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1 Hoja de ruta Democracia y renovación en el mundo árabe La UNESCO apoya las transiciones democráticas Documento elaborado en el marco de la Mesa redonda de alto nivel organizada por la UNESCO el 21 de junio de 2011 “Hoy en día, los pueblos del Mediterráneo vuelven a darnos una lección de valentía y de humanidad para el siglo XXI […] La democracia y la libertad de expresión requieren una educación y una alfabetización que permita a cada ser humano informarse, expresar sus ideas, encontrar trabajo” Extracto del discurso de apertura de Irina Bokova Directora General de la UNESCO SHS/2011/PI/H/2

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Hoja de ruta Democracia y renovación en el mundo árabe

La UNESCO apoya las transiciones democráticas

Documento elaborado en el marco de la Mesa redonda de alto nivel organizada por la UNESCO el 21 de junio de 2011

“Hoy en día, los pueblos del Mediterráneo vuelven a darnos una lección de valentía y de

humanidad para el siglo XXI […] La democracia y la libertad de expresión requieren una educación y una alfabetización que permita a cada ser humano informarse,

expresar sus ideas, encontrar trabajo”

Extracto del discurso de apertura de Irina Bokova Directora General de la UNESCO

SHS/2011/PI/H/2

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ÍNDICE PRÓLOGO

I. Introducción La primavera árabe: una nueva página en la historia de la democracia Transiciones democráticas en el mundo: otras épocas, otros lugares Respuestas de la comunidad internacional a la primavera árabe

II. Una hoja de ruta a modo de referencia La pertinencia de una hoja de ruta para la democracia en el mundo árabe La UNESCO: una plataforma de cooperación internacional para un apoyo solidario

III. Las mujeres y los jóvenes: motores de la renovación árabe Los derechos de las mujeres: la otra revolución necesaria La juventud árabe, protagonista ineludible

IV. Condiciones fundamentales para la realización del ideal democrático

1. Ética y estructuras fundamentales Condiciones de orden institucional Instituciones aptas para apoyar el proceso democrático Justicia transicional, reconciliación y confianza: bases para un nuevo proyecto de sociedad

2. Gobernanza democrática y transformaciones sociales Condiciones de orden social Gobernanza: fundamentos y regulaciones Religión y política

3. Educación, cultura y derechos humanos Condiciones de orden cívico Derechos humanos: valores democráticos Forjar y reforzar la cultura democrática

4. Desarrollo y justicia social: una interacción esencial Condiciones de orden económico Los imperativos de la solidaridad Las necesidades del desarrollo

5. Participación democrática y tecnologías de la comunicación Condiciones vinculadas al espacio público Una sociedad civil activa Las tecnologías de la comunicación: potencial y desafíos

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V. Resumen de los debates Aceleración de la historia e internacionalización del derecho Universalidad y singularidad La gramática de la emancipación

VI. Principales desafíos La tentación de imitar Evitar la violencia Estimular la solidaridad internacional Rehabilitar el Estado y restablecer la justicia Forjar una sociedad civil fuerte Formación de los ciudadanos y defensa de los derechos humanos Separación entre Estado y religión Reforzar el papel de la mujer y de los jóvenes Reforzar la educación de calidad Reflexionar sobre la cuestión de la identidad

VII. Líneas de acción para apoyar el proceso democrático en el mundo árabe

• en el ámbito analítico • en el ámbito cívico • en el ámbito económico • en el ámbito social y cultural • a favor del compromiso cívico de los jóvenes • a favor de las mujeres

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PRÓLOGO MARCO NORMATIVO EN MATERIA DE DEMOCRACIA – TEXTOS DE REFERENCIA

Considerando el texto de la Carta de las Naciones Unidas: “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas, resueltos a preservar a las generaciones venideras del flagelo de la guerra, […] a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana […] y, con tales finalidades, a practicar la tolerancia y a convivir en paz como buenos vecinos”,

Recordando el preámbulo de la Constitución de la UNESCO, aprobada el 16 de noviembre de 1945, que declara que la paz “debe basarse en la solidaridad intelectual y moral de la humanidad” y que “la grande y terrible guerra que acaba de terminar no hubiera sido posible sin la negación de los principios democráticos de la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo de los hombres, y sin la voluntad de sustituir tales principios, explotando los prejuicios y la ignorancia, por el dogma de la desigualdad de los hombres y de las razas”,

Recordando asimismo la Declaración Universal de Derechos Humanos, que proclama: que “…es esencial que los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión” (Preámbulo); que “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión” (Artículo 18); “de opinión y de expresión” (Artículo 19); que la educación “favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos” (Artículo 26),

Teniendo presentes los instrumentos normativos internacionalmente reconocidos, en particular:

· la Declaración Universal de Derechos Humanos . el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos · el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales . la Carta Árabe de Derechos Humanos . la Declaración y Programa de Acción de Viena aprobados por la Conferencia Mundial de

Derechos Humanos . la Declaración Universal sobre la Democracia adoptada por el Consejo Interparlamentario · la Declaración de Copenhague sobre Desarrollo Social y el Programa de Acción adoptados

por la Cumbre Mundial sobre Desarrollo Social . la Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales . la Declaración de Principios sobre la Tolerancia · la Declaración sobre la eliminación de todas las formas de intolerancia y discriminación

fundadas en la religión o las convicciones · la Declaración sobre los derechos de las personas pertenecientes a minorías nacionales o

étnicas, religiosas y lingüísticas · la Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación

Racial . la Convención sobre los Derechos del Niño . la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer . la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes

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“La democracia es un valor universal, basado en la voluntad libremente expresada de los pueblos

de determinar su propio sistema político, económico, social y cultural, y en su participación plena

en todos los aspectos de su vida”.

Documento final de la Cumbre Mundial de 2005 Asamblea General de las Naciones Unidas

I. Introducción La primavera árabe: una nueva página en la historia de la democracia

Las primera semanas de 2011 fueron el punto de partida de un cambio histórico en el mundo árabe. Los alzamientos populares se propagaron de Túnez a Egipto y posteriormente provocaron en toda la región un movimiento que reclamaba la libertad y la liberación del yugo autoritario. La historia de la democracia cuenta desde entonces con una nueva página dedicada a las aspiraciones de los pueblos a asumir el control de su destino colectivo. Las nuevas perspectivas abiertas tras los recientes cambios en Egipto y Túnez como resultado de este alzamiento popular presentan características claramente inéditas. Como debe hacerse con motivo de toda conmoción social de gran envergadura, la primavera árabe debe ser apreciada por su excepcional novedad.

Los recientes acontecimientos han representado un giro histórico para la democracia, no sólo por los importantes cambios introducidos en los aparatos políticos, sino también por el propio proceso que ha entrañado esta conmoción, en particular el papel eminentemente nuevo y fundamental asumido por la juventud como verdadera protagonista del cambio y el importante papel desempeñado por el nivel de educación de las poblaciones, el acceso a las nuevas tecnologías de la comunicación y de la información y la condición de la mujer, especialmente en Túnez, donde nacieron estos movimientos. A la luz de los cambios que experimenta el mundo árabe en la actualidad, la UNESCO está decidida a movilizarse para responder a las aspiraciones democráticas de los pueblos de la región y al nuevo panorama político, social, cultural y educativo resultante de las transformaciones sociales presentes y futuras. Las fuerzas vivas que han protagonizado las revoluciones árabes, verdaderas impulsoras de los movimientos populares por la democracia, están en el centro de las prioridades y acciones de la UNESCO desde hace varias decenios. Su impacto sobre las aspiraciones democráticas de los pueblos y, en particular, sobre la juventud, cuya participación en los programas de la Organización siempre ha sido primordial, demuestra la pertinencia de la lucha que la UNESCO mantiene desde hace decenios a favor los imperativos de educación, formación y sensibilización.

En cada uno de los momentos clave que han marcado la historia contemporánea en los últimos 65 años, la UNESCO siempre ha estado presente para apoyar los procesos de evolución de las sociedades y las aspiraciones populares. Su Constitución defiende los ideales democráticos de justicia, libertad, igualdad y solidaridad, y los considera como los fundamentos de la paz. De hecho, el preámbulo establece una relación directa entre la “negación de los principios democráticos de la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo de los hombres” y “la grande y terrible guerra”. En un momento en el que las aspiraciones populares a la libertad, la democracia y la dignidad hacen tambalear a regímenes establecidos y en el que la reivindicación de los derechos y las libertades fundamentales ocupa la actualidad mundial, la comunidad internacional debe comprender plenamente el impacto generado por los recientes acontecimientos.

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Estos fenómenos multidimensionales han demostrado que nuestras sociedades se encuentran en constante movimiento y que, por lo tanto, es necesario reflexionar continuamente y realizar análisis prospectivos sobre nuestro devenir colectivo. Además, han dejado muy patente que la democracia es un sistema social y político con una dinámica muy particular, cuyo ideal de funcionamiento nunca llega a alcanzarsedel todo. El conjunto de nuestras sociedades se encuentra así en un proceso de cuestionamiento y la UNESCO pretende aprovechar este kairos histórico para apoyar la lucha por la libertad y el establecimiento de un Estado de derecho.

La historia moderna ha estado signada por múltiples experiencias de transiciones hacia la democracia, especialmente en Europa, América Latina y África. A pesar de que cada una de estas transiciones tiene su propia especificidad e historia, marcada por sus éxitos, sus fracasos y, en ocasiones, sus limitaciones, todas ellas conforman un marco de referencia que puede resultar útil para analizar esta nueva dinámica en el mundo árabe, gracias a un intercambio de experiencias y prácticas que han demostrado su validez. Este intercambio es aún más interesante si se centra en el enfoque filosófico, intentando identificar no sólo “lo que hay que hacer”, sino también y sobre todo “lo que no hay que hacer”. Además, esta dinámica de diálogo cobra todo su sentido en el propio seno de la región árabe, donde la palabra experiencia también se conjuga en plural. Así pues, por su vocación de universalidad y cooperación internacional, corresponde a la UNESCO convertirse en el ágora del debate, con un espíritu de apertura y enriquecimiento mutuo. Transiciones democráticas en el mundo: otras épocas, otros lugares La transición democrática es un proceso político que se caracteriza por el paso progresivo de un sistema de gobierno a otro que se considera apto para aplicar los principios democráticos. Al respecto, cabe destacar dos características. En primer lugar, toda transición democrática se desarrolla en un marco geopolítico determinado, sin el cual resulta imposible analizarla y entenderla en toda su magnitud. En segundo lugar, un cambio así, que a primera vista es de naturaleza política e institucional, va mucho más allá del contexto formal a implica transformaciones sociales, culturales y económicas de carácter radical.

En este sentido, seráútil esbozar un recordatorio histórico que subraye las características y desafíos de algunas de las transiciones democráticas que han tenido lugar en el pasado, en otras épocas y lugares. Antes de ello, cabe recordar que la historia no es ni lineal ni predecible, y que los acontecimientos que tuvieron lugar en el mundo árabe no responden a ningún modelo ni esquema preestablecido, de modo que cualquier comparación resulta inexacta.

En el siglo XX, la mayoría de los países latinoamericanos ha tenido regímenes autoritarios y dictatoriales de carácter patriarcal o militar y ha sufrido numerosos golpes de Estado y violaciones del Estado de derecho. La transición democrática vivida en los años 80 se consideró un gran éxito, especialmente en términos de cultura democrática. De hecho, la transición política de estos países consiguió implantar de forma duradera el verdadero sentido de ciudadanía, sentando las bases de una amplia participación política caracterizada por la apertura de la clase dirigente. Finalmente, la implantación de la democracia permitió una mayor inclusión social de la población en la vida política, es decir la progresiva participación política tanto de las clases sociales desfavorecidas y marginadas como de las poblaciones indígenas.

En Europa Oriental, el largo proceso de transición que siguió a la caída del Muro de Berlín en 1989 supuso que muchos países pasaran no sólo de un sistema político a otro, sino también de una cultura política a otra. Dicha transición se tradujo asimismo en una nueva redistribución del poder y de las influencias desde el punto de vista geopolítico. Para que se

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hundiera un bloque y se formara una nueva entidad regional, fue necesario que todo un conjunto de elementos, que comprendía cuestiones de identidad nacional y regional, de simbología política y de cambio de modelo económico y de posición geopolítica, tuviera un efectodirecto y duradero en las poblaciones interesadas.

La experiencia de los países africanos en materia de transición democrática resulta también muy interesante, ya que la institucionalización del multipartidismo en la vida política dio impulso a una nueva dinámica. El viento de la democratización en África abrió un nuevo periodo de liberalización política que marcó el fin de determinados regímenes autoritarios, algunos de los cuales estaban fundados en la discriminación racial. En este sentido, la abolición del apartheid supuso una etapa fundamental.

Todas estas experiencias, cada una a su manera, muestran que todos los periodos de transición inspiran esperanzas y promesas al tiempo que suscitan malestar e inquietud. Ello nos recuerda, una vez más, que la transición democrática debe concebirse como el inicio de un verdadero proceso de democratización. Respuestas de la comunidad internacional En la Cumbre Mundial de 2005, las Naciones Unidas crearon el Fondo de las Naciones Unidas para la Democracia (FNUD). Su principal vocación es promover la democracia, en especial subvencionando proyectos que construyen y refuerzan las instituciones democráticas, promueven los derechos humanos y garantizan la participación de todos en los procesos democráticos. A la fecha de hoy, 30 Estados Miembros contribuyen al FNUD de forma voluntaria. Varios conjuntos de actividades se benefician de la asignación de subvenciones de este fondo, en especial las ligadas al fortalecimiento del diálogo democrático y al apoyo del proceso constitucional; a la consolidación de la sociedad civil; a la educación cívica, a la inscripción electoral y al fortalecimiento de los partidos políticos; al acceso de los ciudadanos a la información; a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; o a la transparencia y la integridad.

La comunidad internacional se ha movilizado para apoyar los procesos democráticos de Túnez y Egipto, tanto en el ámbito económico y financiero como en el del intercambio de experiencias y de la cooperación.

En el ámbito económico y financiero, la reunión del G8 de junio de 2011 impulsó la “Asociación de Deauville”, por medio de la cual los países del G8 se comprometían a ayudar a los países árabes en su transición hacia sociedades libres y democráticas. En particular, se subrayó que los países que habían iniciado un proceso de transición democrática serían los primeros en tomarseen cuenta para los programas de asistencia que ejecutanel FMI, el Banco Mundial y el Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD). Estos países tendrán una importancia crucial para el futuro de toda la región. En este contexto, Túnez y Egipto son los primeros países que han iniciado esta transición y se han incorporado a la Asociación de Deauville. Los bancos multilaterales de desarrollo están preparados para movilizar más de 20.000 millones de dólares, de los cuales 3.500 millones de euros procedentes del Banco Europeo de Inversiones (BEI), en beneficio de Egipto y de Túnez de aquí a 2013.

Entre las principales iniciativas anunciadas figurala creación por parte de la Unión Europea, en junio de 2011, de un grupo de trabajo para el sur del Mediterráneo. El grupo de trabajo reúne a expertos del Servicio Europeo de Acción Exterior, de la Comisión Europea, del Banco Europeo de Inversión, del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo, así como de otras instituciones financieras internacionales, y servirá como centro de coordinación para la asistencia a los países del norte de África que vivanun proceso de transformación política.

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Entre las principales iniciativas en materia de cooperación e intercambio de experiencias se incluye el conjunto de recomendaciones formuladas por el Consejo Interparlamentario, relativas al papel de las mujeres y a la importancia de la paridad en el proceso electoral tunecino. La iniciativa pretende conseguir una mayor representación de las mujeres en la futura Asamblea Constituyente encargada de elaborar la Constitución del país y de construir el nuevo aparato democrático.

Cabe destacar también la iniciativa de Bulgaria, que el 5 y 6 de mayo de 2011 organizó la Plataforma de Sofía con la ambición de proponer un vivero de ideas, conocimientos y experiencias que pudieran resultar útiles para los países de Oriente Medio en proceso de transición democrática. La plataforma reunió a organizaciones no gubernamentales, periodistas, responsables políticos y expertos para promover esta dinámica de intercambio de experiencias e ideas. Aunque los contextos históricos y culturales, las realidades políticas y las tradiciones del mundo árabe actual difieren de los de la Europa Central y Oriental de los años 90 y no es posible establecer paralelismos, la Plataforma de Sofía se esforzó por subrayar las lecciones aprendidas en las transiciones de dichas regiones europeas tanto por lo que se refiere a loséxitos como a los fracasos.

Por su parte, la OCDE organizó una reunión de alto nivel bajo el lema “Diálogo Multipartito para Poner en Práctica los Compromisos Anticorrupción: Transparencia, Participación y Estado de Derecho”, que se celebró en Marruecos en junio de 2011 y en la que altos funcionarios de toda la región árabe y representantes del mundo de los negocios y de la sociedad civil debatieron en busca de soluciones para combatir más eficazmente la corrupción. El diálogo multipartito sirvió para sensibilizar a los actores de la región árabe sobre la importancia de ratificar y aplicarla Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (CNUC) y animar a sus países a adherirse al Convenio Anticorrupción de la OCDE y a otros instrumentos internacionales. II. Una hoja de ruta a modo de referencia La pertinencia de una hoja de ruta para la democracia en el mundo árabe La acción de la UNESCO en materia de democracia se basa en un concepto fundamental inspirado en su Constitución, la cual hace referencia a un “ideal” democrático, un ideal concebido como aspiración y no como aplicación estricta de los procedimientos establecidos, un ideal que se materializa de múltiples formas, a diferencia de un imperativo unilateral e uniforme.

Como ideal, la democracia pretende básicamente preservar y promover la dignidad y los derechos fundamentales de las personas, garantizar la justicia social, favorecer el desarrollo económico y social de las comunidades, reforzar la cohesión de la sociedad y el orden nacional, y crear un clima propicio para la paz internacional. Como forma de gestión de los negocios de la sociedad organizada, la democracia tiene también la virtud única de instaurar un sistema político capaz de corregirse a sí mismo.

La era de la transición hacia una sociedad más justa e inclusiva basada en un Estado de derecho muestra precisamente la aspiración de los pueblos a lograr el ideal democrático. Sin embargo, esto último implica la existencia de múltiples caminos para su realización, y son estos diferentes y complejos caminos los que exigen mantener, desde una perspectiva participativa y abierta, una mirada nueva, una reflexión profunda y un análisis agudo de la situación. En este contexto, hay que esforzarse al máximo por no caer en la tentación de simplificar lo complejo. Para ello resulta necesario integrar los numerosos aspectos en juego, cuya complejidad requiere un análisis distanciado si se quiere actuar de forma acertada.

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Muchas cuestiones surgen de fenómenos sociales, económicos, políticos, institucionales, tecnológicos e incluso éticos y filosóficos. Conocer en profundidad estas dimensiones resulta de vital importancia, ya que es el requisito para una acción adecuada.

La misión de la UNESCO es crear y consolidar las mejores condiciones posibles para el florecimiento del ideal democrático. De conformidad con su mandato de contribuir a erigir “los baluartes de la paz en la mente de los hombres” y de obrar a favor de una paz basada “en la solidaridad intelectual y moral de la humanidad”, la UNESCO ya ha tomado la iniciativa de garantizar la participación activa de la Organización, a corto y mediano plazo, a través de una serie de iniciativas de gran trascendencia en sus diferentes ámbitos de competencia, para apoyar sin demora los procesos de transformación iniciados en los países árabes. Sin embargo, haría falta una acción a más largo plazo para garantizar la sostenibilidad en el tiempo de las iniciativas emprendidas.

Es precisamente esta dimensión de sostenibilidad y reflexión sobre el fondo lo que constituye el eje estructurante de la hoja de ruta para la democracia en el mundo árabe. Dicha dimensión identifica las ideas motrices que podrían preparar el terreno para la acción concertada de todos los actores nacionales, regionales e internacionales con el objetivo de respaldar el advenimiento y, sobre todo, la consolidación de la democracia en la región árabe.

Las líneas de acción y las orientaciones relativas a la cuestión de la democracia en el mundo árabe constituyen los puntos clave de la presente hoja de ruta y responden al triple reto de instaurar, restablecer y preservar las democracias desde un enfoque de previsión y prospectiva. Se centran en la dimensión del saber y del conocimiento, así como en la dimensión ligada a las condiciones básicas que garantizan la realización del ideal democrático.

En este contexto, la Mesa redonda organizada por la UNESCO el 21 de junio de 2011 en la sede de la Organización, titulada “Democracia y renovación en el mundo árabe”, ofreció una tribuna a diferentes voces de la sociedad árabe e impulsó un verdadero debate, interactivo y dinámico, que contó con la participación de la juventud, los análisis de expertos internacionales y las experiencias de transiciones democráticas de otros países, un debate que dio prioridad a la riqueza y diversidad de las opiniones. El objetivo era ofrecer un lugar destacado a la multidisciplinariedad y aprovechar las lecciones extraídas de las experiencias para entender y descifrar las transformaciones sociales y políticas con el fin de trazar de forma más precisa el camino hacia la democracia. La UNESCO: una plataforma de cooperación internacional para un apoyo solidario El inventario de acciones de la UNESCO en el ámbito de la democracia pone de manifiesto un conjunto de iniciativas, actividades y recursos (independientemente de la región beneficiaria) diseñado para responder a las necesidades específicas inherentes a la consecución de la democracia. De esta manera, tras las transformaciones desencadenadas por la caída del Muro de Berlín, la acción de la UNESCO ha estado marcada por momentos importantes, especialmente en 1994 a través Programa de Desarrollo de Europa Central y Oriental (PROCEED). Este programa fue el punto de confluencia de diferentes iniciativas de la Organización para apoyar las nuevas transformaciones regionales e impulsar un nuevo debate sobre la democracia en el mundo. Además, se llevaron a cabo numerosos trabajos sobre el binomio “democracia-cultura”, junto con proyectos de envergadura como el Foro Internacional “Cultura y Democracia”, organizado en Praga en 1991 (que posibilitó el primer encuentro entre las transiciones democráticas de los países del este y los del sur), o incluso el seminario internacional “La reinvención de la democracia: Diversidad Cultural y Cohesión Social”, organizado en 1997. Finalmente, el proyecto “DEMOS: una nueva cultura política para el nuevo siglo”, que se inició en América Latina en 1995 y tuvo continuación en África, creó “laboratorios” de análisis político y social en y para los países atravesados por movimientos

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democráticos. En 1995, Roger-Pol Droit dirigió un estudio sobre Filosofía y Democracia en el Mundo que se realizó en 66 países y permitió demostrar que la enseñanza de la filosofía iba de la mano con el advenimiento de la democracia. En 2003, el Consejo Ejecutivo de la UNESCO adoptó una estrategia integrada para elaborar un programa internacional sobre la democracia (167 EX/9) basado en tres ejes de acción: (i) fomentar la investigación analítica comparada; (ii) organizar diálogos internacionales sobre el futuro de la democracia; y (iii) apoyar a la democracia en las sociedades después de los conflictos. En este contexto, el Centro Internacional de Humanidades de Biblos (Líbano) llevó a cabo una investigación empírica sobre democracia y cultura, así como estudios de casos sobre la democracia en las sociedades que han experimentado conflictos. A ello hay que sumar un gran número de asociados de la Organización, incluidas las Cátedras UNESCO, que trabajan sobre la democracia y que aportan continuamente sus estudios científicos y académicos sobre este tema. De forma paralela, se elaboraron numerosas herramientas pedagógicas, publicaciones de referencia, obras, estudios de casos y kits de información en educación sobre los derechos humanos, la libertad de expresión, la libertad de prensa y otros temas de interés para la democracia.

Aunque los recientes acontecimientos en el mundo árabe han suscitado una gran esperanza de renovación, las condiciones reales en las que los diferentes actores intentarán implantar las instituciones y la cultura democrática exigen un gran esfuerzo de identificación de todos los desafíos, necesidades y obstáculos por superar. En este contexto, la UNESCO, como plataforma de cooperación internacional dedicada a la promoción de la cultura de la paz (de la que la democracia es una piedra angular), se compromete a apoyar las transiciones democráticas de conformidad con su Constitución, que apela a la comunidad internacional a la solidaridad intelectual y moral.

Así pues, la UNESCO ha adquirido un importante acervo en materia de promoción de la democracia y de sus corolarios. Cualquier acción de promoción y apoyo a la democracia debe estar permanentemente atenta a los cambios y nuevos desafíos, y estar en consonancia con ellos. En efecto, la permanencia de la palabra “democracia” no debe ocultar las importantes transformaciones que se siguen desarrollando. Los procesos democráticos no responden a ningún modelo fijo y tanto su alcance como su profundidad varían de una sociedad a la otra, en función de su historia, sus posibilidades y sus limitaciones. Semejante grado de complejidad exige una reactualización constante de los análisis. III. Las mujeres y los jóvenes: motores de la renovación árabe Los derechos de las mujeres: la otra revolución necesaria El papel de las mujeres, un tema crucial en el mundo árabe, requiere una atención particular La UNESCO tiene la convicción de que las mujeres deben ocupar el centro de los debates sobre el nuevo orden en gestación en las sociedades árabes, y no sólo por el papel clave que han desempeñado en la lucha por la libertad y contra las desigualdades, sino también por su papel preponderante en la construcción de una nueva ciudadanía, basada en la igualdad de derechos, único garante de una democracia viable y duradera.

La situación de la mujer en el mundo árabe representa por sí sola un problema multidimensional que abarca cuestiones de identidad, modernidad, tradición y simbología cultural. La imagen que aún predomina, de una mujer víctima, pasiva y con velo que reacciona ante los acontecimientos en lugar de participar activamente en ellos, contribuye a convertir a las mujeres en el objeto impersonal de estereotipos comunitarios que alimentan los prejuicios culturales. En realidad, las sociedades árabes están inmersas en un proceso de transformación profunda e irreversible en el que las mujeres desempeñan un papel crucial y están al frente de la batalla de ideas. En los últimos cincuenta años, la intensa urbanización y

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la feminización de la mano de obra en el conjunto de países árabes han colocado en gran medida a las mujeres en el centro del debate público.

Sin embargo, a pesar de la igualdad que el derecho internacional les otorga, muchas mujeres de la región árabe deben enfrentarse a importantes obstáculos que les impiden desarrollar sus capacidades y utilizarlas al mismo nivel que los hombres. En la vida pública, existen factores culturales, jurídicos, sociales, económicos y políticos que impiden a las mujeres acceder, al mismo nivel que los hombres, a la educación, la salud, las oportunidades profesionales, los derechos cívicos y la representación política. En la vida privada, los esquemas educativos tradicionales, las disposiciones discriminatorias del derecho de la familia y el código del estatuto personal perpetúan las desigualdades y la subordinación.

En 2002, el primer Informe Árabe sobre Desarrollo Humano del PNUD citó la falta de autonomía de las mujeres entre los tres principales problemas que impiden a los países árabes alcanzar los primeros puestos en las clasificaciones mundiales sobre intercambio, educación y cultura. Hoy en día, desde la óptica de las transiciones democráticas de la región, la necesidad incuestionable de dar a las mujeres árabes la oportunidad de crecer y desarrollarse se ha convertido en una condición primordial para la realización efectiva de la democracia en el mundo árabe. La emancipación y la plena participación de las mujeres como ciudadanas constituirán una fuerza para todos los países árabes, los cuales podrán ser más prósperos e influyentes y caminar hacia un desarrollo humano más completo.

Cabe mencionar aquí los avances jurídicos que convierten a la mujer tunecina en una verdadera excepción dentro del mundo árabe. Esta excepción es el resultado de un Código del estatuto personal muy avanzado que se promulgó en 1956 y establece la igualdad entre hombres y mujeres, prohíbe la poligamia y la repudiación, legaliza el divorcio y el aborto, y pone fin al matrimonio forzado. Acorde a esta misma línea de liberalización del derecho para las mujeres, cabe mencionar la reciente decisión tomada por la Alta Comisión encargada de preparar las próximas elecciones en Túnez, relativa a la paridad de las candidaturas y a la estricta alternancia de candidaturas femeninas y masculinas en las listas presentadas por los partidos. La juventud árabe: protagonista ineludible Una de las especificidades de este momento histórico en el mundo árabe consiste en el papel eminentemente nuevo y fundamental desempeñado por la juventud, que se ha convertido en la auténtica protagonista del cambio.

Este fenómeno se ha caracterizado por la participación masiva y el compromiso activo de la juventud en las relaciones de poder. El origen de la revolución se encuentra en una juventud educada, formada y mundializada, pero olvidada por un sistema político y social saturado por la corrupción, la demagogia y el nepotismo. Desde este punto de vista, los alzamientos en la región árabe han sido protagonizados por los propios actores sociales, organizados y unidos de forma más o menos espontánea según el caso. En este contexto, los países árabes en transición pueden contar con un potencial humano importante y de calidad, con unos cimientos sólidos en materia de conocimientos y de conciencia del bien colectivo. Los cambios que se están produciendo en el mundo árabe han permitido tomar mayor conciencia sobre la necesidad de movilizar la creatividad, la visión y las perspectivas específicas de la juventud para el desarrollo presente y futuro de nuestras sociedades.

También se ha hecho manifiesto que la generación actual se enfrenta a unas diferencias sociales cada vez mayores y a numerosos desafíos: los jóvenes, probablemente más que cualquier otro grupo social, deben afrontar las incertidumbres y los riesgos generados por el proceso de mundialización económica y cultural. Aunque, en determinadas partes del mundo, los jóvenes reciben una mejor educación que antes, deben hacer frente a una creciente

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inseguridad en el mercado laboral. Los que tienen la suerte de poder estudiar se ven obligados a permanecer más tiempo escolarizados porque cada vez hay menos oportunidades de trabajo, los salarios son más bajos y los empleos menos estables, lo que tiene como consecuencia retrasar la edad a la que los jóvenes se independizan de sus padres a nivel económico. Los que no tienen la suerte de continuar sus estudios o deciden abandonar el sistema escolar a una pronta edad deben enfrentarse al problema de la marginación en relación con la comunidad, hecho que a menudo les trae graves problemas.

Las dificultades a las que se enfrentan los jóvenes en términos de integración socioeconómica, política y cultural en un mundo cada vez más inestable son objeto de una importante reflexión a nivel nacional e internacional. Así pues, resulta esencial que la juventud, que ha optado por el camino a la democracia y se ha convertido en un actor político ineludible en los países árabes en transición, esté plenamente integrada en los canales oficiales e institucionales de la futura vida política. Como dijo el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, en la Conferencia Mundial de Ministros de la Juventud de Lisboa en 1998, “una sociedad que se aísla de su juventud interrumpe su curso vital y está condenada a perder sus fuerzas vivas”. IV. Condiciones fundamentales para la realización del ideal democrático

Los principales problemas planteados por la nueva situación regional en el mundo árabe exigen examinar o reexaminar previamente las condiciones fundamentales para garantizar la realización del “ideal democrático”. Estas condiciones, consubstanciales con la llegada de la democracia, son de diversa índole, de diferentes niveles, implican distintas temporalidades y deben plantearse de una manera interconectada e interdependiente. 1. Ética y estructuras básicas Condiciones de orden institucional

Las condiciones de orden institucional relacionadas con los procedimientos electorales, la separación de poderes, los mecanismos que garantizan la representatividad democrática, el establecimiento de instituciones transparentes y responsables ante los ciudadanos, y los sistemas propios de lucha contra la corrupción ocuparán el centro del proceso global de transición. Estas condiciones deben crearse a corto plazo, ya que afectan a los procedimientos y modalidades prácticas para establecer las instituciones políticas y encarnan, además, la respuesta a las expectativas y reivindicaciones expresadas por las poblaciones.

Instituciones aptas para apoyar el proceso democrático Un régimen democrático se basa en una estructura equilibrada y en un buen funcionamiento de sus instituciones, así como en la existencia de un conjunto de normas y reglas y en la voluntad libremente expresada por toda la sociedad, plenamente consciente de sus derechos y obligaciones. Las instituciones democráticas tienen como misión resolver las tensiones y mantener el equilibrio entre aspiraciones contrapuestas, como son por ejemplo la diversidad y la uniformidad, lo individual y lo colectivo, para así reforzar la cohesión y la solidaridad sociales.

La democracia, fundada sobre el derecho de cada ciudadano a participar en la gestión de los asuntos públicos, implica la existencia de instituciones representativas a todos los niveles y tiene por principio el respeto de la separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, los cuales se controlan los unos a los otros y garantizan la independencia de cada uno de ellos.

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El funcionamiento de las entidades que ejercen los poderes ejecutivo y legislativo debe apoyarse en la celebración, a intervalos periódicos, de elecciones libres y regulares que expresen la voluntad popular y la alternancia política. Estas elecciones deben celebrarse sobre la base del sufragio universal, igual y secreto, de manera que todos los electores puedan elegir a sus representantes en condiciones de igualdad, apertura y transparencia, y estimular así la competencia política. Por ello, los derechos civiles y políticos son esenciales, en especial el derecho a votar y a ser elegido, el derecho a la libertad de expresión y de reunión, el acceso a la información y el derecho a formar partidos políticos y a ejercer actividades políticas. La organización, las actividades, la gestión financiera, la financiación y la ética de los partidos deben reglamentarse debidamente de manera imparcial para garantizar la regularidad de los procesos democráticos.

El poder legislativo, ejercido por un parlamento representativo de todos los componentes de la sociedad, resulta fundamental para establecer una cultura democrática duradera. Dicho órgano es la institución central de la democracia, encarna la voluntad de los pueblos, es portador de su esperanza de que la democracia responda realmente a sus necesidades y contribuya a resolver los problemas más urgentes a los que los pueblos se enfrentan en su vida diaria. Asimismo, el parlamento desempeña un papel primordial en la moderación de los diferentes intereses electorales, sirve de contrapeso al poder del ejecutivo y se encarga de controlar y administrar los presupuestos nacionales. Su funcionamiento debe permitir la participación de los ciudadanos y de las asociaciones locales en el proceso de toma de decisiones y de elaboración de políticas.

Como consecuencia del nuevo orden democrático en el mundo árabe, los parlamentos deberán redinamizar su acción y su papel en función de las exigencias democráticas. El desarrollo parlamentario es una herramienta sólida que puede servir de punto de partida estratégico para promover la gobernanza democrática durante y después del periodo de transición. Como ocurre con otros parlamentos emergentes, los parlamentos árabes sufren un déficit de competencias y, en particular, se enfrentan a una clara falta de recursos y autonomía y a cierta asimetría de los poderes respecto del poder ejecutivo. Por esta razón, los esfuerzos deberán centrarse en conferir a los parlamentos las competencias, los recursos y la independencia necesarios para cumplir eficazmente sus funciones.

De la misma manera, la existencia de un poder judicial, regido por mecanismos de control independientes, imparciales y eficaces que garanticen el Estado de derecho, es otra condición fundamental para gozar de una democracia real. Para que estas instituciones y mecanismos puedan velar plenamente por el respeto de las normas, mejorar la regularidad de los procedimientos y reparar las injusticias, es necesario que todos los ciudadanos tengan acceso, en igualdad de condiciones, a los recursos administrativos y judiciales y que tanto los órganos del Estado como los miembros de la sociedad respeten las decisiones administrativas y judiciales. Justicia transicional, reconciliación y confianza: bases para un nuevo proyecto de sociedad La cuestión de la confianza del pueblo en sus instituciones políticas, así como la cuestión de la reconciliación, son vitales para la construcción de una democracia duradera. ¿Cómo reforzar el vínculo entre una sociedad y su Estado? ¿Cómo reconstruir la confianza en el seno de la sociedad? ¿Es suficiente la conformidad de un poder con un sistema constitucional y legal para establecer su legitimidad y para ganarse la confianza y la adhesión de los ciudadanos?

Paliar el déficit democrático implica ante todo paliar la fragmentación y el descrédito del contrato social, la falta de confianza en las instituciones y el divorcio entre gobiernos y

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ciudadanos. El prisma de la ética resulta esencial para abarcar todas las reflexiones sobre las instituciones, a fin de que éstas no se conviertan en una fuente de poder arbitrario.

Aunque sus límites filosóficos y jurídicos, así como sus mecanismos, siguen siendo objeto de debate, la justicia transicional es hoy en día un concepto muy difundido y se considera la herramienta adecuada para permitir el paso –la transición– de un sistema autoritario que niega el Estado de derecho, a un régimen democrático que respeta los derechos humanos. La justicia transicional tiene como objetivo restaurar la dignidad de las víctimas, instaurar la confianza entre grupos antagonistas y favorecer los cambios institucionales necesarios para el desarrollo de nuevas relaciones en el seno de la población. Este proceso es vital para el establecimiento de un estado de derecho y para evitar que se banalicen las prácticas de impunidad total o parcial.

Asimismo, la justicia transicional pretende reformar el sistema institucional restaurando la primacía del derecho y asegurando el buen funcionamiento de las instituciones judiciales de cara al futuro, a la vez que lucha por que los crímenes cometidos durante el periodo anterior no queden impunes. 2. Gobernanza democrática y transformaciones sociales Condiciones de orden social Paralelamente, las condiciones de orden social determinarán profundamente el proceso de transición. Será necesario examinar los orígenes y los recursos de los movimientos sociales surgidos en la región árabe, especialmente en relación con la cuestión de la legitimidad del poder y de la propia naturaleza de la autoridad contra la que la gente se ha alzado y ha formulado sus protestas. Desde este punto de vista, habría que replantear y reformular la noción de cultura política. ¿Cuáles son las verdaderas fuentes de legitimidad del poder? ¿Cómo se articulan? ¿Cómo pueden tenerse en cuenta los demás sistemas de normas utilizados en nuestras sociedades (referencias locales, tradicionales, religiosas, históricas, etc.) y de qué manera puede influir en el Estado el hecho de tenerlos en cuenta? ¿De qué manera debe el Estado afrontar y responder a las transformaciones sociales rápidas? Gobernanza: fundamentos y regulaciones La noción de gobernanza pública es más amplia que la noción de gobierno. Se trata de un modelo de toma de decisiones democrático, flexible y con gran capacidad de respuesta. La gobernanza implica la distribución del poder y designa una forma de poder compartido entre múltiples organismos y actores que deben decidir en común. De esta manera, se inscribe en una visión pluralista del poder estatal, que tiene en cuenta la multiplicidad de los centros de poder de los Estados modernos (o emergentes), en especial bajo la influencia de la descentralización, la mundialización y sus nuevas formas características.

La mundialización de la economía ha propiciado el nacimiento de esta noción, que renueva el espacio público y da prioridad a una regulación plural, más legítima, de la política, la economía y la sociedad mediante procesos democráticos. La gobernanza permite tratar las cuestiones más complejas de la sociedad mediante procesos de negociación social.

Es una forma de articulación entre gobierno y gobernados, un paradigma de la acción pública que tiene en cuenta las aspiraciones sociales, el orden público y el bien común, y que regula la proliferación anárquica de los asociados intangibles y “no institucionalizables” de la vida social actual.

La comunicación, con la abolición de las distancias y de las mediaciones, hace que la interacción personal sea más fácil e inmediata en una sociedad; gracias a estas nuevas condiciones, cada vez más actores pueden participar en los procesos de toma de decisiones regidos por una gobernanza democrática que garantiza la fiabilidad de estos nuevos procesos.

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Religión y política La imbricación de la religión y la política es objeto de numerosos debates y reflexiones y nos obliga a cuestionar las relaciones entre las lógicas religiosas y la construcción democrática, especialmente en el mundo árabe, donde el tema de la religión y la política ocupa un lugar importante, en la medida en que constituye un aspecto clave de las transformaciones sociales que se están produciendo en la región.

En un mundo cambiante, la religión es en ocasiones necesaria para paliar las carencias de la política, especialmente si existen desigualdades sociales y económicas persistentes. La religión, percibida como portadora de justicia y solidaridad, ofrece en estos casos otras dinámicas sociales o espirituales. Desde el punto de vista del estudio de las transformaciones sociales, la observación del fenómeno religioso y de sus vínculos con la esfera política constituye un indicador muy útil de la evolución de la cultura y el imaginario políticos de un pueblo. Dicha observación es especialmente pertinente en el mundo árabe, donde la ecuación entre la religión y la política ha sido objeto de debates públicos, tanto en términos políticos, como académicos y geoestratégicos.

Cabe recordar, pues, que el Estado democrático, ya sea neutro, laico o vinculado a una religión, tiene por principio proteger la libertad de conciencia, la práctica de la fe y el pluralismo religioso, permitiéndoles encontrar un lugar equilibrado en la sociedad. De manera inversa, la religión, por su compromiso moral y ético, por los valores que defiende y por su expresión cultural, debe ser uno de los componentes importantes de la vida en la sociedad organizada. 3. Educación, cultura y derechos humanos Condiciones de orden cívico Derechos humanos: valores democráticos La libertad, el respeto de los derechos humanos y la celebración de elecciones por sufragio universal periódicas, libres y transparentes constituyen algunos de los principios esenciales de la democracia. A su vez, la democracia es un entorno natural para la protección y el cumplimiento efectivo de los derechos humanos. Estos valores se enuncian en la Declaración Universal de Derechos Humanos y se desarrollan en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que incluye toda una serie de derechos políticos y de libertades civiles que constituyen los pilares de una verdadera democracia.

Entre los principales obstáculos que impiden el ejercicio efectivo de los derechos humanos encontramos los déficits democráticos y la debilidad de las instituciones. Por ello, las democracias en transición o que salen de un conflicto tienen ante sí un importante campo de acción en materia de derechos humanos, como la necesidad de enfrentarse al pasado para recuperar la confianza de los ciudadanos o restaurar la paz y el Estado de derecho. La justicia transicional para combatir la impunidad también resulta esencial en estos periodos clave de reconstrucción de países y tiene una importancia determinante a la hora de crear un nuevo basamento de valores en la sociedad. Este proceso puede consistir en procedimientos de investigación de la verdad, en mecanismos de responsabilización y de transparencia judicial y en programas de indemnización, e implica a menudo una reforma institucional.

En este sentido, habrá que prestar una atención especial a la dimensión social y cultural de la democratización en el mundo árabe, ya que solamente un profundo conocimiento del contexto y de la historia de esta región del mundo permitirá arraigar las prácticas de la democracia, mucho más que cualquier otro procedimiento formal e institucional de orden general. Este esfuerzo de comprensión representa un marco de reflexión que permitirá profundizar las

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cuestiones de identidad, referencias y diversidad culturales y religiosas. Al hacerlo, resulta primordial recordar, tal como hace la Convención de la UNESCO sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales (2005), que “sólo se podrá proteger y promover la diversidad cultural si se garantizan los derechos humanos y las libertades fundamentales como la libertad de expresión, información y comunicación, así como la posibilidad de que las personas escojan sus expresiones culturales. Nadie podrá invocar las disposiciones de la presente Convención para atentar contra los derechos humanos y las libertades fundamentales proclamados en la Declaración Universal de Derechos Humanos y garantizados por el derecho internacional, o para limitar su ámbito de aplicación”. Forjar y reforzar la cultura democrática Las condiciones de orden cívico se apoyan en los atributos de una cultura democrática que ha existido siempre en la región árabe, gracias a un patrimonio intelectual y espiritual con clara conciencia de los valores y principios democráticos, enriquecida por una experiencia continua de lucha contra la opresión. Las condiciones de orden cívico implican una educación en materia de ciudadanía que desarrolle el pensamiento crítico, la preparación metódica y reflexiva de la juventud para la participación activa en los procesos de toma de decisiones políticas, un papel preponderante y una participación directa de las mujeres en el ejercicio del poder político y en la gestión de los asuntos públicos, la formación de élites responsables y conscientes de las transformaciones sociales en proceso, así como la inclusión de la diáspora árabe, que se creó, en parte, como consecuencia de sus compromisos políticos y sociales.

En el ámbito de la educación, la cuestión de la democracia comprende numerosos temas e intereses que merecen ser reconsiderados a la luz del nuevo orden regional del mundo árabe. De esta manera, los temas vinculados a la educación en materia de paz, derechos humanos, ciudadanía, democracia, lucha contra las discriminaciones y derechos de las minorías, etc., son, todos ellos, posibles campos de acción. Los beneficiarios de esta educación formal e informal no sólo serán los niños y los jóvenes, sino también los actores que han desempeñado y/o pueden desempeñar un papel clave en el éxito de la transición democrática, como los jóvenes líderes de opinión y los policías. Para que la democracia sea duradera, hace falta un clima y una cultura democráticos constantemente alimentados y enriquecidos por la educación en el sentido más amplio de la palabra, lo que incluye, en particular, la educación cívica y la formación de ciudadanos responsables.

Además, las implicaciones políticas y normativas del multiculturalismo sobre el funcionamiento de los regímenes democráticos son también ejes de reflexión importantes. El pluralismo cultural es indisociable del contexto democrático, ya que este último propicia los intercambios culturales y el florecimiento de las capacidades creativas que nutren la vida pública. En épocas de cambios políticos y sociales profundos, la cultura desempeña un papel importante en el trabajo de concienciación sobre los derechos humanos y la democracia a través del diálogo intercultural, tanto a escala nacional como regional. La cultura regula la vida pública y es la base de la confianza entre los ciudadanos y las instituciones públicas. Desde este punto de vista, la cultura es un factor íntimamente relacionado con la gobernanza y la democracia.

Sin embargo, y aunque la diversidad cultural es un potencial de enriquecimiento cultural y de cohesión social, también puede convertirse en una fuente de tensión y conflicto. Sólo la creación de espacios democráticos duraderos puede garantizar una diversidad cultural en un marco de unidad y ofrecer la libertad necesaria para que los diferentes sistemas de valores, tradiciones y modos de vida coexistan en un clima de convivencia armoniosa. El derecho a participar en la vida cultural es uno de los logros de las sociedades democráticas y plurales. Más allá de la posibilidad de acceder al patrimonio y a los diversos productos culturales, creaciones, saberes, creencias y visiones del mundo, de lo que se trata aquí es del derecho a participar, participar en el sentido de modelar y crear conjuntamente la vida cultural. Aunque

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los derechos culturales se centran especialmente en las minorías, los pueblos autóctonos y otros sectores vulnerables de la sociedad, su ámbito de aplicación no debe limitarse únicamente a la protección de los derechos de un grupo específico. En las sociedades plurales, donde los ciudadanos tienen varias identidades, los derechos culturales incluyen también la libertad de reinventarse y de superar los modelos establecidos. 4. Desarrollo y justicia social: una interacción esencial Condiciones de orden económico La idea según la cual el desarrollo es un prerrequisito de la democracia se ha puesto en tela de juicio. Amartya Sen ha explicado que resulta equivocado intentar saber si un país está “preparado para la democracia”, ya que, en la práctica, los países “se preparan gracias a la democracia”. Por lo tanto, un desarrollo realmente duradero implica tener democracia. Los imperativos de la solidaridad La justicia social es uno de los leitmotiv que inspiran a los movimientos revolucionarios de las sociedades árabes. La aspiración a beneficiarse de los frutos del crecimiento económico y la exigencia de una equidad social en el reparto de la riqueza se presentan a menudo como las dos fuerzas motrices que conducen a una sociedad justa.

La justicia en general, y la justicia social en particular, son un elemento esencial para la reconstrucción del tejido social en países que salen de un conflicto. Promover la justicia social ayuda a estabilizar la sociedad y a ofrecer a los ciudadanos los medios para participar en el proceso de toma de decisiones y en el desarrollo. Es, además, la única forma de borrar las divisiones del pasado y de devolver la esperanza en una vida mejor a todos los sectores de la población. De este modo, la justicia social no tiene que ver sólo con los derechos humanos, jurídicos y políticos, sino también con los derechos económicos y sociales.

La justicia social es un imperativo ético, basado en la equidad, la solidaridad y la responsabilidad. En efecto, la igualdad de oportunidades, el espíritu de solidaridad en defensa del bien común y el respeto de los derechos humanos son esenciales para liberar todo el potencial productivo de las naciones y los pueblos. Las medidas políticas, sociales y económicas tomadas a favor de la justicia social son compromisos que dan sentido a los valores universales de dignidad humana, libertad e igualdad para todos. La búsqueda de la justicia social es esencial, ya que favorece un crecimiento basado en la equidad y en la reducción al mínimo de los riesgos de problemas sociales. Las necesidades del desarrollo Las condiciones de orden económico son fundamentales, en la medida en que el fracaso de las estructuras socioeconómicas ha sido una de las causas de las violencias sociales que han producido los levantamientos populares en el mundo árabe. Los procesos democráticos sólo pueden desarrollarse plenamente en un entorno económico favorable; por esta razón, en su esfuerzo general por desarrollarse, la sociedad debe hacer lo posible para satisfacer las necesidades económicas fundamentales de los sectores desfavorecidos, asegurando así su plena integración en el proceso democrático.

Para el mundo árabe, la problemática fundamental es la siguiente: ¿Se puede esperar construir una democracia a partir de un crecimiento económico cero o incluso negativo? A ello hay que añadir el sentimiento de injusticia y de negación de la igualdad de oportunidades percibido por la juventud y compartido por un amplio sector de la población urbana y rural, que ha minado los cimientos comunes de la sociedad árabe. El alto índice de desempleo entre los jóvenes diplomados, la corrupción sistemática, un mundo empresarial sometido al

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nepotismo, la ausencia de mecanismos justos para repartir la riqueza nacional, etc., han sido las causas directas del descontento popular. Los ejemplos históricos del establecimiento de las democracias modernas pueden arrojar luz sobre los desafíos a los que se enfrenta actualmente la región árabe y sobre las necesidades ligadas al desarrollo. 5. Participación democrática y tecnologías de la comunicación Condiciones vinculadas al espacio público Una sociedad civil activa Las condiciones relacionadas con la constitución de un espacio público abierto y plural, propicio para la formación y la autonomía de una sociedad civil activa e integrada en el proceso político, resultan indispensables. La constitución de dicho espacio público integra las condiciones fundamentales de la democracia, las mismas que garantizan una expresión libre de las ideas, una vida asociativa dinámica, un diálogo político estructurado y medios de comunicación profesionales y responsables.

La capacidad de movilización de la juventud árabe en las revoluciones árabes puso de manifiesto las fuerzas vivas con las que cuentan las sociedades afectadas por estos cambios. Este fenómeno único sienta las bases de la constitución de una sociedad civil fuerte e inclusiva, un factor indispensable para realizar los ideales democráticos. Los movimientos revolucionarios reflejan la fuerte aspiración por parte de los ciudadanos a la creación, a largo plazo, de un espacio público abierto que garantice la libertad de expresión a todos los integrantes de la sociedad.

Si bien la existencia de una sociedad civil activa es un elemento esencial de la democracia, la capacidad y la voluntad de los ciudadanos de participar en los procesos democráticos y de elegir las modalidades de gobierno no son automáticas. Por lo tanto, es necesario crear las condiciones propicias para el ejercicio efectivo e informado de los derechos, eliminando al mismo tiempo los obstáculos que limitan o impiden dicho ejercicio. Las tecnologías de la comunicación: potencial y desafíos Un espacio público democrático implica la existencia de opiniones públicas. Las revoluciones que agitan a las sociedades árabes hoy en día llevan la marca de la era digital y la cibermovilización. Este hecho supone una característica inédita cargada de promesas, pero también de interrogantes. La confluencia entre las tecnologías de la información y la comunicación, por un lado, y la democracia, por el otro, abre un nuevo campo de estudio en materia de medios al servicio de la democratización y en materia de producción del contenido de la información pública y gubernamental. En efecto, la problemática de la transparencia y del libre acceso a los datos públicos plantea de forma acuciante la cuestión de la responsabilidad estatal frente a los ciudadanos.

El proceso de transición actual debe contar con este nuevo fenómeno técnico y social si quiere asegurarse la adhesión popular, en particular la de los jóvenes. Por esta razón, la libertad de expresión exige que se reflexione profundamente sobre los medios necesarios para garantizarla a largo plazo.

V. Resumen de los debates Aceleración de la historia e internacionalización del derecho En las revueltas árabes encontramos el efecto combinado de la aceleración de la historia y de la internacionalización de los derechos humanos: por un lado, el mundo está cada vez más

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interconectado gracias a la mundialización; por el otro, el importante progreso de los derechos humanos y su integración gradual en el derecho positivo de los diferentes países forman el marco histórico de las revueltas a las que estamos asistiendo. Las sociedades de todo el mundo son cada vez más abiertas y tienen todas acceso –aunque en diferente grado– a los medios de comunicación que han desempeñado el papel de coadyuvante de las revueltas, gracias a la facilidad y rapidez con que permiten construir una red. Las tecnologías de la comunicación (Twitter, Facebook, correo electrónico, ciberactivistas, etc.) no han originado las revueltas árabes, pero las han influenciado y modelado. Dichas tecnologías han permitido que cada ciudadano se sienta actor del cambio y se convierta en un portavoz de los movimientos nacidos en la calle, como el de la Plaza Tahrir de Egipto, que no podía tener un nombre más oportuno: “Liberación”. Una liberación obtenida con gritos, ímpetu y ardor, tres palabras que ahora deben dar paso a un Estado de derecho.

La reivindicación de derechos inducida por estas revueltas tiene numerosas ramificaciones que resulta difícil jerarquizar: lucha contra la corrupción que afecta a todos los órganos del Estado y a todos los servicios públicos y que suscita una exasperación justificada; lucha por el reconocimiento de la dignidad humana y por los derechos cívicos, sociales y políticos; reconocimiento de la diversidad religiosa; secularización de las instituciones políticas. Universalidad y singularidad Comparar sin igualar: este fue el método de análisis utilizado por los participantes en la Mesa redonda. Resulta posible, en efecto, comparar estas revueltas árabes con los movimientos que, en los años 90, pusieron fin a las dictaduras de Europa Oriental. Sin embargo, esta comparación tiene sus límites: mientras que Europa Occidental apoyó en su tiempo el movimiento de las sociedades de Europa Oriental, hoy se muestra dubitativa ante las revueltas árabes e incluso cierra sus fronteras en un momento en que miles de personas huyen de las dictaduras que las oprimen, lo que las obliga a emigrar a países vecinos, también pobres o en plena transición política, como Libia y Túnez. La solidaridad con los refugiados ha sido más bien tímida.

Algunos participantes subrayaron el importante papel desempeñado por los jóvenes y las mujeres. Y hay que reconocer que tanto los jóvenes como las mujeres son sectores que sufren una fuerte discriminación. Para los jóvenes, uno de los mayores problemas es el de la descalificación de las élites: muchos de ellos tienen formación, el bachillerato y cuatro o cinco años de estudios superiores, pero su único futuro es el desempleo o un empleo precario muy por debajo de sus posibilidades. Por otro lado, la igualdad entre hombres y mujeres es el símbolo de una sociedad justa y estable y, desde este punto de vista, la paridad establecida en la Constitución tunecina es digna de destacar. Algunos participantes señalaron que posiblemente fuese más apropiado hablar de “nueva generación” y no de “juventud” para describir a los actores de estos procesos: la generación que aspira a los derechos humanos no es necesariamente joven (a menudo se trata de profesores llegados a la cincuentena), aunque presenta las características propias de la juventud. El temor ha cedido ante la esperanza y los ciudadanos se han dado cuenta de que se pueden proteger los unos a los otros en tiempos de crisis. Las sociedades árabes han demostrado ser sociedades activas frente a Estados moribundos agotados por la rutina y la inercia de un poder dictatorial impuesto durante decenios.

Otros participantes subrayaron que las aparentes similitudes entre las diferentes revueltas árabes no deben ocultar sus diferencias: la primavera árabe es un movimiento plural que no admite ningún modelo unitario impuesto desde fuera. Esta diversidad se ve reforzada por los medios artísticos de expresión.

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La gramática de la emancipación Ciertamente, no hay mejor terapia que afrontar la realidad: hay que mantener el rumbo, definir claramente los proyectos y los objetivos, reconocer que el riesgo de desilusión forma parte del proceso de cambio; de ahí la necesidad de no perder nunca de vista el concepto de duración. La duración combina tres tiempos entrelazados: el tiempo humano, el tiempo histórico y el tiempo de la comunicación. En este sentido, el desafío consiste en conjugar la urgencia y la acción a largo plazo. La urgencia, en este caso, es la importante ayuda económica que necesitan los pueblos sublevados para poder aspirar a convertirse en países emergentes. A su vez, las frustraciones hacen correr el riesgo de perpetuar un alto nivel de violencia. Dichas frustraciones están siempre relacionadas con un acceso cada vez mayor a la información. Más allá de un cambio de régimen, la democracia necesita una justicia independiente y una reducción de la pobreza. No se limita a la celebración de elecciones, sino que exige la instauración de un Estado de derecho que separe los poderes y garantice los derechos fundamentales.

Las miserias silenciadas, las crecientes injusticias sociales y los muros de egoísmos son factores de inestabilidad y revuelta. En muchos casos –como señalaron también algunos participantes– el marco formal de las libertades y de los derechos está trazado, pero lo que falta es el marco real. Para ocultar el déficit democrático, por ejemplo, el antiguo régimen tunecino se presentaba como el adalid de los derechos de la mujer, pero estos derechos no se acompañaban de un otorgamiento de poder real a las mujeres. ¿Cómo pasar entonces de lo formal a lo real? Sólo un proceso democrático con un espacio libre para la confrontación permitirá poner a prueba las normas capaces de aportar la libertad efectiva para los pueblos. Por ahora, parece más apropiado hablar de transición hacia la democracia que de democracia, ya que todavía no tenemos una situación en la que los gobernantes puedan ser elegidos por los gobernados: en ausencia de un poder legítimo, y en tiempos de transición, sólo puede haber autoridades de facto que no pueden mantenerse mucho tiempo en el poder y cuya única legitimidad es la finalidad de su acción (como en el caso de la Alta Instancia tunecina para la Realización de los Objetivos de la Revolución). Cabe señalar, asimismo, que nadie es capaz de predecir el posible y probable desarrollo de la situación. A menudo, el futuro se dibuja –para aquéllos que mantienen los ojos abiertos– a la luz de las incertidumbres y bajo el peso de las certidumbres.

Numerosos participantes señalaron también que estas revueltas han disipado gran parte de los prejuicios sobre el mundo árabe, un mundo en el que sólo habría lugar para la dictadura o el islamismo. No, el mundo árabe no es reacio al cambio. No, no está condenado a elegir entre dos callejones sin salida. No, no está atrapado en un determinismo cultural que lo encadena a la fatalidad. No, la revuelta no ha tomado forma de una guerra entre extremistas religiosos o entre distintas confesiones. Vale la pena recordar que en su historia relativamente reciente, el mundo árabe, y en especial Egipto y Túnez, conocieron el Al-Nahda (siglo XIX y principios del siglo XX), una forma de renacimiento durante el cual se reivindicaron –a veces con un éxito real– los derechos a la educación y a la emancipación de la mujer. VI. Principales desafíos Como indica el título de la Mesa redonda de la UNESCO, resulta esencial apoyar la transición democrática en la región árabe teniendo en cuenta sus especificidades. En tal contexto, es importante ser consciente de que la fuerza de la transición procederá de la fuerza de la contestación: la protesta social y la movilización son los motores que harán que esta transición pase a la historia.

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Las transiciones democráticas en gestación se desarrollan en un contexto regional específico. El mundo árabe está hoy en día dividido en tres zonas. En primer lugar está el norte de África (dejando de lado el caso libio), donde se puede esperar que la transición tenga lugar; luego hay una segunda región, en la que el cambio probablemente se produzca de acuerdo con otros criterios y normas; y, por último, una zona situada en el corazón geográfico del mundo árabe, el Próximo Oriente, que se encuentra en un periodo de turbulencia e incertidumbre. Desde el punto de vista regional, las transiciones que se producen en el mundo árabe son transiciones situadas en zonas afectadas por conflictos. Quizá sea ésta una de las características propias de esta primavera árabe: se ha producido en el sur del Mediterráneo y cerca de Golfo Pérsico árabe y no podemos pasar por alto el problema palestino-israelí o árabe-israelí, que pesará de una manera u otra sobre el devenir de estas transiciones. Así pues, será necesario apoyar estas transiciones a escala tanto regional como internacional.

Las revueltas árabes no deben considerarse como una ruptura o una solución de continuidad. Aunque ello es en parte cierto (hay una ruptura en relación con una tradición política establecida), ¿no deberíamos inscribir esta transición árabe en una evolución histórica más larga? Y es que se trata de la historia de una civilización que algunos creían muerta y estancada porque la habían encasillado dentro de una supuesta especificidad árabe y la veían desde sus prejuicios contra el Islam, cuando en realidad lo que estaba muerto eran los Estados, no las sociedades. Las sociedades están bien vivas: prueba de ello es que han irrumpido en la escena política y han escrito una página de la Historia. Dicho de otro modo, estas revueltas deben inscribirse en un contexto mucho más lento y largo, el de la maduración de las sociedades que han llegado a un nivel de conciencia tal que han obligado los Estados a ceder ante ellas. Estas sociedades son hoy en día las protagonistas de su propia historia.

En el marco de la Mesa redonda organizada por la UNESCO, pueden identificarse los principales desafíos a los que los países del mundo árabe en transición democrática deberán hacer frente en los próximos meses y años. La tentación de imitar En la historia del mundo árabe encontramos las condiciones que permiten basar la renovación actual en el rico arsenal histórico de los propios países árabes. Por ejemplo, fuentes como Las Características del Despotismo de Abdel Rahman al Kawakibi, criticaban en su tiempo la dominación del Imperio otomano. También vale la pena leer las obras de Rifa'a al-Tahtawi, sobre Egipto, así como las de Amin al-Rihani. Estas lecturas son primordiales en un periodo de transición, porque sabemos que en estos periodos se suele caer en la tentación de recurrir a modelos exteriores. Las sociedades árabes en proceso de transformación se sentirán tentadas a buscar fuera lo que ya tienen en su propio fondo cultural. Sin embargo, es imprescindible tomar conciencia de que lo que estamos viviendo es una continuidad histórica que se basa en una misma mentalidad: se trata, en efecto, de la misma historia que evoluciona y se transforma.

En este contexto, es imprescindible inventar nuevos modelos que no sean importados desde fuera. Evitar la violencia Resulta esencial mostrar que la historia que se está viviendo actualmente es una historia de libertad. Para comprenderla, hay que recordar las condiciones de opresión y luchar para que no vuelvan a repetirse. La violencia no sólo es un instrumento de opresión de una sociedad, sino que refleja además su naturaleza. Una sociedad que funciona a base de violencia es una sociedad que ha acostumbrado a sus ciudadanos a obedecer y a aceptar.

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En los mecanismos de la violencia, encontramos también lecciones sobre lo que hay que evitar a toda costa en el futuro para no volver a caer en la misma historia de opresión. Estimular la solidaridad internacional Una transición exitosa es una transición en la que debe existir la solidaridad. Ello es así incluso si la revolución es impaciente y la transición también lo es. Los debates subrayaron la necesidad de inventar nuevas formas de solidaridad, y se citaron temas como la salud, la situación económica y la corrupción, indicativa de los antiguos mecanismos de la opresión. Todo ello nos recuerda que, paralelamente a una transición política, debe llevarse a cabo una transición que tenga en cuenta el desarrollo solidario y los criterios de la evolución humana. Para ello, deberán respetarse las etapas de la transición, crear instituciones, establecer formas de solidaridad y renunciar a la violencia: he ahí las principales salvaguardas de cualquier transición.

En tal contexto, es importante ver qué instituciones y qué donantes de fondos institucionales e internacionales pueden prestar apoyo a estas transiciones. Es importante que las sociedades árabes sepan que no están solas y que en esta transición contarán con el apoyo de las agencias de la ONU, los grandes donantes de fondos, el Banco Mundial, etc. En este sentido, cabe mencionar que la reunión del G8 en Deauville creó una asociación para la democracia y la libertad, cuyo objetivo es precisamente apoyar el proceso de transición.

Es importante inscribir nuestra acción en el contexto global de las instituciones existentes. Rehabilitar el Estado y restablecer la justicia Los debates pusieron de manifiesto el papel central del Estado. Contrariamente a la opinión muy extendida de que las revoluciones árabes han sido revoluciones liberales en las que los jóvenes reivindicaban la libertad o preconizaban la desestructuración del Estado, en realidad, las protestas han tenido un carácter social y económico, y se espera del Estado que desempeñe un papel fundamental en el apoyo y en la construcción de una sociedad moderna. Esto implica tres requisitos:

En primer lugar, la creación de instituciones reguladas por el derecho. Los debates pusieron de manifiesto que las instituciones eran una extensión de los hombres y que, en ocasiones, estos últimos llegaban a substituir a las instituciones. Y estos “hombres-instituciones” son los dictadores. En tal contexto, la institucionalización de los asuntos sociales y políticos no tenía razón de ser, ya que todo dependía de la buena voluntad del príncipe. Resulta esencial, por lo tanto, restaurar las instituciones y el Estado de derecho.

El segundo requisito es el restablecimiento de la justicia. La justicia que ha prevalecido hasta ahora era una justicia arbitraria y sometida a la política: una justicia sin independencia. En este ámbito, el combate será extremadamente lento y largo. Muchas sociedades en transición siguen luchando incluso ahora por la independencia de la justicia, un principio fundamental para garantizar la ciudadanía y los derechos de los ciudadanos.

En tercer lugar, hay que citar la lucha contra la corrupción, que resulta capital. Todo el mundo coincide en decir que, en el fondo, la corrupción es lo que de verdad mina las instituciones, sobre todo cuando éstas no son realmente instituciones de derecho. La corrupción no es exclusiva únicamente de las sociedades árabes o del hemisferio sur; también se da en otras sociedades, incluso del norte. La lucha por un Estado de derecho es la clave para salir del autoritarismo.

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Forjar una sociedad civil fuerte En el fondo, la existencia de la sociedad civil representa la capacidad de un individuo para expresarse fuera de la tutela del Estado. Ello requiere la creación de un espacio público independiente del dominio estatal.

En primer lugar, las personas deben tener derecho a reunirse y a formar asociaciones. Es bien sabido hasta qué punto este derecho fue ignorado en los periodos autoritarios. Aunque las ONG existían, no se sabía quién las había creado. Actualmente, hay espacio para instituir un verdadero derecho de asociación, lo que es indispensable, en especial en el caso de las ONG, que no sólo tienen capacidad para movilizarse, sino también para informar. Si existieran ONG que pudieran relatar lo que pasa realmente en ciertos países árabes, tendríamos información mucho más precisa sobre los países en los que, hoy en día, los medios de comunicación no pueden entrar.

Esto nos lleva naturalmente al segundo componente indisociable de la constitución de una sociedad civil, a saber, los medios de comunicación. Hemos visto la importancia que tienen para los periodistas el código deontológico, la preparación y la formación. En este sentido, cabe mencionar el desconcierto de los periodistas árabes, que estaban acostumbrados a repetir las consignas transmitidas por las autoridades y que, de repente, tuvieron miedo de esta súbita libertad porque no sabían qué decir. La formación de medios de comunicación libres e independientes será muy importante en los programas de educación y formación que se lleven adelante en el nuevo mundo árabe. En otras palabras, para que exista una sociedad civil, debe existir también la capacidad de movilizarse y cuestionar a las autoridades. Se trata de un verdadero desafío. Formación de los ciudadanos y defensa de los derechos humanos La formación del ciudadano y la creación de la nueva ciudadanía son factores primordiales a largo plazo. La participación política de los ciudadanos y su capacidad para movilizarse, actuar y convertirse en protagonistas son esenciales para crear una sociedad inclusiva.

La ciudadanía va siempre unida a los derechos humanos. Hay que garantizar los derechos humanos, educar sobre ellos y convertirlos en la piedra angular de las sociedades civiles del futuro. Ante la cuestión de si los derechos humanos existen en el marco de una soberanía nacional o en un contexto internacional que los apoya, se puede decir que, en un país democrático, no hay contradicción entre el discurso procedente del exterior sobre la situación nacional de los derechos humanos y el modo en que se viven y defienden los derechos humanos en el interior del país. De hecho, todos los Estados son solidarios, al menos, de dos grandes movimientos, simbolizados por dos grandes textos: la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 y los Pactos Internacionales de 1966. Cuando un Estado se adhiere a estos Pactos Internacionales, integra en su derecho nacional elementos del derecho internacional. Mediante este proceso, los derechos humanos como tales se convierten en una protección efectiva en las sociedades en su conjunto y en las sociedades civiles. Separación entre Estado y religión La construcción de la ciudadanía requiere también (y aquí encontramos el punto más complicado) distinguir entre los ámbitos civil, cívico y religioso. Esta cuestión no se refiere únicamente a la religión como tal, sino también a la capacidad de construir un Estado no cimentado en la religión. Dicho de otra manera: el reto consiste en encontrar cimientos que puedan garantizar la diversidad religiosa sin hacer de la religión la piedra angular del Estado.

Ahora bien, no hay una respuesta unitaria ni única a esta cuestión. Quizá parte de la respuesta se encuentre en dos elementos de distinción. De hecho, no hemos distinguido suficientemente entre el proceso de secularización y el proceso de laicidad. La secularización

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se refiere a las ideas. Cuanto más secularizada está una sociedad, menos se inspiran sus costumbres, tradiciones e ideas en la religión. Así pues, una sociedad es secular si la religión no dicta el comportamiento, la actitud, la orientación y las ideas de las personas. La laicidad, por su parte, es institucional. Se habla de laicidad cuando existe una separación de las instituciones. Sobre la base de estos principios hay varios modelos posibles. Por supuesto, podemos pensar en el modelo de Francia, pero también en el modelo de Turquía. El caso de este país muestra una sociedad civil religiosa que vota a un partido con fuertes connotaciones religiosas; sin embargo, cuando este partido accede al poder, no imprime un carácter religioso a las instituciones porque respeta la separación entre lo religioso y lo político.

Esta distinción permite identificar dos escollos fundamentales que hay que evitar. En primer lugar, la expresión de la contestación social no tiene que ser una expresión religiosa, porque si usamos una formulación religiosa para responder a un problema social no obtendremos una respuesta social, sino que ésta adquirirá un carácter religioso. Y en segundo lugar, hay que conseguir que la coexistencia entre las comunidades sea tal que la religión no pueda explotarse como un factor de regulación de poder o como un factor de gobierno. Esta observación quizá sea más aplicable a las sociedades del Máshreq que a las sociedades del Magreb, donde la comunitarización política puede usarse como un potente instrumento social: las religiones ya no se ocupan de temas religiosos, sino de política. Reforzar el papel de la mujer y de los jóvenes La cuestión de la mujer es crucial en el mundo árabe. Abordándola, llegará realmente el progreso y la igualdad, de modo que hay que posicionarse sobre esta cuestión para hacer avanzar el debate. La plena participación de las mujeres en la vida política de los países en transición será básica para arraigar realmente la democracia en las costumbres y las instituciones. Todas las acciones en pos de la paridad y la igualdad entre hombres y mujeres deben contar con el apoyo tanto de las autoridades nacionales como de los agentes regionales e internacionales.

La juventud es, indiscutiblemente, uno de los motores principales de los cambios sociopolíticos acaecidos en el mundo árabe. De hecho, la aspiración de los jóvenes a más libertad y justicia social es el factor que ha acelerado la historia. Será muy importante no frustrar ese fervor. Además, la cuestión de la juventud debe tratarse desde una perspectiva intergeneracional. Aunque es crucial tomar medidas dirigidas a los jóvenes en los próximos meses, también es importante asegurar un diálogo entre las diferentes generaciones para evitar que se creen escisiones susceptibles de provocar disturbios o malestar social. Reforzar la educación de calidad Educar es transmitir ideas, modelos e información, pero también formar y desarrollar hábitos. Inculcar la igualdad entre hombres y mujeres, por ejemplo, no se consigue únicamente con normas escritas, sino a través de la educación. En materia de educación, hay que apoyar esta transformación mental, que consiste en introducir el debate y la cultura del debate, el respeto y la igualdad. La UNESCO, con su amplia experiencia en este ámbito, está totalmente capacitada para apoyar un movimiento de educación, en el sentido más amplio del término. Reflexionar sobre la cuestión de la identidad Uno de los problemas fundamentales con los que también se encontrará el mundo árabe, y sobre el que la UNESCO podría intervenir, es la cuestión de la identidad. ¿Nuestra identidad es islámica, árabe, nacional o comunitaria? Hay un aprendizaje que consiste en identificar el mayor denominador común entre los ciudadanos, de manera que las identidades particulares se vivan como una conciencia individual y que la identidad representativa de la mayoría se

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convierta en la identidad ciudadana. Dar prioridad a una identidad por encima de otra es otra cuestión de educación y valoración.

Este trabajo debe hacerse paralelamente al desarrollo de las aptitudes a formarse una opinión. En un mundo árabe que, a causa de sus regímenes autoritarios, está desde hace mucho tiempo encerrado en una cultura de la servidumbre y la aceptación, resulta indispensable asumir la temible libertad consistente en tomar la palabra, decir lo que uno piensa, evaluar, criticar y juzgar. La recuperación de la facultad de juzgar será esencial para la conseguir la ciudadanía. Ello, por sí solo, hará que las sociedades árabes otorguen libertad y autonomía a sus ciudadanos, de manera que éstos puedan implicarse en una historia en la que desempeñarán un papel realmente importante. VII. Líneas de acción para apoyar la democracia en el mundo árabe

Las líneas de acción identificadas en los debates permiten establecer las condiciones fundamentales para garantizar la realización del ideal democrático en los países del mundo árabe en proceso de transición democrática. Dichas líneas pueden ser adoptadas por las diferentes partes que apoyan dicha transición y permitir la cooperación entre las diferentes instituciones nacionales, regionales e internacionales.

Cabe destacar el papel de la educación como elemento clave en el apoyo de la transición democrática actual y de una democracia duradera en el futuro. La educación es también un proceso continuo y creativo que ayuda a desarrollar las capacidades de expresión para el enriquecimiento y el progreso de sociedades ciudadanas, democráticas y responsables. Propuestas en el ámbito analítico El objetivo en este ámbito es fomentar los trabajos de investigación empírica y prospectiva para obtener una comprensión analítica y crítica de las transformaciones sociales actuales en los países en transición democrática del mundo árabe.

Líneas de acción posibles • Promover programas de intercambio universitarios para los estudiantes dentro la

región y con otras zonas del mundo, utilizando en particular la red UNITWIN de la UNESCO;

• Ejecutar, con la colaboración de donantes de fondos, un programa de becas de estudio que anime a jóvenes investigadores a realizar trabajos en materia de democracia y sus corolarios, con énfasis en la participación cívica y política de los jóvenes;

• Promover diálogos entre académicos, responsables públicos y ONG en los países en transición democrática;

• Fomentar estudios sobre la influencia y el papel de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) en la participación política y ciudadana.

Propuestas en el ámbito cívico En este terreno, se propone un enfoque pluridimensional del ejercicio positivo de la ciudadanía, la adopción de valores y principios democráticos, y la participación cívica en un estado de derecho.

Líneas de acción posibles • Dotar a escuelas e instituciones educativas de recursos y herramientas pedagógicas

en materia de democracia y derechos humanos;

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• Analizar los planes de estudios de la enseñanza básica respecto de la educación cívica y los derechos humanos;

• Desarrollar módulos de formación en materia de educación cívica destinados a los diferentes cuerpos profesionales, como profesores, parlamentarios, funcionarios locales electos, medios de comunicación, policías, etc.

• Implementar la formación de formadores en materia de educación cívica para crear así una masa crítica mínima que permita arraigar la cultura democrática;

• Crear universidades de verano MOST sobre el papel de las ciencias sociales en la construcción de una democracia fundada en el conocimiento, para reforzar así la formación de los jóvenes (hombres y mujeres) en los aspectos siguientes: La gobernanza democrática, sus fundamentos y regulaciones; las condiciones de orden social, desarrollo y justicia social; educación cívica y cultura democrática. Se organizarán intercambios interuniversitarios tanto en la región como con otras regiones del mundo, en asociación con la administración pública y los responsables políticos regionales. El objetivo es desarrollar espacios de formación, de debate y de propuesta para jóvenes investigadores árabes y de otras regiones, así como para investigadores ya establecidos en ciencias humanas y sociales y para profesionales activos en puestos gubernamentales y en los movimientos sociales;

• Desarrollar aplicaciones digitales para facilitar el acceso de los ciudadanos, y en especial de los jóvenes, a módulos de formación dedicados a la educación cívica, a los medios de comunicación y a información sobre los valores universales de libertad de expresión y de información, en asociación con los principales operadores telefónicos.

Propuestas en el ámbito económico Las acciones que deben llevarse a cabo en este ámbito pretenden favorecer la inclusión social, restablecer la justicia social, promover la ocupación de los jóvenes y reequilibrar el reparto de la riqueza.

Líneas de acción posibles • Reforzar la formación profesional en diferentes ámbitos, para mejorar la formación de

nuevas competencias adaptadas a las necesidades del mercado;

• Ayudar a crear estructuras de apoyo para los jóvenes diplomados que buscan trabajo;

• Organizar cursos de formación y campañas de sensibilización sobre los perjuicios causados por la corrupción subrayando la importancia del derecho universal a la información para asegurar la transparencia administrativa.

Propuestas en el ámbito social y cultural Las propuestas en este ámbito pretenden crear un espacio público sólido a largo plazo y abierto a la libertad de expresión de todos los miembros de la sociedad. Este espacio público deberá cimentarse en la constitución y perpetuación de una sociedad civil activa.

Líneas de acción posibles • Formar asociaciones profesionales en la elaboración de un código deontológico

autónomo;

• Promover la creación de asociaciones culturales y artísticas independientes;

• Garantizar las condiciones necesarias para el respeto de la libertad académica y la libertad de opinión;

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• Promover las condiciones profesionales apropiadas para el ejercicio de una prensa libre e independiente;

• Fortalecer las capacidades de los medios independientes, locales y comunitarios;

• Crear las condiciones para una prensa libre, plural, profesional e independiente.

Propuestas a favor del compromiso cívico de los jóvenes En este caso, se trata de desarrollar actividades para los jóvenes, como beneficiarios y actores principales de sus sociedades. Tales acciones tendrán en cuenta también la dimensión intergeneracional. El objetivo final es poner de relieve el gran potencial humano y social que representa la juventud en los países árabes en transición. Para ello, deberá reforzarse la base del saber, el conocimiento y la conciencia del bien común entre los jóvenes y responder a su aspiración democrática.

Líneas de acción posibles Reforzar la democracia a través de los jóvenes (Think tank)

• Apoyar la reflexión y la investigación de los jóvenes sobre las oportunidades y los desafíos ligados a la transición democrática y el papel de los jóvenes como agentes sociales;

• Crear herramientas pedagógicas adaptadas para enseñar a los jóvenes los mecanismos institucionales democráticos;

• Fortalecer la capacidad de los jóvenes a través de cursos de formación diseñados para permitir la creación de una cultura democrática;

• Organizar diálogos intergeneracionales en la sociedad civil sobre asuntos de interés común de orden político, económico y social;

• Apoyar iniciativas de educación no formal, especialmente las llevadas a cabo por jóvenes, dirigidas a sensibilizar a la juventud sobre el papel de la cultura y las artes;

• Fomentar la integración de la educación sobre ciudadanía en el sistema escolar a todos los niveles.

Participación política y cívica

• Reforzar las sinergias y la cooperación entre los jóvenes, los responsables políticos y los agentes socioeconómicos en el desarrollo y la aplicación de políticas y programas dirigidos a los jóvenes;

• Reforzar las competencias de los jóvenes en materia de participación en la toma de decisiones y apoyar la implementación de entidades que representen e incluyan a la juventud;

• Aumentar la participación de los jóvenes en los foros regionales e internacionales actuales y futuros para favorecer el intercambio de experiencias multiculturales.

Apoyar las iniciativas de los jóvenes en materia de innovación social y de creatividad

• Animar a las asociaciones de jóvenes, existentes o de reciente creación, a que lleven a cabo proyectos sociales innovadores con y para los jóvenes;

• Desarrollar módulos de formación para inculcar entre los jóvenes, en especial los desfavorecidos o procedentes de zonas rurales, una cultura emprendedora, innovadora y creativa que facilite la inclusión en la vida activa.

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Medios de comunicación y NTIC

• Reforzar la participación de los jóvenes en los medios locales y nacionales a fin de desarrollar sus competencias en la producción y difusión de información sobre la actualidad social, política y económica y en el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación;

• Contribuir a la materialización de una campaña digital de sensibilización de los jóvenes sobre la transición democrática a través de las herramientas que ofrece la tecnología.

Propuestas en favor de las mujeres El papel de las mujeres en el cambio sociopolítico del mundo árabe fue determinante; el periodo de transición democrática requiere acciones específicas para reforzar el ejercicio efectivo de los derechos de las mujeres y para promover la igualdad entre hombres y mujeres.

Líneas de acción posibles • Apoyar y estimular todas las iniciativas que tengan como objetivo favorecer la

paridad entre hombres y mujeres en los procesos de toma de decisiones: análisis de las necesidades, intercambios de prácticas idóneas, campañas de sensibilización, fortalecimiento de las capacidades de la sociedad civil, creación de premios internacionales que recompensen los logros notables en este ámbito, etc.;

• Reforzar y evaluar la participación de las jóvenes desfavorecidas en los mecanismos de consulta y toma de decisiones;

• Apoyar cualquier acción que garantice las condiciones necesarias que permitan la aplicación efectiva de los derechos de las mujeres, incluido el derecho a la educación, de acuerdo con la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Deben llevarse a cabo acciones a nivel nacional para asegurar la plena e íntegra aplicación de la Convención;

• Fomentar la igualdad entre hombres y mujeres en la formulación de las políticas sociales, económicas y culturales;

• Aumentar la participación de las mujeres en los foros regionales e internacionales.

• Apoyar la educación de las mujeres mediante la movilización de centros de alfabetización y de educación no formal.

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Anexo

Lista de participantes

Por orden alfabético Haila AL-MEKAIMI (Kuwait) es profesora de ciencias políticas y directora de la Unidad de Investigación Euro-Golfo de la Escuela Universitaria de Ciencias Sociales de Kuwait. Doctorada por la Universidad de Boston, Al-Mekaimi escribe para los periódicos Al-Sharq Al Awsat y Al-Nahar. Ha realizado investigaciones especializadas sobre las cuestiones relativas a los grupos islámicos, a la democracia y a las relaciones entre Europa y el Golfo. Rana AL-SABBAGH (Jordania) es la Directora Ejecutiva del Arab Reporters for Investigative Journalism (ARIJ). Corresponsal en Jordania del periódico londinense The Times, escribe de forma regular para el periódico árabe con sede en Londres Al-Hayat y para el rotativo jordano Al Arab Al-Yawn; además, trabaja como consultora y formadora para la Fundación Thomson-Reuter. A lo largo de su carrera, Rana Al-Sabbagh ha sido también redactora jefe del Jordan Times y corresponsal de la agencia de prensa internacional Reuters. También es cofundadora del periódico jordano Al-Ghad de reciente creación. Robert BADINTER (Francia) es senador, abogado, universitario, ensayista y político francés. Ex Presidente del Consejo Constitucional y ex Ministro de Justicia, consiguió la abolición de la pena de muerte en Francia en septiembre de 1981. En la escena internacional, Robert Badinter participó en la elaboración de las nuevas constituciones de diversos Estados de Europa Oriental tras la caída del muro de Berlín. Presidió la Comisión de Arbitraje para la ex Yugoslavia creada por la Unión Europea de 1991 a 1996. Actualmente, preside el Tribunal de Conciliación y Arbitraje de la OSCE. Amal BASHA (Yemen), Presidenta desde 2001 del Arab Sisters’ Forum for Human Rights, se licenció en género y desarrollo en el Instituto de Estudios de Desarrollo de la Universidad de Sussex (Reino Unido). Ha sido consultora del Comité Internacional de la Cruz Roja en Yemen, coordinadora del proyecto “Proteger los derechos de los prisioneros” en este país y directora de un programa nacional financiado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Saná. Amal Basha se ha implicado mucho en los ámbitos del desarrollo, los derechos humanos y los derechos de las mujeres. Dominique BAUDIS (Francia) es Presidente del Instituto del Mundo Árabe y diputado europeo. Licenciado por el Instituto de Estudios Políticos de París, es periodista y político. Entre 2001 y 2008, ocupó el cargo de Presidente del Consejo Superior Audiovisual y, desde 2010, es Presidente de la Autoridad de Regulación Profesional de la Publicidad. Ex parlamentario y ex alcalde de Toulouse, Dominique Baudis tiene en la

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actualidad muchas posibilidades de convertirse en el próximo Defensor del Pueblo en Francia. Abdelbasset BEN HASSEN es Presidente del Instituto Árabe de Derechos Humanos (IADH) y miembro de la Alta Instancia para la Realización de los Objetivos de la Revolución, la Reforma Política y la Transición Democrática en Túnez. Fue el principal organizador de la conferencia “Abordar el pasado, construir el futuro” que se celebró en Túnez en abril de 2011 sobre la justicia transicional. Entre 2005 y 2011, fue Director del Programa de Derechos Humanos en la Región Árabe de la Fundación Ford. Mahmoud Ben Habib BEN ROMDHANE (Túnez) es consultor para diferentes organismos de las Naciones Unidas y profesor universitario de ciencias económicas. Fue Presidente de la sección tunecina de Amnistía Internacional y, posteriormente, de su consejo internacional. Ha escrito o coescrito una quincena de obras, la última de ellas Tunisie. Etat, économie et société, Publisud, París, y Sud Editions, Túnez. Es miembro dirigente del Movimiento Ettajdid (partido político de oposición al régimen derrocado). MODERADOR: Ali BENMAKHLOUF (Marruecos), especialista en filosofía árabe y filosofía de la lógica, es profesor de la Universidad de Niza Sophia Antipolis y catedrático de filosofía. Actualmente, es presidente del Comité Consultor Deontológico y Ético del Instituto de Investigación para el Desarrollo y miembro del Comité Consultor Nacional de Ética (Francia). Obras más recientes: L’identité, une fable philosophique, PUF, 2011; Montaigne, Belles Lettres, 2008; Le vocabulaire d’Averroès, Ellipses, 2007; Al Fârâbî, philosopher à Bagdad au Xe siècle, Seuil, 2007; Bertrand Russell, Belles lettres, 2004. MODERADOR: Pascal BONIFACE (Francia) es Director del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicas (IRIS) y profesor en el Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de París 8. Dirige las publicaciones La revue internationale et stratégique y L’Année stratégique. Ha escrito o dirigido la publicación de una cuarentena de obras sobre relaciones internacionales, energía nuclear, desarme, relaciones de fuerza entre potencias, política exterior francesa e impacto del deporte en las relaciones internacionales. Es editorialista del semanario Actuel (Marruecos) y de los periódicos La Croix (Francia), La Vanguardia (España) y Al Ittihad (Emiratos Árabes Unidos). Alya Chérif Chamari (Túnez) es abogada del Tribunal de Casación de Túnez y del Tribunal Penal Internacional. Milita a favor de la defensa de los derechos humanos y, en particular, de los derechos de las mujeres. Es cofundadora de la ONG regional “Collectif 95 Maghreb Égalité”, de la que es Directora Ejecutiva desde 2009. Además, es miembro, como personalidad nacional independiente, de la Alta Instancia para la Realización de los Objetivos de la Revolución, la Reforma Política y la Transición Democrática de Túnez. Es autora de las publicaciones siguientes: Femme et loi en Tunisie; Droits des femmes dans le mariage; Citoyennes maghrébines pour exercer vos droits y otras obras colectivas.

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Mohamed Larbi CHOUIKHA (Túnez) es profesor de comunicación y colaborador de la revista Année du Maghreb. Además, es miembro de la Instancia Nacional para la Reforma de la Información y la Comunicación. Aly Elsaman (Egipto) es periodista, escritor y abogado internacional. Fue consejero de información internacional de Anuar el-Sadat, Presidente de la República Árabe de Egipto. Actualmente ejerce como Presidente de la Unión Internacional para el Diálogo Judío-Islámico-Cristiano y para la Educación por la Paz, como Secretario General de la Información Económica Europa-Egipto y como Presidente de Nokia Siemens Networks en Egipto. Nader A. FERGANY (Egipto) dirige el Centro de Investigación Almishkat, en Egipto (www.almishkat.org). Es el autor principal del Informe Árabe sobre el Desarrollo Humano del PNUD y del FADES (2002-2005). Es diplomado en ciencias por la Facultad de Economía y Ciencias Políticas de la Universidad de El Cairo y tiene un doctorado por la Universidad de Carolina del Norte (Estados Unidos). Anders B. JOHNSSON fue elegido Secretario General de la Unión Interparlamentaria (UIP) en 1998 para un mandato inicial de cuatro años, aunque ya ha sido reelegido en tres ocasiones. Antes de trabajar en la UIP en 1991, permaneció durante más de 15 años en el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), donde ocupó cargos de responsabilidad en Honduras, Pakistán, Sudán y Viet Nam, así como en la sede central como consejero jurídico principal del Alto Comisionado. Ha dedicado su vida profesional a la cooperación internacional y a la diplomacia multilateral y es especialista en derecho internacional, política internacional, democracia, derechos humanos, asuntos de igualdad entre sexos y diplomacia parlamentaria. Chérif KHAZNADAR (Francia) preside actualmente la Casa de las Culturas del Mundo en París y es poeta, novelista y director de teatro. En 2010, recibió el Premio Sharjah de Cultura Árabe (UNESCO) en reconocimiento por sus acciones a favor de la promoción del diálogo, en especial entre la cultura árabe y las otras culturas. Es uno de los responsables del Festival del Imaginario, una manifestación intercultural de vocación interdisciplinaria enteramente dedicada al diálogo entre las culturas. Latifa LAKHDAR (Túnez) es profesora del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de Túnez. Es autora de diversos trabajos sobre la ortodoxia islámica frente a la modernidad y, en particular, sobre la cuestión del género y la ortodoxia islámica. Militante del movimiento democrático tunecino, actualmente ejerce las funciones de Vicepresidenta de la Alta Instancia para la Realización de los Objetivos de la Revolución, la Reforma Política y la Transición Democrática. Reem MAGED (Egipto) es periodista de TV desde 1995 y, desde 2008 presenta el programa “Baladna bel masry” en OnTV, una cadena privada. Entre 2007 y 2008, realizó y presentó dos series de documentales para los canales informativo e infantil

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de Al Jazeera. De 1995 a 2007 trabajó como periodista en Nile TV International, un canal de la televisión estatal egipcia. Joseph MAïLA (Francia), ex rector de universidad, es actualmente Director de Estudios Prospectivos del Ministerio de Asuntos Exteriores y Europeos de Francia. También es profesor de relaciones internacionales, especialista en Oriente Medio, en el Islam y en sociología de los conflictos. Es fundador del Instituto de Formación en Mediación y Negociación (IFOMENE) de París. Said SADEK (Egipto) es profesor de sociología y comunicación políticas, analista político y especialista en Oriente Medio. Miembro de la Asociación Árabe de Ciencias Políticas, es también desde 2002 representante del Instituto Finlandés de Estudios sobre Oriente Medio. Sadek contribuyó activamente al diálogo interreligioso en Egipto. Antony TODOROV (Bulgaria) siguió una carrera universitaria en relaciones internacionales (1983). Es doctor en historia contemporánea (1988) y doctor habilitado en ciencias políticas (2009). Profesor de ciencias políticas en la Nueva Universidad Búlgara de Sofía desde 1991 y autor de diversas obras de investigación, Antony Todorov es también consejero del Presidente de la República. Leonardo VALDÉS ZURITA (México) es titular de un doctorado en ciencias sociales (con especialización en sociología) del Centro de Estudios Sociológicos del Colegio de México. Ha sido profesor de dedicación exclusiva en el Departamento de Sociología de la Universidad Metropolitana Autónoma Iztapalapa, Director Ejecutivo del Instituto Electoral Federal (IFE) donde formó parte de la comisión de expertos encargada de proponer un programa de voto para los ciudadanos establecidos en el extranjero, consejero sobre cuestiones electorales en el Instituto Electoral de Ciudad de México, y Presidente del Consejo de Administración de la Asociación Mexicana de Estudios Electorales. En 2008, fue elegido Presidente Consejero del IFE por mayoría de votos en la cámara de diputados.