“IDEAS”

Una idea rondaba en la cabeza del chico, sólo que no sabía cómo llevarla a cabo, si no

fuera tan tímido. Porque la realidad es que era demasiado tímido, y sensible, odiaba

pensar qué pasaría si fuera rechazado.

Su realidad era muy diferente de lo que quería aparentar. Al regresar al Instituto Sweet

Amoris se presentó como un chico que había cerrado un capítulo, y no sólo eso, sino que el

punto final de ese capítulo estaba puesto ya. Y nada más lejos de la verdad. Ante los

demás quería dar la impresión de ser rudo y confiado, de que tenía una seguridad en sus

atributos físicos que distaba mucho de ser. En el fondo, muy a su pesar, sabía que seguía

siendo el mismo chico tímido y un poco miedoso, y sobre todo sabía que el amor que

Honey Sucrette había despertado en él, seguía vivo y creciendo, ya que antes era un

amor puro casi infantil, pero al verla de nuevo, ese amor había evolucionado a algo más

maduro, ahora estaba marcado por una ardiente fogosidad y un deseo nada aniñado.

Aunque él no lo hubiera aceptado ni bajo tortura.

Muy a su pesar ahora iba siendo tiempo de poner las cosas en claro. Las vacaciones

comenzarían en una semana y quería solucionar esto antes de que no tuviese pretexto

para ir a verla. Suney, como gustaba decirle a la chica sólo para molestarla y que ahora

era como todos la llamaban, se había vuelto en poco tiempo muy sociable y amiguera, todo

lo contrario a como era. Sabía que a muchos les gustaba, pero también sabía que la veían

sólo como una buena amiga, o más bien excelente amiga. Sin embargo ese maldito gemelo

pelinegro y ojiazul, le estaba dando verdaderos dolores de cabeza. La forma de ser de

Armin era todo lo contrario a la de él. Los dos eran atractivos, cada uno en su tipo, pero

las maneras de Armin; siempre despreocupado, risueño, juguetón, bromista, un poco de

niño y mucho de lanzado y pervertido; era lo que hacía que él se diera topes contra los

muros. Suney gustaba de Armin, muchas veces los había visto por el instituto dando

vueltas en busca de algo, era increíble la forma en que Armin trataba de tomarle el pelo a

la chica, y algunas veces lo lograba.

Sabía que si no se daba prisa, ese odioso gemelo terminaría por ganar el corazón de

Suney.

-Tierra llamando a Kentin, aquí esperando respuesta- dijo Alexy, con voz demasiado

gruesa, al chico de ojos verdes.

Kentin se sobresaltó y dejó de pensar en horribles torturas para Armin, no obstante era

demasiado fácil torturar al gemelo, con sólo esconder su consola…

-Hey chico, que nos están llamando a todos, deja de soñar despierto y vamos- dijo Alexy

mientras lo empujaba por los pasillos.

-Hola Kentin- dijo Amber con voz melosa al verlo pasar, tratando de ponerse en su

camino.

-Deja de fastidiar Amber, ve a ofrecerte por otro lado- contestó Kentin sin dejar de

caminar, ante la furia y vergüenza de la rubita.

-Amber es una bruja, lo admito, pero no es de caballeros tratar así a una chica- dijo con

expresión desaprobatoria el gemelo de azules cabellos.

-Desde que la besé y mandé a volar no me la quito de encima, es su culpa. Quisiera

demasiado que se volviera a fijar en Castiel- comentó Kentin en voz baja mientras Alexy

buscaba lugar para sentarse.

-Lo he escuchado- dijo una voz grave tras de él.

Kentin se giró de forma rápida y un poco torpe para comprobar que Castiel y Lysandro se

encontraban justo detrás de él. Los acerados y fríos ojos de Castiel lo fulminaron, y

aunque Kentin quiso aguantar la mirada, al no poder, fingió que no le daba importancia y

se fue a sentar lo más lejos posible del pelirrojo.

Los habían convocado para dar aviso de las fechas exactas de los siguientes exámenes,

que tendrían lugar en esa semana. También comentaron los cursos que el instituto daría

durante las vacaciones, ya que muchos padres lo habían solicitado de esa forma. Kentin no

se enteró de nada. Sólo tenía ojos para Suney, que se encontraba sentada entre Rosalya

y Armin, por supuesto. Este le mostraba algo mientras la tomaba de la mano. El castaño

chico juraba que llamas salían por sus ojos.

Sintió que alguien ponía una mano sobre su brazo, volteó y se encontró con la comprensiva

sonrisa de Alexy. Eso logró tranquilizarlo, un poco. Zanjados todos los temas, se dio por

concluida aquella fastidiosa reunión. Alexy salió primero y esperó a Kentin en el pasillo,

donde se estaban apelotonando todos los alumnos.

Kentin pensaba en las ironías que tiene la vida. Alexy le había confesado que le gustaba,

casi desde su retorno al instituto. Kentin le explicó su situación…y desde entonces se

habían vuelto los mejores amigos.

Kentin suspiró, ante la interrogante mirada del gemelo de ojos violáceos con tonos rosas.

-¿Por qué demonios tu hermano no es el gay, o que lo fueran los dos?- dijo en tono

frustrado el ojiverde.

-Pues si de elegir se trata, prefiero que el gay seas tú y no mi hermano- contestó con una

gran sonrisa Alexy.

Kentin lo miró un poco malhumorado, pero al ver que Alexy soltaba la carcajada, él

terminó por hacerlo también.

La semana pasó como agua filtrada entre los dedos, de forma rápida y húmeda, por lo

menos para Kentin, que cada mañana despertaba de sus sueños húmedos sin tener idea de

qué hacer.

El último viernes de clases, Kentin notó un ambiente expectante en el instituto, sin saber

el motivo para tal situación, optó por preguntar a Suney.

-Oh Ken (era a la única que dejaba que lo llamara de esa forma), a veces pienso que estás

peor que Lysandro. La semana entrante empiezan los cursos de vacaciones, ya hemos

elegido, pero no sabemos qué es lo que podemos esperar de ellos. Ni quienes serán

nuestros asesores- fue la respuesta de la chica de negra cabellera.

-¿Cursos?- dijo Kentin con voz confundida.

-¡¿Es que no te has inscrito a ninguno?!- exclamó Suney un poco molesta -¡Vamos, te

inscribirás en el mismo que yo, así estaremos juntos todas las vacaciones! En verdad que

no te reconozco, el que hayas cambiado tan… tan… drásticamente en apariencia, no quiere

decir que tienes que dejar de ser tú mismo, es como si todo lo de antes ya no te

importara- concluyó la chica, con un dejo de reproche en la voz, mientras lo arrastraba a

la sala de delegados.

-Hola Nath, puedes darme una forma para que Kentin la llene, por favor- pidió Suney al

delegado.

-¿Todavía no te has inscrito a ninguno?- preguntó Nathaniel extrañado y mirando a

Kentin a los ojos.

-Bueno, tampoco dijeron que era obligatorio- fue lo único que se le ocurrió dar como

excusa a Kentin.

-Tienes razón, no es obligatorio, pero como es la primera vez que el instituto imparte

este tipo de cursos, decidimos inscribirnos todos, pensamos que sería realmente

divertido- concluyo el delegado con una sonrisa.

-Suney, me alegro de que hayas elegido el curso de lectura, la pasaremos muy bien- le

comentó Nathaniel con una sonrisa a la chica.

-Oh sí, y también Ken estará con nosotros- confirmó Suney.

-Eso sería genial, pero el cupo está completo, ya no hay lugares- expresó el rubio chico.

Suney dejó de llenar la forma y encaró al delegado.

-Entonces en qué curso hay lugar para dos personas- preguntó Suney a Nath. Este revisó

sus papeles y luego de mucho buscar encontró algo.

-Ajá, el curso de “Tu ataque, mi defensa”, creo que lo impartirá el Sr. Farrés, es… algo

así… como… defensa personal- confirmó Nath con expresión asombrada, cuando terminó

de leer.

-Entonces Kentin se inscribe en ese y yo haré mi cambio también- dijo Suney mientras

terminaba de rellenar el formulario del chico y pedía otro para realizar su cambio.

Nath se veía un poco desconcertado.

-¿En verdad prefieres ser golpeada que leer? Bueno es tu decisión pero espero que no te

arrepientas- dijo Nath no muy convencido de la elección de su amiga.

Kentin recibía toda la información de forma muy extraña en su cabeza, por un lado le

pareció escuchar algo de reproche en el tono de Suney, pero qué diablos era lo que le

reprochaba. Por otro no podía creer que ella iba a cambiar algo que amaba, la lectura para

ser exactos, por unas reverendas golpizas. Y lo peor era que él, no estaba haciendo nada,

ni diciendo nada, ni…ni…nada. Cuando reaccionó, Suney le estaba mirando con un brillo de

melancolía en sus verdes ojos, mientras abría un paquete de galletas.

-¿Ves lo que digo? Siempre estás como distraído, es por eso que quiero estar junto a ti,

un día te vas a quedar en el instituto, será de noche y cuando te enteres, estarás

encerrado por una semana- sentenció la chica con voz bastante molesta.

Kentin sonrió a Suney, tomó una galleta y la metió en la boca de la niña. Suney

refunfuñaba pero correspondió al abrazo que Kentin le daba en ese momento.

-Estás loca, chica, no creas que te defenderé si te dan una golpiza en el curso, pero

pienso que hasta tú podrás fácilmente con Farrés.- dijo Kentin mientras le revolvía un

poco el largo cabello negro.

Llegaron a donde se encontraban los demás y así se enteraron que Iris y Karla habían

optado por el curso de “Hortalizas en mi casa”, curiosamente impartido por Boris;

Nathaniel y Melody prefirieron el de “Leer con el alma”; Violeta se había quedado en el

de “Dibujo desde mi perspectiva”; Kim e increíblemente Charlotte, eligieron “Arte en la

repostería”; Rosalya y Peggy estaban en “Mi visión en un recuerdo”, que por supuesto era

de fotografía; Amber y Li seleccionaron “Flores a mi bolsillo”, obviamente se trataba de

realización de arreglos florales y sachets perfumados; Castiel y Lysandro se habían

inscrito en “Imagen y movimiento”, sobre cómo hacer videos. Los gemelos no quisieron

decir su elección, pero sus caras demostraban que estaban muy divertidos con su

decisión.

Cuando Suney mencionó el curso al que asistirían, todos guardaron silencio, lo que por

supuesto molestó a la chica. Amber y sus amigas ya se habían marchado, la rubia estaba

algo molesta por la “deserción” de Charlotte. Cosa que a nadie le importaba, a decir

verdad. Así que el grupo se concentró en mirar con diferentes expresiones a la pareja

que había elegido ser golpeada durante las vacaciones.

-Si te pasa algo no quiero que vengas llorando a que te consuele- dijo Castiel con algo de

fastidio, burla y enojo.

-Honey, si se me permite hacer una observación, no creo que esa sea una actividad muy

recomendada para una dama delicada como tú- ese era Lysandro.

-Oh, vamos, Suney es libre de elegir lo que quiera, y si prefiere aprender a patear

traseros, está perfecto- comentó Kim con una sonrisa.

Suney le agradeció con otra sonrisa mucho más amplia. Después todos se despidieron,

quedando de verse el lunes entrante, al terminar el horario de los cursos.

Tal como acordaron, el lunes se reunieron después de terminar sus respectivas

actividades. Todos comentaban sobre lo que habían aprendido y puesto en práctica.

Todos menos los gemelos, que no querían decir cuál era el curso que estaban tomando. Y

como todos comenzaban al mismo tiempo, no había receso alguno y luego terminaba para

dejarles libres el resto del día, pues no tenían forma de enterarse. Ni Peggy sabía, y se

sentía un poco molesta por ello, ya que se vanagloriaba de saber obtener la información

que desease.

En fin, estaba pasando realmente rápido el tiempo, Suney y Kentin formaban equipo en el

curso, ya que Kentin sólo quería proteger a la chica dueña de sus anhelos. Suney resultó

ser una buena oponente a pesar de que su estatura era media, más bien un poco baja,

tenía y sabía utilizar muy bien su agilidad, elasticidad y rapidez. Kentin se divertía en

serio; resulta que el Sr. Farrés le estaba enseñando una nueva técnica, mucho más

avanzada que las que él había aprendido, y como no era un novato en esos menesteres,

avanzaba bastante rápido. Por lo que era algo así como el alumno sobresaliente.

Al paso de los días, Kentin estaba cada vez más enamorado de Suney, y también más

confundido. Pues la chica pasaba mucho tiempo con él, era verdad, pero también buscaba

la compañía de los otros chicos en cuanto terminaban las horas obligatorias. Estar junto a

ella se estaba volviendo un verdadero suplicio.

Kentin sentía que sus manos ardían al tocar el cuerpo de Suney, muchas veces habían

quedado uno sobre otro después de algún ejercicio. Él trataba de evitar cualquier

contacto que no fuera absolutamente necesario, pero Suney era tan confiada con él, que

muchas veces lo ponía en serios aprietos. Como cuando al tratar de zafarse de una llave,

los pechos de Suney quedaron prácticamente frente a los ojos de Kentin. En otra ocasión,

las caderas de la chica se rozaban con el mentón del chico de cabello castaño. Kentin se

deleitaba viendo todas y cada una de las reacciones de Suney, sus rabietas, sus risas, sus

berrinches. En una palabra, estaba loco por ella.

La segunda semana de curso empezaron a surgir ideas para reunirse el siguiente fin de

semana, como una fiesta, salir de picnic, ir a la playa, algo similar, reunirse, pero fuera

del instituto. Quedaron de acuerdo en que una ida a la playa sería genial.

El segundo viernes que asistían al curso, un día antes de la salida a la playa, Suney tenía

una noticia que dar.

Kentin no quiso ser indiscreto y esperó a que todos estuvieran reunidos, para escuchar la

noticia que daría la chica de oscura cabellera.

-Trabajaré este fin de semana- confesó Suney con voz melodramática –Lo siento chicos,

no podré asistir con ustedes a la playa, no es algo que haga por voluntad propia. Resulta

que un amigo de mi tía, le pidió como favor especial, a ella y a mis padres, que si podía

ayudar en la inauguración de su nuevo negocio. Y ellos aceptaron encantados, en mi

nombre- terminó Suney, y se notaba el fastidio y decepción en la voz y en su expresión

facial.

-Eres un fastidio, siempre tienes que arruinar todo- dijo Castiel, medio en broma, medio

en serio.

-Oye, no les estoy pidiendo que no vayan, simplemente aviso que no podré ir- refutó

Suney sosteniendo la mirada del pelirrojo.

-Si no vamos todos, no será lo mismo- comentó Armin consternado, mientras Alexy

asentía apoyando el comentario de su hermano.

-Lo lamento, en verdad, pero no puedo negarme un día antes, si mis padres me hubiesen

avisado antes, claro que me oponía y que buscaran a alguien más. Pero el amigo de mi tía

cuenta ya conmigo, y la culpa no es así como que suya- explicó algo consternada Suney.

Kentin permanecía completamente en silencio. Había pensado que la playa sería el lugar

ideal para decir a Suney lo que sentía por ella, se había montado todo el momento en su

imaginación y era más que perfecto; claro, si es que la chica aceptaba su amor devoto e

incondicional. De no resultar como él quería, bueno, por lo menos ya no tendría que fingir

delante de ella, ni de nadie. Pero ahora, Suney no iría, entonces, él tampoco lo haría. Y los

demás la tomarían con él, o peor, con ella.

Kentin iba poner algún estúpido pretexto para no ir al viajecito, pero Rosalya se adelantó.

-Vaya, yo tampoco podré asistir y no sabía cómo sacar el tema. Resulta que Leigh tiene

un pedido muy grande de vestidos, y va a necesitar toda la ayuda posible, así que no he

podido negarme. Lo siento chicos- dijo la peliblanca con voz un poco apenada.

-Oh bueno, parece que nos pusimos de acuerdo. Karla y yo tenemos que quedarnos para

hacer anotaciones de los avances y todo lo que pase con nuestras hortalizas en casa.

Estos son unos de los días más importantes, porque ha brotado la mayoría de lo que

sembramos- confesó Iris con las mejillas sonrojadas.

Casi todos comenzaron a decir que tenían cosas qué hacer ese fin de semana en

específico. Kentin no sabía si era verdad o sólo lo hacían para que Suney no se sintiera

mal.

Suney se veía bastante aliviada y les dijo que no tenía idea de qué se trataba su trabajo,

ni tampoco sabía en dónde se encontraba el establecimiento, su tía le dijo que ella misma

la llevaría al lugar. Había escuchado a sus padres mencionar algo sobre jugos, así que

probablemente estaría preparando jugos todo el fin de semana. Se despidieron y

quedaron de verse el siguiente lunes para ver si podían reacomodar la fecha para su

reunión.

El sábado por la mañana, Kentin despertó con la firme idea de encontrar el dichoso

puesto de jugos, acompañar a Suney, esperar hasta que su jornada laboral llegara a fin, y

luego secuestrarla. Llevarla al cine, o a cenar, o por un helado que sabía le encantaban. Y

entonces sería el momento de confesarse, declarase o lo que fuera. Caminó por largo

rato, buscando el puesto de jugos, tanto en exteriores como interiores.

No encontraba el lugar, a menos que todo fuera mentira y Suney estuviera en la playa,

sola, con alguno de los chicos, celebrando que su plan había dado resultados. Kentin se

encontraba en el parque y dio un puñetazo a un pobre e inocente árbol.

-Vale, y creí que yo estaba enojado por no encontrar el maldito puesto de jugos- se burló

una grave voz detrás de él. Kentin pensaba que su suerte no podía ser peor.

Al darse vuelta, se encontró con Castiel, en primer plano, Lysandro y Violeta en segundo,

y Kim, Iris y Alexy detrás de todos.

Alexy comenzó a explicar, con una hermosa sonrisa como siempre, que él y Armin habían

decidido visitar a Suney y darle una sorpresa. Más como no tenían idea de dónde se

encontraba, estaban decididos a salir a pasear por toda la cuidad. Para asombro y

regocijo de ellos, una publicidad de un bar de jugos que inauguraba ese día, llegó a sus

manos. Así que ahí se dirigieron y sí, ahí estaba ella. Extrañamente Alexy no pudo

contener una sonora carcajada cuando mencionó a Suney.

-Aunque Alexy no ha querido confesar, seguramente esa torpe ha puesto el negocio patas

arriba- afirmó Castiel con burla.

Alexy casi lloraba de risa, pero pudo guiarlos hasta el establecimiento, en el camino les

fue diciendo que él y su hermano estaban seguros que algunos de ellos estarían buscando

el lugar donde se encontraba Suney, y como la mayoría vivía de este lado de la ciudad,

Alexy había venido para ver si podía encontrase con alguien y llevarlo al sitio.

Kentin sólo podía pensar en que Suney estaba sola con Armin.

Por fin llegaron y resultó ser mucho más que un puesto de jugos. Era en verdad grande y

espacioso, y Alexy había explicado que tenían una enorme variedad de combinaciones,

tanto deliciosas, como extrañas y exóticas. Armin estaba en una mesa con un vaso frente

a él, se le veía un poco meditabundo, pero en cuanto se percató de la presencia de los

demás, se relajó y dejo ver su hermosa sonrisa. Kentin lo odiaba, cada vez más.

-Por favor chicos, conténganse un poco cuando vean a Suney- suplicó Armin tratando de

reprimir la risa.

Kentin comprendió; cuando escuchó los conocidos y ligeros pasos detrás de él, y observó

cómo sus compañeros abrían desmesuradamente los ojos, estallando en múltiples

carcajadas; que la petición del gemelo había sido en vano.

Cuando Kentin giró, se encontró con la más deliciosa expresión abochornada que había

visto en su vida. “Pero qué demonios”, pensó Kentin al contemplar a Suney por completo.

-¿Qué diablos haces vestida así?- dijo el chico de verdes ojos, suplicando porque la

erección que amenazaba con romper sus ajustados boxers, no se notara.

-Soy una estúpida mandarina- dijo la chica irritada.

-Pensé que eran toronjas- dijo Kentin observando la parte superior del traje de Suney.

-Jajajajajajajajajajajaja, to-toronjas, jajajajajajajajaja, estás viendo que no llega ni a

limones- terció Castiel doblado de risa

Una fruta extraña pasó volando y fue a estrellarse en la pelirroja cabeza.

-A la otra será una tuna, y sin pelar- amenazó Suney al chico de teñida cabellera.

Comenzaron a conversar y bromear, todos pidieron jugos de las más asombrosas

variedades.

El trabajo de Suney consistía en recibir a los clientes y llevarlos a sus mesas o a la barra,

según prefirieran. Y de vez en vez, repartir publicidad a quienes pasaban frente al

establecimiento. El llamativo traje de Suney surtía efecto y muchos eran los que

accedían a entrar para pedir un jugo. Kentin estaba enojado, porque Armin devoraba con

la mirada a Suney, y la chica parecía haberse dado cuenta, ya que se sonrojaba cada el

gemelo de azulados ojos le hablaba o tocaba.

En uno de sus descansos Suney comentó a los chicos que Melody y Nathaniel habían

pasado a saludar muy temprano. Kim dijo que Melody vivía muy cerca de ahí, pero Iris

señaló que Nathaniel vivía en el extremo opuesto. Todos sonrieron ante esto.

El dueño salió a saludar a los amigos de Suney y les dijo que tenían precio especial en sus

bebidas. Los chicos, felices, hicieron más pedidos. Después de un rato las chicas se

despidieron, y Lysandro se ofreció a sí mismo y a Castiel para acompañarlas. Alexy se les

unió, ya que quería llevar a Violeta de compras.

La hora de salida de Suney llegó por fin y con ella también apareció su tía y su mamá, a

quien Armin y Kentin saludaron con la mano a lo lejos, ya que se había quedado en el

carro. La tía de Suney ofreció llevarlos a sus casas, pero los chicos declinaron la

invitación alegando que querían pasear un poco por la ciudad.

Kentin y Armin observaron el carro alejarse, con una muy cansada Suney en el asiento

trasero.

-Espero que logre quitarse el traje antes de quedarse dormida- comentó el gemelo de

cabello negro con una pícara sonrisa.

Kentin sólo pudo emitir un gruñido.

Armin y Kentin caminaban con paso lento, Kentin queriendo saber en qué diablos pensaba

Armin. Que muy seguramente imaginaba, como él, a Suney con ese traje, entre sus

brazos, y luego a la chica sin el traje de naranja…o era toronja, lo que fuera. Kentin sabía

que tenía que dejar de pensar en Suney por puritita salud mental.

-Ella me rechazó- dijo Armin mientras caminaba con la cabeza baja y las manos en los

bolsillos.

Kentin se quedó parado, obligando a que el gemelo también lo hiciera. Éste miró de frente

a Kentin con una triste sonrisa.

-Le dije que estoy loco por ella, pero al parecer estoy atorado en la “friendzone”- explicó

Armin –Estaba casi seguro que ella sentía lo mismo por mí, al menos sabía que le gustaba.

Si soy sincero eso fue hasta antes de que algo pasara, o más bien alguien. Si quieres

seguir sin decirle nada, es tu decisión, pero te advierto que no me retiro. No me daré por

vencido, no soy de los que se conforman cuando pierden. Siempre se puede volver a jugar,

y ya vas preparado para lo que tienes que enfrentar- concluyó el atractivo pelinegro y se

despidió de Kentin, dejándolo parado a media banqueta, sin saber qué hacer. De pronto

corrió para darle alcance a Armin.

-Cómo demonios sabes que…- preguntó Kentin cuando lo tuvo frente a él de nuevo, pero

Armin no dejó que terminara.

-Todos sabemos que…Al parecer Suney es la única que no lo tiene muy claro. Y te vuelvo a

repetir, no me doy por vencido- dijo el gemelo y se perdió entre la gente que caminaba

viendo los aparadores.

Kentin estaba como estatua, sin poder moverse, como pegado al piso. Entonces todo el

esfuerzo que hacía por mantener ocultos sus sentimientos había sido en vano. Ahora

entendía las miradas que los chicos y sobre todo las chicas, le dirigían cuando se

encontraba cerca de Suney.

Al otro día, los chicos regresaron al bar, el dueño estaba feliz, ya que eran unos

excelentes bebedores de jugos y aceptaban probar todas las combinaciones que les

ofrecían. Ese día Iris se retiró casi inmediatamente, ya que tenía que hacer algo con las

hortalizas. Los gemelos fueron los últimos en llegar, pero Kentin reparó en que estaban

hablando muy secretamente con Suney y esta ponía cara de asombro. Armin se había

acercado al rostro de la chica, como que demasiado, y le hablaba al oído. Suney lo miró un

momento, luego miró a Alexy y después de considerar algo, asintió. Los chicos sonrieron e

hicieron una disimulada seña a Castiel y Lysandro. Hasta ese momento Kentin notó que el

pelirrojo y el albino estaban siguiendo también la conversación entre Suney y los gemelos.

La imaginación de Kentin explotaba en ese momento, iba a la deriva y llegaba a lugares

extraños e inhóspitos, pero no tenía idea del rumbo a seguir. Y tampoco quería preguntar

de qué se trataba todo aquello. Su ira y desesperación aumentaban con cada mirada o

roce entre los cuatro chicos y Suney. Quería calmarse pero no podía. La hora de salida de

la chica estaba llegando cuando hicieron acto de presencia Rosalya y Leigh.

Inmediatamente Armin fue a hablar con ellos, más bien con Rosa, esta asintió

efusivamente, pero algo le comentó el gemelo que hizo que se tranquilizara y volteara a

ver disimuladamente en la dirección en que Kentin se encontraba. La escultural y hermosa

chica frunció el ceño y dijo algunas palabras al pelinegro, que negó con la cabeza y dio

alguna clase de rápida explicación a la cuñada de Lysandro. Esta no quedó muy convencida

pero asintió y fue a reunirse con su novio y los demás.

Kentin estaba llegando al límite de la exasperación. El dueño les pidió que se quedaran un

momento más, luego salió y les dio un vale de consumo a cada uno, para que lo usaran

cuando quisieran. Les agradeció por su apoyo a Suney y sobre todo dijo que aunque la

chica ya no trabajara ahí, esperaba verlos de vez en cuando. Todos agradecieron y

dijeron que ese era ya uno de sus sitios favoritos. Luego llegó el carro de la tía de Suney

y todos se despidieron.

Rosa y Leigh se ofrecieron a llevar a su casa a cada uno de ellos, la tía de Suney hizo el

mismo ofrecimiento. Sólo Kentin aceptó ir con ellas, los demás subieron a la camioneta de

Leigh y se marcharon. Kentin y Suney ya se encontraban en el asiento trasero del auto,

ya que el asiento del copiloto estaba lleno de paquetes y bolsas.

-Como que han estado un poco extraños conmigo, no crees- comentó Kentin como al

descuido.

-No sé a qué te refieres, no he notado nada- contestó Suney de inmediato con culpa en la

voz y con la cara roja como fresa.

La chica trató de evitar la mirada de Kentin y volteó hacia la ventanilla del auto, viendo a

su tía que en ese momento se despedía de su amigo.

El viaje lo hicieron casi en silencio, entre ellos, porque la tía de Suney hacía miles de

preguntas sobre la escuela militar a Kentin.

Ya en su casa, el chico daba vueltas y vueltas a todo lo sucedido, sin comprender

absolutamente nada. Muchas veces había tomado el celular para hablar sin rodeos con

Suney, pero las mismas había vuelto a ponerlo en su lugar. Se quedó dormido y soñó que

Suney le pedía que saliera de su vida.

Lunes y martes transcurrieron con total normalidad, o eso querían hacer creer a Kentin.

Porque él bien que había notado ciertas palabras entre líneas, algunas miradas

indiscretas, ciertas señas disimuladas…Y eso lo ponía de muy mal humor.

El miércoles tenía el ánimo y la mente tan revuelta que no fue muy cuidadoso y casi

lastima a Suney durante un ejercicio, al lanzarla mucho más fuerte de lo que

acostumbraba. La chica se levantó y cojeaba un poco. Kentin se quería morir. Corrió hacia

ella, pero Suney lo recibió con tal bofetón, que Kentin sintió que le sacudía el cerebro.

-Eso es por no usar tu fuerza normal conmigo, te contienes demasiado, siempre- dijo

Suney y salió muy molesta del gimnasio.

El Sr. Farrés, que ya le había mencionado a Kentin que era muy suave con ella, dio permiso

al chico de seguir a su amiga. De todas formas sólo faltaban unos minutos para las

actividades terminaran.

Kentin buscó por todos lados, el instituto en sí no era muy grande, pero había algunos

sitios aislados y un poco enredados para llegar a ellos. Estaba tardando mucho, quizás

Suney ya se encontrara en su casa. Faltaba muy poco para llegar al último lugar donde él

pensaba que se podía encontrar, cuando escuchó una especie de murmullos que provenían

de un aula en el último piso, que se suponía estaba fuera de servicio, pero en ese

momento las ventanas estaban abiertas y el chico pudo distinguir como una sombra

reflejándose en uno de los vidrios.

Con el corazón desbocado corrió de regreso y comenzó a subir por las escaleras. Tal vez

Suney corrió a los brazos de Armin y ese imbécil estaría consolándola… o tratando de

hacer algo más.

Al llegar por fin, estaba casi sin aliento, iba a entrar, pero se detuvo al escuchar la voz

de Suney.

-Armin, sólo promete que serás muy cuidadoso, no quiero arrepentirme de esto- dijo la

voz de Suney con un poco de duda en ella.

Kentin estaba paralizado, no daba crédito a lo que acababa de escuchar.

-Descuida Suney, aunque no tengo mucha práctica me han dicho que soy bastante bueno-

contestó con voz divertida el gemelo de orbes color de cielo.

La cabeza de Kentin daba vueltas y su corazón se paraba por momentos para luego

comenzar a palpitar de forma incontrolada. Es que Armin se lo tomaba todo tan en broma,

se preguntaba Kentin.

-Prometiste que sólo sería la puntita, que no se te olvide, capaz que te agarra la emoción

y me tenga que quitar a mitad del asunto- amenazó Suney.

-Oh, no te preocupes Suney, Armin es realmente bueno, yo no puedo con eso, como dices,

me emociono y entonces…blam… todo de una vez- se escuchó la voz de Alexy.

“Qué demonios está pasando”, gritaba Kentin en su mente, porque no podía pronunciar

palabra ni hacer ningún movimiento.

-Te vas a estar quieta de una buena vez, o tendré que sujetarte. Date prisa Armin, que

luego viene mi turno- la voz de Castiel sonaba irritada, como siempre.

-Es verdad, si queremos tener todos nuestro turno será mejor que cooperes Suney-

apresuró la voz de Rosa –Además en verdad necesito esas fotos, esto es muy

emocionante- terminó la de ojos ambarinos.

-Dónde será que dejé la cámara de vídeo que tomamos del aula- dijo al tranquila voz de

Lysandro.

-En los vestidores cuando fuimos a buscar tu libreta, por eso mejor la tomé, aquí está-

explicó un frustrado Castiel.

-Bueno, bueno, ya, tranquilos, que me pueden poner nervioso y no me gustaría lastimar a

Suney- exclamó Armin.

-Más que Kentin, lo dudo- dijo Rosalya con voz molesta.

-No ha sido su culpa, él siempre se contiene conmigo, y ahora que ha usado un poco más

de fuerza, me tomó desprevenida. Si lo vas a hacer, Armin, que sea de una buena vez.

La puerta explotó ante un descomunal golpe, todos se asustaron y voltearon, para

encontrarse con un enfurecido Kentin, que de una patada había roto la puerta.

-Lo sentimos mucho- se disculpaba una vez más Alexy –En verdad no pensamos que lo

fueras a tomar de esta forma- pero como siempre nos burlamos un poco de ti, pensamos

que no nos dejarías tranquilos si te enterabas- terminó, una vez más el gemelo de ojos

color blueberry ice cream.

Kentin estaba más que avergonzado. Al escuchar todo aquello perdió la compostura y tiró

la puerta de una patada; para encontrarse nada más que con Rosalya lista para tomar

fotos, Castiel y Lysandro capturando video, Alexy sentado en un escritorio, Suney

sentada en un banca, con la larga, espesa y negra cabellera trenzada, y a Armin, tijeras

en mano, empezando a cortar la puntita de la trenza.

El chico ex estudiante de la escuela militar deseaba desde el fondo de su alma que el

suelo se abriera y lo tragara, o que llegara un maldito ovni y lo desintegrara con un

misterioso rayo, daba igual. Si alguna catástrofe a nivel mundial tendría lugar en algún

momento, definitivamente este era el preciso. ¿Dónde estaban los mega terremotos,

inundaciones, meteoritos o invasiones alienígenas cuando se les necesitaba, por lo menos

un ataque zombie podría ayudarlo?

Kentin pronunció una disculpa, dio vuelta y se retiró sin decir nada más. Ya en su casa

repasaba una y otra vez la explicación que le habían dado. El asunto era que los gemelos

habían elegido el curso de estilismo, ya que a ninguno de los dos les gustaba ir a la

estética o peluquería a que les cortaran el cabello. Pensaron que sería genial si lo

pudiesen hacer uno al otro y así no tener que pasar por corajes sin sentido por que el

corte no terminaba siendo como esperaban. Y al contrario de lo que se pudieran haber

imaginado, fue Armin quien resultó más diestro en los cortes, Alexy se inclinaba más por

los peinados. Sin embargo no habían querido decir nada a Kentin porque como ellos le

tomaban el pelo a cada rato, no querían que se las regresara. Así que a pesar de la

insistencia de Suney y Rosalya, lo mantuvieron en secreto para él. Y el viernes pasado los

gemelos habían sido avisados que se les haría un examen, una pequeña prueba para que su

asesora pudiera ver sus adelantos y sus fallos. Así que hablaron con Castiel y Lysandro

para que los dejaran practicar con ellos, y estos a cambio les pidieron que les permitieran

tomar video de todo, pues tenían que presentar un trabajo final, que no fuera nada del

otro mundo. También Rosalya necesitaba tomas para un álbum que tenía que entregar, y

pensó que sería divertido que las tomas fuera de las actividades desempeñadas tanto por

los gemelos como por Castiel y Lysandro. Por supuesto que Suney tenía que estar

involucrada, y así habían llegado a pedir a la chica su colaboración. Para que nadie más se

percatara de lo que hacían, decidieron utilizar el aula del último piso.

Kentin se encontraba con la cabeza hundida en la almohada, simplemente quería

desvanecerse.

Al otro día no se presentó en el instituto.

El viernes no podía faltar, el Sr. Farrés les tenía preparado un combate final, no era un

examen, pero si querían acreditar su participación en el curso, tenían que asistir.

Obviamente el combate sería con su compañero de equipo. Kentin rogaba porque Suney

hubiera solicitado cambio de compañero. Pero no, la chica estaba sola y esperando la

llegada de Kentin, el semblante de Suney reflejaba tristeza. Cuando Kentin se armó de

valor y por fin entró en el gimnasio, la alegría brilló en el rostro de la pelinegra… para

luego dar paso a enojo y nuevamente tristeza.

Kentin se situó al lado de Suney en silencio. Esperaron su turno, para fastidio de ambos,

eran los últimos. Su participación fue grandiosa, sobre todo porque Suney estaba

poniendo mucho empeño en ello. Cada golpe que Suney lanzaba a Kentin era más fuerte

que el anterior. Y la agilidad de la chica impedía que Kentin pudiera someterla. El chico

decidió poner punto final y dejó que Suney lo lanzara al piso. La chica, sumamente

molesta le dijo al oído, “No te entiendo, tú no eras así, antes no te rendías, pero ahora.

Simplemente te dejas vencer, aún antes de intentarlo”, y lo soltó, dando por terminado el

combate.

Salieron, adoloridos y fastidiados, los demás estaban esperando en el patio. Pero Kentin

sólo saludó y dijo que tenía cosas pendientes. Se despidió y salió de ahí, rumbo a ningún

lugar.

Una semana había pasado desde el fin de los cursos de verano, y todavía faltaba una más

para el inicio de clases. Kentin salía muy poco de su recámara, hasta que un día su mamá

llamó a la puerta y entró.

-Ken, querido, han traído algo para ti, corazón. Lo dejo encima de tus libros- asintió y su

madre dejó su habitación.

Kentin se levantó y tomó lo que su madre había depositado sobre uno de sus libros

favoritos. Era un sobre de papel amarillo, grande y cerrado. Parecía que contenía algo

más que papeles. Kentin lo abrió y extrajo de él unas fotos, un dvd y una hoja de papel.

El chico acomodó todo en su cama, sin revisar nada, se quedó pensativo y lo primero que

agarró fue lo que parecía ser una carta, o algo similar.

“Kentin, eres un idiota amigo.

No sabemos exactamente qué pasó por tu mente el día que tumbaste la puerta, aunque mi

mente perversa lo puede imaginar después de recordar los diálogos de esa tarde. Pero

caray, no es para que la tomes son Suney. Ella está muy dolida por tu actitud indiferente.

Me duele, es cierto, ella es la chica perfecta para mí, pero por alguna inescrutable razón,

me aprecia sólo como amigo.

Te diré algo, cuando mi hermano y yo llegamos al Sweet Amoris, jamás imaginamos que

llegaríamos a conocer tan pronto a todos los alumnos y mucho menos que nos

integraríamos tan bien, en parte fue gracias a Suney. Desde que la vi, me gustó, cuando

supe que conocía de consolas y videojuegos me interesó mucho, pero cuando supe que

amaba el cosplay, puedo jurar que me enamoré por completo. Ella me prefería sobre los

demás, hasta que apareciste. De inmediato sentí el cambio en ella, y al descubrir que tú

también sientes algo más hacia ella que sólo amistad, decidí jugarme todo.

Como te dije esa noche, me rechazó, por ti amigo. Ella está muy confundida, pero no seré

yo quien te diga el por qué.

Las fotos las tomó Rosalya en casa de Suney, el día que terminó el curso. Ese día Suney

había preparado unas botanas y unos jugos para invitarnos a pasar el rato con ella. Sólo

que no permitiste que hablara, te fuiste inmediatamente y sólo pudo invitarnos a los

demás.

Jugamos un poco, y Cas y Lys tomaron video de algunas situaciones. Creo que podría

interesarte.

Alexy envía saludos.

Armin.”

Kentin no lograba entender muy bien lo que acababa de leer. Su mente se ofuscaba tan

rápido, era ese el problema. El maldito problema era su mente, que cansada de insultos y

humillaciones, perdía el control con mucha facilidad. En la escuela militar había aprendido

a ser fuerte, imparcial, justo, pero también había otra educación implícita en ella, la del

poder, venganza, la del más fuerte sobre el más débil. Y él estaba cansado de ser

siempre el débil. Había decidido no demostrar más sus emociones, zanjar sus

sentimientos; quiso demostrar vanidad y arrogancia. Pero al parecer no había funcionado,

ni para él ni para nadie.

Tomó las fotografías en sus manos, eran tres, en todas aparecía Suney, con el osito de

peluche que él le había regalado momentos antes de partir a la escuela militar. Con la

visión borrosa, causada por las lágrimas que brotaban de sus ojos, comenzó a ver el dvd.

En él aparecían Rosalya, Castiel, Kim, Alexy, Armin, Violeta e Iris, saludando a la cámara;

seguía una toma parecida pero en el lugar de Castiel se encontraba Lysandro. Kentin pudo

observar cómo Rosalya capturaba las imágenes de cada uno de ellos. Castiel con su

guitarra, Armin con su inseparable consola, Lysandro anotando algo en su libreta, Iris con

una plantita, Violeta con su cuaderno de dibujo, Kim y Rosalya con una foto de sus

respectivos novios mientras Castiel hacía de fotógrafo, Alexy con sus cascos/audífonos y

varias prendas de ropa. Por último Suney con el osito de peluche.

Más claro no podía estar. Kentin se aseó lo más rápido que pudo y salió disparado hacia la

casa de Suney, a la que no tardó casi nada en llegar. Cuando estaba a punto de tocar el

timbre, cayó en cuenta de que seguían estando de vacaciones y tal vez la chica no se

encontrara en casa. De pronto escuchó un ruido y su dedo pulsó el temido botón.

Casi inmediatamente la puerta se abrió y tras ella apareció Suney que lo miraba con

expresión de sorpresa.

-¿Ken, pasa algo, vienes solo?- dijo la chica mientras se asomaba a la calle y volteaba a

todos lados.

-Necesito hablar contigo- contestó Kentin un poco serio.

-Pasa- pronunció en voz baja Suney al tiempo que abría más la puerta para que Kentin

entrara en su casa.

Lo primero que observó el chico, fueron varios almohadones tirados por todos lados, miró

a Suney de forma interrogante. La chica suspiró mientras los recogía y colocaba en los

sillones.

-Practicaba la maldita llave que no me quiere salir, pero con un cojín no es muy práctico-

explicó Suney

-Giras la cadera para el lado contrario.

-¿Qué?

-Que tu cadera está mal colocada cuando te paras separando las piernas, debes de

girarla al lado contrario de donde lo haces siempre.

Suney se colocó en posición e hizo lo que Ken le indicaba.

-Creo que tienes razón, pero no lo sabré hasta ponerlo en práctica, vamos, has como si

fueras a atacarme- solicitó la chica de ojos color jade.

Kentin quería decirle que no, que primero deseaba hablar con ella, pero lo reconsideró y

pensó que tal vez, aligerando un poco el ambiente y la tensión entre ellos, sería más

sencillo. Así que avanzó hacia Suney, la chica ya estaba posicionada correctamente y

logró derribar a Ken, pero éste no la había soltado, así que al caer la llevó consigo.

Suney trató de zafarse del agarre del chico, y entre risas, jalones y empujones,

terminaron con Kentin encima de Suney. La chica se quejó.

-Diablos, lo siento, ¿te lastimé mucho?- se disculpó Ken, tratando de incorporarse.

-No, no has sido tú, caí encima de algo y se me está clavando en la espalda- contestó

Suney al tiempo que elevaba las caderas para meter el brazo y sacar lo que le

incomodaba, se trataba de un sacapuntas en forma de corazón.

Algo inesperado ocurrió, al levantar Suney las caderas, su pelvis entró en contacto con la

de Ken, sintiendo algo muy duro entre ellos. Cuando la chica comprendió de lo que se

trataba, buscó la mirada de Ken, que la observaba expectante, pero su mirada era mucho

más que eso. En ella había deseo, pasión, calor. Suney podía sentir el deseo naciendo en

sus entrañas. Ella amaba a ese chico desde hacía mucho tiempo, pero ahora estaba

confundida. Este era Kentin, no Ken, su Ken.

Este chico a veces parecía una persona completamente diferente al que ella había

conocido. Y no sabía si le gustaba realmente esa nueva forma de ser.

Kentin leyó correctamente los pensamientos de Suney.

-Sigo siendo el mismo, Suney- le dijo muy quedito, con los labios casi tocándose.

Luego Kentin sonrió, y Suney supo que era verdad, ese tierno, dulce, fastidioso y a veces

atolondrado niño seguía ahí; con envoltorio diferente, pero seguía siendo el mismo

pastelito de siempre. Suney se mojó los labios y luego mordisqueó su labio inferior. Eso

fue todo.

Ken había esperado alguna señal de la chica, algo que le indicara que podía avanzar o que

dijera un rotundo “no”. Sin embargo no esperaba ese delicioso gesto, el que Suney

hubiera humedecido sus labios lo había puesto a mil, pero el que mordisqueara uno, había

logrado que perdiera la cabeza, una vez más.

La boca de Ken buscó con desesperación la de Suney, deleitándose en los tersos labios,

para luego pasear su lengua por ellos, implorando a la boca de Suney le dejara entrar. La

chica entreabrió los labios y eso bastó para que el deseo y lujuria se apoderara de ellos.

La lengua de Ken se introdujo en la boca de Suney, palpando, acariciando, saboreando

cada parte y rincón de ella. Ken sintió la lengua de la chica haciendo exactamente lo

mismo que la suya y eso logró que se encendiera aún más.

Las manos de Kentin recorrían cada centímetro del cuerpo de Suney, queriendo

desgarrar la ropa que traía puesta. Mordió sus pezones por encima de la ropa y los jadeos

de la chica por poco hacen que eyaculara ahí mismo.

La tomó en brazos y subieron a la habitación de Suney, Ken la dejó en la cama y salió de

forma rápida, pero regresó prontamente. Traía unos condones en la mano. Suney supuso

que eran de su padre, pero no le importó. Se puso de rodillas en la cama y jaló a ken del

cinturón para que se acercara a ella. Poco a poco desabrochó el cinturón, seguido del

pantalón, los que cayeron al suelo y fueron puestos a un lado de una patada por parte de

su dueño. La camisa y playera de Ken tuvieron el mismo destino.

Suney acariciaba el muy bien definido cuerpo de Ken, era un poco más musculoso de lo

que ella se imaginaba. En ese momento Suney acariciaba los pectorales del chico, pasaba

sus dedos por todo el contorno, luego seguían hacia las tetillas para detenerse en los

pezones de Ken. El que al sentir la caricia dejó escapar un profundo suspiro. Las manos de

Suney se regocijaban en el abdomen y espalda de Ken, mientras que su lengua jugueteaba

en las tetillas del chico, que jadeaba sin control.

Las manos de Ken también habían hecho su trabajo y ahora acariciaban el desnudo, suave,

delicado cuerpo de Suney. Ella ya se había deshecho de los boxers de él y masajeaba su

miembro palpitante. Ken la recostó en la cama, para poder contemplarla completamente,

luego se fue acercando lentamente y cubrió de besos el cuerpo entero de Suney, de los

besos pasó a las lamidas y delicadas mordiditas. La chica no dejaba de suspirar y gemir.

Ken buscó su boca de nuevo y se besaban y acariciaban por largos momentos.

Ken no podía dejar de gozar con los pechos de Suney, los pequeños pezones le parecían

deliciosos dulcecitos, y él siendo tan goloso, no los podía dejar de lamer y chupar. La

lengua de Ken ya había pasado por casi todo el cuerpo de Suney, pero recordó que le

faltaba una cosita, quizás la más suculenta. Así que fue bajando por el abdomen de Suney,

besando, acariciando, hasta llegar a donde deseaba. Con su lengua rozaba el pubis de la

chica, pidiendo la dejara entrar. Suney separó un poco las piernas y eso bastó para que

Ken pudiese abrirse camino hacia la intimidad de la chica.

La boca de Kentin besaba, lamía, chupaba, recorría cada centímetro de aquella gloria,

mientras sus dedos exploraban cada una de las entradas de la chica, con sumo cuidado,

para no lastimarla. Durante ese tiempo, de alguna forma sus cuerpos se acomodaron para

quedar en la posición perfecta, ambos se estaban explorando. La boca de Suney había

encontrado aquel trozo de placer y no lo dejaba escapar. Lo lamía y chupaba, lo introducía

por completo en su boca para luego acariciarlo con la lengua. Después lo sacaba, lo

besaba, lamía y volvía a meterlo en su boca. El cuarto de Suney estaba lleno de gemidos

de placer.

Ken se reacomodó y permitió que Suney colocara el condón, lo bueno que en la escuela les

habían mostrado la manera correcta de hacerlo.

Suney hizo que Kentin se recostara boca abajo, y luego comenzó a acariciar todo el

cuerpo del chico, pero con sus pechos. Rozaba sus pezones con cada milímetro del cuerpo

de Ken. El chico estaba seguro de que la cama de Suney quedaría con un feo agujero.

Después Suney pidió que se diera la vuelta y empezó a hacer lo mismo, pero ahora lo

torturaba más, ya que pasaba los pechos por la boca del chico, pero no dejaba que él los

chupara o por lo menos darle una lamidita.

La erección de Kentin no podía ser más grande, Suney se abrazó a él y se fundieron en un

beso sexy, mojado, de esos en los que se perdían, salían al espacio y regresaban

lentamente. No existía el aquí ni el ahora, sólo eran ellos dos en un espacio sin tiempo ni

control.

Kentin estaba listo para entrar en Suney, para por fin, ser uno solo. Y ella también lo

estaba. Ken se colocó sobre ella, tomo una de sus piernas y la elevó un poco, empezó a

pasar un par de húmedos dedos por la entrada de Suney, para después tomar su miembro

y dirigirlo al lugar correcto, poco a poco lo fue introduciendo, pero al sentir que era la

primera vez de Suney casi dio marcha atrás. Ken le agradeció con un profundo beso aquel

maravilloso regalo y luego intentó ser más cuidados aún. Logró introducirse, espero a que

el dolor que sentía la chica menguara, y cuando estuvo seguro de que había pasado,

comenzó a embestir, primero muy suave, muy lento, para después ir aumentando tanto la

velocidad como intensidad de cada arremetida.

El chico elevaba un poco más la pierna de Suney, para llegar más profundo, ambos

sudaban, se quejaban y suspiraban. Ken soltó la pierna de ella y tomándola de las caderas

la situó encima de él. Suney se acomodó a horcajadas y comenzó a subir y bajar, mientras

la boca de Ken devoraba sus pechos y sus dedos acariciaban y torturaban al mismo

tiempo el pequeño botón de placer de la chica.

Ken sintió que ya faltaba poco y abrazó a Suney para lograr entrar más en su interior, se

besaron; Suney acariciaba la espalda, el abdomen, la nuca del chico. Ken rozaba los

pezones de Suney y masajeaba su clítoris.

Ambos llegaron al orgasmo en el mismo instante. Todo desapareció, sentían que flotaban

entre olas encendidas en llamas y nubes de calma y paz. Sus cuerpo con sudor resbalando

por todos lados se sacudían y convulsionaban, hasta que la calma regresó a ellos.

Se quedaron en la cama de Suney un rato más, entre besos, risas, mordidas, caricias y

palabras llenas de amor y ternura, pasión y lujuria. Teniendo como mudo testigo, un

pequeño osito de peluche.

Ken se retiró poco antes de que los padres de Suney volvieran del trabajo.

Eran las tres de la mañana cuando el celular de Suney comenzó a vibrar, haciendo un

ruido sordo. La chica se despertó y leyó el mensaje que acababa de llegar:

“Te amo” “Por cierto, la próxima vez puedes usar tu traje de toronjas”

Ella sonrió y contestó.

“¡Es de mandarina!” “También te amo”

FIN