Guerras Dentro de La Península

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Guerras dentro de la Península Los Bárcidas, Bárquidas o los Barca (en púnico: barqä, ‘rayo’) ? , fue una familia militar y aristócrata de origen cartaginés, de gran importancia durante las Guerras Púnicas. Esta familia llegó en el 237 a.C Los Bárcidas fueron instaurados como dinastía cartaginesa gracias a Amílcar Barca, quien conquistó gran parte de la antigua Iberia y quien fue el padre de los Bárcidas más importantes. Entre sus hijos más destacados se encontraban: Aníbal (comandante del ejército cartaginés después del mando de su cuñado, Asdrúbal el Bello, y quien comenzó la Segunda Guerra Púnica al atacar la ciudad deSagunto), Asdrúbal (quien se quedó en el poder de Iberia después de que su hermano Aníbal partiera a Italia) y Magón (quien partió con Aníbal). Se cree que hubo más hijos de Amílcar. Sólo hay constancia histórica de cinco hijos, dos mujeres y tres hombres: Sapanibal y Salambua (Salambó); [cita requerida] Aníbal, Asdrúbal y Magón. VIRIATO Y LA GUERRA DE GUERRILLAS. Tomás San Clemente De Mingo Viriato (muerto 139 a.c), en la Hispania romana, utilizó en sus enfrentamientos con los romanos la guerra de guerrillas. Una táctica militar que utilizaron con éxito los pueblos prerromanos de la península ibérica (como el lusitano y el celtíbero ).Este tipo de guerra, los romanos lo denominaron

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Este texto habla de las guerras que se dieron dentro de la península hispánica en la época de romanización.

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Guerras dentro de la Península

Los Bárcidas, Bárquidas o los Barca (en púnico: barqä, ‘rayo’)?, fue una familia militar y

aristócrata de origen cartaginés, de gran importancia durante las Guerras Púnicas. Esta

familia llegó en el 237 a.C

Los Bárcidas fueron instaurados como dinastía cartaginesa gracias a Amílcar Barca, quien

conquistó gran parte de la antigua Iberia y quien fue el padre de los Bárcidas más

importantes. Entre sus hijos más destacados se encontraban: Aníbal (comandante del

ejército cartaginés después del mando de su cuñado, Asdrúbal el Bello, y quien comenzó

la Segunda Guerra Púnica al atacar la ciudad deSagunto), Asdrúbal (quien se quedó en el

poder de Iberia después de que su hermano Aníbal partiera a Italia) y Magón (quien partió

con Aníbal).

Se cree que hubo más hijos de Amílcar. Sólo hay constancia histórica de cinco hijos, dos

mujeres y tres hombres: Sapanibal y Salambua (Salambó);[cita requerida] Aníbal, Asdrúbal y

Magón.

VIRIATO Y LA GUERRA DE GUERRILLAS.

Tomás San Clemente De Mingo

Viriato (muerto 139 a.c), en la Hispania romana, utilizó en sus enfrentamientos con los romanos la guerra de guerrillas. Una táctica militar que utilizaron con éxito los pueblos prerromanos de la península ibérica (como el lusitano y el celtíbero ).Este tipo de guerra, los romanos lo denominaron como lactrocinium, término con el que indicaban que no era una guerra organizada, sino irregular y dirigida por latrones (bandidos), aunque en la tradición recogida por Livio la denominaba como Bellum. Esta forma de combatir era conocida como guerra ibérica o hispánica, y fue empleado por las tribus de la meseta y del litoral. La novedad es que Viriato imprime, a la hasta ese momento guerra de guerrillas con un carácter defensivo, un espíritu ofensivo, deteniendo y destruyendo, uno tras otro, a los ejércitos romanos. Su objetivo político - militar fue conseguir una independencia de su territorio respecto de Roma, la expansión de su influencia por las comarcas meridionales (Betruria, Carpetania y Bética), llevando la guerra a territorios romanos.

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Cierto que nunca adquirió el territorio conquistado como posesión duradera, conformándose con aumentar sus posibilidades materiales por medio de saqueos. Para una ocupación definitiva, hubiera necesitado de más hombres, medios materiales y, sobre todo, una capacidad organizadora y administrativa de la que carecía.La táctica empleada por Viriato variaba según las necesidades. Una veces iba dirigida a desgastar al enemigo, inquietándolo y atando sus líneas de abastecimiento y, otras veces, trataba de neutralizarlo por medio de la sorpresa que caracterizaba a la emboscada. Esta se efectuaba en desfiladeros, o en pasos angostos donde las legiones romanas marchaban en hilera ofreciendo un blanco perfecto. También solía utilizar la huida aparente induciendo a la persecución al enemigo, simulando la retirada, para volverse contraatacando; pasando los romanos de perseguidores a perseguidos (concursare). Otra táctica practicada y que se puede denominar de como evasiva, fue atacar con pequeños contingentes a las legiones romanas para despistar a estas y permitir la huida, mientras tanto, al grueso de su ejército. Rara vez presentaba batallas en formación; era consciente de su escasez de tropas, y de la inferioridad de las armas de sus soldados en comparación con las de los legionarios romanos.

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El armamento utilizado por los lusitanos (tanto jinetes como hombres a pie) constaba de un escudo pequeño o caetra,muy apropiado para los combates cuerpo a cuerpo y para protegerse de los dardos, además de una espada(1) y uncuchillo. Podían portar una lanza de hierro con punta en forma de gancho. Como protección personal contaban concascos (no todos) con crines volantes y corazas de lino. Los jinetes (había muy pocos) usaban corazas y cascos metálicos. Como armas arrojadizas, para a combatir en la distancia, disponían de dardos, flechas, y jabalinas.Los juegos corporales con armas, las cacerías, y las expediciones de saqueos a las tribus vecinas, sirvieron de instrucción y preparación y entrenamiento para los hombres que acompañaban a Viriato.Su guerra, no fue una guerra organizada y metódica, sino que actuaron como si se tratara de una cacería o un acto de rapiña, por impulsos, o por la situación momentánea, sin que se plantearan largas campañas. Quizá, su falta de constancia fue la causante de la derrota frente a las todopoderosas y disciplinadas legiones romanas.

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Viriato, al igual en Indíbil y Mandonio, es un caudillo ibero que luchó (siglo y medio antes de Cristo) contra Roma, pero, en su caso, lo hizo en una región distinta de Iberia (Castilla, Extremadura, Portugal y Andalucía).

Se supone que nació en la región de la actual Zamora. Los cronistas romanos señalan que Viriato era un pastor que se convirtió en guerrero para defender su tierra. Otros consideran que siempre fue un guerrero.

Cuenta la leyenda, porque las leyendas cuentan, que Viriato fue un hombre enorme y extraordinariamente fuerte, que atemorizaba con su mirada.

Durante diez años, Viriato combatió a los romanos llevándoles hacia su terreno y evitando enfrentarse a ellos en campo abierto. El héroe murió sin perder jamás ninguna batalla. En Roma le denominaron gran caudillo de los celtíberos, comparándole con Aníbal.

En la Batalla de Tribola, que tuvo lugar en la Sierra de Ronda, Viriato se enfrentó a los romanos, haciéndoles creer que huía hacía un desfiladero. El ejército romano, nutrido en caballería y elefantes, le siguió, pero cuando se adentraron en el desfiladero comprendieron que habían caído en una trampa. Viriato lanzó bolas ardiendo desde lo alto, asustando a los caballos y elefantes, y provocando un gran desorden en las filas romanas. El caudillo ibero aprovechó para acabar con la vida de más de 4.000 legionarios.

En la Batalla de la Carpetania, Viriato segó la vida de 10.000 legionarios. Tras esta batalla se enfrento a Quinto Fabio Máximo, quien, a pesar de contar con 15.000 soldados y 2.000 jinetes, también fue derrotado en la Batalla de Osuna.

Roma decidió entonces enviar a Hispania un ejército de 18.000 legionarios y 1.600 caballos al mando del cónsul Serviliano. El cónsul optó por ir ejecutando, sistemáticamente, a los partidarios de Viriato. En la ciudad de Porcuna, por ejemplo, mandó ejecutar a 500 celtíberos y otros 9.500 fueron capturados como esclavos. En Bailén se encontró con Viriato, quien, rebosante de furia, derrotó al ejército de Serviliano, pero, en lugar de matarlo, decidió pactar, usando las siguientes palabras: "Vosotros, los romanos, ya habéis sufrido bastante en estas tierras. Mi pueblo desea la paz, así que reconocerme como rey de estas tierras compartidas por ambos y todo habrá acabado".

Roma tuvo que aceptar el trato y el senado nombró a Viriato amicus pupili romani, algo que únicamente hacían cuando no veían clara la conquista (es famosa la afición de Viriato a coleccionar estandartes de las legiones romanas a las que derrotaba). Cultivó nuestro caudillo tres cualidades básicas del guerrillero: (1) el aprovechamiento sistemático del terreno para las emboscadas, (2) la audacia para cambiar el escenario de los combates, gracias a la movilidad de sus tropas, y (3) la capacidad de actuar muy lejos de sus bases de aprovisionamiento, lo cual suponía también habilidad para lograr alianzas sobre la marcha. Se firma la paz en el 140 a d C.

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Viriato reclutó y adiestró campesinos para convertirlos en temidos guerreros que harían de su odio hacia Roma su mayor arma. Usó su gran sentido de la justicia, humildad e igualdad. Se cuenta, por ejemplo, que cuando su rico suegro, Astolpas, sirvió manjares en finas vasijas de oro, Viriato repartió las viandas entre los guerreros que habían viajado con él, y, tras hacerse con algunas vituallas, se marchó con su esposa, Ada, a lomos de su caballo hacia las montañas.

Perdidamente enamorado de Ada, Viriato tuvo que tomar una decisión dolorosa: ejecutar a su suegro Astolpas por conspiración. El rechazo posterior de su esposa hizo que Viriato cayera en una depresión sentimental, hasta el punto de verse influido al tomar decisiones estratégicas contra los romanos.

Viriato decidió pactar una nueva paz con los romanos para encontrar una vida mejor para él y su esposa. En una de sus pocas decisiones insensatas, envió a tres íberos (Audas, Ditalco y Minuros) a negociar con el senado. Estos emisarios poseían grandes extensiones de terreno, por lo que les interesaba demasiado la paz con Roma. El senado les hizo saber a los emisarios íberos que no habría paz mientras Viriato tuviera el mando de los celtíberos. Los romanos admiraban su capacidad estratégica, por lo que prepararon las cosas para librarse de él.

A consecuencia de esta resolución, los emisarios decidieron acabar con la vida de Viriato. Los tres traidores entraron de noche en el campamento con las caras tapadas, como verdugos que eran, y le acuchillaron mientras dormía.

Viriato fue asesinado por sus propios hombres, pero cuando los traidores regresaron para obtener su recompensa, Servilio Cepión les ejecutó tras hacerles saber que “Roma no paga a traidores”.

A la mañana siguiente, cuando apareció el cadáver, Ada se culpó de la muerte de su amado e intentó suicidarse.

Estos sucesos se produjeron en el año 139 a. d. C.

La pax romana era una realidad en la península Ibérica, salvo en una pequeña ciudad conocida como Numancia, el último reducto de los rebeldes que luchaban impulsados por el espíritu del caudillo asesinado. Su esposa, Ada, se traslada a la ciudad Soriana, patria de los temidos arévacos, junto con muchos de los seguidores de su marido. Lo que sucedió después, que es parte de nuestra leyenda, será contado en un siguiente post.

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Las Guerras lusitanas

Época: Hispania republicanaInicio: Año 237 A. C.Fin: Año 30 D.C.

Antecedente:Guerras Celtibérico-Lusitanas

(C) ARTEHISTORIA

ComentarioLa época de las Guerras Lusitanas coincide con la de las Guerras Celtibéricas. A pesar de ello, no sólo en el relato de los autores antiguos sino en el escenario de las operaciones, se plantean como acontecimientos independientes, aunque la coincidencia cronológica siempre ha hecho pensar en una cierta connivencia de ambos bloques de poblaciones indígenas. La primera realidad histórica que conviene despejar reside en la comprobación de que las Guerras Lusitanas sólo alcanzaron el escenario propiamente lusitano en los últimos enfrentamientos, a partir de finales del 139 a.C., año de la muerte de Viriato. Hasta esa fecha, las batallas se plantean entre lusitanos y sus aliados contra los romanos en diversos lugares del Sur peninsular. A partir de comienzos del Imperio, la provincia Lusitania estará limitada por el Guadiana y el Duero con una entrada en cuña en lo que hoy es territorio de España hasta la altura de Talavera de la Reina (provincia de Toledo). El territorio lusitano prerromano tenía sus límites entre el Duero y el Tajo. En el sur de Portugal habitaba el pueblo de los cuneos o cunetes. Ahora bien, ya en las primeras noticias sobre enfrentamientos armados entre romanos y lusitanos (año 194 a.C.), se nos presenta a éstos como bandas que, después de devastar la Ulterior, se enfrentaron con el ejército romano mandado por Publio Escipión cerca de la ciudad de Ilipa (Alcalá del Río, provincia de Sevilla). Una breve descripción de historia fáctica referida a los años 155-138 a.C. puede ayudar a valorar mejor el carácter y el escenario de la guerra. El 154 a.C., Púnico, caudillo de los lusitanos, ayudado por los vettones, causa grandes pérdidas al ejército romano -Apiano,

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Iber., 56-57, habla de 6.000- y ataca a los blastofenicios o libiofenicios, es decir a la población costera situada entre Cádiz y Almuñécar. Muerto Púnico, le sucede Kaisaro. El 153 a.C., Caucaino, otro jefe de los lusitanos que operaban al sur del Tajo, une sus tropas a las de Púnico. Después de varios enfrentamientos favorables a los lusitanos en los que mueren otros varios miles del ejército romano, las tropas lusitanas sitian y toman Conistorgis, la ciudad o centro político de los conios. El 152 a.C., las operaciones militares fueron favorables para los romanos luchando contra los lusitanos en Nertobriga (Fregenal de la Sierra) y junto a otra ciudad de localización desconocida que se nos ha trasmitido bajo el nombre de Osthrakai, sin duda deformado. Estando Sulpicio Galba como propretor de la Ulterior tuvo lugar un viraje de la guerra. Bajo la promesa de repartir tierras a los lusitanos, acuden éstos aceptando la condición de ir desarmados. Aprovechando su indefensión, Galba manda a sus tropas masacrar a los lusitanos. Algunos pudieron escapar y, entre ellos, Viriato quien se puso al frente de los restos del ejército lusitano e inició una guerra sin cuartel, sirviéndose de estratagemas y de lucha de guerrillas. Hasta el propio gobernador de la Ulterior para los años 147-146 a.C., Vetilio, cayó prisionero luchando en el valle del Guadalquivir, en Tribola (de localización incierta). La movilidad de las tropas mandadas por Viriato hizo imposible el que los romanos obtuvieran alguna victoria sobre los lusitanos. Entre el 146-145 a.C., Viriato se encuentra operando en Carpetania y atacando a Segobriga (Cabeza del Griego, Saelices), ciudad celtíbera que se había pasado a los romanos En los años 145-144 a.C., Viriato dirige sus tropas contra Osuna (provincia de Sevilla) y se retira a Baecula (cerca de Bailén, provincia de Jaén). Bajo el gobierno de Q. Fabio Máximo sobre la Ulterior (141-140 a.C.), sigue la guerra en el valle del Guadiana y del Guadalquivir: en Itucci (Baena, provincia de Córdoba) y en Erisan/Arsa, ciudad de la Beturia. Y el 139, cuando tres lusitanos (Audax, Ditalco y Minuro) pagados por los romanos asesinan a traición a su jefe Viriato, se luchaba en la Beturia y cerca de Chipiona (provincia de Cádiz). El resto de las operaciones militares resultaron fáciles: D. Junio Bruto, gobernador de la Ulterior, está en condiciones de hacer un paseo militar por los territorios de los lusitanos sin encontrar más resistencia significativa que la ofrecida por la ciudad de Talabriga. Más aún, Bruto hace incluso una incursión en territorio galaico cruzando el Miño. En medio del relato de las batallas y de sus resultados, los autores antiguos incluyen otras informaciones que son centrales para la comprensión de estas guerras. En primer lugar, hay un hecho llamativo: las bandas de lusitanos operan en los territorios del Sur y nunca contra las comunidades lusitanas de donde habían salido. De otros pueblos y, de modo particular, de los de Italia, conocemos comportamientos semejantes; baste recordar a los volscos que estuvieron presionando durante un siglo a las poblaciones del Lacio o a los samnitas con su progresiva expansión por la vecina Campania. Los historiadores modernos conocen estas prácticas como las primaveras sagradas, traducción del latín ver sacrum. La tensión demográfica de volscos y samnitas se resolvía mediante la consagración de una parte de los jóvenes al dios Marte bajo cuya protección y con el apoyo de sus comunidades organizaban bandas que emigraban a la búsqueda de nuevas tierras. Si no era exactamente igual, no distaba mucho el comportamiento de las bandas lusitanas. Dice Diodoro (V, 34): "Cuando los jóvenes lusitanos alcanzaban la edad viril y se encontraban en dificultades económicas, si tenían vigor físico y ánimos, se marchaban a las montañas y allí formaban grupos para preparar golpes de mano sobre las poblaciones pacíficas". 

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Hay un segundo hecho no menos indicativo del trasfondo de los relatos militares. El éxito inicial de Viriato vino acompañado de la boda con la hija del rico lusitano Astolpas. Al margen de que el relato de la boda presentado por Diodoro (33, 7, 1-4) pueda responder a algunos tópicos ("Astolpas, el rico, exhibió copas de oro y de plato, tejidos bordados de todo tipo..., mientras Viriato acudió con su lanza, sin tomar baño e hizo una comida frugal para irse al punto a la montaña"), refleja dos polos de la sociedad lusitana: el sector acomodado frente a quienes se veían obligados a formar bandas armadas para subsistir. La posible tensión entre ambos sectores se diluye al orientarse la acción de esas bandas contra poblaciones ajenas. Más aún, las bandas lusitanas servían de escudo para la defensa del propio territorio. Entre Viriato y su suegro terminó habiendo tensiones y poco después se produce el asesinato de Viriato. Roma siempre se había apoyado en las oligarquías indígenas a cambio de la protección de sus intereses. No es, pues, nada imposible que Astolpas u otros lusitanos de las elites locales hubieran terminado pactando con Roma, cuando calcularon que obtenían protección más segura que de Viriato. Habría encontrado confirmación la sospecha que Viriato tenía sobre su suegro, en la interpretación de Diodoro (XXXIII, 7,4), cuando le dijo: "¿Cómo los romanos, que ven estas riquezas en los banquetes de sus casas, rechazan las tuyas (de Astolpas) que tienen un gran valor, cuando podían, en virtud de su poder, adueñarse de ellas?" Con el fin de las Guerras Lusitanas, todo el nuevo territorio conquistado al sur del Duero quedó como propiedad del Estado romano y su población sometida al pago de un impuesto regular del 5 por ciento por el uso de la que antes era su tierra. Entre las medidas particulares de Junio Bruto se encuentra la intervención destinada a eliminar tensiones sociales entre las poblaciones indígenas con la fundación de dos ciudades: Brutobriga de localización insegura y Valentia, sobre cuya identificación se han hecho propuestas tan distintas como la de suponer que era Valença do Miño, Valencia de Alcántara o bien la Valencia de la costa mediterránea. Estos asentamientos iban acompañados de distribución de tierras. Y, mientras la población asentada tuviera estatuto peregrino, ninguna de esas ciudades podía recibir la categoría de ciudad privilegiada (colonia o municipio); la fundación de Valencia como colonia en fechas cercanas a esta decisión de Bruto plantea dudas no bien resueltas, sobre cuya explicación no podemos extendernos ahora.

Porque en 155 - 154a.C. los lusitanos se echan al monte. En realidad, inaugurando de alguna forma el célebrebandolerismo hispano, aquellos “bárbaros” que se guarecían más allá de la Hispania Ulterior, desde el Duero para abajo e incluyendo gran territorio de la actual España occidental, constituían bandas que se limitaban a empresas de pillaje en propiedades y villas romanizadas. Más o menos. Pues también sabían unirse bajo un gran líder. Así sucederá cuando aparezca la figura de Viriato. Ahora bien, este héroe lusitano no se entiende sin la vileza (y torpeza) cometida antes por el gobernador romano de la Hispania Ulterior, Servio Galba. En 150 a.C. miles de guerreros lusitanos decidieron rendirse ante la ofensiva de Roma. Galba urdió una estratagema para, con engaños, reunirlos a todos en determinado lugar. Luego hizo que les entregasen las armas y, finalmente, ordenó a los legionarios que penetrasen en la muchedumbre causando el mayor número de bajas.Se calcula que 10000 lusitanos fueron muertos y más del doble esclavizados. Uno de los pocos que consiguieron escapar de la masacre, dice Apiano, fue Viriato. ¿Pero quién era Viriato? Poco es lo que sabemos de su vida antes de la masacre de Galba. Su origen era

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humilde. Había sido pastor, quizá hasta la edad adulta en la que, como otros jóvenes indígenas de Hispania, se habría convertido en bandolero. En todo caso, en 150 a.C Viriato la edad de Viriato rondaría la veintena. La acción de Galba exarcebó los ánimos de los belicosos lusitanos. La afrenta debía ser vengada. Los huidos, entre ellos Viriato, lograron rearmarse y formar un grupo más numeroso. Al mismo tiempo, empezaron a ensayar tácticas de guerrilla contra la potencia romana. Un nuevo gobernador, Cayo Vetilio, los cercó. En un primer momento, los lusitanos aceptaron la rendición pero es entonces cuandoViriato decide firmar en las páginas de la historia. El gran caudillo convenció a sus compatriotas: no debemos rendirnos, grita, ya sabemos qué es lo que hacen los romanos. Aquel pseudoejército de bárbaros decidió de esa manera ponerse en sus manos roclamándolo general, jefe. Así las cosas, Viriato liberó a los suyos del cerco de Vetilio. Su estrella acababa de nacer. Y su fama. Otros habitantes de Hispania, lusitanos o no, empezaron a ver en la figura de Viriato un no sé qué que los forzaba a seguirlo, a empuñar las armas tras su estela. Serían ocho años de guerra contra Roma, con sonadas victorias (pero también derrotas), hasta que en el 140 a.C Viriato forzó al enemigo a firmar un tratado de paz refrendado por el Senado. El tratado representaba, sin embargo, una humillación para Roma. De modo que otro gobernador, Servilio Cepión, obtuvo plenos poderes para acabar con el caudillo lusitano. Lo logró, pero solamente al precio de latraición: comprando a tres de su lugartenientes para que, con nocturnidad y alevosía, lo asesinasen.

LAS GUERRAS CELTÍEBERO LUSITANAS

Las guerras celtibero-lusitanas se dieron por el deseo de control de Roma de la P. Ibérica y

afectaron a la República romana y a los pueblos autóctonos de Iberia.

Desde la llegada de los romanos a la Península éstos, conscientes de la importancia

estratégica y económica de la misma, hacen todo lo posible por quedarse. Comienza en ese

momento una lucha por el control efectivo de la misma.

Las primeras zonas controladas por los romanos fueron el Levante y Andalucía, las tierras

más ricas y civilizadas.

Los romanos dividen desde el principio la parte que controlan de la Península en dos

provincias (Hispania Citerior y Ulterior). Su extensión será mayor o menor en función del

momento de la conquista en el que nos fijemos. Cada una de estas provincias estuvo

gobernada por un pretor. En el año 180 a. C., la Citerior es destinado Tiberio Sempronio

Gracio y a la Ulterior Lucio Postumio Albino. Ambos concentran sus fuerzas en el valle

alto del Guadalquivir desde donde avanzan hacia la Meseta Norte por dos rutas diferentes.

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Postumio, tomó la ruta más occidental y alcanzó las comarcas del valle del Duero donde

luchó contra vacceos. Por su parte, Albino se centró en combatir a los lusitanos. De ellos la

actividad más relevante la llevó a cabo Graco quien, desde algún punto del Guadalquivir

descendió río abajo hasta las cercanías de la actual Córdoba, tomó Munda y continuó hasta

las cercanías de Málaga. Después retomó su camino hacia el norte llegando a la Meseta y a

sus comarcas más orientales donde sometió a más de 130 ciudades. Desde allí entró en la

Celtiberia logrando la adhesión de la ciudad de Ercavica (en Cuenca), una unión que

extendió a otras comarcas rompiendo la capacidad de resistencia de los celtíberos. Graco

debió acabar con su campaña estableciendo un puesto militar en la confluencia de los ríos

Ebro y Queiles que fue conocido como Gracchurris (Alfaro, La Rioja).

Graco impuso medidas pacificadoras a la zona para garantizar y salvaguardar su estabilidad

(medidas aceptadas tanto por los indígenas como por el Senado romano). Éstas fueron:

La concesión de privilegios legales y fiscales a los residentes en el lugar.

El establecimiento de guarniciones que actuasen como avanzadilla defensiva.

El derribo de los poblados fortificados.

La repartición de tierras cultivables entre la gente de forma que estuviesen

dispuestos a abandonar sus antiguos lugares de residencia.

La prohibición de construir nuevas murallas en las ciudades existentes.

El establecimiento de un sistema fiscal que regulaba las contribuciones que los

gobernadores acostumbraban a pedir para sufragar el mantenimiento y las pagas de

las tropas de ocupación.

Las medidas tomadas por Graco generaron un largo período de paz que fue aprovechado

por los romanos para dirigir sus fuerzas a otros territorios necesitados de pacificación como

la zona de Macedonia donde van a llevar a cabo la conocida como Tercera Guerra

Macedónica.

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Una vez finalizada esta guerra es cuando se reanudan las noticias de conflictos en la

Península Ibérica.

En el año 155 a. C. el pretor de la Ulterior atacó a los lusitanos y éstos, bajo el liderazgo de

un tal Púnico respondieron con incursiones en la provincia romana. En el 154 a. C., Púnico

y los lusitanos parecen haber derrotado en una batalla al ejército romano matando a unos de

los comandantes y aniquilando lo efectivos de una legión. En ese momento, Púnico parece

que alistó a sus vecinos vetones, extendiendo sus correrías por la Ulterior hasta llegar a las

regiones del mar Mediterráneo, pasando incluso a África (donde es derrotado). Púnico

murió en esta expedición pero, a pesar de ello, los lusitanos continuaron con la guerra.

Contemporáneamente a estos hechos surgió otro problema en la Celtiberia. Los romanos se

enteraron de que una ciudad de la región tenía intención de ampliar sus murallas porque su

población había aumentado y necesitaban ampliar la cerca para dar cobijo a los nuevos

habitantes. Esta ciudad era Segeda (de los belos). Los romanos, haciendo referencia al

antiguo pacto de Graco por el que se prohibía la construcción de nuevas murallas,

prohibieron a los habitantes de Segeda que llevasen a cabo sus planes y les reclamaron

tributos y tropas. Éstos les respondieron enviando a un embajador a Roma para mostrar

que, según ellos, no se estaban construyendo nuevos muros, si no que se estaban

remodelando los anteriores. El Senado romano rechazó sus argumentos y les declaró la

guerra.

Para desarrollar esta guerra se asignó al gobierno de la Citerior al cónsul Marco Fulvio

Nobilior. En la Ulterior se mantuvo el gobierno de un pretor, Lucio. Mummio. El cambio

en el escalafón del gobernante indica hasta qué punto los romanos consideraban importante

la guerra contra los Celtíberos. Mummio se enfrentó a la difícil situación causada por los

lusitanos y, tras unos comienzos trágicos, logró recuperarse y derrotarlos en varias

ocasiones.

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En la Citerior, Nobilior desplegó a 30.000 hombres frente a Segeda lo que obligó a su

población a desalojar su ciudad y refugiarse con sus vecinos los arévacos cuya ciudad más

fuerte era Numancia. La persecución de los huidos llevó a Nobilior a invadir el territorio

arévaco donde se enfrentó en campo abierto con una coalición de fuerzas de la zona,

conducida por los segedanos, que les derrotaron. El desastre parece que fue menor de lo

que podía haber sido porque la caballería romana logró frenar la persecución de los

vencedores que tuvieron que reagruparse en Numancia. Nobilior los siguió y tras varias

escaramuzas, se mostró dispuesto a asaltar la ciudad. Desgraciadamente el otoño estaba ya

tan avanzado que no pudo establecer el cerco antes de que llegase el invierno. En estas

circunstancias, su sucesor, Claudio Marcelo, que conocía bien la Península pues ya había

sido gobernador de las dos provincias entre los años 169 y 168 a. C. cambia de estrategia.

Se marcha de Numancia prefiriendo combinar fuerza y diplomacia, actuando militarmente

sobre los bordes de la zona de conflicto y negociando individualmente con cada uno de los

pueblos. Con ello logró que casi todos los pueblos de la zona (incluidos los arévacos)

aceptasen enviar embajadores a Roma para negociar los términos de un nuevo tratado. Pero

el Senado, no conforme con esos términos, desautorizó al cónsul tachándole de blando y de

comportarse de un modo impropio e impuso la continuidad de la guerra.

Marcelo acató la decisión del Senado romano y, tras pasar el invierno en la Ulterio atacó el

núcleo central de la Celtiberia logrando encerrar a los numantinos tras las murallas de la

ciudad y forzarles (tanto a ellos como a sus vecinos pelendones, titios y belos) a firmar un

tratado de paz con Roma.

Al mismo tiempo, en la otra provincia, el gobernador de turno (Lucio Atilio) repitió la

estrategia que había llevado a cabo Marcelo en la Citerior y lanzó un ataque contra los

lusitanos tomando una ciudad de nombre y localización desconocida y logrando que los

habitantes de la comarca y sus vecinos vetones depusieran las armas en unas condiciones

similares a las negociadas por los Celtíberos.

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El sucesor de Marcelo en la Citerior fue Lucio Licinio Lúculo que decidió llevar la guerra

contra los vacceos. Su dominio ofrecía a Roma una importante base para futuras

operaciones tanto en la Celtiberia como en la Lusitania porque su territorio comunicaba los

dos mencionados.

La penetración de Lúculo en territorio vacceo se dio desde el sur, asediando por ejemplo la

ciudad más importante de los vacceos (Cauca, actual Coca en Segovia). Después continuó

avanzando hacia el norte en medio de una gran resistencia. En ese avance obtienen

Intercatia (Montealegre de Campos, Valladolid) pero no logran Pallantia (Palencia). El

invierno se acercaba peligrosamente y ante la alternativa de tener que pasarlo en la zona

para continuar con la guerra Lúculo decide regresar a sus bases sin haber satisfecho sus

expectativas.

Mientras, en la Ulterior, el pretor Sulpicio Galba fue el responsable de romper en equilibrio

(ya de por sí frágil) que había logrado su predecesor, Atilio Serrano, en las relaciones con

los lusitanos. Galba comenzó su gobierno sin mucha fortuna porque las campañas contra

Lusitania le dieron poca gloria y muchos disgustos pero el fracaso de Lépido con los

vacceos permitió que le echase una mano en la provincia vecina. Ambos dieron la vuelta a

la guerra y llegaron a un cierto entendimiento con algunos grupos lusitanos con los que

Galba intentó hacer la misma política que había usado Graco en la Celtiberia (el

ofrecimiento de buenas tierras de labor a cambio de desocupar sus castros y de abandonar

sus costumbres.

Cuando en el año 150 a. C. los que se mostraron dispuestos a aceptar la oferta de Galba se

presentaron en el lugar requerido para el asentamiento, las tropas romanas los masacraron

(muriendo unas 30.000 personas y siendo capturados y vendidos como esclavos el resto).

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La tradición sitúa entre quienes se salvaron a Viriato, cuyo odio a los romanos se justifica

por este hecho.

Posiblemente por el impacto de esta masacre no hubo en la Península ninguna actividad

bélica durante, al menos dos años. El regreso a las acciones violentas se da en el año 147 a.

C. cuando, en un lugar llamado Tríbola (de ubicación desconocida) el pretor romano

Vetilio fue derrotado por los lusitanos, hecho prisionero y matado. Los lusitanos ya estaban

en este momento dirigidos por Viriato.

La verdadera personalidad de Viriato nos es casi desconocida. Para los romanos es un

pastor y un bandolero no obstante, otros datos, hablan de él como un aristócrata local con

carisma y aspiraciones sobre su pueblo. Los datos disponibles no dan ninguna causa del por

qué real del conflicto entre los romanos y los lusitanos y tampoco explican cómo Viriato se

convirtió en el líder de éstos.

La victoria de Tríbola inquietó a amplias comarcas de la P. Ibérica. Los agentes eran,

probablemente, pequeñas partidas que no buscaban un enfrentamiento en campo abierto

sino que hostigaban continuamente el territorio bajo dominio directo de Roma (o bajo su

influencia) atacando a las tropas romanas allí destacadas, asaltando ciudades y pueblos e

interrumpiendo el tránsito por caminos y vías. Puede que por su escasa violencia los

romanos consideraban bandoleros a los integrantes de estas partidas (de ahí la

interpretación que daban a Viriato) aunque es cierto que les costó mucho reducirlos.

En el año 145 a. C. Fabio Máximo fue nombrado cónsul de la Ulterior. Éste, en los dos

años que duró su cargo, logró algunos éxitos que devolvieron a la Ulterior la paz,

posiblemente expulsando a Viriato de la misma. No es seguro quien era el contemporáneo

gobernador de la Citerior aunque existen documentos que dicen que la primera víctima de

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Viriato (Vetilio) alistó a 5000 soldados de le belos y titios para ayudarle en Lusitania,

mientras que algo más tarde, un gobernador de la Citerior del que desconocemos su nombre

expulsó a Viriato de su jurisdicción después de que sublevase precisamente a titios y a

belos. El sucesor del gobernador des¨conocido fue Q. Cecilio Metelo Macedónico.

Mientras, en la Ulterior, la estabilidad lograda por Máximo se vio alterada ya que Viriato

renovó sus acciones. Los lusitanos llevaron a cabo varias expediciones contra las comarcas

más orientales de la Citerior y afianzaron su dominio en la región comprendida entre el

Guadiana y las sierras de Huelva y Córdoba, donde parece que lograron el apoyo de varias

ciudades.

Por este motivo, y ante la gravedad de la situación, la campaña contra Viriato requirió de

uno de los cónsules salientes del 142 a. C., Q. Fabio Máximo Servilano. El panorama que

encontró Serviliano a su llegada a la Ulterior no era muy halagüeño, pues los lusitanos

parecían haber apoderado de algunas comarcas de la provincia. Apoyado por el refuerzo de

la caballería númida, el gobernador romano logró que Viriato se replegara hasta Lusitania;

pero cuando trataba de redondear sus éxitos antes de entregar el relevo a su sucesor, Q.

Servilio Cepión, en el asalto de una localidad llamada Eriasne quizá Lucena, en Córdoba),

Serviliano se vio envuelto en un gran desastre, porque Viriato acorraló sus tropas y le

obligó a rendirse. Los términos de la rendición fueron aceptados por el Senado romano: se

reconocía el legítimo dominio de Viriato sobre el territorio que controlaba, asegurándole

un tratamiento preferente como aliado y “·amigo del pueblo romano”.

Cepión se quejó mucho de las condiciones del tratado y parece que, con la autorización del

Senado, actuó contra Viriato, primero en secreto y luego abiertamente, atacando y tomando

Arsa (que algunos sitúan en Zalamea de la Serena, Badajoz). Parece que Cepión tendió una

emboscada a los lusitanos, de la que Viriato escapó huyendo hacia Occidente, pero

perseguido de cerca por los romanos. Sin embargo, Viriato no sólo logró desengancharse de

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sus seguidores sino que regresó al núcleo de sus dominios, desde donde aguantó con

fortuna los repetidos asaltos de su enemigo mientras intentaba encontrar una salida

razonable al conflicto. Primero lo intentó con Popilio Lenas (cónsul del 139 a. C. y

gobernador de la Citerior) pero cuando los tratos con éste fallaron, Viriato entabló

conversaciones con Cepión y, de algún modo, el romano logró atraerse a los representantes

lusitanos convenciéndoles de que el conflicto no tenía otra salida que la eliminación de

Viriato. La conspiración triunfó y Viriato fue asesinado por sus generales. Con esto,

Cepión, abandonó Hispania habiendo logrado la casi total sumisión de los lusitanos.

La desaparición de Viriato no trajo inmediatamente la paz a Lusitania, puesto que las

fuentes registran operaciones militares en la región durante todo el siglo siguiente pero sí

bajo su virulencia.

El sucesor de Cepión, Junio Bruto, recibió el encargo de terminar de asentar a los

combatientes de la pasada guerra en tierras fértiles, atribuyéndosele la fundación de

Valentia (Valencia) y de pacificar la zona conquistada. Acabadas esas tareas, Bruto dedicó

su segundo año a la organización del territorio pacificado. A este fin buscó pelea fuera de

los límites de la provincia avanzando hacia el Norte hasta alcanzar las orillas del Duero; allí

asedió Pallantia, fracasando por falta de medios y porque recibieron la orden expresa del

Senado de abandonar la intentona. Bruto, no obstante, continuó avanzando hacia el norte,

hasta llegar a la zona del río Miño, y durante la expedición hizo méritos suficientes para

lograr el nombre de “el galaico”.

EL ASALTO A NUMANCIA

En el 143 a. C., las acciones de Viriato parecen haber propiciado que los celtíberos se

levantasen en armas y la gravedad de la amenaza probablemente explica que el Senado

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romano mandase a la Citerior a uno de los cónsules de ese año. Éste fue Cecilio Metelo,

que dirigió sus esfuerzos contra los habitantes de la parte oriental de la Meseta, logrando

bastantes éxitos, gracias a una estrategia metódica y continuada que le permitió avanzar

desde las bases seguras del litoral hacia el interior de la Meseta. Primero sometió a los

habitantes de las comarcas más orientales de la Celtiberia (lusones, titios y belos)

obteniendo una importante ciudad sobre Contrebia Belaisca (ruinas de Botorrita, en

Zaragoza). Luego, en lugar de avanzar directamente hacia el centro de la comarca arévaca,

fue hacia sus partes más occidentales, las limítrofes con los vacceos: es probable que este

movimiento buscase disuadir a las posibles ayudas de este pueblo a Numancia. Metelo

llegó a Numancia justo cuando acababa su mandato.

Su relevo fue C. Q. Pompeyo quien centró, desde el primer momento, su interés en dicha

ciudad, fracasando de manera rotunda. Tampoco acertó en su intento de hacerse con la

vecina ciudad de Termes (Montejo de Termes, Soria). En su segunda campaña, Pompeyo se

planteó la rendición de Numancia por asedio, pero la dureza y la dificultad de los trabajos

de circunvalación, el clima desfavorables y la baja moral de la tropa le obligaron a entablar

negociaciones secretas con los numantinos que le permitieran una salida digna y que

satisfacieran el orgullo romano. Pompeyo mintió al Senado y a su sucesor de la existencia

de estos “tratos” por lo que el éste, Popilio Lenas, se negó a continuar con las

conversaciones. Lenas tuvo la misma mala suerte que Pompeyo en su asalto a Numancia

por lo que decidió cambiar el ataque frontal sobre el enemigo por incursiones de menos

calado contra las ciudades vacceas vecinas de los arévacos con el pretexto de que habían

ayudado a los numantinos.

La incapacidad romana alcanzó su cenit cuando el cónsul del 137 a. c., Hostilio Mancino,

recibió el mando de la provincia y no sólo fue incapaz de de repetir la rutina de sus

predecesores asediando en tiempo la que fuera la plaza fuerte de los arévacos si no que,

alarmado por ante las noticias de refuerzos enemigos, abandonó apresuradamente sus

campamentos y cayó en una emboscada en la que se vio obligado a capitular. Escamados

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por lo sucedido con Pompeyo, los enemigos obligaron a Mancino a refrendar las

condiciones de su rendición con su imperium. El tratado fue considerado tan humillante por

parte del Senado romano que Mancino fue depuesto y sustituido por M. Emilio Lépido.

Tras este hecho hubo dos años de relativa calma en la Celtiberia. Ante esta parálisis, el

pueblo de Roma (motivado por una facción senatorial) decidió tomar el asunto en sus

manos y exigir que se confiase la dirección de la guerra a Publio Cornelio Escipión

Africano Emiliano. Éste partió a Hispania acompañado por un refuerzo de “amigos” suyos

de 4000 voluntarios. Allí reforzó la disciplina de los soldados existentes en el lugar y les

sometió a un duro entrenamiento que incluía la construcción de una completa

circunvalación a la ciudad. Escipión había decidido lograr la rendición de Numancia por

hambre. Para ello, su primera prioridad fue negar a los sitiados cualquier contacto con el

exterior mediante un cerco a toda la ciudad. Después impidió que recibiesen ayuda de los

pueblos vecinos haciéndose con los ríos que pasaban cerca de la ciudad. A continuación, en

el verano del 134 a. C. emprendió una campaña contra los pueblos vecinos para apoderarse

o quemar sus cosechas, evitando así la posibilidad de que pudieran asistir a los asediados.

Estos aguantaron durante el invierno del 134-133 a. C., pero su situación era tan

desesperada que intentaron en varias ocasiones conseguir ayuda externa o una salida

honrosa. Todo fue rechazado por Escipión. La inutilidad les llevó a forzar una salida contra

las fortificaciones romanas, pero fracasaron con grandes pérdidas. Tras quince meses de

asedio, los numantinos se rindieron sin condiciones. Pero Escipión les debió exigir unas

condiciones tan duras que muchos prefirieron morir antes que aceptarlas (lo que les llevó al

suicidio).

Cuando las tropas romanas asaltaron la ciudad en el año 133 a. C., Escipión mandó

incendiar la ciudad, repartió las tierras y propiedades e los numantinos entre los vecinos

que habían colaborado con él y ajustó cuentas con las ciudades que habían simpatizado con

los vecinos. Luego, licenció a las tropas y regresó a Roma.

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