Guia del plan lector "ESO es: ¡Clásicos en clase!"

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GUÍA DE LECTURA DEL PLAN LECTOR “ESO es: ¡Clásicos en clase!” El Lazarillo de Tormes Don Quijote de la Mancha Fuente Ovejuna

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GUÍA DE LECTURA DEL PLAN LECTOR

“ESO es: ¡Clásicos en clase!”

El Lazarillo de Tormes

Don Quijote de la Mancha

Fuente Ovejuna

Por: Julián de Gregorio Bravo.

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Guía de lectura: “ESO es:¡Clásicos en clase!”

Temas y valores:

Supervivencia, sentimientos, ética y conducta, justicia, libertad, amistad,

comunicación, convivencia, cultura, familia, moral, trabajo.

Recomendado para:

2º ciclo de la ESO.

Vamos a formular la pregunta del millón (del millón de profesores, se entiende):

¿Clásicos sí, o clásicos no?

La disyuntiva que se establece se podría resumir en esta pregunta:

Los clásicos, ¿estimulan el hábito lector, o, por el contrario, crean rechazo?

Todos los docentes nos hemos planteado alguna vez una serie de aspectos en torno a esto: sobre la conveniencia de la lectura de obras de la literatura imprescindibles; sobre qué edad resultaría más provechosa o enriquecedora; sobre si leer fragmentos y no la obra entera; sobre si en una adaptación pervive el espíritu del original; sobre si el lenguaje utilizado en otras épocas es accesible o no a nuestros alumnos, ya de por sí centrados en sus actuales (y modernos) problemas; sobre cuándo creemos que los alumnos habrán podido alcanzar ese grado de madurez, ese nivel de cultura necesarios para no sólo afrontar o digerir un clásico, sino incluso para disfrutarlo y valorarlo en su justa medida...

Este Plan Lector, desde luego, no pretende solucionar estos temas ni cubrir un hueco en las metodologías que en cualquier centro se realice. Estoy convencido de que la propuesta que voy a sugerir es una realidad llevada a la práctica ya (de hecho, me baso sobre todo en la satisfactoria experiencia de mi compañera de Departamento). De todas maneras, como me parece que es una práctica llevada de manera individual, me parece oportuno dedicarle por entero un Plan Lector de cara a generalizar esta propuesta y sistematizar una serie de herramientas o de sugerencias, de modo que incluso los que ya vienen leyendo en clase nuestras grandes obras literarias, puedan encontrar alguna ayuda o alguna propuesta que sean incluidas en su puesta en práctica.

Por Julián de Gregorio Bravo -1-

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Un par de experiencias relativas a los clásicos han motivado que mi particular reflexión sobre la pregunta del millón haya cristalizado en este Plan Lector. La primera fue la lectura, este curso pasado, en Primero de Bachillerato, de Don Quijote de la Mancha. Resultó un absoluto desastre: ningún alumno disfrutó de la lectura y me parece que no llegarían a cinco los que se lo leyeron por completo. Tampoco creo que hayan pasado de diez los que hayan leído algún capítulo. ¿Para qué, si El Quijote es un coñazo y tenemos al alcance de la mano resúmenes, estudios, trabajos, apuntes y todo lo que haga falta para llegar como mínimo al 5 en el examen de lectura? Desde el punto de vista del alumnado, no hay otra respuesta que no sea lanzarse de cabeza a Internet y estudiarse de memoria los resúmenes de cada uno de los capítulos. Sí, a mí también me parece la opción menos indicada, pero hay que ser realistas: los alumnos asocian la idea de la lectura de obras señeras con el peñazo más angustioso y consideran que es una pérdida de tiempo que deben evitarse a toda costa. Tomar atajos en Internet no les resulta difícil y se ajusta a su ley del mínimo esfuerzo (aunque muchas veces lo que encuentran no vale ni para el aprobado).

Estamos hablando de alumnos que han superado la etapa de la ESO y que deberían estar más o menos preparados para retos literarios más exigentes. Quien más quien menos ya les ha hecho leer lecturas más “serias”. Bien desde 3º de la ESO, bien desde 4º; bien alternando lecturas juveniles con los clásicos, bien dedicándose en exclusiva a estos últimos. Ya no estamos hablando de perder a un futuro lector, puesto que en Bachillerato saben perfectamente distinguir lo que les gusta y los que no, sin generalizar ni execrar todo aquello que parezca una lectura (novela = tostón). Pero habrán perdido la oportunidad de disfrutar de obras que durante muchas generaciones se han catalogado como obras maestras porque jamás, por su propia iniciativa, se plantearán leerse una novela como El Quijote.

Ese fue mi objetivo cuando decidí que leeríamos El Quijote a pesar de conocer que el nivel de mis alumnos no era todo lo elevado que hubieran mejorado los resultados de esta lectura, pero ahora, a posteriori, sé que me he equivocado por completo. Te crees que es mandarlo y que los alumnos leerán la obra y aunque supones que les gustará más o menos, se lo habrán tenido que leer. Pero no. No valieron las actividades antes de la lectura de motivación ni el ensalzamiento de los aspectos positivos de la lectura ni una guía pormenorizada y explicativa de los aspectos en los que habrían de fijarse para el posterior examen. El rechazo previo fue inamovible porque parten de unos prejuicios casi insuperables.

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La segunda experiencia “catalizadora” para este Plan Lector fue el artículo de opinión de Rosa Montero, publicado en El País el cinco de febrero de 2010, ‘Cómo convertir el ‘Quijote’ en un ladrillo’. Si bien el artículo contiene inexactitudes propias de quien no tiene ni idea de lo que se mueve en clase y no se ha tomado la molestia de documentarse bien, contiene algunas ideas arraigadas que comparten muchas personas implicadas en el sistema educativo (alumnos, padres). El artículo habla de cómo actividades para fomentar la lectura entre los jóvenes lectores vinculadas con el Día del Libro chocan con los planes de estudio, “que parecen diseñados maquiavélicamente para crear aborrecimiento hacia la lectura”.

Rosa Montero puntualiza con dos ejemplos en qué consiste lo que impide que los jóvenes lectores accedan a la literatura: uno que se produce en la ESO y otro en Bachillerato. Al margen de lo relativo a que los programas de Historia y de Literatura “no están coordinados, de manera que se les habla de épocas que ni siquiera han estudiado antes”, Rosa Montero, no exenta de razones, dice esto sobre leer La Celestina o El Quijote en Bachillerato: “dos textos verdaderamente maravillosos pero dificilísimos de digerir a esa edad. Los clásicos son una estación de llegada, no de partida. Hace falta haber leído y haber vivido bastante para poder gozarlos. La obligatoriedad de estas lecturas sólo convierte esas joyas en un muermo espantable, en un plúmbeo recuerdo que será una losa para toda la vida”.

Y sobre la literatura que hay que estudiar en 3º de la ESO, “tienen que tragarse por narices el Mío Cid”, habla de que “sumergirse en el Cid debe de ser como aterrizar en Marte”, recalcando lo que debe de suponer para los emigrantes que no manejan bien el idioma. E incluso para “los españoles veteranos no les va mucho mejor, porque tampoco entienden una palabra del lenguaje y porque les importa un pimiento ese mundo tan raro y tan ajeno”.

Obviando, como decía, las inexactitudes (no se obliga a leer el Mío Cid a los alumnos de 3º ESO, por ejemplo), quedémonos con los argumentos críticos y valorémoslos. ¿Qué hacemos ante este panorama? ¿No leemos dichos clásicos literarios porque es demasiado pronto y hace falta mucha más lectura previa? ¿Obligar es sinónimo de rechazo, y más si tenemos en cuenta que el lenguaje y el contexto literario e histórico son incomprensibles para esta generación anclada en la informática y las nuevas tecnologías?

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La respuesta debe ser contundente: hay que leer los clásicos sí o sí. Si ante cualquier dificultad optamos por la vía más fácil, renunciando a mostrarles los referentes literarios que han pervivido durante siglos, entonces estaríamos incapacitando a nuestros alumnos, siendo cómplices de la merma de sus horizontes, resignándonos a considerarles menos aptos para el aprendizaje de lo que son, poniéndoles las vendas de antemano en los ojos, como si previniéndoles ante las posibles dificultades les hiciéramos algún favor, lavándonos, en suma, las manos. Si ya hemos cometido el error de suavizar y facilitar los planes de estudio hasta límites excesivos y creemos que a pesar de todo no es suficiente, y estamos de acuerdo con el sentir de “pobres niños, han de leer el Mío Cid o El Quijote”, entonces estaremos rindiéndonos y reconociendo que la historia de la literatura no tiene cabida en el universo juvenil. Que el conocimiento global y cultural son barreras que no han de superarse, sino rodearse o incluso evitarse, como si no existieran.

Partimos, de acuerdo, de que no es una tarea sencilla, que requiere de esfuerzo, de una enorme preparación, de mucha más guía que cualquier lectura más afín a los gustos de los adolescentes. Pero ahí entramos los docentes y nuestra consideración de que estos objetivos son primordiales para la preparación de unas futuras personas que partiendo de la base del presente, van a alcanzar y encontrar en nuestras raíces históricas y culturales la razón de ser de nuestra identidad, van a desarrollarse de manera más completa y enriquecedora. Ahí entra este Plan Lector.

Aunque nos centraremos en 3º de la ESO, no quita para señalar que es extensivo para 4º de la ESO e incluso para 1º de Bachillerato. La lectura en el aula me parece indispensable para fomentar el amor por los libros. Partimos de una riquísima y fecunda tradición oral, la de los juglares y el Romancero, y siempre el componente oral ha sido una obligada parada para todo lector.

¿Qué ganamos también con esa lectura en voz alta para la colectividad en vez de la lectura individualizada en casa? Por de pronto, nos aseguramos que, efectivamente, todos nuestros alumnos van a leer la obra en cuestión. Y podemos incluso conseguir algo que a priori parece imposible: captar el interés de estos jóvenes pasivos y desdeñosos de todo lo que huele a viejo. Para ello, sin necesidad de técnicas de cuenta cuentos (aunque tampoco vendrá mal cualquier “truco”), sino simplemente acudiendo a nuestra principal tarea como docentes, la de explicar, conseguiremos leer con éxito los clásicos literarios. Porque nuestros alumnos desdeñan lo que no conocen, de ahí que nosotros tengamos que allanar un poco el terreno. Así lograremos atraer la atención y –por qué no– el interés del alumnado.

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Vayamos paso a paso:

El punto inicial es diseñar los límites, la duración y el tiempo que pensamos poder dedicarle a la lectura en clase. Contamos con cuatro horas lectivas en este curso, de modo que o bien podemos centrarnos en una hora semanal, o bien asignar un tramo de alguna sesión, no la hora por completo. Dependiendo de nuestros objetivos, entre quince, veinte o treinta minutos (variándolo según nuestras necesidades), sería suficiente. Lo principal es que no estemos el tiempo dedicado a la lectura leyendo, sino que debemos alternar explicaciones, debates y escritura. Según sea lo que demande la lectura, así diseñaremos cada sesión lectiva.

A cualquiera de los dos ritmos (bien dedicando una sesión entera o bien desde diez a veinte a veinte minutos de cada clase), podemos leer tres obras durante el curso, una por trimestre.

Lo ideal sería haber diseñado previamente los objetivos con cada sesión de lectura, pero eso es algo bastante difícil de conseguir, así que nos contentaremos con diseñar un plan general con estas tres lecturas. Tampoco esto quiere decir que en clase no se pueda leer nada que no sean las tres obras que apuntaremos a continuación. Obras más breves, como algún poema, algún cuento o algún artículo de opinión también pueden ocupar este espacio dedicado a la lectura. Igualmente, podemos ir al aula con “lecturas improvisadas”: empezar la clase leyendo algún fragmento de cualquier tipo de obra que estemos leyendo que nos haya llamado la atención o que creamos que se le puede sacar provecho en el aula.

Convendría cubrir todas las etapas de la historia de la literatura que se estudien durante el curso, así como alternar prosa, poesía y teatro (en el orden que se crea conveniente), para así trabajar con los tres grandes géneros literarios. Es fundamental, de cara al estudio de alguna época o movimiento literario, haber leído previamente alguna obra, aunque sea un fragmento. La comprensión es mucho mejor y se consigue que el alumno sitúe con más facilidad lo que, de no haber sido leído nada, se convertiría en un dato más, un nombre o unas características totalmente intercambiables y sin tanto sentido. Es como en la asignatura de Física: te puedes memorizar una fórmula, pero si aprendes a justificarla y desarrollarla, tu comprensión es más completa. Así pues, no nos deberíamos conformar con los fragmentos leídos a través del libro de texto, con sus respectivos ejercicios de comprensión lectora y explicación literaria, sería conveniente una ampliación leyendo más. Siempre vale la pena pasarse que no llegar.

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En 3º de la ESO contamos con un abanico de obras literarias imprescindibles para el alumnado, que constan de la dificultad añadida del lenguaje, al estar ubicados en un periodo histórico tan prolongado como pretérito: desde la Edad Media hasta el siglo XVIII. Por lo tanto, sobre todo obras hasta el siglo XV (aunque he comprobado que incluso la prosa más moderna de Cervantes para los chicos es un arcano), son como enfrentarse a una lengua extranjera: no entienden nada del castellano antiguo.

En este aspecto podemos incidir en nuestra labor de lectura en clase. Siempre es positivo que nuestros alumnos aumenten su caudal léxico y es una pena que estemos perdiendo tantas palabras (y expresiones) que hasta no hace mucho eran habituales. Aunque luego no las vayan a emplear, será muy saludable que las hayan conocido. Además, estar más próximos a nuestra lengua de origen, el latín, les proporcionará un contacto mayor con los procedimientos de creación de palabras, así como de las palabras patrimoniales. Diccionario, paciencia al principio y explicaciones del contexto histórico serán nuestros compañeros. Más vale ir poco a poco y que todo sea comprensible que pasar páginas y no comprender nada.

Así por encima, las lecturas imprescindibles sobre las que deberíamos incidir, bien de forma prolongada o bien de forma puntual, serían las siguientes: Milagros de Nuestra Señora, Poema de Mío Cid, Libro de Buen Amor, El Conde Lucanor, Coplas a la muerte de su padre, La Celestina, el Romancero, El Lazarillo, poesía renacentista (Garcilaso, Fray Luis, San Juan de la Cruz), Don Quijote de la Mancha, Lope de Vega (Fuente Ovejuna, El perro del hortelano, El caballero de Olmedo, Peribáñez y el comendador de Ocaña), poesía barroca (al menos Lope, Góngora, Quevedo), El burlador de Sevilla, La vida es sueño, etc.

Casi todas estas obras cuentan con numerosas ediciones, pero podemos

aprovecharnos de la colección Austral, que cuenta con unas ediciones críticas que nos pueden servir de mucha ayuda. Un primer ejercicio muy interesante consistirá en comparar versiones: la del texto en castellano antiguo, y la de alguna versión o adaptación a la prosa moderna. De este modo fijamos mejor el texto y nos sirve para analizar el lenguaje con mayor atención.

Aquí nos detendremos principalmente en tres obras: El Lazarillo, Don Quijote de la Mancha y Fuente Ovejuna, aunque si queremos seguir el criterio de leer prosa, verso y teatro, así como seguir en lo posible la mayor parte del temario de literatura, podríamos leer íntegramente las siguientes obras:

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Romancero. El Lazarillo. Fuente Ovejuna.

Abarcaríamos, pues, Edad Media (siglo XV), con el Romancero; siglo XVI, con El Lazarillo; y siglo XVII, con Fuente Ovejuna. Poesía, prosa y teatro, respectivamente. Eso sí, las lecturas son intercambiables: en vez de Romancero, podemos leer las Coplas a la muerte de su padre, que, al ser más breve, tendría la ventaja de que durante el primer trimestre nos permitiría leer con más profusión algún Milagro de Nuestra Señora, de Berceo, pasajes del Libro de Buen Amor y algún ejemplo del Conde Lucanor; e incluso algún acto de La Celestina.

También podríamos optar por sustituir poesía para este primer trimestre y leer La Celestina en su totalidad. En este caso, recomendaría que los pasajes originales fueran minoritarios, para entablar esa comparativa con el texto adaptado sin más. Una adaptación bastante recomendable es la de Vicens Vives, puesto que han conseguido que perviva el espíritu del texto de Rojas, al prescindir de circunloquios y parlamentos reflexivos que no inciden en la trama principal. El estudio de la introducción, de Antonio Rey Hazas, es igualmente interesante.

Para el segundo trimestre, lectura del Renacimiento, narrativa en este caso. La principal, El Lazarillo de Tormes, que requiere, como iremos esbozando, de oportunas explicaciones para su mejor entendimiento, puede ser intercambiada por la lectura de El Quijote, que, en este caso, debería ser oportunamente presentada para tratar de evitar el prejuicio negativo de antemano. Como la obra es demasiado larga, podemos conformarnos con la Primera parte o bien con una selección de textos o con alguna adaptación. En este caso, me parece imprescindible acudir al original y entablar de esta forma una discusión acerca del lenguaje y de los elementos elididos en las versiones. Un repaso a la poética de Garcilaso, fray Luis y san Juan será muy enriquecedor y facilitará la explicación del paso del octosílabo al endecasílabo italiano.

Por último, en el tercer trimestre, la elección del drama de Lope de Vega puede ser intercambiable porque lo fundamental es explicar la importancia de la Nueva Comedia que el mismo Lope implantó con éxito en el panorama teatral español. O bien, si se prefiere, La vida es sueño, de Calderón, su obra maestra. U optar por El burlador de Sevilla, de Tirso de Molina. Si nos hubiéramos decantado por La Celestina, deberíamos dedicarle más tiempo a la poesía barroca (que habrá que leer igualmente: al propio Lope, a Góngora y a Quevedo como mínimo).

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Otro aspecto importante dentro de este Plan Lector es que no significa que renunciemos a novelas juveniles. En 3º de la ESO dos obras por trimestre al margen de lo que se lea en clase es perfectamente factible y estas lecturas en clase irían independientemente. Conseguimos ampliar el número de lecturas y valoraríamos estas obras leídas en clase teniendo en cuenta la participación, las actividades realizadas y un examen.

Sea cual sea nuestra elección, es fundamental introducir las lecturas con actividades previas, que servirán tanto para motivar como para desterrar prejuicios tales como que esta literatura es un rollo, que el castellano antiguo no se entiende o que lo que ocurrió hace tropecientos años no nos afecta para nada. Del mismo modo, las actividades después de la lectura son importantes en tanto que afianzan los contenidos tratados, además de fomentar la creatividad de nuestro alumnado.

Por otra parte, no hay que obviar una triste realidad: la de que nuestros alumnos llegan a estos cursos muchas veces sin saber entonar adecuadamente, con lo que muchas veces su propia mala lectura les impide entender lo que están leyendo. Además de que practicarán así su expresión lectora, el profesor puede optar por leer él mismo algunos pasajes que sean decisivos, o que lleve a cabo una primera lectura que facilite que todos comprendan, y que luego los alumnos realicen una segunda lectura basándose en la guía que le ha proporcionado la recitación del profesor. Hay que tener en cuenta que existen muchos niveles de aprendizaje y hay que estar preparados para adaptarnos en lo posible a ellos.

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EL LAZARILLO DE TORMES

ANÓNIMO

Lectura recomendada para: 2º Ciclo de ESO Género literario: Narrativa ISBN: 978-84-670-3340-3Páginas: 160Formato: 12,5 x 19Encuadernación: Tapa blandaPVP (IVA incluido): 6,95 €

¿Por qué es tan importante esta novela? Algunas de las razones que podemos aducir a nuestros alumnos son estas: en una época donde predominan narraciones imaginarias y fantasiosas, aquí la verosimilitud es un rasgo esencial (de ahí la utilización de la forma autobiográfica, que todos los hechos narrados sean creíbles y que podemos establecer referencias temporales y espaciales concretas); aunque los tratados son independientes entre sí, se establecen nexos (temáticos, argumentales y estructurales) para cohesionar la obra; el retrato del ambiente y de los personajes está marcado por la crítica social (sobre todo clerical); el estilo tiende a la claridad y a la concisión (como corresponde, por otra parte, al Renacimiento, elemento que deberíamos reseñar y recalcar); esta obra da pie a uno de los subgéneros más importantes del siglo posterior: la picaresca; etc.

Iniciaremos la andadura lectora por esta obra a través del Prólogo, leído del texto original en voz alta. En apenas una hoja, aparecen condensados varios aspectos fundamentales para entender bien la obra. Lo primero, el tono irónico, que proseguirá en todo el libro. Y lo segundo, la intención del autor con el libro.

Una vez leído por completo lo que no es más de una página, preguntaremos qué han entendido. Una de las dificultades de El Lazarillo es la apariencia de sencillez (en gran parte por la longitud de la obra, en gran parte porque es de las pocas lecturas que a ellos les suena bien porque han leído fragmentos, bien porque han visto alguna representación), pero que esconde unas implicaciones no fáciles de ver a simple vista. Lo normal será encontrarnos con que no han entendido nada.

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Así, pues, obligaremos a releer el Prólogo, parándonos casi frase por frase. Dependiendo del tipo de curso y de lo que se haya trabajado previamente, incluso podríamos estudiar la sintaxis y la morfología. Después de haber explicado con mayor profusión los aspectos comentados por el autor, volveremos a preguntar cuál es la intención del autor. Si hiciese falta, reseñaremos varias frases: “podría ser que alguno que las lea halle algo que le agrade, y, a los que no ahondaren tanto, los deleite”; o “Y esto para que ninguna cosa se debería romper ni echar a mal, si muy detestable no fuese, sino que a todos se comunicase, mayormente siendo sin perjuicio y pudiendo sacar de ella algún fruto”. Eso en el primer párrafo.

En el segundo se incide en el estilo. Ya en el tercero se dirige a “vuestra merced”, puede que la misma persona que a quien se dirige posteriormente. Dice haber empezado por el principio (rasgos básicos para la picaresca posterior: contar la vida del pícaro en primera persona) y luego justifica (ya lo había hecho también antes) que alguien de tan bajo estado ponga por escrito sus andanzas, además de cuestionar la división de la sociedad, regida por una cuestión de azar: “consideren los que heredaron nobles estados cuán poco se les debe, pues Fortuna fue con ellos parcial, y cuánto más hicieron los que, siéndoles contraria, con fuerza y maña remando, salieron a buen puerto”. Sólo en una lectura irónica se podría interpretar algo que en esa época era incuestionable. ¿O no?

Con El Lazarillo debemos establecer un diálogo con nuestros alumnos respecto a lo que piensan ellos sobre la intención del autor, tanto en el prólogo como en el resto de la obra. Inculcarles la idea de la ambigüedad será un logro: no sólo han de verla como una obra divertida, sino que deben ir más allá y valorar la finalidad artística, la ironía y la sátira para reflejar el sentimiento de la honra y lo que suponen los clérigos en la sociedad de esta primera mitad del siglo XVI (también para la sesión inicial una pequeña introducción sobre el Imperio de Carlos V nos servirá de ayuda), la comparativa que se establece con los caballeros andantes que proliferan tras el Amadís de Gaula…

La brevedad del texto nos permite abordarlo en castellano antiguo, y así aprovechamos para la aclimatación del oído a un lenguaje que ha evolucionado, pero que permite la comprensión a poco que uno se acostumbre.

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Otra actividad, ya después de leída la obra, será comentar la estructura. Nuestros alumnos deben acostumbrarse a reflexionar. Para decidir por qué algo les ha gustado o disgustado es necesario pensar sobre los aspectos que componen la obra (no solo literaria, sino también cinematográfica o musical). No vale el “porque sí o porque no”. Deben fijarse cómo los capítulos iniciales son más extensos que los últimos, y tratar de explicar por qué esto es así, por ejemplo.

El narrador es otro aspecto sobre el que incidiremos, esa doble temporalidad, la diferencia entre el Lázaro del presente y el Lázaro niño. Plantearemos una pregunta muy interesante, sobre la que habrán de razonar, una vez terminado el libro: “¿qué es lo último que escribió Lázaro: el capítulo VII o el prólogo?”. También el destinatario (Vuestra Merced), que es al fin y al cabo a quien se dirige este narrador, recibirá nuestra debida atención.

Durante la lectura, hemos de señalar, asimismo, los principales recursos estilísticos: simetrías y contrastes, la ironía, los chistes, los juegos de palabras, los refranes y expresiones proverbiales, el uso culto y vulgar de la lengua.

Lectura, pues, pero también muchas explicaciones, aclaraciones, actividades (de comprensión, pero también de recreación literaria o incluso actividades interdisciplinares, en colaboración con el Departamento de Historia aprovechando la riqueza de la pintura española). Por último, aquí copio algunos sitios web muy interesantes para trabajar a fondo esta lectura:

Actividades de aula grupo Edebé .

Actividades “Clásicos a medida” , de Anaya.

Audio libro (hay que descargarlo).

Cuestionarios para la comprensión lectora.

Libros interactivos multimedia (selección de escenas).

Ejercicios on-line .

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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

Miguel de Cervantes

Lectura recomendada para: 2º Ciclo de ESO y Bachillerato Género literario: Narrativa ISBN: 978-84-670-2480-7Páginas: 1.600Formato: 12,2 x 19Encuadernación: Tapa blandaPVP (IVA incluido): 15,25 €

¿Qué decir de esta obra? Existen pocas dudas de que estamos ante la novela más importante de la historia de la literatura, pero está claro que su lectura genera polémica (como hemos reseñado al principio) y rechazo. Necesitamos acercarnos a esta novela con mucho tiento y mucha dedicación. Lo ideal sería que nuestros alumnos hubieran tratado El Quijote desde Primaria, un momento donde no existen prejuicios y donde las adaptaciones o versiones para niños sirven de estímulo para una posterior revisión.

Anunciar la lectura del Quijote es sinónimo de bufidos. ¿Cómo transformar esta idea preconcebida de aburrimiento mortal por el entretenimiento, que era el propósito de Cervantes cuando escribió su obra? ¿Por qué tanto prejuicio? Porque es un "tocho", porque es un "rollo"... Y puede que sólo hayan oído las opiniones de padres, hermanos o alguien a quien le han dicho que don Quijote es un loco y Sancho Panza un idiota y que lo único que se salva es cuando se choca contra unos molinos de viento. El principal problema para la correcta recepción de esta obra es que se requiere de un cierto esfuerzo para valorar la gran riqueza de la obra.

Las nuevas tecnologías nos pueden ayudar, por ejemplo. Un blog de aula y una entrada con un título que llame su atención y pique su curiosidad puede valernos: “El Quijote: ese gran aburrido”. Hay que hablar de Cervantes, de la época, hay que introducir perfectamente el contexto de la obra.

Además, no es lo mismo mandar esta novela para casa (cuyos resultados he indicado al principio) que leerlo en clase. Armándonos de paciencia, eso sí, y de explicaciones, quién sabe hasta dónde podemos llegar.

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Algo parecido a lo comentado en El Lazarillo podríamos intentar con El Quijote: partir del Prólogo. Para ello recomiendo acudir a un blog, La acequia, de Pedro Ojeda, que incluye una serie de reflexiones interesantísimas sobre la obra, de la que está realizando una lectura conjunta y comentada con quien quiera acompañarle. En este sentido habría que plantear la lectura (o el esbozo) de la novela de Cervantes: como un juego o un reto literario. Para seguir fácil y ordenadamente hay una guía de la lectura ordenada.

Siguiendo, pues, las indicaciones que establece Pedro Ojeda, podríamos tratar de picar a nuestros alumnos:

Preguntamos algo que parece obvio: ¿Cómo comienza la novela? La respuesta nos llevaría al famoso inicio “En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme”, que incluso nuestros alumnos menos instruidos podrían llegar a conocer. Y ahí acudiríamos a la metáfora sobre que El Quijote permite “lecturas diversas, todas ellas válidas y sorprendentes, y podemos entrar en ella como si quitáramos las capas de una cebolla”. Y es que, por ejemplo, el narrador, “que está en la famosa frase (... ‘de cuyo nombre no quiero acordarme... ’), se nos había presentado en el Prólogo al lector”.

Y pasaríamos a comentar aspectos que se contienen en dicho prólogo: la figura del narrador, la del lector, las costumbres de la época de presentar parodiadas las costumbres de los prólogos de la época inventando composiciones poéticas atribuidas a diversos personajes sobre los que podríamos mandar investigar: Amadís de Gaula, Belianís de Grecia, Orlando Furioso, Solisdán...

Por último (y seguimos en el Prólogo), analizaríamos el soneto en el que discuten Babieca y Rocinante, que “resume la propuesta teórico-literaria del libro”. Dependiendo de la acogida de esta manera de analizar la obra, podríamos seguir, en una línea parecida, en los primeros capítulos. Otra opción sería empezar por este primer capítulo, trabajando con el diccionario y explicando pormenorizadamente los aspectos que se nos presentan y recalcando en todo momento el nivel paródico que se persigue.

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Si hay una obra con la que sería interesante entablar una comparativa con algunas de las diversas adaptaciones realizadas, es con el Quijote. Puede resultar muy valioso ver los cambios a nivel textual (léxico, sintáctico, semántico) que han realizado, cómo influye eso para que el entendimiento sea más positivo, qué aspectos contribuyen a que exista una pérdida de la riqueza del original…

Podríamos ver cuál es el tratamiento de dichas adaptaciones, por ejemplo, a la hora de los dichos y refranes populares, que sobre todo en boca de Sancho Panza son muy frecuentes. Un ejercicio, en suma, bastante interesante, y que puede fomentar la crítica entre nuestros alumnos, además de que verían que la frontera entre lo ininteligible y lo entendible no son tan lejanas.

Son muchos los temas que se tratan en esta novela y convendría establecer una comparación con el presente: ¿son actuales esos temas hoy en día? La locura, el contraste entre imaginación y realidad, los ideales, la necesidad de la utopía para el ser humano, el concepto de justicia y de libertad, la crítica, nuestro posicionamiento de cara a afrontar la vida, la amistad, el amor…

Además hay que incidir en los numerosos aspectos técnicos de la obra (como el tratamiento del perspectivismo, el constante juego metaliterario, el distanciamiento conseguido gracias a la figura de Cide Hamete Benengeli, los continuos contrastes entre la realidad y la ficción, etc.), y pueda dar pie a numerosas actividades de creación, bien instalando a Don Quijote en el presente, bien imaginando un diálogo entre Quijote y Sancho, bien aplicando con crítica e ironía una mirada a nuestro presente, donde tanto bien haría la presencia de algún loco idealista.

Como con El Lazarillo, hay que aprovechar los recursos que nos ofrece Internet:

Un compendio de recursos electrónicos para el estudio de Cervantes y su obra en la web de Eduardo Urbina.

Recopilación de enlaces con actividades escolares del Quijote.

Para los más pequeños, “Aprende y diviértete con El Quijote”.

Una actividad relacionada con Mago de Oz.

El Quijote en mp3 .

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FUENTE OVEJUNA

Félix Lope de Vega

Lectura recomendada para: 2º Ciclo de ESO y BachilleratoEditorial: AustralMateria: Literatura castellanaISBN: 978-84-670-2226-1Páginas: 176Formato: 12,2 X 19Encuadernación: Tapa blandaPVP (IVA incluido): 7,25 €

Lope de Vega es sinónimo de teatro. Sin él y su Comedia Nueva, nuestra riqueza escénica probablemente estaría reducida a la mitad. Para leer cualquier obra teatral suya de las más representativas, es interesante introducir antes algunos elementos, como exponer el panorama teatral español hasta la época y, sobre todo, dar a conocer los corrales de comedia, donde se representaban estas obras, con un éxito tremendo. Excursiones por el Madrid de los Austrias o a corralas en Almagro o Alcalá de Henares pueden ser un punto de partida idóneo.

Asimismo, la biografía de Lope de Vega nos puede dar mucho juego para entrar en materia. Muchas veces nuestros alumnos sienten más simpatía por la obra si se les relata anécdotas del autor (o al menos, consiguen ubicarla de una manera más certera). Si esto fuera poco, contamos con la ventaja de que la lectura del teatro es mucho más dinámica, puesto que repartiendo papeles se consigue una mayor participación. La pega es que nuestras clases son demasiado numerosas y hay muchos alumnos que se quedan sin participar, por lo que sería recomendable establecer varios grupos y leer breves escenas por cada uno de estos grupos para ver quién lee mejor. Un poco de competitividad no viene mal en determinados momentos.

Si nuestra clase se aprestara para ello, una interesantísima opción sería la de representar o bien la obra entera o bien alguna escena. Tanto si simplemente la leyéramos como si se representara, de nuevo hay que emplear los recursos anteriormente expuestos: explicaciones (por ejemplo, en la obra que nos ocupa, es necesario aclarar un poco el trasfondo histórico), aclaración del léxico (mucho uso del diccionario), ampliaciones sobre algún tema que se vaya a tratar, interrupciones si hace falta (aunque sería conveniente que, para no romper la dinámica de la lectura, se hicieran sobre una casi necesaria segunda lectura).

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Guía de lectura: “ESO es:¡Clásicos en clase!”

Si hemos conseguido adaptar nuestras lecturas según el temario, dejando Fuente Ovejuna, pues, para la tercera evaluación, no vendría mal tratar de ubicar esta obra dentro de la clasificación temática de las innumerables comedias de Lope: ¿de capa y espada, de enredo, religiosa, mitológica, novelesca, histórica…?, aunque esto lo podríamos dejar, lógicamente, para el final.

Antes de acudir al texto, sería recomendable que se leyera Arte nuevo de hacer comedias, escrito por el propio Lope en 1609 y donde recoge teóricamente su concepción teatral. Por medio de esta breve obra, podemos ver las características de este teatro que rompe con lo precedente. Al ser un texto breve, siempre podemos acudir a él para reconocer alguna de las características enunciadas en Fuente Ovejuna. Algunas se ven mejor que otras (aquí, por ejemplo, la mezcla de lo trágico y lo cómico queda muy poco delimitado, así como la figura del gracioso, exceptuando a Mengo en un par de momentos) y por ejemplo, la ruptura de la unidad del espacio es algo que hay que reseñar, puesto que a veces la acción pasa de Fuenteovejuna a Ciudad Real sin que las anotaciones lo indiquen, lo cual puede ser, junto con el contexto histórico, las únicas dificultades de esta lectura.

El tema de la obra, la tiranía del Comendador, da para mucho debate. ¿Hasta qué punto hay que acatar las órdenes de un superior si este es un tirano, déspota y desprovisto de bondad? ¿Es justificable el levantamiento del pueblo de Osuna? ¿No podría derivar en un caos? Otro punto que podemos comentar es el tratamiento bastante moderno de la mujer, pues no en vano es Laurencia quien arenga para el levantamiento del pueblo en contra del tirano.

Al ser una obra escrita en verso, podemos ver la polimetría y repasar, de paso, la métrica. Hay que incidir en la maestría técnica de Lope. Parece a simple vista sencillo escribir una comedia, pero la técnica que lleva detrás es encomiable. Analizaremos, además, los diversos personajes que aparecen y qué tipo de papel cumplen: los Reyes, el Comendador, Esteban, Laurencia, Frondoso… No vendrá mal una guía de lectura previa para seguir mejor la trama o para la preparación de nuestras propias explicaciones. Podemos encontrar algunas en Internet, como la de Planeta Lector o la de Anaya. Para el examen posterior, nos pueden ayudar las siguientes actividades. En dichas actividades que se planteen para evaluar el entendimiento de la obra, no debe faltar el apartado dedicado a la opinión personal.

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Guía de lectura: “ESO es:¡Clásicos en clase!”

Como en las anteriores lecturas, la lectura en clase, las debidas explicaciones y el seguimiento paulatino y sistemático, sin duda alguna propiciará un mejor entendimiento y una mayor valoración de la obra, sin que pueda suponer el castellano antiguo una barrera insuperable.

Resumiendo, cualquier edad es buena para leer un libro, aunque queda claro que para según qué tipo de lectura, la presencia y el apoyo del docente implica una mejor comprensión, que redundará en una posterior más positiva valoración. A lo mejor esa madurez que decimos que falta en nuestros alumnos resulta que puede desarrollarse y afianzarse si nosotros nos proponemos esta meta. No es, por tanto, una cuestión de cuándo, sino un problema de cómo, y debemos esforzarnos en conseguir lectores más competentes y completos.

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