Idiosincracia Colombiana Andino Caribeña 723-1751-1-PB

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119 HALLAZGOS / Año 9, No. 18 / Bogotá, D.C. / Universidad Santo Tomás / pp. 119-141 Recibido: 14 de noviembre de 2011 Evaluado: 26 de enero de 2012 Aceptado: 10 de febrero de 2012 El alma colombiana. Idiosincrasia e identidades culturales en Colombia * P. Pedro José Díaz Camacho, O.P. ** * Artículo de revisión. Este artículo se desarrolló en el marco del Posdoctorado en Narrativa y Ciencia de la Universidad Santo Tomás de Colombia. ** Doctor en Teología de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad de Salamanca, España. Docente y directivo académico de la Universidad Santo Tomás. Correo electrónico: [email protected] Resumen La presente investigación tiene el propósito de averiguar so- bre los rasgos anímicos y temperamentales que se expresan en el modo de ser y en la conducta de los colombianos, según las distintas regiones y grupos socioculturales; es decir, sobre cómo ha llegado a ser en el siglo XXI la índole y el alma del pueblo colombiano. Bajo este panorama, se indaga acerca de algunos factores que intervienen en la configuración y expresión del modo de ser, pensar, sentir, percibir y actuar de los colombianos, junto con la forma diversa como se manifiesta su idiosincrasia y la iden- tidad cultural, según lo expuesto por algunos estudiosos de las cuestiones antropológicas, históricas y sociológicas del pueblo colombiano. Palabras clave Cultura, diversidad, fenomenología, identidad, idiosincrasia, in- terpretación, ethos.

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  • 119HALLAZGOS / Ao 9, No. 18 / Bogot, D.C. / Universidad Santo Toms / pp. 119-141

    Recibido: 14 de noviembre de 2011Evaluado: 26 de enero de 2012

    Aceptado: 10 de febrero de 2012

    El alma colombiana. Idiosincrasia e identidades culturales en Colombia*

    P. Pedro Jos Daz Camacho, O.P.**

    * Artculo de revisin. Este artculo se desarroll en el marco del Posdoctorado en Narrativa y Ciencia de la Universidad Santo Toms de Colombia.

    ** Doctor en Teologa de la Facultad de Teologa de la Pontificia Universidad de Salamanca, Espaa. Docente y directivo acadmico de la Universidad Santo Toms. Correo electrnico: [email protected]

    Resumen

    La presente investigacin tiene el propsito de averiguar so-bre los rasgos anmicos y temperamentales que se expresan en el modo de ser y en la conducta de los colombianos, segn las distintas regiones y grupos socioculturales; es decir, sobre cmo ha llegado a ser en el siglo XXI la ndole y el alma del pueblo colombiano.

    Bajo este panorama, se indaga acerca de algunos factores que intervienen en la configuracin y expresin del modo de ser, pensar, sentir, percibir y actuar de los colombianos, junto con la forma diversa como se manifiesta su idiosincrasia y la iden-tidad cultural, segn lo expuesto por algunos estudiosos de las cuestiones antropolgicas, histricas y sociolgicas del pueblo colombiano.

    Palabras clave

    Cultura, diversidad, fenomenologa, identidad, idiosincrasia, in-terpretacin, ethos.

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    Colombian Soul. Idiosyncrasies and Cultural Identities in Colombia

    P. Pedro Jos Daz Camacho, O.P.

    Abstract

    This research aims to ascertain the mood and temperamental traits which are expressed in the Colombians way of being and behaving. This is done by taking into account different regions and cultural groups. In other words, this work tracks how the Colombian peoples nature and soul have evolved in the 21st century.

    In this scenario, some of the factors involved in the shaping and expression of the Colombians way of being, thinking, feeling, perceiving and behaving are explored. The different ways in which they manifest their idiosyncrasies and cultural identity are also examined. All of which is in accordance with research done by experts on anthropological, historical and sociological issues regarding Colombian people.

    Keywords

    Culture, diversity, phenomenology, identity, idiosyncrasies, interpretation, ethos.

    Recibido: 14 de noviembre de 2011Evaluado: 26 de enero de 2012Aceptado: 10 de febrero de 2012

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    P. Pedro Jos Daz Camacho, O.P.

    Nosotros somos un pequeo gnero humano Carta de Jamaica

    Simn Bolvar (1816)

    A nivel de ADN, todos somos un 99.9 por ciento

    idnticos. Esa similitud es aplicable sin importar qu dos

    individuos de todo el mundo elijamos comparar. Francis S. Collins (2009, p. 138)

    Introduccin

    Nuestra historiografa moderna ha dedicado notable atencin

    a la naturaleza de las regiones en Colombia, y ha contribuido as a un mejor entendimiento de la

    composicin plural del pas

    La bsqueda de la colombianidad en los ltimos aos

    ha resultado en sustanciales redefiniciones de la nacin,

    en las que, de manera creciente y sin mayor discusin,

    se han impuesto los discursos que enfatizan

    sus componentes tnico-culturales por encima de los polticos.

    Eduardo Posada Carb (2006)

    Para precisar el sentido de lo que aqu se indaga, podemos plantearnos algunas pre-guntas. Cules son los principales factores tnicos y antropolgicos que inciden en la forma de ser y de comportarse los colombia-nos, o cules pueden estar en ms estrecha relacin con su fenomenologa sociocultu-ral?, qu rasgos anmicos y temperamen-tales estn ms relacionados con el ethos y la conducta de los colombianos?, qu ex-presiones de la idiosincrasia colombiana se reconocen con ms frecuencia y relevancia en los diversos campos de la vida y de la actividad social y cultural, as como en los comportamientos de los grupos humanos, a lo largo de la historia?

    Los colombianos, en general, an no tene-mos ideas claras y definidas sobre lo que so-mos y cmo somos, en trminos de carcter o modo de ser. Se suelen emplear estereoti-pos y generalizaciones sobre la idiosincra-sia de los colombianos, resaltando ms los aspectos negativos de la conducta, pero sin profundizar en lo medular y la esencia del ser colombiano; hasta dnde es posible esta pretensin. Inicialmente podemos decir que el alma del colombiano se parece a la com-pleja morfologa de su mbito geogrfico, a la variedad de sus climas, a la diversidad de gneros y ritmos musicales cultivados en las distintas regiones, as como a sus apa-sionantes vicisitudes histricas y sociales: como su paisaje, compuesto de cordilleras majestuosas y ros caudalosos, valles in-mensos, precipicios indescifrables y selvas inhspitas, as, muy compleja y diversa, se ha configurado el alma del colombiano, se-gn su origen racial, los procesos de mes-tizaje y migracin, su hbitat, su contexto sociocultural y los influjos externos.

    A este tipo de cuestiones nos aproximamos desde el mbito de las ciencias del hombre y dentro de las narrativas socioculturales y hermenuticas, con la advertencia de que no se intenta hacer un estudio sistemtico ni exhaustivo de la psique colombiana, ni se pretende deducir un posible prototipo an-tropolgico que defina al colombiano mo-dlico y uniforme, sino de aproximarnos a algunos rasgos manifestativos de su alma, su temperamento, su carcter y su idiosin-crasia, en orden a comprender mejor la di-versidad de su ethos y su identidad cultural, teniendo en cuenta que es difcil establecer de manera tajante y definitiva denomina-dores comunes para caracterizar conglo-merados humanos hoy bastante heterog-neos y en proceso constante de mestizaje,

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    movilidad e integracin, debido, entre otras causales, al influjo creciente de diversas cul-turas forneas a travs de las dinmicas de la globalizacin y los procesos que generan los diversos medios de comunicacin social.

    En el presente trabajo se trata sobre algunos aspectos que intervienen en la configura-cin del modo de ser, de pensar, de sentir, de percibir y de actuar de los colombianos y la forma como se expresa su idiosincrasia en la conducta social. De la mano de algu-nos estudiosos de las cuestiones antropo-lgicas, histricas y sociolgicas queremos acercarnos a los rasgos del temperamento y del carcter de los colombianos, a algunas de sus virtudes y de sus vicios, con el fin de comprender de una manera ms integral el fenmeno sociocultural colombiano en cuanto se expresa en comportamientos ms o menos tpicos y formas temperamentales arraigadas y constantes, en torno a lo que se entiende bajo el concepto de identidad cultural e idiosincrasia. Para ello, se ha he-cho una revisin bibliogrfica de los com-ponentes temticos implicados, teniendo en cuenta los pocos estudios recientes sobre la idiosincrasia (o idiosincrasias e identidades culturales colombianas), desde el punto de vista de la pluriculturalidad y multietnici-dad que se reconoce en Colombia, en sus diversos grupos regionales, como lo ha re-cogido y expresado la misma Constitucin Poltica de Colombia (1991) al hablar de la diversidad tnica y cultural de la nacin (Artculo 7).

    Dado que el componente religioso catlico an sigue influyendo en el pueblo colom-biano como factor cultural unificador de la diversidad que se da en otros mbitos, parece conveniente mencionar inicialmente el factor religioso y su papel determinante

    en los procesos histricos y sociales; en este sentido se puede afirmar que, en la configu-racin del alma colombiana, se ha dado una influencia significativa, sobre todo a travs de los imperativos morales y de los proce-sos de inculturacin, porque la religin in-culca valores, modela conductas y costum-bres, seala pautas de comportamiento y modos de ser y proceder individual y colec-tivamente. Como bien lo ha expresado, para el mbito regional latinoamericano, Manuel Marzal, a propsito del catolicismo popular que, en cuanto sistema cultural,

    imprime en las personas que lo viven un conjunto de disposiciones o fuer-zas psicolgicas caractersticas, a sa-ber estados de nimo peculiares, que acompaan a la persona, y una serie de `motivaciones, que le orientan a la prctica. Tales disposiciones son pro-fundas y duraderas, prestan un carc-ter estable a la experiencia popular y forman lo que se ha llamado el senti-miento religioso del pueblo (Marzal, 1976, pp. 131-132).

    De manera semejante, la idiosincrasia per-sonal y grupal aporta ciertas connotaciones peculiares a la experiencia religiosa y a su expresin como religiosidad popular. Esta accin de doble va y sentido, a modo de interaccin dialctica, ha de ser tenida en cuenta y valorada debidamente para lograr una comprensin adecuada e integral del catolicismo popular colombiano y de otras expresiones socioculturales de los grupos humanos que conforman la nacin. Dicha consideracin parece especialmente impor-tante y necesaria si tenemos en cuenta la complejidad de la realidad social y cultural de un pueblo y nacin cuya historia es an reciente.

    La forma sociocultural de expresarse un pueblo implica o posibilita una religiosidad

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    con determinadas caractersticas y nfasis en su configuracin y en su dinamismo, a la vez que el cultivo de un tipo de creencias y prcticas de religiosidad con peculiares ma-tices o tendencias modela igualmente una determinada forma de ser y de comportar-se en otros campos de la vida. No se quiere decir, sin embargo, que esta mutua interac-cin de diversas dimensiones y niveles de la experiencia humana obedezca o suceda de una manera determinista y ciega, ya que en este campo, como en toda experiencia humana, hay otros factores y causas influ-yentes y condicionantes, como sucede con el modo de comprender y asumir la liber-tad, los intereses individuales y grupales, las condiciones y procesos histricos, las motivaciones, las diversas experiencias de los grupos humanos, el influjo de las ideo-logas, tendencias y movimientos de otros pases, y la misma cosmovisin.

    Para aclarar el sentido y alcance de los inte-rrogantes que nos hemos planteado, quere-mos aproximarnos a lo que se ha denomina-do como idiosincrasia colombiana, desde el mbito de las ciencias del hombre y dentro de las narrativas socioculturales, con las li-mitaciones y la finalidad propia del presen-te estudio en torno a la identidad cultural y la idiosincrasia del pueblo colombiano; lo hacemos acercndonos y releyendo algunos estudios que se han hecho sobre el hombre colombiano, su carcter y su modo de ser1.

    1 A este propsito recordamos que el Episcopado colombiano ha ad-vertido en distintas oportunidades sobre la necesidad de hacer este tipo de estudios acerca del hombre colombiano y sobre las culturas autctonas como presupuesto indispensable para el desarrollo de la misin evangelizadora (Conferencia Episcopal de Colombia, 1981) La Iglesia ante el cambio. XXV Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, 1969 (3. ed.), No. 152 y 153, a modo de ejemplo. Cf. Constitucin Poltica de Colombia, 1991, art. 70; Ardila, R. (1986). Psicologa del hombre colombiano. Cultura y comportamiento social, Bogot: Planeta. Debo advertir a los lectores que la presente inves-tigacin ampla y actualiza una parte de la indagacin que se haba

    Como ya hemos advertido, no se trata de hacer un estudio sistemtico ni exhausti-vo de lo que implica la idiosincrasia de un pueblo y de los distintos grupos humanos que lo componen, sino de indagar sobre los componentes y factores antropolgicos, so-ciales y culturales ms notables y comunes, por decirlo de alguna manera, en orden a comprender mejor su ethos y su identidad cultural2. Tambin hay que tener en cuenta que algunas consideraciones tendrn ms aplicabilidad en unas regiones del pas que en otras, por lo cual las generalizaciones que se hacen, se han de tomar con algunas reservas, aunque nos mantengamos parti-cularmente circunscritos al mbito geocul-tural andino colombiano y haya razones fundadas para proponer algunas generali-zaciones de reconocida validez para hablar de la identidad cultural y de la idiosincrasia del pueblo colombiano3.

    iniciado a propsito de la tesis doctoral en Teologa sobre el catoli-cismo popular en los Andes colombianos. Hacia una hermenutica teolgica global (Salamanca, 1986, pp. 305-343), texto que no ha sido publicado.

    2 Aunque en este estudio utilicemos algunos trminos que tienen un sentido tcnico en el mbito de las ciencias humanas, tendremos en cuenta su uso corriente y su significacin analgica sin detenernos en precisiones o anlisis semnticos ms especializados. As ocurre al hablar de temperamento, carcter, alma, personalidad y ethos, entre otros.

    3 Cuando tratamos de los presupuestos socioantropolgicos o ele-mentos tritnicos que entraron en juego en nuestra composicin racial, como rasgos de nuestra herencia que no hay que olvidar, se hallan constantemente referidos en los distintos estudios consulta-dos en el presente trabajo. Cf. Lpez de Mesa, L. (1970c, pp. 75-106; 1970a, pp. 65-124), Ballesteros, M. (1985, pp. 87-94), Yunis, E. (2003), entre otros estudios. Cf. Constitucin Poltica de Colombia, 1991, artculos 9 y 10.

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    Lo andino-caribe como contexto y categora de identidad cultural, en clave sociolgica

    Los vientos que corrieron por los bellos pases donde el verde es de todos los colores,

    los vientos que cantaron por los pases de Colombia.

    Aurelio Arturo

    Los estudiosos de la condicin humana han asociado el modo de ser de las personas y grupos humanos a su entorno geogrfico, climtico y cultural, como lo expres en su momento Aristteles, por traer un ejemplo de una poca bastante remota, citado, ade-ms, por Toms de Aquino, a propsito de las habilidades de los pobladores de algu-nas regiones para las ciencias, las artes y la guerra.

    Los pueblos que habitan las regiones fras ciertamente son valientes, pero algo deficientes en ciencias y artes; por lo mismo viven ms tiempo disgrega-dos. No viven polticamente, y tampo-co pueden convivir con sus vecinos por su imprudencia. Los que habitan en lu-gares trridos, ciertamente son ms de-sarrollados intelectual y artsticamente segn el espritu, pero no tienen valen-ta; por lo mismo ms fcilmente se les subyuga, y as permanecen. Mas, quie-nes viven en climas templados partici-pan de ambas cualidades; por lo que perseveran ms como hombres libres, viven la ms alta vida poltica, y saben gobernar sobre otros (De Aquino, 2003, L. II, cap. I, pp. 61-62)4.

    4 Este tipo de afirmaciones se ha exagerado en algunos casos para expresar la supremaca de unas razas sobre otras, con toda la carga negativa que ello ha tenido en la historia humana. Por eso es nece-sario relativizar lo que pueda sugerir cualquier clase de determinis-mo, especialmente en un mundo globalizado y con pocas fronteras socioculturales, como sucede en la actualidad (Yunis, 2003, p. 55). El libertador Simn Bolvar, en la Carta de Jamaica (1816), hablaba tambin de cmo climas remotos, situaciones diversas, intereses opuestos, caracteres desemenjantes, dividen a la Amrica.

    A lo largo del presente estudio aparecern referencias parecidas a la impronta que marca el contexto geogrfico y ecolgico so-bre el espritu y modo de ser de las personas y de los grupos humanos. Para nuestro caso, debemos afirmar inicialmente que la cultu-ra colombiana es caribea y andina a la vez, aunque no exclusivamente, y en conjuncin y mestizaje complejo. Por esta condicin, es necesario considerar esas dos vertientes y contextos cuando se trata de analizar la rea-lidad social y cultural del pueblo colombia-no en torno a su identidad e idiosincrasia, para comprender mejor el modo de ser de la gente. Colombia fue desde siempre un pas de identidad caribe abierto al mundo por el cordn umbilical de Panam. La am-putacin forzosa nos conden a ser lo que hoy somos: un pas de mentalidad andina (Garca Mrquez, 2002, p. 538)5.

    Cmo son los colombianos? Una visin global aproximativa

    En el momento hay un nmero significativo de estudios publicados en los que se ha tra-tado de responder este interrogante, como se puede apreciar en la muestra bibliogr-fica y en las constantes referencias a pie de pgina.

    Pretender expresar en pocas pginas cmo son los colombianos, encierra cierto grado de temeridad y un peligro de generaliza-cin indebida, pero el intentarlo nos puede dar tambin la oportunidad de hacer una aproximacin socioantropolgica que luego se tratar de desarrollar y profundizar un poco ms. A este propsito, el profesor Luis Lpez de Mesa (1884-1967), gran conoce-dor e intrprete del ser colombiano, en sus

    5 En distintos pasajes de sus obras, Garca Mrquez hace este tipo de referencias sobre la condicin caribeo-andina de los colombianos.

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    mltiples y complejas vertientes y en su devenir histrico, propone esta apreciacin global:

    Si se me pidiese un resumen de las cua-lidades ms salientes del colombiano, dira que es idealista con marcada in-clinacin al lirismo, universalista con amor al progreso, pacifista con tenden-cia al orden, hospitalario por simpa-ta y vocacin democrtica (Lpez de Mesa, 1970a, p. 71)6.

    Apelando a algunos factores hereditarios provenientes de nuestra peculiar mezcla racial y desde el punto de vista de las pa-siones anmicas, parecen pertinentes las si-guientes consideraciones aproximativas de Abel Naranjo Villegas (1965):

    Las pasiones colombianas tienen los elementos arbigo-espaoles, la so-berbia, la magnificencia, la envidia, la petulancia, la discrecin, originaria del indgena. Sin embargo, esas pasiones no son las mismas porque la aleacin casi qumica y su conjugacin con las peculiares circunstancias de nuestro proceso antropolgico e histrico han derivado en un producto nuevo que debemos meditar y al cual aludan ya hasta los cronistas y viajeros ilustres como Humboldt.

    Esas pasiones, subsuelo de la cultura que ofrecemos, es difcil precisarlas, ya que estn matizadas con los mismos elementos hereditarios, con las mezclas y combinaciones raciales, con las in-fluencias recibidas, con la situacin geo-grfica y con la manera cmo funcionan al accionar inconscientemente en las categoras de una triple tradicin que se ha ido estratificando en el interior de nuestra vida social. Pero hay que contar

    6 Dice, adems, en otra de sus obras: El colombiano es hospitalario y bondadoso, amante de la cultura y del orden, aunque carece an de la reciedumbre de una disciplina personal eficiente (1970b, p. 414). A este autor nos referiremos con frecuencia, dada la vigencia de sus anlisis sobre la realidad social y cultural del pueblo colombiano.

    con ellas porque condicionan, originan y modifican nuestro horizonte vital (pp. 254-255)7.

    Explicitando un poco ms estos conceptos, el mismo autor dice que el pueblo colombia-no posee un sustrato ms bien anmico que espiritual en el que prevalece la emotividad sobre la visin clara de los objetos hacia los cuales aspira; dotado de mucho ms tempe-ramento que de carcter, cuya filosofa edu-cativa ha apuntado ms hacia el alma que al espritu estimulando ms lo pasional que lo racional de la conducta, ya que la educa-cin en la familia y en la escuela es todava anmica y no se ha integrado en una unidad ms amplia, que es la educacin para lo uni-versal (Naranjo, 1965, p. 243), por lo cual impera ms la denominada malicia indge-na, el capricho y la intrepidez, que el ra-zonamiento y la ponderacin en situaciones apremiantes. E insiste el mismo autor en que somos an demasiado anmicos para haber cruzado ya el meridiano del espritu (p. 257)8, y que nuestras pasiones cuentan ms en los mviles de nuestra conducta que nuestras razones (p. 256), a pesar de que esa herencia pasional proveniente de la raza peninsular se ha atenuado un poco por influencia de mltiples factores, por lo que seguimos siendo decididamente subjetivos y pasionales an. Por este motivo gran parte de nuestras obras concretas tienen mucha

    7 Los anlisis y conceptos de este autor son tenidos en cuenta y ci-tados con frecuencia, dada su autoridad en estos temas. Sobre las diferencias de origen racial, dice Londoo (1955): El guajiro cobrizo y el antioqueo con sus firmes lneas vascas; el costeo del Caribe con su arrogancia mulata y el huilense lento y enjuto; el africano vi-goroso de nuestra costa del Pacfico y el santandereano de rasgos sajones; el nariense con sus atributos quillasingas y el hombre del Cauca de distintivos castellanos, son tan diferentes entre s como habitantes de continentes remotos (p. 17). Esta diferenciacin se manifiesta en las expresiones culturales como la msica y el folclor y en los rasgos ms especficos de su modo de ser, como se ver ms adelante.

    8 Estudia el tema desde el punto de vista sociopoltico.

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    alma pero carecen de espritu cuando este se entiende como lo universal y lgico, aun cuando se crea que se hacen en nombre del espritu y con muy poca lucidez sobre sus diferencias (p. 257).

    Lo andino-caribe como categora de identificacin del colombiano

    Aunque las anteriores apreciaciones tienen un alto grado de validez y objetividad, de-bemos, sin embargo, ubicarlas e interpre-tarlas dentro de un contexto geocultural concreto y limitado para poderlas utilizar como categoras de identidad cultural de los individuos y grupos a los que nos refe-rimos en el presente estudio. Para este fin creemos til apelar a la categora andino-caribe como expresin de lo que Colombia es antropolgica y culturalmente hablando, sin olvidar, lgicamente, otras influencias hereditarias y de mestizaje, y dems facto-res gentico-evolutivos, histricos y sociales que han ayudado a configurar el alma de un pueblo y siguen ejerciendo influencia signi-ficativa sobre las actuales generaciones de colombianos.

    Desde este punto de vista, y todava dentro de una visin global de los rasgos peculia-res del modo de ser de los colombianos, po-demos considerar como vlidas las siguien-tes apreciaciones del autor anteriormente citado:

    Lo que es un hecho es que los colom-bianos participamos de dos estilos vi-tales y conviven en nuestra rea dos maneras de encarar los problemas eco-nmicos, polticos y sociales: El estilo que pudiramos llamar andino y el que pudiera denominarse caribe, siendo subordinado este ltimo al primero. El acento que prevalece en nuestras manifestaciones espirituales, poltica,

    literatura, poesa, economa, es el andi-no, mesurado, sin apremios exuberan-tes, dueo de un equilibrio ponderado y enrgico, sin perder por eso el clido aliento de la naturaleza caribe (Naran-jo, 1965, p. 32).

    Esta caracterizacin del modo de ser del co-lombiano vara, sin embargo, de una regin geogrfica a otra y da lugar a una mltiple combinacin de modos de ser de connota-ciones muchas veces antitticas, como lo ex-presa el mismo Naranjo Villegas (1965) en los siguientes trminos:

    En general el hombre del interior, in-trovertido y meditabundo, est ahora en contacto con el de los litorales, ex-travertido (sic) y jocundo produciendo una actitud ms abierta hacia el mun-do. La expresin que domina, conti-na siendo, sin embargo, la que da el acento andino, pero cada vez ms vamos aproximndonos a lo que he-mos llamado en otro captulo el estilo andino-caribe que nos corresponde a los colombianos y que introduce una variedad de especie en el gnero de la cultura tropical.

    En nuestros modos de ser se combinan el disimulo con la prudencia; la char-latanera con el deseo de agradar; la avaricia con la avidez; la desconfianza con la cautela; la crueldad con el valor; la vanidad con la servicialidad; la su-ciedad con la modestia; la impertinen-cia con la franqueza; la delacin con la lealtad, en condiciones tan extraas que se vacila muchas veces si se est delante de un hroe o de un bribn (pp. 255-256)9.

    9 Con esta claroscura caracterizacin relaciona igualmente el autor la especial predisposicin del pueblo colombiano para la poltica y cmo a veces se da colectivamente lo ms noble o lo ms abyecto segn los estmulos y la conduccin que reciban estas pasiones, de lo cual son muestras fehacientes y negativas los comportamientos de los grupos al margen de la ley, como las guerrillas, los paramilita-res y otros de ndole semejante (Cf. Naranjo, 1965, p. 256; Gutirrez, 1966, pp. 11-56).

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    Esta combinacin contrastante de modos y comportamientos debe tener sus races y explicaciones antroposicolgicas y sociohis-tricas lo cual ameritara una investigacin ms amplia y de carcter interdisciplinario de mayor complejidad. Esas races, sin em-bargo, han de ser tenidas en cuenta dentro de una interpretacin del fenmeno cultu-ral y religioso debido a sus implicaciones y condicionamientos, as como por sus conse-cuencias morales y sociales10.

    Dentro de estas mismas coordenadas geoculturales de lo andino-caribe el profe-sor Lpez de Mesa propone, con bases razo-nables, una caracterizacin antropolgico-cultural del pueblo colombiano siguiendo los procesos de poblamiento y mestizaje que histricamente han ocurrido y prosi-guen an en el pas. Dentro de la respuesta a la pregunta que l mismo se plantea de cmo fue este poblarse y ser nacin nueva nuestro pas, avanza en su propuesta expli-cativa diciendo:

    Por dicha distribucin del poblamien-to aparece hoy da el pas dividido en dos porciones tnicas, que, grosso modo, pueden indicarse con una lnea limtrofe de Ipiales, al sur, a Riohacha en el Atlntico, para ver que en la re-gin oriental predomina el mestizo de criollo y aborigen, introverso y sutil, y en la occidental, el mulato de criollo y negro, extraverso, desenfadado, em-prendedor. En compensacin afortu-nada, el primero es ms apto para las tareas culturales y profesionales afines, el segundo para la civilizacin tcni-ca. Sino que este apartamiento, que ha producido en ocasiones mutua incom-prensin y hasta guerras, desaparece poco a poco mediante el progreso vi-tal, la migracin interna y los negocios

    10 Estos aspectos se refieren ms que todo al campo especfico de la moral popular que no abordamos propiamente en este estudio.

    (Lpez de Mesa, 1970c, p. 111; 1970b, pp. 403-409, 412-416).

    Insiste el mismo autor diciendo que en la banda occidental del mapa colombiano pre-domina el mulato aunque no haya desapa-recido totalmente el elemento aborigen y que en el oriente predomina el mestizo fsi-ca y espiritualmente (Lpez de Mesa, 1970a, pp. 85-86). Dentro de estos dos grandes blo-ques en que el mencionado autor divide el pas, seala que,

    En la zona del oriente una tendencia a la cultura en profundidad, aunque todava dificultada por el conflicto de la psicologa aborigen, que donde esta raza prevalece an no puede asimilar en temperamento, sino a ella meramente aproximarse en conducta, la tica tradi-cional hispano-romana, pero que en las mezclas avanzadas, que ya son la gene-ralidad, se orienta hacia la introspeccin y a normas espirituales definidas (L-pez de Mesa, 1970a, p. 86).

    Mientras que en la zona occidental de Co-lombia se perciben ciertos sntomas de una especie de desviacin hacia el predominio exagerado de las actividades econmicas y hacia una cultura de superficie, entendien-do por tal aquella que es al modo de un barniz de informacin en lo intelectual y una conducta de mera imitacin en lo mo-ral, no reaccin espontnea del espritu, no producto de un temperamento social defi-nitivamente estructurado (1970a, p. 86)11.

    11 Hay que insistir en que se trata de tendencias que prevalecen o se exageran en una parte o en otra y que es difcil fijar objetivamente los rasgos predominantes y comunes ya que se trata de una realidad que evoluciona aceleradamente y que depende de diversos facto-res. El carcter de un pueblo arranca de la triple raz de la raza, el medio y la tradicin. La raza fija las condiciones primarias, el medio las modela y la tradicin las define y exalta. La historia nacional no es otra cosa que la concomitancia de estos tres factores en el espa-cio y en el tiempo; es la biografa de un pueblo proyectada hacia el futuro por estas tres fuerzas fundamentales. (Londoo, 1955, p. 9). A continuacin el autor estudia, en el mismo escrito, cada uno de

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    Dado el continuo proceso de cambio so-ciocultural que se advierte de manera dife-rente en cada regin del pas, debido a los complejos procesos de mestizaje, hay que relativizar cualquier sistema de clasificacin que pretenda adentrarse en el campo de la sicologa del hombre colombiano. Sin em-bargo, se deben tener en cuenta las adver-tencias que el profesor Lpez de Mesa hace sobre los peligros que encierra o conlleva el extremar la llamada cultura de superficie, por los resultados que aparecen en el com-portamiento, tanto individual como grupal, acerca de lo cual dice:

    Una cultura en superficie, cuando se extrema, confunde la vanidad con el orgullo, la agitacin con la accin, el bullicio con la alegra, el derroche con la generosidad, la sensualidad con el amor, el tuteo con la amistad, la frase con la idea, el vestido con la distincin, el grito con el valor personal, el ver con el entender, el or con el escuchar, el replicar con el responder, el predi-car con el practicar, el censurar con el criticar, el comer con el alimentarse, el beber con el refrescarse, el divagar con el pensar, el leer con el estudiar, el castigar con el corregir, la exageracin con la ponderacin, la zalamera con la simpata, la abundancia con la holgu-ra, la fantasa con la imaginacin, el ta-lento con la inteligencia, el ingenio con el genio, la virtud con la frmula [] dicho as desordenada y tumultuosa-mente (Lpez de Mesa, 1970a, p. 87)12.

    La diferenciacin de caracteres de las gentes de unas y otras regiones del pas se puede

    estos factores y su influencia en la determinacin del carcter de los colombianos.

    12 No hace falta insistir en que la conducta de los colombianos expre-sa muchas veces la confusin sealada en esta especie de letana pareada, ni sobre sus implicaciones en el campo religioso y moral que exigira un estudio a fondo de psicologa socioreligiosa. Tampo-co entramos a precisar cundo se trata de modos de ser, actitudes, hbitos, costumbres arraigadas, o solamente a modo de tendencias.

    concebir y explicar tambin, segn el autor que venimos comentando,

    como una polaridad de las funciones de un pueblo, mediante la cual el norte se opone al medioda (septentrionales y meridionales) o el oriente al occiden-te, para predominar en una regin el pragmatismo y en otra el idealismo, o la meditacin y el impulso, o la ale-gra y la melancola, etc. Esta relacin de sur a norte es muy frecuente en Eu-ropa. Entre nosotros se ha establecido de cordillera oriental a cordillera cen-tral, y as se explica el poco cario que tienen los pueblos de una por los de la otra banda del ro Magdalena, pues de tal divorcio de naturalezas surgen sen-timientos e interpretaciones de la vida que tienen que chocar (Lpez de Mesa, 1970a, p. 88)13.

    Esta influencia de las condiciones geogrfi-cas y del paisaje ambiental sobre el carcter de los grupos humanos y su modo de ser parece bien expresada, aunque un poco m-ticamente y en lenguaje algo potico, en los siguientes aspectos:

    La montaa separa y el ro une; la pla-nicie encierra una poderosa fuerza dis-persiva y el valle una atraccin agluti-nante; los minerales fijan a los hombres como rboles y el pastoreo los vuelve transhumantes; la abundancia de ri-quezas naturales trae la molicie, y la esterilidad una actividad energtica; la naturaleza indomable y brbara de las regiones selvticas genera un terror que se aplaca solo con la intervencin cons-tante de los poderes divinos y la orga-nizacin de la urbe moderna vuelve a

    13 El autor pone ejemplos concretos de las dificultades que tradicional-mente hay para el trato entre los habitantes de una regin a otra, y que Julio Londoo (1955) comenta en el mismo sentido al decir que, Quiz en ninguna parte como en Colombia existe una animadver-sin ms definida entre pequeas regiones vecinas (p. 12). Ejem-plos en la pgina 13 de la misma obra. Esta animadversin se ha radicalizado de manera pattica en las llamadas barras bravas del ftbol colombiano, y lo ha sido ms an entre carteles regionales de la droga, en las ltimas dcadas.

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    los hombres alejados de Dios; el mar abre la mente a la convivencia y a la innovacin, a la alegra despreocupada y tolerante; la cordillera, en cambio, es un reducto para toda innovacin, limi-ta la sociabilidad, y vuelve al hombre reconcentrado, libertario y fantico; el clima fro adormece las pasiones y el clido las exaspera como el alcohol; el aumento en latitud y en altura esti-mula la actividad y el pensamiento; su disminucin acarrea la desidia y la su-perficialidad [] y as indefinidamente (Londoo, 1955, pp. 11-12).

    Sin embargo, hay otros factores que se de-ben tener en cuenta, como son los procesos de movilidad e integracin social o simple-mente el llamado contagio social que lleva al cambio de costumbres, formas de expre-sarse y de actuar14. Los distintos medios de comunicacin social van tambin configu-rando el inconsciente colectivo, modelan-do nuevas conductas, influyendo sobre los valores, cambiando prioridades, criterios y vigencias que a la vez determinan o confi-guran formas de ser y de pensar de los gru-pos humanos.

    Dentro de estas categoras geoculturales de lo andino-caribe, con toda la complejidad que implica, sus diferenciaciones, lmites, matices y contrastes, tambin se puede in-terpretar la no menos compleja realidad de la religiosidad popular colombiana, para valorar mejor lo autctono en la experiencia religiosa popular y en su proceso de evan-gelizacin, segn lo ha expresado la Confe-rencia Episcopal de Colombia, desde hace

    14 Por ejemplo, los mltiples desplazamientos de familias producidos por la violencia poltica y la presencia guerrillera en las distintas re-giones del pas (Guzmn, Fals Borda y Umaa, 1980, pp. 150-156, 294-300). Este proceso ha afectado y sigue afectando especialmen-te a los campesinos pobres, mxime por la accin del paramilitaris-mo y el narcotrfico de las recientes dcadas.

    varias dcadas (CEC, 1969, n. 245-246; Daz, 1996).

    Claves para una tipologa interpretativa del alma colombiana. Una narrativa sociohermenutica

    Para tratar de comprender cul es el carcter del pueblo colombiano se podra hacer un estudio de psicologa social o buscar en la li-teratura patria los rasgos de sus gentes y de los personajes simblicos y representativos, o tambin buscar en la historia las constan-tes de su actuar, las formas de expresar sus sentimientos, sus creencias, sus vivencias, sus valores, y otros factores culturales. Aqu nos limitamos a considerar de forma narra-tiva algunas caractersticas del modo de ser de los colombianos segn las distintas regiones y grupos humanos que componen el panorama colombiano. Al fijar nuestra atencin en algunos aspectos diferenciales temperamentales de los grupos humanos en las distintas regiones del pas podremos tener una clave ms o menos vlida para interpretar en su conjunto lo que se puede llamar el alma colombiana. Ubicndonos en este mbito geocultural tendremos cier-tamente una mayor objetividad, aunque en nuestro caso se trata de una exposicin su-maria y narrativa, siguiendo a quienes han estudiado con mayor detenimiento y am-plitud esta compleja realidad del carcter y modo de ser del hombre colombiano15.

    15 Bsicamente seguimos los anlisis y observaciones del profesor Luis Lpez de Mesa, entresacando aquello que nos ha parecido ms til y cercano a nuestro propsito (Cf. 1970a, pp. 67-124); tambin, Insti-tuto Geogrfico Agustn Codazzi (1982); Marulanda, Octavio (1984); Ocampo Lpez, Javier (1985); Naranjo Villegas (1965); Gutirrez, Jos (1966); Anczar, Manuel (1970); Londoo, Julio (1955, pp. 7 y ss., 95 y ss.); Valencia Tovar (1977); Yunis Turbay (2003); Puyana Garca (2002).

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    Geografa de los grupos humanos en el contexto andino colombiano, y su modo de ser

    En una especie de recorrido narrativo y analtico por la regin andina colom-biana consideramos, en primer lugar, el grupo hispano chibcha, habitante de la planicie andina correspondiente a los ac-tuales departamentos de Cundinamarca y Boyac. En general es una poblacin bastante uniforme en su conducta y tem-peramento, dada su mezcla de sangre ibrica y aborigen, que por su evolucin sociocultural constituye en su conjunto algo as como el centro medular de la cultura patria (Lpez de Mesa, 1970a, p. 78).

    En una aproximacin general a sus ras-gos anmicos peculiares, podemos fijar-nos en los siguientes aspectos referidos a la poblacin de ascendencia chibcha:

    Lo ms notorio de estas gentes es su exquisita sociabilidad, afabilidad y cortesana, que siempre encuentran la frase oportuna y gentil para el que los visita, la hospitalidad para el extranje-ro, la caridad para el indigente, la ge-nerosidad para el amigo: virtudes que a veces se deforman hacia la hipocresa o el chisme social [] Son espirituales, talentosos y plsticos. Se han mostra-do slidamente inteligentes en sus grandes representativos, con ser tan defectuosos los recursos culturales del medio ambiente, y entre sus hombres superiores figuran muchos mestizos de sangre indgena []

    El conjunto, sin embargo, no ha discipli-nado o no ha equilibrado an sus facul-tades: de ah su curiosidad mental de informacin ms que de organizacin de conocimientos [] Por la plasticidad son adaptables; por la plasticidad y el

    talento son sutiles, cambian de opinin y estn sujetos a entusiasmos fugaces (Lpez de Mesa, 1970a, pp. 72-73).

    El profesor Lpez de Mesa enumera algu-nos rasgos ms, tanto en sus aspectos posi-tivos como en sus exageraciones y aspectos negativos. Por eso habla del disimulo y el mimetismo, la tendencia a la irona, cierta falta de generosidad para calificar los m-ritos extraos y la funcin que desempea el chiste en las relaciones sociales; tambin sobre cierto fondo taciturno y melanclico cuando prevalece lo indgena sobre lo an-daluz, que se manifiesta en el vestir oscu-ro, en el hablar con suave entonacin y rit-mo lento, casi siempre en circunloquio, en asordinar la risa y el llanto, en reprimir la expresin de las emociones, en cultivar sus pasiones calladamente; son poco imagina-tivos en arte y ms especulativos que crea-dores en ciencias, tienden a las profesiones conservadoras.

    Pero como todos los colombianos bus-can organizar sus opiniones en buen orden y bajo la clave de la autoridad legtima.

    Excelentes camaradas, buenos miem-bros de familia, ciudadanos bien en-cauzados en su democracia, cultos en su expresin y deseosos de mejorar siempre, rinden un balance favorable a la desinteresada interpretacin de su personalidad (Lpez de Mesa, 1970a, pp. 73-75)16.

    16 No parece necesario, sin embargo, enumerar aqu ciertos defectos y limitaciones tanto temperamentales como morales y culturales que alcanzan alguna gravedad en ambientes marginados y deprimidos, pero que forman igualmente parte de los comportamientos humanos, tanto en sta como en las dems regiones del pas. El mismo Lpez de Mesa dice que un hispano-chibcha tiene la psique como un bul-bo de cebolla, que mientras ms cortezas se le quitan ms le apare-cen en la intimidad y profundidad, casi indefinidamente (Lpez de Mesa, p. 88).

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    Otro autor hace un pequeo balance diciendo:

    Los campesinos cundinamarqueses son reservados, desconfiados como sus hermanos boyacenses, que pertenecen a la misma rea cultural, y como ellos suelen ser crueles y tercos en sus de-terminaciones (Guzmn, Fals Borda y Umaa, 1980, p. 123; Fals Borda, 1961; Crdovez, 1942; Jimnez, 1967)17.

    Para nuestro caso, basten estos datos sin entrar a determinar matices, causas y cir-cunstancias que lgicamente le dan cierta relatividad a las afirmaciones sobre el modo de ser de las personas y de los grupos hu-manos en cuestin.

    Prxima a la regin anterior estn los otros pueblos de Boyac y Cundinamar-ca que rodean en las vertientes oriental y occidental al grupo hispano-chibcha y que son descendientes de los grupos Muzos, Calimas y Panches, con bastante influen-cia caribe, que nos demuestran cmo la variacin de sangre aborigen determina a su vez una sorprendente modificacin de carcter. En efecto, estas

    tribus guerreras que habitaron los pa-ses que dan frente al Magdalena desde Santander hasta el Tolima, Caribes del levante hasta las planicies remotas del Orinoco, nos dejaron mestizos de re-cia personalidad, selvtica sin duda y desorientada an, mas ciertamente pre-ada de porvenir. Esto nos explica en mucha parte la psicologa del campesi-no que hoy habita esas regiones, su ten-dencia a la combatividad, sobre todo, su nimo litigante, individualismo e indisciplina que tantas perturbaciones

    17 Hay que tener en cuenta que dentro de este grupo y regin la ciudad de Bogot, ms que formar parte del mismo, es, debido a su hete-rogeneidad poblacional, como ejemplo y resumen de lo que es Co-lombia en sus mltiples aspectos, y que hoy es muy incierto hablar de los rasgos tpicos del bogotano raizal (cachaco) como se hablaba hasta hace unas dcadas.

    produce entre terratenientes y colonos, y a tanta delincuencia da ocasin (L-pez de Mesa, 1970a, pp. 78-79).

    A estos aspectos de ndole gentica hay que agregar la tradicionalmente catica explota-cin de las minas de esmeraldas (en regio-nes de Boyac) con todas sus secuelas, as como el secular marginamiento de estas regiones por falta de vas de comunicacin, medios de desarrollo cultural y otros logros de la civilizacin y el progreso.

    A otro grupo pertenecen los habitantes de los dos Santanderes, descendientes princi-palmente de espaoles, con poco mesti-zaje y casi ninguna influencia africana, a no ser en las mrgenes del ro Magdale-na. Estuvieron rodeados por los muzos, guajiros y achaguas, tiene sangre remota de los chibchas, arhuacos y caribes y a su poblacin pertenecen los motilones, chitareros, guanes, agataes y yarigues, todos de nimo batallador, nada sumi-sos ni pusilnimes. A pesar del poco mestizaje, es posible, pues, pensar que el elemento aborigen que entra en la composicin tnica del santandereano, por discreto que sea, traiga un vigor ge-ntico determinante que se impone en la psicologa de ese pueblo (Lpez de Mesa, 1970a, pp. 80-85)18, ya que de otra manera conservara puro el tempera-mento criollo iberoamericano. Pero en la configuracin de su temperamento han influido tambin la geografa y las con-diciones de vida en que se ha desarro-llado, como lo afirma el citado profesor Lpez de Mesa (1970a):

    18 Sobre estos temas se pueden consultar, entre otros, a Gutirrez (1940), Arias, (1947), Serrano (2001), Sierra (s. f.) y Arenas, (2006). Tambin los distintos estudios sobre el movimiento revolucionario de los Comuneros suelen hablar sobre algunos rasgos anmicos y tem-peramentales de los santandereanos.

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    Habita una regin arriscada de pocas planicies, que va de uno a otro extremo subiendo y bajando serranas abruptas, espacindose un segundo en la hoya profunda de sus ros o de vez en cuan-do en las faldas de la cordillera, para formar un recodo donde asentar un pueblecito. Hasta estos ltimos tiem-pos [] ha vivido cuatro centurias aprisionado en sus riscos y aislado de la intensa relacin que la economa y la cultura de un pas requieren para pro-gresar amplia y firmemente (p. 80).

    Dice el mismo autor que este grupo racial es de aventajada estatura, de buen color, de acento agradable, que no tiene la dbil inflexin fontica del bogotano, ni el acen-to explosivo del costeo, es de ritmo fon-tico garboso y preciso que parece arrogan-te cuando slo es franco y pleno, con una recndita musicalidad de canto (Lpez de Mesa, 1970a)19;

    es un pueblo introvertido, tmido y ro-mntico, habituado a valerse por s solo y a practicar cierta forma de autarqua, ha llevado una existencia atormentada y combativa desde antes de llegar los espaoles, pasando por la revolucin de los comuneros hasta las guerras ci-viles y los tiempos de la violencia po-ltica y guerrillera; por temperamento es altivo, independiente, individualista y laborioso, de voluntad recia, aunque

    19 lvaro Valencia Tovar describe a los santandereanos como hombres delgados, hechos nervio y garra, rostros angulosos de donde esca-pa una mirada penetrante, arisca, orgullosa sin soberbia, vagamente retadora sin insolencia intil. Raza forjada al sol y a la intemperie. Endurecida por el trabajo agrcola, en altiva pobreza que nace, vive y muere sobre los pegujales donde las plantas semejan imposible milagro. Es un tipo entre broncneo y acerado, que solamente se lo-gra tras de golpear larga y repetidamente sobre el yunque de las generaciones. El ambiente y el hombre en la rebelin comunera, (Revista del Colegio Mayor de Nuestra Seora del Rosario, Bogot, 514 [1981], p. 58): El santandereano adusto, pensativo, individua-lista como si las barreras geogrficas que se yerguen en torno a su existencia se interpusiesen puramente entre los hombres, Dos contrastes colombianos (Lpez de Mesa). El autor compara el modo de ser de los santandereanos y los del Valle del Cauca por relacin a su diverso contexto geogrfico.

    sin un carcter bien disciplinado ni en-cauzado, con una irritabilidad perma-nente y cierta falta de control inteligen-te de sus pasiones (pp. 81-85).

    Siendo gente altiva y dispuesta a defender sus derechos, es, sin embargo, tambin un pueblo acogedor y hospitalario, hogareo y generoso.

    Al otro lado del ro Magdalena y en con-diciones geogrficas muy similares en-contramos la regin antioquea20, junto con los actuales departamentos de Cal-das, Quindo y Risaralda. Es un grupo racial profundamente modificado por el medio fsico y las condiciones econmicas en que ha vivido. Se distingue con abso-luta nitidez de los dems grupos del pas. Es un pueblo orgulloso de su raza, de sus montaas y de su lucha por hacer habi-table y productiva una naturaleza arisca; los antioqueos (paisas, popularmente) son generalmente emprendedores, mi-gradores y comerciantes; de familias tradicionalmente numerosas y patriar-cales, son activos, ambiciosos y fuertes y relativamente homogneos en su carcter y costumbres; el antioqueo por lo gene-ral habla en voz alta y acciona abundan-temente, su acento es desapacible y algo ingrato al odo por carecer de ritmo varia-do, articular mal algunos fonemas y acen-tuar descuidadamente la frase (Lpez de Mesa, 1970a, pp. 94-105). Acerca de este pueblo dice Germn Guzmn: Pueblo

    20 Hay que recordar que desde la Colonia ha existido una especie de mito fluvial que considera al ro Magdalena como la espina dorsal de la nacionalidad y eje divisorio de los grupos humanos, concepcin que actualmente no parece corresponder a una realidad antropo-geogrfica, al decir del socilogo e investigador Orlando Fals Borda, en Historia doble de la Costa, 4 vols., a lo cual se hace referencia en La reorganizacin territorial: volviendo a las provincias y al federa-lismo (Magazn Dominical, El Espectador, 131, 29 de septiembre de 1985, pp. 8-9).

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    blanco-mulato eminentemente indus-trioso, frugal y piadoso, el antioqueo se ha distinguido entre los grupos colom-bianos por su dinamismo, sus altas tasas de fertilidad y sus emigraciones (Guz-mn, Fals Borda y Umaa, 1980, p. 137).

    Tambin el profesor Lpez de Mesa (1970a) nos describe crticamente algunos rasgos del modo de ser de sus paisanos antioqueos:

    Tmido y orgulloso a la vez es el antio-queo, mezcla que le perjudica gran-demente, porque le priva de la flexibi-lidad del bogotano y de la agradable franqueza del costeo. Aventurero tambin, gusta de conocer el mundo, y es observador de mucha inquietud mental, aunque de informacin y en superficie todava. No posee humor, siquiera se le reconoce fama de chisto-so, pues su gracejo es por exageracin, al revs del bogotano que busca siem-pre el retrucano y el juego de las alu-siones sutiles. Abusa del diminutivo para calificar las personas y las cosas, y sin embargo le embaraza expresar pblicamente la ternura de sus ntimos afectos.

    Conserva buena tradicin de honra-dez, pero es ambicioso y un poco tahr en los negocios. Progresista y civilista, ama la paz y la civilizacin material, presentando en esto un contraste ins-lito con el santandereano, porque sien-do los dos tan semejantes en historia y medio ambiente, el uno, segn lo anot antes, es individualista, y el otro muy inclinado a un socialismo de estado, a un subordinarse a la autoridad, a la co-munidad municipal, a su departamen-to, hasta el punto de que tiene sociali-zados casi todos los servicios pblicos de alguna entidad (p. 100)21.

    21 Cf. Restrepo, 1972, p. 189-227; Fajardo, 1966, pp. 25-48; Arango Meja, 1942; y Parsons, 1960.

    El antioqueo ha sido un pueblo tradicio-nalmente pacifista y de fcil gobernacin, aunque en las ltimas dcadas los proble-mas socioeconmicos e ideolgicos lo han hecho frecuentemente convulso y violento, especialmente en sus generaciones ms j-venes y en las barriadas ms populares de su capital. Como ha sido apegado a lo suyo, lo ha sido a su hogar, a su religin y a sus costumbres ancestrales y a los valores de su raza en un esfuerzo constante contra el aislamiento que le impona una naturaleza montaosa y adversa:

    Este es el milagro de aquellas gentes, dice Lpez de Mesa, que as tan po-bres y solitarias guardaron la lumbre de indeficiente aspiracin a la remota cultura madre de que su ideal se nu-tri casi por instinto. Siempre he pre-ciado mucho esta vocacin admirable del pueblo antioqueo a ennoblecer su estirpe con dones de espiritualidad a travs de un sino adverso (Lpez de Mesa, 1970a, p. 103).

    Este aprecio, apego, exaltacin y peculiar valoracin de lo suyo, ha llevado, sin em-bargo, en gran medida, a que los paisas, como se denomina a los antioqueos, a cul-tivar actitudes y comportamientos de ex-clusin hacia las gentes de otras regiones e, inclusive, a un regionalismo exagerado y en oportunidades violento.

    El grupo caucano que comprende actual-mente los departamentos del Valle y del Cauca y que, en Popayn principalmente, fue el centro cultural, social, religioso y poltico de gran prestancia desde los pri-meros aos de la Conquista hasta tiem-pos recientes, ha dado al pas grandes personalidades en los distintos campos de la actividad a lo largo de la historia colombiana. Inclusive la ciudad de Popa-yn lleg a ser debido a su importancia

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    una especie de segunda capital, o se-gunda sede del espritu patrio (Lpez de Mesa, 1970b, p. 413).

    As, como es variada su geografa y paisaje, tambin lo es su poblacin que comprende ncleos de raza africana, sectores de pre-dominio de los trigueos y conglomerados mestizos en procesos diferentes de desarro-llo e integracin. A este propsito, dice el profesor Lpez de Mesa (1970b) que:

    En la Colonia y durante los primeros ochenta aos de nuestra vida republi-cana predomin en el antiguo Cauca una aristocrtica minora, noble de sangre y de conducta, de la cual son ejemplares sobresalientes los persona-jes antes mencionados como glorias del pas; ocurri luego una pausa racial, un silencio del espritu, tal vez mientras se efecta la blenda y se armonizan los elementos de un carcter uniforme, y ahora se ve surgir poco a poco el nuevo producto con muy diversa psicologa (pp. 107-108)22.

    Esta diversidad psicolgica de los poblado-res de esta regin colombiana se observa es-pecialmente en el conjunto que ofrecen las dos ciudades capitales, Cali y Popayn, que constituyen los dos grandes ncleos urba-nos y que con ser tan cercanas manifiestan una diversidad sorprendente y un distan-ciamiento un poco desconfiado, que provie-ne quiz de la contrariedad de las razas y de sus procesos de evolucin, como lo da a entender el autor que venimos citando:

    Esta sorda contrariedad que las razas dominantes presentan en aquel crisol del Cauca es muy notoria en la psico-loga diferente que desarrollan las dos

    22 El autor haba mencionado antes a Francisco Jos de Caldas, Camilo Torres, Jos Joaqun Mosquera y sus dos hermanos (el General y el Arzobispo), los Arboledas, Figueroas, Mallarinos, Holgun, Lpez, Valencia, Jorge Isaacs, etc.

    ciudades capitales Popayn y Cali. Recinto aqulla de una cultura evoca-dora, un poco apergaminada, clsica y latinista, potica y almenada espiri-tualmente, con un acento ms castella-no en la conducta y la fontica; criolla, econmica y febril la segunda, de ma-yor vitalidad e inquietud emotiva y un acento sin ll, (elle) con suave dejo tropical muy tenue y perceptiblemente altivo (Lpe de Mesa, 1970a, p. 109)23.

    Un poco ms al Sur, limitando con Ecua-dor y bajo su constante influjo, est el pueblo de Nario, distante y aislado casi siempre del resto de la nacin colom-biana, sin medios de cultivo intelectual ni campos de accin adecuados ni sufi-cientes para su desarrollo, integracin y progreso. En su composicin racial pre-domina notoriamente la sangre indge-na de los Quillacingas, aunque es difcil sealar lindes precisas entre el indgena puro y el descendiente de encomende-ros espaoles. Es un pueblo de ndole marcadamente patriarcal, con abundan-cia de indigenismos y graciosas pertur-baciones que aquejan su lenguaje, como el abuso del gerundio y el empleo del in-finitivo verbal con desinencia diminuti-va (por ejemplo, dicen andarcito, etc.). Es un pueblo de muy buena ndoles, muy laborioso y hospitalario, aunque de mucha pobreza, puesto que ha vivi-do encerrado y aislado en su territorio y ha tenido que bastarse a s mismo; es humilde y sosegado, aunque ha tenido

    23 As como Chaves y Puerta (1985). Hay que tener en cuenta tam-bin el influjo de los colonizadores antioqueos que llegaron hasta la regin del Valle del Cauca y que despus de cierto tiempo de rivalidades han logrado un entendimiento y compenetracin benefi-ciosa. lvaro Valencia Tovar dice que el habitante del Valle del Cauca es alegre, risueo, extrovertido, fiestero, quiz algo trivial en ciertos rasgos adjetivos de su personalidad, exuberante como la naturaleza que lo rodea. Dos contrastes colombianos.

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    activa participacin en las guerras civi-les y algunos lderes belicosos.

    El profesor Lpez de Mesa (1974a) resume los rasgos ms notorios y comunes de los narienses en los siguientes trminos:

    Considerando en su conjunto, el pue-blo nariense es amable, sobrio, delica-do de maneras, suave de trato, valeroso en la guerra, laborioso en la paz, res-petuoso de la tradicin y del derecho, conservador y un poco fantico, cual es frecuente en aquellos grupos de nues-tra poblacin en quienes predomina la sangre aborigen, al revs de los en que (sic) supera el elemento de color [] En la lucha por la independencia, mostrose asiduo defensor del gobier-no peninsular, o ms bien de su clero y caudillos regionales, y fue heroico en varias ocasiones []

    Dado a las ceremonias religiosas, como pueblo que no tiene otro ideal que la fe ni otra expansin del nimo que la liturgia y las escenas populares del culto, asiste frecuentemente a proce-siones, peregrinaciones y fiestas de esa ndole; y hasta posee, a la manera del indgena boyacense, imgenes religio-sas de renombre nacional (p. 115)24.

    Finalmente, hemos de considerar al anti-guo departamento del Tolima, que com-prende el Huila y una parte del Caquet, cuya poblacin es de origen hispano-ca-ribe, como la de Santander, y tiene como antepasados a los Tamas, Paeces, Anda-ques, Pijaos, Pantgoras, etc., algunos de ellos de carcter altamente belicoso, lo cual, al decir del profesor Lpez de Mesa (1970a),

    24 En esta regin desarroll su polmico y conflictivo ministerio episco-pal el obispo Ezequiel Moreno (1848-1905), canonizado por el Papa Juan Pablo II (1992), y all mismo se halla el santuario mariano de Las Lajas, un importante centro religioso de peregrinacin.

    explica en mucha parte el temperamen-to de este grupo, que si es patriarcal, hospitalario, honesto, sencillo, como cumple a un pueblo pastor de tradicin cultural ibrica, es, sin embargo, altivo y guerrero indomable en horas de con-flicto, franco y leal siempre, amn de liberal en poltica y muy amigo de la igualdad y la justicia, como era de es-perarse en descendientes de tan altiva estirpe guerrera aborigen. De ah que sus grandes hombres se hayan desta-cado en nuestra historia por su alteza moral y su apego a la democracia (pp. 117-120).

    Desde otro punto de vista se dice tambin que En trminos generales, el tolimense se distingue por su temperamento alegre y cor-dial, expansivo y musical; es poco exigente y muy generoso (Guzmn, Fals Borda y Umaa, 1980,, p. 118)25, y de los huilenses se dice que son gentes sencillas, cordiales y algo ingenuas. Cualidades que se pueden resumir en los siguientes conceptos un tan-to elogiosos pero a la vez expresivos de una realidad humana concreta:

    Pueblo suave que en dejo quejoso de su acento arrulla la dignidad del hombre libre, el magisterio de la propia con-ciencia y el amor inefable a la patria: bajo su aparente debilidad encubre uno de los grandes caracteres de la Re-pblica y de ella es y ser vrtebra de perdurable articulacin nacional (L-pez de Mesa, 1970a, p. 120).

    Sobre los grupos humanos que habitan los Llanos Orientales, la Amazona y la Orino-qua, no se conocen estudios consolidados sobre su composicin tnica y cultural, bas-tante compleja y heterognea, pero se pue-de decir que, en las ltimas cinco dcadas, por diversos factores econmicos, sociales y

    25 Las dos capitales, Ibagu y Neiva, son centros musicales y folclri-cos de gran tradicin y renombre nacional e internacional.

  • El alma colombiana. Idiosincrasia e identidades culturales en Colombia

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    polticos, han confluido en esas regiones fa-milias y grupos de distintas partes del pas y del vecino pas de Venezuela, que han ido configurando lo que se ha denominado ge-nricamente como la cultura del pueblo llanero, durante mucho tiempo margina-do de la nacionalidad y en las dcadas re-cientes convertidos en escenarios de una compleja conflictividad, lo que hace difcil expresar con algn acierto y objetividad sobre sus rasgos de carcter e idiosincrasia, manifestados especialmente en el campo musical y folclrico (Mantilla, 2002; Yunis, 2003, p. 54).

    Puesto que el presente estudio se dedica principalmente a la regin andina colom-biana, no se explicitan o amplan ms los aspectos de caracterizacin de los grupos caribes, pobladores de las costas del Atln-tico que, de manera general, son ms dados al arte y a la literatura, con un sentido muy arraigado de la fiesta, abiertos al mundo externo y receptores de las migraciones de otros pueblos y culturas a lo largo de toda la historia colombiana.

    Estos son, a grandes rasgos y en trminos narrativos, y sin pretender agotar los temas ni los enfoques, los principales grupos po-blacionales y ncleos geoantropolgicos y culturales que constituyen propiamente la regin andina colombiana en su diversidad, y sobre los cuales versa principalmente el presente estudio.

    A modo de conclusin: una idiosincrasia compleja y en devenir

    El anterior recorrido geogrfico y socioan-tropolgico por las regiones de Colombia, en trminos narrativos, nos ha aproximado al modo de ser del hombre colombiano, es-

    pecialmente en el mbito de la regin andi-na. Un mayor conocimiento de sus orgenes y evolucin de sus condiciones fsicas y am-bientales, de sus procesos de integracin y desarrollo, de sus experiencias histricas y de sus costumbres, nos ayudaran a com-prender mejor, su evolucin social, el mes-tizaje racial y su compleja realidad cultural, as como las diversas manifestaciones socio-culturales en las que se expresan y a la vez se cultivan aspectos fundamentales de la identidad cultural. Habr que tener siempre en cuenta que al hablar de Colombia nos en-frentamos a un fenmeno humano diverso por su diferente composicin racial y por el medio fsico en que se ha desarrollado, por la diversidad de costumbres y tradicio-nes que ha cultivado, aunque en proceso de integracin progresiva y de relativa estabi-lidad social y poltica, como lo expresa el profesor Lpez de Mesa:

    Colombia ha logrado hoy da un cier-to equilibrio, precario an, de carcter, una relativa estabilidad institucional, una mejor comprensin de sus regio-nalismos, un hlito de cultura autc-tona que emanan del avance de su adaptacin al medio geogrfico y de la lenta nivelacin de su gente (citado en Mantilla, 2002, p. 123)26.

    Esta incipiente nivelacin y equilibrio ra-cial y social a la que ha llegado Colombia fue igualmente reconocida, en su momento, por los miembros de la llamada Misin de Economa y Humanismo, en el estudio realizado sobre las condiciones del desarro-llo del pas bajo la direccin del Padre Louis Joseph Lebret, O.P. (1897 - 1966). En una de sus conclusiones, dice el citado estudio:

    26 Aunque el mismo autor se pregunta si iremos hacia una elevada es-piritualidad o slo a una civilizacin de superficie.

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    P. Pedro Jos Daz Camacho, O.P.

    Colombia puede estar orgullosa de haber podido escapar a las manifes-taciones agudas del problema racial y su experiencia en cuanto al respeto a todas las razas puede ser citado como ejemplo. A pesar de ello, enormes di-ferencias de orden fisiolgico, psquico y sociolgico subsisten y subsistirn todava por mucho tiempo, y se de-ben tener en cuenta para el desarrollo y la paz social. Temperamentos, nive-les biolgicos, facultad de adaptacin, voluntad de trabajo, sentido de coope-racin, nivel tcnico, son muy distintos de una zona a otra y de un ambiente a otro (Misin Economa y humanismo, 1958, T. I, p. 370)27.

    Dentro de esta unidad plural y multidiver-sa que es el hombre colombiano, tenemos que movernos al hablar de su carcter, de su modo de ser, de su temperamento, de su alma y de su idiosincrasia. Expresiones que hemos tomado para el caso en un sentido ms o menos equivalente y que nos dan las bases antropolgicas para comprender su identidad cultural. Dentro de esta diversi-dad de rasgos y temperamentos que se ha venido mencionando en el recorrido por las distintas regiones y grupos andinos colom-bianos, se pueden tratar de explicitar algu-nas caractersticas ms o menos comunes y determinantes que ayudan a identificar la idiosincrasia colombiana.

    En efecto, es fcil descubrir un conjunto de maneras de ser, sentir, actuar y pensar, que van desde los sentimientos de melancola, agobio y frustracin, hasta el tropicalismo fiestero desbordante que encuentra moti-vos constantes de regocijo y celebracin28;

    27 Sobre la persistencia del regionalismo y las rivalidades (Londoo, 1953, pp. 12-13).

    28 El profesor Luis Lpez de Mesa (1970a, pp. 59, 62) dedica una obra suya a estudiar las frustraciones del destino histrico en el suelo co-lombiano, y el poeta Jos Joaqun Casas escribi un largo poema sobre el sentido fiestero popular colombiano (Antologa potica, Re-

    desde la obediencia dependiente, servil y acomplejada ante el autoritarismo pater-nalista, hasta el desorden, la indisciplina y la subversin; desde el altruismo humani-tario, la generosidad y la compasin, hasta la tacaera, el resentimiento, la venganza y la crueldad; desde la proverbial simpata, suavidad y amabilidad hospitalaria, hasta la desconfianza huraa, el disimulo y la en-vidia; desde la curiosidad, la versatilidad y la ocurrencia espontnea y creativa, hasta el fatalismo y el abandono pesimista; desde la paciente resignacin y honda capacidad de sufrimiento, hasta la rebelda e insolencia descontrolada; desde la desbordante gene-rosidad solidaria ante las catstrofes y des-gracias ajenas, hasta el ms cerrado y egos-ta individualismo; desde un romanticismo tierno, delicado y sensual, hasta el machis-mo violento, maltratador y esclavizante de la mujer; desde la timidez, la introversin y el aislamiento, hasta la imitacin, el des-parpajo, la ostentacin y el despilfarro; des-de la pereza y la ligera fatigabilidad ante el trabajo exigente, hasta la reciedumbre y te-nacidad sacrificada que busca alcanzar una precaria subsistencia o amasar una cuantio-sa fortuna; desde la paciente laboriosidad del campesino, del obrero y de las masas de seudoempleados, hasta la bsqueda de la riqueza fcil del banquero autoprestamista, del narcotraficante, del jugador de lotera y de las muchas formas de especulacin, contrabando y economas subterrneas; desde la simpata jovial y espontnea, has-ta la irona cruel, la burla despiadada y el

    cuerdos de fiesta, pp.19-69), que termina: Qu presto que se eva-pora / Todo lo alegre en la vida!; ambos sentimientos se expresan de modo semejante en los vernculos versos de El Indio Rmulo A propsito de estos temas se ha de tener en cuenta lo relacionado con la significacin religiosa de la fiesta, su valor cultural y su rela-cin con otros aspectos de la vida del pueblo.

  • El alma colombiana. Idiosincrasia e identidades culturales en Colombia

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    mamagallismo habitual29; en fin, desde la cortesa refinada, hasta la chabacanera y la vulgaridad en las palabras y en los gestos. Estos son algunos signos de las dicotomas abstrusas de la psicologa colombiana y de la desarmona temperamental de las gentes de este pas andino caribe.

    Esta compleja caracterizacin de la idiosin-crasia colombiana se hace ms notoria en un sentido o en otro, segn prevalezca lo mestizo o lo mulato, junto a otros factores determinantes de la personalidad y estimu-lantes del comportamiento humano (Lpez de Mesa, 1970a, p. 14; Jimnez, 1967, p. 77; Fals Borda, 1961, pp. 276-277; Londoo, 1955, pp. 157 ss; Otero, 1958, p. 25). Aqu suponemos, pero no explicitamos, cunto hace la educacin y los procesos culturales en la reforma y encauzamiento de la con-ducta de los individuos y de los grupos, ni de los cambios sociales que este proceso y las dinmicas globalizadoras va generando. Tampoco empleamos categoras valorativas para dar juicios sobre lo que parezca cen-surable o digno de encomio; se ha querido mantener el mtodo narrativo-descriptivo que hemos adoptado y seguido en el pre-sente estudio, sin que esto quiera esconder una actitud ingenua o descomprometida. Tampoco podemos entrar a considerar as-pectos de orden gentico relacionados con los comportamientos humanos y su mora-lidad (Flrez, 1959, pp. 45-70; Yunis, 2003).

    A estas bases antropolgicas tendremos que remitirnos con realismo y respeto los investigadores de la realidad social para comprender los comportamientos ticos, polticos y religiosos del pueblo, sus moti-

    29 Mamagallismo, y sus afines, es un vulgarismo popularizado por el escritor Gabriel Garca Mrquez, equivale a tomar del pelo, bro-mear, enfatizando lo burlesco, irnico y humorstico.

    vaciones, intereses y sus posibilidades de cambio y mejoramiento. Las polticas edu-cativas tendran ms acierto si consultaran en profundidad las complejas races y veri-cuetos del alma y de la identidad e idiosin-crasia colombiana. Desde estos presupues-tos psicolgicos y culturales podra tambin la Iglesia lograr, con mayor realismo, una interpretacin teolgica de la religiosidad popular colombiana y descubrir caminos quiz ms autctonos, creativos y eficaces en el proceso y metodologas de la evan-gelizacin liberadora, como lo ha sugerido el episcopado de Colombia, especialmente despus del Concilio Ecumnico Vaticano II y de las ltimas Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano (CEC, 1981, nms. 245-246)30. Conocindonos mejor en lo que somos como pueblo y cultura, los colombianos podremos encontrar caminos ms certeros y seguros para el desarrollo integral y equitativo, en convivencia pac-fica, con sentido democrtico e incluyente, proyeccin histrica, integracin regional y sostenibilidad integral.

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    30 A modo de ejemplo; igualmente en los documentos de las Confe-rencias de Medelln (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007).

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