Hatshepsut, el faraón mujerpdfs.wke.es/8/9/5/2/pd0000048952.pdf · 2010-06-23 · Nº 243 • Mayo...

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Nº 243 • Mayo • 2010 Capital Humano 98 Liderazgo en Femenino Hatshepsut, el faraón mujer Lourdes MoLinero, socia directora de Agathos. En el tercer reinado de la dinastía XVIII, Tutmosis I y su esposa principal, Amo- sis, tuvieron una hija a la que llamaron Hatshepsut. La niña heredó de su pa- dre resolución, determinación y coraje. Siendo joven se casó con su herma- nastro Tutmosis —era tradición ca- sarse con un pariente próximo— y tuvieron una hija, Neferure. La muerte de Tutmosis I supuso un gran golpe para Hatshepsut, pues es- taba muy identificada con él. Aunque el nuevo rey era Tutmosis II, las inscrip- ciones formales daban preeminencia a Hatshepsut, como hija del fallecido monarca, hermana y esposa del rey. Así, ella continuó adquiriendo cons- ciencia creciente de su importancia. Tutmosis II reinó sólo dos años. A su fallecimiento, el heredero Tutmosis III, así como su hermanastra Neferure, era un niño. La regencia de Hatshepsut se impuso como algo esencial. Al princi- pio, la reina se refería a sí misma como “gran esposa del rey” o “esposa del dios”, pero tras un breve espacio de tiempo empezó a adoptar más explí- citamente títulos reales como “señora de las Dos Tierras”, versión femenina de uno de los tradicionales apodos de la realeza. Para realzar su posición realizaba actos asociados tradicional- mente a las prerrogativas reales, tales como la erección de un par de obelis- cos en Karnak y la creación de relieves de templos que la mostraban realizan- do ofrendas directamente a los dioses. Tras siete años como regente, Hats- hepsut decidió asumir el pleno esta- tus real. Para ello, adoptó los tradi- cionales cinco títulos de un monarca egipcio y se hizo retratar en relieves luciendo la vestimenta masculina de soberano. Que una mujer fuera una regente era una cosa; que fuera fa- raón era otra muy distinta. Hatshepsut hizo uso de la institución de la corregencia de quinientos años de antigüedad para hacerse coronar rey sin necesidad de desposeer a Tut- Speos Artemidos_c_Einsamer Schütze.jpg La más osada de todas sus tentativas de creación de mitos fue la inscripción que hi- zo esculpir sobre el dintel de Speos Artemidos, templo situado en un Wadi aislado al sur de Beni Hasan. © Einsamer Schütze

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Nº 243 • Mayo • 2010

Capital Humano 98

Liderazgo en Femenino

Hatshepsut, el faraón mujerLourdes MoLinero, socia directora de Agathos.

En el tercer reinado de la dinastía XVIII, Tutmosis I y su esposa principal, Amo-sis, tuvieron una hija a la que llamaron Hatshepsut. La niña heredó de su pa-dre resolución, determinación y coraje.

Siendo joven se casó con su herma-nastro Tutmosis —era tradición ca-sarse con un pariente próximo— y tuvieron una hija, Neferure.

La muerte de Tutmosis I supuso un gran golpe para Hatshepsut, pues es-taba muy identificada con él. Aunque el nuevo rey era Tutmosis II, las inscrip-ciones formales daban preeminencia a Hatshepsut, como hija del fallecido monarca, hermana y esposa del rey. Así, ella continuó adquiriendo cons-ciencia creciente de su importancia.

Tutmosis II reinó sólo dos años. A su fallecimiento, el heredero Tutmosis III, así como su hermanastra Neferure, era un niño. La regencia de Hatshepsut se

impuso como algo esencial. Al princi-pio, la reina se refería a sí misma como “gran esposa del rey” o “esposa del dios”, pero tras un breve espacio de tiempo empezó a adoptar más explí-citamente títulos reales como “señora de las Dos Tierras”, versión femenina de uno de los tradicionales apodos de la realeza. Para realzar su posición realizaba actos asociados tradicional-mente a las prerrogativas reales, tales como la erección de un par de obelis-cos en Karnak y la creación de relieves de templos que la mostraban realizan-do ofrendas directamente a los dioses.

Tras siete años como regente, Hats-hepsut decidió asumir el pleno esta-tus real. Para ello, adoptó los tradi-cionales cinco títulos de un monarca egipcio y se hizo retratar en relieves luciendo la vestimenta masculina de soberano. Que una mujer fuera una regente era una cosa; que fuera fa-raón era otra muy distinta.

Hatshepsut hizo uso de la institución de la corregencia de quinientos años de antigüedad para hacerse coronar rey sin necesidad de desposeer a Tut-

Speos Artemidos_c_Einsamer Schütze.jpg La más osada de todas sus tentativas de creación de mitos fue la inscripción que hi-zo esculpir sobre el dintel de Speos Artemidos, templo situado en un Wadi aislado al sur de Beni Hasan.

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mosis III y arriesgarse a una guerra civil. Hatshepsut venció por la fuer-za de su astucia y tuvo un poder sin precedentes que consiguió mantener gracias a que se rodeó de funcionarios dispuestos a apoyarla. Todos, de ori-gen humilde, dependían de ella para mantener su estatus.

El cargo de la monarquía era intrín-secamente masculino, de modo que los títulos e imágenes de Hatshepsut tenían que contrarrestar la cuestión de su sexo utilizando epítetos y atri-butos de los dos géneros. Se llevó a cabo una campaña propagandística en la que se reescribió parte de la historia para legitimar su posición: se hizo presentar como heredera ungida de su padre, Tutmosis I. Un paso más consistió en invocar el mito del na-cimiento divino. Fomentó la idea de que el dios Amón la había concebido y elegido para ser rey de Egipto.

Sin duda, la más osada de todas sus tentativas de creación de mitos fue la inscripción que hizo esculpir sobre el dintel de Speos Artemidos, el primer templo excavado en la roca en Egipto, situado en un Wadi aislado al sur de Beni Hasan. Aunque estaba al pare-cer dedicado a Pajet, la diosa gata, el santuario sirvió, en realidad, para proyectar a Hatshepsut en el papel de liberadora nacional, puesto que la ins-cripción del dintel la identificaba como la soberana que expulsó a los hicsos.

El destino final de Hatshepsut sigue siendo un misterio. Es probable que

falleciera de muerte natural hacia los cincuenta y cinco años. Le suce-dió Tutmosis III, que continuó am-pliando y decorando muchos de los templos de Hatshepsut. Solo en las postrimerías de su reinado ordenó la persecución de la memoria de Hats-hepsut y destruyó las referencias a su persona como rey. Parece, por tanto, que Tutmosis III no estuvo alentado por una venganza personal contra la mujer que le había apartado del trono sino por un deseo de borrar cualquier señal de que una mujer había ostentado el sagrado cargo de monarca.

El templo de Hatshepsut fue obra del arquitecto Senmut, uno de sus máximos apoyos en el gobierno.

La reina Hatshepsut venció por la fuerza de su astucia y tuvo

un poder sin precedentes que consiguió mantener gracias a

que se rodeó de funcionarios dispuestos a apoyarla. Todos, de

origen humilde, dependían de ella para mantener su estatus

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El nombre de Hatshepsut fue cancelado de las listas de reyes, pero sus monumentos y su fama perduran.

La aportación de HatsHepsut aL Liderazgo

Hatshepsut consiguió posicionarse en un lugar increíble para su tiempo no conformándose con ser una “segun-dota”, como otras mujeres-madres de rey en Egipto.

Qué duda cabe de que su capaci-dad de dirección es indiscutible. Fue resolutiva para seguir los pasos oportunos y conseguir su objetivo de reinar, meta ambi-ciosa en cualquier época pero, en su momento histórico, algo casi impensable para una mujer.

Poseía claramente determinación para no detenerse ante las lógicas

dificultades culturales y de lucha de poder que tuvo que superar. El cora-je fue otra de sus características. Tu-vo claro su objetivo desde el primer momento y también los medios que debía emplear para evitar una guerra civil. Demostró visión estratégica y ca-pacidad de planificación.

Hatshepsut fue astuta y lo demos-tró al saber utilizar los tradicionales cinco títulos de un monarca egip-cio sin provocar revueltas entre su pueblo. La enorme seguridad que tenía en sí misma se plasma en que se hizo retratar en relieves con ves-timenta masculina. Rompió todos los cánones establecidos, desde las

concepciones más profundas de organización política, hasta los de belleza y arreglo de las mujeres de la casa real.

Otro de sus puntos fuertes fue la fuer-za propagandística con la que manejó al pueblo. Se presentó como libera-dora frente a los hicsos, llegando a reescribir la historia en su favor, de manera que quedase legitimada su posición. Consiguió ser aceptada no solo por el pueblo, también por el le-gítimo heredero del trono que no se levantó en armas y no reinó hasta que Hatshepsut murió.

Por último, supo rodearse del equipo que necesitaba: hombres sagaces y de origen humilde que la apoyaban incondicionalmente. Podemos de-ducir que no recibiría demasiadas críticas sobre su actuación, lo que supone un grave riesgo para cual-quier persona que pretenda ejercer un liderazgo sin contar con nadie que le ayude a analizar las conse-cuencias de sus decisiones de forma ecuánime.

Hatshepsut se mantuvo más de veinte años en el poder, durante los cuales su país gozó de

relativa tranquilidad y prosperidad.

Hatshepsut fue una de las pocas mujeres que llegó a ser faraón. Si bien no fue la única, y ni siquiera la primera, fue seguramente la que mayor poder alcanzó.

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