HACIA UNA NUEVA HISTORIA DE LA LECTURA O LA REDIMENSIÓN DE ÉSTA A PARTIR DE LA ERA DIGITAL

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HACIA UNA NUEVA HISTORIA DE LA LECTURA O LA REDIMENSIÓN DE ÉSTA A PARTIR DE LA ERA DIGITAL ¿Por qué resulta interesante reflexionar acerca de la historia de la lectura? Una razón podría ser que se trata de una manera de revalorar el impacto de la palabra escrita desde el primer día en que ésta acompaña al hombre. La letra, o el signo que previamente hemos configurado como letra, ha sido la fiel acompañante del ser humano logrando permanecer por miles de años. La palabra encuentra lo más cercano a su esencia en un pasaje de los evangelios cuando Cristo habla a sus discípulos: “Cielo y tierra pasarán, más mis palabras no pasarán” ( 1 ) De ahí que haya que estudiar su historia, porque la palabra conjunta conduce a la lectura. Otra propuesta para reflexionar sería la de sacar esta disertación de los lugares comunes, claro está que al llevar a cabo esta misión no se está exento de caer manera continua en ellos. Pero, a estas alturas, ¿no parece que todo lo que podría escribirse de la lectura y su transformación a lo largo del tiempo ya se ha escrito o publicado? En parte sí, pero cada autor dedicado a este tema ha encapsulado el pensamiento sólo concerniente a su etapa o generación. Por lo que por más que se pulan y maticen los intentos de vaticinar el futuro de la lectura o de su interpretación. Resultan demasiado aventurados. 1 Mateo 24:35 en La Santa Biblia. 1960. Revisada por Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera. Madrid: España

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Una aproximación para definir el futuro de la Historia y su estudio a partir de las fuentes que durante el siglo XXI se desarrollan.

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HACIA UNA NUEVA HISTORIA DE LA LECTURA O LA REDIMENSIÓN DE

ÉSTA A PARTIR DE LA ERA DIGITAL

¿Por qué resulta interesante reflexionar acerca de la historia de la lectura? Una razón

podría ser que se trata de una manera de revalorar el impacto de la palabra escrita desde

el primer día en que ésta acompaña al hombre. La letra, o el signo que previamente

hemos configurado como letra, ha sido la fiel acompañante del ser humano logrando

permanecer por miles de años. La palabra encuentra lo más cercano a su esencia en un

pasaje de los evangelios cuando Cristo habla a sus discípulos: “Cielo y tierra pasarán,

más mis palabras no pasarán” (1) De ahí que haya que estudiar su historia, porque la

palabra conjunta conduce a la lectura.

Otra propuesta para reflexionar sería la de sacar esta disertación de los lugares

comunes, claro está que al llevar a cabo esta misión no se está exento de caer manera

continua en ellos. Pero, a estas alturas, ¿no parece que todo lo que podría escribirse de la

lectura y su transformación a lo largo del tiempo ya se ha escrito o publicado?

En parte sí, pero cada autor dedicado a este tema ha encapsulado el pensamiento

sólo concerniente a su etapa o generación. Por lo que por más que se pulan y maticen los

intentos de vaticinar el futuro de la lectura o de su interpretación. Resultan demasiado

aventurados.

De ese modo sería necesaria una interpretación actual de la historia de la lectura

sin olvidar los aportes de autores como Burke o Darnton. Pero además, sería pertinente la

posibilidad de redimensionar los alcances de la palabra escrita a partir de esta época en la

que la cantidad de libros publicados y los medios para acceder a la lectura han

aumentado. Tampoco debería soslayarse que con la aparición de dispositivos electrónicos

portátiles, se ha despertado la curiosidad por analizar el proceso actual, individual o

colectivo, de la lectura.

Entonces, ¿qué relación tendría la época actual con los conceptos e ideas que

Darnton ha observado acerca de la historia de la lectura? Es una propuesta que encaja

para ser discutida mediante el repaso de la historia de la lectura y compararla con el

1 Mateo 24:35 en La Santa Biblia. 1960. Revisada por Casiodoro de Reyna y Cipriano de Valera. Madrid: España

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animal marino enorme que es el ciberespacio y los flexibles tentáculos que son las redes

sociales.

De palomas mensajeras al silbido de un ave cibernética

(Cartas de amor e intercambios epistolares en 140 caracteres)

Pensemos en un novio enamorado que ha pasado la mayor parte del día frente a la

computadora. Entre todos los documentos a los que tiene acceso en la red llega a toparse

con Formas de Amar de Ovidio. El título lo invita a descargar el archivo y abrirlo cuanto

antes. A determinados kilómetros de distancia, o del otro lado de la ciudad, su novia

espera con ansia el siguiente mensaje de aquel muchacho que por ahora examina aquel

libro tratando de descubrir entre sus páginas un “nivel supremo” de amor.

Para el joven enamorado el libro no resulta tan genial como pensó: es cierto, es

interesante que el autor recomiende un método especial para leer y escribir cartas de

amor. Pero fuera de aquel proceso para cubrir de miel las palabras, el muchacho pensará

que el autor de aquellos consejos no sabe lo que es el amor juvenil.

Desanimado, el joven enviará el texto electrónico a la papelera de reciclaje y,

esperando no haber pasado mucho tiempo sin contestar, escribirá a su novia mediante su

cuenta de Twitter o a través del chat de Facebook: “T AMO 4EVER”.

En algún punto del proceso evolutivo de la escritura se dejó de requerir el uso de

palomas mensajeras para entregar cartas de amor. Se ignora si aquel cambio indignó a las

susodichas aves como para que éstas impugnaran contra los nuevos métodos de

enamoramiento y, en consecuencia, del correr del tiempo.

Siendo optimistas, las cartas no salieron perdiendo del todo, sólo cambiaron el

pico de un ave por el maletín rechoncho del cartero. Pero ahí continuaron, comunicando a

los enamorados, a familiares y amigos. Aquellos que se desvivían escribiendo siguieron

partiéndose la cabeza para crear versos y rimas que impactaran profundamente al

destinatario (a).

A todo esto, las cartas pudieron transformarse en un recipiente que almacenó

intimidad y recuerdos de un par de personas. Y otras veces en una caja grande, en el caso

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que se tratara de una familia. Mediante un intercambio epistolar prolongado, las letras

formaron un código sólo descifrable para el par de individuos que las leían.

Darnton argumenta muy bien que adentrándose en las cartas que intercambiaron

escritores o intelectuales se pudieron descubrir las tribulaciones y pasiones que

albergaron aquellas personalidades.

Para tristeza e infortunio de algunos llegó el momento en que las cartas cayeron

en desuso. Se volvieron obsoletas, no en contenido ni esencia, sino como objeto

preservador de cariño y recuerdos. El teléfono pudo agregar el cálido efecto de la voz del

ser querido. Años después la computadora agregó la posibilidad de visualizar aquel rostro

apreciado y amado desde miles de kilómetros de distancia.

Pero, ¿y el registro de sueños, deseos, pasiones y desvelos? ¿Quedó suspendido

desde el momento en el que el servicio postal presentó una notable disminución de cartas

enviadas? ¿O quedó agonizando en las letras de los pocos que aún siguen escribiendo

cartas aunque no las envíen? Afirmar lo anteriormente cuestionado sería un error que

soslayaría las herramientas de comunicación actuales.

Ahora que la atención enfoca hacia los dispositivos digitales y al internet, ¡es

posible replantearse el rumbo que tomará la lectura e intercambio de mensajes de texto

digitales en la sociedad.

Los cibernautas más avezados fueron los primeros en escuchar los silbidos de un

ave virtual. Twitter de aparición en 2006 llegó para convertir la comunicación de masas

en cadenas de 140 eslabones. Lo cierto es que como toda cadena su resistencia es notable.

Y lo inscrito en ellas está a prueba del olvido y la negación. Sólo la desaparición

completa de un usuario en la red es capaz de hacer invisibles a dichas cadenas, pero no de

desintegrarlas.

Hasta este momento había evitado el uso del concepto más común para referir a

Twitter y Facebook: comunidades virtuales. Pero me parece pertinente argumentar que

gracias a la gran cantidad de usuarios que hoy en día presentan, el siguiente escenario

para la interpretación y toma de registro de emociones será el espacio de las comunidades

virtuales. Para 2014, Twitter cuenta con un total de 271 millones de usuarios, una cifra

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estratosférica si la comparamos con la población de algunas naciones, pero aún corta

comparada con los 1320 millones de usuarios que posee Facebook. (2)

La comunicación estrecha entre desconocidos, amigos, parejas e incluso figuras

públicas ha propiciado la creación de una red capaz de alterar sus canales de

comunicación de manera continua.

Pongamos un ejemplo, de nuevo con relaciones de pareja: tres individuos: el

novio, la novia y el pretendiente acosador de ella. El proceso inicia con el pretendiente

acosador rastreando a la celebridad favorita de su enamorada para pedirle a ésta o éste

que le envíe saludos a la chica. Si esto da resultado, la novia gastará tiempo averiguando

quién anda detrás de ella, lo publicará en los sitios de sus amigas, pero no gastará

suficiente tiempo como al momento que indaga en las fotos de la chava a la que su novio

espía y evidencia su gusto mediante likes o retweest. Al novio le esperan regaños e

incontables reproches. Éste, tras ser sentenciado, no parará de postear mensajes de

arrepentimientos en el muro de su pareja. Y la gran cadena iniciará el proceso de

retroalimentación con el acosador fisgoneando en las publicaciones que muestren la

discusión de la pareja. Y elucubrando conjeturas para dar el gran paso y robarle la chica

al novio despreocupado.

Otro ejemplo actual para adaptar lo mencionado por Darnton, es el intercambio de

mensajes entre figuras públicas: intelectuales, deportistas, farándula y políticos con sus

seguidores.

Siglos atrás podíamos imaginar a Balzac o Flaubert abriendo cartas de sus

seguidores. Pensemos en el proceso que éstos tuvieron que pasar para ganarse la atención

de sus escritores favoritos: años de estudio y lectura de sus obras. Alguna ocasión idónea

para coincidir en una cena o banquete e iniciar de manera pausada la conversación, luego,

con suerte, la amistad.

Reduzcamos esa posibilidad al segmento poblacional de Francia que tenía acceso

a la lectura y a los círculos intelectuales, y luego dividamos entre los que se decantaban

2 Agencia Reuters. (2014). Con 271 millones de usuarios, Twitter aún está lejos de Facebook. 1/12/2014, de La Nación Sitio web: http://www.lanacion.com.ar/1714276-con-271-millones-de-usuarios-twitter-aun-esta-lejos-de-facebook

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por tal o cual narrador. Nos queda un número reducido de personas que formaban el

intercambio epistolar entre aficionado y escritor.

Haciendo gala de la inmediatez, hoy en día basta con que algún usuario dé con la

cuenta de Twitter de su futbolista preferido para que lo felicite por el gol anotado en la

última jornada ante el odiado rival. Si al goleador le parece excéntrica u original la

manera en la que lo felicitaron contestará con un mensaje parco –¿pero qué emoción o

respuesta no resulta parca si la reducen a 140 caracteres?– hacia su nuevo seguidor.

Y la cosa no va sólo de figuras públicas. Escritores populares como Stephen King

también ven saturada su cuenta con mensajes: elogios o reclamos por la muerte de tal o

cual personaje. Pero los seguidores están ahí esperando las últimas novedades: la

revelación del siguiente título de su novela, o la aclaración acerca de aspectos confusos

en algún capítulo.

Me queda claro que en esta época ese es el intercambio epistolar y el registro de

pasiones al que podemos aspirar. Twitter tiene sus limitantes y éstas resultan lastimosas

cuando las comparamos con la expresividad y extensión de un correo electrónico, o la

carta de antaño. Pero algo ha hecho bien si es que cada día miles de usuarios se registran

en su espacio. Y uno de sus principales méritos ha sido democratizar la expresión y

contribuir al sentimiento de que cualquiera puede ser tomado en cuenta por una figura

pública.

Interpretación y retórica en redes sociales

(El meme es el mensaje)

La comprensión de la literatura de ficción ha llevado a lectores y académicos a adentrarse

dentro de la teoría literaria. En palabras similares o aproximadas a las de Darnton, se sabe

que cuando el lector se dispone a leer una novela, cuento o relato, aceptará las reglas que

el autor le imponga siempre y cuando éstas le parezcan verosímiles, es decir, que

embonen dentro su bagaje y lógica.

Como ejemplo de la manera de construir la verosimilitud, o si se quiere ver de un

modo más romántico, el pacto entre lector y autor, Darnton nos presenta el análisis

expuesto por Walter Ong perteneciente un fragmento de Adiós a las armas de

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Hemingway. La retórica usada por dicho autor pretende que el lector figure el texto a

partir de una familiaridad pre-establecida con el protagonista. De este modo la

descripción del paisaje, el tiempo y el espacio pasarán a segundo termino, pues el

conflicto del relato requerirá que el lector esté siempre a la expectativa de la relación

entre el protagonista y narrador.

La narración literaria no estuvo exenta de cambios durante el siglo XX.

Precisamente aquella narrativa que utilizaba la retórica en la cual se buscó que el lector

comprendiera todo el texto, incluidas razones y motivos de los protagonistas, se expresó

de manera mayoritaria a través del narrador omnisciente, pues éste, al igual que Dios,

conocía todo. En casos como los de Dostoyevski durante el siglo XIX, el narrador

omnisciente alcanzó la apoteosis al mostrar la paranoia de Raskolnikov en Crimen y

Castigo.

Lo cierto es que antes del advenimiento de las redes sociales y la expansión del

mundo virtual, las novelas y cuentos nos presentaron la complicidad en primera persona.

El narrador nos hablaba de tú, se mostró como un mortal que más que saber todo, podía

desconocer gran parte de las cosas.

Basta ver el catálogo y leer algunas de las novelas editadas por Tierra Adentro

(fondo editorial subvencionado por el gobierno federal de México) durante la última

década del siglo XX, y la primera del XXI, para darse cuenta de la transición a la que se

ha visto sometida la narrativa de ficción, a nivel de trama y retórica, en nuestro país.

En dichas novelas la gran excepción es el narrador omnisciente. Gran parte de

autores optan por asumir la dualidad narrador-protagonista para dejar a su personaje

transitar por atmósferas o situaciones que no requieren un nivel de verosimilitud tan

estricto como en siglos anteriores requirió la ficción.

Ante esto, habría que hacer un seguimiento y preguntarse si esta nueva retórica en

la narrativa, que en apariencia se muestra más sencilla o desenfadada, si se quiere adoptar

un vocabulario actual, ha sido resultado de un desarrollo intelectual alimentado por

pruebas y valoraciones menos exigentes que las de siglos atrás.

O, más enfocados en analizar que en criticar el mundo contemporáneo, es la

retórica a la que podemos aspirar con base en nuestra relación con los medios de

comunicación masiva y los parámetros que éstos nos han impuesto.

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Un estudioso del fenómeno de la comunicación como McLuhan ha pronunciado

la célebre frase: “el medio es el mensaje”.

Esta consigna se ha interpretado de dos maneras: la primera, que lo que vemos

expuesto en pantalla, esa mínima parte de un evento grabado por una cámara de video, es

concebida como la totalidad de un hecho. La teoría del framing, propuesta por Erwin

Goffman, (3) afirma que lo expuesto durante una cantidad de tiempo, generalmente la

duración de una nota televisiva, es capaz de construir y moldear la percepción en el

televidente. Es decir, si en el noticiero nocturno se muestra una nota en la que se muestra

un fragmento de una balacera en Cancún, determinado sector de la audiencia se hará de la

idea que Cancún es un lugar peligroso para visitar.

Las limitantes de dicha nota informativa es que el impacto de sus escenas se

impondrá sobre el razonamiento del la audiencia. Si la balacera resultó ser la primera en

todo el año, no se mencionará, o dependerá de la duración de la nota. Se dirá si hubo

heridos o muertos, pero no se hará mención del transcurso de los hechos, ni de la manera

en la que éstos resultaron perjudicados. Sólo cuando determinado evento trágico alcanza

un nivel de relevancia nacional, las notas televisivas se dan a la tarea de informar con

detenimiento la esencia del hecho. Lo cierto es que gran parte de las notas televisivas

están ya sometidas a la retórica de este medio: lo que se expone ante la opinión pública se

asume como tema de interés y verdad.

La segunda interpretación que se le atribuye a la frase de McLuhan es que el

contenido que se expone en televisión, radio, internet y cine, no es el mensaje. Son estos

medios los responsables y configuradores de su propio mensaje. Han re-configurado la

sensibilidad de la audiencia para que ésta se adapte a la forma en la que cada medio de

información masiva transmite y comunica los hechos.

Ante esto no resulta vano mencionar que la televisión, como medio de

entretenimiento, se ha desvalorizado por una inadecuada y engañosa comparación con el

hábito de la lectura.

Se afirma que los incultos, los “borregos” e ignorantes son aquellos que disfrutan

de más de tres horas de televisión, y en vez de eso deberían tomar un libro para

3 Lózano Rendón, José Carlos. (2006) Teoría de la Comunicación e Investigación de Masas. (2da) ed. México: Pearson

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“cultivarse”. Títulos como “la caja idiota” han llevado a este medio a una posición

deleznable, y en la forma menos peyorativa, algo que sólo unos cuantos asumen como

gusto culposo.

Lo cierto es que pocos reflexionan acerca del parecido entre la televisión y las

redes sociales, que ahora son los receptáculos del ocio de gran parte de la población

juvenil. E incluso menos se repara en la retórica de ambas, que por más que las

comunidades virtuales hayan saturado la cantidad de información, la transmiten desde

parámetros semejantes.

Así llegamos al meme. El paraíso de la opinión. La ilustración que conecta al

vecino hogareño con el trotamundos. El reclamo en el que el ciber-activista escupe a la

cara del dictador. La burla o apología del seguidor hacia su equipo favorito, o el que más

odia. Imagen, texto parco y, muchas veces, argumentos falaces: retórica del meme.

Darnton se preocupó por la interpretación que los escritores dieron a cartas o

fragmentos narrativos, le causó inquietud la forma en la que los historiadores concibieron

eventos y hechos a partir de epístolas o de textos antiguos como los de Heródoto y

Tucídides.

Cabría preguntarse si en el futuro los historiadores tendrán que recurrir al

microanálisis, para todavía reducir más su rango de exploración ante los posts, twits y

publicaciones de un usuario en su cuenta de Facebook o Twitter.

Incluso las líneas divisorias entre el intelectual, el estudioso, el aficionado y el

iletrado se desdibujan para dar paso a la etiqueta virtual común: el usuario. De modo que

cuestiones como la buena ortografía, la profundidad del análisis en sus publicaciones o la

validez de argumentos expuestos, serían parámetros que apenas podrían ayudar a

distinguir quién ha estudiado determinada carrera y durante cuánto tiempo. Algo

demasiado complicado.

Pero el meme ha llegado para desdibujar esa distinción. Basta retomar un

fenómeno gracioso para que la burla se torne colectiva dentro de Facebook. Ese es otro

punto dentro de la retórica del meme: se acepta, se difunde y se le asume que lo que

muestran cae dentro del absurdo y lo ridículo, o de lo cierto e inobjetable. Se da por

hecho que la Rana René puede hablar porque dentro de su confesión mostrará el fracaso

que más de un usuario ha sentido: la irrealización de sus sueños. Un meme de Peña Nieto

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se presupone como la burla a una frase mal pronunciada o poco reflexionada que exhibe

y presupone la poca inteligencia del mandatario.

Resaltan los casos de ilustraciones que buscan mostrar un pensamiento serio, de

índole religioso o político, pero de entrada parten de la misma retórica. Una imagen de un

intelectual acompañada de una frase entre comillas, (que puede, o no, haber sido dicha

por aquella figura) y ésta servirá como bandera de una ideología política virtual: una

verdad instantánea que verá su plazo de vencimiento cuando otra ilustración la releve y

obtenga más likes.

Cuando la investigación histórica aborde el contenido cibernético tendrá que

escarbar entre gigabytes de basura ilustrativa para de vez en cuando desenterrar alguna

joya intelectual que no haya tenido tanta repercusión. O, por el contrario, tendrá que

asumir toda esa carga de imágenes y textos como un macroanálisis que le permita

entender que las comunidades virtuales del siglo XXI hicieron del meme el estandarte de

su razonamiento.

Formato digital: la hoja que no se puede oler

El formato en el que se presentan los libros es algo que llama la atención de Darnton,

pero no sólo a él, también a los usuarios de las redes sociales. El autor propone que a

través de la bibliografía analítica, es decir, el estudio de la forma física y tipográfica en la

que fueron editados los libros, se puede determinar el sentido y la forma en el que son

interpretados. Si queremos sonar más actuales también influiría en él éxito comercial del

texto.

Para ejemplificar la importancia del estudio de la bibliografía analítica, Darnton

argumenta que durante un estudio emprendido por McKenzie, acerca de la obra del

dramaturgo Congreve, llegó al hallazgo que gracias a una re-edición de las obras de dicho

escritor durante finales del siglo XVIII, sobre todo con cambios en el diseño físico, los

libros tuvieron una mejor acogida en el público.

Siendo más ambiciosos con las propiedades físicas del libro, habría que detenerse

en la capacidad de éstos para seducir y llamar la atención de alguna persona que no

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necesariamente sea seguidora de un escritor. Podría ser la portada, el tipo de empastado,

el olor de las hojas. Variables que jugarían a favor o en contra de la venta de un libro.

Pero también tenemos que apartarnos de los lugares comunes, ¿o en este caso

olores?, acerca de la relación diseño-contenido. Es sabido que la trascendencia de un

libro al final pesará más por la profundidad de lo que plasme el autor, por la

excentricidad de la trama, o el nuevo enfoque con el que el escritor haya abordado un

conflicto que de seguro viene repitiéndose desde los antiguos griegos, que por lo

llamativo del diseño. Pocos llamarían a rebatir aquella idea.

Pero lo que sí puede analizarse es la complementación de ambos elementos.

Abogar por un matrimonio en el que el diseño sea la mejor carta de presentación de una

novela, de un conjunto de ensayos o cuentos, ya no resulta inusual.

En cuanto al formato físico de las publicaciones, la editorial mexicana Almadía se

ha caracterizado por editar sus libros con una tipografía única en el interior, y lo mismo

en la portada de sus libros.

Otro factor es que los libros vienen protegidos por una funda de cartoncillo que

complementa el diseño de la portada. Un ejemplo: en el libro de cuentos Revólver de

Ojos Amarillos, del escritor J.M Servín, la funda de cartoncillo color verde muestra un

revólver en el que el gatillo está iluminado de negro. Cuando uno desprende esta funda,

la portada muestra que aquel círculo negro es el ojo de un gato. De este modo se adapta

en el concepto de los relatos en el diseño de la portada.

A nivel comercial y económico, Almadía ha crecido del modo que se puede

esperar que una editorial mexicana de literatura crezca. Es decir, se ha vuelto reconocida

y sus títulos cada vez se venden más en librerías como Gandhi o ferias de libro como la

de Guadalajara o Oaxaca, pero fuera de ese sector, la editorial podría apostar a que algún

título publicado le pegue a las listas de los más vendidos.

Con todo y el panorama pesimista, Almadía, una editorial que nació en Oaxaca de

la mano de Guillermo Quijas Corzo (4), nieto de los fundadores de la Proveedora Escolar,

ha pasado de ser una editorial regional cuyos autores publicados pertenecían a la misma

zona, para convertirse en una de las editoriales que puede competir de igual a igual, por

4 JVG. (2012). Almadía: 7 años, 100 libros, miles de lectores. 2/12/14, de La Ciudad de Frente Sitio web: http://www.frente.com.mx/almadia-7-anos-100-libros-miles-de-lectores/

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lo menos en territorio mexicano, con pesos pesados como Anagrama, Random House

Mondadori o Alfaguara. Y parte de ese crecimiento se ha visto reflejado en la publicación

de escritores con más renombre desde Juan Villoro, el filósofo mexicano-español

Leonardo da Jandra, hasta un nobel de literatura como J.G Le Clézio. Así mismo la gama

de publicaciones recorre la literatura infantil, pasando por el cuento, poesía, hasta la

novela negra.

Si Almadía debe su crecimiento en el mercado nacional, es porque supo conjuntar

de manera creativa el diseño editorial con el contenido, sin que alguno de los dos

disminuyera su atractivo.

Pero volviendo al tema de la masificación del acceso a la lectura de la población,

hay un aspecto que observó Darnton y que continúa hasta estos días: la lectura de ficción

o de ciencia sigue siendo una actividad reservada para pocos. Sólo que con el crecimiento

de la población, pareciera que hoy en día hay más personas que leen, pero lo más

probable sea que el porcentaje de lectores, comparado con dos o tres siglos atrás, no haya

visto aumentar su cifra en demasía.

Juan Domingo Arguelles, (5) destaca que la afición por la lectura es una actividad

que no siempre es fomentada dentro de las universidades.

Tampoco hay que ser alarmistas puesto que aquellos que son llamados por la

literatura y la lectura, tarde o temprano demuestran los beneficios. Alguna vez Umberto

Eco relataba la historia del escritor Giovanni Papini, para quien la lectura significaba

acostarse no muy lejos de la chimenea y devorar las obras de Dostoievski durante la

noche. Y años después la obra de Papini fue un pilar clave en escritores como Jorge Luis

Borges.

Pero, ¿qué pasa con el formato digital? La inclusión de los libros electrónicos

significó la oportunidad de almacenar miles de títulos en una computadora personal, en

una Tablet, o en un disco duro. Pero para aceptar el nuevo formato, el lector tuvo que

desprenderse de las propiedades físicas del libro, como sentirlo u olerlo. Y de algo que

también menciona Darnton: las prácticas de lectura.

5 Juan Domingo Argüelles. (2013). Los usos de la lectura en México. 2/12/14, de Universidad Autónoma del Estado de México Sitio web: http://www.uaemex.mx/plin/colmena/Colmena35-36/Aguijon/Arguelles.html

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Leer con la computadora encima de las piernas o de la mesa, es distinto a leer un

libro acostado en la cama o sentado en ella. Podemos despertarnos la mañana siguiente

con un dolor terrible de espalda, aunque el analista sobrio afirmaría que se aprendió lo

mismo que si el texto hubiera sido leído desde un libro. Y tal vez por ello sea necesario

aceptar que la inclusión de la lectura en la era digital trajo consigo beneficios y molestias.

Aceptar que hay que pagar el precio del confort por tener una biblioteca de más

de 10 mil títulos sin que ésta nos quite espacio para dormir o comer. Aunque el diseño de

los nuevos aparatos ergonómicos busque aligerar las incomodidades.

Los Ibooks y los textos en PDF ofrecen la posibilidad de interactuar con ellos casi

como si se les tuviera en hojas. Se puede subrayarlos y colocar notas alrededor de ideas

principales o de conceptos que durante la primera lectura nos resulten confusos.

Por otro lado, el fenómeno de la escritura de ficción también ha alcanzado el

espacio virtual. En el caso de la ciudad de Puebla resaltan los casos de José Luis Zárate y

de Gerardo Oviedo. El primero, escritor de ciencia ficción que fiel a la tradición de la

minificción y su obra cumbre “Dinosaurio”, de Augusto Monterroso, ha utilizado los

ciento cuarenta caracteres de Twitter para plasmar relatos breves. Esta forma de escritura

permite que sus creaciones puedan llegar a usuarios de diferentes latitudes a través de una

cadena de retweets.

El caso de Oviedo es diferente sólo en cuanto a la red social: a través de Facebook

publicó cientos de aforismos, metáforas, silogismos y chistes que compartió con la

consigna de que no le importaba que sus derechos fueran conservados. Es decir, cada

usuario podía copiar su cita y atribuirse la autoría. Para él, la importancia radicaba en la

distribución de ideas, en el compartimiento de pensamientos.

Durante la publicación en formato físico de su obra Filosofía de la Invención, en

2012, recopiló todas las publicaciones que realizó en Facebook y en el epílogo del libro,

dedicó la obra a todos los amigos que tenía en esta red social.

Algo extraño debió haber pasado en la cabeza de los editores Oudot y Garnier

para que hayan decidido conformar una edición barata de la obra de Francisco de

Quevedo. Lo que tal vez no midieron fue el impacto de que ésta obra tendría en el

imaginario cultural y la trascendencia literaria mundial. Y con mucho se adelantaron a lo

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que los escritores actuales ven como la herramienta para que su trabajo llegue a muchos:

el compartimiento de la obra mediante bajo o nulo costo a través de redes sociales.

No resulta ocioso pensar acerca de la interpretación y el auge que recibirán ciertas

novelas o libros históricos a partir de su reedición digital. En alguna ocasión, un

preocupado Stephen King meditaba acerca de su lugar en la literatura mundial cuando se

le cuestionó si creía que algún día ganaría el Nobel de Literatura. Con su especial forma

de expresarse respondió que él se veía con los grandes pero en la segunda fila (6).

Mencionó que Somerset Maugham debería ser de los escritores más laudados en estos

días, pero su obra no interesaba a nadie para ser re-editada. Quizás en unos años, en el

formato digital se dé el boom Somersetsiano y los lectores podamos disfrutar de otros

títulos aparte de El Filo de la Navaja.

No encuentro mejor frase para terminar que una que propone el mismo Darnton a

lo largo de su disertación: “La lectura tiene una historia. No fue siempre y en todas

partes la misma”. Y en efecto en el futuro tendremos que analizarla más allá de la

dimensión física del libro, sea a través de las redes sociales o la comunidad virtual que

impere por más tiempo.

Ensayo escrito a partir del capítulo 7 “Historia de la lectura” escrito por Robert Darnton,

contenido en:

Peter Burke (ed). (1996). Formas de hacer historia. Madrid: Alianza Universidad.

Alumno: Josué Daniel Flores Morales

6 Miguel Mora. (2013). “Me avergüenzo de ser estadounidense”. 2/12/14, de El País Sitio web: http://elpais.com/elpais/2013/12/12/eps/1386874484_127071.html