Horacio, Arte poética - f002.backblazeb2.com · Clásicos Horacio, Arte poética Carlos Montemayor...

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Clásicos Horacio, Arte poética Carlos Montemayor Suele culparse a Horacio por varios siglos de preceptiva rigurosa en la creación teatral y, por ello, se le considera como el pasado irrecuperable de una esclavitud en que no· volverá a caer la literatura de nuestros días. Pero al acercarse a Horacio uno encuentra algo viviente, poético, la fuerza del escritor y no una caprichosa reunión de preceptos. La reflexión sobre el oficio poético es siem- pre la comunicación del trabajo o la postu- lación de una actitud creativa en un mo- mento dado. En nuestro tiempo han apare- cido, por ejemplo, numerosas artes poé- ticas; contamos, entre otras con los mani- fiestos creacionistas de Vicente Huidobro y los manifiestos surrealistas de Breton, los estupendos prólogos de la Novela de la Eterna de Macedonio Fernández, los ensa- yos de Pound y los escritos de Sartre sobre la literatura. Estas preceptivas pueden cre- cer (por ejemplo, el ceñido prólogo de Elogio de la sombra, de Borges). Todas ellas tratan del sentido que debe adquirir la obra literaria en nuestra época y señalan los caminos del oficio literario en esos determi- nados márgenes. El trabajo se convierte así en una arteria decisiva a través de todos los escritores que une las preocupaciones del acto de escribir, del oficio y sus implica- ciones. Comprender esto -no sólo acep- tarlo- significa sentir como a un contem- poráneo a todo aquel que desde otra lengua y otro tiempo nos muestra la cerca- nía ineludible que hay entre sus preocupa- ciones literarias y nuestro afán actual. Esta Ars poética o Epistola ad pisones es la más célebre de todas las que se han es- crito. Horacio vivió durante el principado de Augusto, fue amigo de Virgilio y de Mecenas y a pesar de haber sido oficial de Marco Bruto en Asia Menor, escribió des- pués el poema que cientos de niños entona- ron en la Fiesta Secular a Apolo y Diana celebrando la paz augusta que había can- tado ya la Eloga IV de Virgilio. La obra de "oracio tuvo tropiezos para llegar a noso- tros. Mientras que de Plauto y Virgilio te- nemos, por ejemplo, manuscritos del siglo N, los más antiguos de Horacio (Codex Bernensis 363 y Codex Vaticanus Reginae 1703) datan del siglo VIII-IX y con tantas interpolaciones y errores que sólo hasta la Editio princeps de 1470 se cuenta con un conjunto más o menos seguro, antes de la de Arnaldo de Bruselas (Nápoles, 1478), las de Landino (Florencia, 1482; Venecia, 1483) y -después de decenas de ediciones Horacianas- la de Fabricio (Bruselas, 1555) aparecida con los comentarios al Arte poé- tica de Luisino, Griffolio y de Nores. Acaso tanta irregularidad ocasionó que Dante ig- norara su obra lírica y lo mencionara (Inf. IV, 89) junto a Homero, Ovidio y Lucano, como el "satírico Horacio". Desde 1970 contamos en México con una estupenda edición del Arte poética de Horacio en la "Bi bliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana" de la Universidad de México, traducida por Tarciso Herrera Zapién.* "Habrás dicho egregiamente si a una pala:- bra sabida la volviere nueva una astuta unión" (4648). Una palabra tiene sentido por una resonancia semántica que nos des- pierta. "Rosa" desencadena semánticamente nociones de flor, de color, de forma, de divisiones de flora y elementos naturales, acaso de notas poéticas, místicas, o aun simbólicas y esotéricas. La labor del escri- tor se revela en esas colisiones semánticas para enriquecer, dilatar esa carga del len- guaje, o sea, de la vida, de la conciencia humana. "En todas las cosas hay una pala- bra interna, una palabra latente y que está debajo de la palabra que las designa. Esa es la palabra que debe descubrir el poeta", escribió Huidobro en 1921. "Como las selvas cambian de hojas al incli- narse de los años, caen las primeras, así parece la vejez de las voces y como jóvenes brotan las recién nacidas y crecen" (60-2). Tanto en la Sátira 1, 10 como en la Epis- tolo" Horacio distingue a continuación entre voces extranjeras y aquellas que se hacen necesarias por condiciones nuevas y que enriquecen el sentido y son: "de fuente griega, discretamente alteradas" (53). Que- vedo criticó en su tiempo arduamente la multiplicidad de voces extranjeras que .lle- naban un texto, confundiendo una jeri- gonza con una innovación o con una expre- sión nueva. Huidobro, en su prólogo al Cid Campeador indica, por el contrario: "si los * Horacio: Arte poética, traducida por Tar- cisio Herrera Zapién. México, UNAM, 1970 (Bi- bliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana). clásicos llenaron nuestra lengua de italianis- mos, ¿quién puede decirnos algo por nues- tros galicismos?" En la literatura de nuestro tiempo ocurre una desaforada mez- cla de idiomas y a veces una peligrosa mix- tura que aglutina modismos o jergas pero no expresiones de mayor significado. Neo- 'logismos pueden surgir, pero no el argot que excluye de por la comunicación para establecer una masturbadora lengua con palabras de moda. Borges comenta, más prudente, más clásico, en el prólogo a Elo- gio de la sombra: "El tiempo me ha ense- ñado algunas astucias: eludir hispanismos, argentinismos, arcaísmos y. neologismos; preferir las palabras habituales a las pala- bras asombrosas." "Mucho diferirá si un dios o un héroe ha- bla, si un anciano maduro o un joven" (114-115). En Las Ranas, Esquilo señala a Eurípides que conviene al dios hablar con un lenguaje divino, con una fuerza superior al habla humana. Una sintaxis, un orden que expresa la presencia total de una per- sonaje, es lo que permite una coherencia y no palabras aisladas o líneas explicativas. Si el personaje es un joven o un anciano, de- bemos sentir el modo de su alma por el lenguaje, su orden o sintaxis, use las pala- bras que use. Una muestra ejemplar de las virtudes (y también de los escollos) de este trabajo es una bella novela de Virginia Wolf, Las olas, cuyo desarrollo se da en los diálogos de personajes distintos, desde su niñez y, gradualmente, hasta la madurez y la muerte. "¿Qué dará este prometedor, digno de tal abertura? Parirán los montes, nacerá el ratón irrisorio" (138-139). Estos versos los cita Quevedo, con un texto de en la carta dirigida al Conde-Duque que sirvió de prólogo a las obras que editó de Fray Luis de León en 1631. Virgilio escribió en el cuarto libro de las Geórgicas: "Saepe exi- guus mus" (muchas veces el exiguo ratón) .. Favio dice que el epíteto previene para que no esperemos más, y que la cláusula de una sílaba (mus) añadió gracia. "Ambas cosas imitó Horacio: Nascetur ridiculus mus." Grandes palabras o libros para decir cosas 4

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Clásicos

Horacio,Arte poética

Carlos Montemayor

Suele culparse a Horacio por varios siglosde preceptiva rigurosa en la creación teatraly, por ello, se le considera como el pasadoirrecuperable de una esclavitud en que no·volverá a caer la literatura de nuestros días.Pero al acercarse a Horacio uno encuentraalgo viviente, poético, la fuerza del escritory no una caprichosa reunión de preceptos.La reflexión sobre el oficio poético es siem­pre la comunicación del trabajo o la postu­lación de una actitud creativa en un mo­mento dado. En nuestro tiempo han apare­cido, por ejemplo, numerosas artes poé­ticas; contamos, entre otras con los mani­fiestos creacionistas de Vicente Huidobro ylos manifiestos surrealistas de Breton, losestupendos prólogos de la Novela de laEterna de Macedonio Fernández, los ensa­yos de Pound y los escritos de Sartre sobrela literatura. Estas preceptivas pueden cre­cer (por ejemplo, el ceñido prólogo deElogio de la sombra, de Borges). Todasellas tratan del sentido que debe adquirir laobra literaria en nuestra época y señalan loscaminos del oficio literario en esos determi­nados márgenes. El trabajo se convierte asíen una arteria decisiva a través de todos losescritores que une las preocupaciones delacto de escribir, del oficio y sus implica­ciones. Comprender esto -no sólo acep­tarlo- significa sentir como a un contem­poráneo a todo aquel que desde otralengua y otro tiempo nos muestra la cerca­nía ineludible que hay entre sus preocupa­ciones literarias y nuestro afán actual.

Esta Ars poética o Epistola ad pisones esla más célebre de todas las que se han es­crito. Horacio vivió durante el principadode Augusto, fue amigo de Virgilio y deMecenas y a pesar de haber sido oficial deMarco Bruto en Asia Menor, escribió des­pués el poema que cientos de niños entona­ron en la Fiesta Secular a Apolo y Dianacelebrando la paz augusta que había can­tado ya la Eloga IV de Virgilio. La obra de"oracio tuvo tropiezos para llegar a noso­tros. Mientras que de Plauto y Virgilio te­nemos, por ejemplo, manuscritos del sigloN, los más antiguos de Horacio (CodexBernensis 363 y Codex Vaticanus Reginae1703) datan del siglo VIII-IX y con tantasinterpolaciones y errores que sólo hasta laEditio princeps de 1470 se cuenta con unconjunto más o menos seguro, antes de lade Arnaldo de Bruselas (Nápoles, 1478), lasde Landino (Florencia, 1482; Venecia,1483) y -después de decenas de ediciones

Horacianas- la de Fabricio (Bruselas, 1555)aparecida con los comentarios al Arte poé­tica de Luisino, Griffolio y de Nores. Acasotanta irregularidad ocasionó que Dante ig­norara su obra lírica y lo mencionara (Inf.IV, 89) junto a Homero, Ovidio y Lucano,como el "satírico Horacio". Desde 1970contamos en México con una estupendaedición del Arte poética de Horacio en la"Bibliotheca Scriptorum Graecorum etRomanorum Mexicana" de la Universidadde México, traducida por Tarciso HerreraZapién.*

"Habrás dicho egregiamente si a una pala:­bra sabida la volviere nueva una astutaunión" (4648). Una palabra tiene sentidopor una resonancia semántica que nos des­pierta. "Rosa" desencadena semánticamentenociones de flor, de color, de forma, dedivisiones de flora y elementos naturales,acaso de notas poéticas, místicas, o aunsimbólicas y esotéricas. La labor del escri­tor se revela en esas colisiones semánticaspara enriquecer, dilatar esa carga del len­guaje, o sea, de la vida, de la concienciahumana. "En todas las cosas hay una pala­bra interna, una palabra latente y que estádebajo de la palabra que las designa. Esa esla palabra que debe descubrir el poeta",escribió Huidobro en 1921.

"Como las selvas cambian de hojas al incli­narse de los años, caen las primeras, asíparece la vejez de las voces y como jóvenesbrotan las recién nacidas y crecen" (60-2).Tanto en la Sátira 1, 10 como en la Epis­tolo" Horacio distingue a continuación entrevoces extranjeras y aquellas que se hacennecesarias por condiciones nuevas y queenriquecen el sentido y son: "de fuentegriega, discretamente alteradas" (53). Que­vedo criticó en su tiempo arduamente lamultiplicidad de voces extranjeras que .lle­naban un texto, confundiendo una jeri­gonza con una innovación o con una expre­sión nueva. Huidobro, en su prólogo al CidCampeador indica, por el contrario: "si los

* Horacio: Arte poética, traducida por Tar­cisio Herrera Zapién. México, UNAM, 1970 (Bi­bliotheca Scriptorum Graecorum et RomanorumMexicana).

clásicos llenaron nuestra lengua de italianis­mos, ¿quién puede decirnos algo por nues­tros galicismos?" En la literatura denuestro tiempo ocurre una desaforada mez­cla de idiomas y a veces una peligrosa mix­tura que aglutina modismos o jergas perono expresiones de mayor significado. Neo-

'logismos pueden surgir, pero no el argotque excluye de por sí la comunicación paraestablecer una masturbadora lengua conpalabras de moda. Borges comenta, másprudente, más clásico, en el prólogo a Elo­gio de la sombra: "El tiempo me ha ense­ñado algunas astucias: eludir hispanismos,argentinismos, arcaísmos y. neologismos;preferir las palabras habituales a las pala­bras asombrosas."

"Mucho diferirá si un dios o un héroe ha­bla, si un anciano maduro o un joven"(114-115). En Las Ranas, Esquilo señala aEurípides que conviene al dios hablar conun lenguaje divino, con una fuerza superioral habla humana. Una sintaxis, un ordenque expresa la presencia total de una per­sonaje, es lo que permite una coherencia yno palabras aisladas o líneas explicativas. Siel personaje es un joven o un anciano, de­bemos sentir el modo de su alma por ellenguaje, su orden o sintaxis, use las pala­bras que use. Una muestra ejemplar de lasvirtudes (y también de los escollos) de estetrabajo es una bella novela de VirginiaWolf, Las olas, cuyo desarrollo se da en losdiálogos de personajes distintos, desde suniñez y, gradualmente, hasta la madurez yla muerte.

"¿Qué dará este prometedor, digno de talabertura? Parirán los montes, nacerá elratón irrisorio" (138-139). Estos versos loscita Quevedo, con un texto de Favi~, en lacarta dirigida al Conde-Duque que sirvió deprólogo a las obras que editó de Fray Luisde León en 1631. Virgilio escribió en elcuarto libro de las Geórgicas: "Saepe exi­guus mus" (muchas veces el exiguo ratón)..Favio dice que el epíteto previene para queno esperemos más, y que la cláusula de unasílaba (mus) añadió gracia. "Ambas cosasimitó Horacio: Nascetur ridiculus mus."Grandes palabras o libros para decir cosas

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pequeñas exigen de estructuras acordes parano ser falsas, y ganar con ello en ingenio.Las muchas palabras para un pequeño pen­samiento lo inflan y ridiculizan. Las pocaslíneas son labor en que el escritor puedeceñir el pensamiento con más precisión ycon menos palabras. Arreola me enseñó quela mejor corrección es la que suprime.Pound señala repetidas veces la economíade vocablos y la eliminación constante depalabras superfluas. "Si lo bueno, breve,dos veces bueno", decía Gracián.

"Reprended el poema al que muchos días ymuchos borradores no reprimieron" acon­seja Horacio. Porque "no sería el Lacio máspor su fuerza potente y por sus armas pre­claras que por su lengua si a todos sus poe­tas no ofendiera el trabajo de lima y cal­ma" (289-91). Esto se llama arte poética,que comienza desde la lectura incesante:"Los ejemplares griegos volvedlos con manonocturna, volvedlos con diurna" (268-9).No es una expresión fácil la literatura, es elresultado del trabajo, y de la lectura. Comolector, aconseja desechar la obra sin tra­bajo, sin pulimiento, mal forjado. Comoescritor, insiste en leer constantemente.

Quintilio, "habiendo en vano ensayado dosveces o tres, encargaba destruir y al yunquevolver los versos mal torneados" (440-1).Esta es la idea del fabbro que hallamos enel Purg. XXVI, 117, donde Dante llama aArnaldo Daniello "miglior fabbro (el mejorherrero, el mejor forjador) del parlar materono". Horacio explica bellamente con mag­níficos versos: " ... haré las veces de piedraque puede agudo volver el hierro, incapazde cortar ella misma..." (304-5). En estesiglo usó Eliot esa noción para referirla aPound. Entre nosotros escribe Arreola:"Procedo en línea recta de dos antiquí­simos linajes: soy herrero por parte demadre y carpintero a título paterno. De allími pasióp artesanal por el lenguaje".

Horacio escribe su epístola con un fin espe­cífico; algo que olvidamos en este tiempolos escritores de nuestro medio, ya recono­cidos o aún desconocidos: ''para que noamaras solo sin rival a ti y a tus cosas"

(444). Moshé Ibn Ezra, poeta de lenguahebrea nacido en Granada, aconsejaba porel siglo XII no amar un poema por el sim·pie hecho de que nosotros lo hayamos es­crito.

La nostalgia de un texto que es un senti­miento nebuloso antes de escribirlo, esaconfusa opresión en que se presiente la for­ma o el nudo, permite en los versos143-144 una de las más afortunadas imáge­nes de la belleza: "No humo del rayo, sinodar luz desde el humo piensa..."

Poco tiempo tiene nuestra lengua de encau­zar las traducciones latinas por cánones queno sean las pavorosas rimas en décimas,endecasílabos y otros modos de deformarla poesía latina o griega. Más cerca estamosde los textos al verter en hexámetros caste­llanos los hexámetros clásicos, siguiendo lasodas bárbaras de Carducci. Esta importanteversión salva también el error de cuantifica­ciones acentuales que sirven para confundir'y olvidar los complejos valores cuantitativosde los hexámentros clásicos, y sigue un mé·todo acentual silábico en hexámetros fluc­tuantes entre trece y dieciseis sílabas. Laversión se ciñe admirablemente al texto deHoracio en el orden de los vocablos y enlas voces, y esta literalidad permite incur·sionar en las resonancias del lenguaje queocurren en el escritor en el momento deescribir, sumergiéndonos de inmediato enun ritmo y pensamiento vigorosamentemantenido en nuestro idioma que se con­vierte en un gran placer. El sólido conoci­miento de Tarcisio Herrera Zapién hace po·sible tener en México este acceso profundo,de gran nivel, a los clásicos.

Quiero observar, sin embargo, que enpoesía muchas veces las palabras mantienenla cadencia de una idea, pero en otras laidea presenta con vigor un ritmo propio, ytras ella el ritmo asonántico o rimado. Esbueno saber cuándo irrumpe una idea ycuándo perdura sólo la cadencia, pues ental caso, aun forzando la cadencia deltexto, debemos salvar esa idea mantenién­dola como idea, como hallazgo que rebasatoda lengua. Así sucede en el verso 465:"ardentem frigidus aetnam insiluit" (ejem-

plo de la "callida junctura"), que se ha tra.ducido: "frígido al ardiente Etna ha sal.tado", cuando en español podría obtenersela idea más sugestiva con "frío" o Con lafrase "el hombre frío", en lugar del secovocablo frígido, y decir tal vez: "el hOmbrefrío al ardor del Etna ha saltado." Por estecamino, podría haberse modificado, paramayor claridad, el texto de los versos 372-4sólo en su orden, manteniendo la difícilanáfora. En cambio, es brillante el aciertode los versos 2824, donde uno tiene laimpresión de que es natural a nuestra len.gua.

Otros detalles están referidos al uso dehipérbatos, que podrían eliminarse en va.rios casos. Alfonso Méndez Plancarte expli­caba en el prólogo a XL odas de Horado,de la misma Bibliotheca, el uso que él ha·cía del hipérbato, lo cual no olvido. Perohay casos en que son tan innecesarios queno bastan para indicar un estilo o una foroma fundamental de encabalgamiento de losversos, y en esas ocasiones podríamos optarpor una expresión más sencilla o más lIana.Véanse bajo este aspecto los versos 73 y137, por ejemplo. A diferencia de los ante·riores, el verso 277 es ya una peculiar mue.tra de acuñamiento, que podría bastar parano eliminarlo. Los versos 83-85 nos mue.tran los dos casos, y mucho mejoraría eltexto si se hubiera eliminado el hipérbatofinal, que se torna excesivo dada la enume­ración que 10 precede. Acaso también esejemplo de esto la imagen de los bellos yceñidos versos latinos 268·9: " ... los ejem·piares griegos volvedlos con mano nocturna,volvedlos con diurna".La introducción es valiosa, y acaso nos pa·rezca más si hemos primero gustado elpoema. La introducción es un formidableestudio de la historia de la preceptiva porque atravesó la Epistola ad pisones. Es uti·lísima para comprender cuan lejos quedó elmundo de los preceptistas del grato poemade Horacio, y cuan ceñidos a aquél nosempeñamos en ver el poema. Es tambiénatrayente la transformación sucesiva de lasideas o de versos memorables. En ella sólola "m ímesis" aristotélica no está clara (xv,xvii, lxvüi y lxxi). La imitación es la desar·ticulación de las causas aristotélicas quelleva a sus límites de abstracción o purezalas cosas o sentimientos; este paso a travésde la desarticulación hasta llegar a la pala·bra, al poema -grado último de desnatura·lización-, constituye la catarsis, con 10 quela esencia de ese afecto purificado produ·cirá lo propio en el espectador (fuera deAristóteles vemos también esta misma ideade catarsis, como en República 461 d, V).Los cap ítulos de Caro y de F. J. Alegre sonmagníficos, verdaderos párrafos placenterosque lo señalan además, como un buen lec·tor. En nuestro idioma este excelente tra·bajo alcanzará inevitablemente más recono­cimiento que la sola "humildad con que seha acercado al volumen del maestro". Esmagnífico que en México tengamos estosserios trabajos, repito, de gran preparaciónacadémica que prometen, en el caso de Tar·cisio Herrera Zapién, una fructífera laborfutura de la que nos congratularemos losque amamos -y los que aprenderán aamar- a los clásicos.