IL UMIN ACIONES -...

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ESTUDIO Y VEllSION DE AIEllZAfiA EDICIONES ASSANDllI

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J.- ARTHUR RIMBAUD

IL UMIN ACIONES

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COLECCION "CAMPANA DE FUEGO"

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J.-ARTHUR RIMBAUD

ILUMINACIONES

Estudio y vers.\'6n de

ALFREDO TERZAGA

Segunda Edición ¡

EDICIONES ASSANDRI

CORDOBA

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Título del original:

ILLUMINATIONS

Painted Platee

Reservados todos los derechos Hecho el depósito que marca la ley

Impreso en la Argentina

1955

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PREFACIO DEL EDITOR

La acogida brindada a la primera edición de este libro, hace tiempo agotado, así como la rápida difusión de los demás títulos que integran la colección, han movido al editor a ofrecer una nueva tirada de esta obra que constituye, como documento y como realización en sí misma, uno de los testimonios capitales del lirismo moderno.

Los propósitos alentados al concebir esta colección hallaron una confirmación innegable en la aprobación de la crítica y de los amantes de la buena poesía. Este hecho, unido a las reiteradas demandas del público, justifican el ofrecimiento de esta segunda edición, revisada cuida­dosamente en su texto y enriquecida en su material grá­fico, mientras el mejor conocimiento del poeta en nuestro idioma permite aguardar el momento de un volumen mayor que comprenda otras obras y que incluya, también, el más amplio panorama crítico que el traductor y ensa­yista anunciara en el estudio adjunto.

Córdoba, noviembre de 1955.

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JEAN - ARTHUR RIMBAUD

Nace Jean-Arthur Rimbaud en Charleville, Ardenas, el 20 de octubre de 1854, hijo del capitán Rimbaud, sangre meridional que pasea las guarniciones en Argelia, Crimea e Italia y de Vitalie Cuif, propietaria rural áspera y orgullosa.

E~colar modelo y diestrq versificador latino, el mucha­cho deleita a sus hermanas con las narraciones fabulosas que inventa al pasar las horas. A los catorce años es el orgullo de sus maestros y la esperanza de su madre, quien , esperando el desquite sobre la indiferencia del marido lejano, ansía para el hijo un edificante destino de funcionario.

En 1870 -vacaciones y guerra- el niño modelo fuga del hogar. «Mi ciudad natal es superlativamente idiota entre las ciudades de provincia -escribe-o Son espantosos los tenderos retirados que vuelven a ponerse el uniforme". París, que «danza en las cóleras", le atrae como un he­chizo y hacia París va una y otra vez.

Luego de haber cantado a la Afrodita del Parnaso y declarado su amor por la Musa, "instala su albergue en la Osa Mayor", descubre el olor de las tabernas, los rinco-

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nes fuertes del tabaco y el aguardiente. Vaga por los ca­minos y gusta los mendrugos y los poemas escritos en las postas. Después, "orina hacia los cielos oscuros, muy lejos y muy alto, con beneplácito _ de los grandes helio­tropos".

Pero el torbellino de su espíritu no se apacigua con las bellas formas. Busca otra cosa. Necesita otra cosa. Su temperatura exige consumir una materia total y, en su voluntad de adolescente genial, se propone "ser vi­dente, hacerse vidente". Nacen entonces, ~~abatiéndose

desde los vastos cielos, los amados cuervos deliciosos", los témpanos del blanco, el salivazo sangriento del rojo, los mares divinos del verde, los silencios del azul; nace el Barco Ebrio, que bogó por "esas noches sin fondo donde quizá duerme y se exila -millón de aves de oro- el futuro Vigor".

El alcohol, la bohemia y el desalTeglo de los sentidos gastan, junto a Verlaine, los días y los meses. Se suceden París, Londres, las "Fiestas del Hambre", la "Comedia de la Sed" y otros poemas donde se anota lo inexpresable y se fijan vértigos. Las visiones se superponen, se reúnen, se separan, pero el gran cuerpo entrevisto no se palpa y el empecinado trabajo se vuelve una tortura.

En Julio de 1873, ruptura con Verlaine, que lo aban­dona; reencuentro con éste en Bruselas; proyectos, recri­minaciones, tiros, escándalo. Verlaine va a la cárcel y Rimbaud vuelve a casa de su madre, donde se encierra a terminar "Una temporada en el Infierno", obra en la cual el poeta arroja una ardiente y lúcida mirada sobre su experiencia y hace el propósito de callarse y aban­donar Europa.

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La adolescencia del muchacho se ha disipado entre olores de azufre. Desde noviembre de 1873, viajes a In­glaterra, Escocia y Alemania, durante los cuales termina los poemas en prosa de las «Iluminaciones" y se desen­tiende de ellos tan pronto como los entrega para su pu­blicación. Luego, Austria, Italia y un encarnizado apren­dizaje de idiomas. En 1876, viaje a Java, como recluta del ejército colonial holandés, del que deserta. Estadía en Chipre como capataz de canteras.

De 1881 a 1890, viajes regulares por las costas del Mar Rojo, tráfico de armas, comercio de marfil, expediciones bajo un cielo de fuego, por caminos «que recuerdan el horror de los paisajes lunares", informes geográficos y políticos, competencia al comercio inglés, relación con Menelik, fundación de una factoría en Harrar, trata de esclavos quizás, establecimiento de nuevas rutas y veladas nocturnas bajo la luna africana.

En 1891, la enfermedad. Con el lisiado en una litera, la caravana desciende hacia el mar. Regreso a Francia, amputación de una pierna, estadía en el hogar y vuelta a Marsella en el intento de un nuevo viaje. Conversión en el hospital, donde muere, fija la mirada en el Sur cálido y delirando en los dialectos del trópico, ellO de noviembre de 1891, asistido por su hermana Isabel, que lo amaba.

A. T.

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RIMBAUD y LAS "ILUMINACIONES"

e on su obra alcanzó Rimbaud las cimas más altas a que

puede llegar la poesía y con el silencio escribió su propio

fascinante misterio. Para que nad.q, faltara en la variada

rareza que distingue a la p~esía moderna, vino a cum­

plirse esta paradoja de un poeta que prolonga el sentido de su canto callándose y aumenta por el silencio la elo­cuencia de sus palabras.

Pero este silencio es misterioso y sibilino como el verbo de la Pitia. Legiones de críticos fueron a hilar en el

problema rimbaudiano sin agotar p.or ello su materia. Esta esfinge ODn rostro de adolescente continúa hablando a sus interlocutores en el idioma en que la interrogan y su lenguaje, que Rimbaud quería fuese ~~accesible, un día u otro, a todos los sentidos", llegó a serlo a todas las intenciones.

Místico en -estado salvaje lo llamó Claudel. J acques Riviere lo vió o~mo el ser exento de Pecado Original, Benjamín Fondane como Pillo, Renéville oomo Vidente, Daniel - Rops como encarnación del Drama Espiritual y Pi ene Debray como Mago Desengañado. La lista com­pleta de las definiciones es un muestrario de epítetos im­

presionantes y contradictorios.

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Tenía diez y siete años cuando escribió: " ... algún día he de V1et7', muchos lesperan lo mismo, III poesía objetiva . .. Quiero ser poeta y trabajo por volverme vidente". ¡Tra­tábase nada menos que de llegar a lo Desconocido! Pocas veces en la historia de la poesía s~ dió el caso de seme­jante rigor y lucidez en la persecución de un propósito. Precisábase para ello la vitalidad de un poeta como Rimbaud y el fanatismo de una adolescencia como la suya.

En dos cartas, hoy fundamentales para toda discusión de una Poética (1), Rimbaud expuso su propia concep­ción y fijó los objetivos de su trabajo. Marcó las vías que debían seguirse para que la poesía dejara de ser "prosa rimada" y se convirtió en un precursor de¡ la lírica más moderna al practicar en la personalidad del cantor una escisión radical: "Yo es Otro. Si el oobre se ,despierta clarín no ,es culpa suya".

Estos propósitos intentaban lograr, por medio de la poesía, el acceso a una realidad total cuya visión era imposible a lDs m·edios poéticos tradicionales y en especial al subjetivismo dominante en la literatura francesa hasta el momento en que se producen, casi simultáneamente, dos significativas insurrecciones: las de Lautréamont y Rimbaud. El método de éste se afinria en un postulado que, seguido o no fielmente por su autor, contiene un poderoso ataque a la sagrada personalidad sentimental: el "desarreglo de tOldos los sentidos'. Rimbaud proponía así desmontar pieza por pieza la máquina subj,etiva de la creación poética precedente, para convertir al poeta en un veraz transmisor de lo desconocido. Al desechar

( 1) Año 1871. 13 de mayo, a Georges Izambard; 15 de mayo, a Paul Demeny. "Cartas de la vida literaria de J. A. R.imbaud", por Jean-Marie Carré - Editorial Poseidón, Buenos Aires, 1945.

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la expresIOn de la realidad habitual que constituye la materia de lo.s sentimientO's y las pasiones, Rimbaud que­ría alcanzar otra realidad más universal y más cierta. E,n este sentido, puede afirmarse de él que ha sido el primer y más consciente poeta del surrealismo (2). Para los artistas que no conocen otta certeza que la subjetiva, la Objetividad rimbaudiana sería pura irrealidad o pura fantasía y así parecieron entenderlo sus contemporáneos. Mas ,el tiemp.o que su influencia hubo de hacerse esperar, ha sido compensado con creoes por la prO'fundidad de ella sobre los poetas de nuestrO' siglo y en especial por la importancia de su mensaje respecto del s€lntido, misión y destino de la poesía.

Después de esas cartas, prO'dujo Rimbaud varios poe­mas, .muchos de los cuales encontraron sitio definitivo en las antologías, como la '~C3nción de la torre más alta", "Eternidad", "Comedia de la Sed", "Edad de 'Oro" y "Fiestas del Hambre", Algunos, cO'mo '~Bruslelas", llevan a tal extremo las huellas del desarreglo, que sugieren a los comentaristas el dictado del alcohol. Todos son de una forma concisa, lograda por sabias, supresiones que ~an a cada palabra un sentido' fuertemente hermético .o

( 2 ) Estimamos de importancia subrayar que s610 en ese sen­tido ligamos a Rimbaud con aquella tendencia, la cual, si al comienzo 10 tomó por uno de sus precursores, lo abandonó después, quizás porque el propósito ordenador de Rimbaud era demasiado rígido para el espíritu del Surrealismo. A este respecto, ver MAURICE NADEAU: "His­toria del Surrealismo", parte primera, Capítulo 4.

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alusivo. El resultado es una atmósfera muy rarificada pero sugestiva en alto grado.

Esta época de Rimbaud está estrechamente vinculada a su relación con Verlaine, tronchada bruscamente en el drama de Bruselas. Antes ya, Rimbaud había comen­zado su "Temporada en el Infierno". Después del episo­dio belga, el poeta concluyó el libro, en cuyo capítulo titulado "Alquimia del Verbo", se burla amargamente de sus propósitos de videncia y transcribe con variantes algunos de sus verSDS.

Como la "Temporada" contiene una profecía sobre la vida futura del poeta, una negación de su obra ante­rior y afirma el propósito de callar aceptando la reali­dad tal como es, se consideró siempre a ese libro la producción final del Rimbaud y el umbral de su miste­rioso y definitivo silencio. Así, la "Temporada en el 1 nfierno" se convertía necesariamente en ,el adiós del poeta a la literatura y contenía 'en breves páginas la clav'e de su problema.

Pero la crítica más reciente ha demostrado que las "numinacione's" deben situarse en fecha posterior a la "Saison" (3). En consecuencia~ el simbólioa auto de fe r,epresentado por ésta, no alcanza a aquellos poemas, Escritos después de la crisis que dictara las páginas de]

( 3 ) H. DE BOUILLANE DE LACOSTE: "Illuminations - édition cri­tique" y "Rimbaud et le probleme des Illuminations"­Mercure de France, 1949. - Las conclusiones de este crítico se basan en una revisión minuciosa de las noticias tradicionales, en el examen caligráfico de los manuscri­tos, en el testimonio- de Verlaine y en el descubrimiento de una letra ajena intercalada en los poemas: la de Germain Nouveau, cuya relación y vida en común con Rimbaud datan de 1874, es decir, del año siguiente a la fecha de la "Temporada". Estimamos imposible seguir manteniendo la cronología tradicional mientras no se refute a Bouillane de Lacoste de modo tan terminante y exhaustivo como su propia prueba.

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Rimbaud a los 17 años (octubre de 1871)

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"libro 1lIegro". Si el propósito de Rirribaud al escribir en él: "Nada de cánticos. Conservar lo ganado... Debo enterrar mi imaginación y mis recuerdos", era callar para siempre, ese propósito no fué cumplido aún. Pasada la crisis, el poeta se enoontró con que la "alquimia ael verbo" y la "teoría del Vidente" le habían forjado un puro y nuevo instrumento poético, que él había de utilizar en los poemas cuya primera versión caStellana damDs "aquí.

Una exégesis completa de las "Ilwminaciones" deman­daría el examen integral del problema rimbaudiano, del que constituyen la expresión estética más acabada. Inútil esperar, en consecuencia, que este libro, en cuanto aislada "obra de arte~> pueda ser afrontado satisfactoria­mente por las luoes de la crítica. Algunos de los más serios y coherentes intentos de compr,ensión de este libro, como son, por ejemplo, los de RenéviUe, Rivii~re, Hackett, o el más reciente de D'ebray ( 4), obedecen a una visión de conjunto sobre toda la obra y la vida de Rimbaud y, lo que es más importante, sobre el sentido o mensaje que a ellas se atribuye. Quede con ello hecha la advertencia de que no son estas páginas el sitio adecuado para efectuar esa revisión, que hemos encarado ya y cuyos resultados daremos en un libro próximo . .

Puede adelantarse, sin embargo, para la mejor com­presión de los poemas o de la actitud que los dictó , que en ellos culmina la experiencia poética de Rimbaud y logran su refundición o cristalización definitiva los te­mas y los mitos que fueron materia de sus creaciones precedentes.

(4) Rolland de Renéville: "Rimbaud le Voyant"; Jacques Riviere : "Rimbaud"; Ch. Hackett : "Rimbaud l' Enfant"; Pierre Debray: "Rimbaud, le Magicioen Desabusé".

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Para lograr su propósito de «llegar a lo ,desconocido", Rimbaud había seguido un doble método: en su propia vida, la ascética sui-géneris del desaueglO' de los sentidos y, en su poesía, la de una form3: que tendía a suprimir en el verso todo lo discursivo y loS' nexos entre. una idea y otra, en persecución de imágenes de materia inefable pero ya presentida. Sus temas van desde la rebelión contra las condiciones de la existencia hasta la búsqueda de un misterioso alimento que obraría quizá el efecto maravilloso de "cambiar la vidd':

Leyendas ni figuras

me sacian;

Trovador, tu ahijada

es mi sed tan loca,

hidra íntima sin fauces

que aflije y consume (5).

Mientras crea esos versos, Rimbaud, pese al cuidadoso oficio que muestran sus borradores, s,e mantiene en la _ actitud más o menos pasiva que prescribía al poeta en su famosa carta del 15 de mayo de 1871: « •• • si lo que trae de allá a~ajo tiene forma, él da forma, si es informe, da lo informeí'. Pero desde esa fecha hasta la ruptura con Verlaine, el autor del Barco Ebrio, en quien toda evolución es rápida, se había tomado a sí mismo como problema, en cuanto obrero de esa tarea; había pregun­tado por su derecho para llevarla a cabo y había univer­salizado su experiencia alzándola desde sus condiciones individuales y concretas hasta los símbolos generales de

(5) "Comedia de la Sed".

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la Belleza, la Creación, el Pecado, el Infierno, el Amor y el Mañana... Sobreviene entonces "U na Temporada en el Infierno".

Mas ya con el pie en el umbral de la madurez, este niño que se transforma en hombre, antes de decidirse

. a aceptar o aguantar la vida tal como se le muestra, fija los mitos de su adolescencia perdida y, cambiru:-.do el verso por la prosa, (6) da cima a las ambiciones del Vidente para escribir las "Iluminaciones', donde, si bien reflexiona sobre sí y sus propósitos, lo hace en tono más templado y distante que la prosa ígnea de la "Temporada"; al mismo tiempo, logra plasmar en forma y en nombre una imagen que es nueva en su poesía y que otorga a este libro su acento más característico: el Genio, o Ser de Belleza. Recién entonces, como él mismo lo dice, "llevó a cabo su obra inmensa ydió término a su noble retiro". En adelante, su deber le es dispensado".

(6) Con excepción de Marina y Movimiento, las "Ilumina­ciones" son exclusivamente poemas en prosa, posterio­res a los que Paterne Berrichon publicara como primera parte del libro bajo el título de "Vers nouveaux et chansons". Todas las ediciones siguieron acatando esa tradición, que ligaba la suerte de las "Iluminaciones" a la de los versos citados en la "Temporada". La resti­tución de la obra a sus verdaderos límites es pues de importancia fundamental para la comprensión de su sentido. También en este punto somos deudores a Boui­llane de Lacoste, cuya edición crítica hemos seguido en esta versión, salvo en lo que se refiere al orden de los poemas, que hemos dispuesto de otra manera, por las causas que más adelante se mencionan. El titulo y subtítulo del libro son ingleses-IUuminations. Painted plates, es decir "grabados en color" -, así como los títulos de varios de los poémas. Las lecturas de Rimbaud, sus primeros viajes y quizá hasta su temprana ambición de una lengua nueva, le impulsaron al uso de neologismos, voces alemanas, inglesas, dialectales y nom­bres exóticos sacados de la historia o la leyenda. Bouilla­ne de Lacoste se refiere particularmente a ello en el ca­pítulo ·IX de su ·Rimbaud et le probleme des Illuminations.

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N~ siéndonos posible realizar aquí una revisión ex­haustiva de la obra rimbaudiana, damos por supuesto que el ' mito del Genio significa su · culminación, el punto . más lejano en la ruta hacia "lo desconoddo" que Rimbaud trazara en la "Caita del Vidente". Mas no lo hacemos por una mera exigencia de orden, sino porque es en la elaboración poética de ese mito en donde alcanzan su desenlace final k>s problenlas ' y las tendencias que, ' ya

desde temprano, habían ocupado al autor de las "Ilumi­naciones".

Sabido es que Rimbaud no se preocupó por la impre-sión de este libro, cuyos textos fueron apareciendo en

diversos números de "La Vogwe". Los manuscritos n.o tienen tampoco numeración ° indicación de orden, de modo que ha qlledado a sus editores la libertad de dárselo. En nuestro caso, hemos preferido ordenar esos

poemas, antes que de acuerdo a las ediciones tradicionales, más bien siguiendo el desarrollo de la peripecia espiritual y poética que en ellos acaece. Conforme pues alD que estimamos como su lógica interna, es decii', al proceso de búsqueda. y hallazgo del Genio, se pueden distinguir en las "Iluminaciones" cinco grandes grupos o ciclos poé­ticos que ordenaremos, así como · a los temas en ellos dominantes, del siguiente inodo:

El CICLO DE LAS VIGILIAS, que comprende: Des,· pués del Diluvio, Infancia, Juventud, Vidas, Vagabundos, Vigilias y Frases. Los textos de este grupo abundan en

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alusiones autobiográficas, algunas muy claras, como en Vagabundos, . donde se recuerda la rota amistad con Verlaine, situada ya, según el tono del poema, en un pasado , brumoso. El libro se inicia con Después del

Diluvio. Consumadas las tremendas destrucciones del vidente y de la «Temporadd', después del «diluvio" y después del drama de Bruselas, el mundo nace otra vez

ante los ojos del poeta, que lo contempla libre ahora para describirlo o modelarlo a voluntad. El ideal ' de ccllegmr a lO' desconocidd', de seguirl~ y darle nombre, es retOlnado por Rimbaud dejando atrás la ascética del desarreglo y los caminos del hambre y la sed. Se trata ahora de vigilar lúcidamente, aunque sea en la soledad del «salón subterráneo", espiando lÜ's menores atisbos de ese Ser de Belleza ya tan próximo. La vigilia constituye pues la actitud central en los poemas de este grupo.

El CICLO, DE LOS PAISAJES. Incluimos en él Hue­llas:, Fiesta de Invierno, Realeza, Escenas, Flores, Marina, Mísfi,~a, Antiguo y Bárbaro.

Por la lucidez ganada en las vigilias, el ambiente, el paisaje y las figuras adquieren una significación espe­-cial; la mirada del vidente y la proximidad del Ser de Belleza los tocan de una vida nueva y los ponen bajo una luz reveladora. El agua rinde aquí su calidad más cristalina, los árboles su más fresca sÜ'mbra y lÜ's . colores su pureza más inconcebible. La relación entre ~ as cosas es alzada ya a la verosimilitud de una figura: el aire se puebla de ángeles que "saltan desde los prados en ll~ hasta el vértice del monte" y podemos casi ver sus vestiduras; todo se apresta a componer una imagen omnipresente, como ese cielo y ese mar que convocan

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lo~ colores para formar ,un "dios de enormes ojos azules y fQr1')Ul$ de nieve" o una misteriosa figura pánica "donde duef'meel doble sexd'. '

En Bárbaro, Rimbaud aDtic~pa los procedimientos que cu1minaránen su descripción de la figura del Genio. Las calidades y las materias d~ objetos diferentes son aquí reunidas para presentar una imagen que s'e repite a 10 largo del poema: cCEl pabell6n de carne sangrante sobre la seda de los mares y de las flores árticas". De inmediato, el autor s~braya en un paréntesis. cuidadoso: CCéstas. no existen". Al mismo tiempo, nos indica cómo en esos materiales se opera un cambio cualitativo: el corazón terrestre cc eternamente carbonizado po.,. nosotros" asume la condición de "un viento de diamantes"; se expresa también la distancja y el tiempo en que esas mutaciones se realizan: cCMucho después de los días y las estaciones y los seres y los países"; cCRepuestos de viejas fanfOJ7'1ins de heroísmo"; cc Lejos de los vietos retiros y de las metas llamas que .gel oyen, que sé sienten".

El CICLO DE LA REFLEXION y EL MUNDO • . Agrupamos en este título: Obreros, Noche histórica,

Metropolitano, Bottom, Devoción, Parada, Democracia, Guerra, Nocturno vulgar, MovirmiJento y Despertar de

. embriaguez.

Este grupo cumple dentro de las "Iluminaciones' el mismo papel que la cCTemporada" en la totalidad de la obra de Rimbaud. Alternan aquí las reflexiones sobre el propio método) la esperanza, la duda y una ae:eptación

. que recuerda el tono de la frase: cCTendré oro. Seré ocio­so y brutai'. Por la reflexión, el poeta ve quizá los abis­mos abiertos entre la realidad que perseguía su ,cpoesía objetivd' y la I~tra del mundo real. Por la aceptación .

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Rimbaud en 1870. Dibujo de

Ernest Delahaye

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ve también cuán poca diferencia existe entre la hipérbole de su visión y ese mundo construído por los conquista­dores que cCbuscan su fortuna química personar "al ser­vicio de las más monstruosas explotaciones industriales o militares". Los viajeros de Movimiento son también los pí-caros muy sólidos de Parada. En la edad de los Cecil Rhodes, Rimbaud no necesita de la ficción para mostrarnos un mundo de escala monumental y; en tal sentido, los poemaS' de este grupo son los menos extraños y los más reales por la materia y forma de sus imágenes.

El CICLO DE LA CIUDAD. Comprendemos en este grupo los siguientes poemas: Los Puentles, Promontorio, Ciudad, Ciudades (1) y Ciudades (11).

De las ,cIlwminaciones" dice Riviere que ellas descri­ben este mundo en tanto se muestra desorganizado por el otro. La afirmación parece tomar fuerza en ' la im­presión caótica, fragmentaria, en la ilumiflllCwn fugaz que el poeta pasea por el libro. Pero es· más oorrecto de­cir de él que constituye -en el terreno de la poesía­lmo de los más altos y ambiciosos intentos de organizar este mundo mediante la relación brillante y grandiosa de sus ,elementos, superando así la secuencia de la per­cepción cotidiana, no por habitual menos caótica. Uno de los rasgos más evidentes de estos poemas es el carác­ter hiperbólico que muestran aquí los elementos sacados del mundo ordinario: todo sonido se vuelve una música inaudita, todo color es llevado a una pureza exasperante~ toda medida es alzada a proporciones gigantescas, todo dolor es atroz y corrosiva toda duda. Pese a que el sentimiento del poeta asoma intermitente, no hay aquí ilusiones ni consuelos. Apenas se piensa en el mundo mo-

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derno, surge la pregunta por su calidad) y si se com­prueba que él es amargo y duro, s,e lo acepta por encima de toda mentira sentimental. Es así como él y su síntesis; la ciudad, llegan a convertirse e~ tema principal.

. La Ciudad asume en Rimbaud la jerarquía de mito poético completo y el método seguido p~)r el autor en la creación de · todo el libro, resulta particulannente claro en los poemas que a ella se refieren: el procedi­miento de construcción, en el sentido literal del tér­mino. Rimbaud, en efecto, monta sus ciudades pieza a pieza, las compon'e, como si esbozara las líneas es­tructurales de un gran paisaje sobre el que buIiirá una actividad anotada con cuidadosa preocupación. Léase la descripción de la ciudad asentada en "Aleganios y Lí­banos de stteñó" y piénsese ,en las grandes composiciones de Brueghel o el Bosoo. .. A veces, una sola imagen liga de modo misterioso y vivo las presencias del paisa le y de la hechura humana, como esa que dice: ~~la caza de los campanarios grita en las gar.gantas". A ello se une el uso de elementos a escala gigantesca, como las exposi­ciones en ~<'salon.es veinte veces más vastos que H ampton­e aurt" o la cúpula de acero de "quince mil pies de diá­met11o"; los cantores son gigantes y hay "concepciones colosales", edificios monumentales que anticipan el Man­hattan del siglo XX, como el hotel de Promontorio, ceñido de ferrocarriles, y ciudades monstruosas, como la urbe del mismo poema, cuyos. aledaños son tan exrensos como el Peloponeso o como Arabia.

La vida humana en esta Ciudad oscila entre el ocio brillante y el más vigoroso dramatismo, pero está siempre indicada por vía de sugestión o referencia breve, sin auxilio del argumento o el episodio: "las tiendas han de contener dramas bastante sombríos', Para adivinar a los hombres que se mueven en esta Ciudad, basta saber · que

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-hay huellas sobre la nieve de la- calzada, o que algunos .gentileshombres "desechan SlUS orÓnicas". Y si falta el epi­sodb .o acontecimiento individual, es porque el personaje es la Ciudad misma. Los seres . quedan relegadÜ's, como en realidad ocurre en la urbe moderna, a la existencia oscura de las estadísticas, "millones con educación, oficio y vejez tan semejantes, que no tienen necesidad de cono­oerse". Pese a ello, el poeta ,acepta: "soy un efímero y no muy descontento ciudadano".

Resultan sin duda aventuradas afirmaciones como las de André Dhótel, que nos muestran un Rimbaud cons­truyendo la ciudad ideal para una humanidad feliz. No puede descartars-e, es cierta, el c:;l.rácter idílico de muchos de los mitos rimbaudianos, pero es precisamente la osci­lación entre la esperanza y el escepticismo lo que da un matiz tan particular a la visión rimbaudiana del mundo y de la vida. A~nque suene a paradoja, la verdad es que 3Jce,pta porque deS'e~era. Esa oscilación deberá vincu­larse también con el silencio que corona la carrera lite-raria de Rimbaud.

A la condición calosal de la Ciudad debe unirse su policromía, si bien -este carácter está presente en todas las "Iluminl1JCÍOnes'~. El color y el brillo de la Ciudad poética son inauditos, per.o no nacen de ella, sino que son reflejados por la presencia de .otro gran mito que da su sentido total a los poemas: el mito del Genio, que resume toda la poesía del vidente. Podría decirse que la Ciudad ,existe como modo del Genio o CÜ'IDO anticipo de la medIda en que es dable al hombre construírlo.

El CICLO DEL GENIO. Incluímos aquí: Partida, H.,

F airy, Alba, Being Beauteous, A una razón, Angustia, Cuento, Genio y Saldo.

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Partida es una despedida y un programa. De los rumo­res y las visiones conocidas se parte hacia los nuevos, que brillarán en la alboreante figura del Ser de Belleza.

En H. tenemos una imagen de antítesis: cCsu soledad es la mecánica erótica; su lasitud, la dinámica amorosa'.

La oposición se explica porque ·esta figura, como lo será después la del Genio, está constriúda con sentimientos y acciDnes humanas que asumen, en su nuevo estado, una cualidad también nueva y nútica. La dinámica real del amor, la habitual, compone, mirada a la distancia, es decir, desde el poema, la lasitud de la gran imagen. y esa dialéctica explica todo; así, nO' es, contradictDriD que la misteriosa H. acoja a la miseria, ni que en ella, en su pasión o en su acción, se «descarne" la moralidad de los seres actuales. Esta Hortensia, que en Fairy se convierte en Helena, está integrada por la corriente dinámica amorosa, por las sombras vírgenes, por el corazón de los pobres, por las razas cuya higiene fué. POI[' esa dialéctica, los compDnentes limitados, humanos y hasta miserables, se convierten en otros distintos y magníficos, cCswperiores aún a los destellos preciosos" .. PerO' describir esa imagen en forma satisfactoria es todavía imposible para el pDeta, pDr la misma razón qué ccel ardor del verano ha sido confiado a pájaros mudos".

La misma alquimia, la misma di'aléctica transmutadora, está expresada en las frases de A una razón: c~cambia

nuestras ruertes, empezando por el tiempo. .. Levanta la materia de nuestras fortunas y de nuestros anhelol'.

En todos estos poemas, los rasgos de la muje¡f están elevados a la categoría de mito venusiano. ¿No es acaso Venus esa Hortensia que, juntO' a Eros, "bajo la vigilancia de una niñez" higienizó las razas?

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En Alba se nota que esa mitificación no es completa porque no resulta aún desinteresada. Hay todavía un elemento, el deseo, que no ha sido puesto en el mortero de aquella alquimia, y cuya frustración expresa el tono final del poema. La gran figura, en efecto, no tenDina de hacerse desprendiéndose de la subjetividad del poeta, porque está presa del deseo. La universalizacióI?-' la ob­jetivación, no han llegado hasta aquí.

En Being Beauteous, el esfuerzo por describir la figura del Ser de Belleza, por hacerla, lLega casi hasta la intención mágica. Se quiere realizar la imagen con sólo nombrarla y las frases desean fijar en el espacio, ' delante de nuestros ojos, las líneas de la. figura que, er­guida, desprende de sí "los coZor.es propios de la vida". El segundo período ("y los estremecitmíentos se alzan y gruñen") muestra el mismo proceso que encontramos en Bárbaro, Fairy y H., pues el sabor de estos efectos se carga con los silbidos mortales y las músicas roncas, que no son otros que los del mundo habitual. La última frasé, por fin, muestra los eEectos del encuentro con la figura: "nuestros huesos se revisten de un nuevo cuerpo amor.oso" ..

Angustia, que ubicamos aquí en la mitad de este ciclo, representa el mismo papel media~ero en todas las "Uuminacwnes", pues el sentimiento que expresa apunta por igual hacia la desesperación y la esperanza. Se afirma de "Ella" que existe; se piensa en un "término feliz" y en "un día de éxito", pero se duda si podrán hacer~os .olvidar nuestra condición, que es vergonzosa y fatal. El párrafo final del poema acepta la vida en ,el mismo sen­tido que ya lo había hecho Rjmbaud en la "Temporada en el Infierno".

y llegamos a Cuento y Genio. En el primero, la posibilidad 'del contacto directo, personal, con la figura

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del genio, ,es expresada p~ór un acento de leyenda dolide asoma otro de -acre escepticismo, inspirado quizá por la certidumbre de' que el genio tiene un carácter mítico y no real: «El príncipe murió a _una cda4 ordinaria. La música sabia falta en 11lUestro deseo". -

Hay en ambos poemas un rasgo que, hasta ahora, la exégesis rimbaudiana no se ha preocupado por destacar: el cambio del sexo atribuído a la imagen del «ser de belleza". Este, ,00 ef.ecto, es designado, en los primeros poemas del ciclo, como Hortensia, Helena, Ella o Madre de Belleza; en cambio, ,en Cuento y en Genio se lo llama rotundamente El. ¿Se trata acasO de una pareja? N o. El otorgamiento de la condición masculina a este ser concuerda con el grado de realidad, de «visibilidad" alcanzado por el poeta en la descripción de la imagen.

Creemos que la crítica podrá obtener,en la obs:erva­ción detenida de esta misteriosa transmutación sexual, fecundos puntos de vista para una completa apreciación de la vida del poeta.

Cuando Rimbaud alcanza la visibil~dad del Genio, de1a de preguntarse por la oerteza, la forma o el color de~ este ser, o por sus efectos posibles, para pasar a una descripción afirmativa en un ambiente que no tiene ya la ambigüedad o el misterio de los otros poemas. La fuerza de esta poesía surge, no de su obscuridad, sino de la grandeza de la figura descripta. Aquí logran su culminación poética las experiencias reales y espirituales del adolescente; él, que había buscado un Alimento mis­terioso entr.e. los desórdenes del ayuno y el ajenjo, afirma ahora que el Genio "ha purificado las bebii/as, y los ali­

mentos"; el mismo poeta que había espiado el hechizo de los sombríos paisajes: en que lo esperaba, ha llegado a saber que Eles «el encanto de los sitios fugaces y la

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delicia sobrehumana de las estaciones'. Al mismo tiempo, el proceso vivo de los antag~nismos que componen la figura, está llevado a su grado máximo y simple: "la supresión de todos los sufrim~entos móviles y sonoros en la música más intensa".

TEnemos pues en la imagen del Genio la última síntesis de esa dialéctica de 0pos,iciones entre la realidad, cotidia­na y el ideal, que constituye la trama más firme de la poesía de Rimbaud, o, para expresarnos con el lenguaje del Vidente, entre la significación falsa del Yo y su sig­nificación verdadera, es decir, entre Subjetividad y Objetividad.

Saldo, que ubicamos al final del ciclo, expresa la embriaguez del hallazgo. Lo que se vende son todas las riquezas que integran el mito del Genio (nuevos cuerpos, nuevas voces, la nueva música). Pero no son ya loS' pri­mitivos componentes que habíamos encontrado en el juego de las oposiciones, sino otros que surgen de la gran figura. Son los efectos o destellos del Genio. Y las das últimas frases:

"Los vendedores no han ter,minado el saldo! Los viajantes no dejarán su comisión tan pronto".

parecen afirmar la esperanza de que este trabajo no terminará con el poeta que lo realiza, sino que, como ya se había profetizado en la Carta del Vidente, "otros ho-1'fibles trabajadores vendrán y comenzarán por los hori­zontes donde el otro ha terminado".

La misión, pues, ,está cumplida. Es aquí, en estos poe­mas y no en las páginas tormentosas de la "Temporada en el Infierno", donde habrá de escrutarse el misterio de Rimbaud y. el sentido último de su ejemplar pe:ripecia de creador.

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Es la figura del Genio, cima de las Iluminaciones, una de las más felices tentativas de la poesía moderna por elaborar míticamente los elementos proporcionados por el mundo y los problemas de nuestra época. Parti­cipando de los rasgos del espíritu contemporáneo, repre­senta al mismo tiempo un nuevo planteo y una solución original de las tendencias que habían agitado a la tra­dición romántica y, particularmente, al romanticismo alemán, en cuanto ellas habían intentado lograr una vi­sión total del mundo, donde lo desconocido habría de tener también su sitio, aun a costa de la renuncia o diso­lución de la cDIlciencia individual, para poder "percibir la relación directa de la existencia con la tatalidlld del organismo universar (7). Esa disolución fué convertida. en método por Rimbaud según los términos de la Carta del Vidente, que daba plenos poderes en la poesía a lo de e'abajo", a lo "desconocido" y al "fuego~. Su obra de ar­tista demuesb'a, sin embargo, que los derechos de la inteligencia no fueron negados, aunque sí s:e sujetaron a la finalidad de ver la imagen totalizadora (8).

( 7) ALExANDER GODE - VON AESCH: "El Romanticismo Alemán y las Ciencias NaturaLes" - Espasa Calpe, Bs. As. 1947.

( 8) "La conciencia romántica, según Ricarda Huch observó de modo notable, abarca los contenidos de lo inconsciente. Esto nos lleva a una conclusión que presentaremos tam­bién en forma de paradoja: el ansia romántica de volver hacia el reino de lo no individual puede -pero no es necesario que lo haga- implicar la disolución de la conciencia individual. Es dable mirarlo como un proceso altamente consciente, lo que coincide, por decirlo así, con una disolución de la infinitud inconsciente de la naturaleza en la conciencia finita de la existencia hu­mana" (GODE - VON AEscH, Op. Cit.).

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Verlaine y Rimbaud en Londres, dibujo de Félix Regamey, 1872

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La persecución de esa imagen había comenzado, ya en el Rimbaud escolar, con reminiscencias y modelos clásicos, como la invocación a Venus del poema titulado Sol y Carne (9), pero fué de inmediato postergada para enfrentar una revisión crítica de la poesía precedente, labor cUyD programa se enuncia en las dos cartas ya citadas del año 1871. Es en: ellas donde Rimbaud juzga en forma despiadada la poesía subjetivista ligáda a lo . que él denomina "la significación falsa del Yo" Y efectúa una graduación valorativa de los románticos franceses, para concluir en que Baudelaire es uel rey de los poetas, un t)erdadero Dimt.

¿Qué :es lo que Rimbaud descubre o aprende en Baudelaire? ~lgo más que el udesarreglo de los sentidos" y la ascética del alcohol, ya indicada como método de traba jo en ·el prefacio a la traducción de Poe, sola influencia en la que se detiene André Fontaine en su "Génie de Rimbaua' (lO). Después de una lectura atenta de la Carta del Vidente y de las Iluminaciones, el" soneto baudeleriano de las "Correspondencias" se nos muestra apuntando en la dirección que lleva al Genio. Pero ' el autor del soneto parece haber indicado el cami­no sin seguirlo, sin agotar sus posibilidades, que estaban sin embargo ya contenidas en su pensamiento, como lo demuestra el siguiente fragmento de Fusées, publicado en 1884, es decir, cuando ya Rimbaud había terminado su obra:

"Creo que el e1UXlJ1lto infinito y misterrioso que yace en la contemplación de un navío, y sobre todo de un navío en rriovim~ento, provi~, en el primer caso, ag la regu-

( 9 ) Enviado a Théodore de Banville con el título de "Credo in Unam" - Carta del 24 de mayo de 1870.

( 10) Libraire Delagrave - París, 1934.

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la'Tidad y la simetría, q~ son, al p04' que la complica­ción y la armonía, una de las ,necesidades · primordiales del .espíritu humano; y, en e~segundo 'caso, de' la multi­plicación suoesiva y la g-eneración de. todas las curvas y fig.uras iffnagina1'ias operailas en el espacio por los elementos 1'Ieales del objeto.

La idea poética que se desprende de esta opeTtición delmovimíento en las líneas, es la hipótesis de u.n ser vasto, inmenso, complicado, pero eU'Títmico, de un ani­mal lleno de g,en,io, dolido y ' angustiado ' por todos los suspiros y todas las ambiciones hwmanas (11).

¡Estamos nada menos que ante el Genio de las Ilu­minaciones, ante el cuerpo del Ser de Belleza! Sin cono­cer el fragmento, el gran poeta que era Rimbaud había adivinado al gran poeta de Las Flores del Mal y había llevado hasta su consecuencia extrema lo que en éste se mostraba como mera posibilidad. Vemos pues . que

. Rimbaud tenía fundadas sus razones para criticar como «'mezquina" la forma en Baudelaire, porque «las inven­ciones de lo desconocido reclaman fO'Tmas nuevas".

Cuando la gran imagen vuelve a surgir, lo hace como culminación de tO'da aquella experiencia crítica y poética. Al mismo tiempo que supera ' sus propios elementos, supera también . el carácter experimental y revolucionario que la obra rimbaudiana, desde el punto de vista for­mal, había asumidO' ante sus contemporálleos.

Ese carácter insurreccional de la poesía de Rimbaud ha dadO' tema a innumerables artículos y hasta se ha convertido en único lente de interpretación para muchos críticos, que ven en él a un rebelde con las solas' virtu­des del renovador. Pero Rimbaud es revolucionario por-

(11) BAUDELAIRE: "Diarios Intimas", traducción de Rafael Alberti. - Editorial Bajel, Bs. As., 1943.

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que ama el orden hasta el fanatismo. El quiere imponer ese orden sobre el tumulto caótico de las sensaciones y los sentimientos, que habían alimentado a la poesía an­terior; quiere erigir en cuel]>o poétioo las relaciones y las "correspondencias" entre las cosas. La imagen que cDnstruye apoyándose en esas relaciones, es menos fan­tástica quizá y menos caprichosa que las diseñadas por los cartógrafos del cielo sobre el apoyo de tres o cuatro puntos brillantes. El Genio de Rimbaud es· la figura dibujada por la gran constelación de las cosas: terrenas y de los sentimientos humanos. Acción y pasión de la tierra, que la alquimia poética cDnvierte en luz cegadora y en música sabia.

ALFREDO TERZAGA

Córdoba, 1951.

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ILUMINACIONES

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DES PUES DEL DILUVIO

Asentada que fué la idea del Diluvio,

Una liebre se detuvo entre las matas y las lTIoverlizas campánulas y elevo su plegaria al arco iris, a través de la tela de araña.

j Oh las piedras preciosas que se ocultaban! j Las flores que entonces miraban!

En la gran calle sucia, se establecieron las carnicerías y las barcas fueron lanzadas al mar, escalonado hacia arriba como en los grabados.

En lo de Barba Azul corrió la sangre; en los mataderos, en los circos, donde el sello de Dios palidece las ventanas. La sangre y la leche corneron.

Los castores edificaron. Humearon los maza­granes en las tabernas.

En la gran casa de vidrios chorreantes aún, niños enlutados contemplaron las imágenes maravillosas.

U na puerta batió; en la plaza de la aldea, el niño hizo girar sus brazos, abarcando veletas y gallos de campanario, bajo el reluciente aguacero.

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Madame X instaló un piano en los Alpes. La misa y las primeras comuniones se celebra­ron en los cien mil al tares de la catedral.

Partieron las caravanas. Y el Splendid Hotel fué construído entre el caos de los hielos y las noches polares.

Desde entonces, la Luna oyó plañir a los chacales que vagan por los desiertos de tomillo, y gruñir en el jardín las églogas en zuecos. Luego, en el bosquecillo violeta pletórico de brotes, Eucaris me dijo que eso era la primavera.

Brota, estanque; corre, espun1a, corre sobre el puente y rebasa la cima de los bosques; paños negros y Qrganos, relámpagos y truenos, subid y rodad; aguas y tristezas, subid y superad los diluvios.

j Pues esto es un fastidio desde que ellos se disiparon !. -j oh las ocultas piedras preciosas y las abiertas flores !-. Y la Reina, la Bruja que enciende su brasa en la olla de barro, no qu.errá jalnás contarnos aquello que ignoramos y ella sabe.

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INFANCIA

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Este ídolo, ojos negros y crin amarilla, sin ascendientes ni corte, más noble que la fábula, mejicano y flamenco; su dominio, azur y ver­dura estupendos, corre sobre playas nombra­das, por ondas sin navíos, con nombres feroz­mente griegos, eslavos, celtas.

En el lindero del bosque -luce y refulge una flora de sueño- la muchacha de labios naran­ja está arrodillada en el claro diluvio que ma­na de los prados, desnudez que¡ so~brean, atra­viesan y visten el arco iris, el mar y las flores.

Sobre terrazas próximas al mar, hay damas que van y vienen, gigantes unas y otras pe­queñas, negras magníficas sobre el musgo de cardenillo, enjoyadas y erguidas sobre el suelo pringoso de sotos y jardincillos en deshielo; jóvenes tnadres y hermanas mayores con la n1irada plena de peregrinaciones, sultanas, prin­cesas de andar medido y atavío tiránico, pe-

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queñas extranjeras .y personas dulcemente desdichadas.

¡ Qué hastío! La hora del "cuerpo querido" y del "querido corazón"!

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I I

Es ella, la muerta pequeña, detrás de los rosales. La joven mamá difunta desciende la gradería. El carruaje del primo rechina sobre la arena. El hermanito (¡ está en las Indias!) allá, ante el poniente, sobre el prado de cla­veles. Los viejos sepultos de pie en la muralla de los alelíes.

Rumbo a Mediodía. Un enjambre de áureos follajes rodea la casa del general. Se sigue el camino rojo para llegar al albergue vacío. El castillo está en venta, con sus persianas arran­cadas. El . párroco habrá llevado la llave de la iglesia. En torno al parque, las casetas de guardia, que nadie habita. Las empalizadas son tan altas que sólo se divisan las cimas run10rosas. Por 10 demás, no hay allí dentro nada que ver.

Los prados remontan hacia aldeas sin gallos ni herrerías. La esclusa está abierta. ¡ Oh los

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calvarios y los molinos del desierto, las islas y las parvas!

Zumbido de flores mag\cas. Las mecían las escarpas. Paseábanse bestias de una elegancia fabulosa. Los nublados se apiñaban sobre la alta mar, hecha con una eternidad de cálidas lágrimas.

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En el bosque hay un pájaro; su canto os detiene y hace sonrojar.

Hay un reloj que no suena.

Hay un barranco con un nido de bestias blancas.

Hay una catedral que desciende y un la.go que sube.

Hay un cochecillo abandonado en la espe­sura o que desciende el sendero, engalanado.

Hay un grupo de comiquillos ataviados, que se divisan en el camino, a través' del lindero del bosque.

Hay, en fin, cuando se tiene hambre y sed, alguien que os echa.

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IV

y o soy el santo orando en la terraza, como las mansas bestias que pacen junto al mar de Palestina.

Soy el sabio del sillón sombrío. Sobre la ventana de la biblioteca caen las ramas y la lluvia.

Soy el caminante de la gran carretera que a traviesa por bosques de árboles enanos; el rumor de las acequias apaga mis pasos. Con­templo largo tiempo la melancólica lejía do­rada del poniente.

y hasta sería el niño abandonado sobre un nluelle partido hacia alta mar, el pequeño sir­viente siguiendo un pasaje cuyo extremo toca el cielo.

Los senderos son ásperos. Los montículos se cubren de retama. El aire está inmóvil. j Cuán distantes los pájaros y las fuentes! Esto no puede ser sino el fin del mundo, que se anticipa.

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v

Que me alquilen por fin esta tumba, blan­queada a la cal, con líneas de cemento en relieve. Muy hondo bajo tierra.

Me pongo de codos en la mesa: la lámpara ilumina vivamente estos libros sin interés, estos diarios que soy tan idiota en releer.

A enorme distancia por encima de mi salón subterráneo, se insertan las casas, las brumas se 'reúnen. El lodo es rojo o negro. ¡Ciudad monstruosa, noche sin fin!

Más abajo hay cloacas. A los costados, sólo el espesor del globo. Y abismos de azur, pozos de fuego quizás. Es tal vez a este nivel donde vuelven a encontrarse lunas y cometas, mares y fábulas.

En las horas de amargura, imagino bolas de nletal o zafiro, soy dueño del silencio. ¿ Por qué una apariencia de. hendija palidece en el rincón de la bóveda?

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JUVENTUD '

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DOMINGO

A 1 dejar los cálculos de lado, el inevitable descenso del cielo y la visita de los recuerdos y la sesión de los ritmos, ocupan la morada, la cabeza y el mundo del espíritu.

Un caballo sale disparado en el hipódromo suburbano, a 10 largo de los cultivos y planta­ciones, traspasado por la peste carbónica. Una lnísera mujer de drama, en alguna parte del mundo, suspira por improbables abandonos. Los malhechores languidecen después de la tormenta, la ebriedad y las heridas. Pequeñue­los ahogan maldiciones a 10 largo de los ríos.

RetomelTIOS el estudio de la obra devorante que se acumula y remonta en las masas.

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SONETO

Hombre de constitución común, ¿ no era aca­so la carne un fruto que pendía en el huerto? ¡ Oh días tiernos! ¿ N o era el cuerpo un tesoro a prodigar y el peligro o la fuerza de Psiquis? ¡ Oh! ¡ Amar! La tierra tenía manantiales fér­tiles en príncipes y artistas. La descendencia y la raza nos impulsaban hacia los crímenes y las aflicciones. El mundo era fortuna y era ries­go. Pero hoy, colmada esa labor, tú, tus cálcu­los, aquél, sus impaciencias, no son más que

. vuestra danza y vuestra voz, no fijadas y jamás forzadas, aun cuando de una doble conjunción de invención y de éxito, en la humanidad fra­ternal y discreta para el universo. sin imágenes, una razón, la fuerza y el derecho reflejan la danza y la voz apreciadas solamente ahora.

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VEINTE AÑOS

Las voces instructivas desterradas... La ingenuidad física amargamente aquietada ... Adagio. j Ah! El infinito egoísmo de la ado­lescencia, el optimismo estudioso: j cuán lleno de flores estaba el mundo ese verano! Los aires y las formas muriendo. .. i Un coro, para cal­mar la impotencia y la ausencia ! Un coro de cristales, de melodías nocturnas... Los ner­vios, en efecto, pronto estallarán.

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IV

Estás aún en la tentación de Antonio. Las frivolidades del celo mutilado, los tics del or­gullo pueril, la postración y el espanto.

Pero habrás de ponerte en este trabajo: todas las posibilidades armónicas y arquitec­tónjcas se agitarán en torno tuyo. Seres per­fectos, imprevistos, se ofrecerán a tu experien:­cia. Hacia ti afluirá ensoñadora la curiosidad de antiguas muchedumbres y de ociosos lujos. Tu memoria y tus sentidos no serán sino el alimento de tu impulso creador. Y el mundo, cuando salgas, ¿ en qué se habrá convertido? Seguramente, en algo muy distinto de las apa­riencias actuales.

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VIDAS

1

¡ Oh las enormes avenidas del país santo, las terrazas del templo! ¿ Qué se ha hecho del brahlnán que me explicó los proverbios? ¡Veo todavía hasta las viejas de allá! Recuerdo horas de plata y sol hacia los ríos, y las caricias nues­tras, de pie sobre las planicies ardientes, la mano de la campiña sobre mi hombro. En torno a mi pensamiento atruena un vuelo de palomas escarlatas. Desterrado aquí" he tenido un tabla­do donde representar las obras maestras dra­máticas de todas las literaturas. Podría mos­traros riquezas inauditas. Observo la historia de los tesoros que encontrásteis. Veo la conti­nuación. Mi sabiduría es tan desdeñada como si fuera el caos. Pero, ¿ qué es lni nada frente al estupor que os espera?

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Soy un inventor benemérito, pero en tTIodo distinto de aquellos que me precedieron; hasta soy un músico, que encontré algo así como la clave del amor. Ahora, gentilhombre de una campiña agria bajo un cielo sobrio, intento conmoverme con el recuerdo de la infancia mendicante, del aprendizaje o de la llegada en zuecos, de las disputas, de las cinco o seis viu­deces o de algunas fiestas donde mi fuerte cabeza me impidió alcanzar el tono de mis camaradas. N o echo de menos mi vieja parte de alegría divina: el aire sobrio de esta agria campiña nutre activamente n1i escepticismo atroz. Pero con10 éste no podrá en 10 sucesivo ser puesto en práctica y como, por otra parte, estoy consagrado a un desorden nuevo, espero volverme un gran loco malvado.

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En un granero donde fuí encerrado a los doce años, conocí el mundo e ilustré la cOInedia humana. En una bodega aprendí historia. En alguna fiesta nocturna, en una ciudad del Norte, encon tré todas las mujeres de los antiguos pintores. En un viejo pasaje de París me ense­ñaron las ciencias clásicas. En una espléndida residencia cercada por el Oriente entero, llevé a cabo mi obra inmensa y puse término a mi noble retiro. Agité n1i sangre. Mi deber me es dispensado. Ya ni soñar se puede en eso. Soy realnlente de ultratumba. Basta pues de . . eXIgencIas.

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VAGABUNDOS

¡Lalnentable hermano! j Cuántas vigilias atro­ces le debí ! "No entré con fervor en esa empre­sa. Estaba tocado de su inseguridad. Por mi culpa retornaremos al destierro, a la esclavi­tud". El supuso en mí una malicia e inocencia ll1Uy raras y aducía razones inquietantes.

Yo respondía bur lonamente a ese doctor satánico y concluía yéndome a la ventana. Creaba, allende el campo cruzado por bandas de 1~1úsica extraña, los fantaslnas del futuro lujo nocturno.

Después de esa distracción vagamente higié­nica me extendía en un jergón. Y casi cada noche, apenas dormido, el pobre hern1ano se levantaba, con la boca podrida, los ojos des­encajados -j como si despertara!- y me arro­jaba en la sala aullando su sueño de triste idiota.

Con toda sinceridad, en efecto, me había impuesto la obligación de volverle a su primi-

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tivo estado de hijo del Sol y así vagábamos, nutridos con vino de las cavernas y bizcochos del camino, apremiado yo por encontrar el lugar y la fórmula.

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VIGILIAS

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Es el reposo ilulninado - ni fiebre ni lan­guidez - sobre el lecho o sobre el prado.

Es el alnigo ni ardiente ni débil. El amigo.

Es la an1aaa ni torturante ni atormentada. l.,a amada.

El aire y el mundo no buscados. La vida. ¿ Era ésto pues?

- y el sueño refresca.

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La iluminación vuelve sobre la viga maestra. Desde ambos extremos de la sala, decoraciones varias, elevaciones armónicas se reúnen. Frente al que vela, la muralla es una sucesión psicoló­gica de golpes, de frisos, de bandas atmosfé­ricas y de accidentes geológicos. Sueño in tenso y nlpido de grupos sentimentales con seres de todos los caracteres en todas las apariencias.

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N oche. Las lámparas y los tapices de la vigilia rumorean como olas a lo largo del casco y en torno al camarote.

El mar de la vigilia, con10 los senos de .Amelia.

A mi altura, las tapicerías; tallos de encaje teñidos de esn1eralda, donde las tórtolas de la vigilia se arrojan.

La tapa del negro hogar, reale-s soles de las playas: ¡ah! pozos de magia; por esta vez, única visión de la aurora.

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FRASES

He de encontraros cuando el mundo se re­duzca a un solo bosque negro para nuestros cuatro ojos asombrados, a una playa para dos niños fieles, a una casa musical para nuestra clara simpatía.

Caeré a vuestros pies cuando no haya aquí abajo más que un solitario anciano, tranquilo y hermoso, rodeado de un lujo inaudito.

y os ahogaré cuando haya cumplido todos vuestros deseos, cuando yo sea lo que puede enfrenaros.

¿ Quién retrocede cuando somos muy fuertes? .¿ Y quién cae en ridículo cuando muy alegres? y cuando muy malvados, ¿ qué harían de nosotros?

Ataviáos , danzad, reíd. Nunca podré enV1ar el An10r por la ventana.

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¡Camarada n1ía, pordiosera, n1no n10nstruo! Sé que todo te es indiferente, las desdichadas, estos afanes y los obstáculos n1íos. j Unete a nosotros con tu voz in1posible, tu voz! L~ única lisonjera en esta vil desesperanza.

Un alba nublada de Julio. Un gusto de cenizas volando en el aire, un olor de madera sudando en el fogón, las flores n1architas, la hojarasca en los senderos, la escarcha de las acequias en los campos; ¿ por qué no ya los juguetes y el incienso?

He tendido cuerdas de campanario a can1pa­nario, guirnaldas de ventana a ventana, cade­nas de oro de estrella a estrella y danzo.

El alto estanque humea de continuo. ¿ Qué hruja va a erguirse sobre, el durn1ien te blanco? ¿ Qué espesuras violetas van a descender?

Mientras corren los fondos públicos en fiestas de fraternidad, suena una campana de fuego entre las -nubes.

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Reavivando un grato sabor a tinta china, un polvo negro llueve dulcemente sobre mi vigilia. Amortiguo el resplandor de las luces ) lne arrojo sobre el lecho -Y, vuelto hacia las sombras, i os veo, hijas mías, reinas mías!

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HUELLAS

A la derecha, el alba estival despierta las hojas y los vapores y los rumores de este rin­cón del parque y las cuestas de la izquierda conservan en su sombra violeta las mil fugaces huellas de la carretera húmeda. Desfile de en­cantamientos. En efecto: carros cargados de anin1ales de madera dorada, de mástiles y telas abigarradas, al gran galope de veinte mancha­dos caballos de circo, y los niños y los hon1-bres, sobre sus bestias l11ás estupendas; veinte vehícl1los, henchidos, empavesados y floridos conlO carrozas antiguas o de Cuentos, llenos de niños en1perifollados para un festival sub­urbano. Y tan1bién ataúdes bajo su palio noc­turno, levantando penachos de ébano, desfilan al trote de grandes yeguas azules y negras .

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FIESTA DE INVIERNO

Suena la cascada tras las barracas de la ópera <cómica. Los zarcillos se prolongan en los jar­dines y por las alamedas vecinas al Meandro. Hay los verdes y rojos del poniente. Ninfas de Horacio con tocados del Primer Imperio. Re­-(londas siberianas. Chinas de Boucher.

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REALEZA

Cierta n1añana, entre gentes n1uy dulces, un hombre y una mujer magníficos gritaban en la plaza: "¡ Amigos míos, quiero que ella sea rei­na !". "Quiero ser reina!". Ella reía y temblaba. El hablaba a los amigos de revelación, de prue­bas tern1inantes. Se paslnaban el uno al otro.

y fueron en efecto reyes, toda una mañana, cuando los tapices carmesíes se alzaron sobre Jas casas, y toda la tarde, cuando avanzaron junto al jardín de palmas.

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ESCENAS

La Antigua Comedia persIgue sus acordes y divide sus idilios:

Bulevares de retablos.

Un largo muelle de madera, de un extren10 al otro del campo pedregoso donde la muche­dumbre bárbara se mueve entre los árboles desnudos.

En corredores de gasa negra, siguiendo el compás de los paseantes, con hojas y linternas.

Pájaros de misterio caen sobre el pontón de man1postería, batido por el archipiélago que cubren las embarcaciones de los espectadores.

Escenas líricas, acolnpañadas de flauta y tambor, se advierten en reducidos cuartos, de esos que en 10 alto rodean los salones de los clubes modernos y las salas del antiguo Oriente.

El encantamiento actúa en 10 alto de un anfiteatro coronado de sotos ) o se agita y

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lTIodula para los Beocios, a la sOlTIbra de arbo­ledas movedizas, sobre el filo de los surcos.

La ópera cómica se divide sobre una escena en la arista de intersección de diez tabiques erigidos entre la galería y las candilejas.

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FLORES

S obre un peldaño de oro - entre cordones de seda, velos grises, verdes terciopelos y discos de crist;;d que ennegrecen como bronce al sol­veo la digital abrirse sobre un tapiz de filigra­nas de plata, de ojos y de cabelleras.

An1arillas piezas de oro sembradas en el ágata, pilares de caoba soportando un domo de esmeraldas, ramilletes de satén blanco y finas. varillas de rubíes rodean la rosa de agua.

Con10 un dios de enormes ojos azules y for­mas de nieve, el cielo y el mar atraen hacia terrazas de mármol a la multitud de jóvenes. y fuertes rosas.

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MARINA

Los carros de plata y de cobre­

Las proas de acero y de: plata -

Ea ten la espuma,

Agitan las cepas de las zarzas.

Las corrientes del páramo,

y las huellas inmensas del reflujo,

,Desfilan circularmente hacia el este,

Hacia los pilares de la selva, ­

Hacia los fustes de la escollera

Cuyo ángulo topan torbellinos de luz.

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MISTICA

M uestran en la pendiente los ángeles sus ropajes de lana sobre el césped de acero y esmeralda.

Saltan desde los prados en llamas hasta el vértice del monte. A la izquierda, se muestra el surco pisoteado por todos los homicidios y todas las batallas; todo ruido de desastre forma su curvatura. Tras el surco de la derecha, la línea de orientes y progresos.

y mientras la banda, en lo alto del cuadro, se forma can el rumor giratorio y saltarín de las conchas 1narinas y de las noches hU1nanas,

La dulzura florida de las estrellas y del cielo, y lo dé1nás, desciende ante nosotros, frente al talud, con10 un enjan1bre, y convierte al abismo en floreciente y azul.

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ANTIGUO

¡ Gracioso hijo de Pan! En torno a tu frente coronada de florecillas y bayas, como cuentas preciosas se agitan tus ojos.

11anchados de hez morena se ahuecan tus hoyuelos. Tus colmillos lucen. Tu pecho parece una cítara; tintineos circulan en tus rubios brazos. Tu corazón bate en ese vientre donde duerme el doble sexo. Paséate, en la noche, moviendo dulcen1ente este muslo, este segun­do ~uslo y esta pierna izquierda.

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BARBARO

M ucho después de los días y las estaciones y los seres y los países,

El pabellón de carne sangrante sobre la seda de los mares y de las flores árticas (éstas no existen).

Repuestos de VIejas fanfarrias de heroísmo -que nos atacan aún el corazón y la cabeza­lejos de los antiguos asesinos,

-i Oh! El pabellón de carne sangrante sobre la seda de los mares y de las flores árticas (éstas no existen).

i Dulzuras!

Las fogatas, lloviendo ante ráfagas de escar­cha. i Dulzuras! Estos fuegos, en la lluvia de un viento de diamantes, arrojada por el corazón terrestre, eternamente carbonizado por nos­otros. i Oh mundo!

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(Lejos de los VIeJOS retiros y de las VIejaS llamas que se oyen, que se sienten).

Las brasas y las espumas. La música, ITIovi­Iniento de remolinos y choques de témpanos en los astros.

j Oh dulzuras, oh mundo, oh ITIúsica r y allá, las formas, los sudores, las cabelleras y los ojos, flotando. Y las blancas lágrimas, hirvientes -j oh dulzuras!- Y la voz femenina llegando hasta el fondo de los volcanes y de las grutas árticas.

El pabellón ...

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OBREROS

¡ Oh esta cálida n1adrugada de febrero! Nues­tros recuerdos de indigentes absurdos, nuestra joven miseria, afloran al contacto de este in­oportuno viento Sur.

Henrika llevaba una falda de algodón a cua­dros, blancos y pardos, que debió ser usada en el siglo pasado, un gorro con cintas y ~n pañue­lo de seda. l\Ilas todo era triste como el luto. Dimos una vuelta por el arrabal. El cielo estaba cargado y ese viento del sur excitaba los des­agradables olores de los jardines en ruinas y de las tierras desecadas.

Pero no fatigaba eso a mi mujer tanto como a mí. A través de un charco dejado por la inun­dación del mes anterior, había una senda bas­tante transitable. Me señaló algunos pececillos.

La ciudad, con su humo y el rumor de sus labores, nos seguía por largo rato en los cami­nos. i Oh el otro mundo y las umbrías y la habi-

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tación bendecida por el cielo! El viento Sur me recordaba los episodios miserables de mi niñez, mis desesperaciones de verano, la horrible can­tidad de fuer,za y de ciencia que la suerte alejó siempre de mí. ¡No! N o volveremos a pasar el verano en este país avaro, donde jamás seremos otra cosa que novios en orfandad. N o quiero que este brazo rígido arrastre n1ás una' in1agen querida.

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NOCHE HISTORICA

En cualquier noche, en que se encuentra al turista ingenuo apartado de nuestros horrores económicos, la mano de un maestro anima el clavecín de los prados; se juega a las cartas en el fondo del estanque, espejo evocador de reinas y de favoritas; se tiene sobre el poniente los santos, los velos, los hilos de arn10nÍa y los cromatismos legendarios.

Tiembla al paso d~ las cacerías y de las hor­das. Gotea la comedia sobre retablos de césped. j y la turbación de los pobres y los débiles en esos afanes estúpidos!

En su visión esclava, Alemania yergue su construcción hacia las lunas. Los desiertos tár­taros se iluminan. Las antiguas revueltas bullen en el centro del Celeste Imperio. En las esca­leras y los sillones de rocas, se edificará un pequeño mundo pálido y chato, Africa y Occi­dentes. Después de un ballet' de mares y noches conocidas, una qUÍlnica sin valor y 111elodÍas imposibles.

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j La misma magia burguesa en todos los sitios donde el cofre nos deposite! El físico más elemental siente que ya no es posible someterse a esta atn1ósfera personal, niebla de remordi­mientos físicos, cuya sola comprobación es ya un dolor.

j N o! El instante del burdel, de los rnares arrebatados, de las conflagraciones subterrá­neas, del planeta ocupado y de las consiguientes exterminaciones, certidulnbres que la Biblia y las Normas apenas señalan maliciosalnente. Ese instante será mostrado a quien se preocupe en vigilar. Pese a ello, j no será un efecto ele leyenda!

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METROPOLITANO

Desde el estrecho azul a los mares de Osian, sobre la arena rosa y naranja que el cielo vinoso ha lavado, terminan de subir y cruzarse bule­vares de cristal, habitados de inmediato por jóvenes familias pobres que se alimentan en los huertos. Nada de riqueza. - j La ciudad!

Del desierto de betún huyen derecho, en derrota con las capas de bruma escalonadas en bandas horrorosas hacia el cielo que se encorva, retrocede y desciende formado por la más si­niestra humareda que el Océano en duelo pueda hacer, los cascos, las ruedas, las barcas, las ca­ba 11 erías. - j La batalla!

Levanta la cabeza: este puente de n1adera, arqueado; estas últimas huertas de Samaria; estas máscaras que ilumina el farol castigado por la noche fría; en ropas llamativas, la ondina boba en la orilla del río; estos cráneos lumino­sos en las parcelas de guisante, y las otras fan­tasmagorías. La campiña.

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Rutas bordeadas de rejas y de muros,conte­niendo apenas sus arboledas. Y las atroces flo­res que se dirían corazones y hermanas - Da­masco afligen te de lasitud - posesiones de má­gicas aristocracias ultra - renanas, Japonesas, Guaraníes, aptas aún para recibir la música de los antiguos. Y hay posadas que ya por ,sielnpre no abren; hay princesas y, si no estáis nluy abrunlados, hay también el estudio de los as­tros. El cíe 10.

I(a mañana en que con Ella, os debatísteis entre estos destellos de nieve, estos labios verdes, estos hielos, estas banderas negras y estos rayos azules y estos perfumes púrpuras del sol de los polos. - Tu fuerza.

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BOTTOM

P ese a ser n1uy espinosa la realidad para mi telnple, me encontré, gran pájaro azul- gris, en casa de mi dama, alzándome hacia las molduras del cielo raso y arrastrando el ala por las som­bras de la reunión.

Fuí, al pie del baldaquín que sostiene sus joyas adoradas y sus obras maestras físicas, un gran oso de encías violetas y piel nevada de tristeza, con la mirada en los cristales y en la plata de las consolas.

Todo se volvió sombra v acuario ardiente. Por la tnañana -con1batiente alba de junio­

fuí un asno y corrí Jos canlpos~ rehuznando y blandiendo mi queja, hasta que las Sahinas del suburbio se arrojaron a mi pecho.

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DEVOCION

A mi hernlana Luisa Vanaen de V oringhen1 : su corneta azul vuelta hacia el Mar del Norte. Para los náufragos.

A lni hermana Léonie Aubois d' Ashby. j Guau!. .. la hierba de verano zumbadora y hedionda. Para la fiebre de las madres y de los niños.

A , Lulú - demonio - que ha conservado el gustó por los oratorios del tiempo de las i\mi­gas y de su educación incompleta. Para los hombres!

A las señora N ...

A..I adolescente que fuí. A ese santo muy anciano, ermita o misión.

Al espíritu de los pobres. Y al clero 111ás encumbrado.

"y también, a todo rito en tal sitio de culto

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nlemorial y entre tales acontecimientos que, siguiendo las aspiraciones del momento o bien nuestro vicio propio y seno, hayamos de ren­dirnos.

Esta noche en Circeto la de los altos hielos, grasienta como un pez e ilun1inada como los diez n1eses de la noche roja (su corazón átnbar y spunk). Para mi solo ruego, nludo como esas regiones nocturnas y precediendo corajes más violentos que este caos polar.

A cualquier precio y en todos los aires, como en los viajes metafísicos. Pero más entonces.

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PARADA

Pícaros muy firmes. Muchos explotaron vues­tros nlundos. N o tienen necesidades ni mucha urgencia por poner en práctica sus brillantes dotes y su conocimiento de vuestras concien­cias. ¡Qué hOlnbres maduros! Sus ojos polícro­TIlOS, rojos ' y negros, de acero salpicado por estrellas de oro, miran extraviados cual bajo la noche estival .: tienen rostros deformes, plo­mizos, pálidos, encendidos; juguetonas ronque­ras !, j El paso cruel de los oropeles! Entre ellos hay algunos jóvenes -¿ cómo verían a Chéru­bin?- provistos de voz espantosa y de algunos recursos peligrosos. Se les envía a echar cuerpo en la ciudad, recargados de un lujo asqueroso.

i Oh el nlás violento Paraíso de la mueca rabiosa! N o cabe conlparación con vuestros Fakires y las otras bufonadas escénicas. En rop3jes improvisados con el gusto del mal sueño, cantan endechas, tragedias de malan­drines y semi dioses tan espirituales como no lo han sido nunca la historia o las religiones. Chinos, Hotentotes, Bohemios, enanos, hienas,

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Molochs, viejas demencias-1 demonios siniestros, mezclan los giros populares, tnaternales, con posturas y ternuras bestiales. Hasta interpre­tarían piezas nuevas y canciones "para inge­nuas". Maestros juglares, transforman el sitio y las personas y utilizan la comedia n1agnética. Los ojos llamean, la sangre canta, ; los huesos se estiran, corren lágrin1as e hilillos rojos. Su burla o su terror duran un minuto o n1eses enteros.

Sólo yo tengo la clave de este desfile salvaje.

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DEMOCRACIA

La bandera va por el paisaje ; inlTIundo y nuestra jerga ahoga al tambor.

"Fomentaremos en los centros la lTIás cínica prostitución. l\1asacrarelTIOS las revueltas ló­glcas.

"En los países sazonados y reducidos! -al servicio de las más monstruosas explotaciones industriales o nlilitares.

"Hasta pronto aquí, ' no in1porta dónde. Reclutas de buen grado, tendrelTIos una filosofía feroz; ignorantes de la ciencia, duchos para el confort; el aniquilamiento para el mundo que anda. Tal es la verdadera n1archa. j _Adelante, . , camlno.

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GUERRA

D e niño, algunos cielos aguzaron mi óptica: todos los caracteres matizaron mi fisonomía. Los Fenómenos se conmovieron. En el pre­sente, la eterna inflexión de los, momentos y el infinito oe las matetuáticas me impulsan por ese mundo donde soporté todos los éxitos civi­les, respetado por la niñez extraña y por afec­ciones inmensas. - Sueño en una Guerra, de derecho o de fuerza, de lógica imprevista.

Es tan simple como una frase musical.

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NOCTURNO VULGAR

Un soplo abre brechas operatrices en los tabiques, confunde las vigas roídas de los te­chos, dispersa los límites de los lares, esfuma las ventanas.

Me detuve junto a la viña, de pie sobre una esclusa; luego, bajé en esta carroza, cuya época está claramente indicada por sus espejos convexos, paneles combados y torcidos sofaes. Solitario, el carro fúnebre de mi sueño, refugio de lni simpleza, vira sobre el césped de la gran carretera semiborrada. Arriba, en una falla del espejo de la derecha, giran pálidas figuras lunares, hojas, senos. Un verde y un azul muy intensos invaden la imagen. Desuncir en las proximidades de un manchón de arenisca.

- Aquí se silbará para la tormenta y las Sodomas y las Solimas y las bestias feroces y los ejércitos.

(Postillón y bestias quiméricas cobrarán in1-pulso bajo las más sofocantes arboledas, para hundirme hasta los ojos en el manantial de seda).

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y enviarnos, flagelados a través de las ba­tientes aguas y las bebidas derramadas, a rodar sobre el ladrido de los perros ...

Un soplo dispersa los iímites del hogar.

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MOVIMIENTO

El movimiento de las caídas del río en vaivén sobre el ribazo,

El abismo a popa, La celeridad de la cascada, El enorme pasar de la corriente

Llevan por las luces inauditas y la novedad química A los viajeros rodeados por las trombas del

valle y del striOm.

Son los conquistadores del mundo Buscando la fortuna química personal; El deporte y el confort viajan con ellos; Conducen la educación De las razas, clases y bestias, sobre este navío

Reposo y vértigo A. la luz diluviana, En terribles noches de estudio.

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Pues de la charla entre los aparatos, la sangre, las flores, el fuego, las alhajas,

Cuentas discutidas en esta orilla fugitiva , V ése su stock de estudios -rodando como un

dique por encima de la ruta hidráulica motriz-,

Monstruosos, iluminándose sin fin. Mientras ellos se lanzan al éxtasis armónico y al heroísmo del descubrimiento. En los más asombrosos accidentes atmosfé-

neos , - ¿ Es quizá una ancestral salvajez que se

tolera ?­Una pareja de jóvenes se aísla sobre el arca, y canta y se planta.

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DESPERTAR DE EMBRIAGUEZ

¡ Oh Bien mío! i Oh Bello mío! j Fanfarria atroz en la cual ya no vacilo! i Mágico caba­llete! j Hurra por la obra inaudita y por el cuerpo lTIaravilloso, por primera vez! Aquello empezó bajo la risa de los niños y por ellos terminará. Este veneno permanecerá en nues­tras venas aun cuando, volviendo la fanfarria, SealTIOS devueltos a la antigua inarmonía. Mientras tanto, dignos por entero de tales su­pli~ios, condensemos fervorosamente esta pro­mesa sobrehumana hecha a nuestro cuerpo y a nuestra alma creados: j esta pron1esa, esta demencia! j La elegancia, la cienda, la violencia! Se nos ha prometido enterrar en la sombra el árbol del bien y del mal, exilar los recatos tirá­nicos para convocar nuestro amor purísin10. Aquello empezó con algún desgano y, no pu­diendo asir en el acto esa eternidad, terminó en un desbande de perfumes.

Risa de niños, discreción de esclavos, austeri­dad de vírgenes, horror por las figuras y obje­tos de aquí, sacrosanto seáis en el recuerdo de

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esta vigilia. Eso con1enzó con toda ingenuidad y he aquí que tennina en ángeles de llama y hielo.

j Santa seas, pequeña vigilia de embriaguez! Aunque más no fuere que por l't máscara con que nos gratificaste. i Te afirmamos, método! N o olvidamos que has glorificado ayer cada una de nuestras edades. Tenemos fe en el veneno. Sabemos dar, todos los días, nuestra vida entera.

He aquí el tiempo de los Asesinos.

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LOS PUENTES

e ielos grises de cristal. Un gallardo dibujo de puentes, rectos aquí, curvos allá y otros que descienden en ángulo oblicuo sobre los prin1e­ros; y esas figuras renovándose en los otros circuitos ilulninados: del canal, todos tan largos y ligeros, que las orillas cargadas de cúpulas se inclinan y empequeñecen. Algunos de estos puentes están todavía cargados de escon1bros. Otros sostienen mástiles , señales, frágiles pa­rapetos. Acordes menores se cruzan y huyen, los cordajes trepan las riberas. Se distingue una casaca roja, quizás otros ropajes e instru­mentos de música. Son canciones populares, trozos de conciertos señoriales, restos de hitn­nos públicos. El agua es gris y azul, ancha <como un brazo de n1ar.

Un rayo blanco, cayendo desde lo alto del .cielo, aniquila esta comedia.

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CIUDAD

Soy el efímero y no muy descontento ciuda­dano de una metrópolis que se cree n10derna, porque evitó todo gusto conocido en el n10bi­liario y la fachada de las casas así como en el trazado de la ciudad. Aquí no podréis señalar los rastros de ningún monumento de supersti­ción. j La n10ral y la lengua se han reducido, por fin, a su expresión n1ás sin1ple! Estos mi­llones de personas, que no tienen necesidad de conocerse, poseen educación, oficio y vejez tan semejantes, que este trayecto de vida debe ser nlucho menor que el que una estadística loca encuentre para los pueblos del Continente. Y cuando desde n1i ventana veo nuevos espectros girando a través del espeso y eterno humo del carbón -j ah nuestra sombra en los bosques, nuestra noche de verano!- las nuevas Erin­nias, frente a mi cottage, que es mi patria y lui corazón, puesto que aquí todo se le parece, la Muerte sin lloros, nuestra activa hija y sir­vienta, un Amor desesperado y un gracioso Crimen, plañen en el fango de la calle.

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CIUDADES (1)

¡Estas son ciudades! Este es un pueblo para el cual se alzaron estos AJeganios y estos Lí­banos de sueño! Por rieles y poleas invisibles , deslízanse casillas de cristal y ll1adera. Viejos calderos , ornados con colosos y palmas de cobre rugen melodiosos en los fuegos. Escúchanse fiestas an10rosas sobre canales colgantes detrás de las casetas. La caza de los campanarios grita en las gargantas. Corporaciones de can­tores gigantes acuden con hábitos y oriflan1as resplandecientes como la luz de las cin1as. Sobre platafonnas, en lnedio de los precipicios J

los Rolandos cantan su coraje. Sobre las pasa­relas del abismo y los techos de las posadas, el ardor del cielo engalana los lnástiles. Derrun1be de apote.osis regocija los altos can1pos, donde centauresas seráficas evolucionan entre avalan­chas. Por sobre el nivel de las más altas cun1-bres, un ll1ar turbado por el eterno nacilniento de Venus , cargado de flotas orfeónicas y rumor de perlas y conchas preciosas, se ensombrece a veces con destellos m ortales. En las vertientes rU1110rean las cosechas de. flores , grandes como

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nuestras annas y nuestras copas. Cortejos de l\1ab, en hábitos rosas y opalinos, trepan la torrentera. Allá arriba, con sus patas entre la cascada y las zarzas, 109 ciervos se amamantan en Diana. Sollozan las Bacantes del suburbio y la luna arde y aúlla. Venus entra en las ca­vernas de los herreros y ern1itaños. Can1panas de atalaya cantan el pensan1iento de los pueblos. De castillos construídos en hueso sale la n1ú­sica desconocida; Desfilan las leyendas todas y los ímpetus se sueltan en las villas. Los paraísos de las tonnentas se desfondan. Los salvajes celebran danzando la Fiesta de la N oche. Por una hora, he descendido al movi­n1iento de un bulevar de Bagdad, donde algunos cantaron la alegría del trabajo nuevo, bajo una brisa espesa, circulando sin poder eludir los fabulosos fantaslnas de los montes donde de­bieron encontrarse.

¿ Qué brazos bondadosos, qué hora feliz n1e devolverán a esta región de donde provienen mis sueños y mis 111enores lnovin1ientos?

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PROMONTORIO

El alba de oro y la tarde ten1blorosa encuen­tran a nuestro bergantín frente a esta villa y sus dependencias, que fortnan un pron10ntorio tan extenso como el Epiro y el Pe10poneso, o con10 la gran isla del Japón , o como Arabia! Templetes que se iluminan a la entrada de las teorías; vistas intTIensas de la tTIoderna defensa de costas; dunas adornadas con bacanales y cá­lidas flores , con grandes canales de Cartago y Embarcaderos de una Venecia ambigua; con apretadas erupciones del Etnas y hendiduras llenas de flores yaguas de los glaciares, lava­deros rodeados con álamos de Alemania, talu­des de parques singulares donde inclina sus co­pas el Arbol del Japón; y las fachadas circula­res de los "Royal" o los "Grand" de Scarbro y de Brook1yn; y sus trenes flanqueando, cruzan­do y remachando los bloques de este Hotel , elegidos en la historia de las n1ás elegantes y colosales construcciones de Italia, Atnérica y el Asia, cuyas ventanas y terrazas, llenas en este momen to de luces, bebidas y ricas brisas, están abiertas al espíritu de los viajeros y de los no-

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bIes y penniten, en horas del día, a todas las tarantelas de las costas y también a los retor­nelos de los valles ilustres del arte, decorar lllaravillosamente las fachadas del Palacio Pro­montorio.

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CIUDADES (11)

Culminan en la acrópolis oficial las concep­ciones más colosales de la barbarie moderna: imposible expresar la opacidad del día, produ­cida por este cielo inmutablemente gris, la magnificencia imperial de las construcciones y la nieve eterna del suelo. En un gusto de sin­gular enormidad se han reproducido todas las maravillas clásicas de la arquitectura y asisto, a exposiciones de pintura en locales veinte veces lnás vastos que Hampton Court. j Qué pintura! Un N abucodonosor noruego ha hecho construír las escalinatas de los ministerio.s; los subalter­nos que he podido ver son ya más arrogantes que Brennos y he temblado ante el aspecto de los capataces y los guardianes de los colosos. Se ha arruinado a los cocheros por el agrupamien­to de los edificios en plazas, paseos y terrazas cercadas. Los parques representan la natura­leza primitiva trabajada por un arte magnífico y el alto distrito tiene partes inexplicables: un brazo de mar, sin navíos, rueda su sábana de

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granizo azul entre n1uelles cargados de candela­bros gigantes. Un corto puente conduce a un portillo situado bajo la cúpula de la Sainte­Chapelle. y esta cúpula es una armadura de ar­tístico acero, de aproximadamente quince mil pies de diámetro.

Desde algunos sitios de las pasarelas de co­bre o de las plataformas y escaleras que rodean los vestíbulos y los pilares, he creído poder juzgar la profundidad de la ciudad. ¿ Cuáles son los niveles de los otros barrios, sobre la acrópo­lis o bajo ella? Es el prodigio que no he, podido comprender. Para quien sea extranjero en nues­tra época, el reconocimiento es itnposible. El distrito con1ercial es un circo de un solo estilo, con galerías de arcadas. N o se ven tiendas, más la nieve de la calzada se lnuestra' hollada; algu­nos potentados orientales, tan raros como pa­seantes matinales de un dOluingo en Londres, se dirigen hacia una diligencia de diamantes. Hay divanes de terciopelo rojo: se sirven bebi­das polares cuyo precio varía de ocho centavos a ocho luil rupias. Ante la idea de buscar teatros sobre este circo, lne digo que las tiendas han de contener dramas bastante sombríos. Pienso que ha de haber policía, pero la ley ha de ser tan extraña, que renuncio a formarme una idea so­bre los aventureros de aquí.

El suburbio, tan elegante como una hermosa calle de París, se muestra favorecido por un aire de luz; el elemento democrático cuenta unas centenas de almas. Más allá, las casas se

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distancian; el suburbio se pierde gallardamen­te en la campiña, en ese "Condado" que llena el eterno occidente con selvas y plantaciones prodigiosas, donde gentileshombres salvajes desechan sus crónicas bajo la luz creada.

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PARTIDA

Harto visto. En todos los aires se ha encon­trado la misma visión.

Harto repetido. Rumores de ciudades, de noche y bajo el sol y siempre.

Harto conocido. Las sentencias de la vida. ¡ Oh Rumores y Visiones!

Partida en el rumor y en el afecto nuevos.

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H.

Todas las monstruosidades violan los gestos atroces de IIortensia. Su soledad es la mecáni­ca erótica; su lasitud, la dinámica amorosa. Bajo la vigilancia de una niñez, en épocas nu­lnerosas, ella fué la ardiente higiene de las ra­zas. Su puerta está abierta a la miseria. Allí, en su pasión o en su acción, se descarna la mora­lidad de los seres actuales. i Oh terrible escalo­frío de los amores novicios sobre el suelo san­griento y el hidrógeno luminoso! Encontrad a Hortensia.

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FAIRY

P ara Helena se conjuraron savias ornamen­tales en las sombras vírgenes e impasibles cla­ridades en el silencio astral. El ardor del verano ha sido confiado a pájaros mudos y la indolen­cia requerida a una barca de duelos sin precio, por flotillas de amores muertos y perfumes desvanecidos.

Después del canto de las leñadoras en el ru­mor del torrente bajo la ruina de los bosques, luego del calupanilleo del ganado en el eco de los valles y de los gritos de las estepas.

Para la infancia de Helena se estremecieron las espesuras y las sombras y el corazón de los pobres y las leyendas del cielo.

y sus ojos y su danza, superiores aun a los destellos preciosos, a las influencias frías, al placer de la hora y del ornato únicos.

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ALBA

He abrazado el alba estival.

N ada había aún cambiado en la fachada de los palacios. El agua estaba muerta. Las man­chas de sombra no abandonaban la ruta del bosque. lVlarché, despertando alientos vivos y tibios. Miraron las pedrerías y sin ruido las alas se elevaron.

Fué la empresa inicial, en el sendero ya lleno de frescos y pálidos destellos, una flor que me dijo su nombre.

Reí en la rubia cascada que se desmelenó a través de los abetos; en la cima plateada reco­nocí la diosa.

Luego levanté uno a uno los velos. En la alameda, agitando los brazos. Por el llano, donde la he denunciado al gallo. En la gran ciu­dad, ella huía entre los campanarios y las cú-

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pulas y yo, corriendo como un mendigo sobre los muelles de mármol, le dí caza.

Al final del camino, Junto a un bosque de laureles, la envolví ciñendo sus velos y sentí algo de su cuerpo inmenso. El alba y el niño cayeron bajo el bosque.

Al despertar, era mediodía.

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BEING BEAUTEOUS

Frente a la nieve, un Ser de belleza de eleva­da talla. Silbidos de muerte y círculos de mú­sica sorda hacen subir, ensancharse y temblar como un espectro ese cuerpo adorado. Heridas negras y escarlatas brillan en las carnes magní­ficas. Los colores propios de la vida se recar­gan) danzan y se desprenden en torno a la vi­sión, sobre el cantero. Los estremecimientos se alzan y gruñen y el sabor furioso de estos efec­tos · se torna más grávido con los silbidos mor­tales y las roncas músicas que el mundo, tras de nosotros, desde la lejanía, arroja sobre nuestra nladre de belleza. Ella retrocede, se yergue .

. j Ah! nuestros huesos revisten un nuevo cuerpo anloroso.

j Oh el rostro ceniciento, la panoplia de crin, los brazos de cristal! El cañón sobre el cual debo abatirme en la confusión de los árboles y del aura suave!

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A UNA RAZON

Un golpe de tu dedo sobre el tambor descarga todos los sonidos y la nueva armonía comienza.

Un paso tuyo, es la leva de los hombres nue­vos y su marcha.

Tu cabeza se mueve: el nuevo amor! Tu ca­beza se vuelve: el nuevo amor!

"Cambia nuestra suerte, acribilla las balan­zas, empezando por el tiempo", te cantan estos niños. "Levanta -se te implora- no importa dónde, la sustancia de nuestros sueños y de nuestra fortuna".

Llegada desde siempre, irás por dondequiera.

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AN GU STI A

¿P odrá Ella inspirarme el perdón de mis ambiciones de continuo destrozadas? ¿ O un término feliz remediar las épocas de indigen­cia? ¿ O un día de éxito adormecernos ocultán­donos la vergüenza de nuestra incapacidad fatal?

(j Oh palmas! j Diamante! i Amor, fuerza! i Más alto que todas las glorias y alegrías -en tod'as las formas, por todas partes- demonio, dios, juventud de este ser: yo!)

La variedad de la magia científica y los mo­vimientos de fraternidad social, ¿ podrán de­searse como gradual restitución de la sinceridad primera?

Mas la \T ampira que nos vuelve gentiles or­dena distraernos con lo que ella nos deja, o ser, de lo contrario, más maliciosos.

Revolver sobre las llagas, por el aire cansa-

lOS

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dor y por el mar; en los suplicios, por el silencio de las aguas y el aire mortíferos; en las tortu­ras que ríen, en su silencio atrozmente batido Sln cesar.

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CUENTO

Sentíase molesto cierto Príncipe por no ocu­parse más que en la perfección de las gene­rosidades vulgares. Preveía asombrosas revo­luciones del amor y sospechaba en sus mujeres posibilidades mejores que esa complacencia aderezada de cielo y de lujo. Quería ver la ver­dad, la hora del deseo y de la satisfacción esen­ciales. Fuese o no eso una aberración de piedad, lo quiso. Poseía al menos un gran poder hu­mano.

Todas las mujeres que lo habían conocido fueron asesinadas. ¡ Qué saque_o del jardín de la Belleza! Bajo la espada, lo bendijeron. N o ordenó otras nuevas. Las mujeres reapare­CIeron.

Mató a todos aquellos que lo seguían des­pués de la caza o de las libaciones. Todos lo seguían.

Se entretuvo degollando las bestias de lujo. Hizo arder los palacios. Se arrojaba sobre las

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gentes y las cortaba en pedazos. La muchedum­bre, los techos de oro y las hermosas bestias exis tían aún.

j Es posible extasiarse en la destrucción, re­juvenecerse por la crueldad! El pueblo no mur­muró. Nadie ofreció el aporte de sus consejos.

Una tarde, galopaba arrogante. Un Genio apareció, de belleza inefable y hasta inconfesa­ble. j De su fisonomía y de su porte fluía la pro­mesa de un amor múltiple y complejo! j De una dicha indecible, aun más, insoportable! El Príncipe y el Genio se aniquilaron probable­lnente en la salud esencial. ¿ Cómo habrían po­dido no morir? Juntos, pues, murieron.

Pero este Príncipe falleció, en su palacio, a una edad ordinaria. El Príncipe era el Genio. El Genio era el Príncipe. La música sabia falta en nuestro deseo.

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GENIO

El es el afecto y lo presente, pues ha hecho la casa abierta al invierno espumoso y al rU1110r del estío;' él, que ha purificado las bebidas y los alimentos; él, que es el encanto de los sitios fugaces y la delicia sobrehumana de las esta­ciones. Es el afecto y el porvenir, la fuerza, y el amor que nosotros, plantados en Inedio de la cólera y el tedio, ven10S pasar por un cielo de tempestad entre banderas de éxtasis.

El es el amor, medida perfecta y reinventada, razón maravillosa e imprevista. Es la eterni­dad: máquina amada de las cualidades fatales. Todos hemos tenido el espanto de su concesión y de la nuestra: i oh goce de nuestra salud, im­pulso de nuestras facultades, afección egoísta y pasión por él! El, que nos ama por su 'vida in­finita ...

y nosotros lo recordamos y él pasa. .. y si la Adoración se aleja, suena aún su promesa: "j Atrás esas supersticiones, estos viejos cuer-

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pos, estos asuntos y estas edades. Es esta época la que ha naufragado !".

El ya no se irá, no volverá a descender de un cielo, no realizará la redención de la cólera de las mujeres ni de la alegría de los hombres ni de todo este Pecado: pues hecho está, ya que él es y es amado.

i Oh sus soplos, sus cabezas, sus derroteros: la terrible celeridad de la perfección de las for­mas y de la acción!

i Oh fecundidad del espíritu e inmensidad del universo!

i Su cuerpo! la soñada desenvoltura, el rom­pimiento de la gracia cruzada de violencia nue­va!

j Su vista! i Su vista! i todas las antiguas su­nlisiones y. las penas evitadas tras de sí!

i Su día! la supresión de todos los sufrimien­tos tnóviles y sonoros en la música más intensa.

i Su paso! las tnigraciones más enormes que las antiguas invasiones.

i Oh él Y nosotros! el orgullo más benévolo que las caridades perdidas.

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j Oh Inundo! j Y el canto claro de las desgra­cias nuevas!

El nos ha conocido a todos y a todos nos ha amado: sepanl0S, en esta noche de invierno, de cabo a cabo, desde el polo tumultuoso al casti-110, de la muchedunlbre a la soledad, de mira­rlas en miradas, fuerzas y sentitnientos fatiga­dos, llamarlo y verlo y despedirlo y, bajo las mareas y en lo alto de los desiertos de nieve, seglur sus nliradas, sus soplos, su cuerpo, su día.

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SALDO

¡A vender eso que los Judíos no han vendi­do, eso que la nobleza ni el crimen han gustado, eso que ignoran el Amor lnaldito y la probidad infernal de las masas! Eso que no tienen por qué reconocer ni el tiempo ni la ciencia:

Las Voces reconstruídas, el despertar unáni­lne de todas las energías corales y orquestales y sus inmediatas aplicaciones j Ocasión única de liberar nuestros sentidos!

j A vender los Cuerpos sin precio, fuera de to­da raza, de todo mundo, de todo sexo, de toda descendencia! j Las riquezas manando a cada paso! j Saldo incontrolado de diamantes!

j A vender la anarquía para las masas! j La sa­tisfacción irreprimible para los aficionados su­periores, la muerte atroz para los fieles y los amantes 1

j A vender las habitaciones y las migraciones, los deportes, hechizos y comodidades perfectas,

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y el ruido, el movimiento y el porvenIr que traen!

j A vender las aplicaciones del cálculo y los saltos de armonía inauditos! Los hallazgos y términos insospechados, posesión inmediata.

j Impetu insensato e infinito hacia esplendo­res invisibles, hacia delicias insensibles -y sus en10q uecedores secretos para cada vicio- y su horroroso regocijo para la muchedumbre!

j A vender los Cuerpos, las voces, la enorme opulencia indiscutible, 10 que no se venderá jamás! j Los vendedores no han terminado el saldo! Los viajantes no dejarán su comisión tan pronto.

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INDICE

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Prefacio del Edito?' 5

}EAN-ARTHUR RIMBAUD (noticia biográfica) 7

RIMBAUD y LAS "ILUMINACIONES", estudio y

notas de Alfredo Terzaga . . ... . ............ . . 11

DESPUES DEL DILUVIO ........... . . .. . ... . 35

INFANCIA - 1 "Este ídolo" . ....... . . .... .. 37 n "Es ella, la muerta pequeña" . . 39

In "En el bosque hay un pájaro" 41 IV '')70 soy el santo" ...... .. ... 42 V "Que me alquilen por fin" . . . . 43

JUVENTUD - 1 Domingo ................... 44

VIDAS

n Soneto ..................... 45 .In Veinte años ................ 46 IV "Estás aún en la tentación" .. 47

1 "¡Oh las enormes avenidas!" . . 48 n "Soy un inventor benemérito" 49

nI "En un granero donde fuí en-cerrado" ..... . ............. 50

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VAGABUNDOS .... . .......................... 51

VIGILIAS - I "Es el reposo iluminado" .. . . 53 II e La iluminación vuelve" . . . . . . 54

III "Noche. Las lámparal' .. .. . . 55

FRASES ........ . .... .. . . . . ..... . ........ . . .. .

HUELLAS .. . .. . ... . ........ . ..... . .... .. . . . .

FIESTA DE INVIERNO . ........ . . .. .... . . .. .

REALEZA ........ .. ... . ............. . ....... .

ESCENAS .......... .. ... .. ............ .. .... .

FLORES ............. . ....... . ...... . .. . . .. . .

MARINA ... .. ... . . . .. ................ . . . . . .. .

MISTICA .. ... .. ..... . .. .... . . . . . ..... . .... . .

ANTIGUO

BARBARO ............ . . . . . .. .. . . .... . ...... .

OBREROS ........... . .. . ........ . .... . .. .. . .

NOCHE HISTORICA ..... . .. ... . . ..... . .. . . . .

METROPOLITANO . .... .. . . . ................ .

BOTTOM . . . ... . . . . . . . .... . ... . .. . ....... . . . .

DEVOCION . . . ...... . .. .. ....... .. . .... ..... .

PARADA ............ . ... . .. . . . .. ... .. .. .. . . . .

DEMOCRACIA ... . .. . . .. . . .... . . . . . .. .. .... . .

GUERRA . . ... . .. ... .. . ... . ...... .. ... . .. .. .. .

NOCTURNO VULGAR .............. . . . . . ... . .

MOVIMIENTO .. .. . . .. . . . .. . . ... . ... . ....... .

DESPERTAR DE EMBRIAGUEZ ..... . . . . . . . .. .

LOS PUENTES . ...... .. .......... .. . .. ... . .. .

CIUDAD . ........ .. . .. .. . . . ................. .

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CIUDADES (1) , ..... .. ......... , .. ,....... ... 91

PROMONTORIO ...... . ............... . ...... 93

CIUDADES (11) .......... .......... . .. .... ,.. 95

PARTIDA .. " ........... "................... 98

H .... ........ ... ...... .... .. ... . .......... ,.. 99

FAIRY .. ... ..... ... ....... .. , ........ ".,.... 100

ALBA ................... .. ............. , .. ". 101

BEING BEAUTEOUS ......................... 103

A UNA RAZON ...... ,.......... .. ....... ... . 104

ANGUSTIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 105

CUENTO ........ , .......... . ........ . ....... 107

GENIO .................................... . . 109

SALDO ................... , . . ' ., . ....... .... . . 112

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ESTE LIBRO SE TERMINÓ DE IMPRIMIR

EN LOS TALLERES GRÁFICOS DE LA EDI­

TORIAL ASSANDRI , EL 30 DE DICIEMBRE

DE 1955.

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COLECCION CAMPANA DE FUEGO

Títulos publicados:

RIMBAUD: ILUMINACIONES

Estudio 3J veTSión de A. TeTzaga

NOVALIS: HIMNOS A LA NOCHE

CANTOS ESPIRITUALES

Estudio 3J veTSión de A. TeTzaga

HOLDERLIN : P O E M A S

PTólogo, veTsión 3J notas de José Vicente AlvaTez

En pTepaTación:

RILKE : ELEGIAS DE DUINO

SONETOS A ORFEO

TTaducciones de José Vicente AlvaTez

3J estudio de A. TeTzaga

MALLARME : IGITUR

Estudio 3J veTSión de Agustín O. LaTTauTi

EDICIONES ASSANDRI