Hesse Hermann - Relatos

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    Hermann Hesse

    RELATOS

    Ttulo de la obra en alemn: BERICHTEN

    Traducido por: Domingo Arteaga P.Diseo de portada:Alberto Diez

    Editores Mexicanos Unidos, S.A.Luis Gonzlez Obregn 5-BC.P. 06020 Tels: 521-88-70 al 74Miembro de la Cmara Nacionalde la Industria Editorial. Reg. No. 115

    6a. edicin, junio de 19852a. Reimpresin Junio 1992

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    Impreso en Mxico Printed in Mxico

    AUGUSTO

    En la calle Mostacker viva una mujer que, desgraciadamente, haba perdido a suesposo despus del casamiento. Pobre y olvidada estaba en su pequea habitacinesperando a su hijo que no tendra padre. Y su soledad era tan grande que todos suspensamientos giraban en torno del hijo tan esperado y la mujer en su espera ya habapensado y deseado para aquel hijo todo lo imaginable, desde lo ms excelso a lo mscomn. Una mansin de mrmoles con espejos y fuente en el jardn le pareca lo lgicopara el nio, y para el futuro, pensaba en l como profesor o como rey.

    Cerca de la casa de Isabel, que as se llamaba la mujer, viva un anciano que casinunca sala. Era un hombre menudo y canoso que usaba un gorro con pompones yparaguas verde con varillas de ballena. Inspiraba miedo a los nios y los grandes

    decan que si era tan retrado por algo sera. A menudo pasaba mucho tiempo sin quenadie lo viera pero por las tardes, proveniente de la casucha, se poda or una msicamuy delicada como tocada por sutiles y mnimos instrumentos. Los nios preguntaban alas madres si seran ngeles o sirenas los que cantaban, pero las madres que nocomprendan esos misterios, decan: "No, debe ser una caja de msica."

    Ese hombre menudo al que conocan por el nombre de Bisswanger tena una extraaamistad con la viuda. Nunca se hablaban pero cuando el viejito pasaba delante de suventana la saludaba amabilsimamente y ella responda inclinando la cabeza en pruebade gratitud y aprecio. Ambos pensaban que en un caso desesperado podran acudir a lacasa de al lado en busca de ayuda. Y cuando al atardecer la seora Isabel, sola en suventana, lloraba el recuerdo de sus muertos queridos y soaba con su hijo, de la casa

    de al lado por la hoja entreabierta llegaba desde la habitacin en sombras una suavemsica como un mnimo rayo de luna a travs de las nubes. En la ventana de atrs elvecino tena unas macetas con geranios que aunque nunca regaba siempre estabanverdes porque la seora Isabel les echaba agua y las cuidaba al amanecer,

    Llegaba el otoo. Una inhspita tarde de agua y viento, cuando no pasaba un almapor la calle, la mujer sinti que llegaba el momento. Al estar tan sola tuvo miedo. Sinembargo al llegar la noche lleg una anciana a la casa, hizo hervir agua, prepar laropa y se ocup de todo lo necesario para la llegada del nio. Cuando ste ya dormasu primer sueo Isabel le pregunt cmo haba llegado.

    Me mand el seor Bisswanger dijo.La madre se qued dormida y al despertar al da siguiente haba leche preparada,

    el cuarto estaba arreglado y el beb gritaba porque tena hambre. Pero la anciana noestaba. La madre le dio el pecho a su hijo que era lindo y fuerte. Pens en el padremuerto y los ojos se le llenaron de lgrimas pero al acariciar al nio volvi a sonrer.Volvi a quedarse dormida y al despertar haba ms leche, sopa y el nio tena paaleslimpios.

    Pronto estuvo en condiciones de cuidar de s misma y de su pequeo Augusto.Pens en el bautizo y se dio cuenta de que no tena padrino. Un da al atardecer ycuando de la casa vecina llegaba esa dulce msica fue a lo del seor Bisswanger yllam. Oy que le decan amablemente: "Adelante". El vecino sali a su encuentro,

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    termin la msica y ella vio una casa muy igual a la del resto de la gente, pero se veauna antigua lmpara ante un libro.

    Vine a darle las gracias por haberme enviado a aquella mujer cuyos gastos leretribuir apenas trabaje y gane dinero. Pero ahora tengo el problema del bautizo delnio que se llamar Augusto como su padre y para quien no tengo padrino.

    Yo tambin haba pensado en lo mismo dijo el viejo acaricindose la barba.Estara bien que tuviera un padrino bueno y rico que cuidase de l si para usted andanmal las cosas. Yo soy viejo y estoy solo, casi sin amigos, no conozco a nadie, a menosque me aceptara como padrino.

    Se alegr mucho la mujer, le dio las gracias y el seor Bisswanger qued nombradopadrino. Al domingo siguiente bautizaron al nio en la iglesia. Tambin apareci la viejaque la haba cuidado en el parto que le regal un tlero de plata. Al ver la resistencia dela madre en aceptarlo, le dijo:

    Gurdelo, soy vieja y no necesito nada. Tal vez esta moneda le d felicidad-Cumplo as un deseo del padrino. El y yo somos viejos amigos.

    Y todos fueron a la casa de Isabel quien les ofreci caf. El vecino hizo que trajeran

    una torta. Despus de comer y cuando haca rato que el nio dorma dijo el seorBisswanger:

    Yo como padrino quisiera ofrecerle un palacio y bolsa de monedas de oro, pero nolos tengo y slo puedo poner otro tlero al lado del de la seora. Pero har por l todolo que me sea posible. Yo s, seora Isabel, todo lo que dese para su nio. Piensetodo lo que quiere para l y yo me encargar de que se cumpla. Piense en un solodeseo, concentre todo su pensamiento en l y cuando esta noche escuche mi cajita demsica dgale ese deseo a su hijo en el odo izquierdo y ste se cumplir.

    Se fue enseguida. La madrina tambin. Isabel se qued totalmente maravillada y sino hubiera sido por las monedas y el pastel todo le hubiera parecido un sueo.

    Al lado de la cuna de su hijo empez a planear los deseos ms hermosos. Primero

    pens en riqueza y belleza, en que fuera muy fuerte y o muy inteligente. Pero todo lopensaba acosada por una sospecha: si fuera una broma del viejito!

    Se hizo de noche. Cansada por la pequea fiesta y las emociones se quedadormecida. De la casa de al lado lleg la msica suave, tan suave y delicada esta vezcomo nunca la haba dejado or la cajita de msica. Isabel se despert y volvi a creeren el padrino y en su regalo. Cuanto ms pensaba en el deseo ms confundida sesenta y no se decida por ninguno. Se sinti triste y se puso a llorar; la msica se hizoms vaga y lejana e Isabel pens que si en aquel mismo momento no enunciaba sudeseo todo estaba perdido. Se inclin sobre el nio y le susurr en el odo izquierdo:

    Hijito, te deseo. . . la msica pareca que iba a terminar e Isabel dijo asustada:Deseo que todos te quieran.

    Se apag el sonido y sobrevino un silencio lgubre. Isabel llor sobre la cuna llenade temor y de angustia y dijo:

    Tal vez no era esto lo mejor y aunque todo el mundo te quiera nadie te querrcomo tu madre.

    Augusto creci y se convirti en un lindo chico de ojos claros y brillantes. Su madre lomiraba y todos lo queran. Isabel vio cmo se cumpla el deseo de da del bautizoporque apenas pudo tener amigos a todo el mundo le pareca encantador. Todos lo sa-ludaban y le demostraban afecto. Las jvenes le sonrean y las viejitas le regalaban

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    manzanas. Nadie crea que pudiera cometer una travesura y si era muy evidente decancon indiferencia: Quin puede tomar a mal lo que haga ese nio!

    Su madre reciba a las personas en las que su hijo haba despertado simpata. Y siantes la pobre Isabel estaba sola y a lo sumo le encargaban algn trabajo de costuraahora era la madre de Augusto y todo el mundo la conoca. Todo andaba bien para ellay a cualquier lado que llegasen eran muy bien recibidos y todos miraban a esos serestan dichosos.

    Lo ms hermoso de todo lo que tena Augusto estaba en la casa vecina a la suya, enla de su padrino. Este a veces lo llamaba al atardecer y encenda en la chimenea unallamita y mientras miraban ese fuego sentados sobre una piel en el suelo, el viejo lecontaba largusimos cuentos. A veces, cuando estaba por terminar uno de esos cuentosy Augusto estaba medio dormido, de la oscuridad de la casa surga una tenue meloda.Y si la escuchaban un rato en silencio toda la habitacin se poblaba de luminososniitos que volaban con sus alas doradas o bien, formaban figuras de danza y cantabana coro. Los sonidos se multiplicaban e irradiaban belleza y alegra. Era lo ms hermosoque conoca Augusto. Y cuando a travs de los aos recordaba su infancia, aquella

    habitacin a oscuras con su llamita roja y la ronda de los ngeles con su coro aparecansiempre en su evocacin y la nostalgia lo invada.

    Augusto creci y su madre tuvo motivos de tristeza y siempre se acordaba de aquellanoche del bautizo. Augusto andaba por el barrio, lo reciban bien, le regalaban nueces yperas, lo invitaban a comer, lo dejaban cortar flores de los jardines. Llegaba a su casamuy de noche y sin ganas tomaba la sopa de su madre lejos de ella. Si ella lloraba detristeza Augusto se aburra y se iba a dormir. Si lo retaba gritaba que su madre era lanica que no lo quera. Isabel pasaba as muchos malos momentos y a veces se eno-

    jaba con su hijo; pero despus cuando ste se quedaba dormido en su falda y unasuave luz iluminaba su rostro, se enterneca y lo besaba con cuidado para que no sedespertara. Slo ella tena la culpa de que todos lo quisieran. Muchas veces pens con

    tristeza y tambin con miedo que era mejor que nunca le hubiera formulado ese deseo.Una vez mientras cortaba las flores secas de las macetas de geranios el seor

    Bisswanger oy que su hijo hablaba en el patio de atrs comn a las dos casas. Seasom y lo vio apoyado en el cerco con una expresin de orgullo en la cara. Frente a luna nia un poco mayor le deca con un tono casi suplicante:

    Eres bueno y me besars?No quiero dijo Augusto con las manos en los bolsillos.Por favor! dijo ella te har un lindo regalo.Qu cosa? pregunt Augusto.Dos manzanas dijo ella con timidez.El se dio vuelta haciendo un gesto de desagrado.

    No quiero manzanas dijo con desprecio y empez a alejarse.Pero la nia lo detuvo:Tambin tengo un anillo muy lindo.A verlo le contest l.Se lo mostr. Augusto lo mir con atencin, se lo prob y le agrad.Bueno, ahora tendr que darte un beso y la bes ligeramente en la boca.Vendrs a jugar conmigo? le dijo ella ms segura y lo tom del brazo.Pero l la empuj y grit:Basta! Puedo jugar con otros.

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    Mientras la nia se iba del patio llorando l puso cara de fastidio. Luego volvi amirar el anillo y se fue con toda tranquilidad, silbando.

    Su madre qued asombrada, con la tijera en la mano, horrorizada por el desdn conque su hijo haba recibido el afecto de la nia. Dej las flores y se dijo a s mismadecepcionada: "Es realmente malo, no tiene sentimientos."

    Cuando Augusto volvi a su casa y su madre le pregunt el por qu de su procederse qued mirndola burlonamente. No se manifest culpable, cant y estuvo muycarioso con ella, tanto que la madre olvid todo y pens que las cosas infantiles nohay que tomarlas muy en serio.

    Pero Augusto tena su castigo. Cuando al atardecer visitaba a su padrino, el nico alque respetaba, ste le deca: "No hay fuego en la chimenea, ni msica ni ngeles.Estn muy tristes por tu maldad." Augusto se iba silencioso y ya en la cama lloraba.Despus se esforzaba por ser bueno durante algunos das.

    Pero el fuego en la chimenea cada vez arda menos y al padrino no lo engaaba concarios. Cuando Augusto cumpli doce aos los vuelos de los ngeles eran unrecuerdo lejansimo y a veces los soaba. Entonces al da siguiente era an ms

    dspota con sus amigos.Isabel ya se haba hartado de escuchar elogios sobre su hijo que la gente lo

    quisiera tanto slo aumentaba las preocupaciones de su madre cuando un da lavisit el maestro y le dijo que haba una persona dispuesta a costear los estudios deAugusto en la ciudad. Ella se entrevist con el vecino y una maana de primavera llegun coche a buscar a Augusto que luca un lindo traje. Se despidi de su madre, delpadrino y de los vecinos y se fue a la capital. Isabel le haba peinado por ltima vez elrubio cabello y le haba dado su bendicin. Y en ese coche de caballos Augusto se fuehacia un mundo nuevo.

    Despus de unos aos Augusto ya era un estudiante de gorra roja y bigotesdebi volver a su pueblo pues su padrino le avis en una carta que su madre estaba tan

    enferma que no vivira mucho tiempo. El adolescente lleg de noche y provoc laadmiracin de los vecinos cuando baj del carruaje seguido por el cochero que llevabaun pesado bal. En la vieja y pobre habitacin estaba su madre moribunda y el apuesto

    joven al ver aquel rostro mudo y sin color que slo poda hablarle con la mirada se dejcaer sobre la cama llorando, le bes las manos que ya estaban casi fras y pas toda lanoche arrodillado a su lado hasta que las manos perdieron todo su calor y los ojos seapagaron.

    Despus de enterrar a Isabel el padrino lo tom del brazo y lo llev a su casucha,que a Augusto le pareci an ms sombra. Despus de un rato y cuando slo losvidrios brillaban apenas en la oscuridad, el viejito le dijo mientras se acariciaba la barba:

    Voy a encender fuego en la chimenea. S que maana te irs y que ahora que ha

    muerto tu madre pasar mucho tiempo antes de que vuelvas.Mientras deca esto encendi la chimenea, se sentaron y se quedaron largo rato

    mirando cmo se consuman los leos. Casi no haba brasas cuando le dijo:Que tengas suerte, Augusto: te deseo lo mejor. Tuviste una madre valerosa que

    hizo por ti mucho ms de lo que te figuras. Hubiera querido que vieras una vez ms alos bienaventurados y hubieras escuchado su msica, pero sabes que ya es imposible.Recuerda siempre que su coro no se callar nunca y si algn da tu corazn solitario ynostlgico los aora volvers a orlos. Dame la mano hijo: soy viejo y necesito dormir.

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    Augusto sin decir nada le dio la mano y se fue a su casa para dormir por ltima vezen ese lugar donde haba estado su cuna. Antes de quedarse dormido le pareci volvera or la msica de su infancia, lejana y tenue. A la maana se fue y durante muchotiempo nada se supo de l.

    Se olvid pronto del padrino y de sus bienaventurados. La vida tumultuosa rodaba asu alrededor y l se dejaba llevar por ese oleaje. Nadie como l para andar por lasruidosas calles y saludar irnicamente a las muchachas que levantaban los ojos paramirarlo, nadie como l para el baile, para manejar un carruaje con elegancia, paraemborracharse ruidosamente en el jardn una noche de verano. Era amante de unaviuda rica que lo provea de dinero, trajes, caballos y todo lo que se le ocurra. Con ellafue a Pars y a Roma. Dorma en lecho de rosas. Pero su verdadero amor era la rubiahija de un burgus, a la que vea por las noches desafiando todos los peligros en el

    jardn de su casa paterna, y que cuando l viajaba le escriba interminables cartas deenamorada.

    Hasta que un da no volvi. Se hizo de amigos en Pars, su amante le resultabapesada y los estudios lo irritaban ya haca bastante as que se qued en esa lejana

    ciudad. Viva al estilo del gran mundo: tena caballos, perros, mujeres, ganaba y perdagrandes sumas, siempre encontraba hombres que lo seguan. Los aceptaba con lamisma sonrisa desdeosa con la que tantos aos atrs haba aceptado el anillo de suvecinita. Sus ojos y su boca irradiaban esa fascinacin: las mujeres lo asediaban con suternura, los amigos lo seguan y nadie notaba ni l mismo que su corazn ya huecoera cada vez ms ambicioso y que su alma estaba enferma y sufra. A veces lo fatigabaque lo quisieran de esa manera. Se disfrazaba para pasear por ciudades extraas perosiempre encontraba a quienes seducir fcilmente. En todas partes le pareca ridculoese amor que se contentaba con tan poco y que lo acosaba en todas partes. Confrecuencia odiaba a esos hombres y mujeres con tan poca dignidad y entonces pasabadas enteros con sus perros o cazando en las montaas. Un ciervo al que lograba matar

    le causaba ms placer que la entrega de alguna hermosa y pervertida mujer.Cierta vez, en un viaje que haca por mar, vio a la esposa de un embajador, una

    mujer esbelta, de aspecto serio y que perteneca a la ms alta nobleza nrdica. Estabaparada y aunque a su alrededor haba muchas otras damas elegantes y hombres demundo, ella apareca extraamente aislada, severa y silenciosa, incomparable. Almirarla not que ella slo pareca haberlo rozado con una mirada indiferente. Yentonces, por primera vez, tuvo idea de qu era el amor. Se propuso conquistar a laseora y desde entonces en cualquier momento del da estaba al alcance de su vista. Ycomo Augusto siempre estaba rodeado por gente que buscaba su compaa porque loadmiraba, l y la severa belleza, en medio de los compaeros de viaje eran como unapareja de prncipes. Hasta el marido de la hermosa mujer lo distingua con su trato.

    Nunca logr estar a solas con ella hasta que en un puerto del sur, todos bajaron atierra por algunas horas para recorrer la ciudad y sentir el suelo bajo los pies. Trat deno alejarse de la belleza rubia y por fin en medio del tumulto del mercado, logr tratarde entablar un dilogo. Un sinfn de callejuelas sombras desembocaban en la plaza delmercado. Como la seora no desconfiaba de l dej que la condujera por una de esascalles. Pero al ver que estaban los dos solos y que los dems pasajeros se habanalejado sinti miedo. El la mir resplandeciente, la tom de las manos y le rog que sequedaran juntos en ese pas para luego fugarse.

    La noble, que haba empalidecido, no despeg los ojos, del suelo.

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    Eso no es caballerosidad murmur olvide lo que acaba de decir.No soy un caballero le respondi Augusto soy un enamorado que slo

    reconoce a su amada y slo piensa en estar a su lado. Ven conmigo, seremos felices.Ella lo mir con sus ojos claros en los que se poda leer el reproche.Cmo pudo darse cuenta se quej de que lo amo? Nunca he mentido: lo

    amo y muchas veces he deseado que usted fuera mi marido, porque es el primero queha conmovido mi corazn. Qu extravo es el amor! Cmo puedo amar a un hombreque no es ni generoso ni noble. Prefiero seguir al lado de mi marido al que no amodemasiado pero que es un caballero con honor y rectitud. Todo esto usted no lo puedecomprender. Nunca ms vuelva a hablarme y acompeme al barco o pedir ayuda alprimero que pase para que me libre de sus insolencias.

    Y por ms que l quedara sin voz de tanto rogarle se hubiera ido sola si Augusto,silencioso, no la hubiera seguido hasta el barco. El hizo desembarcar su equipaje y nosalud a nadie.

    La felicidad del joven fue amengundose desde entonces. Odiaba la virtud y lahonradez. Slo quera mancillarlas y encontr placer en seducir mujeres con sus

    encantos y en explotar ingenuos cuya amistad pisoteaba. Arruin a mujeres y jovencitasa las que despus finga no conocer. Pervirti adolescentes de nobles familias. No seneg ningn goce y conoci todos los vicios. Pero su corazn ignoraba la alegra y nopoda responder al amor que lo rodeaba.

    Se refugi en una quinta a orillas del mar, donde humillaba con arbitrariedades a lasmujeres y amigos que lo visitaban, porque quera manifestarles todo el desprecio quesenta. Estaba hastiado de todo ese amor que no haba pedido, ni esperado y que nomereca. Vea la nada de su vida disipada que slo haba recibido todo sin dar nada. Aveces deseaba volver a sentir algn deseo, alguna tranquila necesidad.

    Hizo saber a sus amistades que estaba enfermo y que necesitaba descansar y estarsolo. Nunca ley las cartas que le enviaban. Los amigos le preguntaban a la

    servidumbre por su estado. Pero segua en el cuarto que daba al mar, profundamentetriste. Su vida pareca el montono oleaje del mar: detrs slo haba soledad sin huellasni amor. En el silln al lado de la ventana cuando quera pensar en s mismo seencontraba deleznable. Segua con los ojos vacos el vuelo de las gaviotas, en sumirada no haba vestigios de alegra ni esperanza. Slo sus labios sonrieron cuandosus pensamientos lo llevaron a una conclusin y llam con la campanilla a su mucamo.Le orden que invitara a todas sus amistades para una fiesta un da determinado:pretenda horrorizarles con un doble espectculo, la casa desierta y su cadver.

    En efecto, estaba dispuesto a envenenarse.La noche anterior a la fiesta despidi a toda la servidumbre. Cuando todo estuvo en

    silencio fue a su cuarto y disolvi en una copa de vino de Chipre un fuerte veneno y se

    la llev a Ios labios.Cuando iba a tomarlo llamaron a la puerta. No contest. La puerta se abri y entr un

    viejecito. Fue hasta Augusto, le quit la copa y una voz muy conocida le dijo:Buenas noches, Augusto cmo ests?Incmodo y un poco avergonzado dijo burlonamente con una sonrisa:Seor Bisswanger, todava est vivo? Ha pasado tanto tiempo y sin embargo est

    igual... Pero ahora amigo, est de ms en este lugar. Estoy cansado e iba a tomar unsomnfero. ..

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    Ya veo respondi con calma su padrino tenas razn en tomar el somnfero,ese es el ltimo vino que poda remediarte. . . Pero antes conversemos un momento,hijo, he hecho un largo camino as que no te molestar que me reponga con algo.

    Al decir esto tom el vaso, se lo llev a la boca y antes de que Augusto pudiesehacer un slo gesto tom el vino de un trago.

    Augusto qued petrificado. Se precipit sobre su padrino, lo sacudi por los hombrosmientras gritaba a voz en cuello:

    Sabe qu ha hecho?El seor Bisswanger movi su blanca cabeza en seal de asentimiento:Por lo que vi, es vino de Chipre y del bueno. No parece que te falte nada. Pero no

    tengo mucho tiempo y no quiero hacerte perder el tuyo, si te interesa lo que puedodecirte.

    Con profunda turbacin y miedo Augusto mir los ojos claros del anciano esperandoque en cualquier momento cayese muerto.

    Pero el seor Bisswanger se acomod en el silln hacindole un gesto amistoso a suahijado.

    Crees que puede hacerme mal una copa de vino? No te preocupes! Es muyamable de tu parte y no lo esperaba. Pero volvamos a hablar como en aquellostiempos. Parece que ests harto de esta existencia sin sentido. Creo que te comprendoy cuando me vaya podrs volver a servirte tu vino. Pero antes tengo que contarte algo.

    Augusto se apoy en la pared mientras oa la voz suave y bondadosa del ancianoque tanta confianza le inspiraba en su niez y que ahora le haca evocar aquellos das.Los ojos del anciano reflejaban la inocencia de su infancia y el joven sinti profundavergenza.

    Me he tomado ese veneno deca el padrino porque yo tengo la culpa de tudesgracia. Cuando te bautizamos yo hice cumplir el deseo formulado por tu madreaunque no era sensato. No tengo que explicrtelo, ya sabes que ha llegado a

    convertirse en tu desdicha. Siento mucho dolor de que haya sido as y antes de morirquisiera que estuviramos otra vez juntos en mi casa y escuchramos el coro de losbienaventurados. No es fcil y debes pensar que tu corazn jams volver a ser puro yplcido. Tu pobre madre dese para ti algo que result nefasto, pero debes intentarvolver a tu pureza. Me permitiras que ahora satisfaga algn deseo tuyo? No mepedirs ni dinero, ni propiedades, ni poder, ni amor: has tenido demasiado de todosellos. Piensa y si crees que por algn sortilegio tu vida extraviada puede volver al buencamino desalo!

    Augusto qued pensativo y en silencio. Pero estaba tan desesperanzado, tancansado, que despus de un momento dijo:

    Gracias, padrino, pero nada puede ya enderezar mi vida. Mejor que cumpla con lo

    que pensaba hacer cuando entraste. Pero te agradezco que hayas venido.S contest el seor Bisswanger, muy despacio no debe ser nada fcil. Pero a

    lo mejor si reflexionas tal vez recuerdes qu es lo que ms has necesitado o tal vezrecuerdes aquellas noches de tu infancia cuando venas a mi casa. Porque alguna vezfuiste feliz, no es cierto?

    En aquella poca, s record Augusto, y la imagen de sus serenos aosinfantiles apareci como en un lejano espejo. Pero no hay retorno. No puedo desearotra vez la infancia. Habra que empezar todo de nuevo!

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    Es verdad, no tendra sentido. Pero piensa en aquellos tiempos de las veladas enmi casa o cuando ibas a ver a aquella pobre muchacha en el jardn de su casa. Piensaen la noble aquella con la que hiciste un viaje. Piensa en todos tus momentos defelicidad o en aquellos en los que la vida te pareci deseable. Tal vez descubras qu esla felicidad y puedas volver a desearla. Slo por darme un gusto, hijo!

    Augusto cerr los ojos para pensar en su pasado como el que a travs de un caminosombro mira un lejano punto brillante y vuelve a descubrir su belleza para volver ahundirse en la ms terrible noche donde no hay alegra posible. Cuanto ms pensabams deseable le pareca el maravilloso punto brillante, hasta que logr ver con claridaden l. Se le llenaron los ojos de lgrimas.

    Tratar le dijo al padrino. Librame de aquel embrujo que ha sido mi desgraciay concdeme el don de sentir amor hacia los dems.

    Se arrodill llorando frente a su padrino y en esa humillacin ya sinti en l el amorque senta hacia el anciano y recuper gestos olvidados. El padrino, a pesar de sufragilidad, lo tom entre sus brazos y lo acost en la cama separndole el cabello de lafrente febril.

    Est bien, hijo susurr todo saldr bien.Augusto sinti un cansancio de aos y se qued profundamente dormido. El anciano

    se fue silenciosamente de la casa desierta.Augusto se despert por el ruido infernal que invada la casa. Al levantarse y abrir las

    puertas vio la casa invadida por sus viejos amigos que haban concurrido a la fiesta yslo encontraron las habitaciones desiertas. Se sentan burlados y estaban furiosos.Pens que los iba a conquistar como antes con una sonrisa y una broma. Pero se diocuenta de que haba perdido ese poder. Apenas lo vieron empezaron los reproches ycomo sonri y extendi las manos se abalanzaron sobre l como una jaura.

    Tramposo! gritaba uno. Devulveme el dinero que me debes.Y otro:

    Te prest un caballo!Una hermosa mujer gritaba furiosa:Has divulgado mis secretos a todo el mundo! Te odio, monstruo!Y un adolescente con los ojos hundidos aullaba:Mira, corruptor, destructor de mi juventud mira qu has hecho de m!Y se sucedieron los insultos y todos tenan razn. Llegaron a golpearlo y al irse

    rompieron los espejos y se llevaron infinidad de objetos de valor. Derrotado y ultrajadose levant. Al ir a lavarse la cara se mir en el espejo y en l vio su propio rostrogastado, informe, los ojos enrojecidos, la frente en sangrentada.

    "Este es mi pago", pens al limpiarse la sangre. Y no haba terminado surazonamiento cuando la casa volvi a inundarse con una gritera. Apareci un grupo de

    hombres: los prestamistas a los que haba hipotecado la casa, un marido engaado,padres de hijos corrompidos por l, sirvientes a los que haba echado, policas yabogados. Una hora despus iba camino a la prisin, esposado, entre los gritos deburla de la gente y hasta un chico le tir barro en la casa.

    La ciudad estaba inundada por las infamias de ese hombre que tantos habanadorado. Poda ser acusado de todo lo imaginable y ninguno se poda ocultar. Gentetotalmente olvidada atestigu ante el tribunal; sirvientes con los que haba sidogeneroso a pesar de que le haban robado, ventilaron sus amoralidades. En todos los

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    rostros haba condena y desprecio. Nadie lo defenda, lo alababa, ni recordaba un gestode bondad de su parte.

    Acept todos los sufrimientos: la celda, el juez, los testigos. Con ojos dolidos viotantas caras malvadas, con odio y rencor. Y en todas, bajo esa mscara de odio, vio elresplandor de una antigua simpata. Todos lo haban querido y l a ninguno, ahora lespeda perdn y trataba de recordar alguna virtud de cada uno.

    Termin en la crcel y nadie lo fue a ver. All en sus alucionaciones volvi a hablarcon su madre, con su padrino y con la mujer rubia del barco. Al despertar estaba solo ydestruido. Durante das y noches espantosas padeci todo el sufrimiento que puede darla nostalgia y la soledad y deseaba contemplar a la gente como nunca en su vida habadeseado nada. Y cuando estuvo en libertad ya era viejo, estaba enfermo y nadie lorecordaba. El mundo segua su marcha, en las calles vendan flores, diarios, la gentecaminaba y nadie miraba a Augusto. Las hermosas mujeres que haban sido suyasembriagadas de msica y champn pasaban en sus carruajes sin mirarlo, cubrindolode polvo.

    Pero el vaco y la soledad que haban sido el tormento de su disipada vida anterior

    haban huido de l. Cuando se abrigaba en algn portal, o cuando por la puerta traserapeda un vaso de agua, senta sorpresa al sentir la aspereza y la hostilidad de la gente.Esa misma gente a la que haba humillado con su altivez y soberbia. Pero ahora l sesenta conmovido por la mnima mirada humana. Se enterneca con los nios en losparques o cuando iban a la escuela. Amaba a esos ancianos que tomaban sol ycalentaban sus manos blandas. Se senta hermanado con los jovencitos que miran condeseo de alguna muchacha, con el obrero que levantaba en brazos a sus hijos al volvera la noche del trabajo, con los mdicos de aspecto pulcro y sereno, que ibanpreocupados a ver a sus enfermos y hasta con esa pobre mujer mal vestida que en lasnoches en las afueras, debajo de un farol se ofreca hasta a parias como l. En cadauno de ellos vea otro pasado, el recuerdo de una madre o la marca oculta de un

    destino que pudo ser mejor que el suyo. Todos lo hacan pensar y provocaban suatencin, ninguno le pareca peor que l.

    Augusto decidi peregrinar por el mundo, buscar el lugar donde sera til a los demsy pudiera demostrarles su amor. Deba acostumbrarse a que su llegada no provocaraalegra, vesta como un pordiosero, su rostro estaba devastado, haba desaparecidoaquella prestancia que tantos xitos le deparara en el pasado. Los chicos le teman porsu barba, la gente bien vestida se senta incmoda ante su proximidad, los pobresmiraban desconfiados a ese extrao que tal vez quera arrancarles el pan de la boca.Ayud a un niito a abrir la puerta de la panadera, porque no alcanzaba el picaporte.Tambin, a veces, poda ayudar a otro ms desgraciado que l, algn ciego o lisiado. Osi no, ofreca lo nico que le quedaba: la mirada lmpida, el saludo fraterno, un gesto de

    compasin o de ayuda. De tanto mirar a la gente haba aprendido qu esperaban de l,qu les poda brindar. A uno un saludo alegre, a otro una mirada serena y a algunos losesquivaba. Da a da se asombraba ante la miseria del mundo y ante la alegra, que apesar de todo, senta la gente. Le pareca estupendo que al lado de cada lgrimahubiera una risa, frente a una campana doblando una cancin de cuna, al lado de cadaruindad y sufrimiento, una gentileza, una broma, un gesto noble.

    La organizacin de la vida humana lo maravillaba.Cuando al doblar una esquina tropezaba con un grupo de colegiales saltando y

    riendo senta en sus miradas la alegra de vivir. Y aunque a veces lo molestaran con

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    sus bromas no lo tomaba a mal. Hasta lo encontraba lgico cuando se observaba enuna vidriera o en un charco de agua tena tal aspecto de miserable y una cara tanarrugada! No, no trataba de seducir a la gente, ya era suficiente lo que haba pasado.Con qu inteligencia contemplaba a los que afanaban por hacer triunfar su amor propiosiguiendo ese camino que l tanto conoca. Cmo luchaban los hombres con fuerza ysoberbia por sus objetivos! Para l slo era la representacin de una comedia.

    Pas el invierno y otro verano. Augusto estaba enfermo en un hospital pblico y all,con serenidad y gratitud, vea la felicidad de los que luchaban por sus vidas y leganaban a la muerte. Era un espectculo sublime ver la paciencia en los ojos de losenfermos deshauciados y la llama de la vida en los convalescientes y tambin lamajestad de los rostros de los muertos y la abnegacin de las enfermeras. Pero paraAugusto esta etapa ya estaba cumplida, lleg el otoo y luego sigui su caminoenfrentando el invierno. Se sinti muy impaciente al ver cunto tardaba en avanzar y enllegar a todas partes para ver ms hombres, infinidad de hombres. Sus prpadoslastimados ocultaban los ojos y haba encanecido an ms. Poco a poco sus recuerdosse confundieron y le hicieron creer que slo haba conocido el mundo como lo vea

    ahora. Y le gustaba: lo encontraba buensimo y digno de todo el amor.Lleg a una ciudad en el invierno. La nieve se amontonaba en las sombras calles y

    unos chicos le tiraron pelotas de nieve. Pero ya casi reinaba la serenidad de la noche.El peregrino estaba agotado cuando lleg a una estrecha calle que le result conocida yluego desemboc en otra donde estaba su casa de la infancia y la del padrino, mnimasy viejsimas perdidas en la oscuridad y la nevada. En la del padrino haba una ventanailuminada que brillaba serena en medio del desamparo de la noche de fro.

    Augusto llam y el viejito le abri. En silencio lo llev a su habitacin donde arda elfuego en la chimenea.

    Debes tener hambre dijo el padrino. Pero Augusto no tena hambre, le contestocon una sonrisa.

    Pero s estars cansado volvi a decir el padrino.Y extendida la vieja piel en el suelo; sobre ella se sentaron los dos viejos frente al

    fuego.Ha sido largo tu camino... dijo el padrino.Muy hermoso! Pero... me he cansado un poco. Puedo dormir aqu? Maana

    debo continuar mi viaje.S, puedes. Quieres volver a ver cmo bailan los bienaventurados?Los ngeles? Oh, s! Cmo me gustara... cuando sea nio otra vez.Hace mucho que no nos vemos continu el padrino. Otra vez eres bello, tu

    mirada es buena y dulce como en aquella poca tan lejana cuando estaba viva tumadre. Has sido muy amable al venir a verme.

    El viajero se recost con sus harapos al lado de su amigo. Nunca haba sentido tantafatiga y el calor y la luz del fuego lo confundan un poco, de manera que no podadistinguir claramente entre el pasado y el presente.

    Padrino Bisswanger, he hecho una travesura y mam se afligi. Hblale yasegrale que ser bueno. Lo hars?

    S dijo el padrino. Duerme tranquilo, ella te quiere.El fuego iba apagndose y Augusto miraba fijamente las brasas rojas con los ojos

    cargados de sueo como en la infancia. El padrino lo apoy en su regazo, la habitacinse vio invadida por una msica tenue, alegre, que transmita paz y bondad, y miles de

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    radiantes bienaventurados empezaron su ronda. Bailaban en el aire en rondas o enparejas. Y Augusto volva a or y ver con sus sentidos infantiles aquel parasorecobrado.

    De pronto le pareci escuchar la voz de su madre llamndolo; pero estaba muycansado y el padrino le dijo que la tranquilizara. Cuando se durmi el padrino le cruzlas manos y apoy la cabeza sobre el corazn de Augusto que tambin habaenmudecido hasta que todo el cuarto fue invadido por las sombras.

    UN POETA

    Se dice que en sus mocedades el poeta chino Han Fook quera dominar el artepotica y llegar a su mxima perfeccin. En ese entonces, cuando todava viva en supueblo en la orilla del ro Amarillo, estaba comprometido con su beneplcito y el de suspadres, con una nia de familia importante. Pronto llegara el da propicio para la boda.Han Fook tena veinte aos y era buen mozo, educado, conocedor de las ciencias y

    conocido por todos los amantes de las letras a travs de todo el pas por algunos desus excelentes poemas. No era rico pero el porvenir presentaba buenas posibilidadesque se veran aumentadas con la dote de la novia. Esta era adems hermosa y undechado de virtudes. La felicidad del joven poeta estaba asegurada. Pero l no gozabaplenamente de todo esto porque lo invada un deseo: llegar a ser el poeta ms perfecto.

    Una noche, la de la fiesta de los faroles en el ro, se qued paseando aislado por laorilla. Se apoy en un tronco y vio cmo brillaban en el agua las mil luces; vio a la gentefelicitndose entre s y adornndose con flores. Oy el tenue susurro del agua, loscantos, el sonido de las ctaras, la dulzura de las flautas. Pero, por sobre todo, vio cmoel azul oscuro de la noche dominaba todo, como la bveda de un santuario. Su coraznlata con fuerza mientras, testigo solitario, viva toda esa magnfica hermosura. Porque

    si bien le gustaba ir a participar de la fiesta con su novia y sus amigos ms le gustabamirarlo todo y lograr trasmitirlo en la perfeccin de un poema. La luna en el agua, elazul noche y la alegra de la gente y los deseos de ese testigo, l, que se apoyaba en eltronco. Y en ese momento supo que de ah en adelante aunque su corazn buscara laalegra y los placeres para llegar con ellos a la serenidad nunca los encontrara. Supoque sera para siempre un solitario, un testigo de la vida. Sinti que su espritu era tansolitario en medio de los otros espritus y que l necesitaba amar su tierra y a la vezsentir la oculta lejana que sienten los viajeros.

    Estos pensamientos lo llevaron a sentir tristeza; lleg a la conclusin de que sloconocera la felicidad y la plenitud el da que lograra reflejar todo el universo en suspoemas y entonces s sentira la posesin y la eternidad del mismo a travs de las

    pginas que escribiera.Han Kook no saba si soaba o estaba despierto cuando vio al lado del trono a un

    desconocido que lo miraba. Era un anciano vestido de morado y pareca ser unvenerable. El poeta lo salud con la reverencia debida a su edad y a su rango. Elforastero sonri y dijo unos versos en los cuales se poda descubrir todo lo queacababa de desear Han Fook expresados con suma perfeccin y una gracia tal que lecort el aliento.

    Quin eres? le pregunt hacindole otra reverencia. Expresas el sentir de mialma con los versos ms hermosos que haya odo.

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    El anciano volvi a sonrer como el que tiene la verdad y le contest:Deseas ser un gran poeta, ven a m. Mi choza est en las montaas del noroeste,

    donde nace el ro. Soy el Maestro de la Palabra perfecta.Y desapareci en la delgada sombra que haca el tronco. El joven lo busc y no

    descubri la mnima huella, entonces se convenci de que haba soado todo. Cruz elro y particip de la fiesta. Pero entre la msica y las voces no dejaba de or la voz delanciano. Senta que su alma se escapaba a su encuentro aunque l permaneciera ahmientras los dems se burlaban de su aire soador.

    Unos das despus el padre de Han Fook quiso fijar la fecha de la boda y por lotanto, llamar a todos los parientes y amigos. El novio se neg aduciendo:

    Perdn si te ofendo no acatando tu deseo con la sumisin que corresponde a mipapel de hijo. Pero ya sabes cmo amo el arte de hacer versos y aunque stos tienencierto xito s que apenas empiezo el sendero que me llevar a lo que deseo. Te pidoque dejes que estudie un tiempo y permanezca soltero porque con casa y mujerdescuidara mucho mi deseo. An estoy en la juventud y tengo pocas obligaciones.Durante un tiempo quisiera que slo la poesa ocupara mi vida porque s que slo de

    ella obtendr dicha paz.El padre, absolutamente asombrado, le dijo:Cmo debes amar los versos para dejar de lado un casamiento! O ya no quieres a

    tu novia, si estn peleados yo los reconciliar... o te buscar otra novia.Pero su hijo le asegur que amaba a su novia igual que siempre y que nunca haban

    peleado. A la vez le cont lo del anciano la noche de los faroles y que no conceba otradicha en el mundo superior a la de ser su discpulo.

    Bueno acept el padre, tmate un ao. Dedcalo a tu sueo, a lo mejor es unaviso de los dioses.

    Necesitara dos aos dud el joven, nadie puede decirlo.El padre lo vio irse y qued apesadumbrado. El poeta le escribi una carta de

    despedida a su novia y se fue.Luego de un largo camino lleg al nacimiento del ro. Totalmente aislada vio una

    cabaa de bamb en la puerta de la cual estaba sentado el forastero que haba visto,sentado sobre una estera. Tocaba el lad y al ver aproximarse al joven con sumaveneracin, no se movi, slo se sonri y sigui tocando el delicado instrumento. Unameloda maravillosa inund el valle y Han Fook de pie, en xtasis, la escuchaba hastaque el Maestro de la Palabra perfecta entr en la cabaa. El joven lo sigui y se quedcon l como alumno y servidor.

    Slo haba pasado un mes y ya no soportaba sus antiguos poemas, hasta el puntoque los olvid. Y tambin despus olvid todas las canciones que le haban enseadoen aldea. El Maestro apenas le hablaba, pero sin palabras le ense a tocar el lad

    hasta que el alma del joven qued baada en msica. Mucho tiempo despus eldiscpulo escribi una poesa corta, describa el vuelo de los pjaros en el cielo deotoo y le gust. No se anim a mostrrsela al anciano pero una noche la cant, lejosde la cabaa. El Maestro la oy pero no le dijo una sola palabra. Slo que toc unasnotas en su lad y el aire se hizo ms fresco y el atardecer se adelant, y a pesar deser verano el aire se hizo fro. El cielo, de pronto gris, mostr dos garzas que locruzaban impulsadas por la lejana. Todo era tan bello comparado con la composicindel joven que ste se apen y se dio cuenta de qu poco vala su poema. Cada vez queescribi el anciano volvi a hacer lo mismo. Haba pasado un ao y el joven tocaba el

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    lad de manera casi perfecta. Y el arte de hacer poemas lo vea cada vez ms lejano einaccesible.

    Despus de dos aos el joven aor a los suyos, su tierra, su novia. Le dijo alMaestro que lo autorizara a volver.

    El Maestro sonriendo hizo un gesto de asentimiento.Eres libre le dijo ve donde desees. Puedes detenerte en el camino o regresar

    segn quieras.Han Fook empez a caminar y despus de mucho, un da, al alba, vio el ro que

    cruzaba su pueblo y ms all del puente alcanz a ver la ciudad de sus mayores. Entren el jardn paterno, su padre todava dorma, y a travs de la ventana pudo or su res-piracin. Luego subido a un peral en la casa de su novia la vio peinndose en su cuarto.Y mientras volva a ver todo lo comparaba con sus recuerdos cuando estaba lejos.Volvi a l con fuerza su pasin de trovador y descubri que la belleza que se persiguecon la poesa es intil tratar de encontrarla en la realidad. Escap de la ciudad de susmayores y volvi a la montaa. El Maestro segua sentado ante su cabaa en la estera,tocando el lad. En vez de saludarlo recit dos versos que hablaban de las bondades

    del arte, versos de tal profundidad que hicieron llenar de lgrimas los ojos de Han Fook.Y el joven se qued al lado del Maestro y como ya era un artfice del lad le ense a

    tocar la ctara. Los meses pasaron como la nieve en el horizonte. Dos veces volvi lanostalgia a caer sobre l. Una de las veces huy en la noche pero antes de doblar elvalle el viento de la noche toc la ctara que haba dejado colgada en la cabaa y lasnotas que escuch lo hicieron volver. La otra vez so que plantaba un rbol en su

    jardn, lo rodeaban su mujer, sus hijos y stos regaban el brote con leche y vino. Sedespert sobresaltado inundado por los rayos de la luna, a su lado el Maestro dorma yla barba le temblaba ligeramente. Y en ese momento lo odi porque haba hecho aicossu vida y lo haba engaado sobre el futuro. Tena ganas de matarlo, pero el ancianodespert de pronto y se sonri con tanta pena que lo desarm.

    Recuerda, Han Fook le dijo en voz queda que slo tu decides. Puedes volvera tu tierra y plantar rboles, puedes odiarme y matarme. No interesa.

    Cmo odiarte! dijo el joven estremecido. Sera como querer odiar la luz.Despus de la ctara aprendi a tocar la flauta y empez a escribir guiado por el

    Maestro. Aprendi de a poco esa disciplina que expresaba lo simple y comn. Perodicho con tales palabras que quien escuchara sintiera en su alma el paso del vientocomo la siente el agua. Cant el despuntar del sol cuando recin asoma en la lnea dela montaa, el paso fugaz de los peces corriendo como sombras enel agua y el suaveondular del sauce con el viento primaveral. Y sus palabras no slo recordaban el sol, elagua o el viento sino que daban la sensacin de que los cielos y la tierra se unan enuna armona perfecta. Y los que oan recordaban entonces tristes o alegres lo que

    amaban u odiaban. El nio, los juegos; los jvenes, sus novias; los ancianos, la muerte.Han Fook ya se haba olvidado cunto tiempo haca que estaba al lado del anciano,

    en el nacimiento del ro. A veces pensaba que acababa de llegar y otras crea quegeneraciones enteras a travs de siglos haban pasado desde que l estaba all yhaban retornado a la nada.

    Una maana se despert solo. Y no pudo encontrar al Maestro a pesar de susbsquedas y llamados. En una sola noche pareca haber llegado el otoo, un vientoinhspito sacudi la choza, las aves emigraban ms all de la montaa aunque an noera la poca.

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    Entonces Han Fook volvi con su lad a la tierra de sus mayores. Y la gente con laque se cruzaba lo saludaba con veneracin y el respeto que se dispersa a los ancianosy gente importante. En su ciudad ya haban muerto su padre, su novia, sus parientes yen las que haban sido sus casas vivan otras personas. Y esa noche se volva acelebrar en el ro la fiesta de los faroles y Han Fook se qued en la orilla que estaba aoscuras, recostado en un tronco de rbol muy viejo. Toc su lad, encant a lasmujeres que suspiraban y buscaban en la oscuridad. Los jvenes lo llamaban y decanen voz alta que jams haban odo un lad que sonora de esa manera. Han Fooksonrea al reflejo de las luces en el agua y como ya la realidad y su reflejo estabanconfundidos en l para siempre no encontraba diferencias entre esa fiesta y otracelebrada cuando l estaba en plena juventud, cuando escuch las pocas palabras quemodelaron su destino y lo hicieron seguir al Maestro hasta su choza.

    CUENTOToma me dijo m padre al darme una flauta de hueso y recuerda a tu padre

    cuando alegres con tu instrumento a otra gente de otros pases. Es el momento de queaprendas conociendo el mundo. Te doy esta flauta porque otro trabajo no sabes y slote gusta cantar. Toca slo aquello que alegre y endulce, si haces lo contrario habrsdesperdiciado los dones que te ha dado dios.

    Mi querido padre era muy entendido en todo, pero no en msica y crea que slo consoplar en la linda flauta se obtena lo que uno quera. No quise desilusionarlo, guard elregalo y le dije adis.

    Conoca el valle hasta el molino ms importante de todo el pueblo. Despus de l

    vena lo desconocido y ese nuevo mundo me pareca muy divertido. Una abeja se paren mi manga y la llev en el viaje, as, cuando decidiera volver a volar podra mandarsaludos a mi pas.

    Camin al costado de valles, de bosques y del ro. Todo me resultaba familiar. Oalas mismas voces de las flores del trigo. Yo les contestaba cantando y seguamosentendindonos como en mi pueblo. En eso la abeja, ya descansada, subi hasta micuello, vol alrededor de mi cabeza y emprendi vuelo en lnea recta hacia mi tierra.

    Del bosque sali una jovencita rubia con sombrero de alas anchas y con un cesto.Dios sea contigo le dije hacia dnde vas?A llevarles la comida a los segadores, y t hacia dnde te diriges?Recorro el mundo por deseo de mi padre que me cree un gran tocador de flauta,

    pero no s suficiente. Antes debo perfeccionarme.Ah... pero algo debes saber hacer.S cantar.Qu tipo de cosas?Todo tipo: para la maana, para las noches, para los animales y las flores, ahora

    podra cantarte una sobre una jovencita que cruza el bosque para llevarle la comida alos segadores...

    Cntala!Cmo es tu nombre?

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    Brgida.Y cant sobre la bella Brgida con sombrero de paja, sobre su canasta y contaba

    cmo las flores la miraban y se estiraban para tocarla. Me escuch y aprob la cancin.Y como yo senta hambre me dio un buen pedazo de pan de la canasta. Como yoempec a mordisquearlo sin detenerme, me dijo.

    No se come caminando, primero una cosa y despus la otra.Nos sentamos y mientras yo coma ella me miraba con las manos cruzadas.No me cantaras otra cosa?S, qu prefieres?Algo sobre una muchacha triste porque su novio se ha ido.Eso no lo s cantar. Y no hay que tener penas. .. Mi padre me dijo que slo cante

    para la alegra y la bondad. Tal vez la de la alondra o la de la mariposa...No conoces alguna de amor?S la ms bella de todas!Y cant sobre el enamoramiento de los rayos de sol con las flores, de la hembra de

    los pjaros en espera del macho y que cuando lo ve llegar emprende el vuelo. Y cant

    sobre las rubias y los jvenes que consiguen un trozo de pan con sus canciones. Y dijecmo ese joven ya no deseaba pan sino un beso y cmo sigue cantando hasta que ellaacepta.

    En ese momento Brgida me bes en la boca, callndome. Abri y cerr sus ojos y yomiraba esas estrellas de cerca donde me reflejaba y tambin las flores del prado.

    Qu sabio es mi padre, me dijo que el mundo era bello. Y ahora te ayudar hastadonde est la gente trabajando.

    Tom la canasta y seguimos caminando juntos con el mismo estado de nimo. Elbosque hablaba con su voz fresca y olorosa. Cant hasta sentirme fatigado. Tal era lacantidad de voces que oa desde los rboles, las flores, el agua y las matas.

    Y me di cuenta de que si fuera capaz de entender todas las msicas del mundo las

    de plantas, hombres, animales, nubes, lejanas montaas y estrellas y si todo cantaraal unsono dentro de m, sera dios y cada una de mis canciones perdurara en elfirmamento como una estrella ms.

    Mientras yo iba pensando y maravillndome con ideas Brgida se par y volvi atomar su canasta.

    Subo por ah dijo. Arriba en los campos sembrados est mi gente, vienes?No puedo Brgida. Debo andar por el mundo. Gracias por tu pan y por tu beso, me

    acordar de t.Por encima de la canasta de comida se inclin y volvimos a besarnos. Tan lindo fue

    su beso que casi me dio pena. Dije muy apurado adis y empec a caminar.Ella subi lentamente, en el lmite del bosque al abrigo de las hojas de un haya mir

    hacia donde yo me encontraba. La salud con mi sombrero y ella me contest y seesfum en el bosque como una visin.

    Segu caminando tranquilo hasta llegar a un atajo donde haba un molino y un bote.Tambin vi a un hombre solo, sentado, que pareca estar esperndome. Y apenas subal bote y me quit el sombrero empez a navegar en la direccin de la corriente. Elhombre estaba en el timn, atrs, y yo en el centro. Le pregunt adonde nos dirigamosy me mir con ojos nublados de gris:

    T ordenas dijo con voz sorda, por el ro, hacia el mar, a una gran ciudad.Todo es mo.

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    Todo? Acaso eres el rey?Tal vez contest. Y t pareces poeta, cntame una cancin para este viaje.Ese hombre serio no me tranquilizaba, y el bote iba tan rpido, sin ruido... Tom

    coraje y cant al agua que al chocar con la costa hace ms sonoro su canto y terminasu largo camino.

    El hombre no demostraba ninguna emocin. Cuando termin cabece como sidormitara. Y de pronto oh sorpresa empez a cantar tambin sobre el ro y cmo correa travs de los valles. Y su canto era en todo superior al mo aunque sonara distinto. Elro que l cantaba era algo que destrua salvajemente en su torbellino al bajar de lacumbre, que se enfureca al ser contenido por un molino o un puente, que odiaba lasbarcas que lo navegaban y que en su seno acunaba con placer los cadveres de losahogados.

    Nada de lo que deca me gustaba pero lo cantaba tan bien que, confuso, me call. Siesa voz sorda deca la verdad, hasta entonces yo slo haba interpretado tonteras. Y alo mejor entonces el mundo no era slo luz como dios y el suave susurro de la selva,tan hondo, no era a lo mejor su bondad sino su ira contenida.

    Seguimos navegando entre las sombras que crecan y cada nueva cancin queintentaba notaba que mi voz no era tan clara ni difana y el extrao hombre del timnme contestaba siempre con un mundo sordo y oscuro que cada vez me entristeca ms.

    Muy triste estaba y pensaba que a lo mejor no volvera a ver las flores, ni a Brgida.Para no entristecerme con el anochecer cant con voz potente: en el crepsculo cantla cancin de Brgida y de su beso.

    Con las sombras call. El hombre gris tambin cant sobre el amor, los bellos ojos ylas hermosas bocas. Y su canto sobre las aguas que se oscurecan era una delicia.Pero ese amor desconfiado y lgubre terminaba en la niebla en la que los hombres seextravan entre sus dolores y sus crmenes.

    Sent tanta tristeza como si durante aos hubiera sido el peregrino de la tristeza.

    Sent que ese desconocido me transmita una corriente de angustias desconocidas quese hunda en m.

    Es decir que la vida no es lo ms bello dije ya angustiado sino la destruccinfinal. Entonces canta de una buena vez, rey de la tristeza, la cancin de la muerte!

    El hombre cant a la muerte con las estrofas ms hermosas que alguna vez so.Pero la muerte tampoco era la belleza ltima, ni la proteccin final. Vida y muerte, unaera la otra y estaban unidas en estrecho abrazo de lucha amorosa y se era el nicosentido del mundo. Y la luz que expanda esa unin poda vivificar cualquier hediondezy tambin rodearla de sombra. Y de esas sombras poda lograrse el placer ms totalaunque el amor se encegueciera con tanta tiniebla.

    Sus palabras me iban serenando; no reconoca otro poder en el mundo que el

    emanado de ese hombre. Me miraba con cierta melancola y sus ojos mostraban la luzy la sombra del mundo. Esboz una sonrisa, lo que me alent para rogarle:

    Volvamos! Todo aqu me produce temor. Quiero volver a mi tierra y ver a Brgida ovolver a la casa de mi padre.

    El hombre seal las tinieblas con la lmpara que pona luz en su anguloso rostro.Ningn camino regresa dijo con serenidad y cierta dulzura. Para conocer el

    mundo hay que avanzar. Y has tenido a la mejor muchacha y cuanto ms te alejes subelleza crecer. Avanza, toma el timn.

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    Yo tena una terrible pena pero vea que la razn estaba en las palabras deldesconocido. Pensaba en Brgida, en mi patria, en todo lo que haba rodeado hastaentonces, tan luminoso y tan perdido. Pero en aquel momento deba cubrir el lugar deldesconocido en el timn. Me adelant hacia donde estaba el timn. El hombre se meacerc sin una palabra, me mir y me alcanz el farol.

    Pero cuando estuve instalado frente al timn con el farol bien apoyado me di cuentade que estaba solo. Estremecido vi que el hombre silencioso haba desaparecido. Perono sent miedo, saba que iba a suceder as. Y todo el camino desde la partida de lacasa paterna hasta el barco, pasando por Brgida, me pareca una ensoacin. Eraviejo y estaba triste y pareca como si mi vida hubiera transcurrido siempre sobre esasaguas ondulantes.

    Ya no poda llamar al timonel y esa verdad me sacudi.Para comprobar lo que ya era una sospecha en m ilumin el agua y desde su

    superficie oscura unos ojos grises me tranquilizaron. Era una cara vieja y conocedora:era yo mismo.

    Y como no hay ningn camino que regrese avanc sobre las aguas negras por el

    corazn de la noche.

    CONOCIMIENTO DE OTRA ESTRELLA

    Una espantosa calamidad haba ocurrido en una de las provincias meridionales de lamagnfica estrella. Un terremoto, grandes lluvias e inundaciones haban devastado tresgrandes pueblos, destruido sus jardines, sembrados, bosques y campos. Infinidad depersonas y de animales muertos y sobre todo y esto era lo ms penoso no habaflores suficientes para honrar a los muertos y armar convenientemente sus tumbas.

    El resto se atendi enseguida. Apenas pasaron los momentos ms terribles salieron

    los voceros del gran llamamiento a la caridad o recorrer las regiones de alrededor; entodos los campanarios de las provincias los chantres recitaron el sobrecogedorversculo conocido desde siempre como Saludo a la diosa de la piedad que conmuevetodos los corazones. De todos los pueblos llegaron en seguida grupos de gentecaritativa. Los que haban quedado en el desamparo fueron abrumados en seguida porlas invitaciones de parientes y amigos y hasta de desconocidos que les ofrecan suspropios hogares para que se instalaran. Abrigos y vveres, caballos, herramientas ymateriales y miles de cosas ms trajeron de todas partes. Y mientras una parte de esagente piadosa sacaba a los ancianos, las mujeres y los nios de la zona del desastre,limpiaban y vendaban heridas y rescataban muertos de entre los escombros, los otroslimpiaban el lugar, apuntalaban las casas y preparaban febrilmente la reconstruccin de

    los pueblos. Y aunque la atmsfera de horror y de abatimiento y el silencio fnebresubsistan, lo mismo en los rostros se perciba cierta alegra interior, un gozo por lo quehacan y la gratitud que emanaba de todos los corazones, aunque al principio un pocoacallada. Primero se oyeron algunas voces serenas, despus una suave cancincolectiva y en esta cancin, es lgico, se destacaban dos versculos: Bienaventurado elque lleva socorro a los que la indigencia ha golpeado. Sus corazones no se embebencon ese beneficio como los jardines resecos con la primera lluvia y contestan con la flordel agradecimiento? Y este otro: "Laalegra de Dios surge del trabajo en comn."

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    Pero justo en ese momento se sufra el terrible problema de la falta de flores. Losprimeros muertos que se rescataron fueron adornados con lo que se pudo salvar delos destrozados jardines. Despus hubo que recoger todas las flores posibles de loslugares ms cercanos. Pero el desastre era que justo los tres pueblos que habansufrido la desgracia eran los que tenan las mejores y ms hermosas flores de aquellaestacin. All iba todo el mundo para admirar la cantidad de narcisos y flores de azafrnde un colorido sin igual. Y de todo aquello ahora slo quedaba la destruccin. Y lagente asombrada no saba cmo cumplir con la tradicin que exige honrar con flores dela estacin a todos los muertos y hacer un entierro ms solemne y pomposo cuantoms desdichada y miserable hubiera sido su muerte.

    El ms anciano de la zona que lleg para auxiliar en seguida fue agobiado porpreguntas, ruegos, splicas. Casi perdi la calma. Pero logr mantenerse sereno,brillante la mirada, la voz amable y solcita, y por encima de su barba sus labios nodejaron de sonrer, como deba hacerlo un anciano consejero como l.

    Amigos les dijo los dioses han querido probarnos con una tragedia. Todo loperdido lo reconstruiremos para nuestros hermanos. Agradezco a Dios haberme

    permitido ver a mi edad cmo todos han abandonado lo suyo para acudir en socorro delhermano. Pero dnde conseguir las flores que deberan adornar a nuestros muertos ensu transmutacin. Porque mientras estemos con vida no debemos permitir que se losentierre sin las flores que merecen. Creo que as deben opinar todos.

    S dijeron todos a la vez esa es nuestra manera de pensar.Ya s prosigui el anciano y voy a decir qu debemos hacer. Todos los

    muertos que no podamos enterrar hoy deben ser trasladados al templo del Esto en lacima de la montaa todava nevada. All se mantendrn sin alterarse hasta queconsigan las flores para ellos. Dada la poca del ao el nico que puede ofrecernos lasflores suficientes es el rey. Debemos enviar un mensajero que le pida ese favor al rey.

    Bueno dijo el consejero sonriendo entre sus barbas blancas A quin le

    encomendaremos esa diligencia? Tiene que ser alguien fuerte y joven porque tiene unlargo camino. Nosotros le proporcionaremos el caballo. Debe tener una presenciaagradable y ardor en la mirada, para que el rey acceda a su pedido. No necesitarmuchas palabras pero s que sus ojos sepan hablar. Si pudiramos mandar al nio mshermoso de toda la regin sera ideal. Pero cmo hara semejante viaje? Aydenmediciendo si alguno quiere cumplir esta misin, o si sabe de alguien, le pido que lo diga.

    El anciano mir a la gente, pero nadie se adelant ni habl.Tres veces repiti su llamado. Y entonces de la multitud sali un adolescente, casi un

    nio, de diecisis aos. Lo salud pero bajando la vista y ruborizndose.Enseguida supo el consejero que se era el mensajero que necesitaban. Pero slo

    sonri y dijo:

    Est bien que quieras ser el mensajero, pero, por qu te has ofrecido?El joven levant la vista y contest:Como nadie quiere, djame ir a m.Alguien grit:Envalo, lo conocemos. Viva en este pueblo y su jardn, que era el ms hermoso

    de todos, ha quedado destrozado.El viejo lo mir con afecto y le pregunt:Tanto te ha dolido lo de tu jardn?El joven en un susurro, dijo:

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    Me doli mucho pero no me ofrec para ir por eso. Tena un potro hermoso y unamigo que ha muerto en la tragedia. Estn en la entrada de mi casa, debo enterrarloscon flores.

    El anciano le dio su bendicin, pidi el mejor caballo y el joven lo mont enseguida,le palme el pescuezo, dijo adis con un gesto y empez a cruzar la hmeda y soleadapradera.

    Cabalg un da entero. Para llegar a la alejada capital y presentarse ante el rey tomel camino que cruzaba la montaa y cuando empez a caer la noche llev a su caballode las riendas por un rspido atajo hacia arriba, cruzando bosques y rocas.

    Un inmenso pjaro negro, que no conoca, volaba delante de l. El joven lo siguihasta un templo que estaba abierto, en el tejado del cual el ave detuvo su vuelo. El

    joven solt el caballo y entr, cruz por entre la columnata de madera y estuvo dentrodel santuario. Como altar slo haba una roca, una piedra negra que nunca haba vistoy la imagen de una divinidad que ignoraba: un corazn devorado por un pjaro salvaje.

    Vener a la deidad ofrecindole una campanilla azul que haba recogido en elcamino y se acost porque quera descansar y dormir.

    Aunque todas las noches de su vida haba podido dormir, esta vez el sueo nollegaba. La flor que haba depositado en la piedra, o la misma piedra o no saba qudespeda un aroma penetrante y doloroso. El dios siniestro que acababa de descubriresplenda y el pjaro detenido en el tejado sacuda sus inmensas alas, cada tanto,semejando un temporal desatado.

    Por eso a medianoche el joven se levant, sali y mir al pjaro. Este tambin lo mirmientras sacuda sus alas.

    No puedes dormir? lepregunt el pjaro.No s, debe ser por mi dolor.Qu tragedia te ha ocurrido?Ha muerto mi amigo y mi caballo predilecto.

    No es demasiado! respondi el pjaro casi burlonamente.No, claro, no es para tanto! No? Gran Pjaro. La muerte es slo una despedida.

    Pero no es slo eso lo que me apena. No tenemos ni una sola flor para enterrarlos.Hay desgracias ms grandes que esa dijo el pjaro y bati sus alas muy

    enojado.No es as pjaro, estoy seguro de que no hay nada ms terrible. El que es

    sepultado sin flores no puede renacer como lo desea. Y quien a sus muertos no loshonra con la fiesta de las flores es perseguido por las sombras. No ves que yo noduermo porque mis muertos no tienen flores?

    El pjaro grazn.Jovencito ignoras todo sobre el dolor si se es el nico que has conocido. Nunca

    te hablaron de los grandes horrores, del odio, el crimen, los celos?Al muchacho esas palabras le parecieron un delirio. Pens y contest con toda

    humildad:Ahora recuerdo, pjaro. Algo de eso hablan las viejas leyendas, pero a lo mejor es

    slo imaginacin o ha ocurrido hace muchsimo tiempo en un lugar distante. Antes deque existiera las flores y los dioses. Nadie lo recuerda!

    El pjaro dej or una risa spera y sorda. Luego peg un salto y le dijo al mensajero:Quieres ver al rey y debo guiarte.Ah, ya conoces mi propsito se alegr el joven guame si lo deseas.

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    El ave baj al suelo en silencio, abri las alas y le dijo al adolescente que dejara elcaballo y se subiera sobre ella.

    El joven se sent a carcajadas.Manten los ojos cerrados! le orden el pjaro.Lo obedeci y subieron hacia las nubes amenazadoras. La gran ave volaba

    silenciosa e imperceptible como una lechuza, el joven slo oa las rfagas de aire fro.Volaron a travs de toda la noche.

    Al alba bajaron y el pjaro le orden:Mira!El joven vio que estaban en el lmite del bosque y se vea la extensin de la pradera

    que empezaba a brillar con el sol.Volvers a encontrarme en el linde del bosque dijo el pjaro.Y ligero como una flecha desapareci en el cielo.Cuando el joven sali del bosque y empez a cruzar la llanura todo lo resultaba

    desconocido. No saba si soaba o si era realidad porque todo haba cambiado tantoque lo asombraba. El campo y los rboles se parecan a los de su pas y el sol

    jugueteaba entre las flores. Pero no se vea un solo hombre ni un solo animal, nivivienda y pareca que esa regin haba conocido un terremoto como el que asolara alpueblo del joven. Porque aqu y all se vean escombros, rboles tronchados, cercosrotos y herramientas de labranza abandonadas. Y de pronto vio frente a l en esesoleado campo un cadver sin enterrar en pavoroso estado de putrefaccin. Y al mirarpor primera vez ese espectculo el mensajero sinti que lo invadan el espanto y lanusea. La cara

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    ese rostro no se vean ni rastros de belleza o tranquilidad, de fe o esperanza. Eldesgraciado pareca carecer totalmente de cualquier mnima virtud.

    El mensajero se anim y se acerc al desconocido muy cortsmente, como si vieraen l un ser abatido por la desdicha. Lo salud y le habl con mucha amabilidad. Elaldeano se qued duro y lo mir con gran extraeza, con ojos turbios y confusos. Suvoz sonaba spera y desagradable como el balbuceo de un tonto; pero no poda resistirla paz y la suavidad que se vean en los ojos del muchacho. Y despus de mirarlo unrato, algo que quera ser una sonrisa se esboz en su tosca cara. O tal vez era una risade desprecio pero lo mismo tena cierta suavidad, como deben ser las sonrisas de losque acaban de renacer y vienen del lugar ms misrrimo del universo.

    Qu deseas? le pregunt el desagradable individuo.Segn la costumbre de su patria el joven contest:Te agradezco hermano y te suplico me digas si puedo hacerte algn favor.El tosco personaje sigui callado y sonri asombrado, entonces el adolescente le

    dijo:Puedes decirme qu significa todo este horror que nos rodea? y con un gesto

    mostr el panorama.El aldeano se esforzaba por comprender y la segunda vez que pregunt el joven le

    contest:No sabes? Es la guerra y aqu, en este campo, lucharon seal unas ruinas al

    decir all viva yo.El joven se sinti invadido por la piedad, lo mir a los ojos pero el campesino no

    sostuvo la mirada.No hay rey? volvi a preguntar el mensajero y al ver el asentimiento del

    lugareo sigui Y dnde est?El aldeano le seal un lugar muy lejano donde apenas se poda divisar la silueta de

    un campamento. El joven se despidi ponindole la mano en la frente. El aldeano se

    toc la frente mientras mova la cabeza apesadumbrado y se qued inmvil muchotiempo mientras miraba cmo se alejaba el adolescente.

    El forastero corra y saltaba sobre los cuadros macabros que se vean entre lasruinas. Lleg por fin a las tiendas reales. Haba infinidad de hombres armados que nose fijaron en l que sigui avanzando a travs del campamento hasta que encontr lamejor tienda, la ms bella y supo que era la del rey. Entr.

    Adentro encontr al rey recostado. Todo el ambiente era sencillo. Su capa seextenda a su lado y al fondo haba un criado medio dormido. El rey estabaabsolutamente ensimismado. Tena una cara bella y melanclica, un mechn decabellos canosos le cubra la frente quemada por el sol. La espada estaba en el suelofrente a l.

    El mensajero lo salud en silencio con el mismo respeto con el que habra saludadoa su rey. Se qued con los brazos cruzados sobre el pecho hasta que el soberano sefij en l.

    Quin eres? le pregunt con mucha sequedad frunciendo las cejas pero nopudo apartar sus ojos de la cara tan pura del joven.

    Este lo miraba con tanta entrega y fe que el soberano suaviz su tono.Tal vez te he visto... dijo pensndolo o me recuerdas a alguien que trataba en

    mi infancia.Soy extranjero contest el joven.

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    Lo habr soado murmur el rey o tal vez me haces pensar en mi madre.Dime. Explcame.

    El mensajero dijo:Me trajo un pjaro. En mi pueblo hubo un terremoto y no tenemos ni una flor para

    poder enterrar a nuestros muertos.Flores?S, ni una. Y no conocemos nada peor que sepultar un cadver sin honrarlo con

    flores, pues debe emprender el camino de su transmutacin entre alegra y honra.Y mientras deca esto volvi a ver la infinidad de muertos abandonados en el campo

    que acababa de cruzar y no habl ms. El rey suspir acongojado.Iba a pedirle flores a nuestro rey sigui explicando el enviado pero en el

    templo de la cima de la montaa el ave gigantesca me ofreci llevarme y cruzando loscielos me trajo a este pas. Venerado rey, all adoraban a un dios que desconozco, en eltecho estaba el pjaro y en la piedra del altar haba un smbolo extrasimo: uncorazn devorado por un ave carnicera! A medianoche habl con el pjaro negro queestaba en el techo... y recin ahora s qu decan sus palabras, porque me dijo que el

    sufrimiento y el horror del mundo eran superiores a lo que yo imaginaba. Es verdad,para llegar aqu cruc un campo de espanto y slo vi dolor y tragedia que ni en nuestroscuentos de terror existen. Y ahora estoy ante ti, oh soberano! y quiero preguntarte sipuedo hacerte algn servicio.

    El rey quiso sonrer y no lo logr, tanto dolor y pena haba en su bello rostro.Gracias le contest ya nada puedes hacer. Me has hecho pensar en mi madre

    y te lo agradezco.El joven se senta muy dolorido al ver que el rey no poda sonrerse.Eres tan triste... le dijo Tal vez por la guerra?S le contest el rey.El mensajero al ver la profunda tristeza de ese hombre que le pareca tener buenos

    sentimientos, olvidndose de las reglas de cortesa, le pregunt:Pero, entonces, por qu pelean? Quin es el culpable? T?El rey mir al joven, fijamente, durante mucho tiempo, pareca disgustado por el

    atrevimiento de esa pregunta. Pero no poda sostener demasiado una mirada severahacia los ojos traslcidos del forastero.

    Casi eres un nio le dijo, y no sabras comprenderlo. Nadie es el culpable deuna guerra. Aparece sola como la catstrofe o el temporal y los que tenemos que lucharslo somos vctimas.

    Para ustedes morirse es tan fcil? Nosotros en verdad, le tememos mucho a lamuerte. Algunos la reciben con resignacin y algunos con cierta paz, pero nunca nadiese animara a matar a un semejante. En esta estrella debe ser de otra manera.

    El rey sacudi la cabeza.No es extrao que nos matemos entre nosotros le contest. Pero se lo

    considera un gran crimen. Slo se puede matar durante la guerra, porque en ella noexisten ni el odio ni los celos o el beneficio propio sino que todos cumplen con lo que susociedad les pide. Pero te equivocas al pensar que no le tememos a la muerte. Si mirasesos cadveres que cruzaste lo entenders. Mueren con angustia, con mucha angustiay contra su voluntad.

    Y a travs de sus palabras el joven descubra el dolor que pareca abatir a loshombres de esa estrella. Quera hacer ms preguntas pero se daba cuenta de que

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    nunca comprendera todas esas cosas terribles y amenazadoras y no senta muchosdeseos de entenderlas. O eran seres inferiores que no haban descubierto a los diosesy estaban dominados por los demonios o esa estrella estaba condenada por algnpecado. Y pens que afligira al monarca si le segua preguntando y que al contestarlevolvera a sentir el dolor y la humillacin de sus palabras. Aquellos hombres que temanla muerte pero se mataban entre s, aquellos hombres con semblantes tan toscos y tantristes, como ese mismo rey le daban pena pero le parecan casi ridculos. Slo que esatontera y esa estupidez que tenan daban mucho dolor y avergonzaban.

    Pero lo mismo quera preguntar una cosa. Como ellos estaban ms atrasados quelos dems, habitantes de una estrella lejana y convulsionada, con una vida que sedeslizaba entre angustias hasta llegar al campo de guerra en el que quedabanabandonados sus muertos y aunque comieran de todo como las bestias ya que de algode eso hablaba una oscura leyenda de tiempos horribles, de todas maneras debantener el estremecimiento del futuro, una imagen de los dioses, un esbozo de alma. Si notodo ese universo sin asomo de hermosura era slo un error incongruente.

    Perdona rey dijo el mensajero con voz de alabanza, perdona mi atrevimiento

    al volver a interrogarte sobre esta asombrosa estrella.Pregunta dijo el rey a quien el joven pareca impresionar especialmente porque

    sospechaba en l un espritu fino, profundo e infinitamente lcido aunque a la vez lepareca un nio al que haba que tratar con miramientos sin darle demasiadaimportancia.

    Me has entristecido, extrao soberano dijo entonces el joven. Vengo de otrasregiones y veo que el gran pjaro negro tena razn: los horrores que he visto superaninfinitamente todo lo que hubiera podido pensar. En esta estrella la vida parece habersido creada por la desgracia y no s si estn gobernados por los dioses o por losdemonios. Rey, en mi pas se cuenta una leyenda que hasta ahora me haba parecidoimaginacin y nada deca que tambin exista la guerra, el crimen y la tristeza. Esas

    palabras aterradoras ignoradas por nuestro idioma desde siempre slo aparecen cadatanto en antiqusimos libros de narraciones. Un poco nos aterran pero en realidad nosparecen un poco tontas. Pero hoy he aprendido para siempre que esas palabras son elreflejo de una realidad, la realidad que viven en tu pas. Veo cmo es sufrir todo lo queslo haba odo nombrar en lejanos cuentos de horror. Pero en el fondo del alma nopiensan lejanamente que esto que hacen no est bien? No aspiran a ser regidos pordioses alegres y esplendorosos, lderes felices y acogedores? Nunca suean con otravida, mejor, en la que nadie ni sospecha hacer lo que no desea su pueblo, donde reinapaz y justicia, donde los hombres se respetan y perdonan? Nunca pensaron en eluniverso como un todo que querido y honrado sera blsamo y portador de felicidad?No oyeron hablar de lo que nosotros llamamos msica, religin, salvacin?

    El rey escuchaba con la cabeza inclinada. Pero se irgui. Tena el rostrotransformado, un esbozo de sonrisa iluminaba sus pupilas pese a que estaban un pocoveladas por una nube de llanto.

    Amable joven le contest, no se si estoy ante un nio, un anciano, o algndios: slo puedo decirte que nada de lo que dice nos es extrao y nuestra alma loconoce. Sospechamos algo de la felicidad y de la libertad y de los dioses benvolos.Conocemos una leyenda segn la cual un sabio adivin la unidad del universo comouna armona del espacio sideral. Te agrada? Tal vez seas un enviado del ms all

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    pero aunque realmente fueras un dios no tendras ni fuerza en el alma, ni fuerza opodero que nosotros ya no conociramos aunque fuera en vago reflejo, lejana sombra.

    Y de pronto se irgui deslumbrado al mensajero porque su rostro, aunque fue por unsegundo se ilumin con la luz de una sonrisa sin sombras como un reflejo auroral.

    Y ahora, fuera! exclam. Fuera y djanos con nuestra guerra y nuestramuerte! Has enternecido mi corazn, me has recordado a mi madre, ya sabes de micario. Vete, vete, agraciado joven! Pensar en t cuando vea correr ros de sangre ylas ciudades sean una llamarada. Sabr entonces que el mundo es una unidad y quenada, ni la locura que tenemos ni la brutalidad que manejamos pueden apartarnos,Vete, adis! Lleva mis saludos a tu estrella y tambin a ese extrao dios representadopor un corazn consumido por un ave. Conozco demasiado ese corazn y ese pjaro. Yrecuerda, dulce hermano de lejanas latitudes: si alguna vez me recuerdas, si algunavez piensas en este amigo tuyo desdichado rey de la guerra no lo veas as, hundido enuna cama invadido por la desesperacin, sino que recurdalo sonriendo con los ojosarrasados por las lgrimas y las manos ensangrentadas!

    No llam a su criado sino que l mismo levant la lona de la tienda para que saliera

    el joven. Este volvi a cruzar la llanura pero dominado por otros pensamientos. A lolejos vio una ciudad envuelta en llamas. Se alej caminando sobre los cadveres dehombres que no conoca y sobre la carroa de los caballos. Lleg al lmite del bosquecuando haba cado la noche.

    Desde las nubes vio bajar el pjaro inmenso que lo envolvi en sus alas.Emprendieron el regreso en medio de la noche, volando sin el menor ruido, con gransuavidad como las lechuzas.

    Cuando despert estaba otra vez en el santuario de la montaa, y su caballo loesperaba saludando el amanecer con sus relinchos. Pero no recordaba nada ni del avenegra ni de su viaje a ese pas de horror, slo senta una opresin, una leve oscuridaden el alma, una pequea espina oculta como cuando compartimos una desgracia y

    senta un deseo no cumplido, como los deseos soados que nos persiguen hasta quelogramos descifrarlos. Hasta que nos damos cuenta de que queremos decirle a quienamamos cunto queremos ver su alegra.

    Volvi a cabalgar un da entero y entonces s lleg a la capital y a su rey. Secomprob que era el mensajero apropiado porque el rey lo recibi con sus mejoresdeseos, le toc la frente y le dijo:

    Tus ojos han interrogado a mi corazn y mi corazn les ha respondido s. Teconcedo todo lo que me pidas.

    Y le entregaron un salvoconducto del rey que indicaba a todos los habitantes del pasque deban darle sus flores, y escoltarlo. Y cruzando montaas a los pocos das volvi aencontrarse en el camino de su provincia. Y cuando entr en su pueblo lo seguan

    carros, inmensidad de canastas, caballos y todo tipo de cabalgadura tapados de flores.Todas las flores de los jardines e invernaderos del norte donde abundan, que no slobastaban para honrar sus muertos sino para plantar en memoria de cada uno una flor,un rbol y un frutal y cumplir as con lo demandado por la tradicin. Apenas hizo laceremonia de las flores para su amigo y su caballo muerto cedi en l el profundo dolordando lugar ya al suave recuerdo. En sus sepulturas cumpli con lo pedido por lacostumbre y tuvieron sus brotes plantados.

    Su deber cumplido y serenado su corazn volvi con fuerza el recuerdo de su viajenocturno y pidi que lo dejaran solo durante un da. Un da y una noche medit debajo

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    del rbol de los pensamientos: todo lo visto volvi a l sin ningn olvido. Y entonces fuea ver al anciano, pidi hablarle y le cont lo ocurrido.

    El consejero lo escuch, medit y le pregunt:Lo viste o lo soaste?No s contest el joven, tal vez so. Pero me parece que no tiene

    importancia que haya sido una cosa o la otra porque en m ha cado la tristeza y enmedio de la tibieza de la vida me invade un fro interno que viene de eso que vi.Anciano, por eso te pregunto qu tengo que hacer.

    Vuelve le contest el venerable al santuario de la montaa. Extrao smbolo elde ese dios que nunca o nombrar. Podra ser la deidad de otra estrella. O es tanantiguo que viene de nuestros ms remotos antepasados que todava sufran el odio, laguerra y la muerte. Vuelve a ese templete y ofrenda flores, miel y canciones.

    El joven lo oy y le agradeci su sabidura. Llev miel refinada, la misma que seofrece a los huspedes importantes al comienzo del verano en la primera fiesta ytambin su lad. Volvi a cruzar por el lugar donde haba cortado la flor azul y subi porla escarpada cuesta en direccin al bosque.. Pero ni el lugar del templo, ni ste, ni la

    piedra sagrada negra, ni la columnata y menos el tejado con el ave negra podan versepor algn lado. Los busc dos das. Nadie haba odo hablar de ese santuario.

    Volvi a su provincia y en el santuario del Recuerdo amoroso hizo las ofrendas demiel y canciones para los muertos de aquel campo de batalla y para el rey de ese pasen guerra. Con el corazn sereno volvi a su hogar y colg en l la imagen de la unidadcsmica. Durmi con sueo profundo todo el cansancio de su camino y al da siguientecon sus vecinos, cantando como ellos, empez a reconstruir jardines y sembrados y aborrar las huellas del terremoto.

    EL ESTRECHO SENDERO

    Ante el estrecho pasaje, con su entrada de roca ennegrecida, dud un momento ymir hacia atrs.

    El verde brillaba bajo el sol. En los valles resplandecan las flores silvestres, iQuagradable era estar en ese lugar! El espritu como una abeja ahita de perfume vibrabacomplacido. Y yo a lo mejor estaba loco porque me dispona a escalar la montaa.

    El gua me hizo salir del ensueo de ese mundo florido y volv a ver la gargantaoscura de la montaa. El arroyo que corra abajo tambin era oscuro. La hierba era ralay sobre todo eso se ergua la serenidad de la montaa sin color, como esqueleto deviejos cadveres.

    Descansemos un momento indic el gua.Mientras del desfiladero vena una corriente de aire fro, de aliento de la piedra.

    Todo era rechazante en ese pasadizo! A nadie le gustara hundirse en esaoscuridad y en esa frialdad y subir en la penumbra por el borde del precipicio.

    Me parece horrible ese camino dije dudoso.Tena en m la lejana y esfumada esperanza de que tal vez pudiera retroceder, de

    convencer al gua y hacer desaparecer todos los problemas. Acaso no venamos deun lugar muchsimo ms bello? Donde la vida era amable y acogedora. Y no era yoslo un hombre con derecho a su mnima felicidad, a un instante de sol y luz y flores?

    No quera ser ejemplo ni mrtir. No ira. Sera feliz en el sol del valle.Empec a sentir fro. No haba que quedarse demasiado en ese lugar.

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    Ests congelndote el gua se dio cuenta hay que irse.Se levant mirndome sonriente mientras se estiraba. Pero no era una sonrisa de

    burla o de lstima, sino de profunda comprensin. En ella poda leerse: "Te conozco a tiy a tu miedo. No me he olvidado ninguno de tus desplantes. Los sobresaltos de temorde tu espritu y ya saba de memoria tu complacencia con el sol del valle aun antes deque llegramos a l."

    Me mir sonriente hasta que empez a caminar hacia el oscuro desfiladero; y en esemomento se mezclaron el odio y el amor que senta hacia l como tambin se sienteodio y amor hacia el verdugo que espera. Pero ms que nada odiaba su sabidura, sufra superioridad, su falta absoluta de debilidades; y odiaba aquello que dentro de m ledaba la razn, lo admiraba y me propona imitarlo.

    Mientras pensaba esto ya haba caminado bastante sobre la oscuridad que costeabael arroyo y ya iba a desaparecer en el primer recodo.

    Un momento! le grit con angustia mientras pensaba "ojal todo esto fuera sloun sueo y slo me quedara despertarme espantado". Espera! Todava no tengofuerzas...

    El gua se detuvo y me mir sin decir nada y sin recriminaciones. Pero toda esasabidura, ese "ya lo saba" me resultaban insoportables.

    Y si volvemos? me pregunt. Y entonces supe que contra mi voluntad menegara a volver. Tenaque decir no. Y todo lo conocido, lo seguro, deca en mi interior:Responde "s, s!" Y mi patria y el mundo familiar me arrastraban. Y yo deseaba volveraunque saba muy bien que no podra.

    En ese momento el gua seal el valle. Volv a mirar el verde que tanto amaba y meencontr con el paisaje ms horrible; haba huido el color de las praderas y el solpareca haberse apagado; los matices no armonizaban, las sombras no eran dulces,todos haban perdido el alma, la belleza, el aroma... Todo se pareca a esosespectculos reales que nos haban llevado al asco. Cmo odiaba y me aterraba el

    poder que tena el gua para destruir mis imgenes queridas, para matarles el alma,para secar su espritu y quitar la luz de los colores! Lo dulce de ayer era lo agrio de hoy.Y nunca recobrara su sabor. Jams.

    Abatido segua al gua. De ahora en adelante y para siempre tendra razn. Con talque no desapareciese, como acostumbraba a hacerlo, cuando tena que definir algoserio... Con tal que no me dejara solo con las palabras que resonaban en mi interior. Nodeca nada pero mi corazn estallaba: "Esprame, ya voy!"

    Los guijarros del torrente eran terriblemente resbaladizos. Mareaban y caminarmidiendo cada paso era extenuante, sobre todo porque a veces al ir a pisar la esperadapiedra haba desaparecido. La cuesta se haca escarpada y las rocas se inclinaban anms sobre el camino, crecan y acechaban con sus terribles cortes como para

    detenernos para siempre. Sobre las musgosas piedras se deslizaba un hilo de agua. Elhorizonte y el cielo haban desaparecido.

    Segu al gua como un autmata tratando de no mirar para aumentar mi terror y mirechazo. Apareci de improviso una flor de oscuro terciopelo y alma nostlgica. Subelleza me resultaba ntima. Pero el gua no se detena y me explicaba: "Si paras unmomento, si miras una fraccin de segundo ese hondo terciopelo, la desesperanza y latristeza te pesarn tanto que nunca saldrs de la regin de desconcierto, peregrinoeterno del absurdo."

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  • 8/3/2019 Hesse Hermann - Relatos

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    Empapado y hundido en la suciedad me arrastraba y cuando las viscosas rocasparecieron atraparnos de tan cerca que estaban, el gua empez a cantar una viejameloda de consuelo. Su lmpida voz de adolescente haca resonar las palabras:"Quiero, quiero, quiero!" Yo saba que trataba de alentarme y alejar de m el cansancioe incitarme a cantar con l. Pero yo no quera demostrarle que haba vencido. Y porotra parte no hallaba placer en el canto. Acaso no era yo un simple, un infeliz, quecontra sus ms profundos deseos haca lo que no quera hacer? Acaso las flores,hasta el ltimo no me olvides, no nacan cuando queran a los costados del arroyo?

    "Quiero, quiero, quiero!", segua imperturbable mi gua. Cmo quisiera regresar!Pero haca tanto que suba, ayudado por ese odiado gua, por empinadas paredesresbaladizas que ya ni saba dnde estaba el sendero para volver. Estaba inundado porlas lgrimas, aunque no se vieran. Y con soberbia me un con voz altisonante a lacantilena del gua pero cambiando las palabras porque yo deca: "Necesito, necesito,necesito!" Pero no era fcil cantar trepando. Me qued sin aliento con un jadeo entre-cortado. El segua incansable: "Quiero, quiero, quiero!", hasta que me domin y repetsus mismas palabras. Ya era ms fcil subir y casi lo senta como una necesidad y no

    me ahogaba al cantar.Y empec a sentir mayor lucidez y a medida que aumentaba mi lucidez la montaa

    se volva ms acogedora, menos escarpada, a veces protega el paso que dudaba, ysobre nuestras cabezas empez a aparecer un poco de azul, como un pequeo hilo deagua trasparente hasta transformarse en lago que se agrandaba. Trat de querer conmayor empuje y el cielo se abri y el camino se hizo llano. Y por momentos hasta podacorrer al lado del gua. Y de pronto tuve frente a m la cima, fulgurante bajo los trridosrayos solares.

    Dejamos de arrastrarnos un poco antes de llegar y salimos de la garganta. El sol meencegueci y cuando logr mirar me estremec al verme solo y sin sostn en lamontaa cort