Homilía en la celebración eucarística por el Día Nacional ...

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Homilía en la celebración eucarística por el Día Nacional del Perú Fecha: Viernes 27 de Julio de 2007 Pais: Chile Ciudad: Santiago Autor: Mons. Francisco Javier Errázuriz Ossa Celebración Eucarística Por el Día Nacional del Perú 1 Cor. 12, 31-13, 13 Salmo 95, 1-3. 7-10 LUCAS 24, 13-35 Queridos hermanos, Con profunda alegría y gratitud nos reunimos para celebrar al Señor de la Vida y de la Historia. Hemos peregrinado a esta Catedral, Iglesia madre de esta Arquidiócesis y casa de todos, para agradecer a Dios y para pedir por el pueblo hermano del Perú que hoy celebra un nuevo aniversario de su independencia. Lo hacemos con afecto y renovada confianza, sabiendo que el Padre común nos invita a constituir la familia de la Iglesia en la que todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre. Nuestra gratitud se eleva al Padre de los cielos por la historia civil, artística y religiosa del país hermano. Sobresalen en la primera una galería de Virreyes, de notables presidentes, intelectuales y diplomáticos, que han recibido amistad y admiración en nuestra Patria. Entre los hombres de armas, Chile no olvida la nobleza del Gran Almirante Miguel Grau, cuyo busto lo recuerda en nuestra Escuela Naval. Hablar de la historia artística nos lleva a recorrer la hermosa arquitectura colonial y las imágenes policromadas de tantos templos, las catedrales, los monasterios y las casas coloniales con sus curiosos balcones, y los valiosos museos baste recordar el Museo Pedro de Osma, por citar uno de singular belleza- de Lima, del Cuzco, de Arequipa y de otras ciudades que no he tenido el gusto de conocer. Nuestra gratitud se eleva a Dios también por los talleres de arte, cuyos productos embellecieron también nuestros conventos e iglesias, y por el admirable estilo de la pintura cusqueña. El mismo Santo Padre, cuando quiso hacer un regalo a los Obispos latinoamericanos y caribeños, reunidos recientemente en Brasil, encargó un hermoso tríptico de pintura cusqueña con siete cuadros que ilustran lo que significa ser discípulo y misionero de Jesucristo. No me detengo en esa mutua fecundación que aun hoy sigue creando, entre la artesanía y la piedad popular. Tamaña riqueza difícilmente será encontrada en otros países americanos. Y nuestra Iglesia de Santiago mantiene vivo su reconocimiento por la historia religiosa de Perú. La figura de Santo Toribio de Mogrovejo sobresale por su rectitud, su celo apostólico, sus infatigables y sacrificadas visitas pastorales, los concilios de Lima que regularon y vigorizaros la vida de la Iglesia, y por su amor sin límites a los pueblos indígenas. Una reliquia suya fue depositada bajo el altar mayor de esta iglesia catedral. Santa Rosa de Lima, patrona de las Américas - Rosa de Jesús y de María, Rosa del Espíritu Santo y de los pobres- le abrió camino a la santidad a todos los cristianos nacidos en estas tierras. Por eso, con cuanta razón se eleva nuestra gratitud a Dios en esta Catedral, celebrando el día nacional de Perú. Detengámonos en la meditación de los textos de las lecturas de esta santa Misa. Que su luz avive nuestra fe para celebrar los santos misterios t para vivir iluminados por el Evangelio. 1. Al acercarnos al relato de San Lucas contemplamos a dos discípulos que van de camino y se hacen preguntas. Juntos

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Homilía en la celebración eucarística por el Día Nacional del Perú

Fecha: Viernes 27 de Julio de 2007Pais: ChileCiudad: SantiagoAutor: Mons. Francisco Javier Errázuriz Ossa

Celebración Eucarística Por el Día Nacional del Perú

1 Cor. 12, 31-13, 13Salmo 95, 1-3. 7-10LUCAS 24, 13-35

Queridos hermanos,

Con profunda alegría y gratitud nos reunimos para celebrar al Señor de la Vida y de la Historia. Hemos peregrinado a esta Catedral, Iglesia madre de esta Arquidiócesis y casa de todos, para agradecer a Dios y para pedir por el pueblo hermano del Perú que hoy celebra un nuevo aniversario de su independencia. Lo hacemos con afecto y renovada confianza, sabiendo que el Padre común nos invita a constituir la familia de la Iglesia en la que todos somos hermanos e hijos de un mismo Padre.

Nuestra gratitud se eleva al Padre de los cielos por la historia civil, artística y religiosa del país hermano. Sobresalen en la primera una galería de Virreyes, de notables presidentes, intelectuales y diplomáticos, que han recibido amistad y admiración en nuestra Patria. Entre los hombres de armas, Chile no olvida la nobleza del Gran Almirante Miguel Grau, cuyo busto lo recuerda en nuestra Escuela Naval.

Hablar de la historia artística nos lleva a recorrer la hermosa arquitectura colonial y las imágenes policromadas de tantos templos, las catedrales, los monasterios y las casas coloniales con sus curiosos balcones, y los valiosos museos baste recordar el Museo Pedro de Osma, por citar uno de singular belleza- de Lima, del Cuzco, de Arequipa y de otras ciudades que no he tenido el gusto de conocer. Nuestra gratitud se eleva a Dios también por los talleres de arte, cuyos productos embellecieron también nuestros conventos e iglesias, y por el admirable estilo de la pintura cusqueña. El mismo Santo Padre, cuando quiso hacer un regalo a los Obispos latinoamericanos y caribeños, reunidos recientemente en Brasil, encargó un hermoso tríptico de pintura cusqueña con siete cuadros que ilustran lo que significa ser discípulo y misionero de Jesucristo. No me detengo en esa mutua fecundación que aun hoy sigue creando, entre la artesanía y la piedad popular. Tamaña riqueza difícilmente será encontrada en otros países americanos.

Y nuestra Iglesia de Santiago mantiene vivo su reconocimiento por la historia religiosa de Perú. La figura de Santo Toribio de Mogrovejo sobresale por su rectitud, su celo apostólico, sus infatigables y sacrificadas visitas pastorales, los concilios de Lima que regularon y vigorizaros la vida de la Iglesia, y por su amor sin límites a los pueblos indígenas. Una reliquia suya fue depositada bajo el altar mayor de esta iglesia catedral. Santa Rosa de Lima, patrona de las Américas -Rosa de Jesús y de María, Rosa del Espíritu Santo y de los pobres- le abrió camino a la santidad a todos los cristianos nacidos en estas tierras. Por eso, con cuanta razón se eleva nuestra gratitud a Dios en esta Catedral, celebrando el día nacional de Perú.

Detengámonos en la meditación de los textos de las lecturas de esta santa Misa. Que su luz avive nuestra fe para celebrar los santos misterios t para vivir iluminados por el Evangelio.

1. Al acercarnos al relato de San Lucas contemplamos a dos discípulos que van de camino y se hacen preguntas. Juntos

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buscan una respuesta a lo sucedido en Jerusalén, donde ha muerto crucificado quien consideraban su rey. En su corazón hay una manifiesta desolación. Viven el dolor de la ausencia y del fracaso. Esperaban un guerrero, un Mesías quizás nacionalista, más ajustado a los criterios del hombre que a los de Dios. Mientras conversan y caminan hacia Emaús, Jesús se les acerca.

2. "¿Qué vienen conversando por el camino"(Lc. 24,17). Los discípulos de Emaús, comparten su desolación por lo que le ha ocurrido a Jesucristo. Sin embargo, "sus ojos estaban cegados y no eran capaces de reconocerlo" (Lc. 24,16). Sólo desgracias estaban en su memoria y en su recuerdo. Era el dolor de la cruz, la frustración y la desesperanza. El Señor se les acerca y comienza a "caminar con ellos" (Lc. 24,15), a escuchar sus preocupaciones, sus angustias, sus dudas, lo que inquieta sus corazones. Leían la historia acontecida recientemente con los ojos de los hombres, pero no eran capaces de interpretar y comprender el paso de Dios. Se sentían peregrinando solos, abandonados, no reconociendo la presencia cercana de Cristo.

3. La comunidad peregrina de estos dos hombres con Jesús se vuelve un espacio de diálogo y de fraternidad, de preguntas y de discernimiento. En comunidad, como hermanos, verán con claridad su historia desde la fe. Pareciera que desde lo más profundo de su ser pidieran que Cristo les aumente la fe (cf. Lc. 17,5). Por otro lado el Señor, con atenta delicadeza, los escucha. Con solícita caridad quiere oír de sus labios lo que les acontece y lo que inquieta sus corazones: sus desdichas, sus preocupaciones, sus penas, las incertidumbres que asolaban su interior.

4. A estos hombres que sufren la "ceguera" por falta de fe, el Señor les devuelve la "vista" con su Palabra, "les abre la inteligencia para que comprendan las Escrituras" (Lc 24,45) y los prepara para vivir la fraternidad eucarística. Poco a poco los discípulos se dan cuenta que las palabras de quien va con ellos por el camino son "espíritu y vida" (Jn. 6,63). Como lo señalan los mismos peregrinos su "corazón ardía". Mientras Cristo les hablaba ellos sentían algo nuevo: paz interior y renovada alegría; a la vida volvía su sentido. De ahí que parece tan natural y evidente la invitación que le hacen al Señor para quedarse con ellos.

5. La presencia de Cristo junto a los dos caminantes produjo un vuelco en su vida. En Jerusalén habían encontrado en la comunidad de los discípulos su propio hogar, su tierra prometida. Es lo que tiene cada uno de nosotros en su Patria y en la Iglesia, Casa y Familia de Dios. Por eso, llevaban una enorme nostalgia en el corazón cuando se alejaban de Jerusalén. Después de la muerte del Señor, que era su vida y su esperanza, se sentían huérfanos, sin apoyo en este mundo. Su situación reflejaba el estado de ánimo de quienes dejan su patria y emigran a otras tierras, como es el caso de tantos latinoamericanos, también de hermanos peruanos en nuestro país. Urgidos por necesidades de sus hogares, y a veces por convulsiones políticas, con mucha nostalgia de sus familiares, su tierra, sus nobles tradiciones y sus significativas costumbres religiosas, se sienten desvalidos y a veces desesperanzados en el nuevo país, del cual esperaban más espíritu acogedor. En esta mañana pedimos por todos los migrantes. Que ellos tengan un encuentro con Cristo similar al de los discípulos de Emaús, que llenó de paz y confianza el corazón de los que se alejaban de Jerusalén; que puedan tomar conciencia de que Él los acompaña en su camino, siendo su apoyo, su mensaje y su esperanza. El arte cusqueño trata el mismo tema de la migración con los hermosos cuadros que representan la huida a Egipto. Jesús, María y José en ese doloroso trance tampoco van solos. Los acompaña un ángel. .Pero también hay cuadros que representan la alegría del reencuentro con la patria y con las propias tradiciones, cuando la Sagrada Familia regresa a su tierra con Jesús niño, ya no en los brazos de su madre, sino caminando junto a José y María. Son cuadros que alientan la esperanza.

6. Volvamos a Emaús. Jesús acepta la invitación a entrar en la casa y quedarse con ellos. Cristo ha preparado a los discípulos en el camino. Ahora, sentado junto a ellos en la mesa, tomó el pan y lo bendijo, lo partió y se los dio. En ese instante todo adquirió luminosidad, sentido y consistencia. Reconocen en el peregrino, en el que había caminado con ellos, a Cristo Resucitado. Ahí todo cambia para siempre. Empiezan a mirar su historia con gozo y renovada esperanza. Comprenden que todo lo acontecido había sido guiado por el Señor y tenía un horizonte de bienaventuranza. Su historia, su peregrinación, sus dolores adquieren sentido. También los nuestros.

7. Queridos hermanos, en la mesa eucarística Cristo se presenta, se nos entrega y nos reúne, como a los peregrinos de Emaús, para constituirnos en comunidad y para hacernos visiblemente expresión de la familia humana. En cada misa la

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Iglesia presente en tantas latitudes se reúne para celebrar el banquete y participar de la vida de su Maestro. En torno al altar no hay extranjeros: no hay diferencias de razas, de pueblos, de culturas; no hay división posible ni conflicto sustentable; no hay resentimientos ni animadversiones. En ella nos sentamos para compartir como hermanos, para fundar nuestra vida en la fe, en la esperanza y en la caridad; para mostrar visiblemente al mundo que somos una familia peregrina, sin fronteras, donde compartimos los bienes, donde valoramos al prójimo como hermano y lo hacemos participar de nuestras alegrías. Como nos lo señala la carta a los Corintios, en torno al altar se manifiesta ese amor comprensivo y servicial que distingue a todo cristiano.

8. El acontecimiento eucarístico suscita en nosotros una vida nueva. También nos impele a desarrollar una común misión que es la de establecer el Reino de Cristo. Desde la mesa eucarística, impregnados del don de la fe, volvemos a nuestros hogares, a los trabajos y a los quehaceres, renovados y dispuestos a dar testimonio, anunciando, como nos dice el salmo, "las maravillas del Señor". Más allá de las diferencias históricas entre los pueblos, la realidad de la fe nos constituye en una gran familia que comparte la misma misión, construir el Reino, y el mismo horizonte, que es la patria eterna.

9. Construir el Reino, anunciar y testimoniar las maravillas del Señor, es un desafío complejo en nuestro tiempo y en nuestra cultura. Sin embargo ello no debe descorazonarnos. Dios, que nos amó primero, nos ha enviado para continuar, en comunión de vida y de amor, la obra de su Hijo, construyendo lazos de fraternidad y de paz, de justicia y de solidaridad, vínculos de amistad y de respeto. Estamos invitados por el Señor de las Bienaventuranzas a expandir por todas partes su reinado mostrando los gozos y las esperanzas de una nueva humanidad fundada en Cristo.

10. Ciertamente nuestra vida de peregrinos, nuestra experiencia eucarística y la misión que el Señor nos confía, nos comprometen para que, con mayor ardor y con mayor tesón, podamos encarnar el Evangelio. Esta invitación que hace arder nuestro corazón de discípulos, nos interpela a los que somos hijos de esta tierra chilena para que sepamos mostrar el rostro misericordioso de Dios que sabe acoger con amor entrañable al hermano. Tenemos una tarea pendiente de crecer en esa caridad y fraternidad tan propias de nuestra fe, y que nos han testimoniado tantos hombres y mujeres a través de nuestra historia.

11. Al mismo tiempo, nuestros anhelos de cielo y de la patria definitiva no pueden hacernos soslayar la injusticia en la cual viven muchos hermanos migrantes. Quienes hemos escuchado y acogido el Evangelio y sentido el ardor del corazón, quienes hemos conocido la buena noticia y nos hemos quedado con el Señor, no podemos descansar mientras, como decía nuestro santo Alberto Hurtado, "haya un dolor que mitigar". Por ello esta providencial fiesta es una hermosa oportunidad para integrarnos en una corriente de gracia que anime nuestro compromiso vital con el hermano. Como lo decimos los obispos de Latinoamérica en nuestra reciente Asamblea celebrada en Aparecida la comunidad de los discípulos "debe sentirse a sí misma como Iglesia sin fronteras, iglesia familiar atenta al fenómeno creciente de la movilidad humana"(Ap. 412)

12. Al escuchar el hermoso relato de los peregrinos del Evangelio, no podemos olvidar la querida devoción al Señor de los Milagros y la procesión que en el mes de octubre recorre varias veces las calles de Lima y de tantas otras ciudades, también lejos del Perú. El caminar junto al Señor, a los cofrades y también a miles de hermanos que renuevan su amor a Cristo, constituye una rica expresión de fe y de amor. El Señor de los Milagros, transitando por la ciudad, parece bendecir los trabajos, las tareas y quedarse en las casa de los devotos que lo invitan a quedarse. En nuestra tierra hemos acogido con fe y alegría esta devoción, sabiendo que ella es una escuela de vida cristiana que conduce a un encuentro más cercano con el Señor de la Vida y de la Historia. La fiesta del Señor de los Milagros es un regalo de los hermanos peruanos para nuestras tierras. También una providencial oportunidad para pedirle al Señor, como los peregrinos de Meaux, ¡quédate con nosotros

13. Queridos hermanos, Cristo una y otra vez nos invita a creer, a confiar y a dedicarle nuestra vida, sabiendo que sólo él tiene palabras de vida eterna. En este día en que renovamos la fe y recordamos a quienes a través del tiempo han ido constituyendo la República hermana del Perú, su cultura y sus tradiciones, le decimos al Señor ¡Quédate con nosotros, y bendice a nuestros pueblos ¡Quédate con nosotros a través del testimonio de tu amor a los hermanos ¡Quédate con nosotros en el trabajo digno y justo ¡Quédate con nosotros renovándonos en la esperanza ¡Quédate con

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nosotros, animando nuestra convivencia y el trato a nuestros hermanos ¡Quédate con nosotros partiendo el pan de la Eucaristía, el pan del trabajo y de la alegría ¡Quédate con nosotros, dando a nuestros corazones el ardor de acompañarte, y de escuchar y acoger tus palabras de vida eterna ¡Quédate, Señor, uniendo a los pueblos, de modo que nuestros países formen una gran familia, un continente del amor y de esperanza, de la vida y de la paz

14. Por intercesión de la Santísima Virgen María y de Santa Rosa de Lima, cuya imagen acoge a los caminantes en el frontis de este templo y veneramos junto a María Asunta en lo alto del presbiterio, pedimos al Señor que custodie nuestros pasos, que vele por nuestras necesidades, que aliente nuestra fraternidad y que acompañe y bendiga con la sobreabundancia de sus dones al pueblo peruano en la celebración de su aniversario patrio y siempre.

� Francisco Javier Errázuriz OssaCardenal Arzobispo de Santiago