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INSTITUTO POLITÉCNICO NACIONAL
SECRETARÍA DE INVESTIGACIÓN Y POSGRADO
ESCUELA SUPERIOR DE INGENIERÍA Y ARQUITECTURA
UNIDAD ZACATENCO
SECCIÓN DE ESTUDIOS DE POSGRADO E INVESTIGACIÓN
INFORME FINAL DE INVESTIGACIÓN
“Medio Ambiente Construido y Calidad de Vida en la Metrópolis Ciudad de México”.
Clave de Registro SIP 20061164
M. en C. Javier Pérez Corona.
“Medio Ambiente Construido y Calidad de Vida en la Metrópolis Ciudad de México”.
Contenido
Introducción.
Justificación.
Planteamiento del Problema.
Hipótesis.
Objetivos.
Contenido.
Metodología.
Primera Parte.
Capítulo 1. Marco Teórico y Metodológico: referentes conceptuales.
1.1. Medio Ambiente Construido.
1.2. Calidad de Vida.
1.3. Trialéctica de la Espacialidad.
Capítulo 2. Diagnóstico de la Pobreza en la Metrópolis Ciudad de México.
2.1. Transformaciones Socio Ambientales de la Ciudad de México.
2.2. Dinámica Urbana Metropolitana.
Segunda Parte.
Capítulo 3. Los Nuevos Conglomerados y el Urbanismo en la Metrópolis Ciudad de
México.
3.1. Procesos Edificatorios Fragmentados.
3.2. Los Nuevos Conglomerados y el Urbanismo.
Capítulo 4. Análisis Crítico de los Nuevos Conglomerados y el Urbanismo de Neoliberal.
Conclusiones.
Bibliografía.
Medio Ambiente Construido y Calidad de Vida en la Metrópolis Ciudad
de México.
Introducción.
Este proyecto de investigación aborda el proceso de producción del medio
ambiente construido que ha venido experimentando la metrópolis ciudad de
México recientemente, y que configura una nueva tipología de ciudad:
metápolis, concepto que refiere a una condición urbana inédita; expresada
en un nuevo giro de potencialidades y limitaciones en términos urbanísticos y
arquitectónicos y asociados con las condiciones de vida de los grupos
sociales que habitan tales lugares. Pero, también en torno a un espacio
heterogéneo en actividades productivas y de relaciones sociales en una
escala e influencia posmetropolitana de alcance global.
Justificación.
En lo general las tendencias de la investigación urbana se orientan a la
interpretación de los procesos de crecimiento de la ciudad con posturas
teóricas parcializadas. Por un lado, los enfoques económicos, políticos,
sociales, culturales y en sus aspectos sectoriales; los que enfatizan su forma
de organización y funcionamiento. Por otro, la perspectiva espacial que ubica
el estudio de la ciudad como sistema, separado de aquellos procesos. Por
ello, es necesario articular estas dos posturas, debido a que es en el plano
espacial donde finalmente se traducen las prácticas de los actores sociales
que producen la ciudad.
Sin embargo, estas tendencias han permeado la práctica de la planeación en
México a través de los Planes Directores de desarrollo urbano de la ciudad
de México, pero en condiciones distintas a las prevalecientes en esta
metrópolis contemporánea, sin haberse actualizado al mismo ritmo.
El fenómeno metropolitano se presenta de manera cada vez más compleja y
a mayor escala en el que intervienen más variables de análisis, entre ellas, el
impacto del proceso de urbanización en el medio ambiente, impulsado por un
sector económico ligado a la construcción y al mercado inmobiliario; junto
con emergentes actores sociales y nuevos perfiles de organizaciones
sociales, que en convergencia se deben incorporar al análisis de esta ciudad.
Pero el estado de la disponibilidad de referentes del conocimiento de lo
urbano limita y hace insuficiente la aprehensión de las singularidades y
diversidades de la expresión del urbanismo actual.
Pero, también en otras universidades del mundo el nivel de análisis de los
estudios urbanos prevalecientes ha venido incorporado nuevas variables que
ponen en cuestionamiento el determinismo medio ambientalista sobre las
relaciones sociales de los urbanitas. Esta condición es analizada a la luz de
los diversos actores que hace la ciudad como artefacto complejo del tipo de
una segunda naturaleza artificial: el Estado, los desarrolladores inmobiliarios
y los ciudadanos. Es decir, esta triada en sus entrecruzamientos está dando
forma a nuevas perspectivas de interpretación del urbanismo
contemporáneo.
En esta triada se pone énfasis en: primero, a través del Estado se identifica
la planeación, como variable clave que hace posible repensar en su
teorización; segundo, las iniciativas de los desarrolladores inmobiliarios y de
bienes raíces traducen los imaginarios colectivos urbanos de las necesidades
y expectativas de los usuarios de la ciudad y los convierten en plusvalor del
suelo y edificaciones, y en nuevos negocios; y tercero, en los ciudadanos en
su vida cotidiana se refleja la calidad de vida en la que se encuentran y a la
que aspiran, permitiendo reflexionar acerca de los indicadores que
conforman los estándares de medición internacional del bienestar social que
sustenta las estrategias de desarrollo, las políticas urbanas y la asignación
de recursos a planes y programas de vivienda y servicios públicos básicos.
Con estos elementos se cierra el círculo de esa trilogía.
Problemática.
El medio ambiente construido de la ciudad de México es el claro reflejo del
dinamismo que ha adquirido en los últimos años el mercado inmobiliario
llevando a reforzar la expansión de la ciudad. Sin embargo, este alto
consumo de suelo urbano no se refleja en la mejora de las condiciones de
vida de los urbanitas de esta metrópolis, no obstante los discursos de los
distintos gobiernos locales que pregonan que se ha detenido esa expansión
de la mancha urbana sobre suelo de conservación ecológica y de recarga de
los acuíferos con serias consecuencias para el suelo de esta ciudad.
Estas consecuencias derivan en la alarmante problemática del hundimiento
de la ciudad que ya tiene varias décadas, y que no se ha valorado su
dimensión al carecer la planeación de mecanismos efectivos en la regulación
de los desarrollo inmobiliarios y del mercado del suelo formal e informal,
acordes con la disponibilidad de sus recursos vitales, entre ellos de manera
destacada el agua, junto con otros servicios que son deficitarios.
La complejidad de esta problemática plantea interrogantes clave a partir de la
expansión de la ciudad sobre suelo reciclado de áreas centrales y
consolidadas de la ciudad, pero sobre todo de un crecimiento periurbano,
con la incorporación de nuevos municipios de otras entidades. Sin embargo,
la dinámica demográfica entró en un ritmo de crecimiento menor, no
obstante, la cobertura de los servicios urbanos básicos sigue siendo
deficitaria.
En este trabajo de investigación se abordan los cambios que ha venido experimentando
la metrópolis de la ciudad de México, a través del medio ambiente construido,
caracterizados por configurar un nuevo urbanismo que se diferencia del urbanismo
moderno y que adquiere expresiones inéditas, que sitúan a ésta ciudad en la fase
posmoderna y postmetropolitana.
Se concentra el análisis en torno a los conglomerados edilicios, las zonas de la
metrópolis de mayor dinamismo inmobiliario, donde se dan cita nuevos actores sociales
con prácticas de producción de espacios urbanos singulares y que se alejan del común
de la mayoría de los habitantes de la ciudad de México, por las profundas diferencias en
ingresos y niveles de vida. De ahí que estos lugares represente la fragmentación en la
composición socio-urbana de la metrópolis.
Por consiguiente, al enumerar las características sociales y espaciales del estos
lugares, como emplazamientos cerrados e insertos en un conglomerado fragmentado
metropolitano, a la manera de metáfora de archipiélago, se identifica el despunte de
una nueva tendencia de urbanismo que lleva a reformular los referentes teóricos y
conceptuales establecidos del estudio de la ciudad. En este proceso se dimensiona por
niveles de aproximación, tanto en un contexto global como local. En el contexto global
se establecen los referentes de un sistema de ciudades jerarquizado del que forma
parte la metrópolis ciudad de México, a partir de ciertos lugares intraurbanos que
cuentan con los requerimientos de inserción a la dinámica de la fase actual de
acumulación capitalista. Proceso que ha requerido, a nivel local, de una profunda
reestructuración territorial y edilicia de la metrópolis y que ha transformado los
postulados imperantes del urbanismo moderno para dar paso a formas inéditas en el
habitar de la ciudad.
Por lo tanto, se reflexiona acerca de tales procesos del nuevo urbanismo para identificar
los factores presentes en la transición del urbanismo moderno al posmoderno, a través
de las prácticas de los actores sociales de los conjuntos urbanos para reconstruir los
referentes teóricos y metodológicos en el estudio de lo urbano en la fase capitalista
posindustrial.
En los conjuntos urbanos cerrados se materializan los procesos urbanos actuales que
dan testimonio de un nuevo tipo de hacer ciudad por los diversos agentes sociales y sus
consecuencias. En el nuevo urbanismo neoliberal se inscribe la transición de lo que
podría denominarse un proyecto de ciudad en dilema, tanto por los que usan la ciudad
como mercancía para su beneficio, como por los que la usan para su propia
reproducción.
La relevancia de la investigación se inscribe en la postura teórica de percibir a los
conjuntos urbanos de la Ciudad de México como lugar de expresión singular de las
formas tipológicas, sociales y edilicias que caracterizan el paradigma del nuevo
urbanismo capitalista, donde se asiste a un cambio en la forma de hacer ciudad en la
fase posmoderna. El cómo se producen estos procesos está en el centro de atención de
los estudios territoriales.
Con el análisis de estos cambios en el nuevo urbanismo de la posmetrópolis de la
ciudad de México se pretende contribuir al debate de los estudios urbanos en México
que permitan formular nuevos referentes de lo urbano, en realidades específicas de
particulares ciudades latinoamericanas.
Entre los antecedentes de estudios urbanos que han incursionado en esta línea de
trabajo con diferentes enfoques teóricos y propósitos, destacan autores clásicos para el
caso de metrópolis de los países del norte y con realidades diferentes entre sí, y que
han identificado los cambios de la modernidad a la posmodernidad urbana, como fase
inédita de la ciudad neocapitalista: la imprescindible Escuela de los Ángeles, entre ellos
Davis, (1992); Soja, (2000); y Dear, (2002), principalmente; Amendola, (2000);
McKenzie, (1994); Ellin, (1997). Para América Latina: en la ciudad de Sao Paulo,
Caldeira, (2000); Buenos Aires, Cicolella, (1999); Santiago de Chile, De Mattos, (1999).
Y en el caso particular de México, el de la Ciudad de México, Hiernaux, (1999); y de
Guadalajara, Cabrales y Canosa, (2001); por solo mencionar algunos.
Es por ello que los referentes teóricos predominantes en los análisis de las
posmetrópolis corresponden a un urbanismo en rápida transformación a escala mundial
en las redes de la ciudad global jerarquizada. En consecuencia, es necesario traducir
tales postulados teóricos y metodológicos con el singular proceso urbano de la ciudad
de México. Justamente aquí es posible situar la aportación del presente trabajo.
Los conjuntos vienen a representar el área urbana distintiva del nuevo urbanismo
posmetropolitano de la ciudad de México, donde están presentes las condiciones de
una imagen urbana que se confronta al resto de la metrópolis fragmentada en
profundas diferencias entre los actores sociales y sus niveles de vida. Por ello, es
posible hablar de un paradigma urbanístico de la exclusividad y de la exclusión. La
profundización del nosotros y los otros que caracteriza al capitalismo posliberal.
Este conjunto urbano se ha constituido en sitio privilegiado para la inversión inmobiliaria
al cotizar en varios miles de dólares el metro cuadrado de terreno y construcción, para
representar una de las zonas de mayor plusvalía de la ciudad, donde se han venido
estableciendo con una agresiva expansión, corporativos trasnacionales, franquicias
extranjeras, agrupamientos habitacionales exclusivos de alto costo, universidades,
centros comerciales y de servicios, sitios de ocio, espectáculo y diversión en una amplia
gama de edificios. Con una recomposición de la oferta inmobiliaria y nuevas fórmulas
de negocios.
Megaproyectos urbanos de un concepto cosmopolita internacional y privado, enclaves
urbano del primer mundo en un país atrasado y en una metrópolis fragmentada de
profundos contrastes. Se presentan como parte de un archipiélago cerrado (Soja,
2000); espacio privado y excluyente. Santa Fe es la expresión del poder financiero y
político de las multinacionales bajo el lema de la productividad y la acumulación;
expresión urbano arquitectónica del poder del capital monopólico con el lenguaje de las
formas que se traducen en el discurso del dinero. Discurso del uso del espacio privado
que excluye al público.
En ellos se materializan las nuevas prácticas y rutinas inmobiliarias y del consumo del
suelo urbano que transforman radicalmente los entornos urbanísticos, para crear nodos
y nuevas centralidades en asociación o en oposición de los lineamientos de la
globalización.
Si bien hay otras áreas de la metrópolis que también cotizan suelo e inmuebles a altos
costos y similares a tales lugares, es el caso de los conglomerados urbanos de
Insurgentes Sur, Polanco, San Ángel, Interlomas, Tecamachalco, La Herradura, pero
que expresan otros procesos como la gentrificación, donde un sector adinerado de la
población, por sus propias expectativas prefiere zonas lujosas consolidadas o céntricas
de nostalgia, abolengo y nobleza que también se adquieren. De tal forma que entre los
habitantes de antaño más que el miedo a los buldozers, hoy en día le temen más a la
gentrificación que los desplaza de estos lugares (Merrifield, 2002). En el caso de los
corredores urbanos están presentes los nuevos actores sociales que tipifican la fase
actual posindustrial: los jóvenes ejecutivos de firmas trasnacionales y de servicios de
alta especialización del sector cuaternario que hacen ciudad a su manera,
emplazándose en la transformada relación vivienda-trabajo rigurosamente vigilada.
El mercado inmobiliario tiene diversas lecturas que muestran el complejo
comportamiento de los consumidores y su acceso al suelo urbano más allá de su poder
adquisitivo. Es decir, más que lo económico, está lo social; lo que muestra la enorme
heterogeneidad de las clases sociales de altos ingresos y sus espacios urbanos de
ocupación tan diferentes entre sí, lo que replantea la discusión del por qué la ciudad se
construye de determinada manera y no de otra, para destacar el papel de los actores
sociales.
La ciudad es cada vez más heterogénea y contradictoria, donde hay focos de desarrollo
intraurbanos e interurbanos de mayor dinamismo, Esos nodos y nuevo núcleo de
mando que se engarza con el sistema urbano global como enclave, al margen de gran
parte del resto de la metrópolis crecientemente fragmentada. Nodo apuntalado por las
innovaciones tecnológicas que han transformado las escalas de tiempo y distancia.
El espacio construido en esta fase posindustrial ha requerido de un fuerte ingrediente
de innovación tecnológica que arrancó con el paradigma del rascacielo; pero que hoy lo
constituye un sistema urbano complejo inteligente que va mas allá de los edificios
inteligentes, hasta constituir redes de ciudades informacionales, en el léxico de Castells
(1989).
Es la expresión de la exclusión, donde se han agrupado ciertos sectores sociales no
sólo por su poder económico adquisitivo de la alta renta del suelo urbano del lugar, sino
sobre todo por sus identidades, estatus, distinción social y seguridad. A partir de tales
agrupamientos la ciudad, vista de conjunto, profundiza su fragmentación y deriva en un
modelo de ciudad posindustrial segregador que acrecienta cada vez más la polarización
y el conflicto social, para ser escenario de manifestaciones de protesta, inseguridad y
violencia que han dado lugar a la aparición de barrios cerrados, atrincherados y a
tecnologías de vigilancia, de acuerdo con Davis (1992).
En el centro de este contexto se encuentra la política urbana del Estado reformado que
expresa las nuevas relaciones de fuerza de los grupos hegemónicos y su reorientación
hacia un urbanismo de exclusión. Sí la estrategia de la planeación urbana del Estado
keynesiano buscaba la homogeneidad de los ciudadanos cuando sus necesidades eran
diferentes en la fase del urbanismo moderno, hoy en día, las tendencias de la política
urbana posmoderna se orientan hacia aspectos locales y específicos a partir de la
reorganización del poder corporativo multinacional frente a la demanda y la protesta
social de los diferentes actores sociales, quedando siempre pendiente la equidad. Por
todo ello, se plantea la interrogante ¿Cuáles son las expresiones más significativas del
nuevo urbanismo posindustrial; así como sus perspectivas de ciudad en conflicto?.
Planteamiento del Problema.
El problema fundamental deriva de la discusión del por qué la ciudad se produce de
determinada manera y no de otra, lo que lleva a reflexionar la búsqueda de una matriz
que establezca los postulados conceptuales que contribuyan a abonar a una teoría de
la ciudad, y en ese proceso el explorar la formulación de conceptos preliminares para
singularizar conglomerados del tipo global puede ser una alternativa epistemológica
adecuada.
En el proceso de globalización están haciendo falta estudios urbanos que documenten
su traducción concreta en realidades tan diferentes, como la que presenta la ciudad de
México, con relación a las ciudades de los países del norte. Es insuficiente aún la
argumentación acerca de la génesis de la fragmentación del tejido urbana y la
privatización de la ciudad. La causalidad del por qué la gente se muda a un
emplazamiento residencial cerrado y se aleja de los lugares públicos a partir de las
variables de inseguridad o de búsqueda de calidad de vida, y que está configurando la
tipología del nuevo urbanismo.
El configurar escenarios para este nuevo urbanismo como tendencia de proyecto de
ciudad en disputa o en fuerte tensión por la profundización de la polarización social y
espacial, implica su posible reformulación. Modelo de urbanismo de aislamiento
básicamente dirigido a las clases medias y altas, y excluyente con los estratos de bajos
ingresos, que en esencia expresa una nueva modalidad de la segregación social, que
refleja una nueva redistribución espacial y la contracción de la gestión del desarrollo
urbano por parte del Estado, y que viene a modificar los postulados de la planeación.
Objetivo.
Analizar las tendencias urbanísticas de la metrópolis ciudad de México, a
partir de su medio ambiente construido que configuran las nuevas formas de
concepción y apropiación de la ciudad y sus expresiones morfológicas en su
traducción con la calidad de vida de sus asentamientos humanos, a través de
algunos indicadores generales vinculados a los requerimientos de servicios
públicos básicos. Esbozando un marco general de caracterización del
urbanismo contemporáneo a partir de algunas categorías de análisis.
Hipótesis.
El mercado inmobiliario es uno de los principales protagonistas impulsores
del proceso de transformación de la actual metrópolis ciudad de México,
depredando el medio ambiente y acentuando la exclusión social de los
grupos sociales de bajos ingresos. En este rubro se concentra la riqueza y el
poder económico y político de un dinámico sector del capital ligado al capital
financiero que subordina la planeación urbana.
Metodología.
Vincular los referentes teóricos y metodológicos con los procesos prácticos
en su traducción físicoespacial. Por ello, la reflexión teórica mediante la
consulta de material hemerobibliográfico deberá ser confrontada con el
trabajo empírico de campo, a través de visitas y entrevistas a informantes
clave de primera mano, de los asentamientos humanos de la metrópolis
ciudad de México.
El método que se sigue para desarrollar la investigación parte de la idea de Bachellard
([1948], 2003), el objeto de estudio se construye a partir de la ruptura. De tal forma que
la relectura de textos, documentos, datos estadísticos, entrevistas y observaciones
buscan la parte menos convencional de su interpretación, es decir, a manera de
deconstruir. Esto es, reformular los referentes teóricos en la interpretación de la realidad
urbana. Siguiendo también la propuesta de deconstrucción de Eagleton (1986, citado
por Soja, 1989), entendida como el reinscribir y reubicar significados, eventos y objetos
dentro de amplios movimientos y estructuras; además de revertir la base impuesta para
develar la compleja maraña que constituye la sólida imagen que se presenta al mundo.
El método general como proceso se mueve entre lo abstracto y lo concreto, y entre la
teoría y la práctica, además de desarrollarse de lo general a lo particular, para analizar
los elementos subyacentes del conjunto urbano Santa Fe como un todo estructurado,
en el que las partes que lo componen tienen un papel clave de interrelaciones entre sí.
Etapa que inicia a partir de identificar ciertas categorías de carácter muy general y
reflexionadas dentro de contextos teóricos, y que se redefinen durante el análisis
concreto del proceso del conjunto urbano Santa Fe, a partir de las evidencias empíricas,
para retomar esas categorías y verificar su consistencia y si conservan su pertinencia.
Los referentes teóricos que describen la reestructurada metrópolis ciudad de México en
su expresión social y espacial fragmentada, y confrontados en su concreción práctica,
constituyen agregados para una perspectiva crítica de Santa Fe; valorando la
especificidad de este lugar, en simultánea abstracción, para explorar en Santa Fe la
espacialidad fundamental de la vida social; las relaciones entre sociedad y espacio y
sus características urbanas postmodernas.
Bajo esa perspectiva teórica metodológica heterodoxa se enfatiza la línea sociourbana
en su historicidad dentro del contexto de la trialéctica, con la incorporación del espacio.
Partiendo de la convicción de que lo social engloba las prácticas económicas y políticas,
de acuerdo con Bordieu, pero en su espacialidad. Así, la instrumentación de la hipótesis
se fundamenta en las variables e indicadores del análisis de la información y los datos
aportados por los actores sociales y el trabajo de campo.
A su vez, se adoptan los fundamentos de la línea de pensamiento epistemológico de
Imre Lakatos y Michel Foucault para argumentar el principio de postura urbana, como
base de la diversidad para plantear el por qué se elige producir la ciudad, la arquitectura
y el diseño de manera singular y diferente a los postulados genéricos. Lo que contribuye
a identificar los elementos que hacen que los actores y su espacio sean distintos a
otros. Esta perspectiva permite entender los procesos del urbanismo de Santa Fe en
sus similitudes y diferencias con otros lugares y procesos en su propia especificidad.
Además se delinea una perspectiva teórica y metodológica a partir de la contradicción,
es decir de la dialéctica, pero con un giro adicional en la espacialidad, por consiguiente,
trialéctica. La contradicción en la ciudad forma parte de su misma génesis, de acuerdo
con la perspectiva marxista, y que los seguidores no ortodoxos de esta vertiente de
pensamiento han hecho esfuerzos por incorporar nuevos elementos analíticos para ir
más allá de los simples dualismos opositores. El espacio viene a representar ese
componente adicional fundamental en los estudios urbanos contemporáneos. Trialéctica
referida a la propuesta de Lefebvre (1991) y de Soja (2000) que insertan ese tercer
elemento clave: el espacio, en una trilogía integrada por historia, sociedad y espacio.
En el análisis del espacio real y de las prácticas sociales que producen el espacio, en la
propuesta de Lefebvre, se combina la tríada: lo físico, lo mental y lo social. En tal
sentido más que el análisis de los productos del espacio como la infraestructura y las
obras, destaca el proceso social en el espacio que los origina. Es decir, analizar la
producción más que los productos. La forma convencional de entender el espacio
euclidiano llevó a su reducción, con la construcción de un espacio entendido bajo la
geometría y la técnica, soslayando la cotidianidad de la vida.
La producción del espacio ha transformado la naturaleza en una segunda naturaleza
con la producción social del espacio. La sociedad se entiende solo en y por el espacio,
de acuerdo con Santos (2000), y no puede existir espacio sin relación social.
La historicidad y socialidad de la vida humana se han visto revigorizadas por la
perspectiva crítica de su espacialidad que hace ciudad, asociada con una explícita
imaginación espacial para renovar el estudio de esa tríada con nuevos modos de
pensamiento e interpretación que permiten repensar la ciudad bajo nuevos ángulos. La
ciudad referida como un fenómeno histórico, social y espacial, pero con su intrínseca
espacialidad morfológica, es decir, la especificidad espacial del urbanismo. Esta
especificidad se orienta a las particulares configuraciones de las relaciones sociales, a
las formas construidas y a la actividad cotidiana citadina. Es decir, la producción social
de la ciudad.
Hablar de fragmentación y profundización de la división social y espacial de la ciudad es
referirse necesariamente a la contradicción, y en consecuencia, a la dialéctica. La
realidad es dialéctica y se conforma de diversas partes, tanto la realidad social, como la
del medio ambiente donde se realizan determinadas prácticas. La realidad se rehabilita
con las directrices de la arquitectura y el urbanismo, construyendo espacios adecuados
en una época y en un determinado momento histórico se contribuye a modificar esa
realidad (Camacho, 2002; 72).
La contradicción en el campo de la arquitectura y el urbanismo adquiere una fuerte
complejidad como experiencia de la riqueza y ambigüedad características de la
modernidad. Los muchos niveles de significados urbano arquitectónicos se leen y
funcionan de diversas manera a la vez. Venturi (1999) ha explorado la complejidad y la
contradicción en este ámbito de estudio. Partiendo de esta idea de la contradicción
propone la fuerza seductora del caos y la incertidumbre que le permite afirmar que al
romperse el orden se refuerza el significado,
<<(...) las excepciones indican la presencia de la regla. Un edificio sin alguna parte
imperfecta puede no tener ninguna parte perfecta, por que el contraste apoya el
significado. Una discordancia ingeniosa da vitalidad a la arquitectura>> (Idem, 64).
En Walter Benjamin se encuentra una compleja lectura de la vida urbana debido a su
actitud desprejuiciada de la cultura de masas de la modernidad capitalista, a partir de
sus percepciones fragmentarias y a las imágenes alternas. Su perspectiva analítica se
mantiene a distancia de las convencionales posturas dualistas y lineales; para proponer
la interdisciplinariedad expresada en los estudios culturales que trasmiten signos y
significados diversos de las contradicciones de la vida urbana metropolitana, (Benjamin,
1999).
Primera Parte.
Marco Teórico.
La propuesta de Castells (1989) de la ciudad dual sugiere que también puede ser vista
como una expresión urbana de los procesos de incrementada diferenciación del trabajo
dentro de dos sectores igualmente dinámicos con el crecimiento económico: la
economía formal basada en la información y el trabajo degradado basado en la
economía informal. La economía y la sociedad resultan funcionalmente articulados,
pero organizados y socialmente segmentados.
El mismo Castells delinea su conceptualización de la ciudad informacional como una
ciudad dual, dicotomizada, fragmentada y rearticulada por el proceso de
reestructuración y la emergencia de una nueva era de la información en la que el
espacio de lugares resulta crecientemente dominado por el espacio de flujos.
Esta conceptualización de Castells no difiere mucho de la de Sassen (1991), pero
tiende a ser más directamente enfática con las especificidades espaciales cambiantes
en su versión de ciudad global, la estratificación social y espacial de la postmetrópolis.
El dualismo estructural lleva al mismo tiempo a segregación espacial y a segmentación
espacial para formar diferenciación entre los niveles más altos de la sociedad de la
información y el resto de los residentes locales y a frecuente oposición entre los muchos
componentes del trabajo reestructurado. La fragmentación institucional y territorial de
gobiernos locales reproduce esas diferencias entre segregación espacial. El significado
fundamental de la ciudad dual refiere al proceso de reestructuración espacial a través
del que distintos segmentos de trabajo están incluidos y excluidos del hacer de la nueva
historia.
Esta interpretación castellsiana de ciudad dual está constreñida, de ahí su
estructuralismo que subordina lo espacial a lo social, y del sujeto al todo social, por la
rígida dicotomización entre el poder de flujos versus el poder del espacio de los lugares
y en el contexto de su metadiscurso del informacionalismo. La crítica de Lefebvre
(1991) de las dicotomías argumenta que dos términos nunca son suficientes, cuando
siempre hay otro, en particular en el poder del lugar donde la gente vive, ese poder está
profundamente influido de lo que llama Lefebvre el espacio vivido y socialmente
producido, concreto y abstracto al mismo tiempo. El habitus de las prácticas sociales,
en su insistente e inspirado sentido de espacialidad, la estructura espacial no es
meramente la arena en la que los conflictos de clase se expresan, sino también el
dominio en el cual, y en parte, a través del cual las relaciones de clase son constituidas.
Ese medio ambiente urbano construido constituye una segunda naturaleza, de acuerdo
al sugerente planteamiento del mismo Lefebvre, que se refiere a una naturaleza artificial
del artefacto urbano, la ciudad, la vida urbana, su inserción al lugar y su potencialidad
social en la reproducción de sociabilidad, que sintetiza su carácter ontológico. Por ello,
el espacio social es un producto social. También Soja (1989), en la misma perspectiva,
habla de un tercerespacio que incorpora el poder del espacio mediante la tríada
historia-sociedad-espacio en teoría social crítica.
Es decir, el espacio aparece como un sujeto activo y vibrante, un productor y
reproductor autónomo de afectos y de relaciones sociales. Es un organismo vivo con
carácter propio, un interlocutor que experimenta cambios en intercambio recíproco en el
habitar y hacer en la ciudad.
Por su parte Foucault le llama heterotopías a los otros espacios, como espacios
característicos del mundo moderno, enfocándose en otra espacialidad de la vida social,
un espacio externo, el actualmente espacio vivido y socialmente producido de sitios y
relaciones entre ellos, contrastando esos espacios en reales e irreales de utopías. Estos
espacios heterogéneos y relacionales no son sustancialmente vacíos para ser
ordenados por la intuición cognitiva, ni depositarios de formas físicas para ser
fenomenológicamente descritos en toda su variedad. Este es otro espacio concreto y
abstracto a la vez.
Espacialización de la vida social que ha sido asociada con el desarrollo histórico del
capitalismo, que Foucault desarrolló dentro de microespacios de poder, disciplina y
vigilancia en la ciudad carceral, el asilo y el cuerpo humano. En sí heterotopías y la
asociación instrumental de espacio, conocimiento y poder. Bajo esta perspectiva deriva
una fuerte crítica al medio ambiente construido por el urbanismo moderno funcionalista
que separó las actividades vitales del habitar y trabajar de la vida urbana con
intencionalidades disciplinarias, de control social del cuerpo para hacerlo dócil,
mediante el ejercicio del poder.
Por lo tanto, la ciudades globales son mucho más complejas que la simple noción de
dualidad. Si bien contienen riqueza y pobreza, ellas escenifican la alta movilidad de
inmigrantes y aspirantes a artistas, masas de empleados sindicalizados de gobierno,
gran población de estudiantes y vasto número de empleados de la clase media, que en
conjunto han diversificado la composición social y sus roles. Por ello, las simples
descripciones de estratificación de clase son insuficientes. Lefebvre (1991) criticó los
dualismos incorporando el poder del lugar donde la gente vive y el poder del paisaje de
la imaginación geográfica. Espacios vividos, les llamó.
Esta fragmentación, en el ámbito de las ciudades latinoamericanas, se ubica en lo
general bajo la brecha que separa lo que Hardoy y Satterthwaite (1988) denominan la
ciudad legal y la ciudad ilegal, como expresión de las profundas diferencias de una
relación dicotómica de un paisaje urbano similar en las distintas regiones del
subcontinente. Dicotomía entre dos historias paralelas e interconectadas: una, la
historia oficial, preocupada por la construcción y administración de la ciudad concretada
en espacios urbanos de belleza artificial, limpios, ordenados y rigurosamente vigilados;
y otra, la de los sectores de escasos recursos, casi nunca documentada y a lo más,
fragmentada, la de la población que sobrevive, sin tener proyectos a largo plazo y que
transcurre en barrios sórdidos de las metrópolis.
En opinión de Sassen el neoliberalismo reorientó componentes clave de la economía
hacia los mercados financieros globales y produjo espectaculares ganancias para una
elite concentrada en las principales metrópolis. Esos grupos representan
aproximadamente el 20% de los habitantes de las 40 ciudades globales del mundo,
como México, Buenos Aires, Bangkok, Sao Paulo, Seúl o Nueva York. Proceso inscrito
dentro de la crisis de los ochenta y su carácter excluyente del neoliberalismo. En
cambio, el proyecto que se observa en Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia y Chile,
intenta favorecer a más que ese 20%.
No obstante, el impacto de las políticas de austeridad y ajuste económico del
neoliberalismo en las condiciones de vida de la mayoría de la población de las ciudades
latinoamericanas ha sido drástico. Una de sus expresiones es el elevado índice de
delincuencia. Mayor presión, inestabilidad política y desempleo entre los jóvenes
estimulan la delincuencia. En 1980 se registraron 13 asesinatos por cada 100 mil
habitantes; para 1990 la cifra era de 30 por cada 100 mil, en promedio; si bien, estos
datos suelen ser mucho más elevados en ciudades de alta violencia, como es el caso
de Medellín, Colombia, donde llegó a 244, en los años noventa (Gilbert, 1994).
Las ciudades latinoamericanas expresan una profunda desigualdad social en todos sus
aspectos. El mismo Hardoy menciona que el 50% de la población urbana vive en la
ciudad ilegal; así como que 100 millones de pobres urbanos (CEPAL, BM) padecen
profundos contrastes entre una minoría calificada y una mayoría en condiciones
urbanas precarias relacionadas con todas las formas de exclusión territorial, situación
que va mas allá de la expresión de desigualdades tanto sociales, como de renta, es
decir, es agente de reproducción de esa desigualdad, en asentamientos sórdidos con
graves riesgos para los mismos habitantes e incluso para el resto de la ciudad (Rolnik,
2000).
Por ello, las consecuencias de esta desigualdad y pobreza en la urbanización se
traducen en fragmentación urbana, debido a la introducción en la estructura urbana
existente de ghettos ostentosos para ricos, ya sea en forma de artefactos cerrados, o de
grandes equipamientos inexpresivos con respecto al entorno, segregadores y
dedicados principalmente al consumo o de agrupamientos aislados; o de asentamientos
precarios ilegales.
Pobreza urbana latinoamericana con características masivas de aglomeración territorial
dentro de ciudades profundamente polarizadas. Al respecto Borja y Castells (1997; 60)
señalan que los procesos de exclusión social más profundos se manifiestan en una
dualidad intrametropolitana, particularmente en las grandes ciudades de casi todos los
países (...). En distintos espacios del mismo sistema metropolitano existen, sin
articularse y a veces sin verse, las funciones mas valorizadas y las menos valoradas,
los grupos sociales productores de información y detentadores de riqueza, en contraste
con los grupos sociales excluidos y las personas en condiciones de marginación. En
América Latina la dualización se manifiesta en dos modelos complementarios de
discurso y gestión: una ciudad alta para la que hay planificación estratégica y
concertación, privatización de los servicios y políticas públicas de inversión en
infraestructura para asegurar su competitividad. Y una ciudad baja, a la que se dirigen
conceptos básicos como gobernabilidad, políticas sociales focalizadas, autoayuda y
autogestión. Las dos ciudades se conectan mediante intercambios desiguales y
asimétricos y también mediante relaciones simbólicas complejas, donde coexisten “la
amenaza de la violencia que viene de abajo” con la filantropía de las donaciones que
vienen de arriba (Coraggio, 1999).
Finalmente, no obstante la tesis de la globalización y la sociedad de flujos, se presentan
varios problemas. Primero, no es un fenómeno nuevo que tienda a conformar un
sistema urbano homogéneo a escala mundial. Por el contrario, las ciudades son cada
vez más diferentes. Por ello, el espacio local adquiere fuerte significado. Segundo, la
paradoja de la globalización, que habla de homogeneización, lo constituye la
fragmentación, puesto que no todos los lugares son iguales, y el capital global solo
hace uso de ciertos lugares, por ejemplo el conjunto Santa Fe de la ciudad de México. Y
tercero, esta fragmentación a su vez es expresión de la profundización de la brecha
entre riqueza y pobreza que caracteriza a la ciudad contemporánea polarizada. Ciudad
de profunda polarización social y no de dualismo; de forma tal que el aumento de ésta
puede darse incluso en un contexto de mejora general del nivel de vida de casi toda la
población: los más ricos se hacen cada vez más ricos y los pobres mitigan su miseria,
pero la mejora de los primeros es proporcionalmente superior que la de los segundos.
Proceso que ha dado lugar a nuevas tipologías socioambientales con la retribalización
de agrupamientos sociales por clases, cultura y estilos de vida; y conjuntos urbanos
cerrados con arquitecturas defensivas. Aspectos que serán abordados en los dos
siguientes apartados.
Diagnóstico
Los resultados de la pobreza en la metrópolis ciudad de México por delegaciones
agrupadas en estratos según los niveles de la incidencia equivalente de la pobreza (HI)
aplicando el Método de Medición Integrada de la Pobreza (MMIP), resultan sumamente
contrastantes entre sí, no obstante que en su conjunto esta metrópolis presenta
indicadores de baja marginalidad a nivel nacional.
Las regiones, que se obtienen también agrupando delegaciones, requieren contigüidad
física, lo que introduce una restricción adicional. Sin embargo, para ciertos propósitos,
constituyen conjuntos más útiles que los estratos. Se determinaron 5 regiones que
cumplieran con la máxima homogeneidad interna posible en los niveles de pobreza y
que cumplieran el requisito de contigüidad física. Las regiones definidas, ordenadas de
mayor HI a menor en 2004 son las siguientes: Suroriente: Iztapalapa, Milpa Alta,
Tláhuac y Xochimilco (esta región coincide con el estrato de pobreza alta). Surponiente:
Cuajimalpa, Magdalena Contreras, Alvaro Obregón y Tlalpan; esta región está muy mal
comunicada entre sí. Nororiente: Gustavo Madero y Venustiano Carranza. Transversal
Norte: Azcapotzalco, Iztacalco y Cuauhtémoc. Centroponiente: Coyoacán, Benito
Juárez y Miguel Hidalgo.
Al haber ampliado el número de conjuntos, respecto a los estratos, de 4 a 5, se han
reducido algunos conjuntos. Por una parte, la Región Suroriente es exactamente el
estrato 1, su población es la mayor de todas, con mucho, y es igual a 2.82 millones. Por
su parte, Coyoacán, Miguel Hidalgo y Benito Juárez, que forman parte del estrato de
pobreza baja en el que están junto con Azcapotzalco y Cuauhtémoc, quedan ahora
solos en la Región Centroponiente, con una población de 1.36 millones, mientras
Azcapotzalco y Cuauhtémoc quedan integrados con Iztacalco en la Región Transversal
Norte, con una población de 1.23 millones, la menor de todas. Tlalpan y Magdalena
Contreras, que estaban con Gustavo A. Madero en el estrato de pobreza media, quedan
ahora junto con Cuajimalpa y Alvaro Obregón en la Región Surponiente, con una
población de 1.58 millones, mientras Gustavo A. Madero queda con Venustiano
Carranza en la Región Nororiente con una población de 1.73 millones. El rango de
población va de 1.23 millones a 2.82 millones, un poco más amplio que en los estratos
en los que empezaba en 1.51 millones y terminaba en el mismo valor.
Al igual que para la conformación de estratos, las regiones se han conformado con base
en los valores de HI obtenidos, a partir de datos censales de 2000, en el estudio de
Boltvinik y Estévez (2005). La Región Suroriente, igual al estrato pobreza alta, está
conformada por tres delegaciones muy homogéneas en términos de sus valores de HI
en el año 2000, calculados con el MMIP a partir de datos del censo de ese año (entre
0.3333 y 0.3555) y de una (Milpa Alta) que tenía niveles de pobreza muy por arriba de
las demás (0.4434). Con datos de 2004 provenientes de la ENIGH de dicho año, la HI
de esta región resultó de 0.2533.1
1 La menor incidencia de la pobreza en 2004 que en 2000 en esta región, y en las demás, como se verá,
no refleja una baja en la misma, sino el hecho de que la pobreza se suele sobreestimar cuando se calcula
con datos censales, sobre todo por la muy fuerte subestimación de los ingresos en esta fuente (mayor
que la de las ENIGH que son encuestas especializadas en ingresos, variable que capturan con una
batería muy amplia de preguntas y para un periodo de seis meses).
La Región Surponiente tenía en 2000, con datos provenientes del censo, incidencias
equivalentes (HI) en un rango entre 0.2808 (Magdalena Contreras) y 0.2412
(Cuajimalpa), todas muy claramente por debajo de los niveles de la Región Suroriente.
Hay en esta división oriente poniente de las delegaciones del sur del DF una
regionalización bastante homogénea. Con datos de la ENIGH2004 esta región tiene
una HI de 0.2293. La Región Nororiente está formada por dos delegaciones que tenían
en el año 2000 valores de HI de 0.2758 (Gustavo A. Madero) y de 0.2563 (Venustiano
Carranza), de similar nivel que la Región Surponiente. En 2004, con datos de la ENIGH,
esta región se sitúa a un nivel de 0.2087 mucho más bajo que el Surponiente en el
mismo año. Parece haber habido aquí un distanciamiento entre ambas regiones.
Iztacalco que colinda con Venustiano Carranza (respecto del cual tenía niveles muy
similares de HI en 2000) se podría haber regionalizado con esta delegación y con
Gustavo A. Madero. Sin embargo, esto habría dejado a Atzcapozalco y a Cuauhtémoc
solos con una población muy pequeña (y con muestras muy pequeñas). Por esta razón
se decidió integrar Iztacalco con estas dos delegaciones, a pesar de que hubiese sido
más homogénea su integración con Gustavo A. Madero y Venustiano Carranza de
acuerdo con los valores de HI obtenidos en estas delegaciones en 2000. La región
resultante, denominada Transversal Norte, tenía en ese mismo año, a partir de datos
censales, valores de HI desde 0.2455 (Iztacalco) hasta 0.2274 (Azcapotzalco). Con
datos de la ENIGH 2004 esta región tiene una HI de 0.1957, muy cercana a la de la
Región Nororiente. Por último, la Región Centroponiente integrada por las tres
delegaciones mejor situadas en el año 2000, logró una extraordinaria homogeneidad
entre dos de ellas, Coyoacán y Miguel Hidalgo (valores de HI de 0.2025 y 0.1864), y
una delegación que se distancia radicalmente de las demás, Benito Juárez, y cuya HI
en 2000 era de sólo 0.0988, la mitad o menos que las otras dos. Con datos de la
ENIGH2004, la HI de la Región Centroponiente es de 0.1007, radicalmente por debajo
de las demás regiones.
Los cuadros 1 y 2 presentan los resultados por regiones. Son cuadros similares a los
presentados por otros estudiosos del tema por estratos de delegaciones. Al quedar
Benito Juárez en la Región Centroponiente sólo con Coyoacán y Miguel Hidalgo (sin
Azcapotzalco y Cuauhtémoc que lo acompañan en el estrato de pobreza baja), su
distancia respecto a los demás conjuntos se exacerba. Su HI es de 0.1007 comparada
con la HI de 0.1391 del estrato de pobreza baja. Es probable que Coyoacán y Miguel
Hidalgo se hayan separado un poco más de Cuauhtémoc y Azcapotzalco. La pirámide
social de la Región Centroponiente (indigentes-pobres no indigentes-no pobres, en
porcentajes enteros): 6-28-66, es muy distante de la respectiva pirámide de la región
más pobre, la Suroriente: 19-53-28, pero también muy lejos de la de la Región
Transversal Norte, la segunda mejor situada: 14-48-38. Hay mayor distancia entre la
Región Centroponiente y la mejor situada de las demás, que entre ésta y la peor
situada. Esto se comprueba en las pirámides sociales que acabamos de presentar:
tiene 8 puntos menos en indigentes que la 2ª mejor situada y ésta sólo tiene 5 puntos
menos que la peor situada; tiene 28 puntos más de no pobres que la 2ª mejor situada y
ésta sólo tiene 10 puntos más que la peor situada. En efecto, mientras la HI de la
Región Centroponiente (0.1007) está a 9.5 centésimas de la siguiente mejor situada, la
Transversal Norte (0.1957), la distancia entre ésta y la peor situada, la Suroriente
(0.2533) es de sólo 5.8 centésimas. Aunque el nivel de regiones de delegaciones es
demasiado agregado, parecería estarse configurando una polarización social en la que
habría tres delegaciones de privilegio y el resto en un nivel de pobreza que abarca a
alrededor de dos terceras partes, con un predominio generalizado de la pobreza no
indigente.
La Región Suroriente, igual que el estrato de pobreza alta, concentra pobreza
(indigente, pobres no indigentes y pobres equivalentes) por arriba de su alta
participación en la población, rebasando 40% entre los indigentes y casi llegando a él
en los pobres equivalentes. En el otro extremo, confirmando lo dicho arriba, la Región
Centroponiente participa en la población no pobre (27.2%) casi al doble de su
participación en población (15.6%), a la mitad de ésta (7.6%) en los pobres equivalentes
(qI), y a menos de la mitad en la pobreza indigente (6%). Las demás regiones, muy
cercanas a los promedios del Distrito Federal, participan en los diferentes tipos de
pobreza en una medida bastante cercana a la de su participación en población.
Cuadro 1.
Cuadro 2
Segunda Parte.
Los Nuevos Conglomerados Metropolitanos de la Ciudad de México.
La tipología de este proceso de fragmentación urbana de la metrópolis ciudad de
México ha estado asociada a su grado de polarización social y espacial, derivado de los
cambios sociales originados en la crisis del sistema económico fordista, que condujeron
a la reestructuración de ciertos contextos espaciales. Esta perspectiva de la
profundización de la desigualdad social, combinada con su división y separación
espacial ha desbordado el modelo de ciudad monocéntrico, a la transición a un modelo
policéntrico. Por ello, esta fragmentación urbana se ubica en un patrón de
desconcentración intrametropolitana resultando en nuevas centralidades fuertemente
jerarquizadas, con nuevos núcleos de poder, de concentración de inversiones, auge del
mercado inmobiliario y de actividad edilicia; pero también, la aparición de una nueva
geografía de la marginalidad. Por lo tanto, esta metrópolis es más diversificada y
compleja que hace pocos años, cuando prevalecía ya en el modelo de centro-periferia,
suficientemente argumentado por diversos especialistas, un patrón de segregación e
inequidad social, a una configuración policéntrica.
No obstante que la fragmentación es una condición de la posmodernidad el fragmento
urbano Santa Fe debería situarse en esa perspectiva sin sombra de duda, sin embargo,
su singularidad obliga a dilucidar qué características asume y las implicaciones sociales
para los urbanitas, a partir del debate actual de los orígenes del cambio cultural en esta
fase del capitalismo tardío, caracterizado por una configuración cualitativamente nueva .
La fragmentación no es una característica exclusiva del urbanismo posmoderno
expresado en el conjunto urbano Santa Fe, ya que en su fase temprana de
modernización urbana de la ciudad de México estaba implícita esta condición de
distanciamientos sociales y espaciales, sin embargo, no llegó a profundizarse al nivel
actual como se ha presentado en el desarrollo del proyecto Santa Fe, como resultado
de la polarización social y la aceleración del ciclo de rotación de capital con la
reorganización espacial del trabajo se ha hecho cada vez más evidente. Polarización
percibida con toda naturalidad que justifica la creación de enclaves sociales cerrados
que fragmentan el tejido social urbano. Si el urbanismo moderno se signó por la
zonificación de sus usos de suelo, en el urbanismo actual se presenta otro giro de
tuerca en la zonificación, con el drama de la fragmentación de la ciudad en su fase
tardocapitalista, contrapuesto al espacio público.
Estos procesos de polarización social se han reflejado en una nueva redistribución
espacial, signada por una creciente población buscando una organización privada y
eficiente de su vecindario que los provea de los servicios básicos que antes eran
públicos. Debido a que la gestión y control del desarrollo urbano ha paulatinamente sido
abandonada por parte de la planeación, que originalmente realizaba el Estado y su
consecuente apropiación por parte de sectores privados, derivando en la aparición de
formas urbanas comercializables, rentables y lucrativas para el mercado. Formas
urbanas básicamente dirigidas a los estratos sociales de altos y medios ingresos. Esto
es, a centros comerciales, hospitales y secuelas privadas, agrupamientos residenciales
cerrados vigilados y de acceso restringido a los demás, y fragmentando el tejido de la
ciudad.
Es decir, es factible percibir que los cambios en el espacio urbano metropolitano de la
ciudad de México no es un hecho fortuito, puesto que ha venido adquiriendo especial
significado en términos de derivar en la consolidación de un nuevo modelo de
urbanismo. Los procesos de urbanización privada y su tendencia al aislamiento de
conjuntos residenciales y comerciales se han impuesto como práctica edilicia en un
creciente número de ciudades de diverso tamaño. Así lo demuestran los estudios de
caso empíricos en ciudades de diferentes países (Davis, 1992; Caldeira, 2000;
Cicolella, 1999; De Mattos, 1999), el incremento de la fragmentación en agrupamientos
cerrados de grupos sociales medios y altos, ha derivado en una intensificación de las
desigualdades sociales a escala local. Esta multiplicación de complejos habitacionales y
comerciales vigilados permite inferir que se trata de una forma de aislamiento que
representa una nueva característica de la segregación, pero también de jerarquía
urbana.
Al respecto Castells (1983; 204) argumenta que la segregación social y urbana es
expresión de la organización de los espacios en áreas de homogeneidad y disparidad.
<<La distribución de las residencias en el espacio produce su diferenciación social y
especifica del paisaje urbano, ya que las características de las viviendas y de su
población fundamentan el tipo y el nivel de los equipamientos y de las consiguientes
funciones.
La distribución de los lugares de residencia sigue las leyes generales de la distribución
de los productos y, por tanto produce reagrupaciones en función de la capacidad social
de los sujetos, o sea, en el sistema capitalista, en función de sus rentas, de su estatuto
profesional, del nivel de instrucción, de la pertenencia étnica, de la fase del ciclo de vida,
etc. Se hablará por tanto de una estratificación urbana correspondiente a un sistema de
estratificación social (o sistema de distribución de los productos entre los individuos y los
grupos)>>.
Este nuevo modelo de urbanismo se distingue por su carácter fuertemente insular,
tipificado por conjuntos residenciales cerrados elitistas, emplazamientos comerciales de
consumo conspicuo y de cultura del ocio, servicios educativos y servicios de salud
privados, dentro de la misma zona exclusiva y de acceso restringido al resto de los
urbanitas; con una infraestructura que limita la movilidad al uso del automóvil privado; y
el aislamiento y ruptura del tejido urbano de la ciudad. Signos claros de una ciudad
fragmentada y segregadora, resultado del aislamiento y la dispersión de estructuras
urbanas y funcionales, junto con la edificación de artefactos arquitectónicos de encierro,
protección y separación: muros y rejas. Encaminados a la construcción de una ciudad
de islas. Es decir, una no-ciudad.
Fragmentación urbana que es reflejo tanto de la división social y espacial del trabajo,
como también expresión de la eficiencia y productividad, como principio de optimización
de esfuerzos y capacidades que forman parte de un gran engranaje social que dispone
socialmente a cumplir funciones de una gran máquina humana, por ello, según Mumford
(1966: 47), el hombre conoció y utilizó el principio de la máquina moderna, sin embargo,
este mismo mecanismo ha sido utilizado para la separación territorial y la discriminación
social y racial. El ejemplo extremo y más dramático de separatismo lo constituye el
Apartheid impuesto por uno de los regímenes más intolerantes con la población negra
en Sudáfrica.
La idea prevaleciente de explicación del surgimiento de estos agrupamientos aislados
parte del principio de la inseguridad en las metrópolis (Amendola, 2000). Sin embargo,
este postulado es cuestionado por otros autores (Massey, 1999), con base en que, a
pesar del decrecimiento de los índices de violencia urbana asociado a la reactivación
económica de los años noventa, no derivó en la disminución de la edificación de tales
conjuntos cerrados excluyentes. Por ello, las explicaciones a partir de generalidades,
sin singularizar con datos empíricos de mayor precisión, siempre son insuficientes. Por
lo tanto, la discusión acerca de estos agrupamientos vigilados debe ser comprendida en
términos amplios y no reducida al aspecto de la inseguridad, sin considerar los
procesos de la privatización de la planeación urbana.
También hay que ser cuidadosos para no caer en un determinismo geográfico-
espacialista de las influencias y parecidos entre vecinos de áreas contiguas. Por ello,
los habitantes del fragmento Santa Fe de la ciudad de México son mucho más cercanos
y se parecen más a los habitantes de Manhattan, que a sus vecinos urbanitas de
Chalco, o el Molinito en Naucalpan, Estado de México. Aquí lo que se impone es la
clase social en la ubicación socioeconómica, junto con la proximidad geográfica que
señala como habitar, trabajar y consumir. Asimismo, hay que distinguir entre la
fragmentación por complementariedad entre las áreas urbanas ensambladas que
conforman la ciudad máquina lecorbusianas, de esos lugares elitistas no ligados a lo
local, sino a lo global.
En el fragmento Santa Fe se sintetizan esos diversos factores de enclave y
segregación, con la expresión urbana de la mayor concentración de desarrollos
inmobiliarios en el mercado de bienes raíces de la metrópolis ciudad de México. El auge
de operaciones con tales bienes raíces en Santa Fe conlleva serias consecuencias para
el conjunto de los habitantes de la ciudad. La dinámica de estos desarrollos edilicios
con un valor altamente cotizado en el mercado de inmuebles es en dólares para darle
solidez ante los vaivenes de una economía siempre incierta, y dar rienda suelta a la
especulación del valor de las propiedades, que sin embargo, impacta de manera
profunda a los sectores sociales de bajos ingresos al encarecer los costos de vida en
esta ciudad, haciéndola incosteable, no obstante que aún en la actualidad el Distrito
Federal es una de las ciudades que en promedio sigue siendo de bajo costo, pero, ¿por
cuánto tiempo más?
El número de desarrollos de bienes raíces y sus perfiles del fragmento Santa Fe es el
más alto de la metrópolis y de mayores montos de inversión que le da la connotación de
isla mayor del archipiélago global. Una nueva centralidad que escenifica la alta
densidad del desarrollo de corporativos trasnacionales desplantados por kilómetro
cuadrado en Santa Fe; la numerosa cantidad de desarrollos residenciales lujosos
cerrados; el mayor centro comercial de América Latina; y la existencia de una
impresionante infraestructura y de servicios, le confiere el carácter de enclave de poder
y mando de los lugares de alta jerarquía global; junto con su condición de lugar de alta
competitividad entre ciudades para la atracción de inversiones, para garantizar la
rentabilidad de las intervenciones, como lo demuestra su proceso de urbanización que
transitó de lugar degradado a la creación de uno de los centro de negocios y de
servicios al productor más importantes de México, y consolidar una posición privilegiada
en el vértice de la jerarquía urbana regional y global. En la actualidad trabajan en este
conjunto Santa Fe más de 30 mil personas y se espera que en diez años esta población
laboral se duplique. Los antiguos pepenadores de basura y los trabajadores de las
minas han sido sustituidos por flamantes empresarios y profesionistas.
Con este drástico proceso de exclusión se creó este fragmento urbano Santa Fe de
mayor jerarquía metropolitana, en un contexto que marca la génesis de la actual
naturaleza de la ciudad competitiva neoliberal. Una de las más habituales estrategias en
la competencia entre ciudades y lugares es la especialización, esto es, la capacidad
para secar ventaja de las carencias de los demás espacios que conforman la gran
ciudad. Diferencias basadas en las ventajas de oportunidad sobre las carencias de los
otros espacios en la oferta de servicios diversos y al productor. En este contexto se
asiste a la presencia de un modelo urbano inestable y en constante adaptación,
dependiendo de los cambios de los otros espacios competidores, que determinará el
conservar esa mayor jerarquía.
Esta mayor jerarquía de Santa Fe constitutiva de una nueva centralidad es un típico
producto urbano del capitalismo tardío, sede de empresas de la nueva economía y
residencia de profesionales altamente cualificados. La justificación del establecimiento
del emplazamiento del conjunto Santa radica en las ventajas de localización para esas
empresas del sector cuaternario al contar con suelo disponible, seguridad,
comunicaciones eficientes, y lo principal, una calidad de vida adecuada a los hábitos de
las elites. Empleados y directivos encuentran entornos de alto valor ambiental, donde
no solo pueden trabajar, sino residir. Con una ubicación estratégica de enlace a la red
global de ciudades, al contar con la infraestructura de comunicaciones terrestre y aérea,
donde destacan la autopista México-Toluca y dos aeropuertos internacionales.
Este modelo urbano es seductor para las elites del mercado laboral, las que son de
interés de los promotores y desarrolladores, por sus instalaciones de corporaciones de
alto nivel tecnológico relacionados con el perfil profesional de empleados; mientras que
no tienen cabida otro tipo de empresas convencionales, con sus empleados de rango
salarial distinto. Este atractivo modelo urbano les ofrece a esos empleados elitista
exclusivos lugares de residencia, espectaculares centros comerciales, selectos clubes,
colegios prestigiados, servicios lujosos, universidades elitistas, todo ello en un entorno
de abundante naturaleza. Por ello, conjunto Santa Fe es un ente urbano autónomo.
La desregulación está en el centro del proceso de constitución del nuevo modelo de
urbanismo de Santa Fe, al grado que se ha puesto en manos de los desarrolladores
privados su urbanización. Esto se ilustra con dos hechos: por un lado, la desenfrenada
actividad constructiva y de operaciones inmobiliarias privadas, que han desafiado a las
políticas de reordenamiento urbano del Bando 2 del Gobierno del Distrito Federal, que
restringe la edificación fuera de las cuatro Delegaciones centrales. Lo que demuestra el
poder del capital financiero y constructor. Y por otro lado, los cambios de uso de suelo
para adecuarlos a las necesidades e intereses de esos desarrolladores privados. Es el
caso de la modificación al proyecto original del Plan Maestro de Santa Fe diseñado por
Sevimet, que contemplaba espacios para edificar vivienda de interés social, pero fue
modificado ese uso de suelo a iniciativa del capital inmobiliario, debido al riesgo de
desvalorizar la renta del suelo, y finalmente el predio fue cedido a empresarios de la
industria de la construcción, a cambio de obra pública en infraestructura para el mismo
Santa Fe. Esta desregulación se constituye en una condición de la competencia que
pone a la ciudad en venta, como recurso para la atracción de inversiones a estos
lugares fragmento. En consecuencia se asiste a la reproducción de la ciudad liberal
decimonónica de los inicios de la ciudad industrial, donde el mercado decide y la
administración gestiona, bajo la lógica de la ciudad de los promotores.
Este fragmento urbano refuerza su condición de aislamiento por medio del encierro. El
concepto de proyecto cerrado y exclusivo del conjunto Santa Fe ha sido ideado y
desarrollado por los nuevos urbanistas, que percibieron las expectativas de las elites y
sacaron provecho de las tendencias del consumo conspicuo de los estilos de vida
contemporáneos; y del ambiente de inseguridad y miedo, para construir enclaves,
condominios, campos de golf, aislados por enormes muros y rejas, que ha dado origen
al producto de urbanismo cerrado de éxito inmobiliario, en una medievalización de la
ciudad en analogía urbanística de su amurallamiento por los conjuntos residenciales
cerrados con muros fortaleza, para segregarse del peligro de los Otros, los indeseables.
En este sentido los desarrolladores de condominios cerrados están, en cierto sentido,
retornando al antiguo concepto de ciudad fortaleza, en una sociedad esforzada por la
defensa de sus vidas y posesiones, en contra de la otredad. Pero, también la
exclusividad de estilos de vida y lugares competitivos en el mercado inmobiliario, en la
obsesión por mantener alta la renta del suelo.
En esta fase del nuevo urbanismo posmoderno se condensa otro estadio del
capitalismo entendido en términos marxistas clásicos, pero con una estructura de clases
que es diferente al de la etapa previa al capitalismo tardío mediante la corporación. La
gestión científica de todas las facetas de la actividad corporativa, no solo de la
producción, sino de las relaciones interpersonales, la comercialización, el diseño y la
moda efímera en la promoción de productos, la obsolescencia planeada de equipos y
productos se convirtió en el rasgo distintivo de la racionalidad burocrática de las
corporaciones en la redefinición del consumo masivo, en el léxico de Harvey (1998).
Cambios sociales expresados en la estructura urbana que refleja la pluralidad, por la
disolución de clases tradicionales y la tendencia a la formación de una amplia
diversidad de ámbitos sociales, pero con el signo de la profundización de la polarización
social y espacial.
El conjunto Santa Fe visto bajo la perspectiva de corporación manifiesta relaciones
sociales que configuran nuevos arreglos expresados en tres ámbitos: en el trabajar,
habitar y consumir, con las empresas corporativas, las asociaciones de residentes de
los conjuntos habitacionales cerrados y los centros comerciales. La corporación es la
institución central de la sociedad contemporánea que ha redefinido esa estructura de
clases y el significado de propiedad, de acuerdo con McKenzie (1994). La sociedad
liberal está rápidamente suplantada por una sociedad corporativa, con clases sociales
basadas sobre la posición jerárquica y un sistema de propiedad de propietarios en un
nuevo comunitarismo simulado, debido a que la toma de decisiones no es
democráticamente asumida a partir de que prevalece la relación de proporcionalidad
que depende del tamaño de la propiedad que cada ciudadano representa. Este sistema
en el ámbito inmobiliario va más allá de la propiedad condominial y se expresa también
en la propiedad por tiempo compartido. Ideología utopista del privatismo que refuerza
sentimientos que favorecen la exclusividad, la exclusión y el aislamiento. En esta
perspectiva la corporación parte del principio maniqueo de socializar costos,
privatizando beneficios.
En la Asociación de Colonos de Santa Fe se sintetizan los postulados de este tipo de
gobierno privado, donde prevalece el máximo poder en la representatividad y en la toma
de decisiones. Esta Asociación ha sido constituida por las empresas corporativas de
Santa Fe que se encarga de administrar los diversos servicios públicos de la zona, por
medio de recursos que le aporta el Gobierno del Distrito Federal a un fideicomiso. Estas
asociaciones de propietarios, Garreau (1991: 179-208) las califica de aberrantes
gobiernos a la sombra, han acumulado poderes casi ilimitados, y niegan el papel del
Estado y sus funciones en la prestación de servicios públicos.
En el urbanismo de estos desarrollos residenciales aislados y cerrados de Santa Fe ha
venido arraigando fuertemente ese comunitarismo con serias implicaciones para los
urbanitas. Las prácticas prevalecientes en estos conjuntos residenciales están basadas
en la exclusividad de pertenecer a ciertos grupos sociales de altos ingresos; junto con
formas de organización y administración privadas discriminatorias de clases, razas y
culturas distintas; así como de códigos de conducta que no admiten la diversidad social.
Estos preceptos están contenidos en contratos que suscriben los compradores al
momento de adquirir una propiedad en estos lugares. Con estas formas de urbanismo
se niega la libertad; se fomenta la intolerancia hacia los grupos sociales diferentes; y no
hay posibilidad de diálogo, ni encuentro entre los distintos.
También en las estrategias de mayor impulso de los desarrolladores del sector
inmobiliario subyace el interés en conservar la máxima cotización de sus realizaciones
edilicias como producto de marca patentado, para evitar su desvalorización a través de
la coerción de los residentes, en la pautas del diseño, que articula a las
administraciones locales y promotores en la adopción de las tipologías; y las que
impactan los códigos de diseño de la arquitectura privada, que los propietarios se
comprometen a preservar por medio de contratos que suscriben al momento de la
adquisición.
Las clases elitistas de Santa Fe no obstante haber creado sus espacios de
independencia y libertad en sus confinamientos, siguen dependiendo de los pobres,
para las tareas de su vida cotidiana. El requerimiento de servicios por parte estos elites
son realizados por la gente trabajadora que se encarga de la vigilancia de esa gente,
sus propiedades y pertenencias; y ellos les dan armas a los guardias para controlar sus
movimientos, dentro y fuera de sus residencias y empresas. En ese nuevo concepto de
vivienda encarna la noción del control completo, que es la imagen del recluido,
disciplinado, fortificado y homogéneo mundo autosuficiente de los condominios que
aparentan sintetizar el concepto de un estilo de vida alternativo. Las clases altas
reniegan el contacto y contaminación del pobre, pero continúan dependiendo de sus
sirvientes de clase baja. Los office boy para solventar sus problemas administrativos,
movimientos y traslado de cheques y dinero; las sirvientas para asear la casa, lavar y
planchas su ropa, hacer sus camas, comprar y preparar sus alimentos y el cuidado de
sus hijos a lo largo del día; los jardineros para el cuidado de sus áreas verdes. Esas
clases altas tampoco quieren lidiar con esos sirvientes y los contratan vía empresas de
manejo de personal que se encarga de ellos, para el control completo de esas tareas de
mantenimiento y seguridad residencial, que se inscribe todo ello, dentro del concepto de
nueva vivienda residencial elitizada.
Este modelo de urbanismo cerrado se reproduce a distintas escalas y se interioriza en
sus espacios habitacionales, comerciales, laborales, de ocio y recreación, en una clara
tipología que rechaza el espacio exterior y público. La exageración de la diferencia entre
el mundo exterior y el interior establece uno de los tropos básicos, de los distintos
espacios adaptados para conformar este modelo de usos del suelo diversos; expresado
principalmente en las residencias elitistas, los complejos de oficinas, los centros
comerciales y crecientemente en otros lugares. El dispositivo básico de este urbanismo
cerrado es el panóptico benthamiano. Los conjuntos residenciales están diseñados bajo
la noción arquitectónica del encierro, con áreas de circulación y de servicios comunes
privados, vigilados y controlados.
El principio de la seguridad y el control urbano y arquitectónico se basa en el panóptico
propuesto por Jeremy Bentham, en la prisión modelo del siglo XVIII, construida
radialmente para que un simple guardia en una torre central pudiera observar los
movimientos de todos los prisioneros durante todo el tiempo. No obstante las
adaptaciones suscitadas por las necesidades actuales y las innovaciones tecnológicas
que conllevan a un neopanóptico, el principio es el mismo, la seguridad, mediante la
separación y el control social, su domesticación y su pacificación.
En el novedoso concepto de vivienda de los desarrollos residenciales cerrados del
nuevo urbanismo de Santa Fe prevalece este principio de la seguridad y el control
benthamiano, como valor agregado inmobiliario. Concepto que articula cinco elementos
básicos: seguridad, aislamiento, homogeneidad social, amenidades y servicios. La
imagen que confiere el más alto estatus y prestigio es de un ambiente construido
seguro, donde se dispone de diversos servicios, mientras se vive exclusivamente entre
iguales. La imagen de estas islas promocionadas se enfatiza donde se retorna a diario
al escapar del infierno de la ciudad y encontrar un mundo de placer. Estos enclaves son
opuestos a la ciudad representada como un mundo deteriorado de polución y ruido,
confusión y heterogeneidad social.
No obstante el énfasis del diseño urbano arquitectónico de seguridad de estas islas
residenciales, no son infalibles a los peligros y patologías urbanas, que tienden a
reproducirse en su propio seno, a pesar del encierro, el control y la vigilancia. Existen
evidencias ampliamente documentadas de violencia familiar aún en los estratos
sociales de altos ingresos; accidentes automovilísticos y problemas de vandalismo de
los adolescentes con uso de armas; robos y secuestros entre los mismos familiares;
consumo de alcohol y drogas; maltratado infantil, descuido y abandono de niños por
padres que trabajan.
Por ello, cabe reflexionar acerca de la inseguridad y miedo en las ciudades como el
factor determinante en el proceso de fragmentación y encierro, en la tipología del
modelo de nuevo urbanismo prevaleciente en Santa Fe. Las evidencias empíricas en
diferentes estudios (Masey, 1999) muestran que el cercado de áreas urbanas
residenciales y comerciales está en conexión directa con la búsqueda de un entorno de
vida socialmente homogéneo, como parte de la calidad de vida a que se aspira. En esa
misma perspectiva, la temprana crítica de Jacobs (1965), a la planeación racionalista
que negaba la diversidad social, propiciaba la inseguridad, la segregación y la
intolerancia, y en consecuencia la carencia de urbanidad.
Por ello, más que la seguridad lo que se busca en los agrupamientos residenciales
cerrados es esa calidad de vida, pero bajo la noción de los estándares impuestos por la
sociedad dineraria. Por lo general en los análisis del aislamiento socio espacial ha
prevalecido la idea de la inseguridad como factor predominante de la fragmentación
urbana. Sin embargo en ese proceso de aislamiento están presentes factores de
búsqueda de entornos socialmente homogéneos, como lo evidencian, tanto los perfiles
socioeconómicos de los residentes de esos agrupamientos de Santa Fe; como las
estrategias de promoción inmobiliaria que refieren la seguridad como parte de un
conjunto de servicios orientados a las necesidades y expectativas de sus clientes.
En esta perspectiva de convergencia de oferta y demanda los desarrolladores privados
han encontrado la singularidad de crear un producto edilicio a la medida de las elites.
Sofisticados bienes raíces que se ajustan a esos estilos de vida exclusivos, signados
por una ideología utopista privada, bajo la lógica de un nuevo tipo de producción del
espacio urbano caracterizado por la generalización de restricciones al acceso. El éxito
del producto de los agrupamientos residenciales y comerciales cerrados se expresa en
dos niveles. Por un lado, la ganancia para los desarrolladores privados se amplía más
allá de la venta del inmueble, al incluir la administración y la venta de los bienes del club
o amenidades como parte inseparable del contrato. Y por otro lado, estos
agrupamientos cerrados se han difundido como concepto y producto a escala ampliada,
como ha acontecido con los centros comerciales que han proliferado como oferta global
que permite el flujo de capital inmobiliario a otras escalas.
En el análisis de entrevistas a habitantes de condominios residenciales cerrados de
clase media y alta de esta ciudad, contradicen la versión difundida por los medios de
comunicación acerca de la inseguridad en la ciudad. En algunas entrevistas es
tangencial el tema del peligro en la ciudad, que no determina la decisión final de
elección al mudarse a un conjunto habitacional cerrado. El conjunto Santa Fe se
promociona como un estilo alternativo y exclusivo de vida. En consecuencia la
seguridad y vigilancia es parte de esos diversos servicios que les oferta el mercado
inmobiliario restringido, con estrategias de promoción altamente rentables.
El centro Comercial Santa Fe también cerrado niega con su diseño el espacio exterior,
por uno invertido de imagen paradisíaca con clima regulado, controlado por dispositivos
electrónicos de seguridad y aséptico; es el principal lugar de encuentro social para la
recreación y el consumo, pero estas disposiciones de los elementos del centro
comercial han llevado su ubicuidad a hoteles, galerías, museos, hospitales y escuelas.
En los hoteles Fiestamericana, Fiesta Inn de Santa Fe; junto con el hospital ABC del
mismo lugar, se imitan los trazados y los formatos de los centros comerciales en sus
grandes vestíbulos cerrados y protegidos donde se incentiva el consumo de artículos y
servicios.
Los principios de la fragmentación urbana, de acuerdo con Lefebvre (1976) y Foucault
(1972), son la tensión y la libre apropiación y el dominio del espacio por la propiedad
privada y otras formas de poder social y de clase. Una de las formas para alcanzar la
homogeneidad del espacio es a través de su total pulverización y fragmentación en
parcelas libremente enajenables de propiedad privada (Lefebvre). Y la reorganización
del espacio implica siempre una reorganización del marco de trabajo a través del que se
expresa el poder social. Porque, el espacio solo puede ser conquistado mediante la
producción del espacio mismo, que en el contexto de la acumulación capitalista se
convierte en absolutamente contradictorio. La fragmentación del espacio y del trabajo
que acompaña su especialización extrema, es el punto de partida de la socialización
perfeccionada del capitalismo. El espacio y el trabajo colectivo en la ciudad es la nueva
fuerza productiva, instrumento del capital frente al que el trabajador individual es nada
prácticamente. Por ello, mediante la fragmentación el capitalismo desarrolla nuevas
fuerzas como atributo del mismo.
Existe la convención de situar la génesis de este nuevo urbanismo posmoderno en la
crítica de la modernidad en dos vertientes. Por un lado, los teóricos que sostienen como
proyecto inacabado que va más allá del escepticismo por sus objetivos limitados en las
actuales condiciones sociales y espaciales, económicas y políticas. Y los que propones
la ruptura con ese proyecto moderno racionalista instrumental. Para el caso de Santa
Fe el análisis se debe situar en la perspectiva de rupturas y continuidades con el tejido
de la ciudad de México.
El desarrollo de la ciudad capitalista entraña su lógica contradictoria expresada en la
tragedia del desarrollo. El propio proceso de desarrollo en la medida que transforma los
espacios baldíos, degradados u obsoletos en florecientes espacios física y socialmente
recrea la obsolescencia dentro del desarrollo, siguiendo a Berman.(1992). En la génesis
del desarrollo de Santa Fe que transitó de zona degradada de basureros y
asentamientos irregulares de la ciudad de México, a centro corporativo multinacional,
prevalece la premisa paradójica de la creativa destrucción de la naturaleza del
capitalismo, como condición esencial de modernización de la ciudad encarnada en las
figuras míticas del urbanismo moderno con Haussmann, en el París decimonónico; y
Robert Moses, en el Nueva York de la segunda posguerra del siglo XX.
El proyecto urbano Santa Fe surgió como iniciativa de un grupo interdisciplinario de
arquitectos, urbanistas e ingenieros que propusieron al entonces regente de la ciudad
de México Carlos Hank González la reconversión de ese espacio degradado en una
zona del primer mundo aprovechando su ubicación cercana a fraccionamientos de alto
nivel y elegantes suburbios en formación al poniente de la ciudad. En su diseño de plan
integral de desarrollo urbano y en su paulatino fraccionamiento y dotación de
infraestructura para atraer inversionistas privados que serviría de modelo para futuros
desarrollos, con usos de suelo flexibles a las necesidades de los emplazamientos de la
nueva economía y sus estilos de vida. En ese sentido hay una simultaneidad a través
de una línea de continuidad y ruptura con el urbanismo moderno de la ciudad de México
y un giro hacia la posmodernidad con este proyecto urbano Santa Fe.
En el proceso de desalojo de los indeseables originarios habitantes de esa zona
degradada de Santa Fe se impuso esa creativa destrucción mediante los mecanismos
sutiles del capital. En la desaparición de aquellos asentamientos irregulares para
sustituirlos por otros formales prevaleció el signo del despojo y la apropiación a través
del poder político y del dinero, de la tecnocracia y los desarrolladores privados. Por
medio del discurso de recuperar esa zona deteriorada para el medio ambiente de todos
los habitantes de la ciudad y mejorar las condiciones de vida de aquellos barrios
miserables, se les expulsó de su lugar en el que habían habitado por años; que
constituían, no obstante la informalidad, una población empleada en la pepena de
basura reciclable que abastecía a cierta escala a la industria manufacturera; y los
empleos en la minas de arena. Sin embargo, una vez concretado el desalojo se impuso
un emplazamiento urbano de lujo radicalmente diferente al originario. Esa es la
característica de la creativa destrucción del capital.
Creativa destrucción que hace cada vez más frágiles los ambientes construidos
actuales. En el capitalismo todo lo sólido se desvanece en el aire, la célebre frase de
Marx del Manifiesto, es una metáfora apropiada a esa condición, de ahí que el
urbanismo capitalista siempre es frágil. Por ello, se reflexiona qué tan frágil es el nuevo
urbanismo de Santa Fe. Baja ese cuestionamiento se debe ponderar la solidez de sus
relaciones sociales que hacen que la ciudad perdure por periodos históricos largos.
Santa Fe en esa sentido es sumamente frágil.
Un escenario factible de aventurar para el nuevo urbanismo de Santa Fe consiste en
encontrar el punto de su inflexión a partir de la saturación del espacio de su poligonal,
que podría avanzar su crecimiento urbano sobre las áreas de conservación ecológica
del sur; para a partir de ahí, probablemente, iniciar su decadencia, debido a que su
principal insumo es la plusvalía del suelo y su ubicación estratégica, es esa reserva
ecológica como atractivo, y el potencial de su infraestructura, que al agotarse le cavará
su propia tumba y sucumbirá a la competencia con otras áreas de mayor atractivo.
Pero, también al momento que se agote la actual fase de acumulación de capital
basada en la nueva economía cuaternaria, entonces sus grandes símbolos: los
rascacielos, serán obsoletos.
En consecuencia con la actual dinámica de urbanización de la ciudad de México y sus
patrones elaborados a partir de la evidencias singulares de esos fragmentos, es factible
identificar que ciertos desarrollos no forman parte de la vertiente de continuidad en las
tradicionales tendencias dominantes de planeación y construcción urbana, que si bien
ya existían esos agrupamientos cerrados, en los últimos años estos modelos se
transformaron en el elemento fundamental de expansión urbana, donde cada vez más
población de clase media y alta habita áreas restringidas para extraños. Este proceso
conduce a formas cualitativamente nuevas del aislamiento espacial entre las diversas
clases sociales, con proyectos inmobiliarios privados y mecanismos de privatización y
control que disminuyen el papel del Estado.
Con esta dinámica de urbanización que ha conducido a un nuevo modelo de urbanismo
fragmentado, se desprende una ruptura en la línea de continuidad que prevalecía con el
signo del urbanismo moderno funcionalista. Este nuevo urbanismo del fragmento Santa
Fe se debe considerar como un corte con la tipología de ciudad abierta y homogénea.
Bajo esta condición el nuevo urbanismo de Santa Fe se vuelve ajena a su propio
entorno local, para vincularse de forma relativa a la ciudad norteamericana. Si bien en
este nuevo modelo de urbanismo subyacen elementos singulares de carácter global y
local, los factores de mayor significación lo constituyen sus puntos en común. Sin
embargo, esos procesos de privatización de la ciudad son protagonizados por actores
sociales en un contexto regional con determinada composición social y con estructuras
políticas propias.
Conclusiones.
Con estas reflexiones finales se busca destacar los elementos centrales del nuevo
urbanismo de la ciudad de México, desarrollados a lo largo del trabajo de investigación,
en sus dos niveles de aproximación estrechamente relacionados: el global y el local.
Reflexiones orientadas a delinear las tendencias de estas formas de hacer ciudad para
los estudios urbanos que identifican el surgimiento de un nuevo urbanismo en ciernes;
de ahí que no se considere pertinente denominarle a esta parte conclusiones, debido a
la complejidad del objeto de estudio. Por ello, es insuficiente englobar la teorización y la
diversidad de evidencias empíricas en conceptos acabados que reflejen la realidad
urbana, sino dejar abierta la discusión de su problemática con este acercamiento
general, sin pretender dar la solución definitiva de su interpretación. De ahí la constante
reformulación conceptual que da lugar a neologismos como una expresión de la
realidad en constante transformación.
Para ello, este breve apartado se desarrolla en los dos ámbitos aludidos, en el contexto
de un mismo proceso de totalidad. Uno, referido a las consecuencias de la
globalización; y el otro, dedicado a los procesos internos. Todo ello, en convergencia
con la singularidad del urbanismo de los conglomerados para verificar el cumplimiento
de la hipótesis de trabajo inicial, en un ámbito signado por fuertes contradicciones
sociales y fragmentación urbana, que permite reflexionar acerca de la naturaleza del
urbanismo contemporáneo.
La globalización como proceso facilita la acumulación de capital a través de una
profunda reconfiguración territorial con la producción capitalista del espacio en el
sistema mundo. Espacios interrelacionados y jerarquizados como sistema de lugares en
una división global del trabajo y de funciones adecuadas a la dinámica de acumulación
del actual momento histórico, para reducir los tiempos y costos de movimiento de
población y mercancías, por medio de la construcción de infraestructuras que facilitan
esos movimientos y apuntalan las actividades de producción, intercambio, distribución y
consumo, impactando de manera singular la modelación del espacio edificado. En
síntesis, acelerar el ciclo de rotación de capital. Pero también, estos espacios son
lugares de dominación y control social, y a su vez, territorios geopolíticos y estratégicos.
Ese es el proceso que singulariza los lugares de la globalización y los distingue junto
con su ubicación jerárquica.
Esta globalización se expresa en un proceso de producción de desarrollo social y
espacial desigual, con características de descentralización y desregulación financiera
en un sistema global jerárquicamente organizado y controlado por centros
metropolitanos hegemónicos: las ciudades globales; el despliegue de cambios
tecnológicos innovadores, con elites capaces de adaptar y absorber conocimiento y
habilidades desde cualquier lugar con la rapidez como cambian las tecnologías
promovidas por la nueva economía; sistema de telecomunicaciones que impulsa
significativos cambios en la organización de la producción y consumo, así como en la
definición de nuevas necesidades y aspiraciones sociales.
Estos centros de mando metropolitano jerarquizados se ubican en unos cuantos lugares
a su interior mismo, para gestionar los procesos productivos de la globalización y la
generación de medios a nivel nacional y regional. Estas metrópolis globalizadas han
venido experimentando una drástica transformación social y espacial en un patrón
repolarizado y fragmentado en una nueva tipología de ciudad y urbanismo. Cambios
sociales y espaciales que son concomitantes con la acumulación de capital.
Este fenómeno de la globalización manifiesta diversos problemas que es necesario
resaltar. Por un lado, que no es un fenómeno nuevo que tienda a crear un sistema
urbano homogéneo a escala mundial, por el contrario, las ciudades resaltan sus
diferencias y singularidades a partir de la referencialidad a otras culturas, adquiriendo
mayores significados para sus habitantes; por otro, la paradoja de esta supuesta
homogeneización lo constituye la fragmentación creada para hacer uso solo de ciertos
lugares con atributos para la acumulación del tipo Santa Fe de la ciudad de México; y
finalmente, esta fragmentación es expresión tanto de la especialización de lugares,
como de la profundización de la brecha entre riqueza y pobreza como rasgo distintivo
de la ciudad actual.
La segregación y la fragmentación de la ciudad actual global se presenta como
indisolublemente relacionada a la profundización de las contradicciones de la ciudad
capitalista neoliberal, que tiende a agravarse y a hacerse cada vez más conflictiva y
violenta por la repolarización social, resultando en una ciudad fragmentada de máxima
tensión, pero que también abre otras posibilidades inéditas para la creatividad por parte
de los grupos subalternos en el marco de la hibridación cultural.
Las consecuencias y contradicciones de este proceso de globalización se manifiestan
con la fragmentación y dispersión territorial de sistemas de producción, división del
trabajo y especialización de tareas en medio de creciente concentración de poder
corporativo que trascienden las fronteras nacionales; incremento de población
aglomerada en las ciudades a escala de masas en ciudades globales que forman un
sistema de ciudades que constituye los lugares de mayor competitividad en la economía
mundo, con todas sus consecuencias económicas y políticas; el giro del papel del
Estado del bienestar a promotor de un clima favorable a los negocios y las inversiones;
y la reacción cultural local a la homogeneización por el movimiento de mercancías.
Con esta globalización económica se asiste a una fase neocapitalista, donde la
economía global se constituye en un recurso clave para la refuncionalización y la
acumulación de capital, sobre la base del conocimiento y la innovación tecnológica. Sin
embargo, cabe reflexionar si esta globalización es capaz de subordinar al sujeto social.
Aquí se plantea un problema central relacionado a la ideología y la alienación
capitalista, con el impulso al desarrollo de las fuerzas productivas orientadas a la
acumulación de capital, o al desarrollo social con equidad. Problema que transciende a
los ámbitos de la lucha política.
Este proceso de desarrollo global de la nueva era capitalista requiere ser analizado
críticamente con nuevos elementos teóricos, develando su fuerte carga ideológica, para
mostrar que la globalización y el nuevo sistema de ciudades jerarquizado no representa
una revolución fundamental en el modo de producción y sus relaciones sociales, como
intentan mostrar sus apologistas. Sus tendencias cuantitativas son hacia la inserción a
los tempranos valores del intercambio y consumismo en una nueva fase de
acumulación de capital, el nuevo libre mercado.
Con esta fase aparecen también formas inéditas de dominación inscritas en un nuevo
imperialismo, caracterizadas por dispositivos sociopolíticos y espaciales de control
monopólico mundial de flujos de capital, mercados y organismos financieros, no
obstante la retórica hegemónica del libre mercado y comercio, se busca imponer
condiciones institucionales a los demás en nombre del bienestar universal.
Pero, también de esta fase se requiere evidenciar el carácter contradictorio en la
naturaleza del capitalismo y los rasgos de cinismo del neoliberalismo, que ha generado
con la globalización económica la fragmentación y la segregación social en la ciudad
repolarizada, signada por la inseguridad y la violencia, para hacer de la seguridad un
bien agregado clave que revaloriza la renta inmobiliaria; así como ofertar toda la
parafernalia de dispositivos de seguridad y protección de una industria en auge
desmedido; junto con artefactos de arquitectura, urbanismo y diseño de control y
vigilancia. Es verdaderamente irónico y cínico que el capital después de haber causado
la inseguridad por los niveles de desigualdad social, haga de su atención una lucrativa
veta de negocios.
De este ambiente de inseguridad y conflicto de la ciudad polarizada se ha promovido un
urbanismo blindado, elevándolo al nivel de prácticas de la vida cotidiana, de estilos de
vida y prestigio social de las clases medias y altas, que sólo conduce a mayor
separación y segregación social y espacial, fomentando la intolerancia con la diversidad
y pluralidad social, con emplazamientos edilicios cerrados, protegidos y rigurosamente
vigilados, que se alejan cada vez más de la noción de urbanidad.
La ineluctable consecuencia de estas prácticas de urbanismo blindado es la destrucción
del espacio público, componente esencial de la vida urbana, como lo fue el ágora
clásica, transformada en lugar de consumo y en un ágora virtual. Con estas formas de
intervención de urbanización no se hace ciudad, tan sólo se simula la ciudad y la
urbanidad. Esta simulación es un signo de los tiempos de la posmodernidad en la fase
tardocapitalista que ha renovado el culto fetichista por la
mercancía, por encima de la percepción convencional de la realidad urbana, derivando
en un urbanismo como producto mercancía.
La estrategia de la globalización ha servido como nuevo recurso de acumulación de
capital, que también ha desmantelado de manera perversa el sistema de seguridad
social y salarial de las clases subalternas de los países desarrollados a niveles de las
condiciones de penuria y atraso del resto del mundo, y agravando las condiciones de
vida de esos trabajadores a niveles de sobrevivencia. Estrategia llevada al extremo del
contexto regional de creativa destrucción, que así como hace surgir y prosperar algunas
regiones, arruina y desaparece otras.
La globalización como proyecto geopolítico debe ser confrontado, y para ello, en los
intersticios del desarrollo territorial global se ocultan los fermentos de la oposición: los
movimientos de protesta social de los sectores excluidos. Es el carácter dialéctico de la
creciente polarización social que hace surgir de su propio seno estas fuerzas de crítica
y organización de lucha política en la búsqueda de alternativas a la inequidad social y
espacial.
El tipo de ciudad y urbanismo que ha venido surgiendo de la globalización en la fase
actual del neocapitalismo en las diversas interpretaciones teóricas formuladas por los
estudiosos, ponen el acento en los factores exógenos, conduciendo a enfoques dentro
de la vertiente de la neodependencia, no obstante ser tan significativas las fuerzas
endógenas de los grupos locales, que finalmente ambos en convergencia están
modelando el actual proyecto de ciudad, un nuevo urbanismo. Proyecto urbano en
disputa, donde cobra fuerza y evidencia la lucha de clases, escenificada en la ciudad y
el urbanismo de manera cada vez más cruda.
Este nuevo urbanismo de connotaciones posmodernas se inscribe en la vertiente de la
crítica y rechazo al modernismo funcionalista con el discurso de la necesidad de la
historia, la memoria y los monumentos; así como del rescate de lo vernáculo y lo plural;
el simbolismo y lo ornamental en un collage de formas y estilos edilicios, para crear un
producto metamorfoseado. Es decir, la necesidad de la flexibilidad frente a la
arquitectura y el urbanismo dentro de la mercantilización cultural capitalista.
Es evidente que el debate del urbanismo actual pone a flote sus contradicciones y las
alternativas se enfocan al antiurbanismo, tanto por los grupos sociales de altos
ingresos, como de las clases medias, que han propiciado que surjan conceptos de
nuevo urbanismo, sustentabilidad, hábitat, etcétera; que, por un lado, fetichizan los
modelos urbanos al nivel de culto; y por otro, su total e irreflexivo rechazo, pero siempre
ideologizado. Por ello, se habla de añorar la ciudad del pasado, sin ubicar los contextos
del urbanismo moderno y posmoderno. En tal sentido, ni la fetichización, ni el rechazo
posibilita asumir que la ciudad como proceso está en constante transición de cambio,
reflejo de su tiempo y de las necesidades y aspiraciones de sus habitantes, que eviten
caer en la nostalgia y el conservadurismo con la resistencia al cambio.
Sin embargo, actualmente este nuevo urbanismo se presenta como expresión del
neoliberalismo como proyecto de la nueva derecha, en un urbanismo neoconservador.
Pero también, las clases subalternas luchan por la apropiación de la ciudad, no siempre
en los términos limitados de propiedad, sino de hacerlo suyo para el acto de habitar y
lugar de relaciones sociales. Por ello, este nuevo urbanismo es un proyecto en disputa
modelado por la dialéctica social.
El caso particular de la metrópolis ciudad de México permite observar cómo las
dinámicas impuestas por la globalización tienen un impacto drástico en su condición de
ciudad periférica, ubicada en los márgenes del sistema urbano global jerarquizado,
expresado con los procesos de segregación y pauperización de la mayor parte de los
habitantes del área metropolitana, que tiene como correlato la opulencia y ostentosidad
en la riqueza de las elites de unos cuantos lugares lujosos de la ciudad del tipo Santa
Fe. Lugares selectos ligados a la red global de ciudades, pero de manera subordinada
con un sistema supranacional de ciudades.
En el complejo proceso de reestructuración de la ciudad de México se sitúa la
convergencia de factores exógenos y endógenos, como parte de su reconfiguración y
articulación al reiterado sistema global de ciudades jerarquizado, bajo ese carácter
subordinado a partir de ciudad global de menor rango, pero que a nivel interno
mantiene su primacía y hegemonía nacional; con un nuevo perfil de ciudad servicial y
de especialización creciente dentro de la nueva economía. No obstante que no toda la
ciudad en su conjunto cuenta con tales atributos y sólo algunos lugares nodo
escenifican de manera nítida tales procesos, numerosas áreas del resto del espacio de
la metrópolis muestran de manera dramática actividades de servicios informales y de
sobrevivencia. En su conjunto este es el rostro urbano de la globalización en su
concreta traducción en la ciudad de México.
Estos lugares nodo que constituyen las nuevas centralidades a su vez encubren su
contraparte y que es su propia razón de existir: la periferia, que bajo esa misma
perspectiva vendría a ser la nueva periferialidad, el complemento dicotómico de un
mismo proceso de la ciudad capitalista. En esta perspectiva cabe reflexionar acerca de
qué tan autosuficientes y exclusivos son los lugares de la globalización en la naturaleza
del urbanismo neocapitalista, cuando basan su propia alta plusvalía del suelo a partir
del proceso de socialización de costos de su infraestructura para privatizar beneficios.
Es decir, estos lugares de lujo y ostentosidad del tipo Santa Fe existen porque extraen
excedentes de los lugares excluidos del resto de la metrópolis en la lógica de la
acumulación del capital. Por tanto, así como el capital crea su reserva social y espacial
para su provecho por medio del plusvalor, los lugares precarios son el fundamento de
las áreas de riqueza urbana.
Estos lugares singulares de la ciudad servicial expresan la hegemonía del sector del
capital financiero por encima del sector industrial, y en consecuencia destacan el
carácter del consumismo de la sociedad actual sobre la producción, y parcializan y
ocultan el proceso indisoluble del que forman parte los servicios articulados con la
producción, distribución, consumo y reproducción. Consumismo que fetichiza el
mercado y la libre competencia que frente a los monopolios queda en discurso
fraudulento; y consumismo que, dialécticamente, al mismo tiempo que despliega la
especulación del mercado inmobiliario o financiero, lo puede llevar a la bancarrota. Por
ello, esta fase terciaria es más vulnerable ante las crisis cíclicas del capital.
Los procesos edilicios establecidos al interior de estos lugares de signo global, niegan
las intervenciones e iniciativas de los individuos a partir de que la escala y magnitud del
inventario construido y las promociones inmobiliarias están en manos de
desarrolladores y tecnócratas que controlan los usos de suelo urbano y la plusvalía del
mercado inmobiliario, e imponen los productos preconcebidos, donde no solamente no
hay margen para incorporar preferencias singulares constructivas y plásticas, mucho
menos tiene cabida la inserción de diversos grupos y clases sociales de menores
ingresos.
La arquitectura y el urbanismo de la globalización de los conglomerados se caracterizan
por su seductora artificialidad. Las imágenes edilicias corporativas y de negocios, los
agrupamientos residenciales cerrados, los centros comerciales y los lugares de ocio, no
se articulan al tejido urbano de la ciudad. Por ello, tienden a caer en el desuso y la
obsolescencia rápidamente, debido a su carácter de producto comercial de moda,
sustentado en la rentabilidad y el lucro. Son espacios sin memoria por su falta de
historicidad y de identidad, y en consecuencia de urbanidad. Por tanto, Santa Fe es un
espacio sin memoria colectiva.
Este nuevo modelo de urbanismo es insustentable porque requiere de un alto consumo
de suelo, al grado de superar relativamente los índices de crecimiento poblacional, de
tal manera que hay una desproporción de áreas por habitante, con un alto costo medio
ambiental, por el desmedido y voraz consumo de recursos naturales: suelo, agua,
energía, flora y fauna.
Este modelo de ciudad de alto consumo de suelo refuerza su condición de mercancía
que es apropiado por sectores sociales reducidos de la población con alto poder
adquisitivo, que impacta drásticamente el medio ambiente. Pero, paradójicamente el
discurso ambientalista de preservación de la naturaleza por parte de los desarrolladores
privados lo falsea para traducirlo en valor agregado de los negocios inmobiliarios,
comerciales y de servicios.
Desde una perspectiva más amplia la segregación espacial, las restricciones a la libre
movilidad en la ciudad y el autoconfinamiento en agrupamientos urbanos cerrados no
son ninguna alternativa a la polarización creciente entre las diversas clases sociales.
Esencialmente solo cambia el lugar de la confrontación social. Cada vez más la
población ha venido adoptando e incorporando a su vida cotidiana estas prácticas de
aislamiento social y espacial. Agrupamientos urbanos cerrados que se han venido
incrementando y rodeados de un ambiente construido de precariedad y pobreza. Islas
edilicias que son una respuesta a las fuerzas del mercado del neoliberalismo y la
ausencia del Estado. Bajo esa perspectiva, este análisis pretende aportar algunos
elementos a las tendencias descritas, mostrando evidencias del actual desarrollo
urbano de la ciudad de México y poder reflexionar acerca del impacto de los procesos
de su fragmentación social y espacial.
Con respecto a la línea argumental inscrita en la perspectiva de la hipótesis de trabajo
de esta investigación, signada por la consideración de que el conjunto urbano Santa Fe
constituye un archipiélago cuaternario posmoderno, se desprenden algunas notas que
es necesario dilucidar. Sí bien la característica más común de los conglomerados es de
archipiélago urbano marcada por su condición social y espacial de aislamiento en el
contexto de la metrópolis ciudad de México fragmentada, ésta presenta ciertas
singularidades que es necesario reflexionar de manera más amplia.
Esta metrópolis fragmentada a manera de archipiélago se distingue por agrupar a
escala regional asentamientos humanos desarticulados en ruptura con el tejido urbano
de la ciudad. Aglomeración de conjuntos urbanos aislados de diversas dimensiones y
vinculados por una compleja red de vialidades y transporte. Esta tipología de
archipiélago se reproduce con los fragmentos urbanos al interior de su poligonal,
formada por un conjunto de predios de usos de suelo diversos, pretendidamente
autosuficiente. Sin embargo, es conveniente precisar esta condición y sus
consecuencias urbanas.
Esta condición de conglomerados como fragmento no es nueva, forma parte de la
naturaleza de la ciudad y el urbanismo funcionalista moderno capitalista, por su
condición de emplazamiento de clases sociales. Sin embargo, este fragmento expresa
de manera nítida la repolarización social y espacial con la segregación de los diversos
estratos que habitan la ciudad. Por lo tanto, este nuevo modelo de urbanismo se
inscribe en el neoconservadurismo.
Las implicaciones de este urbanismo de aislamiento, situadas en el ámbito de la
fragmentación y de alcance hacia la descentralización, son dos dinámicas encontradas
de un mismo proceso. Por un lado, con la fragmentación se corre el riesgo de una
balcanización urbana metropolitana con Delegaciones y Municipios autónomos, aquí el
desafío consistiría en crear un sistema coordinado de planeación metropolitana. Y por
otro, con la descentralización urbana se podría alcanzar, en términos políticos y
administrativos, una oportunidad para la participación ciudadana local.
En consecuencia, la noción de archipiélago urbano requiere ser matizada, porque en
términos estrictos se tendría que aceptar que los conjuntos aislados que forman la
metrópolis, vendrían a ser ciudades en sí mismas autosuficientes en sus componentes
propios de vida urbana, y esto no es así, ya que son expresión del proceso de la
división social y espacial del trabajo, consumo y reproducción, de ahí que el elemento
más dinámico de esta ciudad sea su movilidad.
En relación al carácter cuaternario del urbanismo de la globalización este se condensa
en el potencial de la aglomeración con el emplazamiento de los corporativos de las
empresas emblemáticas de la nueva economía, que marca distancia con la anterior
etapa terciaria de las otras áreas de la metrópolis ciudad de México. El despliegue de
éste lugar se ha constituido en una nueva centralidad signado por la innovación
tecnológica y su espacialización, dotado de las condiciones generales edilicias de
avanzada, con infraestructura, medios de comunicación y de transporte; y donde
confluyen agentes económicos del sector servicios de alta especialización.
Los atributos de este lugar singular son ponderados como fuerza productiva a través de
las ventajas de localización, acceso a mercados, servicios y disponibilidad de mano de
obra cualificada y a bajo costo; y la alta plusvalía de sus propiedades inmobiliarias.
Atributos que resultan atractivos para el flujo de inversiones que conforman este
poderoso conglomerado corporativo y de usos de suelo mixtos.
Por consiguiente, el potencial de los conjuntos urbanos se manifiesta con la
aglomeración del mayor número de empresas trasnacionales y espacios de oficinas por
kilómetro cuadrado de esta metrópolis ciudad de México, y de las que más ganancias
han obtenido en los últimos años. En esta nueva racionalidad se concretiza el habitar
de la ciudad informacional, donde la innovación tecnológica transita de la esfera
productiva al consumo en un contexto edilicio óptimo para la acumulación de capital.
Este espacio urbano clave se ha constituido en lugar de expresión del nuevo
imperialismo, que aglomera a empresas trasnacionales del capital hegemónico, para la
organización compleja de la dispersión espacial de las redes industriales.
En las implicaciones de esta tipología de urbanismo cuaternario destaca la
profundización de la brecha digital con las telecomunicaciones y la información, que
remarcan la jerarquía y la segregación social y espacial; el surgimiento de una nueva
clase social urbana posindustrial, formada en la cultura de los negocios y las finanzas,
la publicidad, el comercio y los intercambios internacionales, que redefine su
hegemonía y formas de acumulación, y con ello, una repolarización social en
conocimiento y niveles de ingresos; pero que también subsume al hombre a la
tecnología.
Las consecuencias con este urbanismo cuaternario son de diversa índole, entre ellas
destaca, un neofetichismo de la tecnología y de la sociedad del conocimiento al nivel de
culto, que se orienta fundamentalmente a la competitividad y a la acumulación de
riqueza, y se deja de lado el bienestar y la equidad social, de ahí su carácter alienante y
su sentido ideológico. Además, sobresale la autarquización territorial que privilegia las
relaciones exógenas por encima de las endógenas, es decir, refuerza los nexos
supranacionales y disminuye los locales.
Y finalmente, respecto a las características sociales y espaciales del urbanismo
posmoderno estas expresan una vertiente singular de la urbanística contemporánea
neoliberal, a través de la arquitectura, el urbanismo y la planeación urbana. Este
fragmento urbano posmoderno se distingue por su cultura material y simbólica de
rasgos ambivalentes de conservadurismo e innovación expresado en su edilicia, usos
de suelo y medio ambiente construido artificial, espacio público y privado, y las formas
de organización social residencial privadas. Por consiguiente, uno de los rasgos más
sobresalientes de la condición posmoderna de la actual ciudad de México es la
privatización.
El fundamento de este urbanismo posmoderno parte del rechazo a los postulados del
urbanismo moderno funcionalista por obsoleto e inexpresivo, sin estética en sus formas
arquitectónicas, para contraponer una arquitectura y urbanismo transformado en
producto de consumo dentro de la cultura del espectáculo y de la estética, integrados a
la producción y al consumo de mercancías en una sociedad consumista.
Entre las implicaciones que más destacan de este urbanismo posmoderno, son el
requerimiento de un alto consumo de suelo urbano para cubrir sus postulados dentro de
la lógica de la racionalidad de ese espectáculo y artificialidad, con un uso intensivo
diferenciado de suelo, que combina altas densidades con grandes extensiones de
terreno sin edificar, como reserva privada escenográfica para consumo de los
residentes del lugar.
Por todo ello, concebir al conjunto urbano a manera de archipiélago cuaternario
posmoderno como concepto teórico preliminar para su análisis, es la categoría que
mejor lo define y singulariza. En consecuencia, la hipótesis de trabajo se mantiene en lo
fundamental, pero con sus matices, considerando que, sí bien su urbanismo de
aislamiento parte del principio básico de la autosuficiencia, la exclusividad y la
exclusión, ésta requiere para su funcionamiento de la presencia de los otros, es decir,
de la diversidad social.
Respecto a la condición del conjunto de emplazamiento edilicio de innovación de la
nueva economía, ésta es sin duda una de sus características más afines. Sin embargo,
conviene precisar que la diversidad de sus usos de suelo incluye también espacios
habitacionales que no forman parte de esa condición, donde pueden residir, aunque no
necesariamente, los ejecutivos y empleados de los corporativos de esas empresas
trasnacionales. Además, conviene reflexionar acerca de las implicaciones en los
fuertes contrastes entre éste lugar que cuenta con esos atributos y los que carecen de
ellos, asentamientos humanos en su mayoría precarios y que se convierte en un
elemento más de segregación; pero, también del alto costo que representa en términos
sociales y medio ambientales.
Y respecto a la condición social y espacial posmoderna cabe destacar que
efectivamente es el perfil que en lo general le distingue, específicamente con sus
formas de organización social y de habitar pretendidamente comunitarias, con
simulacros de gobierno privado derivados de formas de autoadministración vía las
asociaciones de colonos. Pero, que en lo particular en el ámbito urbano arquitectónico
no es homogénea esa característica, debido a que hay expresiones de estilos
diferentes, híbridos y plurales.
De esta caracterización del conjunto Santa Fe como archipiélago cuaternario
posmoderno ha derivado un nuevo modelo urbano en el hacer ciudad: un nuevo
urbanismo, expresado por la fragmentación del tejido urbano metropolitano y el
confinamiento en lugares exclusivos de encierro, que originan nuevas formas de habitar
y que marcan una nueva tendencia en el proceso de producir la ciudad. Fragmentación
asociada con la repolarización social y espacial e inscrita en el marco de la crisis
capitalista, que ha dado paso a la reestructuración de ésta metrópolis ciudad de México
en la fase neoliberal, en un contexto que marca la génesis de la actual naturaleza de la
ciudad competitiva. Pero, en una perspectiva crítica se impone el cuestionamiento de
cómo hacer competitiva a una metrópolis fragmentada como la ciudad de México; o
quizás precisamente por ello se ha vuelto competitiva, pero únicamente por sus
fragmentos urbanos. Por consiguiente, con tal dinámica del proceso de urbanización
privada y su tendencia al aislamiento se expresa una nueva característica de la
segregación.
En este nuevo urbanismo de Santa Fe subyace un determinismo ambientalista que
induce al cambio del ordenamiento espacial para ofertar solución a la problemática
social por parte de sus promotores, los desarrolladores y la tecnocracia . Pero con esta
actitud imperan los afanes de la revalorización de la plusvalía del suelo. Por ello, el
postulado radica en que los emplazamientos físicos determinan a la sociedad que los
habita. Sin embargo, habría que reflexionar sí ese postulado ambientalista logra
imponerse a la sociedad por encima de la capacidad creativa que da la sociabilidad.
La causalidad en el surgimiento de este nuevo urbanismo no es en sí misma la
inseguridad en las metrópolis como pretende imponer la retórica imperante, sino la
búsqueda de un medio ambiente construido de calidad de vida y homogeneidad, que
incluye por supuesto la seguridad. El proceso de constitución de este nuevo urbanismo
ha estado signado por una creciente población que busca una organización privada y
eficiente de su vecindario que les provea de los servicios básicos ahora privatizados; y
con un perfil tanto de ingresos medios y altos, como de singulares y exclusivos estilos
de vida y formas de consumo conspicuas. Este proceso ha propiciado la fragmentación
urbana, dando lugar al surgimiento de enclaves cerrados.
En este nuevo modelo de urbanismo se conjugan factores de enclave y segregación
con relevantes implicaciones para el conjunto de la metrópolis, condensada tanto en
ese carácter autárquico, como en mayor exclusión social y espacial y de especulación
inmobiliaria. En ese sentido Santa Fe está más fuertemente vinculada con la red global
de ciudades y de mayor parecido edilicio con ellas, que con sus vecinos de la
metrópolis ciudad de México, que resienten los costos de la especulación del mercado
inmobiliario, sobre todo los de menores ingresos que son la mayoría que habita esta
ciudad.
De las características de este urbanismo es factible destacar que prevalece una
intencionalidad ideológica en la modelación de la organización del espacio. Esta
condición expresa la ideología de los grupos hegemónicos e instituciones que
gobiernan la sociedad y su traducción en la morfología edilicia y la cultura urbana. Tal
predisposición de emplazamientos materiales y simbólicos, junto con las intervenciones
en el medio ambiente construido por medio de la planeación urbana reflejan el poder
del capital y del Estado. La evidencia de este proceso se sintetiza en la
monumentalidad y la artificialidad del urbanismo, que simbolizan el auge del
neoliberalismo y la ostentosidad de la riqueza y su redistribución.
Este carácter ideológico del urbanismo propicia reflexionar acerca del papel del Estado
y de la planeación urbana en la intervención en áreas no rentables para el capital,
condensado en contrarrestar las fuerzas destructivas del libremercado a través de la
redistribución del plusproducto, y a la pacificación de los conflictos sociales; pero, que
está orientado fundamentalmente a salvaguardar las formas capitalistas de producción
y consumo. Mediante las prácticas de socializar costos y privatizar beneficios, en una
fórmula burda de socialismo para los ricos. En Santa Fe éste proceso se llevó a cabo
con la realización de su costosa infraestructura por parte del sector público, como se
argumentó ampliamente.
Por consiguiente, el aspecto esencial que subyace en la fragmentación urbana es la
privatización de la ciudad en su fase neoliberal. La condición de la ciudad capitalista se
ha llevado a extremos de polarización de la desigualdad social y espacial, derivando en
un modelo urbano segregador de los estratos de menores ingresos. En el caso de los
lugares de este tipo cuentan con todas las condiciones favorables de acceso a la oferta
de empleos de la nueva economía, junto con servicios, infraestructura y equipamiento.
Mientras que por lo general los asentamientos populares, aparte de que carecen de
esas condiciones mínimas indispensables, no cuentan en su entorno con tal oferta de
empleos, entre ellas, el factor distancia y medios de movilidad, inciden en su
precariedad.
En consecuencia, el escenario que se avizora con este modelo de urbanismo de Santa
Fe es el de la no-ciudad, carente de urbanidad y adverso a las relaciones sociales
plurales y tolerantes con la diversidad. Pero, cabe reflexionar acerca de la capacidad
creativa del sujeto social ante la adversidad, para sobreponerse al determinismo
medioambiental y encontrar alternativas para construir un urbanismo de equidad. Así
como trascender tanto el determinismo económico, como el espacial impuesto por el
proceso globalizador que transcurre en la superficie y que evidencia el sometimiento
social. Sin embargo, por debajo de esa superficie y en sus intersticios transcurre la vida
cotidiana del sujeto social que confronta los sucesos de su espacio y entorno, desde
ámbitos no regulados aún por el lucro y que busca preservar.
Es este carácter dialéctico del nuevo urbanismo del capitalismo salvaje que hace surgir
de sus propias contradicciones actitudes esperanzadoras de crítica, creatividad y
resistencia. Con la utilización crítica y creativa de las fuerzas de la urbanización
capitalista, resistiendo las fuerzas que hacen ciudades hostiles, a partir de entender la
obsoleta estructura, tanto del capital industrial que en su momento fue revolucionaria y
que transformó la sociedad, pero que ahora es un obstáculo; como, a la ciudad terciaria
del capital financiero basada en la especulación y que es sumamente frágil a las crisis
al no sustentarse en la actividad productiva. Por ello, la trascendencia de cambiar el
actual modelo de urbanismo basado en la apropiación y la explotación, por un
urbanismo alternativo y humanizador de reciprocidad que está por construirse, a partir
de la utopía de la ciudad, es una tarea imprescindible.
En esta perspectiva el retomar los postulados humanistas ideales clásicos y de las
nuevas formulaciones para un urbanismo de equidad, se parte necesariamente de su
visión crítica de largo alcance temporal, como lo planteó Benjamin, [1967], (2001) a su
manera, con la crítica cultural de la civilización moderna en nombre de valores
premodernos; crítica referida a los aspectos degradantes para reivindicar el pasado en
el presente y futuro, con el propósito no de un retorno al pasado, sino un desvío por
este hacia un porvenir utópico, del derecho a la ciudad, el léxico de Lefebvre.
Finalmente, con estos elementos derivados del análisis del nuevo urbanismo del
conjunto urbano de la ciudad de México es factible reflexionar acerca de los
fundamentos teóricos del urbanismo y la ciudad, a partir de considerar a la metrópolis
contemporánea como palimpsesto de formas sociales construidas a imagen de la
reciprocidad, la redistribución y el intercambio de mercado. Es decir, en su condición de
deposito de capital fijo, determinado por su forma social y edilicia en el contexto del
modo de producción imperante, que permite tanto el desarrollo de las fuerzas
productivas, como la acumulación de contradicciones entre la preservación de sistema
de estabilización, como de transformación del orden establecido, de acuerdo con la
argumentación de Harvey (1979), que conjuga la conceptualización de plusvalor,
integración económica y organización espacial, como marco para interpretar el
urbanismo y su expresión, la ciudad, en sus diversas circunstancias históricas;
conceptos que pueden ser utilizados para el análisis de la relación entre urbanismo y
sociedad en diferentes contextos sociales.
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