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DEFINICIÓN Y EVALUACIÓN DE LA COMPETITIVIDAD: CONSENSO SOBRE SU DEFINICIÓN Y MEDICIÓN DE SU IMPACTO NOTA INFORMATIVA ELABORADA PARA EL BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO Andrew Warner 1 National Bureau of Economic Research Cambridge, Massachusetts y Center for Global Development Washington, D.C. VERSIÓN PRELIMINAR Para comentarios 1 Deseo expresar mi agradecimiento a Martin Chrisney por sus útiles comentarios.

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DEFINICIÓN Y EVALUACIÓN DE LA COMPETITIVIDAD:

CONSENSO SOBRE SU DEFINICIÓN Y MEDICIÓN DE SU IMPACTO

NOTA INFORMATIVA ELABORADA PARA EL BANCO INTERAMERICANO DE DESARROLLO

Andrew Warner1

National Bureau of Economic ResearchCambridge, Massachusetts

y

Center for Global DevelopmentWashington, D.C.

VERSIÓN PRELIMINAR

Para comentarios

1 Deseo expresar mi agradecimiento a Martin Chrisney por sus útiles comentarios.

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Índice

1. Competitividad: definiciones y polémicas...................................................................11.a Precios y salarios competitivos .........................................................................11.b La competitividad: un universo en expansión ...................................................11.c La meta final – El incremento sostenido del valor agregado.............................5

2 Evaluación de los índices nacionales de competitividad..............................................72.a Críticas a la metodología del Informe de Competitividad Mundial ..................1

3 Resumen.....................................................................................................................14

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1. Competitividad: definiciones y polémicas

1. a Precios y salarios competitivos

En su acepción más antigua y común, el término competitividad se refiere a la medida en que los precios de los bienes y servicios de un país pueden fijarse para competir con los de otros países. Un país no es competitivo si los precios de sus bienes terminados, o los costos de los salarios e insumos que inciden sobre ellos, son demasiado elevados con relación a los de los países competidores.

Los debates sobre la competitividad, definida en estos términos, son tan antiguos como el propio comercio internacional. Por ejemplo, este tipo de polémica se tornó notoria en la época de los escritos mercantilistas de mediados del siglo XVI. Los mercantilistas deseaban mantener los superávit comerciales para acumular activos externos, principalmente oro para respaldar sus conquistas en el exterior, y a tal fin necesitaban un nivel competitivo de precios. Sir Thomas Smith, en uno de sus primeros escritos de los que se guarda registro (1581), alertaba a sus conciudadanos sobre la fijación de precios demasiado elevados: “no podemos fijar el precio de las cosas a nuestro agrado sino [que debemos] guiarnos por el precio del mercado universal del mundo”2. Si bien el mundo en su mayoría ha rechazado todas las políticas mercantilistas, la preocupación sobre la competitividad de los precios internacionales continúa ocupando un lugar prominente. Otro ejemplo lo constituye el famoso ensayo de Keynes “The Economic Consequences of Mr. Churchill”. Uno de los principales argumentos de Keynes era que el restablecimiento del patrón oro en el Reino Unido en 1925, a la misma paridad cambiaria anterior a la Primera Guerra Mundial (lo que provocaba un aumento excesivo de precios de alrededor del 10%), dejaría a los exportadores británicos en una posición no competitiva en los mercados internacionales. Por lo tanto, la acepción más antigua del término determina que los países competitivos sean aquellos cuyos tipos de cambio, y por ende sus precios y salarios internos, se fijen a niveles tales que permitan el crecimiento y auge de sus exportaciones.

1. b La competitividad: un universo en expansión

Si bien la citada interpretación del término continúa aplicándose en forma general, durante los años ochenta y noventa la competitividad comenzó a abarcar una gama más amplia de aspectos, a menudo confundiendo y exasperando a los observadores externos. El origen subyacente de este mayor alcance fue el crecimiento de la participación del intercambio comercial internacional en el producto mundial, junto a lo que se percibía como un mediocre desempeño del comercio exterior. Esta percepción del desempeño se puso especialmente de manifiesto en las economías desarrolladas cuyas exportaciones tradicionales de productos manufacturados se encontraba en declive, así como en los países en desarrollo donde el crecimiento de las exportaciones era desalentador en comparación con el de los tigres asiáticos. En ambos grupos de países, la sensación de crisis fue lo bastante extendida como para alimentar un interés generalizado en la competitividad.

2 Citado en Irwin, pág. 27.

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La solución del mediocre desempeño comercial continúa siendo objeto de amplio debate. No obstante, la mayoría de las partes interesadas han coincidido generalmente en que enfocar la competitividad exclusivamente desde la perspectiva de los precios y salarios no refleja a cabalidad la profundidad de los problemas que enfrentan las empresas en el sector del comercio exterior. En lugar de adoptar un término nuevo, simplemente se aplica el ya existente pero en un contexto más amplio. Cada vez con mayor frecuencia la frase “mejorar la competitividad de una nación” comenzó a abarcar por lo menos tres aspectos bien diferenciados del desempeño del comercio exterior. El primero de ellos consiste en un mayor crecimiento de las exportaciones de productos tradicionales, el segundo en la exportación de productos totalmente nuevos y el tercero en transformar las exportaciones para que su producción implique un procesamiento más complejo. En general se supone que esta mayor complejidad del procesamiento representa un mayor valor agregado para el mercado nacional, aunque no siempre es así. Con razón o sin ella, la creencia general es que los precios competitivos no son suficientes para lograr el segundo y tercer objetivos. Por ello se ha producido una búsqueda continua de nuevas soluciones y se han ampliado los términos del debate sobre la competitividad3.

Esta búsqueda de nuevas soluciones amplió el contenido temático de la competitividad e incorporó asimismo nuevos participantes al debate, lo que inevitablemente ha traído aparejado cierto grado de desorganización intelectual pues los distintos grupos profesionales se expresan en distintos lenguajes profesionales. El curso del debate también ha visto sujeto a la influencia de sus promotores institucionales. Entre ellos los más destacados han sido los órganos asesores denominados Consejos de Competitividad4. La finalidad de estos consejos es convocar reuniones de líderes políticos, empresariales y académicos para analizar los aspectos y soluciones de la competitividad nacional. Es inevitable que la presión por lograr el consenso en ocasiones lleve a estos órganos a elaborar documentos donde la competitividad se define en forma satisfactoria para todas las partes. El resultado es una definición híbrida de la competitividad que contiene un incentivo para cada grupo pero ninguna coherencia interna. Más aún, la búsqueda de una mayor diversificación de las exportaciones naturalmente engendra un interés en la estrategia comercial, ya que son los expertos en tal estrategia quienes asesoran a las empresas sobre cómo actuar en los nuevos mercados y modificar sus líneas de productos. Los analistas comerciales gozan del incentivo natural de ver su trabajo diferenciado del de los economistas, lo que en ocasiones simplemente representa una diferencia de lenguaje y énfasis en lugar de nuevas soluciones.

3 La frase siguiente trasmite apropiadamente esa sensación de urgencia: “Estamos atrapados entre India y China… Hemos perdido alrededor de 500.000 puestos de trabajo en la industria manufacturera. Nos resulta muy difícil competir con los chinos, excepto mediante industrias de alto valor agregado. En el área de servicios, que es donde deberíamos competir, nos enfrentamos a la India con sus servicios de apoyo administrativo y centros de llamadas…” Comentarios del ex Ministro de Relaciones Exteriores de México, Jorge Casteñeda, en el editorial de Thomas Friedman, New York Times, 1/4/04. 4 Pueden citarse como ejemplo el US Councilon Competitiveness, establecido por el Congreso durante la presidencia de Reagan, y el Irish Competitiveness Council. En América Latina, el liderazgo lo asumió Colombia a fines de los años noventa con sus reuniones semestrales sobre competitividad celebradas bajo el lema “Colombia Compite.”

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El principal argumento en este caso es que el movimiento pro competitividad debe ante todo reorientar la forma en que plantea aquellos aspectos que suscitan el interés sobre este tema. Entre ellos se incluyen la manera de lograr un crecimiento más rápido y una mayor diversificación del comercio exterior, así como un mayor grado de procesamiento e innovación de productos como medios para acelerar el crecimiento económico. Se han propuesto nuevas soluciones para remediar esta situación (como el fomento de conglomerados productivos), y es de esperar que surjan nuevas evidencias de sus resultados en la práctica. Pero, en lugar de aplicar este criterio, el análisis actual está en su mayor parte estancado en la discusión de puntos de menor importancia.

Un ejemplo de lo anterior es el debate sobre hasta qué punto los criterios estratégicos que son aplicables a empresas individuales pueden transferirse a la política económica nacional. De hecho, este es el razonamiento lógico que aplican algunos autores. Según este argumento, lo que es bueno para una empresa debe ser bueno para toda la economía pues ella representa la suma de todas las empresas. El problema es que, si bien el argumento puede ser válido en ocasiones, también puede caer en la trampa de su formulación. Krugman (1994) reaccionó enérgicamente contra el establecimiento de analogías simplistas entre empresas y naciones (Competitiveness: A Dangerous Obsession)5, sosteniendo básicamente que muy a menudo podían dar lugar a error. Objetó además la tendencia de quienes escribían sobre competitividad a suponer que el éxito en los mercados mundiales era lo único que determinaba el desempeño económico nacional, el error de interpretación de la teoría del comercio internacional en que implícitamente caían quienes afirmaban que las naciones estaban trabadas en un juego económico de suma nula, y el énfasis excesivo sobre la balanza comercial como único indicador del desempeño económico de una nación. También vale la pena señalar que en el artículo de Krugman todos estos puntos de vista se agrupaban bajo el término “competitividad”. En otras palabras, si alguna vez se necesitan pruebas de la vertiginosa variedad de afirmaciones que se han incluido bajo el epígrafe de “competitividad”, basta con recurrir a Krugman (1994).

Otro debate en que se ha atascado el movimiento pro competitividad es la perenne búsqueda de una definición de “qué es realmente la competitividad”. Este movimiento nunca ha contado con un criterio único y reconocido para medir la competitividad. Hasta cierto punto, la solución nunca ha sido sencilla. Históricamente, la competitividad se ha referido al comercio exterior. No obstante, tan pronto se plantean como definitivos ciertos criterios de comercio exterior, como el incremento de las exportaciones, surge la objeción de que éstos no tienen valor por sí mismos, sino solamente en la medida en que sirven a objetivos más amplios, como el incremento de la productividad nacional. Si, por el contrario, se plantea como criterio definitivo ese incremento de la productividad nacional, entonces las características distintivas de la competitividad desaparecen. En respuesta a este tipo de objeciones, grupos tales como el Consejo de Competitividad de los Estados Unidos han amalgamado ambos planteamientos, no sin dificultad, fusionando el desempeño del comercio exterior y la productividad global en una sola formulación. La competitividad, según lo que a menudo se cita como una definición de consenso, es:

5 Foreign Affairs, marzo/abril 1994, Vol. 73, Nº 2

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“nuestra capacidad de producir bienes y servicios que superen la prueba de la competencia internacional, mientras nuestros ciudadanos gozan de un nivel de vida creciente y sostenible 6.”

Una formulación como ésta, que combina ambos elementos, es probablemente la más viable que existe. No existirá nunca contradefinición alguna que pueda despojar a la competitividad de su arraigo en el desempeño del comercio exterior. Sin embargo, detenerse en este punto y restringir la definición al desempeño del comercio exterior equivaldría a desconocer que la mejora de ese desempeño no es intrínsecamente conveniente, excepto en la medida en que contribuya al crecimiento de la productividad global. Un argumento plausible puede ser que la mejora del desempeño del comercio exterior es una condición necesaria para el crecimiento de la productividad global en los países de bajos ingresos. En realidad, a pesar de que esta premisa parecería estar implícita en los argumentos de muchos defensores de la competitividad, no se la ha probado a satisfacción de todos los interesados. Queda el hecho de que la competitividad se refiere inevitablemente a la mejora del desempeño del comercio exterior, y de que la mayoría de los autores, cuando deben dar una definición única, en última instancia definirán el objetivo de la competitividad como un aumento del crecimiento económico y la productividad. Como se explica en el Cuadro 1, muchos de los intentos por definir la competitividad finalmente han derivado en alguna variante de un mayor crecimiento económico o una mayor productividad.

Cuadro 1Definiciones alternativas de competitividad7

La capacidad de un país de alcanzar en forma sostenida altos índices de crecimiento de su PIB per cápita.

Fuente: Foro Económico Mundial, Informe de Competitividad Mundial , 1996, pág. 19

“La competitividad de las naciones es un campo del conocimiento económico que analiza los hechos y políticas que determinan la capacidad de una nación para crear y mantener un entorno que sustente la generación de mayor valor para sus empresas y más prosperidad para su pueblo”.

“La competitividad de las naciones se relaciona con la forma en que ellas crean y mantienen un entorno que sustente la competitividad de sus empresas.”

Fuente: Anuario de Competitividad Mundial, IMD 2003 .

“La productividad nacional es el único concepto válido de competitividad a nivel nacional”.

6Citado en Laura D’Andrea Tyson, “Who’s Bashing Whom? Trade Conflict in High Technology Industries”, Washington, D.C. Institute for International Economics, 1992.7 Esta lista de definiciones se tomó de Garelli: http://www01.imd.ch/wcy/fundamentals/

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Fuente: Michael Porter, The Competitiveness Advantage of Nations, Capítulo 1, Free Press, junio de 1998.

“La competitividad implica elementos de productividad, eficiencia y rentabilidad, pero no constituye un fin ni un objetivo en sí misma. Es un medio poderoso para alcanzar mejores niveles de vida y un mayor bienestar social —una herramienta para el logro de objetivos. Al aumentar la productividad y la eficiencia en el contexto de la especialización internacional, la competitividad brinda a nivel mundial la base para incrementar los ingresos de las personas sin generar inflación. Debe considerarse la competitividad como un medio básico de mejorar el nivel de vida, crear empleos para los desempleados y erradicar la pobreza”.

Grupo Consultivo sobre la Competitividad (grupo Ciampi), “La mejora de la competitividad europea”, Primer informe al Presidente de la Comisión Europea, los Primeros Ministros y los Jefes de Estado, junio de 1995.

Una empresa es competitiva cuando puede producir productos y servicios de calidad superior y a costos inferiores que sus competidores nacionales e internacionales. La competitividad es sinónimo del desempeño de rentabilidad de una empresa en el largo plazo y de su capacidad para remunerar a sus empleados y generar un mayor rendimiento para sus propietarios.

Informe de la Comisión Especial de la Cámara de los Lores sobre Comercio Internacional, 1985

La capacidad de producir bienes y servicios que superen la prueba de los mercados internacionales mientras los ciudadanos gozan de un nivel de vida creciente y sostenible a largo plazo.

Primer informe al Presidente y al Congreso, 1992. Consejo de Política de Competitividad de los Estados Unidos.

La competitividad refleja la medida en que una nación, en un sistema de libre comercio y condiciones equitativas de mercado, puede producir bienes y servicios que superen la prueba de los mercados internacionales, al tiempo que mantiene e incrementa el ingreso real de su pueblo a largo plazo.

OCDE, 1996, “Benchmarking Business Environments in the Global Economy”.

Si bien no está de más ser tolerante con las definiciones híbridas cuando su intención es trasmitir el concepto básico, la situación es otra cuando se trata de los criterios de desempeño. En ese caso se requiere una mayor claridad lógica. Afortunadamente, el consenso sobre este punto es mayor de lo que parece. Cuando se trata de los criterios de competitividad nacional, las definiciones anteriores se refieren al “PIB per cápita”, la “productividad nacional” y el “ingreso real”. Se trata de conceptos estrechamente relacionados y en la práctica se tiende a medirlos sobre la base de datos que guardan una gran correlación entre distintos países, cuando no son idénticos. Por ejemplo, la mejor medida de la productividad laboral es el PIB por hora trabajada; sin

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embargo, cuando los autores hacen referencia a varios países, muchos de los cuales no cuentan con datos de buena calidad sobre las horas trabajadas, se tiende a medirlo en cambio sobre la base del PIB per cápita. Por lo tanto, en este caso “productividad” y “PIB per cápita” terminan siendo la misma cosa. Como segundo ejemplo, consideremos la definición de 1995 de la Comisión Especial de la Cámara de los Lores8. En ella se establece que la competitividad es sinónimo de un desempeño más rentable y mejores remuneraciones a los empleados. No obstante, el PIB se mide sumando el valor agregado de todas las empresas que integran la economía, y el valor agregado de cualquiera de ellas consiste simplemente en la suma de rentabilidad y salarios (o “remuneraciones”). De manera que también en este caso la definición apunta al PIB como criterio fundamental. Puesto que el valor agregado es el componente básico para medir el PIB o la productividad laboral, el movimiento pro competitividad debe aceptar que un mayor valor agregado es, de hecho, un factor inherente a una mayor competitividad, y dejar así de lado este estéril debate sobre definiciones.

1. c La meta final – El incremento sostenido del valor agregado

Resulta claro entonces que, si bien el alcance de la competitividad se ha ampliado, el objetivo final del movimiento que la sustenta es alcanzar y mantener un rápido crecimiento económico, reconociendo que el desempeño del comercio exterior cumple en él un papel importante. Todos los analistas de la competitividad admiten que para mantener el crecimiento frente a la competencia externa basada en salarios bajos, las naciones deben transformar sus productos en forma continua o sustituirlos por otros nuevos. Esto es así casi por definición, ya que un mayor crecimiento implica un aumento de los costos internos de mano de obra en relación con los de países de crecimiento más lento, a menos que la participación de la economía en alza dentro del ingreso nacional haya experimentado un incremento desacostumbrado. Por lo tanto, el verdadero meollo del tema de la competitividad tiene que ver con el papel relativo que en este proceso de innovación desempeñan el mercado, la política pública e iniciativas privadas tales como el desarrollo de conglomerados productivos. Este es un aspecto definido y fundamental sobre el que podría juzgarse a las diversas voces que se alzan en favor de la competitividad: ¿esta innovación de sus productos les ofrece un camino plausible y comprobado hacia un mayor PIB?

Lo que en ocasiones se conoce como la perspectiva neoclásica de la “ventaja comparativa” establece que la evolución normal de los precios y salarios, como productos del crecimiento, creará los incentivos necesarios para esta innovación. La evidencia empírica demuestra que en todas las ocupaciones el salario real aumenta con el crecimiento de la economía, y generalmente en un porcentaje aproximadamente igual. Ello significa que, aunque los salarios no aumenten en relación con el rendimiento del capital en las economías en crecimiento, sí lo hacen en forma significativa en relación con los salarios de otras economías que no crecen. Esto crea incentivos para que las empresas exportadoras emprendan esta innovación e inviertan en actividades que implican mayor productividad laboral para poder costear salarios más elevados. A este criterio se suma el hecho de que, en la identificación de los sectores que deben

8 Informe de la Comisión Especial de la Cámara de los Lores sobre Comercio Internacional, 1995.

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privilegiarse, la intervención pública es mejor que un proceso aleatorio y por lo general representa un despilfarro de recursos en subsidios desacertados (con excepción de los aplicables a bienes públicos esenciales como la investigación y el desarrollo, la infraestructura y la educación). Quienes critican este planteamiento sostienen que el mercado no puede fomentar esta innovación en forma adecuada porque las inversiones necesarias para ello exceden los alcances de una sola empresa individual. Específicamente hacen referencia a los países exportadores de recursos naturales, que rara vez diversifican, y a las economías de crecimiento crónicamente lento9.

Una segunda perspectiva en el camino hacia la recategorización de productos es la de los analistas comerciales10 quienes indican que un ingrediente importante del que carece el desarrollo nacional es una mejor estrategia comercial de las empresas instaladas en países con bajos niveles salariales, así como un desarrollo más intenso de conglomerados productivos. También abogan por mejores entornos comerciales (no es un rasgo que los distinga, ya que lo mismo hacen muchos otros analistas). Los estrategas comerciales muestran una tendencia a comparar su posición con lo que denominan “estrategia de la ventaja comparativa de los bajos salarios”, o sea, que los países con bajos niveles salariales deben tratar de competir exclusivamente sobre esa base mediante la exportación de productos básicos no diferenciados. Esta perspectiva se basa en gran medida en una serie de estudios de casos específicos cuya principal conclusión es que las empresas modernas tienen mejores posibilidades de sobrevivir si evitan la competencia sobre la base de costos bajos y en cambio procuran lograr la diferenciación, innovación y modernización de sus productos. Se considera que la competencia basada en los costos lleva a las empresas al canibalismo y al declive.

En ocasiones se exageran las diferencias de estrategia de estos enfoques. Michael Porter reconoce que los costos competitivos son parte de la ecuación: “[las empresas]…deben contar con una ventaja comparativa, ya sea bajo la forma de costos inferiores o de productos diferenciados que se coticen a muy buenos precios. Para mantener su ventaja, las empresas deben lograr progresivamente ventajas competitivas de carácter más complejo, ofreciendo productos y servicios de mejor calidad o produciendo en forma más eficiente. Ello se traduce directamente en el crecimiento de la productividad." (Porter, 1990, pág. 10). Probablemente ningún grupo se opondría a una estrategia combinada que aplicara, por ejemplo, estrategias de reducción de costos donde exista la posibilidad de hacerlo, y de innovación y modernización donde estén dadas las condiciones para ello.

Otras dos áreas en que las diferencias entre ambos grupos se presentan en forma más acentuada son la actitud hacia la política industrial y los fundamentos de su justificación. Si bien ambas partes rechazan la noción de que los gobiernos deban subsidiar los costos de producción o proteger las industrias para aumentar su competitividad, existe cierto grado de divergencia sobre el papel de la política pública con relación al desarrollo

9 Véanse por ejemplo los últimos artículos sobre la maldición de los recursos naturales (Sachs y Warner (2001), Maloney (2001), Warner (2002).10 Porter (1990)

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empresarial11. En aquellos casos en que la mayoría de los economistas rechazarían toda forma de “política industrial”, los estrategas comerciales se inclinan más a promover una acción conjunta de los sectores público y privado, el desarrollo de políticas sectoriales y la creación de conglomerados productivos. En los países en desarrollo que privilegian los subsidios a las industrias existen grupos que consideran el movimiento pro competitividad como una oportunidad de cubrir sus opiniones con un manto de respetabilidad. En lo que respecta a la justificación, hay pruebas considerables de que las tasas de cambio competitivas (y por ende, los precios y salarios internos igualmente competitivos) han respaldado el desarrollo de algunos países mediante un crecimiento basado en las exportaciones. Deberían identificarse pruebas igualmente convincentes para verificar en qué medida las estrategias de innovación o las iniciativas reales de promoción de conglomerados productivos conducen a un mayor crecimiento económico sostenido, ya sea a nivel de proyecto o a nivel nacional.

11 "Por su parte, los gobiernos nacionales deben establecer la meta apropiada –o sea, la productividad– que sustente la prosperidad económica. Deben esforzarse por privilegiar los factores que realmente la determinan, como el incentivo, la iniciativa y la competencia, en lugar de opciones tentadoras pero habitualmente contraproducentes como el subsidio, el exceso de colaboración y la protección “temporal” que a menudo se proponen. El papel adecuado del gobierno es impulsar y desafiar a su industria a avanzar, no brindarle “ayuda” para que evite hacerlo.” (Porter, 1990, pág. 30).

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2. Evaluación de los índices nacionales de competitividad

Durante la última década las clasificaciones e índices que miden el desempeño económico de una nación han generado una gran adhesión. En esta sección se verifica el desempeño de las clasificaciones mismas, aplicando como patrón de evaluación la correlación con el crecimiento económico.

Esta verificación en relación con el crecimiento económico no es la única forma posible de verificar los índices, pero todos estarán seguramente de acuerdo en que el patrón de crecimiento es importante. Lo que resulta significativo para los observadores independientes es que los autores, al elaborar estos índices, implícitamente han asumido una posición sobre cuáles son los atributos de las economías que tienen importancia para el desempeño económico o, para decirlo en otras palabras, se han visto por lo menos obligados a seleccionar las variables que incluirían en la elaboración del índice. Por lo tanto, los índices representan un campo donde poner a prueba en un marco de regresión las controversias entre la escuela de la competitividad y otras tendencias.

En estas evaluaciones se incluirán los índices de competitividad publicados por el Foro Económico Mundial (WEF por su sigla en inglés) y el Institute for Management Development (IMD), así como otros índices relacionados que han dado a conocer la Heritage Foundation y el Banco Mundial.

En el Cuadro 2 se resumen los componentes de cada índice. El “índice de competitividad en términos de crecimiento” (GCI) del Informe de Competitividad Mundial del Foro Económico Mundial, prácticamente pondera los tres componentes de la misma forma: condiciones macroeconómicas, instituciones y desarrollo tecnológico. El “índice de competitividad actual” (CCI) del Informe Mundial de Competitividad tiene dos componentes: la calidad del entorno empresarial local y la calidad de las operaciones y estrategias empresariales12. El “índice de libertad económica” de la Heritage Foundation está integrado por datos organizados en 10 categorías, incluidas la tasa impositiva, la política monetaria, la inflación, los derechos de propiedad y el marco regulatorio. El “índice de competitividad” publicado en el Anuario de Competitividad Mundial del Institute for Management Development se compone de cuatro subíndices: desempeño económico, eficiencia pública, eficiencia empresarial e infraestructura. Se ha elaborado un índice denominado “índice inicial” utilizando el promedio de las cuatro variables que integran el “costo de hacer negocios”, publicadas por el Banco Mundial.

12 Los dos indices de competitividad que contiene el Informe Mundial de Competitividad también aplican un estándar de desempeño más similar de lo que a menudo se reconoce. En el Informe Mundial de Competitividad de 1996 este autor y Jeffrey Sachs definieron la competitividad como el crecimiento sostenible del PIB per cápita. Más tarde Michael Porter incorporó el “índice de competitividad actual” (CCI) que utiliza un nivel más alto de productividad como parámetro de referencia de la competitividad. Si bien los términos parecen ser diferentes, la productividad a que se refiere el CCI es la productividad laboral, que en la práctica se mide precisamente sobre la base del PIB per cápita. Por lo tanto, un elevado PIB per cápita es el criterio básico para determinar la competitividad. La diferencia real entre ambos indices es su ubicación en el tiempo: un índice en términos de crecimiento implícitamente considera los niveles futuros del PIB, mientras que el CCI toma en cuenta sus niveles actuales.

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Cuadro 2Comparación de índices de competitividad

  Foro Económico Mundial (WEF) 1/Institute for Management

and Development (IMD) 3/The Heritage Foundation 2/ Banco Mundial 4/

Índice principal:

Índice de competitividad en

términos de crecimiento

(GCI)Índice de competitividad

actual (CCI)

Índice de competitividad

(IMD)

Índice de libertad económica

(EF)

Índice de condiciones para instalación de

empresas (BCI)

Subíndices:         

Índice de tecnología Índice de instituciones públicasÍndice de entorno macroeconómico

Índice de operaciones y estrategias de las empresas

Índice de calidad del entorno empresarial

Infraestructura física

Infraestructura administrativa Recursos

humanos Tecnología Mercados de

capital Condiciones de

la demanda Industrias

complementarias Competencia

Desempeño económico Eficiencia pública Eficiencia empresarial Infraestructura

Política comercialCarga fiscal públicaIntervención pública en la economía Política monetaria Flujos de capital e inversión extranjera Banca y finanzas Salarios y precios Derechos de propiedadMarco regulatorioActividad del mercado informal

Número de trámites necesarios Tiempo promedio dedicado a cada trámite Costo oficial de cada trámite Capital mínimo necesario       

1/ Véase el Informe de Competitividad Mundial (ICM) o www.weforum.org2/ Véase Heritage Foundation or www.heritage.org/research/features/index/3/ Véase World Competitiveness Yearbook o www01.imd.ch/wcy/4/ Véase rru.worldbank.org/DoingBusiness/

El Anexo 1 muestra la asociación empírica que existe entre los índices y el crecimiento económico, mediante la regresión del crecimiento del PIB individual en el período 1992-2002 sobre el PIB correspondiente al año inicial y sobre los demás índices. Debe señalarse que el índice de competitividad en términos de crecimiento del Foro Económico Mundial invariablemente se correlaciona con el crecimiento, independientemente de las demás variables de control. Como sucede generalmente en las regresiones empíricas del crecimiento, al comienzo del período se aprecia una relación inversa entre el crecimiento y el PIB per cápita. Ello significa que la tasa de crecimiento, si se mantienen constantes los demás factores que la determinan, tiende a volverse más lenta a medida que los países logran mayores ingresos. Esto es también lo que en ocasiones se denomina efecto “de actualización” Matemáticamente, la presencia de este término en la regresión del crecimiento en realidad implica que la resolución de los datos de esa regresión puede identificar la trayectoria completa del nivel del PIB, no solamente de su tasa de

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crecimiento. Puesto que la regresión del crecimiento puede resolverse mediante una expresión del nivel del PIB, los datos del crecimiento se referirán en última instancia a ese nivel. Es así que, tanto el índice de competitividad en términos de crecimiento como el índice de competitividad actual del Foro Económico Mundial, en definitiva se refieren al nivel del PIB. La diferencia real radica en el horizonte temporal: el índice actual se refiere al nivel actual del PIB, mientras que el índice en términos de crecimiento se refiere al nivel del PIB hoy y en el futuro. En tal sentido, el índice en términos de crecimiento ofrece un pronóstico de los potenciales niveles futuros del PIB.

Gráfico 1

Una vez controlado el índice de competitividad del ICM, los datos indican que no existe correlación entre los demás índices de competitividad y el crecimiento económico. En particular, el índice de competitividad actual (tomado del Informe de Competitividad Mundial 2002) no indica una correlación significativa con el crecimiento económico. Otro tanto se aplica a la versión 2001 del índice de competitividad actual (como se demuestra en el Gráfico 2 a continuación). Además, ni la clasificación de competitividad del Institute for Management and Development ni el índice de libertad económica de la Heritage Foundation se correlacionan con el crecimiento económico cuando el índice en términos de crecimiento del Foro Económico Mundial se mantiene constante. De hecho, cuando todos los índices compiten entre sí, solamente el índice de competitividad en términos de crecimiento del Foro Económico Mundial muestra una correlación significativa con el crecimiento económico.

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Gráfico 2

Se aprecia un resultado similar con respecto a los indicadores del costo de hacer negocios (COB) del Banco Mundial (Anexo 2). El autor creó un índice estandarizando las cuatro variables COB y promediándolas en un único índice. Los resultados empíricos muestran que este índice no guarda una estrecha relación con el crecimiento, una vez que se verifican los índices en términos de crecimiento y actual del Foro Económico Mundial. Por supuesto, aún es posible que las variables COB afecten el crecimiento mediante otras variables o en combinación con ellas. Si bien esto no debería considerarse como un resultado definitivo ni reducir el valor de los indicadores COB para otros fines, establece que no existe una asociación simple entre estas variables y las tasas de crecimiento económico.

Estos resultados parecen favorecer decididamente el índice de competitividad en términos de crecimiento del Informe de Competitividad Mundial. Podría argumentarse que eso no constituye una sorpresa ya que el índice del Foro Económico Mundial fue diseñado desde un principio para correlacionarlo con el crecimiento. Pero más allá de ello, lo que sí se demuestra es que los demás índices no guardan una correlación positiva con el crecimiento una vez verificado el índice del Foro Económico Mundial. Más aún, este índice en términos de crecimiento es el único que sobrevive en una competencia directa entre todos los índices.

Cambiamos ahora de tema y formulamos las mismas preguntas sobre el nivel del

PIB, en lugar de su crecimiento. El segundo índice del Foro Económico Mundial es el que corresponde a la competitividad actual, designación que se sustituyó por la de “índice de competitividad de empresas” en el Informe de Competitividad Mundial 2003-2004, y

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que se había denominado “índice macroeconómico de competitividad” a partir de la versión de 1998 del mismo informe. A pesar de las variaciones de su nombre, el concepto continúa siendo el mismo, o sea, que este es el índice diseñado para correlacionarse con los niveles del PIB y no con sus tasas de crecimiento.

En la primera regresión del Anexo 3 confirmamos que el índice de competitividad actual realmente se correlaciona con los niveles del PIB en todo el mundo, como es de esperar teniendo en cuenta su diseño. Pero la segunda regresión del Anexo 3 sorprendentemente demuestra que el índice en términos de crecimiento del Foro Económico Mundial en realidad se correlaciona más estrechamente con los niveles del PIB que el índice de competitividad actual, a pesar de que este último fue diseñado para ello y el índice en términos de crecimiento no. De acuerdo con esta segunda regresión, ambos índices desempeñan un papel estadístico en la explicación de los niveles del PIB, pero el índice de competitividad actual solamente tiene una importancia estadística marginal, en tanto que el índice en términos de crecimiento es fuertemente significativo.

Intentaremos ahora profundizar en el análisis y preguntarnos cuáles de los ingredientes del índice de competitividad actual son responsables de su asociación positiva con el PIB. Puesto que el índice de competitividad actual es un promedio de varios subíndices, ¿podemos averiguar cuáles son los más importantes? En la primera regresión del Anexo 4 dividimos ese índice en sus dos primeros componentes: el índice de entorno empresarial (BEI) y el índice de estrategia empresarial (CSI). A primera vista, sin verificar el índice en términos de crecimiento, los resultados indican que el componente de entorno empresarial muestra el grado de asociación más fuerte de los dos (véase la primera regresión). Sin embargo, la situación se invierte en la segunda regresión luego de verificar el índice en términos de crecimiento: toda la capacidad predictiva reside en el índice de estrategia empresarial y no en el del entorno empresarial. La tercera regresión muestra además que hay un único componente del índice de estrategia empresarial que es por sí solo responsable de su correlación positiva con el PIB. Este componente está formado por aquellos datos que permiten evaluar en qué medida las empresas del país emplean prácticas tecnológicas óptimas. Lo que permite apreciarlo es el hecho de que en la tercera regresión ni el índice de entorno ni el de estrategia empresarial son estadísticamente significativos, mientras que tanto el índice en términos de crecimiento como el uso de técnicas óptimas sí lo son. En otras palabras, se puede tener una idea bastante aproximada del nivel de ingresos o del PIB de un país si se conoce su índice de competitividad en términos de crecimiento y la variable de técnicas óptimas. Cualquier información adicional sobre el entorno empresarial del país u otros aspectos de estrategia empresarial no agregará nada en materia de capacidad predictiva.

¿Puede suceder que en el “diamante de competitividad” haya varios elementos que no se correlacionen empíricamente con la productividad una vez verificados el índice en términos de crecimiento y la variable del uso de tecnologías óptimas? Para demostrarlo en forma más explícita el Anexo 5 incluye regresiones que verifican cada uno de los demás elementos del diamante. Recordemos que cada una de las variables consideradas es un subíndice del componente de entorno empresarial del índice de competitividad actual, que a su vez se basa en el diamante. Los resultados indican que,

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entre todos los subíndices, solamente la infraestructura física muestra algún tipo de asociación con la productividad luego de verificado el índice en términos de crecimiento y el uso de tecnologías óptimas. Todos los demás subíndices, desde la infraestructura administrativa a las industrias relacionadas y complementarias pasando por las condiciones de la demanda, no muestran evidencia alguna de una relación significativa con el PIB per cápita. Por supuesto, este tipo de resultado empírico, si bien no es definitivo por sí mismo, plantea interrogantes sobre los sustentos empíricos de todo el diamante de competitividad. Solamente una pequeña fracción del diamante o aquellas partes ya incluidas en el índice en términos de crecimiento parecen correlacionarse con los niveles de ingreso en el mundo13.

2. a Críticas a la metodología de los índices nacionales

El índice de competitividad en términos de crecimiento del Foro Económico Mundial adoptó por primera vez su forma actual en 1996 en respuesta a la crítica sobre la ausencia de una justificación intelectual y empírica de los índices mundiales de competitividad14. Se tomó entonces la decisión de formular un índice basado en el crecimiento económico. Los autores de los demás índices, si bien no los diseñaron explícitamente en torno al concepto de correlación con el crecimiento, sin embargo sostienen que los países que alcancen índices superiores crecerán con mayor rapidez15. Por lo tanto, de una forma u otra la correlación con el crecimiento parece ser una justificación primordial de los índices de varios países. La única excepción sería el índice de competitividad del Institute for Management and Development, para el cual no se sostiene explícitamente que deba existir una correlación con el crecimiento económico.

13 Para que los lectores puedan reproducir estos resultados, pueden solicitarse al autor todos los datos usados en estas pruebas ([email protected]). 14 Sachs y Warner (1996) adoptaron la decisión original de formular un índice de competitividad basado en el crecimiento económico. Warner (2000) básicamente revisó la metodología utilizada (véase también Porter, Sachs y Warner (2000)). Sachs y McArthur (2001) realizaron revisiones adicionales. El índice de competitividad actual tuvo su origen en Porter (1998) y ha permanecido básicamente inalterable, aún cuando su denominación se haya modificado de MICI a CCI y a BCI entre 1998 y 2004.15 En uno de sus ejemplos, el autor del índice de competitividad actual enfatiza que las reformas microeconómicas, entendiendo por tales las que muestran una mayor adhesión a los componentes de ese índice, estimularán el crecimiento de la productividad. “Las reformas microeconómicas apropiadas, que estimulan la productividad y su crecimiento, pueden superar con mayor facilidad el obstáculo de cumplir con las obligaciones fiscales públicas y reducir las distorsiones macroeconómicas.” (Michael Porter, “Enhancing the Microeconomic Foundations of Prosperity: The Current Competitiveness Index”, Informe de Competitividad Mundial 2001, pág. 72). En otro ejemplo, el informe que describe el índice de libertad económica indica que el crecimiento económico se resentirá en la misma medida en que se resienta la libertad económica. “Hay un hecho que es absolutamente cierto: cuando los gobiernos imponen restricciones a la gente, su comportamiento cambia, y probablemente no para mejor. La coacción altera las opciones de la gente común. La libertad económica decrece y el crecimiento económico se resiente.” (William Breach y Marc Miles, “Explaining the Factors of the Index of Economic Freedom” en Heritage Foundation: Index of Economic Freedom 2003, capítulo 5, pág. 49).

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Si bien el criterio del crecimiento parece haber sido aceptado en forma general, la metodología de los índices nacionales continúa siendo objeto de críticas. La controversia se debe en parte al hecho de que tanto el índice en términos de crecimiento como muchos otros se basan en cierta medida en encuestas de opinión realizadas por ejecutivos de empresas, lo que provoca críticas sobre la fiabilidad de los datos (véase Lall, 2001). No obstante, estas encuestas son valiosas pues recopilan datos sobre aspectos en los que nunca se contará con datos oficiales. Hay además ciertos casos en los que la exactitud de la encuesta puede verificarse comparando los índices nacionales derivados de sus datos con la información oficial, cuando se refieren a temas similares.

El Gráfico 3 muestra una comparación entre ambas fuentes en términos de inversión en investigación y desarrollo. Sobre el eje vertical la gráfica muestra la inversión en investigación y desarrollo como porcentaje de la inversión nacional bruta de cada país (fuentes del Banco Mundial). En el eje horizontal la gráfica exhibe la proporción de la inversión en investigación y desarrollo según las mencionadas encuestas empresariales sobre el índice del Informe de Competitividad Mundial . La gráfica demuestra que en este caso los datos basados en las encuestas se correlacionan estrechamente con los datos alternativos (R al cuadrado = 83%).

Gráfico 3

(1) R al cuadrado representa la capacidad de predicción relativa de un modelo. Es una medida descriptiva entre 0 y 1. Cuando más cerca de 1, mejor será el modelo. El valor 1 (solamente teórico o en libros de texto) indicaría que los resultados de la regresión representan predicciones perfectas.

Por supuesto, los datos de las encuestas no dejan de estar sujetos a error (como lo están los llamados datos oficiales). No obstante, lo que contribuye a su exactitud es el

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hecho de que las respuestas representan un promedio de las personas en un determinado país, lo cual elimina gran parte de los errores aleatorios. Asimismo, en la práctica las medias muestrales de los datos de las encuestas no son sensibles a un tamaño de muestra aproximadamente superior a los 40 encuestados. La práctica óptima es que ambos tipos de datos se complementen entre sí, ya que probablemente ninguno de ellos será absolutamente exacto. Habitualmente, el examen simple de los datos de las encuestas y los datos oficiales en conjunto indica que cada uno de ellos mide distintos aspectos del fenómeno, y que ninguno de ellos constituye una versión más exacta del otro.

4. Resumen

En este trabajo se ha analizado la evolución que el uso del término competitividad registró en los últimos años. El uso moderno define la competitividad en términos amplios como el aumento del bienestar de toda una economía, difiriendo en este aspecto de la aplicación tradicional del término centrada en el nivel nacional de precios y en su impacto sobre el comercio exterior. Aunque la vaguedad en el uso del término provoca considerable inquietud en algunos foros, existe entre los principales autores un mayor consenso sobre los objetivos finales de lo que parecería a simple vista. Ante la presión por llegar a una definición, los trabajos más recientes sobre la competitividad la equiparan con un aumento sostenible del PIB nacional per cápita. Una vez que se reconoce que el PIB se mide sobre la base del valor agregado y que éste puede ser a su vez medido por cualquier entidad económica, se dispone de un patrón simple y flexible de desempeño de la competitividad, así como de una base para evaluar numerosos índices o incluso proyectos de desarrollo supuestamente orientados a la promoción de la competitividad.

En este trabajo también se investigó en qué medida algunos de los índices de competitividad alternativos o conexos se correlacionan con tasas de crecimiento recientes (específicamente las del decenio 1992-2002). En esta evaluación se tomaron en cuenta el índice de competitividad en términos de crecimiento del Informe de Competitividad Mundial del Foro Económico Mundial, el índice de competitividad actual del mismo Informe (cuya denominación se sustituyó en 2004 por la de índice de competitividad empresarial), el índice de libertad económica de la Heritage Foundation, el índice de competitividad del Institute for Management and Development y un índice elaborado por el autor sobre la base de los indicadores del costo de hacer negocios publicados por el Banco Mundial. Se observó que el índice de competitividad en términos de crecimiento muestra una relación sistemáticamente estrecha con el crecimiento económico. Luego de verificar este índice, ninguno de los índices rivales mostró una estrecha correlación con el crecimiento durante este período de 10 años.

Como se indica en algunas secciones de este análisis, el movimiento pro competitividad podría estar próximo a un consenso sobre tres aspectos fundamentales. Primero, que la competitividad se refiere al logro y la sostenibilidad de un rápido crecimiento económico. Segundo, que un mundo en que la competencia de productores que operan con bajos niveles salariales está siempre presente, el crecimiento sostenible exige una continua recategorización e innovación productiva. Tercero, que a nivel

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nacional el criterio definitivo sobre el control y evaluación del desempeño de la competitividad debe centrarse en los aumentos del PIB, y a nivel de proyecto debe aplicarse el incremento del valor agregado de las entidades que en él participan. En ese último punto debe señalarse que el PIB a nivel nacional consiste simplemente en la suma del valor agregado de todas las empresas. El criterio del valor agregado puede implementarse como patrón del desempeño para cualquier intervención por medio de proyectos del alcance que sea, lo que sería totalmente coherente con el objetivo de lograr un mayor crecimiento del PIB a nivel nacional.

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Datos para los Anexos (*)

Foro Económico Mundial

Índice de competitividad en términos de crecimiento GCIÍndice de competitividad actual16 CCI

Índice de entorno empresarial BEIÍndice de estrategia empresarial CSI

Institute for Management and Development (IMD)

Índice de competitividad IMD

Heritage Foundation

Índice de libertad económica EFI

Banco Mundial

Índice de condiciones empresariales BCI

(*) Siglas en inglés.

16 En 2004 se le dio el nuevo nombre de Índice de competitividad empresarial.

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Anexo 1 Variable dependiente: crecimiento del PIB per cápita, 1992-2002

(1) (2) (3) (4) (5)

PIB 1992 -2,25 -2,26 -2,34 -2,28 -2,38(5,82)** (5,86)** (4,99)** (5,64)** (4,88)**

GCI 2001 3,57 3,68 2,68 3,32 2,53(5,32)** (5,25)** (3,65)** (4,39)** (2,96)**

CCI 2002 -0,58 0,13 -0,57 0,14(1,02) (0,19) (0,98) (0,19)

CCI 2001 -0,66(1,14)

IMD 0,03 0,03(0,88) (0,84)

EFI 2004 -0,42 -0,19(0,90) (0,34)

Constante 5,88 5,40 10,30 8,44 11,86(1,50) (1,36) (2,18)* (1,55) (1,78)

Observaciones 69 69 46 68 46R al cuadrado 0,50 0,50 0,46 0,51 0,46

Valor absoluto del estadístico T entre paréntesis* significativo al nivel del 5%; ** significativo al nivel del 1%

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Anexo 2Variable dependiente: crecimiento del PIB per cápita, 1992-2002

(1) (2)

PIB 1992 -2,23 -2,29(5,37)** (5,72)**

GCI 2001 3,21 2,86(4,21)** (5,89)**

CCI 2002 -0,36(0,59)

BCI 0,29 0,28(0,55) (0,55)

Constante 7,24 9,32(1,73) (4,16)**

Observaciones 64 64R al cuadrado 0,52 0,51

Valor absoluto de T entre paréntesis* significativo al nivel del 5%; ** significativo al nivel del 1%

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Anexo 3Variable dependiente: logaritmo del PIB per cápita en 2001, ajustado por paridades de

poder adquisitivo)

(1) (2)

CCI 2002 0,79 0,28(16,54)** (1,98)

GCI 2001 0,64(3,80)**

Constante 9,13 6,26(194,50)** (8,30)**

Observaciones 80 71R al cuadrado 0,78 0,82

Valor absoluto de razones T entre paréntesis* significativo al nivel del 5%; ** significativo al nivel del 1%

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Anexo 4Variable dependiente: logaritmo del PIB per cápita en 2001, ajustado por PPA

(1) (2)(3)

BEI 0,57 -0,35 -0,31(3,52)** (1,41) (1,40)

CSI 0,22 0,44 -0,16(1,33) (2,80)** (0,82)

GCI 2001 0,88 0,59(4,51)** (3,21)**

Uso de tecnologías óptimas internacionales 0,66(4,35)**

Constante 9,13 5,17 3,83(193,53)** (5,90)** (4,58)**

Observaciones 80 71 71R al cuadrado 0,78 0,83 0,87

Valor absoluto de razones T entre paréntesis* significativo al nivel del 5%; ** significativo al nivel del 1%

Anexo 5Variable dependiente: logaritmo del PIB per cápita en 2001, ajustado por PPA

(1) (2) (3) (4) (5) (6) (7) (8)

GCI 0,11 0,81 0,35 0,50 0,45 0,45 0,39 0,50(0,75) (5,16)**(2,68)**(3,89)**(3,21)**(2,89)** (3,14)** (3,18)**

CSI -0,34 -0,18 -0,30 -0,16 -0,26 -0,26 -0,25 -0,26(2,23)* (1,17) (1,87) (0,93) (1,46) (1,24) (1,35) (1,51)

PRÁCTICAS ÓPTIMAS 0,55 0,53 0,63 0,70 0,64 0,66 0,67 0,66(3,78)** (3,66)** (4,00)** (4,69)** (4,09)** (4,31)** (4,37)** (4,31)**

INFRAESTRUCTURA FÍSICA 0,42(3,37)**

INFR. ADMINISTRATIVA -0,35(3,74)**

RECURSOS HUMANOS 0,09(1,04)

INFRAESTRUCTURA TECNOLÓGICA -0,29(2,16)*

MERCADOS DE CAPITAL -0,07

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(0,74)CONDICIONES DE LA DEMANDA -0,10

(0,50)INDUSTRIAS RELACIONADAS Y COMPLEMENTARIAS -0,07

(0,72)COMPETENCIA -0,14

(1,03)

Constante 6,44 3,38 5,05 4,11 4,56 4,48 4,72 4,26(8,51)** (5,30)** (7,32)** (6,54)** (7,50)** (6,40)** (7,97)** (5,97)**

Observaciones 71 71 71 71 71 71 71 71R al cuadrado 0,88 0,89 0,87 0,87 0,87 0,87 0,87 0,87

Valor absoluto de razones T entre paréntesis* significativo al nivel del 5%; ** significativo al nivel del 1%

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