GUIA DE TRABAJO ALTERNO

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GUIA DE TRABAJO ALTERNO Ingrid Katherine Camargo Olarte Cultura Teológica 31-10-2012

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museos culturas indigenas

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GUIA DE TRABAJO ALTERNO

Ingrid Katherine Camargo Olarte

C u l t u r a T e o l ó g i c a

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Primera parte

1. Museo Convento de Santa Clara

Historia del convento

La antigua iglesia de Santa Clara hacía parte del conjunto arquitectónico del

convento de clausura de las monjas Clarisas, y fue construida entre 1629 y 1647.

Durante todo el periodo colonial, e inclusive parte del siglo XIX, el Convento se

mantuvo en pie como epicentro de la presencia conventual tradicional.

El conjunto fue construido por el Maestro Mayor Matias de Santiago con la

autorización y apoyo del Arzobispo de Santafé Hernando Arias de Ugarte.

El emplazamiento incluía todos los espacios necesarios para asegurar la clausura

de las monjas, esto es, habitaciones, huerta, cocina, patios, aulas de clase,

comedor, enfermería, etc.

La Iglesia de Santa Clara de Santafé pertenece a uno de los 5 monasterios de

clarisas fundados en la Nueva Granada en el periodo colonial (junto con Tunja,

Cartagena, Pamplona y Mérida), de los que no resta ninguna estructura original.

La Iglesia permanece en pie original casi en su totalidad y su decoración y

arquitectura es prácticamente la misma que la de hace más de 350 años.

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En la primera mitad siglo XIX el convento no sufrió modificaciones y sobrevivió al

fervor independentista casi en su totalidad.

En la segunda mitad de siglo en que los problemas se abalanzaron sobre las

clarisas y su privilegiada posición: la desamortización de bienes de manos

muertas, impopular decreto del gobierno de Tomás Cipriano de Mosquera en

1861, culminó en la expropiación de las clarisas del convento y su expulsión del

mismo en 1863.

La Iglesia de Santa Clara pasó a manos del Arzobispado y el Monasterio fue

ocupado por un batallón del ejército nacional.

En 1912, después de ser sede la Imprenta Nacional por varios años, el Convento

es finalmente destruido y reemplazado por casas y edificios de la época, solo la

Iglesia se mantendría en pie bajo la administración de la Congregación del

Sagrado Corazón de Jesús, quienes se encargarían de su cuidado hasta su

compra, por parte de Colcultura, en 1971.

La pintura en Colombia el siglo XVII-XVIII

Pinturas- Figueroa:

Se caracteriza por:

Claro oscuro medido

Los temas eran devocionales haciendo aun lado las circunstancias

Los rostros comunican la figura y la gracia

Santa clara exhibe veintena punturas

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2. museo de arte colonial

Historia

La colección de piezas del Museo Colonial fue iniciada a partir de las donaciones

de Eduardo Santos, Vicente Pizano, Beatriz Osorio y su fundación y de la

adquisición de las colecciones Carlos Pardo, Pablo Argáez y Matilde Marroquín.

Esta colección inicial se relaciona con el buen gusto de la elite bogotana de 1942

que con una misión conservadurista fundo el Museo de Arte Colonial como un

“honesto recuerdo de la ciudad recóndita y callada”. La Casa de las Aulas,

originalmente levantada para albergar al Colegio Mixto de la compañía de Jesús.

Sucesivos directores han condenado las piezas de la colección de diversas

maneras según el saber y entender de la época en la que ellos fueron llamados a

aceptar este reto. Teresa Cuervo Borda y Sophy Pizano, pasando por el Maestro

Luis Alberto Acuña y por el profesor el profesor Fransisco Gil Tovar, hasta Teresita

Morales de Gómez, han transformado las salas permanentes agrupando las

colecciones por técnicas de manufactura, por periodos o por temas. Las han

intervenido, restaurando, inventariando e interpretando de acuerdo a sus

referentes y, asimismo, han mantenido y conservado el Claustro y han diseñado

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programas museológicos según la visión de Museo en cada periodo. Gracias a

todos ellos el museo hoy está enfocado en si renovación estructural y

museográfica.

Las principales pinturas de carácter religioso

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Bibliografía de Gregorio Vásquez de arce y Ceballos.

Pintor colonial nacido en Santafé de Bogotá, el 9 de mayo de 1638, muerto en la

misma ciudad, en 1711. Al parecer, Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos nunca

salió de la Nueva Granada; según su primer biógrafo, el historiador José Manuel

Groot, su padre lo dedicó al arte bajo la enseñanza de Baltasar Figueroa, pintor

entonces de gran reputación, hijo de Gaspar de Figueroa. Como ocurre

frecuentemente con los artistas, también existe acerca de Vásquez una famosa

anécdota sobre cómo el alumno superó al maestro. De todas formas, sí es claro

que Vásquez sobrepasó a los maestros de su tiempo, pues aprendió con

corrección muchos de los secretos de la pintura, y hasta el momento es el pintor

colonial neogranadino más reconocido y apreciado.

Contexto de formación de Gregorio vesques.

Un taller neogranadino se componía de un maestro pintor, en ocasiones llamado

oficial, quien dirigía el taller, conseguía los encargados y se ocupaba de diseña,

crea las imágenes de los cuadros, en jerarquía, según los aprendices de los

cuadros. En jerarquía, según los aprendices oficiales, de mayor experiencia y mas

tiempo con el maestro; por ultimo, los jóvenes aprendices, que engrasaban entre

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los ocho y doce años con el in de aprender el oficio. Los padres celebraban un

contrato con el maestro, en el cual el joven quedaba bajo su tutela. Durante el

tiempo de aprendizaje, el pintor se comprometía a darle sustento, topa,

alimentación y atención medica; a cambio, el muchacho se obligaba a ejecutar los

oficios ordenados, incluso aquellos ajenos a la pintura.

Se desconoce como debía ser el taller de Gregorio o de cualquier otro punto

santafereño del siglo XVII. Sin embargo, esta recreación pretende dar vida al

espacio en el que eran producidas las imágenes, y dar cuenta de la labor colectiva

y artesanal que implicaba la realización de la misma. La pintura, antes que un

arte, era un oficio.

Aquí el pintor elaboraría su cuadro ubicando el lienzo sobre el caballete,

aplicando la base y trazando los dibujos cortones y rasguños, que le servirían para

la realización de la obra encargada. Posteriormente con el ole, resultado de la

mezcla del mineral molido y el aceite de linaza el color de la imagen.

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3. museo arqueológico

Historia

Esta casa fue construida a finales del siglo XVII, pasó por varios propietarios incluyendo al Marqués en cuyo honor se bautizó antes de volverse sede del Fondo de Promoción de la Cultura en 1970.

El museo abrió sus puertas en 1973 y aunque los planes iniciales solo contaban con la exposición de cerámica precolombina, uno de sus salones principales, el Salón San Jorge fue adecuado para exponer la esencia y estilo de la vida colonial con una variedad de objetos domésticos y arte religioso.

Este espacio lleva a los asistentes por un tour geográfico de Colombia en donde se aprecian distintas piezas, prácticas y técnicas de nuestros indígenas. Entre su

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gran diversidad puede encontrar ejemplares de culturas prehispánicas como Antioquia, Tumaco, Tayrona, San Agustín y Quimbaya.

Cada sección cultural devela tradiciones, ocupaciones y rituales, entre otras cosas, que le pintan un amplio panorama al observador sobre dicha cultura, creando así una noción concisa sobre nuestros antepasados.

El museo también expone una clara idea sobre todo el proceso de la creación y restauración precolombina en arcilla; desde las características de su materia prima, el delicado proceso de restauración, la utilización de pintura y dibujos hasta la realización de copias. Se distinguen también los distintos usos que le daban los indígenas a piezas como instrumentos musicales y objetos funerarios.

4. sala de custodias

Sala de custodias

Durante el siglo XVII y XVIII la orfebrería producida en américa, bajo el cañón de

los maestros españoles, alcanzo un alto nivel de elaboración. Fueron realizadas

piezas que en su mayoría tenían un fin religioso. Los maestros dedicados al oficio

de la platería, con ayuda de aprendices americanos, produjeron un considerable

número de objetos en oro y plata, posicionándolos como uno de los gremios mas

sobresalientes de la sociedad colonial.

Gracias a la riqueza de nuestro territorio se pudo contar con materia prima en

abundancia y de gran calidad: oro, plata y esmeraldas, fueron trabajados para

decorar los altares de iglesias que sorprenden hasta hoy por su exisita factura.

Entre la enorme cantidad de piezas litúrgicas realizadas en oro y plata sobresalen

las custodias, que tiene la función de presentar la hostia consagrada a los fieles;

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en américa se prefirió elaborarlas en forma circular y con rayos ondulantes,

dotándolas de un carácter simbólico en relación al sol.

Durante la colonia las custodias hacían parte del ritual de la liturgia y también eran

exhibidas en procesión durante la fiesta del corpus Chirti. Algunas, debido a su

peso, debían cargarse en andas para ser expuestas ante el ferviente público y se

convirtieron en piezas fundamentales de los tesoros de las distintas comunidades

religiosas de la época.

El banco de la republica, interesado como ha estado siempre en el cuidado y

conservación de este legado artístico, presenta dos de las más importantes

custodias de la orfebrería colonial: la de Santa Clara la Real y la Custodia de la

iglesia de san Ignacio, conocida como “lechuza”.

La lechuza: por su color verdoso por las esmeraldas

4.902.60 gr

1.485 esmeraldas

1 zafiro 13 rubíes

La clarisa: fue sacada del país para vender a coleccionistas privamos fue

recuperada en 1987 para formar parte de la colección colombiana

4.230.72gr

750 esmeraldas

Diamantes y rubíes

Sala de mojas muertas

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El retrato fúnebre fue una práctica realizada por los conventos de religiosas para

exaltar la labor ejecutada por aquellas que desempeñaron cargos importantes y

una vida ejemplar. La muerte significa la consumación de los desposorios místicos

y como tal, se les retrata como esposas de Cristo, con una corona de flores y una

palma o ramo florido.

Esta serie de retratos de religiosas del convento de la Inmaculada Concepción en

Santafé de Bogotá es atribuida a Victorino García Romero, hijo de Pablo Antonio

García del Campo, dibujante de la Expedición Botánica. Es probable que se trate

de versiones posteriores al original, tal vez perdido, ya que como se puede leer en

la inscripción que ostenta el retrato de la madre María Josefa de la Concepción, la

religiosa había muerto en 1803 y está firmada y fechada en 1809, por tanto el

artista no la pudo pintar del natural. Las demás obras no están firmadas y las

inscripciones de cinco de ellas hablan de muertes ocurridas entre 1780 y 1786, a

excepción de sor Teresa Juliana de Jesús, muerta en 1820.

Acompañan la serie los retratos de José Celestino Mutis y del niño muerto José

Francisco Xavier Gil, pintado al estilo del retrato virreinal, con encajes y cortinas y

con un texto explicativo en la parte inferior del cuadro. (Arango)

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5. iglesia de San Francisco.

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Historia

Se construyó entre 1550 y 1567 en el terreno donado por el arzobispo Juan de los Barrios a los hermanos franciscanos, en la margen derecha del río Vicachá (posteriormente mejor conocido como río San Francisco). La construcción original tuvo una ampliación en 1611 y en 1623 se construyó el retablo mayor.

Originalmente, la iglesia solamente estaba conformada por una nave a la cual se le fueron anexando pequeñas capillas en su lado derecho. Al ser afectada gravemente la estructura durante el terremoto de 1785, estas capillas fueron integradas en una segunda nave después de los trabajos de restauración dirigidos por Domingo Esquiaqui, los cuales fueron concluidos el 25 de marzo de 1794,

fecha en la cual el arzobispo Baltasar Jaime Martínez Campañón consagró el templo. Años más tarde el interior del templo fue intervenido por fray Domingo de Petrés.

La iglesia fue expropiada en 1861 por Tomás Cipriano de Mosquera, hasta 1881, durante la cual estuvo al frente de su administración el capellán fray Ramón Cáceres. La iglesia formaba un complejo con un convento adyacente que abarcaba dos manzanas de la ciudad y tuvo tres claustros de dos pisos. Los claustros, sin embargo, desaparecieron al ser construido en su lugar el edificio de la Gobernación de Cundinamarca en el actual Palacio de San Francisco en 1917, obra de Gastón Lelarge y Arturo Jaramillo.

Finalmente, en años recientes la iglesia fue desprovista de su blanco exterior y sus cubiertas fueron alteradas hasta el punto que los únicos documentos históricos del templo original que sobreviven son la fachada principal, la torre y el presbiterio. La última restauración del templo se realizó entre 1988 y 1990.

Actualmente es la iglesia más antigua que se conserva en Bogotá, se encuentra ubicada en la esquina nor occidental de la Avenida Jiménez con Carrera Séptima, diagonal a la estación de Museo del Oro del TransMilenio.

Arquitectura

La estructura arquitectónica del Templo fue sencilla. Constaba de una sola nave pero con el tiempo resultó limitado por la cantidad de personas que lo visitaban y era reconocido por ser muy pequeño y por su estado en ruinas. No albergaba mucha gente y estaba a punto de derrumbarse, razón por la cual los frailes decidieron que debían comenzar la construcción de una nueva iglesia.

Empezaron la reconstrucción en 1586, pero en 1598 aún no estaba terminada por la falta de dinero, entonces el rey vigente con la ayuda de los fieles pudo continuar con la construcción, la que avanzó sin interrupción de tal modo que el templo fue construido en 1611. Pero si la obra arquitectónica básica ya estaba terminada para este año, el templo, carecía de la parte más notable actualmente, su decoración

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interna. Con esto se hace referencia a su magnífico retablo mayor, cuya fabricación solamente vino a acordarse el 13 de julio de 1623, entre el ensamblador y arquitecto Ignacio García de Ascucha y las autoridades del convento, este se comprometió a entregar la obra en dos años, a partir de la fecha. (EcuRed, 2012)

Llama la atención de esta iglesia que algunas partes están enchapadas en madera y las columnas están revestidas por 'pan de oro'. Así mismo, las paredes están adornadas por cuadros de artistas como Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos. Fue reconstruida después del terremoto de 1785.

6. mitos y leyendas muiscas

Leyenda de Bochica Durante días y noches llovió tanto que se arruinaron las siembras; nadie volvió a salir de sus bohíos (casas), que también se vinieron al suelo, o se mojaron tanto que lo mismo servía tener techo de palma o no. El Zipa, quien comandaba todo el imperio Chibcha, y los caciques, que eran como los capitanes o gobernadores de los poblados de la sabana, se reunieron para buscar una solución, pues no sabían qué hacer y el agua seguía cayendo del firmamento en torrentes. Se acordaron entonces de Bochica, un anciano blanco que no era de su tribu y quien había aparecido de repente en un cerro de la sabana. Alto y de tez colorada, con ojos claros, barba blanca y muy larga que le llegaba hasta la cintura, vestía una túnica también larga, sandalias, y usaba un bastón para apoyarse. Él les había enseñado a sembrar y cultivar en las tierras bajas que quedaban próximas a la sabana; y a orar, y a tener una especie de código para los chibchas. Cuando se iniciaron las lluvias, Bochica estaba visitando el poblado de Sugamuxi (hoy Sogamoso), en donde había un templo dedicado al Sol. Los chibchas decidieron llamarlo, porque pensaron que Bochica era un hombre bueno podría ayudarlos, o todo el imperio perecería a causa de la gigantesca inundación. El anciano dialogó con dificultad con los caciques, pues no dominaba su lengua, pero se hacía entender y le comprendían bastante. Se retiró a un rincón del bohío que tenía por habitación, rezó a su dios, que decía era uno solo. Luego salió y señaló hacia el suroccidente de la sabana. Cientos de indios organizaron una especie de peregrinación con él. Se detuvieron después de varios días en el sitio exacto en donde la sabana terminaba, pero las aguas se agolpaban furiosas ante un cerco de rocas. Los árboles enormes y la vegetación selvática frenaban el ímpetu del agua. Bochica, con su bastón, miró al cielo y tocó con el palo las imponentes rocas. Ante la sorpresa y admiración de unos y la incredulidad de todos, las rocas se abrieron como si fueran de harina. El agua se volcó por las paredes, formando un hermoso salto de abundante espuma,

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con rugidos bestiales y dando origen a una catarata de más de 150 metros de altura. La sabana, poco a poco, volvió a su estado normal. Y allí quedó el "Salto del Tequendama". Dicen que Bochica, tiempo después, desapareció silenciosamente como había venido. Leyenda de la Cacica de Guatavita

Guatavita era el nombre de uno de los más poderosos caciques muiscas, cuya esposa principal fue sorprendida por él mismo en flagrante delito de adulterio. El cacique hizo matar a su rival y obligó a su esposa a comer en público el corazón de su amante. Asustada, la cacica tomó en brazos a su hija y huyó hasta la laguna de Guatavita donde se arrojó. El Cacique, arrepentido, pidió a un sacerdote que rescatara a su mujer con sus poderes pero todo fue inútil. La cacica entonces se convirtió en la diosa tutelar de la laguna a quien los muiscas, supremos cultores del agua desde los arbores mismos de su civilización, transformaron en un adoratorio de cuatro kilómetros de circunferencia, 400 metros de diámetro y 20 metros de profundidad, a una altura de 3.199 metros sobre el nivel del mar, en donde, por medio de los sacerdotes o chuques, tributaban permanentemente a la diosa titular, quien, en forma de serpiente, de tiempo en tiempo salía a la superficie para recordarle a la gente la necesidad de plegarias, para renovarles su fe, en fin, para exigirles sacrificios y votos de toda especie. Las ofrendas se hacían, por lo general, en figurillas de oro, tiradas por los creyentes y entregadas al sumo sacerdote para que éste, a su vez, sirviera de intermediario ante la diosa acuática, lo que hacia en medio de complicada liturgia, para después arrojarlas al seno de la laguna, donde moraba la diosa quien, satisfecha con las plegarias y las ofrendas, aplacaba su cólera, otorgaba perdón, era generosa con quienes la veneraban. Este notable suceso daría origen a la ceremonia religiosa y política, conocida, desde la Colonia hasta hoy, como la leyenda de “El Dorado”. Leyenda de la Creación del Mundo

Cuando era de noche y antes de que hubiera nada, estaba la luz metida dentro de algo grande, que era un ser omnipotente: Chiminigagua. Este ser luminoso comenzó a amanecer y a mostrar la luz que en sí guardaba. Procedió luego a crear cosas, empezando por unas grandes aves negras, que mandó por todo el mundo para que echara aire resplandeciente por los picos, por lo cual el orbe quedó iluminado. Chiminigagua, el señor de todas las cosas, el Ser Bueno, creó también el sol, la luna y todo lo que forma la belleza del universo.

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Leyenda sobre el origen de los muiscas En una época no había nada sobre la tierra. La primera que la habitó fue una mujer joven y fuerte que salió de la laguna de Iguaque por entre la niebla helada y el viento sonoro del páramo. Se llamaba Bachué y llevaba de la mano a un niño de tres años. Ambos bajaron al valle y construyeron una casa donde vivieron hasta que el niño creció y pudo casarse con Bachué. Tuvieron muchos hijos (a veces Bachué tenía cuatro o seis a la vez), con lo que comenzó a poblarse el territorio muisca. Bachué le enseño a cultivar la tierra y a adorar los dioses. Después de muchos años, Bachué y su esposo, ya viejos, regresaron a la laguna de Iguaque donde se despidieron de la multitud que, llorando, los veía partir. De repente los ancianos se transformaron en don inmensas serpientes y desaparecieron bajo las aguas tranquilas de la laguna. Bachué se convirtió en la diosa de la fertilidad, la que hacía que la tierra diera frutos y las familias tuvieran muchos hijos. Chaquen Castiga a Tintoa y a Sunuba

Chaquen, el dios encargado de cuidar los términos o linderos de las sementeras, es también quien se encarga de castigas a los fugitivos del delito de adulterio, como ocurrió a Tintoa y Sunuba. Joven y valiente guerrero era Tintoa; se enamoró de la bella Sunuba, esposa principal de un príncipe. Cuando el marido de Sunuba marchó a la guerra, el nombró a su amante como guardián. El pueblo se enteró y expresó su disgusto por tan reprochable conducta. El príncipe se enteró a su regreso y decidió castigarlos. Los amantes huyeron para escapar al castigo, burlándose así de su señor y de las leyes. Ya el dios Chaquen sabía donde estaba. Los castigó entonces convirtiéndolos a ella en una especie de junco llamado “fijiza” y a él en carrizo o “sune”; ambos como vegetales. Ella, condenada a vivir cerca del agua en los pantanos; él, condenado a vivir en tierra seca. De esta forma el dios Chaquen los separó hasta el final de los tiempos. Leyenda de las piedras de tunja

La leyenda cuenta que los sacerdotes de la comunidad Franciscana en Quito estaban levantando una iglesia. La construcción avanzaba pero las piedras disminuían en las canteras vecinas hasta el punto de paralizar la obra. Uno de los sacerdotes, después de pensarlo una y otra vez, tomo la fatal decisión de vender su alma al diablo a cambio de grandes piedras para poder continuar la construcción del templo. El diablo, lleno de alegría por el negocio celebrado, se puso a buscar las piedras más enormes que pudiera encontrar; y efectivamente las halló cerca de la población de Tunja.

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Organizó dos escuadrones de diablos, escogiendo a los fuertes y ágiles. Las enormes piedras serían llevadas por los aires en las noches de luna para no ser vistas en el día. El primer trayecto lo hicieron hasta la población de Facatativa. Allí descansaron de su gran esfuerzo. Estando el diablo en Facatativá, un mensajero le llevó la noticia de que el sacerdote franciscano había tenido un sueño relacionado con su iglesia y que, después de meditarlo varias veces, había resuelto deshacer el pacto celebrado con el diablo. El sacerdote se había retirado de la comunidad franciscana para ser admitido en la comunidad de los cartujos. El diablo, furioso y humillado, maldijo a gritos; luego ordenó a su ejército de diablos que abandonaran las piedras. Dicen que los gritos y llantos del diablo eran tan fuertes, que hasta hoy se escucha el eco en las noches de tormenta. Muchas personas piensan que las Piedras de Tunja se encuentran en la ciudad de Tunja, pero no es así. Esas enormes piedras están, desde hace miles de años, en la población de Facatativá, a unos 40 kilómetros de Bogotá. Conforman un hermoso parque natural que es visitado por miles de turistas. Leyenda de El Dorado

De todas las leyendas de América precolombina, ninguna ha sido tan universalizada como la de “El Dorado”. Cada vez que se posesionaba un nuevo cacique, los muiscas organizaban una gran ceremonia. El heredero, hijo de una hermana del cacique anterior, quien antes de esto se había purificado aunando durante seis años en una cueva donde no podía ver el sol, ni comer alimentos con sal, ni ají, ni mantener relaciones sexuales con mujer alguna, era conducido a la vera de la laguna donde los sacerdotes lo desvestían, untaban su cuerpo con una resina pegajosa, lo rociaban con polvo de oro, le entregaban su nuevo cetro de cacique, un propulsor de oro y lo hacían seguir a una balsa de juncos con sus usaques o ministros y los jeques o sacerdotes, sin que ninguno de ellos, por respeto, lo mirara a la cara. El resto del pueblo permanecía en la orilla donde prendían fogatas y rezaban de espaldas a la laguna, mientras la balsa navegaba en silencio hacia el centro de la laguna. Con los primeros rayos del sol, el nuevo cacique y su séquito arrojaban a la laguna oro y esmeraldas como ofrendas a los dioses. El príncipe, despojado ya del polvo que lo cubría, iniciaba su regreso a la tierra, en tanto resonaban con alegría tambores, flautas y cascabeles. Después, el pueblo bailaba, cantaba y tomaba chicha durante varios días. (cultura, 2012)

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Segunda parte Ensayo

RELIGIÓN MUISCA

La cultura muisca ocupaba las tierras altas de la parte más ancha de la Cordillera

Oriental, en los departamentos de Cundinamarca, Boyacá y Santander, habito el

altiplano cundiboyacense desde el siglo VI a.c y actualmente los pocos que

quedan viven en algunas de las localidades como bosa, Usme, suba entre otras.

Su economía, se desarrolló gracias al aprovechamiento de las laderas y sistemas

de cultivo, canales de desagüe y riego. Tenían una agricultura bien desarrollada,

cultivaban maíz, papa, coca y algodón. La caza era abundante con faizanes,

codornices, conejos, pavas, tórtolas, paloma torcaz, muchas otras aves, venados,

puercos monteses y armadillos. Con el algodón, se identifican como grandes

tejedores de textiles o mantas, forma de mantenercen económicamente lo que por

muchos años han mantenido.

Estos pueblos indigenas en esta región de la sabana se caracterizaron como

alfareros y es la alfarería una de las expresiones culturales que nos permite

conocerlos durante el tiempo, es decir, de generación en generación, basados en

los análisis practicados a las vasijas de cerámica y se puede apreciar que la época

de la alfarería está ubicada entre el año 310 hasta el 1.305 lo cual permite

establecer que los muiscas ocuparon estos territorios alrededor de doce siglos

antes de la llegada de los españoles. Los alfareros elaboraban la cerámica para

uso ritual y ofrendatario, además de enormes vasijas para procesar la sal, ollas

jarras y cuencos de uso doméstico. Sobresale la cerámica de tipo ceremonial,

adornada con figuras zoomorfas como la rana, la serpiente, y figuras

antropomorfas que quizás representaban a los caciques. La pictografía simbólica

hallada en los jeroglíficos de las rocas del Abra, fue ejecutada por una raza

diferente a las primeras civilizaciones anteriormente anotadas y diferentes a la de

la raza de indios conquistada por los españoles. Pero es de una raza que se

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extendió por todo el continente y tiene el mismo carácter que la de los valles y

cordilleras de Venezuela y de las márgenes el Orinoco y del Amazonas. Y las

características de estos jeroglíficos son iguales para toda América ya grabados

sobre rocas, ya pintadas con tinta roja indeleble, bien sea colocados sobre alturas

inaccesibles o en las orillas de los ríos o demarcando sitios fronterizos.

La cultura muisca se encontro gobernada por poderosos caciques llamados el

Zipa y el Zaque, secundados por otros de menor jerarquía, los Usaques, especie

de consejeros; los sacerdotes, los guerreros y el pueblo compuesto por

agricultores, alfareros, orfebres, tejedores y comerciantes., esta organización

política no tan lejos de la realidad, solo que en la actualidad son llamados ocn

diferentes nombres. Esta organización política en cuanto a los pueblos indígenas o

sociedades actuales se conserva la necesidad de mantener un orden en cuanto a

la jerarquía de mando para así contemplar los controles necesarios en cuanto a la

toma de decisiones y solución de problemas ya sea de este pueblo muisca en

unos antepasados o de la sociedad actual.

Eran politeístas y muy consagrados a sus rituales religiosos, sus deidades

representaban diversas fuerzas de la naturaleza, sus principales dioses fueron

Chiminichagua , principio creador o fuerza su prema, Xué, el sol , Chía , la luna,

Bachu la madre de la humanidad y dios a de las legumbres , Cuchviva el arcoiris,

Chibchacun, dios general, Chaquen, dios de los corredores y Bochica, héroe

civilizador.

L as lagunas eran consideradas lugares sagrados donde celebraban ceremonias

religiosas, durante las cuales lanzaban al agua, tunjos elaborados en tumbaga.

Los sacrificios humanos eran ceremonias populares de gran importancia en los

pueblos chibchas. Fuera de esta ceremonia en que el homenaje al dios incluía el

sacrificio de un ser humano, existían otras de gran renombre como la famosa de

El Dorado, de carácter mágico -religioso. Esta ceremonia tenía se realizaba con

motivo de la posesión en el mando del cacique.

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En este pueblo indígena se logra analizar que su religión se basa claramente en

creencias con relación a la naturaleza y distintos fenómenos que son interpretados

de distintas maneras para cada cultura.

La muerte era concebida como el inicio de un largo viaje, al final del cual, llegarían

a un mundo similar a este, en donde según el comportamiento que hubiera tenido

la persona en vida y la forma como ocurriera su muerte, tendría una recompensa o

un castigo. En la mayoría de los casos, dotaban las tumbas de adornos de oro y

esmeraldas, armas, vasijas de arcilla con provisiones de maíz, chicha y otros

alimentos, mantas y herramientas. Una de las maneras de preservar los

cadáveres era la momificación, que lograban ahumando el cadáver hasta secar

todas las sustancias líquidas y grasas.

Se logra analizar que verdaderamente hay mucha diferencia en la religión, ya que

por ejemplo algo impactante son las formas de ritos y ceremonias fúnebres que se

practican en estos pueblos, para nosotros algo descabellados, pero que se tienen

que respetar por ser una forma de vivir de estas personas.

Distintas formas de creer, distintas formas de sentir, distintas formas de analizar,

estas formas de vivir son las que hacen a una cultura única e inigualable por lo

que estos pueblos indígenas han tenido que luchar para que sus creencias no

sean derrumbadas y olvidadas por la sociedad.

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Bibliografía Arango, B. L. (s.f.). Biblioteca Luis Angel Arango. Obtenido de

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http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:vi6tG4hhvuAJ:www.sinic.gov.co/SINIC/

ColombiaCultural/ColCulturalBusca.aspx%3FAREID%3D3%26SECID%3D8%26IdDep%3D25%26COLT

EM%3D212+leyenda+de+la+creacion+del+mundo+en+los+muiscas&cd=4&hl=es&ct=clnk&gl=co

EcuRed. (2012). EcuRed. Obtenido de

http://webcache.googleusercontent.com/search?q=cache:QxauIkVJv8YJ:www.ecured.cu/index.ph

p/Iglesia_de_San_Francisco_%28Bogot%C3%A1%29+arquitectura+de+la+Iglesia+de+san+francisco

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