Herederos de una patria celestial
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Tema. Herederos de una Patria Celestial.
Autor. Christian Alexander Reyes Letona.
Cita Bíblica. 2ª Pedro 1:3-4: “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la
piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel
que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado pre-
ciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la
naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de
la concupiscencia”.
Deseo iniciar este ensayo con una alusión a la relación entre padres e hijos, como un
tipo alegórico, que nos ayude a acentuar, la relación Padre-hijo que existe entre los
creyentes y Dios. Un niño con toda su curiosidad e inocencia, no es capaz de dis-
cernir totalmente todo aquello que por añadidura está puesto sobre sus hombros y,
por esta inocencia e inquisición innatas, tiende en algunas ocasiones a comportarse
de manera caprichosa y desobediente. Aquello que pesa sobre su persona es el amor
de sus padres, la esperanza y los anhelos de estos, con respecto a su futuro bienestar
como persona. Estos buenos deseos alojados en el corazón de los padres, pocas veces
son comprendidos completamente por los hijos de una forma plenamente consciente,
cuando ellos todavía tienen una muy corta edad (aunque pueden percibirlo si se les
es hecho sentir). Sumados a los anteriores, tampoco pueden leer entre líneas, las
complicadas relaciones y los difíciles esfuerzos que sus padres realizan en el mundo,
con el fin de facilitar su subsistencia y supervivencia en un mundo tan complica-
do como lo es el nuestro. Pero, por encima de todo este dilema, tanto hijos como
padres, son felices al desarrollar su vida dando lo mejor de sí mismos, disfrutando
de ella a cada momento por medio de un amor genuino entre padres e hijos. Los
cristianos tenemos una relación un poco similar con nuestro Padre celestial. Primero,
dependemos plenamente de él y, segundo a pesar de nuestra usual inconciencia e
ingratitud hacia él y hacia los esfuerzos que hace por nosotros, tratamos de vivir y
actuar según lo que él nos encomiende para nuestra vida, aunque en muchas ocasio-
nes no comprendemos a cabalidad cuáles son sus propósitos.
Los creyentes de una forma similar a todo hijo nacido en la tierra, tenemos de parte
de Dios, el amor y cuidado que proceden de un padre, que en nuestro caso, es el
amor proveniente de un padre no terreno sino celestial, quien por su sola gracia nos
reconoce como hijos suyos; este Padre, también es el padre de aquellos quienes no
cuentan con el cuidado de sus progenitores (Salmo 27:10. “Aunque mi padre y mi
madre me abandonen, el Señor me recibirá en sus brazos”). De aquí, es donde Jesús
nos permite dirigirnos a Dios con las famosas palabras: “Padre nuestro que estas en
los cielos” Dios es por consiguiente el creador de todo ser humano y es Padre de
todo aquel que desee reconocerlo a él como tal, y con ello, el tener en cuenta todas
aquellas palabras y correcciones que vienen de Dios mismo para su vida. Como bien
sabemos, uno de los deseos de todo padre, es que al momento de su muerte, pueda
hacer partícipe a sus hijos de una herencia de la cual ellos puedan disfrutar con el
fin de vivir plenamente sus vidas. Los cristianos, igualmente, también hemos sido
hechos participes de una herencia, la cual se logró con el esfuerzo de nuestro salva-
dor Jesucristo, quien por su obediencia y sacrifico nos hizo participes en ser iguales
a él, esto es: ser hechos hijos de Dios. Pero, ¿En qué consiste esta herencia nuestra?
Y en especial ¿Cómo debemos de actuar con respecto a ella? Son preguntas muy
apremiantes que debemos hacernos a cada momento y que pasaremos a contestar a
continuación a través de los siguientes tópicos.
Herederos de presentes nunca antes vistos.
Esto lo saben todos los cristianos: ¡Nada de lo que está sobre esta tierra es compara-
ble a lo Dios tiene preparado para sus hijos en la eternidad futura! Cosas las cuales
son mucho mejores que las terrenales. Este enunciado es una forma de citar lo que
la palabra de Dios dice claramente para nosotros, por manos del apóstol Pablo. (1ª
Corintios 2:9).1 Sin embargo, no sobra aclarar, que el ponerse a discutir sobre el que
serán concretamente estas cosas -para nosotros preparadas- es una cuestión un poco
salida de lo que Dios desea sea nuestro verdadero centro de atención, digo esto, ya
que una respuesta a la anterior pregunta solo la podemos dar, diciendo lo que estas
cosas no son, debido a que lo más importante en este versículo, es el asegurarnos
la posesión de estas pertenencias (promesas) y no tanto el que serán concretamente
dichas promesas. Esto ya que si Dios así lo hubiera querido, él mismo habría per-
mitido que se expongan estas cosas, muy explícitamente en la misma palabra.2 No
está mal nuestra curiosidad, pero Dios con este versículo lo que quiere es decirnos
de una forma categórica que somos poseedores de grandes promesas y presentes que
proceden de él. Los cuales (hablando humanamente) no están nada mal y desde ya
son una gran ganancia. Estos presentes, a simple vista, no son parte de las cosas que
pertenecen a la vida habitual de este mundo, es decir, no están contaminados con
1 1ª Corintios 2:9. Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.2 Muchos visten el mensaje escatológico del cristianismo con un tipo de misterios muy personales y, luego dicen tener ellos la respuesta a estos misterios particulares, valga la redundancia, inventados por ellos mismos. Por el contrario, la biblia es clara en cuanto a la revelación de las cosas futuras en todo lo relacionado a la dirección de estas y en que Dios será el principal participe, al final de ellas, pero no explica detalles secundarios para evitar especulaciones innecesarias y el abuso de estas en sentido lucrativo. De aquí que muchos libros de escatología se dedican equivocadamente, más bien, a realizar ciencia ficción y dejan de lado el mensaje principal de la escatología, la cual, pone de manifiesto que para alcanzar el objetivo final de la redención de la humanidad, se necesita actuar en el presente, con base en el amor fraternal de los creyentes, y que ella (escatología) no cosiste en dedicarse tanto a actores secundarios y sucesos menos trascendentales dentro de la revelación (colocar fechas a eventos apocalípticos, identificación de los lugares de los sucesos futuros) Por ello, la lectura escatología del apocalipsis por ejemplo: Es que al final de todas las adversidades, será Dios quien traerá libertad a su pueblo. Por lo cual, es necesario no especular sobre cosas secundarias (las plagas del apocalipsis, las naciones en contienda al final de los tipos, etc.), ya que ellas son parte de los verdaderos secretos que pertenecen actualmente a Dios, sino más bien, debemos dedicarnos a lo revelado por Jesús hacia los hombres, que consiste en el amor entre los creyentes como propuesta de cambio para la humanidad con objetivo de la redención. Deuteronomio 29:29. “Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre,…”.
el pecado, sufrimiento, injusticia, dolor físico, hipocresía, desesperanza y angustia
presentes en la vida de todos los seres humanos y en cada uno de los momentos
históricos de la humanidad. Por el contrario, estos presentes (regalos) proceden de
un Dios que desea el bien de los hombres y mujeres, ya que siempre ha actuado
en amor para con nosotros y procura constantemente nuestro bienestar, a pesar de
la resistencia de mayoría la humanidad hacia su amor. El decir que estos presen-
tes (dadivas) no son contaminados con los males de este mundo, los convierte en
unos nunca antes vistos, lo cual, los hace deseables por sí mismos y aunque estos
son adquiridos por pura gracia; podemos estar plenamente seguros y confiados de
que son parte del patrimonio que desde ya pertenece a los que creen en Dios. No
está de más decir, que la bendición de Dios es la que bien nos hace y, es la que no
nos añade tristeza (Proverbios 10:22). Yendo al centro de esta promesa se observa
claramente como Dios desea que nosotros los creyentes estemos persuadidos en el
hecho de que las vicisitudes presentes en este siglo, no son comparables con la gloria
preparada para nosotros. (Romanos 8:18. “Pues tengo por cierto que las aflicciones
del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha
de manifestarse”).3
Es por nuestra fe, que vendrán grandes cosas.
Ahora bien, así como por una pequeña semilla se da el surgimiento de un gran árbol
-suceso que ocurre continuamente en la naturaleza- así también y de igual forma,
3 Romanos 8:17-24. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse. Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de noso-tros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?
por nuestras presentes actitudes y acciones sobrevendrán grandes recompensas para
nosotros. Cada siembra tiene su fruto, cada labor su paga, cada esfuerzo su remune-
ración, igual nuestra fe y acciones pequeñas tienen una gran recompensa; primero
delante de Dios y después delante de los hombres. Y en el caso de los creyentes,
como bien todos sabemos, participamos de una bendición hecha al porcentaje del
ciento por uno, es decir, que es mucho mayor el porcentaje de retribución a aquel
que se obtiene en una encomienda normal. Esto es sinónimo de grandes cosechas
para nuestra vida. Por ello, una fe muy íntima, que para muchos es del tipo loca y
que en comparación a los hechos de la historia parece pequeña e insignificante, es la
que nos hará ver con nuestros ojos y palpar con nuestras manos, aquellas promesas
y tesoros que Dios tiene para nosotros. No podemos ver de menos las pequeñas
acciones que como creyentes realizamos, ellas, a los ojos humanos son vanas pero
delante de Dios tienen un gran valor. Cada buena acción que realizamos, todo y
cuando sea nacida de una fe sincera y de un corazón arrepentido, se convierten en
un tesoro que está reservado para nosotros, entre este tesoro, se encuentran cosas
que la humanidad al presente no se imagina y que un día vera con asombro debido
al esplendor de estas.
Por la acción de Jesucristo, todos tenemos apertura a estas promesas.
Tesoros mayores a los vistos por los ojos humanos y remuneraciones insondables,
no pueden ser producto de mano humana, sino solo de la mano de Dios y, es a Je-
sucristo a quien debemos la oportunidad de formar parte en esta gran herencia. Esto
es producto de aquel momento sombrío para todo el mundo,4 en el cual, él pago el
precio de la redención por todos nosotros y, consecuentemente nos dio una libertad
como ningún otro la puede dar. Al discernir sobre la herencia que Dios ha dado a
los hombres, es imposible no mencionar a aquel por quien cuya acción la poseemos,
3 Mateo 27:45. Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
quien a la vez, también es el mismo al que tendremos que dar cuenta de nuestra
mayordomía. Afortunadamente también es él quien nos ayuda cada día a llevar sobre
nuestros hombros, el propósito de redención de Dios para nuestras vidas.
Sin embargo, por más que lo intentemos, nunca nos podremos justificar delante
de Dios con nuestras buenas acciones, tenemos que confiar en que su gracia es la
que nos hace agradables a él, pero no ser irresponsables para con nosotros mismos
actuando como nos dé la gana, tampoco queda duda, de que nunca podremos agra-
decer cabalmente lo que Dios ha hecho por nosotros. Por ello, justamente solo nos
queda cada día el dar la milla extra que requiere el ser un seguidor de Jesucristo.
Indefectiblemente sabemos que nuestras acciones no tienen comparación a aquello
de lo que Dios nos hace participes a cada día. Esto nos invita a ser agradecidos con
lo que Dios nos ha dado y dará. (2ª Corintios 1:20. “porque todas las promesas de
Dios son en él Sí, y en él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios”). Lo
plasmado anteriormente nos debe mover a comportarnos como Dios en su infinito
amor desea que nos comportemos. Veamos en que consiste el deseo de Dios para
nuestras vidas.
Comportémonos como herederos de una patria celestial.
Dirá el lector: -Ah bueno sí, soy participe de una gran bendición y dueño de una
gran herencia que Dios mismo me ha dado, ya que gracias a él, ahora yo soy un hijo
suyo. Pero ¿Qué tiene que ver conmigo, esto que se va venido diciendo, sino solo
en que personalmente este agradecido? Responderé diciendo que: A tal bendición,
igual grado de correspondencia en sentido de la encomienda de evangelización sobre
todo el mundo. Ya que entre las últimas instrucciones de Jesús a sus discípulos se
encuentran: “toda potestad me es dada” y “haced discípulos a todas las naciones”
¿Qué otra forma de agradecimiento a Dios, sino haciendo participes a otros de esta
bendición de salvación para la humanidad? Pero esto plantea para el creyente no el
hecho de hacer o el no hacer esta encomienda, sino el hecho de ¿Cómo hacerla? Des-
de la niñez hemos experimentado como nuestro proceso de aprendizaje se desarrolla
mucho mejor por medio de las imágenes, y aun en el desarrollo de la vida adulta se
nos hace más fácil aprender observando cómo se realizan las cosas o procedimientos,
por vía de las imágenes, por más complicados que estos sean. Pues bien, esa es la
metodología que nos incumbe practicar al momento de evangelizar a las personas
y a todo el mundo, es decir, a través del ejemplo. Jesús no fue una excepción, sino
fue quien más utilizo de imágenes, es decir, evangelizo por medio del ejemplo, para
convocar la fe en de las personas, esto lo hizo: a través de milagros, formulación de
alegorías y parábolas para explicar los principios fundamentales del reino y también
lo hizo a través de su manera de actuar para con los demás. Ahora a nosotros igual
nos corresponde, como herederos de una patria celestial, comportarnos como esta
realidad modelada por Dios lo amerita y, así de esta forma invitar a los demás a ser
partícipes de la bendición de salvación dada a todos los seres humanos.
Los herederos de una patria celestial hacen participes de sus bendiciones, a los
demás, a través del ejemplo.
Como cristianos tenemos ciertos dones que Dios nos ha dado, algunos de estos de
manera muy particular, también tenemos la concesión de determinadas peticiones
que hacemos a Dios, las cuales él con su misericordia y propósito nos permite tener.
Así pues, ocurre que estas bendiciones muy particulares, son un mecanismo que
Dios ha puesto en nuestro corazón para conseguir alcanzar el objetivo de llenar a las
demás personas con el amor que recibimos de parte de Dios. A lo anterior sumamos,
el hecho que él nos dice claramente en su palabra, que la mejor forma de hacer partí-
cipe a otros, con la esperanza de salvación que se encuentra en Dios, es simplemente
con nuestro ejemplo de vida. (Mateo 5:16)5 Por causa de lo anterior, nuestro mejor
método de evangelismo es, nuestra forma de concebir la vida y por ende nuestra
forma de comportarnos. En nuestro caso, esto significa: buenas acciones para con los
demás, ya que este es sin duda es el deseo de Dios para nuestras vidas.
El perdón recibido se traduce en amor y perdón para los demás.
Primero que nada, es necesario preguntarnos, ¿Por qué Dios nos ha perdonado a
nosotros? Pues bien, ciertamente no lo ha hecho porque lo mereciéramos o porque
él tuviese una obligación moral para con nosotros, sino que lo ha hecho con el de-
seo de proporcionarnos la salvación y con ella: perdonando nuestros pecados y así
dándonos de su amor, el cual, al ser bien recibido por el creyente, inexplicablemente
provoca en el nuevo creyente, un deseo igual y semejante en cuanto al perdón y
amor por los demás, esto es parte de lo que el Espíritu Santo produce en el recién
convertido. Ahora bien, esto es una parte de los deseos de la nueva naturaleza
que Dios crea en nosotros (esta nueva forma de concebir la vida corresponde a las
bendiciones que Dios tiene para los creyentes), la cual, es el inicio de las primicias
de nuestra herencia. Así pues, la actitud del nuevo creyente debe ser el seguir este
instinto de amor y de perdón para con aquellos que están a su alrededor, ya sean
familiares o amigos, incluso desconocidos. Si bien la forma de concretar este amor
en acciones, es un proceso de carácter paulatino, el deseo de ejecutarlos es innato en
un corazón arrepentido.
La nueva oportunidad que Dios nos dio, significa una nueva oportunidad para
quienes nos dañan.
La parte más difícil del cristianismo consiste en perdonar a aquellos que nos han ge-
nerado un daño, este perdón no debe ser entendido como un perdón al estilo tonto
de caer dos veces en el mismo agujero o de tropezar con la misma piedra, sino que se
refiere a un genuino perdón a aquellos que nos ocasionan un mal, comenzando por
5 Mateo 5:16. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
comprender ¿Cuál es la situación que llevo a los agresores a cometer dicha acción?
Y culminando con la corrección de estas, no por la fuerza sino por un ejemplo de
bondad y de la ejecución de buenas acciones por encima de razones pecaminosas. En
un mundo tan complicado como este, en donde los valores del anti-reino son los que
gobiernan, muchas personas se ven condicionas a actuar mal en contra de su propia
voluntad y si bien hay algunas que ya han decido vivir por medio de malas acciones,
Dios nos llama a detenerlos, con el ejemplo de ejecución de buenas acciones y la más
fuerte de todas ellas es el perdón, ya que como para todos nos es sabido, el perdón
es una muestra de amor. Así pues, cada día que Dios nos perdona nuestras faltas,
así también debemos perdonar a aquellos que se nos son deudores, como Dios hace
con nosotros. Dándoles a ellos una nueva oportunidad.
No mezclarse con el mundo no significa ser excluido completamente del mundo
sino el no compartir sus ideales equivocados.
Nuestro modo de vida, es decir, la forma en la que actuamos, la forma en que
reaccionamos a ciertas circunstancias y sobretodo: ¿Cuáles son los ideales (valores)
de nuestra vida? Son las acciones que las personas no cristianas verán el día en que
deseen volverse a Dios para dar las espaldas a los ideales equivocados del mundo,
sería una tristeza que el día en que esto sucediese, ellos decidan seguir viviendo igual
a como viven equivocadamente, sin ejecutar un cambio, por motivo de haber visto
en nosotros un comportamiento igual de perdido, al seguido por ellos. Con que vean
algo diferente en nosotros no me refiero a que vean cosas externas o de apariencias,
porque, hay muchos que saben ocultar muy bien sus malas intenciones y se mues-
tran como grandes cristianos, engañando a medio mundo, con sus buenos modales,
con su comportamiento, apariencia o forma de relacionarse, sino que me refiero a
que las personas vean un corazón que realmente evidencie un cambio ejecutado por
Dios en nuestras vidas, este cambio conllevara el abandono de acciones pecamino-
sas; estas del tipo de engaños, hipocresía, mentira o malos deseos. Este cambio es
gradual, mas sin embargo, en el corazón del creyente, al momento del arrepenti-
miento, ocurre un cambio repentino, ejecutado por el Espíritu de Dios en un milagro
llamado “conversión” (Juan 3:1-21) ya que es, a este tipo de acción a la que se refería
Jesús en su diálogo con el maestro fariseo. Esta acción produce en el creyente un
repudio a todo aquello que esté relacionado al actuar pecaminoso y consecuentemen-
te un genuino malestar por cometer actos pecaminosos involuntarios, por esto, una
persona que peca sin escrúpulos o remordimientos, sencillamente ya no vive bajo los
parámetros de la fe.
Así pues, la mejor forma de hacer partícipes a otros de la herencia que Dios nos ha
dado es que ellos se la pasen viendo todos los días, como los creyentes perdonamos,
amamos aun a nuestros agresores, ayudamos desinteresadamente, también como
compartimos y vivimos esperando la redención y la gloriosa aparición del Hijo de
Dios que viene en las nubes para redimir a su iglesia. Esto, para cuando Dios en su
infinita misericordia les conceda el don del arrepentimiento. Este tipo de predicación
con el ejemplo, es la que corresponde a todo heredero de la patria celestial, la cual,
vale más que muchas predicaciones ya que estas últimas pueden caer al punto de
llegar a convertirse en cuestiones necias sino están acompañadas de la práctica de la
vida cristiana. (2ª Timoteo 2:25. “que con mansedumbre corrija a los que se oponen,
por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad”).
Los herederos de una patria celestial reconocen sus errores y evitan cometerlos
nuevamente.
Los no cristianos tienen una mala concepción de nosotros los creyentes en cuanto a
la vida piadosa, pues equiparan de igual manera una vida piadosa con una vida de
perfección, esto ha sido culpa histórica de muchos cristianos, pues, ellos se venden a
los demás con una imagen de súper hombres que no cometen ningún pecado y casi
de personas deificadas, sin embargo, esta confusión no solo está presente en los no
cristianos, pues también muchos cristianos no comprenden cabalmente la diferencia
entre estos polos, que son completamente diferentes. Por lo que me dedicare a hacer
esta distinción. Primero una vida de perfección en sentido de no cometer ningún pe-
cado es imposible (1ª Juan1:8. “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos
a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros”) ya que, la perfección a la que
la biblia se refiere, es a la vida de justificación obtenida por el acto de redención de
Jesucristo sobre la humanidad, la cual participara de la perfección completa el día
que Jesús nuevamente regrese a la tierra, en ese momento será en donde Dios dará
a los creyentes un cuerpo que podrá vivir conforme a una perfección, dicha como
tal (Filipenses 3:21) Segundo, la vida piadosa se refiere a la vida de amor y de co-
munión entre el creyente y los que están a su alrededor, la cual conlleva, una vida
de alejamiento de los valores pecaminosos del mundo y una actitud de sojuzgar las
acciones personales evitando caer en acciones del tipo pecaminosas. Pues al creyente
corresponde la segunda, ya que, en caso de alguna falta, es el acto de arrepentimiento
el que nos dará el perdón de Dios (1ª Juan 2:1-2. “Hijitos míos, estas cosas os escribo
para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Pa-
dre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente
por los nuestros, sino también por los de todo el mundo.” 1ª Juan1:9. “Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de
toda maldad”) Esto significa que la perfección es el hecho de velar por no caer en la
tentación. Es decir, velar por no caer en una situación o estilo de vida que nos haga
propensos a cometer un acto de pecado y no en el hecho de presumir una perfección
que al presente es imposible. Por ello, los herederos de una patria celestial deben de
ser personas que eviten actos pecaminosos pero, que si en el caso cayesen en ellos,
deben de ser personas que asuman las consecuencias de sus actos según las leyes de
Dios y las leyes humanas, están acciones pueden ir desde pedir perdón a la persona
ofendida hasta asumir consecuencias de delitos y penas de cárcel. ¿Por qué digo
esto? Lo digo, para que de esta forma lleguemos a ser de bendición a los demás de
una manera sincera y que ella no esté teñida de la hipocresía, sino, que sea una
bendición basada en el amor y la verdadera santidad cristiana, la cual se basa en
sojuzgar cada acción personal de una manera consiente. Los herederos de una patria
celestial deben de evitar cometer errores y si en el caso cayesen en ellos, de manera
involuntaria, -aunque no existe ninguna acción personal involuntaria, a menos que
sea ocasionada por una tercera persona o en casos de demencia- deben de asumir las
consecuencias de ellos y evitar cometerlos nuevamente. Lo más importante es evitar
cometerlos nuevamente, ya que, ese es verdadero cristianismo y el verdadero deseo
de perfección. Por eso, cuando un creyente cometa un error debe de redimir su falta
delante de Dios, no cometiéndola de nuevo y procurando sanar las heridas que ha
dejado este error. (Esto es necesario para ambas partes involucradas) Es necesario
pedir perdón y recibirlo. En algunas ocasiones lo mejor es no tocar nuevamente
el tema, pero la mayoría de veces es mejor realizar este acto de conciliación, de lo
contario quedara una puerta abierta para cometer una acción semejante en el futuro,
lo cual, es un grave error ya que no se debe dar lugar al diablo para que abuse de
este tipo de errores. Para ejemplificar lo dicho anteriormente veamos el ejemplo de
Pablo. Quien al dirigirse a los cristianos que se alojaban en Roma; con respecto a la
pecaminosidad del corazón humano y de la salvación de esta condenación por medio
del evangelio, les dice: Romanos 7:15b. “…pues no hago lo que quiero, sino lo que
aborrezco, eso hago”. Al escribir estas palabras, Pablo les comunica a sus lectores,
que por causa del pecado, el desea con todo su corazón el dejar de cometer pecados
pero él mismo reconocerá que esto es imposible, pero que ahora gracias a Jesucristo
y el evangelio, (Romanos 8: 1-9) el hombre puede dejar de vivir esta condenación,
dedicándose a vivir ya no conforme a la los deseos de concupiscencia del cuerpo
“carne” sino de acuerdo con los deseos del “espíritu” Así pues, el cristiano, gracias al
Espíritu Santo que mora en él, tiene la capacidad de sojuzgar sus acciones y de no
cometer pecados, pero no por sí mismo sino por la ayuda proporcionada de parte de
Dios para él. Ahora bien, este estilo de vida no significa como dijimos anteriormente,
que el cristiano será una especie de santo o perfecto que no puede cometer ninguna
clase de pecado, sino significa que el Espíritu de Dios, le ayuda todos los días a dejar
el estilo de vida pecaminoso que existe dentro de toda la humanidad y, que por cada
error que cometa, es Dios quien le justifica en base a su genuino arrepentimiento,
pero este siempre tendrá que asumir las consecuencias de sus actos. Esta realidad se
encuentra sobre la vida cada cristiano pero si alguien peca voluntariamente o vive
en una vida de conductas pecaminosas, es más que claro, que entonces ya no vive
una vida de acorde a la fe en Dios, sino que es un religioso. Por el contrario para
los creyentes, si hay un cierto nivel de santidad, al cual, Dios nos ayuda a llegar, es
a este, al que los herederos de una patria celestial debemos de aspirar y trabajar por
alcanzar. Esto lo podemos alcanzar siguiendo el objetivo de amar a nuestro prójimo,
ya que el que ama a su prójimo, no intenta ningún mal contra él (Gálatas 5:14).
El cristianismo se supone es un culto que promueve la igualdad y el amor entre la
humanidad, y si bien nosotros sabemos que el cristianismo no es una religión, sino
la verdad de Dios dada a los hombres, somos nosotros los que tenemos la culpa de
que el mundo nos considere una religión más, ya que muchas veces no amamos a los
demás ni hacemos lo posible por hacerlo. Nuestro deber tiene que ser actuar como
Jesús actuó, y esto, llevará al mundo a reconocer que Dios está con nosotros, pero
para ello debemos de amar a las personas y ser semejantes a la sal, la cual ayuda
a la conservación de los alimentos y les da sabor, nuestro deber es darle un sabor
diferente al mundo, por medio de nuestras buenas acciones nacidas de un buen
corazón con una actitud sincera. El mundo necesita de nosotros pero nosotros de-
bemos darnos a conocer bien, como creyentes en Dios a través de nuestras buenas
obras, como herederos de cosas no terrenales sino espirituales, igualmente espiri-
tuales a nuestro modo de proceder. Hoy en día, es común llamar a los creyentes
“personas alienadas” o personas sin sentido común, en ocasiones hasta salidas de la
realidad, pero lo importante es que aunque nos llamen alienados -aun no siéndo-
los- logremos que con nuestras acciones justas, que las personas reconozcan que en
verdad existe un Dios que está por encima de todas las personas.
Los herederos de una patria celestial son ejemplo a seguir en cada labor que
hacen, ya que actúan bajo el criterio de la excelencia.
El ser un hijo de Dios no significa salir completamente de las labores productivas
del mundo, contrario significa que nos ganamos nuestro sustento diario con nuestras
propias manos, pero la diferencia a los que viven conforme a los ideales del mundo
es que nosotros no solo vivimos del pan material, ni trabajamos solamente para este,
sino que trabajamos primeramente por el pan espiritual, el cual, nos manda a justa-
mente ganar el pan material. (2ª Tesalonicenses 3:12).6 Esto significa que el cristiano
no vive alejado del mundo sino que aunque se encuentra dentro de este, sigue un
camino completamente diferente. Un camino que demanda excelencia.
Camino a la excelencia. La excelencia debe ser el ideal de todo cristiano, ya que ella,
es evidencia de nuestra naturaleza, un cristiano debe ser excelente en el desarrollo
de su empleo, sus proyectos, sus relaciones familiares y personales, siempre dando lo
mejor de sí y, por ello, nunca debemos conformarnos con la mediocridad. El mundo
nos tiene por gente loca y sin que hacer, en fin como una especie de alienados o per-
sonas fuera de razón. Pues si vamos a ser alienados y locos para el mundo, entonces
6 2ª Tesalonicense 3:12. A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosega-damente, coman su propio pan.
seamos alienados del tipo productivos, es decir, alienados que den los mejor de sí,
en todo lo que hacen, aunque nosotros bien sabemos que vivimos caminando como
viendo al invisible (Dios), de donde procede toda justicia. Por lo que llamarnos a
nosotros los creyentes personas alienadas es un gran error, pues somos los seres
más afortunados en toda la creación, ya que contamos con la ayuda directa de Dios,
quien nos permite alcanzar, hasta lo que para nosotros nos es posible.
Camino a la perfección es camino al amor. La perfección no es que ya seamos seres
extraterrenos que no cometen ninguna clase de error, sino, es que somos irreprensi-
bles en cuanto a nuestra conducta, pues es Dios quien nos ayuda cada día a ser mejo-
res en toda nuestra forma de vivir. Por ello, al hablar de Hijos de un Padre celestial,
entonces tengo que referirme a personas que caminan en amor unas con otras, y que
todos los días buscan la perfección a través del amor y de la excelencia. Ahora bien,
la excelencia en determinada labor, es una cualidad que puede ser alcanzada por
todos los seres humanos, según sea la disciplina de cada persona. Pero el hecho de
vivir en amor para con los demás es un poco más difícil, no solo por las diferencias
que hay de un ser humano a otro, sino, porque la tendencia pecaminosa del egoísmo
y la autosatisfacción de cada ser humano son muy fuertes. Por lo que, actuar con
objetivo, de que alguien diferente a nuestra misma persona sea beneficiado o saciado
antes que nosotros, es muy difícil y, para ello, se requiere un sacrifico de amor por
la otra persona o prójimo. Por ello, en este sentido, la perfección es en esencia el
amor. La Palabra de Dios nos dice: Mateo 5:48: Sed, pues, vosotros perfectos, como
vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. El tipo de perfección que Dios quiere
para nosotros es que primeramente amemos a nuestro prójimo. Este es el tipo de
perfección que tiene el potencial de cambiar todo el sistema de valores equivocados
que se encuentran funcionando en el mundo y, es a la cual, debemos de aspirar. Ya
que una perfección semejante consiste en amar aun hasta a nuestro enemigo u ofen-
sor, entonces: ¡Nada mejor que esto para cambiar las diversas adversidades en las
que se encuentra la humanidad en todo su conjunto! Aprovechando para bien hasta
aquellos sucesos que se han realizado mal, por ello, el ser humano perfecto es aquel
que puede amar a su prójimo.
REFLEXIÓN.
Algunas personas dicen: “Un heredero que es petulante y engreído, que se quede
solo él con su herencia”. Que no diga el mundo lo mismo de nosotros. Porque si el
mundo dice así de nosotros ¿De qué sirve nuestra participación en la tierra y nuestra
creencia en Dios? Es más, ¿Cómo podremos entonces responder al amor de Dios
en relación al hecho de compartir a los demás las buenas nuevas de salvación? Que
las personas no creyentes digan esto de los cristianos, solo significa, que los que
se llaman cristianos ya no pueden ser llamados así, pues ya no lo son. ¿Cuándo se
ha visto un hijo de Dios egoísta? Cierto que lastimosamente ahora los hay, puesto
que todavía son inmaduros espiritualmente, pero no debería haberlos. Sin embargo,
procuremos no ser egoístas al volvernos un mal ejemplo o piedra de tropiezo para
los demás, lo anterior, es ser egoísta de manera inconsciente pero de una forma más
dañina, pues a consecuencia de esto, los demás no participan de las bendiciones de
Dios por causa de una simple irresponsabilidad y mal ejemplo nuestro. ¿Qué bueno
puede ser el hecho de ser salvos pero condenar a otros por nuestro mal ejemplo?
Tampoco un heredero de una patria celestial puede esconderse bajo la inmunidad
(cierto beneficio de la duda en cuanto a algunas acusaciones a su persona) que pro-
duce el ministerio, ni actuar debajo de ella, sino que debe ser correcto y transparente
en su proceder. Muchos ocupan la inmunidad ministerial que producen los puestos
ministeriales de las iglesias para fines lucrativos y dañinos para la obra, a lo que
categóricamente debo decir que debemos evitar estas acciones. Somos herederos de
dadivas nunca antes vistas gracias al amor de Dios, entonces igualmente actuemos
con amor para los demás, indudablemente se nos ha dado la fe para ver concretas
las maravillas de Dios sobre nuestra vida, entonces hagamos uso de ella, ya que ha
sido el mismo señor Jesús quien se dedicó a hacernos copropietarios de las grande-
zas de Dios. Si Jesús se dedicó a darnos estas bendiciones de seguro que también
él nos ayudará a comportarnos de manera que podamos alcanzarlas, lo cual, todo
creyente sabe que Dios ha asegurado esto dentro de su palabra. Con un contexto
así, a mí personalmente no me queda más que dedicarme a realizar la voluntad de
Dios comportándome de manera correcta todos los días de mi vida, de una manera
justa y así dedicarme a evangelizar y compartir mi fe y esperanza en Dios dando
como evidencia de ello, el cambio que Dios ha dado a mi forma de vivir. Se me es
necesario recordar al lector que el amor es también perdón y que el amor no es un
sentimiento abstracto o platónico, casi de tipo puramente idealista sino que este es
un sentimiento que se ve concreto en las acciones, digo esto, ya que personalmente
me duele ver tanto cristiano que no ama a los demás y que no lucha por cambiar a
las situaciones difíciles que viven los demás que están a su alrededor, diré que somos
pocos los que sentimos el deseo de ayudar a los demás y que lo ejecutamos, cada
uno a su manera y en sus posibilidades pero; lo importante es que una vez sintamos
el deseo de hacer algo por el bien de los demás, no nos quedemos con las ganas de
hacerlo. El amor es accionar por el bien de los demás y tener compasión por aquel
que sufre y está necesitado tanto material como espiritualmente, cambiar las situa-
ciones que dañan a los demás debe ser nuestro anhelo y compromiso con Dios. En
cuanto a nuestra vida de santidad, los herederos de una patria celestial no somos
seres deificados o santos beatos que viven sin cometer pecados, otra forma de decirlo
es: no esperen perfección de nosotros sino que lo ocurre en nuestra vida es que Dios
es quien nos justifica, ahora bien, si podemos alcanzar cierto grado de santidad, pues
es a ese objetivo al que debemos de aspirar y por el cual debemos de trabajar, pues
es seguro que dicho nivel lo podemos alcanzar. Somos hijos de un Padre que nos ama
y que vela por nuestro cuidado sin que nosotros se lo pidamos o nos demos cuenta
de ello, entre lo posible y según sea nuestro grado de amor hacia él, correspondamos
a ese amor. Si actuamos así, aun no nos alcanzara toda la vida para agradecerle; pero
intentémoslo con todas nuestras fuerzas y de seguro que lograremos provocar una
sonrisa en él, una que venga desde lo profundo de su corazón. Vivamos amando,
perdonando, teniendo sinceridad y siendo ejemplo con nuestras buenas acciones.
¡Somos hijos de Dios, ciertamente no somos poca cosa sino grandes herederos suyos!
Nos espera una patria celestial, comportémonos como ello lo amerita.
© SERIE: ESCRITOS MINISTERIALES Y ENSAYOS TEOLÓGICOS.Hecho el Depósito conforme a la ley.El Salvador, 2014.