investigación de estas memorias o de es-tos relatos de memorias que se construyen sobre el espacio. Más que definir nosotros, de entrada, cuál es la relación que vamos a tener con las memorias de Malagueño, primero deberíamos investigar qué memo-rias circulantes hay en el lugar para cons-truir la propuesta del espacio. Estamos en esa etapa.

Tanto “La Perla” como la D-2 y, próxi-mamente, el ex CCD “La Ribera”, son los tres ex centros clandestinos que forman parte de la estructura de la Comisión Pro-vincial de la Memoria de Córdoba. Y so-

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bre lo que hemos discutido bastante allá es sobre este concepto de territorialidad de los sitios de memoria.

Si bien uno puede hacer una estructura general de la red represiva, como propo-nía Matías, hoy estamos en el mismo deba-te: ¿qué hacemos? ¿Poner una placa en todas las comisarías? ¿O hacer simplemen-te un mapa interactivo que las marque?

Lo que sí aprendimos es que cada es-pacio tiene su propia dinámica y relacio-nes con el otro, dadas por su especialidad: “La Perla” en medio del campo, entre dos ciudades grandes; el Archivo Provincial de la Memoria en pleno centro de la ciudad de Córdoba; y el campo de “La Ribera” en un barrio urbano marginal. Con lo cual, estamos aprendiendo que la relación con el otro, con esta vecindad o comunidad, no puede establecerse uniformemente de una vez y para siempre, sino que tiene que ver el otro real que está ahí. Porque estos espacios tienen un antes, un durante y un después del campo.

Quizás lo que nos está pasando ahora es que conquistamos espacios unos trein-ta años después de que sucedieron los he-chos, con lo cual estuvo todo ese tiempo de uso de los lugares. En algunos casos, un Hard Rock; en otros, como el nuestro, si-guió estando la institución militar, durmien-do en el mismo lugar donde dormían los detenidos-desaparecidos. Hay un sentido puesto ahí: muchos de los que están visi-tando hoy en día el sitio —hace muy po-quito que abrimos— son ex colimbas que durmieron en la cuadra, lugar en el que nosotros estamos relatando cómo esta-ban los detenidos-desaparecidos. Enton-ces, ¿qué hacemos con ese sentido, con ese otro de la comunidad? Es lo que esta-mos debatiendo.

Sintetizo: ¿cómo podemos sacar del de-bate líneas estructurales que nos permitan trabajar en lo concreto, pero sin que per-damos la territorialidad real que tenemos? Porque si no, podemos caer en algo muy peligroso que es: “en los sitios de memoria lo que hay que hacer con la comunidad es esto”.Y creo que ahí empezaríamos a equivocarnos.

Lo otro es mucho más difícil, porque significa traer saberes que no necesaria-mente son los construidos por los organis-mos de derechos humanos, sino saberes

profesionales, de las ciencias sociales. Y lo que trabajamos nosotros, en el caso de “La Perla”, para lo que es espacio de due-lo y memorial, incluye traer diferentes ma-nifestaciones religiosas y reflexionar sobre cómo se procesa el duelo desde diferen-tes identidades, entre otros aspectos.

Estos son algunos de los meollos del de-bate que hoy estamos atravesando en este espacio recientemente abierto, el 24 de marzo pasado.

Yariv Lapid

Sólo quería hacer una pregunta sobre las intervenciones que surgieron hasta ahora, concerniente a la cuestión de in-tegrar a los perpetradores en el discurso. Siempre es un tema éste de la integración en el discurso del ambiente/ámbito de aquellos que eran perpetradores directos. No sé hasta qué punto es relevante formu-lar esta pregunta tan abiertamente, pero lo haré de todos modos: ¿hasta qué punto están interesados en integrar al perpetra-dor en sus discusiones? ¿Existe tal interés? ¿Quieren escucharlos? Porque general-mente existen como “dos polos” entre los cuales podemos desplazarnos, y cualquier opción que elijamos vamos a causar una reacción del otro lado; no hay un vacío. O sea que cualquier elección que hagamos tendrá sus consecuencias en la reacción pero la cuestión que me interesa es si es-tán interesados en aquellas personas que estuvieron involucradas de distintas mane-ras en la perpetración, porque también en la perpetración hay distintas zonas grises acerca de lo que fue su involucramiento. Entonces un estudiante que simplemente vivía allí en los dormitorios, no era lo mismo que un comandante que tomaba deci-siones, y a nadie le gusta que lo pongan en un lugar en el que no estaba. Somos todos sensibles y conscientes de eso. Creo que esto es algo que ustedes tienen que decidir. ¿Hasta qué punto están interesa-dos en estas personas? En los diferentes roles que jugaron, se podría decidir —por ejemplo— que aquellos que tomaban decisiones deben estar totalmente afue-ra del proceso de integración, solamente deben ser procesados y listo. Quizás esto sea una decisión ética y aceptable. Pero la mayor parte de la gente no estaba en

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esos lugares. La mayoría estaba en posi-ciones subalternas a las de toma de de-cisión. Pero podrían ser encajados como perpetradores contra su propia auto-ima-gen/auto-percepción, a través de las re-presentaciones que crean en esos sitios. Los empujan hacia interpretaciones que no tienen acerca de sí mismos. Pero para no irme de la pregunta, ¿están interesa-dos en estas personas? ¿Juegan un papel para ustedes en la toma de decisiones?

Robert Kuwalec

Pensando en mis experiencias en Belzec, donde la comunidad es muy complicada, quiero comentar que hasta hoy en día vi-ven allí familias que colaboraron con los oficiales de las SS de los campos y tenían muy buenas relaciones con los guardias ucranianos. Aún viven las mujeres que te-nían amoríos con los guardias y hasta viven los hijos de estos guardias. Aprovecho para preguntar a Yariv si ha tenido la experien-cia u oportunidad de hablar con los perpe-tradores o los colaboradores. ¿Tienes una experiencia propia de conversación con ellos? Tengo que decir que es muy difícil. Y nunca, durante mi trabajo en Belzec, nun-ca quise tener contacto particular e inte-grarlos en mi trabajo. Porque para mí, per-sonalmente, es muy difícil hablar con ellos.

Recuerdo dos entrevistas, con dos muje-res, una cuyo esposo era un guardia ucra-niano, él era una persona muy especial porque operaba con las SS, en la máquina que proveía la cámara con gas. Y la segun-da era la hija de un panadero en Belzec, quien horneaba el pan para los soldados del campo, y su familia tenía muy buenas relaciones con ellos. Esta mujer me dijo abiertamente: “sabe, en el rincón de mi cuarto hay una silla donde Himmler se sen-taba todos los días y tenía muy lindas con-versaciones con mi padre; y era una per-sona muy buena y agradable”. Cuando le dije: “¿sabe que a Himmler los prisioneros le llamaban Coldway, porque disparaba con un revólver en el campo a la gente por di-versión?”, ella se sorprendió y dijo: “Oh, no es posible, él era tan agradable”.

Pero lo peor fue la entrevista con la es-posa del que operaba en la máquina de gas. Ella dijo con tanta apertura todo lo que sabía acerca del campo por medio

de su marido y acerca de su motivación de por qué se casó con él durante la gue-rra y no antes. Sucedió cuando estaba en Bergen, porque no era originario de ahí. Entonces, cuando le pregunté “¿sabe lo que hizo en el campo?”, ella dijo “sí, por supuesto”. Y le pregunté: “¿por qué se casó con esta persona? Explíqueme por-que no puedo entender, para la gente normal es aberrante”, me respondió: “Yo era estúpida, joven, tenía diecisiete años y mi padre me dijo que si quería ser una puta, más vale ser una puta oficial”. Me dijo que no era la única que se casó o que tuvo hijos con los guardias del campo. Yo sé exactamente que fue su decisión, inde-pendiente, ya que en el trasfondo estaba el oro del campo. Entonces hay momen-tos muy difíciles en las conversaciones con las personas de la comunidad.

Debo decir que hasta la fecha tengo muy buenos contactos y relación con la escuela local, y el rector de la escuela es una persona muy abierta que sabe que es muy importante contarles a los niños lo que ocurrió, especialmente a los niños de este pueblo. Pero los niños son de otras fa-milias. Todos los años hago de guía para el año inicial del Gymnasium. Es ahora una costumbre, todos los septiembres, cuando comienzan las clases, la escuela manda a los chicos para explicarles lo que sucedió y no les pregunto a los niños de qué familia son. Los maestros han relatado que los chi-cos son de muy distintas familias y que yo debería ser muy cuidadoso con lo que ha-blo en presencia de los chicos, porque ellos sólo explican que el Holocausto era horri-ble. Pero después esos chicos cuentan en sus casas lo que han hecho en el campo —porque aún lo llaman así, no es un museo, es un campo— y puede haber reacciones muy disímiles. Entonces sé que no es sufi-ciente tener los contactos oficiales con la comunidad, que pueden ser muy buenos. Distinto es hablar con la gente normal e in-tentar, por ejemplo, preguntarles acerca de lo que saben de la historia, lo que tienen de sus padres y abuelos, no solamente a los chicos sino también a los adultos. Porque la historia sigue viva en Belzec.

Recuerdo que cuando decidí entrevis-tar a esta señora cuyo padre era el pana-dero, yo vivía en Belzec, en un cuarto de una casa de familia, porque no soy origi-

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nario de ahí. Le conté esto al dueño de la casa y su primera reacción fue: “¿Adónde vas?” Él había nacido después de la gue-rra, no fue testigo de lo que sucedió, pero su contacto con esa gente y su opinión acerca de ellos en muchos casos sigue tan viva como durante la guerra. Recuer-do que fue toda una discusión ya que le pedí que me fuera a buscar a lo de esta señora y me dijo “nunca”. Pero me fue a buscar igual y descubrí que hablaba muy amigablemente con su hija. Y en el auto le pregunté: “Al prin-cipio estabas muy en contra de esta familia, y ahora eres tan amigable”, y me respondió: “Sabés, porque su hija era compañera mía de escuela primaria. Es muy agradable y lin-da entre los cuaren-ta y cincuenta años, pero es soltera por-que es de esta fami-lia”. Me contó des-pués que su suegro también fue testigo del campo y mu-chas historias de lo que sucedió en Belzec durante la guerra. Acá la historia sigue viva después de se-senta años. Entonces realmente es difícil.

Finalmente quiero contarles que a ve-ces los visitantes me preguntan si esos co-laboradores y sus hijos vienen al museo. Sé que sus hijos sí, pero esos colaboradores no vienen y no pretendo que lo hagan. Porque lo más importante es la visita de la gente que quiere saber qué pasó y si alguien no quiere ir, pero siente que tiene que ir, para mí esa persona no es impor-tante. Y al final de la conversación con la hija del panadero, ella me dijo —después de cuatro años de abierto el museo y el nuevo monumento—: “Nunca fui ahí. Y no estoy segura si quiero ir”.

Judith Said

Con respecto a esta pregunta, me gus-taría comentar que el Estado nacional tie-ne desarrolladas políticas públicas sobre

la memoria, en un sentido abarcativo, no sólo en la recuperación de estos lugares donde se cometieron crímenes, sino tam-bién mediante la señalización de estos edi-ficios, algunos de los cuales siguen siendo de las Fuerzas Armadas y de Seguridad.

Fundamentalmente, estamos trabajan-do con las Fuerzas Armadas y en aquellos lugares donde siguen ejerciendo sus acti-vidades hay una señalización muy impor-tante. No es una placa, sino que es una

instalación de tres pilares con la leyenda “Memoria, Verdad y Justicia”, donde ade-más dice qué fue lo que sucedió en ese lugar durante el período de 1976-1983.

En este caso, estamos interviniendo en las Fuerzas Armadas actuales, en quienes están en actividad. Por otra parte, los responsables de los crímenes de lesa humanidad están siendo juzgados, dado que la desaparición forzada de personas es un delito de carác-ter permanente y también por tratarse de crímenes de lesa humanidad.

En este aspecto es claro que como po-lítica de Estado no tenemos grises: los que han cometido estos delitos están en estos momentos afrontando procesos penales. Aquellos que han estado trabajando en estos lugares tendrán que hacer su propio proceso y no estamos nosotros en condi-ciones de decir si están en una esfera gris. Porque no sabemos hasta dónde ellos vie-ron pasar o no lo que allí acontecía. En el caso de la ESMA, concretamente, para

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poner un ejemplo sencillo: sucedió que se dijo: “Este oficial estaba en la sección ‘Automotores’, ¿qué tiene que ver con la represión?”. Y resulta que en la sección “Automotores” iban a parar todos los au-tomóviles robados a los secuestrados. Este señor que decía “ingresó un Renault, in-gresó un Peugeot”, evidentemente algo sabía: no ingresaban autos porque se los había llevado la grúa de la calle, por mal estacionamiento, sino que provenían de operaciones clandestinas. Son algunos de los casos que todavía los tenemos en signos de interrogación. De quienes clara-mente tenemos las pruebas, los elementos para juzgarlos, se los está juzgando.

También en relación a las Fuerzas Ar-madas y a cómo estamos interviniendo en lo que hace a las violaciones al Estado de derecho, el Ministerio de Defensa es el que tiene a cargo la difusión de estos he-chos. Pueden estar de acuerdo o no con lo que hicieron sus superiores, pero que sepan que esto es lo que hicieron. Se de-sarrolla una tarea muy exhaustiva a ese ni-vel con charlas sobre derechos humanos, derechos civiles y participación en la po-lítica. Considerarlos como ciudadanos ar-gentinos, no como una elite separada de la sociedad en su conjunto es un avance muy importante.

Por otra parte, los familiares de las víc-timas y los organismos de derechos hu-manos tienen una posición muy parecida a la expresada por Robert, y totalmente entendible. Nosotros somos contemporá-neos de nosotros mismos, porque nosotros mismos fuimos los que fuimos perseguidos, o secuestrados nuestros familiares, o sobre-vivientes, como varias personas que están aquí. Entonces, se nos hace muy difícil de-cirles a estos organismos y compañeros, que contemporicen con aquellos que no sabemos si tuvieron participación o no. Por lo tanto, me parece un poco prematuro, en nuestra historia, este tipo de relación.

Respecto a las políticas públicas, tam-bién quiero señalar que cuando se toma esta decisión de destinar espacios en te-rrenos, edificios, o lugares que pertenecie-ron a las Fuerzas Armadas, esos edificios, esos lugares, estaban también financia-dos por el Estado y van a seguir siéndolo, ya sea a nivel nacional o de los Estados provinciales. Porque si se financiaron cen-

tros clandestinos de detención, no sé por qué no se pueden financiar espacios de memoria, justamente para repudiar las violaciones al Estado derecho.

Y éste es el punto esencial: lo que no-sotros queremos transmitir y sobre lo que queremos que se tome conciencia colec-tiva —y por eso el Estado toma estas inicia-tivas— es el repudio a lo que significa la in-terrupción de los Estados de derecho. De ahí en más, hay muchas más cosas. Pero éste es un piso elemental para decir que de aquí arrancamos con estas políticas. Me permito decirlo porque me ha tocado en esta gestión tener que comunicarme y relacionarme con miembros de las Fuerzas Armadas, cuando estábamos en el proce-so de desocupación de la ESMA, de “La Perla”, o cuando instalamos distintas se-ñalizaciones, y he tenido conversaciones muy concretas y de mucho significado con respecto a: “¿Y para qué van a poner esto acá? ¿Y por qué se van a ir todos (los militares) de acá si no saben lo que van a hacer (en el sitio de memoria)?”. Esta in-teracción con las fuerzas que tienen a su cargo esos lugares la pude hacer desde mi función como delegada del Estado nacional para estas políticas de memoria. Si yo hubiese sido parte de un organismo de derechos humanos, no habría tenido esa relación. Me senté con ellos y acor-dé pautas de trabajo para conseguir esto que hoy —cada uno en su lugar— esta-mos contando.

Irit Abramski

¿Cuál fue la reacción de los vecinos inmediatos alrededor de la ESMA, de “La Perla”? ¿Están de acuerdo con que estos lugares se transformen en museos, o no?

Emiliano Fessia

¿Qué es integrar a los perpetrado-res? ¿Por qué digo esto? Porque si por un lado, uno como persona, en su identidad, como integrante de un organismo, podría tener una respuesta política, no como po-lítica de Estado sino como integrante de la sociedad civil, respecto de esa relación con ese otro que negó los hechos duran-te veinticinco años. Ahora, en función de gestionar la narrativa y la construcción de

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estos espacios, la respuesta no necesaria-mente es la misma. Y ahí hay un dilema. Porque muchos de estos espacios están gestionados por los organismos de dere-chos humanos. Parece que ahí tenemos —ya lo hablamos el año pasado en el se-minario del Centro Cultural de la Memo-ria Haroldo Conti— un dilema interesante. Y no digo que esté bien o que esté mal. Pero parece que ese es “el” problema.

Nosotros sí queremos integrar la pers-pectiva de los perpetradores. Pero no po-demos hacerlo en la medida en que sus testimonios judiciales están siendo objeto de las investigaciones y de los juicios. Qui-siéramos poder publicar en “La Perla”, y es la intención, parte de los pocos memos de Inteligencia que se recuperaron de esa época, para ver cómo ellos nombraban y definían “La Perla” en ese momento. Por-que sí está presente —y me parece que es la discusión política que tiene todo efecto de memoria, o toda construcción de me-moria—, algo que dice Alessandro Portelli, un historiador italiano, respecto de las fo-sas ardeatinas. El genocidio en Argentina es un genocidio político, aunque uno no puede decir que tenga sólo esa función.

Se luchó, por lo menos desde la retóri-ca de los organismos se dijo “no son meras víctimas inocentes…”. No siempre, ya que hubo un período en que eran sólo meras víctimas. Y ahora estamos politizando a las víctimas. Y es un debate que sabemos que a nivel social genera más debates, porque despierta memorias sobre la dicta-dura que no necesariamente son las nues-tras. Entonces el dilema es cómo hacemos para que el sentimiento de universalidad de indignación frente a lo que sufre un ser humano en una maquinaria de destruc-ción tenga esta dimensión universal, pero no obturemos la dimensión política.

Nosotros, en “La Perla”, sí estamos pen-sando: ¿qué pasa si viene un perpetra-dor?, nos preguntamos. ¿Cómo lo recibi-mos? ¿Lo integramos? ¿Tiene derecho? En principio no le podemos decir que no visite el lugar, porque también es parte de su memoria. ¿Qué hacemos con eso? No lo tenemos claro.

A los ejecutores del terrorismo de Estado: juicio y castigo, para decirlo claramente. Entonces, hay diferentes vías para integrar la mirada de ese “otro”, preocupados por

lo que marca Portelli de Italia: que la me-moria que no trabajó la izquierda italiana fue lo que le permitió a Berlusconi treinta años después tomar el poder, entre otras cosas. ¿Cómo damos el debate político integrando esto?

En el primer trabajo de señalización que hicimos tuvimos explícitamente que trabajar con el lenguaje eufemístico que los militares le daban al campo. En la jer-ga del campo, el asesinato era “traslado” y la sala de tortura era nombrada como “margarita”. La idea es trabajar una forma de integrar la perspectiva del otro a través del lenguaje.

Pero sí nos hacemos cargo de nuestra forma de nombrar las cosas, y decimos “ésta es nuestra posición”, quizá no sea la única.

Antonela Di Vruno

Acuerdo con lo expresado y hablo des-de un Estado municipal, que también tie-ne su posicionamiento, y que trabaja en relación a los crímenes de lesa humanidad que están siendo juzgados, con personas que reivindican aún estos crímenes. En los juicios escuchamos a los perpetradores reivindicar su accionar.

Entonces, es difícil desde este lugar pararse en la reconstrucción de estos lu-gares, en la recuperación de evidencia, en la reconstrucción de estas memorias que dan cuenta de este proceso históri-co. Creo que hoy nosotros estamos sien-do parte de un proceso histórico, que da cuenta de estos personajes y también del “juicio y castigo”. Pienso que esto todos lo tenemos claro desde los organismos y del Estado que asume. Y me parece im-portante que los que somos parte del Es-tado y estamos administrando estos sitios asumamos la responsabilidad de un Esta-do genocida. Estamos dando cuenta, nos hacemos cargo de esto y trabajamos al respecto.

Pero sí —y acuerdo con el compañe-ro— estos sitios son abiertos, de uso públi-co y eso es un desafío. Porque justamente a veces no nos daremos cuenta cuando viene un colaboracionista a hacer estos recorridos, que nosotros sí sabemos que vienen. Pero también en la experiencia de Mansión Seré realizamos talleres con distin-

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tos niveles del sistema educativo, en torno a la temática de los derechos humanos en su más amplio concepto, y abordamos la importancia de estar en este mismo lugar donde sucedieron hechos relacionados con el terrorismo de Estado. Y nos encon-tramos que parte de los chicos que están viniendo y asistiendo a estos talleres perte-necen a estas terceras generaciones, que son los nietos de policías, los nietos de mili-tares que a veces nos han dicho: “pero a mí me dijeron…”. Entonces también tene-mos que trabajar respecto a cómo estos chicos vuelven a sus hogares. Y se criaron con un discurso que están replicando.

Por otro lado, involucramos la caracte-rización utilizada por “aparato represor” para dar cuenta de lo sucedido. Ni bien se llega a Mansión Seré tenemos un plano de Argentina que dice “zonificación militar” y trabajamos a partir de la definición del territorio por parte del Ejército, para dar cuenta del aparato represivo. Y me pare-ce que hay que focalizar en el discurso po-lítico utilizado por las Fuerzas Armadas, que hace la caracterización de ese “otro”.

Matías Manuele

Cuando hablamos de ese “otro” al que hay que integrar no nos referimos so-lamente al “perpetrador” —como decía Antonela—, sino al discurso, que sí está instalado. Es el caso del vecino que dice “yo prefiero que se quede la policía” —en respuesta también a la pregunta de Irit—, el vecino que se siente más seguro con la policía que con un espacio de memoria, ahí hay un discurso instalado. Ese es un dis-curso que también buscamos transformar con el trabajo territorial.

Por tercera vez en un año atentaron contra la señalización de Campo de Mayo, lugar donde funcionaron muchos centros clandestinos, un territorio muy grande. En el último de los atentados, en la viga don-de dice: “Aquí funcionó el centro clandes-tino de detención”, pintaron “Acá se de-fendió la patria, carajo”.

Esto nos hizo pensar en la idea de no se-guir confrontando con ese discurso desde el repudio solamente sino trabajar con la comunidad local en una especie de apa-drinamiento y que ese atentado nosotros lo reutilicemos para potenciar la reflexión en el territorio respecto de ese discurso.

Emilio Goya

Creo que en cada localidad, cada so-ciedad, cada grupo, cada provincia, hay diferentes particularidades y, por ende, diferentes criterios sobre cómo trabajar te-rritorialmente. Nosotros estamos en pleno centro de Resistencia, y todavía hay anéc-dotas de cómo se escuchaba el acordeón mientras se torturaba ahí adentro.

Me gustaría referirme a cómo son trata-dos estos lugares respecto de otros tiem-pos. Escuchábamos las experiencias de los invitados, tan ricas, tan buenas, pero también tan diferentes a las nuestras. En el caso del centro clandestino de la Brigada de Investigaciones del Chaco no tenemos comprobado que ahí mismo se haya ma-tado, pero sí que hubo personas deteni-das ilegalmente.

Entonces la reflexión que se dio alrede-dor de eso, puesto que la comisión está integrada por distintos organismos, dam-nificados, ex detenidos, familiares. Allí se debate sobre las diferentes formas de ver ese lugar.

Como reflexión, la necesidad de este encuentro nacional respecto de todos los sitios que estamos en la red federal y de los que no lo están, de debatir estas ex-periencias. No sé si llegaremos hoy a una conclusión pero sí a un consenso. Y ahí va mi pedido para que esto se siga haciendo y que también lo motivemos desde los di-ferentes sitios.

Ana Cacopardo

Algo muy breve para compartir: si vie-ron Shoah, de Lanzmann, es una imagen que habla de la riqueza de explorar las zo-nas grises. ¿Recuerdan la experiencia del peluquero? Es una escena controversial, nosotros la trabajamos en nuestras capa-citaciones por el modo en que interpela Lanzmann, pero también da cuenta de aquellas “elecciones sin elección”. Creo que así fueron mencionadas en el panel de ayer.

Me parece que hay toda una zona muy interesante para indagar, que da cuenta no sólo de lo acontecimental, sino también de la dimensión humana. De los grises, de los dilemas. Y de los trau-mas que acompañarán a estos actores por el resto de sus vidas.

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Entonces me parece que la pregunta que se hacía aquí es importante. No es-toy hablando de los perpetradores, sino de esa gama de grises que se puede deslindar en complicidades, omisiones, en el no ver, no querer ver. Ese es un de-safío en nuestros sitios de memoria, abrir nuestras cabezas, nuestras sensibilidades, para poder dar cuenta de esos grises y reflexionar sobre ellos.

Emilio Goya

A mí me quedó una duda respecto a eso, que tiene que ver con que el sitio es visitado por gente que dice “yo trabajé acá, yo estaba en la parte de tipeado”. Y es un policía, por ejemplo, que va con su hijo y le dice: “Yo trabajé acá y no sabía lo que pasaba de la puerta para allá”, que puede ser cierto, obviamente. O cuando concurren grupos de estudiantes de policía, que ya lo están mirando con otros ojos. ¿Cómo tomar esas versiones? El policía que viene con su hijo y le dice que no sabía nada, pero que lo acerca al lugar y que deja que le hagamos una visita guiada.

Y también la situación del que dice “yo quiero recorrer nomás el lugar”. Tam-bién se da otra discusión: si dejamos que recorran el lugar solos o no. Nosotros casi no tuvimos alternativa, porque se dio ma-yormente que las personas que estuvie-ron detenidas en el lugar no querían re-correrlo con una guía. Decían: “No, es la primera vez que logro entrar y quiero en-trar solo”, o “quiero entrar con mi hijo”.

León Grzmot

La cuestión del contenido es muy sim-ple y lo que se tiene que lograr en el futu-ro es que cuando una persona entra en el museo, en el sitio, salga más conven-cido de una democracia pluralista. Que salga simplemente, como se dice “quiere a tu prójimo como a ti mismo”.

Ahora, fíjense que el Holocausto, la Shoá, no es comparable con ningún otro genocidio. Pero acá en Argentina tuvi-mos el genocidio de los militares y sí, hay alguna cosa comparable. ¿Saben cuál es la cosa comparable? La indiferencia.

Yo pasé allá el Holocausto y pasé acá

el tiempo de los militares. Y yo vi direc-tamente que la indiferencia produjo que desaparecieran treinta mil argentinos. Entonces, todo esto que trabajamos acá, tenemos que trabajarlo de una forma que por medio de la educación o por intermedio de otras formas, la persona sienta al prójimo como a sí mismo.

Antonela Di Vruno

Se ha preguntado si existían estudios acerca de la población circundante, en cuanto a lo que son las estrategias de in-vestigación y comunicación previas a la intervención del sitio.

Quería contarles brevemente la ex-periencia de Mansión Seré que tiene un vínculo fuerte con la comunidad. Me pa-rece que las estrategias comunicaciona-les sobre la intervención y la inclusión de los distintos actores y las distintas voces, también parten de la definición política del Estado que interviene en los sitios, y que tiene que haber una coherencia entre lo que es el discurso y la acción. Si nosotros generamos intervenciones en sitios que no están acompañadas por una gestión que dé cuenta de la política y del trabajo sobre los derechos huma-nos, el respeto de determinados valores, ¿qué estamos comunicando?

Nosotros tomamos a estos sitios no sólo como una herramienta en lo pedagógi-co, sino como una herramienta política de interpelación al ciudadano. Y ahí la vinculación entre pasado y presente ya que estos sitios son el hoy también, la in-tervención está siendo hoy y no debemos desvincularlos no sólo de la problemática actual de un proceso histórico determi-nado, sino tampoco de una sociedad donde están inmersos, de una comuni-dad que también vio sufrir los cambios.

Estos centros de detención están em-plazados en la trama urbana de nuestras ciudades, en el seno de una comunidad. Nosotros tenemos a menos de cincuenta metros los frentes de las casas. Esto motiva a reflexionar sobre lo que significó el im-pacto, las complicidades, los miedos, las sensaciones cuando estamos decidiendo intervenir el sitio. Desvincular esos aspectos relativos a la comunidad implicaría sacar parte del sentido de los sitios.

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Recuerdo que cuando llegamos a Man-sión Seré el sitio ya se estaba usando por parte del público como espacio depor-tivo y recreativo. Una de las primeras ac-ciones emprendidas desde el Estado mu-nicipal fue el trabajo con la comunidad, y realizamos un estudio, buscando obtener una instantánea del barrio. Qué sabía la comunidad, qué percibía, cómo había vivido ese proceso, sensaciones, miedos, qué recordaba. Y también qué quería de ese lugar hoy, qué esperaba del Estado y los organismos, y si el vecino intervendría en la resignificación de ese espacio. Entre-vistamos a trescientas dos personas y esa fue nuestra base desde la cual partir para pensar el lugar.

Matías Manuele

Desde la Secretaría de Derechos Hu-manos de la Provincia de Buenos Aires tra-bajamos sobre dos espacios específicos: el ex Destacamento de Arana, en la ciu-dad de La Plata, y “Pozo de Banfield”, en Lomas de Zamora.

Cuando empezamos a trabajar la te-mática de sitios, nos encontramos con un conjunto de organismos de derechos hu-manos, sobre todo vinculados a las causas penales sobre delitos de lesa humanidad en algunas comunidades del interior de la provincia de Buenos Aires.

El trabajo de la secretaría con las cau-sas abrió este contacto con los organis-mos y, a partir de las medidas de no in-novar y de las investigaciones vinculadas a las causas, surgió la demanda de recu-peración de los que habían sido algunos centros clandestinos en cada comunidad, para su transformación como espacios de memoria, con el impulso que dio la recu-peración de la ex ESMA.

El trabajo que encaramos desde la Se-cretaría no fue directamente con los veci-nos sino con los organismos que estaban anclados en determinadas comunidades. El reclamo de los organismos estaba muy fuertemente vinculado con la cuestión de la apropiación del espacio y no había de-bate sobre para qué se querían recuperar estos lugares. Tampoco había una con-ciencia real de lo que implica la preserva-ción, la investigación, la conservación, la gestión, la administración y la comunica-ción de estos espacios.

Por eso, comenzamos con un traba-jo territorial, con una serie de talleres con las organizaciones para discutir cuál era el sentido de memoria que ellos querían construir, cuál era el objetivo y cuál la rela-ción de la comunidad con ese espacio.

Y luego la elaboración de los proyec-tos quedó en manos de esos organismos. Algo de lo que generaron los talleres fue que los organismos tomaron conciencia de que el espacio en sí mismo no era lo importante, sino que lo importante era el proyecto que ellos pusiesen en marcha al-rededor, allí. Discutir la memoria, llevarla a la comunidad, e integrarla en un debate. Estoy hablando de ciudades chicas, don-de los represores y los cómplices conviven el día a día con los sobrevivientes. Uno de los sobrevivientes nos mostraba su carné de conductor firmado por el Director de Tránsito que lo había torturado en el cen-tro clandestino. Entonces la cuestión toma otras dimensiones acerca de cómo llevar ese debate en esas comunidades.

Y esto se vio claramente respecto de las señalizaciones, el fuerte sentido que se construyó cuando se señalizaron los centros clandestinos y la apropiación que hubo de parte de la comunidad de esas señalizaciones. Una apropiación en el compromiso de gestionarla, preservarla, mantenerla.

Inti Pérez Aznar

Sobre la inclusión de los perpetradores, quisiera compartir mi experiencia judicial de cinco años con procesos de crímenes de lesa humanidad. Tuve la oportunidad de tomar más de treinta declaraciones a represores y jamás vi voluntad de esclare-cer los hechos.

Hay un pacto de silencio y sospechas sobre los casos de algunas de las personas que murieron en circunstancias muy raras. El caso de Febres, que era un hombre que al otro día le iban a dictar sentencia, y no se sabe si se suicidó o lo envenenaron, quedó sin esclarecer. Se supo que ese día podía llegar a hablar de lo que pasó en la dictadura.

En ese sentido creo que es interesante recordar que aquí, antes de que se re-abrieran las causas penales, se hicieron los Juicios por la Verdad. En esos juicios, en los

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que no se detenía a nadie porque esta-ban vigentes las leyes de Obediencia De-bida y Punto Final, declararon numerosos represores, y muchos de esos testimonios fueron muy importantes para ver, desde el punto de vista de los represores, cómo es-taba organizado el aparato criminal y los centros clandestinos de detención.

Otra cuestión que quiero plantear es el tema de la memoria y la actualización de los parámetros que se usan en ese aspec-to. Cuando integraba el Poder Judicial, yo notaba una reticencia muy grande por parte de los propios agentes, ya que es un ámbito muy conservador. Por eso pienso que todavía esa variable no está fuerte, y no tengo mucha fe de que alguna vez lo esté, que haya operadores dentro del Po-der Judicial que también ayuden, que las declaraciones que ellos toman a testigos y represores puedan ir esclareciendo cada vez más lo que sucedió en los centros clandestinos de de-tención, y contribu-yan a la memoria.

Por último, con res-pecto al tema de la memoria, quiero re-ferirme a la difusión. Aquí hay un debate muy grande sobre si se deben difundir o no los juicios por viola-ciones a los derechos humanos en la última dictadura. Esto que-dó zanjado con una resolución de la Corte Suprema de Justicia a fin del año pasado, pero había mucha reticencia en abrir los debates orales a la gente en general, a los medios de comunicación. Algunos tribunales sí lo hicieron, y fue impresionante la repercu-sión que hubo en la sociedad. Soy de la ciu-dad de La Plata, y en uno de los juicios en los que participé me di cuenta de que muchos jóvenes no tenían casi idea de lo que había sucedido en esa época y pudieron tener co-nocimiento de ello a través de la difusión de los juicios.

Daniel Goldman

Me alegra la intervención de León, por-que es uno de los pocos sobrevivientes que conozco que intenta hacer el puente entre su experiencia y la de la Argentina. Y esto no me parece menor, porque mu-chas veces lo judío —y tengo que hablar desde esta perspectiva— hace un mono-polio de la cuestión de la memoria, como si los únicos que tuviéramos derecho a ha-blar de la memoria fuéramos nosotros.

Y creo que en la medida en que no exista una estructura de pensamiento, una cultura —mejor dicho— en la que po-damos socializar el dolor, vamos siempre a estar trabados en esta cuestión, que tiene que ver tanto con la memoria de lo ocu-rrido en la Shoá como con la memoria de las cuestiones de lo nacional. Por eso me parece un punto importante la cuestión de la socialización del dolor. Lo tomaría como uno de los puntos importantes.

Segundo, tomo muy en cuenta lo que

decía Juan acerca de recuperar el lugar. ¿A quién le pertenece el lugar? Esta es la gran pregunta: ¿a quién le pertenece el lugar? ¿El lugar les pertenece a los orga-nismos de derechos humanos? ¿El lugar le pertenece a la comunidad? ¿El lugar le pertenece al Estado? Esa es también una discusión que tenemos que tener, porque todavía estamos discutiendo. Tomo lo que Héctor decía antes: ¿cuál es el lugar que ocupa la memoria? Me parece que éste

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también es un tema a trabajar, como si estuviésemos de algún modo sacralizan-do un espacio, y creo que hay que salir de ese para socializar esta cuestión del dolor.

Yo sigo entendiendo que lo que nos pasa —por lo menos a los argentinos—, es que todavía no hemos tenido la capaci-dad de metabolización de lo horrible que nos ocurrió. Hay un estudioso de la Gue-rra Civil Española que dice que la meta-bolización social necesita entre cuarenta y sesenta años por lo menos. Y creo que en Argentina todavía —y esto se lo debe-mos, lamentablemente, al discurso de los “dos demonios”, a la “teoría de los dos de-monios”— hay una instalación no de una cuestión de los grises, sino que los negros son los que sobrevivieron y los blancos son la mayoría.

Y coincido con León en lo que dice. Me parece que más allá de la categoría de Jaspers, que es una categoría para justifi-carse, yo creo, en el lugar donde Jaspers quería colocarse, se produce la cuestión de los blancos y negros.

Volviendo un poco a la pregunta “¿cuál es la reacción de la gente?”, actualmente hay una reivindicación por parte de de-terminados sectores de un debate que to-davía no nos permitimos. Es decir, estamos todavía recuperando lugares, pero los lu-gares no son espacios de debate. Y creo que es muy necesario en esta sociedad el espacio de debate. No interesa el lugar. Es necesaria la polémica. Es más, desde mi lugar, es necesario ganar la polémica.

Y creo que también es necesario enten-der que la memoria es polémica. La memo-ria que no es polémica es nostalgia. Nada más. “Lo pasado fue siempre bueno”. Y es

importante entender que la memoria nun-ca es neutra. La memoria tiene una carga ideológica, una carga política y una carga social. Todos habrán leído sobre el tema de los usos de la memoria. Y hay una cuestión en donde el tiempo nos permite crear una identidad propia, en donde esa memoria se va metabolizando.

Hay un historiador que dice que los mo-numentos se construyen, las películas se filman, las historias se publican, cuando uno tiene poder y recursos. Y en esto el Es-tado es muy importante. Cuando el Esta-do tiene el sentimiento, la sensación y la voluntad política de que haya polémica, y también recursos para que la memoria pueda nuevamente establecerse como parte de esa polémica, creo que es una política esencial, importante.

Me acordaba de esto porque la sema-na pasada tuve que presentar un libro del testimonio de un sobreviviente de la Shoá. Y el libro lo pagó su hijo, que ahora tiene recursos. Si no hubiera sido así, esa historia no se hubiese conocido.

También me parece que debemos dar, en esta cuestión del debate de los espa-cios, el de la actitud frente al compromiso y el descompromiso, porque es muy habitual no vincular los debates de memoria con las situaciones de la actualidad. Tenemos —y creo que hoy más que nunca, con estas discusiones acerca del temor y la seguri-dad— que dar ese debate y comprome-ternos en él. Porque si no, siempre queda como que es lo que pasó. Y la memoria, en este debate, me parece que está colo-cada en la responsabilidad no tanto de los culpables —si buenos, si malos— como en la mayoría de los grises. Así que cuidémo-nos de la mayoría de los grises.

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MESA 3

La investigación sobre los sitios de memoria y su articulación con otras acciones. El rol del Estado

La relación de la investigación con el derecho a la Verdad, la Justicia y la Memoria. La articulación de las inves-tigaciones sobre los distintos centros clandestinos. El Proyecto “Mapa de la Memoria” en Argentina: una expe-riencia compartida. La relación entre investigación y justicia. La incidencia directa de la información organizada, articulada en la celeridad de los pro-cesos de justicia.

Moderadora: Margarita JarqueComentarista: Valeria Barbuto

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Antonela Di Vruno

Creo que todos compartimos que el objetivo fundamental de estos sitios tiene que ver con la investigación; el para qué y cómo de la investigación. El para qué, es para seguir profundizando, o iniciando las investigaciones sobre los delitos come-tidos en los distintos territorios.

En nuestra zona —oeste del Conurba-no de la provincia de Buenos Aires— muy poco se sabía, había grandes “agujeros negros” porque una de las fuerzas que mayormente estuvieron implicadas en el circuito represivo era la Fuerza Aérea, que había quedado a un lado del tema de la Justicia, como el ala moderada de la re-presión. Toda la lucha y el camino recorri-do por los organismos y las investigaciones que se generaron desde otros lugares, y después la intervención del Municipio de Morón, hicieron que hoy hayamos recorri-do otra historia en pocos años.

Me interesa transmitirles nuestra investi-gación desde las dificultades que tuvimos. Una de las primeras fue legitimar la infor-mación de los que habían sido testigos directos de esto, quienes tenían mucho para decir. Otra fue la de incorporar las distintas disciplinas a los equipos de traba-jo, y sobre todo, las de las ciencias socia-les. Y también entender el saber científi-co como un saber político, un posiciona-miento político. No somos meros técnicos, porque la perspectiva desde donde uno decide investigar justamente implica un posicionamiento. Y en lo que no tiene que quedar ninguna duda es en el proceso de investigación, con toda la metodología expuesta, que no dé pie para desconfiar de la seriedad, y que eso no haga caer la prueba en el caso judicial.

Entonces, la investigación ocupa un lu-gar relevante, porque los juicios están ocu-rriendo hoy y si los sitios no consideran eso desde el primer momento se puede correr el riesgo de perder cierta evidencia, o tra-bajar por carriles que no son adecuados.

La experiencia de Morón fue que a fines de 2008, por primera vez la Justicia llama-ba a un Estado como testigo, que diera cuenta de las investigaciones que habían surgido del trabajo de un sitio de memoria. Y entonces nos presentamos ante el tribu-nal oral que juzgaba a dos integrantes de la Fuerza Aérea, y nos enfrentamos con al-gunas dificultades por no haber conside-rado el aspecto legal.

Quienes trabajamos en los sitios de me-moria tenemos que ser versátiles y ade-cuar permanentemente la metodología. Nosotros pudimos responder a las instan-cias judiciales porque teníamos una base científica, metodológica, que no se ponía en duda.

Quería plantear esto porque se habló del tema de la justicia. Nosotros lo que hicimos fue corroborar y complementar específicamente lo que los testigos, los so-brevivientes estaban declarando en esa instancia.

Fue una experiencia muy rica, y nos interesa compartir con ustedes estas difi-cultades. Una, por ejemplo, que se plan-teaba con el trabajo con la comunidad, en cuanto a los archivos orales. Y ahí aparece la discusión de los archivos ora-les y su valor como prueba judicial, ante un testimonio que es anónimo, que se lo-gró con un trabajo con el barrio, con los vecinos, y que no es considerado por la Justicia como prueba para determinado delito. La parte de materialidad, lo ar-queológico, la reconstrucción del centro de detención, casi no se pone en duda, pero sí el resto.

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Yariv Lapid

Primero quisiera admitir mi sentimiento de incomodidad porque no dije ni gracias por haber sido invitado aquí, estuve tan preocupado por lo que quería decirles y por haber sido invitado a algo que nunca antes estuve y que lo encuentro inusual.

El segundo punto donde siento una cre-ciente incomodidad es que, al pasar el tiempo, yo me doy cuenta cada vez más de las incompetencias que traemos desde las experiencias europeas. Son solamente hasta cierto punto relevantes en relación a lo que ustedes están lidiando y tengo cada vez más el sentimiento de que ustedes son más competentes que nosotros y estoy muy impresionado por el nivel de conoci-miento y del discurso que oigo aquí. Y no estoy acostumbrado a escuchar esto, en el caso europeo. Debo admitirlo. Muchas de las conferencias en las que estuve en Eu-ropa, rodeado de profesores y también en otras situaciones, es que el nivel que acá escucho, no lo he encontrado antes. En-tonces mi sentimiento es de humildad por mis propias habilidades.

La tercera cuestión es enfatizar el ca-rácter único de lo que están haciendo. Ayer pregunté para saber cómo funcio-naba esta infraestructura, porque que un ministerio en un gobierno esté llevando a cabo este enorme proyecto es una cosa muy extraña. Y escuchar que la secreta-ría, si entendí correctamente, emplea a unas quinientas personas, eso es equiva-lente al tamaño del Ministerio de Asuntos Exteriores de Israel. Esa es una capacidad enorme y son enormes ventajas que us-tedes tienen. Creo que es muy inusual. Entonces también limitan nuestras propias competencias en estos campos de traba-jo como personas que podamos aconse-jarles a ustedes. En este sentido estoy pen-sando qué les podría ofrecer yo a ustedes. Y si hubiese sabido esto antes, me hubiera preparado mejor. Creo que los casos ale-manes y austríacos quizás tengan algunas cosas que ofrecer. Un término que viene mucho a mi cabeza es esto que segura-mente ustedes han pensado, el proceso de desnazificación después de la Segun-da Guerra Mundial. En ambos casos, Aus-tria y Alemania, podríamos decir que en gran parte ha sido un fracaso. En ambos

países, después de las cortes populares, intentaron poner cientos de miles de per-sonas en la cárcel. En el caso de Austria fue aproximadamente en 1948, cuando no había más juicios. En 1957 hubo una amnistía general para todos. En Alemania fue más o menos igual.

En Austria no ha habido un caso de asesinato de un extranjero; hasta el día de hoy, ni una persona extranjera ha sido asesinada por su raza, cultura, o lo que fuera en Austria. ¿Alguien sabe cuántos han sido asesinados en Alemania? Más de ciento cincuenta personas han sido ase-sinadas por su color o raza en los últimos veinte años en Alemania. Más de ciento cincuenta personas han sido asesinadas porque eran negros, judíos o lo que fuera.

El grado de éxito también puede ser medido con estos parámetros y está re-lacionado con el proceso de desnazifi-cación; ha creado en Austria una doble memoria.

Quiero ofrecerles como literatura a Hei-demarie Uhl, que integra nuestro comité. Ella escribió acerca de esta doble me-moria en Austria. Y muestra cómo, para-lelamente, la memoria formal creada in-mediatamente después de la guerra trajo consigo un proceso de desnazificación. A los cientos de miles de ex soldados que volvieron de su cautiverio en Rusia, prin-cipalmente, en 1949 por primera vez les permiten votar porque hasta entonces para ellos estaba prohibido participar del proceso democrático. A cualquiera de los setecientos miembros del partido nazi les estaba prohibido votar, entonces to-dos los partidos cambiaron sus programas para integrar y permitirles a estas personas que los voten. Esto abre las puertas para una nueva forma de legitimidad acerca del pasado, el cual encuentra una nueva expresión: monumentos a los veteranos de guerra en casi todos los pueblos de Aus-tria y también en Alemania, y estos pue-den ser siempre encontrados cercanos a las iglesias (lo que nos habla de la posición ambivalente de la Iglesia), y estos vetera-nos vuelven sintiendo que no están siendo comprendidos.

Es por esto que crean una amplia y po-pular memoria paralela acerca del pasa-do en una visión mucho más positiva del pasado nazi y que no incluye todas las

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atrocidades en las cuales participaron. A partir de la exclusión de esta gente de la sociedad, crearon su propia narrativa y, debo decirlo, con mucho éxito. Al final de este proceso creo que será mucho más difícil llevar a juicio a muchas de las per-sonas que, de otro modo, hubieran ido a juicio.

Sé demasiado poco acerca de Argen-tina y escuché en el receso acerca de los militares acá. Pero cuando ustedes ha-blan acá de las Fuerzas Armadas, están lidiando con decenas, quizás cientos de miles de personas. Y entonces mi pregun-ta sería: ¿Qué es lo que uno hace cuan-do condena a una muy amplia parte de la sociedad? Primero la información tiene que estar disponible; lo que ocurrió requie-re ser hablado y expuesto, ¿pero cómo se va a hablar? ¿Qué tono de voz va a ele-gir uno? ¿Cómo construimos los diferentes roles que las distintas personas jugaron? ¿Cómo no ponemos diferentes formas de participación en un solo grupo o una sola bolsa, que al final crea más daño que los fines que queremos alcanzar? No tengo respuestas claras sobre esto. Yo invitaría a más historiadores como Heidemarie Uhl a sesiones como estas para analizar real-mente lo que pasó en estos países paso a paso.

En Alemania ha habido bastante inves-tigación, y ha sido Norman Frai el historia-dor que escribió acerca de la estructura de la “memorialización” en Alemania, del período después de la guerra hasta 1965. Y hay otros historiadores (ambos alemanes y austríacos) que investigaron y escribieron acerca de lo que sucedió en esos países y de sus fracasos en resolver la situación jus-to después de la guerra.

Patricia Valdez

Sólo quería hacer algunos comentarios sobre el tema de investigación. Pensaba en unos cuantos años atrás, cómo pensá-bamos el sentido de los lugares cuando era casi inimaginable —salvo en contadí-simos casos— disponer de ellos para el uso público. Entonces los lugares significaban básicamente la materialidad de que esos hechos habían ocurrido. La evidencia de la extensión territorial del plan del terroris-mo de Estado. Recuerdo en los inicios de

Memoria Abierta, cuando era poco imagi-nable que después se concretaría, deba-tíamos cómo pensarlos pedagógicamen-te y su uso público. Siempre creíamos que con el transcurso de los años, y no querien-do trabajar para memorias efímeras, sino para promover en generaciones futuras preguntas sobre el pasado y sobre los he-chos históricos, era importante identificar, hacerlos visibles, conocer cada día más sobre el funcionamiento de esos lugares, para evitar un borramiento creciente o, en definitiva, un discurso negacionista.

Y cuán distinta es la situación ahora, cuando es el propio Estado que participa de ordenar fuentes históricas, documen-tos, y hacemos todos —desde lo no gu-bernamental y lo gubernamental— ingen-tes esfuerzos para poner documentación al acceso público, hasta una investiga-ción más propiamente histórica, todo su-perpuesto a exigencias de pensar las au-diencias y las conmemoraciones, y todos los procesos de memorialización.

Entonces, cómo combinar cuando hace poco, afortunadamente, se abrie-ron las posibilidades judiciales otra vez, y las investigaciones tienen que reenfocar-se con la rigurosidad que exige el proceso judicial.

Quizá destacar la mirada de mediano plazo y la importancia de la rigurosidad que exige la investigación, cuando se trata de profundizar, ir un poco más allá de las afirmaciones conocidas, y que cada uno de nosotros en los sitios con los que traba-jamos hemos escuchado y hemos asumi-do y repetido sobre el funcionamiento del centro, o a partir de un estudio minucioso de los testimonios de quienes allí sobrevi-vieron. Es decir, cómo reunir fuentes disper-sas y profundizar en documentación que no era habitualmente consultada para poder fundamentar, por un lado, los pro-cesos judiciales y a la vez los discursos que pedagógicamente trabajados deben ser articulados cuando esos sitios se abren al uso del público.

Me parece entonces que la investiga-ción tiene varios niveles pensando también en las posibilidades de los sitios. Hay sitios que son muy grandes, poderosos, y que tienen una pertenencia desde el punto de vista del Estado, nacional o provincial. Y hay sitios muy pequeños. Además de la

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pregunta de si un sitio o muchos sitios, yo agrego otro interrogante y es si aquellos que abren las puertas al público que los va a visitar, ¿tienen también que sostener la posibilidad de realizar la investigación rigurosa y meticulosa sobre el funciona-miento de ese espacio del cual hoy tienen responsabilidad? No sé si hoy tenemos los medios y las posibilidades para llevarlo a cabo. Creo que ese es un tema a pensar.

A veces siento que, por las urgencias del momento, hay que lograr un men-saje pensando en las distintas y múltiples audiencias que un sitio va a tener como desafío al abrirse al público. Es una tarea lo suficientemente grande, y no sé si se puede hacer simultáneamente con una investigación histórica rigurosa; por todos esos detalles que no necesariamente se-rán transmitidos a esa audiencia, como el modo exacto en que funcionó el lugar, la cadena de mandos, entre otros. No sé si es imprescindible conocer la informa-ción esencial, pero si creo que todo eso se haga simultáneamente con un trabajo serio de definición de mensajes para las distintas audiencias, no estoy tan segura de que con la exigencia del público cir-culando se pueda llevar a cabo. Quería plantear la simultaneidad de obligaciones y la dificultad.

Valeria Barbuto

Una pregunta disparadora quizá es si no se contradicen unas estrategias con otras, porque me parece que hay algu-nos puntos en los que hacer investigación

para un objetivo puede llegar a estar en contradicción con otros.

Diana Wang

Soy de Generaciones de la Shoá en Argentina, hija de sobrevivientes. Quería compartir una reflexión, juntando el tema que quedó del bloque anterior, de los per-petradores, con esto de la investigación.

Este tipo de fenómenos de los que esta-mos hablando implica varios actores. Los que más conocemos son las víctimas, es de lo primero que se habla y es lo que más se conoce.

Están los perpetradores. Están los indife-rentes y también están los salvadores. Son cuatro actores diferentes.

Los salvadores son una categoría más reconocida en la Shoá que en la dicta-dura. En la dictadura no escuché hablar mucho de esto, pero hubo gente que hizo denuncias, que se levantó, los que pedían los hábeas corpus, que arriesgaban sus vi-das. No conozco esto, pero sé que hubo. Existió el Movimiento Judío por los Dere-chos Humanos, lo veo a Daniel Goldman y me acuerdo de Marshal Mayer. Y es un grupo de actores que es importante res-catar en la investigación de todo este tipo de fenómenos.

Los sitios se construyen con contenidos. Y los contenidos tienen que ver con el re-conocimiento de los actores y los distintos sectores que representaban.

Con respecto a los perpetradores, yo tengo especial interés. Y en los indiferen-tes. Porque me parece que son dos sec-tores de la sociedad que nos interpelan y

que nos proponen discusio-nes que no sabemos cómo responder.

Sigue habiendo perpe-tradores. El perpetrador sigue vivo. El ejercicio del Mal, llamo Mal con mayús-cula, es decir, el mal ge-nocida, el mal social, tiene que ver con las sociedades humanas.

A mí personalmente me interesa muchísimo com-prenderlo, porque creo que es por ahí que tenemos que investigar, aprender, cam-biar, tocar conciencias y educaciones.

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Y lo último que quería comentar: noso-tros tenemos un diálogo con hijos de ale-manes no judíos. Y es muy interesante lo que pasa ahí y lo primero es que a ellos les interesa dialogar con nosotros. Entonces, propongo la pregunta: ¿qué pasa con los hijos de los perpetradores, qué pasa con los nietos de los perpetradores? Hubo un caso acá en Argentina, de una chica que se cambió el apellido, Rita Bagliatti; cuan-do supo lo que había hecho su padre no quiso llamarse más como él.

Entonces esto abre un campo muy in-teresante para investigar y para enseñar, aquello de que los padres comieron dulce y los hijos tuvieron caries. Qué pasa, cómo sigue en la línea familiar el haber hecho Mal con mayúscula, y cómo tiñe a la sociedad.

Jack Fuchs dice: “¿Por qué nos pregun-tan a los sobrevivientes de la Shoá? ¿Por qué no les preguntan a los perpetradores? Ellos son los que saben. ¡Yo qué sé!”, dice. “A mí me encerraron, mataron a toda mi familia. Es todo lo que yo puedo decir. Los que saben son ellos”. Claro, no quieren ha-blar, ninguno se va a incriminar a sí mismo. Pero sus conductas hablan, sus documen-tos hablan. Y hay toda una literatura, se publicó Las benévolas, un libro de ficción sobre el tema, está el libro de Browning. El punto de vista sobre el perpetrador abre una nueva luz sobre la sociedad humana.

Héctor Shalom

Diana tomó exactamente el punto en el que yo quería empezar de los cuatro roles, y para la Casa Ana Frank esto es impor-tante porque somos un centro de investi-gación y de los proyectos educativos.

Si Ana Frank vivió dos años escondida en una casa es porque hubo cuidadores, protectores, y si finalmente murió en un campo de concentración es porque fue denunciada. Poner el acento en el rol de aquellos que asumieron riesgo por prote-ger es un punto clave.

Nos referimos habitualmente a los orga-nismos de derechos humanos, y de hecho han surgido para proteger a los ciudada-nos de los embates de la dictadura, y han continuado su desarrollo para preservar los sitios, y para hacer y promover justicia.

Me parece muy importante instalar el concepto ético de la resistencia que lle-

varon a cabo los organismos de derechos humanos desde una dimensión educati-va. Conversando sobre esto una vez con Estela de Carlotto, decía: “No nos hemos ocupado de la educación y tenemos que empezar a ocuparnos”. Coincido con el compañero de Rosario: ¿a cuántos les es-tán interesando estos temas? ¿Cuántos son los que realmente están preocupados por saber? Tanto por saber sobre el Holocausto, la Shoá, como saber sobre la dictadura.

No estamos en las premisas básicas de la posmodernidad, ni somos individualis-tas, ni promovemos el hedonismo ni pro-movemos la inmediatez. Estamos casi pro-moviendo cosas exactamente opuestas a las premisas que hoy están instaladas prin-cipalmente. Entonces, es nuestro gran de-safío no sólo tener razón sino ser muchos.

Hay un riesgo en que la investigación que no esté orientada a comprender cómo los fenómenos pudieron ser, cómo sucedieron para que tengan la adhesión masiva que tuvieron, nos deje sin un campo de inves-tigación. En el año 84 se hizo el Congreso Internacional de Psicoanálisis en la ciudad de Hamburgo. Y el intendente de Hambur-go empezó el congreso diciendo: “Ayú-denme [todavía pensaban que los psicoa-nalistas podían ayudar en algo] a entender cómo pudo suceder lo que sucedió”. No estoy contra los abogados, me parece que el trabajo sobre la Justicia es clave. Nuestros organismos de derechos huma-nos tienen pocos educadores, hay poco pensamiento ligado a cómo se aprende sobre esto, y cómo construimos figuras de identificación de la protección. En Holan-da solamente cerca de ochocientos chi-cos estaban escondidos como estuvo Ana Frank. En iglesias, monasterios. Es decir, el rol del que cuida tiene que tener una dimen-sión ética importante. Porque me parece que nosotros estamos perdiendo la bata-lla de la construcción masiva del valor de la memoria. Me parece que somos pocos los que estamos muy interesados, y en ese sentido la descripción que hizo Rubén Cha-babo, de Rosario, me parece muy gráfica, pienso que no estamos consiguiendo que muchos entiendan la necesidad de saber qué sucedió, tanto en la Segunda Guerra Mundial como en la dictadura, para hacer que realmente se generen los anticuerpos.

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León, con mucha simpleza, planteó los dos ejes centrales: necesitamos educar para que crean que la democracia siempre es mejor, hasta cuando hay problemas de inseguridad —digamos—, y por otro lado te-nemos que trabajar para entender por qué, y un sobreviviente decía: “Puedo entender por qué los malos mataron. Lo que no pue-do entender es por qué tantos buenos no hicieron nada”.

Creo que toda estrategia de dictadura se centra en paralizar a la mayoría. Y tiene éxito cuando lo consigue. Y a la mayoría la parali-zaron en Argentina con temor pero también con convicciones. Y no es la paralización del temor la que más debería preocuparnos, sino la paralización por convicción. Esa con-vicción que tiende a volver cada vez que al-gún episodio de crisis lo despierta.

En ese sentido me parece que nos debe-mos un espacio importante para investigar cómo pudo suceder lo que sucedió, y cómo debemos generar interés por todos aquellos que hoy tienen escasísimo interés por pensar o por entender qué es lo que sucedió, tanto en el mundo como en nuestro país.

Rubén Chababo

Quiero retomar una palabra, un concepto de Patricia Valdez. Hablaba de la investiga-ción y del concepto de rigurosidad. Y creo que es central. Hay algo que me parece in-teresante traer en relación a la investigación, a los sitios y los museos, etc., porque hay que decirlo: quienes venimos trabajando en es-tos espacios, que en muchos casos no llevan más de diez años, hemos batallado muchí-simo para que la universidad, la academia y los profesionales puedan tener el recono-cimiento y que su voz se escuche en esos lugares.

La resistencia que gran parte de sobre-vivientes, que gran parte de organismos, brindó al espacio académico es inenarra-ble. Puedo dar cuenta del caso de Rosario y también de muchos otros con los que hemos compartido.

¿Qué es lo que sucede ahí? Obviamente, el académico, el profesional, viene a contar una parte de la historia que no necesaria-mente condice con aquella necesidad, en muchos casos del sobreviviente, de encon-trar un relato balsámico para su propio dolor. Así, durante mucho tiempo, los que venimos

de los espacios universitarios tuvimos que ba-tallar con mucha energía para que este lu-gar sea valorizado.

No quiero generalizar, pero considero que se han multiplicado sitios de memoria que carecen de consistencia académica. Tienen una dimensión melancólica, nostálgi-ca, una noción balsámica, que es valiosa en sí misma, porque también los museos de la Shoá los han generado. Pero desde el pun-to de vista de la rigurosidad que demanda el trabajo con la historia, no la tienen. O la tienen desde un pequeñísimo lugar. No digo que el tema del testimonio no sea importan-te como tal.

Por otra parte, numerosos testimonios que se tomaron en los comienzos no siguieron los parámetros necesarios a la hora de entrevis-tar a sobrevivientes, testigos, etc. Por eso, en muchos casos hubo que volver a hacerlos, con el consecuente nivel de hartazgo y de dolor para el entrevistado al que se le volvía a preguntar lo mismo, sometiéndolo a la si-tuación traumática de tener que recordar su pasado repitiendo diez veces lo mismo, y no saber qué era lo que había sucedido origi-nalmente y lo que estaba contando en ese momento.

Creo que para quienes trabajamos en sitios de memoria, el tema de la inves-tigación debe ser considerado con mu-cha rigurosidad.

En el caso de Rosario hemos descubier-to, para nuestra alegría, que la Universidad Nacional de Rosario ha desarrollado en los últimos años un trabajo de investigación im-portantísimo sobre el tema del terrorismo de Estado y nos dimos cuenta que, como dice Patricia Valdez, frente a tantas tareas por delante en lo que tiene que ver con los con-tingentes, discutir lo pedagógico, lo de las muestras, nuestra inserción en la comunidad, etc., que si quisiéramos hacerlo con la rigu-rosidad que merece, no tendríamos toda la fuerza. Y descubrimos que por suerte la uni-versidad, aquella que había quedado en la diáspora durante muchos años, tenía muchí-simas producciones valiosísimas.

Así que hoy en día nos vemos reflejados en esos jóvenes investigadores, y encon-tramos en ellos, —volviendo a lo del co-mienzo— algunas versiones del pasado que no son precisamente las que sostenían o sostienen muchos de los que impulsaron estos sitios de memoria.

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Claudia Bellingeri

Cuando comenzamos a trabajar des-de el equipo de investigación que com-parto con el resto de los profesionales en la Comisión Provincial por la Memoria de la Provincia de Buenos Aires y, particu-larmente, en el área de Archivo de la ex Dirección de Inteligencia, fácilmente pu-dimos distinguir cuál era el objetivo en re-lación a la vinculación de los centros con la verdad jurídica y con el archivo como lugar de prueba. Es decir, ese camino lo transitamos a partir de saber en qué sitio estábamos, otro lugar de memoria que es la casa que habitamos y fue la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provin-cia de Buenos Aires.

Nosotros pensamos, como ha sido di-cho aquí, que el pasado está en discusión, y también la memoria lo está de manera permanente, en la medida en que cola-boramos con una mirada abierta para que esa disputa esté relacionada con consolidar la democracia y los caminos de oportunidades para todos.

En referencia a la tarea de investiga-ción, nuestra prioridad es el aporte para la construcción de la verdad jurídica. Tra-bajamos en la reconstrucción a partir del requerimiento que han hecho las distintas instancias judiciales en Argentina, especí-ficamente en la provincia de Buenos Aires, a partir de los juicios, que intentan escla-recer lo sucedido durante el terrorismo de Estado. Existen en Argentina causas que vinculan a las víctimas entre sí por el lugar donde fueron víctimas del terrorismo de Estado. O sea que tenemos que aportar los informes a partir de la existencia y re-conocimiento de esos sitios como lugares de tortura, secuestro y desaparición de personas.

En ese sentido nosotros tenemos una tarea relativamente allanada respecto de lo que tenemos que hacer, ya que traba-jamos con un equipo muy sólido. Localiza-mos documentos que nos hablan no sólo de las víctimas, sino también de los res-ponsables de esos centros clandestinos. Y lo que hacemos es vincular a la víctima con los responsables.

Los documentos que tenemos, en ge-neral, son pruebas muy consideradas en los juicios. Hasta ahora, tanto en la sen-

tencia contra Von Wernich como en la de Etchecolatz, los documentos de la Di-rección de Inteligencia aportados a tra-vés del informe que se elabora desde la investigación y que cruza distintas fuentes documentales, han sido considerados en las sentencias, no sólo en los alegatos.

Es bueno remarcar que los juicios se fueron haciendo en la medida en que los sobrevivientes y los familiares aportaban pruebas. En el Juicio por la Verdad de La Plata iban reconociendo esos lugares, que hoy nosotros llamamos sitios de memoria, que estamos resignificando como sitios de tortura. Lo que se hizo —primero los fami-liares y luego la Justicia— fue reconocerlos como sitios. Y se fueron incorporando los que ya estaban reconocidos por CONA-DEP, centros que necesitaban ser investi-gados y denunciados.

Entonces, la primera cuestión que noso-tros tomamos es ésa: la de los juicios que aparecen vinculados a centros clandes-tinos. Supongo que ya todos lo conocen, pero en una causa que se lleva adelante en La Plata, que es el centro de Arana, he-mos aportado, sobre aproximadamente ciento ochenta víctimas, la documenta-ción necesaria en ese sentido. Y no sólo sobre las víctimas, es decir la militancia y su cercanía a distintas organizaciones es-tudiantiles, fabriles, políticas, sino también en muchos casos la instancia previa a la detención-desaparición. Incluso elemen-tos que indican en qué centros clandesti-nos estuvieron.

Nuestros documentos se componen de distintas fuentes de inteligencia, y unas de esas fuentes reconocen esos lugares como centros de detención clandestina.

Desde el punto de vista de la investi-gación, nosotros hemos podido aportar las pruebas necesarias para este proceso tan significativo para nosotros y que se re-fiere a la causa de la Comisaría 5ª. Todas causas que se abren teniendo en cuenta los centros clandestinos. Es muy importan-te tenerlo y reflexionar sobre esto. Ya no se abren causas solamente a partir de las víctimas, sino que se centraliza. Y tenemos la causa de la 5ª, la de Arana, la de “La Cacha”, de la Brigada de Investigaciones, Puesto Vasco. Hemos contribuido también en la causa que lleva adelante el juez Ra-fecas, que está en primera instancia y que

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incluye el “Sheraton”, “Vesubio”, Mansión Seré y también ahora el Hospital Posadas. Y aportamos una documentación muy va-liosa que posibilitó que Bignone esté siendo procesado y preso.

También colaboramos en el interior de la provincia, porque se han hecho investi-gaciones relacionadas con la causa que abrió la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia en Azul y en Tandil, donde también se reconocen los centros. Y pudi-mos aportar con un centro muy chiquito, el Destacamento Morse. Interesante esa ex-periencia, porque todos los sobrevivientes habían contado del lugar, es un territorio muy connotado desde el punto de vista de lo que fue la represión, vivir allí fue realmen-te terrible para ellos. Habían narrado que pasaron por este centro de detención, que se llamaba Destacamento Morse, y su rela-to había sido rechazado por el conjunto de la sociedad, de su pueblo. Y a partir de este juicio y de la posibilidad de demostrar con documentos que este sitio había existido, y que además, en ese Destacamento Morse, perdido en medio de Junín, estaban tam-bién los responsables de haber ocasiona-do tanto daño, reparar no sólo a partir de la víctima, sino también aportar pruebas.

Nosotros contribuimos desde allí. Creemos que, por supuesto, la Comisión Provincial por la Memoria tiene otras miradas sobre los sitios, pero en particular, desde el área de Justicia lo que hacemos es trabajar algunas hipótesis en relación a saber qué sucedió en esos sitios.

Por ejemplo, hemos podido avanzar en la reconstrucción de lo sucedido en el centro clandestino “La Cacha” y en particular tene-mos una hipótesis en relación al traslado de los cuerpos y pudimos constatar que no solamen-te se torturó y secuestró y se hizo desaparecer personas, sino que los cuerpos de las víctimas fueron utilizados para propaganda política, y ese es un delito que aún no ha sido considera-do en Argentina. Pero la propaganda, el uso de los cuerpos de las víctimas para decir “va-mos ganando la guerra”, para sostener desde el punto de vista político esta idea de terroris-mo de Estado ante la sociedad es algo que hay que seguir investigando y trabajando. De nuestra hipótesis pudimos demostrar que algo de eso sucedió en “La Cacha”.

Esto es lo que podemos ofrecer concre-tamente.

Sabrina Osowski

En mi función de guía del Espacio para la Memoria, quiero presentar brevemente qué es la investigación, qué se hace es-pecíficamente mirando lo que es el arma-do del relato, su interpretación en el lugar mismo donde sucedieron los hechos. Y comentar las especificidades, porque la investigación quizá no se hace siguiendo reglas específicas de la investigación aca-démica o jurídica, pero en total contacto con ello.

Es un trabajo que no empezamos de cero, ya que no es nuestra responsabi-lidad elaborar la nómina de vistos en la ESMA. Fue una tarea hecha y muy bien por CONADEP, y resultó esencial para nuestro trabajo.

Lo mismo en relación a los testimonios de sobrevivientes. No es nuestro primer ob-jetivo tomar el testimonio en relación a un acto judicial o la elaboración de historias de vida, sino el poder transmitirlo de la me-jor manera a los distintos tipos de visitantes. El qué y el cómo se investiga está en pa-ralelo de la confección de estos distintos tipos de visitas.

Con relación a eso nos nutrimos de los testimonios de sobrevivientes dados ante instituciones judiciales, o ante investigado-res que arman historias de vida. Nuestras reuniones con ellos tienen la función de elaborar esos testimonios en función de dar la mejor visita posible. Pensemos que ahí es también donde se pone en juego el tema de la educación, de la transmisión, y muchísimas otras cosas que han surgi-do aquí y que en el momento mismo de su ejecución son bastante diferentes a lo que decimos una vez terminada o cuan-do la estamos pensando.

Para la investigación específica en es-tos lugares, quizá nos falte encontrar una palabra que la complemente. Siempre la estamos definiendo desde la negativa: no es investigación jurídica, no es investiga-ción académica, pero, lo es. Y quizá haya llegado el momento de definir exacta-mente qué es.

Eduardo Jozami

Coordino el Centro Cultural de la Me-moria Haroldo Conti que integra el Archi-vo Nacional de la Memoria.

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Quería referirme al tema de la investi-gación, a los tres aspectos de la investi-gación que me parece que aquí se han tocado.

Por un lado, como recién planteaba Sabrina, hay una investigación que tiene que ver directamente con el relato que se hace en los sitios, y que me parece que con mayores o menores recursos, con ma-yor o menor rigor o capacidades profesio-nales, es casi obligado que esa tarea se haga en todas partes, porque hace a la posibilidad misma de mantener funcio-nando el centro y tener un diálogo con la gente que allí asiste.

El segundo aspecto es el jurídico, tie-ne que ver con las causas judiciales, que me parece que no es prurito de abogado —yo también lo soy aunque he consegui-do disimularlo desde hace muchos años— sostener que hoy en Argentina tiene una importancia muy grande. Todos sabemos que la lucha contra la impunidad que se llevó durante tantos años hoy se continúa con la lucha por revertir la situación políti-ca de impunidad y avanzar en la prosecu-ción de estas causas.

Me parece que el aspecto más pro-blemático es el tercero y es la tarea que pretendemos desarrollar desde el centro cultural, y que es un tema mucho más am-plio como tratar de entender qué pasó en este país.

Creo que el combate político por la me-moria, en buena medida, tiene que ver con las causas judiciales; pero también con llegar a una explicación más clara, por ejemplo, de cómo fue que en menos de tres años pasamos del 25 de mayo del 73 al 24 de marzo del 76. Me parece que toda-vía la sociedad argentina, y yo como inte-grante de la sociedad argentina, seguimos preguntándonos cómo eso fue posible. Y la maldad de Videla, el plan de Martínez de Hoz, todas las explicaciones que damos a diario, y que son absolutamente válidas, no agotan una reflexión más profunda acerca de qué pasó en esta sociedad, de cuál fue el proceso que permitió un deterioro tan rápido de esa situación de triunfo popular que vivimos en el 73.

Y cuando uno se plantea cómo nos ve la gente hoy, pienso cuando llego a la ESMA, será porque la Avenida del Liberta-

dor es tan ancha y la ESMA es tan inmensa que a uno a veces le parece que está más aislado de lo que está, pero cuando tiene que salir a comprar algo se da cuenta de que está en medio de un barrio importan-te de Buenos Aires. Y el diálogo que noso-tros tenemos que tener con esa población no pasa solamente por explicarles las mal-dades que se hicieron en la ESMA, que es de lo que de algún modo se van a enterar con la visita al centro de detención.

Esa tarea de investigación, hay muchas cosas que tenemos que estudiar mejor para ver cómo ocurrieron. Pero también es una tarea el seguir recogiendo testimonios y no sólo de las víctimas, sino testimonios, por ejemplo, de lo que pasó en la vida en la Argentina en los distintos aspectos.

Es bueno recordar esta dimensión, por-que de lo contrario corremos el riesgo de creer que nuestra tarea y nuestra pelea —por así decirlo, para darle siempre una dimensión épica a esta actividad— tienen que ver solamente con los militares, y con este enfrentamiento que hoy tenemos.

Por cierto que esto es una tarea priorita-ria, y hay que tratar de juzgar a la mayor cantidad de gente posible y lo más rápi-do posible, porque eso va a tener un saldo muy importante en el futuro argentino. Esa es una tarea política fundamental.

Insisto en la importancia de alentar, por-que no solamente es una tarea nuestra, sino de la universidad, los artistas, la gente que escribe, de los periodistas y de las or-ganizaciones sociales, que se profundicen la discusión, el estudio y la reflexión sobre la historia argentina reciente.

Nosotros, desde el centro cultural, es más lo que pretendemos estimular que lo que creemos que podemos hacer por no-sotros mismos. Hemos convocado un pri-mer seminario de políticas de la memoria el año pasado, este año vamos a convo-car a un segundo seminario para el mes de octubre, que tiene que ver precisamente con estudiar cómo se vivió en Argentina durante los años 76 al 83. Porque enten-demos que hay muchas cosas que cono-cemos insuficientemente. Y hablamos a veces de la complicidad de la sociedad en términos generales, o por el contrario, a veces enfocamos simplemente nuestro cuestionamiento en los militares y un pe-

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queño grupo de grandes empresarios que rodeaban a Martínez de Hoz.

Entonces, hay muchas cosas más que tenemos que estudiar para tener una expli-cación histórica más clara de lo que ocu-rrió. Eso supone —tal vez— enfrentarnos con algunas conclusiones que no nece-sariamente van a ser iguales que nuestros puntos de partida. Pero la ventaja de ese trago amargo que siempre supone llegar a un objetivo que no era exactamente el lugar al que uno pensaba llegar, será que a lo mejor miramos menos de costado, o nos hacemos menos los distraídos cuando quienes alientan la “memoria completa” a veces plantean ciertos temas frente a los cuales nos cuesta dar respuestas.

Insisto que, más allá de seguir con toda la fuerza, como lo hace el Archivo de la Memoria, el trabajo de investigación en relación con las causas, tenemos también que ver cómo establecemos otro diálo-go con la sociedad, también planteando todo esto que no hemos profundizado su-ficientemente para contestar la pregunta esa que parece tan ingenua, pero es la que se hacen en todo el mundo quienes pertenecen a sociedades que sufrieron estos procesos: cómo fue posible que pa-sara lo que pasó.

Fabiana Rousseaux

Soy psicoanalista y coordino el Plan Na-cional de Acompañamiento y Asistencia Integral a los Querellantes y Testigos Víc-timas del Terrorismo de Estado. Todos los días estamos escuchando a los testigos del terrorismo de Estado en Argentina, y lo hacemos desde una dimensión que qui-zá no es la que se escucha en otros ám-bitos de trabajo, que tiene que ver con esta memoria que se le exige al testigo, esa verdad literal que se le reclama, este tiempo de testimonio que se le pide en el momento del juicio y que nos hace pen-sar cómo hacemos para poder articular lo que tiene que ver con la reconstrucción de la memoria y la reconstrucción de lo sentido.

Al escuchar a los que sobrevivieron al horror, a lo impensable, a lo que no se puede dimensionar ni nombrar, nos pre-guntamos cuáles son las preguntas que se

hacen hoy, treinta y tres años después, las personas que sobrevivieron al terror. Y nos encontramos con que hay una demanda muy grande por parte de muchos de los testigos que son citados a declarar por primera vez. Esto impacta de un modo muy fuerte sobre ellos y sus familias. En las audiencias nos encontramos con el esce-nario judicial, donde los testigos esperan no sólo un acto de justicia sino fundamen-talmente que surja algo que les permita iniciar el trabajo de reconstrucción de ver-dad y sobre todo de algún sentido.

A nosotros nos gusta decir que esto no está incluido en el catálogo de los dere-chos, pero que treinta años después se trata de reconstruir entre todos un dere-cho al sentido de lo que ocurrió.

Y en esto realmente vemos cómo se ar-ticula lo que se mencionaba acá, las me-morias particulares, privadas, de cada fa-milia, y las memorias de lo que ocurrió en lo social. Nosotros notamos que desde los testigos que se presentan, particularmen-te los que lo hacen por primera vez, hay una demanda al Estado para construir al-gún tipo de verdad en relación a lo que ocurrió.

Es muy importante la articulación que nosotros podamos hacer desde todas las instancias del Estado, ya que los testigos van a distintos lugares a contar su testi-monio y, a veces, las causas judiciales de-sencadenan procesos difíciles de prever, sobre todo en aquellas personas que han llegado hasta ahí en estado de absoluto adormecimiento con su historia, que nun-ca han hablado de eso e inician un proce-so de reconstrucción. Creo que el ámbito de los juicios es privilegiado, mucho más allá de la justicia que se espera o no, pero que sí pretende que el Estado aporte algo de verdad sobre lo que les ocurrió.

Valeria Barbuto

Tratando de recoger lo que se estuvo hablando, creo que todos los temas que tratamos, desde la jornada de ayer, están más que vinculados, diría casi imbrica-dos. Así surgió el tema de la investigación cuando hablamos del relato, de la cons-trucción de qué representar en los memo-riales y en los sitios. La investigación como base para recorridos surgió en la elabo-

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ración y formación de prueba, como co-mentaban los compañeros de la Comisión Provincial por la Memoria. También en los temas de relación con la comunidad, por-que indefectiblemente no es sólo generar actividades de diálogo y de intercambio, sino de investigación, como referían los compañeros de Mansión Seré, a la rela-ción específica generada con el barrio y los vecinos.

También salió en la relación con un tema distintivo actual, que es la definición de los Estados, tanto en la voluntad públi-ca de tener políticas de memoria, como en la decisión de cómo gestionarlas. Creo que ahí también aparece el tema de la investigación y voy a explicar por qué.

Se habló hoy que el Estado es absolu-tamente distintivo, es distintivo el recono-cimiento estatal de los crímenes, a las víc-timas, es distintivo para la justicia, para la reparación. Lo es también en la determi-nación de qué historia reconocen las po-líticas públicas y los actores que las gene-ran. Porque hoy, el Estado no son aquellos funcionarios lejanos, sino que hay iniciati-vas mixtas de participación, con actores de la sociedad civil y del Estado.

En este sentido, es necesario reflexionar sobre cómo estas políticas de memoria, y las demandas de qué datos queremos, qué documentos y para qué los quere-mos, de las preguntas que nos hacemos, son distintas según las diferentes situacio-nes por las que atravesamos en los últimos treinta años. Se hizo clara referencia reite-radas veces a la diferencia entre distintos contextos políticos, en cuanto a la infor-mación que buscamos, recopilamos, siste-matizamos o para qué investigamos.

Y como en el caso de Argentina la histo-ria no es para nada lineal en este tema, y hemos tenido justicia, impunidad, verdad, la vuelta de la justicia, la situación en la que se encuentran las iniciativas de sitios, memoriales y museos es muy compleja, porque no es una relación simple y lineal sino de actores, de procesos políticos que fueron y vinieron y de actores que fueron cambiando también en sus posiciones.

Cada uno de los lugares que comentó sus experiencias tiene preguntas distintas y organiza su información y sus activida-des en relación a eso. De las primeras pre-guntas de los ochenta, que apuntaban a

determinar quiénes habían sido las vícti-mas, quiénes los responsables, cuáles los métodos, estamos hoy, luego de un pro-ceso muy complejo, en preguntas más complejas. Es lógico que quienes gestio-nan sitios desde un lugar de difusión, de reflexión, de concientización, hoy se ha-gan otras preguntas. Cómo funcionaba, qué pasaba con el barrio, qué sabían los vecinos, cómo era el aspecto edilicio del lugar cuando ya no existe, o cuando exis-te y está transformado, qué texturas, qué colores. Y la Justicia, que está actuando en el mismo momento, tiene otras pregun-tas. En algunos puntos se tocan y en otros, a veces, entran en contradicción. Porque la Justicia necesita de preguntas muy es-pecíficas. Necesita preguntarse cómo actuaba cada fuerza, cómo se compor-taban las patotas de los centros clandes-tinos de detención, y sobre las responsabi-lidades en cada caso.

Apareció la idea de que hay investiga-ciones diferentes para todo, y que requie-ren rigurosidad histórica, aunque las me-morias puedan no necesitarla.

Entonces pienso que la investigación se vincula con los otros ejes de memoria, ver-dad y obviamente justicia, se entrecruzan, dialogan, y también entran en conflicto cuando uno gestiona un espacio o tiene un trabajo de acción muy concreto, diario y cotidiano.

En Argentina, el impulso que ha toma-do en los últimos años el trabajo de crear historias sobre el período, sobre las vícti-mas, las biografías desde mediados de los noventa, la reconstrucción de historias de los militantes, junto con la definición esta-tal de políticas de memoria y la reapertura de las causas, conforman una materia ex-cepcional sobre la cual trabajar política-mente hoy. También hay que reconocer que parte de esa materia política son ele-mentos de una discusión que aprovecha la derecha, los sectores pro militares, para plantear la memoria completa.

Los temas que trabajamos son parte de discusiones que se dan en el ámbito públi-co y que definitivamente hay que dar, pero no sólo desde las historias de los militantes, de las víctimas, de los organismos, de todo el proceso de treinta años, desde la demo-cracia, es decir desde nuestras propias pre-guntas, sino incorporar, dialogar y debatir sobre las preguntas de los otros.

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Pienso que el tema de qué hacer con los represores, perpetradores, victimarios o como mejor se los llame, se vincula con ese mismo escenario complejo. Y me parece que la palabra que quedó girando fue “in-troducir”. Cómo introducir esto forma par-te de una discusión política que es nuestra, porque en realidad, ¿qué significa? ¿Tomar testimonios, pedirles información sobre las víctimas? ¿Dejarlos entrar a la recorrida en un sitio? ¿Incorporarlos a las investigaciones históricas? Creo que a veces hablamos de cosas muy diferentes. Pensaba, por ejemplo, en las causas. Allí los militares no han dado in-formación, pero sí sus familiares, y resulta has-ta risueño que las ex mujeres despechadas que veinte años después se separaron, dan una información fantástica. Probablemente ése no sea un relato para las memorias, no lo sé. Pero la verdad es que en términos jurí-dicos puede ser de utilidad. Me parece que hay que tratar de diferenciar estas distintas discusiones para no imponer una decisión so-bre otra prioridad que no es la propia.

Se ha hablado también de algunas ne-cesidades muy básicas, recuperar docu-mentos, información, sistematizar las inves-tigaciones, apoyar a los investigadores, elaborar material pedagógico y prepararlo con los actores que están en la educación.

Sobre todo lo que se ha hablado, lo que quedó claro es que se trata de ac-tividades diferenciadas, y que deberían ser coordinadas y articuladas, porque a veces tenemos la sensación de que de-bemos cumplir con todo: con la justicia, con la memoria, con la historia. En reali-dad hace falta compartir las demandas, los objetivos, pero tener una mayor articu-lación y que cada uno cumpla su rol. Y en ese sentido, articulando esto podríamos tener una investigación histórica rigurosa, una recolección de datos con fiabilidad y con respaldo para cuando se la necesite, y que las memorias puedan tener un lugar de reflexión como tales y sin superponerles otras necesidades.

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MESA 4

Educación en sitios de memoria

Los sitios de memoria como herramienta pedagógica educativa y como activado-res en el proceso de construcción y trans-misión de la memoria colectiva. Su aporte para una cultura de derechos humanos, prácticas democráticas y el compromiso cívico crítico de las nuevas generaciones. Los sitios de memoria como instituciones privilegiadas para la educación formal y no formal en torno de las experiencias ge-nocidas. La necesidad de institucionalizar los espacios curriculares ya existentes en la educación formal e impactar sobre la sub-jetividad de los jóvenes, en sus formas de percibir el presente e imaginar el futuro. Los jóvenes y sus interrogantes: receptores o constructores del relato de la historia.

Moderadora: Judith SaidComentarista: Héctor Schmucler

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Judith Said

Como hemos visto en esta jornada, todos los ejes tienen vinculación y lo que hicimos fue se-pararlos para abocar-nos mejor a cada uno de ellos, pero siempre vinculándolos entre sí.

Héctor Schmucler va a hacer la síntesis de este eje y también sobre el desarrollo del semina-rio.

En lo que se refiere al eje de educación, en lo concreto, tal como está explicado en el progra-ma, trata sobre los sitios de memoria y sus herramientas pedagógicas.

La experiencia que tenemos los que trabajamos en sitios de memoria es que hay permanentemente visitas de la co-munidad, mayormente de escuelas. Por lo que deberemos prestarle en este debate una atención especial al trabajo con las escuelas.

El trabajo no es solamente con los alum-nos, también lo es con los docentes. De-bemos preguntarnos acerca de cuál es la capacitación que han recibido estos do-centes. Y no sólo la que han recibido. Me pregunto qué investigación propia hacen estos docentes cuando vienen a estos lu-gares. Qué saben ellos por sí mismos, no porque aparezca en la currícula, o porque sea un tema de capacitación docente.

Está Federico Lorenz con nosotros, que ha trabajado en formación docente; una tarea muy exhaustiva en la que lleva mu-chos años. Nos anima a preparar a nues-tros maestros, a nuestros trabajadores de la

educación en la posibilidad, en la expec-tativa de que otro futuro es posible para sus alumnos. Y este es un gran desafío.

El tema de la memoria, de los sitios de memoria y de los memoriales, tiene mu-cho que ver con insistir en una temática en la cual no se quiere volver atrás y que a la vez plantea un futuro de justicia, de equidad y de respeto a los derechos hu-manos. Este eje está altamente vinculado con la investigación y con la relación con la comunidad porque las escuelas son centrales en las comunidades.

Agustín Di Toffino

Quiero dar un pequeño ejemplo de nuestro trabajo, del Archivo Provincial de la Memoria en torno al tema de investi-gación y problematizaciones. Nosotros hemos tenido muchas dificultades para acceder a la documentación sobre el ac-cionar represivo en Córdoba, ya que el mayor volumen de ese material estaba en la Justicia Federal, en manos de los jueces

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que investigan los crímenes de Menéndez en Córdoba.

Lo que hicimos fue un convenio con el gobierno de la provincia para acceder al material que hay en las comisarías de Córdoba. Fuimos una especie de “lim-piafondos”, todo lo que la jueza Cristina Garzón de Lascano no allanó, lo fuimos buscando en diferentes comisarías. No te-nemos la documentación de inteligencia referida al accionar de la dictadura, pero logramos acceder a un volumen bastan-te importante de documentos y los inves-tigadores pusieron manos a la obra para ver qué había ahí.

Se detectaron cosas importantes. Para el último juicio a Menéndez aportamos un documento referido a lo que se llama “Operativo Ventilador”, en el que asesinan a cuatro personas que estaban en el cen-tro clandestino de detención “La Perla” y luego simulan un enfrentamiento. Logra-mos encontrar el acta en una comisaría donde figuraba que las personas balea-das habían estado ahí. Un material al que se accedió en pleno juicio oral y público contra Menéndez.

Por otro lado, lo interesante, es que mu-chos de estos documentos sirven para re-construir, como decía Jozami, la vida co-tidiana durante la última dictadura militar. Y hay una serie de documentos importan-tes, que parecían intrascendentes pero les dimos mucha significación, porque ha-blaban de los permisos que debía tener la gente para organizar peñas y fiestas. Y resultó un material muy rico para explicar, para comprender el impacto de la dicta-dura en la vida cotidiana.

Traigo esto a colación para entender que no sólo es necesario relacionar el tema de la investigación a los alcances ju-rídicos, para las causas judiciales, sino que es importante examinar estos materiales para comprender la dimensión cultural que tuvo la represión y lo que significó la dictadura en la vida de nuestras comuni-dades. Cómo poder entrecruzar las mira-das para ir fortaleciendo las diferentes vi-siones que tenemos sobre el pasado.

Gonzalo Vásquez

Quería mencionar algo con relación a la Red Federal de Sitios de Memoria, el área del Archivo Nacional de la Memoria

que organizó este Seminario junto con el Área Jurídica Internacional.

Una de las cuestiones que nos parecía importante transmitir, también para los es-pecialistas que vienen de otros países, es que la represión en Argentina se organizó de modo sistemático en todo el país.

En el mapa que todos tienen en su car-peta se puede ver la dimensión que tuvo muy gráficamente el sistema represivo montado con más de quinientos centros clandestinos de detención relevados al día de hoy oficialmente, y hay muchos otros de los cuales aún no conocemos su existencia o ubicación. Ese mapa nos pa-rece muy ilustrativo de la dimensión y la organización que tuvo la represión. Y esto también nos hizo pensar, cuando se creó la Red Federal de Sitios de Memoria, en la necesidad de tener una contracara orga-nizativa para la articulación de todas las experiencias de memoria que se estaban llevando adelante de manera aislada en muchas provincias, varias de las cuales es-tán aquí presentes.

Nos pareció esencial poner en relación esos trabajos, conocernos como lo esta-mos haciendo en este tipo de encuentros, cada vez más frecuentes. Pero a la vez, el producto de los trabajos, en este caso específicamente, de investigación, que se estaban haciendo de manera descoordi-nada y que —paulatinamente— estamos tratando de coordinar, nos parecía un piso mínimo desde donde poder reconstruir no sólo lo que sucedió durante el terrorismo de Estado y presentar pruebas en la Justi-cia, sino además poder transmitir mucho más fielmente las dimensiones de lo que se intentó destruir y de lo que estamos de alguna manera tratando de volver a cons-truir y comprender.

Simplemente esto: un aporte a la articu-lación de las experiencias y de los trabajos.

Irit Abramski

Desde la experiencia en Israel, quería su-gerir algunas ideas acerca de visitas a los monumentos polacos. Es crucial, en mi opinión, la visita al monumento, como un proceso de vínculo. Es importante para la educación que haya un proceso, que no sea simplemente una visita. Debe construir el sistema de educación y debería ser re-saltado, algo donde se prepara muy bien

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a los maestros, a los niños, o a los otros gru-pos. Deberían leer acerca de la historia de los derechos humanos, sus violaciones en Argentina, luego venir al museo o al mo-numento; el tercer paso es la reflexión, el seguimiento después de la visita. Esto es muy importante para entender y corregir a veces lo que los visitantes han entendi-do y lo que no, es algo demasiado dolo-roso para ver y no se sabe lo que este tipo de visitas puede suscitar en las almas de los visitantes. Entonces trabajar el segui-miento luego de la visita es crucial. Debe-ría ser un proceso educativo en tres pasos donde lo remarcable es la visita al sitio de la memoria.

Matías Manuele

Pensaba en lo que decía Rubén Cha-babo respecto del lugar de la universidad, cuando decía: la universidad es excluida. Yo también estoy en la universidad, y allí se peca de cierta soberbia, a veces. No digo frente a las cuestiones de memoria, sino frente a la mirada del sentido común. Decimos “no hay investigación” o “falta investigación”. Pero muchas veces reco-nocemos que hay investigación, que está fragmentada y dispersa, y además esta-mos sentados sobre nuestra investigación. Soberbios, con nuestros datos.

Hay un trabajo histórico. Hoy la socie-dad es indiferente, pero lo es mucho me-nos que hace diez años. Si no, no estaría-mos como Estado acá sentados promo-viendo políticas públicas de memoria. Si lo estamos es porque los organismos de derechos humanos han logrado que la sociedad tomara cierta conciencia y eso se ha transformado en una demanda de la cual el Estado se hace cargo, como le corresponde.

¿Qué pasa? Hay mucha investigación pero cada uno la cuida. De la cual cada uno hace su propio uso.

¿Cuál es el tema entonces? Decía Va-leria: “hay muchos objetivos”, cada uno tiene su objetivo de investigación. Por eso también la investigación se fragmenta. Ahora bien, hay un objetivo común, hay una investigación para el relato, una in-vestigación jurídica, una investigación que busca el por qué. Pero el fondo de la inves-

tigación es la reparación de los delitos de lesa humanidad. Y esa reparación debe ser siempre integral, desde lo jurídico, lo social, lo económico, lo moral y lo filosófi-co, en definitiva, al tejido social. Todo eso es lo que tenemos que reparar respecto de los delitos de lesa humanidad.

Ese objetivo común no debería permi-tir la contradicción de las investigaciones. Esa sería la dimensión que posibilitaría la articulación de todos estos trabajos. Y si la reparación es social, el que se hace cargo de ese “todos” es el Estado. El Estado tiene un deber respecto de la articulación de la investigación.

Preguntaban: ¿se puede investigar y relatar al mismo tiempo? ¿Por qué? Y, por-que el tiempo es finito, los recursos son fini-tos, la gente es finita… Ahora bien: yo digo que deberíamos tener los recursos para que el que guía, el que investiga, el que educa, realice también investigación. Si es un problema de recursos, el Estado, no-sotros como Estado, deberíamos procurar esos recursos. Porque además no sólo se debería poder, se debe.

El año pasado nosotros hicimos un en-cuentro en la provincia de Buenos Aires sobre este tema de la investigación. Y decíamos: investigación de sitios de me-moria y de lugares que funcionaron como centros clandestinos.

Históricamente la apertura de estos es-pacios nos ha enfrentado con una nueva dimensión de la investigación. La perso-na que acompaña a un sobreviviente a recorrer el lugar donde estuvo detenido no sólo está produciendo nuevos senti-dos, está produciendo nuevos datos en ese encuentro. No soy guía, no trabajo en esto, pero me ha tocado acompañar so-brevivientes, como creo que a todos los compañeros que están acá y no es una tarea de información, ni de exposición, es un trabajo de intercambio que genera emociones.

Cuando el sobreviviente relata, resigni-fica su testimonio, nos agrega datos, nos cuenta cosas que quizás no haya dicho ante la Justicia, o seguramente tampoco en su familia, en los organismos. Por eso pienso que la investigación en los sitios de memoria es una nueva dimensión de la cual tenemos que hacernos cargo.

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Antonela Di Vruno

Yo había marcado varias cosas. Una, la cuestión de los objetivos de investigación, de la diversidad de objetivos que abarca y, por lo tanto, la importancia de los equi-pos que estén capacitados en abordar distintos ejes de investigación.

Esto viene relacionado, nosotros asu-mimos la responsabilidad como Estado, creemos que el Estado es responsable de llevar adelante estas investigaciones; en articulación con los organismos y otras ins-tancias no gubernamentales. Asumimos las consecuencias de los crímenes que cometió un Estado genocida y uno de los aspectos de la asunción, en lo que hace a la reparación, es profundizar las investiga-ciones y recuperar sitios.

Estar en los sitios generó un proceso de apertura a la llegada de nuevos testimo-nios, de encuentros de la militancia, de his-torias de vida, que nosotros creemos que son oportunidades y son fortalezas que las demás instancias deben aprovechar. Y ahí está el trabajo y la generosidad.

Nosotros tenemos experiencias impor-tantes con la comisión, podemos aportar en el tema de educación con la Secreta-ría de Derechos Humanos de la Nación, tenemos que reforzar un poco más con la provincia. Con la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación venimos trabajan-do fuertemente y complementando lo que es estar en un sitio y a su vez en este otro espacio.

A veces, los investigadores pecan de determinadas cuestiones —que asumo como investigadora que soy—, se divorcia la investigación de la propia problemática de las realidades concretas de los sitios.

Quiero agregar que, en lo académico, también tenemos que luchar doblemen-te, no sólo para afuera sino internamente, ya que la academia sigue manteniendo conceptos conservadores y muchas ve-ces cómplices. A menudo no podemos presentar investigaciones que están rela-cionadas con sitios, o con delitos de lesa humanidad en determinadas instancias, queda mal decirlo, pero lo he charlado en el Ministerio de Ciencia de la Nación, el tema del CONICET y los espacios que tiene la academia, porque todavía no aceptan determinados temas como académicos.

No dan puntaje, no son políticamente co-rrectos dentro de la academia.

No quiero dejar de nombrar esto, por-que también tenemos problemas para in-corporar investigadores en estos sitios.

Laura Villa

Con relación al tema educación, que-ría contar un poco la experiencia de Cór-doba, para que sepan cómo lo concebi-mos desde el sitio de memoria.

Nosotros creemos que el archivo y el si-tio de memoria no deben ser un espacio escolarizado, sino un espacio de forma-ción que tenga propuestas para distintos grupos y edades.

No sólo pensamos en trabajar con los niños, escuelas primarias y secundarias como lo venimos haciendo, sino también con distintos grupos de gente que pasa, y no solamente sobrevivientes, ex presos o gente de los organismos. Porque la parti-cularidad que tiene el Archivo de la D2 es que funciona en el centro de la ciudad, está ubicado entre el Cabildo y la Cate-dral, en un pasaje angosto, que se llama Santa Catalina. Está incluido en lo que se llama el casco céntrico histórico de la ciudad. Esto nos permite mostrar que allí funcionó, en el centro de la ciudad, un centro clandestino de detención, y ade-más podemos realizar actividades que in-terpelan a un montón de gente que pasa por ahí diariamente: sobre por qué pasó, cómo pudo pasar.

Y en ese sentido quería contar dos co-sas en relación con lo que se habló esta mañana, y que creo que tienen que ver con lo educativo, o con cómo uno está atravesado por la educación.

Nosotros tenemos una actividad con-creta, colgamos las fotos de los desapare-cidos un día a la semana. Una actividad que empezó acompañando la ronda de las Madres, las Abuelas y los Familiares, que se hace los días jueves. La plaza está a po-cos metros de este lugar. Teníamos unas cin-cuenta, sesenta fotos. Hoy suman doscien-tas, a lo largo de todo el pasaje. De hecho tenemos problemas con un bar vecino, que nos cuestiona, porque dice que las fotos le tapan la vista del bar, con lo cual hemos en-trado en una serie de discusiones.

Hay que hacer un trabajo pedagógico,

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para llamarlo de alguna manera, sobre cómo ocupamos ese espacio, y las dis-putas que genera, porque obviamente es una excusa eso de que “le tapa la visión”. Esta es una de las reacciones que gene-ran las fotos.

Las fotos de las personas desapareci-das no sólo permiten un encuentro con los familiares, con los compañeros, sino que además interpelan a la gente que pasa y que no sabía que eso pasaba ahí. Inter-pelan a los turistas, a los extranjeros, por-que ese pasaje está incluido en las visitas guiadas de la Secretaría de Turismo de la Municipalidad. Llama mucho la atención ver las fotos, se pueden ver desde distintos lugares, provocan a entrar, a visitar el lu-gar, a preguntar, o tan sólo pararse frente a las fotos, preguntar qué pasó, quiénes eran estas personas.

También convocan a la reacción, to-dos los días tenemos gente que pasa fren-te a las ventanas y nos grita: “Todos estos están bien muertos”. “¿Cuándo van a col-gar las fotos de los asesinados por la sub-versión?”. Y para nosotros eso es todo un desafío, cómo incluir, abarcar, enfrentar, esos discursos que también circulan. La idea es mostrar que ahí funcionó un cen-tro clandestino de detención y también nos enfrentamos a estas situaciones, que a veces son difíciles.

El otro día pasó una mamá con su hija, una niña, y se detuvo en las fotos que están colgadas y preguntó: “¿Quiénes son estas personas?”. “Están muertas”, respondió la mamá. “¿Qué pasó?”, dijo la nena (no-sotros escuchábamos desde la ventana). “Se murieron en un accidente de avión”, concluyó. Y nos plantea interrogantes so-bre qué decir, qué hacer, cómo enfrentar estas situaciones.

Además tenemos un memorial —ubica-do en la fachada— con los nombres de las personas asesinadas y desaparecidas en la provincia de Córdoba, que va desde el 72 al 83. Nombro el memorial por el di-seño que hicieron los arquitectos que tra-bajan en el archivo. Los nombres forman una gran huella digital. Si uno se aleja, ve la huella digital y, si se va acercando, va acercándose a los nombres. Para nosotros era importante tener ese memorial, pero no sabíamos cuán importante era lo que iba a generar.

Con el paso del tiempo, nos encontra-mos con personas que vienen y te dicen “pasé a ver a mi papá”, o “acá está mi abuelo”. Y lo marca en la huella. El pasaje genera reacciones interesantes en la gen-te que pasa por el lugar.

Y quería mencionar esto, retomando como empecé, porque nosotros creemos que todo esto abarca lo que es el trabajo de educación. Que no sólo se tiene que dar en las escuelas, o para el feriado del 24 de marzo, sino que el sitio debe ser un espacio que proponga formación.

Y en ese sentido tenemos un área que trabaja específicamente con tres activi-dades concretas. Una es un taller de for-mación para docentes, que hace dos años que está funcionando, y que abarca diversos temas como historia oral, historia contemporánea, un taller en derechos humanos, arte y política. La idea es que los docentes trabajen proyectos áulicos o institucionales en sus escuelas y puedan hacer una devolución al archivo.

El año pasado tuvimos una experiencia muy buena de una comunidad que está cerca de Córdoba, que se llama Pilar, donde un grupo de docentes hoy dictan, en esa localidad, un taller sobre memo-ria, derechos humanos. Nos pareció una experiencia rica.

Por otro lado trabajamos lo que es la “Ronda de la Memoria”, que es algo pa-recido a lo que hace la Comisión de la Memoria de La Plata, pero en otra escala. Trabajamos con las escuelas de Córdoba invitándolas a participar en proyectos que tengan que ver con memorias locales, con lo que fue la dictadura. Lo pueden traba-jar institucionalmente o por grado, y des-pués los reunimos, coincide con la Feria del Libro y la fecha del 16 de septiembre, recordando la Noche de los Lápices, en el pasaje Santa Catalina del que les ha-blaba. Y ahí se congregan colegios de to-dos los lugares, colegios públicos, colegios privados, cada uno con sus proyectos, y también es enriquecedor.

Para finalizar, quería mencionar un tema que tiene relación con lo que vimos ayer sobre la experiencia en Israel. Noso-tros no sólo trabajamos con escuelas se-cundarias, lo hacemos también con es-cuelas primarias, y eso es todo un desafío. Y todavía creo que lo que nos seguimos preguntando es cómo trabajar las memo-

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rias en disputa, o la “teoría de los dos de-monios”. Pero pensamos que con los chi-cos se puede trabajar, porque no sólo hay que mostrarlo desde la historia del terror, desde lo que pasó en ese lugar, todas las señalizaciones que hay en el sitio.

Lo trabajamos a través de dos salas que están dentro del archivo del sitio de memoria, que son la sala de “Vidas para ser Contadas”, que reúne álbumes de his-torias de vida y objetos de personas de-saparecidas; y la Biblioteca de Libros Pro-hibidos. A través de esos dos espacios, que no tienen que ver con lo que fue el centro clandestino de detención, nosotros hace-mos un taller con los chicos. No hay un re-corrido, hay un trabajo en taller, donde los chicos terminan elaborando con nosotros conceptos. Porque creemos que es desde la infancia donde uno puede empezar a construir conceptos de memoria, compar-tir la memoria de ellos mismos con la de sus compañeros, con la de otros. La Biblio-teca de Libros Prohibidos es un disparador importantísimo, porque nosotros leemos Un elefante ocupa mucho espacio, y les preguntamos por qué creen que ese libri-to estaba prohibido. Y ya solito aparece cómo estaba atravesada la cultura por la dictadura.

Tenemos una buena experiencia con eso, y queríamos transmitirla aunque sea brevemente. En la sala de “Vidas para ser Contadas” también trabajamos con los chicos una técnica de taller. Es un lugar que se fue armando con los familiares, que empezó con dos o tres álbumes, de gente que trae cosas que hablan de quié-nes eran, fotos, libretas de la escuela, do-cumentos, cartas de novios. Esos álbumes contienen toda la historia de una persona, con su nombre y apellido. Y es un lugar que a los chicos les encanta. Tenemos ob-jetos: motos, tocadiscos, guitarras, libros, cuadernos. Primero los chicos empiezan a leer, a ver, a descubrir lo que hay ahí. Y no-sotros después les pedimos que se presen-ten ellos, y que lo hagan con algo que los caracterice: la flaca, el colorado, cómo se ven ellos, un rasgo que los identifique. Y a partir de ahí les decimos lo diferente que sería si los conociéramos sólo por un número o por una lista: “Estos son los se-senta alumnos del IPEM Nº 2”.

Es importante esa sala y trabajar con la historia de vida de los desaparecidos, por-

que dejan de ser un número y empiezan a ser personas con ideales, con intereses, con gustos, con vida, con madres, con padres, con hijos. Y eso dispara cuestiones interesantes, con los chicos de escuela pri-maria y secundaria, que no tienen nada que ver con el centro clandestino, con lo que significó la D2 en Córdoba.

Irit Abramski

Quiero referirme al rol de la investiga-ción y el rol del Estado, para nuestros tra-bajos en educación. Desde mi experiencia en Lituania, es muy difícil después de un trauma como un holocausto y la represión estalinista, o como lo que sucedió en Ar-gentina, definir de nuevo nuestros héroes y nuestros villanos. Es muy importante que la definición esté basada en la justicia, en el sistema de justicia, en la administración de justicia.

El Centro Wiesenthal intentó llevar a la justicia a dos muy famosos perpetrado-res lituanos, y escaparon de la justicia por razones políticas, porque estos perpetra-dores son vistos desde los ojos frágiles del nuevo nacionalismo como anticomunistas héroes lituanos. “Ellos colaboraron con los nazis, pero pelearon contra el comunis-mo”. Cuando profesores lituanos vinieron al seminario en Yad Vashem les pregunté si sabían los nombres y qué pasaría si los llevaran a la justicia en Lituania. Y la res-puesta fue: “Si un juez lituano, si una cor-te lituana hubiera juzgado a esos villanos, para nosotros, los maestros, sería mucho más sencillo, porque el Estado, la sanción legal de Estado define a los héroes y a los villanos”. Los guías de los museos de la memoria, los maestros en las escuelas pú-blicas, dirían: “Esta es la justicia legal de Lituania, dieron el veredicto de que son villanos, no son héroes ya”.

Entonces, esta discusión aquí —donde ustedes pelean por la justicia legal, por lle-var a juicio a los perpetradores— genera mucha esperanza, que en vuestro caso en Argentina, cuando definan sus héroes y sus villanos será al menos basado en la justicia y hará la vida más fácil para los maestros, los guías, los educadores. Porque detrás de ella hay un veredicto de la Justicia y es muy importante, tanto para la educación, las víctimas y los visitantes.

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Yariv Lapid

Combinar información sobre eventos genocidas con educación en derechos humanos sigue siendo una cuestión abso-lutamente irresuelta. Generalmente Yad Vashem suele estar contra esto, combinar la tendencia judía en Israel de decir que esto es un evento único, entiendo que no debería ser comparado de manera que banalice la unicidad de estos eventos. Hay una institución en el norte de Israel que está haciendo un trabajo muy intere-sante, y trabaja con árabes e israelíes en cuestiones relativas al Holocausto, hace ya once años. Lidiar con estas cuestiones en Europa es una cuestión no resuelta. Hay un experimento que lleva tres años en Alemania, y en mayo estamos abriendo el tercer seminario piloto que intenta crear una combinación entre educar acerca del Holocausto y derechos humanos al mismo tiempo. Tenemos siempre la sen-sación de que cuando intentamos hacer una de las cosas, comprometemos dema-siado a la otra y viceversa. Entonces están en un campo que para nosotros también no está resuelto. Pareciera que al guiar a través de un sitio de la memoria, hablar de los derechos humanos se vuelve muy complicado. Es algo que uno puede ha-cer en los talleres después de que la in-formación ya ha sido dada. Intentar dar información básica en la visita del sitio, y al mismo tiempo introducir este metanivel de lo que esto significa para nosotros en el nivel de los derechos humanos, es quizás intentar demasiado, para que entre en el mismo formato.

Quizás sea mejor seducir a los grupos para que se queden más tiempo; ofrecer-les primero la visita, que se integren, y lue-go en un segundo momento abordar las cuestiones de qué es lo que esto nos ense-ña acerca del comportamiento humano en general.

Una cuestión interesante es la idea de perpetradores potenciales que alguien enunció. De hecho es lo que estamos in-tentando abordar en educación: es evitar, prevenir. Posiblemente estemos hablando con grupos de personas que podrían en el futuro convertirse en perpetradores e intentamos evitar que eso suceda. Lo ha dicho anteriormente Robert, que algunas de las áreas que lidian con los neo-nazis,

por ejemplo, van a escuchar a los sitios de la memoria.

Ha habido un experimento de este tipo en Iad Vashem, para trabajar con juven-tud de derecha en los sitios de la memo-ria, sería difícil encontrar, hoy en día, un educador en los sitios europeos de la me-moria que quisiera hacer esto. Esto es algo que muchos quisieran evitar, es muy com-plicado y hasta ahora ha mostrado poco éxito. La experiencia que yo tuve y que funcionó fue a principios de los noventa. En Israel había un nuevo partido que ofre-cía al público israelí la idea de “transfe-rencia” (este término también tiene una connotación interesante). Pero al mismo tiempo que este partido ofrecía transferir a todos los árabes fuera de Israel y, según las estadísticas, alrededor de 1991-1992, este partido era visto con el potencial de tener quince mandatos de los cien en el parlamento israelí. Lo que quiero decir es que este intento que hicimos era un gran desafío, y un grupo de alrededor de quin-ce personas desarrollamos algunos talle-res. Y hasta el día de hoy estos son los más ingeniosos trabajos pedagógicos que ja-más he experimentado. Sólo fuimos a es-cuelas de derecha, con esos potenciales perpetradores. Exactamente en esas es-cuelas no habían hecho nada, crecieron en familias en las cuales el padre siempre decía cosas no muy agradables acerca de los árabes y seguramente es lo mismo en Argentina, está relacionado con el perfil social.

Trabajamos con los estudiantes durante cuatro horas con preguntas. Esta ha sido para mí la mejor posibilidad de generar un cambio en cómo los estudiantes piensan, y es cuando son tomados en serio. Cuan-to mejor preguntas, los desafías a pensar acerca de lo que dicen para que ellos mismos se tomen en serio. Porque cuan-do dices “transferencia” y les preguntas: “ok… qué quieres hacer mañana, trans-ferir este pueblo fuera de Jerusalén. ¿Qué haces? ¿Cuál es tu próximo paso?”. Tal éxito no lo he visto desde entonces y lo digo en el contexto de cómo enseñar de-rechos humanos con estas cuestiones de gente de derecha y perpetradores poten-ciales. La primera pregunta que siempre hago en clases como éstas es: “qué es lo que harían si en Jerusalén hubo una ex-plosión y treinta personas murieron en un

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bus por una bomba de terroristas? La res-puesta común era colgar a diez palestinos en una cárcel israelí, así aprenderían y no lo harían otra vez. Y después les pregunto “ok, los cuelgan, ¿y después qué?”, y así están forzados a encontrar una racionali-dad a lo que dicen, para conectar entre sus emociones de odio y sus acciones que de allí surgen.

En los sitios de memoria estamos mucho más temerosos de tomar ese camino. Es-tamos más preocupados, nuestro trabajo es más tabú y no publicitamos nuestro tra-bajo con los árabes justamente por temor a que nuestros presupuestos sean recorta-dos. Porque lo que se hace es tan contra-corriente con la sociedad israelí, es casi un trabajo escondido, camuflado. Entonces estas cuestiones no son sencillas.

Héctor Schmucler

Pido disculpas por la prepotencia de los aviones. Nuestra libertad termina exacta-mente cuando la tecnología nos impone qué es lo que tenemos que hacer. Y tengo que estar de regreso en Córdoba esta mis-ma noche.

Afortunadamente creo que en pocas palabras podría hacer la síntesis, tanto lo que hasta ahora se ha dicho sobre edu-cación, como de toda la jornada.

Digo afortunadamente porque se han di-cho tantas palabras que exactamente son las que yo venía pensando, que lo único que tendría que hacer ahora es suscribir los razonamientos tan abiertos —señalo esto, abiertos— y brillantes que se efectuaron.

Tengo una palabra y me acuerdo de que lo dijo Héctor, y otra, ya lo dijo Joza-mi, y la otra, ya lo dijo Rubén… De manera que esto me facilita y a su vez me compli-ca para querer decir algo nuevo.

Mi impresión es que estamos avanzan-do mucho en la discusión sobre la memo-ria. En este caso específicamente sobre los sitios de memoria. Y cuando digo que es-tamos avanzando mucho estoy pensando en las reuniones, encuentros de este tipo, de los últimos años. Y paradójicamente —insisto— creo que avanzamos no porque tengamos mejores respuestas sino porque vamos afinando las preguntas.

Y creo que en nuestro caso, en el tema

de la memoria, lo que siempre se nos plan-tea son preguntas. Porque entre otras cosas la memoria también es algo tan indeciso, tan inasible, tan fluctuante, que tal vez la única tarea que tengamos sea interrogar-la. Interrogarla incesantemente, sabiendo que cada vez nos va a ir dando nuevas realidades, nuevas verdades, nuevos con-sejos para cambiar el mundo, si es que te-nemos interés en cambiar el mundo.

Porque ésta es una premisa elemental pero creo que sustancial. Cuando deci-mos nosotros que queremos que algo no se repita, y que tal vez la memoria sea útil para eso, presuponemos que todos espon-táneamente queremos que no se repita. Y ocurre que las cosas en la historia se repi-ten, pero astutamente. Cuando digo as-tutamente quiero decir que no se repite igual. En realidad, la historia nunca se repi-te, porque sería imposible encontrar situa-ciones exactamente idénticas a aquellas donde ocurrieron determinados hechos. Por lo tanto, las cosas no se repiten. Pero la misma estructura, usaría la palabra Mal, con mayúscula, que habló recién Diana, el Mal, esto que podemos llamar mal, el Mal, se perfila, se muestra con rostros múl-tiples. Y lo más grave es que casi siempre se muestra en nombre del Bien. Esta es la gran astucia del Mal, si es que podemos antropomorfizarlo. Siempre se muestra en nombre del Bien. Nadie habla en nombre del Mal. Ni el nazismo se hizo en nombre del Mal, ni la dictadura argentina y todo lo que precede a la dictadura argentina se hizo en nombre del Mal. Siempre se hizo en nombre del Bien. Siempre se hizo en nom-bre de la salvación de la patria, de la sal-vación de los individuos. Y esto es riesgoso.

Por eso me parece que la memoria tiene que afinar sus preguntas. Pero a no equivocarse. No creer que encuentra res-puestas inmediatas, porque se nos cuela —sigo hablando del Mal, para sintetizar— por los caminos menos pensados.

Creo que, por lo menos para mí, la síntesis de todo lo que hemos escuchado, en el día de hoy al menos, lo podría resumir diciendo que los sitios de memoria —para centrarnos en los sitios de memoria, que es lo que nos convoca en este encuentro— cumplen su verdadero objetivo cuando se hacen inne-cesarios para que haya memoria.

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Con esto quiero señalar que la memoria, si algo tiene de relevante, es una especie de gran recordatorio de algo sobre lo cual nosotros ya estamos de acuerdo, por más que se enseñe. En educación, la experien-cia es infinita en los países europeos, se han hecho multitud de experiencias. No hay que

olvidarse que Adorno, hace ya tantos años, decía que nada es más importante que la educación contra el nazismo. Adorno nun-ca aclaró bien qué quería decir esto, pero yo imagino —no por interpretarlo a él— que la gran tarea es preguntarnos lo que aquí se ha repetido varias veces.

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