Harris Olivia y Bouysse-Cassagne - Pacha en Torno Al Pensamiento

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s: PACHA: EN TORNO AL PENSAMIENTO AYMARA

ÜLJV!A HARR!S

TllÉRESE BOUYSSE-CASSAGNE'

1. Introducción

a) A1etájora y memorizacir)l!

Al llegar a! Oullasuyu, en !a segunda rni1nd del sifdo XVI, los europeos se enfrcntnron a la vez con un::t tierra desconocida y con una concep­ción del mundo ajena y nueva. Como todos los vencedores -y untes de !os espaúolcs )'3 lo habían intentado los Inka- procuraron destruir !as creencias del vencido para sustituirlas por su propia religión y formn

de pensar, Así en un período rclntivamcntc breve, menos de nn si~lo, !a

figura del dios cristiano encubrió a la del Sol. L1 cual en tiempos ante­riores yrJ hnbín rcemplnzado a !a del Viracocha [ \Vir<lquchn l, sucesor a

su vez de Tunupa. Esta serie de sustituciones por parte de los distintos invasores -magistralmente estudiadas por In profesora boliviana Ten.> su de t>'1csa-, tejos de ser automó.ticns, procedieron de la combinnción de dos lógicas: la del vencedor y la del vencido, Este proceso nfectó lns c<:ltegoríns mentales del conjunto de !a socicdr1d, t;mto en sus versiones colectivas y casi inconscientes como en l11s resonancias mtís individuales

que cada persona siente como propíamcnte suyas.

1 Dentro de este capítulo Olivia Harris es !n princípal re~pon~nb!c de la p"í'lrte etnográfica contemporánea, y ThérCsc Bouysse de ln rarte histórica. P1ra contextualizn.r esta parte histórica, ser:'i. útil tener en cuenta d c¡¡p(tu!o de Mmm y lu prirnem purte del de P!stt en este mísmo volumen. {Nota del Editor.) . ~

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218 Cosmovisión

,\!runos c;p<liío!cs del sig!o xn, e::¡.,cdnlmcnte entre los misioneros quisicn)n pcn>;lr en unn <•pi'LT<lr0ción providencial de !us indios)) po1: parte Jc L)H:,s p:na su cv¡¡ngdi7.ilci6n y creyeron ha!lnr much<Js scme~ i:mz:1s l'lllrc hs cn:cnci<~c:. ;mdinn.s y ¡,;~ que ellos tr.1jctc;n_ Sin embargo, los que se cnc;n:;rcm de fn;nte con el prohknw Jc !i\ traducción de los cotH.:cptus nccidnHaks :1 ];¡s lcngu0s ;n:tóctc•¡ns cxpresnl\)ll sin rccorc­cos sus Jificull;Hk:::. Entre cJk,:::, d jcSlJit;l Ludovico Bcnonin, escritor del rrin1cr diL·cion:ni<J Je !a kn¡:u:1 Aym:nn, enuncia de h siguiente mnn~..Tct su pCi'jllcjidnJ :d consider:-n· UtW dr: !ns figuras de esta kngua:

1\íuchas md:1phons :~y en esta lcngt_Ll r<ru conviene aducrtir que aquel 1a lwhlnr,1 l11L'j,~1 r, v cun 11l<lS provecho quL' ~:.,; ,¡comodarc n! kngunjc comun y mdinurio. v __ r:: lntih:d"-u, es nws ordín:1riu que lntí pha11Zl~tl: lnti halantí, e~ nns clnrt1 que no dnir !nti th:¡Jnkhr;\11\Í Destos modos ruct~phoricos, Y exquisitos t':lslarn us;lr de q\l;mdrl en qunndo, para dar ulgun sal, y lustre n la cnci0n (fLnunio. Anotación flf, Pá:-raíu 4. De algun:1s cosas mcnud:1~. Vuc:Jbulnrioj

L:1 r:l~:tHun, indir ¡,, de unil pe>n11c:H•riznd:¡ oh.':>crvaci(Í!l dd nHmdc <!inbi\'nUd, ('\"('Cil si,·mrrc en quien In c'-cuck1 u1w multitud de con¡ex~ ~us, y ~u trnducción <~ Olro siskmfl co:Kc¡~111ill rcsu!til dificultcsn v arrics­i-'·dJ<i. Al cnft-,·;llinsc U)!l b mcuifcq<l, rl traductor lk:nonio !r~1pi·~-z 3 con hs rnismns difll·ul1~1Jcs que el an!n'pólogu cunndo evoca los símbolos. '\111hns é>lllPciurw:. csc:tpan ;-, rcduc,_:iunc:-: Lí,:ilcs, por invo1ucr:11· nnil­tiplcs sirnifi·::1dos y res ;nanci<~s. t->'-t;¡ c-;'---lTCÍClllnl fluidez conct'p¡unl, ;1 h qt:c <J]ud,; el lwy q\IC rd:Kic,n;u-!r'- con los u!ros sistcnws -ex" prcsivm m;i" ~dl:i de la cmT· C'._'njunln ct"mstinryt~ron y constitu->·cn lus nJud,,:-, d~ CX)-'JT~~ión Jc un;\ cuitura dc:::provisw de sistemas Jc CSCI"Í(ur:_L

Cuc:l(nn :1· ILi;!lnwntc i(;s La~;mi tk fl,tc.,sí qut: nnlcs la gcnk sahi:1 ,>uiL,ir, pe¡ que L•s ;¡] 1111 1ncnlo de in Ctlnqui:;rn. les dije-

zk csia CrCL'IJCia nni\cm¡'udnc;l vishnnh;11nns la ccmvicción de que sí ::ahí:lll ,,escribir.·' :t su lll;1ncrn, pnn unnhic~n el recuerdo de la imposi­cióll de utr<l cL!;:.c de cscritun ror p<~ill' (kl vencedor, yn que ,,]il letra n'n ~;m¡-:n~ cntr;t-' S:dJu11u;; que l1h :mdinos pc>SCÍJn gcnuinns fcrrmus de mz·mori7ilCÍ(Íil, :n111qu\' ,1,- cnnccpción distinta a !:1s fcrmas ,-,ccidcnL1ks de: l'''<! Ílur;L S1..>i1 Í;q)],_l',:tc: 1:1:- UiCI'dilS nnmbdns (cfzf¡¡¡¡ Cll

:\ynwr.1. khír11: en Oucchu;l) ~- I(JS oif/o,¡ -<B?OS, ctínraros dibujndos­pmb;d>kmcn:c p-nqlll' L'Sl!1<:: l'\!'rc.:·c-Í\m~·'--. m:ís que otras, ;;e acercan al conL-c¡'ill c'~cvidvnl:d, :1 ¡v:qr de q¡¡c J10<'1;1n un menor graJv de abs­!J:hl'Í(·n: \ll!i\tT· 1lid:1d f\::ru a nuc--;w; ¡':HLTU seda erróneo !imitarnos :1 >:Sl:l'-' f( 'l !11:1'-'

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5. Pncba: En torno al pensamiento Aymara 219

En realidad los sopones wc.ncriales que en la culturn Aymnra f¡¡ci­lílaron el proceso de mcmoriz<lción mn muy diversos. ·\igunos de ellos rlcnen un;¡ gran difusión y dcscn1pc:il:1n un pnpd impnrtnn1c en ia for· madón de un código conccprunl. En !as sucJ,.:d:Hks sin c:-:u·itur8, uno de 1os prímerns lugares donde se pLlsrnn ln munori:J cLJiectíva es e! cuerno: efectívnmente, !os tejidos andinos corHicnen mudw mAs ínfor-­mnción que si fucrnn simplemente una scgund<~ rici. En tkmpCls pasa­dos, én !t1s grandes ocndones rituales se maru,b<l dir~:clmnente d cuer­

po. Durante el sukultu. un rito de pnso, se manchnhil ln cara de ]¡y; niños con la sangre fresca de una vicurw recién ~nniflcadn. pJra signi­ficar la pe.rtcnendo del niño a su grupo: en tiempo de ptCJTilS los anti­guos tomb!én {(se cmhijílbrm" h1 cnro. Como d ritual, e! ¡ejido propor­ciona inform<1ción sociuL Es todo un universo conceptual y simhóilcn que sorprende por su riqueza; en el tejido se puede kn 8 !a vez !a re· g!ón de donde procede el poseedor de la prendn, su riquc?a, su grado de cre<n;vidad y h:lstn los lazus que mantiene con gcnté ,k otrns comnrc;ts.

Otros conlextos vísu<Jlcs, m;:ls nmplios que el cspncio rcducidu dd tejido, t<nnbJén se ofrecen n unil lccturn. ¡\!udii-cmos tan ~ó!o a! v0stu <:spncio constituido por e! mundo que nc,::; ¡-(ldcn: lns cumbres. moiunc~, cnnucijad<Js de c:>ro1inos, confluencias de rh>s Fn todo ello el Aym;u-a no sólo lee una ::::cfla!iznción viul; reconoce l;nn¡-.¡,_<n sus rcluciuncs con los antcpnsados, coll sus vecinos y con sus dir.\scs. l\o se cquivocnbnn

los cvnngclizndorcs cuando vd:n1 en los ritus tc\lrricus una de las raíces m~~ pwfundas de ln !duli1tda. Por eso cC'Il m:is uq::Tnci:1 scntinn neceo:!~

dnd ele horrndos. Ramos Cavilr'r11, no sin ru6n, '-ksc.rlh~~ en t;.~nninns de

dÍt:c!ivíd<Hl y de gran picJad rdi¡,:iosz¡ los cultu-s de ks h:lhi­t;Jn!c:s del Oul!í-\suyu·

De otn1 ofrenda menos (kii1osn usab;m ~es¡,·,s lndiiJs. cu;mdn r<'r ks Apnchct<ls, que en tlnn-sc de lns pcslnil:ls l) u-·i;;, v ponn le~ que (le

clbs: i'.rr3ncabm }unto a la k>c:-1, ?,hndo d ruqro al So\ y l·,m un 8rrojnrins en al!o, ofrecicndolns a los cerros, <1 ;l ](Y,; ;\pachdas o a dioses que en mayor vcncradon tcn!:1n, y curmdo h:1hinn de pn:;nr pPl nqueslos lugares, iban con grnn recogimiento ck <:Of87.\.'ll Jcsu;sos Je <Jf',r<Hinr

al síiio, por parecerles que habi:1n en d, nlgunn tkidad, y que ::;cmcjnnrcs Jioscc; crnn !os que fnvorecinn ,1 los hornbrcs, dando!cs fttCI?Jl'i y l:ts co:-2s

nccesarins. Lo mismo jtJ?:gnbnn de h1s marwntínlcs \' ln¡::_:uFlO:. que cncontruhnn y muchos gustnh;m vivir cerca de estos lugares. (!!i::;tc,rio de Nucsrru So/ora

de Covacabana, Cap. XX!, p. 68.)

Al intentar destruir J:¡s formils m:ís Jcst::1cnd:•::: de esto~ cultos, los cv;n1gdizadmcs no sólo procurnb:111 ncab:H con In q :e CCHJ;-;idcn1h;m idC'· btrfas. sino que trastornaban ad~:m~s las form·as de. lrh·r,_'Jrc;~; en e\ tlcmro

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220 Cosmovisión

y en el espacio, en lns que se plasma lo esencia! de In existencia social Aymara, Destruyendo esta concepción fundamental se desintegraban a Ja vez las estructuras mentales colectivJs y L:1s de los individuos. El Conci­lio de Trento, por ejemplo, estipulabH la destrucción de los edificios ri­tuales en las cumbres y su sustitución por cruces.

Parn comprender la estructurnción del pensamiento Aymara hay que ver todns sus manifestacíones como un conjllnto que relaciona todas las formas de conocer y expresarse. Así, por ejemplo, los grandes eventos rituales vRn acompañados de una música especial, de modo que el año ritual se entiende como una brga composición musical con sus tiempos fuertes --{:onespondicntes a las fedFlS importnntes del calendario, como las siembras y lns cosechas- y sus tiempos menores, que son aconteci~ mientas de la vida individuctl: n<lcimícnto, boda, muerte< Si la música marca sobre todo el compás del tiempo, el teJido es mayormente slgnifl~ cntivo en cunn!o :1 la relación espaciaL Pero los dos, como también la lectura del pnisnjc, expresan, ndemás, las relaciones sociales del grupo.

Estos múltiples modos expresivos se combinan a su vez con formas orales de memorización. Así, a veces durante horas y horas, los Aymara enumcnm las rcalidndcs del mundo que !os rodea, por ejemplo, clut'ante las !lbudones de la C'h'alla. Esta enumeración obedece sin duda a una \'Oluntacl de poner orden en el mundo, y q11c este participe de una ló­gica. Ln necesidad de nombrar dasificnndo es muy antígua, Cieza de León notaba ya en el siglo XV!:

Usan de una mnncrn de Romances o cantares con los cuales les queda memoria de sus ncontecimicntos sin se olvld:Jr que cnrecen de letras y entre los nnturalcs dcstc Collao, hay hornbres de buena razón y que le da~ de si en lo que les preguntnn y que ellos quieren saber, y tienen cuenta del tiempo y conocieron algunos movimientos asi del sol como de la luna. (Crónica del Pcrü, BAE, p. 444.)

El cómputo del tiempo, la historio., h mitología, constituyeron el sa· bcr de unos e:;pcdallstas importantes: los que practicaban «el arte de la memoria». No se sabe aún hasta qué punto esta clase de individuos se encargaba de mantener las estructuras colectivas, como guardianes de la memoria del grupo. Pero podemos sospechar que su rápida desaparición a raíz de la cvnngelización cristiana -pues se vinculaban a los antiguos cultos-, junto con la introducción de un desconocido sistema de escri~ tura occidentaL contribuyó a la desestructuraci6n de la sociedad y a In pérdida de una parte de sus tradiciones, probablemente de las más cul­tns. A pcsBr de todo, algunos fragmentos de la antigua cultura oral han 1\cgndo hasta nosotros, Pero éstos contienen sólo parte de Jo historia más

5. Pachn: En torno al pensamiento Aymara 221

asequible al conjunto de la sociedad, a través de conocimientos empíri­cos, rítos y mitología.

Cuando en las próximas páginas hablemos de una determinada «era)} o «lugar>), esta concreción en el tiempo y el espacio debe interpretarse a b luz de lo que acabamos de explicar. Sin negar posibles referencias a evoluciones históricas en un pasado lejano, hay mucho más. Es toda una codificación de las categorías del pensamiento J\ymara, proyectadas a

r' épocas específicas en el tiempo y a ubicnciones concretns en el espacio. Lo que la mentalidad occidental expresaría en conceptos m.cís abstmctos hn quedado aquí cristalizado en una forma más concreta en tiempos, lu­gares y seres más tangibles.

b) Los Aymara en sa mundo

Antes de seguir adelante conviene señalar al lector uno ambigüedad. Al evocar los antiguos mitos nos adentraremos en un~ concepción del mundo en gran parte panandína, que se refleja en la mayoría de los cro­nistas, aun los ajenos al mundo AymartL Sin embargo, en todos sus es­critos Sarmiento, Coba, Malina, Arriaga, Polo de Ondcgnrdo, Gunmán Poma, aluden n la cuenca del Tilicaca como zonn clave en In mitología. Esta se entiende mejor si nos situamos en una perspectiva Ool!a 2

, la ~..:uaí permite echar luces sobre la lógica interna de tales mitos, y nos confirma en la idea de que las grandes culturas que florecieron en es! a región -cu­yos herederos son los Aymara de hoy- influenciaron probablemente de modo decisivo en la manera que los demás pueblos andinos pensaron so­bre sí mismos y sobre el mundo. Pero la paradoja es que quien pretende hablar de pensamiento Aymara en la antigun época, muy difícilmente puede partir del presupuesto implícito de una cultura Aymara en sus contornos< Para el arqueólogo y el historiador, la época del l ntermedio Tardío, que sucede al gran Tiwanaku y precede a la invasión lnka, puede ser considerada como el período de auge de diversos grupos de habla Jaqi Am (lengua humana o Aymara 3

), los cuales asimilaron, sojuzgaron o marginaron a otros grupos que compartían su territorio. Delimitar tal época en términos culturales estrictos, refiriéndose solamente n una anti­gua cultura Aymara desvinculada de! contexto en que opera, sería histó­ricamente erróneo, El proceso histórico Quila es sumamente complejo; baste recordar la persistencia de di versas len.guas a lo largo de su terri­torio en la época de los sefloríos Aymara, antes de la Conquista, Para

2 En este capítulo utilizamos el término Oul1a en su sentido nmplio, equi" wllente a lo que los Inka denominaron Qullnsuyu y Jos españoles COllao. No nos restringimos a! llamado Señorío Qul!a,

3 Ver el capítulo de Marlha Hardman, en este mismo volumen.

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222 Cosmovísión

entender entonces la Villidcz de b;:: informnciones encerradns en los an­tiguos relatos, así cc>mo !a !ógícn fntimrl que se desprende de ellos, h<Jy qoc tener en cuenta constnnt<:mente qur- h antigua sociednd Qulla, más :~un que b nclun!, crn p!uric~fnic<~, y que si hubo un npogco del grupo Aymflra 6~tc no f'lJCdc dcsvincubr~c de In evolución Je las dt:"-n1~s ctn!as.

Los estudios de i\lurr<1 hnn dcnwslrndn que el Lupnqa, pa~tor de al­turn, ;lllú por lc's 4.000 metros. nplf'Lrha rnaindes y cocaks en valles ilJn<l?.Ónicc's y p:1cíficcs. Sus viajes rq~¡¡J;ncs imr!icnbnn e! conocimiento de rll((lS trndiCÍ(>JI<l!cs CJ1lC' pi1"Clh;Hl rcr Jc)~ fllÍSI110S vados, por Jos mismOS

ccllnclos y rnr lo;:; mis.nws r\0~. Trdcs T1lO\ im\'~ntos se rcnliz;ÜJan en de ter .. minnchs. érllCil~ (kl ;ú1n v l'h~{kcí;m :1 h perind1Tncí6n del cnknd;nio

agncci~L A~í. d,'nlrc.l de lo qu,_; pcdiÍ:lilH'~ !!Jnl0r el espacio intcré!nico Lupaq;\, e\ pens:Hnicnto pudo :1plutin;n en un sc>lo enjnmhrc de írncígcncs ;¡ en un :.z1ln conceptu el tiempo par<\ ir d,, un pnnto a otro y el espacio vi:d de los distinlü5 n11ns scg11ídn<::. ;\ '"r como hoy la dis.ülncía cnrrc difcrcnks lup:n-cs siempre :'t cxprl':'D en l\~nnin0s dd licmro pnrn cfcc­!uJr el vi;1jc Todc cslc cDr-í1ulo n'\Cl'-lr;H:-t cé'mO la íden de! esp<tclo e.c;tá cstrcchiH11C!llt' vincul<Hlrl Cli11 Ll dd ti,·mpn Pero ¡o que hace en partr"

uri¡!in:-11 nl pcno;;nrnicntu (!· crgcminció11 ~i'cícd) de cadn grupo rmdino es que, e11 vo. de oricnt;:Jrse únícJmcntc con rcfcrcnc!a nl!icmro y al e<:p¡¡cio del ¡:;rupo propio. como ocurre en i:1 nH~'tlrí(l de l:ls cult>Jras, tk-.ne gran p]:J:;tÍcidnJ r,\r:! [(>11l~1r Cll Cl1Ci1[;1 ~~ 18s dcmri..<: etniaS de !a región.

Vc"-mOs l'll cionplo. sacado dL'! yn mcncion0do gruro Lt1p<Hj2. ni S.E. dd TifÍC:1C:1. rduchc: productos COli."-'Jinidus ror este grupo ele p;lstorcs­Df\rÍrultnrcs procedí~l!l ele !os vnrÍos c!im"s v sitios dispersos. a veces leja­nos, aUJHjUé C\.'ntrni:Fiv-; por el grupo. Pt.'H) habín proJue1m p1·ovcnientcs de Ptrus grupP\ ,'tníco:-; q11t prúc!lccuncntc cmn¡-,zntían el rniStTlC territtwío cetl!r<d Lurn(p !\'r cjl'nlpk'. el pcsc:vl() v l:1s ovi1s de los [1<ttos se dz;bfln en L1 7nrn hcustrc Clm!Ípl;l n;n!t\'bd;J p1•r ¡ilS Uru, aniiguo.:: pc:;cndorcs nóm:1dz;s p:HC.I;J\menr.-c ~crh:-n!:lriznd~):; v ]:1s hicrbns o hs ani1nnlcs de c:m1 crccinn m<i" ;¡rrih,1 de l:1s 7Jl'P5 d·' pilstorco LupJJ¡;_l. p(lf las ;dfns punns Jc_ond;__' pcrq'rin;lfnn !v; Ci7'ldnrcs Choque! a [ChuqilnJ. ¿Cómo cntrcnon en cnn!;tclo c.stos purL'S nómad<ls con l<ts pnslorcs­ngricuítorcs? /,C't'm<\.'• cmrCJ.:nTm a csi:Jb\cccrsc los Lup;lqa en rc,¡:::ioncs t<m' ;:dcind;1s juntn C(lll (>ir;¡s cln¡ns? ;.Se ir.JI(l \k c·x¡¡cdicioncs especializadas y C<,f;H:i(lna)c,". u de intc!e<nnbic1s Ulflln pt·:icticos como simbólicos en dc­tcrmin<ldus sitíus \' ~~rnus dd of1o?

Prcp:u!1Uls cnmo é."':l.S, t8n rclcvtmlc::: en !:1 rrcl1i.;;toria occidental j)fllél

cnkndcr la f¡li'IWtcíón de hs c::-,fruc!ur:l~ c~pncio-temror<llcs de grupos en

cC'nt<ldo, est;Ín ;¡Úil sin cuntcc,iz;r en l:1 rcgú)n nndlnn. Sin cmbiugo, <:1 lo l<trf(l de este GlpÍ!ulo \-eremos que ];¡:.; rC¡'t·c~:cntacloncs sirnbó!k;¡s tonD­

rcn en cuenta l;mto ln CIC1ip0ción dio;;¡rcr":l del icrrilorio ((en archi¡~i(~]a-

-

5. Padlil: En torno 2\ pensmnlcnto Aym<na

gos)~ por porte de un grupo étnico corno !8 cmnplcja ocupación multi­élnkn de un mismo territorio.

Si b ínterprctnciÓil de hs antiguos mítos i\ymnrn ya es cornrl,_;ja, por rcvc!:1r unn m:.ncrn cspccinl de pcnsnr el mundo y un proceso de idcntld<td or\g\n:d, ln situación se: complicn nt'ln m;\s ;1 pMtir de h Con~

quist3. Cabe preguntarse de qué rnnncr;-1 CSIC!S códigos de rclllL\oncs so~

ci¡dc.s y estas e:;tructurns de ¡wnsnmic·n!o cninl(lJl en cnnl<lC!C'. n pn.rtir dd siglo X\'1, con !u<:; cn!q~oi'ins del pcn~;;nnicn\o tXcid('HlnL fruto, a su V('Z, de otro prnccso cultt!r<d, de_ dar c-\r;'< dd mun­tÍLL P2r2 rcfcr·inws tnn SL'rÍo ;¡ h funna in<Í" cnr:i,:tní"lic:1 de u-d proceso, ¡,cómo se cnc~tió la rdigkn nndina con !n ;·-¡ iqi:Hn?

e} Las traduccionc" de fu C1'C1!1p;cii::.C!c!OII

A! h<lh\ar de \a mcuífura y Jc !<lS diricultnd,_·c, en su usu. íkr!cnio CYO:.:<l probkmas mris n1ncrdt)S de 1r::vh!C'ci1\n \/,:remc;s n( cstudi<H lo:> mito~ que esU1s dilicu!tndcs c\i;cten por igcu1i en l:ls trnducc·ioncs nl Ay­lll<lrH y ni csp:1fwl, rucsto que t:-Jnlo la conccpci,'ln del mundu uccidcntn! corno la Ayrnnru procnlcn de un sistema rnetafó1.1cn. lkr!Oniu c:,(;Í en el corazón de esta prohic'rncític,'1 pcr ser rrl mi~mo tiun¡'o nu!ur de un d¡c­ciOni1rio y misionero. A pcsnr Jt:: las notorias irwdccuaciuncs conccp!mdes existentes entre ?.mbas !cngu:>s, encontnHno:;< .',in cmhngo. en su dicciu­l1<1riO trnducc1ones Aym8ra de conceptos cristinnos. como: paraíso, in­fícrno, pecado, snlvnc¡ón, p3ra citar tdgunos de lns m.ís sign;[ie<Hivos, CV'\;r sección 6 (\(Í capílUlo de l Janlman.)

Como dijimos, lus ev<mgdi?.CJdorcs h:-~hhrnn de \(-¡ pusdli\illad (k que en bs rcgümcs ;lutóclonas hubiua eonccpiV'> sitniL11·es i'l los ~uycs. Pero p;nccc evidente c¡uc no h~1bí;1 pr;u1 cntTcspundcnci~1 ccn la idcu!ogb. cris~ ¡;nmL A propósito de h1 noción Jc ptGldo, CL'hl escribe:

.'\ccrcil d~- los cuento-o que h~111 de tener pnn !iknnlar la g!ut·i;:¡ y las cuipn;; por donde ~un condenados, también di::.pnr<lll, porque dndo que con­venían en qttc los ma!os se condcnc1ban y lo" buenos SG salvnbc111, no ncu­i:>bnn en scñnlor y distinguir los buenos de lns n1~dos. Porque le:; pcrsn:~dió

el demonio que !os nobles y gentes de cnlíchd nunquc fun·~n de ~~ostumbrcs derravadas cnm buenos y no en< posíbic poderse c0n(kn<~r, porque d in­fierno solo era p3rR los hombres bnjos y sin ci11id:~d (Tlistoria del Nuc1·o ,\fundo. De {as opiniones que tul'ieron éslos iwh'ns en lo que tpcn a las animas ~, orra Pida dr.spors de-s! o, BAE, t. 2, p. í 1,1_)

L0s !rnduccioncs que entonces se dienm a h trilq!Ía c\clo. ticrrn, \n­flcnw nu deinn de plmücar intcnog<1ntcs en cunnln ;l su grmtu real de intc!í¡r.\bi\i(h.J por porte de los Aymnra LJ ti en ;t vino a ser ampoclirl

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224 Cosmovisión

(es decir, el pacha Cil que vivimos), el cielo alaapacha (el pacha de arri­ba), el infierno manca racha 4 (el pacha de abajo). ¿Existía tal esquema tripartito antes de !8 l!cgnda de los españoles?, y en caso de que existiera, ¿cuál crn ~u significndo? Hastn ahora no hemos encontrado pruebas fe~ fwclcntcs de tnl existencia, pero tanto ln mitología antigua como lBs creencias nctunles sugieren, como veremos, una serie de hipótesis.

En los escritos de Cabo ~que muestnm un interés de estilo moderno por !as crccncins nutócton11s- npnrcccn muchas contrndicciones. A pro­pósito del infierno dice que:

el lugar del lnfierno dccínn cstnr dcbnjo de la tierra, y que es muy estrecho y nprctado.. cst<1bnn persuadidos a que hay infierno para los malos.

PoclrÍamos deducir de nhí uno <Jdccuaclón concepttwl entre esta vi~

sión y la cristiann: nmhas lndicnrían una misma ubicación y quizá una misma función. Pero ya en la cita anterior negaba una división entre buenos y maios, y más adelante constílta que la gente en los Andes no entien-de el signif!cndo del dele y del infierno cristianos:

Si es que ya sabemos que no se hltlló entre todos estos indios nación que trat;~se de la resurrección de ln carne, ni por 'alguna via creyese que los cuerpos hnn de venir a ser algo jomns.. y como no entendiese que hubiera mtís que cíelo e infierno, no hncínn sacrificios y sufragios por Jns ánimas úc los difuntos, dnndo por rnón, que si estaban en el ciclo, no lo habían menester, y si en el infíerno no ics nprovechabn. (ldem, p. 155.)

El pensnmicnto occídcntal procede de una concepción lineal del tiern, po: el mundo nace de unn génesis y se cncflmina hncia un juicio finaL Esta visión se combinn-n su vez con una jcrnrquiznción de los ircs espa­cios que componen e! universo: e! cielo csuí encima de la tierra, el in­fierno aba.lo y nmbos son posteriores n la vida terrenaL

No es seguro c¡uc el sentido nndino nbnrque una mísmn serie de con­ceptos: por lo menos los escritos de un Cobo nos incitan a la duda. ¿Qué significa este manca padw, apretado y escondido, bajo la tierra?, ¿quíén lo habita?, ¿cu(lndo? Las mismns preguntas se pueden formular también para el cielo. Lns traducciones que Bertonio da para 'cielo' son significa­Uvas: distingue el Mdakhpacha, mornda de los santos>> del daccampu, el ciclo desde las nubes hasta las estrellas inclusive y también donde vuelan los pájaros>>, que describe como unn especie de 'cubierta' sobre la tierra, Las nubes, estrellas y prijaros fonn<m parte de esta cubierta; pero parece que el sol y la luna cslrin más al!J.

4 oka 'este, nquí'; pfoxa, a!aya o alii 'nrribn'; manqha o mii 'nbnjo, ndentro'.

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5. Pncha~ En torno al pensamiento Aymnra 125

d) El concepto de FACHA

Otro vocablo relacionado con el ciclo en el diccionario de Dertonio es pacha (pacha lliklwti 'estar muy raso el ciclo'; cfr. laccampu llukhti 'serenarse e! ciclo'). Tanto en el Aynwra como en el Quechua del XVI

paella en este sentido se reflcre a la luz del día mfis que al espacio preciso donde vuelan los pájaros, y es!n acepción es!:l obvíamentc vinculada con otro significado de pacha, a saber 'tiempo'. Este es justamente e! primero entre todos los sentidos que señala Bcrtonio para este vocablo:

Facha: Tiempo, Miccapacfta vel Nayra .. Tiempo antiguo. lluccapacha lwtatha, Vernas [vendrás] a tícrnpo, a tnl hora, señalando

el sol. (!L 242.)

En el último ejemplo quedu clara Ja 3SOCHlCJOJ1 de racha o tiempo con el sol, que es el elemento primordinl en la experiencia y la medición de! tiempo.

Pero el concepto abarca a la vez nociones espacinles. En la actualidad pacha puede referirse dircctmncntc :l la ticrrn, aunque parece evidente que esie u~o deriva de Paclwmama, la divinidnd p:mandin;1 de la fertili­dad del suelo. En e! Quechua de! XVI pacha yn tenía este sentido de 'sue­lo' o 'lugar' de acuerdo con ._4:! vocabulario de Gonzálcz Holguín; en el Aymaro: antiguo, a diferencia del actual, esta ncepción no se encuentra, pero la orientación temporal y espacial ya están estrechamente relaciona­das, Y ya en el xvr los evangelizadores utilizaron el concepto de pacha para expresar su propia orientación espaciaL el cielo arríbíl y el infierno debajo de la tierra.

De hecho pocha abarca una gama muy nmp!ia de signifkndos, y no es nuestra !nlcnción cntrnr aquí en un análisis pormenorizado de todos ellos; pero aun dcjílndo de lado sus vmios usos como sufijo, es evidente que incluye ia noción de totalidad y ubundancin. Por eso se hn trnducido no pocas veces al castellano como 'universo', concepto occidental en el cual quedan incluidas nociones tanto de tiempo conio de espacio y evi­dentemente de 'universalidad'. Peto nos parece que· éste no es precisa~ mente el sentido de pacha en el pensamiento Aymara; el 'universo' no se concibe como una totalidad indiferenciada que nbarca todo, ni como un flujo primordial, sino como una composición, un .encuentro de elementos igtwlados u opuestos. La abstracción implkitn en los conceptos occiden­tales de tiempo y espacio no se encuentra en la metafísica Aymara, cuyos conceptos parten de una clasificación concreta. Así. como para enfatizar· lo de manera tajante, Bertonio escribe la frnse 'Todo el universo mundo' que incorpora justatrÍentc la idea occidental de tota!idnd, pero lo traduce

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226

por ¡msi S11í/, o ~ca 'lw: ru<Hro di\·i~ic'ncs que componen e! todo". Y CJSÍ tnP1bién racha l'!l :--cntido de tiempo no ~e refiere n la etcrnidnd nl a un;l suc<..'~·IÓ11 inf"lll.lt:l de monKnf(15, 5inn n épocA~ dclimi!<"1chs y de dunl­ción cspccíficn. Fl <tf"1o. por ejclllplo, c~t6 diviUido c11trc el ihaya pacha, !uri pacha v ja/fu flOcho. !0;:, lTrK:ls n':::pcuivnmcntc del fríe', del calor v de. !0 l!U\·i;l. Etl ~u cc,nccpiuni!z.;¡cíl\n dci p11s.ado lo:; Aymarn !;lmpoc:o ~· Picns:w en un muviHliC\l!ü lln\::1L s\no en una serie de edades, llnmad<:1S también pricha.

Como CCIIlSCCt!l'llCia de tc'do lo cli.cho, lll.1C"Sl r<1s prq;ui1!8.S e !ave pi1rn comprender cslc. puntu ccntn! y or¡:.:wírHJqr de !a cosmovisíón Aynwra ~or¡: <·.De qw' nt:lliU;I 1\'S :\~nwn se ~Í1H<Jhm y se siiÜ<In hoy en día en este nwndo "de di\·isil.lfL's'? ¿C_'ímo piCP'<In sobre el p21~.ulo y d futuro7

;,Oué eran \. <.:1_1n las cJtcg\1ríns que cpmponcn el espado? En primer !ugn cstudi:n·cm:l.~ !:1 rnill•luf~Ín :1nllpua que se: refiere a las di:-,Unt:cts ·:::dadcs del mundD. v ;:¡ h1sc ck C\(l' nnfdisis dd pt'll5:Hnicnro nn!iguo con5idcrnn:'müs la fornl.~ en qu': los Aymar;J cbsific:m \" <;(; sítúan en el mundo hoy en Jí:L dcspw5s de cin..:o síglns de c;·;mgdiznción cristiana.

2. Espacio y tiempo en !a mitología antigua

Sq:\.in l;\ mih~lop.i" qul"' CClnoccmcs J,'''r \ns cronísL1~ dd si¡.~!c xvr, cnda di\·i.:;ir'n tl.'Pl!'UI';ll o ;.'é-t:i \"¡p:;v\;j :1 un esp;¡ric1 p;ntic:ubr. Se p<Jdrí:l pcm:1r q\lt: 1u~ mitu<:: no cnl:i!:11l \r;:; uhdcs entre si ':i a primen! visl;l \1l'dr\:mws supl'lh'r c¡n'2- se tr;1ta 1k rchtos referido;;, a ticmros hclc> rc..<f:,;llC'OS que ¡v1sccn h::; c<rcictnístic;¡.:; dci C'Tacio en (j\.lc se inscriben. f\:rn en !;1. rncdid:1 en qtiC lns diYCJ ~;;_1.c: cd,,r_ks forman u m\ crom•logÍ3. es dccír rc!:lciu!\:\n \11D :;e¡ ic rL- tic m pe''' L'T;¡cios y caracteri7.ncinncs, po­dcmo:: sup!'IP,:r que tv•.k' d ((•niullL.l cnrrcSp(mdc n una ll'g\c;l .. E~>t;-¡ lógi, en :;uby;Kcnk es L1 qlic nq\IÍ intcll!iHllns Cllnlprcndcr,

l .. <i J1l;lW'rÍ:l ck k'S cn,niqns ((\_,hn, S:n·mícntn, i\l()lin:1. Cicz.n) dcsignan­ccmo lu¡::u~r prínlitivn ¡;¡ \sl::1 de Ti1icnc~1 dwy J.:;ln del SolLO T\wzmnku, cuw1 nombre A\·m;n<"l. Tayri Oala, :-i,r.nifio la ricdra ccntud (Cobo. ca­pit.u!o XIX. p .. Wj). \'eremos que c::!c !uf!nr no sf. omforrna con !a idc;l ~le ¡:fnc_c;i::, ;n¡nquc en !;1 hoca ~le le,:; crnni~t<lS :lp8!TZCfl como lug<1r de !<1

Cn.':lcÍÓtl, L3 fíf:'.Uf:l c\()minnntc. de estn nrin1cr:1 nhd es ln del dios Tunupo, que

Tcrcs:~ dz~ ~k<:a c:dtf¡c~l de adi(1~ ;¡ytp;>rn n'lcqc y pmíficnckn', rchc!o­

n:índoh~ con el fuc~:.o v \::¡-;,; uurcl0t{<.:" vnlc-;'¡nic::lS. T::1niL' pznn Rnmos G;¡-

5. Pncha; En torno al pensamiento Aymi"lra 227

viLln conw pnra Sunw Cruz PadElCuti, lc1s nndamns de cs!a dlvini\.hd se vinculan con d cje. acuático (río /\z~ng;¡rcl, lugo Titie<lca, Dcsagundcro, lilf:,ü Poopó), y nwyonncntc con la wna dd bgo y con Tiwnnnku. f,.fcsa muestra que Jos cultos ac.u;íticos rc!acionndc1s con hls ilntiguns culturas bcustres (Uru, Pukína) son muy ;mtíguos. conw 1o es tiunhién !a época de auge de Tiv.'<Hl<Jku. AutF¡lH.', de nK!Il1Cnto nos in!crcsnn mós ]Js cstruc­turfls de pacha, nuestro anü\isis dt. !;·, mllolof(Ín rcrc\nrú cómo l8 tn:u.lición

ora! es en gnm parte e) depósito y el cri<::u) de ];¡:; trndicloncs hls1óricns Jd mundo m1dino.

En 13 relación de Bcnubé c(lbO, (•.;:.L\ prirncr(l edad apMCCC. como principio Je !a mu!tip!ividnd y de ia divcr;;iJad de !:1s culturas:

El criador formo dd barro de Tfgu:l!l;")CO bs n~v::'1onts h>d;1s que hny en esta tierra pint<mdo a cndn uru el trnje y \·c~tido que había de tener y qoc asinü.smo dio B cm)¿\ ni'lción ln lcngu<I que h:1bia dté cnnt:1r, y Lls co" rnid~1s y semillns con que h::>.bia de susff:nj;Jrsc y que hc-cho esto, les nlandP 5C sub¡escn debajo de tierrtl, cnda n11ción por ;..i. pMn: que de alli fucst'tl n sa!ir a las p3rtcs y !u.g;,rc~ que t"! le~ nwnrl:!:;C'; y que unos Si"l!ieron de suelos, üfi"OS de cerros: otros de fucnl,cs de !agunas ele !roncos de arbole;., y otros [ug<H"CS, (!d., cnp. [!, t, 2, p. 151.)

Lo que enumera cntOJKCS d mitu ·"''!\]¡y ;¡f¡iht~c•s simhól\cus ··-·n~:;­

iid,:, kngun, cnnto, planta ccrcmuni0l, hu;Ka ( wo!( 'rd·-- que constituyen lus s¡gnos \"i:;ihlcs de la ídentidad dl' cnda pyu¡~o. Para 8\ud.lr tan só\o H

L1 mt'hiC<L s;¡hcmos que Jun en !n ~·pocn !nkn. C\l:l!ldu en el centro ccrc·

nwn!n! de h hla del Sol se cclcbrnba el Inri , c1dn grupo badaba

n su usanza:

-

Los rn~'lc.~rcs baihbnn rJ¿> L!lli1 maneru, !os guerreros de o ira, y !o~- ! ncc\S

de otra y cndn nución en su~ bJiles se difcrcnciuba de los otros. (Hnmos CJ;¡vl\{!n, OfJ. C!l .• p. 8J.)

Esta primera ed~1cl cvocn L1 clivcrsidnd y la multiplicidad mediante unn Jógícn que rc!ndona a les hombres, a sus !ugnrcs de origen (p(rcarina,

¡)(u¡rtrimr), que son los li1gos Ls fuentes, etc., y sus dioses con un centro primordial o tay¡Ji. En efecto, IJ rnu!t!tud de k<.s culros locnlcs reprcscn­t.:Hios por las huaci!s se hal!nn vinculados en primera inslnncia con la ricdri1 Central. De csfn fonm1 e! csp<Kio mítico del grupo y su riempo ~e rdm:.ionaban con d taypi: !;¡s lnwcas, en cfccro, eran objeto de: un ctd1o 2l nntepclsado fundndor y, a! mlsmo tiempo, descrnpcllaban fundo" m:::: nstrológicas y Dsrronómicas, indispcns;:1hlcs pra el funcionmnicnto del cn!cndario agrícola. Esta primera edad contknc en sí dos f;::¡scs y dos

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5. P.achll: En tomo n! pens:>miento Aym;¡rn 229

espacios: pasamos de un estado de conu-:.ntración en el taypi ;¡ un estado de difusión espacÍ<ll (pacarirws, huacas),

¿Puede entonces considerarse e! tayí 1i comn un microcosmos potencial <¡ue daría sentido al espacio y al tiempo y a pnrtir del cual se irían difun· dicndo los diversos grupos? Ejemplos sBcndos de In rcnlidnd Ay·nwrn con· iemponincn dan mo(ivos pnra pensar que .sí: en S<1b:1y~~. con1unid<:HJ es! u· diaJn por Gí!lcs HiviCrc ( !9R2), en];¡ zona dr Cnrnng.::ts, existe un edificio sagrado situado en la línea que divíJc el tfrriturio comunn! en dos mit<tdcs y representa el lug:lr de erigen y microcosmo~;. [! nornhrc que se Ja a este s;mtuario -Pusi suyu- es sign\Íicn!lvu, Por un<1 pnrte evoca el nombre dd lmperic lnk<.l T;:nvnnt\IJSU\.tl, cuya ctimo!of;Í<l es id{·nticCt: pusi (cuatro) suyu (división); y por otr:l, como ya Uijimos, e! sentido de est;¡ p:1labra en la !engun antigun ntt el de mundo o de universo.

Es m(ls dífíd! cnconlrDr prucbils de !n rebci(m toypí, microcosmos en tiempos remotos. Sin embaqw, yü en la époc:1 en que dominab:Jn lus señoríos Aynwra (Intermedio Tnrdio), el cnnjun!o de! territorio Qu!la estaba dividido en dos pctrtes (suyu) que CClJTc<:pondínn 3 1~1 vez <1 divi· sioncs ecológicas y étnicas: el Urqusuyu y el Unwsu~'ll- Urqusuyu corrcs­pondín a !os cerros, ;-¡ lo mnsculitw y ngrcsivn; Unw<;u.vu n lns rq::ioncs bnjas, ul ii)J:Wl, él lo femenino y a !o fcumdn, L~1 !íncn que purlífl en dos e! terr¡torio y nwrcsba esta división se confunJc con c1 C'jc 3cuútko Qull<:t, zona privilegiada de e-sta ptimcrn ed:-~d míticn.

De Jos lw!l<1zgos de los J¡rqueó!ogos y de !ns ctnohiskni:ldorcs entre· snc<1rcmos los sigttícntcs puntos referentes nl taypi, a~;Í c'-"'mO una serie de lr\tcrrog<:wtes. El taypi acuático es e! hábltnt de ~mtiguas culturas que ndor:Jban ;:¡ bs d!vinldJdes lacustres:

Puqu!nn Colb, Uro Colb, sDnificuvrm cun c::l!'nLT(lS bhnc~'s de cuy-ro y bnxilln de barro y nHiclw chicha de cnn:w;:, y mornyn y mullo, comidns y pcscndo fresco y seco. Ech:¡v,an n la lagunn de Poquinn y !o consuminn. A ln unen de Titkaca sacr'¡f\cnh:m ron mucho oro y p!nta y bcslidos y con veinte niños de dos aflos. (Gu<1miín Porrw, p. 273.)

La mitología antigun de los a!tiplónicos se npodcrr1 de este espado y hace coincidlr !3 ruta de Tunupa con. !n de lns nntiguns dc\d(ldcs. Tunupa, i·c!ac!onado con el rayo y con e! fuego, es seducido c:n Copnc:Jbctna por mujeres peces, M{ls a!!á Jc J¡¡ refcrencln ;1 nntiguHs poblncioncs y a sus vencedores, nos prcguntnmos en qué mcdirln. e! tayri permite ln rc-uni(m o b seducción de dos elementos que normrilmentc son <mUlg<'inícos, como el fuego y el agua.

Tmmpa nparcce en un nntlguu lugnr ;;agrndo, Copacnb<Hl:J, muct-c en el Titic<:tC:J y, siguiendo el Desl<gundcro, dcs;lparccc en c-1 lago Poopó ,...,..,

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230 Cosmovislón

«donde ~e unlkn hs :lf!U<lS por l<~s rntr::nl::1s de la licn·a}> (Rnmos Gavi­l~n. p. 32L De !a rni:->~JD manera en Tiv,:8n8ku lils naciones se sumÍiHl haju tierra y rcopílrcchln en sus pocaril/(ts. ¿Cómo estnrf1 concebido un cspncio que permite estos pasajes Sllh!crr:íncos?

hl La ('dad del PURUMA

E\ tic¡npu que ::i.etiC inmcd'in!nrH'!lfC a la primera ed;1d es d tiempo del Puruma. Junn de Snntn Cn1z l'nck1uHÍ escribe 0 cs1c propósito;

tJi¡_cn q1:c ('n el tivn1¡-o de f'WIInfYicfr,-¡ l!idZJs lns naclonc;; de Tnun1HÍJ1· s11yo bcnic-n··n de h;1ci;1 ;nrih:1 de: Potpc.:.::i trc< o ctlatru excn:itos en k)nno d'.: guerra, y :1s1 los lK_n\cron p0h!;,nd(,, \<)!lJando los lug<1res, quedandosc cad;\ vno en lugnrc::: bnldio~; i1 c:;ll' !Í~'nlpo se llama cca!luc¡wclw o tutayacho(-f;o; v ,.-z<rno c;HLl vno cop:icrut\ lu¡~<HCS bcddíos pal'a su;; hcuicndas y mumd;l< \.'~k> <.e: ll:tm:m t'llrunri~<·ho racu!ptil¡, este tíctnpo. {!\c!adon de Anti[!!H'dod<'S rk,dc {?,,-no del !'cru, !1.'\E, !'- ::U:\3.)

Un hrC\T c·tUdiu del lntu Oucchua de S;mia Cruz Po-cho.culi pcnn\~c d,__•:-;f:Jc~u t!H<l serie (le ('{lJ1!lillacioncs, todas !igacbs enire ·~L qní.~ ~-e rcfl~:rc11 Ll!llil ;J\ c~rncio ('t'nl'l <l! lic1npo Jc cst;:1 segunda cd;1d:

·\ntt~ wd() <:.e 11 <H:l (k un nwwcTti'' d•· lu1 difusa, como !a que corrcs­r<mi_k .,¡ ;11\('Chc(_cr ( tnl1do Q((;\11"'.'CC el ciclo. En U{ri\ r:'lrtc de su cróni,\:;1

S:1nUl Cruz !';11_ h'HYti <lil·c: «No lnhi:q1 :::.e¡:urldnd de ;md:n nnochccit:n­du''· \'el signifiv:1du r¡·inc·ipal de ]a p;1l:1hrn tutaya11 ¿m(C~ citadn es rrcci­<:;:nw.:-ntc r(;moch•:cu·,_

E! diccicn:nlc> de tkrtuniu nP_s d;l h:; cc•rrc"J'Ondenci:ls en Aym<lrll del sitdc< \\ 1, c11 i:h que con h''" ·.m!u ¡,_ncs, 0parccc un nl\C\'0 tC.rm'¡ .. no· cc/)(n!lucrc ¡l·!t'om(d\aj:

Ccl!mnaru. filiO !nkiu'l: F curn. e• c'·,·¡¡!''ldnzL Cchamacaq!li¡'tntfra Cq::-~r el qnc \'Cv:1

Punnna. \el Ccíwn¡o,-·o rar·íw; TicmpP if'1tiqt!Í';~imo. qnnndo !10 ii\l!i1 sol, segun im<Jginnu;\11 los indios, ni muchn~ C<':1'1S deh>s que ny n-gor1.

Puntmtl Íw<¡w·; ¡ !('ll1hrc pc'r ';t:['~'l:tr, que no tiene Ley. ni Rey. Punnw1 C,nlH!lll.'rl /ul!jiiC: E! que nn ;¡;:v.d'.: a las obJigacÍC'dKS del ¡wcb!o. J'r¡rum,z C(/ltnl; (::l!ilCrn !llnmnj que <1l.t!f no ha :;ido cnr¡_:ndo. l'unmw l'r,u¡ul_'; Ticrr;¡ por [;¡brnr. + o !0 que ha mucho c;uc 110 ~e

!abt~l. 01 7(', 27S.l

Punm c1 ruruma ~on tierras tk bn1 !~uho o dcsérticils. ¡\ c.stn noción q11cUa ¡¡sori;¡d;¡ t~1mhil~l1 la de vlq!iniíhd v por extensión b de salvnje y In de libre; ~lc;Í «L1 muicr vir['cn". ,,h \'ÍCuñ:1 sin cnan), ,,e) pez nun­CCI pcsGldo'', <'-h pL:mt:-1 salvnjc}' SDI1 rcpulndos ¡mruma_ El puruma, hom"

5. Pacha: En torno rd pensamiento AynHJra 231

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232 Cosmovisión

brc de hJs tinieblas, queda definido corno ?<e! hombre por sugetnr, que no !lene ni ley ni Rey)}. En ciertfiS nccpdones este mismo vocablo es sinó­nimo de chuqifa y !ari!ari, o sea de gente <{címarrona que vive en la puna sustentándose con !n cnzi1». En resumidns cuentas, podemos decir que hay un sistcmn de correspondencia entre el cspncio (oscuro, desierto, salvaje) y ln socicdnd sin estado, el mundo ele los cazadores. Esta tradición oral dn n entl'ndcr qtJc n In nuscnda del sol corresponde um1 sociednd salvaje y unas ticrrns ycrmns, y, en cambio, lJ presencia de1 sol significa el des~ arrollo de una socicdnd que vive I<Ctl policía)} y que conoce la agricultura.

El mito de puruma. wari, lari t\cnc muy larga vida. Para el siglo XVI

!a versión mós conocida es la de Gunmún Poma. Se refiere al tiempo en que las cosas empiezan -----d ccallac pacha de Santa Crt!Z Pachacuti-, y a propósito Jc ln gcn!C wari, dice que nrcn;Js conocían la agricultura, no snbínn tejer y vivían en UlSJs como hornos. Una versión moderna del mismo mito, rccogiJ.;¡ por Oblltas Poblcte, nos cuenta que el wari es un hombre rublo con cuerpo de vicuñn, que en Aymara se dice cabalmente wari.

Otro milo muy difundido en b nctualldnd hab1n de la edad de los chullpa, nnli.'riorcs a ln ngricultnrn, n! so! y rd estado; vivínn también en la scmioscurid::td. Se contrapone nl fnka tim¡m, que ya es una sociedad Huminnda y t<en policía)), posterior n ln edad Awqa de que en seguida hablaremos.

Estas rcprcscntnc\ones en lns que el mundo cósmico y e! mundo de los humnnos viven en cstrC'cha depcndencin constituyen probnblemente uno de los funrbmcntos del pensamiento Ayrn<lnL Esla correspondencia <~cla"

ra muchos aspectos de la JógícH de! tiempo mítico y de la vida sociaL Pero hny mis: h dicotomín que acsbnmos de enunciar --cazador-salvaje vs. agricultor,sodcd<HI en policía- pbnfca un Jnterrognntc sobre la fun, ción social, y casi poddnmos dcclr políticn, del mito.

S.<Jbcmos que los i\ymnra dcnominnbnn chuqila (sinónimo de puruma) a los cnndorcs de nltur-a que ntín en el siglo XVI vivfan en el reino Lu· pnqn. Se les consideraba guardinncs del cullo ele las wak' a y dotados de poderes sobrcnntura!es. En esa époc-::1 ya qucdnban pocos en este grupo, probable resto de una antigua poblJc!ón, tnl vez UnL En el señorío la· custrc de lr.s Lupaqn. más allá de los 4.500 metros las tierras eran de· sicnns, ln np.rlcultura estaba prác.tlcamente ausente y ]:<J única actlvidad posible era ln caza de v!cuñns y de pequeños animales, así como la reco­lección de unns cscasns hierbas. Los grnm!cs monumentos fune.tarios (cfwllpa) de Jos Lupnqn -Ancnra Circn. Co!lang:n, Ccncca- están situa­dos en la punn altn, nrriba Jc los lug::1rcs de poblamiento Aymara, pre, clsnmcnte en ticnn de Clmqíln. Ramos Gaviltin escribe a propósito de estos ccmcntcdos antiguos:

-"-

5, Pncha: En torno ul pensamiento Aymura 233

Los indios Col!as, enterraban sus difuntos fuera del pueblo, en los campos usando, de unas sepulturas en forma de torrecillas, donde junt<~­meme con el d1funto encerraban alguna comidn y bebida v el veswario que tenia. (Cap. XXII, p. 73.) ·

La topografía de! altiplano y In ubic:Jcíón de los sítios funcrnrios in~ sinúun unn posibilidad de rclnción con lns roblacioncs de cr~znd~res. ~tro. dato que se refiere a los cultos prcnymnra ütmbién es sugerente. 1 rovJCne de Santa Cruz P8chacuti:

~~1 _tiempo del purunpac!Ja . .. enlOJKcs n medianoche oyicron que los lwpuumos se desaparcyíero11 dando tcrncrarlns qucj8s dl'zietH.lo: ((venzídos som?s, ven7.idos somos! ¡ay que pierdo mis ticn-<Js!>> ... rnrquc nntigunmentc en ttcmpo del purunpacha, dizcn que !os hopiiíuiíos nndaunn bissib!cmente e~ todn esta tierra, que no ilhi,m scguridnd de undnr ('!l nnochczicmlo ... d1c:n que Jos c~racns del AsiHo y Huanu los conto ni yngn qm: cómo antiguamente abw llegado vn pobre viejo finco barbudo y con cabellos como mujeres, y cnmissa larga, .. y les dczia que e! hom!)rc se J!nmnua Tt~napa Vi!dnqufr~ e! qua! dizen que en la lcng:un de es! a prouincia 1wblnun meJO~_Y ~¡ue los nbw desterrado a todos los ydolos, ynwjincs de los dl.'monios happmww~, a los scrros nibados, donde _inmas los hombres los lkgHui~n, que sor: l1o~ues o quenamaris. Y tras dcsto dicen que todos los curacas Y sus h1stonadores de los orejones les dixieron !o mismo, que avlan dcste­rra~o ese mismo Ttonapa a todos guacas e ydo!os a los serros Aosancata y Oumynncnta y Sal!cantny y a Pitosiray. (Pp. 282-283, 293.)

Esln "hístoria)> de los lwpitimius -fantnsm<ls o duendes que solían fl~1:1rccctse con (<dos tetas largas que podían nsir dc!bs))' según !a defini­eron de_ Holguín 5

- nos sugiere la hipótesis de que el destierro n que !os condeno el Tunupa Aymara en la épocn úel puruma alude a ]a rílunliza" ción :Jc una división cconómico·cul!ural enlrc dos capns de población, Chuqda Y. ~~yrnara -los origin<~rios y los advenedizos- muy parecida a la que ex¡st13 en aquel entonces en otrns regiones andinas. Pero el rela!o introduce una diferencia fundnmen!al en!rc dos actitudes de Tunupa: an.tes vlmos cómo en el taypi había sído seducido por lns mujeres peces, detdades de lBs .culturas lacustres rmtiguas; aquí, en cnmbio, Tunupn re­chaza R los haprfíuñus --otrns divinidades con Mributos femeninos y tam· bién antiguas- hacia Jos confines inhabitados de los cerros. Desp~t~s ín­terpretaremos estas dos actitudes antagónicas de seducción y rechnzo. De momento, la figura de Chuqfla es plurifncética: sus acepcior.1es simbólicas lo relacionan con las wak' a, los cultos a los muertos, el anochecer, las

.j Vocabtdado [!608], 1952, p. 150. En Quechua significa li!cta!m<'ntc 'lela que agnrrn': jap'iy 'agarrar'; Fiwiu 'teln'.

Page 10: Harris Olivia y Bouysse-Cassagne - Pacha en Torno Al Pensamiento

Co-;movisicin 5. Pach:>: En !orno a! pensnmien!o Aymnra 235

de la tierra colinda con e! ciclo: el arco iris y e! rrtyo. Con rei<Jciún nl primero, escuchemos a Cobo:

!\erras zlf;(rtk:"ls o en b:·¡¡ bccho l~ inc-lrl'-'0 cc:-n un:1 divi11idnd que !lcvíl d rniqy1n 11 ,omhrc de dnu¡ifrr. Sq!lln S;-rnLl Cruz Pachn.cutl se ir8t8 de <(un hotnbn:: Cj\IC cq;\ en d ,_-ichl cv-n un:1 hq1d::1 Y' unn pon.1 y c¡uc cstfl en su m:HlCl el llm ,,r \' gr:rn¡;_ar v tron;¡r v lt\do lo dem~rs que pcr!UlCCC 2 b rcg¡/1n del ai 1c -drltHfc ~'-' hace THlhl~Hk\" l)uos, como Aco-st<1 Y Cobo, ~" , 1 ~ 111 qtk' k n.:L-','flL'lc:lH ):re:. mi~;mns :•!rihucioncs, lo re_r.r;::scn 1.:m dc_n_tra rn~r-

Po] ticnrn poY rnal nguero y que ::e hnn de morir o que vendn'l algun dnf1o grn.vc, cuando ven al arco del cicln !!Hm<Hlo cuychi, y que a veces por bueno !o revcrcndnban mucho y no lo osan mirnr, o yn que lo miran no lo osan apuntar con el dedo, entendiendo que :-;e mor!ri<-ln, y aqucl!a pnrlc donde ks parece que cae el pie de! r.rco ln tienen por !ugnr horrendo y temeroso, entendiendo que )wy nl!i nlguna gu~1ca u otra cosa digna de temor y reverenda; o hay tempestad grande, dnn gri1o;;, cntcndkndo que n5l tenJran remedio. (Cap. LV! L p. JO·U

11c1:1- ,,¡];11 nnn ;1i tru,_:no cun tres 1wmhJcs cfwqwfta que Slfpuflcr~ res­phrld('l' de un•. t:l sq::undu cooti/!rl y ci tcn:cru intiiíla¡w)). En otr<lS rcg.io-llC" <1ndin:F< cPmu }f¡¡;q·uchiri, ci1cc,ntnmos !0 mism(l trilogía. rcpresen-

tnndo 01 1 ~11''-1, ni !1 lk'lW y n! fuc¡:c'. Fs prvl-1;1hk la ~-upcT¡lt\:=-ici(:'n de Tunupit subrc un antiguo culto ::1!

rnruA, pr;1l·lic:ld,, pn¡- ioc. Chuqila o cv:HintC" de l:1s nhns punns. El pn·

n.::;llcsco cntn; C'hut¡':Ll y Ttllllljl:l e:::. n\dcntc. E! rccNrido de c:s!c por el munck Ot~lh lk.¡a un:1 lh<hk huc!l:1· Ll !HÍrnn:J, ya cit<nb, va por el ca-111!110 del ~ 1 gu:1 {linruL en e! ta_\pi; !;1 (llt·n, que nquí nos in!C'rcsn, ';8 por

b wrdllln:1 !urto. unwl. que hnrzk:-t e! rdtipL:mo. L;¡s manifcs!.1cioncs dd f1''dcr d-~ Tun\q1::1 ;:.('n !:t;; ck un:1 di•;inidod que dol'ninn n Li vez d ft 1cg'-' ('.:k~h' (;¡l_tihutn de. Chuqildl y d ft:cgu !errcs\rc de los cc.rros vD!­

C:ÍT;iu's. Fn clJ!n, Tltl1t1p;1 (kjn sus \¡\1•-.::ll~>s e-n Cnch<1 bnju b [c>nnn de j'c'!]; 1 ~ :d·¡¡;!o..;¡d:1-:. c('ll f¡_ll'P,U tkl cic+-, en (;--¡ranp;~ts un Vl>lc:ín lkvn su l1\._lll1h!,'. 11-n·, i'''l 1:-:nto. 1!!1<1 CL111l1Í\Ct1'~¡,, entre il's cerros vok~n\cos nhr:1·.-,'\du.s y n_·]¡¡ 11 JfH:ltllc-> y d 1 de. oro que ene del ciclo con lm.

1nísn1:J( nLnníc.si<Kionc::. de 1 uidc', d,, lt!t. y de granizo. En este mundo !i!lli!1;d 1k:::1111,,\ :1 ltln c~pccic {k C-.il(w .. ión entre !v;;. c!cm~~nlr.:!S. Lns zo-

n>\s d,,tHic 1n;Íc:, se h:Jct.'ll sentir \P~ ck,:H's dd poderoso señor de b rnc> tc,lrt'\t'i'Í:1 ~,,¡ 1 l.1s c;¡rnhP''< 7un:1s f¡r_~ntct i1.ns entre e! ciclo y la tierra. En );v cumhP'' ; 1 \¡;l~ ->t" ~\ct!lntd;J h nkn·. '-'C sienten lns grandes hielos que )¡;1r<rl l\{, 1:11 ,1 h~ Yin11-1:1<: y rclt1111h,t ¡-,,n rn;í<: intcnsí(bd el trueno, el grnn

1uidu tdc-J,· \ en l'l'ill.t;q.,:nlid;¡ :1l¡~tm:h Cllnlbrcs, los volc;mc:::, cch:m ;)\ ,:¡,_~h, .~u luz,\,: rcntdbs fq;u:;:l"-. :-,¡¡~ picdr~l::.:., sus !Jvas y un ruido que

c:onft>lld;:. ¡\J¡;Jd(ICI'\h>--. :Hj\\Í \l[!'OS

qth. penen l'n C\'i_dnn\;J el

fcn(\lll('J\C''' llKtcor(l\ó¡::icos que, como el 'Chu­a~pcnu ¡'c\i¡;ni~O de estas a!tas fwntcr8S don-

---;¡::~;~--~:,_- 1 :!!-,rid·\d, fttcr:> de ln( n:~!tn:l'. n0s !Jrv¡¡ a !<1 hipólc~i~ del cnr<'ictcr o;\nrré!icc' ,. d~-. 1 ·1 , .1 do de e~Ll di> inírbd, C:l)':rr. de ali;tr5e cnn dcidndc~ hcustrcs (Lru. Pul--..i-n~l y d'-" lC\Inir ;¡ h vu !1'' fl<"ld;-rc~ d,:! fuego celeste, pcrtcneocntcs

;¡un 2 n•T¡:tl\' di\'~' ¡!t_.l rn\''· y lo.~ del fHr['(' lfrlf''lrc:. _ .. Si e•; ·un d:.;~ ~itKI~:¡t;::n, cnr:t7. tk rr11nir ln,; p0lkn::s de varias thn,ntd:~dcs

11 nll'r\¡il~'s d;:nc\";Hl,l3, ~nmctid~s 0 ~edncid:1~, {_cumplir<'i Tunupa un papel s1\_lpril·

CPn1ll\'irJ•ic'" \)(>\ d:ltt>c- 110~ indin;m h:H-1:1 lJ rr~puc~f;"~ af\rmntivn: (l\rr.s uw.~es nndinos, C(W'l' !';\c~v \<;lntnq en !!u:11Uthí1·i. dt>Cinpcñ:~ron un

1 r_~-Ttl p-are~do

;1\ ~~¡ 111 iLfr dnfl'l~" cuh'~ kr.•k~. Fn 'rpq!ldo lnf'M< h ruin t,c l unupn es el T<~\'l'i qu<:. Cl'llH' \im:'"· uPnrk un:1 func,>n unificJ1iora.

E! !ugnr más peligroso es e! pie del <treo, es decir la región donde se confunden !os colores desdoblados dd rrísmil, l<1 ticrr;¡ y e! ciclo.

El encuen(ro con el rayo, fucn:n cclcs!c y a ¡¡¡ vez terrestre, rcsult;t

Jañino y peligroso. Todas bs creencias que ncompafínn a los tocados por

el rayo los designan como seres fronterizo;;, y es muy prohnhk que de esta situación 1\mimd provengan sus poderes p;,u¡ comunic:n-sc con los muertos. La forma de estos individuos, menh de hurn:1no y de r:~yo, no es la comtín; es contrnhe-cha o dcsdnblnda. E! r<lyo rwrte tos bbio5, hun· de bs narices, rnu!tiplíc:~ los dedos, f_pg_cndra gcmclll:-:; Henc un efecto similar sobre las p!antns: Jos mníccs Job!cs y !M- paras gnmdcs (lbmndas ifla) se guarJRn en signo propicintorio p::1r8 hs co;;cchn<.;, y pucck.n in" tcrpretarse corno frutos de un engendro descomurHll.

Gunm<Ín Poma, escritor Jc !os Andes ccn!rnlcs, dice:

quando coxcn ma)·s o prtpéis, ocas que llil';tl'l des jun1n-~ nHl-5orc<Js o dos pnpas íuntos y o mt¡y grande mByor que todns_ Db:cn tpiC r.s muy nHJ!C! sci1:d que .111 de murír y acnvar y pnra c:::!o qw: no rtn de !Tll'rir mand<Jn bo_ylnr toda la noche ]B7:icndo pacarico. y se cmhorrachnn y comen mucho coca y carne cruda cin sal; n esto les Uarn11 [H1UiriCI!y. (P. 285.)

En realidad, e! aspecto desdoblado, múliirk o borroso se produce cuando contcmplnmos un objeto después de hnhcr fijado los oíos en a'1go muy bri!!ante como e! rnyo, cuyo nombre signiflci1 rcspl<mdor de om. De la misma munerR la ¡nccrtldumbre en la fomH\ es capc¡c•.rís!ica del mo­mento ((entre Jos luces)) que marca el hito cnfre 1a noche y e! din, o S'-'a el momento del puruma.

Si nos fijamos en Jns talcg8S, un tipo de textiles nndinos que !os cstu~ dios de Verónica Cereceda hiln enfntiz~nfo de mancm tan sugerente:, en· contramos e-l mísmo efecto en !os bordes, o seR en e! espncio frc,nterizo del teíido. Las tejedoras co!ocnn allí ·los colore-s menos contrnstados. los

que nwíor dan la impresión de n!go difw,c), o lo" hilos mcíltip!es que re-

.....\o_ ...

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2J6 Cosmovisión

producen todos los colores dd tejido. En su reducido espacio, el tejido reproduce el mismo códi¡:;o que el mito.

EslJs regiones y momentos en que el Chuqi!<t ejerce sus poderes no deben ser considcrndns linicnmcn!e bajo sus mpcctos peligrosos. Este pue~ de fe-cundar de m:-mern dcscnmunnl y engendrar seres múltiples y desdo· blndos. Pero 1nrnbién puede generar unn abundnnte fecundidad en los productos necesarios pan¡ vivir, porque ];¡ !Juvia y la nieve son !as que atraen buenas co~cchas. No es casual que uno de los flctua!es ritos de fccundidnd entre los Lup;:1qn Jc Chucuito se llame precisamente c/wqila. En el momento cumhre de d!cho ritunl el coro Je mujeres entona un canto que relata !<1 cn<J de las vicuíías (wari, el nníma! de puna alta por excc~ !cncin) como pnra rcunimnr lrls divinidndcs de los cetros (Tschopik). Has· tn hov, !os cerros son considerados lugares de fuerzas ambiguas en los que $~ conscrvnn lo::: poderes reconocidos por los ;mtiguos. Sugieren así csle ¡¡cmpo dd pwwna por su situnclón limlnal que pone en contacto nuestro mundo con o1n1s fucr7.DS Ci<trilflas.

E~tc tiempo <<entre do::: luces)) -tufa~'mt pacha o cchamaca pocha­no ;:;(Jlo se refiere n !a yn mcncíonnda rcglün de los cerros, El contenido léxico y b cnrgn metsfórica de estas pn!~1h!'<1S cvoc<ln otras regiones. Se~ glin Bcrtonio, cchnmaca significa tnmhién dngo sin suelo)} y lula «mar profuntJ<l>l. En !t1 nctualíd<Hl los grnndc::; snpos que viven abajo en las profundidndcs del !ng.o Titicnca tnmhién ~e denominan clwqifa. Desde b remo!<~ nnli¡ú\edad estos <Jnimnles fueron ob_ieto de un culto a !a lluvia, como el Chuqi!a celeste, Rnmos Gavih'ín nos dice que en esta región

usnbnn poner !':Ohrc unns peilns unos ldo!lllos, s<1pos y otros nnimales in" mundo::;, cr-eyendo qllc con esta ccremoni8 alcanzaban e! ngun que tanto Jescnb;w, (P. 82.)

C0hc prq:;1Jntnr~c entonces si el esp<Kio~Hcmpo de! paruma, ademús de referirse a lns Jímires superiores entre tkrrn y ciclo, no se refiere tam­bi6n n !ns gr.nndc~ c:drnsíoncs de ngua que dejan pasar la fluidez de las fuerzAs subtcrr:'Íncns. Los altos montes y lns ilguns profundas, <.1l oponerse y comp!cmcntarsc, (.no descmpciían en e! pensamiento Aymara un papel similm? Los se1pos profundos, que no snlcn de su moradn lacustre, ¿ten­drrin el poder de atr;\cr y llmnnr el ngua celeste? Puede ser que en esta zonn liminJl ptofundn estemos de nuevo ('_n presencia de un mundo de connivencins y nfinidndcs con el mundo igwdmente liminn! de la altura.

El C!mqi!a cnzndor es, por tnnlo, quien rn<Jrcn !os bordes entre la so­ciedad y el cstndo s~!vnjc; gu rclnclón 3] i\ymnrn es como la de la vicuña (wari) no cazadn con rdcrencin <1 /él llnma, 1n mujer virgen a lH casada, el camro yermo (fll!ruma) n1 c•.dtinHk), LJ !m. del anochecer o de la noche

5, PHcha: En torno a! pcnsamienfo Aymnru 217

(cchamaca) a Ja Iuz solar. Tunupa caza a !os hapilíwlus de noche y !a gente b11i!a de noche para a!ejnr el mal agüero Jc Jos rnaícrs dobles. En esü1s regiones que colindan con un mundo de fuerzas extrnñas, las f01·· mns y los colores se pueden borrm· o desdoblar.

Ya hemos insinuado otl'a correlación mús: las regiones liminnlcs cons· tltuycn el dominio de los muertos. Se !os uhíca en estos bordes de! e:>pn­cio sociHlizado, arriba en Jos cerros -llamados ac/zachila 'antcrasndos'-

r" o en las profundidades abiertas y oscuras de lns grandes extensiones de agu<1. Es de notar que en ja mitología de Hwnochiri del siglo xv¡, cuando allí se hablaba una lengua Jaqi, los muertos vuelven n (<quien los creó>), el uma ¡;acha, que en dicha lengua es el pacha de! ngua.

Ahora bien, ¿cutí! es 1a relación conccptu<ll que Podemos establecer entre esta edad dd purunw, caracterizada por su situación liminal, y la primera ed<Jd, la de! taypi, el centro? El mundo en que v!vimos es un espado caracterizado por fuerzns ccntrífugns que vnn pasando de su má· xlma conccntmción en el taypi n su máxim1:1 difusión en los bordes, de la vida a 11:1 muerte, de lo social a lo snlvajc. Al !wh!Jr de Tunupa hemos definido el taypi como lugar de la seducción por pJrtc de los elementos femeninos ncutíticos, y !os ccrws liminnles corno lugnr de repulsión de las antiguas deidades tnmbiét1 femeninas. Estos linderos son mnbiguos: pueden contrarrestar, parar, torcer e! movimiento que brot!l de! taypi. En el taypi se produce la unión de dos cntidndcs opuestas: el Tunupa mascu· lino y volcánico se une con l<Js mujeres peces; el Urqusuyu, mnsculino y tnontafíoso, se encuentra con el Umasuyu acuático y femenino. En el ex­tremo contrario lns fuerzas del puruma, que oper<Jn ~n los bordes, dividen lo que normalmente es único: parlen !os labios, engendran los mellizos, doblan las mazorcas y, en gencrJ/, forma pares simétricos,

Para intentar resumir las informaciones y nclrtr<~r algunos de los sen­tidos más destacados del taypi y el puruma, proponernos el cundro 5.1, ins­pirado de a!gUn modo en la organización espada! de un tejido.

¿No serri uno Jc los grandes intentos conceptuales de- la cu!!ura Avma· ta el resguardar linderos movcdízos para domar y regular fuerzas no~tur­nas venidas de otros espacios-tiempos y el reunir en el centro elementos separados para seducirlos?

:""' e) La edad del AWQA, TACHA KUTJ

La siguiente cdnd se Hama awqa pacha o también pacha kuti, que Bcrtonio trnducc como diempo de las guerr{lSll. Snhcmos cfectivmncnte que durante el Intermedio-Tardío, los mú!tirlcs señoríos Oul!n guerrea­ban constantemente unos contra otws, Mercado de Pciblosn escribe il pro­pó~ito de esta época en ln visita de Pacajcs:

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238

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S, Pacha: En torno al pensamiento Aymnra 239

Lt~>.IJNA ST-L1 edad de! Awqa sr¡z!Ín Wamtln fl11ma (f6!-'í).

Poblnron en csf<J provincia en los cerros mns <d!n~ qw: hny en c!h. y vivínn a manen¡ de behctcria, sín reconocer scilorfo a nadie, sin pngar tributo, porque todo era traer guerra unos con olros, y d mns valiente y sabio era entre ellos, ese los mnndab;1 y rcconoscian por señor. (Relaciones Geográjícas, BAE, f. 337.)

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240 Cosmovisión

Aunque se constJtn la existencia histórica de un período de intensas guerras entre grupos Aymnra, c1 concepto de awqa pacha va mucho más ulló, Es todn urw conccptualizsc\ón sobre l<ls rdnciones entre dos ele­mentos o dos grupos humanos a veces opuestos, a veces asociados.

La palabrn auca !mPqaJ, segUn Berlonio, significn «enemigo)}. Pero los nk.'mccs del concepto son más amplios. En otra parte él mismo dice:

Contn.1rio en !as colores, y e!cme11tos, Aucn: Y de otras cosas assi, que no purdcn e5tar juntas v.g. Con!rnrío es lo negro de lo blanco, el Fuego del Agun, el o;n Jcln Noche, e! Pcccndo dcla Gracia. (l, 140.)

Est<Jmos en prcscndJ de lo que Jkrh'mio entcndf!J por metMora, un cmnpo scm;lntico muy vnsto, mucho m{Js fundamental que cualquier no­ción occidcntnl de cncmig0, y que permite introducir en unn lengua con­quis1ada la noción cristimw de pccndo y de gracia.

Pero, ¿por qué este paella es el de lns cosas que no pueden est8r junt:1s? ¿Qué lo diferencio. del taypi donde se unen? O, fonnultíndolo de otra mancrn, /_cu<ílcs son las cosas que en 1a cultura Aymara van ]untas? - Los tr:1bnjos de T1 istnn Pln!t hnn dc;..:Mrollado nmpliamcnte la impor­t;mc\a del concepto ywwnliu 7 (yanani en ;\ymnra). Se refíere n las cosas que siempre vi,•ncn jun!;1S, como son !os dos ojos, las dos manos, los dos gunn!c:s, los dos ?.npatos o una yunU1 de bueyes.

En ner!onio los elemento" all'qa t:1mbién son pares. Pero, a diferen­ch de los yananliu. no pueden coincidir, se rcchnznn, se anulan y contra­ponen rnutU<Jmentc, corno el día y la noche, el agua y el :fuego, como los

enemigos. ;,Se tratn de unn cDlllrnp!.lSición inS'Jpcrnblc o hay alg(!n camino de

rcconcílinclún? Fn el pensamiento Avmnr<J percibimos dos posibles ca­minos: el encuentro Y ln nltcrnnncl~, expresados en los conceptos de tinku y kuti.

Tínku: encuentro de cO!t!rarios

Y n hcmo.;; lbnwdo ln ntcnción sobre b c:drnf'ln convivencia en e! dios Tunupa del fuego y el ogua, que son en!re sí awqa. Esta alianza insó!lta

7 Ff }"1111(11!/in (p<Jf de elementos simé!rÍC0S nncidos de la división Je l111 cJc­mcn!o único) y el nwqa (ctcmcn!os opuestos. que form:111 entidades dist"ln!as) r.on~lituycn prob<Jbic'mcnte hs fnscs ~!tcrnndn.s de una lógica coherente. A! hnblar de TaH:anlin.wvu, !ns 'Ctintro Pnrtcs Unidas' qttc conformaban e! imperio 1nka, ;.ctc:lso no clcbcmo~ rccurrír " esta misrnn iógicn? Se tratl\ría de reunir en !orno n un !m·pi mrdi;1dor --d Cn~co en es!e t<'~o:O- cuatro elementos, o mejor dos p;lrtcs de elementos, que formnn unn to!nlidnd.

5. Pacha: En torno al pensnmiento Aymarn 241

se debe esencia!menle, según nosotrns, a la posíción que ocupa Tunupn en el espacio Qulla, m<Ís que a supucstns hnznfias o a su talento. Ante todo Tunupa es el dlos del taypi, es decir, del logar donde se unen las dos partes nntagónicas que componen hl gcogrnría Quila: Urqu y Uma. En otro trabajo hemos cs!udindo In función rcguhHlor:J del fa_V{JÍ frente a las mitades Urqu y Urna que componían mud10s señoríos Aymarn en el awqa pac!w. Como ya vimos en taypi, evocB la conccntrnción de fuer~ zas y !a mu!tiplicidnd potenci;:¡J. Parece que estn posición céntrica per­mite reducir la contraposición entre dos mFqa, posibi!itnndo Jn unión de contrarios. Taypi es el lugnt donde pueden convivir las diferencias, es el tiempo mítico ot!ginnl, cuando las diversns naciones ~que mñs tarde serán tal vez enemigas, es declr, awqa-~ surgínn de! mismo centro.

Pnra comprender mejor e! papel mediador del taypi conviene consi­derar el concepto de tinku 'encuentro', !nl como se nos fWcsentr~ en dos sugerentes ejemplos; e! de las dos mit<Jdcs que componen cada grupo social y el de In pareja hombre y mujer.

Tinku es el nombre de !as peleas rituales en las que se encuentran dos b<mdos opuestos, frecuentemente llnnwdos alí:isaya (el !nclo de arri­ba) y miisaya {el lado de nbnjo). Parece un combate guerrero, pero en realidad se trata de un rito; por eso une. E! tinku es ln <<ZOJHi de en·

cuentro» donde se juntan dos elementos que proceden de dos Uirccdoncs diferentes: dincuihaptatlw, encontrarse los que van y vienen en el en­mino)} (Bertonlo: ll, 350).

En tierra Aymara esos combates rituales se practican desde unn épo· ca remota, Es interesante 1a descripción que hace Ramos Gavilán de uno de ellos en la región cle Carnbuco. Ocurre significntivamcn(c en !a época del solsticio de junio, período muy hostil en que se conjuraba el peligro de una división comunitarin.

Acaecio que el mismo dia que la Iglesia celcbrn la fiesta u! cuerpo de Cristo Señor Nuestro, occurricsc otra que los Naturn!es teninn por solemne, conforme Jos ritos de su Gentilidad; y asi pudieron a sombra de nuestt·n Religión, disimular la suya, Tienen Jos Indios en costumbre celebrar sus regocijos y fiestas bebiendo hasln embríngarse y siendo asi que la cmbdngucz turba demasiudamentc el juicio, ftJCi!men!e se cncmistnn despues de embria­gados los que al tiempo de beber se brindnron corno amigos. Trt1bose pues entre los Indios una grande pcndenda, Jw~!a venir n lns rnfmos, y entre otras palabrns de injuria que los de una p:.:1rcin!idad dccinn n ln otrn, los Urinsayas [de abajo] que son los Jndios NaJurf!les de la Provincia, dccian por balden a los Anansayas rdc arribnl' que ernn faras!C'fOS y :Jdvencdizos, gente sin tierra ni _propia pn!rin mantenida por píedt~d en In suyA. Los Anansayas respondieron que ellos habinn venido enviados por el Inca a

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Co;o.movisión

;,qud!:l rcgion ronpw conncicndulo5 re>r n1,1!n~ y [10Co fieles u su scfior natural gust<lh:in c::;!ohicscn sujetos. (Rnnws G;n·i!án, idem, p .. H.)

Hoy en dí:1 en h1" fíH1:u h<s dtlS mit?.d< c: ~-que guerrean con 0nd;::s o holi1s úc plunw u cr1n s1ts puil(_is-- nn :11 ¡:'-'11H'nicnl con serncjrmte:> tér~

rnlnos sobre el otif~·'n de :..11S ten"ic,nn; sin cnlh:n-go, mc.d!rmtc !<1 pelea In que ';e rr<..'kndc '-'q:<bkccr es un inrcH ólmhio de fucr7ns necesario al cqudihrío soci:li. Al pcnnilir que i;lS ftwu:1:-; de <Hnhns mít:-Jdcs se midnn

v que loe: contl-illc:<nks se: suíctcn. e! tinht pi('\cndc rc<lií-r:tr d idcd de _\\f!lrmfin. con1o do::: ml{~ldts r'crfcu;J'; en hJtnu n un tay¡tí. El iuntarsc en comh:dc es llil:) <<Ípl:llnciónn.

L.a unltin hnrnhrc-nHljl'r :1¡~:l!CLC unni~¡,,:n cumn un :Jeto Jc n1cdir, o unno si se intcni:J!:l \!q;:1r :1 )¡-¡ i_2\1:~1:•<-iÓ!1 del .'·onantin L1 fu;ción de! l!;y,ni cu1nn lug:1r de rncdi:Kil111 es cvi,knk en cc,!c c;;¡so. En ckcto, la kn;!H:l /\y·m:~rrt ;¡¡·!ti¡::IJ:l :'e \;-dí;¡ de una r~:d:d•¡;;¡ derivada de cliik11 'mííad (1 rncdío· p:m1 dt'~ipl:lr e! hecho de G1qrsc Cf1icarha SÍ,?.niflc;¡ rncdir, mi­r;or ~¡ sc1n iguale;:, C1S.lr5c, d:n- pr11 mu_ín e: trnridn (Bcrtoníu: Il, 80!.

(tJmo dice Ph!t, \Pdu d cducrzn del ht 1!lli>rc y de ln muicr es p:1ra !lq~:n· D 1n ipudilci('·n. ccmc' lC1s ¡_J(>s o]\l'< !:1" d('S nHilOs. o sea cmno dos n1i1ades de un solo cuc1 ['(). 1 <:. 1 l ¡•,1q¡ 't"r ·de 11 que es Jn del _\'(11iflllfin,

es la plnw ~urcnci~-)n de la del ouca en In cu:d les elementos no sr j•,m­tnn, si1w que pckan

A este prppó~ittl, rs Íll(r'H'scJnlc c\:Htlin:tl e\ ~1do de m;l)~iil :-nnnrosa,

pur el cual un;l p::i-~\'11<1 l'rdt'n k Cil;tn1C";lr :1 utrCl:

Cotno lnz yndio::: hidH'7\'r0~ h:1c1:Hl tiiP{IÚ( ,\jttnlnn rd hnrnb1c con la mujer p:l! ct que ~e cncmwn'n y ltn~;:1 g:Ft:n ,d lhlnlhrc_ (Gu<~mrin Ponw, f' 276.)

Fl t0nninP do al de ywwntin,

Tinqrríni. 1 !cnwl1lilr d0" o mochas ct>~;\s (' pnrcnrlas. U1íir bucyc:.> (' nl~ns jnnl;:n-h"-.

Tinqui. Vn p:n de c<_;sns yptt<dcs como ~tuntcs. (C('.n?.á!c:z: l!nlg\JÍn. p. 343_)

l ,a m;·¡g'tn del hechicero rctnm1 un;l ,.,,, m:ís el tcm<J de In ((Íg¡¡;da­

ción». Conw en lns pt·k~ls ritu<lk~. L'0tllO Cll el m:Hrirnonio: quh;:ís, lilm­bil'n, Cll!1lll en b :;,·rhtL\Í(Ín de 1.1~ nwjcrc;-; peces n Tunupn en el tay¡IÍ.

MatrimCtni,) y tiuru ntcs!Íf!ll:lll In Ítllima rchh'ión entre unión. copu!a~ ci,>n v Cllfrellt:llllÍcnll_,_ lk la Pli:;ma manl'rP que !;:1 pnrc_ia hombrc-mu_icr ~d unirse <N'gura \;¡ lcrwducci<,ín del p¡u¡w., y define !os papcks distin-

5. l\wha: En torno al pcnsilmienlo /\ymara 241

tivos de ambos sexos, el tinku reguln lns tens¡onc:s internas dc.l grupo y reafírma los linderos particulares Jc las uniJndcs, famill<ncs y terri!o­ria!cs.

Sin embargo, los intentos de igunlación mcdill!HC e[ tinku o el matri~

monio no climinnn la oposición entre los auca. Esta persiste tnnto en !n naturaleza como en las reh1eioncs soci81cs. En todns !ns socíedndcs gue­rra y matrimonio constituyen ím:li!ucioncs compic111cntnri::Js. Ln guerra acnba ctwndo el matrimonio tnnsformn el enemigo en nmigo. Pero lns nllanzas desembocan t3mhkn en nucvns guerras, Ambos constituyen las fnscs dternndas de untt miSillFJ rcalidc,J.

Kwi.· aftcmancia de contrarios

Frente n fa irrcconciabilidad entre eontr0rios aura. L1 concept.IÓn Ay· mnra prc,<;enta otra propuesta, exrrcsada en tos 1énninos fu¡ ti y a_YIIi:

Cutipc1tha. nynit!w: contrndezir ](¡ que otro dl;;:e. Culip(lsitím, ay;úsitha: Porf'wr vno con otro. Dch:Hir en!IT . .;i. (fkr!o·

!ÚC', !!, p, 61,)

Se tnHa de unn pareja de encm¡gos. c:on\r<~r!ns. Ln \dt,a ccntr;J! de estos cPnccptos es que aquí cnd<~ demento se vn al!crnnndo C\)f1 su opues­to en un reiterado vaivén.

En e! caso del ayni. se !raiél de un v<~ivén recíproco de trnbnjo o de

bienes entre dos contnparfes, Puc:dc ser inclu<.:o un intcru~rnbin de vcn­g;:mzils. Hnstrl en el littku. si en e! primer conll_r<Jtc 1111:1 mil<ld ~e mucslra superior, en el siguiente la otrn m!tad procur;lr~ vencer pan1 cobrnrsc ~u ayni. Si [os de abnjo dcm muerte, los Jc tHr\ba 1n. dnr;\n en el futwo, Con e[ ayni ~'e evidencia la dedgunldad o e! desequilibrio !nicin! ent1c las dos

pnrtes. En 1n primcrn fase el uno posee y el otro cnrcce; pero luego Jn

situnción se invierte. Kuti dice algo m8s~ vuclí3, cambio, tmnG. C'unndo pnsnmos del cnm­

po socin! al orden cósmico se hacen más exrlíd(ns nún c~Uls contradk· clones. Durnntc el solsticio (vi!cacuti, «VIlc!tn del .::nlnL que dívide el afio en dos, el ciclo sol<n se invierte: n un so! que crece di::-~ri:HllCn!c de julio a diciembre se opone un sol menguante de cncrP n junio. Se dice que el sol cumple un<~ revo!ución durante e! sotslicfo. E,; cnrno <\VP!vcrsc den· troj) (cutiutatha) o •<destorcer lo torcido)¡ (cu!Íquipaata).

El contra:<:le en!re la idea de kuti (n!tern;mcin) y linl,~u (igun1nci6n) reapareces! col1trílponcr e! solsticio con d eíjuinrxcio, es dcc'1r. el momen­to ~n que e! día o la noche dejan de crecer pnrn mrnguar, r(lr un tHio,

í l. ~

Page 15: Harris Olivia y Bouysse-Cassagne - Pacha en Torno Al Pensamiento

CesmovlsiUn

y por tll·n e! nl('IY\Cn!u en que dín y n0chc :;(.'fl igun1cs, Par<l el primer cnso se uq e! término kuií (vuclt:1). P:m1 e! ;:q;undo, ell c0mbio, .se hnbla de r:·hica.<.i racho, ''!lempo de hnccrsc rnit;l,_i\·;; i~w1lcs,,, utilizímdose nquí e! mi.:.mn vcc;1hlu que c11 d cnso yn cit;1du dci mnltimonio: chicafha, (\mirar .)i son ]~urdes)',

rinn!mcntc, )(1 q\lc ruede dr1r un nwlco wtnl es todo un mundo, toda una er;1, un fJilch,¡_ Esto es !o que se i1nm;1 pacha kuti.

Bcrtl'nio lo define cnmo 'dicn1po de ¡;llerrn>', con lo que Ja a enten­der ''U ldcntific:lci(ln u1n cJm,m r(/chcr, t\cnpc' de gucrrns, enemigos, cam~

b!(•s. ;,!rnp!íut:i ,Jch.·m;'i'; unn situnck'n <;jml!Zlr :<. !<1 que se produce du­rnntc el :;ulqic)(l, ce: clccír, u¡w invusil)!l del tiempo y del espado?

Cu;mdo lo<: etc,nistns ;¡ndi'lo::; se: refinen :1! pocha kuti evocnn siempre el mund'' ni rcvé\, Í<l \·uc1L:l del nwnd(l_ (u:mdo un ink:1 mucre, se pro· duce n\1 r¡[{_Jw fulii Cu;mdo los csp:\1-\('ks l!cptn n los Andes se produce

Hro k!tiÍ. Fn tl'(h><; \o::; Cl5t'5 '< ;•c:~ba un:1 époc1 tld tiempo, un cic!,) lCTllf'L'r:d.

!_c_i<; C\':-lPFC]i;:ldC>rn uJi!inncn h r:l!;dw:J al/ca parn oponer pecado y p,r:1cin, y f'i;'chucufí r:ml si¡_~nific;11 j!dcio finnL Introdujeron <1si tm2 intcnci,:.n rnnrnl en unos tCrrninCJs que prcbnh!cmcntc no !a tcnÍZln y un~1

linodid:1d tcmronl domk (q;:¡ no niqí:1 ln(cnt:Jb<ln lroc:n b vicjn idc::t ~_k ttcmru ciclico pnr unn nwr:1l rdigiCJc;l ,\' un sentido lineal dd tiempo.

Al hnhlar de pi!r/lnw raclra vimns n"lil1(' l('(b nquc!ln concepción po­df::t qucdnr pl,1qn:>d:1 en el es¡':lcicl de ;1q 1cj\dP. ;,Oc.urrirú k' n1lsrno con auco {'llcho:' \'cnlníc:1 Ccrcccdn, nl c"ludi:n· la rcp:lrticíón del hlmKo y ne¡::w (d(\-; Cl'!on:s auca) en L1s mism:'-" u-dcg:1-", hnhín nol:1do c(\mo estos c<,lwc'5 no ~e ~ilunhm ní cr1 el ccn1ru ni en los hendes, ::-:ino ;¡ ::lmbos Indo:; de In i'Jyn ¡nr_•lr:lnn, cl01':1mullc c~lnh!Lcido su contnlstc. que for­rn:l un:•_ z:om\,·n:vit'nl \\:mndn o!fq.-¡ l!nn n'7. m:ís b rclnción entre el espn­cio del y c1 de ](1~. racha ll1i.!ico.~ pnrlklpnn de l<>s mismas cnlc··

}tUI"Í:l-".

Adcn1..-1~ de inc,'!"P('fnr pa1lc de h 1\id_(,Ji''· del grupo, los mítos cons­tituyen un nnrco cc.pncío,tcmrorn! en el cu;1j !os d¡stinios eventos cntrnn. ~e n'ml1in~m, se cr•nir;ls!nn. $C rc-ch;u_Ml IIYHl<; n otros: 1n primera edad es

)¡, del centro: el f'llmmo, la de los hPrdcs: el auca, lr1 de los elementos Of'\.\C!o'>. A\ b~Ji;1ncco cqut!"1hr;1<h' (kl rc;:;p0ndc la inversión de! a!ica. o e! mnvimicntc centrifugo del ¡'un:nw; ];¡ seducción, guerra, re­

cknn. f L.1.i' en dir1 /.qul: signlfknr:í f'O'-'iw ktr!i p~l\'" un /\ymma? Se emp!c;¡ roen C5L'l r0!:'"d.nn, pcl"(l C"- rk l1l1!<H que el tenHl del <~juicio>>

csL1 muy vivo y se discute en tocb b rqdón t\ynwra. Tiene c2da dín mñs ,:tcto:dídnd Cün hs convcn;inncs- m'lsivns n d¡vcrs;rs sectas que predican tl fin dd mundo n Ir~ vcniJJ del Scilor. ~lucho-; intcrprctnn como sciin·

5. PmJ¡;¡; En !orno <t! pensamienfo Ayrnnrn

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246 Cosmovísión

les de esta próxima llegada fenómenos extraños en el ciclo o aconteci­mientos que se consideran poco habitutdcs,

Hay que fíjarse, sín embargo, que mós se habla de «juicio)} que de ((juicio finnb. !nterpretumos esta díferencin como indicio de la discre­pancia entre la visión Aymnra y la occ!denhlL Para tos misioneros se trata de una finalidad; para los Aymnr<l, de! fin de una etapa y del comienzo de otra. Nos han comentado repetidas veces que en cuanto l!egue el juicio morírcmos todos y vendr~n otros para ocup<H el mundo en nuestro lugar.

Otros diccrt que en el momento del juicio la tierra misma dará una vuelta. Un joven Laymi, comentimdonos esta vuelta, nos mostró cómo e! mundo se pondri~l <~l revés. Con !a mann cxiendída hacia nosotros enseñó e! dorso y dijo: ({nrribn estamos nosotrm;>, y mostrando la palma af1a~

dió: «y abajo, Bl otro lado de la mano, es otro mundo, el de abajo (man~ qha). Abajo todo es al revés del nuestro; es de noche cuando aquí es día, n!lú es verano cuando aquí es invierno. E! juicio es como darle vuelta a la mnno, !o Je ahajo estará arriba y !o J~ arriba abajo>>. Con esta cxp!ícRclón adquieren pleno sentido algunas preguntas que nos h;.:cían los Layll1í cuando vivíamos en sus comunidades: ¿cómo hacen en su tie­rra para andar siempre de cabeza, pa!3S arribn? ¿Cómo pudo pasar el avión por e! jach'a p'iya (gran agujero) para llegar de una cara a la otra de la tierra?

3. Los tres pacha del pensamiento ;\ymara del siglo xx

A con!Ímwción daremos un gran snho en el !lempo para enfocar la actualidad, lH ((edad de lo~ cri~!ianQ:;». Aunque ruede parecer dernasfado brusca la trnnsici6n, qut·-rcmos enLuiz<H de e~ u forma las continuidades evidentes en el pensamiento Aymarn Jcsde la .:mtigüedad hasta el prcsen­(c. Asf, por ejemplo, persis!c hoy en día por toda 1<1 reg¡ón del antiguo Qul!asuyu la clnsificnción dd p;1sado en diferentes edades, de la cual Víc­tor Ochoa nos enseil<J una versión contemporánea. Pero, como punto de partida, no tomaremos esta división síno b yB dtn.da clasificación entre ciclo, tierra e infierno, tal como ha qucdndo traducida ai Aymara por los conceptos de a{ax ptlc!w, aka pacha y nWIII/ha pacha.

Nuestro objet[vo sigue siendo el estudio de hls pnrticu!.:nidadcs de! pensamiento Aymnra: cómo entienden su mundo y cómo se ubican en él. Pero aquí lo h<lrernos desde otro prísma: In clasificación entre !os distin­tos pacha que conforman e! mundo ya no s(; funda en un contraste tem· pora!, sino en una diferenciación espacial (nrriba-abajo). Sin embargo, a~í como bs edades de ln mitologín ant1gua se definían mediante e! espa-

5. f'ncha: En torno al pensamicn(o Aymnra 247

cio, nquf iambién la clasificación espacial tiene, n su vez, una dlmc:nslón

temporal. Tomar lH clnsificación cristiana nos permít!r{J a !a vez prcgun!Rr cómo

los Aymara -que, evidentemente, aceptaron el mcn~njc cristiano- in" scrtaron !o europeo y lo ajeno en sus propios esqucnFlS mct8ffsicos, y ver las. formas contemporfmcas de su pensamiento, con toda su divenddad, dentro del marco est<1blecido por !a mitología nntigua. Algunos de sus elementos fundamentales siguen vigentes hastn nucstms días, y nos pare­ce que los conocímientos fragmentarios que tenemos, tanw de la ant\gDc~ dad como Jc bs culturas Aymar;J. de! siglo xx, se pueden adarar muttw~

mente y arrojar luz sobre lo mucho que todavía queda escuro.

a) Los del 1\f anqha Pacha

En la concepción cristiona tradicional, traidn de Europa, la ubicación espnclrt! del cielo e infierno corresponde a una oposición nítiJa entre e! bien v el mal. En la traducción de estos conccp!os c:laws del pensamiento cristí;mo al Aymara, !a dimensión mora{ es otra, Como veremos, el pcn~ sarniento ético y social aymar;l no se funda en e! maniqueísmo tipíco de muchas tradícioncs cristianas. El cuadro se complica porque, en contrnstc con el alax pacha, que es la mor:Jda de \os santos y de Dios, el pacha (k abajo está poblado por ,,diablosl>. Pero In mora!ldnd de los Aymanl no lleva a colocar a todos los buenos en el ciclo y ver en el manqha pacha la médula del mal.

Es evidente que existen personas y fuerzas que obrcm para el mal de los demás; pero en muchos casos ellas mismas son también fuente de

prosperidad. Así, los demonios que pnt::.blan d nwnqha pacfw se aleJan profunda··

mente de la definición clásica de los teólogos. En muchas regiones, por e.jemp!o, el vocablo andino que !os denomina es wak 'a, que si bien se puede traducir como «diablo», también significa «sagrado>). Hasta hoy en día no se ha perdido del todo el sentido antiguo de las huacctl, que Berto­nio definía como: ddolo en fonnn de hombre, carnero, (:.(e,, Y !os cerros que adoraban en su gentilidad>) (l I 143L El vocnhlo más comúnmente usado en los Andes para designar a! diablo tal vez es supay (en Ayrnara. su paya); sin ernbnrgo, un estudio reciente de! !íngU.ista Gerald Taylor propone. que el supay en lns antiguas culturas andinas era el alma de los muertos, objeto de culto que los primeros evangelizadores identificaron como nefasto y diabólico, Wak'a, supaya: en ambos casos la derivación lingüística sugiere que se trata de una política religiosa para extirpar los antiguos cultos. Idcntific<1rlos con Satanás no tuvo el efecto de errad!-

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248 Cosmovisión

carlos totalmente, sino el de reubicados c11 un contexto clandestino e inte­rior, donde el diablo cristiano cambió radicalmente de carácter,

De hecho otra de las palabras generalmente usadas para designar a los diablos -saxra- alude a su carácter secreto. Normalmente traducido por «malo)), incluye a la vez una connotación de <<clandestino}}. Ello nos recuerda que el mismo vocablo manqha (abajo) tiene una carga metafó­rica de secreto y escondido. El manqha ¡mcha entonces no es una esfera separada de nuestro mundo, como es el infierno cristiano, sino lo clan­destino y lo secreto de nuestro mundo. SH tiempo propio es el crepúscu­lo; su poder es ambiguo. Más allá de las diferencias individuales que tiene cada clase de 1<dinblo)}' todos los pobladores de esta esfera se carac· terizan sobre todo por su gran fuerza (sinti, eh' ama) para obrar tanto el bien como el mtd, Su actitud frente a los devotos no está inspirada por un cálculo moral, sino por su propla «hambre)), Es decir, los del manqha pacha necesitan comer y, si tienen mucha hambre o si las ofrendas brin­dadas por la gente son insuficientes, son capaces de ~(comen> (hacer en­fermar, o hasta morir) a alguien. Por otra parte, dan de comer o de qué vivlr a quienes los veneran, y sí hacen enfermar, también son grandes curanderos,

La relación entre humanos y los del ma11qha pac!ta_ se basa en la re­ciprocidad y dependencia mutua; pero el comportamiento de los diablos no es siempre predecible, ni es automútica su bendición. Según el estu~ dio de Gabriel Martínez sobre Isluga (Chile), algunos de ellos son consi­derados «bravos}>, y en el norte de Potosí se habla comúnmente de que los saxra son <(fieros)) (phiru). Se trata entonces de una fuerza salvaje, no plenamente socializada, y por lo tanto no del todo controlable, que hace pensar en el puruma de los nntiguos: los bordes del mundo social donde se encontraban fuerzas excepcionales y salvajes< Los seres que hoy en Jfa ptJeblan el manqha pac!w son considerados «diablos»; pero el ca· rácter incontrolable de las fuerzas que desencadenan no niega el trato recí~ proco entre ellos y los humanos.

Veamos en mayor detalle los rasgos de Jos principales tipos de pobla­dores de este ma11qha padw,

Los muertos

Los sepulcros donde los antiguos colocaron sus muertos más destaca­dos todavía dominan el espacio y juegan un papel en los quehaceres de los vivos. En b mitología moderna, estos clwllpa, junto con las pukara -antiguas fortalezas o en general cualquier sítio arqueológico-, son 1a serial visible de una edad nntctíor a la nuestra, curmdo no había luz solar.

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5. Facha: En torno al pensamiento Aymnra 249

Es decir, los Aymara mismos de tiempos pre·cristianos han venido a ser para los pueblos contemporáneos los chullpa jaqi, gente de una edad te·· ncbrosa que ejerce una influencia especial sobre la fertilidad del suelo. Conocidos también como 'abuelos' (achachila) o gentiles, pueden impedir la lluvia, o también mandar que llueva excesivamente en el caso de que los antiguos sepulcros no sean tratados de forma debida. En cuanto a las pukara, los Aymara de Isluga les rinden culto directamente para asegurar sus e u 1 ti vos.

El mismo Gabriel Martínez nos cuenta en otro contexto cómo apare­cen los chullpa en Lun!aya, comunidad quechua de Charazani, al norte de La Paz:

[Son como] una pareja de personas ancianas, hombre y mujer, de esta­tura muy pequeña. Generalmente en lugares cerca del río, próximos n sus viviendas de otros tiempos (chullperíos}, aparecen, silenciosos, en las penum~ btas del crepúsculo, vestidos con sus trajes negros autóctonos. Exactamente con la mismu imagen se describe a las deidades de los cerros. (En prensa,)

En esta descripción notamos de inmediato varios aspectos que hacen recordar el puruma: lo luz difusa, la identificación con el agua, la re!a" ción con los cerros. Pero ¿hasta qué punto son estas características pro~ pias de los muertos gentiles? ¿Juegan un papel similar Ias almas de Ayma~ ra cristianos, o son contrastadas a los antiguos? A este interrogante no podemos conteStar con certeza, ni de manera general, pues algunos pue­blos han reproducido más literalmente que otros la ortodoxia cristiana.

Sabemos, sin embargo, que los extirpadores de idolatría en el primer siglo de Ia colonia encontraron una fuerte resistencia cuando se empeña­ron en destruir la veneración a los muertos y hflcer de la iglesia misma el único lugar legítimo para entierros, Hoy en día hemos comprobado que entre los campesinos Aymara los cementerios provocan a veces reac­'ciones de horror y miedo. Se puede suponer que antiguamente también las actitudes hacia los sepulcros eran complejas y ambivalentes; pero si en e! esquema original Jos muertos tenían que estar dispersos a lo largo del territorio, en las cumbres, al lado de un río o de una confluencia de ríos, en los linderos, mojones y chacras, ¿no será la actual actitud de horror y miedo el producto de una excesiva concentración de fuerzas en un solo lugar? De hecho en muchas regiones no todos los muertos son enterrados en cementerios, sino que la gente busca maneras de recuperar su poder colocando los sepulcros en otros puntos significativos del es­pado.

El testimonio de una vieja de Chuculto entrevistada en los años 40 por Harry Tschopik es elocuente al respecto:

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250 Cosmovísión

El muerto debe ser enterrado donde se cruznn los caminos t'aki /wktapi {thaki jíktha¡n'l Habrá un tiempo en que vlvírB otra vez y es mejor ente· rnnlo en el cnmino. No creo que aquellos enterrados en los cementerios vivan otra vez. (!968: 175.)

Se desprende de esta declarnción que !a potencia vital de los muer~ tos !'e puede anular en los cementerios. Y no hace falta subrayEn el signi­ficado pccukn de la cncruc\jada de en minos como lugar de los muer los,, donde 'pueden volver 3 vivtr', y donde es posible desencadenar el poder que tienen sobre !os vivos: en efecto, la encrucijadR (palfqa) es un lugar de máxima tnm::lción y a la vez un lugar de encuentro. Hnsta en la actua" Jidnd corre !a voz de que hay que enterrar a un mu::rtG pnra ln exitosa construcci(m de un nuevo camino: por una pnrtc los muertos necesitan e! camino, por o!ra el scOor y señora del camino' (thaki maflku, thaki t' alfa) nccesitnn al muerto, y los viejos se encomíendan especialmente a los muertos.

A!.nmcl<m otros ejemplos sobre d papel que juegan los muertos en la ddinicíón del e~pndu, y en hc1ccr m<Ís eficaz el poder que tienen los !ugn­rcs s::~gndos, En alpJHBS regiones se considera que [os niños que mueren sín bautiznr pcrfcncccn a los cerros, y así son dejados en lugares s<~lvajcs p<!ra los 'dinblos' que viven a!!í. Lns torres (turi nwllku) esparcidas por d nlt!plano, a veces p\:gadas a la iglesía, u veces separadas, dependen iambien de! poder de !a rnuerlr. /\un cuando !os que las erigieron no en" tcrrnmn de ver:1s ;1 un muerto pnr;1 dnr fuerz¡¡ u ln construcción, scgün !n mitolop;ia moderna el poder que de:;rrnpeñan deriva en gríln parte del muerto que cstú dentro, de pie. ¿No scdn est"s torres una especie de transición entre 1ierr0 y cieio, que evoca en sus formas h-1s propias cum, brcs de los cerros?

De hecho, por los vnilcs del norte potosi no, todavía en lierra Aymara, hemos presenciado entierros en un cementerio ubicado en la misma cum­

bre Jc un cerro que formn el lindero e-ntre vnriRs comunidades del ayllu Lnymi. La gente se !unta alhl desde sus di5tintas estancias para acudir a sus muertos en la fícsta de Todosrmtos; y cuentan que, hasta hace pocos "J

añc\s, durnntc !D fiesín se rcrdiznbnn peleas (tinlw) muy sangrientas entre las dos mitades de! grupo. Sin pretender entrar en un análisis pormenori­znrlo, podemos notr1r que, aun mRn!en!cndo la institución cristiana del ce­menterio, la gente del lug:1r lo ha intcgrndo en otro campo de significa­ción, idcntlfidndolo pknnmcnte con un lug;H de trunsición tanto socíal como geográficn. y que la gran fiesta de los muertos lleva prímero a la fusión y mez.cln de miembros ele distintns comunidndes. y luego a un res­tnb!ccimicnto de linderos e !denl iclndes opuesl8S a través del tinku. Tiene nlp,o en común con la palfqa de los cnminos, como lugar de dilución de

5, Pncha: En torno al pensamiento Aymara 25!

LÁ~>HNA 5.4.-!Wual Aymara. El yntirí dispe-rsa a los presentes con una ch'a!fn de cerveza para que no molesten al nchachíla cuando l'enga a servirse. fa o:d!l!C'e n.tisa», Parte final de la wilnncha para los cimienlos del m1CVO ro!eg1o secandano de J'iwanaku.

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252 Cosmovis!ón 5. Pncha; En torno a! pensamiento Aymnra 255

linderos y también de tncuentro entre bandos opuestos. Usando los con~ ccptos de la mitología ~m ti gua podríamos decir que juega a la vez e! pape! de purrww (cumbre nlta, m::ís allá de tierras cultivadas, zona !irnina! entre diferentes comunidades, lugar de los muertos) y del ta.vpi (h1gar de en­cuentro, de rcdefinición de linderos, de 'igualación' entre dos bnndos).

Si los muertos desempcfian hasta en !a actua!ir.bd un pape! en la dcfi-,~ níción de! espncio, también lo hacen en la diferenciación del tiempo. En

el Norte Je Potosí, la estnción de lluvias -iniciada riturdmcnte en !u fics· ta de Todos:mtos, époc:.B en que cclebrnban a Jos muertos también en tiernpos nntiguos~ es consideradn un tiempo sagrado, dedicado a las almns, que moran en sus comunidades de origen durante todo el perío­do de madurncíóu de Tos cultivos. Durante !a estación de lluvias los vivos observnn todn una serie de restricciones p3n.l no mokstnr a !os muertos. Por ejemplo, en vez de tocar la mús'1cn alq!rC del charango tocan los pinkillu, nauta de madera cuyo tono es sumnmrnte triste, y las mclodlns (wayi!u) propias a esta tempon1da son una especie de lamento. En los vnllcs, los muertos hasta son vísib!es baJo b formn de luciérnngus, que centellean desde la época de siembra y durante toda la estnción de lluvias.

E{ fin de esta tcmpornda estri señalado por la otrn gran fiesta del ciclo ritual: Carnaval, la celebración de las primicins. l\·lienlrr~s que !ns demás fiestns son propi3s de una comunidad y no de otrn, Todosantos y Cnrna­va! tienen un significado universal y marcrm el comp{Js de h estación de lluvias. E! nombre Aymara Jd Carnavü1, anata, s'1gnifica 'tiempo de juego'; pero a !n vez es conocido como wpay phisfa, In fiesta de !os diablos. De hecho éste es el momento en que sale n lns calles a bailnr la 'diabhl(lJ' tan famosa de Oruro. En las comunidades Laymi n!p,unas per­sonas también se disfrazan de díablos, con pieles de cabrn negr-a -nni­mal estrechamente relncion:,dv en el folklore europeo con el diablo­y llevan en sus monteras y sus bultos grnn cnntidad de verdura, flores sil­vestres y cultivos. Llamados kira ma!iku (y k ira t' alla las mujeres), bailnn de casa en casa para despedir h1 fiesta, dejando a su paso una imagen inolvidable de la abundanci<J natural.

Los diablos del Carnaval son, desde luego, peligrosos: pueden llevar a la muerte a los que caminan descuidados, o que duermen solos, o que no participan plenamente en su fiesta. Pero a la vez, bajo forma disfra­zada y aunque nadie lo diw1 directamente, son los mismos muertos que !legaron a la comunidad para Todosantos: en b despedida de Carnaval (tapa kayu) los despedidos son los mismos muertos, que vuelven a su tie­rra al otro lado del mnr. Ya vimos cómo en las primcrns décadas de la evangelización los supaya, que según Taylor eran los muertos veneradus en la antigua religión, pasaron a rcprcsen!nr el dinblo cristiano. En !os ritos modernos de loG Layml vemos a su vez que lwstn hoy el su paya está ,.....

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254 Cosmovisión

ocultamente IJentif!cado con los muertos, responsables de! ciclo agrícola, los cunles, bajo la forma de kira nwllku y k ira t' alla. reprcsenU:m la fe~ cundidad desbordante del sudo.

Para ddinir Jc manera provísionnl L1 rc!acióf1 que puedan tener las almas de Aymara cristianos con la g8n!c <lntigua -los chullpa jaqi-·- po· demos decir que, si bien son clar(!mcnlc distinguidos, e! pape! que jucg<m en !a viJn humnna es similar_ Estas alm:1s U1mhién tienen s!go ck 'diabó· lico', de SIIJlil_Ya, y son mediadores entre l<1 socicdnd civilizada y el mundo !ímína\ de fuerzas s;Jlvnjcs. cspccin!mcnte por su estrecha identificación con !}¡ ngricu!turfl. Sabemos muy poco mln de cómo piensan los cJ!::;tintos puchlos t\ymara ucerca de! destino de bs a!mas_ Pero detectamos en casi !odos los rc:JI',tos una cierta ambiriiccli1d con respecto a !os rnucrlus, la cw1l no :::e debe simpkrncnle J! micdll que ln:::pirnn !as 'almas en pena' de los que en vidn fueron grandes rccJdCJfCS, La dlfcrencind6n tajnntc que prop()nc el cristiani,"fno entre ésws, que pndcccn castigos eternos en el infierno, y !u~ buCJ1(1.:; que tJrdc '' h.:mpr;~no Hcg8r{¡n al cielo, se en­cuentra ya de algún modo en ¡,, rc!ip_iu~idad ¡mdina. En tícmpos prchis~ prinkos también k's Jntiguos crdill1 que estos 'condenados' tenf<ln que sufrir por sus m:dd:Jcks en tn vida de uilratumhtL

1 íoy en día lns rdma;; zk los que fueron en vidn criminnlcs o delincuen­tes provocnn hl'rrur y miedo y s.on cc>!1:"idcl·?tdns CDpaces Je mJiar a los mort;dcs, u de cngcnLhar niil.os monsíruos ;¡ las mujeres; sin embargo, en ciertos ccntc:-:tos se ve a todc's l0s mucrlns, cspecinhnenle los recién fin;:o.dos, con el mismo horror y miedu. Fn !;1s comunidades 1\.a!!awa_va de CIH1fG7Jni. sq:ún Ob!iU1s Pob!cic, los condcnndo.s son idcntifíc<ldos con s!.'rc.s m;:di¡mus como e! rmchanc/u; v el íari lari; pero. como veremos en :;cgu!í..hl, éstus tienen lJ11 CtrSctrr ;¡mhi¡::uo que no represcn(a sin1plc~

mente b maldnd, Por ulr;l parte, todo5 los muertos comparten cnrnctcrís· ticas 'dh1hó!icns' como ser hambrientos. cxip,iendv por envidia a los vivos sncrilicios, bcbidn;; y !w:.; curn¡das mfi~. qhros<15, y h<"Kcr enfermar y basta !kvar consigo <1 lus mort:dcs. Pcncnecicndo rodos 81 mismo universo de Jb:1jo, los condenados sedan los menos 'soc!'Jiizados' entre los muertos, micntrJS que hny ci..:rtn comunicación y U'8!0 recíproco con \os demás mue nos.

Tampoco qucd<1n c!<ll"JS !as crccnci:Js nctu;¡lcs acerca de dónde se en­cuentran los muertos rccícntcs. De acuerdo con e! cristianismo tradicíonaf, muchos Jc ellos pasnn por una e!npa purifiGJdorn en el purgatorio, pero :>abemos que fos rnlmcros cvnngc!iz;¡dorcs en >US prédicas dieron pocn ímportHncia n estn c:;ferH transicionnl, cnLrtizando en su lug8r la suerte infcrnnl qu.z. c::pcnd:>:.J 3 wdos nqucllcs que no Jlevab::m una vida plena­men!t:: cristilln.:L De hecho Jos Aymvrn nctu<1lcs- ofrecen misas a sus muer· tos y rezan por c!lus en htín par<J que vnyan ;d cíc!o, pero a la vez es

5. Pacha; En wrno n! pensamiento /\ymnra 255

cviJcnie que sus creenclns acerca de la suerte cvc.ntuJ) de lns alm<ls no coinciden demasiado con el esquema tradicional cristíano, como han po­dído constatar muchos misioneros en el altiplano. No es raro escuchar que todos los muertos, y no solamente los condenados, vayan 'abnjo'. i\'ÍU+

chns veces se asocia a los muertos con e! agua; por ejemplo, se dice que ellos tienen que pasar por una gran extensión de agua sentados en l.a oreja de un perro negro, rccorcbndo asf lrl asoci8ción antigua entre muer~ tl: y lngos (inclusive d 'gran lago' o jach'a. quia que es el nwr) y la reJa, ción mítica del dios Tunupa que desapareció bajo lns nguas de! lago Poupó. En otros pueblos se cree que los muertos vuelven a los cerros; est!fS crecncías nos recuerdan de nuevo el puruma untlguo, los bordes de poderes ambiva!cnte.s asociados tanto con las cumbres como con d 'lago profundo' y d 'mJr sin fondo'

Los diah!os

En los centros mineros del a!tiplJno bc\ivícmo e! supaya es nmplii1-mentc conocido, ya no identificado con !os muertos, slno con un ser po­deroso de! subsuelo que ha adquirirlo muchos n1sgos úcl diablo ctnopeo. con sus cuernos y su mirada hurrurizantc. Este diablo minero tarnbíén es el "Tfo' o duciío de las vct<~s de mincud en ];1s enlr:lf'i<1S de b tierra. S\! f<mF! se ha hecho internacional por b cnmbatlvíd:d de los mineros que son su.s devotos y por las compJrsas de bailndncs disrruados de d.iabl0 qul: constiiuycn un elemento dnvc de las fiestns p:ltrona!cs lT:ineras, Nc sólo su apariencia física nos recuerda al diablo de. los evangelizadores, sino también su morada tenebrosa debajo de la tierra, en cuyos coneJo· res la extracción de m!ncralcs se realiza mediante un enfren!o.miento cons"' tante con d peligro y lo desconocido. Su hambre es notoria; cada serna· na -en nlgunas minas todos los días- los mineros le convidan una eh' a!la de trago con coca y cigarrillos, y en el curso de! año le preparan ¡;;rnndcs fiestas con el sacrificio de ganados. A pcsRr de estas ofrendas, ~u hambre puede alcanzar tales proporciones que acaba matando a quie· nes trab;ljan en su dominío.

Si el hambre del Tío es voraz, también su generosidad puede ser des­mcd\da: algunos mueren en b mina, pero El otros entrega tesoros. A cambio de comida brínda su cosecha mineraL En las palabras de un trabaj;:Jdor de San José, Oruro, a !a antropóloga }une Nash: «Nosotros comemos !a mina, y la mina nos come a nosotros.'~ O sea, este diablo subterr3neo también actúa dentro del marco de una reciprocidad típica de la relación que tienen los mortales con los del numqíta pacha.

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256 Cosmovisión

Por otrn pnrtc, va k recordar que en el contexto runü el diablo mine~ ro cstfl cstrcchnmcnle vincui;:¡Jo con los que ejercen su poder sobre la ngricu!tura, En ~~~ mlsrna mina de San }osé el culto al Tío se practica juntamente nl de b rachanwma, a la que se considera normalmente como divinichld agrico\a. Hastn se dice que ln Paclwmama es su esposa, En la rninn Siglo xx hemos escuchado decir n los mineros que en buenas épocas el m!ncra! se reproduce (wawachi) como la papa, y hast!:l usan el mismo concepto de lfal!all'a pan1 referirse tanto a los tubérculos de tamnño ex~ cepcional como al mincrrd de nlta !cy.

Entre los dioses de las minas y de los cereos también hay lazos; algu· nns de !ns minns mis imporUmtcs en la historia mund!a! -como son las de Potosi y de Lln1lap1<1 Uncía- cstfln ubíc:adas en las entrañas de los m;ís hermosos e imponentes montes de In comarca, Más nún, en los mitos el Tío de b min;~ n veces ararcce como un gringo -rublo, con bigotes y botas altns---, !n mismn apariencia que suelen tener los cerros en los mitos. E! dinblo de !a mina no es entonces tan diferente, tan opuesto a !as dcm3s dívinld<ldcs.

1 !ay otros seres --;;,:omo el mtclumc!w o el lari lari ya citados- que se identifican también dircct'-lmcntc con los poderes supucs!amente ne­fBstos y mHlignos del diablo, r~ pcsnr de que en este cBso no hny eviden­cia de nn1cccdcntcs europeos.

El anchanc!tu, según el retrato de Rigobcrto Paredes, es un se¡- tram· poso:

Lo suponen fsus víctimas], cu:mdo se hncc visible, tnn ílrnnb!c y meloso, que engaña 'al hombre mús nvisndo y mundano con su nstucla y sngaddal.L Pcrsonificn tn d ln dcskn!!ad, 18. pcr-fídin, la refinada pcrvet'sídaci y lo lúgubrt lroní::L El Anchonchu es unn Jddad sinicstru, que sonríe siempre y ::onricnJo prcpnrn y CDUS!l !os mnyores dmlos; !kva ln Jcso!nción a Jos hogares y destruye los edificios y campos sernbrndos. {1963: 69,)

BJjo b plum:1 de P~1rcdcs d auchanchu recuerda la imagen dcspccti­vn Jd mcstlz~lÍC, En rc;J!idad, cu:1ndo buscnmos su identidad 'real' por las distintas regiones Aymnra, este diablo resulta ser una síntesis de pcr~ smnjcs. En Canngrls, por cjcmp!o, Monast dice que los anchancfw son constdcrados como SUJHI.)'O, y como Udcs asisten a la fiesta de Carnavales en Oruro. l-hly uno, bast<:mte nwlo, que trae o impide !a lluvia; ése es el patrón de !os ladronc:; y por lo mismo ladrón. El nombre de ese an­chanchu es San Andrés. Ern nrnigo de Snntingo, era su mensajero. Cuan­do Santía¡zo csl~Ün (Jc~\:ontcnto m;mdnbn a Snn Andrés pntil que 1des robe sus coscchns a la gente;). Sigu!cndo el cnmino ya emprendido, podríamos decir que cs!c anchanchu suena mucho il los mismos muertos, y es nota~

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5. Jlacha: En torno ni pcns:1micnto Aymnrn 251

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258 Cosmovis(ón

blc que en ia fiesta de San Andrés -finnl de noviembre, el mes dedica­do en el ca!cnd;ll'io !nb a los muertos- los campesinos van a !a iglesia para ofrecer una misa en nomhrc de todos los muertos,

Pero en lns riberas del lago Titicac<~ su personaje es otro~ Tschopik cuenta que en Chucuito el anc!wnchu habita d subsuelo y es el mismo dueño dd 'tesoro' y d..: las vetas de oro y plala que hay allL Aquí se pnrecc mris nl Tío que a 1os muertos. Otros autores, escribiendo sobre otros pueblos, lo identifican de diferentes maner<ts. Por ejemplo, Tcobal­do Loayz.a Jke que en b región de Pune• los rmchanchu son los represen­lantcs de la gente anti~ua (gentiles, chullpa jaqi); y ya aludimos al libro de Oblitas Poblctc sobre lns comunidades Kalhnvaya de Charu.ani, don­de el anchanc!m, al igu<d que el lari lari y otros, son los que en vida fue­ron delincuentes: <dos déspotas, los incestuosos, !os traídores, los ladro­nes, incendiarios, blasfemos (pp. 29, 4-3).

1-l<Kc falta un estudio comparntivo detallado para entender mejor el carácter de este d!ahlo alt!plánico en sus varindas manifestaciones. Pero

ya !os relatos mcnc!on<Jdos dan unil pnuta. Se identifica con la gente anti­gua y ccm los condcnmlos; actüa pnra e! buen éxito o para la desgracia de la agr¡cu!tur;l, y tnmhiCn se conoce como duei1o de los minerales, Así, su carácter 'Ji:1hólico' se vn m<tllnmdo, y si rccordnmos el vinculo que indica Ob!itas Poblctc entre éste y el lari lari, vemos que de nuevo este diablo llene al~o en común con el antiguo puruma. Los fari del siglo XV!

eran de un<> cdnJ prcvín, y vivÍ<ln en la puna altn: hasta hoy en día los hu~ bitnntcs de los volks lbman lari a los que vienen Je lo puna. Este es tam­bién el nombre mítico del zorro, animal de rapifía que vive en las lade­rns Jc cerros altos, y --otra asociación···- en la terminología Aymara de parentesco, hoy caída ya en desuso, significa cabalmente <dÍm', que es d nonünc actual del dueño de !os mincroks,

Ya vimos que en el puruma padw de la m.itologfa antigua Tunupa

dc5terró a !as punas altas a los hapii"íuiíus, que antes vivían entre. los humanos. ¿No SC'T<~n el Tío, el anchonc!w. el larí lari otros ejemplos más recientes de un movimiento parecido, <~demás muy conoddo en la histq· ría de las religiones? Así, los númcnes reverenciados por genernciones anteriores son desterrados hacia los bordes y adquieren un carácter cada vez más nntiguo frente a la nueva religión, pero sin ser olvidados ni que· dar dd todo desprovistos de su poder antiguo. Desde Juego, cada pueblo tiene sus conocimientos particulnrcs y distintos acerca de los diablos; pero cunndo la gente cuenta en voz h:1jn cómo han encontrado ai Tío, al a11chanchu o a un condenado. nos parece que aluden a un universo mtís vnsto, en el que estremecerse de miedo va junto con arriesgarse y en e! que la abundJncia es !a otra cura de la muerte.

5. Pacha: En torno al pensamiento Aymara 259

Los poderes del pdsaje

Durante la ch'alla (libac!ón), cuando invitan n tomar a todas las divi­nidades, Y mientr<ts van derramando gola a gota el trago por el suelo, los ru:b1o_s Ayrnar~ recorren nombre por nombre todos los lugares Je su t~rntono Y los mscrtnn en un espncio mris vasto y lleno de fuerzas, rncdwnte la recitación casi íntcnninab!c de cada lugar, cada recoveco donde se reconoce un poder especiaL No es una s!mp!e enumeración de! espnc!o, síno que van l!nmundo a estos lugares para que desempeñe cada uno su función propia.

Y d~ ~:cho las funciones son múltiples: y<J hnblnmos de los lugares de transJclon entre un espado y otro, un territorio v otro, tales como las c¡~crt:cíjadns del camino y las confluencias del río (a-mbas pa!lqo). A ésto~ a,n?dm10s las apachira y \as cumbres arribn, los ríos abaio y todo:.; los S!(los que dan paso a las fuerzas que. brotan desde abajo: manantiales, Llgunas, cuevas, quebradas, mínas y otros fígujeros profundos.

, Algun~s de estos lugares son considerados surnamcn!c peligrosos y ftcros [p}¡¡ru], pero lo que importa es que por Jo general aun éstos tie­nen su cara positiva. Por ejemplo, lBs vertícntes de ngua son tan salvajes que no hny que acercarse. a ellas sino con grnndes pr-ce<1uciones; pero a !a vez en estos lugares ei sirinu o sirina cnsefía n la gcn1c a cantar y tocar. Los músicos dejan allá sus instrumentos con nfrend11s durante t~da una noche _par~ que aprendan nuevas mdodias, Otros !ugarcs muy pendien­tes e ¡gu<nmente pclígrosos son fl! mísmo tiempo los fecundaJorcs de! g<mado.

~ntre trmtos lug<Jrcs salvajes, que son peligrosos pero a su vez fuen­tes de energfa y ríqucza desmesurada, !as curnhres de los cerros son los m;ís sobresalientes. Son ellos el origen de lns fuerzns meteorológicas, como e! ~ranizo, la lltn·.!a y el rayo. Al igual que el nntiguo dios Choquela, sus poocres son amb1gucs. Una granizada puede nplilStM ct1 pocos minulos toda unn cosecha: la lluvia excesiva a veces c2usn derrumbes fata!es, el rayo mara al gcmado y hasts a !ns personas. Pero, por oirn parle, las mis· mas fuerzas mojan lH tierra seca, dupl!can la mazorca del maíz, hacen rnultipllcJr e.I gnnndoc

Este carácter a la vez fiero y fecundador que tienen tantos lugares sngrsdos hace que la gente los trate como d!nbólicos. Dice que son muv saxra, muy wak'a, en rin, muy diablo. Su fuerza h<t sido ídcntif!cada po-r Gabriel Martíncz como un poder 'genésico': aunque pcl!g-rosos, son las fucnt.es de fertilídnd y de vid;:,. Uno de !os nombres mfís comunes pnra r~fenrse ~ el!os, acfwchila o antepasado/abuelo, :::dude a este poder gené­SlCO no solo por haber engendrado a los pobladores actmdes, sino tam­bién por el poder generador de los muertos en gcncr<tl, y su intervención

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260 Cosmovisi6n

lmpresclndible en la agricultma. A su vez la estrec~a relació~ percibíd~ entre muertos y cerros en muchns regiones puntualJza el caracter ambi­valente de ambos,

Sin embargo, no todos los lugares sngrados se comportan de forma tan 'snlvnje', Algunos son guardianes, sea de casas familiares, sea de una comunidad entera, y son por lo general benévolos, velando por la pros~ peridad de los que les tratnn bien y castigando a los que no se compor­tan debidamente. Estos ejercen un poder no tanto genésico sino 'orde­nador' en las palabras de Martínez, y de hecho el título maliku (jefe o señor) empleado para Invocar a ciertos lugares sagrados parece referirse espedalmenic a esta faceta. No todos los lugares sagrados tienen, por tanto, el mismo carácter; algunos son guMdianes y simbolizan la autori~ dnd Jegítíma y 1a sociedad bien ordenada, mientras que otros son casi enemigos del orden. De estos últimos unos están en plena comunicación con los humanos y otros no, De fornw pnrecida, al contraste ya notado entre muertos y condenados, la mayor parte de los lugares con poder genésico reciben ofrendas regulares en las fiestas, como libaciones, coca o incluso comida y bebida propia; pero algunos son tan salvajes que ní siquiefa son nombrados en la eh' alla, y sólo recibirán ofrendas cuando h~1mbrean mucho y las exígen haciendo enfermar a alguien,

Entre todos los lugares sagrados no cabe duda de que para Ios agri~ cultores !os cerros son los ejes significativos del paisaje, Y !a mayor con­centración de las fuerzas del mmrqha pacha. Son los más hambrientos entre todos, Las principales ofrendas rituales suelen ser para ellos, Por un lado hnccn enfermnr por su hambre, pero tnmblén puede~ ser, gran~ des curanderos y awiaturu (aviadores, o sea, los que proveen avfo o co·

mida a la gente), . Al mismo tiempo que dominnn el paisaje Aymarn, proporc10nan un

modelo natural de jcrnr.quía y de la relación orgánica que entrelaza las comunidndes y Butoridades locales con un sistema mayoritario. Así, el cerro guardián de cada comunidad, por m~s pequeño (jisk' a) que sea, particiPa del poder otorgado por la cumbres altas (jach' a), Y algu?~s ,de Jos más destacados por su altura, su belleza, sus nieves o sus preclp!C.lOS son reconocidos y venerados hasta por gente que no los ha ~ono?1do personalmente, por ejemplo, el Illampu, el Wayna Potosi, el Ilhmani, e1

Tata Sabaya. Las cumbres son las fuerzas mayores de la esfera diabólica del man·

q!w pacha, o rnejor dicho, representan a éstas en su forma más~imp,onen­te y más globaL l-Iemos escuchado decir que todos los demas dmblos -muertos, condenados, lugares salvJjcs, fuerzas meteorológicas- perte~ nccen a los cerros; ¿será una manera de expresar la fusión y la identi: dad fundamental de ellos frente a otro universo contrastado? De alh

5. Pacha: En torno al pensamiento Aymnra 261

las similitudes en las formas que tornan cuando se hacen visibles: la pa­reja de .ancianos bajitos descrita por Mattíncz puede set tanto 'gente anM tigua' como deidades de los cerros; el 'grin_go' con barba y botas altas puede representar tanto al Tío de las minas como al cerro mismo, y nde· más nos recuerda la figura Je Santiago en el arte colonial, o rcmontán~ danos aún más en el pasado, la imagen de Viracocha en los mitos anti~ guas. Este papel unificador que juegan los cerros en In actual concep­tualización Aymara del mundo, junto con todas las continuidades en el pensamiento mítico, nos lleva a pensar que estamos frente a una versión sumamente comprimida de divinidades que en la antigüedad habrían te­nido cada una individualldades más contrastadas,

El rayo

El rayo, con las demás fuerzas metcorol6gicas, pertenece a los cerros, seg6n el pensamiento actual Aymara, Sin embargo, aún hoy sus poderes abarcan un campo mucho más vasto que el de las demás fuerzas, y en forma medio oculta persiste una veneración al rayo que recuerda su identificación antigua con e! dios Choquela o con Tunupa. Los lugares­donde cayó reciben nombres distintos segUn las regiones: illapujata, afata, kiska, siinku, Son reverenciados y temidos casi como las cumbre!>. Al mis~ mo tiempo siguen vigentes las creencías acerca del poder engendrador del rayo. A veces son explícitas, por ejemplo en cuanto se refiere a los me~ 1lizos; a veces son implícitas, como en !a veneración a los illa ya men~ donados, o en el culto al lqaqu o «Ekeko>} -patrón gordo de la fiesta paceña de Alasltas, símbolo de fecundidad y generosidad-, cuya forma jorobada Io vincula díreclamcnte con el r<~yo y el antiguo dios Tunupa, según el sugerente argumento de Carlos Ponce Sanjinés (ver láminas 7-8).

Pero e1 rayo interviene todavía más directamente sobre Ja vida de los mol'tales, al tocar físicamente a personas elegidas, quienes se vuelven sus servidores a veces con sus descendientes más. Don _Silverio Sosa, de Chucuito, describió la experiencia en la siguiente manera:

Yo he sido cogido por Dios. El rayo (kaxya} penetró en mí cuerpo; por esta razón no tengo miedo a nada. Ni siquiera el rayo fue capaz de matarme. Me tocó una noche cuando estaba solo en m! musii1a. Estaba cuidando mi campo y comenzó a !Iover muy fuerte, Entonces súbitamente el rayo me tocó: k'on k'on.. Súbitnmente se iluminó todo. Una boln de fuego centelleó hacia mL Me dejó estupefacto; mis ojos eran incapaces de ver. Estaba como si hubiera muerto. Entonces Dios llegó, Cuando pasó, mi cabeza estaba como rota, como si ei fuego la hubiera quemado ... A si es como Dios me golpeó y me quemó .la cabeza. Después volví en mf. Si Dios no me mata

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262 Cosmovísión

cuando viene. es buen si¡:!no. Soy amndo por Dios porque no me mató. Por esta n1zón empecé a actuar como mngo. Pero primero aprendí a leer en la coca. (Tscbopik 196-8: l95.)

Si tienen suficientes fuerzas, los tocados por el rayo aprenden a ha~ ¡¡;¡,." blar con {os diablos, con !os cerros, el rnyo mismo, las alws. cumbres Y la J'achomamo, o sea, cntr<m en comunicacíón justm11en!e con los seres del mam¡ha paella, fuenlc de poderes ambivalentes y desmesurados.

No debe sorprendernos, por tnnto, si !os tocndos por el rayo -o por lo menos aquellos que aprenden a hablar con todos estos seres- son co­nocidos en muchns partes justBmente como eh' amakani, 'dueño d~ la .~s­curidad', elcmcn!O lmport<:mte de purunw. Sin embargo, la categonzac10n misma del rsvo es más compleja; hace po:;lble la comunicación con los dci manqha Pacha; pero su propín naturaleza como poder fronteriz~ en· tre e! cie!o y la tierra !e da cierta ambigüedad que ímpide su p.lena .¡den­tificacíón con el universo de los diablos. Como constata el test1momo de don Si!verio Sosa. hnsta nuestros díns el rayo es considerado como 'Dios' ¡0 cual corrc;;;ponde a su antiguo stnlus de Choquela, Tunupa, d dios más venerado del mundo Qulla.

Pac!JatiiOirtil

Lo. Pachamnm.a es <1 la vez la dlvinidnJ andina mDs familiar Y la más opJCtL Su culto es casi univcrs3l y nbarc01 no solamente ei sector rural, sino t<Hnbi{n las capas populares .urbanas: prx su íntima identífknción con los campos cultiv:1dos y ln ícni\iJarl del suelo, su culto celebra subrc todo la nbundnncia g:rncias n ln cual vivimos. Como nos enseña el mismo lkrtonio:

roclwll!anw, Suyrymoma·. la tit'xr<1 de p?c<lilcuar, y a cerca de los anti­f2UOS era nombre de reve-rencia, por ver que la t!crra les d~:w de comer; Y nssi dcz.ian, Pachamnm<>. ht!ahuamaha. O tierra yo sere tu hqo, o tomame, o ten me por hijo. I bb!auan como el Demonio les ensenaua. {[l 242.) h·'

De nllí su opacidad: si bien el culto agrícola a la tierra tiene. raíces antiguas en los Andes, también debe IF1bcr tenido cierta resonancia para !os frailes europeos, cuya propia religión deriva histórícamcnte en parte

de tos cultos agrícolas mediterráneos. . , Pnehnrnama se llnma comúnmente lVirji11a (Virgen}, apelac!On que la

idcnt!ííca npnrentemcnte con la madre del Dios .cristiano: aunqt:e tam­bién en la rcligi6n andina antigua el cuHo a !a t1erra culuva?a estaba n veces asociado con un lugar donde estaba enterrada una VIrgen aqlla.

5, Pacha: En torno a! pensamiento Aymaril ?63

Pc;ro no por eso debemos suponer que 1a Pac!Hlmarna corresponde en to­dos los aspectos a !a madre-virgen de la religiosidad sur-europea, arque~ tipo de femineidad y maternidad sacrlfícad<L

Segün la rellgión y el idioma andino utilizado, el nombre de Facha­mama tiene diversas resonancias. En Aynwra e! vocablo mmna no signi­fica 'madre' tanto como 'scfiora'. En Quccht.l<l es rd revés. Pero tiene tam­bién otra acepción antigua: la de wak' a, o cosn so grada, como nos enseña Cristóbal de A!bornoz, extirpador de idolatrílls dc.l ~ig!o XVI:

!lay otros gcneros de guacas, a quien revcrenciRn y sirven con mucho cuydado, que. son de los frutos prímeros que coxen de alguna tierra qlle no fue sembradtL Escoxen e! mas hermoso fruto y !e guardan y. a semcjam;a de!, hizicron otros de piedras dífcrentes o de orQ o plnta, como una mw:;orcu de ma!z o una papa y les llaman mamai(ara y manwpapa; y asi de los dcmas frutos y desta forma de todos los m!nerales de oro o pinta o azogue que unti­quísimamente se han descubierto. Han escogído las más hermosas piedras de los metales y los han guardado y guardan y los mochan Hamandolas ma" drcs de las tales minas_ Y, primero que !os vayan a labrar, el di a que han de travaíar. mochan y bcven a In tat piedra llamandoln mama de lo que travajan. Onstrucclon para descubrir todas lBs guacas del Piru, p. l8.}

Hasta en la actual!Jad se cncuenlra nwnw usndo en este sentido; las mama entonces, mris que una figura líternl de maternldad humana, sedan a igual que las illa los «Brquctipos gcrrnírwntcs)> de cada especie, como lo ha expresado José fv1aría Argucdas.

¿Y pacha en este caso? Entre las ¡nuchas <1ccpcion.::s de este vocablo dudamos de que la Pachamam:1 se refiera a Un3 noción global de tiempo y espacio. Como ya notamos, pacha en Aymara denomina tiernpos del\nú­tadDs, y no el tiempo abstracto y eterno; pero también tiene el sentido

de abundancia, y éste nos parece más apropiado para el c.aso de la Pa­

chamnnw. De manera provisoria, entonces, definirínmos a la Pachamama como 'la abundancia o totalidad de arquetipos germinantcs de! suelo'.

Su carácter también la aleja de la imagen de la Virgen, madre de Dios; la Pachamama, como los demás demonios, hambrea y es capaz de castigar con enfermedades, como nos ensefla Msurkio Mamani en otro capítulo. En áreas mineras es conocida corno !a esposa del Tío, dueño diabólico de las mínas. No sorprende, si de veras representaba los frutos del sudo, tanto minerales corno cultivados. Con su cariz 'demoníaco', en muchas regiones es considerada también como pareja de los cerros, y a veces como ellos es llamada achachila (abuelo}. Sin embargo ciertns face~ tas de esta dívinidad de la tierra encuadran menos fácilmente que otras con el perfil que vamos esbozando de los seres del ma11qha pacha. Vol-

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264 Cosmovisi6n

veremos más adelnnte sobre el carácter ambiguo que tiene la Pacha~

mama. Al juntar bajo una sola clasificación seres tan diversos como la Pa­

chamama y Jos anchanchu, los condenados y los cerros guardianes, nos hemos guiado por varias consideraciones. Entre otras, las múltiples reso­nancias entre estos seres y el antiguo panana con sus poderes fluidos, no plenamente socializados pero imprescindibles. Igualmente importante nos ha resultado su agrupamiento dentro de la clasificación religiosa de los mismos LaymL Ellos no hablan mucho del manqha pacha; pero sí piensan que todos estos seres forman parte de lo que denominan saxra parti, o sea, la parte 'secreta' poblada de diablos.

No sabemos sí tales identificaciones se hacen en toda la región Ayma~ ta ni mucho menos sl corresponden a! pensamiento antiguo. Nos parece que el esquema actual debe mucho al empeño de los evangelizadores por erradicar idolatrías que veían como diabólicas, pero no se sabe cuánto. En la actualidad nlgunos de estos seres son más temibles que otros~ algu­nos están más nítidamente opuestos al orden social que otros. Nos parece sin embargo que se trata de un solo universo semático y que sus poblado­res, llámense wak' a, saxra, mallqu, aclwchila, supaya, comparten rasgos comunes entre ellos y se contrastnn con los de otro pacha. Situarlos en un pacha «abajo)) es un pnso muy provisorio, hasta entender mejor lacar~ ga semántica del concepto manqha en las culturas Aymara de hoy. Un joven Laymi nos propuso la palma de la mano como modelo de lo manqha contrastándolo al dorso arriba, donde vivimos los humanos. Pero preciM scmos que -si estamos en lo correcto-- manqha pacha es el concepto apropiado para referirse a la configuración de las fuerzas 'diabólicas' por sus acepciones metafóricas de lo profundo, interior y clandestino y por una relación de contraste con otro pacha «arriba» el polo celestial, extenso y manifiesto de la clasificación cristiana, infundido por la luz civilizadora del soL

b) Los de la gloria o ALAX PACilA

Si el pacha de abajo estt1 poblado por diablos, el de arriba, como dice Bertonio, es ln 'morada de los santos'. Así como la asignación espa· cial de 'abajo' no tiene que entenderse siempre en sentido literal, tampo~ co hay que pensar necesariamente que los san los de 'arriba' (alaxa) vivan lejos de los humanos. Cada localidad tiene su patrón propio, cuya fiesta se celebra en el día del santo. Ganados, artesanos, camioneros, todos tie~ nen su santo patrón con culto propio. Y en muchas regiones cada casa también rinde culto n una 'devoción' familiar expresada en alguna santa o santo que llcvnn cada año a escuchar mlsa.

S. Pachu: En torno al pensamiento Aymnra 265

Entre los santos, los patrones guardianes de cada comunidad que vi~ ven en las iglesias y capillas en el Norte de Potosí suelen llamarse 'mila· gros'. Los de cada loca!ídad son 'pequeños milagros' (jisk' a milawru), mientras que los de las iglesias importantes y centro de peregrínaje son grandes (jach'a milawru). Estos úleimos supuestamente son doce, e !nclu· yen Jugares distantes a muchos días de camino, corno tata Quillacas y tata Pumpuri.

La distribución espacial y funcional de los santos y «mamitas)> hace recordar mucho la red de cerros y lugares sagrados que ya describimos. Se habla a veces de 'doce' cerros guardianes usando el numeral simbólí· ca mente de manera muy similar a los doce milagros: son «doce)>, aunque al enumerarlos uno por uno resultan ser once o quince. De hecho en algunos lugares el 'diablo' y el santo conviven juntos: hemos visto, por ejemplo, una piedra natural de forma extraña con la imagen pintada de la Virgen de la Asunción, dentro de una iglesia dedícada n ella. También hemos presenciado actos solemnes en honor de San Barto!omé cumplidos en el día de su fiesta en un lugar pendiente y peligroso que no sólo está dedicado al santo, sino que a la vez está poblado por diablos. Podemos citar de iguai manera la ig[esia misma de la Virgen de Copacabana, pa~ trona de Bolivia, erigida encima del antiguo templo del Sol del culto lnka, que a su vez se sobrepuso a otros cultos anteriores. La superposición de un culto cristiano sobre otro antiguo no es nada especial de los An~ des: como es bien sabido, lo mismo pasó en Europa con la imposidón de la relígión cristiana sobre las antiguas paganas. Sin embarfio, creemos ver en la yuxtaposición de cultos a diablos y a santos en un solo lugar no tanto una 'superposición', por más que lo quísleran los evangelizado~ res, sino una convivencia de cultos doblados, que no borra ni el uno ni el otro, Cuando van de peregrinaje, ¿acaso los Aymara no buscan npro· vechar el poder fecundador de la wak'a del lugar a la vez. que la influen· cía quizás más benigna del santo? Otra manifestación de este proceso de duplicación pueden ser las ideas supuestamente confusas de los Aymara acerca de la vida de ultratumba, es decir, la incertidumbre comentada por muchos autores sobre si los muertos van al cielo o si más bien van a otro lugar 'abajo'. Sería terna de una investigación futura estudiar a fondo c6mo se entiende la relaCión entre santos y diablos, sobre todo en los grandes centros de peregrinaje.

En el caso de ser principal entre los celestiales no se trata tanto de una duplicación, sino de una identificación directa del Dios cristiano con el antiguo culto al Sol, cuyos rayos dorados rodean la custodia sobre el altar. Asf Dios lleva los nombres del santo sacramento -soberano (suwi­rana) y santísimo (santisimu)- a la vez que su luz mira a todas partes. ~<Nuestro padre (awkisa) nos da todo: comidas, ganados, casas, todo nos

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266 Cosmovislón

brindan, nos díjo una ve?. '..ID campesino con voz !lena de emoción. Pero <1 este Dios, fuente de todo, no se lo concibe como ei 'poder genésíco' de los cerros -un poder salvojc y tcmib!e-, sino como el que sabe todo y ordena todo. Al C('ntrario (k los cerros, el So! no hace enfermar, sino que es el 'buen mCdico' (suma miriku); o más bien no hace enfcrmur al azar, sino so];¡mcntc como castigo !cpítímo a los pec1dores. Tal vez por eso se hn escrito lanl<lS veces que e! Sol pma los Aymnra es un deus otioms, una divinidod remota que no interfiere en !os quchaet~res colldia·· nos de los mortales. Con mtís precisión dirÍ!lmo~ que no interviene de In rní:;ma mnnera que los de! mml(¡ha pacha. El Sol, can su con;:orte celes­¡¡¡¡¡ !B Luna, ¡:rcsidr.:: el trnsrmso de! tiempo regulnr y predecible --e! ca­lendario-, mlcntrns que !Hs fuer:ras meteorológicas irregulares y a veces violentas vienen de los cerros,

El astro cuyo culto fue impuesto por el estado Inkn, y que fue iden" tifkado po;;tcricrmente con el Dios cristínno, hkn puede servir como imagen de orden y lq;it!mid;H.L Recordemos que en la mitología Aymara \a luz dd sol sciln!a el inicio de una nucv;-~ edad, de vida plennrnente socializnda. En contraste con la edad precedente ----el punmw pacha en b mitología antip.un, t:! chul!pa pacha en ln moderna-, la cdncl ele !uz solar corresponde n un mundo de diferenciación, de In agriculturn, de orden sucia! en vez de confusión. Recordemos. que, S'<'.gún Ber\onio (!l, 278), rumma ca111auisa l1oque es (<el que no ncudc a las ob!lgacioncs dd pueblan, Así como entre los mismos cerros unos son mtís dlablos y fie­ros, micnJr;:¡s que otros son protectores, aqu1 LHnbíén creemos ew-:-onlrar ---en el contr<~ste entre ln luz Jcl afax ¡¡acha, r.notcctorR y ordenadora, y el crcpús:cu!o de mauqha pc.chrL confuso pero fecundador- In misma oposición llevada ya n otro pltmo.

En los conceptos rdigiesos norpn¡o~inos, la oposición entre luz y tl~

nieblas es cxp1ícita en el culw: con los saxra hny que comunlcrnsc en ia oscuridad, por lo gcnend de noche, o quizris también de dÍ3, pero en una casn ccrrJda. A los ."-<lntos y a Dios se rinde culto a ln luz cld día y que~ mando incicn:;o, mientras que para !os primeros lu:~y que quemar q' uwa (men(a silvestre)~.

Los diablos, hambrientos, comen la 'rncsa' [misa] de sangre, de Wl­

thu, llumpaja y otws elementos na!ivos. que es preparada de noche; y de hecho en !n región de! Titicnca sus servidores mísmos son eh' amaka­lli, duefios ele las tinieblas. Los Silntus, por el contrnrio, comen la 'misa' flllisol ce-lebrada con elementos a¡cnos como son el pan y el vino, de día en la iglesia. No vemos en esta oposición entre !uz y tinich!ns una sim-

s Esta oposición sirnbólicn entre incicn<o y r(lttl"a no es conocida en tod.:~s

!as regiones Aymnrns.

5. Pacha: En torno al pcnsnmicnto Aymara 267

a) De!rd!e de la port¡¡da lateral de Pomata, Junto nl Lago,

b) El Sol. que en el tumhaclo de In igksia de Combnpnta (Cu7.co) nparcce entre d Espfritu Santo y fHS.

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268 Cosrnovisión

ple correlación con el contraste entre santos y diablos. Nos parece más probable que la nitern<1ción entre día y noche en sí pertenece al pacha de arríba, presidido por la pareja Sol y Lvna, y que la luz propia de abajo es la líminnL En nuestra experiencia, algunos de los momentos cla­ve en los dtos :'ara los cerros y otras deidades de abajo se realizan jus· tarnente al amanecer, cuando !os devotos salen fuera de la comunidad para ofrecerles sus 'comidas' antes de que llegue el soL

Otra metáfora por la cur,¡ se constata repetidamente la mismn oposi­ción es la saL Esta, cuyas propiedades fí3lcas lncluyen el aliñar y con­servar, es usada en el bautismo para dif:renciar al niño así 'socializado' de los recién nacidos que pertenecen al mundo nO··diferencíado de los diablos. De ahí, cuando mucre una criatura sin bautizar, se cr~:e que pertcn~ce n los cerros, o al rayo. La sal tnmbié11 es utilizada para ,:efen· dcr a !a sociedad contra los que obran el mal como ladrones y brujos, y también contra las granizadas. Por otra parte, cuando la gente entra en comunicación con los diablos, tienen que abstenerse de la saL La sal cow rrespondcría entonces al mundo completo, y condimentado, de Dios, Ya vimos, citando n Guamtín Poma, que su uso simbólico tiene raíces ante~ r!orcs a la llegada de los frailes. Esta es una razón más para creer que el contraste entre el poder genésico de los diablos y el poder ordenador de Dios no es únicamente fruto de la evangelización, Las versiones actua~ les serían una reconceptualizací6n de otra clasificación más antigua.

En ciertos contextos la oposición entre diablos y santos se mantiene tajante; peto en otros lns divinidades de manqha se entremezclan con Ias de alaxa. Por ejemplo, en las eh' al! a de los Laymi las primeras libaciones son siempre para 'nuestro padre y nues1n1 madre' el Sol y la Luna, y las segundas para los cerros y Pachamama. También los muertos, relaciona­dos con los diablos y el inundo secreto de abjo, mantienen a la vez una presencia ambigua en la !glcsia, No sólo reciben 'mesas', sino que tam~ bién comen ln 'misa' católica.

Más compleja ntín es la figura del rayo, que por un lado inspira a los que comunican con !os diablos o mata n las llamas que pastean en las cumbres altas y por otro tiene VBri2s caras de santo: de Santiago, pro­tector él mismo de las llamas; de Snnta Bárbara (o Tata Snn Warawarn) 9

,

patrona de mineros, artilleros y geólogos, y de otros santos más. Weston La Barre cuenta que en la región de Pacajes la imagen de 'Tata Santia­go' es la misma del antiguo dios Chuqi!a -un hombre que tira balas des~ de arriba con su honda-, pero a la vez el tocado por el rayo se llama

9 Pnra los españoles, Snnln BárbRrn ya et<J patrona de la artillería e invoclldn contra los ravos. La pronundad6n aymarizadn del nomhte de esta santa, warawara, coincide con. la del vocablo Aynnra que significa 'estrella'.

5. Pacha: En torno al pensamiento Aymara 269

diusan wawapa (el hijo sagrado de Dios) y pacha wawa, que literalmen~ te significH hijo de pacha (¿de arriba?, ¿de abajo?), y que Uertonio (Il, 243) traduce por 'mellizo'. Ya citamos el tocado por el rayo en Chu~ cui¡-o, quien, según sus propias palabras, fue 'cogido por Dios',

¿Se trata en el caso del rayo de un verdadero sincretismo entre lo antiguo y lo cristiano? El dios que toca en esta forma n los mortales tiene una característica fundamenta! en común con la divinidad cdstiana: se manifiesta en forma trinitaria y esto parece remontar a époctlS prehlsp~lw nicas. En el Norte de Potosí, sus 'balas' -piedras redondas metálicas que ejercen poderes especiales- hasta son llamadas gloria wala o san! u wala. No hay que olvidar tampoco que el relámpago y el gran ruido del trueno vienen justamente de arriba, de la gloria, fuente de luz celestial; en las palabras de Bertonio: ((lllapuaiha.. Enbiar el rayo del ciclo, hazerle caer, es propio de DioS» OL 173). En contraste, los Ayrnara de Caran" gas dicen que tata Santiago en realidad es un diablo, pero tan poderoso que ni Dios lo puede sacar del cielo (Monast). Qucdnn muchas preguntas por contestar acerca del sitio que ocupa el rayo en e1 pensamiento Ayma­ra, pero podemos constatar que su rango es consonante con el que anta~ flo ocupaba como divinidad máxima de los antiguos.

Si la figura del rayo Santiago parece escapar a una fácil clasificación, de manera similar la Pachamama pertenece a mundos opuestos. Concebí~ da como cónyuge de los cerros, o del Tío de las minas, forma parte del mundo de los diablos: es hambrienta, hace enfermar y es uno de los se~ res que hablan con el tocado por el rayo, Sin embargo, a la vez pertene­ce a1 mundo arriba: en el Norte de Potosí, por ejemplo, se le rinde culto no solamente con q' uwa en la oscuridad como a los demás diablos, sino también de día con incienso, de tal forma que parece trascender la opo~ siclón entre diablos y santos. Más aUn: es considerada la esposa de dia~ blos, pero también en algunas ocnsiones hemos escuchado decir que es la esposa del Sol.

¿Tendríamos que ver en la Pachamama otro ejemplo de la 'doble cara' a la vez demoníaca y cristiana que tienen algunas divinidades? Creemos que la Pachamama representa algo m~s que eso, por ser ella ante todo la tierra cultivada, y porque Ja agricultura llevada a cabo en la edad de luz solar es casi el símbolo primordial de la cultura. La Pachamama es así la representación principal de la domcsticnción del espacio salvaje, y como tal pertenece al pacha de arriba, del orden social cuya reproduc~ ción se funda justamente en la agricultura. Si se coloca asf dentro de la civilización, ¿por qué mantiene entonces la cara dcmorlfaca a la cual nos hemos referido? La respuesta tiene que partir de la conceptualización del orden mismo, Este, si llega a su perc .- :ción, deja de representar un valor positivo y se vuelve estéril. El poder creativo -genésico--, !a fecundi-,.....

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270

MANQHA PACI-!A

Lo interior, d::lncles!ino y genésico

diablos

'Tío'

rac!wmamn. cspUSil de! Tío

Jucc cer-ros

fuerzas mctcorológic<ls

til)'O

d '¡oc,ldo pur ct rnyo' ch'amaknni

misa (rncsH) Jc wulw. sangre, liwnpt!i"

nuscncí:o de ~al

Cosmov\sión

ALAX PACHA

Lo c.xt,:rior, visible (¿o nitído?) y ordenndm

snntos

Dios/So!

l.un;:;, csposn del Sol

doce 'milagro~·

okndMío so!u y !unz1r

c1 sacerdote cristinno

misa de p<ln y vino

cbd, reside, pur el conaario, en d zksurdcn (por nu decir e! cJos) que

es propio del purumo, ese mundo pc)i¡:roso de luz difusa. J\.·Iundo que ndcm<ÍS, incluye esos condenados --lH~ljOs, ¡;¡cJroncs, incestuosos- qu~ nos amenazan porque en vida pecaron ju~t~unen!e contra d orden; de ahí su fascinnción simbólica porque n.:prcsent<Jn en forma mRs extrema e! poder, a);-¡ ve1 fccund<~dor y peligroso, que reside en los bordes, Y no olvídcmos que los muertos, Jos que en vida ctdtívnban el suelo y que n! morir han pasado <:'ll otro pac!w son los responsables especiales de la fertilídnd <lgrícoln.

La Pachnrnamn sería cnwnces el punto de múximo encuentro entre !os do~ munc!Ds, Por una parte pertenece al pacha de arrib3, concebida como esposa Jd Sl1!, y, por otrn, participa del carácter fecundador de los dinblos. ¿Serfn Ta)pi? No sabernos.

5. Pacha: En torno al pensam!cnto Aymaril 271

e) ;\fanq!w pacha, aka pachc<, a!ax ¡;acha

En la actu3lidnd, ios mundos opuestos que hemos denornínado mall· qha pocha y alax pacha cstfm fuertemente infec!mlos por motivos cristia­nos. Así el mundo 'lnfernnl' está poblado por J¡ablos, m¡cntras que el ·celestial' corresponde formalmente a los númc:ne:;; reverenciados por !a iglcs!~ ~atól!ca. Sin embargo, hemos notndo en !n discusión anterior que cs!c ultuno se nccrca a ln idcZ! precrístinna de orde11, sociedad 'en nuli­cía', asociada a la luz solar y a la ngrícultum: mientras que el m~ndo 'inf:rnal' se parece en aspcctus crucinles ni purunw ¡;ac!w de b mitología nnugua. Reconocer esto no es mtis que afirm¿1r que d esquema cdstümo tm·o que acomod<1rse a una met~físicn preexistente: por otra parte, es c:laro que e\ ajuste entre estas categorÍas es. muy provisionnL Así, por ejemplo, si dejamos de !ado lo oposicíón entre crbtiano v di<Jbólico de­tectamos entre !os númcnes del manqha pacha unJ divisiÓn entre 'dicü;ó, !icc~s' (peligro creativo) y ncHiiabó!icos (orden)~ o se<:, un contraste pn­rcc.rdo a! que, segtín sugerinmos, subyace en !n oposicl6n entre los Jc 'arrlba' y los de 'ahajo'.

¿Cómo hemos de entender la relación entre estos dos uacha, v cuál es d pnpd de! aka pach¡J, el 'suelo ror donde andcm los 'vivicnt~s'? Nos pnrcce ev¡Jente qut! este último se refiere al mundo de los humanos, so~ brc los cuales ejercen sus rcspcctivns influcnci;:¡s los dos pacha Je <Hrlb<:~

Y abajo. Refuerza esta condusión la división trip;1rtita de! mundo entre T_vusa parti (la parte d<-: Dios), saxra porli (1<~ p<ntc Jc diablo~) y jiwas partí (la parte de nosotros), que hemos cscuclHHlo en el Norte de Po!osL

Cwmdo los religiosos de los siglos :xvr y xvr! hnblnban de cíelo e in[!crno tenían en mente unn oposición categcíricn entre el bien y el mal UHno valores éticos. Según estn c!Jsificar::ión, los s;mtos y los diablos eran contrarios, como d pecado y h gracia; o s~n. expresado mediante con­

ceptos Aymnrn, eran auca, cosas que no se pueden .\unwr, que se hacen la guerra y se anulan mutuamente, como día y noche. Hasta en la nc~

tualidnd se puede perdbir esta relacíón antagó-nica, por ejemplo, en las personas mismas que presiden los cultos: por un lado, el sacerdote; por oao, el 'tocado por el , el hombre de lns tínlcb[as. Estos, de hecho. 'no se pueden juntar'; sus conocimientos se excluyen mutuamente. -

Sin embargo, si examinamos más de cerca sus papeles respectivos vemos que en el acto princípnl que realiza cada uno para comunicarse y agradar a !os poderes divinos prop\os aparece un demento de encuen~ tro. Se trata de la misa ofrecida a Díos y la mesa para los del manqha pacha. En la fonélica Aymara estas palabras, tan cuidadosamente distln~

guidas en castellano, son una sola: misa.

-

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272 Cosmovisión

Un rito descrito por Rodolfo Kusch servirá para ilustrar una de las múltiples formas en que los dos pacha se pueden juntar o igualar me~ dianíe sus respectivas 'mesas'. Se trata de la dedicación de un nuevo ca­mión en la reglón de Euca!iptus, Dcpat'tamento de Oruro. En el lugar donde acuden para rcnlizar el rito hay un calvario dedicado a Ja Gloria y a la Virgen; a unos 20 metros de distancia una pirqa (construcción de piedras) dcdicadn al anchanchu que en csu1 región se asocia a fuerzas meteorológicas y a minerales subterníneos. Para dcdicu _el camión se prepnnm tres mesas: la primera con elementos cristianos para la Gloria; la segunda, con elementos opuestos (formando una 'mesa negra' en las palabras del antropólogo) para el anclw11chu. así vemos con claridad la oposición entre el afax pacha y el ma11qha pacha; la tercera es similar a la segunda y se coloca dentro de! mismo camión, en el asiento det con­ductor. ¿No scní ésta la r':presentación del aka pacha, de la tierra poblada por humanos trabi!jndorcs como un chofer de camión? Y si la mesa del chofer se parece a la 'diabólica', ¿no sení porque la misma naturaleza de un camión lo acerca a las fuerzas del abajo? No sólo camina y así tras· pasa los linderos entre un grupo y otro, s!no que tiene como propia fina­Hdad buscar riqueza en los viajes. ¿Con quién mejor que el anchanchu se juntaría el chofer y su nuevo camión?

Ya hemos scííBlado otros varios ejemplos que indican un intento de igualar o de acercar estos pacha opuestos, como son las cumbres grandes y los milagros grandes (ambos supuestamente doce); o el mismo rayo, a la vez fecundndot, creador y destructor de llamas, cuya contraparte cris­tiana es Santiago, que en algunas reglones es también el santo protector de las mismas llamas. Añadiremos Ja sugerente resonancia de la misma oposición entre arríba y abajo, por la Cl"ll las dos mitades (saya) de los grupos andinos fueron identificados desde épocas precolonia!es. Ambas mitades se encucntrnn pcriódicnmente en unn lucha ritual, el- tinku. De acuerdo con esta perspectiva, el pacha de arriba y el de abajo se acercan hasta 'igualarse' en el taypi que es la tierra de los vivientes (aka paella).

4, Interrogantes finales

Taypi, puruma, awqa, es evidente que las figuras elementales del pensamiento antiguo siguen vigentes hasta nuestros días, en varios conk textos, aun cuando nuestros conocimientos sean tan provisionales. Con todo la división actual entre arfiba y abajo no se puede superponer sin más sobre una mitología que tenfa otros fines y cuya clasificación surgía de otro contexto. Del pasado se destacan dos idcns fundamentales y opues~ tas para entender la historia: la de pacha kuti y la de equilibrio. La pri-

5. P a e ha: En torno al pensamiento Aymara 273

mera implica la inversión del tiempo, as{ como la alternancia, Y esta idea fue sin duda la que utilizó el estado Inka para significar la sucesión. Vimos también cómo el equilibrio se lograba mediante la sutil combina­ción de elementos pares y opuestos, cuya figura más completa y conoci­da fue probablemente llevada a cabo por estos mismos Inka en la con~ figuración del imperio, el Tawantinsuyu con su taypi en el Cusca, El ele­mento regulador de todo el sistema era entonces el Inka, el mismo hijo

/ del Sol, cuya figura centtallzadora daba sentido al orden cósmico y al orden temporal, es decir, en última instancia a la historia. Al desmoronar­se este imperio, y con la evangelización cristiana, gran parte de la lógica del sistema antiguo se perdió. Los fragmentos de la tradición que logra­ron sobrevivir ya no operaban a nivel estatal, sino más bien al de comu~ nldad, quizás a! nivel de cacicazgo, En todos los casos tuvieron que aco~ modnrse de forma compleja en otra lógica: la cristiana.

En nuestro intento de presentar el pensamiento Aymara, hemos deja~ do de lado cuatro siglos de evolución histórica, con la ambición de dar solamente dos imágenes instantáneas: la del rcn1oto pasado y la actuaL Si se debiera encontrar una ligazón entre ambas partes la buscaríamos no del lado de una supuesta perennidad lógica (lo cual sería una mane­ra de negar la historia), sino en la permanencla de la naturaleza Quila, que es la que inspiró tanto la mitología y los :mtiguos cultos como los modernos. El prólogo a la Instrucción contra las ceremonias y ritos que usan los indios conforme al mal tiempo de su infidelidad, a pesar de ha­ber sido escrito en el siglo XVI, contiene modernas resonancias:

Comun es a casi a todos Jos Indios adorar guacas, idolos, quebradas, pi<> dras o piedras grandes, cerros, cumbres de montes, manantiales, fuentes y finalmente cunlquicr cosa de ORturnleza que parezca notable y diferenciada de los dcmns, (Polo de Ondcgardo.)

Hoy la división acwal de! espacio y del tiempo no se entíendc si no se toma en cuenta el juego de luces en tierra Aymara, que hace que la cumbre más alta parezca tenebrosa y difusa, mientras que In pampa a sus pies está infundida de una luz bri!1ante, lo cual informa la carga me· tafórica entre el arriba y el abajo.

f'1!'1 Pasemos a un último punto, o interrogante, relacionado con la percep-ción de lo futuro dentro de la concepción actual.

¿Cuál puede ser hoy la cara temporal de los tres pacha, los de abajo, aquí y arriba? El a ka pacha en cualquier caso es nosotros, El interrogante se refiere entonces a los otros dos. Hemos visto que el pacha de arriba es eJ dominio del dios Sol y su pareja la Luna; es por tanto el pac!ta de los equjnocclos y de los solsticios. En cambio el pacha de abajo es el origen

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274 Co>;;movisi6n

de otro 'Jlcmpo', e! de las fuerzns meteorológicas_ Siguiendo esa ruta, el pacha de arriba es d ticrnpo del ciclo eterno entre día y noche, verano e invierno, mientras que. el de abajo se ubica especialmente en el momen­to 'entre dos luces', de! crepl1scu!o y de! am<1necer, y nsi es un tiempo secreto, irregular, difícil de captar, en contraste con el tiempo ordenado y seguido de arriba.

A!gunos ontropólogos han visto en la clasificacidn andina entre tres pacha de nbnjo, aquí y nrríba una correspondencia con los !res tiempos del pnsndo, presente y futuro. Es evidente que e! aka pacha está en d presente, y 1flmbién que el ma11qha paella nos lleva hacía el pasado remo­to, medinnte !a comunicación con muertos, con gente aniigua y dioses antiguos. Pero !a conceptualización occidental de tiempos es poco Elpm­pinda pnrn cnptar signific¿¡Jos tan diferentes como son los del Aymara. ;\sí, e! ahu .. : pacha no nns parece corrcspünder al 'futuro' en térm!nos oc­cidcntnlcs, s¡no il! proentc. Ln cd<~d en que vivimos es ln cristiana, y la luz de! Dios~Sol pr~::idc la reproducción lcgitimizadoro de !a sociedad actual.

{'{el futuro entunccs? Para dar unJ rcspuest:J provisional volveremos n ];¡ irnngcn (k ese joven Laymi quien nos cxp!ícó cómo en el momento de! juicio el mundo Jnuí la vuelta p:nn que lo de abajo tome el lugar de nuestro mundo presente, de nosotros. Es decir, no só!o el 'pnsado', sino t:1mbién el 'futuro' se ubican en d pacha de abnjo. La próxima e.dad bro­fíld de donde c;nl~n loe; poderes repentinos e inciertos que nos dan vida. Y 85Í los nn!cpnsados, !Cl gente de 1 icmpüs anteriores, no só!o h<1ccn fe­cundar fa tierra desde el ma11qha padw. sino que ::Hlcmás son fuente de un futLlrO mñs kj;:¡no. Estiín hillo ticrrn como semilla de fccundídnd y de nueva socicdJd. La actu;ll concepcil'~n Aymara de !a historia se expresa entonces en un movimiento pcndu!8r. pn el curll nuestro mundo, regido por el orden sol:1r. se n!lcrn8 con e! eMe, tenebroso. que es fuente de crcatívidad y de crecimiento !D"

1<' Ver la última uíminn del libro. (i'\1>/a de{ [:dilor)

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5. Pilcha: En torno al pensamiento Aymara

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LAS ESTRELLAS, LA SJMPA Y EL ZORRO (Tr;:¡dJción oral rccogiUa por VfcTOR ÜCHOA)

Antiguntncntc, en los ticrnpos de Yus Awki (Dios Padre) o Apu Ou!!mt Awki (dios Pnclre Divino), por e! peder que les hnbfa conce­clldo, dice que ins estrellas del ciclo bnjabnn a la ticrru, a fin de pnse.ar o ver lo que pasaba en este mundo.

Cierta vez, en tiempos de clwcra, dice que bajaron del dcio dos estrellas, con sus vcstimcntns, l!cnns de perlas. Brillaban bastante; por eso vernos brillar n lns estrellas dd ciclo. Est:ts dos estrellas se convir· 1icmn en Jos bucnns donccl!as y fueron n ver !a dwcrn de un Aynwra que vigilaba su chncrn de ppas en unn musiiia (cabnñn para pasar In nocheL Las cstrcl!ns jóvenes, nl ver que ti ducilo de Jn chacra donnín profundamente, empezaron n csc:\rbrtr lns papas, luego se fueron. Al día siguícntc, cunndo el dudlo empezó a rodear la chueta, se sorprendió al ver que habíu sldo cscnrbad<J una buena cantidad de matas. A! ver esto, empezó n cuidar mucho más. El agricultor no dormía hasta altas horas de la noche. Sin embargo, unn vez que el joven dormía, nucva­mcrHc regrcsnron las jóvenes y, corno vieron que e! Jueflo ya dormía, cm~zaron n nrnmcnr otms ma!ns l!cv!lndosc las ¡;apas. Cuando en la mndrugadn d joven despertó y fue a ver la chacra, se sorprendió nue­vnmcn!c porque lns papns habínn sido t~rrancadns. Ante esta situación, tuvo que vigi!nr cclos:lmentc. No donnín hasta las horas de la mudru. gadn. Pero las estrellas aprovechaban la horu que dormía~ así tuvieron que esperar hasta la madrugnda pnra arrnncnr las matas de las papas. Viendo que, a pesnr del culdnclo mlnucíoso. al día siguiente result!Jban nrrancndns lns mnws de pnpns, e! dueño optó por supli-car a otrns per­sorws que lo acompañen. Tuvieron que turnarse dos a dos con e! fin de dar con el ladrón.·

A es~ de lns dos de la mnilnna, vieron que las dos hcrrüosas jóve­nes, vcsudas con bellos ropajes de oro y plata que brillaban bastante, se ;;~cercaban ll la chncrn y empczabnn n sustraer las mntn.s de papas. Entonces, lnmcdiaLnmentc sin perder tiempo, !os vigilantes corrieron hacia cllns; pero lograron capturnr solamente a una de ellas, mientras lH olra, :1 pesar de ln vclocldt~J y c1 número mayor de Jos hombres, nlcanz6 "n fugnr a! cieh

Con10quicrn qm.· ln joven era hcrmosD v no hnbía manera de recu­perar las pnpas, el duciio de In chncr;J. opt¿ por llevarla a su casa. Ella tuvo que lr por miedo y vergl'!cnza. Allí intimaron a la joven propo­niéndole mntrimonio. Pero la cstrcíb no quiso, Al fin, ante la exigen­cin de! ducfw }' de sus ruegos, luvo que qucdnrse en nquclla casa. Pos­teriormente le cnrnblnron de ropo. Es decir, la ropa de perlas, no y plata que brlllnbn tuvo que ser cambi:::ld.a por Jn ropa común que usaba aquella gcnlc.

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277

Con el tiempo tuvieron dos hijos. Pero la c.slrclla scguíu pensando en irse, y rogaba constantemente a w esposo para irse al ciclo. Ante esta situación el hombre tuvo que reprimida y hnstn la pegaba. La jo­ven se lamentaba y lloraba, porque no podía fugar .al no poseer su ropa, que se ettcontraba en un baúl enterrado en el suelo. El Jugar s61o lo conocía e! hombre.

Pasó mucho licmpo en este trance: la mujer dcsespcrnda por irse; el hombre, pegaba y regañaba a su mujer. Cuando el nifio mayor crcdó vela todos estos acontecimientos. El esposo, para evitar que se malo­gre !a ropa en e! interior de 1n tierra, solía sncnrla con el fin de hacerla solear, Esta opernción la realizaba en uusenda de su esposa. Este se. creto fue visto solamente por su hijo, pero como aún era pequeño no podía comunkarlo a su madre.

Cierto dfa, cuando su padre estnbn ausente, el n1fio preguntó a su madre:

«Mnmá, ¿por qué lloras tanto y por qué pelean con ml pnpú?» La madre tuvo que contestar la verdad: «Hijito, tu papá me hizo quedar n la fuerza. Yo, no soy de esta

tierra. Mi lugar está en el cido, Cuando vine a curiosear a esta tlcrrn, lu pmlrc me encontró y me despojó de ml ropa. Enwncc.s, por falla de ella, no puedo ir al ciclo.··"

Ante la tristeza y el llanto de la madre el hijo dijo: «Marn¡ta, tu ropa cslá guardada debajo de la misa gala (piedra sa.

grada), enterrada en la tierra ..

Al escuchar a su hijo, la estrella se alegró mucho. Desenterró la ropa. Preparó comídn pma Jos hijos. Les ncon~ejó. Y cambiándose Jc ropa, se fue ·al de!o.

Cuando el padre llegó del viaje, no encontró a su esposa. El hijo tuvo que avisarle sobre el via.jc de su mamá al ciclo. El padre inmc· dlatamcnte buscó la ropa, pero no la encontró e interrogó n su hijo: ('(¿Quién avisó sobre el esconclíte de la ropa de tu madre?» El hijo dijo: «Le avisé porque estaba llorando.» El padre regañó n! hijo. Pero, al ver que no hnbía más n!temativa. tuvo que ir a averiguar cómo en. contrnr a su .;sposa.

Después de cierto tiempo, el hombre encontró a un yatiri (sabio). Este, minmdo la coca, le aconsejó diciendo:

«Tu esposa está en el cielo. Nadie sube allá, solamente va tata Lurinsu (antes fue :ave grande; hoy Cl! dra es picaflor). Entonces tienes que ir n suplicar al Luri~tsifu, para que te cargtle has!a allá Para ello tienes que vestírte de k'usi!lu {mono o personaje jocoso de los cnrna-,_,..

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vBks), Cunndo hayas llegado ;;! cielo, te dltiges hnciu el temp[o del Dios Padre, en donde se !icva n cabo ung u::rcmo:nla grande, y te para" tt\s en In puerta de l~quc! lempio hasta que wdos hayan salido. De allí sn\dnín hombres, mujeres, niños, nncinnos; tú no hablarás ni molestarás a la gente, nl preguntarás por lu esposn. porgue !od.:1s ias cstrdlfls t!encn el ~nismo ropaje y es muy Jifíc\l reconocerlas. Esrcrarás que n!guna muJer te dig;l; "Aqui tAmbién hailín s:.~bido haber k'usillu no?" Enton­ces la cogcr;\s a clln. Esa será tu ,:sposa. Asf podrás rcsc;Jtar a tu es· pvsu.»

Con cstn consulta dd yoliri. ei \ln¡nhP; suplicó :1 tato Lurinsu pnr3

que k lleve al cielo_ Consiguió tambkn h1 rop3 de k'usil!u. Después de que e\ l~11tinsu hnbi<J accptadu llcvnri<), se fueron al ciclo. Cuando l!c­f-Jn.H·I, el lc.rdrlo de Dios f'rH..lrc habín cst:H.io lleno, porque se n.::<liiL:lbü ww Gr;-¡n CcremoniJ. E\ hombre vistiéndose de k'usi!Ia se fu,:; a la ptlcr/a dd tcrnp!o, mientras d !"urÍil.q¡ hrtjó hacia \a tictra. Al término Jc ia Ccrcmoni;t l:1 gente salín Jd tclllJÚO, puo o<Jdic 'te decin nndn al k'usi!!u. El hombré miraba utda vez ai interior de! icmn\o de. donde pcwlatinmncntc se retirabiln bs <.t$iskrHc:.. Al ver que yc1. estaba vacío el templo, e\ hombre se desesperO. Pero ;¡] fin, como de la nada salieron Jus jón:nc> nn;jcro vestidas de pcl"i<ls rcspi:mdccientcs, y una de elhs. n! ver ni k'usil!u dijo:

/1 kunx !, 'miffu.-: Ul ¡,.;n;k iri I<IVI!i/S!i

!\dí lnmbi(:n hi!bln 5>:J\.Jido il:~bcr k ¡;_\il!u. no?

, Entnm:cs dcscs¡Kr;ld:nncnk el homh1c se lanzó sobre, h mujer que' diJO tH¡uclb fr<lSC, y la cogió parn 1t<H.:ria n In ticrrn. i\bs cll:1 no quiso 1\ntc nt:> ncgn1"1va. fueron donJc el Supremo Dios PnJr-1!, n fin de ser Ju¡.gadm. y, <:.L::L'H1IC de\ Sei"tOr, se nchlrilrlH1 !as nartcs. E! veredicto dio d resultad() de que i:1 mujer ibil a qucdn1sc, rnicnt1·as ei homb 1·c tcníu que n'¡:u·csar solo a In tierra. E~1o ocu1 rió ¡;orouc el hombre había sido culp:J.bk por el mal (n\lu que i1:1bía d;tdu a' !a mujer c:;tando en ¡3 tkrrél,

Dcspu<2s Jcl L;llo de Dios P:1dre. e'! ho111brc no encontró ninuún r 1 • " ~· me( 10 pnra rcgrc"~ r a n t1crrn, y;1 que don Lurinsu se había regresado,

Ante esta 5i!o<"Jci0n rct:urrió nuevmn..:nk .1 Dios Pudre, Viendo Ju pn> ocupación, Vus JÍH'J;i le dio una nwrr;n (bro?.adü, gavíl\a) de ramos y l:O cncnrgó que hiciera unn ~ogD grnndc hnsla que ;;knnce ~ la liern:. El hombre crnpc;;ó b p/¡n/wla (opernción de torcer con lu mnno}. Des, pués lk: c~<.h jornt~dn e! hom!:rrc nrrojaba hacia ]a ticrrn la soga que había hc:clio, pero no lkpba. Se dice q11c ht mnrqa Jc ramos se había tcrminndo VRrias veces, y hasta Jn pn!m;t Jc la mano se lwbia hecho ampo!iu, Pero todnvin no conscgufn su ubictivo, Atín así el hombre, con pacicncl:1, hacin sGrLJr la pnlmJ de :;u rnnno y trabajaba nuevamente.

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Mientras !anta, el alojnmicnto como la comjda fueron proporcionados por :;u propia ex-esposa y por !os dei cielo.

Después de mucha fuena, en In U!!ima botada Je !a soga que hízo el hombre, por fin akam:ó !a tkrril. Se alegró y n un costado Je! !cm" plo puso una estaca. Allí anwr-ró fuerte la soga que tc.nín ln forma de unn escdera. Luego ·avisó a Dios PnJre, quien echó una bendición y la denominó:

Con la licencia de Dios Pudre y !n de su esposa, el hombre bajó a la tierra por medlo de la simpa.

Por la existencia de la simpa, que ya parecía un'J escalen<, todos los seres de la ticrrn vínjabnn hacia el cielo; yn sen parn pllrticlpnr en la Gran Ceremonia que se !levaba alií en el ciclo, como para otros que­haceres u compromisos.

Cierta vc7., en uno Je los hllltos viajes que bnbín rcatizndo, e! ;.urro fue nl ciclo pnro pilUÍCipar de uno de .sus compromisos. Después de cum­plir con su comclido, e! anima! regrcsubn. Cunndo cstnba ya por ln mítad del ctHnino, !os k'alíal!a (!oros de color vcrJc) estaban cruz<H1Úo

en tnanuda por un costado de la simpo. El zorro en ac1ilud I.Judcsca les dijo;

K'a!la!!anu.ka, nas !/unru k'olio!lanaka /{iqi J:u11 huir ~U!nl.l awkima,\' jutaskia simparak t'uruqilasma.

Lores, loi"Os nariwtus. Tu buen puJ¡·¡: el que hn hecho taJes !ns ccs:J.S, está viniendo. Cúi,L.Hio con cortanne la simpa.

Frente n esta frase, los loros no hicieron cnso. Pero e! zorro ,:;¡;guia provocitndok.s has~n pot· tres veces con la rn¡sma Versión. Entonces los loros regresaron y le Ddvirticron diciendo:

Ja11iw kuns arxay<gfáliilali, llkt1laraki simp t'uruqapxirh.(a. Cuidado, no vas a decirnos nada, CuiJado que podernos connr la sÚJi¡w.

Pero ct zorro no les hizo caso y !os Jo¡·os picotearon lu simpa. El zorro n! ver que]¡¡ simpa cstabn cortada, se cayó a ln tierra desde

medio cielo gritando:

Uraqinkirinaka! Tcqi kun {urir suma a¡¡•kinum: jwaski' Oumpichus jani'ak¡¡pxma!!

¡Gente de ía tierra! ¡Tu buen Padre, el que ha hecho !odas \as ccsDs, est§. viniendo! ¡ ¡Th:ndan frazucb.s!!

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Mientras gritaba estas írnses, d zorro u1fa aparntosnmcntc tle! cie­lo, y su cuerpo daba vueltas y vuc!t<Js. Cuando cayó n! suelo su cuerpo penetró lres brawdns dentro de! suelo.

Entonces, desde ese d(a, todos !os seres de Jn tierra, perdieron la úmpa, que servía de cnmlno pnrn ir ni ciclo, con ello Uln1bién se ter­minó ln comunicación con ..:1 cido. Estn simpa, dicen que todavia cxis1c en medio del ciclo. Los seres humanos, después de su muerte, soinmente suben hasta !a mitad de! cie!o. Luego vinjan tranquilamente por la simpa hada c1 deio. Cuando llegue d fin del mundo, todos los hombres tnmbién podremos irnos por b simpa.

Según unos, cu¡¡ndo el zorro cnyü al suelo, su cuerpo penetró tres brnadas bnjo licrra. Otros dicen que al caer reventó todo su cuerpo. Su barriga se hiw trlzns y por !odt~s p<~rtes se desparramó !o que había comido en el ciclo. Desde entonces pcn el Altiptuno empezó n brotar quinua y qaíiiwa.

Los abuelos cuentan esta his!oda con grnn fervor religioso y reco­rnicndan que, por eso, no hay que ser malos n\ traviesos como el hom­bre y e! zorro, si na hay que ser honestos y buenos a fin de conscgtlir lo que otros y d Dios Padre nos ofrece l.

! En Folklore Americano (Lima, N. 1.1·l1, !965·6, pp. !27-140) se publicó olra versión Quechua del mismo miw, recopi!~do por Jorge A. Lira, proba­blemente de lnbios de Carmen Tnripr., en 1\f<~rhngnnl (Canchis, Cuzco), Va ncompúinda de unn lraducciór, cnstellnna de Lira y fosé /viada Arguedns. Las varir,ntcs con refncí6n a la prescnrc versión de Víctor Ochoa merecen un nn:'i!isis dcud!ado. (Naia del Editor.}

5, I'iKhtl; En torno al pcnsumknto Aymura

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