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    Franco Ferrarotti

    LAS HISTORIAS DE VIDA COMO MTODO

    Acta Sociolgica, nm. 56, septiembre diciembre, 2011, pp. 95-119

    Disponible en: http://www.revistas.unam.mx/index.php/ras

    Acta SociolgicaISSN (Versin impresa) 0186-6028Centro de estudios Sociolgicos, FCPyS, UNAMEdificio E1er piso, C.U. Mxico D. F.Telfonos. 56229414 y [email protected]

    Traduccin del italiano de Jos Manuel Recillas. Publicado en Convergencia, nm. 44, mayo-agosto 2007, Universidad Autnoma del Estado deMxico, Mxico, pp. 15-40

    Permiso otorgado a la Revista Acta Sociolgica por Convergencia Revista de Ciencias Sociales, febrero 2011

    Publicaciones del Centro de Estudios Sociolgicos - FCPyShttp://www.politicas.unam.mx/carreras/ces/rev_actasociologica.php

    www.revistas.unam.mxUniversidad Nacional Autnoma de Mxico, Secretara General, Torre de Rectora, piso 7, Mxico D.F. Del. Coyoacn, C.P. 04510.

    Todos los derechos reservados 2011.Esta pgina puede ser reproducida con fines no lucrativos, siempre y cuando no se mutile, se cite la fuente completa y su direcci n electrnica.

    De otra forma requiere permiso previo por escrito de la institucin.

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    Acta Sociolgicanm. 56, septiembre-diciembre de 2011, pp. 95-119.

    LASHISTORIASDEVIDACOMOMTODO1*

    Franco Ferrarotti

    Universidad Sapienza de Roma

    Resumen

    El trabajo da argumentos de fondo que legitiman a los mtodos cualitativos

    como estrategias privilegiadas para el estudio de lo social, en forma par-ticular en el caso de las historias de vida; uno de los argumentos centraleses que el hombre no es un dato sino un proceso, el cual acta en formacreativa en su mundo cotidiano, es decir, lo social implica una historicidad.Un segundo argumento es el de la necesaria vinculacin entre texto ycontexto, en el que este ltimo implica reconocer su sentido evocativo y re-creativo, elementos que implican la posibilidad de la autopercepcin delindividuo-sujeto de la historia de vida en su vinculacin experiencial con elambiente con textual. La relacin entre texto y contexto la realiza el individuo

    como parte de su proceso vivencial en tanto que agente histrico. Lashistorias de vida tienen, finalmente, la capacidad de expresar y formular lovivido cotidiano de las estructuras sociales, formales e informales, de ahsu aporte fundamental a la investigacin social.

    Palabras clave: historias de vida, vida cotidiana, mtodos cualitativos.

    Abstract

    This paper provides strong arguments that validate the qualitative methods

    as privileged strategies for the study of the social aspects, particularly in thecase of the stories of life; one of the fundamental arguments is that humansare not a piece of data, but rather, a process which acts creatively in theirquotidian world, where the latter implies acknowledging its evocative andre-creative sense, elements that imply the possibility of self perception ofthe individual subject of the history of life in its experiencial relation with the

    1Traduccin del italiano de Jos Manuel Recillas. Publicado en Convergencia,nm. 44, mayo-agosto 2007, UAEM, Mxico, pp. 15-40

    *Los artculos de la seccin Recopilacin temticase reproducen como sepublicaron en su fuente original.

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    contextual environment. The relation between text and con text is created

    by the individual as part of his experience process, in so far as a historic

    agent. In the end, the histories of life have the capacity of ex pressing and

    formulating the quotidian lived of the social, formal and in formal structures,

    from there the fundamental contribution to the social research.

    Key words: histories of life, quotidian life, qualitative methods.

    Han transcurrido treinta aos, casi una generacin, desde quepubliqu Vite di baraccati (1975). Se trata de un lapso ms bien breve,

    en el cual, sin embargo, los temas de la pobreza, de la marginacinmetropolitana y de la exclusin social parecan destinados atransformarse muy pronto en asuntos residuales, si no es queirrelevantes, como para considerarse apenas sujets honteux (temasno muy honrados). Por no mencionar el problema del marcometodolgico de la investigacin. Sobre todo, los socilogoselaboraban escombrados bajo el peso del inalcanzable modelo delas ciencias naturales, afligidos por un invencible sentimiento de culpapor no ser lo suficientemente rigurosos, exactos en los clculos

    estadsticos y en absoluto certeros de la verificacin de sus hiptesis.Era la poca en la cual se hablaba, entre socilogos y, en general,entre estudiosos de los asuntos sociales, del mtodo de las historiasde vida como un mtodo serio para el anlisis sociolgico, tal vez elnico que nos permitiera tener un contacto directo con lo vivido delas personas y, por ende, con la materia prima, fundamento de lainvestigacin social; pero se podra decir que se corra el riesgo deprovocar una sonrisa de complacencia. Como las sonrisas que seles reservan a los escritores de segunda categora o a novelistasfracasados, y que en el variopinto campo de la investigacin socialinsina una vocacin literaria miserablemente abortada.

    En ese tiempo triunfaban, como an hoy priman, los mtodoscuantitativos, y por razones ms que ineluctables: son mtodos rigu-rosos, que compiten en la precisin numrica con las ciencias duras,llamadas con temeridad exactas, de la naturaleza, con suficientedistancia de aquellas disciplinas de la vaguedad y de la superficialidadcomo son las ciencias humanas tradicionales, en especial las

    histrico-morales. Otras razones suelen ser dadas por los interesadospdicamente susurradas, pero su peso es indudable: los mtodoscuantitativos permiten previsiones, acerca del xito y el tiempo realnecesario para la investigacin, sobre todo seguros y, por lo tanto,de consecuencias tranquilizantes para los que piden las

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    investigaciones, que con gusto pagan con tal de tener en la manolos resultados de la misma en tiempo real, con grupos de diagramasy tablas del todo consecuentes a su acercamiento, en particular, deltipo pragmtico. Adems de todo lo anterior, en cuanto a losinvestigadores concierne, incluso en las investigaciones sobre elterreno el clebre field-work (trabajo de campo), no debenensuciarse las manos ms de lo necesario. Los instrumentoscuantitativos cuestionarios, apuntes, escalas de actitudes, frmulaspara los coeficientes de correlacin, etctera estn yapreconcebidos de manera que puedan ser utilizados y evaluadospor los mismos colegas. Basta aplicarlos siguiendo de manera

    escrupulosa las instrucciones para el uso y mantenindose a lahiginica distancia de los objetos de la investigacin.Al respecto, las pginas introductorias de Pierre Bourdieu a La

    miseria del mundo 2 resultan iluminadoras y plenamente compartibles:Cmo, de hecho, no experimentar un sentimiento de inquietud enel momento de hacer pblicas declaraciones privadas, confidenciasreunidas en una relacin de confianza? [] Ningn contrato esttan cargado de exigencias tcitas como un contrato de confianza(Bourdieu, 1993: 7).3 Bourdieu llega a citar a Spinoza: No deplorar,

    no rer, no odiar, sino comprender. Es justo a la comprensin pro-funda, y no slo a la descripcin de los contornos externos, para loque sirven las historias de vida. Pero, obvio, tienen un precio queel socilogo cuantitativo puede ignorar de manera olmpica: obligana ganarse la confianza de los interlocutores, a no limitarse a colocaruna cruz en la casilla justa (s, no, no s), a saber escuchar y, enesta capacidad de escucha, a saber realzar la bsqueda ms alldel simple reporte sociogrfico-inventarial o del reporte policial. Enotras palabras, entre los investigadores y los objetos de lainvestigacin debe instaurarse una relacin significativa, unaautntica interaccin, que, en tanto involucre de manera natural alas personas sobre las que se conduce la investigacin, reclame alinvestigador permanecer en la causa y derribar el muro defensivotradicionalmente colocado al pie de la cultura entendida como capi-tal privado. Y la investigacin misma abandona su estructuraasimtrica que realiza, de este modo, ms que una empresa

    2Hay una edicin en espaol: La miseria del mundo (1999), Mxico: Fondode Cultura Econmica. Parte de estas observaciones sobre la obra de PierreBourdieu vieron la luz, bajo la forma de una resea, en el Suplemento culturaldel diario Il Sole 24 Ore.

    3Cursivas en el original.

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    cognoscitiva, se trata de una operacin de poder. Las historias devida ayudan a comprender que en la investigacin social todoinvestigador es tambin un investigado.

    En el caso de la investigacin de Bourdieu, los frutos de estaimpostacin resultan vistosos, pues permiten lanzar una mirada enlos ngulos oscuros de las sociedades de la abundancia. En par-ticular, ayuda a medir el orden de grandeza y a comprender el sentidoy la dinmica de las nuevas formas de pobreza. Esta ya no es ladesnutricin crnica del siglo pasado; aunque ciertamente, y sobretodo entre los inmigrantes ms recientes y desesperados, casos deeste tipo no faltan. Por el contrario, la nueva pobreza est dada por

    la exclusin social y por la imposibilidad objetiva y psicolgico-cul-tural de participar en la vida de la comunidad. Es una pobreza ma-terial, pero en primer lugar moral e intelectual, que se hunde de formavertical en la conciencia de los marginados, condenados a vivir, o,ms sencillamente, a sobrevivir en la gris desolacin de las banlieues(suburbios) del mundo. La nueva manera del sistema deaprovecharse de los marginados al final de este siglo no es ms laconfiscacin, por parte del capitalista, de la plusvala. Es el abandono,el descuido, el estar al margen de la sociedad y de la historia.

    Las voces que provienen del gueto norteamericano son, en estesentido, relevantes y nos hacen entender cmo laAutobiografa deMalcolm X no es slo un texto revolucionario, sino tambin un testi-monio de vida cotidiana para meditar y analizar. Numerosospreconceptos y estereotipos se vienen abajo: por ejemplo, la ideade que entre los pobres hay mucha solidaridad. En realidad, reinauna soberana desconfianza, casi paranoica, y la razn resultaevidente por sus declaraciones: los pobres no tienen mrgenes, nopueden permitirse el lujo de un encuentro equivocado; no colaboranporque no tienen nada que poner en comn, nada sobre lo cualcolaborar (Bourdieu, 1993: 169). Pero tambin para quienes se hanintegrado en el sistema y que poseen un trabajo regular, las metasvitales se presentan demasiado estrechas. Pinsese en el obreroque se halla descartado, cortado de improviso, por la innovacintecnolgica (Bourdieu, 1993: 331) o en los vacos ineliminables deltrabajo del turno nocturno. Dice Danielle, empleada de Correos:Jams veo el sol []. Se est de pie, siempre de pie []. Cuando

    me levanto para ir al trabajo, la noche cae (Bourdieu, 1993: 373).El movimiento fisiolgico del capitalismo entre alta y baja

    coyuntura, entre crisis y boom, tambin toca a los profesionistas

    intermedios de la estructura productiva, esos que se podan mantenerrazonablemente ms all y a buen resguardo respecto de las

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    oscilaciones del mercado. Vistos desde abajo, como escribeBourdieu, son estos profesionistas intermedios de la estructuraproductiva, determinados por la estrechez de las innovacionestecnolgicas, con sus carreras y expectativas destruidas, quienesmanifiestan la ms profunda angustia y una incertidumbre casi totalsobre las perspectivas futuras. Se sienten al garete. Son tal vez laencarnacin ms inquietante de lo que Max Weber llamaba laproletarizacin del alma. De frente al extravo de estas figurassociales, que se sienten presas en un engranaje del que conocenmuy poco y del que no estn en posibilidad de gobernar, pareceevidente, una vez ms, que los problemas del individuo no son ni se

    reducen a una cuestin meramente individual. La mentalidadprogresista est acostumbrada, por generaciones, a recurrir, en estafragmentacin, al Estado, en particular al Estado social, mencionadoa menudo con irona inconsciente, Estado de bienestar o Wel fareState. Las pginas que la investigacin de Bourdieu reserva a laviolencia de la institucin no dejan en pie muchas ilusiones. Delsistema escolstico a ese otropensionstico, Bourdieu registra confrialdad la rendicin del Estado. Lo que queda del Estado es esoque Nietzsche previ correctamente: entre todos los glidos

    monstruos, ciertamente el ms glido. Bourdieu subraya: el quecomprende menos, el ms reacio a entender, el ms burocr-ticamente protegido y lejano, el menos capaz de comunicacin noviolenta (Bourdieu, 1993: 905).

    De acuerdo con Bourdieu, respecto a todo lo dems, es necesariorepensar la poltica, sustrayndose de manera contempornea tantoa la arrogancia tecnocrtica como a la declinacin dogmtica.Sobre estos preceptos del ilustre acadmico, se puedenlegtimamente mantener intactas las reservas, sobre todo por partede aquellos que saben que la poltica es todo menos que una obrapiadosa; es ms, se resuelve en una ardua lucha de poderes entrecentros oligarcas que sera ingenuo sostener la idea que seanlmpidos en sus operaciones internas.4No obstante, es verdad quela misma lucha por el poder surtira tal vez mejores resultados si envez que al barullo de aproximaciones incluso generosas, fueseconducida en una situacin de ms actualizado conocimiento de losproblemas, segn el clebre pero nunca escuchado dicho: Conocer

    para deliberar. Los gobernantes escribe al final de su trabajo

    4A este respecto, permtaseme remitir a mi Simone Weil: la pellegrinadellassoluto(1996), en especial el captulo II: I partiti politici: un male nonnecesario, pp. 37-61.

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    Bourdieu son prisioneros de un en tourage (entorno) de jvenestecncratas que a menudo ignoran casi todo de la vida cotidiana desus conciudadanos, y a los cuales nunca recuerda su mismaignorancia (Bourdieu, 1993: 941). Es probable que Bourdieu, alescribir estas palabras, tuviese en mente los jvenes commis dEtat(comisionados del Estado) que salen de la clebre cole NationaledAdministration (Escuela Nacional de Administracin). Se dansituaciones que son mucho peores, en las cuales los jvenescolaboradores de los gobernantes no salen de escuelas prestigiosas.Nacen de las parroquias o de las humeantes habitaciones de lassecretaras de los partidos. Para sealarlos no es necesario

    incomodar a la tecnocracia. Se pueden llamar, de forma muchoms prosaica, maleteros.Cierto, la iniciativa de Bourdieu es saludada como una importante

    toma de conciencia respecto a los datos cualitativos y a su capacidadde ofrecernos elementos, para una interpretacin ms profunda yms autntica de la vivencia social. El historiador de la Edad Media,Jacques Le Goff, sospecha que la moda de las biografas estvinculada, si no es que determinada, por el hambre de concrecin yde especificidad que el historiador advierte tras diez aos de

    estructuralismo, de historia hecha con la computadora, es decir,de conceptualizaciones tipolgicas abstractas. El historiador de lasestructuras escribe perturbado por las abstracciones, tena hambrede concrecin. Quera volverse el tipo de historiador que Marc Blochhabra deseado, ese similar al ogro de la fbula, que sabe que supresa se encuentra en cualquier lugar que se sienta el olor de carnehumana. Es ms la presa ya no es ms el hombre en sociedad, elhombre atrapado colectivamente, sino el individuo: un personajehistrico preciso (Le Goff, 1995: 11).

    Una reserva es legtima: Estn en verdad de moda, hoy, lasbiografas en la investigacin social? Parece plausible que lo vivido,una vez derrumbadas las ideologas globales y disueltos los grandesideales, haya alcanzado un cierto inters, teniendo en cuenta tambinla psicologizacin de las cuestiones estructurales operada, ms omenos de forma conciente, por el feminismo. Pero esto no tienemucho que ver con una renovada concepcin de la historia comobsqueda completa y tridimensional (a tut to tondo) de la vida histrica

    en sus mltiples aspectos, ni mucho menos conlleva las historias devida como materia privilegiada de la investigacin social.La polmica en contra de la precisin en sentido cuantitativo en

    los estudios interpretativos sobre la experiencia social en su sentidoliteral no es un asunto de hoy. Basta detenerse por un instante para

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    considerar la cuestin, y de inmediato se amontonan en la memorialos nombres y los ttulos que, a la polmica, han dado piezas deapoyo y argumentos, los ensayistas literarios a los historiadoresde la economa y de la ciencia, por ejemplo de Lionel Trilling y DwightMac Donald a John U. Nefya A. Koyr, por no mencionar a unsocilogo recin desaparecido, de pasado poltico turbulento, perono por ello para guardarlo en silencio, Jules Monnerot (1946).

    El debate propiamente filosfico es por s mismo rico y articulado.Esto remite, en par tic u lar, a La crisis de las ciencias europeas y lafenomenologa trascendente (1961) de Edmund Husserl, y a lascrticas hacia Galileo en cuanto a que la matematizacin de la

    naturaleza nos habra separado de toda posibilidad de contactosignificativo con el mundo de la vida, o inclusive reducir a separarla riqueza de la experiencia vivida para rigidizarla en la sequedad yen las formas estandarizadas por las frmulas matemticas: o sea,dicho en otras palabras, hasta hacer perder a la ciencia todosignificado por la vida y su sentido de empresa humana en nombrede la geometrizacin del mundo. En trminos polticos, la mismacrtica se puede hallar en la Dialctica de la Ilustracin, de MaxHorkheimer y Theodor Adorno, para quienes el lenguaje cientfico

    fsico-matemtico habra sustrado a los seres humanos, en tantoque seres oprimidos, la fuerza de expresarse. No es difcil vercunto de nostlgico e irracionalmente romntico est presente enstas y otras crticas del mismo estilo, observando cmo unaexpresin matemtica no es ms que un lenguaje, del todo similar aotros lenguajes, y, por lo tanto, capaz de poder expresar unarepresentacin numrica de la cualidad de la experiencia, una vezque se hayan definido las cualidades justas o pertinentes paraexpresarlas de forma matemtica.

    Empero, queda en pie la observacin fundamental de que loshechos sociales no son susceptibles de elaboraciones de segundogrado en sentido matemtico. Por qu? Por la sencilla razn deque el hombre no es un dato, sino un proceso, y que las leyes quetienen que ver con l, no pueden ser time lessy spaceless, vlidasen cualquier contexto e intemporales. Tal vez existe en el hombre ensociedad una indeterminacin ms alta que la correspondiente en lanaturaleza, tambin slo por el hecho incontrovertible que el hombre

    es un animal no programado y en esto es radicalmente diferente, yque lo digan los sociobilogos, de los animales no humanos. Escierto, como muchas veces ha sido observado, que en sociologa eldato cuantitativo, estadstico, a menudo es fundamental y que susrepeticiones dan lugar a la definicin de una clase de fenmenos,

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    que a su vez devienen el tipo interpretativo de algo socialmentevasto; pero lo real se manifiesta en sociologa no tanto y no slo enla repeticin y en la uniformidad, cuanto en la ruptura revolucionaria,en la diferencia, en el momento de la crisis crisis como ruptura,pero, en primer lugar, como separacin. Hay entonces en la crisisuna funcin epifnica probablemente no subrogable, incluso porquelas revoluciones sociales no se pueden construir de forma gil oreproducir artificialmente en laboratorio.

    La historicidad de la ciencia ofrece saludables lecciones desobriedad de la misma medida en el estudioso llevado a razonar enlos modos de un tematismo puro, es decir, razonar hasta enloquecer,

    confirmando contra deseo o inconscientemente el dicho queconsidera al loco como aquel que ha perdido todo menos la razn. Yentonces, est eso que con gusto llamar el baile de los paradigmas.stos no slo desfasan, como supuso Thomas Khun, sino queevolucionan voltendose inclusive sobre s mismos. Tambin en losejercicios de la ciencia que se suponen por definicin racionales,hay que tener presente los aspectos imprevistos de las modasintelectuales y de las vagas influencias, a-racionales pero potentes,que demasiado correctivamente se reasumen a menudo en el

    sugerente y por dems genrico trmino de Zeit geist o espritu deltiempo trmino sugestivo, si no es por otra cosa que por la presenciadel trmino Geist, pero tambin irritante, debido a que todo sumado,resulta inaferrable. Esto es sobre todo cierto para esas ciencias delo vago o del ms o menos, que en Francia son llamadas cienciashumanas; mientras que en pases de lengua inglesa se presentancomo social sciences. En el clima mental en el cual estn inmersasy del cual son variablemente condicionadas, aparece el climademasiado mvil, capaz de evoluciones radicales en un arco detiempo relativamente breve.

    En un tiempo no tan lejano, en los aos de la inmediata posguerra,se acostumbraba pensar en trminos de una gran dicotoma.Permtaseme usar una terminologa ms bien brbara, en ese tiempose poda ser estructuralistas o bien relacionales. Los primerostrataban los fenmenos sociales como cosas comme des choses,sentenci mile Durkheim, en tanto los segundos se atrincherabanal interior de grupos primarios, llamados tambin cara a cara; y a

    partir de ah se disponan a disear esos refinados arabescos quepresuman expresar cientficamente los variados retculos de lasrelaciones interpersonales. La tensin entre ambas impostaciones,que por un instante pareci dramtica, era sostenida, por una parte,por Talcott Parsons; pero con l toda, o casi toda la tradicin

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    sistemtica europea, y por otro, el pintoresco inventor de lasociometra, el infatigable viajero con sombrero Jacob L. Moreno,pero tambin el austero y distradamente aristocrtico mdico ysocilogo australiano Elton G. Mayo, ilustre teorizador de lasrelaciones humanas en la industria.

    Al parecer esa poca hoy est cerrada y aquellos debates, yaentonces fervorosos y colmados depathos: actos hoy, reledos conatencin nos parecen desvados y polvorientos. Se trata ms biende una severa leccin para quienes se imaginan el progreso cientficocomo una suerte de lisa carretera sin curvas o interrupciones o vueltasen U, por no hablar de las retractaciones y arrepentimientos,

    vinculadas al supremo criterio de la autocorregibilidad interna;mientras, tratndose tambin de una informacin de conjunto, laevolucin de las ciencias no tarda en manifestarse por lo que es:una empresa humana, slo humana, una historia constelada porcontrastantes escuelas y por grupos contrapuestos, una historiahecha, ciertamente, de conquistas cientficas, empero tambin deluchas polticas, de celos mortales, de conjuras y de sangre.

    La tensin ahora ha mutado de registro. Pasa y se manifiestaentre grupos de analistas sociales que se refieren a la cantidad o

    bien a una impostacin, contraria y simtrica, que se funda sobre lacualidad. No se trata de una querella de poca monta. No se agota enel mbito acadmico, pues envuelve importantes intereseseconmicos y a sus representantes. Para comprender su sustanciaes necesario dirigirse a la perspectiva histrica. Durante 150 aos elsocilogo vivi en su limbo, umbrtil y apartado. Con paciencia, hizoantecmara. En muchas ocasiones se cubri la cabeza de cenizas.Padeci todo el sentido de inferioridad que era capaz de sufrir. Comolos que temen verse acusados de bancarrota, desesperadamenteimit y se dirigi hacia los cientficos de la naturaleza; intent elaboraruna fsica de las costumbres; temi ser atrapado en flagrancia delesa rigurosidad cientfica, no saber mostrar eficazmente la exactitudde su ciencia enferma, como tuvo que llamarla un ilustre eruditonapolitano. No es casualidad que la instancia positivista, todava ensus lmites histricos y tericos, sea an el momento fundante delas ciencias sociales en cuanto ciencias de observacin observacinde los datos y de comportamiento externo para llegar a la

    interpretacin de la motivacin interna, en el sentido del actuarhumano en cuanto accin del individuo singular o bien como actuarrecurrente cristalizado en las instituciones. Pero hoy son las mismasciencias de la naturaleza, las ciencias exactas, que se venconstreidas a autoproblematizarse, las que se aproximan cada vez

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    ms, y de manera por completo imprevista, a las ciencias de lovago y que renuncian o penosamente comienzan a renunciar alconcepto de ley intemporal, necesaria o de necesidad,universalmente vlida, timeles and spaceless, a favor del conceptode uniformidad tendencional en sentido probabilstico.

    Por otro lado, las ciencias sociales y la misma sociologa se estnmoviendo y transformando. Los lmites del positivismo comtiano sonahora tan evidentes que resultan innegables. Por lo dems, se tratedel fisicalismo comptiano o del cosalismo durkhemiano, enocasiones hallaron crticos aguerridos y sutilmente despiadados. Noslo en la cultura italiana, convertida en provincia de un veterano-

    humanismo en esencia antisociolgico. Tambin en Francia, dondela gran camada de Durkheim no sufri jams serias interrupciones.En Francia, escribi Simone Weil, [...] existe una escuela desociologa gracias a la cual se pueden estudiar los mitos, el folclor,las civilizaciones antiguas y las de las poblaciones de color sin hallar,por ninguna parte, alguna huella de espiritualidad. Y, ms adelante,al abordar a los griegos antiguos, prosigue: Hay relacionesindefinibles por medio de nmeros. Y eso era experimentado porlos griegos no como una ocasin de jaque o de angustia, sino de

    alegra, pues la nocin de equilibrio era la nocin fundamental y lainjusticia en un hombre consista en ignorar sus lmites (Weil, 1966:245).

    Es entonces posible teorizar un encuentro entre cantidad ycalidad a medio camino? Al parecer, no por el momento. Laimpostacin cuantitativa en las ciencias sociales goz y goza en laactualidad de un gran fervor. Cuando el jefe de una compaa tieneproblemas en un departamento, el socilogo cuantitativo lo confortacon las respuestas obtenidas de los trabajadores en torno a susinvestigaciones; todo es elaborado a travs del suministro de uncuestionario con respuestas precodificadas; al final, el jefe puedeleer algunas tablas limpias, con porcentajes que se comprende deinmediato y lo tranquiliza, aunque despus las autnticas razonesde la agitacin de los trabajadores ni siquiera se hayan desentraado.Cuando los soldados estadounidenses en el frente del Pacfico, enla Segunda Guerra Mundial, bloqueados tal vez por complejosreligiosos o psicolgicos, no disparaban, fue la investigacin de

    Samuel Stouffer y sus colaboradores la que aplac la angustiade los Estados mayores con los diagramas de la monumentalinvestigacin sobre losAmerican Soldier. Los mtodos cuantitativos

    tratan a las personas que forman parte de una situacin social poranalizar; como por ejemplo, el comportamiento de los colonizadores

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    frente a los indgenas. No hay que escandalizarse. Se comportanexactamente como cualquier profesionista, es decir, como aquellosque, bajo contrato, ofrecen un servicio a un cliente, el cual no tieneposibilidad alguna de control, profano como es, sobre el serviciomismo. En realidad, la investigacin social, conducida con mtodosestrictamente cuantitativos, an hoy en posicin dominante entreaquellos de cultura sociolgica, debe mucho de su xito a razonesde naturaleza extracientfica.

    a) Coincide y corresponde al estilo de pensamiento y a la men-talidad tecnocrtica sobresaliente en la gestin de la empresa

    industrial y financiera.b) Ofrece resultados ilusoriamente ciertos, expresados con larestrictiva coherencia formal de los aparatos numricos.

    c) Al no basarse sobre una conciencia problemtica autnoma,no se plantea el problema de la eleccin de los temas deencuesta.

    d) En este sentido, se encuentra en la disponibilidad de venderseen el mercado al mejor postor.

    Pero despus se puede mencionar una ventaja de naturalezatcnica: valindose de instrumentos conceptuales preconstituidos,o sea elaborados independientemente del tipo y de las caractersticashumanas de la investigacin, se encuentra en posibilidad de conducirsondeos de opinin masivos, que proporcionan al menos la ilusinde totalidad y de una cierta capacidad predictiva, y todo esto en unarco de tiempo razonable.

    Por el contrario, la investigacin cualitativa histricamente haprivilegiado los estudios de comunidad. Adems de la experienciaextraordinaria de la Escuela de Chicago en los aos treinta, sonestudios clsicos los de Helen y Robert Lynd (1929) (Middletown yMiddletown in Transition) y los de Arthur J. Vidich y Joseph Bensman(1958) (Smalltown in Mass Society). Contrario a las investigacionescuantitativistas, en vez de dejar caer sobre el objeto de estudiocategoras, esquemas y cuestionarios preelaborados y usados enformas intercambiables, descuidando con esto el contexto histricoespecfico, las investigaciones cualitativas tienden a hacer emerger,

    desde abajo en contacto directo con el objeto de investigacin(observaciones participantes y esa que, en mi Trattato di sociologa[Ferrrarotti 1968], llamo investigacin de fondo), las reasproblemticas y los eventuales conceptos operativos. stas noson elaboradas en el escritorio, sino que son el fruto de una

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    impostacin de la investigacin esencialmente inductiva y que nopuede partir sino sobre la base de una exploracin preliminar. stasconsienten elaborar o ensayar y poner en punto una serie deconceptos sensibilizantes, como los llama Herbert Blumer, loscuales hacen posible la construccin de lo que yo llamo conceptosoperativos (debido a que se pueden operacionalizar, es decir,descomponer en sus partes para ser puestos en relacin con va-riables importantes para los fines de la investigacin).

    No es casualidad que, para la reunin de los datos empricos atravs del anlisis cualitativo, sea fundamental la historia de vida.5

    Es claro que la lectura de documentos biogrficos pone problemas

    ms complejos que una mera elaboracin estadstica de respuestasprecodificadas. Para empezar, la reunin de las historias de vidapresupone, como antes he subrayado, una relacin de confianzaentre entrevistador y entrevistado. Ninguno contara a unmagnetfono sus Erlebnisse, sus experiencias vividas. Esto significaque la investigacin es concebida como una co-investigacin y quecada investigador, lejos de poder atrincherarse tras un armamentometodolgico preconstituido, es a su vez un investigado. En otraspalabras, la investigacin cualitativa nos ayuda a comprender que el

    cientismo, incluso el de ascendencia iluminista, es la caricatura dela ciencia, una caricatura tan atroz como para hacer decir a un escritorde la inteligencia de Voltaire que las huellas de conchas halladas enciertas rocas alpinas eran producto del paso de peregrinos, quienesregresaban del viaje de Tierra Santa. Nos hace comprender, tambin,que el rigor cuantitativo acrtico desdea la calidad. El rigor cientfico,en sentido propio, histricamente consciente, la llama.

    Sin embargo, es cierto que muchos investigadores cualitativos,puestos de frente a una masa imponente de material autobiogrfico,no saben qu hacer y lo usan al mayoreo, a lo ms como materialilustrativo de hiptesis elaboradas antes, reducindolo a apndicesromnticos de la investigacin, a una pincelada de color. Lacuestin de la conexin entre hiptesis terica y documento biogrficoemprico permanece abierta. Se necesitara en vez de proceder, conextrema atencin analtica, a la lectura de las historias de vida, conel objetivo de llegar al ncleo y hacer emerger las reasproblemticas; stas expuestas naturalmente ms a menudo en

    5Remito a mi investigacin sobre las periferias metropolitanas y, respecto alestablecimiento epistemolgico, en particular a Storia e storie di vita(1981) y aLa storia e ilquotidiano (1986). Cfr., en cuanto a la intervencin de Ilio Adorisio,Identit perduta della sociologia, en Il Manifesto, 21 de abril de 1989.

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    trminos de percepcin psicolgica individual, se asocian enconsecuencias con las determinantes del contexto histrico-econmico-cultural meta-individual, de forma tal que evidencian elentrecruzamiento dialctico o de reciprocidad condicionanteentre individuo, cultura y momento o fase histrica. Lo que significa,tomando en cuenta las historias de vida el aprehender el nexo entretexto, contexto e intertexto. Respecto a las investigacionescuantitativas, la diferencia es fundamental: en la bsquedacuantitativa las categoras tericas estn preconstituidas ydescienden sobre el material emprico, con el fin de reordenarlo segnun diseo preestablecido fuera de la investigacin en su hacerse

    efectivo. En la investigacin cualitativa, el proceso de categorizacinparte de la base; est menos definido de manera apriorstica; msque considerar los resultados, tiende a indicar, problemticamente,las direcciones en las cuales se necesita excavar y explorar. En estesentido, la investigacin cualitativa es una bsqueda tpicamenteabierta, que induce al analista a practicar esa virtud de la humildadque ya Bacon consideraba esencial para cualquier cientfico.

    Entonces, tengo frente a m una historia de vida, muy bienregistrada y, por lo tanto, desembobinada. La he obtenido a partir

    de mi interlocutor ganndome su confianza.6 Se estableci entrenosotros una corriente emptica, frgil, pero suficientementesostenida y basada en un proceso de interaccin que cancel, almenos por un tiempo, las asimetras culturales y los saltos de laestratificacin social. La recopilacin de la historia de vida implica,para el investigador, algunas renuncias y la aceptacin de algnprincipio tico ms bien importante. Es necesario renunciar a lacultura entendida como capital privado e instrumento antagnico deconfrontacin y de poder, y al unsono requiere aceptar colocarse enla misma longitud de onda del interlocutor, reconocer que investigadore investigado se hallan relacionados, en el mismo ttulo, en la mismaempresa. El resultado de esta compleja operacin, para la cual nohay reglas metodolgicas preestablecidas y que constituye en sentidoestricto el momento cualitativo y la primera fase orientativa decualquier investigacin social, es la historia de vida que ahora tengoenfrente. Qu hay que hacer al respecto? Cmo utilizar estosmateriales, a menudo desiguales y deshilvanados, pero

    fundamentales para la reflexin sociolgica?La historia de vida es un texto. Un texto es un campo, un rea

    6En Storia e storie di vita, op. cit., propuse la biografa de grupo, pero paraeste fin se necesitar profundizar el discurso en otra parte.

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    ms bien definida. Es algo vivido: con un origen y un desarrollo,con progresiones y regresiones, con contornos sumamente preci-sos, con sus cifras y su significado. Debo aproximarme a este textocon atencin humilde, silenciando al aventurero interior. Se requiereacercarse al texto con el cuidado y el respeto debido a otro distintode uno mismo. Se entra en el texto. No basta con leerlo con laatencin externa de quien lee slo para informarse. Es necesariohabitarlo.

    As es como entro al texto de la historia de vida. Lo pueblo.Establezco con l una relacin significativa en la cual ni mi identidadni la alteridad del texto tienden a prevalecer. Leo con calma, y es as

    que del texto emergen las reas problemticas, sas en las cualesel relato se mueve con ms rapidez, los momentos de crisis sevuelven preciosos, epifnicos y reveladores. La historia de vidase me presenta entonces como una historia de constricciones quepesan sobre el individuo un conjunto de condicionamientos ms omenos determinantes, y al mismo tiempo como un complejo deestrategias de liberacin, que el individuo pone en juegoaprovechando las buenas ocasiones, los atisbos intersticiales.

    Las reas problemticas de una historia de vida pueden

    concernir la socializacin primaria (familia, escuela), la esfera sexual,el trabajo y la posibilidad de hallar una ocupacin, como se dice,creativa, los vnculos con la pareja y con los hijos. Es el vnculoentre texto y contexto lo que da la medida y el carcter de las reasproblemticas y de los temas emergentes de una vida. Estardesocupado, por ejemplo, en una situacin en la cual la desocupacines un fenmeno extrao y no necesariamente de masas, es algodistinto de serlo cuando la desocupacin es un fenmeno endmico.El desocupado, en ese caso, no se siente forzosamente rechazado,un excluido de la sociedad, un marginado. Por as decirlo, est enbuena compaa.

    La historia de vida puede ser vista, desde esta perspectiva, comouna contribucin esencial a la memoria histrica, a la inteligenciadel contexto. Sin embargo, ligar texto con contexto no es tarea sencillacomo parece a primera vista. No se trata slo de un asunto deaproximacin de datos, ms o menos pertinentes. Entre historia ehistoria de vida hay una lnea de demarcacin que puede fracturarse.7

    7Decisivo puede ser el aporte de las historias de vida para una primeraexploracin de esas culturas y pueblos que, desde el punto de vista eurocntrico,parece que no tienen historia (cfr., por ejemplo, Grohs, The Changing SocialFunctions of African Autobiographies).

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    Quiz se habla demasiado fcil de memoria histrica. La relacinentre historia y memoria coloca un problema an irresuelto. Elconcepto mismo de memoria no es fcilmente aferrable, es elusivoy evanescente. Ms que de memoria, habra que hablar en plural:de memorias. En efecto, la memoria es una realidad plural, dinmica,proteiforme. Ms que una realidad dada, fijada, se trata de un magma,de un proceso. Es cierto que no se le puede considerar como unaplaca pasiva que registra de forma neutra, notarial, desde lo externonuestras experiencias. Es reactiva, huye al control puramente lgico.Es enigmtica, en ocasiones puntualiza en la reconstruccin de losparticulares hasta la crueldad, a veces de repente bloqueada,

    apagada, perdida en un vaco turbio.El gran descubrimiento de Freud consiste, en esencia, en haberacertado que a veces la memoria, en apariencia sin razn, se bloquea,oculta en vez de recordar, se inhibe y cancela, en parte ocompletamente, lo vivido. Tiene la capacidad de remitir y de recrear,as como la capacidad inquietante de dicotomizar, oscurecer,seleccionar. Entonces, la memoria tambin es facultad de olvidar. Alinicio de sus Confesiones, Rousseau habla de posibles vacos dememoria. Se preocupa de su credibilidad con el lector. Asegura que

    esos eventuales vacos los colmar con algunos levesornamentos. Ms adelante veremos que ser necesario algo msque algn artificio retrico. Puedo haber supuesto verdadero afirmaRousseau lo que pudo haber sido, jams lo que conoca era falso.Pero es este escrpulo por la verdad lo que nos revela la imposibilidadde reconstruir la propia infancia. El joven Jean-Jacques que lee envoz alta al padre relojero las Vidas paralelas de Plutarco, seentusiasma, reflexiona, es profundamente edificado por esa literaturao, ms bien, por el recuerdo de esa literatura, pero cuarenta aosdespus. No es el joven el que habla, es el adulto, el pensador, elescritor ya de amplia experiencia, el hombre de mundo que le prestaal nio de entonces cuanto, ahora, ha aprendido de la vida.

    La reconstruccin de esa infancia no puede resultar ms queartificiosa. Pero no slo eso. Rousseau excava en su propia infanciano tanto para reconstruirla tal y como en efecto fue, como pretende ycomo no se cansa de asegurarle al lector, sino que adems excavaen ella para descubrir, descubrindose a s mismo, la esencia del

    hombre, el concepto universal de humanidad, su arquetipo comoprincipio metafsico. Hace coincidir el descubrimiento de s mismocon el de la humanidad.

    Comprendidos antes an que pensar, tal es la suerte comn de

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    toda la humanidad escribe y yo la sent ms que nadie. Ignoro

    lo que fui a los cinco o seis aos; no s cmo aprend a leer: me

    acuerdo slo de las primeras lecturas, del efecto que tuvieron en

    m, y de ese tiempo resalto la conciencia de m mismo que desdeentonces ya jams me abandon.8

    En verdad? Es lcita alguna duda.9 El hecho es que paracomprender y reconstruir el espritu, la atmsfera de un tiempo queya no existe, para sentirse de alguna manera en verdadcontemporneo de s mismo y de los hombres de tiempos pasados,la mayor dificultad no est constituida por lo que hara falta saber,

    sino ms bien por todo lo que hara falta saber olvidar, ignorar, ponerentre parntesis, suspender de alguna manera. Quiz Mark Twain

    tiene razn cuando escribe suAutobiografa renunciando a cualquiercriterio lgico preconstituido, sea de tipo cronolgico o temtico. A

    veces escribe btons rompus, como llegue, dejndose ir a placer,guiado slo por los reclamos imprevisibles de las experiencias msdiversas, abandonndose a las reacciones de la memoria y de lafluida asociacin de ideas y asonancias.

    La memoria es estimulada en formas y por factores a menudo

    imprevisibles o del todo casuales. Puede bastar un olor o un sonido,una msica que se aleja para despertar y hacernos recordar unapgina entera de vida, a recrearla, evocndola, un pasaje del alma.O bien un rostro, una lnea particular del horizonte, una fotografa.De visita por primera vez en Israel, hallndose en el desierto deGalilea, Ignazio Silone exclama de repente: Pero es que este paisajeya lo haba visto. Es la tierra donde nac. Es la misma tierra, rida ypedregosa, de la Marsica. Entonces, se dan muchos tipos derecuerdos, adems de los ms explcitos y conocidos, como el vi-sual, el locativo, el acstico, el olfativo. Hay recuerdos fundados sobreconexiones significativas, pero no aferrables de inmediato. GeorgSimmel atribua elpathos, el sacudimiento nostlgico y el urea quetomamos contemplando ciertas ruinas, en parte ya cubiertas por la

    8Rousseau, 1988: 179Para este mbito problemtico, es menester deslizarse casi de manera

    sbita en trminos de metaficismo gratuito. Elmire Zolla: Por s mismo [] elhombre se hace a los harapos de su pasado, a su identidad biogrfica [] unavez sustrados de la dominacin de su arquetipo privado, se comprende el juegoarquetpico complexito o se instaura, dice Keats, una comunidad con lasesencias, una especie de unidad, se prueba un xtasis, y subraya Keats, quedestruye a la persona (Zolla, 1994: 79).

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    vegetacin, y al hecho de que una obra del hombre poco a pocoest regresando a la naturaleza.10

    Hgase la experiencia directa que precede a cualquierautobiografa. Se busca regresar a las fuentes, de regresar y as darjaque a la cronologa y al calendario. De repente se es vctima deuna tendencia doble, contraria y simtrica. Por un lado, seexperimenta la poderossima sensacin del tiempo que pasa; por laotra, surge la imperativa pregunta: Quin soy? De dnde vengo?A dnde voy? Pasaje, entonces, transformacin continua ynecesidad de permanencia, metamorfosis y persona, fluir desensaciones, constante renovacin y envejecimiento de las clulas

    corporales, decaimiento fsico y al unsono construccin de lasubjetividad, dominio de un yo unitario, coherente, responsable.Entonces se vuelve a los orgenes. Se reclama el pasado, el estuporinfantil, el primer descubrimiento del S-mismo y del mundo en tornoa uno. Se trata de un complejo juego de claroscuros. Se procedeentre destellos, relmpagos de luz vivida y sombras fijas, opacidadesmisteriosas. La memoria recuerda y cancela: pizarra luminosa y a lavez esfinge callada, inquietante sobre el marmreo silencio.

    Se recuerda el estupor infantil, pero para el nio esta actitud es

    en verdad de estupor? O, por el contrario, no aparece como estupordel adulto blas (desconcertado), que ha visto tanto y que tanto havivido, que piensa de nuevo en la infancia como un bao purificadory en una afortunada excursin a la isla de los Lotfagos? La infancia:isla perdida, soada, reinventada repensada por el hombre adulto,ya no es aquella; se traduce en trminos distintos, reenva a la edadadulta una imagen que reclama al hombre la dolorosa concienciaque la recreacin ha concluido, y que en la inocencia se consum.El adulto repiensa en su infancia y crea una inocencia mtica de lacual se imagina que sea la fiel depositaria, en tanto en la realidadla infancia es, en primer lugar, ambigua, inocente y perversa,desalmada y cruel. Sartre dijo: Es el paraso. Alcanzado en la fasede la desesperacin absoluta, acaso demasiado exhibida para sergenuina, el hombre finito, asegura Giovanni Papini: Jams tuveuna infancia. Como decir: jams fui un nio; siempre fui un adulto.En verdad? Y entonces, qu decir de ese nio que ciertosdomingos otoales en Florencia, ya aburrido y decorando el horizonte,

    daba largos paseos, tomado de la mano con un padre taciturno? Esverdad: existe un misterioso sentido del destino que puede emerger

    10Schama, 1995; Ferrarotti 1994; Rilke, 1949.

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    y manifestarse en los aos ms tempranos de la infancia y de lajuventud primera. El resto de la vida pasa despus para probar yconfirmarse as mismo y a los dems lo que desde el principio sabao intua. En este sentido tiene razn Alexander Pope: The child isfather to the man (el nio es padre al hombre). Pero existen tambinlos late bloomers, los que florecen tarde.

    La infancia existe. Hay una poca de la vida en que es obligadopor parte de los hombres maduros y en el umbral de la vejez, a miraren los ojos de un nio, como recelaba Dostoievski, los misteriososreflejos de un mundo distinto. Negar la infancia y la memoria es unmodo ms bien apresurado para presentarse y autoavalarse como

    hijo de nadie, a lo ms de s mismo, homus novus. Entonces slohay un modo de aceptarse y de dar un sentido a las inquietudesprimersimas: hacer coincidir el destino propio con el de la humanidadentera; descubrir en el s-mismo individual la esencia del hombreuniversal y recabar, a partir de este descubrimiento, la regla salvficade una suprema autoterapia. En el fin de sus Confesiones, Rousseautiene un propsito explcito:

    Tout le reste du jour, enfonc dans la fort, jy cherchais, jy trouvais

    limage des premiers temps, dont je traais firement lhistoire; jefaisais main-basse sur les petits mensonges des hommes; jy osais

    dvoiler nu leur na ture, suivre le progrs du temps et des choses

    qui lont dfigure, et comparant lhomme de lhomme avec

    lhomme naturel, leur montrer dans son perfectionnement prtendu

    la vritable source de ses misres. Mon me exalte par ces con-

    templations sublimes slevait auprs de la Divinit, et voyant de

    l mes semblables suivre dans laveugle route de leurs prjugs,

    celle de leurs erreurs, de leurs malheurs, de leurs crimes, je leur

    criais dune faible voix quils pouvaient entendre: Insenss qui vousplaignez sans cesse de la na ture, apprenez que tous vos maux

    vous viennent de vous (1988).11

    Entonces, es la sociedad y no la naturaleza la que est bajoacusacin. La infancia es la edad buena y feliz, la de los paseos enlos bosques, en contacto con las fuerzas naturales y sus bellezasincontaminadas, antes que la obra del hombre y sus diseminadas

    intervenciones la devastasen. La sociedad tcnicamenteprogresada se ha barbarizado humanamente al mismo tiempo. Slo

    11Las cursivas son mas.

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    el burgus privilegiado, asido de manera triunfal sobre un trono depoder econmico y decoro social que vierte lgrimas y sangre, puededecirse satisfecho. En formas diversas, con una crtica radical de lasociedad y de sus reglas, pero no por ello con una exaltacinditirmbica de la naturaleza, esta actitud regresa con una singularpersistencia en otros autores.

    El intento de vincular texto y contexto, es decir, vincular la historiade vida caractersticas contextuales del cuadro histrico objetivo, enel cual la historia de vida se ha ido desenvolviendo, no pone slo lacuestin en la relacin entre microanlisis y macroestructura, quealgunos autores indican como teoras de medio nivel o teoras

    meso, las cuales garantizaran las conexiones micro-macro, conuna terminologa que parecen ventilar las instrucciones tipogrficasde un mapa antes que acercarse a un discurso teortico (Collins,1992). Ese intento obliga, en primer lugar, a constatar que esineliminable un cierto grado de colaboracin entre cantidad y cualidad,y en toda evidencia demuestra la inconsistente banalidad de laguerra intelectual por alguno declarada contra la sociologacualitativa.12 La vinculacin entre texto y contexto comporta ladescomposicin del concepto de contexto segn una triple directiva:

    a)Contexto en el sentido histrico, con su peculiar dificultad enel relacionarse con la memoria individual, no slo en el sentidode un presunto abuso de la memoria13que groseramente esequiparada a una suerte de magazzine de informacinfragmentaria, sino de un horizonte histrico en el sentido dembito problemtico14

    b)Contexto en el sentido evocativo y recreativo.c)Contexto en el sentido de cuadro objetivo socioeconmico-

    estadstico, en el cual el acercamiento numrico es, porsupuesto, fundamental.

    Parece importante, llegados a este punto, profundizar en elconcepto de contexto en su sentido evocativo y re-creativo por unarazn intuible: consiente el examen de la autopercepcin delindividuo-sujeto de la historia de vida en su vinculacin experiencialcon el ambiente contextual.

    12 Ferrarotti, 1989.13Todorov, 199514Ferrarotti, 1987.

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    Qu es lo que vemos cuando miramos? De cierto sabemos quenada es observable de inmediato. En otras palabras, miramos conlos ojos y vemos con los recuerdos, las impresiones, las lecturasprecedentes. Miramos con los ojos de cuerpo, pero vemos tambin,o quiz, sobre todo, con los ojos de la mente. Todo lo que vemos es,en sentido literal, un dj vu.

    Cuando Maurice Halbwachs, el eminente miembro de la camadadurkhemiana y autor de Los marcos sociales de la memoria, llegpor vez primera a Londres, le pareci ya haber estado ah. La habavisto a travs de las novelas de Charles Dickens. Ahora la vea denuevo. Cada persona lleva dentro de s sus paisajes, parte y conjunto

    estmulo de sus recuerdos sus paisajes del alma, el fichero desus recuerdos. La importancia del libro de Simon Schama (1995)consiste en hacer comprender, si no es que demostrar en sentidoestrecho, el peso de la memoria en la contemplacin de cualquierpaisaje, y de subrayar la fundamental unidad de la experienciahumana, en la invencible tendencia a sacralizar bosques, rocas,corrientes de agua, atribuyndoles significados que trascienden suscaractersticas empricas. En esta prospectiva, el libro es de enormeoriginalidad, desafa y afronta los lugares comunes y la pereza de la

    sabidura convencional. En efecto, hay toda una tradicin depensamiento de ascendencia cartesiana en realidad platnica quese fundamenta, justifica y celebra el dualismo: naturaleza y cultura,res cogitans y res extensa, alma y cuerpo, empiria y teora. Asumiendouna perspectiva bastante original, la contribucin de Schama se fundaen el intento de reunir los dos trminos. La presencia humana pareceser esencial incluso para documentar la ausencia. No es verdad quees imposible retirarse en el desierto al modo de los ascetas y de losanacoretas de los siglos II y III slo porque en el desierto se hall elpetrleo. Si observamos un desierto, si contemplamos las ondasarenosas en apariencia inmviles, prontas a retomar su imprevisibledanza no apenas se eleve el temible ghili o, peor an, el Kahan-sinque quema los ojos y enturbia la vista, el buen sentido nos diceque es desierto aquello que est privado de la presencia humana.Lo paradjico es que es el hombre, con su presencia, quien defineal desierto.

    Los paisajes escribe Schama son cultura antes de sernaturaleza; construcciones de la imaginacin proyectiva sobre la

    selva, sobre el agua y la roca []. Es necesario reconocer que

    una vez que una cierta idea de paisaje, de un mito, de una visin

    se ha establecido en un sitio dado, conquista una particular

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    capacidad de confundir las categoras, de hacer ms reales lasmetforas de sus referentes; de transformarse, de hecho, en unaparte del cuadro (1995).

    Los ejemplos adoptados por Schama son enormementeplacenteros. Las pginas dedicadas al mariscal del Tercer Reich, elnazi Hermann Gring, quien hacia las postrimeras de 1934 sepreocupa del estado de los bosques en los confines de los territoriosorientales y se pasea entre los bosques vestido como una comparsadel Freischtz, de autntico hipoptamo, sensual y voraz, dignoacompaante complementario del anal vegetariano de Hitler, son de

    un humorismo negro irresistible, ms subrayado por el generalun-

    derstatement. Pero ms relevantes son las observaciones queSchama dedica al De Germania de Tcito.

    Aqu la selva deja de ser la escena de una opereta de dudosogusto. Es sacralizada en cuanto sede de la divinidad primigenia,que de las races emerge y se afirma como la fuerza indgenadestinada a castigar la arrogancia racial, ms all de la presuntasuperioridad tcnica, de Publio Quintilio Varo y de sus legiones. Enla densa, oscura y atemorizante foresta de Teutoburgo, Varo y sus

    tropas caen vctimas de la emboscada de Arminio. Con un atrevidovuelco comparativo, no extrao en este libro, Schama compara aVaro con el general Custer circundado por los indios: Pobre Quin-tillo Varo, el Custer del bosque de Teutoburgo; Custer por ms deuna razn, debido a Veleio Patercolo, el nico testimoniosobreviviente, presta particular atencin a la arrogancia racial y cul-tural de Varo, quien desprecia a los germanos que no tienen nadade humano ms que la voz y las artes. Pero Arminio, quien habasido educado en las artes militares de los romanos, era un indgena,no era ciertamente un incauto, y despus tocar a Agrcola vengar lavergenza de la derrota de Varo, copiando en parte la tcnica military las estrategias de Arminio. Por lo tanto, ste deba volverse unmito, el hroe del bosque alemn por excelencia, como taldesempolvado en los aos previos al nazismo y por ese su ministrode agricultura, Rudolf Darr, a quien le es atribuida la paternidad delslogan Blue und Boden (Sangre y tierra). El anlisis de Schama esen gran parte deudor de Tcito, pero no parece ser del todo consciente

    del intento pedaggico que mueve la tiesa escritura tacitiana como,siglos despus, justificar la paradjica defensa del canibalismohecha por Montaigne. En ambos casos, se trata para Tcito, decolocar frente a nuestros ojos a los corruptos romanos, y paraMontaigne el de los hipcritas catlicos europeos, el ejemplo de

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    costumbres primitivas pero genuinas, sobrias, de admirablesimplicidad.15Schama eleva una cuestin diversa y muy interesante:hasta qu punto se puede incitar el mito, la necesidad de santificarlos orgenes, la obsesin por el inicio.

    El verdadero problema observa con mucho equilibrio consiste

    en decidir si es posible tomar el mito en serio en sus mismos

    trminos, respetar su coherencia y complejidad sin dejarse cegar

    moralmente por su fuerza potica []. De esto estoy seguro. No

    tomar el mito en serio en la vida de una cultura claramente

    desencantada como la nuestra significa, en efecto, empobrecer

    nuestra comprensin del mundo que tenemos en comn [ourshared World ].

    Schama hace valer la misma impostacin en su genial examendel agua y de las montaas. La reconstruccin de la vida y obra del

    singular amigo del agua que fue Gian Lorenzo Bernini, con lasfuentes de los cuatro ros, de la barcaza de la Plaza de Espaa ydel Tritn, es rica de acercamientos imprevistos tanto como lareconsideracin de Henry Da vid Thoreau y de John Muir nos obliga

    a ver de nuevo las interpretaciones, hoy ya tradicionalizadas, porrecientes movimientos de contestacin. Ms all de ponerse comouna novedad absoluta, acaso sea necesario convencerse de quegran parte de la contestacin y de la contracultura juvenilcontempornea encuentra en los romnticos del antepasado siglo asus progenitores, si no es que a sus ejemplares arquetipos.

    La comparacin entre texto y contexto no es, por lo tanto,asimilable a una secuencia histrica racionalizada. Conoce y re-conoce. Ve y re-ve. Se dan exploraciones de nuevos territorios yretornos improvistos, casi como que un arquetipo sobrepuesto guiasela experiencia del sujeto en los meandros del ms amplio contextocolindante. La relacin entre texto y contexto es esencialmente un

    condicionamiento recproco. No se trata de dos realidades que seenfrentan de manera especulativa. Una es la otra, influye y al mismotiempo es influida por la otra. Tiendo a ver slo lo que ya he visto.

    15Pginas memorables sobre Tcito y sobre la desesperacin cvica (seabrieron de par en par las puertas del templo y una voz sobrehumana anuncique los dioses partan) escribi Lidia Storoni Mazzolani (Limpero senza fine,1972); a propsito del intento pedaggico de Tcito y Montaigne, cfr. mi Latentazione delloblio, 1994, pp. 44-56.

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    Pero he aqu que el contexto me sorprende con lo imprevisto. Eneste sentido, nadie est jams solo. Interdependemos. No percibonada, en ninguna circunstancia, absolutamente por s solo. El paisajeque contemplo a su vez me contempla. En realidad, me coopta, meabsorbe, me hace volverme parte de l mismo. Puedo mirar el paisajeen cuanto el paisaje mira que miro. Un poeta toc este punto delicadoy crucial:

    El secreto de la grandeza de Rembrandt no es acaso que l veay pintaba hombres como si se tratara de paisajes? Mediante la luzy la sombra (con los cuales se tocan la esencia de la maana o el

    arcano de la tarde), l hablaba de la vida de aquellos a quienesretraa, y esta vida se transformaba en vasta y potente []. Noes acaso Cristo como un rbol solitario, erigido contra la ruina?[] l poda pintar retratos porque penetraba profundamente enlos rostros como si se tratara de pases de vasto horizonte y deelevados cielos agitados (Rilke, 1949: 42-43).

    Esto no significa mucho. Slo quiere decir que ni el texto ni elcontexto se pueden reducir o anular uno al otro y que entre ellos no

    existe un nivel dominante de prioridad. El agente histrico es unindividuo que hace ciertas cosas, toma o no ciertas decisiones, semueve, transcurre su tiempo de vida. Y todo esto tiene sitio en unmarco que, sin embargo, no es esttico, sino reactivo, lo ayuda o lobloquea, lo estimula o lo paraliza. No es verdad, como alguien afirm,que las macro-estructuras contextuales no hacen nada. Ayudan oimpiden el despliegue de comportamientos individuales sobre el planomicrosituacional. Su configuracin, sea en su codificacin formal,en sentido jurdico, tanto como en su presentacin como hbitotradicionalizado, es un presupuesto importante para el anlisis y lacomprensin de las historias de vida.

    Igualmente carente, o cuando menos unilateral, es la concepcinque agota el significado y la tarea de las historias de vida en lareconstruccin de la cultura, la historia, la tradicin de unacomunidad, de un grupo o de una capa social16().11 No es posiblesostener con buenas razones que esta concepcin estcompletamente errada. Al contrario, ella es memoria, dentro de ciertos

    lmites, y expresa adecuadamente la primera fase de las historiasde vida en la pura y simple ampliacin de los horizontes, para el

    16 Bruschi, 1996: 117. El texto de Bruschi es probablemente uno de losmejores compendios metodolgicos hoy existentes en Italia.

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    cual a partir del caso individual se construye el caso general, apareceun programa al unsono excesivo y reductivo: excesivo, a causa dela pretensin de ampliar el horizonte histrico ya de por scorrespondiente a periodizaciones elaboradas, con base en la lgicadel relato histrico, que atraviesa las vicisitudes individuales;reductivo, por va del papel subalterno reconocido en los materialesbiogrficos respecto del plano histrico en sentido pleno. El verdaderodesafo que las historias de vida arrojan a la investigacin social esms bien para verse en la tentativa de tomar, expresar y formular lapulpa, por as decir, lo vivido cotidiano, de las estructuras sociales,formales e informales.

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