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H. AYUNTAMIENTO DE MORELIA

Presidente Municipal C. Salvador Abud Mirabent

Síndico Municipal C. Maribel Rodríguez Álvarez

Secretario del H. AyuntamientoC. Alberto Suárez Castillo

RegidoresC. Marbella Romero NúñezC. Edgar Heladio Guzmán MéndezC. Jorge Vázquez GuerreroC. Alma Janeth Zarco GarcíaC. Jorge Alfredo Molina SánchezC. Roberto Ayala SotoC. Alejandro Villafuerte ArreolaC. Saraí Cortés OrtizC. Leticia Farfán VázquezC. Juan Pablo Ruiz RuizC. Raquel Martínez CortésC. Carmen Cortés Cortés

Directora del Archivo General, Históricoy Museo de la CiudadC. Yaminel Bernal Astorga

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Morelia, la construcción de una ciudad

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Morelia, la construcción de una ciudad

Yaminel Bernal AstorgaCoordinadora

H. Ayuntamiento de Morelia

Dirección del Archivo General, Histórico y Museo de la Ciudad

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Morelia, la construcción de una ciudadYaminel Bernal Astorga(Coordinadora)

© 2015, H. Ayuntamiento de Morelia© 2015, Dirección del Archivo General, Histórico y Museo de la Ciudad© 2015, Archivo Histórico Municipal de Morelia Galeana 302 Centro 58000 Morelia, Michoacán

ISBN: 978-607-96475-6-9

Impreso en Morelia, Michoacán, México

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Índice

Prefacio Yaminel Bernal Astorga 9

Presentación María Antonieta Jiménez Izarraráz 11

El árbol de Jesé y la “Relación de Michoacán”: mimetismo en el México ColonialAngélica J. Afanador Pujol Traducción de J. Ricardo Aguilar 19

Morelia en la poesíaCarlos Herrejón Peredo 57

Un desfile contra el olvido. Los hombres que hicieron de Valladolid-Morelia una ciudad neoclásica (1810-1876)Ricardo Aguilera Soria 117

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La mortalidad en Valladolid-Morelia entre los siglos XVI y XIX. Una presencia cercana y permanenteOziel Ulises Talavera Ibarra 91

“Un accidente”. La experiencia de la locura en el caso de Juan Antonio Carlos Correa en ValladolidYaminel Bernal Astorga 107

El Paseo de las Lechugas, desazolvación del Río Grande y disecación de los pantanos. Morelia en la última década del siglo XIXMagali Zavala García 141

Los cafés nicolaitas, un espacio de encuentro social y de formación políticaMiguel Ángel Gutiérrez López 159

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Prefacio

A inicios del 2014 la Dirección del Archivo General, Histórico y Museo de la Ciudad (DAGHMC) a través del Archivo Histórico Municipal de Morelia (AHMM) guiaría un nuevo proyecto de trabajo mediante

el Seminario de investigación: Carlos Herrejón Peredo, con el objetivo de propiciar un espacio en el cual las instituciones, las prácticas, los sujetos y los saberes en torno a Valladolid-Morelia fueran el hilo conductor por problematizar. Desde el comienzo el Seminario se pensó para investigadores de las diversas disciplinas de estudio, así como en alumnos de licenciatura, maestría y doctorado que necesitaran un foro en el cual discutir avances y/o resultados de investigación.

Para la realización del Seminario las autoridades que conformaban el Archivo consideraron que llevara por nombre: Carlos Herrejón Peredo. En este sentido, el doctor Herrejón representaba —y aún al día de hoy— lo que se deseaba transmitir a los demás: el quehacer tan intenso y apasionado por la investigación, el reconocimiento a un moreliano condecorado con la presea “Generalísimo Morelos”, pero sobre todo, y lo más importante, se debió al amor por la historia de esta ciudad, así como de sus pesquisas en este Archivo Municipal.

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La respuesta a la convocatoria atrajo investigadores y estudiantes de diversas instituciones (El Colegio de Michoacán, El Colegio de México, la Universidad de Querétaro, el Centro Educativo de Morelia, la Universidad Michoacana, así como del propio Archivo Histórico Municipal). Fueron más de veinte miembros los que se registraron e interactuaron durante las cuatro sesiones abiertas al público, incluyendo al doctor Herrejón. En éstas se llevaron a cabo ponencias, presentaciones de libros, en tanto que la tercera sesión se desarrolló en el marco del “Primer Coloquio Valladolid-Morelia, una mirada multidisciplinaria”.

Es así, que la obra que hoy se reúne a través del título Morelia, la construcción de una ciudad refleja algunas de las discusiones vertidas por los investigadores durante el 2014. Cabe subrayar que para el 2015 el Seminario volvería a tener eco entre sus miembros, además de curiosos e interesados en algunas de las temáticas abordadas por sus participantes. Esperamos, pues, que este trabajo sea una pieza más para la consolidación del Seminario de investigación: Carlos Herrejón Peredo y, ante todo, para beneficio de quienes habitan y construyen esta ciudad día con día.

Yaminel Bernal AstorgaCoordinadora del Seminario de Investigación

Yaminel Bernal Astorga

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Presentación

El espacio construido como algo dinámico y el aprovechamiento del entorno circundante, así como la vida cotidiana en dicho espacio, la del día a día, son los ejes que atraviesan esta obra. En Valladolid-Morelia este proceso

permitió enaltecer la ciudad y solventar toda cantidad de problemas, desde los más cotidianos hasta los de implicaciones en las grandes tomas de decisiones. El cambio social se hace latente: Su lectura es una ventana de aproximación al entendimiento de cómo se vivió en este lugar a lo largo del tiempo. Sin duda los temas que aquí se abordan distan absolutamente de integrar el todo que, al menos desde el ámbito de la investigación, se ha logrado conocer hasta el momento sobre esta ciudad. Sin embargo nos introduce a la vida de las personas que en ocasiones como habitantes cotidianos y en otros como agentes de cambio incidieron en la forma que el día de hoy tiene la ciudad de Morelia. Nos habla, por demás, de la actualidad en la investigación y hace alarde a la creatividad para encontrar nuevas perspectivas de comprensión de la historia de esta ciudad.

Entre los temas que se abordan destacan momentos clave de la expansión de la ciudad, aunque también del replanteamiento de usos de espacios habitados desde antaño. A la par, el advenimiento de las modernidades de cada época, ya

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María Antonieta Jiménez Izarraraz

fuera con el uso de estilos arquitectónicos en boga o bien con los encuentros con las tecnologías para el mejor aprovechamiento del entorno en materia de ciencia y tecnología hidráulica. En la ciudad, el espacio aludido se presenta como algo socialmente íntimo: La vida cotidiana y en ella la salud y la enfermedad son temas latentes, que se compaginan con la creación de nuevos espacios para la convivencia y el aprovechamiento de otros ya existentes. De estos temas no escapa una visión antecedente: Aquella que remite a la sociedad que habitó el territorio michoacano antes del arribo español.

Siete partes constituyen esta obra. Para iniciar encontramos el primer capítulo español en estas tierras. Se trata de la revisión de una de las láminas que componen la Relación de Michoacán, y que si bien cuenta ya con varios estudios, denota nuevas perspectivas para su aprovechamiento como fuente etnohistórica. En el capítulo intitulado “El Árbol de Jesé y la Relación de Michoacán. Mimetismo en el México Colonial”, Angélica J. Afanador hace un análisis de la representación del árbol genealógico contenido en dicho documento en el cual se representan los sucesores de Ticateme en el poder. Conforme a las investigaciones de Russo, Roskamp y Espejel, la imagen ha sido correlacionada con el Árbol de Jesé europeo y se explica como una adaptación del mismo para argumentaciones políticas acordes al contexto en el cual se produjo. En este capítulo, la descripción de la lámina se ve complementada por una interpretación sobre los motivos que hicieron que los tres personajes últimos en la línea de descendencia cuenten con características iconográficas distintas a sus precedentes. La autora presenta interesantes hipótesis que revelan los intereses y las preocupaciones e incertidumbres tanto de los españoles como de los indígenas en el poder, y de estos últimos, particularmente de quienes estaban siendo instruidos al catolicismo en Tzintzuntzan. El documento visto así, más que una descripción como fuente del pasado de los últimos gobernantes prehispánicos en la región, reta al análisis desde otros frentes y lo presenta como un documento de análisis acerca del propio momento en el cual se realizó la Relación de Michoacán. Desde la vestimenta que ostentan los involucrados hasta la forma en que se interrelacionan pictóricamente, e incluso, la manera en que se representa la muerte de Don Francisco (Tanganxoan), constituyen en su conjunto elementos para el refrendamiento de genealogías de poder potencialmente futuras al momento de su realización.

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Presentación

A partir de dicho momento, la atención al siglo XVI se desdibuja y al igual que se trasladó la sede del poderío michoacano saliendo de la región lacustre de Pátzcuaro, la obra que el lector tiene en sus manos hace lo propio al referirle el resto de la obra a la ciudad de Valladolid-Morelia. Pequeños fragmentos de la historia de esta villa / ciudad se entrelazan a través de temáticas en común.

Como plataforma está el espacio que se ve transformado a lo largo del tiempo. La vida y el dinamismo sociales anulan a la vista del lector toda visión monolítica y estática de la historia de la ciudad. La decisión sobre la transformación de los espacios existentes da cuenta del movimiento, del deseo por renovarse en un contexto tan cambiante como lo fue el transcurso desde el nacimiento de la ciudad hasta el arranque del siglo XX. Reconocer los procesos de urbanización y de readaptación de espacios como un proceso largo es un ejercicio que abona a la reflexión sobre el papel de los seres humanos como agentes de cambio. El reconocimiento de tipo de obras que se generaron en cada época da también cuenta del ir y venir de comunicación y de toma de decisiones locales en relación con el contexto ya fuese virreinal o nacional.

Particular atención merece en este capítulo lo acontecido en el siglo XVIII y el paso al XIX. En principio, se reconoce el mérito del historiador que no da por sentado lo aseverado por otros colegas en el pasado. En su capítulo intitulado “Un desfile contra el olvido. Los hombres que hicieron de Valladolid-Morelia una ciudad neoclásica (1810-1876)”, Ricardo Aguilera Soria debate sobre el reiterado discurso que alude a la falta de construcciones arquitectónicas en la ciudad durante el siglo XIX debido a la inestabilidad política de la nación. En contraposición, presenta claros ejemplos de actividad tanto a nivel doméstico como en el embellecimiento de espacios públicos. Ciertamente las obras no tuvieron una monumentalidad como la que se plasmó en edificios magnos edificados en las previas centurias, aunque en su lugar, se definió un estilo que se hizo popular por su sencillez. A decir del autor y dado que la arquitectura se practicaba más empíricamente que por una tradición académica, los planos eran excesivamente sencillos y ello, aunado a otras cuestiones, favoreció la proliferación de arquitectura bajo el mismo estilo. Con ello, el Neoclásico alargó su vida en esta ciudad justamente gracias a las condiciones económicas y políticas de la nación e incidió en la creación y/o el mantenimiento o reacondicionamiento de muchos de los

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María Antonieta Jiménez Izarraraz

edificios que al día de hoy son considerados como parte del Patrimonio de la Humanidad.

Bajo esta perspectiva, la definición de la ciudad durante la mayor parte de la centuria decimonónica fue un producto casi exclusivo de los constructores locales. Dispuestos a dinamizar la vida urbana, pero aferrados a un estilo artístico que en otras regiones del país ya se encontraba en decadencia, ellos hicieron posible que el Neoclásico prolongara su ciclo hasta la llegada del Porfiriato e incluso, definieron un panorama donde este estilo se negó a desaparecer.

Habría que esperar un poco, sin embargo, para que el afán modernizador se asentara entre los habitantes de la ciudad. Con Porfirio Díaz no fueron pocos los proyectos de puesta en marcha de nuevas tecnologías para desarrollo de proyectos de ingeniería hidráulica con distintos fines económicos.

Con la experiencia lograda en otros lugares del país, se promovió un proyecto de disecación de la zona pantanosa al norte de la ciudad y se propuso la creación de lo que se llamaría el Paseo de las Lechugas. Magali Zavala García refiere a este episodio que implicó una visión regional de transformaciones del paisaje. Desde la perspectiva local, el Paseo de las Lechugas como un nuevo espacio colectivo permitiría contar con un nuevo lugar para la convivencia, a la par de que mermaría los problemas de salud que se provocaban por las aguas estancadas al ser un foco de enfermedades como la tifoidea, el tifo, el paludismo, la escarlatina, la difteria, la diarrea y la fiebre. En efecto, aunque tentativamente incidiría solamente en la ciudad, derivó en alteraciones al paisaje realizadas desde Atapaneo. Los conflictos de poder se hicieron presentes dado que hubo implicaciones en la pérdida de éste para quienes vieron disminuido el curso del agua para fines agrícolas en áreas donde pasaba el río.

A pesar de las políticas públicas para subsanar los problemas hidráulicos al norte de la ciudad, la zona del Paseo no perduró por mucho tiempo por el problema recurrente de las inundaciones. El bello espacio poco a poco comenzó a desaparecer, quedando sólo entre los morelianos de la primera mitad del siglo XX un vago recuerdo de los días de los árboles, de las flores y de la sociabilización, pues por esas fechas se registraron los primeros permisos de casa habitación.

A pesar de ello, los espacios para la convivencia en Morelia nunca fueron escasos. En el orden del debate intelectual e incluso político, en el afán de

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Presentación

compartir ideas y de proponer soluciones, la Universidad se constituyó como un espacio que participó activamente en la toma de decisiones sociales. Miguel Ángel Gutiérrez López en su capítulo intitulado “Los cafés nicolaitas, un espacio de encuentro social y de formación política” refiere al momento en el cual se consolidó el proyecto universitario en Michoacán, durante las primeras décadas del siglo XX. Con ello se posicionaría como la institución de educación superior más importante del estado.

En este contexto se realizaron reuniones conocidas como los cafés nicolaitas, en donde se discutieron algunos de los asuntos más relevantes para la universidad y el estado. Los cafés eran, en realidad, espacios de debate político. Las tertulias y el carácter festivo permitían la participación de actores políticos fuera de las constricciones que podrían encontrarse en una reunión formal que involucrara a las autoridades estatales y universitarias. En los cafés había un ambiente que podía permitir una relación más horizontal entre las autoridades, profesores y estudiantes. Entre los temas que se discutían podían estar desde reformas legislativas, planes de estudios y proyectos institucionales. En una de ellas se acordó la creación del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

Después, en el ámbito nacional, estos cafés fueron muy conocidos. Un grupo de ex alumnos de El Colegio de San Nicolás radicados en la capital creó una agrupación llamada “Vanguardia Nicolaita”. Ellos impulsaron una serie de reuniones cada sábado durante varios años que se conocieron como “cafés al estilo Morelia” porque se reproducía el modelo implementado en esta ciudad y porque había comida, música, poesía y otros elementos. A pesar de su informalidad, estos cafés tuvieron cierto carácter oficial derivado de la presencia constante de autoridades y personalidades de la vida política e intelectual de la ciudad. Éstos constituyeron una escuela ideológica y un ámbito de formación y práctica políticas.

Y así, el espacio vivido en la convivencia se compaginaba con otras realidades nada favorables. Sin duda, lo más importante en cualquier circunstancia social es la vida propia y la de los allegados. Cuando la enfermedad irrumpe y se convierte en algo que desestabiliza no solamente a una familia sino a la sociedad en toda su complejidad deja profundas cicatrices y en ocasiones insta a la toma de decisiones remediales. Ulises Talavera Ibarra en su capítulo

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María Antonieta Jiménez Izarraraz

intitulado “la mortalidad en Valladolid-Morelia entre los siglos XVI y XIX. Una presencia cercana y permanente” presenta a las causas principales de muerte y los momentos más críticos en esta materia en la historia de la ciudad. Vista Valladolid-Morelia como un espacio de interacción interpersonal muy cercana entre todos sus pobladores se entiende cómo se dio de manera más fácil la transmisión de enfermedades epidémicas. La enfermedad en estos contextos no hizo diferencia de clase social o cualquier otra distinción. Luego, las enfermedades estacionales también eran causa de merma poblacional. En el verano el calor y las lluvias favorecían el cultivo de bacterias que derivaban en enfermedades gastrointestinales. El referido capítulo de Magali Zavala García aborda justamente la construcción del Paseo de las Lechugas como una medida tomada desde el Ayuntamiento que podría ayudar a eliminar un foco de enfermedades de esta zona pantanosa. Pasado el verano, el invierno no era menos catastrófico, sobre todo porque sus temperaturas ocasionaban un alza en las enfermedades respiratorias que no pocas veces derivaron en historias fatales. Con ello se entiende la voz del autor al referir a la muerte como una presencia cercana y permanente y que atacaba fundamentalmente a niños, en mayor medida menores de 3 años, seguidos por aquellos de 3 a 10. A pesar de que el propio autor reconoce la dificultad de contar con registros rigurosos, las fuentes por él consultadas (localizadas en el Archivo Parroquial del Sagrario Metropolitano de Morelia y algunos resguardados en el Archivo Histórico Municipal de Morelia) dan cuenta de que, aún con los huecos que pudiese haber, encontramos indicios para identificar las principales causas de mortandad en la historia de la ciudad.

La enfermedad que derivaba en muerte fue motivo de temor, y más cuando ésta se hacía tan cotidiana. Aunado a ello, cuando otras enfermedades se hacían presentes promovían diversas reacciones que involucraban los conceptos más abstractos de salud y enfermedad, y que podían llegar a tener implicaciones incluso en el ámbito de los valores éticos, morales e incluso legales. En el capítulo intitulado “Un accidente. La experiencia de la locura en el caso de Juan Antonio Carlos Correa en Valladolid” presentado por Yaminel Bernal Astorga, se hace referencia a un problema de salud poco convencional. Ante un diagnóstico como el de la locura en un individuo con una especial posición social, saltan a la vista implicaciones acerca de lo que se entiende y se concibe como la salud y

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Presentación

la enfermedad, de los protocolos para solucionar un problema cuando éste deja de ser solamente de injerencia familiar y se convierte en un problema social, de los procesos internos para solucionar las crisis, de las decisiones que implican el traslado de enfermos a cientos de kilómetros de distancia, de la anulación de los derechos civiles de los portadores de dichas enfermedades e incluso de su desconocimiento como seres vivos. En corto, se hace visible cómo, a través del análisis de un aspecto muy concreto de las sociedades, es posible inquirir sobre el funcionamiento de la sociedad en su complejidad.

El recuento del proceso de diagnóstico de locura al escribano Juan Antonio Carlos Correa en Valladolid, así como de los procesos colaterales con implicaciones en lo familiar y en lo civil descubren una historia que rebasa a la condición de este enfermo.

En dicho apartado se da cuenta de una de las tantas historias particulares que se vivieron en las calles de la antigua Valladolid. Otras más aparecen capturadas en postales literarias, y permiten en su análisis desprender mucha más información acerca del acontecer cotidiano y de la percepción que sus habitantes y visitantes tenían sobre la ciudad. Carlos Herrejón Peredo cierra este recuento analizando la poesía escrita sobre Morelia. Alude a esta actividad como un reflejo del mundo interior del poeta y de la representación de su percepción sobre la cotidianeidad vivida en tiempos pretéritos. Es, en otras palabras, una ventana de conocimiento de la historia de la ciudad y que complementa el análisis que típicamente se ha realizado sobre la poesía desde otras vertientes.

El autor identifica cinco grupos de poesía: las piezas que ponderan la belleza de la ciudad; las que lamentan su deterioro físico o expresan nostalgia de tiempos pretéritos; las que recuentan hechos sangrientos; las que aluden a carencias y miserias provincianas; y la Catedral. En ella, los escritores Manuel de la torre Lloreda, Cayetano Bernal, Lucas Ortíz Benítez, Franciso Alday McCormick, Gonzalo Chapela y Blanco, Manuel Rodríguez, Fray Guillermo de La Piedad, Raúl Arreola Cortés, Carlos Arenas García, Marco Antonio Aguilar Cortés, Francisco Alday y Manuel Ponce Zavala representan a cada uno de estos motivos e invitan al análisis literario como una fuente más para la interpretación de la historia.

Morelia, la construcción de una ciudad, alude no solamente a la erección de los monumentos arquitectónicos. Esta construcción es física, social y ante

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todo dinámica. En ella se remite directamente a la forma en que la sociedad se apropió de su espacio en cada momento histórico concreto, retomando lo existente y adaptando su experiencia para gestar un nuevo contexto. Morelia se ve así mucho más que como un espacio edificado. Se ve, más bien, como una sociedad que respondió a los retos de cada una de sus etapas transformándose y dejando huella de ello en su entorno material.

Dra. María Antonieta Jiménez IzarrarazEl Colegio de Michoacán

María Antonieta Jiménez Izarraraz

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El árbol de Jesé y la “Relación de Michoacán”: mimetismo en el México Colonial

Angélica J. Afanador Pujol1 Traducción de J. Ricardo Aguilar2

A menos de veinte años de la llegada de los españoles en 1521 a lo que es hoy el estado de Michoacán, el virrey Antonio de Mendoza le encargó a un fraile franciscano que registrara las costumbres de la región para así

gobernarla más eficazmente. El fraile, quien ha sido identificado como Jerónimo de Alcalá, empleó informantes indígenas, miembros de la nobleza local

1 Profesora-investigadora de Historia del Arte en la School of Art de la Arizona State University, correo: [email protected] Nota: Una versión de este trabajo se publicó en The Art Bulletin, Diciembre 2010, Volumen XCII, Número 4.

2 Instituto de Investigaciones Históricas, UMSNH, correo: [email protected]

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purépecha-hablante.3 Su testimonio fue registrado en el texto del manuscrito hoy conocido como la “Relación de Michoacán” (en adelante Relación) el cual el fraile dividió en tres partes precedidas por un prólogo. Alcalá también trabajó con cuatro artistas indígenas, quienes crearon las 44 pequeñas pinturas que hoy acompañan el texto.4 Al igual que el texto, estas ilustraciones representaban una oportunidad única para que los colaboradores indígenas se comunicaran directamente con el virrey con la esperanza de labrarse un lugar en la nueva sociedad colonial. Sin embargo, intereses distintos dividían a estos colaboradores.

3 El historiador J. Benedict Warren identificó al fraile como Jerónimo de Alcalá en su ensayo Fray Jerónimo de Alcalá: Author of the Relación de Michoacán?, The Americas 27, no. 3, 1971, pp. 307-326. Warren ha publicado varias versiones de este ensayo en estudios más recientes. Ver, por ejemplo, J. Benedict Warren, “Fray Jerónimo de Alcalá, Autor de la Relación de Michoacán,” en: Franco, Mendoza Moisés (ed.), Relación de Michoacán, Zamora, El Colegio de Michoacán, Gobierno del Estado de Michoacán, 2000, pp. 37-56; y “Fray Jerónimo de Alcalá, Autor de La Relación de Michoacán”, en: Estudios Sobre El Michoacán Colonial: Los Inicios, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Fimax Publicistas, 2005, pp. 155-86. Hoy en día, la literatura académica frecuentemente se refiere a la gente de Michoacán como tarascos, pero de acuerdo con la Relación y algunos de sus descendientes actuales (quienes se autodenominan purépechas), este término tiene connotaciones peyorativas. Durante el siglo XVI, el término purépecha parecía estar reservado para la clase trabajadora (como la voz macehualli en náhuatl). Tanto el término tarasco como el purépecha no reconocen la diversidad de grupos étnicos que habitaban en Michoacán durante el siglo XVI. En este ensayo llamo a los diferentes grupos viviendo en la región por los nombres usados en la Relación. Uanacaze será utilizado para la familia gobernante, y uacúsecha y chichimeca para referirnos al grupo étnico al cual esta familia pertenecía. Llamaré al lenguaje purépecha en honor de las conexiones culturales y lingüísticas que unen a los purépecha del Michoacán actual con sus ancestros del siglo XVI. Para una discusión detallada a cerca del significado y usos de estos términos, véase: Márquez, Joaquín Pedro (ed.), ¿Tarascos o P’urhépecha? Voces sobre antiguas y nuevas discusiones en torno al gentilicio michoacano, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, El Colegio de Michoacán/ Universidad Intercultural Indígena de Michoacán, Fondo Editorial Morevallado, 2007.

4 El título completo del manuscrito es “Relaçión de las çerimonias y rrictos y poblaçión y gobernaçion de los yndios de la provinçia de Mechuacán hecha al yllustrísimo señor don Antonio de Mendoça, virrey y governador desta Nueva España por su majestad, ecétera.” Para el análisis de la identidad y el número de pintores que trabajaron en el manuscrito, véase: Afanador, Pujol Angélica J., “Patron Friar, Collaborator and Artists”, en: The Politics of Ethnicity: Re-imagining Indigenous Identities in the Sixteen-Century Relación de Michoacán (1539-1541), Tesis doctoral, Los Ángeles, Universidad de California, 2009, pp. 29-90.

Angélica J. Afanador Pujol / Traducción de J. Ricardo Aguilar

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Algunos de ellos eran miembros del linaje gobernante precolombino conocido como uanacaze. Los uanacaze eran líderes de un grupo referido en la Relación como chichimecas y uacúsecha, quienes supuestamente habían migrado a Michoacán y conquistado la población local. Otro de los colaboradores, don Pedro Cuiniarangari, no era parte del linaje Uanacaze sino que descendía de sacerdotes indígenas de una de las islas del lago de Pátzcuaro. El texto de la Relación se refiere a ellos como isleños. A la llegada de los españoles, don Pedro había colaborado con los conquistadores y se había convertido en gobernador de la zona. Ya que los testimonios tanto de don Pedro como de los uanacaze pueden ser apreciados en la Relación, el manuscrito provee una excelente oportunidad para examinar el papel jugado por las imágenes en las disputas políticas de pueblos colonizados.

La representación del árbol genealógico incluido en la Relación es clave para entender cómo los intereses encontrados de estos dos bandos afectaron las imágenes del manuscrito. Este árbol es una adaptación del motivo del Árbol de Jesé europeo. El artista sustituyó el linaje de Cristo por la familia real Uanacaze (Fig. 1). Las selecciones del artista en cuanto al contenido y diseño del árbol capitalizaron en lo que llamaré mimetismo visual para representar a los líderes uanacaze como legítimos gobernantes. Su objetivo era tanto ayudar a los uanacaze quienes debían enfrentar las demandas de opositores indígenas, incluyendo a don Pedro, como cuestionar las denuncias y reclamos hechos por colonizadores españoles. En su análisis del mimetismo en contextos coloniales, Homi K. Bhabha ha señalado que las disparidades entre los modelos de los colonizadores y aquellos usados por la gente colonizada perpetúan las diferencias que mantienen los límites necesarios para el dominio colonial. A pesar de que Bhabha reconoce que esta clase de mimetismo presenta una amenaza a los colonizadores al estrechar la brecha entre las diferencias raciales e históricas que los separan de los colonizados, él ve este deslizamiento como un reflejo del deseo de los colonizadores en convertir a los colonizados en sujetos que son casi, “pero no por completo”, lo mismo que ellos.5 El argumento de Bhabha analiza el mimetismo desde la perspectiva de los colonizadores.

5 Bhabha, Homi K., “Of Mimicry and Man: The Ambivalence of Colonial Discours”, en: The Location of Culture, Londres, Routledge, 2006, pp. 121-131.

el árbol de Jesé y la “relación de Michoacán”: MiMetisMo en el México colonial

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De igual interés es el valor del mimetismo para las poblaciones colonizadas en Michoacán, incluyendo al pintor que realizó el árbol genealógico en la “Relación de Michoacán”.

La pintura del árbol genealógico uanacaze ocupa una página entera y aparece al final de un complejo recuento de cómo los uanacaze habían migrado a Michoacán en tiempos precolombinos y conquistado a los pobladores locales. Primero, el artista dibujó las líneas del contorno del árbol a carboncillo, luego lo trazó y corrigió con tinta negra y después lo rellenó con ricos pigmentos de color café, azul, verde, rojo, beige y gris. Varias veces el artista hizo correcciones al árbol aplicando pigmento blanco sobre partes de él para luego dibujar nuevas líneas y reaplicar color. Dibujó pequeños carteles en las manos de cada noble, en las cuales el editor —probablemente, fray Jerónimo de Alcalá— diligentemente inscribió sus nombres. En su forma final, el árbol brota desde el torso de un hombre reclinado, llamado Thicatame, cuyos dieciocho descendientes se posan en las ramas por encima de él. Los primeros quince miembros del linaje están sentados en pequeños bancos en las ramas del árbol y se conectan entre sí por una línea roja. Como emblemas de su gobierno y estatus de nobleza llevan guirnaldas verdes en la cabeza, un listón envolviendo su cabello y bezotes azules. Muchos de ellos cargan arcos y flechas. Los hombres conectados a la línea roja llevan el torso al desnudo, excepto por el último, sentado en la parte superior del árbol, el cual viste un manto bautismal blanco y cuyo banco arde en llamas (Fig. 1q). Ese hombre es Zinzicha Tangaxuan don Francisco. Sus dos hijos, uno de ellos también llamado don Francisco y el otro don Antonio están sentados en las ramas junto a él y al igual que él llevan prendas blancas (Fig. 1r, s). A diferencia de Zinzicha Tangaxuan, don Francisco y don Antonio están sentados directamente en las ramas, en lugar de un banco, y no están conectados a la línea roja ni portan la guirnalda verde. En una extraña desviación del motivo cristiano, el artista representó a muchos de los señores sufriendo las heridas que los mataron. Esta diferencia indica una ruptura entre el significado del signo europeo y este nuevo significante.

Los investigadores Alessandra Russo, Hans Roskamp, Claudia Espejel y Cynthia Stone han analizado independientemente el árbol genealógico de la Relación. Stone ve una conexión entre el árbol de la Relación y creencias precolombinas y a pesar de que reconoce su prototipo europeo no investiga

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Figura 1. Relación de Michoacán, folio 140r, ca. 1539-1541, papel europeo, 21 x 14.7 cm. Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial, San Lorenzo de El Escorial, C IV 5 (Copyright Patrimonio Nacional, España, letras de la autora). Nota: el interior del árbol correspondería a la línea roja que menciona la autora.

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las implicaciones del mismo.6 Por su parte, Russo, Roskamp y Espejel lo analizan como una adaptación del Árbol de Jesé cristiano (Fig. 2). Espejel sugiere que la adaptación del tema del artista purépecha es evidencia de que el fraile intervino en la producción del manuscrito. Para Espejel el mimetismo visual del Árbol de Jesé fue conducido por intereses europeos e ignora que los cambios que el artista hizo transformaron el modelo europeo en una articulación colonial única que responde a su contexto michoacano.7 Roskamp y Russo, ven la imagen como un delicado tejido de tradiciones indígenas y europeas. Ambos enfatizan la apropiación y la alteración del motivo europeo por parte del artista indígena. Roskamp provee una lectura iconográfica de los elementos precolombinos de la imagen, mientras que Russo propone que el árbol responde a su momento colonial al representar una ruptura entre las creencias cristianas y precolombinas.8 La autora interpreta los dos hijos de Tangaxuan, los dos últimos hombres en la línea, como los primeros miembros de la familia Uanacaze en adherirse al catolicismo. De acuerdo con Russo, los hijos de Tangaxuan son diferenciados de su padre y ancestros paganos (Fig 1q, 1a-1p), ya que estos no están conectados a la línea roja que comienza en la base con Thicatame (Fig. 1a), el primer ancestro, y termina en la parte superior con Tangaxuan. Russo, sin embargo, ignora la cartela exhibiendo el nombre bautismal de Tangaxuan, don Francisco, y su blanco ropón bautismal; ambos atributos lo conectan con sus hijos e indican que él también ha aceptado el catolicismo. De hecho, estos elementos visuales señalan la continuidad en lugar de la ruptura entre las creencias de estas dos generaciones. En las siguientes páginas se volverá claro que el árbol revela una relación más compleja entre colonizadores y colonizados, una en la cual los intereses y alianzas de las facciones indígenas moldearon la forma final del árbol.

6 Stone, Cynthia, In Place of Gods and Kings: Authorship and Identity in the “Relación de Michoacán”, Norman, University of Oklahoma Press, 2004, pp. 83-85.

7 Espejel, Claudia, “Voces, lugares y tiempos. Claves para comprender la Relación de Michoacán”, Tesis doctoral, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2004, pp. 64-67 y 81.

8 Roskamp, Hans, “Las 44 Láminas de la Relación de Michoacán. Una Propuesta de Lectura”, en: Mendoza, Moisés Franco (ed.), Relación de Michoacán, p. 547; y Russo, Alessandra, “El Renacimiento Vegetal: Árboles de Jesé entre el Viejo Mundo y el Nuevo”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas 73, 1998, pp. 28-30.

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Figura 2. Master de Anne de Bretagne, Árbol de Jesé del Libro de Horas impreso por Philippe Pigouchet para Simon Vostre, folio b3v, 1498, papel europeo, 16.5 x 11.4 cm. The Pierpont Morgan Library, PML 125444 [ChL 1483] (Foto de The Pierpont Morgan Library).

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El árbol como una historia política

El Árbol de Jesé europeo es una interpretación del pasaje bíblico Isaías 11:1-3:

Una rama saldrá del tronco de Jesé,/ un brote surgirá de sus raíces./ Sobre él reposará el espíritu de Yavé,/ espíritu de sabiduría e inteligencia/ espíritu de prudencia y valentía,/ espíritu para conocer a Yavé y para temerlo,/ y para gobernar según sus preceptos.9

Los artistas europeos generalmente ilustraban estos versos con un árbol que trazaba la genealogía de Cristo desde Jesé, padre del rey David. El árbol brota desde Jesé, sus ramas sostienen a sus descendientes o, en otros casos, profetas y sibilas que anuncian la llegada de Cristo. Cristo, en la parte más alta del árbol, simboliza sabiduría, fortaleza y promesa espiritual de redención (Fig. 2). El poder del árbol uanacaze en la Relación para comunicar una genealogía indígena a una audiencia europea recae en su mimetismo de este modelo europeo. Al mismo tiempo, a través de sutiles alteraciones, comunica una historia política compleja.

La selección del Árbol de Jesé como vehículo para la genealogía de los señores uanacaze revela la educación franciscana que el artista debió recibir y su conocimiento del catolicismo y su iconografía. La orden franciscana introdujo la iconografía del Árbol de Jesé en los pueblos indígenas de Nueva España muy temprano en el periodo colonial. En su Historia de los Indios de Nueva España, el franciscano Toribio de Benavente, también conocido como Motolinía, menciona que para 1539 la capilla abierta del convento de San Francisco de Tlaxcala en el centro de México tenía un Árbol de Jesé pintado en sus muros.10 En Michoacán,

9 Watson, Arthur, The Early Iconography of the Tree of Jesse, Londres, Oxford University Press, 1934, p. 2, y La Biblia, Madrid, Editorial Verbo Divino, 2005, pp. 662-663.

10 Benavente, Toribio de, Historia de los indios de la Nueva España, en: Esteva, Fabregat Claudio (edic.), Madrid, Dastin, 2001, p. 135. Véase también: Kubler, George, Mexican Architecture of the Sixteen Century, New Heaven y Londres, Yale University Press, Oxford University Press, 1948, vol. 2, p. 374; Cosentino, Delia, “Zinacantepec’s Tree of Saint Francis: Cross Cultural Roots and Colonial Blossom in the Sixteen-Century Mexican Mural”, Tesis de Maestría, Los Ángeles, Universidad de California, 1996, p. 22; y Russo, Alessandra, “El renacimiento vegetal”, pp. 5-23.

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artistas indígenas utilizaron este elemento para decorar dos mitras obispales hechas a base de plumas cerca de 1540.11

El artista de la Relación no fue el primero en adaptar el Árbol de Jesé a las necesidades de las casas gobernantes. Thérèse McGuire ha resaltado que las versiones medievales del Árbol de Jesé siempre representaban a Jesús como descendiente del rey David para exaltar las dinastías gobernantes en Europa. Esta asociación tenía su base en el argumento de que algunos reyes habían sido escogidos por Dios y sólo a Él debían rendir cuentas.12 La práctica continuaba en el siglo XVI en Europa cuando artistas comunmente utilizaban el formato del Árbol de Jesé para representar las dinastías gobernantes.13

Al igual que sus contrapartes europeos, el árbol genealógico de la Relación substituye la genealogía de Cristo por la de los señores uanacaze y traza una historia política para el beneficio de la casa gobernante. La línea roja urde la genealogía en un orden cronológico conectando a sus miembros desde la base hasta la copa para indicar así el orden político de sucesión como es descrito en la Relación. El liderazgo del grupo, como la línea roja, comienza con el señor Thicatame, fundador del linaje y continua de padre a hijo, tío a sobrino y hermano a hermano hasta culminar con Zinzicha Tangaxuan don Francisco, también conocido por el título de cazonci, quien gobernaba cuando los españoles llegaron a Michoacán.14 Sus dos hijos, sentados junto a él, no habían

11 Russo, Alessandra, “El renacimiento vegetal”, pp. 19-23. 12 McGuire, B. Thérèse, “The Symbol of Power in Suger’s Tree of Jesse”, en: Gosman, Martin,

Vanderjagt Arjo y Veenstra Jan (eds.), The Propagation of Power in the Medieval West, Groningen, Egbert Forsten, 1997, pp. 301-311. Véase: Osberg, Richard, “The Jesse Tree in the 1432 London Entry of Henry VI: Mesianic Kingship and the Rule of Justice”, en: Journal of Medieval and Renaissance Studies 16, no. 2, 1986, pp. 213-232.

13 Véase, por ejemplo, los árboles pintados por los artistas Simon Bening y António de Holanda, en: Leaves from the Genealogy of the Royal Houses of Spain and Portugal, 1530-34, publicados en: Kren, Thomas y McKendrick, Scot (eds.), Illuminating the Renaissance: The Triumph of Flemish Manuscript Painting in Europe, Los Ángeles, J. Paul Getty Museum, 2003, pp. 460-463.

14 Para la etimología más reciente del término cazonci, véase: Martínez, Baracs Rodrigo, Convivencia y Utopía: El Gobierno Indio y Español de la “Ciudad de Mechuacan”, 1521-1580, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia y Fondo de Cultura Económica, 2005, pp. 48-55. Los investigadores Constance Cortez y Hans Roskamp han indicado, cada uno por su parte, que esta línea posiblemente representa una cuerda expresando el concepto náhuatl mecayotl o linaje,

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gobernado al momento en que la información contenida en la Relación estaba siendo recopilada, lo cual explicaría por qué la línea roja no llega hasta ellos.

Según el texto de la Relación, Thicatame comandaba a los uanacaze cuando estos migraron a Michoacán e introdujeron a los pobladores locales al culto su dios tutelar Curicaueri. En la imagen, Thicatame sostiene en su mano izquierda una navaja manchada de sangre que lo identifica como axamencha, es decir sacrificador, papel reservado para los dirigentes.15 Dos arcos y flechas junto a su cabeza lo identifican además como guerrero y cazador chichimecha/uacúsecha. El arco y la flecha son también parte de la indumentaria que identifica a los dirigentes en otras partes de la Relación, al igual que en otros documentos pictóricos del Michoacán colonial (Fig. 3).16

Los arcos y las flechas en la posesión de algunos miembros del árbol parecen dotarlos con un rango más alto que el del resto de los dirigentes en el árbol. Los diez primeros señores que suceden a Thicatame no portan arcos ni flechas, al parecer porque estos gobernaron antes de la consolidación de Michoacán bajo el liderazgo Uanacaze (Fig. 1b-i, k, l). Los siguientes tres señores, quienes portan arcos y flechas, según la Relación consolidaron el territorio (Fig. 1j, m, n). Sus dos sucesores, quienes también llevan arcos y flechas, gobernaron como dirigentes independientes antes de la llegada de los españoles, cumpliendo con el mandato de su dios tutelar Curicaueri de conquistar y gobernar la tierra (Fig. 1o, p). Los últimos tres señores en la parte superior del árbol no portan arcos o flechas, probablemente debido a que Tangaxuan en el centro había gobernado bajo el dominio español, mientras que los otros dos estaban en línea para sucederlo (Fig. 1q-s).

Cabe señalar además que el artista representó la genealogía Uanacaze de manera selectiva. Para el periodo precolombino, el artista pintó solamente

la cual deriva de la raíz mecatl que significa “cuerda”. Cortez, Constance, “Gaspar Antonio Chi and the Xiu Familily tree”, Tesis doctoral, Los Ángeles, Universidad de California, 1995, pp. 130-131; Roskamp, Hans, “Las 44 láminas de la Relación de Michoacán”, p. 547.

15 Roskamp, Hans, “Las 44 Láminas de la Relación de Michoacán”, p. 547.16 Véase: Roskamp, Hans, Lienzo de Jucutacato en La Historiografía Indígena de Michoacán. El Lienzo

de Jucutacato y los Títulos de Carapan, Leiden, Research School CNWS, Leiden University, 1998, p. 153.

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Figura 3. Relación de de Michoacán, folio 5r (detalle), ca. 1539-1541, Papel europeo, 3.18 x 4.45 cm. Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial, San Lorenzo de El Escorial, C IV 5 (Copyright Patrimonio Nacional, España).

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aquellos señores que sucedieron a sus padres, tíos o hermanos al trono, omitiendo a sus numerosos parientes. Por ejemplo, la Relación menciona que Tangaxuan tenía siete hermanos y “numerosas” hermanas, pero ninguno de ellos es representado en el árbol.17 Más interesante aún, de todos los nobles Uanacaze que aun vivían en la colonia, únicamente los dos hijos de Tangaxuan, quienes todavía no habían gobernado, son representados. Se puede asumir que el privilegio que denota aparecer en el árbol se debe, al menos en parte, a la influencia que don Francisco y don Antonio pudieron haber tenido en la realización del manuscrito, la alta jerarquía social de sus madres (los dirigentes Uanacaze practicaban la poligamia), su propia posición en la sociedad colonial y/o una combinación de estos factores.

Documentos en archivos españoles y michoacanos corroboran la posición privilegiada que se le da a don Francisco en el árbol. En 1543, don Francisco se convertiría en el primero de los descendientes Uanacaze en gobernar la zona en la época colonial. Además su madre muy posiblemente era parte de la nobleza michoacana colonial. En una carta escrita antes de 1542, el representante legal de don Francisco menciona que el nombre de su difunta madre era doña Beatriz. La ausencia de apellido y el título honorífico doña nos indican que era una noble indígena, quien ya había sido bautizada.18 Dadas las leyes de sucesión españolas y el hecho de que don Francisco fuese el primero en gobernar, es posible que él haya sido el primogénito y su madre la esposa principal de Tangaxuan, con quien muy posiblemente se habría casado por la iglesia católica durante el periodo colonial.

La presencia del hermano, don Antonio, en el árbol como futuro sucesor es un poco más difícil de explicar, ya que él era medio hermano de don Francisco. Los estudiosos del tema han asumido frecuentemente que don Francisco y don Antonio eran hermanos de la misma madre, pero los documentos coloniales

17 “De los señores que hubo después de muertos Hirepan y Tangaxoan y Hiquingaje”, en: Escobar, Olmedo M. (ed.), Relación de Michoacán, Morelia y Madrid, H. Ayuntamiento de Morelia, Patrimonio Nacional y Testimonio Compañía Editorial, 2001, p. 512. Todas las citas directas de la Relación en este artículo se tomaron de la edición de Armando M. Escobar Olmedo.

18 Archivo General de Indias, (AGI) Sevilla, Indiferente, legajo 1382B, año 1542.

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demuestran lo contrario.19 En la “Información de Méritos y Servicios” (1553), presentada por don Antonio para pedir mercedes de la corona española, él y sus testigos se refieren a su madre como Guatique Uacujane, el cual no es un nombre católico. De haber tenido un nombre bautismal, tanto él como sus testigos probablemente lo habrían usado (así como utilizaron el nombre católico de su padre), ya que trataban de probar que don Antonio era hijo de un matrimonio católico y se había criado como tal. Cabe suponer que Guatique Uacujane fue una mujer influyente en el periodo colonial temprano, ya que el nombre Uacujane sobreviviría en las siguientes décadas como apellido entre los nobles del área del lago de Pátzcuaro.20 Sin embargo, ella no llegó a ser bautizada y al parecer tampoco llegaría a casarse con Tangaxuan por la Iglesia católica.

También es importante señalar que para cuando se redactaba y se pintaba la Relación, los Uanacaze no gobernaban Michoacán. Don Pedro Cuiniarangari, descendiente de los nobles de las islas del lago de Pátzcuaro (las cuales, según la Relación, habían sido conquistadas por los Uanacaze en el periodo precolombino), era el gobernador de la zona, es decir don Pedro ocupaba el puesto más importante en ese momento. El pintor, al representar a don Francisco y don Antonio en el árbol como futuros dirigentes, proyectaba esperanzadoramente a estos candidatos dentro del futuro incierto del gobierno colonial.

19 Véase: López, Sarrelangue Delfina, “La Estirpe Real Tarasca Sucesión Legítima”, en: La Nobleza Indígena de Pátzcuaro en la Época Virreinal, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1965, pp. 167-178; Corona, Núñez José, “Antonio Uitziméngari, Primer Humanista Tarasco”, en: Centro de Estudios sobre la Cultura Nicolaita (ed.), Humanistas Novohispanos de Michoacán, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1982, pp. 49-61.

20 Es poco lo que sabemos sobre las costumbres pertenecientes a la asignación de nombres propios en el Michoacán precolombino. Durante el periodo colonial, los nombres de personas que tuvieron papeles significativos en los primeros años de colonización frecuentemente se convirtieron en los apellidos de sus descendientes. El nombre Uacujane sobrevivió como apellido (indistintamente escrito como Uacuxan, Guacuja o Huacujane) entre los nobles de Pátzcuaro en los documentos de los siglos XVI y XVII, indicando que ella o alguien con su mismo nombre jugó un papel importante durante la primera mitad del siglo XVI. Véase: Centro de Documentación Histórica de Chapultepec-Instituto Nacional de Antropología e Historia, Serie Michoacán (CDH-INAH, SM), ff. 114, 116, 118, citado en: Kuthy, Saenger María de Lourdes, Strategies of Survival, Accommodation and Innovation: The Tarascan Indigenous Elite in Sixteen Century Michoacán, Tesis doctoral, Michigan State University, 1996, pp. 214-215.

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Siendo estas las circunstancias, el papel que los hermanos jugaron en la realización del manuscrito adquiere importancia para comprender su presencia en el árbol.21 El historiador J. Benedict Warren, quien ha identificado al fraile compilador como Jerónimo de Alcalá, ha trazado los pasos del fraile por Michoacán. Alcalá primero vivió en el convento franciscano en Tzintzuntzan, luego, cuando la capitalidad eclesiástica y política se mudó de Tzintztuntzan a Pátzcuaro en 1538, él se mudó hacia allá también. Posteriormente, Alcalá acompañó al virrey Mendoza a la Guerra del Mixtón en 1541.22 La trayectoria de los hermanos dentro y fuera de Michoacán, no solo los une al virrey, sino también a Alcalá. Hoy sabemos que don Antonio y don Francisco sirvieron como pajes al virrey Mendoza, quien había encargado el manuscrito. También fueron instruidos en el convento de Tzintzuntzan cuando fray Jerónimo estaba ahí. Junto con las demás autoridades políticas y eclesiásticas los hermanos se mudaron a Pátzcuaro. Allí, don Antonio asistió al Colegio de Pátzcuaro.23 En

21 Otros estudiosos han señalado que la “Relación de Michoacán” refleja los intereses y las voces tanto de múltiples colaboradores indígenas (los Uacúsecha, don Pedro Cuinierangari) así como del fraile español. Sin embargo, el posible involucramiento de los nobles Uanacaze don Fransico y don Antonio, no ha sido explorado hasta ahora. Véase: Roskamp, Hans, La historiografía de Indígena de Michoacán, pp. 7-27; “El Carari Indígena y las Láminas de la Relación de Michoacán”; Espejel, Claudia, “Voces, Lugares y Tiempos”; Stone, Cynthia, In Place of Gods and Kings; y Martínez, Baracs Rodrigo, Convivencia y Utopía, 297-305.

22 Warren, Benedict J., “Fray Jerónimo de Alcalá”, 2000, pp. 40-44.23 El fraile agustino Matías de Escobar escribiría en el siglo XVIII que don Antonio había

estudiado con agustinos en el Colegio de Estudios Mayores de Tiripetío. Además, una pintura del siglo XVIII muestra a don Antonio siendo instruido por agustinos. Estas fuentes tardías revelan el interés por parte de los agustinos por vincularse con este noble indígena y reclamarlo como uno de los suyos. Sin embargo, ningún documento del siglo XVI encontrado hasta ahora corrobora que don Antonio estudió o vivió en Tiripetío, como lo menciona fray Matías de Escobar. A pesar de esto, los estudiosos actuales han continuado esta aseveración. Por el contrario, en la temprana “Residencia” del virrey Antonio de Mendoza de 1546-1547, veintiún testigos mencionan que don Antonio fue educado en el Colegio de Pátzcuaro. En este recuento, Juan de Alvarado especifica que don Antonio hacía extendidas visitas al convento de Tiripetío; tal vez, esto condujo a interpretaciones posteriores pro-agustinas en las cuales don Antonio habría asistido a Tiripetío en lugar de a Pátzcuaro. AGI, Justicia, legajo 263, pieza 3. Ver también: Escobar, Matías de, Americana Thebaida Morelia, Balsal Editores, 1970, pp. 121-126. Para estudios que ubican a don Antonio estudiando en el Colegio de Estudios Mayores de Tiripetío

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1541, don Francisco, junto con fray Jerónimo, acompañó al virrey a la Guerra del Mixtón.24 Esta secuencia de circunstancias muestra no únicamente la situación privilegiada de los hermanos ante los ojos del virrey, sino que también los ubica en los mismos sitios en donde el manuscrito había sido producido, lo cual explicaría su lugar privilegiado en el contenido del manuscrito.

Es de gran interés que los hermanos no ocupen el punto focal del árbol, sino que éste sea ocupado por su padre (Fig. 1q). Si el árbol hubiera seguido un formato cristiano o biológico, los últimos en la línea, don Francisco y don Antonio, estarían sentados en la parte superior al centro. En su lugar, su padre ocupa ese espacio. El artista ha adaptado cuidadosamente el modelo cristiano para hacer de Tangaxuan el centro visual de la imagen. Veremos que esto se debe a que su muerte había jugado un papel crucial en la política michoacana y particularmente en las vidas de sus herederos.

La parafernalia que Tangaxuan lleva consigo fue concienzudamente seleccionada tanto para marcar la continuidad del reinado Uanacaze, como para indicar su aceptación de la fe católica. Al igual que sus ancestros (Fig. 1a-p), él porta como símbolo de su rango una guirnalda verde en su cabeza, un bezote azul en su labio inferior y un listón atando su cabello detrás de su nuca. Además, su asiento se parece al trono de gobernantes visto en otras partes de la Relación (Fig. 3).25 Mientras que los torsos de sus ancestros están desnudos y los listones en sus cabelleras son rojos, azules o amarillos, Tangaxuan lleva puesto un ropón y un listón blancos. Su ropón, como los de sus hijos, lo diferencia de sus ancestros y marca su aceptación de las normas europeas al referirse, específicamente a su estatus bautismal. Cristóbal Cabrera, notario apostólico (1538-1545) del primer obispo de Michoacán Vasco de Quiroga, menciona en uno de sus escritos que en el día del bautismo los neófitos usaban “túnicas blancas” y cantaban himnos en su propio idioma que los asemejaba a “arbolitos

ver: López, Sarrelangue Delfina, La Nobleza Indígena de Pátzcuaro, pp. 173-174; y Corona, Núñez José, “Antonio Uitzimengari, Primer Humanista Tarasco”, pp. 50-52.

24 Para la información sobre don Francisco, véase el Archivo General de la Nación, México (AGN), Mercedes, vol. 1, exp. 33. Agradezco a René Becerril Patlán del Ex-Convento de Tiripetío por compartir conmigo su transcripción de este documento. Para información sobre don Antonio, véase AGI, Justicia, legajo 263, pieza 3.

25 Stone, Cynthia, In Place of Gods and Kings, p. 83.

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plantados a la vera del arroyo, que darán a su tiempo sus frutos…”.26 Según Cabrera, sus albas túnicas representaban su transformación espiritual: “por el sacramento del bautismo sus almas se vistieran de Jesucristo”.27

Corroborando que Tangaxuan había aceptado la fe católica, él lleva en su mano derecha una pequeña cartela que contiene su nombre purépecha, seguido por su nombre bautismal, don Francisco. Entre la población indígena en este período temprano de evangelización, los nombres bautismales distinguían a quienes se habían convertido a la fe católica del resto de la población. En la “Información de Méritos y Servicios” de don Antonio, hijo de Tangaxuan, los testigos españoles se refirieren a Tangaxuan como don Francisco para enfatizar su estatus bautismal. Por ejemplo, ellos mencionan que “en cristiano se llamaba don Francisco”, e indican que se “tornó cristiano y recibió el agua del santo bautismo y se llamó don Francisco”.28 En suma, a través de la representación verbal y visual —es decir, su nombre y ropón— la imagen muestra a Zinzicha Tangaxuan don Francisco como un católico bautizado. Es interesante notar que el artista fusionó el bautismo y la muerte de Tangaxuan al pintar llamas emanando de su trono uniendo así dos eventos separados en tiempo y espacio.

La muerte de Tangaxuan

Los documentos coloniales que contienen información acerca de la muerte de Tangaxuan muestran que ésta tuvo un grave impacto en la vida política de la región.29 Aunque los documentos concuerdan en que fue ejecutado por

26 Campos, Leopoldo, “Métodos Misionales y Rasgos Biográficos de don Vasco de Quiroga según Cristóbal Cabrera, Pbro”, en: Ponce, Manuel (coord.), Don Vasco de Quiroga y Arzobispado de Morelia, México, Editorial Jus, 1965, p. 144.

27 Campos, op. cit., p. 149.28 “Información de Méritos y Servicios de don Antonio Huitzimengari, Hijo del Último

Cazonci de Michoacán, 1553-1554,” AGI, Patronato Real, legajo 60, ramo 3, no. 2, fols. 27v, 28v.

29 Varios historiadores han señalado el significado de la muerte de Tangaxuan en el Michoacán del periodo colonial, Warren, Benedict J., “The Death of the Cazonci,” en: The Conquest of Michoacan: The Spanish Domination of the Tarascan Kingdom in Western Mexico, 1521-1530, Norman,

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españoles, el cómo murió exactamente, fue motivo de discusión dentro y fuera de las cortes. La versión uanacaze mantenía que Tangaxuan había sido quemado vivo, a pesar de que había sido antes bautizado. De esta misma forma es representado en el árbol de la Relación, Tangaxuan aun con vida mira al observador mientras su asiento y la parte inferior de su cuerpo arden en llamas. La versión contraria argumentaba que Tangaxuan había muerto al ser sofocado, la forma aprobada de ejecución para creyentes que habían recibido las aguas del bautismo, ya que esto permitía que sus almas escaparan de sus cuerpos antes de que estos ardieran en la hoguera.

Además de haber estructurado el árbol para enfocar la atención en Tangaxuan, el pintor también alteró la forma en la que los hombres en el árbol eran representados. En el Árbol de Jesé de la Iglesia católica, Cristo corona el árbol algunas veces como adulto, otras veces crucificado y unas más como un bebé en los brazos de su madre. Debajo de Cristo, sus ancestros o profetas, generalmente también vivos, adornan las ramas (Fig. 2).30 En contraste, en la Relación el artista pintó a aquellos ancestros de Tangaxuan que habían sufrido muertes violentas recibiendo sus heridas mortales. En la base del árbol, el padre de la línea, Thicatame (Fig. 1a), quien había muerto a punta de lanza, cierra sus ojos, una convención también presente en otros códices indígenas utilizada para representar la muerte (en estos mismos códices, como en el Codex Borgia, fol. 52, los árboles frecuentemente brotan de los cuerpos inertes de víctimas sacrificadas).31 Aunque en el Árlbo de Jesé europeo Jesé es representado normalmente dormido, un Jesé muerto no carece de precedente (como en el manuscrito Harl. 2889, Lectionary, fol. 4r. del Museo Británico).32 Por otro

University of Oklahoma Press, 1985, pp. 211-236; Krippner, Martínez James, “The Politics of Conquest: An Interpretation of the Relación de Michoacán,” The Americas 47, no. 2, 1990, pp. 177-197; y Martínez, Baracs Rodrigo, Convivencia y Utopia, pp. 151-157. La siguiente sección se benefició de la investigación previa de archivo de Rodrigo Martínez Baracs y J. Benedict Warren.

30 Watson, Arthur, The Early Iconography of the Tree of Jesse, pp. 77-141.31 Díaz, Gisele y Rodgers Alan (edit.), The Codex Borgia: A Full-Color Restoration of the Ancient

Mexican Manuscript, Nueva York, Dover, 1993, p. 26. 32 Watson, Arthur, The Early Iconography of the Tree of Jesse, p. 85, pl. 2. Véase también: Sanz,

María Jesús, “Algunas Representaciones del Árbol de Jessé, durante el Siglo XVI, en Sevilla y su Antiguo Reino”, en: Cuadernos de Arte e Iconografía 2, no. 4, 1989, pp. 123-124.

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lado, los gobernantes en las ramas por encima de Thicatame son mostrados en el preciso momento en que fallecen, un fenómeno que no tiene precedente en la iconografía europea. Sabemos que estamos presenciando el momento mismo de su muerte porque están sangrando de sus heridas fatales y tienen sus ojos abiertos; viendo al observador como si en ese preciso momento la vida se les estuviera escapando (Fig. 1f, g, i, k, l). Únicamente aquellos que el texto de la Relación describe muriendo de causas naturales no tienen heridas mortales ni las armas que las pudieran infligir.

Tanto la sangre, representada por el color rojo vivo aplicado a las heridas, como las armas indican que estos señores Uanacaze murieron de heridas por flecha, apuñalados y aporreados. El pigmento rojo forma un patrón visual en zigzag que va desde Thicatame hasta Tangaxuan, quien mira al observador desde la parte superior del árbol. Las llamas rojas y amarillas emanando desde el asiento y trono de Tangaxuan revelan que Tangaxuan está siendo quemado en vida. Debido a que la figura de Tangaxuan es la única en la escena que sufre una muerte a fuego y no sangra por heridas mortales, su retrato es una anomalía. Su trono (símbolo de su posición como gobernante) al arder en llamas parece insinuar que Tangaxuan había sido quemado debido a su estatus político.

Esta implicación no estaba lejos de la realidad. El poder político que Tangaxuan mantuvo aun después de la llegada de españoles fue en gran medida la causa de su muerte. Otros investigadores han señalado que los españoles en el área resentían el poder político que Tangaxuan seguía ejerciendo durante el periodo colonial y veían en él un obstáculo a sus propios intereses.33 En 1530 durante una expedición al occidente de México, Nuño de Guzmán, presidente de la primera Real Audiencia, el primer cuerpo judicial de la Nueva España, condenó a Tangaxuan a muerte por obstruir el trabajo de españoles en la región y por supuestamente haber preparado una emboscada en contra de las tropas de Guzmán, así como por la presunción de idolatrías y sodomía. La sentencia de Tangaxuan en 1530 acarreó consecuencias significativas para la vida política de la región, en

33 Véase: Warren, Benedict J., “The Death of the Cazonci”, pp. 211-236; y Martínez, Baracs Rodrigo, Convivencia y Utopía, pp. 151-157.

Angélica J. Afanador Pujol / Traducción de J. Ricardo Aguilar

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gran parte debido a que depuso a los Uanacaze del poder y los despojó de sus riquezas.34

La Relación más numerosos reportes, cartas, disposiciones reales, declaraciones de testigos, memorias, crónicas e incluso pinturas de esta era dan cuenta de la importancia de este evento. Según estos documentos, los oficiales de la corona escudriñaron hasta los más mínimos detalles del cautiverio y la ejecución de Tangaxuan ya que, por insignificantes que puedan parecer, estos acarreaban graves repercusiones para los involucrados. La forma en que Tangaxuan había muerto se convertiría en un tema de discusión y los testimonios variarían según las filiaciones políticas de los testigos.

El registro del juicio que Guzmán envió a la corona asegura que en un principio Guzmán había condenado a Tangaxuan a morir en la hoguera, pero que debido a que Tangaxuan había sido bautizado, se le permitió morir como cristiano:

Y si el dicho Caçonçi quisiese morir como cristiano, pues ha recibido agua del bautismo,… mando que antes que sea quemado le sea dado un garrote a la

34 Varios cronistas proclamarían que la muerte de Tanguaxan generó disturbios que el gobierno virreinal tuvo que contener. La “Relación de Michoacán” estabece que, después de la muerte de Tangaxuan, la gente tuvo que ser encarcelada para evitar que desertaran de sus poblados. En el siglo XVIII, fray Pablo Beaumont, en su Crónica de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo de Michoacán, añadió que la gente renunciaba al gobierno español y que los españoles tuvieron que contener disturbios peligrosos. Por último, también en el siglo XVIII, Juan Joseph Moreno en su Vida de don Vasco de Quiroga, Ordenanzas, Testamento, provee un recuento aún más sombrío de los eventos al aseverar que Michoacán estaba perdido de Dios y del rey. Como se podría esperar, la corona española pronto se interesó en la ejecución de Tangaxuan. En 1531 y 1533, la reina enviaría provisiones reales a Nuño de Guzmán requiriéndole que le informara sobre los hechos. Véase: Escobar, Olmedo Armando M. (edit.), Relación de Michoacán, p. 362; Beaumont, Pablo, Crónica de la Provincia de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo de Michoacán, Morelia, Balsal Editores, 1969, vol. 2, pp. 137, 208-209; Moreno, Joseph, Vida de don Vasco de Quiroga, Ordenanzas, Testamento, Morelia, Balsal Editores, 1989, p. 31; Scholes, France V. y Eleanor B. Adams, Proceso contra Tzintzicha Tangaxoan el Caltzontzin Formado por Nuño de Guzmán, Año de 1530, México, Porrúa y Obregón, 1952, p. 7; Vasco de Puga, Provisiones, Cédulas, Instrucciones de su Magestad, MéxicoJ. M. Sandoval, 1878, vol. 1, pp. 289-290; Warren, J. Benedict, The Conquest of Michoacán, p. 222.

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garganta en manera que el dicho Caçonçi muera y del espíritu vital sea apartado y después sea echado en el fuego y quemado como dicho es.35

La imagen de Tangaxuan en el árbol de la Relación cuestiona el testimonio de Guzmán, al mostrar a Tangaxuan siendo quemado en vida. Para los católicos de ese tiempo esto habría implicado que al “espíritu vital” de Tangaxuan se le había impedido dejar su cuerpo y de esta manera había sido condenado directamente a las llamas del infierno.

Al retratar a Tangaxuan como un católico que había sido quemado en la hoguera, el pintor de la Relación se unía al debate de cómo había muerto Tangaxuan. Este debate, motivado por los intereses de las partes involucradas, tomó lugar de la manera siguiente: Guzmán mantuvo en sus cartas a los monarcas españoles en 1530 y 1532, en su correspondencia legal y años después en sus memorias (1538-39) que Tangaxuan había recibido un juicio justo en el cual había sido encontrado culpable.36 Sin embargo, las autoridades españolas no compartían esta misma certeza. Éstas examinaron cuidadosamente a los testigos indígenas empezando en 1531. Les preguntaron por el oro y la plata que Tangaxuan había dado y a quién, sobre el trato que había recibido durante su cautiverio y cómo y por qué había muerto.37 Los testigos se contradijeron unos

35 Scholes, France V. y Eleanor B. Adams, Proceso contra Tzintzicha Tangaxoan, pp. 66-67. Para un análisis de este documento ver: Warren, Benedict J., The Conquest of Michoacán, pp. 222-236.

36 En sus cartas: Nuño de Guzmán, “Carta a S. M. del presidente de la Audienzia de México Nuño de Guzmán en que refiere la jornada que hizo a Mechoacan a conquistar la provincia de los tebles chichimencas, que confinan con Nueva España. A ocho de julio de 1530” y “Carta a la emperatriz, Nuño de Guzmán, dando cuenta del estado en que se hallaba la conquista y población de la Nueva Galicia y quejándose de los daños que le hacían la Audiencia y el marqués del Valle. De la ciudad de Compostela, a 12 de junio, 1532,” en: Blázquez, Adrián y Thomas Calvo (eds.), Guadalajara y el Nuevo Mundo. Nuño Beltrán de Guzmán: Semblanza de un conquistador, Guadalajara, Instituto Provincial de Cultura, Marqués de Santillana, 1992, pp. 205-225, 237-262. En su correspondencia legal: AGI, Justicia, legajo 229. En sus memorias: Carrera, Manuel Estampa (edit.), Nuño Beltrán de Guzmán, Memoria de los servicios que había hecho Nuño de Guzmán, desde que fue nombrado gobernador de Pánuco en 1525, México, José Porrúa e Hijos, 1955, pp. 63-66. La fecha para esta memoria proviene del análisis hecho por Blázquez y Calvo, op. cit., p. 51.

37 El tesoro al que Tangaxuan había renunciado variaba en la memoria, o en la conciencia, de los involucrados. Mientras Nuño de Guzmán en su defensa lo recordaría como “cosa de muy poco precio y valor” otros lo describirían como sumas sustanciales de plata y oro. Comparar

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a otros e inclusive a sí mismos desde tempranas fechas. Los nobles indígenas Gonzalo Xuárez y otro conocido únicamente como Sebastián testificaron el 14 de febrero de 1531 que Guzmán había ordenado que Tangaxuan fuera atado a un poste a la altura del cuello, sofocado y únicamente después de su muerte quemado.38 Pero en el mes siguiente, atestiguando en una demanda en contra de dos aliados de Nuño de Guzmán y a favor de Hernán Cortés, acérrimo enemigo de Guzmán, Xuárez se contradijo al declarar que a Tangaxuan “le arrastraron y quemaron muy cruelmente”.39 El 15 de junio de 1531, Xuárez repitiría que Tangaxuan había sido quemado vivo y añadiría a su testimonio que Guzmán había amenazado con quemar más nobles indígenas si otros españoles descubrían que Tangaxuan le había pagado con la esperanza de recobrar su libertad.40 Parece entonces que solo un año después de la muerte de Tangaxuan, la confusión, quizá fomentada intencionalmente, plagaba la memoria de los acontecimientos.

Pronto, las discrepancias en los recuentos de los testigos dio cabida a la reinterpretación de los hechos y la muerte de Tangaxuan se convirtió en un emblema de la crueldad de Guzmán. En el reporte conocido como la “Cuarta

“Relación sacada de la probanza hecha por parte de Nuño de Guzmán…,” AGI, Justicia, legajo 226, no. 2, ramo 2; con “Información hecha pedida a don Pedro de Arellano corregidor de Michuacán cerca de lo que dieron a Nuño de Guzmán, 15 de junio, 1531,” AGI, Justicia, legajo 226. Según algunos testigos, Tangaxuan le había dado tesoros únicamente a Nuño de Guzmán, mientras que otros reportaron que García del Pilar, el traductor de Guzmán, había recibido una jugosa porción. Por ejemplo, compárese la “Información hecha pedida a Pedro de Arellano…, 15 de junio, 1531” con “Información tomada a los indios de Michuacán cerca de la plata y oro que el Cazonci dio a Nuño de Guzmán, de febrero 14, 1531,” AGI, Justicia, legajo 226 y “Juicio seguido por Hernán Cortés contra los licenciados Matienzo y Delgadillo, año 1531,” Boletín del Archivo General de la Nación 9, no. 3, 1938, pp. 339-407.

38 Cada uno de los testigos de había incluso presentado una pintura de los eventos (hoy día perdida) como evidencia. “Información tomada a los indios de Michuacán…., de febrero 14 de 1531,” AGI, Justicia, legajo 226. Únicamente Gonzalo había presenciado la muerte de Tangaxuan, pero Sebastián aseguraba a las autoridades que él había escuchado reportes de testigos presentes.

39 “Juicio seguido por Hernán Cortés contra los licenciados Matienzo y Delgadillo,” p. 362. En esta demanda seis testigos dijeron que Tangaxuan había muerto por fuego, uno que había muerto por garrote y cinco dijeron que no sabían o no lo especificaron.

40 “Información hecha pedida a Pedro de Arellano…, 15 de junio, 1531”, AGI, Justicia, legajo 226.

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Relación Anónima”, cuyo narrador acusa a Guzmán de múltiples abusos, se menciona otra vez que Tangaxuan fue quemado en vida:

Luego [Guzmán] sentenció por traidor a D. Francisco, y le mandó arrastrar á cola de un caballo, como todos vimos, y despues atado á un palo, y allí le quemaron, dicen que vivo: yo de compasion no le quise ver…41

Después de haber reñido con Guzmán, su traductor García del Pilar escribiría una recriminatoria denuncia de los acontecimientos basándose casi literalmente en la “Cuarta Relación Anónima” e indicando de igual manera que Tangaxuan había sido quemado vivo.42 Cuando la segunda Real Audiencia le pidió que ampliara su recuento el 24 de enero de 1532, Pilar declararía que después de que Tangaxuan le había dado a Guzmán muchos regalos valiosos, éste lo había atado a un poste rodeado por leña, después de lo cual los hombres de Guzmán “pusieron fuego a la leña y comenzó a arder, así se quemó el dicho Cazonci hasta que naturalmente perdió la vida”.43 Años más tarde, en 1553, Francisco López de Gómara, en su Historia General de las Indias, la cual favorece a Cortés, narra los eventos de la muerte de Tangaxuan de la misma manera y lo describe como “amigo de Cortés, servidor de los españoles y vasallo del emperador…”.44

41 “Cuarta relación anónima de la jornada que hizo Nuño de Guzmán á la Nueva Galicia”, en: Carrera, Manuel Estampa (ed.), Memoria de los servicios que había hecho Nuño de Guzmán, desde que fue nombrado gobernador de Pánuco en 1525, México, José Porrúa e Hijos, 1955, p. 100.

42 García del Pilar, “Relación de la entrada de Nuño de Guzmán, que dio García del Pilar, su intérprete”, en: Carrera, Stampa Manuel (ed.), Memoria de los servicios que había hecho Nuño de Guzmán, p. 181; Warren, Benedict J., The Conquest of Michoacán, p. 319, ha notado la dependencia del recuento de Pilar de la “Cuarta Relación Anónima”.

43 “Averiguación de la plata del Cazonci. El Dicho de García del Pilar y Otros Religiosos,” AGI, Justicia, legajo 226, fol. 424v. Agradezco a J. Benedict Warren por compartir conmigo su transcripción de este documento.

44 De Gómara, López Francisco, Historia General de las Indias: Hispania Vitrix, en: Guibelalbe, de Pilar y Emiliano M. Aguilera (edic.), Barcelona, Iberia, 1965, vol. 2, pp. 363-364. No todos los enemigos de Guzmán recordarían los eventos de esta manera. Bartolomé de las Casas en 1542 acusó a Guzmán de haber matado a Tangaxuan por tortura, y Bernal Díaz del Castillo acusó a Guzmán de haberlo estrangulado. Sin embargo, ambos escritores enfatizaban la crueldad de Guzmán. Véase: Bartolomé de las Casas, Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias, Pérez, Fernández de Isacio, (edic.), Bayamón, Universidad Central de Bayamón/ Centro de Estudios

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Acusar a alguien de quemar un noble indígena no era inusual entre conquistadores, frailes y oficiales españoles que buscaban opacar el lustro de sus enemigos al alegar que estos habían abusado de su autoridad.45 Por ejemplo, el mismo Guzmán había acusado a franciscanos de quemar indígenas.46 En sus memorias, Guzmán escribió en contra de su viejo enemigo Cortés que “vino Sandoval por mandato del marqués [Cortés] a la provincia de Panuco con ciento y cincuenta de a caballo y quemó en un día trescientos señores della…”47 De igual manera, fray Bartolomé de las Casas acusó a uno de los mayordomos de Guzmán de haber muerto “muchos indios ahorcándolos y quemándolos vivos y echándolos a perros bravos y cortándoles los pies y manos y cabezas y lenguas, estando los indios en paz, sin otra causa más de por amedrentallos para que le sirviesen y diesen oro y tributos…”.48

No es de sorprenderse entonces, que los nobles uanacaze y sus partidarios adoptaran esta versión de los hechos y mantuvieran que Tangaxuan a pesar de ser católico había sido quemado en vida.49 En la “Información de Méritos y

de los Dominicos del Caribe/ Instituto de Estudios Históricos Juan Alejo de Arizmendi, 2000, pp. 449-450; y Bernal Díaz del Castillo, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Ramírez, Cabañas Joaquín de (edic.), México, Porrúa, 1999, p. 534.

45 James Krippner Martínez, al escribir acerca de Guzmán y sus múltiples enemigos ha resaltado que, en el México del siglo XVI, acusar a un rival de violencia extrema era una forma de desacreditarlo. Krippner, Martínez James, “The Vision of the Victor: History, Memory, and the Proceso contra Tzintzincha Tangaxoan [1530],” en: Rereading the Conquest: Power, Politics, and the History of Early Colonial Michoacán, México, 1521-1565, University Park, Pennsylvania State University Press, 2001, pp. 38-39.

46 Nuño de Guzmán, “Carta a la emperatriz”, p. 247. 47 Nuño de Guzmán, Memoria de los servicios, p. 42. 48 Bartolomé de las Casas, Brevísima relación, p. 452. También la “Cuarta Relación Anónima”

acusaba a Gonzalo López, capitán bajo las órdenes de Nuño de Guzmán, de haber capturado al señor más importante de Jalisco y haberlo quemado vivo. Por su parte, García del Pilar declaró que en la población de Nochistlán los hombres de Guzmán habían quemado en la hoguera a tres indígenas de Toluca y también comentaba que en la provincia de Piastla, cuando los aliados indígenas querían abandonar la expedición de Guzmán, éste y sus hombres habían quemado vivo a uno y colgado a otro. García del Pilar, “Relación de la Entrada de Nuño de Guzmán”, pp. 183, 190.

49 Felipe Castro Gutiérrez ve la versión de Tangaxuan siendo quemado vivo como una invención de la nobleza indígena. Castro Gutiérrez, Felipe, Los Tarascos y el Imperio Español, 1600-

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Servicios” de 1553 que presentó don Antonio, uno de los hijos de Tangaxuan, los testigos españoles no mencionan cómo murió Tangaxuan, pero cinco de los siete testigos indígenas testifican que Guzmán había ordenado que Tangaxuan fuera quemado.50 En los años, e incluso en los siglos por venir, los cronistas españoles que se hicieron partidarios de la nobleza indígena frecuentemente hacían referencia a la muerte por fuego de Tangaxuan.51

En suma, la contextualización del árbol genealógico revela que éste formó parte de un agitado debate político en el cual la categórica división entre el colonizador europeo y el indígena colonizado no refleja adecuadamente las asociaciones políticas que cruzaban estos límites. Mientras que Guzmán sostenía que Tangaxuan había recibido un juicio justo y había sido sofocado, sus enemigos españoles, los uanacaze y sus aliados indígenas y españoles reportaban los eventos alrededor de la muerte de Tangaxuan al igual que el árbol genealógico de la “Relación de Michoacán”, es decir, ellos mantenían que Tangaxuan don Francisco, a pesar de haber sido bautizado en la fe católica, había sido quemado vivo.

De tal manera, el árbol en la Relación no es una copia pasiva en la cual el artista colonizado mimetizó un modelo cristiano, sino una apropiación activa de un modelo europeo. El historiador de arte Robert Nelson define “apropiación” como una distorsión que se construye sobre el significado previo de un signo para crear así un nuevo signo.52 En el caso de la Relación, el artista transformó el Árbol de Jesé cristiano en un nuevo significante que además de documentar la

1700, México, Universidad Nacional Autónoma de México/ Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2004, pp. 20-22. En este ensayo, no busco establecer cómo murió Tangaxuan sino demostrar que la imagen en la Relación era parte de un debate político.

50 “Información de los Méritos y Servicios de don Antonio Huitziméngari”, fols. 67r-79v. Uno de los testigos indígenas, don Marcos Quaniguata, incluso menciona haberlo visto suceder, fol. 69r. Los testigos indígenas también testificaron en 1541 que Tangaxuan había sido quemado. AGI, Justicia, legajo 130, fols. 507v, 572v, 581r, 589v, 600v, 602v.

51 Véase: Ramírez, Francisco, El Antiguo Colegio de Pátzcuaro, Viveros Germán (edic.) Zamora, El Colegio de Michoacán/ Gobierno del Estado de Michoacán, 1987, p. 69; Beaumont, Pablo, Crónica de la Provincia de los Santos Apóstoles San Pedro y San Pablo de Michoacán, vol. 2, pp. 193-211; Moreno, Juan Joseph, Vida de don Vasco de Quiroga, pp. 12, 30-31.

52 Nelson, Robert, “Appropiation”, en Robert Nelson y Richard Shiff, Critical Terms for Art History, Chicago, University of Chicago Press, 1996, pp. 116-128.

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genealogía Uanacaze, también nos revela los intereses de los herederos al ilustrar las injusticias cometidas contra Tangaxuan. Al entender el árbol no simplemente como un acto de mimetismo, sino como una cuidadosa apropiación de un modelo cristiano, se puede reconocer al artista como lo que Nelson llama “un agente activo de significación,” un pintor que ha infundido un signo antiguo con un nuevo significado.53

La representación de la muerte de Tangaxuan y sus implicaciones políticas y económicas

Para el pintor el árbol genealógico de la Relación constituyó más que un ejercicio historiográfico. Al retratar los eventos según la versión de los Uanacaze, la imagen se convirtió en un medio que buscaba se hiciera justicia y el regreso de los Uanacaze al poder. Hay que recordar que esta contenía un mensaje político que sería entregado directamente al virrey Mendoza, quien había encargado la realización de la Relación y decidiría quien debería gobernar Michoacán. La manera en que había muerto Tangaxuan había tenido graves repercusiones políticas y económicas para los pobladores de Michoacán y especialmente para los herederos de Tangaxuan. De acuerdo con la costumbre española, el condenar a muerte a alguien por idolatría determinaba el futuro de sus posesiones materiales. Habiendo encontrado a Tangaxuan culpable de idolatría, Guzmán escribió en el registro del juicio, “Y más le condeno al dicho Caçonçi en perdimiento de todos sus bienes, los cuales aplico a cámara y fisco de su Majestad y en las costas de este proceso juntamente hechas…”.54 Sin embargo, la imagen niega que Tangaxuan hubiese muerto en estado de rampante idolatría ya que no solamente muestra a Tangaxuan usando su ropón blanco sino que también funde su bautismo (el cual tuvo lugar cerca de 1525) con su muerte en 1530, haciendo de estos un único evento en el tiempo y el espacio.55 Según las creencias católicas

53 Ibid., p. 127. 54 Nuño de Guzmán, en: Scholes, France V. y Eleanor B. Adams, Proceso contra Tzintzicha

Tangaxoan, p. 67.55 Para la fecha del bautismo de Tangaxuan, véase: Warren, Benedict J., The Conquest of

Michoacán, pp. 83-84.

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de ese tiempo, el alma de una persona que moría inmediatamente después de ser bautizada era considerada pura y así la pintura connotaba que el alma de Tangaxuan era pura.56 Representar al gobernante como un católico que había sido quemado vivo —esto es, muerto injustamente, implicaba que su posición social, sus posesiones y el derecho a gobernar deberían ser restituidas en sus descendientes, don Francisco y don Antonio.57

Sin embargo, el texto de la Relación afirma que los hombres de Guzmán primero sofocaron a Tangaxuan con un garrote y que solo después de su muerte quemaron su cuerpo.58 Esta discrepancia, la cual sugiere una división entre los intereses representados en la imagen y los del narrador de esta parte de la Relación merece mayor investigación. De acuerdo con el fraile que recompiló la Relación, el gobernante indígena don Pedro Cuiniarangari había narrado los eventos entorno a la muerte de Tangaxuan. Con la ejecución de Tangaxuan, don Pedro, como gobernador, ocuparía entonces el puesto político más alto que indígena alguno pudiera tener bajo el régimen colonial. Debemos tener en mente que don Pedro se describe no como un miembro de la familia conquistadora Uanacaze sino como un isleño local, lo cual indica que su nombramiento desafiaba las barreras étnicas existentes antes del arribo de los españoles. Muy posiblemente, gracias al papel que jugó como intermediario entre Tangaxuan y conquistadores españoles don Pedro habría obtenido este importante puesto. Don Pedro incluso le llegaría a decir al compilador de la Relación que había sido él quien había rendido pacíficamente a Michoacán a favor de los españoles. En el

56 Véase, por ejemplo, Ludolf Von Sachsen, “De cómo el que muere ë acabado de batizar se va derecho a parayso”, en: Vita Cristi Cartuxano Romançado por Fray Ambrosio, Sevilla, Croberger, 1551, vol. 1, cap. 5, fol. rj. Jerónimo de Alcalá mencionó este libro en una deposición que hizo ante la corte en una demanda entre los obispos Vasco de Quiroga y Juan de Zumárraga en 1541. Véase: Warren, Benedict J., “Fray Jerónimo de Alcalá”, 2000, pp. 42-43.

57 De acuerdo con Delia Cosentino, durante el periodo colonial los árboles genealógicos del centro de México frecuentemente se incluían en disputas políticas y de tierra. Delia Cosentino, “Drawing Out the Truth in Colonial Nahua Courtrooms”, texto presentado en la conferencia annual del College Art Association, Seattle, 2004. En Michoacán, el Codex Chilchota, el cual contiene una genealogía del siglo XVII, sirvió el mismo propósito. Roskamp, Hans, La Historiografía Indígena de Michoacán, p. 284.

58 Roskamp, Hans, “Las 44 Láminas de la Relación de Michoacán”, p. 547, ha notado la discrepancia entre el texto y la imagen, pero no ha provisto explicación.

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texto, don Pedro pasa de su estatus de esclavo de los uanacaze para convertirse repentinamente en gobernador y administrador de sus territorios conforme explica:

Que nosotros en el principio fuímos conquistados de sus antepasados, y sus esclabos somos los isleños. Y llevávamos sus comidas a los reys a cuestas, y achas para yr al monte por leña, y les llebábamos los jarros con que bebían, y por esto nos empezaron a dezir hermanos, por ser sus Governadores, y entendíamos en lo que los reys nos mandaban...59

En un Estado étnicamente estratificado, esta difícil trayectoria debió haber requerido una constante y estratégica planeación por parte de don Pedro.

En la Relación, don Pedro utiliza su recuento del juicio y sentencia de Tangaxuan para enfatizar su recientemente adquirido derecho a gobernar. Don Pedro acusa al líder Uanacaze de crímenes que habrían impedido su reivindicación ante las autoridades coloniales. Cynthia Stone ve en la versión de don Pedro una disculpa por parte de éste por no haber protegido suficientemente a su señor.60 Pero hay que notar que en su recuento de los hechos, don Pedro revela numerosos cargos que varios españoles habían interpuesto en contra de Tangaxuan y no provee defensa alguna para muchos de ellos. Así pues, Tangaxuan es acusado de haber tenido señores que le servían secretamente, de idolatrías, de bailar vestido en las pieles de españoles muertos y desollados e incluso de posiblemente haber asesinado a varios de ellos. Más aún, don Pedro menciona que Tangaxuan había sido ejecutado por sofocación por estos crímenes, lo cual implica que la muerte de Tangaxuan había sido legal y cristiana. Es importante resaltar que los artistas de la Relación no incluyeron imágenes para ilustrar el relato de don Pedro. De tal manera, el árbol se convierte en el único registro visual en la Relación de estos importantes eventos.

Es de notar que esta no era la primera vez que don Pedro se había puesto en contra de su señor. En el juicio de Tangaxuan de 1530, don Pedro había dado el testimonio más incriminatorio.61 Lo que es más, en 1532 don Pedro

59 Don Pedro Cuiniarangari citado en la Relación de Michoacán, p. 290.60 Stone, Cynthia, In Place of Gods and Kings, pp. 183-184.61 Don Pedro fue interrogado bajo tortura y, como lo ha destacado Cynthia Stone, estas eran

difíciles circunstancias. No obstante, de todos los testigos indígenas interrogados bajo tortura

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había testificado en defensa de Guzmán, declarando que durante el juicio de Tangaxuan numerosos nobles indígenas le habían comentado que Tangaxuan había confesado haber asesinado y desollado españoles. Además, don Pedro añadiría que él sabía que Tangaxuan había escondido mucho oro y plata de los españoles.62 En 1539, justo antes de que la Relación fuese compilada, Guzmán se había tenido que defender ante las acusaciones de que había recibido cuantiosas sumas de oro de Tangaxuan. De nueva cuenta, don Pedro había testificado a favor de Guzmán, añadiendo que en realidad había sido Guzmán, quien le había entregado valiosos presentes a Tangaxuan.63 El relato de don Pedro en la Relación había sido entonces parte de su estrategia en un esfuerzo por legitimar su posición en el nuevo orden colonial. No debe sorprendernos que su descripción de la muerte de Tangaxuan en la Relación divergiera de la representada en el árbol por el artista indígena, la cual promovía los intereses de los uanacaze.

En la narración de la muerte de Tangaxuan contenida en la Relación, don Pedro entretejió detalles que involucraban a posibles contendientes al trono en actos de idolatría y, por lo tanto, a través del texto don Pedro insinúa que ellos no deberían gobernar. Don Pedro relata cómo, una vez que Tangaxuan había muerto, sus criados habían juntado sus cenizas y habían sacrificado a una mujer para que fuera enterrada con él. Esta narración es significativa por varias razones. En primer lugar, implica que su principal contendiente continuaba practicando idolatrías ya que según la Relación el heredero al trono estaba a cargo de las ceremonias fúnebres de su antecesor. En segundo lugar, los criados de las casas gobernantes eran generalmente miembros de la nobleza indígena.64

en el juicio, don Pedro fue quien proveyó del testimonio que más incriminaba a Tangaxuan en los crímenes de que se le acusaba.

62 Véase: AGI, Justicia 229, 4 de mayo de 1532, en donde Antonio de Terán presenta la defensa legal de Guzmán, especialmente las respuestas número ocho y quince de don Pedro.

63 Véase: “Relación de la probanza hecha por parte de don Nuño de Guzmán…”, AGI, Justicia, legajo 226, no. 2, ramo 2. Este documento no tiene fecha, pero don Pedro menciona tener 45 años de edad y en 1532 él había dicho tener 38 (AGI, Justicia, legajo 229, 4 de mayo de 1532). La diferencia de siete años nos da la fecha de 1539.

64 Documentos del siglo XVI revelan que nobles indígenas frecuentemente presumían de ser criados de sus gobernantes. Véase, por ejemplo, los testimonios de Hernand Cana, gobernador de Cuanaxo en AGI, Justicia, legajo 130, fol. 490v, y de don Juan Chichique en “Información

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Bajo condiciones normales los criados de la casa gobernante probablemente no habrían accedido al trono, pero con el desarreglo político causado por el arribo español, don Pedro —posiblemente él mismo alguna vez criado de la casa de Tangaxuan— tuvo que eliminar posibles contendientes, revelando que los criados seguían practicando idolatrías. Don Pedro mató dos pájaros de un tiro y más aun consolidó su posición al afirmar que en ese tiempo Guzmán lo mantenía en cautiverio, lo cual no le habría permitido haber participado en dichas ceremonias.

Si don Pedro hubiese reivindicado completamente a Tangaxuan y hubiese verificado las injusticias cometidas contra éste (es decir, que Tangaxuan a pesar de ser católico había sido quemado vivo como fue representado en el árbol), don Pedro no solamente habría tenido que explicar sus acusaciones previas, sino que también habría tenido que defender tanto su posición como gobernador como los privilegios que le venían por este cargo. Al tiempo que la Relación estaba siendo compilada (1539-41), don Pedro debía cuidar minuciosamente cada una de sus acciones. Anteriormente se creía que don Pedro debía servir como gobernador hasta que los hijos de Tangaxuan alcanzaran su mayoría de edad.65 Contrario a esta opinión, los documentos demuestran que para 1541 don Francisco, el hijo de Tangaxuan, se acercaba a ser o era ya mayor de edad (Fig. 1r). Para el 20 de abril de 1542, don Francisco ya estaba casado y poseía tierras, estos dos, prerrequisitos para alcanzar su mayoría de edad.66 Incluso había presentado una probanza —un documento explicando su valía y méritos para recibir mercedes reales— la cual generalmente llevaba varios meses en prepararse.67 Las tensiones que existían entre los herederos uanacaze y don Pedro se pueden apreciar en

de méritos y servicios de don Antonio”, fol. 70v. Curiosamente, la palabra purépecha para criados es mimiecha, misma que los diccionarios del siglo dieciséis traducen como “hermanos” o “sirvientes”. Por ejemplo, véase: Maturino Gilberti, Vocabulario en Lengua de Mechuacán, transcripción de Agustín J. Zavala, Zamora, El Colegio de Michoacán, Fideicomiso Teixidor, 1997, p. 108; y Diccionario Grande de la Lengua de Michoacán, introducción de J. Benedict Warren, Morelia, Fimax Publicistas, 1991, vol. 2, p. 331. Véase: Kuthy, Saenger María de Lourdes, “Strategies of Survival”, p. 264.

65 Don Pedro gobernó hasta su muerte en 1543.66 AGN, Mercedes, vol. 1, exp. 33.67 AGI, Indiferente, legajo 1382B, año 1542.

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una petición (la cual originalmente incluía una pintura) de 1543 en la cual don Francisco acusaba a don Pedro de haber “usurpado” tierras que pertenecían a su padre mientras don Pedro era gobernador. Don Francisco había presentado esta petición al virrey Mendoza para recuperar esas tierras.68 En respuesta, el virrey le preguntaría si las tierras habían pertenecido a su padre y si las había obtenido por herencia.69 Es decir, le preguntaba a don Francisco si los privilegios que este buscaba dependían de su linaje Uanacaze y especialmente de su parentesco con Tangaxuan. Retratar a don Francisco como heredero del linaje Uanacaze en el árbol genealógico era abogar por sus privilegios.

La revisión minuciosa de documentos muestra que don Francisco conocía las tradiciones legales españolas y las utilizaba efectivamente. Un elemento clave de sus argumentos era su descendencia directa de la línea uanacaze. A partir de una carta escrita en 1541 por el virrey, sabemos que don Francisco había previamente llevado litigios por tierras y joyas que habían sido resueltos a su favor debido a que había establecido que éstas le pertenecían por ser hijo de Tangaxuan.70

Además de intentar rescatar las tierras de su familia que él alegaba tenía don Pedro así como su puesto político, don Francisco también buscaba que la corona española le reconociera privilegios perdidos. De la probanza que escribió a la corona el 20 de abril de 1542 (hoy extraviada) sobrevive la carta introductoria que le acompañaba y en esta se explica la lógica interna del documento. Primero afirma que debido a la muerte de su padre, toda la provincia había sido concedida a Su Majestad, dejando a don Francisco sin modo de sustento. Continúa diciendo

68 AGN, Mercedes, vol. 2, exp. 490. Agradezco a René Becerril Patlán del Ex-Convento de Tiripetío por haber compartido conmigo la transcripción de este documento conmigo.

69 Ibid. La disputa entre los herederos Uanacaze y los descendientes de don Pedro continuó por muchos años. Una vez que la capital fue transladada de Tzintzuntzan a Pátzcuaro, el hijo de don Pedro guió numerosas demandas contra don Antonio, hijo de Tantaxuan, cuando don Antonio se convirtió en gobernador, acusándole de abusar de su poder y de exigir demasiado tributo. Véase, por ejemplo, AGI, Audiencia de México, legajo 96; y AGI, Justicia, legajo 155, no. 2; legajo 157, no. 1; legajo 278, nos. 1-2.

70 AGN, Mercedes, vol. 1, exp. 33, fol. 18, 1542. Durante el siglo XVI, otros nobles michoacanos buscaron también defender sus tierras de los españoles argumentando que las tierras les pertenecían en base a su linaje y derechos de herencia. Véase, por ejemplo, AGN, Mercedes, vol. 8, fol. 72.

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que debido a que don Francisco era un buen cristiano y vivía como español era acreedor de mercedes.71

Una carta del 20 de abril de 1542 que el virrey Mendoza envió a la corona española en apoyo de la probanza de don Francisco corrobora que don Francisco y sus consejeros legales entendían y cumplían con los criterios del sistema legal español. En esta misiva, el virrey expresa las mismas preocupaciones que las detalladas en la carta que acompañaba la probanza de don Francisco. El virrey también menciona que don Francisco era hijo de Tangaxuan, señor de la provincia; que había sido educado en la doctrina cristiana; que siempre se había vestido “en hábito de español” y que “siempre se ha tratado como español.”72 Debemos notar que el árbol genealógico de la Relación muestra a don Francisco y a su hermano don Antonio de similar manera: vistiendo ropones bautismales y zapatos negros y con cabello corto a la altura de la oreja, en lugar de cabello largo atado con un listón como el de sus ancestros. Esto es, ellos se visten y presentan como españoles que siguen la doctrina cristiana. En la “Información de méritos y servicios” presentada en 1553 por don Antonio Huitziméngari, hermano de don Francisco, el testigo indígena don Marcos Quaniguata menciona que don Antonio se había cortado el cabello para mostrar su aceptación del catolicismo.73 Entonces, el árbol genealógico de la Relación al pintar a don Francisco y don Antonio como hijos de Tangaxuan y como católicos conversos, revela una estrategia visual y política dirigida a probar que eran ellos los herederos dignos de los privilegios de los gobernantes Uanacaze.

La “Información de Méritos y Servicios” de don Antonio muestra esta estrategia en mayor detalle. El documento contiene una serie de elaboradas preguntas que astutamente guían a los testigos a responder a beneficio de don Antonio.74 En el

71 AGI, Indiferente, legajo 1382B, año 1542.72 AGN, Mercedes, vol. 1, exp. 33. Sobre las leyes suntuarias durante el periodo colonial.

Véase López Sarrelangue, La Nobleza Indígena de Pátzcuaro, pp. 114-16.73 “Información de Méritos y Servicios de don Antonio Huitziméngari,” fol. 69r. La Relación

Geográfica de Cuitzeo, Michoacán, menciona también que el cabello corto era el estilo de los españoles. “Cuitzeo,” en: Corona, Núñez José (ed.), Relaciones Geográficas de la Diócesis de Micho-acán, 1579-1580, Guadalajara, Colección Siglo XVI, 1958, vol. 1, p. 53.

74 “Información de Méritos y Servicios de don Antonio Huitziméngari.” Para un breve análisis del documento véase Martínez Baracs, Convivencia y Utopía, pp. 321-25.

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cuestionario don Antonio se identifica como el hijo mayor de Tangaxuan ya que para ese entonces don Francisco había fallecido. En primer lugar, don Antonio establece la validez de su petición basándose en su descendencia de los Uanacaze por parte de su padre y al mismo tiempo argumentando que el gobierno era hereditario al incluir preguntas tales como:

Ítem, si saben que al dicho Cazonci pertenecía el señorío de la tierra de suso contenida por natura de sucesión legítima de más de setecientos años atrás que sus pasados habían sucedido el hijo mayor al padre por línea de varón conforme a la ley de natura y que no le pertenecía por elección de gentes.75

En la quinta pregunta, don Antonio asegura que su padre había entregado su reino de forma pacífica, había recibido el bautismo y había cooperado en la conversión de sus súbditos:

Ítem, si saben que… [Tangaxuan] recibió de paz a los españoles y se entregó a sí y a sus hijos y tierra con todo lo que tenía a su Majestad, y recibió la fe de Cristo y mandó que todos sus súbditos la recibiesen la cual recibieron y recibida la conservaron y conservan hasta el día de hoy. Digan.76

En la octava pregunta, don Antonio sostiene que a pesar de la colaboración que su padre le prestó a los españoles, Guzmán le había dado muerte injustamente:

Ítem, si saben que el dicho Cazonci dio grandísimo tesoro a los que gobernaban en nombre de su Majestad, en especial a Nuño de Guzmán, el cual en pago de ello le dio muerte sin culpa por encubrir que no se supiese lo que de él había recibido, ni de ello hubiese noticias. Digan.77

Las preguntas de las once a la dieciséis declaran que don Antonio era hijo de un matrimonio católico, criado como español y cristiano, que se había beneficiado de las costumbres y educación españolas y que era “muy amigo de

75 “Información de Méritos y Servicios de don Antonio Huitziméngari,” fol. 2v.76 Ibid., fol. 3r.77 Ibid., fol. 3v.

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los españoles”.78 El cuestionario, al citar el linaje de don Antonio y los títulos y muerte de Tangaxuan, su padre, establece los derechos de don Antonio. También demuestra que, debido a su comportamiento y sus conexiones con españoles, era merecedor de mercedes reales.

Este documento, así como la carta que acompañaba la probanza de don Francisco y árbol genealógico en la Relación, muestra la cruel e injusta muerte de Tangaxuan, el noble linaje de los hermanos y su aceptación de la fe católica y las costumbres españolas para legitimar los privilegios de la nobleza indígena en el periodo colonial temprano. Esta estrategia de representación textual y visual buscaba defender a los uanacaze de las acusaciones de quienes trataban de desacreditar primero a Tangaxuan y posteriormente a sus herederos. Se podría decir que el pintor del árbol estrechó la brecha entre colonizador y colonizado al presentar a don Francisco y don Antonio como católicos que se comportaban y vestían de acuerdo con las costumbres españolas. La imagen afirma su elegibilidad para posiciones de poder en el gobierno colonial. Al mismo tiempo, el artista deja en claro que la aspiración y derecho al gobierno indígena por parte de los hermanos provenía de su linaje Uanacaze. De tal manera, en este mimetismo visual del árbol genealógico, la diferencia entre el árbol Uanacaze y el prototipo de los colonizadores no revela únicamente los límites establecidos por los colonizadores, sino que también aboga por los intereses del colonizado al mostrar a don Francisco y don Antonio como los herederos legítimos del gobierno indígena. Mientras que las autoridades coloniales españolas pudieron haberles permitido gobernar, su derecho a gobernar el área se basaba en su herencia local.

El árbol y las tradiciones locales

Hemos visto que el artista de la imagen del árbol en la Relación creó una visión de los eventos presentes y pasados que promovían los intereses de la familia uanacaze a través de las alteraciones que hizo al árbol europeo. Al hacer estos cambios, el artista se apropió e hizo suyo el modelo europeo. En esta

78 Ibid., fol. 4r.

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transformación, el árbol dejó de ser un modelo europeo y se convirtió en un signo indígena. Las selecciones que el artista realizó al ilustrar la genealogía en un árbol, así como la especie particular de árbol que utilizó hacían resonancia en las tradiciones locales. Estas selecciones le permitieron al artista presentar una imagen con múltiples lecturas posibles. Mientras que los españoles habrían reconocido el valor del árbol como un cuadro genealógico, el artista y otros colaboradores indígenas de la Relación lo habrían visto también como una afirmación de los uanacaze como gobernantes regionales legítimos.

En su estudio del árbol genealógico de la Relación, Roskamp ha señalado que los árboles jugaban un papel importante en las cosmovisiones indígenas mesoamericanas, en donde estos representaban, entre otras cosas, el bienestar de los linajes gobernantes y su conexión a la tierra.79 En Michoacán, como Roskamp lo ha mencionado, el término purépecha para linaje es sirukua, cuya raíz significa “nacer y echar raíces y ramas,” presentando así una clara analogía con un árbol. Más aún, Espejel ha notado que el texto de la Relación asocia la madera utilizada para hacer fuego en los templos con el dios Curicaueri.80 Stone ha observado que esta madera sirve en la Relación como un vínculo metafórico entre los dioses y los mortales, y específicamente entre los dioses y los uanacaze.81 De acuerdo con la Relación, los señores Uanacaze pasaban días recogiendo madera para los templos y ordenaban a la gente de todas las clases sociales a hacer lo mismo. Además de que Curicaueri era el dios tutelar de los uanacaze, era también el fundador del linaje.82 Su destino era conquistar y gobernar la tierra y en la segunda parte de la Relación, los señores uanacaze seguían este destino como sus representantes.83 De esta forma, la madera sirve como un vínculo simbólico entre el dios Curicaueri y el destino de los uanacaze a gobernar.

79 Roskamp, “Las 44 Láminas de la Relación de Michoacán,” p. 548. Sobre el significado del árbol en Mesoamérica en el periodo colonial temprano. Ver también: Cortez, Constance, “Gaspar Antonio Chi and the Xiu Family Tree”, cap. 4. Para una comparación entre el árbol genealógico de la Relación y otros arboles mesoamericanos, véase Russo, “El Renacimiento Vegetal”, pp. 5-39.

80 Espejel, Claudia, “Voces, Lugares y Tiempos”, pp. 269-78.81 Stone, Cynthia, In Place of Gods and Kings, pp. 83-85.82 Escobar, Olmedo Armando M. (edit.), Relación de Michoacán, p. 367.83 Ibid., p. 250.

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No toda la madera o todos los árboles tienen el mismo valor simbólico en la Relación. A pesar de que el profeta Isaías en la Biblia no especifica el tipo de árbol que brota de Jesé, los artistas europeos generalmente fijaban a los descendientes de Jesé a los capullos de rosales o los situaban en las ramas de una vid o de algún árbol frutal. En contraste, en el árbol de la Relación, los Uanacaze no emergen de flores o de ramas sino que están sentados en tronos en forma de coronas de pequeñas bellotas invertidas, en las cuales sus cuerpos reemplazan la semilla o nuez. Los investigadores José Corona Núñez y Stone han comentado que las bellotas pueden indicar que el árbol genealógico en la Relación representa un encino.84 La región central de Michoacán es hogar de una variedad específica de encino llamado tocuz, el cual tiene un tronco erecto y numerosas ramas que, como los rosales o las vides, pueden acomodar con facilidad múltiples miembros de un fértil linaje (Fig. 4).85

En el texto de la Relación los encinos son significativos. La madera quemada en los templos provenía de encinos y los árboles de encino vivos proveían protección a los seres humanos y les facilitaban la comunicación con los dioses.86 Por ejemplo, uno de los señores uanacaze escapa de sus enemigos y se guarece debajo de un encino. Otro señor uanacaze, mortalmente herido, va y se recuesta junto a un encino. Cuando los dioses anuncian la llegada de nuevos dioses a una mujer en trance, después de recibir el mensaje ésta despierta al lado de un encino.87

Más significativo aún, en el texto de la Relación dos árboles de encino sirven como heraldos del mensaje divino de que los uanacaze unificarían la región. Los dioses Curicaueri y Xaratanga aparecen en sueños ante dos señores uanacaze, quienes duermen junto a encinos, para implorarles que conquisten la región.

84 Corona, Núñez José, Tres Códices Michoacanos, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1986, p. 123; y Stone, Cynthia, In Place of Gods and Kings, p. 83.

85 Agradezco al arqueólogo Igor Cerda Farías por la información que me proveyó en el verano del 2006 a cerca del encino tocuz.

86 Escobar, Olmedo Armando M. (edit.), Relación de Michoacán, p. 267. En el caso judicial de Juan Infante contra el obispo Vasco de Quiroga y los nobles indígenas en 1540 se menciona que los indígenas quemaban madera de encino en los templos. AGI, Justicia, legajo 130, fols. 474v-475. Agradezco a Igor Cerda Farías por esta referencia.

87 Escobar, Olmedo Armando M. (edit.), Relación de Michoacán, p. 315.

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Figura 4. Encino Tocuz, cerca de Tiripetío, Michoacán (junio de 2006).

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Estos señores le relatan los eventos a su tío, quien les contesta que por la virtud del encino es que han tenido aquellos sueños, y les aconseja talar los encinos y ofrecerlos como incienso a los dioses.88

El artista del árbol en la Relación mimetizó el árbol de Jesé europeo para comunicarse con la audiencia colonial del manuscrito. El uso del artista del mimetismo en este caso no fue un acto pasivo sino una apropiación activa, una transformación de un signo europeo en un nuevo significante. De esta forma el árbol en la Relación, no solamente registraba el linaje de la familia real uanacaze sino que también servía como un llamado para hacer cambios políticos a favor de los hijos de Tangaxuan durante el tumultuoso periodo colonial temprano. La representación de los señores uanacaze muriendo en sus tronos mientras miran a la audiencia del manuscrito no tiene precedente en la iconografía europea del árbol de Jesé. Su agonía sirve como vehículo conductor que guía los ojos del observador hasta la cima del árbol donde Zinzicha Tangaxuan don Francisco, vistiendo su manto bautismal, es consumido por el fuego.

Los documentos que contienen información a cerca de la muerte de Tangaxuan muestran que esta pintura respondía a un acalorado debate político. En el temprano siglo XVI michoacano, en lugar de haber habido una sociedad nítidamente dividida entre colonizador y colonizado, ésta estuvo poblada por miembros de grupos étnicos que se aliaban con distintos colonizadores, los cuales estaban igualmente divididos por lealtades e intereses económicos. Nuño de Guzmán, quien había juzgado a Tangaxuan, afirmaba que este último había recibido un juicio justo y que, debido a que había sido bautizado, había sido ejecutado a garrote y que sólo después de haber muerto lo habían quemado. Sin embargo, en el debate que surgió a partir de este evento, los enemigos de Nuño de Guzmán, incluyendo a los uanacaze y sus seguidores, fueron inflexibles en

88 Ibid., pp. 483-84. Actualmente, los árboles de encino continúan teniendo un significado importante entre los habitantes de Michoacán. Muchas comunidades purépecha estiman el encino por su fortaleza y porque es visto como protector. Entre sus muchas funciones, la madera es utilizada para hacer carbón de alto valor, sus ramas para hacer galerías para las diferentes celebraciones de los santos patronos y sus bellotas como alimento y para elaborar colorantes de tela. Agradezco a Nana Josefina Chávez de Cherán, Tata Pompeyo Cervantes de Sicuicho y Alicia Mateo de Tarecuato por esta información.

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que Tangaxuan había sido quemado vivo, y consecuentemente protestaron su injusta muerte y enfatizaron su papel en la evangelización de la región.

Llamar la atención a la injusta muerte de Tangaxuan beneficiaba a los hijos de Tangaxuan ya que estos eran sus herederos inmediatos y habían perdido sus privilegios y posesiones después de la muerte de su padre. Los documentos que don Francisco y don Antonio presentaron pidiendo mercedes reales, así como las respuestas afirmativas que recibieron, revelan que el pintor del árbol, a través del mimetismo, comunicó exitosamente que los Uanacaze eran los gobernantes legítimos de la zona y, a través de las alteraciones, que don Francisco y don Antonio eran los indicados para el gobierno local. Sentados en las ramas del encino tocuz, los hermanos aparecen como miembros del linaje Uanacaze, como católicos conversos y como futuros gobernantes de Michoacán. Como en tiempos precolombinos, el tocuz les brindó su protección y les permitió defenderse de acusaciones contra su padre, eclipsar a otros grupos indígenas y labrarse un lugar en el nuevo gobierno colonial.

Angélica J. Afanador Pujol / Traducción de J. Ricardo Aguilar

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Morelia en la poesía

Carlos Herrejón Peredo1

Voy a referirme a un género diverso al de la historia. Voy a hablar de la poesía, pero de la poesía desde la perspectiva de la historia. Cae por su peso que hay historia de la poesía e historia de los poetas. Además, la

misma poesía suele ofrecer algunos datos para el ávido historiador positivista: un lugar, un tiempo, un nombre, un hecho. Creo que esta visión es estrecha, pues deja fuera la mayor parte de la obra que no contiene esos datos. La poesía también es fuente para el historiador en otro sentido. Como todo género literario, es un producto social, sin dejar de ser una creación profundamente personal.

1 El Colegio de Michoacán, A. C.

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Es en esta tensión entre lo social y lo personal donde se puede aquilatar mejor cómo la poesía es el reflejo del mundo interior del poeta, de sus singulares experiencias irrepetibles y al mismo tiempo constituye la resonancia tanto de unas tradiciones que permiten escribir al poeta, como de una mentalidad y de un imaginario, ya de grupo, ya colectivo, que de manera recíproca influye al poeta y está abierta a influir sobre ella.

Como testimonio brotado en un momento histórico, tributario de una mentalidad y de un imaginario, la poesía presupone muchos datos, de tal suerte el investigador puede contribuir a desentrañarlos. En su dimensión personal: la vida del poeta con sus circunstancias, amores y odios, relaciones e intereses, su formación, sus lecturas y sus espacios… En su dimensión social y comunitaria: la familia, los amigos, los compañeros, el barrio, el pueblo, la ciudad, la región, las tradiciones y costumbres, las convulsiones sociales, la religión, la política …

Sin embargo, el poeta frecuentemente se sustrae o se coloca por encima de las vicisitudes de la historia y entra en un reino, el del arte creativo, donde precisamente al trascender la historia alcanza un valor único. No se circunscribe, pues, a una interpretación historicista. La poesía trasciende el tiempo; tiene raíces, pero se lanza a lo infinito. Es sugerente. Por eso no se ciñe a una sola interpretación.

Con estas salvedades invito a una brevísima incursión al Parnaso michoacano y dentro de él sólo a algunas piezas que hablen de Morelia, a fin de ver posibilidades para el historiador interesado en esta ciudad. Por lo dicho, hay que hacerlo con el profundo respeto que merece esa musa, cuyo valor principal no está en el registro objetivo de la memoria, sino en la expresión de vivencias dichas en forma encantadora.

Gran parte de las poesías que cantan a Valladolid-Morelia o que en ella han encontrado la fuente de su inspiración se hallan compiladas en el libro Lampadario,2 pero la edición no presenta referencias ni noticia de los autores; y a las veces la transcripción no es tan exacta. De manera que en la mayoría de los

2 Jorge Díez González Cosío, Manuel López Pérez, Carlos Arenas García y Rogelio Morales García, (comps.), Lampadario. Antología de Poemas inspirados en la incanjeable Morelia, Morelia, H. Ayuntamiento de la Ciudad, 1994.

Carlos Herrejón Peredo

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casos preferimos acudir a otras ediciones. Con todo, la compilación representa un esfuerzo y resultado encomiables. Muchas otras poesías en torno a la ciudad siguen dispersas, algunas de las cuales aprovechamos aquí. En el conjunto de piezas que presento y comento, la calidad y el género son desiguales, pero en todo caso he buscado sean representativas.

La selección se puede acomodar en cinco grupos. Primero, piezas que ponderan la belleza de la ciudad. Segundo, algunas de las que lamentan su deterioro físico o expresan nostalgia de tiempos idos. Tercera, una que otra que surgieron de hechos sangrientos. Cuarta, varias que aluden a carencias y miserias provincianas. Y quinto, vuelvo a la belleza, pero sólo de su monumento máximo, la catedral.

I.- Su belleza

Así, pues comenzamos con las que ponderan la belleza de esta ciudad o de algunos de sus monumentos. Muchos saben algo de aquel conspirador patzcuarense de 1809, sacerdote, orador y diputado constituyente, Manuel de la Torre Lloreda, que nació en Pátzcuaro el 6 de junio de 1776, donde también murió el 26 de julio de 1836. Estudió en el Seminario Tridentino de Valladolid, se graduó bachiller en cánones por la Universidad de México, fue maestro en el mismo Seminario; destacó como orador sagrado; párroco de Santa Clara del Cobre y de San Miguel el Grande. Participó en la conjuración de 1809, fue diputado del Congreso Constituyente de Michoacán y tuvo parte importante en su primera constitución.3

Cuando murió el obispo fray Antonio de San Miguel en 1804, Lloreda escribió varios sonetos, uno de ellos se refiere a la gran fuente que se hallaba en la plaza de armas, cuyas aguas provenían del acueducto vallisoletano, obra debida a la iniciativa del prelado, quien predicaba la teología política de la caridad. Dice así:

3 Raúl Arreola Cortés, La poesía en Michoacán desde la época prehispánica hasta nuestros días, Morelia, Fímax, 1979, pp. 52-53.

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¿Ves esa fuente que perenne brotaimpetuoso raudal de fluida plata,

y en tan gruesos torrentes se desataque en cada uno parece que se agota?

Pues con la profusión que así denota,aún la piedad de Antonio no retrata,

ni aquella caridad que se dilataa la región del orbe más remota.

A suspender el curso de esa fuentede Átropos la violencia no es bastante,aunque cegarla en su principio intente,

pues derramó un caudal tan abundante,que todavía su partida vertiente,

sin sentir variación, corre constante.4

Adviértase que la idea central del soneto es la abundancia del agua traída por el acueducto, como muestra de la generosa caridad del prelado. La forma es de clásica perfección y las rimas remedan el sonido de gruesas gotas que caen sobre la cantera. Alguno pudiera preguntar qué es Átropos. Se trata de una de las parcas, la encargada de cortar el hilo que une a los humanos con la vida, simbolizada aquí por la corriente incesante de agua.

Cayetano Bernal, originario de Puruándiro, nació el 7 de agosto de 1818 y murió en La Piedad el 17 de marzo de 1850. En su tierra natal cursó las primeras letras e la escuela de Pedro Villavicencio. Su padre trató de iniciarlo en el comercio, pero él prefirió estudiar en el Seminario Tridentino de Valladolid, donde se recibió de abogado. Llegó a juez de letras en La Piedad.5 Entre sus obras dejó una silva titulada “Una noche de luna en la calzada”, la calzada de Guadalupe. Dicen así unos fragmentos:

4 Manuel de la Torre Lloreda, “En la muerte del obispo fray Antonio de San Miguel“, en: Ramón López Lara y Agustín García A. (compiladores), Jardín Moreliano de Poetas, Morelia, Balsal, 1970, p. 6.

5 López, Jardín Moreliano, p. 272.

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Salve, sitio feliz, asilo amado,donde de calma y de quietud se goza,

de punzante dolor atormentadorehuyo la ciudad fastidiosa

y bajo de este techode entretejidas y frondosas ramas,a través de las cuales paso estrechoy hallo tan sólo, majestuosa luna,algunos de los rayos misteriosos

que lánguida derramas;olvidando reveses dolorosos

de contraria fortuna,…

¡Lugar privilegiado,cuántos encantos a mi vista ofrecesy cuán grato y hermoso me pareces!

Esa luna que mustia te ilumina,los fresnos corpulentosmecidos blandamente,

los plácidos oloresde las tempranas flores,

las jóvenes hermosasque se entregan a juegos inocenteso en palabras honestas, candorosas,aquel fondo descubren de ternuraque liberal les concedió natura.6

… También en esta pieza se advierte la formación clásica del autor, pero animada

ya por el romanticismo, que le permite una mayor pero mesurada libertad en la versificación.

El poeta transita del lugar común de la huida del alboroto mundanal a la contemplación alternada de la luna que se abre paso entre el ramaje de la calzada, de aquellos frondosos fresnos que según tradición mandó plantar el

6 Cayetano Bernal, “Una noche de luna en la calzada”, en: López, Jardín Moreliano, pp. 35-36.

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intendente Riaño. La belleza de este recortado paisaje urbano se enaltece como con broche de oro con la visión de unas muchachitas cuya tierna belleza no pasó desapercibida a los ojos del poeta.

Lucas Ortiz Benítez, oriundo de Taretan, 1904-1984, alumno de la Escuela Normal para Maestros de Morelia, notable educador, fundador del CREFAL; además de cultivar la poesía, dejó cuentos, semblanzas y discursos.7 Recibe la influenza de López Velarde y de García Lorca. Seleccionamos su popular “Romance a Morelia”, en que pasea por plazas, templos, jardines y rincones, sin desdeñar comidas y antojos. Alegres e ingeniosos desfilan los octosílabos.

¡Romance de mi ciudad,bañado con agua zarca,

para endulzarte, en los patiosreventaron las granadas!

En la iglesia de San Diegose bautiza la alboraday por “volo” distribuyen

cantos de paz, las campanas.

Puñados de niebla jovenen camelinas de gasa;

floripondios que vacíanblancuras en la mañana;sabor hay de gelatinas

por calles recién regadas;el sol entra en la ciudad,rodando por la Calzada.

Portales donde se escondenel amor en raya de aguade papel con filo de oroy dos palomitas castas,

7 Arreola, La poesía, pp. 166-167.

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olor de la fruta de hornojunto a las ollas de horchata,requiebros del membrillate

a la desnuda cocada.

¡Rosa plegaria de piedraque levanta entre dos plazassecular clamor del hombre,trocado en torres ufanas!(Contra los ágiles muros,héroes forjaron la Patria.

Los muros fueron el yunquey los martillos, las balas).

Plaza de Armas rumorosaen noches de serenata,

cuando vueltas y más vueltasdan mis garbosas paisanas,

regando luengos adiosespara envolver al que pasa.

En la miel de los buñuelosprendida quedo mi infancia

y mi juventud quedósede respaldo en una banca,

latiendo en un corazóngrabado con mi navaja,entre corona de espinasy flechas atravesadas.

Por el Jardín de las Rosastodas las rejas son blandas,

porque estudiantes sin libros,fácilmente las apartan.

La Pila de San Josétiene las huellas grabadas

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de labios de normalistas,que bebieron en sus aguas

querencias de tiempos mozosy púberes esperanzas.

Se eleva San Agustíny San Francisco se baja,los dos esconden la gulaen las mangas de su saya.

Subió la Santa Maríaa ver la ciudad amaday en la loma se quedó

para siempre a contemplarla;cestas de frutas le suben,en agosto las muchachas.

Añoso bosque de fresnosdonde la virtud naufraga.

El portero celestialen jardinero se cambia,

el Santo planta los liriosy Satanás los arranca…

En la plaza de Carrillola feria nunca se acaba;el corazón y la muerte

se enamoran en “las tablas”,mientras la muerte se ríe,el corazón se desangra.

Móvil pista de colores,fijos pegasos de infancia

en que los charros se subenpara aniñarse del alma,charros de tierra calienteque su valor aquilatan

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perdiendo la vida a locas,porque en las cuerdas del arpa

vibre un corrido que digajunto a sus nombres, su fama.

Callecita del Pichel,por allá en la Soterraña,tus gallos, gola de iris,

clausuraron sus gargantas,porque otros gallos implumes

despertaron a las damas.

¡Ay, ciudad de mis recuerdos!¡Oh, capital michoacana!¡Si se murieran las rosas,otras rosas te quedaran;las rosas de tus mujeres

de belleza no igualada,8

que rezan a San Antonioy besan en las ventanas!

¡Romance de mi ciudad,bañado con agua zarca,

para endulzarte, en los patiosreventaron las granadas! 9

Este romance es claro ejemplo de que la inspiración del poeta va de la mano con el testimonio de costumbres y geografía lugareña, útil al historiador, no sólo por la información, sino por la manera como puede rebasar el dato frío y entrar en esa dimensión, también histórica, del imaginario popular. Cada estrofa merecería múltiples comentarios, ya desde el ángulo de la literatura, ya desde una perspectiva histórica.

8 En ediciones posteriores a la de 1941 este verso se cambió por otro: de carne guadalupana.9 Lucas Ortiz Benítez, “Romance a Morelia”, en: Tres Romances, México, 1941, p. 23-28.

Arreola, La poesía, pp. 446-447.

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Hagamos alguno que otro que ayude, a quien no vivió aquellos tiempos, en la identificación de lugares y cosas. La alusión a las granadas responde a que entonces, primera mitad del siglo XX, muchas casas morelianas solían tener en su interior un granado. La iglesia de San Diego, en aquel tiempo término de la ciudad, está ubicada al oriente, donde empieza el alba, trasladada en metáfora a un bautizo, que prosigue con el volo (quiero), esto es, el grito de niños frente al reparto de monedas por parte de los padrinos. Una ligera niebla, en algunos meses del año, solía cubrir la ciudad entre siete y nueve de la mañana. Las camelinas y floripondios, frecuentes en patios y huertas morelianos. Los vendedores de gelatinas recorrían la ciudad en las primeras horas del día, pues muchos las incluían en el desayuno.

Los buñuelos, el agua de horchata, el membrillate y la cocada eran antojos muy socorridos. La rosa plegaria de piedra es la catedral en uno de cuyos costados está la Plaza de los Mártires, ciudadanos ejecutados en los primeros años del México independiente. La costumbre de que las muchachas dieran vueltas en la plaza de armas se mantuvo hasta la remodelación, de entonces hasta los años sesentas el recorrido era por los portales de la calle real o Madero. Los normalistas se relacionan con la pila de San José, porque el inmueble del Seminario Tridentino, construido atrás del templo, una vez confiscado, sirvió por unos años a la escuela Normal.

El añoso bosque de fresnos se refiere al bosque de San Pedro, el portero celestial, cuyo nombre se cambiaría por el de Cuauhtémoc. La móvil pista de colores alude al carrusel. Los gallos implumes son las serenatas. Las mujeres que besan en las ventanas son las novias que platicaban con los novios desde una ventana de su casa.

La identificación de estos elementos no implica que Lucas Ortiz escribiera en clave difícilmente descifrable. Sus lectores del siglo XX con mediano conocimiento de Morelia, sin dificultad sabían de qué estaba hablando. Precisamente es aquí, donde al correr de los años es necesario y útil el servicio del historiador. Obviamente la enumeración simple de esos lugares y costumbres queda mucho muy lejos de la manera como lo ve, lo siente y lo dice el poeta.

Queretano de origen, moreliano de vida y de corazón, fue el canonista y canónigo Francisco Alday McCormick, nacido el 14 de junio de 1908, y

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fallecido en Morelia el 26 de noviembre de 1964. Estudió Humanidades en el Colegio Apostólico de los Padres del Espíritu Santo en Santa Ana Chiautempan, Tlaxcala. Llevó a cabo los ciclos de filosofía y teología en el Seminario Tridentino de Morelia, donde fue maestro principalmente de Derecho Canónico. Ha sido uno de los vates más reconocidos nacional e internacionalmente, sobre todo por su poesía hondamente religiosa.10 Tuve la suerte de tenerlo como maestro. También sabía mucho de música y en su casa de Aquiles Serdán se reunían Miguel Bernal, Romano Piccuti y el entonces seminarista Benjamín Fernández, luego presbítero traductor de Diego José Abad, para escuchar y comentar grabaciones musicales.

He aquí uno de los sonetos que dedicó a Morelia. Se llama “Lo siempre tuyo”. La contemplación de la ciudad se centra en el jardín de las Rosas.

Voy a decir de ti lo siempre tuyo:ese jardín profundo al que, colgadas,

acuden calles mansas, y pisadasluminosas, y viento en son de arrullo.

Hállente los demás en el orgullode quien eres; mas yo en tus ultrajadasquietudes y en tus frescas rebanadasde sombra y sol, Valladolid, te intuyo.

Barroca y monolítica, reposasahí, tangente apenas, por carisma

del tiempo y afincada en tus baldosas.

Miras, como por un antiguo prisma,lo nuevo del jardín y de sus rosas,olvidada de todo y de ti misma.11

10 Alejandro Avilés, “Prólogo”, en Francisco Alday, Obra poética, Morelia, Seminario de Morelia 1993 (2 ed.), pp. 11-19.

11 Francisco Alday, “Las Rosas” en: Doce sonetos y diecisiete liras, Morelia, Provincia, 1945, p. 14. Alday, Obra poética, p. 177.

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Un segundo soneto tiene que ver no con la belleza del espacio arquitectónico, sino con otra belleza o gracia, la de alumnas de colegios y escuelas que allá por los años cincuentas del pasado siglo, al terminar las clases del día volvían a sus casas recorriendo la avenida principal, calles y callejuelas. Le puso por nombre “Colegialas”; pero en siguientes ediciones se titula “Las cinco en punto”.

Voy a decir lo que a las cinco en puntoeres en la confluencia de tus calles:flexible andar, multicolor conjunto,

coro de luces y trigal de talles.

El revuelo de galas, un barruntode danza en el final de sus ensayes;

y tú, como acampada en un trasuntode mirasoles y de Miravalles.

A espaldas de tu sol, las callejuelasopacarán los pasos menuditos

hechos de clavas y de castañuelas.

Y la luz de las risas y los gritosmorirán su blancura en las plazuelas

por oír tus silencios inauditos.12

Tal vez no mucho podemos decir de la poesía de Alday desde el punto de vista de información histórica, pues se trata de un poeta con extraordinaria capacidad para transfigurar lo concreto. Así lo estima otro poeta, Alejandro Avilés, quien también afirma que en Alday, “lo anecdótico nunca resulta trivial”.13 Con todo, se puede ponderar que vivió en esa mitad del siglo XX, cuando aún se apreciaban con esplendor la fascinante belleza de Valladolid y las quietudes morelianas.

12 Alday, “Colegialas” en: Doce sonetos, p. 15. Alday, Obra poética, p. 178.13 Avilés, “Prólogo”, en Alday, Obra poética, p. 20.

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II.- El deterioro y la nostalgia

Son muchas otras las piezas que ponderan la belleza moreliana. Algunas excelentes, la mayor parte regulares y algunas dicen de manera mediocre lo que otras dijeron bien. Entre las excelentes están las debidas a Gonzalo Chapela y Blanco, nacido en Morelia el 12 de septiembre de 1910 y fallecido en la ciudad de México el 17 de febrero de 1971, que inmortalizó a Morelia en emotivo poema, el “Romance de la Novia de Piedra”. Estudió en el Seminario de Morelia y en la Escuela Libre de Derecho de la misma ciudad, bien que se recibiera luego de abogado en Querétaro. Se consagró a la docencia y al periodismo en la ciudad de México.14

No voy a reproducir todo el romance, sino aquella parte en que habla de una “Mutación”.

Así transitamos a la segunda parte de la selección, piezas que señalan el deterioro de la ciudad. El poeta andaba casi en las tres décadas de vida, cuando la carretera de asfalto se sobrepuso a su Calle Real, dando paso a la mutación que lamenta. Oigamos:

Dolorosos despertaresde mis ensueños dorados,

victoria del sol que hiendelas entrañas del pasado.

No eras tú, soñé contigo,con un perdido fantasma,

y en la noche de mis sueñosya se asomó la alborada.

La media luz de sus tintasavergonzada se oculta.

Para siempre se ha acabadotu canción de piedra y luna.

14 Arreola, La poesía, pp. 176-177. López, Jardín Moreliano, p. 283.

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En tu cintura se arrollanegra cinta de petróleo.En cautiverio te puso

el tentáculo de un monstruo;la fiebre de lo moderno

oteó tu sangre a distanciay te hundió a mitad del pecho

una uña de sus garras.

Tu linaje perfumadose pierde ya en la estridencia

de impertinentes bocinasque profanan tus canteras.

En mitad del corazónla carretera se clava.

Mató en su cuna los sueñosde mi novia provinciana.

En caravana medrosolas leyendas van rodandoempujadas por el pulpoque se burla del pasado.

Tu despertar fatigosomata tu hechizo aromado.

¡Estás cambiando tus galas!¡Se está perdiendo tu encanto!

En mi romance soy sombrade otra sombra enamoraday el velo nupcial de piedrasólo es crespón de mortaja.

¡Ay, Morelia, que mi rimase está cubriendo de llanto!Se desmayan mis recuerdosen tu sepulcro de asfalto.

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Lloró la sombra a mi lado,se despidió con suspiros,

y en el crespón de la nochese amortajó su gemido.

Rompió al marcharse las cuerdasmás sonoras de mi lira.

Dejó temblando en mis manosuna muerta melodía.15

Quien también se lamenta por los cambios que ha sufrido Morelia es Manuel Rodríguez M., quien de plano titula a su poema “Elegía a Morelia”; en realidad es otro romance. No todo se refiere a la destrucción física, pero sí a cambios hasta de nombre que iban cancelando el tiempo pretérito. En realidad, más que el pesar por el deterioro, esta elegía representa la nostalgia y añoranza de los tiempos idos significados por la desaparición de una serie de comercios de otrora. Aquí sí, encontramos datos muy concretos para reconstruir el paisaje urbano de antaño, por lo demás no tan lejano, pues los recuerdos del autor se remontan a la primera mitad del siglo XX. Confieso que no he hallado datos biográficos de este autor.

¡Ay ciudad de mis amores,de las canteras rosadas!

¡Ay tierra de mis mayoresy mis edades doradas!

Con el paso de los años,que pueden más que los siglos,

ya va cambiando tu caracomo han cambiado tus cielos.

Dicen los viejos que antañoal llegar Semana Santa,y ya comenzando el año,

15 Gonzalo Chapela y Blanco, “Mutación”, en: Díez, Lampadario, pp. 90-91.

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se respiraba tristeza.Tus damas iban de lutosin prisa, con paso lento,

a visitar los altaresy a tomar agua de horchata.

Los hierros de tus ventanasforjadas por artesanos,

hay pocos por las mañanas….por la tarde quizá menos.La Calzada embaldosadacon la lluvia vespertina,por las noches pregonabasus charcos llenos de luna.

Tus banquetas de baldosastambién han desaparecido,como muchas otras cosas,

que poco, a poco, has perdido.¿O es otra ya tu gente

o son otros tus blasones?¿Es otro tu sol brillante

O tu azul tiene crespones?

¡Ay ciudad de mis amores,………………………………………...!

Tu bosque de añosos fresnos,que en el invierno lloraban,

añora los frutos tiernosque los pilluelos robaban.

Otros pillos, ya mayores,robaron estatuas varias,dejando como testigoslas canteras mutiladas.

Si fueran tan sólo piedras

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las que el rico se llevara,con unas matas de hiedras

tus heridas restañara.

Pero al cobijo de influenciashasta tu tierra has perdido,

han nacido residenciasque llevarán al olvido.

¡Viejo paseo de San Pedro,regalo de bravo pueblo!

Las risas de muchos niñosdefiendan lo que te queda.

¡Ay ciudad de mis amores,………………………………………...!

Muros llenos de jazmines,patios color ladrillo,

geranios como jardines,helechos de claro brillo.

Las calles se han inundadocon gran ola de ambulantes,

ya todos han olvidadoesas costumbres de antes.Por tu Avenida Madero,

igual que por otras calles,ya sólo queda el tenderoy su manojo de llaves.

¡Ay ciudad de mis amores,………………………………………...!

Las hileras de tus casasalineadas por los siglos,

se van, se quiebran, se rompen,por bárbaros con piquetas.

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Esos muros ya no existeny los jazmines tampoco,

tus patios se han esfumadocomo se esfuma un suspiro.

¿Dónde quedaron tus bronces,la vieja fuente de Zárate,las pilas que yo vi llenasdel baño de los caballos!

¡Ay ciudad de mis amores,………………………………………...!

La vieja Casona triste,a tres cuadras del Morito,

a despertar se resistesin el canto del Gallito.

Las floridas Tullerías,al llegar el Mes de Mayo,marchitaban y moríansufrían un Desengaño:El Pocito de Agua secosin Fuente de Babel,

La Alcantarilla sin ecoque el agua hacía en su tropel.

La farmacia del Refugio,casi frente a la Cerrada,miraba pasar el rucio

que a la vuelta se quedaba.Al Mesón de San Vicente,quizá al de San Agustín,

llegaba el cansado andantecon el día tocando al fin.

¡Ay ciudad de mis amores,……………………………………...!

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A La Marina Mercantela arrastró La Tempestad,viajó por el mar distante

buscando La Soledad.

¿Dónde está tu Mina de Oro,dónde El Caballo de Troya,la tienda de El Pasajero?

¿Qué fue del bar La Enramada,La Alhambra y el Zirahuén?Ya enmudeció La Campana,no existe más La Esperanzay el Tranvía se fue también.

Ya no admiro a La Mulatacon su blondo Rizo de Oro,

con su Rebozo Poblanoy su Perla de Betania.

Y al morir el Quinto Toroclamó triste el borrachín:¡Ya murió La Cucaracha

y El Cinco de Oros también.

¡Ay ciudad de mis amores,……………………………………...!

Tus cuatro airosos Portales,orgullo de las centurias,

de políticos venalesson ahora las trincheras.

Tu suelo se vende a diariocomo cualquier mercancía,hoy es mercado de barrio

lo que antes fuera hidalguía.Tampoco la Plaza de Armas

se escapa de la rapiña,

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la reparten en gironesy le clavan una espina.

¿Dónde están tus defensores,dónde tus bravos campeones?

Son caballeros sin lanza,sin adarga y sin bridones.

Escuderos sin escudogenerales sin pelea,

son Quijotes sin ideales,sin rucio y sin Dulcinea.

¡Ay ciudad de mis amores,de las canteras rosadas!

¡Ay tierra de mis mayoresy mis edades doradas!16

III.- Hechos sangrientos

Dos piezas que surgieron de hechos sangrientos forman el tercer conjunto. La primera tiene que ver con la represión en contra de manifestantes en mayo de 1921. Dice Bravo Ugarte que los hechos “fueron el resultado de la agitación socialista habida en esa ciudad durante el gobierno del general Múgica”, que inició con la colocación de una bandera rojinegra en una de las torres de catedral como culmen de violentos discursos contra los católicos, algunos de los cuales la bajaron y quemaron; acto seguido varios socialistas rasgaron parte inferior de la imagen de la Virgen de Guadalupe de la catedral, lo cual motivó una manifestación muda de siete mil católicos el 12 de mayo, que habiendo partido del santuario de Guadalupe, marchaba por la calzada de ese nombre. Para entonces circulaba orden del presidente municipal de Morelia que prohibía la manifestación. Para impedirla el inspector de la policía Vicente Coyt apostó numerosos policías sobre el acueducto al término de la calzada. Cuando los

16 Manuel Rodríguez M., “Elegía a Morelia”, en: Díez, Lampadario, pp. 229-231.

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manifestantes llegaron a ese punto, el líder obrerista Isaac Arriaga exhortaba a los manifestantes se retiraran, pero entonces los policías iniciaron los disparos contra la multitud, dentro de ella había algunos armados que contestaron el fuego. El saldo fue de trece manifestantes muertos y muchos heridos; así como tres de los asaltantes, incluido Arriaga.17

Algunos de los manifestantes llevaron heridos y moribundos al cercano jardín de Villalongín para lavar sus heridas en la fuente. Esto motivó que un poeta, el presbítero Guillermo González, quien firmaba con el seudónimo Fray Guillermo de La Piedad, escribiera una pieza que tituló “Romance ingenuo” y dedicó al presbítero Jesús Campos.

El padre González había nacido en Guadalajara en cuyo seminario conciliar hizo sus estudios; colaboró con el obispo Atenógenes Silva en Colima y luego en la arquidiócesis de Morelia, donde estuvo de párroco en Araró y en Zinapécuaro, así como de vicario en La Piedad.18

La estructura de la pieza está conformada con varios contrastes entre la belleza del jardín y de la fuente con la tragedia de los vulnerados.

Fuente de Villalongín,antes tan limpia y tan clara,con la sangre de cristianos

se han enturbiado tus galas.

Para ver sus resplandoreslas estrellas se asomaban

a tu tersa superficiecomo a un espejo de plata;y después se estremecierontus linfas, pura fontana,al reflejar con espanto

de moribundos las caras.

17 José Bravo Ugarte, Historia Sucinta de Michoacán III Estado y Departamento (1821-1962), México, Jus, 1964, pp. 215-217.

18 Datos escuchados de mi padre, Luis Herrejón, quien fue su ahijado, ambos prisioneros un tiempo de Inés Chávez García.

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En tus límpidos cristales,donde el cielo se retrata,brillaron los fogonazos

de los disparos que matan.

Corona tenías de rosas,muy frescas y perfumadas;y hoy te rodean los heridoscon sanguinolentas llagas:

—flores de carne que abrieronunas explosivas balas—

Tus murmullos cadenciososeran cual risa perlada

que entre arpegios cristalinosrumorosa se desgrana.

Rompieron esa armonía—que era un ensueño del alma—

ayes, sollozos, quejidos,imprecaciones de rabia.

Huyeron los pajarillosque con sus lenguas arpadas

cantaron dulces amoresocultos entre las ramas:hoy fatídicas y lúgubres

las aves nocturnas graznan.

Alegres las mariposasen torno de ti volaban:

y hoy se desliza la rondade unos lívidos fantasmas:

de aquellos que aquí murieronpor las fratricidas armas:

de aquellos que, por los labiosde sus heridas clamaban:¡Viva! ¡Viva Cristo Rey!

Carlos Herrejón Peredo

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¡Viva la Guadalupana!Y cayeron suspirando:

¡Por mi Dios y por mi Patria!

Fuente de Villalongín,antes tan limpia y tan clara,¡con la sangre de cristianosse enrojecieron tus aguas! 19

Años después un aguerrido nicolaita que llegaría a rector, compuso un vibrante “Romance de las calles de Morelia”. Se trata de Raúl Arreola Cortés, nacido en Estación Ortiz, cerca de Parral, Chihuahua, 16 de noviembre de 1917, pero patzcuarense casi desde sus primeros días, y moreliano por la mayor parte de su vida. Aprendió el oficio de impresor en la Escuela Técnica Industrial de Morelia, participó en puestos de dirigencia en sindicatos y movimientos sociales, al grado de ser perseguido y encarcelado; maestro por la Escuela Normal de Morelia, maestro y doctor en historia por la Universidad Nacional Autónoma de México, en la que también fue docente; profesor y director de la Normal de Morelia, así como de Internados de Primera Enseñanza y Educación Indígena, supervisor general de Educación Normal en el Distrito Federal; profesor y rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo,20 así como miembro del Comité Directivo del Centro Cultural Universitario junto con Juan Hernández Luna y conmigo, ocasión que tuve para apreciar su alta calidad personal, su inteligencia y cultura no comunes. Su bibliografía como poeta, historiador y periodista es amplia. Falleció en Morelia el 18 de octubre del 2000.

19 Fray Guillermo de La Piedad (Guillermo González), “Romance ingenuo”, en Versos de ayer y de hoy, La Piedad, La Prensa, 1921, pp. 123-124.

20 José Napoleón Guzmán Ávila, “Raúl Arreola Cortés. Conversación con un historiador nicolaita”, Tzintzún, Morelia, Julio-Diciembre de 2000, n. 32, pp. 155-174. Del mismo: “Raúl Arreola Cortés, escritor e historiador de raigambre liberal”, en Gerardo Sánchez Díaz y Ricardo León Alanís (coords.), Crecer sobre las raíces. Historiadores de Michoacán en el siglo XX, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2002, pp. 494-511.

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El “Romance de las calles de Morelia”, que sólo he podido leer en la recopilación de Lampadario, que no cita la fuente, es claro al referirse a hechos sangrientos ocurridos en Morelia con motivo de huelgas. Sin embargo, a las huelgas a las que se refiere el propio Arreola en su historia de la Universidad, no aparecen con precisión tales hechos, sobre todo de “muchos compañeros muertos”. Es posible que tome en cuenta no sólo a Morelia, sino también a otras poblaciones de la República.

Como sea, sí señala cuatro muertes, pero en épocas distintas. En la huelga estudiantil de julio de 1934 no se indica ninguna; se alude a paros y huelgas ocurridas a fines de 1938 y durante 1939; sin conexión con huelgas se menciona la misteriosa muerte de Güilebaldo Garfias, presidente del Consejo Estudiantil el 8 de mayo de 1942, así como el asesinato en los separos de la policía, ocurrido en julio de ese año, del niño Salvador Rodríguez Morelos, que provocó gran manifestación; finalmente se refieren las muertes de dos nicolaitas el 28 de julio de 1949, ocurridas luego que una manifestación estudiantil atacó la casa del gobernador Jesús Mendoza Pardo, quien pidió auxilio al ejército mismo que intervino causando la muerte de los estudiantes Armando Héctor Tavera y Agustín Abarca, así como heridas y lesiones de otros, a raíz de lo cual hubo manifestaciones y huelgas no sólo en Morelia, sino también en otras ciudades de la república. 21 Por otra parte el romance no se circunscribe precisamente a huelgas estudiantiles, quedando abierto a considerar también huelgas obreritas y sus represiones, cosa por averiguar. Sea lo que fuere, la pieza respira militancia comprometida, recordando que la contemplación de Morelia puede conducir a la evasión de la problemática social. Es un sacudimiento de conciencia.

Dice así:

Madre, se han muerto las callesde la Ciudad de Morelia;

se han muerto de pura tristeza,se han muerto de puro viejas.

21 Raúl Arreola Cortés, Historia de la Universidad Michoacana, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1984, pp. 90, 100, 123, 125-126, 145-149.

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Ven, asómate al balcóny las veras que están muertas,ni un ruido ni una canciónturban su calma desierta.

Por entre agudos guijarroscrecen los hilos de la hierba

y el ángelus de la tardellora en silencio sobre ellas.

¿Quién hará ahora las callesde la ciudad de Morelia?Las harán los proletarios

con sus pies sobre la tierra,pies descalzos, pies en marcha

hacia conquistas supremas,pies que van haciendo calles,cara a cara, piedra a piedra,llenas de luz para el gusto,

de aire para la protesta.

¡Oh, calles de la barriada,De lucha, sangre y tragedia!Hubo muchos compañeros

muertos en la última huelga.

Madre, con la hoz y el martillohemos de hacer calles nuevas;las de antes ya no se servían,

eran aburridas, lentas,con letreros de cantinas

y anuncios de Cine Eréndiraen los que se ve a Clark Gable

besando a una vampiresa.

A un lado la catedral,a otro lado la plazuela

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con música los domingosy olor a nardo y violeta.

¡La estampa de la provincia,tan pacata, tan ingenua!...

Desfilan los sindicatosen silencio, en línea recta,bosque de puños cerrados,

rumor sordo de marea;detrás pasan las miliciasrojas, juventud y fuerza.

En cada esquina hay un mitinbajo un cielo de banderas.Cantan la Internacionaly cantan la Marsellesa,

por la libertad del mundo,contra el fascismo y la guerra,

por el triunfo de la vidapura, libre, grande y bella.

Y en esta hora formidable,en esta lucha sin tregua,

vivo han de dejar su nombreen las calles de Morelia.22

IV.- Carencias provincianas

Llegamos por fin al cuarto grupo, las piezas que hablan sobre carencias y miserias provincianas de Morelia. El primer autor escogido fue cronista de la ciudad por más de veinte años: Carlos Arenas García, que nació en Morelia el 5 de mayo de 1921, y murió ahí mismo el 31 de enero de 2008; estudió derecho en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo; además de poeta,

22 Raúl Arreola Cortés, “Romance de las calles de Morelia”, en Díez, Lampadario, pp. 249-250.

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fue maestro, narrador y periodista.23 Martha Alicia Ochoa estima que la obra poética de Carlos Arenas “desarrolla los temas de la vida cotidiana de Morelia, y refleja, con un estilo en ocasiones descriptivo de cronista nato, la vitalidad del entorno arquitectónico y las costumbres citadinas”.24 De tal obra hemos elegido “Epístola a mi ciudad”:

Entregado a secretas escrituras,pergaminos añosos y celajesrecojo noblezas y blasones

quede viejas estirpes heredaste.

Anclada en banco de piedramiro tu luz, tu arquería, tu hiedra.

Cuando la luz es rosa y muere la tarde,cuando el crepúsculo ardete me presentas toda, cabal

enla quietud del valle.

De tu vientreeterno comba en que florecen

naranjos, buganvilias y maizales—emergen las campanas

regando tu silencio con tu broncesque nos hablan de la vida, de la muerte,

de esponsales.

Se ocultan y se aclaran tus pecadosen pedazos de música que estallanbrotando entre colores y cristales.

Hablo de tu vida clara,de tus patios, jardines y granados

23 Arreola. La poesía, p. 206.24 Martha Alicia Ochoa Barajas, “Morelia. Muere el cronista de la ciudad Carlos Arenas”, El Sol

de Morelia, 1 de febrero de 2008.

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porque miran mis ojos asombradostu paisaje de luz.

Y la diosa poesía se nos entregaen el dístico azul de Navarrete

o en el oro cincelado de Neruda.

No queda mi experienciasobre ti,

una sola expresión,no queda nada,

por eso beso tu boca de guayabadeclarando mi palabra pobre;

pobre porque así lo sientojunto a ti.

¡Campana de coral ceniciento!

No te diré ya nada,besaré tu boca de guayaba.

Menos te diré novia de piedra,porque tu corazón no es duro.

El correr de tu sangre no es impuro,que presentes tus hombres estarán

cuando quieran ceñirte de cadenas.

En San Nicolás el grito repetidorenueva el corazón que está presente:el polvo de los polvos que es la muerte

no logra sepultarle en el olvido.

Mas preciso decirtees esta carta que el amor me guía,

no encuentro cabal la sinfoníaque logre eternizarte.

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De la Valladolid antiguaresonaron

batir de empanadasy cincel orfebre,

mas quedaron olvidadosmanos comunes, manos ignoradas,

manos morenas,manos al sudor y al llanto amigas.

De tu perfil presenteuna música decente

apenas vislumbra el segundo de jazzy constante el grito

del jelatinero:en la fuente el cantarino

chorro encanta,de la destiladora

eterna gota canta;mustio y lánguido elévase el ciprés

—descripción exquisita del burguésque te mira arropada

en camisonesy arrastrando indolente

tus pantuflas.

Porque no eres sólo Calle Realcon varas altas donde cuelgan lunas,hay muchos hogares y hay algunas

casas de hogaren las que faltan cunas.

Preciso pues decirteHoy que a la loma sur subí a mirarte,Que fraguas en la piedra nuevas torresAunque sabes careces de hospitales.25

25 Carlos Arenas García, “Epístola a mi ciudad”, en: Díez, Lampadario, pp. 37-38.

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Por su parte Marco Antonio Aguilar Cortés, con motivo del cuatrocientos treinta y siete aniversario de la fundación de nuestra ciudad, en la primavera de 1978, dejó un Soneto a Morelia en que señala algunas miserias provincianas. Nació en Morelia el 26 de octubre de 1941. Alumno de la carrera de Derecho y catedrático en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, fue electo presidente municipal de Morelia, 1972-1974, y diputado local. Ha sido presidente del Tribunal Superior de Justicia del Estado, rector de la Universidad, y finalmente Secretario de Cultura del Estado. Notable orador y articulista.

En cuatrocientos treinta y siete añostantos logros, Morelia, has tu tenido,que juzgo de antemano desmedido

el no hablar de los bienes, si, de daños.

Necesario es a veces, sin estrago,señalar, en posturas meridianas,

las pequeñas miserias provincianasa fin de superarlas, sin halago.

Desempleo, latrocinios oficiales,anarquía, explotación y tal pobreza,envidias e imposturas tan banales

que trastocan tu fiel naturaleza.por tu esfuerzo, y exenta de apatía,superarás todo esto, en algún día.26

Bien sabía de lo que hablaba, por su experiencia de vida y en particular porque siendo presidente desde que amanecía ya andaba recorriendo la ciudad para verificar su limpieza y conocer sus daños.

26 Marco Antonio Aguilar Cortés, “Soneto a Morelia”, en: Díez, Lampadario, p. 201.

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V.- El principal monumento

Volvamos por fin a la principal belleza monumental de Morelia, la catedral, también cantada por Francisco Alday como remate de un cuadro de toda la ciudad:

CATEDRAL HENDIDA

Voy a decir de ti lo transparente:una herradura verde tus montañas

y un norte azul y raso en que te bañasde viento el traje y de candor la frente.

Indómito al invierno, un indolenteBosque, y, entre sus árboles, hurañasclaridades y un trino con que dañas

el diáfano silencio del ambiente.Tu puro aire limpia y acrisolasus viejas pedrerías a los astros

y a la luna su luz de carambola.

Tu Catedral, hendida por los rastrosde un crepúsculo lila y amapola,

prende sus dos gemelos alabastros.27

Finalizo con un magistral soneto de Manuel Ponce Zavala, otro poeta de fama internacional, originario de Tanhuato, Michoacán, 15 de febrero de 1913; alumno del Seminario Tridentino de Morelia, sacerdote y profesor del mismo seminario en las asignaturas de Religión, Preceptiva Literaria, Literatura e Historia de la Literatura; fundador y director de la revista Trento, miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, fundador y director del Instituto de Cultura Arca (Arte y Caridad), cuya noble sede en la calle 20 de noviembre de Morelia quedaba en frente de la modesta y digna casa del mismo Padre

27 Alday, Doce sonetos, p. 16.

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Ponce. Fue además, secretario de la Comisión de Arte Sacro del episcopado mexicano;28 los últimos años de su vida llevó a cabo el ministerio sacerdotal en varias iglesias de la ciudad de México. Murió en esa capital el 5 de febrero de 1994. Me enorgullezco de haber sido su alumno, amigo y colaborador. La pieza elegida aquí es toda sobre la catedral de Morelia, interpretada como una gran obra musical.

ELEGIA XVIIILA CATEDRAL

Música de la piedra más baldíaespiga su creciente partitura,

y música del cielo la más puraen la piedra sus módulos enfría.

Sismo de tierra, sube a melodía;aura de cimas, colma la llanura;

y se respira tal arquitecturacomo resuena tanta maestría.

Todas las liras en el aire tensorepercuten al son apasionado;

el clamor de los hombres en ascenso

penitencial, redunda en su costado;¡Y permaneces, contrapunto inmenso,

oh Jesucristo, bien ejecutado!29

********

28 Gabriel Zaid, “Perfil Manuel Ponce”, Letras Libres, México, mayo 2000, pp. 88-90. Con motivo de los 25 años de vida sacerdotal de Manuel Ponce se publicaron los sermones, de su primera misa y el de ese jubileo sacerdotal: el primero de Luis María Martínez y el segundo de Jesús Tirado Pedraza, así como fragmentos de una conferencia de Alejandro Avilés, una alocución de Luis Calderón Vega, un análisis de parte de su poesía por Juan Jesús Posadas Ocampo, y otras breves intervenciones: Trento, Morelia, segunda época, diciembre 1961-febrero 1962, IV, 1.

29 Manuel Ponce, Bodas de oro, México, 1987, s.p.

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Como un modesto colofón, no para colocarme en el rango de tan eximios poetas, sino para rendirles humilde homenaje, me atrevo a reproducir una pieza de juventud:

SONETO DE MORELIA

Valladolid, cantera florecida,apacible jardín de Nueva España,rompiste el aire catedral erguida

y las cadenas con tu misma entraña;

si en tu jardín de Rosas revivistela armonía, semilla de laureles,renueva hoy el oro que persistea tu ocaso, retablo de pinceles;

pues si palabra acrisoló poesíapara ser sol, aunque se muera el día;si es quebranto en boca de profetas,

¡que rediman sus voces portentosastu libertad de aprisionadas rosasy nos hiera la luz de tus poetas!30

30 Carlos Herrejón Peredo, “Soneto a Morelia”, Montaña, Morelia, septiembre-octubre 1970, n. 5, p. 40.

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Un desfile contra el olvido. Los hombres que hicieron de Valladolid-Morelia una ciudad neoclásica (1810-1876)

Ricardo Aguilera Soria1

Tradicionalmente se ha aceptado que, durante la mayor parte del siglo XIX, la producción arquitectónica en la capital michoacana se vio interrumpida. Ese “letargo constructivo” fue el resultado directo de las

difíciles condiciones que se hicieron presentes a partir del inicio de la guerra de Independencia, y de los muchos enfrentamientos, conflictos y crisis que, a partir de 1821, acompañaron la definición de una nueva nación. Aparentemente, el despertar material se manifestaría en Morelia con la estabilidad que acompañó al largo periodo gubernamental de Porfirio Díaz, tiempo en que la recuperación

1 Profesor en el Centro Educativo Morelia (CEM), correo: [email protected]

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financiera de las instituciones hizo posible emprender importantes empresas arquitectónicas, muchas de ellas rubricadas por afamados constructores extranjeros asentados en ésta tierra: Guillermo Wodon de Sorinne, Adolfo André de Tremontels y Adrián Giombini Montanari.

A pesar de la contundencia que poseen estas ideas —defendidas y difundidas por la historiografía local— el presente trabajo tiene por objetivo presentar perspectivas distintas en torno al fenómeno arquitectónico local al recuperar parte de la vida y obra de aquellos hombres, constructores todos, que conjugaron su esfuerzo y talento para conferir una nueva imagen a la urbe que no podía negar su esencia virreinal como Valladolid, pero que con determinación buscaba su afirmación como Morelia.2 Lo anterior, debido a que, a pesar de lo aceptado, es un hecho que entre 1810 y 1876 la ciudad experimentó una intensa actividad constructiva, ésa que fundamentalmente se expresó en la renovación material del exterior de las casas; además de las motivaciones personales de cada propietario. Este proceso quedó definido por la acción casi exclusiva de constructores locales, quienes aceptaron el reto de utilizar las formas para negar el pasado virreinal —definido por la estética del Barroco— y conferirles una nueva vida al modernizarlas por medio del estilo Neoclásico, inspirado en la racionalidad creativa alcanzada por las civilizaciones griega y romana en la Antigüedad.

Es un hecho indiscutible que a partir del 16 de septiembre de 1810, la acción constructiva impulsada por las instituciones disminuyó considerablemente. Sin embargo, la recurrente alusión a las limitaciones económicas padecidas por las autoridades civiles y religiosas no fue un impedimento para que se impulsaran algunas obras de arquitectura y urbanismo; basta referir que, entre 1842 y 1845, desde el gobierno estatal y municipal se impulsó la reconstrucción de la Plaza de Armas de Morelia,3 al tiempo que el clero promovió la culminación del nuevo convento de Monjas Teresas.4 El esfuerzo compartido de ambos

2 Una primera versión del presente trabajo fue presentada, el 4 de septiembre de 2014, dentro de los trabajos del primer Coloquio Valladolid-Morelia. Una mirada multidisciplinaria, integrado a las actividades del “Seminario de Investigación: Carlos Herrejón Peredo”, dicho encuentro académico fue coordinado por Yaminel Bernal Astorga, a quien agradezco la confianza y el apoyo permanente.

3 Archivo Histórico Municipal de Morelia, en adelante por sus siglas AHMM, Fondo Independiente I, c. 12, e. 46, 1842; c. 60 B, e. 32, 1844; y c. 59, e. 20, 1845.

4 AHMM, Fondo Independiente I, c. 39 B, e. 38, 1827; c. 68, e. 9, 1852; y c. 68 B, e. 23, 1852.

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poderes permitió que, entre 1849 y 1872, se lograra la definición de nuevos espacios urbanos —como la Plazuela de La Soterraña— 5 o la construcción de algunas fuentes, como las de La Merced, San José, Santo Niño, El Carmen y del Ángel.6

No obstante, esos esfuerzos resultaron cortos frente a la intensa actividad que desarrollarían los particulares conforme avanzó la fase decimonónica. Si durante el siglo XVIII la oligarquía vallisoletana fue el único sector que estuvo en condiciones de levantar la mayor parte de la arquitectura palaciega situada en torno a la Catedral, para los tiempos caracterizados por la inestabilidad, las diferencias ideológicas y los recurrentes enfrentamientos bélicos fue posible que las fortunas individuales —sin importar la abundancia o escasez— se destinaran a la permanente construcción o transformación de los espacios de uso doméstico en la ciudad. Bajo estas condiciones, lo mismo se logró la edificación de impresionantes monumentos en la zona de los portales —como aquella casa que, en 1859, promovió el acaudalado y funcionario municipal Juan Bautista Gómez—,7 como modestas construcciones en la zona periférica, impulsadas por personas de limitados recursos económicos —como los jacales que, para 1856, promovió Teodoro Hernández en la calle del Cazador.8 Una intervención material ininterrumpida y progresiva que, en poco más de media centuria, posibilitó la transformación material y estética de 400 fincas.9

Había poderosas razones para que, en esa etapa aparentemente árida en términos constructivos, se emprendiera la redefinición estructural y ornamental de los espacios habitacionales. Los testimonios escritos son claros al respecto y los propietarios promovían el cambio en sus espacios en respuesta a dos factores fundamentales: el deseo y la necesidad. Sobre el primero, queda claro que los

5 AHMM, Fondo Independiente I, c. 24, e. 13, 1849-1850; y c. 84, e. 44, 1859.6 AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 6, 1847; c. 92, e. 31, 1861; c.113, e. 44, 1868; c.

121, e. 26, 1871; c. 126, e. 19, 1872; y c. 199, e. 22 y 23, 1849-1850.7 AHMM, Fondo Independiente I, c. 84, e. 72, 1859.8 AHMM, Fondo Independiente I, c. 74, e. 42, 1856.9 El total de construcciones intervenidas, según los registros documentales resguardados por el

AHMM, es uno de los resultados obtenidos dentro de una investigación mayor, que se encuentra en proceso y lleva por nombre En busca de la ciudad re-construida. La arquitectura doméstica y su papel en la nueva definición material de Valladolid-Morelia (1810-1876).

los arquitectos que hicieron de Valladolid-Morelia una ciudad neoclásica (1810-1876)

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principios del nuevo estilo dejaron de asumirse como una simple aspiración —como había ocurrido en las últimas décadas del siglo XVIII— y se aceptaron como una moda decimonónica, pues a través de la racionalidad y la sencillez de sus componentes estructurales y ornamentales se conseguiría “el beneficio publico y ornato de la ciudad”.10 En torno al segundo, es evidente que por el paso del tiempo, la humedad y la presencia de materiales endebles, numerosas construcciones requerían de reparaciones urgentes. Indudablemente, el efecto devastador de los sismos ocurridos en abril de 1845 detonó mayor contundencia en el cambio material.11

Para hacer frente a las situaciones referidas la ciudad contó con un número suficiente de profesionales de la construcción. En apariencia, todos poseían los conocimientos suficientes para atender las peticiones del propietario y solucionar la problemática particular de cada inmueble; no obstante, también se encontraban en posición de poder resolver otras necesidades relacionadas con el ramo, pues así como podían reparar una finca, elaborar un plano y dirigir la construcción de un nuevo hogar, se encontraban en condiciones de realizar un avalúo, podían definir presupuestos de obra o, incluso, permanecían a la espera de ser considerados para protagonizar algún proyecto de gran magnitud y larga duración, de esos que sólo podían impulsar las autoridades.

En esta perspectiva, queda claro que el cambio experimentado por la ciudad conforme transcurrió el siglo XIX no respondía a un simple afán esteticista —o al capricho de un solo individuo— ya que se trataba de un proceso indispensable, protagonizado por los artífices locales y respaldado por los propietarios de los inmuebles. El resultado ofrece peculiaridades significativas pues, al tiempo que se consideraron los lineamientos legales de intervención arquitectónica señalados por el Ayuntamiento a través del Bando de policía,12 las características

10 AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 20, 22, 26, 36 y 39, 1845-1848. 11 AHMM, Fondo Independiente I, c. 60, e. 16, 1845.12 Los primeros ordenamientos locales de 1828 y 1829 aparecen publicados íntegramente en:

Hernández, Díaz Jaime, Orden y desorden social en Michoacán: el Derecho Penal en la Primera República Federal 1824-1835, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1999, pp. 373-383. Las reformas que el documento experimentó en 1844, 1853, 1857 y 1873 constan en AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 20, 32 y 35, 1845-1849; c. 69, e. 9, 1852; c. 71, e. 23, 1857; c. 72B, e. 33, 1855; y c. 137A, e. 1, 1870-1892.

Ricardo Aguilera Soria

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formales alcanzadas al exterior de cada vivienda revelan las posibilidades económicas de quienes promovieron la transformación. Pero más allá de las diferencias que derivaron de una cuestión monetaria, poco más de media centuria fue el tiempo suficiente para demostrar que un mismo estilo artístico poseía la flexibilidad para expresar los intereses del dueño, corresponder con los requerimientos legales planteados por las autoridades y, sobre todo, permitía que el constructor diera rienda suelta a su creatividad. Bajo estas condiciones, la supuesta morelianización de las formas arquitectónicas que consiguieron los constructores extranjeros durante el Porfiriato fue, simplemente, la aceptación tácita del proceso de profunda asimilación y adaptación material que, con una larga experiencia, ya habían logrado los constructores locales.13

¿Omisión premeditada o malinchismo intencional?

A pesar de los múltiples avances alcanzados en torno al estudio de la arquitectura y su evolución en la historia de la capital michoacana, resulta extraño enfrentarse con el hecho de que aún es insuficiente el conocimiento efectivo en torno a aquellos seres humanos que, como responsables directos, hicieron posible su existencia. En las últimas décadas distintos investigadores han preparado exhaustivos estudios sobre los principales actores involucrados en la planeación, ejecución y conclusión de los edificios monumentales. Entre ellos destacan las investigaciones alusivas a los constructores que realizaron una producción abundante al fenecer el siglo XIX y durante la primera mitad del XX. Es por ello que destacan las biografías sobre el ingeniero belga Guillermo

13 Sobre la “morelianización” del trabajo realizado por los constructores extranjeros: Ramírez, Romero Esperanza, Morelia en el espacio y en el tiempo. Defensa del patrimonio histórico y arquitectónico de la ciudad, México, Gobierno del estado de Michoacán, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1985, pp. 51-64; González, Galván Manuel, Trazo, proporción y símbolo en el arte virreinal. Antología personal. México, Universidad Nacional Autónoma de México/ Gobierno del estado de Michoacán, 2006, pp. 375-387; Dávila Munguía, Carmen Alicia, “Arquitectura del Centro Histórico”, en: Dávila, Munguía y Carmen Alicia y Enrique Cervantes (coords.), Desarrollo urbano de Valladolid-Morelia, 1541-2001, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2001, pp. 201-249.

los arquitectos que hicieron de Valladolid-Morelia una ciudad neoclásica (1810-1876)

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Wodon de Sorinne y la del arquitecto italiano Adrián Giombini Montanari.14 Frente a esos trabajos —que muestran la participación de los extranjeros en el proceso de redefinición urbana experimentado por la capital michoacana al amparo de la estabilidad preconizada durante el Porfiriato— también empieza a ponerse atención en la producción arquitectónica conseguida por un singular personaje local: el ingeniero Jaime Sandoval.15 Al transcurrir las primeras décadas del siglo XX este personaje contribuyó a revertir mucha de la herencia constructiva decimonónica en aras de conseguir que, en Morelia, la ciudad histórica recuperara su matiz virreinal y la sección nueva se situara en el contexto de los cambios promovidos por la arquitectura funcionalista. Considerar su papel en la definición de espacios de uso doméstico constituye uno de los principales ejes abordados en el análisis que se realiza sobre el trabajo dejado por este constructor.

Más allá de estos significativos y favorables avances, la vida y obra de aquellos personajes que definieron la composición material de la ciudad de Valladolid-Morelia en otras épocas permanece casi virgen. Incluso, aquellos hombres que participaron de la definición de importantes espacios monumentales a fines del siglo XIX permanecen a la espera de un trabajo académico reivindicatorio, como ocurre con Adolfo André de Tremontels, quien a pesar de haber emprendido un excepcional trabajo constructivo en Morelia y su territorio inmediato se ha mantenido al margen del trabajo intelectual.

Si la marginación llega a ser el distintivo de los grandes constructores del periodo porfiriano, ¿qué se puede esperar para aquellos maestros de obras cuya labor estuvo dirigida, fundamentalmente, a los espacios de uso doméstico? La

14 Vargas, Chávez Jaime Alberto, El ingeniero Guillermo Wodon de Sorinne. Su obra y producción arquitectónica-urbanística en la Morelia de la segunda mitad del siglo XIX, México, El Colegio de Michoacán, 2012; Servín, Orduño Gabriela, El arquitecto Adrián Giombini, y su producción arquitectónica en Morelia, 1900-1930, Tesis de licenciatura, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, s/a.

15 Ettinger, Catherine R. (coord.), Modernidades arquitectónicas. Morelia 1825-1960, México, Gobierno del estado de Michoacán, Ayuntamiento de Morelia, Congreso del estado de Michoacán/ DOCOMOMO, México, 2010, pp. 93-142; Rodríguez, Cruz Guillermo, Jaime Sandoval. Obra construida en Morelia. 1938-1966, Tesis de licenciatura, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2011.

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desventaja se vuelve mucho mayor si se trata de escudriñar en la posible acción arquitectónica promovida durante una época repleta de evidente dificultades, como fue aquella en la que México trataba de trazar un rumbo como país libre. Pero aquello que aparentaba ser un fracaso académico terminó por convertirse en una sorpresa fascinante: a pesar de la crisis, los conflictos y las diferencias, entre 1810 y 1876 un total de 70 constructores consiguió dejar huella de su creatividad a través de las piedras; y en esa natural resistencia del artista para no permanecer en el anonimato, los responsables de convertir a la capital de Michoacán en una ciudad neoclásica se muestran dispuestos a revelar parte de su legado.

Debido a que esta aproximación es únicamente una presentación general, ante la certeza de que transformar una ciudad durante el siglo XIX fue un proceso muy amplio y sujeto a una diversidad de condicionantes, el contingente de los personajes en cuestión se revelará en forma sucinta, en una marcha que parecerá apresurada. Sin embargo, esta marcha debe ser entendida como una revelación y una invitación: Muchos de los constructores que se presentan a continuación habían permanecido ocultos en la seguridad que llegan a brindar los viejos papeles y, puestos ante la mirada pública, este desfile se convierte en una posibilidad para que se genere un estudio amplio y mucho más profundo en torno a cada uno de ellos. Al final, recuperar esta fracción de la memoria arquitectónica de la ciudad no sólo permitirá que se subsane un vacío informativo en torno a su pasado; por el contrario, se ofrece un buen trozo de tejido social ancestral para que las generaciones del presente y las del futuro cuenten con un sustento más amplio y humano que ayude a la conservación de unas piedras, pomposamente catalogadas como Monumentos Históricos, orgullo de los habitantes del planeta —desde 1991— al incorporarse la zona nuclear de Morelia en la Lista del Patrimonio de la Humanidad.

¿Contingente, listo?... en marcha

Aunque forman parte de un mismo grupo, los constructores de los que se habla a continuación tienen pocas cosas en común. Es un hecho: todos residieron dentro de un mismo contexto urbano —la capital michoacana— en una época en la que las constantes fundamentales eran la desolación y la destrucción; pero más allá

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de los problemas que sobrevinieron a la consecución de la Independencia, los personajes en cuestión hicieron lo posible para materializar las aspiraciones de los propietarios deseosos de cambiar la imagen física de sus hogares. Conforme estas pequeñas intervenciones materiales se realizaron al paso de los años, unos y otros tuvieron una activa participación en la definición de una nueva nación; porque así como los grandes personajes garantizaron la implementación de reformas estructurales en las altas esferas de la política y la economía, en la perspectiva cotidiana los habitantes de la capital michoacana y sus profesionales de la arquitectura generaron acciones sencillas, casi imperceptibles, que en largo plazo se convirtieron en indiscutible revelación de que el movimiento de Independencia había hecho posible la emancipación de las conciencias, permitió el desarrollo de una revolución cultural.

Aunque compartieron un mismo espacio físico, el tiempo de los constructores en cuestión no fue el mismo, pues cada uno tuvo su momento conforme transcurría la centuria; y así como algunos coincidieron en el ejercicio de su oficio cotidiano —como prueba de que la ciudad llegó a contar con alguna posibilidad constructiva para todos— otros ni siquiera alcanzaron a saber de su existencia, pues los maestros de obra que residían en la ciudad durante el periodo independentista ya no volvieron a tener aparición después de que la lucha emancipadora fue consumada. Es un hecho, algunos de ellos sólo fueron vecinos temporales de la urbe, como ocurrió con Manuel Saens de Tejada, elegido en 1849 para proyectar una calzada que atravesaría el lago de Cuitzeo; al año siguiente, a José Besossi se le encomendó el diseño y dirección de las obras de la nueva Penitenciaría. Dos décadas después, Ignacio Garfias llegó de la capital del país para asumir su responsabilidad como director de las obras de construcción del camino México-Morelia.16

El listado incluye a dos extranjeros: uno de origen polaco, Juan Bochotnicki, y el prusiano Víctor Alfredo Backhausen.17 A pesar de haber culminado sus

16 AHMM, Fondo Independiente I, c. 199, e. 23, 1850; y c. 116B, e. 28, 1869.17 AHMM, Fondo Independiente I, 27, e. 34, 1862; c. 92, e. 28 y 28B, 1861; c. 92B, e. 125,

1861; c. 118, e. 28, 1870; y c. 121, e. 21, sin fecha. Archivo General e Histórico del Poder Ejecutivo de Michoacán, en adelante AGHPEM, Memoria leída ante la legislatura de Michoacán en la sesión del día 30 de julio de 1869 por el secretario del gobierno del estado, Lic. Francisco W. González, Morelia, Imprenta de O. Ortiz, 1869, p. 44.

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estudios profesionales como ingeniero, este último se dedicó fundamentalmente a atender los negocios de su padre18 aunque eso no significó que se privara de dejar en el panorama de la ciudad su capacidad constructiva y su máxima obra fue la proyección y dirección de la nueva fachada que se impuso a la antigua Casa del Diezmo, espacio que a partir de 1861 tomaría un nuevo uso al convertirse en el Hotel de Michoacán y casa de diligencias.19

La distinción que derivó del espacio de procedencia también marcó las características físicas de cada personaje. Ante el hecho de que, para ese periodo, la fotografía aún no se había extendido como recurso de comunicación visual en la capital michoacana, únicamente se cuenta con algunas descripciones escritas en torno a esos personajes; palabras que, a través de la imaginación, hacen posible la evocación de esos personajes. Bajo esas condiciones, resulta sencillo generar un retrato mental de Víctor Backhausen, pues en un certificado que amparaba su nacionalidad quedó estampado que se trataba de un hombre “color blanco, ojos azules, nariz reg[ula]r, boca y barba reg[ula]r, pelo rubio, estatura alta”.20

Es poco lo que se puede decir en torno al año de nacimiento de cada uno de esos constructores, pues sólo unos cuantos dejaron testimonio real de su edad. Algunos de ellos vieron la luz primera poco antes de que iniciara la guerra de Independencia, como pasó con José María Llerena, quien sumaba 42 años de edad en 1847; la vida de algunos otros quedó marcada por los acontecimientos bélicos de la infancia, pues Mariano Ríos había alcanzado los 48 años en 1856. Otros más tuvieron que acostumbrarse a las muchas crisis que, desde su nacimiento, se sucedieron como parte de los avatares que acompañaron a la construcción de una nueva nación a partir de la consumación de la lucha insurgente; en ese contexto, Máximo Gómez alcanzó los 32 años poco antes de que se promulgara la Constitución Mexicana de 1857; para 1862 el referido Backhausen cumplió su primer cuarto de siglo y, en 1868, Juan Apartillado aseguró haber rebasado las tres décadas de vida.21

18 AHMM, Fondo Independiente I, c. 27, e. 34, 1862; c. 92, e. 28, 1861; c. 108, e. 16, 1867; c. 114, e. 38, 1869; y c. 127, e. 79, 1872.

19 AHMM, Fondo Independiente I, c. 92, e. 28, 1861.20 AHMM, Fondo Independiente I, c. 27, e. 34, 1862.21 AHMM, Fondo Independiente I, c. 27, e. 34, 1862; c. 61 B, e. 79, 1847-1850; c. 74, e. 22,

1856; y c. 113, e. 44, 1868.

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Pero así como hubo revelaciones certeras sobre el momento de su nacimiento, en otros casos sólo se pudo reconocer si habían alcanzado la mayoría de edad, como ocurrió con Miguel Arroyo en 1863; sin embargo, esa situación podía ser relativa, ya que al mediar el siglo XIX podían considerarse como adultos aquellos hombres que, aunque sólo contaran con 18 años, ya habían contraído matrimonio; para los solteros, el rango de madurez física y emocional se debía extender hasta los 21.22 Aunque los datos sean insuficientes, es posible asegurar que la mayor parte de los constructores de la ciudad neoclásica estuvo dispuesta a formar una familia y, a través de su trabajo, no sólo consiguieron llevar el alimento cotidiano a cada hogar sino que, incluso, con sus propias manos hicieron posible la construcción del espacio doméstico que cotidianamente les albergaría.

Al respecto, resulta importante presentar algunos detalles: antes de mediar la centuria José María Llerena manifestó estar casado, estado que también compartían Pedro C. Zavala, Miguel Arroyo y Cirilo Ramírez; ellos tres aprovecharon sus conocimientos en el mundo de la construcción para que sus familias contaran con un hogar. El matrimonio también alcanzó a Juan Apartillado y a Natividad Rosales, quien decidió compartir el resto de su vida con Gregoria Guapis, en un enlace que derivó en la procreación de dos hijos: Modesta y José Socorro.23

Aunque Valladolid-Morelia experimentó una interesante fiebre constructiva, algunos profesionales de la arquitectura tenían la conciencia de que en ella no lograrían satisfacer su necesidad por proyectar obras monumentales y decidieron migrar a otros puntos del territorio michoacano; el caso más claro lo ofrece José María Llerena, quien después de quedar mal parado por la falta de calidad en sus obras arribó a Cotija y allí logró la proyección del templo de Nuestra Señora del Pópolo, recinto religioso que quedó listo al mediar la década de los cincuenta.24 Años después, otros convertirían a la ciudad de las

22 AHMM, Fondo Independiente I, c. 102, e. 70, 1863.23 AHMM, Fondo Independiente I, c. 61B, e. 79, 1847-1850; c. 78, e. 12B, 1857; c. 102, e.

70, 1863; c. 113, e. 44, 1868; c. 128, e. 52, 1874; y c. 131, e. 41, 1878.24 AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 6, 1847. Guízar, Bermúdez José Gerardo, José

María Llerena, un arquitecto ilustrado en Cotija de la Paz y su legado en el occidente del Obispado de Michoacán, Tesis doctoral, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2010.

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Canteras Rosas en un espacio de oportunidad para trascender por sus obras y basta con referir que, al iniciar la década de los 70, a Juan Bochotnicki se le encomendaron varias obras públicas y privadas: la reconstrucción del Teatro Ocampo, la primera etapa de reconstrucción del Colegio de San Nicolás, la construcción de un nuevo puente sobre el rectificado cauce del río Grande y la proyección de la renovada casa que José M. Vallejo deseaba exhibir en la avenida principal de la urbe.25

De poco sirvió que los personajes en cuestión generaran obras que trascenderían su propio tiempo, pues hasta el momento poco se conoce sobre su partida física. En su momento el dolor por la pérdida física afectó a quienes les rodeaban, sentimiento que empezó a diluirse al paso de los años frente a la certidumbre de que la vida de los demás debía continuar. La diferencia la marca Natividad Rosales, pues su fallecimiento sí consta documentalmente hasta el presente ante el hecho de que, a punto de practicar la venta de un solar, fue alcanzado por la muerte en 1878.26

Dispuestos a dejar múltiples huellas

Como reflejo de una sociedad en proceso de adaptación, la formación y la práctica del oficio de los constructores enfrentó numerosos cambios conforme transcurrieron los dos primeros tercios del siglo XIX. Al principio —y muy a pesar del movimiento insurgente— quienes se dedicaron a la arquitectura mantuvieron las viejas formas de organización gremial y, como herederos de los principios de un estilo artístico que llegó a Nueva España en la última fase de La Colonia, a Camilo Camacho, Gabriel Leandro Santoyo, Francisco Ramírez, Manuel Muñoz y García, José María Aguilar, Juan José González Castañeda, José Miguel Ortega, Germán Camacho y Rosalino Cortéz les tocó

25 AHMM, Fondo Independiente I, c. 118, e. 28, 1870; y c. 121, e. 21, sin fecha; De la Torre, Juan, Bosquejo Histórico de la ciudad de Morelia, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Biblioteca de Nicolaitas Notables, 32, 1986, p. 158; AGHPEM, Memoria leída ante la legislatura de Michoacán en la sesión del día 30 de julio de 1869 por el secretario del gobierno del estado, Lic. Francisco W. González, Morelia, Imprenta de O. Ortiz, 1869, pp. 44-46.

26 AHMM, Fondo Independiente I, c. 131, e. 41, 1878.

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sentar las bases para extender el tiempo de vida del Neoclásico en la capital michoacana.27

Sólo que el paso del tiempo no perdonó la abundante experiencia acumulada —Gabriel Leandro Santoyo contaba con 23 años de práctica, en 1811, y Juan José González sumaba casi cinco lustros de labor en 1818—,28 ni ofreció respeto alguno por los muchos títulos conseguidos por algunos de ellos, como los de perito, perito valuador, maestro albañil, agrimensor, práctico de obras o tasador de costos en obra de arquitectura.29 A partir de la década de los 40 los profesionales de la construcción empezaron a ser contratados según los títulos que ofrecían y las obras más importantes fueron adjudicadas entre los arquitectos, como Rafael Linares, José Besossi y Apolonio González;30 o aquellos que revelaron ser ingenieros, como Manuel Saens de Tejada, José María Siliceo, Gilberto Torres, Víctor Backhausen, Guillermo Wodon de Sorinne, Ignacio Garfias y Ángel Anguiano, éste último no escatimó en alardear, para 1870, que tenía conocimientos suficientes sobre “las reglas del arte y los principios de la ciencia”.31

Ante el hecho de que los esfuerzos por profesionalizar la práctica del constructor garantizaron resultados de forma gradual, durante buena parte de esa centuria quedó definida por el ejercicio empírico del oficio. Una muestra clara del fenómeno se revela ante el hecho de que algunos de sus protagonistas ni siquiera estaban en condiciones de estampar su firma como lo hacen constar, entre 1810 y 1845, Francisco Ramírez, Rosalino Cortéz, José Miguel Ortega,

27 AHMM, Actas de Cabildo, Libro 118, sesión del 2 de octubre de 1813, fs. 63v y 64; sesión del 15 de octubre de 1813, fs. 67 y 67v; sesión del 30 de octubre de 1813, f. 69; sesión del 15 de enero de 1814, f. 79; sesión del 29 de enero de 1814, f. 89. AHMM, Fondo Independiente I, c. 1, e. 7, 9, 15 y 24, 1807-1813; c. 6B, e. 61, 1816; c. 7B, e. 40, 1812-1817; y c. 31, e. 12, 1812-1822.

28 AHMM, Fondo Independiente I, c. 1, e. 7 y 24, 1811-1813.29 AHMM, Actas de Cabildo, Libro 118, sesión del 2 de octubre de 1813, fs. 63 v y 64; y sesión

del 29 de enero de 1814, f. 82; Fondo Independiente I, c. 1, e. 7 y 9, 1807-1811; c. 5, e. 7, 1833; c. 31, e. 12, 1812-1822; y c. 47, e. 14, 1833.

30 AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 6, 1847; c. 66, e. 70, 1853; c. 74, e. 15, 1856; c.199, e. 23, 1850.

31 AHMM, Fondo Independiente I, c. 27, e. 34, 1862; c. 86A, e. 9 y 27J, 1859; c. 92B, e. 125, 1861; c. 111, e. 22, 1867; c. 116B, e. 28, 1869; c. 118, e. 25, 1870; y c. 199, e.23, 1850.

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Eugenio Pérez, José Ma, Vasques, Rafael Guerrero, Francisco Mendes y Francisco Calderón. La tendencia se mantuvo al mediar la centuria con Mariano Ríos, Máximo Gómez, Francisco Cabrera y Francisco Ferreira, quienes prefirieron asumir su modesta designación como maestros de albañilería.32

Estas condicionantes permiten plantear la posibilidad de que, durante la mayor parte del siglo XIX, la carencia de herramientas académicas haya sido un factor que determinó la elaboración de planos excesivamente sencillos, que estas representaciones gráficas carecieran de los técnicos indispensables que la autoridad local requería para evaluar la factibilidad o reforma de los proyectos tentativos o que, desde el Colegio de San Nicolás, se diera un impulso inusitado a la Academia de dibujo. Es importante manifestar que, desde su reapertura en 1847, esta institución educativa se convirtió en un importante foco de irradiación de los principios fundamentales del Neoclásico en la ciudad, ante el hecho de que los libros solicitados para reproducir los conocimientos estaban directamente relacionados con los tratadistas del Renacimiento.33

Frente a estas diferencias, quienes estaban dispuestos a emprender obras de intervención arquitectónica en sus viviendas contaban con un amplísimo repertorio de personal, que podía trabajar según la potencialidad de su bolsillo y las necesidades propias de cada proyecto. Así, los más acaudalados podían recurrir a Luis Alfaro o Gregorio Posadas, sobre todo si sus intereses tenían relación directa con fincas situadas en el contexto de la plaza principal o en los flancos de la vía urbana más notable, identificada en ese momento como Avenida Nacional;34 quienes sólo buscaban la construcción o reforma de fincas en la periferia —como cuartos de puerta y ventana o jacales— estaban en

32 AHMM, Fondo Independiente I, c. 1, e. 9, 1807-1811; c. 7B, e. 40, 1812-1817; c. 31, e. 12, 1812-1822; c. 39B, e. 38, 1827; c. 47, e. 14, 1833; c. 61B, e. 79, 1847-1850; c. 74, e. 22, 1856; c. 80, e. 19 y 24, 1857-1858.

33 AGHPEM, Memoria sobre el estado que guarda la administración pública de Michoacán, leída al honorable congreso por el secretario del despacho en 23 de noviembre de 1846, Morelia, Imprenta de I. Arango, 1846, Apéndice 1; Memoria sobre el estado que guarda la administración pública de Michoacan, leida al honorable congreso por el secretario del despacho en 22 de enero de 1848, Morelia, Imprenta de I. Arango, 1848, pp. 15 y 92.

34 AHMM, Fondo Independiente I, c. 96, e. 19, 1861; c. 107, e. 65, 1864; y c. 108B, e. 30, 1867.

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posibilidad de acudir con Ramón Murillo, Juan Reyes, Miguel Arroyo, Felipe Arroyo, Paulino Vázquez, Rafail (sic) Aguilera, Vicente Peña, Apolonio García y Francisco Reyes.35

En aras de garantizar una recurrente ocupación de sus servicios, varios constructores se preciaban de conocer otros ramos artísticos que, en buena medida, completaban su labor como constructores. Así, José María Llerena declaró ser arquitecto y pintor; Ramón Murillo manifestó su pericia en el conocimiento de la madera, aunque la labor de carpinteros también podía desarrollarse por Rafael Guerrero, Francisco Mendes (sic), Francisco Calderón y José Ma. Vasques (sic), quienes alcanzaron un alto grado de especialización en la colocación de techumbres de tejamanil sobre aquellas fincas modestas que abundaban en la periferia. Con el mismo noble material, J. M. Macedo y Ramón Ruiz lograron generar los componentes decorativos para el interior del Teatro Ocampo, después de conseguirse su reconstrucción en la década de los 70. Otros trabajadores, como Mariano Ríos, Máximo Gómez, Pedro C. Zavala, Francisco Cabrera, Miguel Arroyo y Juan Apartillado manifestaron su destreza en el labrado de canteras.36

La cantidad de conocimientos poseidos por cada constructor o la complejidad del trabajo desempeñado, al final, se traducía en beneficios económicos directos. Al respecto, se posee abundante información sobre los honorarios que, por valuar diferentes tipos de fincas, obtuvieron estos profesionales de las formas conforme transcurría la centuria. En 1818, Juan José Gonzáles de Castañeda obtuvo, 23 pesos por justipreciar dos construcciones de gran tamaño; en 1831, Francisco Miranda recibió 20 pesos por valorar el estado de cinco fincas domésticas; en 1861, Trinidad Espinosa alcanzó 7 pesos 3 ½ reales por el mismo concepto, frente a los 11 pesos que se destinaron para pagar los servicios de Luis Alfaro. Después de dictaminar el valor del Palacio de Gobierno (antigua Factoría de

35 AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 39, 1849; c. 66, e. 12 y 32, 1850-1854; c. 84, e. 45, 1859; c. 92, e. 24B y 33, 1861; c. 102, e. 70, 1863; c. 107, e. 40, 47 y 72, 1864; c. 108B, e. 29, 31 y 34, 1867; c. 111, e. 22, 1867; c. 114, e. 30, 1869; c. 126, e. 49 y 141, 1872-1873; y c. 134B, e. 27, 1880-1881.

36 AHMM, Fondo Independiente I, c. 27, e. 34, 1862; c. 61B, e. 79, 1847-1850; c. 74, e. 15 y 22, 1856; c. 80, e. 24, 1857; c. 92B, e. 125, 1861; c. 102, e. 70, 1863; c. 113, e. 44, 1868; y c. 128, e. 60, 1874.

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Tabacos, actual Palacio Municipal de Morelia), Gilberto Torres recibió 87 pesos en 1861 y, en 1867, por un reconocimiento pericial José María Sierra obtuvo 8 pesos y 50 centavos.37

Es un hecho que el trabajo de los constructores locales se mantuvo por el cauce de la independencia cotidiana, en lo laboral y lo creativo, al grado de que Juan Rosales alcanzó el título de “maestro de obras particulares de la ciudad”, en 1874.38 Sin embargo, cuando las autoridades estuvieron en condiciones de emprender importantes trabajos de construcción —como resultado del restablecimiento del sistema republicano, en 1867— dentro del organigrama institucional civil se creó el puesto de Director de obras. En el ámbito municipal, Natividad Rosales alcanzó esa dignidad para la década de los 70, al tiempo que Guillermo Wodon de Sorinne desempeñaba el cargo, por encomienda del gobierno estatal, con el rango de “Coronel de Ing[eniero]s e Ing[enier]o Civil”.39

Pero la existencia de esta figura no impidió que las autoridades acudieran a otros profesionales de la construcción para encomendarles trabajos específicos. El más relevante de todos, en 1861, se adjudicó a Vicente Peña: además de darle la responsabilidad para valuar algunas propiedades que perdieron el Ayuntamiento de Morelia y algunas corporaciones religiosas —al entrar en vigor la Ley de Desamortización de Bienes Civiles y Eclesiásticos—, se convirtió en el protagonista de dar valor a las casas particulares que serían demolidas para promover la apertura y prolongación de las calles de Comonfort y el Tapón (identificadas actualmente como calles de Aldama y Antonio Alzate) en las antiguas huertas de San Agustín y San Francisco.40 En este proceso también se recurrió a la pericia, aunque en menor medida, de Trinidad Espinosa, Natividad Rosales, Luis G. Sabala, Luis Alfaro, José María Sierra, José María Gordillo, Elías Valencia y Prudencio Palomares.41

37 AHMM, Fondo Independiente I, c.1, e. 24, 1813; c. 42, e. 10, 1831; c. 92B, e. 125, 1861; c. 96, e. 19, 24 y 29, 1861; c. 108B, e. 43, 1867; c. 112B, e. 49, 1867.

38 AHMM, Fondo Independiente I, c.128 B, e. 151, 1874.39 AHMM, Fondo Independiente I, c. 27, e. 16, 1862-1869; y c. 125, e. 72, 1854-1874.40 AHMM, Fondo Independiente I, c. 27, e. 16 y 35, 1862; c. 96, e. 19 al 23, 25, 26, 28, 41,

45, 1861-1862. 41 AHMM, Fondo Independiente I, c. 86A, e. 23, 1859; c. 88, e. 15, 1860; c. 96, e. 19 al 24

y 29, 1861-1862.

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Conforme transcurrió el siglo XIX también cambiaron otras prácticas directamente relacionadas con la producción arquitectónica en la ciudad. En términos ideológicos se tenía la costumbre de jurar, en nombre de Dios y de la cruz, al término de cualquier trabajo que se asignaba a los constructores, como una revelación del fuerte arraigo religioso que tenía este sector laboral permanentemente expuesto a los peligros y los accidentes.42 Las cosas cambiaron a partir de la década de los 60, cuando la libertad de cultos y la secularización de la vida se impusieron a la intervención providencialista en los actos humanos; en esa perspectiva, los maestros de las formas ahora se atrevían a jurar en nombre de la verdad, los conocimientos o la ley.43 De forma velada, algunos constructores mantuvieron la firmeza de sus convicciones religiosas y, por ejemplo, Ramón Murillo fue comisionado para realizar las reparaciones necesarias que requería la casa que el primer obispo de Zamora, José Antonio de la Peña Navarro, poseía en una de las esquinas situadas al frente del templo de San Francisco, obra que se realizaría en 1871.44

El ejercicio permanente de su trabajo permitió que, de una u otra forma, los constructores locales resultaran ampliamente beneficiados. No sólo por el pago cotidiano o extraordinario que recibían, sino por las oportunidades que conseguían en el largo plazo. Algunos de ellos —como Eugenio Pérez, Felipe Arroyo, Luis Alfaro, Juan Bautista Gómez, Elías Valencia, Miguel Arroyo, Vicente Peña, Natividad Rosales y Juan N. Oviedo— estuvieron en condiciones de adquirir terrenos en los que proyectaron el levantamiento de sus moradas o, en caso de tenerlas, también se sumaron a la tendencia de reforma arquitectónica doméstica que caracterizó al periodo.45 Otros más, como Pedro Zavala y José

42 AHMM, Fondo Independiente I, c. 1, e. 7 y 24, 1811-1813; c. 5, e. 7, 1833; c. 7B, e. 40, 1812-1817; c. 47, e. 14, 1833; c. 55, e. 6, 1840-1841; c. 61B, e. 79, 1847-1850; c. 73, e. 21, 1856; c. 92, e. 33, 1861; c. 96, e. 19 al 23 y 45, 1861-1862; c. 102B, e. 112, 1863.

43 AHMM, Fondo Independiente I, c. 72, e. 2, 1855; c. 73, e. 7, 1856; c. 74, e. 15, 1856; c. 96, e. 19, 20, 21, 24, 29, 41 y 43, 1861-1879; c. 113, e. 44, 1868; c. 118, e. 23, 1870; c. 125C, e. 72, 1854-1874.

44 AHMM, Fondo Independiente I, c. 121B, e. 115, 1871.45 AHMM, Fondo Independiente I, c. 39B. e. 38, 1827; c. 66, e. 22, 1854; c. 80, e. 19, 1858;

c. 84, e. 72, 1859; c. 96, e. 21 y 41, 1861-1862; c. 102, e. 70, 1863; c. 109, e. 2, 1866; c. 111, e. 71, 1867; c. 131, e. 41, 1878.

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María Sierra, se convirtieron en adjudicatarios directos de los lotes que resultaron por la fragmentación de las antiguas huertas conventuales.46 Unos cuantos más prefirieron abandonar el arte de la arquitectura y probaron suerte con otros negocios, como ocurrió con Miguel Sierra, quien apostó por el arrendamiento de las canteras y arenas que eran propiedad municipal; o Cayetano Lemus, quien prefirió administrar el mesón que poseía en las inmediaciones del templo de San Agustín.47

Aunque se ha asegurado que, en esta época de inestabilidad, la ciudad experimentó un evidente letargo arquitectónico los materiales escritos revelan otra realidad. En la medida de las posibilidades financieras, la autoridad civil contrató a algunos de ellos —en distintos momentos— para que proyectaran algunas obras significativas y presentaran los posibles costos para producirlas. Así, entre 1846 y 1874 se convocó a Luis Alfaro, Ambrocio Calderón, Juan Apartillado, Ramón Murillo, Natividad Rosales, Felipe Arroyo, Luis G. Rabia, Esteban Fernández y R. Silva para diseñar y poner en operación las fuentes de La Merced, Santo Niño, El Carmen, el Ángel y una de las que se construyeron en el Jardín de la Paz (hoy Plaza Melchor Ocampo). Apolonio González quedó como director de la obra de reconstrucción del Mesón de San Agustín, José María Gordillo asumió la tarea de sentar las bases para formar una plaza frente al templo de San Francisco (hoy Plaza Valladolid), mientras que a otros se les asignó la posibilidad de concluir las obras del cementerio de Los Urdiales o presentar posibilidades para reconstruir buena parte de la atarjea que permitía el abasto de agua entre los habitantes de la ciudad.48

Un puñado de constructores trascendió el ámbito técnico y logró situarse en la esfera administrativa: Manuel Rabia, Gilberto Torres, Gregorio Posadas y José María Sierra ocuparon, en distintos momentos, un lugar dentro del cabildo civil como regidores; situación que contrasta con lo obtenido por Juan Bautista Gómez, que en 1860 y 1861 asumió la Presidencia Municipal

46 AHMM, Fondo Independiente I, c. 78, e. 12B, 1857; c. 112B, e. 135, 1868; y c. 118, e. 7, 1870.

47 AHMM, Fondo Independiente I, c. 57. e. 23, 1842; y c. 92, e. 159 y 161, 1867.48 AHMM, Fondo Independiente I, c. 61, e. 6, 1847; c. 66, e. 70, 1853; c. 88, e. 15, 1860; c.

92, e. 31, 1861; c. 107, e. 43, 1864; c. 113, e. 44, 1868; c. 121, e. 26, 1871; c. 122, e. 2, 1871; c. 126, e. 19, 1872; c. 127B, e. 127, 1873; y c. 128, e. 60, 1874.

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de Morelia.49 En otros casos, las autoridades les concedieron la posibilidad de emprender trabajos de beneficio social, como ocurrió con Juan N. Oviedo, quien recibió la comisión para colectar fondos entre los vecinos de la calle principal —en 1869— para destinarlos a la construcción de una fuente.50 De esta manera, los profesionales del ámbito constructivo contaban con la admiración y el reconocimiento popular, al tiempo que las autoridades exaltaban sus actos; el caso más claro al respecto fue Juan Bochotnicki, quien en 1869 fue elogiado por el gobierno estatal como “un hombre reconocido, un ciudadano útil, una inteligencia superior, un servidor desinteresado”.51

A pesar de los múltiples elementos expuestos —a punto de que el contingente cierre su marcha— resulta fundamental presentar una par de reflexiones sobre dos constructores. Es un hecho que en la documentación se revelan trayectorias cortas, con acciones reducidas frente al tiempo que podía durar la vida de cada profesional de las formas. Pero en este panorama destacan los logros conseguidos por Manuel Rabia y Luis Alfaro: el primero extendió su labor profesional entre 1825 y 185952 y, posiblemente, transmitió sus conocimientos a su familiar Luis G. Rabia.53 En torno al segundo, se puede apuntar que desarrolló su trabajo a partir de 1840 y hasta 1863; tiempo suficiente para practicar avalúos de casas, reconocimiento del daño provocado por los sismos ocurridos en abril de 1845, procedió a reconstruir parcialmente el Palacio Episcopal, proyectó y dirigió las obras de renovación de algunas casas que no escaparon a la renovación material decimonónica, reconoció los daños que evidenciaban algunas otras e, incluso, recibió la encomienda de valuar algunos edificios públicos monumentales.54

49 AHMM, Fondo Independiente I, c. 27, e. 34, 1862; c. 61, e. 35 al 39, 1849; c. 88, e. 15, 1860; c. 102B. e. 115, 1863; c. 107, e. 101, 1864; y c. 112B, e. 49, 1867.

50 AHMM, Fondo Independiente I, c. 114, e. 43, 1869.51 AGHPEM, Memoria leída ante la legislatura de Michoacán en la sesión del día 30 de julio de 1869

por el secretario del gobierno del estado, Lic. Francisco W. González, Morelia, Imprenta de O. Ortiz, 1869, p. 46.

52 AHMM, Fondo Independiente I, c. 37, e. 2, 1826; y c. 86A, e. 22, 1859.53 AHMM, Fondo Independiente I, c. 96, e. 43, 1861-1872; c. 118, e. 23, 1870; y c. 122, e.

2, 1871.54 AHMM, Fondo Independiente I, c. 55, e. 6, 1840-1841; c. 60, e. 16, 1845; c. 73, e. 21,

1856; c. 80, e. 19, 1858; c. 82, e. 55, 1858; c. 92, e. 63, 1861; c. 94, e. 11, 1861; y c. 102, e. 70, 1863.

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Elementos suficientes para considerarlo como el principal constructor local durante los dos primeros tercios del siglo XIX.

Consideraciones finales

Contrario a lo aceptado tradicionalmente, la ciudad de Valladolid-Morelia experimentó una intensa e interesante actividad constructiva en la etapa más conflictiva de la historia nacional. Al tiempo que se proyectaban importantes cambios en la economía, la política y las ideas —producto de la definición de una nueva nación— en el ámbito más doméstico se sentaron las bases de una revolución cultural que parecía imperceptible pero que, por medio del cambio material en los espacios habitacionales, al paso de las décadas llegó a materializarse como una realidad innegable.

Para que la ciudad se reinventara con sustento en otros principios plásticos, esos que el Neoclásico enarboló como modernos frente a la producción arquitectónica del pasado barroco y con altos tintes religiosos, progresivamente se desarrolló una tarea compartida: entre aquellos propietarios dispuestos a demostrar que la reconstrucción de la urbe era una posibilidad segura para el futuro, ante numerosos conflictos bélicos y las crisis que derivaron de decisiones humanas volátiles; pero también como una responsabilidad que directamente atañía a un grupo de 70 constructores que, en diferentes momentos, supieron conjugar las aspiraciones de sus contratistas, los lineamientos marcados por la legislación local y su afán por trascender al paso de los años al dejar huella de su talento y creatividad.

En esta perspectiva, la definición de la ciudad durante la mayor parte de la centuria decimonónica fue un producto casi exclusivo de los constructores locales. Dispuestos a dinamizar la vida urbana, pero aferrados a un estilo artístico que en otras regiones del país ya se encontraba en decadencia, ellos hicieron posible que el Neoclásico prolongara su ciclo hasta la llegada del Porfiriato e, incluso, definieron un panorama donde este estilo se negó a desaparecer, al grado de que la nueva decoración que recibió la Catedral en 1898 estuvo dirigida a exaltar la riqueza formal heredada de la Antigüedad.

Al ser producto directo de la escasez y de la voluntad colectiva, la producción material que se emprendió durante el siglo XIX diversifica el amplísimo

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muestrario formal que ofrece la Zona de Monumentos Históricos hoy en día. Además, al reconocerse al conjunto de protagonistas directamente involucrados con ese cambio, ya se cuenta con un tejido social mucho más amplio, más humano y más directo para contribuir a una efectiva conservación de un patrimonio arquitectónico —sobre todo el doméstico— que no se aleja de la amenaza permanente de desaparecer frente a los intereses particulares y especulativos, muy a pesar de la protección legal y las distinciones internacionales existentes.

Una nueva mirada al siglo XIX revela, además, que a pesar de lo mucho que ya se conoce en torno a los productos arquitectónicos del pasado, aún hay muchos temas por explorar, muchos nombres por reconocer, muchas historias personales por construir y muchas interpretaciones por presentar. Sobre todo si se toma en cuenta que, animados por los ideales independentistas, los constructores decimonónicos hicieron posible la concepción de una urbe menos sagrada, repleta de dinamismo, centrada en su dimensión horizontal y sobre todo, repleta de posibilidades para descubrir y apreciar.

Cuadro 1. Acción constructiva al detalle trabajos desarrollados por algunos constructores de la época neoclásica

Nombre del constructor: Luis Alfaro

Año Obra en la que intervinoDenominación actual o ubicación aproximada

1840 Valuador de casa en la vía principal de la ciudad

Avenida Madero Oriente, entre Álvaro Obregón y Belisario Domínguez

1845 Perito consultado para reconocer daños en algunas fincas, después de los sismos del 7 y 10 de abril

1846 Responsable del presupuesto y diseño para la fuente de La Merced

Ángulo noreste del atrio de La Merced (desaparecida)

1853 Posible proyectista de una casa en la calle de Santa Catarina

Calle Galeana, entre Corregidora y Aldama

1856 Valuador de una casa en la calle del Prendimiento, que sería derribada para abrir calles en la huerta de San Agustín

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1858 Comisionado para levantar una pilastra en el Palacio Episcopal, que estaba por colapsarse

Oficinas centrales de la Secretaría de Salud

1858 Director de las obras de reedificación de su casa, en la calle de La Cruz

Calle Vasco de Quiroga, entre Madero Oriente y Bartolomé de las Casas

1861 Evaluador de los daños provocados por la humedad en la casa de Manuel Castañeda

1861 Responsable de levantar avalúo de la casas derribadas para prolongar la calle Comonfort

Calle de Aldama, entre Galeana y Morelos Sur

1861 Perito nombrado para levantar avalúo del antiguo Palacio del Poder Ejecutivo

Palacio Municipal de Morelia

1863 Director de las obras de reedificación de una casa, en la calle de La Merced

Avenida Madero Poniente, entre Gómez Farías y León Guzmán

FUENTE: Archivo Histórico Municipal de Morelia, Fondo Independiente I, c. 55, e. 6, 1840-1841; c. 60, e.16, 1845; c. 61, e. 6, 1847; c. 66, e. 9, 1853; c. 73, e.21, 1856; c. 80, e. 19, 1858; c. 82, e. 55, 1858; c. 88, e. 15, 1860; c. 92, e. 63, 1861; c. 92 B, e. 131, 1861; c. 94, e. 11, 1861; c. 96, expedientes 19 y 29, 1861; y c. 102, e. 107, 1863

Cuadro 2. Acción constructiva al detalle trabajos desarrollados por algunos constructores de la época neoclásica

Nombre del constructor: Manuel Rabia

Año Obra en la que intervinoIdentidad actual o

ubicación aproximada1825 Integrante de la comisión encargada de

instalar el tablado que permitiría la Jura de la Constitución del Estado

Plaza de Armas

1826 Comisionado para levantar el padrón de habitantes, del Cuartel Primero

1838 Comisionado para examinar unas bardas al borde del colapso, en las inmediaciones del templo de La Merced.

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1847 Perito elegido para valuar varias fincas levantadas en solares del Ayuntamiento

1848 Perito encargado de evaluar la construcción de la fuente de La Merced

Ángulo noreste del atrio de La Merced (desaparecida)

1849 Regidor del Ayuntamiento, responsable de la comisión de diseños para construcción

1849 Perito encargado de valuar unos solares para definir un nuevo espacio urbano

Jardín de La Soterraña

1855 Perito valuador de dos casas en la avenida principal

Avenida Madero, entre Quintana Roo y Nicolás Bravo

1856 Arquitecto nombrado para valuar un terreno en la calle del Gorrión

Actual calle Galeana, entre Guerrero y Manuel Muñiz

1856 Nombrado como valuador de una casa, propiedad de Francisca Ruiz de Chávez

Avenida Morelos Sur, por el Museo de Sitio Casa de Morelos

1856 Valuador de un terreno en la Loma del Zapote

1856 Considerado para valuar una casa que sería destruida para la apertura de calles en la huerta de San Agustín

Calle Aldama

1856 Valuador de terrenos propiedad del Ayuntamiento, en la zona de San Francisco

En las inmediaciones de la calle Padre Lloreda

1856 Perito nombrado para reconocer una casa recién construida en la calle de Mira al río

Avenida Morelos Sur, en el tramo Allende-Valladolid y Corregidora-Antonio Alzate

1859 Valuador de un terreno en el llano de Santa Catarina y que tendía a inundarse en lluvias

Colonias ubicadas al sur del Centro Histórico

FUENTE: Archivo Histórico Municipal de Morelia, Fondo Independiente I, c. 6, e. 28, 1838; c. 24, e. 13, 1849-1850; c. 37, e. 2, 1826; c. 61, expedientes 6, 35, 36, 37, 38 y 39, 1847-1849; c. 61 B, e. 79, 1847-1850; c. 72, e. 2, 1855; c. 73, expedientes 7, 21 y 24, 1855-1856; c. 74, expedientes 15, 22 y 23, 1856; y c. 86 A, e. 22, 1859

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Cuadro 3. Acción constructiva al detalle trabajos desarrollados por algunos constructores de la época neoclásica

Nombre del constructor: Rosalino Cortéz

Año Obra en la que intervinoIdentidad actual o

ubicación aproximada1814 Valuador de la casa que el Ayuntamiento

embargó a Salvador Buenrostro1812- 1816

Director de las obras de reparación y reconocimiento de daños en la Quinta Grande

Instituto Antonio de Mendoza

1816 Evaluador de los daños en la casa del canónigo Sebastián de Betancourt

Hotel Catedral

Fuente: Archivo Histórico Municipal de Morelia, Libros de actas, Actas de Cabildo, libro 118, sesión del 29 de enero de 1848, f. 82; Fondo Independiente I, c. 6 B, e. 61, 1816; y c. 7 B, e. 40, 1812-1817

Cuadro 4. Acción constructiva al detalle trabajos desarrollados por algunos constructores de la época neoclásica

Nombre del constructor: Vicente Peña

Año Obra en la que intervinoIdentidad actual o

ubicación aproximada1857 Valuador de las Casas Consistoriales y del

edificio de la AlhóndigaMuseo Histórico del Poder Judicial (Palacio de Justicia)

1858 Perito valuador de la huerta de El Carmen

1856- 1861

Valuador de varias fincas que se derribaron para abrir y prolongar la calle Comonfort

Calle Aldama, entre Morelos Sur y Quintana Roo

1861 Valuador de propiedades derribadas para alinear las calles que conducían al Paseo de San Pedro

Calle Antonio Alzate

los arquitectos que hicieron de Valladolid-Morelia una ciudad neoclásica (1810-1876)

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1861 Evaluador de daños en fincas afectadas por la apertura de la calle Comonfort

Calle Aldama

1861 Valuador de terrenos y materiales obtenidos por la destrucción de casas para la apertura de nuevas calles de Comonfort y El Tapón

Calles Aldama y Antonio Alzate

1866 Propietario de una casa situada en la calle del Gitano

Calle Fuerte de los Remedios, entre Abasolo y García Obeso

1867 Responsable del diseño y las obras de construcción de casas modestas

Jardín de La Soterraña y calle Fuerte de los Remedios, entre Abasolo y García Obeso

Fuente: Archivo Histórico Municipal de Morelia, Fondo Independiente I, c. 27, expedientes 16 y 34, 1862; c. 79, e. 20, 1857; c. 81, e. 34, 1858; c. 96, expedientes 19, 20, 21, 22, 23, 25, 26, 28, 41 y 45 1861-1862; c. 108 B, expedientes 31 y 34, 1867; y c. 109, e. 2, 1866

Cuadro 5. Acción constructiva al detalle trabajos desarrollados por algunos constructores de la época neoclásica.

Nombre del constructor: Juan Reyes

Año Obra en la que intervinoIdentidad actual o

ubicación aproximada1867 Responsable de diseñar las fachadas varios

cuartos pequeños en las calles del Huácaro, del Olvido, el Gitano y el Tejedor

Calle 1° de Mayo, entre Amado Nervo y Revolución; Calle Guerrero, entre Quintana Roo y Nicolás Bravo; calle Fuerte de los Remedios, entre Abasolo y García Obeso

1872 Responsable de proponer presupuesto y diseño para la construcción de la Fuente del Santo Niño

Corregidora esquina con Nicolás Bravo

1876 Comisionado para evaluar el lote #1 del antiguo Hospital de San Juan de Dios

Hotel los Juaninos (Morelos Sur, esquina Madero Oriente)

Fuente: Archivo Histórico Municipal de Morelia, Fondo Independiente I, c. 111, e. 22, 1867; c. 126, e. 19, 1872; y c. 125 C, e. 72, 1854-1874

Ricardo Aguilera Soria

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La mortalidad en Valladolid-Morelia entre los siglos XVI y XIX. Una presencia cercana y permanente

Oziel Ulises Talavera Ibarra1

Introducción

La sociedad de Valladolid-Morelia hasta principios del siglo XX se caracterizó por una alta mortalidad, al igual que el resto de México. En la mayor parte del mundo de manera normal y continua fallecían una gran

cantidad de personas. La enorme natalidad permitía tener un balance de seres humanos con un lento crecimiento poblacional. Las ciudades, en particular, tenían como beneficio la aportación demográfica de migrantes del área rural,

1 Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, correo: [email protected]

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sobre todo mujeres que iban en búsqueda de trabajo. Este precario equilibrio entre nacidos y fallecidos, se veía en peligro ante la llegada de epidemias, cuando de manera súbita y brutal se incrementaban los decesos.

La capital de Michoacán, se convirtió en el principal asentamiento humano de la provincia, intendencia o entidad federativa desde el siglo XVIII y sufrió en mayor medida el impacto de las diferentes crisis que se presentaron, tomando como referencia otros asentamientos humanos importantes como Pátzcuaro y Uruapan.2 Sus inicios fueron difíciles y transcurrió más de una centuria para su consolidación. La cuna de Morelos creció sobre todo en el último siglo colonial, un proceso general en todo Michoacán, además de ser beneficiaria de una constante migración.

Varias crisis se hicieron presentes en la urbe, algunas de sobra conocidas como el matlazáhuatl de 1737 o el cólera de 1833, su impacto se generaliza para todo México, tomando como medida lo acontecido en el Altiplano Central o por referencias de autores de la época con poco sustento estadísticos. Los contagios tuvieron una variación regional, en términos de su intensidad, duración y fecha de presencia. Es necesario analizar la información en diversos lugares y zonas para tener una visión general de lo ocurrido en la sociedad mexicana. La fuente documental usada fueron los registros parroquiales, cuyo contenido es variable y requiere de procedimientos distintos para sacarles el mayor provecho posible.

Las fuentes

De manera fundamental se utilizaron las actas de defunción del Archivo Parroquial del Sagrario Metropolitano de Morelia, consultadas en el sitio de

2 Talavera, Ibarra Oziel Ulises, “Las epidemias, el hambre y la guerra en Valladolid y Uruapan durante el periodo borbónico”, en: Mario Alberto Magaña Mancillas (coord.), Epidemias y rutas de propagación en la Nueva España y México (siglos XVIII-XIX), México, Universidad Autónoma de Baja California/ Instituto Sudcaliforniano de Cultura-Archivo Histórico Pablo L. Martínez, 2013, pp. 116-146, y “La muerte violenta en Michoacán y en Uruapan. El cólera de 1833 y 1850”, en: Alicia Contreras Sánchez y Carlos Alcalá Ferráez (edit.), Cólera y población, 1833-1854. Estudios sobre México y Cuba, México, El Colegio de Michoacán, 2014, pp. 231-269.

Oziel Ulises Talavera Ibarra

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internet de Family Search.3 Otro archivo importante fue el Archivo Histórico Municipal de Morelia (AHMM), que contiene varios reportes del Hospital de San Juan de Dios o Nacional, así como del propio Sagrario.

El registro del Sagrario tiene datos a partir del año 1631, desde esta fecha y hasta 1764 la anotación se repartió entre el clero secular y el clero regular: franciscanos y agustinos. En 1648 el cura de catedral era el párroco de todos los españoles de la ciudad, así como de parte de los trece o catorce pueblos subordinados. Estos eran: San Pedro, San Miguel, Chacheo, Chequaquaro, Santa Ana, San Miguel y otras casillas que llamaban de El Carmen. Por cuenta del convento de San Francisco estaban: Guayangareo, Santiaguillo, San Juan y Tziquimitio con su barrio de la Concepción. Los frailes agustinos tenían Santa María, Jesús del Monte e Ysiquaro.4 En el mismo siglo se tiene conocimiento de que el cura también atendía al barrio de los Urdiales y barrio de San José. Los agustinos se encargaban del barrio de Santa Catarina. Las haciendas quedaban bajo el mismo cura: San José, Tapaneo, Quinceo, la del regidor Sebastián Rojas, otra propiedad de Gerónimo Pérez, El Rincón (con capilla propia) y San José de la Huerta (con capilla).5 En el presente trabajo de los asentamientos atendidos por los agustinos tan solo se incluyó el barrio de Santa Catarina, pues los demás están contenidos en una parroquia aparte, la de Santa María. A partir del año de 1764 todos los registros fueron anotados por el cura del Sagrario.

Las actas de difuntos tienen un fuerte subregistro, sobre todo de párvulos, mismos que fueron anotados con regularidad a partir del año 1821. Las causas de muerte al fallecimiento aparecen hasta 1855 y la edad con precisión se tiene a partir de 1847. Existen algunos periodos sin registros como ocurrió con el cólera de 1833, entre el 18 de agosto y el 14 de octubre. Por fortuna para este evento y otros más se tiene información en el AHMM. En la gráfica uno se muestra la curva de actas de defunción, es evidente el incremento que existe en algunas crisis como en 1780 y 1785-1786, pero también como aumentó

3 Véase: familysearch.org4 Yssasy, Francisco Arnaldo, “Demarcación y Descripción de El Obispado de Mechoacan y

Fundación de su Iglesia Cathedral”, en: Bibliotheca Americana, vol. 1, núm. 1, septiembre 1982, pp. 113-114 y 116.

5 Azevedo, Salomao Eugenia María, “Reconstrucción urbana de Valladolid a finales del siglo XVII”, en: Carlos Paredes (coord.), Morelia y su historia: Primer foro sobre el centro histórico de Morelia, Morelia, UMSNH/ Coordinación de la Investigación Científica, 2001, p. 45.

la Mortalidad en Valladolid-Morelia entre los siglos xVi y xix

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de manera constante a partir de 1821, debido a la anotación completa de los párvulos. En total se capturaron 66,809 actas de defunción correspondientes al periodo entre los años 1631 y 1859.

El registro parroquial contiene la casi totalidad de datos de defunción hasta el año 1859, cuando el gobierno del estado hizo obligatorio la anotación en el registro civil. El cambio no fue acatado del todo por las personas, algunos difuntos fueron anotados en uno u otro registro, o en ambos, como se muestra en el cuadro uno. Por lo antes señalado el presente trabajo llega hasta la década de 1850.

Cuadro 1.- Anotación de defunciones en Registros Parroquial y Civil del año 1860

Fuente Cantidad Por ciento

Registro Civil 1082 63.0

Parroquial 161 9.4

Civil y Parroquial 474 27.6

Gráfica 1.- Mortalidad Valladolid-Morelia 1631-1859

Elaboración propia a partir de registro parroquial del Sagrario Metropolitano de Morelia.

Oziel Ulises Talavera Ibarra

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Total 1715 100

Hospital sólo en Registro Civil 170

Foráneos en Registro Civil 137

Foráneos en hospital 95

Elaboración propia con registros parroquial del Sagrario Metropolitano y civil de Morelia.

La difícil consolidación poblacional de la capital

Durante muchos años Valladolid tuvo como problema principal el asentamiento permanente de personas. La Corona tuvo que intervenir directamente para hacer obligatorio el traslado de seres humanos a la capital, de igual manera se tuvo que mover la sede del obispado y después los poderes políticos para que se convirtiera en la mayor concentración poblacional de Michoacán. Esta aglomeración, general a todas las ciudades, generaba mejores condiciones para la transmisión de enfermedades y epidemias; por otra parte ya se mencionó que recibieron un flujo continuo de migrantes rurales.

La ciudad de cantera ha sido durante mucho tiempo el espacio urbano más importante de Michoacán. Fue el centro urbano de mayor trascendencia política, de igual manera se concentraba el comercio, aunque dependía de su entorno rural para el abasto de alimentos y otros productos indispensables para los habitantes. El componente humano nativo y migrante generaba demandas de fuentes de trabajo, vivienda y mayor consumo. Las ciudades era un foco de atracción para los habitantes del campo, en busca de mejores condiciones de vida o de trabajo,6 sus inicios fueron difíciles.

Los orígenes se remontan al asentamiento prehispánico de Guayangareo, fue a partir de 1541 y bajo el nombre de Nueva Ciudad de Michoacán que el lugar fue obteniendo el impulso y carácter que lo definirían como el más

6 Marín, Tello Ma. Isabel, Delitos, pecados y castigos: justicia penal en Michoacán 1750-1810, México, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, Secretaría de Difusión Cultural y Extensión Universitaria, 2008, pp. 57-59.

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notable centro urbano español de Michoacán, especialmente a partir de 1580, cuando Valladolid se convirtió en sede de este importante obispado. Un suceso relevante para afianzar la ciudad fue el traslado de la sede episcopal y los poderes civiles de Pátzcuaro a Guayangareo. Estos cambios incluyeron la construcción de la catedral y el intento de concentración de mil familias indígenas.7

En el periodo entre los años 1577-1580, cuando se trasladaron los poderes civiles y eclesiásticos, se tuvo una verdadera refundación de la ciudad, que llevaría a su consolidación. La concentración humana tuvo tres protagonistas en la historia: la ciudad como pueblo de españoles, los pueblos y barrios indios y los propietarios de terrenos, generalmente españoles.8 Valladolid se fundó como ciudad de españoles, pero se hizo una congregación de indios purépechas y de otras etnias, lo que explica la existencia de barrios y pueblos extramuros de diferentes grupos étnicos.9

En 1648 el obispado tenía tres ciudades: Valladolid, Pátzcuaro y Tzintzuntzan. La primera era un sitio admirable, estaba en una loma, cercada por dos ríos de mucha agua y la mejor venía encañada hasta la plaza. Gobernaba en lo eclesiástico el obispo y provisor vicario general del obispado. En lo secular el Alcalde Mayor, pero el mayor tiempo residía en Pátzcuaro, dejaba en su lugar un teniente para estar al tanto del cabildo y regimiento. La ciudad tenía poca vecindad, no llegaban a 200 vecinos españoles, habitaban en ella muchos pobres y otra gente vaga y sin oficio, los unos atenidos a las limosnas de la catedral y conventos (que son muchas) y otros que comían de balde. Había gran cantidad

7 Paredes, Martínez Carlos y Carmen Alicia Dávila Munguía, “Sistemas de trabajo en una ciudad en construcción: Guayangareo-Valladolid, 1541-1620”, en: Carlos Paredes Martínez (director general) Arquitectura y espacio social en poblaciones purépechas de la época colonial, Morelia, UMSNH-IIH/ Universidad Keio, CIESAS, 1998, pp. 88 y 90-91.

8 Paredes, Martínez Carlos, “Valladolid y su entorno en la época colonial”, en: Carmen Alicia Dávila Munguía y Enrique Cervantes Sánchez (coords.), Desarrollo urbano de Valladolid-Morelia 1541-2001, Morelia, UMSNH, 2001, pp. 125-126.

9 Terán, Marta, “El liderazgo indio de Valladolid, la diversidad de gobiernos en los pueblos y la política indigenista borbónica (1786-1810)”, pp. 361-382. En Autoridad y gobierno indígena en Michoacán, Carlos Paredes Martínez y Marta Terán (coords.), vol. I, Zamora, El Colegio de Michoacán/ CIESAS/ INAH/ UMSNH, 2003, p. 362.

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de negros y más mulatos, y mestizos y otros champurros. Muy pocos oficiales de todos los oficios, excepto de sastres y zapateros.10

El nacimiento de la ciudad es, en síntesis, la historia del flujo y reflujo de oleadas migratorias de diversos tipos y frecuencias. La creación y consolidación de este centro urbano impactó de tal manera a la región y a la sociedad circundante que, a pesar de todos sus contratiempos políticos, finalmente Guayangareo-Valladolid creó su propio hinterland, transformando no solamente la economía local y de una amplia región geográfica.11

La historia del poblamiento de la ciudad estuvo marcada por la necesidad de sostenerse e impulsar su mantenimiento y, en momentos, su sobrevivencia. La mano de obra para las actividades productivas estuvo compuesta principalmente por los diferentes grupos indígenas que arribaban a la ciudad de forma temporal o permanentemente, así como por los esclavos negros introducidos, que servían como acompañantes o expresamente para el trabajo.12

La ciudad tenía en sus alrededores trece o catorce pueblos de indios también denominados como barrios, todos eran pequeños, y proveían a la ciudad de pan y leña, así como de mano de obra de oficiales y peones; además sembraban maíz y magueyes para pagar sus tributos.13

Uno de los problemas principales de la ciudad en sus inicios fue la falta de mano de obra indígena, pues no había asentamientos cercanos para la construcción de la ciudad. Otro elemento fue la baja demográfica del siglo XVI. Esto se intentó remediar por dos vías: el servicio de repartimiento y el trabajo de españoles empleadores para obtener mano de obra a través de una contratación libre y prolongada, de una forma más o menos coercitiva, con lo cual se conservaba al trabajador indio por un tiempo indeterminado.14

10 Yssasy, Francisco, op. cit., pp. 113-114.11 Paredes, Carlos, Sistemas …., op. cit., p. 93.12 Paredes, Carlos, Sistemas … op. cit., pp. 97-98.13 Yssasy, Francisco, op. cit., p. 116.14 Paredes, Martínez Carlos, “La difícil consolidación de la Ciudad de Valladolid”, pp. 17-29,

en: Carlos Paredes (coord.), Morelia y su historia: Primer foro sobre el centro histórico de Morelia, Morelia, UMSNH/ Coordinación de la Investigación Científica, 2001, pp. 28-29.

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A partir de 1600 se solicitó la congregación de mil indios, al año siguiente se consultó a los pueblos afectados que manifestaron su rechazo, el virrey ordenó la congregación de 800 indios y aumentó el área de pueblos tributarios a 20 leguas a la redonda.15

Una gran parte de la población española registrada como vecina era en realidad población flotante que difícilmente residía de manera permanente. La atracción de españoles al centro urbano fue una labor de convencimiento y de congregación que llevó muchos años y que hasta principios del siglo XVII rindió triunfos.16

De los pobladores se distinguían dos grupos: Aquellos que eran vecinos y vivían permanentemente en la ciudad y otros que eran una población flotante, es decir encomenderos, mineros, comerciantes que vivían en su propiedad o fuera de Valladolid la mayor parte del tiempo.17 A decir de Yssasy la situación no era fácil, pues los vecinos españoles venían en decadencia debido a las difíciles condiciones económicas y la peste que se desató entre los años de 1643-1645.18 Un elemento presente y constante fueron las epidemias con un alto costo en vidas humanas, además de la alta mortalidad, que de manera regular llevaba a la tumba a una buena cantidad de personas.

Mortalidad normal

Como ya se mencionó la mayoría de las ciudades y naciones hasta principios del siglo XX se caracterizaban por una gran mortalidad de manera normal, es decir en ausencia de epidemia dada la inexistencia de vacunas, antibióticos o la falta de atención hospitalaria y/o mejor nutrición. Esta mortalidad “normal” se caracterizó por una marcada estacionalidad a lo largo del año. En las épocas de calor y lluvias se incrementaban y se hacían presentes las enfermedades

15 Cervantes, Sánchez Enrique “Desarrollo urbano de Morelia”, en: Carmen Alicia Dávila Munguía y Enrique Cervantes Sánchez (coords.), Desarrollo urbano de Valladolid-Morelia 1541-2001, Morelia, UMSNH, 2001, pp. 31-32.

16 Paredes, Carlos, Sistemas … op. cit, p. 100.17 Paredes, Carlos, La difícil … op. cit, pp. 19-20.18 Yssasy, Francisco, op. cit., p. 191.

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gastrointestinales. Otra época difícil ha sido el invierno por los padecimientos respiratorios. El comportamiento a lo largo del año se tiene en la gráfica dos.

La mortalidad normal se cernía en los más pequeños o menores de diez años, poco más del sesenta por ciento. Los demás grupos tenían datos próximos con excepción de los mayores de sesenta años con una cifra más elevada, como se constata en el cuadro dos.

Cuadro 2.- Mortalidad por rangos de edad: 1847-1849 y 1851-1859

Rango Cantidad Porcentaje

0-9 años 8419 63.10

10-19 años 496 3.72

20-29 años 718 5.38

30-39 años 756 5.67

40-49 años 766 5.74

Gráfica 2.- Defunción estacional adultos 1631-1859

Elaboración propia a partir de registro parroquial del Sagrario Metropolitano de Morelia.

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50-59 años 737 5.52

60 años o más 1173 8.79

Sin dato 278 2.08

Total 13343 100

Elaboración propia a partir de registro parroquial del Sagrario Metropolitano de Morelia.

De los niños la mayoría de fallecidos tenían entre cero a tres años y casi el 90% de niños menores de diez años pertenecían a este subgrupo. A su vez más de un tercio fueron menores de un año. Las cifras se muestran en el cuadro tres.19

Cuadro 3.- Mortalidad infantil por rangos de edad: 1847-1849 y 1851-1859

Rango Cantidad Porcentaje

Menor a 1 año 3235 38.42

Un año 1990 23.64

Dos años 1344 15.96

Tres años 759 9.02

Cuatro años 377 4.48

Cinco años 245 2.91

Seis años 192 2.28

Siete años 133 1.58

Ocho años 96 1.14

Nueve años 48 0.57

Total 8419 100

Elaboración propia a partir de registro parroquial del Sagrario Metropolitano de Morelia.

19 Para mayor información sobre mortalidad infantil ver: Talavera, Ibarra Oziel Ulises, “Viviendo al filo de la muerte”, en: Boletín Rosa de los Vientos, número cinco, año cuatro, Morelia, Archivo Histórico Municipal de Morelia / Ayuntamiento de Morelia, 2014, pp. 31-42.

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Las personas que se atendieron en el hospital fueron casi en su totalidad adultos, como se deduce de las cifras de muertos en el cuadro cuatro, pues los fallecidos tuvieron una edad media entre los 39 y 43 años. La mayoría terminaron sus días a consecuencia de enfermedades gastrointestinales y/o algunos síntomas asociados, otras causas importantes fueron hidropesía, heridas, dolores pleurítico o tisis. Como escribió Romero en el año 1860, además de las enfermedades epidémicas que se desarrollan por lo común con mucha fuerza; las enfermedades dominantes eran tifos, fríos, disenterías y pulmonías.20 Otras provenían de los lesionados por heridas, a partir de la violencia o accidentes de trabajo. Los delitos más comunes eran de seguridad personal, que incluían lesiones y amenazas, sobre todo pendencias que llevaba a heridas simples y de gravedad. Las peleas eran comunes y surgían al calor de las copas.21

Cuadro 4.- Principales causas de muerte en el Hospital de San Juan de Dios o Nacional

Enfermedad/Año 1825 1826 1827

Disentería 36 32 16

Fiebre 46 39 19

Hidropesía 26 34 37

Diarrea 53 44 34

Heridas 19 32 33

Dolor pleurítico 18 50 35

Tisis 18 23 17

Asma 8 5 3

Fríos 7 9 1

Erisipela 6 6 3

20 Romero, José Guadalupe, Michoacán y Guanajuato en 1860: Noticias para formar la historia y la estadística del obispado de Michoacán, Agustín García Alcaraz (estudio preliminar). Colección Estudios Michoacanos: 1, Morelia, Fimax publicistas, 1972, p. 51.

21 Marín, Ma. Isabel, op. cit., pp. 196-197.

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Otras 66 29 94

Edad de los fallecidos

Edad media 39 40.8 43.6

Menores de 10 años 5 1 2

Elaboración propia a partir de AHMM, Siglo XIX, c.15b, e.10-18, 1825, c.3, e. 23 y 24, 1826 y 1827.

Al revisar los datos del Sagrario entre 1855 y 1859 se tiene diferentes causas de muerte entre niños, de cero a catorce años y los adultos, de quince años o más. Las cifras se tienen en el cuadro cinco. En los primeros se nota la fuerza de la disentería, casi un tercio de difuntos por esta causa. Después viene la viruela, una enfermedad presente durante siglos en el México colonial e independiente. Como tercera causa podemos tener las relacionadas con la muerte perinatal, en un tiempo muy corto después del nacimiento, bajo los conceptos de “alcanzo el agua” (del bautismo), “nació enfermo” y “malnacido”, posteriormente vienen otras enfermedades como fiebre, dolor, etcétera. En los adultos también la disentería cobró mayor cantidad de vidas aunque no fue tan elevado el porcentaje, la viruela desciende a un nivel inferior, por tratarse de una epidemia que afectaba a los más pequeños, también desaparecen las causas relacionadas con edades tempranas. Para los adultos la segunda en importancia fue la pulmonía, con datos menores siguieron la diarrea, la hidropesía y la fiebre. Cabe mencionar que la presencia de viruela no implicaba una epidemia, pues tenía una presencia constante y en ciertos años afectaba de manera mucho más grave a la población manifestándose como una crisis.

Cuadro 5.- Mortalidad por causa y grupo de edad: años 1855-1859

0-14 años Cantidad Porcentaje 15 años o más

Cantidad Porcentaje

Disentería 1068 32.13 Disentería 331 17.66

Viruela 326 9.81 Pulmonía 221 11.79

Fiebre 191 5.75 Diarrea 126 6.72

Dolor 185 5.57 Hidropesía 116 6.19

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Alcanzo agua 156 4.69 Fiebre 112 5.98

Tos 155 4.66 Inflamación 80 4.27

Fríos 104 3.13 Dolor 79 4.22

Nació enfermo 74 2.23 Tifo 32 1.71

Diarrea 69 2.08 Fríos 19 1.01

Pulmonía 58 1.74 Viruela 12 0.64

Inflamación 47 1.41 Tos 1 0.05

Tifo 40 1.20

Hidropesía 30 0.90

Malnacido 6 0.18

Otras 815 24.52 Otras 745 39.75

Total 3324 100.00 Total 1874 100.00

Elaboración propia a partir de registro parroquial del Sagrario Metropolitano de Morelia.

Crisis de mortalidad

La alta mortalidad normal frecuentemente se veía agravada con la llegada de epidemias como la viruela, matlazáhuatl, cólera o fiebres. Las hambrunas no llegaron a culminar en una crisis poblacional. Casi no existen menciones en archivo en tal sentido, salvo los años del Gran Hambre, cuya altísima mortalidad provino de unas “fiebres”.22 El cabildo del Ayuntamiento y el cabildo catedralicio fueron efectivos en combatir los efectos negativos por falta de granos, utilizando diversos mecanismos como el control del precio a través de la alhóndiga, la generación de empleo temporal o fomentar los cultivos bajo riego.

22 Talavera, Ibarra Oziel Ulises, “La crisis de los años 1785-1786 en Michoacán: ¿el “Gran Hambre” o las grandes epidemias?”, en Tzintzun: Revista de Estudios Históricos, México, Instituto de Investigaciones Históricas, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, enero-junio del 2015, núm. 61, pp. 83-129.

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Existe información abundante sobre las crisis del siglo XVIII, aunque con poco sustento estadístico. La centuria atestiguó un auge económico en Michoacán y el incremento fue acompañado de graves y repetidas crisis agrícolas. El evento más importante fue el matlazáhuatl de 1737, en 1761 fue una peste de viruelas que afectó a los párvulos y próximos a tributar y en 1763 llegó el matlazáhuatl que atacó a los adultos. En 1767 se presentó otra epidemia. La crisis de 1785-1786 marcó el tercer periodo de mortalidad aguda en Michoacán.23

Los efectos y los alcances de cada mortalidad se pueden medir a partir de varios parámetros, de manera fundamental la Tasa Bruta de Mortalidad (TBM) que requiere datos precisos del total de población para cada año. En la capital michoacana esta cifra tiene fuertes variaciones, aún entre años próximos, además de observaciones un tanto aventuradas, que se significan por un redondeo, con cifras cerrada en miles o en centenas.

Por ejemplo Lejarza en su conocido estudio estadístico de Michoacán, señala que Valladolid tenía una población en un padrón eclesiástico de 7,554 almas divididos en cuatro cuarteles, pero se había introducido mucha gente vaga y sin destino, por lo cual la población podía pasar de veinte mil almas. El total de población en el año 1822 era de 15,147.24

Ante esta situación se optó por medir el impacto de las crisis de mortalidad con la fórmula de Lorenzo del Panta y Massimo Livi-Bacci,25 que utiliza únicamente los datos de difuntos, identificando el impacto en tres rangos: crisis menor, crisis media y gran crisis. Para evaluar los momentos más críticos que enfrentó la sociedad se evaluó el impacto con base a los adultos, aunque en algunos casos se tomó en cuenta el total de datos, como se muestra en el cuadro seis.

23 Pastor, Rodolfo y María de los Angeles Romero Frizzi, “El crecimiento del siglo XVIII”, pp. 194- 216, en: Historia General de Michoacán, Enrique Florescano (coord.), vol. II: La colonia, Morelia, Gobierno del Estado de Michoacán/ Instituto Michoacano de Cultura, 1989, pp. 194-198.

24 Martínez de Lejarza, Juan José, Análisis estadístico de la Provincia de Michoacán en 1822, Introducción y notas de Xavier Tavera Alfaro, Estudios Michoacanos: IV, Morelia, Fimax publicistas, 1974, p.34.

25 Del Panta, Lorenzo y Massimo Livi-Bacci, “Chronology, intensity and diffusion of mortality in Italy, 1600-1850”, en: Hubert Charbonneau y André Larose (edic.), The great mortalities: methodological studies of demographic crises in the past, Liege, Ordina editions, 1979, pp. 69-81.

Oziel Ulises Talavera Ibarra

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Cuadro 6.- Crisis de mortalidad adultos, fórmula Del Panta-Livi Bacci

Años y causa Tipo de crisis

1643: Tifo Crisis menor

1646-1647: Peste Crisis menor

1659: Calentura, dolor de costado y sarampión

Crisis menor

1662: Viruela Crisis menor

1673: Crisis agrícola Crisis menor*

1692-1693: Viruela Crisis menor

1715: Fiebre y vómitos Crisis menor

1727: Viruela Crisis menor

1738: Matlazáhuatl Crisis media

1750: Epidemia y hambre Crisis menor

1762-1763: Viruela y/o tifo Crisis menor

1775: Crisis local sin identificar Crisis menor

1780: Viruela Gran crisis*

1786: Fiebres (Gran hambre) Gran crisis

1798: Viruela Crisis menor

1809: Crisis local sin identificar Crisis menor

1813-1814: Tifo (Fiebres misteriosas) Crisis media

1823: Sarampión Crisis menor

1825: Sarampión o Viruela Crisis menor*

1830: Viruela Crisis menor

1833: Cólera Crisis media

1850: Cólera Crisis media

* Población total con párvulos.

Elaboración propia a partir de registro parroquial del Sagrario Metropolitano de Morelia.

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Las principales mortalidades o Grandes Crisis se dieron entre los años 1780 y 1786. Con nivel medio estuvieron los años: 1738, 1813-1814, 1833 y 1850, siguiendo varios años como Crisis menor, cabe resaltar que algunos eventos fueron de carácter local o regional pues casi no se tienen referencias para otras partes de México, tal como ocurrió en los años: 1775 y 1809. La epidemia de matlazáhuatl de 1737-1738 que siempre se establece como la peor del siglo XVIII y quizás de la Colonia, en esta medición quedó ubicada en un nivel medio, muestra de la variación regional en su grado de afectación, intensidad, duración y época de presencia. Por otra parte, se pueden establecer epidemias de párvulos, adultos o para toda la población.

Conclusiones

Es necesario hacer un trabajo de investigación demográfica local con todos los fondos disponibles para conocer el comportamiento de la mortalidad normal y a lo largo de las crisis, en los diversos asentamientos michoacanos, incluyendo a su capital, en la medida de las posibilidades de los registros parroquiales y civiles.

La mortalidad normal de adultos y niños fue muy alta en particular para los últimos, tal como se verificó en los registros de Valladolid-Morelia, problema presente en las sociedades de antiguo régimen demográfico.

La mortalidad durante las crisis mostró una variación en términos de su impacto y duración respecto otros lugares en México. Es necesario hacer un seguimiento puntual de las crisis más importantes en la ciudad de cantera, haciendo un ejercicio comparativo con otros estudios en Michoacán o a nivel nacional.

La consolidación poblacional de Valladolid fue un proceso difícil, uno de los elementos a considerar fue la altísima mortalidad que padeció. En términos positivos la urbe siempre tuvo una fuerte llegada de migrantes, ya fuera de carácter obligatoria por orden de la Corona o de carácter personal por motivos económicos y sociales.

A pesar de tener mayores repercusiones en las diversas crisis, en comparación con otros lugares de Michoacán, Valladolid-Morelia tuvo un saldo poblacional favorable.

Oziel Ulises Talavera Ibarra

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“Un accidente”. La experiencia de la locura en el caso de Juan Antonio Carlos Correa en Valladolid

Yaminel Bernal Astorga1

I. El caso

En 1757 la viuda María Ana de Aguilar y Solórzano mostraba su preocupación ante la demencia que se le había declarado a su hijo, Juan Antonio Carlos Correa, quien venía desempeñándose como escribano

público y de cabildo, y que debido a este “accidente” se le había considerado incapaz para ejercer su oficio llevando a la familia a una situación de miseria.2

1 Archivo Histórico Municipal de Morelia2 Nota: la ortografía de nombres, lugares y citas textuales ha sido actualizada.

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La madre, por consiguiente, solicitaba que al ser tutora del demente pudiera nombrar un escribano sustituto con el propósito de que esta persona le pagara la renta del oficio. Fue así, que se nombraría a Miguel de Mafra, no obstante, tiempo después la familia manifestaría el derecho para que el trabajo de escribano lo ejerciera uno de los hermanos del demente, Juan Antonio Correa, ya que se trataba del sostén familiar y que, en su momento, había adquirido su esposo, el Coronel Luis Antonio Correa.3

Estamos frente a un caso en el que se disputa un oficio: el de escribano, pero en su desarrollo es posible identificar lo que autoridades y la propia familia entendían en relación a la locura. El contexto en el que transcurre el litigio tiene como peculiaridad la transición entre el discurso religioso que aún persistía y la emergente mirada clínica depositada en el médico. Así, el objetivo es retomar algunas de las pistas que se encuentran en el expediente para identificar cómo a través de esta condición un individuo se desdibuja hasta el punto en el que algunas leyes lo toman por muerto.

El caso llevaría varios años, y durante este período los miembros de la familia enfrentarían varias adversidades. En su momento, el fiscal Márquez de Aranda determinó declarar vacante el oficio de escribano para que fuera avaluado y puesto a remate. Sin embargo, el apoderado de la madre argumentaba que el estado de “furor” por parte de Juan Antonio Correa era ocasional, en intervalos, de tal manera que sí podía continuar en servicio. Además, retomaba la Doctrina de Oficios de Dignidad, señalando que en caso de que un “sujeto hábil y experimentado para su ejercicio, si después se hace demente, no por eso pierde el sujeto el oficio como [señalan] los doctores”.4

Ante los constantes argumentos el caso fue revalorizado. El fiscal Velarde, por su parte, enunciaba que “la demencia es una enfermedad que como otras priva al que la padece del uso de la razón” 5 y si realmente el “furor” era por momentos, entonces, debía ser tratado como otro padecimiento (fiebre u apoplejía), sin que por ello fuera incapaz. Este fiscal decidiría que no podía quedar vacante el oficio de escribano.

3 Archivo Histórico Municipal de Morelia, en adelante por sus siglas AHMM, Fondo Colonial, Ramo Hacienda, nombramientos, c. 45, e. 3, ff. 152.

4 AHMM, Fondo Colonial, op. cit., f. 51 (f-v)5 Ibid., f. 54 (v)

Yaminel Bernal Astorga

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Años más tarde, 1763, Joaquín María Ramírez de Arellano —a nombre de Diego Correa—, demandaría que Miguel de Mafra, escribano interino nombrado por el Superior Gobierno para servir dicho oficio por su hermano demente, no había cumplido con el pago de los mil pesos anuales que se comprometió a sufragar en relación al cargo que venía desempeñando desde 1757. El representante del hermano solicitaba que Mafra fuera destituido del oficio y se le otorgara a Diego Correa, quien se comprometía a cubrir tanto los gastos de su hermano demente como los del resto de la familia.

Poder ejercer el oficio de escribano era un asunto de relevancia para la familia Correa, más aún cuando Juan Antonio —enfermo desde los 25 años—había sido internado en el hospital de San Hipólito en la Ciudad de México; su estadía implicaba la cantidad de cien pesos anuales, que debían cubrirse con la renta que generaba su oficio. Sin embargo, autoridades del hospital señalaban el adeudo que tenía la madre para sufragar los gastos de su hijo en perjuicio de otros enfermos “verdaderamente pobres y destituidos de todos bienes”. Por ello, la necesidad de los Correa de ejercer el oficio (Imagen 1).

Finalmente, Juan Antonio fallecería en 1783, sumergido en la sinrazón, en la melancolía; mientras que su hermano, Diego Nicolás Correa, venía desempeñándose como escribano interino. En 1789 se volverían a revivir las peripecias del caso, cuando Diego solicitaba la titularidad del oficio, no obstante, encontraría una serie de vicisitudes ante el reclamo de las autoridades por no haber actuado seis años atrás, justo cuando su hermano había muerto. Una vez más, se procedería al avaluó del oficio, y a narrar cómo en 1757 don Juan Antonio Correa “intempestivamente cayó en demencia”.

II. Explicando el “accidente”

A mediados del siglo XVIII en la sociedad vallisoletana los padecimientos mentales serían asociados a expresiones como: desmemoriado, melancólico, furioso, demente, incluso al término: “accidente”, este último en el entendido de que las anomalías que se presentaban en la persona eran eventuales, había momentos de lucidez y otros de una aparente cordura. Si bien era claro para autoridades y familiares el trato que ameritaban los individuos “furiosos”,

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Imagen 1. Autoridades del Hospital de San Hipólito manifiestan que no se han cubierto los gastos de Juan Antonio Correa.

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también era una realidad que en Valladolid aún no se contaba con un espacio específico al cual fueran asignados los enfermos con esta clase de alteraciones.

Las personas con este “accidente” debían ser trasladadas a la Ciudad de México. El autor, Alberto del Castillo, precisa que en 1567 el hospital de San Hipólito —fundado por Bernardino Álvarez— fue concebido para varones; mientras que el espacio denominado “La Canoa” estaba destinado a las mujeres, esto como resultado de la labor realizada por el “carpintero José Sáyago, el cual compadecido de la miseria de las mujeres dementes que deambulaban por la ciudad decidió generosamente albergarlas en su propia casa en el año de 1867”.6

Como toda transgresión hacia el ordenamiento social y de salud, había un interés por designar un nombre y un lugar para aquellos individuos que parecieran contradecir la razón de los demás. Fue así que emergió la figura del “loco” y con ello un lugar especializado no sólo para su reclusión, sino también para atender la anomalía. Se trata de una presencia necesaria, después de todo. Así lo analiza Michel Foucault, como un reflejo que se produce cada vez que un individuo afirma su normalidad desde la sinrazón del otro; “sin el loco, la razón se vería privada de su realidad, sería monotonía vacía, aburrimiento de sí misma, animal desierto que presentaría su propia contradicción”.7 Es, pues, desde la figura del loco que la razón confiere el lugar de quienes serán nombrados y reconocidos como sujetos normales.

En este proceso emerge un elemento clave: el médico, sujeto con la capacidad de certificar, de legitimar el lugar y la condición que un individuo tiene en la sociedad. Con facultad de aprobar y desaprobar, así como establecer las condiciones de las que debe ser objeto, injerencia que en este caso le atribuía el Real Protomedicato. En lo que respecta a Juan Antonio, los médicos describían que en su proceso de afección se le reconocía notablemente lo “oblivioso y diminuto de razón”, sumado a los “ademanes, discordancia al razonar y otros, fueron indicando la falta de juicio hasta el extremo de declararse demente y a

6 Del Castillo, Troncoso Alberto, “Locura e inquisición. El caso de Josefa de Apelo (1768-1785)”, en: Quezada, Noemí, Rodríguez Martha (edits.), Inquisición novohispana, México, UNAM, IIA, UAP, 2000, p. 351.

7 Foucault, Michel, Historia de la locura, Tomo II, México, Fondo de Cultura Económica, 2002, p. 11.

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ratos furioso, [lo] que precisaba [el] contenerlo, el aprisionarlo”.8 Por su parte, el médico Sebastián Antonio de Carta consideraba a partir de sus observaciones que, en efecto, las acciones y demostraciones de don Juan Correa eran las de alguien “trascordado y fuera de juicio”, pese a las medicinas y diligencias que le habían dado. También, el médico Juan Cuadros de León certificaba que Correa estaba “demente y totalmente loco”.

Hasta este punto, los médicos no señalan ningún nivel de agresividad. No hay una preocupación para que interactúe con la familia o el resto de las personas, no hay pistas —en el discurso— de que la locura de Correa representara un peligro para las personas. En cambio, lo que sí cobra visibilidad en el médico es la construcción de un sujeto que ante su desvinculación en el modo de pensar y actuar se volvía diferente, lo separaba del resto comprendido en la ciudadanía. De hecho, el fiscal Velarde es contundente cuando señalaba que “si en algunos casos las leyes los tienen por muertos para los actos civiles, se ha de entender, que deben reputarse por tales, mientras dura el furor”. Con ello el “loco” quedaba desvinculado como parte de la sociedad, se le concebía como sujeto pasivo al que valía más invisibilizar, sobre todo, cuando no tenía conciencia de sí mismo. Seguramente, este enfoque se basaba en lo establecido por las Siete Partidas, pues en éstas se le otorga “la impunidad […] respecto a algunos delitos concretos, debido a que ignora lo que hace”.9 Por ello, no podían culparlo de homicidio ni robo, había mecanismos para proteger sus bienes, y si su condición era permanente no podía casarse.

La locura terminada por volver a todos diferentes. Representaba un reto para la familia, las autoridades y los médicos, quienes trataban de identificar los mecanismos para atender el padecimiento, más aún para explicarlo. Diego Correa, hermano del afectado, en algún momento describe el deterioro del cuerpo y del modo de ser de Juan Antonio, como si se tratase de alguien más, alguien ajeno a lo que era antes. La enfermedad lo tenía sujeto a un mundo sin esperanza, era un:

8 AHMM, Fondo Colonial, Ramo Hacienda, nombramientos, c. 45, e. 3, f. 7 (f-v)9 Ortuño, Sánchez-Pedreño José María, “Tratamiento jurídico de la enfermedad en las

partidas”, en: GLOSSAE, Revista de Historia del Derecho Europeo 3, Instituto de Derecho Común, Universidad de Murcia, 1992.

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[…] loco incontestable, silencioso de los más confusos a el paso que poseído de un furor que le hace prorrumpir en acciones desatinadas, viviendo por lo regular aprisionado y tan envejecido en esta dolencia, como lleva cerca de quince años sin esperanza, no digo de restablecimiento ni de un moderado alivio […] la melancolía hipocondríaca y frenesí de que está enteramente poseído, de suerte que con sólo ver su exterior (que parece un etíope adusto) se conocerá la gravedad del incurable mal que le oprime.10

Poco a poco, las prácticas hacia los dementes tendrían otros matices. Cada vez más fue cobrando fuerza el hecho de que debían ocupar su lugar, uno alejado y diferenciado de los normales, incluso de otros transgresores. Esta situación llevaría a las autoridades de la Ciudad de México en 1793 a establecer la prohibición de:

[…] la fiesta popular que se llevaba a cabo todos los años en el día de los Santos Inocentes, con motivo del cual, la comunidad visitaba a los locos en el hospital de San Hipólito. Los locos no debían convivir con los cuerdos, y entre ambos se erigían no sólo las murallas del hospital, sino las barreras no menos sólidas de las nuevas costumbres que terminarían por imponer una nueva mentalidad.11

Entretanto,12 otros enfermos procedentes de Valladolid llegarían a San Hipólito: Juan Salto, cuya atención sería sufragada por el Ayuntamiento mediante ocho pesos mensuales; Pedro Larreategui, quien una vez que saliera del hospital y regresara a Valladolid la gente se sentiría temerosa porque se decía que había matado a uno de sus sirvientes; Mariano Garibay, había estado encarcelado como medida de seguridad por haber dado muerte a su madre en Zinapécuaro; y también estarían los dos hijos de Luis Carrillo. Cabe mencionar, que en este período la prisión funcionaba como un mecanismo de control para los estados de sinrazón; era un tanto frecuente que aquellos que no pudieran ser trasladados

10 AHMM, Fondo Colonial, Ramo Hacienda, nombramientos, c. 45, e. 14, f. 21 (f-v)11 Del Castillo, op. cit., p. 350.12 Véase: AHMM, Fondo Libros Manuscritos, l. n. 126, segunda numeración, Actas de Cabildo,

Morelia, 1865, f. 36 (v), 109 y 114. También: Fondo Independiente I, c. 13, e.13, 1838; c.18, e.10, 1836; c.79, e.4 c), 1857.

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a la Ciudad de México fueran recluidos en las cárceles.13 Transcurrirán algunos años más para que en Morelia se determinara que los sujetos dementes ya no fueran enviados a estos espacios.14

Poco a poco, “la locura se va entretejiendo en la perspectiva clínica, se va concibiendo como objeto de la mirada del médico y con ello el espacio correspondiente: el hospital”.15 La vigilancia dejaría de ejercerla el celador para asumirla el médico, mirada que construye y que, ante el asombro de la falta del modelo ideal de salud, se conduce hacia la experiencia clínica. Posee “una estructura plurisensorial. Mirada que toca, oye y, además no por esencia o necesidad, ve”.16 La observancia, como el resto de los sentidos, es extensión de ellos mismos que participan en el reconocimiento clínico y cotidiano del sujeto; sin embargo, no basta con mirar, se debe pronunciar, levantar la voz y declarar: “es un loco”.

Este nuevo entendimiento conduciría al cierre del hospital de San Hipólito para dar paso a un proyecto que, señala Cristina Rivera, llevaría cerca de 24 años en concretar. En 1910 el psiquiátrico de la Ciudad de México denominado: La Castañeda, sería el espacio por excelencia en la atención de los dementes; “representaba, casi a la perfección, un propósito modernizador que daba énfasis a la producción de conocimiento científico y a la reproducción de las jerarquías sociales existentes”.17 Entretanto, será a mediados del siglo XX cuando en la ciudad de Morelia se establezca la primera Granja para Enfermos Mentales, esto como resultado de la labor del médico Ponciano Tenorio Montes, quien

13 Si bien, el caso de Juan Antonio Correa no se entendía en el discurso médico como un sujeto peligroso, también habría que tener presente los casos en los que ciertos sujetos “furiosos” sí realizaron acciones que generaron miedo entre la población; por ello, el hecho de que el “loco”, finalmente fuera considerado como anormal y peligroso.

14 Véase: AHMM, Fondo Independiente I, c. 86, e. 10, 1859. 15 Bernal, Astorga Yaminel, “Los hombres perdidos. Las transgresión social en la primera mitad

del siglo XIX en Valladolid-Morelia”, en: Gutiérrez, López Miguel Ángel, y Bernal, Astorga Yaminel (coords.), Valladolid-Morelia, escenarios cambiantes. Siglos XVIII-XX, Michoacán, AHMM /Cuerpo Académico de Historia de México, CA-48, Facultad de Historia, 2014, p. 88.

16 Foucault, Michel, El nacimiento de la clínica. Una arqueología de la mirada médica, México, Siglo XXI, 2001, p. 233.

17 Rivera, Garza Cristina, La Castañeda. Narrativas dolientes desde el Manicomio General. México, 1910-1930, México, TusQuets, 2010, p. 25.

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además sería uno de los iniciadores en integrar la psiquiatría en el proceso de formación de los médicos.18 Es así, como el loco continuaría siendo objeto de estudio y de vigilancia; afirmando desde otro lugar el estado de razón de aquellos considerados normales. Será entendido como transgresor porque su existencia cuestiona la realidad, esa que llevaría al señor “Z”19 en una noche de jueves en el Zócalo de la Ciudad de México en 1888 a enunciar: “¿quién ha permito —dijo a los gendarmes con aire de dignidad— traspasar el límite de mi vida privada?”20

18 Campo-Farfán, César, “Ponciano Tenorio Montes (1912-1963): pionero de la psiquiatría en Michoacán y fundador del hospital psiquiátrico de Morelia”, en: Tzintzun, Revista de Estudios Históricos, número 46, julio-diciembre de 2007, pp. 89-128.

19 Así llamado en las noticias y reconocido como un loco que había escapado de la vigilancia de la familia para dormir desnudo en una banca del Zócalo. AHMM, Hemeroteca, Gaceta Oficial del Estado, 1888.

20 Ibid.

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El Paseo de las Lechugas, desazolvación del río Grande y disecación de los pantanos.

Morelia en la última década del siglo XIX

Magali Zavala García1

El presente artículo tiene por objeto describir el proyecto del Paseo de las Lechugas, cuyo programa no sólo recrearía un espacio para la convivencia; sino también, pretendió cesar los problemas palúdicos

provocados por las aguas estancadas al norte de la ciudad con la desazolvación del río Grande. Al mismo tiempo, se explora la dimensión socio-económica que tuvo dicha iniciativa. Ello implica, reconocer el proceso que llevaron las autoridades gubernativas y del grupo de ingenieros, quienes durante las dos últimas décadas del siglo XIX reforzaron los métodos hidráulicos en Morelia.

1 Archivo Histórico Municipal de Morelia, correo: [email protected]

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Cabe mencionar que, a partir de 1880 surgió una nueva regulación hidráulica en varias latitudes de la República Mexicana como parte del programa federal para impulsar el desarrollo del campo. Esta política centralizó el poder en las autoridades federales; claro, apoyándose en la innovación tecnológica de la explotación del agua y la tierra. La intención era mejorar el sistema de producción agrícola disminuyendo los costos para obtener mayores ganancias, en este sentido fue fundamental afinar un proyecto agrícola hidráulico e industrial.2

Dentro de esa efervescencia “moderna”, la capital michoacana fue escenario de cuanto avance tecnológico ingresó al estado, el cual se reflejó con el fomento económico a establecimientos fabriles como los textiles La Paz y La Unión, manufactureras de aguardiente, cerillos, jabón, tabacos, cerveza; hornos de cal, molinos de harina de trigo, aceite, así como la azucarera, la tabacalera, la papelera, la química, la alimentaria y de bebidas; de igual manera, la industria artesanal. Al mismo tiempo, llegaron buenos momentos para la producción de algodón, añil, arroz, ajonjolí, café, caña de azúcar, cebada, fríjol, garbanzo, haba, maíz, papa, trigo y varias clases de verduras.3

No sólo se impulsó el desarrollo tecnológico y fabril, sino también dentro de las políticas de Díaz, se embellecieron algunos espacios públicos. En este tenor se restauraron varios edificios, se empedraron y se embanquetaron las calles más concurridas; se construyeron plazas y jardines; se repararon las alcantarillas, se sanearon las cañerías; se introdujeron el tranvía urbano, el alumbrado público, el teléfono y el telégrafo.4 Conjuntamente, se intensificaron varios eventos artísticos, muchos de ellos promovidos por compañías de zarzuela, títeres y circos, así como del cinematógrafo.

2 Bautista, García Cecilia Adriana, “Un proyecto agrícola-industrial en el Río Atoyac: el obispo Gillow y la Hacienda de Chautla, Puebla (1877-1914)”, en: Tzintzun, Revista de Estudios Históricos, nº. 38, julio-diciembre, 2003, pp. 135-160.

3 Romero, Sotelo María Eugenia, La industria mexicana y su historia. Siglos XVIII, XIX y XXX, México, UNAM/Facultad de Economía, 1997. Uribe, Salas José Alfredo, Morelia: los pasos a la modernidad, Morelia, UMSNH, 1993, p. 171. Guzmán, Ávila José Napoleón, Michoacán y la inversión extranjera 1880-1911, Colección Historia Nuestra 3, Morelia, UMSNH, 1982, pp. 156-180.

4 Véase: Uribe, Salas José Alfredo, op., cit., p. 10. Sánchez, Díaz Gerardo, (coord.) Pueblos, villas y ciudades durante el porfiriato, Morelia, UMSNH/ Instituto de Investigaciones Históricas, 1993. Tavera, Alfaro Xavier, Morelia en la época de la República Restaurada, (1867-1876), Morelia, Instituto Michoacano de Cultura/ El Colegio de Michoacán, 2 Volúmenes, 1982.

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Bajo ese panorama, se concebía una ciudad innovadora, moderna y progresista. Poco a poco, la capital creció al ritmo del progreso porfiriano, se construyeron las primeras viviendas en las colonias: Ventura Puente, la Juárez y Vasco de Quiroga, aproximadamente en 1903.5 Como resultado de ello, los límites urbanos se recorrieron cada vez más hacia la periferia y la ciudad de cuatro cuarteles creció a seis; estos dos últimos, correspondieron a los barrios de San Juan y de Guadalupe ubicados al Noreste.

Al mismo tiempo, se incrementaron las actividades de recreo en varios espacios públicos como el Paseo de San Pedro, situado al oriente de la ciudad, considerado uno de los de mayor arraigo social de la época; también la Calzada de Guadalupe, adornada con abundantes fresnos; el jardín de los Mártires, que poseía amplias banquetas y un kiosco; el Paseo del Parque Juárez ubicado al Sur y el jardín de La Paz.6

De igual manera, el Paseo a Santa María y por supuesto, el que ahora nos ocupa el de las Lechugas ubicado al Norte de Morelia y cerca de la actual plazuela de las Rosas. Lo llamaron así porque era un lugar propicio para el cultivo de hortalizas, especialmente lechugas. Fue construido por iniciativa del gobierno michoacano, antiguamente eran llanos cubiertos por una capa pantanosa, que en época de lluvias las aguas negras llegaban a las primeras casas del cuartel 2° (hoy entre las Avenidas Nocupétaro y Guadalupe Victoria). Así, año con año Morelia sufría de las emanaciones deletéreas de los pantanos, al respecto, el gobierno michoacano expresaba que era preciso terminar con ese foco de infección; considerado un cultivo para la tifoidea, tifo, paludismo, escarlatina, difteria, diarrea y fiebre, entre otras.

Las autoridades gubernativas emprendieron el proyecto de disecación de los pantanos, nombraron al ingeniero civil y arquitecto Gustavo Roth. Cabe

5 De Jesús, Torres Mariano, Diccionario histórico, geográfico, estadístico, botánico, mineralógico y zoológico de Michoacán, Morelia, Imprenta del autor, 1905, 1915, tomo I, pp. 426 y 427. Véase: Alba, Francisco, “Cambios demográficos y el fin del porfiriato”, en: El poblamiento de México. Una visión histórico demográfica. México en el siglo XIX, México, Secretaría de Gobernación/Consejo Nacional de población, 1993, tres tomos, vol. 3, pp. 149-165.

6 Cortés, Zavala María Teresa, “Morelia en el siglo XIX, sociedad, arte y cultura” en Paredes, Martínez Carlos (Coordinador), Morelia y su Historia. Primer foro sobre el centro histórico de Morelia, Morelia, UMSNH/Coordinación de la Investigación Científica, 2001, p. 90.

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mencionar que, el ingenio se destacó por su propuesta en el proyecto de 1882, en donde pretendió mejorar el abasto de agua en la ciudad, propuso la recolección, entubamiento, filtración y reparto de agua mediante una tubería de fierro, pero no pudo concretizarlo porque la iniciativa se le otorgó al ingeniero Porfirio Díaz, hijo del presidente de la República de aquel momento; quizá por falta de presupuesto, la obra quedó suspendida en el gobierno de Aristeo Mercado. Pero, al poco tiempo, el filántropo arzobispo Atenógenes Silva le dio continuidad y al comenzar el siglo XX, el proyecto quedó en manos del ingeniero norteamericano John Lee Stark, de cara al progreso, el extranjero instaló al oriente de la ciudad una planta filtradora de agua para abastecer a los morelianos.7

Respecto al ingeniero Roth, las autoridades gubernativas lo nombraron perito y encargado de investigar las causas del estancamiento de las aguas. A partir de ese momento él tuvo el compromiso de proponer un medio eficaz para disecar los pantanos; pero también, ofrecer un espacio propio para el Paseo de las Lechugas.

Después de algunas consideraciones y varios análisis, Roth presentó su iniciativa y la Comisión para la Disecación de los Terrenos al norte y poniente de la ciudad de Morelia lo aprobó.8 El ingeniero diseñó tres croquis, señaló que Morelia tenía algunas zonas vulnerables, sobre todo en la parte más baja, cuyos espacios en época de lluvias se veían afectados por los crecientes desbordamientos de los ríos Grande y Chiquito.

Para atender el problema, convino iniciar por el Sur de la ciudad, es decir, por las Calzadas de Catherina (Hoy Calzada Juárez y cruce con el Río Chiquito) y Chicacuáro (Calzada Madero). A pesar de que el río Chiquito estuvo divido en dos partes: río en Medio y el que pasaba por el Molino de Parras, ambos conectados al río Grande, constantemente rebasaba el nivel de la zanja hasta

7 Juárez, Nieto Carlos, “Sanidad y política en el abasto de agua en Morelia, 1900-1910”, en: Ávila, García Patricia (edit.), Agua, cultura y sociedad en México, México, COLMICH/ Instituto Mexicano de Tecnología del Agua, 2002, pp. 149-156. Para 1887 en el marco de las conmemoraciones del 15 de septiembre, en el Colegio de San Nicolás de Hidalgo se colocó la figura en bronce de Miguel Hidalgo a cargo del escultor Primitivo Miranda y el pedestal hecho por el ingeniero Gustavo Roth.

8 AHMM, Fondo Independiente I, c. 144 B, e. 24 K, 1882; c. 147, e. 1 B, 1886.

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inundar dichas Garitas. Aunado a ello, los cauces tan estrechos y las condiciones deplorables del río Chiquito desbordaban el agua formando una pequeña presa, ésta solía abastecer al Molino de Parras; entonces cerrar esa toma representaría un inconveniente para la producción agrícola y ganadera de esa zona. El ingeniero Roth propuso hacer una nueva toma para el Molino y cancelar la antigua salida. (Ver el croquis I y al final del trabajo el plano de Morelia).

Croquis I

Fuente: Archivo Histórico Municipal de Morelia, en adelante por sus siglas AHMM, Fondo Independiente I, c. 147, e. 1 B, 1886. En el extremo inferior derecho, en el círculo se aprecia la Garita Sur y la Calzada de Catherina donde inició el proyecto hidráulico. Luego continuó en la de Chicacuáro.

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Una vez resuelta la toma de agua en el Molino de Parras, el siguiente paso fue atender la infraestructura del río Grande, que pasaba por la Calzada de Chicacuár o (En el croquis I, en el centro se observa un círculo señalando el lugar). Las condiciones del cauce no eran favorables, a pesar de que contó con dos ojos conocidos como de los Tres Puentes (Ver el croquis I, letra B), pues sólo funcionaba uno de ellos; por tanto, se prosiguió a disecar también los terrenos de la Calzada.

El siguiente punto fue la Garita Norte, a un costado de la antigua vía del ferrocarril de la ciudad (Hoy Avenida Nocupétaro), los trabajos requirieron de la abertura de zanjones que corrieron lo largo del Cementerio de los Urdiales, de los terrenos destinados para el Paseo de las Lechugas hasta llegar a la Calzada de Santiaguito. También pasaron por la presa Hacienda Vieja (Terrenos de la Hacienda de la Soledad), que suministraba el riego de unos pequeños campos de maíz en dirección a la loma de Santiaguito y a la Hacienda de Atapaneo (En el croquis II se muestra con la letra C).

Croquis II

Fuente: AHMM, Fondo Independiente I, c. 147 A, e. 1 B, 1886. Con la letra C se marcó la zanja.

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Después de la apertura de las zanjas, mejoraron el sistema de drenaje, habilitaron algunas alcantarillas; también, extendieron los canales de los ríos, forestaron árboles y modificaron presas. Pero no fue suficiente para cesar las inundaciones, al respecto el ingeniero Roth expuso que, para evitar futuros desbordamientos se debía reparar el cauce de la Calzada de Chicacuáro a la Hacienda de Atapaneo porque del río Grande de aquella zona se encontraba en malas condiciones justo en la Huerta del Tehocote y en la Presa del Gusano (Vea croquis III).

Atender el problema hidráulico de la ciudad a partir de Atapaneo, representaría un desajuste en el sistema económico; no sólo para la Hacienda, sino para el resto del Estado, pues desde la época colonial al construirse el molino, la Hacienda se convirtió en uno de los centros productores agropecuarios más importantes de Michoacán; así, durante el virreinato, logró incrementarse el desarrollo en el trabajo del campo; así como de la industria textil (obrajes y huertas). Y para el funcionamiento del molino era necesario el cauce del río Grande, pues gracias a la fuerza del caudal, éste pudo mover las piedras circulares para moler trigo, maíz, arroz y otros cereales.

Durante los siguientes años, la familia Cisneros Guillen dueños de la Hacienda, abastecieron de productos agrícolas y ganaderos al Estado, pero al trascurrir el tiempo, las nuevas generaciones no lograron mantener en óptimas condiciones dicho centro ganadero, por lo que, poco a poco comenzó a decaer. Ya para las últimas décadas del siglo XIX, el visionario comerciante, hacendado, minero y prestamista, Manuel María Solórzano, adquirió la Hacienda e introdujo el sistema hidráulico para intensificar el desarrollo económico;9 igualmente, gestionó el paso del ferrocarril por sus terrenos y nuevamente colocó a Atapaneo como uno de los productores agrícolas y ganaderos más importantes en Michoacán. Al fallecer el empresario en 1902 dejó sus bienes a su esposa Rosa Solórzano, quien al año siguiente los vendió a la Sociedad Comercial “Eduardo Santoyo Hermanos”.10

9 También adquirió las Haciendas de Puruarán, Cahulote ubicadas en Tacámbaro. González, Morales Fidel, Historia de Atapaneo, vivir para contarla, Morelia, Ediciones Michoacanas, 2011, p. 66.

10 Ibid., 75.

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Croquis III

Fuente: AHMM, Fondo Independiente II, c. 147 A, e. 1 B, 1886

Entonces, redireccionar el cauce del río implicaría disminuir la fuerza del caudal y con ello, se reduciría la producción ganadera y agrícola de la Hacienda. Justo en este proceso surgen varias dudas, que conforme a nuestros avances en la investigación, aún no nos permite ofrecer una hipótesis sustentable, sólo dejamos las interrogantes para reflexionar.

Para las últimas décadas del siglo XIX, la iniciativa gubernamental de Díaz fue implementar la industria y la tecnología en aras de mejorar el desarrollo económico, todo ello, favoreció a los inversionistas tanto nacionales como extranjeros, lo que se observó en las principales ciudades de la República, y una de ellas fue Morelia. Pero no todos los inversionistas serían apoyados por las políticas de Díaz, porque el progresista Manuel María Solórzano al colocar nuevamente a la Hacienda de Atapaneo como uno de los principales centros productivos agrícolas en el estado, enfrentó las vicisitudes hidráulicas propias de la ciudad. Entonces, ¿por qué la iniciativa del gobierno pretendió atender el proyecto hidráulico de Morelia desde Atapaneo?, ¿quizá la disecación de los

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pantanos fue un buen pretexto para restar poder a la Hacienda?, ¿el objetivo del gobierno sería mantener el control del agua y de la tierra matizado con el bienestar social?

Después de un largo trabajo hidráulico, las autoridades del Ayuntamiento emprendieron el programa de deslinde territorial al norte de la ciudad, a pesar del nombramiento de responsables para la demarcación, el proceso de legitimidad de los títulos de propiedad representó un largo trabajo. Para certificar los terrenos fue necesario de la intervención del gobierno del Estado, quien comenzó con la circunscripción territorial al norte de la ciudad; se hizo una lista especificando el nombre de cada uno de los dueños y la extensión de la propiedad. El resultado arrojó 43 lotes pertenecientes a 14 personas. Así, a Pedro Cortes Rivera le correspondieron 18; Antonio Huerta, dos; Antonio Guzman, uno; Fermin Guillen, dos; Eziquio Torres, uno; Melquiades Carrasco, tres; Candelaria Chavez, uno; Manuel Lozano, cinco; Pudenciana Fernandez, dos; Yganacio Medina, uno; las señoras Guevara, dos; Antonio Lopez, uno; José M. Troncoso, tres y Pilar Paredes, uno.11

Con el reconocimiento de los terrenos recién disecados, el proyecto del Paseo enfrentó una nueva rémora, pues una sección del llano era propiedad privada; sin embargo, el programa no se detuvo y el Ayuntamiento convino negociaciones de compra-venta con los dueños, una vez establecidos los acuerdos se levantó un canal de deslinde.12 Inmediatamente, el tesorero municipal recaudó 2 mil 772 pesos por concepto de uso de agua del río Grande, cuya cantidad se utilizó para limpiar el mismo cauce.

Al respecto, en la prensa local se escribían las primeras publicaciones relativas a la iniciativa municipal sobre el Paseo, diciendo: al Norte de la ciudad se admira un hermoso panorama cubierto por una bóveda azul, tapizada por alfombras rosas y con un suave aroma a flores.

Comienza una era de prosperidad, de bienestar moral, tranquilidad pública. Brota la alegría en los semblantes de los morelianos. Con las obras públicas

11 AHMM, Fondo Libros Manuscritos, quinta numeración, L.N. 305, Libro de Secretaría, e. 76, 1890. Fondo Independiente I, c. 151B, e. 86 E, 1888. Se respetó la ortografía del documento.

12 AHMM, Fondo Libros Manuscritos, quinta numeración, L.N. 305, Libro de Secretaría, e. 76, 1890.

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Morelia, parece un lugar destinado al goce y recreo, es visitada por el viajero, se admira a la naturaleza por sus fértiles campos, los edificios y al recorrer los jardines, se admira también las dotes artísticas, por la noche las luces de la catedral iluminan a la ciudad.13

Para formalizar el cumplimiento de la obra, las autoridades municipales y estatales se reunieron en la Sala Capitular para otorgar unas medallas de oro a los responsables de tal majestuoso proceso hidráulico. Así, el director científico de la obra del río Grande Teniente Coronel de Ingenieros, Manuel Rivera, entregó la obra al gobernador, donde informó que para cumplir con el cometido realizó un estudio del caudal y la velocidad del río desde las haciendas de la Huerta hasta la Soledad (cinco de febrero de 1891).

Bajo estas consideraciones Manuel Rivera coincidió con Roth al explicar que, para la disecación se atendió en dos secciones, la primera: se construyó un bordo de 322 metros de extensión con doble hilera de estacas, éstas de tres metros 50 centímetros; al mismo tiempo se amplió el cauce de las curvas para cesar los cambios bruscos en dirección de la zona baja de la ciudad, porque el río Grande, justo en ese sitio extenso conocido como Ciénega de Santa Anita, ubicada al Norte de la Calzada de Tres Puentes originaba derrames de las aguas pluviales en épocas de lluvias.

También, se reforzaron las estacas más débiles, se quitaron algunos árboles, presas de madera, de piedra y permanentes de cal, así como de cantería. Una de éstas últimas fue la del Gusano, porque conservaba una forma trasversal y frenaba el tránsito del agua14 (Vea el croquis III). El problema se resolvió utilizando la tecnología —cartuchos de dinamita—; el cauce se desvió a la presa del Ladrón, en donde se incluyó la primera sección.

En la segunda, con los constantes derrames de aguas pluviales de la ciudad y el desagüe de las fuentes públicas ubicada de Norte a Sur, continuamente terminaban en la zanja que corría de oriente a poniente. Este caudal no tenía la capacidad, ni la pendiente para darle salida al cauce; por tanto, terminaba

13 Gaceta Oficial del Gobierno del Estado de Michoacán de Ocampo, en adelante por sus siglas GOGEMO, año V, núm. 472, Morelia, 1890. p. 1, Del mismo periódico, año V, núm., 484, 1890, p. 1; año VI, núm., 530, 1891, p. 1.

14 GOGEMO, año V, núm. 472, Morelia, 1890. p. 1.

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desbordándose sobre la línea del ferrocarril en dirección a los terrenos de las Lechugas, para disecar los pantanos se prolongó una zanja hasta el rancho del Toro. De inmediato se cubrió una extensión de más de 6,000 metros cuadrados, abrazando gran parte de los terrenos frente a la estación del ferrocarril, hasta la garita norte. La desazolvación y la desecación de los pantanos al norte de la ciudad, representó un largo trabajo hidráulico, cuyo esfuerzo ascendió a 17 mil 881 pesos, como se desglosa a continuación:

Metros cúbicos de terraplenamiento

Río Grande 140,000

Atapaneo, río 6,000

Suma 146,00

Metros cúbicos de excavación

Río Grande 140,000

Atapaneo, río 20,000

Zanja, Molino 4,298

Id. Ciudad 45,449

Suma 209,738

Los gastos erogados

Para herramienta $152.19

Para la zanja del molino de Atapaneo $ 602.52

Reparación en la sangría que hicieron al río $ 513.80

Instalación de tres presas para sacar el río del cauce $ 450.00

Destrucción de la presa del Gusano $ 39.38

Composturas de una alcantarilla del ferrocarril $ 18.32

Desmontar el cauce del río e instalación de estancas en los bordes

$ 300.00

Gastado en la obra de excavación y terraplenamiento de los ríos Grande y Chico

$15,805.07

Total 17, 881.18

Fuente: GOGEMO, año VI, núm. 530, Morelia, 1891, p. 1

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Al concluir la obra, el gobierno michoacano invitó al pueblo en general a participar en la inauguración del Paseo de las Lechugas, de acuerdo a los registros de la época llegaron alrededor de 12 mil personas. A la orilla del río Grande se levantaron gradas para la élite de la ciudad; por supuesto, en la primera fila se ubicaron las madrinas del evento: María Jiménez, Soledad Román, María Patiño, María Iturbide, Ana Sámano, Josefina Ramírez, María de Estrada y María Ojeda Verduzco.15 Todos deleitándose con el programa y de fondo el Himno Nacional precedido por la Banda Militar.

Por la tarde, las mujeres comenzaban la venta de platillos típicos de la localidad como enchiladas y pozole; café y chinguirito. Mientras los visitantes saboreaban su comida, las bandas musicales armonizaban el ambiente, dando ritmo melódico los domingos, martes y jueves; así como los días de fiesta nacional.

Lamentablemente en junio de 1891, debido a las constantes lluvias que sufrió la ciudad y a pesar del proyecto hidráulico para la desazolvación y disecación, nuevamente la parte más baja de la capital se vio afectada con el problema añejo —las inundaciones—, pues el nivel de las aguas rebasaron el terraplén de la vía férrea, lo cual, dañó gran parte del Paseo de las Lechugas. Al respecto, la presidencia municipal preocupada por los daños, mandó unas cuadrillas de trabajadores y algunos presos para atender el problema, pero no fue suficiente.16

Conforme a nuestras pesquisas, durante los siguientes dos años no se registraron mejoras en el Paseo, fue el 16 de julio de 1893 cuando la Secretaría de Fomento propuso la plantación de árboles, al programa lo llamaron Día de los Árboles. La iniciativa se llevó acabo en el Paseo de las Lechugas, en donde participaron jefes de manzana y vecinos de esa zona; al mismo tiempo, se invitó a los alumnos del Colegio de San Nicolás, a los del Seminario y a las escuelas de Artes. En éste mismo tenor, se incluyeron al 8º Regimiento, a oficinas Federales, así como Cuerpos del Estado. De igual manera, a los jefes de casas de comercio, entre ellos, la fábrica de mantas La Paz. Finalmente, tanto gobierno estatal

15 Conforme a nuestras investigaciones y a los apellidos de las madrinas, eran las esposas y/o familiares del pequeño círculo político en Michoacán.

16 GOGEMO, año VI, núm. 530, Morelia, 1891, p. 1.

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como municipal promovieron el evento para sensibilizar a los morelianos sobre necesidad de replantar árboles en los espacios públicos, quedando el programa como se lee a continuación:

Domingo 16 de julio. 1. A las tres se situará la música del primer Batallón del Estado frente al Portal Hidalgo. 2. En el mismo portal serán recibidas por el Ayuntamiento, las comisiones de todos los gremios invitados. 3. Reunida la comitiva, una comisión de su seno, nombrada por el Presidente Municipal, pasará a la casa del Gobernador, a invitarlos para que se sirva presidir la fiesta. 4. A las 4 pm. el Primer Magistrado del Estado, desfilará la Comitiva hacia el antiguo Paseo de las Lechugas, donde se hará la plantación. 5. En este lugar permanecerá la música referida hasta las 6:30 pm.17

Al terminar la celebración se plantaron 73 fresnos, 33 cedros, 22 truenos, 141 sauces, 71 eucaliptos, un naranjo, un paraíso y un granado de china. A pesar de las mejoras implementadas por el Ayuntamiento, la parte norte de la ciudad continuaba con problemas, pues en 1894, el paseo tuvo algunas reparaciones porque la municipalidad informaba a los morelianos que era necesario mantener despejada la zona de animales de pelo como: cerdos, borregos y aves, ya que representaban un obstáculo en las reparaciones del lugar.18

A manera de conclusión, a lo largo del porfiriato no sólo en la capital michoacana, sino en el resto del país surgieron políticas hidráulicas, cuyos modelos estuvieron influenciados con las innovaciones de otras ciudades como Chicago, Nueva York, París, Londres, en otras. Este desarrollo posibilitó el auge de obras de saneamiento moderno, mismo que pretendieron subsanar problemas sociales y económicos.

Para el caso concreto del Paseo de las Lechugas y la desasolvación del río Grande, estuvo asociado con el proceso de urbanización y de la infraestructura moderna; es decir, del “orden, paz y progreso” que se pretendía arribar durante el porfiriato.

17 AHMM, Fondo Libros Manuscritos, quinta numeración, L.N. 316, Libro de Secretaría, e. 132, 1893.

18 AHMM, Fondo Libros Manuscritos, quinta numeración, L.N. 321, Libro de Secretaría, e. 146, 1894.

Magali Zavala García

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Imagen I. Nevada de 1919

Archivo Particular de Omar Guajardo. A la derecha el Paseo de las Lechugas y enfrente el Panteón de los Urdiales, al fondo en la hilera de árboles se ubicó el río.

Imagen II. Paseo de las Lechugas

Archivo Particular de Omar Guajardo, fotografía de Roberto Zavala Pérez, la calle en pendiente corresponde a la acutual Héroes de Nacozari, el Paseo llegaba hasta donde ésta la milpa.

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En este sentido, se buscó trazar una ciudad próspera para que los empresarios tanto nacionales como extranjeros invirtieran sus capitales, la iniciativa se reflejó principalmente a lo largo del gobierno de Aristeo Mercado quien, durante 1891-1911, se apegó a las políticas de Porfirio Díaz, pues orientó el desarrollo económico a favor de los extranjeros, redujo las libertades políticas y privatizó la tierra; todo ello, incrementó la miseria que afectó mayormente a los campesinos e impulsó los índices crecientes de robos, heridas y homicidios; transgresiones que urgieron la necesidad de reforzar el ramo de seguridad pública a través de una mejor legislación penal y la reorganización del ejército.

A pesar de las políticas públicas para subsanar los problemas hidráulicos al norte de la ciudad, la zona del Paseo no perduró mucho tiempo por el problema recurrente de las inundaciones. El bello espacio poco a poco comenzó a desaparecer, quedando sólo entre los morelianos de la primera mitad del siglo XX un vago recuerdo de los días de los árboles, de las flores y de la sociabilización, pues por esas fechas se registraron los primeros permisos de construcción para casa habitación.19

De los últimos vestigios que encontramos fueron dos imágenes, la número I, de 1919 donde se observa el Paseo y enfrente del mismo el antiguo Panteón de los Urdiales, al fondo un camino de árboles, que muy probable sea el río. De la número II, no se precisa la fecha, pero la calle en pendiente corresponde a la actual Héroes de Nacozari, el Paseo llegaba hasta donde se observa la milpa.

19 AHMM, Fondo Independiente II, c. 473, e. 4J, 1949.

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Los cafés nicolaitas, un espacio de encuentro social y de formación política

Miguel Ángel Gutiérrez López1

Durante las primeras décadas del siglo XX se consolidó el proyecto universitario en Michoacán. Tras un inicio incierto, la Universidad Michoacana, establecida en 1917, alcanzó una estabilidad que le

permitiría ser la institución de educación superior más importante del estado. Asentada en Morelia y teniendo como antecedente y componente principal al Colegio Primitivo y Nacional de San Nicolás de Hidalgo, llegó a ser un elemento urbano característico. Sus miembros, los nicolaitas, ocuparon el escenario social

1 Facultad de Historia de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, correo: [email protected]

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y se apropiaron de instituciones y espacios públicos, convirtiendo el primer cuadro de la ciudad en un área universitaria.

La efervescencia y la participación política se manifestaron de diversas maneras. Junto con las asociaciones de diverso tipo que permitían la confluencia de personas con intereses y programas comunes, se consolidaron espacios en los que era posible la interacción social. Las marchas de reclamo o apoyo, los mítines, las asambleas, los congresos, los bailes, las tertulias, los paseos dominicales, las actividades deportivas y los espectáculos públicos contaban siempre con la presencia de los universitarios. Entre todas estas actividades adquirieron relevancia los cafés nicolaitas, un tipo de reunión que tuvo como principal característica el estar identificada con el nicolaicismo, es decir, con la Universidad Michoacana y su componente más importante, el Colegio de San Nicolás, con todo lo que simbólicamente representaban.

El proyecto de universidad popular, la identificación con el programa político cardenista, la defensa de la autonomía y las reivindicaciones democráticas fueron características de las actividades nicolaitas en los años veinte y treinta. Los universitarios, principalmente los estudiantes, impulsaron una reforma en la que se propuso la democratización del gobierno de su institución. Exigieron y consiguieron en la Ley Orgánica de 1939 una representación efectiva en el Consejo Universitario, que les dio un gran poder de decisión. Este mismo espíritu se reflejó en la realización de los cafés nicolaistas, en los que autoridades y estudiantes compartían un espacio de discusión y esparcimiento.

Los cafés nicolaitas

Durante el rectorado de Jesús Díaz Barriga (1926-1932), logró notoriedad un tipo de reuniones sabatinas en las que los universitarios michoacanos discutían asuntos educativos, culturales y políticos. Estas tertulias, llamadas “cafés nicolaitas”, se realizaban en algún plantel escolar, principalmente el Colegio de San Nicolás, en la casa del rector o en la de algún profesor.2 Los cafés sirvieron

2 Sánchez, Díaz Gerardo, “Los cafés nicolaitas”, en: Gerardo Sánchez Díaz (coord.), El Colegio de San Nicolás en la vida nacional, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/ Instituto de Investigaciones Históricas, 2010, p. 265.

Miguel Ángel Gutiérrez López

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los cafés nicolaitas, un esPacio de encuentro social y de forMación Política

para estimular el intercambio académico y la convivencia entre los estudiantes de los diferentes planteles universitarios.3

Sobre estas reuniones, el distinguido nicolaita, Enrique Arreguín escribió:

[…] debo mencionar la importancia de las reuniones que llamábamos ‘cafés nicolaitas’, en los que participando estudiantes, maestros y personas invitadas especialmente, se conversaba sobre diversos asuntos, temas señalados de antemano, con participación de los asistentes y con libertad para expresar opiniones, conocimientos y puntos de vista, conversaciones que interesaban a todos y en las que se planteaban asuntos de la propia Universidad, pero de preferencia de carácter general, sociales, técnicos, profesionales, políticos, etc. En estos ‘cafés’, en un ambiente atractivo, se fortalecía la amistad, la camaradería, se conocían mejor profesores y alumnos y, en resumen, se alcanzaban resultados positivos, según mi criterio, de alto valor universitario y humano. Los ‘cafés nicolaitas’ se realizaban en las Casa de Estudiantes, en los planteles universitarios, en casas particulares, en locales de restaurantes, o cafés, y asistían grupos de hasta 80 o más universitarios en cada uno. Manteniendo el ambiente y la tradición provinciana de aquellos años (1929-1950) en estas reuniones había canciones, música, recitaciones y un medio adecuado para los ejecutantes y declamadores.4

Los cafés nicolaitas adquirieron relevancia en los medios políticos y

académicos porque reunían a los universitarios más destacados: autoridades, profesores y estudiantes. Además, en algunas ocasiones contaron con la presencia de gobernadores del estado. El general Lázaro Cárdenas, quien gobernó Michoacán entre 1928 y 1932, participó en algunas tertulias e incluso invitó a los nicolaitas a su residencia. Sobre el asunto escribió el 1° de agosto de 1931:

Invité hoy a un café en mi domicilio al señor rector de la Universidad, doctor Jesús Díaz Barriga, a profesores y alumnos nicolaitas, asistiendo en número de 60. Se ha establecido por iniciativa de la misma Universidad dar estos cafés en su

3 Luna, Flores Adrián, La Universidad Michoacana: 1926-1932. El rectorado de Jesús Díaz Barriga, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/ Archivo Histórico, 2002, p. 60.

4 Arreguín, Vélez Enrique, Páginas autobiográficas, Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/ Centro de Estudios de la Cultura Nicolaita, 1982, pp. 23-24.

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propio plantel cada quince días. Durante la convivialidad se cambian impresiones, se canta, se bromea y al final se trata una serie de temas interesantes para todos.

Se habló hoy de la participación que el elemento estudiantil debe tomar en impartir enseñanza cultural entre las masas obreras y campesinas, acordándose la integración de comités de estudiantes encargados cada uno de la difusión ideológica y medios de mejoramiento económico. Entre las resoluciones tomadas hoy hubo una de gran trascendencia: presentar un proyecto de ley socializando las profesiones, en que se señala a los profesionistas que se reciban en San Nicolás, la obligación de prestar sus servicios por determinado tiempo en las zonas que el Estado les señale (se hará extensivo esto a las escuelas normales.5

En los cafés se discutieron algunos de los asuntos más relevantes para la

Universidad y el estado. La polarización ideólogica y los enfrentamientos políticos encontraron en esas reuniones una arena para manifestarse. Este fue el caso de la que se realizó el 7 de agosto de 1933, en los corredores del primer patio del Colegio de San Nicolás, en medio un movimiento de huelga por el que atravesaba la Universidad. Se dice que a la reunión asistieron cerca de 400 personas, entre estudiantes y profesores, con el objetivo rendir homenaje a los catedráticos que apoyaban la huelga. En el acto hicieron uso de la palabra Jesús Díaz Barriga, Alberto Oviedo Mota, Rafael García de León, el diputado Antonio Mayés Navarro y algunos alumnos del plantel. Las discusiones giraron en torno al tema de la socialización de las profesiones, para convertirlas en servicios públicos.6

Los acontecimientos de 1933 mostraron la profundidad de los conflictos políticos e ideológicos que afectaban a los universitarios. Los “vasconcelistas”, aún cuando no actuaron abiertamente como tales, tuvieron que asumir el estigma que su pasado político les impuso. El vasconcelismo fue combatido en nombre de los “principios revolucionarios” y su proyecto de universidad impugnado por quienes decían conducir a la institución por los cauces propuestos por la

5 Cárdenas, Lázaro, Obras. I. Apuntes, 1913-1940, tomo I, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1972, p. 184.

6 “El último café en San Nicolás organizado por los huelguistas”, en: Garibaldi, 19 de agosto de 1933, pp. 3-4. “El último café que fue celebrado en el Colegio de San Nicolás”, en: El Centinela, 13 de agosto de 1933, pp. 1, 4.

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los cafés nicolaitas, un esPacio de encuentro social y de forMación Política

Revolución Mexicana. Al mismo tiempo, el conflicto universitario de 1933 puso en evidencia las contradicciones internas de una institución que buscaba la unidad ideológica a partir de las ideas socialistas.

Al mismo tiempo, en la huelga afloraron las posturas encontradas que diferentes facciones nicolaitas tenían sobre la idea de Universidad. Los universitarios socialistas tachaban a sus enemigos de “reaccionarios” y traidores a la Revolución y al pueblo mexicano, de “burgueses” y “clericales”. Su contraparte los consideraba demagogos y falsos socialistas, así como promotores de una universidad “ranchera” de “huaraches y sombreros”. También fueron acusados de estar más preocupados por disfrutar del poder que por las causas que decían abanderar y de no tener real interés en la solución de los problemas de la clase trabajadora, de la que se ostentaban como defensores.7

La discusión de estas ideas y la confrontación de las posturas políticas a las que daban sustento encontraron en los cafés nicolaitas un escenario idóneo para su realización. Las tertulias y el carácter festivo permitían la participación de actores políticos fuera de las constricciones que podrían encontrarse en una reunión formal que involucrara a las autoridades estatales y universitarias. En los cafés había un ambiente que podía permitir una relación más horizontal entre las autoridades, profesores y estudiantes.

La cafés nicolaitas continuaron realizandose en las décadas siguientes. Diversos asuntos relevantes para las actividades universitarias y la vida política de Michoacán se discutieron en estas reuniones. Reformas legislativas, planes de estudio, y proyectos institucionales fueron abordados en los cafés. En una de esas tertulias, realizada en la casa del gobernador Lázaro Cárdenas, se acordó la creación del “Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo”, al que se integraron Jesús Díaz Barriga, Gabino Vázquez, Gustavo Corona, Victoriano Anguiano, José María Mendoza Pardo, Gabriel Martínez Montes de Oca, Enrique Arreguín Vélez y Luis G. Alcérreca.8 En 1939 se realizó en el Colegio de San Nicolás el denominado

7 Véase: Gutiérrez, López Miguel Ángel, En los límites de la autonomía. La reforma socialista en la Universidad Michoacana, 1934-1943, Zamora, El Colegio de Michoacán, 2011, pp. 82-90.

8 Macías, Pablo G., Aula Nobilis. (Monografía del Colegio Primitivo y Nacional del San Nicolás de Hidalgo), México, Ediciones Vanguardia Nicolaita, 1940¸ p. 462.

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Café de la victoria, donde el gobernador del estado, Gildardo Magaña, anunció la decisión de su administración de entregar la conducción de la universidad a los estudiantes.9

Algunos cafés fueron organizados como agradecimiento u homenaje a algún personaje importante. Así, estas tertulias fueron el espacio para la presentación de recitales de destacados poetas que visitaron la ciudad, como León Felipe, Rafael Alberti, Juan Marinello, Porfirio Barba Jacob y Pablo Neruda.10 El mencionado Café de la victoria fue ofrecido por los estudiantes al gobernador Magaña como muestra de agradecimiento por su apoyo a las actividades del movimiento reformista universitario que realizaban y que llevaría a la promulgación de una nueva ley orgánica.11

Según relató el intelectual alemán Ludwing Renn, en el verano de 1940, cuando inició un movimiento estudiantil contra el rector Natalio Vázquez Pallares, hubo choques entre sus partidarios y opositores con saldo de varios heridos. Según sus recuerdos, el gobernador trató de mediar en el conflicto e invitó a las partes en pugna para que expusieran sus posturas y lograran la reconciliación:

Quería hablar con ellos en un local de la Calle Real, en donde les ofrecería café para tranquilizarlos. Pero, después de la agresión del rector, los estudiantes estaban tan enojados que dejaron plantado al gobernador con su café.12

Los cafés fueron una costumbre que algunos nicolaitas se llevaron consigo

cuando se trasladaron a la Ciudad de México. Con la llegada de Lázaro Cárdenas a la Presidencia de la República un número considerable de profesores y egresados de la Universidad Michoacana se mudó a la capital del país para participar en diversas áreas y niveles de la administración federal. A éstos se sumaron otros ex

9 Sánchez Díaz, Gerardo, op. cit., p. 267.10 Idem.11 “Terminó ya el Estudio de la Ley Orgánica Universitaria”, en: Heraldo Michoacano, 8 de

septiembre de 1938, p. 8.12 Renn, Ludwig, Morelia, una ciudad universitaria de México, (traducción del alemán por Josefina

Muth de Mier), Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/ Centro de Estudios sobre la Cultura Nicolaita, 1991, p. 130.

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los cafés nicolaitas, un esPacio de encuentro social y de forMación Política

nicolaitas radicados en esa ciudad. Una vez en su nueva ubicación, mantuvieron actividades que les permitieron reafirmar su identidad nicolaita.

En diciembre de 1935, un grupo de ex alumnos del Colegio de San Nicolás radicados en la capital del país creó una agrupación denominada “Vanguardia Nicolaita”.13 A esta organización pertenecieron profesionistas michoacanos radicados en la Ciudad de México y ex alumnos del Colegio de San Nicolás que realizaban estudios profesionales en la Universidad Nacional Autónoma de México. La asociación fue presidida por Alberto Coria; a inicios de 1937 ocupó su lugar Enrique Arreguín Vélez.14

Los miembros de Vanguardia Nicolaita decían sustentar “una ideología heredada en las aulas de la Universidad Michoacana”.15 Entre los objetivos que se propusieron estuvieron la unificación de los ex alumnos nicolaitas y la realización de actividades en beneficio de su alma mater. Con estas finalidades se reanudaron los denominados “cafés nicolaitas”, mediante los cuales se establecía y mantenía la comunicación y cooperación entre los universitarios michoacanos. Estas reuniones se realizaron cada sábado durante varios años,16 llamándolas

13 Macías, Pablo G., op. cit.¸ p. 555. Cuando se creó la Vanguardia Nicolaita ya existía en la Ciudad de México la Unión Estudiantil de Universitarios Michoacanos, que agrupaba a quienes realizaban estudios en la Universidad Autónoma de México. La Unión se formó a finales de 1934 y tuvo como presidentes honorarios a Lázaro Cárdenas y Francisco J. Múgica. Sus miembros publicaron un periódico denominado Avanzada. La mesa directiva de la Unión estuvo presidida por Carlos González Cárdenas. “Los estudiantes michoacanos se organizan en la Ciudad de México”, en: Atalaya, 1º de enero de 1935, pp. 2, 4. Oficio de la Unión Estudiantil de Universitarios Michoacanos al general Francisco J. Múgica, 2 de febrero de 1935, en Archivo del Centro de Estudios de la Revolución Mexicana “Lázaro Cárdenas”, A. C., Fondo Francisco J. Múgica, sección Volúmenes, vol. 53, doc. 313.

14 Arreguín, Vélez Enrique, op. cit., cita 29, pp. 42-43.15 Comunicación de Vanguardia Nicolaita al presidente de la República, 19 de diciembre

de 1935, en: Archivo General de la Nación, Ramo Presidentes, fondo Lázaro Cárdenas del Río, c. 745, exp. 534.8/3. La Vanguardia Nicolaita llegó a contar con más de 150 miembros, entre los que se encontraban: Enrique Arreguín, Jr., Alberto Bremauntz, Alberto Cano, Alberto Coria, Gustavo Corona, Ignacio Chávez, Jesús Díaz Barriga, Salvador y Daniel Franco López, Manuel Martínez Báez, Antonio Mayés Navarro, Severiano Mora Tovar, Pascual Ortiz Rubio, Jesús Romero Flores, Gabino Vázquez. “Directorio de michoacanos que forman la Vanguardia Nicolaita”, en: Archivo Particular de Enrique Arreguín Vélez, c. 49.

16 Arreguín, Vélez Enrique, op. cit., p. 43.

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Miguel Ángel Gutiérrez López

“cafés al estilo Morelia” porque se reproducía el modelo implementado en esta ciudad y porque había comida, música, poesía y otros elementos típicos de Michoacán.17

La asociación funcionó como un centro de estudios sobre diversos temas de carácter social, político, científico, entre otros. Sus miembros realizaban reuniones sabatinas en las cuales había actividades musicales y literarias, y en ocasiones se contaba con la asistencia de invitados especiales. En las tertulias tenían un papel destacado los miembros del Consejo Nacional de la Educación Superior y la Investigación Científica (CNESIC).18 Entre los expositores invitados a las reuniones de Vanguardia Nicolaita estuvieron, Narciso Bassols, José Mancisidor, Miguel Othón de Mendizábal, José R. Alcaraz, Luis Enrique Erro y Seki Sano. Así como los nicolaitas, Jesús Díaz Barriga, Alberto Bremauntz, Jesús Sansón Flores, Apolinar Martínez Múgica, Cayetano Andrade, Gregorio Ponce de León, José Palomares Quiroz y Pablo G. Macías.19

La asamblea inaugural de Vanguardia Nicolaita se realizó en la finca de campo, “Rancho del Blanco”, ubicada en el Estado de México. La asamblea consistió en un “café” al cual asistió el presidente de la República, general Lázaro Cárdenas. Entre los asistentes estuvieron: Manuel Padilla, Manuel Ochoa, Luis G. Sumaya, Luis J. Guzmán, Jesús Sotelo, Ramón Medina Guzmán, Alberto Coria, Alberto Bremauntz, Daniel Franco López, Fernando Ibarrola, Humberto Mesa, José Díaz Iturbe, Jesús Díaz Barriga, Cayetano Andrade, Enrique Arreguín Vélez, Miguel Barriga Lomelí, Salvador Franco López, José Barriga Zavala, José Palomares Quiroz, Jesús Sansón Flores, Luis Octavio Madero, Jesús Romero Flores, Jesús Andrade, Antonio B. Medrano e Isidro Castillo.20

Los miembros de Vanguardia Nicolaita tuvieron como parte de sus funciones la organización de las actividades que anualmente se realizaban en el mes

17 La sede de los cafés nicolaitas en la Ciudad de México se convirtió en La Casa de Michoacán, fundada en 1949. En ese domicilio se realizaron ciclos de conferencias, veladas literarias, conciertos, muestras gastronómicas con las que se buscó reafirmar la identidad michoacana de los organizadores. Sánchez, Díaz Gerardo, op. cit., pp. 268-271.

18 “Reunión de Vanguardia Nicolaita”, en El Nacional, 8 de marzo de 1937. “La entrevista de hoy. Dr. Arreguín”, en: El Nacional, 23 de agosto de 1938. Macías, Pablo G., op. cit.¸ p. 555.

19 Arreguín, Vélez Enrique, op. cit., pp. 43-44.20 Macías, Pablo G., op. cit.¸ pp. 555-557.

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de mayo para homenajear a Miguel Hidalgo y Costilla en el Colegio de San Nicolás; asimismo, participaron en la búsqueda de apoyo humano y material para desarrollar algunas actividades en la Universidad Michoacan.21 Asimismo, contribuyeron en los actos con los que se celebraron el cuarto centenario del Colegio de San Nicolás, en 1940, y el cuarto centenario de la fundación de la ciudad de Morelia, en 1941. En ambas ocasiones, la directiva de la agrupación participó directamente en la organización de los cursos de la Universidad de Primavera “Vasco de Quiroga”.22

Un ejemplo de la labor desarrollada por los miembros de Vanguardia Nicolaita fue su intervención para que el intelectual argentino Aníbal Ponce se incorporara a las actividades docentes de la Universidad Michoacana. Esta invitación fue posible gracias a las gestiones de Enrique Arreguín, quien logró que Ponce fuera comisionado en Morelia por la Secretaría de Educación Pública para impartir las cátedras de asuntos sociales y económicos, en sustitución de Jesús Amber Aruza.23 De acuerdo con la prensa, Aníbal Ponce, quien se encontraba en México desde hacía aproximadamente un año, expulsado de su país por su ideología socialista, había sido invitado por la rectoría y el estudiantado de la Universidad Michoacana para impartir clases. Por ese motivo, los miembros de Vanguardia Nicolaita ofrecieron una velada en homenaje a Ponce en el domicilio de la agrupación. A la reunión asistieron, además del invitado, Enrique Arreguín, Ana María Reyna, Jesús Díaz Barriga, un grupo de profesores michoacanos y estudiantes. El acto, que consistió en un “café al estilo Morelia”, contó con la asistencia de algunos alumnos quienes ejecutaron música y canciones populares, y leyeron párrafos literarios sobre la capital michoacana.24

Para la tradicional celebración del 8 de mayo, aniversario del natalicio de Miguel Hidalgo y Costilla, la festividad más importante en la Universidad

21 “Homenaje a don Miguel Hidalgo”, en: El Nacional, 20 de abril de 1938. Arreguín Vélez, Enrique, op. cit., p. 44.

22 Ibid., p. 47.23 Oficio de Enrique Arreguin a Gonzalo Vázquez Vela, 17 de enero de 1938, en Archivo

Histórico de la Secretaría de Educación Pública, Fondo Secretaría de Educación Pública, sección Consejo Nacional de la Educación Superior y la Investigación Científica, expediente de Aníbal Ponce, c. 21, exp. 43.

24 “Aníbal Ponce dará clases en Morelia”, en: El Nacional, 25 de enero de 1938.

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Michoacana, los miembros de Vanguardia Nicolaita organizaban una visita a Morelia y con la participación del mayor número posible de nicolaitas acudían al Colegio de San Nicolás.25 En esta festividad, después de la ceremonia cívica se realizaba un baile en el plantel, que se transformó en un acontecimiento tradicional en la ciudad. Un baile similar era organizado por el Consejo Estudiantil Nicolaita.

Comentarios finales

Los cafés nicolaitas, a pesar de su aparente informalidad, tuvieron cierto carácter oficial derivado de la presencia constantes de autoridades y personalidades de la vida política e intelectual de la ciudad. Por esta razón, la naturaleza de estas reuniones contrastaba con otras que se realizaban en diversos cafés, peñas, bares, restaurantes, plazas y domicilios particulares. Estas tertulias tenían un carácter similar y representaban espacios de socialización e intercambio de ideas.26 En los cafés había un ambiente que podía romper con la verticalidad de la relación entre las autoridades, profesores y estudiantes.

En torno a una taza de café, o con esta bebida como pretexto, se reunían profesionistas y estudiantes de diferentes filiaciones políticas para discutir temas de diversa índole. Bien fuera en un espacio destinado para ese fin, como cafeterías o restaurantes, o en cualquier otro sitio apropiado para la confluencia de un grupo de personas, estas reuniones informales se convirtieron en espacios determinantes para el intercambio de ideas y la toma de decisiones. En la década de los treinta también fueron frecuentes “cafés”, que congregaban a jóvenes católicos organizados para enfrentar la política anticlerical de las autoridades estatales.

Por su carácter, los cafés nicolaitas constituyeron una escuela ideológica y un ámbito de formación y práctica políticas. El ambiente en el que iniciaron, el de la difusión de las ideas socialistas, les dio un carácter particular y llevó a sus

25 Arreguín, Vélez Enrique, op. cit., pp. 43-45.26 Véase: Cortés, Zavala María Teresa, Lázaro Cárdenas y su proyecto cultural en Michoacán,

Morelia, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 1995, pp. 152-154.

Miguel Ángel Gutiérrez López

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promotores a afirmar que en su interior se difundía una ideología heredada de la Revolución Mexicana. A la vez, sirvieron como espacio para la construcción de una identidad “nicolaita” que fue compartida por autoridades, profesores y estudiantes. Así, las posiciones ideológicas y las posturas políticas dominantes entre los universitarios encontraron un escenario idóneo para ser confrontadas y difundidas entre la comunidad nicolaita.

Los cafés nicolaitas son un ejemplo de un conjunto de entidades culturales, educativas, políticas, intelectuales, artísticas, que sirvieron como punto de reunión y de asociación entre grupos de personas con intereses y programas comunes. El grupo que se reunió en esos cafés compartían idearios y metas sobre el sentido de la Universidad y su papel en la transformación social del país. Estas reuniones también son muestra de algunas de las estrategias con las que los universitarios nicolaitas ocuparon el espacio social, apropiandose de instituciones y espacios públicos, construyendo una relación particular con la ciudad de Morelia. A la vez, a través de su estudio podemos ver la articulación de los nicolaitas con el Estado posrevolucionario y sus proyectos culturales.

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Morelia, la construcción de una ciudadYaminel Bernal Astorga

(Coordinadora)

Se terminó de imprimir el mes de agosto de 2015

en Morelia, Michoacán, México. Coordinación editorial: Yaminel Bernal Astorga

Diseño y diagramación: Judith Elizabeth Vargas García Diseño de portada: Óscar Mendoza LópezEdición de fotografía: Magali Zavala GarcíaÁrea administrativa: Agustín Cerda Serrato

(Todos, personal del AHMM)

500 ejemplares