I PORQUÉ ESCRIBO -...

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1 I PORQUÉ ESCRIBO Buenas tardes, gracias a todos por acudir. Hace un año, presentaba en este antiguo convento carmelita mi primera novela. Hoy, querría hablarles de "escribir". Al menos lo que significa "escribir" para mí. Inconscientemente justificamos que el escribir es una vocación, por encima de un oficio y sobre todo de un trabajo. Muchas veces me he preguntado por qué escribo yo, Juan Carlos, y al principio, y de esto no hace tanto tiempo, respondía: «Escribo para que me lean.» Si bien es cierto que escribo para que me lean, en poco tiempo he completado con otras verdades mi respuesta a la pregunta. Yo tenía una vaga idea de que no era sencillo escribir, pero no sabía hasta qué punto era complicado ser escritor. De joven veía en la televisión, entrevistas, debates, y sobre todo aquél programa moderado por José Luís Balbín que se llamaba "La Clave", donde participaban contertulios escritores, o al menos se presentaban como tales. Se emitía una película que comentaban brevemente como introducción al tema a debatir durante tres horas, incluyendo las respuestas a las preguntas de los espectadores. Todas aquellas intervenciones me parecían interesantes. Escuchaba con admiración a aquellos escritores. Era tan joven por entonces que no sabía que para ser escritor había que escribir, y además escribir como mínimo bien, algo para lo que hay que tener valor y, sobre todo, paciencia, esa paciencia que describió muy bien Oscar Wilde cuando dijo: «Me pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y quité una coma. Por la tarde, volví a ponerla.» También Truman Capote nos decía en su prólogo a Música para camaleones que un día comenzó a escribir sin saber que se había encadenado de por vida a un noble pero implacable amo: «Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir bien y escribir mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante: la diferencia entre escribir bien y el arte verdadero; es sutil pero brutal.» Yo, por no saber, no sabía que era preciso renunciar a una notable porción de vida si quería realmente escribir. Por no saber, no sabía que escribir, en la mayoría de los casos, significaba

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I

PORQUÉ ESCRIBO

Buenas tardes, gracias a todos por acudir.

Hace un año, presentaba en este antiguo convento carmelita mi primera novela. Hoy, querría

hablarles de "escribir". Al menos lo que significa "escribir" para mí.

Inconscientemente justificamos que el escribir es una vocación, por encima de un oficio y sobre

todo de un trabajo.

Muchas veces me he preguntado por qué escribo yo, Juan Carlos, y al principio, y de esto no

hace tanto tiempo, respondía: «Escribo para que me lean.»

Si bien es cierto que escribo para que me lean, en poco tiempo he completado con otras

verdades mi respuesta a la pregunta. Yo tenía una vaga idea de que no era sencillo escribir, pero

no sabía hasta qué punto

era complicado ser escritor.

De joven veía en la

televisión, entrevistas,

debates, y sobre todo aquél

programa moderado por

José Luís Balbín que se

llamaba "La Clave", donde

participaban contertulios

escritores, o al menos se

presentaban como tales. Se

emitía una película que

comentaban brevemente

como introducción al tema a debatir durante tres horas, incluyendo las respuestas a las

preguntas de los espectadores. Todas aquellas intervenciones me parecían interesantes.

Escuchaba con admiración a aquellos escritores. Era tan joven por entonces que no sabía que

para ser escritor había que escribir, y además escribir como mínimo bien, algo para lo que hay

que tener valor y, sobre todo, paciencia, esa paciencia que describió muy bien Oscar Wilde

cuando dijo: «Me pasé toda la mañana corrigiendo las pruebas de uno de mis poemas, y quité

una coma. Por la tarde, volví a ponerla.»

También Truman Capote nos decía en su prólogo a Música para camaleones que un día

comenzó a escribir sin saber que se había encadenado de por vida a un noble pero implacable

amo: «Al principio fue muy divertido. Dejó de serlo cuando averigüé la diferencia entre escribir

bien y escribir mal; y luego hice otro descubrimiento más alarmante: la diferencia entre escribir

bien y el arte verdadero; es sutil pero brutal.»

Yo, por no saber, no sabía que era preciso renunciar a una notable porción de vida si quería

realmente escribir. Por no saber, no sabía que escribir, en la mayoría de los casos, significaba

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entrar a formar parte de una familia de topos que viven en unas galerías interiores que trabajan

de día y de noche. Cuando me imaginaba a un escritor

trabajando en su novela veía a una persona solitaria

encerrada durante meses, a veces incluso años para

producir lo que luego sería una novela. Pensaba que era

una tarea que requería una cantidad tan enorme de horas

que yo, con un empleo de ocho horas no podía permitírmelo.

La mayoría tenemos los bloques de tiempo muy limitados.

Un relato, por ejemplo, requiere menos tiempo que una

novela que significa como mínimo un año de trabajo tenaz. Y

hasta el final de ese año no se ven los frutos.

Hace cinco años que escribo de forma más continua y

puedo decirles que escribir vale la pena, me resulta atractivo

aunque haya que pagar cierto tributo por ese placer. Porque

es placer y también elevación: La literatura es elevación. Es

el instante en que se tiene la impresión de que, en toda la nulidad del hombre y de la vida, hay

momentos privilegiados que hay que aprovechar. Creo no, sé con certeza que es un regalo

supremo. En ninguna circunstancia olvido el célebre dictum: "En literatura no hay nada escrito".

Lo que puedas decir con cien palabras dilo con cien palabras; lo que con una, con una. No

emplees nunca el término medio; así, jamás

escribas nada con cincuenta palabras.

Empiezo a reconocer entre los escritores

principiantes, los que saben que se trata de un

oficio duro y paciente, un oficio en el que se

avanza en tinieblas y les obliga a jugarse la vida

casi como lo hace un torero; y a otros, los que

ven en la literatura una carrera y buscan el

dinero y la fama como primer objetivo de su

trabajo. Humildemente, creo que me sitúo en el

primer grupo. Lo mío ha sido un largo camino

hacia el desnudamiento de la palabra como

mensaje: desde las primeras tentativas de

escribir, llenas de palabras que hoy me dan

vergüenza, hasta llegar a un lenguaje que yo

quisiera que fuera cada vez más claro, sencillo,

y por lo tanto más complejo, porque la sencillez

es la hija de una complejidad de creación que no se nota ni tiene que notarse. Plantearme

escribir supuso para mí entrar en un espacio peligroso, en un oscuro túnel sin final, porque

nunca se llega a la satisfacción plena, nunca se llega a escribir la obra perfecta o genial, y eso

produce la más grande de las desazones. Alguien dijo que antes se aprende a morir que a

escribir.

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Bien; por otro lado he de decir que no tengo alma de predicador y, además, como no quiero

desanimar ni a unos ni a otros, citaré de nuevo a Oscar Wilde, cuando le dio a un joven al que le

habían dicho que debía comenzar desde abajo: «No, empieza desde la cumbre y siéntate

arriba.» He tomado nota de que un escritor debe tener la máxima ambición y saber que lo

importante no es la fama. Yo no persigo el éxito. El éxito acabó con Cervantes, tan buen

novelista hasta el Quijote. Aunque el éxito sea muchas veces inevitable, hay que procurarse un

buen fracaso de vez en cuando para que los amigos se entristezcan.

Aunque no lo parezca, escribir es un arte; y no es pedantería decir que ser escritor es ser artista.

Coger un bolígrafo y ponerse a escribir delante de un folio en blanco, es tan apasionante como

coger un pincel y ponerse a pintar delante de un lienzo en blanco. José Garnelo les decía a sus

alumnos: "Creer en vosotros, pero no tanto; dudar de vosotros, pero no tanto. Cuando sintáis

duda, creer; cuando creáis, dudar; es la única manera de crecer". Por eso le he llamado a la

conferencia de esta tarde "Creer/crecer es crear: aproximación a José Santiago Garnelo".

Ciertamente en eso estriba la verdadera sabiduría que puede acompañar a un escritor o a un

pintor; tratando de decir las cosas de manera que el lector/espectador sienta siempre que en el

fondo es tanto o más intuitivo que el autor.

Y es muy interesante cuando un

escritor se convierte en un extraño,

en un extranjero: tiene que

empezar a traducirse a sí mismo.

Escribir es hacerse pasar por otro,

escribir es dejar de ser escritor o de

escribir lo que escribirías si

escribieras. Es algo terrible pero

que recomiendo a todo el mundo,

porque escribir es corregir la vida -

aunque sólo corrijamos, como

decía antes, una sola coma al día-, es lo único que nos protege de las heridas insensatas y

golpes absurdos que nos da la vida o bien, como decía Italo Svevo, es lo mejor que podemos

hacer en esta vida y, precisamente por ser lo mejor, deberíamos desear que lo hiciera todo el

mundo: «Cuando todos comprendan con la claridad con que yo lo hago, todos escribirán. La vida

será literaturizada. La mitad de la humanidad se dedicará a leer y a estudiar lo que la otra mitad

de la humanidad habrá escrito. Y el recogimiento ocupará la mayor parte del tiempo que será así

arrebatado a la horrible vida verdadera. Y si una parte de la humanidad se rebelase y se negase

a leer las lucubraciones de los demás, mucho mejor. Cada uno se leería a sí mismo.»

Ahora, cuando me hacen la inefable pregunta de por qué escribo, explico que no solo lo hago

para que me lean, sino porque leyendo a los demás y a mí mismo, no encuentro nada negativo y

mucho en cuanto a mejorar la capacidad de un hombre para respetar los derechos de otro

hombre, y viceversa. Nada menos agresivo que un hombre que baja la vista para leer un libro

que tiene en sus manos. He escuchado decir a muchos escritores que leer y escribir son dos

caras de la misma moneda.

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Se de autores, que a medida que van siendo leídos y haciéndose veteranos, empiezan a palpar

el tipo de lectores que tienen y ahí es donde corren el riesgo de escribir solo para ellos,

perdiendo su identidad. Más de un escritor, cuando escribe, piensa en una franja de lectores

concretos. ¿Debemos pensar en el lector?, sí y no. Personalmente, hasta ahora he escrito para

cualquiera y lo que a mí me ha apetecido, sabiendo que a determinados grupos de personas no

les iba a gustar, no lo iban a entender, les iba a aburrir... Pero como me considero una persona

muy común, creo que las cosas que me interesan pueden interesar a muchos o, incluso abrirles

a nuevos caminos.

En mis novelas, que de momento van a ser dos, porque la segunda está inacabada, siempre se

cuentan procesos mentales y también reflexiones para fenómenos esotérico-religiosos en una

etapa de nuestra historia, muy concreta. No sé, me encantaría ser un tipo de escritor, por los que

tengo debilidad, de esos que no te importa nada lo que te cuentan y lo que quieres es que sigan

contando, porque todo tiene interés. Por supuesto que también me encantaría poder causar en

los lectores, sensación de cercanía. Que eso se produjese. En el fondo me paso todo el tiempo

susurrando en el oído del lector, mientras éste lee. Y si consigo que el susurro sea lo bastante

interesante y grato, habré conseguido que el lector tenga la sensación de conocerme mucho,

sabiendo que estoy detrás de la novela.

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II

D. JOSÉ SANTIAGO GARNELO ALDA

Cuando termino un libro pienso que es factible que exista otro; cuando finalizaba Las lilas de los

rododendros, ya pensaba en el siguiente proyecto; tenía muy claro que el tema sería sobre

nuestro olvidado y casi desconocido, José Santiago Garnelo i Alda y su tiempo. El próximo mes

de octubre se cumplen 70 años de su muerte. Tengo bastante avanzada una novela, que no una

biografía, de este maestro de pintores. El propio Garnelo en 1942 comunicó a Jaime Barberán

Juan, entonces alcalde de Enguera, que estaba recopilando datos y biografías para que en el

día de mañana se pudiera publicar la historia de los Garnelo. Aquél propósito del pintor no ha

podido cumplirse y después de varios intentos, aunque limitados y desde luego inéditos, la única

síntesis biográfica de la que se dispone, se debe a Manuel Cabello de Alba, publicada en 2006.

Hay una cita de William Blake que a mi entender define muy bien a Garnelo: "Quien no imagina

rasgos superiores y más intensos y en una luz superior y más intensa que la que puedan ver sus

ojos mortales y perecederos, no imagina nada". Esa es la línea que sigue mi novela.

Aunque nacido en Enguera, Garnelo desarrolló prácticamente toda su trayectoria en el municipio

cordobés de Montilla. Las fuentes consultadas no se ponen de acuerdo a la hora de decir si visitó

o no su pueblo natal: mis averiguaciones testifican que vino, al menos, en un par de ocasiones y

que pintó retratos y paisajes. De esas visitas doy cuenta en mi novela.

Ahora, si me lo permiten, quiero, acompañado de unas imágenes seleccionadas especialmente

para esta charla, aproximarles al artista.

José Santiago Garnelo y Alda se anticipó en sus lienzos a la multiculturalidad, enseñó en las

escuelas más prestigiosas, fue reconocido internacionalmente y casi desconocido en Enguera.

Fue uno de los mejores exponentes de la pintura de entresiglos; dotando a su arte de una

dimensión humanística poco frecuente en la historia de la pintura española moderna.

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Su padre, D. José Ramón Garnelo Gonzálvez era hijo de un

herrero de Vicálvaro afincado en Enguera. Siguiendo el

espíritu pragmático de los hombres del s. XIX optó por

estudiar.

Realizó medicina en Valencia y al mismo tiempo, pintura en la

Escuela de Bellas Artes en la escuela de San Carlos.

Puente Trinidad. Valencia

Don José Ramón será la persona más influyente en la vida de José Garnelo.

Terminada la carrera y superados los ciclos en Bellas Artes, comenzó ejerciendo su profesión en

Enguera. Ocupaba el ocio en los lienzos y en los libros; sus dos grandes pasiones. Estos son

algunos de sus dibujos y pinturas.

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Fiesta de San Gil, Dibujo, Figura romana y Alegoría

En Montilla conoció a su primera esposa, Josefa de la Cruz Aparicio Sarrión, con la que tuvo dos

hijas: Elena y Eloísa.

Tras el fallecimiento de la joven y una crisis que alivió con la pintura, contrajo un segundo

matrimonio con Josefa Dolores Alda Moliner.

El primero de sus hijos, José Santiago Garnelo y Alda, nació en Enguera un 25 de julio de 1866.

Capillas. Enguera

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Durante una nueva etapa de aflicción, tras la muerte de sus padres, vuelve a pintar y escribir.

En 1864 José Ramón Garnelo coincide en Enguera con el montillano Dámaso Delgado López,

empleado del Gobierno Civil de Valencia y enviado aquí para una comisión administrativa. Surgió

una gran amistad entre ambos, consolidada un año más tarde cuando la familia se traslada a

Montilla.

Dejan Enguera para siempre. José Santiago llegó a Montilla con su familia cuando apenas tenía

un año.

Montilla

En 1867, teniendo el futuro pintor un año de edad, fijan su residencia en la calle Corredera,

donde nacen Lola, Teresa y Manuel, que moriría muy pequeño, heredando su nombre un quinto

hijo, el escultor e imaginero Manuel Garnelo y Alda.

Sus primeros estudios los realizó en esta ciudad y terminó el bachillerato en el Instituto Aguilar y

Eslava de Cabra en 1882.

Terminado el bachiller en 1882 ingresa en la Facultad de Filosofía y Letras de Sevilla, entra en

contacto con la Escuela de Bellas Artes y acaba decantándose por esta última disciplina,

abandonando la universidad.

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Entre los cursos 1883-85 obtiene varios primeros premios. La Academia Provincial compra sus

obras y la Escuela de Bellas Artes sevillana, se hace con algunos de sus cuadros que todavía se

exponen allí. Paralelamente recibe clases del cordobés Solano Requena y crea bocetos de

muebles, joyas, vestidos y dibuja el cuerpo humano "ayudado por los conocimientos de anatomía

que su padre le ha infundido".

En Sevilla Realiza y vende algunos retratos y prepara el cuadro “A la guerra”. También se revela

como corredor de vinos de Montilla en la feria de Sevilla y ayuda a su padre en la producción

poética.

Garnelo tiene muy claro que va a ser pintor. En 1885 marcha a Madrid.

Lo hace en compañía del joven pianista montillano Isidoro Sánchez y juntos se alojan en una

casa de huéspedes de esta calle de Tudescos buscando la cercanía con otro montillano: José

Domínguez Lara, escritor y poeta que trabajaba de empleado en el Ministerio de Hacienda.

Después abriría su primer estudio en la calle Hortaleza compartiendo casa con su hermana

Dolores -que cursa estudios de piano-, y se matricula en la Escuela de Bellas Artes de San

Fernando.

Tiene como profesor a Casto Plasencia, un gran pintor de historia y retratista. Este hombre

influyó poderosamente en Garnelo en decisiones que habría de tomar posteriormente. Plasencia

formó parte de la 1ª promoción de pensionados para la Academia Española de BB AA de Roma,

igual que hizo Garnelo 2 años después. Casto Plasencia fue también pintor de la Corona, como

lo sería Garnelo unos años más tarde y también participó en la decoración de la cúpula principal

de S. Francisco el Grande como haría Garnelo, años después.

Colegas y profesores le animan a presentarse en 1887 a la Exposición Nacional de Bellas Artes de Madrid, donde compite, entre otros, con Sorolla. Su obra La muerte de Lucano, que pintó con 19 ó 20 años, le reportaría el segundo premio y unos ingresos de 4.000 pesetas al ser comprada por el Estado. D. José Ortega Munilla, el padre de Ortega y Gasset dice que Garnelo es un clásico de 19 años. Es el primer triunfo de los que vendrán con el tiempo.

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En 1888 gana por oposición una beca para la Academia de España en Roma. El 20 de octubre,

recibe la notificación del Ministerio de Estado, firmada por el marqués de La Vega de Armijo

confirmándole la concesión de la plaza.

El Centauro Neso, obra con la que obtuvo su plaza de pensionado de Pintor de Historia en Roma

Marcha junto a Joaquín Sorolla, Emilio Sala, Aniceto Marinas... Francisco Pradilla, Isidoro

Garnelo Fillol, entre otros.

Garnelo permanecerá en Roma desde finales de 1888 hasta enero de 1893.

La Academia Española de Roma, reunía en el edificio tempietto o capilla exenta del martirio de

San Pedro, a lo mejor de la juventud artística española. Estaba dirigida esos años por Vicente

Palmaroli.

Aunque Garnelo es pensionado de Pintura de Historia, rompe la disciplina y amplia su horizonte

estético. Es un periodo de aprendizaje y creación donde forjó su personalidad artística. El

contacto con el mundo clásico, provoca en Garnelo un formidable esplendor creativo. Pinta,

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ensaya, impregna su pupila tanto del suntuoso arte romano, como de las fascinantes creaciones

renacentistas.

En 1889 solicita permiso y viaja a París, donde se celebra la Exposición Universal. Conoce de

primera mano las nuevas tendencias. Es aquí donde concibe la idea de un gran cuadro que le

otorgará fama universal…

Se trata de “Duelo interrumpido” con el que logra la segunda medalla en la Exposición Nacional.

En esta foto vemos un boceto; el original, que luego veremos se encuentra en el Museo de

Bellas Artes de San Pío V de Valencia.

Esta es una albúmina de 1893. Colección Madrazo; familia Daza Campos, Madrid (Adquirido en

2006 por el Museo del Prado)

Garnelo que no ha cumplido aún los 24 años tiene ya dos segundas medallas nacionales.

En 1892 por fin obtiene la primera medalla de la misma Exposición con “Cornelia”, antes de

terminar su pensionado en Roma. Este extraordinario cuadro se encuentra en la Embajada

española de Oslo.

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Todavía en Roma, aparece un nuevo personaje: su hermano pequeño Manuel, el que será gran

escultor y al que Garnelo protege y orienta en todo momento y sobre todo durante la etapa en

esta ciudad.

Aquí vemos a Garnelo, en su estudio y junto a él, sobre el caballete, uno de los 5 bocetos de lo

que sería “Los primeros homenajes del nuevo mundo a Colón“

Finalmente, en 1893, obtiene medalla de Oro en la Expo. Universal de Chicago con "Primeros

homenajes en el Nuevo Mundo a Colón“.

Esta obra se conserva actualmente en el Museo Naval de Madrid.

A la vuelta de Roma, Garnelo decide emprender una vida académica a la que indudablemente

está preparado. En Junio de1893 es nombrado profesor de la Escuela de Bellas Artes de

Zaragoza, y académico de número de la Escuela Provincial de Bellas Artes de Zaragoza.

Interior Escuela BB AA

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Ese mismo año, gana la primera medalla en la Exposición de Bilbao con la obra "Magdalena"

En 1894 gana el certamen organizado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de

Madrid para pintar el tema "Cultura española a través de los tiempos". Aquí vemos un boceto.

En plena ebullición de la pintura histórica, obras como esta es una muestra majestuosa. Se

conserva en el Instituto de España.

En 1895, llega a Barcelona como profesor numerario de la Escuela de BB AA. La estancia se

prolongaría hasta mediados de 1900.

En ese momento Barcelona es el epicentro del modernismo catalán, con un alto componente

regionalista, muy presente durante los años en que Garnelo ocupa allí su cátedra.

En Ciudad Condal, un joven desgarbado, de ojos negros y vivos se presenta en su estudio

acompañado de su padre para recibir las que serían primeras y casi únicas clases: se llama

Pablo Ruiz Picasso. En el estudio que Garnelo tenía en la Plaza de la Universidad, el joven

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malagueño pintaría sus dos primeros cuadros: la primera comunión y el monaguillo. 11 años más

tarde, estaría pintando las señoritas de Aviñón y revolucionando el arte contemporáneo.

Durante estos años y con su hermano Manuel buscando trabajo en Barcelona, se convierte en el

principal sostén económico de la familia e intenta vender algunas obras de su hermana Eloísa,

también pintora.

De esta época barcelonesa es su cuadro «Montecarlo» que fue mención de Honor en el Salón

de París y sobre todo…

Expone en el salón Parés de Barcelona y envía obra a la Escuela Nacional en Méjico.

Pero Garnelo tiene la mirada puesta en Madrid y regresa en 1899. En la prestigiosa Escuela de

San Fernando será nombrado por oposición, catedrático de dibujo del antiguo y ropajes en 1900.

Dibujo carboncillo, tela

Las dos primeras décadas de siglo serán las más productivas e intensas de su vida. En Madrid

tendrá una actividad incesante: hay mucho Garnelo encerrado en ese hombre de 34 años que va

a protagonizar la vida artística española en el primer tercio del siglo XX.

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Un Garnelo teórico del arte que organiza muchas y novedosas aportaciones en los congresos de

Londres, París, Roma o Dresde…

Un Garnelo viajero que visita Grecia, que vuelve al sur de Italia; que recorre Europa invitado por

prestigiosas instituciones…

Retrato. Foto

Un Garnelo reconocido y admirado que es nombrado Caballero de la Real Orden de Carlos III,

Comendador de número de la Orden de Alfonso XII y pintor de la Corona; socio de honor del

Círculo Bellas Artes; secretario de la Asociación de Pintores y Escultores; Académico de número

en la Real de San Fernando donde también será secretario de la sección de pintura.

Oficial de la orden de Leopoldo II de Bélgica (1910), Gran Cruz de la Legión de Honor francesa...

Un Garnelo que expone en Buenos Aires, en Bringston, en Londres, que pinta una de sus mejores obras: Tarde de toros…

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Capea en las Navas del Marqués

Olivos y Cipreses en Corfú

Garnelo es un triunfador y también un incansable trabajador.

Aquí le vemos en un Autorretrato de 1910. Funda la revista

“Por el Arte”, en opinión de los eruditos el mejor exponente

de la crítica de arte en España.

Cada uno de estos triunfos merecerían una glosa extensa;

añadir a estas obras, una de 1901: Manantial de amor con la

que consigue primera medalla y el cuadro es adquirido por el

Estado (en dep. en la Embajada de España en Lisboa).

O en 1910: Medalla de oro en la Exposición Nacional, en

Valencia, por: «La Salve en la gruta de Lourdes». Hoy en

depósito en la Diputación Provincial de Zamora.

Recibe importantes encargos como la restauración de San

Francisco El Grande; es cotizado, buscado, que vive en

Madrid y que vuelve a Montilla a descansar en su Huerta de

San José y que solo nota dolor en este tiempo, con la muerte de su padre en 1911.

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Le vemos en el banquete con que fue obsequiado en 1913 el pintor Eduardo Chicharro, discípulo

de Sorolla, en el Círculo de Bellas Artes, con motivo de su nombramiento de director de la

Escuela española de BB AA de Roma.

Al año siguiente, recibe el nombramiento de subdirector-conservador del museo del Prado. El

director es un viejo conocido suyo de su época de la Academia Española de Roma: José

Villegas, al que vemos a la derecha. Es un tándem perfecto para una de las instituciones

pictóricas más importantes del mundo.

Ha sido su nombramiento, el corolario a todo un cursus honorum de excepcional brillantez.

Garnelo acudía a los eventos y citas más importantes celebradas en Madrid. Aquí le vemos en

1916, en medio de dos mujeres, en una exposición suya en el Ateneo de Madrid.

Pero no hay felicidad que cien años dure. El 20 de septiembre de 1918, José Garnelo descubre

que alguna de las piezas de las vitrinas donde se conserva el tesoro del Delfín, en la galería

central del Prado, no están en su sitio.

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Se trata de una de las colecciones más importantes que alberga el edificio; un conjunto de

piezas de orfebrería y de piedras duras de los siglos XVI XVII que pertenecieron al Gran Delfín,

Luís, padre de Felipe V

Garnelo comprueba que la cerradura está forzada e inmediatamente pone la correspondiente

denuncia en la Policía. Faltan o aparecen dañadas 21 piezas de las más de 120 que componen

la colección

A partir de este día comienza un calvario, un agudo sufrimiento que le dejará secuela para el

resto de sus días. Algunas fuentes consultadas indican que Garnelo podía haber sido víctima de

un complot.

La prensa se hizo eco y se convirtió en tema del día. Hubieron muchos y variados comentarios;

El Sol, Fígaro, El Nuevo Mundo incluían abundante información donde se señalaba al director del

museo, José Villegas, y especialmente a José Garnelo como responsables del robo. Criticaron

duramente que Garnelo tuviera un estudio de pintura dentro del museo y que de allí salieran

copias de originales, sugiriendo falsificación. Una modelo de Garnelo, fue detenida e

incomunicada y alguien hizo un importante ingreso de dinero en la cuenta del pintor para

implicarlo en los hechos.

El acaudalado coleccionista de arte D. José Lázaro Galdiano, uno de los fundadores del Banco

Hispano, coleccionista compulsivo y a lo que se ve, enemigo íntimo de Garnelo era miembro del

Patronato del museo e intentó colocar allí su colección de escultura previo pago y, seguramente

se opusieron Villegas y Garnelo. José Lázaro Galdiano, dimitió del Patronato, según dijo por la

negligencia ajena. A la semana del robo, dio una conferencia en el Ateneo madrileño salvando a

Villegas y condenando a Garnelo, enemigo a batir. En esa conferencia aludió a la incompetencia

de los dos responsables del museo. Esto, a todas luces parece un caso de envidia hispánica

como decía Unamuno.

Rafael Cobo de la provincia de Guadalajara, autor del robo, fue pronto detenido. Garnelo había

sido víctima de una maquinación.

Villegas y Garnelo presentaron la dimisión de sus cargos ante el Patronato. A pesar de la

desacreditación que sufrió nuestro paisano, su prestigio quedó incólume.

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En 1919 asiste a la inauguración del Palacio de Cibeles y un año después recibe el encargo de

restaurar la bóveda del Casón del Buen Retiro.

En estas fechas frecuenta las tertulias más selectas de Madrid, como la que se reunía en el viejo

palacete de la calle de Fortuny, en lo que sería el Instituto de Valencia de Don Juan y pinta una

galería de retratos de pequeño formato de los tertulianos y que hoy se exhiben en su biblioteca.

En 1923 emprende la que será su obra mural más ambiciosa: la decoración de la cúpula del

despacho del presidente del Tribunal Supremo en el palacio de Las Salesas, con el motivo del

“El collar de la justicia”

1927. Autorretrato

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Viaja a París y Grecia, escribe monografías, entre otras un interesante estudio sobre la Ermita de

San Antonio de la Florida y el Panteón de Goya.

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Y en 1929 concluye el magnífico Apostolado destinado a la Parroquia de Santiago de Montilla.

Como digno colofón de una vida entregada al arte, proyecta una “Suite” sobre Fuenteovejuna

para conmemorar el III centenario de la muerte de Lope de Vega. Parece que su intención es

aspirar a la medalla de honor, a la que se concede a todo el conjunto de una obra y una

trayectoria artística.

Pero la guerra frustrará sus planes.

Todavía el 12 de febrero de 1936, la real Academia de San Fernando propone al Ministerio de

Estado el nombramiento de José Garnelo para dirigir la Academia Española de BB AA en Roma.

No llega a tomar posesión porque su salud comienza a resentirse.

Hay pocas noticias de Garnelo durante la guerra. Sabemos que en 1938 abandona Madrid para

dirigirse a San Sebastián donde tiene firmadas algunas obras.

Acabada la contienda, lo encontramos de nuevo en Madrid al cuidado de sus hermanas Teresa y

Lola y recibe petición de obras para el museo de BB AA de Valencia

Pepita Sevilla y Muerte de S, Francisco, ambos en el Museo de BB AA de Valencia

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Para nuestra iglesia parroquial de San Miguel, atiende con su comprobada generosidad.

Que fue expuesto en El Círculo de BB AA de Madrid como cartón o modelo para ser ejecutado

en mosaico, con destino a la iglesia de San Francisco de Bilbao. Actualmente en nuestra

parroquia.

Pro Patria Semper, en el Ayuntamiento de Enguera

En 1911 pinta "Huerta de Enguera" (Engra)

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Siente que la muerte está cerca. De eso ya había pensado años antes cuando se dirigió junto a

su hermano Manuel al Obispado de Córdoba para disponer de un panteón familiar en la

parroquia de Santiago donde quiere que reposen sus restos.

Sus últimos meses los pasa en estado semiconsciente con episodios de lucidez y crisis agudas.

El 29 de Octubre muere en Montilla.

Platón hablando de lo bueno y de lo bello decía que el arte debe ser un instrumento al servicio

de lo bueno y de lo verdadero y así lo entendió Garnelo, un hombre que conoce y aprecia las

vanguardias pero es fiel a su ideario estético

Un hombre coherente y honrado, sin trucos de guardarropía. Fue maestro de grandes pintores

sin nunca jactarse de ello. Fue un hombre bueno y sabio. Hoy, en nuestra sociedad actual, sería

un modelo de exigencia, de altura de miras; un espejo donde mirarnos para conducirnos en ese

arte supremo que es vivir.

Joaquín Sorolla, Valle Inclán, Ciges Aparicio… Cecilio Plá... Julio Romero de Torrres, Solana y

Jesús Monasterio. Ignacio Zuloaga, Muñoz Degrain… Jiménez Aranda, Doctor Albiñana, Mariano

Benlliure... Santiago Rusiñol, Vázquez Díaz y muchos más fueron sus amigos y compañeros.

.............................................................................................................

Todas estas cosas y muchas más, me hicieron pensar en lo que será mi segundo libro. Puse los

cinco sentidos y comencé a escribir, manteniendo cierta tensión a través de la palabra y de lo

simbólico, (propias en mí); cosas que nunca han aparecido en publicaciones sobre el artista. Me

he preocupado y ocupado en crear sentimientos y sobre todo emociones.

He pensado muchas veces que ya se ha escrito todo sobre él y su familia, pero he descubierto

que no, que cosas muy interesantes, sorprendentes incluso, jamás se han atrevido a contar.

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Los Garnelo crecieron sobre una extraña sombra protectora: Eloísa, lo hacía en tiempos muy

difíciles para una mujer; Manuel, director de la Escuela Superior de Artes Industriales de

Granada magistral escultor y, sobre todo, José Santiago, era el más reservado, hierático y

sorprendente de todos, no y en balde en su tiempo propició un vasto movimiento de retorno a la

emoción, a la intuición, al mundo de los sueños, a las leyendas medievales, abriendo las puertas

a la más explícita sintonía entre pintura y esoterismo. Garnelo fue, sin darse cuenta, en muchos

de sus cuadros un precursor de este cambio general de paradigma.

Familia Garnelo al completo.

De obra fecunda, cultor de muchos estilos con singular eficacia, fue además un activo hombre en

aquel agitado entresiglos. La crítica lo considera desparejo en sus logros, como suele pasar con

muchos pintores fecundos. En algunas de sus obras encuentro una intensa penetración en los

laberintos de la condición humana, una profunda comprensión de sus temas esenciales. Pero

concretamente en siete lienzos he encontrado las referencias más claramente esotéricas.

Planteados como un hecho —aunque estrictamente no lo sean—poseen no obstante momentos

de rara iluminación, sobre todo al evocar etapas cargadas de símbolos y mitos. En mi

investigación, Garnelo demuestra conocer a fondo determinados hilos de la sutil madeja que

llamamos “sabiduría iniciática”. En ocasiones citaba a Mallarmé, padre de la poesía

contemporánea y maestro de la corriente Simbolista. En su poesía encontraba José Santiago, lo

inexplicable, para lo cual apelaba al símbolo, a la sutileza, a la música de las palabras. No

olvidemos que él también fue escritor y, leyendo algunos poemas suyos podemos experimentar

algo que va más allá del intelecto y de la razón, conectándonos con una zona diferente y

superior de nuestro psiquismo.

El análisis de esos siete lienzos, me ha llevado a la conclusión de que lo "sagrado" se ha

ubicado en la obra artística de José Santiago; la simbología y los mitos ancestrales, pasan a ser

elementos indiscutibles.

Muchas gracias.