Guillermo LoCane es Contador Público,

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Guillermo LoCane es Contador Público,

egresado de la Facultad de Ciencias

Económicas de la Universidad de Buenos

Aires.

Tributarista, consultor, ha sido asesor en el

Senado y en la Cámara de Diputados de la

Nación en materias de su especialidad.

Integra el Consejo Académico de la Especialización en Impuestos de la

Escuela de Economía y Negocios Internacionales de la Universidad de

Belgrano, y es miembro de la Comisión de Estudios sobre Finanzas

Públicas del Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad

de Buenos Aires.

Desde el año 2008 es autor del blog del Contador LoCane en Perfil.com

y publica sus artículos sobre Impuestos y Finanzas Públicas en la sección

Clases Magistrales de la revista Noticias.

blogs.perfil.com/contadorlocane

/ContadorLoCane

@ContadorLoCane

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Dedicado a Patricia,

Pablo, Alejandro y Mariano.

Hecho el depósito que marca la Ley 11723.

Todos los derechos reservados.

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Prólogo I

Maldita Cuarta Categoría.

Como muchos emprendimientos en la vida, la idea de este libro surge a

partir de un fracaso. Mejor dicho, de una sensación de fracaso.

Sensación que, permanecía en nuestro ser íntimo, cada vez que alguien -

amigo, vecino u ocasional interlocutor- nos hacía la inevitable pregunta:

¿Por qué, siendo yo un simple empleado, tengo que pagar el impuesto a

las ganancias?

Una cuestión sencilla. Concreta. Que un tributarista, con la ley a su

favor, debería poder responder fácilmente, más o menos de la siguiente

forma:

La mayoría de las actividades lucrativas están alcanzadas por el

impuesto a las ganancias, y están clasificadas en cuatro categorías.

La ley establece dos categorías (Primera “renta del suelo” y Segunda “renta de capitales”), en las que los ingresos comprendidos provienen de la mera posesión de bienes, sin mayor actividad por parte de quien

las percibe. Con ellas, el impuesto se focaliza en los íconos del

capitalismo: los alquileres, la renta financiera, los dividendos, las

regalías, etc.

Luego aparece una Tercera categoría, donde los beneficios alcanzados

(la ganancia empresaria) son el resultado de la colaboración

productiva entre capital y trabajo.

Y, finalmente, una Cuarta categoría, que se “alimenta” de los ingresos provenientes del trabajo personal físico y/o intelectual del

contribuyente.

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Por otra parte, con el objeto de proteger del alcance del impuesto, a la

parte del ingreso que las personas deben destinar a solventar el costo

de vida personal y familiar, la ley prevé un mínimo no imponible y

admite deducciones por cargas de familia y otros conceptos. Y también

establece una escala ascendente de tasas de imposición para asegurar

que el que más gana, más paga.

Pero, como ya dije, a esta sencilla explicación le continuaba casi

invariablemente la sensación de fracaso o frustración que significa

enfrentar el sentido común de quién, como argumento adverso a la

misma, nos decía, con marcado énfasis:

“Todo muy lindo, Contador. Ahora, lo que yo sé, es que la ganancia es del empresario y el sueldo es del trabajador. Pero desde hace unos

años, a cualquier simple empleado le vienen cepillando el sueldo

bárbaramente con esa maldita cuarta categoría del impuesto a las

ganancias y la historia de tener que pedir, todos los años, que suban los

mínimos y las deducciones, con las vueltas que dan en el gobierno cada

vez que tienen hacerlo, se parece más a una telenovela que a otra

cosa”.

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Prólogo II

Pensar, es captar una metáfora.

Todas nuestras ideas son alusiones a metáforas. El pensamiento

humano está articulado por ellas. La metáfora permite que la mente con

un puñado de ideas básicas como sustancia, ubicación, fuerza y objetivo

pueda comprender estructuras abstractas. No es mediante fórmulas

lógicas sino por analogía entre el ámbito doméstico y uno conceptual

que aún no comprendemos, que podemos aprender ideas difíciles. Esto

escribió un reconocido periodista en una de sus columnas dominicales.

La idea de contar como si fuese una novela el desarrollo del prolongado

conflicto de miles de trabajadores empleados y autónomos con el fisco

nacional, en torno al impuesto a las ganancias, no debe interpretarse

como una falta de respeto hacia los dirigentes o autoridades que “actúan

la trama” como personajes, ni a la importancia social del asunto. Solo

busca lograr una mejor comprensión del mismo, mediante el uso de ese

recurso metafórico.

Está demás decir, entonces, que esto no es una novela. Entre otras cosas

porque los hechos que se relatan no son ficción. Son “de verdad”, como dicen los chicos.

Y la novela, si algo es, es ficción. Además, por respeto a los autores de

novelas, por consideración a las grandes novelas de la historia, no

podemos considerar las siguientes páginas, una novela. Podría ser,

quizás, lo que los rioplatenses llamamos una telenovela, en

Centroamérica llaman un culebrón, y en los Estados Unidos una soap

opera, es decir un folletín que se difunde a través de la televisión en

forma de entregas periódicas.

-¿Y qué sabe éste de telenovelas?- Se preguntará el lector.

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Debo decir, señoras y señores, que soy un asiduo consumidor de

telenovelas. Sobre todo de las brasileras. También de las argentinas, por

supuesto, que hay muy buenas, y de las venezolanas. Las mejicanas no

son tan buenas.

-Si vos supieras todo lo que se aprende de la vida viendo telenovelas, no

te perderías ninguna- me dijo, alguna vez, alguien a quien admiro por

su inteligencia y sentido común. Asique, empecé hace mucho tiempo a

consumir telenovelas. Y eso ayudó a darme cuenta que, en muchas

ocasiones, la realidad de nuestros países, solo pueden ser entendida si se

la piensa como una telenovela. Una gran y maravillosa telenovela.

Claro que, una vez descubierto “de que se trata”, es probable que la

mayoría de los lectores, estén procediendo en este mismo instante a

cerrar el libro y pasar a cosas más entretenida. Porque, seamos sinceros,

el tema, a priori, no entusiasma. Pero, si se detienen unos minutos, y

me prestan un poquito de atención, les aseguro que no se van a

arrepentir de seguir leyendo.

En un intento por dar agilidad al desarrollo de la trama, la propuesta es

permitir que el lector pueda seguir los episodios de nuestra telenovela

como si la estuviera viendo en su televisor. Y sacar sus propias

conclusiones frente a la disputa en torno a los mínimos no

imponibles y deducciones del impuesto a las ganancias, que se

irá presentando como una especie de entrega por capítulos, a partir del

tratamiento que le dieron al tema los principales diarios del país y los

medios digitales especializados en temas económicos y tributarios.

Pero antes, para entender que el asunto de los impuestos es un “drama” universal que trasciende tiempos y fronteras, vaya en el medio de éste

prólogo, la letra de Taxman. Metafórica protesta contra los altos

impuestos al trabajo, escrita en clave de rock n´roll y grabada por el

célebre cuarteto de Liverpool.

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Según Wikipedia "Taxman is a song written by George Harrison

released as the opening track on The Beatles' 1966 album Revolver. Its

lyrics attack the high levels of progressive tax taken by the British

Labour government of Harold Wilson”. La letra de la canción dice así:

"Let me tell you how it will be:

There's one for you, nineteen for me

'cause I'm the taxman

Be thankful I don't take it all.

If you drive a car, I'll tax the street

If you try to sit, I'll tax your seat

If you get too cold I'll tax the heat

If you take a walk, I'll tax your feet

'cause I'm the taxman Yeah I'm the taxman

Don't ask me what I want it for

'cause I'm the taxman

Yeah, I'm the taxman

And you're working for no one but me".

"Deja que te diga cómo es:

Uno para ti, diecinueve para mí

Porque soy el recaudador de impuestos

Agradéceme que no me lo lleve todo.

Si conduces un coche, cobraré un impuesto por la calle.

Si quieres sentarte, cobraré un impuesto por la silla.

Si tienes mucho frío, cobraré un impuesto por la calefacción.

Si te vas de paseo, cobraré un impuesto por los pies.

Porque soy el recaudador de impuestos.

Sí, soy el recaudador de impuestos.

No me preguntes para qué lo quiero

Porque soy el recaudador de impuestos

Sí, soy el recaudador de impuestos

Y sólo trabajas para mí"

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La historia que se ofrece al lector, es el conflicto tributario más

prolongando que ha tenido que enfrentar un gobierno en la República

Argentina. Y, por lejos, el que más personas afectó.

Sin embargo, nuestro relato comienza y termina con actos solitarios por

excelencia: Una muerte y dos cartas.

El capítulo Uno, se sitúa en el lejano verano del 2006. Y se abre con el

asesinato del sub-oficial de policía Jorge Sayago, en la provincia de

Santa Cruz, en el marco de las violentas protestas de los trabajadores

petroleros por las retenciones del impuesto a las ganancias.

El capítulo Dos, se cierra con dos cartas. Una, la remite el personaje

masculino estelar de este culebrón, el Secretario General de la

Confederación General del Trabajo, Hugo Moyano, quien, el último día

del mes de enero de 2012, en amargo texto, expone sus cuitas a la

presidente de la nación (el personaje femenino de la novela), en lo

referente a diversas cuestiones de su interés y, en particular, los

mínimos no imponibles del impuesto a las ganancias. La otra carta, es

un poco anterior. La escribe y publica en diciembre de 2011, un

personaje inesperado. Un intelectual totalmente alejado de las ciencias

económicas y por supuesto de la teoría y técnica impositiva. El

reconocido escritor y ensayista Mempo Giardinelli, quien, desde el más

puro sentido común, se dirige a la primera mandataria preocupado por

temas de actualidad, pero comenzando, precisamente, con esta oración:

“Es un principio de elemental justicia, o debería serlo, que los

trabajadores asalariados no deben tributar el impuesto a las

ganancias”.

La telenovela abarca las administraciones 2003-2007, y 2008-2011.

Aunque, obviamente, la idea cobrar impuestos a los ingresos del trabajo

no nació con esos gobiernos. Ya tiene más de doscientos años y provino

de Europa.

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El primer impuesto a los réditos, como también se lo conoce, data de

1797, lo recaudó la República Bátava, es decir, Holanda. La siguió Gran

Bretaña, en 1799. Como la mayoría de los nuevos gravámenes, se

implantó a título temporario para sufragar los gastos de guerra. Lograda

la paz, el primer ministro inglés, Henry Addington, juró solemnemente

que jamás se volvería a cobrar en el Reino Unido. Pero el gobierno

británico lo reimplantó tiempo después, para nunca más derogarlo.

Uno de los hechos más destacados del siglo XX, y en particular de su

segunda mitad, es que, en todo el mundo, los gobiernos fueron

requiriendo una proporción cada vez mayor de impuestos,

principalmente para costear los crecientes gastos de lo que se conoce

como el Estado Benefactor.

En el ámbito del impuesto a la renta, quedaron alcanzadas las rentas de

capital (intereses, dividendos, regalías) y de la propiedad (todo tipo de

alquileres de muebles e inmuebles, urbanos y rurales), los honorarios

de profesionales, de directores de empresas, y los sueldos de gerentes y

empleados del más alto rango. Todos ellos sujetos a una escala

progresiva y con previa deducción de un monto no imponible que se

estimaba necesario para solventar el costo de vida.

En la Argentina el impuesto a los réditos se implantó en 1932 con

carácter de emergencia y por tres años, pero estuvo vigente hasta 1973.

En ese año fue reemplazado por actual Impuesto a las Ganancias. Nadie

duda de su inevitable continuidad.

Ambos ya preveían que la cuarta categoría del impuesto alcanzara a los

ingresos del trabajo. Y establecían en su articulado montos anuales de

deducciones admitidas y mínimos no imponibles correspondientes.

Incluso desde hace muchos años, suponiendo que el flagelo de la

inflación (así se lo calificaba) duraría por siempre, se estableció en la

misma ley, que esos montos debían actualizarse automáticamente,